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Stephen Hawking (1942-2018): una vida inmortal 3

La física atmosférica de los pilares de luz 6


Historias que no son mentira: la “lepra” en nuestros tiempos 10
Tesoros que oculta el reciclaje 15
Soledad verde y rumorosa 24
Paul Graham: "Una buena fotografía es aquella que puede atravesar el umbral de lo cotidiano" 29
Cuasipartículas de masa negativa 33
La soledad se contagia 37
Padecer y enfermedad 39
El canon clásico y la ralea autodidacta: un postfacio 40
Érase una vez en América 44
Saber y saber que se sabe 47
Los días pasan rodando 49
Atrevernos a mirar hacia adentro 54
La atmósfera de CoRoT-2b lleva la contraria 57
¿Por qué estamos obligados a leer un tostón como ‘Moby Dick’? 59
Algo más que agua blanda 64
Variaciones artísticas del teorema de Napoleón 68
Ayer y ahora 85
La autonomía del ser humano 88
El invento de Adolphe Sax en Montevideo 91
El libro corto más largo del mundo 94
La brecha de la salud 100
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La relatividad de la longitud 110


Wittgenstein en Irlanda 113
Ambrose Bierce y el futuro 116
Melancolía 119
Cuando Carlos Fuentes confesaba a Buñuel 122
La exploración computacional del paisaje de la teoría de cuerdas 125
Sistemas respiratorios: almacenamiento y transferencia de oxígeno 131
El cambio de color de un láser verde al atravesar aceite de oliva virgen 135
Una esfera pública bastarda 142
Equivalencia entre masa y energía 145
Un astrónomo aficionado usa el eclipse de agosto de 2017 para confirmar a Einstein 147

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Stephen Hawking (1942-2018): una vida inmortal

14 MARZO, 2018

Sofía Flores Fuentes

Ha muerto una de las mentes más privilegiadas de todos los tiempos, un hombre que supo vencer cualquier
reto físico y mental para iluminarnos con su sabiduría infinita. Ofrecemos un breve homenaje al científico que
quiso explicarlo todo.

Stephen Hawking contaba que su hija Lucy tenía apenas unos días de nacida cuando las musas que cuidan de
los genios llegaron con el “momento eureka”. Era 1970. Me atrevo a apostar que fue Urania, la musa de la
astronomía y de las ciencias exactas, la que llegó en el momento preciso en el que el físico se metía a su cama
para descansar. En su autobiografía My Brief History (2013), Hawking explica que fue entonces cuando su
trabajo sobre los agujeros negros cobró sentido.

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El joven científico descubrió que podía aplicar la teoría de estructura causal que había desarrollado para los
teoremas de singularidad, “en particular, [en] el área del horizonte, el límite del agujero negro, que siempre
aumentaría”, menciona Hawking. “Cuando dos agujeros negros chocan y se unen, el área del agujero negro
final es más grande que la suma de las áreas de los agujeros negros originales”.

Con esta hipótesis, Hawking describió la naturaleza de los agujeros negros de forma transgresora. Propuso
que estos tienen entropía (que comúnmente se explica como el grado de desorden de un sistema, porque es la
incapacidad de la energía térmica para ser convertida en trabajo mecánico), lo cual contradecía las creencias
de la comunidad científica del momento: si un agujero negro tiene entropía, entonces tiene temperatura, y por
lo tanto puede brillar como lo hace un cuerpo caliente. ¡Vaya idea!

Las propuestas del inglés causaron tal revuelo en la comunidad científica, que Hawking llegó a cruzar
apuestas con físicos de la talla de John Preskill y Kip Thorne, este último galardonado con el Nobel de Física
2017 y responsable del increíble andamiaje teórico de la película Interestelar. Uno de los envites más
memorables tiene que ver con la hipótesis de que los agujeros negros emiten energía.

En un principio, cuando Hawking llegó a esta idea, pensó que sus cálculos estaban mal —algo muy común
entre los científicos: el propio Einstein murió pensando que una parte de su teoría de la relatividad no estaba
bien—. Después de una revisión cuidadosa, se convenció de que el fenómeno descrito efectivamente sucede,
pues dicha emisión de energía es lo que permite identificar el área del horizonte de un agujero negro (es decir,
su límite), junto con su entropía. Con esto, Hawking también demostraba la estrecha relación que hay entre la
gravedad y la termodinámica de estos cuerpos misteriosos.

Si la radiación de un agujero negro lo hace disipar energía, también perderá masa y se encogerá;
eventualmente, se evaporará por completo y desaparecerá. El mismo Hawking reconoció que esto era
problemático si se veía a la luz de la mecánica cuántica. La hipótesis se convirtió en una paradoja discutida
durante treinta años, hasta que él mismo llegó a una solución: aquello que está contenido dentro de un agujero
negro no se pierde, solo que no se regresa al universo en una manera que pueda ser utilizada. “Es como
quemar una enciclopedia: la información contenida en ella no se pierde si uno se queda con las cenizas y el
humo, aunque será muy difícil de leer”.

La apuesta por esta hipótesis quedó caballerosamente consignada en la siguiente carta:

Mientras Stephen Hawking y Kip Thorne creen firmemente que la información absorbida por un agujero
negro se esconde por siempre del universo, y nunca puede ser revelada incluso si el agujero se evapora y
desaparece por completo… y mientras que John Preskill cree firmemente que un mecanismo para que la
información se libere por la evaporación de un agujero negro debe ser y se encontrará en una teoría correcta
de gravedad cuántica… Preskill ofrece, y Hawkings/Thorne aceptan, una apuesta en la que: cuando un estado
cuántico puro inicial pasa por un colapso gravitacional para formar un agujero negro, el estado final al
término de la evaporación de este siempre será un estado cuántico puro. El (los) perdedor(es) recompensarán
al (a los) ganador(es) con una enciclopedia de la elección del (los) ganador(es), de la cual se puede recuperar
información.

Finalmente, la dupla Hawking/Thorpe tuvo que darle a Preskill una enciclopedia sobre béisbol; aunque
Hawking reconoció que, para que el pago hubiera sido justo, le tendrían que haber dado solo las cenizas de la
misma.

Como esta, las anécdotas de la construcción del conocimiento científico de Hawking son copiosas y
apasionantes, lo mismo que su vida personal y académica. Se ganó la gloria entre la comunidad científica
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desde que comenzó a pasear por los pasillos de Oxford. Debido a que entró a la universidad cuando tenía 17
años, y a que sus compañeros eran mucho más grandes por haber hecho el servicio militar, los tres años ahí
fueron solitarios y aburridos. Para hacer amigos, decidió unirse al club de remo de su colegio, una etapa que
él narraba como “desastrosa”.

En Oxford, según contaba, se esperaba que uno fuera brillante sin esfuerzo alguno, o que aceptara sus
limitantes y obtuviera un grado sin méritos. “Una vez calculé que hice mil horas de trabajo en tres años, un
promedio de una hora por día. No estoy orgulloso de esta falta de trabajo, pero en ese tiempo compartía esta
actitud con la mayoría de mis compañeros estudiantes”, relata en su autobiografía.

Al final, cuando estaba por obtener su título de licenciatura, estaba tan nervioso por su último examen que no
durmió bien y su evaluación estuvo lejos de la excelencia. Posteriormente, en la entrevista final se le preguntó
por su futuro. “Les contesté que quería hacer investigación. Si me daban el primer grado académico, les dije,
me iría a Cambridge. Si me daban el segundo, me quedaba en Oxford. Me dieron el primero”. Fue ahí donde
le diagnosticaron la enfermedad neurodegenerativa motora, y en donde conoció a Jane Wilde, su primera
esposa y madre de sus hijos. “Ella me dio una razón para vivir”.

Hawking revolucionó a la física como pocos lo han hecho. Aportó al conocimiento de las ondas
gravitacionales, de los agujeros negros, a la teoría del Big Bang y, por tanto, al origen del universo y del
tiempo. Que la película sobre su vida tenga por nombre La teoría del todo (2014) no es en absoluto trivial.
Hawking también arrojó luz al debate de la inteligencia artificial y, en su faceta política, apoyó diversos
movimientos diplomáticos, siempre en búsqueda de la paz. Junto con otros dos gigantes de su tiempo, Carl
Sagan y Richard Feynman, escribió los libros más importantes de divulgación de la física, del universo y de la
ciencia.

Su mente inigualable, su historia de vida y su calidad humana le han concedido a Stephen Hawking un lugar
privilegiado en la historia. A pesar de haber tenido un diagnóstico de desahucio, vivió con harto provecho
para hacer de este un mundo mejor. En su autobiografía, Hawking cuenta que, cuando le diagnosticaron la
enfermedad, “de pronto me di cuenta que había muchísimas cosas que podría hacer si era indultado. Un sueño
que tuve varias veces fue que podría sacrificar mi vida para salvar a otros. Después de todo, si iba a morir de
cualquier manera, bien podría hacer algo bueno”. Y lo hizo con creces.

Sofía Flores
Maestra en Comunicación de la Ciencia por la Universidad de Sheffield, Inglaterra.

https://cultura.nexos.com.mx/?p=15333

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La física atmosférica de los pilares de luz

Francisco R. Villatoro

Los pilares de luz son un curioso fenómeno atmosférico causado por el reflejo de la luz de las farolas en
cristales de hielo. Para que se observe el fenómeno los cristales de hielo tienen que estar alineados de forma
casi horizontal respecto al suelo. La luz de las farolas entra en ellos con el ángulo de Brewster, que anula la
componente de la polarización paralela al ángulo de incidencia, y se refleja hacia el observador con una
polarización perpendicular al plano de incidencia. Por supuesto, como en el caso del arco iris, el fenómeno se
observa a la distancia adecuada para ver dicha reflexión.

En nuestras latitudes españolas lo más habitual es ver un único pilar de luz que sube desde el Sol hacia arriba
al atardecer. Quizás no sea tan espectacular como los mostrados en la fotografía que abre esta entrada, que fue
tomada por Sophie Melanson @CodiacSM en Moncton, New Brunswick, Canadá, el 30 de diciembre de 2017
sobre las 06:00 AM, justo tras levantarse (tuit); por cierto, se publica dicha fotografía en Jon White,
“Spectacular light pillars rise up in frozen North America,” New Scientist 3160: 24-25 (13 Jan 2018) [web].
Los pilares de luz en las ciudades polares son muy fotogénicos, como muestra la fotografía justo encima de
este texto, que fue tomada por Adam Kraft [Facebook] en Spring Arbor, Michigan, EE.UU., el 01 de enero de
2018 entre las 03:00 y las 04:00 AM. Si buscas en la web encontrarás muchos otros ejemplos.

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Si te interesa la física de los pilares de luz puedes consultar Kenneth Sassen, “Polarization and Brewster angle
properties of light pillars,” Journal of the Optical Society of America A 4: 570-580 (1987),
doi: 10.1364/JOSAA.4.000570; Robert G. Greenler, Monte Drinkwine, …, George Blumenthal, “The Origin
of Sun Pillars: A computer modeling process reveals a new explanation for the vertical column of light
sometimes seen passing through the sun,” American Scientist 60: 292-302 (1972), JSTOR: 27843129; Anatoli
Borovoi, Natalia Kustova, “Display of ice crystal flutter in atmospheric light pillars,” Geophysical Research
Letters 36: L04804 (2009), doi: 10.1029/2008GL036413, entre otros.

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Esta figura ilustra la configuración geométrica entre la posición del observador, la farola de la ciudad y los
cristales de hielo planos alineados de forma casi horizontal. Estos cristales de hielo planos tienen un diámetro
entre 15 y 20 micrómetros. Para su formación es necesario que la temperatura ambiente está entre –10° C y –
20° C, con una alta humedad en el aire. Los cristales nuclean a partir de partículas microscópicas en
suspensión (que en una ciudad suelen estar producidas por los tubos de escape de los automóviles o las
chimeneas de las fábricas). Esta figura está extraída de “Light pillars in cirriform clouds,” Caelestia.

Si conoces la explicación del arco iris te será fácil entender la parte izquierda de esta figura, donde el
rectángulo corresponde a la sección transversal de un cristal de hielo casi horizontal (recuerda que se puede
aproximar por un prisma de base hexagonal). El ángulo de Brewster corresponde a unos 52,4º, como muestra
la figura de la derecha, que presenta los coeficientes de reflexión en función del ángulo de incidencia para las
dos componentes de la polarización, la paralela y la perpendicular al plano de incidencia.

Los fenómenos atmosféricos son de gran belleza y en este blog les hemos dedicado muchas entradas: “Las
glorias de los santos tienen una explicación sencilla, vivían en la montaña”, LCMF, 01 Feb 2008; “La física
de los arcoíris múltiples con gotas de agua no esféricas”, LCMF, 07 Oct 2012; “Física de las nubes
iridiscentes”, LCMF, 08 Mar 2013; “Por qué brilla la nieve con chiribitas”, LCMF, 30 Abr 2013; “La
explicación física del vídeo de la ‘explosión sónica «visible» de un cohete Atlas V'”, LCMF, 01 Mar 2010;
entre otras.

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http://francis.naukas.com/2018/01/17/pilares-de-
luz/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffrancis+%28La+
Ciencia+de+la+Mula+Francis%29

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Historias que no son mentira: la “lepra” en nuestros tiempos

Beatriz Miranda-Galarza

“El Señor me dijo, que comenzase a hacer penitencia de la siguiente forma. Cuando era pecador, me parecía
demasiado amargo ver a los leprosos; y el Señor mismo me condujo entre ellos y practiqué con ellos
misericordia. Y al alejarme de ellos, lo que antes me parecía amargo se transformó en dulzura de cuerpo y
alma. Y luego, abandoné el mundo”.
Testamento de Francisco de Asís.

La “lepra” es una enfermedad curable pero rodeada de prejuicios religiosos, de negligencia médica y
gubernamental incluso en nuestros días. Este artículo nos adelanta un libro que recoge los testimonios de
segregación, encerramiento, esterilización y experimentación que acompañan a quienes han sido
diagnosticados con “lepra” en Ecuador, y han inventado una vida en los márgenes de lo cotidiano.

Quien escucha hablar de la “lepra” en estos tiempos pensará, quizá, en uno de los equipos de fútbol
argentinos, o tal vez en una banda de rock brasileña. Es casi impensable, para un ciudadano/ciudadana de a
pie como aquellos que se mueven en urbes del tamaño y la población de México, que alguien, algún sujeto
conocido o cercano pudiera haber sido afectado por la “lepra”.

¿Por qué entonces pensar a la “lepra”? Sobre todo en tiempos en que la humanidad parecería estar sumergida
en problemas que merecerían, aparentemente, más atención y mayor énfasis ¿Por qué pensar en un problema
que, al parecer, solo le correspondería a un grupo muy reducido de personas y a sus familias? Estas preguntas
surgieron en mi cabeza al momento de involucrarme en el trabajo con personas afectadas por la “lepra” en
varios países de Asia y América Latina. La búsqueda por respuestas me llevó a introducirme en un mundo
que, pensado rigurosamente, no es nada lejano de aquel en el que viven las personas refugiadas por la guerra o
por otras devastaciones generada por un capitalismo voraz, sin tregua. Quise entonces, mirar en mi propia
casa y me dirigí a Ecuador. Con el apoyo de la Fundación japonesa Sasakawa, entre el 2014 y 2016, llevé a
cabo la recolección de 23 testimonios que corresponden a las 23 últimas personas afectadas por la enfermedad
que fueron aisladas en el Hospital Gonzalo González de Quito. Dichos testimonios han sido publicados por
Editorial 17 en el libro Nuestra Historia no es Mentira: Vivir con “lepra” en Ecuador. Pongo a disposición del
lector o lectora de este texto, junto con el libro, una tarea que nos compete a todos: la de descubrir sus propias
respuestas a estas preguntas que, considero, son urgentes y necesarias.

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La Organización Mundial de la Salud señala que 214,783 nuevos casos de lepra fueron detectados en el
mundo en el 2016. Cerca del 60% de ellos se encuentran en la India y el 40% restante distribuidos en Brasil,
Indonesia, Nepal, Birmania, República del Congo, Nigeria, entre otros. En México, las cifras oficiales vacilan
entre los 700 nuevos casos anuales reportados en 2014 y 175 registrados en 2016. Sin embargo, hay que
subrayar que generalmente las cifras oficiales no reflejan la realidad.

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La lepra es una enfermedad crónica, levemente contagiosa provocada por una bacteria de lento crecimiento:
el Mycobacterium Leprae. En el 2008, una segunda especie fue identificada ––justamente en México–,
denominada Mycobacterium lepromatosis. Estasería la causante, no solamente de la mayoría de los casos,
sino de aquellos más severos. La bacteria afecta a la piel y los nervios de la persona infectada y si la
enfermedad progresa sin tratamiento alguno, puede llegar a dañar nervios y provocar discapacidad y
complicaciones de salud. El adormecimiento y pérdida de la sensibilidad en brazos y piernas, especialmente
en pies y manos puede llevar a serias lesiones y a heridas que se infectan. Los cambios en la piel de los
pacientes los dejan susceptibles a úlceras, mismas que, de ser ignoradas y no tratadas, pueden causar un daño
irreparable como heridas purulentas que no cicatrizan, visible desfiguramiento y discapacidad física o visual.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 6.7% de los casos nuevos de lepra detectados
anualmente presentan una discapacidad considerable. Contrario a lo que se piensa, la lepra es curable a
través de un tratamiento conocido como MDT y es menos contagiosa que un resfriado. Sin embargo, pese a
ser curable y a que la medicación está disponible de manera gratuita en cualquier país, el fuerte peso religioso,
las creencias culturales, la desinformación que existe al respecto, acompañadas de la negligencia médica y
gubernamental, han hecho de ésta una enfermedad que ha cobrado la vida tanto social y mental como física de
millones de personas en el mundo.

Sin embargo, no sería posible responder a las preguntas planteadas al inicio de este texto con cifras y
explicaciones médicas. Es necesario recuperar la historia de segregación y de violencia en la cual, las
personas afectadas por la enfermedad, fueron transformadas en objetos de la medicina y después eliminada su
condición de ciudadanos o ciudadanas. Esta historia aún se repite y permanece silenciada y reducida al
discurso médico. Convirtiendo a la “lepra” en un objeto de reflexión político, histórico y social es
precisamente en donde podemos empezar a tejer respuestas y develar la no neutralidad de la enfermedad de
Hansen, como científicamente deber ser nombrada, en estos tiempos convulsos. Testimonios de segregación,
encerramiento, esterilización, separación de familias, violaciones y experimentos médicos entre otros, se
vuelven repetitivos en la narración histórica de la enfermedad de Hansen alrededor del mundo. Cada uno de
ellos da cuenta, también, de la vida de individuos que justamente el Estado y la ciencia no han alcanzado a
entender; de un quehacer de la vida que fue inventado entre muros de segregación, leprosarios, hospitales,
haciendas, islas, villas enteras.

Para ello, el poder del testimonio es fundamental. Sus particularidades, aunque se disuelven en grandes
relatos, adquieren la presencia necesaria cuando representan nombres, lugares, fechas, detalles que obligan a
quien los leen a repensar la historia de la “lepra” y la vigencia de su “tratamiento”. Invito, entonces al lector o
lectora, a trasladarse a Ecuador y viajar conmigo por testimonios, invisibilizados desde hace 232 años, cuando
se empieza a contar la historia oficial de la segregación de las personas afectadas por la enfermedad de
Hansen en dicho país.

La lepra en Ecuador

En 1785, los seis primeros pacientes “oficialmente identificados” son internados por el Virrey de Góngora en
el Hospital de la “Misericordia del Señor”. Medidas inhumanas y aberrantes fueron adoptadas para “cazar” y
encerrar a aquellos que presentaran el menor síntoma. Se soltaban perros para atraparlos, se incendiaban casas
de los afectados, se les aplicaban fórmulas de curación más horrendas que la misma enfermedad. “Por favor,
pedimos un trato más humano y más caritativo”, escribiría el doctor Echeverría, uno de los pacientes internos,
al primer Congreso Científico de la Lepra, reunido en Berlín en 1897. El traslado de los pacientes a un nuevo
espacio, el Hospital San Lázaro, llegó con la promesa a los mismos de recibir una visita al año de sus
familiares y amistades. Para finales del siglo XIX la enfermedad se había extendido a otras ciudades del país,
como Cuenca. Conocida era la hacienda El Jordán, en donde la privilegiada posición económica de los
pacientes recluidos allí permitía que éstos mantuvieran vínculos económicos con el afuera, con el “mundo de

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los sanos”. Figuran también Ayapamba o el Valle de los Muertos y el Hospital Mariano Estrella como
espacios de segregación.

Ciento veinte y seis años transcurrieron entre el encerramiento de los seis primeros pacientes de Hansen y el
aparecimiento del llamado Leprocomio de Pifo en Quito, abierto en 1911. Lo espacioso del lugar, al haber
sido propiedad de los Jesuitas que fueron expulsados del país, la posibilidad de cultivar la tierra, y la
experimentación que se comienza a hacer con el aceite de Chamoulgra como posible cura para la enfermedad,
permitieron al enfermo imaginar un futuro: simplemente eso, la posibilidad de tener futuro, del que hasta
entonces habían sido también desapropiados. Estado, Iglesia y Medicina iniciaron una campaña con la que,
por una parte, aseguraban el cumplimiento de una suerte de ley mundial de segregación que comenzó a
circular en 1897 desde Berlín; curiosamente después de que se inaugurara la llamada era científica de la lepra
(1873) con el descubrimiento de la bacteria Mycobacterium Leprae como origen de la enfermedad y su
condición transmisible, por Gerhard Armauer Hansen. En 1922 se inicia la llamada Asistencia Pública para la
atención médico-social de las personas afectadas por el Hansen y con ella la construcción del Leprocomio
Verdecruz que sería luego llamado Hospital Gonzalo González.

Cinco años pasarían para que se concretizara dicha construcción y se inaugurara el nuevo espacio el 25 de
abril de 1927, durante el gobierno del Presidente Isidro Ayora. Murallas que lo circundaban, ventanas con
rejas de alambre a través de las que los familiares podían hablar con los pacientes, sellos en papel
equivalentes a las monedas como medida de prevención del contagio de los de afuera, puertas gigantes
cerradas, una iglesia, pabellones divididos para hombres y mujeres y un muro que separaba al mundo, de los
enfermos, caracterizaba a esta nuevo hospital.

En diciembre del 2013, supe que la hija política del esposo de mi hermana nació y se crió en dicho hospital;
que sus padres se conocieron y vivieron allí. Fue entonces cuando sentí la necesidad de saber más, como de
solventar esa curiosidad de si había algo que me resonara de lo visto y conocido en Indonesia, y en otros
países que he visitado. Empezó así la relación y conexión con don Bolívar Salcedo, don César Cabrera y
Marianita Cedeño, quien compartió la vida de las personas en el hospital aunque nunca tuvo la enfermedad.
Las historias recuperadas y presentadas en el libro Nuestra Historia no es Mentira: vivir con “lepra” en
Ecuador representan no solo la respuesta a una curiosidad personal. Son historias que responden a lo que me
advirtiera don Bolívar cuando iniciáramos nuestros encuentros: “si publica un libro sobre nuestras vidas, ese
libro va a ser prestado. No le pertenecen, porque las historias son nuestras” Nada menos cierto. Las historias
no le pertenecen a quienes trabajamos en este libro porque no le pertenecen, en principio, a nadie, quizá ni
siquiera a ellos, pues el Estado, la medicina y la Iglesia, embarcados en el miedo por la muerte y en su afán
por erradicar a lo que temían, se apoderaron y controlaron sus cuerpos, sus tiempos, armaron y
desarmaron familias, pero sobre todo, pensaron en limitarles la posibilidad de futuro.

Lo que sí les pertenece a estas personas son los testimonios recopilados. Ellos presentan un pedazo pequeño
de la vida de la gente pero también una parte de la historia de un país que decidió cerrar los ojos a quienes
sufrieron la enfermedad y que aún la viven (entiéndase vivir en su amplio sentido). Para cuando se inició este
proyecto, 23 personas aún vivían en el Hospital. Todavía con horarios, control de entrada y salida, permisos,
pero sin el derecho a vivir con sus parejas, por ejemplo. El efecto de la enfermedad de Hansen y de su
tratamiento está grabado en sus cuerpos. Su edad ha hecho que dichos efectos se vuelvan crónicos. Muchos de
ellos han muerto ya, y muchos de ellos no pudieron salir de allí, de ese espacio que se volvió su mundo, su
casa y su tumba.

La recopilación de estos testimonios se justifica cuando se entiende que detrás de un testimonio hay una
persona contando su verdad y en espera o con la esperanza de ser escuchada, leída, hecha visible. Dichos
testimonios llevan consigo el poder de cambiar significados que las personas tienen respecto a determinado

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hecho, en este caso la enfermedad de Hansen. Los que han sido recogidos en este proyecto no pretenden ser
un instrumento simple de recolección de información. Son historias que se abren a diversas posibilidades de
significados y respuestas, humanizadas, con nombres y apellidos, contextualizadas y con vida. Junto con
Editorial 17, ponemos este libro a disposición de quien quiera releer la historia y el impacto que ha tenido la
institucionalización y la segregación en la historia de la humanidad. Estos relatos podrían pertenecer
perfectamente a cualquier grupo que haya sido excluido, segregado y hasta exterminado.

En Ecuador, México y otros países de América Latina y del mundo aún se registran cientos y miles de nuevos
casos de personas con esta enfermedad, en un contexto de desinformación y el miedo que genera. Ello hace
que el impacto social en la vida de las personas afectadas sea aún más mortal que la enfermedad. Porque la
historia de estas personas que viven con la enfermedad en Ecuador y en México no es mentira, invito a los
lectores para que, enfrentándose a sus miedos, vayan más allá de la identidad de “personas afectadas por la
lepra” y descubran un entramado político, cultural, social, económico en medio del que se tejen
subjetividades. Quedan, sin embargo, advertidos, que no podrán salir de esa búsqueda sin preguntas sobre la
vida misma, el antes y el después de la enfermedad de Hansen, las políticas exclusionistas de Estado y el
dominio del discurso médico en la vida cotidiana de las personas.

El libro Nuestra Historia no es Mentira: Vivir con “lepra” en Ecuador será presentado el día 28 de Enero, Día
Mundial de la Lepra, a las 18:00 en el Centro Cultural Elena Garro, Coyoacán.

Beatriz Miranda-Galarza
Socióloga y antropóloga. Doctora en Disability Studies por Leeds University. de formación. Coordina el área
de Estudios Críticos de la “Discapacidad” en 17, Instituto de Estudios Críticos de México.

https://discapacidades.nexos.com.mx/?p=117

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Tesoros que oculta el reciclaje

 Por Cultura Cientifica

Palimpsesto

Os invito a viajar a través de la historia. Iniciaremos nuestro recorrido visitando uno de los lugares en los que
más me gusta perderme, una biblioteca. Pero no una cualquiera, la segunda biblioteca más célebre de la
Antigüedad.

La biblioteca de Pérgamo fue fundada por el rey Atalo I, cuyo reinado se extendió desde el 241 y el 197 a.C.
Su construcción respondía a la voluntad del monarca de convertir la capital en una nueva Atenas de Pericles.
Su hijo, Eumenes II, fue el mayor mecenas e impulsor de la biblioteca logrando que compitiese en importancia
con la gran biblioteca de Alejandría.

Llegó a conservar alrededor de 200 000 volúmenes, si bien algunas fuentes hablan de una cantidad menor y en
otras esta asciende hasta 300 000. La propia rivalidad con la biblioteca alejandrina puede ser la causante de la
imprecisión de esta cifra, que pudo ser reducida o aumentada según se desease otorgarle mayor o menor
relevancia a la institución. Los estudios llevados a cabo en la escuela de Pérgamo abordaban una amplia
diversidad de disciplinas: historia del arte, viajes y epigrafía, topografía, cronología, filosofía estoica y
literatura.

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Los conocimientos acerca de esta biblioteca provienen, principalmente, de la obra Historia Natural de Plinio el
Viejo. Este escritor y viajero romano también fue quien atribuyó la invención del pergamino a la lucha por el
dominio cultural entre Pérgamo y Alejandría. Según cuenta, Ptolomeo, rey de Egipto, decretó un embargo a la
exportación de papiro y esto propició que surgiese el pergamino en la corte del rey Eumenes II. Por desgracia,
esta historia aportada por Plinio el Viejo no encaja con la realidad, ya que se sabe que en el siglo V a. C. los
griegos del Asia Menor ya escribían en ellos. Puede que la evidente relación entre el pergamino y Pérgamo
provenga del hecho de que esta ciudad fue una gran productora y exportadora de este material. En cualquier
caso, el pergamino, siendo más resistente y aprovechable que el papiro, le ganó la partida como soporte para la
escritura.

Acrópolis de Pérgamo.

Por lo que se refiere a la biblioteca de Pérgamo, su final fue propiciado por su mayor rival. Tal y como narra
Plutarco en Vidas Paralelas, Marco Antonio mandó al Serapeo de Alejandría los volúmenes de la biblioteca de
Pérgamo como recompensa por las pérdidas que había sufrido la biblioteca de Alejandría en el incendio del 47
a. C.

Del papiro al pergamino

Los libros de la biblioteca de Alejandría estaban hechos de papiro, una planta fibrosa que crecía en el delta del
Nilo y en ciertas zonas de Etiopía, Siria, Palestina o Sicilia.

Los expertos, provistos de un punzón, abrían perpendicularmente la corteza triangular del tallo y extraían el
líber en finas tiras de hasta 5 m de longitud. Después, una vez secas, las superponían por los bordes y las
humedecían y golpeaban para conseguir una capa compacta y resistente. A esta primera capa, le añadían una
segunda construida con el mismo procedimiento, con las tiras dispuestas de manera perpendicular. Como
resultado, se formaba una banda flexible que se dejaba secar al sol y más tarde se pulía con piedra pómez, una
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concha de molusco o una pieza de marfil para uniformar su superficie. A cada uno de los extremos de la tira se
pegaba una varilla de madera, marfil o hueso, denominada umbiculus, que permitía enrollar y desenrollar la
banda. Una vez enrollada, se ataba con una cinta llamada lora y se colgaba en uno de sus extremos, una etiqueta
con el título de la obra y el autor. El texto se plasmaba sobre la cara anterior del soporte, distribuyéndolo en
columnas verticales que podían leerse de derecha a izquierda.

En Pérgamo, fuese por las dificultades en encontrar papiros o por la elección de un soporte más cómodo y
duradero, se inclinaron por el uso de pieles de animal. Las más preciadas eran las de ternera, cabra, oveja o
carnero, mientras que las de vaca y cerdo se consideraban demasiado gruesas. El pergamino se obtenía por
maceración de la piel en cal y su posterior raspado, estirado, secado y pulido, hasta convertirla en una membrana
lisa y translúcida. El componente básico del pergamino es el colágeno, además de la queratina, la elastina y una
mínima cantidad de albúmina y globulinas. Su susceptibilidad al biodeterioro depende de la materia prima, del
método de producción y del estado de conservación.

En presencia de aire, el pergamino parcialmente deteriorado puede ser atacado por microorganismos y perder
sus propiedades originales, volviéndose duro y frágil. Además, el desarrollo microbiano puede provocar
manchas de distinto color, pátinas blanquecinas y desvanecimientos de los textos escritos.

En su inicio los pergaminos se enrollaban como los papiros, cosiendo las piezas una a continuación de la otra,
pero con el tiempo, por practicidad, se optó por cortarlos en forma de hojas rectangulares que se podían plegar
para obtener cuadernillos. Estos se cosían entre sí y se protegían con una cubierta de madera o piel reforzada
formando lo que se conocía como códice.

Por tanto, este tipo de volúmenes ya contenían lo que pasaría a ser una parte fundamental del libro: la página,
que en el futuro se numeraría posibilitando la realización de índices. La portabilidad y facilidad de escritura del
nuevo soporte le proporcionó un gran éxito y permitió que en Roma se reprodujeran obras literarias y
traducciones de autores griegos.

El palimpsesto

Como ya se he apuntado, el pergamino constituía un mejor soporte que el papiro. Permitía la escritura por las
dos caras, doblando la cantidad de espacio disponible, y, lo que todavía resultaba más interesante: se podía
borrar la primera escritura (escritura inferior o scriptio inferior) mediante lavado o raspado y utilizarse de nuevo
(escritura superior o scriptio superior). El lapso de tiempo entre ambas copias, así como la disposición de la
segunda escritura varía en gran medida de un manuscrito a otro.

A los códices escritos sobre folios de pergamino cuya primera escritura ha sido eliminada, se los conoce como
palimpsestos. Aunque también denominamos palimpsesto a un manuscrito que transmite solo algunos
cuadernillos o unos simples folios. Esta variedad tipológica dificulta la elaboración de un censo completo de
palimpsestos grecolatinos.

Esta antigua práctica de reciclado se practicaba con frecuencia dado lo costoso y escaso que era el pergamino
y nos ha permitido recuperar grandes obras perdidas.

Las increíbles aventuras del Palimpsesto de Arquímedes

Arquímedes fue considerado uno de los pensadores más importantes de la antigüedad clásica. Sus aportaciones
en los campos de la física y las matemáticas han dejado un legado de gran importancia para el avance de la

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ciencia. Supo unir la lógica matemática a la experimentación, por lo que puede considerársele precursor de
Galileo.

El Palimpsesto de Arquímedes es un libro del siglo XIII en el que se descubrieron nuevas obras del matemático
de Siracusa. Está formado por 174 páginas de pergamino, con tapas de madera. En su interior se plasma el paso
del tiempo y todas las vicisitudes a las que tuvo que hacer frente. El palimpsesto fue víctima de la cera, del
pegamento, del fuego y de un hongo morado que, allí donde actuó, se comió el colágeno y acabó con el texto
de Arquímedes. Es un gran superviviente que nos ha permitido recuperar un texto fundamental para el estudio
de la historia de las Matemáticas.

Constantin von Tischendorf.

La historia del palimpsesto parece remontarse al siglo X, cuando un escriba monástico, probablemente en
Constantinopla, transcribió el texto de Arquímedes de alguna fuente anterior. Dos siglos más tarde, en 1229,
cuando en el monasterio escasearon los materiales, el monje cristiano Johanes Myronas desencuadernó el libro
de Arquímedes, borró la tinta, cortó las páginas por la mitad, las colocó perpendicularmente y las unió a otras

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que había extraído de otros seis libros antiguos, para formar un nuevo el libro sobre el que escribió textos
religiosos. Afortunadamente, quedó un rastro de tinta escondido en el texto cristiano y el libro de oraciones,
que permaneció varios siglos en el monasterio de San Sabas, fue la mejor caja fuerte para un contenido que en
aquellos tiempos no hubiese sido entendido ni valorado.

El monasterio de San Sabas se encontraba en pleno desierto de Judea y fue comprado en 1625 por el Patriarcado
Ortodoxo Griego de Jerusalén. En 1839, cuando fue visitado por el reverendo George Croly, el libro de
oraciones todavía estaba en la biblioteca, junto a más de un millar de manuscritos. Pero por aquel entonces, le
tocó hacer dos escapadas. La primera fue al monasterio del Santo Sepulcro de Jerusalén, cuando el Patriarcado
ordenó reunir allí los acervos de varias bibliotecas. Más tarde lo trasladaron al Metochion de la Iglesia del Santo
Sepulcro, una casa dedicada a la administración monacal situada en Constantinopla. Hay constancia de que el
libro de oraciones ya estaba allí en 1846. Año en el que Constantin von Tischendorf visitó el Metochion con el
fin de aprovechar la ignorancia de los monjes para hacerse con varios documentos antiguos. Dejó anotado que
en la biblioteca del Patriarca no había nada interesante salvo «un palimpsesto que trata de matemáticas», lo que
prueba que en aquel momento ya se sabía que el libro de oraciones estaba escrito sobre un texto antiguo.
Tischendorf desconocía su valor pero se llevó de recuerdo una página en su mochila. Treinta años más tarde,
tras su muerte, sus herederos venderían a Cambridge cuarenta y cuatro hojas de manuscritos antiguos. Pero no
fue hasta 1983, que se reconoció que una de las hojas era la página que faltaba en el Palimpsesto de Arquímedes.

