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GIANFRANCO GHrRLANDA

EL DERECHO
EN LA IGLESIA
MISTERIO D E COMUNIÓN
Compendio de derecho eclesial

EDICIONES PAULINAS

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@ Ediciones Paulinas 1992 (Protasio Gómez, 11- 15.28027 Madrid)
Tel. (91) 74251 13 - Fax (91) 7425723
Q Edizioni Paoline s.r.r, Cinisello Balsamo. Milán 1990
Titulo original: II diritto nella Chiesa mistero di comunione
Traducido por Alfonso Ortiz García
Revisión y anotaciones de José Luis Santos Díez
Fotocomposición: Marasán, S.A. San Enrique, 4.28020 Madrid
Impreso en Artes Gráficas Gar-Vi. 28960 Humanes (Madrid)
ISBN: 84-285-1 508-5
Depósito legal: M. 34.409- 1992
Printed in Spain. Impreso en España
Tanto el título como el contenido de esta obra constituyen un
programa de auténtica renovación para los estudios de derecho
canónico. Por eso me resulta especialmente grato hacer su presen-
tación, feliz por encontrar en ella aquellos valores eclesiales que
destacó el concilio Vaticano 11 y que el Código, "último documento
conciliar': tiene la finalidad de "inyectar ... en la vida de la Iglesia"
(Juan Pablo 11).
Su mismo título -El derecho en la Iglesia misterio de comu-
nión- revela de forma muy adecuada la intención del autor. Por-
que lo cierto es que el derecho eclesial sólo puede comprenderse
dentro del misterio de la vida de la Iglesia, que es vida de comunión
en la fe, en la esperanza y en la caridad (LG 8a). El derecho eclesial
es un derecho muy particular y la ciencia que se ocupa de él es una
ciencia sagrada. Esto supone una relación, una colaboración y un
intercambio cada vez más estrechos entre la ciencia canónica y la
teología. Sin un fundamento doctrinal, las estructuras de la Iglesia
como sociedad visible estarían privadas de alma y su derecho no
expresaría la vida profunda que determina y alimenta tanto la vida
sacramental como la enseñanza del magisterio y la guía pastoral de
la jerarquía sagrada. La teología, a su vez, especialmente la eclesio-
logía, correría el riesgo de quedarse en la esfera de la mera especu-
lación abstracta si no tuviera en cuenta el modo concreto con que
las estructuras de la Iglesia se encarnan en unas formas jurídicas.
En esta obra, fruto de una larga experiencia de enseñanza, el
autor recoge las lecciones de derecho canónico que desde hace
quince años imparte en la Facultad de .teología de la Universidad
Gregoriana de Roma. A lo largo de estos años ha publicado varias
veces apuntes que contenían los elementos necesarios para que los
estudiantes pudieran seguir más fácilmente las lecciones, ampliarlas
con el estudio personal y experimentar, gracias .a su abundante
bibliografía, el sabor de la investigación. Su título breve e incisivo
-El derecho en el misterio de la Iglesia- revelaba la intención y
la inspiración del profesor. Desgraciadamente, el autor no ha po-
dido conservarlo en esta obra mayor, ya que entre tanto otros lo
habían tomado para otra publicación.
Fruto de esta experiencia de enseñanza y comunicación con los
estudiantes, atento siempre a recibir sus expectativas y sus exigen-
cias, este libro suscitará, sin duda, una estima cada vez mayor por
la ciencia canónica -al mismo tiempo histórica y especulativa,
teológica y pastoral-, que algunos consideraban árida e inútil,
muerta.. .
No es posible destacar aquí toda la riqueza de una obra que el
autor llama modestamente Compendio de derecho eclesial, pero
que desarrolla temas importantes como los relativos a la naturaleza
del derecho de la Iglesia, a su historia, a su valor antropológico y
eclesiológico, a su carácter espiritual y carismático.
El valor pastoral y el marcado espíritu eclesial de la obra resul-
tan visibles en varios capítulos importantes, como los que exponen
la vida sacerdotal y la formación de los ministros sagrados, la vida
consagrada y especialmente la vida religiosa (que en la mayor parte
de los seminarios se trata de pasada o se omite por completo). Se
reserva especial atención a los sacramentos, concediendo todo el
espacio que se debe al matrimonio (exponiendo felizmente sus
fundamentos teológicos), a la naturaleza, origen y ejercicio de la
potestad sagrada y, finalmente, a la organización del pueblo de
Dios a nivel tanto universal como particular y local. También la
vida asociatiya en la Iglesia, tan viva en nuestros días gracias al
impulso del Espíritu Santo y que se manifiesta en una gran variedad
de grupos, de comunidades de vida evangélica y de movimientos,
encuentra aquí una presentación que la sitúa en el contexto de la
vida eclesial y una indicación de problemas que no se previeron en
el momento de la codificación y que buscan, sin embargo, una
solución cada vez más urgente debido a la expansión de esos dones
que el Señor está haciendo a su Iglesia.
Teniendo en cuenta la alta calidad de este trabajo, no podemos
menos de desear verlo pronto traducido a otras lenguas para que
pueda constituir no sólo una ayuda válida a la enseñanza del dere-
cho canónico, sintonizada con la renovación conciliar en las diver-
sas naciones, sino también una afirmación preciosa para todos los
que, debido a su oficio pastoral, tienen la tarea de conocer el
Código y de aplicarlo de una forma iluminada en su.acción apos-
tólica y en sus responsabilidades eclesiales.
6
Podemos, pues, agradecer al padre Gianfranco Ghirlanda, S.J.,
este libro, escrito en la misma línea que su investigación sobre la
"Hierarchica communio ': Signzficato della formula nella "Lumen
gentium" y de los numerosos estudios que la han seguido, en los
que la comunión eclesial, que conduce a la comunión trinitaria
(LG 4), es la fuente de una visión y de una inspiración unitaria.

JEAN
BEYER,S.J.
Roma, 6 de enero de 1990
ABREVIATURAS Y SIGLAS

AA = Apostolicam actuositatem
AAS = Acta Apostolicae Sedis
AfkK = Archiv für katholisches Kirchenrecht
AG = Ad gentes
agg. can. -
- "aggiornamento" canonico
Agg. Soc. = Aggiornamenti Sociali
Al. = Alocución
Am. C1. = Amico del Clero
An. Can. = L'Année Canonique
An. Greg. = Analecta Gregoriana
APS = Apostolica sollicitudo
AS = Acta Synodalia
ASS = Acta Sanctae Sedis
Aud. gen. = Audiencia general .
CEE = Conferencia Episcopal Española
BOCEE = Boletín Oficial de la CEE
BOE = Boletín Oficial del Estado
C. = capítulo
Cah. Dr. Eccl. = Les Cahiers du Droit Ecclésial
can. = canon
cáns. = cánones
Carta ap. = Carta apostólica
Carta circ. = Carta circular
Carta enc. = Carta encíclica
c.c = Casti connubii
CD = Christus Dominus
CEI = Conferencia Episcopal Italiana
ChL = Christifideles laici
CIC = Codex Iuris Canonici
Civ. Catt. = La CiviltA Cattolica
COD = Conciliorum Oecumenicorum Decreta
Com. = Communicationes
Com. Int. Aut. CIC = Comisión para la interpretación autén-
tica del Código de Derecho Canónico
Com. p. rel. = Commentarium pro religiosis
Com. Teol. Int. = Comisión Teológica Internacional
Conc. = Concilio
Cons. As. Publ. = Consejo para los Asuntos Públicos
Congr. Clero = Congregación para el Clero
I Congr. Conc. = Congregación del Concilio
Congr. Culto Divino = Congregación para el Culto Divino
Congr. Culto Div. -
Disc. Sacram. = Congregación del Culto Divino y de la
Disciplina de los Sacramentos
Congr. Doctr. Fe = Congregación para la Doctrina de la Fe
Congr. Inst. vida
cons. - Soc. vida ap. = Congregación para los Institutos de
vida consagrada y las Sociedades de
vida apostólica
Congr. Ed. Cat. = Congregación para la Educación Cató-
lica
Congr. Ev. = Congregación para la Evangelización
de los pueblos
Congr. Rel. e Inst.
Sec. = Congregación para los Religiosos e Ins-
titutos Seculares
Congr. Ob. = Congregación para los Obispos
Congr. Sacram. = Congregación para los Sacramentos
Congr. Int. Apost.
Laic. = Congreso Internacional para el Apos-
tolado de los Laicos
Congr. Int. Der.
Can. = Congreso Internacional de Derecho Ca-
nónico
Congr. Int. Teol.
Mor. = Congreso Internacional de Teología
Moral
Const. ap. = Constitución apostólica
DCG = Direttorio Catechistico Generale
Decl. = Declaración
Decr. = Decreto
DH = Dignitatis humanae
Dic. Bibl. = Diccionario Bíblico
Dic. Conc. Vat. 11 = Diccionario del Concilio Vaticano 11
Dic. Der. Can. = Diccionario de Derecho Canónico
Dic. Enc. Teol. Mor. = Diccionario Enciclopédico de Teología
Moral
Dic. 1. Perf. = Diccionario de los Institutos de Per-
fección
Dic. Teol. = Diccionario Teológico
Dict. Dr. Can. = Dictionnaire du Droit Canonique
Dig. = Digestum
Dir. = Directorio
Dir. cat. gen. = Direttorio catechistico generale
Dir. Eccl. = 11 Diritto Ecclesiastico e Rassegna di
Diritto Matrimoniale
Dir. Ecum. = Direttorio Ecumenico
Direct. = Directivas
DS = Denzinger-Schonmetzer
DVe = Donum veritatis
E. CEI = Enchiridion CEI
EF = Episcopi facultas
E1 = Ecclesiae Imago
Enc. Dir. = Enciclopedia del Diritto
EP- = Epístola
Eph. Iur. Can. = Ephemerides Iuris Canonici
ES = Ecclesiae Sanctae
Est. Ecl. = Estudios Eclesiásticos
Ét. Ph. = Les Études Philosophiques
EV = Enchiridion Vaticanum
ET = Evangelica testificatio
Ex. ap. = Exhortación apostólica
FC = Familiaris consortio
f.s. = ferendae sententiae
Fr. Z. Th. Ph. = Freiburger Zeitschrift für Theologie
und Philosophie
GE = Gravissimum educationis
GS = Gaudium- et spes
HV = Humanae vitae
ID = Indulgentiarum doctrina
11 = Inter insignores
Inf. Cath. Int. = Informations Catholiques Internatio-
nales
Inf. SCRIS = . Informationes SCRIS
Ins. = Insegnamenti
Instr. = Instrucción
10
Instr. gen. = Instrucción general
IntkZ = Internationale kirchliche Zeitschrift
Ius Can. = Ius Canonicum
LEF = Lex Ecclesiae Fundamentalis
LG = Lumen gentium
Libr. Ed. Vat. = Libreria Editrice Vaticana
1.s. = latae sententiae
MD = Mulieris dignitatem
ME = Mysterium Ecclesiae
Mil. c. past. = Militum cura pastoralis
Misc. Franc. = Miscellanea Franciscana
Misc. Hist. Pont. = Miscellanea Historiae Pontificiae
Mon. Eccl. = Monitor Ecclesiasticus
M. p. -= Motu proprio
MR -= Mutuae relationes
N. Dic. Teol. = Nuevo Diccionario de Teología
NEP = Nota Explicativa Praevia
Nouv. Rev. Th. = Nouvelle Revue Théologique -
OA~KR = Osterreisches Archiv für Kirchenrecht
IC = Omnes christifideles
OE = Orientalium Ecclesiarum
Or. P a t . = Orientamenti Pastorali
Orient. Christ. Perio-
dica = Orientalia Christiana Periodica
OSE = Ordo Synodi Episcoporum
Oss. Rom. = L'Osservatore Romano
OT = Optatam totius
Pal. C1. . = La Palestra del Clero
PB = Pastor bonus
PC = Perfectae caritatis
PDV = Pastores dabo vobis
Pensée Cath. = La Pensée Catholique
Periodica = Periodica de re morali canonica litur-
gica
PO = Presbyterorum ordinis
Pont. Com. Int. Aut.
CIC = Pontificia Comisión para la interpreta-
ción auténtica del Código
Pont. Com. Int.
Decr. Vat. 11 = Pontificia Comisión para la interpreta- .
ción de los decretos del concilio Vatica-
no 11
Pont. Com. Ref. CIC = Pontificia Comisión para la reforma del
Código
Pont. Cons. Int. Leg. = Pontificio Consejo para la interpreta-
ción de los textos legislativos
PS = Presbyteri sacra
Quad. Dir. Eccl. = Quaderni di Diritto Ecclesiale
Rass. Teol. = Rassegna di Teologia
Rech. Sc. Rel. = Recherches de Science Religieuse
Rel. doctr. = Relación doctrinal
Rel. fin. = Relación final
REU = Regimini Ecclesiae Universae
Rev. Cler. Afr. = Revue du Clergé Africain
Rev. Dr. Can. = .Revue de Droit Canonique
Rev. Esp. = Revista de Espiritualidad
Rev. Esp. Der. Can. = Revista Española de Derecho Canónico
~ e v Esp.
. Teol. = Revista Española de Teologia
Rev. f. Rel. = Review for Religious
Rev. Sc. Ph. Th. = Revue de Sciences Philosophiques et
Théologiques
Rev. Th. = Revue Thomiste
Rev. Th. Louv. = Revue Théologique de Louvain
RFTS = Ratio fundamentalis institutionis sacer-
dotalis
= Reglamento generale della Curia Ro-
mana
Riv. Asc. Mist. = Rivista di Ascetica e Mistica
Riv. C1. It. = Rivista del Clero Italiano
Riv. Dioc. Mil. = Rivista Diocesana Milanese
Riv. Int. Dir. Can. = Rivista Internazionale di Diritto Cano-
nico
Riv. Vita Sp. = Rivista di Vita Spirituale
RP Reconciliatio et paenitentia
RPE Romano Pontifici eligendo
RR Rituale Romanum
R. Rota = Romana Rota
Sac. caelib. = Sacerdotalis caelibatus
SC = Sacrosanctum Concilium
Sc. Catt. = La Scuola Cattolica
SCRIS = Sacra Congregatio pro Religiosis et Ins-
titutis Saecularibus
Secr. Estado = Secretaría de Estado
12
Secr. Un. Crist. = Secretariado para la unión de los cris-
tianos
Ses. = Sesión
Ses. conc. = Sesión conciliar
SMC = Spirituali militum curae
Scr. Th. = Scripta Theologica
Sin. extr. ob. = Sínodo extraordinario de los obipos
S.Th. = Summa 1 heologiae
Studia Can. = Studia Canonica
Suppl. = Supplement
Theol. St. = Theological Studies
TPQ = Theologisch-praktische Quartalschrisft
Typ. Pol. Vat. = Typis Poliglottis Vaticanis
Un. Can. = Universitas Canonica
UR = Unitatis redintegratio
Vie Comm. Rel. = La Vie de Communautés religieuses
Vie Sp. = La Vie Spirituelle
Vie Const. = Vie Consacrée
Vita Cons. = Vita Consacrata
Vita Rel. = Vita Religiosa
X = Liber Extra

Nota del autor

La realización de esta obra ha sido posible gracias a la colaboración de mis


colegas profesores de la Facultad de derecho canónico de la Universidad Gregoriana.
Sus iluminadas enseñanzas en las materias de su especial competencia han sido de
inestimable utilidad. Manifiesto especialmente mi agradecimiento a los padres J. Be-
yer, V. de Paolis, P. Erdo, 1. Gordon, U. Navarrete y J. F. Urrutia.
PRIMERA
PARTE

NATURALEZA DEL DERECHO


ECLESIAL
C A P ~ T U L1 O

FUNDAMENTOS A N T R O P O L ~ G I C O S

1.l. Elementos de fenomenología del derecho

a) El hombre como sujeto en relación

1 . Es la persona la que da, fundamento a la vida social 1: para


comprender el fenómeno del derecho hay que partir de la pregunta
¿qué es el hombre?
El hombre aparece como un S E R E N RELACIÓN: el sujeto está
siempre én relación con el mundo que lo rodea, con otros sujetos.
El estar en relación con el otro es una necesidad estructural del
sujeto (ubi horno, ibi societas), de la que surgen las diversas posi-
bilidades de actuación de la relación: el sujeto, en su libertad, se
encuentra ante la-respons.abilidadde hacer unas opciones morales
entre las diversas posibilidades que se le ofrecen.
Con los bienes, valores, derechos que le son inherentes, el suje-
to entra en relación con otros sujetos, que a su vez son también
portadores de bienes, de valores y de derechos personales. Se esta-
blece una relación positiva de SOCIABILIDAD entre dos sujetos cuan- e 1 í r r)( oc
d o se reconocen mutuamente como tales y se consigue el respeto
mutuo de esos bienes, valores y derechos personales. Sin embargo,
en el ejercicio de su libertad un sujeto puede ponerse en una relación
negativa con el otro, en el no-respeto de los derechos personales de
que éste es portador. De aquí la necesidad de una intervención de

1 Cf PABLOVI, Al. al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973)
125.
la autoridad que, a través de una ley positiva, impida el estableci-
miento de una relación negativa entre los sujetos y que indique
cuáles son las obligaciones que hay que cumplir para que sean
mutuamente respetados los derechos de cada uno. La necesidad de
la relación y la libertad en la actuación requieren la intervención de
la autoridad y la formulación de una ley positiva que indiquen la
actuación de la sociabilidad, que hace realizarse a los sujetos de
la relación como sujetos, y se anticipen a la relación negativa de
dominio de un sujeto sobre el otro.
Dado que las raíces del fenómeno del derecho están en la socia-
bilidad del hombre en cuanto hombre (ubi societas, ibi ius), tiene
que ser considerado ante todo como realidad ontológica, es decir,
inherente al hombre en cuanto hombre, y por tanto universal (ubi
horno, ibi ius). Cualquier hombre tiene que ser acogido como "so-
cio", al que sólo se le exige la regularidad y la previsibilidad de un
comportamiento establecido por una ley positiva, que se configura
como realidad intencional, en cuanto actuación concreta e histórica
del derecho como realidad ontológica. Sobre esto se basa LABR-
TEZAWADERECHO: se le pide al "socio" un compromiso de verdad
y de lealtad. La ley positiva comprende en sí misma la eliminación
del agravio, mediante la coordinación estable y regular de las ac-
ciones.

b) Justicia, derecho natural y derecho positivo


- -
2. W..piaio-'(SS.11-111 d.c.) mne la justicia como constans et
perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi? El ius suum, como
contenido de la justicia distributiva e igualitaria o sinalagmática
(conmutativa o judicial), esdprincipio básico-del derecho natural,
que se arraiga en la exigencia moral de sociabilidad del hombre,
esto es, la de ger m . c n n B C i ~ csujeto
r y_la-de-r-eec~11ocertambién
cQmo talacualquier otro hombre, con todos sus bienes, valores y
d--0s. El derecho positivo, como conjunto de leyes positivas, es
la actuación histórica de esta exigencia moral, en cuanto determi-
nación concreta de las posibilidades en las que cada uno pueda
realizarse como persona en la relación con los demás. Es precepto
de justicia hacer lo que uno puede pretender fundadamente de otro
y no hacer lo que constituiría una lesión de los derechos del otro.
En la intersección de las exigencias recíprocas, los sujetos im-
plicados en la relación deben considerarse como EN,TD-ADES EUN-
GULES, en el sentido en que cada uno de sus actos debe considerar-
se en-su objetividad, en relación c o n la cual cualquier hombre es
i g i i a l o - Así se actualiza la CERTEZA DEL DERECHO, que se basa
en la previsibilidad de un comportamiento establecido por una ley.

c) Institución, ordenamiento jurídico, bien común


y derechos subjetivos

3. Un conjunto de relaciones intersubjetivas reguladas por


unas normas de conducta forma una ~ S T I T U C I O Nel; conjunto de
las instituciones jurídicas, es decir, reguladas por unas leyes positi-
vas, constituye el ORDENAMIENTO JURÍDICO,que en su conjunto es
la determinación histórica y objetiva de posibilidades y exigencias
recíprocas legítimas que se intercambian entre los sujetos de las
diversas relaciones jurídicas.
La finalidad de un denamiento-jurídicoprimario (autónomo,
independiente y soberano) es ~LBLEN--COM~N como conjunto de
circunstancias y de condiciones objetivas en las que los individuos
y los grupos están en disposición de conseguir las finalidades esen-
ciales de la propia naturaleza. De esta manera el ordenamiento
jurídico, concreta y objetivamente, reconoce y tutela los derechos
subjetivos de la persona, considerada como individuo o como for-
mando parte de un grupo. Los DERECHOS
-- SUBJETIVOS indican la
esfera de la autonomía inviolable de cada persona en el uso de los
bienes y de los medios necesarios para satisfacer sus exigencias
vitales, esto es, para realizarse como persona.

d) Ley, obligación y responsabilidad

4. L~-LEY
POSITIVA, poniendo orden en la arbitrariedad, im-
pidiendo la reducción del sujeto a objeto, realizando la estructura
ontológica del sujeto en la relación de sociabilidad, historificando
el derecho natural, induce a la voluntad subjetiva voluble -que
tiende a detenerse en lo particular, perdiendo de vista la unidad de
la totalidad- a hacerse voluntad objetiva y universal.
La obligación y la-responsabilidad expresan la conexión nece-
saria-entre-voluntad. S-ubjetiv-ykoluntad objetiva. L a ley positiva
hace salir al sujeto del solipsismo práctico en el que tiende a ence-
rrarse, y lo abre a la O B L I G A C I ~ NRESPONSABLE de un compromiso
de sociabilidad.

e) Controversia, sentenciayjusticia

5 . La CONTROVERSIA tiene su origen en la transgresión de una


ley o en un conflicto de intereses entre sujetos. El ius suum no se
actualiza espontáneamente; por tanto, la resolución de la contro-
versia por medio de una sentencia es la afirmación de la CERTEZA
DEL DERECHO. La sentencia si configura de forma semejante a una
ley positiva, en cuanto que, superior a las voluntades subjetivas
particulares en conflicto, establece objetivamente el ius suum en
concreto, esto es, lo que puede pretenderse legítimamente. De este
modo se obtiene la actualización de la justicia.
En la controversia la ley positiva, de suyo abstracta y genérica,
se aplica a la vida y es interpretada. Puesto que no puede identifi-
carse con el derecho como realidad ontológica, ningún ordena-
miento jurídico-debe -considerarse como definitivo y exhaustivo,
sino como fragmentario, sin que puedan preverse todas las situa-
ciones concretas que pueden verificarse, ni expresar adecuadamente
la exigencia moral de justicia que sostiene toda la experiencia jurí-
dica.

f) Coacción y pena

6. W z violada una ley, para restablecer el equilibrio en la


vida social, a través de una-sentencia, se conmina una PENA. En
esto aparece la coactividad de la ley, que la hace experimentar en
su carácter de heteronomicidad. En el caso de conminación de una
pena, la exigencia de justicia se expresa en el hecho de que cada
uno en sus relaciones con los demás es considerado responsable de
sus propios actos y sufre sus consecuencias en la reparación del
daño producido. A esta responsabilidad obligante corresponde el
derecho de pretender esa reparación.
La aplicación de la COACTIVIDAO de la ley se dirige--&-el
sujeto se dé cuenta de que su voluntad subjetiva tiene que--ojeti-
varse en la voluntad general y universal. La pena debe tener una
función educativa y no sólo punitiva y expiatoria, de forma que
coopere a la adquisición de una conciencia social por parte del
sujeto. Si la pena alcanza este fin, la ley heterónoma es interiorizada
y el sujeto acepta voluntariamente lo que antes era sólo coacción
para él y se abre a la obediencia, adhiriéndose a los valores sociales
que comporta la ley.
La coacción no es una nota esencial de la experiencia jurídica,
en cuanto al fin que se quiere perseguir con la conminación de una
pena; es posible alcanzarlo también de otras maneras. Incluso el
perdón, judicial o no, no niega la exigencia de justicia y por tanto
no niega ni el derecho como realidad ontológica ni la ley positiva
como realidad intencional que lo expresa, ya que el perdón tiene
sentido en cuanto que presupone la afirmación de la violación de
un derecho.

1.2. Elementos de filosofía del derecho

a) Ordenamiento jurídico y tutela


de la dignidad del hombre
7. Es preciso indicar cuál es la relación entre el orden moral y
el ordenamiento jurídico, como conjunto de instituciones y de leyes
positivas. Es tarea del legislador hacer posible la convivencia, te-
niendo en cuenta el pluralismo de opiniones presente en una socie-
dad; sin embargo, un ordenamiento jurídico no puede ser solamente
efecto de un compromiso para que semejante convivencia sea po-
sible bajo el aspecto práctico, sino más bien expresión del funda-
mento moral del obrar humano.
U.n ordenamiento jurídico es un sistema lógico, coherente en sí
mismo, que se basa en algunos principios o valores fundament-ales.
Sin embargo, es un sistema que evoluciona, por medio de la acti-
vidad legislativa, bajo el impulso de la evolución histórica de la
sociedad, que cambia progresivamente el conocimiento que tiene
de si misma.
-Todo ordenamiento jurídico, para ser considerado como t a l se
basa en una previa comprensión conceptual de la necesidad de
tutelar la DIGNIDAD DEL HOMBRE. La- función
- - - - __ _derecho
_ _ _ __del
propia ---
positivo es la.de proteger-la dignidad de la persona humana, esta-
bleciendo la igualdad fundamental entre todos los miembros de
una sociedad, de tal manera que se pueda establecer entre ellos
aquel mínimo de confianza que sirve de fundamento a todo tipo de
relación humana. Sobre esta base se establece la conexión entre la
autonomía de la persona humana, que se ve reconocida y protegida
por el derecho positivo, y la interdependencia de las diversas per-
sonas autónomas, en cuanto que la autonomía de cada persona se
afirma en relación con las otras personas igualmente autónomas.

b) Derechos subjetivos y derecho positivo u objetivo

--
8. =derecho POSITIVO u OBJETIVO e s d c o- n j u n t o de ~ o u n a s
positivas que tutela los derechos subjetivos de la persona humana,..
entre-los cuales el primero y el más fundamental es el derecho a la
existencia, y a una existencia digna del hombre. En relación con
esto, la función del derecho positivo es la de representar objetiva-
mente lo que es la persona humana, que siempre tiene y conserva
ese derecho subjetivo fundamental, aun cuando no thviera la capa-
cidad de actuarse de forma autónoma. De este modo el derecho
positivo protege al débil frente al fuerte, en cuanto que la autoridad
expresa, a través de una ley o de una sentencia, un juicio concreto
sobre la necesidad y al mismo tiempo los límites de su intervención,
para proteger al débil oprimido por el más fuerte. Sin embargo, el
juicio de la autoridad no puede considerarse sólo como un juicio
pragmático, ya que lo que mueve al legislador o al juez a intervenir
de cierta manera tiene que ser el valor de la tutela de la dignidad
humana del débil. El derecho positivo no puede ser solamente
producto de un arte práctico o técnico, ya que debe ser portador de
valores materiales fundamentales.
El valor de la dignidad de la persona humana es comprendido
a nivel preconceptual, formulado, luego, en un concepto moral y
jurídico y finalmente expresado en una ley. El derecho positivo,
entonces, no puede traducir adecuadamente esa comprensión pre-
conceptual de la dignidad de la persona humana y de los derechos
subjetivos inherentes a ella; sin embargo, en cuanto medio de co-
municación lo menos ambiguo posible, el derecho positivo protege
al menos un mínimo de confianza en las relaciones sociales. Es
tarea constante del legislador perfeccionar cada vez más el ordena-
miento jurídico, de forma que se obtenga una mayor certeza y
confianza en las relaciones sociales y se evite en todo lo posible un
concepto subjetivo y viciado del derecho tanto en la ejecución
como en los juicios.
9. El derecho positivo, además,xs-expresión-de-laCULTURA ---.- -
de un grupo social particular, pera alanismo-íiempPo lleva -. consigo
___-.,_

la nota-,de ~ ~ - . U N I V E R S A W que
] D ~nace
A D generalmente
,~~~ de las
mismas exigencias fundamentales del hombre y particularmente de
aquella exigencia universalísima de que cada hombre se vea respe-
tado en su dignidad y por tanto sea reconocido y acogido como
"socio". Elderecho positivo. depende- de.las..condiciones culturales
en que se formula, pero al mismo tiempo trasciende la cultura de
donde nace.
Puesto que el derecho positivo no consigue expresar el previo
valor conceptual de la dignidad de la persona humana y de los
derechos inherentes a ella, es fragmentario y no puede prever todas
las posibilidades y contenidos de las relaciones sociales que ésta
establece. Lo cual guarda estrecha relación con el hecho de que el
hombre no es plenamente socializable, ya que, al trascender siempre
todas sus relaciones públicas, queda intacta en él cierta esfera pri-
vada: el derecho positivo no puede regular todas las dimensiones
de la persona humana, sino sólo las que son socializables en ella.
La autoridad debe ser consciente, en su actividad legislativa ejecu-
tiva y judicial, de esta FRAGMENTARIEDAD DEL DERECHO.
La conciencia moral ejerce entonces una función positiva y
critica ante el ordenamiento jurídico, en cuanto que el derecho
positivo u objetivo -al tener sus fundamentos en la comprensión
preconceptual de la dignidad del hombre- se arraiga en la com-
prensión moral del hombre, y por tanto en el derecho como reali-
dad ontológica, y objetiviza todo lo que puede ser socializado de la
persona humana y de sus relaciones.
Aunque es verdad que el ordenamiento jurídico se interesa ante
todo por la observancia externa de las normas, sin embargo, dado
que éstas surgen de la exigencia moral interna de los miembros de
la sociedad de que se respete en las relaciones la dignidad de cada
ser humano, es preciso decir que la persona humana en cuanto a
sus relaciones externas se ve siempre interpelada en la esfera interna
de su conciencia. Si sólo se tiene un asentimiento exterior a la ley,
ésta alcanza tan sólo parcialmente su fin, ya que su finalidad ver-
dadera y más profunda es que los valores morales sociales se re-
fuercen en la conciencia moral de los miembros de una sociedad.
L a función del derecho positivo es también la promoción de los
valores morales sociales.

c) Naturaleza y persona, derecho natural


y derecho positivo
10. El hombre es social por naturaleza, porque es persona; sin
embargo, su ser social no puede ser socializado plenamente en el
plano externo ni pueden siempre regularlo plenamente las normas
jurídicas. La dimensión moral y la jurídica no son iguales: la pri-
mera es más extensa que la segunda, la cual, sin embargo, no puede
menos de fundamentarse en la primera.
Puesto que el hombre está en la base de la experiencia del
derecho, el problema de la naturaleza del derecho implica el de la
naturaleza del hombre, y de manera especial el de la relación entre
la NATURALEZA H U M A N A Y la HISTORIA. En efecto, la naturaleza
humana con sus estructuras propias, si por un lado trasciende la
espacio-temporalidad, por otro vive y se comprende siempre en el
espacio y en el tiempo, esto es, en la historia. Las estructuras intrín-
secas a la naturaleza humana se comprenden también histórica-
mente y se expresan por medio del derecho positivo, que viene a
tutelar las exigencias fundamentales del hombre en cuanto hombre,
es decir, de la persona humana.
Conceptualmente la naturaleza humana es una abstracción, que
vive histórica y concretamente en cada una de las personas huma-
nas, a las que corresponden los derechos subjetivos naturales. La
persona humana trasciende la pura realidad, en cuanto que por el
hecho mismo de existir tiene y afirma el derecho primario y funda-
mentalísimo a la existencia, y a una existencia digna, al que corres-
ponde la obligación moral fundamentalísima del reconocimiento y
del respeto de ese derecho, y por tanto la de su protección. La
obligación moral dimana del mismo derecho subjetivo natural, en
cuanto que la persona humana, por el hecho mismo de existir,
requiere una normatividad. Aquí están las raíces de lo "JURÍDICO",
es decir, de la juridicidad de las relaciones intersubjetivas, como
exigencias legítimas.
Cada una de las personas vive dentro de la naturaleza humana
común; por consiguiente, la singularidad de la persona humana
existente n o puede interpretarse más que a la luz del elemento
común dado por la pertenencia común a la naturaleza humana. La
persona individual es la particularización histórica de la naturaleza
humana y el derecho positivo es la expresión de la socialización
históricamente posible de la persona humana. De esta manera la
persona humana es expresada históricamente por medio del dere-
cho positivo, pero al mismo tiempo trasciende ese derecho, en
cuanto que lleva consigo una naturaleza no plenamente socializa-
ble, aunque en sí misma plenamente social. El derecho positivo,
entonces, es la expresión pública en la sociedad del proceso histó-
rico de autocomprensión de la persona humana, que lleva en sí la
naturaleza, que sigue siendo siempre normativa para ella. El dere-
cho positivo queda envuelto en el dinamismo de ese proceso histó-
rico de autocomprensión del hombre y de la interpretación norma-
tiva de la naturaleza humana, cuya expresión concreta se manifiesta
en cada una de las personas humanas.
La persona humana se expresa en la libertad sobre su misma
autocomprensión, por lo que el ordenamiento jurídico es la expre-
sión del libre uso que el hombre quiere hacer de sus derechos. El
ordenamiento jurídico es la expresión de la verdad social a la que
llega un grupo por medio de su autocomprensión histórica. Sin
embargo, puesto que la persona humana, como portadora de la
naturaleza humana que trasciende la particularización histórica,
trasciende ella misma el ordenamiento jurídico, que históricamente
la expresa en el plano social, este último está sometido siempre al
juicio crítico de la conciencia moral del hombre, para que el orde-
namiento jurídico reconozca y exprese la normatividad contenida
en la misma naturaleza humana. Si no se admitiera esto, se caería
en una forma de totalitarismo jurídico y no sería ya posible una
convivencia verdaderamente humana, es decir, basada en la tras-
cendencia del hombre respecto a su misma expresión histórica.

d) Apertura al Trascendente

1l. Es propio del derecho positivo la objetivación en la esfera


de las relaciones sociales de la autocomprensión subjetiva que tiene
la persona humana en la esfera moral. Por eso la ley positiva tiene
la función de situar existencialmente a la conciencia.personal en su
apertura universal y en la objetividad, es decir, la de situar las
relaciones entre los hombres en términos de sociabilidad, para que
los derechos naturales fundamentales de cada uno sean reconocidos
y protegidos sin discriminación alguna.
El concepto de ley remite necesariamente a la AUTORIDAD que
la formula, una autoridad capaz de hacer no sólo que la ley sea
objetiva en sí misma, sino que tenga además una fuerza objetivado-
ra de la conciencia subjetiva. La misma estructura de la conciencia,
que se actualiza en la experiencia jurídica, nos conduce a la Única
autoridad capaz de obligar desde dentro a la conciencia a mante-
nerse abierta a la acogida de los demás en el respeto de sus derechos
fundamentales, en la superación de su subjetivismo práctico. Esta
autoridad no puede ser más que el autor mismo de la estructura de
la conciencia del hombre, es decir, el Dios creador y salvador, que
en el plano ontológico ha hecho a todos los hombres hermanos y
en el plano del deber moral, que se realiza históricamente en el
ámbito jurídico, ha hecho posible su cumplimiento en el reconoci-
miento de cada ser humano en su intrínseca dignidad.
En el problema del derecho el hombre se ve situado ante la
alternativa entre la inmanencia y la trascendencia: la voz de la
conciencia es la interiorización del trascendente en la inmanencia.
La subsistencia de un deber que obligue y trascienda al hombre en
su realidad es la primera condición para una existencia digna del
hombre, que de lo contrario quedaría expuesto al albedrío y a la
arrogancia del más fuerte. En efecto, la correlación del deber que
vincula a la conciencia es la persona responsable: mientras que la
coacción hace al hombre un mero objeto del poder, la obligación
trascendente lo hace responsable de dar un orden cada vez más
sensato a su existencia.
Como conclusión de todas las consideraciones hechas hasta
ahora, hemos de decir que la investigación fenomenológica y la
filosófica se muestran insuficientes para explicar la realidad jurídi-
ca, como experiencia humana, y nos conducen a la investigación
teológica más profunda sobre la naturaleza humana, la fuente de
los derechos fundamentales y la normatividad de la naturaleza
humana en la actuación histórica. Efectivamente, nos encontramos
frente al problema fundamental de la teología, el de la relación
entre naturaleza y gracia, en cuanto que se nos pregunta si la
experiencia jurídica forma parte del orden de la naturaleza o de la
gracia, esto es, si debe comprenderse en la economía de la salvación
o no: jcuál es entonces la relación que se establece entre la justicia
divina y la justicia humana, entre el derecho divino y el derecho
positivo humano?

2.1. Perspectivas bíblicas

a) Dignidad del hombre y sus derechos fundamentales


12. En la Escritura se define al hombre en relación con Dios
y n o con la realidad creada: h a sido creado a imagen y semejanza
de Dios (cf Gén 1,26). Ésta es la afirmación primera y fundamental
26
de la DIGNIDAD DEL HOMBRE. Esta relación con Dios define la
relación del hombre con la realidad creada (cf Gén 1,28; 2,15), y
por tanto con sus semejantes (cf Gén 1,26b.27; 2,18-23). La CoMU-
NIÓN que el hombre tiene que establecer con sus semejantes en-
cuentra su razón última y la definición de sus estructuras funda-
mentales en el hecho de que en la dimensión de relación con el otro
es imagen y semejanza de Dios. Puesto que el hombre es imagen de
Dios, es PERSONA, una criatura racional y libre, como Dios, capaz
de conocerlo y de amarlo, de estar por ello, por el hecho mismo de
ser persona, en relación con el otro y de realizarse mediante el don
de sí. Por eso el hombre es la Única criatura que Dios ha querido
por ella misma (GS 24c) 3. De ahí se deriva la primera ley que Dios
dio al hombre, contenida en la prohibición de comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal, es decir, que sólo puede realizarse
plenamente a sí mismo aceptando el hecho de que su existencia se
define en relación con Dios y aceptando las estructuras que Dios
ha inscrito en su naturaleza al crearlo a su imagen y semejanza. En
la misma dignidad del hombre se encuentra su límite.
De esta dignidad del hombre se deriva la sacralidad de toda
vida humana, y por tanto el derecho primario y fundamentalísimo
de todo hombre a la existencia, en todo su carácter absoluto, que
nadie sin excepciones puede lesionar, ya que brota inmediatamente
del acto creativo de Dios y de su proyecto sobre el hombre. La
lesión de este derecho es el primer efecto del pecado (cf Gén 4,7).
Precisamente en la condenación del pecado, Dios establece la ley
según la cual nadie puede lesionar ese derecho (cf Gén 9,3-6), y
menos por culpa grave (cf Gén 4,14-15). Dios, al establecer la dig-
nidad del hombre, establece también la estructura primaria de la
convivencia humana: sin el respeto de este derecho fundamentalí-
simo la convivencia resulta imposible.
Aquí está la raíz de todos los derechos fundamentales de la
persona humana y de todas las obligaciones correspondientes, que
podrán determinarse y actuarse plenamente en la nueva humanidad
redimida en Cristo, que forma el nuevo pueblo de Dios.
13. Cristo ensalza del modo más pleno la dignidad de cada
hombre, incluso del más pequeño, como centro de la creación,
amado por encima de todo por el Padre (cf Mt 18,lO-14; 6,25-30;
10,29-31); pero al mismo tiempo ve al hombre en su condición de

3 JUAN PABLO 11, cart. ap. Mulieris dignitatem (=MD), 15 agosto 1988, n. 7, en "AAS"
80 (1988) 1653-1729.
pecador, de cautivo, de muerto, de débil y enfermo, sometido a la
codicia (cf Lc 15,ll-32; 13,l-5; Mt 7,9-11; 8,21-22; 26,4 1; 6,24.25-
34; 18,23-24; 20,l-16). Dada la condición del hombre, sólo Dios lo
puede restaurar en la comunión con él y con sus semejantes; por
tanto, Jesús restituye al hombre su imagen original, en cuanto que
la llegada del reino de Dios supone la plena realización del hombre,
es decir, el cumplimiento pleno y radical de las facultades humanas,
según el proyecto original del Creador (cf Mc 5,l-17).
Con el PECADO el hombre destruye las estructuras de la convi-
vencia humana inmanentes a su naturaleza y, por tanto, se hace
incapaz de actuar el proyecto de Dios, destinándose a sí mismo a
la destrucción (cf Gén 3,6-7.16-19; 1 1,l-9), pero queda en él la
capacidad de recibir la restauración por obra de Dios de su natu-
raleza y de la C O M U N I ~ Ncon Dios y con los hombres. La antigua
alianza y la ley mosaica, la redención de Cristo, la nueva alianza y
la ley del Espíritu, se insertan en esta capacidad del hombre. La
acción saludable de Dios restituye al hombre a sí mismo desde
dentro, y por tanto podemos decir que el derecho humano positivo
es una manifestación de esta reintegración del hombre y de la vic-
toria sobre el pecado, porque hace que se supere la desconfianza en
las relaciones.entre los hombres, se venza la división y se actúen las
posibilidades de convivencia, sobre la base del respeto de la digni-
dad de cada uno de los hombres y de sus derechos inalienables.

b) Justicia y derecho

14. En el Antiguo Testamento no encontramos la noción de


derecho, sino la de JUSTICIA, que no es ante todo una noción
judicial o forense, puesto que en su esencia indica una relación del
hombre con Dios (cf Éx 20; Lev 19; Dt 5). La justicia (sedeqlseda-
qa.), en cuanto que indica las acciones de salvación de Yavé, es el
ámbito en el que es colocado el hombre, por gracia de Dios. La
justicia humana (mi ppat) n o se puede separar d e l a divina: por
gracia, e n c u a n t o q u e la justicia divina v a unida a l a misericor-
dia (cf Sal 33,s; 36,11; 40,11; 143,l l), el hombre es puesto e n
el á m b i t o d e l a justicia d e Dios, es salvado y puede obrar
según justicia, y a q u e h a sido hecho participe d e l a justicia y
d e l a misericordia d e Dios (cf P r o v 20,28; 1s 16,5). Puesto que
l a justicia divina se encarna e n l a justicia h u m a n a (cf Dt 1,16-
17), el derecho humano depende estrechamente del derecho
divino: si el hombre n o recibiera l a justicia d e Dios -que es
justificación, gracia, misericordia, caridad-, n o podría ser
justo, ni en el sentido d e justificado ni en el sentido del que
cumple acciones justas en su relación con los demás, hace
leyes justas y pronuncia juicios justos.
La revelación bíblica nos lleva a u n a comprensión más
profunda d e la experiencia humana del derecho, que, como
hemos visto, se basa en la SOCIABILIDAD que forma parte estruc-
turalmente de la naturaleza del hombre y se expresa tanto en la
formulación de leyes positivas, que indican la manera de actuar en
concreto esa sociabilidad afirmando los derechos que deben respe-
tarse y los deberes que deben cumplirse, como en los juicios que se
emiten cuando no se establece espontáneamente la relación de so-
ciabilidad,. porque no se respetan los derechos en cuestión con o sin
la violación de una ley. Según la Escritura, el hombre puede cono-
cer la voluntad de Dios, que se expresa por medio de la justicia,
actuándose hic et nunc en las leyes o juicios humanos, tan sólo
gracias a la acción de Dios. La justicia bíblica, aunque difiere de la
noción de justicia elaborada por la filosofía griega y recibida por la
jurisprudencia romana (suum cuique tribuere), no por eso la exclu-
ye. En efecto, aunque la Escritura, en su referencia constante a la
voluntad trascendente y omnipotente de Dios -en el que la justi-
cia se une estrechamente con la sabiduría, la benignidad y la mise-
ricordia-, da a la justicia una dimensión metafísica diferente, no
excluye, sin embargo, que la actuación histórica de Dios se haga
según la regla del suum cuique tribuere, para que cada uno sea
acogido como "socio" y hasta como prójimo de todos los demás
(cf Ex 23,9).
La fuente de la dignidad de la persona humana y de sus dere-
chos, como hemos visto, es Dios creador y salvador. La alianza,
como acto de gracia, restaura en el hombre la imagen de Dios y lo
reintegra en sus derechos primordiales: la ley dada por Dios es la
expresión, en la esfera de la vida social y jurídica, de la relación
personal de comunión entre Dios y el pueblo y entre los miembros
del mismo, que se comprende dentro del ámbito de la justicia de
Dios comunicada a los hombres (cf Éx 19,343; 24,l-12; Dt 5,l-21;
7,6-11).
15. Cristo en la nueva y eterna Alianza cumple toda justicia
divina (cf lCor 1,30) y asienta el fundamento angular de toda
justicia humana: el que cree en él es hecho justo y puede rea1iza.r
obras de justicia, puesto que vive en la caridad de Dios (cf J n 3,18-
21; 5,19-30; 1Jn 2,29; 2Cor 6,14-18; 7,l-2; Gál5,13-15; Ef 2,8-9.19).
En la muerte y resurrección de Cristo Dios restituye al hombre lo
que el hombre ha perdido por el pecado, la relación de COMUNIÓN
con Dios y con sus semejantes. Al mismo tiempo el hombre queda
reintegrado plenamente a su DIGNIDAD DE HIJO DE DIOS y a sus
derechos originales y fundamentales, sin distinción de sexo, de
raza, de condición jurídica y social (cf Lc 15,20-24; Gál 3,26-29; Ef
2,ll-22; 1Cor 12,12-13; Rom 8,14-17.28-30; 1J n 3,l-2). Por eso la
persona humana no está sometida a la esclavitud del pecado, ni a
la estrecha justicia distributiva o paritaria humana, ni a los acon-
tecimientos históricos, ni a ningún tipo de tiranía. Para que el de-
recho positivo sea un verdadero derecho, tiene que reconocer la
dignidad del hombre como hijo de Dios, con todos los derechos
que de ella se derivan, y definir los correspondientes deberes que
hay que cumplir. Un ordenamiento jurídico que no reconociese
esto se basaría en un no-derecho, en un instrumento de tiranía. El
fundamento del fenómeno del derecho, la sociabilidad del hombre,
que estaba ya iluminado por la revelación del Antiguo Testamento,
llega a su plenitud de comprensión en estas raíces antropológicas
más profundas, que nos presenta la revelación del acto redentor de
Cristo y de la justicia cumplida por él y comunicada por el Espíritu
a cuantos creen en él.
16. La JUSTICIA del discípulo de Jesús que quiere entrar en el
reino de los cielos tiene que superar a la de los escribas y fariseos
(cf Mt 5,20). La autocomprensión del discípulo tiene que estar
ahora en relación con la persona de Jesús que cumple toda justicia,
I1 es decir, toda la voluntad del Padre expresada en la alianza (cf Mt
3,15). La justicia establecida por Cristo, aunque en continuidad
l
con la de la antigua alianza, es nueva porque realiza plenamente el
estar con los hombres por parte de Dios y, en cuanto tal, es el
fundamento de toda posibilidad de realización del estar con Dios
y con sus hermanos por parte del hombre (cf Mt 1,23; 18,20; 28,20).
Es esta nueva justicia la que hace posible la realización plena de la
verdadera justicia por parte del hombre, esto es, la de ponerse él
1 mismo en relación de COMUNIÓN y de AMOR con Dios y con los
hermanos.
L a exigencia de radicalidad intrínseca a la nueva justicia fue
revelada por Jesús en el sermón de la montaña. La justicia evangé-
lica no exige solamente el respeto exterior de la ley en las relaciones
intersubjetivas, sino algo más, unas actitudes interiores positivas
de caridad; la superación de la conflictividad pública sobre la base
de una concordia fraternal; la exclusión de todo tipo de violencia
o de venganza, ya que en la reivindicación del propio derecho
lesionado tiene que buscarse la recuperación del malvado y del
injusto para la justicia y el bien por medio de la caridad; el ejercicio
de la perfección de la caridad en el amor a los enemigos (cf Mt
5,2 1-24.25-26.38-42.43-47). Entonces la justicia evangélica se aparta
del concepto de justicia puramente legal, que según los juristas
clásicos discierne y divide, y es más bien aquella virtud que, plena-
mente cumplida, se identifica con la caridad y edifica la comunidad
de los creyentes, que se reconocen hermanos en cuanto hijos del
único Padre4. Los discípulos serán perseguidos por causa de esta
justicia, lo mismo que fue perseguido Cristo, ya que éste es la
fuente y la imagen original de la justicia que deben cumplir también
sus discípulos; pero precisamente por eso serán bienaventurados,
ya que de ellos será ya en esta tierra el reino de los cielos (cf Mt
5,11-12).
La justicia evangélica se realiza solamente si los otros, sin dis-
criminación alguna, son reconocidos como hermanos, como miem-
bros de una misma comunidad, de la que Dios es el Señor. Enton-
ces, la reivindicación del propio derecho no puede llegar hasta la
ruptura con la comunión de los demás, ya que la justicia evangélica
lleva a la superación de la contraposición de los hermanos. Por el
hecho de que la nueva comunidad fundada por Cristo es la asam-
blea de los creyentes, la reivindicación de los diversos derechos
realiza la justicia evangélica tan sólo en la medida en que sea uno
consciente de que el don gratuito hecho por Dios al otro es un don
que enriquece también a uno mismo. La justicia evangélica, como
manifestación de la justicia-caridad salvífica de Dios, debe unir en
una COMUNIDAD, cuya regla fundamental es la de la SOLIDARIDAD
y de la COMUNION. En nombre de la justicia legal distributiva
puede realmente cometerse la mayor injusticia (surnrnurn ius, surn-
ma iniuria), ya que puede ser violada esa regla fundamental, con el
peligro de que quede destruida la misma comunidad (cf Mt 20,l-
16; LC 18,9-14; 7,36-50).
Sólo en la actuación de la justicia evangélica llega a desaparecer
toda oposición entre justicia divina y justicia humana, ya que sólo
así se tiene la instauración del reino de Dios anunciado por Cristo
y la edificación de la nueva comunidad de los discípulos, la Iglesia,

PABLOV I , Al. a la R. Rota, 25 enero 1966, en "AAS" 58 (1966) 152-153; Al. a la


R. Rota, 28 enero 1972, en "AAS" 64 (1972) 204-205; Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en
"AAS" 65 (1973) 99-100; 101; Al. a la R. Rota, 4 febrero 1977, en "AAS"69 (1977) 148-149;
150-151.
que tiene en si la semilla de aquel reino anunciado, en la medida en
que alimenta y lleva a cabo la solidaridad, la socialidad y la comu-
nión entre los que creen en el Único Cristo. Podemos decir entonces
que la caridad es la forma de la justicia y tiene que ser el elemento
fundamental constitutivo del orden jurídico que regula la vida de la
comunidad de los discípulos de Cristo.
La justicia evangélica no niega la experiencia ni la sabiduría de
la justicia humana, pero la completa superándola. Así, el concepto
de justicia no es unívoco, sino analógico. La justicia en cuanto tal
es sólo de Dios y se ha revelado plenamente en Jesucristo: según
este modelo divino, es realizada por los hombres sólo cuando es
participación interna e imagen externa de la misma? Puesto que
en la Iglesia el reino de Cristo está ya presente misteriosamente
(LG 3), el orden de justicia realizado en ella constituye un verdade-
ro derecho, establecido por la voluntad de Dios, revelado por Cris-
to y actuado históricamente por la acción del Espíritu Santo. Per-
tenece a la historia, en cuanto que vive y evoluciona en la dimensión
histórica, y por tanto sus instituciones tienen que comprenderse
dentro de los límites históricos, pero al mismo tiempo está ordena-
d o al establecimiento de aquel orden de justicia definitiva, de aquel
derecho, que se tendrá cuando, al final de los tiempos, se revele y
se establezca en plenitud el reino de Dios (LG 5). Al final de los
tiempos será reconocido el orden actual de justicia, la actuación
histórica del derecho, en la medida en que haya sido una historifi-
cación del derecho divino; el orden actual de justicia está dirigido
hacia el orden definitivo y eterno (cf Mt 7,2; 5,6; Rom 2,12-16).

2.2. Síntesis teológica

a) Naturaleza y persona

17. Ya hemos dicho que desde el punto de vista teológico el


problema fundamental al que conduce una reflexión sobre la natu-
raleza del derecho es el de la relación entre la naturaleza y la gracia,
con la que está estrechamente ligado el de la relación entre la
naturaleza y la persona.

PABLO VI, Al. a1 Congr. Int. Der. Can., 19 febrero 1977, en "AAS" 69 (1977) 2 1 1; JUAN
PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AAS" 71 (1979) 423; 426; Al. al VII curso
agg. can., 13 diciembre 1979, ib, 1529-1531.

32
NATURALIZA es la realidad en la que el hombre se encuentra
por el hecho mismo de venir a la existencia. Él por una parte lleva
impresa la imagen de Dios, y por tanto -en potencia- la apertura
a Dios y a los demás, pero por otra parte lleva también consigo la
concupiscencia, que, como tendencia al pecado, es posibilidad de
no actuación de la imagen de Dios. La naturaleza del hombre,
aunque tocada por el pecado, no está totalmente corrompida, y
por tanto sigue llevando consigo la imagen y la semejanza de Dios
en la potencialidad de su realización. Esta imagen puede actuarse
solamente por obra de la GRACIA de Dios que suscita en el hombre
su respuesta personal de fe. En la respuesta de fe, bajo el impulso
de la gracia, el hombre establece una relación de comunión con
Dios y con sus semejantes, actúa las potencialidades propias de su
naturaleza y entonces, en sus mismas opciones históricas, se realiza
como PERSONA: la persona es la particularización histórica de la
naturaleza.
El hombre es un ser social precisamente porque ha sido creado
a imagen y semejanza de Dios; por eso la SOCIABILIDAD, es decir,
la entrada en relación con los demás, es un constitutivo de su
misma estructura natural. La más elevada actuación de la sociabi-
lidad por parte del hombre se tiene cuando establece una relación
de C O M U N I ~ Ncon Dios y con sus semejantes: en ese momento el
hombre se expresa como persona, actuando históricamente su na-
turaleza.
La actuación histórica de su naturaleza por parte' del hombre es
una tarea permanente: la IMAGEN DE DIOSinscrita en su naturaleza
sólo se logrará plenamente en la escatología, mientras que en el
presente.no pueden desplegarse todas las dimensiones de la misma.
El hombre será plenamente persona en la completa actuación de su
naturaleza solamente en la visión beatifica, como totalidad de co-
munión con Dios y con todos los salvados en Cristo.

b) Ley natural, derecho divino y derecho positivo

18. L a LEY NATURAL, escrita en el corazón del hombre


(cf Rom 2,15), está contenida en la naturaleza del hombre; pero
aunque puede ser conocida por él mediante la razón, en cuanto
participación de la ley eterna divina, no puede ser seguida sin la
gracia? La ley natural, en cuanto inscrita en la naturaleza, tras-
ti Cf SANTO
TOMÁS, S. Th. 1-11, 9 1-2 in corp.; ad 3; 100:3, ad 1 .
ciende la historia, pero al mismo tiempo es conocida y actuada
históricamente por el hombre. El acto personal de fe, bajo el im-
pulso de la gracia, cónduce a la decisión que cumple luego la
naturaleza, siguiendo la ley natural en un comportamiento con-
creto.
La ley natural y el DERECHO NATURAL, que es parte de ella,
expresan, como realidades ontológicas, la dignidad de la persona
humana al determinar sus derechos y sus deberes naturales y, sobre
la base de la autocomprensión que tiene el hombre, quedan histo-
rificados en las LEYES POSITIVAS Y en el DERECHO POSITIVO, como
realidades intencionales, que expresan así la voluntad de Dios de
que el hombre realice la imagen divina en la máxima actuación 1.
posible de su sociabilidad, y de este modo sea cada vez más persona.
Por eso, un ordenamiento jurídico es justo si es según el derecho
divino, tanto natural como revelado, que es comprendido y actuado 1.1.
históricamente por el hombre.
1
la lié
men
(
expr
part
que
cons
que:
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1
reali
gent
sial,
el de
y el
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nca:
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I I

la R.
Can.,

34
<;APÍTULO 2

FUNDAMENTOS ECLESIOLÓGICOS

l. LA IGLESIA COMO COMUNIÓN

1.1. Imagen de la Iglesia y derecho

19. En varias ocasiones Pablo VI insistió en el hecho de que


la naturaleza del derecho canónico sólo puede definirse adecuada-
mente en la profundización del misterio de la Iglesia l.
Cada época histórica ha proyectado una imagen de Iglesia para
expresar la realidad misteriosa de la misma. Así pues, por una
parte, de forma más profunda, una imagen expresa la conciencia
que en un momento histórico tiene la Iglesia de sí misma y que
consiguientemente traduce lo que ella es en su esencia y lo que tiene
que ser; por otra, expresa la figura histórica, la forma concreta, que
ofrece la Iglesia de una manera exteriormente perceptible.
El problema de la relación entre la esencia de la Iglesia, como
realidad dogmática, y su forma histórica, como realidad contin-
gente, es de importancia primaria para el estudio del derecho ecle-
sial, en cuanto que con él va unido el problema de la relación entre
el derecho divino, 10 jurídico dogmático como realidad ontológica
y el derecho eclesiástico positivo, como realidad intencional.
La esencia de la Iglesia se realiza siempre de una forma histó-
rica; por eso no se puede nunca separar la esencia de la forma, y
viceversa. A pesar de todo lo que hay de relativo en la forma his-
tórica, ésta no debe considerarse como irrelevante respecto al mis-
terio de la Iglesia, si no se quiere correr el riesgo de caer en la visión

J Cf Al. all Congr. Int. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 108-109; Al. a
la R. Rala, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 96-98; 102-103; Al. alll Congr. Int. Der.
Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 123-124.

35
de una lglesia irreal. Sin embargo, no se pueden identificar la
esencia y la forma, y hay que hacer entre ellas una distinción, que
no es real, sino de razón, pues de lo contrario no se podría tener
ningún criterio de juicio sobre las formas históricas que asume la
Iglesia. Además hay que tener presente que no existe una forma
histórica que refleje perfectamente y de forma exhaustiva la esencia
de la Iglesia. El derecho divino, lo jurídico dogmático, pertenece
a la esencia de la Iglesia, que nos da la revelación, y expresa la
voluntad del fundador de la misma; el derecho positivo eclesiástico,
por su parte, pertenece a la forma institucional histórica que asume
la Iglesia. Lo mismo que no podemos considerar la esencia de la
Iglesia si no es a través de su forma institucional histórica concreta
y al mismo tiempo comprender esta forma a partir y en función de
la esencia, tampoco podemos considerar el derecho divino si no a
trav'és de su expresión, aunque fragmentaria y limitada, en el dere-
cho eclesiástico y considerar este derecho a partir y en función del
primero.
Sintéticamente podemos dar una primera descripción de Igle-
sia en su esencia: el nuevo pueblo de Dios, constituido por la
comunión entre todos los bautizados, jerárquicamente unidos entre
sí en diversas categorías, por obra del Espíritu Santo, en la misma
fe, esperanza y caridad, en los sacramentos en el régimen eclesiás-
t ico.

1.2. La comunión en el Nuevo Testamento

20. El término koinonía y los otros que tienen la misma raíz


asumen en el Nuevo Testamento dos acepciones, una cristológica y
otra eclesiológica.
La comunión con el Padre se realiza por medio de la comunión
con el Hijo, establecida en la participación en su cuerpo y sangre,
así como en sus sufrimientos (cf lCor 1,9; 10,16; Flp 3,lO; 1Pe
4,13). Esta comunión con el Padre y el Hijo (cf 1J n 1,3) es parti-
cipación en la gloria divina (cf 1Pe 5,1), en la naturaleza divina
(cf 2Pe 1,4), en el evangelio (1Cor 9,23).
Sobre la base de esta comunión con el Padre y con el Hijo, el
Espíritu realiza la comunión espiritual entre los creyentes en virtud
de la adhesión a la enseñanza original, a la tradición apostólica
(cf 2Cor 13,13; Flp 2,l; 1J n 1,3ss; He 2,42). De aquí nace la solida-
ridad cristiana (cf Rom 12,13; 15,26; 2Cor 1,7; 8,4; 9,13; Heb 10,33;
13,16), la colaboración concreta en el apostolado, en la evangeliza-
ción y en otros servicios (cf Gá12,9; Flm 6; Gá16,6; 2Cor 8,23; 9,13;
Flp 1,5.7; 4,14ss; Ap 1,9), la ruptura con la incredulidad y la iniqui-
dad, y por tanto con los pecadores (cf 2Jn 7-1 1; 2Cor 6,14; 1Cor 5;
Ef 5,11; 1Tim 5,22; Ap 18,4). .
La C O M U N I Ó N VISIBLE ECLESIAL es la manifestación.de la co-
munión con el Padre y con el Hijo, Jesucristo (cf 1Jn 1,3-7), en
cuanto que es la comunión con Dios lo que fundamenta la comu-
nión eclesial; donde ésta falla, bien porque se aparta de la doctrina
transmitida por los apóstoles o bien porque el comportamiento
moral es contrario a la caridad y a las costumbres evangélicas, esto
significa que falla también la primera. Por eso la dimensión visible
y concretamente operativa de la comunión eclesial tiene una pri-
mordial importancia en los escritos del Nuevo Testamento. Si es
verdad que no se puede decir que surja de ella un centro de comu-
nión institucionalizado, en el sentido actual, que garantice el víncu-
lo de comunión tanto con Dios como con los demás miembros de
la comunidad, no se puede negar, sin embargo, el papel que juega
la Iglesia de Jerusalén en el conflicto de Antioquía, con el decreto
que emana de la asamblea de los apóstoles y de los ancianos (cf He
1 5,l- 15). La preservación de la misma comunión requiere una dis-
tinción de funciones, una diferenciación entre los sujetos relaciona-
dos, que entonces no se hace a costa de la unión.

1.3. Comunión y tradición apostólica

a) La noción de tradición
21. La realidad de la comunión en el Nuevo Testamento guar-
d a una estrecha relación con la enseñanza de los apóstoles (cf He
2,42), es decir, con la tradición apostólica. El derecho eclesial debe
tener como fundamento la Esdritura y la tradición2, ya que la
Iglesia tiene clara conciencia de que es verdaderamente ella misma
sólo si se encuentra en continuidad con su fundación y con las
reglas y la praxis que han hecho que sea lo que es, en la fidelidad
a la voluntad de su fundador.
Respecto a la tradición judía, el acontecimiento de Cristo trae
una novedad intrínseca en la naturaleza misma de la tradición. En
Cf PABLOV I , Al. a1 Congr. Inr. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 108-109.

37
el judaísmo se entendía por tradición la transmisión ininterrumpida
de la interpretación de la Torah y la autoridad del escriba se basaba
en la autoridad de los antiguos, mientras que Jesús es el cumpli-
miento de la Torah y enseña con autoridad propia (cf Mt 5,17;
Rom 10,4; Mc 1,22). Así pues, mientras que para el judaísmo la
tradición consiste en la repetición del pasado hasta la restauración
total del mismo, para la Iglesia la tradición se basa en el hecho de
que, en virtud de la resurrección de Cristo, el Espiritu ha venido a
ella, de manera que los hechos que han constituido la tradición a
lo largo de su historia no son simplemente la repetición formal de
lo mismo que siempre ha sido, sino una verdadera acción libre del
Espíritu presente en la Iglesia.
Puesto que Cristo mismo es la tradición y el Espíritu es el alma
~ de la Iglesia, la autoridad de la Iglesia no guarda tanto relación con
la Escritura y con la tradición entendidas en un sentido puramente
fáctico, como con la presencia activa del Espíritu, que hace que la
Iglesia tenga la autoridad de confesar la verdadera fe y de proponer
el comportamiento que han de observar. De esta manera se edifica
la Iglesia como comunión de los creyentes.
Entonces la TRADICION expresa la fidelidad de la Iglesia al
Espiritu, ya que es por medio de la acción del Espiritu como la I
palabra y la acción de la Iglesia se acomodarán siempre a las nece-
sidades de los tiempos, asumiendo nuevas formas, pero en conti-
nuidad ininterrumpida con los tiempos pasados. De esta manera,
la esencia de la Iglesia podrá vivir en formas históricas institucio-
nales continuamente renovadas.
Dado que la acción del Espíritu se encarna en normas que
regulan la vida de la comunión eclesial en la fidelidad al evangelio
recibido de Cristo y que ha de ser anunciado hasta su segunda ve-
nida, el derecho eclesial, como afirmaba Pablo VI, no puede menos
de ser obra del Espíritu, es decir, un derecho espiritual'.

b) Comunión y tradición apostólica


en el Nuevo Testamento
1
22. En el Nuevo Testamento se d a una referencia a la tradición
~ apostólica, que es considerada como elemento constitutivo de la

Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 98; Al. al II Congr.
Int. Der. Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 128-13 1.
f e cristiana (cf He 2,42), cuando se encuentra en peligro la unidad
de la Iglesia. Por tanto, la tradición apostólica es un elemento de
unidad en la Iglesia.
En He 15,l-35 vemos que la decisión tomada en Jerusalén se
refiere a un elemento fundamental para la vida de la Iglesia, ya que
atañe a su identidad misma y a las relaciones entre las Iglesias. Por
la fórmula que se.usa en el versículo 28 vemos que las reglas concre-
tas del comportamiento cristiano, las normas positivas, proceden
del Espíritu Santo, que actúa a través de la asamblea de los apóstoles
y de los ancianos. Podemos decir que lo jurídico dogmático que
subyace a las normas positivas contenidas en el decreto de Jerusalén
es la necesidad del único bautismo para entrar a formar parte de la
Iglesia. Esta norma entra en la tradición apostólica y es la norma
fundamental de la Iglesia y del derecho eclesial de todos los tiempos,
en cuanto que expresa la conciencia de la Iglesia de ser el nuevo
pueblo de Dios distinto del pueblo de Israel. Esta norma fundamen-
tal es la que transmitirá Pablo en las ciudades por donde pasa,
aunque hizo circuncidar a Timoteo en atención a los judíos (cf He
16,3-4).
San Pablo se refiere en sus cartas a Cristo como fuente del evan-
gelio que predica y de la doctrina que transmite; por tanto, no
piensa que su predicación y su disciplina sean diferentes de la predi-
cación de los demás apóstoles. Así lo afirma Pablo frente a los
judaizantes que querían rechazar su autoridad (cf Gá1 1,9.11-12; 2,9;
Flp 4,9), así como frente a los cristianos procedentes del paganismo
y que sentían la tentación de volver a sus antiguas costumbres
(cf 1Cor 1 1,2.16.23; 15,3.10-11). Por consiguiente, la tradición es
un cuerpo doctrinal que ha de mantenerse (cf 2Tes 2,15; 3,6). En
resumen, Pablo quiere fundamentar la unidad y la comunión entre
las Iglesias sobre la base de la coherencia entre lo que ha transmi-
tido a las Iglesias que ha fundado y la tradición de los apóstoles
(cf Gá1 2,9).
Para san Juan la comunión con el Padre y el Hijo, por la acción
del Espíritu Santo, es el principio que fundamenta la comunidad
eclesial, del que se deriva el mandamiento fundamental de Cristo de
creer en el nombre del Hijo 'de Dios venido en la carne-ydel amor
mutuo: el que observa este mandamiento permanece en Dios y Dios
en él (cf J n 14,15; 1Jn 3,23-24; 4,2.15-16; 2Jn 4). Esto constituye el
código de santidad de la comunidad joanea, que junto con el man-
damiento fundamental, los sacramentos (cf IJn 5,6-8) y todas las
normas concretas que se derivan del mandamiento fundamental y
del mismo código de santidad, forma parte de la tradición apostólica.
Por tanto, el que rechaza esta tradición no viene de Dios, no perma-
nece en el Padre y en el Hijo y no puede permanecer en la comunión
eclesial (cf 1J n 4,2-6; 2Jn 10-11; Ap 18,4). El discernimiento de las
inspiraciones es fidelidad a la doctrina transmitida desde el princi-
pio (cf 1Jn 4,149, que es el elemento que constituye la unidad y la
santidad de la comunidad eclesial.
Tiene una importancia particular el fenómeno de lapseudoepigra-
fía, que encuentra su expresión en J n 2 1, en las Cartas pastorales, en
la Segunda Carta de Pedro y en la Carta de Judas.
El contexto en que surge el fenómeno es el del peligro de las
herejías, de esas falsas doctrinas que engendran errores tanto en la
vida moral como en el culto, contra las que tienen que combatir los
responsables locales de las comunidades (cf Mt 24,4-5; Mc 13,5-6;
Lc 2 1,8; He 20,29-3 1; Col 2,4-5.8.16-23; 1Tim 1,3-7; 4,l-3.6-7; 6,3-4;
2Tim 3,8.10.14- 15; 4,3-5; 1J n 2,18-23; 4,l; 2Jn 7,l 1). Literariamente
la pseudoepigrafía se relaciona con el género de los testamentos y de
la pseudonimia del Antiguo Testamento, que tenia la finalidad de
instruir al lector sobre el comportamiento que había de tener para
permanecer fiel a la tradición. La pseudoepigrafía neotestamentaria
se utiliza para subrayar la autoridad de una tradición, que se atribuye
a un apóstol, de forma que pueda aplicarse a los problemas del
tiempo en que se escribe el libro. Por tanto, no se trata de crear una
nueva doctrina, sino de transmitir siempre la misma doctrina de
Cristo, que es garantizada por el hecho de la vinculación con la
persona de los apóstoles y con las Iglesias que guardan su doctrina.
El fenómeno desaparece cuando en el siglo 11 también los herejes
empiezan a usar la pseudonimia. Es el mismo período en que se fija
el canon de los libros del Nuevo Testamento.
Según las Cartaspastorales el contenido de la tradición apostólica
está constituido por el depósito de la fe, por los preceptos discipli-
nares y morales, por la organización de las Iglesias en los ministerios
del obispo-presbítero y del diácono (cf lTim 3,l-12; 5,17-22; 6,20;
2Tim 1,12.14; Tit 13-9; 2,l). La tarea de enseñar del obispo-presbí-
ter0 consiste en recibir el contenido de la tradición apostólica, inter-
pretarlo, aplicarlo a las condiciones de la Iglesia y transmitirlo a la
generación siguiente: la continuidad de la tradición no se refiere sólo
al pasado, sino también'al futuro. Así la tradición apostólica es el
medio principal para preservar la comunión eclesial.
La Segunda Carta de Pedro marca el punto de conjunción entre
la tradición apostólica y la tradición eclesiástica. El contenido de la
primera, a la que tienen que referirse las Iglesias, es la doctrina sobre
la cristología y la escatología, las reglas de vida moral contra las
costumbres paganas, la disciplina sobre las asambleas.

D e forma general podemos decir que según los escritos del


Nuevo Testamento la T R A D I C I ~ NAPOST~LICAexpresa la transmi-
sión activa de un depósito doctrinal, de unas normas, de unos
comportamientos prácticos, de unas estructuras ministeriales, a la
que tienen que referirse los creyentes como a algo autoritativo.

c) Comunión y tradición apostólica en los padres

23. Los padres de los tres primeros siglos se refieren en sus


escritos a los apóstoles para probar la autenticidad de la tradición
que transmiten.
Según la Didaché de los doce apóstoles (s. 1) se tiene una triple
forma de tradiciones: las de las palabras de Jesús que se vinculan
estrechamente a la tradición sinhptica; las tradiciones judías asumi-
das por la vida cristiana; las de la tradición viva que establece normas
para resolver problemas concretos de la época. Todos estos tres
filones de tradición, entre los que destaca el tercero, tienen la función
de regular la vida de la comunidad eclesial sobre la doctrina de la fe,
el comportamiento moral, la administración del bautismo y la cele-
bración eucaristica. Refiriéndose a una tradición ya establecida, la
Didaché d a normas sobre la institución y la elección de los obispos
y de los diáconos, haciendo de puente entre las comunidades judeo-
cristianas que tenían un colegio de presbíteros con la función de
guías de la comunidad y las Iglesias del siglo 11 del tiempo de Ignacio
de Antioquía, donde encontramos la etapa definitiva de los tres
ministerios de obispo, como jefe de la Iglesia local, del colegio de los
presbíteros que está en torno al obispo, y de los diáconos, como
ayudas del obispo.
San Clemente Zpapa (s. 1) en su carta a los Corintios insiste en la
institución apostólica de los obispos-presbíteros y de los diáconos, y
afirma que con su comportamiento los Corintios no sólo han puesto
en peligro la paz y la unidad de la comunidad, sino algo esencial a
la existencia y a la vida de la Iglesia, por ser de institución apostólica.
En efecto, los apóstoles al instituir los ministerios en la comunidad,
cumplieron la voluntad de Cristo, que es normativa. Clemente atri-
buye a los apóstoles no sólo la institución del ministerio del episco-
pado en lugar del de los eparcas, sino también la institución del
modo perpetuo de S; transmisión por sucesión. Así, la función pas:
toral en la Iglesia, su transmisión, su perpetuidad, segun el principio
de la sucesión, dependen directamente de las reglas y de las leyes
dadas por los apóstoles. La carta expresa la idea de un ordenamiento
o derecho positivo que tiene su fuente en la praxis seguida y estable-
cida por los apóstoles, es decir, el derecho positivo, que regula la
tradición apostólica, la conserva y la transmite.
Aunque no puede decirse que el papa Clemente intervenga con
una autoridad jurídicamente sancionada, no podemos afirmar, sin
embargo, que intervenga sin autoridad, ya que era consciente de que
obraba legítimamente, bien debido a la caridad o bien por su vincu-
lación con los apóstoles Pedro y Pablo, que dieron su testimonio
con el martirio en Roma.
Además, al afirmar la identidad fundamental de las estructuras de
todas las Iglesias y los vínculos de comunión en un Único cuerpo,
que es la Iglesia, animado por un solo Espíritu, la Carta de Clemente
muestra que la Iglesia es católica, no por una yuxtaposición o una
suma de Iglesias particulares, sino por la conciencia de la existencia
de una comunión de caridad en la misma tradición recibida de los
apóstoles. El vínculo con la tradición hace que cada una de las
Iglesias esté en continuidad con los apóstoles y que todas las Iglesias
estén en comunión entre sí. El vínculo de la caridad, de la que deriva
la unidad de cada Iglesia y de las Iglesias entre sí, nace de la fidelidad
a la misma tradición apostólica.
San Ignacio de Antioquia (SS.1-11) pone de manifiesto la estrecha
relación entre la eucaristía, la estructura de la Iglesia particular, el
episcopado, la tradición apostólica y la catolicidad de la Iglesia. La
catolicidad no debe entenderse en un sentido geográfico, sino en el
sentido de la integridad de la fe y de la doctrina, en la fidelidad a la
plena tradición. La verdadera catolicidad consiste en la unidad de
los corazones y de las almas, como unidad orgánica enriquecida por
la diversidad de los creyentes. La Iglesia local, en realidad, se estruc-
tura en torno a la celebración eucarística, presidida por el obispo,
rodeado del colegio de los presbíteros y ayudado por los diáconos.
Donde está el obispo, allí está la Iglesia católica, ya que está Cristo
haciéndose presente en la asamblea eucarística. Es esto lo que garan-
tiza la unidad de la Iglesia local, mientras que la Iglesia de Roma
preside la multitud fraternal de todas las Iglesias locales.
San Ireneo (s. 11) define a la Iglesia como la comunión espiritual
que anuncia y transmite la tradición, que procede de los apóstoles
por sucesión ininterrumpida de los obispos. La sucesión apostólica
de los obispos es constitutiva de la misma Iglesia y excluye cualquier
otro modo de autenticidad de la tradición apostólica, en cuanto que
la perpetuidad apostólica se tiene sólo por sucesión. Se pone a la
Iglesia de Roma como ejemplo, por ser apostólica de modo emi-
nente, debido a stt grandeza y antigüedad, así como por estar funda-
. d a sobre dos apóstoles. Roma, aunque no sea la Iglesia madre, es
considerada por Ireneo como la más excelsa de las Iglesias apostó-
licas; por eso es necesario estar de acuerdo con ella, ya que manifiesta
la apostolicidad de toda la Iglesia. Por esta razón la comunión con
la Iglesia de Roma supone la comunión con todas las demás Iglesias.
Para san Justino (s. 11) las memorias de los apóstoles son la tradi-
ción apostólica, que es la doctrina contenida en los escritos del
Nuevo Testamento y regula las instituciones de la Iglesia, especial-
mente el bautismo y la eucaristía.
Según Tertuliano (SS.11-111) es imposible separar la Iglesia, la tra-
dición, la ortodoxia y la ortopraxis, ya que la tradición apostólica,
contenida en el depósito de las Iglesias apostólicas, tiene que inspirar
la ortopraxis, es decir, la disciplina positiva de la Iglesia.
San Hipólito (SS.11-111) subraya que la vinculación con losapósto-
les por medio de la tradición es la condición de autenticidad y de
seguridad de la enseñanza y de las instituciones, cuando la Iglesia se
ve turbada por el cisma o la herejía. El contenido de esta tradición
apostólica está constituido por la estructura de la Iglesia, con su
jerarquía, sus ministerios, sus instituciones, su liturgia y las obser-
vancias exigidas a los cristianos. Las prescripciones normativas son
la expresión de todo esto, es decir, del misterio mismo de la Iglesia.

Los padres desarrollan los diversos elementos relativos a la


tradición apostólica que se encontraban ya en los escritos del Nuevo
Testamento, en relación con la comunión eclesial, especialmente
los de la sucesión apostólica en los obispos y los de la función de
la Iglesia romana.

d) La praxis de los primeros sigZos


24. El modo con que la Iglesia vivió la realidad de la comu-
nión en la praxis de sus primeros cinco siglos de vida (algunos
elementos se encontrarán incluso en el s. VII)entra en la T R A D I C I ~ N
ECLESIASTICA, que aunque no se pueda considerar normativa como
la Escritura y la tradición apostólica, encierra igualmente una gran
importancia, ya que nos ofrece algunos elementos de enorme in-
terés.
De forma general podemos decir que el término C O M U N I ~ N
(comrn unio-koinonía; pax-eiréne; cornrnunicatio, societas, unitas-
agápe) señala el vínculo de unión entre los obispos y los fieles;
entre los diversos obispos, entre los fieles entre sí, que se realiza y
se manifiesta en la comunión eucarística, por lo que llega a signi-
- ficar a la Iglesia misma, llamada cornrnunio sanctorurn. La Iglesia
local forma una comunión, anclada en la celebración eucarística,
entre todos los fieles y su obispo, que en cierto sentido se identifican
con su Iglesia.
El término comunión expresa siempre la unidad eclesiástica,
que es más que una afinidad d e pensamiento o un afecto de amis-
tad, en cuanto que encuentra su presupuesto en la fe común. Sin
embargo, la misma fe común no es suficiente para lograr el vínculo
de comunión plena; puede al mismo tiempo darse este vínculo con
una diversidad de opiniones, como demuestran las largas contro-
versias sobre la fecha de la pascua y el bautismo de los herejes. Es
un V ~ N C U L OINSTITUCIONAL, que se manifiesta a través de los diver-
sos aspectos de la vida de la Iglesia, que tienen todos ellos una
relación directa con la eucaristía.
El signo de la unión eclesiástica entre los obispos consiste en la
concelebración o bien en hacer que un obispo celebre en presencia
de otro. En Roma se tiene también en el envío del fermentum a los
orientales o bien, hasta el siglo V, a los presbíteros de las diversas
iglesias titulares.
En caso de cisma, un fiel es considerado como perteneciente a
aquella comunidad en la que recibe la eucaristía; por eso los cris-
tianos que emprenden un viaje, hasta el siglo VII,llevan consigo la
eucaristía, para evitar recibirla de una comunidad con la que no se
está en comunión.
A finales del siglo 11 se desarrolla la praxis de las cartas de
comunión, que tienen quizá su origen en la carta a Filemón (todavía
hoy se usan en particulares circunstancias). Cuando un cristiano se
pone en viaje, recibe de su obispo una carta en la que garantiza que
el portador está en comunión con él, de forma que sea admitido a
la celebración eucarística en la Iglesia adonde llega. La verificación
de que el obispo que ha escrito esa carta, y por tanto toda la Iglesia
que él representa, está en la comunión católica se hace sobre la
base de listas que existen en las diversas Iglesias y que se ponen
continuamente al día. Los mismos herejes y cismáticos procuran
llevar su carta de comunión con alguna Iglesia principal, preferi-
blemente la de Roma, para ser aceptados en las demás Iglesias: el
estar en comunión con una de estas Iglesias significa estar en co-
munión con toda la Iglesia católica.
Otra práctica que nos revela cómo se entendía la comunión en
aquellos siglos es la de la excomunión, que indica el rechazo de la
comunión, es decir, la ruptura de relaciones con alguien, siempre
en relación con la celebración eucarística.
. S i un fiel, laico o clérigo, comete un pecado grave, es excomul-
gado por su obispo, que no lo admite en la eucaristía hasta que no
haya cumplido la penitencia impuesta.
Los obispos rompen la comunión entre sí cuando son mutua-
mente sospechosos de herejía y dejan de concelebrar juntos. Sin
embargo, un obispo, para poder excomulgar a otro obispo, tiene
que estar en comunión con toda la Iglesia, pues de lo contrario la
excomunión recaería sobre él. Por esta razón los obispos intentan
procurarse cartas de comunión del mayor número posible de obis-
pos, o bien de los obispos de las Iglesias principales, o bien del
obispo de Roma.
El pueblo, si sospecha que su obispo es hereje, se abstiene de
recibir la eucaristía de sus manos.
El excomulgado es considerado de hecho fuera de la Iglesia.
Para san Basilio (s. IV) el grado máximo de ruptura de la comu-
nión se realiza con la herejía; luego con el cisma, debido a asuntos
eclesiásticos o a cuestiones sobre las que se puede alcanzar fácil-
mente un acuerdo; finalmente, con la llamada parasinagoga, que
aparece cuando hay reuniones de presbíteros o de obispos indisci-
p l i n a d o ~(correspondería a la actual suspensio a divinis) -pueden
volver a ser admitidos en su grado si hacen penitencia- o cuando
se reúnen laicos no autorizados.
Después de todo lo dicho podemos afirmar que la comunión es
desde los primeros siglos una I N S T I T U C I ~ NSACRAMENTAL JURÍDI-
CA. Es una institución porque consiste en un conjunto de relaciones
intersubjetivas determinadas por unas reglas concretas de conducta.
Se trata de una institución sacramental, ya que esas relaciones in-
tersubjetivas encuentran su origen y su obligatoriedad en los sacra-
mentos del bautismo, del orden sagrado y de la eucaristía. Final-
mente, es una institución sacramental jurídica, ya que las normas
que regulan esas relaciones intersubjetivas son dadas y aplicadas
por la autoridad y tienen fuerza jurídica.
Otro punto que hay que subrayar es que la misma realidad de
la comunión, en la práctica, exige una jerarquización dentro de la
Iglesia. En efecto, para verificar si un obispo está o no en comunión
con la Iglesia católica, se recurre a tres criterios: ante todo, la
comunión con el mayor número de obispos; luego, con las Iglesias
principales y más antiguas; finalmente, con la Iglesia de Roma.
Este último criterio es el decisivo, en cuanto que el obispo de Roma
no debe demostrar su comunión con la Iglesia católica, ya que él es
el centro de esa comunión. La lista de los obispos en comunión,
que se encuentra en la Iglesia de Roma, d a la Última garantía.
Vemos entonces que la Iglesia de los primeros siglos no consta de
una multitud de obispos todos ellos en el mismo plano, sino que
esa multitud se mantiene unida por el vínculo jurídico-sacramental
de la comunión, que tiene su centro en el obispo de Roma, al que
se le reconoce una verdadera autoridad sobre los demás obispos.

e) La comunión en el Vaticano Il y en el Código


25. El concilio Vaticano 11 llega a ver la Iglesia como comu-
nión bajo el impulso de tres factores: el movimiento ecuménico,
que encontró su estímulo después de la primera guerra mundial; la
exigencia sentida por diversas partes de una menor centralización
y de una consiguiente mayor autonomía de las Iglesias particulares;
la renovación eclesiológica de la primera mitad de nuestro siglo,
que se ha dado tanto e,n la Iglesia católica como en la ortodoxa y
en las comunidades cristianas separadas.
En LG 1 se define a la Iglesia como un SACRAMENTO o signo e
instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el
género humano. Por tanto, la Iglesia es el sacramento de la comu-
nión de los hombres con el Dios uno y trino y de los hombres entre
sí. Esto quiere decir que la Iglesia significa y realiza esa comunión.
Los que por medio de la Iglesia entran en comunión con Dios están
también en comunión con los hermanos: todos los que están unidos
a Dios, lo están también entre sí. Dios es la fuente de la comunión,
la Iglesia es su instrumento, en cuanto que el Espiritu que actual-
mente obra en la Iglesia y por la Iglesia realiza la comunión de los
hombres con Dios y entre ellos mismos. De este modo la Iglesia
está constituida en su plenitud, según su esencia, precisamente en
cuanto que está constituida como comunión, a imagen de la comu-
nión entre las tres divinas personas.
La Iglesia se presenta entonces como un pueblo reunido en la
unidad del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo (cf LG 4b), en
cuanto que es obra de las tres personas divinas. El hombre, por
medio del bautismo, en virtud de la redención realizada por el Hijo
y por el d o n del Espiritu Santo, se hace hijo del Padre; y por-medio
de la participación en el único pan eucarístico entra en comunión
con el Padre y con los demás fieles en Cristo; todos ellos juntos
forman en él un único cuerpo, la Iglesia (cf LG 2-3). El Espíritu
vivifica, santifica y conduce luego a la Iglesia, unificándola en la
comunión y en el ministerio, por medio de diversos dones jerárqui-
cos y carismáticos (cf LG 4a).
26. L a COMUNIÓN DE LOS FIELES (communiofideliurn), basa-
d a en el bautismo, bajo el impulso del Espíritu Santo, tiene una
relación directa con la eucaristía; la participación en ella conduce
a la comunión con Cristo y con la Trinidad (cf UR 2b; 15a; AG
39a; LG 3; 7b; can. 897). De esta comunión, en virtud de la cual se
hace participar a los fieles de la naturaleza divina (cf UR 15a), es
de donde fluye la comunión entre todos los miembros de la Iglesia
y la COMUNIÓNENTRE LAS IGLESIAS(communio inter Ecclesias)
(cf LG 7b; UR 7c; 14a; 15a; GS 38b). Aquí se encuentra el funda-
mento constitutivo de la comunión de vida, de fe, de sacramentos
y de caridad entre los fieles y entre las Iglesias (cf LG 9b; UR 14a).
El Espíritu Santo constituye esta COMUNIÓNESPIRITUAL, en cuanto
que es principio de la congregación (congregatiofidelium) y de la
unión de los fieles en la enseñanza de los apóstoles (la tradición
apostólica) y en la comunión, en la fracción del pan y en las ora-
ciones (cf LG 13a). La comunidad cristiana, además, está constitui-
da por diversos dones jerárquicos y carismáticos y por diversos
ministerios, obra del Espíritu Santo, por lo que existen diversas
condiciones jurídicas entre los miembros de la misma y una plura-
lidad de relaciones jurídicas (cf AG 4; LG 4a; 12b; 13c; GS 32d;
cáns. 204, 5 1; 208).
Sin embargo, esta comunión espiritual tiene que entenderse
como una REALIDAD ORGÁNICA, que requiere una forma jurídica y
está al mismo tiempo animada por la caridad (cf NEP 2; LG 8a).
La COMUNIÓN ECLESIAL se especifica así en la comunión eclesiástica
y en la comunión jerárquica.
27. La COMUNION ECLESIÁSTICA (communio ecclesiastica),
que evidenteménte tiene siempre a Cristo como fuente y como
centro, vige entre todos los bautizados en la Iglesia católica o que
han sido recibidos en ella, que están unidos con Cristo por los lazos
de la fiofesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico
y de la comunión (cf LG 13; 14; 15; OE 4; 30; UR 3e; 4d; 17b; 18;
G S 92c; cáns. 96; 205; 204). En consecuencia, la comunián eclesiás-
tica se d a entre las Iglesias particulares y entre éstas y Roma y se
manifiesta de suyo en la concelebración eucarística (cf UR 20; 4c;
15a; LG 13c; AG 22b; can. 897). Esta comunión eclesiástica cons-
tituye la PLENA COMUNIÓN CATÓLICA (plenitudo comrnunionis ca-
tholicae) (cf OE 4; UR 3a; 4d; 13b; 19a). Las Iglesias ortodoxas y
las otras comunidades cristianas separadas no viven en esa comu-
nión, aunque están en diverso grado de comunión espiritual con la
Iglesia católica, según el diverso grado de comunión de vida, de fe,
de sacramentos y de caridad, y según la diferente actuación de la
estructura jerárquica fundamental de la Iglesia (cf U R 3a; 13b; LG
15). En efecto, con la noción de comunión guarda una estrecha
relación la de la incorporación a la Iglesia de cada uno de los
bautizados, que se verifica según grados diversos.
La comunión católica o eclesiástica se realiza en tres niveles:
universal, particular y local.
Para que pueda hablarse de IGLESIA C A T ~ L I C Adeben darse los
SIGUIENTES ELEMENTOS ESENCIALES: 1) el bautismo que constituye
a los fieles y al pueblo de Dios (cf LG loa; 1 la; AG 6c; can. 204,
5 1); 2) una diferenciación orgánica de los fieles por los diversos
dones jerárquicos y carismáticos, dados todos ellos por el mismo
Espíritu (cf LG 4a; 12b; 13c; AG 4; GS 326; cáns. 204, 5 1; 208);
3) la aceptación de todo el ordenamiento de la Iglesia visible y de
todos los medios de salvación instituidos en ellos, entre los cuales
destacan la proclamación del evangelio y la celebración de la euca-
ristía (can. 897); 4) la unión con Cristo en la Iglesia visible, en los
vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del gobierno
eclesiástico y de la comunión; 5) el gobierno del sumo pontífice y
de los obispos (cf LG 9a; 14b; OE 2; AG 6c; can. 204, 5 2). Estos
elementos esenciales no cambian si consideramos la Iglesia a nivel
universal, particular o local, en cuanto que la universalidad, la
particularidad y la localidad tienen que considerarse como atributos
del sujeto Iglesia, que por otra parte no existe en abstracto, sino
siempre en una especificación, o universal, o particular, o local. El
sujeto Iglesia es único y siempre el mismo en sus elementos esencia-
les, pero variado en los accidentales, que se expresan a través de
atributos referidos al sujeto. Los atributos de "universal", "parti-
cular", "local" se refieren correctamente a la Iglesia si se encuentran
todos los elementos esenciales que acabamos de señalar.
L a Iglesia puede considerarse en relación con los diversos ele-
mentos accidentales especificativos, pero sobre todo. en relación
con el elemento personal y de gobierno, teniendo en cuenta que
con el primero en general está vinculado el del territorio, que im-
plica a su vez el elemento de la cultura.
Ni en el concilio ni en el Código se d a una definición de la
IGLESIACATÓLICA UNIVERSAL en cuanto tal, pero podemos decir
ciertamente que es la comunión universal de todo el 'pueblo de
Dios que, bajo la guía del romano pontífice y del colegio episcopal,
se extiende por toda la tierra (cf LG 9; 13; 17; 22b; C D loa; 23b;
OT 2e; PO 1lb; AG 26b; cáns. 331; 333; 336).
Así pues, respecto a las personas, Iglesia universal indica la
relación de un Único sujeto, que se define Iglesia, en cuanto que
une en sí los elementos esenciales señalados con la universalidad,
esto es, con la totalidad de los fieles dispersos por toda la tierra. En
este sentido Iglesia universal e Iglesia católica se identifican. Sin
embargo, cuando se habla de Iglesia católica no se entiende sólo la
totalidad de las personas y la universalidad del territorio, todo el
mundo, sino sobre todo la diversidad y la distinción de las otras
Iglesias, las ortodoxas, y de las otras comunidades cristianas sepa-
radas (cf LG 8b; UR 3a; 4c.d; 19a; OE 26). Pero esta especificación
no niega el otro sentido de la universalidad que surge de la relación
con las personas y con el espacio, aunque no lo afirme directamen-
te. En efecto, la Iglesia católica se realizaría en su universalidad
incluso en el caso en que, por un absurdo, se viera reducida dentro
de unos confines espaciales muy limitados, ya que en esa Iglesia tan
pequeña seguirían existiendo todos los elementos esenciales de la
Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica, sacramento uni-
versal de salvación (cf S C 26a; LG 1; 8b; 9b; 48b; AG la; 5a). Al
contrario, las comunidades cristianas y las Iglesias no católicas,
aunque estuvieran dispersas por todo el mundo, no realizarían las
notas de la universalidad y de la catolicidad, ya que en ellas no
subsiste en plenitud la Única Iglesia de Cristo (cf LG 8b; can. 204,
0 2)-
Así mismo bajo el aspecto del elemento personal, IGLESIA PAR-
TICULAR indica la relación del mismo y Único sujeto, la Iglesia, con
una porción de la totalidad de los fieles. Al dar la definición de
diócesis, C D 1 l a (cf 3b; can. 369) ofrece la definición de Iglesia
particular, que comprende también directamente el elemento del
gobierno e indirectamente el del espacio. Se trata entonces de la
comunión de los bautizados gobernados por el obispo con la co-
operación de los presbíteros, que se encuentra de ordinario dentro
de los límites de un territorio particular (cf can. 372).
Generalmente en el concilio y en el Código se mantiene la
identificación de la Iglesia particular con la diócesis u otros orga-
nismos asimilados a ella (cf C D 3b; 11a.b; 23e; 28a; LG 23a.b; 27a;
45b; AG 6c.d; 19; 20a.g; SC 13b; can. 368); pero el concilio entiende
a veces por Iglesia particular a los patriarcados, arzobispados ma-
yores y otros organismos asimilados a ellos, que indican la comu-
nión de aquella porción de pueble de Dios que, permaneciendo
íntegro el primado del sumo pontífice, goza de una propia discipli-
na, de unos propios usos litúrgicos y de un propio patrimonio
teológico, espiritual y cultural (cf LG 13c; OE 2; 3; 4; 16; 17; 19;
UR 14a). La variedad de todas estas Iglesias, en la unidad que
realizan, muestran la catolicidad de la Iglesia una e indivisa (cf LG
13c; 23d).
A veces el concilio llama IGLESIA LOCAL al patriarcado y a la
diócesis (cf UR 14a; LG 23d; 26a; AG 27a); sin embargo, hay que
señalar que el concilio utiliza la expresión "Iglesia particular" cuan-
do habla de la porción de pueblo de Dios en referencia no tanto al
territorio, sino más bien al rito, a la tradición teológica, espiritual
y cultural, mientras que usa la expresión "Iglesia local" cuando
refiere esa misma realidad de manera especial al territorio.
En conclusión, hemos de decir que una porción del pueblo de
Dios es una Iglesia particular cuando está formada a imagen de la
Iglesia universal (cf LG 23a; AG 20a), es decir, cuando se encuen-
tran en ella todos los elementos esenciales de la naturaleza de la
Iglesia de que antes hablábamos, y además algún elemento acci-
dental significativo, como el rito, el territorio, particulares órganos
de gobierno ... De este modo, en las Iglesias particulares y a partir
de esas Iglesias particulares existe la una y única Iglesia católica
universal, que es la comunión de todas las Iglesias (cf LG 23a).
El Vaticano 11, para indicar la parte de pueblo de Dios que es
guiada por un presbítero, utiliza varias expresiones, como comuni-
dad local de fieles (congregatio localisjidelium: cf LG 28b), comu-
nidad de fieles (congregatiofidelium: PO 5c; AG 15b.d), comuni-
dad local (communitas localis: cf LG 28d; AA 30c), comunidad
cristiana (communitas christiana: PO 6d). Esta comunidad local es
la comunión eclesiástica de los fieles presidida por un presbítero,
que hace presente en ella al obispo, especialmente en la celebración
eucarística, que es el centro de la vida de la asamblea cristiana
(cf SC 42a; LG 28b; PO 5c; 66; AA 30c). En toda comunidad local
se hace presente la Iglesia extendida por toda la tierra, por lo que
también ella puede llamarse con el nombre de Iglesia de Dios
(cf SC 42a; LG 28d), en cuanto que en ella se encuentran todos los
elementos esenciales a la naturaleza de la Iglesia y los elementos de
especificación, es decir, el órgano propio de gobierno y el territorio.
La noción de Iglesia local se puede adaptar especialmente a la
parroquia (cf SC 42; CD 30a; A A 30c; can. 515, 5 l), pero no de
forma exclusiva, puesto que se puede aplicar también a otras co-
munidades locales (cf LG 28b.d; PO 5c; AG 15b.d; can. 516).
Aunque el elemento territorial-respecto a la parroquia es de mayor
importancia que respecto a la Iglesia particular, sin embargo no es
un elemento necesario ni en el primero ni en el segundo caso, dado
que puede haber tanto parroquias como Iglesias particulares per-
sonales por rito, lengua, nacionalidad u otras razones (cf cáns. 372,
5 2; 518).
De todo lo dicho hemos de concluir que hay siempre dos ELE-
MENTOS ESPECIFICATIVOS de la Iglesia como comunión católica o
eclesiástica tanto universal, como particular o local: 1) el pueblo de
Dios, que en sí mismo es elemento esencial, pero que se hace
especificativo si se considera en su totalidad o en una porci6n suya,
que puede a su vez definirse por el elemento espacial, o por el del
rito, es decir, de la tradición cultural, espiritual, litúrgica; 2) el Órga-
no de gobierno, que también es por sí mismo elemento esencial, en
cuanto que para haber Iglesia es preciso que haya alguien investido
del ministerio sagrado, pero es también elemento de especificación,
en cuanto que varía según se trate de Iglesia universal (romano
pontífice o colegio episcopal), particular (patriarca u obispo u otro
pastor asimilado a ellos), local (párroco u otro presbítero). Es la
presencia del elemento de la persona que preside a la comunidad la
que hace estar en la comunión católica o eclesiástica, dejando apar-
te los casos excepcionales de Iglesias particulares o locales que
pueden permanecer sin pastores por algún tiempo, como, por ejem-
plo, en caso de persecución.
28. La C O M U N I ~ NJERÁRQUICA(hierarchica communio) es un
elemento constitutivo de la comunión eclesiástica o católica, y en
general de la plena realización de la Iglesia como comunión. Aun-
que la comunión jerárquica se define de suyo en relación con los
obispos y los presbíteros, sin embargo tiene una relevancia primaria
en relación con la definición de Iglesia como tal (cf PO 15b).
Respecto a los obispos, la comunión jerárquica, basándose en
el don común del Espíritu comunicado en la consagración episcopal
y establecida por la legitimidad de esta última (cf cáns. 377; 1013;
1382), indica el vínculo espiritual y orgánico-estructural de los
obispos con la cabeza del colegio y con los miembros del mismo
(cf LG 21b; 22b; NEP 2; 4; CD 4a; 5; cáns. 375, 8 2; 336). Respec-
to a los presbíteros, de modo análogo, en virtud de la unión del
único sacerdocio y por la ordenación legítima (cf can. 1015, § 1), la
comunión jerárquica indica el vínculo espiritual y orgánicoestruc-
tural con el propio obispo y con todo el orden episcopal (cf PO 7a;
15b; cáns. 273; 519). Finalmente, respecto a los diáconos, aunque
en el concilio se diga simplemente que ellos, ordenados para el
ministerio, sirven al pueblo de Dios, en comunión con el obispo y
sus sacerdotes (cf LG 29a; CD 15a), sin embargo esa comunión
no puede menos de ser orgánico-estructural, es decir, jerárquica
(cf can. 273).
La comunión jerárquica y la comunión eclesiástica se impli-
can mutuamente, en cuanto que la segunda no subsiste sin la pri-
mera. Las Iglesias particulares, y por tanto los fieles que las com-
ponen, están en la comunión eclesiástica con la Iglesia de Roma y
entre ellas mismas cuando los obispos conservan la comunión je-
rárquica con el obispo de Roma, cabeza del colegio, que es el
fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comu-
nión (cf LG 18b; 22b; 23a; 13c; NEP 3; UR 2c; AG 6a; 22a; 38a;
C D 4a; cáns. 336; 331), y con todos los miembros del colegio. De
forma análoga podemos decir que la comunidad local de los fieles
presidida por un presbítero está en la comunión eclesiástica cuando
este último está. en la comunión jerárquica con su obispo y con el-
orden de los obispos.
La comunión católica eclesiástica y la comunión jerárquica, al
estar constituidas tanto por el elemento de gracia, espiritual, como
por el orgánico-estructural, institucional, expresan plenamente la
naturaleza compleja de la Iglesia.
En conclusión, podemos decir que se da una verdadera conti-
nuidad y un enriquecimiento del concepto de comunión referido a
la Iglesia, partiendo de los escritos del Nuevo Testamento, hasta
los textos conciliares y el Código de Derecho Canónico de 1983.

2. LA IGLESIACOMO SACRAMENTO

2.1. El misterio de la Iglesia en el misterio de la Trinidad


29. La Iglesia, como sacramento o signo o instrumento de la
comunión de los hombres con Dios y entre sí, es en su esencia la
comunidad humana del amor divino, es decir, del amor del Padre
comunicado a los hombres por el Hijo en el Espíritu Santo. La
Iglesia, precisamente por el hecho de asociarse a la vida de la
misma Trinidad, que es vida de amor, es un designio divino: Eccle-
sia de Trinitate 4 .

Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 102-103; Al. al
II Congr. Int. Der. Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 126-127.
Dios es amor (cf 1Jn 4,8.16), y pertenece a la esencia de ese
amor que se comunique, que sea por tanto DESEO DE C O M U N I ~ N .
Este deseo de comunión se manifiesta al hombre alcanzándolo en
su dimensión histórica y social, y se concreta en una vocación a
entrar en comunión con Dios y con los demás. Puesto que esta
vocación alcanza a todos los hombres, la invitación que Dios les
dirige es siempre una convocación, que se traduce en una CONGRE-
G A C I ~ N(asamblea) de todos los que responden a dicha invitación
de Dios y forman así su pueblo (cf LG 9c; 13a; AG 15b; PO 4a;
C D 1la; cf can. 899,s 2). Cuando el hombre responde a la vocación
de Dios, entrando así en la comunión con él y estableciendo rela-
ciones de comunión con sus semejantes, alcanza la salvación, en
cuanto que realiza aquella imagen de Dios que Dios ha puesto en
él desde el comienzo de la creación?
La Iglesia debe ser considerada entonces como el lugar del
diálogo de Dios con el mundo, realizado hasta el final de los tiem-
pos. Aun cuando el hombre con el pecado rechazó aquella relación
fundamental que es la comunión con Dios, Dios mismo a través de
la alianza restablece esa relación y llama luego a los hebreos (con-
vocación) a formar un pueblo (congregación), al que d a la ley que
expresa el ser de Dios para su pueblo y el ser del pueblo para su
Dios.
El amor de Dios se manifiesta en la creación y en todos los
actos de salvación que realiza por los hombres, en primer lugar por
los de la antigua alianza, pero es en la encarnación donde se realiza
plenamente el deseo de comunión de Dios. Por medio de la encar-
nación la humanidad entera queda comprendida con una definiti-
vidad escatológica en la vida divina, no sólo en virtud de la unión
hipostática de la humanidad de Cristo, sino también por el hecho
de que todos los cristianos, llamados a ser hijos de Dios en el único
Hijo, viven en la participación de la vida trinitaria: Ecclesia in
Trinitate.
El ser de Cristo para la multitud, que define el contenido de la
misión de salvación recibida del Padre en la comunión del Espíritu
Santo, hace de Cristo el SACRAMENTO PRIMORDIAL del amor divi-
no, como un momento, aunque totalmente singular, de la única
acción salvífica del Dios uno y trino, pero también al mismo tiempo
un acontecimiento completamente nuevo, por su definitivo destino
escatológico.

! 5 Cf PABLOV I , Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 102-103.


La Iglesia, a la que se ha dado el mandato de continuar la
misión salvadora de Cristo, de forma analógica, está por una
parte en continuidad con las otras formas "eclesiales" precedentes,
pero por otra es también una forma totalmente nueva. La Iglesia es
el instrumento a través del cual el ofrecimiento de salvación por
parte de Dios se hace presente a todos los hombres de todos los
tiempos y lugares con definitiva escatología. El ser de la Iglesia
para el mundo, que es su razón de ser y, por tanto, el contenido de
SU misión, hace de ella el SACRAMENTO RADICAL UNIVERSAL de
Cristo, que vive y obra en el mundo a través de ella. La Iglesia
entonces, como convocación y congregación de los creyentes, que
celebran la presencia del amor del Padre en el memorial de la
muerte y resurrección de Cristo -la eucaristía-, es el sacramento
de aquel amor del Dios uno y trino que está en el origen de todo.
Así la Iglesia tiene su origen de la Trinidad y vive en la Trinidad.
Por el hecho mismo de que la existencia de la Iglesia es para el
mundo, la Iglesia es A P O S T ~ L I C A .En efecto, ha sido mandada por
Cristo al mundo para llevarle la salvación realizada por él, que está
mediada, sin embargo, por la acción humana. En efecto, Cristo se
ha hecho mediador de salvación, no sólo en virtud de su divinidad,
sino también de su humanidad. Entonces la apostolicidad de la
Iglesia significa que la redención sigue siendo participada a través
de la mediación humana. Toda la Iglesia es apostólica, en cuanto
que toda ella ha sido mandada por Cristo como mediadora visible
de la salvación; pero esta apostolicidad se hace perceptible visible-
mente en la constitución de los apóstoles por parte de Cristo y en
la misión que se les confió, y de aquellos que por voluntad del
mismo Cristo suceden a los apóstoles en su misión. De ese modo la
apostolicidad expresa el hecho y el modo de una salvación de Dios
en Cristo, que alcanza a los hombres en su dimensión social e
histórica. El carácter humano de la Iglesia es algo esencial a ella
(cf LG 8a). Por tanto, el ser de la Iglesia para el mundo recibe su
pleno carácter humano y visible precisamente de la apostolicidad,
de modo que la salvación pueda ser humanamente perceptible y
alcanzable. 1
l

La Iglesia, aunque humana en su apostolicidad, sólo puede


comprenderse en la fe precisamente por su carácter sacramental y
por el hecho de ser una realidad plenamente inscrita en la vida
trinitaria: procede de la Trinidad (Ecclesia de Trinitate), vive en el
ámbito de la Trinidad (Ecclesia in Trinitate) y está destinada a la
Trinidad (Ecclesia in Trinitatem). Efectivamente, la Iglesia actual,
que existe desde pentecostés, es el reino de Cristo presente en
misterio, y anuncia este reino y el de Dios, del que constituye en la
tierra el germen y el comienzo; esta misma Iglesia permanecerá
hasta el reino eterno perfecto (cf LG 3; 5b).

2.2. La analogia entre la Iglesia.


y el misterio del Verbo encarnado

30. La LG 8a, desarrollando la doctrina de León XIII y de


Pío XII 6 , enseña que la Iglesia invisible y la visible, la Iglesia de la
gracia y del Espíritu y la institucional y jerárquica, la Iglesia celes-
tial y la terrena, forman una sola realidad compleja que resulta de
un doble elemento divino y humano, en virtud de una intensa
analogía con el misterio del Verbo encarnado.
Por una A N A L O G ~ ADE PROPORCIONALIDAD, que la LG 8a afir-
ma sólo indirectamente, se d a una semejanza entre el Verbo en-
carnado y la Iglesia, ya que tanto en Cristo como en la Iglesia el
elemento divino no puede separarse del humano, y viceversa; pero
al mismo tiempo se d a una desemejanza todavía mayor, por el
hecho de que la unión entre el Espiritu de Cristo y el organismo
visible de la Iglesia no es hipostática, sino sólo "mística", con los
creyentes que forman la sociedad eclesial. Según una ANALOGÍA DE
A T R I B U C I ~que
N , es a la que alude directamente el texto conciliar,
así como la naturaleza humana, en virtud de la unión hipostática,
sirve al Verbo como órgano vivo de salvación, de un modo no
desemejante el organismo social de la Iglesia, en virtud de una
unión "mística", sirve al Espíritu de Cristo que la vivifica, para el
crecimiento del cuerpo. La analogía de atribución sólo puede com-
prenderse a partir de la analogía de proporcionalidad.
D e este modo se ve a la Iglesia como la prolongación sacramen-
tal de la acción salvífica de Cristo. En efecto, la analogía estableci-
d a por el concilio presupone una antropología según la cual toda
relación humana implica un encuentro por medio del cuerpo. El
Hijo de Dios se ha hecho verdaderamente hombre, es decir, un
espíritu humano en una corporeidad propia, para ser la manifesta-
ción terrena de la gracia redentora divina. Por eso es el sacramento
primordial del amor de Dios a los hombres y el único camino de
acceso a este amor. Lo que fue realizado por el hombre-Dios Jesús

Cf LEÓN XIII, cart. enc. Satis cognitum, 29 junio 1896, en "ASS" 28 (1895-1896) 710s;
Pío XII, cart. enc. Mystici corporis, 29 junio 1943, en "AAS" 35 (1943) 206s; 222ss.

55
tiene que seguir realizándose por medio de la Iglesia. Después de la
ascensión, Cristo hace visible y tangible entre nosotros su presen-
cia activa a través de la Iglesia, que es su cuerpo místico, sacramen-
t o radical de la salvación. Sin esta prolongación sacramental se
habría perdido la dimensión profundamente humana de la encar-
nación y, por tanto, la posibilidad de aferrar la salvación por parte
del hombre.
Desde este punto de vista se puede ya comprender cómo todo
el obrar visible de la Iglesia está al servicio de la salvación, aunque
no todos sus actos sean inmediatamente salvíficos. Así también, el
derecho canónico positivo es un medio, un instrumento, al servicio
del fiel para conseguir la salvación. En este sentido amplio se puede
decir que participa de la sacramentalidad de la Iglesia

3. LA IGLESIA
COMO CUERPO MÍSTICO DE CRISTO

3.1. La imagen de cuerpo


31. La imagen de cuerpo, que es una de las más antiguas que
se ha aplicado la Iglesia, indica una realidad visible, accesible a
la experiencia. San Pablo en Rom 12 y en 1 Cor 12, usando esta
imagen, quiere indicar la comunidad localmente perceptible con
unas relaciones recíprocas bien definibles en la coordinación de los
carismas y de las funciones. En Ef 4,4-6 (cf Gá13,28; Col 3,l l), por
el contrario, Pablo utiliza esta imagen para indicar que la unidad
en Cristo de todos los miembros de la Iglesia constituye la unidad
entre ellos, perceptible a través de unos gestos visibles, como el
Único bautismo y la única profesión de fe.
Toda la tradición teológica de la Iglesia católica refirió luego
esta imagen siempre a la visibilidad de la misma. En efecto, la
Iglesia es la asamblea (congregación) de hombres muy concretos, y
por tanto no podría existir prescindiendo de aquellos medios con-
cretos de comunicación que permiten a los hombres encontrarse,
unirse y obrar. Para la teología católica la CORPOREIDAD y la VI-
SIBILIDAD pertenecen de forma plena a la esencia de la Iglesia. La
imagen de cuerpo místico de Cristo comprende en sí tanto el aspec-
t o visible como el invisible de Iglesia. Efectivamente, ya desde la
'
Cf PONT.COM.REF. CIC, Risposte alle osservazioni circa i principi di revisione del
CIC, date alla prima Ses. Gen. del Sinodo dei Vescovi, 30 septiembre4 octubre 1967, en
"Com." 1 (1969) 97-98.
!
teología medieval, cuando se habla de la Iglesia como cuerpo, se
habla de ella en un sentido fuertemente realista, pero añadiendo
"místico", para subrayar la dimensión espiritual de la Iglesia, evi-
tando de este modo todo tipo de naturalismo, según el cual podría
comprenderse adecuadamente con los medios puramente humanos
del conocimiento. Esta misma imagen se recoge también en el
Vaticano 11 (cf LG 7; 8a).

3.2. La Iglesia como comunión, comunidad y sociedad

32. El Espíritu es el alma de la Iglesia (cf LG 7g; AG 4), en


cuanto que la vivifica. Pero para comprender esto hay que evitar
todo tipo de apolinarismo eclesiológico, creyendo que la Iglesia
como cuerpo visible estaría animada inmediatamente por el Espí-
ritu, con exclusión de todo elemento espiritual natural. Efectiva-
mente, si así fuese, puesto que el elemento sacramental visible de la
Iglesia se tomaría en un sentido puramente material y, al perder su
significado inmanente, no podría ser ya asumido en la realidad
sacramental de la misma, la Iglesia acabaría teniendo una vida
puramente divina, sin vinculación alguna con la realidad humana.
La Iglesia no sería ya el sacramento de la salvación, que en cuanto
tal lleva la gracia a un contacto real e histórico con el hombre, sino
un fenómeno divino humanamente inalcanzable. La gracia, al asu-
mir las realidades humanas redimidas por Cristo en su estructura
sacramental, no destruye su naturaleza, es decir, lo que son y sig-
nifican intrínsecamente, sino que desarrolla y perfecciona esa natu-
raleza y ese significado. La Iglesia, como SOCIEDAD PERFECTA 8,
debe entenderse en el sentido de que ella, en el orden en que es
signo sacramental, tiene como "alma natural" aquellas fuerzas es-
pirituales que en toda sociedad orientan a varias personas a vivir
juntas en una experiencia comunitaria y social. Estructurada de
este modo con un "cuerpo" y con un "alma", la Iglesia, como
sociedad perfecta, existe comprendida en la realidad sobrenatural
y divina del misterio total de la misma. Esto hace que la Iglesia,
incluso como sociedad perfecta, se diferencie d e cualquier otra
sociedad.
L a Iglesia es una sociedad verdaderamente humana, pero sólo
en parte puede compararse con las otras sociedades humanas, ya

Cf PABLO VI, Aud. Gen., 25 mayo 1966, en "Ins." 4 (1966) 786-787; Al. a la R. Rota,
27 enero 1969, en "AASn 61 (1969) 175.

57
que en ella la realidad divina no puede aislarse de la realidad visible
humana, como si la primera fuese objeto solamente de la fe, mien-
tras que la segunda estuviera sometida a la pura experimentación
e investigación histórica, sociológica, jurídica. En efecto, la Iglesia
es una realidad social y corpórea en cuyas instituciones está presen-
te y activo el Señor glorificado por medio de su Espíritu (cf AG 4).
Esto no significa, sin embargo, que dentro de ciertos límites la
Iglesia no pueda ser tratada y estudiada lo mismo que las demás
sociedades. Precisamente porque en la Iglesia se expresa la econo-
mía que encarna el obrar salvífico de Dios, que se basa en el mismo
Cristo, puede ser objeto del conocimiento que viene de las ciencias
humanas.
Efectivamente, la Iglesia tiene que ser considerada como una
verdadera COMUNIDAD humana, es decir, formada por hombres
reunidos por el impulso connatural en ellos a compartir incluso sus
experiencias espirituales y religiosas para alcanzar unos fines co-
munes. Sobre la base de esta comunidad es como la Iglesia se
organiza como sociedad, dándose unas leyes que, formando un
todo orgánico, engendran un ordenamiento jurídico primario y
original. Sin embargo, puesto que la Iglesia en su origen no es un
producto de la voluntad humana, sino de la voluntad divina, no
puede menos de ser, como sociedad perfecta, el instrumento con-
creto de una fuerza divino-sobrenatural, la del Espíritu Santo. La
COMUNION, en cuanto obra del Espíritu Santo, que es el alma
sobrenatural de la Iglesia, es la realidad más profunda de la misma,
que asume en sí la realidad humana sociológico-jurídica, como
alma natural y cuerpo, sin privarla de su propia naturaleza, sino
más bien llevando a cumplimiento su contenido, su fin y su signi-
ficado inmanentes.
33. La imagen de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo
lleva en sí la realidad sacramental de la misma.
La Iglesia como cuerpo visible, como sociedad perfecta, es el
signo humanamente perceptible, el sacramentum tantum, que pri-
meramente reconduce a Cristo, salvíficamente operante en la Igle-
sia, y luego a la res et sacramentum, en cuanto camino a la misma
vida divina, que se comunica a los hombres, vida de amor de la
Trinidad, la res sacramenti. Así la comunión, visiblemente institu-
cionalizada como C O M U N I ~ NJERARQUICA y ECLESIASTICA entre
los miembros de la Iglesia, es el signo humanamente perceptible de
la acción de Cristo, que la constituye y la refiere a la comunión en
el Espíritu, que es C O M U N I ~ NTRINITARIA.
Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta ahora, hay que ad-
mitir el valor salvifico del derecho eclesial positivo humano, que
puede definirse como "derecho sagrado" (ius sacrum) en cuanto
expresión e instrumento de encarnación del derecho divino tanto
natural como revelado 9.

4. LA IGLESIA COMO PUEBLO DE IGUALES Y DESIGUALES


Y SU ESTRUCTURA CARISM ATICO-INSTITUCIONAL

4.1. La Iglesia como pueblo de iguales y desiguales


34. La misma estructura de la Iglesia visible, de la comunidad-
sociedad, en sus elementos fundamentales de derecho divino insti-
tucional revelado, es la manifestación de una realidad más profun-
da a la que nos conduce la Iglesia, la vida de la misma Trinidad.
Esta manifestación se tiene en la doble estructura de comunión y
de misión que encontramos en la Iglesia visible y que indica que -la
Iglesia es una sociedad de iguales y al mismo tiempo de desiguales.
El canon 204,s 1, afirma por una parte la igualdad de todos los
fieles, gracias a la incorporación en Cristo en virtud del bautismo
y a la constitución como pueblo de Dios, es decir, por la participa-
ción en la función de Cristo sacerdotal, profética y real; pero, por
otra parte, afirma al mismo tiempo la desigualdad entre los fieles
en cuanto que cada uno participa en esa función según su propia
manera, y actúa la misión que Cristo ha confiado a la Iglesia para
que la cumpla en el mundó según su propia condición jurídica.
Todo esto se puede comprender mejor todavía si se pone en cone-
xión con el canon 208, que afirma expresamente que entre todos
los fieles, en virtud de su regeneración en Cristo, existe una verda-
dera igualdad en la dignidad y en el obrar, y que por esa igualdad
todos cooperan en la edificación del cuerpo de Cristo, según la
condición y las tareas de cada uno (LG32c) ' 0 .
Sobre la base de estas afirmaciones hay que decir que la
IGUALDAD entre todos los fieles se obtiene en virtud del bautismo,

9 Cf PABLO VI, Al. al I Congr. Int. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 109-
110; Al. al 11 curso de agg. can., 13 diciembre 1972, en "AAS" 64 (1972) 24; Al. a la R. Rota,
8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 96-98; Al. al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre
1973, en "Com." 5 (1973) 125-130; JUAN PABLO 11, Presentazione ufficiale del nuovo CIC, 3
febrero 1983, en "AASn 7511 (1983) 460.
l o Cf JUAN PABLO 11, EX. Ap. Christifideles laici (=ChL), 30 diciembre 1988, n. 17, en
"AAS" 81 (1989) 393-521; E V 1111606-1900.
por medio del cual el hombre recibe el bon de la fe y entra en el
estado fundamental de los bautizados, el único necesario para la
salvación, y con el cual participa de la única función de Cristo y de
la Única misión de la Iglesia, con todos los deberes y los derechos
propios de los fieles en cuanto tales (cf can. 96). La DESIGUALDAD,
por el contrario, se establece en virtud de diferentes funciones y
ministerios, que cada uno está llamado a desempeñar en la Iglesia,
dentro de la única misión de la misma. Es Dios el que llama a
diferentes misiones y ministerios; por consiguiente, las diversas
CONDICIONES JURÍDICASen la Iglesia dependen ante todo de la
vocación divina de cada uno. No se trata solamente de una cuestión
jurídica, sino de una situación teologal en la que el fiel se encuentra,
en cuanto que afecta a su relación más profunda con Dios. El
ordenamiento eclesiástico, cuando actúa mediante leyes discipli-
nando las diferentes condiciones jurídicas de los fieles, para que
desarrollen rectamente las funciones o los ministerios a los que
están llamados, no hace más que expresar en la vida visible de la
Iglesia la condición ontológica en que ya se encuentran.
Hay que evitar la visión estratificada de la Iglesia, que estaba
presente en el CIC 1917, superada por el Vaticano 11 11. Dependía
de la escuela del derecho público eclesiástico, que preponderaba en
tiempos de la primera codificación y que consideraba a la Iglesia
como sociedad de desiguales, en conexión con su visión unilateral
de la Iglesia como sociedad perfecta. En efecto, subrayando fuer-
temente la desigualdad entre los miembros de la Iglesia, se afirmaba
la existencia de la jerarquía, de forma que la Iglesia, como sociedad
jurídicamente perfecta, resultase plenamente independiente de la
autoridad civil. No podemos dudar de que la Iglesia es una sociedad
jurídicamente perfecta, pero hemos de decir también que esta visión
de la Iglesia no explica toda su realidad mistérica, de sacramento
de la salvación y de realización de la comunión con el Dios uno y
trino. El defecto de la escuela del derecho público eclesiástico con-
sistía en su visión parcial de la Iglesia, perdiendo de vista la tota-
lidad. Tampoco podemos negar que la Iglesia sea una sociedad de
desiguales, pero sería parcial empeñarse en agotar la realidad de la
Iglesia en este aspecto, ya que todo tipo de diferenciación entre sus
miembros se inserta en la realidad bautismal común a todos.
Resulta necesario reconsiderar los conceptos de "orden" y de
"estado" en la Iglesia. La visión de ésta exclusivamente como una
sociedad de desiguales lleva a una deformación de estos dos con-
" Cf PONT.COM.REF.CIC, Acta commissionis, en "Com." 12 (1970) 96.
I

60 +

--

- - - - - 1 -
ceptos. En un primer momento el concepto de ORDEN, sacado del
derecho romano, indicaba una función, una misión, perteneciente
a la naturaleza y a la misión de la Iglesia, que ejercían los fieles: en
la Iglesia los órdenes del pueblo de Dios eran tantos como eran las
funciones y los ministerios desarrollados para el bien común. Más
tarde, los órdenes quedaron de derecho reducidos a dos, el de los
clérigos y el de los laicos, pero de hecho solamente uno fue consi-
derado y llamado finalmente "orden", el jerárquico, del que forma-
ban parte sólo los ministros sagrados, como guía del pueblo de
Dios. El ESTADO, en cambio, indicaba inicialmente la condición
jurídica de la persona, en cuanto que pertenecía a un orden deter-
minado; más tarde, por el contrario, se convirtió en un principio de
distinción entre las personas, y por tanto de estratificación en la
Iglesia. De aquí el riesgo de concebir a esta última como formada
por círculos cerrados de personas y de instituciones 12.
La consideración de la Iglesia como comunión, según la doctri-
na del Vaticano 11, nos conduce a la noción de Iglesia como socie-
dad no sólo de desiguales, sino también de iguales. Se da una
igualdad radical entre todos los fieles que, en virtud del bautismo,
1 están incorporados a Cristo, se hacen hijos de Dios y constituyen
l el pueblo de Dios. La desigualdad entre los fieles deriva de las
diversas funciones que están llamados a desempeñar en la Iglesia,
por lo que esa desigualdad es funcional ' 3 .
Esta naturaleza de la Iglesia como pueblo de iguales y al mismo
tiempo de desiguales resalta en la consideración de su estructura
fundamental carismático-institucional.

4.2. Relación entre carisma e institución


35. Sobre la base de la doctrina contenida en la LG 8a, pode-
mos decir que no se puede establecer una oposición entre carisma
e institución en la Iglesia, en cuanto que su existencia se implica
mutuamente: la institución dimana del carisma y éste vive en el
tiempo y en el espacio en dicha institución.
En efecto, por CARISMA se entiende un don de gracia que Dios
comunica a los que llama para cumplir una misión, un ministerio,
en la Iglesia y para la Iglesia. Por tanto, no se trata de un don
'2 Cf ib.
13 Cf J U A N PABLO11, Presentazione ufficiale del nuovo CIC, 3 febrero 1983, en "AAS"
751 1 (1 983) 459-460.
hecho solamente a la persona, sino de un don hecho a la Iglesia.
Por eso este carisma debe ejercerse e n l a realidad compleja de la
Iglesia, con todas sus instituciones visibles.
I
Un carisma lleva en sí mismo una estructura inmanente, que
determina el modo con que puede y debe ser ejercido en la Iglesia,
dado que esta estructura inmanente crea ciertas reglas de conducta
que obligan moralmente al que recibe el carisma, antes incluso de
que sean sancionadas canónicamente mediante normas positivas.
Ya en este nivel tenemos un CARISMA-INSTITUCIÓN, en cuanto que
es del propio carisma, por obra del Espíritu, de donde surgen los
deberes y los derechos intersubjetivos relacionados con el ejercicio
del carisma, moralmente obligantes: el Espíritu es fuente tanto del
carisma como de la institución. La institucionalización canónica es
un paso más y se tiene cuando el carisma es reconocido por la
Iglesia como conforme a su finalidad salvífica y se dan ciertas
normas canónicas para regular su ejercicio y las relaciones inter-
subjetivas que brotan de él dentro de la comunidad, para que se
perpetúe en su pureza original en el tiempo y en el espacio. En este
punto el carisma se convierte en una I N S T I T U C I ~ NC A N ~ N I C A .En él
se encuentra expresada la realidad compleja de la Iglesia: tanto el
carisma-don de gracia, como el carisma-institución, que surge de la
estructura inmamente al propio carisma, y como la institución y las
normas canónicas, que expresan la acción invisible del Espíritu en
la Iglesia como sociedad visible, son obra del Espíritu.

4.3. Carismas y órdenes en la Iglesia


36. La comunión eclesial está constituida por la pluralidad de 1

los dones jerárquicos y carismáticos, pero esta pluralidad se resuel- i


ve en la unidad de la comunión, ya que todos son dones del mismo
Espíritu (cf 1Cor 12,4-11; Rom 12,4-8; Ef 4,ll-13; LG 4a; 12b; 13c;
AG 4; GS 32d). Entonces la ESTRUCTURA FUNDAMENTAL de la
Iglesia es de naturaleza carismático-institucional, en cuanto que
está determinada por los diversos carismas, incluso los más ordina-
rios, que por sí mismos engendran una institución, ya que determi-
nan diversos deberes y derechos intersubjetivos (cf LG 12b; 13c).
La misma estructura jerárquicá de la Iglesia visible, es decir, la i
distinción entre laicos y ministros sagrados, se basa en esa estruc- l

tura carismático-institucional.
Todos reciben por medio del bautismo la gracia de la fe. De
aquí dimana la obligación fundamental de todos los bautizados de
profesar y de conservar la integridad de la fe (cf cáns. 209,§ 1; 748,
5 ¡; 750; 752-754; 212, 5 1).
Los
LAICOS profesan la fe y cumplen esta obligación según su
CARISMA LAICAL (cf nn. 95-96), que es el de gestionar las cosas
temporales en la condición secular, de forma directa y propia, aun-
que no exclusiva, ordenándolas según Dios, haciendo que el anun-
cio de la salvación llegue a todo lugar y a toda condición (cf LG
3 1a. b; 36b.d; 38; GS 43b; AA 4a.e.g; 6; 7a.e; cáns. 225-227). Este
carisma, recibido en el bautismo, sobre la base de la institución
inmanente que lleva consigo, encuentra una institucionalización
canónica en cuanto que la Iglesia da ciertas normas para regular el
laicado, que es esencial en su vida. Todos los que permanecen en la
consagración bautismal y ejercen el sacerdocio común, según el
propio carisma de la secularidad, tienen las mismas obligaciones y
los mismos derechos y, por tanto, se encuentran en la misma cate-
goría jurídica. Todos los que están en una categoría jurídica forman
un orden. Se d a entonces un ORDEN GENERAL DE LA VIDA LAICAL.
El carisma general de la vida laica1 no existe en abstracto, sino en
concreto, en carismas personales particulares (PO 9b), que la mayor
parte de las veces siguen siendo libres, ya que no reciben una
institucionalización canónica positiva, aun cuando ellos mismos
engendren una institución, dada la estructura inmanente del mismo
carisma que determina las reglas de conducta según las cuales tiene
que ser ejercitado. Algunos CARISMAS PARTICULARES, sin embargo,
son institucionalizados por la Iglesia de forma específica: ministe-
rios laicales (cf can. 230), varios oficios (cf can. 228), asociaciones
laicales (cf can. 327), matrimonio (cf can. 226), etc. De esta manera
el orden general de los laicos vive, en concreto, en varios ORDENES
PARTICULARES, cuyo número podría seguir ampliándose sobre la
base de la pluralidad de los carismas, incluso de los más ordinarios
(cf LG 12b): viudos, viudas, célibes, profesionales seculares al ser-
vicio del prójimo y de la sociedad, actividades caritativas y asisten-
ciales, obras de apostolado, etc (ChL, n. 56).
Aquellos fieles que son llamados al MINISTERIO SAGRADO vi-
ven la gracia de la fe, recibida en el bautismo, en su función de
mediadores de la gracia, de anunciadores auténticos de la palabra
de Dios y de guías pastorales del pueblo de Dios (cf can. 1008).
Para hacer esto reciben en la ordenación sagrada el CARISMA de la
paternidad de la comunidad eclesial (cf n. 104). También este caris-
m a tiene su institucionalización interna, que es el presupuesto de la
canónica, que realiza la Iglesia dando normas positivas para regular
el recto ejercicio del ministerio sagrado en provecho de todo el
pueblo de Dios, pero según aquellas normas que surgen como exi-
gencia interna del carisma. Todos los que en el sacramento del
orden reciben el mismo carisma se encuentran en la misma catego-
ría jurídica, ya que asumen una serie de obligaciones y de derechos
comunes, formando, por consiguiente, un ORDEN GENERAL DEL
MINISTERIO SAGRADO. Este orden general, lo mismo que el caris-
ma, no existe en abstracto, sino siempre en concreto, es decir, en
los diversos CARISMAS PARTICULARES y en los correspondien-
tes ministerios sagrados particulares: el diaconado, el presbiterado,
el episcopado (cf can. 1009, fj 1); pero podemos hablar también
del orden arzobispal, metropolitano (cf can. 4 3 9 , patriarcal, pri-
macial (cf can. 438), del cardenalato, del pontificado supremo
(cf can. 33 1).
La VIDA CONSAGRADA manifiesta en la Iglesia la riqueza siem-
pre actual de los dones del Espíritu. El que está llamado a este
género de vida recibe el CARISMA de seguir a Cristo más de cerca
en el estilo de vida que él mismo practicó, de pobreza plenamente
confiada en el Padre, de amor casto como entrega total al Padre y
a los hombres, de obediencia como holocausto de la adhesión libre
y redentora de su voluntad a la del Padre. El que recibe este carisma
está llamado a ser testigo del esp'iritu de las bienaventuranzas,
tendiendo a la perfección de la caridad (cf LG 44a.c; PC lc; can.
573, 4 1). Este carisma, que podemos llamar general, de la vida
consagrada, al no expresar los elementos comunes a todos, no vive
más que en CARISMAS PARTICULARES individuales o colectivos;
por consiguiente, mientras que el primero es institucionalizado, a
través de las normas positivas dadas para todos (cf cáns. 573-606),
en el ORDEN GENERAL de todos los que están en la categoría jurídica
de la vida consagrada, con una especie de obligaciones y de dere-
chos comunes, los segundos son institucionalizados en ORDENES
PARTICULARES, constituidos por los eremitas (cf can. 603) y por las
vírgenes (cf can. 604) o por los diversos institutos de vida consagra-
d a (cf can. 577). Un carisma particular colectivo encuentra su pri-
mera institucionalización en la regla dada por el fundador o por la
fundadora, que expresa de forma inmediata el carisma y el modo
específico de vivirlo, según sus exigencias inmanentes. El carisma
colectivo se convierte en una institución canónica en la Iglesia en el
momento en que ésta reconoce su utilidad para su misión específica
y aprueba sus reglas.
Por DERECHO DIVINO, la estructura carismático-institucional
fundamental de la Iglesia está constituida por estos tres carismas-
órdenes generales, ya que en la Iglesia siempre habrá laicos, minis-
tros sagrados y alguna forma de consagración de vida según la
práctica de los consejos evangélicos. Esto está solamente insinuado
en el canon 207. Estos carismas-órdenes no existen en el plano
abstracto de su generalidad, sino siempre y tan sólo en la concre-
ción de los carismas y órdenes particulares, que son entonces una
determinación de los carismas-órdenes generales.
En conclusión, podemos decir que lo mismo que la vida de
la Trinidad, a la que nos conduce la Iglesia como sacramento de
salvación, es una vida de comunión en la unidad sustancial de la
naturaleza divina, pero simultáneamente en la distinción de las
apropiaciones y de las misiones de las diversas personas divinas, así
también, de forma analógica, la Iglesia, en su visibilidad, por medio
de los carismas y de los sacramentos está estructurada como una
comunión en la unidad de la caridad de Dios que se da a todos,
pero al mismo tiempo en la distinción de las misiones por la diver-
sidad de los dones carismáticos y jerárquicos y de los ministerios.
37. La misma ESTRUCTURA JERARQUICA de la Iglesia tiene
que considerarse dentro de esta estructura fundamental carismáti-
co-institucional. El canon 207, ¿j 1, plantea la distinción de derecho
divino entre ministros sagrados y laicos, que debe considerarse a la
luz de la igualdad fundamental entre todos los bautizados que se
afirma en los cánones 204, tj 1, y 208. Esta igualdad y la desigualdad
simultánea entre estas dos categorías de personas puede también
ser mejor comprendida a la luz de la analogía que cabe establecer
con la misma vida de la Trinidad.
Desde la eternidad el Padre engendra al Hijo y le comunica la
vida divina, el amor; desde la eternidad el Hijo está junto al Padre
y en el amor le restituye lo que de él ha recibido; de este modo en
la vida trinitaria se establece una distinción personal, por las diver-
sas apropiaciones y misiones, entre el Padre y el Hijo, pero en la
unidad sustancial del Espíritu Santo, que es el mismo amor comu-
nicado por el Padre al Hijo y restituido totalmente por el Hijo al
Padre. Las tres personas divinas son al mismo tiempo iguales y
l
distintas.
El Hijo es enviado por el Padre al mundo para que llame a los
discípulos y haga de ellos un grupo, de manera que la distinción
entre Cristo y los discípulos sea imagen de la distinción entre él y
el Padre. Toda la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se distingue de
Cristo, que es su cabeza. Sin embargo, esta distinción sustancial se
tiene en la unidad mística establecida por el único Espíritu. Lo
mismo que en la Trinidad es posible la distinción de las apropiacio-
nes y de las misiones en la unidad de la comunión del unico Espí-
ritu, analógicamente entre Cristo y la Iglesia es posible la distinción
en la unidad de la comunión.
Entre los discípulos algunos son llamados por Cristo con una
vocación particular y son constituidos apóstoles, para que medianw
su participación particular en la misión de Cristo, pontífice y cabe-
za, conduzcan a los demás a la participación de la vida divina. Así
la Iglesia, estructurada por la diversidad de los carismas en la
distinción entre los ministros sagrados y los demás fieles, se con-
vierte en signo de las relaciones entre las personas divinas. Lo
mismo que en la Trinidad la distinción de las personas se da en la
unidad de la comunión de la vida divina, analógicamente en la
Iglesia la distinción entre los ministros sagrados y los demás fieles,
que es de carácter funcional sacramental (basada en el sacramento
del orden para desempeñar una función particular en la Iglesia), se
tiene en la unidad sacramental de la comunión bautismal estable-
cida por el don del unico Espíritu, que hace a todos iguales en la
dignidad y en el obrar.
Entre los apóstoles, Pedro, por la misión particular que recibió
de Cristo, se distingue de los demás, pero siempre dentro de la
unidad de la comunidad apostólica creada y conservada por el
Espíritu. De este modo tenemos la distinción funcional, sobre la
base de unos carismas diversos para el desarrollo de diversos mi-
nisterios, entre el romano pontífice y los otros obispos sobre la
base de la igualdad sacramental establecida por la participación en
el único episcopado.
Así, entre los presbíteros y los obispos se da una distinción
funcional fundamentada sacramentalmente, pero arraigada en la
igualdad fundamental por la participación en el único sacerdocio
de Cristo y en la única misión apostólica existente en el sacramento
del orden.
En conclusión, la estructura fundamental de la Iglesia, determi-
nada por los carismas y por sacramentos fundamentales, es imagen
de la vida trinitaria, en la que vige la distinción de las personas, por
las diferentes apropiaciones y misiones, en la unidad de la comu-
nión creada por el único Espíritu dado por Cristo. Esta unidad en
la caridad se debe manifestar también en la vida exterior de la
Iglesia, aunque en la distinción necesaria debida a las diversas
vocaciones y misiones de los diferentes miembros de la misma. El
DERECHO ECLESIAL está al servicio de esta unidad visible y al mis:
mo tiempo obra de tal manera que se despliegan las diferentes
misiones para la edificación de todo el cuerpo. Por esta razón el
derecho eclesiástico tiene que ser un derecho de unidad, un derecho
de comunión, es decir, un derecho espiritual, en cuanto obra del
Espíritu. De esta manera la Iglesia del derecho no se opone a la
Iglesia de la caridad, y la doble estructura de comunión y de misión,
arraigada en la naturaleza carismático-institucional de la Iglesia, es
el contenido de la misma sacramentalidad de la Iglesia, y la obliga-
toriedad y la juridicidad de las instituciones fundamentales de la
Iglesia proceden de su misma naturaleza, y por tanto de la voluntad
de Cristo y de la acción del Espíritu 14.

'4 Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 98; Al. al II Congr.
Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 126-127; JUANPABLO 11, Const. Ap.
Sacrae disciplinae leges, 25 enero 1983, en "AAS" 75/11 (1983) XI; E V 11/1606-1900;
Presentazione ufficiale del nuovo CIC, 3 febrero 1983, en "AAS" 7511 (1983) 459462.

67
EL DERECHO EN EL MISTERIO
DE LA IGLESIA

1. E L PROBLEMA METODOLÓGICO

38. De todo lo dicho se deriva que la actividad jurídica es


inherente al hombre en cuanto hombre por el hecho de que éste es
un ser social. El hombre redimido en Cristo entra en la Iglesia con
todas sus exigencias intrínsecas a su naturaleza, que quedan incluso
plenamente realizadas en ella. Una reflexión sobre el derecho ecle-
sial no puede prescindir de un estudio sobre la experiencia jurídica
del hombre en cuanto tal, llevado a un nivel fenomenológico y
filosófico. Esto nos proporcionará aquellas nociones básicas para
aprender el lenguaje propio del mundo jurídico y al mismo tiempo
nos hará comprender que el derecho no es algo que se detenga en
lo fáctico, sino que trasciende el puro hecho y conduce a la misma
estructura ontológica del hombre. En esto el derecho, en cuanto
experiencia del hombre, se revela como realidad ontológica, es
decir, constituido por las relaciones intersubjetivas, determinadas
por las atribuciones de valores y de bienes, derechos subjetivos
naturales, inherentes a la persona en cuanto existente, y que re-
quieren respeto y promoción tanto por parte de cada uno de los
sujetos como por parte de la comunidad, y por tanto de la autori-
dad pública. De este modo el DERECHO, el ius, tiene como conte-
nido lo justo, lo iustum, que, en cuanto que es tal para los sujetos
implicados en la relación, asume el carácter de un mandato, de un
iussum. Las relaciones entre los sujetos tienen una obligatoriedad
moral y jurídica al mismo tiempo. Lo "jurídico" indica la relación
intersubjetiva de justicia que debe establecerse, como obligación
natural, entre los sujetos, en cuanto que surge de la naturaleza
misma de las relaciones intersubjetivas que se establecen entre los
hombres, es decir, el derecho natural. Así el derecho y la moral son
idénticos en su raíz, aun cuando el primer término tieneque con-
siderarse sólo como una parte del segundo. La ley positiva explicita
de modo objetivo lo que se debe elegir (lex de legere), o bien lo que
uno está obligado a hacer (lex de ligare)', para que el derecho, lo
iustum, llegue a actuarse. En esto encontramos la raíz de la LEY
NATURAL y del DERECHO NATURAL como parte de la misma, y esto
es lo que d a fundamento a toda LEY POSITIVA HUMANA.
Lo que hemos dicho vale para la experiencia jurídica en general
que el hombre realiza en cualquier sociedad natural en que viva, la
civil nacional o la internacional, y también en la Iglesia en cuanto
sociedad humana. Por esto también en la Iglesia, como en todas las
demás sociedades humanas, vige el derecho divino natural. Sin
embargo, por lo que atañe a la experiencia jurídica en la Iglesia,
hay que ampliar la reflexión; en efecto, los elementos que ofrece la
filosofía del derecho, aunque siguen siendo válidos, son insuficien-
tes por el hecho de que la naturaleza propia y específica del derecho
eclesial viene dictada por la naturaleza de la Iglesia.
El DERECHO ECLESIAL no puede menos de tener un fundamento
teológico; efectivamente, dado que regula la vida de la comunidad
de los redimidos en Cristo, debe considerarse como una CIENCIA
SAGRADA, arraigada en la revelación, y por tanto en relación estre-
cha con la teología 2.
Los lugares teológicos en los que hay que fundar una reflexión
sobre la naturaleza propia del derecho eclesial son los siguientes:
a) la antropología teológica, ya que es fundamental el problema de
la relación entre la naturaleza y la gracia en lo que respecta a la
determinación de si el derecho forma parte del orden de la natura-
leza o del orden de la gracia, y por tanto de si entra en la economía
de la salvación; b) la teología moral, y de manera especial el radi-
calismo evangélico expresado por el espíritu de las bienaventuran-
zas, en orden a la descripción del concepto de justicia, que debe
estar en la base del ordenamiento jurídico de la Iglesia; c) la ecle-
siología, para la-clarificación de la necesidad y de los límites del
derecho positivo eclesiástico y de su relación con el derecho divino,
tanto natural como revelado.

SANTO TOMÁS, S. 7%.1-II,90-1 in corp.


