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¿Cómo despertar la lluvia?

CRISTIAN FELIPE RODRÍGUEZ OSPINO

Hola, me llamo Juan Esteban y en este momento estoy con un


despertador en la mano. Me encuentro en el parque Simón Bolívar, el más grande
de mi ciudad, Intento detener un gran aguacero. Hace una semana que llueve en
mi ciudad. Las alcantarillas se rebosaron y grandes arroyos que parecen ríos
inundan las calles. La ciudad colapsó. Lo que me hace sentir peor es que todo
este caos lo provoqué yo. Pero ¿qué tengo que ver en todo esto y por qué estoy
con un despertador en la mano?
A comienzos de este mes de abril, en mi ciudad no había caído ni una gota de
agua. Eso me preocupó. Tenía muchas ganas de bañarme bajo la lluvia, por eso
empecé a investigar. Primero le pregunté a mis papás, y la respuesta fue que
esperara, que luego llovería. Al ver que esta información no me proporcionó
ayuda, decidí ir a la biblioteca. Pensaba que en todos esos libros encontraría la
respuesta. Después de leer y releer encontré varios que, pensé, me servirían: unos
de geografía, otros de mitos y leyendas.
Empecé a leer toda la información y fui descartando opciones,
Primero revisé los de geografía, en los cuales solo encontré cosas sobre el
cambio climático que no entendí,
Por esto decidí pasar a los de mitos y leyendas. Leí varios, algunos
escalofriantes y otros que no me parecieron acertados. Finalmente, en un libro
viejo y un poco deshojado, encontré un dato muy interesante sobre el Duende de
la Lluvia. Allí decía que por cada ciudad o pueblo existía un duende, el cual,
cuando despertaba, creaba la lluvia; cuando dormía, la lluvia cesaba y empezaba
el período de sequía, además decía que el duende se escondía en los árboles más
frondosos de los parques.
Con esta información comencé a pensar en dónde podría vivir el Duende de
la Lluvia que tenía inundada mi ciudad, ¡Claro, el parque Simón Bolívar! Es el
más grande de todos, por ello pensé que allí debería vivir el duende
Salí corriendo a mi casa. Ya era tarde y mi mamá seguro estaba sirviendo
la comida.
Después de comer, planeé la expedición para el día siguiente.
Era un gran parque, así que alisté todo lo que necesitaría: un termo con agua y
un mapa que encontré en Internet.
Al llegar allí busqué entre la maleza y, entre los frondosos árboles,
escudriñé el enorme tronco de la ceiba que está en medio del parque. Llegué
hasta el lago. Metí los pies en el agua para descansar cuando escuché el leve
sonido de un cascabel. Entonces recordé lo que decía el libro: "Reconocerás al
Duende de la Lluvia porque lleva un cascabel en el sombrero'
Retrocedí sigilosamente. Me escondí en un matorral. No sé cuánto tiempo
duré allí Quizás me dormí. Al abrir los ojos, en medio de las ramas de la ceiba,
vi un gran sombrero de muchos colores. ¡El mito del libro era real! El duende
era un poco más pequeño de lo que yo creía, los cascabeles no colgaban de su
sombrero sino de su traje.
Miles de preguntas llenaron mi mente, pero sabía que no había tiempo que
perder, primero despertaría al duende y luego haría las preguntas.
Trepé por el tronco de la ceiba, escalé de rama en rama hasta la cima y lo
encontré durmiendo plácidamente. Temblando de emoción, le sacudí un pie,
luego el otro, y como no despertaba le quité el sombrero. El duende no se movía,
entonces disparé mi despertador y, de un salto, el hombrecillo quedó parado
dentro de su sombrero. Empezó a susurrar unas palabras y la lluvia empezó a
caer. El duende me contó que tenía problemas con el sueño, tanto para levantarse
como para ir a la cama. Aunque con algunas preguntas sin contestar, me fui
corriendo a mi cama, no sin antes prometerle que lo ayudaría a salir del
problema.
Después de varios días de lluvia me di cuenta de que esta no paraba, Llovía
de día y de noche. Recordé las palabras del duende, que tenía problemas tanto
para despertarse como para ir a la cama. Decidí coger las tablas de mi cama y de
algunas partes más de mi casa, de lo cual espero que mi mami no se entere. Con
la madera hice una lancha un poco improvisada, tomé el despertador, saqué la
balsa a la calle, me subí en ella y me dejé deslizar por el arroyo. Me estrellé
contra un carro atrapado por el agua, choqué contra la
puerta de un colegio. Después de varias caídas, el arroyo me depositó en el lago del
parque Simón Bolívar,
Por estos acontecimientos es que terminé en el parque con un despertador en la
mano y con la angustia de tener que detener el aguacero que caía en ml ciudad
Busqué al duende, pero los grandes arroyos me impidieron avanzar. La
tormenta aumentaba y los truenos y las centellas me hacían perder el rumbo.
Agudicé mis oídos para poder escuchar el leve sonido de cascabeles entre todo ese
caos. Un gran relámpago cayó muy cerca de mí y su luz me permitió divisar la
silueta del duende que saltaba feliz de rama en rama, jugando. Con mi chaqueta roja
llamé su atención. Le entregué el despertador, le expliqué su funcionamiento y le
hice énfasis en que debía cargar las pilas cada mes para que sonara la alarma cuando
él la programara.
Cuando subí a la balsa para regresar a casa, movió su mano en señal de
despedida.
Mi madre seguía dormida, así que desarmé la balsa, coloqué todo en su lugar y
me acosté a dormir. Estaba exhausto, pero preocupado porque temía que el duende
olvidara programar el despertador.
¿Será que el Duende de la Lluvia se acuerda de cambiar las pilas?

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