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El problema del mal en el Silmarillion

Por Valeria Marcon

Quiero celebrar contigo un cumpleaños muy especial. No todos los días se

llega a la edad de 94 años. Seguramente ya sabrás de quien se trata, pero si

todavía no has caído, te lo diré: Christopher Tolkien cumplió años este 21

de noviembre. Gracias a él, tanto tú como yo, hemos disfrutado del legado

literario de su padre. Cuando conocí a J.R.R. Tolkien era una adolescente

que, en lugar de ir con mis compañeros a la salida de las clases, me

quedaba sentada a la sombra del gran árbol que había justo a la entrada del

edificio, sacaba El Señor de los Anillos y me ponía a leer. La mayoría de

mis compañeros se me quedaban viendo como si fuera una extraterrestre.

Sí, te confieso que yo era la rara que prefería mil veces vivir una aventura

entre las páginas de un libro que irme de juerga.

Esta pasión por Tolkien ha continuado hasta ahora. Él y yo somos viejos

amigos. Imagino que a ti también te pasa cuando manoseas los libros de tu

autor o autora favoritos tantas veces que hasta hablas con ellos y les

preguntas por qué hicieron esto o aquello en una escena, o por qué tal

personaje hace una acción determinada.

En esta oportunidad quiero que me acompañes en un viaje a través de uno

de los libros, en mi particular y humilde opinión, más difíciles de

comprender de J.R.R. Tolkien: El Silmarillion. Lo considero el génesis de


su mundo y como tal hay que abordarlo. Pero no voy a contarte un

resumen del libro. Quiero profundizar en un tema complejo: el problema

del mal. El Silmarillion no es una novela y tampoco un cuento. Es una

recopilación de historias que narra la creación del mundo desde una visión

mitológica y cosmogónica, donde se exalta un conflicto que es ancestral en

muchas culturas y religiones: el poder de la creación y el deseo de mandar

sobre los otros.

Te advierto que todo lo que vas a leer forma parte de una profunda

reflexión personal acerca del problema del mal en El Silmarillion y que no

pretendo sentar una cátedra al respecto. ¡Quédate conmigo en este viaje en

El Tren de lo Paranormal!

El principio del mal y la rebelión

A lo largo de la historia de la Humanidad el problema del mal ha sido una

fuente inagotable de reflexiones y ha inspirado grandes obras literarias,

cinematográficas o musicales. Muchas personas han caído subyugadas por

la atracción hacia el mal, hacia la muerte o hacia la belleza maldita. Todo

aquello que desafía el lado del bien —entendido la mayoría de las veces

como obediencia y sumisión—, y todo aquello que contradice a la razón y

sus límites son posiciones de vida que hacen amar a la muerte como si
fuera una única realidad, bajo angustias y tormentos. La muerte es una

condición de la vida y un fundamento del ser.

La cuestión del principio del mal no ha perdido su vigencia. Eloy

Caballero, en su artículo «El bien y el mal en la obra de J.R.R. Tolkien»,

señala que «Casi parece que, al igual que Luzbel en el relato cristiano o su

émulo Melkor en el tolkieniano, el hombre lleva impresa esa tendencia

hacia el mal, ese deseo de grandeza que amenaza permanentemente con

devenir en delirio, como algo innato en su interior, como algo inherente al

libre albedrío con el que fue creado por el Supremo Hacedor». El debate

de la responsabilidad divina del mal continúa abierto. ¿Significa que este

principio de la creación contiene al bien y al mal, coexistiendo y

colaborando en su conjunto?

Respira y cuenta hasta cinco. Sé que suena catastrofista pero ten en cuenta

que el bien y el mal son perfectos y poderosos. Ambos están en armonía

aunque son paradójicos: son opuestos que se atraen y son fuerzas que

trabajan juntas. Es lo que se conoce como coincidencia de los opuestos.

Según Lorenzo Peña, en su libro Coincidencia de los opuestos en Dios,

«llamaremos coincidencia de los opuestos a esa misteriosidad de lo divino,

a esa posesión simultánea de pares de propiedades mutuamente opuestas en

medidas que serían incompatibles si se trata de un ente finito». Para

Mircea Elíade, el gran estudioso de las religiones en las diferentes culturas,


la coincidencia de los opuestos «es una de las maneras más arcaicas

mediante las que se ha expresado la paradoja de la realidad divina».