Cf PABLO VI, Al. al II Congr. Inr. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973)
123-124; 130-131.
2. DEBERES Y DERECHOS NATURALES EN LA IGLESIA
39. El problema de los deberes y de los derechos del hombre
en cuanto hombre es inherente a toda sociedad jurídicamente orga-
nizada, y por tanto interesa también a la Iglesia. Se trata realmente
del problema jurídico fundamental, en cuanto que el derecho posi-
tivo como orden de justicia concreto es el lugar de la determinación
de esos deberes y del reconocimiento y tutela de esos derechos. Sin
embargo, no debemos caer en el error de identificar los deberes y
los derechos humanos con los deberes y los derechos civiles, ya que
el problema de los deberes y los derechos humanos no es un PRO-
BLEMA de suyo político, sino ANTROPOLOGICO, tanto si se afronta
desde el punto de vista meramente filosófico como desde el teo-
lógico. Los deberes y los derechos humanos son tales porque se
refieren al hombre en cuanto hombre, que vive simultáneamente en
la sociedad civil y en la Iglesia.
Como la Iglesia está constituida por hombres que llevan consigo
todas las prerrogativas y exigencias inscritas en su naturaleza, todos
los deberes y los derechos humanos fundamentales son importantes
para la Iglesia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el bau-
tizado, regenerado en Cristo, vive como hombre nuevo en la Iglesia.
Lo mismo que hay una continuidad, pero al mismo tiempo una
novedad, entre el viejo y el nuevo Adán (cf Rom 5,14), también
hay una continuidad y al mismo tiempo una novedad entre el
hombre viejo y el nuevo regenerado en Cristo (cf Rom 6,l-11). De
aquí se deriva el hecho de que los deberes y los derechos del hombre
son también deberes y derechos del fiel, pero simultáneamente en
la continuidad y en la novedad: los deberes y los derechos humanos
siguen vigentes en la Iglesia con una originalidad propia.
El hombre redimido, en cuanto que acepta la redención y vive
en la Iglesia, cumple en si mismo el reino de Dios, que se revela
como el reino del hombre, puesto que expresa plenamente lo que
el hombre es y debe ser, tanto en el orden de la creación como en
el de la redención. Por este nuevo nacimiento del hombre en la
Iglesia algunos deberes y derechos humanos asumen un objeto
propio o bien, en determinadas circunstancias, es posible limitar
o suspender su cumplimiento o su ejercicio con vistas a un bien
sobrenatural superior. En efecto, la Iglesia tiene que realizar todo
lo más posible la integración entre el progreso ordenado de la vida
de la comunidad y la realización plena de la persona humana que
vive como fiel en la dimensión sobrenatural de la fe, esperanza y
I caridad. La función propia del derecho eclesial es hacer que los
fieles superen su propio individualismo y que actúen su vocación al
mismo tiempo personal y comunitaria, ya que el FIN DEL DERECHO
EN LA IGLESIA es doble: tutelar la comunión eclesial y proteger los
derechos de cada uno de los fieles. Sin embargo, estos dos fines
dependen el uno del otro, ya que solamente en la promoción y en
la tutela del BIEN COMÚN, es decir, de la comunión eclesial, se
obtiene la realización cada vez más plena del hombre como persona
humana y como fiel. En efecto, la plena dignidad del hombre sólo
puede ser vivida en Cristo y en el Cristo total que es la Iglesia, ya
que el hombre puede experimentar su verdadera liberación sólo en
la comunión eclesial, que es comunión con la vida divina trinitaria.
Sólo en la integración entre la realización de la comunión eclesial
y la tutela de los derechos del bautizado como hombre y como fiel
se tiene la actuación de la paz, que es fruto de la caridad divina'.
40. Por ejemplo, el derecho a la libertad de conciencia y a la
libertad religiosa es un derecho fundamental del hombre, que tiene
también una importancia primaria para la Iglesia (cf DH 10; 12a),
ya que solamente en el respeto de ese derecho por parte de todos,
incluso de la Iglesia (cf can. 748, 5 2), es posible para una persona
cumplir con su deber de conocer y abrazar libremente la verdadera
fe en Cristo, en la Iglesia una, santa, católica, apostólica (cf can.
748, 4 1). Sin embargo, una vez que la persona, con plena libertad
de conciencia, se ha adherido a la fe de la Iglesia y ha entrado a
formar parte de la misma, está obligada a profesar íntegramente la
Única fe. Una vez entrado en la Iglesia, el hombre sigue siendo
hombre, pero accede a un nivel superior, el de la gracia, por lo que
la adhesión a la fe de la Iglesia se convierte para él en el primero y
más alto valor (cf DH 14c.d), de tal forma que su libre adhesión de
corazón y de mente a la fe salvífica de la Iglesia se convierte en el
objeto del derecho natural a la libertad de conciencia. Se puede
afirmar entonces que sólo en la adhesión libre y sincera a esa fe
ejerce plenamente el bautizado su derecho humano. Hay que tener
presente además que el hombre conserva en la Iglesia su derecho
a la libertad de conciencia y de religión, incluso en el sentido de
que, si no quisiera conservar la integridad de la fe católica o si
quisiera adherirse a otra religión, la Iglesia no lo podría obligar a
permanecer en su seno, sino que él mismo debería salir de ella
porque no podría permanecer ya más en ella. La Iglesia, por su
parte, no sólo tiene el derecho, sino el deber, de confirmar esa auto-
exclusión y por tanto de declararla.

3 Cf JUAN PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AAS" 71 (1979) 423-426; Al.
al IV Congr. Int. Der. Can., 13 octubre 1980, en "AAS" 72 (1980) 1 102-1 103; PABLO VI, Al.
al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 127-128.
En el dinamismo espiritual de la salvación, por otra parte, el fiel
puede renunciar al ejercicio de derechos humanos fundamentales o
bien verse exonerado del cumplimiento de unos deberes humanos
igualmente fundamentales. Puede renunciar al ejercicio del derecho
a la vida y quedar exonerado del deber de protegerla, ofreciéndose
en holocausto por otros o bien aceptando el martirio. Puede renun-
ciar al ejercicio del derecho a la libertad física, a una patria, al
trabajo, con tal de conservar la integridad de la fe. Puede renunciar,
para ser signo escatológico en la Iglesia y frente al mundo en el
testimonio del espíritu de las bienaventuranzas (cf cáns. 573, 9 1;
607, 4 1), al ejercicio del derecho al matrimonio (cf cáns. 277, 5 1;
599), a la propiedad privada (cf cáns. 600; 668), a la libre actuación
de la voluntad en decisiones autónomas (cf can. 601). Así, para
conservar la comunión eclesial, que es signo de la comunión plena y
definitiva, escatológica, entre todos los redimidos en Cristo, el bau-
tizado puede renunciar al ejercicio del derecho a la libertad de inves-
tigación en las ciencias sagradas y a la expresión y divulgación de su
pensamiento (cf cáns. 212, 5 3; 218), así como al derecho de reivin-
dicar y defender sus propios derechos, tanto de hombre en cuanto
hombre como los específicos del fiel (cf can. 221, tj 1).
La renuncia libre al ejercicio de los derechos humanos por parte
del bautizado puede darse tan sólo en razón de la adhesión al valor
fundamental de la comunión con Dios y con la Iglesia (cf can. 209,
5 1), que se traduce en los deberes primarios y fundamentalisirnos,
por ser constitutivos de la misma comunión eclesial, de la profesión
íntegra de la fe (cf cáns. 748, ¿j1; 750; 752-754) y de vivir la caridad,
llevando una vida santa (cf can. 210). Evidentemente, se puede dar
la renuncia al ejercicio sólo de los derechos naturales, pero no de los
sobrenaturales, ya que el ejercicio de estos últimos, estrechamente
relacionados con los deberes sobrenaturales, está ordenado inme-
diatamente a la consecución de la salvación.

41. La fuente de los deberes y de los derechos de los fieles en


cuanto tales es el BAUTISMO, con el que el hombre es incorporado
a Cristo y a la Iglesia (cf can. 204, 5 1) y es constituido persona en
el ordenamiento canónico con los deberes y los derechos propios
de los cristianos (cf can. 96; n. 69). 'E1 conjunto de estos deberes
y derechos sobrenaturales, que se refieren al sujeto en cuanto per-
sona en la Iglesia, nos da el DERECHO DIVINO SUBJETIVO REVELA-
DO. Como la Iglesia es la comunión entre todos aquellos que pro-
fesan la Única fe y viven en la caridad, la obligación primaria que
brota del bautismo es la de conservar la comunión con la misma
Iglesia (cf can. 209, 5 1) y con Dios, es decir, la de permanecer fiel
a la verdad a la que uno se ha adherido como verdad salvifica
(cf cáns. 748, 5 1; 750; 752-754; 212, 5 1) y llevar una vida santa
(cf can. 210) en el ejercicio de la caridad. De hecho se trata de un
doble aspe to de un único deber, en cuanto que la obligación de
permanecer$ie 1 a la verdad revelada y de llevar una vida santa y la
obligación de conservar la comunión con la Iglesia y con Dios se
implican mutuamente: por una parte, la comunión con la Iglesia y
con Dios se conserva solamente cuando se profesa la única y ver-
dadera fe y se ejerce la caridad; pero, por otra parte, la única fe y
la caridad sólo se alimentan en la comunión eclesial.
Con el deber de mantener la integridad de la propia fe se rela-
ciona estrechamente el derecho igualmente primario a recibir inte-
gramente esa fe (cf cáns. 747, 5 1; 760), y por tanto al anuncio de
la palabra de Dios (cf can. 213). A este mismo deber corresponde
el derecho de toda la comunidad eclesial a que cada uno de sus
miembros mantenga íntegra su propia fe tal como la ha recibido de
la comunidad.
Estos derechos y deberes deben considerarse fundamentales y
primarios de los fieles, bien porque sobre su ejercicio y su cumpli-
miento se construyen la comunión y la unidad entre los fieles, la
misma Iglesia, bien porque el bautizado, incorporado a Cristo y a
la comunidad eclesial, alcanza la salvación por medio de su profe-
sión de fe. Esta profesión de fe como acto salvífico, en cuanto
actuación histórica de la comunión con Dios y con los hombres, es
la anticipación de la realización escatológica de -la comunión con
Dios y con todos los redimidos en Cristo.
42. De todo lo dicho resulta con claridad que, cuando se
habla de deberes y de derechos de los fieles en la Iglesia, no se
puede tomar como ejemplo el cumplimiento de los deberes y de los
derechos en la sociedad civil. En efecto, es la persona humana, en
cuanto actuación real de la naturaleza social del hombre, la que
fundamenta la sociedad. Como obra del hombre, la sociedad civil
es una sociedad puramente humana; por tanto, está al servicio de
la persona para permitir la actuación de la naturaleza social del
hombre. Puesto que la persona precede a la sociedad civil, ésta
tiene la función de reconocer su dignidad, los derechos correspon-
dientes, tutelándolos y disciplinando su ejercicio, así como los de-
beres correlativos, determinando su actuación.
Pero en la Iglesia las cosas no son así. La gracia viene a com-
pletar en el hombre redimido la naturaleza, es decir, la actuación
de la socialidad del hombre; en la Iglesia se tiene la plenitud de la
socialización posible del hombre a nivel tanto religioso como hu-
mano, y esto precisamente porque la Iglesia no es producto mera-
mente humano, no es simplemente el efecto de la socialidad huma-
na, sino el efecto de la inserción de la obra salvadora de Dios en la
naturaleza humana, el efecto del don que Dios hace a los hombres.
Cuando Dios agrega con su amor gratuito al hombre a la Iglesia,
atiende a la inclinación natural del hombre a compartir con los
demás sus propias experiencias y de este modo la lleva a su plena
actuación. Entonces, cuando el hombre recibe el bautismo, es cons-
tituido persona no sólo bajo el aspecto estrictamente jurídico (que
es el que considera el can. 96), sino también bajo el teologal, en
cuanto que se pone en comunión con Dios y con sus semejantes. Es
la Iglesia la que confiere los deberes y los derechos propios del
bautizado por el hecho de que en ella y por medio de ella Dios
sigue realizando la salvación. Los deberes y los derechos del fiel en
cuanto tal no preceden al bautismo, es decir, a la incorporación a
Cristo y a la Iglesia, sino que son constituidos por Dios en ese
momento eclesial primario que es el bautismo. Por tanto, la Iglesia,
por una parte, como obra del Espíritu, constituye a la persona en
su plenitud y en su integralidad y le confiere los deberes y los
derechos propios de los bautizados; pero, por otra parte, como
sociedad humana, está al servicio de esa persona, disponiendo de
antemano los medios tutelares y determinando las modalidades de
cumplimiento de los deberes y de ejercicio de los derechos para que
pueda realizarse plenamente en la Iglesia, tanto a nivel humano
como cristiano. Por eso la Iglesia es sacramento universal de salva-
ción y en ella la sociedad visible es el instrumento al servicio de la
comunión invisible. El ordenamiento eclesiástico es un ordena-
miento verdaderamente jurídico -en cuanto que determina lo ius-
tum en relación con el ejercicio de los derechos y con el cumpli-
miento de los deberes, y lo impone como un iussum que observar-
y tiene como fin el establecimiento de la comunión eclesial en la
paz, que es fruto de la caridad divina. El derecho no se opone a la
caridad, ya que es la caridad misma la que requiere el derecho para
tutelar eficazmente los derechos de los fieles 4.
Hay que decir además que los mismos deberes y derechos co-
munes a todos los fieles en virtud del bautismo deben cumplirse y
ejercerse en la Iglesia en diversas condiciones jurídicas según los

11, Al. al ZV Congr. Int. Der. Can., 13 octubre 1980, en "AAS" 72


Cf JUANPABLO
(1980) 1103.
diversos carismas y ministerios, y por tanto de diversas maneras y
en diferentes medidas. A estos derechos y deberes se añaden luego
los deberes y los derechos específicos de las diversas categorías de
personas. Por consiguiente, los diversos deberes y derechos de los
fieles están determinados tanto por la participación de los mismos
en la vida y misión (munus) de Cristo sacerdote, profeta y rey
como por la estructura carismático-institucional de la Iglesia sobre
la base de la pertenencia a diversas categorías u órdenes de per-
sonas.
43. Finalmente, por lo que se refiere al modo de cumplimiento
de los deberes y de ejercicio de los derechos de los fieles, no se
puede prescindir del deber primario y fundamentalísimo de mante-
ner la comunión con la Iglesia y con Dios, deber que se satisface
por medio de la profesión íntegra de la fe y por el ejercicio de la
caridad en una vida santa; por tanto, la perspectiva no puede ser la
afirmación y la reivindicación de los derechos de los individuos.
Efectivamente, la vida cristiana tiene su origen en el don gratui-
to de la salvación hecho por Dios en el bautismo, que se expresa en
el don de la fe y en la incorporación a Cristo y a la Iglesia. Como
respuesta a este don, corresponde por parte del hombre el cumpli-
miento del deber primario y fundamentalísimo que antes indicába-
mos. Todos los demás deberes y derechos deben considerarse en
orden al cumplimiento de ese deber. Por esta razón todos los dere-
chos deben ejercerse teniendo en cuenta el bien común de la Iglesia,
los derechos de los demás y los propios deberes para con los otros
(cf can. 223, $ 1). El BIEN COMÚN en la Iglesia no es sólo el orden
público externo de la misma como sociedad jurídicamente organi- t

zada, sino, como decía Pablo VI 5 , alcanza un misterio divino, el de


la vida de la gracia que todos los cristianos, llamados a ser hijos de
Dios, viven en la participación de la vida trinitaria. Por eso los
deberes y los derechos de los fieles son DEBERES Y DERECHOS SO-
BRENATURALES, y las instituciones de la Iglesia, con todas las leyes
positivas que las regulan, tienen como fin el de ser instrumento de
gracia, es decir, favorecer el bien de los fieles, que es la SALVACION
eterna. Esta participación en la vida divina por parte de cada uno
de los fieles es lo que, como recordaba Juan Pablo 11, realiza en la
paz la comunión eclesial, como fruto de la caridad divina, y es
fundamento de la corresponsabilidad de todos en orden a la con-

PABLOVI, Al. al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 126-
127.

76

- -
secución de ese fin sobrenatural 6. Entonces, si se viera en peligro la
comunión eclesial por causa del ejercicio de alguno de sus derechos,
el individuo, en virtud del deber fundamental de la CARIDAD, tiene
que renunciar a la reivindicación del mismo, pues de lo contrario
opondría a una injusticia sufrida otra injusticia todavía mayor, la
de la ruptura de la comunión. En efecto, en la Iglesia es verdade-
ramente difícil discernir con claridad entre los deberes y los dere-
chos personales de los fieles y los comunitarios. La persona en la
Iglesia no puede considerarse nunca de modo individualista, ya
que siempre vive y actúa en ella,:la alimenta y la edifica con su
misma vida y acción. Por tanto, cuando un fiel cumple sus deberes
y ejerce sus derechos, no se puede decir que lo haga sólo para él
mismo, sino también para el bien de toda la Iglesia. Por eso la
Iglesia se realiza como comunión espiritual entre todos los bautiza-
dos, es decir, como comunión de los santos, en donde el bien de
todos se convierte en el bien de cada uno y el bien de cada uno se
convierte en el bien de todos 7.

4. EL DERECHO Y LA ESTRUCTURA FUNDAMENTAL


CARISMÁTICO-INSTITUCIONAL DE LA IGLESIA

44. Los deberes y los derechos sobrenaturales de los fieles no


dimanan solamente del bautismo, sino también de los otros SACRA-
MENTOS y de los diversos CARISMAS dados por el Espíritu.
Por la analogía que existe entre el misterio del Verbo encarnado
y el misterio de la Iglesia, ésta es el sacramento de la vida trinitaria,
tanto en el sentido estricto de signo eficaz de gracia que produce la
comunión con Dios y con los hombres, como en el sentido de que
la sociedad visible de la Iglesia, jurídicamente organizada, como
signo de la realidad sacramental de la misma, en su estructura
fundamental que se expresa en la doble estructura de comunión y
de misión de sus miembros, es imagen de la vida trinitaria.
Esta estructura es regida por el DERECHO DIVINO INSTITUCIO-
NAL REVELADO. Las instituciones fundamentales de la Iglesia no
están determinadas por el albedrío del hombre, sino por la voluntad
de su fundador, expresada en la Escritura y en la tradición viva de

6 Cf JUAN PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AAS" 71 (1979) 423; 425; Al.
a la R. Rota, 26 febrero 1983, en "AAS" 7511 (1983) 556-557.
7 Cf JUAN PABLO 11, EX. Ap. Christifideles laici, n. 26, 30 diciembre 1988, en "AAS" 81
(1981) 393-521; E V 1 1/ 1606-1900.
la Iglesia, que se basa en la tradición apostólica. La estructura fun-
damental y las instituciones que la forman no son fruto de un
compromiso constitucional entre los hombres, como ocurre en la
sociedad civil, sino que dependen de la realidad dogmática de la
Iglesia, esto es, de su misma naturaleza, que obliga estrechamente
para todos los lugares y tiempos, a fin de que la Iglesia siga siendo
hasta la consumación de los tiempos el sacramento universal de
salvación para todo el género humano, plena realización como
cuerpo místico de Cristo. Esto es lo J U R ~ D I C ODOGMATICO, como
realidad ontológica de la Iglesia, que tiene su normatividad y obli-
gatoriedad intrínsecas, antes de toda determinación positiva. Mas
aún: esto es lo que da obligatoriedad jurídica a cualquier determi-
nación positiva que se haga.
La ESTRUCTURA FUNDAMENTAL de la Iglesia no es sólo la que
está compuesta por el orden jerárquico y por el orden del laicado,
sino también por el orden de los que siguen a Jesús en la práctica
efectiva de los consejos evangélicos y en la búsqueda de la realiza-
ción de la perfección'de la caridad. En la base de esta estructura
hay diversos carismas, de los que surgen instituciones fundamenta-
les para la Iglesia como conjunto de deberes y de derechos, que son
disciplinados jurídicamente con leyes positivas, sobre la base de las
exigencias intrínsecas de los mismos carismas, obra del Espíritu.
En estos tres órdenes, como instituciones fundamentales de la
Iglesia, tenemos que distinguir con claridad lo que es estrictamente
de institución divina, o sea, el derecho divino, en cuanto que per-
tenece a la esencia de la Iglesia, y lo que es de institución humana,
o sea, de derecho eclesiástico, que pertenece a la forma histórica de
la Iglesia y que tiene la función de proteger y expresar lo que es de
derecho divino. Esta distinción es también importante en relación
con los deberes y derechos de los fieles que surgen de los sacramen-
tos y de los carismas, dado que la distinción entre derecho divino
subjetivo revelado y derecho divino institucional revelado es tan
sólo formal: el primero está caracterizado por la consideración de
cada uno de los deberes y derechos en cuanto tales y de su ejercicio,
el segundo por la consideración de los deberes y derechos que, en
su conjunto, constituyen las instituciones.
El DERECHO ECLESIÁSTICO POSITIVO es entonces el conjunto de
normas positivas que regulan históricamente las relaciones inter-
subjetivas de los fieles, que surgen tanto del derecho divino natural
como del derecho divino revelado. La mutabilidad de esas normas
positivas varía según su relación más o menos inmediata con el
derecho divino natural, que es de suyo inmutable, aunque es cono-
cido históricamente por el hombre, y con el derecho divino revela-
do, también de suyo inmutable, pero formulado y expresado pro-
gresivamente en la Iglesia de modo más claro. Respecto a la evo-
lución histórica de las instituciones eclesiásticas, hay que ver si se
trata de instituciones que vienen de la tradición entendida en sen-
tido teológico, o apostólica, fuente de revelación, que está expresa-
d a en la praxis constante de la Iglesia y por el sentido de la fe de
los bautizados, confirmados y expresados la una y el otro por el
magisterio auténtico. Puesto que las instituciones de derecho divino
transmiten el anuncio de salvación de Cristo, el derecho eclesiástico
positivo, por medio de la praxis, entra también en el dinamismo
del anuncio de la palabra de Dios, es decir, de la voluntad de Dios
respecto a esas instituciones fundamentales y esenciales de la Igle-
sia. En efecto, en la Iglesia visible el elemento de la perennidad
tiene que entenderse en sentido dinámico, ya que a través del signo
sacramental se expresa la actuación histórica de un acto transhis-
tórico, el acto de la salvación, querida por el Padre, realizada por
el Verbo encarnado y continuada en la Iglesia por el Espíritu. Pre-
cisamente porque la Iglesia es sacramento de la salvación, su aspec-
to visible, jurídicamente organizado, forma parte del signo sacra-
mental, y por tanto el dinamismo del derecho eclesial positivo no
surge de la simple sabiduría humana o del compromiso humano
exigido por la evolución histórica de las diversas opiniones, sino de
la misma acción del Espíritu en la Iglesia.

5. TIPICIDAD
DEL DERECHO ECLESIAL

45. La naturaleza propia del DERECHO ECLESIAL o CANONICO,


que comprende no sólo el derecho positivo eclesiástico, sino tam-
bién el divino, tanto natural como revelado, se deriva de la natura-
leza de la Iglesia. La Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, como
sacramento radical de salvación, como comunión creada por la
acción del Espíritu Santo, tiene su analogado principal en el mis-
terio del Verbo encarnado y no en la sociedad civil *. /

/
El derecho eclesial, que forma parte de la realidad sacramental
de la Iglesia, no puede menos de tener el mismo FIN que ella, ser

8 Cf PABLO VI, Al. a1 I Congr. Int. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 108-
109; Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65,(1973) 96-98; Al. al II Congr. Int. Der.
Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 131.

79
instrumento para la SALVACION ETERNA del individuo. El derecho
eclesial es instrumental, funcional, respecto a la salvación, que es
alcanzada por el hombre cuando entra en COMUNIONcon Dios y
con los demás. De aquí se deriva su funcionalidad respecto a la
realización de la comunión en la única fe, en los sacramentos, en
la caridad y en el gobierno eclesiástico. Se deduce también que el
BIEN COMÚN,como hemos dicho, no es solamente la consecución
de un orden y de una paz exterior de la vida de la Iglesia, sino una
realidad interna a la misma, la realización por obra del Espíritu de
la comunión vertical del individuo con el Padre en el Hijo y de la
comunión horizontal con todos los hermanos. En función de este
bien común interno o inmanente a la Iglesia está el bien común
instrumental, es decir, todos los medios externos para conseguir el
primero.
Cada una de las normas eclesiásticas, así como todo el derecho
eclesial positivo, debe tener en cuenta la realidad más profunda del
hombre, es decir, su relación con Dios, su ordenación a la salva-
ción. Lo debe tener muy presente tanto el legislador en el momento
de producir las normas como la autoridad en general, o el juez en
especial, en la interpretación y aplicación de las mismas, así como
el fiel particular al observarlas. La ley positiva, debido al carácter
fragmentario de todo ordenamiento jurídico (cf n. 9), en su formu-
lación general y abstracta, por muy verificada que esté en la vida de
la Iglesia, nunca logrará prever todas las situaciones en que podrá
encontrarse la persona, y por consiguiente tendrá que buscarse
siempre en concreto el bien del individuo y de la comunidad, que
será lo realmente iustum. Entonces no basta que la norma eclesiás-
tica regule simplemente las relaciones externas entre los miembros
de la sociedad eclesial -sobre la base de una justicia distributiva o
igualitaria, sacada de la filosofía griega y de la jurisprudencia ci-
vil-, sino que para que alcance su finalidad (ser una ayuda para
la consecución de la salvación eterna del hombre), informada por
la caridad, tiene que ser un reflejo de la justicia divina. Puesto que
la fuente del derecho canónico es el precepto del amor a Dios y al
prójimo, en relación con el cual tendrá que encontrar su justifica-
ción toda la legislación eclesiástica9, en la Iglesia no se puede
concebir que, en nombre de una especie de bien común puramente
exterior, en la aplicación de una ley positiva no se tenga en cuenta
la situación del individuo en relación con su salvación eterna per-
sonal. En la medida en que el bien común en la Iglesia se refiere a

9 Cf PABLOV I , Al. a la R. Rota, 28 enero 1972, en "AAS" 64 (1972) 204-205.


l
un bien eterno, mediante la'comunión espiritual y mística entre
1 todos los que la componen, el bien del individuo redunda siempre
1t en bien de la comunidad, y viceversa. Como el pecado del individuo
le acarrea daño no solamente a él, sino a toda la comunidad, así
t
r también la salvación del individuo cede en provecho de todos.
t
f
I 46. De todo esto se derivan varias instituciones típicas del
1 derecho eclesial, que no encuentran ninguna correspondencia en el
! derecho civil.
En primer lugar, la EQUIDAD CANÓNICA, que, aunque procede
de la tradición jurídica romana, recibe sin embargo en la Iglesia
una motivación y un fundamento nuevos en su plenitud. Frente a
las circunstancias concretas en que se mueve imprevisiblemente el
individuo, la ley tiene que encontrar a menudo en su aplicación un
correctivo de su rigor por el bien sobrenatural del propio individuo.
L
Así, en la Iglesia la equidad'constituye la cualidad intrínseca de sus
leyes, la norma de su aplicación, una actitud de espíritu y de ánimo
de la autoridad que tiene que hacerlas respetar. La equidad canó-
nica reclama una justicia superior que hay que hacer presente en
e las vicisitudes humanas, la misma JUSTICIA DIVINA, que se distin-
gue de la justicia positiva que está contenida de forma general y
abstracta en las normas humanas puramente positivas. Expresa
la CARIDAD y conduce a la caridad, que es don del Espíritu, y que
buscando siempre el bien en orden a la salvación eterna intenta-
rá curar y educar, en vez de castigar. En la equidad canónica brilla
el carácter pastoral del derecho eclesial como nota peculiar del
mismo ' 0 .
L a DISPENSA (cf nn. 634437) de las leyes eclesiásticas positivas,
no debe considerarse como una herida al derecho, sino como un
complemento de la ley positiva, en cuanto que en ella se actúa el
principio fundamental de todo el derecho eclesial de buscar el bien
espiritual de la persona en las situaciones concretas en que se en-
cuentra.
Sobre el principio- de la caridad se basa la previsión de las
causas EXCUSANTES y de las EXIMENTES, del principio de la EPI-
QUEYA (cf nn. 601402) y de la praxis de la TOLERANCIA y de la
DISIMULACION por parte de la autoridad frente a la violación de
una ley.

lo Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 98-102; JUAN
PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AASn 71 (1979) 423-425; Al. al VI1 Curso
de agg. can., 13 diciembre 1979, en "AAS" 71 (1979) 1521-1531.
Es típico del derecho eclesial el ejercicio de la potestad de
gobierno tanto para el FUERO EXTERNO como para el INTERNO

4
(cf nn. 572-575); estos os fueros, aunque han de distinguirse, no se
pueden separar, segun el modelo de la naturaleza misma de la
Iglesia, en donde el elemento visible y el invisible tienen que distin-
guirse, pero sin separarse. Además, el principio fundamental de la
caridad es el que requiere que, en determinadas circunstancias, el
ejercicio de la potestad de gobierno, en vez de hacerse en el fuero
externo, se haga en el interno, precisamente para el bien espiritual
del individuo.
La misma finalidad de las CENSURAS ECLESIÁSTICAS en la Igle-
sia no puede ser vindicativa, sino medicinal, para que el peca-
dor llegue a la conversión del corazón y se salve. Sobre esto se
basa el principio de la amplia discrecionalidad reconocida al juez
por el derecho positivo en la aplicación de las penas y para infligir
penas incluso cuando no hayan sido previstas por la ley canónica
(cf n. 666). La naturaleza propia del derecho penal eclesiástico
aparece especialmente en las censuras latae sententiae (cf nn. 667;
678-680), que manifiestan que en la Iglesia la coactividad no se
basa ni en la ley en sí misma ni en l a sentencia judicial en cuanto
tal, sino ante todo en la voluntad salvífica de Dios, que se percibe
en la conciencia personal y se expresa en la ley penal de la Iglesia.
A través de todas estas instituciones propias del derecho ca-
nónico, y especialmente la equidad canónica, la CARIDAD viene a
informar todo el ámbito de ejercicio .y las funciones de la autoridad
en la Iglesia, tanto a nivel de producción como de interpretación y
de aplicación de las leyes. Entonces no podemos decir que la cari-
dad sea un principio extrajurídico, ya que es precisamente el prin-
cipio fundamental jurídicamente relevante, puesto que en él se basa
todo el ordenamiento jurídico eclesiástico: viene a ser la forma de
la justicia que vige y se expresa en él y que de este modo es mani-
festación visible de la justicia divina. En el derecho eclesial podemos
ver un reflejo de lo que decía san Pablo (cf Rom 13,8-lo), es decir,
que no le debía nada a nadie más que el amor mutuo, puesto que
el que ama a su semejante ha cumplido la ley. Si todos los manda-
mientos que se refieren a las relaciones sociales entre los hombres
se resumen en el de amar al prójimo como a sí mismo, también al
ámbito jurídico, y no sólo al moral, hemos de extender el deber
primario de la caridad. Así la ley externa escrita, que debe ser
manifestación de la interior, la gracia del Espíritu Santo, y que
regula las relaciones entre los hermanos de la misma fe, no puede
menos de tener como elemento constitutivo la caridad. Esto depen-
de del hecho de que la ley vive en la Iglesia, que es la comunión
i creada por el vínculo del Espíritu Santo, el cual se manifiesta
f1 externamente en una sociedad-comunidad en donde las relaciones
entre sus miembros son relaciones sociales, visibles, jurídicamente

i
1
I
disciplinadas, es decir, reguladas por la autoridad eclesiástica.
De la naturaleza de la Iglesia y del fin del derecho eclesial
i depende también la OBLIG CION EN CONCIENCIA de las leyes ecle-
I
i
1
1
$
&isticas (cf n. 600). Por e hecho de que la ley tiene que impulsar
al sujeto a abrirse al deber obligante en el sentido más pleno, en
i
cuanto que hace al sujeto responsable frente a Dios (cf n. 1 1 ) , la
obediencia en la Iglesia no puede ser simplemente una sumisión
externa a la autoridad. dem mas, tiene que considerarse como un
medio para crecer en otras virtudes como la fe, con la que el
cristiano se somete con un acto de adhesión libre interna a la
autoridad del magisterio; como la virtud de religión, con la que
1
acepta la disciplina sobre el culto y los sacramentos, y como la
i
l
caridad, con la que se obtiene el incremento de todo el cuerpo de
I
Cristo, y por tanto de la comunión eclesial. Además, la obligación
I en conciencia de las leyes eclesiásticas se basa en el hecho de que el
I
ejercicio de la autoridad en la Iglesia no puede concebirse más que
como un ministerio sagrado, como un servicio, en cuanto que se
trata de una autoridad magisterial conferida por Cristo para que
sea anunciada auténticamente la palabra de Dios; de santificación,
a través del anuncio de la palabra de Dios y la administración de
los sacramentos, y finalmente pastoral, para que a través de las
leyes promulgadas y de los juicios pronunciados la palabra de Dios
siga anunciándose con fidelidad en su integridad, los sacramentos
y el culto sigan celebrándose según la institución divina y la vida
cristiana se desarrolle según las exigencias de la radicalidad del
evangelio expresada en el sermón de la montaña.
En conclusión, la ley positiva eclesiástica, al servicio de la pa-
labra de Dios, del culto y de los sacramentos y de la santidad de
la vida cristiana, no puede ser únicamente un ordenamiento de la
razón del hombre para obtener un bien común concebido tan sólo
exteriormente, sino un ordenamiento de la razón iluminada por la
fe e informada por la caridad del Espíritu Santo.
CAPÍTULO
4

LAS FUENTES DEL DERECHO ECLESIAL

1. EDAD APOSTOLIC

4
47. Los apóstoles los ancianos de Jerusalén, para dirimir la
cuestión de los judaizantes, fueron conscientes de que podían dar
disposiciones válidas también para los hermanos de Antioquía y
ejercieron un verdadero poder legislativo (cf He 15,23-28).
Pablo era consciente de que podía hacerse intérprete autorizado
del derecho divino positivo (cf lCor 7,lO-11) y de que podía dar
disposiciones autoritativas también sobre materias que el Señor no
había regulado directamente (cf 1Cor 7,12-19-25-40),seguro de que
estaba asistido por el Espíritu de Dios (cf 1Cor 7,40b).
En este sentido pueden interpretarse también las instrucciones
dadas por el autor de las cartas pastorales.
Desde el siglo 1 se desarrolló en la Iglesia una actividad recopi-
latoria de normas que nos muestra cómo desde el principio la
actividad jurídica en la Iglesia era muy intensa y abarcaba materias
parecidas a las de hoy.
Podemos dividir estas colecciones de normas en períodos.

2. COLECCIONES
ANTERIORES AL "CORPUSIURISCANONICI"

2.1. Colecciones pseudoapostólicas (SS.11-V)

48. Doctrina Duodecim Apostolorum o Didaché (SS.I-11): con-


tiene preceptos morales, normas litúrgico-sacramentales y normas
sobre la jerarquía..'
Didascalia (s. 111): su contenido es similar al de la Didaché, pero
ofreciendo el testimonio de una disciplina más articulada en el
episcopado.
Traditio Apostolica S. Hippolyri (220 aprox.): contiene el ritual
r,omano de la ordenación de todos los grados y ministerios en la
Iglesia primitiva y trata de varias instituciones eclesiásticas.
Constitutiones Apostolicae (SS. IV-V): es una colección de nor-
mas relativas a las costumbres y a la liturgia; depende de las reco-
pilaciones anteriores, pero contiene también algunas herejías.
Canones 85 Apostolici (s. IV): forman la última parte de las
Constitutiones Apostolicae y tratan de las obligaciones, de las cua-
lidades de la ordenación de los clérigos, de los delitos y de las
penas. Hay varios cánones que provienen de los sínodos orientales
de los cuatro primeros siglos.

2.2. Colecciones de la unidad católica-regional (SS. V-Vi)

49. Del siglo v en Oriente proceden las colecciones de leyes ecle-


siásticas y de leyes civiles juntamente.
También en África existen colecciones de concilios regionales y
provinciales.
En España se recogen también los cánones de los concilios orien-
tales, los cánones de Galia, de África y de Roma.
En Francia se rec0gen.a su vez los cánones de Oriente, de España
y de Roma.
En Italia aparece el llamado renacimiento gelasiano, que va de
al papa Hormisdas (514-523). Es un hecho muy
confluyen en Roma todas las recopilaciones re-
gionales. Las recopilaciones más importantes son:
- la Versio Hispana: anterior al renacimiento gelasiano, contiene
los cánones de los primeros concilios;
- la Versio Prisca, parecida a la anterior;
- la Collectio Dionysiana: recopilada en Roma en el siglo VI por
el monje escita Dionisio; contiene los cánones de los primeros
concilios, a los que se añade una serie de decretales; tuvo
mucha importancia y autoridad; se redactaron tres ediciones
entre el 497 y el 523; Adriano 1 se la ofreció completa a Car-
lomagno y llegó a tener un carácter oficial; se la llamó ColIectio
Dionysio-Hadriana; en Francia se conoció con el nombre de
Liber canonurn
2.3. Colecciones de la diversidad nacional-regional (SS.VI-VIII)

50. En el siglo VI,debido a la formación y consolidación de los


reinos germánicos, se cae en un fuerte particularismo regional-
nacional. La jerarquía eclesiástica se debilita y en algunas partes ya
casi no funciona. .
Donde funciona todavía sigue influyendo la Dionysiana.
En el siglo VII -se agudiza el particularismo, en cuanto que en el
derecho eclesiástico entran cada vez más los diversos derechos ger-
mánicos, muy diferentes a veces entre sí.
En Italia se producen recopilaciones menos importantes, pero que
añaden nuevos textos, o bien recopilaciones de Formulae, según las
cuales se escribían las actas de los papas o de la curia romana.
En Oriente se observa una omisión sistemática de los cánones
occidentales y se recogen sólo los africanos. Las decretales de los
papas no se traducen ni se divulgan. Es importante la Collectio
Trullana del siglo VII, ya que fija las fuentes del derecho.
En este periodo es notable la función que desempeñó la Iglesia de
España. A pesar de la invasión y de la persecución por parte de los
visigodos arrianos, se conservó la disciplina antigua romana, univer-
sal, mediante todas las colecciones anteriores al regionalismo.
En el 586 se produce la conversión de los visigodos al catolicismo;
así pues, se vio favorecida la unidad legislativa por el restablecimien-
to de la jerarquía.
Este fenómeno de España es importante, ya que en las demás
naciones el influjo de los derechos germánicos, que tuvo como con-
.secuencia el fraccionamiento de la disciplina eclesiástica, llevó a un
debilitamiento de la autoridad de la jerarquía eclesiástica, y por
tanto a una sumisión progresiva de la Iglesia a la autoridad civil. El
c ~ n c i l i oToledano IV (633) tuvo como resultado la redacción de la
Collectio Hispana, que es una colección tácitamente oficial, ya que
tiene como autor a la misma jerarquia. Luego fue reconocida por
Alejandro 111 (1 159-1 181) como Corpus canonum authenticurn Ec-
clesiae Hispanae. Este reconocimiento fue confirmado luego por
Inocencio 111 (1 198-1216).
Al mismo tiempo se desarrolló el derecho de la Iglesia en las islas
célticas y en Bretaña. Es un derecho consuetudinario, basado en una
disciplina contraria a la de la Iglesia romana por falta de relaciones
y en una rígida conservación de tradiciones locales en oposición a
los sajones, que habían invadido las islas célticas. Los monasterios
son el centro de la vida religiosa y civil del país, y esto aumenta la
confusión, el fraccionamiento y el subjetivismo del derecho en aque-
llas zonas.
\
Son de este período los Libri paenitenriaks, que tanto influjo
tendrán en toda la Iglesia en lo que atañe a la disciplina de la
penitencia con la venida de los monjes celtas al continente después
de la invasión de los sajones y de los vikingos.
En Galia se consigue la unidad política con el reino de los francos,
pero se observa un debilitamiento de la autoridad eclesiástica; por
eso los vínculos entre las mismas Iglesias de la Galia son muy lábiles.
Las relaciones con Roma son escasísimas. Se conserva el ius ami-
quum como sustrato, pero queda corrompido por el añadido de
leyes, con lo que se llega a tal particularismo que cada Iglesia tiene 1

su liber canonum.

2.4. Colecciones del renacimiento franco (SS.Viii-IX)


51. Con la aparición del feudalismo se tiene una fuerte instru-
mentalización de la Iglesia por parte de los primeros príncipes caro-
lingios. Por causa de esto la jerarquía se debilita cada vez más y el
clero, en general, cae en una depravación cada vez mayor.
Se observa un conflicto estridente entre la confusión y la anarquía
que reina en el ámbito eclesiástico y la exigencia por parte ya de
Pipino el Breve de dar mayor unidad y orden a todo el reino. Se ve
que un medio para realizar este intento sería la reforma de la disci-
plina y de las'costumbres, tanto del clero como de los fieles, por
medio de una unificación del derecho y de las colecciones. Por esto
se quiere volver al derecho auténtico, antiguo, universal, pontificio,
añadiendo los elementos de la sana tradición gálica y de la insular
que se había introducido con la venida de los monjes celtas.
En el 742 comienza una serie de concilios reformatorios.
De este período es la Dionysio-Hadriana, de la que ya hemos
hablado; otra colección es la Dacheriana: expresa el espíritu de la
reforma carolingia, que se expone en el prefacio de la misma. Indica
además la autenticidad de los textos. Utiliza textos universales, y
particulares sólo cuando faltan los primeros.
Sin embargo, la reforma carolingia obtiene sólo en parte sus efec-
tos. En realidad, la jerarquía, debido al sistema patrimonial que se
había establecido con las iglesias privadas y con las investiduras
laicas, estaba demasiado radicalmente secularizada y corrompida,
sometida por completo al arbitrio del poder secular.
Resulta insuficiente recurrir al ius antiquum por la oposición de
los príncipes feudales a la reforma. Los papas de entonces, demasia-
d o débiles, no supieron intervenir con nuevas normas.
Dada esta situación y dada la finalidad que se quiere alcanzar, se
desarrolla la llamada recopilación espúrea. Se forma en Francia una
oficina, no sabemos en qué lugar, con muchos empleados, con la
finalidad de recoger de todos los monasterios y los archivos de
Francia documentos que pudieran desatar los vínculos que sometían
a la Iglesia a la potestad secular, establecer sólidamente la jerarquía
y la organización eclesiástica, obligar a los clérigos a la estricta
observancia de su sagrado oficio, reformar las costumbres de los
laicos.
Se recurre entonces a aquellas normas que restauran la disciplina
antigua: los antiguos concilios de Oriente y de Occidente, las decre-
tales de los papas, el derecho romano, las capitulares, la Sagrada
Escritura, los santos padres. En este sentido se puede llamar reforma
romana, ya que de manera particular propugna y transmite la disci-
plina de la Iglesia occidental. Sin embargo, cuando no se encuentran
documentos auténticos útiles para la consecución de los fines que se
proponen, se alteran algunos de los documentos encontrados o se
hacen ex novo.
Toda esta actividad se desarrolla entre el 845 y el 857 o, todo lo
más, entre el 847 y el 852. Pero hay que reconocer que con este
fenómeno se tiene un nuevo periodo de la historia de las fuentes del
derecho eclesiástico, ya que a través de estos documentos falsos se
subrayan precisamente algunas de las instituciones ya afirmadas por
colecciones anteriores.
Recordemos los Capitularia Benedicti Levitae y las Decretales
pseudo-Isidorianae, que contienen el famoso espúreo de la Donatio
Constantini.

2.5. Colecciones entre la reforma carolingia


i
y la reforma gregoriana (SS.IX-XI)

52. Aumentan los apócrifos y con ellos aumenta la confusión,


dado que el recurso a los mismos no logró sanar los males por los
que se utilizaban.
Los monjes de Cluny se hacen promotores de una reacción contra
la incertidumbre de la disciplina eclesiástica y la depravación gene-
ralizada.
Es el comienzo de la reforma gregoriana el que promoverá la
potestad suprema universal de los papas como solución a los proble-
mas de la épocq, junto con un vivo renacimiento espiritual.
Es importante el Decretum Burchardi Wormatiensis: asienta los
principios básicos de la nueva reforma. De hecho es obra de la
reforma episcopal en Alemania. Es una colección universal, bien
ordenada, práctica.
2.6. Colecciones de la reforma gregoriana (s. X i )

53. Los principios fundamentales de la reforma gregoriana son:


abolición de las investiduras laicas, lucha contra la simonía, reforma
con carácter universal, reivindicación de la autoridad suprema uni-
versal, retorno a la antigua disciplina y a la tradición, uso solamente
de textos antiguos auténticos (pero entre ellos están también las
decretales pseudo-Isidorianas, que se consideraban entonces genui-
nas), lucha contra los textos espúreos, rechazo de los textos de la
autoridad inferior contrarios a los de la autoridad suprema, juicio
de la Santa Sede sobre la autoridad de los textos, lucha contra la
injerencia de la autoridad civil.
De este período son:
- El Dictatus Papae Gregorii VZI: es un índice de los derechos
de la Santa Sede, con la indicación de los textos probatorios.
- La Collectio 74 titulorum: fue el Liber manualis de la curia
romana y de los papas. Es la segunda colección oficial de la Santa
Sede, a pesar de que no es auténtica.

2.7. Colecciones de la reforma gregoriana evolucionada (s. Xi)

54. A pesar de la actividad de la reforma, siguen teniendo vigor


las colecciones antiguas en lo que no se refiere a materias que contie-
nen directamente la reforma. Además, muchos textos de la reforma
son considerados como demasiado rígidos y sufren progresivas mo-
dificaciones. Esto se verifica también porque los papas que sucedieron
a Gregorio VI1 prosiguieron la lucha de forma más diplomática
(especialmente Urbano 11) y, una vez ganada la batalla principal, la
que se dio contra las investiduras laicas, se inclinaron por un arreglo
y una transacción del conflicto.
Se introducen entonces nuevas colecciones que siguen con menor
rigor los principios de selección de los textos. Vuelven a aparecer
textos espúreos o alterados.
De este período son las Collectiones Zvonis Carnutensis: Triparti-
ta; Decretum; Panormia.

2.8. Escritos y colecciones que preparan el Decreto


de Graciano (SS. XI-xn)

55. Frente a las muchas discordancias entre las colecciones que


corrían y las discordancias dentro de las mismas colecciones, surgen
algunos' intentos de conciliación de los textos.
Los criterios que empiezan a seguirse son los de escoger los textos
más genuinos, más perfectos y más aceptados por los papas. La
misma interpretación de los textos empieza a hacerse más atenta y
científica. Respecto a la conciliación de los textos se sigue el criterio
de la distinción entre leyes necesarias e inmutables y leyes contingen-
tes y mudables, entre leyes de autoridades superiores y de autorida-
des inferiores, y sobre todo entre ley y dispensa.
La ciencia canónica empieza a utilizar el método escolástico in-
troducido por Abelardo, que se aplica también para el estudio de1
i derecho romano, que vuelve a florecer con la escuela de Bolonia. Se
1 establece un vínculo entre el derecho canónico y la teología.
!
t
I

3. F O R M A CDEL
I~N "CORPUSIURISCANONICI"
l
56. A ejemplo de las Pandectas de la Codzficación de Justinia-
no, que acababa de recuperarse, se siente la necesidad de una

11 unificación de la disciplina eclesiástica para poner fin a la incerti-


dIimbre de la misma y a no pocos abusos. Esa unificación tenía que
ser interna: conciliación de las normas diversas y en parte opuestas;
y también externa: unidad de recopilación de la masa de normas
1 dispersas por las varias colecciones.

3.1. "Decreto" de Graciano (1 140)

i 57. Esta obra fue realizada por el monje Graciano, maestro de


11
teología en Bolonia (muerto antes del 1160). Utiliza la ayuda de sus
i discípulos en el monasterio de los santos Félix y Nabor en donde
vivía -especialmente de Paucapalea-, que continuarían su obra,
añadiéndole incluso las llamadas Paleae.
La intención de Graciano es la de recoger los textos que en
diversos tiempos y regiones determinaron la disciplina eclesiástica
y darles a todos unidad según reglas de selección, de interpretación
y de conciliación elaboradas sistemáticamente mediante una apli-
cación universal, general, sistemática, homogénea, total, de forma
que se obtenga un cuerpo coherente y orgánico de normas que
puedan aplicarse siempre y en todas partes.
De aquí nace la Concordia discordantium canonum o Decre-
tum, que marca el verdadero comienzo de la ciencia canónica.
Conviene, sin embargo, tener muy en cuenta que el derecho canó-
nico n o surge con Graciano, sino su estudio científico: enseña a
deducir de los textos antiguos su sentido genuino, a aplicar las
normas antiguas a las exigencias contemporáneas, a resolver las
controversias y a suplir las lagunas.
Pero el Decretum tiene que considerarse como obra privada, ya
que nunca fue aprobado como Codex authenticus.

3.2. Colecciones entre el "Decreto" y las "Decretales"


de Gregorio IX (1191-1226)
58. Después del Decreto se produjo un gran florecimiento de la
ciencia y de las instituciones de derecho canónico, bien sea por el
ejercicio efectivo del primado de jurisdicción por parte de los papas,
bien por la gran autoridad doctrinal que va asumiendo cada vez más
la escuela de Bolonia. En ella se desarrollan las Glossae al Decreto
y a las nuevas Decretales pontificias que van saliendo.
Empiezan a aparecer las llamadas Collectiones Extravagantium:
colecciones de decretales pontificias.
Entre ellas tenemos:
- Compilatio I antiqua (1 191): recoge las normas omitidas por
Graciano y las emanadas después del Decreto.
- Compilatio II antiqua (12 10-1212): recoge las decretales ante-
riores a Inocencio 111.
- Compilatio III antiqua (1210): decretales de Inocencio 111. Es

la primera colección redactada por orden del papa y promulgada


auténticamente por él a través de la comunicación a la escuela de
Bolonia. Quedan derogadas las colecciones privadas de las decretales
de Inocencio 111.
- Compilatio ZV antiqua (1215-1216): es una recopilación que
sigue siendo privada.
- Compilatio V antiqua (1226): es una recopilación auténtica; el
papa Honorio 111mandó incluso que se utilizara en las escuelas y en
los juicios.

3.3. "Decretales" de Gregorio IX (1234)


59. Se desarrolla mucho el ius decretalium, pero con numero-
sas repeticiones, abrogaciones, derogaciones, con perjuicio de la
aplicación del derecho y del estudio en las escuelas. Además aumen-
ta más aún la confusión del uso, todavía vigente, de las viejas reco-
pilaciones.
Se siente entonces la necesidad de una recopilación universal,
única, exclusiva, auténtica, que ofrezca de forma compendiada
todo el ius decretalium y que proceda de la autoridad legislativa,
no ya de las escuelas.
Con esta intención nace el Liber Extra, llamado actualmente
~ecretalesde Gregorio I X : no es una mera recopilación, sino una
t nueva redacción del derecho.

3.4. "Liber VI Bonifacii VIII" (1298)


60. Debido a la invasión en los tribunales y en las escuelas de
colecciones auténticas y privadas de las decretales posteriores al
Liber Extra, se hizo necesaria esta nueva recopilación.
Es una recopilación universal, Única, exclusiva, auténtica, en
cuanto que fue promulgada a través de la comunicación a las
escuelas de Bolonia, París y Salamanca.
Tiene una índole más abstracta y general; por eso mismo es más
parecida a las codificaciones modernas.

3.5. "Clementinae" (1317)


61. En este período se hizo necesaria una intensa actividad
legislativa por la evolución y la incertidumbre en que se movían
varias instituciones canónicas, por la defensa de la libertad de la
Iglesia y de las personas en la Iglesia, por la reforma de las costum-
bres, etc.
Clemente V promueve esta recopilación, pero muere antes de
su promulgación, que fue hecha por Juan XXII con el envío de la
misma a Bolonia, París y Salamanca.
Es auténtica, Única, universal, pero no exclusiva.
Es la última colección auténtica hasta el Liber primus Bullarum
de Benedicto XIV, en el siglo XViii, pues una vez asentado el fun-
damento auténtico del derecho puede dejarse la iniciativa a los
privados.

3.6. "Collectiones extravagantes" (fin s. XV)


62. ~ u c e ~ i v a m e nse
t efueron añadiendo a lo que es considera-
do como el Corpus Iuris Canonici todas las decretales posteriores
a las Clementinae: Extravagantes loannis X X l t Extravagantes com-
munes.
Estas colecciones son privadas y cada una conserva su propio
valor.

63. Después de la formación del Corpus Iuris Canonici no se


hace ninguna otra colección comprensiva de las fuentes legislativas
de la Iglesia. Las colecciones posteriores al Corpus tienen una
1
índole no sistemática. Entre ellas recordamos:
- Los Bullaria, que por iniciativa privada y en varias ediciones
recogen las constituciones y las decretales pontificias. De las actas
de algu~iospontífices se hacen también ediciones oficiales (Bene-
dicto XIV, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, Pío X).
1 - Las colecciones de los cánones de los concilios, ecuménicos
I o particulares. Entre éstas tiene especial importancia la relativa al
concilio de Trento.
- Las colecciones de decreta, responsa, decisiones de las con-
gregaciones romanas, de los tribunales y de los oficios de la curia
romana. Entre estas colecciones es especialmente importante la de
la Congregación del concilio, que tenía la facultad de interpretar
auténticamente los cánones del concilio de Trento. También- son
importantes las colecciones de la Congregación de Ritos y de las
decisiones de la Rota Romana.
- Las Acta Sanctae Sedis: son el periódico -oficial desde el
23 de mayo de 1904- que de 1865 al 1908 publica, como medio de
promulgación, las actas pontificias y de la curia romana.
- Las Acta Apostolicae Sedis: son el Commentarium officiale
de la Santa Sede, que desde 1909 sustituyó a las Acta Sanctae
Sedis.

5.1. El Código de 1917 (CIC 1917)


64. La multiplicidad de las leyes canónicas y la dificultad de
su consulta y aplicación hacían necesaria una revisión y una reor-
denación de toda la materia.
94
Ya en el concilio Vaticano 1 se habían hecho algunas peticiones.
en este sentido.
Más tarde, Pío IX y León XIII habían reordenado íntegramente
algunas materias e instituciones.
Pío X, con el motu proprio Arduum Sane, del 19 de marzo de
1904, instituyó una comisión para la redacción del Código. Los
trabajos duraron doce años, y el día de Pentecostés de 1917 (27 de
mayo) Benedicto XV promulgó con la bula Providentissima Mater
el Codex Iuris Canonici, que entró en vigor para toda la Iglesia el
día de Pentecostés de 19 18 (19 de mayo).
if El Codex tuvo una larga y compleja elaboración, que se des-
arrolló bajo la guía de un insigne jurista como el cardenal Pedro
i Gasparri, que fue primer secretario y luego presidente de la comi-
sión cardenalicia nombrada por Pío X para la preparación y redac-
C
ción del Codex. Esta comisión, dividida en subcomisiones, examinó
los postulados que en carta del 25 de marzo de 1904 se habían
i
pedido a todos los obispos, y teniendo presentes los esquemas pro-
puestos por varios redactores sobre los diversos temas formulados
en breves cánones, que comprendían solamente la parte dispositiva
(tal como se podía deducir de las leyes vigentes contenidas en el
f Corpus Iuris Canonici, en las actas del concilio de Trento, de los
1
sumos pontífices, de las congregaciones romanas y también de los
tribunales eclesiásticos, con las innovaciones que se consideraban
oportunas), trazó un primer esquema completo de las disposiciones,
discutidas en cada caso y determinadas estructuralmente. Este es-
quema fue enviado luego a los obispos, a los abades nullius, a los
superiores de las órdenes religiosas, a los peritos, con una invitación
para que sugirieran enmiendas. Estas enmiendas fueron valoradas
por la comisión, que elaboró un nuevo esquema predefinitivo, que
fue una vez más revisado y discutido en cada una de sus partes
hasta llegar a la aprobación de la redacción definitiva.
El Codex es sólo para la Iglesia latina y no obliga a la Iglesia
oriental, a excepción de aquellas materias que por su naturaleza se
refieren también a esta última (can. 1).

t
1
El Codex es ley única, auténtica, exclusiva, estable y universal.
Benedicto XV, con el motu proprio Cum luris, del 15 de septiembre
I de 1917, instituyó una comisión para la interpretación auténtica
del Código. Las responsa de esta Comisión, publicadas en las
"AAS", tienen el mismo valor jurídico que las normas contenidas
en el Codex.
5.2. El Código de 1983 (CIC 1983)
65. Pertenece a la naturaleza misma del derecho canónico
evolucionar y adaptarse a las nuevas exigencias pastorales; por eso,
incluso después de la codificación continúa una rica producción de
normas.
El 25 de enero de 1959 Juan XXIII anuncia el sínodo romano
y el concilio ecuménico como un punto de partida para la reforma
del Código.
En 1963 el mismo Papa anuncia la creación de la comisión para
la reforma del Código, que debería comenzar sus trabajos después
del concilio.
En 1964 Pablo VI nombró 70 consultores.
Desde la primera sesión de los consultores en 1965 surgió el
problema de si había que redactar dos Códigos (uno para la Iglesia
latina y otro para las Iglesias orientales), junto con un Código
fundamental, o uno solo. Se optó por la primera solución.
En el sínodo de los obispos de 1967 se expusieron los principios
directivos para el trabajo de la comisión l .
La reforma del código se había hecho todavía más urgente y
necesaria después del Vaticano 11, para lograr que la Iglesia refle-
jase, incluso en su dimensión jurídica, el espíritu eminentemente
pastoral del concilio y mostrase más visiblemente la imagen que en
el presente período de la historia tiene la Iglesia de sí misma y que
ha intentado expresar en los decretos conciliares.
Después del concilio hubo una rica producción de normas tran-
sitorias para aplicar los decretos conciliares, que abrogaron varios
cánones del CIC 1917 y que fueron la base para la redacción del
nuevo Código.
Después de los primeros esbozos de esquemas entre el 1963 y el
1972, las subcomisiones redactaron tres esquemas (1977, 1980 y
1982), de los que los dos primeros fueron enviados a estudio de los
obispos, abades nullius, superiores religiosos, peritos, etc. El tercero
(1982) fue redactado después de la sesión plenaria de 1981, com-
puesta de cardenales y obispos de todo el mundo.
Al mismo tiempo se extendió la Lex Ecclesiae Fundamentalis.
El texto A de 1966 fue rechazado por la comisión central. El tex-
t o B fue aprobado sustancialmente en 1967.
1 PONT.COM.REF.CIC, Acta Commissionis, en "Com." 1 (1969) 77-100.

96
La elaboración de la LEF fue aprobada además por el sínodo
de los obispos en 1967 y por la comisión para la revisión del
Código en 1968. En 1969 el texto C o textusprior fue sometido al
parecer de la comisión para la reforma del Código, al de la Congre-
gación para la doctrina de la fe y al de la comisión teológica.
Tomando nota de las observaciones recibidas, se redactó en 1970 el
textus emendatus, que se sometió al examen de todo el episcopado.
En 1971 se hizo público al sínodo de los obispos. De 1.3 13 respues-
tas a la pregunta de si los obispos creían oportuna la redacción de
una LEF, hubo 593 placet, 462 placet iuxta modum y 251 non
placet; al contrario, a la pregunta de si gustaba el esquema redac-
tado, hubo 61 placet, 798 placet iuxta modum y 422 non placet.
Finalmente, el papa Juan Pablo 11 decidió no promulgar la LEF y
que parte de ella se integrara en el Código, cuya promulgación se
tuvo el 25 de enero de 1983 con la constitución apostólica Sacrae
disciplinae leges 2. Después de diez meses de vacatio legis, el Código
entró en vigor el 27 de noviembre de 1983. Al año siguiente se
nombró la comisión de interpretación auténtica 3, que se convirtió
luego en el Pontificio Consejo para la interpretación del texto de
las leyes (cf n. 738) 4.
El Código de Derecho Canónico se refiere sólo a la Iglesia
latina (can. 1). En general, no define los ritos que hay que observar
en las celebraciones litúrgicas; por tanto, las normas litúrgicas,
emanadas antes de la promulgación del mismo, siguen en vigor, a
no ser que sean contrarias a los cánones (can. 2). Finalmente, los
cánones del Código no abrogan los pactos estipulados entre la
Santa Sede y las naciones u otras sociedades políticas ni las derogan
(can. 3).

-
"AAS" 75 (19831 11) VII-XIV; E V 8/61 1-640.
3 Cf JUAN PABLO11, M.p. Recognitio juris canonici, 2 enero 1984, en "AAS" 76 (1984)
433-434; E V 81 641 -648.
JUAN PABLO11, Const. Ap. Pastor bonus, 28 junio 1988, arts. 154-158, en "AAS" 80
(1988) 901-902; E V 1 11 787~1070.
SEGUNDA
PARTE

EL PUEBLO D E DIOS
1
1
F
1 LOS FIELES EN GENERAL Y LAS PERSONAS
EN LA IGLESIA

l. F I E L E S Y PERSONAS FÍSICAS EN LA IGLESIA

l
it 1.1. Los fieles en general

a) La consagración de Cristo y la consagración bautismal

66. Según el canon 204, tj 1, han de considerarse fieles (chris-


tzfideles) los que han recibido el sacramento del BAUTISMO, con el
que han sido configurados con Cristo con un carácter e incorpora-
dos a la Iglesia (cf can. 849).
La consagración bautismal es, evidentemente, igual para todos
los fieles, que reciben en ella el don de la fe y la gracia de la
profesión de la fe. Esta consagración es el presupuesto para toda
consagración ulterior en la Iglesia y don del Espíritu: la vocación
bautismal está en la base de toda otra vocación especial.
La consagración bautismal se aparta del concepto de consagra-
ción que se encuentra en las religiones no cristianas. El rescate de
la corrupción del pecado y de la muerte que ha realizado Cristo de
toda la realidad creada anula todo tipo de distinción entre lo sagra-
d o y lo profano, entendidos en un sentido externo y espacial. Efec-
tivamente, en la visión cristiana de las cosas la consagración de una
persona no se entiende en el sentido exterior de una destinación
para el culto divino, percibido localmente, sino como una liberación
de la persona en cuanto tal del dominio del pecado y de la muerte
para realizarse totalmente como criatura de Dios, según su proyec-
to original, en una pertenencia total a él. La consagración se sitúa
entonces en el plano del ser antes que en el del obrar.
Todo esto porque la consagración bautismal encuentra su ana-
logado principal en la CONSAGRACIÓNDE CRISTO. La humanidad
de Cristo, en virtud de la unión hipostática, es la realidad creatural
que de forma suprema y primaria está consagrada por Dios, ya
que, totalmente libre de la corrupción del pecado y de la múerte,
entra plenamente en la esfera divina. La iniciativa es del Padre, que
en la plenitud del don del Espíritu consagra totalmente la humani-
dad del Hijo (Mt 3,16-17; Lc 4,18-19), de manera que Cristo mani-
fieste su ser Hijo también en la humanidad. En esta CONSAGRACIÓN
DIVINA la humanidad de Cristo es consagrada al culto del Padre
para llevar al Padre al mundo que se había perdido. Toda la huma-
nidad, llevada a su pleno cumplimiento en Jesucristo, es decir,
llevada a ser lo que en sí misma tenía que ser según el proyecto
original de Dios, es rescatada y reconducida a Dios, y por medio de
ella todo el mundo creado. A este acto del Padre responde el Hijo
de manera personal, consagrándose al Padre para la redención del
mundo. Con esta CONSAGRACIÓNPERSONAL Cristo acoge libre-
mente la consagración-misión del Padre, para que en él pueda ser
consagrada al Padre toda la humanidad y toda la creación (Jn
17,15-19). Cristo expresa la totalidad de la consagración al Padre
en la oblación de la cruz. El sacrificio de la cruz tiene la máxima
fuerza consecratoria, ya que es el ejercicio del sumo, Único y eterno
sacerdocio, del que Cristo es sacerdote, altar y víctima. En él se
expresa la suprema profesión de la trascendencia absoluta de Dios,
la alabanza y la gloria eterna, el culto pleno y perfecto que se le
deben. En su muerte Cristo actúa plenamente en la perfección de la
caridad aquellas bienaventuranzas que predicó como el contenido
esencial del anuncio del reino, ya que en la cruz está la plenitud de
la pobreza, pues quedó despojado de todo; de la obediencia, porque
acogió la muerte en el abandono total a la voluntad del Padre;
de la cagtidad, en su impulso de amor exclusivo al Padre y a los
hombres. Este culto pleno y perfecto, dirigido por Cristo a la gloria
y alabanza del Padre, es acogido por el Padre, que en la resurrec-
ción devuelve la vida, en la fuerza del Espíritu, a la humanidad de
Cristo. En la resurrección de Cristo toda la humanidad recibe el
don de la vida divina y queda redimida toda la creación. Cristo,
constituido en la plenitud de su filiación en la resurrección, mani-
fiesta que el ÚNICO, VERDADERO Y PERFECTO CULTO a Dios es el
que él le rinde, y que todo hombre puede rendir a Dios el culto
verdadero sólo en el ofrecimiento de su propia vida en Cristo. El
doble movimiento de consagración, de Cristo por parte del Padre
y al Padre por parte de Cristo, se basa en la misma vida filial con
la que el Verbo procede del Padre desde toda la eternidad y le
refiere a él todo desde siempre en alabanza y amor. La consagración
de Cristo es al mismo tiempo don del Padre y respuesta del Hijo en
el Único amor que es el Espíritu.
i
1 67. La C O N S A G R A C I ~ NDEL CRISTIANO en el bautismo es el
1
don del Padre por el que todo hombre, unido al Padre en Cristo en
1
I
su misma oblación sacerdotal, es constituido hijo en el Hijo. En su
1
l
muerte Cristo ofrece al Padre todas las cosas, y en la resurrección
, el Padre da una nueva vida a las mismas. Por la unción del Espíritu
Santo el hombre, regenerado en Cristo, es consagrado para formar
con los demás bautizados un templo espiritual y un sacerdocio
santo (LG loa). Hecho miembro de Cristo, el bautizado participa
de la misma consagración de Cristo. El carácter bautismal expresa
este carácter definitivo de la consagración por parte del Padre,
CONSAGRACIÓN DIVINA, que afecta a las dimensiones más profun-
das del ser y supone una transformación ontológica, que es como
una nueva creación. -La criatura se ve definitivamente liberada del
dominio del pecado y de la muerte y sumergida por Dios en la
esfera de lo divino para rendir a Dios el CULTO VERDADERO; es
situada en la condición ontológica de poder realizarse plenamente
como imagen semejante a Dios, según el proyecto original de Dios.
En la vida del cristiano, la oración de alabanza al Padre y el culto
digno de él se expresan en la consagración libre y personal al Padre
y en el esfuerzo por llevarle a él el mundo, haciéndolo ser como
debe ser (cf can. 839, 5 1). El bautismo es el acto religioso por
excelencia, ya que con él la persona queda destinada a la gloria y
,
1
al culto de Dios.
Al don de la consagración que Dios hace al cristiano, éste
responde con su CONSAGRACI~NPERSONAL, que tiene como conte-
nido su respuesta de fe, o en el momento mismo del bautismo -si
se trata de un adulto- o en la ratificación del bautismo recibido de
niño con la libre profesión de fe (cf cáns. 865; 868). Las promesas
bautismales expresan la aceptación libre del don del Padre en la
renuncia a todo lo que se opone a la vida divina o es un impedi-
mento para la misma por ser un vínculo con el pecado (cf can. 849).
Las promesas bautismales se actúan en una vida de ofrecimiento de
sí mismo al Padre para la salvación del mundo, en la participación
en la ofrenda eucarística de toda la Iglesia: La caridad con Dios y
con el prójimo es la actuación continua y progresiva de la consa-
gración bautismal, hasta la plenitud de la misma en la muerte en
Cristo. En su muerte el cristiano ofrece su vida al Padre para la
salvación del mundo entero, participando en la muerte de Cristo,
y recibe la plenitud de su filiación divina en la participación en la
resurrección de Cristo. En la muerte el cristiano actúa plenamente
el espíritu de las bienaventuranzas, según el cual debe haber con-
ducido toda su vida, para consagrarse al Padre en una respuesta
digna de la consagración recibida; es en ¡a muerte en donde cada
uno de los cristianos vive el espíritu de las bienaventuranzas en una
pobreza real, en una obediencia y amor total y exclusivo al Padre.
En esta actuación del espíritu de las bienaventuranzas según los
consejos evangélicos, al menos en el momento de la muerte, es
como el cristiano se ve conducido a la perfecta caridad y se hace en
Cristo ofrenda eucarística al Padre.

b) Igualdad fundamental y dferenciación funcional

68. La categoría de fiel (christz~delis)es la categoría funda-


mental del Código actual, en cuanto que el bautismo es el funda-
mento de la Iglesia. En efecto, todos los fieles sin distinción, en
virtud de la misma consagración bautismal, son constituidos pueblo
de Dios, en cuanto que participan de la misma misión (munus)
sacerdotal, profética y real de Cristo (cf can. 204, 5 1). Éste es el
ESTADO FUNDAMENTAL común a todos los bautizados, que íos
distingue de los que no lo son. Hay entonces unr vocación común
a todos, que es la de cooperar en la edificación de la Iglesia y la de
actuar la misión que tiene que cumplir por mandato de Cristo en
el mundo; sin embargo, se cumple por cada uno según sus propias
funciones y su propia condición jurídica. Como se ha visto ya en
el capítulo 2, sobre esto se basan tanto la igualdad fundamental
entre todos los fieles, que deben considerarse entonces en la Igle-
sia como iguales en la dignidad y en el obrar (LG 32; can. 208),
como al mismo tiempo las diferencias funcionales vigentes entre
ellos (can. 207), que dan la estructura fundamental carismático-
institucional de la Iglesia y en ella hacen surgir vanos órdenes
generales (laicos, ministros sagrados, consagrados mediante los
consejos evangélicos) y particulares dentro de los mismos (cf nn.
34-37).
1.2. Los fieles como personas en la Iglesia
y su capacidad jurídica

a) Quién es persona y quién tiene capacidad jurídica

69. El Concepto de PERSONA EN EL DERECHO, que no coincide


con el concepto de persona desde el punto de vista antropológico
(cf nn. 1; 10; 1 1; 12; 17), indica al hombre como actor enel mundo
jurídico. En efecto, el derecho define las tareas, las funciones, en
una palabra, el papel que desempeñan las personas en el ámbito de
una sociedad. La ley positiva en general, como hemos visto, reco-
noce y tutela los derechos y determina los deberes de cada uno
(cf nn. 10; 4; 7; 8). De este modo, toda la legislación eclesiástica
está orientada a que el fiel en la Iglesia cumpla su propia misión,
sin que se lo impidan los otros, y que pueda ejercer, por tanto, sus
derechos y cumplir sus obligaciones, que le son propios por la
condición jurídica en que se encuentra.
Según el canon 96, el hombre es constituido persona desde el
punto de vista canónico mediante el BAUTISMO, con el que se ha
incorporado a la Iglesia; por tanto, el concepto de persona en la
Iglesia es correlativo al de FIEL. Efectivamente, sólo con el bautismo
el hombre recibe los derechos y los deberes de los fieles y se hace
sujeto de derecho en la Iglesia en sentido pleno, es decir, persona
desde el punto de vista canónico; por el hecho de ser criatura
humana (persona en sentido antropológico), el .hombre es sujeto de
derecho en la Iglesia sólo para los derechos y los deberes naturales;
por tanto, no en sentido pleno. Bajo este aspecto se puede decir que
el que no está bautizado no es persona en la Iglesia. El fiel es lla-
mado persona física para distinguirlo de las personas jurídicas
(cf n. 90).
Con el bautismo el fiel recibe los DERECHOS y los DEBERES que,
teniendo en cuenta su condición, son propios de los cristianos. A
esta enunciación general sobre los derechos y los deberes se les
ponen algunas RESTRICCIONES: estar en la comunión eclesiástica
y no estar sometido a una sanción legítimamente infligida. Por
eso, desde el punto de vista jurídico, es persona el que es sujeto
de derechos y de deberes, y por tanto destinatario de normas posi-
tivas.
70. Correlativo al concepto de persona es el de CAPACIDAD
JUR~DICA,que es la aptitud reconocida por la ley para ser sujeto de
derechos y de deberes. El canon 11 especifica, además, que sólo
están obligados a las leyes puramente eclesiásticas los bautizados
en la Iglesia católica o acogidos en ella, que gocen de suficiente uso
de razón y que, a no ser que el derecho disponga expresamente otra
cosa, hayan cumplido siete años de edad. El niño entonces, cuando 1
está bautizado es constituido persona en la Iglesia con algunos
derechos, pero todavía no con algún deber por no tener uso sufi- i
ciente de razón, a medida que vaya creciendo adquirirá nuevos t

derechos, según su condición, que podrá ejercer libremente de acuer-


do con la determinación de la ley positiva, y nuevas obligaciones
que estará obligado a cumplir, siempre según la norma de la ley.

b) Los catecúmenos

7 1. Para ser incorporado a la Iglesia, y por tanto para conver-


tirse en fiel y ser constituido persona, hay que haber recibido váli-
damente el bautismo de agua verdadera y con la forma verbal
establecida (cáns. 204, 1; 96; 849). Los catecúmenos, según el
canon 206, § 1 (LG 14c; AG 14), están ligados a la Iglesia por un
titulo particular. Son catecúmenos aquellos que, después del tiempo
de precatecumenado, queriendo abrazar la fe en Cristo, son admi-
tidos con ceremonias litúrgicas al catecumenado e inscritos e-n el
libro destinado para ello (can. 788, 1). S o n varios, por tanto, los
elementos que los unen a ella: bajo el impulso del Espíritu Santo,
el deseo de ser bautizados, un acto interno, pero que debe traducirse
en actos externos, como la explicitación del mismo y la vida con-
creta de la fe, la esperanza, la caridad y la liturgia (cáns. 206, § 1;
788, § 2). Por eso, como dice el canon 206, 2, la Iglesia tiene un
cuidado especial de los catecúmenos, para que vivan una vida
evangélica y participen, según su condición, en la celebración de
los ritos sagrados, concediéndoles así ciertas prerrogativas que son
propias de los bautizados. El canon no habla de derechos de fieles,
ya que los catecúmenos no son aún personas en la Iglesia, sino de
prerrogativas, como lo hace también el canon 788, 3, que al
mismo tiempo habla también de las obligaciones de los mismos,
según las normas de las conferencias episcopales. Podemos concluir
entonces que los catecúmenos no son en sentido propio personas
en la Iglesia, pero se les reconocen sin duda sus derechos naturales
y otras prerrogativas particulares según las normas de su conferen-
cia episcopal, y están obligados al derecho divino natural y revelado
y a aquellas normas positivas formuladas para ellos por la misma
conferencia episcopal*. Así los catecúmenos no son todavía en la
iglesia sujetos de derechos y de deberes de la misma manera que los
bautizados, pero lo son ya de una manera distinta de los que no
son ni siquiera catecúmenos.

C) Los jieles en plena comunión


72. Hay que decir de antemano que, aunque es verdad que
teológicamente hablando hay que considerar "fieles" a todos los
que han recibido válidamente el bautismo, aunque sea fuera de la
Iglesia católica, ya que también ellos se han incorporado a Cristo
y se encuentran en cierta comunión -aunque imperfecta- con la
Iglesia católica (UR 3), sin embargo en el Código -como declaraba
la comisión de reforma a la sesión plenaria del 1981 1- se designa
con la palabra "fieles" (chrisrzjideles), en sentido técnico, sólo a los
que están en plena comunión con la Iglesia católica.
El canon 205 afirma que en esta tierra están en PLENA COMU-
NION de la Iglesia católica aquellos bautizados que están unidos
con Cristo en su estructura visible, o sea, mediante los vínculos de
la profesión de fe, de los sacramentos y del gobierno eclesiástico. El
canon hace referencia ante todo a la realidad invisible de la unión
con Cristo, que se realiza visiblemente por medio del triple vínculo
público de la profesión de fe, de los sacramentos y del gobierno.
El canon tiene como fuente LG 14b, que no habla de comunión,
sino de incorporación. El texto conciliar nos da los elementos de la
PLENA INCORPORACI~Nen la Iglesia.
El primer elemento fundamental es el Espíritu de Cristo, la
gracia, la participación en la vida divina. Los que no perseveran en
la caridad, estén o no sancionados por una censura eclesiástica, no
pueden decirse plenamente incorporados a la Iglesia, ya que están
en ella sólo con el cuerpo, pero no con el corazón, y por tanto su
salvación está en peligro. No se encuentran en la plenitud de la
comunión espiritual y, por tanto, aunque siguen sujetos a todas las
obligaciones derivadas tanto del derecho divino natural y revelado
como del derecho eclesiástico (can. 1 l), no pueden ejercer algunos
derechos -como el de recibir la eucaristía o el de celebrarla, si
* La CEE ha establecido, desde 1985, un breve estatuto de obligaciones y prerrogativas
de los catecúmenos (2.0 DG 1985, art. 3).
1 Cf Acta commissionis, en "Com." 14 (1982) 157; 12 (1980) 59-63.
antes no han hecho la confesión sacramental (cáns. 9 15-916)-,
o algunos otros, según las censuras en las que hayan incurrido
(cáns. 1331- 1333).
El segundo elemento es la profesión íntegra de la fe y todos los
sacramentos (cf can. 840). El que no profesa íntegramente la fe de
los apóstoles y no acepta la celebración de los siete sacramentos,
carece, en diverso grado, de la plenitud de la fe católica. En el caso
de rechazo total de la fe cristiana se produce la apostasía; en el caso
de una negación obstinada, después de haber recibido el bautismo,
de una verdad cualquiera que haya que creer por fe divina y ca-
tólica o de una duda obstinada sobre ella, se produce la herejía
(cáns. 751; 750). En ambos casos se tiene una comunión imperfecta
con la Iglesia, y por tanto una incorporación imperfecta a ella; por
eso, tanto los apóstatas como los herejes, a pesar de estar sometidos
a todas las obligaciones derivadas no sólo del derecho divino natu-
ral y revelado, sino también -a no ser que se disponga expresa-
mente otra cosa- del derecho eclesiástico, en cuanto bautizados
en la Iglesia católica (can. 1 l), se ven limitados o excluidos de sus
derechos, en cuanto afectados por una excomunión latae sententiae
(can. 1364), teniendo en cuenta el canon 1330 (cf n. 677).
El tercer elemento es el de la comunión eclesiástico/jerárquica,
es decir, la aceptación de la autoridad suprema del romano pontí-
fice y de la de los obispos. Se da el cisma con el rechazo, por parte
del bautizado en la Iglesia católica, de la sumisión al sumo pontífice
y de la comunión con los miembros de la Iglesia sometidos a él
(can. 751). Los cismáticos, en lo que atañe al cumplimiento de las
obligaciones y al ejercicio de los derechos, se encuentran en una
situación similar a la de los apóstatas y herejes.
Es distinta la situación de los que han sido bautizados en una
comunidad cristiana o en una Iglesia separada de la Iglesia católica.
Éstos no se encuentran en la integridad de la fe o en la unidad del
gobierno eclesiástico (LG 15; U R 3); sin embargo, al no estar bau-
tizados en la Iglesia católica no están obligados al cumpliriliento de
los deberes derivados de leyes de derecho eclesiástico (can. 11),
sino de los derivados del derecho divino natural y revelado, mien-
tras que su ejercicio de los derechos queda limitado de la misma
manera que a los herejes y a los cismáticos, aunque con algunas
peculiaridades reguladas por el derecho, por ejemplo, en el caso de
communicatio in sacris (can. 844, 2-4; cf n. 299) y de matrimonio
mixto (cáns. 1124-1 129; cf nn. 457-459).
Finalmente hemos de decir que tienen en la Iglesia el ejercicio
pleno de todos los derechos los que están plenamente incorpora-
dos a ella y están en comunión con ella, según la definición del ca-
non 205.

3 Deberes y derechos de los fieles

73. El punto de partida para un análisis de los deberes y


derechos de los fieles es la afirmación, contenida en el canon 208,
que y a hemos considerado (cf n. 34), de la igualdad FUNDAMENTAL
y RADICAL en la dignidad y en el obrar entre todos los miembros
de la Iglesia, por la que, hechos participes en virtud del bautismo
de la misión sacerdotal, profética y real de Cristo, cooperan en la
edificación del cuerpo de Cristo y actúan la misión que Cristo ha
confiado a la Iglesia, aunque cada uno según su propia condición
jurídica y sus propias tareas (can. 204, 5 1). De aquí se deriva una
comunidad de obligaciones y de derechos entre todos los fieles, que
se especifican luego para cada categoría de personas, la cual está
sometida también a otras obligaciones particulares y goza de dere-
chos propios.
En efecto, hemos visto que la estructura fundamental de la
Iglesia es carismático-institucional (cf nn. 35-37). En el bautismo
todos reciben el don de la fe, de donde brota el deber primario y
fundamentalisimo de CONSERVAR siempre la COMUNIÓN CON LA
IGLESIA(can. 209, l), que es la comunión entre todos los que
comparten la Única fe y viven en la caridad. Sin embargo, este don
de la fe es vivido por cada uno según su-propiocarisma, y por tanto
según aquellas funciones y aquellos ministerios que ha de desempe-
ñar en la Iglesia. De esta manera la Iglesia se articula en varios
órdenes de personas, que se expresan jurídicamente en varias cate-
gorías jurídicas. Los deberes y los derechos propios de cada cate-
goría, así como el modo peculiar de cumplir las obligaciones y de
ejercer los derechos comunes a todos por parte de cada una de las
personas comprendidas en una categoría, están determinados por
el carisma de cada uno y, consiguientemente, por las exigencias del
ejercicio 'del mismo en la comunión eclesial.
Una consideración sistemática de los deberes y derechos comu-
nes a todos los fieles podrá hacerse entonces sobre la base de la
participación en la misión profética, sacerdotal y real de Cristo por
parte de todos los bautizados.
a) Participación en la misión profética
y sacerdotal de Cristo

74. Los deberes y los derechos que dimanan de esta doble


misión de Cristo deben tratarse juntamente, ya que se implican
entre sí.
De la misma estructura orgánica, carismático-institucional, de
la Iglesia procede el derecho de todos los fieles, sancionado por el
canon 214, de SEGUIR EL PROPIO METODO DE VIDA ESPIRITUAL, es
decir, la propia espiritualidad, que es un modo particular de estar
en relación con Dios y con los demás. Reconocer este derecho
significa reconocer y tutelar la acción del Espíritu, que enriquece a
la Iglesia con dones siempre nuevos para el bien de todos (AA 4g.h;
UR 6b; 15d; AG 29c; PC 2b).
El derecho que estamos considerando se relaciona con el dere-
cho de A S O C I A C I ~ N(cf n. 255), que se ejerce en la Iglesia para
perseguir fines caritativos, de piedad, de incremento de la vocación
cristiana en el mundo, etc. (cáns. 215; 299, § 1). Este último derecho
asume la forma asociativa simple (can. 298, 8 1), o bien la especifica
de los diversos institutos de vida consagrada (cáns. 573; 577) en la
forma religiosa (can. 607) o secular (can. 710), o bien de las socie-
dades de vida apostólica (can. 73 1).
El ejercicio del derecho a seguir el propio método de vida espi-
ritual encuentra una limitación en la necesidad de que ese método
sea conforme a la doctrina de la Iglesia y Útil, por tanto, al progreso
espiritual de toda la Iglesia (can. 214). Esta limitación, en las ex-
presiones asociativas de este derecho, se concreta en el ejercicio del
derecho de la autoridad eclesiástica de reconocer, aprobar y erigir
asociaciones, institutos de vida consagrada y sociedades de vida
apostólica (cáns. 299,g 3; 300; 301; 312; 576; 589; 732). El derecho
mismo que tiene todo fiel a seguir su propia espiritualidad apela al
derecho de ser libre de toda coacción en la ELECCION DEL PROPIO
ESTADO D E VIDA (can. 219) y hace surgir el deber de respetar las
exigencias propias del carisma que engendra esa espiritualidad, en
cuanto que ha sido dado por el Espíritu para el bien de toda la
Iglesia.
Con el derecho sancionado en el canon 214 guarda relación. de
alguna manera el otro derecho, previsto en el mismo canon, de
rendir culto a Dios según el PROPIO RITO. En efecto, el rito es la
expresión, en el plano litúrgico, de la espiritualidad propia de un
pueblo. Todos los ritos tienen la misma dignidad (OE 3).
75. El deber de LLEVAR U N A VIDA S A N T A (can. 210) es prima-
rio, porque depende de la vocación universal a la santidad y cons-
tituye la misma comunión eclesial (LG 39-42). Le corresponde el
deber de los pastores de PROMOVER LA SANTIDAD de los fieles con
todos los medios (cans. 387; 528, 8 2). Sin embargo, si no existiera
la determinación ulterior contenida en el mismo canon 210, "según
su propia condición", la enunciación de llevar una vida santa sería
abstracta y sin fuerza alguna. En efecto, la santidad no existe en
abstracto, sino que se realiza de modo concreto en el cumplimiento
fiel de las obligaciones que surgen de la condición de cada uno, y
por tanto de los carismas y los ministerios propios (LG 41; 42). Los
carismas en general se dan para un ministerio de caridad, y la
santidad de la vida consiste en el ejercicio de la caridad (LG 39).
Es diversa la modalidad del cumplimiento del deber de llevar una
vida santa por parte de los laicos, casados o no; de los ministros
sagrados, casados o no (cáns. 276, 5 1; 387); de los consagrados,
religiosos o seculares o miembros de sociedad de vida apostólica
(cáns. 573, 5 1; 607; 710; 731). En efecto, aunque todos los fieles
están llamados a la perfección de la caridad y. deben tender a ella,
sin embargo, algunos son llamados por Dios a una radicalización
de las exigencias evangélicas que hay que actuar como forma de
vida propia o por el mismo ministerio sagrado que hace a algunos
dispensadores de los misterios de Dios, o bien para ser testigos de
la trascendencia absoluta de Dios y de las realidades futuras. A
nivel institucional, por consiguiente, en correspondencia con vota-
ciones especiales, se dan formas de vida que expresan una intencio-
nalidad de actuación de una perfección de caridad mayor que en
otras formas. Esto no quiere decir que, desde el punto de vista
subjetivo, es decir, no institucional, cada uno de los fieles, en el
cumplimiento diligente de sus obligaciones (can. 209, fj 2), no pueda
alcanzar una santidad incluso mayor.
El derecho a recibir de los pastores sagrados las ayudas necesa-
rias que se derivan de los bienes espirituales de la Iglesia, sobre
todo la PALABRA DE DIOSy 10s SACRAMENTOS (can. 213), expresa
de manera especial la participación en la misión de santificación de
Cristo. Este derecho, a diferencia del que se encontraba en el CIC
1917 (can. 682; cf LG 37a), se refiere a todos los fieles y no sólo a
los laicos, ya que todos los bautizados, indistintamente, tienen
necesidad de esos bienes espirituales para cumplir el propio deber
de mantener íntegra su profesión de fe y de llevar una vida santa.
76. Para cumplir la obligación de ser fieles a la profesión
íntegra de fe (cf nn. 41; 43), el derecho a recibir la palabra de Dios
se traduce en el derecho a recibir el ANUNCIO ÍNTEGRO DE LAS
VERDADES DE FE (can. 760), pero no solamente de los sagrados
pastores (can. 213) que, por su mismo ministerio, son maestros
auténticos del pueblo de Dios (cáns. 747; 749; 753; cf cáns. 756;
757; 762; 768; 773; 777; 823; 386; 528, 5 l), sino también de los
miembros de los institutos de vida consagrada, segun su carisma
(cáns. 758; 778), y de los laicos, que pueden ser llamados a cooperar
con el obispo y los presbíteros (cáns. 759; 774, 5 2; 225; 226, 5 2).
Además, en este contexto hay que considerar el derecho a recibir
una EDUCACION CRISTIANA (can. 217), ante todo de los padres, a
los que incumbe la obligación gravísima y el derecho primario,
aunque no exclusivo, de educar a los hijos (cáns. 226, § 2; 774, 5 2;
793, 5 1; 796-799). La formulación del canon 213 es restrictiva y
tiene que completarse, por tanto, con el canon 21 1, que reconoce
un derecho-deber de todos los fieles a ANUNCIAR LA S A L V A C I ~ N .
De todas formas, hay que tener muy presente que los sagrados
pastores, en virtud de su participación propia en la vida y en la
misión de Cristo por la ordenación sagrada, tienen el deber-derecho
específico de anunciar la palabra de Dios auténticamente (cáns.
749; 750; 752; 753). A este derecho-deber de los pastores corres-
ponde el deber de OBEDIENCIA CRISTIANA por parte de todos los
fieles (can. 212, ¿jl), que se traducirá, como veremos (cf nn. 529-
531), en asentimiento de fe (can. 750) o en religioso obsequio del
entendimiento y de la voluntad (can. 752) o del ánimo (can. 753),
según los casos (LG 25).
La INVESTIGACI~NEN LAS CIENCIAS SAGRADAS contribuye cier-
tamente al anuncio íntegroSyfiel de las verdades salvíficas y a la
preservación de la recta profesión de fe. Es evidente que esta inves-
tigación presupone el derecho a la libertad, bien de investigación
(GE loa), bien de manifestación del pensamiento; sin embargo, la
finalidad misma de este derecho impone determinadas obligaciones
al investigador, como el respeto al magisterio y la prudencia en la
divulgación d e los resultados de su investigación (cáns. 218; 386,
5 2). En efecto, la investigación de las ciencias sagradas, con la
finalidad de profundizar y explicar mejor el depósito de la fe, d a
una aportación válida al magisterio de. los pastores, que son los
únicos en la Iglesia que tienen la función de enseñar de forma
autoritativa*. Por eso, si la investigación teológica tuviera que
llevar a conclusiones en contraste con el magisterio auténtico, se

2 Cf COM.TEOL. INT.,tesis sobre I mutui rapportifra magistero ecclesiastico e teologia.


6 junio 1976, nn. 2; 5,1.2; 6, en E V 512034; 2040-2043.

112
en peligro la integridad de la fe, y por tanto la investigación
misma no sería ya un aspecto positivo e impulsivo de la vida de la
Iglesia. Frente a una situación por el estilo los pastores tienen el
deber de intervenir para declarar la verdad revelada, lesionada o
puesta en peligro en su integridad (can. 386, 5 2), a fin de proteger
la fe del pueblo de Dios, que tiene el derecho primario a la integri-
dad de la misma. En caso de conflicto, el teólogo tiene el derecho
a ser escuchado y a defenderse, según el procedimiento previsto
por el derecho (can. 221, 58 1,2) 3.
Existe el derecho-deber a NO OBEDECER siempre que un supe-
rior, en el ámbito disciplinar, mandase algo que fuera materia de
pecado o que estuviera fuera del ámbito de su legitima competencia.
En estos casos se daría una orden sin autoridad. También en el
campo doctrinal la legitimidad formal del ejercicio de la autoridad
por sí misma no basta, ya que ésta se ejercería ilegítimamente si la
enseñanza fuese contra la Escritura y la tradición.
Se puede admitir, sin duda, un derecho al DESACUERDO en
cuestiones doctrinales .no definidas, pero siempre dentro del respeto
a la autoridad y observando la debida prudencia, a fin de evitar el
escándalo y la desorientación de los fieles. Un desacuerdo respe-
tuoso y prudente es muchas veces el presupuesto para una investi-
gación más profunda de una cuestión que sigue debatiéndose, in-
vestigación que resulta, sin duda, útil para el mismo magisterio4.
Presenta aspectos particulares la actividad de los investigadores
que enseñan disciplinas teológicas por un mandato de la autoridad
eclesiástica en universidades católicas o eclesiásticas, o bien en ins-
titutos católicos de estudios superiores (cáns. 8 12; 8 18). En virtud
del mandato recibido, esos profesores tienen el deber primario de
enseñar lo que enseña la Iglesia, y por tanto deben presentar como
tales sus opiniones, que son el resultado de investigaciones perso-
nales (DVe, n. 27). De aquí procede el derecho-deber de la autori-
dad académica competente de.proveer a su nombramiento o, si el
caso lo requiriese, a su remoción (cáns. 8 10; 8 18), especialmente si
la autoridad eclesiástica hubiese revocado su mandato (cf nn. 562;
565; D Ve, n. 37).
Está claro que no existe ningún derecho a la DISENSION en

3 Cf ib, n. 12, en EV 512052-2053; CONGR. DOCTR. FE.,Regol. Libri aliquae, 15 enero


197 1, en "AAS" 63 (197 1) 234-236; EV 4/ 1 12-1 30.
Cf COM.TEOL. INT., tesis sobre I mutui rapporti fra magistero ecclesiastico e teologia,
6 junio 1976; CONGR. DOCTR. FE, Instr. Donum veritatis (= D Ve), 24 mayo 1990, nn. 28-3 1,
en "AAS" 82 (1990).
cuestión de fe. Esto iría contra el deber primario y fundamentalí-
simo de mantener íntegra la profesión de la fe y de respetar el
derecho de todos los bautizados a recibir la fe íntegra y de verse
ayudados a mantenerse fieles a la misma. No puede invocarse el
derecho humano a la libertad de conciencia, puesto que una vez
que alguien se ha adherido libremente a la verdad de la fe, no
puede contradecirla y seguir permaneciendo en la comunión ecle-
sial, constituida esencialmente por la adhesión a la única fe trans-
mitida por los apóstoles. En efecto, como hemos visto (cf n. 72), el
que no acepta ya la fe apostólica no puede considerarse miembro
de la Iglesia en sentido pleno, y la Iglesia, incluso por medio de una
sanción canónica (can. 1364, 5 l), no hace más que declarar la
situación de autoexclusión en la que se encuentra ya la persona. Es
evidente que un pluralismo en la Iglesia se da solamente en el modo
de explicar la única fe, y no en el contenido de la fe. Bajo este
aspecto la Iglesia no puede considerarse como una sociedad plura-
lista (D Ve, nn. 33-38).
77. El derecho a RECIBIR LOS SACRAMENTOS, del que habla el
canon 213 (LG 37a), surge de la misión de santificación de Cristo.
Todo fiel, no impedido por la ley canónica y en las debidas dis-
posiciones, tiene derecho a recibir los sacramentos de parte de los
ministros de la Iglesia, que no se los pueden negar (can. 843, 5 1;
cf n. 299). El canon, cuya formulación es restrictiva, tiene que
completarse con otros, en cuanto que los sagrados pastores tienen
ciertamente el derecho-deber de administrar los sacramentos, pero
no todos de modo exclusivo: para el bautismo y la administración
de la eucaristía, en especiales circunstancias, pueden ser también
ministros los laicos; para el matrimonio son siempre ministros los
esposos, y un laico (hombre o mujer) puede ser asistente cualificado
al mismo (cáns. 1057, 5 1; 1112).
La naturaleza misma de todo sacramento, por otro lado, como
veremos al tratar de cada sacramento (cf c. 12), hace surgir deberes
concretos, sancionados por la ley canónica, en la persona que quie-
re recibirlo; si falta el cumplimiento de los mismos, no puede ejer-
cerse ya el derecho a recibir los sacramentos.

b) Participación en la misión real de Cristo


78. Todos los fieles, en virtud del bautismo, participan de esta
misión de Cristo, pero cada uno de forma propia, en cuanto que la
Iglesia es una comunión jerárquica. En virtud de la ordenación, los
sagrados participan de forma específica y diferente, por
su naturaleza, de la triple misión de Cristo respecto a todos los
demás fieles, con deberes y derechos propios (can. 1008).
- Deber-derecho de los ministros sagrados a gobernar la Igle-
sia. Para cada orden de los ministros sagrados existen deberes y
O derechos específicos.
!
El papa y el colegio episcopal tienen el deber-derecho de gober-
nar toda la Iglesia, pero en un entramado de deberes y de derechos,
definidos por la naturaleza eclesiológica del oficio primacial y del
oficio del colegio, no sólo entre ellos, sino también en relación con
los obispos como individuos (cáns. 333, 5 1; 337, 5 3; 338; 341; 377,
tj 1; 1013; 336; LG 22; NEP 1 .Q; 3.0; 4 . 9 .
i
1 l
1 El obispo diocesano tiene el deber-derecho de gobernar la dió-
cesis que se le ha confiado (can. 38 1, tj l), de donde dimanan otros
deberes y derechos respecto a los fieles de su Iglesia (cáns. 383-
398), como expresión de su caridad pastoral. De la naturaleza
I eclesiológica de su mismo oficio nacen para él deberes especificos
respecto al romano pontífice y respecto al colegio, con los que está
en una relación de comunión jerárquica (can. 375, 4 2).
El párroco, por su mismo oficio, tiene el deber-derecho de go-
bernar la parroquia que se le ha asignado (cáns. 515, tj l ; 519); esto
supone, por su parte, el cumplimiento de unos deberes y el ejercicio
de unos derechos específicos, tanto respecto a los fieles (cáns. 528-
535) como respecto al obispo, con el que está en una relación de
comunión jerárquica (can. 5 15, ¿j1).
Todos estos deberes y derechos pueden decirse deberes y dere-
chos de la C O M U N I ~ NJERÁRQUICA, en cuanto que son engendrados
por la doble relación, de naturaleza eclesiológica, de comunión y,
al mismo tiempo, de subordinación, que corre entre los diversos
ministros sagrados.
Los miembros de los institutos de vida consagrada y de las
sociedades de vida apostólica, estén o no en el orden sagrado,
desarrollan su participación en la misión real de Cristo ejerciendo
una verdadera potestad pública como superiores o como miembros
de los capítulos (can. 631, ¿jl), con peculiares deberes y derechos
(cáns. 596; 6 17-6 19; 622; 626-630).
l
- Deber y derecho de todos los fieles en la coparticipación
en el gobierno de la Iglesia. El canon 212,s 2, sanciona el derecho
I de todos los fieles a manifestar a los pastores sus propias necesida-
i des, sobre todo espirituales, y sus propios deseos; el 8 3 del mismo
canon, como hemos visto, establece el derecho, y a veces el deber,
de manifestarles su pensamiento en lo que se refiere al bien de la
Iglesia (LG 37a). Este deber-derecho de ayudar a los pastores por
medio de avisos y de consejos es una verdadera participación en el
gobierno de los pastores, aunque sólo éstos tengan la potestad de
gobernar, por ser titulares de un oficio. Esto puede hacerse a nivel
individual, o bien, más frecuentemente y con mayor eficacia, a
través de los organismos dispuestos para ello y disciplinados por el
derecho (cáns. 342; 343; 349; 353; 495, ¿j1; 500; 502, 5 1; 228, 5 2;
5 11; 536; 473, 5 4; 492; 537; 627; 633). Todos los organismos cole-
giales, incluso cuando sólo tienen voto consultivo, concurren a la
formación de la voluntad y, por tanto, de la decisión del que tiene
potestad de gobierno; por eso son instrumentos de ejercicio de la
función de gobierno, participada o en virtud solamente del bautis-
mo o también del orden sagrado.
Es evidente que al derecho de los fieles, en cualquier orden o
grado que se encuentre, de manifestar a los pastores y a sus supe-
riores sus propias necesidades, deseos y pareceres, corresponde en
estos Últimos el deber de escuchar de buen grado a los súbditos
(cáns. 342; 349; 500, 5 2; 618; LG 37c).
El ejercicio de este derecholdeber presupone que los fieles ten-
gan una información adecuada sobre las cosas que se refieren a la
vida de la Iglesia, aunque hay que tener en cuenta que, por motivos
perfectamente comprensibles, especialmente en las c~estionesque
atañen a las personas, la autoridad tiene que mantener la mayor
reserva y a veces el secreto. Además, el mismo derecholdeber a la
divulgación del propio pensamiento se convierte en el derecho/
deber a formar la opinión pública en la Iglesia (IM 8; 14a; AA
14a.b; GS 49c). El canon 212, 5 3, sin embargo, pone unos límites
claros que, aunque se refieran a principios generales, no creemos
.inútil recordar aquí, dada la manera a menudo poco prudente con
que se usan los medios de comunicación social. Estos límites son:
la preservación de la integridad de la fe y de las costumbres, el
respeto a los pastores de la Iglesia, la utilidad común y la salva-
guardia de la dignidad de la persona. En efecto, en la Iglesia se
puede considerar sana sólo la opinión pública que, conforme con
el sentido de los fieles (sensusfidelium), expresa la fe común y la
tendencia común hacia la unidad y el incremento de santidad de
toda la comunidad y de los individuos, quedando siempre a salvo
el derecho natural a la BUENA FAMA Y a la INTIMIDAD DE LA PER-
SONA (can. 220). Por tanto, no puede ser reconocida en la Iglesia la
libertad de divulgación de las propias opiniones que lesionen alguna
verdad de fe, ya que esto iría contra la obligación fundamental del
fiel de conservar la integridad de la fe y violaría el derecho de los
otros fieles a esta integridad. A la luz de esto hay que leer el ca-
non 227, por 10 que los laicos en el ejercicio de su derecho a la
libertad de gestionar las cosas temporales tienen que prestar aten-
ción a la doctrina propuesta por el magisterio de la Iglesia, evitando
presentar en las cuestiones opinables la propia opinión como doc-
trina de la Iglesia.

1.4. Capacidad de obrar

a) Definición

79. La CAPACIDAD DE OBRAR es la idoneidad de la persona


para ejercer personalmente los derechos y cumplir las obligaciones
de las que es titular en virtud de su capacidad jurídica; por tanto,
es la aptitud reconocida por el derecho para realizar manifestacio-
nes válidas de voluntad dirigidas a modificar la propia situación
jurídica.
El derecho establece las condiciones para el ejercicio de la capa-
cidad jurídica, y por tanto de la habilidad para realizar actos.

b) Condiciones

a) Edad

80. La persona es mayor de edad si ha cumplido dieciocho


años; de lo contrario es MENOR DE EDAD (can. 97, 5 1). En el
cómputo del tiempo (cáns. 202-203) el día comienza desde la media-
noche (can. 202, § 1); el día a quo no se computa en el término,
pero sí el día ad quem (can. 203).
El menor de edad, antes de haber cumplido siete años, se llama
infante (infans) y se considera no dotado del uso de razón; después
de los siete años se presume ese uso y, por tanto, se le considera
responsable de sus actos (can. 97, 2). A los infantes se asemejan
los débiles mentales (arnentes), es decir, los que habitualmente no
tienen el uso de razón (can. 99). Los menores de edad tienen una
habilidad de obrar limitada en el ejercicio de sus derechos y están
sometidos, excepto en los casos de exención por derecho divino o
canónico, a la potestad de sus padres o tutores. Estos Últimos son
constituidos según el derecho civil de la nación respectiva, a no ser
que el derecho canónico indique otra cosa o el obispo diocesano,
por justa causa, provea al nombramiento de otro tutor (can. 98,
4 2). Los niños no están obligados a las leyes eclesiásticas.
Los mayores de edad tienen plena habilidad de obrar (can. 98,
5 l), excepto en los casos de leyes inhabilitantes, de las que se
hablará en el capitulo 14 (cf n. 597).

6) Lugar de origen

81. El lugar de origen es donde una persona nace juridica-


mente, y puede ser distinto del lugar de nacimiento físico. Es el
domicilio o cuasi-domicilio de los padres, si es el mismo para los
dos, y si no, el de la madre (can. 101, 5 1).
Para los hijos de los vagos, que no tienen residencia domiciliar,
el lugar de origen es el del nacimiento físico; para los niños expó-
sitos, el lugar donde se les encontró (can. 101, 5 2).

c) Domicilio y cuasi-domicilio

82. El domicilio designa la residencia estable de una persona


en una determinada parroquia (parroquial) o diócesis (diocesano).
Puede ser:
- voluntario: se adquiere o con la residencia actual unida a la
intención de permanecer para siempre en un mismo lugar o
bien con la residencia de hecho durante un quinquenio com-
pleto (can. 102, 5 1);
- necesario o legal: se adquiere ipso facto por disposición de
la ley, como en el caso de religiosos, menores, personas bajo
tutela (cáns. 103; 105).

Los cónyuges deben tener domicilio común, a no ser que haya


separación u otra causa justa (can. 104).
El cuasi-domicilio designa la residencia no estable de una per-
sona. Se adquiere o con la residencia unida a la intención de per-
manecer por tres meses en el mismo lugar o bien con la residencia
efectiva durante tres meses (can. 102, 5 2).
Tanto el domicilio como el cuasi-domicilio se pierden por el
traslado a otro lugar con la intención de no volver al primero
(can. 106).
Según el canon 100 se dan cuatro CATEGOR~ASDE PERSONAS:
- vecino (incola) es el que tiene un domicilio: está sujeto a las
leyes particulares de su territorio, además de las leyes uni-
versales vigentes en el mismo (can. 12, $5 2-3);
- forastero (advena) es el que tiene un cuasi-domicilio: está
sujeto a las mismas leyes que el vecino (can. 12, $ 2);
- transeúnte (peregrinus) es el que se encuentra fuera de su
domicilio o cuasi-domicilio: no está sujeto ni a las leyes
universales que no están en vigor en el territorio en que se
encuentra (can. 12, $ 2), ni a las leyes particulares de su te-
rritorio, a no ser que éstas sean personales y su exención no
acarree daño a su territorio, ni a las leyes de los territorios
en que se encuentra, excepto en caso de perturbación del
orden público, de formalidad de actos o de actos que se re-
fieran a bienes inmuebles del territorio en que se encuentra
(can. 13, $ 2).
- vago (vagus) es el que no tiene ningún domicilio o cuasi-
domicilio: sigue las leyes generales y particulares del lugar
en que se encuentra (can. 13, tj 3).
Mediante el domicilio o el cuasi-domicilio uno se convierte en
miembro de una parroquia o de una diócesis. El vago tiene como
párroco o como ordinario del lugar al del lugar en que se encuentra
(can. 107).
Se pueden tener varias residencias domiciliares o cuasi-domici-
liares, como el que habita durante tres meses al año en lugares
diversos. En estos casos la persona tiene varios párrocos u obispos
propios entre los que puede elegir, por ejemplo, para la celebración
del matrimonio, para la incardinación si se hace clérigo, para intro-
ducir una causa.

d ) Parentesco

83. Se -tienen tres figuras distintas de parentesco y son im-


portantes especialmente. para el ejercicio del derecho al matri-
monio, ya que sobre esta base se establecieron los impedimentos
(cáns. 109.1; 1092; 1094).
1) Consanguinidad

Es la relación de parentesco entre personas que descienden


por generación carnal del mismo tronco. Se computa por líneas y
grados:
- La línea designa la serie de personas que tienen origen de la
misma persona, y puede ser:
recta, si está compuesta por las personas que descienden
una de la otra, como padre, madre e hijos;
oblicua o colateral, si está compuesta de las personas que
descienden de un único tronco, pero sin descender una de
la otra, como los hermanos y los primos.
- El grado es la medida de la distancia por la que están sepa-
rados los consanguíneos, y se computa, excluido el proge-
nitor común, en línea recta, sumando las generaciones; y
en la línea oblicua, sumando las generaciones en las dos
líneas. Por ejemplo, el nieto y el abuelo están en el segundo
grado de línea recta; dos hermanos son colaterales de se-
gundo grado; tío y sobrino son colaterales de tercer grado
(can. 108).

2) Afinidad

Es un vínculo legal entre personas, que surge cuando tiene lugar


un matrimonio válido, incluso no consumado: cada uno de los
cónyuges se hace afín con los consanguíneos del otro, en la misma
LÍNEA Y GRADO (can. 109).

3) Adopción

Los que son adoptados según la ley civil se equiparan a los hijos
(can. 110).

e) Rito

84. Por rito se entiende el conjunto de acciones litúrgicas y de


normas disciplinares propias de una comunidad particular en el
ámbito d e la Iglesia católica. El rito es algo PERSONAL y no terri-
torial (OE 2).
El que haya alcanzado los catorce años de edad puede escoger
el rito que quiera en el momento del bautismo. Antes de los catorce
años, el bautismo se recibe según el rito latino si los padres del
bautizando pertenecen a él; pero si uno de los dos no pertenece a
la Iglesia latina, tiene que haber un común acuerdo para bautizar
al propio hijo en ella; si falta el acuerdo, el bautismo se confiere
según el rito al que pertenece el padre (can. 111).
En general, se puede pasar a otro rito no latino sólo con la
facultad concedida por la Santa Sede. En el momento del matri-
monio o durante el mismo, un cónyuge puede pasar al rito del otro;
disuelto el matrimonio, puede volver al rito latino. Los hijos del
que ha pasado a otro rito no latino, hasta los catorce años, son
adscritos a este rito; después de los catorce años, pueden volver a
la Iglesia latina. El recibir los sacramentos en una Iglesia de otro
rito no supone la adscripción a esa Iglesia (can. 112).
Las normas relativas al rito tienen importancia, no sólo para la
pertenencia a la Iglesia latina, sino también para la ordenación
sacerdotal, que es ilícita si se celebra en otro rito sin el indulto de
la Santa Sede (can. 1015,g 2).

C) Ejercicio: los actos jurídicos


i

a) Definición y elementos esenciales


o constitutivos del acto

85. El ejercicio personal de la habilidad de obrar, y por tanto


de los derechos, se tiene mediante actos jurídicos concretos. Para
comprender lo que es wn acto jurídico hay que referirse al HECHO
JURÍDICO. LOS hechos jurídicos pueden ser naturales o humanos.
Los naturales no dependen de la voluntad humana, como el
nacimiento, la muerte, un terremoto, etc.; sin embargo, determinan
un cambio de la situación jurídica.
Los hechos jurídicos humanos son los llamados ACTOS o NEGO-
CIOS JURÍDICOS y se refieren a la responsabilidad humana, es decir,
dependen de la voluntad humana. Con un acto o negocio jurídi-
I co el sujeto dispone de unos derechos o adquiere otros nuevos, y
L.
t asume obligaciones, por lo que los efectos del acto se deben atribuir
a la voluntad libre del sujeto, aunque ésta es regulada por la ley.
1
t Se distingue entre actos jurídicos lícitos e ilícitos, según corres-
[
pondan o contravengan a leyes, que no se exigen, sin embargo,
para la validez.
Los actos o negocios jurídicos se dividen también en unilaterales
(por ejemplo, un testamento, una donación), bilaterales y plurila-
terales.
Los negocios jurídicos bilaterales y plurilaterales se llaman
CONTRATOS. Un contrato está constituido por el acuerdo entre dos
o más partes sobre un objeto: un acuerdo dirigido a la constitución,
a la extinción o a la modificación de una relación jurídica (por
ejemplo, el matrimonio). Por consiguiente, las partes tienen que
querer los efectos que la ley establece para aquel negocio jurídico.
El negocio jurídico puede ser: solemne, cuando la ley establece
una forma determinada que, si no se observa, hace nulo dicho
negocio; o no solemne, cuando se deja libertad de forma.
Un elemento esencial para la validez del contrato es la voluntad
de los sujetos, es decir, el consentimiento sobre el objeto y la causa
del contrato. La causa es la finalidad objetiva del mismo contrato;
indica el designio objetivo del intercambio de la voluntad. Por
ejemplo, el objeto del consentimiento matrimonial es la donación
y la aceptación recíproca de los dos cónyuges, mientras que la
causa es el establecimiento de una comunión y una cooperación
entre el hombre y la mujer para el bien de los dos y para la procrea-
ción y educación de la prole. Tanto el objeto del consentimiento
como la causa objetiva han de ser intención necesaria en el matri-
monio.
Si luego hay otros motivos subjetivos que inducen a contraer
matrimonio, éstos tienen sólo un papel secundario y no interesan a
la validez del contrato. El objeto del contrato que debe ser querido
es, por tanto, concretamente, el conjunto de derechos y deberes
que surgen del intercambio del consentimiento, porque se quiere la
causa. Por ejemplo, en el matrimonio los derechosldeberes esen-
ciales son la unidad, la indisolubilidad y la procreación: si no se
quieren, el matrimonio es nulo.

b) Validez, invalidez y rescindibilidad


86. Un acto jurídico se presume VALIDO, es decir, dotado de
todos los elementos esenciales, si ha sido puesto externamente se-
gún las formalidades y los requisitos impuestos por el derecho
(can. 124).
Un acto es INVÁLIDO o NULO cuando: o hay un vicio sustancial
de la voluntad, esto es, que toca a la naturaleza misma del acto, o
falta uno de los elementos constitutivos (inexistente), o hay un
impedimento dirimente para realizar el acto, establecido por la ley
divina (inexistente) o humana (ineficaz); o la persona no tiene los
requisitos necesarios por ley divina (inexistente) o por la ley huma-
na (ineficaz); o finalmente, si se ha puesto sin las formalidades
requeridas (ineficaz). En todos estos casos el acto no produce nin-
gún efecto. El acto es nulo desde su origen y, por tanto, se trata
solamente de declarar su nulidad.
I Los principales VICIOS que hacen un acto nulo son:
f - la violencia exterior: es la fuerza coactiva a la que no se
puede resistir y que elimina la libertad de la persona al
poner el acto; todos los actos realizados bajo dicha violencia
son nulos de raíz (can. 125, ¿j 1);
- el miedo grave producido injustamente: es el temor origi-
nado por la perturbación mental, debido a un terror, aunque
momentáneo pero de forma grave (aunque sólo relativo a la
¡ persona) e injusto (no para reivindicar un derecho legiti-
mo o de forma desproporcionada); el acto sería de suyo
válido y sujeto Únicamente a rescisión; sin embargo, la Igle-
sia prevé la invalidez de algunos actos de particular impor-
I tancia para el sujeto o para el bien común realizados por
miedo (can. 125, ¿j 2); esos actos son:
el matrimonio (can. 1103);
la admisión al noviciado (can. 643, ¿j 1, 4.9;
la profesión religiosa (can. 656, 4.9;
los votos de cualquier género (can. 1191, 5 3);
la renuncia a un oficio eclesiástico (can. 188);
el sufragio de cualquier género (can. 172, 5 1, 1.o);
la remisión de una pena;
- el dolo: es la maquinación para engañar a otro (can. 125,
5 2); por las mismas razones que por el temor, son nulos por
dolo los siguientes actos:
la renuncia a un oficio eclesiástico (can. 188);
el matrimonio, si el dolo se refiere a una cualidad de la
persona que por su naturaleza perturba gravemente la
f vida conyugal (can. 1098);
1 la entrada en el noviciado (can. 643, 5 1, 4.9;

1
la profesión religiosa (can. 656,459;
el sufragio de cualquier género (can. 172, 5 1, 1.o);
los votos de cualquier género (can. 1191, 5 3);
l
- el error sustancial.- sobre la naturaleza, el objeto, o la causa,
o los efectos del acto jurídico (can. 126); por ejemplo, el
error sobre la materia de los votos religiosos;
- el error que recaiga en la condición "sine qua non': cuando
el sujeto liga su voluntad a un aspecto de suyo marginal o
secundario del objeto propio del acto, pero de tal manera
que sin ese aspecto -que cree erróneamente presente- no
habría puesto el acto (can. 126); por ejemplo, contraer ma-
trimonio creyendo por error que la mujer es virgen, en un
ambiente cultural en que ese elemento es considerado como
una condición.
El acto es RESCINDIBLE siempre que aparecen vicios que no han
afectado de nulidad al acto. Una vez puesto, el acto produce sus
efectos, porque es existente, pero al revelarse el vicio, generalmente
oculto, es posible rescindir el acto con sentencia judicial o a petición
del que lo puso o por iniciativa de la autoridad competente. La
rescisión quita eficacia al acto, pero conservando en algunos casos
y en parte los efectos jurídicos ya adquiridos.
El acto puede rescindirse, intentando una causa rescisoria, en
caso de:
- miedo grave infundido injustamente y dolo, en los casos no
previstos de nulidad (can. 125, tj 2);
- error no sustancial y que no recaiga en la condición "sine
qua non" (can. 126); por ejemplo, un error sobre la valora-
ción de un objeto.

c) Consentimiento o consejo
87. Cuando se prevé que para algunos actos el superior nece-
sita del consentimiento o consejo de un COLEGIO o de VARIAS
PERSONAS COMO GRUPO, éstas deben ser convocadas según la nor-
ma del canon 166, a no ser que, por tratarse sólo de consejo, el
derecho particular o propio establezca lo contrario. Para la validez
del acto es necesario el consentimiento de la mayoría absoluta de
los presentes, o bien que se haya pedido el consejo de todos, según
que el derecho exija el consentimiento o bien el consejo -(can 127,
fj 1).El superior no vota nunca, ni siquiera para dirimir la paridad
de los sufragios 5 .
S Cf PONT. COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 1 de agosto de 1985, en "AAS" 77 (1985)
771; EV 9/ 1661.
Por el contrario, cuando el derecho establece para algunos actos
que el superior necesita en el obrar el consentimiento o el consejo
de algunas PERSONAS COMO INDIVIDUOS, hay que regularse de la
manera siguiente:
- si está previsto el consentimiento, el acto realizado contra el
voto incluso de una sola de esas personas es inválido; lo es
igualmente si el consentimiento no ha sido pedido;
- si sólo está prescrito oír el consejo de esas personas, para
obrar válidamente es necesario que se haga esa consulta,
pero el superior sigue estando libre para tomar su decisión,
aunque se le recomienda que siga el consejo de los consul-
tores, especialmente cuando éste es unánime (can. 127, 2).
Todos aquellos de los que se requiere el consentimiento o
el consejo están obligados a expresar sinceramente su propia opi-
nión y a observar el secreto, especialmente en relación con los
asuntos graves, por ejemplo los que se refieren a las personas
(can. 127, 5 3).

d) Reparación del daño


I
1
88. Están obligados a la reparación del daño todos los que,
con un acto jurídico puesto ilegítimamente o con cualquier acto
puesto con dolo o con culpa, hagan daño a otros (can. 128). .
I

i e). Elementos extrínsecos al acto


i 89. Son aquellos elementos que pueden añadirse a un acto
por voluntad libre del que lo realiza.

1 1) Condición sobre el futuro


No se refiere a las circunstancias actuales, como en la condición
sine qua non, sino que se refiere a circunstancias futuras. El acto se
ha realizado, pero su eficacia queda en suspenso, en cuanto que
está ligada al cumplimiento o no de un suceso futuro generalmente
incierto. Si éste se cumple, entonces el acto se perfecciona; si no se
cumple, el acto no produce efectos.
t
I

La condición futura puede ser:


- suspensiva: el acto se ha realizado, pero el efecto sigue en
suspenso hasta que se verifique el suceso; por ejemplo, Ticio I
1
hace donación de un terreno, con la condición de que resulte
heredero del abuelo;
- resolutiva: el acto se pone a todos los efectos, pero si se
verifica la condición impuesta, entonces, automáticamente,
sin que sea necesaria una nueva intervención de la voluntad,
el acto deja de existir; por ejemplo, Ticio hace donación de
una casa a un instituto de caridad, con la condición de que
dentro de un año la hija no se case y no tenga necesidad de
1
1i
la casa.

2) Término

El acto produce sus efectos a partir de una fecha futura deter-


minada en el mismo acto.

3) Modo

Es una cláusula accesoria que limita, pero no suspende, la efi-


cacia del acto. Se pone a menudo a los actos de donación hechos
con una finalidad muy determinada. La donación está definitiva-
mente adquirida, pero se le añade la obligación moral y jurídica de
emplear la donación en el modo establecido por el donante. Por
ejemplo, en el caso de una donación con la condición de construir
un asilo para ancianos, si no se cumple esta modalidad, el donante
tiene un título para un recurso al juez o a la autoridad competente,
que determinará las consecuencias del cumplimiento fallido de la
obligación jurídica. Estas consecuencias serán: o la restitución de
la suma o la conversión en otra obligación.
Si la donación moda1 fue aprobada o registrada por la autori-
dad superior, para poder cambiar el modo hay que recurrir a esta
autoridad.

f) Representación

Existe cuando se realiza un acto jurídico mediante la actividad


material de una tercera persona.
Se obtiene representación por procurador cuando se otorga
poder público mediante el cual la persona que pone el acto no lo
hace en nombre propio, sino con referencia formal a aquel que es
el autor del poder. De esta manera, los efectos del acto recaen en
aquel que otorgó el poder; por ejemplo, el caso del matrimonio por
procurador.
Se tiene representación legal sin otorgamiento en los casos en
que falta la capacidad de obrar de aquel que debería otorgar el
poder, como en el caso del menor o del enfermo mental.
Un caso típico de representación legal es el de la autoridad que,
como órgano de una persona jurídica, expresa su voluntad, como
el superior de un instituto de vida consagrada, que actúa en nombre
de los miembros del instituto, que no pueden formular externa-
mente su voluntad más que a través de un superior que los repre-
sente.

2. LASPERSONAS JUR~DICAS

2.1. Definición
f
I
L 90. La persona jurídica se diferencia de la persona física, de la
que ya hemos hablado (cf n. 69), en cuanto que es un organismo
unitario que es considerado por el ordenamiento jurídico como
sujeto de derechos y de deberes, es decir, como un ente dotado de
capacidad jurídica propia y distinta de las personas que concurren
a formarlo o que lo administran (can. 113,g 2).
Hay que señalar que el Código no habla de la Iglesia católica y
de la Santa Sede como personas jurídicas, ya que ni la una ni la
otra son consideradas como tales, sino como personas morales de
institución divina (can. 113, tj l), previas a la constitución de cual-
quier otra persona jurídica. Así ha de considerarse también el co-
legio episcopal.

2.2. Tipología

9 1.
Las personas jurídicas compuestas por un CONJUNTO DE
PERSONAS (universitatespersonarum) o CORPORACIONES están for-
madas por la unión intencional de al menos tres personas físicas,
para alcanzar una finalidad común (can. 1 5 5 1 , ) En este caso
la unidad del fin de la persona jurídica viene dada por las relaciones
intencionales que se dan entre las personas físicas que tienen habi-
lidad de obrar. Se distinguen en:

l
- colegiales, si forman un organismo o una comunidad, cuya
acción está determinada, a tenor del derecho, por los miem-
bros que concurren a las decisiones que hay que tomar, bien
sea con igual derecho, como, por ejemplo, los cabildos ca-
tedralicios, o bien con derecho desigual, como, por ejemplo,
el colegio episcopal;
- no colegiales, si no todos los miembros determinan las de- <
cisiones, en cuanto que la deliberación, a tenor del derecho, l
i
corresponde al superior de la comunidad, por ejemplo, las
diócesis y parroquias (can. 115, 4 2);
- mixtas; pueden considerarse así aquellas en las que en algu-
nos casos todos los miembros o los representantes de los
!
1

mismos toman parte en las decisiones; en otros casos es sólo


el superior el que decide (por ejemplo, los institutos de vida
consagrada).
F
Las personas jurídicas compuestas de un CONJUNTO DE BIENES i
(universitates rerum) o FUNDACIONES A U T ~ N O M A S(can. 115, ¿j 1)
están formadas por bienes o por cosas, tanto espirituales como ma-
!
teriales, y son gobernadas y administradas por una o varias perso-
nas físicas o por un colegio (can. 115,G 3). La personalidad jurídica
se atribuye al conjunto de bienes y no a las personas físicas, en
cuanto que éstas administran y representan sólo las fundaciones
autónomas. Constitutiva de la fundación es la intención del funda-
dor, que siempre ha de ser respetada.
Son PUBLICAS las personas jurídicas constituidas por la autori-
1
dad eclesiástica competente, para que, dentro de los fines estable-
cidos, cumplan en nombre de la 1~1esiacon la tarea que se les ha
confiado para el bien público; esta tarea se la confía la jerarquía
con una misión específica; por tanto, en su actuación por el bien de
toda la Iglesia como comunidad visible implican la responsabilidad
d e ésta. Todas las demás, que no actúan en nombre de la Iglesia,
son PRIVADAS (can. 116,g 1).
2.3. constitución

92. Las personas jurídicas están constituidas a tenor del ca-

- o por disposición del mismo derecho (diócesis, cabildos ca-


tedralicios, parroquias, iglesias, institutos de vida consagra-
da, etc.);
- o por concesión especial de la autoridad competente, dada
por medio de decreto (hospitales, orfanatos, pensionados,
etc.). En este caso deben tener un fin coherente con la misión
de la Iglesia, es decir, deben estar dirigidas o a obras de
piedad o de apostolado o de caridad, tanto espiritual como
corporal. Así pues, su fin debe ser realmente útil y deben
contar con los medios suficientes para la consecución de ese
fin. Si faltan estos requisitos, la autoridad competente no
debe conceder la personalidad jurídica.

Las personas jurídicas públicas están constituidas bien por el


propio derecho o bien por decreto de la autoridad competente; las
privadas sólo por decreto (can. 116, 5 2).
1
i
La personalidad jurídica se concede válidamente sólo después
de la aprobación previa de los estatutos que rigen a la persona
i
I jurídica (can. 11 7).
I

1 2.4. Capacidad de obrar de las personas jurídicas


y sus actos
93. Al ser sujeto de derechos y de deberes, una persona jurí-
dica es hábil para realizar actos jurídicos, o sea, para poner actos
propios jurídicamente válidos. Esta capacidad está limitada por el
fin mismo de la persona jurídica: en efecto, se extiende sólo a los
actos dirigidos a la consecución de ese fin. Además, en nombre de
la persona jurídica actúan sus representantes, según la competencia
que les reconoce el derecho universal o particular, o bien los esta-
tutos, si se trata de una persona jurídica pública; por los estatutos
solamente, en el caso de una persona jurídica privada (can. 118).
Para los ACTOS COLEGIALES, a no ser que los estatutos establez-
f
can otra cosa, hay que distinguir:
¡ - elecciones: debe estar presente la mayoría de los que han de
1 11 ser convocados y hay que tener la mayoría absoluta (más de
la mitad); después de dos escrutinios ineficaces, el voto debe 1
ser sobre los dos candidatos que obtuvieron el mayor núme-
ro de votos, o, si son más de dos, sobre los dos de más edad;
en el tercer escrutinio no se requiere ya la mayoria absoluta
de los votos, sino que, exceptuando el caso de paridad, es
suficiente la mayoría relativa (cf Pont. Cons. Int. Leg., Res-
puesta de 1-8- 1990, en "AAS" 72 [1990] 845); después del
tercer escrutinio, si se da paridad, se considera elegido el de
más edad;
- otros asuntos: tiene que estar presente la mayoria de los que !
han de ser convocados y hay que decidir por mayoria abso- t

r
luta; si después de dos votaciones se tiene la paridad, el i
presidente puede decidir con su voto; l

- asuntos que se refieren a todos y a cada uno: hay que obte-


ner la aprobación de todos (can. 119). 1
2.5. Extinción
1
94.La persona jurídica es perpetua por naturaleza. Se extin-
gue por supresión legítima por parte de la autoridad competente, o
bien por inactividad prolongada durante cien años. Las personas
jurídicas privadas se extinguen también según norma de sus estatu-
1
I

tos (can. 120).


La unión y la división de las personas jurídicas y el destino de
sus bienes, de los derechos patrimoniales y de las cargas son regu-
ladas por los cánones 121-123.

130

7 -

l
l

I
LOS FIELES LAICOS

1. EL C A R I S M A D E LA VIDA LAICAL
Ii

1.1. Definición de laico


95. En el Código no encontramos una definición de laico; sin
embargo, para comprender. mejor la disciplina canónica, hemos de
considerar brevemente la definición que se da en el Vaticano 11 y lo
que se dice en la exhortación apostólica possinodal de Juan Pa-
blo 11 Christzfldeles laici ( = ChL), del 30 de diciembre de 1988 1.
La LG 31a, no queriendo tomar posición entre las diversas
opiniones, en el contexto en que la propone da una definición no
sólo por vía negativa: son laicos todos los fieles que no son miem-
bros del orden sagrado ni del estado religioso; sino también por vía
positiva: son laicos todos los que han sido incorporados a Cristo
por el bautismo, han sido constituidos pueblo de Dios, participan
"a su medida" (suo modo) de la misión (munus) sacerdotal, profé-
tica y real de Cristo, y "por su parte" (pro parte sua) realizan en la
Iglesia y en el mundo la misión propia de todo el pueblo cristiano.
Sin embargo, no cabe duda de que los elementos que se dan en esta
segunda definición son propios de todos los fieles, no sólo de los
laicos, como se sanciona efectivamente en el canon 204, tj 1, del
nuevo Código.
La LG 31b nos da el elemento peculiar, propio de los laicos,
que clarifica las dos cualificaciones: ''en su medida" y "por su
parte", que encontramos en la definición que se da en el primer
párrafo del mismo número. Este elemento es la ~NDOLESECULAR,
que es propia y peculiar de los laicos, aunque no exclusiva de ellos,
1 Cf "AAS" 81 (1989) 393-521; E V 11/ 1606-1900.
F
puesto que con modalidades diferentes corresponde también a los i
clérigos seculares y a los miembros de los institutos seculares (LG
3 1b; P C 1 1a; cáns. 7 10; 7 1 1; 7 13); más aún: toda la Iglesia, en
1i
I
cuanto arraigada en el misterio del Verbo encarnado, tiene una
verdadera dimensión secular inherente a su naturaleza y a su mi-
sión, realizada en formas diversas y específicas por sus miembros
(ChL, n. 15) 2. Por consiguiente, la secularidad como tal, en cuanto
basada en el sacerdocio común y en la consagración bautismal
(cf nn. 66-67), es algo intrínseco a todo fiel y no sólo a la condición
laical. El ministerio sagrado y la consagración con los consejos
1
t
i
evangélicos no hacen perder esta índole secular, sino que dan una i
I
modalidad diversa y propia de vivirla. i
t

Además, según la doctrina conciliar, a los laicos no les corres- !

ponde sólo la esfera secular, sino también la espiritual y estricta- \


mente eclesial; en efecto, la LG 3 l a afirma que los laicos cumplen L
la misión de todo el pueblo cristiano no sólo en el mundo, sino i
i
también en la Iglesia. Por eso los laicos están llamados a desem- 1
peñar varios tipos de apostolado activo en la Iglesia (cf LG 22 y
AA 9-22). ¡ 1

t
En el sínodo de los obispos de 1987 se subrayaron más bien los
elementos contenidos en la definición positiva de la LG 31a, y, ¡
aunque no se olvidaron todas las funciones que los fieles laicos i
desempeñan en el interior de la vida de la Iglesia, se puso especial-
mente de relieve en su condición la dimensión secular, como com-
t
promiso en el mundo, que, aunque debe considerarse común a I
todos los bautizados, tiene, sin embargo, una modalidad de actua-
ción que es peculiar y propia de los fieles laicos 3.
La ChL, número 9, recoge al pie de la letra la definición dada
¡
por la LG 3 la, sin tener en cuenta el hecho de que la primera parte
sigue siendo una descripción por vía negativa, y la segunda parte
vale para la categoría general de fiel (christzfidelis), sin decir nada
d e específico respecto al fiel laico. Sigue abierta la cuestión de la
definición del fiel laico de forma positiva y con caracteres propios,
hasta el punto de que hay autores que querrían eliminarla, por la
identificación que ven con el fiel en general, mientras que otros
querrían ver al laico como el fiel constituido tal por el sacramento
1
2 Cf JUANPABLO 11, Homilía en la concelebraciónfinal del sínodo de los obispos 1987,
30 octubre 1987, en "AAS" 80 (1988) 600-601; PABLO VI, Al. inst. sec., 2 febrero 1972, en,
1

1
"AAS" 64 (1972) 207-208.
Cf JUANPABLO 11, Homilía citada, en "AAS" 80 (1988) 600-601; S~NODO DE OBISPOS
1987, Mensaje al pueblo de Dios, 29 octubre 1987, en "Oss. Rom." 30 octubre 1987.
E
de la confirmación, y otros consideran laico al que imprime en la
i condición fundamental de fiel una nueva condición por un carisma
que recibe, y por tanto por el ministerio que ejerce en la Iglesia,
dentro de una visión del pueblo de Dios articulado en varios minis-
terios y no en estados o categorías de personas.
Sin embargo, me parece que puede darse una definición des-
criptiva de laico como aquel fiel que, permaneciendo en la condi-
ción bautismal común, edifica en la Iglesia y en el mundo el reino
de Dios, dando testimonio de la fe según su carisma propio, que es
el de la secularidad en una modalidad peculiar especificada por los
diversos servicios y ministerios que desarrolla.
Además, el laico al cumplir su misión en la Iglesia y en el
mundo se ve afianzado por el don del Espíritu y por la gracia del
sacramento de la confirmación, que con el carácter impreso lo
vincula más perfectamente a la Iglesia y le obliga más estrechamen-
te a ser con las palabras y las obras testigo de Cristo y a difundir
y defender la fe en todos los ámbitos; al mismo tiempo es sostenido
dinámicamente por la eucaristía (cáns. 879; 897; LG 11a; ChL,
n. 14).

1 1.2. El carisma de la secularidad


96. El C A R I S M A D E LA S E C U L A R I D A D LAICAL consiste en bus-
car por parte de los laicos el reino de Dios tratando las cosas
temporales, con las que por vocación están estrechamente unidos,
y ordenándolas según Dios, contribuyendo por así decirlo desde
dentro, a modo de fermento, a la santificación del mundo (LG 31b;
35b.d; 38; AA 4a.e.g; 7e). Sin embargo, la secularidad laical, esto
es, el ser y el obrar del laico en el mundo, no es sólo una realidad
antropológica y sociológica, sino también y específicamente teoló-
gica y eclesial, en cuanto que hay que entenderla a la luz de la
creación y de la redención, por lo que toda la realidad creada está
destinada a encontrar en Cristo la plenitud de su significado, y los
laicos, como miembros activos de la Iglesia, en el cumplimiento de
su misión en el mundo, tienen en ella un papel propio, en la com-
plementariedad entre las diversas categorías de los fieles (ChL,
n. 15).
El ámbito del ORDEN TEMPORAL, que abarca la secularidad
propia de los fieles laicos, son los bienes de la vida, de la familia,
de la cultura; la esfera de la economía y de la política; el mundo del
trabajo, de las artes y profesiones; el campo de la ciencia, de la
técnica, de la ecología, de la comunicación social; los problemas de
la vida, de la ética profesional, de la solidaridad, de la paz, de las
instituciones de la comunidad política; las relaciones internaciona-
les, y su evolución y progreso; la promoción de la justicia, de los
derechos del hombre, de la educación y de las libertades, especial-
mente de la religiosa (AA 7b; ChL, nn. 40-44) 4.
El fiel laico, al ejercer su carisma de la secularidad en la esfera
de lo temporal, actúa su profesión de fe y, por consiguiente, obra
de modo propiamente eclesial, en cuanto que el mundo es el ámbito
y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos (ChL, n. 15).
Igualmente, cuando desempeña ministerios y servicios diversos en
el ámbito de las instituciones eclesiales, según la variedad de los
carismas recibidos (ChL, nn. 24; 25; 26), lo hace llevando también
dentro de ellas toda su dimensión secular de compromiso en lo
temporal (ChL, n. 15). Esto es lo que constituye la unidad del
carisma laical, aunque abarca dos esferas distintas, la espiritual
en sentido estricto y la temporal (ChL, n. 59). Respondiendo a
la propia vocación al servicio de la Iglesia y del mundo, los fie-
les laicos actúan cada vez más la perfección de la caridad, y por
tanto la santidad, en la dimensión de su ser y de su obrar (ChL,
nn. 16; 17).

2. OBLIGACIONES
Y DERECHOS, OFICIOS Y MINISTERIOS
D E LOS LAICOS

97. Mientras que el CIC 1917 no reconocía a los fieles laicos


funciones u oficios particulares, ni concedía espacio alguno a la
determinación de sus obligaciones y derechos en un título específi-
co, el nuevo CIC, sobre la base de la doctrina conciliar, ofrece ocho
cánones sobre los laicos (cáns. 224-23 1).
El canon 224, como introductorio, afirma que afecta a los fieles
laicos, además de lo que se establece en el título sobre ellos, todo
lo que es pertinente sobre ellos según la previsión del derecho. En
efecto, atañe a los laicos todo lo que se establece en relación con los
deberes y derechos de los fieles en general, a los sacramentos, a los
oficios eclesiásticos, a las estructuras jurisdiccionales de la jerar-
quía, a los procesos y a los recursos administrativos.

Cf ib; PABLO VI, E X . Ap. Evangelii nuntiandi, 8 diciembre 1975, n. 70, en "AAS" 68
(1976) 59-60; E V 5/ 1588-1716.

l
134
2.1. Obligaciones y derechos

a) Anuncio de la salvación
b

98. La primera obligación-derecho, de carácter general, que


1

afecta a todos 10s fieles en virtud del bautismo y de la confirmación,


es la del APOSTOLADO (cáns. 211; 216). En efecto, no sólo los que
están constituidos en el orden sagrado o que están en institutos de
vida consagrada tienen el deber-derecho de ANUNCIAR EL EVANGE-
LIO,sino también los laicos y particularmente en aquellas circuns-
tancias en que no puede ser anunciado más que por ellos (can. 255,
8 1; cf cáns. 759; 766; 784; 795; ChL, nn. 34-35). Además, esta
acción apostólica puede ejercerse de forma individual o de forma
asociativa. El canon no parece referirse de forma específica a aquel
apostolado que es definido por la LG 33c como cooperación más
inmediata en el apostolado de la jerarquia.
i
i
I
La doctrina conciliar sobre este punto no está clara. En la LG
E 33c se identifica este apostolado con la acción directa de evangeli-
zación y difiere del apostolado entendido en sentido general y que
en la LG 31b parece identificarse con el testimonio de vida que el
laico debe dar. Por otra parte, en el AA 20 se considera a la Acción
Católica como cooperación de los laicos en el apostolado jerárqui-
co, ya que mantiene un vínculo más estrecho con la jerarquía; la
Acción Católica tiene como fin inmediato la evangelización, la
santificación de los hombres y la formación cristiana de su con-
ciencia. Los laicos en la Acción Católica actúan bajo la dirección
superior de la jerarquía, la cual puede sancionar esa cooperación
por medio de un "mandato" explícito. De esta manera, en el con-
cilio se distingue entre apostolado de los laicos en el anuncio del
evangelio, sin que se trate de una cooperación inmediata en el
apostolado jerárquico, ya que no tiene todas las características que
da de ella AA 20, y el apostolado como cooperación inmediata en
el apostolado jerárquico, porque tiene tales características.
El canon 225,g 1, no hace esta distinción y habla en general de
apostolado como anuncio de la salvación. Sin embargo, podemos
decir que, aunque en el canon no se hace ninguna alusión a la
cooperación directa. con el apostolado jerárquico, toda acción de
los laicos que sea anuncio inmediato de la salvación no puede
menos de ser una cooperación en el apostolado, que en la Iglesia
debe considerarse como jerárquico, en cuanto que ha de ejercerse
siempre bajo la dirección superior de la jerarquía.
El canon prevé que la acción apostólica de los laicos se desarro-
lla individual o asociativamente. El canon 327 estimula a los laicos
a formar asociaciones para la consecución de fines espirituales, es
decir, para el perfeccionamiento de la vida cristiana, para promover
el culto público o la catequesis, la evangelización, o bien para hacer
obras de caridad (cf can. 298,g 1); igualmente los anima de manera
especial, dada la índole secular del laicado, a formar asociaciones
que se propongan animar de espíritu cristiano el orden temporal y
favorezcan consiguientemente la unión íntima entre la fe y la vida.
Sin embargo, hemos de advertir que, si es verdad que el deber-
derecho de anunciar el evangelio atañe a todos los fieles, también
es verdad que este deber-derecho afecta de modo muy diferente a
los laicos, a los clérigos y a los que están en un instituto de vida
consagrada. Efectivamente, los laicos son tales no sólo en el mundo,
sino también en la Iglesia, por lo que tienen y deben tener su modo
peculiar de anunciar el evangelio, como efecto de la condición se-
cular en la que actúan, vivida en la consagración bautismal común.
Los laicos están en la condición secular como laicos, por lo que
existe una diferencia entre la condición secular de los laicos y la
condición secular de los clérigos diocesanos o de los miembros,
clérigos o no, de los institutos seculares, que asumen los consejos
evangélicos con una nueva consagración.

b) Testimonio de vida

99. El canon 225,§ 2, habla de una segunda obligación funda-


mental: la del apostolado entendido en un sentido más determina-
do, es decir, del TESTIMONIO DE VIDA que tienen que dar los laicos
en su condición secular. Este tipo de apostolado, a diferencia del
primero, se ve como específico, aunque no se puede considerar
exclusivo, de los laicos, ya que es propia de ellos la misión de
gestionar las cosas temporales, mientras que la de anunciar la sal-
vación atañe a todos los bautizados, sea cual fuere la condición en
que se encuentran.
E n relación con el compromiso que corresponde a los laicos en
el terreno de los ASUNTOS SECULARES, el canon 227 reconoce el
derecho a su libertad y autonomía respecto a la jerarquía, pero
dentro de los límites establecidos por el hecho de que su obrar tiene
que estar lleno del espíritu del evangelio, y que deben tener en
cuenta la doctrina propuesta por el magisterio, evitando exponer
sus opiniones como si fueran doctrina de la Iglesia. Esto puede
valer especialmente para la actividad política que desempeñan los
laicos en todos los niveles (GS 76c; ChL, n. 42).

