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SAC MUYAL

Cierta vez, Sac Muyal robó a una muchacha y


desapareció con ella. Para rescatarla, el amante
recorrió día y noche montes y caminos. De pronto le
salió al paso una serpiente y le dijo:
—Sé lo que buscas y quiero ayudarte. Sácame un
poco de sangre, bébela y entonces seré tu guía.
Lo hizo así y echó a andar detrás de la serpiente;
pero como esta era perezosa, después de un rato se
quedó dormida. Entonces el hombre la azotó con un
bejuco y sólo de ese modo reanudó su camino. A
poco llegó a un monte tan tupido que le fue imposible
avanzar más. Ya se volvía desconsolado cuando una
vieja se le acercó y le dijo:
—Toma esta hebra de mi pelo; tírala y podrás seguir
tu ruta.
En cuanto tiró la hebra se abrió una vereda y sin
dificultad caminó hasta alcalzar la orilla de un lago. Entonces ahí un venado le dijo:
—Toma esta piedra, échala al agua y lo podrás cruzar.
El hombre tiró la piedra y como en sueños fue llevado a la otra orilla. Aquí se le
apareció un águila y le dijo:
—Toma esta uña de mis garras; te será útil. Ahora sigue tu camino.
Avanzó y al pasar bajo una anona le cayó en los ojos una gotita de savia y quedó
ciego. Entonces un escarabajo le dijo:
—Pásate esta bolita de tierra por los ojos y volverás a ver.
Se la pasó dos veces y recobró la vista. Siguió avanzando y se detuvo junto a una
cueva donde estaban la vieja, el venado, el águila y el escarabajo. La vieja le
habló así:
—Ha llegado el término de tu viaje. Entra en la cueva y ahí encontrarás a la
muchacha que buscas.
El venado le dijo:
—Tócala con la piedra.
El águila le dijo:
—Tócala con la uña.
El escarabajo le dijo:
—Pásale la bolita por los ojos.
La serpiente le dijo:
—Rocíala con el agua de tu calabazo.
El hombre cumplió con lo que le dijeron, pero en eso se le nubló la razón y ya no
supo más de sí. Cuando despertó, tenía en sus brazos a la muchacha que le robó
Sac Muyal.

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