Otra prueba del conocimiento que se tenía por aquel entonces de las características del Palimpsesto, es el
inventario de las riquezas manuscritas del Metochion que hizo Athanasios Papadopoulos-Kerameos en 1899.
En él no solo se incluía el libro de oraciones, sino que también se señalaba la presencia de material de
matemáticas en griego bajo el texto litúrgico. El inventario, además, incluía parte del contenido del palimpsesto,
lo cual llamó poderosamente la atención del filólogo danés Johan Ludvig Heiberg quien, en 1880, había
publicado una edición monumental de las obras conocidas de Arquímedes, y enseguida identificó al autor del
texto. Así que, en 1906 y en 1908, visitó el Metochion para recopilar toda la información que pudo. Hizo
numerosas fotografías y, ya una vez en casa, con la única ayuda de una lupa, se dispuso a recuperar el texto del
matemático. Sus hallazgos fueron la base de una segunda edición de las obras de Arquímedes que publicó entre
1910 y 1915 y le valieron una portada en The New York Times (el 16 de julio de 1907).

Después de la Primera Guerra Mundial el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega ordenó que los libros y
manuscritos del Metochion fueran enviados a la Biblioteca Nacional de Grecia para garantizar su seguridad.
Sin embargo, de las 890 obras catalogadas por Papadopoulos-Kerameos, en Atenas solo se recibieron 823, entre
las cuales, no estaba el Palimpsesto de Arquímedes.
Parece ser que poco antes de la mudanza de la biblioteca, un funcionario francés llamado Marie Louise Sirieix,
presumiblemente le compró el palimpsesto a uno de los monjes. Pero no existe ningún registro de dicha
operación y Sirieix se limitó a volver a Francia y conservar el libro en el seno familiar.

Para desgracia del palimpsesto, en su nueva ubicación se le pintaron, a página entera, imágenes de estilo
bizantino de los cuatro evangelistas. Pudo ser para darle más importancia al libro y que se asemejase más a un
Nuevo Testamento que a un libro de oraciones, lo que da a entrever que sus entonces dueños desconocían su
importancia. Sireix murió en 1956 y el palimpsesto pasó a manos de su hija Anne Guersan. Esta y su hijo Robert
Guersan, se percataron a principios de la década de 1960, del deterioro sufrido por el libro y tras consultar a
expertos como el profesor Jean Bollack, el profesor A. Wasserstein y el padre J. Paramelle, lo enviaron a París
para su restauración. Diez años más tarde, los Guersan por primera vez se plantearon vender el palimpsesto y
prepararon e hicieron circular doscientos folletos sobre el manuscrito, cien en francés y cien inglés. Instituciones
como la Biblioteca Beinecke de Libros Raros, de la Universidad de Yale; Libros Raros y Manuscritos H. P.
Kraus, de Nueva York; el Centro de Investigaciones sobre Humanidades de la Universidad de Texas, o la
Universidad de Pittsburgh; estuvieron interesadas pero en ningún caso se procedió a la venta.

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Ilustración

Finalmente, a principios de la década de 1990, la familia Guersan entregó el manuscrito a la casa de subastas
Christie’s, a título de consignación, para su eventual venta. Christie’s pudo constatar su autenticidad
comparando el documento con las fotografías de Heiberg y estimó que podía conseguir de 800 mil a 1.2 millones
de dólares. El 13 de agosto de 1998, la empresa puso en conocimiento al gobierno griego de su intención de
subastar el Palimpsesto de Arquímedes, y este puso sobre aviso al Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa Griega de
Jerusalén. El representante de Christie’s en Grecia llegó a ofrecer a las autoridades griegas la venta directa del
manuscrito por 400 mil dólares, pero declinaron la oferta. Como consecuencia, Christie’s anunció en septiembre
que subastaría el libro el 29 de octubre.

Cinco días antes de la subasta, el ministro de Cultura de Grecia, Evangelos Venizelos, comunicó a la prensa
que el palimpsesto era propiedad legal del Patriarcado puesto que no existía ningún registro de la venta y el
Patriarcado inició una acción legal contra Christie’s y la familia Guersan para impedir la venta.

El 29 de octubre de 1998, las actividades en Christie’s se iniciaron con la lectura de un boletín de prensa que
decía lo siguiente: «Christie’s tiene el placer de informar a sus clientes que la Corte Federal de Nueva York
negó anoche una moción del Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén para detener la venta, esta tarde, del
Palimpsesto de Arquímedes. El juez decretó que bajo las leyes aplicables, nuestro consignatario tiene
claramente derecho a vender el manuscrito, y la venta se realizará conforme a lo programado». El ganador de
la puja fue Simon Finch, que compró el manuscrito para un coleccionista privado estadunidense que sigue en
el anonimato. El juez Kimba Wood ratificó que la venta era legal el 18 de agosto de 1999.

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Recuperando el texto oculto

El propietario del manuscrito se lo prestó al Museo de Arte Walters, para que llevasen a cabo las tareas de
conservación y análisis necesarias para exhibirlo al público. Entre junio de 1999 y mayo del 2001, se organizó
un certamen para integrar un equipo multidisciplinario que recuperase el texto de Arquímedes. Los dos finalistas
fueron el Instituto Tecnológico de Rochester y la Universidad Johns Hopkins, que, mediante técnicas de
obtención de imágenes multiespectrales, microscopía confocal y procesado de la imagen, recuperaron alrededor
de 80 por ciento del texto.

Uwe Bergmann, a la izquierda, y Will Noel colocan fragmentos del Palimpsesto en frente del haz de rayos X.

Pero antes de poder analizar las páginas tuvieron que hacer frente a dos problemas. El primero fue el desmontaje
del libro, tarea que les llevó cuatro años. Había pegamento Elmer’s Wood en el lomo, una emulsión de acetato
de polivinilo que una vez seco no se disuelve en agua y es más fuerte que el pergamino donde estaba pegado.
El segundo fue el raspado mecánico de la cera que se había depositado en las páginas, proveniente de las velas
que se utilizaban en los servicios litúrgicos.

Para analizar el 20 por ciento restante que había quedado oculto por las imágenes religiosas añadidas se recurrió
a la ayuda del físico Uwe Bergmann del laboratorio sincrotrón de la Universidad de Stanford, que, a finales de
2003, se dio cuenta de que la técnica que empleaba para observar la fotosíntesis en las hojas de espinacas podría
ser útil para descifrar el texto de las páginas del Palimpsesto de Arquímedes que quedaban por recuperar. La
técnica en cuestión se denomina fluorescencia de rayos X y pudo realizarse gracias a que la tinta con que se
escribió el palimpsesto contenía hierro. Detectando las moléculas de hierro se pudo determinar las zonas en las
que quedaban rastros de tinta.
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Para llevarlo a cabo se utilizaron rayos X “duros” (muy energéticos), cuya longitud de onda es de alrededor de
1 Angstrom, comparable a las distancias entre los átomos y, por tanto, capaz de interaccionar con estos para
aportar información sobre los mismos. A su vez, estos rayos X, al generarse en un sincrotrón, contaban con un
haz muy fino y muy intenso que posibilitaba escanear una página aproximadamente en 12 horas, más o menos
300 veces más rápido que con un tubo de rayos X.

La interacción de este haz con la materia aportaba la energía suficiente para desprender electrones fuertemente
ligados en los orbitales internos del átomo. Esta carencia electrónica en las capas más próximas al núcleo deja
inestable la estructura electrónica que recupera su estabilidad mediante la caída de los electrones de orbitales
más elevados hacia los orbitales más bajos, ocupando los huecos de los electrones internos desprendidos. En
estas transiciones se produce un exceso de energía que se disipa en forma de fotones cuyas energías son iguales
a las diferencias de energía entre los dos orbitales involucrados y características del átomo del material
irradiado. Así pues, conociendo la diferencia de energía entre los orbitales del hierro, el detector podía marcar
aquellos puntos donde estaba oculta la tinta.

El 29 de octubre de 2008, en el décimo aniversario de la adquisición del palimpsesto por subasta, las imágenes
procesadas del palimpsesto fueron publicadas en orden en Google Libros.

El contenido

Además de obras de otros autores, el palimpsesto contenía siete obras del matemático griego:

 Sobre el equilibrio de los planos

 Sobre las espirales

 Medida de un círculo

 Sobre la esfera y el cilindro

 Sobre los cuerpos flotantes

 El método de los teoremas mecánicos

 Stomachion(copia más completa de todas las conocidas)

Dos de las cuales tienen especial relevancia: la única copia conocida de su tratado Sobre los cuerpos flotantes,
escrita en griego y el texto de El método de los teoremas mecánicos, que se creía perdido.

La particularidad de El método de los teoremas mecánicos radica en el uso de la experimentación previa a la


hora de resolver los problemas. En una carta a Eratóstenes, Arquímedes lo expresa de la siguiente manera: «será
posible captar ciertas cuestiones matemáticas por medios mecánicos, lo cual, estoy convencido, será útil para
demostrar los mismos teoremas. Yo mismo, algunas de las cosas que descubrí por vía mecánica, las demostré
luego geométricamente, ya que la investigación hecha por este método no implica verdadera demostración.
Pero es más fácil, una vez adquirido por este método, un cierto conocimiento de los problemas, dar luego la
demostración, que buscarla sin ningún conocimiento previo».

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La lectura de los textos de Arquímedes contenidos en el palimpsesto nos han mostrado que los resultados
obtenidos por el matemático no fueron adoptados por otros científicos hasta 500 años después. Lo que hace que
nos preguntemos qué hubiera pasado si no se hubiesen perdido. ¿Qué avance hubiese significado para la ciencia
que los sabios de la época lo hubiesen podido leer?

Este post ha sido realizado por Laura Morrón (@LauraMorron) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra
de Cultura Científica de la UPV/EHU.

Bibliografía

El Palimpsesto de Arquímedes

Archimedes Palimpsest (en inglés)

G. Caneva, M. P. Nugari, O. Salvadori, La biología en la restauración

Ángel Escobar, El palimpsesto grecolatino como fenómeno librario y textual

Lluís Borràs Perelló, El libro y la edición

La Biblioteca de Pérgamo

Jonathan Fildes, «Un fax del siglo III a.C.», BBC Mundo

Malen Ruiz de Elvira, «Investigadores en auxilio de Arquímedes», El País

«Eureka», National Geographic

María José Viñas, «Se me ocurrió analizar con el sincrotrón la tinta del manuscrito de Arquímedes», El País

Manuela Gil, «Joyas de biblioteca: El Palimpsesto de Arquímedes», Bibliotecas

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reciclaje/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCie
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Jangada

Soledad verde y rumorosa

La precaria embarcación que utilizan los isleños del Delta para acarrear troncos y maderas, Jangada, es el
título que eligieron para su exposición colectiva los artistas Lucas Distéfano, Brenda Hoffman, Edgardo
Madanes, Adrián Paiva, Carola Rousso y Silvia Sergi. Seis miradas sobre esa especie de Amazonas
misterioso, un espacio singular y poético que ejerce una fascinación siempre algo enigmática sobre la
imaginación.

Por Eugenia Viña

Lancha colectiva, Silvia Sergi

Allí está. Enfrente, debajo. Agua por todos lados. Agua oscura, de barro, con olor a arcilla. Es el río, que
gobierna las islas desbordadas de juncos, raíces y árboles, coronadas por muelles irregulares y camalotes
flotantes que viajan por el agua en manada, siguiendo la corriente. El Delta de islas y arroyos es el lugar
donde la intensidad de la naturaleza nos recuerda que ella es mucho más fuerte que la civilización. Y a pesar
de eso, un silencio cubre como un manto las islas del Delta. Haroldo Conti lo describe como una soledad
verde y rumorosa.

Jangada, nombre de la precaria embarcación que utilizan los isleños para acarrear troncos y maderas, es la
exposición que reúne la mirada de seis artistas –Lucas Distéfano, Brenda Hoffman, Edgardo Madanes, Adrián
Paiva, Carola Rousso y Silvia Sergi– sobre este pequeño gigante amazonas que existe a una cercanía absurda
de una de las capitales más grandes del mundo. Tan sencilla pero efectiva como la jangada resulta la
exposición, en la que las obras al desnudo, sin artificios y prácticamente casi sin marcos, presenta imágenes
construidas desde miradas diferentes, pero que convergen todas en una celebración de lo poético, hallazgo de
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climas y parajes de barro y cielo, donde el sentido no está dado por el artificio o el despliegue de ornamentos
sino que se encuentra en la luz que rebota en nubes y perros, en las aguadas, en los movimientos de la luna
que gobiernan los caudales del río, y donde la atmósfera, a pesar de estar en un espacio natural, es de lejanía,
extrañeza. Una exaltación imperceptible cala los pulmones.

Diana Saiegh, curadora de la muestra, afirma que los artistas componen “una serie de postales en diferentes
soportes y disciplinas, todas con la misma capacidad de transmitir las sensaciones de ese entorno, tan salvaje
como pacífico, tan lejano como cercano y tan moderno como primitivo. Un espacio singular y poético, que
también supo ser el hogar de creadores como Xul Solar y Haroldo Conti, entre otros. Y al igual que ellos, esta
serie de obras logran reflejar ese silencio penetrante, sólo interrumpido por el motor de las lanchas, en una
especie de grito de jangada, que llega hasta los juncos de la costa, ahí donde el hombre pisa tierra firme, y en
esa dialéctica, subyace el valor de este conjunto de obras, que invitan a contemplar la naturaleza propia de
este enclave singular, otorgando nuevas voces a aquellas raíces que valorizan lo propio, al reflexionar en
torno a los mensajes que emiten esas aguas y esas tierras, como valor de lo desconocido, de lo no habitado,
pero al mismo tiempo, de lo nuestro.”

Arroyo Reyes 1, Lucas Distéfano

Jangada expone al Delta desde un lugar íntimo, devenido espacio poético. Silvia Sergi, revela ese punto donde
el paisaje intenso amenaza e invade generando desequilibrios de todos los artificios humanos: casas sin
ángulos, muelles torcidos, botes irregulares que aún cumplen su función. “Perpetúo la fotografía humanista
desde mi lugar en el mundo, las islas”, cuenta la artista. Sus fotos, en blanco y negro, están repletas de barro y
agua, metafísica animal donde todo es devorado por la belleza y la fuerza del agua y el barro, territorio de
jaurías donde los muelles devienen castillos.

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Carola Rousso se inspiró en la novela Sudeste de Haroldo Conti y navegó los mismos itinerarios narrados en
el libro, logrando fotos de contornos límpidos, territorios que aparecen como planos de colores, en los que la
belleza encarna en una puerta turquesa oxidada y la cola de un perro isleño sobre madera gastada, mientras
asoma un verde, fragmento de verde en estado puro que sella la sensación selvática. En la foto “Aguaje El
Durazno”, el río conforma un entramado de infinitas pinceladas espesas como un muro. Rousso cuenta: “Hace
años que navego (tengo casa en el Capitán hace muchos años), así que tracé en un cuarterón del Delta la zona
que debía recorrer buscando las imágenes que aparecían en la novela. Me subía la la lancha en invierno y
pasados unos meses, completamente consustanciada con Sudeste, decidí esperar el verano y al otoño. Trabajé
casi un año para fotografiar esos momentos que solo Haroldo Conti pudo percibir y traducir en imágenes”.

Delta, Carola Russo

El universo de Brenda Hoffman es de otra densidad, Detrás de la bruma, lo llama la artista. Veinte obras
cuadradas expuestas en isla, poética de lo frágil, que en sus radiografías de paisajes sobre papel imprime el
semblante etéreo que palpita en el Delta, espacios sin tiempo, imágenes como recuerdos. Fotos en blanco y
negro que reescribe en el cuarto oscuro, trabajando luego los bordes desvanecientes, como los mismos
recuerdos en el tiempo: “No hay personas sobre las imágenes, porque los de mis recuerdos se volvieron
fantasmas. Y los que están vivos hoy ya no son los mismos” cuenta la artista, cuya niñez está anclada en el
Delta: “Mi abuelo tenía una casa sobre el rio Capitán: la casa de fin de semana. No tengo recuerdos de mi
abuelo Julio, el Seide. Pero tengo la memoria llena de recuerdos y sensaciones de la que fue su casa, nuestra
casa, el lugar de encuentro con los primos, de estar con los ojos abiertos debajo del agua turbia del río en

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verano, el olor del barro y la madera húmeda, comer el salame de carnada sobre el muelle cuando lo único
que pican son los mosquitos. Los recuerdos se mezclan con mis primeras lecturas de Cuentos de la selva de
Quiroga. Entre los cuentos y las historias del hombre que venía a cortar el pasto (afectado de delirium
tremens), la naturaleza salvaje del Delta de mi infancia es inquietante. Inquietante como la historia del país en
esos años.”

Edgardo Madanes expone dos paisajes tridimensionales de pequeñas cañas de mimbre que conforman un
entramado , una mirada aérea del bosque y lo selvático del Delta, enormes nidos o pequeños territorios
reconstruidos, pasaje de la naturaleza a la cultura, que en la ciudad muta una vez más en naturaleza. Madanes
dice que percibe al Delta “como un visitante deslumbrado y curioso. Me motiva entender un espacio tan
particular como geografía y misterioso como sistema. Por muchos años pasé mis fines de semana remando
por los ríos y observando a las plantas, a los animales y a los habitantes. Las obras con las que participo son
recortes, terrones, porciones de un lugar que se encuadra como una fotografía y conforma una vista parcial de
un todo inabarcable. La imagen está construida de tramas de mimbre cultivados en el Delta que se superponen
creando bloques adosados a la pared.”

Adrián Paiva expone pinturas, cinco apuntes del natural, óleos pequeños de 24 x 30 y un óleo grande (de 180
x 150) . Son paisajes construidos desde el color y la pincelada, en los que líneas como serpientes conforman
manadas de ramas que al contornearse construyen un paisaje repleto de viento, con una luz crepuscular. El
artista vive en la isla hace casi veinte años. Cuenta: “Vine buscando un lugar para sobrevivir de la crisis del
2000 y poder pintar, y me encontré con la Naturaleza, que estaba ahí, como puesta para ser pintada. La
inmediatez del paisaje y el tiempo me atrapó enseguida. El agua, el barro, la vegetación y la sensibilidad de la
gente que vive acá son el mundo que elijo para pintar y para vivir. Mi trabajo trata de anudar esa, mi mirada, a
la construcción de un pensamiento más universal como es la pintura. Vivir en la isla no es lo mismo que vivir
aislado.”

Lucas Distéfano abre al Delta nocturno con fotos de los arroyos –el Reyes, el Angostura, el Naranjo– con
escenas mágicas de una quietud azulada, momentos solitarios de los seres que habitan y conforman la vida en
la isla: el bote mientras duerme, el tronco descansando con los pies en el agua, en un imaginario que navega
entre la fotografía y la pintura.

Es que en el delta no hay dudas, allí todo es certeza. Es el azar puro de la naturaleza, donde la luna y el río
determinan los días, con sus mareas cambiantes, su barro arcilloso que es morada de culebras, lagartos y
ranas, su humedad permanente. El consumismo no sólo no navega en estas aguas sino que deja en jaque las
ficciones tras las que corremos obnubilados como si tuvieran alguna verdad. En las islas del delta no hay
suerte ni éxito. Tan solo destino.

Jangada, curada por Diana Saiegh con la colaboración de Milagros Novlía Galán se puede visitar hasta el 9 de febrero en Alianza Francesa de Buenos Aires, Sede
Microcentro. Gratis.

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Sin título, Adrian Paiva.

https://www.pagina12.com.ar/90301-soledad-verde-y-rumorosa

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Paul Graham: "Una buena fotografía es aquella que puede atravesar el umbral de lo cotidiano"

El fotógrafo indaga en el tejido social de la América contemporánea induciéndonos a reflexionar sobre la


experiencia de ver y de ser

GLORIA CRESPO MACLENNAN

New Orleans, 2003-2006. De la serie a shimmer of possibility PAUL GRAHAM / CORTESÍA


PACE/MACGILL GALLERY; CARLIER GEBAUER; ANTHONY REYNOLDS GALLERY

The whiteness of the whale (La blancura de la ballena) es el título del capítulo cuarenta y dos de la novela de
Herman Melville, Moby Dick, relato de la desesperada y obsesiva persecución de una idea en la que el
hombre puede llegar a perderlo todo. Es también el título elegido por el fotógrafo británico Paul Graham
(1956) para englobar una trilogía dedicada a los Estados Unidos, y funciona como una analogía de la
persecución monomaniaca del dinero amparada por el capitalismo americano. La obra es fruto de un periplo
de trece años por distintos puntos del país; una invitación a reflexionar sobre la vida hoy en día, la vida en
América y nuestras condiciones sociales, a través de aquellos momentos rutinarios y triviales a los que no
prestamos atención y definen nuestra existencia.

Para Graham el arte no trata de dar respuestas sino de plantear cuestiones, así nos incita a vivir más
conscientes de nuestro entorno, a “transformar la mirada” y "a ver aquello que a veces no vemos” a través de

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tres series de fotografías que suman setenta obras y se exponen en el centro de arte valenciano Bombas Gens.
Comisariada por Christopher McCall, se trata de la tercera exposición individual del artista en España, una de
las miradas más singulares dentro de la fotografía actual galardonado con el premio Hasselblad en 2012.

California, 2005-2006. De la serie a shimmer of possibility PAUL GRAHAM / CORTESÍA


PACE/MACGILL GALLERY, NEW YORK; CARLIER GEBAUER, BERLIN; ANTHONY REYNOLDS
GALLERY, LONDON

En su vagabundeo por el paisaje de Estados Unidos resuena el quehacer de grandes maestros de la fotografía
del siglo XX. Al igual que Robert Frank, Graham es el forastero que desmitifica el sueño americano pero
también encuentra belleza en lo trivial. Lo hace sin dejar de buscar respuestas innovadoras y frescas a las
nuevas cuestiones que plantea el tiempo en el que le toca vivir. “Cada imagen es una respuesta distinta a una
nueva cuestión. No podría ser de otra forma” apunta el autor. quien dice no estar interesado en el momento
decisivo, "en tratar de forzar el mundo entero en un rectángulo perfecto. Esa idea fue grande en su día, pero
necesitamos nuevas respuestas para la vida tan y como se plantea en la actualidad". Por un lado “está el lado
oscuro de American Night (La noche americana) (1988- 2002), que trata de la fractura social de rico/pobre,
tener/no-tener, blanco/negro, pero a shimmer of possibility (un destello de posibilidad) (2004-2006) encuentra
la nota positiva en la vida cotidiana, de ahí su título acerca de una vida con centelleos de posibilidad- el placer
de comer comida para llevar, de cortar el césped, o fumar un cigarro mientras esperar el autobús. La belleza
de la vida diaria que fluye y pasa”.

La primera reacción, de no ver nada, que suscitan al espectador las imágenes sobrexpuestas que
componen American Night, es deliberada. Nos hablan de la invisibilidad de los pobres y los desposeídos en
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Estados Unidos, de cómo eliminamos de nuestra vista aquello que nos resulta incómodo. Estas contrastan
drásticamente con las coloridas representaciones de las 'McMansiones' -tal y como el artista las describe- de la
gente más acomodada -representación del sueño americano- y con otras más oscuras de ancianos con parches
en sus ojos que conectan más directamente con el tema de la ceguera. Es inevitable establecer una relación
con un dato autobiográfico de este artista autodidacta, quien a los cuatro años perdió su visión durante varias
semanas después de quemarse las corneas tras caer en un saco de cemento. “El recuerdo de cómo se
restableció mi vista poco a poco es muy intenso, es de hecho uno de mis primeros”, señala el artista.

ver
fotogaleríaWoman with golden face, New York, 2000 . De la serie American Night (#40) PAUL GRAHAM.
CORTESÍA PACE/MACGILL GALLERY, NEW YORK; CARLIER GEBAUER, BERLIN; ANTHONY
REYNOLDS GALLERY, LONDON

A shimmer of possibility está compuesto por secuencias de “momentos inocuos” compartidos con los
personajes que se encontró a lo largo de su recorrido. “Momentos que llegan de forma gentil, te rodean y
luego se desvanecen”, como los describe el fotógrafo. La vida brilla con esperanza y belleza al tiempo que
contiene tristeza y tragedia. “La serie funciona de alguna forma como una guía a través del proceso de la
mirada para ver y reconocer la vida”, apunta Graham. En The present (El presente) (2009-11) el autor juega
con el doble significado de la palabra y trata de la escenografía callejera de Nueva York, del constante flujo y
la transformación de la calle. Inicialmente la serie estuvo inspirada por los relatos cortos de Chéjov. “Me
encanta como es capaz de describir un solo hecho de forma tan clara que puedes ver todo un mundo
refractado a través de él”, destaca el fotógrafo. “La literatura es buena para ver como los autores encuentran
conceptos y formas, cómo forman estructuras que reflejan el mundo en una obra de arte”.

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Evita calificar su obra de documental,“se ha convertido en una palabra problemática en la actualidad.


Necesitaríamos un término nuevo. Simplemente no se puede seguir utilizándolo para todo aquel que saque
fotos del mundo”, dice el autor. “Me gusta decir que es simplemente Fotografía porque esto sustenta su
núcleo creativo: salir al mundo, abrazar la vida como es, y tomar imágenes inteligentes de lo que ves". Para él
una buena fotografía es “aquella que puede atravesar el umbral de lo cotidiano”. “No me interesan las
imágenes de aquello que es espectacular o increíble, donde todos sacan su iPhone y sacan la misma
fotografía”, continua. “Los artistas que me impresionan son aquellos que sacan adelante su trabajo partiendo
de la nada, aquella obra que revela algo sorprendente y profundo acerca de la vida, de nosotros mismos, y de
nuestro lugar en la tierra”.

Port Authority, 17th August 2010, 11.01.33 am, 2010. De la serie The Present PAUL GRAHAM.
CORTESÍA PACE/MACGILL GALLERY, NEW YORK; CARLIER GEBAUER, BERLIN; ANTHONY
REYNOLDS GALLERY, LONDON

La obra también trata de la fotografía en sí misma y del ejercicio de ver: en American Night la
sobreexposición se refiere a la luz; el tiempo controlado a través del obturador define a shimmer of
possibility, así las secuencias resultantes aluden al paso del tiempo. En The present el enfoque cobra el
protagonismo y alude a nuestra consciencia. Los tres elementos principales de la cámara: apertura del
diafragma, velocidad de obturación y enfoque quedan conectados.

Paul Graham. La blancura de la ballena. Bombas Gens Centre d´Art. Valencia. Hasta el 27 de mayo

https://elpais.com/cultura/2017/12/20/babelia/1513787740_127967.html

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Cuasipartículas de masa negativa

Francisco R. Villatoro

Supongo que ya sabes que en una hoja de grafeno se propagan cuasipartículas de masa efectiva nula (ondas de
electrones con una relación de dispersión lineal). En un hoja de diseleniuro de molibdeno suspendida en una
microcavidad óptica se propagan cuasipartículas de masa efectiva negativa. Bajo acoplamiento fuerte, aparece
una fuerza de atracción efectiva entre las cuasipartículas de tipo excitón-polaritón que da lugar a la formación
de tríos de excitones acoplados a polaritones, llamadas cuasipartículas de tipo trión-polaritón, que muestran
una relación de dispersión invertida que resulta en una masa efectiva negativa.

Nick Vamivakas, del Instituto de Óptica de la Universidad de Rochester, New York, EE.UU., y sus colegas
proponen el desarrollo de un nuevo tipo de láser semiconductor de alta eficiencia a escala nanométrica.
Gracias a la masa efectiva negativa de los trión-polaritones este tipo de láser requiere menor energía que los
convencionales. El artículo es S. Dhara, C. Chakraborty, …, A. N. Vamivakas, “Anomalous dispersion of
microcavity trion-polaritons,” Nature Physics (30 Oct 2017), doi: 10.1038/nphys4303; más información
divulgativa en la nota de prensa “Device creates negative mass—and a novel way to generate
lasers,” Phys.org, 10 Jan 2018, y en Thomas Scherer, “Particles with negative mass?” Elektor, 17 Jan 2018.

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La interacción entre la luz y la materia en materiales planos (un gas bidimensional de electrones) conduce a la
formación de cuasipartículas de tipo excitón-polaritón. Los fotones encerrados en una cavidad óptica (entre
dos materiales que actúan como espejos) producen un campo electromagnético; se habla de polaritones si
dicho campo afecta a dipolos en algún material. Los electrones que saltan de la banda de valencia a la banda
de conducción conducen a la propagación de cuasipartículas de tipo electrón y hueco. Cuando en el material
hay pozos de potencial que confinan a estos electrones y huecos aparecen estados ligados por la fuerza de
Coulomb de tipo excitón (cuasipartícula electrón-hueco). Estos excitones se pueden acoplar con los fotones
que resuenan en una cavidad óptica dando lugar a cuasipartículas de tipo excitón-polaritón.

En materiales bidimesionales, como el grafeno o el diseleniuro de molibdeno (MoSe 2), la interacción entre
excitones y polaritones es muy fuerte. Los excitón-polaritones en MoSe2 se observaron por primera vez en el
año 2014 (Xiaoze Liu, Tal Galfsky, …, Vinod M. Menon, “Strong light–matter coupling in two-dimensional
atomic crystals,” Nature Photonics 9: 30–34 (2015), doi: 10.1038/nphoton.2014.304). En una microcavidad
óptica (cuyos espejos son heteroestructuras) se observaron en 2015 estados acoplados de tres excitones con
polaritones, llamados trión-polaritones (S. Dufferwiel, S. Schwarz, …, A. I. Tartakovskii, “Exciton–polaritons
in van der Waals heterostructures embedded in tunable microcavities,” Nature Communications 6: 8579
(2015), doi: 10.1038/ncomms9579). Sin embargo, no estos trión-polaritones se observaron en un régimen en
el que su masa efectiva es positiva.

La relación de dispersión para el polaritón tiene tres ramas, llamadas superior (UPB), intermedia (MPB) e
inferior (LPB). Los estados de tipo excitón-polaritón y trión-polaritón corresponden al acoplamiento de
polaritones en la banda intermedia (MPB) y en la banda inferior (LPB), resp., con excitones en el
semiconductor bidimensional. En la parte izquierda de esta figura se muestra la estructura de bandas del
polaritón para masa efectiva positiva del trión-polaritón (observa que la banda LPB es convexa). En la parte
derecha de esta figura se muestran los resultados experimentales (puntos en rojo) y la predicción teórica
(curva roja continua) para un trión-polaritón de masa efectiva negativa (observa que la banda LPB es cóncava,
en lugar de convexa); observa que para los excitón-polaritones la masa efectiva es positiva.

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Los resultados experimentales para masa efectiva negativa se han obtenido enfriando la muestra a una
temperatura de 5 K; nótese que a 6 K no se observa la masa efectiva negativa de los trión-polaritones. En
concreto una hoja monoatómica de MoSe2 entre dos reflectores de Bragg distribuidos (DBRs). La relación de
dispersión se observa usando espectroscopia de reflectancia. La anchura de las líneas asociadas al excitón y al
trión es de 7 meV y 9 meV, resp. La energía asociada a las tres bandas del polaritón es de 1,66 eV (UPB),
1,634 eV (MPB) y 1,621 eV (LPB). Todos estos números indican que el experimento es difícil de realizar, así
que habrá que esperar hasta que sea repetido de forma independiente para confirmar la observación de
cuasipartículas de masa negativa.

En resumen, se ha realizado un curioso experimento que muestra la formación de cuasipartículas de masa


negativa de tipo trión-excitón. Este fenómeno podrá ser explotado en el futuro para el diseño de un nuevo tipo
de láser semiconductor de polaritones. Por supuesto, queda mucha investigación básica por realizar para que
este nuevo trabajo acabe resultando una aplicación práctica. Habrá que estar al tanto de estos avances.

http://francis.naukas.com/2018/01/17/cuasiparticulas-de-masa-
negativa/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffrancis+%2
8La+Ciencia+de+la+Mula+Francis%29

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La soledad se contagia

 Por César Tomé

Foto: Julian Corlaci

La soledad no es sólo una condición desagradable y todo lo contrario a placentera. Además de causar un estado
de ánimo negativo en quien la sufre, es causa de un buen número de afecciones, como enfermedades
cardiovasculares, obesidad, o debilitamiento del sistema inmune, entre otras. Por otro lado, se da la
circunstancia de que una persona puede sufrir soledad aunque se encuentre rodeada de gente de forma
permanente; basta con experimentar la sensación o el sentimiento de encontrarse uno aislado para encontrarse
solo.

Por si lo anterior no fuera suficente, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Personality and Social
Psicology, la soledad se contagia. Quiere esto decir que cuando en una red social una persona empieza a
manifestar sentimientos de soledad, otras personas próximas también irán progresivamente sintiendose solas.
A título indicativo, cabe decir que, tomando como referencia la media, es un 50% más probable que experimente
sentimientos de soledad una persona que se encuentre en contacto directo con otra a la que le ocurre lo mismo.

La razón por la que la soledad se contagia es porque hace que la gente actúe hacia los demás de una forma más
negativa y menos generosa; ese comportamiento debilita los lazos existentes entre las personas concernidas,

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acentuándose de esa forma los sentimientos de soledad. Es un efecto más intenso entre amigos que entre
familiares, algo que no parece necesario explicar. Y se produce con más frecuencia entre mujeres que entre
hombres, porque las mujeres demandan de sus amistades más apoyo emocional y social que los hombres.

Así pues, la soledad no solo conlleva un deterioro de la salud, también es contagiosa. Puede, por tanto, ser
catalogada como una enfermedad.

Referencia:

Cacioppo, J. T.; Fowler, J. H.; Christakis, N. A. (2009): “Alone in the crowd: The structure and spread of
loneliness in a large social network.” Journal of Personality and Social Psychology Vol 97(6): 977-991.

Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de
Cultura Científica de la UPV/EHU

https://culturacientifica.com/2018/01/22/la-soledad-se-
contagia/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCie
ntfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29

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Padecer y enfermedad

Arnoldo Kraus

El fin de la medicina: burocracia y especialización, se intituló el último blog. Además de las incomodidades
propias de la burocracia y la distancia generada entre médicos y pacientes debido a la súper especialización,
enumeré otras lacras que han fracturado la relación entre enfermos y doctores, i.e,, abogados, compañías de
seguros, falta de lealtad hacia los enfermos, pobreza, y servicios médicos saturados imposibilitados para
atender adecuadamente a los enfermos. Al final dediqué algunas palabras acerca de las vivencias de los
pacientes en relación a su padecer y a su enfermedad. Unas breves ideas al respecto.

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El peso de la enfermedad difiere. Cada persona la vive de otra(s) forma(s), de acuerdo a su historia, a su
bagaje familiar, personal, social. La casa, la escolaridad, la situación económica, los memes y el momento de
la enfermedad, son realidades cruciales; otros factores insoslayables son el ánimo del afectado, sus vínculos
afectivos, su edad. La suma de esas variables determina cómo confronta el paciente su nueva situación. La
enfermedad cambia (casi) todo. El lenguaje del cuerpo enfermo utiliza otras palabras.

Paciente proviene del latín pati, que significa padecer, aguantar, sufrir. Cuando el paciente —la persona, el ser
humano— acude con el médico por cualquier razón (su razón), física o emocional, lo que busca es transmitir
sus percepciones, sus miedos, sus síntomas, sus dudas e intenta explicar cómo vive sus desajustes corporales
debidos a la patología, y cómo percibe su salud tras las alteraciones secundarias a la enfermedad. Sus
síntomas son él; sus tribulaciones son él. La narrativa del enfermo, su padecer, es el problema del paciente y
la razón de la consulta. Humillación, vergüenza y el deterioro de las relaciones familiares e interpersonales,
propios de la enfermedad, juegan también un papel importante.

Las connotaciones de padecer y enfermedad son interesantes cuando se analizan sus significados en otros
idiomas. En inglés, Illness —enfermedad, indispuesto, afección—, denota la experiencia subjetiva de los
síntomas, lo que el enfermo le dice al médico, su padecer. Disease —enfermedad—, se refiere a la patología
subyacente desde el punto de vista científico. El médico que diagnostica la enfermedad desde el punto de
vista biológico debe ocuparse de la afección, del padecer. Sickness —mal, enfermedad—, concepción cultural
y social de la patología que evalúa los miedos y los conceptos sociales de la enfermedad y explica algunas de
sus repercusiones debidas a la carga cultural y social de la patología.