100. El canon 266,g 1, reconoce una función particularmente


positiva a los laicos casados, de la que dimana su deber apostólico
específico: edificar el pueblo de Dios por medio del MATRIMONIO
y de la FAMILIA.
Sin embargo, hay que hacer notar que, como enseña el concilio
(AA 11; GS 47), los laicos, por medio del matrimonio y de la fa-
milia, no sólo edifican el pueblo de Dios, sino también la sociedad
civil. En efecto, por medio del matrimonio los laicos viven su
condición secular tanto en la Iglesia como en el mundo (LG 31a).
Según AA 1 lc, el deber fundamental y el más alto apostolado de
los laicos casados consisten en manifestar con su misma vida la
indisolubilidad y la santidad del matrimonio, en afirmar su deber-
derecho a educar a los hijos, en defender la dignidad y la legítima
autonomía de la familia. Así pues, los laicos -prosigue el decreto
conciliar- tienen que colaborar con todos los hombres de buena
voluntad para que en la legislación civil sean sancionados y defen-
didos estos derechos. Finalmente, obras propias del apostolado
familiar son: adoptar como hijos a los niños abandonados, acoger
con benevolencia a los forasteros, ofrecer su propia contribución
en la dirección de las escuelas, asistir a los adolescentes con el
consejo y con medios económicos, ayudar a los novios para que se
preparen mejor al matrimonio, colaborar en la catequesis, sostener
a los esposos y a las familias material o moralmente en peligro,
proveer a los ancianos no sólo de lo necesario, sino haciéndoles
participar también equitativamente de los frutos del progreso eco-
nómico (AA 1Id). Todas estas obras, que deben considerarse como
ministerios dentro del ministerio de la vida conyugal (cf nn. 392-
394), como se ve, edifican el pueblo de Dios y también la sociedad
civil.
El canon 226, 5 2, afirma la gravísima obligación y el derecho
natural de los padres a EDUCAR A SUS HIJOS. Esta reivindicación se
hace de modo general, tanto respecto a la comunidad eclesial como
respecto a la sociedad civil. Pero, como es evidente, la necesidad de
esta reivindicación se refiere más bien a la segunda que a la prime-
ra. De esto mismo se hablará también a propósito del canon 793
(nn. 554-555).
En el mismo canon 226 se tiene una especificación de este de-
recho-deber: corresponde a los padres la educación cristiana de los
hijos, según la doctrina de la Iglesia. En efecto, según el concilio,
la familia tiene que considerarse como una Iglesia doméstica, en la
que los padres tienen que ser para sus hijos los primeros ministros
de la fe, testigos del amor de Cristo y ministros de su santificación
(can. 835, 5 4). Es éste, como veremos (cf n. 394), un verdadero
ministerio de los padres cristianos (AA 1lc; LG 1 lb; 3%). Los
hijos deben recibir de sus padres el primer anuncio del evangelio,
ya que la familia es el lugar natural del primer germen de la fe
(ChL, nn. 35; 40). Esta obligación de los padres corresponde al
derecho de todo fiel, que se afirma en el canon 217, de recibir la
educación cristiana necesaria para llevar una vida evangélica cohe-
rente (cf nn. 75-76).
Sin embargo, hemos de advertir que, según la misma formula-
ción del canon 226, el derecho-deber de los padres a la educación
cristiana de sus hijos es primario, pero no exclusivo, ya que siempre
permanece la obligación y el derecho de la Iglesia a la formación
cristiana, de varias maneras, de todos sus miembros (can. 794).

d) Formación doctrinal

101. El canon 229, 1, enuncia el derecho-deber de los laicos


a adquirir aquel CONOCIMIENTO DE LA DOCTRINA CRISTIANA, com-
prendida la doctrina social de la Iglesia, a través de una formación
espiritual y doctrinal, que necesitan para vivir según las exigencias
del evangelio y para estar en disposición de enunciar y defender esa
doctrina, pudiendo participar así de la acción apostólica (ChL,
n. 60). El 8 2 reconoce, además, el derecho a conseguir incluso
GRADOS ACADÉMICOS en universidades, facultades o institutos de
ciencias religiosas.
Además, en el canon 231 se sanciona la obligación, por parte de
los laicos que permanentemente o durante algún tiempo se dedican
a un servicio especial de la Iglesia, de adquirir una FORMACION
IDÓNEA a la función que han de desempeñar y cumplir esta función
con conciencia, compromiso y diligencia. Estos laicos tienen el de-
recho a una honesta R E M U N E R A C I ~ Nadecuada a sus necesidades y
a las de su familia, y a todas las previsiones sociales y sanitarias
previstas.
2.2. Oficios eclesiásticos

102. El canon 228, 5 1, reconoce que los laicos son hábiles


para recibir aquellos OFICIOS y aquellas FUNCIONES para las que
resulten idóneos y que, segun el derecho, puedan desempeñar. Se-
gún el nuevo Código pueden desempeñar los oficios de juez, de
auditor o de notario en los tribunales eclesiásticos, de canciller de
la curia diocesana, de ecónomo, de la cura pastoral de una parro-
quia, de moderador de una asociación pública de fieles; todos estos
oficios suponen en diversos grados el ejercicio de la potestad de
gobierno: el primero, el ejercicio de la potestad judicial, y los demás,
el ejercicio de la potestad administrativa (cáns. 1421, €j2; 1428, €j 2;
1437, 5 1; 482, 5 1; 483; 494; 517, €j 2); además, dentro del ámbito
judicial, los oficios de asesor, de promotor de justicia y de defensor
del vínculo: oficios que no comportan ejercicio de potestad de
gobierno (cáns. 1424; 1435); el oficio de legado pontificio (can. 363,
5 l), que según los casos comporta ejercicio de potestad adminis-
trativa o no; finalmente, los oficios de experto y consejero de los
pastores (cáns. 228, 5 2; 443, 5 4; 463, €j1, 5.0; 512; 536; 537) y
de asistente cualificado del matrimonio (can. 1112). El oficio de
ENSEÑAR CIENCIAS SAGRADAS en las universidades y facultades
eclesiásticas en virtud del mandato recibido de la autoridad compe-
tente comporta cierta participación de la potestad de magisterio
(can. 229, 5 3; cf n. 524).
La capacidad de los laicos para desempeñar oficios y funciones
eclesiásticas y para gozar de la necesaria potestad de gobierno o de
jurisdicción para poder ejercerlos (can. 129, ¿j2) se basa en la
participación en la misión de Cristo que tienen todos los fieles en
virtud del bautismo y de la confirmación (ChL, n. 23). Sin embargo,
como veremos (n. 293), no debemos confundir los oficios y las
funciones que pueden desempeñar también los laicos con los que
son estrictamente clericales y que sólo pueden ser desempeñados
por aquellos que han recibido el orden sagrado;como, por ejemplo,
el oficio de párroco, obispo, etc. En efecto, el sacerdocio común y
el ministerial se 'diferencian entre sí en la esencia y no sólo en el
grado (cf LG 10b; ChL, nn. 22; 23).

2.3. Ministerios

103.
Se toman en consideración, en primer lugar, los MINISTE-
RIOS INSTITUIDOS o ESTABLES. Se trata de los ministerios de lector
y de acólito que pueden ser conferidos por el ordinario, a través de
un rito litúrgico, a hombres laicos que tengan la edad y las dotes
determinadas por la conferencia de obispos (can. 230,g 1). La CEI
ha establecido la edad mínima de veinticinco años y las siguientes
dotes, que deben ser atestiguadas por el párroco: madurez humana,
buena fama, piedad, preparación teológico-litúrgica adecuada, ap-
titud comprobada y disponibilidad para el ministerio que han de
recibir 5.
Estos dos ministerios, según el motu proprio Ministeria quae-
dam ( = MQ) de Pablo VI, que los instituía el 15 de agosto de
1972 precisamente como ministerios laicales, no se limitan al ám- ,

bito litúrgico, sino que pueden extenderse también al extralitúrgico.


Efectivamente, el ministerio de lector comprende el anuncio de la
palabra de Dios, la animación de la liturgia y la preparación de los
fieles a los sacramentos, y por tanto la catequesis (MQ V). El
ministerio de acólito, por su parte, comprende el servicio al altar y
la distribución de la comunión (can. 910, 2); en circunstancias
particulares el acólito es también ministro extraordinario de la ex-
posición y de la reserva del santísimo sacramento, pero sin dar la
bendición (can. 943; MQ VI).
El mismo canon 230, fj 1, establece que la colación de estos
ministerios no d a derecho a ningún sustento o remuneración por
parte -de la Iglesia, a pesar del carácter de estabilidad que tienen.
El motu proprio Ministeria quaedam permitía a las conferencias
episcopales, con la aprobación de la Santa Sede, la institución de
otros ministerios que se juzgasen necesarios o útiles en la propia
región, como, por ejemplo, los de ostiario, exorcista, catequista u
otros ministerios dirigidos a obras de caridad que no estuvieran ya
confiados a los diáconos 7. Entre los ministerios de posible institu-
ción futura no se ve por qué no pueden integrarse aquellos servicios
o profesiones que desempeñan los laicos en la sociedad en beneficio
del hombre y de la vida social (ChL, n. 41).
Los padres reunidos en el sínodo de obispos de 1987 expresaron
el deseo de que el motu proprio Ministeria quaedam se revisase

5 Delib.. n. 21, 18 abril 1985, en Notiziario CEI 31 1985,44; E. CEI 312276. La CEE ha
establecido, de modo similar a la CEI, para poder asumir estos ministerios permanentes en
la Iglesia la edad de veinticinco años cumplidos y dotes de vida cristiana y debida formación
(2.0 DG 1985, art. 1).
Cf "AAS" 64 (1972) 529-534.
Cf "AASn 64 (1972) 531; CONGR.SACRAM. y CULTO,Cart. circ. Novit profecto,
27 octubre 1972, en EV 6/ 373-374.
de en cuenta el USO de las Iglesias locales y sobre todo indi-
tes cando los criterios según los cuales hay que elegir a los destinatarios
E1 de ~ a d ministerio
a (Proposirio 18). Con esta finalidad se constituyó
:es una comisión especial (ChL. n. 23).
la, Por lo que se refiere a los MINISTERIOS TEMPORALES, el ca-
P- non 230, 4 2, prevé la designación temporal de laicos, hombres y
de mujeres, para el cumplimiento de funciones litúrgicas, como las de
lector, comentador, cantor, etc. Se trata de una designación tem-
'e- poral, sin institución por medio de un rito litúrgico: cf Congr.
je discipl. sacr., Inst. Inmensae caritatis. 29-1- 1973, 1 , 1-V, en "AAS"
n- 65, 1973; E V 4/ 1924- 1944.
o. La última categoría está representada por los MINISTERIOS EX-
la TRAORDINARIOS. En caso de necesidad, si faltan los ministros, los
3S laicos (aunque no sean lectores o acólitos) pueden suplirles en
E1 algunas de sus funciones, como el ministerio de la palabra; pueden
Y presidir las oraciones litúrgicas, conferir el bautismo y distribuir la
3s comunión (cáns. 230, 4 3; 759; 861, 5 2; 9 10, tj 2; 943; cf n. 3 14).
c-
Entre estos ministerios extraordinarios debe comprenderse tam-
la bién la designación para la asistencia, como testigo cualificado, al
matrimonio por parte de un laico, que supone el ministerio de
1S formación catequética de los esposos y de dirección litúrgica del
1 r i rito (can. 1 1 12), o bien como testigo común estable (cf nn. 448;
1. I 453).
No cabe duda de que son ministerios extraordinarios otras
funciones para las que pueden ser designados los laicos, hombres o
mujeres, como la cura pastoral de una parroquia, por falta de
presbíteros, aunque hay que constituir a un presbítero que, con
potestad de párroco, dirija la cura pastoral de dicha parroquia
(can. 517, 4 2); la predicación en una iglesia u oratorio en caso
de necesidad o de particular utilidad (can. 766); la catequesis
(can. 776) y la acción misionera (cáns. 784; 785). En virtud del
bautismo y de la confirmación y de los carismas recibidos es como
los laicos pueden ejercer estas funciones, que no convierten a los
laicos en pastores, en cuanto que para ellas es necesaria la ordena-
ción sacramental. Las tareas ministeriales ejercidas por los laicos a
modo de suplencia derivan su legitimación, inmediata y formal-
mente, de la designación oficial que dan los pastores; por eso, en su
actuación concreta están dirigidas por la autoridad eclesiástica y
por el don recibido del Espíritu (ChL, n. 23).
l . C O N S A G R A CMINISTERIAL
I~N Y CARISMA
DEL MINISTERIO SAGRADO

104. "Por la recepción del diaconado, uno se hace clérigo"


(can. 266, 5 1); los fieles que son llamados al ministerio sagrado
(cáns. 207, 5 1; 1008) viven el don de la fe recibido en el bautismo
en su función de mediadores de la gracia, de anunciadores autén-
ticos de la palabra de Dios y de guías pastorales del pueblo de
Dios. Es éste el contenido del CARISMA de la paternidad de la
comunidad eclesial, que viene del Espíritu, dado en el acto de
colación del sacramento del orden y que, como hemos visto (n. 36)
es institucionalizado canónicamente por la Iglesia, que legisla sobre
él tanto en general como en sus determinaciones concretas.
También de la CONSAGRACIÓN MINISTERIAL el principal ana-
logado no puede menos de ser la consagración de Cristo. Por
medio de la ordenación el don del Espíritu configura con Cristo
por un título sustancialmente distinto del de la consagración bau-
tismal (LG 10b; PDV 15-18). Mientras que el bautismo da una
configuración en la dimensión de Cristo que se ofrece al Padre, el
orden sagrado la d a en la dimensión de Cristo, cabeza de la Iglesia
y mediador eterno de gracia, constituido como tal en la resurrección
(LG 28a).
El ministto es consagrado por Dios para el ministerio de una
forma definitiva. Esta definitividad se indica en el carácter sacra-
mental: la consagración ministerial es ante todo una CONSAGRA-
CION DIVINA, que toca a la persona en la profundidad de su ser y
comporta un cambio ontológico respecto a la anterior consagra-
ción bautismal (can. 1008) y un nuevo estado de vida en la Iglesia
(cf 290). Es Dios el que consagra al ministro sagrado con la unción
del Espíritu Santo, en la colación del sacramento del orden, para
su culto y para el servicio del pueblo de Dios, por lo que en todo
acto ministerial que cumple el ministro actúa siempre Cristo, en
favor de su Iglesia. Sin embargo, aunque la acción del ministro sea
instrumental respecto a la de Cristo, precisamente la dignidad de la
misma exige que el que la cumple lo haga de forma digna. Es
necesaria entonces una C O N S A G R A C I ~ NPERSONAL por parte del
ministro sagrado, que en la caridad responde al don de gracia re-
cibido, sirviendo en el espíritu de las bienaventuranzas a Dios y
a la comunidad cristiana, en el cumplimiento -según su grado-
del ministerio que se le ha confiado, hasta el sacrificio de la vida
(PO 13a). El servicio, que es el contenido de la misma consagración 1
i
del ministro (PO 12b), tiene que ser vivido en el olvido de sí mismo,
en la dependencia de Dios, en la caridad universal, y manifestar-
se en una vida simple y modesta, en espíritu de pobreza (PO 17;
can. 282), en la observancia de la continencia perfecta y perpetua
1
por el reino de los cielos, es decir, en el celibato (PO 16; can. 277,
$ 1), en cl respeto pleno y la obediencia al sumo pontífice y al
obispo (PO 7; 15; can. 273) y en todas las demás obligaciones
propias de la condición clerical (cáns. 273-289).
Precisamente porque la consagración para el ministerio sagrado f
supone una participación por un título especial en el sacerdocio de
Cristo (LG 28; PO 2; 5a; 7a), el ministro no puede menos de tener
un estilo de vida que sea conforme con la observancia de los con-
sejos evangélicos en el espíritu de las bienaventuranzas (PO 13; 15-
17; cáns. 276, $ 1; 273; 277; 282), como expresión de su inserción
cada vez más profunda en el misterio pascual, que él hace presente
en la ofrenda eucarística hecha en nombre y en favor de todo el
pueblo de Dios (PO 13c; 14b), y como anuncio de las realidades
eternas (PO 16b). Actuando el espíritu de las bienaventuranzas en
su servicio incondicionado, el ministro consigue la perfecta caridad
y le d a a Dios el CULTO VERDADERO (PDV 19-30).
Considerando lo que supone la consagración ministerial duran-
te toda la vida del ministro sagrado, ésta tiene que basarse en una
libre opción personal (cáns. 1026; 1036; 1034), de la que hablaremos
en el capítulo 12 (cf nn. 357-360).
2.1. Autoridad competente

105. El canon 232 afirma de manera categórica que la Iglesia


tiene el deberlderecho propio y exclusivo de formar a los que están
destinados al ministerio sagrado. El canon quiere excluir todo tipo
de injerencia por parte de la autoridad civil. La autoridad compe-
tente es ante todo la Santa Sede para la disciplina común en toda
la Iglesia universal; luego, las conferencias episcopales (can. 242) 1
y cada uno de los obispos diocesanos para los clérigos diocesanos;
finalmente, para los miembros de los institutos de vida consagrada
y de las sociedades de vida apostólica, los moderadores competen-
tes según las constituciones de cada instituto o sociedad. Todo lo
que se dice para los que se preparan al ministerio sagrado que ha
de ejercer el clero secular, vale también para los miembros de los
institutos religiosos, teniendo en cuenta el plan de estudios de cada
instituto (can. 659, 5 3) 2.

2.2. Seminarios menores

106. En Roma existía desde el siglo I V una Schola lectorum para


la formación de los que eran llamados al ministerio sagrado. En la
Edad Media estas escuelas se encontraban no sólo junto a los párro-
cos, sino también junto a los obispos y monasterios. En el Decreto
de Graciano se encuentran testimonios de que ya en el siglo IV era
costumbre escoger los ministros sagrados entre los jóvenes reunidos
junto a las iglesias y que antes de la ordenación debían conocer la
Sagrada Escritura y los concilios.
El concilio Toledano IV (633) estableció el internado con su propia
disciplina y bajo la dirección de un eclesiástico. El concilio Latera-
nense 111 (1 179), canon 18, estableció la gratuidad de la enseñanza
de los clérigos y de los alumnos pobres junto a las iglesias catedra-
les 3. El concilio Lateranense IV (12 l S), constitución l l, extendió

Cf CEI, Doc. norm. La formazione deipresbiteri nella Chiesa italiana. Orientamenti


e norme, 5 mayo 1980, en E. CEI 31 1894 13; Regolamento degli studi teologici dei seminari
maggiori d'italia, 10 junio 1984, en E. CEI 31 1738-1 860.
Cf CONGR. ED. CAT.,Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (=RFIS), 19 marzo
1985, Intr. n. 2; E V 51/918-1072 (documento nunca promulgado en "AAS" ni de otro
modo).
3 Cf COD, 220.
esta disposición a todas las iglesias que tuvieran los medios suficien-
tes para ello, y añadió que las iglesias metropolitanas instituyesen a
un teólogo que enseñase la Sagrada Escritura a los clérigos y los
formase en el ministerio pastoral 4.
En el siglo X I I I , para la formación de los clérigos, alcanzaron gran
importancia las universidades, pero dada la decadencia progresiva
de las escuelas y de los colegios junto a las iglesias y las universida-
des, una vez convocado el concilio de Trento, la primera preocupa-
ción de Pablo 111 fue la de llevar a cabo una reforma del clero y de
prohibir la admisión en las órdenes sagradas a clérigos ignorantes y
viciosos. Ya antes del concilio de Trento los jesuitas, entre el 1548 y
el 1562, fundaron muchos colegios, que pueden ser considerados
como una forma precursora de los seminarios, entre los que desta-
caron en Roma el Colegio Romano (1552) y el Colegio Germánico
(1552). Lo mismo hizo el cardenal Pole con el decreto XI de su
Reformatio Angliae. Basándose en estos experimentos, el concilio
de Trento instituyó los seminarios (tanto mayores como menores)
como lugar en donde se preparasen directamente para el sacerdocio
los alumnos de cualquier edad 5.

107. Mientras el CIC 1917, sobre la base del concilio de Tren-


to, establecía la institución obligatoria del seminario menor en
cada diócesis (can. 1354), el CIC 1983, en el canon 234, 5 1, cohe-
rente con OT 3a, no establece la obligación para los obispos de
erigir en su propia diócesis un S E M I N A R I O MENOR, aunque lo reco-
mienda vivamente. En efecto, el canon dispone que, donde exista
el seminario menor, hay que mantenerlo y favorecerlo; y donde no
exista, el obispo diocesano, si lo considera oportuno, tiene que
procurar su erección. Sobre la base de OT 3b, el mismo canon
asemeja al seminario menor otros INSTITUTOS, como colegios epis-
copales o escuelas católicas, en los que se admiten no sólo los que
muestran gérmenes de vocación. La RFIS, número 19, prevé que
para tales institutos se den las normas oportunas, con las que se
atienda tanto a una sólida formación cristiana de los alumnos
como a su debida instrucción en los estudios y a su inserción activa
en asociaciones católicas. Según el canon 234,lj 1, el FIN PRIMARIO
del seminario menor es el de favorecer las vocaciones por medio de
una específica formación religiosa, unida a una instrucción huma-
nista y científica (PDV 63), que a tenor del lj 2 del mismo canon
tiene que ser igual a la que reciben todos los demás jóvenes de la
región, a no ser que en casos determinados las circunstancias sugie-

Cf COD, 240.
5 Cf ses. XXIII, Decr. de reformatione, can. 18, COD, 750-753.
ran otra cosa. LOSestudios deben hacerse o en las escuelas propias
del seminario o bien, a juicio prudente del obispo, en escuelas ca-
2: tólicas externas, o también en otras, según las peculiares situaciones
locales (RFZS, n. 17).
1 Respecto al fin de los seminarios menores hay que subrayar que
i
L-
la RFIS, número 1 1, explicita que es el de ayudar a los adolescentes
- que muestran gérmenes de vocación, para que la reconozcan mejor
-
a

7
y correspondan a ella. Ya la misma Congregación para la educación
católica en su Nota del 7 de junio de 19766, afirmaba que era ne-
cesario evitar todo equívoco sobre la naturaleza y el objetivo del
seminario menor. En efecto, según esa Nota, tiene que quedar
claro que el seminario menor no se erige para cultivar vocaciones
ya ciertas, dado que la edad misma de los alumnos no puede dar
esa certeza, sino para que los responsables del seminario experi-
menten si hay signos de una posible vocación sacerdotal. Entonces,
si está claro este presupuesto, se podrán determinar mejor las con-
diciones de admisión y la disciplina de la vida misma del seminario.
Así el seminario menor tiene que acoger sólo a aquellos adolescen-
tes que, de acuerdo con su familia, admiten la posibilidad de una
vocación divina al sacerdocio, aunque quizá no sean muy claros los
signos de la misma ni la voluntad de los jóvenes sea plenamente
I
explícita. Según el número 13 de la RFIS, en la formación que se
i da en el seminario menor tiene que evitarse atentamente todo lo
que podría disminuir de alguna manera la elección libre del estado
de vida. Si se percibiese que no hay ni siquiera un mínimo de es-
peranza en la maduración de una vocación sacerdotal, no habría
que admitir a los alumnos, o bien, si después de admitidos se per-
cibiera eso mismo, deberían ser despedidos. En efecto, la admisión
o la continuación de alumnos que no mostrasen señales de vocación
divina al sacerdocio impediría al seminario menor alcanzar su ob-
jetivo, con grave detrimento para todos los demás alumnos.
La formación de los adolescentes en el seminario menor tiene
que tener un carácter de integralidad; por tanto, deben tener fre-
cuentes relaciones con sus propios familiares y compañeros exter-
nos, establecer relaciones de confianza con los superiores y de
amistad fraternal con los demás seminaristas, recibir todas las ayu-
das necesarias en el plano espiritual, litúrgico y sacramental para
una sana y unitaria maduración psicológica, física, afectiva, inte-
lectual, moral y espiritual (RFIS, nn. 12; 15). Finalmente, donde
no se pueda crear un seminario menor, es necesario cultivar la

i 6 Cf L 'institution des petits séminaires, en E V S/ 2054-2064.


C

vocación de los adolescentes y de los jóvenes también por medio de


GRUPOS VOCACIONALES de apoyo, que ofrezcan, en un contexto
comunitario, una guía sistemática para la verificación y crecimiento
vocacional (PDV 64).

2.3. Seminarios mayores

a) Obligatoriedad y autoridad competente


para la erección
108. El seminario mayor debe ser considerado como la comu-
nidad eclesial educativa promovida por el obispo, que la cede en el
presente al rector, para ofrecer a los alumnos la posibilidad de
revivir la experiencia formativa que el Señor ha reservado a los
doce (PDV 60; 6 1). Mientras que el canon 235, sobre la base de OT
4a, establece la obligatoriedad de la formación en el seminario para
los que son llamados al sacerdocio, el canon 237, tj 1, no obliga a
la erección de un seminario mayor en cada diócesis. Por tanto, los
seminaristas de una diócesis donde no pueda erigirse el seminario
mayor tienen que ser enviados a un seminario de otra diócesis, o
bien al seminario interdiocesano, regional, central o nacional, que
haya sido erigido por la autoridad competente. Según el canon 237,
fj 2, la autoridad competente para la erección del seminario inter-
diocesano es la conferencia episcopal, si es para todo el territorio
de la misma, o bien los obispos diocesanos interesados. Sin embar-
go, es necesaria la previa aprobación de la Santa Sede, tanto para
la erección como para los estatutos. Es la Santa Sede la que tiene
que juzgar si se hace necesaria la erección de un seminario interdio-
cesano, por ejemplo, por falta de un adecuado número de alumnos,
de moderadores debidamente preparados, de profesores suficientes,
de una sede adecuaaa, de una buena biblioteca, etc. En donde sea
imposible incluso la erección de un seminario interdiocesano, se
hace necesaria la activa cooperación entre el clero diocesano y el
religioso, a fin de poder unir las fuerzas para abrir centros de estu-
dio filosófico y teológico, aunque los candidatos de una y otra
categoría tienen que recibir la formación, espiritual y pastoral, en
casas propias diferentes (RFIS, n. 21): El seminario se rige por las
normas de las que habla el canon 243.
109. El TIEMPO que hay que pasar en el seminario debe durar
toda la formación; excepcionalmente, si lo requiriesen algunas cir-
cunstancias particulares, el obispo diocesano puede reducir el tiem-
o de permanencia en el seminario, pero no más de cuatro años
P(cáns. 235, 5 1; 263). Por tanto, hemos de decir que el canon no
establece de modo absoluto la obligación de residencia en el semi-
nario, sino sólo la obligación de que la formación de los candidatos
al ~acerdociose haga en el seminario: regularmente la formación
en el seminario supone la RESIDENCIA en el mismo, pero no nece-
sariamente, por 10 que el canon 235,g 2, establece que los que, por
excepción, residan legítimamente fuera del seminario tienen que
ser confiados por el obispo diocesano a un piadoso e idóneo sacer-
dote que se preocupe de que sean formados diligentemente en la
vida espiritual y en la disciplina. Como veremos mejor, este sacer-
dote no tiene que confundirse ni con el director espiritual (can. 239,
8 2). ni con el confesor (can. 240, 5 1), ni con el moderador de la
vida espiritual (can. 246, 5 4). Este sacerdote prácticamente susti-
tuye a la figura del rector del seminario, dado que el seminarista
reside fuera de él. Además, el canon habla sólo de vida espiritual y
de disciplina, sobre las que tiene que vigilar ese sacerdote, ya que
el candidato al sacerdocio debe hacer siempre sus estudios en el
seminario o en la universidad o facultad eclesiásticas.
Dada la situación religiosa de la que proceden muchos de los
candidatos al seminario mayor, su admisión debe ser precedida de
un adecuado período de preparación humana, cristiana, intelectual
y espiritual, especialmente para adquirir un conocimiento bastante
amplio de la fe (preparación previa o período propedéutico: PDV
62). El obispo diocesano tiene que admitir en el seminario mayor
solamente al que, teniendo en cuenta sus dotes humanas y morales,
espirituales e intelectuales, así como su salud física y psíquica, y
finalmente su recta intención, sea considerado apto para el minis-
terio sagrado durante toda su vida (can. 241,s 1). Como se ve, los
criterios para la admisión en el seminario mayor son muy distintos
de los de la admisión en el seminario menor. No se trata de cultivar
gérmenes de vocación, sino de desarrollar una vocación ya señala-
da. Además, antes de la admisión, el candidato tiene que presentar
los documentos de bautismo y de confirmación y todos los que
requiere el Reglamento para la formación sacerdotal (5 2). Final-
mente, si el candidato ha sido despedido de otro seminario o de un
instituto religioso, el obispo diocesano debe obtener, como norma
de prudencia, la declaración por escrito del superior respectivo,
especialmente sobre la causa de la dimisión o de la salida (5 3;
RFIS, n. 39) 7.

' Cf CONGR.ED. CAT.,Cart. circ. Cipermettiamo, 9 octubre 1986, en E V 101949-952.


149
b ) Moderadores del seminario

a) El obispo diocesano y los otros moderadores

110. La Iglesia como tal es el sujeto comunitario responsable


de la formación de sus ministros. En ella está presente y activo
Cristo, que es el único que puede llevar a la madurez en el minis-
terio pastoral a aquellos que ha llamado. El primer representante
de Cristo en la formación sacerdotal es el obispo, por lo que la
llamada interior del Espíritu debe ser reconocida como auténtica
llamada del obispo (PDV 65). El supremo moderador y, por tanto,
el primer responsable de la formación que se d a en el seminario es
el OBISPO DIOCESANO o, si se trata de un seminario interdiocesano,
son responsables solidariamente los obispos interesados: a ellos les
corresponde decidir sobre la suprema dirección y administración
del seminario (cáns. 259, tj 1; 263). Para ello el obispo diocesano o
los obispos interesados tienen que visitar frecuentemente el semi-
nario, vigilar la formación en general y, de modo especifico, la
formación filosófica y teológica que se imparte, tratar personal-
mente con los alumnos, para conocer su vocación, su índole, su
piedad y su progreso tanto en la vida espiritual como intelectual
(can. 259, tj 2). Esto se hace necesario en orden a la decisión que
debe tomar el obispo, con pleno sentido de responsabilidad, sobre
la admisión a los sagrados órdenes (cf cáns. 1025, 5 1; 1052, ¿j14;
nn. 356; 362; 366; 367).
1 11. En los cánones 239 y 240 se señalan otros MODERADORES
del seminario (cf también RFIS, n. 27). Son los siguientes: el rector,
el vicerrector, el director espiritual o los directores espirituales, el
prefecto o moderador de los estudios, los profesores, el moderador
de las experiencias pastorales, el prefecto de la vida común del
seminario, el ecónomo y el bibliotecario. En los seminarios de mo-
destas proporciones, con un número limitado de alumnos, pueden
acumularse algunos cargos en una sola persona.
Todos los moderadores son nombrados por el obispo diocesa-
no o por los obispos interesados, a no ser que los estatutos del
seminario establezcan otra cosa, después de una debida consulta
(can. 259, 5 1; RFIS, n. 28). Entre ellos debe regir el principio de
la corresponsabilidad orgánica en la formación de los alumnos;
por tanto, deben ser escogidos entre los hombres llenos de espíritu
sacerdotal y apostólico, a fin de poder ser modelos de identificación
para los alumnos (PDV 66). Por eso, los que han abandonado el
sacerdotal, según el rescripto de dispensa del celibato,
número 4, en conformidad con el canon 292, no pueden desempe-
ñar ningún cargo en los seminarios ni en los institutos equipara-
dos 8. Además, deben tener aptitud para la mutua y fraterna coope-
ración en el desempeño de una obra tan delicada y difícil (RFIS,
30). Por tanto, no corresponde sólo al rector del seminario hacer
que los alumnos observen las normas que regulan la vida del semi-
nario, sino también a todos los demás moderadores y a los profe-
sores (can. 261, 5 1). Así pues, no incumbe sólo al rector procurar
que los profesores desempeñen bien su tarea, sino también al mo-
derador de los estudios (5 2).
De aquí se deriva el hecho de exigir que los moderadores del
seminario tengan dotes naturales y sobrenaturales para poder des-
empeñar bien su oficio, esto es, una debida preparación espiritual,
o técnica, adquirida en institutos especializados (RFIS.
n. 30). Además, debe ser preocupación de las autoridades respon-
sables del seminario que los moderadores perfeccionen cada vez
más su preparación, asistiendo a reuniones y cursos de actualiza-
ción (RFIS, n. 3 1 ) .

f b) El rector y el vicerrector
112. El RECTOR lleva la dirección diaria del seminario, según
las normas que lo regulan, de tal manera que todos en el seminario
le obedezcan en el desempeño de sus propios oficios (cáns. 239,
5 1; 260), especialmente los profesores y los alumnos (can. 261).
Por consiguiente, el rector debe ser ante todo el coordinador de los
moderadores, a fin de favorecer la cooperación con su oficio y la
cooperación entre ellos en el desempeño de sus propios oficios,
tutelando siempre, como es lógico, el ámbito de la conciencia
(RFZ'S, n. 29). En el trato de los asuntos, el rector, a no ser que la
.autoridad competente lo haya establecido de otro modo para de-
terminadas cuestiones, representa al seminario que, erigido legíti-
mamente, goza de personalidad jurídica (can. 238). Además, en
cuanto que el seminario está exento de la jurisdicción parroquial,
el rector desempeña el oficio de párroco para todos los que se
. encuentran en el seminario, con excepción de la materia matrimo-
nial y respetando lo dispuesto en el canon 985 (can. 262). "El rec-
tor tiene obligación de emitir personalmente la profesión de fe

Cf EV7/576.
y el juramento de fidelidad cuando comienza a ejercer su cargo"
(can. 833, Q 6) 9.
En su gobierno diario del seminario el rector está ayudado por
el vICERRECTOR, cuyas funciones no se determinan en el Código
(can. 239, tj 1);pero de todas formas nunca puede ser considera-
do como un doble órgano de dirección del seminario respecto al
rector.

c) Los profesores

113. Teniendo en cuenta las disciplinas que hay que enseñar y


el número de alumnos, los PROFESORESdeben ser nombrados para
las siguientes materias: Sagrada Escritura, teología dogmática, teo-
logía moral, liturgia, filosofía, derecho canónico, historia eclesiás-
tica, etc. Por consiguiente, en todo seminario en donde se enseña la
filosofía y la teología debe haber una serie de profesores, requeridos
por los diversos cursos y materias (RFIS, n. 32). Los profesores
son nombridos por el obispo diocesano o por los obispos interesa-
dos, si se trata de seminario interdiocesano, consultado el rector y
el claustro de profesores, que pueden proponer candidatos. Tiene
que haber conseguido el doctorado o la licencia en una universi-
dad o facultad reconocida por la Santa Sede (can. 253, Q 1; RFIS,
nn. 33-34). El Código no dice nada sobre si esos profesores deben
ser sólo clérigos, o si puede haber también laicos, pero RFIS, nú-
mero 33, determina que para la enseñanza de las disciplinas sagra-
das han de ser comúnmente sacerdotes. Por tanto, excepcional-
mente pueden ser nombrados algunos laicos para enseñar estas
materias. De todas formas, según su condición, para los seminaris-
tas los profesores deben ser siempre un ejemplo de vida cristiana o
sacerdotal. En efecto, los profesores, que deben distinguirse por su
virtud (can. 253, ¿jl), al desempeñar sus funciones tienen que ser
conscientes de que tienen una verdadera responsabilidad de forma-
dores de futuros ministros sagrados; por tanto, han de tener siem-
pre presentes tanto las normas dadas por la Iglesia sobre la doctrina
que transmitir como la ratio docendi contenida en la RFIS, pre-
ocupándose de que los alumnos reciban una formación integral
(can. 261, tj 1; RFIS, n. 38). Los profesores de ciencias sagradas

9 CONGR. DOCTR.FE, Professio fidei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio


nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 81 (1989) 104-106; E V 1 1/ 1 190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1 169; EV 1 112494.
deben ser muy conscientes de que ejercen un verdadero oficio ecle-
siástico, y que por tanto no enseñan en nombre propio, sino en
nombre de la Iglesia, de la que han recibido una misión canónica
(can. 8 12). Esta conciencia deberá mostrarse en su sensus Ecclesiae
y en el respeto al magisterio. Es verdad que los profesores deben
preocuparse por el progreso doctrinal, gozando de la debida liber-
tad de investigación; pero teniendo en cuenta los diversos grados de
certeza teológica, deben enseñar claramente lo que debe conside-
rarse como doctrina de fe, distinguiendo de ello lo que es opinión
de otros autores o también personal (RFiS, nn. 87-88; PDV 67;
55). Desde este punto de vista se puede comprender mejor el ca-
non 253, 5 3, que, coherentemente con el canon 8 10, 5 l , establece
que el profesor que falte gravemente a los deberes propios de su
oficio puede ser apartado por la autoridad competente. Contra el
decreto de remoción, evidentemente, existe recurso (cf cáns. 1732ss;
nn. 621-622). "Cuando comienzan a ejercer su cargo, los profesores
de filosofía y teología deben hacer la profesión de fe y el juramento
de fidelidad" (can. 833, 5 6) '0.

d) El prefecto de estudios
114. El moderador o PREFECTO DE ESTUDIOS tiene una doble
función: la de moderar todo el plan de estudios, de forma que los
profesores, al enseñar las diversas disciplinas, respeten y pongan en
evidencia la unidad y la armonía de toda la doctrina de la fe, y de
esta manera los alumnos puedan darse cuenta de que han estudiado
una sola ciencia, evitando toda desorientación (can. 254, 5 1); y,
además, como hemos dicho, ayudar al rector a conseguir que los
profesores desempeñen rectamente su función (can. 261,§ 2).

e) El director espiritual

115. Respecto al DIRECTOR ESPIRITUAL hay que salvar dos


principios: el de la unicidad de la dirección espiritual y el de la
libertad de conciencia de los seminaristas; al mismo tiempo hay
que evitar una'cierta anarquía en la formación espiritual; por con-

10 CONGR. DOCTR. FE, Professio fidei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio


nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; EV 1 1 / 1 190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1 169; EV 1 1 / 2494.
siguiente, la designación del director espiritual la hace el obispo
diocesano, ya que no todos los sacerdotes deben considerarse ido-
neos para semejante función.
El canon 239, 5 2, al ofrecer la posibilidad de varios directores
espirituales en el seminario, tutela aún más la libertad de concien-
cia en la dirección espiritual. Entonces, en concreto, según el ca-
non 239, 5 2, para cada seminario el obispo diocesano debe nom-
brar al menos un director espiritual. Si fuera oportuno podrán ser
nombrados varios directores espirituales -como en el caso de que
la comunidad del seminario fuera muy numerosa y estuviera divi-
dida en varios grupos, por ejemplo, según los diversos cursos-,
quedando los alumnos en libertad de acceder al director espiritual
que quieran. Además, la libertad de conciencia de los alumnos
queda ulteriormente protegida, según la norma del mismo canon,
por el nombramiento que hace el obispo diocesano o los obispos
interesados de otros sacerdotes que desempeñen la función de di-
rectores espirituales. Estos otros sacerdotes deben ser considera-
dos directores espirituales del individuo, en cuanto que su tarea se
restringe a la dirección espiritual del individuo y a la función de
confesor de los mismos en el caso de que éstos les pidieran también
el sacramento de la penitencia.
La función del director espiritual (o de los directores espiritua-
les) del seminario es-doble, en cuanto que no se define sólo en
relación con los alumnos como individuos, sino también como
comunidad. En efecto, el director espiritual tiene que animar toda
la vida espiritual del seminario: d a ejercicios espirituales a los alum-
nos, les d a instrucciones sobre la doctrina de la vida espiritual,
organiza la oración litúrgica y común, etc. Todo esto le corresponde
sólo al director espiritual o a los diversos directores espirituales, si
los hubiera, pero no a los otros sacerdotes que fueran nombrados
por el obispo para la tarea de directores espirituales, ya que es
propio de ellos cuidar sólo de la vida espiritual de los individuos
que se dirijan a ellos y no de la comunidad en cuanto tal.
La tarea propia del director espiritual elegido por cada alumno
es la de darle su parecer sobre su idoneidad a las órdenes sagradas,
en cuanto que es él el que tiene un verdadero conocimiento del
alumno y no el director espiritual encargado de la comunidad en
general o al grupo al que pertenece el alumno, ya que éstos no
tendrían los elementos de conocimiento para formular una opinión.
El canon 240, tj 2, prohíbe pedir al director espiritual o a los pro-
fesores el parecer sobre la admisión de los alumnos a las sagradas
'O órdenes o el despido del seminario; pero el director espiritual tiene
1 - la tarea, que se deriva de su oficio y de la relación establecida con
el alumno, de darle a éste su parecer. Además, el alumno es el que
S está obligado a comunicar a los superiores de fuera externo el pa-
-I - recer expresado por el director espiritual. Esta obligación se deri-
:i - va tanto del hecho mismo de que los superiores del seminario son
- los responsables de la formación espiritual de los alumnos, por lo
'r que deben hacer el escrutinio sobre las cualidades del ordenando
C= (can. 1051; cf n. 366), como del hecho de que el director espiritual
-
1 o los demás sacerdotes con esa función están todos ellos designados
por el obispo, y por tanto lo representan, así como de la responsa-
bilidad del mismo alumno respecto a su ordenación. Además, el
tS alumno, una vez que ha escogido a un director espiritual distinto
.. del que está al frente de toda la comunidad o del grupo al que
pertenece, tiene el deber de informar de ello al rector. Toda la
formación debería estar dirigida a reforzar el sentido de responsa-
i-
I _ bilidad personal de los alumnos y de-apertura sincera de ánimo con
e los superiores para su mayor provecho en la formación (PDV 69).
e Desde este punto de vista puede considerarse legítima la pregunta
n de los superiores del seminario (obispo y rector) sobre el parecer
positivo o negativo del director espiritual, pero sin violar la intimi-
dad de la persona y su conciencia.
-
1

j i
f) El moderador de la vida espiritual
116. El MODERADOR DE LA VIDA ESPIRITUAL, del que habla el
canon 246, 4 4, es una figura distinta del director espiritual. Se
trata de un sacerdote elegido libremente por el alumno, incluso
externo al seminario, que no recibe ningún encargo oficial, y al que
el alumno pueda abrir con mayor confianza su propia conciencia.
La función del moderador de la vida espiritual es la de la dirección
de la conciencia del alumno, escuchando eventualmente sus confe-
siones y expresándole su parecer sobre la idoneidad para recibir las
órdenes sagradas. La razón de la doble figura del director espiritual
y del moderador de la vida espiritual dimana de una doble nece-
sidad: por una parte, que el obispo encargue de modo oficial a
alguien que en el seminario sea de plena confianza en cuanto a
la doctrina, la piedad y las costumbres y que, consiguientemente,
actúe de alguna manera en su nombre para expresar al alumno su
parecer sobre la idoneidad a las sagradas órdenes; por otra parte,
tutelar la libertad más plena del alumno de escoger a un sacerdote
a quien abrir plenamente su conciencia, cosa que a veces, por
diversas razones, puede resultar difícil con el director espiritual.
Así, el moderador de la vida espiritual puede ser de mucha ayuda
al alumno, especialmente en los momentos de dificultad, incluso
después de la ordenación. Sin embargo, hay que decir que la figura
del moderador de la vida espiritual y la del director espiritual
coinciden si el alumno escoge a este último como guía de su con-
ciencia.
Dejando todo esto a salvo, pueden presentarse dificultades a las
que hay que encontrar solución. En efecto, si el alumno, una vez
informado el rector del seminario, escogiera libremente a un mode-
rador de su vida espiritual fuera del seminario y no tuviera ninguna
relación con el director espiritual, ¿cómo podría este último darle b

un parecer en virtud de su oficio sobre su idoneidad a las órdenes


sagradas? Si el reglamento del seminario establece que todos los
alumnos, aunque tengan un moderador propio de su vida espiritual,
se encuentren periódicamente con el director espiritual, éste podrá
dar su parecer al alumno, dentro de los límites del conocimiento
adquirido, aunque sea, quizá, un tanto exterior; pero si el regla-
mento no establece esta relación obligada con el director espiritual,
éste no podrá formular su parecer. En ambos casos el alumno debe
informar al rector del seminario del grado de relación que ha esta-
blecido con el director espiritual y de la elección del moderador de
su vida espiritual, ya que el rector al redactar su dictamen habrá de
tener en cuenta tanto el grado de relación que ha existido entre el
alumno y el director espiritual del seminario, para que pueda ha-
cerse un juicio sobre el parecer expresado por este Último al alumno
y del que el alumno no debe haberle informado, como el parecer
dado por el moderador de la vida espiritual del alumno, del que
éste habrá informado por propia iniciativa al mismo rector. Quizá
podrían resolverse estas dificultades si se previeran en el reglamento
del seminario ciertas formas de vinculación entre el rector, el direc-
tor espiritual y el moderador de la vida espiritual, dejando siempre
a salvo el carácter secreto de fuero de la intimidad de la conciencia.

g) Los confesores

1 17. Los CONFESORES ordinarios y extraordinarios son aque-


llos sacerdotes nombrados por el obispo o por los obispos inte-
resados (cf can. 259, 8 1) para esta función, a quienes los alum-
nos del seminario pueden acudir para recibir el sacramento de la
penitencia, quedando siempre con plena libertad para dirigirse a
E ~ualquierotro confesor, tanto dentro como fuera del seminario
I

i (can. 240, 5 1).


L

2.4. Finalidad general de la formación


118. Cuando hablamos aquí de formación para el ministerio
sagrado nos referimos de modo particular al presbiterado. Tratare-
mos aparte de la formación para el diaconado permanente.
El fin general de esta formación de los presbíteros no puede
menos de venir de la noción de sacerdocio católico, tal como se
deduce de la revelación divina y como se expresa en el magisterio
constante de la Iglesia. El que es llamado por Dios al ministerio
sagrado, como hemos visto, es consagrado por Dios mismo perpe-
tuamente para este ministerio. El cumplimiento digno y fiel de las
funciones sacerdotales debe considerarse como la respuesta perso-
nal a la consagración recibida de Dios como un don.
De aquí se deriva que la formación en el seminario tiene que
tender a formar presbíteros que, viviendo el espíritu del evangelio
(can. 244), sean aptos para el anuncio del mismo, para la santifica-
ción y la guía pastoral del pueblo de Dios.
El mismo ministerio exige una asimilación en el espíritu y en las
intenciones por parte del presbítero a Cristo, que es el autor prin-
cipal de los actos ministeriales que tiene que cumplir. El que recibe
el ministerio tiene que tener los mismos sentimientos de Cristo (Flp
2,5-11) por un nuevo título peculiar. En Cristo el amor al Padre se
convierte en amor a los hombres.
Para que el presbítero pueda realizar todo esto en su vida mi-
nisterial tiene que formarse en una relación profunda con Cristo
(can. 244) y participar de la misma caridad de Cristo (can. 246,
1). La formación sacerdotal debe tender también a alimentar un
verdadero amor a la Iglesia de Cristo, en la obediencia al romano
pontífice y al obispo propio, y en la amistad y unión fraternal con
los demás presbíteros y todos los fieles (OT 9; PO 3; 8; 9; can. 245,
2; RFIS, n. 3).
2.5. Medios de formación

a) Formación espiritual

119. Los fines generales de la formación espiritual que po-


demos deducir de los cánones 244, 245 y 247, 5 1, son: relación
profunda con Cristo; idoneidad para el ejercicio fecundo del mi-
nisterio pastoral; espíritu misionero; santificación personal en
una fe viva y en una caridad operante; incremento de las virtudes
que favorecen la convivencia humana; armonización entre valo-
res humanos y valores sobrenaturales; amor a la Iglesia; vínculo
humilde y filial de caridad con el romano pontífice; coopera-
!
ción fiel al propio obispo; capacidad de colaboración con los her-
manos y unión fraternal con el presbiterio diocesano; vivir el es- b
tado de-celibato y aprecio del m-ismo como don peculiar de Dios
(PDV 45-50).
Para la consecución de-estos fines generales los candidatos al
sacerdocio deben aprender ante todo a amar sinceramente la
PALABRA DE DIOS,que deben recibir en el SILENCIO interior de su
corazón. Este silencio interior es de la mayor importancia, en cuan-
to que al tener su fuente y su cumplimiento en Jesucristo, y a través
de él en la misma vida trinitaria, es fruto de fe viva y de caridad y t

es un acto de obediencia a Dios, del que todo tiene que recibirse


como don. A esto pueden llegar los seminaristas por medio de la
ORACION PERSONAL verdadera y profunda, en la que pueden ser
introducidos sólo por probados maestros de espíritu (cáns. 239,
5 2; 246, $5 3.4), por medio de la participación cotidiana en la CE-
L E B R A C I ~ NEUCAR~STICAy por medio de la celebración de la LI-
TURGIA DE LAS HORAS (can. 246, $9 1.2). La oración mental perso-
nal tiene que alimentarse pacientemente cada día y debería deter-
minarse el tiempo en que deben dedicarse a ella los alumnos del
seminario. El silencio interior y la oración no se verán favorecidos
sino por el silencio exterior que debe reinar en el mismo seminario
(RFIS, n. 57). Todo esto debe quedar disciplinado por el reglamen-
t o del seminario '1. En efecto, la formación en la oración mental
personal y profunda es de importancia primordial tanto para la
vida misma del presbítero como porque le tocará ser maestro de
oración para los demás (PDV 47).
120. Por el hecho mismo de que la consagración sacerdotal
l1 ED. CAT.,carta The documenr, 6 enero 1980, en E V 7/59-66.
Cf CONGR.
una inserción más profunda en el misterio pascual, los
1 alumnos del seminario tienen que recibir una formación tal que
puedan entrar en comunión con este misterio. Y esto se verifica
,te todo por medio de la acción litúrgica de la Iglesia, que tiene
.-como cumbre la CELEBRACIÓN EUCAR~STICA.Según el canon 246,
5-1, la celebración eucarística debe considerarse como el centro de
toda la vida del seminario, ya que por medio de la participación en
ella los seminaristas entran en la misma caridad de Cristo y reciben
fuerza de ánimo para el trabajo apostólico y para la propia vida
espiritual. Sin embargo, la COMUNIÓNSACRAMENTAL puede reci-
birse dignamente con plena libertad: los alumnos están obligados a
participar diariamente en la celebración eucarística, pero muy pru-
dentemente no se impone la misma obligación en lo que se refiere
a recibir el sacramento de la eucaristía (RFIS, n. 52; PDV 48). Con
la participación activa en la celebración eucarística va estrecha-
mente unida la necesaria formación en el CULTO A LA EUCARISTÍA,
que puede comprenderse en la fórmula general prevista por el
canon 246, 5 3, sobre los otros EJERCICIOS DE PIEDAD a los que
están obligados los alumnos. Además, la RFIS, n. 53, vincula es-
trechamente con el culto eucarístico la formación en el OFICIO DI-
VINO,de manera que los alumnos se den cuenta de que con la
liturgia de las horas los ministros de Dios, en nombre de la Igle-
sia, rezan a Dios por todo el pueblo cristiano y por todo el mundo
(can. 246, 2; PDV 48).

121. Según el canon 246, €j 4, y PDV 48, para que los alumnos
tengan una buena formación espiritual tienen que acercarse fre-
cuentemente al SACRAMENTO DE LA PENITENCIA (al menos una vez
al mes). Aunque el acceso a este sacramento sea un acto totalmente
personal que ha de cumplirse individualmente, no debe perderse,
sin embargo, de vista su índole litúrgica; por eso hay que formar al
alumno para que no confunda la dirección espiritual con el acto
litúrgico sacramental de la penitencia. El mismo canon 246, 5 3,
establece que hay que fomentar el CULTO A LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA,incluso por medio del rezo del rosario.

b) Formación lilúrgica

122. La formación litúrgica, como se ha podido ya ver, va


estrechamente unida a la formación espiritual; más aún: se la puede
considerar como parte integrante de la misma. Para que pueda
alcanzarse el fin de la formación, previsto por el canon 246, $5 1-
2, sobre la celebración eucarística y la liturgia de las horas, de tal
manera que puedan luego los presbíteros cumplir con fidelidad las
obligaciones sancionadas por el canon 276, 5 2, 2.0 y 3." se hace
necesaria una rigurosa formación litúrgica que haga descubrir y
vivir a los alumnos la estrecha conexión que tiene la liturgia con la
vida espiritual, la vida diaria, las diversas necesidades apostólicas,
el testimonio real de vida, informada por la caridad operante
(RFZS, n. 53): En efecto, los presbíteros son ordenados no solo
para predicar el evangelio y para guiar pastoralmente a los fieles,
sino también para que presidan las acciones litúrgicas in persona
Christi. Por tanto, los futuros sacerdotes tienen que penetrar bien
la naturaleza y el sentido de la liturgia para poder comunicar a los
demás fieles lo que vivieron ya profundamente.
Debido a la misma naturaleza eclesial de la liturgia, los alumnos
tienen que formarse seriamente para percibir que las acciones litúr-
gicas no son acciones privadas, sino celebraciones de toda la Iglesia
hechas en nombre de la Iglesia, y por tanto regidas por las leyes de
la Iglesia, que siempre hay que observar. Todo abuso en este terre-
no es una verdadera violación de un derecho fundamental de los
fieles a recibir del ministro de la Iglesia la liturgia de la Iglesia. Por
eso la celebración litúrgica en el seminario tiene que ser ejemplar,
bien en cuanto a los ritos, bien en cuanto a su dimensión espiritual
y pastoral, bien en cuanto a la observancia de las prescripciones
contenidas en los libros Gtúrgicos, bien en cuanto a todas las demás
normas dadas por la Santa Sede o por la conferencia episcopal. En
efecto, los alumnos tienen que asimilar los elementos inmutables,
de institución divina, que pertenecen a la acción litúrgica que van
a realizar, de los que hay que distinguir claramente aquellos otros
elementos que no son de institución divina '2.

c) Formación en la vida fraternal


y en las virtudes evangélicas

123. La VIDA EN COMÚN debe tender a formar en los semina-


ristas un espíritu de fraternidad. En efecto, según dice el canon 245,
5 2, éstos deben formarse para que, una vez recibidas las sagradas
órdenes, vivan su fraternidad sacramental en la comunidad mayor

ED. CAT.,Instr. Ecclesiasticam futurorum, 3 junio 1979, nn. 16; 18, en EV


l2 Cf CONGR.
61 1570; 1573.

;*5c
v
. - del presbiterio diocesano y puedan cumplir así la obligación de
al unidad establecida por el canon 275,g 1, y acoger la recomendación
;is de practicar la costumbre de vida común contenida en el canon 280.
,- n
..L Por eso es conveniente que durante el tiempo de formación sean
Y introducidos gradualmente en la vida del presbiterio para que apren-
a dan a cooperar con los demás en la actividad pastoral.
124, La formación en la observancia del ESTADO CELIBATA-
RIO, establecida por el canon 247, ¿j1, es parte integrante de la
formación espiritual general para que los alumnos sepan apreciar
el celibato como un don peculiar de Dios (cf can. 277, 4 1). En
efecto, aunque la formación en el celibato puede ser considerada
también bajo la luz de las ciencias humanas de la educación, éstas,
sin embargo, aunque pueden ser de gran ayuda, son insuficientes
para una formación integral del futuro sacerdote en cuanto que
debe considerarse siempre la acción de la gracia de Dios y la nece-
sidad de la observancia de las normas ascéticas. Es fundamental la
unión profunda con Cristo y la penetración cada vez más conven-
cida en el misterio de la Iglesia. La formación en el seminario debe
ser tal que los alumnos lleguen a considerar el celibato en estrecha
conexión con las otras virtudes evangélicas de la pobreza y de la
obediencia, en cuanto que deben considerarse al mismo tiempo
como don de gracia y como compromisos inscritos en la misma
consagración al ministerio sacerdotal. El candidato al sacerdocio
debe ser plenamente consciente de que consagrándose a Cristo en
el ministerio asume aquella forma de vida evangélica que escogió el
mismo Jesucristo. Siendo entonces la misión del sacerdote una
participación particular en la misión apostólica de Cristo, las vir-
tudes evangélicas están al servicio de la misma caridad pastoral.
Desde esta perspectiva el candidato puede 'percibir mejor el valor
positivo del celibato, de modo que no lo reduzca simplemente a
una imposición de la ley eclesiástica, lo cual sería muy negativo y
reductivo, sino que lo reciba como un don del Espíritu, como un
carisma que da una nota característica a la vida sacerdotal, que
asume de este modo el valor más pleno de una oblación pública
frente a la Iglesia.
Puede comprenderse bien entonces que los alumnos del semi-
nario deben ser guiados a la adquisición de una verdadera madurez
humana, especialmente afectiva y..al mismo tiempo espiritual so-
brenatural, puesto que sólo los que alcanzan esa madurez no se
sienten bajo la simple coacción extrínseca de la ley canónica ni
consideran las normas ascéticas como cautelas impuestas desde
fuera, sino que se perciben bajo la luz de una vocación especial a
un amor mas exclusivo a Dios y al prójimo. La C A S T I D A D E N LA
VIDA D E CELIBATO no puede considerarse como una especie de
tributo que haya que rendir a Dios, sino como un don recibido de
la misericordia de Dios. Por tanto, se necesita una madurez huma-
na y sobrenatural considerable para que el candidato alcance un
fuerte sentido de responsabilidad y una verdadera libertad (RFIS,
n. 48; PDV 43-44; 50) 13. Para que los alumnos puedan hacer una
opción consciente, según el canon 247, 5 2, tienen que haberse
hecho claramente conscientes de los deberes y de las cargas que
proceden de la asunción de las órdenes sagradas, sin ninguna reti-
cencia -precisa el canon- sobre las dificultades de la vida sacer-
dotal. Hay que ayudar al candidato a tomar conciencia de sus
capacidades reales. Si acaso surgieran ciertas carencias que pusieran
en duda la idoneidad del alumno, habrá que ayudarle a escoger
otro estado de vida. Dejando siempre a salvo el derecho a la propia
intimidad sancionado en el canon 220, puede pedirse la ayuda de
un psicólogo. Tiene tanta importancia el sentido de responsabilidad
tanto del candidato a las órdenes como de los superiores que lo
tienen que admitir, que -como veremos- es posible la dispensa
de la carga del celibato en los casos en que el candidato no debería
haber recibido la ordenación por falta de la debida libertad o del
sentido de responsabilidad, o bien en los casos en que los superiores
competentes no supieron valorar con prudencia si el candidato era
realmente apto para la vida celibataria (cf n. 156).
125. Parte de la formación espiritual es también la formación
en la OBEDIENCIA, de la que habla el canon 245, ¿j 2. Esta formación
es seriamente necesaria para que el candidato pueda luego cumplir
con la obligación sancionada por los cánones 273 y 274, 5 2. Los
moderadores del seminario tienen que formar a los alumnos en una
verdadera y madura obediencia (RFIS, n. 50); y para obtener esto
tienen que regular la vida del seminario de manera sobria, pero al
mismo tiempo firme, de tal manera que se observen las normas,
pero se apliquen también con flexibilidad, para que los alumnos
adquieran la libertad interior y la capacidad de darse a sí mismos
una regla de vida personal.
126. Los alumnos del seminario deben cultivar ya un ESPÍRI-
T U DE POBREZA para que puedan un día cumplir con la obligación

'3 Cf PABLO VI, Cart. enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 junio 1967, nn. 19-25; 60-72, en
"AAS" 59 (1967) 654-704; E V 2/ 1415-15 13; CONGR. ED. CAT.,Instr. IZ presente sussidio,
1 1 abril 1974, en E V 51 195-426.
que impone el canon 282, adquiriendo la debida libertad de los
hijos de Dios en el uso de los bienes temporales, liberándose de lo
superfluo (PO 17; RFIS, n. 50).

1
d) Formación misionera

127. El canon 257,§ 1, establece que la formación en el semi-


nario se haga de tal manera que los alumnos sientan la solicitud no
sólo por la Iglesia particular a cuyo servicio habrán de incardinarse,
sino también por la Iglesia universal, para que se muestren dispues-
tos a dedicarse a las Iglesias particulares que se encuentren en
grave necesidad. Pero como la vocación misionera especial requiere
una índole apta para esta tarea y especiales dotes naturales y sobre-
naturales, el canon 257, § 2, p ~ e v éque el obispo diocesano procure
que los clérigos que deseasen ir a otra región para ejercer allí el mi-
nisterio reciban una formación peculiar, ya que deberán aprender
la lengua de dicha región, conocer sus instituciones, sus usos y cos-
tumbres, y saber apreciarlos (AG 26f). Con esta finalidad los can-
didatos al sacerdocio pueden ser enviados a centros misioneros
particulares; en los que la formación doctrinal y la vida estén orde-
nados directamente a la actividad misionera 14.

i e) Formación doctrinal

a) Fines y modos
128. El FIN PRIMARIO de la formación doctrinal, según el ca-
non 248, es el de preparar a los seminaristas a poder cumplir con-
venientemente en el futuro su misión de maestros del pueblo de
Dios (PDV 51). Esta formación guarda estrecha relación con la
vida de fe y la vida espiritual de los alumnos, en cuanto que la
misma fe, sostenida por una sana doctrina, es alimentada por ella.
Según los cánones 249-252 y la RFIS, números 59-64, la formación
doctrinal tiene que comprender:
1) un complemento, si es necesario, de la formación en las
letras y en las ciencias una vez terminado el curso de estu-

l4 Cf CONGR.
Ev., Cart. circ. Nello studio di rinnovamenio, 17 mayo 1970, n. 15, en EV
312503.
dios previsto por el canon 234 y por la RFZS, número 16;
2) un tiempo de formación filosófica;
3) un tiempo de formación teológica.

Según norma del canon 250 y de la RFZS, número 60, estos


estudios pueden organizarse de tres MANERAS diferentes:
a) o los diversos estudios se hacen en períodos distintos y
sucesivos;
b) o los estudios en letras y ciencias se hacen con los filosóficos
y posteriormente se hacen los teológicos;
c) o, después de los estudios de letras y ciencias, los estudios
filosóficos pueden hacerse junto con los teológicos, pero de 1
!
modo que la filosofía se enseñe con disciplinas distintas y
con su propio método, y que el estudio de la misma no se
reduzca a la exposición fragmentaria de las diversas pro-
blemáticas con ocasión del estudio de las cuestiones teoló-
gicas.

La RFZS, número 16, admite otras formas de organizar el orden


de los estudios, que hay que establecer en la Ratio institutionis
sacerdotalis de la conferencia episcopal; sin embargo, sea cual fuere
la manera de ordenar los estudios, hay que conservar siempre los
siguientes ELEMENTOS: 1
- los estudios deben comenzar con un curso introductorio
sobre el misterio de Cristo y sobre la historia de la salvación,
de tal manera que desde el comienzo los alumnos puedan
percibir el sentido y el fin apostólico de todos los estudios,
encuentren un fundamento cada vez más consciente a su
propia fe, comprendan más plenamente la vocación sacer-
dotal y la abracen con mayor conciencia; la duración y el
programa de este curso tienen que determinarse en la Ratio
institutionis sacerdotalis de cada nación (OT 14b; RFIS,
nn. 6 1-62);
- si la filosofía y la teología se imparten por separado, hay
que procurar que haya una coordinación entre las disciplinas
de la una y de la otra, especialmente entre la teología natural
y el tratado dogmático sobre Dios, entre la ética y la teología
moral, entre la historia de la filosofía y la historia de la
Iglesia y del dogma, etc. (RFIS, n. 61);
- el tiempo empleado para los estudios filosóficos debe ser al
menos de un bienio o bien de un número correspondiente de
horas semestrales; a su vez, el tiempo consagrado al estudio
de la teología debe ser al menos de cuatro años o bien de un
número correspondiente de horas semestrales; en conjunto,
los estudios de filosofía y de teología no pueden ser inferio-
res a seis años (can. 250; RFIS, n. 61);
- los profesores, al impartir las diversas disciplinas, han de
tener presente y comunicar la armonía y la unidad intrínseca
de toda la doctrina de la fe, de forma que se ponga bien de
relieve el aspecto salvífico de la misma y los alumnos expe-
rimenten que están estudiando una única ciencia (can. 254,
¿j 1; RFIS, n. 63); para obtener esto, en el seminario debe
haber, como hemos visto (cf n. 114), un moderador o pre-
fecto de estudios (can. 254, ¿j 1; RFIS, n . 90);
- toda la formación doctrinal tiene que adaptarse a las diver-
sas culturas, de tal modo que los alumnos puedan anunciar
el evangelio de forma aceptable a los hombres a los que se
dirijan (RFIS, n. 64);
- respecto a la dimensión ecuménica que han de tener los es-
tudios, hay que observar las normas vigentes del directorio
ecuménico Spiritus Domini, del Secretariado para la unidad
de los Cristianos, del 14 de abril de 1970 15;
- los métodos didácticos deben revisarse según las directivas
que dan el canon 254,¿j 2, y la RFIS, nn. 91-93.

b) Estudios literarios y científicos

129. Si una vez acabado el currículo de estudios previstos por


el canon 234 y por la RFIS, número 60, se observase alguna defi-
ciencia en el buen conocimiento de la lengua latina (can. 249), hay
que poner remedio o antes de comenzar los estudios filosóficos o
durante los mismos. Hay que dar un índice o programa de las dis-
ciplinas supletorias en la Ratio institutionis sacerdotalis nacional
(RFIS, n. 66). Además, según el canon 249, los alumnos deben
conocer cuidadosamente ante todo la lengua del propio país, pero
también las otras lenguas modernas extranjeras que puedan .ser
útiles a su futuro ministerio sacerdotal. En el seminario debe haber
también para ello ejercicios de oratoria, de composición y de mú-
sica (RFIS, n. 67). Finalmente, la formación puede completarse
con una introducción al uso de los instrumentos de comunicación

l5 Cf nn. 5 y 13, en "AAS" 62 (1970) 719.722-723; E V 21 1282; 1290.


social y con lecciones sobre la situación y las necesidades sociales
del país en el que habrán de ejercer su ministerio los alumnos
(RFIS, nn. 68-69).

c) Estudios de filosofía y de ciencias afines

130. Según el canon 251 y al RFIS, número 70, el FIN de los


estudios filosóficos es el de enriquecer la formación humana de los
alumnos, alimentar su agudeza de pensamiento, hacerlos más idó-
neos para realizar los estudios teológicos y, por tanto, para desem-
peñar mejor el ministerio apostólico en un diálogo claro y compe-
tente con los hombres de nuestro tiempo, especialmente los que
están alejados en la fe (PDV 52).
Según el canon 25 1 y la RFIS, número 71 (OT 15a), la forma-
ción filosófica se debe basar ante todo en el patrimonio filosófico
que nos ofrecen los más grandes filósofos cristianos, transmisores
de los primeros principios filosóficos que pueden decirse perennes,
en cuanto que están basados en la misma naturaleza. Según la
carta circular En cette période, del 20 de enero de 1972 (111, 2),
dada por la Congregación para la educación católica, sobre la
formación filosófica en los seminarios, para evitar una oposición
entre la filosofía y la revelación cristiana, es necesario reconocer un
núcleo fundamental de verdad: el realismo crítico del conocimiento
humano como fundamento de la ontología; la admisión de una
ontología realista que ponga de manifiesto los valores trascendentes
y llegue a la afirmación del absoluto personal y creador de todas
las cosas; la admisión de una antropología que conduzca a una
ética teocéntrica y trascendente 16. Una vez afianzado este patrimo-
nio filosófico fundamental e imprescindible, la formación en el
seminario debe tener también en cuenta el continuo progreso de la
investigación, en relación especialmente con la cultura del propio
país (OT 15a; can. 25 1; RFIS, n. 71). Para que los estudios filosó-
ficos alcancen su finalidad formativa, debe ocupar en ellos un lugar
especial la filosofía sistemática con todas sus partes, a fin de con-
ducir a un conocimiento coherente del hombre, del mundo y de
Dios (RFIS, n. 71). El mismo cuidado hay que poner también en
la enseñanza de la historia de la filosofía, para que los alumnos,
entre las diversas soluciones propuestas en el correr del tiempo,
puedan recoger aquellos elementos que se consideran útiles y ver-
daderos (OT 15b.c; RFIS, n. 72). Otras ciencias afines, como las
naturales y las matemáticas, tienen que considerarse complementa-
rias, en cuanto que se relacionan con los problemas filosóficos (OT
15a; RFIS, n. 73). Finalmente, en la Ratio institutionis sacerdotalis
nacional tiene que darse la lista de todas las disciplinas del curso
filosófico, indicando brevemente el programa de las mismas, el
número de años o de semestres y de horas semanales en los que se
enseñan; si esto fuese imposible, hay que dar por lo menos algún
de programa (RFIS, n. 75).

d) Estudios de teología
13 1. En el canon 252,§ 1, y en la RFIS, número 76, encontra-
mos un triple FIN de los estudios teológicos: conocer toda la doc-
trina católica; alimentar en ella la propia vida espiritual; adquirir la
aptitud para anunciar el evangelio (OT 16; PDV 53). En efecto, los
futuros presbíteros tienen que anunciar el evangelio en un mundo
cada vez más secularizado e indiferente, estando además dispuestos
al diálogo ecuménico, al pluralismo teológico, al enfrentamiento
con las nuevas situaciones eclesiales o bien a los problemas que
surgen del mundo social o de las ciencias humanas 17. Las diversas
disciplinas teológicas, como ya hemos señalado, tienen que ense-
ñarse de manera que aparezca la íntima conexión que hay entre
ellas (PDV 54). Hay que admitir, incluso muchas veces por motivos
pastorales, cierto pluralismo teológico entre los profesores del se-
minario; pero este pluralismo no debe perturbar la unidad de la fe
ni debe comprometer el respeto al magisterio de la Iglesia y al
sensusfidelium 18.
132. Hay que dar un peso especial a la enseñanza de la Sagra-
da Escritura, que debe considerarse como el alma de la teología y
ha de informar, por tanto, a todas las disciplinas teológicas (OT 16;
DV 24; can. 252, 5 2; RFIS, n. 78). Según el canon 252, 5 3, y la
RFIS, número 79, la teología dogmática debe enseñarse de modo
integro y sistemático; no hay que considerar suficiente un conjunto
de cursos monográficos. Tiene que basarse en la Sagrada Escritura,
en los santos padres de Oriente y Occidente 19, la historia del dog-

l7 Cf CONGR. ED. CAT.,Instr. Tra i molteplici segni. 22 febrero 1976, nn. 4; 10-15; 64-
66, en EV 5 / 1769; 1775-1780.
l8 Cf ib, en EV511831-1833.
l9 Cf CONGR. ED. CAT,,Instr. Inspectis dierum, 10 noviembre 1989, en "AAS" 72 (1990)
607636; E V 1 1 / 283 1-2897.
ma, y proponer una síntesis especulativa a fin de penetrar m&
íntimamente en los misterios de la salvación, siguiendo sobre todo
la doctrina de santo Tomás (OT 16c). En el curso de teología moral
los problemas tienen que verse en la perspectiva de la vocación
cristiana como vocación a la santidad en la caridad, y por tanto de
las obligaciones que de allí brotan, de tal manera que los alumnos
puedan encontrar su solución a la luz de la revelación. Los proble-
mas que se refieren al comportamiento moral del cristiano no pue-
den resolverse, efectivamente, sólo a la luz de las ciencias positivas,
como la psicología, la sociología, la medicina, etc. El estudio de la
teología moral tiene que tender a hacer resurgir en las conciencias
de los hombres el sentido de la virtud y del pecado. El estudio de
la teología moral se completará con el curso de teología espiritual,
que entre otras cosas tiene que comprender el estudio de la teología
y de la espiritualidad del sacerdote y de la vida consagrada para la
profesión de los consejos evangélicos. El curso de teología pastoral
tiene la finalidad de ilustrar los principios teológicos de la actividad
eclesial, a través del cual se hace presente la voluntad salvífica de
Dios por medio de los diversos ministerios e instituciones.
Una finalidad eminentemente pastoral tiene que tener el estudio
del derecho canónico, en cuya enseñanza hay que indicar los fun-
damentos teológicos generales en relación con la antropología, la
teología moral y la eclesiología, y los fundamentos teológicos par-
ticulares de cada una de las instituciones jurídicas que se explican.
En efecto, los futuros sacerdotes tienen que asimilar los principios
y las normas jurídicas para hacer de ellas un uso pastoral: una vez
captado el espíritu de la norma, que es siempre una previsión
general, se la tiene que aplicar a la situación concreta para el bien
espiritual de los fieles, bien como individuos, bien como comuni-
dad. Según la carta circular Postremis hisce annis, del 2 de abril de
1975 (111, 1-6) de la Congregación para la educación católica sobre
la enseñanza del derecho canónico en los seminarios y escolastica-
dos de los institutos religiosos, no ha de faltar, ni en los primeros
ni en los segundos, una cátedra de derecho canónico cuya disciplina
tiene que contarse entre las necesarias. La Ratio institutionis sacer-
dotalis tiene que definir la materia que hay que enseñar, y la Ratio
studiorum de cada seminario debe indicar el número de horas que
se le asignan 20.
L a liturgia tiene que figurar entre las disciplinas principales y su
estudio tiene que hacerse no sólo bajo el aspecto jurídico, sino ante
20 Cf Postremis hisce annis. en EV 5 / 1221; 1233-1238.
todo bajo el teológico, histórico, espiritual y pastoral, mostrando
la estrecha conexión con las demás materias, de forma que los
alumnos puedan comprender que en las acciones litúrgicas se hace
presente y operante el misterio de la salvación (OT 16; S C 2; 10;
16). El estudio teológico tiene que completarse con el curso de
historia eclesiástica, que tiene la finalidad de hacer alcanzar un
verdadero sentido de la Iglesia y de la tradición; con un curso sobre
la doctrina social de la Iglesia y con otras disciplinas auxiliares
o complementarias, como las lenguas hebrea y la griego-bíblica
(RFIS. n. 80).
La Ratio institutionis sacerdotalis de cada nación tiene que pre-
sentar una lista de todas las disciplinas que se refieren a los estudios
teológicos, indicando brevemente su programa, el número de años
o de semestres y las horas semanales de clases señaladas a cada
una. Si por varias razones particulares esto fuera imposible, tiene
que indicarse al menos un programa que determine los puntos
generales más importantes de las materias (RFZS, n. 81).

l 1I
l
i
e) Estudios especiales

133. La RFIS, números 82-85, prevé estudios especiales para


preparar a los seminaristas a desempeñar oficios particulares en la
Iglesia. Estos estudios especiales pueden hacerse de dos maneras:
1) En el mismo seminario, especialmente durante el último
año de estudios de teología, sin necesidad de asistir a institutos
especializados, como en el caso de preparación en orden a un
apostolado que desempeñar entre grupos particulares de personas:
obreros, campesinos, emigrantes, etc. Esta preparación se puede
conseguir o asistiendo a cursos especiales propuestos durante el
año escolar o durante las vacaciones; o bien haciendo de manera
que en el primer quinquenio de estudios se concentren todas las
materias comunes y el sexto año se ocupe más bien en todo o en
parte sólo para las materias especiales. La conferencia episcopal
tiene que determinar estos detalles.
2) Si es necesaria una preparación más específica, entonces
hay que enviar a los alumnos a institutos especializados, como en
el caso de que en el futuro tuvieran que enseñar ciencias sagradas
o profanas.
f) Formación estrictamente pastoral

134. Aunque toda la formación de los alumnos tiene una fina-


lidad pastoral, sin embargo el canon 255 establece que en el semi-
nario tiene que haber una formación pastoral en sentido estricto
que enseñe a los alumnos los principios y los métodos que se re-
fieren al ejercicio del ministerio de enseñar, santificar y guiar al
pueblo de Dios (PDV 57-58). Según el canon 256,s 1, esta forma-
ción se refiere a la actividad catequética y homilética, la celebración
de los sacramentos, la dirección espiritual, la administración pa-
rroquial, las relaciones con los hombres en general, creyentes o no
creyentes, etc. (RFIS, n. 94; OT 19; AG 16; PO 10). En todos estos
sectores los alumnos pueden ser ayudados por cursos de psicología,
pedagogía y sociología (RFIS, n. 94); pero esto no es suficiente,
puesto que se trata no de aprender teóricamente unos principios,
sino de aprender a aplicar esos principios en la práctica. Por con-
siguiente, hay que introducir a los estudiantes en las diversas formas
de apostolado haciendo precisamente apostolado (RFZS, n. 95).
Así el canon 258 prevé que se promuevan experiencias pastorales
de los candidatos al sacerdocio bajo la guía de un sacerdote exper-
to. Según norma de la RFZS, número 42, las conferencias episco-
pales pueden permitir que el ordinario del lugar establezca que
todos los seminaristas, o algunos de ellos, según las necesidades
personales, puedan interrumpir por un año o un semestre su resi-
dencia en el seminario, entre el curso filosófico y el teológico. En
este período de tiempo pueden interrumpirse tanto la vida en el
seminario como los estudios, o bien sólo la vida en el seminario,
prosiguiendo los estudios en otro lugar. Entre tanto, bajo la guía
de un sacerdote experto, los seminaristas pueden ayudar en algún
ministerio pastoral, por ejemplo en alguna parroquia. No se exclu-
yen tampoco experiencias de trabajo manual o bien el servicio mi-
litar en donde sea obligatorio. En esas condiciones los alumnos
podrán experimentar su aptitud para el ministerio pastoral y dis-
cernir su vocación. Después del primer año de seminario puede
concederse que los seminaristas hagan estudios profanos en alguna
universidad civil o que hagan otro tipo de estudios especiales fuera
del seminario. Otra posibilidad es la de que, terminado el currículo
filosófico-teológico, durante uno o varios años ejerzan el ministerio
diaconal (RFZS, nn. 42; 63).
135. En relación con esto, se encuentra poco en el Código. El
canon 233,g 2, exhorta simplemente a los sacerdotes y a los obispos
diocesanos a preocuparse de que los que sean llamados al sacerdo-
cio en edad más adulta sean ayudados prudentemente de palabra y
de obra y preparados de forma adecuada (PDV 64). La RFIS,
número 19, establece que en cada nación hay que promover insti-
tutos destinados a la formación de vocaciones adultas (OT 3b).
Estos institutos deben tener un ordenamiento propio sobre la for-
mación espiritual, la disciplina interna y los estudios, teniendo en
cuenta en cada caso los estudios ya hechos y la preparación espiri-
tual ya adquirida. A la luz del mismo número de la RFIS y de la
carta circular Vocationes adultorum, de la Congregación para la
educación católica, del 4 de julio de 1976 21, podemos decir que los
estudios medios pueden hacerse en esos institutos; después de los
estudios medios, los candidatos pueden unirse al currículo ordina-
rio del seminario mayor, viviendo en él o bien en un instituto espe-
cial para la formación de las vocaciones adultas, o bien pueden ser
enviados a asistir a especiales escuelas filosóficas y teológicas, vi-
viendo en el seminario mayor o bien en uno de los institutos pecu-
liares antes mencionados.

h) Formación para el diaconado permanente

136. Solamente el canon 236 trata de esto. Es la conferencia


episcopal la que tiene competencia para dar disposiciones sobre la
formación del diaconado permanente 22.
El canon prevé dos categorías de candidatos:
1) Los jóvenes célibes, que deben permanecer por lo menos tres
años en una casa específica, a no ser que, por graves razones,
establezca otra cosa el obispo diocesano. En su formación hay que
Cf E V 512097-2108.
2'
Cf CEI, Doc. La restaurazione del diaconato permanente, 8 diciembre 1971, en
22
Notiziario CEI 21 1972, 19-27; E. CEI 113839-3994; Deliber. n. 32, del 18 abril 1985, en
Notiziario CEI 3 1 1985; E. CEI 3 12287. La CEE ha dictado Normas para la instauración del
diaconado permanente en Qaña, 1 1 abril 1978, aprobadas posteriormente por la Congre-
gación de Sacramentos, 2 febrero 1982, que siguen el M. p. Sacrum diaconatus ordinem, de
Pablo V I , y se refieren a las funciones del diácono, naturaleza de su ministerio, cualidades,
formación y estatuto de los candidatos; se añade un texto anexo sobre plan de estudios
(1 DG, 1984, art. 1, y Normas para la instauración del diaconado permanente en España:
CIC, edit. BAC minor, 1987, pp. 794s).
tener en cuenta que probablemente casi todos estos jóvenes abra-
zarán la vida célibe.
2) Los de edad más madura, tanto célibes como casados, que
deben formarse según un proyecto de tres años de duración y
definido por la conferencia episcopal.
El fin de la formación de cada una de estas categorías es ali-
mentar la vida espiritual, de forma que puedan llevar una vida
evangélica y estén preparados para cumplir las funciones propias
del orden que reciban. Por tanto, esa formación no debe ser acele-
rada o superficial. La doctrinal debe ser análoga a la que se imparte
a los candidatos al sacerdocio; por tanto, ha de comprender cursos
de Sagrada Escritura, teología dogmática, teología moral, derecho
canónico, liturgia, pedagogía, catequesis, administración eclesiásti-
ca, etc.; sin embargo, para los candidatos de edad más madura y
para los casados, la organización de los estudios se tiene que com-
paginar con su trabajo y sus deberes familiares, por lo que se puede
pensar en cursos nocturnos o en semanas de estudio, etc., teniendo
en cuenta el grado de cultura que ya tienen?

i) Formación permanente

136 bis. La exigencia de una formación permanente de los


ministros sagrados encuentra su fundamento en el dinamismo del
propio sacramento del orden, en cuanto ésta es expresión y exigen-
cia de la fidelidad al ministerio ( P D V 70). Esta formación debe
acompañar, a través de las diversas etapas de la vida y de las di-
versas situaciones, la maduración del sujeto en el ejercicio del mi-
nisterio en el aspecto humano, espiritual, intelectual y pastoral
(OT 22; P D V 74-76). El primer responsable de la propia formación
permanente es el ministro en particular, pero el obispo debe diseñar
un proyecto y un programa idóneos (PDV 79). Es necesaria, por
tanto, una cierta estructura de apoyo con guías y maestros apro-
piados: encuentros periódicos, en plazos más o menos largos, en
los cuales, por un cierto tiempo, los sacerdotes o los diáconos
permanentes vivan juntos y puedan tener momentos de descanso,
oración, estudio, reflexión e intercambio fraterno, encuentros con
el obispo y el presbiterio de carácter litúrgico, cultural o diálogo

23 ED. CAT.,Cart. circ. Come 2 a conoscenza. 16 julio 1969, en E V 31 1408-


Cf CONGR.
1412.

172
pastoral; ejercicios espirituales, jornadas d e retiro y d e espirituali-
dad (PDV 76-77; 80; RFIS n. 101).

3. ADSCRIPCI~N
O INCARDINACI~N

3.1. Incardinación y excardinación


137. En la Iglesia primitiva se tenía un vínculo indisoluble entre
el clérigo y la iglesia para la que era ordenado; en efecto, el concilio
de Calcedonia (45 l), en el canon 6, prohibió las ordenaciones abso- -
lutas estableciendo que se consideraran írritas, en el sentido de que
el ordenado no podía ejercer el ministerio recibido 24. Para ser orde-
nado había que tener un título de ordenación, como adscripción a
una iglesia o comunidad determinada, de forma que quedasen ase-
gurados el servicio pastoral, la vigilancia sobre los clérigos por parte
del superior competente, evitando clérigos vagos y el sustentamiento
de los mismos. El mismo concilio, en el canon 20, sobre la base de
los estatutos del concilio de Nicea (325), cánones 15 y 1625, prohibió
el paso de los clérigos de una diócesis a otra, excepto en caso de
necesidad, y estableció penas para las transgresiones 26. Sin embargo,
esta rígida disciplina, aunque confirmada por muchos concilios par-
ticulares entre los siglos IV y VII, no se observaba muchas veces, ya
que eran frecuentes las ordenaciones sueltas y el paso de clérigos de
una iglesia a otra, con el consentimiento del obispo, por necesidades
pastorales. Así, el concilio Lateranense 111 (1 179), canon 5, admitió
las ordenaciones sin título canónico o bien con el título del patrimo-
nio, por el que o bien el clérigo tenía bienes personales y atendía a
su propio sustento o bien atendía a ello el obispo27. Más tarde la
ordenación a titulo de beneficio (bienes unidos a un oficio para el
sustento del titular de ese oficio) hizo que cada vez se redujese más
el vinculo del clérigo con su diócesis de origen, en cuanto que escogía
al obispo que le daba un beneficio mejor en su diócesis. De aquí vino
una gran movilidad del clero de una diócesis a otra.
El concilio de ~ r e n t o preocupado
, de la sustentación del clero,
estableció por sí mismo que fuera ordenado lícitamente un clérigo
con el título del beneficio, pero para el bien de la Iglesia admitió que
pudiera ser ordenado también con el título de patrimonio o de pen-
sión 28. El mismo concilio estableció además que sólo fuera ordenado

24 Cf COD, 90.
25 Cf COD, 13-14.
26 Cf COD, 90.
27 Cf COD, 214.
28 Cf ses. XXI, Decr. De reform.. c. 11, en COD, 728-729.
el que fuese útil o necesario a su iglesia, de forma que no hubiera
clérigos vagos, y que los clérigos transeúntes pudieran celebrar los
sacramentos en otra diócesis sólo con las cartas de recomendación
de su ordinario 29. La disciplina de Trento, que vinculaba a los clé-
rigos con sus diócesis, estuvo en vigor hasta el siglo x V I I ~ , pero entre
tanto se fueron multiplicando los títulos de ordenación (de misión,
de servicio a la diócesis, a la Iglesia, de administración).
Dada la disminución de los beneficios en el siglo xix, los clérigos
se ordenaron comúnmente a título de servicio a la diócesis, de forma
que el obispo podía afirmar sus derechos respecto a los clérigos,
para retenerlos en su diócesis, incluso en contra de su voluntad. La
Congregación del concilio estableció en 1894 que el obispo, por
causa de las necesidades presenies en su Iglesia, podía prohibir in-
cluso a los presbíteros ordenados a titulo de patrimonio dejar su
diócesis y volver a llamarlos si se habían marchado sin su consenti-
miento. A este derecho del obispo correspondía su deber de sustentar
a los clérigos de su diócesis. La incardinación era entonces un medio
de subordinación de los clérigos a la autoridad y el título para su
sustento.
Los religiosos de votos solemnes, dada su pertenencia a un mo-
nasterio o comunidad, fueron ordenados desde el principio con el
título de pobreza o de profesión religiosa; los demás que vivían more
religiosorum (surgidos en el s. XVI),sin votos solemnes, estaban bajo
la disciplina común. Una vez reconocidas como religiosas las con-
gregaciones de votos simples (1901), éstas y las sociedades de vida
comun sin votos admitieron a las órdenes con el título de mesa
común.
El CIC 1917 establecía la necesidad de la incardinación o a una
diócesis (título de servicio a la diócesis) o a u n instituto religioso
(título de pobreza o de profesión religiosa o de mesa comun), a fin
d e evitar clérigos vagos. Se consideraba perpetuo y absoluto el vín-
culo con la diócesis (can. 117, 3 . 9 , pero no de forma rígida, ya que
se preveía la excardinación explícita (cáns. 112; 116), la implícita
(can. 114) y por la profesión religiosa (can. 115); sin embargo, se
desaconsejaba el paso de una diócesis a otra.

138. Se entiende por INCARDINACI~Nla pertenencia de un


clérigo a una Iglesia particular o a una prelatura personal o a un
instituto de vida consagrada o a una sociedad que tiene la facultad
de incardinar (can. 265). Por E X C A R D I N A C I ~ Nse entiende el cese
de la pertenencia de un clérigo a una Iglesia particular o a un
instituto de vida consagrada, etc., para incardinarse en otra Iglesia

*9 Cf ses. XXIII, Decr. De reform., c . XVI, en COD, 749-750.


particular o instituto de vida consagrada, etc. No se admiten cléri-
gos acéfalos o vagos, es decir, no incardinados. La asunción en el
estado clerical se hace con el DIACONADO, por lo que la incardina-
ción en una diócesis o en una prelatura personal se obtiene con la
ordenación diaconal (can. 266,§ 1). "Los que deben ser promovidos
al orden del diaconado deben hacer la profesión de fe y el juramen-
to de fidelidad" (can. 833, ¿j6) 30.
La diócesis propia de un clérigo secular es aquella en la que se
incardinó; su obispo propio es el de la diócesis propia; el obispo
que tenía en virtud del bautismo se hace irrelevante. El candidato
al diaconado, como veremos (cf n. 368), es libre para elegir la
diócesis para cuyo servicio se hace ordenar, y consiguientemente la
diócesis de incardinación y el obispo propio (can. 1016). Los miem-
ti- bros de un instituto religioso de cualquier tipo o de una sociedad
ar clerical de vida apostólica, para ser ordenados diáconos e incardi-
io narse en ellos, tienen que estar ya plena y definitivamente incorpo-
Su
l
rados en el uno o en la otra; por lo que se refiere a las sociedades,
si lo preven las constituciones, sus miembros pueden incardinarse
0- también en una Iglesia particular (can. 266, tj 2). Los miembros de
el un instituto secular quedan incardinados con la ordenación diaco-
re nal a la Iglesia particular a cuyo servicio son admitidos, a no ser
io que, en virtud de una concesión de la Santa Sede, queden incardi-
n-
nados en el instituto (cáns. 266, § 3; 715,g 2; cf n. 238). La facultad
de incardinar está relacionada con la de conceder las cartas dimi-
sionarias para la ordenación, pero la primera es más extensa que la
segunda (cf cáns. 1018-102 1; n. 35 1).
;,. El CIC 1917 mostraba cie,rto recelo por el traslado de los cléri-
, gos de una diócesis a otra, pero el Vaticano 11 muestra un cambio
de mentalidad (cf PDV 32).
L a LG 28b dice que los presbíteros, asociados al cuerpo episco-
pal, son sus colaboradores, y según P O 7a la comunión jerárquica
de los presbíteros es con el orden de los obispos y no con el obispo
propio; esto quiere decir que todo presbítero está ligado a todo el
episcopado, que es un colegio universal. Además, P O 10, sobre la
base de esta visión universal del sacerdocio, prevé una revisión de
las normas sobre la incardinación y excardinación para responder
a las necesidades pastorales de hoy.

30 CONGR. DOCT.F E , Professio fidei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio


nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; EV 1 11 1190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 1 169; E V 1 1 1 2494.
El decreto CD 6 invita a la colaboración entre los obispos de
diversas diócesis, ya que han de tener la solicitud de todas las
Iglesias: el traslado de los clérigos para una distribución numérica
más equitativa del clero en las diversas diócesis está en función de
un mejor servicio a la Iglesia.
El motu proprio Ecclesiae Sanctae (= ES), del 6 de agosto de
1966, 1, 1-4 31, da normas de aplicación de estas orientaciones con-
ciliares y regula además las prelaturas a las que alude ya PO 10b y
que en el nuevo Código reciben el nombre de prelaturas personales
(cáns. 294-297).
El CIC 1983 hace suyas las orientaciones del Vaticano 11 y de
la legislación posconciliar.
Para la VALIDEZ de una nueva incardinación, según el ca-
non 267, se requiere:
- carta de excardinación firmada por el ordinario de proce-
dencia;
- carta de incardinación firmada por el ordinario de destino.

La excardinación no tiene efecto si no se obtiene la nueva


incardinación.
Para la LICITUD de la incardinación el obispo diocesano debe
precisar que el clérigo es necesario y útil a su Iglesia particular y
que tiene la posibilidad de proveer a su sustento; el clérigo debe
declarar por escrito que quiere dedicarse al servicio de la nueva
Iglesia particular según la norma del derecho (can. 269, 1.Q y 3.9.
El obispo incardinante tiene que precisar, según documento legíti-
mo, la concesión de excardinación por parte del obispo de la dió-
cesis de procedencia; debe tener además de éste, si es necesario bajo
secreto, un testimonio sobre la vida, costumbres y estudios del clé-
rigo (2.9.
El clérigo que se ha trasladado legítimamente a otra Iglesia
particular (can. 271), pasados cinco años, puede tener ipso iure en
ella la incardinación si ha mostrado por escrito al ordinario propio
y al ordinario del lugar adonde se ha trasladado la intención de
incardinarse si no se ha producido en el plazo de cuatro meses una
respuesta contraria escrita por parte de ninguno de los dos ordina-
rios (can. 268).

3' Cf "AAS" 58 (1966) 757-787; E V 21752-913.


. de El clérigo, que se ha incorporado perpetua o definitivamente a
las un instituto de vida consagrada o a una sociedad de vida apostólica,
rca queda excardinado de su diócesis (can. 268, § 2).
f de
La excardinación puede concederse legítimamente sólo por jus-
tas causas, como el bien de la Iglesia y del mismo clérigo.
) de No puede negarse a no ser por causas graves; por eso el clérigo,
-,00-
al tener derecho, tiene también la facultad de recurrir administra-
)b Y
tivamente contra la decisión negativa del obispo si la considera
ales injusta (can. 270).

I de
3.2. Licencia de traslado
ea- 139. No se trata de excardinación o de nueva incardinación.
Según el canon 271 es el permiso para un tiempo determinado de
ice- residir y de prestar servicio en una diócesis distinta de la propia. El
clérigo sigue estando incardinado en su diócesis propia, y sus debe-
no. res y derechos tienen que establecerse por ACUERDO ESCRITO entre
el obispo propio y el de la diócesis a la que se traslada (§§ 1.2) 32.
eva El obispo diocesano, a no ser que lo necesite en su diócesis, no
debe negar a un clérigo la licencia de traslado a otra diócesis en
=. e donde hay una grave falta de clero y si lo considera idóneo para el
trabajo que va a desempeñar allí (§ 1).
y
" e El obispo diocesano puede llamar a su diócesis al clérigo que se
eva encuentre en otra diócesis, por justa causa, respetando la equidad
.º). respecto a los acuerdos que intervinieron con el obispo diocesano
,..
I ~• de la otra diócesis. El obispo de la diócesis que recibe al clérigo
puede por causa justa negar la licencia de seguir permaneciendo en
'0 su diócesis (§ 3). .

3.3. Autoridad competente


sia
en
. 140. La excardinación, la incardinación y la licencia de tras-
10
lado para el clero diocesano, para los miembros de los institutos
de seculares y de las sociedades que no tienen facultad de incardinar
l1a
sólo pueden ser concedidas por el OBISPO DIOCESANO; por el ADMI-
a- NISTRADOR DIOCESANO, con el consentimiento del colegio de con-

32 Cf CONGR. CLERO, Notas Direct. 'Postquam Apostoli, 23 marzo 1980, nn. 26-28, en
"AAS" 72 (1980) 361-362; EV 7/280-282.

177
sultores y sólo después de un año de sede vacante (can. 272). Los
miembros de los institutos religiosos, de los institutos seculares y
de las sociedades que tienen facultad para ello, se incardinan con
su incorporación perpetua o definitiva, a la que admiten los Mo-
DERADORES MAYORES (cf cans. 658; 723, $8 3.4; 735, 8 1). Un
clérigo incardinado en un instituto de vida consagrada o en una
sociedad de vida apostólica puede recibir el indulto para aban-
donarlo, con el que queda también excardinado, sólo si ha en-
contrado un obispo que lo incardine o al menos lo reciba a prueba,
por lo que después de cinco años queda incardinado en la diócesis
por el propio derecho, a no ser que el obispo lo haya rechazado
(cáns. 693; 727, 5 2; 743). La incardinación en una prelatura perso-
nal es dada por el prelado (cán. 295, ¿j1); la excardinación de la
misma, de modo análogo a los religiosos, con el abandono.

4. OBLIGACIONES Y DERECHOS

4.1. Consejos evangélicos

a) Obediencia
141. Los clérigos están obligados a un deber especial de obe-
diencia al sumo pontífice, en cuanto ordinario de la Iglesia univer-
sal, y al propio ordinario (can. 273), en virtud de la naturaleza
misma del orden sagrado, así como de la PROMESA PÚBLICA he-
cha en el momento de la ordenación. Por tanto, la obediencia no
debe ser solamente una ejecución externa de la ley o de un manda-
t o recibido, sino una adhesión interior de la voluntad madura a
los valores d e los que son portadores la ley o el mandato (PO 15;
PDV 28).
Se trata de OBEDIENCIA CANÓNICA: se extiende tanto como la
potestad del superior, que puede mandar solamente en conformi-
dad con el derecho universal o particular y según los fines espiri-
tuales propios de la Iglesia (cf n. 76). Si el mandato del ordinario
va en contra de un derecho o de una facultad reconocidos por el
derecho universal, el clérigo tiene derecho al recurso (can. 22 1, 8 1).
De la obligación establecida en el canon 273 se deriva la de
aceptar el cumplimiento fiel del ENCARGO CONFIADO por el propio
ordinario, a no ser que exista legítimo impedimento (can. 274,G 2),
que se tiene cuando se produce una grave incomodidad para el
clérigo, pero considerada en relación con las necesidades de la
Iglesia.
.-
-%

El clérigo que, faltando un impedimento legítimo, desobedece a


:1 la sede apostólica y al ordinario, después de una admonición, puede
OA
ser castigado con una pena justa (can. 137 1, 2.0); si instiga a otros
a la desobediencia, puede ser castigado con penas más graves,
''-
hasta el entredicho (can. 1373).
Si un clérigo quiere entrar en un instituto religioso o en una
sociedad de vida apostólica, ha de ser consultado el ordinario del
lugar (cáns. 644; 735, 5 2). Al no requerirse su consentimiento, el
ordinario del lugar, por razones pastorales o por causa del oficio
que desempeña el clérigo, sólo puede obtener que éste retrase su
entrada en el instituto, pero ha de proveer de forma que el clérigo
quede libre cuanto antes.
El canon 274, 5 1, reconoce el derecho a recibir OFICIOS ECLE-
SIÁSTICOS,cuyo ejercicio requiera la potestad de orden o la de
gobierno eclesiástico. Es evidente que sólo los clérigos tienen capa-
cidad para recibir oficios que supongan el ejercicio de la potestad
de orden, en cuanto que ésta se transmite a través de la ordenación;
respecto a los oficios que suponen ejercicio de la potestad de go-
bierno, dado que el canon tiene que interpretarse en conexión con
el canon 129,s 2, y los demás que prevén la incorporación de laicos
para oficios con ejercicio de potestad administrativa o judicial y
que, por consiguiente, excluyen que la potestad de gobierno se
transmita a través del orden sagrado (cf nn. 266-239), hay que decir
que no se quiere aquí afirmar la capacidad exclusiva de los clérigos
para recibir tales oficios eclesiásticos, sino que sólo los clérigos los
pueden reclamar como un derecho. En efecto, ningún clérigo es
ordenado para la nada, sino siempre para una utilidad de la Iglesia
(cáns. 1025, 5 2; 266, 5 1). Sin embargo, en coherencia con la
obligación establecida en el 5 2 del mismo canon, hay que decir que
ese derecho general sancionado en el 5 1 no debe entenderse en el
sentido de un derecho a reclamar un oficioparticular, y por tanto
a rechazar, sin legítimo impedimento, el que le confía el ordinario.
1 142. En virtud de la incardinación surge en el clérigo la obli-
gación de RESIDENCIA en la diócesis, por lo que no se puede alejar
de ella por un período notable de tiempo, que ha de determinarse
en el derecho particular, sin la licencia al menos presunta del ordi-
nario propio (can. 283, 8 1).Al clérigo obligado a la residencia en
virtud de su oficio que viole gravemente esa obligación, el ordinario
le debe imponer una pena justa, sin que se excluya, después de una
admonición, la privación del oficio (can. 1396). La licencia de au-
sencia se regula también en el canon 271.
La obligación de la residencia se debe compaginar con el dere-
cho a un tiempo anual, debido y suficiente, de VACACIONES, que
debe ser determinado por el derecho universal o por el particular
(can. 283, 5 2; PO 20a; cf cáns. 395, 5 2; 410; 533, 5 2; 550, 5 3).

b) Celibato

a) Naturaleza de la obligación

143. El canon 277, 5 1, basándose en PO 16, establece la


obligación de la continencia perfecta y perpetua por el reino de los
cielos y del celibato. La castidad perfecta en el celibato es un don
de Dios, un CARISMA del Espíritu, que la Iglesia pone como requi-
sito para recibir las sagradas órdenes (PDV 29; 50). En efecto, es
responsabilidad de la autoridad eclesiástica establecer, según los
tiempos y lugares, los requisitos que considere necesarios en los
candidatos al ministerio sagrado para que puedan adherirse más
fácilmente a Cristo con el corazón no dividido y estén en disposi-
ción de dedicarse más libremente al servicio de Dios y de los hom-
bres. Al tratarse de un don del amor de Dios hay que corresponder
a él en el amor con el don de sí, en una asimilación a Cristo virgen,
que ofrece toda su vida al Padre por los hombres. El sacerdote, que
ofrece en el altar in persona Christi el sacrificio eucarístico, en la
castidad celibataria se hace hombre para los demás, ejerciendo sin
exclusividad su ministerio en una caridad universal. La obligación,
entonces, no surge simplemente de una ley eclesiástica impuesta
desde fuera, sino de la asunción libre y consciente del celibato casto
después de años de oración, reflexión y preparación 33. La ley ecle-
siástica sostiene esta obligación asumida litúrgicamente. Aunque
el concilio pone de relieve el carácter consecratorio de la asunción
del celibato (PO 16b; O T IOb), n o habla, sin embargo, de voto del
celibato, sino de LEY DEL CELIBATO (PO 16c; O T loa); y del ca-

33 PABLOVI, Cart. enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 junio 1967, nn. 14; 15; 21; 24; 29; 32,
en "AAS" 59 (1967) 662-663; 666-667; 668-669; 669-670; E V 2/ 1428; 1429; 1438; 1443; 1446;
JUANPABLO 11, Ep. Novo incipiente, 8 abril 1979, n. 8, en "AAS" 62 (1970) 127; E V 6/ 13 10-
1314.
, non 277, 5 1, desaparece toda alusión al sacrilegio en caso de vio-
lación, como hacia, por el contrario, el canon 132, § 1, del CIC
1917.
Para que la libre respuesta en el amor al don del celibato quede
reforzada, la asunción del mismo se hace por medio de una PRO-
MESA hecha antes de la ORDENACIÓN diaconal en un rito público
(can. 1037; cf n. 364) y en la misma ordenación. Tiene un carácter
consecratorio en cuanto que, aunque no se haga a Dios (seria un
voto), se hace por Dios (propter Deum), es decir, por causa de la
vocación divina y para responder a ella. También los religiosos,
derogando el canon 1037 (cf n. 364), asumen el celibato en la or-
denación; por tanto, si dejan el instituto, la dispensa de los votos y
la del celibato eclesiástico son dos actos formalmente diversos
(cf Congr. Culto Div. - Disc. Sacram., Decr. Ritus ordenationis, en
"ASS" 82 [1990] 827).
La mañana del jueves santo se invita a todos los sacerdotes a
renovar el acto de consagración de Cristo con que prometieron
cumplir las obligaciones sacerdotales, en particular la observancia
del celibato y la de obediencia a su ordinario, y dedicarse al servicio
de la Iglesia 34.

b) Sujetos

144. Están sujetos a la obligación todos los clérigos, menos


los diáconos permanentes casados, los cuales, si se quedan viudos,
no podrán contraer segundas nupcias (cáns. 1037; 1042, 1.Q; 1087;
cf n. 375).
No se concede absolutamente la readmisión al ejercicio del
ministerio sagrado de los que, habiendo10 dejado, han contraído
nupcias 35, mientras que el acceso al sacerdocio de hombres casados
de edad avanzada, salvo siempre el derecho del sumo pontífice 36,
no se admite ni siquiera en casos particulares 37 (cf n. 378).

34 CONGR. Cart. circ. Inter ea, 4 noviembre 1969,n. 8,en "AAS" 62 (1970)127;
CLERO,
E V 3/1759.
35 PABLOVI, Carta ap. al card. 1. Villot, Le'dichiarazioni resepubbliche, 2 febrero 1970,
en "AAS" 62 (1970)101;E V 3/1966. ,

36 CONGR. DOCTR.FE, Decl. In June, 1 abril 198 1, en E V 7/1213.


3' S~NODOD E OBISPOS 1971, Doc. UItimis temporibus, 30 noviembre 197 1, 1111, 4f, en
"ASS" 63 (1971)918;E V 4 /1220. '
c) Consecuencias canónicas

145. Las consecuencias canónicas de la asunción del celibato


son las siguientes:
1 El que está casado, a no ser que sea destinado al diaconado
permanente, tiene un impedimento simple para recibir las órdenes
(can. 1042, 1.Q).Se trata de un impedimento temporal, ya que cesa
con la muerte del cónyuge o con la dispensa de la Santa Sede, que
no se concede si no hay separación y consentimiento libre de la
esposa (can. 1047, fj 2, 3 . 9 . El que contra lo prescrito en el ca-
non 1042, l .o, hubiera recibido ilegítimamente las órdenes sagra-
das, está impedido para ejercerlas (can. 1044, 2, 1.Q;cf n. 376).
2.a El que7 impedido para contraer matrimonio por causa del
orden sagrado recibido, atentase el matrimonio, incluso solamen-
te civil, incurre en irregularidad tanto para recibir los otros gra-
dos del orden (can. 1041, 3.0) como para ejercer los ya recibi-
dos (can. 1044, 8 1, 3.9. Para la dispensa, confróntense núme-
ros 377-38 1.
3." Las órdenes recibidas son impedimento dirimente para el
matrimonio (can. 1087), salva la dispensa que la Congregación del
culto divino y de la disciplina de los sacramentos podría conceder
a los diáconos permanentes que se quedaron viudos después de
haber recibido las órdenes (cf n. 375).
4.a Por el matrimonio atentado, aunque sólo sea civil, el clé-
rigo es apartado @so iure de todo oficio eclesiástico (can. 194, 5 1,
3 . 9 e incurre en la suspensión latae sententiae; si luego, amonesta-
do, no se corrige y sigue dando escándalo, puede incurrir gradual-
mente también en privaciones, hasta llegar a la expulsión del estado
clerical (can. 1394, ¿j 1).
El clérigo concubinario y el que comete otro pecado exter-
no contra el sexto mandamiento con escándalo permanente son
castigados con la suspensión, y si persisten en el delito después de
la admonición, con otras penas hasta la expulsión del estado cleri-
cal (can. 1395, 5 1); el que cometa otros pecados contra el sexto
mandamiento, con violencia o amenazas, o públicamente, o con
una menor de menos de dieciséis años, es castigado con penas
justas, no excluida la expulsión (can. 1395, fj 2).
L a dispensa de la obligación del celibato sólo la concede el
romano pontífice en los casos previstos por el derecho (can. 291;
cf n. 156). Esta reserva no admite excepciones (cáns. 1078, tj 2, 1.Q;
1079, $5 1-3; 1080, 5 1).
7." De la obligación de observar la perfecta continencia se
deduce que todo clérigo debe usar la debida prudencia en el trato
con las personas de ambos sexos, cuya familiaridad puede ser pe-
ligrosa y suscitar el escándalo de los fieles (can. 277, 4 2).
8." Es competencia del obispo diocesano dar normas más con-
cretas sobre esta materia, o sea, sobre las personas que el clérigo
p e d e recibir en su casa y visitar frecuentemente, o bien sobre
aquellas con las que puede convivir; en los casos particulares, el
clérigo debe someterse al juicio del obispo (can. 277,G 1).

d)' Evolución histórica


146. En lTim 3,2 y en Tit 1,6 se afirma simplemente que el
obispo y el presbítero tienen que haber tenido una sola mujer, en el
sentido de que no pueden ser admitidos al ministerio los que después
de enviudar han contraído segundas nupcias, así como que tampoco
pueden contraerlas si han quedado viudos después de haber recibido
el ministerio. En lCor 7,25ss san Pablo da un consejo general de
virginidad que se refiere a todos los fieles. Entre los apóstoles, Pablo
era célibe (Icor-7,7.25), pero Pedro estaba, ciertamente, casado.
Desde los primeros siglos se discutió si los demás apóstoles estaban
solteros o casados; lo que podemos decir es tan sólo que probable-
mente, si estaban casados, dejaron a sus esposas para seguir a Cristo
en el cumplimiento de la misión que les confió.
En los tres primeros siglos no hay autor que afirme que haya una
ley general de celibato para todos los clérigos. Sin embargo, muchos
autores exaltan cada vez más en los siglos sucesivos la virginidad,
como Tertuliano, Eusebio, Cirilo de Alejandría, Epifanio, Jerónimo,
Ambrosio y Agustín. Estos tres últimos afirman la incompatibilidad
entre ministerio sagrado y vida conyugal.
Sabemos que desde el siglo 111 rige la prohibición de la ordenación
de viudos que pasaron a segundas nupcias, y que desde el siglo iv
existe la prohibición de contraer matrimonio después de la ordena-
ción sagrada.
El concilio de Elvira (305-308), en el canon 33, establece la ley de
la continencia para todos los clérigos instituidos en el ministerio,
por lo que deben abstenerse de las relaciones conyugales; la sanción
establecida en caso de generación de nuevos hijos es la de la depo-
sición 38.
El concilio de Nicea (325), canon 3, permite la convivencia con la
madre, la hermana y la tía 39. Esta norma es interpretada por algunos
en el sentido de la imposición del celibato, y por otros en el sentido
de la imposición de la continencia y de la prohibición de contraer
segundas nupcias en caso de viudez después de haber recibido las
órdenes.
El concilio Romano del 386 y el concilio de Cartago del 390, bajo
forma de consejo, confirman el concilio de Elvira. Sin embargo, los
papas Siricio (386) e Inocencio 1 (404) afirman la ley de la continen-
cia de forma imperativa, y el primero sanciona la excomunión para
los que no la aceptan.
Los concilios de Toledo (400), de Cartago (401) y de Turín (401)
siguen a Siricio y a Inocencio 1, imponiendo sanciones.
León Magno (458) impone la ley de la continencia también a los
subdiáconos.
Prácticamente desde el siglo v todos los clérigos, incluso los sub-
diáconos, están obligados a la continencia, esto es, no sólo se les
prohibe el matrimonio después de haber recibido las sagradas órde-
nes, sino también el uso del contraído anteriormente. Aunque desde
el siglo VII hasta el XI muchos concilios regionales en Occidente
establecen censuras para los que no observan esta obligación, como
la prohibición para subir a los grados superiores, la deposición del
oficio o la excomunión, sin embargo, especialmente en los siglos x
y XI,dada la corrupción general de las costumbres de los clérigos,
son muchos los que violan la ley de la continencia.
La reforma gregoriana quiere restaurar la disciplina eclesiástica;
así pues, el concilio Romano del 1074, capítulos XI-XIII, establece
la ley del celibato para todos los clérigos y la interrupción de la
cohabitación con la mújer como condición para recibir las sagradas
órdenes 40.
El concilio Lateranense 1(1 123), canon 7, confirma el concilio de
Nicea y prohíbe la cohabitación con concubinas o con la mujer 41.
El concilio de Pisa (1 135) establece por primera vez la nulidad del
matrimonio contraído por clérigos o monjes 42.
El concilio Lateranense 11 (1 139), canon 7, confirmando las dispo-
siciones ya dadas por Gregorio VII, Urbano 11y Pascua1 11, dispone
que ningún fiel participe en la misa celebrada por sacerdotes que
tengan una mujer o una concubina; además establece la ley de la

39 Cf COD, 7.
40 Cf MANSI,t. XX, cÓ1.413-417.
4' Cf COD, 191.
42 Cf MANSI,t. XXI, col. 489-490.
continencia y del celibato y la nulidad del matrimonio contraído por
clérigos y religiosos 43.
Después del concilio Lateranense 11, Alejandro 111 dispone que
para que un hombre casado sea promovido al episcopado, la mujer
debe entrar en religión, mientras que si se trata de los otros grados
jerárquicos, la mujer debe hacer voto de ~ o n t i n e n c i a ~ ~ .
Dado el estado de decadencia moral de los clérigos durante los
siglos X I V y XV, el concilio de Trento (1545-1563) regula de nuevo
esta materia, confirmando la nulidad del matrimonio contraído por
clérigos o religiosos45, prohibiendo a los clérigos tener en casa con-
cubinas u otras mujeres sospechosas o tratar frecuentemente con
ellas, estableciendo censuras como la privación de los beneficios, la
suspensión o la excomunión, según la gravedad de las violaciones 46.
Además de Pablo VI y de Juan Pablo 11, a los que ya nos hemos
referido, los recientes pontífices, como Pío XII 47 y Juan XXIII 4*,
confirmaron varias veces.la disciplina tradicional.
En la Iglesia oriental, tanto católica como ortodoxa, la praxis está
regulada por las normas dadas por el concilio Trulano o de Quini-
sexto (692), que establece para los obispos la continencia absoluta
(cáns. 12; 48); para los subdiáconos, diáconos y presbíteros, por el
contrario, la prohibición de contraer nupcias después de la ordena-
ción (can. 6) y el permiso de cohabitación con la mujer, si se casaron
antes de la ordenación (can. 13)49. Sin embargo, los cristianos del
Malabar, los sirios y los coptos católicos no siguen esta disciplina.

1 c) Simplicidad de vida

a) Espíritu de pobreza

147.No hay establecida una obligación jurídica a vivir en la


pobreza material, aunque, según el canon 282, ¿j1, los clérigos
!
I deben llevat una VIDA SIMPLE y deben abstenerse de toda vanidad.
Por consiguiente, los clérigos deben usar los bienes temporales sólo
para aquellos fines a los que pueden ser destinados, de acuerdo con

Cf COD, 198.
43
Cf X, 111, 32, 5 y 6.
45 Cf ses. XXIV, Decr. De sacram. matrimonii. c. 9, en COD, 755.
46 Cf ses. XXV, Decr. De reform. gen.. c. XIV, en COD, 792-793.
47 Cf EX. apost. Menti nostrae. 23 septiembre 1950, en "AASn 42 (1950) 663-665; Cart.
enc. Sacra virginitas, 23 marzo 1954, en "AAS" 46 (1954) 16 1-1 9 1 .
48 Cf Cart. enc. Sacerdotii nostri, 1 agosto 1959, en "AAS" 51 (1959) 554-556.
49 Cf MANSI, t. XI, col. 943; 946-947; 966.
las enseñanzas del Señor y del ordenamiento de la Iglesia (PO 17b).
Además, los bienes eclesiásticos propiamente dichos deben ser ad-
ministrados según la norma de las leyes eclesiásticas y utilizados
para aquellos fines para los que la Iglesia los puede poseer, es decir,
el culto divino, la digna sustentación del clero y el mantenimiento
de las obras de apostolado y de caridad, especialmente para los sustenti
pobres (PO 17c; can. 1254, 5 2). De
Por lo que se refiere a los bienes recibidos para el ejercicio de a las nt
un oficio eclesiástico que exceden las necesidades del sustento y del ancian
cumplimiento de los otros deberes de estado, el canon 282, 5 2, social
invita a los clérigos a emplearlos para el bien de la Iglesia y para gozar
obras de caridad, y no para aumentar los recursos de su propia constil
familia (PO 17c). Sigue en pie la invitación que hace el concilio a § 2)*.
los clérigos de abrazar la POBREZA VOLUNTARIA, para conformarse
1
I
de manera más evidente a Cristo y poder desempeñar mejor su
ministerio (PO 17d). En efecto, los presbíteros y los obispos deben
Dc
canor
evitar todo lo que de cualquier forma pueda mover a los pobres a tiemp
apartarse de ellos, y por tanto deben eliminar toda huella de va- y el d
nidad de sus propias casas; su morada ha de ser modesta y estar profe
accesible a todos (PO 17e; PDV 30). aunq
sició~
diácc
b) Remuneración y asistencia social

148. Con el canon 282 se relaciona el canon 281, que sanciona


el derecho a la remuneración y a la asistencia social. Este derecho
se afirma en relación con el obispo, procedente de la misma incar-
dinaciónso; y en relación con los fieles, ya que se basa en la justi-
cia distributiva natural y en la Escritura (cáns. 222, 5 1; 1261; Mt
-*
10,lO; Lc 10,7; 1Cor 9,7-14; 1Tim 5,18). El obispo tiene la obliga- dicta
diocc
ción de proveer al sustento y a la asistencia social de los clérigos así r
que desempeñan su ministerio en la diócesis, ya que la condición orde
económica de los que son trasladados a otra diócesis, según norma dotc
otrc
del canon 271,?§ 1, está regulada por el acuerdo por escrito que cesa
intervino entre los dos obispos diocesanos (cf n. 139). ciór
Por
El canon 281,s 1, al dar como CRITERIOS para la remuneración en 1
la naturaleza del oficio desempeñado y las condiciones de los tiem- Mi
pos y lugares, aunque tiende a una distribución igualitaria, por una ("E!
que
parte evita el igualitarismo absoluto y por otra establece que la ("E
Ju
("1
CONGR.
OB.,Dir. Ecclesiae Imogo, 22 febrero 1973, n. 117a, en EV4/2118. 13

186
remuneración debe ser suficiente para las necesidades de la propia
"ida, para la justa retribución de los que dependen de él y para salir
al encuentro de las necesidades de los pobres (PO 20a). El ca-
non 28 l , 5 l , está en conexión estrecha con el canon 1274, tj l , que
trata de la INSTITUC1dN ESPECIAL DIOCESANA organizada para la
sustentación del clero.
De la previsión social se trata en el canon 281,§ 2, para atender
a las necesidades del clero en caso de enfermedad, de invalidez o de
ancianidad. Ante todo, los clérigos deben gozar de la asistencia
social que les correspondería por ley civil; para los que no pueden
gozar de ella, hay que proveer mediante una institución especial
constituida por disposición de la conferencia episcopal (can. 1274,
0 2) *-
De la condición especial de los DIÁCONOS CASADOS se ocupa el
canon 281, 5 3. La remuneración de los casados que se dedican a
tiempo pleno al ministerio debe ser suficiente para el sustento suyo
y el de su familia; sin embargo, los que perciben una paga por su
profesión civil deben proveer con ella a si mismos y a su familia,
aunque ha de considerarse justo que, si la diócesis tiene a su dispo-
sición medios económicos, el obispo cargue con los gastos que el
diácono tuviese que afrontar en el desarrollo de su ministerio.

* La CEE, a tenor de los cánones 281 y 1274 sobre sustentación de los clérigos, ha
dictado normativa especial sobre Fondo para sustentación de los clérigos con servicio
diocesano, fuentes, administración y reglamento del mismo (2.0 DG, arts. 10, 11, 13 y 14);
así mismo ha establecido el Fondo Común Interdiocesano, regido por el "Reglamento de
ordenación económica de la Conferencia episcopal" (2.0 DG 1985, art. 9); ha fijado una
dotación básica mínima para los sacerdotes con plena dedicación diocesana, susceptible de
otros complementos necesarios para dotación congrua, determinados por cada obispo dio-
cesano; y normas de retribución de sacerdotes en instituciones no diocesanas sobre percep-
ción directa o indirecta a través del obispado (DG 1985 [materia económica], arts. l. 1 y 2).
Por otra parte, de forma concertada con el Estado y la CEE, la Seguridad Social del Clero
en España se regula por las siguientes normas: Real Decreto 23981 1977, de 27 de agosto, del
Ministerio de Sanidad y Seguridad Social, por el que se regula la Seguridad Social del Clero
("BOE" 19 septiembre 1977, p. 20987); Orden ministerial de 19 de diciembre de 1977 por la
que se regulan determinados aspectos de la inclusión del clero en la Seguridad Social
("BOE" 31 diciembre 1977, p. 28478); Resolución de la Dirección General de Régimen
Jurídico de la Seguridad Social sobre criterios para cumplimiento del citado Real Decreto
("BOE" 13 noviembre 1979, pp. 26201-2). (Los tres documentos: "BOCEE" 15 [1987]
137-141).
e) Prohibición de tener actividades
de negocios y comerciales

149. El canon 286 prohibe que los clérigos ejerzan, personal-


mente o por medio de otros, tanto por interés propio como por
interés ajeno, actividades económicas, es decir, de forma general,
toda actividad lucrativa, y actividades comerciales, como compra-
venta de géneros, a no ser que reciban licencia de la legítima auto-
ridad eclesiástica, es decir, del propio ordinario (PO 17c). Pero hay
que observar que la prohibición se refiere al EJERCICIO de esas
actividades, que se tiene sólo cuando se ponen actos repetidos o de
costumbre. El canon 1392 establece una pena indeterminada para
los que violan el canon 286, mientras que el canon 1042, 2.0, habla
de un impedimento simple para recibir las órdenes. Si no se da
motivo de escándalo, la necesidad extrema, e incluso grave, tanto
del clérigo como de los que éste está encargado de sustentar, excusa
de la prohibición del canon.
Hay que decir que están PERMITIDAS:
- la actividad económica no industrial, que ha de entenderse
como recta administración de los bienes y como un modo
honesto de procurarse con el trabajo propio el sustento
necesario (por ejemplo, comprar mosto y vender vino), siem-
pre que no aparte de las obligaciones propias del minis-
terio;
- la venta no lucrativa de objetos (por ejemplo, libros a los
alumnos, estampas, rosarios y otros objetos en los santua-
rios, etc.);
- la adquisición de obligaciones y de acciones de sociedades
comerciales o industriales que desarrollan actividades líci-
tas, con tal que no se participe en la administración de las
mismas.
Esta prohibición se refiere también a todos los religiosos
(can. 672), pero no a los miembros no clérigos de los institutos
seculares y de las sociedades de vida apostólica, ni a los diáconos
permanentes diocesanos (can. 288).

4.2. Santidad de vida

150. Aunque el canon 210, a diferencia del canon 124 CIC


1917, establece la obligación para todos los fieles de llevar una vida
santa, sin embargo es fácilmente comprensible que los clérigos, y
qecialmente los obispos (can. 387), tengan una obligación peculiar
de tender a la santidad (can. 276, 5 l), bien porque se han consa-
grado a Dios por un nuevo título mediante la ordenación, para ser
dispensadores de los misterios divinos, bien porque, al ser guías
para los demás hacia la santidad, tienen que vivir lo que predican
(PO 13; PDV 20; 33).
I
!
Los MEDIOS indicados por el canon 276,g 2, son:
i 1.e El cumplimiento fiel e incansable de los deberes del Mi-
NISTERIO PASTORAL (PO 12c). Con esto guarda relación la obliga-
ción de proseguir los estudios sagrados y de otras ciencias para
ejercer mejor el ministerio (can. 279; PDV 24-26).
2.0 La lectura de la SAGRADA ESCRITURA y la CELEBRACIÓN
EUCAR~STICA: se invita encarecidamente a los sacerdotes, sin obli-
garles a ello, a la celebración diaria, incluso cuando no hay concur-
so de fieles, ni siquiera -por causa justa- un acólito (PO 13c;
can. 904); se invita a los diáconos a la participación cotidiana.
Respecto a la celebración de los sacerdotes, el canon 902 favorece
la concelebración, pero afirma también la libertad de celebrar solos,
aunque no mientras se está desarrollando una concelebración en l a
misma iglesia u oratorio.
3.0 La celebración diaria de la LITURGIA DE LAS HORAS, según
los libros litúrgicos (cf can. 1174,s l), es una verdadera obligación
moral ojurídica grave, asumida en el rito de la ordenación diaco-
nal, que debe cumplirse no tanto para obedecer a una ley como por
su propia íntima naturaleza y su conveniencia pastoral y ascética
(cf can. 1173)51. La obligación es personal, es decir, debe cumplirse
aunque no haya pueblo, y cotidiana. El objeto se refiere a todas las
horas y a la verdad del tiempo de las mismas (cf can. 1175). La
OMISIÓN d e laudes y de vísperas, que son como el quicio de toda la
liturgia de las horas, es posible solamente por causa grave; la de las
lecturas, que deben celebrarse fielmente, por una causa justa y
razonable; la de las horas medias y completas, cuyo rezo es muy
apreciable, por causa justa 52. E1 clérigo que sin causa grave o justa
abandona el rezo de la liturgia de las horas por un cierto tiempo
peca gravemente. La obligación de los diáconos permanentes, que

5' Cf PABLO VI, Const. Ap. Laudis canticum, 1 noviembre 1970, n. 8, en "AAS" 63
(1971) 534; E V 312823.
52 CONGR. CULTO DIV.,Instr. gen. Publica et communis, 2 febrero 1971, nn. 28; 29, en
E V 41 162-165.
es menos rígida que la de los otros clérigos, debe ser definida por
la conferencia episcopal. La CEI ha establecido que están obligados
a rezar laudes, vísperas y completas 53.
4.0 Constituye verdadera obligación jurídica el participar en
los RETIROS ESPIRITUALES, según las disposiciones del derecho par-
ticular.
5.0 No debe descuidarse la ORACIÓNMENTAL regular (cotidia-
na), la frecuencia (una vez al mes) del SACRAMENTO DE LA PENI-
TENCIA, la DEVOCIONA LA VIRGEN M A R ~ A .

4.3. Relaciones con los otros en la Iglesia


y en la sociedad civil

a) Relaciones entre clérigos

151. Por el vínculo establecido por la misma orden recibida


y por el hecho de que todos trabajan por el mismo fin, la edifica-
ción del cuerpo de Cristo, los clérigos, según las disposiciones del
derecho particular, tienen que vivir entre sí en VÍNCULO DE FRA-
T E R N I D A D , de oración, de cooperación en la actividad ministerial
(can. 275, €j1; PO 8).
De aquí procede el consejo, que vale especialmente para los
párrocos y los vicarios parroquiales (can. 550, €j 2), de practicar la
costumbre de VIDA COMÚN,que puede asumir varias formas, inclu-
so no institucionalizadas, que pueden ir desde la convivencia hasta
las comidas en común, o tan sólo las reuniones periódicas frecuen-
tes (can. 280; P O 8b).

b) Relaciones con los laicos

152. Los clérigos tienen el deber de reconocer y promover la


misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo; por tanto, deben
respetar la justa autonomía que éstos tienen en la gestión de los

53 Cf Delibera. n. 1, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI, 71 1983, 209; E. CEI


3/ 1589. Además de las "Normas prácticas para la instauración del diaconado permanente
en España" establecidas por la CEE [cf n. 136, nota 191, se prescribe en cuanto a liturgia de
las horas para los mismos la recitación diaria de laudes y vísperas (laerDG 1984, arts. 1.1
y 3, y Anexo 1, sobre diaconado permanente).
negocios seculares, tienen que atender de buena gana a sus exigen-
cia,Y escuchar SUS consejos, deben confiarles oficios para el servicio
eclesial, reconociendo y valorando sus carismas (can. 275, 5 2; PO
9; cf cáns. 225-23 1).

153. El derecho de asociación de los clérigos seculares, reco-


nocido por el canon 278, § 1, se basa en un derecho natural reco-
nocido a todos los fieles por los cánones 215 y 299, 5 1, y que se
compagina perfectamente con la naturaleza misma de la Iglesia y
con la vocación cristiana. El canon se refiere sólo a los clérigos
seculares, ya que los religiosos se pueden adherir a las asociaciones
sólo a tenor del canon 307, 3, es decir, según las normas del
derecho propio, con el permiso del propio superior.
La libertad de asociación para los clérigos seculares está limita-
da por los fines de la asociación, que deben ser compatibles con la
condición clerical (can. 278,g 1). Además, las asociaciones que hay
que preferir son las que, teniendo los estatutos aprobados por la
autoridad competente, sirven de ayuda para la vida de santidad de
los clérigos y para la unión de los clérigos entre sí y con el propio
obispo (5 2; PO 8b).
De todos modos, para todos los clérigos, tanto seculares como
religiosos, han de considerarse PROHIBIDAS las asociaciones cuyos
fines y actividades son incompatibles o sirven de obstáculo al mi-
nisterio sagrado (§ 3), como:
las que son contrarias a la comunión jerárquica de la Iglesia
y nocivas para la vida sacerdotal y el ministerio;
las que están implicadas en actividades políticas;
las que asumen la forma de sindicato para diáconos y presbí-
teros 54;
la masonería (can. 1374) 55;
los partidos políticos y los sindicatos (can. 287, 5 2; cf 5 1).

En relación con los partidos políticos y los sindicatos, la auto-


ridad competente puede permitir su participación en ellos si lo
s4 CONGR. CLERO, Decl. Quidam episcopi, 8 marzo 1982,II-IV, en "AAS" 74 (1982) 643-
644; EV 8/ 100-102.
CONGR. DOCTR. FE,Decl. Quaesitum est, 26 noviembre 1983, en "AAS" 76 (1984) 300;
EV 91553; Decl. S. Congregatio, 17 febrero 1981, en "AAS" 73 (198 1) 240-241; EV 7/ 1 137.
requiere la defensa de los derechos de la Iglesia o la promoción del
bien común; por otra parte, la prohibición no afecta a los diáconos
permanentes (can. 288).

4.4. Lo que conviene o no conviene


al estado clerical

a) Actividades

154. Los clérigos deben abstenerse de todo lo que es INCONVE-


NIENTE a SU condición, según las disposiciones del derecho particu-
lar, ya que son-muy variadas las condiciones de las diversas Iglesias
particulares (can. 285, 5 1).
Se prevé además la obligación de abstenerse de lo que es ajeno
al estado clerical (5 2), como:
- asumir oficios públicos con participación en el ejercicio del
poder civil (5 3); esto, sin embargo, no afecta a los diáconos
permanentes (can. 288);
- la gestión de bienes relativos a los laicos y a los oficios
seculares con la carga de rendir cuentas, sin licencia del
ordinario; el salir fiadores, incluso con sus bienes' propios,
y el firmar letras de cambio, sin haber consultado al ordina-
rio (5 4); tampoco esto afecta a los diáconos permanentes
(can. 288);
- prestar el servicio militar voluntario, a no ser que haya
licencia del ordinario (can. 289,g 1);
- ejercer cargos y oficios públicos civiles sin gozar de las exen-
ciones concedidas, a no ser que el ordinario disponga otra
cosa (5 2).

b) Traje eclesiástico

155. El canon 284 establece la obligación para todos los cléri-


gos, excepto para los diáconos permanentes (can. 288), de llevar un
decoroso hábito eclesiástico, es decir, distinto de un traje laical,
como signo de su consagración a Dios y de su ministerio público 56.

56 Cf JUAN PABLO11, Ragioni date alla Commissione di riforma del CIC, en "Com." 14
(1982) 81; carta al cardenal vicario de 8 septiembre 1982, en "Oss. Rom." 18-19 octubre
1982.
Las determinaciones ulteriores se dejan a las normas dadas por la
conferencia episcopal y a las legitimas costumbres. La CEI ha
que en público el clero tiene que vestir el traje talar o
el clergyman ".

5. CESACI~N
DEL MINISTERIO SAGRADO

156. Se parte del supuesto, debido a la consagración objetiva


y al carácter que imprime el sacramento, de que la ordenación, una
vez recibida válidamente, no puede ser nunca anulada. Sin embar-
go, puede cesar el estado clerical de tres MANERAS:
lSa Sentencia judicial o decreto administrativo que declara
la invalidez de la ordenación sagrada según el procedimiento es-
tablecido (cáns. 1708-1712; cf n. 357). Dado que nunca ha habido
sacramento, y que por tanto la persona nunca ha estado ordenada,
esta sentencia o decreto suponen también la dispensa de la obliga-
ción del celibato y de todas las demás obligaciones propias del
estado clerical. Los capítulos de invalidez de la ordenación son:
1) defecto sustancial del rito (cf n. 343); 2) defecto de intención
habitual en el ordenando adulto (cf n. 357); 3) defecto de sexo
masculino en el ordenando (cf n. 355); 4) defecto de bautismo en
el mismo (cf n. 355); 5) defecto de potestad en el ordenante
(cf n. 344); 6) defecto de intención en éste.
2.a Expulsión irrogada legítimamente con procedimiento
penal.
3." Rescripto de la Sede Apostólica, a instancias del mismo
clérigo, por graves causas si se trata de diácono y por causas gra-
vísimas si se trata del presbítero (can. 290).
En estos dos Últimos casos no se obtiene la DISPENSA DE LA
O B L I G A C I ~ NDEL CELIBATO, a no ser por concesión del sumo pon-
tífice (can. 291).
Con la pérdida del estado clerical se pierden todos los derechos
propios de ese estado, todos los oficios y dignidades eclesiásticas,
lo mismo que tampoco se está ya ligado a las obligaciones propias
de ese estado, quedando. en pie lo dispuesto en el canon 291 sobre
la obligación del celibato (can. 292).
57 Cf Delib. n. 2, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/ 1983,209; E. CEI 3/ 1590.
El uso de traje eclesiástico digno y sencillo es establecido por la CEE para los clérigos según
las legítimas costumbres del lugar, especialmente en el ejercicio del ministerio sacerdotal y
otras actuaciones públicas (l.crDG 1984, art. 2).

193
La dispensa de la obligación del celibato no puede considerarse
un derecho del clérigo, ya que éste ha asumido compromisos per-
petuos. Los CASOS en que puede concederla la Santa Sede son:
- sanción de situaciones irreversibles después de mucho tiem-
po que se ha dejado el sacerdocio;
- falta de libertad o responsabilidad en el momento de la
ordenación (cf nn. 357-360);
- falta de prudente valoración por parte de los superiores
sobre la idoneidad del candidato a la vida de celibato '*.

Para las peticiones presentadas hasta el 28 de febrero de 1989,


si se refieren a los presbíteros, fue competente la Congregación
para la doctrina de la fe; para las presentadas desde el 1 de marzo
de 1989, relativas tanto a los diáconos como a los presbíteros (se-
culares y religiosos, de las Iglesias latinas y de las Iglesias orienta-
les), es competente una comisión especial que actúa en el ámbito de
la Congregación del culto divino y de la disciplina de los sacramen-
tos? "Las dispensas del celibato de los diáconos se examinan y
resuelven por un procedimiento breve"60. Recibidas las actas del
ordinario, junto con su voto, la causa se discute en la comisión, que
decide si procede presentar la petición al romano pontífice o más
bien rechazarla, por considerarse privada de fundamento, o final-
mente pedir un suplemento de instrucción.
El clérigo que ha decaído del estado clerical no puede ser read-
mitido en él, a no ser por rescripto de la Santa Sede (can. 293).

6. LASPRELATURAS PERSONALES
157. De las prelaturas personales en el concilio se trata en PO
1Ob, que se comprende bajo el título Distribución de los presbíteros
y vocaciones sacerdotales. Por una parte se encuentran en el con-
texto de las consideraciones que se hacen en todo el numero 10

58 Cf CONGR. DOCTR.FE, Cart. circ. Per litteras ad universos, 14 octubre 1980, nn. 3; 5,
en "AAS" 72 (1980) 1133-1 134; EV 71574-576; Normas proced. Ordinarius competens. en
"AAS" 72 (1980) 1136-1 137; EV 71574; 576.
59 Carta del cardenal secretario de Estado al prefecto de la Congregación del culto
divino y la disciplina de los sacramentos del 8 febrero 1989 (Prot. n. 230.139), en EV
1 1 12140.
Cf carta del cardenal secretario de Estado a1 prefecto de la Congregación para el culto
divino y la disciplina de los sacramentos del 13 abril 1989 (Prot. n. 230.1391 G.N.), en EV
14 / 2227.
la universalidad del presbiterado en cuanto tal, y por otra en
1 contexto de la institución de medios adecuados para favorecer
,a mejor distribución del clero y la actuación de iniciativas pas-
3rales peculiares para fines específicos que alcanzar tanto en el
rnbito de las Iglesias particulares como en el de la Iglesia universal.
,os medios que enumera PO 1Ob son: seminarios internacionales,
iócesis particulares, prelaturas personales y otras instituciones de
jte género, en las que podrán inscribirse o incardinarse los presbí-
:ros para el bien de toda la Iglesia, aunque respetando siempre los
e r e c h de
~ ~10s ordinarios de los lugares. En efecto, esos presbíteros
,~ercensu ministerio siempre dentro de una diócesis y al servicio de
la misma. En el concilio se hace una alusión a las prelaturas perso-
nales también en la nota número 4 de AG 2Og, donde se trata de la
necesidad de una formación específica del clero destinado a espe-
ciales obras pastorales, y en la nota número 13 de AG 27b, en el
.contexto del tratado de los institutos misioneros.
en- Por otra parte, el concilio no dice nada sobre la posibilidad de
nY una incorporación de laicos a una prelatura personal, ni tampoco
del 1 'de una colaboración de los mismos en sus actividades pastorales.
La ES 1, 4, en la línea del concilio, sitúa las prelaturas bajo la
al- rúbrica Reparto del clero y ayudas que hay que proporcionar a las
diócesis, y d a una normativa que se recoge casi al pie de la letra en
el Código, que, plenamente en coherencia con este documento y
con el concilio, desde el punto de vista sistemático, no comprende
las prelaturas personales entre las Iglesias particulares, ni las pone
en la parte 11 del libro 11, que trata de la constitución jerárquica de
la Iglesia, sino en el título IV de la parte 1 del libro 11, sobre los
fieles en general, entre el título 111, sobre los ministros sagrados o
clérigos, y el título IV, sobre las asociaciones de fieles. Es legítimo
deducir entonces que el legislador, habiendo cambiado en la ultima
etapa de la elaboración del Código la colocación sistemática y la
misma disciplina, quiso expresar su intención de no asimilar ni
equiparar las prelaturas personales a las Iglesias particulares, ni
considerarlas como pertenecientes a la constitución jerárquica de
la Iglesia, como hacían, por el contrario, los esquemas preparato-
rios del CÓdigo61, apartándose del concilio y de la ES 1, 4. En
efecto, si el legislador hubiera querido comprenderlas en esa cons-
titución jerárquica, las habría colocado en una nueva sección 111
de la parte 11 del libro 11, como el concilio habría tratado de ellas,

61 Cf "Com." 12 (1980) 275-278; 280-281.


en el decreto Christus Dominus, y Pablo VI después del número 1,
4 1, del motu proprio Ecclesiae Sanctae.
Entonces, según el Código, en plena coherencia con el concilio
y la legislación de Pablo VI, las prelaturas personales deben consi-
derarse como institutos u órganos administrativos de tipo asocia-
tivo, para promover una mejor distribución del clero, para suplir la
carencia del mismo, bien bajo el aspecto numérico o bien bajo el de
la formación y cualificación en orden a especiales obras pastorales
o misioneras (can. 294).
La erección por parte de la Santa Sede debe ir precedida de la
consulta a las conferencias episcopales interesadas (can. 294), ya
que sólo una necesidad que surge en las Iglesias particulares que
forman parte de ellas puede mover a la Santa Sede a erigir una
prelatura personal que esté a su servicio. En virtud de su primado,
el romano pontífice puede erigir una prelatura personal, aun sin
consultar a las conferencias de obispos o contra su parecer, pero no
puede imponer la acción de ella en las Iglesias particulares, ya que
toda prelatura personal puede comenzar o desarrollar su obra sólo
con el consentimiento del obispo diocesano (can. 297).
Los PRESB~TEROS incardinados en la prelatura personal son
parte del presbiterio de la diócesis en que prestan su servicio
(cáns. 294; 295, 5 1; 297), y participan, por tanto, en su consejo
presbiteral (can. 498, 5 1, 2.0). Además, los CLERIGOS de la prela-
tura están sometidos al prelado en lo que atañe a su formación, su
sustento y la determinación del lugar en que deben ejercer su acti-
vidad pastoral (can. 295), pero en el cumplimiento de su misión
peculiar tienen que depender del obispo de la diócesis en que actúan
(can. 297), en lo relativo a la cura de almas, al ejercicio público del
culto divino y a las obras de apostolado, pero no en el estilo de vida
propio y en el método pastoral (por analogía, cf cáns. 678, 5 1;
586).
El PRELADO, cuya competencia se restringe a la formación, in-
cardinación, promoción a las órdenes, destino y sustento del clero
de la prelatura, está al frente de ella como su ordinario propio
(can. 295); pero mientras que puede comprenderse bajo el ca-
non 134,s l , como ordinario personal en analogía con los superio-
res d e las sociedades de vida apostólica de derecho pontificio, no
puede asimilarse ni equipararse al obispo diocesano; por esta razón
n o se comprende en el canon 381, 5 2, ni es miembro de ninguna
conferencia episcopal.
~1canon 296 prevé que algunos LAICOS puedan dedicarse a las
obras de una prelatura personal mediante acuerdos, de
tal manera que esta cooperación orgánica y los principales deberes
jerechos queden determinados con toda precisión en los estatu-
5 . En el esquema del 1982 no se hablaba ya de las prelaturas
rsonale~como si tuvieran un pueblo propio; sin embargo, el
non 575 de aquel mismo esquema, aunque se basaba en ES I,4,
1, algo nuevo respecto a esa ley de Pablo VI, es decir,
, incorporación de los laicos a las prelaturas personales. El ca-
on 296 del Código promulgado, por el contrario, no habla de la
,,,corporación de 10s laicos, sino de su "orgánica cooperación" en
las ~ b r a apostólicas
s de la prelatura, establecida mediante acuerdos.
Se ~ u e d ededucir legítimamente que el mismo legislador quiso que
se cambiara el canon, ya que se hablaba todavía de esa incorpora-
ción en el esquema del 1982, que fue la última obra de la comisión
.sin de reforma. Por eso no se puede ampliar tanto el sentido de la
1 no :xpresiÓn "cooperación orgánica" hasta entenderla como incorpo-
ración plena de los laicos, aun cuando la extensión de esa coope-
que
:ólo ?# ración a las obras apostólicas de la prelatura tiene que establecerse
,or los estatutos y puede, por tanto, variar de una prelatura a otra.
ron Sin embargo, no parece que se pueda admitir que los laicos
cio estén sometidos a la jurisdicción del prelado de la misma manera
e jo que los clérigos incardinados en la prelatura, ya que sus derechos
la- y sus deberes surgen de un acuerdo, por tanto no de una relación
SU contractual de paridad, y no de subordinación. Los estatutos deter-
:ti- minan en abstracto qué derechos y deberes se asumen con el acuer-
5n do y su ejercicio. Si la colaboración orgánica de los laicos se enten-
PR diera en el sentido de una incorporación plena a la prelatura y de
!el una sumisión total a la jurisdicción del prelado, la prelatura perso-
la nal sería de hecho un organismo con un pueblo propio, asimilado
1; a una Iglesia particular, lo cual iría en contra de la mente del
concilio y del Código. De todo esto depende el hecho de que de
suyo los laicos no están confiados a la cura pastoral ordinaria de la
1- prelatura, en cuanto que su relación con ella no está constituida
O por el hecho de ser su pueblo propio, sino por su entrega a las
O obras apostólicas. Además, es distinta la cura espiritual que ofrece
- la prelatura a los laicos vinculados a ella, tanto en orden a su bien
- personal como en orden a la actividad apostólica que han de des-
I arrollar.
1
L
C A P ~ T U L8 O

LOS FIELES EN LA VIDA CONSAGRADA

1.1. El Vaticano 11
158. El CIC 1917 consideraba de hecho la vida religiosa como
la única forma de consagración a Dios por la profesión de los
consejos evangélicos, cuyos elementos esenciales eran la vida en
común y los votos (can. 487). De este modo, las sociedades de vida
común sin votos se describían como una forma de vida que imita
el modo de vivir de los religiosos, a pesar de no ser institutos
religiosos (673, 5 1), tratándose de ellas al final de la parte sobre los
religiosos, por no encontrar mejor colocación en la sistemática del
Código.
El concilio se salió de este esquema reductivo, ya que no podía
menos de tomar en consideración a los institutos seculares, apro-
bados ya desde 1947, como forma distinta de vida consagrada, con
su propia peculiaridad y originalidad l . El capítulo VI de la Lurnen
gentium, a pesar de llevar por título "Los religiosos", entiende de
hecho bajo esta denominación a todos los que con votos o con
otros sagrados vínculos, semejantes por su naturaleza a los votos,
obligándose a la observancia de los consejos evangélicos, se entre-
gan totalmente a Dios sumamente amado, de manera que están
destinados al servicio y al honor de Dios con un título nuevo y
especial (LG 44a). Entonces, "religioso" no se entiende ya en el
sentido canónico del canon 487 CIC 1917, sino en un sentido teo-
lógico más amplio. La ampliación teológica de esta noción es más
explícita todavía en el decreto Perfectae caritatis, no sólo por el

1 Cf Pfo XII, Const. Ap. Provida Mater, 2 febrero 1947, en "AAS" 38 (1947) 114124.

199
hecho de que, a pesar de llevar por título "Sobre la renovación de
la vida religiosa", afirma abiertamente en el número Id que las
normas que da deben actuarse tanto en las familias religiosas como
en las sociedades de vida común sin votos y en los institutos secu-
lares, y no sólo por el hecho de que en el número 1 1 trata de los ins-
1
1
titutos seculares, de los que se dice expresamente que no son insti-
tutos religiosos, ni tampoco por el hecho de que entre los institutos
que menciona en el numero 8 comprende también implícitamen-
te las sociedades de vida común sin votos, sino sobre todo por el
hecho de que en el mismo número Id ofrece la esencia que deter-
mina la noción general de vida consagrada: la consagración me-
diante la profesión de los consejos evangélicos.

