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Estudio científico de cómo cambian las personas y como permanecen algunos aspectos con el correr del
tiempo.
La caída de los regímenes que siguieron el modelo socialista de desarrollo, y los límites
del modelo de desarrollo capitalista crisis del estado del bienestar, dualización de la
sociedad en sectores cada vez más ricos y más pobres y el deterioro ambiental, entre
otros aspectos han propiciado el debate sobre los modelos de desarrollo.
Otros entienden el desarrollo como la satisfacción de todas las necesidades propias del
ser humano, no sólo las primarias (alimento, vivienda, educación, salud) sino también
protección, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Necesidades
que son en sí mismas potencialidades humanas individuales y colectivas. De esta forma,
el desarrollo incluye también un fuerte componente social: distribución más equitativa del
ingreso, expectativas de vida, acceso a una vivienda digna, a servicios de salud y de
educación, a una situación ambiental sana, a derechos sociales y políticos, y a la
posibilidad de participación ciudadana en la toma de decisiones. El Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publica anualmente un Informe sobre
Desarrollo Humano que recoge los avances y retrocesos experimentados por los países
de la ONU en lo relativo a estos aspectos.
Cuando un gobierno diseña una estrategia para un país, o cuando una agencia
internacional apoya una serie de acciones, están optando por una forma de entender el
desarrollo que prioriza unas opciones sobre otras y que, de hecho, define el modelo de
desarrollo por el que apuesta.
“Jóvenes: Porque son ustedes los que van a recibir la antorcha de manos de sus mayores y a vivir en el
mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de su historia. Son ustedes los que
recogiendo lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de sus padres y de sus maestros, van a formar la
sociedad del mañana...”
Concilio Vaticano II
Los comentarios en los medios de comunicación, la preocupación de los padres de familia, las
constantes discusiones de parte de los miembros de las Universidades y, ciertamente, una fuerte
preocupación y reto para los formadores en todo nuestro país y nuestra región, van apuntando hacia la
formación educativa y valoral de los jóvenes hoy en día. No es posible concebir un desarrollo humano
integral en toda nuestra sociedad que no toque especialmente a los jóvenes que se van formando para
tomar la responsabilidad de llevar las riendas de su entorno socio-político-económico.
Es un hecho innegable la difícil situación que se vive en nuestra época en cuanto a la formación en
valores, y esto se nota cada día más en las relaciones interpersonales de los jóvenes; es también notoria la
falta de un compromiso real con su formación y lo que parece una pérdida parcial o total de ideales que
generen en el joven un sentido de pertenencia en algún grupo que le apoye en su crecimiento. Los jóvenes
buscan refugios temporales que parecen dar respuesta y solución inmediata a su falta de directriz y
orientación; es así como se entregan a conductas destructivas o simplemente se conforman con un
relativismo donde se pierde la personalidad en los enmascaramientos externos de los que son presas.
El Desarrollo Humano se presenta como una oportunidad que se vuelve cada día más necesaria en el
imaginario de nuestras sociedades actuales; no se puede hablar de una formación integral si no se habla
de un desarrollo humano que toque todas las dimensiones de la persona.
No es este escrito un intento de mostrar la complejidad de la situación actual del joven, ya que esto es un
tema prácticamente inagotable y nos llevaría mucho tiempo para abarcarlo. Este escrito apunta más bien a
establecer ciertas referencias acerca de las generalidades de esta situación de insensibilidad e
individualismo que aqueja a todos los círculos sociales sin respetar fronteras para, a partir de ello,
presentar una propuesta de acercamiento a los jóvenes desde el desarrollo humano integral.
El proceso actual de inestabilidad en la juventud viene con la globalización económica que se va
haciendo cada vez más una globalización cultural, la cual al parecer también causa un fuerte efecto en el
comportamiento de la población juvenil en todo el mundo. Las conductas son cada vez más similares en
todos los países: la manera de vestir, de actuar, incluso de hablar se han vuelto homogéneas, dando pauta
a un estilo de vida ¨light¨ donde la satisfacción de los deseos más inmediatos es lo primordial para alcanzar
la plenitud y al final el joven se sigue sintiendo sólo en un ensimismamiento que le impide definirse a sí
mismo y darse a otros.
Gran parte de la influencia se debe a los medios de comunicación que buscan vender a toda costa sus
productos; las influencias mercantiles llegan a todos los rincones buscando crear necesidades tan nuevas
y diversas como jóvenes hay en busca de encontrar su propio sentido. El efecto globalizador es en realidad
un efecto dominó que va llegando a todos los confines en su búsqueda implacable por generar más
riqueza; los jóvenes viven en una jungla de estilos, ideales, personalidades y productos a la medida que
han causado la pérdida de un espíritu de lucha por encontrar la propia personalidad enraizada en valores y
un equilibrio en todos los aspectos y dinamismos fundamentales de su persona.
Es así como nos encontramos ante una realidad retadora, donde los signos de los tiempos nos llevan a
prepararnos más y buscar nuevas y mejores maneras de llevar el mensaje de vida integral, es en este
momento de la juventud donde los valores se encuentran más olvidados. Es en este tiempo donde
debemos generar en todas las instituciones, educativas y culturales, los espacios necesarios para
promover un real desarrollo humano que apele por una formación integral de la persona. Un desarrollo
humano equilibrado en sus dimensiones personal, social y espiritual; es en esta época cuando más
compromiso se requiere de parte de los formadores para llevar con los medios adecuados el mensaje de
esperanza que debe hacerse realidad a través de la formación de la persona en el humanismo de
compromiso por el otro.