Piensa un poco: ¿en algún momento de tu vida has tenido pensamientos de

libertad y de rebelión? ¿Has tenido ansias de sabiduría y de poder, en

alguna de sus muchas formas? ¿Te has visto enarbolando la bandera de tus

ideales, y contra viento y marea, la has tratado de imponer? Los

románticos te dirían que es tu parte maldita la que quiere aflorar y que si la

sometes y la condenas estarás más cerca de lo que se concibe como «bien».

¿Cómo surge la rebelión? Es un asunto complejo. Imagina a la libertad

como un juguete poderoso en las manos de un crío. Y ahora, míralo como

un sueño imposible en las manos de una persona adulta. Limitar al ser,

limitar su libertad, ocasiona la rebelión, el odio, la envidia y hasta la

traición. «¡Menudo cóctel explosivo!», pensarás tú. Quien se rebela

muchas veces es repudiado y condenado. ¿Y si te dijo que dentro de cada

ser humano existe el deseo de seguir al bien y de seguir al mal? Dios y el

diablo están en el mismo tablero y están empatados.

La libertad es una puerta abierta a la rebelión y el carácter firme de la regla

está vinculado al bien. Gran parte del sentido de la obra de Tolkien gira en

torno al problema del mal y de sus implicaciones en la historia de la

Humanidad. El principio del mal, simbolizado en Melkor y su espíritu de

individualidad, es el motivo principal de este post.


El Silmarillion como exponente del problema del mal

«(…) nació un deseo en el corazón de Melkor: entretejer asuntos de su

propia imaginación que no se acordaban con el tema de Ilúvatar, porque,

intentaba así acrecentar el poder y la gloria de la parte que le había sido

asignada».

Esta cita es muy miltoniana. Me recuerda al momento en el que Lucifer

tiene pensamientos individuales al respecto de la creación. Si has leído El

Silmarillion recordarás que Ilúvatar es el Dios creador y que los Ainur, que

luego se convierten en los Valar en la tierra, son espíritus inferiores que le

ayudan en el equilibrio mediante la gran música. Son como los ángeles,

como los seres olímpicos o como las fuerzas ancestrales de la naturaleza.

Uno de estos Valar, Melkor-Morgoth, se rebela contra la música de Ilúvatar

y busca atraer a los elfos y los hombres a su bando, no para servirlos sino

para someterlos a su poder.

«Ilúvatar-Eru es el nombre que Tolkien da a la divinidad creadora de su

universo literario y la música es la metáfora que usa para explicar el

proceso creativo. Si algo queda claro en El Silmarillion es que no hay dos

principios creadores, sino solo uno: Ilúvatar. Él es el único que puede

crear». (Eloy Caballero: «El bien y el mal en la obra de J.R.R. Tolkien»).

Jung, en El hombre y sus símbolos, explica que en toda persona existe el

proceso de individuación. Es un proceso lento e involuntario, que


comienza desde el inconsciente hasta que se desarrolla y cobra fuerza, y

mediante el ego se hace consciente. El proceso de individuación se hace

real si la persona se da cuenta de él y se familiariza de manera consciente,

participando en su desarrollo y cooperando de forma activa con el mismo al

tomar decisiones. Cada persona tiene una tarea única de autorrealización,

tiene que hacer algo diferente y que sea únicamente suyo.

«Pero hallándose solo, había empezado a tener pensamientos propios,


distintos de los de sus hermanos».

Cuando la personalidad recibe una herida, acompañada del sufrimiento que

esta conlleva, el proceso de individuación se hace efectivo de manera

drástica.

«Y tú, Melkor, verás que ningún tema puede tocarse que no tenga en mí su

fuente más profunda, y que nadie puede alterar la música a mi pesar.

Porque aquel que lo intente probará que es solo mi instrumento para la

creación de cosas maravillosas todavía, que él no ha imaginado (…) y

llenose Melkor de vergüenza, de la que nació un rencor secreto».

Melkor es una creación de Ilúvatar. ¿Quiere decir entonces que es

responsable del mal? ¿Lo ha creado? Si lo piensas detenidamente, Ilúvatar

crea a un vástago con mucho poder y sabiduría. Es lógico que un hijo así

quiera desligarse del padre, tener libre albedrío y crear también cosas

propias. Tarde o temprano es algo que tiene que ocurrir. Melkor comienza
su camino en solitario, lleno de amargura, de soberbia y de muchas ganas

de protagonismo. ¿Te suena a la caída en desgracia del diablo? Si quieres

ahondar un poco más en este tema, te recomiendo que eches un vistazo la

serie de artículos que escribí relacionados con el diablo.