1.2. El Código

159. Desde el comienzo de los trabajos de reforma del Código


I
en 1966, el título "De religiosis" no agradó al grupo de estudio para
esta parte del Código; así pues, una profundización de la naturaleza
del estado religioso y del ámbito de los que tenían que comprender-
se en él llevó ya en 1968 al cambio del título en el de "De institutis
perfectionis", de forma que pudiera comprender varias formas de
consagración diversas de la que se tiene en los institutos religiosos 2.
Por consiguiente, en esta categoría más amplia podían entrar todos
los institutos formados por aquellos que tienen la vocación de
seguir el camino de los consejos evangélicos, en cuanto que se
entregan a Dios totalmente en un instituto reconocido por la Igle-
sia, independientemente de la forma en que se observan los conse-
jos, tanto si están reforzados por votos como si lo están por otro
vínculo sagrado. Quedaban excluidas todas las asociaciones que
no profesan los consejos evangélicos de modo explícito 3.
Finalmente, en 1974, para no entrar más en toda la cuestión
sobre los estados de perfección adquirida o por adquirir, y para
evitar todo tipo de desconsideración, incluso indirecto, de otras
formas de vida en la Iglesia, la rúbrica cambió definitivamente en
"De institutis vitae consecratae per professionem consiliorum evan-
gelicorum", aceptada luego, de forma abreviada, en "De institutis
vitae consecratae", como se encuentra en el CIC 1983, de modo
que se exprese lo esencial de esta forma eclesial de vida: la consa-

2 Cf "Com." 2 (1970) 168- 170.


3 Cf ib, 173-174.
gación al Padre en Jesucristo por u n don del Espíritu en la profe-
sión de los consejos evangélicos.
160. Sin embargo, el término "profesión" se usa en el Código
en sentidos: el primero es el de actuación práctica de los
evangélicos (can. 573, 1); el segundo, el de acto litúrgico
con el que durante la celebración eucarística se asume la obligación
de practicar los consejos evangélicos o en la vida eremítica o en el
instituto al que U ~ seO incorpora (cáns. 573, 2; 603, 5 2; 654); el
tercero es el de testimonio público, que supera el hecho de un acto
público oficial, en cuanto que lo acoge la autoridad legítima e
implica el hecho de que la observancia de los consejos evangélicos
debe ser percibida públicamente, es decir, debe hacerse abierta-
mente ante la Iglesia y la sociedad, con una cierta separación del
mundo (can. 607, § 2). En los dos primeros casos el término puede
aplicarse de suyo a todas las formas canónicas de vida consagrada,
mientras que el tercero sólo vale para la vida religiosa; pero el
Código usa sólo para los religiosos el término "profesión", como el
acto litúrgico con que éstos asumen los tres consejos evangélicos
(can. 654), mientras que respecto a los miembros de los institutos
seculares (can. 723, 5 1) y de las sociedades de vida apostólica
(can. 731, 5 2) dice que "asumen" los consejos evangélicos, preci-
samente para subrayar la peculiaridad de dichos institutos y socie-
dades.

2. LA VIDA CONSAGRADA EN GENERAL

161. Bajo el aspecto teológico, el analogado principal de la


consagración para la profesión de los consejos evangélicos, lo mis-
mo que para cualquier otra consagración, es la de Cristo, pero en
la cual se participa por un titulo nuevo y especial respectoal bau-
tismo y también respecto al ministerio sagrado, enxuanto que la
vida consagrada de suyo no es de naturaleza ni clerical ni laica1
(LG 44a; cáns. 573,s 1; 688,s 1).
Dios, llamando a los que quiere para que sigan a Cristo más de
cerca por el camino de los consejos evangélicos y dándoles el caris-
ma propio, personal (los eremitas y las vírgenes consagradas en el
siglo) o colectivo (institutos), insertándolos en la consagración de
Cristo, los consagra con un acto de amor gratuito (CONSAGRACI~N
DIVINA: LG 44a) 4. Esta consagración por parte de Dios se realiza

Cf A S 1111VIII, 131.
por un doble titulo: por el C A R I S M A propio y por la G R A C I A dada
para cumplir la propia vocación y ejercitar rectamente el carisma
recibido. Entonces es ante todo Dios el que consagra para sí a la
persona, para que ésta, con el don total de sí misma, se consagre a
él, asumiendo como norma de vida estable la profesión de los
consejos evangélicos y tienda así a la consecución de la caridad
perfecta (CONSAGRACIÓN PERSONAL: LG 44a; cáns. 573; 710; 731).

La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos,


como seguimiento más estricto de Cristo, es una forma de discipu-
lado más intensa en su radicalidad. Este don que hace Jesús a los
que ama crea la posibilidad de actuar una forma de vida que
manifieste la venida del reino de Dios a la tierra (PD la). Esta vida
se basa en la comunión filial con Dios y fraternal con Cristo, de tal
manera que se actúe y se exprese una densidad y una totalidad que
le es propia. La consagración no se basa en alguna que otra afirma-
ción o actuación de Jesús, sino en la globalidad del evangelio y de
la vida de Jesús. Esto es lo que hace nacer en la persona llamada
por Dios una exigencia que va más allá del precepto, en cuanto que
se centra en la radicalidad evangélica incondicionada, que es asu-
mida como norma de vida. En efecto, no se trata de una simple
imitación de Jesús, sino que se trata de asumir un "ser", de donde
procede un "obrar", para acercarse cada vez más al ser y al obrar
de Jesús, en una participación de la totalidad de su misterio.
162. Efectivamente, Jesús radicalizó en su vida terrena en sí
mismo todos los preceptos de la ley nueva establecida por él: Jesús
amó hasta el fin, llegó hasta el fondo, en el sentido de que en su
muerte llegó a la radicalización más total de su virginidad, precisa-
mente por la totalidad y la exclusividad del amor al Padre y a
todos los hombres; de su pobreza, ya que se despojá de todo apoyo
humano y experimentó el sentimiento del abandono de Dios; de la
obediencia, por haberlo cumplido todo según-el designio del Padre,
superando toda tentación de realización autónoma. Esto vale tam-
bién para la radicalidad de su oración silenciosa en la cruz y para
la realización de su amor filial al Padre y fraternal a los hombres,
para la radicalidad de su anonadamiento por haber sido contado
como el último de entre los últimos, para su asunción de la figura
de siervo. Entonces se puede decir que el contenido de la consagra-
ción no son solamente los CONSEJOS EVANGÉLICOS de la castidad,
pobreza y obediencia, sino también otros, como, por ejemplo, la
vida de comunión fraterna (PC 15a; can. 602), la oración (PC 6;
cáns. 663; 673; 674; 675,s 2), un amor que se convierte en actitud
Prefunda de humildad y voluntad de servicio, que van hasta el
de si al tomar el último puesto ... Por otra parte,
or lo que se refiere a la vida fraternal, aunque ni el concilio ni el
Pcódigo la consideran expresamente como un consejo evangélico
(can. 602; P C 1% sin embargo, al hablar de ella después de los tres
clásicos (cáns. 598-601; P C 12-14), los dos parecen sugerir
precisamente esto; en cuanto a la oración, se la considera como el
deber primero y principal (can. 663,tj 1).
Para todos los bautizados, en conformidad con sus diversas
condiciones de vida, se d a una exigencia real de pobreza, pero no
hasta la liberación de todos los bienes terrenos; de castidad, pero
no hasta la renuncia del matrimonio; de obediencia, pero no hasta
el despojo de la propia voluntad respecto a aquellos que tienen el
lugar de Dios. En la vida consagrada los preceptos válidos para
todos se viven, en la inserción más profunda del misterio de la cruz
del Señor y de su resurrección, como un seguimiento de Jesús más
cercano y más radical, de forma permanente y visible. En este plus
respecto a la obligación de todos es en lo que consisten los consejos.
Cuanto más entra el cristiano en el misterio de muerte de su Señor,
ofreciéndose al Padre, consiguiendo la CARIDAD PERFECTA en la
~rofesiónde los consejos evangélicos, tanto más participa de la
vida nueva del resucitado, en un culto verdadero e ininterrumpido
para gloria de Dios (can. 607,g 1). De este modo la consagración,
en su dimensión de ofrenda eucarística, anticipa en esta tierra la
consagración en la muerte y la vida futura. En este sentido la vida
consagrada en el plano personal es una anticipación de la PERFEC-
CION ESCATOL~GICAy en el plano eclesial un signo de esta perfec-
ción, aun con la conciencia de que la consagración del cristiano
sólo se actuará plenamente en la resurrección final. Además, como
ofrenda a Dios de la persona, unida al misterio pascua1 de Cristo,
y como signo en la Iglesia tanto de la vida futura como de la
evidencia de que este mundo sólo puede transformarse con el es-
píritu de las bienaventuranzas, toda forma de vida consagrada
tiene un carácter de apostolicidad (LG 31b;. 43b; 44c; cáns. 573;
574, 5 2; 673).
163. De las características propias de la vida consagrada se
deriva su nota peculiar de ECLESIALIDAD. En efecto, de esa manera
es un don en la Iglesia y para la Iglesia, que pertenece a su vida y
a su santidad y le ayuda en su misión de salvación (LG 43b; 44;
cáns. 574; 575). Por esta razón, la autoridad eclesiástica competente
interpreta los consejos evangélicos y regula su praxis, constituye
las formas estables de vida y protege el espíritu de los fundadores
y las sanas tradiciones de los institutos (PC lb; LG 45; cáns. 576-
578). De este modo la misma autoridad competente, en relación
con cada uno de los institutos, hace el discernimiento que la com-
pete sobre la autenticidad del carisma y su utilidad para el bien de
la Iglesia, e interviene aprobando y erigiendo el instituto, apro-
bando luego sus constituciones y sus modificaciones sucesivas
(cf n. 36): el obispo diocesano de la sede principal para los institu-
tos de derecho diocesano y la Santa Sede para los de derecho
pontificio (cáns. 589; 595, 5 1). Una vez realizado este acto, la
autoridad eclesiástica sólo puede intervenir en la vida de los insti-
tutos según la norma del derecho. Además, sólo la Santa Sede
puede suprimir un instituto, incluso de derecho diocesano (can.
584); efectivamente, cada uno de los tipos de instituto es para toda
la Iglesia, por el hecho de que todo carisma de vida consagrada
tiene un carácter de universalidad. Además, todos los institutos
están sometidos a título particular a la suprema autoridad de la
Iglesia (romano pontífice, colegio episcopal, órganos administrati-
vos de la Santa Sede) y cada uno de los miembros están obligados
a obedecer al romano pontífice como a su superior supremo, inclu-
so en virtud del vínculo sagrado de obediencia, dentro de los térmi-
nos de las constituciones del instituto (can. 590). El moderador
supremo, incluso de un instituto de derecho diocesano, tiene que
transmitir a la Santa Sede, en la forma y tiempo fijados por ésta,
una breve relación sobre la vida y el estado del propio instituto
(can. 592, 5 1)5 . Todos los moderadores tienen que dar a conocer
los documentos de la Santa Sede a sus súbditos y hacer que sean
observados (5 2). En el ejercicio de obras apostólicas, todos los
institutos, al tener que insertarse en la vida pastoral de las Iglesias
particulares, están sometidos a la potestad de los obispos, según la
posición de cada instituto en la Iglesia (de derecho diocesano, de
derecho pontificio, exento) y las normas establecidas por el derecho
(cáns. 678-683).
La nota de eclesialidad se expresa además en la MEDIACION DE
LA IGLESIA,que se tiene cuando se expresa públicamente esa con-
sagración, que ahora se hace siempre en un rito litúrgico: la Iglesia
ratifica y acoge, dándole un relieve público, la consagración de la
persona y se hace mediadora de la misma, a través de su ministerio,
esto es, a través de la autoridad que recibe los votos u otros modos
5 Cf CONGR. INST. VIDA CONS. - SOC.VIDA AP., Ep. Sedes apostolica, 2 enero 1988, en
"AAS" 80 (1988) 104-105; EV 1 1 / 1-3; Ep. Sedes apostolica, 2 enero 1988, en "AASn 80
(1988) 106-107; EV 1114-6.
de de 10s consejos evangélicos, que en la dimensión co-
%- rnunitaria de la consagración tienen que ser practicados según el
carisma y el derecho propio del instituto (LG 44a; 4 5 ~ pC ; 5b-
*_ cáns. 573, 5 2; 598-602; 654). En el acto litúrgico de la asuncióndi
w 10s consejos evangélicos, acto de la Iglesia, converge la acción de
Dios (consagración divina) y la acción de la persona (consagración
personal), la cual entra de este modo en el ESTADO DE LA VIDA
11- CONSAGRADA (cáns. 574; 654).
164. En síntesis podemos decir que, bajo el aspecto teológico,
10s ELEMENTOS ESENCIALES de la consagración en cuanto tal son
10s siguientes:
- vocación y consagración divina;
- don del Espíritu como carisma;
- seguimiento más estrecho de Cristo por la acción del Espí-
1t ritu Santo;
iF - entrega total, nueva y especial, a Dios, a la Iglesia y a la
i salvación del mundo;
- unión especial con la Iglesia, con su ministerio y con su
misión de salvación;
- tendencia a la perfección de la caridad en el servicio al reino
de Dios;
- signo escatológico (cáns. 573; 574, 5 2);
- forma estable de vida asumida libremente en la profesión
de los consejos evangélicos, que supone el cambio o la asun-
ción de un nuevo estatuto jurídico en la Iglesia (cáns. 574,
5 1; 711).
ajo el aspecto canónico, los ELEMENTOS CONSTITUTIVOS de la
vida consagrada son:
- en un instituto:
la erección canónica del instituto;
los votos u otros vínculos sagrados, según el derecho
propio del instituto, de asumir los consejos evangélicos
(can. 573,s 2);
- para los eremitas: votos u otros vínculos sagrados en manos
del obispo diocesano (can. 603,s 2);
- para las vírgenes: emisión del propósito y consagración por
parte del obispo diocesano (can. 604,s 1).

Entre todos los institutos se establece una paridad canónica: las


normas valen tanto para los masculinos como para los femeninos,
a n o ser q u e resulte o t r a c o s a del c o n t e x t o y de la naturaleza de las
cosas (can. 606).

3. TIPOLOG~A
D E LA V I D A C O N S A G R A D A
I
165. La primera forma de consagración en la Iglesia fue la de las
vírgenes y la de los ascetas, por medio de la continencia, la renuncia
a los bienes, la oración y la penitencia. Apareció luego el monaquis-
mo, en el siglo Ir1 en Oriente y en el iv en Occidente, como búsqueda
de la santidad, a través de la separación del mundo, la pobreza, la
continencia, la mortificación y la penitencia, la contemplación de las
cosas divinas. El monaquismo primitivo tomó dos formas: primero
la eremítica o anacorética, en la soledad total (san Pablo: SS.11-111;
san Antón: SS. 111-IV);luego la cenobitica, con la vida en común bajo
el régimen de una regla, bien en Oriente (san Pacomio: s. Iv; san
Basilio Magno: s. iv) como en Occidente (san Martín: SS. iv-V;san
Agustin: SS. IV-v;san Patricio: s. IV; san Benito: s. vi; san Columba-
no: SS. VII-VIII).La vida monástica en sus orígenes era más bien
laical. Destaca en Occidente la regla de san Benito, según la cual los
monjes hacen los votos de conversión de las costumbres, de estabi-
lidad y d e obediencia, sometiéndose a la regla y al abad, que es su
intérprete, ayudado por el consejo y el capítulo. Al principio cada
monasterio era plenamente independiente (sui iuris), pero desde el
siglo IX los monasterios empezaron a reunirse en varias congregacio-
nes, entre las que destacan las de Cluny y de Citeaux, que dieron
origen a las órdenes.
Ya desde el siglo IX los canónigos llevaban una vida en común
bajo la regla de san Crodegango (s. VIII),de forma que en el siglo IX
surgieron los canónigos regulares, con la vida en común y la pro-
fesión de pobreza, ligados a las iglesias catedrales y colegiales
(cf n. 809). Al principio los monasterios eran autónomos (sui iuris),
pero más tarde empezaron a unirse en congregaciones (canónigos
lateranenses) o en órdenes (premostratenses).
E n el siglo XIII, para luchar contra las sectas heréticas y la deca-
dencia d e costumbres en la Iglesia, surgieron las órdenes mendican-
tes; entre ellas los primeros fueron los dominicos o predicadores, que
influyeron desde el punto de vista institucional en los franciscanos y
en los carmelitas. Lo especifico de estas órdenes es la vida fraternal,
la observancia rigurosa de la pobreza en común, la unión entre las
antiguas observancias monásticas y la vida apostólica, la combina-
ción -con las debidas diferencias entre instituto e instituto- entre
el sistema de gobierno personal y capitular, en los diversos niveles.
Por este tiempo comienza la práctica d e emitir los tres votos de
pobreza, castidad y obediencia.
206
En el siglo xiv, por reacción contra la reforma protestante, surgie-
ron los clérigos regulares (teatinos, jesuitas, barnabitas, somascos),
que unen el ministerio sacerdotal a la profesión religiosa, pero aban-
donando las observancias monásticas y asumiendo una forma de
gobierno centralizada y dinámica. Desde entonces empezaron a lla-
marse "órdenes" todos los institutos religiosos aprobados en la Igle-
sia, con votos solemnes. Por el mismo período surgieron las socieda-
des de clérigos y.de laicos, hombres y mujeres, que no hacían votos,
o bien hacían votos no reconocidos por la Iglesia como votos reli-
giosos, y que fueron luego llamadas "congregaciones". De este modo
se .llamaban también congregaciones las sociedades piadosas apro-
badas sólo por el obispo diocesano. La Compañía d e Jesús tuvo una
gran influencia sobre numerosas congregaciones modernas desde el
punto de vista institucional.
Desde el principio la vida monástica fue tanto masculina como
femenina; así las órdenes mendicantes tuvieron una segunda orden
femenina con sus propias reglas. Con la constitución apostólica
Conditae a Christo, del 8 de diciembre de 1900, de León XIII, las
sociedades piaddsas o pías uniones, que hacían votos simples, fueron
reconocidas como institutos religiosos con el nombre de congrega-
ciones.
Las sociedades de vida común sin votos (toda sociedad de vida
apostólica) surgieron en el siglo X V I para desarrollar actividades
apostólicas que se veían impedidas por la forma de vida religiosa de
la época (votos solemnes, vida regular, clausura para las mujeres).
Al principio, en algunas se emitían votos no reconocidos por la
Iglesia (privados), en otras no se emitía ningún voto y en otras,
finalmente, se hacían promesas o juramentos de observar las cons-
tituciones, etc. (oratorianos, sulpicianos, eudistas, padres blancos,
hijas d e la caridad, etc.).
El 2 de febrero de 1947, Pío XII, como hemos visto, con la Const.
Ap. Provida Mater aprobó los institutos seculares, como nueva
forma de vida consagrada.

. .. La Const.
166. *
Lumen gentium hace una triple clasificación
en relación con:
I
- el desarrollo histórico: vida solitaria y vida común (LG
43a);
- lafinalidad: vida contemplativa y vida apostólica (LG 46a);
- la autoridadjerárquica: institutos exentos y no exentos (LG
45b; cf CD 35,3).

En el decreto Perfectae caritatis se encuentra una clasificación


más articulada que tiene en cuenta:
- la naturaleza: familias religiosas, sociedades de vida común
sin votos e institutos seculares (PC Id; cf C D 33a);
- el desarrollo histórico: vida solitaria y familias religiosas
(PC lb);
- lafinalidad: institutos entregados por entero a la contem-
plación (PC 7; 16; cf AG 18b.d; 40a.b) e institutos entrega-
dos a obras de apostolado (institutos monásticos: PC 9a;
institutos conventuales: PC 9b; institutos apostólicos, socie-
dades de vida común, institutos religiosos laicales: PC 8;
loa; cf AG 18c; 40a.c);
- la relación con el siglo: institutos seculares (PC 1 1; cf AG 40d).
167. El Código parte de la determinación del ESTADO de quie-
nes profesan los consejos evangélicos, tanto en institutos canónica-
mente erigidos como fuera de ellos; v.gr., los eremitas o anacoretas,
las vírgenes consagradas en el siglo (cáns. 574, 1; 573; 603; 604).
La Iglesia reconoce como forma de consagración la VIDA ERE-
MÍTICA O anacorética, que lleva consigo una separación más rigu-
rosa del mundo, el silencio de la soledad y la oración continua, por
la dedicación de toda la vida a la alabanza de Dios y a la salvación
l del mundo (can. 603, 5 1).
Los EREMITAS reconocidos por el derecho son aquellos fieles de
toda categoría que con voto u otro vínculo sagrado profesan públi-
camente los tres consejos evangélicos en manos del obispo diocesa-
no, bajo cuya dirección observan la norma de vida que se les da
como propia (can. 603,s 2).
I Las VÍRGENES consagradas en el siglo forman un orden de
personas, de sexo femenino, que emitiendo el propósito de seguir
a Cristo más de cerca en manos del obispo diocesano, son consa-
gradas por él según un rito litúrgico aprobado por la Iglesia, para
dedicarse al servicio de la misma en sus desposorios místicos con
Cristo (can. 604, Ej 1). Estas vírgenes pueden reunirse en asociacio-
nes para encontrar una ayuda recíproca en la observancia de su
propósito y en el servicio a la Iglesia, pero no deben asumir formas
de vida que son propias de la consagración en institutos (5 2).
Los INSTITUTOS pueden encontrar una clasificación según este
orden:
- en general: institutos de vida consagrada, en donde se com-
prenden:
institutos RELIGIOSOS: aquellos en donde los miembros
emiten votos públicos, llevan una vida fraternal en comu-
nidad, dan testimonio público de su consagración, con
una separación del mundo segun la índole y la finalidad
propia-(can. 607, $5 2.3);
institutos SECULARES, donde los miembros, aunque en-
tran en el estado de la vida consagrada, no cambian su
propia condición canónica laica1 o clerical en medio del
pueblo de Dios (can. 711) y viven en el mundo y se com-
prometen en la santificación del mismo, trabajando sobre
todo dentro de él (can. 710);
SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, al menos aquellas CU-
yos miembros, buscando el fin apostólico propio y llevan-
do una vida fraternal en comunidad (can. 731, fj l), pro-
fesan los consejos evangélicos y los asumen con algún
vínculo definido por las constituciones (5 2);
en especial:
institutos religiosos, institutos seculares y sociedades de
vida apostólica:
* CLERICALES, si, según el proyecto del fundador o en
virtud de una tradición legítima, están gobernados por
clérigos, asumen el ejercicio del orden sagrado y son
reconocidos como tales por la autoridad eclesiástica
(can. 588, 5 2);
* LAICALES, si, reconocidos como tales por la Iglesia, en
virtud de su propio carisma tienen una tarea, determi-
nada por el fundador o por una tradición legítima, que
no supone el ejercicio del orden sagrado (5 3);
* de DERECHO PONTIFICIO, si han sido erigidos o aproba-
dos con decreto formal de la Santa Sede (can. 589) y
-conservada y protegida por la misma Santa Sede y
por los ordinarios de los lugares la justa autonomia de
vida, y especialmente de gobierno, que se les reconoce
en el can. 586-, están sujetos de modo exclusivo e
inmediato a la Santa Sede en lo que se refiere al régimen
interno y a la disciplina (can. 593), lo cual excluye toda
injerencia por parte de los obisposdiocesanos, que sólo
pueden intervenir a tenor del derecho (can. 397,s 2);
* de DERECHO DIOCESANO, si, erigidos por el obispo dio-
cesano, no han obtenido de la Santa Sede el decreto de
aprobación (cáns. 579; 589) y -permaneciendo firme
la justa autonomía de vida y de gobierno que determi-
na el can. 586, que los mismos ordinarios deben conser-
var y proteger- permanecen bajo el cuidado especial
de los obispos diocesanos, bien sea el de la sede princi-
pal o bien los demás en donde tiene casas el instituto
(can. 594), a quienes se les reconocen particulares com-
petencias determinadas por el derecho (cáns. 595; 625;
2; 628,s 2, 2.9;
* EXENTOS,si, para la mejor promoción y tutela del caris-
ma de universalidad propio de tales institutos, por las
necesidades del apostolado y, por tanto, por el bien de
toda la Iglesia, el romano pontífice, en virtud de su
primado, los exime del gobierno del lugar y los somete
directamente a su autoridad o a otra autoridad eclesiás-
tica (can. 591), de manera que a través de tales institutos
-para cada uno de los cuales la extensión de su exen-
ción está determinada por el derecho propio, compuesto
no sólo de las constituciones y de los directorios, sino
también de todas las leyes especiales dadas para cada
instituto por el romano pontífice- se haga mejor pre-
sente en las Iglesias particulares la universalidad de la
Iglesia, expresada y garantizada por el oficio petrino;
institutos religiosos:
* MONÁSTICOS:
= contemplativos, cuyos miembros, dentro del monas-
terio, se dedican por entero al culto divino con una
vida escondida (can. 674);
= con obras apostólicas, cuando asumen algún legíti-
mo encargo apostólico o de caridad cristiana, que
han de desarrollar dentro del monasterio (PC 9a;
can. 675);
= monasterios sui iuris independientes, confiados a la
vigilancia peculiar del obispo diocesano según norma
del derecho (can. 615);
= monjas, asociadas o no, dependientes o no, de un
instituto masculino (cáns. 614; 615);
* APOSTOLICOS:
= monásticos (can. 675);
= canonicales, que unen las observancias y la organi-
zación monástica o regular a la actividad pastoral
(can. 613);
= conventuales, que unen estrechamente la vida apos-
tólica al oficio coral y a las observancias monásticas
(PC 9b);
= íntegramente apostólicos, en los que la acción
apostólica pertenece plenamente a su naturaleza
(can. 675).

Finalmente, el canon 605 deja abierto el camino a la aparición


de NUEVAS FORMAS de vida consagrada, cuya aprobación corres-
ponde a la sede apostólica, en cuanto que implica un pronuncia-
miento de tipo magisterial, mientras que a los obispos diocesanos
les incumbe la obligación de discernir los nuevos carismas que el
Espíritu confía a la Iglesia y de fomentar su genuino desarrollo, en
la expresión de sus finalidades protegidas por estatutos adecuados.
En esta perspectiva pueden considerarse los movimientos eclesiales,
en donde se van abriendo camino nuevas formas de consagración
a Dios en el servicio eclesial (cf n. 259).
Por todo esto parece que este título de la parte 111 del libro 11
debería haberse denominado más exactamente "La vida consa-
grada".
Una forma de consagración no sancionada por el Código, pero
en,coherencia con el canon 605, es la del orden de las VIUDAS en la
"Fraternité N. D. de la Résurrection", hecha con uh ritual aproba-
do por el arzobispo de París, posteriormente alabado y confirmado
por la Congregación para los sacramentos y el culto divino (1984),
que pueden adoptar otros obispos. La viuda se ofrece totalmente a
Dios, emite voto de castidad, declara que desea vivir en espíritu de
pobreza y de obediencia, para vivir de forma más profunda la
consagración bautismal y crisma1 y la del matrimonio. En el futuro
podrá haber quizá formas solitarias de consagración de las viudas,
o bien en otras hermandades.
3 Tampoco hay que excluir, en el futuro, la consagración de
3 varones en la virginidad y en la viudez.

4. CARISMACOLECTIVO DE UN INSTITUTO

I 4.1. Naturaleza

168. Desde un punto de vista general, como hemos visto, po-


demos decir que todos los que son llamados a esta forma de vida
en la Iglesia tienen como denominador común el seguimiento más
estfecho de Cristo en la profesión de los consejos evangélicos, que
pueden considerarse como el contenido de un carisma común gene- 4U'
ral que fue dado desde el origen por Jesús y que se seguirá dando ten
hasta el final de los tiempos por obra del Espíritu (LG 42; PC la), ob.
que se concreta siempre, sin embargo, en un carisma particular, o pa:
individual (eremitas y vírgenes consagradas en el mundo) o colec- arr
tivo (institutos). ci~
en
El Vaticano 11 no habla de carisma colectivo, sino de espíritu es1
primitivo de los institutos, fisonomía propia, función propia, espí- lut
ritu y finalidad propias de los fundadores, sanas tradiciones, patri-
monio de cada instituto (LG 45a; PC 2a.b; 3a).
El Código utiliza una terminología similar, como intención de
los fundadores, sus proyectos, naturaleza-índole-finalidad-espíritu
del instituto, sanas tradiciones, patrimonio del instituto, programa
de vida (cáns. 578; 598, 5 1). Con estas expresiones el concilio y el
Código entienden el CARISMA COLECTIVO PARTICULAR de cada
instituto 6 .
En el origen de cada instituto está el CARISMA DEL FUNDADOR
o DE LA FUNDADORA, que comprende carismas personales y el
CARISMA COLECTIVO DE FUNDADOR O FUNDADORA. Aunque los
carismas personales influyen de alguna manera en el carisma colec-
tivo de fundador o fundadora, ellos, por el hecho de que no perte-
necen a éste, ya que son carismas estrictamente personales, especia-
les, a menudo extraordinarios, no comprometen a los miembros
del instituto. Al contrario, el carisma colectivo de fundador o fun-
dadora, aunque se confirme que esté bajo la influencia de los caris-
mas personales, sin embargo por su naturaleza es participado por
los demás. Esto puede dar origen a FILONES ESPIRITUALES, de
donde nacerán varios institutos, o bien a UN SOLO INSTITUTO.
Así pues, tenemos el CARISMA COLECTIVO DE FUNDACIÓN, que
es el carisma colectivo de fundador o de fundadora enriquecido
por el carisma del primer núcleo que lo comparte. Es importante
considerar el carisma de fundación, porque, al manifestar el carisma
del fundador o de la fundadora como carisma colectivo, lo enri-
quece y lo lleva a una mayor clarificación. En este carisma de
fundación se encierra propiamente el origen del instituto, y por
tanto su forma peculiar de vida, el estilo propio de vivir los consejos
evangélicos y la vida fraternal, su naturaleza, es decir, el género al

Cf PABLO VI, EX. Ap. Evangelica restficatio, 29 junio 1971, n. 11, en "AAS" 63 (1971)
503-504; E V 41 1010; CONGR. REL.E INST. SEC.Y CONGR. OB.,Notas direct. Mutuae relationes
(=MR),14 mayo 1978, nn. 1 1 y 12, en "AAS" 70 (1978) 473-506; E V 6/ 586-7 17.
2 ne- 4ue pertenece (por ejemplo. instituto religioso entregado a la con-
ndo templación, o bien a las obras de apostolado), su finalidad, el
'o
r
a),
por el que surgió el instituto (vida contemplativa, obras
articulares de apostolado, o bien testimonio silencioso en el propio
Pambiente),
ec- su espíritu o espiritualidad, el modo concreto de parti-
cipación en un aspecto del misterio de Cristo, y por tanto de estar
en relación con Dios y de obrar por el bien de los hermanos. Todo
-itu esto está ya presente en los orígenes del instituto, aunque se irá
:pi- luego desarrollando continuamente en el tiempo.
t ri-
Finalmente, hay que considerar el CARISMA DE CADA UNO de
10s miembros del instituto, bien como participación en el carisma
de colectivo, bien como carisma personal, dado por Dios para actuar
1' U su propia vocación en el instituto. Los carismas personales de los
na miembros, con tal que sean coherentes con el carisma colectivo de
el fundación, son un enriquecimiento del mismo, dado que un carisma
:!a se va clarificando y desarrollando cada vez más en la historia, en
continuidad con sus orígenes. De aquí se derivan las SANAS TRADI-
'3 CIONES que se actúan o en todo el instituto o en ciertas partes del
.*1 mismo, a veces bastante limitadas, y que pueden remontarse hasta
S muy atrás en el tiempo. Por esta razón la renovación de un instituto
'- consiste en el retorno continuo a las fuentes de toda forma de vida
'- cristiana y al espíritu primitivo, y al mismo tiempo en la adaptación
!- a las condiciones continuamente nuevas de los tiempos (PC 2).
S Entonces, el CARISMA COLECTIVO 0 PATRIMONIO del instituto,
- como manifestación del Espíritu que hace presente en la Iglesia un
- aspecto particular del misterio de Cristo, comprende el carisma
r colectivo de fundador o fundadora, el carisma colectivo de funda-
L
ción, los carismas personales de los individuos y las sanas tradicio-
nes (can. 578).

4.2. Tutela
169. L a fidelidad al propio carisma es algo esencial para la
vida de los institutos. Se trata de fidelidad al Espíritu que actuó en
la Iglesia suscitando un carisma particular de fundación. Bajo el
mismo impulso del Espíritu el fundador o la fundadora establecie-
ron unas formas institucionales, para que el carisma se perpetuase
en un determinado instituto (cf n. 36).
LOSELEMENTOS ESTRUCTURALES fundamentales contenidos en
el carisma de un instituto no pueden modificarse, so pena de me-
nospreciar el don del Espíritu. Son los siguientes:

I
- la estructura fundamental de gobierno, que está ligada a la
naturaleza, la índole y el fin del instituto (cáns. 587,s 1; 624;
625; 631, ¿j2; 632; 633; 717, tj 1; 734);
- el APOSTOLADO y las OBRAS PROPIAS ( c ~ s 577; . 578; 677,
1; 674; 675, l), que están estrechamente ligadas a la
espiritualidad del instituto y lo alimentan continuamente;
- el ESTILO DE VIDA, que ofrece el modo concreto de vivir íos
consejos evangélicos y la vida fraternal (cáns. 587, 5 1; 598;
602).
170. El carisma y los elementos estructurales fundamentales
están protegidos ante todo por el CUERPO LEGISLATIVO del instituto
(derecho propio), que se compone:
- de un código fundamental o constituciones (regla de vida)
que contiene:
la mente de los fundadores sobre .la naturaleza, el fin, el
espíritu y la índole del instituto;
las sanas tradiciones;
las normas fundamentales sobre el gobierno, la disciplina
de los miembros, su incorporación y formación, el objeto
de los vínculos sagrados (cáns. 587, tj 1; 578);
- de otros estatutos que contienen normas de aplicación
(can. 587, § 4).
Las constituciones, precisamente por el hecho de expresar el
carisma de fundación, necesitan una garantía de estabilidad parti-
cular, y por tanto deben ser aprobadas no sólo por el capítulo
general, sino también por la autoridad eclesiástica competente,
tanto en su primera redacción como en las modificaciones sucesivas
(can. 587, 5 2); los otros estatutos no necesitan esta misma estabi-
lidad, y por tanto son aprobados solamente por el capítulo general
(can. 587, 4).
171. Entonces, el deber fundamental de todos los miembros
es el de custodiar fielmente el carisma y los elementos estructurales
fundamentales en los que se expresa (can. 578). El instituto cumple
con este deber ante todo cuando se reúne el capítulo general, supre-
mo órgano normativo, que no puede disponer del carisma del
instituto, en cuanto que debe tutelar y promover una renovación
adecuada del instituto que se armonice con él (can. 631, 5 1). El
cambio de patrimonio carismático y fundacional de un instituto,
por parte del capítulo general, sería un acto ilegítimo, al que los
miembros del instituto no están obligados a obedecer, en cuanto
que no ~ u e d eordenarse nada contra ese patrimonio expresado en
las constituciones, de acuerdo con las cuales se han asumido los
evangélicos con votos u otros sagrados vínculos. A esta
-LI
9
de custodiar el carisma están sometidos todos los supe-
1 nores (can. 61% y especialmente el superior general, que debe ser
de las decisiones del capítulo general. De esta manera
'os iodos los demás miembros tienen que vivir el seguimiento de Cristo
98; por el evangelio, pero de la forma expresada en las
constituciones del propio instituto (can. 662).
La misma autoridad eclesiástica está comprometida en el deber
de guardar fielmente el carisma de los institutos. Una vez que ha
las constituciones, habiendo considerado auténtico el
carisma, la autoridad eclesiástica se ha hecho tutora de ese carisma
y debe hacer que viva y se desarrolle en la Iglesia (can. 576). Como
consecuencia de esto, la autoridad eclesiástica no puede modificar
los elementos estructurales fundamentales del instituto ni mandar
nada en contra de las constituciones. Precisamente por ello, todos
10s institutos tienen que gozar de una JUSTA A U T O N O M ~ ADE VIDA,
especialmente de gobierno, mediante la cual pueden valerse de una
~ r o p i adisciplina y conservar íntegro su patrimonio, que los mismos
ordinarios del lugar tienen que conservar y tutelar (can. 586). Esta
autonomía de los institutos no es una concesión de la autoridad
eclesiástica, sino un derecho congénito, que se basa en dos factores:
la naturaleza de la vida consagrada en cuanto tal y su posición
original en la Iglesia; y en dependencia de esto, como veremos
(cf n. 186), la naturaleza de la potestad ejercida en los institutos
por parte de los superiores y de los capítulos (MR, 13a). Además,
la amplitud de la autonomía de un instituto, y por tanto de la
potestad ejercida en él, depende del carisma particular y de su
posición en la Iglesia (de derecho diocesano, de derecho pontificio,
exenta).

5. LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS

5.1. Elementos y finalidades propias

172. Bajo el aspecto teológico, teniendo en cuenta todo lo que


ya se ha dicho sobre la vida consagrada en general, el elemento que
caracteriza a la vida religiosa es la radicalización de la consagración
de toda la persona, que manifiesta el admirable desposorio entre
Dios y la persona como signo de la vida futura. De esta manera se
alcania la jina/idad de realizar una donación semejante como sa-
crificio ofrecido a Dios y de hacer de toda la existencia un culto
ininterrumpido a Dios en la caridad (can. 607,s 1).
Bajo el aspecto canónico, los elementospeculiares son 10s votos
públicos temporales, que hay que renovar periódicamente, o per-
petuos emitidos según el derecho propio del instituto, y la vida
fraternal en comunidad (5 2), con lafinalidad de dar un testimo-
nio público de Cristo y de la Iglesia, por medio de la separación
del mundo, según la índole y la finalidad propias de cada instituto
(§ 3).

5.2. Casas religiosas

a) Erección o constitución

173. La comunidad religiosa tiene que vivir en una casa legí-


timamente erigida o constituida (can. 608).
Se produce ERECCION de una casa en sentido estricto con el
decreto formal de la autoridad competente según las constituciones,
previo el consentimiento escrito del obispo diocesano (can. 609,
1). En el casode monasterios de monjas se requiere el beneplácito
de la Santa Sede (4 2). De este modo se afirma por una parte la
autonomía del instituto, expresada por la decisión de la autoridad
competente interna, a la que se le reconoce de este modo una
potestad pública; y por otra, una justa sumisión al obispo diocesa-
no, por lo que, si falta su consentimiento por escrito, la erección de
la casa es inválida. En efecto, con la erección, o el instituto se in-
troduce por primera vez en una diócesis o se instala más sólida-
mente en ella, con una nueva incidencia en la vida pastoral, de la
que es responsable el obispo. Para los institutos de derecho dioce-
sano no se requiere ya, como exigía el canon 495, 1, CIC 1917, el
consentimiento del obispo de la sede principal, que de este modo
no puede impedirle a un instituto que se extienda por otras dió-
cesis.
En cambio, se produce la CONSTITUCI~Nde una casa cuando,
por decreto de la autoridad competente, se designa esa casa como
lugar en donde habita la comunidad, aunque sólo sea temporal-
mente (can. 608).
Antes de erigir o constituir una casa es necesario constatar que
c.trata de algo útil para la Iglesia y el instituto; que se aseguren las
ondicione~necesarias para una vida religiosa regular según las
inalidades Y el espíritu del instituto; que se pueda atender a las
,esidades materiales de sus miembros (can. 610).
Una vez que el obispo ha dado su consentimiento para la erec-
ción o la constitución de la casa en su diócesis, debe respetar la
tanto interna como externa de la comunidad. En efecto,
el consentimiento implica el derecho de esta última para llevar una
.ida en conformidad con la índole propia del instituto y sus fina-
lidades específicas (can. 611, leo), y por tanto la intromisión del
diocesano en este ámbito sería una violación de un derecho
propio Y verdadero. El consentimiento implica, además, el derecho
de la comunidad a ejercer las obras propias del instituto, según
norma del derecho propio y del universal, en cuanto que expresan
su finalidad apostólica, respetando las condiciones impuestas al
otorgar el consentimiento (2.9, que dio el obispo en relación con
el modo concreto de insertarse el instituto en la vida pastoral de la
diócesis. Finalmente, con su consentimiento el obispo reconoce el
derecho de los institutos clericales a tener una iglesia y ejercer en
ella su ministerio según las normas del derecho (3.0); en efecto, un
instituto clerical expresa su índole apostólica precisamente en el
'S,
4b'
ejercicio, dentro del modo que corresponde a su espiritualidad, del
ministerio sagrado, esencial a su carisma.
Cada casa debe tener un SUPERIOR, designado a tenor del dere-
cho, que debe residir en ella y se debe alejar de ella sólo según las
normas del derecho propio (cáns. 608; 629). Además, cada casa
debe tener al menos un ORATORIO para la celebración y la conser-
vación de la eucaristía, centro de la comunidad religiosa (can. 608).
1 La casa de los canónigos regulares o de los monjes, bajo el
r
gobierno de su propio moderador, es una causa sui iuris, es decir,
! autónoma, a no ser que las constituciones dispongan otra cosa;
.
este moderador es superior mayor (can. 613).
Aunque un monasterio de monjas esté- asociado a un instituto
masculino, mantiene su propio ordenamiento y su propio gobierno,
según las constituciones; y los derechos y deberes recíprocos deben
estar determinados de tal modo que la asociación puede servir para
el bien espiritual del monasterio (can. 614).
Un monasterio sui iuris está confiado al cuidado y vigilancia
peculiar del obispo diocesano cuando, además de su propio mode-
rador, no tiene otro superior mayor y no está asociado a un insti-
tuto religioso cuyo superior tenga sobre él una verdadera potestad
definida por las constituciones (can. 615).

b) Cambio

174. Es necesario el consentimiento del obispo diocesano para


destinar una casa a obras apostólicas diversas de aquellas para las
que se constituyó, en cuanto se le sustrae a la diócesis la coopera-
ción en un determinado campo pastoral, sobre el que se había esta-
blecido un acuerdo entre el obispo y los superiores del instituto
(cáns. 678, tj 3; 681), y se abre una cooperación en otro campo,
de la que debe juzgar el obispo como responsable de la pastoral
diocesana; si el cambio, dejando a salvo las leyes o cláusulas de
fundación, se refiere únicamente al régimen interno y a la discipli-
na del instituto, no hay necesidad del consentimiento del obispo
(can. 612), ya que el cambio no tiene repercusiones inmediatas en
la vida pastoral de la diócesis. En caso de traslado de un edificio a
otro, si se cambia la configuración canónica de la casa, se tendría
una supresión, que exigiría la consulta al obispo (can. 616, 5 1) y
una nueva erección en otro lugar, previo consentimiento por parte
del mismo obispo (can. 609, tj 1); pero si no se tocan las leyes o
cláusulas de fundación, no hay necesidad de ninguna intervención
del obispo.

c) Supresión
175. De la supresión de una casa de cualquier tipo de instituto
religioso, incluso de derecho diocesano, erigida legítimamente, el
competente es el moderador supremo según norma de las constitu-
ciones, después de haber consultado al obispo diocesano (can. 616,
5 1). Se trata de una autonomía más amplia reconocida al institu-
to en el caso de erección de una casa o de cambio de su finalidad
apostólica, ya que no se requiere el consentimiento. Si el obispo es
contrario a la supresión, el moderador supremo del instituto puede
actuar como desee. La consulta al obispo diocesano se requiere por
dos motivos: por un lado hay que proceder siempre con mucha
prudencia, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia, antes de
llegar a la supresión de una casa, y por tanto de una obra apostó-
lica; por otro, el obispo debe tener tiempo para proveer al vacío
que se deja en el campo pastoral. Es evidente que si se trata de la
supresión de la única casa del instituto, la competencia recae en la
Santa Sede (can. 616, 2), ya que esa supresión significa la supre-
sión del instituto. Lo mismo vale para la supresión de un monas-
terio sui iuris de monjas (can. 609, § 2). Para una casa sui iuris de
I canónigos regulares o de monjes (can. 613) es competente el propio
~apítulogeneral, a no ser que las constituciones establezcan otra
cosa (can. 6 1 6 5 3).

5.3. Gobierno

a) Órganos de gobierno personal

I (I) Superiores generales


i
I
i
176. Los superiores generales son superiores mayores (ca-
1 non 620) y tienen POTESTAD -que ha de ejercerse según el derecho
1 propio- sobre todas las provincias, casas y miembros del instituto
(can. 622). Los abades primados y los superiores o presidentes de
las congregaciones monásticas no tienen toda la potestad que el
derecho universal atribuye a los superiores generales, dada la cons-
titución de los monasterios sui iuris (can. 620).
Los superiores generales son designados mediante ELECCIÓN
CANÓNICA, a tenor de las constituciones (can. 625,g l),y su cargo
es normalmente temporal, a no ser que las constituciones establez-
can otra cosa (can. 624, 1). Es el obispo de la sede principal, en
virtud del cuidado especial que debe tener del instituto (can. 594),
el que preside la elección del superior general de un instituto de
derecho diocesano, tanto masculino como femenino (can. 625,g 2);
una vez hecha la elección, la presidencia tiene que pasar al superior
general elegido. Las constituciones deben establecer el tiempo de la
DURACIÓNen el cargo, así como el tiempo mínimo después de la
profesión perpetua o definitiva, como condición para el nombra-
miento o elección válida (cáns. 623; 624).

I b) Superiores provinciales y equiparados

177. Los superiores provinciales son superiores mayores y tie-


nen POTESTAD sólo sobre una PROVINCIA (can. 620), es decir, sobre
aquella parte del instituto canónicamente erigida que comprende
varias casas, a las que pertenece un cierto numero de miembros del
instituto (can. 621). Son equiparados a ellos los que gobiernan una
parte del instituto equiparada a una provincia, por ejemplo, una
región (can. 620).
El tiempo de profesión perpetua o definitiva como requisito
para la validez del nombramiento o de la elección están determina-
dos por el derecho propio del instituto (can. 623). Este cargo es
siempre temporal (can. 624, tj 1). Si son elegidos, es siempre nece-
saria la aprobación del superior general; si son nombrados por 61,
tiene que preceder una consulta apropiada (can. 625, $ 3).

c) Superiores locales

178. Son los que tienen POTESTAD solamente sobre los que
pertenecen a una casa determinada del instituto (can. 622). El tiem-
po de profesión perpetua o definitiva requerido para el nombra-
miento válido está determinado por el derecho propio (can. 623).
Si son elegidos, es necesaria la confirmación del superior mayor; si
son nombrados por él, hay que hacer antes una consulta apropiada
(can. 625, tj 3).

d) Superiores de monasterios o de casas "sui iuris"

179. Se consideran superiores mayores (can. 620) y pueden


ser vitalicios (can. 624, 5 1). Es el obispo diocesano el que preside
la elección de ellos en los monasterios sui iuris, en su mayor parte
femeninos, de los que habla el can. 615 (can. 625,s 2).

e) Modalidades de gobierno

1) Tiempo en el cargo

180. Los superiores nombrados para un tiempo determinado,


según las normas de derecho propio, no deben permanecer mucho
tiempo en el oficio de gobierno sin interrupción, y durante el cargo
pueden ser removidos o trasladados a otro oficio, por las razones
establecidas en el derecho propio (can. 624, $5 2.3).
2) Gobierno personal
,181. Los superiores que en los institutos clericales tienen que
emitir la profesión de fe y el juramento de fidelidad 7 al comienzo
de su cargo (can- 833, gO0),sometiéndose al derecho universal y al
derecho propio (can. 617), deben gobernar personalmente con es-
píritu de servicio (can. 618).
El gobierno personal está requerido por el mismo contenido del
ício de superior religioso, que se configura en analogía con la
iple función del ministerio pastoral, es decir: enseñar, santificar y
pbernar ( M R . n. 13).
Los superiores ejercen un verdadero y propio OFICIO DE ENSE-
ÑAR respecto a la interpretación del carisma del instituto, de forma
que desempeñan en este sentido una verdadera dirección de todo el
instituto, de una provincia, o bien de una comunidad ( M R , n. 13a).
. . El OFICIO DE SANTIFICACIÓNes actuado por los superiores en la
de los individuos y de las comunidades hacia un ejer-
cicio cada vez más perfecto de la caridad ( M R , n. 13b). Por eso los
superiores tienen que empeñarse en construir en Cristo una comu-
nidad fraternal, en la que se busque a Dios y se le ame sobre todo;
tienen que alimentar a los miembros de la comunidad con la pala-
bra de Dios y orientarlos a las celebraciones litúrgicas; tienen que
servir de ejemplo en el cultivo de las virtudes y la observancia de las
leyes y tradiciones del instituto, de manera que sean estimulo para
la santificación (can. 619).
Por lo que se refiere al OFICIO DE GOBERNAR, es deber del
'superior ordenar la vida de la comunidad, distribuir las tareas
entre los miembros, coordinar la actividad apostólica de toda la
comunidad y de los individuos, mantener relaciones con la autori-
dad eclesiástica (MR, n. 13c). El superior debe hacer todo esto
rigiendo a los súbditos como hijos de Dios y suscitando su obe-
diencia voluntaria en el respeto a la persona humana, escuchándo-
los de buen grado y promoviendo su cooperación concorde para
el bien del instituto y de la Iglesia, quedando en pie su autori-
dad propia de decisión última y de mandar su ejecución (PC 14c;
can. 618).

CONG R. DOCTR. F E , Professio jjdei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo nomine


Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; E V 1 1 / 1 190-1 195; Rescripto
ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad, 7 octubre
1989, en "AAS" 81 (1989) 1 169; E V 1 112494.
Para que en los institutos se tenga este G O B I E R N O ESPIRITUAL,
es necesario un gobierno personal y que entre los superiores y los
súbditos se establezca una relación espiritual. Por esta razón es de
desear que los súbditos se dirijan con confianza al superior, mani-
festándole su ánimo con libertad espontánea, para poder ser ayu-
dados válidamente por ellos, por ejemplo, sobre las dificultades
concretas que encuentran en diversos niveles para el progreso espi-
ritual, o las dudas sobre la doctrina o la praxis del instituto, etc.
(can. 630, 5 5).
Sin embargo, el Código protege también la LIBERTAD DE CON-
CIENCIA de los súbditos, ya que prohíbe a los superiores inducirles
de algún modo a manifestarles su propia conciencia. La prohibición
se refiere a todos los actos internos, como pecados, culpas, actos de
virtud, gracias especiales, deseos, etc. La competencia del superior
se restringe a los actos externos que se refieren al orden y a la
disciplina común, sobre los cuales los súbditos están obligados a la
manifestación sincera. Dado el estrecho ámbito externo al que el
canon restringe la competencia de los superiores, para no reducir el
gobierno en los institutos a un conjunto de relaciones puramente
burocráticas, es necesario favorecer de todas fórmas la libertad y la
confiada APERTURA DE ÁNIMO por parte de los súbditos (can. 630,
§ 5). Además, queda protegida la libertad de los súbditos respecto
al SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y la DIRECCIÓNDE CONCIENCIA,
dejando a salvo la disciplina del instituto (can. 630, 5 1: la libertad
en los institutos claustrales será más limitada que en los apostóli-
cos). Los súbditos tienen libertad para dirigirse al confesor que
deseen, a pesar de la obligación de los superiores de poner a dispo-
sición de la comunidad confesores idóneos (5 2), que en el caso de
los monasterios de monjas, de las casas de formación y de las
comunidades numerosas de institutos laicales tienen que ser apro-
bados por el ordinario del lugar (confesores ordinarios) de acuerdo
con la comunidad interesada (5 3). Es distinta la figura del capellán
d e una comunidad de un instituto laical, que aunque puede ser
nombrado también confesor, de suyo sólo tiene la tarea de celebrar
y dirigir las funciones litúrgicas (can. 567, 5 2): tiene que ser nom-
brado por el ordinario del lugar, después de haber consultado al
superior, que tiene el derecho, una vez oída la comunidad, de
proponer algún sacerdote; a ese sacerdote no le es lícito injerirse en
el gobierno interno del instituto (Q 1).Finalmente, se prohibe a los
superiores escuchar las confesiones de sus súbditos, a no ser que
éstos se lo pidan expresamente (can. 630,s 4); pero incluso esto ha
de evitarse, de manera que no haya confusión entre el fuero interno
,amental y el externo, que limitaría la libertad del superior en
de gobierno.
2. La relación interpersonal espiritual entre los superiores
res y sus súbditos tiene lugar en las VISITAS CANONICAS a las
gún la frecuencia y las demás modalidades establecidas
derecho propio (can. 628, 5 1). Los súbditos tienen la obli-
n de responder con confianza, según la verdad en la caridad,
as preguntas que les haga legítimamente el visitador, es decir,
e no violen el canon 630, 5 5; a ninguna persona, ni interna ni
1 instituto, sin excepción, le es lícito apartar de ninguna
manera a 10s religiosos de esta obligación, ni impedir de cualquier
.modo la finalidad de la visita (can. 628, § 3).
El obispo diocesano, como aplicación de los cánones 594 y 615,
Gene el derecho y el deber de visitar, incluso en lo que se refiere a
la disciplina religiosa, los monasterios sui iuris, de los que habla el
canon 615, y todas las casas de un instituto de derecho diocesano
comprendidas en su territorio; en este último caso, no queda sus-
tituida la visita a la que están obligados los superiores del instituto
(cáns. 628, 9 2; 397, 5 1);puede visitar, además, las casas y miem-
bros de los institutos de derecho pontificio, sólo en los casos ex-
presamente previstos por el derecho, que no se dan actualmente
(can. 397, 4 2).
183. El superior debe ser personalmente responsable ante
r
Dios, ante los superiores mayores, ante el instituto y ante los súb-
ditos de todo lo que decide y manda; por eso no puede admitirse un
gobierno ordinario colegial en ningún nivel, ni general, ni provin-
cial, ni local (PC 14c) 8, que asumiría inevitablemente los caracteres
del gobierno burocrático impersonal. Sin embargo, en cada institu-
to, para ayudar a los superiores en su gobierno, hay ORGANISMOS
DE PARTICIPACIÓN o de CONSULTA (asambleas, consultas, conse-
jos), que expresan la solicitud y la participación de todos los miem-
bros, con vistas al bien de todo el instituto o de la comunidad (can.
-633,§1).La participación en estos organismos no es solamente un
derecho, sino un deber de los miembros de un instituto. Las funcio-
nes de estos organismos están establecidas de manera general por
el derecho universal, pero de forma especifica por el derecho pro-
pio, en cuanto que su modo de obrar debe estar en conformidad

Cf CONGR. REL.E INST. SEC.,Decr. Experimenta, 2 febrero 1972, en "AAS" 64 (1972)


393; E V 4/ 1557; PABLO VI, EX. Ap. Evangelica testificatio, 29 junio 1971, n. 25, en "AAS"
63 (1971) 510-51 1; E V 4 / 1025.
con la índole y las finalidades del instituto, que determinan la
estructura de gobierno mas o menos centralizado (5 2).
El CONSEJO es el órgano peculiar de consulta que debe tener
todo superior, según la norma de las constituciones, y del que tiene
que servirse en el ejercicio de su oficio (can. 627, 5 1). Además del
derecho universal, también el derecho propio establece los casos en
que se requiere el consentimiento o bien el parecer del consejo,
para proceder válidamente, según norma del canon 127 (can. 627,
¿j2; cf n. 87), teniendo presente que el derecho propio puede prever
el consentimiento donde el derecho universal requiere sólo el pare-
cer, pero no puede establecer el parecer en lugar del consentimiento
que exige el derecho universal, a no ser que haya un privilegio de
i
la Santa Sede. m

Cuando el consejo debe dar su parecer o su consentimiento, el


superior no vota, ni siquiera para dirimir la paridad9, ya que el
superior no es miembro del consejo y el consejo no tiene ninguna
potestad. En efecto, el Código habla de consentimiento y no de
voto deliberativo del consejo. Si el superior votase como los miem-
bros del consejo, especialmente en los casos de consentimiento,
esto se interpretaría como voto deliberativo y se tendría un gobier-
no ordinario de tipo colegial, que no está admitido.
1
Si se requiere sólo el parecer, el superior está obligado a convo-
car el consejo según norma del canon 166, a no ser que el derecho
propio haya establecido otra cosa (can. 127, 5 l), y a consultarle,
pues de lo contrario el acto del superior es nulo; sin embargo, este
último no está ligado al parecer del consejo, aunque es aconsejable
I
que no se aparte del parecer unánime, sin una razón que sea pre-
valente a su juicio (cf can. 127, 5 2, 2.0). El único caso de parecer
del consejo previsto por el Código está contenido en el canon 689,
5 l. Para las cuestiones relativas a las personas, siempre es mejor
que el derecho propio establezca el parecer y no el consentimiento,
para dejar libre al superior de actuar sobre la base de la ciencia
adquirida en virtud del oficio y que no puede comunicar a los
miembros del consejo.
l
Cuando el superior debe obtener el consentimiento para obrar,
para la validez de su acto hay que convocar el consejo según nor-
ma del canon 166 y el consentimiento tiene que obtenerse por
mayoría absoluta (can. 127, 5 1). Los casos en que el Código es-

9 Cf PONT.COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 1 de agosto de 1985, en "AAS" 77 (1985)


771; E V 9 / 1661.
lec. el consentimiento están contenidos en los cánones 638, 5 3;
1-12; 656, 3% 658; 665, 5 1; 684, 5 1; 686, $5 1.3; 688, tj 2;
4479 48
=
9
6 l.
enet ~1 finito caso previsto de decisión colegial es cuando se forma
'ene especie de tribunal que emite un voto secreto (can. 699).
del
S en Se aportarán votos c o ~.,u n t o s ,no colegiales, del superior y
ejo, el consejo cuando la decision compete a una instancia superior
527, '
:gas. 691, 5 1; 697, 3.O), o bien cuando se trata de una pura decla-
;ión de hechos (can. 694, 5 2).
Si el derecho universal o propio establecen que el superior, para
brar, tiene necesidad del parecer o del consentimiento de algunas
rrsonas como individuos, esto debe hacerse a tenor del canon 127,
2 (cf n. 87).

184. El CAP~TULOGENERAL es el Órgano supremo de gobierno


colegial y, al representar a todo el instituto, es el signo de su unidad
en la caridad, y, por tanto, de la comunión fraterna (can. 631, 5 1).
Ejerce su autoridad a tenor de las constituciones, realizando las
siguientes funciones:
~e - tutelar el patrimonio del instituto, del que habla el ca-
le
:- non 578;
r Y - promover la renovación del instituto según el propio ca-
risma;
j,
,r - elegir al moderador supremo;
- tratar los asuntos de mayor importancia;
'9
- emanar normas para todo el instituto (can. 631,s 1).
3

1 El capitulo general puede ser de varios TIPOS:


- ordinario: es el que se reúne en los tiempos ordinarios esta-
blecidos por las constituciones; en l a mayor parte de los
institutos se reúne cada seis años, en concomitancia con la
elección del moderador supremo; en algunos cada dos o tres
años, e incluso menos, para tratar los asuntos sometidos al
mismo; otras veces se reúne sólo con ocasión de la elección
del supremo moderador, que es vitalicio;
- e'ctraordinario: es el que se reúne, según norma de las cons-
tituciones, para tratar asuntos graves y urgentes, no ya en
los tiempos previstos ordinariamente por las constituciones;
sólo tiene sentido en aquellos institutos en que es demasiado
largo el tiempo entre un capítulo y otro;
- de asuntos especiales: es el capítulo, ordinario o extraordi-
nario, en que se tratan determinados asuntos sometidos al
mismo;
- electivo: es aquel en que se elige al moderador supremo.

La C O M P O S I C I ~ Ndebe estar determinada por las constituciones,


pero de tal forma que sea verdaderamente representativa de todo el
instituto (can. 631, $5 1.2). Es fácil comprender que los miembros
con voto deliberativo deben ser solamente aquellos que se hayan E

incorporado plenamente al instituto. El derecho propio debe esta-


blecer también un reglamento que ordene la celebración del capí-
tulo, especialmente para lo relativo a las elecciones y al procedi-
miento de trabajo (5 2), teniendo presente que no sólo las provincias
o las comunidades, sino cualquier religioso tiene derecho a hacer
llegar libremente al capítulo general sus propios deseos y propues-
tas (8 3).
Las constituciones deben determinar también el ámbito de la
POTESTAD del capítulo general (can. 631,s 2). Aunque es el Órgano
supremo de gobierno, no tiene autoridad ilimitada. El primer límite
se deriva, como ya hemos visto (cf n. 171), del carisma colectivo del
instituto, y por tanto de aquellos artículos de las constituciones que
expresan inmediatamente el carisma, más allá del derecho univer-
1 sal, contra el cual no puede el capítulo dictar normas válidas, a no
ser que se conceda un privilegio por parte de la Santa Sede para
proteger mejor el carisma (cf n. 590).

b) Capítulo provincial y local


185. El CAP~TULOPROVINCIAL es el órgano colegial que repre-
senta a toda la. provincia. El derecho propio debe establecer la
naturaleza, la autoridad, la composición, el modo de proceder y el
tiempo de la celebración de tal capítulo o de asambleas semejantes
(can. 632). De todas formas, las FUNCIONES que desempeñan gene-
ralmente son tres:
- electiva: elegir, a tenor de las constituciones, al superior
provincial y a los delegados del capitulo general;
226
- deliberativa: sobre los postulados que hay que enviar al
- general;
informativa: sobre las casas y el estado de la provincia,
como órgano privilegiado de consulta para el superior pro-
vincial.
a
AI capítulo provincial se asemejan el capítulo viceprovincial y
el regional, si se trata de viceprovincias o regiones inde-
endientes de otra provincia o dependientes del supremo modera-
Pdor; por SU parte, las dependientes no celebran un capítulo propio,
~ i n oque envían delegados al capítulo de la provincia de la que
lependen.
E1 CAPÍTULO LOCAL está también regulado por el derecho pro-
,io del instituto (can. 632), ya que en muchos institutos, especial-
riente en los integralmente apostólicos, falta por completo, y en los
que existe tiene generalmente una función meramente consultiva y
expresa la vida fraternal de la comunidad.

) Orígenes y naturaleza de la potestad de los superiores


y de los capítulos
de la
gano Relacionada estrechamente con el principio de la AUTO-
186.
. aite
NOMÍA D E VIDA y DE GOBIERNO de los institutos está la naturaleza
3 del
de la potestad de gobierno, de la que gozan sus superiores y sus
; que
capítulos, definida por el derecho universal y por las constituciones
iver- del instituto (can. 596, 5 1). Se trata de POTESTAD PÚBLICA DE GO-
?.no BIERNO en la Iglesia, en cuanto que se ejercita en sociedades públi-
ira cas ' 0 , y la cuestión de su origen y naturaleza tiene que verse en
relación con la temática general del origen, naturaleza y ejercicio
de la potestad de gobierno en la Iglesia, de la que trataremos en el
capítulo 10. Baste decir aquí lo siguiente.
Por el hecho de que, al menos en parte, se aplican a esta potes-
pre- tad los cánones sobre la potestad ordinaria y delegada de gobierno
r la eclesiástico o de jurisdicción (cáns. 131, 133 y 137-144; cf nn. 576-
Y el 584; 293), hay que admitir que es radicalmente de la misma natu-
ntes raleza que esta Última.
me-
Otra cosa que hay que señalar es que la potestad de la que se
habla en el canon 596, ¿j1, en cuanto pública, no proviene de la
rior
'0 Cf Acta Commissionis, en "Com." 15 (1983) 64.
voluntad natural de los miembros del instituto, por lo que no se
llama doméstica, ni de su voto de obediencia, por 10 que no se
llama dominativa, sino que se d a a los superiores y a los capítulos
por el Espíritu del Señor en conexión con la jerarquía, que erigió
canónicamente el instituto y aprobó automáticamente su misión
específica (MR, n. 13); en último análisis, se d a a través del mismo
derecho universal y de las constituciones, o sea, a través del mismo
legislador, el romano pontífice '1, y por el hecho de que las consti-
tuciones han sido aprobadas por la autoridad eclesiástica compe.
tente (can. 617). Esto se confirma en el canon 618, según el cual los
superiores ejercen la potestad que han recibido de Dios mediante el
ministerio de la Iglesia.
Sobre esto se basa la autonomía de vida, especialmente 'de
gobierno (can. 586,s l), de que gozan todos los institutos. Además,
la amplitud de la autonomía de un instituto y, por tanto, de la
potestad ejercida en él depende del carisma particular y de su po-
sición en la Iglesia.
En los institutos religiosos laicales, de derecho diocesano o
pontificio, y en los clericales de derecho diocesano, así como en los
institutos seculares de todo tipo, la potestad de gobierno propia de
la Iglesia es recibida y ejercida de forma limitada, en cuanto que se
le aplican solamente los cánones 131, 133 y 137-144 sobre la potes-
tad de gobierno (can. 596, §§ 1.3); mientras que en los institutos
religiosos clericales de derecho pontificio se recibe y se ejerce de
forma más plena, de modo que se apliquen todos los cánones sobre
la potestad de gobierno, que se encuentran en el título VI11 del
libro 1, y los superiores sean contados, por consiguiente, entre los
"ordinarios", al estar dotados de potestad ordinaria al menos eje-
cutiva, tanto para el fuero externo como para el interno (§ 2).
Los institutos exentos, sustraídos a la potestad de gobierno de
30s ordinarios del lugar y sometidos directamente a la autoridad
del sumo.pontífice o a otra autoridad designada por él, tienen una
amplitud todavía mayor de ejercicio de la potestad eclesiástica de
gobierno en la Iglesia, según el derecho propio, en relación con su
naturaleza clerical o laical, hasta el punto de que puede establecerse
una cierta semejanza con las Iglesias particulares (LG 45b; CD 35,3
y 4; MR, 22; can. 591). La potestad ejercida en estos institutos es
una especie de participación en la potestad del romano pontífice.
Aunque el concilio y los documentos posconciliares han limitado

11 Cf PABLOV I , Al. a los superiores generales, 1 1 febrero 1958, en "AAS" 50 (1958) 154.

228
1a exención de 10s religiosos en lo que atañe a su actividad apostó-
lica (CD 35,3 y 4; MR, n. 44) 1 2 , ésta no puede reducirse sólo al
orden interno de 10s institutos, puesto que no está definida sólo por
las constituciones del instituto o por el derecho común, sino por los
documentos pontificios que en cada caso conceden la exención y
oportunamente la amplían o la restringen. La exención enton-
ces, precisamente por estar constituida por un acto personal prima-
,ial del romano pontífice, no se puede reducir simplemente a la
sta autonomía de que habla el canon 586 y que corresponde a
,dos los institutos indistintamente. Además, el mismo concilio no
a, limitado la exención sólo al orden puramente interno de los
institutos, ya que CD 35,3, recogido al pie de la letra por MR,
número 22b, dice que la exención atañe principalmente (potissi-
mum) al orden interno, y por tanto no exclusivamente a él. En
recordando a P C 2b, M R , número 22c.d.e, vincula estre-
ham mente la exención a la actividad apostólica de los institutos
exentos. Y no puede menos de ser así, dado que la naturaleza de un
instituto exento que ejerce obras apostólicas se realiza precisamente
en la actividad apostólica (PC 8a).
Los superiores mayores se pueden reunir en CONFERENCIAS o
CONSEJOS para que cada instituto, conservando la autonomía, la
índole y el espíritu propios, puedan alcanzar mejor sus fines, y para
que se establezcan relaciones de coordinación y de cooperación
con las conferencias episcopales y con cada obispo (can. 708).
Estas conferencias o consejos tienen que tener unos estatutos apro-
bados por la Santa Sede, que los erige además en personas jurídicas
y bajo cuya dirección siguen existiendo (can. 709). No tienen auto-
ridad sobre cada instituto en particular.

5.4. Administración de los bienes temporales

a) Criterios en el uso de los bienes temporales

187. Los bienes temporales de los institutos religiosos son


bienes eclesiásticos, y por tanto están regidos por las disposiciones
del libro V del Código, a no ser que se haya establecido expresa-
mente otra cosa (can. 635, tj 1; cf n. 640). Además, el mismo CÓ-

l 2 Cf PABLOVI, M . p. Ecclesiae sanctae, 6 agosto 1966, nn. 1 22-40, en "AAS" 58 (1966)


769-773; E V 21 804-832.
digo d a los criterios fundamentales que deben guiar a los institutos
en el uso de los bienes temporales:
- evitar toda apariencia de lujo, de ganancia excesiva y de
acumulación de bienes (can. 634,s 2);
- hacer que se vea favorecida, tutelada y manifestada la po-
breza que es propia de cada instituto, a través de las normas
contenidas en el derecho propio sobre el uso y la adminis-
tración de bienes (can. 635, tj 2);
- dar un testimonio colectivo de caridad y de pobreza evan-
gélica;
- en la medida de las propias posibilidades, destinar parte de
los propios bienes a las necesidades de la Iglesia y para
contribuir al socorro de los necesitados (can. 640).

b) Capacidad económica y sus límites


188. El Código, mientras afirma de manera general que los
I
institutos, las provincias y las casas, en cuanto personas jurídicas,
gozan, en virtud del propio derecho, de la capacidad de adquirir,
poseer, administrar y enajenar bienes temporales, al mismo tiempo
respeta el carisma de cada instituto, ya que admite que las consti-
tuciones pueden excluir esa capacidad o limitarla (can. 634, 5 1).
El reconocimiento de la capacidad económica de las personas
jurídicas religiosas en virtud del mismo derecho supone:
- que el ejercicio de la misma se subordine a la legislación de
la Iglesia (can. 635, ¿j1);
- que sea independiente frente a la autoridad civil, que debe
reconocerla también en su fuero (cáns. 1254, 5 1; 1255);
- que su capacidad económica sea independiente de la capa-
cidad o incapacidad económica de las personas físicas que
son miembros de las personas jurídicas, la cual está deter-
minada por los efectos que produce la profesión religiosa
(can. 668).

c) Propiedades del instituto


I
189. Pertenecen al instituto:
1) los frutos del trabajo y del ejercicio del ministerio sagrado
de los religiosos, sin ninguna excepción (can. 668,s 3);
2) todo lo que se da por motivo del instituto (ratio instituti) a
un miembro del mismo o por el hecho de ser religioso
(ofrendas voluntarias), según las determinaciones del dere-
cho propio o la voluntad de los donantes (can. 668,§ 3);
3) las pensiones, subsidios y seguros recibidos por cualquier
título por los miembros del instituto, a no ser que el derecho
propio disponga de otro modo (can. 668,§ 3);
4) el fruto de la actividad económica o comercial de los reli-
-/

giosos, que, sin embargo, sólo puede desarrollarse con li-


cencia de la legítima autoridad jerárquica (cáns. 667; 286);
5) las cuestiones hechas según norma del canon 1265, siguien-
do los mismos criterios que para el trabajo y las ofrendas
hechas por motivo del instituto;
6) las pías voluntades o fundaciones, que pueden aceptarse
segun la norma de los cánones 1299-13 10 (cf n. 658).

los d) Administración

.PO a) Ecónomos y administradores


\ -4.
1 sil-
190. Para la administración de los bienes, teniendo en cuenta
nas especialmente los cánones 1256, 1276, 1279 y 1280-1289 (cf nn. 649;
650; 652), el canon 636,g 1,establece que un miembro delinstituto,
según norma del derecho propio, sea constituido:
- ECÓNOMOGENERAL, necesariamente distinto del moderador
general, para administrar los bienes de todo el instituto;
- ECÓNOMOPROVINCIAL, también necesariamente distinto del
superior provincial, para la administración de los bienes de
la provincia;
- ECONOMO LOCAL, a ser posible distinto del superior local,
para la administración de los bienes de la casa.

Si la comunidad local es muy pequeña y no vale la pena cons-


tituir un ecónomo por la exigüidad del volumen administrativo,
puede desempeñar las funciones de ecónomo o el mismo superior
local o bien el ecónomo provincial o general; los dos últimos esta-
rán sometidos al superior local.
Pueden constituirse también OTROS ADMINISTRADORES, miem-
bros del instituto o no, para administrar, bajo la dependencia de un
ecónomo, bienes del instituto, pero inmediatamente atribuibles a L
una obra o a una empresa o a una fundación (empresa, biblioteca, de la
colegio, hospital, etc.). Para
tomi
Los ecónomos y los otros administradores mayores no admi- Sanl
nistran los bienes de las personas jurídicas inferiores que tienen
plena capacidad jurídica, ni los de cada miembro del instituto.
Puesto que su oficio consiste en garantizar la conservación y los
frutos de los bienes del instituto de su competencia bajo la dirección e)
del respectivo superior religioso, deben presentarle al mismo, según
norma del derecho propio, las cuentas de la administración que
han realizado (can. 636, 5 2). Los monasterios sui iuris, de los que de 1;
habla el canon 615, están obligados a presentar una vez al año las te, c
cuentas de su administración al ordinario del lugar; además, cada sufr
una de las casas de los institutos de derecho diocesano, pero no la Igle
provincia o el instituto en cuanto tal, en aplicación del canon 594, tutc
tienen que darle también a él cuentas de su gestión de los asuntos me1
económicos, mostrándole los libros administrativos (can. 637). hec
Par
deu
b) Administración ordinaria y extraordinaria SUP
rea
19 1 .Corresponde al derecho propio determinar, dentro del tier
respeto al derecho universal, bien cuáles son los actos de adminis- licc
tración extraordinaria y establecer lo que se necesita para realizar- los
los válidamente, bien las modalidades de la administración ordina- COI
ria (can. 638, 5 1; cf n. 648). PO!

De manera general el Código establece que los gastos y los de


actos de ADMIN~STRACIONORDINARIA son puestos válidamente, no na
CO'
sólo por los superiores, sino también por los oficiales designados
por el propio derecho, dentro de los límites de su competencia las
de
(5 2). Además, por lo que atañe a los actos de ADMINISTRACION za
EXTRAORDINARIA, las ENAJENACIONES y los OTROS NEGOCIOS de
los que podría sufrir algún detrimento la situación patrimonial de
la persona jurídica son inválidos si no hay licencia escrita del supe-
rior competente, dada con el consentimiento de su consejo; y si el -
negocio supera la cantidad fijada por la Santa Sede para cada do
región, o bien se trata de donaciones votivas hechas a la Iglesia o de
de cosas preciosas por su valor artístico o histórico, es necesaria nc
m.
también la licencia de la Santa Sede (5 3). En estos dos Últimos in'
casos, para los monasterios sui iuris de que habla el canon 615 y 19
para los institutos de derecho diocesano, es también necesario el lír
1!
consentimiento escrito del ordinario del lugar (5 4).
La Santa Sede no ha establecido todavía la cantidad por encima
a de la cual es necesaria la licencia escrita del superior competente.
, a,
para la definición de la misma por parte de los institutos puede
4omarse como criterio supletorio la cantidad establecida por la
;anta Sede para las diócesis (cf. n. 65 1) *.
'Pgn
lita.
4 3s
Jn e) ~esponsabilidadpor deudas y cargas
<fin
cr ue 192. El Código establece el principio general de justicia que
!:le ,e las deudas y de las cargas responde, judicial o extrajudicialmen-
' ;u canónica o civilmente, el que las ha contraído, de forma que no
?da fran detrimento los bienes del instituto, que son bienes de la
'\ la $sia y deben ser utilizados para alcanzar los objetivos del insti-
;.4, uto. Por eso toda persona jurídica tiene que responder personal-
itss ,,lente de las deudas y de las cargas contraídas, aun cuando se haya
hecho con licencia de los superiores (can. 639, 5 1). De forma
parecida, en lo que se refiere a cada religioso: si han contraído
deudas y cargas sobre los bienes propios, aun con licencia de los
superiores, deben responder personalmente de ello; pero si han
realizado algún negocio del instituto por mandato de los superiores,
del tiene que responder de ello el instituto (6 2); pero si faltaba la
-t is- licencia del superior, al usar tanto de los bienes propios como de
ar- los del instituto, tienen que responder los individuos que las han
n a- contraído y no la persona jurídica (5 3). Sin embargo, siempre es
posible una acción contra aquel cuyo patrimonio se ha beneficiado
los de algún modo del negocio realizado (5 4). Finalmente, se les orde-
O na a los superiores que no autoricen a contraer deudas si no consta
1 os con certeza que el interés de la deuda podrá quedar cubierto con
cia las rentas ordinarias, y que todo el capital podrá ser restituido
3,v dentro de un tiempo no demasiado largo con una legítima amorti-
cf e zación (5 5).
Ce Si una persona jurídica según las constituciones es incapaz eco-
ir-
el
da * Según la CEE, actos de administración extraordinaria son los expresamente declara-
dos como tales según el derecho cuando suponen modificación sustancial o riesgo notable
O del patrimonio, las inversiones de dinero y cambios de las mismas si suponen alteración
-ia notable en la naturaleza de los bienes o grave riesgo cuando su valor exceda el limite
:S mínimo fijado por la CEE. En cambio, se presumen de administración ordinaria los actos
incluidos expresamente en el presupuesto anual, una vez aprobado en debida forma (2.0 DG
Y 1985, art. 16). A su vez, la cantidad límite, a tenor del canon 1292, es fijada para España:
e1 límite mínimo, cinco millones de pesetas, y límite máximo, 50 millones de pesetas (l.er DG
1984, art. 14.2) (cf n. 65 1, nota 13).
nómicamente, responderá de las deudas y de las cargas contraída
por ella la persona jurídica superior.

f) Destino de los bienes de una persona jurídica suprimida

193. La Santa Sede dispone de los bienes de un instituto su-


I set

primido (can. 584), dado que el romano pontífice es el supre-


mo administrador y ecónomo de todos los bienes eclesiásticos
(can. 1273). tan
Los bienes de una provincia van para el que sea designado por qui
la autoridad competente para la supresión, según el derecho propio no\
(cf can. 585). dul
Par
En el caso de supresión de una casa, a no ser que sea la Única te t
casa del instituto, para la que dispone la Santa Sede (cf can. 584), tut
la disposición de sus bienes se atendrá al derecho propio, dentro rez
del respeto a la voluntad de los fundadores o de los donantes y de sió
los derechos legítimamente adquiridos (can. 616, $5 1.2). su1
Cuando se lleva a cabo la supresión de un monasterio sui iuris cie
de monjas, de las que es competente sólo la Santa Sede, la dispo- lla
sición de los bienes debe hacerse según las constituciones (5 4). est
mc
Si es suprimida por el capítulo general, a no ser que las consti- de.
tuciones determinen otra cosa, una casa sui iuris, de la que habla brl
el canon 613, sus bienes se destinan a tenor del canon 616,g 3. se1

5.5. Formación e incorporación

a) Noviciado

a) Requisitos para la admisión en el noviciado

194. Son los siguientes:


- religión católica,
- recta intención,
- cualidades requeridas por el derecho universal y el propio,
- ausencia de impedimentos (can. 597,5 l),
- preparación adecuada ($ 2),
- índole apta,
- cualidades suficientes de madurez para iniciar la vida propia
del instituto,
- salud (can. 642).
LOS requisitos de salud, índole y madurez pueden comprobar-
se también, si es necesario, por medio de peritos, salvo el dere-
SU- cho inviolable de la persona a la tutela de la propia intimidad
- re- (cans. 642; 220).
;..os 195. El nuevo Código no dice nada del PRENOVICIADO; por
lnto, no lo impone y deja libre al instituto para disponer lo que
uiera. De todas formas, entre los requisitos para la admisión en el
noviciado se prevén una índole apta, cualidades suficientes de ma-
durez, así como una preparación humana y religiosa adecuada
para iniciar la vida propiaVdelinstituto (cans. 642; 597,5 2). Duran-
te el periodo de prenoviciado, según las normas propias del insti-
tuto, es cuando hay que ayudar al candidato a alcanzar una madu-
rez humana y religiosa de tal categoría que pueda tomar una deci-
sión que en la intención debe ser ya definitiva 13. Por parte del
superior mayor que admite en el noviciado tiene que haber ya
cierto grado de certeza moral de que la persona es idónea y ha sido
llamada por Dios al instituto (can. 641). Mientras no se obtenga
esta certeza moral, tanto en el que admite como en el candidato, es
mejor que no se comience el noviciado. Por eso, incluso en el
derecho propio no debería fijarse un tiempo de duración demasiado
breve o demasiado largo en el prenoviciado; la regla básica debería
ser la de hacer posible la formación de esa certeza moral dentro de
un tiempo justo.

b) Condiciones para la admisión en el noviciado


196. Los IMPEDIMENTOS que se oponen a la VALIDEZ de la
admisión en el noviciado son los siguientes:
- falta de edad mínima: diecisiete años;
- vínculo matrimonial (en caso de divorcio civil debería haber
un indulto de la Santa Sede);
- vínculo con otro instituto de vida consagrada o con una
sociedad de vida apostólica, salvo lo prescrito en el canon
684 para el paso de un instituto a otro;
l 3 Cf CONGR. RELIG.E INST. SEC.,Instr. Renovationis causam, 6 enero 1969, n. 4, en
"AAS" 61 (1969) 107-108; E V 31703-705; CONGR. INST. VIDA CONS. - SOC.VIDA AP., Direct.
Potissimum institutioni, 2 febrero 1990, nn. 42-44, en "AAS" 82 (1990) 470-532.
- ingreso en el noviciado bajo violencia, miedo grave o dolo,
o admisión por parte del superior en las mismas Condi.
ciones;
- ocultación de admisión en un instituto de vida Consagrada
o en una sociedad de vida apostólica (can. 643, 5 1).

El derecho propio de cada instituto puede establecer otros


impedimentos para la validez o imponer condiciones particulares
(can. 643, 5 2).
Un clérigo no debe ser admitido sin consultar al obispo del
lugar (can. 644); no se trata de pedir su consentimiento al ordinario,
ya que el clérigo tiene derecho a seguir su vocación (can. 219).
Tampoco deben ser admitidas personas gravadas de deudas e
incapaces de pagarlas (can. 644).

c) Documentos e informes

197. Los documentos que hay que presentar antes de la admi-


sión son los de bautismo, confirmación, estado libre y otros, según
el derecho propio, sobre la idoneidad y la inmunidad de impedi-
mentos (can. 645, $6 1.3).
Los clérigos o las personas que fueron admitidas en un instituto
de vida consagrada o en una sociedad de vida apostólica o en un
seminario deben presentar un informe, respectivamente, del ordi-
nario del lugar, del superior mayoF o del rector (can. 645, 5 2).
Si se cree necesario, los superiores pueden pedir otros informes,
incluso bajo secreto (can. 645, tj 4). t
E
1
d) Finalidad y lugar del noviciado. El maestro de novicios
y sus colaboradores

198. Según el canon 646, el tiempo del noviciado, con el que


comienza la vida en el instituto, está orientado:
- a la toma de conciencia de la propia vocación divina por
parte del novicio;
- al conocimiento de la vocación propia del instituto por parte
del novicio;
- a la experiencia del estilo de vida del instituto;
a la conformación de la mente y del corazón con el espíritu
del instituto;
- a la verificación de las intenciones y de la idoneidad.

Ciertamente, es sólo el novicio el que debe reconocer, en el


impacto concreto con la vida del instituto, si Dios lo llama a vivir
en 61; por eso debe colaborar con sentido de responsabilidad con el
maestro, en una sincera apertura de ánimo, para poder responder
a la gracia de la vocación y discernir la voluntad de Dios (can. 652,
9 3) 14. ES luego el parecer del instituto, que se expresa en el del
del noviciado y del superior competente, el que comprueba
su vocación (can. 652,s.l).
199. La CASA DE NOVICIADO es la erigida con este fin mediante
decreto escrito por el supremo moderador del instituto con el con-
sentimiento de su consejo; se necesita igualmente un decreto del
supremo moderador para su traslado y supresión (can. 647, 1).
La calificación jurídica de NOVICIADO no se refiere, sin embargo, a
la casa erigida para ello, sino a la comunidad religiosa, es decir, al
conjunto de novicios y de personas encargadas de su formación.
Normalmente el noviciado tiene que hacerse en la casa designada
regularmente para ello, pero en casos excepcionales el moderador
supremo, con el consentimiento de su consejo, puede conceder que
un- candidato haga el noviciado en otra casa del instituto bajo- la
guía de un religioso, que hará las veces del maestro (can. 647, tj 2);
el superior mayor puede también permitir que durante cierto tiem-
po el grupo de novicios resida en o t r a casa-del instituto designada
por él (can. 647,s 3).
200. Para que el noviciado sea válido tienen que transcurrir
DOCE MESES en la comunidad de noviciado, excepto en los casos
excepcionales previstos en el canon 647, 5 3. No es necesario que
los doce meses sean continuos, ya que para perfeccionar la forma-
ción más allá de los doce meses canónicos las constituciones del
instituto pueden disponer algunos períodos de EXPERIENCIAS APOS-
TÓLICAS hechas fuera de la comunidad de noviciado. Es evidente
l
1 que esto vale sólo para los institutos entregados a obras apostóli-
cas. De todas formas, el noviciado no debe durar más de dos años
(can. 648).
1 Fuera de los casos de residencia en otra casa del instituto con
1

todo el grupo de novicios o de experiencias apostólicas previstas

l4 Ib, n. 53.

237
por las constituciones, la AUSENCIA durante más de tres mes
continuos o no, de la comunidad de noviciado lo hace inváli
(can. 649, tj 1).El superior mayor puede adelantar, pero no más
quince días, la primera profesión (5 2).
201. Toda la comunidad de noviciado tiene que sentirse en-
cargada de una función formativa, con su ejemplo de vida consa-
grada a Dios y a los hombres (can. 652, § 4), pero al mismo tiempo
cada uno de los miembros de la comunidad debe respetar la función
que desempeña el MAESTRO DE NOVICIOS y nadie Puede sustituir-
lo. Es una función personal que no puede desarrollar un grupo
(can. 650). El maestro puede tener COLABORADORES, pero la res-
ponsabilidad del noviciado y de la relación directa y personal con
los novicios tiene que ser sólo suya (can. 651, 2) 15. Salvo el
derecho propio de algunos institutos, el maestro de novicios y su
ayudante pueden oír las confesiones de los novicios sólo si, en
casos particulares, se lo piden espontáneamente (can. 985).
202. Durante los doce meses canónicos los novicios no deben
aplicarse al estudio o a tareas que no sirvan a la FORMACIÓN
propia del noviciado (can. 652, tj 5), que debe consistir: en el des-
arrollo de las virtudes humanas y cristianas; en la introducción en
la oración y la abnegación, la contemplación del misterio de la
salvación y de la lectura de la Sagrada Escritura; en la preparación
al culto divino en la liturgia; en la experiencia de la práctica de los
consejos evangélicos; en el estudio de la índole y del espíritu, del fin
y de la disciplina, de la historia y de la vida del instituto; en el
cultivo del amor a la Iglesia y a sus pastores (can. 652, 2). En los
institutos que tienen dos años de noviciado, los novicios pueden
ejercer un trabajo profesional a tiempo completo, pero sólo si
dicho trabajo corresponde efectivamente a la finalidad apostólica
del instituto, si lo hace en el segundo año de noviciado, si contri-
buye a completar la formación y si constituye una verdadera acti-
vidad apostólica ' 6 .
203. El novicio puede dejar libremente el noviciado, así como
puede ser despedido por la autoridad competente; transcurrido el
tiempo canónico, el novicio es admitido a la profesión temporal o
es despedido; si hay alguna duda, puede retrasarse la profesión,
según la norma del derecho propio, pero no más de seis meses
(can. 653).

'5 Ib, n. 52.


'6 Cf ib, n. 48.
período de incorporación temporal

204. Este segundo periodo de formación comienza con la


SIÓN TEMPORAL, es decir, con la asunción de VOTOS P ~ B L I -
M ~ L E STEMPORALES de los tres consejos (cf nn. 501-503).
e un cambio de estado o condición jurídica en la Iglesia,
que se entra en la condición de religioso por el hecho de la
ración de uno mismo a Dios por medio del ministerio de la
y la incorporación al instituto con los derechos y deberes
definidos en el Código (can. 654) 17.
Con la entrada en el noviciado se realiza ya desde el punto de
vista teologal la consagración, en cuanto que comienza la vida en
el instituto (can. 646) con la práctica efectiva de los consejos evan-
gélico~,mientras que desde el punto de vista canónico la vida
religiosa comienza propiamente con la profesión por medio de los
votos públicos, que se hacen a Dios, pero que son aprobados por
la Iglesia, y por tanto con la incorporación -aunque todavía no
plena ni definitiva- al instituto. Estos votos, con los que los oon-
Sejos evangélicos se asumen como norma de vida y queda reforzada
con ellos la voluntad de su observancia, a pesar de ser temporales,
tienen que hacerse con INTENCIÓN DE PERPETUIDAD, pues de lo
contrario son inválidos; si el don está en el amor, el amor no tiene
limitaciones de tiempo. Con la profesión, en su aspecto de agrega-
ción al instituto, el profeso se obliga a seguir a Cristo en el modo
propio de su instituto, en la observancia de sus constituciones,
mientras que el instituto se obliga también a la observancia de las
constituciones respecto al que profesa para ofrecerle todos los me-
dios de realización de su vocación (cf can. 619).
2S Si durante el tiempo de formación le parece al sujeto que
-1 - no está hecho para el instituto, puede legítimamente abando-
- narlo (can. 688), o bien no ser admitido a la profesión siguiente,
como también puede ser despedido (cáns. 689; 694-704; cf nn. 225;
230-234).
.a 1 Para que !a PROFESION sea VÁLIDA se requiere también:
-

1 - haber cumplido dieciocho años;


- la validez del noviciado;
- la admisión del superior competente con voto (consultivo
o deliberativo) del consejo, según las normas del derecho
propio;

l l7 Cf ib, n. 56.
- que sea expresa y libre;
- que sea recibida por el superior legítimo o por su delegado
(can. 656).
205. La formación en este período no debe ser inferior a tres
años ni superior a seis (can. 655), y debe tener la finalidad de
introducir más profundamente en la vida del instituto para vivir.
la más plenamente y para cumplir la misión propia del mismo
(can. 659, fj 1).
Por eso la formación tiene que plantearse según la naturaleza,
la índole y el fin apostólico del instituto (can. 659, fj 2).
i
Así pues, debe ser sistemática, acomodada a la capacidad de los
miembros, espiritual y apostólica al mismo tiempo, doctrinal y al
mismo tiempo práctica; donde sea necesario tiene que dirigirse a la i
consecución de títulos civiles o eclesiásticos (can. 660, 5 1). Por (

consiguiente, tampoco en este periodo hay que asignar oficios u 1


obras que impidan su formación (5 2). E
C
El derecho propio debe establecer el reglamento, la duración
I
específica y las modalidades de dicha formación (can. 659, fj 2). t
Así, donde sea posible, sería conveniente que al menos durante un
buen período de tiempo todos los religiosos en formación estuvie-
ran en una sola casa bajo la guía de un responsable que no sea el C
maestro de novicios y el acompañamiento de un director o conse-
jero espiritual (can. 630, $5 1.2) 18; en una casa que permita el estu-
dio, pero también al mismo tiempo una inserción apostólica com-
patible. La formación de los miembros que se preparan para las
sagradas órdenes está regulada, además de por el derecho universal,
por el plan de estudios propio del instituto (can. 659,s 3).

c) Incorporación perpetua

206. Una vez superado el tiempo de esta segunda etapa, o se


hace la PROFESIÓN PERPETUA, es decir; se asumen los consejos
evangélicos con VOTOS PERPETUOS PUBLICOS, que, según norma
del derecho propio, pueden ser SIMPLES o SOLEMNES (cf n. 503), o
bien se despide al candidato (can. 657, tj 1).El superior competente
puede conceder una prórroga según el derecho propio, pero no de
tal maner'a que la totalidad del tiempo de la incorporación temporal

18 Cf ib, n. 63.
t
a ere los nueve asos ($ 2). La profesión perpetua puede anticipar-
d
P
se no más de tres meses ($ 3).
para la VALIDEZ de la profesión perpetua, además de las condi-
i .,iones para la temporal (can. 656), se requiere:
- haber cumplido veintiún años;
- la ~rofesióntemporal de al menos tres años, salvo el caso de
anticipación de no más de tres meses (cáns. 657, Ej 3; 658).

La ~rofesiónperpetua supone la consagración plena y definitiva


, Dios y a los hombres, y por consiguiente la incorporación plena
instituto.
El Código no dispone nada en este sentido, pero en muchos
institutos se usa que, antes de la profesión perpetua, haya un perío-
do de tiempo, una especie de SEGUNDO NOVICIADO, de preparación
m& intensa e inmediata a la profesión 19. Se le considera como un
de tiempo, que puede variar de seis meses a un año, de un
cierto distanciamiento de los estudios y del apostolado, dirigido
por tanto prevalentemente a la reflexión y a la verificación espiri-
tual de uno mismo antes del compromiso definitivo en el instituto.

d) Formación permanente

207. El capítulo del Código sobre la formación termina


con un canon relativo a lo que se llama FORMACION PERMANENTE
(can. 661). Dadas las necesidades siempre nuevas de adaptación
del apostolado a la realidad en continua evolución y la consiguiente
necesidad de los miembros de un instituto de renovarse en el espí-
ritu y en su preparación práctica, se prevé que los superiores con-
cedan ayudas y tiempo para una puesta al día doctrinal y práctica
y para una renovación espiritual. Cada instituto deberá establecer
los modos oportunos. Sería conveniente prever, después de un
cierto número de años, un llamado año sabiitico, en el que no se
apliquen a ninguna tarea que pueda impedir ese aggiornamento y
renovación 20.

I9 Cf CONGR. RELIG.E INST. SEC.,Renovationis causam, 6 enero 1949, n. 35/11, en


"AAS"61 (1969) 1 19; E V 31742; CONGR. INST. VIDACONS.-SOC.VIDA AP., Direct. Potksimum
institutioni, n. 64.
*O -lb, nn. 66-91.
5.6. Obligaciones y derechos de los institutos
y de sus miembros

a) Suprema regla de vida

208. La suprema regla de vida de los religiosos debe ser el


seguimiento de Cristo que propone el evangelio y que se expresa en
las constituciones del instituto (can. 662). Este canon es importante
porque el seguimiento de Jesús en la práctica efectiva de los conse-
jos evangélicos debe cumplirse de una forma concreta bien deter-
minada, que es la establecida en las constituciones de un instituto:
la vida religiosa en abstracto no existe, sino siempre en concreto,
en un carisma particular, que ha de ser protegido como un don del
Espíritu a la Iglesia. Esta protección se obtiene, como hemos visto,
por medio de las constituciones del instituto que son aprobadas
por la autoridad eclesiástica y en las cuales se debe determinar el
objeto propio de los vínculos sagrados con que son asumidos los
consejos evangélicos en el instituto (cf n. 170). "Los religiosos nom-
brados prelados auditores de la Rota romana, salvo lo que se refie-
re al ejercicio de su oficio, no están exentos del tenor religioso
ordinario y de las obligaciones que dimanan de la profesión reli-
giosa" 21.

b) Vida espiritual y sacramental

209. La vida espiritual y sacramental debe sostener y expresar


al mismo tiempo la vida de consagración a Dios en la forma de la
vida religiosa. Los elementos de la misma, según los cánones 663 y
664, son los siguientes:
- contemplación de las cosas de Dios y unión con Dios en la
oración asidua;
- lectura de la Sagrada Escritura;
- oración mental;
- participación diaria en la eucaristía, comunión, adoración
del santísimo;
- liturgia de las horas según el derecho propio (cf can. 1174,
0 1);
21 Cf PONT.COM.INT.AUT. CIC, Respuesta del 12 diciembre 1988, "AAS" 80 (1988)
1819; E V 111696.
e,:

culto a la Virgen (rosario);


retiro anual;
onciencia diario;
del sacramento de la penitencia.

" 21

P '.e
"C-
.-!r-
210. Es propio de los institutos religiosos el hecho de que la
,ida fraternal sea vivida en COMUNIDAD (can. 670, ¿j 2); por consi-
piente, los religiosos tienen que vivir en la propia casa religiosa,
en donde tienen que observar la vida común y de donde pueden
ausentarse sólo con licencia del superior (can. 665, ¿j1). Esto se
relaciona con el hecho de que la comunidad religiosa tiene que
vivir en una casa legítimamente constituida bajo la autoridad de un
superior (can. 608).

b) Ausencia
21 1 . Se d a ausencia cuando el religioso vive de día y de noche
fuera de su casa religiosa, no observando entonces la vida común.
Esta ausencia sólo es LEGÍTIMA si hay licencia del superior, que
puede ser también local. Ésta será oral o escrita, explícita o implí-
cita (por ejemplo, si el religioso esta comprometido en una activi-
dad apostólica que supone vivir algún tiempo fuera de la casa
religiosa), según el derecho propio o las costumbres del instituto o
incluso sólo de la casa. Para una ausencia PROLONGADA por justa
causa, es necesaria la licencia del superior mayor, con el consenti-
miento de su consejo. Esta licencia no puede ser por un tiempo
superior a un año, a n o ser que se dé por motivos de salud, de
estudio o de apostolado, que se ha de desarrollar en nombre del
instituto (can. 665, tj 1);en estos casos la licencia puede ser para un
tiempo indeterminado, es decir, para todo el tiempo necesario.
Pero hay que advertir que el apostolado debe desarrollarse en
nombre del instituto, es decir, deben ser los superiores los que se lo
confiaron o quienes lo reconocieron.
En el caso de una ausencia prolongada debe sopesarse seria-
mente la gravedad de las causas, ya que el deber de la vida común
es un deber primario del religioso y es tarea de los superiores
hacerlo respetar: es constitutivo de la misma vida religiosa
607, fj 2; 665, 5 1).
El ausente conserva plenamente todos sus derechos y deberes,
pero no está evidentemente obligado a aquellos deberes que son
propios de la vida común.
El sujeto no tiene ningún derecho al permiso de ausencia, y éste
puede ser revocado a juicio del superior competente. En caso de
revocación el religioso debe volver a su casa religiosa; de lo con-
trario, la ausencia es I L E G ~ T I M Ay se formaliza un acto de desobe-
diencia.
De esta manera, si el religioso renuncia a la licencia, el superior
debe recogerlo en casa.
Cuando el religioso se aleja ilegítimamente, con la intención de
sustraerse de la potestad de los superiores, es deber del superior
buscar solícitamente al religioso y ayudarle a volver y a perseverar
en su vocación (can. 665,g 2).
La ilegitimidad de la ausencia debe ir unida a la intención de
sustraerse de la potestad de los superiores. En efecto, pueden darse
ausencias ilegítimas, como en el caso de licencia dada inválidamente
(por ejemplo, por falta de consentimiento del consejo, o porque se
d a para más de un año, o porque no había causa grave), pero sin
darse el ánimo de sustraerse de la autoridad de los superiores por
parte del religioso. Al contrario, en el caso de negarse a volver a la
propia casa al terminar el plazo o al revocarse la licencia, o también
en el caso de que no haya habido licencia, se configura inmediata-
mente la ausencia ilegítima unida al ánimo de sustraerse de la
autoridad de los superiores, dado que la ausencia se d a o se prolon-
ga precisamente por un acto de desobediencia grave. Por eso, si el
religioso no quiere volver, se podrá proceder incluso a despedirlo,
según norma del canon 696, o bien a la exclaustración impuesta
que prevé el canon 686, 3. Es natural que antes de llegar a esto,
como prevé el canon, el superior tiene que buscar de todas las
formas posibles recuperar a la persona para que vuelva a la fideli-
dad. Esto puede hacerlo por medio de moniciones o también a
través de la aplicación de una pena justa,.sobre la base del ca-
non 137 l , 2.0, como, por ejemplo, la privación de los oficios que el
religioso tiene en el instituto o bien la suspensión del ejercicio de
sus derechos.
L/ . Clausura
212. La clausura tiene que adaptarse a la índole y a la misión
del instituto, y por tanto tiene que estar determinada por el derecho
lpio del mismo, pero de tal manera que en todo instituto una
Prc-te de las casas esté reservada sólo a los miembros de la comu-
nllf

ad religiosa (can. 667,§ 1). En los monasterios de vida contem-


tiva debe observarse una disciplina más estricta (5 2). Sólo en
monasterios femeninos de vida íntegramente contemplativa
;be observarse la clausura papa1 según las normas particulares
,das por la Santa Sede; en los demás monasterios de monjas debe
,nservarse la clausura acomodada a la índole propia y definida
las constituciones ( 5 3). Por consiguiente, la regla general es
que, donde no haya normas particulares de la Santa Sede22, todos
10s institutos deben dar disposiciones sobre la clausura y que no
p e d e n abolirla. El obispo diocesano puede entrar en la clausura
de los monasterios de monjas situados en su diócesis, especialmente
en la de aquellos de que habla el canon 615, que están bajo su
vigilancia especial. Lo puede hacer por causa justa, por ejemplo,
i de con ocasión de la visita canónica (can. 628, 5 2, 1.Q) o por otras
3 rse
razones válidas. Puede permitir también, pero con el consentimien-
:n te to de la superiora, que por causa grave sean admitidos otros en la
2 se
clausura, como el confesor, el capellán, el médico, los obreros, etc.
Sin
Es el mismo obispo el que da también permiso a las monjas para
Q r que salgan del monasterio durante el tiempo estrictamente necesa-
i la
rio, como en el caso de visitas médicas, atenciones hospitalarias,
iéin períodos de descanso, etc. (can. 667, 5 4).
,-1-
1,
' 1-
d) Exclaustración
0,
,ta 1) Exclaustración solicitada
1

;3 213. Es ante todo la que concede, por petición del interesado,


l i- la autoridad competente, el supremo moderador, con el consenti-
a miento de su consejo, que puede conceder el indulto para una
j - duración no superior a tres años y bajo la condición de que, si se
6'1
trata de clérigo, es necesario el consentimiento del ordinario del
lugar adonde irá a vivir (can. 686, 5 1). La exclaustración de las

22 Cf CONGR. VIDA AP., I n s t r . Venite seorsum, 15 agosto 1969, en


INST. VIDACONS.-SOC.
"AAS" 61 (1969) 674; E V 31 1448-1495.
monjas, por el contrario, corresponde sólo a la Santa Sede (5 2), en 1
consideración de la peculiaridad de su vocación. Con la e x ~ l a u s t r ~ . 1
ción se desea ayudar a un religioso a superar la dificultad que lo
indujo a pedir el indulto. En efecto, debe haber una grave causa
t '
para pedir la exclaustración y para que se conceda (can. 6 8 6 , s 1). A

causas graves podrán ser las que establece el derecho propio; de


todas formas, en cada caso, la valoración se deja en manos del
moderador supremo y de su consejo. Generalmente, pero no nece- 1
sariamente, la causa radica en una dificultad vocacional de la per-
sona. Sin causa grave el indulto sería nulo (cf can. 63, 5 3).
Dado que la situación de exclaustración es una situación anó-
mala para la vida religiosa, la concesión para más de tres años o la
prórroga de una concesión ya dada por el moderador supremo
están reservadas a la Santa Sede si se trata de instituto de derecho
pontificio, o al obispo diocesano si es de derecho diocesano (can. 686,
1). También hay que tener presente que a menudo las prórrogas
o las concesiones para un tiempo indeterminado se acercan mucho
a las salidas definitivas, las cuales, en el caso de profesos de votos
perpetuos, según el canon 691,s 2, son de competencia de la Santa
Sede o del obispo diocesano. Cuando se prevé que la situación no
va a cambiar por mucho tiempo, es mejor dar en seguida la ex-
claustración para tres años. El exclaustrado no está obligado a
permanecer como tal durante todo el tiempo que se le ha concedido,
sino que puede volver a la comunidad cuando quiera.
Puede pedir la exclaustración sólo el profeso de votos perpe-
tuos. Según el canon 686, 5 1, entonces se sobrentiende que el de
votos temporales sólo puede gozar de la licencia de ausencia infe-
rior a un año, según norma del canon 665, 1. Si la situación por
la que se ha pedido la licencia no se resuelve al terminar el plazo de
la misma, el profeso de votos temporales puede pedir el indulto de
dejar el itistituto a tenor del canon 688, 5 2; en efecto, no tiene
ningún sentido renovar la licencia.
Al tratarse de un INDULTO, es decir, de un privilegio temporal,
para ser ejecutivo tiene que ser aceptado por el que lo solicitó, que
puede también renunciar a él en cualquier momento y volver a la
vida comunitaria con todos los derechos y deberes. El' instituto
debe aceptar al renunciante.
La exclaustración ad nutum Sanctae Sedis se concede excep-
cionalmente por la Santa Sede a los religiosos que quieren vivir
como eremitas o bien son fundadores de otro instituto. En este
imo caso, aunque forman parte de otra fundación, incluso secu-
el sigue siendo miernbro de su instituto.

xclaustraciÓn impuesta

14. Se trata de una disposición no prevista en el CIC 1917,


.o que estaba ya en la praxis jurisprudencia1 de los últimos años.
"+Parahacer frente a ciertos comportamientos nocivos para la
*unidad, pero sin que se den los extremos para la dimisión
,,lún la norma de los cánones 695 y 696, el moderador supremo,
con el consentimiento de su consejo, puede pedir la imposición de
la ex~laustraciÓna la Santa Sede si se trata de instituto de derecho
O al obispo diocesano si se trata de instituto de dere-
cho diocesano (can. 686, g 3). Las causas tienen que ser graves; por
.tanto, cualificadas de tal manera que no quepa otra solución para
el bien sobre todo del instituto, después de haber buscado otros
medios con equidad y caridad. Sin embargo, este tipo de exclaus-
tración es también una solución para el bien del interesado, puesto
que, en vez de llegar inmediatamente a la dimisión, se puede inten-
tar una recuperación de la persona para la vida religiosa. En efecto,
el moderador supremo, antes de llegar a pedir a la Santa Sede o al
obispo la exclaustración impuesta, aunque no lo diga el canon,
debe haber intentado evitar esa disposición con todos los medios
dictados por la equidad y por la caridad, como la corrección, la
monición, la advertencia de la posibilidad de la exclaustración
impuesta, etc.
t
El decreto se reserva a la autoridad jerárquica externa al insti-
tuto, ya que se trata de una disposición de carácter coactivo, en la
que el instituto mismo es también parte en causa, que se acerca a
la expulsión. Al tratarse de un DECRETO IMPUESTO, no se requiere
la aceptación del mismo por parte del exclaustrado para que sea
ejecutivo. Contra él cabe recurso o a la Congregación para los
institutos de vida consagrada o para las sociedades de vida apostó-
lica si se trata de decreto del obispo diocesano, o a la signatura
apostólica si se trata de decreto de la Santa Sede.

1 3) Efectos de la exclaustración

215. El exclaustrado pierde algunos de sus derechos, como los


de voz activa y pasiva, y al mismo tiempo queda exonerado de las
247
obligaciones que son inconciliables con su condición, principal.
mente de las comunitarias y de desarrollar actividades para el iris-
tituto; sin embargo, permanece bajo la dependencia y el cuidado de
los superiores del instituto y también del ordinario del lugar, espe.
cialmente si se trata de un clérigo (can. 687); el exclaustrado puede
seguir llevando el hábito del instituto, a no ser que se lo prohiba el
propio indulto. La dependencia del ordinario no es por el voto de
obediencia, sino por el hecho mismo de que el religioso no vive ya
en una casa de su instituto, y si es un clérigo desempeña su minis-
terio en la diócesis. El Código no lo dice, pero, especialmente si se
trata de un clérigo, seria mejor que hubiera un acuerdo con el
ordinario del lugar adonde vaya a vivir el exclaustrado antes de
que se conceda o se imponga la exclaustración.

d) Disposición de los bienes personales .!


216. Antes de la primera profesión los religiosos tienen que
ceder la administración de sus bienes a la persona escogida por
ellos, y -a no ser que las constituciones dispongan otra cosa-
pueden disponer libremente de su uso y usufructo; al menos antes
de la profesión perpetua deberán hacer testamento que tenga tam-
bién validez civil (can. 668, Ij 1). Estas disposiciones pueden ser
modificadas por causa justa, pero, como para poner cualquier acto
que se refiera a los bienes temporales, se necesita la licencia del
I
superior competente a tenor del derecho propio (5 2). Todo lo que
gana el religioso debe ir al instituto, incluso lo que se refiere a las
pensiones, las subvenciones y los seguros, a no ser que el derecho
propio del instituto establezca otra cosa (5 3; cf n. 189).
El que por la naturaleza misma del instituto tiene que renunciar
a sus bienes, es decir, en donde se hacen votos solemnes (cf n. 503),
deberá hacerlo de una forma válida también civilmente antes de la
profesión perpetua, con validez desde el día de la emisión de la
profesión. Lo mismo debe hacer el profeso de votos perpetuos que,
según la norma del derecho propio, quiera renunciar en todo o en
parte a sus bienes, con licencia del supremo moderador (5 4). El
profeso de votos solemnes que haya renunciado pierde la capacidad
de adquirir o poseer, y todos los actos puestos contra el voto de
pobreza son inválidos; además, los bienes que reciba después de la
renuncia van al instituto, según norma del derecho propio (5 5).
+al- 4 e) Otras obligaciones
217. Se dispone el uso del HÁBITO RELIGIOSO según norma del
derecho propio como signo externo de consagración y testimonio
de pobreza (can. 669, 8 1). Los clérigos de los institutos que no
tienen un hábito propio tienen que adoptar el hábito clerical, a
tenor del canon 284.
Se remite a los cánones relativos a los clérigos en lo que se
refiere al trato con personas susceptibles de poder engendrar escán-
dalo, el acceso a oficios públicos, la intromisión en negocios secu-
lares, el ejercicio del comercio, la pertenencia a partidos políticos y
a sindicatos, etc. (can. 672).
El canon 666 exige discreción en el uso de los medios de comu-
nicación social en relación con la naturaleza de la consagración y
con la debida prudencia sobre la protección de la castidad.

5.7. Apos?olado de los institutos


218. El Código nos indica la naturaleza del APOSTOLADO:
consiste en el testimonio mismo de la vida consagrada; más aún: en
la misma consagración, que se alimenta de la oración y de la peni-
tencia (can. 673). Este principio vale para todo instituto religioso,
tanto contemplativo como entregado a obras apostólicas.
Efectivamente, hemos de ser conscientes de que en la actividad
apostólica, sea cual sea, Cristo continúa obrando a través del reli-
gioso, ante todo a través de su misma vida de oblación, de la
misma manera que Cristo sigue orando hoy en la oración del reli-
gioso. La unidad de la vida del religioso debe estar siempre en
Cristo, que está presente y que actúa tanto en su oración como en
su acción apostólica. De esta manera es como la misión dada por
los superiores inserta en la vida de la Iglesia, y por tanto sirviendo
y amando a los hermanos se sirve y se ama a Dios.
El Código habla de apostolado de los institutos entregados
completamente a la CONTEMPLACI~N(PC 7). Los religiosos que
viven esta vida ofrecen un excelente sacrificio de alabanza a Dios,
producen riquísimos frutos de santidad para el pueblo de Dios, lo
edifican con el ejemplo y con una escondida fecundidad apostólica.
Por esto, aunque sean grandes las necesidades apostólicas, los miem-
bros de estos institutos no pueden ser empleados en ministerios
pastorales (can. 674).
De los institutos entregados a OBRAS DE APOSTOLADO se dice
en el canon 675 que:
- la actividad apostólica pertenece a la naturaleza misma de
dichos institutos;
- toda la vida de sus miembros tiene que estar llena de espíritu
apostólico;
- toda la acción apostólica debe estar informada de espíritu
religioso, es decir, tiene que proceder de la íntima unión con
Dios y tiene que informar y favorecer dicha unión;
- la acción apostólica tiene que ejercerse en nombre y por
mandato de la Iglesia y realizarse en la comunión eclesial.
Este canon, como puede verse, recoge la doctrina de PC 8a
sobre la integración entre la vida espiritual y la actividad apos-
t ólica.
Es importante, además, ser conscientes de que la acción apos-
tólica no se realiza en nombre del instituto simplemente, y mucho
menos en nombre propio, sino en nombre de la Iglesia. Esto impone
al religioso la responsabilidad de su actuación y de su disponibili-
dad a colaborar con la jerarquía eclesiástica.
También es importante, como hemos visto, el hecho de estable-
cer que la misión y las obras propias de un instituto deben conser-
varse fielmente, aunque deben adaptarse prudentemente a las nece-
sidades de los tiempos y lugares con medios nuevos y oportunos
(can. 677, 5 1). En efecto, si un instituto apostólico desatiende su
misión propia y prescinde de las obras que lo caracterizan, pierde
su identidad y deja de ser fiel al carisma de su fundaqón.
219. Al confiar el obispo diocesano ciertas obras de apostola-
do a los religiosos, así como en la cooperación con otros individuos
religiosos y con el clero diocesano, han de respetarse siempre la
ÍNDOLE y el FIN propio del instituto (cáns. 680; 681, 5 1). El insti-
tuto no debe aceptar obras que sean totalmente extrañas o contra-
rias a su índole y a su finalidad apostólica propia, aunque se vea
que se trata de una necesidad. A lo sumo, el instituto puede acep-
tarlas de forma excepcional y provisional, pero siempre con mucha
prudencia.
El OBISPO DIOCESANO, por causa gravísima, puede impedir a un
religioso permanecer en su diócesis si su superior dejase de tomar
medidas; pero este asunto debe llevarse en seguida a la Santa Sede
a fin de evitar una posible injusticia (can. 679). Efectivamente, los
religiosos dependen del obispo diocesano en lo que se-ere a la
cura de almas, al ejercicio público del culto divino y a las obras de
k (can. 678, 5 1), aunque en el ejercicio del apostolado
,
,+
siguen estando sometidos a sus superiores y a la disciplina
i del instituto, Y 10s obispos deben urgir esta obligación si fuera
(5 2). Las obras apostólicas tienen que realizarse según el
espíritu del instituto, aunque tienen que insertarse armónicamen-
te en la pastoral de toda la diócesis, y por tanto es necesario un
ACUERDO entre los obispos diocesanos y los superiores religiosos
(9 3). Por el contrario, en el caso de que el obispo diocesano con-
fiase a los religiosos ciertas obras, éstas siguen estando bajo control
de la autoridad y dirección del mismo obispo, salvo el derecho de
10s superiores a tenor del canon 678, $5 2 y 3 (can. 681, tj 1). Para
que queden protegidos los derechos y definidas las obligaciones de
las dos partes, se debe conseguir un ACUERDO POR ESCRITO entre el
~ b i s p odiocesano y el superior competente del instituto, de forma
que queden definidos con toda exactitud los detalles relativos a la
obra que hay que desarrollar, a los religiosos que vayan a trabajar
en ellas y a los aspectos económicos (can. 681, 8 2).
, El nombramiento de un religioso para oficios eclesiásticos es
hecho por el obispo diocesano, por presentación, o al menos con el
..- consentimiento, del superior competente (can. 682, ¿j1). La remo-
'Y- ción puede darse, bien según el arbitrio de la autoridad que ha
I-i, conferido el oficio, informando de ella al superior reli.gioso, bien
'
. .5 por este último, informada la autoridad del otro; no se requiere el
;u consentimiento de la otra autoridad (can. 682, tj 2).
: El canon 683, 8 1, afirma que con ocasión de la VISITA PASTO-
RAL, y también en caso de necesidad, el obispo diocesano puede
visitar, personalmente o por medio de otros, las iglesias y los ora-
t o r i o ~a los que acceden habitualmente los fieles, las escuelas y las
otras obras de religión o de caridad espiritual o temporal confiadas
a los religiosos, pero no las obras abiertas sólo a los alumnos
propios del instituto, es decir, las casas de formación. Por lo que
atañe a las escuelas y a las obras de religión o de caridad, éstas
deben haber sido confiadas por el obispo diocesano. Si se trata de
un instituto de derecho diocesano, la visita se extiende también a la
casa religiosa aneja a la obra confiada y a las obras propias del
instituto (cáns. 397, 4 1; 628, 5 2, 2.9). Si se trata de un instituto
de derecho pontificio, la visita no se puede extender ni a la casa
religiosa aneja a la obra confiada, ni a las obras propias del ins-
tituto, ni a los miembros del mismo. No se puede aplicar el ca-
non 397, 8 2, ya que, dado que éste remite a las determinaciones
del derecho, la extensión de la visita en este sentido debería estar
prevista expresamente en el canon 683, 5 l. Si se trata de institutos
exentos, dado que están sustraídos a la jurisdicción de los obispos
(can. 591), la visita de que habla el canon 683, 5 2, al faltar otras
especificaciones en otros cánones, no puede absolutamente exten-
derse ni a las casas religiosas ni a los miembros del instituto, sino
limitarse estrictamente sólo a las obras confiadas en cuanto tales y
a la actividad desempeñada en ellas por los religiosos. Si el obispo
descubriera algunos abusos, debe, ante todo, avisar al superior
religioso; y si éste no interviene para reprimirlos, el obispo mismo
puede tomar las provisiones oportunas (can. 683, 5 2). Si estas
previsiones del obispo fueran infundadas, el superior religioso pue-
de recurrir siempre a la Santa Sede.

5.8. Separación del instituto

a) Paso a otro instituto


220. El primer punto que hay que tener presente respecto al
paso de un instituto a otro es que se ve implicado en ello el modo
concreto de realización de la propia vocación. Efectivamente, la
vida consagrada en abstracto no existe, sino que siempre se actúa
en formas concretas, es decir, según el modo propio de cada insti-
tuto; tampoco existe el don de un carisma general del seguimiento
de Cristo según la profesión de los consejos evangélicos, a no ser
actuado en un carisma personal particular como participación en
el carisma colectivo de un instituto. Por consiguiente, frente a la
petición de pasar a otro instituto, hay que ver si el solicitante va en
busca de una actuación más plena y perfecta de su vocación, y por
tanto de la voluntad de Dios.
Si se realiza esta condición, la autoridad no puede negar ese
paso, ya que es un derecho de la persona adherirse cada vez más
profundamente a la voluntad de Dios y no verse impedido por
nadie en esta decisión (can. 219). Sin embargo, tanto para el bien
del individuo como de los institutos, hay que evitar siempre trán-
sitos repetidos, que pueden ser la manifestación de una inestabili-
dad psicológica.
En el caso de que el paso inmediato supusiera un daño para el
instituto, porque el solicitante desempeña un oficio que no puede
ser confiado inmediatamente a otros, la autoridad competente pue-
1
de diferir durante algún tiempo la concesión de este paso, pero
que proveer lo antes posible a arreglar las cosas según la
,ticia, la equidad y la caridad.

Autoridad competente

221. La autoridad competente para conceder el paso son los


ODERADORES SUPREMOS de los dos institutos, previo el consen-
timiento de 10s consejos respectivos (can. 684, 5 1).
Hay dos excepciones:
1) Para el paso de u n monasterio sui iuris a otro del mismo
instituto o federación o confederación, basta el consentimiento de
10s superiores mayores de los dos monasterios y el consentimiento
del capítulo del monasterio que recibe (can. 684, 5 3). Se trata de
un paso más fácil, ya que la persona sigue permaneciendo dentro
de la misma forma de vida y, por tanto, bajo la misma regla. El
riesgo es sin duda menor y las razones de este paso pueden ser
también de menor peso que en el caso de pasar de una forma de
vida a otra de índole diferente, que cae bajo la disciplina del 4 1.
2 ) En el caso del paso de un instituto religioso a un instituto
secular o a una sociedad de vida apostólica o, al contrario, de estos
últimos a un instituto religioso, se requiere la licencia de la Santa
Sede (can. 684, 5), ya que entre los tres géneros de institutos en
cuestión hay una diferencia de naturaleza y no sólo de índole. Al
haber más riesgo para la persona y al cambiar también la naturaleza
de los compromisos tomados en la Iglesia, es necesaria una inter-
vención superior.

1 b) Sujeto del paso

I 222. Sólo puede pedir el paso a otro instituto el PROFESO DE


'VOTOS PERPETUOS.
El que sólo está ligado por votos temporales puede seguir diver-
sos caminos. El primero es esperar a que termine el plazo de los
votos para poder entrar libremente en otro instituto; otro camino
es el de pedir el indulto de dejar el instituto, a tenor del canon 688,
5 2; el tercero es pedir la licencia de ausencia por menos de un año,
a tenor del canon 665, ¿jl. En los dos primeros casos se tiene una
verdadera salida del instituto y la entrada en otro, con la Única
condición de que en el momento de la admisión el sujeto no oculte
que ha estado ya al menos temporalmente incorporado a otro iris-
tituto (cf can. 643, § 1, 5.0); en el tercer caso, el que ha pedido 1,
licencia de ausencia para vivir temporalmente en otro instituto
sigue formando parte de su instituto (cf can. 665,s 1) hasta que no
haya obtenido el indulto de dejarlo; sólo desde entonces entra a
formar parte del nuevo instituto. Este tercer modo de proceder
puede ser el más prudente, ya que, una vez dejado el instituto, sólo
es posible la readmisión según norma del canon 690.
Según la respuesta dada el 3 de septiembre de 1987 por la en-
tonces Comisión para la interpretación auténtica del CIC, puede
pedir el paso de un monasterio sui iuris a otro del mismo instituto
o federación o confederación también un profeso de votos tempo.
rales23. La interpretación dada del canon 684, 3, plantea proble-
mas respecto al texto mismo del canon, en donde se dice que no se
requiere una nueva profesión (perpetua). Además, si durante el
tiempo de prueba (can. 684, 8 2) termina el de la profesión tempo-
ral, resulta difícil ver cuál es el superior competente para la admi-
sión a la renovación de la misma o bien a la profesión perpetua.

c) Efectos del paso

223. El que es acogido en el nuevo instituto tiene que hacer en


él la profesión perpetua después de un período de prueba no infe-
rior a tres años (can. 684, tj 2).
El PER~ODODE PRUEBA, según la previsión del canon, no es un
noviciado; sin embargo, no se prohibe que el derecho propio esta-
blezca que se haga el noviciado por parte de los que vienen de otro
instituto, especialmente en el caso de pasar de un instituto religioso
a uno secular o a una sociedad de vida apostólica, y viceversa, o en
el caso de pasar de un instituto religioso entregado totalmente a la
contemplación a uno apostólico, y viceversa. De todas formas, el
fin que hay que alcanzar es la verificación por parte del sujeto de
estar llamado a la nueva forma de vida, y por parte del instituto
de que el sujeto ha asimilado bien el espíritu y el modo concreto de
vivir, tal como lo establecen las constituciones. Por esta razón, el
derecho propio tiene que determinar la duración de este tiempo de
prueba y el modo de actuación de la misma (can. 684, tj 4).
Durante el tiempo de prueba permanecen los votos hechos en el

23 Cf "AAS" 79 (1987) 1249; E V 1011839.


tituto de origen en cuanto que no hay todavía separación del
aunque quedan suspendidos los derechos y los deberes
, ,apios del instituto de origen, puesto que no se vive ya en él. Los
tienen que ser interpretados según el derecho propio del insti-
que fueron admitidos. Por tanto, el superior del instituto al
ue ha el religioso debe tener presente que el cumplimiento
de los votos y las eventuales transgresiones de los mismos se con-
figuran sobre la base de ese derecho. Entre tanto, el sujeto, al
,.omenzar la vida en el nuevo instituto, está obligado a la observan-
ia del derecho propio del mismo (can. 685, ¿j1). Como se ve, el
ujeto se encuentra en una situación transitoria y anómala respecto
a institutos.
Una vez terminado el período de prueba establecido, si el reli-
agiosoresulta idóneo para la vida del instituto, es admitido a la
p ~ ~ PERPETUA
~ ~ en
~ el~mismo
ó (can.
N 684, ¿j 2). Esta profesión
.es necesaria, ya que el compromiso por medio de los votos debe
tomarse según las constituciones del nuevo instituto que incorpora
definitivamente al sujeto. Por el contrario, en el caso de pasar de
un monasterio sui iuris a otro del mismo instituto o federación o
~onfederación,no se requiere una repetición de la profesión, ya
que no ha habido cambio de regla, sino sólo cambio de monasterio
bajo la misma regla (can. 684, ¿j 3). Si se trata de un profeso tem-
oral, será necesaria la profesión perpetua en el monasterio que lo
acoge (cf n. 272).
Una vez hecha la profesión en el nuevo instituto cesan los votos
precedentes, los deberes y los derechos que el sujeto tenía en el
instituto de origen y se tiene la incorporación definitiva en el nuevo
instituto (can. 685, ¿j 2).
Si el sujeto no es considerado idóneo, puede libremente no ser
admitido a la profesión, ya que el permiso de paso dado al comien-
zo no obliga de ninguna forma al nuevo instituto. En el caso de no
admisión, el religioso tiene que volver al instituto de origen, a no
ser que haya obtenido, a tenor del canon 691, el indulto de secula-
rización (can. 684,g 2).

i
I
1
El sujeto que vuelve al instituto de origen debe ser acogido por
éste con todos los derechos y deberes que tenía.
Por consiguiente, al acoger al sujeto, los superiores y la comu-
nidad deben tender a reintegrarlo plenamente, ayudándole al mis-
mo tiempo a valorar si su petición de paso y su regreso no denota-
rán, quizá, su inconstancia y, eventualmente, su falta de idoneidad
para la vida religiosa.
b) Salida del instituto

a) Profesos de votos temporales

1) Salidalibre

224. El canon 688, tj 1, reconoce la libertad del sujeto de dejar


el instituto si, una vez transcurrido el tiempo de la profesión, no
quiere renovarla. Este canon está estrechamente relacionado con el
canon 657, tj 1, que afirma, por el contrario, el deber de dejar el
instituto del que no pidió la admisión a la profesión perpetua o no
fue admitido a ella por parte del superior legítimo.
Dijimos ya antes (cf n. 204) que también los votos temporales
para ser válidos tienen que hacerse con la intención de perpetuidad.
En efecto, si la profesión religiosa quiere ser signo de una respuesta
en el amor, al amor de Dios, esta respuesta en su intencionalidad
no puede menos de ser para siempre. Sin embargo, precisamente
porque la persona se encuentra en un período de formación, y por
tanto de verificación de si efectivamente Dios le llama a esa forma
de vida, y al mismo tiempo el instituto tiene que verificar la voca- as
ción y la idoneidad para su género de vida, se admiten los votos
temporales para hacer más fácil y expedito el procedimiento de
salida del instituto, tanto si la iniciativa viene de la persona como
si viene del instituto.
Desde esta perspectiva es como hay que considerar la libertad
del profeso de votos temporales de salir del instituto.
El canon no hace ninguna alusión a causas determinadas, pero de
ciertamente desde el punto de vista moral, dado que el sujeto se. va
CO
había unido a Dios en el instituto con una intención de perpetuidad,
las causas deben ser siempre graves: en general, la conciencia de no el
estar llamado por Dios a la vida religiosa en cuanto tal, o bien la na
de no ser apto para la forma de vida concreta del instituto en que alt
se encuentra, o bien la de no encontrar en él las ayudas espirituales PO
necesarias para vivir una plena consagración religiosa. s i n embar-
go, puesto que el derecho afirma la libertad del sujeto, no impone
que estas causas deban ser aducidas a los superiores para poder
dejar el instituto, ni éstos pueden retener con ningún medio jurídico
a quien quisiera dejar el instituto.
Al contrario, durante la profesión temporal, el que quisiera
dr el instituto puede pedir el indulto explícitamente, pero sólo
por causa grave (can. 688, 9 2). Esta causa debe tener, además, el
UGJ

Garácter de urgencia, pues de 10 contrario el solicitante podría


ardar a que terminara el plazo de los votos y salir sin tener que
-. ningún motivo.
ESnatural que el solicitante no tiene ningún derecho a obtener
indulto, ya que rompe unilateralmente un compromiso con Dios
el instituto- Sin causa grave, el supremo moderador no puede ni
debe dar el indulto; m b aún: éste sería nulo según la norma del
canon 63, § 3. Puede legitimar también el indulto un conjunto de
causas de suyo no graves, pero que consideradas juntamente dan el
marco global de una situación grave, por la que es oportuno con-
ceder el indulto.
El superior competente es el supremo moderador, que puede
conceder el indulto sólo con el consentimiento de su consejo. Pero
en el caso de institutos de derecho diocesano y de monasterios sui
iuris, de los que habla el canon 615, se necesita para la validez del
indulto la confirmación del mismo por parte del obispo de la casa
de asignación del religioso que pide el indulto (can. 688,g 2). Mien-
tras no lo confirme, evidentemente el indulto no es eficaz. La casa
de asignación es aquella en que vive el religioso y que le han
asignado los superiores.
!e
O
1 2) Salida impuesta
225. El canon 689, ¿j 1, reconoce, para la protección de los
derechos del instituto, la facultad del superior mayor competente
de excluir a un profeso de votos temporales de la renovación de los
votos o bien de la profesión perpetua, si por JUSTAS CAUSAS no lo
considerase idóneo para el instituto. Ciertamente, lo mejor es que
el superior tome esta decisión apenas tenga la certeza moral de la
no idoneidad de la persona para el instituto, sin aguardar a la
alternativa de la admisión o no para la profesión perpetua. Y esto
por el bien tanto del individuo como del instituto.
1 No se trata de una expulsión, aunque se parezca mucho a ella,
ya que las causas de expulsión están siempre ligadas a una culpa
moral, mientras que en el caso de no admisión a la renovación de
la profesión temporal o a la profesión perpetua las causas tienen
que ser justas, según el juicio del superior sobre la no idoneidad,
pero no necesariamente deben basarse en un comportamiento mo-
ralmente reprobable del sujeto. Para decretar la exclusión no
requiere ninguna formalidad particular ni ningún procedirnien
específico. Está claro que las causas de exclusión, si las pregunta e
sujeto, se le deben comunicar, ya que éste tiene derecho a recurr
en suspensivo ante el moderador supremo o la Santa Sede (Con
inst. vida cons. - soc. vida apost.) contra la provisión del super
mayor si considera que ha sido víctima de una injusticia.
El superior mayor, antes de tomar la decisión de exclusión
tiene que oír al consejo, según norma del canon 127; de lo contrario9
el acto es nulo. El derecho particular podría establecer también e
consentimiento del consejo; pero esto no es de desear, ya que en las
cuestiones que se refieren a las personas, en materia tan delicada,
es mejor que el superior tenga las manos libres en SU juicio defini-
tivo, sobre la base del conocimiento personal que tiene el sujeto o
del conocimiento de hechos relativos al mismo, y que no puede
revelar a todo el consejo.
El canon 689, 5 2, establece que también puede ser causa de
exclusión la ENFERMEDAD FÍSICAo PS~QUICA, aunque se haya con-
traído después de la profesión temporal, que, ajuicio de los peritos,
haga a la persona inepta para la vida propia del instituto. Es ésta
una norma muy justa que protege el derecho del instituto a no 'a
tener que admitir a la renovación de la profesión o a la profesión
perpetua a los que no son idóneos. En efecto, por parte del instituto
no hay ningún deber para con el individuo si durante la formación
éste se mostrase inepto por enfermedad. Sin embargo, también hay
que tener muy presente la cláusula final del párrafo del canon: la
enfermedad no debe ser efecto de una negligencia por parte del
instituto ni haber sido causada por el trabajo hecho en dicho ins-
tituto. En este caso, si no hay otras causas, el sujeto no puede
quedar excluido de la renovación de la profesión o de la profesión
perpetua. Lo que hay que buscar es el bien del sujeto, además del
bien del instituto. La exclusión no tiene ningún carácter de pena;
por tanto, forma parte de la causa de exclusión el hecho de que la
enfermedad, a juicio de los peritos, no puede curarse en el instituto.
Es natural que la persona excluida podría ser readmitida en el
instituto, según la norma del canon 690, si la enfermedad se curase
fuera del instituto y si se tuviera la certeza de que no volvería a
presentarse esta enfermedad.
Existe, por el contrario, una prohibición expresa de exclusión
del que, durante la profesión temporal, cayera por cualquier causa
en AMENCIA, aunque no pueda ser admitido a emitir una nueva
258
profesión (can. 689,s 3). ES ésta una norma de caridad. La persona
S ermanece en el instituto sin estar vinculada con ningún vínculo
P él, sino que se la retiene para que se le ofrezcan los medios de
: ,cuidado y de subsistencia necesarios.

,b;) profesas de votos perpetuos

226. La posibilidad de indulto para dejar el instituto después


de la profesión perpetua es un remedio extraordinario. Por esto el
canon 691, § 1, asume ante todo un tono de prohibición, esto es,
dice que un profeso de votos perpetuos no debe pedir ese indulto
más que por RAZONES GRAV~SIMAS, ponderadas delante de Dios.
Efectivamente, su voluntad de dejar el instituto es un fallo a un
compromiso tomado públicamente con Dios ante toda la Iglesia.
Además, el sujeto que pide el indulto de dejar el instituto no tiene
.ningún derecho a obtenerlo.
*. . .
, =Según los casos, incluso una sola causa gravísima podría ser
suficiente para pedir el indulto y obtenerlo.
El PROCEDIMIENTO que hay que seguir es éste. El religioso tiene
que dirigir su petición al moderador supremo, que tiene que trans-
mitirla con su voto y el de su consejo a la Santa Sede (Congr. inst.
vida cons. - soc. vida apost.) si se trata de instituto de derecho pon-
tificio, o al obispo de la diócesis en que se encuentra la casa de
adscripción del solicitante en el caso de instituto de derecho dioce- -
,sano, ya que son éstas las dos autoridades competentes para con-
ceder el indulto (can. 691, §§ 1.2).
El voto del supremo moderador y el del consejo son dos votos
separados y no tienen carácter ni consultivo ni deliberativo.
Son un parecer expresado por quien tiene la responsabilidad
sobre el sujeto solicitante, y por tanto un conocimiento directo de
él. Sobre la base de ese voto la autoridad competente decidirá con
libertad sobre la concesión o no del indulto.
L a reserva a la Santa Sede o al obispo diocesano (no al ordina-
rio del lugar) confirma la gravedad del asunto. En efecto, con la
profesión perpetua se tiene la plenitud en la publicidad del com-
promiso con toda la Iglesia, y por tanto sólo la jerarquía eclesiástica
concede el indulto. Además, queda eliminada la posibilidad de
multiplicar los recursos. También en este caso el indulto concedido
sin causas gravisimas sería nulo, a tenor del canon 63, $j3.
c) Efectos del indulto

227. Por tratarse de un indulto que se basa, por tanto, en 1


petición del sujeto al que se refiere, para que produzca SUS efecto
no debe ser rechazado por el sujeto. Para evitar, por otra parte
toda interpretación ambigua, el canon 692 establece ~ositivarnen~;
que si en el mismo acto de notificación del indulto el solicitante no
lo rechaza, ipso jure el indulto produce todos sus efectos. La acep-
tación va implícita en el hecho de que no se rechaza el indulto.
e
Es natural que sea condición de eficacia del indulto la legitimi-
dad y la validez del mismo, es decir, que haya sido concedido por
la autoridad legitima sobre la base de graves causas en caso de
1 r

votos temporales (can. 688, 4 2) o gravisimas en caso de votos per- E S


petuos (can. 691, 4 1). i,
La NOTIFICACION debe ser hecha de modo oficial, por medio t
del ejecutor del rescripto o del superior o de otra persona pública. c
1
El indulto lleva consigo como efecto la DISPENSA de los vo-
tos y de todas las demás obligaciones surgidas con la profesión
1 r
(can. 692). Naturalmente, aunque el código no lo diga, el sujeto, al S
volver a su condición secular, laica1 o clerical según los casos, y al r
no formar ya parte del instituto, pierde también todos los derechos I
que tenía en él en virtud de la profesión temporal o perpetua. c
A

Para un religioso CLÉRIGO,un efecto del indulto es también su


excardinación del instituto; por tanto, no se le debe conceder si
antes no ha encontrado a un obispo que lo incardine en su diócesis
o al menos lo reciba ad experirnenturn: después de cinco años de
experimento ipso iure queda incardinado en la diócesis si el obispo
no lo rechaza (can. 693; cf cáns. 265; 268, ¿j1). Es ésta una norma
de justicia para que no haya clérigos que estén pasando durante
años de una diócesis a otra. Sin embargo, si después de ser recibido
ad experimenturn no es incardinado, el clérigo no puede ejercer el
ministerio hasta que no encuentre otro obispo.
Al contrario, para un clérigo de votos temporales (que entró
en el instituto después de la ordenación), dado que no ha esta-
do nunca incardinado en el instituto (cf can. 266, § 2), el indul-
to supone la obligación de volver a la diócesis en la que siem-
pre estuvo incardinado, incluso durante la profesión temporal [i

(cf can. 268, 4 2).


d) Readmisión
i
i
228. No existe ningún derecho a ser aceptado de nuevo en el
,
' .
instituto por parte de quien terminó el noviciado y por cualquier
razón no hizo la profesión, ni por parte de quien no renovó la
rofesión temporal o no hizo la perpetua por cualquier causa, ni
P parte del que pidió y obtuvo el indulto de dejar el instituto. En
P canon 690 existe solamente el reconocimiento de una habilidad
para ser readmitidos, a discreción de la autoridad competente. Por
eso, contra el rechazo de readmisión no hay ninguna posibilidad de
recurso.
La autoridad competente es el supremo moderador, pero nece-
sita el consentimiento de su consejo. Si se trata de monasterio sui
iuris, es competente el superior del monasterio, que necesita tam-
bién el consentimiento de su consejo o del capítulo, según el dere-
cho propio.
El moderador supremo o el superior del monasterio pueden
&admitir sin imponer la carga de repetir el noviciado, pero esto no
significa que puedan imponerlo, según los casos. En el caso de que
no se haga de nuevo el noviciado, el moderador supremo o el su-
~ e r i o rdel monasterio tienen que determinar el tiempo y las mo-
dalidades de una PRUEBA PREVIA a la admisión para la profesión
temporal y la duración de la misma antes de la admisión a la pro-
fesión perpetua.
Estas determinaciones se dejan al prudente juicio del moderador
supremo o del superior del monasterio, según los casos, teniendo
también en cuenta las causas por las que dejó el instituto.

'c) Expulsión del instituto


229. Los procedimientos previstos por el nuevo Código son
tres procedimientos administrativos diferenciados, no respecto a la
condición jurídica del expulsado, sino respecto a las diversas causas
de expulsión, sin hacer ninguna diferencia entre religiosos y religio-
sas, como hacia, por el contrario, el CIC 1917.
Las expulsiones se producen siempre por un COMPORTAMIENTO
DELICTIVO O por lo menos MORALMENTE REPROBABLE y CULPABLE
por parte del religioso.
P o r tanto, no hay ninguna iniciativa por parte del sujeto, sino
sólo por parte de la autoridad religiosa. En todos los casos se trata
de una norma penal, que se hace necesaria por la contradicción
manifiesta y estridente en que se encuentra la persona con las
exigencias fundamentales de la vida religiosa. En toda esta cuestión
han de protegerse ante todo los derechos del instituto y de la Iglesia
en general, para que la infamia del delito no recaiga sobre todo el
instituto o sobre la Iglesia. Sin embargo, en el procedimiento a
seguir deben protegerse siempre los derechos del expulsado, para
que todo se haga según justicia y sólo se expulse al que es verdade.
ramente culpable y que, según los casos, no se haya arrepentido.

a) Expulsión "ipso facto"

230. En el caso de que un religioso haya abandonado notoria-


l
mente la fe católica o bien hubiese contraído matrimonio canónico
o incluso atentado solamente matrimonio civil, ipso facto queda
expulsado del instituto (can. 694, 1).
El abandono de la fe católica no consiste sólo en la apostasía,
sino también en la herejía y en el cisma; efectivamente, en estos dos
últimos casos se conserva la fe cristiana, pero no la fe católica. Esta
defección tiene que ser notoria y con una notoriedad o de derecho
o de hecho, es decir, cuando ha habido una sentencia judicial o una
confesión por parte del mismo delincuente, o bien cuando la cosa
no sólo se ha divulgado, o sea, es pública, sino que además es
conocida en el sentido de que se habla de ella con rumores insis-
tentes.
Respecto al segundo delito, no hay que decir sino que en él se
comprenden todos los casos posibles de matrimonio canónico, con-
traído válidamente o no, según se trate de un profeso de votos
temporales o perpetuos o de un matrimonio civil atentado, que de
todas formas es siempre inválido.
Como se ve, se trata de dos delitos que tocan a la esencia misma
de la vida religiosa, por lo que se tiene una autoexclusión del sujeto
del instituto. La EXPULSIÓN es AUTOMÁTICA por la configuración
misma de los dos delitos dada la incompatibilidad que se ha creado
entre el comportamiento y la situación en que se encuentra el
sujeto y su ser religioso. Por eso no está previsto ningún procedi-
miento, sino solamente que el superior mayor con su consejo, sin
ningún retraso, tiene que recoger las pruebas y hacer una simple
DECLARACI~N DEL HECHO, de manera que la expulsión conste ju-
rídicamente (can. 694,s 2).
ta, como se ve, de un instrumento eficaz a disposición del
ara liberarse de un sujeto que de suyo no es ya miembro
O. Ciertamente, la eficacia consiste precisamente en la
~ i con
a que actúe el superior religioso, es decir, sin retrasarse
declaración, Como afirma el mismo canon. La negligencia del
,ior en este caso puede ser gravemente perjudicial al instituto.
~ ~ e r i competente
or para la declaración del hecho, que no
na sentencia, es el superior mayor, es decir, el provincial para
que están divididos en provincias o el general para los
no tienen esta división.