El desarrollo humano (DH) es concebido en últimos tiempos como una herramienta integral que apela por
el desarrollo y la promoción del crecimiento de la persona de manera integral y equilibrada. El DH también
busca incorporar diversas corrientes de pensamiento y de ciencia moderna que, unidas, ofrezcan a los
promotores de desarrollo humano una amplia gama de herramientas y competencias que puedan servir
para la generación de programas de promoción y desarrollo, para el acompañamiento de procesos
grupales y personales y, especialmente, para conformar procesos que faciliten el desarrollo integral de las
personas en todas sus capacidades y dimensiones para alcanzar su propia plenitud.
Hay muchos hombres y mujeres que sin tener todas las herramientas se preguntan por el alcance de
dicha plenitud y sentido para la vida en un mundo como éste y llegan a conclusiones desoladoras en las
que se abandonan para dejarse llevar por la corriente, pero hay otros más, muchos todavía, quienes al
preguntarse por el sentido de la vida en un mundo como el de hoy, encuentran en su interior, en sus
familias y en sus instituciones, ejemplos claros de la llama del amor encendido y que hacen posible el
comprometerse por un ideal de fraternidad. Estos son los ejemplos vivos de gestores del DH que buscan
por encima de todo generar procesos que respondan a la persona, y por esto es evidente que no existen
fórmulas preestablecidas para ello. Cada proceso grupal o personal trae consigo el reto tremendo de
configurar un camino inédito que realmente aporte a la vida de las personas y encamine a una plenitud
sentida.
Existen testimonios vivos de hombres y mujeres que se comprometen día con día con el DH y que hacen
posible soñar con un mundo mejor. Sus testimonios se hacen palpables en lo concreto, en lo que pareciera
a primera vista como pequeño; así resultan los grandes milagros de nuestro tiempo: en las vidas dedicadas
a servir a otros desde el compromiso desinteresado. De ahí surge la inspiración para la búsqueda de
propiciar experiencias significativas y profundas para los universitarios que están en busca de sentido.
Aportar elementos del DH en mi práctica cotidiana no es una novedad en mi proceso profesional y
humano; más bien ha sido un buscar en lo propio e ir desentrañando posibilidades de crecimiento que se
han ido convirtiendo en espacios concretos dentro de instituciones que creen en el desarrollo de los
jóvenes.
A lo largo del proceso me he encontrado con que lo verdaderamente significativo de este desarrollo
proviene de la credibilidad que podamos depositar en el joven; en la medida en que le demos una
orientación adecuada y lo vayamos acompañando a lo largo del proceso, el DH se va dando automático
conforme el joven va asumiendo los retos de profundizar en su reflexión y, posteriormente, al hacerse
cargo del desarrollo operativo para contagiar a otros universitarios. Jóvenes definitivamente jalan a otros
jóvenes, y es de esta manera que lo significativo es el mensaje que dan unos jóvenes a otros desde su
propio testimonio.
Es un hecho que las opciones alternativas de los universitarios, cuando no encuentran su identidad o su
sitio dentro de las instituciones, van encaminadas a una cerrazón optando por lo que el entorno les ofrece,
y en muchas ocasiones estas ofertas son predominantemente elementos externos que intentan producir
satisfactores artificiales que les llevan a propiciar peligrosas conductas de riesgo y que atentan contra su
propio DH. Estas actitudes son reflejo de una falta de identidad, falta de compromiso y de una formación
previa que no ha sido arraigada en cuanto a valores, seguridad y autoestima, y las cuales son un mal que
atormenta a un número muy grande de jóvenes universitarios hoy en día, en todo México y en el mundo.
La realidad, lejos de desanimarnos, nos debe llevar a mantenernos en constante movimiento y
conocimiento de las situaciones por las que pasan los jóvenes, para lograr así una presencia real de DH
desde el acompañamiento para ellos. Nuestros esfuerzos deberán apuntar a la creación de espacios de
diálogo y discusión donde los jóvenes puedan hacerse escuchar y podamos realmente escucharlos para
dar directrices adecuadas y fundamentadas en la propia vivencia y experiencia juvenil, para así ganar
nuevamente la credibilidad perdida y renovar nuestro trabajo dirigiéndolo hacia nuestros principales
receptores en una atmósfera de verdadera confianza; sin ella, nuestros esfuerzos por propiciar un DH, por
más dedicados que sean, serán infructuosos.
La universidad debe ser el lugar donde se airean cuestiones fundamentales que tocan a la persona y a la
comunidad humana, en el plano de la economía, la política, la cultura, la ciencia, la teología, la búsqueda
de sentido. La universidad debe ser portadora de valores humanos y éticos, debe ser conciencia crítica de
la sociedad, debe iluminar con su reflexión a quienes se enfrentan a la problemática de la sociedad
moderna o postmoderna, debe ser el crisol donde se debatan con profundidad las diversas tendencias del
pensamiento humano y se propongan soluciones” (P. Peter Hans Kolvenbach, General de la Compañía de
Jesús, Reunión Internacional de la Educación Superior de la Compañía).