Melkor forma parte del conjunto de la creación. Cuando intenta hacer algo

por su cuenta, comprende que no puede porque sus notas musicales son

discordantes y ruidosas, y rompen con el equilibrio y con la armonía.

Recuerda que el acto creador de Ilúvatar es a través de la composición de

una gran música: él es el director de la orquesta y los demás deben tocar a

su compás. Así que al ver sus intentos frustrados, Melkor comienza a tener

sentimientos de rebeldía.

«Y tú, Melkor, descubrirás los pensamientos secretos de tu propia mente y

entenderás que son solo una parte del todo y tributarios de su gloria». El

Silmarillion.

¿Qué piensas cuando lees este fragmento de la obra? Es muy posible que

descubras que Melkor, como principio del mal, forma parte del bien. Ya sé

que suena confuso, pero es que si te fijas, nada ocurre sin su opuesto.
Melkor: el problema del mal en El Silmarillion

En Melkor conviven el bien y el mal, lo puro y lo impuro: cualidades

básicas del inconsciente y sus contenidos. Es un ser orgulloso que acepta

las consecuencias de su desafío. En su viaje hacia la independencia y la

rebelión descubre la verdad de sus pensamientos ocultos y cambia de

nombre. Al comienzo se llamó Melkor, el que se Alza en Poder, y luego

cambia a Morgoth, el Enemigo Oscuro del Mundo. Es un viaje de

iniciación hacia el mal.

Según William Blake el mal es lo activo que nace de la energía que es el

cuerpo. Mientras que la razón es el límite o circunferencia que envuelve a

la energía. Los Ainur, que luego fueron los Valar en la tierra, eran energía

pura que lo movía todo. Es posible que en ellos también habitara el mal,

solo que no sintieron esa inclinación y usaron su energía para los

propósitos benignos marcados por Ilúvatar. Es decir, que eran agentes

pasivos y subordinados.

A pesar de que Melkor-Morgoth es energía negativa y desea el poder y el

sometimiento de las criaturas, te señalo que colabora con la elaboración del

Mundo, aunque no quiera ni se dé cuenta de ello. Forma parte de la

creación y todo lo que haga, aunque te parezca raro, está a favor de ella.
La imagen de Melkor, como dije más arriba y lo sostengo, pertenece a la

corriente de los románticos. Ve en la destrucción y en el horror a su obra

maestra, bella y perfecta, contradiciendo los cánones de sus hermanos.

Aunque pierde su esplendor primigenio para convertirse en Morgoroth,

conserva su alta naturaleza y su arrogancia. Parecido a Satanás en su figura

del ángel caído, posee la característica de rebelde indómito. Su belleza

decae, su esplendor es opacado por su ira, su sed de venganza y melancolía.

Aunque lucha contra el bien, termina favoreciéndolo. En este caso, creo

que el mal es algo productivo al igual que el error. Y pareciera que Ilúvatar

lo sabe, ya que no impide las actuaciones de Melkor-Morgoth, como si

existiera una simpatía entre ellos.

Creo que a modo de conclusión puedo decirte que el problema del mal en

El Silmarillion tiene una gran connotación moral. El libre albedrío solo

tiene dos caminos: el bien y el mal, el amor y el odio, la luz y la oscuridad.

El amor conduce al equilibrio y a la paz; el miedo conduce al caos, la

destrucción y la esclavitud. Ilúvatar representa lo primero: amor hacia la

naturaleza y hacia sus criaturas, la libertad y el equilibrio. Melkor es el

agente del mal que representa a los dictadores, megalómanos y psicópatas,

capaces de llevarse todo por delante con tal de satisfacer sus deseos

personales y que utiliza el miedo como su herramienta para someter a los

demás.
¿Crees que hay alguna similitud con lo que pasa en la realidad? Y es que la

realidad siempre supera a la ficción. Si te ha gustado este post o si quieres

que profundice algo más, escríbeme y lo haré con mucho gusto. ¡Te espero

en otro viaje en El Tren de lo Paranormal!

www.valeriamarcon.wordpress.com

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