~xpuisiónobligatoria "ab homine"

231. Las exigencias que hay que satisfacer con el siguiente


procedimiento son, por una parte, la protección del mantenimiento
de la vida de santidad en el instituto, como constitutiva de la vida
religiosa en cuanto tal, y por otra parte la protección de los dere-
chos del sujeto, ofreciéndole todos los medios de defensa.
* +

La autoridad competente no es libre de proceder a la expulsión


o no; tiene que proceder por voluntad expresa del legislador, en
cuanto que los delitos previstos son de suyo un antitestimonio y un
escándalo en la comunidad eclesial.
Los DELITOS por los que, según el canon 695, 5 1, hay que
proceder a la expulsión son: el homicidio, el rapto o detención de
una persona, la mutilación o herida grave (can. 1397), el aborto
procurado (can. 1398), el concubinato, la pertinacia escandalosa
en otro pecado externo contra el sexto mandamiento (can. 1395,
4 l), otros delitos contra el mismo mandamiento si se han realizado
con violencia o amenazas o públicamente o con un menor de menos
de dieciséis años (can. 1395, 5 2).
En los casos previstos por el canon 1395, 5 2, se deja facultad
al superior para no proceder a la expulsión si no la considera
necesaria y .cree que puede proveer de otra manera a la corrección
del religioso, a la reintegración de la justicia y a la reparación del
daño. Sin embargo, esta cláusula hace que en esos casos la expul-
sión n o pueda llamarse obligatoria por la previsión misma del
derecho, sino que se trataría más bien de una expulsión facultativa
ab hornine, como está previsto en el canon 696. Efectivamente, la
expulsión de modo general prevista por el canon 695, 5 1, es obli-
gatoria precisamente porque se presupone la incorregibilidad
sujeto.
El superior mayor debe limitarse a recoger las PRUEBAS sob
íos HECHOS y la IMPUTABILIDAD, pero no debe apurar la inco
gibilidad o no, como debe hacerse, por el contrario, en el caso dé
la expulsión facultativa (can. 697). Al mismo tiempo tiene que dar
a conocer al religioso la acusación y las pruebas para darle la
posibilidad de defenderse. Al final de este procedimiento adminis.
trativo el superior mayor transmite al supremo moderador todasi
las actas firmadas por él y por el notario, junto con las respuesta
escritas del mismo y firmadas por él (can. 695, 4 2).
En caso de que se trate de monasterio sui iuris, de los que habla
el canon 615, esas actas deberán transmitirse al obispo diocesano
(can. 699, 2).
Se protege el derecho del expulsando a la DEFENSA, que puede
1 4
1
presentar directamente al superior mayor o al superior general l
(can. 698), o bien al obispo diocesano en el caso de unmonasteno'
sui iuris, del que habla el canon 615.
El moderador supremo emitirá el DECRETO de expulsión según
norma del canon 699, 5 1, es decir, con voto colegial secreto de su
consejo, que debe contar al menos con cuatro miembros.
La expulsión en cuanto tal no es obligatoria; en efecto, el cole-
gio de jueces puede también no emitir el decreto de expulsión; lo
que según el canon es obligatorio es dar comienzo, por parte del
superior mayor, al procedimiento de expulsión. Sin embargo, una
vez comprobado que un religioso cometió los delitos de que habla,
el canon 695, 1, dada la índole de éstos se debe proceder a la
expulsión. Incluso respecto a la excepción prevista para los delitos
contra el sexto mandamiento, de la que habla el canon 1395, 2,
habría que ser muy prudentes en no proceder a la expulsión, aun
cuando se enmendase la persona. Efectivamente, en este caso no se
trataría de un castigo, sino simplemente de expresar el hecho de
que el que comete tales delitos no es apto para la vida religiosa y
que existe siempre el peligro de que pueda cometerlos de nuevo, ya
que con frecuencia tienen sus raíces en una personalidad psicológi-
camente no equilibrada.
Expulsión facultativa "ab homine"

232. En los casos previstos por el canon 696 el superior mayor,


'he
ido su consejo, puede iniciar el procedimiento de expulsión o no
3dé (
,,,.
U

697). En esto consiste la diferencia con la expulsión obligato-


,ia por derecho, y en el hecho de que ha de seguir un procedimiento
dar ,AS detallado dirigido a sopesar la INCORREGIBILIDAD del expul-
: la ido antes de transmitir las actas al moderador supremo. Por una
'1s-
Y
se garantiza el derecho a la defensa del expulsado, tanto
frente al superior mayor como directamente frente al moderador
~upremo,no sólo por medio de la norma del canon 698, sino
también por medio de la necesidad de las AMONESTACIONES que
hay que hacer por escrito o delante de dos testigos, acompañada la
primera de ellas por la explícita amenaza de la expulsión consi-
piente en caso de falta de arrepentimiento y por la notificación
clara de la causa de expulsión; por otra parte quedan garantizados
10s pasos que ha de dar e1 superior mayor para llegar, con su
~onsejo,al juicio sobre la incorregibilidad del expulsado por medio
de la doble amonestación, que hay que hacer con quince días de
.intervalo. Una vez que ha llegado a la convicción, iunto con su
consejo, de la incorregibilidad-del sujeto, el superio; mayor debe
' SU transmitir todas las actas, firmadas por él y por el notario, junto
con las respuestas dadas por el religioso y firmadas por él, al
)le- moderador supremo (can. 697), o bien al obispo diocesano si se
'0 trata de monasterio sui iuris del que trata el canon 615; en este
Uel último caso las actas deben ser revisadas por el consejo del superior
(can. 699, 5 2). Debe haber convicción de la incorregibilidad del
!Ra
1- !a
- I 1 expulsando; por eso, los superiores deben hacer todos los esfuerzos

:os
.a
I posibles para inducirlo a la-enmienda y, por tanto, a la perseveran-
cia en la vida religiosa.
Las CAUSAS por las que se puede comenzar el procedimiento de
expulsión según el canon 696, 5 1, deben ser al mismo tiempo
l
GRAVES, aunque no es necesario que se configure un delito propio
y verdadero; EXTERNAS (al menos constatables externamente), IM-
PUTABLES moralmente, jurídicamente PROBADAS o a través de la
I
1
confesión del expulsando o a través de testigos o por medio del
mismo procedimiento de las amonestaciones previstas por el canon.
Las causas señaladas en el canon 695, 5 1, no son taxativas, sino
ejemplares también para poder determinar otras causas. Como
puede verse por dicha lista, las causas comprenden faltas graves
respecto a las obligaciones fundamentales propias de la vida reli-
giosa, un comportamiento moral escandaloso, falta de adhesión
plena y sincera al magisterio de la Iglesia. El derecho propio del
instituto puede establecer otras causas de gravedad semejante; sin
embargo, para la expulsión de profesos con votos temporales el
derecho propio puede establecer causas menos graves (can. 696,
Cj 2). Si el derecho propio no establece nada respecto a las causas
de expulsión de los profesos temporales, hay que atenerse al ca-
non 696, Cj l . De todas formas, para esta categoría de profesos, si
no hay urgencias, se puede esperar a que termine el plazo de la
profesión y no admitirlos a la siguiente.

d) Decreto de expulsión y sus efectos

233. La emisión del decreto por parte del moderador supre-


mo y sus efectos son comunes tanto para el caso de expulsión
obligatoria ab homine como para el de expulsión facultativa ab
homine.
Está claro que en estos dos procedimientos se desea proteger el
derecho del instituto a mantener su vitalidad en un estilo de vida
evangélica, despidiendo a los que se muestran indignos e ineptos
para ella, pero al mismo tiempo el interesado no queda abandonado
al capricho de los superiores.
Por esta razón el decreto no es emitido por el superior mayor,
1
sino por el moderador supremo (can. 699,Cj l), o bien por el obispo
diocesano en el caso de los monasterios sui iuris de que trata el
canon 615 (can. 699, ¿j2). El moderador supremo no actúa solo,
sino colegialmente con su consejo, que debe estar compuesto, para
la validez misma del decreto, al menos por cuatro miembros. El
moderador supremo y su consejo forman un COLEGIO JUDICIAL
que actúa según la norma del canon 119, 2.Q (cf n. 93): en el caso
de que el colegio fuese de número par (si los consejeros fuesen, por
ejemplo, cinco),. si después de dos escrutinios los votos quedaran
igualados, el moderador supremo como presidente puede dirimir la
paridad con su voto. Además, el escrutinio tiene que ser secreto, a
fin de proteger la libertad de los miembros del colegio judicial
frente a los demás y especialmente frente al moderador supremo.
Finalmente, para la validez misma del decreto se requiere que
estén contenidos en él, al menos de forma sumaria, los motivos de
derecho y de hecho por los que se ha llegado a la expulsión, para
que el eventual RECURSO del expulsado se formule sobre la base de
estos motivos expresados en el decreto. En orden a proteger el
1 recurso, se requiere para la validez del mismo decreto
dique que tal derecho ha de ser ejercido por el expulsado
el *lazo de diez días y que goza de efecto suspensivo (can. 700).
arantizar al máximo la seriedad del procedimiento y
,,
evitar todo tipo de arbitrariedad en un terreno tan delicado,
ida muchas veces a la incompetencia en materia de derecho
loso por parte de los supremos moderadores, el canon 700 esta-
,,
que para que el decreto tenga eficacia debe ser confirmado
or la Santa Sede (Congr. inst. vida cons. - soc. vida apost.) en el
caso de un instituto de derecho pontificio, o bien por el obispo de
la diócesis de la casa a la que está adscrito el expulsado en caso de
U, instituto de derecho diocesano. Por consiguiente, el decreto,
aun válido, si falta la C O N F I R M A C I ~ no
N produce efectos.
Una vez obtenida la ~onfirmación2~, es natural que el decreto
sea notificado de forma oficial, a ser posible delante de testigos, al
interesado, que no podrá rechazarlo, ya que se trata de un decreto

Sólo desde el momento de la NOTIFICACION comienza el tiempo


útil de diez días para el recurso jerárquico en suspensivo. Este re-
curso se hace primero a la Congregación de los institutos de vida
consagrada y de las sociedades de vida apostólica, y luego a la
Signatura A p ~ s t ó l i c a La
~ ~ dificultad
. surge del hecho de que si ha
habido ya una confirmación por parte de la Congregación sería un
poco extraño que ella misma acogiera el recurso anulando el decre-
to que había confirmado antes. Por eso siempre queda el camino
de un ulterior recurso a la Signatura Apostólica.
234. El EFECTO de la expulsión legítima, es decir, dada por las
causas previstas por el derecho y según el procedimiento estableci-
do, es la cesación ipso facto de los votos y de todos los derechos y
obligaciones que se derivan de la profesión (can. 701). No es el
decreto de expulsión el que lleva consigo la dispensa de los votos,
como en el caso del indulto de dejar el instituto (can. 692), sino el
derecho mismo que vincula la cesación de los votos al hecho de la
expulsión legítima. Esto vale tanto para los votos temporales, si la
expulsión tiene lugar durante la profesión temporal, como para los
votos perpetuos. De este modo viene a resolverse la situación anó-
mala existente en el CIC 1917, según el cual (cf can. 669, 5 1) el

I 24
1323; EV 10144.
2' Ib.
AUT.CIC, Respuesta del 4 de diciembre de 1986, en "AAS" 78 (1986)
PONT.COM.INT.
profeso de votos perpetuos expulsado del instituto permanecía li.
gado por los votos.
Si el expulsado es un CLERIGO de votos temporales (que entró
en el instituto después de la ordenación), tiene que volver a la
diócesis en la que sigue estando incardinado incluso durante la
profesión temporal (cf cáns. 266,g 2; 268,§ 2); pero si es un clérigo
de votos perpetuos, entonces, dado que con la expulsión no está ya
incardinado ni en el instituto ni en ninguna diócesis, no puede
ejercer las órdenes sagradas hasta que encuentre un obispo que,
tras una prueba adecuada, lo incardine o bien lo admita ad expe-
rimentum según la norma del canon 693, o le permita al menos
ejercer las órdenes sagradas (can. 701).
Si luego el expulsado quisiera abandonar el estado clerical,
tanto en el caso de salida del instituto como de expulsión, tendrá d
que atenerse a lo que prescriben los cánones 290-292. h
C
i
C
d) Expulsión urgente a
235. Con la expulsión urgente inmediata de un religioso de la
casa en que vive, por obra del superior mayor, en caso de grave
escándalo externo y de peligro inminente de un daño gravísimo
para el instituto, o si hubiera peligro urgente, por obra del mismo
superior local con el consentimiento de su consejo, se pone a dis-
posición del instituto un instrumento eficaz para poner remedio a
una situación insostenible y muy perjudicial no sólo para el indivi-
duo, sino para todo el instituto o incluso sólo para una comunidad.
Sin embargo, el expulsado de esa manera sigue siendo religioso, ya
que no se trata entonces de una expulsión en el sentido que antes
veíamos. Corresponderá al superior mayor, si lo juzga necesario,
instruir el procedimiento de expulsión según las normas jurídicas o
ponerlo todo en manos de la Santa Sede, esperando su decisión
(can. 703).
Como se ve, en este caso lo que se quiere proteger ante todo es
el derecho del instituto o de una comunidad particular a no verse
envueltos en acciones delictivas cometidas por un miembro del
instituto sin que el propio instituto tenga en ello ninguna responsa-
bilidad. En efecto, si el mismo instituto, a través de sus superiores,
se viera implicado en la acción delictiva del religioso, la expulsión
sería ilegítima. El derecho del expulsado contra posibles abusos
por parte de los superiores queda protegido con la necesidad de
mir el procedimiento de expulsión o bien de dejar el asunto en
no, de la Santa Sede, cuando los superiores no fuesen capaces
resolver la cuestión, si faltan las causas para la expulsión.

fe be res del instituto

236. LOSque han dejado legítimamente el instituto o han sido


ex; ulsado~de él no tienen ningún derecho a reivindicar ningún
re€:mbols~por el trabajo desarrollado en el instituto (can. 702,
R 111.En efecto, la profesión en el instituto no debe considerarse
no un contrato laboral.
A pesar de la falta de un derecho en el sujeto y de la inexistencia
un deber por parte del instituto, el canon 102, 8 2, dispone que
que salvaguardar la caridad y la equidad evangélica con los
que se separan del instituto. Se trata de un verdadero y propio
deber jurídico, ya que la caridad en la vida cristiana es un deber
que obliga no sólo internamente, sino también externamente. La
ruda que debe prestar el instituto debe estar marcada por la
pidad, es decir, debe tener en cuenta la situación concreta, caso
por caso, en que se encuentra la persona que deja el instituto y la
ive situación del mismo instituto. En efecto, es verdad que la justicia
'?o informada por la caridad evangélica supera la visión estrecha de la
'O
sticia conmutativa, pero también es verdad que la caridad para
:S-
n los que dejan el instituto no debe ir en detrimento de los que
la herseveran con fidelidad en su vocación. El instituto tiene un deber
ri-
f-?
de caridad también y sobre todo para con los que quedan.
- Podrían evitarse muchos inconvenientes con la inscripción de
:S los miembros del instituto en organismos de previsión y de asisten-
), cia social 26.
3
Un deber ulterior del instituto, que hay que cumplir respecto a
rl
26 CONGR. REL.E INST.SEC.,Decr. Congregatio pro religiosis, 15 enero 1974, en EV5/ 1-
12. De forma concertada con el .Estado y la CEE, la Seguridad Social de Religiosos y
Religiosas se regula por las siguientes normas: Real Decreto 33251 1981, de 29 de diciembre,
del Ministerio de la Presidencia, por el que se incorpora al régimen especial de la Seguridad
Social de los trabajadores por cuenta propia o autónoma a los religiosos y religiosas de la
Iglesia católica ("BOE" 21 enero 1982, p. 1461); Orden ministerial de 19 de abril de 1983
para aplicación del anterior Real Decreto ("BOE" 26 abril 1983, p. 1 1584); Resolución de
20 de abril de 1983 de la Secretaría General para la Seguridad Social sobre normas comple-
mentarias relativas al citado Real Decreto ("BOE" 26 abril 1983, p. 11585); Conciertos para
la colaboración de la Seguridad Social de las religiosas contemplativas, 30 julio 1982, y
Concierto sobre asistencia sanitaria e incapacidad laboral transitoria de las religiosas con-
templativas, 9 enero 1984 ("BOCEE" 15 [1987] 143-148).
s.
-*
:

la Santa Sede, es el de mencionar los miembros que, sea por la


razón que sea, se han separado del instituto, en la relación que el
supremo moderador, según norma del canon 592, § 1, tiene que
enviar a la Santa Sede sobre el estado y la vida del instituto
(can. 704). Este deber se deriva del hecho de que la separación del
instituto, lo mismo que la profesión en él, no es un hecho que
afecte sólo al individuo y al instituto, sino a toda la Iglesia.

6. LOS INSTITUTOS SECULARES

6.1. Naturaleza

237. Los institutos seculares, que existían ya desde hacia tiem-


po como pías uniones (cf nn. 165; 254), fueron reconocidos por
primera vez como forma de vida consagrada estable por Pío XII en
1947, que trazó su naturaleza y sus características propias 27. LOS
miembros de un instituto secular profesan los consejos evangélicos,
consagrándose a Dios y a la Iglesia en el siglo, en donde tienden a
la consecución de la caridad perfecta, en cuanto que ejercen eficaz-
mente y en todo lugar su apostolado específico como si pertenecie-
sen a la vida secular (PC 11a). Los institutos seculares son sin duda
institutos de vida consagrada con características propias que ponen
de relieve su peculiaridad carismática. Para ellos valen los cáno-
nes 573-606 (cf nn. 161-171). R

Los miembros asumen los consejos evangélicos tendiendo a la


perfección de la caridad, lo cual es esencial para cualquier tipo de m

CONSAGRACI~N,pero viviendo EN EL SIGLO y comprometiéndose


por la santificación del mundo, sobre todo actuando dentro de él,
lo cual es su nota especifica (can. 710).

6.2. Miembros

238. Los miembros pueden ser laicos o clérigos, y es esencial


para su consagración en dichos institutos la ACTIVIDAD APOSTÓLI-
CA, que debe ser como un fermento en toda realidad para impreg-
narla de espíritu evangélico (can. 713, fj 1).
27 Cf Pfo XII, Const. Ap. Provida Mater, 2 febrero 1947, en "AAS" 39 (1947) 114-124;
M. p. Primo feliciter, 12 marzo 1948, en "AAS" 40 (1948) 283-286; CONGR. REL.E INST.
SEC.,Instr. Cum sanctissimus, 19 marzo 1948, ib, 293-297.

270

~
E S ~ Ose lleva a cabo de forma diversa por los miembros laicos
or 10s clérigos. El carisma propio de los miembros LAICOS,en la
P
Yeculiaridad de su estado de vida, es el de ser fermento dentro de
P
, las estructuras temporales, dando testimonio de vida cristiana y de
fidelidad a SU propia consagración o bien ofreciendo también su
.-,laboración para el servicio de la comunidad eclesial, según el
;tilo de vida secular que les es propio (5 2). Vale aquí todo lo que
:mas dicho sobre el carisma de la vida laical y sobre la secularidad
f nn. 95-96).
Es propio de los miembros CLERIGOS, como don recibido del
~ ~ p í r i tel
u ,de ayudar a sus hermanos a vivir una peculiar caridad
apostólica a través del testimonio concreto de la vida consagrada,
sobre todo dentro del presbiterio y en el ejercicio de su propio
.ministerio para la santificación del mundo (5 3). Para los miembros
clérigos vale 10 que ya hemos dicho sobre la consagración ministe-
rial y el carisma del ministerio sagrado (cf n. 104).
Esto lleva consigo CONSECUENCIAS JURÍDICAS muy concretas.
Aun estando en el estado de vida consagradae(can.574), sin
los miembros no cambian su C O N D I C I ~ NC A N ~ N I Claical
A,
o clerical, en medio del pueblo de Dios (can. 711), precisamente
.para hacer posible su inserción apostólica plena en las estructuras
de la vida secular o eclesial, sin distinguirse en nada de los demás
fieles, laicos o clérigos. Por este motivo estos últimos se incardinan
generalmente en la diócesis y dependen en todo del obispo dioce-
sano, salvo en lo que se refiere a la vida consagrada en el propio
instituto (can. 715, 5 1); en efecto, si los clérigos se incardinaran en
el instituto, de alguna manera se apartarían respecto al presbiterio
de la diócesis en donde ejercen su ministerio, de forma análoga a
los religiosos, contradiciendo así el carisma propio de la seculari-
dad. En efecto, la posibilidad admitida por el canon 266, 5 3,
queda especificada en el canon 715, 5 2, en el sentido de que si
estos clérigos están destinados a las obras propias del instituto o a
funciones de gobierno dentro de él, dependen del obispo del mismo
modo que los religiosos. Se puede decir que en los institutos secu-
lares hay de alguna manera un DOBLE ESTADO: el de consagración
y el laical o clerical en medio del pueblo de Dios.
No son verdaderos y propios miembros del instituto aquellos
fieles que, asociados al mismo con algún vínculo determinado por
las constituciones, se comprometen a tender a la perfección evan-
gélica según el espíritu del instituto y a participar de su misión
apostólica (can. 725).
6.3. Estilo de vida

239. La naturaleza misma de los institutos seculares determina


el estilo de vida propio de sus miembros.
Los miembros deben practicar los CONSEJOS EVANGÉLIC
(cáns. 598-601), que pueden ser asumidos con votos o con o
sagrados vínculos establecidos por las constituciones, las cua.
les deben determinar además los derechos y las obligaciones que
surgen de allí, teniendo en cuenta la secularidad del instituto
(can. 712).
También en los institutos seculares, como institutos de vida
consagrada, vige la obligación de la VIDA FRATERNA (cáns. 716,
5 2; 602), pero no la de vida común. Efectivamente, los miembros
tienen que llevar su propia vida en las situaciones ordinarias del
mundo, sin ningún signo externo, solos o cada uno con su propia
familia; sin embargo, se admite que vivan también en grupos de c
vida fraterna según la norma de las constituciones (can. 714). En c
ese caso estos pequeños grupos no tienen que asumir las formas de
la vida en común religiosa, pues estaría en contradicción con su
vocación de ser fermento discreto en el mundo. S

Las obligaciones relativas a la VIDA ESPIRITUAL, que no se


diferencian mucho de las de los religiosos, están establecidas por
el canon 719 y han de observarse según las normas del derecho
propio.

6.4. Gobierno

240. Se remite a las constituciones en lo que se refiere a la


forma de gobierno, la duración en el cargo de los moderadores y el
modo de su designación (can. 717, 5 1). Pero de todas formas el
moderador supremo tiene que estar definitivamente incorporado al
instituto (5 2). Particularmente el Código invita a los moderadores
a tener un cuidado especial en que se conserve la unidad del espíritu
y se promueva la participación activa de todos los miembros (5 3),
dado que enlos institutos seculares puede ser más fácil cierto indi-
vidualismo y cierta dispersión de los miembros.
m-

Administración de los bienes

eglamentación de la administración de los bienes,


be expresar y favorecer la pobreza evangélica, está determi-
or el derecho propio -que debe definir también las obliga-
lmente de carácter económico, del instituto para con
que dedican a él su propia actividad- y por el li-
(can. 718).

6.6. Formación e incorporación

242. La autoridad competente para la admisión es el modera-


dor mayor, con el parecer o el consentimiento del consejo, a tenor
de las constituciones (can. 720).
Los impedimentos que hacen inválida la admisión son:
- menor edad;
- vínculo sagrado con un instituto de vida consagrada o in-
corporación en una sociedad de vida apostólica;
- vínculo matrimonial;
- otros establecidos por las constituciones (can. 721, $5 1.2).

Requisito fundamental para la admisión lícita es una madurez


necesaria para llevar de forma conveniente la vida propia del ins-
tituto y otros establecidos por las constituciones (can. 721, $5 2.3).

1 1

I '1 b) Prueba inicial


243. La finalidad del primer período de prueba, teniendo en
cuenta la naturaleza específica de los institutos seculares, es seme-
jante a la del noviciado en los institutos religiosos (can. 722,661.2).
Las constituciones deben determinar el método y la duración,
que de todas formas no debe ser inferior a dos años (5 3).
c) Incorporación temporal

244. Terminada la prueba inicial, el candidato que ha sido


juzgado idóneo es admitido al segundo periodo de prueba, el de la
incorporación temporal, por el moderador mayor, con el parecer o
el consentimiento de su consejo, según la norma de las constitu-
ciones, y asume los tres consejos evangélicos, confirmados por el
vínculo sagrado establecido en las mismas constituciones, o bien
deja el instituto (cáns. 720; 723, 5 1).
La finalidad es la de recibir, según norma de las constituciones,
junto con una formación espiritual más profunda, una preparación
tanto en las ciencias humanas como en las divinas (can. 724, 5 2).
La duración no puede ser inferior a cinco años (can. 723, 8 2).

d) Incorporación perpetua o definitiva

245. También para la admisión a la incorporación. perpetua o


definitiva la autoridad competente es el moderador mayor, con el
parecer o el consentimiento de su consejo, a tenor de las constitu-
ciones (can. 720). Igualmente para la exclusión, si hay causa justa,
es competente el superior mayor, pero sólo con el parecer de su
consejo (can. 726,s 1).
La incorporación perpetua se lleva a cabo con la asunción de
los consejos evangélicos con vínculos perpetuos, mientras que la
incorporación definitiva se tiene cuando uno se obliga con vínculos
temporales que han de renovarse siempre en cada plazo (can. 723,
§ 3). L a incorporación definitiva se equipara a la perpetua, en
orden a determinados efectos jurídicos, que deben ser establecidos
por las constituciones (can. 723,s 4).

6.7. Separación del instituto

246. Se trata de ella en los cánones 726-730, que remiten en


gran parte a las normas previstas para los institutos religiosos
(cf cáns. 684, $8 1.2.4; 685; 693-701; nn. 220-236), o bien las sim-
plifican, como:
- en el caso de indulto de dejar el instituto que haya de con-
cederse a un miembro de incorporación temporal, es siempre
competente el moderador supremo, con el consentimiento
de su consejo, aun en el caso de instituto de derecho dioce-
sano (can. 7 2 6 5 2);
cuando un miembro incorporado perpetuamente pide el
indulto de dejar el instituto a la Santa Sede o al obispo
diocesano, según sea el instituto de derecho pontificio o de
derecho diocesano, lo hace a través del moderador supremo,
que transmite la petición sin tener que dar su voto junto con
su consejo (can. 727, 5 1).

.S SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA

7.1. Naturaleza
247.Según el Código las sociedades de vida apostólica se
ASEMEJAN A LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA (can. 731,
8 1); por eso valen también para ellas los cánones 578-597 y 606
(can. 732; cf nn. 163; 168-181), en cuanto que sus miembros, a
pesar de no estar ligados por votos religiosos, buscan el fin apos-
tólico propio de la sociedad y, llevando una vida fraternal en co-

l
mún, tienden a la perfección de la caridad mediante la observancia
de las constituciones (can. 731, 5 1). En aigunas de ellas los conse-
jos evangélicos son asumidos con algún vínculo definido por las
constituciones; por eso están sometidas a los cánones 589-602
.(cáns. 731; 5 2; 732; cf nn. 162-163).
Ya hemos señalado cómo PC Id veía en las sociedades de vida
?común sin votos (así se llamaban entonces las actuales sociedades
de vida apostólica) una verdadera forma de vida consagrada, por
'el mismo estilo que las familias religiosas y los institutos seculares
(cf n. 158). Así las consideraban también los primeros esquemas
preparatorios del nuevo Código 28. Fue en mayo de 1980 cuando se
planteó el problema de si tales sociedades debían comprenderse en
la categoría de institutos de vida consagrada, o si había que tratarse
de ellas por separado, en una sección aparte. El problema se deri-
vaba de la gran variedad de dichas sociedades, ya que unas no
tienen ni votos ni otros vínculos, mientras que otras asumen los
consejos evangélicos con votos que -aun sin ser religiosos por sus
efectos- tampoco pueden considerarse como puramente privados,

28 Cf Acta Commissionis, en "Com." 2 (1970) 168-170; 175-176; 229; 5 (1 973) 66; 7


(1975) 77-80.
ya que son aceptados públicamente por la Iglesia. Además, mien-
tras que los miembros de las sociedades clericales, aunque no por
medio de otros votos específicos, están obligados a la obediencia y
a la castidad por la promesa hecha en el momento de la ordenación
y a la pobreza en virtud de los bienes compartidos, tal como
quiere la vida en común y determinan las constituciones, las de 1%
sociedades femeninas, por el contrario, asumen en general los con.
sejos evangélicos comprometiéndose a ellos con algún vínculo (vo
tos, promesas, juramento), sin tener evidentemente las obligacione
que se derivan del orden sagrado. Muchas de estas sociedades,
tanto masculinas como femeninas, surgieron en la intención de sus
fundadores como formas de consagración, pero al mismo tiempo
con una peculiaridad propia, y por tanto sin querer asumir las
estructuras y el estilo de vida propios de los institutos religiosos,
que en el pasado habrían impedido, especialmente para las SO&-
dades femeninas, el desarrollo de la actividad apostólica; mientras
que otras surgieron precisamente con la intención de los fundadores
de no ser una forma de vida ~ o n s a g r a d a Así,
~ ~ . las sociedades de (
vida apostólica en el Código no han sido comprendidas entre los 1
institutos de vida consagrada, sino que han sido asimiladas a ellos, I
dado que no en todas se configura la vida consagrada en el sentido
canónico expresado en el canon 573, 5 2, aunque en todas ellas se
(
encuentra la esencia de una verdadera y propia consagración a
1
Dios en la Iglesia: una tendencia a la perfección de la caridad en la
e
práctica de los consejos evangélicos, a través de la acción apostólica
y de la vida fraternal en común (can. 573, 5 1). De todas formas, (
(
las que en la mente de los fundadores surgieron como forma de
consagración a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, 1
tendiendo a la perfección de la caridad para mantener su propia
identidad, tienen que considerarse de la misma naturaleza que los
institutos de vida consagrada; las otras pueden considerarse más
bien como asociaciones, con una mayor o menor asimilación a ellos,
o bien las clericales podrían asumir la forma de prelaturas perso- t
nales. (

(
7.2. Casas
1
248. Sobre la erección de una casa y la constitución de una -
comunidad, los derechos que de allí dimanan y la supresión, el
I
1
29 Cf ib, 13 (1981) 379-391. ,
F

on 733 establece disposiciones semejantes a las de los cáno-


608; 609, 5 1; 6 16, 5 1 (cf nn. 173 y 175).

ierno de la sociedad está definido en las constitu-


en cuenta, según la naturaleza de cada sociedad,
633 (can. 734; cf nn. 176-186). Al comienzo de su
rgo los moderadores de las sociedades clericales tienen que emitir
profesión de fe y el juramento de fidelidad 30 según norma de las
,&tuciones (can. 833, 8.0).

7.4. Formación e incorporación

250. La admisión, para la que se remite a los cánones 642-645


(cf nn. 195-197), la formación y la incorporación deben determi-
narse por el derecho propio de la sociedad, en relación especial-
mente con el fin apostólico específico (can. 735).
En las sociedades clericales de derecho pontificio los clérigos,
que para el plan de estudios y la recepción de las órdenes siguen las
normas establecidas para los clérigos seculares, son incardinados
en la sociedad, a no ser que las constituciones prevean otra cosa
(can. 736). Las relaciones entre los miembros incardinados en la
diócesis y el propio obispo están determinadas en las constituciones
y por acuerdos particulares (can. 738,s 3).

1 fI 7.5. Obligaciones y derechos


251. Las obligaciones y los derechos se definen en las cons-
tituciones, aparte de las que son comunes a los clérigos, a no ser
que resulte otra cosa de la naturaleza de las cosas o del contexto
(cáns. 737; 739).
t
Para la vida interna y la disciplina de la sociedad todos los
miembros tienen que estar sujetos a los propios moderadores,

30 CONG R . DOCTR.F E , Professio fidei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio


nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; E V 11/ 1190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de. profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1 169; E V 11 / 2494.

277
a tenor de las constituciones; también al obispo diocesano en lo
que se refiere al culto público, la cura de almas y las activida-
des apostólicas, a tenor de los cánones 679-683 (can. 738, $5 1.2.9
cf nn. 217-219).
Según el canon 731, $ 1, es esencial a todas las sociedades de
vida apostólica, además de la prosecución del fin apostólico propio
de la sociedad, la vida fraternal en comunidad (can. 740). Pero es
curioso que el canon 602 sea aplicado por el canon 732 sólo a
aquellas que asumen los consejos evangélicos con algún vínculo
definido por las constituciones, y a las que se hace referencia en el
canon 731, tj 2, mientras que se debería aplicar a todas las socieda-
des. Vemos cómo se refleja aquí la dificultad que había surgido
I
para una definición unitaria de estas sociedades.
Las ausencias están reguladas por el derecho propio (can. 740).
El moderador supremo, con el consentimiento de su consejo, puede
conceder a un miembro incorporado definitivamente el indulto de
vivir fuera de la sociedad, pero no más de tres años, estando bajo
el cuidado de los moderadores, pero permaneciendo en suspenso
los derechos y los deberes incompatibles con la nueva condición; si
se trata de un sacerdote, es necesario el consentimiento del ordina-
rio del lugar en donde tiene que residir, del cual dependerá igual-
mente (can. 745).
Los miembros de la sociedad, según la norma del derecho pro-
pio, tienen la capacidad de adquirir, poseer y administrar sus pro-
pios bienes temporales y la de disponer de ellos, pero todo lo que
obtengan en consideración de la sociedad permanece adquirido
por ésta (can. 741, tj 2).

7.6. Administración de los bienes de la sociedad

252. Las sociedades, si no se dispone otra cosa en las cons-


tituciones, sus partes y sus casas, son personas jurídicas y tienen,
por tanto, la capacidad de adquirir, poseer, administrar y enajenar
bienes temporales; la administración de los mismos, en cuanto
eclesiásticos, está regida por el libro V del CIC, por los cánones
636, 638 y 639 (cf nn. 190-192) y por el derecho propio de la so-
ciedad (can. 741).
separación de la sociedad

2 5 3 Para el paso a otra sociedad o a un instituto de vida


sagrada, la disciplina es la misma que para los institutos religio-
(cáns. 743; 744; cf nn. 220-223).
para la salida y la expulsión de miembros incorporados tempo-
[mente se remite a las constituciones (can. 742).
En el caso de un indulto para dejar la sociedad, solicitado por
U, incorporado definitivamente, es competente el mode-
rador supremo, con el consentimiento de su consejo, con la consi-
guiente cesación de 10s derechos y de las obligaciones derivadas de
la incorporación, permaneciendo en pie lo que se dispone en el
canon 693, a no ser que figure en las constituciones una reserva a
la Santa Sede (can. 743).
En lo que se refiere a la expulsión de un miembro incorpo-
r a d ~definitivamente, el canon 746 remite a los cánones 693-704
. 229-236).

na-
[al-

ro-
-0-
ue
do

S-
'r,
1
i
CAP~TULO
9

SOCIACIONES DE LOS FIELES

NATURA'LEZA Y FINES

254. Ya el CIC 1917 reconocía implícitamente el derecho de


fieles a constituir asociaciones y a promover entre sus miembros
na vida cristiana más perfecta, o para ejercer alguna obra de
iedad O de caridad, o para incrementar el culto público (can. 685).
Además, bajo el régimen del CIC 1917 se distinguía entre aso-
ciaciones laicales y asociaciones eclesiásticas '.
Las primeras se llamaban laicales no para indicar la condición
irídica de sus miembros, es decir, que fueran laicos, sino para
gnificar que no debían considerarse "eclesiasticas", ya que sólo
;taban recomendadas por la autoridad eclesiástica (can. 684).
?J
Las asociaciones llamadas eclesiásticas eran: o bien las erigidas,
.con personalidad jurídica (can. 687), o bien simplemente las apro-
badas, sin personalidad jurídica (can. 686, 5 1).
Así pues, podemos decir que:
- la recomendación o alabanza de una sociedad llamada laica1
no hacía que ésta perdiera su carácter "privado", en el sen-
tido de que no la hacía entrar en la órbita eclesiástica en
sentido estricto, sino que simplemente tenía la eficacia de
una valoración de sus fines y actividades, es decir, de un
juicio que declaraba la rectitud de los mismos, en armonía
con los fines y las actividades de la Iglesia;
- la aprobación de una asociación llamada eclesiástica la si-
tuaba en un primer grado en la misma estructura organiza-
1 CONGR. CONC.,Resolución del 13 de noviembre de 1920, en "AAS" 13 (1921) 135-144.
Las directrices fundamentales sobre asociaciones han sido dictadas por la CEE en una
amplia Instrucción sobre asociaciones canónicas de ámbito nacional, 24 abril 1986, pro-
mulgada en "BOCEE" 3 (1986) 79-84.
tiva eclesiástica, dándole ya una delegación pública para
conseguir sus fines, de manera que a la voluntad de las
personas físicas asociadas, como causa eficiente primaria de
la existencia de la asociación, se añadía la intervención de la
autoridad como causa eficiente secundaria, aunque sin eri-
girla como persona jurídica;
- a su vez, la erección de una asociación llamada eclesiástica
la situaba plenamente en la estructura organizativa de la
Iglesia, con una verdadera delegación pública para la prose.
cución de sus fines propios, de manera que la misma auto-
ridad eclesiática era la verdadera causa eficiente de la aso-
ciación, que de este modo quedaba erigida como persona
jurídica.

El CIC 1917 regulaba sólo las asociaciones erigidas, que se


clasifican ulteriormente en terceras órdenes seculares y sodalicios
de terciarios, pías uniones y sodalicios o hermandades, archisoda-
licios o archicofradías o uniones primarias (cáns. 700; 701; 702,.
8 2; 707; 720).
255. El canon 215 del CIC 1983, plenamente coherente con el
espíritu y la letra del Vaticano 11 (AA 18a; 19d; PO 8c; CD 17b;
AA 19a), afirma explícitamente el DERECHO DE LOS FIELES a fundar
y dirigi;librementé asociaciones que se propongan un fin de cari-
dad o de piedad o el incremento de la vocación cristiana en el
mundo (cf cáns. 299, ¿j1; 327). Este derecho tiene su fuente en la
misma naturaleza social del hombre, que encuentra su plenitud en
el bautismo. Entonces, como derecho del fiel, brota del bautismo y
no de una concesión de la autoridad, y corresponde plenamente á
la naturaleza de la Iglesia como comunión de todos los que creen
en Cristo. Por eso el ejercicio de este derecho no puede menos que
realizarse dentro de la comunión eclesial, con el reconocimiento y
la tutela de la autoridad eclesiástica, de manera que los fieles aso-
ciados se inserten en la misión de la Iglesia? ajo esta luz hay que
leer toda la legislación o, mejor dicho, el espíritu de la legislación
sobre las asociaciones de fieles que encontramos en los cáno-
nes 298-329.
256. El canon 298, 5 1, recogiendo el canon 215, indica los
FINES por los que se puede constituir una asociación, tanto pública
como privada, en la Iglesia: el incremento de una vida más perfecta
Cf JUAN PABLO11, E X . Ap. Christifideles laici (=ChL), 30 diciembre 1988, n. 29, en .
"AAS" 81 (1989) 393-521; EV 1 1 1 1606-1900.
~ c i ó ndel culto público o de la doctrina cristiana u otras
como la evangelización, el ejercicio de obras
iedad o caridad, O la animación del orden temporal por medio
cristiano.
La ~hristzfldeles laici, en el número 30, aporta algunos
s fundamentales para el discernimiento o reconocimiento
regaciones de fieles laicos en la Iglesia, que valen, sin
-mbargo, para todo tipo de asociación.
LOS criterios generales que podemos señalar sobre la base de la
-señanza pontifica son:
1) Las asociaciones deben ser instrumentos de santidad para
.,S Esto se verifica por su fidelidad al Señor y por la
docilidad al Espíritu, y consiguientemente por el uso de medios de
santificación que están de acuerdo con la doctrina, la disciplina y
tradición de la Iglesia.
2) Su realidad de testimonio de anuncio de la fe y de forma-
ción integral se verifica en el respeto al magisterio.
3) Por el testimonio de una comunión sólida y convencida
con el romano pontífice y con los obispos se comprueba el amor
sincero a la Iglesia y la voluntad de inserción activa en su vida de
oración y de acción apostólica para su incremento.
4) En conformidad con el fin apostólico de la Iglesia ha de
manifestarse su dinamicidad apostólica, incluso misionera, o más
bien discreta, en la sociedad humana, en la humildad y en la capa-
cidad de cooperación con todos los demás organismos activos en la
Iglesia tanto universal como particular.
5) Compromiso de obrar en la sociedad humana al servicio de
la dignidad integral del hombre, a la luz de la doctrina social de la
Iglesia.
257. El canon 298,G 2, hace una primera distinción tipológica
entre asociaciones erigidas y asociaciones reconocidas. A esta dis-
tinción corresponde la de asociaciones públicas (can. 301, 5 3) y
asociaciones privadas (can. 299, tj 2).
I
Tanto las unas-como las otras, dado que viven y actúan en la
Iglesia, deben tener su propio estatuto jurídico, a tenor de la ley
canónica, aunque, como en el caso de las asociaciones privadas, no
siempre se requiere una intervención constitutiva de la autoridad
jerárquica.
Esta distinción corresponde a la que hacia el canon 684 CIC
19 17 entre asociaciones erigidas y recomendadas pero mientras que
el Código antiguo sólo regulaba las primeras y no las segunda,
ahora el nuevo Código regula las dos.
Asociación privada es la que ha sido constituida por el acuerdo
privado de los fieles que la forman, aunque haya sido alabada 0
recomendada por la autoridad eclesiástica. Sin embargo, para ser
reconocida como asociación en la Iglesia, sus ESTATUTOS tienen
que ser EXAMINADOS por la autoridad Competente (can. 299).
Esta asociación privada puede ser erigida como persona juridi- -1
ca privada (can. 116, 5 1) con un DECRETO formal de la autoridad
eclesiástica competente (can. 322, § l), con tal que sus ESTATUTOS
hayan sido APROBADOS por la misma autoridad, sin que cambie,
sin embargo, su naturaleza de asociación privada (can. 322, 5 2).
Así pues, entre las asociaciones privadas hay que distinguir: las
que no tienen personalidad jurídica, y por tanto para ser reconoci-
das basta que sus estatutos hayan sido examinados por la autoridad
eclesiástica, y las que tienen personalidad jurídica privada, cuyos
estatutos necesitan su aprobación. Una asociación privada erigida
como persona jurídica privada es reconocida como sujeto de dere-
chos y deberes, como sujeto que actúa en la Iglesia con efectos ju-
rídicos que quedan referidos a ella como entidad; por consiguiente,
la actividad de sus miembros es tomada en consideración como
actividad desarrollada en nombre de la asociación en cuanto ente;
pero esta actividad sigue siendo privada, ya que no afecta inmedia-
tamente y de forma directa a la responsabilidad de la Iglesia (cf nn.
90-94). Por lo que se refiere a una asociación privada no erigida
como persona jurídica, por el contrario, la actividad que desarrolla
no se toma en consideración como actividad de la colectividad en
cuanto tal, sino como actividad de los individuos que han unido
juntamente sus fuerzas para alcanzar los fines que son coherentes
con la misión y los fines de la Iglesia.
Asociación pública es aquella que ha sido erigida por la auto-
ridad eclesiástica competente a tenor del canon 312, § 1, cuando se
propone la enseñanza de la doctrina cristiana en nombre de la
Iglesia o el incremento del culto público, o bien otros fines cuya
consecución está reservada, por su naturaleza, a la autoridad ecle-
siástica (can. 301, l), o, finalmente, por otros objetivos espiritua-
les a los que no se haya proveído suficientemente mediante inicia-
tivas privadas (§ 2).
semejante asociación, como una confederación de asociaciones
fiblicas, por el mismo D E C R E T O con que es erigida por la autoridad
competente, es constituida siempre como PERSONA J U R ~ D I C APÚ-
t BLICA (cf nn. 90-94) y recibe la MISIONpara los fines que se propone
conseguir EN N O M B R E D E L A IGLESIA(can. 313). Naturalmente, an-
tes de la erección viene la APROBACION DE LOS ESTATUTOS, cuya
revisión y CUYOS cambios necesitan la aprobación de la autoridad
competente para la erección (can. 314).
El criterio sobre la publicidad tanto de las personas jurídicas
como de las asociaciones es el mismo, a saber: que actúen en
nombre de la Iglesia para la U T I L I D A D PÚBLICA. De aquí se deriva
el hecho de que, por lo mismo que una asociación es erigida como
pública, es también persona jurídica pública.
Está claro que no todas las personas jurídicas son asociaciones
públicas, mientras que todas las asociaciones públicas son personas
jurídicas públicas.
La asociación pública actúa EN NOMBRE DE LA IGLESIAen el
sentido de que en su actividad compromete de alguna manera a la
misma Iglesia, que es siempre responsable de la actividad de una
persona jurídica pública. Hay que decir además que, por una parte,
es verdad que en la Iglesia cualquier actividad desarrollada o cual-
quier fin perseguido por cualquier fiel, bien como individuo o bien
como asociado, tiene una dimensión eclesial comunitaria, y que,
por tanto, la actividad privada y el fin privado no deben entenderse
en el sentido de ir dirigidos a un fin exclusivamente subjetivo o de
parte, ya que en la Iglesia el bien del individuo es siempre un bien
de toda la comunidad; pero, por otra parte, es distinto que dicha
actividad se desarrolle y esos fines se persigan en nombre de la
Iglesia, o bien sólo en nombre de la asociación misma que actúa en
conformidad con la misión y los fines de la Iglesia. Es la misma
diferencia que se d a respecto a las personas físicas que pueden
desarrollar actividades o perseguir fines con una investidura o man-
dato particular de la Iglesia y las que pueden desarrollar actividades
y perseguir fines tan sólo congruentes con los generales de la Iglesia,
pero sin esa investidura o mandato.
Podemos, finalmente, llegar a una definición sintética entre
asociación privada y pública según el nuevo Código en los siguien-
tes términos:
- Asociación privada es aquella que, nacida por iniciativa de
los fieles, laicos, clérigos o religiosos, gobernada por ellos según los
estatutos propios, estando siempre en relación con la autoridad
eclesiástica, que puede erigirla también en persona jurídica privada
se propone fines religiosos o caritativos, excepto aquellos cuya
consecución está reservada sólo a la autoridad eclesiástica. La na-
turaleza privada de la asociación no disminuye en lo más mínimo
su eclesialidad.
- Asociación pública es aquella que, además de surgir por
la voluntad libre de los fieles, laicos, clérigos o religiosos, ha sido
constituida y erigida por la voluntad decisoria de la autoridad
eclesiástica competente, a la que se adhiere de modo peculiar, actúa
en nombre de la Iglesia, en cuanto que es siempre persona jurídica
pública, y tiende, según norma del derecho común y de los propios
estatutos, al bien público de la Iglesia, a la consecución de fines
religiosos o caritativos, pero especialmente de los que están de suyo
reservados a la autoridad eclesiástica.
De todo lo expuesto hay que concluir que las asociaciones
recomendadas o alabadas, llamadas "laicales", del régimen del Có-
digo de 1917, son ahora asociaciones privadas, según el Código de
1983. Dado que las asociaciones llamadas "eclesiásticas" según el
antiguo régimen eran tanto las erigidas con personalidad jurídica
como las meramente aprobadas, sin personalidad jurídica, ahora
las primeras, en el régimen del nuevo Código, deben comprenderse
entre las asociaciones públicas, mientras que las segundas deben
figurar entre las privadas. Todas las asociaciones recomendadas,
aprobadas o erigidas bajo el régimen del CIC 1917 deben adecuar
sus estatutos a la disciplina del CIC 1983.
Otra distinción tipológica que se hace a partir del canon 300 es
la que se d a entre asociaciones, tanto privadas como públicas,
calificadas como "católicas" por la autoridad eclesiástica y asocia-
ciones que no tienen esta calificación.
Las asociaciones se distinguen además en clericales, si por su
propio carisma asumen el ejercicio del orden sagrado, son recono-
cidas como tales por la autoridad competente y están dirigidas por
clérigos (can. 302); y laicales, que están constituidas -además de
por los fines espirituales de los que habla el can. 298, dado su
carisma laical- especialmente para animar mediante el espíritu
cristiano las realidades temporales, de manera que se favorezca el
vínculo entre la fe y la vida (cáns. 327-329), y en general están
dirigidas por laicos (can. 317, 5 3); son mixtas si están formadas
tanto de clérigos como de laicos, con iguales derechos y deberes.
~1 código no prevé la incorporación de los clérigos a las asocia-
ciones, ni siquiera a las públicas (cf can. 265), pero nada impide
; e 6stas puedan obtener de la Santa Sede la facultad de incorpo-
p.
4u
i rarlos-
Otra categoría es la que constituyen las terceras órdenes, cuyos
participando en el mundo del carisma de un instituto
bajo la alta dirección del mismo, llevan una vida apostó-
lica y tienden a la perfección cristiana (can. 303).
Están además las asociaciones que se erigen con la intención de
convertirse en el futuro en institutos de vida consagrada o socieda-
des de vida apostólica).
Todas las asociaciones pueden ser universales o internacionales,
si su carisma tiene un carácter de universalidad y de hecho tienden
a extender su actividad por toda la Iglesia o a nivel de intereses
internacionales; nacionales, si están destinadas a actuar dentro de
una sola nación; diocesanas, si su acción se limita al ámbito dioce-
'sano (can. 312, 5 1). Tanto las asociaciones universales como las
nacionales pueden tener secciones diocesanas.
258. Hoy son muchas las asociaciones (no sólo algunas terce-
ras órdenes y las erigidas con la intención de hacerse institutos de
vida consagrada o sociedades de vida apostólica) en las que los
miembros tienden a la perfección de la caridad mediante los CON-
SEJOS EVANGÉLICOS y que no quieren asumir la forma ni de los
institutos religiosos, ni de los seculares, ni de las sociedades de vida
apostólica. Esto está en conformidad con el canon 298, 1, que
'prevé asociaciones que tiendan, mediante la acción común, al in-
cremento de una vida más perfecta. Si los estatutos de estas asocia-
ciones establecen la asunción de los consejos evangélicos para sus
miembros, se tiene una verdadera forma de consagración, aunque
no sancionada canónicamente como tal, ya que se verifican todos
los elementos esenciales de la misma. Además, los mismos vínculos
con los que se asumen los consejos evangélicos, si han sido estable-
cidos por los estatutos aprobados por la autoridad eclesiástica, no
pueden decirse puramente privados, sino que asumen una publici-
dad que tiene diversos grados, según se trate de asociaciones apro-
badas como privadas o erigidas como públicas.
La diferencia con los institutos de vida consagrada reside en el
plano de la intervención de la Iglesia.
3 Cf JUANPABLO 11, Const. Ap. Pastor bonus, 28 junio 1988, art. 11 1, en "AAS" 80
(1988) 888, E V 111943.

287
Las asociaciones, a nivel institucional, no son reconocidas como
forma estable de vida; por tanto, la Iglesia interviene de manera
diferente. La consagración en una asociación que prevé la asunción
de los consejos evangélicos no supone un cambio de estado de vida,
La reglamentación de los derechos y de los deberes, relacionados
con esa asunción, es dada por los estatutos de la asociación; por
tanto, dentro de la asociación. La Iglesia no entra instituciona1.
mente en la definición de la extensión de la asunción de los consejos
evangélicos, la cual es determinada por los estatutos y no por el
derecho común. Esto no significa que los miembros de una asocia-
ción, que asumen los consejos evangélicos con algún vínculo, no
puedan llegar a una totalidad de consagración.
259. Un fenómeno que ha ido tomando cada vez más incre-
mento después del Concilio es la difusión y el crecimiento de los
llamados MOVIMIENTOS ECLESIALES (ChL, n. S), junto a otras for-
mas, que podríamos decir tradicionales, de agregación de fieles.
Los movimientos eclesiales, que tienen su raíz y su origen en un
don específico del Espíritu, son llamados así por estar formados de
todas las categorías y órdenes de fieles (obispos, presbíteros, diáco-
nos, seminaristas, laicos y laicas, casados, casadas o célibes, viudos
o viudas, religiosos o religiosas, personas consagradas en el movi-
miento en la forma contemplativa, apostólica o secular, etc.) para
vivir en la Iglesia un elemento o aspecto particular de su misterio,
como la unidad, la comunión, la caridad, el anuncio del evangelio,
la vida evangélica, las obras de misericordia, etc.
El problema principal que se plantea está a nivel de su apro-
bación.
Estos movimientos eclesiales presentan tal originalidad en la
vida de la Iglesia que sería ir contra el Espíritu querer coartarlos,
en el momento de su aprobación, bajo formas jurídicas ya exis-
tentes:
a) actualmente son aprobados como asociaciones de fieles,
privadas o prevalentemente públicas; sin embargo, no corresponden
plenamente a la configuración y a la disciplina que encontramos de
ellas en el Código: los movimientos eclesiales, como hemos dicho,
comprenden varias categorías de personas, laicos, casados o célibes,
clérigos, consagrados a Dios con varios tipos de vínculos por la
profesión de los consejos evangélicos, miembros de institutos de
vida consagrada, obispos y a veces hasta bautizados no católicos;
b) los movimientos eclesiales no pueden ser aprobados ni
ociedade~de vida apostólica ni como institutos seculares, ya
e de los miembros no serían considerados como miem-
no derecho; tampoco sería una solución aprobar diversas
masculina, femenina, clerical, laical, contemplativa, apos-
das entre sí, ya que eso sería en detrimento de la
o correspondería a las intenciones de los fundadores;
efectivamente,en algunos movimientos hay miembros que asumen
los evangélicos por medio de vínculos, con una verdadera
intención consecratoria, sabiendo que responden a una vocación
divina específica, pero también con la clara voluntad de no entrar
ría de los institutos religiosos ni de los institutos secu-
. lares, ya que son conscientes de ser una nueva forma de consagra-
ción que pide ser autentificada por la Iglesia (cf can. 605);
'c) sería perjudicial para la unidad de las diversas categorías de
personas comprendidas en tales movimientos la aprobación de los
como prelaturas personales, dada la naturaleza clerical de
estas últimas (cf n. 157).
, Actualmente es competente para estos movimientos el Consejo
para los laicos, pero éste no corresponde plenamente a la naturaleza
y a la finalidad
. de los mismos. Sería de desear la constitución de
una comtsion interdicasterial permanente, de la que formen parte,
S ,

además del presidente del Consejo para los laicos, los prefectos de
las congregaciones competentes para las diversas categorías de per-
sonas comprendidas en los movimientos eclesiales 4.
260. Todas las asociaciones deben ser dirigidas, además de
> - por el derecho común, por el derecho propio, es decir, por los
ESTATUTOS y por OTRAS NORMAS peculiares, conformes con el de-
recho común y con los estatutos (can. 309). Los estatutos deben
4 '
Contener:
- la naturaleza de la asociación privada o pública;
- la índole: laical, clerical o mixta, con miembros de varias
categorías por diversos títulos;
- el fin: la oración o el apostolado, o ambas cosas; algunos
miembros, como en los movimientos eclesiales, dedicados a
la contemplación (incluso en la vida eremítica) y otros a la
actividad apostólica y caritativa (can. 304, ¿j1);
- el espíritu o espiritualidad: modo concreto de ponerse en
relación con Dios y con los demás, reviviendo dentro de sí
un aspecto, o varios, del misterio de la vida de Cristo;

I 4 Ib, aG. 21, tj 2, en "AAS" 80 (1988) 865; E V 111853.


- la estructura de gobierno (can. 304, 5 1); en el caso de los
movimientos, cuando están compuestos de varios Órdenes
de personas, tiene que haber una estructura de gobierno ge.
neral y una estructura de gobierno particular para cada una
de las ramas que dependan del gobierno central;
- normas sobre la administración de bienes (cáns. 310; 319).
- normas sobre las relaciones con institutos de vida consagra:
da con los que estuviera vinculada la asociaciún por origen
o por espiritualidad o por actividades apostólicas comunes
(cf can. 311);
- normas sobre la disciplina de los miembros: sus obligaciones
y derechos, especialmente en relación con los consejos evan-
gélicos, si se asumieren;
- normas sobre la formación, incorporación y expulsión de
los miembros (cáns. 304, 5 1; 307, 1; 308);
- normas sobre la situación, las obligaciones y los derechos de
los miembros pertenecientes a institutos de vida consagrada
(cf can. 307, 5 2) o de los miembros clérigos, que hasta
entonces estaban incardinados en una diócesis, pero que
están ahora al servicio de la asociación, o bien de los clérigos
diocesanos que participan de la vida asociativa;
- normas sobre la posición, las obligaciones y los derechos de
los eventuales miembros no católicos (cf n. 263).

Los estatutos deben ser examinados o aprobados por la auto-


ridad competente, incluso en cada uno de sus cambios (cáns. 299,
5 3; 314). Hay que señalar además que, dentro del marco que
ofrece el derecho común, prevalece el derecho propio de cada aso-
ciación, en cuanto que refleja inmediatamente su carisma. En las
asociaciones privadas -precisamente por el hecho de que se basan
esencialmente en el acuerdo privado de los fieles (can. 299, ¿j 1) y
porque son dirigidas y presididas por ellos según la norma de los
estatutos (can. 321) con una mayor autonomía respecto a la auto-
ridad eclesiástica- prácticamente casi todas las esferas de su vida
están reguladas por los estatutos más que por el derecho común; es
decir, en las asociaciones públicas se verifica una dependencia ma-
yor del derecho común, aunque siempre dentro del respeto a su
justa autonomía, necesaria para alcanzar sus fines en armonía con
su inspiración original.
CONSTITUCI~NY RELACIONES CON LA AUTORIDAD
;,c. .
.m
-L.
F ~ ~ ~ ~ ~ A ~ ~ I C A

261. La autoridad competente para los actos relativos a las


1 '$ociacione~ es la que preve el canon 312,g 1, al que remiten todos
,,,cánones, a saber:
-
la Santa Sede para las asociaciones universales e internacio-
nales (Pontificio Consejo para los laicos: asociaciones laica-
les y movimientos eclesiales, las terceras órdenes sólo para
la actividad apostólica; Congregación para el clero: asocia-
ciones de clérigos; Congregación para los institutos de vida
consagrada y para las sociedades de vida apostólica: terceras
órdenes, asociaciones del orden de las vírgenes, asociaciones
que intentan convertirse en institutos de vida consagrada o
en sociedades de vida apostólica); ,
- la conferencia episcopal para las asociaciones nacionales;
- el obispo diocesano para las asociaciones diocesanas, ex-
cepto aquellas para las que existe una reserva para otros por
privilegio apostólico, en lo que se refiere a la erección (por
ejemplo, a institutos religiosos).

La aprobación o la erección concedida a cualquier asociación o


movimiento por un obispo diocesano (cáns. 312,lj 1,3.Q;322) vale
para todos los demás obispos; además, si la asociación o el movi-
miento piden la aprobación de la Santa Sede, no es necesario que
sean aprobados antes por las diversas conferencias de obispos.
Para erigir válidamente en una diócesis una asociación pública
o una sección de la misma se requiere el consentimiento por escri-
to del obispo diocesano, aunque la erección se haga en virtud de
un privilegio apostólico; pero el consentimiento dado por el obis-
po para la erección de una casa de un instituto religioso vale tam-
bién para la erección, junto a la misma casa o junto a la iglesia
2).
aneja, de una asociación propia del instituto (can. 312, ¿j
262. La AUTONOM~Ade las asociaciones públicas es más limi-
tada respecto a la de las asociaciones privadas, en cuanto que las
primeras pueden emprender libremente las iniciativas coherentes
con su índole y según lo establecido en sus estatutos, pero bajo la
DIRECCION SUPERIOR de la autoridad eclesiástica (can. 315); por el
contrario, las segundas, esto es, las privadas, están sometidas sola-
mente a la VIGILANCIA y al gobierno de la misma de forma genérica
(can. 323,§ 1).
La dirección superior respecto a las asociaciones públicas es
evidentemente exigida por el hecho de que actúan en nombre de
Iglesia, implicando inmediatamente su responsabilidad en la acció
que realizan; mientras que respecto a las asociaciones privadas
se requiere su sumisión genérica al gobierno de la autoridad e
siástica, bien como organismos que actúan en la Iglesia, y
tanto siempre en conexión con la jerarquía, bien para que se
serve en ellas la integridad de la fe y de las costumbres y no
abusos en la disciplina eclesiástica (can. 305,g l), se evite la di
sión de fuerzas y se ordene al bien común el ejercicio de S
tolado (can. 323,§ 2). Es natural que a la vigilancia de la q
el canon 305, 5 1, están también sometidas las asociaciones
cas, mientras que la prevista por el canon 323, 2, se refier
privadas, porque, precisamente por su carácter privado, el riesg
estaría en que se quedasen cerradas dentro de la perspectiva de una
consecución de intereses puramente sectoriales de grupo, sin aquella
apertura comunitaria que en la Iglesia es constitutivamente nece
saria para la acción de cualquier fiel, bien como individuo o bien
como asociado. El canon 305, 5 2, especifica cuál es la autoridad
que ejerce la vigilancia en cuestión: la Santa Sede para todas las
asociaciones, de cualquier género; el ordinario del lugar para las
diocesanas y para las demás, en la medida en que ejercen su acción
en la diócesis.
Finalmente, por lo que se refiere a las asociaciones, tanto pri-
vadas como públicas, que están presididas o asistidas por miembros
de institutos de vida consagrada, en cuanto unidas de algún modo
con estos institutos, es deber de los presidentes o de los asistentes
hacer que colaboren en el apostolado de la diócesis, actuando bajo
la dirección del ordinario del lugar junto con las otras asociacione~
(can. 311).
Todo lo dicho hasta ahora determina en concreto las relaciones
entre las asociaciones y la autoridad jerárquica.
Tanto las asociaciones privadas como las públicas tienen la
facultad de celebrar asambleas, de designar a los moderadores,
a los oficiales, a los ayudantes y a los administradores de bienes
(can. 309), pero en todo esto hay notables diferencias según se trate
de uno o de otro tipo de asociación.
Las asociaciones privadas designan libremente, según la norma
de los estatutos propios, al moderador y a los oficiales, así como al
propio consejero espiritual, entre los sacerdotes que ejercen legíti-
mamente el ministerio en la diócesis, dejando a salvo la confirma-
,:wón por parte del ordinario del lugar (can. 324). Esto no impide
estatutos puedan prever ciertas formas de nombramiento,
~ i ó no confirmación de los moderadores y de los oficiales,
uyo serían propias de las asociaciones públicas, pero no lo
iere el derecho común.
~1 contrario, por lo que se refiere a las asociaciones públicas, si
,evén otra cosa los estatutos, corresponde a la autoridad ecle-
Sli
&tica competente confirmar al moderador elegido por la misma
,,iación, o bien instituir al que ha sido presentado, o nombrarlo
gún la norma de 10s mismos estatutos; de este modo corresponde
la misma autoridad nombrar al capellán o asistente eclesiástico,
:spuésde haber oído, pero sólo si parece oportuno, a los oficiales
niayores de la asociación (can. 317, § 1). Esto vale también para
las asociaciones erigidas por miembros de institutos religiosos en
virtud de un privilegio de la Santa Sede, fuera de las propias iglesias
o de las propias casas; al contrario, si estas asociaciones han sido
erigidas junto a la propia iglesia o junto a la propia-casa, el nom-
bramiento o la confirmación del moderador y del capellán corres-
~ o n d eal superior del instituto, según norma de los estatutos (§ 2).
Dada esta relación tan estrecha con la autoridad eclesiástica, ésta
~ u e d edesignar por graves motivos un comisario que en su nombre
dirija temporalmente la asociación (can. 318,§ l ) , o bien por justa
causa puede incluso remover al moderador que ha nombrado o
confirmado, después de haber oído al mismo moderador y a los
oficiales de la asociación, a tenor de los estatutos; también el cape-
llán puede ser removido por quien lo nombró, según los cáno-
nes 192-195, sobre la remoción de los oficios eclesiásticos (5 2,

-
- , 3. A D M I S I ~YNDIMISIÓN DE LOS MIEMBROS

263. Respecto a los miembros, la aceptación en las asociacio-


nes privadas debe hacerse según el derecho, universal o particular,
y los estatutos (can. 307,g l), mientras que en las públicas la acep-
tación es inválida si el fiel aceptado ha abandonado públicamente
la fe católica, o se ha alejado de la comunión eclesiástica, o ha sido
condenado con una excomunión~infligidao declarada (can. 316,
1). Gozan de los derechos, privilegios, indulgencias y otras gracias
espirituales, concedidas a una asociación, solamente los que han
sido válidamente acogidos en ella y no han sido legítimamente ex-
pulsados de la misma (can. 306).
Se plantea el problema particular de los no católicos miembros
de asociaciones.
Por lo que se refiere a los ACATÓLICOS NO BAUTIZADOS, han de
considerarse totalmente externos a la asociación, aunque Cooperen
en las actividades de carácter humanitario que desarrolla.
Respecto a los BAUTIZADOS ACAT~LICOS, por el contrario, sin
duda es preciso:
- respetar su identidad confesional;
- acoger plenamente su deseo de vivir el espíritu propio de la
asociación, de perseguir sus fines y de participar en sus ac-
tividades apostólicas;
- dejar bien clara su realidad de no católicos.

Otros elementos que hay que tener presentes me parece que


son:
a) El canon 2 15 reconoce en la Iglesia el derecho de asociación
de los fieles (christiJideles),pero el término "fieles" debe entenderse
en sentido restrictivo de los "fieles católicos" (cf cáns. 96; 204,P 1;
208)s; por consiguiente, no puede afirmarse un derecho igual que
puedan ejercer en la Iglesia católica los bautizados no católicos.
b) Si se trata de una asociación privada, aunque el reconoci-
miento de la autoridad eclesiástica atestigua la autenticidad cristia-
na y eclesial de la misma (can. 299, $5 2.3), la participación de
bautizados acatólicos como miembros no parece que tenga que
excluirse, con tal que en los estatutos queden bien claros sus obli-
gaciones y derechos, en la observancia de las normas sobre el
ecumenismo.
Por lo que se refiere a una asociación pública, el Código no dice
nada expresamente. Durante la elaboración del canon 316, 5 1,
fueron varias las propuestas y las correcciones en el sentido de una
exclusiÓn6. Es posible que la comisión de reforma no quisiera
contemplar explícitamente este hecho, bien porque pensó que era
de suyo una contradicción admitir en una asociación pública, que
actúa formalmente en nombre de la Iglesia católica, a los acatólicos
como miembros en pleno sentido, o bien porque no quiso excluir
formas posibles de agregación o participación de los mismos a
título no pleno.

5 Cf Acta Commissionis, en "Com." 2 (1970) 89-93; 12 (1980) 59-62.


6 Ib, 12 (1980) 100-101; 15 (1983) 84.
?-por el simple hecho de que una asociación pública recibe de
nodo oficial y formal, para todo lo que se requiere, la misión en
,rden a los fines que Se propone conseguir en nombre de la Iglesia
(can. 313), los bautizados no católicos no pueden ser admitidos
como miembros de pleno derecho de una asociación pública, dado
q'J
e no pueden actuar en nombre de la Iglesia católica por el hecho
de que no son miembros de ella y, por tanto, no pueden
SUS fines propios.

conviene que en los estatutos de la asociación se ponga un


en el que se prevea la posibilidad de la admisión de bauti-
zado~ no católicos, según lo establecido en los reglamentos particu-
lares. Sería mejor crear grupos distintos dentro de la asociación,
guiados por miembros pertenecientes a las diversas comunidades
~ r i s t i a n ano
~ católicas, en vez de grupos mixtos con miembros
católicos al frente de los mismos. Los miembros no católicos, aparte
el cargo de dirigente a nivel de grupo, - - no deben ocupar otros
cargos-en la asociación ni participar en ninguna decisión que toque
al gobierno de la misma, a no ser que la decisión afecte directamen-
a
te los grupos formados de no católicos.
Si, por otra parte, esos miembros bautizados no católicos qui-
sieran asumir los consejos evangélicos con votos o promesas en la
asociación, podrían comprometerse por medio de una promesa
hecha ante el presidente o un delegado suyo, de la que se derivarían
derechos y deberes recíprocos entre ellos y la asociación. El conte-
nido de esta promesa, que habría de hacerse con la condición de
que vinculase a las personas mientras permaneciesen en la asocia-
ción, sería el de compartir el espíritu, los fines y las actividades
apostólicas dentro de los límites permitidos por su pertenencia a
otra Iglesia o comunidad cristiana; el de observar los estatutos de
la asociación y el reglamento particular del grupo de los acatólicos
en todo lo que no sea evidentemente contrario a su fe, tal como se
profesa en su comunidad cristiana de pertenencia o que no esté
expresamente abrogado para ellos; el de vivir el consejo evangélico
de la castidad perfecta por el reino de los cielos, la pobreza evan-
gélica y la obediencia, según la determinación del reglamento par-
ticular.
Los esposos deben vivir en el matrimonio con la convicción de
que es un vínculo indisoluble contraído delante de Dios.
La solución a los problemas relativos a la aprobación de las
asociaciones ecuménicas por la ChL, número 31, se remite a una
definición conjunta del Consejo para los laicos y del Consejo par
la unión de los cristianos.
Los miembros de los institutos RELIGIOSOS pueden adherirs
las asociaciones, a tenor del derecho propio, pero con el consent
miento de su superior (can. 307, 5 3), en cuanto que la adhesión
las mismas no debe estar en contraste con el carisma y la discipli
propios del instituto al que se pertenece. Del ejercicio del derech
de asociación por parte de los CLBRIGOS ya hemos hablado en e
capitulo 7 (cf n. 153).
Respecto a la expulsión, es posible en todas las asociaciones
privadas por causa justa, según norma de los estatutos (can. 308);
y en las públicas, cuando se da el caso de abandono público de la
fe católica, o de ruptura de la comunión eclesiástica, o de excomu-
nión infligida o declarada, después de amonestar al individuo, ob-
servando los estatutos y dejando a salvo el derecho de recurso a la
autoridad eclesiástica competente (can. 316, 5 2).

4. ADMINISTRACI~N
DE LOS BIENES

264. Por lo que se refiere a la administración de los bienes, en


las asociaciones públicas se hace bajo la alta dirección de la auto-
ridad eclesiástica, a la que hay que rendir cuentas todos los años no
sólo de la administración en general, sino también de la distribución
de las ofrendas y de las limosnas recogidas (can. 319), puesto que
los bienes de una asociación pública son considerados como bienes
eclesiásticos (can. 1275, €jl), y por tanto están bajo la disciplina
del libro V del Código. En las asociaciones privadas, por el contra-
rio, entre las cuales pueden tener bienes sólo aquellas que han sido
erigidas como personas jurídicas, dado que los bienes que poseen
no se consideran bienes eclesiásticos, al ser de una persona jurídica
privada son administrados libremente según las disposiciones de
los estatutos (can. 1257, 5 2), quedando a salvo el derecho de la
autoridad eclesiástica a la vigilancia general para que dichos bienes
se usen para los fines de la asociación (can. 325,g 1).De la misma
manera está sometida a la autoridad del ordinario del lugar la
administración y la distribución de los bienes donados o dejados
para causas pías (5 2). Las asociaciones privadas no constituidas
como personas jurídicas no pueden en cuanto tales poseer bienes,
ya que no son sujetos de derechos y de deberes; sin embargo, los
fieles asociados pueden juntamente contraer obligaciones, adqui-
rir y poseer derechos y bienes como copropietarios y coposesores,
,,,iendo esos derechos y obligaciones mediante un mandatario
ocurador (can. 310). Mientras que en el caso de extinción de
asociación privada, incluso erigida como persona jurídica, los
S
, se destinan exclusivamente según lo establecido en los esta-
os, los derechos adquiridos y la voluntad de los oferentes
326,§ 2; 123); en el caso de una asociación pública los bienes
estinan según el derecho común y los estatutos; si éstos no in-
nada, corresponde a la persona jurídica inmediatamente su-
,,ior, a salvo la voluntad de los oferentes y los derechos
quirid~ (can.
~ 123).

EXTINCI~N
1-
)- 265. Las asociaciones públicas, como personas públicas, se
a extinguen sólo por supresión por parte de la autoridad legítima o
bien cuando cesan de actuar por el espacio de cien años (can. 120,
8 1). Así, las asociaciones erigidas por la Santa Sede sólo pueden
ser suprimidas por ésta (can. 320,g 1); las erigidas por la conferen-
cia episcopal, por graves causas, por ella misma; las erigidas por el
obispo diocesano pueden ser suprimidas por él, que puede suprimir
n
incluso las erigidas, por indulto de la Santa Sede, por miembros de
institutos religiosos (5 2). La supresión tiene que hacerse después
1-

3
de haber oído al moderador y a los oficiales mayores de la asocia-
n
ción (5 3). Las asociaciones privadas, por su parte, incluso las
e
erigidas como personas jurídicas, se extinguen, a tenor de los esta-
s
tutos o bien por supresión por parte de la autoridad competente si
3
- su actividad es causa de daño grave para la doctrina o la disciplina
eclesiástica o bien de grave escándalo para los fíeles (cáns. 326, 5 1;
1
1
120, g 1).
'ERCERA PARTE

CIONES Y POTESTAD SAGRADA


UEBLO DE DIOS
CAPÍTULO
10

POTESTAD SAGRADA

266. Según el canon 108, 5 1, del CIC 1917, se consideraban


~~lérigos" todos aquellos que estaban dedicados a los ministerios
divinos, al menos por medio de la primera tonsura. Sin embargo,
en el 9 2 se precisaba que estos clérigos no se encontraban en el
mismo grado, sino que entre ellos se establecía una jerarquía, que
en el 6 3 se determinaba en dos líneas: la línea de la JERARQUÍA DE
ORDEN, a saber: los obispos, los presbíteros y todos los demás mi-
nistros (diáconos, subdiáconos, acólitos, lectores, ostiarios, exor-
cista~),y la de la J E R A R Q U ~ ADE JURISDICCION, dividida a su vez en
dos líneas: la secular (el romano pontífice, los obispos y los demás
ordinarios del lugar, obispos y presbíteros) y la regular (el romano
pontífice y los superiores mayores de los institutos religiosos cleri-
cales exentos (can. 198).
Aesta distinción entre jerarquía de orden y jerarquía de juris-
dicción correspondía la distinción entre potestad de orden y potes-
tad de jurisdicción.
Se afirmaba que la POTESTAD DE ORDEN, vinculada a la fun-
ción de santificar de la Iglesia, era recibida sólo por los clérigos
(can. 118) por medio de un acto sacramental, el sacramento del
orden (can. 109), para realizar los actos estrictamente sacramenta-
les que les están reservados. Por el contrario, se disponía que la
POTESTAD DE JURISDICCIÓN, correspondiente a la función de go-
bernar la Iglesia, se confiere a los clérigos (can. 118) por medio de
un acto no sacramental, la misión canónica (can. 109), para cumplir
actos de gobierno eclesiástico. Se enunciaba además que el romano
pontífice, por derecho divino, está situado en su grado en virtud de
.la elección legítima y de su aceptación (can. 109), y que, así mismo
por derecho divino, obtiene inmediatamente la plena potestad de
jurisdicción desde el momento de la aceptación de la elección leg.
tima (can. 219). Además, comúnmente, la POTESTAD DE MAGISTE-
-
R I O AUTÉNTICO, que se refiere a la función de ensefiar de que es
depositaria la Iglesia, al tener como objeto pronunciamientos doc.
trinales autoritativos, quedaba comprendida en la potestad de go.
bierno. Sin embargo, la terminología del CIC 1917 crea algunas
dificultades, ya que el canon 118 habla de "clérigos", que son los
únicos que pueden recibir la potestad tanto de orden como de
jurisdicción eclesiástica. Pero según el canon 108, 1, eran ya
clérigos los que habían recibido tan sólo la primera tonsura, pero
no el sacramento del orden. Entonces, respecto a la potestad de
orden el término "clérigo" debe entenderse en sentido restringido,
ya que sólo se recibe con el sacramento del orden. Por el contrario,
respecto a la potestad de jurisdicción, debe entenderse en sentido
amplio, comprendiendo todas las categorías de clérigos (can. 109).
Finalmente, respecto a la potestad de magisterio auténtico, este
término podía comprender solamente al romano pontífice, a los
obispos reunidos en concilio ecuménico y a los presbíteros miem-
bros de derecho del mismo con voto deliberativo (cáns. 1323, 5 2;
223, fj 1) y a cada uno de los obispos (can. 1326).
Esta doctrina y disciplina del CIC 1917 se basaba en una doc-
trina milenaria común. Sus raíces se encuentran en el primer mile-
nio: en la distinción entre potestad amisible y potestad inamisible
(Cipriano y Agustin) y en la praxis de las ordenaciones absolutas, .
de los obispos titulares (que surgen en el s. Iv y se desarrollan en el
s. viii), de las abadesas a las que al menos desde el siglo i X hasta el
siglo xix se les confería una autoridad cuasi episcopal, de los diá-
conos o presbíteros elegidos para el sumo pontificado (Gregorio
Magno, Gregorio VIII, Inocencio 111, Gregorio X, Adriano V, Ni-
colás 111, Martín IV, Honorio IV, Celestino V, Bonifacio VIII),
que ejercían la suprema jurisdicción pontificia antes de su consa-
gración episcopal. En el segundo milenio, esta doctrina, asumida
por Graciano y por los grandes escolásticos, especialmente por
santo Tomás 1, fue aceptada comúnmente por los teólogos y cano-
nistas y propuesta expresamente de nuevo por los pontífices más
recientes antes del concilio 2.

S. Th. 11/11, 39-3 corp.;-Contragent. IV, c. 76.


2 Cf LEÓN XIII, Cart. enc. Satis cognitum, 29 junio 1896, en "AAS" 28 (1895-1896) 733-
734; Pío XII, Cart. enc. Mystici corporis, 29 junio 1943, en "AAS" 35 (1943) 21 1-212; Cart.
enc. Ad sinarum gentem, 7 octubre 1954, en "AAS" 47 (1955) 9; Cart. enc. Ad aposrolorum
principis, 29 junio 1958, en "AASw 50 (1958) 610-61 1; Al. a los párrocos cuaresmales, 17
febrero 1942, en "AAS" 34 (1942) 141; Al. a la R. Rota, 2 octubre 1945, en "AAS" 37 (1945)
EL VATICANO 11 Y E L CIC 1983

Afirmaciones

0s obispos
267. LG 21 b (CD 1%; LG 4 1b) afirma la SACRAMENTALIDAD
A CONSAGRACIÓNEPISCOPAL, ya que con ella se confiere la
lenitud del sacramento del orden, se d a por tanto la gracia del
tu Santo y se imprime el carácter sagrado (cáns. 1008; 1009).
~1 mismo texto afirma además que la consagración episcopal con-
fiere, además del munus (misiónjfunción) de santificar, también
10s de ensefiar y gobernar; pero añade que éstos por su naturaleza
tienen que ejercerse en la comunión jerárquica con la cabeza del
colegio-y 10s miembros del mismo (can. 375, 5 2). La NEP 2.a
explica que en la consagración episcopal se d a una participación
~ntológicaen 10s sagrados munera, que deben distinguirse del libre
ejercicio de la potestad.
En LG 20a, 24a y 28a encontramos que los obispos, como
sucesores de los apóstoles, reciben del Señor la misión apostólica,
para cumplir la cual se les ha dado el Espíritu (can. 375, 1). El
munus que entonces se les confía es un verdadero ministerio. Según
la LG 24b, para ser asumidos en el oficio episcopal es necesaria la
comunión apostólica (sinónimo de comunión jerárquica), que se
tiene con la consagración legítima (cáns. 1013; 1382). La legitimi-
dad de la consagración viene dada o por el nombramiento válido
del obispo por parte del sumo pontífice o bien por su confirmación
del elegido legítimamente, y del mandato pontijicio si no es el
mismo pontífice el que consagra al recién elegido (cáns. 377, 5 1;
1013). La NEP 2.a explica que con la misión canónica (determina-
ción canónica o jurídica) -que se distingue de la misión apostólica
como acto de la autoridad jerárquica (romano pontífice) con la que
se confiere un oficib o se asignan unos súbditos- se obtiene el libre
ejercicio de lapotestad. La misión canónica, a tenor de la LG 24b,
puede darse de varias maneras: o por medio de las legítimas cos-
tumbres, n o revocadas por la potestad suprema y universal de la
Iglesia, o por medio de las leyes hechas por la misma autoridad o
reconocida por ella, o directamente por el mismo romano pontí-
fice.
I
260-261; Al. al II Congr. Int. Apost. Laicos, 5 octubre 1957, en "AAS" 49 (1957) 924925;
JUANXXIII, Al. al Consistorio secreto, 15 diciembre 1958, en "AAS" 50 (1958) 983.
Td

Finalmente, según la LG 22a, uno se hace MIEMBRO DELCOLE-


GIO tanto en virtud de la consagración como mediante la comunión
jerárquica con la cabeza del colegio y los miembros del mismo
(can. 336).

b) Los presbíteros

268. PO 2c afirma la SACRAMENTALIDAD DE LA O R D E N A C I ~ N


PRESBITERAL, en cuanto que por la unción del Espíritu Santo los
presbíteros son sellados con un carácter especial (cáns. 1008; 1009).
La ordenación confiere los tres munera a los presbíteros (PO 7a) y,
junto con la misión que reciben del obispo, la participación en el
sacerdocio de Cristo (PO loa) y en la misión apostólica (PO 1; 2b;
2d; loa). Los obispos y los presbíteros participan en tal grado del
mismo y único sacerdocio (CD 15a) y ministerio de Cristo, que la
misma unidad de consagración y de misión exige la comunión
jerárquica de los presbíteros con el orden de los obispos (PO 7a).
Los presbíteros son constituidos en la comunión jerárquica con la
ordenación legítima, que -si son seculares- se obtiene con la
admisión y la ordenación por parte del propio obispo o con cartas
dimisorias del mismo, si no es él el que ordena, o bien con las del
1
superior mayor, si son miembros de institutos religiosos o socieda-
des de vida apostólica, clericales de derecho pontificio (cáns. 1015;
1019; 1029; 1034, ¿j1).
Dada la participación de los presbíteros en el munus del minis-
1
terio episcopal a través del sacramento del orden y de la misión
canónica (PO 2b, 7b), en virtud del orden y del ministerio están
asociados al cuerpo episcopal y son sus colaboradores (LG 28b;
P O 7a; C D 15a). Así pues, los presbíteros, al n o poseer la plenitud
del sacerdocio, dependen de los obispos en el ejercicio de supotes-
tad (LG 28a).
Respecto a los presbíteros no se habla de colegio, sino en forma
genérica de comunión sacerdotal (LG 41) o bien de PRESBITERIO
junto con el obispo (LG 28b; P O 7a). Sin embargo, de modo espe-
cífico en LG 28c se afirma que en virtud de la sagrada ordenación
y de la misión todos los sacerdotes están ligados entre sí por una
íntima fraternidad.
69. Sobre los diáconos la L G 29 (AG 16f) admite indirecta-
te la SACRAMENTALIDAD de su ordenación, ya que habla de
al, aunque no menciona el carácter indeleble,
ra los obispos y PC 2c para los presbíteros; el
n 1008, sin embargo, menciona a este último de modo general
a todos los grados del sacramento del orden como doctrina
mún incluso respecto al diaconado, aunque no definida nunca
. De todas formas, está claro que el diaconado,
que debe ser ejercido en comunión con el obispo y sus presbíteros
aunque es el primer grado del orden sagrado, es un ministerio de
no sacerdotal (LG 29a; CD 15a).

270. El Código declara que a los laicos, que participan en


virtud del BAUTISMO del munus sacerdotal, profético y real de
Cristo (AA 2b; can. 204, 4 l),les confiere la jerarquía, por medio
de una misión, ciertas tareas (munia), más íntimamente ligadas con
los deberes de los pastores, como la exposición de la doctrina
cristiana, algunos actos litúrgicos y la cura de almas, en el ejercicio
de las cuales están plenamente sometidos a la dirección del superior
eclesiástico (AA 24e). De esta manera, los laicos que forman parte
de la curia diocesana colaboran en el ministerio pastoral del obispo
(CD 27d). Sobre la base de esta doctrina, el canon 228 permite que
los laicos sean asumidos por los pastores en aquellos oficios ecle-
siásticos (officia ecclesiastica) y en aquellas funciones (muriera)
-no ligadas de suyo a la recepción de las órdenes sagradas- que
estén en disposición de ejercer, según las normas del derecho, pero
sin especificar si dichos oficios pueden suponer un ejercicio de
potestad de gobierno o no. El Código prevé, como hemos visto
(cf n. 102), la colación a algunos laicos de ciertos oficios que supo-
nen o pueden suponer ejercicio de potestad de gobierno ordinaria
o delegada. El Código lo hace así sobre la base del canon 129,tj 2,
que dispone que los laicos, en el ejercicio de la potestad de gobierno
o de jurisdicción, pueden cooperar según la norma del derecho.

3 Cf Acta Commissionis, en "Com." 10 (1978) 181; PABLO VI, M-p. Sacrum diaconatus
ordinem, 18 junio 1967, en "AAS" 59 (1967) 698; E V 21 1369.
2.2. Interpretación del Vaticano 11 y del Código

a) Teorías

271. Toda la problemática sobre la potestad sagrada en la


Iglesia se centra en la cuestión del origen de la potestad de los
obispos.
El Concilio no ha querido dirimir la cuestión discutida de si el
origen de esta potestad viene inmediatamente de la consagración o
bien mediante la misión canónica del romano pontífice 4. Sobre la
interpretación del concilio, de este mismo parecer fueron también
unánimemente los consultores de la comisión para la reforma del
Código 5 . Así pues, después del concilio la discusión siguió abierta,
y entre los muchos autores que han tratado la cuestión se pueden
señalar dos líneas fundamentales de interpretación de los textos
conciliares.
Algunos autores, identificando munus y potestad, afirman la
unidad de la potestad sagrada, en el sentido de que tendrían su
origen o raíz en la consagración episcopal también las potestades
de enseñar y de gobernar, que deben ejercerse, sin embargo, en la
comunión jerárquica, mientras que la misión canónica sería una
determinación jurídica de esas potestades, que de esta manera que-
darían libres para su ejercicio. También el papa recibiría su supre-
ma y plena potestad de enseñar y de gobernar en la consagración
episcopal, mientras que los laicos quedarían excluidos de todo tipo
de ejercicio de la potestad eclesiástica (W. Bertrams, G. Philips,
K. Morsdorf, W. Aymans, K. Rahner, Y. Congar).
Otros autores, distinguiendo entre munus y potestad, afirman
el origen jerárquico de la potestad de enseñar y de gobernar de los
obispos, que sería transmitida por el romano pontífice por medio
de la misión canónica a aquellos obispos que se encuentran en la
comunión jerárquica. El papa recibiría la potestad primacial desde
el momento de su aceptación de la legítima elección, aun cuando
no estuviera consagrado obispo, y la consagración haría que dicha
potestad tuviera el carácter de la episcopalidad. Dado que, según
estos autores, la potestad de gobernar no tendría su origen del
sacramento del orden, los laicos podrían ejercer la potestad ecle-

4 AS III/VIII, 96-97.
5 Cf Acta commissionis, en "Comm" 16 (1984) 54-55.
e gobierno en aquellos oficios que no requieren el carácter
crament~del orden (D. Staffa, A. Gutiérrez, U. Lattanzi,
rine, A. M. Stickler, J. Beyer, H. Müller).

$cado de los términos

272. Ante todo es menester aclarar el significado de los térmi-


en los textos conciliares y recogidos por el Código, para
,der dar luego una interpretación doctrinal.

a) "Hierarchica communio" y "natura sus"


273. El significado de estas fórmulas, ideadas por Pablo VI,
: puede obtener de la alocución pronunciada por él el 14 de sep-
t tiembre de 1964 en la apertura del tercer período conciliar. Situada
1
la igualdad entre el romano pontífice y los obispos en el plano d e ,
la ordenación sacramental y una vez reafirmadas las prerrogativas
del primado de jurisdicción y de la infalibilidad personal de magis-
terio del sumo pontífice, en coherencia y continuidad con el Vati-
cano 1, Pablo VI señala expresamente que en la Iglesia está vigente
una ordenación de toda la potestad eclesiástica como hacia un
centro, en virtud del oficio del romano pontífice de moderador de
la potestad de los obispos. Esta ordenación responde a la índole de
la Iglesia, que por su naturaleza (suapte natura) es una y jerárquica;
es pertinente a la constitución de la Iglesia, y por tanto de derecho
divino. En su conjunto, las relaciones vigentes entre los obispos y
el romano pontífice son llamadas por Pablo VI vínculps de la
comunión jerárquica (hierarchicae communionis vincula). Además,
es la misma comunión jerárquica la que exalta el oficio episcopal,
ya que es necesario que los obispos tengan en la cátedra de Pedro
el centro y el principio de la unidad de la fe y de la comunión para
actuar y manifestar la catolicidad de la Iglesia 6.
Podemos decir que la fórmula hierarchica communio en la
mente de Pablo VI conjuga los dos aspectos de UNIDAD SACRA-
MENTAL entre el romano pontífice y los obispos y de real SUBORDI-
NACIÓN JERARQUICA de los segundos respecto al primero. Esta
subordinación jerárquica se manifiesta en el hecho de que el roma-
no pontífice es el moderador de toda la potestad eclesiástica en la
Iglesia, y por tanto también de 10s obispos, de numera que conver.
ja hacia el centro de unidad y de comunión que es la cátedra de
Pedro. Así pues, por su naturaleza (imt~rasus) 10s muriera de
enseñar y de gobernar deben ser ejercidos en comunión jerárquica
con el romano pontífice, es decir, por DERECHO DIVINO, en cuanto
que todo esto pertenece a la índole y a la constitución de la Iglesia,

b) "Missio", "munus" y "sacra potestas" f

274. No es fácil determinar el significado de la palabra munm


El concepto expresado por munus depende estrechamente del de
misión (missio) e indica al mismo tiempo el don que se recibe del
Espíritu Santo y la función que hay que desarrollar para cumplir,
como servicio, una misión de la que se está investido.
La Iglesia como tal tiene el munus de anunciar y llevar la sal-
vación (GE 3c; AG 39b; DH lb; 14c), continuando la obra y la
misión de Cristo; por consiguiente, todos los bautizados, según su
propia condición, participan del munus de Cristo para actuar la
misión de la Iglesia (LG 31a; 35a; AA 2b; loa; AG 15b; can. 204,
tj 1). Por lo que se refiere a los obispos y a los presbíteros, la missio
es la MISION APOSTOLICA; y, por tanto, el munus recibido en la
ordenación presbiteral y en la consagración episcopal es el don
espiritual con el que, junto con la gracia sacramental y el carácter
sagrado, son configurados ontológicamente a Cristo y participan
de manera especial de su vida y misión para desempeñar las funcio-
nes de santificar, enseñar y gobernar. El munus es algo unitario de
lo que participan, según grados diferentes, los obispos o los presbí-
teros, aun cuando las funciones contenidas en él son múltiples.
Dada la unidad del munus, las funciones de santificar, enseñar y
gobernar se implican siempre mutuamente, en cuanto que deben
considerarse como una triple dimensión de la misma realidad 7.
Los ministros sagrados están revestidos de la sacra potestas
para el servicio del pueblo de Dios (LG 18a). También ella es algo
unitario, pero se confiere para cumplir determinados actos en la
Iglesia, de naturaleza diversa: actos de santificación -sacramenta-
les o no-, de magisterio auténtico o de gobierno (cáns. 129, 4 1;
274,s 1).La potestad sagrada, que es el DERECHO y la CAPACIDAD
de realizar determinados actos, aunque está en estrecha relación
e
Cf JUAN PABLO
E V 6/ 1293.
11, carta Novo incipiente, 8 abril 1979, n. 3, en "AASn 71 (1979) 397;

I el
.

munus, no se puede identificar con él. Ante todo, porque


bre un ámbito más limitado que el munus: no todos los actos de
función de santificar son ejercicio de la potestad de santificación
,O, la oración); no todos los actos de la función de
,sefiar son enseñanza de magisterio auténtico (por ejemplo, un
.esbíter~ejerce normalmente su función de enseñar, pero realiza
:tos de potestad de magisterio auténtico sólo si se le invita con
,to deliberativo a un concilio ecuménico); no todos los actos de la
.~ión de gobierno son ejercicio de la potestad legislativa, admi-
,trativa o judicial (por ejemplo, las exhortaciones y los consejos
le da un obispo; Órganos consultivos). Además, el munus es una
&ipación ontológica en el mismo munus de Cristo, y por tanto
tá ontológicamente inserto en la persona y nunca se puede ver
u i i privado
~ de él; al contrario, en lo que se refiere a la potestad,
no cabe ser privado de la de orden, aunque pueda suspenderse su
ejercicio en todo o en parte, puesto que también ella se inserta
)ntolÓgicamente en la persona; mientras que sí cabe estar privado
le la potestad de enseñar y de gobernar, porque no está ontológi-
camente inserta en la persona (cáns. 1336, tj 1,2.Q;1338, tj 2; 292).

c) "Mandatum pontificium"

275. El mandato pontificio es el acto del romano pontífice


con el que queda legitimada la consagración episcopal si no es él el
que consagra personalmente al obispo legítimamente nombrado o
!elegido (cf can. 377, 5 1). Por este acto el obispo queda integrado
en la comunión jerárquica y en el colegio episcopal; en efecto, la
~onsagracióndel obispo sin mandato pontificio, a pesar de ser
;válida, es ilícita, y por eso tanto el consagrado como el consagrante
incurren en la excomunión latae sententiae, reservada a la sede
apostólica (cáns. 1013; 1382), y por consiguiente no se encuentran
en la comunión jerárquica ni son miembros del colegio episcopal
(LG 22a; can. 336).

ita-
d) "Missio canonica" y "officium"
5 1;
AD
1
ión 276. La misión canónica es el acto jurídico de la autori-
dad jerárquica competente con que se confiere un oficio, que .es
397;
el encargo, constituido establemente por disposición divina o
eclesiástica, que hay que ejercer por un fin espiritual (can. 145;
cf n. 294). De ese modo la misión canónica determina jurídicamente
el ámbito de ejercicio del munus en la Iglesia. Al mismo tiempo
con la misión canónica queda la POTESTAD SAGRADA LIBRE PA~A
EL EJERCICIO, para realizar válida y lícitamente los actos especifi.
camente sacramentales (sacramentos), los actos mas genéricos de
santificación (sacramentales), los magisteriales y los gubernativos,
para los que es necesaria.

e) "Ministerium"

277. La unidad entre los elementos sacramentales (gracia sa-


cramental, carácter sagrado, misión apostólica, munus y potestad
de orden) y los elementos jurídicos (mandato pontificio, comunión
jerárquica, misión canónica, oficio, potestad de enseñar y de go-
bernar) es dada por el ministerio. El ministerio es el servicio que se ,
presta a la Iglesia cumpliendo un encargo recibido y ejerciendo
-en un ámbito determinado y en relación de comunión jerárquica
con la autoridad-, en virtud de la colación de un oficio, tanto el
munus recibido sacramentalmente como la potestad sagrada, trans-
mitida por vía sacramental o no. 1

c) Naturaleza del episcopado

278. IEl problema del origen de la potestad sagrada ha sido


puesto erii estrecha relación con el de la sacramentalidad de la
consagradón episcopal. El concilio afirma que los obispos tienen
la ~ l e n i t u ddel sacramento del orden y la cumbre del sacerdocio
(LG 21b; 26a; 28a; 41b; PO 7a), no los presbíteros (LG 28a), que
son colaboradores del orden episcopal, estando asociados a todo el
cuerpo de los obispos (LG 28b; PO 7b). LG 28a dice también que
el ministerio eclesiástico, de institución divina (divinitus institu-
tum), se ejerce en diversos órdenes por los obispos, los presbíteros
y los diáconos. Este texto, a la luz del concilio de Trento aducido
como fuentes, quiere afirmar únicamente que la jerarquia es de
institución divina, pero no pretende decir nada sobre el origen de
los diversos grados. En el canon 1009,§ 1, se declara simplemente
que los órdenes son el episcopado, el presbiterado y el diaconado,
sin que se haga alusión alguna a la institución de la jerarquia, a
diferencia del canon 108, 5 3, CIC 1917.
8 Cf ses. XXIII, Decr. De sacr. ord., c. 2 y 6, en DS. 1765 y 1766; COD, 742 y 744.
F
279 Respecto a la sacramentalidad de la consagración epis-
copa1 y a la diferencia entre el episcopado y el presbiterado, los
textos conciliares han sufrido una evolución muy clara. Habiendo
f partido el esquema De ecclesia de 1962 de la afirmación solemne
de la sacramentalidad del episcopado en relación con la superiori-
dad del mismo sobre el presbiterado en el ámbito de la potestad
arito de orden -por reservarse al obispo la colación de la confir-
~ión y de las órdenes sagradas- como de jurisdicción, posición
bandonada en el esquema de 1963 l o y plenamente superada en
el esquema de 1964 l 1 dentro de la perspectiva de la colegialidad, se
llega en los textos definitivos de la LG 21b y 22a a una afirmación
doctrinal no solemne de esta SACRAMENTALIDAD en relación con
la COLEGIALIDAD EPISCOPAL, sin definir en qué consiste la diferen-
cia entre el presbiterado y el episcopado ni la superioridad de este
último sobre el primero. Al mismo tiempo se toman fuertemente en
e consideración los elementos que unen a los dos órdenes en el plano
~acramentaly del ejercicio del ministerio. En efecto, el sacerdocio
ministerial o jerárquico es uno solo y están investidos de él tanto
10s obispos como los presbíteros, participando todos ellos del único
sacerdocio y ministerio de Cristo (PO 1; 5a; 7a; loa; LG 28a). Por
él y por la misión canónica los presbíteros participan de la misión
del ministerio del obispo (munus ministerii episcopi: LG 28a; 41c;
PO 2b, 7b) y de la misión apostólica (missio apostolica: PO 2b;
loa) en grado subordinado.
, 280. No se puede afirmar que entre el episcopado y el presbi-
,.terado haya alguna diferencia a nivel de participación de la potestad
.sacramental de santificación o potestad de orden, sino sólo en el
?ejercicio de la misma; en efecto, ninguna función de culto puede
considerarse de ejercicio exclusivo del obispo por derecho divino.

;
Por lo que se refiere a la confirmación, teniendo en cuenta
tanto la praxis oriental como el canon 782, $9 2.3, CIC 1917, o la
disciplina posterior al Código 12, o finalmente los cánones 882-884
CIC 1983, la afirmación de la LG 26c de que los obispos son los
ministros originarios de la confirmación tiene que interpretarse en
el sentido histórico de que en los primeros siglos el obispo era
- -

Cf AS I/ IV, 23.
Cf AS II/ 1, 233.
lo
" Cf AS 11111, 214-216; 238-239; III/VIII, 60-61.
l 2 Cf CONGR. SACR.,Decr. Spiritus Sancti munera. 14 septiembre 1946, en "AAS" 38
(1946) 349-354; PABLO VI, M. p. Pastorale munus, 30 noviembre 1963, 1, 13, en "AASn56
(1964) 8; E V 2/99.
ministro único de la confirmación y en el sentido canónico de U
posterior reserva al obispo, por lo que el presbítero tiene que
lizar el óleo consagrado por el obispo al administrar ese sacra
to (can. 880, Q 2). Entonces, sin contradecir en nada al concil
de Trento 13, se puede decir que el obispo es por derecho positi
ministro ordinario de la confirmación, ya que lo es por su mis
oficio y por tanto la confiere siempre válidamente, mientras
presbítero lo hace solamente cuando el derecho universal o una
concesión especial de la autoridad competente permiten el ejercicio
en la ordenación (potestad de orden).
Respecto al ministro de las órdenes sagradas, los testimonios
históricos sobre la colación de las mismas por parte de presbíteros
aparecen no pocas veces: concilio de Ancira (314) 14;10s testimonios
de Casiano; varios casos en Alemania en el siglo VII; las bulas de
Bonifacio IX, Sacrae religionis, 1 de febrero de 1400 15,y Aposto-
licae Sedis, 6 de febrero de 1403 16; las de Martín V, Gerentes ~d
vos, 16 de noviembre de 1427 17, y de Inocencio VIII, Exposcit tuae
devotionis, 9 de abril de 1489 18, que conferían a los abades no
obispos la facultad de ordenar subdiáconos, diáconos y presbíteros
a sus propios súbditos, facultad no revocada por el concilio de
Trento; el privilegio de los abades benedictinos, de los misioneros
franciscanos en la India y de .los administradores apostólicos en
Polonia en 1946 de ordenar subdiáconos; el ritual cisterciense de
1949. El canon 95 1 CIC 1917 distinguía entre el ministro ordinario,
el obispo y el ministro extraordinario, un presbítero que por un
indulto peculiar hubiera recibido la potestad de conferir algunas
órdenes; la LG 26c, sin embargo, precisamente en consideración de
los hechos antes señalados 19, afirma simplemente que los obispos
son "dispensadores" de las órdenes sagradas. El canon 1012 CIC
1983, a su vez, afirma sencillamente que el ministro de la sagrada
ordenación es el obispo ordenado. También aquí, sin contradecir
ni mucho menos al concilio de Trentozo, se puede decir que el
obispo tiene la facultad de ordenar válidamente por su mismo
oficio, mientras que el presbítero podría tenerla, pero sólo en virtud

l3 Cf Ses. VII, Decr. De sacr. can. de sacr. conf., c. 3, DS 1630; COD. 686.
l4 Cf MANSI,t. 11, col. 531.
15 Cf DS 1145.
l6 Cf DS 1146.
l7 Cf DS 1290.
l8 Cf DS 1435.
l9 Cf A S 1111 1, 241.
20 Cf Ses. XXIII, Decr. De sacr. ord., c. 7, en DS 1777; COD, 744.
un indulto especial de la suprema autoridad eclesiástica, pues de
la ordenación seria inválida.
Respecto a la consagración episcopal, LG 21 b, queriendo afir-
oiar sólo el hecho histórico * l , en consideración de los testimonios
de ~ ~ ~ Ó n i m Severo
0 , y Eutiquio sobre la institución del patriarca
los primeros siglos en la Iglesia de Alejandria por parte de los
&íteros, con la imposición de sus manos, dice simplemente que
P r o p i ~del obispo asumir, con el sacramento del orden, nuevos
yidos en el cuerpo episcopal, cambiando con ello el esquema del
6 4 2 2 , que afirmaba la exclusividad de los obispos.

Sobre la base de todo lo dicho, para determinar en qué consiste


la diferencia entre el presbiterado y el episcopado, y por tanto la
-- 'OS
J -sacramentalidad de la consagración episcopal, debemos situarnos
de

'o-
fuera de la cuestión de la capacidad o no de realizar actos de culto
0 sacramentales.
s ad
'Use 281. El contenido del MINISTERIO DEL OBISPO es, por una
no arte, el de ser el obispo como individuo el principio y fundamento
' 70s bisible de unidad en la Iglesia particular que se le ha confiado, y
de por tanto el de gobernarla y representarla (LG 23a; can. 381, ¿1); j
ros y por otra parte, junto con los demás obispos en comunión jerár-
en quica con el romano pontífice, formando un solo colegio, el de
de expresar la variedad, la universalidad y la unidad del pueblo de
io, Dios en la representación y el gobierno de toda la Iglesia (LG 22b;
un 23; can. 336). El MINISTERIO DEL PRESBÍTERO, en cambio, consiste
las ten-ser colaborador del orden episcopal (LG 28b) y, en comunión
jerárquica con el obispo propio y el orden de los obispos, gobernar
y representar en la unidad del presbiterio a la Iglesia particular (PO
7a; can. 495, 5 1).
Podemos comprender la relación obispos-presbíteros en analo-
gía con la relación apóstoles-obispos. El munus del MINISTERIO
APOSTOLICO es dado por Cristo en plenitud a los apóstoles por la
directa participación en la consagración y misión de Cristo, verda-
dero apóstol del Padre. Del mismo munus participan sus sucesores,
los obispos, pero no en el mismo grado, en cuanto que no se les
transmiten las potestades extraordinarias de los apóstoles, funda-
mento de la Iglesia y germen de la sagrada jerarquía (NEP l.a;LG
19; AG 5a). Sin embargo, en la economía actual, a través de la
imposición de las manos, los obispos reciben el máximo grado de
participación en el munus del ministerio apostólico y son Constitui- Pl
dos en la plenitud del ministerio del orden, en el sumo sacerdocio (1
en la suma del sagrado ministerio (LG 21 b). LOSpresbíteros parti- tr
cipan del munus del ministerio del obispo, por tanto en un grado S1
diverso en el munus del ministerio apostólico (PO 2d), en cuanto si
que, aun sin poseer la cumbre del sacerdocio y dependiendo de los ei
obispos en el ejercicio de su potestad, son sin embargo verdaderos P
sacerdotes del Nuevo Testamento, participando del único sacerdo.
cio de Cristo y de la misión apostólica (PDV 16-18), en virtud de
la ordenación sacramental que han recibido. Y
e
Así pues, la diferencia del episcopado respecto al presbiterado v
se sitúa en el nivel jurídico de un oficio que se desempeña en la S
Iglesia, pero sobre la base de una diferencia de plenitud del mismo a
sacramento. Esta última, sin embargo, no se obtiene por la colación 1
de nuevos poderes de santificación sacramentales de orden, sino t 3

-en virtud de la imposición de las manos- por una diversidad de


grado de participación en el mismo munus del ministerio apostóli-
co, por la comunicación de una gracia sacramental propia y la
impresión del carácter, a fin de desempeñar en la Iglesia un minis- :
terio y, por tanto, un oficio propio, que es conferido con la misión 7
= 1
canónica, por la cual el obispo puede ejercer toda la potestad de
orden ya recibida en la ordenación presbiteral y es investido de la
l
potestad de enseñar y de gobernar, que puede ejercer libremente en
la Iglesia que se le hubiere confiado o en el cumplimiento de alguna
l otra función.
Pero el presbítero, en virtud de su oficio, limitado respecto al
del obispo por ser diverso el grado de su participación en el munus
del ministerio apostólico, no puede ejercer toda la potestad sacra-
mental de santificación recibida en la ordenación y, a través de la
misión canónica, recibe la potestad de gobernar que necesita para
cumplir su ministerio.
Se ve que el munus no se puede identificar con lapotestas y que
el primero es de naturaleza distinta de la segunda, siendo distinta
la amplitud de los dos conceptos.

d) El romano pontzyce y el colegio episcopal

282. Por voluntad de Cristo, y por tanto por derecho divino,


se d a un paralelismo entre san Pedro y los demás apóstoles, que
constituyen un único colegio, y el romano pontífice, sucesor de
I
:dro, Y 10s obispos, sucesores de los apóstoles, unidos entre si
G 22a; can. 330). Este paralelismo, sin embargo, no implica ni la
ión de los poderes extraordinarios de los apóstoles a sus
S ni la igualdad entre la cabeza y los miembros del colegio,
s610 una proporcionalidad entre la primera relación, es decir,
dro y los apóstoles, y la segunda, o sea, entre el romano
intíficey 10s obispos (NEP 1.a).
~1 romano pontífice, en virtud de su oficio de vicario de Cristo
de pastor de toda la Iglesia, tiene sobre ésta una potestad de
sefiar Y de gobernar ordinaria, suprema, plena, inmediata y uni-
r ~ &que puede ejercer siempre libremente, sobre los pastores,
bre los fieles, sobre todas las Iglesias particulares y sobre sus
ru~aciones(LG 22b; NEP 3.a; 4.a; cáns. 331; 332, 4 1; 749, 9 1;

, El colegio episcopal, que siempre existe y debe actuar junto con


SUcabeza, el romano pontífice, y nunca sin él, es también sujeto de
la suprema y plena potestad de enseñar y gobernar sobre la Igle-
lis- sia universal; esto no pone enlpeligro la plenitud de la potestad
ión del romano pontífice, que siempre está incluido en el colegio, en el
que conserva íntegro su oficio primacial (LG 22b; NEP 3.a; 4.a;
cáns. 336; 749,§ 2; 752). Por consiguiente, la distinción no es entre
el romano pontífice, por una parte, y los obispos tomados junta-
mente, por otra, sino entre el romano pontífice por separado y el
romano pontífice junto con los demás obispos; así, dado que el ro-
mano pontífice conserva siempre su oficio de cabeza del colegio,
puede realizar por sí solo ciertos actos que no competen de nin-
guna manera a los obispos ni por separado ni todos ellos juntos
(NEP 3.a).
ira Se plantea el problema de cuántos son los sujetos de la suprema
potestad de enseñar y de gobernar en la Iglesia. Hay varias teorías.
Según una primera teoría, que prevalecía antes del Vaticano 11,
el único sujeto es el romano pontífice, que cuando convoca al
colegio episcopal le transmite la potestad de realizar los actos co-
legiales. Esta interpretación no parece estar en congruencia con la
visión conciliar del episcopado y de la unión colegial entre el roma-
no pontífice y los obispos.
Ya antes del Vaticano 11se había ido abriendo camino la teoría
de que el único sujeto es el colegio episcopal con el romano pontí-
fice por cabeza, el cual recibe la potestad plena y suprema con la
consagración episcopal y cuando actúa personalmente está ligado
moralmente al colegio, en cuanto que lo representa, aunque
puede ser obligado jurídicamente por este último a un acto deter
minado ni el colegio puede rechazar los actos personales del pap
La dificultad inherente a esta interpretación está en el hecho de
si ocurriera que el colegio estuviera irreductiblemente divi
sobre una cuestión, especialmente de carácter doctrinal, no se v
qué parte del colegio debería representar su cabeza, que no tend
una potestad personal verdaderamente independiente para dirimm
la cuestión y reconstruir la unidad de dicho colegio.
Una tercera teoría, que parece más adecuada a los datos que
nos ofrece el concilio, es la de DOS SUJETOS INADECUADAMENTE
DISTINTOS: el romano pontífice personalinente y el colegio, esto es,
el romano pontífice junto con los obispos. Se trata de dos sujetos
inadecuadamente distintos, en cuanto que el romano pontífice pue-
de realizar libremente ciertos actos que de ninguna forma competen
a los obispos, ni como individuos ni como colegio, sin el consenti-
miento suyo, mientras que el colegio no puede darse sin su cabeza
ni puede obrar sin su consentimiento (NEP4.a).
La primera interpretación está sostenida por los autores que
mantienen fuertemente la doctrina de la transmisión de la potestad
de los obispos a través de la misión canónica del romano pontífice;
la segunda, por los autores que sostienen la de la comunicación
sacramenta1;la tercera, bien por algunos que mantienen la doctrina
de origen sacramental, bien por otros que-mantienen la de la trans-
misión por vía jerárquica.

283. Se trata de buscar una síntesis entre la doctrina y la


disciplina milenarias expresadas en el CIC 19 17 y las contenidas en
el CIC 1983 sobre la base del Vaticano 11.
L a POTESTAD es UNA, por ser la potestad de Cristo, y es
SAGRADA, bien por esta razón, bien por el hecho de que se confiere
y se ejerce en la Iglesia siempre para fines espirituales en orden a la
salvación, tanto si ha sido dada para realizar actos sacramentales
en sentido estricto u otros actos de santificación como para cumplir
actos de enseñanza auténtica o de gobierno. De todos modos, la
potestad sagrada se ha conferido para realizar MINISTERIOS DI-
VERSOS en la Iglesia. La misma persona puede desempeñar vanos
ministerios -de santificación, de enseñanza auténtica o de gobier-
no-, pero por la distinta intervención de Cristo y de la Iglesia se
distinguen también entre sí respecto al modo de comunicación de
la potestad sagrada y a la reglamentación del ejercicio de la misma.
La variedad de ministerios y la diversa participación y comuni-
Cación de la potestad sagrada pueden comprenderse bien a la luz de
la MINISTERIALIDAD DE TODA LA IGLESIA como pueblo de Dios
para la salvación de los hombres, que abraza todos los aspectos de
su vida y que es participación en el ministerio de Cristo 23.
Precisamente por esta naturaleza suya ministerial, la Iglesia, en
10s sucesores de Pedro y de los apóstoles, es depositaria de la
potestad de Cristo, que así es una en su fuente, pero con una
diversa articulación de su finalización y comunicación, según los
ministerios que se desarrollan en la Iglesia. En efecto, el romano
y los obispos administran la potestad recibida del Señor,
en las diversas situaciones históricas en que vive la Iglesia, para
satisfacer las diversas necesidades tanto dentro como fuera de ella.
En la Iglesia, para el servicio de salvación que presta a los hombres,
según las diversas circunstancias históricas, se amplían o se reducen
q Lie los ministerios o se cambia el modo de actuación de los mismos,
t ad pero en fidelidad a Cristo. Así pueden explicarse aquellos hechos a
ice; los que ya hemos aludido, que de lo contrario resultan incompren-
ión sibles en la vida de la Iglesia, como el ejercicio de la potestad
ria suprema por parte de los elegidos al sumo pontificado antes de ser
--S- consagrados obispos; los obispos-príncipes de Alemania que no
eran consagrados; las abadesas que tenían potestad de tipo episco-
pal; los diáconos y los laicos que ejercían la p ~ t e s t a dde gobierno;
los presbíteros que ordenaban a otros presbíteros o que incluso, en
Alejandría, elegían al patriarca y lo instituían con la imposición de
las manos, etc. No puede decirse que se haya equivocado al admitir
estos hechos y que, por tanto, esas funciones no tenían potestad
sagrada, en cuanto que l a jerarquía, guiada por el Espíritu, si ad-
mite ciertas funciones con el pasar de los años y en diversas partes,
no se equivoca al hacerlo, sino que responde a exigencias históricas
¿'S
concretas, aun cuando luego fueran abolidas dichas funciones al
=re no ser ya Útiles para la vida de la Iglesia y para sus fines. En efecto,
la en la Iglesia está presente el sentido de los límites de su ministeria-
les lidad, y por tanto del poder que Cristo confirió a la jerarquía; ni
lir siquiera sobre la base del principio de la ministerialidad en la
:a Iglesia se puede disponer de lo que es de derecho divino, ni cambiar
31-
23 Cf JUAN PABLO 11, E X . Ap. Christifideles laici, 30 diciembre 1988, n. 2 1, en "AAS" 8 1
(1989) 393-521; E V 1 1 / 1606-1900.

317
una praxis ininterrumpida que se considera conforme con la vol
tad divina, ya que eso seria contrario al hecho de que la minister
lidad es para la salvación.
284. Supuesta entonces la unidad de la potestad sagrada e
Cristo, como fuente primera, y en la Iglesia como fuente segund
hay varios niveles de INTERVENCION DE CRISTOy DE LA IGLESIA
el ejercicio de esta potestad. En las acciones sacramentales en se
tido estricto la intervención de Cristo es plena, ya que se realiz
in persona Christi; pero la intervención de la Iglesia no siempre e
del mismo modo, según la legitimidad o no de esas acciones. En la
acciones de santificación no sacramentales en sentido estricto y en
las de enseñanza y gobierno, realizadas nomine Christi, la interven-
ción de Cristo es distinta de la que se da en las acciones sacramen-
tales en sentido estricto, así como la de la Iglesia, que puede llegar
incluso a retirar su encargo, privando al sujeto de la potestad sa-
grada que se le ha comunicado.
Entonces, los ministerios eclesiales, expresión de la ministe
lidad de la Iglesia, son ejercidos por personas que, en distint
terrenos y con mandatos diversos, tienen una potestad diversific
da, según lo que se les confirió y según el fin para el que se le
confirió. Por eso hay modos diversos de colación de la potestad
sagrada, siempre la misma y siempre Única.
285. Para los MINISTERIOS DE SANTIFICACION la potestad para
realizar los sacramentos en sentido estricto es participada:
- para la confirmación (cf n. 309), la eucaristía (cf n. 3 13), la
penitencia (cf n. 324), la unción (cf n. 338) y el orden sagra-
d o (cf n. 344), sólo por los que han recibido el sacramento
del orden (POTESTAD DE SANTIFICACIÓNSACRAMENTAL DE
ORDEN),al menos en el grado del presbiterado (cáns. 882;
883; 884; 900,§ 1; 965; 1003,g l), o bien en el del episcopado
(can. 1012): en el caso de la confirmación, la misión canóni-
ca de la autoridad jerárquica regula el ejercicio de dicha
potestad, reservándolo actualmente de modo ordinario al
obispo; por el contrario, en el caso del orden sagrado se
reserva exclusivamente a él, aunque en el pasado, como
hemos visto, se les concedió a ciertos presbíteros la facultad
de conferir incluso las órdenes mayores del diaconado y del
presbiterado;
- para el bautismo (can. 861, 9 2; cf n. 303), por todos los
bautizados e incluso, en caso de necesidad, por los no bau-
. tizados,
movidos por recta intención (POTESTAD DE SANTI-
p I ~ SACRAMENTAL);
~ ~ ~ d ~
para el matrimonio (can. 1057, 1), por los mismos con-
utizados (POTESTADDE SANTIFICACIÓN SACRA-

actos de santificación como los sacramentales


), la potestad de santificación es participada ante
OS (POTESTAD DE SANTIFICACIÓN NO SACRAMEN-
L ORDEN)
T ~ DE según competencias propias, pero también por los
laicos (POTESTADDE SANTIFICACIÓN NO SACRAMENTAL).
~ ~ . c o l a c i Óden la potestad de orden afecta necesariamente a la
.,,era ontológica de la persona; por eso, habiéndola recibido en la
el ordenado no puede nunca ser privado de ella, sino
se le puede impedir su ejercicio en todo o en parte (cáns. 1138,
niendo que actuar in persona Christi
pre que lo requiera el bien espiritual de

De esta manera puede también iluminarse el ministerio de los


diáconos, los cuales, aunque no hayan sido ordenados para el sa-
cerdoci~,sin embargo reciben el primer grado del orden sagrado,
que respecto a los sacramentos no da, desde el punto de vista
ontológico, ningún poder nuevo respecto al bautismo, sino sólo
una participación en la potestad de santificación no sacramental de
orden (LG 29a; CD 15a; cf n. 49 1).
' 286. Para los MINISTERIOS DE MAGISTERIO AUTÉNTICO y de
GÓBIERNOECLESIASTICO, realizados nomine Christi (LG 27a), dado
que la intervención de Cristo es diferente y que la colación de la
potestad sagrada de enseñar y de gobernar o de jurisdicción no
afecta a la esfera ontológica de la persona, la Iglesia puede interve-
nir hasta la privación de la misma (cáns. w36, fj 1, 2.0, 3.0; 1338,
¿j 1). En efecto, la potestad de enseñar y de gobernar se transmite
sólo por la comunión jerárquica, y para una mayor protección de
la misma la legítima autoridad eclesiástica la deja expedita para su
ejercicio con la misión canónica. S i a través del acto sacramental se
le confiriera a una persona ordenada la potestad de enseñar y de
gobernar, no podría ésta verse privada de ella, sino sólo impedida
en su ejercicio; pero los cánones no hacen esta distinción entre
persona ordenada y no ordenada.
Dado que los actos de enseñanza autbntica y de gobierno son
actos jerárquicos, la misma y única potestad sagrada es participa-
d a por vía jerárquica (potestad de magisterio y de jurisdicción) en m
grados diferentes según los ministerios diferentes, como actuación
de la ministerialidad de la Iglesia.
287. El OBISPO, junto con el carácter y con la gracia sacra- P'
mental, recibe en la consagración el munus episcopal, que en sí el
mismo es único, en cuanto participación ontológica en la misión y re
vida de Cristo, pero se distingue de forma triple por el cumplirnien. SL
to de las diferentes funciones de santificar, enseñar y gobernar (LG Y
2 1b; NEP 2.a; can. 375, 5 2). ai

Para que el obispo pueda ejercer su munus, por derecho divino


tiene que estar en comunión jerárquica con la cabeza del colegio ];
los miembros del mismo. Esto se requiere por el hecho de que sin
la comunión jerárquica el obispo, al no ser miembro del colegio, no
puede ser asumido en el oficio, y por tanto no tiene la potestad de
enseñar y de gobernar o bien, al decaer de su oficio, queda total-
mente privado de él o al menos impedido en su ejercicio (LG 21b;
22a; 24b; NEP 2.=; cáns. 375, 5 2; 336; 1336, 5 1, 2.0, 3.0) y se le
prohíbe ejercer la potestad de orden, que ha recibido en virtud de
la consagración (can. 1338,g 2).
288. Para que el obispo sea MIEMBRO DEL COLEGIO no basta
la consagración válida, sino que se requiere que sea también legí-
tima, con el libre nombramiento por parte del romano pontífice o
la confirmación de su elección (can. 377, 5 1) y el mandato ponti-
ficio si no es el mismo romano pontífice el que consagró al nuevo
obispo (can. 1013). De este modo el obispo entra en la comunión
jerárquica con la cabeza del colegio y sus miembros (LG 22a; NEP
2.a; can. 336). Si la consagración es ilegítima, es decir, si el romano
pontífice niega la comunión apostólica o jerárquica, el obispo no es
miembro del colegio y no puede ser asumido en el oficio (LG 24b),
en cuanto que se encuentra fuera de la plena comunión con la
Iglesia católica (can. 1382).

I El obispo legítimo, al estar en la comunión jerárquica y ser


miembro del colegio por derecho divino (missione divina), es hecho
el
t¿
inmediatamente participe por Cristo de la potestad plena y suprema
de gobernar y de enseñar sobre toda la Iglesia, de la que es depo-
sitario el colegio de los obispos, ya que persevera en él el colegio de
los apóstoles. Así pues, el obispo no puede ejercer dicha potestad
1 "
fT
más que cuando el colegio es convocado por su cabeza para que -
actúe como tal (NEP 4.a; cáns. 337; 338; 341). El colegio, con su
cabeza y nunca sin ella, desempeña de este modo en la Iglesia el 6:
C
de representarla y de gobernarla a toda ella en la unidad
1e. de la fe y de la caridad (LG 22b; 25; NEP 3.8, 4;: can. 336).
289. El ROMANO PONT~FICE, como sujeto también él, a título

,,Personal, de la potestad plena y suprema de enseñar y de gobernar


la Iglesia universal por derecho divino (missione divina), la
inmediatamente de Cristo desde el momento en que acepta
, elección, pero debe ser integrada en la consagración episcopal,
Y Por tanto no puede ejercerse, por la actual disposición eclesiástica,
antes de la consagración (can. 332, 5 1) 24. En efecto, en virtud de
la misma consagración episcopal, el romano pontífice y los obispos
son iguales Y se encuentran en la misma comunión sacramental,
pero en virtud de su ministerio el romano pontífice es cabeza de
toda la Iglesia y del colegio, y por tanto es verdaderamente superior
a todos los obispos en la línea jerárquica (LG 22b; can. 333, 5 1).
Si el romano pontífice recibiera su potestad de la consagración
episcopal, no tendría una verdadera independencia de los obispos
ni se vería en qué consiste la diferencia intrínseca entre el episcopa-
do y el sumo pontificado, de manera que este último sea la realidad
-en torno a la cual está constituida la misma jerarquía, tal como la
quiso Cristo. El ministerio del romano pontífice, en efecto, es el de
garantizar la unidad y la indivisibilidad del colegio como principio
:sí- y fundamento perpetuo y visible de la fe y de la comunión en la
caridad (LG 18b), y por consiguiente el de representar a todo el
eo
íti-
colegio y a toda la Iglesia y gobernarla (LG 22b).
:YO 290. Entonces son dos los sujetos de la plena y suprema potes-
ión tad de enseñar y de gobernar en la Iglesia universal: el romano
"P pontífice por sí solo y el romano pontífice junto con los obispos;
.t: pero se trata de DOS SUJETOS INADECUADAMENTE DISTINTOS, ya
es que por la especificidad de su ministerio en la Iglesia sólo el romano
h), -pontífice puede poner ciertos actos que no competen de ningún
.a modo a los obispos ni como individuos ni como colegio (por ejem-
plo, convocar y dirigir el concilio, establecer o aprobar sus normas
de acción, nombrar a los obispos o confirmar a los legítimamente
i:r elegidos, dar el mandato pontificio, dar o negar la comunión apos-
ho tólica, etc. (LG 22b; 24b; NEP 3.", 4."; cáns. 331, 333; 337; 338;
r,a 340; 341).
O-
3
J
29 1. El OBISPO LEGÍTIMO,miembro del colegio episcopal, por
'd medio d e la MISION C A N ~ N I C Arecibe del romano pontífice la asig-
ue
su 24 Cf PABLO VI, Const. Ap. Romano PontiJici eligendo. 1 octubre 1975, n. 88, en "AAS"
el 67 (1975) 644; E V 51 1541.
nación de una Iglesia particular o bien de otro oficio. Con la
lación del oficio queda también investido de la potestad de enseñ
y de la potestad de gobernar legislativa, administrativa yjudicial
la Iglesia particular que se le ha confiado, O la potestad de gobier
administrativo o judicial necesaria para cumplir con el oficio
se le ha conferido (LG 24b; NEP 2.'; cáns. 146; 147; 369; 376;
5 1; 391). Dado el vínculo tan estrecho que se ha de conservar en
el rnunus episcopal recibido en la consagración y la potestad
enseñar y gobernar recibida por transmisión jerárquica, para
ésta quede integrada como potestad episcopal en la consagración (ci
antes de que sea ejercida, el que ha sido promovido al episcopadi
si no está impedido para ello, debe ser consagrado dentro de tr '
meses desde la recepción de las cartas apostólicas y de todas form
antes de tomar posesión de su oficio (can. 379). Para que el obispo
reciba de Cristo la potestad particular de enseñar y de gobernar e
la Iglesia que se le ha confiado por derecho divino, se requier
como condición necesaria la comunión jerárquica; y esto siempr
ha sido así. La misión canónica del romano pontífice, que puede
hacerse de varias maneras (LG 24b), se requiere por derecho ecle-
siástico para que esta potestad quede libre para su ejercicio y para
que de este modo quede mejor protegido el derecho divino de la
comunión jerárquica. De este modo se comprende tanto la praxis
del primer milenio como la del segundo, y se percibe con claridad
que la misión canónica del romano pontífice es un acto instrumen-
tal respecto a la transmisión de la potestad de Cristo a los obispos,
y no de delegación de la potestad pontificia.
-.
Los presbíteros por medio de la misión canónica reciben del
obispo, y en algunos casos del romano pontífice, diversos oficios;
junto con los cuales se les transmite la potestad de gobierno admi~
nistrativa o judicial necesarias para desempeñar un ministerio par-
ticular en la Iglesia (PO 6a; 7b; LG 28a.b.d). -
292. Aunque la POTESTAD DE MAGISTERIO corresponde dk
suyo sólo al romano pontífice como sucesor de Pedro, y a los
obispos, o individual o colectivamente, como sucesores de los após-
toles e investidos del ministerio de garantizar la integridad de la fe
(LG 25; cáns. 749; 752; 753), sin embargo también algunos presbí-
teros, debido a la incidencia pastoral del ministerio que desempeñan
en la Iglesia (por ejemplo, los superiores generales de institutos
clericales de derecho pontificio), pueden ser llamados por la auto-
ridad suprema al concilio, incluso con voto deliberativo (can. 339,
5 2; cf can. 223, 5 1, l.Q, 3.0 y 4.0, CIC 1917), dada su participa-
322
mo sacerdocio y ministerio de Cristo (PO 7a; 1; 2b;
el rnunus del ministerio del obispo (PO 7b; 2b) y
. ?
misma mision apostólica que les ha confiado Cristo

293. La misma POTESTAD DE GOBERNAR, para desempeñar un


cualquiera que no requiera la participación en el sacer-
dacio jerárquico,
. puede transmitirse o también delegarse por medio
lela mision canónica, junto con un oficio, también a los diáconos
S ?

~áns.274, ¿j 1; 129, ¿j 1) y a los laicos (can. 129, ¿j2).


También los moderadores y los capítulos de institutos de vida
consagrada y de las sociedades de vida apostólica, en grado diver-
,O según la naturaleza de estos Últimos (clericales o laicales, de
derecho pontificio o de derecho diocesano, exentos o no exen-
tos), participan de la misma potestad sagrada de gobierno para que
puedan desempeñar el ministerio de gobernar tales institutos o
sociedades (cáns. 596; 618). De manera semejante, los moderadores
de las asociaciones públicas de fieles (can. 317, ¿j 1).
Se puede concluir entonces que la potestad es una, en cuanto
que es la potestad de Cristo conferida en la Iglesia, transmitida de
diversas formas a través del romano pontífice y de los obispos o
también delegada por ellos, para alcanzar una variedad de fines
espirituales a través del ejercicio de diversos ministerios, sacramen-
tales o no. Para los ministerios que requieren el orden sagrado,
tanto la potestad de santificación respecto a algunos sacramentos
(confirmación, eucaristía, penitencia, unción, orden sagrado: po-
testad sacramental de orden) o a algunos sacramentales (potestad
no sacramental de orden), como la de enseñar auténticamente
(potestad de magisterio) o la de gobernar (potestad de jurisdicción),
se transmiten sólo a aquellos que están en los diversos grados del
orden sagrado; por el contrario, tanto la potestad de santificar,
sacramental (bautismo, matrimonio) o no (sacramentales), como
la de gobernar, cuando van anejas a oficios que no requieren el
orden sagrado, se transmiten o se delegan, en diversos grados tam-
bién, a aquellos que no están constituidos en él. De esta manera se
afirma la unidad de la potestad sagrada en la Iglesia, pero también
su diversificación orgánica.
Finalmente, está claro que los clérigos son hábiles para la po-
3- testad de gobierno eclesiástico o de jurisdicción en virtud de la
2
ordenación misma (can. 129, tj l), para desempeñar los ministerios
clericales a los que están propiamente llamados en la Iglesia. P o r
esta razón sólo ellos tienen derecho a recibir un oficio que requier
la potestad de orden y la de jurisdicción (can. 274, 5 1; cf n. 141
Los laicos, a su vez, por el bautismo tienen la capacidad de
asumidos por los pastores a oficios eclesiásticos para desempeñar
determinados ministerios (no clericales) en la Iglesia (can. 228,g 1)
que pueden requerir también el ejercicio de la misma potestad d '
gobierno eclesiástico según norma del derecho (can. 129, 5 2), pero
sin que esto constituya un derecho suyo, porque se trata de una
cooperación en los ministerios propios de los pastores.
CAPÍTULO
11

EL OFICIO ECLESIÁSTICO

1. DEFINICION Y ELEMENTOS CONSTITUTIVOS

-, 294. La definición de oficio eclesiástico, ligeramente modifi-


*

~ a d arespecto a la que se encuentra en PO 20b, es propuesta en el


canon 145,§ 1: se trata de cualquier encargo (munus), constituido
establemente por disposición divina o eclesiástica, que' hay que
ejercer por un fin espiritual.
Entonces, de manera general, en su aspecto ético y jurídico, el
oficio eclesiástico indica el servicio que se rinde a la comunidad en
el ámbito de ejercicio de una función (munus).
LOSELEMENTOS CONSTITUTIVOS que surgen de esta definición
son los siguientes:
P. 1) Encargo (munus): función a la que van anejos ciertas obli-
gaciones y derechos (can. 145,g 2).
2) Estabilidad objetiva: es dada por el derecho de que el oficio,
en su conjunto de obligaciones y de derechos, es constituido por la
autoridad competente con carácter de permanencia en el ordena-
miento jurídico eclesial, es decir, hasta que la misma autoridad lo
,modifique o lo suprima. De este modo el oficio preexiste a la
colación del mismo a una persona y sigue existiendo después de
que ésta lo pierda.
. 3) Disposición divina o eclesiástica: según que el origen del
oficio,)r por tanto la determinación de los deberes y de los derechos,
se manifieste por voluntad divina (por ejemplo, el episcopado y el
primado del sumo pontífice) o bien por la autoridad eclesiástica
(por ejemplo, el vicario general, el párroco). El derecho eclesiástico
que constituye un oficio puede ser el universal o el particular. El
derecho eclesiástico puede también precisar el contenido de las
obligaciones y de los derechos de un oficio de derecho divino.
4) Fin espiritual: congruente con la naturaleza y la misión d
la Iglesia, aunque sea para la gestión de asuntos temporales (por
ejemplo, el administrador de los bienes temporales eclesiásticos) dP
De suyo, la colación de un oficio no supone la participación en
la potestad ni de orden ni de jurisdicción o gobierno; esto depende
de los diversos tipos de oficios. Los LAICOS, como vimos en el ca.
pítulo anterior, están necesariamente excluidos de todos aquellos
oficios que requieren la ordenación sagrada como prerrequisito; en
todos los demás, sin tener derecho a ellos, pueden ser asumidos por
la autoridad competente cuando son reconocidos como idóneos,
según las disposiciones del derecho (can. 228,§ l), tanto si suponen
el ejercicio de la potestad ordinaria de gobierno o puedan supo.
ner el ejercicio de la misma potestad delegada como si no lo su-
ponen. Los CLERIGOS, por el hecho mismo de estar en el orden
sagrado, tienen un verdadero derecho, que pueden reivindicar, a
obtener oficios cuyo ejercicio requiera la potestad de orden o la de
gobierno eclesiástico (can. 274, 5 1).

295. El oficio eclesiástico debe conferirse con la PROVISIÓN


CANÓNICA(misión canónica), puesto que de lo contrario la colación
es nula (can. 146). La provisión debe hacerse por escrito, para
probar que se ha hecho (can. 156; cf can. 474). La provisión, a no
ser que se establezca otra cosa por el derecho, compete a la auto-
ridad a la que corresponde la erección, la innovación y la supresión
del oficio (can. 148; cf can. 155).
El que ha sido promovido a un oficio eclesiástico debe estar
en la comunión eclesiástica y ser idóneo según el derecho universal
o particular, o bien según la ley de fundación del mismo oficio
(can. 149, 5 1). Si faltan las cualidades requeridas para la validez,
la colación es nula; pero si faltan las condiciones para la licitud es
válida, aunque la provisión puede rescindirse por medio de un
decreto de la autoridad competente (5 2). Igualmente, la provisión
es nula si se ha hecho por simonía o si el oficio no está vacante
de derecho (can. 153, 5 1) o si, a pesar de implicar plena cura de
almas, que requiera el ejercicio del orden sacerdotal, se ha otorgado
a uno que no está ordenado sacerdote (can. 150). La provisión de
un oficio que supone la cura de almas no debe retrasarse sin una
causa grave (can. 151).
de un oficio que es conferido por el derecho mismo
, un tiempo determinado puede hacerse en los seis meses prece-
entes al cumplimiento del tiempo, pero tiene efecto desde que el
ficio vacante (can. 153, § 2).
NO pueden conferirse dos o más oficios incompatibles y toda
*
P
remesa de colación de oficio está privada de efectos jurídicos
1 (,áns. 152; 153, 3).
s i el oficio está vacante de derecho, puede ser siempre confe-
rido, aun cuando siga estando poseído ilegítimamente por algún
otro (can. 154).
. La provisión del oficio, según el canon 147, puede hacerse de
?tascuatro formas:
1) Colación libre: cuando es el superior legítimo el que designa
a.la persona a partir de su libre elección. Se especifica que, a no ser
que el derecho establezca expresamente otra cosa, el obispo dioce-
sano debe proveer por colación libre los oficios en su Iglesia par-
ticular (can. 157).
" 2) Institución: cuando la autoridad competente confiere el
oficio sobre la base de una presentación por parte de una persona
o de un colegio. La autoridad debe instituir al presentado si éste
resulta idóneo para el oficio y lo ha aceptado; si son varios los
presentados que se consideran idóneos, debe ser instituido uno
solo (cáns. 158,§ 1; 163; cf cáns. 159-162). La designación del can-
didato por parte de un colegio o de un grupo de personas se regula
en los cánones 164-179 (can. 158, tj 2).
3) ConJrmación o admisión por parte de la autoridad compe-
tente si precede una elección o una postulación. La elección tiene
que hacerse según los cánones 165-179. El elegido,, personalmente
o por medio de otro, tiene que pedir dentro de ocho días desde la
aceptación de la elección la confirmación a la autoridad compe-
tente; de lo contrario, a no ser que demuestre un justo impedimen-
to, queda privado de todo derecho. La autoridad competente, que
encuentra idóneo al elegido a tenor del derecho, no puede negar la
confirmación, que debe darse por escrito (can. 179, $5 1-3). La
postulación se produce cuando el elegido tiene un impedimento
canónico del que puede y suele dispensar la autoridad competente
(cáns. 180-183).
4) Elección y aceptación si no hay necesidad de confirma-
ción (can. 178). Es el caso del romano pontífice, que obtiene su
oficio primacial con toda su potestad inmediatamente de la acep-
tación de la elección (can. 332, 4 l), y del administrador
(can. 427, 5 2).

3. P É R D I D A DEL OFICIO

296. El oficio eclesiástico, segú.n norma del canon 1


puede perder de siete MANERAS:
1) Transcurso del tiempo para el que ha sido conferido
(cf can. 186).
2) Cumplimiento de los límites de edad definidos por el dere-
cho. El que ha alcanzado los límites de edad puede recibir el titulo
de "emérito" (can. 185).
3) Renuncia: debe hacerse por causa justa (can. 187), con pie-
na conciencia; por eso, si hay un grave temor producido injusta-
mente, dolo o error sustancial, es nula; lo mismo si hay simonía
(can. 188). Es también nula si no se ha hecho por escrito o ante dos
testigos y ante la autoridad competente para la provisión, la cual
no debe aceptar la renuncia hecha sin causa justa y proporcionada
(can. 189, $5 1.2). La renuncia que debe ser aceptada, si no lo ha
sido en el plazo de tres meses no tiene valor; al contrario, la que
no necesita de aceptación surte efecto con la comunicación hecha
por el renunciante, según norma del derecho (can. 189, 3). El
renunciante puede revocar la renuncia mientras ésta no haya sur- =
tido efecto; sin embargo, una vez surtido el efecto, el renunciante
puede conseguir el oficio por otro título (can. 189,g 4).

l El renunciante puede recibir el título de emérito (can. 185). .


4) Traslado a otro oficio por parte de la autoridad que tiene
derecho a la provisión (can. 190, tj 1). Si se hace contra la voluntad
del titular de oficio, se requiere una causa grave y hay que observar
el procedimiento dispuesto por el derecho; el trasladado tiene de-
recho a exponer las razones contrarias (§ 2). El traslado, para tener
efecto, debe hacerse por escrito (8 3). El primer oficio queda va-
cante sólo con la toma de posesión del segundo, a no ser que haya
dispuesto otra cosa el derecho o la autoridad competente (can. 191,
5 1). Hasta la toma de posesión del nuevo oficio el trasladado
percibe la remuneración vinculada al primero (5 2).
5 ) Remoción: debe hacerse siempre por decreto escrito, pero:
- si se trata de oficio para tiempo indefinido o para tiempo
determinado y la remoción se hace antes de que transcurra
el tiempo, se requieren causas graves;
si se trata de oficio conferido a discreción de la autori-
dad, basta una causa justa a juicio de la misma autoridad
(cáns. 192; 193);
si se trata de un oficio con el que se provee al sustento del
titular, la autoridad debe procurar que se le asegure dicho
sustento durante un periodo adecuado de tiempo, a no ser
que se provea de otro modo (can. 195).

6 ) Por el mismo derecho, en tres casos:


. - pérdida del estado clerical;
- abandono público de la fe católica o de la comunión ecle-
siástica;
- atentación de matrimonio, incluso civil, por parte de un
clérigo (can. 194,§ 1).
7) Privación como pena prevista por el derecho por un delito
cometido (can. 196, 5 1).
EJERCICIO D E LA FUNCION
y DE LA POTESTAD D E SANTIFICAR

1. LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR EN LA IGLESIA

1.1. Culto divino


297. Como ya hemos visto (cf n. 274), munus no se puede
con potestad; por tanto, la función (munus) de santificar
de la Iglesia no se agota en los sacramentos (can. 840) ni en los
otros actos litúrgicos, como los sacramentales (can. 1166), en cuyo
cumplimiento se ejerce la potestad de santificación (de orden o no),
sino que abarca toda la VIDA DEL CRISTIANO, el cual, en virtud del
bautismo, ejerce su sacerdocio con la recepción de los sacramen-
tos, con la oración y acción de gracias, con el testimonio de una
vida santa, con la penitencia, con la abnegación y la caridad acti-
va, todo lo cual sirve para arraigar y corroborar el reino de Cris-
to y contribuye a la salvación del mundo (can. 839, 5 1; LG 1Ob;
cf nn. 66-67).
Según el canon 835 son sujetos de la función de santificar todos
los bautizados, cada uno según su propia condición, sus propias
funciones y ministerios: los obispos, los presbíteros, los diáconos,
todos los demás fieles, de manera especial los esposos. Pero hay
que observar una grave carencia del canon. No menciona para
nada a los que están consagrados por la profesión de los consejos
evangélicos (cf can. 607, tj l), dando con ello la impresión, en con-
tradicción con el canon 839, § 1,de reducir la función de santifica-
ción a la relación que se tiene con los sacramentos o con otros
actos litúrgicos y no con lo que en la Iglesia constituye el culto más
verdadero y perfecto que puede el hombre rendir a Dios: el ejercicio
de la perfección de la CARIDAD. Este aspecto parece destacarse sólo
en la referencia a los esposos cristianos, en su función de padr
(cf can. 226, ¿j2), mientras que debería ser el terreno en donde
cumple todo acto litúrgico y de culto, incluso por parte de 1
ministros sagrados. En efecto, el culto cristiano, para ser auté
co, no puede menos de brotar de una vida de fe (can. 836) y de
rid ad.
El canon 834, ¿j 1, aunque presupone de alguna manera es
amplia realidad del culto divino, considera la función de santific
ción en relación con la sagrada liturgia, que realiza esta función d
manera especial, y luego en relación con el culto público integral
(SC 7c).
Teniendo en cuenta que todos los bautizados están obligados,
en virtud de su participación en el sacerdocio de Cristo, a dar culto
a Dios y a tomar parte activa en las acciones litúrgicas de la Iglesia
(LG 10; 1 1; can. 837), sin embargo, desde un punto de vista jurídi-
co, el CULTO PÚBLICO INTEGRAL, según el canon 834,§ 2, se reali
sólo cuando se ofrece:
a) en nombre de la Iglesia; es decir, en el acto realizado est
comprometida toda la comunidad eclesial, sacramento d
unidad, pueblo sacerdotal, reunido y ordenado bajo la
guía de los obispos, y no sólo la persona que lo cumple
(cf can. 837, ¿j 1);
b) por personas encargadas legítimamente, es decir, que hayan
recibido una destinación especqica además de la genérica
que d a el bautismo;
e) mediante actos aprobados por la autoridad de la Igles
pero no necesariamente insertos en los libros litúrgicos. ,

1.2. Reglamentación de la sagrada liturgia


298. Es principio general que la reglamentación de la sagrada
liturgia compete únicamente a la autoridad eclesiástica, es decir,
propiamente a la sede apostólica y al obispo diocesano, a tenor del
derecho (can. 838, 8 l), en cuanto que se trata de una acción de
toda la Iglesia.
La sede apostólica (Congr. culto divino - disc. sacram.) tiene una
competencia específica universal en la ordenación de l a sagrada
liturgia para toda la Iglesia, publicar los libros litúrgicos, autorizar
sus versiones en lenguas vernáculas, vigilar la fiel observancia de
las normas litúrgicas en todas partes (5 2).
332
as conferencias episcopales preparan las versiones de los libros
g i c o ~en las lenguas vernáculas, después de aportar las adapta-
es convenientes según la cultura y la sensibilidad locales dentro
S limites definidos por los mismos libros litúrgicos, y las publi-
previa autorización de la Santa Sede (4 3; S C 40; cf can. 455,
La autorización (recognitio) de la Santa Sede no es un simple
formal, sino un verdadero acto autoritativo con el que se
mite la publicación de los libros litúrgicos, imponiendo a veces
edificaciones incluso sustanciales, a pesar de que la publicación
gue siendo un acto de la conferencia episcopal l .
El obispo diocesano, dentro de los limites de su competencia,
,
el respeto a las disposiciones de la Santa Sede y de la conferencia
,iscopal, legisla en materia litúrgica, obligando, según norma del
0
canonA13,a todos los fieles que están en la Iglesia confiada a él
.'?3
>.
51-
(can. 838, 5 4), en cuanto que es en ella el moderador, promotor y
pardián de toda la liturgia (cáns. 835, 4 1; 392, 5 2). Además, los
za
ordinarios de los lugares tienen que cuidar de que las oraciones y
los ejercicios piadosos y sagrados del pueblo cristiano sean plena-
-á mente conformes a las normas de la Iglesia (can. 839,g 2).
;.e
a 1 Ningún otro, de manera absoluta, aunque sea sacerdote, puede
por propia iniciativa añadir, quitar o cambiar nada en materia li-
-

-e
túrgica (SC 22, 5 3; cf can. 846, 5 1).