Obligación médica fundamental es escuchar. La escucha le permite al enfermo/persona verterse. Si la


transferencia es adecuada, es decir, si el enfermo siente que el galeno se hace cargo de él, su padecer le
permitirá al galeno diagnosticar con mayor precisión la enfermedad biológica del afectado. Entre el padecer
(problema del enfermo), y la enfermedad (reto para el médico), queda la persona, el ser humano, el enfermo y
el galeno.

https://arnoldokraus.nexos.com.mx/?p=633

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El canon clásico y la ralea autodidacta: un postfacio

Algunos de ustedes, solícitos lectores, me han recriminado que, en la primera entrega de la serie Clásicos
Latosos para el suplemento Babelia de El País, les instara a no leer Moby Dick. Por supuesto, no dije tal cosa.
El malentendido que ha originado esta precipitada conclusión, así como el revuelo que la pieza en cuestión ha
generado (me cuentan) en el circo romano de las redes, me obligan a romper uno de los dictados más valiosos
de mi club (“Never explain, never complain”, como dijo Disraeli) para arrojar algo de luz entre tanta
confusión.

Mi pieza cómica, parte de una serie pensada y diseñada por mí (no se trataba de un encargo, como anunciaba
un espontáneo), no les invitaba a no leer un clásico como Moby Dick. Lo que les invitaba a hacer era leérselo,
si era posible (pero solo si les daba la real gana), y extraer sus propias conclusiones, respetuosas o no, tal y
como yo extraje las mías. Pero ojo: se trataría de extraer esas conclusiones sobre dicho clásico sin atribuir su
origen y explicación a alguna omnipotente fuerza sobrenatural, como hacían los hombres prehistóricos con los
relámpagos o los ciclos lunares. Que unos cuantos académicos de rancio abolengo y mentalidad dinástica
decidieran hace tiempo que el canon de la alta cultura era intocable, y que los plebeyos no deberíamos
ventosear en la galería de retratos familiares, no significa que debamos acatarlo.

Sucede que la belleza no es absoluta y universal, aunque hayan escuchado lo contrario en algunos
suplementos culturales y libros de ensayo; Kant mintió interesadamente. Como dice el escritor John Carey,
los juicios artísticos de la academia “apelan a una autoridad trascendente cuyo veredicto no puede ser
cuestionado y cuya decisión anula automáticamente todas las opiniones subjetivas e individuales”. Ortega y
Gasset lo soltaba sin rubor: el arte “verdadero” era excluyente, impopular y elitista, y solo podía ser
comprendido por una “minoría”. Siguiendo ese razonamiento, a esa minoría -en concreto a la sección de
críticos literarios con titulación y apellidos compuestos- le corresponde de forma exclusiva el explicarnos
(como dice Carey) cómo nos sentimos ante tal o cual obra de arte, “cuando lo que en realidad están diciendo
es cómo se sienten ellos”.

Esas opiniones, ya se habrán dado cuenta, acarrean un inconfundible tufo de clase, como un golpe de fusta al
lacayo que habla fuera de lugar: los intelectuales burgueses opinan que la ralea autodidacta y el lector-por-
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placer deben aceptar las propiedades sobrenaturales del arte “superior”, porque una élite intelectual (ellos
mismos) ha dejado atadas y bien atadas de forma unilateral sus características y valores eternos, no sujetos a
nuestra percepción, juicio o disfrute. Pero no funciona así, al menos no para mí. Yo vengo del punk rock y la
subcultura, corrientes inquisitivas, independientes e insumisas por definición. Mi cultura circunvaló al crítico
oficial: dejamos de pedir permiso a la hora de postularnos sobre arte y su uso práctico. Los canales canónicos
fueron desautorizados de un plumazo, en mi mundo. Ignoramos (sin saberlo siquiera, pues su existencia nos
era desconocida) los mandamientos de la alta cultura sobre no solo qué debía gustarnos, sino cómodebía
gustarnos. Lo que hacemos hoy -sea escribir libros, o grabar discos, o dibujar cómics, o mismamente poner en
tela de juicio el canon clásico- sucede sin su permiso. Un patriarca de la iglesia ortodoxa no puede
excomulgar a un blasfemo bautizado en el catolicismo. La intelectualidad oficial no tiene autoridad sobre mí.
Su ley no es mi ley, ni debo obediencia alguna a sus preceptos.

El canon de la alta cultura, por tanto, no me parece intocable ni libre de crítica. Mi prerrogativa es juzgarlo
como me apetezca, como haría con cualquier cosa, independientemente de los dictados de Marcuse, Hegel, o
cualquiera de sus minions modernos. Tras documentarme, sin duda, pero negándome luego a aceptar
mandatos o coacciones intelectuales que ciñan mi opinión a la forma “adecuada” de valorar un artefacto. Un
libro no es Dios. Fue escrito por hombres falibles utilizando herramientas que pueden estar rotas o anticuadas
o en mal estado (y cuya efectividad actual podemos, y debemos, valorar antes de saltarle el ojo a alguien). A
los intelectuales de la alta cultura les ha encantado desde siempre que el arte fuese como los mandamientos
que bajó el viejo Moisés del Sinaí: un códice grabado a fuego por el dedo de Yahvé (y por tanto indiscutible)
en unas recias tablas de piedra (la piedra siempre impone), y que para más alborozo necesita traductor.
Durante muchos años han sido esos traductores de casta quienes, utilizando una mezcla de “superstición y
afirmaciones de escasa entidad” (Carey dixit), bien agitados con una sana dosis de elitismo, desprecio por lo
subcultural o callejero, y clasismo autopreservador, han impuesto el tono y el significado de la mencionada
traducción.

Uno no puede evitar sospechar que el jaleo alrededor de mi pieza -al menos el vocerío que surgió
del establishment crítico y la vieja guardia- no se originaba tanto por lo que decía la pieza sobre Moby Dick, o
Herman “barba trapezoidal” Melville, o la santa de su madre, sino por quién la decía y cuándo. La alegoría y
el cachondeo y la irreverencia, para los intelectuales del régimen, son un poco como los movimientos
revolucionarios de izquierdas: están muy bien, claro, pero solo si son de un país lejano y sucedieron hace
trescientos años (y si están versificados en forma de poema épico por algún noble, mejor). Un crítico de la
cultura oficial puede aceptar, incluso celebrar, que alguien como Mayakovski dijese que “la academia y
Pushkin son más ininteligibles que los hieroglíficos”, pero solo porque era un vanguardista ruso del 1912. Si
un poeta español dijera aquí que La Regentaes un plomo lo crucificarían. La rebelión contra el canon solo es
concebible en un pasado inofensivo. Los escritores o artistas de origen obrero o medio-bajo sin titulación le
parecemos muy graciosos y pintorescos a la cultura burguesa siempre y cuando permanezcamos en nuestro
sitio, hablando de nuestras cositas y nuestro rocanrol y nuestros barrios. Pero permitirse emitir juicios críticos
(con pedorreta) sobre los campos en que la intelectualidad exige exclusividad absoluta, eso no está permitido.
Es un faux pas social de primera clase, y nunca mejor dicho. Es, como decía antes, hablar cuando no te toca.
Salirte de la fila.

Por desgracia para esos mismos intelectuales, a mí y a muchos otros como yo casi siempre nos apetece
hablar más cuando no nos han dado permiso. La solemnidad, la gravedad y lo jerárquico (que me impartan
órdenes, por decirlo así) siempre me inspiran a prorrumpir en tremendos eructos públicos. Y es que, miren por
dónde qué extravagancia la mía, creo que el canon sacro de la cultura burguesa sí estásujeto a crítica.
Entiendo que eso fastidie a la academia, que lleva siglos temiendo que si todos nosotros, amantes de la cultura
sin credenciales académicas selladas y autorizadas, empezamos a tener opiniones firmes sobre arte clásico o
literatura canónica la mismísima existencia del intelectual burgués se volverá redundante. Pero opino que
precisamente nuestro deber como escritores o artistas autónomos y autodidactas (y de extrarradio, de barrio,
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criados en clase no pudiente) es someter los preceptos artísticos impuestos de la clase burguesa al más severo
de los juicios. Que sea nuestro juicio positivo o negativo o neutral o completamente desinteresado, pero que
no represente un sometimiento tácito a las leyes de una cadena de mando obsoleta, ajena, totalitaria.

En mi pieza, ya acabo, yo les invitaba por todo lo expuesto a estar en desacuerdo con el canon. Les invitaba a
desoír la forma “correcta” de juzgar un artefacto artístico, y lo hacía por medio de la comicidad, que es uno de
mis útiles. Les invitaba a comprender que el Ulises de James Joyce es intrínsecamente “mejor”
que Trainspotting de Irvine Welsh (por decir un solo ejemplo) solo porque unos cuantos profesores
universitarios de clase alta se pusieron de acuerdo sobre la supremacía artística universal y, válgame
Dios, eterna, del primero hace lustros. Les invitaba, insisto, a reírse de los buenos modales de la mesa
intelectual, y agarrar los metafóricos cubiertos tal y como les viniese en gana. Les invitaba, en suma, a leer y
criticar libremente, incluso a terminar coreando, si así lo deseaban, lo mismo que Public Enemy cantaron en
1989: “Melville[1] was a hero to some / but he he never meant shit to me”. Kiko Amat

[1] De acuerdo, ellos decían “Elvis”. Pero es el mismo principio.

https://kikoamat.wordpress.com/2018/01/17/el-canon-clasico-y-la-ralea-autodidacta-un-postfacio/

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La familia Carter: recuerda esta canción

Érase una vez en América

De agricultores y músicos aficionados a estrellas: la familia Carter marcó los inicios del siglo XX en Estados
Unidos y su cultura popular. Fueron los primeros en darles a las canciones tradicionales un sonido moderno
que derivaría en la música country, y quizá su integrante más famosa sea June Carter Cash, esposa de Johnny
Cash y representante de las últimas generaciones. La historia de la familia, que es la de su tiempo, se cuenta
en La familia Carter: recuerda esta canción, de Frank M. Young y David Lasky, con la saga dividida en
breves episodios que recuerdan a las tiras gráficas de la época.

Por Federico Reggiani

La cultura de masas tiende a proponerse, a veces con deliberada confusión, como sinónimo de la cultura
popular. Hoy, cuando las canciones de las hinchadas de fútbol son sistemáticamente versiones del último hit
calculado en un estudio, es difícil encontrar una producción cultural que no esté determinada por algún
producto industrial previo. La dirección de las influencias no siempre fue así, y hay un momento privilegiado
a principios del siglo XX en que una naciente industria de la cultura de masas, que todavía no contaba con un
catálogo propio para saquear y repetir, se nutría de toda la historia de la cultura letrada tanto como de las
antiguas tradiciones de aquello que sin salvedades podemos llamar “cultura popular”. En esos años, los

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Estados Unidos fueron un laboratorio de experimentaciones que, en la combinación frenética de inmigración,


culturas tradicionales, desarrollo económico y capitalismo, inventó o hizo estallar el jazz y el blues, la novela
negra, el cine y la historieta.

La vida de la familia Carter está en el centro de esa ebullición Su historia ilustra la transformación de una
familia de agricultores y músicos aficionados en estrellas: un camino que va de las plantaciones de tabaco a la
televisión. La novela gráfica de Frank M. Young y David Lasky, editada en Estados Unidos en 2012 y
traducida en 2017 ofrece un recorrido admirado a esa historia.

Los Carter eran granjeros de Virginia, en una localidad pobre, fuertemente religiosa y conservadora: Alvin
Pleasant, el fundador del grupo, dejó de tocar el violín porque su madre lo consideraba un instrumento del
diablo. A. P. Carter se casó con una joven de hermosa voz, Sara. Su hermano, con la prima de Sara, Maybelle,
una virtuosa guitarrista. Juntos, comenzaron a tocar canciones tradicionales en reuniones familiares y fiestas
de pueblo. El corte con ese mundo preindustrial se produjo por la llegada de una tecnología con apariencias de
magia: el fonógrafo. Como para vender discos y fonógrafos hace falta que haya grabaciones, las empresas (la
paradigmática Victor Talking Machine Company que sería adquirida por la RCA en 1929, con su “Victrola”)
se dedicaron a captar talentos en los pueblos y pequeñas ciudades del interior de los Estados Unidos. Entre
esas grabaciones, se recuerdan las Bristol sessions, “el big bang del country moderno”. A partir de esas
grabaciones, los discos de los Carter comenzaron a circular y a venderse para sorpresa, sobre todo, de los
propios músicos.

Los Carter ofrecían una combinación de productividad y carisma. La voz de Sara y la guitarra de Maybelle
daban cuerpo al flujo incesante de canciones –llegó a producir entre veinte y treinta por año– que A. P. Carter
recopilaba en granjas, minas e iglesias y luego trabaja junto a su esposa y su prima. Con el laxo sentido de la
propiedad intelectual de aquellos años, los Carter le dieron un sonido moderno a canciones que tenían décadas
o siglos.

El libro de Frank M. Young y David Lasky elige contar brevísimos episodios, organizados en forma
cronológica, con una canción clásica de los Carter como título. El clima de época acompaña la forma del
libro. Cada página es un homenaje a las historietas que publicaban los diarios norteamericanos de la época. El
dibujo, sencillo y deliberadamente tosco, recuerda al de Mutt y Jeff o Little Orpham Annie y, sobre todo, a la
maravillosa Gasoline Alley de Frank King, la historieta que acompañó durante décadas el crecimiento y la
madurez de sus personajes en páginas que La familia Carter homenajea en su paleta de color y en el dibujo y
cita en algunas de sus páginas más elegantes. Como en su modelo en los suplementos dominicales de los
diarios, las historias pueden ser mínimas y se organizan alrededor de un remate, que puede ser tanto un gag
como una reflexión melancólica. Una secuencia, incluso, se presenta en pequeños episodios de cuatro viñetas
en blanco y negro con un título propio, como las tiras diarias de la época. Las historietas se dirigían al mismo
público, y también surgieron gracias a los avances en las tecnologías de impresión.

Otro desarrollo tecnológico impulsó a los Carter a la fama: la radio. El contrato de una radio de frontera, en
México, en 1938, los acercó a miles de hogares norteamericanos y es, con justicia, un punto central del libro.
La radio era propiedad de un personaje casi inverosímil, el “doctor” Brinkley, que se había hecho millonario
con la venta de dudosos tónicos medicinales, en particular contra la impotencia. Las bolsas con cartas de los
fans, de todos modos, no terminaron de organizar la precaria economía de la familia ni evitaron los costos de
la ruptura entre la vida tradicional y rural y el mundo moderno. De hecho, es por esos años que el grupo
original se rompe, junto con el matrimonio entre A. P. y Sara. No es casual que las canciones de los Carter
hablen siempre de pérdidas, tristezas, golpes y caídas, y esa sensación de desarraigo es la que puede seguirse
en su biografía.

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La fama de la familia Carter sobrevivió al olvido y los destaca entre la multitud de cantantes de música
country que grabaron para Victor o sonaron en la radio. Años después, Johnny Cash incorporó a Maybelle
Carter a sus giras. En sus memorias, recordó que “tenerla en mi show fue la poderosa confirmación de la
música que más amé. Me mantuvo en las tradiciones de las que vengo”. Miembro de la “segunda generación”
de los Carter fue June, la compañera de Johnny Cash durante treinta y cinco años. La página final del libro
muestra a June y Johnny, en 1967, cantando bajo el manzano que plantó A. P. Carter en 1914.

Sería posible imaginar a los Carter como los héroes de una historieta reproducida en miles de diarios en
Estados Unidos, por los años de la Gran Depresión: muchos actores y celebridades de la radio tuvieron su
celebrity strip. Hubiera sido un lógico resultado de sus orígenes populares y sus carreras masivas; la historieta
era muy habitualmente el escenario para esos saltos del cine, la radio o la música y era parte de esa mixtura
entre cultura popular y negocio. Hoy, signo de los tiempos, su historia se publica en un elegante volumen de
tapas duras bajo la etiqueta de “novela gráfica”.

https://www.pagina12.com.ar/90297-erase-una-vez-en-america

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Saber y saber que se sabe

 Por César Tomé

“¿Es esta calle o la anterior?”. “Creo que es la anterior”. “¿Seguro?”. “No, seguro no”. ¿Quién no ha tenido
nunca una conversación así? Un intercambio banal y cotidiano que subraya la importancia práctica que tiene
no sólo saber, sino saber quie se sabe; no sólo conocer, sino confirmar que se posee ese conocimiento. A veces
saber que se sabe puede ser más importante incluso que saber.

Uno puede no conocer la etiología y patología de la gripe, pero no hace falta conocerlas para saber que los
antibióticos no la curan, porque se trata de un virus. No hace falta saber cómo funcionan los mecanismos exactos
de la inmunización; basta con saber que las vacunaciones funcionan. No es necesario poder calcular las
ecuaciones de una órbita terrestre para estar seguro de que la Tierra es un esferoide y los satélites artificiales
dan vueltas a su alrededor. Cuando analizamos muchas teorías científicas ‘alternativas´ lo que falla no es
necesariamente el saber, sino el saber lo que sabemos; no se trata de falta de conociientos, sino de una profunda
desconfianza hacia la noción misma de conocer.

Los partidarios de la Tierra Plana son capaces de prodigios de la gimnasia mental para explicar dentro de sus
parámetros algunos fenómenos fácilmente observables: el conocimiento no les falta, más bien les sobra. Lo que
no admiten es que la Tierra esférica sea una realidad comprobada y sólida: lo que rechazan es la idea misma de
que esté comprobada. Lo mismo ocurre con la eficacia de las vacunas, o de terapias como la homeopatía, o la

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idea de que misteriosos poderes utilizan estelas de aviones para fumigar a la población: no se trata de fracasos
del conocimiento, sino de negativas a aceptar un conocimiento aceptado.

Lo curioso es que esta idea de rechazar el conocimiento aceptado también forma parte intrínseca del modo
como funciona la ciencia, un ámbito en el que se anima a perseguir y abatir a las vacas sagradas y en el que en
principio ningún saber es imbatible o eterno. Cuestionar los conocimientos adquiridos es una buena y sana
costumbre que favorece el avance del conocimiento. Pero hasta esto se puede hacer en exceso: cuando se dedide
poner en cuestión lo ya conocido sin más razón que la desconfianza y el rechazo estamos rechazando la misma
idea de saber que se sabe. Que es tan importante como saber, o incluso más.

Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de
periodismo digital.

https://culturacientifica.com/2018/01/18/saber-saber-se-
sabe/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCientfic
a+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29

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Raúl Ruiz

Los días pasan rodando

Desde 1993 hasta 2011, el año de su muerte, escribió sin parar en hoteles, aeropuertos, en el medio de un
rodaje, antes de dormir una siesta, paseando, en una cantidad enorme de cuadernos y con una letra
microscópica. Raúl Ruiz dejaría así testimonio de haber sido un vitalista bon vivant, de su titánica dedicación
al trabajo que se tradujo en más de 120 películas, de su interés no sólo por el cine sino también por la música,
la pintura, la cábala o la filosofía oriental. Abarcó desde el cine político (Diálogo con exiliados), la
vanguardia (Tres tristes tigres) y el cine popular (Palomita blanca), por dar algunos ejemplos, y sobre ese
amplio abanico programático y estético también reflexionó en numerosas oportunidades. Bruno Cuneo, quien
ya había publicado un libro de entrevistas con Ruiz, fue el encargado de revisar, seleccionar y transcribir estos
cuadernos para dar a luz los dos volúmenes de Diarios: Notas, recuerdos y secuencias de cosas vistas, que
ahora publica la Universidad Diego Portales. Un abordaje total a la vida y la obra del gran director chileno.

Por Fernando Krapp

En la mitad de Palombella rossa, película donde Nanni Moretti buscó exorcizar su adolescencia como jugador
de wáter polo, parodiar los excesos de una juventud militante y reírse de su adultez como cineasta
renombrado, aparece un hombrecito panzón, ancho de hombros, bigote gris calado para abajo como el dibujo
simpático de un lobo marino, y un inconfundible traje de tweed de un verde radioactivo y anacrónico, que en
ese momento clave, previo al penal del posible triunfo, le da una lección de vida a Moretti, declamando: “Un
silencio, un gol”.

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Fragmentos de Diarios: Notas, recuerdos y secuencias de cosas vistas. | Errante por el mundo
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Por Raúl Ruiz

No cuesta imaginar la epifanía de Nanni Moretti. Quizás haya asistido a alguna de las tantas tertulias que Raúl
Ruiz hacía en su casa, con un promedio de tres veces por semana, muchas preparadas por él mismo, un
verdadero gourmand y sommelier, banquetes que, entre otras digresiones, aparecen registrados en su Diario:
Notas, recuerdos y secuencias de cosas vistas. Moretti capturó la esencia de Ruiz para ese bolo a la
perfección: un viejo vizcacha y chamán nacido en Puerto Montt en 1942, un observador que da lecciones de
vida y resistencia, un verdadero deportista sin atributos deportivos, megalómano y humilde, cosmopolita y
campechano, elegante e intrépido. Y, al mismo tiempo, nadie menos silencioso que Ruiz: capaz de filmar
cuatro películas a la vez mientras está pensando en las otras que tiene por hacer, escribir poemas en el interín,
novelas filosóficas con trama policial, cuentos, guiones, óperas, obras de teatro, y al mismo tiempo, leer
literatura del Siglo de Oro español, poesía provenzal italiana, literatura policial, novelas de consagrados y de
amigos que no son tanto, mirar cine, pasear por París, viajar a Nueva York, Chile, Japón, Cuba, Hong Kong y
discutir con un trillón de técnicos sin dejar de pensar en su religiosa siesta diaria.

Titánico, megalómano, desmesurado, es el diario de Raúl Ruiz; dos tomos compilados, transcriptos y curados
por Bruno Cuneo, que juntos suman mil trescientas páginas e imponen un respeto distante. Se abren al lector
como una experiencia de vitalismo bonvivant mientras mantiene bajo llave el misterio de una vida atravesada
por el amor al arte y el exceso de trabajo. Avanzar en la lectura supone cartografiar el doblez de una
curiosidad inagotable por el conocimiento teórico mezclado con el charco de los hechos. Adentrarse en una
obsesión sobrenatural por la pintura, la música en todas sus variables (de cámara, sobre todo, aunque también
mucho jazz), las filosofías orientales, la cábala, la poesía, el cine. Para un artífice del séptimo arte, su diario
no podía ser más perfecto; el cine que se conoció durante el último tramo del siglo pasado reclamaba para sí
la totalidad de las otras artes como si tratara de reagrupar en una estructura onírica, el sueño de crear fantasías
con imágenes, esos restos diurnos, descartes depreciados por las otras áreas.

Y sin embargo, al mismo tiempo, nadie más silencioso que Ruiz. Porque a pesar de haber filmado más de 120
veinte películas, su obra se caracterizó por mantenerse al margen del mainstream latinoamericano. Como
Glauber Rocha, su figura, y la de todo suicida cinematográfico, es decir, alguien que crea no solo una forma
de hacer cine sino un modo y una teoría de mirar, quedó relegado a un costado de la historia del cine
latinoamericano, siempre tan atravesado por conflictos externos, tecnológicos y narrativos. Ruiz no tiene
discípulos. No hay quien siga una línea titánica y elegante de hacer películas, que logre fusionar tradiciones
aborígenes patagónicas con cine moderno, que se meta con una novela psicológica de siete tomos e intente
sacar de ahí una experiencia cinematográfica, o que entregue, años antes de morir, una película de seis horas,
compleja y persuasiva. Eso sí: sin perder nunca el gusto por el vino justo y una buena receta de comida.

25 cuadernos (y más)

A diferencia de la mayoría de los diarios de artistas, Raúl Ruiz empezó a escribir el suyo en 1993; ya grande,
tenía 53 años. Director consagrado, había estrenado en Cannes varias de sus películas y estaba viviendo en su
departamento del Boulevard Belville y salía con Valeria Sarmiento, frecuente colaboradora como montajista y
directora ella misma, que en agosto de este año presentó en el Festival de Valdivia una cinta perdida de Ruiz
llamada La telenovela errante.También había trenzado alianza con quien sería su productor cabecera, Paulo,
personaje que aparece y reaparece a lo largo de los años en el Diario, por momentos como un único
interlocutor, de a ratos como una punto hacia donde tirar dardos, de a ratos como el único posible salvador
económico de sus desbandes productivos. Ya había filmado uno de los íconos cinematográficos que mejor
plasmaron la experiencia errática de los latinoamericanos por Europa, Diálogos con exiliados (1975). Atrás
había quedado su militancia política, su salto a la fama como director moderno con Tres tristes tigres(1968) y

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su salto al éxito como director popular en Palomita blanca (1973). Ruiz estaba de vuelta y la vuelta
significaba escribir un diario.

Lo hizo en todos lados, aeropuertos, rodajes, hoteles, más rodajes, salas de edición, restaurantes, etc. A razón
de una entrada por día, durante veinte años hasta el día de su muerte en el año 2011. Las fotos lo muestran
escribiendo con su letra microscópica, como manchada, en el medio de un rodaje, antes de salir a dar un
paseo, previo a una siesta, mientras derrochaba plata en librerías comprando volúmenes de filósofos
medievales o cinco discos (después fueron CD) de música clásica por visita a disquerías. El diario no fue el
primer trabajo de Bruno Cuneo sobre Ruiz. En 2013, compiló un libro de entrevistas escogidas, también
editadas por la Universidad Diego Portales, que, junto al imprescindible Poéticas del cine, un ciclo de charlas
y conferencias impartidas por en universidades emblemáticas como Harvard y Oxford, editado también por la
Universidad chilena, van configurando un corpus sobre el director chileno, una deuda que Chile tenía con el
director más importante de su cinematografía, deuda que, sin embargo, Cuneo tiende a desdramatizar en las
diversas entrevistas que dio sobre su trabajo.

En el prólogo a las entrevistas, Cuneo cuenta que en 2011 Ruiz viajó a Santiago y se reunió con él por
primera vez en solitario. Se conocían de charlas, clases y conferencias, primero, y después en reuniones con
amigos, bares y conversaciones ocasionales. Incómodo, Cuneo estuvo diez minutos sentado en el taxi al lado
de Ruiz en silencio. De pronto, el director le pidió al tachero que siguiera a una persona que había salido de su
casa; era un viejo amigo poeta que iniciaba su ronda diaria de caminata. El taxi comenzó a seguirlo por unas
cuadras, en silencio, despacio, mientras el poeta amigo daba una vuelta por Santiago. Cuneo asocia ese súbito
cambio de planes (la persecución de un amigo sin ningún objetivo en particular) a la constante crítica que
Ruiz hizo sobre la “teoría del conflicto central”, artimaña eterna del cine occidental que, en resumidas
cuentas, traza una línea en el personaje marcado por una expectativa de lograr un cambio sustancial, de
transitar un camino hacia el heroísmo envasado en el drama burgués, formato que se explota como estructura
desde Ibsen hasta Bernard Shaw. Ruiz lo oponía al retrogusto por la digresión y el paseo, el vagabundeo
desempleado y la errancia, típicos ejercicios de la bohemia chilena de la década de los sesenta, que practicó
junto a otros colegas chilenos (poetas preferentemente) como los reconocidos Enrique Lihn y Nicanor Parra.
En ese texto, el antologador señalaba un rasgo característico del estilo “ruiziniano”: “Vagar en grupo de bar
en bar, cambiar abruptamente de tema, tono y ánimo, y sin demasiada lógica discutir acaloradamente sobre
auténticas nimiedades”. Un estilo que no solo depuraría en su cine sino en su escritura.

Cuneo trabajó con Ruiz en un guión. La adaptación de una novela que, como otros proyectos (siempre hay
obras inconclusas de artistas titánicos), quedó interrumpida por su muerte. Años después, recibió el encargo
(pesado, en términos de material) de leer los cuadernos que Ruiz había llevado encima durante veinte años, y
que maniáticamente, con paciencia artesanal y sabiduría isleña, había anotado y desmenuzado en horas
robadas a otras cosas. Tres años le llevó a Cuneo entender, transcribir las entradas, y también seleccionar el
material que, según su criterio, resultaba más acorde a un diario. El trabajo de compilar un diario personal
supone siempre un riesgo: qué dejar afuera y qué incluir. El editor de un diario se convierte en un primer
lector; realiza sobre el texto una lectura práctica, evalúa el material con el que trabaja como un juez (casos
emblemáticos como el diario de Sylvia Plath moderados por las manos mágicas de Ted Hughes, o el de
Virginia Woolf directamente achurados por parte de su marido y editor, Leonard Woolf). Cuneo, por su parte,
temía justamente que el diario fuese demasiado personal. Que hubiera mucha intimidad sacada a luz,
demasiadas perlas metidas en el closet, alguna peripecia digna de algún tabloide amarillento. Y, si se
considera la enorme exposición pública del cineasta chileno, con la cuantiosa producción audiovisual y la
agenda de contactos que debía atesorar en su casa de París como una Biblia engordada, aparecieran nombres y
apellidos que llegaran a molestar o a generar alguna incomodidad.

Al meterse en esa selva iconográfica, Cuneo encontró, no un compendio de anécdotas rosas típicas de la
comedia del quehacer cinematográfico, sino una constante preocupación por el medio cinematográfico,
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anotaciones sobre lecturas y un recetario tanto culinario como médico. Se encontró con un ejemplo digno del
diario literario, un ejercicio típico del Siglo XX, y que hoy leemos como una pieza de museo.

Diario de diarios

Así filmaba los objetos Raúl Ruiz: como si fueran piezas de un museo a las cuales podía extraerle un residuo
fantasmal. “El acto de filmar tiene algo de sesión de espiritismo” anota en su Poética del cine, “si un lugar
olvida a aquel que tuvo lugar, es porque está lleno de fantasmas”. Consideraba que los objetos al ser filmados
cobraban una relevancia de epifanía que, en la “sesión” de montaje, encadenaban diversas significaciones
ocultas. ¿De donde sacaba estas ideas para pensar el cine? Resultaría apabullante armar una lista de libros que
Ruiz leía por día, que compraba, releía, analizaba y anotaba en su diario. El gusto por el namedropping, las
listas de autores y las listas de cosas por hacer, tópicos del género a los que Ruiz no les escapa.

Pero el tema más famoso de los diarios es otro: el desdoblamiento. Lugar común del género íntimo, la doble
vida siempre se presenta como un enigma problemático, el mundo exterior (el trabajo) entra en conflicto con
el interior (la escritura). El trabajo y la oficina para Franz Kafka; el suburbio, el matrimonio y el alcoholismo
para John Cheever; el mundo entero para Césare Pavese. Ruiz, cineasta al fin, traza puntos de conexión entre
un mundo y otro; el cine se presenta como lo exterior, algo que Ruiz debe abordar con un sin fin de
herramientas que extrae de los lugares más diversos. La escritura del diario sirve por un lado para la
indagación de la interioridad y el coqueteo artístico, pero al mismo tiempo es una herramienta de trabajo:
diario de rodaje, diario de producción, diario de montaje. Desfilan en sus páginas nombres de directores de
fotografías, actores, productores, montajistas. En el pasaje de un punto al otro es donde Ruiz experimenta el
diario –otro aspecto típico del género– como un juego. Centro de operaciones y laboratorio de estilo. En
definitiva, el juego fue siempre el motor productivo que lo obligó a saltar de un rodaje a otro, incluso cuando
no había terminado de editar una película y ya estaba pensando en los actores para la próxima (si es que no la
estaba haciendo al mismo tiempo).

Esa es la forma que adquiere el diario: la superposición. El estilo en Ruiz disgrega de una oración a la otra.
No profundiza en un tema que ya está pasando a otro: mientras edita Le temps retrouve está leyendo
Operación Shylock y piensa en el cine de Woody Allen. Desembarca en Inglaterra mientras lee una entrevista
a Alain Connes, un matemático que declara que el teorema de Gödel es un renacimiento del platonismo, al
mismo tiempo que relee su novela El suelo bajo sus pies y anota, del film que está montando, Combat
d´amour en songe, que “ha perdido su dimensión cabalista, pero ha ganado en inocencia”. Desfilan actores
como Isabelle Huppert, John Malkovich y Catherine Deneuve que conviven con Giordano Bruno, George
Simenon y los presocráticos. Dispara sentencias de filosa ironía y elegancia: Pilles Deleuze: “aprovecha (a
Proust) para practicar operaciones reduccionistas”. Claudio Arrau endiosado por momentos, “algo apurado” a
veces. Steven Spielberg: “(con sus películas) he dormido mis mejores siestas”.

Si, como señala en su Poética, “el cine suele asumir para su cotidianeidad el modelo de una batalla militar”, lo
que queda es el cuerpo del soldado (o el General, depende del rango); hay en el diario un registro del paso del
tiempo, de la degradación del cuerpo y la lucha contra la diabetes. El cine como ejercicio deportivo, puesta en
acto que deja marcas corporales, de stress, un compendio de neurosis, ataques de ansiedad y cuentas bancarias
a las que Ruiz suele escaparle en sus paseos por París. En ese paso del tiempo, Ruiz va notando los cambios
que operan en el cine durante la primera década del nuevo siglo. Sus películas no tienen la misma notoriedad,
recibe rechazos por parte de Cannes (lugar donde antes había entrado comiéndose el mundo), y experimenta
con las nuevas tecnologías (pasa a editar en digital, abandona las bobinas, prueba con las cámaras HD. El
diario finalmente decanta en esa obsesión mecánica; entre la euforia del hacer y el tiempo que apremia; entre
la productividad incesante y el placer de perder el tiempo; el tiempo, en definitiva, que va entre un silencio y
un gol.

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https://www.pagina12.com.ar/90291-los-dias-pasan-rodando

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Atrevernos a mirar hacia adentro

Cassio Luiselli Fernández


—1946—

Ilustración: Mariana Villanueva

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Cuando aparece nexos, ya había pasado el 68 pero el país aún vivía tiempos de confianza en un futuro
promisorio, por lo menos es lo que yo pensaba cuando publiqué aquí por primera vez en agosto de 1980. Muy
poco después se esfumó el auge petrolero, el desplome fue brutal y cayó una pesada losa sobre el ánimo
colectivo que evaporó el entusiasmo y cerró la visión de futuro. Se tuvo otro momento de optimismo, cuando
la deuda empezó a ser manejable; se renovó la narrativa y se optó por apostarle a la apertura, a los mercados y
muy particularmente, a stados Unidos, con el TLCAN. Pero todo acabó en desgracia en aquél terrible 1994. El
siglo nuevo trajo la alternancia, pero no el crecimiento. A mediados de los 2000 y tras una disputadísima
elección que dividió al país y lo tuvo en vilo, se lanza la guerra contra el narco e inicia una era de violencia
ciega, brutal, que todavía no termina.

En estas cuatro décadas se fue instalando un nuevo espíritu de los tiempos, un zeitgest extremadamente
pesimista y corrosivo, que es ya una especie de ideología dominante y de la cual es difícil escapar: Se dice
que en México todo está mal y cada vez peor. Desde luego, razones no faltan. Pero no es así. Muchas cosas en
México son hoy mejores. Por ejemplo, tenemos alternancia democrática, una prensa más libre y una sociedad
civil más amplia, fuerte y educada. Hay un gran mercado interno y signos inequívocos de avance, pero no
basta: el pesimismo llega hasta la médula; quizá porque llegamos demasiado lejos y tocamos fondo.
Pensemos en las estremecedoras masacres de San Fernando o en Ayotzinapa.

El crecimiento económico se esfuma y las instituciones se debilitan más allá de su saludable transformación;
los indicadores de pobreza y bienestar se estancan, o de plano, se contraen. Hoy, México se parece cada vez
más a una plutocracia egoísta, excluyente y sin proyecto nacional. Un país donde el gobierno (y el presidente)
es cada vez más débil y una mayoría de gobernadores ha convertido a sus estados en verdaderas satrapías.
Vemos cómo se pierden territorios y juventud en el crimen, el narco y el sicariato. El país vive una profunda
deriva institucional. El país de las fosas.

