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El mundo adultocéntrico puso a partir de estos estudios sus ojos en los niños, los cuales pasaron a constituirse, para el
propio psicoanálisis, en His Majesty the Baby (Su Majestad el Bebé).
Es posible que el péndulo haya quedado, a partir de entonces, inclinado hacia el niño pequeño. Muchos estudios se
hicieron sobre el tema, sin duda con el fin de llenar un vacío importante.
El niño fue el objeto de investigación y teorización durante muchos años hasta que tardíamente apareció en la escena
también el adolescente, el cual, hasta después de la segunda guerra mundial, no parecía ser un grupo humano demasiado
interesante para los investigadores.
Si pensamos la adolescencia desde el momento actual nos encontramos, en cambio, con que los adolescentes ocupan un
gran espacio. Los medios de comunicación los consideran un público importante, las empresas saben que son un mercado
de peso y generan toda clase de productos para ellos; algunos de los problemas más serios de la sociedad actual: la
violencia, las drogas y el sida los encuentran entre sus víctimas principales y la escuela secundaria los ve pasar sin tener
en claro qué hacer con ellos.
Pero, sobre todo, aparece socialmente un modelo adolescente a través de los medios masivos en general y de la
publicidad en particular. Este modelo supone que hay que llegar a la adolescencia e instalarse en ella para siempre.
Define una estética en la cual es hermoso lo muy joven y hay que hacerlo perdurar mientras se pueda y como se pueda.
Vende gimnasia, regímenes, moda unisex cómoda, cirugía plástica de todo tipo, implantes de cabello, lentes de contacto,
todo aquello que lleve a disimular lo que muestra el paso del tiempo. El adulto deja de existir como modelo físico, se trata
de ser adolescente mientras se pueda y después, viejo. Ser viejo a su vez es una especie de vergüenza, una muestra del
fracaso ante el paso inexorable del tiempo, una salida definitiva del Olimpo.
No sólo se toma como modelo al cuerpo del adolescente, también su forma de vida. La música que ellos escuchan,
los videoclips que ven, los lugares donde bailan, los deportes que hacen, la jerga que hablan. Para una parte de la opinión
pública la actitud de los padres no debe ser ya la de enseñar, de transmitir experiencia sino por el contrario la de aprender
una especie de sabiduría innata que ellos poseerían y, sobre todo, el secreto de la eterna juventud.