1 2. L O S SACRAMENTOS EN GENERAL

2.1. Derecho a los sacramentos


299. Dado que el hombre es configurado con Cristo e incor-
porado a la Iglesia con el bautismo, éste es la puerta de todos los
demás sacramentos (can. 849), y sólo el que está bautizado puede
ser admitido a ellos (can. 842, 8 1).El bautizado tiene verdadero
derecho, si está debidamente dispuesto y no se interpone ningún
impedimento dispuesto por el derecho, a pedir y recibir los sacra-
mentos (can. 213). A este derecho corresponde un verdadero deber
en los ministros sagrados (can. 843, fj 1; cf n. 77).
Ligado a este derecho está también el deber de los pastores
de almas y de los demás fieles, según su propia tarea en la Igle-

I * Cf Acta Cornrnissionis, en "Com." 15 (1983) 173.


2.
sia, de cuidar de la preparación a los sacramentos (cáns. 8 4 3 , ~
777, 1.0, 2.0; 387; 528). Todo esto es lo que recuerda el canon zlj
(cf n. 76).
Si están debidamente dispuestos, sólo los FIELES CATÓLIC
pueden ejercer plenamente este derecho ante los ministros católicos.
De esto depende la licitud de la administración de los sacramentos
que establece el canon 844,§ 1. La disciplina -que se basa en LG
14b, en la que se inspira también el can. 205- es la siguiente:
1) Para que los católicos reciban los sacramentos de la peni.
tencia, de la eucaristía y de la unción de los enfermos de ministros
no católicos se deben verificar las siguientes condiciones:
- estado de necesidad o bien utilidad espiritual;
- ausencia de peligro de error o indiferentismo;
- imposibilidad física o moral de acceder al ministro católico;
- validez de tales sacramentos en la Iglesia en la que se reciben
(can. 844,g 2).
2) Para que los orientales no católicos y los equiparados a
ellos (por ejemplo, los viejos católicos alemanes) reciban los mismos
sacramentos de ministros católicos se requiere:
- que los pidan espontáneamente;
- que estén bien dispuestos (5 3).
3) Finalmente, para que los otros acatólicos (protestantes)
puedan recibir los mismos sacramentos de los ministros católicos
se requiere que:
-haya peligro de muerte u otra grave necesidad, que ha de
juzgar el obispo diocesano o la conferencia episcopal;
- imposibilidad de acceder a sus ministros;
- que los pidan espontáneamente;
- que manifiesten la fe católica sobre tales sacramentos;
- que estén bien dispuestos (4 4).

Para todos estos casos el obispo diocesano y las conferencias


episcopales pueden dar normas generales, pero sólo después de
haber consultado a la autoridad competente, al menos local, de la
Iglesia o de la comunidad no católica interesada (5 5).
Dado que los sacramentos confirman y manifiestan la comu-
nión eclesiástica (can. 840), esta diversa disciplina entre acatólicos
orientales y los otros depende de los diversos grados de comunión
F-

la fe, en los sacramentos y en la comunión jerárquica en que se


ncuentran con la Iglesica católica (LG 14b; can. 205; cf n. 72).

2. competencia

*300. Es competencia únicamente de la suprema autoridad


robar y definir los requisitos para la validez de los sacramen-
mientras que es también competencia de las conferencias
,piscopales o de 10s obispos diocesanos determinar los elementos
ara la licitud y el rito que haya de observarse en la celebración
(cf
\-
can. 838, $5 3.4); la exclusividad de la competencia del romano
pontífice y del colegio episcopal está determinada por el hecho de
que los sacramentos forman parte del depósito de la fe (can. 841).
i

23. Celebración
301. En la celebración de los sacramentos tienen que seguirse
fielmente los libros litúrgicos aprobados por la autoridad compe-
tente; por consiguiente, el ministro no puede añadir, quitar o cam-
biar nada por su iniciativa (can. 846, ¿j1; cf cáns. 850; 880, 5 1;
924-929; 1000, 1; 1009, 5 2; 11 19). Esto se hace para proteger el
derecho de los fieles a no verse sometidos al capricho del ministro
de los sacramentos y a recibir éstos según e( rito establecido y
garantizado por la Iglesia en nombre de la cual se celebran. Ade-
más, el ministro los debe celebrar según el propio rito (can. 846,
8 2; cf cáns. 111; 112).

2.4. Ofrendas
302. En general, respecto a las ofrendas por la administración
de los sacramentos, el canon 848 establece que, además de lo que
ha determinado la autoridad competente -la asamblea de los obis-
pos de la provincia, a no ser que el derecho haya dispuesto otra
cosa (can. 1264, 1.o)-, no debe pedirse nada más, evitando que los
más necesitados se vean privados de los sacramentos por causa de
su pobreza. De esta manera se evita toda apariencia de comercia-
lización y las ofrendas deben entenderse para el sustentamiento de
los ministros sagrados y para las demás necesidades de la Iglesia
(cáns. 222, ¿j1; 1254, 2).
3. EL BAUTISMO

3.1. Celebración y ministro

303. Los cánones 849-860 reproducen diversas normas cont&


nidas en el ritual respecto al agua, la fórmula, el nombre, el tiempo
y el lugar de la celebración.
Queda abolida la distinción que se encontraba en el canon 737
tj 2, CIC 1917, entre el bautismo solemne y el no solemne o pri:
vado. b)
Tampoco existe la distinción entre ministro ordinario y ex.
traordinario, dado que no hay ya distinción entre bautismo solemne 1I
1
--
y no solemne. a1
e,
- -

Se distingue entre ministro ordinario -que es aquel a quien in


compete de ordinario la administración del sacramento, es decir, el CI
obispo, el presbítero y el diácono, salvo la preferencia para el
párroco (can. 530, 1.Q)- y los otros ministros encargados a falta ci
del ministro ordinario, es decir, el catequista u otra persona encar- Ir
gada por el ordinario del lugar. En caso de necesidad puede impar- a
tir el bautismo cualquier persona movida por recta intención (hacer
lo que intenta la Iglesia), aunque no esté bautizada (can. 861). 6;

l ,:
Todos los que confieren el bautismo lo hacen en virtud de la potes-
tad de santificación sacramental que reciben de Cristo para cumplir CI
este acto en la Iglesia (cf n. 285). Así pues, los pastores tienen que
instruir a los fieles sobre el recto modo de bautizar.
A no ser en caso de necesidad, no se puede bautizar sin licen-
cia fuera de su propio territorio ni siquiera los propios súbditos
(can. 862). Se trata de una licencia para la licitud.

3.2. Bautizandos 1

a) Capacidad para recibir el bautismo

304. Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano y sólo


el que no ha sido bautizado todavía (can. 864).
Dado que el bautismo no puede ser repetido por el carácter que
imprime (can. 845,a l),si una vez hecha una investigación diligen-
te siguiera persistiendo la duda sobre la administración misma O
1U
del bautismo (por ejemplo, respecto a la intención del
ministro, la materia, la forma, la intención del sujeto), tiene que
bajo condición (cáns. 845,§ 2; 869,§ 1). Los bautizados
en una comunidad eclesial no católica, protestante, se bautizarán
baj condición sólo si, examinada la materia y la forma empleada
I P f can. 849), considerada además la intención del bautizado adulto
tVA
Y del ministro, persistiera todavía una razón seria para dudar de la
validez de dicho bautismo (can. 869, § 2).

b) Bautismo de un adulto
/ ex- I 305. Las disposiciones relativas al bautismo de adultos no se
aplican solamente a los que han alcanzado los dieciocho años de
edad (can. 97, 8 l), sino a todos los que, habiendo salido de la
infancia han alcanzado el uso de razón (can. 852,g l), es decir, han
los siete años (can. 97, 8 2).
Para la validez del bautismo de un adulto, en cualquier situa-
&n, se requiere que tenga la intención interna de recibir el bautis-
mo y no la haya retractado nunca; en efecto, nadie puede sustituir
a la fe que en este caso tiene que presuponer el bautismo (can. 865,
cer
¿j@ 1.2).
1).
es- Para la licitud es preciso que se cumplan las siguientes condi-
,!ir ciones:
: -
/
en situaciones normales:
la manifestación de la voluntad de recibir el bautismo por
parte del bautizando;
una instrucción suficiente del mismo en las verdades de la
1
fe y sobre los deberes cristianos;
una prueba en la vida cristiana a través del catecumenado
(cf can. 851, 1.Q;n. 71);
la exhortación al arrepentimiento de los pecados por parte
del párroco o de quien se haya preocupado de la prepara-
ción (can. 865, § 1; cf can. 849);
- en peligro de muerte basta:
una manifestación en cualquier forma de la intención de
recibir el bautismo;
algún conocimiento de las verdades fundamentales de
la fe;
la promesa de observar los mandamientos de la religi6n
católica si el bautizado sobrevive (can. 865, 5 2).
Si no se opone una razón grave, el adulto bautizado debe recibir 4
en seguida la confirmación y la eucaristía (can. 866), completando
así la iniciación cristiana (cf can. 842, 5 2). 1
1
El bautismo de los adultos, o por lo menos el de 10s que han J
cumplido catorce años, debe ofrecerse al obispo, que si lo considera !
oportuno lo administrará personalmente (can. 863). 1

1
1
1

c) Bautismo de un niño 1

306. Los padres tienen la obligación de proveer al bautismo


de sus hijos dentro de las primeras semanas; lo más pronto posible,
incluso antes del nacimiento, deben presentarse al párroco y prepa.
rarse debidamente (cán. 867, 5 1; cf can. 851, 2.0). Si el niño está
1 (

en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora (can. 867,


¿j2). Se silencia toda la casuística sobre el bautismo de los abor-
tos o de los monstruos y se dice simplemente que los fetos aborti-
vos, si viven, en los límites de lo posible, deben ser bautizados
(can. 871); si se duda que estén vivos, se confiere el sacramento
bajo condición. Aunque no se diga nada sobre los monstruos, hay
que regularse según el sentido común.
El que no es responsable de sus actos está asimilado al niño
(can. 852, tj 2).
Para bautizar lícitamente a un niño se requiere:
- el consentimiento de al menos uno de los padres o de quien
haga legítimamente sus veces, por respeto a sus derechos
naturales;
- que haya una fundada esperanza de que será educado en
la religión católica; si esta esperanza falta totalmente, el
s
bautismo deberá diferirse, según las disposiciones del de-
recho particular, explicando la razón de ello a sus padres
(can. 868,5 1).

En peligro de muerte se puede bautizar incluso contra la volun-


tad de los padres y aun si son acatólicos (5 2).
Se plantea el problema sobre el grado de fe católica que hay
1
que prever para cumplir con la condición de la esperanza fundada
de que el niño será educado en la religión católica. Aunque por
EDUCACIÓN CATOLICA se entiende algo positivo que deben hacer
los padres o los padrinos, sin embargo, si los padres no han perdido
totalmente la fe y viven una cierta vida cristiana, aunque no fer-
,iente, ni sean practicantes (por ejemplo, viven en uniones irregu-
a fin de evitar la tentación de una Iglesia elitista no parece
ue se ~ u e d negar
a el bautismo, especialmente si hay cierta garantía
4O, parte de 10s padrinos o del resto de la familia. Sin embargo,
P
sobre este punto tiene que proveer el derecho particular a nivel de
episcopal o a nivel diocesano, ya que la valoración
variar de una zona a otra2. Normalmente se relaciona con
Peste problema la exigencia de la instrucción y de la preparación de
los padres y padrinos (can. 851, 2 . 9 .
El niño expósito debe ser bautizado, a no ser que conste después
de una búsqueda diligente que ya lo ha sido (can. 870). Pero en este
caso se parte de la presunción de que no ha recibido el bautismo.
ti
'7, 3.3. Padrinos
br-
ti- 307. Puede haber también un solo padrino; pero si son dos,
'1
deben ser un padrino y una madrina (can. 873). Es una figura
3 facultativa. Los padrinos tienen la misión de asistir al bautizando
.:y adulto en la iniciación cristiana y de presentar al niño junto con los
padres y de cooperar a su educación cristiana (can. 872).
Para ser padrinos es necesario:
- ser designados por el mismo bautizando, o por los padres,
o por quien haga sus veces; o bien, si faltan, por el párroco
o el ministro;
- haber cumplido dieciséis años, a no ser que se haya estable-
cido otra edad mínima por el obispo diocesano o bien por
alguna justa causa por la que el párroco o el ministro crea
conveniente hacer una excepción;
- ser católicos;
- - haber recibido la confirmación y la eucaristía;
i- - llevar una vida conforme con la fe y con el encargo que
- asume (por ejemplo, no deben ser admitidos los divorciados
'I que han vuelto a casarse, etc.);
- - estar libres de penas canónicas infligidas o declaradas;
- n o ser padre o madre del bautizando (can. 874,§ 1).

Cf CEI, nota del 28 abril 1979, nn. 49-55, en Notitiario CEI 51 1979, 80-82; E.CEI
213456-3462. La CEE tiene dispuesto el Ritual del bautismo, como el de los demás sacra-
mentos, en el texto oficial aprobado en 1985, Ritual de los sacramentos, y ha establecido
que se siga la costumbre extendida en España del bautismo por infusión (l.er DG 1984,
art. 8,2 y 3).
Un bautizado que pertenezca a una comunidad eclesial acatólica
no puede ser admitido como padrino; todo lo más puede ser testigo
del bautismo junto con un padrino católico (5 2). En esta prohibi-
ción no están comprendidos los acatólicos ortodoxos Por tanto,
no queda abrogada la disposición del directorio ecumknico ~d
totam Ecclesiam. del 14 de mayo de 1967, número 48, que por
motivos justos permite que un oriental separado haga de padrino
junto con otro padrino católico, con tal de que se provea a 1,
educación católica del bautizado 4.

3.4. Prueba y anotasión del bautismo conferido

308. En orden a la prueba del bautismo conferido hay que


actuar de manera que el bautismo se administre en presencia del
padrino o al menos de un testigo (can. 875). Además, en el caso de
que tenga que probarse que se ha conferido realmente el bautismo
y no se pueda tener la prueba documental, se puede recurrir a la
declaración de un testigo inmune de toda sospecha o al juramento
del bautizado si recibió el bautismo de adulto (can. 876).
El bautismo tiene que ser anotado por el párroco del lugar,
ateniéndose escrupulosamente al canon 877. El que ha administra-
d o el bautismo tiene que informar al párroco de la parroquia en la
que se ha administrado (can. 878).

4.1. Ministro

309. No se distingue ya entre ministro ordinario y extraor-


dinario, sino que se dice solamente que es ministro ordinario el
obispo y que confiere válidamente el sacramento también el pres-
bítero que ha recibido la facultad del derecho universal o bien por
concesión especial de la autoridad competente (can. 882). Por tan-
to, "ordinario" se toma, como ya hemos visto (cf n. 280) en una
acepción amplia, en el sentido de que el obispo es el que confiere
normalmente, en la Iglesia latina, este sacramento, ya que tiene
derecho a hacerlo por su mismo oficio.
3 Cf Acta Commissionis, en "Com."15 (1983) 182.
Cf "AAS" 59 (1967) 588-589; EV 21 1241.
por eso el obispo diocesano tiene que administrar personal-
mente la confirmación o proveer que la administre otro obispo
can. 884, 5 1). En SU diócesis administra legítimamente la confir-

.,
mación ~ ~ C ~ Ua S10s
O no súbditos, a no ser que haya una prohibición
expresa de SU ordinario propio (can. 886, 5 1); en otra diócesis, a
ser que se trate de sus súbditos, sólo con la licencia al menos
Zonablemente presunta del obispo diocesano (5 2).
Tienen FACULTAD de administrar la confirmación:
- por el derecho mismo:
los que el derecho equipara al obispo diocesano dentro de
su propia circunscripciÓn (cf cans. 38 1, Q 2; 368);
el presbítero que, en virtud de su oficio o por mandato del
obispo diocesano, bautiza a un adulto o admite en la
Iglesia católica a un bautizado acatólico;
'
el párroco y cualquier sacerdote en caso de peligro de
muerte (can. 883);
>~

- por concesión especial, no necesariamente escrita 5 , del obis-


po diocesano: a uno o varios presbíteros en caso de necesi-
dad, por ejemplo, si la diócesis es muy extensa y no hay
obispos auxiliares (can. 884, ¿j1);
ra- - por asociación: por causa grave (por ejemplo, si los confir-
i la mandos son muchos y no se desea prolongar demasiado la
ceremonia) pueden unirse otros presbíteros en la adminis-
tración del sacramento al obispo o al presbítero que tiene la
I
facultad de confirmar (can. 884, fj 2).
; El presbítero puede administrar válidamente el sacramento sólo
dentro de los límites de la facultad recibida, es decir, respecto a los
súbditos para quienes la tiene (can. 885,s 2). También puede con-
ferirla a forasteros dentro del territorio que se le ha consignado si
la facultad no se ha dado en favor de personas particulares, a no
ser que lo prohíba el ordinario propio de esos forasteros; fuera del
territorio propio no la puede conferir válidamente a nadie, a no ser
en caso de peligro de muerte (can. 887; cf can. 883, 3.0). El presbí-
ter0 debe utilizar el crisma consagrado por el obispo (can. 880,§ 2;
cf can. 847).
En el territorio en donde los ministros pueden conferir válida-
mente la confirmación, la pueden administrar incluso en los lugares
exentos (can. 888).

I 5 Cf Acta Commissionis, en "Com." 15 (1983) 186.


Al administrar la confirmación, los ministros ejercen la potestad
de santificación sacramental de orden (cf n. 285).

4.2. Confirmandos

310. Es capaz de recibir la confirmación todo bautizado y


sólo el que no la ha recibido (can. 889, 5 1). Los fieles están obli-
gados a recibirla oportunamente (can. 890).
Fuera del caso de peligro de muerte, si los confirmandos tienen
uso de razón, las condiciones para recibir lícitamente el sacrarnen- E

to son:
- una preparación adecuada (cf can. 777, 2.9; I

- una buena disposición interna;


- capacidad de renovar las promesas bautismales (can. 889,
9 2);
- en torno a la edad de la discreción, salvo otra determinación
de la conferencia episcopal o causa grave, a juicio del minis-
tro (can. 891). La CEI ha establecido la edad en torno a los
doce años 6 .
En caso de peligro de muerte basta el bautismo.
Dado que tampoco la confirmación, por el carácter que impri-
me, puede ser repetida (cáns. 845, 5 1; 879), si persistiera la duda
I
sobre la colación o la validez de la misma -en orden a la materia
o a la forma (can. 880) o bien a la intención del ministro o del
I
confirmando, así como a la facultad del ministro-, hay que dar el
q
sacramento bajo condición (can. 845, 5 2).
I !'
l 4.3. Padrinos
I
I1
+
( j: <

a I
3 1 1. Son facultativos (can. 892). Las condiciones son las mis-
: 11 mas que para ser padrinos en el bautismo (cf can. 874); más aún:
!?: es conveniente que sean los mismos (can. 893).
i
La tarea del padrino es la de procurar que el confirmado se
porte como verdadero testigo de Cristo y cumpla las obligacio-
I
Delibera n. 8, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/1983,210; E. CEI 31 1956. La

Ir
5
CEE establece como edad para recibir el sacramento de la confirmación la situada en torno
a los catorce años, salvo el derecho del obispo diocesano a seguir la edad de la discreción
a la que hace referencia el canon 891 (1 .er DG 1984, art. 10).
1
3
2 342

1
,,, inherentes al sacramento, es decir, difundir y defender la fe
,áñs. 891; 879).

4.4; prueba y anotación

312. Para la prueba vale el canon 876 (can. 894), y para la


anotación el párroco del lugar y el ministro deben atenerse a los
. cánones 895 y 896. La CEI ha establecido que en todos los archivos
parroquiales se conserve el registro de las confirmaciones 7.

5. LA E U C A R I S T ~ A

'J
3

6,
is-
0s
313. Mientras que en la celebración eucarística se congrega en
unidad todo el pueblo de Dios bajo la presidencia del obispo o del
presbítero subordinado a su autoridad, que actúan en la persona
de Cristo, y todos los fieles participan en ella, cada uno según su
propio orden y la diversidad de tareas litúrgicas (can. 899,s 2; LG
lla), en cambio es ministro de la celebración sólo el sacerdote vá-
lidamente ordenado, ya que sólo él ha recibido con la ordenación
la potestad sacramental de santificación de orden (can. 900, 5 1;
cf n. 285) *. El que está impedido por ley canónica celebra ilícita-
mente (6 2).
Todo sacerdote, aunque sea desconocido al rector de la Iglesia,
puede ser admitido a celebrar la eucaristía si muestra las cartas
comendaticias de su ordinario o de su superior, dadas al menos
dentro del año, o bien si no se puede suponer prudentemente que
esté impedido para celebrar (can. 903).
Todo sacerdote tiene derecho a aplicar la misa por cualquiera,
tanto vivos como difuntos (can. 901).
El canon 902, al no recoger las limitaciones de SC 57, indirec-

I
7 Delibera n. 6, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/ 1983; CEI 31 1594.
8 Cf CONGR. DOCTR. FE,carta Sacerdotium ministeriale, 6 agosto 1983, en "AAS" 7511
(1983) 1001-1009; EV 91380-393.
tamente estimula la concelebración, a no ser que la utilidad de los
fieles aconseje otra cosa, pero reafirmando la libertad de celebrar
de modo individual; pero no si al mismo tiempo hay una concele-
bración en la misma iglesia u oratorio. En el caso de celebración
individual, a no ser por causa justa y razonable, ha de estar presente
algún fiel (can. 906). Se exceptúan los privilegios concedidos a
algunos institutos religiosos.
No se impone la celebración cotidiana, pero se la recomienda
vivamente (can. 904; cf can. 276, 5 2). Está permitido celebrar o
concelebrar más de una vez al día, a tenor del derecho (can. 905,
5 1): el jueves santo, pascua, nacimiento del Señor, con ocasión del
sínodo diocesano, de la visita pastoral del obispo, de peregrinacio-
nes, de encuentros entre sacerdotes y religiosos9, el día de la con- 1
memoración de los difuntos '0; los miembros de los cabildos cate- .1
dralicios y de las comunidades religiosas han de concelebrar en la
misa conventual o de comunidad l l . Por concesión del ordinario
del lugar, en caso de escasez de sacerdotes y por justa causa (por
ejemplo, necesidad de una comunidad religiosa, fieles sin misa,
funerales, matrimonios, etc.), se puede celebrar dos veces al día,
e incluso tres los domingos y días de precepto, si lo requiere la
necesidad pastoral (por ejemplo, un solo sacerdote que atiende
a tres parroquias o se trata de una parroquia muy numerosa)
(can. 905, 5 2).
Se prohíbe expresamente concelebrar con sacerdotes o minis-
tros no católicos (can. 908).

b) Ministro de la sagrada comunión

3 14. Son ministros ordinarios el obispo, el presbítero o el diá-


cono (can. 910, 5 1).
Son ministros extraordinarios el acólito u otro fiel (hombre o
mujer) encargado a tenor del canon 230, tj 3, es decir, sólo si hay
necesidad por falta de ministros (can. 910, 9 2). Es competente
para dar el encargo, a tenor del canon 230, 5 3, el ordinario del

Cf CONGR. DIV.,Decl. In celebratione missae, 7 agosto 1972, n. 2, en "AAS" 64


CULTO
(1972) 562; E V 4/ 1744.
'O XV, Const. Ap. Incruentum altaris, 10 agosto 1915, en "AASn 7 (1915)
Cf BENEDICTO
403.
l1 CONGR. DIV.,Decl. In celebratione missae, 7 agosto 1972, en "AAS" 64 (1972)
CULTO
562; E V 4/ 1743.
10s bien para cada circunstancia, bien para un cierto periodo de
Qr iemP0 O de forma permanente; la falta de ministros se debe enten-
II
-le- er bien en el sentido de ausencia del lugar en donde se celebra,
n ien en el sentido de impedimento 12, bien en el sentido de insufi-
-- ;e iencia en relación con las personas que comulgan; los sacerdotes
a e ejercen el sagrado ministerio pueden recibir del ordinario del
gar el permiso de encargar a una persona adecuada la distribución
. Y
e la comunión en un caso concreto, cuando hay verdadera nece-
a idad; el encargo (que ha de conferirse, si hay tiempo suficiente,
o egún el rito establecido) puede darse para la distribución tanto
3, lurante la misa corno fuera de ella (viático, comunión a los enfer-
- l .-
el fiel encargado debe distinguirse por su vida cristiana, su fe
su conducta 13.

: la
.rio c) Ministro de la exposición del santísimo sacramento
y de la bendición apostólica
301-
f l t

.sa,
l
:, 315. Es el sacerdote o el diácono; en especiales circunstancias
a,
la son ministros sólo de la exposición y de la reserva el acólito, el
ide ministro extraordinario de la comunión u otra persona designada
sa) por el ordinario del lugar, según las disposiciones del obispo dioce-
sano (can. 943).
::S-
d) Ministro del viático
3 16. No se habla propiamente de ministro, pero se dice que es
1 un deber/ derecho del párroco y de los vicarios parroquiales, de los
capellanes y de los superiores de los institutos religiosos clericales
y de las sociedades clericales de vida apostólica respecto a aquellos
que se encuentran en casa (can. 911, ¿j 1);cualquier otro sacerdote
o ministro de la comunión, en caso de necesidad o con licencia,
incluso presunta, del párroco, del capellán o del superior, que de
todos modos deben ser informados (8 2).

Cf PONT.COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 23 septiembre 1988, en "AAS" 80 (1988)


E V 111714.
1 3 Cf CÓNGR. SACRAM., Instr. Inrnensae caritatis. 29 enero 1973, en "AAS" 65 (1973)
265-266; E V 41 1926-1934.
5.2. Participación en la eucaristía (c;
8:
a) Derecho a la participación Po
eu
317. Todo bautizado que no incurra en una prohibición para
ello por parte del derecho puede y debe ser admitido a la comunión3 y1
da
eucarística (can. 912).
El ejercicio de este derecho queda regulado de este modo:
(c;
1) los NIÑOS que han alcanzado el uso de razón, por tanto an
después de los siete años (cf can. 97,5 I), pueden ser admitidos por
01
el párroco a recibir la eucaristía si, tras la debida preparación por lo
parte de sus padres o del párroco (cáns. 226, 2; 777, 2.0;528, g 1)
y habiendo hecho la confesión sacramental 14, están bien dispuestos
y poseen un conocimiento suficiente y una cuidadosa preparación
para tener la capacidad de percibir el misterio de Cristo y de recibir b)
con fe y devoción el cuerpo del Señor (cáns. 913,s 1; 914); en caso
de peligro de muerte basta con que distingan el cuerpo de Cristo
del alimento común y lo reciban con reverencia (can. 9 13); u1
2) los EXCOMULGADOS y los ENTREDICHOS, después de la irro- j"
gación de una pena ferendae sententiae o la declaración de una (C
latae sententiae (cf. nn. 667; 678-679), y los que perseveran con
obstinación en PECADO GRAVE MANIFIESTO (por ejemplo, uniones
irregulares, abandono público de la fe católica, adhesión pública a 5.
ideologías o asociaciones enemigas de la Iglesia, no deben ser ad-
mitidos (can. 915), pero dejando a salvo el derecho a la buena fama
de que habla el canon 200; sc
3) el que es consciente de estar en PECADO GRAVE no puede
P'
celebrar la eucaristía ni comulgar sin haber hecho la confesión
sacramental, a no ser que haya una razón grave (por ejemplo,
celebración de la misa parroquia1 por parte del párroco) o falte la
posibilidad de confesar; en este caso es necesario un acto de contri-
ción perfecta y el propósito, incluso en la contrición, de confesarse
cuanto antes (can. 916);
4) el que ha recibido ya la eucaristía puede, dentro de la ce- -
lebración eucarística, recibirla por SEGUNDA VEZ el mismo día -

l4 Cf CONGR. CLERO, Dir. cat. gen. Ad normam decreti, 1 1 abril 1971, n. 5, en "AASw64
(1972) 97-176; EV 41453-654; CONGR. SACRAM.-CONGR. CLERO, Decl. Sanctus Pontifex, 24
mayo 1973, en "AAS" 65 (1973) 410; EV 41 654 (nota); Carta circ. In quibusdam Ecclesiae,
31 marzo 1977, en EV 61 ¡66-174; ~ e s ~ u e i del
t a 20 hayo 1977, en "ÁAs- 69 (1977), 427;
EV 6/ 175.
917) 15; en caso de peligro de muerte, a tenor del canon 921,
al que remite el canon 917, se puede comulgar de nuevo incluso
ERCERA VEZ;
5 ) la comunión debe recibirse regularmente en la celebración
arística, pero por justa causa (por ejemplo, el deseo de comulgar
'mposibilidad de participar de la celebración eucarística) puede
también FUERA DE LA MISA (can. 918);
6 ) se debe observar la abstención de cualquier ALIMENTO o
IDA, exceptuando el agua y las medicinas, durante una hora
(can. 919,g 1); pero el sacerdote que bina o trina puede tomar algo
de la segunda o de la tercera celebración (5 2); no están
a esta norma los ancianos (sesenta años: cf can. 1252),
10s enfermos y los que les asisten (5 3).
tos
ón
bir Obligación de 10s fieles
1sO
Sto 318. Sigue en pie la obligación de recibir la eucaristía al menos
a vez al año, durante el tiempo pascual, a no ser que por causa
sta se cumpla con dicho precepto en otro tiempo dentro del año
ro-
ina

les
sa
1 5.3. Ritos, ceremonias, tiempo y lugar de la celebración
id-
na 319. En los cánones 924-933 se contienen varias normas que
encuentran en el Misal Romano 16; baste recordar aquí algunos
ntos:
- la eucaristía debe celebrarse con pan sólo de trigo y confec-
cionado recientemente, ázimo, y con vino natural de vid, no
alterado (cáns. 924; 926); el pan y el vino deben consagrarse
juntamente y en la celebración eucaristica (can. 927); regu-
larmente la comunión debe distribuirse bajo la sola especie
de pan, y en los casos previstos por el derecho bajo las dos
especies 17; en caso de necesidad (por ejemplo, un enfermo

' 5 PONT.COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 7 agosto 1984, en "AAS" 76 (1984) 746;
EV 91 862.
' 6 Cf CONGR. CULTO DIV.,Institutio Generalis Missalis Romani, 26 marzo 1970, Typ.
Pol. Vat., 1975, 19-92; EV 31 2017-2414.
'7 Cf ib, nn. 240-242, en EV 312295-2303; Instr. Sacramentali communione, 29 junio
1970, en "AAS" 62 (1970) 664-666; EV 31 2629-2639.
que no pueda tragar la hostia), sólo bajo la especie de vino
(can. 925) 18;
- 10s ministros, al celebrar y administrar la eucaristía, deben
ir vestidos con las vestiduras litúrgicas prescritas por las
rúbricas (can. 929);
- la celebración debe hacerse en un lugar sagrado, es decir, en
una iglesia o en un oratorio o capilla, a no ser que en un
caso particular la necesidad exija otra cosa; en ese caso la
celebración debe hacerse en un lugar decoroso, sobre una
mesa adecuada, cubierta siempre de un mantel y del corpo.
ral (can. 932); el Código no prescribe otra cosa, y por tanto
deja al celebrante la estimación de la necesidad, sin que se
precise la autorización del ordinario;
- con licencia expresa del ordinario del lugar se puede celebrar
en un templo de una Iglesia o comunidad no católica si no
hay peligro de escándalo (can. 933).

5.4. Conservación y veneración de la eucaristía

320. En la iglesia catedral, en la iglesia parroquial, en iglesia


u oratorios anejos a la casa de un instituto religioso o de una socie-
dad de vida apostólica debe conservarse la eucaristía; puede tam-
bién conservarse en la capilla del obispo y, con licencia del ordi-
nario del lugar, en las otras iglesias, oratorios o capillas privada
(cáns. 934, f j 1; 936). En estos lugares, de los que debe cuidarse
alguna persona, debe celebrarse la misa, a ser posible, al menos dos
veces al mes (can. 934,5 2).
Si no se opone a ello una grave razón, la iglesia en la que se
conserva la eucaristia debe permanecer abierta algunas horas al día
para que los fieles puedan acudir a rezar (can. 937).
La eucaristia debe conservarse habitualmente en un solo taber-
náculo (can. 938,g l),inamovible, de material sólido y no transpa-
rente, cerrado de forma que se evite el peligro de profanación (5 3),
colocado en una parte distinguida de la iglesia u oratorio, visible,'
decorosa y adecuada para la oración (5 2). Siempre para evitar el
peligro de profanación, la llave del tabernáculo debe guardarse con
la mayor diligencia (5 4), y durante la noche la eucaristía puede
conservarse en otro lugar decoroso más seguro (5 5). Delante del

l8 CfCONGR.
RITOS.
Instr. Eucharisticum mysterium, 25 mayo 1967, n. 41, en "AAS" 59
(1967) 563; E V 21 1341.

348
r sl
ácula debe brillar continuamente una lámpara para que la
esencia de Cristo sea indicada y honrada (can. 940). Las hostias
,,sagradas, que hay que conservar en un copón o en un pequeño
rt;cip1'ente, deben consumirse y renovarse con frecuencia, que podria
,,, cada quince días (can. 939; cf can. 934, 5 2).
Nadie puede conservar consigo la eucaristía o llevársela de viaje,
, ser que haya una necesidad pastoral (por ejemplo, para llevar-
1 4
un enfermo) o urgente (por ejemplo, peligro de profanación,
,
U

des;stre natural), obsemxbs las disposiciones del obispo diocesano


(call. 935).
, para favorecer la devoción de los fieles se recomienda que el
sacramento sea expuesto solemnemente en las iglesias y
en los oratorias, a tenor de los libros litúrgicos (cáns. 941; 942), y
que, según el juicio del obispo diocesano, se celebre, especialmente
en la solemnidad del cuerpo y sangre de Cristo, la procesión por las
calles públicas (can. 944).

5.5. Ofrendas por las misas


321. Evitando toda apariencia de contrato y de comercio
arn- (can. 947, es lícito recibir una ofrenda por aplicar la santa misa
..di- según una intención determinada (can. 945, ¿jl), ya que de este
.?@ modo los fieles contribuyen al bien de la Iglesia y colaboran en el
irse sustentamiento de los ministros sagrados y en el mantenimiento de
dos las obras de apostolado y de caridad (can. 946) 19. Se recomienda,
además, que se celebre, aun sin ofrenda, por las intenciones de los
5 se fieles más pobres (can. 945, 5 2; cf can. 848). La obligación de ce-
día lebrar la misa por la que se ha recibido una ofrenda es una OBLIGA-
DE JUSTICIA.
CI~N

ber- El canon 948 establece que se apliquen misas distintas según las
92-
intenciones por las que se ha aceptado singularmente la ofrenda,
aunque sea exigua. "Un sacerdote que acepta el estipendio para la
31, celebración de una misa por una intención particular está obliga-
)ie,
:el
do por deber de justicia a satisfacer tal obligación, por lo que no
.on puede recoger indistintamente estipendios para la celebración de
:de misas según intenciones particulares y, acumulándolas en una sola
Icl oferta, sin conocimiento de los oferentes, satisfacer la obligación
con una misa celebrada con una intención llamada 'colectiva', a
" 59 '9 Cf PABLO
VI, M . p. Firma in traditione, 13 junio 1974, en "AAS" 66 (1974) 308;
E V 51534.

349
menos que los oferentes, previa y explícitamente avisados, cons
tan libremente. En este caso: a) se debe indicar públicamente el
el lugar y la hora en que se celebrará tal misa, no más de dos
por semana; b) el celebrante sólo puede retener la limosna establ
cida en la diócesis (cf can. 952); e) la suma restante se debe entrega
al ordinario de que habla el canon 95 1, 5 1, que la destinará a los
fines establecidos por el derecho (cf can. 946)" 20.
La obligación de celebrar la misa por la que se ha recibido 1
ofrenda permanece aun cuando ésta se perdiera (can. 949).
Si al dar una cantidad para la celebración de misas no se indica
el número de las misas, esto debe computarse sobre la base de la
ofrenda establecida en el lugar donde reside el oferente, a no ser
que pueda presumirse otra intención del oferente (can. 950).
1
Si un sacerdote celebra varias misas al día, excepto el día de
i
navidad, puede quedarse sólo con la ofrenda de una misa y deber
I
entregar las otras ofrendas para las finalidades establecidas por
ordinario, a no ser que tenga derecho a una retribución por títu 1
4
extrínseco, por ejemplo, gastos de viaje, horario excepcional, mis$ 1

cantada, etc. (can. 951, f j 1). El ordinario es, en general, el del ce- 1

lebrante (por tanto, también el superior de un instituto religioso y [


el de una sociedad clerical de derecho pontificio), pero para los
párrocos y vicarios parroquiales es el del lugar donde se celebra la
misazl. Si concelebra por segunda vez, el sacerdote no puede por I
ningún título quedarse con la segunda ofrenda (5 2). Pero si el 1

párroco, cumpliendo con el deber de oficio establecido por el ca


non 534, 5 1, aplica una misa por el pueblo, puede quedarse con Al

ofrenda de la misa aplicada aquel mismo día por otra intención


Es competente para establecer por decreto el ESTIPENDIO DE LA l

MISA el concilio provincial o la reunión de obispos de la provincia


eclesiástica; n o le es lícito al sacerdote pedir más, pero puede acep-
tar un estipendio mayor o menor hecho espontáneamente (can. 952,
tj 1;cf can. 948). Si falta este decreto, se debe observar la costumbre
vigente en la diócesis (5 2). A esta disciplina
- deben atenerse también 5

los religiosos (4 3). i;


r'
El sacerdote puede aceptar sólo tantas ofrendas de misas para

20 Cf CONGR. CLERO, Decr. Mos iugiter, 6 mayo 199 1, arts. 1 ; 2, $5 1.2; 3, en "AAS" 83
(199 1) 444445,
2' Cf PONT. COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 6 agosto 1986, en "AAS" 79 (1987) 1132;
E V 1011733.
22 Cf Acta Commissionis, en "Com." 15 (1983) 200-201.
aplicar personalmente cuantas pueda satisfacer en el plazo de un
año (can. 953). "Las que reciba de mas las debe consignar a otros
(can. 955) o bien a su ordinario (can. 956)"23. Si en una
iglesia u oratorio no pueden celebrarse todas las misas para las que
se ha recibido una ofrenda, pueden hacerse celebrar en otro sitio,
a no ser que los oferentes hayan manifestado expresamente una
voluntad contraria (can. 954). Si se confía a otros la celebración de
misas, hay que transmitirles las ofrendas por entero, a no ser que
conste con certeza que la parte que excede se ha ofrecido en con-
sideración de la persona (can. 955, § 1). Para el sacerdote a quien
"ca se encargan dichas misas el tiempo dentro del cual tiene que cele-
2 la brarlas comienza el día en que las recibe, a no ser que conste otra
1 Ser cosa (§ 2), mientras que para el que las ha transmitido sigue en pie
esa obligación hasta que no haya recibido la prueba de la acepta-
ción de la obligación y de que ha llegado la ofrenda (§ 1). Deben
anotarse con diligencia las misas celebradas y las que quedan por
celebrar (8 4), así como las transmitidas a otros, señalando las
ofrendas (5 3). El párroco o el rector de la iglesia tiene la obligación
de anotar cuidadosamente en un registro especial -que debe revi-
sar todos los años el ordinario personalmente o a través de otros-
las misas por celebrar, la intención, la ofrenda y la celebración
cumplida (can. 958).
.2 la Por lo que se refiere a las causas pías y a las cargas de misas
~:3r (cf nn. 658-659), los administradores de las primeras o los que
3. el están obligados a proveer a la celebración deben entregar las car-
ca- gas de misas a las que no se haya satisfecho dentro del año a sus
In la propios ordinarios (por tanto, también a los superiores mayores de
?2 los institutos religiosos y de las sociedades de vida apostólica cle-
fricales de derecho pontificio), los cuales tienen que vigilar por el
cumplimiento de dichas cargas (cáns. 956; 957).
:P- r Para lo relativo a la reducción de las cargas de las misas,
252, 'cf n. 659.
- re
-:en

, ara
;"83

23 Ib, art. 5.
6. LA PENITENCIA

6.1. Celebración

a) Modo ordinario

322. Se trata de la confesión individual e integra y de la ab


lución dada por el confesor, con la que el fiel consciente de pec
grave queda reconciliado con Dios y con la Iglesia (can. 959); ~ 6 1
la imposibilidad física o moral excusa de este género de confesi6
(can. 960), y se dispone entonces del modo extraordinario.
El modo ordinario puede tomar DOS FORMAS:
1) la de la reconciliación de cada penitente en particular, 1
más usual, que no puede ni debe dejarse caer en desuso, valorand
los aspectos más propiamente personales de la penitencia;
2) la de la reconciliación de varios penitentes con confesió
absolución individual, significativa en algunos tiempos especial
del año litúrgico (por ejemplo, cuaresma) o en conexión con ac
tecimientos de especial importancia pastoral o espiritual (por eje
plo, ejercicios espirituales), que pone más bien de relieve los aspec-
tos comunitarios del sacramento 24. I
El LUGAR propio de la celebración ordinaria es una iglesia o un
oratorio (can. 964, 1).
El LUGAR DEL CONFESONARIO debe ser establecido por la con:
ferencia episcopal, quedando siempre a salvo el hecho de que en un
lugar visible haya confesonarios con rejilla fija, a los que puedan
acercarse libremente los fieles que lo desean (4 2). La CEI dispone
que, salvo el canon 964, 2, puedan situarse otros confesonarios
en las iglesias u oratorios (o en sus dependencias), con tal que sean
decorosos y permitan la recta celebración del sacramento 25.
Pueden recibirse las confesiones fuera del confesonario si hay
una causa justa, como, por ejemplo, la enfermedad o la petición del
penitente, etc. (5 3).

24 Cf JUANPABLO 11, EX. Ap. Reconciliatio et paenitentia (= RP), 2 diciembre 1984,


n. 32, en "AAS" 77 (1985) 185-275; E V 91 1075-1207.
Delib. n. 20, del 18 de abril de 1985, en Notiziario CEI4/ 1985,46; E. CEI 312285. La
CEE ha establecido, de modo similar a la CEI, en cuanto al lugar para el sacramento de la
penitencia, tanto el tradicional confesonario situado en lugar patente de la iglesia como la
sede alternativa a tenor del canon 964 y según las directrices diocesanas correspondientes
(2.0 DG, 1985, art. 7).
extraordinario

323, Se trata de la absolución general a varios penitentes sin


, confesión individual previa. No se deja a la libre opción del
,istro, sino que sólo puede darse en casos excepcionales (RP,

1) peligro inminente de muerte y falta de tiempo para escuchar


f

i,, confesiones de cada penitente, como, por ejemplo, por imposi-


bi~idad física, en caso de naufragio, desastre aéreo, terremoto, alu-
vió, incursión aérea, etc. (can. 961, ¿j1, 1.Q);
2) necesidad grave, cuando por el número de penitentes y es-
ez de confesores no se puede tener la confesión individual dentro
un tiempo oportuno, de forma que los penitentes se quedarían
sin propia culpa de la gracia sacramental y de la comunión
(por ejemplo, en tierras de misión, por donde el sacerdote pasa por
tiempo muy breve y vuelve sólo después de largo tiempo; la Iglesia
en estado de persecución); no se considera causa suficiente el gran
penitentes en caso de una solemnidad o de peregrina-

Es el obispo diocesano el que debe juzgar, teniendo en cuenta


los criterios acordados con los demás miembros de la misma con-
ferencia episcopal, si se dan las condiciones para el modo extraor-
dinario previsto en el 1, 2.0 (can. 961, tj 2). La CEI ha declarado
que en Italia no se dan las condiciones para admitir el modo ex-
traordinario del que habla el canon 96 1, § 1,2.Q26
'
Para que sea válida la absolución el penitente tiene que tener
lbdisposiciones interiores (contrición) y debe tener el propósito de
confesarse en su debido tiempo de los pecados graves que no pudo
cbnfesar en aquella circunstancia (can. 962,g 1).El penitente tiene
que ser informado de estos requisitos y, en caso de peligro d e
muerte, debe ser exhortado a un acto de contrición (can. 962,g 2).
El que ha recibido la absolución general de pecados graves,
quedando en pie la obligación establecida en el canon 989, tiene
que acceder a la confesión individual lo antes posible si hay ocasión
de ello antes de recibir otra absolución general, a no ser que inter-
venga u n a causa justa (can. 963).
-

Cf Nota de la Presidencia de la CEI del 30 abril 1975, en Notiziario CEI 41 1975,70-


*6
72; E. CEI 21 2064-2066. La CEE, con relación a la absolución general, no ha hecho públicos
todavía sus criterios respecto de cuándo ocurre el caso de grave necesidad, a pesar de
haberse tratado el asunto en varias de sus asambleas generales.
6.2. Ministro

a) Facultad de escuchar las confesiones

324. Para la validez de la absolución de los pecados se requi


que el ministro, que es sólo el sacerdote (can. 965), además de 1
potestad de santificación sacramental de orden (cf n. 285) recibida
en el sacramento, tenga la facultad de ejercer dicha potestad sobre
los fieles a los que imparte la absolución (can. 966,s 1). En efecto
originalmente el ministro de la penitencia era el obispo, el cual,
perdonar los pecados, ejercía su autoridad no sólo de mediador de
gracia, sino también de guía y pastor de la Iglesia. Con la extensión
de la Iglesia se hizo necesario conceder la facultad de absolver c)
también a los presbíteros, pero manteniendo por parte del obispo
esta referencia a su persona como cabeza de la Iglesia particular.
Por eso se requiere la facultad para la validez de la absolución. er

a) Modo de obtener la facultad

325. Puede obtenerse de dos modos:


- por el mismo derecho C'ipso iure") o en virtud del oficio r v i
officii'y: gozan de ella, respectivamente, el romano pontífi-
ce, los cardenales, los obispos, el ordinario del lugar, el
canónigo penitenciario, el párroco, los que tienen el lugar
del párroco, el capellán, para los fieles confiados a 61, los
superiores de los institutos religiosos y de las sociedades
clericales de vida apostólica de derecho pontificio respecto
a sus súbditos y a los demás fieles que residen día y noche
en una casa del instituto o de la sociedad (cáns. 966, § 2;
967, tjtj 1.3; 968; 566,s 1);
- por concesión: la otorga el ordinario del lugar de incardina-
ción o de domicilio a cualquier presbítero (can. -966,s 2), el
cual, si es miembro de un instituto religioso, no puede usar
esa facultad sin la licencia, al menos presunta, de su superior
(can. 969); la otorga también el superior competente a cual-
quier presbítero miembro de un instituto religioso o de una
sociedad de vida apostólica de derecho pontificio, para los
súbditos u otros fieles que residen día y noche en una casa
del instituto o de la sociedad (can. 967,tj 3).
F

La facultad debe concederse por escrito (can. 973) a quien ha


encontrado idóneo por medio de un examen o de otros testi-
.ios (can. 970). Puede concederse por tiempo indeterminado o
e r m i n a d ~(can. 972).

Autoridad que la concede

326. Es competente el ordinario del lugar o el superior en los


~ 0 que
s ya hemos visto al examinar los diversos modos de con-
,,ión (cáns. 969; 967, ¿j3).

ver
;Po
(4 c) Extensión
lar. 327. Cuando se tiene facultad para el propio territorio, bien
en virtud del oficio o bien por concesión, se tiene también para
cualquier otro lugar, a no ser que un obispo diocesano o un ordi-
*ario del lugar niegue su ejercicio en su territorio, respectivamente,
a un obispo o a un presbítero (can. 967, $8 1.2).
El ejercicio de la facultad del romano pontífice y de los carde-
nales no puede ser limitada por ningún obispo (can. 967, §§ 1.2),
pero la de los cardenales puede ser limitada por el romano ponti-
'vi fice; sólo la de este último no tiene límites por derecho divino, en
1- virtud de su primado.
-:
S Los miembros de institutos religiosos clericales y de las socieda-
des de vida apostólica de derecho pontificio tienen facultad para
I todas las casas del instituto o de la sociedad respecto a los demás
miembros o fieles que residan día y noche en una casa del instituto
o de la sociedad, tanto si han recibido la facultad en virtud del
oficio como por concesión del superior competente (cf cáns. 968,
4 2; 969, 2). Ejercen siempre lícitamente esta facultad, a no ser
que un superior mayor en un caso particular se la niegue para sus
propios súbditos (can. 967, ¿j 3).
. En caso de peligro de muerte la absolución de cualquier censu-
ra y pecado es siempre válida, aunque el sacerdote esté privado de
facultad para ello y aunque esté presente un sacerdote aprobado
(can. 976; cf can. 986, 5 2).
d) Cesación
328. La facultad cesa por revocación por parte de la autoridad
competente, pero sólo por causa grave (can. 974, $ 1). Si es revo.
cada por el ordinario del lugar que la ha concedido, la revocación
vale para cualquier lugar; pero si ha sido revocada por otro ordi-
nario del lugar, la revocación vale sólo para el territorio del revo.
cante (5 2). Cualquier ordinario que revoca la facultad debe infor-
mar al ordinario del lugar en donde está incardinado el presbítero,
o al superior si se trata de un religioso ($ 3); igualmente si se trata
de un miembro de una sociedad de vida apostólica. - '1
Por lo que se refiere a los religiosos y a los miembros de sacie-
dades de vida apostólica, si la facultad es revocada por el superior
mayor, lo es respecto a todos los miembros del instituto; si ha sido
revocada por otro superior competente, la revocación vale sólo
l respecto a los súbditos de su circunscripción (5 4).
También cesa la facultad por pérdida de oficio, e ~ c a r d i n a c i ó ~ ,
pérdida del domicilio (can. 975). Cuando se cambia de domicilio
hay que pedir la facultad al ordinario del nuevo domicilio, el cual,
si la concede habitualmente, debe haber oído, si es posible, al or-
dinario del presbítero solicitante (can. 971). Para los miembros de
los institutos religiosos y de las sociedades de vida apostólica el
domicilio se d a por la adscripción a una casa del instituto o de la
sociedad.
Es inválida la absolución dada al cómplice en el pecado con-
tra el sexto mandamiento, excepto en caso de peligro de muerte
(can. 977).

b) Deberes del confesor 1


329. El sacerdote, constituido ministro de la justicia y de la
misericordia de Dios para el honor divino y la salvación de las
almas, en cuanto ministro también de la Iglesia, al administrar el
sacramento debe adherirse fielmente a la doctrina del magisterio y
a las normas dadas por la autoridad competente, y desempeñar así
la función al mismo tiempo de juez, de médico y de maestro espi-
ritual (can. 978). Por esta razón el sacerdote debe poner interés en
la integridad de la confesión, pero al hacer preguntas debe proceder
con prudencia y discreción, teniendo en cuenta la condición y la
edad del penitente, sin indagar nunca sobre el nombre del cómplice,
de cualquier pecado que se trate (can. 979).
ente pide la absolución, el sacerdote -a no ser que
sobre sus disposiciones-, una vez impuesta la satis-
n, no puede negársela ni retrasársela (can. 980).

~olicitacióncontra el sexto mandamiento

330. Quien confesase haber denunciado falsamente ante la


toridad eclesiástica a un confesor por solicitación al pecado con-
tra el sexto mandamiento, no debe ser absuelto si antes no retrac-
ta formalmente la denuncia y está dispuesto a reparar los daños
ausado (can. 982). El falso denunciante incurre en
tae sententiae; si es clérigo, también en suspensión

510 Quien dijera en confesión que ha sido solicitado por el confesor


a pecar contra el sexto mandamiento, no está obligado a denunciar
jn, a la autoridad al solicitante, pero conviene que lo haga.
lio "
El confesor solicitante incurre, según la gravedad del delito, en
al, suspensión, prohibiciones, privaciones y, en los casos más graves,
~r- en expulsión del estado clerical (can. 1387).
de
el
la d) Sigilo y secreto sacramental

33 1. Está sancionada por derecho divino la inviolabilidad ab-


soluta, por parte del sacerdote, del sigilo sacramental (can. 983,
8 1).Constituyen su objeto esencial primordialmente todas las cul-
pas, graves o ligeras, confesadas para obtener la absolución, aun
cuando ésta se haya denegado o diferido; además, las circunstancias
del pecado, el nombre del cómplice, la eventual negación o retraso
de la absolución, la penitencia impuesta, etc.; objeto accidental son
todos los demás elementos secundarios, como los defectos físicos o
psíquicos del penitente, etc. Por la violación directa del sigilo sa-
cramental -que se configura cuando se revela el pecador y el
pecado, bien revelando el nombre o de otra manera- se incurre en
excomunión latae sententiae, reservada a la Santa Sede (Peniten-
ciaría Apostólica); por la indirecta -que se consuma con la reve-
lación del pecador o del pecado, pero con el riesgo de que se pueda
llegar al conocimiento de los dos- se amenaza con una pena justa
(can. 1388, fj 1).
332. El confesor no puede hacer ningún uso de los conoci-
mientos adquiridos por medio de la confesión con agravio del
penitente, aunque no haya peligro de revelación; así, el que esti
constituido en autoridad no puede servirse de lo que ha oído en
confesión para su gobierno externo (can. 984). Para proteger mejor
el sigilo sacramental y distinguir entre el fuero interno sacramen.
tal y el externo, el maestro de novicios y su ayudante, el rector
del seminario o de otro instituto de educación, sólo pueden escu-
char las confesiones de sus alumnos que viven en la misma casa
cuando éstos se lo piden espontáneamente y en casos particulares
(can. 985); además, no puede pedirse el parecer de los confesores
del seminario para la admisión de los alumnos a las órdenes ni para
su expulsión (can. 240, ¿j 2).
333. El intérprete (can. 990) tiene obligación de conservar el
secreto, así como todos los que por cualquier razón hubieran tenido
noticias de pecados de la confesión (can. 983,¿j 2): por la violación
del secreto está prevista una justa pena, que puede ser incluso la
excomunión (can. 1388). "Para tutelar la santidad del sacramento
d e la penitencia y los derechos del ministro y de los fieles, incurre
3
*

en excomunión latae sententiae el que con cualquier instrumento


técnico capta lo que en una confesión verdadera o fingida es dicho
por el penitente o por el confesor, o bien lo divulga con un medio
de comunicación social" 27.

6.3. Deberes y derechos del penitente

334. El acto fundamental que el penitente tiene que realizar


para poder obtener el perdón de los pecados cometidos es el interno
del arrepentimiento (contrición), y por tanto de la conversión, que
se concreta en el rechazo de los pecados y en el propósito de la
enmienda (cáns. 959; 987).
En consecuencia de esto, el penitente, después de un diligente
examen d e conciencia, está obligado a confesar todos y cada uno
de los pecados graves (= "mortales'i)(RP, n. 17) cometidos después
del bautismo, según la especie (contra qué virtud o mandamiento)
y el número (al menos aproximado), así como las circunstancias
que cambien su naturaleza o su gravedad, no acusados todavía ni
perdonados directamente en la confesión individual (can. 988, fj 1).
A esta obligación están sometidos, al menos una vez al año, todos
27 Cf CONGR. D ~ RFE, . Decr. Congregatio pro Doctrina Fidei, 28 septiembre 1988, en
"AAS" 80 (1988) 1367; E V 11/ 1346.
1us fieles que hayan alcanzado la edad de la discreción (cf can. 11)
(can. 989).
LOS pecados veniales, por el contrario, son materia libre, es
decir, sólo se recomienda que sean confesados (can. 988, 4 2), ya
que estos pecados, supuesto el arrepentimiento de corazón, pueden
también a través de otros medios, como la oración,
la limosna, la mortificación, etc.
335. Si el penitente está en las debidas disposiciones, tiene
derecho a la absolución, que no se le puede negar ni retrasar
(cf can. 980). Una vez recibida la absolución, el penitente está obli-
gado a cumplir personalmente la penitencia, que pertenece a la
integridad del sacramento (can. 981; RP, n. 3 1, IV).
Todos los fieles tienen derecho a confesar los pecados con cual-
iier confesor legítimamente aprobado, aunque sea de otro rito
(can. 991).

1I 6.4. Las indulgencias

336. Las indulgencias son otra expresión del ejercicio del mu-
nus de santificar por parte de la Iglesia, que dispensa y aplica
autoritativamente el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los
santos. En efecto, por intervención de la Iglesia -en virtud de la
comunión de los santos, que supone la comunión de los bienes
espirituales **-, el fiel que tenga intención de ganarlas, no exco-
mulgado y en estado de gracia al menos al final de las obras pres-
critas, y que debidamente dispuesto las cumpla en el tiempo esta-
blecido y de la manera debida, adquiere el perdón delante de Dios
de la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto a la
culpa (cáns. 992; 996).
La indulgencia parcial libera en parte de la pena temporal de-
bida por los pecados; la plenaria, por su parte, libera totalmente
de ella (can. 993). De la indulgencia puede beneficiarse tanto el
fiel que cumple la acción como los difuntos por los que se aplica
a modo de sufragio (can. 994). Para la norma o la medida de la
indulgencia parcial, abandonada ya toda indicación de días y de
años, se toma en consideración la misma acción del fiel que realiza
una obra indulgenciada. La acción, además del mérito como fruto

I 28 Cf PABLO VI, Const. Ap. Indulgentiarum doctrina (=ID), 1 enero 1967, nn. 4 y 5, en
"AAS" 59 (1967) 5-24; E V 21921-955.
principal, puede obtener una remisión de pena temporal, tanto
mayor cuanto más intenso es el fervor de quien la cumple y 1,
importancia de la obra realizada. Entonces, la misma remisión de
la pena temporal que el fiel adquiere con su acción -realizada con
piedad, fe, caridad y espíritu de penitencia- sirve de medida para
el perdón de la pena que la autoridad eclesiástica añade con la
indulgencia parcial (ID, n. 12).
Las indulgencias sólo pueden concederlas la suprema auton,
dad de la Iglesia y aquellos a los que se reconoce esta potestad (ID,
nn. 7; 10) por el derecho mismo o por concesión del romano pon.
tífice (can. 995, tj 1); además, ninguna autoridad inferior a éste
puede comunicar a otros la potestad de conceder indulgencias, si
no se lo concede expresamente la Santa Sede ( 5 2). Se trata de un
ejercicio de la potestad de jurisdicción en la actuación del rnunu~
de santificar.
La concesión y el uso de las indulgencias están regulados por
normas peculiares (can. 997) (ID, Normae).

7. LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

7.1. Celebración

337. Pueden bendecir el Óleo el obispo, los equiparados a él


en el derecho (cf cáns. 368; 38 1, 5 2; 427, 5 l), cualquier presbítero
en caso de necesidad, pero dentro de la celebración del sacramento
(can. 999).
Las unciones deben hacerse a tenor del canon 1000.
La celebración en común debe hacerse según las disposiciones
del obispo diocesano (can. 1002).
Los pastores y los parientes del enfermo deben procurar que la
unción se realice en tiempo oportuno (can. 1001), es decir, cuando
el enfermo puede participar todavía activamente en la celebración,
uniéndose a los sufrimientos de Cristo y a la oración de la Iglesia
(can. 998).
7.2. Ministro
I

.. 338. Es sólo el sacerdote, en cuanto que se trata de ejercicio


la potestad de santificación sacramental de orden (cf n. 285).
por oficio tiene el deberlderecho de administrar la unción el sacer-
dote con cura de almas al que está confiado el enfermo (párroco:
an. 530, 3.0; capellán: can. 566,g 1; rector del seminario: can. 262;
ooperadores de los párrocos; superiores de comunidades religiosas
29, pero por causa razonable puede hacerlo cualquier sa-
cerdote, con el consentimiento al menos presunto de aquel sacer-
dote. Cualquier sacerdote puede llevar consigo el Óleo bendito para
p d e r administrar el sacramento en caso de necesidad (can. 1003).

7.3. Enfermos
' 339. Pueden recibir el sacramento los fieles que, alcanzado el
Uso de la razón, por enfermedad o por vejez empiezan a encontrarse
en peligro (can. 1004, 5 1). El sacramento puede recibirse varias
veces, con tal que el enfermo no permanezca en el mismo peligro de
muerte (5 2).
En dudas sobre el uso de razón, la gravedad de la enferme-
dad o de si el enfermo sigue con vida, hay que dar la unción
(can. 1005).
Debe conferirse el sacramento a los que, mientras estén en
posesión de sus facultades mentales, lo han pedido al menos implí-
citamente (can. 1006); pero no se debe dar a los que perseveran
obstinadamente en pecado grave manifiesto (can. 1007).

8. EL ORDEN SAGRADO

8.1. Aspectos teológicos

340. El canon 1008 nos presenta la causa y el fin de la diferen-


cia entre los ministros sagrados y los otros fieles: la causa es el
sacramento del orden; el fin es la paternidad espiritual de la comu-
nidad, que es un don del espíritu, un carisma (cf nn. 36; 103). Por

29 Cf Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis cura, n. 16, Typ. Pol. Vat.,
1972, 16.
institución divina los que reciben el sacramento del orden so
consagrados por Dios y marcados por el carácter indeleble.
consagración de que se habla en el canon es una acción de Dios
que capacita perpetuamente al ministro para desempeñar una mi:
sión particular en la Iglesia.
341. El CARACTER indeleble con que el ministro sagrado qu
d a marcado por Dios expresa el cambio ontológico, que se realiz
por medio del sacramento del orden, y al mismo tiempo la perpe-
tuidad de este cambio. Dicho cambio ontológico hace que la dife-
rencia entre laicos y ministros sagrados sea funcional, precisamente
por ser ontológica (cf LG loa); en efecto, sólo los ministros sagra.
dos, cumpliendo con la función de enseñar, santificar y gobernar,
apacientan el pueblo de Dios. Aunque el concilio no ha afirmado
que la ordenación diaconal imprima carácter, sin embargo, como
hemos visto (cf n. 269), en el grupo de estudio sobre los sacramen-
tos de la comisión de reforma del CIC todos estuvieron de acuerdo
en omitir la mención del carácter también para los diáconos, tra-
tándose de una doctrina común 30.
En razón del carácter, no puede repetirse el sacramento del
orden en el mismo grado (can. 845, ¿j1); si persistiera la duda
sobre la colación o la validez del mismo, debe conferirse bajo
condición (5 2).
342. La diversidad de condición y la distinción entre los TRES
GRADOS del sacramento, es decir, entre el episcopado, el presbite-
1
rado y el diaconado, se indica de forma general en el canon 1008,
donde se dice que "cada uno en su grado" (pro suo quisque gradu)
cumple las tres funciones (munera) recibidas 31. Del concepto de
munus y de la diferencia entre los tres grados del orden sagrado ya
hemos hablado ampliamente (cf nn. 274; 280-281). Respecto al
canon 1008, es de advertir que solamente quiso afirmar de modo
general la participación en virtud del sacramento del orden en las
funciones de enseñar, santificar y gobernar también por parte de
los diáconos, para que puedan ejercer su ministerio en la Iglesia, y
no otra cosa, ya que no es tarea del Código resolver cuestiones que
todavía se discuten en teología sobre la naturaleza del diaconado, 7
que de todas formas no es un grado del sacerdocio ministerial o
jerárquico (cf n. 269); sin embargo, el canon bajo este aspecto, si

30 Cf Acta Commissionis, en "Com." 10 (1978) 18 1; PABLO


ordinem, 18 junio 1967, en "AAS" 59 (1967) 698; E V 21 1369.
3' Cf Acta Comrnissionis, en "Com." 10 (1978) 181.
VI, M. p. Sacrurn diaconatus

I
1 ,odda
, leyera a la luz de la tradición y de los documentos conciliares,
seguir siendo doctrinalmente ambiguo.
1
0:
P Por otra parte, al afirmar el canon 1009, 5 1, que las Órdenes
i
r son el episcopado, el presbiterado y el diaconado, sanciona sólo el
hecho de que en la Iglesia hay estos tres Órdenes diferentes y no
quiere tocar la cuestión secular y nunca resuelta de la diferencia
entre ellos-

8.2. Celebración de la ordenación

343. Las órdenes, según el canon 1009, 5 2, deben conferirse,


para la VALIDEZ, mediante la imposición de manos y la oración
consecratoria, prescrita para cada grado por los libros litúrgicos 32.
:-
Según el canon 1010 la ordenación debe tener lugar durante la
misa solemne, el domingo o un día festivo de precepto, sin más
sin embargo, puede celebrarse en otros días, inclui-
dos los feriales, pero sólo por razones pastorales.
Dada 'la importancia que revisten las ordenaciones para la vida
de la Iglesia, el canon 1011,§ 1,determina que generalmente deben
hacerse en la iglesia catedral, pero por razones pastorales permite
que se celebren en otra iglesia e incluso en un oratorio. De todas
formas, hay que invitar a los fieles de toda categoría, clérigos,
laicos y religiosos, a la celebración de las sagradas órdenes, para
que participen en ellas en gran número, expresando así el carácter
eclesial del acontecimiento (5 2).

$ 3 Ministro de la ordenación

a) El ministro en general
344.
El canon 1012 enuncia que el ministro de la sagrada
ordenación es el OBISPO CONSAGRADO (cf n. 285), sin establecer
ninguna distinción entre ministro ordinario y extraordinario, como
hacía el canon 951 CIC 1917.
Sobre la base de lo que ya hemos dicho (cf n. 280) podemos

32 Pfo XII, Const. Ap. Sacramenrum ordinis, 30 noviembre 1947, en "AAS* 40


(1948) 5-7.
decir que la disposición del canon 1012 sobre el obispo corno m;
nistro de la sagrada ordenación es de derecho eclesiástico y no
derecho divino, ya que se trata del ejercicio de la potestad de sa
tificación sacramental de orden recibida con el presbiterado.
derecho positivo establece que sólo el obispo consagrado confi
VÁLIDAMENTE las sagradas órdenes.

b) Consagración de los obispos y mandato ~ontzflcio

345. Respecto a la consagración episcopal se omite cualquier


afirmación explícita de la reserva al romano pontífice que se en-
contraba en el canon 953 CIC 1917, y el canon 1013, CIC 1983 dice
simplemente que a ningún obispo le es lícito consagrar a otro
obispo si no consta antes del MANDATO PONTIFICIO. La consagra. I
ción realizada sin mandato pontificio es válida, pero ilícita; la
cuestión que se plantea es la de si esta disposición es de derecho .
divino o de derecho eclesiástico.
Sobre la base de lo que se dijo en el capítulo 10 (cf nn. 287-288) - !
podemos afirmar que, mientras que la comunión jerárquica del j
obispo con la cabeza del colegio y los miembros del mismo se l

requiere por derecho divino -es decir, por la naturaleza misma de


G
la Iglesia y del oficio episcopal, para que el obispo sea miembro del
colegio y sea asumido en su oficio-, la disposición del canon 1013 (

sobre la LICITUD de la consagración episcopal por medio del man- 1


dato pontificio es de derecho eclesiástico, para que sea protegido y
expresado el mismo derecho divino. La Iglesia podría también
disponer que el mandato pontificio sea necesario para la validez de
la consagración, pero hasta ahora no lo ha hecho nunca, ya que no
lo exige el derecho divino. En efecto, hay que distinguir bien entre
la consagración, que puede conferirse válidamente incluso sin man-
dato pontificio, como reconoce el mismo canon 1013, y la comu-
nión jerárquica, que se obtiene sólo por el mandato del romano
pontífice (cf can. 1382).
Finalmente, dada la dimensión colegial del episcopado, según
el canon 1014, a no ser que haya una dispensa de la Santa Sede, al c
obispo consagrante deben añadirse otros dos, para significar mejor e
la colegialidad; y conviene que todos los obispos presentes consa- S
gren al elegido. Esta disposición procede de una praxis antiquísima
de la Iglesia (LG 22a), pero puesto que pertenece al ámbito del
F
signo, es sólo para la LICITUD y no para la validez de la consa-
gración. t
ordenación presbiteral y diaconál: letras dimisorias

Obispo ordenante

346. El canon 1015 establece que:


1) La ordenación debe hacerla el obispo propio, a no ser que
lo impida una causa justa;
2) en orden a proteger los diferentes ritos en la Iglesia, para
que el o ~ I S P OPROPIO pueda ordenar lícitamente a un súbdito de
rito oriental, es necesario un indulto de la Santa Sede (Congr. cul-
to divino/disc. sacram.); sin embargo, hay que tener presente
.ice que, si alguien de rito oriental es ordenado por el obispo pro-
tro pio según el rito latino, de suyo no queda adscrito al rito latino
ra- (cf can. 1 12, 5 2).
la 3) el obispo no propio puede ordenar sólo con las LEG~TIMAS
iho CARTAS DIMISORIAS, que son necesarias para la LICITUD de la
pero no para la validez; si un diácono o un presbítero
se ordenan sin cartas dimisorias, no se encuentran en comunión
jerárquica con su obispo y con el orden de los obispos (cf PO 7a)
se y, por el hecho de que están suspensos del orden que se les ha
de conferido de ese modo, no pueden ejercer lícita o válidamente,
3 el según los casos, las funciones (munera) y la potestad de santifica-
113 ción que han recibido en la ordenación, mientras que al obispo que
in- los ordenó ilegitimanente se le prohíbe conferir durante un año las
'iénY sagradas órdenes (cf can. 1383).

de 347. El canon 1015,§ 3, afirma un principio general: si el que


da las cartas dimisorias es obispo, puede ordenar a sus súbditos.
tre Esto vale siempre, evidentemente, para el obispo propio cuando se
trata del clero diocesano, de miembros de institutos seculares de
derecho diocesano o pontificio o de institutos religiosos o bien de
sociedades de vida apostólica de derecho diocesano. Pero cuan-
do se trata de miembros de institutos religiosos clericales de dere-
cho pontificio o de sociedades clericales de vida apostólica de de-
recho pontificio o de prelaturas personales (cf can. 295, § l), aun-
que sus superiores den las cartas dimisorias (cf can. 1019, ¿jl), sin
embargo no pueden recibir, evidentemente, de éstos las órdenes
sagradas si no son obispos.
348. El canon 1016 establece quién debe considerarse OBIS-
PO PROPIO para lo que se refiere a la ordenación diaconal y presbi-
teral.
En el caso de la ordenación diaconal, obispo propio es:
a ) o el obispo de la diócesis en la que el ordenado tiene su
domicilio (cf can. 102, ¿j
1),
b) o el obispo de la diócesis en la que el ordenado quier
ejercer su ministerio.

De esta manera, como se ve, el canon quiere dejar libertad para


escoger la propia diócesis.
En el caso de la ordenación presbiteral, evidentemente, el obispo
propio es el obispo de la diócesis en la que se incardinó ya el
diácono.
349. Un obispo no puede ordenar fuera de su propia circuns-
cripción más que con LICENCIA del obispo diocesano (can. 1017).
En efecto, el obispo es pastor de la Iglesia que se le ha confiado,
y por tanto las funciones y los poderes que se le han conferido no
puede ejercerlos en otra Iglesia particular confiada a otro obispo
(cf LG 23b); sin embargo, la licencia que exige el canon no es para'
la validez de la ordenación, sino para la LICITUD. La licencia del
obispo diocesano se requiere, por ejemplo, cuando éste está impe-
dido por justa causa (cf can. 1015, 5 l), o cuando un obispo es
llamado fuera de su diócesis para ordenar a un súbdito o a un
miembro de un instituto religioso o de una sociedad de vida apos-
tólica de derecho pontificio o de una prelatura personal.

b) Cartas dimisorias

1) Autoridad que las concede

350. P a r a los SECULARES DIOCESANOS, a tenor del ca-


non 1018, f j l , pueden dar las cartas dimisorias:
1) el obispo propio, del que habla el canon 1016;
2) el administrador apostólico;
3) el administrador diocesano, con el consentimiento del cole-
gio de consultores (cf can. 502);
4) el provicario y el proprefecto apostólico, con el consenti-
miento del consejo, del que habla el canon 495,fj 2, que se equipara
al colegio presbiteral en los vicariatos y en las prefecturas.
NO se mencionan expresamente en el canon el vicario apostóli-
apostólico, el abad o el prelado territorial, ya que no
esario mencionarlos por estar asimilados al obispo diocesano
,áns. 134, 8 1; 368; 38 1, 2).
~1 administrador diocesano, al que se asimilan el provicario y
p prefecto (cf can. 420), goza de la misma potestad, aunque no
ena, del obispo diocesano. En efecto, tiene una potestad adminis-
que está limitada o por la naturaleza misma del asunto o
el mismo derecho (cf can. 427, § l), o en base a la disposición
ral del canon 428, según el cual, sede vacante, los que rigen la
sis ad interim no deben realizar innovaciones ni deben hacer
nada que perjudique a los derechos del obispo. Por eso el adminis-
trador diocesano, el provicario y el proprefecto sólo pueden conce-
der las cartas dimisorias con el consentimiento, respectivamente,
del colegio de consultores, de los que habla el canon 502, y del
consejo formado al menos por tres presbíteros misioneros, de los
que habla el canon 495, 5 2, y no deben concederlas a los que el
obispo diocesano o el vicario o el prefecto apostólico, respectiva-
mente, negaron el acceso a las órdenes (can. 1018, § 2). Las cartas
dimisorias concedidas sin el consentimiento del colegio de consul-
tores o del consejo que menciona el canon 495, tj 2, son nulas,
mientras que incluso con ese consentimiento no pueden darse a los
que el obispo diocesano o el vicario o el prefecto apostólico negaron
el acceso a las órdenes. Pero en ambos casos la O R D E N A C I ~sin N,
embargo, sería sólo IL~CITA, pero no inválida.
El administrador apostólico no está sometido a todas estas
limitaciones, ya que no rige ad interim una Iglesia particular y tiene
la misma potestad que el obispo diocesano (cf n. 475).
,
35 1. Para los miembros de los INSTITUTOS RELIGIOSOS CLERI-
CALES DE DERECHO PONTIFICIO 0 de las SOCIEDADES CLERICALES
DE VIDA APOSTÓLICA DE DERECHO PONTIFICIO, la autoridad com-
petente para conceder las letras dimisorias para la ordenación dia-
cona1 y presbiteral es el superior mayor, ya que es "ordinario"
(cf can. 134,§ 1). Estas letras sólo pueden ser concedidas a aquellos
súbditos que, a tenor de las constituciones, están adscritos al insti-
tuto o a la sociedad de modo perpetuo o definitivo (can. 1019,§ 1).
le- Todo esto vale de modo analógico para las PRELATURAS PER-
SONALES, en cuanto que no dependen del obispo diocesano, siendo
ti- el prelado su ordinario, que promueve a las órdenes a los miembros
.ra de la prelatura y los incardina a ella (cf can. 295,g 1); y puede valer
para 10s INSTITUTOS SECULARES DE DERECHO PONTIFICIO que, a
tenor del canon 266, ¿j 3, incardinan a sus súbditos (cf can. 715
5 2); a algunos de ellos la Santa Sede concedió en el pasado 1
facultad de dar letras dimisorias.
Como se ve, no en todos los institutos o sociedades que inc
dinan tienen los superiores mayores también la facultad de d
letras dimisorias (cf n. 138).
Los superiores mayores de los OTROS INSTITUTOS O SOCIEDA
DES no pueden conceder las letras dimisorias, ya que la ordenació
de sus súbditos está regida por el derecho del clero secular dioce-
sano, habiéndose revocado todos los indultos que se hubieran co,
cedido a tales superiores (can. 1019, 5 2). Esto vale para los miem.
bros de los institutos seculares, tanto de derecho diocesano como
de derecho pontificio, que no tienen la facultad de incardinar a sus
miembros; y también para los miembros de los institutos religiosos
de derecho diocesano y para los de las sociedades de vida apostólica
de derecho diocesano.
352. La autoridad competente no debe conceder las letras
dimisorias si antes no se han entregado todos los certificados y
documentos que se requieren por el derecho (cf cáns. 1020; 1050;
1051).
353. Las letras dimisorias pueden estar limitadas en cuanto al
tiempo, el lugar u otras circunstancias; también pueden ser revoca-
das por el mismo que las concedió o por su sucesor; pero una vez
concedidas no se extinguen si decae el derecho del que las concedió
(can. 1023). Por la misma naturaleza de la revocación de las letras
dimisorias se requiere una causa justa, pero no para la validez de
la revocación, porque ni el candidato por el hecho mismo de la
concesión adquiere un derecho propio a la ordenación como tal o
a la ordenación por un obispo determinado, ni la autoridad del que
las concedió decae por el hecho de haber concedido ya las letras
dimisorias.

2) Destinatario

354. El canon 1021 señala como primera disposición general


que las letras dimisorias pueden ser enviadas a cualquier obispo en
comunión con la sede apostólica; por consiguiente, el diácono o el
presbítero ordenado por un obispo que no está en dicha comunión
quedaría ipsofacto en suspenso, ya que las letras dimisorias serían
ilegítimas (can. 1383).
l
368

-
i
La única excepción al principio general establecido está prevista
1
F
,,#el mismo canon, a saber: las letras dimisorias no pueden ser
1 a U" obispo diverso del rito del ordenado, a no ser que
'
haya un indulto apostólico. Esto es coherente con lo dispuesto en
el canon 1015, 5 2, es decir, que el obispo de rito latino no puede
ordenar lícitamente sin un indulto apostólico a un súbdito de rito
oriental (cf n. 346).
El obispo ordenante, una vez recibidas las letras dimisorias,
antes de proceder a la ordenación. tiene que constatar la fiabilidad
segura de las mismas (can. 1022).

,- ,
8.4. Ordenandos
:9 s
1 r-
-a
á) Requisitos para la validez de la ordenación
J

-S .r 355.
El canon 1024 indica los dos únicos requisitos para la
-, 1

~ A L I D E Zde la ordenación: el bautismo y el sexo masculino del


. ,.
.
5.
3 ordenando.
+
Está claro que el BAUTISMO se requiere por el mismo derecho
divino; en efecto, el bautismo da una capacidad ontológica para
recibir cualquier sacramento (cf can. 842, 5 1).
, Por lo que se refiere al requisito del SEXO MASCULINO, aunque
la cuestión dogmática sobre el fundamento de la tradición continua
desde el principio no se ha resuelto nunca de forma definitiva, el
canon lo requiere para la validez de la ordenación, según la doctrina
actual y constante del magisterio auténtico.
La declaración Inter insigniores (=U), del 15 de octubre de
1976, de la Congregación para la doctrina de la fe33, confirma-
da por Juan Pablo 1134, afirma con claridad que la Iglesia, por
fidelidad al ejemplo de su Señor, es consciente de que no tiene
la autoridad de admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal
, (IL Introd.). Para probarlo, añade el documento, está el hecho de
que la Iglesia católica nunca ha considerado que las mujeres pu-
dieran recibir válidamente la ordenación presbiteral o episcopal
(IL 1). Finalmente, la declaración afirma que la praxis de la Iglesia
S

Cf "AAS" 69 (1977) 98-1 16; EV 5/21 10-2147.


33
Carta ap. Mulieris dignitatem (= MD), 15 agosto 1988, n. 26, en "AAS" 81 (1988)
34
(1653- 1729; E V 11/ 1206-1345; Ex. Ap. Christifideles laici (= ChL), 30 diciembre 1988,
nn. 49-52, en "AAS" 8 1 (1989) 393-52 1; EV 11/ 1606-1900.
reviste un carácter normativo, ya que en el hecho de no conferir
ordenación sacerdotal más que a varones está implícita una tra
ción continua en el tiempo, universal en Oriente y en Occidente
muy atenta a la represión oportuna de los abusos. Semejante nor
ma, que se apoya en el ejemplo de Cristo, ha sido seguida porque
se la ha considerado conforme con el designio de Dios para su
Iglesia (11, IV).
La declaración habla solamente de la ordenación sacerdotal, es
decir, presbiteral y episcopal, y no de la diaconal, ya que, como
hemos dicho anteriormente (cf n. 269), el diaconado no es un grado
del sacerdocio ministerial; en la Iglesia apostólica y de 10s primeros
siglos había mujeres en el orden diaconal, a las que se alude también
en la misma declaración (Ií, 111). Aunque en la declaración no
existe una afirmación explícita para la exclusión de las mujeres de
la ordenación sacerdotal por derecho divino, sin embargo, las ex-
presiones utilizadas están muy cerca de ella.
Entre 1975 y 1976 hubo un intercambio de cartas entre Pa-
blo VI y el arzobispo de Canterbury, doctor Frederick Coggan,
sobre la admisión de las mujeres al sacerdocio en la comunión
anglicana. En su carta de 30 de noviembre de 197F5, PabloYI,
respondiendo a una carta del 9 de julio de 1975 del arzobispo,
afirmaba que la Iglesia católica no admite a las mujeres al sacerdo-
cio por razones verdaderamente fundamentales, que son: el ejemplo
de Cristo, constatado en las Escrituras, que escogió a sus apóstoles
solamente entre varones; la praxis constante de la Iglesia, imitando
a Cristo; el magisterio viviente, que ha establecido coherentemente
la exclusión de las mujeres del sacerdocio, en armonía con el plan
de Dios para su Iglesia. Esto lo afirmaba Pablo VI, subrayando las
graves dificultades que introduciría la decisión de la comunión
anglicana en el diálogo ecuménico si admitiera a las mujeres en el
ministerio sacerdotal (decisión que se tomó posteriormente con su
admisión tanto en el presbiterado como en el episcopado) 36. Esta
posición fue confirmada ulteriormente también por Pablo VI en
su carta del 23 de marzo de 197637, en respuesta a otra carta del
doctor Coggan del 10 de febrero de 197638, y confirmada por la
respuesta católica al "Informe final" de la primera comisión mixta

35'Cf "AAS" 68 (1976) 599-600; E V 5 1/ 596-597.


36 Cf "Regno/Att." 23 (1978) 355-356; 33 (1988) 433-434.
37 Cf "AASn 68 (1976) 600-601; E V 5 1/ 598-600.
38 Cf "OSS.Rom." 21 agosto 1976.
entre la Iglesia católica y la comunión anglicana,
a a conocer el 6 de diciembre de 1991 39.
í pues, hay que concluir que la exclusión de las mujeres de la
ación diaconal es ciertamente de derecho eclesiástico, mien-
e la de la ordenación presbiteral y episcopal deben conside-
uy probablemente de derecho divino.

b) Requisitos para la licitud de la ordenación

356. El canon 1025, 4 1, presenta de forma general la lista de


los requisitos establecid os por el derecho eclesiástico para la
LICITUD de la ordenación diaconal y presbiteral. Expresamente el
canon se refiere solamente a estos dos grados del sacramento y no
al grado del episcopado, del que nos ocuparemos en otro lugar

El canon requiere que el candidato:


1) haya cumplido el período de preparación según la norma
del derecho (cf cáns. 1027; 1032; 235; 236; 250);
2) posea las debidas cualidades, a juicio del obispo propio o
del superior mayor competente (cf can. 1029);
3) no esté afectado por ninguna irregularidad o impedimento
o todos los requisitos previos según los cáno-

esentado los documentos de los que habla el ca-

6) haya completado la investigación prevista por el ca-

-
Es evidente que el número 3 también vale para la promoción al

El 2 del mismo canon requiere,, además, para la licitud de la


ordenación que el superior legítimo juzgue que el ordenando es Útil
para el ministerio de la Iglesia. El juicio del legítimo superior sobre
la utilidad de la ordenación del candidato no se refiere sólo a la
diócesis, como en el caso de la incardinación (can. 269, l.Q), o al
instituto, sociedad o prelatura en que se incardine, sino que se
refiere a la Iglesia universal, cuyo bien debe tener, ante todo, a la

I 39 Cf U O ~Rom."
~ . 6 diciembre 1991
vista el superior legítimo. Sin embargo, como un diácono o
presbítero, si resulta idóneo para el ministerio siempre será útil a
Iglesia, al menos si el candidato se muestra dispuesto al servicio
alguna Iglesia particular, el juicio del superior legítimo sobre
utilidad se reduce de hecho al juicio sobre las cualidades y la uti
dad del ordenando, de las que habla el 5 1.
Finalmente, el ¿j 3 del canon, coherente con el principio san
cionado por el canon 265 (cf n. 138), establece que al obisp
que ordena a un súbdito suyo que vaya destinado al servicio de
otra diócesis le debe constar que el ordenando será asignado a la
misma.
Los cánones 1026-1039 y 1050-1052 tratan de forma detallada
de los requisitos de la ordenación, que pueden tratarse sistemática.
mente de la siguiente forma.

a) Cualidades personales

1) Libertad

357. El canon 1026, de manera más acusada aún que el ca-


non 97 l CIC 1917, establece que el ordenando debe gozar de la
debida libertad. El canon no dice expresamente si se requiere esta
libertad para la validez o para la licitud de la ordenación; por
tanto, del principio general sancionado por el canon 10 habría que
decir que, aun en el caso de que faltase la libertad, la ordenación
debe considerarse válida. Sin embargo, los autores distinguen va-
rios casos:
1) El que no tiene, al menos, la INTENCION HABITUAL de reci-
bir las órdenes es ordenado inválidamente. En efecto, la intención
habitual, es decir, la que ha sido actual en el sujeto y no se ha
revocado nunca, se requiere para la validez por la misma naturaleza
del sacramento.
2) Doctrinalmente se admite que el AMENTE HABITUAL es or-
denado válidamente, pero el amente que en los intervalos lúcidos
manifestó la intención de no recibir las órdenes, no puede después
ser ordenado válidamente, por la misma razón que en el primer
caso, ya que faltaría la intención habitual. Sin embargo, sería mejor
considerar en cada caso la ordenación del amente como inválida,
ya que difícilmente se puede suponer la intención habitual. Además,
la se ha dado para ejercer un ministerio en la Iglesia; ¿y
C
E 4
é. ministerio puede desempeñar un amente?
! El que, afectado por un TEMOR GRAVE, consiente en la
3)
estará válidamente ordenado, en la medida en que
haya perdido el uso de la razón.
4) Seria inválidamente ordenado el que duerme, o está ebrio,
bajo los efectos de la droga, SIN que ni siquiera hubiera tenido
mtes la INTENCIÓN; el que padece VlOLENCIA EXTERNA; el que se
pesenta al ordenante por BROMA o por BURLA.
358. El que ha sido ordenado sin el debido respeto a su liber-
tad y sin ser plenamente responsable de sus propios actos, puede
.c2- obtener de la Santa Sede la cesación del estado clerical y la libera-
ción de las obligaciones anejas, según norma de los cánones 290,
3.0, y 292; más aún, puede ser liberado también de la obligación del
celibato (cf n. 156). Con el canon 1026 guarda estrecha relación el
canon 1036, del que luego hablaremos (cf n. 364), según el cual el
candidato debe entregar al obispo propio o al superior mayor
competente una declaración redactada y firmada de su puño y letra
en la que atestigüe que intenta recibir la ordenación libre y espon-
táneamente.
ca- 359. El mismo canon 1026 declara muy encarecidamente que
la no es lícito (nefas es?) en absoluto obligar a nadie, de ninguna
Sta manera y por ninguna causa, a recibir las órdenes, o bien apartar
'or a un candidato canónicamente idóneo de recibirlas; esto para pro-
lue teger mejor la libertad del mismo frente a cualquier posible (quovis
ón modo) VIOLENCIA EXTR~NSECAF~SICAo PSICOLOGICA, TEMOR in-
- cluso no grave, DOLO, HALAGOS, etc. No importan las razones por
las que se actúa (ob quamlibet causam): odio contra la religión,
ci- amor posesivo al ordenando, razones económicas, etc. La prohi-
ón bición impone ciertamente una obligación tanto moral como juri-
ha dica de abstenerse de cualquier coacción, para proteger el derecho
7a de todos los fieles a escoger libremente su propio estado de vida
(cf can. 219).
jr- 360. Con el canon 1026 van estrechamente unidos los cáno-
OS
I
nes 1027 y 1028, que establecen que:
es
,r
J
1) los ordenandos se formen con una cuidadosa preparación,
or a tenor del derecho, o sea, de los cánones 232-264 y 1032;
a, 2) el obispo diocesano y el superior competente deben procu-
a, rar que los candidatos, antes de ser promovidos a cualquier orden,
sean debidamente instruidos sobre todo lo que atañe al orden y a
sus obligaciones.

En efecto, para que el ordenando goce de la debida libertad al


recibir las órdenes, debe tener una oportuna formación tanto espi-
ritual como doctrinal y debe ser consciente de las obligaciones que
surgen de la ordenación. Si faltara esta formación y esta conciencia
podría fallar la debida libertad y responsabilidad del candidato. E;
ese caso la ordenación sería válida, pero el ordenado podria cesar
en el estado clerical por rescripto de la Santa Sede, siendo liberado
de las obligaciones conexas (cf cans. 290, 3.0; 292) y obtener del
romano pontífice la dispensa del celibato (cf n. 156).

2) Signos de vocación divina

361. El canon 1029 enumera algunas cualidades que podemos


llamar signos de vocación divina que pueden comprobarse objeti-
vamente en el fuero externo. En efecto, el canon no dice expresa-
mente nada de la vocación divina en cuanto tal, la cual, ciertamente
por la misma naturaleza del sacramento del orden, es el requisito
primero y fundamental para recibir las órdenes sagradas.
Además de los romanos pontífices más recientes, que han inter-
I
venido ya varias veces hablando sobre la vocación divina al minis-
terio sagrado 40, el decreto conciliar Optatam totius en el núme-
ro 2c reúne los elementos que ya ofrecían aquellas intervenciones
pontificias: las dotes, la idoneidad, la recta intención, la libertad
plena, son signos de la vocación divina, sobre cuya base son con-
sagrados los candidatos. La VOCACIONDIVINA, siguiendo a santo
Tomás, puede definirse como el acto con que Dios gratuitamente
escoge a uno y lo destina al ministerio sagrado, concediéndole las
cualidades y la gracia necesarias para el mismo 41.
J u a n Pablo 11 confirma esta doctrina en varios de sus docu-
mentos y alocuciones, pero especialmente en su carta Novo inci-
piente, del 8 de abril de 1979 (nn. 1; 3-4) 42.

Cf Pfo XI, Carta enc. Ad catholici sacerdotii, 20 diciembre 1935, en "AAS" 28 (1936)
44-45; Pfo XII, Ex. Ap. Menti nostrae. 23 septiembre 1950, en "AAS" 42 (1950) 681-687;
Const. Ap. Sedes sapientiae, 31 mayo 1956, en "AAS" 48 (1956) 357-358; PABLO VI, Carta
ap. Summi Dei Verbum, 4 noviembre 1963, en "AAS" 55 (1963) 986-989; EV 2/71-75.
4 ' Cf S.7%.111, 27, 4 in corp.
42 Cf "AAS" 7 1 (1 979) 393-394; 397-398; 399; EV 6/ 1287; 1295; 1297; PDV 2; 35; 36; 65;
66; 70.
Por el hecho de que la vocación divina es un acto gratuito de
Dios que se coloca en el fuero interno de la persona llamada, no
P ser definida inmediatamente ni comprobada en sí misma de
modo jurídico. Ya en el momento de la admisión en el seminario
mayor deben estar presentes, sin embargo, ciertas dotes humanas y
morales, espirituales e intelectuales, salud física y psíquica y recta
intención, como signos de vocación y de idoneidad para el minis-
terio sagrado (can. 241, 8 1). Además, el Código establece los ele-
mentos de 10s que el obispo propio o el superior mayor competente
pueden deducir que el candidato es verdaderamente llamado por
Dios. En efecto, los REQUISITOS enumerados en el canon 1029
pueden probarse en el fuero externo y son los siguientes:
a) Fe íntegra: el mismo ministerio sagrado requiere que el
esté en plena comunión de fe, de sacramentos, y de go-
bierno eclesiástico. En efecto, Dios no puede llamar a un minis-
terio en la Iglesia católica al que no profesa la fe católica íntegra y
no está, por tanto, en plena comunión con ella.
b) Recta intención: se tiene cuando el candidato busca el ser-
vicio de Dios en la Iglesia y su salvación espiritual. Dios no llama
ciertamente a los que buscan su propio provecho, por ejemplo,
social, económico, etc.
c) Ciencia debida: el canon 1032, § 1, dispone que los aspiran-
tes al presbiterado pueden ordenarse de diáconos sólo después de
haber completado el quinto año del curso de estudios filosófico-
teológicos (cf cáns. 235; 236; 250); mientras que el § 3 afirma de
modo genérico que los aspirantes al diaconado permanente pueden
ordenarse sólo después de completar su período de formación. El
canon 236, al que se puede recurrir, nada añade más en concreto
sobre los estudios que deben realizar los aspirantes al diaconado
permanente antes de su ordenación (cf n. 136).
d) Buenafama: se requiere, tanto porque es razonable suponer
que el que n o goce de buena fama ante el pueblo de Dios no puede
ejercer con fruto un ministerio en la Iglesia como porque la misma
buena fama por parte de la gente hace presumir que el candidato
tiene aquella integridad de costumbres, aquellas probadas virtudes
y aquellas otras cualidades que el canon requiere.
e) Costumbres íntegras y virtudesprobadas: por el hecho mis-
mo de que el ordenado, como dispensador de los misterios de Dios,
debe instruir a sus fieles en las costumbres que están conformes con
la vocación cristiana y debe suscitar en ellos las virtudes cristianas,
es necesario que viva lo que administra y enseña.
f) Cualidades físicas y psíquicas: son necesarias para desem.
peñar bien el ministerio en la Iglesia. En el nuevo Código des
recen las irregularidades por defectos físicos, que estaban previst
en el canon 984, 2.0, CIC 1917; de las cualidades físicas c
requisito se habla sólo de modo genérico en este canon 1029
el canon 1051, l.%De este modo se deja amplia discrecionalidad
obispo para valorar las cualidades físicas del ordenando y también.
por tanto, para el juicio funcional sobre sus posibles defectos:
Cuando se trató de la reforma del Código se decidió no eliminar la
figura de las irregularidades por defectos físicos, dado que también
los rninusválidos pueden cumplir no pocas funciones y obras de
apostolado 4 3 . La cuestión se plantea, por ejemplo, respecto a los
sordomudos. Hasta este siglo no habían sido nunca admitidos a las
sagradas órdenes, pero el estado de minoridad en que eran consi-
derados los sordomudos quedó superado con la introducción del
llamado "método oral" en su educación. La exclusión, especial-
mente del sacerdocio, se debía al hecho de que el sordomudo no
podía pronunciar de manera conveniente las fórmulas sacramenta-
les, es decir, vocal, íntegra y distintamente, sin cambios sustanciales
o accidentales. Se dudaba además de que el sordomudo fuera capaz
de una conceptualización adecuada. Pero si con métodos eficaces
se logra obtener una educación de los sordomudos, de forma que te
puedan emitir una verdadera voz fisiológica y natural, por provenir g;
de los órganos de fonación; que puedan pronunciar todas las pala- hl
bras de las fórmulas sacramentales de modo claro y distinto; que rt
puedan tener la certeza, a través de controles no sonoros, de haber dl
pronunciado correctamente una frase deseada, no se ve entonces te
por qué los sordomudos deban quedar excluidos a priori de la
ordenación sacerdotal. Será el obispo el que, a base de informes
periciales, constate los signos de vocación divina en el candidato 3
sordomudo y decida admitirlo o no a las órdenes. Esto denota un
cambio de actitud en la Iglesia, debido también a un cambio general
en la cultura actual respecto a los que están afectados de minusva- P
lías físicas.
362. La promoción a las sagradas órdenes depende sólo del
juicio prudente del propio obispo o del superior mayor. Puesto que
es Dios el que llama, les compete solamente a los que están puestos
por Dios en la Iglesia al frente de la guía pastoral discernir quiénes
son aptos para recibir las órdenes sagradas 44. Nadie puede exigir la

I 43
44
Cf Acta Commissionis. en "Com." 10 (1978) 196-197.
Cf PABLO VI, Carta enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 junio 1967, en "AAS" 59 (1967)
662-663; E V 21 1429.
El que piensa que ha sido llamado por Dios puede
- solamente pedir la ordenación. Si se la niega su obispo o su superior
mayor competente, puede pedírsela a otro obispo, sometiéndose a
su juicio, o bien pedir la admisión en otro instituto o sociedad. Sin
embargo, solamente por una causa canónica, aunque sea oculta,
Paccesoelalobispo propio o el superior mayor competente prohibir el
presbiterado de los diáconos súbditos suyos destinados a
61 (can. 1030). Esto es comprensible por el hecho de que en el que
ha sido ya ordenado diácono con vistas al presbiterado ha surgido
un derecho, cuyo ejercicio sólo puede ser impedido por una causa
establecida expresamente por el derecho, como en el caso de cen-
sura, o de irregularidad o de impedimentos sobrevenidos o que
existían ya antes, pero no eran conocidos. Esta causa puede ser
también oculta, esto es, no ser conocida o cognoscible por otros.
Contra la prohibición del obispo propio o del superior mayor
competente, el que se sintiera lesionado en su derecho puede re-
~urrira tenor de los cánones 1732-1739. Es diferente el caso del
diácono que se niega a ser promovido al presbiterado: no se le
~ u e d eimpedir que ejerza el orden recibido, a no ser que haya
surgido un impedimento canónico o alguna otra causa grave, de la
que debe juzgar el obispo diocesano o el superior mayor competen-
te (can. 1038). Efectivamente, por una parte, nadie puede ser obli-
iir gado a asumir el presbiterado si no lo quiere, pero, por otra, el que
3- ha sido ordenado diácono tiene derecho a ejercer el ministerio
recibido; por consiguiente, contra el juicio del obispo diocesano o
del superior mayor competente cabe recurso sobre la causa grave a
tenor de los cánones 1732-1739.

3) Edad canónica
l
363. El canon 1031,§§ 1.2, establece la edad canónica mínima
para la LICITUD de la ordenación:
- veintitrés años cumplidos para los ordenandos al diaconado,
destinados al presbiterado;
- veinticinco años cumplidos para los ordenandos al diacona-
d o permanente, no casados;
- treinta y cinco años cumplidos para los ordenandos al dia-
conado permanente, casados, para quienes se requiere ade-
más el consentimiento de la esposa;
- veinticinco años cumplidos para los que han de ser promo-
vidos al presbiterado, que gocen de suficiente madurez, ob-
servado el intervalo de seis meses al menos entre el diacona-
d o y el presbiterado. En efecto, terminado el curso de los
estudios, el diácono, por un tiempo conveniente que ha de
definir el obispo o el superior competente, debe realizar una
experiencia pastoral ejerciendo el orden recibido antes de
ser promovido al presbiterado (can. 1032,g 2).

Las conferencias episcopales pueden establecer una edad


más avanzada para el presbiterado y el diaconado permanente
(can. 1931, 4 3).
Para la ordenación episcopal el canon 378, 3.0, establece fa
edad mínima de treinta y cinco años.
La edad canónica se requiere sólo para la licitud de la ordena-
ción. La ordenación de los NIÑOS,aunque ilícita, sería válida; sin
embargo, el que hubiera sido ordenado así podría pedir a la sede te.:
apostólica la cesación del estado clerical y ser liberado de todas las int
obligaciones anejas, incluso la del celibato (cf n. 156).

lo
b) Actos que se han de cumplimentar es1
antes de la ordenación a(

364. Después de haberse derogado todos los cánones del CIC


1917 sobre la tonsura, las órdenes menores y el título de ordena-
ción, para la LICITUD de la ordenación, sin embargo, se requiere:
a) El sacramento de la C O N F I R M A C I ~
que
N , perfecciona la
iniciación cristiana (can. 1033).
b) Un RITO LITÚRGICO DE ADMISIÓN,por medio del cual el
aspirante al diaconado o al presbiterado queda inscrito entre los
candidatos por la autoridad competente (cf cáns. 1016; 1019), des-
pués de haber hecho una petición previa, redactada y firmada por
él, aceptada por la misma autoridad (can. 1034,g 1). A este rito no
están obligados los que han sido admitidos en un instituto clerical
mediante votos.
c) Los MINISTERIOS de lector y de acólito: para que el can-
didato sea admitido al diaconado, tanto permanente como tran-
seúnte, se requiere que haya recibido los ministerios de lector y
de acólito y los haya ejercido durante un tiempo conveniente
(can. 1035, 1);entre el acolitado y el diaconado debe haber un
intervalo de al menos seis meses (5 2), para que el candidato se
f
ga mejor a la doble función sacerdotal, es decir, al ministe-
la palabra y del altar?
Una D E C L A R A C I ~ Nredactada y firmada de su puño y letra,
que ei candidato al diaconado o al presbiterado ratifique
enta libre y espontáneamente recibir el orden sagrado y que
dedicará para siempre al ministerio eclesiástico. En la misma
ción el candidato pide también ser admitido al orden que
esea recibir. La declaración debe entregarse al obispo propio o al
uperior mayor competente (can. 1036). Este canon guarda estrecha
elación con 10s cánones 1026 y 1034, ¿j1.
e) Un RITO PÚBLICOde asunción de la obligación del CELIBA-
al que esta obligado el candidato al diaconado permanente no
-0,
asado y el diaconado transeúnte. El rito debe ser público, dado
lue la obligación del celibato (cf can. 277, 5 1) es asumida delan-
e de Dios y de la Iglesia (can. 1037). Este rito público ha sido
iniroducido en el rito de ordenación del diaconado. No están obli-
gado~ a ello los religiosos que ya han emitido los votos perpetuos *.
fl
Los EJERCICIOS ESPIRITUALES. Están obligados a hacer por
10 menos cinco días de ejercicios espirituales, en el lugar y tiempo
establecidos por el ordinario, todos los que deben ser promovidos
a cualquier orden. Antes de la ordenación el obispo debe cerciorar-
se de que los candidatos han cumplido esta obligación (can. 1039).

:re:
E) Documentos e investigación
!

1) Documentos
1 el
1 -

les-
30r
'Os
no
cal
1 -.!365. Los documentos requeridos para la ordenación según
normas del canon 1050 son:
- certificado de estudios realizados regularmente según el ca-
non 1032;
t - si se trata de ordenandos al presbiterado:
in- certificado de haber recibido el diaconado;

- j' 45 Cf PABLO
VI, M. p. Ad pascendum, 15 agosto 1972, en "AAS" 64 (1972) 538;
E V 41 1781.
* Cf PONTIFICALEROMANO,
De ordinatione Episcopi, Presbyterorum, Diaconorum, Typ.
Pol. Vat. 1990; CONGR. DIV.- DISC.SACRAM.,
CULTO Decr. Ritus ordinationis, en "AAS" 82
se (1990) 827.
se trata de los que han de ser promovidos al diaconado:, -
certificado de bautismo y confirmación,
certificado de haber recibido los ministerios del lectorado
y del acolitado (cf can. 1035),
certificado de la declaración que menciona el canon 1036
certificado de la celebración del matrimonio y del cansen:
timiento de la esposa, en el caso de un candidato al diaco.
'

nado permanente, casado.

Inve stigación sobre las cualidades

366. Por lo que se refiere a la investigación sobre las cualida.


des del candidato:
- debe constar el testimonio del rector del seminario o de 1;
casa de formación sobre las cualidades requeridas para re. 5

cibir el orden, es decir: 7


la recta doctrina del candidato,
su piedad genuina,
SUS buenas costumbres, I

aptitud para ejercer el ministerio; además, tras una inves.


tigación diligente, salvo el derecho a la propia intimidad
(cf can. 220), un documento sobre su estado de salud físi-
ca y psíquica;
- el obispo diocesano o el superior mayor competente, para
que la investigación se haga en la forma debida, puede va-
lerse de otros medios que le parezcan útiles, según las cir-
cunstancias de tiempo y de lugar, como las cartas testimo-
niales, las proclamas u otras informaciones (can. 1051). ;

Mientras que en el CIC 1917 las cartas testimoniales y las pro-


clamas eran obligatorias, ahora son facultativas y n o se determina
nada sobre la manera de pedir las cartas testimoniales o de hacer
las proclamas o de procurar otros informes, por lo que podemos
deducir que la determinación de todo esto se deja en manos del
obispo diocesano o al superior mayor competente.

3) Ordenación de un súbdito propio (


1

367. Para que el obispo que confiere la ordenación por dere-


cho propio pueda proceder a la misma debe estar seguro de que: 1I

380

P
--
- se han presentado los documentos mencionados en el ca-
non 1050;
%- 3 la idoneidad del candidato se ha comprobado con argumen-
tos positivos, después de haber hecho la investigación a
" 3, tenor del derecho (can. 1052, tj 1).
n-
-e
wo-
\

4) ordenación de un súbdito ajeno

368. Para que un obispo proceda a la ordenación de un súb-


dito ajeno, basta con que las letras dimisorias refieran que:
- los documentos requeridos están a su disposición,
- la investigación se ha hecho según las normas del derecho,
- consta de la idoneidad del candidato;
:a - si el ordenando es miembro de un instituto religioso o de
{e-
una sociedad de vida apostólica, o también de un instituto
secular que tiene la facultad de incardinar o de una prelatura
personal (cf can. 266), que:
ha sido admitido definitivamente en dicho instituto o so-
cied ad ,
"- es súbdito del superior que d a las letras dimisorias
.d (can. 1052, fj 2).
;si-

ara
va- 5 ) Obligación del obispo
-ir-
"- 369. Si a pesar de todas las informaciones recibidas, el obispo,
por razones concretas, duda de que el candidato sea idóneo para
recibir las órdenes, no debe promoverlo a ellas (can. 1052,§ 3), ya
'-9- que sigue siendo libre y responsable sobre la celebración de las
:la órdenes.
-Sr
-S
el c) Irregularidades e impedimentos

370. No pueden ser admitidos a las sagradas órdenes los que


tengan algún impedimento, sea perpetuo -que se llama irregulari-
dad- o sea simple, exclusivamente entre los señalados en los cáno-
nes 1041-1042 y 1044 (can. 1040).
e- Dada la importancia eclesial de la colación de las órdenes sa-
e: gradas, todos los fieles tienen la obligación de revelar los impedi-
38 1
mentos que conocieran al ordinario o al párroco antes de la orde-
nación (can. 1043).
Además, a pesar de que se ignore la irregularidad o el impedi-
mento, se incurre igualmente en ellos; sin embargo, el que se en-
contrase en esa situación no pecaría al recibir las órdenes o al
ejercer las ya recibidas (can. 1045).

a) Irregularidad

37 1. Es el IMPEDIMENTO C A N ~ N I C OPERPETUO
, por naturale-
za, que prohibe recibir las órdenes o ejercerlas. En el nuevo Código
no se distingue expresamente entre irregularidad ex defectu e irre-
1 d,d
váli
Per
gularidad ex delicto, como hacían los cánones 984 y 985 CIC 1917,
pero esta distinción sigue dándose doctrinalmente. Además, es emj
SOC
de advertir que para incurrir en irregularidad tiene que ser cierto
el hecho del que se deriva, y, si se trata de irregularidad ex de- sen
licto, debe ser cierto como delito. Finalmente, la ley que establece Par
las irregularidades, ya que se trata de materia odiosa, del mismo blic
modo que la ley penal, está sometida a una interpretación estricta el (
(cf can. 18). Por eso nunca se presupone la irregularidad, sino que reli
ha de constar con certeza. inc
rre

1) Irregularidades para recibir las órdenes vid


0P
372. Están establecidas por el canon 1041: del
1.a Cualquier forma de locura u otra enfermedadpsíquica por sió
la que, una vez consultados los peritos, el candidato es considerado au
inhábil para desempeñar adecuadamente el ministerio. rid
ca:
Se trata de la Única irregularidad ex defectu, de la que han de só
juzgar los peritos. Todas las siguientes son ex delicto. re!
Apostasía, herejía, cisma. Puesto que, según el canon 1330, se:
el delito que consiste en una declaración o en otra manifestación de
d e voluntad, de doctrina o de ciencia debe considerarse como no
realizado efectivamente si nadie recoge esa declaración o mani- cá
festación, para que haya irregularidad, la apostasía, la herejía o
el cisma n o sólo deben configurarse como pecados contra la fe
(cf can. 75 l), externamente manifestados, sino que se requiere que ci
d e hecho sean percibidos por alguien como delitos, según norma PJ
del canon 1321, 5 3, que presume la imputabilidad, una vez que se m
cho la violación externa de una ley divina o eclesiástica. En
que se configure el delito de apostasía, herejía
ara que haya irregularidad, no basta el mero
almente oculto (cf 677).
d está en coherencia con los cánones 194, 8 1,

Atentación de matrimonio, aun sólo civil. Puede haberse


do al matrimonio en dos casos: o porque el candidato mismo
para contraer el matrimonio por vinculo matri-
en sagrado o por voto público perpetuo de casti-
e atentó al matrimonio con una mujer casada
ada por el mismo voto. Respecto al voto público
dad, el canon no especifica si se trata de un voto
ituto religioso, o en un instituto secular, o en una
iedad de vida apostólica. El canon tiene que interpretarse en
que según el canon 1088 tienen impedimento
rimonio sólo aquellos que han emitido voto pú-
astidad en un instituto religioso; además, según
incurre en entredicho latae sententiae sólo el
petuos, no clérigo, que atente el matrimonio
nte. Esta irregularidad encuentra además co-
rrespondencia en los cánones 194, $ l , 3.0; 1394, $ l ; 1336, $ l , 2.0.
4." Homicidio voluntario o aborto procurado. Tanto el homi-
io como el aborto han de ser gravemente culpables. Los autores
nan que, al tratarse de materia odiosa, la irregularidad no surge
homicidio indirectamente voluntario, como en el caso de omi-
ón de la debida diligencia, de la que se haya seguido la muerte,
e haya en dicho caso pecado grave. Para que haya irregula-
debe ocurrir efectivamente la muerte o el aborto. Además, el
canon especifica que los que cooperan al aborto se hacen irregulares
sólo por medio de una acción positiva, es decir, que sea eficaz
respecto al efecto, aunque pudiera no haber sido necesaria, en el
sentido de que el delito se habría cometido aun sin la cooperación
de los cómplices.
Esta irregularidad está de acuerdo con lo que establecen los
cánones 1397-1398.
5 .a Mutilación y suicidio intentado. Se entiende por mutila-
ción seccionar cualquier miembro del cuerpo que tenga una función
propia y distinta de los demás órganos. Por eso no se considera
miembro del cuerpo la nariz, una oreja, un dedo. Hace incurrir en
la irregularidad una mutilación notable (graviter, dice el canon), 6
por la cantidad de la parte mutilada o por la función peculiar del
miembro mutilado. No se considera que haya mutilación si el miem-
bro sólo se queda lesionado. La mutilación debe ser dolosa, es
decir, culpable. Por consiguiente, tanto la mutilación como el sui-
cidio intentado deben ser imputables, es decir, deben configurarse
como pecado grave.
6 . a Realización ilícita de actos de orden. Incurre en esta irre-
gularidad aquel clérigo o laico que realiza un acto propio del orden
del episcopado o del presbiterado cuando no está en dicho orden
o bien cuando, aun estando ordenado, tiene, sin embargo, pr~hibil
d o ejercer dicho orden por causa de una pena canónica declarada
o irrogada. No basta entonces que el clérigo haya incurrido en una
pena latae sententiae si ésta no se ha declarado todavía.
Este caso de irregularidad está en conexión con los cáno- I
nes 1378, $5 2 y 3, y 1384. l !

2) Irregularidad para ejercer las órdenes recibidas

373. Se establecen en el canon 1044, 5 1:


1.a Órdenes recibidas ilegítimamente por irregularidad. En
efecto, la irregularidad sigue existiendo incluso después de haber
recibido las órdenes.
2.a Apostasía, herejía o cisma. A diferencia de las irregulari-
dades para recibir las órdenes (cf can. 1041, 2.9, la irregularidad
para ejercer las órdenes recibidas exige que el delito sea público, es
decir, haberse ya divulgado o que se den las condiciones para que
se pueda y se deba pensar prudentemente que fácilmente será di-
vulgado. En el nuevo Código no se d a una definición de delito
público; por consiguiente, doctrinalmente permanece la definición
que se daba en el canon 2197, l.O, CIC 1917.
3.a Atentación de matrimonio; homicidio o aborto volunta-
rio; mutilación o suicidio; realización ilícita de actos de orden
(cf can. 1041, 3.0-6.0).

b) Impedimentos simples 1
1
1
374. Debe considerarse impedimento simple la CONDICIÓN, de
suyo TEMPORAL, en la que se encuentra el ordenando o el ordena-
384
do, Y 9ue prohíbe la promoción a las órdenes o bien el ejercicio de
las y a recibid as.

1) ~mpedimentospara recibir las órdenes


' ' 375. Según el canon 1042 son:
1.Q Matrimonio. El hombre casado no puede recibir las ór-
denes, a no ser que con el consentimiento de la esposa sea legíti-
mamente destinado al diaconado permanente (cf cáns. 1031, § 2;
1050, 3.9, ya que los clérigos están obligados a observar la casti-
dad perfecta y perpetua en el celibato por el reino de los cielos
(cf can. 277, 1).
El impedimento es temporal, ya que cesa con la muerte de la
no- esposa o con la dispensa de la Santa Sede (Congr. culto div. - disc.
sacram.), previa separación de la esposa (cf can. 1047, 8 2, 3.9.
, El diácono casado permanente que se queda viudo está obligado
a la castidad perfecta y perpetua, ya que el canon 1087 establece de
modo general que atentan inválidamente el matrimonio los que
están constituidos en las órdenes sagradas. Esto había sido ya
l-
establecido por Pablo VI en el motu proprio Adpascendum, del 15
cn de agosto de 1972 (IV) 46,pero inmediatamente después las confe-
Ser rencias episcopales pidieron que se admitiera que en algunos casos
pudiera darse la dispensa, para permitir a los diáconos permanentes
iri- que se quedaran viudos contraer nuevas nupcias. La Santa Sede se
1ad mostró dispuesta a ello47; más aún: la Congregación para los sa-
cramentos informaba que el Papa se había declarado favorable a la
4ue dispensa, en cuanto que es generalmente imposible esperar que los
,
di-
. que han vivido en el matrimonio renuncien a ese estado48. Otra
ito r-azón por la que podría darse la dispensa es la de tener que educar
i ón a los hijos de poca edad? A pesar de esto, el texto definitivo del
CIC promulgado extiende de manera general el impedimento del
ta- orden sagrado también a los diáconos permanentes que se queda-
ien ron viudos. Sin embargo, dejando a salvo este principio, en casos
6,

Cf bbAAS"64 (1972) 539; EV411788.


Cf SECR.ESTADO,
47 Prot. n. 272882; CONGR. SACRAM., Prot. n. 428170, recogido en
A. KHORAICHE, La Sacrée Congrégation des Sacrements. Histoire et activité, Roma 1977,
167, como citado en A. M. ABATE, II matrimonio nelláttuale Iegislazione canonica, Brescia
19822, 112.
48 Cf Prot. n. 356171, ib.
49 Cf Acta Commissionis. en "Com." 9 (1977) 364-365; 15 (1983) 229-230.
excepcionales se puede pensar en la dispensa de la Santa Sede
podría permitir las segundas nupcias.
2.0 Ejercicio de oficio o administración prohibidos a 1
gos de los que se ha de dar cuentas. El canon se refiere a la prohi
bición contenida en los cánones 285, 5 3; 286 (cf nn. 149; 154).
3.0 Condición de neófito. El impedimento surge del hecho de
que se trata de una conversión reciente a la fe cristiana, pero se le
concede al ordinario la facultad de juzgar sobre la prueba suficiente
de vida cristiana que haya dado el candidato. Re
ede 1
1)
2) Impedimentos para ejercer las órdenes recibidas t
,asan
;er el
376. Según el canon 1044,§ 2, son: 3\

1 .o Órdenes recibidas ilegítimamente por impedimento. El im-


pedimento sigue incluso después de recibir la ordenación.
2.0 Locura o enfermedadpsíquica, previstas en el canon 1041, 3
1.0. Mientras que la locura o cualquier otra enfermedad psíquica to
que dan lugar a la irregularidad para recibir las órdenes deben ser (can
perpetuas, en lo que atañe al impedimento para ejercer las ya
recibidas, el ordinario puede determinar el momento en que cesa,
una vez consultado un perito que atestigüe que ha cesado la causa.

c) Cese de los impedimentos y de las irregularidades

377. Los IMPEDIMENTOS SIMPLES cesan al cesar la causa de


los mismos, que es de suyo temporal, o bien por dispensa concedida
por la autoridad legítima.
Las IRREGULARIDADES cesan o porque cesa la ley que las es-
tablece o porque, vigente esa ley, se ha concedido una dispensa, ya
que las causas son de suyo perpetuas. Las irregularidades por delito
no cesan por la remisión de la pena con que es castigado el delito,
ya que, una vez contraída la irregularidad, es una condición en la
que se encuentra la persona, independientemente de la remisión o
no de la pena.
Autor de la dispensa

La sede apostólica

378. La sede apostólica puede, evidentemente, dispensar de


.. iodos los impedimentos o irregularidades, tanto ocultos como pú-
blicos, incluso de los no reservados a ella.
-
Respecto a 1% ORDENESPOR RECIBIR, está reservada a la Santa
e la dispensa:
1) De todas las irregularidades, si el hecho sobre el que se
basan se ha trasladado al fuero judicial (can. 1047,g l), que puede
ser el eclesiástico o el civil.
2) De las irregularidades que surgen de los delitos públicos
(cf can. 2 197, 1.o, CIC 19 17) de apostasía, herejía o cisma, o bien
de matrimonio atentado (can. 1047, 2, 1.Q;cf can. 1041, 2.0, 3.0).
3) De las irregularidades procedentes de delito tanto ocul-
to como público de homicido voluntario y de aborto procurado
(can. 1047, 5 2, 2.0; cf can. 1041, 4.0; can. 2197, 4.0, CIC 1917).
4) Del impedimento del vínculo matrimonial (can. 1047, 2,
cf can. 1042, l.Q), del que no concede dispensa la Santa Sede
si la esposa no da libremente su consentimiento. La dispensa re-
quiere, evidentemente, la separación de los cónyuges. Esto significa
que la dispensa se requiere incluso en el caso de separación legítima
anterior de los cónyuges.
Respecto a la ordenación de hombres casados que conserven la
camunión de vida con la mujer, salvo siempre el derecho del sumo
pontífice, n o se admite la ordenación presbiteral ni siquiera en
casos particulares. La eventual dispensa está reservada al sumo
pontífice 50. Hasta ahora la dispensa se ha dado en algunos casos de
ministros de culto acatólicos, que al convertirse a la fe católica
pidieron las órdenes sagradas (cf n. 144)s'.
en la .Respecto a las ORDENESYA RECIBIDAS, está reservada a la San-
;ión o ta Sede la dispensa:
I
1) de la irregularidad por atentación de matrimonio incluso
sólo civil (cf 1041, 3 . 9 , cuando ese delito es público;

I 50 Cf S~NODODE OBISPOS 197 1, Doc. Ultimis temporibus. 30 noviembre 197 1, II/ 1,47,en
"AAS" 63 (1971)918;E V 4 /1220.
5 1 Cf CONGR.DOCT.FE, Decl. In June, 1 abril 198 1, en E V 7/ 1213.
2) de la irregularidad por homicidio voluntario o aborto pro.
curado (cf can. 1041, 4.9, tanto si el delito es público como oculto
(can. 1047, tj 3).
Si los delitos son ocultos, la dispensa se da para el fuero inter-
no por la Penitenciaría Apostólica; si son públicos, por la Co,
gregación del culto divino y de la disciplina de 10s sacramentos '
a los laicos y a los clérigos diocesanos, por la Congregación
los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostóli-
ca, a los miembros de los institutos de vida consagrada y de las
sociedades de vida apostólica, por la Congregación de la doctrina :.
de la fe en caso de apostasía, herejía y cisma, del que habla el ca. *
non 1041, 2.0.

8.
2) El ordinario

379. El ordinario puede dispensar de todas las irregularidadés 01


e impedimentos no reservados a la Santa Sede. Sobre la base de los 1 g'
cánones 134,s 1, y 295, 5 1, deben considerarse incluidos en la dis-
posición del canon los superiores mayores de los institutos religio-
sos clericales de derecho pontificio y de las sociedades clericales de
vida apostólica de derecho pontificio, así como, por analogía, el
prelado de las prelaturas personales. Algunos institutos religiosos
gozan en esta materia de privilegios particulares.
i tc

b) Formalidades que cumplir

380. En la petición para obtener la dispensa hay que baca


lista completa de las irregularidades y de los impedimentos, ya que
las irregularidades y los impedimentos se multiplican según sus
diversas causas, pero no por repetición de la misma causa, a no ser
que se trate de la irregularidad por homicidio voluntario o por
aborto procurado si éste se produce (cáns. 1049,§ 1; 1046). Puesto
que esta Última irregularidad se multiplica siempre, hay que indicar
para la validez de la dispensa cuántas veces se ha cometido el delito
(can. 1049,s 2). La indicación del número de delitos para la validez
de la dispensa se requiere sólo en este caso, ya que en los otros vale
la dispensa general si en la petición se ha callado el número de
buena fe.
L a dispensa general solicitada para recibir una orden vale tam-
bién para las sucesivas.
388
Casos ocultos urgentes
c)
381.En los casos ocultos urgentes, el que está impedido por la
de ejercer el orden -aunque permanece la carga de
on- recurrir cuanto antes al ordinario o a la Penitenciaría Apostólica,
tos, el nombre y a través del confesor- puede ejercerlo así:
'ara - no se puede recurrir al ordinario en todos los casos, o bien
.óli- a la Penitenciaría Apostólica, en el caso de irregularidad
por matrimonio atentado, o por homicidio voluntario o por
aborto procurado;
- amenaza el peligro de grave daño o infamia (can. 1048).

8.5. Anotación y certificación de la ordenación

382.
Según la norma del canon 1053, €j1, una vez realizada la
ldes deben anotarse en un libro apropiado, que hay que
: 10s pardar diligentemente en la curia del lugar de la ordenación:
d is-
ZiO-
- los nombres de cada ordenado,
- el nombre del ministro ordenante,
s de
- el lugar y el día de la ordenación.
1, el
También deben guardarse cuidadosamente todos los documen-
tos de cada ordenación.
El obispo ordenante, como determina el canon 1053,G 2, debe
entregar a cada ordenado un certificado auténtico de la ordenación
recibida. Si la ordenación la ha hecho un obispo extraño con letras
3-cer dimisorias, los ordenados deben presentar el documento recibido
que al propio ordinario para la anotación de la ordenación en el libro
SUS especial que hay que conservar en el archivo.
ser Finalmente, según norma del canon 1054, el ordinario del lugar
Por si se trata de seculares, o bien el superior mayor competente si se
!'O
trata de miembros de institutos de vida consagrada o de sociedades
car de vida apostólica, o el prelado de la prelatura personal si se trata
:lito de miembros de la misma, debe comunicar la noticia de cada orde-
idez nación celebrada al párroco del lugar del bautismo, que deberá
ale anotarla en el libro de bautismos, a tenor del canon 535, €j 2.
de
9. EL MATRIMONIO

9.1. Definición

383. El CIC 1917 no daba una definición del matrimon


pero en el canon 1012, tj 1, se afirmaba que Cristo ha elevado a
dignidad de sacramento el mismo contrato matrimonial entre 1
bautizados; por eso mismo -subrayaba el tj 2-, no puede dar
entre ellos un contrato matrimonial válido sin que sea de suyo
cramento.
Los cardenales miembros de la comisión de reforma del Código
reunidos en congregación plenaria del 24 al 27 de mayo de 197
aprobaron por mayoría que se diera en el Código una definició
del matrimonio, pero quisieron que se diera de forma indirecta o
descriptiva, ofreciendo los elementos esenciales e incluyendo el
elemento personal del matrimonio, es decir, la conjunctio vitae,
consortium vitae, o communio vitae, de forma que éste tuvi
relevancia jurídica en cuanto a la validez del consentimiento, p
no en cuanto a la validez del matrimonio como relación establ
constituida entre los cónyuges. De todo esto se informó al sínod
de los obispos de 1977 el 20 de octubre de 1977.
Así pues, el canon 1055, 5 1, CIC 1983 afirma que el PACTO
MATRIMONIAL (matrimoniale foedus) con que el hombre y la mujer
establecen entre sí un CONSORCIO DE TODA LA VIDA (totius vitae
consortium), ordenado por su naturaleza al bien de los cónyuges y
a la procreación y educación de la prole, ha sido elevado por
Jesucristo a la dignidad de SACRA-MENTO entre los bautizados.
Para evitar ambigüedades en la comprensión del canon hay que
distinguir con claridad entre el MATRIMONIO "IN FIERI", esto es, el
acto que constituye la unión y la relación entre los dos cónyuges,
el pacto matrimonial, y el MATRIMONIO "IN FACTO ESSE", que es la
misma comunidad de toda la vida constitutida establemente entre
ellos.
384. El canon 1055, ¿j1, se basa en la doctrina conciliar y
posconciliar.
GS 48a define el matrimonio in facto esse como la íntima co-
munidad de vida y de amor conyugal (intima communitas vitae et

52 Cf Acta Commissionis, en "Com." 9 (1977) 79-80; Ex actis synodi episcoponrm,


ib, 212.

390

~
1
oris coniugalis) que ha sido establecida por el pacto conyugal
S coniugii) como consentimiento personal irrevocable, acto
ano, que es el matrimonio infieri.
uan Pablo 11, en la exhortación apostólica Familiaris consortio
C ) 5 3 , del 22 de noviembre de 1981, en el número 1 1, remitien-
GS 48a, amplía la doctrina contenida en el mismo y define el
trimonio como el pacto de amor conyugal (amoris coniugalis
e d ~u ~opción) consciente y libre (matrimonio infieri) con la que
hombre y la mujer acogen la íntima comunidad de vida y de
itae amorisque communitas intima) querida por Dios mis-
mo (matrimonio in facro esse). El pacto de amor conyugal tiene
por objeto la comunidad intima de vida y de amor.
385. Para la GS 48a, la íntima comunidad de vida y de amor
yugal, en cuanto realidad fundada por el Creador y estructurada
leyes irrevocables, es una INSTITUCIONque tiene ESTABILIDAD
R DERECHO DIVINO (ordinatione divina), por lo que el vínculo
grado que une al hombre y a la mujer, tanto por el bien de los
ónyuges y de la prole como de la sociedad, no depende del arbitrio
el hombre, ni en su constitución ni en su permanencia.
Juan Pablo 11 en FC 11 explica que la institución conyugal
oniugalis institutum) se deriva como exigencia interna del pacto
de amor conyugal, se afirma como Único-y ex-
cir, con las propiedades de la unidad y de la indisolu-
con estas notas el matrimonio está en coherencia y
el designio de Dios creador, correspondiendo por
o divino natural. El matrimonio entendido de esta
ne como el "lugar" único que hace posible con toda
EGA TOTAL entre el hombre y la mujer con los actos
pios y exclusivos de los esposos. Los ACTOS CONYUGALES son
resión necesaria de la donación personal, de la que brota la
e la FECUNDIDAD RESPONSABLE.
386. Para indicar el CONSENTIMIENTO PERSONAL IRREVOCA-
E, GS 48a, FC 11 y el canon 1055, 5 1, no adoptan el término
ontrato", usual en la terminología canónica, sino que hablan de
YUGAL", en cuanto que con sus reminiscencias bíblicas
la alianza (GS 48b) es, ciertamente, más adecuado para expresar
realidad teológica del matrimonio, que es sacramento del vínculo

53 Cf "AAS" 74 (1982) 81-191; EV 71 1522-18 10; Al. a la R. Rota, 24 enero 1981, en


AAS" 73 (1981) 229; S~NODO DE OBISPOS 1980, Mensaje final Nos patres synodales, 25
ctubre 1980, n. 9, en "Oss. Rom." 26 octubre 1980; EV 71 8 17.
de amor, que de forma definitiva, única y total, es decir, indisolubl
une a Cristo y a la Iglesia (Ef 5,21-23) y a las tres divinas perso,,S
entre si (Gén 1,27; MD, nn. 6.7) 54. Sin embargo, en la definicióq
que nos ofrecen el concilio y el Código se encuentran todos los
elementos que son propios de la noción de CONTRATO, que se
adopta efectivamente en el canon 1055, 5 2:
a) el consentimiento de las partes (cf can. 1057);
6) el objeto, es decir, la entrega y la aceptación mut
(cf can. 1057, 5 2);
e) la causa, que es la misma comunidad de vida y de amo
conyugal (cf can. 1055, 5 1);
d ) la aparición de derechos y deberes recíprocos (cf cáns. 1055,
5 1; 1135; 1136). 1

m
La irrevocabilidad del consentimiento hace del matrimonio bi
contrato sui generis. Pl
er
ar
9.2. Sacramento y contrato m
U1
387. El canon 1055, después de afirmar en el 5 1 que el pacto P'
matrimonial entre los bautizados ha sido elevado por Jesucristo a es
la dignidad de sacramento, insiste en el 5 2 en que entre los bauti-
zados no puede existir un CONTRATO MATRIMONIAL válido sin que
sea por eso mismo SACRAMENTO.
GS 48b recalca la doctrina tradicional de la sacramentalidad
del matrimonio y, aunque no lo diga expresamente, presupon
indivisibilidad entre contrato y sacramento en el matrimonio de
bautizados.
En la Familiaris consortio Juan Pablo 11 no habla expli
mente d e la indisolubilidad entre contrato y sacramento en el ma-
trimonio entre bautizados; sin embargo, en el número 13, después
de recordar la enseñanza solemne de que el matrimonio es uno de
los siete sacramentos, d a la razón por la que el matrimonio natural
ha sido elevado a la dignidad de sacramento en los bautizados: por
la inserción indestructible del hombre y la mujer, en virtud del
BAUTISMO, en la nueva y eterna alianza esponsal de Cristo con SU
Iglesia, la íntima tomunión de vida y de amor conyugal, fundada
por el Creador, queda elevada y asumida en la caridad esponsal de -

54 Cf JUANPABLO11, Al. a la R. Rota, 30 enero 1986, en "AAS" 78 (1986) 922-923. 19


cristo, así como sostenida y enriquecida por su fuerza redentora,
es decir, por la gracia propia del sacramento. Esto significa que,
dada la inserción en Cristo, los actos que cumple un bautizado de
erd~ con la voluntad de Dios son actos realizados siempre por
isto, y por tanto Cristo actúa en ellos; entonces el mismo pacto
matrimonial entre dos bautizados de suyo no es un acto puramente
natural, sino que se ha hecho necesariamente sacramental, ya que
es en esa inserción en Cristo 55.
388. En el número 68 del mismo documento Juan Pabló 11 se
&enta con el problema de la relación entre la FE de los que van
casarse y el sacramento 5 6 . La razón que se d a para el hecho de
que la Iglesia admite a la celebración del matrimonio incluso a los
que, respecto a la fe, no están perfectamente dispuestos es que el
matrimonio, entre todos los sacramentos, tiene la especificidad de
basarse en una realidad que ya existe en el orden de la creación.
Por esta razón la decisión del hombre y de la mujer de comprometer
en su irrevocable consentimiento matrimonial toda su vida en un
amor indisoluble y en una fidelidad incondicionada implica real-
mente, aunque a veces no de una forma plenamente consciente,
una actitud de profunda obediencia a la voluntad de Dios, que no
puede darse sin su gracia. Entonces -afirma el Papa-, los dos
a esposos están ya insertos en un verdadero y propio camino de
ti- salvación, que pueden completar la celebración del sacramento y la
.;~e inmediata reparación al mismo, dada la rectitud de su intención.
Así pues, en el caso en que motivos más bien sociales que religiosos
impulsaran a los novios a pedir la celebración del sacramento, ésta
no debe rechazarse, a no ser que ellos muestren rechazar lo que
intenta hacer la Iglesia cuando celebra el matrimonio. Si se diera
ese rechazo explícito y formal, a pesar de todos los intentos, los
pastores no deben admitir a los novios a la celebración.

de 1 9.3. Comunidad de vida y amor conyugal

389. En el centro de las definiciones del matrimonio que dan


la GS 48a, la Farnilíaris consortio y el canon 1055, 5 1, está la no-
del ción de comunidad de vida y amor conyugal.
SU
?a GS 48a, cuando habla de la comunidad de vida de los esposos,

I 55
56
Cf JUANPABLO 11, ib, 923.
Cf COM.TEOL.INT.,Tesis sobre La dottrina del matrimonio cristiano, 14 diciembre
1977, 2.3 y 2.4, en E V 6/ 492-493.
no enumera expresamente ni los elementos constitutivos que reper
cuten en la validez del matrimonio ni los elementos integrativos
que atañen a su perfeccionamiento, pero la identifica con el mismo
matrimonio in facto y la considera objeto del pacto conyugal: el
matrimonio infleri.
390. El AMOR CONYUGAL es elemento especificativo de la co
munidad de vida y el reflejo del amor con que Dios se da a la
humanidad (GS 48a.b; MD, n. 7) Por esta razón y porque es Un
acto que nace de la voluntad libre, dirigido de persona a persona
con un sentimiento y un acto que nace de la voluntad libre, el amor
conyugal une en sí mismo valores humanos y divinos que conducen
a los esposos al don mutuo, libre y auténtico, de si mismos, probado
en sentimientos y gestos de ternura, de manera que impregna toda
su vida, tratándose de algo muy superior al puro atractivo erótico,
que, basado en el egoísmo, se desvanece pronto (GS 49a; HV, n. 9;
MD, nn. 7 y 10). Este amor, como hábito de la voluntad, impregna
toda la vida de los esposos; por consiguiente, está presente en todas.
las fases de las nupcias; pero el momento principal en que debe
estar presente como acto de VOLUNTAD CONSCIENTE Y LIBRE (FC
1 1 ) es aquel en el que los dos cónyuges prestan su consentimiento
personal irrevocable, con el que mutuamente se dan y se reciben
para siempre de modo indisoluble y Único (GS 48a). Precisamente
porque el amor conyugal es una fuerza interior dirigida por la c
(
voluntad, informada e iluminada por la razón, que tiende al don,
i
a la renuncia, al servicio y a la abnegación, la comunión de vida
i
basada sobre ese amor se hace estable y definitiva por un pacto y
compromiso irrevocable que no la abandona en medio de la fluc- i
I

tuación de la voluntad humana, subjetiva e inestable El amor. 1


conyugal es ELEMENTO ESPECIFICANTE de la comunión o comuni- i
dad de vida de los esposos, ya que no realiza solamente una unión
en un solo corazón, sino también una sola carne, mediante los 1
actos que de suyo están ordenados a la procreación (GS 48a)59. 1
1

El amor conyugal, como acto interno de la voluntad libre y 4


oblativa de sí mismo, no se identifica formalmente con el consen- 1
timiento conyugal, que es el acto jurídico en el que comienza la 4
comunión de vida en concreto, es decir, el matrimonio in facto en
1

5' PABLO VI, Carta enc. Humanae vitae (= HV), 25 julio 1968, n. 8, en "AAS" 60 (1968)
48 1-503; E V 31 587-61 7 .
PABLOVI, Al. a "Equipes Notre-Dame': 22 septiembre 1976, en "Ins." 14 (1976)
735-736.
59 Cf PABLO VI, Al. a "Equipes Notre-Dame", 4 mayo 1970, en "Ins." 8 (1970) 426427.

394 /
4

da caso. Sin embargo -por el hecho de que no se trata de un


~;st
impulso psicológico y una atracción sexual, sino de un acto
+
de la voluntad-, el amor conyugal pertenece a la causa eficiente,
-
rínseca y esencial del contrato matrimonial, y por tanto el CON-
TIM MIENTO de 10s esposos se puede llamar también un acto de
,o,, con el que la voluntad de ambas partes concede y acepta el
derecho sobre el cuerpo, perpetuo y exclusivo, en orden a los actos
objetivamente abiertos a la generación, es decir, los actos propios
del amor conyugal60. Por esta razón, si faltara el amor conyugal
entendido así rectamente, no se contraería el matrimonio.
'n
'10

da .4. Carisma del amor conyugal e institución matrimonial

391. El matrimonio, como institución divina, corresponde a


un proyecto original de Dios: el de ser, el hombre y la mujer, en su
unión, signo y actuación del amor de Dios en el ámbito humano
(GS 48b). El amor conyugal es un verdadero CARISMA del Espíritu
(LG 1 1 b; 1 Cor 7,7; LG 12b), dado a los cónyuges en el sacramento,
por el que se ven robustecidos y como consagrados (roborantur et
veluti consecrantur) (GS 48b; 49a; can. 1134)61. Hay entonces una
estructura inmanente a este carisma, establecida por Dios en la
creación (hombre y mujer imagen de Dios uno y trino) y confirma-
da en la redención (Cristo esposo e Iglesia esposa), que hace que el
amor conyugal, entendido en el sentido de acto de la voluntad
oblativa de la persona, sea elemento constitutivo de la institución
matrimonial.
De esta estructura inmanente se derivan los deberes y los dere-
chos fundamentales de ambos esposos, regidos por reglas de con-
ducta que los obligan moralmente, por lo que su unión, intrínseca-
mente, precisamente por la realidad del amor como don del Espíritu
que la rige, exige la unidad, la indisolubilidad y la procreación (GS
48a.b). El conjunto de derechos y deberes conyugales, regido por
1.-

l a
Isn
1 estas reglas de conducta, forman la institución inmanente del ma-
trimonio en plena correspondencia con su estructura inmanente
dogmática (MD, nn. 6.7).
L a institución inmanente se expresa en la institución canónica
en cuanto que la realidad del matrimonio, como unión de los dos
esposos en el amor, vive en la Iglesia. La relación entre los esposos
'76)
60 Cf Sentencia Coram Staffa, 29 noviembre 1975, en "Periodica" 66 (1977) 313-315.
27. 61 Cf JUANPABLO 11, Al. a la R. Rota, 30 enero 1986, en "AAS" 78 (1986) 923.
encuentra un reforzamiento especial en el hecho de que la misma
unión natural entre los dos, por estar bautizados, es sacramento
eficaz de gracia como signo visible de la unión de amor único
indisoluble y fecundo, entre las tres personas divinas y entre crist;
y la Iglesia (MD, nn. 23.24). La Iglesia, recibiendo el don del sa-
cramento del matrimonio, reconoce el carisma del amor conyugal
establece algunas leyes positivas para el ejercicio del carisma y
celebración del sacramento. Además, en el plano eclesial público la
la
institución canónica se realiza con el CONSENTIMIENTO, que
acto irrevocable de la voluntad expresada externamente por los
esposos, que constituye el matrimonio en concreto (can. 1057). ~1
consentimiento estaría viciado y no surgiría el matrimonio si S,
diera externamente, sin corresponder a la estructura inmanente
dogmática del matrimonio, es decir, sin el acto de voluntad interna
de amor conyugal, y por tanto con la exclusión del amor como do-
nación-aceptación recíproca personal, única e indisoluble, en los
actos propios de la vida conyugal (cana. 1055, 5 1; 1056; 1057;
1095-1 103).
:onfíi
{ida1
9.5. Ministerio conyugal ;onyi
:umg
392. Por el hecho de que el matrimonio cristiano es un sacra- 3!
mento que realiza una especie de consagración a Dios y da una ges e
participación peculiar en la misión de la Iglesia, es en sí mismo un kan.
verdadero MINISTERIO ECLESIAL, el ministerio DEL AMOR, que hace ijet
visible por una parte el don del amor divino y por otra el compro- ienl
miso que de él se deriva para los dos esposos (ChL, nn. 23; 40; 52;
FC, n. 50) 62. 1 pactl
ci6n
misi
El amor conyugal, como carisma, es un don del Espíritu para
un servicio que hay que rendir en la Iglesia, a la Iglesia y al mundo. serv
Su dimensión eclesial se manifiesta por el reconocimiento que de él com
hace la Iglesia y por la disciplina legislativa que se refiere a él: el los 4
carisma, institucionalizado canónicamente, además de dar origen a en e
una forma estable de vida, se convierte en un ministerio. Este don la d
del Espíritu, además, es acogido públicamente por los esposos con
el pacto conyugal, que es ratificado a su vez oficialmente por la
Iglesia al bendecir en el rito sacramental dicho amor y d a a los
1 Dic
de
des
esposos la MISION propia del ministerio conyugal.
ter
en
62 Cf JUANPABLO
11, ib.
~1 ministerio conyugal, al tener su fuente en el sacramento y en
isma que en él se recibe, es un don de Dios y al mismo tiempo
miento. Los dos esposos deben adecuar sus voluntades y
tenciones al ministerio del que son ministros. El ministerio
al recibirse en el sacramento, tiene una estructura sacra-

1 pacto matrimonial -como expresión pública de la voluntad


os esposos de darse y aceptarse mutuamente con una comuni-
ida exclusiva, perpetua y fecunda- es el signo sacramental
ente perceptible (sacramentum tantum), que por obra de
cfisto produce el sacramento (res et sacramentum), del que provie-
,e el ministerio conyugal, y comunica la gracia sacramental (res
acrarnent i).
Si los contrayentes no pretenden, al menos implícitamente, lo
pretende la Iglesia o excluyen el mandamiento (las obligaciones
pias del matrimonio), el acto externo está privado de significado
por tanto, no se constituye el vínculo; pero si los contrayentes
vieran en estado de pecado, aunque se realiza el vínculo y se les
onfía el ministerio, no habría eficacia de gracia. Así, si durante su
ida los esposos no se adecuan al mandamiento propio del vinculo
conyugal establecido, la gracia de Dios no sostiene eficazmente el
cumplimiento de la misión propia del ministerio conyugal.
393. Un primer aspecto de la ministerialidad de los cónyu-
. na s es que son ellos mismos los MINISTROS DEL SACRAMENTO
un an. 1057, 5 1; cf n. 285). Al hacer el sacramento, ellos son sus
ace etos y al mismo tiempo su objeto, en cuanto que el signo sacra-
':o- ntal no lo ponen fuera de ellos, porque ellos mismos son en el
"2; acto el signo sacramental. Al convertirse en signo, en manifesta-
n del amor trinitario y del amor entre Cristo y la Iglesia, su
ara ión primaria, como contenido propio de su ministerio y del
do. icio que han de rendir a la Iglesia y al mundo, es el de realizarse
E él mo signo del amor divino, es decir, como pareja. De este modo
: el S esposos responden al tipo de CONSAGRACI~Nque han recibido
r, a n el sacramento -viviendo el espíritu de las bienaventuranza en
lon dimensión de un amor casto, humilde y obediente- y rinden a
*an ios el verdadero culto, según su vocación bautismal. La ruptura
la e la comunión de vida, la infidelidad, la infecundidad querida,
Ins descompone desde dentro el ministerio sacramental.
394. La norma primera y fundamental de actuación del minis-
terio conyugal es el compromiso de PATERNIDAD y MATERNIDAD,
en el cumplimiento de la misión educativa y de evangelización de
los esposos respecto a los hijos (cáns. 226, 5 2; 793; 1136; GS q
FC, n. 39; 53; cf nn. 69; 75), por lo que la familia puede llama
Iglesia doméstica (LG 1 1b; ChL, n. 62) 6 3 . También como expres
de la actuación de su ministerio, los esposos realizan otros SER
CIOS para la edificación del pueblo de Dios y de la sociedad, co
la adopción de niños, la acogida de forasteros, la dirección
escuelas, la asistencia a los adolescentes, la ayuda a 10s novios,
catequesis, el apoyo a los esposos y a las familias necesitadas m
terial y espiritualmente, la ayuda a los ancianos, la promoción e
la sociedad y en la legislación civil de la dignidad de la familia, e
(can. 226, ¿j 1; AA 1 1; FC, nn. 42-48; ChL, n. 4 1).