Me temo que el futuro es impredecible y que estará poblado por cisnes negros que no dejarán de
sorprendernos. Aun así, el perfil demográfico está establecido y conocemos los contornos de la cuarta
revolución industrial y sus tecnologías de crecimiento exponencial que nos afectarán profundamente —la
digitalización de casi todo, la Inteligencia artificial y sus potentes algoritmos— y cancelarán infinidad de
empleos. El único antídoto será contrarrestarlo creando más empleos nuevos. Para ello debemos mirar hacia
adentro.

Para crecer y ampliar el mercado interno, necesitamos, por lo menos, aumentar la inversión y el ahorro. Pero
esto no puede lograrse, si no se fortalece la política fiscal. Se requieren más recursos para detonar inversiones
y empleo. No sé si eso resuelva el tenaz acertijo del estancamiento secular, pero por lo menos es condición
necesaria.

Para cambiar, hay que mirar al sustrato profundo de nuestra sociedad: El racismo, la exclusión y la
desigualdad. El racismo de mil rostros, el racismo hipócrita de nosotros los mexicanos. Los territorios cedidos
al crimen, nuestros paisajes devastados por la pobreza y la juventud sin esperanza. Casi todos coincidimos en
lo que hay que hacer: sobre todo, renovar y recrear las instituciones; las de procuración de justicia en primer
lugar y combatir el desapego a la legalidad, tan arraigado en los mexicanos. Respetar y exigir la observancia
de los derechos humanos; construir ciudadanía.

México ya cuenta en el mundo, a pesar de sus problemas: por su tamaño y geografía, su historia difícil pero
singular. Sin cerrar puertas a nadie, atrevámonos a ver más al mundo de mañana, no tanto al de ayer. Pienso

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en Asia del Este, en la India, en África, y desde luego en América Latina que, con más de 630 millones de
habitantes sí cuenta. Ya sabemos, que no es posible un futuro colgados del estribo de Estados Unidos.

Para sacar al país de la mediocridad, la violencia y el estancamiento, hay que atrevernos a mirar primero hacia
adentro. Tenemos que poner a producir a nuestras regiones, a nuestras ciudades pequeñas, a su gente y sus
territorios hoy secuestrados y silenciados por el crimen y la miseria. Hay que fomentar una potente red de
pequeñas y medianas economías regionales. México, por fortuna, no es ni será nunca un país homogéneo, su
riqueza está en su diversidad asombrosa. Respetémosla, dejémosla ser; en Juchitán la gente es como ha sido
siempre, pues que siga así; lo mismo con los sonorenses y los huastecos. Se puede ser modernos, ciudadanos
y celebrar la fiesta del pueblo.

Sobre todas las cosas, devolverles a nuestros jóvenes la esperanza de futuro. En la desesperanza se anida el
cinismo y el rencor. Que ellos sí puedan trascender este zeitgeist. No hay de otra, hay que atreverse.

Cassio Luiselli Fernández


Economista y diplomático. Doctor en geografía y medio ambiente.

https://www.nexos.com.mx/?p=35247

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La atmósfera de CoRoT-2b lleva la contraria

 Por César Tomé

Concepción artística del gigante gaseoso CoRoT-2b, con un punto caliente hacia el oeste, orbitando su
estrella. Fuente: NASA/JPL-Caltech/T. Pyle (IPAC)

Los escritores de ciencia ficción y algunos científicos especulan con cómo podían ser algunas cosas en el
universo a partir de una muestra muy limitada de objetos conocidos de nuestro entorno. Un ejemplo típico de
esas cosas es la vida extraterrestre, en la que unos hacen hincapié más en sistemas sociales asumiendo que en
lo básico serán iguales (como en el caso de Star Wars o Star Trek), o en una combinación de características de
especies animales o vegetales terrestres. Otro son los posibles planetas en otros sistemas solares,
sospechosamente parecidos a la Tierra o Marte. Sin embargo, el hecho cierto es que conforme avanza la
exploración, aún muy limitada, de los planetas extrasolares nos encontramos con tantas sorpresas que cualquier
parecido con la realidad de lo que imaginamos será pura coincidencia.

Si nos planteamos una pregunta aparentemente muy simple como “¿cuál es el punto más caliente de un planeta
gaseoso cercano a una estrella?” nos parece que los físicos y planetólogos no deberían tener demasiada
dificultad en responderla correctamente desde un punto de vista teórico. Y, sin embargo, el escritor de ciencia
ficción dura o el científico que asuma que la respuesta teórica es la correcta se puede llevar una sorpresa
mayúscula. El punto más caliente en al menos un planeta gaseoso real cerca de una estrella distante real no está
donde los físicos esperaban que estuviese, un descubrimiento que desafía la comprensión de los científicos de
los muchos planetas de este tipo que se encuentran en sistemas solares fuera del nuestro.

A diferencia de nuestro conocido planeta Júpiter, los llamados Júpiter calientes orbitan asombrosamente cerca
de su estrella anfitriona, tan cerca que normalmente necesitan menos de tres días para completar una órbita.

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Además un hemisferio de estos planetas siempre se enfrenta a su estrella anfitriona, mientras que el otro está
en la oscuridad permanentemente.

Como era de esperar, el lado “día” de los planetas se calienta mucho más que el lado nocturno, y el punto más
caliente de todos tiende a ser el punto más cercano a la estrella. Los astrofísicos elaboran modelos que predicen
que estos planetas también experimentan fuertes vientos que soplan hacia el este cerca de sus ecuadores, lo que
a veces pueden desplazar el punto caliente hacia el este, algo que también ha sido observado. Sin embargo, en
el misterioso caso del exoplaneta CoRoT-2b, el punto caliente se encuentra en la dirección opuesta: al oeste del
centro. Un descubrimiento realizado por Lisa Dang, de la Universidad McGill (Canadá), y sus colegas usando
el Telescopio Espacial Spitzer de la NASA.

CoRoT-2b, descubierto hace una década, está a 930 años luz de la Tierra. Si bien se han detectado muchos otros
Júpiter calientes en los últimos años, CoRoT-2b ha seguido intrigando a los astrónomos debido a dos factores:
su enorme tamaño y el desconcertante espectro de las emisiones luminosas de su superficie. Ambos factores
combinados sugieren que algo raro sucede en la atmósfera de este Júpiter caliente.

Los investigadores ofrecen tres posibles explicaciones para este descubrimiento inesperado, cada una de las
cuales plantea nuevos interrogantes. La primera es que el planeta podría estar girando tan lentamente que una
rotación lleva más tiempo que una órbita completa a su estrella; esto podría crear vientos que soplan hacia el
oeste en lugar de hacia el este, pero también supondría un problema para las teorías sobre la interacción
gravitacional planeta-estrella en órbitas tan próximas.

Otra posibilidad es que la atmósfera del planeta podría interactuar con el campo magnético del propio planeta
para modificar su patrón de vientos; si esto fuera así podríamos estar ante una oportunidad única de estudiar el
campo magnético de un exoplaneta.

Finalmente, una tercera sería que grandes nubes estuviesen cubriendo el lado oriental del planeta, lo que podría
hacer que parezca más oscuro de lo que sería realmente; pero esto socavaría los modelos actuales de circulación
atmosférica en tales planetas.

Serán necesarios muchos más y mejores datos para ver si alguna de estas hipótesis es correcta o es necesario
recurrir a otra. El telescipio espacial James Webb, que se supone será lanzado al espacio el próximo año y que
tiene 100 veces la potencia del Spitzer, podrá proporcionarlos. En cualquier caso, preparémonos para ser
sorprendidos con lo que hay ahí fuera.

Referencia:

Lisa Dang et al (2018) Detection of a westward hotspot offset in the atmosphere of hot gas giant CoRoT-
2b Nature Astronomy doi: 10.1038/s41550-017-0351-6

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

Este texto es una colaboración del Cuaderno de Cultura Científica con Next

https://culturacientifica.com/2018/01/24/la-atmosfera-corot-2b-lleva-la-
contraria/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCie
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¿Por qué estamos obligados a leer un tostón como ‘Moby Dick’?

Kiko Amat hace un resumen de algunas de esas grandes obras de la literatura que seguro que ustedes no
tienen intención de leer

KIKO AMAT

Escena de la película 'Moby Dick', de 1956, dirigida por John Huston.

¿Conviene leer los clásicos? Más aún: ¿conviene leerlos hasta el final? Kiko Amatse sacrifica por sus lectores
y, en esta nueva sección, procede a leer (a veces por segunda vez) una selección de todos esos grandes
clásicos de la literatura universal que ustedes no tenían la menor intención de empezar, especialmente si fuera
hacía bueno. La serie arranca con Moby Dick, de Herman Melville.

Moby Dick es “uno de los libros fundamentales de la historia de la literatura universal”[1]. Se publicó en
1851 y, pese a representar un rotundo descalabro comercial para Herman Melville, también le consagró (con
los años) como uno de los padres de la novela literaria moderna (en su modalidad académico-impenetrable).
Melville fue pionero de varias cosas, como inventar el peinado hipster o lastrar los escritos con alusiones
literarias hasta que se hundían en el fango. Melville, a la sazón, se hundió del mismo modo que esta novela,
así que tal vez no proceda colocarle el pie en la glotis. El pobre hombre terminó sus días ignorado, obsoleto,
gruñendo a los sirvientes, abucheado en conferencias, reñido con Hawthorne y, peor de todo, escribiendo

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poesía. Su legado no cambiaría de signo hasta que su cuerpo empezó a convertirse en fertilizante y una
extensa legión de discípulos post mortem, aún más pomposos que él pero igualmente incontinentes, rescató su
obra del olvido.

Procede admitir que Moby Dick es una GRAN novela, del mismo modo que el Titanic era un GRAN barco.
Desde luego es sobrecogedora y quita el aliento, como una montaña tibetana que no estamos seguros de poder
conquistar sin que perezcan sepultados la mitad de los sherpas. Moby Dick es el castillo escocés, envuelto en
almenas redundantes y repleto de corrientes de aire, cuyo volumen puedes admirar por un segundo entre la
neblina pero al que jamás te mudarías. Todo en él es desmesura, empacho e incordio. Posee la gravedad
irrespirable de un planeta hostil. Moby Dick no es un libro somnífero, eso es cierto, pero solo porque es
demasiado irritante. Leerlo es como escuchar un discurso de Fidel Castro, si el líder cubano hubiese sido
maldito con una estridente voz de pito: un tono que detestas, con chirrido de dientes añadido, y que durante
ocho horas impide que puedas siquiera descabezar un breve sueñecito.

La novela empieza con más de 80 citas, lo que ya nos alerta de la incapacidad patológica de Melville para la
concisión

La novela empieza con más de 80 citas, lo que ya nos alerta de la incapacidad patológica de Melville para la
concisión. Dejando de lado mi teoría de que, a más citas, peor novela (las citas buscan compensar el bodrio
que va a caer), está lo de tratar al lector de memo, de buenas a primeras y sin antes haber sido presentados.
Melville se fía tan poco de nuestro coeficiente intelectual que a modo de primera cita coloca una descripción
de diccionario de la palabra “ballena”. Su acción se asemeja a la de un cómico que nos describiera con gran
detalle la composición química del metano antes de contar un chiste de pedos. Destruye el propósito inicial y
nos arranca de cuajo las ganas de leer, antes incluso de empezar con la primera página.

Moby Dick es largo. Muy largo. Criminalmente largo. Ya lo habrán comprobado por la lista de contusiones
que provoca su lanzamiento a cara ajena. Pónganlo de perfil y observen sin temor al monstruo: la edición de
Clásicos Universales Planeta se extiende durante 619 páginas. 620 si incluimos el traicionero epílogo de una
página que se halla al volver la última (Melville consideró que aún le quedaba algo por decir; estoy
convencido de que escribió el epílogo en el carromato, camino de la imprenta). Pero la cantidad de resmas de
papel utilizadas no es, en sí misma, un obstáculo para finalizar una novela. He leído tochos que pasaron en un
suspiro. El Papillon de Henri Charrière tiene, en la edición que poseo, 690 páginas, pero uno ni se da cuenta y
lo ha terminado. Moby Dick no. En Moby Dick cada página duele, como el movimiento de un péndulo que
nos acercase, tictac a tictac, al cadalso.

Una de las razones de esa farragosa lectura es, sin duda, la digresión. Algunos malintencionados críticos
ingleses llaman a Jonathan Coe el “rey de la digresión”, pero les garantizo que, al lado de Melville, Coe no es
el rey, ni siquiera el príncipe; es un mero mozo de letrinas. Uno no sabe lo que es irse por las malditas ramas
hasta que lee Moby Dick. Melville se entronca en reminiscencias kilométricas a la mínima de cambio, un
poco como el abuelo Simpson. El autor, según parece, padecía de esa rara disfunción del lóbulo frontal por la
cual todo recuerda a algo; cada objeto es un símbolo de otra cosa. Un símbolo, por añadidura, que a menudo
resulta asaz oscuro para el lector moderno: “Aquel quinqué le hizo pensar en la pascalina de su abuelo. Tenía
forma de fundíbulo, del tipo que utilizaban en el imperio de Trebisonda” [2]. Dios del cielo. Modernízate,
Melville. O tu arcaico mascullar resultará intraducible para la gente del futuro.

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Para mayor perversidad, el autor coloca sus fugas y remembranzas seniles en los momentos más inoportunos.
Un ejemplo entre muchos: tras el capítulo XLI, 'Moby Dick', uno de los más memorables y apasionados,
viene el XLII, 'La blancura de la ballena'. En él, y a lo largo de diez páginas, Melville alcanza a meditar
extensamente sobre la blancura como concepto, aventura hipótesis abochornantes sobre “el señorío ideal” del
hombre blanco sobre “todas las tribus oscuras” y lista, durante cuatropáginas llenas de palabras de margen a
margen, todas las cosas blancas que le vienen al magín, tanto de índole positiva (corceles blancos, albatros,
“mármoles, cornelias y perlas”…) como repelentes o peligrosas (hombres albinos, tiburones blancos, etc.). Es
como estar encerrado en un ascensor con Rain Man.

Resulta exasperante, aunque la intención era buena. Para empezar, al contrario que muchos escritores actuales
que vienen del linaje universidad-periodismo-literatura-muerte, Melville había vivido mucho y tenía más
batallitas en su haber que un viejo lobo de mar. Era un viejo lobo de mar, de hecho. El típico vejete tatuado en
camiseta imperio que toca el acordeón en la tasca portuaria, tiene habitantes en la barba y entretiene a los
borrachos con enrevesadas trolas sobre krakens, sirenas o atunes parlantes.

Su gozo del rollista, inseparable de la condición de ballenero jubilado, venía azuzado por esa pasión
didáctica tan típica del XIX. Sí: Melville quería la escolarización universal. Anhelaba enseñarnos aunque
fuese a hostias, como un maestro anticuado en una escuela de pueblo. A mitad de una trepidante escena de
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caza que es todo arpones, sangre y blasfemias navales, y que nos tiene en vilo, Melville se ve empujado a
remachar el punto y aparte más inconveniente de la historia, y continuar de este jaez: “Una palabra o dos
sobre este asunto de la piel o grasa de la ballena. Ya se ha dicho que se le arranca en largas piezas…”. El
lector avezado ya habrá intuido que, en el caso de Melville, esas palabras son como el grito que avisa de la
llegada de los vikingos: una señal para que abandonemos toda esperanza de seguir con la aventura y nos
preparemos para cuatro páginas de antropología, deontología, etnografía e historia de la pesca desde que el
primer hombre de Neandertal ensartó por error una trucha en un palitroque.

“La alusión a los marcados y palos de marca en el último capítulo”, avisa, dejando a un lado el acordeón y
mirando al infinito mientras se atusa la barba, algo más adelante, “obliga a alguna explicación sobre las leyes
y reglas de la pesquería de ballenas”. Uno casi puede escuchar el suspiro de frustración de los alumnos, que
ven cómo la hora de recreo ha sido sustituida por un examen final de álgebra. Melville, salta a la vista, no
cesará hasta que nos sepamos de memoria la legislación de la Comisión Ballenera Internacional. Un capítulo
entero, el titulado 'Cetología', ni siquiera trata de disimular su condición de tratado con un par de diálogos o la
aparición de algún grumete con mutilación pintoresca. No: es solo ensayo. Con muchas cifras. Moby Dick es
el coitus interruptus más prolongado de la literatura.

Melville se entronca en reminiscencias kilométricas a la mínima de cambio, un poco como el abuelo Simpson

Y entonces está lo del desaprovechamiento criminal de uno de los mejores personajes de ficción de todos los
tiempos. Hablo, por supuesto, del capitán Ahab. Aquellos de ustedes que no hayan leído Moby Dick tal vez
asuman, por el peso que el nombre de Ahab acarrea en la cultura universal, por su calidad de arquetipo e
icono, y por su aparición en un inolvidable capítulo de Futurama, que el capitán loco pasea por más páginas
que el resto de personajes. Por puro sentido común, vamos. Si yo fuese el escritor de Moby Dick me
aseguraría de que ese fulano quien, con ojos de orate, escupe cosas como “¿Desviarme? No me podéis
desviar, a no ser que os desvieis vosotros (…) ¿Desviarme? El camino hasta mi propósito fijo tiene raíles de
hierro, por cuyo surco mi espíritu está preparado para correr (…) ¡Nada es obstáculo, nada es viraje para el
camino de hierro!”… Me aseguraría, como decía, de que alguien con esa boquita apareciese todo el rato.

Melville, por el contrario, se ocupa de impedir que Ahab aparezca más, como un director del viejo Hollywood
saboteando a un actor comunista de la lista negra. ¿Se imaginan que Jesús en el Nuevo Testamento solo
realizara un pequeño cameo hacia el final, como mercader de burros o acarreador de jofainas? Esa es la
política Melville en lo tocante a Ahab. Y eso que, cuando aparece, suelta las mejores frases. Pero Melville le
debe tener ojeriza, porque casi no puede esperar a cortar sus formidables soliloquios dementes para permitir la
entrada de algún personaje secundario: Stubb. Flask. Starbuck. Pip. Ismael. Tashtego. Quiqueg. Incluso el
“tercer marinero de Nantucket”, quien —como habrán observado— es tan menor que Melville ni se molesta
en darle nombre. Todos hablan, beben, afianzan los trinquetes o expulsan ventosidades en el preciso momento
en que su patrón abre la boca. Todos interrumpen al capitán a placer con plúmbeas observaciones náuticas o
pequeñas remembranzas domésticas. Por el amor de Dios, hay momentos en que incluso Moby Dick, que por
su condición cachalotesca solo emite bufidos indescifrables, parece tener más líneas de diálogo que Ahab.

Y ya que hablamos de cachalotes. En honor a la justicia quizás la novela debería llamarse 100.000 cachalotes
anónimos (y un poco de Moby Dick). Pues el libro está plagado de cetáceos sin carácter ni rasgos
diferenciales, que aparecen a centenares para ser arponeados y desollados, mientras Moby Dick, el mismísimo
Leviatán, resulta más caro de ver que J. D. Salinger tras su mudanza a Cornish. Uno puede llegar a entender
que, como en Alien: el octavo pasajero, se mantenga al monstruo en la semipenumbra para potenciar el
intríngulis, pero Melville lleva el sistema a un extremo demencial. Es difícil imaginar una versión de Colmillo
Blanco poblada casi exclusivamente por pequineses y chihuahuas, y donde el majestuoso semi-lobo que da
título a la novela solo sacara el hocico en las últimas páginas, y de pura chiripa. Moby Dick es como un Das

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Boot con los submarinos en dique seco hasta los últimos diez minutos, o un Harry Potter que decidiese
permanecer en casa de sus familiares muggles y no matricularse en Hogwarts hasta el libro octavo.

Este fárrago cementoso en forma de novela es imposible de cruzar, o vadear (si no es abandonándolo), sin
perder la salud y la cordura, tal vez incluso ambas córneas

Ustedes se preguntarán, tras todo lo expuesto, por qué alguien querría leer Moby Dick de principio a fin,
deteniéndose en todos los exasperantes apartes, notas al pie y mortíferas filípicas. Si incluso José María
Valverde, el paciente caballero que en 1992 tradujo, introdujo y anotó la edición de Clásicos Universales
Planeta, advierte en la contraportada de que el lector se quedará “algo aturdido” por su “larga navegación”
lectora. Valverde utiliza un eufemismo, claro. Pues Moby Dick no aturde, noquea. Induce al coma. Hacia la
página 200 al lector ya le ha brotado un tumor en la frente del tamaño de un melón cantalupo. Ese fárrago
cementoso en forma de novela es imposible de cruzar, o vadear (si no es abandonándolo), sin perder la salud y
la cordura, tal vez incluso ambas córneas.

Quizás ha llegado la hora de que admitamos que algunas novelas están anticuadas hasta la casi completa
ilegibilidad. Después de todo, no intentamos volar en el “tornillo aéreo” que Leonardo da Vinci proyectó en
1488. Algo así sería un disparate. Nos limitamos a frotarnos el mentón mientras admiramos, algo escépticos,
los planos originales. La misma perspectiva puede aplicarse a la novela de Melville: tan admirable y avanzada
en su tiempo como superada y hermética hoy.

[1] Según Wikipedia. Y mucha otra gente. En su mayoría profesores universitarios.

[2] Me he inventado esta frase para ilustrar mi tesis.

HTTPS://ELPAIS.COM/CULTURA/2017/12/12/BABELIA/1513073168_414520.HTML

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ADELANTO DE NOVELA DE HUGO FONTANA

Algo más que agua blanda

Un periodista es obligado a cubrir el secuestro de un avión hacia una isla perdida. Aunque, en realidad, todo
es una vil puesta en escena por parte del poder de turno.

HUGO FONTANA

Hugo Fontana

Periodista, narrador y crítico literario, Hugo Fontana acaba de publicar una nueva novela, El agua
blanda (HUM, 2017), una obra "inspirada brevemente en los acontecimientos del llamado Operativo Cóndor,
en el que un comando de militantes peronistas desvió un avión de línea hacia las Islas Malvinas en 1966. La
obra es una melancólica alegoría sobre la soledad de un hombre que busca encontrarse a sí mismo a través
del amor". Va a continuación un extracto de esta novela:

El cuatrimotor de diecinueve plazas sobrevoló incontables veces la pequeña pista de Puerto Campbell hasta
que el comandante consideró que había quemado suficiente combustible como para que el aterrizaje no
resultara peligroso. Desde su ventanilla, Lamas vio girar ese mundo breve e inhóspito: tierra desierta,
pastizales amarillentos, rocas, barrancos, un mar gris y distante, algunos seres humanos tan insignificantes
como un canto rodado, ovejas diseminadas en campos raídos, algunas casas de techos de chapa verdes o
rojizos, el sol centelleando en torno al avión como si fuera las luces de cabotaje, mientras trataba de
minimizar las voces de alarma de cuatro o cinco pasajeros aterrorizados tras el aviso de uno de los subalternos
de Pérez Gadea.
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El operativo, a fin de cuentas, había resultado más sencillo de lo que el propio capitán suponía y le había
transmitido al periodista antes de partir. Habían elegido un avión de pocas plazas que realizaba el trayecto
entre Lavanda y Asunción una vez a la semana. Los militares, vestidos de uniforme y aduciendo una misión
oficial, habían ocupado las últimas seis plazas. Lamas se había sentado en una de las ventanillas debajo del
ala izquierda, y a su lado viajaba una mujer entrada en años, a pesar de que podía haber elegido cualquier otro
asiento libre. Los restantes lugares estaban ocupados por cuatro viajantes de comercio, una pareja de recién
casados que volvía de celebrar su luna de miel en uno de los balnearios esteños, otros dos hombres vestidos
de civil y que llegados al aeropuerto se revelaron como parte del comando, supuestamente a las órdenes del
capitán, y dos mujeres –madre e hija, acaso tía y sobrina– que habían hablado sin parar hasta poco antes de
que les anunciaran el cambio de rumbo.

Piloto y copiloto, un comisario de vuelo y una azafata de acento insidioso, anchas caderas y rostro casi
cetrino, cerraban el número de ocupantes del vuelo que tenía previsto demorar unas dos horas y media en
llegar a destino, pero que a mitad de su ruta había sido desviado hacia Nueva Rovira. Nadie opuso resistencia
cuando dos de los oficiales redujeron al comisario y a la azafata, y otros dos entraron a la cabina y
comunicaron a los pilotos, pistolas en mano, que debían cambiar la ruta de vuelo, y tampoco lo hizo ninguno
de los pasajeros cuando Pérez Gadea se puso de pie en medio del pasillo con un Smith & Wesson 38 en la
cintura, y les pidió calma y silencio dando comienzo a una larga y estúpida arenga nacionalista.

El plan consistía, estimado el impacto de la llegada del avión, en la lectura de una proclama consignando los
reclamos territoriales sobre Nueva Rovira y el compromiso ineludible de luchar por los derechos que el
gobierno nacional, representado en la figura del capitán y sus hombres, consideraba soberanos; en dejar
descender unos minutos más tarde a los pasajeros; en mantener como rehenes a los integrantes de la
tripulación, azafata incluida; en volver a cargar combustible y en despegar otra vez hacia Lavanda, donde a la
mañana siguiente El radical publicaría de primera mano –y con lujo de detalles, había pensado Lamas– las
noticias sobre el inusual y patriótico acontecimiento en tanto el Presidente firmaba la renuncia de la mitad de
su gabinete, removía a algunos de los más sospechados mandos castrenses y designaba nuevos embajadores
en Washington, Buenos Aires y Montevideo.

Apenas el avión tocó suelo rovirense, un destacamento de no más de una docena de hombres se acercó en tres
destartalados jeeps y se apostó ante el aparato esperando que alguno de sus ocupantes diera señales de vida. El
primero en asomarse a la portezuela, un teniente a las órdenes de Pérez Gadea, pidió para hablar con el jefe de
la guardia. Un veterano cansino y somnoliento, vistiendo un uniforme desteñido y un viejo quepis de paño
verde, dio dos pasos al frente, le pidió que se identificara y le preguntó qué había pasado y cómo podía
ayudarlos. Fue entonces cuando Pérez Gadea se asomó y comenzó a hablarle en voz alta y ceremoniosa. El
jefe escuchó con atención cada una de las reivindicaciones y condiciones que le comunicaba el capitán, y fue
dando muestras de un incontenible nerviosismo, sobre todo desde el momento en que tomó conciencia de
estar frente a un secuestro aéreo, de que ese oficial que tenía adelante, prolijamente uniformado y predicando
al viento, era el líder del operativo, y de que no tendría otra respuesta para él que comunicar la situación a sus
superiores y esperar órdenes.

Entonces la puerta del avión se cerró otra vez. Uno de los militares había quedado en la cabina vigilando a los
pilotos, un segundo encañonaba al comisario y a la azafata, y los otros volvieron a sentarse en sus lugares –
incluidos los dos hombres vestidos de civil– a la espera de alguna respuesta oficial. La mujer entrada en años,
sentada al lado de Lamas, observó con atención a su acompañante en tanto este iba anotando unas apuradas
frases en una libreta que había extraído de su bolso de mano, donde además pudo ver una gruesa campera y
otra ropa de invierno, innecesarias para una ciudad tan calurosa como Asunción. Le hubiera gustado saber qué
escribía ese hombre con cara de aburrido, que no había dado ninguna señal de asombro ni de temor ni de
incredulidad cuando el oficial les dijo que el avión había sido secuestrado y que aterrizaría en un sitio que en
un principio se negó a identificar.
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La mujer también lo había observado cuando el avión empezó a girar sobre la pista de Puerto Campbell, y
también le había llamado la atención la impasibilidad de ese individuo que, por toda y extraordinaria
expresión, se había limitado a fruncir el ceño más instigado por el arbitrario y desfalleciente sol que por el
misterio de lo que estaba ocurriendo. Pasada la primera conmoción, le preguntó si sabía dónde estaban y por
qué los habían desviado de su destino.

–Puerto Campbell –le dijo murmurante para que la mujer se quedara tranquila, tratando de que los oficiales no
lo escucharan. Después de todo, él no tenía por qué saber dónde habían aterrizado y mucho menos las razones
por las que lo habían hecho.

–¿Puerto Campbell de Nueva Rovira? –le preguntó la mujer en un susurro, como si estuviera estableciendo un
pacto con su interlocutor.

–En efecto. Cuatro mil habitantes que pescan calamares y crían ovejas. Territorio reclamado por nuestro
gobierno.

–¿Y venimos a ocupar el archipiélago? –dijo deletreando “archipiélago”, señalando con disimulo a los
militares y sonriendo por primera vez.

Lamas se dio cuenta de que una nueva respuesta de su parte lo haría sospechoso de estar integrando el
escuálido comando, y volvió a concentrarse en los últimos y débiles reflejos del sol y en un puñado de
vehículos que iban llegando a la pista y de los que bajaban algunos curiosos, con seguridad vecinos del lugar.

Entre tanto, los otros pasajeros se habían mostrado cada vez más inquietos y ni siquiera después del aterrizaje
habían recuperado la calma. Los viajantes de comercio parecían pertenecer a una misma empresa, pero solo
cuando pudieron conversar más serenamente fueron identificándose por los productos que vendían.
Fertilizantes. Insumos de oficina. Prendas de punto. Maquinaria agrícola. Estaban vestidos de modo similar,
todos llevaban corbata menos uno, el más joven de ellos, que sin embargo parecía el más elegante de los
cuatro. Los novios, apenas mayores de veinte años, se habían tomado de las manos con fuerza y habían vivido
el acontecimiento como una prueba de amor. Se besaron con pasión cuando el aparato, ya en tierra, se detuvo
al costado de uno de los hangares, y luego guardaron silencio, intrigados y temerosos. Las dos mujeres de
incierto parentesco habían reanudado su conversación, solo que en forma más desordenada y sin cuidar que
los demás las escucharan.

Quince minutos después los alertó la sirena de un vehículo militar en la pista y Pérez Gadea ordenó abrir la
puerta. Desde su ventanilla Lamas vio llegar una media docena de jeeps y un camión del que bajó una
veintena de soldados –al menos eso parecían, con sus uniformes camuflados, sus enormes camperas de abrigo
y sus cascos–, y vio cómo se iban apostando alrededor del aparato, formando un semicírculo. Cuando el
capitán se asomó, un hombre vestido de civil que se identificó como el gobernador de Nueva Rovira lo estaba
esperando a los pies del avión y antes de que aquel dijera una sola palabra pidió para hablar con el encargado
del operativo.

Pérez Gadea bajó por la escalerilla y estuvieron conversando unos momentos. Lamas vio cómo el oficial
gesticulaba y movía sus brazos con marcialidad mientras el otro, de gruesa campera de cuero cerrada hasta el
cuello, barba de dos o tres días y los ojos hinchados y enrojecidos por el viento, por el frío o por el alcohol,
escuchaba simulando extrema atención y pidiéndole cada tanto que repitiera algunas de las frases. Al cabo de
unos minutos el capitán volvió al avión y comunicó a sus subalternos que el gobernador haría una llamada de
larga distancia, y que antes de una hora volvería con una respuesta definitiva. Luego convocó a cuatro de sus

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hombres, dejó al restante haciendo guardia en la cabina, y los cinco bajaron a la pista ante la atónita mirada de
los efectivos que no habían abandonado su formación y de los vecinos que se habían acercado a la pista.

Al pie del fuselaje, Pérez Gadea, el teniente y dos alféreces desplegaron una bandera enorme que de
inmediato el viento agitó con violencia, en tanto el tercer alférez caminó unos pasos alejándose de ellos, se
colocó de espaldas al figurado semicírculo de los soldados, sacó una enorme cámara de su mochila y comenzó
a tomar fotos de lo que se suponía era una avanzada militar por la soberanía de Nueva Rovira, del
archipiélago Darwin o de como quisiera alguien que se llamara aquel páramo helado sobre el que en breves
minutos comenzaría a caer la noche.

(tomado de El agua blanda, de Hugo Fontana. HUM, 2017. Montevideo, 154 págs.)

https://www.elpais.com.uy/cultural/agua-blanda.html

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Variaciones artísticas del teorema de Napoleón

 Por César Tomé

Si hace unas semanas iniciaba mi entrada en el Cuaderno de Cultura Científicacon la magnífica exposición Anni
Albers: tocar la vista (Museo Guggenheim, Bilbao) de la artista alemana Anni Albers (1899-1994), hoy lo voy
a hacer con otras dos excelentes exposiciones, en esta ocasión de la artista donostiarra Esther Ferrer, una que
está teniendo lugar en estos momentos en el Palacio Velázquez de Madrid, organizada por el Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía, con el título Esther Ferrer. Todas las variaciones son válidas, incluida esta (26 de
octubre de 2017 – 25 de febrero de 2018) y la otra la que se celebrará en el Museo Guggenheim de Bilbao, con
el título Esther Ferrer. Espacios entrelazados (16 de marzo – 10 de junio, 2018).

Esther Ferrer durante la performance “Performance Art: Theory and Practice”, en 2012, en Ljubljana
(Eslovenia). Foto de Dalila Ingold

Esther Ferrer (Donostia/San Sebastián, 1937) es una pionera del arte de la performance y una de sus máximas
representantes en España. En 1963 crea en Donostia el Taller de libre expresión, junto con el artista donostiarra
José Antonio Sistiaga y una Escuela experimental en Elorrio (Bizkaia). En el año 1967 se incorpora al grupo
musical vanguardista ZAJ, fundado por los compositores Walter Marchetti, Ramón Barce y Juan Hidalgo, que
tenían como referencia al compositor norteamericano y teórico de la música John Cage (1912-1992) y al
movimiento artístico Fluxus. Fueron famosos sus performances conceptuales y radicales. En la década de 1970,
Esther Ferrer retoma su actividad plástica con fotografías trabajadas, instalaciones, objetos, videos y cuadros.
Su obra se suele relacionar con la corriente minimalista y conceptual, iniciada en la década de los sesenta del
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siglo XX, que tiene al poeta francés Stéphane Mallarmé (1842-1898), el escritor francés Georges Perec (1936-
1982), al compositor John Cage o al movimiento Fluxus, como referentes, así como en los feminismos de aquel
momento.

“Permutaciones. En el marco del arte matemático” (década años 1980), de Esther Ferrer

Esther Ferrer ha recibido muchos premios, entre ellos, el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2008, el Premio
Gure Artea, en 2012, o los siguientes premios en 2014, Premio MAV (Mujeres en las Artes Visuales), Premio
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Marie Claire de l’Art Contemporain y Premio Velázquez de las Artes Plásticas. Y ha expuesto y realizado
performances a lo largo de todo el mundo. En sus obras podemos encontrar muchos elementos relacionados
con las matemáticas, desde los números primos con los que trabaja desde la década de los años 1970, hasta el
infinito en el número pi, pasando por la combinatoria, el azar, la medición, las ilusiones ópticas o la geometría.

En esta entrada me gustaría traer su serie de obras titulada Triángulo de Napoleón, realizadas por Esther en la
década de 1980, como las dos siguientes.

Serie “Triángulo de Napoleón” (1987), de Esther Ferrer. Técnica mixta en papel. Galería Àngels Barcelona

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Serie “Triángulo de Napoleón” (1988), de Esther Ferrer. Técnica mixta en papel. Galería Àngels Barcelona

Esta serie de obras de la artista Esther Ferrer titulada Triángulo de Napoleón, está relacionada con el conocido
teorema de Napoleón, un resultado clásico de la geometría.

Este resultado clásico sobre la geometría del triángulo dice lo siguiente.


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Teorema de Napoleón:Si sobre los tres lados de un triángulo cualquiera ABC se construyen tres triángulos
equiláteros exteriores (respectivamente, interiores), los centros de estos tres triángulos equiláteros forman un
nuevo triángulo XYZ, que es equilátero, al que se denomina triángulo exterior (respectivamente, interior) de
Napoleón.

En esta imagen se ve la construcción del triángulo exterior de Napoleón (en azul en la imagen) del triángulo
ABC (en negro). El punto X es el centro del triángulo equilátero apoyado en el lado BC, el punto Y el centro
del triángulo equilátero apoyado en el lado AC y Z lo es del triángulo apoyado en AB. El teorema de Napoleón
nos dice que el triángulo XYZ, construido de esta forma, es equilátero, tiene todos sus lados iguales. La anterior
obra de Esther Ferrer de la serie Triángulo de Napoleón, de 1987, es un ejemplo de triángulo exterior de
Napoleón.

