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Aquí sigue la traducción de la primera parte de su descripción del segundo modelo, el modelo
terapia de comportamiento/moral, p. 40 (en la edición holandesa)
A partir de los años cincuenta, cada vez más psicoterapeutas dejaron de estar satisfechos
con el psicoanálisis. Por años habían tratado de descubrir los complejos ocultos de sus
pacientes, sin que algo cambiara. B.F. Skinner fue uno de los primeros en iniciar un
cambio fundamental. Ahondar en la niñez no tenía sentido. La conducta errada había
sido aprendida, y por lo tanto, podía ser desaprendida. En el curso de los años se
desarrollaban técnicas de terapia de comportamiento, maneras muy prácticas para tratar
el miedo y la depresión. Todo estaba enfocado en cambiar pensamientos y conducta en
una situación específica.
También en el cuidado pastoral se reconocía la importancia de los pensamientos y la
conducta para la formación y la solución de problemas. Conocido es el impulso que dió
Jay Adams, pero es importante estar conscientes de los límites. Enfatizar sólo la
obediencia de fe y la responsabilidad puede ser beneficioso y sano para un ‘pecador
normal’. Pero al cristiano que sufre trastornos psíquicos serios, no sólo se le exige
demasiado, sino que además se le confronta con un modelo de cuidado moralizador, lo
que ocasiona nuevos problemas.
De cap. 13 “Vivir con limitaciones”, el párrafo “Los límites de lo factible” (pp. 182 – 187 en
la edición holandesa)
La biblia presenta una idea del ser humano que es radicalmente diferente a los criterios
aceptados en este mundo. Jesús está al lado de los débiles. El poder de Dios no se revela en el
poderoso, sino a través de quien esté consciente de su debilidad. El ser humano débil obtiene
su valor no por su propio mérito, sino por fe, por gracia, de Dios.
En su segunda epístola a los Corintios, Pablo emplea una hermosa ilustración para esta
realidad. El describe al ser humano débil como una vasija de barro, en la que Dios guarda su
tesoro precioso, ‘para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros’ (2
Cor. 4:7). Y él continua: ‘Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos… Por tanto,
no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos
vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos
producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos
fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que
no se ve es eterno’ (2 Cor. 4:8, 9, 16-18).
Aquí vemos la victoria verdadera de la vida y la esperanza verdadera, que sobrepasan
el deseo limitado de la cura externa. Los cristianos que toman en serio la palabra de Dios, no
se tornan cabizbajos. Al contrario, reciben fuerzas de una fuente nueva. La cura para ellos
implica mucho más que un simple cambio externo. Su esperanza permanece, aun cuando las
fuerzas corporales naturales se van agotando. Si los médicos, los pastores y otros ven al
enfermo psíquico desde esta perspectiva, entonces tendrán que ayudarle justamente en su
debilidad. Ellos son colaboradores de ayuda y apoyo en un proceso que Dios mismo obra, que
renueva día a día las fuerzas de los débiles, aun cuando ellos mismos tienen que vivir con
límitaciones.
Los límites externos a menudo abren una libertad interior nueva. Cuando la
resistencia contra la discapacidad disminuye, se pueden reunir fuerzas para una maduración
nueva. Viktor Frankl, en su libro ‘Cuidado Médico del Alma’ dice: ‘La vida resulta tener
sentido, aún cuando ya no es productiva, ni llena de energía. Hay valores y virtudes que
justamente se manifiestan en la manera como una persona organiza una vida con límitaciones.
Su conducta relacionada con la limitación de sus posibilidades abre un reino nuevo, con sus
propios valores, que sin duda alguna son los más altos.’
A menudo se me hace la pregunta: ‘qué esperanza tiene usted como psiquiatra y como
cristiano para sus pacientes?’
Mi respuesta la quisiera dividir en dos grupos, uno desde la perspectiva médica-humana (1-5)
y otro con la visión bíblica (6-10).
1. Tengo esperanza para personas con crisis y enfermedades psíquicas, porque la
experiencia me ha mostrado que la mayoría de los trastornos disminuyen con el
tiempo.
2. Tengo esperanza, porque en muchos casos, a diferencia de antes, ahora se puede
aliviar o hasta curar un sufrimiento psíquico con medicamentos.
3. Tengo esperanza porque las crisis psíquicas a menudo dan una oportunidad para un
comienzo nuevo. Quizas se requiere una crisis para que el ser humano reconozca los
fundamentos vulnerables de su vida y para construir su vida en un fundamento nuevo
sólido.
4. Tengo esperanza porque en muchos casos he visto que también personas con
debilidades psíquicas pueden vivir una vida completa, con sentido. Esto también vale
para pacientes con cambios pronunciados de personalidad. Aun cuando los pacientes
tienen que pasar por experiencias extremadamente difíciles, en la mayoría de los casos
encuentran un camino hacia una vida nueva, con limitaciones.
5. Tengo esperanza porque hoy en día se toman cada vez más iniciativas de crear
viviendas y trabajo adaptados para personas con una discapacidad psíquica. De esta
forma se les puede dar alivio en sus dificultades y dar contenido a cómo realmente
ayudarles y apoyarles. En ese sentido también el contexto social se ha convertido en
portador de esperanza para los pacientes y sus familiares.
Pero, mi esperanza va más allá de estas experiencias médico-humanas. Una esperanza mayor
la tiene solo aquel que conozca la presencia y las promesas de Dios.
6. Por tanto, tengo esperanza porque constantemente resulta ‘que Dios dispone todas las
cosas para el bien de quienes lo aman (Rom. 8:28), aún cuando no entendemos el ‘por
qué’. Una hermana con un hijo que padecía una enfermedad muy seria me dijo una
vez: ‘Mantengo la esperanza, porque yo sé que Dios no comete errores.’
7. Tengo esperanza porque Dios puede hacer un milagro, si es su voluntad. Efesios 3:20
dice: ‘al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o
pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros’. Y muchas veces el mero hecho
de que el paciente y sus familiares no se alejan amargados de Dios, ya es un milagro.
8. Tengo esperanza porque Dios ama y acepta a personas con una discapacidad psíquica,
aun cuando ellos mismos no pueden ver o articular esta verdad (Rom. 8:26).
9. Tengo esperanza porque Dios opera justamente a través de los débiles. El derrama su
poder en ‘vasijas frágiles’ y le dice a los débiles: ‘”te basta con mi gracia, pues mi
poder se perfecciona en la debilidad.” Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde
de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.’ (2 Cor. 12:9).
10. Tengo esperanza porque nuestra vida aquí en este mundo no se puede comparar con la
vida venidera, que Dios promete a todos los que creen en él. Pablo dice: ‘de hecho,
considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá
de revelarse en nosotros’ (Rom. 8:18).