9.6. Fines del matrimonio

395. El canon 1013, ¿j 1, CIC 1917 distinguía entre fin pri


rio del matrimonio (la procreación y la educación de la prole) y
secundario (la ayuda mutua entre los esposos y el remedio de
concupiscencia). Se tenia así una jerarquización de los fines
cuanto que el primario era considerado tal respecto al secundari
en el orden de la especificación de la sociedad conyugal, que se
distinguía precisamente por ese fin de todo otro tipo de sociedad.
El CIC 1917 asumía la doctrina que se había venido elaborando a
partir del siglo
- - que
xii y - había encontrado una sistematización en
el siglo xvi. El magisterio posterior al Código había confirmado
varias veces esta doctrina de la jerarquía de los fines 64.
396. En el canon 1055,¿j 1, CIC 1983 se enuncia que la comu-
nidad de toda la vida establecida entre los cónyuges con el pacto
matrimonial está ordenada por su naturaleza (indole sua naturali)
al bien de los esposos y a la procreación y educación de la prole. En
el canon no se menciona ya el remedio de la concupiscencia y, sin
establecer una jerarquización, se quiere considerar el fin de la pro-
creación y educación de la prole dentro del fin personalista del bien
de los esposos, dada la indisolubilidad de los dos fines (HV, n. 8) 65.
El canon 1055, ¿j 1, hace suya la doctrina contenida en el con-
cilio, en donde se dice que el matrimonio está dotado por Dios, su

63 Cf JUANPABLO 11, ib.


Pfo XI, Carta enc. Casti connubii, 31 diciembre 1930, en "AAS" 72 (1930) 561;
Pfo XII, Al. a la R. Rota, 3 octubre 1941, en "AAS" 33 (1941) 423; A las comadronas, 29
Decr. De matrimoniifinibus, 1 abril
octubre 195 1, en "AAS" 43 (195 1) 848-849; S. OFICIO,
1944, en "AAS" 36 (1944) 13.
65 Cf Acta Commissionis, en "Com." 3 (1971) 70; 9 (1977) 123.
autor, de múltiples valores y fines institucionales (GS 48a). El
aunque intencionadamente no desea establecer una jerar-
entre ellos66-diciendo que todos son de suma impor-
~ i para
a la continuidad del género humano, el progreso personal
el destino eterno de cada uno de los miembros de la familia, para
el bien de la misma familia y de la sociedad-, sin embargo, al
jeclarar que la institución misma del matrimonio y el amor conyu-
,al, por su índole natural (indole sua naturali), están ordenados a
A
GENERACIÓNy E D U C A C I ~ Nde la prole y encuentran en esto su
afirma la IMPORTANCIA PRIMORDIAL de este fin, aun-
en estrecha relación con la ayuda y el servicio mutuo de los
esposos, con la intima unión de sus personas y actividades (GS 48a;
50a). De este modo el verdadero culto del amor conyugal y toda la
estructura familiar que nace de él tienden a este fin primordia167,
cooperando los esposos con el amor del Creador y del Salvador,
sin olvidar los otros fines del matrimonio en cuanto que éste no
:stá instituido solamente para la procreación (GS 48a; 50c).
Aun afirmando esta primordialidad del fin de la generación y
; en de la educación de la prole, se puede hablar de una coexistencia o
ario coesencialidad irrompible con el del BIEN DE LOS C ~ N Y U G Een S,
2 se cuanto que la comunión entre ellos con vistas a u-n perfecciona-
lad. miento personal no puede menos de estar en la colaboración con
10 a Dios en la generación y educación de nuevas vidas (HV, n. 8).
1 en
sd o -
9.7. Propiedades esenciales del matrimonio
nu- *+
'-:o rr 397. Las propiedades esenciales del matrimonio, como insti-
.tución querida por el Creador, son la unidad y la indisolubilidad,
que en el matrimonio cristiano consiguen una estabilidad peculiar
riln e n razón del sacramento (can. 1056).
ro- '
Las leyes propias con que se estructura la comunión íntima de
Vida y de amor conyugal (GS 48a) son precisamente la de la UNi-
DAD, que excluye la poligamia, y la de la INDISOLUBILIDAD, que
excluye toda forma de divorcio, es decir, la disolución de un matri-
monio válidamente contraído y consumado, mientras vivan los dos
cónyuges.
Tanto la unidad como la indisolubilidad son propiedades del
matrimonio por DERECHO NATURAL, por el que el vínculo sagrado
que vige entre los cónyuges, con vistas a SU propio bien, el de
prole y el de la sociedad, no depende del albedrío humano, es de
no sólo no depende del albedrío de los cónyuges, sino ni siquie
del de una autoridad humana, ni civil ni eclesiástica. Efectivament
la misma unión íntima de los esposos, como entrega mutua de d
personas, y el bien de los hijos exigen la fidelidad plena y la unida
indisoluble (GS 48a). Puesto que el amor conyugal es voluntad d
entrega de unas personas, y no simplemente de unas cosas o acti
vidades, no puede menos de estar sancionado por un Compromiso
de fidelidad y perpetuidad; de esta manera la dignidad personal
igual entre el hombre y la mujer, no puede menos de expresarse
un matrimonio único (GS 49b; 50c).
m
En el matrimonio cristiano la unidad y la indisolubilidad con- de
siguen una estabilidad particular, porque reciben fuerza del sacra- ,-'
m
mento. Cristo lleva a cabo una especie de CONSAGRACIÓN de los
esposos de forma que puedan amarse fielmente para siempre, con
una entrega mutua, y alcanzar de este modo cada vez más su
perfección y santificación (GS 48b).
Se trata de propiedades esenciales, porque aunque no son la
esencia misma del matrimonio, sin embargo le dan su manera de
ser. La esencia del matrimonio es el amor conyugal -como acto
irrevocable de la voluntad libre de entrega y aceptación mutua de
los esposos en orden a los actos propios de la vida conyugal-, que
se expresa jurídicamente con el consentimiento matrimonial, cons-
titutivo del pacto; el modo de ser del matrimonio se muestra en el
hecho de que este amor es exclusivo y perenne. Por consiguiente,
se trata de propiedades que derivan necesariamente de la esencia
misma del matrimonio; por eso, si en el momento del consenti-
miento se excluyen positivamente aunque sea una sola de ellas, el
matrimonio no tiene lugar, porque de hecho se ha excluido el amor 9.
conyugal que lo constituye. En efecto, el amor humano, si no es
concebido sólo como impulso psicológico y atracción sexual, es N

d o n de sí y sólo puede ser acogido adecuadamente por la persona


amada en la correspondencia con un amor igual, que une de modo f
exclusivo e indisoluble y que se expresa en la fecundidad. Por esta Y
razón el auténtico amor conyugal humano es asumido en el amor P
divino y se convierte en signo de la unión de Cristo con la Iglesia 9
(GS 48b). Debido al pecado, el hombre y la mujer pueden oscurecer II
en su unión la semejanza con el modelo divino; sin embargo, no P
pueden destruir ni la realidad de la imagen que han formado al -
unirse ni la gracia sacramental que Dios les ha dado. La imagen
eb"l

-@

ina sigue siendo siempre en ellos una exigencia, una invitación


ulr
ue la restablezcan en su integridad y pureza.

. Valores del matrimonio


398. GS 48a habla de manera genérica de múltiples valores,
;10s que Dios ha dotado al matrimonio. La doctrina considera
tres valores en el matrimonio: el valor de la prole (bonum pro-
lis), el valor de la fidelidad (bonumfidei) y el valor del sacramento
Y de la indisolubilidad (bonum sacramenti). Esta doctrina tiene
su origen en san Agustín, que ve estos valores más bien como
medios de sanar el matrimonio y su uso; actualmente la jurispru-
dencia los considera en orden a la determinación de la validez del
'Fa-
10s
Por lo que se refiere al contenido de cada uno de estos valores:
Con
5 SU - el bonum prolis comprende el fin primordial de la institución
del matrimonio y del amor conyugal, es decir, la generación
y la educación de la prole (GS 48a; can. 1055, ¿j 1);
fi la - el bonum fidei se identifica con la unión íntima de las per-
de sonas y de las actividades; por consiguiente, con la comuni-
3 cto
dad de toda la vida, en la que los esposos se prestan mutua
de ayuda y servicio, de modo que experimenten en la fidelidad
"ue el sentido de su unidad y la alcancen cada vez más plena-
m- mente (GS 48a; cáns. 1055,¿j 1; 1056);
,-
- el bonum sacramenti comprende la unidad indisoluble del
r te, matrimonio y la gracia del sacramento (GS 48b; cáns. 1055,
7f

p 11- *'
\" * ¿j 1; 1056) 68.

9.9. Causa del matrimonio y consentimiento


de los cónyuges
.aa 399. L a causa del matrimonio como institución en general es
odo DIOS creador, que lo ha fundado con sus leyes, propiedades, bienes
:Sta y fines, sustrayéndolo así al albedrío del hombre; los CÓNYUGES,
.mor por su parte, son la causa eficiente del matrimonio en concreto, ya
esia S
que éste se establece por el consentimiento manifestado legitima-
%cer mente entre personas jurídicamente hábiles, que no puede suplirse
no por ninguna potestad humana (GS 48a; can. 1057, ¿j 1).
' 68 Cf Pfo X I , Carta enc. Casti connubii, 3 1 diciembre 1930, en "AAS" 22 (1930) 543-556.

40 1
El CONSENTIMIENTO se define como acto de la voluntad, con el
que el hombre y la mujer, con pacto irrevocable, se entregan y se
aceptan el uno al otro, para constituir el matrimonio (cáns. 1057
2; 1055, 1 ).
La nota de irrevocabilidad del consentimiento personal sup&:
que, una vez que se ha dado válidamente, el matrimonio en su
permanencia no depende de él; una revocación de carácter psicoló-
gico o intencional sucesiva no tiene efecto alguno en el plano sacra-
mental ni en el jurídico. La irrevocabilidad del consentimiento y la
estabilidad de la institución matrimonial las da el objeto del con.
sentimiento. Para comprender este OBJETO hay que distinguir:
- el objeto material: la persona de los esposos (GS 48a;
can. 1057,s 2);
- el objeto formal especzj?cativo, es decir, la ratio por l a que l

los esposos se dan y se aceptan: la comunidad de vida y de


amor conyugal que comprende los actos propios de la vida I
conyugal, dado que por su naturaleza la comunidad de vida 1
y de amor conyugal está ordenada al bien de los cónyuges y
a la procreación y educación de la prole (GS 48a; 49a.b; 50;
5 1; can. 1055,g 1).
Entonces el objeto integral del consentimiento es la entrega-
aceptación mutua de los cónyuges no sólo en orden a los actos
dirigidos a la procreación, sino también en orden a los que expresan
la comunión intima de toda la vida y el amor conyugal (GS 49a;
50c).
Cuando el consentimiento ha sido dado legítimamente por dos
personas jurídicamente hábiles, el matrimonio es válido (can. 1057,
5 1); si no, es inválido.

9.10. Consumación del matrimonio

400. El matrimonio es simplemente RATO cuando ha sido con-


traído válidamente entre dos bautizados, pero no ha sido consuma:
do; es RATO y CONSUMADO cuando los cónyuges han consumado el
matrimonio (can. 1061, 5 1). Si después de la celebración del ma-
trimonio los cónyuges han iniciado la cohabitación, se presume la
consumación mientras no se pruebe lo contrario (5 2).
La CONSUMACI~Nse produce cuando los cónyuges han realiza- E
d o entre sí, de modo humano, la cópula conyugal, es decir, el acto
402
, idóneo a la generación de la prole, a la que está ordenado
y por el que los cónyuges se convierten en una sola
1
ame (can. 1061, 5 1).
e se realice la CÓPULA CONYUGAL en orden a la
mación canónica del matrimonio se requieren ante todo ele-
s de naturaleza anatómica y fisiológica. La cópula debe ser
pula apositiva, aun cuando de ella se siguiera la
enera~iÓn,por absorción del semen depuesto externamente, no
onsuma el matrimonio. Además, es necesaria la inseminación por
a vagina, no necesariamente con el semen tes-
on el producido por los testículos y dotado de
tiva, sino que basta el líquido producido por
o en los casos de obstrucción de los canales
de testículos, etc. La mujer debe ser capaz de
en la vagina el miembro viril, al menos en parte, pero de
anera que la inseminación pueda realizarse en ella de modo na-
un cuando por anomalías fisiológicas no pudiera ser fecun-
asos de vagina ocluida, de falta de los órganos
1 '
, Si la inseminación quedase impedida por medio mecánico, el
matrimonio quedaría sin consumar, aun cuando hubiera penetra-
:ga- ción completa. Pero en estos casos no se concede la disolución del
itos 1 matrimonio.
Desde el punto de vista psicológico se requiere que la consuma-
,ciÓn sea VERDADERO ACTO HUMANO y que, por tanto, la cópula se
*realice con advertencia de la razón y libertad de la voluntad, en
.cuanto que debe ser manifestativa y realización en el plano físico
{dela entrega-aceptación mutua de las personas, objeto del consen-
timiento prestado. No existe consumación canónica si la cópula se
uso inconscientemente (por ejemplo, bajo el efecto del alcohol o
e la droga), o bajo la presión de violencia física a la que no se
do resistir, o por odio y venganza. La Congregación para los
ramentos en su praxis considera el matrimonio consumado si la
c n- Icópula es un acto "virtualmente voluntario" 70. En el caso de presión
na- floral o de temor, si permanece la voluntad del acto, aunque sea
o el :condicionada, se considera verdadera consumación del matrimo-
~ia- ,nio. Finalmente, la cópula conyugal debe ponerse con ánimo ma-
' e la rital, es decir, con la intención, al menos implícita, de consumar el

iza- 69 CONGR. DOCT.FE, Decr. Sacra Congregatio, 13 mayo 1977, en "AAS" 69 (1977) 426;
EV 6/ 188.
.-(:to Cf Carta circ. del 20 diciembre 1986 (Prot. n. 1400186).
a

403
matrimonio. Si hubiera una intención exclusivamente fornicatoria
el matrimonio no podría decirse canónicamente consumado.
402. La consumación del matrimonio sacramento se verifica
con la primera cópula conyugal realizada después de que el matri-
monio fue rato, es decir, válidamente contraído entre dos bauti-
zados.
Hay que distinguir con claridad tres dimensiones del matrimo-
nio: existencial, sacramental y jurídica.
En la dimensión existencia1 el matrimonio está sometido a un
dinamismo que lo impulsa hacia una realización cada vez mayor de
aquella comunidad íntima de vida y de amor conyugal, que es la
esencia misma del matrimonio. En este sentido, toda cópula con-
yugal, realizada del modo debido, durante toda la vida de los
cónyuges, lleva consigo una consolidación, un desarrollo y un per-
feccionamiento del amor conyugal y de su comunidad de vida. Así
pues, en esta dimensión el matrimonio se consuma cada vez m&.
En la dimensión sacramental la consumación produce la pleni-
tud de la significación sacramental, ya que en ella ambos cónyuges
se hacen una sola carne, y por tanto establecen entre sí una unión
interpersonal completa, exclusiva y definitiva, que representa la
unión de Cristo con la Iglesia''. Al integrar el signo sacramental,
la consumación participa de la misma ratio sacramenti, es decir, la
significación y la producción de la gracia.
En la dimensión jurídica la consumación es el momento objetivo
que pone fin al proceso de formación del matrimonio como reali-
dad sacramental transeúnte (matrimonio infieri) y d a comienzo a1
matrimonio como realidad sacramental permanente (matrimonio
in facto).
403. Finalmente, los efectos de la consumación, dependientes
entre sí, son:
- en el orden teológico, el del perfeccionamiento de la repre-
sentación de la unión entre Cristo y la Iglesia y de la unión
entre las tres personas divinas, en cuanto que los cónyuges
se hacen una sola carne (Gén 2,24; Mt 19,4-6; Ef 5,21-33);
- en el orden sacramental, el del perfeccionamiento integrativo
del sacramento, como signo eficaz de gracia;
- en el orden jurídico, el de la INDISOLUBILIDAD ABSOLUTA

71 Cf PfoXI, Carta enc. Casti connubii, 31 diciembre 1930, en "AAS" 22 (1930) 552.

404
del vinculo matrimonial, tanto INTR~NSECA, que es propia
ya del matrimonio no rato (natural) y del rato no consuma-
do todavía -el cual, aunque no pueda ser disuelto por los
cónyuges, puede serlo por el romano pontífice en casos par-
ticulares (cf nn. 463-475)-, como EXTRÍNSECA, ya que no
puede ser disuelto, no sólo por los cónyuges, sino por nin-
guna potestad humana y por ninguna causa, excepto la
muerte (can. 1141).

1. Leyes que regulan el matrimonio

404. Todos los matrimonios de los bautizados caen en princi-


P bajo la competencia de la Iglesia porque son matrimonios-
sacramento; en efecto, hasta el CIC 1983 también el matrimonio de
10s bautizados no católicos estaba regulado por el CIC 1917. Ahora
está establecido que basta que una sola parte bautizada sea católica

1 ni-
;2s
,
para hacer que el matrimonio sea regulado no sólo por el derecho
divino, sino también por el canónico, salva la competencia del
Estado sobre los efectos meramente civiles del mismo matrimonio
:n (can. 1059; cf can. 11). Por el contrario, para el matrimonio con-
iS traído entre dos partes bautizadas no católicas, salvo el derecho
i
l>
divino, de momento sigue habiendo una laguna en el derecho.
Ja
El matrimonio contraído entre dos no bautizados está regulado
por el derecho divino y por el civil.
Respecto a los matrimonios contraídos entre una parte católica
y una parte no católica, bautizada o no, prevalece una sola legis-
lación, la canónica. Pero la parte no católica está sometida a la
legislación canónica sólo indirectamente, mediante la parte católica.
La parte no católica está sometida a la ley canónica sólo en aquellos
actos que realiza conjuntamente con la parte católica o que son
aplicaciones del derecho divino.
La autoridad civil no puede exigir requisitos respecto a la vali-
dez del vínculo matrimonial, pero conserva su competencia para
los efectos meramente civiles relativos tanto a los cónyuges como
a la prole y que se derivan del matrimonio contraído ya válidamen-
te; además, puede dictar sentencia de nulidad del matrimonio sólo
respecto a los matrimonios de dos no bautizados. Respecto a los
matrimonios entre dos bautizados, la autoridad civil no puede
declarar su nulidad. Por otra parte, la Iglesia no reconoce eficacia
a las sentencias de divorcio pronunciadas por el tribunal civil.
9.12. Duda sobre el matrimonio

405. El matrimonio goza del FAVOR DEL DERECHO; por eso en


la duda hay que estar por el valor del matrimonio, mientras no se
demuestre lo contrario (can. 1060). Por consiguiente, si Permane-
ciendo la duda una de las partes pasase a segundas nupcias, éstas
se consideran nulas hasta que el primer matrimonio sea declarado
nulo por sentencia del tribunal eclesiástico. Para afirmar la invali.
dez del segundo matrimonio basta sólo con que permanezca 1,
duda sobre el primero.
La duda puede referirse al mismo hecho de la celebración del
matrimonio, en el caso de imposibilidad moral de establecer si las
partes que viven juntas expresaron alguna vez su consentimiento,
apto para crear una unión matrimonial entre sí. Esto puede suceder
más frecuentemente en tierras de misión. A falta de prueba cierta
de que se ha realizado la celebración del matrimonio, ésta puede
presumirse por el hecho de que un hombre y una mujer en buena
fe creen que viven en verdadero y legítimo matrimonio, que tam-,
bién los demás consideran como tal, o bien si la mujer ha tomado
el apellido del marido y los dos son considerados como verdaderos,
esposos ante la sociedad. Por tanto, de la posesión pacífica del
estado matrimonial viene la presunción de que se ha contraído el
matrimonio y se presume la validez del contrato.
La presunción no se puede dar si falta certeza de que se haya -
realizado la celebración y no se tiene tampoco evidencia de la
posesión pacífica del estado matrimonial, ya que llegaría a faltar
incluso la apariencia o la figura del matrimonio. Por consiguiente,.:
la presunción n o puede derivarse del simple concubinato o de un'
matrimonio civil de personas obligadas a la forma canónica.
El MATRIMONIO INVALIDO PUTATIVO, es decir, el que se ha ce-
lebrado con buena fe al menos por una de las partes, es considerado'
válido mientras que ambas partes no tengan la certeza de su nulidad
3).
(can. 1061, ¿j

9.13. Actos que preceden a la celebración


y pastoral del matrimonio

406. L a promesa de matrimonio tanto unilateral como bilate-,


ral, llamada esponsales, está regulada por el derecho particular.!
establecido por la conferencia episcopal, teniendo en cuenta las
406

--
locales y las leyes civiles, si existen (can. 1062, 5 1). La
CEI ha decidido no dictar normas particulares en este caso 72. De
(tn la promesa de matrimonio no surge un derecho a la celebración del
:3 por ello, la parte lesionada no tiene ninguna acción para
:e- e el matrimonio se celebre, pero sí una acción para la reparación
qu 10s posibles daños producidos (5 2).
-as
ido 407. Los pastores de almas deben procurar que toda la comu--
ali-
ia 111 dad eclesial ayude a los fieles a conservar el estado matrimonial
fin el espíritu cristiano y hacerlo cada vez más perfecto. Se dis-
le que se ofrezca esta ayuda de las formas siguientes:
1.Q con la predicación y con una adecuada catequesis a los
Peq ueños, a los jóvenes y a los adultos, incluso por los medios de
social, de manera que los fieles sean instruidos en el
del matrimonio cristiano y sobre la tarea de los cónyu-
ges y de los padres cristianos;
.. 2.Q con la preparación personal de los novios que se acercan

l m-:
:nal al matrimonio, de manera que se dispongan a la santidad y a las
tareas de su nuevo estado de vida;
3.0 con una fructuosa celebración litúrgica, de la que aparezca
cbn claridad que los esposos participan activamente del misterio de
unión y de amor fecundo entre Cristo y la Iglesia, puesto que se
convierten en signo del mismo;
4.0 con la ayuda ofrecida a los esposos, de manera que, con-
lervando y defendiendo fielmente el pacto conyugal, lleguen a vivir
una vida familiar cada vez más santa y plena (can. 1063).
tar
Es tarea del ordinario del lugar procurar que esta asistencia se
organice de la forma debida, escuchando, si le parece oportuno, a
los hombres y mujeres idóneos por su experiencia y preparación
(can. 1064).
408. Los bautizados católicos que no hubieran recibido toda-
h a la confirmación, la deben recibir antes de ser admitidos al ma-
ti-imonio, si lo pueden hacer sin grave incomodo (can. 1065, 5 l).
Hay que recomendar además a los esposos que se acerquen al
sacramento de la penitencia y al de la eucaristía (5 2).
,
I') 409. Antes de la celebración del matrimonio debe hacerse una

te-
!ar
1 72 Cf Delib. n. 9, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/1983, 210; E. CEI 3/ 1597.
La CEE dispone que tenga fuerza de ley canónica la legislación civil española sobre cspon-
p l e s a tenor del canon 1062 y salvo lo establecido en el canon 1290 (4.0 DG 1987, art. 2:
13s "'BOCEE" [1987] 155; cf 2.0 DG 1985, norma transitoria primera).
I N V E S T I G A C I ~ Nde la que conste con certeza que no existe ningún
obstáculo para la válida y lícita celebración (can. 1066). Esta inves- ,
tigación tiene que hacerla el párroco al que se ha pedido la celebra- (

ción del matrimonio o al que se ha pedido permiso para celebrarlo


en otro sitio (can. 11 15). Por lo que se refiere a la otra parte, la ,
investigación puede hacerla también su párroco, que debe enviar I
sus conclusiones al párroco que va a celebrar el matrimonio. E, 1
primer lugar, la investigación debe recaer sobre la recepción del i
bautismo y de la confirmación. El certificado del bautismo debe 1
haber sido expedido recientemente (no más de seis meses) y en él
deben figurar todas las anotaciones relativas al estado jurídico t
(profesión religiosa; sagrada ordenación; dispensa de votos, del 1
ministerio sagrado, del celibato; la celebración, disolución y decla- (
ración de nulidad de un eventual matrimonio anterior). Sólo en 1
peligro de muerte, si no se pueden tener otras pruebas, es suficiente, I
salvo indicios contrarios, que los contrayentes -incluso con jura- c
mento, si es preciso- afirmen que están bautizados y que no tienen (

ningún impedimento (can. 1068). 1


Para esta investigación se indica en primer lugar el llamado
b b ~ ~ según
~ las~ normas
~ ~ establecidas
" , por la conferencia epis-
copa1 (can. 1067). En las preguntas que han de plantearse se reco-
mienda discreción y prudencia, especialmente en las que se refieren
a impedimentos y circunstancias que pueden exponer a la infamia
o a la vergüenza, pero al mismo tiempo deben ser también claras
para desarrollar la investigación y hacer que la persona interrogada
se haga consciente de lo que implica la petición de contraer matri-
monio religioso.
Las conferencias episcopales deben dar también normas sobre
las PROCLAMAS y otros medios de investigación (can. 1067). La CEI
h a decidido que se publique una instrucción pastoral sobre el ma-
trimonio 73; entre tanto se seguirán aplicando las disposiciones vi-
gentes74; las proclamas se harán en la iglesia parroquia1 o en el
ayuntamiento 75; la petición de exponer las proclamas en el ayunta-
miento tiene que ser hecha por el propio párroco al que corresponde

73 Cf Delib. 1, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI 3/ 1985,6 1; E. CEI 3/ 2299. La CEE
establece la. publicación de proclamas matrimoniales, bien sea por edicto fijado en las
puertas de la iglesia o bien por lectura pública al menos en dos días de fiesta; establece a su
vez un modelo de expediente matrimonial para el examen de contrayentes y testigos (1 .er DG
1984, art. 12.1 y 2, Anexo 2).
74 Cf Delib. n. 3 1, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI 3/ 1985,46; E. CEI 3/ 2286.
Concordato entre la Santa Sede e Italia, 11 febrero 1929, art. 34, en "AAS" 21 (1929)
290.
la del matrimonio, después de haber realizado todas las
demás prescripciones del derecho; las proclamas hechas oralmente
durarán quince días (cf can. 1024 CIC 1917); en cambio, si se hacen
la fijación pública en la puerta de la iglesia, ocho días, con la
clusión de dos fiestas de precepto (cf can. 1025 CIC 1917); la
del matrimonio, si no interviene una causa grave, se
hará después de tres días de la última publicación o de la última
fijación (cf can. 1030 CIC 1917); a juicio del ordinario del lugar, las
rodamas se hacen en diversas parroquias cuando un contrayente
ambos han vivido, después de la pubertad, al menos por seis meses
en otra parroquia (cf can. 1023,B 2, CIC 1917); si el matrimonio se
ha de celebrar en el extranjero entre dos españoles o entre un
cónyuge español y otro extranjero, las proclamas se harán tanto en
la parroquia del actual domicilio o cuasi domicilio como en la
parroquia española; si un contrayente o ambos no tienen ya domi-
cilio en España, las proclamas se harán en la parroquia de origen,
o en otro sitio, ajuicio del ordinario del lugar (cf can. 1023,§ 2, CIC
1917) 76. De estas proclamas del matrimonio que se va a celebrar se
deduce que todos los fieles están obligados a revelar al párroco o al
3 do
ordinario, antes de la celebración del matrimonio, los impedimentos
pis- de que tuvieran conocimiento (can. 1069).
'CO- 1 Si en lugar del párroco competente ha llevado otro las ave-
ren
nia riguaciones requeridas, éste debe comunicar cuanto antes al pri-
.ras mero, con documento auténtico, los resultados de su investigación
(can. 1070).

410. Fuera del caso de necesidad, según el canon 1071, ¿j1,


nadie puede asistir sin permiso del ordinario del lugar:
>re
:E1 - al matrimonio de los vagos;
c a- - al matrimonio que no pueda ser reconocido o celebrado
17i- según la ley civil;
! el - al matrimonio de quien tiene obligaciones naturales, surgi-

t -- das de'una unión anterior, para con la otra parte o para con
ile los hijos;
- al matrimonio de quien haya abandonado notoriamente la
fe católica (o sea, si el hecho es conocido en la comunidad
sin que haya habido un acto formal de separación), aunque
S'I n o haya pasado a una comunidad no católica;
- al matrimonio del que está sometido a alguna censura;

76 Cf CONGR.
DISC.SACRAM.,
Inst. 11 Concordato, 1 julio 1929, en "AAS" 21 (1929)
352-355.
- al matrimonio de un menor de edad si los padres lo ignoran
o se oponen razonablemente;
- al matrimonio que ha de contraerse por procurador.

El ordinario del lugar, a tenor del 5 2 del mismo canon, no


puede conceder permiso de asistir al matrimonio del que ha aban
donado notoriamente la fe católica si no ha aplicado las normas4
previstas en este sentido, es decir, que la otra parte católica declare
que está dispuesta a apartar los peligros que pudieran alejarla de la
fe y preste una sincera promesa de que hará todo cuanto pueda
para que la prole sea educada y bautizada en la Iglesia católica; que
la otra parte que ha abandonado la fe católica sea informada opor-
tunamente de estas promesas, y que las dos partes sean instruidas
sobre los fines y las propiedades esenciales del matrimonio, que no
deben ser excluidas por ellos (can. 1125).
Los párrocos deben intentar disuadir a los jóvenes de la cele-
bración del matrimonio antes de la edad en que suele hacers i S

según las sanas costumbres de cada región (can. 1072). F,

9.14. Impedimentos dirimentes

a) Definición
41 1 . El impedimento dirimente es una ley de derecho divino o
humano, por el que una persona, sobre la base de una circunstancia
objetiva, resulta inhábil para contraer válidamente matrimonio en ble
general o un matrimonio en particular (cáns. 1073; 1058). - ,,

7,
3:
b) Tipología bi
'F
4 12. Un impedimento puede ser:
1) Según el ORIGEN:
- d e derecho divino natural o revelado, si ha sido establecido
por Dios, inscrito en la naturaleza o manifestado a través de
la revelación y declarado por la suprema autoridad de la
Iglesia (can. 1075, 5 1); afecta también a los no bautizados
en el momento de la celebración del matrimonio;
- de derecho eclesiástico, si ha sido establecido por la suprema
autoridad eclesiástica (5 2); afecta sólo a los bautizados en
el momento de la celebración del matrimonio; sin embargo,
en el derecho vigente, las leyes eclesiásticas sólo se refieren
a los católicos (cáns. 1059; 1 1).

Según 10s EFECTOS:


dirimente, si hace inválido el matrimonio, ya que hace a la
persona inhábil para contraer (can. 1073);
absoluto, si impide el matrimonio con cualquier persona;
relativo, si lo impide con una persona determinada.

3) Según la DURACION:
- perpetuo, si no está sometido a desaparición;
- temporal, si dura sólo por algún tiempo.
12-
se, ) Según la CERTEZA:
cierto, cuando aparece una circunstancia que con certeza
moral se conoce que se produce y que cae dentro del ámbito
de la ley;
- dudoso- de hecho, cuando la duda se refiere a la existencia
del hecho; dudoso de derecho, cuando la duda se refiere a la
ley misma, es decir, a si el hecho cae o no bajo la ley; de
hecho y de derecho, si recae sobre la existencia del hecho y
al mismo tiempo de si el hecho cae bajo la ley.
,O
a En caso de impedimento dudoso, a tenor del canon 14, se esta-
4,
cen ciertos criterios:
respecto a los impedimentos de derecho eclesiástico, si se
trata de:
duda de derecho, se puede contraer matrimonio y no hay
necesidad de dispensa, ya que prevalece el derecho natural
cierto;
duda de hecho, se requiere la dispensa del ordinario o de
la autoridad a la que eventualmente está reservada la dis-
'o pensa, ya que el sacramento no puede exponerse al riesgo
1m
w de nulidad, dado que el matrimonio será válido o no,
según exista una circunstancia determinada o no;
3s duda de derecho y de hecho, no se requiere la dispensa;
- respecto a los impedimentos de derecho divino, que no pue-
1a. den nunca dispensarse, si se trata de:
duda de derecho, se puede contraer matrimonio, ya gu
prevalece el derecho natural cierto al matrimonio;
duda de hecho, para la celebración licita deben distinguir
se los diversos casos, que examinaremos uno por uno.

5) Según la PUBLICIDAD:
- público, si puede ser probado en el fuero externo, por eje
plo con documento público, testimonio de testigos o
testigo cualificado;
- oculto, si no puede ser probado en el fuero extern
(can. 1074).

c) Declaración, determinación y abrogación


de los impedimentos

413. Sólo la suprema autoridad de la Iglesia, el sumo pontífi~


o el colegio episcopal, puede declarar auténticamente cuándo
derecho divino, tanto natural como positivo, impide o diri
matrimonio (can. 1075, 5 1). Así pues, la autoridad supre
establece los impedimentos de derecho divino, sino que sólo los
declara auténticamente. Al contrario, por lo que se refiere a 10s
impedimentos de derecho eclesiástico, los establece y valen sólo
para los bautizados (can. 1075, 5 2). Es natural que, si es la supr
ma autoridad de la Iglesia la que establece los impedime
derecho eclesiático, sólo ella puede abrogarlos o derogarlos.
pecto a los impedimentos de derecho divino no tiene este pode
que solamente los declara y no los establece.
En casos particulares, por causas graves, el ordinario del luga
puede prohibir el matrimonio, pero sólo temporalmente, a s
propios súbditos en cualquier parte que residan y a todos los q
de hecho se encuentren en su territorio (can. 1077, 1). Sólo
suprema autoridad de la Iglesia puede añadir a esta prohib
una cláusula dirimente (5 2).
Se reprueba expresamente toda costumbre que introduzca
nuevo impedimento o sea contraria a los ya existentes (can. 107

412
iwensa de los impedimentos

Ningún impedimento ciertamente de derecho divino pue-


dispensado, mientras que todos los de derecho eclesiástico
dispensarse siempre, a tenor del derecho.
ordinario del lugar puede dispensar a sus propios súbditos
alquier sitio en que residan y a todos los que de hecho se
tran en su territorio de todos los impedimentos de derecho
tico, excluidos aquellos cuya DISPENSA se ha RESERVADO la
e apostólica, es decir, el impedimento surgido de las órdenes
--&as o de voto perpetuo de castidad en un instituto religioso de
echo pontificio, y el impedimento de crimen (can. 1078, $5 1.2).
La dispensa del impedimento de consanguinidad en línea rec-
ta o de segundo grado en línea colateral no se concede nunca
(can. 1078, 4 3), salvo excepciones que veremos que se dan en el
gundo caso (cf n. 429).
15. Cuando haya PELIGRO DE MUERTE (no sólo in articulo
is, sino también en caso de intervención quirúrgica difícil, de
rsión aérea, de zona de guerra, de llamada al frente, etc.), el
ario del lugar puede dispensar a sus propios súbditos en cual-
a 10s er parte en que residan y a todos los que de hecho se encuentren
1 sólo
;u territorio, bien de la forma canónica, bien de los impedimen-
tos de derecho eclesiástico, públicos y ocultos, excepto el del orden
al (can. 1079,$ 1). En el caso en que no se puede acudir al
nario del lugar, es decir, si sólo se puede recurrir a él por telé-
o por teléfono, goza de la misma facultad de dispensar tanto
rroco como el ministro sagrado legítimamente delegado, o
el sacerdote o el diácono que asiste al matrimonio incluso sin
ión, porque son los Únicos disponibles ($5 2.4); que, sin
rgo, deberán poner al corriente en seguida al ordinario del
de la dispensa concedida para el fuero externo y que debe
e en el libro de los matrimonios (can. 1081). El confesor,
bién en caso de peligro de muerte, goza de la facultad de dis-
sar de los impedimentos ocultos en el fuero interno, tanto den-
como fuera del acto de la confesión sacramental (§ 3).
416. Si acaso se descubriera un impedimento cuando está ya
ISPUESTO PARA LA BODA y no fuera posible, sin probable
igro de mal grave, retrasar el matrimonio hasta obtener la dis-
la autoridad competente, gozan de la facultad de dispensar
todos los impedimentos, excepto del que surge de las órdenes
radas o de voto perpetuo de castidad en un instituto religioso o
de derecho pontificio, el ordinario del lugar; y si el caso es ocul
a) el párroco; 6) el ministro delegado; c ) el sacerdote o el diáco
no delegados pero disponibles, si no es posible acudir al ordinan
d ) el confesor, para el fuero interno (can. 1080, 5 1). Esta facult
vale también para la convalidación del matrimonio si en el retr
existe probable peligro de mal grave y no hay tiempo de recurrir
la sede apostólica o al ordinario del lugar, en lo que atañe a 1
impedimentos de los que éste puede dispensar (5 2).
417. Si el rescripto de la Penitenciaría Apostólica no indica
otra cosa, la dispensa concedida en el fuero interno no sacramental
de un impedimento oculto debe registrarse en el libro que se con-
serva en el archivo secreto de la curia, y no es necesaria otra
dispensa para el fuero externo si después el impedimento se hubiera
hecho público (can. 1082).

e) Los impedimentos en especial

a) Edad
418. El varón antes de haber cumplido dieciséis años y
la mujer catorce no pueden contraer matrimonio válidamente
(can. 1083,g l), pero la conferencia episcopal puede establecer una
edad mayor para la licitud de la celebración (5 2). La CEI ha
establecido la edad de dieciocho años7'. Los años se consideran
cumplidos al finalizar el último día (por ejemplo, el que nació el
5 de julio cumple jurídicamente dieciséis años en la hora cero del
6 de julio).
Se trata de un impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO, ya que
por derecho natural no se determina ninguna edad, sino que se
exige que los contrayentes hayan alcanzado la edad del uso de
razón y puedan realizar un acto libre y consciente en orden al
consentimiento conyugal. La edad mínima determinada por la Igle-
sia coincide con la capacidad de ejercer la función de la pubertad.

77 Cf Delib. n. 10, del 23 diciembre 1983, en Notizi~rioCEI 71 1983, 210; E.CEI3/ 1598.
La CEE, de igual forma que la CEI, requiere para contraer lícitamente matrimonio la edad
de dieciocho años (l.crDG 1984, art. 1 1 ) .

414
b) "lmpotentia coeundi"
419. Dando por supuesto lo dicho de la cópula conyugal como
-
,bnsumativa del matrimonio, la impotencia coeundi para el hombre
viene dada por la incapacidad física o psicológica de penetrar con
el miembro viril en la vagina de la mujer y de inseminar en ella de
forma natural, aun cuando el semen no esté producido por los
testículos; para la mujer, por la incapacidad física o psicológica de
acoger el miembro viril y el semen en la vagina de forma natural

Puede ser:
- absoluta, si la parte que sufre esa impotencia es incapaz de
realizar el acto conyugal con cualquier persona;
- relativa, si lo es sólo con una o algunas personas o determi-
nadas categorías de personas;
- antecedente, cuando precede a las nupcias y existía, por
- tanto, en el momento de la celebración de las mismas;
- posterior, cuando interviene después de la celebración de la

- boda;
- perpetua, si, existiendo ya en el momento de la celebración
del matrimonio, no es sanable dada su naturaleza por medios
lícitos naturales ordinarios, y por tanto sin peligro de vida;
- transitoria, en el caso de que pueda curarse con medios
ordinarios.

Para que haya impedimento, la impotencia relativa o absoluta


%debeser ANTECEDENTE, PERPETUA y CIERTA (can. 1084, 8 1). En
caso de duda tanto de derecho como de hecho no debe prohibir-
,Se el matrimonio, prevaleciendo el derecho de todos al matrimonio
'(can. 1058); si permanece la duda, no debe declararse tampoco
:nulo el matrimonio celebrado (can. 1084, Q 2).
-
I

. Se trata de un impedimento de DERECHO DIVINO NATURAL, ya

'?le-
"
ad. 1 -que no permite realizar el fin específico del matrimonio.
420. Sobre la base de la distinción entre acto conyugal y fe-
cundación, la esterilidad, por carencias u obstáculos funcionales,
ni prohíbe ni dirime el matrimonio (can. 1084, Q 3; cf can. 1098).
Evidentemente se prohibe y es nulo el matrimonio entre homo-
sexuales y transexuados.
c.) Vínculo

421. El matrimonio anterior, aunque no se haya consu


invalida el matrimonio atentado posteriormente (can. 1085, g
El vínculo es un impedimento de DERECHO D I V I N O NATURAL,
cuanto que está ligado a las propiedades esenciales de la unida
de la indisolubilidad del matrimonio.
El que quiera contraer matrimonio debe estar libre de tod
vínculo precedente, o porque no ha contraído nunca otro ma
nio o bien porque, habiéndolo contraído, el vinculo ha q
disuelto o por muerte del otro cónyuge o por dispensa
cia, en los casos previstos, o ha sido declarado nulo por medio
sentencia por parte del tribunal competente (cf cáns. 1671-169
por ser inexistente o inválido, según los elementos esenciale
requisitos o las solemnidades, que faltaran en el momento de la
celebración.
Además, aunque el matrimonio anterior fuera nulo o hubiera
sido disuelto por cualquier razón, no es lícito contraer otro antes
de que la disolución conste de modo legítimo y cierto (can. 1085,
¿j 2). En este caso, el matrimonio contraído es válido, ya que en
realidad no hay impedimento, pero es ilícito. Por tanto, si hay
duda de hecho sobre la existencia del vínculo anterior, no se debe
permitir el matrimonio.
422. La investigación para COMPROBAR LA MUERTE del otro
cónyuge debe hacerse ante todo por el párroco que tiene que ce-
lebrar el matrimonio. Debe llegar a una prueba de la muerte, que
se base en un documento auténtico y público, eclesiástico o civil
(cf can. 1540, $5 1.2). Si es imposible obtener esa prueba documen-
tal, la investigación pasa al obispo diocesano por el procedimiento
de declaración de MUERTE PRESUNTA (can. 1707, $ 1). Normal-
mente el obispo interroga al menos a dos testigos, que por ciencia
propia manifiesten acuerdo sobre el fallecimiento y sobre las cir-
cunstancias relativas al mismo. Si no es posible tener dos testigos,
basta con uno que tenga fama de credibilidad y su declaración no
sea incongruente. Se puede añadir la prueba por fama, es decir,
cuando entre personas dignas de fe circula la noticia de la muerte
de la persona, aunque nadie quiera declarar sobre ello por temor a
algún daño contra ellos mismos o contra sus parientes (por ejemplo,
en regímenes represivos). Completan la investigación todos aquellos
elementos o circunstancias que tengan alguna relación con el falle-
cimiento (por ejemplo, enfermedad grave, estado de guerra, revo-
lución, calamidades naturales, naufragio, accidente ferroviario, etc.).
, por consiguiente, no basta la mera ausencia del cónyuge, incluso
rolongada, para la declaración de muerte presunta, sino que es
P que a través de la investigación realizada el obispo llegue
a la certeza moral de la muerte del cónyuge y permita, por tanto,
al cónyuge que sobrevivió celebrar nuevas nupcias (can. 1707,G 2).
si-el asunto pareciese todavía incierto y complejo, el obispo tiene
que consultar a la Santa Sede (Congr. del culto div. - disc. sacram.;
can. 1707, 5 3), transmitiéndole todas las actas del proceso, pero
Permaneciendo íntegro su derecho a decidir si se declara la muerte
presunta O no. La concesión de pasar a nuevas nupcias no cambia
la realidad objetiva del matrimonio anterior, que sigue subsistiendo
,i el otro cónyuge siguiera con vida. En este caso se habría estable-
,ido un matrimonio inválido putativo, y las nuevas nupcias serían
inválidas por impedimento de vínculo.

.era d) Disparidad de culto


ites
185; 423. Es inválido el matrimonio entre dos personas, de las que
en uria está bautizada en la Iglesia católica o se ha convertido a ella,
1aY y que no se ha separado de ella por acto formal, y la otra no está
ibe bautizada (can. 1086, 5 1). El impedimento es de DERECHO ECLE-
SIÁSTICO; por consiguiente, la dispensa puede darse según la norma
ltro
ce- 1 de los cánones 1125 y 1126 (5 2). Existe acto formal de separación
de la Iglesia católica cuando puede probarse jurídicamente y se ha
hecho de modo explícito (por ejemplo, declaración pública por
escrito o de palabra; cancelación de los registros oficiales civiles,
ivil
en- pero con la intención directa de no querer pertenecer ya a la Iglesia
nto católica, y no por otros fines) o bien implícito (por ejemplo, paso
131-
a otra confesión religiosa; inscripción
- en una asociación que
-
lucha
contra la fe católica%
-r- r- Aunque ordinariamente los matrimonios mixtos n o se logran
:,S,
no
-r
rte
Y
1 por causa de las dificultades inherentes a los mismos (diversa visión
respecto al matrimonio, la moral, la obediencia a la Iglesia; conser-
vación y desarrollo de la fe por parte católica; educación religiosa
de la prole, etc.), la Iglesia los permite, bien porque la persona tiene
'r a derecho natural a contraer matrimonio con una persona determi-
.o,
1
nada y a tener hijos, bien porque la parte n o católica pedría llegar
iOS a la fe. Además, hay que distinguir con claridad entre el impedi-
re- mento de disparidad de culto, del que se trata en este caso, y la
3- prohibición de celebrar el matrimonio entre una parte católica y
otra parte miembro de una comunidad eclesial o Iglesia sin
comunión con la Iglesia católica (can. 1124). Efectivamente, en
caso de disparidad de culto no se tiene un sacramento; pero en e
otro sí, y por tanto se establece entre los dos cónyuges una
comunión de bienes espirituales, bien por el común bautism
bien por la fe, al menos en parte común '*. Por eso, en el caso d
disparidad de culto, si el matrimonio se ha celebrado sin dispens
del impedimento es inválido pero en el otro caso, si se ha cele
sin licencia del ordinario del lugar, es sólo ilícito (cáns. 1124; 1
cf n. 457).
Las condiciones que la parte católica está obligada a obse
para obtener la dispensa del impedimento de disparidad de
son las mismas que se establecen para obtener la licencia en el caso
de religión mixta (cáns. 1086, 2; 1124-1 129; cf n. 458).
424. Si en el tiempo de la celebración del matrimonio una
parte era considerada comúnmente como bautizada o había duda f3
sobre la validez de su bautismo, se ha de presumir la validez del
matrimonio mientras no se demuestre que una parte estaba bauti-
zada y la otra no (can. 1086, 5 3; cf can. 1060). Si se demuestra d(
esto, el matrimonio es inválido porque se celebró sin la dispensa. (C

En el caso de que el matrimonio hubiera de celebrarse todavía,


hay que distinguir varias hipótesis:
- si una de las partes está ciertamente bautizada y subsiste
la duda sobre el bautismo de la otra, o esta Última se hace
bautizar bajo condición o, si se niega a ello, se pide la dis-
pensa cautelarmente, a fin de evitar que un día el matrimo-
nio pueda resultar inválido;
- si una de las partes ciertamente no está bautizada, pero hay
dudas sobre el bautismo de la otra, o esta última se hace
bautizar bajo condición y se pide la dispensa del impedi-
mento, o bien, si se niega, se pide por cautela la dispensa;
- si la duda se refiere al bautismo de las dos partes, o se hacen
bautizar los dos bajo condición, y por tanto desaparece
el impedimento, o bien, si una se hace bautizar y la otra no,
vuelve a resultar la primera hipótesis, y por tanto se pide
por cautela la dispensa; lo mismo si ninguno de los dos se
hace bautizar.

78 Cf PABLO
VI, M . p. Matrimonia mixta, 31 marzo 1970, en "AASn 62 (1970) 257-259;
E V 31 1415-1425.
?a e) Orden sagrado
- el t

c el ..425.
Atentan inválidamente el matrimonio aquellos que reci-
e;ta bieron las sagradas órdenes (can. 1087). Éstos pueden acceder al
'0 o sólo si obtienen dispensa de la obligación del celibato,
o de 4
ue lleva siempre consigo la pérdida de la condición clerical y la
vnsa ProhibiciÓn del ejercicio del ministerio sagrado (cf n. 156). Por lo
'do que se refiere a los diáconos permanentes que se quedaron viudos
5; despues de la ordenación, cf número 375.
Como impedimento dirimente, es de DERECHO ECLESIÁSTICO,
:Var nero en realidad la Santa Sede no concede la dispensa de este
'Ato npediment~(cf can. 1078, 8 2, Lo), ya que con la dispensa de la
caso bligación del celibato cesa el impedimento.
I

: a

una
luda fl Voto religioso
del
uti- :a f ~ i
426. Atenta inválidamente el matrimonio el que ha emiti-
3tra o voto público perpetuo de castidad en un instituto religioso
wa. :an. 1088). También aquí, como impedimento dirimente, es de
ivía, ~ERECHO ECLESIÁSTICO, y la dispensa no la da realmente la Santa
Sede del impedimento (cf can. 1078, 5 2, l.Q), sino del voto, en el
indulto de secularización, por el que cesa el impedimento.
- iste
.- ace
dis- g) Rapto
j-r
427. Surge entre el hombre y la mujer raptada, o al menos
\

hay ketenida, con la finalidad de contraer matrimonio, y cesa si poste-


hace tiormente la mujer, separada del raptor y puesta en un lugar seguro
:?di- y libre, elige espontáneamente el matrimonio (can. 1089).
: Ysa;
?en Se produce rapto cuando el varón, por sí mismo o por otros,
xe separa a la mujer del lugar donde se encuentra en estado de segu-
ridad. y de libertad y la lleva a un lugar donde ya no es libre. El
.secuestro, por el contrario, se produce cuando el hombre obliga a
la mujer a permanecer en el lugar en que se encuentra, de forma
que no pueda alejarse de allí y queda coaccionada por él.
Para que surja el impedimento debe haber violencia moral o
física respecto a la mujer, con intención directa de contraer matri-
monio y no por otros motivos (por ejemplo, lujuria, extorsión,
-venganza). Si el matrimonio se celebrase durante el estado de rapto
o secuestro, sin que la mujer haya consentido libremente en 61
matrimonio seria nulo tanto por el impedimento como por el de.
fecto de voluntad; si la mujer hubiera consentido libremente, seria
nulo por el impedimento.
Es un impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO, pero qo se aa
la dispensa, pues no sería justo concederla mientras la mujef-no
fuese verdaderamente libre; por otra parte, si cesa el estado de
rapto o de detención, cesa el impedimento.

h) Crimen
428. El que con el propósito de celebrar el matrimonio con (
una persona determinada causara la muerte al cónyuge de la misma
o al suyo propio, atenta inválidamente el matrimonio (can. 1090,
5 1): la finalidad del conyugicidio debe ser la de contraer matrimo- 1
nio con la parte que se ha quedado viuda.
Están impedidos del matrimonio entre sí también los que han .=
cooperado física o moralmente a la muerte del cónyuge, aunque no t
con la finalidad de contraer matrimonio entre sí (5 2). 1
1
Es un impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO y la dispensa
está reservada a la Santa Sede (can. 1078, 5 2, 2.0).
1
(

i) Consanguinidad 1
1
1
429. El impedimento, que no se multiplica, se refiere a todos
los grados de la línea recta, tanto en el caso de consanguinidad I
7
legítima como sólo natural (cf n. 85) y hasta el cuarto grado, in-
cluso de la línea colateral (can. 1091,# 1.2.3). 1
1

El impedimento:
- en el primer grado de la linea recta se tiene por cierto como
de DERECHO DIVINO NATURAL;
- en los demás grados de la línea recta y en el segundo grado
de la linea colateral es DUDOSO de si es de derecho divino
natural; por eso, por disposición de derecho eclesiástico,
incluso ante la duda solamente sobre la consanguinidad, no
se debe permitir el matrimonio (can. 1091, 5 4); sin embar-
go, debido a la duda existente, en algunos casos extremos la
Santa Sede ha permitido no turbar la buena fe de dos her-
manos uterinos casados en el paganismo y convertidos luego
al catolicismo, o bien ha permitido el matrimonio de dos
hermanos uterinos bautizados 79;
en los otros grados de la línea colateral es de DERECHO
ECLESIASTICO.

430. El impedimento surge solamente en el caso de afinidad


ínea recta (cf n. 83), en cualquier grado (can. 1092).
Es de DERECHO ECLESIASTICO, pero si el matrimonio ha sido
no suele darse la dispensa en el primer grado.

no- Pública honestidad

431. Surge de un matrimonio inválido, después de haberse


blecido la vida común, o bien de un concubinato notorio y pú-
blico, e invalida el matrimonio en el primer grado de línea recta
entre una parte y los consanguíneos de la otra (can. 1093).
Se considera matrimonio inválido el que se ha contraído según
las normas del derecho canónico, pero que no surgió o por vicio de
onsentimiento, o por la presencia de un impedimento dirimente
o dispensable o no dispensado, o por defecto de forma: si las dos
rtes sabían en el momento de la celebración que el matrimonio
a a ser inválido, esto se llama matrimonio atentado; pero si al
enos una de las partes estaba en buena fe, entonces, como hemos
isto, se llama putativo (can. 1061, 4 3). El matrimonio civil, cele-
rado por los que están obligados a la forma canónica, es una
nión que no entra en la categoría de matrimonio canónico. Sin
embargo, en algunos casos se puede decir que permanece el con-
sentimiento de las partes si se ha puesto con todos los elementos
requeridos por su naturaleza, aunque no resulte eficaz, ya que no
produce el vínculo matrimonial por defecto de forma. Dado que
no se trata de un matrimonio celebrado con apariencia de validez,
para reconocer el estado libre de las partes no es necesario el
proceso documental del que habla el canon 1686, sino que basta
79 Cf S. OFICIO, Respuesta del 13 diciembre 19 16; Respuesta de PABLO VI del 21 enero
1977 a la Congr. Doct. Fe (cf A. M. ABATE,11 matrimonio nella nuova legislazione canonica,
Brescia 1985, 124-125, notas 28 y 29).
una investigación previa a la celebración del matrimonio por pa
del párroco a tenor de los cánones 1066-1067 *O.
Existe concubinato cuando un hombre y una mujer viven como
esposo y esposa, de forma estable, sin que haya habido ningún act
público inicial, ni siquiera civil.
Para que surja el impedimento, en el caso de matrimonio inyg
lido debe haberse establecido la vida común; por su parte, en e
caso de concubinato, éste debe ser notorio o público. El Concubi
nato es notorio cuando es conocido por la comunidad eclesial en
que viven los concubinos, o por medio de un acto legal (por ejem-
plo, sentencia del juez), o bien por el hecho de que ello es tan'
evidente que no se puede presumir ignorancia de la comunidad o
que pueda mantenerse oculto; es público cuando la comunidad
conoce ya el hecho, o bien se puede argüir que será divulgado fá-
cilmente.
Puesto que en las situaciones d'escritas nace entre una parte
los consanguíneos de la otra una "cuasi afinidad", de carácter pu-
ramente legal y no natural, la Iglesia, por razones de conveniencia
social, establece un impedimento de DERECHO ECLESIASTICO.

1) Parentesco legal I
432. No pueden contraer válidamente matrimonio los que es-
tán unidos por un parentesco legal surgido por adopción, en línea
recta y en el segundo grado de la línea colateral (can. 1094).
Por el hecho de que el adoptado es considerado, respecto al
adoptante, como un hijo tenido por generación y tiene su estado
jurídico, por razones de conveniencia social la Iglesia establece un
impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO.

9.15. Consentimiento matrimonial 8


433. Para que sea MANIFESTADO VÁLIDAMENTE el consenti-
miento matrimonial, deben verificarse varias condiciones.

80 Cf PONT.COM.AUT. CIC, Respuesta del 7 agosto 1984, en "AAS" 76 (1984) 747;


E V 91863.

422
capacidad psíquica

434. Puesto que el consentimiento es un acto de la volun-


, que debe ser consciente y libre, puede manifestarlo eficazmente
10 el que tiene la capacidad natural de formularlo.
. Son incapaces de manifestar válidamente el consentimiento ante
los que carecen de SUFICIENTE USO DE RAZÓN,al estar afec-
tados por una enfermedad mental o por una grave perturbación
-*n de la mente, que impiden realizar un verdadero acto humano
T- (can. 1095, 1.0).
:.n Son también incapaces los que tienen un grave defecto de
o DISCRECIÓNDE JUICIO sobre los derechos y los deberes matrimo-
'ad niales esenciales ( 2 . 9 , puesto que no basta con conocerlos en abs-
f :- -tracto, sino que deben ser valorados en concreto por la persona,
es decir, en relación con ella misma, con la otra parte y con las
circunstancias en que se desarrollará la vida matrimonial. Si falta
esta capacidad de juicio crítico, queda sin conocer la esencia del
:ia matrimonio y no puede darse el objeto específico del consentimien-
to matrimonial.
Finalmente, son incapaces aquellos que por causas de naturale-
za psíquica no pueden asumir las OBLIGACIONES ESENCIALES del
matrimonio ( 3 . 9 , puesto que no basta con que éstas sean conocidas
en abstracto y valoradas en concreto, sino que debe darse también
3s- la posibilidad real de cumplirlas, que queda excluida en algunos
casos de anomalías (por ejemplo, homosexualidad, ninfomanía,
incapacidad de realizar de modo natural el acto conyugal, etc.). En
este caso el consentimiento es nulo, no porque se haya excluido el
objeto, sino porque no puede ser asumido moralmente, por falta de
disponibilidad de la materia del compromiso por parte de la per-
sona.
Para que el matrimonio sea nulo, la incapacidad debe estar
presente al menos en una de las partes en el momento de la celebra-
ción del matrimonio. Para la declaración de nulidad por parte del
juez, la definición de una incapacidad sustancial tiene que quedar
establecida con la ayuda de un perito, teniendo presentes los ele-
mentos esenciales de la antropología cristiana, que define al hombre
en su apertura a Dios y a la acción de la gracia, excluyendo todo
tipo de determinismo 81.

81 Cf JUANPABLO
11, Al. a la R. Rota, 5 febrero 1987, en "AAS" 79 (1987) 1453-1459; Al.
a la R. Rota, 25 enero 1988, en "AAS" 80 (1988) 1 178-1 185.
b) Conocimiento mínimo sobre la naturaleza
del matrimonio

435. Para que se realice un matrimonio válido, las partes d,


ben tener un conocimiento mínimo de lo que él es y supone, para
poder adherirse al objeto formal especificativo del consentimiento
De este modo las partes no pueden ignorar que el matrimonio
una comunidad permanente de vida entre el hombre y la mujer
ordenada a la procreación mediante una cooperación, no genérica:
mente física, sino específicamente sexual (can. 1096, 1). Este co,
nocimiento se presume después de la pubertad (§ 2). ES evidente
que los contrayentes deben saber además que el matrimonio supone
la heterosexualidad.
Si los contrayentes no tienen el conocimiento mínimo sobre la
esencia del matrimonio, al faltar el objeto del consentimiento, éste
no se presta válidamente.

c) Error

436. Se produce error sobre la PERSONA con la que se quiere


contraer matrimonio si ésta está ausente y, por tanto, se da el
consentimiento respecto a otra distinta (can. 1097,s 1).
437. Si acaso se produjera un error sobre una CUALIDAD DE
LA PERSONA, para que el matrimonio sea nulo esa cualidad debe
haberse intentado de forma directa y principal (can. 1097, 5 2), es
decir, haber sido objeto inmediato del consentimiento, aunque no
se trate de una cualidad exclusiva de la persona (por ejemplo,
virginidad, fecundidad, etc.), o bien haya sido considerada y que-
rida directamente como cualidad inherente a la identidad integral
de la persona (por ejemplo, la salud mental, la integridad moral, la
normalidad sexual, una condición jurídica o social particular, per-
tenencia a una confesión religiosa, etc.). En todos estos casos el
consentimiento es inválido por derecho natural, porque falta de
forma plena el objeto del mismo, la persona tal como la entiende
la otra parte.
El error sobre la cualidad de una persona puede ser causado
por DOLO. Para que en este caso el error pueda invalidar el matri-
monio, 'probablemente por derecho eclesiástico, se establece que el
dolo haya sido tramado para obtener el consentimiento y que la
cualidad que se ha ocultado con el engaño, aunque no buscada
]p."

ecta y principalmente por la parte engañada, sea tal que, por su


leza, puede perturbar gravemente la comunidad de vida con-
(can. 1098). El canon 1084, § 3, señala expresamente bajo
ecie la esterilidad, pero por analogía se pueden considerar
S casos (por ejemplo, ocultamiento de la gravidez,
lcoholismo, sida, etc.).
El error sobre la UNIDAD, la INDISOLUBIT,IDAD, la DIGNI-
38.
no vicia el consentimiento, a no ser que deter-
RAMENTAL
ine la voluntad a contraer matrimonio (can. 1099). En él pueden
mente los que han nacido y han sido educados en lugares
nde es usual la poligamia o la poliandria y el divorcio, o bien
n comunidades acatólicas, que no consideran el matrimonio como
n sacramento. Sin embargo, el error debe determinar la voluntad
n la celebración del matrimonio en concreto, y no quedarse sólo
nivel de adhesión teórica o de unas afirmaciones de principio; lo
cual debe ser probado para obtener la declaración de nulidad del

d) Simulación
439. Se presume siempre la conformidad entre el consenti-
miento interno y el externo (can. 1001, 9 l), pero el matrimonio es
nulo cuando la manifestación exterior del consentimiento no co-
rresponde a la intención interior, dado que se esconde otra inten-
ción contractual. Esto debe hacerse por un acto positivo de la
11 voluntad de al menos una de las dos partes, es decir, por una
intención deliberada, realmente existente en el momento de la ce-
I lebración, aunque hubiera sido formulada anteriormente. No es
necesario que esta intención haya sido pactada entre los dos o que
ea conocida por el otro cónyuge. Es necesario que, en la mente de
uien la tiene, esa intención sea tan firme y prevalente que elimine
a intención que se tiene normalmente al celebrar el matrimonio.
Según el canon 1101, ¿j2, se puede producir:
1) Simulación total o absoluta:
- cuando se excluye la voluntad de contraer matrimonio con
la otra parte y se pone en ser la manifestación externa de la
voluntad para alcanzar sólo otros fines totalmente extraños
a los propios del matrimonio (por ejemplo, dinero, posición
social, nacionalidad, expatriación, etc.);
- cuando se excluye la dignidad sacramental del matrimonio
(bonum sacramenti), en cuanto que excluye el mism
monio cristiano.
2) Simulación parcial o relativa:
- por exclusión de un elemento esencial, como el derech
fidelidad (bonumfidei), o también de uno solo de 10
del matrimonio, es decir, el bien de los cónyuges o la pro-
creación y educación de la prole (bonum prolis);
- por exclusión de una propiedad esencial del matrimonio
y por tanto del derecho a la unidad del mismo (bonumfi
dei), así como del derecho a la indisolubilidad (bonum ,ya
cramenti).

Pueden darse más frecuentemente casos de simulació


en lugares donde prevalece una cultura hedonista o poligá
divorcista, si las convicciones que prevalecen en la cultura en don
vive la persona entran en su voluntad concreta.
440. El conocimiento o la opinión sobre la nulidad del matri-
monio (por ejemplo, matrimonio celebrado con un impedimento
de derecho eclesiástico, conocido por las partes) no excluye neceí
sariamente el consentimiento (can. 1100) si éste se ha prestado de
hecho con todos los requisitos requeridos por su naturaleza de acto
humano, definido-por el objeto. Solamente en el caso en que, inclu-.
so sólo una de las partes, estuviera en conocimiento de un impedi-
mento que no puede ser dispensado y que no cesa no habría con-.l
sentimiento, ya que nadie puede querer una cosa que sabe que es.,
imposible. d

e) Condición ,.

441. No es válido el matrimomio contraído bajo condición


futura (can. 1102, ¿jl), es decir, cuando se suspende la eficacia del
consentimiento, ya completo en sí mismo, hasta que se verifique
quizá una situación. Al contrario, se permite la condición de pasado
o presente, que en la mente del que la pone se considera como
esencial para el feliz logro del matrimonio, y el matrimonio se
produce o no según que está bajo la condición existente o no en el
momento mismo de la celebración (5 2). Esta condición se pone
lícitamente sólo con la licencia escrita del ordinario del lugar (5 3).

426
0 Violencia j 7 miedo
. 442. El matrimonio es inválido si se ha contraído bajo violen-
cia física o moral, o bien por miedo grave infundido por causa ex-
terna, aunque no sea intencionadamente, para librarse del cual
alguien se ve obligado a escoger el matrimonio (can. 1103).
Si en el caso de violencia física desaparece totalmente la volun-
tad, el matrimonio es nulo seguramente por derecho natural, ya
que falta el consentimiento (cf can. 1057, 5 1). Pero si se trata de
violencia física o moral que produce sólo un miedo o temor o
perturbación de la mente tal que la persona, a pesar de todo, da su
consentimiento a un matrimonio que no habría contraído si hubiera
tenido plena libertad externa; o bien, si se trata de un miedo grave,
aunque sólo sea relativo, respecto a la índole de la persona, sexo,
edad, etc., habrá que afirmar -según la opinión más probable,
cada vez poseedora de mayor fuerza- que el consentimiento debe
considerarse en si mismo inválido por derecho natural, en razón de
la naturaleza misma del matrimonio y del consentimiento conyugal,
ya que se presta únicamente para librarse del miedo. El canon 1103,
sin embargo, establece que el miedo debe tener un origen externo,
es decir, venir de otra persona, y que puede ser producido aunque
sea sin la intención de obtener a la fuerza el consentimiento matri-
monial. Finalmente, también el miedo reverencial, que es la pertur-
bación producida en el ánimo del contrayente por personas con las
que está ligado afectivamente o por relaciones de veneración y de
sumisión, si llega a limitar fuertemente la libertad del consenti-
miento, puede invalidarlo.
El vicio del consentimiento que menciona el canon 1103 puede
aplicarse también a los matrimonios de los no católicos, tanto
bautizados como n o % Sin embargo, dado que no puede conside-
rarse resuelta la cuestión discutida de si la violencia moral y el
miedo invalidan el matrimonio por derecho natural o bien por
derecho eclesiástico, ni la del ámbito del derecho natural en este
punto, en sede judicial el canon 1103 no puede aplicarse a los ma-
trimonios de los acatólicos, a no ser en cuanto a los elementos de
derecho natural que contiene, cuya determinación, sin embargo,
sigue siendo compleja y discutida.

82 Cf PONT.COM.AUT.CIC, Respuesta del 6 agosto 1987, en "AAS" 79 (1987) 1132;


EV 101 1732.

427
g) Presencia de los esposos

443. Para contraer válidamente el matrimonio es necesario


que los contrayentes estén presentes juntos al mismo tiempo
ellos mismos o por medio de un procurador (can. 1104,g 1). 6
presencia simultánea, personal o por medio de procurador, es n
cesaria por derecho eclesiástico para el intercambio del consent
miento, que puede expresarse con palabras o con signos equivalen.
tes si las partes no pueden hablar (5 2).
Cuando se celebra el matrimonio por medio de un PROCURA.
DOR,a tenor del canon 1105 se requiere para la validez de la cele.
bración misma que:
haya un mandato especial para contraer con una persona
determinada;
el procurador sea designado por el propio mandante y ejerza
él personalmente su mandato (no se admite subdelegación);
el mandato sea firmado por el mandante, por el párroco o
por el ordinario del lugar en donde se ha concedido el man-
dato o por un sacerdote delegado por uno de ellos o al
menos por dos testigos; o bien que se haga con documento
auténtico según norma del derecho civil;
si el mandante no supiera escribir, hay que anotar este dato
en el mismo mandato después de haber añadido otro testigo,
que debe firmar el escrito;
si el mandante, antes de que el procurador contraiga el ma-
trimonio en su nombre, hubiera revocado el mandato o
hubiera perdido el uso de la razón, el matrimonio sería
inválido aunque el procurador y la otra parte contrayente
hubieran ignorado este hecho; en efecto, el mandante debe
tener la capacidad natural para poner un acto de voluntad
como es el consentimiento matrimonial para poder asumir
luego los efectos de ese acto.

El matrimonio puede contraerse por medio de INTÉRPRETE,


pero el párroco no debe asistir al mismo si no está seguro de la
fidelidad del intérprete en la traducción (can. 1106).

h) Presunción de perseverancia del consentimiento

444.Aunque el matrimonio se haya contraído inválidamente


por causa de un impedimento o por defecto de forma, el consenti-
iento prestado se presupone que persevera hasta que no conste su
cación (can. 1107). Esto es importante para la sanación en la
del matrimonio.

6. Forma de la celebración del matrimonio


445. Puesto que el matrimonio no es un acto que se quede
10 en el ámbito de la relación entre las dos partes, sino que es un
echo eclesial, el consentimiento que se intercambian las partes
que constar ante la comunidad. Desde el momento en que las
partes se intercambian el consentimiento asumen en la Iglesia una
nueva condición jurídica, que queda protegida por el derecho. Por
na eso la Iglesia quiere que la manifestación del consentimiento se
aga según ciertas solemnidades, de forma que se pueda probar
za ue se ha intercambiado verdaderamente. El intercambio del con-
1); ntimiento según la forma prescrita por el derecho para la VALIDEZ
9 del mismo se llama forma de la celebración del matrimonio (FORMA
. CANÓNICA). La forma canónica fue introducida por el decreto Ta-
metsi, del concilio de Trento 83, para evitar todos los inconvenientes
que surgían de los matrimonio; clandestinos.
O
to
1
0, 1 a) Forma ordinaria

446. Son válidos solamente los matrimonios contraídos de-


e del ASISTENTE, es decir, delante del ordinario del lugar o del
roco, o del sacerdote o diácono delegado por ellos, salvo las
cepciones que indican los cánones 144; 1112, €j1; 1116; 1127,
108,€j 1).Se especifica que por asistente del matrimo-
nio se entiende solamente aquel que personalmente requiere la
manifestación del consentimiento de los contrayentes y la recibe en
nombre de la Iglesia (5 2).
Por medio del asistente, como testigo cualificado, es como si
fuera la misma comunidad la que interroga a los contrayentes y
recibe sus respuestas.
447. Gozan de FACULTAD ORDINARIA de asistir al matrimo-
:e
E - 83 Cf Ses. X.XIV, De sacr. matrimonii. c. 1, en DS 18 13-1 8 16; COD, 755-756.
nio el ordinario del lugar (cáns. 134, 5 1; 368; 381; 370; 371; 475
476; 421) y el párroco del lugar, con tal que no estén excomulga:
dos o en entredicho o suspendidos por sentencia o declarados como
tales, dentro del ámbito de su territorio, para todos los matri
nios que se celebran en él, tanto de sus propios fieles como
otros, con tal que al menos uno sea de rito latino (can. 1109). S,
equipara al párroco el sacerdote que tiene confiada una cuasi pa.
rroquia (can. 5 16, 5 1).
Cuando la parroquia está vacante o el párroco está impedido, nia
tiene la facultad ordinaria el administrador parroquia1 (cáns. 539. la 1
540, 5 1) y, antes de la constitución del mismo, el vicario cur
o algún otro que asuma interinameiite el gobierno de la parroquia Par
(can. 541, 5 1). Tiene la misma facultad el vicario parroquia1 tam.
bién en caso de ausencia del párroco, a no ser que el obispo dioce. vee
sano haya dispuesto otra cosa (cáns. 549; 533, 5 3). (cal
SI n
El ordinario y el párroco personal, en virtud de SU oficio, nor
ten válidamente al matrimonio sólo de aquellos de los que uno -
vez
al menos es súbdito en el ámbito de su jurisdicción (can. 1110; Efec
cf cáns. 372, ¿j 2; 5 18). Tienen también potestad ordinaria los cape- ped j
llanes de emigrantes g4 y los capellanes militares g5 en los límites de ejer(
su jurisdicción. le L
448. El ordinario del lugar y el párroco, mientras ejercen vá- ~arr
4
lidamente su oficio, pueden dentro de los límites de su territorio I
\
delegar la facultad, incluso general, de asistir a los matrimonios a
sacerdotes y diáconos (can. 1111, ¿j 1). Para que la DELEGAcIÓN a de ei
de d
sea válida, tiene que darse expresamente por escrito a determinadas (can.
personas; si se trata de una delegación especial, debe darse para un
determinado matrimonio (5 2). La delegación tiene que ser acepta-
da, al menos implícitamente con el ejercicio pacífico de la misma,
J)
por la persona que la recibe.
L a SUBDELEGACIÓN sigue las normas comunes en esta mate-
ria: si la delegación ha sido para un caso particular, no puede que e
haber subdelegación más que en caso de expresa concesión del .TIGO!
delegante; pero si la delegación ha sido general, puede subdelegarse darse
para casos párticulares, sin necesidad de concesión del delegante deber
(can. 137,5 3). La facultad subdelegada no puede nuevamente sub- mentt
delegarse sin una concesión expresa del delegante (can. 137, § 4). licos
*4 Cf CONGR. OB., Instr. Nemo est, 22 agosto 1969, nn. 38-39, en "AAS" 6 1 (1 969) 633-
-C
634; EV 31 1576-1579. ..
cuanto ;
85 Cf JUAN PABLO11, Const. Ap. Spirituali militum curae, 21 abril 1986, VII, en "AAS" ahora sc
78 (1986) 484; EV 101362.
En caso de falta de sacerdotes y diáconos, el ordinario del lugar
P delegar también a un laico, varón o mujer, para asistir a los
previo el parecer favorable de la conferencia episco-
P al y obtenida la facultad de la Santa Sede (can. 1112, 5 1). El
laico que se escoja debe ser idóneo, capaz de formar a los esposos
P ara el matrimonio y cumplir convenientemente la liturgia del ma-
trimonio (5 2). Nunca, ni siquiera en caso de peligro de muerte, el
laico tiene la facultad de dispensar de los impedimentos matrimo-
niales (cf can. 1079). Pero es él el que debe redactar el informe de
la celebración y firmarlo junto con los esposos y testigos. Debe
cumplir además las formalidades civiles. La CEI no ha dado un
parecer favorable para Italia 86.
Antes de que se conceda la delegación especial hay que pro-
veer a todo lo que el derecho establece para probar el estado libre
(can. 1113). En efecto, el asistente al matrimonio actúa ilícitamente
Si no tiene constancia del estado libre de los contrayentes según
norma del derecho y, si es posible, de la licencia del párroco cada
vez que asiste en virtud de una delegación general (can. 1114).
Efectivamente, en caso de delegación general, no hay necesidad de
pedirla en cada ocasión al párroco, pero se debe pedir licencia para
ejercer la facultad que ya se tiene por delegación general. Se trata
de una cuestión de oportunidad, dado que el responsable de la
parroquia es el párroco.
lo
Como veremos, la Iglesia suple la facultad de asistir en casos
;a
de error común de hecho o de derecho, y lo mismo hace en el caso
)N
de duda positiva y probable, bien sea de derecho o bien de hecho
as (can. 144; cf n. 587).
un
:a- ,
la, b) Testigos comunes

449. Además del asistente, que es testigo cualificado, tienen


que estar presentes en el intercambio del consentimiento DOS TES-
TIGOS COMUNES (can. llO8,§ 1). Tienen que tener la capacidad de
darse cuenta de lo que está ocurriendo y de dar fe de ello, es decir,
deben atestiguar ante la comunidad que se ha prestado efectiva-
mente el consentimiento. En la celebración de matrimonio de cató-
licos pueden servir de testigos comunes también los bautizados

86 Cf Atti XIXII ass. gen. straord., 19-23 septiembre 1983, Roma 1984, 109. La CEE, en
cuanto a asistencia delegada de laicos al matrimonio, canon 1 1 12, nada ha establecido hasta
ahora sobre el particular.
acatólicos, y lo mismo pueden hacer los católicos en el matri
entre bautizados acatólicos 8 7 .

c) Lugar de celebración

450. El matrimonio debe celebrarse en la PARROQUIA en


de una parte o la otra tiene el domicilio o el cuasi domicilio
estancia de al menos un mes, o si se trata de vagos, en la parroquia
donde se encuentran de momento; sin embargo, con el permiso del
ordinario propio o del párroco propio el matrimonio puede cele.
brarse también en otro lugar (can. 1115), en O T R A IGLESIA u ORA.
TORIO u OTRO L U G A R conveniente (can. 1 1 18, 1.2).
el1
Así mismo el matrimonio entre una parte católica y otra no prei
católica bautizada debe celebrarse en la iglesia parroquia1 y, con
licencia del ordinario del lugar o del párroco, también en otra Pen
~ste
iglesia u oratorio (can. 1118, 55 1.3). En el caso de matrimonio I

entre una parte católica y otra no bautizada, se puede celebrar bien


en la iglesia, bien en otro lugar conveniente (5 3).
,..*
%'11

v"
b) Forma extraordinaria

451. La forma extraordinaria es posible cuando no se


tener al asistente competente sin incomodidad grave y, por cons
guiente, el consentimiento se intercambia sólo ante DOS TESTIGO
COMUNES. Se preven dos casos:
- en caso de peligro de muerte;
- fuera del peligro de muerte, con tal que se prevea prude
mente que se prolongará la misma situación al menos
un mes (can. 1116, Cj 1).

La incomodidad grave puede ser bien del asistente, que nb


puede dirigirse adonde se encuentran los esposos, bien de los espo-
sos, que no pueden dirigirse adonde se encuentra el asistente.
situaciones pueden darse especialmente en tierras de misión o
zonas de persecución.
L a previsión prudente de que la situación durará al menos un

*' UN.CRIST.,
Cf SECR. Dir. Ecum. Ad totam Ecclesiam, 15 mayo 1967, n. 49, en "A
59 (1967) 589; E V 2/ 1242.

432

l
mes debe deducirse de un estado de cosas que pueda ser constatado
,de informes recibidos.
En ambos casos previstos por el derecho para la forma extraor-
dinaria, si está disponible un sacerdote o un diácono que puede
estar presente, deberá ser llamado y, junto con los testigos, deberá
lon-
estar presente en la celebración del matrimonio (can. 1116, ¿j 2). Si
el ~acerdoteo el diácono están presentes, no actúan como asisten-
una tes, sino que su función es la de dirigir el rito religioso, bendecir a
~uia
10s esposos y garantizar la recta celebración del matrimonio. En la
del
*?le- hipótesis de que el sacerdote o el diácono llamado no viniera o ni
siquiera fuese llamado, será igualmente válida la celebración hecha
sólo ante los dos testigos comunes. Sin embargo, en caso de urgente
I peligro de muerte, como hemos visto, el sacerdote o el diácono
1 no presente, si es imposible recurrir al ordinario del lugar, puede dis-
con pensar de los mismos impedimentos de los que puede dispensar
~ttra este último (can. 1079, 5 2).
) nio

ien 452. Tanto si los contrayentes conocen la posibilidad de cele-


brar según la forma extraordinaria como si no, si celebran el ma-
trimonio en la forma civil, ante un oficial civil y un testigo, o al
menos ante dos personas que hagan de testigos, su matrimonio es
válido. La validez no depende de la forma civil, sino del hecho de
que el matrimonio consciente o inconscientemente, en las circuns-
tancias previstas por el derecho, se ha celebrado en la forma ex-
ede traordinaria. Aun cuando los esposos hubieran creído que su ma-
nsi-
30s
trimonio necesariamente contraído según la forma civil era inváli-
do, habría sido igualmente válido, puesto que, como hemos visto,
la duda o la opinión sobre la nulidad del matrimonio no excluye
necesariamente el consentimiento (can. 1100; cf n. 440). Basta que
hayan querido intercambiarse un verdadero consentimiento matri-
monial.
453. La Congregación para la disciplina de los sacramentos
?O
dio el 7 de diciembre de 1971 88 ciertas instrucciones a los ordinarios
del lugar sobre cómo y cuándo declarar de modo general que,
PO-
;tas donde se den las condiciones, el uso de la forma extraordinaria es
en lícito y válido para los fieles que residen en zonas determinadas
(por ejemplo, de gran extensión). Aunque ahora se admite la asis-
tencia cualificada por parte de un laico, varón o mujer, el ordinario
un del lugar que no considere oportuno darles la facultad para asistir
al matrimonio según la forma ordinaria puede hacer uso de dicha
9s''
88 Instr. Ad Sanctam Sedem. en EV 41 1338-1344.

433
facultad del año 197 1. El ordinario puede también asignar a uno o
varios laicos que hagan de testigos comunes de forma estable en lo
matrimonios celebrados con forma extraordinaria. Siguen
testigos comunes y no asumen la función de asistente, ya q
han sido autorizados a preguntar y a recibir el consefitimiento
las partes, sino sólo a estar presentes en el intercambio del con
timiento. Sin embargo, esos "fieles cualificados", que no se aña
a los testigos comunes, sino que forman parte del número de el
en la celebración, ejercen un ministerio eclesial, ya que impar
catequesis de preparación al matrimonio, procuran que la celebra-
ción tenga carácter sagrado y religioso, dirigen a 10s esposos una
exhortación durante la celebración y garantizan el registro del ma-
trimonio.

c) Destinatarios de la obligación de la forma canónica

454. La forma canónica, tanto ordinaria como extraordinaria,


tiene que ser observada, para la validez del matrimonio, si al meno§
una de las partes ha sido bautizada o ha sido acogida en la Iglesia
católica y no se ha separado de ella por un acto formal (cf n. 243),
salvo lo previsto por el canon 1127, 4 2, sobre la dispensa de la
forma canónica en los matrimonios mixtos (can. 1117).
El obispo diocesano, así como cualquier otro ordinario del
lugar, puede dispensar de la forma canónica a dos católicos sólo en
el caso de peligro urgente de muerte (can. 1079, 5 1); en todos los
demás casos sólo la Santa Sede (Congr. culto div. - disc. sacram.),
ya que no se puede aplicar el canon 87, 5 1 89. Así mismo en caso
de urgente peligro de muerte pueden dispensar el párroco, el minis-
tro sagrado legítimamente delegado o el que asiste al matrimonio
según la norma del canon 1116, €j2, si sólo se puede comunicar por
teléfono o telégrafo con el ordinario del lugar (can. 1079, $8 2.4).

d) Rito de celebración
m1
455. Fuera de los casos de necesidad, en la celebración del m4
matrimonio tienen que observarse los ritos prescritos en los libros
litúrgicos aprobados por la Iglesia o acogidos por costumbres legi- U P
timas (can. 1119). Las conferencias episcopales tienen facultad de
COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 1 agosto 1985, en "AASn 77 (1985) 771;
89 Cf PONT.
E V 91 1662. vlt
reparar su propio ritual del matrimonio -que debe ser recono-
o por la Santa Sede- según los usos de los lugares y de los
blos, conformes con el espíritu cristiano, pero quedando en pie
disposición de que sea el asistente al matrimonio el que pida
reciba la manifestación del consentimiento de los contrayentes
an. 1120). La CEI no ha creído necesario formular un ritual
io para Italia *.

ra- e) Registro
una
ma- 456. Una vez realizada la celebración del matrimonio, el pá-
rroco del lugar de la celebración o el que haga sus veces, aunque-no
haya asistido al matrimonio, debe anotar lo antes posible en los
registros de matrimonios los nombres de los cónyuges, del asistente
1' y de los testigos, el lugar y el día de la celebración, según el modo
prescrito por la conferencia episcopal o por el obispo diocesano
(can. 1121, 5 1). El Estado italiano reconoce los efectos civiles al
*matrimonio
I
canónico, a condición de que el acto de su celebración
iesia sea inscrito en los registros del estado civil, previa publicación en
!43), la casa-ayuntamiento, y que los esposos cumplan los requisitos de
[e la la ley civil sobre la edad y no haya ningún impedimento inderogable
civilmente. La transcripción puede efectuarse también posterior-
del mente, a petición de ambos contrayentes o de uno de ellos, con el
O en consentimiento y sin la oposición del otro, siempre que, los dos
S los hayan conservado ininterrumpidamente el estado libre desde el
\m.), momento de la celebración y sin perjuicio de los derechos de ter-
caso ceros 90.
inis- Cuando el matrimonio no se ha contraído ante e1 asistente en
onio los casos previstos por el derecho, el sacerdote o el diácono, si han
. por estado presentes en la celebración, y si no, los testigos junto con los
2.4). contrayentes, están obligados a informar al párroco y al ordinario
del lugar, lo antes posible, del matrimonio realizado (5 2).

* La CEE, de igual forma que la CEI, asume sin otras particularidades en el Ritual del
matrimonio las disposiciones generales de la edición típica romana (cf Ritual de los sacra-
del mentos, BAC, Madrid 1985).
bros 90 Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 38, 8 1, en
legí- "AAS" 77 (1985) 526-527. Los efectos civiles del matrimonio canónico en España son
1de reconocidos por el Estado a tenor del Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. VI, y
Código Civil, arts. 60, 61 y 80; en los mismos textos se reconoce la eficacia civil de las
resoluciones de los tribunales eclesiásticos sobre nulidad del matrimonio y de las decisiones
pontificias sobre matrimonio rato y no consumado. Este reconocimiento, por lo demás,
viene siendo tradicional en la legislación española.
Cuando el matrimonio se ha contraído con dispensa de la fama 90
canónica, el ordinario del lugar que concedió la dispensa tiene Que
procurar que la dispensa y la celebración se anoten en el libro de i
matrimonios, bien de la curia o bien de la parroquia propia de la
parte católica, cuyo párroco se haya encargado de la investigación
de estado libre; el cónyuge católico está obligado a informar lo
antes posible al mismo ordinario del lugar y al párroco, indican- .? P'
d o también el lugar de la celebración y la forma pública observa- ' dc
d a (5 3). Y
El matrimonio debe ser anotado también en el registro en el
que esté inscrito el bautismo de 10s cónyuges (can. 1122,§ 1).Si un
cónyuge no ha contraído matrimonio en la parroquia en que ha
sido bautizado, el párroco del lugar de la celebración debe transmi-
tir cuanto antes la notificación del matrimonio realizado al párro-
co del lugar en que se confiri6 el bautismo (5 2). Esta notificación
debe añadirse a las actas que preceden al matrimonio. La CEI, ya
antes de la promulgación del nuevo Código, había establecido que
la parte católica que contrajo un matrimonio mixto con la dispensa
de la forma canónica transmita el testimonio de la celebración
realizada a su propio párroco9'.
Siempre que un matrimonio se convalide en el fuero externo, o
sea declarado nulo, o haya sido legítimamente disuelto, excepto el
caso de muerte, el párroco del lugar de la celebración del matrirno-
nio debe ser informado oportunamente para que haga debidamen-
te la anotación en los registros de matrimonios y de bautismos
(can. 1123). Las sentencias de nulidad de matrimonio, hechas eje-
cutivas por decreto del órgano eclesiástico superior, se hacen efiCa-k
ces en la República italiana, a petición de las partes o de una de
ellas, por sentencia de la Corte de apelación 92 si, pronunciadas por
el tribunal eclesiástico competente, se les ha asegurado a las partes
el derecho de actuar y de oponerse en juicio de modo no discordan-
te de los principios fundamentales del ordenamiento italiano y si
concurren las otras condiciones requeridas para la declaración de
eficacia de las sentencias extranjeras.

9' Cf Normas del 25 septiembre 1970, en Noriziario CEI 1 11 1970, 200; E. CEI 113480;
Indicaciones pastorales del 20 junio 1972, en Notiziario CEI 71 1972, 106; E. CEI 114239.
92 Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 8, $ 2 ,
en "AAS" 77 (1985) 527.
17. Matrimonios mixtos

. Matrimonio mixto es el que se ha celebrado entre una


bautizada en la Iglesia católica o acogida en ella después

. ismo y que nunca se ha separado de ella por acto formal,


otra perteneciente a una Iglesia o comunidad eclesial que no está
énplena comunión con la Iglesia católica (can. 1124). ~ñ realidad,
la parte que, siendo católica, ha abandonado por un acto formal
la Iglesia católica (cf n. 423), sigue estando obligada a la legislación
matrimonial de la Iglesia católica (can. 11; 1059), pero queda ex-
presamente liberada de la forma canónica (can. 11 17). En efecto,
por lo que se refiere a la celebración del matrimonio, esa parte es
equiparada a los bautizados no católicos y nunca acogidos en la
Iglesia católica, que no están obligados a la legislación canónica
(can. 1124). A su vez, para la celebración del matrimonio de los
que han abandonado la fe católica de forma notoria, pero no con
un acto formal, el párroco debe consultar al ordinario, el cual, para
permitir el matrimonio, debe observar, con oportuna indicación, el
canon 1125 sobre las condiciones (can. 1071, €j2; cf n. 410).
.o el Teniendo en cuenta el peligro en que puede ponerse la reali-
mo- zación de la plena comunión de los cónyuges, este matrimonio
se prohíbe si se celebra sin LICENCIA de la autoridad competen-
te (can. 1124). Se trata de una prohibición sólo para la LICITUD
del matrimonio y no para su validez. Por tanto, no se trata de
un impedimento dirimente, como en el caso de matrimonio entre
una parte católica y otra no bautizada, del que ya hemos hablado
(cf n. 423).
-tes :
n- El matrimonio mixto, dado que es entre dos partes bautizadas,
y si
ks un verdadero y propio sacramento; sin embargo, aunque no está
i de prohibido con un impedimento dirimente, ya que con él los dos
cónyuges pueden alcanzar una cierta comunión espiritual por la fe
4 que tienen en común, sólo se permite con ciertas cautelas, puesto
que no hay plena identidad y comunión de fe.
l
La disciplina de la que vamos a tratar, como ya hemos señalado,
vale también para los matrimonios entre una parte católica y otra
480; no bautizada (can. 1129).
239.
§ 2,
4
b) Declaración y promesa de la parte católica

458. El ordinario puede conceder la licencia sólo si existe u


causa justa y razonable y si la parte católica ha hecho las declar
ciones y promesas requeridas (can. 1125).
La causa justa y razonable que se exige es el bien espiritua
las partes interesadas, como la fundada esperanza de que la
acatólica se convierta, de manera que los dos esposos puedan
zar entre si la comunión plena, o bien la única ocasión de eje
del derecho al matrimonio, o la necesidad de sanar una situació
de concubinato, de legimitar la prole, etc.
La parte católica debe:
- declarar que está dispuesta a alejar los peligros de aband
nar la fe;
- prestar una promesa sincera de que hará todo lo pos&
según sus propias fuerzas, para que toda la prole se bauti
y sea educada en la Iglesia católica (can. 1125, 5 1).

Estas dos obligaciones ligan en conciencia a la parte católic


pero de forma diversa: la obligación de conservar la fe es absoluta,
ya que depende sólo de su voluntad, mientras que la que se refiere 1
al bautismo v a la educación de la mole no tiene el mismo carácter 1
absoluto, y á q u e su actuación puede verse impedida por factores
externos (oposición por parte del otro cónyuge, contraste con las
leyes civiles, costumbres sociales, etc.), y por tanto se le exige a la,
parte católica sólo que haga lo que pueda según sus fuerzas; ade-
más, la obligación en sentido estricto se refiere sólo a la prole que
nazca del matrimonio; sin embargo, el compromiso, aunque no.
bajo condición, se extiende también a la prole que haya nacido
eventualmente antes del matrimonio.
Antes de que se presten estas promesas, la parte no católica
debe ser oportunamente informada de ellas, de modo que conste
que es verdaderamente consciente de las obligaciones de la parte
católica (can. 1125,2.Q). Si la parte acatólica se muestra indiferente
o consiente, puede darse la licencia; pero si, aun dejando libre a la
parte católica en la práctica de su fe, no acepta que la prole sea
bautizada y educada en la Iglesia católica, la licencia sólo podría
darse por causas graves (por ejemplo, si en el caso de negar la
licencia la parte católica se viera privada de la única ocasión de
contraer matrimonio, y por tanto del derecho natural al matrimo-
,,,o, o bien si se derivase de allí un detrimento espiritual por el
ligro de incontinencia, etc.).
una Dada la posible concepción distinta sobre el matrimonio por
ira- rte de los acatólicos, ambas partes, incluso la acatólica, tie-
que ser instruidas sobre los fines y las propiedades esenciales
de. matrimonio, que ninguno de los dos cónyuges debe excluir
rte (can. 1125, § 3).
.(i-- Las conferencias episcopales deben determinar mediante decre-
;:o to tanto el modo con que han de hacerse las promesas que siempre
ión ,e requieren como las modalidades por medio de las cuales conste
de ellas en el fuero externo y que la parte no católica sea informada
de ellas (can. 1126). La CEI, ya antes del nuevo Código, ha estable-
cido que las declaraciones y las promesas de la parte católica se
hagan por escrito ante el ordinario del lugar o un delegado suyo,
que puede ser el párroco, que las pondrá en conocimiento de la
,le, parte acatólica 93.
ice Deberá ser interés constante de los ordinarios del lugar y de los
demás pastores que al cónyuge católico y a los hijos no les falte
nunca la ayuda espiritual necesaria para el cumplimiento de sus
ca, obligaciones de conciencia. Deberán ayudar, además, a los esposos
ta, en el desarrollo de la vida conyugal y familiar (can. 1128).
:re
ter
res c) Forma de celebración
las f
la 459. Generalmente, también el matrimonio mixto debe cele-
i y- Grarse según la forma canónica; sin embargo, según norma del
e canon 1127, se admiten excepciones.
3o
Si la parte católica contrae matrimonio con una parte no cató-
lica de rito oriental, la forma canónica debe observarse sólo para la
licitud del acto; para la validez se requiere la intervención de un
ministro sagrado (5 l), entendiéndose por tal cualquiera que, en
la Iglesia católica o en la acatólica de rito oriental, sea obispo o
presbítero o diácono. Se requiere la intervención, es decir, una pre-
sencia no necesariamente activa, de ese ministro sagrado, que no

?a 93 Cf Normas del 25 septiembre 1979, en Notiziario CEI 1 1 / 1970, 199; E. CEI 1 / 3478;
23 Indicaciones pastorales del 20 de junio de 1972, en Notiziario CEI 7/ 1972, 106; E.CEI
!a 114237. La CEE, de igual manera que la CEI, ha establecido sobre matrimonios mixtos
parecidas disposiciones referentes a las declaraciones y promesas por escrito, mofivos de la
r:
>-
I dispensa de la forma canónica y otros extremos (lacr DG 1984, art. 12,3, y "Normas de la
CEE para la aplicación en España del M. p. Matrimonia mixta': 25 enero 1971).
tiene obligación de pedir y recibir el consentimiento, como . 4
L

prescrito para el asistente en la forma canónica ordinaria. Quedan ordi


a salvo todas las demás normas que deben observarse según el deri.
derecho para la celebración válida y licita. . -. grat
Dado que la obligación de la forma canónica nace de una ley pon'
puramente eclesiástica, en el caso de que en un matrimonio entre (can
una parte católica y una no católica hubiera dificultades para la ob - -
servancia de la misma, el ordinario del lugar de la parte católica
consultado el ordinario del lugar de la celebración del matrimo:
nio, puede dispensar de ella en cada caso, debiéndose observar, sin
embargo, para la validez, una forma pública de celebración. Esta
forma pública debe ser apta para probar jurídicamente la celebra.
ción realizada del matrimonio. Puede adoptarse entonces la forma
religiosa que se sigue en la comunidad o religión de la parte acató-
lica o bien la celebración según la ley civil, según lo que crea
oportuno el ordinario del lugar. La conferencia episcopal debe es.
tablecer ciertas normas según las cuales se conceda uniformemente
la dispensa (8 2). La CEI ya antes del CIC 1983 dispuso que la li-
cencia se concediera sólo por.motivos graves, alejado el escándalo
(por ejemplo, parentesco o vínculos especiales con el ministro aca-
tólico; resistencia fundada de la parte acatólica a la celebración 1
canónica) 94.
Si el matrimonio se celebra según la forma canónica, se prohíbe,
tanto antes como después de esta celebración, otra celebración
religiosa del mismo matrimonio para la prestación o la renovación
del consentimiento matrimonial. Se excluye también una celebra- 4
ción religiosa en la que el asistente, simultáneamente con el ministro -
no católico, actuando cada uno'según su propio rito, pidan el con-
sentimiento de las partes (§ 3). -

9.18. Celebración secreta del matrimonio

460. Por causa grave y urgente, el ordinario del lugar puede


permitir que el matrimonio se celebre en secreto (can. 1130).
Este permiso supone que las investigaciones prematrimoniales
se hayan hecho secretamente y que el ordinario del lugar, el asis-
tente, los testigos y los cónyuges observen el secreto en torno a la
celebración del matrimonio (can. 1131).
94 Cf Norma del 25 septiembre 1970, en Notiziario CEI 1 1 1 1970, 199; E.CE1 113479;
Indicaciones pastorales del 20 junio 1972, en Notiziario CEI 1 11 1970, 105; E. CEI 114238.

440
‘z,tá Sin embargo la obligación de observar el secreto por parte del
!m del lugar cesa si a causa de la observancia del mismo se
el eriva~eel peligro de un escándalo grave o una ofensa también
ave a la santidad del matrimonio. El ordinario del lugar debe
ner al corriente sobre esto a las partes antes de la celebración
1 !ey
'ntre
ob- El matrimonio celebrado de este modo deberá anotarse sólo en
.a, un registro especial que hay que conservar en el archivo secreto de
O- la curia diocesana (can. 1133).
-~in
'ta
bra- 1 . 9 . Efectos del matrimonio
rn-ia
ató- f 461. Los efectos relativos a los C ~ N Y U G E Sson:
más
: es-
I - el vínculo perpetuo y exclusivo;
- la fuerza y la cuasi consagración del sacramento;
:nte - iguales derechos y deberes para todo lo que se refiere al
a li- *m
consorcio de la vida conyugal;
la10 - el derecho-deber gravísimo y primario de procurar con todas
ica- N sus fuerzas la educación física, social, cultural, moral y re-
:ión
ligiosa de la prole (cáns. 1134-1136);
- la paternidad del que es indicado como padre por las nup-
cias legítimas, a no ser que se pruebe lo contrario con argu-
mentos evidentes (can. 1138, 5 1).
3-1

462. Los efectos relativos a la PROLE son:


stro
- la legitimidad de los hijos concebidos o nacidos del matri-
an-
moni6 válido o putativo (can. 1137);
- la presunción de legitimidad de los hijos nacidos cuando
han pasado al menos ciento ochenta días de la celebración
del matrimonio o no han pasado aún trescientos días de la
disolución de la vida conyugal (can. 1138, 5 2);
ede - la legitimación de los hijos ilegítimos por medio del siguiente
matrimonio válido o putativo de los padres; esta legitima-
ción puede hacerse también por medio de rescripto de la
des Santa Sede (can. 1139);
sis- 1 - los hijos legitimados, para los efectos canónicos, se equipa-
3 la
ran en todo a los legítimos, a no ser que el derecho establez-
ca otra cosa (can. 1140).
9.20. Separación de los cónyuges

a) Disolución del vinculo

a) Matrimonio rato y consumado

463. Hay que partir de un principio firme: el matrimonio r


y consumado, celebrado entre dos bautizados, no puede ser
suelto por ninguna potestad humana y por ninguna causa, más qu
por la muerte (can. 1141). Al hacer esta afirmación, la Iglesia d
una interpretación auténtica declarativa del DERECHO DIVINO pos
TIVO. De manera auténtica, es decir, con autoridad, la Iglesia de-
clara que no tiene ningún poder sobre aquellos matrimonios que
realizan la plenitud del signo saeramental y que por derecho divino
positivo gozan de la indisolubilidad incluso extrínseca y no sólo
intrínseca (cf n. 403).
En cuanto a la cualificación teológica, aunque no puede
que el concilio de Trento llegó a una definición dogmátic
embargo, la indisolubilidad del matrimonio sacramental consuma-
do debe considerarse como perteneciente al patrimonio de

b) Matrimonio no consumado

464. Respecto a los matrimonios ratos y no consumados entre


bautizados y a los matrimonios contraídos entre una parte bautiza-
da y una parte no bautizada y no consumados, la Iglesia se reconoce
a sí misma con autoridad para disolverlos. En efecto, el romano
pontífice, por una causa justa, a petición de ambas partes o de una
sola de ellas, incluso contra la voluntad de la otra, puede disolver 1) Matrim
con un acto administrativo esos matrimonios (cáns. 1142; 1697; "' entre dc
1698), después que normalmente se haya seguido el procedimiento
establecido por los cánones 1699-1706, que figura en la carta circu-
lar Congregatio pro sacramentis, de la Congregación de sacramen-
tos, con fecha del 20 de diciembre de 198697.

Cf Ses. XXIV, Decr. de sacr. matr., can. 7, en D S 1807; COD, 754.


95
CONGR.DOCTR.FE, Carta al prof. Carlos Curran del 25 julio 1986, en "AAS" 79
96
(1987) 117.
97 Cf E V 101 1012-1044.
El matrimonio entre bautizados, si no se ha consumado -aun-
ue haya sido contraído válidamente y, por tanto, haya surgido ya
4
como sacramento, dotado de una indisolubilidad intrínseca-, no
ha alcanzado la plenitud de signo sacramental y, por tanto, no está
dotado de la indisolubilidad extrínseca. Por esta razón el romano
Pontífice, en virtud de la plenitud de potestad de que ha sido inves-
tido por Cristo para su oficio de pastor supremo de toda la Iglesia,
por el bien de las almas, puede disolver ese matrimonio.
:to En virtud de esa misma potestad, el romano pontífice puede
di- disolver con mayor razón el matrimonio no consumado contraído
!'.le entre una parte bautizada y una no bautizada, en cuanto que ese
$'

iI-
. LI
a
4-
1 no es sacramento ni está dotado de la indisolubilidad
extrínseca, aunque lo esté de la intrínseca.
En ambos casos se trata de una DISPENSA DE LA LEY DE LA
JNDISOLUBILIDAD,que intrínsecamente, por derecho divino natu-
ral, afecta a tales matrimonios. El romano pontífice, lo mismo que
puede interpretar auténticamente la ley divina natural, también
puede dispensar de ella cuando se trata de preceptos secundarios
rse de la misma. Podemos decir que el precepto primario de la ley
sin natural es que el matrimonio sea un consorcio íntimo de toda la
ia- vida entre el hombre y la mujer, ordenado por su naturaleza al bien
96
de los cónyuges y a la procreación y educación de la prole. De este
precepto primario nunca podrá dispensar nadie, ni siquiera el ro-
mano pontífice. El precepto de la indisolubilidad, sin embargo, es
un precepto secundario, cuya observancia se requiere para que se
realice eficazmente el precepto primario. Al ser precepto secunda-
rio, puede ser dispensado en algunos casos y si se verifican deter-
minados presupuestos. Para la relación entre la esencia del matri-
monio y las propiedades esenciales del mismo cf n. 397.

1) Matrimonio rato y no consumado


entre dos partes bautizadas
465. Si surge alguna duda sobre la validez del matrimonio, lo
cual es frecuente porque la inconsumación podría provenir de im-
potencia, el obispo de la diócesis en que tiene domicilio o cuasi do-
micilio la parte solicitante puede aconsejar o la vía judicial de la
declaración de nulidad o bien la vía del procedimiento por dispensa,
que es siempre más breve (cf can. 1699, tj 1). Una vez terminada la
instrucción, ordenada por el obispo competente, del procedimiento
para la dispensa, el mismo obispo transmite las actas de la misma,
junto con su voto, a la Congregación del culto divino y de la dis
ciplina de los sacramentos, que decidirá si someter o no la
al romano pontífice (cáns. 1699, 5 1; 1704, 5 1; 1705, 5 1
cf n. 736). Pero si aparece cierta la invalidez, entonces no hay
opción que introducir la causa de nulidad, dado que no se
pedir la disolución de un vínculo que no existe (cf cáns. 167
1691).
No basta el mero hecho de la inconsumación para la disoluci
del matrimonio; se necesita una CAUSA JUSTA (can. 1698,
decir, el hecho de que no se puede proveer al bien espiritua
dos cónyuges más que con la dispensa pontificia. La causa justa
puede ser la de eliminar toda disidencia entre los dos cónyuges y,
irremediablemente separados; quitar todo peligro de escándalo; re-
gularizar un matrimonio atentado civilmente que no pued
disuelto moralmente, dado que hay hijos; evitar la ocasión
continencia del cónyuge inocente, etc.
Una vez concedida la dispensa pontificia, ambas partes cuy6
vínculo ha quedado disuelto pueden pasar a nuevas nupcia
ser que en el rescripto de la dispensa se ponga una CLAUSULA para
una u otra parte, a cuyo cumplimiento se subordine la celebración
del nuevo matrimonio. La cláusula puede añadirse bajo forma de ste
deseo de la Santa Sede para la licitud del nuevo matrimonio, como, E
por ejemplo, que la parte ligada por la cláusula haga comprobar
OS
por un médico su idoneidad para realizar rectamente la cópula
conyugal, o bien bajo forma de promesa de realización de la misma avo
en el futuro matrimonio atendiendo a las exigencias de la mo hech
cristiana. La cláusula puede añadirse también bajo forma de pro abar
bición, especialmente cuando la causa de la inconsumación ha si que .
un defecto físico o psíquico grave pero sanable. La parte interesa
puede pasar a nuevas nupcias sólo cuando se ha comprobado que
ha desaparecido la causa del fallo en la consumación.
i) l

Hay que tener,presente que la dispensa pontificia nunca se ha 4


definitiva; por eso, si ha sido obtenida por falsos testimonios sobre partt
la inconsumación, siendo así que ha habido consumación, el mat ese n
monio sigue en pie; por eso, en cualquier momento, si se probas 1
la falsedad de las pruebas y la consumación del matrimonio ante: paul:
rior, las segundas nupcias serían nulas por impedimento del víncu- baut
lo. Además de estar expuestas a este hecho, las partes que engañan aunq
en sus declaraciones son moralmente culpables de falsedad y de legio
atentar contra el matrimonio sabiendo que están impedidas por un - * 2
vinculo anterior.
444
,. 2) Matrimonio no consumado entre una parte bautizada
S-
.*a
'
y otra no bautizada
4'4;
.S
466. La dispensa pontificia se produce siguiendo el mismo
:de
S

procedimiento que para los matrimonios ratos y no consumados


;P- (cans. 1697-1706). La inconsumación debe probarse desde el mo-
mento de la celebración de las nupcias y no sólo desde el momento
, .
del bautismo eventual por parte del cónyuge antes no bautizado.
La dispensa por inconsumación no está sometida a los límites
2s
19s Y a los requisitos de la dispensa concedida por privilegio de la fe;
sin embargo, dada la dificultad que a menudo se encuentra para
-:a

ya
y-
"tr
7
. -
I probar la inconsumación, el ordinario del lugar que recibe y exa-
mina la súplica puede permitir o aconsejar el camino de la dispensa
por privilegio de la fe.
rl-

c) Privilegio paulino en favor de la fe

467. La cuestión de la disolución del matrimonio contraído


entre dos partes no bautizadas en favor de la fe de la parte que ha
recibido el bautismo se le planteó ya al mismo san Pablo, que trató
este asunto y le dio solución en 1Cor 7,12- 16.
PO,
:ar
El canon 1143, 5 1, dispone que el matrimonio contraído entre
i! ia dos partes no bautizadas se disuelve por el privilegio paulino en
ma favor de la fe de la parte que ha recibido el bautismo, por el mismo
ral hecho de que ésta contraiga un nuevo matrimonio, con tal que sea
' i- abandonada por la parte no bautizada. El ordinario del lugar es el
que tiene la competencia en todo este procedimiento.

1) Condiciones para la validez del nuevo matrimonio


468: El matrimonio se disuelve por el mero hecho de que la
parte bautizada contrae nuevo matrimonio; sin embargo, para que
ese matrimonio sea válido se requieren tres condiciones:
ise
te-
1) La primera condición para que pueda invocarse el privilegio
paulino es que una parte reciba el BAUTISMO (can. 1143, § 1). Si el
:u- 1
bautismo se recibiera válidamente en una comunidad no católica,
an
S."
de ' aunque en línea de principio no se excluye la aplicación del privi-
legio paulino, sin embargo no está prevista en el Código.
2) Como segunda condición se requiere la S E P A R A C I ~ Nde la
parte no bautizada respecto a la que se bautiza. Según el derech
se juzga que esa parte se separa si no quiere cohabitar con la pan
bautizada o cohabitar pacíficamente sin ofensa del Creador: no
trata siempre y solamente de un alejamiento físico. La parte pagan
no cohabitaría pacíficamente si con su comportamiento provoc
a la parte bautizada continuas dificultades, de las que nacer
discordias por causa de la fe, o bien si impidiera a la parte bautiza
vivir según el bautismo. En estos casos se tendría un alejamiento
moral, aunque no físico, de la parte pagana, ya que obstaculizarí
la unión íntima que debe realizarse en el matrimonio entre los do
cónyuges. Sin embargo, la parte que se bautiza no debe haber dado té:
a la parte pagana un motivo justo para alejarse, después de haber se
recibido el bautismo: el culpable no puede invocar ningún privilegio
(cáns. 1143, 5 2; 1146, 2.0). Pl
a
Además, el alejamiento no es preciso que ocurra necesariamente ca
después del bautismo de la otra parte, por motivo de SU conversión, d€
Pero aunque el alejamiento se haya producido antes por una razón d2
distinta de la fe, se supone que perdura sea por la razón que sea, ra
Sin embargo, el motivo más frecuente de alejamiento es el bautismo P;
de la otra parte. b;
3) Tercera condición es que haya habido una INTERPELAcI~N 4
de la parte no bautizada sobre sus disposiciones de ánimo, o sea,
sobre si quiere recibir también ella el bautismo, o si por lo menos
consiente en cohabitar pacíficamente con la parte bautizada sin
ofensa del Creador (can. 1144, 3 1).
L a interpelación debe hacerse regularmente por autoridad del
ordinario del lugar del cónyuge convertido, delante de él o de una
persona delegada por él. Es válida la interpelación hecha en privado
por la parte convertida, es decir, sin autorización del ordinario del
lugar; es también lícita si no puede observarse la forma prescrita
(can. 1145, $4 1.2).
D e todas formas, para asegurar la validez del nuevo matrimo-
nio, siempre que se haya omitido la interpelación sin dispensa
previa, hay que recurrir a la Santa Sede, ya que -si el matrimonio
n o se disolviera por el privilegio paulino- podría serlo, si el caso
lo permite, directamente por el papa.
L a interpelación debe hacerse después del bautismo, pero el
ordinario-del lugar, por una causa grave (por ejemplo, único medio
para la conversión o la salvación), puede permitir que se haga antes
del bautismo, y puede incluso dispensar de la interpelación, tanto
antes como después del bautismo, con tal que por un procedimien-
.,2ho o, al menos sumario y extrajudicial, conste que no puede hacerse
?rte que sería inútil (can. 1144, 5 2). La interpelación normalmente
' 9 se debe hacerse después del bautismo, de modo que no se subordine
+na la recepción del mismo a la voluntad o no de la otra parte de querer
'case o no seguir cohabitando pacíficamente y sin ofensa del Creador.
- rían La interpelación debe considerarse imposible o inútil cuando no es
.-ada posible encontrar o acercarse ni oralmente ni por escrito a la parte
'rito no bautizada, o cuando ella no pudiera responder, por ejemplo,
ría por grave enfermedad mental.
90s Si para la respuesta a la interpelación el ordinario ha fijado un
ando término dentro del cual responder, ya que de lo contrario el silencio
;ber se interpretaría como respuesta negativa (can. 1145, €jl), si la res-
kgio puesta tuviese que llegar después de que la otra parte ha pasado ya
a nuevas nupcias, éstas no se disuelven nunca, ya que incluso en el
': :.:nte caso de que la parte interpelada se hubiera hecho bautizar, o bien
.,
:.!on. demostrase que en el momento del matrimonio había sido bautiza-
,-<zón ' da, el matrimonio podría ser disuelto por el romano pontífice como

sea. rato pero no consumado; en efecto, con el bautismo de ambas


1.
7 partes el matrimonio anterior se haría rato, pero como después del
bautismo no se habría realizado la cópula, sería no consumado.

-
j
Tea,
:nos
sin

del
S

a
2) Derechos de la parte bautizada
469. Si la otra parte respondió negativamente a la interpela-
ción o ésta fue omitida legítimamente, y si -interpelada o no- se
11 qa
separó sin causa justa, cumplidas todas las demás condiciones re-
queridas, la parte bautizada tiene derecho a contraer nuevas nup-
40
cias pero sólo con parte católica (can. 1146). Sin embargo, el or-
3 del
mifa dinario del lugar, por causa grave, puede conceder el matrimonio
también con parte no católica, bautizada o no, salva la observancia
de las normas relativas a los matrimonios mixtos (can. 1147). La
.?-a()- causa grave puede ser el escaso número de católicos en la región, el
:r:sa concubinato en acto, el estado de gravidez de la mujer, etc.
onio
c2so
3) La duda sobre los presupuestos
- o el del privilegio de la fe
:dio
intes 470. En caso de duda, el privilegio de la fe goza del FAVOR
anto DEL DERECHO (can. 1150). Esto significa que, cuando hay duda
ricx- sobre los presupuestos necesarios para gozar del privilegio de la fe,
el derecho favorece y permite el uso de este privilegio. Sin em
hay que tener siempre presente que las hipótesis a las que p
dar origen la materia dudosa no deben caer en el caso de matri
nio rato y consumado. Porque entonces, el matrimonio no pue
disolverse en ningún caso. Por tanto, las hipótesis deben rec
sobre casos comprendidos en la plenitud del poder que tiene
Iglesia en materia matrimonial.
Si después del uso del privilegio se descubriera que el pr
puesto fallaba efectivamente, las nuevas nupcias contraídas no
ben considerarse nulas. Lo serían tan sólo si resultase que el mat
monio anterior, que debería haberse disuelto por privilegio de la
fuera rato y consumado.

d) Bautismo del polígamo o de la mujer


con varios maridos
471. Un no bautizado que tenga simultáneamente varias
jeres no bautizadas, después de haber recibido el bautismo en
Iglesia católica, a pesar de lo que las legislaciones civiles pued
establecer sobre la definición de mujeres legítimas y de conc
de un polígamo, si le resulta gravoso seguir viviendo con la pri
mujer, que desde el punto de vista de la ley natural debe consid
rarse como única mujer legítima, puede quedarse con una de las
otras mujeres, licenciando a todas las demás (can. 1148, ¿j1
mismo vale para la mujer no bautizada que tenga al mismo ti
varios maridos no bautizados. El ordinario del lugar es el que ti
competencia en este procedimiento.
Una vez elegida una mujer y licenciadas las otras, permanece
obligación por parte del polígamo de proveer de forma suficien
según justicia, caridad cristiana y equidad natural, a las necesi
de la primera mujer y de las demás licenciadas. El ordinario, te-
niendo presente la situación moral, social y económica de los luga-
res y de las personas, debe preocuparse de que se cumpla esta
obligación (can. 1148,¿j 3). La obligación puede cumplirse también
permitiendo que las mujeres repudiadas sigan viviendo en la casa
del convertido, si están dispuestas a vivir no como esposas y si se
evita todo peligro de pecado y de escándalo.
Una vez elegida la mujer, el matrimonio después del bautismo
debe contraerse en la forma canónica, observando, si es necesario,
las disposiciones sobre los matrimonios mixtos y todo lo que debe
observarse por ley (can. 1148, ¿j 2).
448

.
' "9
Bautismo de la mujer de un polígamo
472. Si se bautiza la primera mujer legítima del polígamo, que
e: ue siendo no bautizado, puede seguir conviviendo con el políga-
.:?er , puesto que ella usa legítimamente del matrimonio, con tal de
-, 1
la e no exista en ella peligro de perversión ni en la comunidad
cristiana peligro de escándalo. Si ese peligro se hiciera actual, per-
manece en la mujer la facultad de usar el privilegio de la fe, después
jlJ-
- haber interpelado al marido, ordenándole licenciar a las demás
de
mujeres o concubinas.
il-
: fe, Cualquiera de las otras mujeres, al ser concubinas por no ser la
@mera mujer legítima, sólo podrían ser admitidas al bautismo si
se separan del poligamo. Pueden también ser admitidas al bautismo
y permanecer en casa del polígamo si éste, convirtiéndose, no vive
va con ellas conyugalmente. Naturalmente, esa mujer es siempre
íibre de casarse con otro, porque nunca ha estado ligada por-un
matrimonio válido.
niu-
n la
dan f) Imposibilidad de restaurar la cohabitación
'r as
iera 473. Una persona no bautizada que recibiera el bautismo en
ide- la Iglesia católica y que luego, por causa de prisión o de persecu-
1 ción, no pudiera restaurar la cohabitación con el cónyuge no bau-
las
Lo tizado, puede contraer otro matrimonio, aun cuando entre tanto la
nP0 1 otra parte haya recibido el bautismo (can. 1149).
lene El matrimonio puede ser disuelto, aun cuando ambas partes
hayan sido bautizadas, ya que, al presumirse que no ha habido
c la consumación después del bautismo, ese matrimonio debe conside-
nte, rarse rato pero no consumado. En todos los casos es competente el
ides ordinario del lugar, de manera análoga a aquellos en que se puede
te- usar el privilegio paulino (cf n. 467).
, ya- : El nuevo matrimonio, después de haber recibido el bautismo,
..-ta debe contraerse en la forma canónica, observando, si es necesario,
> ién
las disposiciones para los matrimonios mixtos.
asa

g) Disolución del matrimonio del que al menos una


de las partes no está bautizada
rio,
r- be 474. Puesto que el matrimonio natural válido se convierte en
sacramento en el momento en que las dos partes se bautizan, si no
ha sido consumado después del bautismo, puede ser disuelto
romano pontífice (can. 1142).

475. El romano pontífice puede disolver también en fav


la fe (privilegio petrino) todos los matrimonios naturales. La d
lución puede pedirse tanto si las dos partes no estaban bautiz
das en el tiempo de las nupcias ni intentaban recibir el bauti
como si una estaba bautizada y la otra no; tanto si pide la diso
ción la parte bautizada como la no bautizada. NO debe ha
habido consumación del matrimonio después del bautismo de
parte no bautizada; la parte no bautizada O bautizada fuera de
la Iglesia católica en el nuevo matrimonio debe dejar en libertad,
la parte católica para profesar su propia fe y bautizar y educar
católicamente a sus hijos 98.
L a diferencia con los casos del privilegio paulino, de la PO
mia y del caso previsto por el canon 1149 consiste en el hecho
que, mientras que en estos tres casos la disolución del vincul
posible a nivel local, es decir, los ordinarios del lugar tienen potes-
tad para verificar las condiciones para la disolución ipso iure, en
los otros casos la disolución del vínculo natural está reservada al
romano pontífice, en virtud de su potestad suprema. La instrucción
de la causa es hecha por el ordinario del lugar o por un juez dele-
gado por él, el cual transmite la petición junto con las actas a la
Congregación para la doctrina de la fe, la cual decide si hay que
presentar la petición al papa o no (cf n. 736). -7

1(
b) Separación permaneciendo el vínculo .f
.<t

'O'
476. Los cónyuges tienen el deber y el derecho de mantener la d(
convivencia conyugal y sólo la pueden romper por una causa le&
tima (can. 1151).
L a primera causa es el adulterio de una de las dos partes. En
este caso, la parte inocente, preocupada por el bien de la familia, 9 e

debe perdonar con caridad a la parte culpable. Sin embargo, si i

n o lo hiciera expresa ni tácitamente, puede disolver la convivencia


conyugal, a no ser que haya consentido en el adulterio, o haya sido :a:
la causa, o haya cometido adulterio ella misma (can. 1152, fi 1).El
perdón se entiende concedido tácitamente si el cónyuge inocente,
-S€
CC
98 Cf CONGR.DOCTR. FE, Inst. Ut notum est, 6 diciembre 1973, y Normas procedurales
Processum concessionis, 6 diciembre 1973, en E V 412730-2774. *vi
espués de conocer el adulterio, sigue espontáneamente la convi-
encia con el otro cónyuge con afecto marital. A su vez, el perdón
presume si durante seis meses se ha mantenido la convivencia
nyugal sin haber recurrido a la autoridad eclesiástica o civil
2). En efecto, el cónyuge inocente que ha roto la convivencia
ontáneamente puede proponer en el plazo de seis meses la causa
e separación a la autoridad eclesiástica competente, la cual, des-
S de examinar todos los hechos concomitantes, debe valorar si
cónyuge inocente podrá ser inducido a perdonar la culpa del
tro cónyuge y a no hacer definitiva la separación (5 3).
? de "
Un segundo motivo previsto para la legitimidad de la ruptu-
id a de la convivencia se presenta cuando uno de los cónyuges cau-
ucar un grave peligro espiritual o físico al otro o a la prole, o bien
hace demasiado difícil la vida común. La separación es sanciona-
liga- d a por decreto del ordinario, pero si el retraso puede provocar
una situación de peligro, basta la decisión de la parte inocente
(can. 1153, 5 1).
De todas formas, si la causa de la separación llegara a cesar, ha
:en 'de restaurarse la convivencia conyugal, a no ser que la autoridad
a al , eclesiástica haya establecido otra cosa (can. 1153, 5 2).
ción--
lele- Una vez decretada la separación, hay obligación de pro-
a la veer oportunamente al debido sustento y educación de la prole
que (can. 1154).
-S
Si la causa de separación se presenta al tribunal eclesiástico,
,hay que seguir el procedimiento establecido en los cánones 1692-
t 1696.

El cónyuge inocente puede admitir de nuevo loablemente al


:r la .otro cónyuge a la vida conyugal; en este caso renuncia al derecho
egí- de separarse (can. 1155).

En
ília, 9.21. Convalidación del matrimonio
1, si
*icia
,Ido a) Convalidación simple
. El
-te, 477. Como hemos visto, la celebración del matrimonio puede
ser inválida, es decir, no tener la eficacia de producir el vínculo
conyugal, o por la presencia de un impedimento dirimente, o por
vicio en el consentimiento, o por un defecto de forma.
Cuando se verifican estas situaciones el matrimonio puede se, dos
convalidado. sen
tier:
el c
a) Impedimento dirimente a4U
478. Para convalidar un matrimonio inválido por impedimen-
to es necesario que éste haya cesado O que haya sido dispensado y
que el consentimiento se renueve al menos por la Parte consciente
del impedimento (can. 1156, $ 1). De SUYO no seria necesario reno-
var el consentimiento si éste se dio sin vicios pero aunque las partes
no hayan revocado nunca el consentimiento inicial, por disposición
de derecho eclesiástico lo deben renovar para la validez de la con.
validación ($ 2). La renovación del consentimiento debe ser un
nuevo acto de voluntad en orden a un matrimonio que, quien
renueva el consentimiento, sabe o duda de que haya sido inválido esa
desde el principio (can. 1157). obl:
req.
Para saber quién y cómo tiene que renovar el consentimiento, De
hay que considerar la naturaleza del impedimento. En el caso de nue
impedimento: pre:
- público, es decir, que puede ser probado en el fuero externo,
el consentimiento debe ser renovado por las dos partes en la ralr
forma canónica, salvo lo que está previsto para los matri- fori
monios mixtos en el canon 1127, $ 2 (can. 1158, $ 1); cior
- oculto, es decir, que no puede ser probado, basta con que el cat¿
consentimiento sea renovado privadamente y en secreto, o con
sólo por la parte consciente del impedimento, con tal que la
otra persevere en el consentimiento ya inicialmente prestado,
o bien por las dos partes si el impedimento es conocido moi
tanto por el uno como por el otro cónyuge (5 2). una

b) Vicio del consentimiento


,
479. En este caso es el mismo derecho divino el que requiere
que sea renovado el consentimiento, en cuanto que el consenti- vali
miento es la causa eficiente del matrimonio. El defecto de consen- la a
timiento se puede producir o porque éste ha faltado por completo,
o porque h a faltado uno de sus requisitos esenciales, sea en uno de
los esposos o en ambos.
e Ser os Partes, tiene que ser renovado también por las dos. Si el con-
:*timiento faltó o estuvo viciado tan sólo en una de las partes,
ene que ser renovado por esta parte, con tal que en el otro perdure
1 consentimiento prestado inicialmente (can. 1159, 5 1). También
quí hay que distinguir si el vicio del consentimiento es:

imen-
- oculto: basta con que la parte que no consintió preste el
consentimiento privadamente o en secreto (5 2);
ado y
:iente
- público: es necesario que el consentimiento se preste en la
forma canónica (5 3).
reno-
'artes
ición
*

11 con-
f c) Vicio de forma
2r un 480.
La forma canónica puede haberse omitido por completo,
~uien scogiendo una forma distinta, por ejemplo, la civil cuando se está
,alido
bligado a la canónica; o bien sólo en parte, si ha faltado algún
:quisito esencial, como, por ejemplo, la delegación al asistente.
unto, )e todas formas, según el canon 1160 se requiere siempre una
so de ueva celebración del matrimonio en la forma legítima, salvo lo
rescrito para los matrimonios mixtos (can. 1127, 5 2).
1 erno, En el caso de que la renovación del consentimiento fuera mo-
en la dmente imposible y la invalidación dependiera sólo de un vicio de
natri- lorma, se puede seguir la vía de la sanación en la raíz. Estas situa-
ciones se pueden verificar especialmente si una de las partes no es
católica o no es creyente y no quiere reconocer la ineficacia del
onsentimiento expresado ante el oficial civil o el ministro del culto
católico. Otra situación puede ser también la del cónyuge católico
40, que ha contraído de buena fe y nunca supo la invalidez del matri-
xido monio, si una información sobre su situación pudiera engendrarle
una grave perturbación interior.

b) Sanación en la raíz
t'
uiere , 48 1. Lasanación en la raíz de un matrimonio nulo es la con-
;enti- validación del mismo sin renovar el consentimiento, concedida por

1 nsen-
Ileto,
lo de
la autoridad competente; comporta:
- la dispensa, por parte de la misma autoridad:
del impedimento, si lo hubiera;
de la forma canónica, si no se hubiera observado;
- 7 1 las - la retroacción de los efectos canónicos (can. 1161,G 1).
482. Es necesario ante todo que exista el CONSENTIMIENTO,^, co
decir, que se den todos los requisitos necesarios para un consenii~ cei
miento matrimonial: debe ser un acto humano, consciente, volun-
tario por ambas partes, y especificado por el objeto matrimonial
Este consentimiento, realmente existente, puede ser, sin embargo:-
jurídicamente ineficaz, es decir, no producir el vínculo conyugal a)
por haber sido manifestado por dos personas inhábiles debido a
impedimento de derecho eclesiástico o de derecho divino, tanto
natural como positivo, o bien por defecto de forma. Este cansen- rnl
timiento, dado que es naturalmente suficiente, puede ser sanado Úl
es decir, puesto en condición de ser operativo. Pero para que ha
sanado tiene que perdurar. En efecto, si falta el consentimiento de Pe
ifl
una o de ambas partes, el matrimonio no puede ser sanado en la
raíz, bien porque el consentimiento faltó desde el principio, bien se
porque, prestado al principio, se revocó posteriormente (can. 1162 8
1). El consentimiento se presume q%e perdura hasta que no hay; S
'
una retractación con un acto positivo de voluntad contraria que Ya
destruya el consentimiento anterior (can. 1107).
de
CC
Si el consentimiento faltó al principio, pero se prestó despub,
la sanación puede concederse desde el momento en que se prestó el3
consentimiento; en efecto, lo importante es que haya un consenti-
miento naturalmente suficiente en el momento en que se pide la
sanación (can. 1162, 5 2).
483. El matrimonio se considera convalidado desde el mo-
mento de la concesión de la gracia, mientras que los EFECTOS
C A N ~ N I C O S son retroactivos desde el momento de la celebración,.
a n o ser que se haya previsto otra cosa (can. 1161, 5 2). Por consi-
guiente, los EFECTOS NATURALES, es decir, la perpetuidad y lai
exclusividad del vínculo, surgen desde el momento de la convalida-
ción, mientras que los canónicos, por ejemplo, la legitimación de las
prole, se consideran como surgidos desde el momento de la anterior
celebración del matrimonio. Sin embargo, en la gracia que concede
la sanación puede establecerse que estos efectos canónicos no seaK
retroactivos, sino que surjan desde el momento que se establezca.
Generalmente esto sucede en relación con la sanación del matrimo-
nio contraído inválidamente por impedimento de vínculo. En este
caso los efectos canónicos suelen hacerse surgir desde el momento
d e la muerte del cónyuge o desde el momento de la cesación del
impedimento, por ejemplo, por legítima disolución del vínculo.
484. Naturalmente, la sanación en la raíz no debe concederse
si n o es probable que las partes quieran perseverar en la vida
(can. 1161, 5 3). En efecto, la convalidación sería enton-

Impedimento dirimente

Para que se conceda la sanación en la raíz de un matri-


lo por causa de un impedimento, es necesario que este
haya extinguido o por haber cesado la circunstancia que
acía a las partes inhábiles, o bien por haberse concedido la dis-
.aa pensa (cáns. 1161, 5 1; 1163, 5 2). El matrimonio inválido por un
de impedimento de derecho divino natural o revelado solamente puede
1 la ser sanado después de haber cesado el impedimento (can. 1163,
ien 4 2). Por ejemplo, si se trata del impedimento de vínculo, es natural
62, que la sanación se conceda sólo cuando ha cesado el impedimento,
aY a ya que no puede darse dispensa del mismo. Solamente en el caso
lue de ser dudoso si el impedimento es de derecho divino o no podría
concederse la sanación.
1és,
iel
iti- b) Vicio de forma
la
486. La sanación en la raíz puede darse no solamente cuando
10- ha habido vicio de forma por falta de uno de los requisitos esencia-
'OS les de la forma canónica, como, por ejemplo, la delegación del
jn, istente, sino también cuando el consentimiento se ha prestado
Lsr- gún una forma completamente diferente, como la forma civil o
La as costumbres locales (can. 1163, § 1).
la-
:la
ior c) Autoridad competente
:de
:an 487. Siempre es competente la Santa Sede (Congr. culto div.-
@a. disc. sacram.) (can. 1165,s l), pero en los casos particulares puede
10-
serlo también el obispo diocesano, aunque en el mismo matrimonio
ste concurran varias causas de nulidad, cumplidas las condiciones re-
1to queridas para los matrimonios mixtos (can. 1125). Sin embargo, el
del obispo diocesano no puede nunca conceder la sanación en la raíz
si se trata de un impedimento cuya dispensa esté reservada a la
rse Santa Sede (can. 1078, ¿j 2) o de un impedimento de derecho divino
ida natural o revelado que haya cesado ya (can. 1165,§ 2).
d) Modalidad de la concesión

488. La sanación puede concederse válidamente aunque


sepa una de las partes o las dos. En efecto, el consentimiento
existente perdura, y la sanación no hace más que quitar el obstácu
para que este consentimie'nto sea eficaz. La sanación debe da
sólo por causa grave (can. 1164).
Cuando de hecho ello es posible, el consentimiento ha de
de alguna forma renovado externamente; de 10 contrario, tenie
d o presente el bien espiritual de los fieles, se concede 1
ción. Como hemos visto, la dispensa de la forma canónica, excep-
to en el caso de peligro de muerte, sólo la concede la Santa Sede
(cf n. 454).

10. LOSSACRAMENTALES

10.1. Definición y constitución

489. Los sacramentales son signos sagrados instituidos por la


Iglesia, con los cuales, en analogía con los sacramentos, se signifi-
can y se obtienen, por la intercesión de la Iglesia, efectos principal-
mente espirituales (can. 1166). Efectivamente, por medio de ellos
los fieles se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos
y quedan santificadas todas las circunstancias de su vida, de manera
que casi todo uso correcto de cosas materiales pueden dirigirse a la
santificación del hombre y a la alabanza de Dios (SC 60; 61). f

490. Sólo la sede apostólica puede constituir nuevos sacra-


mentales, interpretar los que ya existen, abolir algunos de ellos o
modificarlos (can. 1167, 5 1). Al realizar o administrar los sacra-
mentales tienen que observarse cuidadosamente los ritos y las fór-
mulas aprobadas por la Iglesia (5 2). No se especifica qué autoridad
es competente para el ritual de los sacramentales; dado que en esta
materia hay que tener en cuenta los usos y las tradiciones locales,
corresponde a las conferencias episcopales hacer las oportunas adap-
taciones, sometiéndolas a la aprobación de la Santa Sede (can. 838,
5 3; S C 63b).
10.2. Tipología y administración de los sacramentales

49 1. En línea de principio el MINISTRO de los sacramentales es


el clérigo, dotado de la debida potestad; pero según la norma de los
libros litúrgicos, algunos ritos sacramentales, a juicio del ordinario
del lugar, pueden ser también administrados por laicos, con tal que
estén dotados de las cualidades convenientes (can. 1168; SC 79c) 99.
En el canon no se especifica de qué potestad se trata, pero teniendo
en cuenta lo que ya hemos dicho en el número 285, no puede ser la
potestad de santificación sacramental de orden, ya que ésta es
recibida por los presbíteros y por los obispos en la ordenación para
realizar in persona Christi aquellos sacramentos de los que sólo
ellos son capaces; ni puede ser tampoco la potestad de gobierno, ya
que realizar o administrar un sacramental no es gobernar a los
fieles. Hemos de decir que se trata más bien de una participación
en la potestad de santificación de Cristo por determinación de la
Iglesia, dirigida a la actuación de un ministerio en el que se ejerce
el rnunus de santificar, recibido sacramentalmente por los diáconos,
los presbíteros y los obispos, por medio de la POTESTAD D E SANTI-.
FICACI~N NO SACRAMENTAL DE ORDEN. Por eso los laicos, varones
o mujeres (padres, acólitos, lectores, catequistas, religiosos y reli-
nifi-
Ir la
.pal-
\l!os
1 giosas), reciben una misión de la Iglesia, por la que participan en
algún grado de la potestad sagrada de Cristo, y en virtud de ella
desarrollan una actividad ministerial en la que ejercen el munus de
santificar que recibieron en el bautismo, por medio de la POTESTAD
ritos DE S A N T I F I C A C I ~ N
NO SACRAMENTAL.
nera
3 la 492. La consagración es un sacramental constitutivo con el
que establemente una persona queda consagrada al servicio de
Dios (consagración de las vírgenes; institución en el ministerio de
.cra- acólito o de lector, etc.), o bien una cosa queda destinada con los
3s O sagrados óleos al culto divino (cáliz, patena, etc.). Si se trata de
cra- una iglesia o de un altar, el acto toma el nombre de dedicación. Las
fór- cosas sagradas, por estar consagradas de ese modo, deben ser tra-
lad tadas con reverencia y no pueden ser utilizadas para usos profanos
csta o impropios, aun cuando estuvieran en posesión de personas priva-
les, ,
das (can. 1171).
l ap-
838, Para la validez, el ministro de las consagraciones y de las de-
dicaciones es el obispo consagrado, pero también un presbítero
si lo permite el derecho, universal o particular, o por una conce-
99 Cf Rituale Romanum (=RR), De benedictionibus, Praenotanda generalia, n. 18,
Typ. Pol. Vat., 1984.
sión legitima de la autoridad, que puede ser también el obispo
(can. 1169, 5 1).

493. Con la bendición constitutiva se destina una cosa al culto


divino con el uso de los santos óleos (iglesia, altar), o sin ellos (ora-
torio, capilla, cementerio, etc.); por el contrario, con la invocativa
7 (can
difu

se suplica el favor y la protección de Dios sobre personas, lugares


objetos, animales, etc., sin que se conviertan en personas o cosa;
sagradas. Las bendiciones de personas se darán ante todo a los
católicos, pero también pueden darse a los catecúmenos y, si no
hay prohibición eclesiástica, también a los no católicos (can. 1170).
Ministro de las bendiciones puede ser cualquier sacerdote, a rarse
no ser que haya una reserva al romano pontífice O a los obispos por L
(can. 1169, 5 2), como las bendiciones constitutivas (RR, n. 18b). rroga
El diácono puede impartir solamente las bendiciones que le con- E.
siente expresamente el derecho (RR, n. 18c). bau t i.
494. El exorcismo es un rito con el que se invoca el nombre de
Dios para alejar al demonio de una persona, animal o lugar. Dado
que se trata de una materia delicada y que son posibles los abusos,
aparte del exorcismo del rito del bautismo, nadie puede legitima-
mente proferir exorcismos sobre los obsesos sin una LICENCIA EX-
PRESA y peculiar del ordinario del lugar (can. 1172, § 1). Esta ,o co
licencia sólo se deberá conceder a sacerdotes dotados de piedad, iminisl
ciencia, prudencia e integridad de vida (5 2). La Congregación ;
para la doctrina de la fe, el 29 de septiembre de 1985, invitó viva-
mente a los obispos a que exigieran la observancia de la norma
contenida en el Código; por eso, en las reuniones de los fieles en
que se reza para obtener la liberación del influjo de los demonios
no es lícito usar ni siquiera una fórmula extraída de la del exorcis-
mo; esto, sin embargo, no quita ningún valor al deber de los cris-
tianos de rezar para verse libres del maligno '00.

1 1. LASEXEQUIAS ECLESIÁSTICAS

11.l. Derecho a las exequias eclesiásticas


495. Hay un deber general, según la norma del derecho, de Sida, e1
celebrar las exequias eclésiásticas en favor de los fieles difuntos
/i=
121-622; i
Cf Carta Inde ab oliquot annis, en "AAS" 77 (1985) 1 169-1 170; E V 91 1663-1667.
M
(can. 1176, ¿j l), que se especifica en relación con los familiares del
difunto y con el párroco (can. 530, 5.0). Este deber corresponde al
derecho de C A D A U N O DE LOS FIELES a las exequias religiosas, como
concreción del derecho general de recibir las ayudas que se derivan
de los bienes espirituales de la Iglesia (can. 21 3), puesto que con las
la Iglesia impetra la ayuda espiritual para los difuntos, es
decir, la misericordia de Dios, honra sus cuerpos como templos del
Espíritu Santo en virtud del bautismo y destinados a la resurrec-
ción, y al mismo tiempo d a aliento a los vivos en el testimonio de
la esperanza cristiana (can. 1176, ¿j2).
Los CATEC~MENOS, en relación con las exequias, deben equipa-
rarse a los fieles (can. 1183, § 1) por el hecho de que están ligados
por un título particular a la Iglesia, que les concede diversas pre-
rrogativa~propias de los cristianos (can. 206).
En favor de los NIROS N O BAUTIZADOS,que los padres deseaban
bautizar, pueden celebrarse también las exequias eclesiásticas con
: de permiso del ordinario del lugar (can. 1183, 5 2), que deberá com-
id o probar la intención de los padres.
;OS, Las exequias eclesiásticas, incluso con la celebración de la misa
n-a- según el juicio prudente del ordinario del lugar, pueden concederse
'3-
.ta
-.d,
.~ l n
I también a BAUTIZADOS A C A T ~ L I C O Sbajo dos condiciones: a) que
no conste su voluntad contraria; b) que no sea posible tener un
ministro propio '0'.
va- 496. Quedan EXCLUIDOS de las exequias eclesiásticas, si no.
ma dieron ninguna señal de arrepentimiento antes de morir, aquellos
en FIELES que son:
3S .
1) apóstatas, herejes, cismáticos noiorios (cf can. 751), de de-
recho (con sentencia judicial, declaración de la autoridad, declara-
ción pública del sujeto) o de hecho (por divulgación del hecho en
la comunidad);

1 2) los que dispusieron la cremación de su propio cuerpo por-


razones contrarias a la fe cristiana (cf can. 1176, 5 3);
3) los otros pecadores manifiestos (por ejemplo, concubinos
públicos, miembros de asociaciones enemigas de la Iglesia, segui-
dores notorios de ideologías ateas y materialistas, suicidas en plena
posesión de sus facultades y en la determinación del desprecio a la
vida, etc.), a los que no es posible conceder las exequias sin escán-

'01 Cf CONGR. DOCTR. FE, Decr. Accidit in diversis, 11 junio 1976, en "AAS" 68 (1976)
62 1-622; E V 5 12065-2066.
dalo público de los fieles (can. 1184, 5 l), que, sin embargo,
ser atenuado o evitado por la manera con que 10s pastores ilus
el sentido de las exequias cristianas 'O2.
Pueden considerarse como signos de arrepentimiento ant
morir: haber llamado a un sacerdote, haber pedido perdón
camente a Dios, haber besado el crucifijo, etc. Dada la difi
de la determinación en esta materia, si sigue existiendo duda, incl
so respecto al escándalo de los fieles, debe consultarse al ordin
del lugar, a cuyo juicio hay que someterse (can. 1184, 5 2).
Por los que están excluidos de las exequias eclesiásticas
deberá celebrarse ninguna misa exequial (can. 1185), es dec
cualquier tipo de misa "pública" de sufragio con ocasión de
muerte, pero no está prohibido ofrecer una misa "sin publicida
(cf can. 901).