Antes de continuar, una pequeña aclaración sobre el punto que es el centro de un triángulo equilátero. Dado un
triángulo cualquiera se pueden definir varios puntos que son de alguna forma el centro del triángulo, a saber,
el baricentro (el punto de intersección de las tres medianas del triángulo, siendo una mediana la recta que pasa
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por un vértice del triángulo y el punto medio del lado opuesto; también se llama centroide o centro de masas),
el incentro (el punto de intersección de las tres bisectrices, rectas que dividen a un ángulo en dos partes iguales,
de un triángulo, y que es el centro de la circunferencia inscrita en el triángulo), el circuncentro (el punto de
intersección de las tres mediatrices –recta perpendicular a un segmento que pasa por el medio del mismo- de
los lados del triángulo, y que es el centro de la circunferencia circunscrita al triángulo) y el ortocentro (el punto
de intersección de las tres alturas del triángulo, donde recordemos que una altura pasa por un vértice y es
perpendicular al lado opuesto del mismo).

Baricentro, o centroide, de un triángulo, realizado con GeoGebra

Incentro de un triángulo, realizado con GeoGebra

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Circuncentro de un triángulo, realizado con GeoGebra

Ortocentro de un triángulo, realizado con GeoGebra

Aunque en el caso de un triángulo equilátero esos cuatro puntos son el mismo, por eso en el teorema de
Napoleón hablamos simplemente del centro de un triángulo equilátero, sin especificar cuál de ellos es, puesto
los cuatro son el mismo.

Continuemos con el teorema de Napoleón. A continuación, se muestra un ejemplo de construcción de un


triángulo interior de Napoleón (en azul en la imagen) del triángulo ABC (en negro).

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Precisamente, la obra de 1988 de la serie Triángulo de Napoleón, de Esther Ferrer, que hemos mostrado más
arriba, es un ejemplo de triángulo interior de Napoleón.

Pero el resultado geométrico sobre los triángulos de Napoleón, exterior e interior, de un triángulo dado va más
allá aún. También se cumplen las siguientes propiedades.

Propiedad 1:El centro del triángulo exterior (respectivamente, interior) de Napoleón y el baricentro, o centroide,
del triángulo original coinciden.

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Propiedad 2:La diferencia entre las áreas de los triángulos exterior e interior de Napoleón es igual al área del
triángulo original.

El área del triángulo azul, que es el triángulo exterior de Napoleón, menos el área del triángulo verde,
triángulo interior de Napoleón, es igual al área del triángulo gris, el triángulo original ABC

Existen varias demostraciones distintas del teorema de Napoleón que utilizan diferentes herramientas de las
matemáticas, desde la geometría analítica a los números complejos, pasando por la trigonometría o la simetría,
que se pueden encontrar en la literatura matemática. Para quien esté interesado, varias de estas demostraciones
se pueden encontrar en la página cut-the-knot de Alexander Bogomolny.

El nombre de este interesante teorema geométrico, teorema de Napoleón, tiene un gran atractivo, puesto que
lleva el nombre del general y emperador francés Napoleón Bonaparte (1769-1821). Pero, una cuestión
interesante es si este resultado es realmente de Napoleón.

La verdad es que Napoleón Bonaparte siempre estuvo interesado en la ciencia, y muy especialmente en las
matemáticas. Era un matemático aficionado, al que apasionaba la geometría. Hacer ejercicios matemáticos solía
relajarle y causarle gran placer. Su biógrafo J. S. C. Abbott escribió “Cuando tenía un momento para la
diversión, no era infrecuente que lo utilizara en un libro de logaritmos, en el cual siempre encontraba
entretenimiento”.

Se sentía orgulloso de ser miembro del Instituto de Francia. Entre sus amistades se contaban muchos científicos
y matemáticos, entre los que estaban los matemáticos Jean-Baptiste Joseph Fourier (1768-1830), Gaspard
Monge (1746-1818), Joseph-Louis Lagrange (1736-1813), Pierre-Simon Laplace (1749-1827), o los químicos
Jean-Antoine Chaptal (1756-1832) y Claude Louis Berthollet (1748-1822). Monge y Fourier, con quienes
Napoleón acabaría teniendo una fuerte amistad, le acompañaron en su campaña en Egipto. Se cuenta que por
las noches solían resolver problemas juntos en su tienda de campaña.

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Grabado “El general Bonaparte a borde del buque L’Orient discute con los científicos de la expedición a
Egipto”, en el que podemos ver a Gaspard Monge en el centro de la imagen

Napoleón Bonaparte era consciente de la importancia de la educación, por eso fundó las dos grandes
instituciones educativas de Francia, la Escuela Normal Superior y la Escuela Politécnica. La siguiente cita nos
da una idea de la importancia que Napoleón le daba a las matemáticas: “El avance y perfección de las
matemáticas está íntimamente ligado a la prosperidad del Estado”.

Por otra parte, Napoleón era muy amigo del poeta y matemático italiano Lorenzo Mascheroni (1750-1800).
Este le dedicó su libro Geometria del Compasso (1797) a Napoleón. Incluso existe un problema que recibe el
nombre de Problema de Napoleón, por haber sido propuesto por el general, y que resolvió Mascheroni. Es el
problema de dividir la circunferencia en cuatro partes iguales utilizando únicamente el compás. Se dice que en
cierta ocasión estaba Napoleón explicando este resultado de geometría a Lagrange y Laplace, y este último le
contestó “Lo último que esperábamos de usted General, era una lección de geometría”.

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“Napoleón en Fontainebleau”, 31 de Marzo de 1814, por Paul Hippolyte Delaroche (1797-1856)

Sin embargo, no hay ninguna constancia de que el teorema de Napoleón fuera realmente de Napoleón
Bonaparte. Coxeter y Greitzer en su libro Geometry revisited, afirman que “la posibilidad de
que [Napoleón] supiese suficiente geometría para realizar este logro es tan cuestionable como que supiese
suficiente inglés como para componer el famoso palíndromo ABLE WAS I ERE I SAW ELBA(Hábil fui antes
de ver Elba)”.

La primera vez que se publica algo relacionado con el teorema de Napoleón, fue en forma de problema en la
revista TheLadies’ Diary, en 1825, propuesto por el matemático inglés William Rutherford (1798–1871):

Trácense triángulos equiláteros (los vértices apuntando todos hacia fuera o todos hacia dentro) sobre los tres
lados de un triángulo ABC: entonces las líneas que unen los centros de gravedad de estos tres triángulos
rectángulos forman un triángulo equilátero. Se requiere demostración.

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Al año siguiente se publicaron en TheLadies’ Diary dos demostraciones del problema de los triángulos, una
geométrica y otra analítica, aunque la revista recibió muchas más.

Extracto de la revista The Ladies’ Diary, de 1826, que contiene las dos soluciones, geométrica y analítica, del
problema planteado por W. Rutherford

Aunque el teorema de Napoleón ya había apareció, con anterioridad, en forma de tres ejercicios de un examen
para obtener la Medalla de Oro de la Universidad de Dublín, en 1820.

Muchos estudiosos son de la opinión de que este resultado ya era conocido con anterioridad, pero no se ha
conservado ninguna publicación del mismo. Hay quienes citan a los matemáticos italianos Evangelista
Torricelli (1608-1647), Bonaventura Cavalieri (1598-1647) o Vincenzo Viviani (1622-1703), puesto que habían
estudiado figuras en las que se disponían triángulos equiláteros en los lados de un triángulo y podrían haber
obtenido el resultado, o hay quien cita también al francés Pierre de Fermat (1601-1665), aunque no hay ninguna
prueba documental de ello.

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Por otra parte, después de ser publicado en The Ladies’ Diary este resultado ha sido redescubierto
independientemente por muchas personas, lo cual nos da una pista de que quizás ya había sido enunciado y
demostrado con anterioridad.

Según Branko Grünbaum, en su artículo Is Napoleon’s Theorem Really Napoleon’s Theorem?, la primera
publicación conocida en la que se menciona a Napoleón en relación a este resultado es de 1911, en la edición
decimoséptima del libro Elementi di Geometria, del matemático italiano Aureliano Faifofer (1843-1909).
Faifofer menciona que es un “teorema propuesto para la demostración por Napoleón a Lagrange”.

Obra de la serie “Triángulo de Napoleón” (finales años 1980), collage, de Esther Ferrer

Sin embargo, en el artículo de la wikipedia sobre el teorema de Napoleón se menciona que en la Enciclopedia
Chambers, en el volumen IX, de 1867, ya se citaba a Napoleón en relación a esta cuestión.

Lo cierto es que no se sabe quién descubrió originalmente este teorema de triángulos, ni si realmente Napoleón
se lo propuso a Lagrange para su demostración y este fue el motivo de que lleve su nombre. Lo único que sí es
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cierto es que este resultado se conoce hoy en día con este nombre, el teorema de Napoleón. Seguramente, será
un ejemplo más de la ley de la eponimia de Stigler (por cierto, que el propio Stephen Stigler mencionó que esta
ley ya había sido formulada por Robert K. Merton con anterioridad, cumpliéndose de nuevo la propia ley), que
dice que “ningún descubrimiento científico recibe el nombre de quien lo descubrió en primer lugar”, como la
regla de L´Hôpital, que realmente es de Johann Bernoulli, la ley de Benford, que la descubrió el astrónomo
Simon Newcomb o los sistemas triples de Steiner, que estudió primero el matemático Thomas P. Kirkman.

Pero terminemos con algunas otras obras de la serie Triángulo de Napoleón de la artista donostiarra Esther
Ferrer.

“Triángulo interno de Napoleón”, Esther Ferrer, presentada en ARCO 2013

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Dibujo para la instalación “Triángulo interior de Napoleón” (finales años 1980), de Esther Ferrer)

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Maqueta de Esther Ferrer para la instalación “Triángulo interno de Napoleón” (finales años 1980), es la
proyección del triángulo interno de Napoleón mediante hilo o cable

Bibliografía

1.- Esther Ferrer. Todas las variaciones son válidas, incluida esta (Palacio Velázquez, 26 de octubre de 2017 –
25 de febrero de 2018), Museo Reina Sofia

2.- Página web de Esther Ferrer

3.- Galería Àngels Barcelona, Esther Ferrer

4.- H. S. M. Coxeter and S. L. Greitzer, Geometry Revisited, Mathematical Association of America, 1967.

5.- GeoGebra

6.- Howard W. Eves, Mathematical Circles (volume I), MAA, 2003.

7.- Branko Grünbaum, Is Napoleon’s Theorem Really Napoleon’s Theorem?, The American Mathematical
Monthly, vol. 119, n. 6, p. 495 – 501, 2012.

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8.- Wikipedia: Napoleon’s theorem

9.- M. R. F. Smyth, MacCool’s Proof of Napoleon’s Theorem, Irish Math. Soc. Bulletin 59, p. 71 – 77, 2007.

10.- Alexander Bogomolny, Cut-the-knot, Napoleon’s Theorem

11.- Esther Ferrer, Maquetas y dibujos de instalaciones 1970/2011, EXIT, 2011.

12.- Esther Ferrer, Entre líneas y cosas, CEART, 2016.

Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la
Cátedra de Cultura Científica

https://culturacientifica.com/2018/01/24/variaciones-artisticas-del-teorema-
napoleon/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCie
ntfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29

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Ayer y ahora

María Amparo Casar

Ilustración: Gonzalo Tassier

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No, no vivo en el México que me gustaría vivir. Claro, puedo imaginar uno mucho peor pero también uno
mucho mejor. Uno en el que no vivo por falta de visión de Estado, porque no hay voluntad política y,
también, por la indiferencia y falta de participación ciudadana.

Vivo en un México mejor que el de hace 40 años cuando tuve el primer número de nexos en las manos.
Entonces se hablaba de la atonía, de la inflación rampante, de la dosis de Estado y mercado a la que se debería
aspirar, del desequilibrio presupuestal, de la guerrilla, del enfrentamiento empresarios-gobierno, del
proteccionismo comercial, de las luchas obreras, de la hegemonía del PRI, del control gubernamental sobre
las elecciones, de los excesos de un presidencialismo desbocado, de la ficción en la división de poderes y la
existencia de contrapesos al Poder Ejecutivo, de la inaccesibilidad a la información pública. Hoy estos
problemas no están en las páginas de nexos o lo están en menor medida porque la realidad cambió.

Las variables macroeconómicas están más o menos en orden, la guerrilla no está presente como a finales de
los años 70, el PRI dejó de ser hegemónico, transitamos a la democracia, se produjo la alternancia en la silla
presidencial, la división de poderes es una realidad, el enfrentamiento gobierno-empresarios dio lugar a un
entendimiento razonable aunque no ayuno de conflictos, las actividades del Congreso y de la Corte cobraron
relevancia, nos abrimos al mundo.

Pero muchos otros problemas sobre los que ya se discutía entonces y frente a los cuales los autores
de nexos han ofrecido propuestas de manera consistente y reiterada, siguen entre nosotros. La desigualdad y
la pobreza, el salario insuficiente, el crecimiento mediocre, el gasto improductivo, la concentración de los
mercados, los abundantes privilegios de unos cuantos, la mala calidad de la educación, los abusos de la clase
política, la falta de justicia, la violación a los derechos humanos, la dependencia de los medios de la
publicidad oficial. En todos estos hay pocos avances y algunos retrocesos después de cuatro décadas.

A ellos se agregaron otros. La disfuncionalidad del sistema político, los gobiernos divididos, el federalismo de
utilería y gobernado por auténticos “virreyes”, la corrupción y la impunidad, la violencia incontenible, el
crimen organizado, los feminicidios, la necesidad de despenalizar las drogas, la captura de algunos órganos de
autonomía estatal, la crisis urbana, el dispendio en el financiamiento público a los partidos y elecciones.

Hoy no hay un panorama político y social explosivo y la gran mayoría de los conflictos se solucionan, o
cuando menos se administran, por la vía institucional. Pero hay motivos de sobra para nuestras muy hondas
preocupaciones. No tenemos ni una economía lo suficientemente competitiva, ni servicios públicos en
cantidad y calidad suficientes, ni un piso mínimo de bienestar para todos los mexicanos, ni igualdad de
oportunidades, ni un entramado institucional lo suficientemente robusto ni, quizá lo peor, un Estado de
derecho que merezca tal nombre.

Sí, un México mejor que hace 40 años cuando nexos nació y a cuya mejoría contribuyó, pero un México que
sigue dejando mucho que desear y al que le seguirá haciendo falta esta publicación. Lo dice con toda
precisión su director en una entrevista reciente: “Nos hemos quedado muy cortos para hacer realidad muchas
de nuestras inconformidades y críticas. Trajimos la democracia; fuimos partidarios de abrir la economía
mexicana para modernizarla; acompañamos el proceso de institucionalizar la diversidad social en organismos
autónomos; combatimos largamente en la idea de tratar de que esta sociedad sea menos inequitativa, más
generosa con sus hijos. Hechas todas las cuentas, son cuentas pobres. Este país será próspero, democrático y
equitativo, pero no lo será por las transformaciones que hayamos hecho en el curso de mi generación. Hemos
vivido un país que convirtió en problemas lo que para otros países fueron soluciones: corrompimos nuestra
democracia, lastramos nuestro desarrollo económico, profundizamos nuestra desigualdad”.
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Con todo, nexos llega a su 40 aniversario con la satisfacción no sólo de haber pintado la realidad con
exactitud y pluralidad reflejando la situación económica, política, social y cultural de cada momento del país
sino de haberlo hecho de manera plural y crítica; no sólo de haber sido una pieza central en el debate público
sino de haber fijado la agenda y; no sólo de haber abordado los grandes problemas nacionales sino de haber
propuesto alternativas de solución para ellos. No hay asunto de interés público que no haya pasado por sus
páginas. No hay punto de vista al que no se le haya dado espacio. No hay debate al que le haya rehuido.

Nexos ha cambiado como lo exige el paso del tiempo. Se ha renovado en el fondo y en la forma; en sus
contenidos y en sus plataformas. Ha tenido el acierto de captar el talento de las nuevas generaciones pero ha
mantenido (thank God!) a sus autores originales que todavía seguimos aportando. Nexos no ha envejecido.
Sigue siendo fiel a los principios que le dieron su razón de ser. Hoy como hace 40 años “se presenta a sus
lectores como el esfuerzo mancomunado de muchas voluntades dispuestas a la comunicación recíproca, al
diálogo razonado y a la búsqueda de alternativas fundadas en la reflexión”.

480 números de nexos han pasado por mis manos y por mis ojos de lectora que espera mes con mes su llegada
para enterarme, para aprender, para hacerme pensar y para disentir. Me enorgullece estar entre las páginas de
este número de aniversario, haber contribuido a muchos otros y ser parte de su Consejo Editorial. Long live
nexos.

María Amparo Casar


Investigadora del CIDE, analista político y presidente ejecutivo de Mexicanos Contra la Corrupción y la
Impunidad.

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La autonomía del ser humano

Arnoldo Kraus

Conforme avanza la ciencia y transcurre el tiempo la medicina crece. Conforme se incrementan las
diferencias económicas en el mundo y entre las personas, los pobres, privados de justicia y libertad,
confrontan crudas realidades, entre ellas, la imposibilidad de gozar de salud y decidir, cuando sea el caso,
abortar motu proprio, o recurrir a profesionales para terminar con su vida.

El mundo contemporáneo cambia con celeridad. Su geografía, el número in crescendo de refugiados, las
diametrales y groseras diferencias en la esperanza de vida entre África y Europa, así como el ascenso de
fanatismos políticos y religiosos demarcan un mundo nuevo y complicado, donde el conocimiento y sus frutos
en lugar de mejorar la situación “de las mayorías”, han incrementado las diferencias. Los datos del Banco
Mundial son números, sólo números, en cambio, las desigualdades en la esperanza de vida es realidad: en
España es de 83 años y en Sierra Leona es de 43.

En El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Acantilado, Barcelona, 2011), conmovedor testimonio de


nuestro pasado cercano (los males siempre son cercanos), Stefan Zweig (1881-1942) retrata el fin
de su Europa, de su razón y de quienes huyeron o perecieron por no formar parte del poder omnímodo. Zweig
vivió la demolición de la cultura y sus valores, el asesinato de la civilización y la ruptura de los lazos entre
lenguaje y verdad. Releer sus advertencias es necesario. El ascenso, ora encubierto, ora sin tapujos,
de fascismos religiosos (el término es mío), en países tan distantes como Nicaragua y Polonia, donde el aborto
está prohibido absolutamente, incluyendo embarazos por violación en menores y adultas, madres enfermas y
malformaciones fetales, sin olvidar las indígenas encarceladas en México por practicarse abortos, son, entre
otras burdas polarizaciones con sociedades abiertas, advertencias sobre los sucesos del mundo de hoy y
admoniciones sobre el de mañana.

Libres pensadores, laicos, “no confesionales” y “no clericales” en palabras de Michelangelo Bovero,
enfrentan, y enfrentarán cada vez más, a quienes desde el poder político y religioso pretenden negar la
autonomía del ser humano y con ello su autodeterminación. Quienes comulgamos con valores como libertad,
autonomía, justicia y ética laica debemos impedir que el mundo de hoy semeje en el futuro la inhóspita
realidad descrita por Zweig.

Se ha sustentado, con razón, que la bioética, y la ética médica, una de sus ramas, son, y serán, la filosofía del
siglo XXI. Aborto, eutanasia, fertilización y clonación son temas médicos; contaminación ambiental,
bioterrorismo y desertificación son nociones globales analizadas por bioeticistas. El principio y el fin de la
vida, como reza el título de nexos, son parte de la ética médica y temas universales e ingentes, cuya discusión,
más allá de enfoques médicos y jurídicos, son de interés general. Abordar asuntos ríspidos, i.e., el principio y
el fin de la vida, bajo un enfoque laico, es imprescindible. Los artículos aquí presentados ofrecen, desde el
laicismo, argumentos sólidos para entender las razones por las cuales es necesario empoderar a quienes
deseen ejercer su autonomía y libertad. Aunque el medioevo es lejano en el tiempo, no lo es en el discurso
religioso contemporáneo.

Recordar figuras señeras, preclaras, cuyo espíritu sembró algunas ideas fundamentales sobre laicidad es
necesario. Su postura advierte: la idea hegemónica y totalitaria de algunas religiones pervive y lo hace con
más fuerza. Guillermo de Ockham (1285-1349) bregó por la libertad para efectuar investigación filosófica,

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amén de enfatizar su acérrima crítica del plenitudo potestatis papal; a Galileo Galilei (1564-1642) le debemos
su lucha a favor de la autonomía y el consiguiente rechazo al principio de autoridad.

Ilustración: David e Izak Peón

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El Colegio de Bioética A.C. es una asociación formada por académicos expertos en sus respectivos campos de
conocimiento, multidisciplinario, laico, no lucrativo y no gubernamental, que tiene por objeto promover,
difundir e impulsar diversos tipos de reflexiones, estudios e investigaciones que estimulen el desarrollo de la
bioética. Todos los autores pertenecemos al Colegio. Además de agradecer la hospitalidad de nexos,
deseamos que los textos promuevan discusiones, a favor y en contra. A diferencia de la fe dogmática,
inamovible y decimonónica, la laicidad crece y se alimenta a partir del disenso. Las discusiones en torno a los
derechos de las personas sobre el principio y el fin de la vida nunca finalizarán. Nuestros textos no son
definitivos: la ética médica es una disciplina inexacta y respetuosa del ser humano. Antes de opinar, los
eticistas procuran conocer a la persona. Los miembros del Colegio nos alimentamos discutiendo, con Bovero,
Zweig, Ockham y Galilei construimos, y con los lectores crecemos.

Arnoldo Kraus
Médico. Profesor en la Facultad de Medicina, UNAM. Es autor de Dolor de uno, dolor de todos (Debate) y
de Recordar a los difuntos (Sexto Piso), entre otros libros.

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MUCHOS SAXOFONES

El invento de Adolphe Sax en Montevideo

Destacados saxofonistas estuvieron en Uruguay en 2017. No es la primera vez, pero el hecho pasó casi
desapercibido. Además estrenaron obras de autores uruguayos.

Saxofones en Montevideo

Cada dos años, desde el 2013, se da un importante encuentro de saxofones en Montevideo, y 2017 no fue la
excepción. Organizado por la Asociación Uruguaya de Músicos (AUDEM), poco a poco se ha ido
percibiendo en el ambiente de la música como un encuentro clásico. Pero poco ha trascendido, lo cual no deja
de ser llamativo. Igual que en anteriores ediciones tuvo un excelente nivel de instrumentistas y un espacio
donde cada personalidad interpretativa logró conectar con un público respetuoso hacia la variedad de estilos.
Los profesores que participaron, que además de realizar los conciertos, brindaron en la sede de la Escuela de
Música de AUDEM clases magistrales y clínicas dirigidas a la comunidad de saxofonistas uruguayos.

Al saxofón, instrumento creado en el siglo XIX por el luthier, clarinetista y flautista belga Adolphe Sax, se lo
asocia indefectiblemente a géneros musicales populares, sobre todo al jazz y a la música interpretada por las
bandas militares. No obstante, compositores como Héctor Berlioz y Jean-Georges Kastner fueron los primeros
en crear obras especialmente dedicadas al nuevo instrumento. Su inclusión en las Big Band de jazz y el interés
de los compositores de música académica por otorgarle un papel destacado fue en aumento a lo largo del siglo
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XX. Hoy es un instrumento que posee un considerable repertorio de música contemporánea de concierto. Eso
quedó claro ya en la apertura del IV encuentro en agosto pasado que estuvo a cargo del Dúo Dom de Brasil.
Para sorpresa del público desprevenido interpretó música de compositores actuales escritas especialmente
para saxo y flauta. El dúo ejecutó seis piezas de las que tres fueron estrenos mundiales de compositores
brasileños, “Cantiga N°8 para saxofón alto y flauta” de Douglas Braga, “H. Tempo H. Muerte” del
compositor Ignacio Martínez Madrigal y “Piernadas brasileiras” del compositor Fernando Arruda. La hermosa
sala Verdi fue el marco principal para este encuentro, una sala que adolece de personal técnico que cuide los
detalles para que músicos y público gocen de un espacio donde se asistan los imprevistos y los no tanto.

En el segundo día de este encuentro se presentó Anna Wytko acompañada de la pianista uruguaya Mayra
Hernández. La elección del repertorio de Wytko fue variado, la intérprete mostró un sonido impecable, en
obras como “Serenade” de Franz Schubert, original para voz, donde Wytko cantó a través del saxofón; o en la
obra “Psalmo” del estadounidense Brent Weaver, donde propuso un dramatismo extremo a partir de la
utilización de todo el ámbito sonoro del saxo, con silencios sorpresivos, cambios de dinámica y una gama
muy variada de colores. Las cuerdas del piano vibraron por simpatía generando un efecto de amplitud espacial
para la expansión del saxofón protagonista. Al final de la presentación Wytko y Hernández demostraron su
gran potencial expresivo en la interpretación del arreglo de “La muerte del ángel” de Astor Piazzolla.

Cuartetos

Las primeras formaciones de cuartetos de saxofones datan de los años veinte, sobre todo en Francia y en
Estados Unidos; es en ese marco donde comienza a desarrollarse un repertorio especial para estos grupos, en
especial sobre arreglos de música clásica y de jazz. Más tarde, en los setenta, hubo predilección por esta
formación para interpretar música contemporánea de concierto. En la apertura de este último encuentro, por
ejemplo, se presentó Saxofones por cuatro de Uruguay que dedicó el concierto al saxofonista Edgardo Falero,
fallecido en 2016, quien se sumaba al grupo transformándolo en quinteto. El cuarteto condujo a los escuchas a
diferentes paisajes, como en la obra evocativa “Cityscapes” de Rick Hirsch. Luego la fuerza abrumadora de
“Pamplona” de Ed Calle, una obra donde el autor muestra las posibilidades tímbricas del saxo a través de la
multiplicidad de colores y matices que se despliegan y que llevan al escucha a transitar por diversas
emociones. Sobre el final el cuarteto invitó al escenario al saxofonista austriaco Florian Fennes y juntos
interpretaron la obra “Yo” de André Cimiotti. Con él todo el grupo continuó incrementando del flujo de
energía que, desde el comienzo de la actuación, invitó al público al disfrute de cada sonido. Así, quien
escucha se involucra con la obra dentro de una atmósfera basada en un alto grado de comunicación entre los
instrumentistas.

El segundo día, supliendo la ausencia de Anacrúsax de México, se presentó Florian Fennes acompañado de
Raúl Medina en el piano, Tato Bolognini en la batería y Maximiliano Clerici en el contrabajo. Las piezas
interpretadas fueron variadas: “Hoppedibop”, “No Meanig Blues”, “Ringelblueme”, “Sol II” (todas de
Fennes) y “Nostalgias de Río” de Medina. Son obras de gran dinámica con influencias de blues, de jazz y de
samba, entre otros géneros musicales. El grupo sonó de manera espléndida, contagiando el disfrute.

Un punto culminante fue la presentación de Cuarteto 4 mil. El grupo, llegado desde Argentina con una
integración heterogénea de nacionalidades, ofreció obras de la misma condición. Son músicos expertos con un
alto nivel de comunicación interna que se manifiestó en cada intervención, cada sonido y cada silencio. Fue
destacada la actuación de María Noel Luzardo en el contralto. El cuarteto interpretó tres movimientos de los
seis en que está estructurada la obra “Ciudades” de Guillermo Lagos (Sarajevo, Montevideo y Addis Ababa).
Es una pieza original para cuarteto de saxofón, de construcción compositiva acabada y de una belleza
particular. Luego interpretaron cuatro magníficas piezas que han sido incluidas en su próximo disco, “Tres
miniaturas” de Horacio Salgán, “Serial Dodecafónico”, “Sónico” de Eduardo Rovira y “A fuego lento” de

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Salgán en base a un arreglo de E. Rovira. Son piezas rupturistas vinculadas al tango como género compositivo
de base. Arreglar de alguna manera significa concebir una nueva obra en base a otra, y en el arreglo se
trasluce el oficio de quien la recompone. En este sentido destacó el trabajo como arreglador de Fernando
Muslera. Como bis ofrecieron un bello arreglo de un tango clásico, “Nunca tuvo novio” de Agustín Bardi.

Potencia y expresión

Este encuentro venía siendo promovido como un lugar especial para escuchar distintos cuartetos llegados
desde diversos países y con variedad de repertorio, pero en esta última edición se amplió el espectro. Además
de los dúos el tercer día se pudo escuchar a un grupo de 18 saxofones en una sala que contó con la mayor
concurrencia de público de todo el evento. Esto plantea una paradoja: es fácil impresionar al público con una
gran cantidad de instrumentos de este tipo a causa de la potencia sonora; lo difícil de lograr es la riqueza en la
densidad de sonidos, el juego de matices, la búsqueda de las sutilezas en el entramado sonoro y la
construcción direccionada hacia la mayor intensidad. Todo eso es lo que se pudo sentir cuando el maestro
belga Alain Crepin ofreció piezas para saxofón y piano acompañado de M. Hernández. En principio el grupo
fue conducido por Santiago Gutiérrez y luego por Crepin, quien también actuó como solista simultáneamente.
Se interpretaron obras de su autoría como “Nuits blancs”, “Sax int the city” o “Mise à Sax”.

En el cierre el encuentro se trasladó a la sala Delmira Agustini donde se presentó el músico estadounidense
Preston Ducan con “Fantasía sobre un tema original” de Jules Demmerseman, obra para saxo y piano. En
lugar de la obra de Dvorák, anunciada en el programa de mano, el músico ejecutó “Mai”, una interesante obra
descriptiva del compositor japonés Ryo Noda. La pieza se inspira en el momento en que un general decide
suicidarse para salvar a su ejército y a su familia. El sonido evocó al shakuhachi, flauta típica japonesa.
Duncan y la saxofonista costarricense Sofía Zumbado también ejecutaron, entre otras obras, “Black” del
compositor Mark Mellits, una obra bella en la que los dos intérpretes dialogaron, en una dinámica
contrapuntística que sugiere el andar paso a paso.

Candombe, milonga y tango

Y también, por si fuera poco, se estrenaron obras de compositores uruguayos encargadas por el intérprete
Ricardo Figueira. El denominador común de las piezas estrenadas, además de la inspiración en ritmos
rioplatenses, es haber sido pensadas para dúo instrumental de saxofón y piano, es decir, al estilo concertante,
donde los dos instrumentos tienen igual jerarquía interpretativa.

“Un paisaje Montevideano” de Santiago Gutiérrez es una obra sutil en cuanto a la interpretación en la que el
autor propone una recorrido por diversos paisajes montevideano en los que aborda distintos géneros musicales
presentes en la ciudad. Se mueve dentro del tango, el candombe, el milongón, la murga. Tiene momentos muy
ágiles y, en contraste, otros instantes lentos, donde se busca un sonido por momentos plano, oscuro y
con vibrato. Luego se escuchó “Capricho Rioplatense” de Sergio Navatta. Es una pieza para saxo y piano. La
obra tiene una duración aproximada de 14 minutos, un desafío para el instrumentista que produce el sonido a
partir de la vibración de una caña por acción del soplo. Es decir, el intérprete debe tener un muy buen manejo
de la respiración para poder estar a la altura de una obra muy exigente. Es una obra minimalista sobre temas
de candombe, de milonga y con aires jazzísticos, que juega con constantes y complejos cambios de compás
(5/4, 3/8, 7/4). Un reto para Figueira y para Mayra Hernández en el piano que sortearon en el fluir de la
música con total naturalidad. Para terminar Figueira tocó el 3er movimiento de “El que viento” de Gonzalo
Varela. Esta parte de la obra se caracteriza por el sonido percutido de cada nota que evoca la polirritmia típica
del candombe.

https://www.elpais.com.uy/cultural/invento-adolphe-sax-montevideo.html
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CLÁSICOS LATOSOS / 2

El libro corto más largo del mundo

Del 'Cándido' de Voltaire suele repetirse acríticamente que explica el mundo actual, que es una gran obra de
humor, un antídoto contra el optimismo y un clásico en miniatura. Tres de esos argumentos son falsos. En el
fondo, está lejos de la maravilla que, en parte, lo inspiró: 'Los viajes de Gulliver'

KIKO AMAT

Una escena de la ópera 'Candide', de Voltaire, en versión de Paco Mir, en el Teatro Auditorio de San Lorenzo
de El Escorial (Madrid), en 2011.

Alice Otterloop es la protagonista de la tira cómica Cul-de-Sac. Le encanta bailar encima de una tapa de
alcantarilla, pero en cierta ocasión se queda atrapada allí “durante días”, rodeada por un mar de barro fresco.
Cuando su madre la rescata en la última viñeta descubrimos que en realidad solo han pasado 15 minutos. La
angustia del confinamiento ha ralentizado el paso del tiempo en su reloj interno. Cada segundo se ha
transformado en una hora, como nos sucedía de niños con los partidos de tenis eternos que pasaban en TVE
antes de Bugs Bunny.

Leer Cándido de Voltaire es una experiencia similar. Y ni siquiera puedes hacerle lo que John Carey le hizo
al Paraíso Perdido de John Milton, cuando lo editó para el lector moderno sin la retórica antañona o la
digresión empachosa, preservando solo los pasajes clave[1]. Porque Cándido es muy corto: un retaco de
ciento y pico insignificantes páginas que, sin embargo y según avanzas, se transforma a traición en la Gran
Enciclopedia Catalana, leída desde el A-Ami hasta el U-Zw. ¿Cuál es su truco? Fácil: esbelto perfil y tripa
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enjuta, en combinación con una aureola de “rebeldía” intangible. Al ser flaco, francés y tener fama de
gracioso, le abrimos confiados la puerta de nuestra morada, pensando que por una vez en la vida leer un
clásico nos proporcionará una velada de refocile. Solo entonces, cuando el francés ya se ha apalancado en
la chaise longue, descubrimos que lleva faja, que lo único “rebelde” de él es su pasión por cantar “Bajo la luz
de la luna” en karaokes, que la botella de vino que trae es de la gasolinera (1.99), y además piensa bebérsela
él solo, para luego contarnos, farfullando pero con estremecedor detalle, las traumáticas secuelas del divorcio
de su ex (a quien todavía ama).

Un cartel en el que se lee "Plaza de la


Libertad de Expresión" y una imagen de Voltaire, en un árbol en la plaza de la República de París, en
2015. JOËL SAGET AFP

Voltaire goza de fama contestataria y de “disparar contra el orden establecido”, pero los genuinos punk
rockers de la Ilustración eran Diderot y D’Holbach

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Hablemos en sentido no figurado, si les parece. Cándido, de François-Marie Arouet, alias Voltaire, es, según
con quién hablen, “uno de los grandes logros de la literatura occidental” o uno de los libros más tabarreros
que ustedes, lectores modernos, pueden echarse a las neuronas. Voltaire lo escribió poco después del
terremoto de Lisboa de 1755 (que acabó con la vida de miles de personas), y pretendía ser una crítica del
optimismo en general, y más concretamente del “determinismo optimista” de un caballero llamado Gottfried
Leibnitz (quien afirmaba que vivíamos en “el mejor de los mundos posibles”).

Voltaire goza de fama contestataria y de “disparar contra el orden establecido”, pero todo apunta a que, en el
contexto de la Ilustración, era más bien como el abuelo -o cuñado- de derechas que siempre nos arruina la
comida de Navidad[2]. Cierto, de joven se ciscó un par de veces en Felipe I, Duque de Orleans y monarca de
Francia, lo que le costaría dos encierros en la Bastilla. Esas dos sentencias de dictablanda, así como su
destierro cool a Londres (no a la Guayana), le convirtieron en una estrella del radical chic del siglo XVIII,
aportándole ese lucrativo halo de artista amotinado que “no se calla las verdades”. Voltaire consideró prueba
superada aquellos breves conatos de sedición juvenil y, como Bono de U2, dedicó el resto de su vida a
congraciarse con la realeza y el clero, y así convertirse en un hombre “inmensamente rico” (según el
historiador Philipp Blom). No exagero: Voltaire era un avispado inversor que en 1728 llegó a comprar, junto a
unos cuantos amiguetes yuppies de la época, todos los boletos existentes de la lotería francesa. Ganaron,
naturalmente. Voltaire multiplicó aquella fortuna -amasada mediante obvio tongo- actuando como banquero
personal de varias monarquías absolutas de Europa, lo que le reportaría pingües beneficios adicionales. Como
ven, mucho hablar de “aplastar al infame” (su lema personal) para luego arrodillarse ante el primer
terrateniente gotoso que le aumentaba la comisión. “No era un revolucionario nato”, afirma Blom. Más bien
no.

Por otro lado, era otra época. El poema épico anglosajón Beowulf se escribió para glosar las hazañas de un
cafre de quien lo único bueno que pudo decirse es que “nunca mató a sus amigos cuando iba borracho”, así
que tal vez para los estándares del XVIII Voltaire sí era una especie de peligroso Black Panther literario (no el
Banc de Sabadell juglaresco que vemos nosotros). En cualquier caso, la reputación de Cándido no se sostiene
sobre la personalidad del autor, sino sobre cuatro mandamientos que la cultura seria nos ha forzado a aceptar
sin rechistar: 1) Cándido explica el mundo actual, 2) es un gran libro de sátira humorística, 3) perfecto
“antídoto contra el optimismo” y 4) “clásico en miniatura”. Tres de los argumentos enunciados son falsos, y
uno cierto.

Empecemos con el más manido, que es el de la pertinencia de Cándido en calidad de oráculo y desencriptador
del mundo presente. La realidad es muy distinta: Cándido es tan moderno como unos zuecos. La novela es
una lista de animales extintos escrita en una lengua muerta y financiada con la divisa de un imperio
desaparecido (coronas austrohúngaras, o algo así). Todas las referencias de la obra son abstrusas y fósiles,
como también lo son los microfeudos que detalla, sepultados bajo la implacable arena del tiempo siglos atrás.
Leer sobre ellos hoy es como revisitar aquella trifulca entre Limp Bizkit y Rage Against The Machine en los
MTV Music Awards del 2000: algo que no le importa demasiado a nadie, ni siquiera a los implicados, ni
siquiera entonces. Cuando llegas al final del libro te sientes como si hubieses psicoanalizado a un trilobite que
no se hablara con los ortocéridos y placodermos de su fangal.

Para sacarle algún tipo de placer lector a Cándido quizás tengas que ser el tipo de persona que, como afirmaba
Nick Hornby, todavía está resentido con los Leibzinitas de 1750. Alguien que tiene cuentas pendientes con el
Abbé Gauchet, los jansenistas, los jenízaros, Pierre Corneille o los teatinos. Alguien para quien la frase “a
menudo veían pasar frente a las ventanas de la alquería barcos cargados de efendís, de bajaes, de cadíes, a los
que se enviaba desterrados a Lemmos, a Mitilene, a Erzerum” no suena a la ensoñación morfinosa de un
pariente senil en su lecho de muerte. Alguien, en resumen, que cursa o enseña un postgrado de Literatura
Comparada.

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No, si lo que buscan son explicaciones sobre el mundo actual, vayan a Black Mirror. O Futurama. No llamen
a la puerta de Voltaire, que lo único que hará será mirarles con la mueca de demencia aterrada que ponen los
ancianos al manipular un smartphone. Es tal la vetustez de Cándido que el lector se ve obligado a consultar
las notas finales cada dos frases, en un movimiento que acaba causando una dolorosa luxación de muñeca, por
no decir una visible hinchazón de cataplines. Tras varias páginas de misereres, autos de fe,
“fabordones”, castratis, papas ignotos, poetas desconocidos y países borrados de la faz de la tierra, todo ello
envuelto en un vistoso lazo de decrépitas ojerizas entre corrientes intelectuales apolilladas y críticos
embalsamados, el lector empieza a sospechar que el disfrute del libro es algo exclusivamente universitario,
como los posters de Blue Velvet o el post-estructuralismo.

Cándido puede ser un libro de crítica literaria, si quieren, o un Excel de las paleoinquinas del autor (no carente
de valor histórico), pero no es un libro de aventuras

Retrato anónimo de Voltaire (1694-1778),


realizado en el siglo XVIII.

Ustedes quizás me espetarán que, aunque nada del impenetrable mundo de Voltaire tenga la menor relevancia
hoy en día, en última instancia siempre podemos salvar los muebles con la sátira. Es cierto, o podría serlo. El
problema con la sátira, como también dijo Nick Hornby, es que “siempre ha sido descodificada antes de que
llegue a nosotros”. Es imposible leer 1984 o Gargantúa y Pantagruel sin tener la impresión de que a algún
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desaprensivo se le ha escapado el spoiler. Cándido no es una excepción: antes de abrir la portada conocemos
de sobra su argumento (mozo de corazón sencillo, Cándido, y su tutor optimista, Pangloss[3], recorren el
globo para descubrir que está hecho unos zorros), como también nos son familiares las cuatro generalidades
de gran angular que exprimimos de sus páginas: los gobernantes son corruptos; las religiones se aprovechan
de la candidez del vulgo; el hombre es violento por naturaleza; el mundo apesta. Duh. Le Duh.

Esa característica no es particular de Cándido. Las alegorías político-sociales suelen ir tan atiborradas de
gravedad y “mensaje” que a menudo se nos hacen bola. Conscientes de ello, los autores de sátira se esfuerzan
en añadir un poco de azúcar a la píldora que nos dan. Hablo, claro está, de las bromas y la aventura. Solo que
en esta novela las bromas son una birria, y la aventura un timo. La gracia recurrente del libro (soltar “¡Ah! ¡El
mejor de los mundos!” cuando acontece una calamidad, como por ejemplo el destripamiento de Cunegunda
tras haber sido violada “tanto como una mujer puede serlo”) no tiene mucha gracia, ni siquiera la primera vez,
y hacia la cuarta el lector solo desea que alguien golpee a Voltaire tanto como un hombre pueda serlo. Ese
cántico de enumeración de desdichas + frase bumerán es casi tan cargante como la canción de las botellas
verdes en la pared que se canta en los autobuses escolares. Leyéndolo sufrí angustiosos flashbacks a los Un,
dos, tres, responda otra vez donde Bigote Arrocet o La Bombi soltaban, semana tras semana, la misma p***
coletilla en el mismo p*** sitio.

En lo tocante a la aventura, digamos que Voltaire se inspiró en la otra gran obra satírica de su tiempo, la
fenomenalísima Los viajes de Gulliver, pero extravió por el camino todos los mecanismos literarios básicos
de creación de ritmo, trama o perfil de personajes que hacen de su predecesora la maravilla que
conocemos. Cándido puede ser un libro de crítica literaria, si quieren, o un Excel de las paleoinquinas del
autor (no carente de valor histórico), pero no es un libro de aventuras. Ni siquiera pretende serlo. En el
capítulo XXV, por ejemplo (“Visita al señor Procurante, noble veneciano”), los personajes y el argumento son
torpes excusas unidimensionales, del grosor de una llufa del Día de los Inocentes, para que Voltaire se ponga
a rapear, a la defensiva y en modo Yo-Yo-Yo, las razones por las que Virgilio, Milton o Cicerón molan y sus
detractores son unos patanes iletrados con boina. No es la inolvidable llegada de Lemuel Gulliver a las costas
de Liliput, se lo garantizo.

¿Y el optimismo? Cándido, en efecto, es una diatriba pesimista. Muy ad hoc. Lo que sucede es que algunos ya
nos levantamos cada mañana con unas premoniciones de armagedón nada “panglossianas”[4] en el esófago.
Lo último que necesitamos, gracias, son recordatorios de que todo es una porquería.

Y acabamos con lo de “clásico en miniatura”: Cándido no tiene pinta de tocho, pero ojo: es el típico alfeñique
que no parece gran cosa y luego nos pulveriza la quijada. Les aconsejo no subestimar su tamaño, porque hacia
la página 70 estarán llorando, pelo cano y vejiga incontinente, solos en una metrópolis poblada únicamente
por robots, tras darse cuenta de que su vida entera se ha consumido como una pila de marca blanca, y Cándido
ni siquiera está a mitad de camino.

Lean la entrega anterior de Clásicos Latosos (Moby Dick) aquí.

Lean la explicación teórica e ideológica de esta serie aquí.

[1] Una solución que, de hecho, le iría de perlas a Moby Dick.

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[2] Diderot y D’Holbach, los genuinos punk rockers de la Ilustración, no tenían un gran concepto de Voltaire.
Le encargaron solo fruslerías para la Encyclopédie, y se negaron a presentarle respetos al “brujo” en su exilio
suizo.

[3] Este conocimiento, queridos estudiantes de periodismo, les irá de perlas para saber cuándo incrustar el
adjetivo “panglossiano” en sus artículos.

[4] ¿Qué les decía?

https://elpais.com/cultura/2018/01/26/babelia/1516963638_730973.html

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La brecha de la salud

Julio Frenk • Felicia Marie Knaul • Octavio Gómez Dantés • Héctor Arreola Ornelas

México se encuentra frente a una disyuntiva crítica en el ámbito de la salud: mantener la inercia de un sistema
de salud segmentado, subfinanciado y dispendioso que responde de manera limitada a las expectativas de la
población, o avanzar en la consolidación de un sistema de salud universal, equitativo y eficiente que
contribuya al bienestar de las personas y al desarrollo económico del país al atender de manera integral las
necesidades de la población mediante la oferta de servicios integrales y accesibles de alta calidad.

En los últimos 20 años se dieron avances importantes en la organización del sistema de salud como resultado
de tres reformas: 1) la reforma de 1997 a la Ley del IMSS, que incrementó la participación gubernamental en
el financiamiento de esta institución; 2) la reforma de 2003 a la Ley General de Salud, que dio origen al
Sistema de Protección Social en Salud y su brazo operativo, el Seguro Popular; 3) la reforma de 2007 a la Ley
del ISSSTE, que homologó el diseño financiero de las tres principales instituciones públicas de salud.

Ilustraciones: Víctor Solís


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Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la inversión total en salud en México pasó de 4.9% del
PIB en 2000, a 6.2% en 2009 y bajó a 5.9% en 2015, mientras que el gasto per cápita en salud pasó de 322
dólares en 2000 a su punto más alto de 677 dólares en 2014.1 Este incremento se dio en buena medida gracias
al crecimiento del presupuesto público, lo cual sin duda representa un avance importante, aunque sigue por
debajo del promedio de América Latina.

La ampliación del gasto público en salud junto con la puesta en marcha del Seguro Popular permitió extender
la cobertura de la protección social en salud. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud y la Encuesta
Intercensal 2015, el número de mexicanos con seguro público de salud pasó de alrededor de 40 millones en
2002 (41% de la población total) a 98 millones en 2015 (82% de la población total).2, 3

Con la ampliación de la protección social en salud y la disminución de la pobreza, el porcentaje de hogares


con gastos catastróficos por motivos de salud se redujo de 2.7% en 2004 a 1.7% en 2014, mientras que el
porcentaje de hogares con gasto empobrecedor por los mismos motivos disminuyó de 1.3% a 0.6% en el
mismo periodo.4 A pesar de que el total de hogares mexicanos creció durante este periodo, el número
absoluto de familias que sufrieron un quebranto económico por motivos de salud se redujo de un máximo de
3.7 millones al año a unos 2.7 millones. El mayor avance se dio en los hogares que estaban excluidos de la
seguridad social convencional y que ahora están cubiertos por el Seguro Popular, que son en general los
hogares de menores ingresos.

Todos estos cambios influyeron de manera positiva en las condiciones de salud de la población. México pudo
alcanzar en 2015 casi todas las metas en salud de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluidas las
relacionadas con la mortalidad en menores de cinco años, la vacunación, los derechos reproductivos, el
paludismo y la tuberculosis.5

A pesar de estos logros México enfrenta retos enormes que se expresan sobre todo en la existencia de una
creciente brecha entre la demanda y la oferta de servicios de atención a la salud: la demanda está creciendo
aceleradamente mientras que la oferta se ha estancado y empieza a deteriorarse. El propósito de este ensayo es
documentar esta brecha, discutir sus principales causas y ofrecer alternativas para superarla.

La salud de los mexicanos se ha descrito recientemente como “un blanco móvil que ahora se desplaza a gran
velocidad”.6 Esto se refleja en una demanda por servicios de atención a la salud que se ha incrementado y
seguirá incrementándose de forma exponencial debido a cuatro factores: 1) el crecimiento de la población; 2)
el envejecimiento poblacional; 3) el aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT); 4) el
crecimiento de la población sin seguridad social convencional debido a lo que podríamos llamar “efecto
Trump”.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), entre 2000 y 2005 la población
mexicana creció a una tasa anual de 1.2%, que aumentó a 1.7% entre 2005 y 2010, y disminuyó a 1.3% en los
últimos años.7 En el momento actual la población asciende a 119.5 millones de personas. Se calcula que para
2030 alcanzará la cifra de 147 millones y para 2050 ascenderá a 164 millones, fecha a partir de la cual
empezará a disminuir.8

No todos los grupos de edad están creciendo al mismo ritmo. La población de adultos mayores, que hoy
representa 10.4% (12.4 millones)

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de la población total, está creciendo a una tasa superior a 3% anual. Se calcula que para 2030 representará por
lo menos 15% de la población total (22 millones).9 Esta población demanda no sólo mayores servicios de
atención a la salud que la población de menor edad, sino también servicios más costosos. Se estima que en
México el costo anual de atención de un paciente de 65 años y más, es tres veces mayor al costo de la
atención de los menores de cinco años y seis veces mayor al de los adolescentes de entre 10 y 20 años.10

El envejecimiento de la población se asocia a un incremento de las ECNT. Destacan dentro de ellas la


cardiopatía isquémica, la diabetes mellitus, la enfermedad renal crónica, la enfermedad cerebrovascular, los
diversos tipos de cáncer y las enfermedades mentales. En 1950 estos padecimientos representaban tan sólo
35% de las muertes en el país, pero hoy concentran más de 80%.11 Se trata de enfermedades más difíciles de
tratar que las infecciones comunes y los problemas reproductivos porque requieren para su adecuada atención
de recursos humanos (médicos y enfermeras), materiales (medicamentos y otros insumos) y físicos
(equipamiento y unidades de atención) mucho más complejos y costosos. Según la Encuesta Nacional de
Salud y Nutrición de Medio Camino 2016 (ENSANUT 2016), la diabetes mellitus afecta a más de 9% de la
población adulta de México y el costo de su atención asciende a casi cuatro mil millones de dólares
anuales.12, 13

A esto hay que agregar a la población mexicana documentada e indocumentada que vive en Estados Unidos y
que está regresando a nuestro país como resultado de las nuevas políticas migratorias estadounidenses. Esta
población no cuenta con seguridad social y se irá afiliando paulatinamente al Seguro Popular, que no dispone
de recursos suficientes para enfrentar este inesperado aumento en la demanda de servicios de atención a la
salud.

Por su parte, la oferta de servicios de salud se encuentra estancada debido principalmente a una inversión
insuficiente, un gasto administrativo excesivo en las instituciones públicas de salud y un esquema
organizacional que restringe la libre elección del prestador de atención. Esto ha generado un deterioro de la
calidad que ha dado como resultado un aumento en la utilización de los servicios privados, sobre todo los
ambulatorios, lo que ha mantenido en niveles muy altos el gasto de bolsillo.

Si bien el gasto en salud en México se incrementó en alrededor de un punto del PIB entre 2000 y 2015, desde
2014 se observa una reducción —a expensas totalmente del gasto público— en la inversión per cápita,
llegando a un estimado 665 dólares para 2015 y 652 dólares para 2016. Esto está impidiendo alcanzar los
niveles deseables de gasto en salud. Los países de América Latina invierten en promedio más de 7% de su
PIB en salud, mientras que los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) invierten 8.9% en promedio.14, 15 Aunque ha aumentado desde las reformas de 2003, el porcentaje
que corresponde al gasto público en México es de sólo 48% del total en salud, cuando el promedio en los
países de la OCDE es de 73%.

Hay, asimismo, muy poca eficiencia en el ejercicio del gasto. Las instituciones públicas de salud en México
dedican, en conjunto, 8.9% de su presupuesto al rubro administrativo, cuando el promedio en los países de la
OCDE es de 3.7%.16Esto se debe a la existencia de diversos aparatos administrativos —para cada uno de los
segmentos del sistema de salud— y un ejercicio poco eficiente de las tareas gerenciales.

Otro signo de ineficiencia es la doble y hasta triple cotización. Hay personas que cuentan con un seguro
propio y están además cubiertas por el seguro de su cónyuge. Se calcula que 7.3 millones de personas en
México están afiliadas al IMSS y al Seguro Popular, dos millones al IMSS y al ISSSTE, 760 mil al ISSSTE y
al Seguro Popular, y 170 mil al IMSS, ISSSTE y Seguro Popular.17 Hay quienes disponen de un seguro
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público y un seguro de salud privado. Este es el caso, por ejemplo, de los funcionarios públicos, que además
de cotizar al ISSSTE reciben del gobierno un seguro privado de gastos médicos mayores. Se estima que la
mitad de los nueve millones de mexicanos que cuentan con seguro de salud privado dispone también de un
seguro público.18

La ineficiencia del gasto en salud no es un tema menor. David Cutler, uno de los economistas de la salud más
reconocidos del mundo, ha señalado que los recursos invertidos en servicios de salud en Estados Unidos que
no generan más o mejor salud ascienden a 30% del gasto total en salud, equivalente al valor del total de la
economía de México.19 Un desperdicio de 30% en nuestro país representa alrededor de 2% del PIB, una
cantidad de recursos considerable que podría invertirse en más salud y desarrollo social y económico.

En México la insuficiencia e ineficiencia del gasto han dado lugar a un deterioro progresivo de los servicios
de salud, particularmente de los servicios públicos ambulatorios, que presentan serios problemas de calidad
manifestados, entre otras cosas, en largos tiempos de espera y falta de medicamentos. De acuerdo con la
Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 (ENSANUT 2012), el tiempo promedio de espera para recibir
servicios ambulatorios en los Servicios Estatales de Salud (SESA) y el IMSS es de 90 y 75 minutos,
respectivamente, mientras que en los consultorios privados es de menos de 30 minutos.20 La falta de
medicamentos es también común. De acuerdo con la misma encuesta sólo 63% de los usuarios de los SESA
salen de la consulta ambulatoria con su receta totalmente surtida. Las cifras para las unidades ambulatorias del
IMSS y del ISSSTE son de 86% y 66%, respectivamente.18

Otro ejemplo es el tratamiento de los pacientes diabéticos —un grupo amplio y de rápido crecimiento—
cuyos resultados tampoco son alentadores. Según la ENSANUT 2016, 88% de los pacientes diabéticos
diagnosticados reciben tratamiento, pero menos de 20% se someten a todas las pruebas y revisiones que

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requieren.9 No es de extrañar que menos de un tercio de los diabéticos atendidos en las instituciones públicas
de salud tengan su padecimiento bajo control. Lo mismo sucede con un alto porcentaje de los pacientes
hipertensos: aunque están diagnosticados y reciben tratamiento, no presentan cifras aceptables de presión
arterial. La interpretación de estos datos es la siguiente: el país gasta su escaso presupuesto público en
servicios de salud de baja calidad que no responden a las necesidades de los pacientes.

No sorprende, por lo tanto, que los usuarios de los servicios de salud, incluso los afiliados a las instituciones
públicas, acudan de manera regular a los consultorios privados. Según la ENSANUT 2012, 31% de los
afiliados al Seguro Popular, 31% de los afiliados al IMSS y 28% de los afiliados al ISSSTE utilizan de
manera regular los servicios ambulatorios privados.8 Llama la atención, además, el creciente uso que se está
haciendo de los consultorios adyacentes a farmacias.21 Estas cifras contrastan con las correspondientes a los
servicios hospitalarios. Entre 2000 y 2012 el porcentaje de hospitalizaciones totales que concentraron los
SESA se incrementó de 26% a 38%, mientras que el porcentaje correspondiente a los hospitales privados
disminuyó de 24% a 17% en el mismo periodo. Es lógico suponer que estos últimos cambios se debieron a la
puesta en marcha del Seguro Popular, porque los porcentajes correspondientes a las instituciones de seguridad
social prácticamente no se modificaron.

El alto uso de servicios ambulatorios privados —que supone el pago de consulta, estudios de laboratorio y
gabinete, y medicamentos— explica en buena medida los elevados niveles del gasto de bolsillo en México,
que incrementan el riesgo de incurrir en gastos catastróficos. El gasto de bolsillo, aunque disminuyó en los
últimos años, todavía concentra 44% del gasto total en salud, una de las cifras más altas de América Latina.
Los porcentajes correspondientes a Colombia, Costa Rica y Uruguay son de 15%, 25% y 16%,
respectivamente.1 La cifra promedio de los países de la OCDE es de 14%.

Las necesidades de salud y el costo de atenderlas están siempre al alza por la concentración de la carga de la
enfermedad en las ECNT, que son costosas y complejas. Desafortunadamente, la inversión en la salud ha
aumentado sólo en momentos específicos y en cantidades conservadoras —recientemente por debajo del
crecimiento del PIB— y a menudo se ha estancado. Por lo mismo, la brecha entre el costo de satisfacer las
necesidades más apremiantes de la población mexicana y la inversión en su salud se ha abierto cada vez más:
la oferta camina mientras que la demanda corre.

Sólo para atender la proyección de la demanda de servicios de salud debida al crecimiento y envejecimiento
poblacional, en 2030 el gasto en salud tendrá que alcanzar 7.1% del PIB (bajo el supuesto de un crecimiento
constante en el PIB similar al de las últimos tres décadas). Si se añaden los cambios en la demanda
relacionados con el crecimiento de las ECNT, la inversión en salud deberá alcanzar por lo menos 8.2% del
PIB. Si además aspiramos a invertir el mismo per cápita que hoy invierten Chile o Costa Rica, en 2030
México tendrá que destinar entre 10.4% y 12.9% del PIB a la salud.

Del gasto total en salud de 2015 casi 60% se asocia a tan sólo seis categorías de enfermedad: cáncer,
cardiopatía isquémica, diabetes, enfermedades reumáticas, VIH/SIDA e hipertensión (ordenadas de mayor a
menor gasto en servicios de salud). Suponiendo que la transición epidemiológica y el crecimiento y
envejecimiento poblacionales sigan la trayectoria actual, México enfrentará un aumento exponencial en todas
estas enfermedades, excepto VIH/SIDA. Se estima que el gasto en las otras cinco enfermedades crecerá 3.1%
al año hasta 2030, comparado con la tendencia reciente en el gasto en salud de 1.1% anual. Para 2030 estas
cinco enfermedades representarán 102% del gasto total en salud actual y 180% del mismo gasto en 2050.

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Si seguimos invirtiendo el gasto público en salud de la manera en que lo venimos haciendo —poco y mal— la
población mexicana tendrá que escoger entre dos escenarios inaceptables: erosionar lo ya ganado en salud y
sufrir pérdidas consecuentes en el bienestar de las personas y de la economía, o aumentar el gasto del bolsillo
en salud y sufrir inequidad, inestabilidad financiera, aumentos en la pobreza y pérdidas de oportunidades de
una inversión sustentable en otros aspectos del capital humano.

Para poder enfrentar los retos asociados al crecimiento y envejecimiento de la población y la creciente
prevalencia de las ECNT es necesario: 1) incrementar el gasto público en salud para ampliar y mejorar la
oferta de servicios; 2) hacer más eficiente el ejercicio del gasto; 3) racionalizar la oferta de los servicios
públicos de salud.

Es urgente hacer un nuevo esfuerzo para ampliar la inversión en salud y llevarla, en el corto plazo, por lo
menos al promedio latinoamericano (7.2%).1 Esto permitirá enfrentar, por lo pronto, el crecimiento y el
envejecimiento poblacional. Sin embargo, para poder atender de manera efectiva las necesidades asociadas a
la creciente prevalencia de las ECNT, será indispensable incrementar todavía más el gasto, para llegar por lo
menos a niveles de 9% antes de 2030, más a la par con el nivel de inversión en salud de países con un nivel de
desarrollo económico similar o ligeramente mayor al nuestro, como Costa Rica y Chile. Cualquier ampliación
del gasto en salud deberá basarse sobre todo en presupuesto público para evitar un aumento en los gastos
catastróficos y empobrecedores.

Pero es importante no sólo ampliar el gasto sino también generar más salud por el dinero invertido. Esto
exige, en primer lugar, disminuir el gasto administrativo para llevarlo a niveles cercanos al promedio de los
países de la OCDE (3.7%).

Una segunda medida para hacer más eficiente el ejercicio del gasto es incrementar el porcentaje de los
recursos públicos destinados a la atención primaria. Este tipo de atención debe ofrecerse a través de redes
horizontales que involucren también a las comunidades y los hogares.22 La atención primaria efectiva es
mucho menos costosa que la atención hospitalaria y disminuye las hospitalizaciones innecesarias y el gasto de
bolsillo, que no se ha podido abatir precisamente por el uso continuo de las unidades ambulatorias privadas
por usuarios insatisfechos con la atención de las clínicas públicas.

Finalmente, será necesario implantar medidas para racionalizar la oferta de los servicios. Destacan dentro de
estas medidas: 1) fortalecer las actividades de promoción de la salud, prevención y diagnóstico oportuno de
las ECNT a través de la atención primaria de alta calidad y las actividades regulatorias para el control de
riesgos; 2) diseñar estrategias para atender de manera más efectiva y eficiente las enfermedades que
concentran un alto porcentaje del gasto en salud; 3) impulsar medidas de promoción del “envejecimiento
saludable”, incluyendo los cuidados paliativos; 4) explorar la posibilidad de establecer asociaciones público-
privadas para estimular inversiones que permitan ampliar la prestación de servicios de salud.

Tal vez la medida más trascendente que puede tomar el sistema de salud en el corto plazo es el
fortalecimiento de la promoción de la salud y el control de riesgos. Esto incluye el fomento del ejercicio
físico, las dietas saludables y la interacción social, y el combate a los riesgos asociados a las principales
causas de discapacidad, enfermedad y muerte, como el sobrepeso y la obesidad, el consumo de tabaco,
alcohol y drogas, y el aislamiento social. Los datos de la ENSANUT 2012 indican que la tasa de crecimiento
del sobrepeso y la obesidad disminuyó entre 2006 y 2012 como consecuencia posiblemente de las políticas
implantadas para combatirlos. Sin embargo, la prevalencia conjunta de sobrepeso y obesidad en adultos en
nuestro país sigue siendo la más alta de los países de la OCDE (72.5%), y este problema empieza a afectar de
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manera creciente también a niños y adolescentes.23 Es por lo tanto urgente evaluar la Estrategia Nacional
para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes para fortalecer lo que está dando
buenos resultados y modificar lo que no funciona.

Igualmente importante es el diseño de medidas para garantizar el diagnóstico temprano y el tratamiento


oportuno y efectivo de las ECNT más frecuentes. La ENSANUT 2016 señala, por ejemplo, que 40% de los
pacientes hipertensos no saben que sufren de estas enfermedades, por lo que se exponen a un mayor riesgo de
complicaciones y una menor sobrevida. El diagnóstico y tratamiento oportunos de la diabetes y el cáncer
también se asocian a sobrevidas más largas y tratamientos menos costosos.

Es indispensable, asimismo, diseñar estrategias novedosas para tratar de contener el costo del tratamiento de
los seis padecimientos que concentran casi 60% del gasto en salud. Como ya se señaló, de no controlarse, el
costo de estos padecimientos podría más que duplicarse en la próxima década.

La promoción del “envejecimiento saludable” también puede contribuir a detener la escalada de costos. Ello
supone la adopción de hábitos saludables como una dieta equilibrada, ejercicio físico periódico, consumo
moderado de bebidas alcohólicas, abandono del tabaquismo e interacción social regular. La conservación de
la masa muscular mediante el ejercicio y una buena nutrición ayuda a preservar las funciones cognitivas, evita
la fragilidad y retrasa la dependencia. Los hogares y entornos seguros (áreas peatonales, parques y plazas
públicas) que facilitan, por ejemplo, caminar, juegan también un papel crítico en este proceso.

Otra medida que es necesario promover para garantizar una atención digna y efectiva de las necesidades de
salud en las etapas finales de la vida es el cuidado paliativo. Además de responder a una necesidad
apremiante, los cuidados paliativos reducen considerablemente las hospitalizaciones innecesarias y los costos
de la atención de los adultos mayores.24

Por último, es imperativo explorar el potencial de la mezcla pública-privada en la prestación de servicios de


salud bajo un marco regulatorio adecuado. La contratación de servicios privados de buena calidad puede
ayudar a superar las limitaciones de una oferta pública burocratizada que está siendo rechazada por los
afiliados a las instituciones públicas de salud que en número creciente recurren de manera regular a los
consultorios y clínicas privadas. La Ley General de Salud y las leyes de seguridad social permiten este tipo de
contrataciones que ya han ayudado al IMSS, al ISSSTE y los SESA a complementar su oferta de servicios de
laboratorio y gabinete y algunos servicios clínicos, como la diálisis para los pacientes con enfermedad renal
crónica. Los proveedores privados también se han utilizado con éxito para atender parte de la demanda de
servicios especializados financiados con el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos del Seguro
Popular. De hecho, la participación de prestadores privados es una práctica común en la abrumadora mayoría
de los sistemas de salud de los países de la OCDE, todos los cuales ofrecen cobertura universal de salud con
protección financiera a sus ciudadanos, con excepción de Estados Unidos. La evidencia internacional de las
últimas décadas indica que para alcanzar dicha cobertura lo que se requiere es un financiamiento
predominantemente público, mientras que la prestación puede quedar en manos de una mezcla público-
privada bajo reglas claras y justas, establecidas por ley y aplicadas de forma transparente por el gobierno.

Todas estas medidas deben implantarse en un sistema de salud organizado por funciones (rectoría,
financiamiento y prestación) y no por poblaciones (IMSS, ISSSTE, Seguro Popular), como es el caso
actualmente. Esta reorganización permitirá: 1) fortalecer el papel rector de la Secretaría de Salud; 2) ampliar y
consolidar las fuentes de financiamiento para alcanzar una cobertura universal y equitativa de la atención a la
salud; 3) garantizar una prestación plural de servicios de salud seguros y de alta calidad.

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E>s importante reconocer que la ampliación del presupuesto para la salud no es un gasto sino una inversión.
A nivel mundial se ha comprobado de manera contundente la relación virtuosa que existe entre salud y
desarrollo económico. Un país saludable cuenta con una población que contribuye al crecimiento económico
y una economía dinámica invierte sus ganancias en el bienestar de sus ciudadanos. El retorno a la inversión
en salud es alto: por cada 10% de incremento en la expectativa de vida se genera un incremento de 4% en el
PIB.25

Sin embargo, el incremento del gasto en salud no garantiza por sí solo un mejor desempeño del sistema de
salud. Es necesario, por lo tanto, invertir de manera inteligente. Para México tiene una enorme importancia
estratégica la definición del tipo de sistema de salud al que aspira: uno subfinanciado y derrochador o uno
eficiente y equitativo.

Ante el envejecimiento poblacional y el aumento en la carga de las ECNT, es hora de preguntarse: ¿en dónde
queremos estar en 2050? Debemos escoger un prototipo de sistema de salud y empezar a hacer las reformas
necesarias para alcanzarlo a partir de 2018. El sistema de salud de México debe implantar medidas para
ampliar y mejorar la oferta de servicios en forma tal que pueda atender los retos asociados al envejecimiento
de la población y la creciente prevalencia de ECNT, al tiempo que se consolidan los esfuerzos para pasar de
un sistema segmentado por poblaciones a uno organizado por funciones. Esto nos permitirá avanzar hacia lo
que podríamos llamar el “modelo OCDE”: un sistema con financiamiento predominantemente público y
prestación plural de servicios de alta calidad. Es un modelo que se ha implantado con éxito en varios países de
ingresos altos de Europa Occidental y en Canadá, y que ha garantizado una cobertura universal con protección
financiera y condiciones de salud muy aceptables sin haber llegado ni de cerca a los niveles de gasto y
desperdicio que experimenta Estados Unidos. Una reforma de este tipo mejorará sin duda el desempeño del
sistema y las condiciones de salud de nuestra población, lo que a su vez contribuirá al bienestar social y al
desarrollo económico de México.

Julio Frenk
Médico y sociólogo. Rector de la Universidad de Miami.

Felicia Marie Knaul


Economista. Economista principal de Universalidad y Competitividad en Salud de la Fundación Mexicana
para la Salud, y directora del Instituto para Estudios Avanzados de las Américas de la Universidad de Miami.

Octavio Gómez Dantés


Investigador del Instituto Nacional de Salud Pública de México.

Héctor Arreola Ornelas


Economista. Coordinador de investigación de Universalidad y Competitividad en Salud de la Fundación
Mexicana para la Salud.

1 World Health Organization. Global Health Expenditure Database. Disponible


en: http://apps.who.int/nha/database. Consultado el 10 de julio de 2017.

2 Secretaría de Salud. 4° Informe de Labores 2015-2016. México, D.F.: Secretaría de Salud, 2016.

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3 Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Encuesta Intercensal 2015. Disponible


en: http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/enchogares/especiales/intercensal. Consultado el 13 de julio de
2017.

4 Knaul, F., Arreola-Ornelas, H., Méndez- Carniado, O., “Protección financiera en salud: actualizaciones para
México a 2014”, Salud Pública de México, 58(3), 2016, pp. 341-350.

5 Sistema de Información de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Disponible en: http://www.objetivosdedesarrollodelmilenio.org.mx. Consultado el 11 de julio de 2017.

6 Ruelas-Barrajas E., “Salud: el nuevo paradigma”, en: Aguilar Camín, H., de la Calle, L., Casar, Ma.,
Castañeda, J., Cossío-Díaz, J.R., Guerrero, E., Levy, S., Woldenberg, J., editores. ¿Y ahora qué? México ante
el 2018, Ciudad de México, Penguin Random House, 2017, p. 323.

7 INEGI, Población total. Disponible en: http://www.beta.inegi.org.mx/temas/estructura/default.html.


Consultado el 17 de julio de 2017.

8 “México, décimo país más poblado del mundo”, El Economista. Disponible en: http://bit.ly/2DUZLlG.
Consultado el 10 de julio de 2017.

9 “Con más de 60 años, el 10% de la población en México”, El Economista. Disponible


en: http://bit.ly/2rQ30q6. Consultado el 10 de julio de 2017.

10 Knaul, F.M., Arreola-Ornelas, H., La brecha en salud: De dónde venimos, dónde estamos, hacia dónde
vamos. Disponible en: http://bit.ly/2DVkfLc. Consultado el 23 de diciembre de 2017.

11 Institute for Health Metrics and Evaluation. GBD Compare Data Visualization. Disponible
en: http://ihmeuw.org/4ad6. Consultado el 23 de diciembre de 2017.

12 Instituto Nacional de Salud Pública. Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016.
Informe de Resultados. Cuernavaca, Morelos: Instituto Nacional de Salud Pública, 2016.

13 “Diabetes en México cuesta 3,872 millones de dólares anuales”, Forbes. Disponible


en: http://bit.ly/2rL1JAn. Consultado el 10 de julio de 2017.

14 Estimaciones propias basado en datos de la Cuenta Pública 2015 y 2016 de la SHCP y la Encuesta
Nacional de Ingresos y Gastos 2014 del INEGI.

15 Organization for Economic Cooperation and Development. Health Statistics 2017. Disponible
en: http://bit.ly/2nhKH8b. Consultado el 17 de julio de 2017.

16 Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Estudios de la OCDE sobre Sistemas de


Salud, México. Resumen ejecutivo y diagnóstico y recomendaciones. Disponible en: http://bit.ly/2BzvmnK.
Consultado el 12 de julio de 2017.

17 OECD, OECD Reviews of Health Systems, Mexico. París: OECD, 2016:63.

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18 Albarrán, E., “AMIS busca mejorar servicio de salud que ofrece el gobierno”, El Economista, 2015, agosto
19. Disponible en: http://bit.ly/2rOTgfu. Consultado el 25 de agosto, 2017.

19 “Buried in healthcare imbroglio, trilliondollar questions”, The Harvard Gazzette. Disponible


en: http://bit.ly/2nl9loD. Consultado el 25 de diciembre, 2017.

20 Instituto Nacional de Salud Pública,


Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, Cuernavaca, México, 2013.

21 Fundación Mexicana para la Salud, Estudio sobre la práctica de la atención médica en consultorios
médicos adyacentes a farmacias privadas, México, Funsalud, 2014.

22 Ruelas-Barrajas, E., “Salud: el nuevo paradigma” en: Aguilar-Camín, H., de la Calle, L., Casar, Ma.,
Castañeda, J., Cossío-Díaz, J.R., Guerrero, E., Levy, S., Woldenberg, J., editores, ¿Y ahora qué? México ante
el 2018, Ciudad de México, Penguin Random House, 2017, p. 328.

23 OECD, “How does Mexico compare?”, Health at a Glance 2017: OECD Indicators. Disponible
en: http://bit.ly/2FlYGkb. Consultado el 2 de noviembre de 2017.

24 Knaul, F.M., Farmer, P., Krakauer, E.L., de Lima, L., Bhadelia, A., Kwete, X.J., et al., “Alleviating the
access abyss in palliative care and pain relief—an imperative of universal health coverage: The Lancet
Commission Report”, The Lancet, 2017. DOI: http://dx.doi.org/10.106/S0140-6736(17)32513-6.

25 Bloom, D.E., Canning, D., Sevilla, J., “The effect of health on economic growth: a production function
approach”, World Development, 32(1), 2004, pp.1-13.

https://www.nexos.com.mx/?cat=3394

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La relatividad de la longitud

 Por César Tomé

Después de leer este artículo podrás explicarles a tus amigos qué significa este graffiti que se encuentra en
Leiden (Países Bajos), aunque no tengas ni idea de neerlandés.

Los dos postulados de la teoría de la invariancia [1] también conducen a la relatividad de una segunda variable
fundamental, la longitud. Einstein volvió a aplicar los dos postulados a un experimento mental (no a un
experimento real [2]) que implica un proceso de medición extremadamente simple. Otra vez estamos ante una
forma de deducir las consecuencias físicas de sus dos postulados fundamentales, en la que, de nuevo, la
velocidad constante de la luz es la clave, mientras que el principio de relatividad es la suposición subyacente.

Vamos a dejar que en esta ocasión Mónica y Esteban descansen y en este experimento Moisés será el que esté
en movimiento uniforme en nuestro vagón plataforma con respecto a Ester, que permanece estática respecto al
suelo. El experimento consiste en algo tan simple como medir el vagón.

Moisés lleva un metro para medir la longitud a lo largo de su plataforma, esto es, va a medir una longitud en la
dirección en la que el objeto se mueve. Obtiene exactamente 10 m. Ester intenta medir la longitud de la
plataforma de Moisés con su metro cuando la plataforma de Moisés pasa por delante a su velocidad constante.
Tiene que ser rápida, ya que debe leer los dos extremos del metro en el mismo instante; si esto no fuese así, es
decir, si ella midiese primero uno de los extremos, el otro se habría movido hacia adelante antes de llegar a él.
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Como Ester es ingeniosa, ha diseñado un sistema óptico que le permite hacerlo simultáneamente. Pero hay un
problema: la luz desde la parte delantera y desde la parte trasera del vagón tardan una cierta cantidad de tiempo
en alcanzarla, y en ese breve lapso de tiempo, la plataforma ha avanzado.

Las longitudes medidas por los dos observadores están relacionadas entre sí por la misma raíz cuadrada que
aparecía para la dilatación del tiempo. Moisés, que está en reposo en relación con su plataforma, mide la
longitud de la plataforma le, pero Ester, que debe medir la longitud de la plataforma movimiento de Moisés
desde su marco estacionario, mide su longitud como lm. Einstein demostró que, debido a la velocidad constante
de la luz, estas dos longitudes no son iguales, sino que se relacionan por la misma raíz cuadrada que aparecía
para la dilatación del tiempo.

Efectivamente, como la velocidad de la luz c es constante, podemos escribir que c= lm/Δtm = le/Δte donde
Δtm y Δte son los intervalos de tiempo que mide cada observador que se tarda en recorrer la longitud
correspondiente. De aquí tenemos que lm = le · Δtm/Δte y como Δte = Δtm /√(1-v2/c2), obtenemos que lm = le·√(1-
v2/c2). [3]

Esta ecuación nos dice que, como la velocidad de la luz no es infinita, la medición de Ester de la longitud de la
plataforma siempre resulta ser más corta que la longitud que mide Moisés, ya que el resultado de esa raíz
cuadrada siempre es menor que 1. Cuanto más rápido se mueve la plataforma, más corta resulta para la medición
de Ester. Si la plataforma está quieta, v = 0, y entonces lm = le.

Por lo tanto:

Las mediciones de longitud no son absolutas e invariables, sino relativas.De hecho, un objeto que se mueve en
relación a un observador estacionario parece a ese observador en ese marco de referencia que es más corto en
la dirección del movimiento que cuando su longitud la mide un observador que se mueve con el objeto; y parece
más corta cuanto más rápido se mueve el objeto. Este efecto se conoce como contracción de la longitud.

Pero eso no significa que el objeto se contraiga cuando se mueve: la “contracción” observada, que es solo en la
dirección del movimiento, no perpendicular a ella, es un efecto de la medición hecha desde otro sistema, como
lo fue el efecto en las observaciones relativas del tiempo transcurrido, la “dilatación” del tiempo.

Cuando v = 0,8c, por ejemplo, el aparente acortamiento visto por Ester de la plataforma de Moisés moviéndose
hacia la derecha, y del propio Moisés y todo lo que se mueve con él, sería de aproximadamente 0,6 le . Pero,
recordemos, no existen marcos de referencia especiales [4], por lo que es simétrico. Como Moisés puede
considerar que su marco de referencia está en reposo, Ester parece moverse rápidamente hacia la izquierda, y
son ella y todo lo que la acompaña lo que le parece a Moisés acortadas en la misma cantidad.

La contracción aparente continúa hasta la velocidad de la luz, en cuyo punto la longitud del objeto en
movimiento le parecerá cero al observador estacionario. Sin embargo, no se puede conseguir que ninguna masa
pueda alcanzar la velocidad de la luz, por lo que nunca se puede alcanzar la longitud cero, aunque en los
aceleradores (colisionadores) las partículas elementales se acercan bastante a ese límite.

Notas:

[1] Popularmente, teoría de la relatividad.

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[2] Ruego la indulgencia del atento lector por reiterar lo obvio; lo hacemos pensando en otros lectores quizás
no tan atentos.

[3] Alguien habrá al que le parezcan muchas matemáticas, pero estamos hablando de álgebra elemental, elevar
a potencia y hallar raíces cuadradas. Y lo maravilloso es que son todas las matemáticas que hacen falta para
entender una de las teorías más fantásticas que haya creado mente humana. ¡Y se dan en primaria!

[4] De acuerdo con el principio de relatividad, no hay ningún experimento que se pueda realizar dentro de un
marco de referencia inercial que revele si éste está en reposo o moviéndose a una velocidad uniforme.Un marco
de referencia inercial es un marco de referencia que está en reposo o en velocidad uniforme en relación con otro
marco de referencia.

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

https://culturacientifica.com/2018/01/23/la-relatividad-la-
longitud/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCulturaCie
ntfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29

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TERRY EAGLETON EN NOVELA Y ENSAYO

Wittgenstein en Irlanda

Una novela que humaniza héroes históricos, y un ensayo criticando la definición de Cultura, tan rica en
significados contradictorios.

CARLOS MARÍA DOMÍNGUEZ

Terry Eagleton

¿Por qué los críticos literarios fracasan como novelistas? La pregunta regresa a propósito de la lectura
de Santos y eruditos, la ficción del teórico y crítico inglés, Terry Eagleton, autor de libros celebrados
como Una introducción a la teoría literaria (1988) y Después de la teoría (2003), con una larga trayectoria en
la Universidad de Oxford y en la de Lancaster.

Dijo de este libro otro gran teórico de la cultura, George Steiner: “Inteligencia crítica que desborda diversión
y tristeza en estado puro”. También sin suerte Steiner probó escribir ficción en cuatro ocasiones, de modo que
la inteligencia, incluso una brillante, formada en la frecuentación de cientos de novelas, cuentos y poemas,
más la reflexión y la escritura de agudísimos ensayos, debería en principio quedar descartada de la raíz del
problema, a menos que el hábito de interpretar, abstraer significados y vincular las representaciones de los
usos simbólicos sea la principal dificultad a la hora de abordar la naturaleza de la novela.
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En esta oportunidad Eagleton se dio el gusto de reunir varios héroes de la historia, de la filosofía y de las
letras, con la intención de aproximarlos al lector desde su condición más informal. Ludwig Wittgenstein
encarna el filósofo desesperado y mordido por su propia inteligencia, el hermano mayor del crítico Mijail
Bajtín, Nikolai, es el típico ruso vitalista y salvaje, amigo de todos los excesos, y el líder socialista irlandés
James Connolly protagoniza su fe en la revolución patriótica, que coincide con su vocación de mártir. El
filósofo Bertrand Russell y Leopold Bloom, el personaje de Joyce, acompañan momentos angulares de este
divertimento ilustrado que imagina un viaje de Wittgenstein y Nikolai Bajtín a la costa oeste de Irlanda en
1916, mientras Connolly participaba en Dublín del alzamiento de Pascua contra los británicos. Una asonada
duramente reprimida, pero clave en la historia de la lucha por la independencia irlandesa.

La mayoría de las secuencias están centradas en expresivos panoramas sociales (de la Viena burguesa, de la
Rusia revolucionaria, de la historia de Irlanda), y en conversaciones de carácter filosófico que reiteran los
tópicos de la lógica de Wittgenstein. Eagleton ilustra con soltura un mundo que conoce por sus estudios y
reflexiones, pero no consigue armar un argumento ni dar respiración a un personaje. Todos los protagonistas
vacilan entre la pretensión y el absurdo en la parodia de las figuras que encarnan; las representan en un juego
de ironías y grotescos que dan al texto la apariencia de un tinglado. Y es que, a diferencia del novelista, más
ocupado con los destinos personales que con lo que representan, como la mayoría de los críticos y teóricos,
Eagleton no logra escapar al dominio de las ideas sobre las confusiones de la experiencia, ni a los hábitos de
la interpretación. Su libro no carece de interés ni de entretenimiento, sin embargo, en la zona ampliada de una
recreación intelectual.

SANTOS Y ERUDITOS, de Terry Eagleton. El cuenco de plata, 2017. Buenos Aires, 189 páginas. Distribuye
Gussi.

Sobre cultura y civilización

por Juan de Marsilio

Terry Eagleton (Inglaterra, 1943), de familia católica, en los ’60 colaboró con el grupo cristiano de izquierda
“Slant” y escribió sobre teología, tema al que ha vuelto en el presente siglo. Discípulo del crítico marxista
Raymond Williams (1921–1988), su marxismo es lúcido y abierto. Milita en el Partido Socialista de los
Trabajadores, pequeña formación radical británica.

Eagleton es incómodo. Molesta a algunos cristianos por ser de izquierda. Molesta a algunos radicales por su
interés en la religión. Molesta a la izquierda light, por su radicalismo. Y molesta a muchos colegas
académicos por su prosa clara, amena y humorística, impropia para quienes creen que el “estilo académico”
debe ser seco y adusto. Acaso sea envidia, porque los libros de Eagleton sí se venden.

Este trabajo aborda la noción de cultura, rica en significados contradictorios y cuya definición y acepciones
deben ampliarse según la sociedad humana cambia. Aquí diferencia cultura letrada de cultura popular, que no
equivale a cultura de masas. Este deslinde importa pues el desarrollo exponencial de las industrias del
entretenimiento en el último siglo y medio, hace que a menudo se confunda lo que tiene aceptación masiva
como resultado de estrategias de difusión y marketing con lo de veras popular, que se origina en el pueblo
mismo.

Distingue también cultura y civilización, que suelen confundirse, porque en algunos pueblos mal llamados
primitivos se solapan una con la otra. Civilización es lo que suele llamarse “cultura material”, las
herramientas, las técnicas, lo que apunta a resolver las necesidades de supervivencia de un grupo y sus

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miembros. En cambio, para Eagleton, la cultura propiamente dicha no está sujeta a acuciantes necesidades
prácticas.

Pero el desarrollo humano vuelve “cultural” lo “civilizatorio” y hasta biológico. En palabras del autor: “Los
campesinos tienen hijos por razones muy parecidas a las de todos los demás, pero también porque, cuando
crezcan, trabajarán la tierra, se ocuparán de ellos en la vejez y al final heredarán unas pocas hectáreas de
tierra. Además de ser adorables, los niños representan fuerza de trabajo, un sistema de bienestar y la garantía
de la supervivencia de la granja. Sin embargo, en la civilización moderna resulta difícil saber para qué son los
niños. No trabajan, por ejemplo, y algunos no son especialmente decorativos. Son caros de mantener y no
siempre racionales. Su cuidado cuando son bebés es una de las formas de trabajo más arduas que conoce la
humanidad. Dado todo esto es sorprendente que la especie humana se reproduzca. Pero la utilidad de los niños
es innegable entre los granjeros”.

Eagleton cuestiona la pretensión de que la cultura pueda cumplir, en la actual sociedad laica, el papel que
antaño cumplía Dios como fuente de sentido para la vida personal o colectiva. Sostiene, con Marx, que la
religión ha sido muchas veces -y aún es en muchos casos- el “opio de los pueblos”. Pero la cultura de masas
es un opio mucho más eficaz. Y en muchos casos el disfrute de la alta cultura es “opio” para la angustia de las
clases altas, beneficiarias de un sistema injusto.

Sin embargo, la cultura sigue siendo útil para criticar la sociedad humana. Siempre, claro está, que el
concepto de cultura se someta a revisión permanente, para adecuarlo a esa realidad cambiante. Eagleton lo
hace, con rigor intelectual y humor.

CULTURA, de Terry Eagleton. Taurus, 2017. Barcelona, 198 págs. Distribuye Penguin Random House.

https://www.elpais.com.uy/cultural/wittgenstein-irlanda.html

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Ambrose Bierce y el futuro

Kathya Millares
—1982—

México mañana no va a ser un paraíso. Aunque confío en que será un país con mejores condiciones para vivir
—o al menos eso quiero creer.

La vida no me ha dado un piso firme para asegurarlo: me ha sido concedido pertenecer a una generación que
recuerda vagamente el terremoto de 1985, que vio por televisión el seguimiento informativo por el magnicidio
del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, que escuchó del “error de diciembre”, que su “domingo” se
vio reducido a cinco pesos cuando antes le daban cinco mil (seguro mi memoria exagera la cantidad).

Ilustración: Kathia Recio

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En los últimos semestres de la preparatoria adquirí el hábito de leer los periódicos, debido a ciertas tareas que
nos pedía el profesor de la materia de derecho. Los cartones me hacían reír por el aspecto ridículo de los
políticos, pero también me hacían bajar la cabeza y lamentar que el país estuviera en manos de personajes
“tan grotescos”.

Durante la época universitaria, con la vocación definida, no había más opción que estar al tanto de las ocho
columnas de los diarios. En aquellos días descubrí los relatos periodísticos de Gabriel García Márquez,
Truman Capote, Tom Wolfe, Norman Mailer, Günter Grass, Ernest Hemingway. Quería, como creo que a
varios en el salón les sucedía, aprender lo más posible de ellos, beber sus letras y descubrir sus secretos. Lo
que leía en sus reportajes o crónicas eran otros días y otros mundos. Caí de golpe en mis días y en mi mundo
con el libro de Sergio González Rodríguez Huesos en el desierto: en Ciudad Juárez estaban asesinando
mujeres jóvenes y muy poco o casi nada se hacía para detener a los culpables.

De ahí en adelante el aprendizaje ha sido duro.

El asesinato de mujeres se ha extendido a varios estados del país y ahora se habla de alerta de género. De una
violencia que va desde el acoso en la calle o el transporte público hasta el feminicidio. ¿Cómo ha sido vivir
con esto? Al menos en la Ciudad de México, hombres y mujeres no podemos viajar en los mismos vagones
del metro, metrobús y algunos camiones. Si abordas un microbús y algún hombre se acerca a ti porque tu
cuerpo lo excita, puedes armar un escándalo y terminar señalada como “una vieja loca” o clavarle el codo en
las costillas o pegarle con el bolso o la mochila o tratar de alejarte de él en medio del tumulto. También
puedes usar, quienes lo obtuvieron, tu silbato contra el acoso o apretar el botón de pánico que se ha colocado
en unidades de transporte público en estados como Veracruz y Puebla. Que una mujer viva sin miedo en el
Estado de México, por ejemplo, ahora parece imposible.

Otras historias de violencia se han ido sumando a mi vida personal en los últimos 10 años. Durante la guerra
contra el narcotráfico algunos de mis familiares han muerto en el peligroso triángulo que forman los estados
de Guerrero, Michoacán y el Estado de México, y un amigo, en Tamaulipas. Me asaltaron dos veces en el
microbús (en la primera los ladrones usaron pistolas y en la segunda, pistolas y una navaja). Vi cómo se
descomponía la colonia donde están casi todos mis recuerdos: secuestros, cobro de piso, venta de drogas,
balaceras, robos a mano armada, invasión de predios. Pese a estos días negros, he decidido que no miraré
sobre mi hombro temiendo lo peor.

Soy diestra y vivo la corrupción en mi país como si me hubieran inmovilizado el brazo derecho con un
cabestrillo. He obligado al extremo izquierdo de mi cuerpo a no ceder ante las circunstancias de corrupción de
pequeña escala que tanto dicen de la sociedad que somos: pagar en la fila de la ventanilla de trámites en la
delegación, entregar una cantidad mayor a la establecida por el pago de algún documento, comprar en reventa
los boletos de un concierto. Y a gran escala, a las cadenas de corrupción política que se han encabezado desde
Los Pinos y en los palacios de gobierno en distintos estados.

Veo también el otro gran pendiente que para los mexicanos es la libertad de expresión. El asesinato de
periodistas o las amenazas a medios de comunicación van en aumento y los culpables andan libres. El gremio,
en lugar de ser solidario, divide a sus integrantes en buenos y malos. No hay manera de ejercer el oficio sin
riesgo alguno.

Así ha sido México en los últimos 30 años. No todo ha permanecido en la oscuridad, desde luego. Se ha
avanzado en la democracia; la rendición de cuentas y la transparencia gubernamental son obligatorias (aunque
hay políticos que siguen negándose a practicarlas); la sociedad civil está más atenta a las carencias de todos y
exige por todos.
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Hoy confío más en la sociedad y en su interés por mejorar el futuro de los jóvenes que dentro de poco serán
adultos, de los niños que pasarán a la adolescencia muy pronto y de los bebés próximos a nacer en este país.
Apoyo mi confianza en Ambrose Bierce y su definición de futuro: “s. Época en que nuestros asuntos
prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada”.

Kathya Millares
Editora. Es coautora con Luis Miguel Aguilar del libro En un lugar de Cervantes.

https://www.nexos.com.mx/?p=35453

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Melancolía

José Woldenberg

Ilustración: Jonathan Rosas

Escribí hace unos meses que algunos de nosotros teníamos más pasado que futuro, porque me pareció
evidente —e innecesario de argumentar— que los jóvenes tienen más futuro que pasado. Una obviedad pues.
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No obstante, algún amigo me dijo: “no te azotes, ¿qué te pasa?”. Por supuesto, nada demasiado grave ni digno
de llamar la atención.

Pero la relación entre la existencia y el tiempo sí que merece cuidado. No son sólo los años sino los amores y
querencias del pasado, los muertos, las expectativas cumplidas y las fracasadas, los que modelan un cierto
estado de ánimo “normalmente” diferente entre jóvenes y viejos. Y no puede ser de otra manera. Mientras los
primeros —como dicen los merolicos de la autoayuda— tienen el futuro por delante, los segundos acarreamos
el pasado con dificultad; mientras los jóvenes se regodean en la esperanza nosotros lo hacemos con lo
sucedido. Sé que no se debe establecer una correlación rígida: hay jóvenes sin ilusiones y veteranos que de
manera permanente mantienen encendida la llama de la utopía. Pero el tiempo transcurrido suele dejar huella
y modula estados de ánimo diferentes (además de las peculiaridades de cada biografía).

La simple observación me dice que los viejos suelen ser más melancólicos que los jóvenes. Y si no es así
tampoco importa mucho. Lo que no cabe duda es que la melancolía es un estado anímico singular y una
sensibilidad discernible que se traducen en una relación particular del individuo con eso que llamamos
mundo.

Melancolía y tristeza pueden tener vasos comunicantes y síntomas parecidos pero no son lo mismo. La
tristeza suele ser fugaz, oscilante, tener una causa discernible, mientras la melancolía resulta más duradera,
estable y sus nutrientes suelen ser difusos. Pero quizá lo más relevante es que la melancolía puede anudarse
con un estado de paz e incluso con una cierta alegría. A fin de cuentas la melancolía tiene mucho de añoranza,
se alimenta del paraíso perdido, que en no pocas ocasiones suele ser el pasado idealizado y las esperanzas que
entonces se depositaron en el futuro.

Son quizá los anhelos del pasado que no se han cumplido los que fomentan el estado melancólico. Los
recuerdos que contrastan la ilusión pretérita con el presente son los que tienden a desencadenar un estado
anímico proclive a la contemplación y reflexión resignadas. La memoria, en estos casos, actúa de manera
contradictoria: es al mismo tiempo consuelo y estocada. Bálsamo por lo vivido, herida por lo frustrante del
vivir. Porque sin esa veta de insatisfacción (creo) la melancolía sería imposible.

El estado nostálgico se contrapone vivamente con el de todos aquellos que portan certezas inmutables. Los
predicadores convencidos (políticos, religiosos, académicos y súmele usted), quienes no tienen dudas sobre el
presente y en un trazo contundente han dibujado el porvenir, son inmunes a la melancolía. Ésta se alimenta de
la duda, del presentimiento de que mucha de la alharaca circundante, de la fiebre que se apodera de las
personas, de las causas por las que entregan su vida, quizá carezcan de sentido. Y el quizá es importante.
Porque el melancólico generalmente ha visto cómo se reblandecen sus certidumbres.

El melancólico mantiene una relación intensa con el pasado y fría y distante con el porvenir. No
necesariamente es un conservador, aunque por supuesto puede serlo. Más bien es capaz de encontrarle sentido
a lo acaecido pero nada espera o muy poco del futuro. Hay una especie de vaciamiento de la esperanza y una
pesadumbre granítica por lo que se ha dejado atrás. “La orientación hacia el futuro que distingue al ser
humano de todos los seres vivos es para el melancólico la fuente de su sufrimiento”, escribe László F.
Földényi. Y ese mismo autor transcribe un pasaje elocuente de una carta de Gustav Mahler a Kierkegaard:
“Toda mi vida es una gran añoranza. ¿Cuál es mi enfermedad? La melancolía. ¿Dónde tiene su sede esta
enfermedad? En la imaginación; y su alimento es la posibilidad”. Földényi explica: en este caso “el futuro no
significa la realización de las posibilidades, sino la posibilidad de la destrucción de las cosas reales…”
(Melancolía, traducción de Adan Kovacsics, Galaxia Gutenberg).
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¿El melancólico tiene una especial manera de vivir? Quizá. Porque asume la existencia como pérdida. Lo
mejor se encuentra en el pasado y sólo imaginar el porvenir le genera angustia, zozobra, incertidumbre.
Quisiera construir un ancla, alguna convicción que le permitiera creer que algo de lo que valora quedará
incólume, pero no puede. Asume y sabe que “las cosas” están destinadas a cambiar de lugar y de jerarquía.
Esa flexibilidad es la cualidad de la vida y las pérdidas son inevitables y por supuesto irreparables. Lo sabe y
lo asume, de ahí el dolor que suele acompañar a los melancólicos.

Si la melancolía fuera una enfermedad sería el padecimiento propiamente humano.

José Woldenberg
Escritor y ensayista. Su más reciente libro es Cartas a una joven desencantada con la democracia.

https://www.nexos.com.mx/?p=35974

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Cuando Carlos Fuentes confesaba a Buñuel

El experto en el cineasta Javier Herrera recupera un texto inédito del escritor mexicano, que fue íntimo amigo
suyo

El cineasta Luis Buñuel con Carlos Fuentes.

JESÚS RUIZ MANTILLA

Así se leía en su ficha policial durante el franquismo: “Buñuel, Luis. Nativo de Calanda, Aragón. Anarquista,
pervertidor, hereje y blasfemo, autor de dos películas que denigran a la nacionalidad española: Tierra sin
pan y Un perro andaluz”. Por más que lo marcaran las autoridades del régimen de esa manera, o precisamente
por eso, Carlos Fuentes tenía otra opinión de su amigo exiliado en México: “Es el cineasta más honesto que
existe en el mundo”.

Lo escribió en un trabajo hasta ahora inédito e inconcluso donde trató de desentrañar su cine bajo el título
de La balsa de la medusa. Descansaba en el archivo personal que el autor legó a la Universidad de
Princeton (EE UU) y lo acaba de recuperar Javier Herrera, experto en el director, para la Colección Obra
Fundamental (Fundación Banco Santander). Es, sencillamente, una joya.

No solo desgrana y agiganta su dimensión artística. Da testimonio de uno de los nexos, aún no
suficientemente explorados, que ha definido la cultura hispánica a nivel global en el siglo XX: aquel que une
la vanguardia europea de principios de siglo con un líder destacado del surrealismo entre sus filas y los
jóvenes escritores latinoamericanos que lo consideraban un faro de leyenda para toda su corriente.

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No solo lo trató Fuentes. Quizás fue quien lo hizo de manera más íntima y continuada, con México como
epicentro de la relación. También lo veneraban García Márquez, Vargas Llosa, Julio Cortázar o José Donoso.
Los fogonazos de su cine se advierten en varias de sus novelas y cuentos. Existe una complicidad mutua a la
hora de entender el mundo. Por eso Buñuel, un puro cineasta literario, quiso adaptar a Juan Rulfo, igual que lo
intentó con Aura, de Fuentes, cuentos de Cortázar como Las menades, novelas de Donoso (El lugar sin
límites), además de La ciudad y los perros, de Vargas Llosa. O, a la inversa también, García Márquez lo tentó
para que transformara en imágenes algunos de sus guiones antes de la explosión atómica que supuso para su
carrera –y para la literatura universal- Cien años de soledad.

PROFETA DE MAYO DEL 68

Más allá del estilo o del discurso, los escritores del boom literario latinoamericano vieron en Luis Buñuel a un
profeta. Y cómo tal, a alguien que predijo acontecimientos como mayo del 68. “¡Ah, cabronas antenas
buñuelianas!”. Con esta expresión, a Carlos Fuentes se lo reconocía. Según Javier Herrera, “en esa época, el
escritor se encuentra en París y vive muy de cerca los acontecimientos revolucionarios”. Por origen y
formación, Fuentes, como Buñuel, pertenecían al mundo burgués dominante. “Pero con una conciencia crítica
despiadada hacia ese mismo mundo para intentar humanizarlo a través de la cultura y del arte”, apunta
Herrera. El autor va confirmando tesis y teorías discutidas con su maestro sobre el terreno. “La aproximación
de Fuentes a su obra hasta ese momento tenía en cuenta principalmente las cuestiones estéticas derivadas de
películas como Belle de Jour y ahondaba a través de ella en una dialéctica entre la ceguera y la visión
artística. Pero a medida que el análisis de Fuentes iba encauzándose hacia la subversión ideológica y social
que sus películas preveían, se dio cuenta de que la capacidad visionaria –y por tanto poética- de Buñuel se iba
imponiendo”. Lo previsto se empezaba a plasmar en la práctica revolucionaria del mayo francés y en la
consiguiente amarga decepción que supuso su fracaso para todos ellos.

De ese rico parentesco nace La mirada de la medusa. Ninguno de aquellos autores pudo cumplir su sueño de
verse trasladados en imágenes por el maestro. “Tengo una tumba llena de proyectos muertos”, le confiesa el
director a Fuentes. Pero cerca anduvieron. Lo mismo que él de buena parte de aquella camada de letra heridos
dispuestos a hacer historia.

Si algo tenía Buñuel era buen olfato para según qué talentos. Lo mismo que Fuentes para elegir mentor. Y el
cineasta lo fue. Así se desprende de sus cartas también y del estudio. “Entérese: estoy escribiendo un
larguísimo ensayo sobre usted”, escribe Fuentes a su amigo el uno de noviembre de 1967. Según el autor, el
sello Gallimard pretendía publicarlo en Francia con fotos de Antonio Gálvez y Mortiz en México.

Pensaba en 100 cuartillas. Más o menos es la extensión hallada por Herrera. Ha querido respetar la estructura
de encuentros que conforma el libro: “Desde el punto de vista creativo, en este ensayo, Fuentes se muestra
innovador y perfectamente coherente con el objeto de estudio. Lo conoce desde todos los ángulos posibles
debido a su gran mutua complicidad y conocimiento. El primer elemento original es su estructuración en
torno al concepto encuentro y su relación con cuatro lugares: París, dos en México y Venecia. También podría
incluirse Madrid, aunque de modo más indirecto”.

A la capital de España acude Fuentes de manera sistemática en el texto. Su itinerario queda marcado por una
brújula de sortilegios en los que se mezclan Velázquez con el Quijote, don Juan con Galdós y Valle-Inclán:
“Vuelve a poner en circulación a las figuras del panteón español”, describe el autor.

De ese magma surge en gran parte el mundo buñueliano: como una vigorosa, radical y rabiosa puesta al día de
su herencia cultural. Ultra moderno y decididamente tradicional. Salvaje y riguroso. Bestia sin amo, animal

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clarividente. Un visionario que descubrió el reverso de la España pacata en la que creció a medio camino
entre los mundos opuestos del marqués de Sade, Freud y Darwin.

Un tipo que prefería sus pistolas a sus cuadros. “Almuerza y cena temprano. Se levanta a las cinco de la
mañana y se acuesta a las nueve de la noche. No habla mientras come. Bebe todo el día, desde las once de la
mañana”. A base de una rigurosa dieta de buñuelonis –medio de ginebra, un cuarto de Carpano, lo mismo de
Martini blanco-, fueron conversando y asentando su amistad aunque jamás dejaran de tratarse de usted.
Fuentes buscaba la manera de penetrar su rostro rudo pero escurridizo, con ojo a la virulé. “Es el toro y el
picador, un burgués con cuerpo de campesino y máscara de intelectual”.

Lo consigue. Aunque en medio, ningún misterio quede sobradamente clarificado. Imposible, junto a alguien
que adoraba al Quijote y a Don Juan como ejemplos modernos, precisamente por su genio para ambigüedad.
Y es que Buñuel, por ejemplo, reivindicaba el erotismo casto de sus películas: “Esa tensión secreta entre
pecado y placer”, en palabras de Fuentes. Un elemento que fascinó a autores como Henry Miller, pero que
probaba también su medida y desesperada obsesión de no renunciar al exceso de sus propios deseos.

Es algo que persigue desde sus inicios en las irredentas Un perro andaluz y La edad de oro. Sin olvidarse del
principiante que pegó la espantada de Hollywood, fue reconocido al final de su carrera en Europa, metió un
corte de mangas al franquismo con la cara inmaculada de Viridiana y antes se asentó en México para esculpir
un monumento a la libertad con genialidades y hachazos como Él, Los olvidados, El bruto, Simón en el
desierto, El ángel exterminador, Nazarín o La vía láctea... Con todos ellos marcó el camino de sus herederos.
Con todo ello sigue vigente como el más grande cineasta que ha dado España al mundo.

https://elpais.com/cultura/2018/01/24/actualidad/1516813840_721500.html

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La exploración computacional del paisaje de la teoría de cuerdas

Francisco R. Villatoro

El modelo estándar que describe la física de partículas a baja energía en nuestro universo es una teoría
efectiva (que no es válida a alta energía). Se llama swampland (pantanal) al conjunto de todas las teorías
efectivas (que describen a baja energía cada universo posible); se llama landscape (paisaje) al conjunto de
todas las teorías efectivas descritas con la teoría de cuerdas. En 1986 se pensaba que había un único vacío de
la teoría de cuerdas que coincidía con el modelo estándar de la física de partículas; hoy sabemos que hay
muchos (quizás infinitos). Más aún, quizás haya física más allá del modelo estándar, pues hay incontables
vacíos que la predicen (quizás haya infinitos).

El objetivo actual de la fenomenología en teoría de cuerdas es estudiar las propiedades genéricas


del landscape, que lo diferencian del swampland, para poder contrastarlas con experimentos y observaciones a
baja energía. Como es obvio, la imaginación no es suficiente para explorar una tierra desconocida, hay que
recorrerla con los ojos bien abiertos. Un camino es la exploración computacional del landscape; solo se puede
explorar un número finito y pequeño de vacíos (teorías efectivas a baja energía). Las propiedades estadísticas
de estos vacíos podrían ser genéricas, aunque también podrían ser accidentales (dependientes del método de
exploración); quizás lo más relevante para la física de nuestro universo está en lugares excepcionales
del landscape imposibles de alcanzar con un método computacional sistemático (cual cuevas ocultas llenas de

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diamantes en lugares inaccesibles). Pero si nadie se atreve a iniciar la exploración nunca sabremos qué nos
depara el landscape.

Los algoritmos genéticos son un método rápido y efectivo para explorar el lanscape. Un primer estudio de
ciento veinte mil vacíos se publicó en Steven Abel, John Rizos, “Genetic Algorithms and the Search for
Viable String Vacua,” J. J. High Energ. Phys. 2014: 10 (2014),
doi: 10.1007/JHEP08(2014)010, arXiv:1404.7359 [hep-th]. Un buen resumen de sus conclusiones genéricas
en Keith R. Dienes, “Probing the string landscape: Implications, applications, and altercations,” International
Journal of Modern Physics A 30: 1530017 (2015), doi: 10.1142/S0217751X15300173 [slides]. En mi
opinión, lo más interesante son los vacíos sin supersimetría que son estables, en contra de los prejuicios de
hace décadas, como en Steven Abel, Keith R. Dienes, Eirini Mavroudi, “Towards a nonsupersymmetric string
phenomenology,” Phys. Rev. D 91: 126014 (2015), doi: 10.1103/PhysRevD.91.126014, y Steven Abel, Keith
R. Dienes, Eirini Mavroudi, “GUT Precursors and Entwined SUSY: The Phenomenology of Stable Non-
Supersymmetric Strings,” arXiv:1712.06894 [hep-ph].

Estas iniciativas computacionales se enmarcan en el SVP (String Vacuum Project, SVP). Más información
sobre el proyecto en sus fases iniciales en “Strings at the LHC and in the Early Universe,” KITP Program,
(2010), [program link], que incluía el workshop “SVP 2010 Spring Meeting,” [program link]. En este blog ya
lo mencionamos en “La teoría de cuerdas vuelve a sus orígenes (cantemos todos QCD killed the stringy
star)”, LCMF, 06 May 2010. Quizás conviene recordar sus conclusiones, aún muy preliminares.

Nuestro Critóbal Colón se llama Keith R. Dienes y nuestras Capitulaciones de Santa Fe se llaman Proyecto
del Vacío Cuerdístico (String Vacuum Project, SVP). La idea buscó financiación en 2006 y en 2008 en
EE.UU., pero la logró en 2010 en Europa. Una colaboración internacional multidisciplinar que tenía como
objetivo enumerar y clasificar el mayor número posible de vacíos cuerdísticos. El resultado más importante es
un análisis estadístico muy preliminar de las propiedades de las teorías efectivas a baja energía en
el landscape.

Por supuesto, este proyecto tuvo que elegir una teoría de cuerdas concreta; el SVP se decantó por
el landscape asociado a las cuerdas cerradas en la teoría heterótica. Hay varios métodos publicados para la
construcción de vacíos, que no son equivalentes entre sí; en el SVP se seleccionó la factorización basada en
las relaciones KLT (Kawai-Lewellen-Tye), cuya ventaja es que permite explorar vacíos con y sin
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supersimetría. En este método se genera un vacío a partir de una semilla aleatoria que se hace evolucionar,
luego se determina su número de supersimetrías (gravitinos), sus interacciones (factorización en
grupos gauge) y el espectro de partículas (cargas, multipletes y familias). El resultado es una teoría efectiva de
campos cuánticos, algo así como una alternativa al modelo estándar.

Esta figura muestra un vacío concreto. Tiene N=0 supersimetrías, es decir, igual que el modelo estándar,
corresponde a una teoría efectiva sin supersimetría. Sus interacciones están descritas por el producto de
grupos gauge SU(4) × SU(2)14 × U(1)5, es decir, tiene 57 bosones gauge. Sus partículas están descritas por 34
fermiones y 35 escalares; no describiré sus cargas concretas para cada interacción según las representaciones

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indicadas en la figura pues no aporta información relevante para esta discusión. Como puedes observar, este
vacío en concreto difiere del modelo estándar en múltiples aspectos, luego no describe nuestro universo.

Esta tabla resume los resultados estadísticos para un estudio ciento veinte mil vacíos aleatorios. Se encontró
que el 10,64% contiene grupos SU(3), en media 1,88 factores, el 95,06% contiene grupos SU(2), en media
6,85 factores, y el 90,80% contiene grupos U(1), en media 4,40 factores. El 7,12% corresponden al producto
de grupos del modelo estándar, SM = SU(3) × SU(2) × U(1), que aparece como factor en el 10,05% de los
vacíos. Destaca que el 26,86% corresponden al modelo de Pati–Salam, PS = SO(4) × SO(6), que aparece
como factor en el 62,05% de los vacíos. También destaca que el grupo SO(10) es mucho más común que
SU(5), y que los grupos excepcionales (E6, E7 y E8) son muy excepcionales, solo aparecen en el 0,57% de
los vacíos.

Nuestro universo tiene constante cosmológica negativa (espaciotiempo tipo de Sitter, o dS), con el convenio
de signos usado en el SVP. En el 73% de los vacíos la constante cosmológica es positiva (espaciotiempo tipo
Anti-de Sitter, o AdS), luego el 27% corresponde a un universo como el nuestro. La constante cosmológica
negativa de nuestro universo es muy pequeña; en la exploración del proyecto SVP el valor absoluto más
pequeño alcanzado es 0,0187, demasiado grande en comparación. ¿Por qué no se observan valores más
pequeños? Quizás haya que recurrir al principio antrópico siguiendo a Weinberg y haya que explorar un
número enorme de vacíos para encontrar uno como nuestro universo. O quizás hay sesgos en el método de
exploración. Solo estudios futuros podrán dilucidar esta cuestión.

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El LHC ha buscado de forma desesperada señales de la supersimetría a baja energía y aún no las ha
encontrado. Quizás nuestro universo no es supersimétrico a baja energía, en contra de la opinión de muchos
físicos que consideran que la supersimetría (a baja energía) es natural. La exploración computacional
del landscape en teoría de cuerdas heteróticas permite estudiar esta cuestión. El 78,6% de los vacíos tiene N=0
(no tiene ninguna supersimetría), mientras el 20,9% tiene N=1 (una sola supersimetría). Lo que muchos
teóricos amantes de la naturalidad de la supersimetría esperaban, N=4 (número máximo de supersimetrías en
4D), es algo muy excepcional (solo aparece en el 0,003% de los vacíos).

La supersimetría a baja energía siempre se ha considerado una predicción genérica de la teoría de cuerdas
porque se pensaba que sin supersimetría a baja energía era inevitable que el vacío fuera inestable (aparecieran
taquiones). Sin embargo, solo el 32,1% de los vacíos es inestable; el 46,5% de los vacíos son estables y tienen
N=0. Una bonita sorpresa para muchos. Casi la mitad de los vacíos es estable sin supersimetría (a baja
energía, ya que debes recordar que las cuerdas heteróticas son supersimétricas a alta energía). Quizás pienses
que el método de generación de vacíos está sesgado hacia los vacíos sin supersimetría, algo innegable, pero
no deja de sorprender que la mayoría sean estables (no presentan campos escalares inestables de tipo taquión).

Los modelos supersimétricos prefieren los grupos gauge más grandes (una SUSY-GUT a baja energía), de
hecho, los grupos excepcionales exigen N>0 en el 98,15% de los casos. La teoría de cuerdas heterótica
prefiere vacíos a baja energía sin supersimetría, estables (sin taquiones) y con grupos pequeños (como en el
modelo estándar). Modelos como el MSSM (la extensión mínima supersimétrica del modelo estándar, que, de
hecho, está casi descartado por las observaciones del LHC) y sus extensiones más sencillas (aún por descartar
en el LHC), por muy naturales que les parezcan a muchos físicos teóricos, son muy poco naturales en el
marco de la teoría de cuerdas explorada por el proyecto SVP. En mi opinión, una lección de humildad que
esta teoría le da a muchos físicos téoricos.

Por supuesto, me dirás que estos resultados son poco alentadores. Explorar unos cien mil vacíos cuando
podría haber 10500 vacíos, o incluso infinitos, conlleva enormes sesgos. Pero lo increíble es que la teoría de
cuerdas permita realizar este tipo de estudios estadísticos de forma sistemática. Estudiar la física de una gran
parte de todos los universos posibles parecía una utopía hace unas décadas. Aunque pongamos los pies en la
tierra; no se deben extrapolar las conclusiones del SVP. Quedan muchos fenómenos por estudiar de forma
estadística (la quiralidad de los modelos, el número de generaciones de fermiones, los acoplamientos de
Yukawa y las masas de los fermiones, etc.). Más aún, el estudio está sesgado, muy sesgado; queda mucho
trabajo por realizar, explorando otros territorios del landscape con nuevos métodos y con otras teorías de
cuerdas.

La ciencia progresa gracias a la observación y a la realización de experimentos. La teoría de cuerdas nos


permite realizar experimentos computacionales. Estamos empezando a explorar el vasto paisaje de los vacíos
de la teoría de cuerdas. Los métodos computacionales, combinados con la poderosa imaginación de los físicos
teóricos más jóvenes, permitirán desvelar propiedades generales predichas por la teoría de cuerdas. En
particular, correlaciones entre diferentes parámetros que permiten diferenciar entre el landscape y
el swampland. Estas correlaciones allanarán el camino hacia la concepción futura de métodos para la
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observación de señales asociadas a propiedades cuerdísticas en nuestro universo. Quizás resulte que nuestro
universo no es cuerdístico. O quizás se confirme que lo es. Pero la exploración de esta cuestión durante el
siglo XXI promete ser apasionante.

Esta entrada está dedicada a la memoria de Joseph Polchinski (1954–2018).

http://francis.naukas.com/2018/02/07/la-exploracion-computacional-del-paisaje-la-teoria-
cuerdas/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffrancis+%28
La+Ciencia+de+la+Mula+Francis%29

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Sistemas respiratorios: almacenamiento y transferencia de oxígeno

 Por César Tomé

En diferentes especies animales y bajo diversas circunstancias, la transferencia de oxígeno desde el medio
externo hasta su destino final en las mitocondrias se produce a través de dos pigmentos respiratorios diferentes.
En tales casos, los pigmentos suelen mostrar diferente afinidad por el oxígeno y esa diferencia constituye un
elemento clave de su funcionamiento. Repasaremos aquí algunos de esos sistemas pigmentarios sin ánimo de
exhaustividad.

Sangre fetal y sangre materna

Cuando se comparan las curvas de disociación de la sangre fetal y la sangre materna en mamíferos placentarios,
se observa que la curva de la sangre fetal se halla desplazada hacia la izquierda en relación con la de la sangre
materna. Quiere decir que la sangre fetal tiene una mayor afinidad por el oxígeno que la materna o, lo que es lo
mismo, que para una tensión parcial de oxígeno dada, la fetal se encuentra saturada en un porcentaje mayor que
la sangre materna.

Esa diferencia en la afinidad obedece a dos razones. Por un lado, la hemoglobina fetal es algo diferente de la
hemoglobina de los adultos, y esa diferencia determina una mayor afinidad. Y además, la concentración de
fosfatos orgánicos en los eritrocitos de la sangre fetal es menor que en los de sangre de adultos, por lo que en

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estos el efecto de esas sustancias moduladoras es mayor. Tras el nacimiento, la hemoglobina fetal es sustituida
de forma gradual por hemoglobina de adultos y en los eritrocitos tiende a elevarse la concentración de los
fosfatos orgánicos.

La diferente afinidad de las dos hemoglobinas tiene una utilidad evidente para el feto, puesto que de otro modo,
la transferencia de oxígeno de la sangre materna a la sangre fetal en la placenta se vería limitada en cierto grado.
Y debe tenerse en cuenta que el feto, por su pequeño tamaño y por estar formado por tejidos en pleno desarrollo,
tienen una alta demanda de oxígeno.

Función de las mioglobinas

Las mioglobinas son pigmentos musculares muy similares a las hemoglobinas sanguíneas. La diferencia es que
son de pequeño tamaño puesto que están formadas por una única cadena de aminoácidos. La mioglobina tiene
mayor afinidad por el oxígeno que la hemoglobina.

Gracias a esa diferencia de afinidad capta el O2 sanguíneo y facilita su difusión a las mitocondrias musculares.
Se ha comprobado experimentalmente la importancia de esta función con ratones a los que se les privó de la
posibilidad de sintetizar mioglobina; aunque los ratones pudieron desarrollar una vida normal, hubieron de
compensar la falta de mioglobina elevando de forma significativa la densidad de capilares sanguíneos en los
músculos. De otra forma no habrían podido suministrar a los músculos el oxígeno necesario para mantener
niveles adecuados de metabolismo aerobio.

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La mioglobina sirve, además, de almacén de oxígeno. En especies que respiran con normalidad en medios con
suficiente disponibilidad de oxígeno, ese almacén garantiza el suministro de O 2 a las mitocondrias durante los
breves periodos de tiempo (segundos o fracciones de segundo) que, tras iniciarse una actividad muscular
intensa, el sistema cardiovascular necesita para hacer llegar a los músculos el oxígeno necesario. Y también
cuando los capilares se ocluyen transitoriamente por efecto de las contracciones musculares. La función de
almacén es mucho más importante en las especies –como los mamíferos marinos- que dejan de respirar durante
periodos de tiempo relativamente prolongados al sumergirse para ir en busca de alimento. De estas especies, no
obstante, nos ocuparemos con más detalle en otra ocasión.

La mioglobina no solo se encuentra en la musculatura de vertebrados. El músculo radular del


molusco Cryptochiton también tiene mioglobina, y lo llamativo de este caso es que su pigmento vascular no es
hemoglobina, sino hemocianina. Es muy probable que este no sea el único caso en que esto ocurre.

Pigmento vascular y pigmento celómico

Se conocen varios sistemas pigmentarios en invertebrados aunque, quizás, el mejor conocido es el del
sipuncúlido Dendrostomum. Este sipuncúlido tiene hemeritrina, tanto en su sangre como en el fluido celómico.
Los tentáculos rodean la boca y se encuentran bien irrigados de sangre; el gusano vive dentro de la arena y los
tentáculos se proyectan hacia el exterior –hacia la masa de agua circundante- y cumplen una función
respiratoria. La hemeritrina celómica de Dendrostomum tiene una mayor afinidad por el oxígeno que la
sanguínea, lo que quiere decir que el oxígeno captado por la sangre de los tentáculos es transferido con facilidad
al fluido celómico. Y del fluido celómico pasa a las células.

———————————————–

Como se ha podido ver aquí, existen en el mundo animal diversas disposiciones anatómicas y funcionales en
las que es necesario el concurso de más de un pigmento para que el O 2 pueda ser transferido desde el exterior
hasta su destino final (feto, músculos, u otros tejidos) y en todas esas disposiciones el juego de afinidades es
clave para que tal transferencia pueda cursar con suficiencia y normalidad. En algunos casos, además, uno de
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los pigmentos cumple funciones de almacenamiento de oxígeno, lo que constituye una garantía de provisión
constante ante la existencia de fluctuaciones de diferente intensidad y duración en el suministro al animal (su
órgano respiratorio) o a los músculos.

Fuentes:

John D. Jones (1972): Comparative physiology of respiration. Edward Arnold, Edinburgh

Knut Schmidt-Nielsen (1997): Animal Physiology. Adaptation and Environment. Cambridge University Press;
Cambridge

Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de
Cultura Científica de la UPV/EHU

https://culturacientifica.com/2018/02/06/sistemas-respiratorios-almacenamiento-transferencia-
oxigeno/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCu
lturaCientfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29

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El cambio de color de un láser verde al atravesar aceite de oliva virgen

Francisco R. Villatoro

La calidad de un aceite de oliva virgen se puede estudiar mediante espectrofluorimetría gracias a que contiene
compuestos fluorescentes y luminiscentes. Entre los fluorescentes tenemos tocoferoles, pigmentos (clorofilas,
carotenos y feofitinas), fenoles y vitamina E. Una prueba popular para determinar la calidad de un aceite de
oliva virgen extra consiste en atravesar una muestra con un láser verde (532 nm). El haz en el líquido se
vuelve de color rojizo gracias a la fluorescencia de la clorofila (~680 nm); el color es más rojizo cuanto más
clorofila contiene el aceite. ¿Qué fiabilidad tiene la prueba del láser verde para estimar la calidad de un
aceite?

Esta cuestión nace de un tuit de Adela Torres, @Daurmith, que probó en su propia casa con tres aceites:
Lágrima (aceite de oliva virgen extra), Altura (aceite de oliva de color verde oscuro, no calificado como
virgen extra) y zumo de oliva (recién prensado en la almazara y con bonito color dorado) [PS] He cambiado
las etiquetas a la foto por este tuit de Adela [/PS]. Como muestra esta foto, para el zumo de oliva el láser
verde adquiere un color amarillento en lugar de rojizo (recuerda que el amarillo es combinación del color
verde y del color rojo). Por tanto, parece que el zumo de oliva contiene menos clorofila que los otros dos
aceites. ¿Cómo es posible? Como es de esperar el aceite de oliva virgen extra tiene un color rojizo más
intenso que el aceite que no es virgen extra. ¿Qué está pasando?

En mi modesta opinión, no soy experto en estos lares, la diferencia en el color del haz láser está relacionada
con el procesado y filtrado del aceite. Durante el procesado del aceite la clorofila se transforma en
compuestos más estables, como la feofitina y la pirofeofitina, cuya fluorescencia es más amarilla, de ahí que
resulte un aceite de color dorado en lugar de verdoso. El aceite de color más oscuro contiene más clorofila; el
aceite de oliva que no es virgen extra y el zumo de oliva de almazara parecen estar filtrados. La diferencia en

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estos dos me parece que está relacionada con el sistema de filtrado, que conjeturo que podría ser de peor
calidad en la almazara (o al menos parece reducir más la concentración de clorofila). [PS] He cambiado el
texto por este tuit de Adela [/PS].

¿Qué tiene todo esto que ver con las propiedades organolépticas del aceite? Preferir un aceite filtrado o sin
filtrar es una cuestión de gustos. Sin filtrar el color es más verdoso, más oscuro y más turbio; filtrado el color
es más dorado, más limpio y más brillante. Además, el filtrado, al eliminar ciertas impurezas que podrían
acelerar la oxidación del aceite, podría incrementar su durabilidad. Aunque, a veces se adereza el aceite con
romero o albahaca para retrasar un poco su oxidación. En resumen, el láser verde es una prueba casera del
contenido de clorofila del aceite de oliva, nada más, y nada menos. Para saber si un aceite es mejor o peor,
hay que probarlo.

Más información sobre espectrofluorimetría y la oxidación del aceite de oliva virgen en Enrique Jacobo Díaz
Montaña, “Desarrollo de un método verde para evaluar el tiempo de vida útil de aceites de oliva vírgenes,”
Trabajo Fin de Grado dirigido por María Teresa Morales Millán y María Dolores Hernanz Vila,
Departamento de Química Analítica, Universidad de Sevilla (07 Jul 2017) [PDF en idUS]. En este blog
puedes leer “Truco para saber si un aceite de oliva es virgen extra con un puntero láser verde”, LCMF, 17 Sep
2012.

[PS 07 Feb 2018] En Twitter varios de vosotros habéis comentado que el color del aceite es independiente de
su calidad y/o tipo. Por ejemplo, Alvaro Olavarria, @alvaroogito, comenta que “en condiciones óptimas de
calidad de fruto y extracción, obtendremos vírgenes extras independientemente del color del aceite, razón por
lo cual las copas de cata son opacas. Aceites verdes clorofílicos pueden ser lampantes y aceites dorados extras
premium”. [/PS]

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El aceite de oliva se obtiene del fruto del olivo (Olea europea L.) y se clasifica en tres tipos (Norma COI,
2016): aceite de oliva virgen, aceite de oliva refinado y aceite de oliva (a secas). El aceite de oliva virgen se
clasifica en cuatro tipos (según su grado de acidez, medido en gramos de ácido oleico por cada cien gramos
de aceite): aceite de oliva virgen extra (máx. 0,8º), aceite de oliva virgen (máx. 2º), aceite de oliva virgen
corriente (máx. 3,3º) y aceite de oliva lampante (no apto para consumo con un mín. 3,3º).

El aceite de oliva virgen contiene ácido oleico (entre un 56% y un 83%), mirístico, palmítico, palmitoleico,
margárico, margaroleico, esteárico, linoleico, linolénico, araquídico, eicosenoico, behénico, y lignocérico;
además, contiene grasas (triglicéridos, diglicéridos y monoglicéridos), vitaminas (A, D, E y K), carotenos,
otros pigmentos vegetales, los esteroles (colesterol, y fitosterol, principalmente) y alcoholes alifáticos y
triterpénicos.

Esta figura muestra el espectro de fluorescencia de un aceite de oliva virgen extra bajo la incidencia de tres
láseres ultravioletas a 330 nm, 350 nm y 370 nm. Para la incidencia de un láser verde a 532 nm se observará
una combinación del pico entre 620 y 720 nm (asociado a pigmentos, como clorofilas y feofitinas) y la cola
derecha del pico entre 470 y 600 nm (asociado a dienos y trienos conjugados); los tocoferoles, tocotrienoles y
compuestos fenólicos son responsables de los picos entre 360 y 420 nm. Por ello, bajo láser verde en el aceite
se espera que sea rojizo (si domina el pico de los pigmentos), amarillento (si ambos picos son similares) y
verdoso (si el contenido en pigmentos es bajo).

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Esta figura muestra la evolución del espectro de fluorescencia del aceite de oliva virgen extra durante cinco
meses de almacenamiento (desde AC1 tras un mes hasta AC5 tras cinco meses). Se observan variaciones de
intensidad en todo el espectro. Me gustaría destacar el desplazamiento en posición y la reducción en amplitud
del pico de la clorofila. Este fenómeno se puede comprobar usando el puntero láser verde, con el que se
observará un cambio de color rojizo a amarillo y luego al verde del láser. Si te interesa este comportamiento
te recomiendo consultar el trabajo fin de grado de Enrique Jacobo Díaz Montaña en la Universidad de Sevilla,
de donde he extraído estas figuras.

¿Por qué usar un láser verde si podemos usar láseres de varios colores? Joaquín Sevilla, @Joaquin_Sevilla,
mostró estas imágenes en Twitter. En la izquierda (tuit) vemos un láser verde (532 nm) entrando en aceite de
oliva virgen, cambiando de color dentro del líquido a rojo (picado en 680 nm) y produciendo un punto verde
en el objeto blanco del fondo. En la derecha (tuit) vemos tres láseres (verde a 532 nm, rojo a 650 nm y azul a
405 nm) cambiando de color a rojo al atravesar el aceite; según Joaquín el láser azul se extingue pronto
porque tiene pocas pilas, aunque Afotoquimico, @afotoquimico, (tuit) cree que se extingue por la absorción
de polifenoles y polienos.

Como buen físico experimental (confieso que yo soy teórico y me limito a interpretar experimentos en lugar
de realizarlos) Joaquín nos presentó más fotos en Twitter. A la izquierda (tuit) se muestras de tres tipos de
aceite y de agua con una gotita de leche; las aceites (marca Hacendado) son oliva virgen extra, oliva lampante
y girasol. Con el láser rojo tenemos las fotos de arriba, en el centro, muestras de girasol, oliva y leche, y a la

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derecha, muestras de girasol, oliva, virgen y leche. Con el láser azul tenemos las fotos del centro, en el centro,
muestras de girasol y leche, y a la derecha, muestras de girasol, oliva, virgen y leche. Y con el láser verde
tenemos las fotos de abajo, en el centro y a la derecha, muestras de girasol, oliva, virgen y leche.

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No quiero entrar en una discusión detallada de los resultados mostrados en estas fotos (puedes ampliarlas para
verlas mejor). Te dejo que seas tú mismo el que razones sobre ellas y nos ofrezcas tus opiniones en los
comentarios (si te apetece). Y, por supuesto, si has realizado experimentos de este tipo, también puedes
contarnos los resultados y tu interpretación de los mismos.

http://francis.naukas.com/2018/02/05/el-cambio-de-color-de-un-laser-verde-al-atravesar-aceite-de-oliva-
virgen/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffranci
s+%28La+Ciencia+de+la+Mula+Francis%29

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Una esfera pública bastarda

José Antonio Aguilar Rivera

Las sociedades abiertas están predicadas en la existencia de una esfera pública vigorosa y autónoma en la cual
se discuten temas de interés general. Ahí confluyen ideas e intereses de la sociedad civil que moldean las
opiniones sobre la cosa común. La prensa fue tradicionalmente el sitio privilegiado de ese intercambio. En las
sociedades modernas la esfera pública está constituida principalmente por los medios masivos de
comunicación. Sus funciones políticas son evidentes. Como afirma el filósofo Jürgen Habermas, una de las
tareas históricas de la esfera pública fue monitorear al Estado. En el siglo XVIII las fuerzas que pugnaban en
Inglaterra por influir en las decisiones de las autoridades apelaban a un público crítico para legitimar sus
demandas. No es necesario concebir a la esfera pública como un bastión impoluto de la sociedad civil para
comprender que para existir requiere de cierta autonomía del Estado. Cuando el gobierno monopoliza la
publicidad, como durante el absolutismo, lo que existe es teatro político: una representación del poder ante
sus súbditos; un desfile de coronación, la unción de un rey.

Ilustración: Belén García Monroy


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En México parecería no existir una esfera pública vigorosa y autónoma. Sólo es necesario escuchar un rato la
radio para descubrir que una gran parte de los anuncios pagados pertenecen a diferentes entidades estatales: el
INE, el Senado, la Cámara de Diputados, el Tribunal Electoral, la Suprema Corte de Justicia, el Seguro Social
y un largo etcétera.

Desde el “chécate, mídete, muévete”, hasta los inanes spots de los partidos políticos como “movimiento
naranja”, el Estado usurpa la esfera pública. El gobierno financia una buena parte de la publicidad y
patrocinios de las estaciones de radio. La dependencia económica tiene efectos perniciosos. Para comenzar,
afecta críticamente su función política: la de servir como una arena donde se discuten temas de interés
general. En principio las opiniones expresadas ahí deberían servir como una forma de influir al Estado, al
articular visiones críticas de su actuar. En cambio, lo que ocurre es que el Estado-mecenas moldea
subrepticiamente la opinión pública. Ya no es dueño del papel del que dependen los diarios, pero tiene ahora
una chequera que le sirve de igual manera.

El efecto corruptor difícilmente puede ser exagerado. Esta es una verdad consabida que, sin embargo, sólo
adquiere sus justas dimensiones de escándalo cuando es expuesta en un diario global como The New York
Times, como en el reciente artículo de Aziz Ahmed.1 Paradójicamente, son más libres —y mucho más
legítimos— los medios estatales —como los canales 11 y 22— porque ahí es claro el papel del gobierno. No
hay una mano oculta que premie y castigue a conveniencia y en consecuencia hay una mejor rendición de
cuentas. Es por eso que comentaristas políticos que tienen programas en las televisoras públicas, en los que se
expresan libremente, pueden en cambio ser censurados en la radio privada por exactamente las mismas
opiniones.

La dependencia económica de la publicidad estatal de muchos medios privados sirve como una espada de
Damocles que burócratas y políticos blanden para amedrentar a los concesionarios. La capacidad de resistir
depende de muchos factores: la servilidad de los concesionarios, su vulnerabilidad relativa al financiamiento
estatal, los negocios en otras áreas que podrían verse afectados, etcétera. La historia es ya conocida: un
locutor o comentarista se vuelve incómodo para el gobierno en turno y éste presiona al concesionario para
sacarlo del aire. En el peculiar teatro kabuki de esta representación hay diversos entendidos. El concesionario
jamás admite que ha sido presionado por el gobierno, aduce en cambio su libertad para establecer su propia
línea editorial. Igualmente, son notables los esfuerzos de los personajes censurados para no antagonizar
directamente a sus ex patrones, aun frente a la arbitrariedad manifiesta.

Las razones son claras. Puesto que la mayoría experimenta la misma vulnerabilidad frente al poder público,
todos cierran filas y la única esperanza de volver a trabajar en medios es evitar antagonizar a los
concesionarios, que a menudo se presentan a sí mismos en privado como víctimas del gobierno. Los
periodistas que antagonizan abiertamente a los concesionarios encontrarán cerradas las puertas de los medios.
El caso de Carmen Aristegui es una prueba de ello. Que su espacio tuviera que migrar a internet es una
consecuencia de las limitaciones estructurales de nuestra esfera pública.

Mientras que la propuesta de eliminar el financiamiento público de los partidos políticos es una idea
demagógica, la reducción al mínimo del gasto en comunicación social de las dependencias públicas en medios
masivos de comunicación no lo es. Un solo ente estatal de comunicación podría concentrar el gasto realmente
necesario. Así lo ha entendido cabalmente la Suprema Corte al ordenar al Congreso promulgar la ley
correspondiente en un plazo perentorio.

Basta echar una mirada a las democracias consolidadas para ver que la presencia estatal en los medios
masivos de comunicación es mínima. Los medios de baja rentabilidad —notablemente muchos de los
impresos— usualmente tienen más dificultad para sobrevivir sólo de financiamiento privado. Sin embargo, la

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radio y la televisión, rentables por definición, deberían poder sobrevivir sin el dinero del gobierno que tiene
un efecto probadamente corruptor. Es hora de terminar con la condición de ilegitimidad de nuestra esfera
pública.

José Antonio Aguilar Rivera


Investigador del CIDE. Autor de La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en
México, 1821-1970 y Cartas mexicanas de Alexis de Tocqueville, entre otros títulos.

1 Aziz Ahmed, “Using Billions in Government Cash”, The New York Times, 25 de diciembre de 2017.

https://www.nexos.com.mx/?p=35977

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Equivalencia entre masa y energía

 Por César Tomé

Después de que Einstein completara su artículo sobre la teoría especial de la relatividad en 1905 descubrió una
consecuencia más de los postulados de la relatividad que presentó, como una idea de último momento, en un
artículo de solo tres páginas posterior ese mismo año. Desde el punto de vista del efecto de la física en la historia
mundial, resultó ser el más significativo de todos sus hallazgos: la quivalencia entre masa y energía.

Sabemos que cuando se realiza trabajo sobre un objeto, como golpear una pelota de tenis con una raqueta, el
objeto adquiere energía. En la teoría de la relatividad, el aumento de la velocidad y, por lo tanto, el aumento de
la energía cinética de una pelota de tenis o de cualquier otro objeto, da como resultado un aumento de la masa (o
inercia), aunque en el día a día suele ser solo un aumento infinitesimal.

Al examinar esta relación entre velocidad relativa y masa efectiva con más detenimiento Einstein descubrió que
cualquier aumento en la energía de un objeto debería producir un aumento de la masa medida; este incremento
de energía daría igual si se hace acelerando el objeto, o calentándolo, o cargándolo con electricidad, o
simplemente realizando trabajo elevándolo en el campo gravitacional de la Tierra. En resumen, Einstein
descubrió que un cambio en la energía es equivalente a un cambio en la masa.

No solo eso. Descubrió además que la equivalencia funciona en ambos sentidos: un aumento o disminución de
la energía en un sistema aumenta o disminuye correspondientemente su masa, y un aumento o disminución de
la masa corresponde a un aumento o disminución de la energía. En otras palabras, la masa en sí misma es una
medida de una cantidad equivalente de energía.

Dicho de otra manera, un cambio (recordemos que los cambio se expresan con la letra griega delta mayúscula,
Δ) en la cantidad de energía, E, de un objeto es directamente proporcional a un cambio en su masa, m. Lo que
Einstein hizo en su articulito de tres páginas es demostrar que esa constante de proporcionalidad es el cuadrado
de la velocidad de la luz en el vacío, c2. En símbolos, ΔE = Δm·c2, o de forma más genérica, E = m·c2,
probablemente la ecuación más famosa de todos los tiempos.

Significa que un cambio de masa observado es equivalente a un cambio de energía, y viceversa. Pero también
significa que la propia masa de un objeto, incluso si no cambia, es equivalente a una enorme cantidad de energía,
ya que la constante de proporcionalidad, c2, el cuadrado de la velocidad de la luz en el vacío, es un número
enorme.

Por ejemplo, la energía contenida en un solo gramo de materia es de E = 0,001 kg · (299792485 m/s)2 =
8,988·1013 kg·m2/s2≈ 9·1013 J. Esta enorme cantidad de energía es aproximadamente la misma que libera la
explosión de 20 toneladas de TNT.

La transformación de masa en energía es la fuente de las energías liberadas por las sustancias radiactivas, por
nuestro Sol y otras estrellas, por las armas nucleares y por los reactores nucleares que producen energía eléctrica.

No solo masa y energía son “equivalentes”, podemos afirmar que la masa es energía. Esto es exactamente lo
que concluyó Einstein en 1905: “La masa de un cuerpo es una medida de su contenido energético”. Nada impide
que consideremos la masa como “energía congelada”, congelada en el momento en que el Universo se enfrió

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poco después del Big Bang y la energía se agrupó formando “bolas” de materia, las partículas elementales de
las que se compone la materia ordinaria.

Por lo tanto, cualquier energía adicional que se añada a una masa aumentará su masa aún más. Por ejemplo, a
medida que aceleramos los protones en el laboratorio a casi la velocidad de la luz, su masa aumenta de acuerdo
con la fórmula relativista para mm. Este aumento también se puede interpretar como un aumento en el contenido
de energía de los protones.

Estas dos deducciones diferentes de la teoría de la relatividad -aumento de masa y equivalencia de masa de
energía- son consistentes entre sí. Esta equivalencia tiene un significado muy importante. Primero, dos grandes
leyes de conservación se convierten en dos formas alternativas de una sola ley. En cualquier sistema cuya masa
total se conserve, la energía total también se conserva. En segundo lugar, surge la idea de que parte de la energía
en reposo podría transformarse en una forma de energía más familiar. Dado que el equivalente energético de la
masa es tan grande, una reducción muy pequeña en la masa en reposo liberaría una enorme cantidad de energía,
por ejemplo, energía cinética o energía electromagnética.

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

https://culturacientifica.com/2018/02/06/equivalencia-masa-
energia/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+CuadernoDeCul
turaCientfica+%28Cuaderno+de+Cultura+Cient%C3%ADfica%29

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Un astrónomo aficionado usa el eclipse de agosto de 2017 para confirmar a Einstein

Francisco R. Villatoro

El astrónomo aficionado Donald G. Bruns ha usado el eclipse total del 21 de agosto de 2017 para verificar la
teoría general de la relatividad de Einstein. Mediante un telescopio refractor y una cámara CCD ha obtenido
45 imágenes en 22 segundos. Las 20 estrellas en el campo observado muestran una desviación normalizada L
= 1,752 segundos de arco, a solo un 0,05% de la predicción teórica L = 1,751 segundos de arco. Por
desgracia, el error sistemático estimado es del 3,4%, luego, en rigor, el valor obtenido es L = 1,75 ± 0,06
segundos de arco. Por fortuna, es la medida más precisa hasta hoy usando eclipses.

El verano pasado muchos me preguntaron si no había astrónomos profesionales emulando a Sir Arthur
Eddington. Como afirmé entonces, hoy no tiene ningún interés científico, pues el experimento no es
competitivo con los resultados usando satélites (Hipparcos logra una precisión del 0,2% y Gaia se espera que
logre el 0,0001%). Como solo tiene interés histórico, ya que el eclipse de 1919 hizo famoso a Einstein, solo
un inquieto astrónomo aficionado como Bruns se ha atrevido a aprovechar el eclipse total. Su premio es que
otros aficionados seguirán sus pasos en los eclipses de 2024 y 2027, que permitirán reducir el error
sistemático por debajo del 2%.

El artículo, si te interesan los detalles, es Donald G. Bruns, “Gravitational Starlight Deflection Measurements
during the 21 August 2017 Total Solar Eclipse,” arXiv:1802.00343 [astro-ph.IM]. Quizás alguno recuerde
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haber leído sobre los preparativos en Donald G. Bruns, “My Do-It-Yourself Relativity Test,” Sky &
Telescope, 09 Jun 2016.

Por cierto, recomiendo leer en este blog “El eclipse de 1919, la teoría de Einstein y el eclipse de
2017″, LCMF, 21 Ago 2017, donde menciono que un astrónomo profesional estimó que el error podría llegar
a reducirse a menos del 2,3%; en concreto, Bradley E. Schaefer, “The Eddington Experiment during the 2017
Total Solar Eclipse Will Improve On Prior Work by Near Two Orders of Magnitude,” American
Astronomical Society, AAS Meeting #230 (Jun 2017), SAO/NASA ADS.

Esta figura muestra los resultados (para la desviación relativa) obtenidos en experimentos previos. Hasta 1973
se usaron eclipses (puntos rojos marcados con Optical), pero presentan grandes bandas de error sistemático.
Las medidas más precisas se obtienen con radio (puntos azules), interferometría VLBI (puntos verdes) y
mediante satélites (solo se muestra la de Hipparcos). Obviamente, ningún astrónomo profesional usará
eclipses hoy en día; un método reservado a los aficionados.

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Bruns realizó el experimento en el campamento Allen H. Stewart Lions, Casper Mountain, Wyoming, a una
altitud sobre el nivel del mar de 2390 metros. Gracias a ello se reduce el efecto de la turbulencia atmosférica
(por ello ha obtenido el valor con menor error sistemático con este método). Para el análisis de las imágenes
(determinar la posición del centroide de cada estrella) usó los programas informáticos comerciales
Astrometrica y MaxIm DL (Diffraction Limited).

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Se han observado 20 estrellas en el campo de visión, 18 de ellas fuera de la corona solar (círculos negros) y 2
en su interior (círculos blancos); el área de los círculos indica la estimación del error en la posición del
centroide de la estrella usada por Bruns. La desviación para todas ellas obtenida con Astrometrica es de
1,7338 segundos de arco y con MaxIm DL de 1,7658 segundos de arco. La media de ambos valores resulta en
1,7520 segundos de arco; nota que los cuatro dígitos decimales se basan en el error estadístico y no tienen en
cuenta el error sistemático (que depende sobre todo de la turbulencia atmosférica que se estima mediante una
calibración usando estrellas a la izquierda y a la derecha del Sol).

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Esta figura compara las desviaciones observadas en función de la distancia al Sol en radios solares. La
predicción teórica es la línea continua. Los círculos son las medidas obtenidas con el eclipse de 1973. Los
cuadrados y los triángulos negros son las medidas con el eclipse de 2017 usando Astrometrica y MaxIm DL,
resp. Por supuesto, en esta figura se omiten las bandas de error. En rigor, toda medida debe ser acompañada
por un análisis de los errores, tanto estadísticos como sistemáticos.

La estimación de Bruns de los errores sistemáticos arroja un valor para el error total (posición más
turbulencia) del 3,4%. Quizás un astrónomo profesional (usando los mismos instrumentos de medida) pudiera
haber obtenido un valor un poco mejor, pero no creo que lograse un error inferior al 3%. Aún así, el error del
3,4% es el menor obtenido hasta ahora en una medida usando eclipses. Lo que indica que la labor de Bruns ha
conducido a un resultado realmente reseñable (aunque, por supuesto, quizás haya dudas entre los expertos
sobre si su estimación es del todo rigurosa).

En resumen, que un astrónomo aficionado, con medios modernos, use un eclipse para medir la desviación de
la posición de las estrellas en un eclipse y obtenga un resultado con un 3,4% de error es espectacular. Sin
embargo, desde el punto de vista científico, dicho valor no es más que una curiosidad. Hay procedimientos
mucho más precisos que no necesitan recurrir a un eclipse.

http://francis.naukas.com/2018/02/05/astronomo-aficionado-eclipse-2017-confirmar-
einstein/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+naukas%2Ffran
cis+%28La+Ciencia+de+la+Mula+Francis%29

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