11.2. Celebración y sepultura

497. La norma general para la celebración, para cualquier fiel


difunto, es que se haga en la propia parroquia (can. 1177, 5 1);
pero, por voluntad del difunto o del que tenga que atender a las
exequias, puede escogerse otra iglesia, con el consentimiento del
rector de ésta y después de haberlo advertido al párroco propio del
difunto, que no deberá oponerse (5 2). Si el fallecimiento tuvo
lugar fuera de la propia parroquia y el cadáver no se ha trasladado
a ella ni ha sido escogida otra iglesia, las exequias deben celebrarse
en la parroquia en donde aconteció el fallecimiento, a no ser que el
derecho particular designe otra (5 3). La parroquia de los vagos es
aquella en la que se encuentran actualmente (cf can. 107, § 2). "La
celebración de las exequias está confiada de modo especial al pá-
rroco (can. 530, 5 4), pero con su consentimiento puede hacer-
la cualquier otro sacerdote o un diácono, o, en caso de necesidad,
también un laico (cf n. 852)". Para los que han muerto en el semi-
nario, dado que por la exención del mismo de la jurisdicción del
párroco su oficio lo desempeña el rector (can. 262), es éste el que
celebra las exequias. Las exequias del obispo diocesano deberán
celebrarse en la iglesia catedral, a no ser que él mismo haya esco-
gido otra (can. 1178). Las exequias de los miembros de institutos
religiosos o de sociedades de-vida apostólica deben celebrarse nor-
malmente en su iglesia u oratorio por el moderador, si el instituto
102 Cf CONGR. FE,Circ. Complures Conferentiae, 29 mayo 1973,en ~ ~ 4 / 2 5 0 8 .
DOCTR.
>1- Pr

,la sociedad son clericales; si no, por el capellán (can. 1179); las de
los miembros de los institutos seculares, dado que generalmente no
dven en comunidad, se celebran según el derecho común '03.
, 498. Se recomienda vivamente que se conserve la costumbre
de la inhumación de los cuerpos de los difuntos, pero, revocando
la condenación anterior (cf cáns. 1203, $8 1,2; 1240, $ 1, 5.0; CIC
1917), no se prohíbe ya la cremación, a no ser que se hubiera es-
cogido por razones contrarias a la doctrina cristiana (can. 1176,
5 3) lo4, aunque no se estima oportuno celebrar sobre las cenizas el
rito exequial, si es que se vería ofuscado el signo de la esperanza en
la resurrección del cuerpo '05.
No se permite la sepultura en las iglesias o en las criptas desti-
nadas al culto divino, a no ser que se trate del romano pontífice o,
en la propia iglesia, de los cardenales o de los obispos diocesanos
(O los equiparados), aunque eméritos (can. 1242), pero no de los
obispos coadjutores o auxiliares 106. Si la parroquia tiene un ce-
menterio propio, los fieles difuntos deben ser sepultados en él, a no
ser que se haya elegido otro por el mismo difunto o por los que
r fiel tienen que proveer a la sepultura, si no hay una prohibición del
S 1); derecho (can. 1180). El CIC 1917 (can. 1224) daba normas para los
: las que no podían escoger la iglesia donde celebrar los funerales y el
del cementerio donde tenía que ser sepultados; el nuevo Código no
del determina ahora nada, pero deja la posibilidad de prohibiciones
:uvo por parte de otras leyes universales o particulares.
lado
arse
S es
le

"La
1 11.3. Ofrendas y registro

pá- 499. Las ofrendas, determinadas en su importe por la asam-


rer- blea de obispos de la provincia eclesiástica (can. 1264,2.Q),deberán
iad, ingresarse en la caja parroquia1 (can. 531), procurando que en las
xi- exequias no se haga ninguna discriminación de personas de tipo
del social o de censo (can. 1181), teniendo en cuenta, sin embargo, el
que oficio eclesiástico desempeñado por el difunto y los honores debi-
.rán dos a las autoridades civiles (cf SC 32). Si las exequias se celebran
iC0- .
'tos 'O3 Cf Acta Commissionis, en "Com." 15 (1983) 245.
.or- 'O4 Cf CONGR. S. OFICIO, Instr. Piam et canstantem, 5 julio 1963, en "AAS" 56 (1964)
822-823; EV 2/ 61-62.
uto 'O5 Cf S. OFICIO, Respuesta de enero 1977, en X. OCHOA,Leges Ecclesiae V, n. 4493,
col. 7290.
'O6 Cf Acta Commissionis, en "Com." 12 (1980) 349.
fuera de la propia iglesia, el párroco de ésta no puede pretendg
ninguna ofrenda.
500. Después del entierro, la inscripción debe hacerse 6;
el registro de difuntos, según la norma del derecho particular
(can. 1182).
r

12. EL VOTO Y EL JURAMENTO J

relil
12.1. El voto a ot
Por

a) Definición (CO r
grac
501. El voto es la promesa deliberada y libre de un bien posi- Sra1
ble y mejor hecha a Dios, que debe cumplirse por virtud de religión
(can. 1191, 5 1).
No se trata simplemente de un propósito o de un deseo vago,
sino de un compromiso vinculante. La PROMESA debe hacerse A
DIOS,en cuanto que es un acto de L A T R ~ yA por, consiguiente en-
cuentra en la VIRTUD DE LA R E L I G I ~ Nsu motivación y la fuente de
su obligatoriedad; si se hace a la santísima Virgen o a los santos,
sin ninguna referencia a Dios, sería una simple promesa, pero no
un voto verdadero. En efecto, la simple promesa no se hace direc-
tamente a Dios, sino a una persona (obispo, superior) o a una ins-
titución (instituto, iglesia); no es un acto de latría, y por tanto no
obliga por virtud de religión; sin embargo, se hace por causa de
Dios (propter Deum), que la inspira. Por esta razón las promesas
con que se asumen los consejos evangélicos en los institutos secu-
lares (can. 723,g 1) o en las sociedades de vida apostólica (can. 731,
5 2) tienen un carácter consecratorio.
Por el hecho de que debe ser una promesa deliberada y libre,
el primer requisito suficiente para la validez es que el votante
tenga la edad del uso de razón (cf can. 97, 2), a no ser que el
derecho establezca una edad superior (por ejemplo, para la profe-
sión religiosa); además, el voto no ha de emitirse bajo violencia
externa o por miedo grave e injusto o por dolo (can. 1191, $5 2.3;
cf can. 125), o bien en la ignorancia o error sustanciales sobre la
materia del voto (cf can. 126; n. 86).
El objeto del voto debe ser un bien posible, es decir, que pueda
rnplirse tanto moral como físicamente; y mejor, en relación con
omisión o su contrario, teniendo en cuenta todas las circuns-

, por la obligación que surge de él, liga solamente


ó (can. 1193), y en efecto le obliga por virtud de
191, 5 1). El cumplimiento de un voto puede pasar
otra persona, pero por un título distinto del voto, por ejemplo,
or acto testamentario.
En materia leve, la obligación siempre es leve; en materia grave
nfesión, comunión, misa, votos en los institutos de vida consa-
iedades de vida apostólica, etc.), la obligación es

503. El voto es:


- público, si es aceptado por el superior legítimo en nombre
de la Iglesia: votos emitidos en los institutos de vida consa-
grada, en las sociedades de vida apostólica, en las asociacio-
nes públicas de fieles y por los ermitaños;
- privado, si se hace sólo delante de Dios, sin intervención de
ningún superior en nombre de la Iglesia: votos emitidos en
el fuero interno, aunque se trate de asociaciones privadas de
fieles (can. 1192, 5 1);
- solemne: el que es reconocido por la Iglesia como tal; el
derecho común de los institutos de vida consagrada no re-
coge expresamente la distinción entre votos simples y vo-
tos solemnes, aunque se refiere de hecho a ella en el ca-
non 668, $8 4.5; por tanto, es el derecho propio de los ins-
titutos el que debe establecer si los propios miembros emiten
votos solemnes, determinando sus efectos jurídicos '07, o vo-
tos simples, con los mismos efectos que los solemnes o no
(cf can. 668, 5 4; nn. 204; 206; 216);
- simple, en todos los demás casos (can. 1192, 5 2);

issionis, en "Com." 12 (1980) 375-376; 14 (1983) 73.

463
- persorzul. cuando tiene por objeto una acción: por ejempl
oraciones, abstinencia de u n alimento, etc.; 0,

- reol. si el objeto es una cosa: por ejemplo. una limosna 1,


donación de un cáliz. etc.:
- nli-rro. cuando el objeto comprende al mismo tiempo una
acción v una cosa: por ejemplo. hacer una peregrinación
para llebar una ofrenda (¿j 3);
- renzporul. si se hace por cierto tiempo y cesa al terminar el
tiempo fijado (can. 1194);
- perpetuo, si hecho para siempre; cesa sólo con la dispensa,
la conmutación (can. 1194).
505.
durante
d) Cesacicír?j 1 suspensión tiene po
puede si
504. Según el canon 1194, el voto CESA: con las (

- cuando ha transcurrido el tiempo fijado para el cumpli- Los


miento de la obligación; por ejemplo. el voto temporal, el novicio
voto que ha de cumplirse en un día o en un período de suspensl
tiempo determinado; si éste t~
- por cambio sustancial de la materia de la promesa; por
ejemplo, si se hace imposible o ilícita en razón de las cir-
cunstancias; i
- si falla la condición bajo la cual se hizo; por ejemplo, si no
se recibe una cantidad de dinero a la que estaba condiciona-
d a una donación; a) Dej
- por fallar su causa final, es decir, la finalidad por la que se 506.
había hecho; por ejemplo, la muerte de la persona por cuya ción del
curación se había hecho el voto; se afirm
- con la dispensa, que puede conceder:
para todo tipo de votos, siempre, el romano pontífice; - b
de los votos privados, por una causa justa, sin lesión de a
los derechos adquiridos de otros: F
= el ordinario del lugar y el párroco, respecto a sus pro- - F
pios súbditos y forasteros demorantes; n
= el superior de un instituto religioso o de una sociedad - ji
de vida apostólica clericales de derecho pontificio, res- F
pecto a los miembros, los novicios y las personas que C
viven día y noche en una casa del instituto o de la so- i
ciedad;
= los que han recibido una delegación de la Santa Sede
o del ordinario del lugar (can. 1196);
de los votos públicos, la autoridad que los ha recibido o
bien segun las determinaciones del derecho (para los ins-
titutos de vida consagrada y las sociedades de vida apos-
tólica, cf nn. 227; 234; 246; 253).
con la conmutación que, según la norma del canon 1197,

el mismo que emitió el voto, si la sustitución del objeto es


por un bien mayor o igual;
sólo el que tiene potestad de dispensar a tenor del ca-
non 1196, si la sustitución es por un bien menor.
05. La OBLIGACION de cumplir el voto puede SUSPENDERSE
urante todo el tiempo que supone un perjuicio, por parte del que
iene potestad sobre la materia del voto; por ejemplo, un superior
ede suspender un voto hecho por un religioso si esto interfiriera
on las obligaciones de la vida en el instituto (can. 1195).
os votos emitidos antes de la profesión religiosa, para que el
o se encuentre en la más completa disponibilidad, quedan en
so mientras el votante permanece en el instituto (can. 1198);
ste tuviera que dejar el instituto quedaría obligado a tales votos.

Definición, licitud y validez

506. El canon 1199, 5 1, define el juramento como la invoca-


1 nombre de Dios como testimonio de la verdad de lo que
firma, y establece que es lícito solamente si se presta según:
- verdad: hay que considerar verdadero al menos lo que se ha
afirmado y se debe tener el propósito de mantener lo que se
- prudencia: en casos de necesidad (por ejemplo, ante el tribu-
nal), o de un bien de gran utilidad propia o ajena;
- justicia: lo afirmado o prometido debe ser lícito (por ejem-
plo, el juramento que confirma la promesa de observar los
consejos evangélicos en algunos institutos seculares).
El juramento es inválido si:
- requerido o admitido por el derecho (cf cáns. 1454; 1562,
5 2), se presta a través de procurador (can. 1199,s 2);
- se ha obtenido con dolo o violencia, o se presta por miedo -

grave, por las mismas razones que el voto (can. 1200,


2)
El que presta juramento válida y lícitamente está obligado L.
una peculiar O B L ~ G A C I O NDE RELIGIONa hacer todo lo sancionado por 1;
con el juramento, esto es, decir la verdad o cumplir la promesa
(can. 1200, tj 1).
El juramento tiene que interpretarse en sentido estricto según el 13.
derecho y la intención del que jura, en cuanto que éste contrae
voluntariamente una nueva obligación o cede unos derechos; pero
si ha actuado con dolo, el juramento tiene que interpretarse según 13.1.
la intención de aquel a quien se prestó (can. 1204).
5(
CIÓN.
mentl
b) Tipología ello 5
el eje
507. El juramento asertorio confirma una afirmación sobre estan
un hecho pasado o presente. el or(
El juramento promisorio confirma una promesa, de manera USOS,
que a la obligación de cumplirla se añade la del juramento, pero sin renci;
cambiar su naturaleza ni sus condiciones (can. 1201, tj 1); por eso, sacra
si va unido a un acto expresamente dirigido en daño de otro o en D
perjuicio del bien público o de la salvación eterna, este acto no ob- menti
tiene ninguna confirmación del juramento, ya que sigue siendo un una c
acto ilícito y hace ilícito el mismo juramento (9 2). (can.
lugar
508. La OBLIGACIÓNque surge del juramento CESA:
51
- por condonación de aquel en cuya ventaja se hizo; al CU
- por cambio sustancial de la materia jurada, o bien si ésta, distin
por cambio de las circunstancias, se vuelve mala o total- rios d
mente indiferente, o bien impide un bien mayor; cieda
- si falla la causa final o la condición bajo la cual fue pres- natos
tado; conse
- por la dispensa que pueden dar: VADC
las mismas personas q u e pueden dispensar del voto (can.
(cf can. 1 196); estas
sólo la Santa Sede (Penitenciaría Apostólica, en el fuero (cáns
interno; Congr. inst. vida cons. - soc. vida ap., Congr. para
la evangelización de los pueblos, Congr. para las Iglesias 108
orientales, en el fuero externo), si cede en perjuicio de preside
terceros que no quieren conceder la condonación; 2265.
"do - con la conmutación, dada por las mismas personas que
' 2). menciona el canon 1 196 (cáns. 1202; 1203).

or La OBLIGACIÓNque surge del juramento puede SUSPENDERSE


'ado or las personas que menciona el canon 1 196 (can. 1203).
desa

" el
3, LOS LUGARES Y LOS TIEMPOS SAGRADOS

13.1. Los lugares sagrados

509. Es sagrado el lugar que mediante DEDICACIÓNo BENDI-


1 CIÓN,efectuada según los libros litúrgicos, está destinado estable-
mente al culto divino o a la sepultura de los fieles (can. 1205); por
ello sólo puede consentirse en dichos lugares lo que sirva para
ejercicio y la promoción de! culto, de la piedad, de la religión,
#re estando prohibida cualquier cosa ajena a su santidad; sin embargo,
el ordinario, por una circunstancia singular, puede permitir otros
vra
1 usos, con tal que no sean contrarios a la santidad del lugar: confe-
sin rencias de carácter religioso, conciertos exclusivamente de música
:.SO, sacra 'O8, exposiciones, etc. (can. 1210).
De la dedicación o bendición hecha de una iglesia o de un ce-
menterio debe redactarse un documento, del que ha de conservarse
*una copia en la curia diocesana y otra en el archivo de la iglesia
(can. 1208). Para la prueba de la dedicación o bendición de un
'lugar sagrado hay que atenerse al canon 1209.
5 10. El destino de los lugares sagrados puede ser PLENAMENTE
al CULTO PÚBLICO, como iglesias, a las que acceden los fieles in-
istintamente (cáns. 1214; 1219); o NO PLENAMENTE, como orato-
S de comunidades (seminarios, colegios, institutos religiosos, so-
iedades de vida apostólica) o de grupos de fieles (hospitales, orfa-
natos, cuarteles, etc.), a los que acceden además otros fieles con el
'.consentimiento del superior competente (cáns. 1223; 1225), o PRI-
-VADO, como capillas en favor de una o de vanas personas físicas
qcan. 1227). Para celebrar la misa u otras funciones sagradas en
ero ;estas últimas se requiere la licencia general del obispo del lugar
ara .'(cáns. 1226; 1228).
cias
de 'O8 Cf CONGR. CULTO DIV.,Carta a los presidentes de las conferencias episcopales y a los
:presidentes de las comisiones nacionales para la liturgia, 5 noviembre 1987, en E/ V 1012244-
2265.
5 1 1 . Para la c o ~ s r ~ i : c c de
i Ólas
~ iglesias q u e debe hacerse
según los principios y las normas de la liturgia y del arte sagrado PU'
se
(can. 1 2 1 6 ) se necesita el consentimiento escrito del obispo dio-
cesano, oído el consejo presbiteral y los rectores de las iglesias dic
vecinas (can. 1215, $9 1.2); los religiosos que han obtenido ya el de
consentimiento escrito del obispo diocesano para construir su casa rio
deben obtener su licencia antes de edificar la iglesia (5 3). cada ins
iglesia tiene su titulo, que no puede cambiar ya después de la dedi- ser
cación (can. 1218). ble
(ca
Para la constitución de los oratorias se requiere la licencia del
PU
ordinario después de hacer personalmente o por medio de otros la
visita del lugar destinado (can. 1224, 5 1); posteriormente, el ora-
torio no puede convertirse para usos profanos sin la autorización res
del mismo ordinario (5 2); también para las cbapillasse necesita la US(

licencia del ordinario del lugar (can. 1226). m€


no
Los santuarios deben tener la A P R O B A C I Ó N : del ordinario del re(
lugar (can. 1230); los nacionales, de la conferencia episcopal; los
internacionales, constituidos como tales por la afluencia de pere-
grinos y la difusiún de su devoción, de la Santa Sede (can. 1231). si
La misma autoridad eclesiástica es también competente para la sir
aprobación de los estatutos del santuario, teniendo que determinar se;
sus fines, la autoridad del rector, la propiedad y la administración lu;
de los bienes (can. 1232). Se sugiere prudencia en conceder privile- P'
gios a los santuarios (can. 1233). En ellos se deben ofrecer esen- lo:
cialmente los medios de salvación, poniendo atención en cultivar ric
tic
sólo las sanas formas de piedad popular (can. 1234, 5 1). Los tes-
timonios votivos del arte y de la piedad popular deben exponerse lo
y guardarse con seguridad (can. 1234, 5 2).
nc
L a autoridad eclesiástica tiene el derecho de ejercer libre- ot
mente en los lugares sagrados sus poderes y oficios, por lo que dí
no se admite ninguna injerencia por parte de la autoridad civil
dt
(can. 1213). S¿
5 12. Como aplicación del canon 1 169, 5 1, la D E D I C A C I ~ Nde
una iglesia o de un altar fijo -bajo el cual no puede haber nin- 11
gún cadáver, pues de lo contrario no es lícito celebrar allí la misa d1
(can. 1239,§ 2)- o móvil (can. 1235,g l), construido según norma fc
del canon 1236, corresponde al obispo diocesano o a aquellos que el
se le equiparan por el derecho (cf cáns. 368; 38 1, tj 2), cada uno en
su propio territorio; sin embargo, pueden confiar esta tarea a cual- (c
C1
quier obispo o, en casos excepcionales, a un presbítero (cáns. 1206;
1217; 1237, 5 1). Respecto a la B E N D I C I ~ Nde la misma, la dispo- 9
sici6n del canon 1169, 5 2, va en el sentido de que en general la
P trateimpartir cualquier ordinario (cf can. 134, ¿j l), a no ser que
de una iglesia cuya bendición está reservada al obispo
.- diocesano; el uno y el otro pueden encargar a un sacerdote, incluso
: de forma general (cáns. 1207; 1217; 1229; 1237,s 1). Los cemente-
~ 0 propios
s de la Iglesia (de la diócesis, de las parroquias o de los
institutos religiosos) o los espacios en los cementerios civiles deben
ser bendecidos (cáns. 1240, ¿j 1; 1241, 5 1) pero si esto es imposi-
ble, deben bendecirse en cada ocasión cada una de las sepulturas
(can. 1240, 5 2). Los de las otras personas jurídicas o de las familias
pueden bendecirse a juicio del ordinario del lugar (can. 1241, 5 2).
a
--
La bendición o la dedicación se pierden si los lugares sagrados
T
resultan destruidos en gran parte o destinados permanentemente a
a
usos profanos, o por decreto del ordinario competente o simple-
mente de hecho (cáns. 1212; 1238,§ 1). Los altares, fijos o móviles,
1 del no la pierden por el hecho de que la iglesia o el oratorio sean
reducidos a usos profanos (can. 1238, ¿j2).
r.e-
3s a
.

513. La PROFANACIÓN de un lugar sagrado se realiza no sólo


si 'se cometen en él con escándalo acciones gravemente injuriosas,
2).
la sino que además es necesario que, a juicio del ordinario del lugar,
3r sean consideradas tan graves y tan contrarias a la santidad del
5n lugar, que no sea ya lícito ejercer en ellos el culto hasta que se haya
;e- producido una reparación con el rito penitencial según la norma de
n- los libros litúrgicos (can. 1211). La índole sagrada de los cemente-
ar rios debe protegerse con normas establecidas por el derecho par-
:S- ticular (can. 1243). Para la decoración de las iglesias obsérvense
se los cánones 1220 y 1222; para su reducción a uso profano, el ca-
don 1122.
C- .&, 5 14. Toda iglesia parroquia1 debe tener la FUENTE BAUTISMAL;
-0
*U
. :e.otras iglesias u oratorios pueden tenerla con licencia del-ordinario
-,

ri 1 :p del lugar, oído el párroco local, si lo exige una mayor comodidad


-
*C, de los fieles y una devoción particular, como en el caso de los
':-- santuarios (can. 858).
515. Las IMÁGENES expuestas, a tenor de los cánones 1186 y
1187, a la veneración de los fieles en las iglesias y en los oratorios
deben serlo en número moderado y con un orden conveniente, de
forma que no susciten la extrañeza de los fieles, ni favorezcan en
.ellos una devoción desviada, ni los distraigan de las celebraciones
(can. 1188). Las que son preciosas, por su antigüedad, su arte o su
culto, pueden ser restauradas sólo con licencia escrita del ordinario,
que deberá consultar a los peritos (can. 1189). Las que son venera-
das en una iglesia con gran piedad popular no pueden ser enaje-
nadas válidamente de ninguna forma ni ser trasladadas a perpetui-
dad sin licencia de la Santa Sede (Congr. culto div. - disc. sacram,;
can. 1190, 5 3). Lo mismo se establece para las RELIQUIAS insignes
o las que gozan de gran veneración popular (can. 1190, 5 2). Por lo
demás, es absolutamente ilícito enajenar las reliquias (can. 1190
4 l ) , a no ser que se observe así mismo lo establecido en el caso de
canon 1 190, 5 2).

13.2. Los tiempos sagrados


516. El día de' fiesta principal, según la tradición apostólica
que debe ser observado en toda la Iglesia es el DOMINGO, en el qui
se celebra el misterio pascua1 (can. 1246, 5 1; S C 106). Otros D í ~ s
FESTIVOS de guardar son: la navidad del Señor, la epifanía, la
ascensión del Señor, el santísimo cuerpo y sangre de Cristo, la
santa madre de Dios María, su inmaculada concepción y asunción,
san José, los santos apóstoles Pedro y Pablo, todos los santos
(can. 1246, 5 1). El domingo y los días mencionados los fieles tienen
la obligación de asistir a misa, abstenerse de los trabajos y de los
asuntos que los distraen del culto a Dios, perturban la alegría del
día festivo y el descanso debido a la mente y al cuerpo (can. 1247).
5 17. Sólo la autoridad competente, es decir, el romano pontí-
fice y el colegio episcopal, tienencompetencia para establecei, tras-
ladar, abolir los días de fiesta y los de penitencia comunes a la
Iglesia universal (can. 1244, ¿j1).
Las conferencias episcopales, previa aprobación de la Santa
Sede, pueden abolir o trasladar al domingo algunos días festivos
de precepto (can. 1246, 5 2). La CEI ha trasladado al domingo las
solemnidades de la ascensión y del santísimo cuerpo y sangre de
Cristo, y ha abolido el precepto festivo de las solemnidades de san
José y de los santos apóstoles Pedro y Pablo 'O9.
Los obispos diocesanos y los que se equiparan a ellos en el
derecho (cf cáns. 281, $ 2; 386) pueden establecer ocasionalmen-
'O9 Comunicado del 8 marzo 1977, en Notiziario CEI 3/ 1977, 36-37; E.CEI 212649-
2650; Nota informativa de diciembre 1985, en Notiziario CEI 161 1985, 634; E.CEI 312958.
La CEE mantiene, en relación con los días festivos. lo convenido con el Estado en el
Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, en el art. 111, y el Real Decreto 2001 11983, de 28 de
julio (sobre jornadas laborales y festivas). Según aprobación de la Congregación de Sacra- Notizic
mentos de 16 de marzo de 1990, se autoriza a su vez el traslado de la festividad litúrgica del julio 1
"Corpus Domini" al domingo siguiente (1 .cr DG 1984, art. 13,1: "BOCEE" [1984] 120, y' I\ I
l
[1990] 72).
i e- te, de forma transitoria, particulares días de fiesta o de penitencia,
t*!l- sólo para el propio territorio (can. 1244, 2), obligando entonces
Wi.; únicamente a los fieles propios en el territorio mismo y a los vagos,
'¡?S era no a los transeúntes (cf can. 13, $9 2.3).
. lo 518. Se comete culpa grave si no se cumple con el PRECEPTO
O,' desprecio al mismo, o si se deja sin razón la participación en la
.el *isa festiva durante cierto tiempo 110. Se cumple con el precepto
:on la participación en la misa en el mismo día de fiesta o en la
tarde del día anterior, en cualquier parte que se celebre según el
rito católico (can. 1248, 9 1). A tenor del canon, parece que hay
que concluir que ha quedado abrogada la concesión del directorio
ecuménico Ad totam Ecclesiam, del 14 de mayo de 1967, núme-
ros 47 y 50 l l , que en determinadas ocasiones consideraba que se
:umplía con el precepto asistiendo ocasionalmente a la misa cele-
,rada por los hermanos orientales separados; sin embargo, tenien-
la
1,
do en cuenta el canon 844,s 2 (cf n. 299), parece razonable que, si
ión, hay otra posibilidad de cumplir con el precepto por falta de
ntos sias católicas, en los días de precepto se puede participar en la
:nen, lebración en una iglesia oriental separada, y que en otras ocasio-
los nes cabe obtener la dispensa para ello.
del Tienen facultad de conceder por causa justa la dispensa de la
47). obligación de observar el día festivo o de penitencia, o bien su con-
mutación por otras obras piadosas:
-as- - el obispo diocesano y los que se equiparan a él en el derecho
a la (cf cáns. 381,s 2; 368), según norma del canon 87;
- el párroco y los que se equiparan a él (cf cáns. 262; 540,§ 1;
mta 541, 8 l), según las disposiciones del obispo diocesano;
LVOS - el superior de un instituto religioso o de una sociedad de
) las vida apostólica, clericales, de derecho pontificio, para sus
de propios súbditos y para los demás que viven día y noche en
san su casa (can. 1245);
- los confesores, miembros de algunos institutos exentos, con
n el facultades especiales concedidas por la Santa Sede.
3en-
I 5 19. Siempre que por falta de un ministro sagrado o por otras
2649- graves razones (por ejemplo, estado de persecución o de limitación
2958. de la libertad de los fieles) resulte imposible la participación en la
en el
18 de
acra- "O C f CEI, Doc. pastoral Eucarisria, comunione e comunirh, n. 84, 22 mayo 1983, en
a del Notiziario CEI 41 1983, 10 1 ; E. CEI 31 1329; Nota pastoral II giorne del Signore, n. 26, 15
20, Y- julio 1984, en Notiziario CEI 71 1984, 189; E-CEI 31 1959.
Cf "AAS" 59 (1967) 588; 589.

47 1

1
celebración eucaristica. se recomienda tomar parte en la liturgiad,
la palabra en la iglesia parroquia1 o en otro lugar sagrado, o bien,
si también esto es imposible. dedicar un tiempo oportuno la , res
(ca
oración personal o familiar. 0 en grupos de familias. como la cele-
bración d e alguna parte de la liturgia d e las horas (can. 1248, § 2)
Las celebraciones de la palabra. que se desea se hagan con la dis: t oc
tribución de la eucaristía, no son un sustitutivo de la misa; en ne:
efecto, n o pueden nunca realizarse en aquellos lugares en donde se sol
hava celebrado la misa por la tarde del día anterior, aunque fuera Iná
e n d u n a lengua distinta: le compete al obispo diocesano, oído el de
parecer del consejo presbiteral, establecer si en la diócesis deben Ini
tenerse regularmente estas celebraciones dominicales y dar las nor- (ca
ult
mas debidas para ello; tienen que ser permitidas por el obispo y SU!
desarrollarse bajo la dirección del párroco sólo cuando no sea
posible recurrir a otros sacerdotes; serán dirigidas ante todo por
diáconos y, a falta de ellos, también por laicos. hombres o mujeres,
bajo la autoridad del párroco l 12.
520. La P E N I T E N C I A en la vida cristiana es un precepto de
derecho divino, que obliga a todos los fieles a nivel individual; el
derecho eclesiástico establece formas comunes d e penitencia, por
las q u e e n los días de penitencia los fieles tienen la obligación de
dedicarse d e manera especial a la oración, a las obras piadosas y de
caridad, al cumplimiento de sus propios deberes, y particularmente
a la observancia del ayuno y d e la abstinencia (can. 1249). Por las
formas d e penitencia que se han establecido puede verse que no se
trata d e un acto o s6l0 interior o sólo exterior, sino que debe ser
una manifestación externa d e una actitud interna lI3.
Están sometidos a la obligación d e la abstinencia todos los que
h a n cumplido catorce años d e edad; a la del ayuno, todos los ma-
yores d e edad hasta cumplir los sesenta años (can. 1252). La obser-
vancia sustancial d e los días d e penitencia obliga gravemente "4, en
el sentido de que peca gravemente el que, sin motivo excusante,
omite n o la observancia de u n solo día, sino u n a parte -tanto
cuantitativa c o m o cualitativamente- de la observancia penitencial
prescrita e n su conjunto '15.

' 1 2 Cf CONGR. CULTO DIV.,Dir. Christi Ecclesia, 2 junio 1988, nn. 1-6; 18-24; 27-31, en
Noriziario CEI 24 ( 1988) 379-380; 383-385; 386-387; E V 1 1 / 7 15-720; 732-738; 74 1-745.
" T f PABLO VI, Const. Ap. Poeniremini, 17 febrero 1966, en "AAS" 58 (1966) 18 1-183;
EV 21635-643.
I l 4 Cf ib, 183, 11, 2, en "AAS" 58 (1966) 183; EV 21646.
Cf CONGR. CONC.,Respuesta del 24 de febrero de 1967, en "AAS" 59 (1967) 229;
EV 21646 (nota).
por derecho común todos los viernes del año y toda la cua-
msma son D ~ A Sy TIEMPOS de penitencia en la Iglesia universal

La abstinencia de carnes o de otro alimento deben observarse


todos y cada uno de los viernes del año, según las determinacio-
nes de la conferencia episcopal, a no ser que coincidan con una
solemnidad. La abstinencia y el ayuno, que consiste en no hacer
más de una sola comida completa durante el día y tomar un poco
de alimento a la mañana y a la tarde 116,tienen que observarse el
miércoles de ceniza y el viernes de pasión y muerte del Señor
(can. 1251). Las conferencias episcopales, además de determinar
ulteriormente la observancia del ayuno y de la abstinencia, pueden
sustituirla, según la sensibilidad local, especialmente por obras de
caridad y ejercicios de piedad (can. 1253). La CEI, respecto a los
viernes fuera de cuaresma, ha establecido la obligación estricta de
~bstenciónde carnes, que puede sustituirse por alguna otra obra de
~enitencia:abstención de las comidas deseadas o costosas; actos de
~aridad;lectura de la Sagrada Escritura; ejercicio de piedad prefe-
riblemente familiar; mayor empeño en soportar las dificultades de
la vida; renuncia a un espectáculo o diversión; otros actos de mor-
tificación; para el ayuno la mayoría de edad se ha establecido a los
veintiún años 17.

ll6 Cf PABLO VI, Const. Ap. Poenitemini 111, $ 2, en "AAS" 58 (1966) 184; E V 21647.
Il7 Normas del 23 junio 1966, en E. CEI 11750; 751. La CEE ha establecido normas
similares a las de la CEI respecto a los días de ayuno y abstinencia y a la posible sustitu-
ción de ésta por otras prácticas recomendadas por la Iglesia (4.0 DG 1987, n. 2: "BOCEE"

473

l
EJERCICIO DE LA FUNCIÓN
Y DE LA POTESTAD DE ENSEÑAR

1. FUNCIÓN
DE ENSEÑAR Y POTESTAD DE MAGISTERIO

1.1. La función de enseñar

a) Naturaleza y sujetos

521. El mismo Cristo confió a la Iglesia, como instrumento de


salvación para el género humano, el depósito de la fe; para esto ha
recibido ella también la misión, con la asistencia del Espíritu Santo,
de guardar santamente y de escrutar más íntimamente, de anunciar
y exponer con fidelidad la verdad revelada (DV 1Oa.b; LG 25d;
can. 747, ¿j 1). De esta manera la función/ misión (munus) de en-
señar forma parte integrante de la naturaleza y de la vida de la
y Iglesia, en cuanto que constituye su primera razón de ser. De aquí

dimana el DEBERIDERECHO ORIGINARIO, que corresponde intrínse-


, camente a la Iglesia, de anunciar el evangelio a todas las gentes,
'-independientemente de cualquier potestad humana (DH 13; CD
t..
19a; can. 747,5 1).Este deberlderecho lo reivindica la Iglesia frente
a la sociedad civil también respecto al uso de sus propios instru-
-mentas de comunicación social, ya que son necesarios y útiles para
'3
* i.. la formación y para la obra de salvación, que de lo contrario
C
r - podría verse fácilmente impedida u obstaculizada en el cumpli-
miento de su misión (IM 3; can. 747, 5 1) 1. Este mismo deber/
üerecho se expresa en el deberlderecho de todos los fieles para que
el anuncio de la salvación se difunda cada vez más entre los hom-
hreh de todos los tiempos de todos los lugares (can. 21 l ) , por lo
qlie I O I > O Si O S I - I F I rs son sujetos del t>lrrrllr.s de enseñar, Puesto
que han sido hechos participeh. en virtud del bautismo, del muou,
d e Cristo, y llamados a realizar, cada uno según su propia
c«ridicii>njurídica, la misión que Dios ha confiado a la iglesia para
que la cumpla en . .,
el mundo (can. 204: 1; cf can. 208). Así pues
cuniplen esta mision los laicos en virtud del bautismo y de li
confirmación (cáns. 879; 225. F; 1 ; 226. 5 2; 230: $9 1.2), los minis-
tros sagrados en virtud del orden recibido (obispos: cáns. 375; 756. paz, g
pI-esbíteros y diáconos: can. 757). los miembros de 10s institutos di derech
vida c o ~ i s a g r a d ay, análogamente. los de las sociedades de vida (CD 1
~inost0liciitambién en virtud de su consagración (can. 759). E]
derecliojdebrr que menciona el canon 21 1. como ya hemos visto
( n . 76), se concreta dentro de la lglesia en el derecho de cada uno
a recibir el anuncio integro de las verdades de fe (can. 760) y en
el deber d e profesarlas (can. 750). Sobre esto se basa el deber
fundamentalísimo de mantener la comunión con la Iglesia, comu-
nidad constituida por el vínculo de la Única fe y de la caridad
(can. 209, C) 1). 5 2~
nían u
la Eda
apostC
ñanza
522. El deber, derecho de la Iglesia de anunciar el evangelio es cuestic
congruente con el deber de todos los hombres de buscar la verdad los qu1
en las cosas que se refieren a Dios y a la Iglesia, y con el deber/ propia
derecho e n virtud d e la ley divina, una vez conocida dicha verdad, lógica
de abrazarla y conservarla (DH 3a; can. 748, 5 1). Por esta razón que se
TODOS LOS H O M B R E S son destinatarios de la enseñanza de la Iglesia "magi:
(can. 771), a diferencia de lo que ocurre con la santificación y el pia de
gobierno. L a búsqueda de la verdad es algo constitutivo de la pontíf-
naturaleza del hombre y d e su dignidad y vocación; por tanto, el que lo
que n o la busca falta a un deber natural, y la Iglesia tiene que Da
ofrecer los medios p a r a que encuentren la verdad todos los que la cida ei
buscan; u n a vez encontrada, en razón de una obligación que dima- los o b
n a d e su misma dignidad, el hombre tiene que abrazarla, ya que la iob) 4.
verdad se impone por si misma a su mente y a su conciencia (DH
1b.c; 2b). Sin embargo, la adhesión a la fe católica h a de ser nece-
sariamente u n acto libre del hombre, y por tanto nunca le es licito
a nadie inducir a otros de forma coactiva a abrazarla o a abando-
narla (AG 13c; can. 748, tj 2).
"AAS" 6
ntenido de la enseñanza de la Iglesia son: el depósito
fe, es decir, la sagrada tradición y la Sagrada Escritura ( D V .
;los principios morales incluso sobre el orden social, en cuanto
coopera en la salvación de los hombres; varios aspectos de la
(familia, procreación y educación de la prole,
rabajo, artes, técnica, uso de los bienes materiales,
nvivencia humana, etc.), ya que así lo exigen los
entales de 1a persona o la salvación de las almas

. La potestad de magisterio auténtico

'Naturaleza y sujetos

524. Antiguamente- los términos magisterium y magister te-


n una extensión más amplia que la actual, de tal manera que en
a Edad Media se aplicaban no sólo a los que en virtud del oficio
postólico ejercían la potestad de jurisdicción respecto a la ense-
anza autoritativa de la fe y a la decisión de tipo judicial en las
-:es uestiones de fe (magisteriuh ~athedrae~astoralk), Sino también a
-:ci,d s que en virtud de la licencia de enseñar lo hacían a partir de su
.er/. opia competencia científica en el terreno de la investigación teo-
ad, a (magisterium cathedrae magisterialis) 2. Gracias a un proceso
inició después del concilio de Trento, actualmente el término
sterio" indica prevalentemente la enseñanza autoritativa pro-
ia de los pastores de la Iglesia y de forma particular del romano
ntífice y de los obispos, indicando también luego a los sujetos
e lo ejercen (DV 10b; LG 12a; 18b; 22b; 25) 3.
Dado que se trata de una ENSERANZA AUTENTICA, es decir, ejer-
en nombre de Cristo con su autoridad, el romano pontífice y
obispos están investidos de una POTESTAD PECULIAR (DV 7b;
b) 4. Esta enseñanza autoritativa se basa en el CARISMA SEGURO

Cf SANTO TOMAS,Quod lib. 111, 9, ad 3; In I V Sent. 19,3, ad 4.


Pfo XII, Carta enc. Humani generis, 12 agosto 1950, en "AAS" 42 (1950) 567~s;
ABLO 11, Carta enc. Redemptor hominis, 4 marzo 1979, en "AAS" 71 (1979) 307; EV

& CONGR.D&R. FE, Decl. Mysterium Ecclesiae (=ME), 24 junio 1973, n. 2, en


AAS" 65 (1973) 396-408; EV 41 2564-2589.
qiie se ha dado al romano pontífice y a los obispos
I>I I A \-FUI)AI) correspl
con la sucesión apostólica (DV .
8b); por tanto. está estrictamente
e ,
sin emb
ligado, por una parte. a la mision apostólica recibida en plenitud en cuan
en la consagración episcopal (LG 21 b; 24a; 28a), y, por otra, al en el m
ministerio apostólico, es decir, al primacial del romano pontífice que rec
en virtud de la misión divina, y al episcopal- de
-,
10s otros obisposen las (can
virtud de la comunión jerárquica y de la mision canónica. y unive
Corno ya hemos visto (cf n. 286), la potestad de magisterio es en el ca
siástica
una POTESTAD . I F R Á R Q I I I C A . en el sentido de que se transmite
como la potestad de gobierno eclesiástico o de jurisdicción, por
jerárquica y no por vía sacramental, dada la naturaleza de los actos
vía propia,
en nom
la misn
que se realizan en el ejercicio de la misma. Éstos no son actos de
santificación inmediata, a los que va dirigido el ejercicio de la
potestad de santificar, aunque las verdades afirmadas y anunciadas
sean para la salvación y la santificación; ni son tampoco actos
b) Ot
relativos a la organización de la comunión eclesial en su dimensión 525
visible, a los que va dirigido prevalentemente el ejercicio de la que est
potestad de jurisdicción, aunque se trate de verdades proclamadas decir, 1,
autoritativamente, a las que deben adherirse los fieles. FE (car
SUJETOS de la potestad de magisterio auténtico son: están c
- por misión divina, el sumo pontífice y el colegio episco- -
pal, que son los dos sujetos inadecuadamente distintos
(cf nn. 282; 288-290) de la suprema potestad de magisterio
sobre toda la Iglesia (LG 25; cáns. 749, 1.2; 752; 331;
-
333, 5 1; 336);
- por misión canónica, los obispos que estén en comunión
con la cabeza del colegio y con los miembros, tanto indivi-
dualmente como reunidos en las conferencias episcopales o Ob
en los concilios particulares (LG 25; can. 753); DES nc
- por misión canónica, los presbíteros que fueran convocados
que so
al concilio ecuménico con voto deliberativo (can. 339, 5 2; de la f
cf can. 223, tj 1, 1-0, 3.0, 4.0, CIC 1917), d a d a su participa- almas,
ción en la misión apostólica (PO 2b; loa; cf nn. 268; 292). revela(
de estc
Los presbíteros, los diáconos, los laicos y los miembros de no est;
institutos d e vida consagrada o análogamente los de sociedades de
5 Cft
vida apostólica, cuando reciben un MANDATO de la autoridad je-
EV 31 17
rárquica competente -para anunciar el evangelio (cáns. 757-759), Cf
bajo la f o r m a de predicación (cáns. 764; 765; 766) o de la instruc- "AAS" 7
ción catequética (can. 766)- en grado diferente, a pesar de no mayo 19'
tener ninguna potestad de proclamar y de definir verdades, que ' Cf
iresponde solamente a los que están en el ministerio apostólico 5 ,
, tienen cierta participación en la potestad magisterial,
e desempeñan su oficio con la autoridad que reciben
ato (CD 30,2; can. 528, 5 1). Lo mismo vale para los
el mandato de enseñar la religión católica en las escue-
,.(can. 805), o de enseñar las ciencias sagradas en las facultades
Universidadescatólicas o eclesiásticas (cáns. 812; 818); más aún:
el caso de los profesores en las facultades y universidades ecle-
rece más claro todavía que no enseñan por autoridad
n virtud de la misión recibida, puesto que, actuando
e la Iglesia, transmiten la verdad con la autoridad de

:ros ) Objeto del magisterio


%:3n
525. Objeto primario del MAGISTERIO INFALIBLE es todo lo
la está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida, es
:as
ecir, la materia de fe y de moral que constituye el DEPOSITO DE LA
.FE (can. 750; DVe, n. 15). Así pues, se trata de las verdades que
están contenidas en dicho depósito de manera:
co- - o formal: a) explícita, si se expresan inmediatamente en los
Fn a términos mismos de la revelación, b) implícita, si son ex-
plicadas por lo explícito, pero sin añadir nada al dato re-
- velado;
-- - o virtual, cuando solamente pueden ser percibidas a través
,. í. de la confrontación de los datos y de un esfuerzo razonador.
P

&' 7.
Objeto secundario del magisterio infalible son todas las VERDA-
DES no reveladas, pero VINCULADAS A LAS REVELADAS, en cuanto
#$%
g.
'
-que son necesarias para confirmar, explicar y defender el depósito
..-de la fe, y por tanto dirigidas también ellas a la salvación de las
-' .:almas, "y cuyo carácter definitivo se deriva en último análisis de la
- revelación misma" (ME, n. 3; D Ve, n. 16). Forman también parte
de este objeto secundario los principios de la ley natural, cuando
no están contenidos en la revelación ni formal ni virtualmente; de

5 Cf CONGR. CLERO, Carta circ. Inter ea, 4 noviembre 1969, en "AAS" 62 (1970) 126-127;
EV 31 1758.
Cf JUANPABLO 11, Const. Ap. Sapientia christiana, 29 abril 1979, art. 27, 5 1, en
"AASw71 (1979) 483; EV 61 1385; CONGR. DOCTR. FE, Instr. Donum veritatis (=DVe), 24
mayo 1990, n. 22, en "AAS" 82 (1990) 1550-1570.
Cf ASIII11, 251.
qlie las normas riior;iles puedan ser infaliblemente ensefiad
;itii
por el magisterio ( D C 2. n. 16).
T o d o lo d e m i s que se refiere a la fe ! a las costumbres, y por
tanto también los contenido5 materiales de la ley natural, cuya
determinación depende de la aportación de las ciencias human
son objeto del . ~ ~ A < ; I s T ~ Ky ~o oi u F . \ i i B i F ( D H 1 4 ~ A
; A 24g GS
76e; can. 747, # 2) Y .
-
c) Fort71u.\ de/ t ~ ~ a g i s t e r i o

526. Basindose en la misma indefectibilidad e infalibilidad de


la IglesiaVv en el carisma de la certeza infalible de la verdad por
parte d e los sujetos del magisterio ( D V 8b; LG 25c), por la asisten.
cia especial del Espíritu Santo, el magisterio infalible no yerra
puede errar; al mismo tiempo es guía autoritativa para que la
universalidad de los fieles no se equivoque en el creer y, por tanto,
se adhiera indefectiblemente a la fe (LG 2a; M E , n- 3). Se entiende
I X F A I . I R I . E M F Y T E D F F I N I D A sólo la doctrina que conste manifiesta-
mente c o m o tal (can. 749, § 3). Si hay dudas sobre el tipo de
definición, la presunción está por la no infalibilidad.
El M A G I S T E R I O I N F A L I B L E es ejercido de forma extraordinaria o
solen~ne:
-- por el romano pontífice, cuando, en virtud del carisma per- es juzg
sonal d e infalibilidad, c o m o pastor y doctor supremo de Y para
todos los fieles, cumpliendo con su misión de confirmarlos y a un
en la fe, proclama con acto definitivo (ex cathedra) que ha al cam
d e aceptarse u n a doctrina sobre la fe o sobre las costumbres finitivc
(LG 25c; can. 749, tj 1); tonces
- p o r el colegio episcopal cuando, reunidos en concilio ecu- se pue
ménico, los obispos, como doctores y jueces de la fe y de las las vec
costumbres, declaran para t o d a la Iglesia una doctrina que
h a d e mantenerse definitivamente (LG 25b; cáns. 749, 2;
337, 3 1).

Este mismo magisterio infalible se ejerce también d e forma


ordinaria y universal:

C f P A R L OVI, Carta enc. Humanae vitae. 25 julio 1968, n. 4, en "AAS" 60 (1968) 483;
EV 31590.
C f CONCILIO VATICANO 1, Const. Dogm. Pastor aeternus, c. 4, en DS 3074; COD, 816.
I ' 0 Cf
803; "Co
cuando los obispos dispersos por el mundo, conservando el
vinculo de comunión entre ellos y el romano pontífice, sin
que haya una deliberación colegial, convergen en una única
sentencia que hay que mantener como definitiva sobre una
verdad relativa a la fe o a las costumbres (LG 25b; cáns. 749,
tj 2; 750; ME, n. 3) '0; este magisterio se manifiesta de he-
cho en la adhesión común de los fieles (DC loa; LG 2%;
can. 750);
por la acción conjunta de los obispos dispersos por el mun-
do, promovida o aceptada libremente por el romano pontí-
fice de manera que se realice con ello un verdadero acto
colegial (LG 22b; can. 337, 5 2; cf n. 714).
L de
por 527. El magisterio NO INFALIBLE ORDINARIO AUTÉNTICO es el
'a- .camino usual para enunciar las verdades relativas a la fe o a las
3 ni costumbres de forma N O DEFINITIVA (LG 25a; cáns. 752; 753). Este
.e la magisterio no puede separarse del magisterio infalible, ya que está
1t0, siempre relacionado con las verdades de fe; sin embargo, al ser
xde" magisterio no infalible y no definitivo, aunque propuesto como
23ta- cierto, podría
- ser reformado. Respecto a cuestiones sobre las que el
3 de romano pontífice y los obispos no-consideran que puedan intervenir
con un grado tal de certeza que comprometan su autoridad de
forma Pllena con una sentencia infalible y definitiva, en virtud de la
asistencia del Espíritu Santo y del carisma cierto de la verdad (DV
8b; D Ve, n. 17), pronuncian una sentencia que en aquel momento
3er- d -es juzgada como verdadera y cierta para el bien de toda la Iglesia
Ó de y Para conducir a los fieles a una coherencia de fe cada vez mayor
rlos a una pureza de costumbres cada vez más intensa. Sin embargo,
;. ha
N
:al cambiar la situación, puede ser que ese pronunciamiento no de-
ibres .finitivo, a pesar de considerarse válido para el pasado, no sea en-
"tonces lo que era y, por tanto, tenga que cambiarse. En este sentido
1 2CU- ;se puede hablar de un error del magisterio, pero la mayor parte de
e las :las veces se trata de una evolución del mismo.
. que
§ 2;
El magisterio no infalible es ejercido:
- por el romano pontífice y por el colegio episcopal para toda
la Iglesia (LG 25a; can. 752);
- por los obispos, en comunión jerárquica con la cabeza del
colegio y con los miembros, bien individualmente o bien
reun?dos en las conferencias episcopales o en los concilios
' O Cf CONCILIO VATICANO 1, Const. Dogm. Dei Filius. c. 3, "De fide", en DS 301 1; COD,
803; "Com." 9 ( 1 977) 84-86.
particulares, ya que. aunque no gozan de la infal
son auténticos maestros y doctores para los fieles que h
sido confiados a su cuidado (LG 25a; can. 753; cf n. 89
- por el sínodo de los obispos, al prestar ayuda con su cons
al romano pontífice en la salvaguardia e incremento de la
y de las costumbres (LG 23c; CD 5 ; can. 342; cf can. 334) 11

Destinatario del magisterio +V adhesión al mismo


noti
528. Como hemos visto, todos los hombres son destinatarios l e 11
del anuncio del evangelio por parte de la Iglesia, Y Por tanto del recil
ejercicio del nlunus de enseñar, ya que todos están llamados a la adhc
salvación. Por lo que se refiere al magisterio auténtico hay que de fi
decir que, aunque las doctrinas afirmadas por 61, en cuanto verda. que.
deras, valen evidentemente para todos 10s hombres, sin embargo no0
sólo los bautizados están obligados a adherirse a esas verdades. roa
1 mut
529. Hay que decir ante todo que el acto de fe o de adhesión
en cualquier grado al magisterio de cualquier tipo implica siempre .con
un acto de entendimiento y de voluntad por parte del hombre. es l1
, a 1:
Por FE DIVINA hay que creer aquellas verdades reveladas por nat
Dios para que se crean y que por sí mismas se imponen al enten- to (
dimiento y a la voluntad por la misma autoridad de Dios, sin que DF
haya ninguna intervención del magisterio. A su vez, por FE DIVINA uni
Y C A T ~ L I C Ahan de creerse todas aquellas verdades que están con- PO'
tenidas en la palabra de Dios escrita o transmitida, es decir, en el
único depósito de la fe confiado a la Iglesia, y que al mismo tiempo
son propuestas por el magisterio infalible como reveladas (dogmas: de
can. 750). Por consiguiente, en lo que se refiere al magisterio infa-
lible, hay obligación de prestar el OBSEQUIO o el ASENTIMIENTO DE ast
FE fidei obseguiurn,fidei assensus), como acto de adhesión a Dios co
mismo, con el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad (c:
(plenum intellectus et voluntatis obsequium), a Dios que revela, en "
cuanto que en el romano pontífice o en el colegio episcopal se re-
conoce el carisma cierto de la verdad y la autoridad misma de nic
Cristo (DV 5; 8b; LG 25b; cáns. 750; 752; ME, n. 4; DVe, n. 23). la
AI
530. Respecto al magisterio no infalible del romano pontífice (c
y de los obispos como colegio o como individuos, o como reunidos
-
l1 VI, M. p. Apostolica sollicitudo, 15 septiembre 1965, 11, 1, en "AAS" 57
Cf PABLO
(1965) 777; E V 21447. "C
en las conferencias episcopales o en los concilios particulares o en
el sínodo de los obispos, el fiel está obligado al RELIGIOSO OBSE-
QUIO de la voluntad y del entendimiento o del ánimo (religiosum
voluntatis et intellectus obsequium, religiosum animi obsequium).
pero no en el grado del asentimiento de fe (LG 25a; cáns. 752; 753).
-Este obsequio no es sólo un acto formal externo, sino que exige un
ACTO RELIGIOSO INTERNO, ya que consiste en la docilidad de la
mente y de la voluntad a la enseñanza del magisterio, y por tanto
en la adecuación de la propia mente al mismo, que encpentra su
motivación no en la competencia científica del romano pontífice o
de los obispos, sino en su competencia religiosa para la misión
recibida de Cristo (ME, n. 2) 1 2 . Por eso, si hubiera dificultad para
adherirse a la doctrina propuesta por el magisterio, la motivación
de fe informa tanto al entendimiento como a la voluntad, puesto
que, por una parte, el entendimiento ya informado por la fe reco-
noce el carisma cierto de la verdad y la asistencia del Espíritu en el
romano pontífice y en los obispos, y, por otra parte, la voluntad
sión mueve al entendimiento a adherirse a la doctrina propuesta en
npre ,concreto por el magisterio 13. Es evidente que, para determinar cuál
es la mente y la voluntad de la autoridad que propuso la doctrina
a la que hay que adherirse, hay que tener en cuenta la diversa
l por naturaleza de los documentos, la frecuencia con que se ha propues-
:ten- to dicha doctrina y el tenor de las expresiones verbales (LG 25a;
. que DVe, n. 24); es diferente el valor de la enseñanza de un concilio, de
VINA una encíclica, de un discurso de circunstancias hecho por el romano
con- .pontífice a un grupo cualificado o bien totalmente ocasional.
en el
mP0 531. De todo esto se desprenden algunas otras obligaciones
rnas: de los fieles con consecuencias incluso penales.
infa- En primer lugar, los fieles, para cumplir con la obligación del
I -. DE asentimiento de fe, están obligados a evitar cualquier doctrina
-0s contraria a las verdades que hay que creer por fe divina y católica
stad (can. 750).
1. en
e re- En efecto, el que ha sido bautizado en la Iglesia católica, pero
niega obstinadamente o duda de alguna de estas verdades, cae en
la HEREJÍA;y el que rechaza por completo la fe cristiana cae en la
APOSTASÍA(can. 751) e incurre en la excomunión latae sententiae
(can. 1364, ¿jl), teniendo en cuenta el canon 1330 (cf n. 677).

l2 Cf PABLO VI, Carta enc. Humanae virae, 25 julio 1969, n. 28,501; E V 31614.
13 Cf JUANPABLO11, Al. al II Congr. Int. Teol. Mor. (Roma), 12 noviembre 1988, en
"Oss. Rom." del 13 noviembre 1988.

483
7

Además, los fieles, para cumplir con la obligación del obsequi . E


religioso para con el magisterio infalible, tienen que procurar evita
todo lo que no está de acuerdo con las afirmaciones del mis
(can. 752). Así, el que, fuera del caso de herejía o apostasía, e !.l.
una doctrina condenada por el romano pontífice O por el concili
ecuménico, o bien rechaza pertinazmente la doctrina propuesta 5:
por el magisterio no infalible, una vez amonestado por la sede cer la
apostólica o por el ordinario, si no se retracta, puede verse Sometido episcl
a una justa pena (can. 137 1, 1 .o). ->artic
Finalmente, todos los fieles están obligados a observar las cons íién
tituciones y los decretos que propone la autoridad legítima de 1 ;onfe
Iglesia para exponer una doctrina y para proscribir opiniones erró- iano
neas; de manera especial la obligación vale para 10s documentos lorm
~iesd
del romano pontífice o del colegio episcopal, pero se extiende tam-
bién en diverso grado a los emanados por las congregaciones de la decre
ménil
curia romana y por los obispos, tanto individualmente como reu- 90m
nidos en la conferencia episcopal o en concilio particular (can. 754). Jnió
Asumen un valor especial los documentos de las congregaciones
de la curia romana, que cumplen con su tarea en el nombre y con
la autoridad del romano pontífice (CD 9a), como instrumento de 2.2.
gobierno del mismo, de forma que ejercen de forma vicaria la
potestad recibida 1 4 . Entre las congregaciones, evidentemente, asu- 5:
me una autoridad específica en el plano doctrinal la Congregación ión
para la doctrina de la fe, que tiene la misión de promover y defender :nseE
la doctrina sobre la fe y las costumbres. En virtud de su propia Jado
competencia, especialmente los documentos de esta Congregación de m
requieren la misma adhesión que se debe al magisterio no infalible la pa
del romano pontífice. Si estos documentos son aprobados por el ción,
romano pontífice de forma específica, no son ya actos de la Con- ProP
gregación, sino que se convierten en actos pontificios (D Ve, n. 18). ment
Todo lo que se ha dicho en el número 76 sobre los derechos y
deberes sancionados por los cánones 212, $5 1.3, y 218 ha de com-
pletarse con lo aquí expuesto. -a) 1

<
a)

5
evan

IS
l4 Cf JUANPABLO
11, Const. Ap. Pastor bonus, 23 junio 1988, nn. 7 y 8, en "AAS" 80
(1988) 849-851; E V 11/807-811. 16
2. EJERCICIO DE LA F U N C I Ó NDE E N S E Ñ A R

2.1. Relaciones ecuménicas


-:.,¡o
esta . 532. La finalidad del movimiento ecuménico es la de restable-
sede cer la unidad entre todos los cristianos; por consiguiente, el colegio
tido episcopal y la sede apostólica tienen que promover y dirigir la
participación de los católicos en el mismo (can. 755, ¿j 1). Es tam-
bién un deber de cada obispo y, según norma del derecho, de las
311s-
conferencias episcopales promover la unidad entre todos los cris-
e la tianos y, según las circunstancias y las oportunidades, formular
rró- normas prácticas, pero siempre en conformidad con las disposicio-
>tos nes dadas por la suprema autoridad de la Iglesia, es decir, por el
:tm- decreto conciliar Unitatis redintegratio y por los directorios ecu-
e la ménico~Ad totam Ecclesiam, del 14 de mayo de 1967 15, y Spiritus
' reu- pomini, del 16 de abril 1970 16, del entonces Secretariado para la
54). Unión de los cristianos.
mes
con
de 2.2. El ministerio de la palabra de Dios
s la
%U- 533. El ministerio de la palabra de Dios, bien como predica-
:ibn ción o bien como catequesis, a pesar de ser ejercicio del munus de
ider enseñar de la Iglesia, no se configura como magisterio auténtico,
!pis dado que en la predicación y en la catequesis la verdad no se define
:ión de modo autoritativo (cf n. 524); sin embargo, en el ministerio de
i ble la palabra -que debe basarse en la Sagrada Escritura, en la tradi-
el ción, en la liturgia, en el magisterio y en la vida de la Iglesia- debe
3n-
proponerse en nombre de la Iglesia el misterio de Cristo íntegra-
? 8). mente y con toda fidelidad (can. 760).

ri -a) Elementos comunes

a) Sujetos

534. Respecto a la Iglesia universal, la función de anunciar el


1 evangelio está confiada especialmente al ROMANO PONT~FICEy al

'5 Cf "AAS" 59 (1967) 574-592; E V 21 1194-1256.


'6 Cf "AAS" 62 (1970) 705-724; E V 2/ 1257-1292.
C O L E G I OEPISCOPAL(can. 756, 5 l), en el sentido de que ellos des; del eva
empeñan esta función prevalentemente respecto a la Iglesia univer- esto es
sal, pero pueden desempeñarla también respecto a cada Iglesia ,, vida se
particular, en virtud de la potestad ordinaria, propia e inmediata directa
que tienen sobre todas y cada una de las Iglesias y sobre tod OS Y rninistí
cada uno de los fieles y pastores (CD 3; LG 23a; cáns. 333, 8 1. ~G41;
336), aunque normalmente son cada UNO DE L o s o B 1 s P o s los quicanónil
normalmente desempeñan esta función respecto a las Iglesias pa, 10s ojo
titulares, ya que son en ellas los moderadores de todo el ministerio el hech
de la palabra. Esta función puede también ejercerse conjuntamente terio d
por varios obispos, en las CONFERENCIAS EPISCOPALES y en 10, oficial,
CONCILIOS PARTICULARES,respecto a varias Iglesias particulares, 24e.f se
según el derecho tanto universal como particular (LG 24a; 25a; CD con un
3b; can. 756, ¿j 2). Los obispos tienen esta función de anunciar el al mun
evangelio en virtud de su misma consagración episcopal y de su misión.
oficio, que desempeñan en comunión jerárquica con el que es cabe- na, a la
za del colegio y con todos los miembros del mismo. sometic
535. Los PRESB~TEROS tienen también esta función por su de 196:
ordenación y por el hecho de ser los cooperadores de los obispos; 20 y li
de forma específica están obligados al deber de anunciar el evange- esquerr:
lio los párrocos y todos los que tienen cura de almas (LG 28a; PO la califi
4a; CD 30,l y 2); forma también parte del mismo ministerio de los para nc
DIÁCONOS el servicio del pueblo de Dios, precisamente en el anun-
canon
cio del evangelio, en comunión con el obispo y con el presbiterio manda1
operar
(LG 29; can. 757). terio dc
536. Es también importante, según el canon 758, el modo de dos" a 1
anunciar el evangelio por parte de los miembros de los INSTITU- por pai
TOS DE VIDA CONSAGRADA. El anuncio primero y fundamental del tambiéi
evangelio que ellos hacen consiste en el testimonio que dan con su
misma consagración de vida. En efecto, éste es su primer apostola-
d o (can. 673), que desarrollan igualmente los institutos entregados
por completo a la contemplación, aunque no puedan ser llamados
a ayudar en los ministerios pastorales (can. 674), y que en los 538.
entregados al apostolado se expresa en la acción apostólica concre- Cristo,
t a en coherencia con su carisma propio, que ha de ser respetado dición,
por todos (cáns. 675, 5 1; 677, ¿j1; 578). Por la misma naturaleza propon
de la vida consagrada los miembros de los institutos son asociados tir íntej
por el obispo a su función de anunciar el evangelio, dentro del res-
peto a su carisma y a sus tradiciones, con su inserción en la pastoral '7 Cf J
de la diócesis (CD 33-35ss; cf nn. 218-219). en "AAS"
. '8 Cf /
537. Finalmente, los LAICOS, que están obligados al anuncio '9 Cf,
1"
.S- del evangelio ante todo con la palabra y el ejemplo de vida cristiana,
:r- esto es, en su inserción plena de cada día en las estructuras de la
en vida secular, segun el canon 759, pueden ser llamados a cooperar
' a directamente con el obispo y con los presbíteros en el ejercicio del
Y ministerio de la palabra (LG 3 1; 33; 35; CD 30,2; AA 6; loa; 24e;
t; AG 4 1; 17e; can. 225) 1 7 . AG 17e habla expresamente de una misión
conferida a los laicos, que debe darles mayor prestigio a
10s ojos del pueblo de Dios. Este mayor prestigio puede darse por
el hecho de que con la misión canónica los laicos ejercen el minis-
terio de la palabra en nombre de la Iglesia, por tanto de modo
oficial, con una garantía de comunión con la jerarquía. En AA
24e.f se dice primero, en general, que la jerarquía confía a los laicos
con un mandato ciertas tareas que están más íntimamente ligadas
al rnunus apostólico de los past6res, y luego, en particular, con una
misión, otras tareas relativas a la exposición de la doctrina cristia-
na, a la liturgia y a la cura de almas,-de manera que los laicos estén
sometidos a la dirección del superior eclesiástico. En los esquemas
de 1963 y 1964 del documento conciliar, respecto a los números 19,
20 y 18, se hablaba de mandato y de misión canónica 18; en el
esquema de 1965, en el número 24, se conservaba el mandato, pero
la calificación de "canónica" no se conservaba respecto a la misión,
para no entrar en cuestiones teológicas y canónicas discutidas 19. El
los
canon 759 no habla ya ni de misión, ni de misión canónica, ni de
mandato, aunque dice que los laicos "pueden ser llamados" a co-
operar con el obispo y con los presbiteros en el ejercicio del minis-
terio de la palabra, y el canon 766 afirma que "pueden ser admiti-
dos" a predicar; por consiguiente, se necesita siempre una iniciativa
por parte de la jerarquía y un acto de admisión, que puede ser
también una verdadera misión canónica.
SU
19-
Ins b) Contenido
1%
1 F.'
538. El contenido del ministerio de la palabra es el misterio de
v;-.-
A. Cristo, que sobre el fundamento de la Sagrada Escritura, de la tra-
do dición, de la liturgia, del magisterio y de la vida de la Iglesia debe
:za proponerse íntegramente y c o n toda fidelidad (can. 760). Transmi-
tos tir íntegra y fielmente el contenido de la fe es el deber primario y
es-
ral l7 Cf JUANPABLO 11, EX. Ap. Christifideles laici (= ChL), 30 diciembre 1988, nn. 33-35,
a enUAAS"81(1989)393-521;EV11/1606-1900.
. l 8 Cf A S III/IV, 677-678; 696; III/III, 379.
eio l9 c f AS IV/II, 350; 351; 354-355; IVIVI, 109-1 lo.
fundamental de todo fiel, sobre el que se basa la edificación
misma comunidad eclesial (cf nn. 41; 43; 76). La potestad modera- *

dora del romano pontífice, del colegio episcopal y de los obispos


particular (can. 756), en virtud de la misión que han recibido de
convocar y reunir a la comunidad, se tiene precisamente para que
este deber sea cumplido por todos los fieles dentro del respeto al
derecho de cada miembro de la comunidad eclesial, y de ésta en
cuanto tal, a recibir el anuncio integro y fiel del misterio de Cristo
que es el contenido de la fe de los apóstoles.

c) Medios
1 , la
539. Los medios principales de anuncio del evangelio, y por cierta
tanto del ejercicio del ministerio de la palabra de Dios, son la cultad
predicación y la catequesis; pero deben emplearse además otros en cor
medios, como la instrucción en las escuelas y en las academias, tiza la
conferencias y reuniones de todo género, declaraciones públicas el diác
por parte de la autoridad legítima, la prensa y los demás medios de consig
I comunicación social.
de fe y
eclesi;
que ta
b) Predicación de la palabra de Dios

540. Es deber específico de los ministros sagrados tener en


gran estima la predicación, como desarrollo de su deber de anunciar.
a todos el evangelio (can. 762). Esta estima tiene que traducirse en'
la praxis, es decir, en la disponibilidad a predicar y en la debida
preparación para hacerlo. En efecto, el pueblo de Dios es reunido
sobre todo por la palabra de Dios y los fieles tienen un derecho
propio y verdadero a recibir el anuncio del evangelio de labios de
los ministros sagrados (can. 213), dedicados a esto por su mismo
ministerio, al que han sido llamados por Dios y al que han sido
destinados por la Iglesia (PO 4a).

a) Sujetos

541. Ante todo se les reconoce expresamente a los OBISPOS,


en virtud de su legítima consagración (cáns. 365, tj 2; 1013; 1382;
LG 21b), el DERECHO a predicar en todas partes la palabra de Dios,
incluso en las iglesias y oratorios de los institutos religiosos de
derecho pontificio (can. 763). La Única limitación al ejercicio de
este derecho está en la negación expresada en casos particulares
Por el obispo del lugar (y no por los otros ordinarios del lugar,
como los vicarios generales o episcopales) y por los que se equipa-
ran al obispo diocesano según norma de los cáns. 381 ¿j 2e; 368).
542. Los PRESB~TEROSy los DIÁCONOS, en cambio, gozan de
la FACULTAD de predicar en todas partes, conferida por el mismo
derecho por el hecho de la ordenación legítima (can. 764). Se quiere
subrayar así que de forma primaria es el obispo el que ha sido
puesto al frente de la predicación en virtud de su misma consagra-
ción, mientras que los presbíteros y los diáconos, a pesar de que la
pedicación forma parte del mismo ministerio presbiteral y diaco-
*al, la ejercen como colaboración prestada al obispo y con una
cierta participación en su autoridad magisterial (cf n. 525). La fa-
cultad es una especie de "testimonio" de que la predicación se hace
en comunión de fe y de caridad con el obispo, que es el que garan-
tiza la unidad de la Iglesia confiada a sus cuidados. El presbítero y
el diácono predican de manera oficial en nombre de la Iglesia; por
consiguiente, en la predicación tienen que transmitir las verdades
de fe y las relativas a las costumbres, tal como están en la conciencia
eclesial y han sido expresadas por el magisterio. Podemos decir
que también en el terreno de la confesión sacramental el presbítero
anuncia la palabra de Dios de forma teórica y práctica; en lo que
atañe a cuestiones de moral, por consiguiente, tiene que seguir la
doctrina propuesta por el magisterio (can. 978, 5 1). El probabi-
lismo solamente puede ser aplicado en el caso de que no haya un
pronunciamiento del magisterio.
LIMITACIONES
al ejercicio de esta facultad son:
- la necesidad del consentimiento, al menos presunto, del rec-
tor de la Iglesia en que se predica;
- la restricción o la renovación de la facultad por parte del
ordinario competente (se habla aquí de ordinario y no de
obispo diocesano; por tanto, se comprende también a los
vicarios generales y episcopales y, para los institutos religio-
sos y las sociedades de vida apostólica clericales de derecho
pontificio, a los moderadores mayores);
- la licencia expresa del ordinario del lugar, si lo exige la ley
particular, es decir, la de la diócesis en que se debe predicar
o bien de un concilio particular o de la conferencia episcopal
(can. 764); para los religiosos (no para los miembros de los
institutos seculares y de las sociedades de vida apostólica) se
requiere siempre, para predicar en sus iglesias u oraton
la licencia del superior competente establecido por las co
tituciones (can. 765).

543. Los LAICOS, dentro del respeto del canon 767 que res
la homilía de forma exclusiva al sacerdote o al diácono, pueden,
admitidos a predicar en una iglesia o en un oratorio bajo estas dos
condiciones:
- si se necesita en determinadas circunstancias, como en el
caso de persecución en que faltasen los ministros Sagrados
( A A 17a) o en tierras de misión (AG 17e);
- si resulta Útil en casos particulares, como, por ejemplo, bajo
la forma de comentario en las diversas partes de la misa
para los niños, cuando falta un ministro sagrado adecuado
para hablarles y hay, por el contrario, algún laico, especial.
mente catequista, que lo sepa hacer (can. 766; cf n. 544).

Se trata de un ACTO ESPEC~FICOD E ADMISIÓN, según las normas


de la conferencia episcopal, que supone una cierta participación en
la autoridad magisterial del obispo (cf n. 524). La CEI ha estable-
cido como requisitos necesarios para que los laicos reciban el man-
dato del ordinario del lugar para predicar, la ortodoxia de fe, una mi5
preparación teológico-espiritual, ejemplaridad de vida, capacidad en
de comunicación *o. los
a tin
des
6 ) Formas y contenido do1
me
544. La H O M I L ~ Aestá reservada de manera exclusiva a los cle
MINISTROS SAGRADOS: obispos, presbíteros y diáconos (can. 767). dic
De ningún modo puede tenerla un laico, ni siquiera en la forma de
Sy'
homilía participada. Ésta ha sido expresamente excluida por varias laic
instrucciones de la Congregación para el culto divino 21, que al no
estar en contradicción con el nuevo Código siguen estando en
vigor. L a homilía se distingue de la predicación general ante todo a 1;
por el hecho de ser una especie de la predicación: toda homilía es pe:
los
20 Cf Delib. n. 22, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI 3/ 1985, 44; E-CEI 312277. La
ric
CEE admite de modo semejante a la CEI, bajo similares condiciones, la posible predicación N(
de los laicos salvo en lo tocante a la homilía, cánones 766 y 767 (2.0 DG 1985, art. 2).
2 ' Cf Instr. Actio pastoralis, 15 mayo 1969, n. 6g, en "AAS" 6 1 (1969) 809; EV 31 1166;
Liturgicae instaurationes. 5 septiembre 1970, n. 2, en "AAS" 62 (1970) 696; EV 312767-
2768; Inaestimabile donum, 3 abril 1980, n. 3, en "AAS" 72 (1980) 334; EV 71 293.
más aun, es una forma eminente de la misma, pero no
toda ~redicaciónes una homilía. Además, está caracterizada por el
hecho de que es parte misma de la liturgia, mientras que hay mu-
chas formas de predicación que no son parte de la liturgia, como la
-rva que se hace en las novenas, en la celebración de un v h crucis, en los
ser qercicios espirituales, en otras misiones sagradas (can. 770), etc.
dos según S C 52 y la instrucción Inter Oecurnenici. del 26 de septiem-
bre de 1964, en el número 54 22,la homilía se debe basar en un texto
litúrgico (de las lecturas del día o del ordinario o del propio de la
3el del día), teniendo en cuenta tanto el misterio que se celebra,
dos
esto es, el de las diversas festividades, como las necesidades de los
oyentes.
El que la homilía se reserve a los ministros ordenados se deriva
del hecho de que existe una analogía entre el ministerio de los
sacramentos y el de la palabra, ya que dependen el uno del otro y
pertenecen a la estructura misma de la Iglesia. La Iglesia es al
mismo tiempo sacramento primordial y palabra primordial, y tanto
'las e1,sacramento como la palabra son eficaces ex opere operato. Por
en consiguiente, el que ejerce la función sacramental es el que, en la
>le- liturgia, predica bajo la forma peculiar de la homilía.
an-
El directorio de la Congregación para el culto divino para las
Ana
lad misas de los niños Pueros haptizatos, del 1 de noviembre de 1973,
en el número 24 23,dice expresamente que nada impide que uno de
los adultos que participan en la misa para los niños, con el consen-
a timiento del párroco o del rector de la iglesia, dirija a los niños
después del evangelio algunas palabras, especialmente si al sacer-
dote le cuesta adaptarse a la mentalidad de los pequeños. El docu-
los mento invitaba a observar las normas que la Congregación para el
57). clero habría de dictar poco después. Hay que decir ante todo que
'

! de
dichas normas nunca se publicaron; y hay que observar, además,
.ias que el directorio no hablaba de homilía, sino de palabras que un
no laico o una laica puede dirigir
- a los niños.
en Después de una carta del 1973 de la Congregación para el clero
>do a la Conferencia episcopal alemana, no publicada, esta Conferencia
1 es ermitió que se diera mandato a los laicos de dirigir la palabra a
os niños para la celebración de la palabra y en casos extraordina-
rios, a juicio del obispo, incluso durante la celebración eucarística.
No se especifica que esto se haga después del evangelio; por tanto,
podría ser en varias partes de la misa como explicación de la, d Desti
mismas, o después de la comunión, para ayudar en la acción de
gracias. 547.
10s
Puesto que la norma del directorio de 1973 permitía de he> por partí
cho una verdadera y propia homilía, ya que hablaba de palabras p&roCOS.
después del evangelio, ésta, al estar en contra del canon 767 4 1 para 10s
' >
en base a los cánones 6, 5 1, 2.0, y 33, 5 1, no tiene ya vigor la pastor
Por el contrario, se pueden pronunciar algunas palabras de co: (can. 771
mentario en otros momentos de la celebración litúrgica por parte non 383,
de los laicos. El obispo diocesano no puede dispensar del ca- QO en SU
non 767, fj 1 24. son: 10s t
Los domingos y fiestas de precepto, en todas las misas con dedicadc
asistencia de pueblo, se debe tener la homilía, a no ser que haya
una causa grave para omitirla (can. 767, 2); se recomienda, ade-
más que, si hay concurso suficiente de pueblo, se tenga también
homilía en las misas entre semana, especialmente en los tiempos
litúrgicos fuertes, como el adviento y la cuaresma, con ocasión de
festividades particulares, o bien en las misas de exequias (5 3). El
párroco o el rector de la iglesia tienen la obligación de hacer que se
respeten estas normas (5 4).
545. El contenido de la predicación ha de ser ante todo lo que
es necesario creer y hacer para la gloria de Dios y para la salvación
de los hombres (can. 768, 5 1); además, lo que el magisterio de la 548.
Iglesia enseña sobre la dignidad y libertad de la persona humana, almas p.
sobre la unidad y la estabilidad de la familia y sobre sus tareas y que la f t
sobre el modo de usar los bienes materiales (5 2). Todo esto, en la la enseñ
predicación, debe adaptarse a las condiciones de los oyentes y a las (can. 77
necesidades de los tiempos (can. 769). TOD
546. En orden a la predicación, todos deben observar las nor- y su co
mas dadas por el obispo diocesano (can. 772,g l), y para hablar de -que r
la doctrina cristiana en la radio y en la televisión hay que atenerse testimo
a las disposiciones de la conferencia episcopal (5 2). La CEI no ha tica (cá
dado todavía normas en este sentido *. ,que hac
-obligac
24 Cf PONT.COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 3 septiembre 1987, en "AAS" 79 (1987)
.labra y
1249; EV 101 1841. (cáns. ;
* En consonancia con los cánones 772,g 2; 804,g 1 , y 83 1 , § 2, la CEE ha dictado "De-
creto general sobre la presencia de la Iglesia en los medios audiovisuales de comunica-
ción social", 1 diciembre 1984 ("BOCEE" 3 [1986] 115-1 16); se precisan en el mismo normas
y condiciones en cuanto a programas católicos de radio y televisión, idoneidad canónica
para su dirección y posibles acuerdos con las instancias competentes, tanto públicas como
privadas.
~ e sinat
t arios
c)
Son destinatarios de la predicación de la palabra de Dios
547.
7 '
todos los hombres, pero se recomienda una solicitud particular
de- parte de los pastores de almas, especialmente los obispos y
': ;." P
Párrocos, para que la palabra de Dios se anuncie a aquellos fieles
ras

S 1, P ara los que -debido a su condición de vida- no sea suficiente


yor. -la pastoral común y ordinaria o estén totalmente privados de ella
(can. 771, $ 1). A esta solicitud hace también referencia el ca-
non 383, $ l , configurando uno de los deberes específicos del obis-
ca-
P o en su cura pastoral. Según CD 18a, estas categorías de personas
"

son: los emigrantes, los desterrados, los prófugos, los marinos, los
con dedicados a transportes aéreos, los nómadas, los turistas. De esta
manera, el anuncio del evangelio tiene que llegar también a los no
creyentes que viven en el territorio de la diócesis o de la parroquia
(5 2). Debe dirigirse también una especial atención a los que, aun-
que siguen creyendo, están lejos de la práctica religiosa.

c) La instrucción catequética

que a) Sujetos
;ión
.e la 548. Es oficio propio y grave sobre todo de los PASTORES de
ina, almas preocuparse por la catequesis, que tiene la finalidad de hacer
as Y~ que la fe de los fieles se haga viva, explícita y activa, por medio de
n la : la enseñanza de la doctrina y de la experiencia de la vida cristiana
.as " (can. 773).
2;
TODOSlos miembros de la Iglesia, cada uno según sus tareas
1or- y su condición, tienen que sentir preocupación por la catequesis
rde -que no es solamente enseñanza de una doctrina, sino también
rrse testimonio de vida- bajo la guía de la legítima autoridad eclesiás-
ha tica (cáns. 774, ¿j 1; 776); pero son los PADRES sobre todo (o los
?que hacen sus veces y los padrinos) quienes están ligados por una
.obligación específica respecto a sus hijos de formarlos, con la pa-
.labra y con el ejemplo, en la fe y en la práctica de la vida cristiana
(cáns. 774, ¿2; j 226, ¿2; j 1366; 776).
"De-
nica- El OBISPO DIOCESANO cumple con su deber propio y grave de
:mas ''hiidar de la catequesis dando normas sobre la materia catequéti-
iaica
. ea y procurando los instrumentos adecuados, entre ellos el catecis-
qmo
irno, que editará, si le parece oportuno; le corresponde también a
él favorecer todas las iniciativas catequéticas y coordinarlas.
esto teniendo en cuenta las disposiciones dadas por la santa S
(cáns. 775,€j1; 827;cf 386, 5 1).
También es responsabilidad de la C O N F E R E N C I A E P I S C O ~
lo juzga útil, procurar que se publiquen catecismos para el
territorio, previa la aprobación de la Santa Sede (can. 775,
Los deberes del PARROCO a propósito de la catequesis se dete
minan en los cánones 776 y 777 (cf can. 528, 5 1):
- ante todo, la catequesis tiene que abarcar todas las eda-
des, especialmente para la preparación a 10s sacramentos
(can. 843, 5 2);
- la catequesis debe abarcar a todas las categorías de personas
incluso a los impedidos de mente o de cuerpo, en cuanto li
permita su condición;
- el párroco podrá servirse de la colaboración de los clérigos
adscritos a la parroquia, de los miembros de los institutos
de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica,
teniendo en cuenta la índole de cada instituto, y de los fieles
laicos, promoviendo y sosteniendo la tarea de los padres,
capacitados por el sacramento del matrimonio (ChL, n. 34);
estas categorias de personas, a no ser que estén legítima-
mente impedidas, no pueden negarse a prestar de buena
gana su cooperación.
t

Finalmente, los SUPERIORES de los institutos religiosos y de las


sociedades de vida apostólica tienen que preocuparse de que en sus
iglesias, escuelas y demás obras propias o confiadas a ellos se im-
parta la instrucción catequética, ateniéndose, evidentemente, a las f

normas dadas por el obispo (can. 778).

6) Medios: los catecismos

549. La responsabilidad directa de la catequesis recae sobre 1 92


todo en el OBISPO DIOCESANO y sólo subsidiariamente en la confe- ca
rencia episcopal (can. 775, $8 1.2). Por consiguiente, el obispo dio- P(
ni
cesano puede tomar la iniciativa de publicar su propio catecismo, "1
sin que sea necesaria la aprobación de la Sante Sede, o bien limi- al
el
tarse a aprobar, en virtud del canon 827, $ 1, otro catecismo que
hayan publicado otros por propia iniciativa.

I Corresponde también a la CONFERENCIA EPISCOPAL, sólo si


se considerase Útil, cuidar de la publicación de catecismos para
el propio territorio, pero con la aprobación de la Santa Sede
(can. 775, 4 2). Entre 1973 y 1982 la CEI ha publicado cinco cate-
cismos (párvulos, niños, jóvenes, adultos y adolescentes) en plan de
consulta y de experimentación 25.
Dos cartas del 7 de julio de 1983 26 de la Congregación para la
doctrina de la fe, una de respuesta a la Congregación para el clero
y la otra de respuesta a la conferencia de obispos franceses, como
interpretación del Decreto Ecclesiae pastorum del 19 de marzo de
r
1975, artículo 4, 4 1 27, disponen categóricamente que:
'tos - las conferencias episcopales nacionales o regionales no pue-
den publicar catecismos nacionales o regionales ni docu-
aonas, mentos catequísticos, sin la aprobación previa de la Santa
lto lo Sede;
- sin la aprobación previa de la Santa Sede no pueden editarse
:riges a
ni difundirse por obra de las conferencias episcopales cate-
.tutos cismos a nivel nacional para la experimentación y la consul-
Clica,
... ta, ya que no se puede admitir la publicación de catecismos
. -!eles
ad experimentum, dado que éstos, en cuanto al contenido y
~dres, el método, deben tener un valor probado que asegure la
L. 34); autoridad y la estabilidad a nivel nacional; sin embargo, no
tima- se excluyen ciertos experimentos particulares, anteriores a
'zena la publicación, según la norma del directorio catequistico
general Ad normam decreti, del 11 de abril de 1971, núme-
C
ro 11928 (lo mismo vale para los textos catequísticos de
le las consulta a nivel nacional);
+nsus - cada uno de los obispos diocesanos, aunque hubiera dado
:q-
,
su parecer favorable para un catecismo nacional, tienen li-
2: ías L bertad para conceder el imprimatur a catecismos particula-
res, cuando son seguros por su contenido y claros por su
exposición;
- una comisión episcopal no tiene autoridad permanente para

25 Cf E. CEI 2/ 160-163; 192; 193; 1245; 1990; 1995; 2371; 3353; 3362; 31576; 593; 919;
;obre 925; Notiziario CEI 31 1973, 8; 41 1974, 70; 21 1976, 22. En conformidad con la norma del
onfe- canon 755,g 2, la CEE ha aprobado la implantación oficial para todas las diócesis españolas,
I dio- -por decreto de 11 de junio de 1987, de tres catecismos, denominados: catecismo "Padre
.smo, nuestro" (cinco-siete años), catecismo "Jesús es el Señor" (siete-nueve años) y catecismo
rl
"Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la Iglesia" (nueve-once años). Previamente habían sido
limi- aprobados por la Congregación del Clero los dos primeros el 10 de septiembre de 1982, y
que el tercero el 14 de noviembre de 1986 ("BOCEE" [1987] 65 y 119. Cf 1 .er DG 1984, art. 7,l).
26 Cf "AAS" 76 (1984) 45-52; E V 91362-379.
27 Cf "AAS" 67 (1975) 283; E V 51 1212.
Cf "AAS" 64 (1972) 9 1-176; EV 453-654.
aprobar o no aprobar catecismos nacionales O para las di6
cesis particulares 29, ya que esta responsabilidad correspo
únicamente a la reunión plenaria de la conferencia episcop
(can. 455, $5 1.3); una comisión episcopal puede encargar
solamente, incluso de forma estable, de preparar el maten
catequistico, salva siempre la competencia de la conferenc
episcopal de aceptarlo o rechazarlo, y si se trata de catecis
mos nacionales, de presentarlos o no a la aprobación de 1
Santa Sede;
- para la catequesis, que se hace bajo la autoridad del obispo
en las parroquias y en las escuelas, tienen que usarse siempr
catecismos aprobados y adoptados como textos oficiale
por el propio obispo o por la conferencia episcopal, mient
que otros catecismos aprobados por la autoridad eclesiástica
pueden utilizarse como medios subsidiarios;
- respecto a los criterios de aprobación, si ésta se solicita sólo
para la publicación de un catecismo, sin que esto suponga la
adopción del catecismo como libro de texto oficial para la
catequesis diocesana, tiene que darse según los criterios qu
regulan la censura, es decir, según los cánones 823, 8 1,
830, tj 2; por consiguiente, teniendo en cuenta la ortodoxi
del contenido y las normas eclesiásticas universales sobre la centros 1
catequesis; pero si ia aprobación se solicita para que el ca- órgano c
tecismo sea destinado a la catequesis oficial de la diócesis, -obispo,
hay que tener además en cuenta las normas dadas por el 'dirija y 1
obispo en función de las necesidades concretas de la diócesis 'inismo 1
y las dadas por la conferencia episcopal y aprobadas por la .épiscopa
Santa Sede (can. 775, tj 1). b-institucic
:%a(can.
Lo que desean proteger las respuestas de la Congregación para agosto d
la doctrina de la fe es: - 551.
- que no se admitan catecismos ad experimentum a nivel na- didácticc
cional, puesto que serían entonces adoptados sin la aproba- ' más efic
ción de la Santa Sede; directorc
- el derecho de cada obispo diocesano a determinar él mismo 6-concrete
cuál tiene que ser el catecismo oficial en su diócesis, aun
cuando haya dado su voto favorable para el catecismo na-
cional;
- que no se utilicen catecismos no oficiales como texto, aun-

30 Cf E

z9 Cf PONT.COM.INT. DECR.VAT. 11, Respuesta del 28 junio 1968, en "AAS" 60 sus comien
(1968) 36 1 . Episcopal (

496
m-

que no se excluya el uso subsidiario de otros catecismos


aprobados por la autoridad eclesiástica competente;
que los catecismos diocesanos no sean rechazados por una
comisión permanente de la conferencia episcopal, lo cual no
r tampoco la asamblea plenaria de la misma

- que los obispos diocesanos tienen que aprobar los catecis-


mos según los criterios propios para el uso de tales cate-

550. P a r a una mayor ayuda por parte de la conferencia


,

,piscopal a la diócesis en materia catequética, puede instituirse


dependiendo d e la misma un D E P A R T A M E N T O C A T E Q U É T I C O

Hay que señalar que el Código no hace ninguna referencia al


departamento catequético diocesano que determinaba el Directorio
cate qué tic^ general, en el número 126, como obligatorio para todas
las diócesis. El Directorio, en virtud del canon 6, ¿j1, 4.0, no tiene
'ya valor respecto a este punto, aunque seria oportuno la institución
'de este departamento en las diócesis para promover y guiar el
trabajo de todas las organizaciones catequéticas y promover los
*e la ' centros para la formación de los catequistas. En una palabra, como
ca-
órgano de la curia diocesana, debe ser el medio a través del cual el
como cabeza de la comunidad y maestro de la doctrina,
presida todas las actividades catequéticas de la diócesis. El
Directorio decía que era necesario que cada conferencia
iscopal tuviese su departamento catequético, pero no ponía esta
titución como obligatoria. La institución sigue siendo facultati-
(can. 775, 5 3). La CEI instituyó ya este departamento el 14 de
agosto de 1961 30.
Finalmente, deben utilizarse todas las ayudas, recursos
os e instrumentos de comunicación social que parezcan
6s eficaces para una buena catequesis (can. 779). Serán luego los
irectores diocesanos o los de las conferencias episcopales los que
oncreten mejor el uso de estos medios.

Cf E. CEI 11277-288. El departamento catequético se ha establecido por la CEE desde


30
S" 60 . . 'SUScomienzos junto a las comisiones episcopales bajo la denominación de la Comisión
Episcopal de Enseñanza y Catequesis.

497
c.) Formación de los catequistas
552. La responsabilidad de los ordinarios del lugar, estableci-
d a por el canon 780, sobre la formación continua de los catequistas
corresponde a lo que establecen ya los cánones 229 y 231 ' 5 I'>
como derecholdeber de los laicos de adquirir esta formación para
poder desempeñar las funciones de apostolado en la Iglesia.
El Directorio catequético general, números 108-109, hace recaer
en las conferencias episcopales y en los obispos diocesanos la res-
ponsabilidad de establecer los institutos superiores de pastoral ca-
tequética a nivel universitario en el ámbito nacional y escuelas
catequéticas en el ámbito de cada diócesis O de las conferencias
episcopales, igualmente válidas, aunque menos comprometidas que
los institutos superiores.

2.3. Actividad misionera


553. Todos los FIELES tienen el deber fundamental de tomar
parte en la obra misionera. Se trata de un deber que dimana de la
naturaleza propia de la Iglesia como pueblo de Dios que tiene su
origen en la misión del Hijo y del Espíritu Santo según el plan de
Dios Padre (AG 2a; cáns. 781; 787; cf cáns. 21 1, 225, 5 1).
La suprema dirección y coordinación de la acción misione-
ra corresponde al ROMANO PONT~FICEy al COLEGIO EPISCOPAL
(can. 782, § 1). Sin embargo, cada obispo en particular, como
responsable del bien de la Iglesia universal y de todas las Iglesias, m
debe procurar especial solicitud en este sentido, sosteniendo y fa- tic
voreciendo las iniciativas misioneras en la propia diócesis (§ 2;
can. 791).
Los miembros de los INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA, dedi-
cándose con su consagración al servicio de la Iglesia, están obliga-
dos de manera particular, en conformidad con la naturaleza de su
instituto, a tomar parte en la acción misionera (can. 783). ba
MISIONEROSson aquellas personas que son enviadas por la su:
autoridad eclesiástica competente a realizar la obra misionera de
cualquier categoría de fieles, autóctonos o no (cáns. 784; 786).
Los CATEQUISTAS LAICOS, debidamente preparados, tienen que
actuar bajo la dirección de un misionero (can. 785).
Corresponde a los OBISPOS DIOCESANOS de los territorios de
misión:
- promover, moderar y coordinar todo lo que se refiere a la
acción misionera;
- ponerse de acuerdo con los moderadores de los institu-
tos que se dedican a las obras misioneras (can. 790, ¿j 1;
cf can. 790, ¿j 2) 3'.
A las normas dadas por el obispo diocesano están sometidos
dos los misioneros, incluso religiosos, y sus auxiliares. Los que
sde las tierras de misión se dirijan a otras iglesias por razones de
bajo o de estudio deben ser acogidos fraternalmente y ayudados
pastoralmente a través de las obras instituidas y promovidas por
las conferencias episcopales (can. 792).

x
?:$
-4 2.4. La educación católica

554. Los PADRES (o los que hagan sus veces) tienen el deber/
derecho de educar a la prole, y por tanto de escoger los medios y
-las instituciones a través de los cuales puedan sus hijos recibir la
ducación más apropiada; además, tienen el derecho de gozar de
ayudas que la sociedad civil debe ofrecer para la consecución de
este objetivo; a este derecho corresponde un deber del Estado de
prestar esas ayudas (can. 793).
Los padres son los primeros educadores por derecho natural,
como
tanto frente al Estado como frente a la Iglesia32. -
:lesias, Este derecholdeber se afirma también en el canon 226, 2, de
0 y fa-
:'manera primaria aunque no exclusiva, ya que siempre la Iglesia
-tiene también el deber, por su misma misión, de educar a sus
:(8.2;
?miembros, pero sin que las instituciones eclesiales sustituyan a los
padres donde esto no sea necesario por especiales circunstancias.
dedi- Respecto al Estado, hay que aplicar plenamente el principio de
bsidiaridad (GE 3b).
A este deber de los padres corresponde el derecho de los hijos
autizados a recibir una educación católica adecuada por parte de
por .la sus padres (can. 217).
era de
5). No se trata sólo de un derecholdeber natural de los padres,
sino también de un derecholdeber sobrenatural, ya que dimana de
..nque
31 Cf CONGR. Ev., Instr. Relationes in territoriis, 24 febrero 1969, en "AAS" 61 (1969)
281-287; E V 31820-845; X. OCHOA, LRges Ecclesiae IV, col. 5486-5490.
32 JUAN PABLO 11, EX. Ap. Familiaris consortio, 22 noviembre 1981, nn. 36; 38; 40, en
"AAS" 74 (1982) 126; 129; 131-132; E V 71 1638-1640; 1647-1649; 1655-1657.

499
uno de los fines del matrimonio (can. 1055, 5 1: ChL. n. 62). ~1 d
recholdeber de los padres debe considerarse, en concreto, según
fin objetivo de la educación católica, es decir, el fin sobrenatur
último (GE la; 3a) y según la conciencia subjetiva de los padres
que tienen precisamente el derecho y el deber de escoger la educa-
ción conveniente a la fe religiosa que quieren que se comunique,
sus hijos.
555. De este derechotdeber, natural y sobrenatural al mis&,
tiempo, de los padres les viene el derecho a las AYUDAS NECESARIA^
por parte de la sociedad civil. Por consiguiente, como veremos
mejor, para que se tenga una libertad efectiva de educación e,
necesario que el Estado proteja este derecho no sólo permitiendo 1,
institución de centros de formación en los que se imparta la educa.
ción escogida por los padres, sino también financiando esos centro
del mismo modo que los centros estatales, para que no exista un
discriminación de carácter económico.
El debertderecho de la Iglesia de educar es específico y singular,
ya que forma parte de su misión de ayudar a 10s hombres a llegar '
a la plenitud de la vida cristiana (can. 794, 9 1). Corresponde a los
pastores la función de actuar de modo que 10s fieles puedan gozar
de la educación católica (5 2).
Este deberlderecho se afirma por un título especial, es decir, no
común a otras instituciones sociales, ni siquiera al Estado, puesto
que la misma misión de la Iglesia está dirigida a la formación in-
tegral de la persona, y no sólo parcial (GE 3c). No se trata, por
tanto, de una actividad supletoria ejercida por la Iglesia. Esto no
excluye la competencia del Estado dentro de sus límites y en el -
respeto del principio de subsidiaridad (GE 3b; 6b). De aquí procede';
el derecho de la Iglesia a fundar y dirigir escuelas de cualquier
disciplina, género y grado (can. 800, 5 1). 1 _
El canon 795 describe la finalidad de la educación integral de la '
persona por parte de la Iglesia, y por tanto presenta sumariamente'
el contenido de esta educación, de la que habla más difusamente
GE 1.
556. Se distinguen cuatro categorías de escuelas:
- aquellas en las que no se imparte ninguna educación religio-
sa (can. 798);
- aquellas que, aunque no las dirijan las instituciones ecle-
siásticas ni estén aprobadas por la autoridad eclesiástica,
imparten, sin embargo, una educación católica (cáns. 798;
799);
- aquellas que son CATÓLICASDE HECHO, pero no de derecho
(cáns. 803, 5 3; 802, 5 1);
una - las C A T ~ L I C A SE N SENTIDO ESTRICTO,para las que se re-
quiere la dirección por parte de la autoridad eclesiástica
competente o de una persona jurídica pública eclesiástica, o
bien la aprobación por escrito de la autoridad eclesiásti-
ca (can. 803, 5 1);por eso ninguna escuela, aunque católica
de hecho, puede llevar el nombre de escuela católica sin
estos elementos (5 3); se trata de una noción jurídica por
razón de la intervención jerárquica; esta calificación de ín-
. no dole jurídica comporta la obligación de que estas escuelas
:sto fundamenten la instrucción y la educación que han de im-
in- partir en los principios de la doctrina católica y que tomen
por '
maestros que se distingan por su recta doctrina y su fe pro-
bada (can. 803, § 2).
i
d . Las escilelas católicas deben ser entonces comunidades educa-
tivas, formadas por los padres, los profesores, los sacerdotes, los
religiosos y religiosas y los representantes de los jóvenes compro-
.. < ' metidos en un verdadero testimonio del evangelio (ChL, n. 62) )'.

nte
t
b) Deberes y derechos de los fieles
respecto a las escuelas .
557. Todos los fieles, en general, deben tener en gran estima
las escuelas, como principal ayuda para que los padres cumplan
con su función educativa (can. 796, 5 1). De aquí se deduce un
P 3

y
*
33 ED. CAT.,DOC.
Cf CONGR. 11 28 ottobre, 7 abril 1988, en E V 1 1 1398-533.
deber concreto de colaboración recíproca entre los maestros y lo
padres, que han de ser escuchados tanto particularmente como e
asociaciones y reuniones (can. 796, 5 2; cf GE 5; 8c).
El derecho de los padres a una verdadera libertad de elección
la escuela se afirma en el canon 797 no sólo respecto al Estado, sino
también respecto a la Iglesia, como aplicación de los cánones 226
8 2, y 793, aunque lo cierto es que el problema se plantea principal:
mente respecto al Estado. En dependencia de este principio, todos
los fieles tienen la obligación de hacer que este derecho se les reto-
nozca a los padres y que el ESTADO 10 proteja, respecto a la justicia
distributiva, incluso con ayudas económicas. Por consiguiente, no
basta con que el Estado dicte leyes que dejen libertad de instituir
escuelas católicas, sino que debe darles las mismas SUBVENCIONES
que d a a las escuelas gestionadas por él. Por eso los tributos que
percibe el Estado deben ser redistribuidos en favor de todos los
ciudadanos, teniendo en cuenta la libertad de conciencia de los
padres (GE 6a). La negación de subsidios econÓmicos se traduce de
hecho en una limitación de la libertad de elección de la escuela, ya
que sin subvenciones se crean inevitablemente discriminaciones'
económicas. La opinión pública debe ser informada de estas cosas
según la verdad, con todos los medios legítimos. Efectivamente, e
Estado no puede negar estas ayudas económicas ni por el monopo-
lio estatal de la educación, que es un abuso, ni sobre la base del
principio de separación entre la Iglesia y el Estado. En efecto, la
ayuda económica no se le da a la confesión religiosa ni a la escuela
confesional en cuanto tal, sino o a los mismos padres que quieren
la educación religiosa para sus hijos o también a la escuela, que es
confesional, pero no por ser confesional. El principio de separación
entre la Iglesia y el Estado no puede estar en contraste con el
principio del derecho prioritario de los padres a la educación de sus
hijos (GE 6b).
El ejercicio del derecho de libertad de elección se traduce en un
deber de los padres: el de mandar a sus hijos, en cuanto sea posible,
a escuelas en las que reciban una educación católica (can. 798). No
se trata aquí de las escuelas católicas de las que habla el canon 803,
tj 1, sino de l-as escuelas en general, cualquiera que sea su gestor, en
donde se imparta una educación católica; por tanto, también las
del Estado. Se trata de un deber natural que obliga a los padres a
buscar los medios más adecuados para educar católicamente a sus
hijos. Si en especiales circunstancias no es posible enviar a los hijos
a estas escuelas, permanece la obligación de procurar que se les
imparta la debida educación católica fuera de la escuela (can. 798).
para cumplir esta norma del canon no basta con que en la escuela
se imparta una especie de instrucción religiosa y moral en un curso
opcional, sino que es necesaria una verdadera educación religiosa
Y moral que forme parte del programa escolar. Para que esto suce-
da, los fieles tienen que hacer todo lo posible para que en la socie-
dad civil las leyes que ordenan la formación de los jóvenes contem-
plen también en las escuelas su formación religiosa y moral, según
la conciencia de sus padres (can. 799).
Finalmente, todos los fieles deben favorecer las escuelas ca-
tólicas, cooperando según sus fuerzas a fundarlas y sostenerlas
(can. 800, 5 2; GE 9c).

c) Deberes y derechos de la autoridad


y de las instituciones eclesiásticas
i'
558. El ejercicio del derecho de la Iglesia a fundar y dirigir
escuelas de todas las disciplinas, de todo género y grado, es para la
Iglesia de gran importancia para el cumplimiento de su misión,
tanto respecto a la formación de sus miembros como respecto al
diálogo con la comunidad humana (GE 8b; can. 800, 5 1).
Por consiguiente, en primer lugar, los institutos religiosos que
tienen como misión específica la de la educación la tienen que
mantener incluso a través de escuelas propias, fundadas con el
consentimiento del obispo diocesano (can. 801). Esto debe hacerse
respetando su carisma propio (cf cáns. 578; 677, 5 1) e insertándo-
se en la pastoral de la diócesis, de la que es responsable el obispo
(cf cáns. 678; 680; 68 1; 683).
l
l El obispo diocesano tiene el deber de procurar la fundación de
11 rn escuelas en las que se imparta una educación impregnada de espi-
ritu cristiano si es que no las hay en la diócesis (can. 802, 5 1). El
e, obispo debe procurar que se funden también escuelas profesionales
O
y técnicas y las demás que requieran las necesidades especiales (por
3,
:n 3 ejemplo, para subnormales, minusválidos, etc.) (5 2).
3
s Puesto que la instrucción y la educación católica están someti-
a das a la autoridad de la Iglesia, la conferencia episcopal debe dar
L S normas generales sobre este campo de acción, y al obispo diocesano
1s le corresponde regularlo y vigilar sobre él (can. 804, 5 1). En Italia
JS las escuelas católicas que dependen de la autoridad eclesiástica o
)'
que están cualificadas bajo el perfil de la inspiración cristiana están
ordenadas por un documento pastoral del 24 de agosto de 198334-> 4

El ordinario del lugar deberá procurar que los PROFESORESD~


RELIGIONen las escuelas, incluso no católicas, se distingan por su
recta doctrina, testimonio de vida y aptitud pedagógica (8 2). por,
esto el ordinario del lugar tiene derecho a nombrar y aprobar a los
profesores de religión para su propia diócesis y, si 10 requieren
razones de fe y de costumbres, apartarlos o pedir que sean aparta-
dos (can. 805). La praxis concreta, por lo que se refiere a las escue-
las no dirigidas por instituciones católicas, variará de una nación a
otra, según los acuerdos pactados entre la Iglesia y el Estado.
En Italia la enseñanza de la religión católica en las escuelas pú.
blicas está regulada por el Acuerdo establecido entre la Santa Sede
y la República italiana el 18 de febrero d e 1984. Según el artículo 9
5 2, de este Acuerdo, el Estado italiano seguirá asegurando, dentr;
del marco de las finalidades de la escuela, la enseñanza de la religión
católica en las escuelas públicas no universitarias de todo orden y
grado. Esta enseñanza es opcional: en el momento de la inscripción
los alumnos o sus padres ejercerán el derecho a valerse de ella o no.
El protocolo adicional del Acuerdo, en el número 5, establece que:'
1) los profesores de religión tienen que ser reconocidos como id&
neos por la autoridad eclesiástica y nombrados de acuerdo con ella
por la autoridad escolar; 2) en las escuelas maternales y elementales
la enseñanza puede ser impartida por el profesor de la clase dis-
puesto a hacerlo que sea reconocido por la autoridad escolar;
3) con un posterior acuerdo entre las competentes autoridades es-.
colares y la CEI deberán determinarse los programas y la organi-
zación de esta enseñanza, la elección de los libros de texto y los
perfiles de cualificación profesional de los profesores 35. Se llegó a,
un acuerdo entre el Ministerio de Instrucción Pública y el presiden-&
te de la CEI el 14 de diciembre de 1985, junto con una declaración

34 Cf Notiziario CEI 51 1983, 131-1 70; E. CEI 3/ 1418-1 5 12; Delib. n. 36, 18 abril 1985,
en Notiziario CEI 31 1985,47; E. CEI31229 1. En relación con el canon 804, sobreformación
y educación religiosa en las escuelas, la CEE se atiene a lo establecido en el Acuerdo sobre
enseñanza y asuntos culturales de 1979, junto con las disposiciones convenidas, "Bases para
la aplicación del Acuerdo Iglesia-Estado sobre educación" de la misma CEE (l.er DG 1984,
art. 7,2, y Anexo 3, con el texto de dichas "Bases" que desarrollan el Acuerdo). A su vez,
en orden a la aprobación de libros de texto, que por la misma legislación concordada deba
dar la CEE, se establece una comisión de censores responsabilizada del dictamen previo; la
aprobación de los textos tiene valor de irnprirnatur, salvo los derechos del obispo diocesano
(2.0 DG 1985, arts. 5 y 6).
' 5 Cf "AAS*' 77 (1985) 528; 534-535.
.' 34 : de este Último del 16 de diciembre de 1985 36, precedida de una nota
]E del mismo, el 25 de septiembre de 1984 3'.
'r SU El obispo tiene también derecho a visitar todas las escuelas y a
Par dar disposiciones relativas a su ordenación general, aunque hayan
a los
fundadas o estén dirigidas por institutos religiosos, salvo su
eren autonomía sobre la dirección interna de dichas escuelas (can. 806,
ria-
1 ) Para la visita a las escuelas dirigidas por religiosos hay que
ue- atenerse al canon 683 (cf n. 219).
\na
Finalmente, los moderadores de las escuelas católicas, bajo la
qú- vigilancia del ordinario del lugar, tienen que preocuparse de que el
de nivel científico de la educación que allí se imparte sea al menos
9, igual al de las demás escuelas de la región (can. 806, 5 2).
-ro
2ión
en Y b) Lus universidades católicas y los demás institutos
ción de estudios superiores
1 no.
que:
idó- a) Definición de universidad católica y sus objetivos
ella
tales 559. Como concreción del canon 800, tj 1, es derecho y deber
dis- de la Iglesia instituir y dirigir universidades de estudios (cáns. 807;
llar; 809) y otros institutos de estudios superiores (can. 814).
S es-
;ani- Pueden distinguirse:
los - universidades católicas DE HECHO;
- universidades católicas DE DERECHO, es decir, que tienen el
>
consentimiento de la autoridad eclesiástica para llamarse
"católicas"; no hay ninguna reserva a la Santa Sede, como
I ocurría con el canon 1376, 5 1, CIC 1917 (can. 808). "Una
universidad católica puede ser erigida o aprobada por la
Santa Sede, por la conferencia de los obispos o por otro
consejo de la jerarquía católica o por el obispo diocesano.
También puede ser erigida, con el consentimiento del obispo
diocesano, por un instituto religioso o por otra persona ju-
para rídica pública. En todos estos casos la competente autoridad
!984,
VZZ,
,
eclesiástica debe pprobar los estatutos de la universidad.
deba Una universidad erigida por otras personas eclesiásticas o
¡o;la
:sano
36 Cf Notiziario CEI 151 1985, 593-598; 603-606; E. CEI 312924-295 1 .
3' Cf Notiziario CEI 9 / 1984, 230-236; E. CEI 3 / 198 1-1995.
*-
e*.

laicas puede estimarse católica sólo con la aprobación d, la


competente autoridad eclesiástica" 38.
560. Los objetivos de las universidades de estudio, indicados 5t
de manera general, son: .. .a- versi(
interi
- contribuir a una formación cultural más profunda de los cient:
hombres; y PO]
- contribuir a la promoción más plena de la persona humanW
- cotitribuir al cumplimiento de la función de enseñar de
Iglesia (can. 807).
la requi
tos,
8 1).
El Código no dice qué es lo que supone en principio el recono. estat
posil
cimiento como universidad católica, pero ciertamente al menos
sólo
habrá de suponer: por 1
1) que se busque de forma más comprometida la tercera fina- de u
lidad, sin olvidar las otras dos, de manera que también la cultura dad
"profana" quede informada por el pensamiento católico (GE loa; des (
can. 809); prof
os c
2) que analógicamente se aplique todo lo que se dijo anterior- :ho
mente a propósito del canon 803, § 2, sobre las escuelas católicas
(cf n. 557). ;ino
1

De todas formas, en general, la Iglesia quiere que la teología titul


pueda inspirar toda la actividad académica y la vida universita- dad
ria. De aquí la prescripción de que la autoridad eclesiástica procure
que en las universidades católicas se erija una facultad o instituto
o al menos una cátedra de teología (can. 811), y que además se son
impartan en ellas lecciones en las que se traten principalmente las senl
cuestiones teológicas relacionadas con las disciplinas de cada facul- la u
tad (5 2 ) 3 9 . Éste es otro elemento que distingue a las universidades se c
católicas en sentido estricto, según el canon 808, de las otras uni- rect
versidades, en cuanto que las primeras están obligadas estricta- sag:
mente por el canon 81 1 y las otras no. de .
estz
Al tomar posesión de su cargo, el rector tiene que emitir uni
la profesión de fe y el juramento de fidelidad a tenor del ca- res
non 833, 7.040.
ese
38 11, Const. Ap. Ex corde Ecclesiae, 15 agosto 1990, 3, en "AAS" 72
Cf J U A NPABLO
(1990) 1475-1509. Ya
39 Ib. nn. 4; 7; 12; 14; 17; 18. paí
40 CONGR. DOCTR. FE, Professio fídei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio efel
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; EV 1 11 1 190-1 195; da(
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1169; EV 1112494. los
561. La autoridad competente según los estatutos de la uni-
idad (esta autoridad puede ser también la autoridad académica
a) deberá procurar que sean nombrados profesores idóneos
tífica y pedagógicamente, excelentes por integridad de doctrina
or honestidad de vida; por lo demás, si llegaran a faltar estos
uisitos, observando el procedimiento establecido por los estatu-
eberá hacer que los profesores sean removidos (can. 810,
. Estas normas deben tenerse en cuenta en la redacción de los
tutos; en efecto, respecto a la recta doctrina, hay que prever la
sibilidad de remoción de los profesores, ya que los estatutos no
lo tienen que asegurar que no se lesionen los derechos adquiridos
or los profesores, sino que tampoco se vea perjudicada la índole
una institución católica. Velan por la coherencia entre la activi-
adémica y la índole de institución católica de las universida-
en general, y también, por consiguiente, por la actividad de los
fesores católicos en cuanto tales, las conferencias episcopales y
obispos diocesanos a nivel de Iglesia particular (5 2). Este dere-
ho de la autoridad eclesiástica no es de orden académico interno,
ino jerárquico externo.
562. Los que enseñan disciplinas teológicas en cualquier ins-
tituto de estudios superiores deben tener el MANDATO de la autori-
dad eclesiástica competente (can. 812).
Las interpretaciones sobre el sentido y el alcance del mandato
n diversas. Hay quienes dicen que hay que asumir el mandato en
tido estricto, por lo que el mandatario actúa en nombre y para
utilidad del mandante dentro de los límites de la comisión. Pero
bjeta que ésta es una limitación del derecho, reconocido indi-
ente por el canon 218, de libertad de enseñar las ciencias
as, limitación que n o está justificada por el derecholdeber
igilancia de la autoridad eclesiástica (can. 8 10). Algunos ven
a limitación igualmente contraria a la justa autonomía de las
iversidades, que se verían obligadas a tomar solamente profeso-
que se encuentren dentro del estatuto oficial señalado en el
andato. Finalmente se señala que si el mandato se entendiera de
e modo se imprimiría un carácter confesional a las universidades
a todos los institutos de estudios superiores, creando en varios
íses problemas sobre la subvención por parte del Estado. En
cto, la confesionalidad no se tiene por la profesión de catolici-
ad, que no disminuye la libertad académica, sino que se tendría si
S profesores enseñasen en nombre de la autoridad eclesial.
Consideradas estas dificultades y el hecho de que no se
utilizar el término "misión canónica", quizá precisamente pa
tar el tono de confesionalidad, el mandato se puede inte
como un testimonio público por parte de la autoridad eclesihtica
de que la doctrina propuesta por el profesor está en conformidad,
con el magisterio eclesiástico, y que el pro-sor enseña com
lico, esto es, en comunión con la Iglesia. Esta es la interpr
que se puede deducir de la declaración de la Congregación para la
doctrina de la fe sobre el profesor Küng, del 15 de diciembre de
197941, que distingue entre la enseñanza privada de un teólogo y la
enseñanza en virtud de una misión recibida de la Iglesia, como
signo de confianza mutua y testimonio de que el profesor enseña
como profesor católico. La declaración no prohibe ni impone nada
de modo jurisdiccional ni al profesor Küng ni a la universidad, sino
le
1
que declara simplemente que el profesor Küng en sus escritos
ha restringido la exposición de la verdad integra de la fe católir
ca y que no debe ser considerado como teólogo católico ni puede
ejercer como tal la tarea de enseñar. Interpretado el mandato de -
este modo, corresponde a la autoridad competente establecida- -
por los estatutos de la universidad (si es católica, según el procedi-
miento previsto por los mismos) proceder a la remoción del teólogo
al que se le ha retirado el mandato de la autoridad eclesiástica A

(can. 810, 5 1). fe yP (

Al asumir el cargo de profesor de asignaturas pertinentes a la fe1 C


y a las costumbres, éstos deben emitir la profesión de fe y el jura-
mento de fidelidad 42, según norma del canon 833, 7.0. que e
DÉMI
tos c
c) Estudiantes
kan.
563. Tienen que ser objeto de la atención pastoral especial del
obispo diocesano los estudiantes no sólo de las universidades cató- EI
licas (can. 813), sino también de las no católicas. Esto puede hacer- estrec
se con la erección de parroquias personales (can. 518) o con cape- D
Ilanías (can. 564). deber

41 Cf "AAS" 72 (1980) 91; E V 61 1945.


4* Cf nota 40.
c) Las universidades ?* las facultades eclesiásticas

Definición
. 564.
Se trata de aquellas universidades o facultades que se
definen como propias de la Iglesia, es decir, que ella, por su misma
misión de anunciar la verdad revelada, tiene el derecho y el deber
de tener; su finalidad es la investigación de las disciplinas sagradas
o de las relacionadas con ellas y la instrucción científica de los
estudiantes de estas disciplinas (can. 815; GE 1 1) 43. Esto lleva con-
sigo una estrecha relación entre los profesores de estas universida-
des o facultades y el magisterio auténtico de la Iglesia y el servicio
ada que deben rendirle.
sino Por esta razón:
- las universidades y facultades eclesiásticas pueden consti-
tuirse solamente si son erigidas o aprobadas por la Santa
iede
Sede;
3 de
:ida - permanecen siempre bajo su dirección;
- sus estatutos y la ordenación de sus estudios deben ser apro-
:edi-.
1ogo bados por ella (can. 816).
t ica
Al comenzar su cargo, el rector tiene que emitir la profesión de
fe y el juramento de fidelidad44, según norma del canon 833, 7.0.
3.fe
rra- De la erección o aprobación por parte de la Santa Sede se sigue
que estas universidades o facultades pueden conferir GRADOS ACA-
DÉMICOS con efectos canónicos en la Iglesia (can. 817). Estos efec-
'tos canónicos se refieren solamente a la necesidad de un grado
:
. académico para determinados oficios eclesiásticos (por ejemplo,
:el episcopado: can. 378, 5 1, 5.0; la enseñanza en los seminarios:
' del. )can. 253, 5 1; etc.).
;.ató- Entre las diversas universidades y facultades deberá existir una
I 3 cer- estrecha colaboración (can. 820).
ipe-
Donde sea posible, las conferencias episcopales y los obispos
deben fundar institutos superiores de ciencias religiosas (can. 821).

43 JUANPABLO 11, Const. Ap. Sapientia christiana, 29 abril 1979, en "AAS" 71 (1979)
. '472477; EY 6,1341-1349.
Cf nota 40.
b) Profesores

565. Para el nombramiento de los profesores y para el


dato valen, según recuerda ,el canon 818, las disposiciones
cánones 810 y 812; pero aquí el MANDATO tiene que ente
ciertamente en sentido estricto, es decir, no sólo como testim
público de la doctrina recta que enseña el profesor en plena
nión con la Iglesia, sino también de que ésta enseña EN N O M B R E D ~
LA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA, de manera oficial, participando en
mayor grado de la potestad magisterial (cf n. 524). Por esto, si se
le retira el mandato porque el profesor en su ensefianza no está de
acuerdo con el magisterio, no puede enseñar en universidades,
facultades eclesiásticas, ya que viene a resultar no idóneo, y por
tanto no elegible, para la enseñanza de la teología católica45.
~1 comenzar a ejercer su cargo, los profesores deben emitir
la profesión de fe y el juramento de fidelidad46, a tenor del ca-
non 833, 7.0.

c) Estudiantes

566. La invitación dirigida por el canon 819 a los obispos dio-


cesanos y a los superiores de los institutos para que envíen alumnos
a las universidades y facultades eclesiásticas tiene importancia para
una formación científica más profunda. Esto vale también para 10s
laicos. I

Sobre la atención pastoral de los estudiantes de la que habla el


canon 8 13, al que remite el canon 818, deberá ser muy diferenciada,
ya que los laicos tendrán una mayor necesidad de ella, puesto que
los religiosos y los clérigos la deberían recibir en sus institutos y
seminarios.

2.5. Vigilancia sobre los medios de comunicación social


y sobre los libros

567. Es derecho y deber de los obispos, tanto en particular


como reunidos en concilios particulares o en conferencias episco-

45 CONGR. FE,Carta a R. D. Caro1 Curran del 25 julio 1986, en "AASn 79 (1987)


DOCTR.
116-118; E V 101724-731.
46 Cf nota 40.
P ales, respecto a sus propios súbditos, y de la suprema autoridad
% de la Iglesia, respecto a todo el pueblo de Dios, vigilar para que los
-, o el USO de los instrumentos de comunicación social no
vayan en detrimento de la integridad de la fe y de las costumbres;
13.de aquí se sigue que la autoridad competente puede exigir que los
que tocan cuestiones de fe o de costumbres se sometan a su
juicio (can. 823). Cuando en este contexto se habla de ordinario
del lugar se entiende el propio del autor o del sitio en que se editó
el libro (can. 824,$ 1). La CEI ha pedido a la presidencia la función
de proveer a la vigilancia solicitada por el canon 823 en los casos
que se refieren al territorio nacional, dejando a salvo la competencia
les 0 \ tde los obispos, tanto en particular como reunidos en los concilios
S

Por provinciales 47.


; 568. Los libros de la Sagrada Escritura deben ser aprobados
por la Santa Sede o por la conferencia episcopal, así como sus
traducciones en lengua vulgar, que deben ir acompañadas de las
necesarias explicaciones (can. 825, Q 1). También las versiones he-
chas en común con los hermanos separados necesitan la licencia de
,la conferencia episcopal (Q 2).
Los libros litúrgicos deben ser editados por la sede apostó-
. 10-
. lica, mientras que sus versiones en lengua vernácula deben serlo
por la conferencia episcopal y autorizadas por la sede apostólica
.nos (cáns. 826, $ 1; 838, $5 2.3). Las ediciones sucesivas de los libros
3ara litúrgicos y de sus versiones en lengua vernácula son posibles si de
los testimonios del ordinario del lugar en que se publican resulta su
concordancia con la edición aprobada (can. 826, Q 2).
Los libros de oraciones para uso público o privado necesitan la
icencia del ordinario del lugar (can. 826, 5 3).
-r Los catecismos necesitan la aprobación del ordinario del lugar,
a no ser que se trate de catecismos editados por la conferencia
-episcopal para todo el territorio con la aprobación de la Santa
2 Sede (cáns. 827, 5 1; 775, Q 2; cf n. 549).
Los libros de texto para la instrucción religiosa en las escuelas
de cualquier grado, los que tratan cuestiones de Sagrada Escritura,
'teología, derecho canónico, historia eclesiástica y las disciplinas
ular
SCO-
: 47 Cf Delib. n. 24, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI3/ 1985,4445; E.CEI312280. En
norma concordada el Estado español se compromete a velar para que sean respetados en sus
medios de comunicación social los sentimientos de los católicos y establecerá los correspon-
dientes acuerdos sobre estas materias con la CEE, salvados los principios de libertad religiosa
y de expresión (Acuerdo sobre enseñanza y asuntos culturales, 1979, art. XIV).
religiosas y morales necesitan la aprobación de la autoridade
siástica competente (can. 827, 5 2).
Si esos libros no son usados como textos en las escuela8.
recomienda que sean sometidos al juicio del ordinario del lii
(can. 827, 5 3).
Los libros que tratan cuestiones de religión o de costumbresV
pueden exponerse, venderse o darse en las iglesias y en los or
si no son editados con licencia de la autoridad competente y apro-
bados sucesivamente por ella (can. 827, 8 4).
Las colecciones de actas o de decretos editadas por la autoridid
eclesiástica no pueden editarse de nuevo, a no ser con licencia de la 9'
misma autoridad (can. 828).
569. Permaneciendo en pie el derecho de todo ordinario del
lugar de someter los libros al juicio de personas aprobadas por 61, '.
la conferencia episcopal puede hacer una lista de censores que -
ofrecer a las curias diocesanas o constituir una comisión que pue-
den consultar los ordinarios (can. 830, 5 1). En Italia está encarga.
da de redactar esta lista la presidencia de la CEI, que la debe
someter al juicio del consejo episcopal permanente 48.
"La licencia concedida por el ordinario debe imprimirse en 10s
libros que se editan, indicando el nombre de quien la concede, del
i, día y del lugar de la ~oncesiÓn"~9. Si el ordhario no concede la
licencia de publicación de la obra, debe dar las razones de ello al
escritor (can. 830, 5 3).
i

570. Los fieles deben abstenerse de escribir en periódicos, ho


jas y revistas que manifiestamente sean contrarios a la religi
católica o a las buenas costumbres; si lo hacen, deberá ser po
causa justa y razonable; los clérigos y los religiosos, sólo con licen-
cia del ordinario del lugar (can. 831, €j1).
Los clérigos y religiosos que quieran tratar cuestiones doctrina-
les o morales en la radio y en la televisión deben someterse a las
normas de la conferencia episcopal (can. 831, 5 2).
Los religiosos necesitan además la licencia del superior mayor,

48 Cf Delib. n. 26, del 1 1 abril 1985, 45; E. CEI 31228 1 . En orden al juicio sobre los
libros, la CEE establece lo siguiente: "A tenor del canon 830, 1 , se constituye una lista de
censores designados por la Comisión Episcopal de Enseñanza, a disposición tanto de la
CEE como de las curias diocesanas" (1:. AG 1984, art. 4).
49 Cf Pont. Comm. Int. Aut. CIC del 3 septiembre 1987, en "AAS" 79 (1987) 1249; EV
1 O/ 1840.
a tenor de SUS constituciones, para publicar escritos que traten
cuestiones de religión o de costumbres (can. 832).
La aprobación o la licencia de publicar una obra tiene valor
sólo para el texto original y no para las nuevas ediciones o traduc-
ones (can. 829).

del
* él,
que
ue-

los
del
:la
al
r

ho-
ión
Por
en-

na-
las

: los
a de
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EJERCICIO D E LA FUNCION
Y DE LA POTESTAD D E GOBERNAR

1. POTESTAD
D E GOBIERNO O D E JURISDICCIÓN EN G E N E R A L

1.1. Sujetos y contenido

57 1. Del origen, de las condiciones de ejercicio y de los sujetos


de la potestad de gobierno en general (can. 129) ya hemos tratado
en el capitulo 10.
La potestad de gobierno o de jurisdicción -como poder ejerci-
do autoritativamente por fines espirituales para con los fieles, al
que éstos deben obediencia- es única y los pastores de la Iglesia la
reciben y mantienen en su unidad. Según el canon 135, 1, se de-
1 sarrolla en varias funciones:
- dictando leyes que determinen, fundamenten y protejan los
derechos subjetivos y tracen las obligaciones de cada uno,
disponiendo incluso de antemano sanciones penales: POTES-
TAD LEGISLATIVA, ordinaria o penal;
- emitiendo sentencias que reconozcan y protejan concreta-
mente los derechos fijados por la ley, disponiendo de ante-
mano los medios para ellos, aplicando incluso sanciones
penales para su actuación, y que al mismo tiempo definen
en concreto las obligaciones correspondientes: POTESTAD
JUDICIAL, contenciosa o penal;
- dictando disposiciones para la interpretación y la aplicación
de las leyes y la ejecución de las sentencias, incluso penales,
y administrando los bienes temporales de la Iglesia: POTES-
TAD EJECUTIVA o ADMINISTRATIVA, ordinaria o penal.
El ejercicio de la potestad de gobierno en todas sus manifes-
taciones está sometido al PRINCIPIO DE LEGALIDAD, es decir, debe
ser ejercido de la manera establecida por el derecho (cáns. 135 8g
2.3; 391).

1.2. Ejercicio para el fuero externo y para el fuero interno

572. Dado que algunos ponían en duda lajuridicidad del fuero


interno y consideraban que el derecho canónico tenía que ocupar-
se solamente del fuero externo, ya que es el único pertinente a la
Iglesia como sociedad visible jurídicamente organizada, entre los
principios directivos para la codificación presentados al sinodo de
los obispos de 1967 encontramos que el fuero interno tenia que
permanecer en vigor como 10 estuvo durante siglos en la Iglesia,
aun reconociendo la necesidad de coordinarlo con el externo, de
forma que desaparecieran, o que al menos disminuyeran, los con-
flictos entre ellos '.
El canon 130 muestra un principio general para regular la vida
externa de la comunidad: la potestad de gobierno se ejerce de suyo
para el fuero externo. Sin embargo, para hacer frente a situaciones
personales de cada uno de los fieles, este principio encuentra un
atenuante, ya que la misma potestad de gobierno se ejerce a veces
solamente para el fuero interno; pero los efectos que el ejercicio de
esta potestad para el fuero interno tiene originalmente para el
fuero externo no son reconocidos en este fuero, a no ser en cuanto
que lo establece así el derecho para casos determinados.
Para el Código actual está claro que se trata siempre de la
misma potestad de gobierno que se ejerce en uno y en otro fuero,
y que el fuero interno no se identifica con la conciencia, superando
así la confusión doctrinal que había en el canon 196 CIC 1917,
donde parecían configurarse dos tipos de potestad respecto a los
dos fueros y se identificaba el fuero interno con la conciencia. El
fuero interno canónico no se puede identificar con la conciencia
porque mientras que en ésta el único juez es Dios y la persona
humana delante de Dios (GS 16), en el fuero interno interviene la
Iglesia con el ejercicio de su potestad de gobierno. Además, también
el ejercicio de la potestad de gobierno para el fuero interno, lo
mismo que para el fuero externo, forma parte del ordenamiento
canónico, bien porque es regulado por la ley canónica, bien porque
produce efectos en el mismo ordenamiento y no sólo en la esfera de
la conciencia. El canon 130 determina entonces una doble manera
1 Cf Acta Commissionis, en "Com." 1 (1969) 79.
ejercer la misma potestad de gobierno en el ámbito del ordena-
to jurídico, y por tanto la extensión de los efectos de un modo
otro. Podemos decir que la noción de "fuero" indica el ámbi-
y la extensión de los efectos del ejercicio de la potestad de go-

'ro 573. Los criterios de distinción y de individuación del ejercicio


'Sr- e la potestad para el fuero externo y el interno no pueden ser,
a espectivamente, el bien común externo de la comunidad visible y
G iS
1 bien espiritual del individuo, ni la reglamentación de las relacio-
le es sociales con los otros miembros de la Iglesia y de las relaciones
con Dios, ya que, dada la naturaleza de la Iglesia, el bien común de
la misma es también siempre el bien del individuo, y viceversa, y las
c relaciones entre los miembros de la Iglesia no son extrañas a las
;I- relaciones con Dios, y viceversa (cf nn. 43-45). A su vez, el crite-
m
do para distinguir e individuar los dos modos diferentes es el del
EJERCICIO o PÚBLICO u OCULTO de la potestad: si el ejercicio de la
?a
potestad de jurisdicción se realiza de modo que la comunidad tenga
:'o
les
un conocimiento legítimo del mismo porque hay pruebas legítimas
(documentales o testimoniales), se tiene ejercicio para y en el fuero
sn externo y sus efectos, en cuanto públicamente conocidos, pertene-
'S
.a
cen al fuero externo; pero si el ejercicio de la potestad y sus efectos
b
permanecen ocultos a la comunidad por faltar pruebas legítimas,
.1
!3
entonces se tiene ejercicio de jurisdicción para y en elfuero interno,
sacramental o no sacramental, según que el ejercicio de la misma
,tenga lugar en la celebración del sacramento de la penitencia o no.
la
'
'o, 574. En lo que se refiere a los EFECTOS, el ejercicio de la po-
Eo estad para el fuero externo tiene efectos tanto en este fuero como
17, el interno, en cuanto que el fiel está obligado a ellos también en
los esfera oculta; el ejercicio para el fuero interno tiene efectos en él,
"1
-J ro puede tenerlos también en el fuero externo, que, sin embargo,
5a n reconocidos en este fuero sólo cuando lo establece el derecho
f7 a ara casos determinados, sin que haya necesidad de un nuevo
;a ercicio de la potestad por el hecho de que se hacen públicos y, por
én anto, reconocibles por la comunidad. Por ejemplo, cuando la Pe-
lo itenciaría Apostólica dispensa de un impedimento matrimonial
to oculto, lo hace para el fuero interno. Si la dispensa se dio en el
~e fuero interno no sacramental, tiene que quedar anotada en un
1c documento que hay que conservar en el archivo secreto de la curia
~a (can. 1082). Dado que se ha dispensado el impedimento, el matri-
monio puede celebrarse en el fuero externo; pero si el impedimento
que está oculto se hiciera público al llegar al conocimiento de la
517
comunidad, el efecto de la potestad ejercida para sólo el fuero
interno podrá ser aceptado en el fuero externo, sin necesidad de
otra dispensa para este fuero, sólo si se presentase el documento
conservado en el archivo secreto. En este caso y en otros muchos
la autoridad sale al encuentro de situaciones personales ocultas con .
el ejercicio de su potestad, pero lo que antes estaba oculto puedeen
un momento determinado hacerse público, y por tanto tiene que e

pasar del fuero interno al externo. Así, en el terreno penal, si


obtiene la remisión de una censura latae sententiae no declarada e,
el fuero interno sacramental (can. 1357, 5 l), el fiel no está obliga-
d o a observar la pena en el ámbito de la comunidad, puesto que ya
no existe, pero con la condición de que no haya escándalo (ya que
la comunidad desconoce esta remisión) y de que la autoridad no
pida la observancia de la pena. En ese caso el fiel tendrá que
mostrar la remisión obtenida posteriormente del superior compe-
tente (can. 1357, ¿j 2) y que había quedado oculta hasta entonces:
Otro caso típico es el de la celebración del matrimonio secreto'
(cáns. 1 130- 1 133).
575. Como se ve, la disciplina eclesiástica sobre los dos fueros
refleja la naturaleza de la Iglesia y de la potestad ejercida en ella
En efecto, la Iglesia no puede limitarse a regular solamente las re-
laciones sociales externas entre los fieles para obtener un orden
público formal. La misión de la Iglesia es procurar la salvación de
los hombres, y éste es también el fin del ejercicio en ella de la po-
testad de gobierno. El bien común externo de la Iglesia, la organi-
zación visible de la misma, está ordenado al bien común interno,
que es la vida divina que le comunica Cristo con el Espíritu; pero
este bien es percibido y recibido en el interior de todo fiel. Así la
Iglesia ejerce su potestad para conseguir el mismo fin sobrenatu-
ral, bien respecto a todo lo que es conocido y está probado en la
comunidad, bien respecto a todo lo que sigue estando oculto en la
intimidad de la persona, para salir al encuentro de particulares
situaciones en que ésta pueda encontrarse. De aquí pueden surgir
algunos conflictos que la misma ley canónica se preocupa de re-
solver.
.3, Potestad ordinaria y potestad delegada

Potestad ordinaria

Naturaleza y distinciones

576. La potestad ordinaria, según el canon 131, 1, es la que


;a- va ANEJA A UN OFICIO (cf n. 294) en virtud del mismo derecho,
tanto divino (romano pontífice, colegio episcopal, obispos diocesa-
Ya *os) como eclesiástico (por ejemplo, los jueces eclesiásticos). Se
'ue
no trata de la potestad que resulta de la configuración misma del
pie oficio, de modo que por medio de ella se ejercen los derechos y los
pe- eberes que son el contenido del oficio y que se definen tanto por
:es. mismo derecho con que se constituye el oficio como por el
eto ecreto de la autoridad competente con que es constituido y con-
rido (can. 145, § 2).
ros Precisamente por el hecho de que la potestad ordinaria va aneja
;la. un oficio, sólo se extingue con la pérdida del oficio (can. 143,s 1;
re- cf n. 296). Pero si uno ha sido privado del oficio o removido de él,
ien ero ha interpuesto una apelación legítima o un recurso contra la
de privación o remoción, la potestad ordinaria queda en suspenso
30- hasta que no intervenga la sentencia de apelación o la decisión
\ni- sobre el recurso, ya que solamente entonces se sabrá si el titular
no,
m
sigue aún en el oficio o no y, por tanto, si tiene todavía la potestad
I 21-0 oportuna o no (5 2).

577. En relación con el oficio mismo y no con su naturaleza y


rigen, el canon 131, 5 2, distingue la potestad ordinaria en:
- propia, cuando la ejerce el titular del oficio en su propio
nombre, en cuanto que va aneja a un oficio de suyo autóno-
mo (por ejemplo, el romano pontífice, los obispos dioce-
sanos);
- vicaria, si se ejerce en nombre de otros, por el hecho de que
va aneja a un oficio subordinado a otro oficio, de tal manera
que forma con este último una unidad (por ejemplo, vicario
general y episcopal, oficial, vicario de un moderador general
de un instituto de vida consagrada, etc.).
h) Los "ordinarios"

578. En general son todos los titulares de un oficio que lleva


consigo una potestad ordinaria, asimilable en cierto modo a la
episcopai; por consiguiente, no todos 10s que tienen potestad ordi-
naria son llamados ordinarios.
Los ordinarios de los que habla el canon 134, $5 1.2, se dist&
guen en:
- ordinarios del lugar si su JURISDICCION es TERRITORIAL, . ,,
decir, se ejerce con los fieles que se encuentran en un deter.
minado territorio; son: el romano pontífice, 10s obispos dio-
cesanos, los equiparados a ellos en el derecho (cf can. 381,
g 2), los que gobiernan incluso interinamente una Iglesia
particular (cf cáns. 4 13; 4 14; 4 19; 420; 42 1, 1; 426; 427);
los vicarios generales y episcopales (cf can. 476);
- ordinarios simplemente si su JURISDICCIÓN es PERSONAL,
es decir, si se ejerce respecto a sus súbditos en cualquier
sitio en que se encuentren; lo son los superiores mayores
de los institutos religiosos de derecho pontificio clericales
(cf can. 596, fj 1) y de las sociedades de vida apostólica de
derecho pontificio clericales (cf can. 732), el prelado de una
prelatura personal (cf can. 295, $ l), los ordinarios militares
o castrenses 2.

Respecto a los superiores de los institutos religiosos y de las


sociedades de vida apostólica, se dice que poseen al menos la po-
testad ejecutiva ordinaria, lo cual significa que pueden tener tam-
bién la potestad judicial y legislativa, como, por ejemplo, en los
institutos exentos a tenor del derecho propio.
579. Cuando en la ley canónica se le atribuye la potestad
ejecutiva al obispo diocesano de modo nominativo, se entiende
que compete solamente a él y a quien se le equipara en el dere-
cho según el canon 381, $ 2, no al vicario general y episcopal, a
no ser que haya un mandato especial a tenor del canon 479, 5 1
(can. 134, 5 3).

2 Cf JUAN PABLO 11, Const. Ap. Spirituali militum curae, 21 abril 1986, en "AAS" 78
(1986) 483; E V 101355.
b) Potestad delegada

a) Naturaleza

580. Según el canon 131, $ 1, es potestad delegada la que se


a la persona, no por medio de un oficio, sino por medio
del ACTO DE DELEGACIÓN por parte del que tiene la facultad de
delegar. En la delegación es esencial la relación entre el delegante
, es JI el delegado, en cuanto que el primero da un mandato al delegado

ter- para los fines que determina el mismo delegante. En el acto de de-
i in legación el delegante no pierde su potestad, sino que en cierto
181, sentido la extiende al delegado dentro de los límites que juzga
:sia oportunos. Por esta razón, si el delegado traspasa los límites de
27); su mandato sobre las cosas o las personas, actúa inválidamente
(can. 133, 5 1). Por ejemplo, si un sacerdote ha recibido del obispo
AL, la delegación de visitar los monasterios de los que habla el ca-
iier non 6 15, que se encuentran en su diócesis, y de intervenir en el caso
res de que descubriera abusos en ellos, puede realizar actos válidos
0.es sólo respecto a dichos monasterios y no respecto a otras casas re-
de ligiosas. Al contrario, los límites de su mandato no son excedidos
.na por el delegado si realiza el mandato de un modo distinto del
res determinado por el mismo mandato, a no ser que el modo se haya
impuesto para la validez por el mismo delegante (5 2).
58 1. La potestad legislativa de que goza el legislador inferior
las a la autoridad suprema puede delegarse válidamente sólo si lo dis-
30-
m- pone así explícitamente el derecho (can. 135, 5 2); entonces, en
los línea de principio, también ésta puede delegarse, pero actualmente
el Código no prevé ningún caso; más aún: especifica que el obispo
diocesano la ejerce personalmente (can. 39 1, tj 2). El romano pon-
:ad tífice, si quiere, puede delegar siempre su potestad legislativa (por
ide S ejemplo, en el sínodo de los obispos; cf can. 343). La judicial sólo
re- puede ser delegada para ejecutar los actos preparatorios de cual-
quier decreto o sentencia ($ 3). La ejecutiva puede ser delegada a
i; tenor del canon 137 (5 4).
582. Las FACULTADES HABITUALES se rigen por las mismas
disposiciones sobre la potestad delegada (can. 132, 5 1). No se
trata de las facultades concedidas por el derecho a cada una de las
personas en cuanto titulares de un oficio, sino de delegaciones
hechas a la persona en cuanto titular de un oficio. No por esto
deben considerarse ordinarias, porque no van anejas por el derecho
mismo al oficio, sino que se necesita siempre un acto de delegación
habitual por un superior a su subalterno. Por el hecho de que se le e

conceden a la persona en cuanto titular de un oficio, si se Conceden


a un ordinario, a no ser que se disponga otra cosa 0 que no se haya
elegido la habilidad específica de la persona, al cesar el derecho de .
ese ordinario (por ejemplo, traslado del oficio O pérdida del mismo)
no cesan las facultades habituales, aunque éste haya empezado a
ejercerlas, sino que pasan a cualquier otro ordinario que le Suceda%
en el gobierno (can. 132, 5 2).

b,) Tipología

1) Facultad delegada por una persona


1
a) Delegante
583. El que tiene potestad ejecutiva ordinaria, a no ser que el
derecho disponga otra cosa, para facilitar su gobierno y para valer-
se de la colaboración de personas cualificadas en diversos terre-
nos, puede delegarla para un solo acto o para un conjunto de casos
(can. 137, tj 1).
t El que tiene potestad ejecutiva delegada de la Santa Sede, no
1 !
por sus cualidades específicas, y si no hay prohibición expresa,
l
puede subdelegarla para un solo.acto o para un conjunto de casos
j i (can. 137, ¿j 2).
El que tiene potestad ejecutiva delegada de otra autoridad con
potestad ordinaria que no sea la Santa Sede:
I
- si la delegación era para un conjunto de casos, la subdelega-
I

,; I ción puede hacerse para casos particulares;


- si la delegación era para un acto o casos determinados, la
11
I , subdelegación puede hacerse sólo por concesión expresa del
'
1' .; delegante (can. 137, 5 3).
r

! I

El que tiene potestad ejecutiva subdelegada no la puede subde-


i

,i legar de nuevo, a no ser por concesión expresa del delegante (5 4).

b) Delegado
9

584. La potestad ejecutiva puede ser delegada a una persona


individual, constituida en el orden sagrado o no (can. 129), o tam-
I
bién a varias personas solidariamente, en cuyo caso el que haya
comenzado primero a tratar el asunto excluye a 10s demás de
a tratarlo, a no ser que a continuación se vea impedido para llevarlo
-.
u
a término o no haya querido seguir adelante (can. 140, €j1). Pero
si la delegación se ha hecho a varias personas colegialmente de
11
a expreso -de lo contrario se presume hecha solidariamen-
a te-, al tratar el asunto el modo de proceder debe ser según el
canon 119, a no ser que en el mandato se disponga otra cosa ( 5 2).
Si la delegación es a varias personas sucesivamente, debe resolver
el asunto el primero que recibió la delegación si ésta no se revocó
(can. 141).

C) Extinción
585. Se puede producir la extinción de la potestad delegada
de dos maneras:
- ab intrinseco. cuando la potestad delegada llega a agotarse
sin un nuevo acto de la autoridad; se produce cuando:
se ha cumplido el mandato,
pasó el tiempo para el que se concedió,
se agotó el número de casos para los que se confirió,
cesó la causa final para la que se hizo la delegación;
- ab extrinseco. cuando de suyo debería durar la delegación,
pero interviene un acto de la autoridad competente, que
pone fin a la misma, y se produce:
i por revocación del delegante hecha directamente al dele-
gado,
por renuncia del delegado comunicada al delegante y
aceptada por él;
si cesa el derecho del delegante, pero sólo en el caso en
que esto se contemplase en las cláusulas puestas en la
misma delegación (can. 142, 5 1).

2) Potestad o facultad delegada por el mismo derecho


1 586. El derecho mismo concede la potestad o la facultad ne-
cesaria para la validez de los actos, en casos particulares, por el
bien espiritual de los fieles.
Estos casos son:
- absolución de los pecados y remisión de las censuras en caso
de urgencia o de peligro de muerte por parte de quien
tiene la facultad para ello (cáns. 976; 1357);
- dispensa en caso de peligro urgente de muerte de la for
canónica y de los impedimentos matrimoniales públic
no ocultos de derecho eclesiástico, excepto el que se de
del orden sagrado del presbiterado (can. 1079);
- cuando todo está dispuesto para la boda y no es posibl
retrasar el matrimonio sin peligro probable de mal grav
se puede dispensar de los impedimentos ocultos de der
eclesiástico (can. 1080, 1);
- convalidación del matrimonio cuando hay peligro probable
de mal grave en la espera y falta tiempo para recurrir a 1,
Santa Sede y al ordinario del lugar en relación con los
impedimentos de los que éste puede dispensar (can. 1080,
§ 2)-

Suplencia de la Iglesia

587. El ordenamiento canónico, en razón de su flexibilidad


para resolver circunstancias particulares en las que faltase la potes-
tad ejecutiva o la facultad en quien tiene que realizar determinados
actos con daño de los fieles, establece que la Iglesia suple, tanto
para el fuero externo como para el interno, la potestad ejecutiva de
gobierno o las facultades (can. 144). Esto significa que aquellos
actos que serían de suyo inválidos porque el sujeto que los realiza
por cualquier razón no tiene la potestad o la facultad de realizarlos,
gracias al hecho de que la Iglesia suple la carencia del sujeto, son
válidos desde el principio y no necesitan ninguna convalidación
posterior.
Esto se verifica:
1) En el caso de ERROR COMÚN, con el que se entiende la con-
vicción por parte de los fieles de que una persona tiene la potestad
ejecutiva o las facultades que mencionan los cánones 882,883,966,
1111, 1, siendo así que en realidad no las tiene (can. 144); el error
puede ser:
- de hecho, cuando la comunidad, basándose en algunas cir-
cunstancias o algunos hechos, cae en error (por ejemplo, si
los fieles en la iglesia ven a un sacerdote dentro del confeso-
nario que no tiene la facultad de confesar);
- de derecho, cuando la comunidad no cae en error, pero las
circunstancias son tales que inducen a caer en él.
2) En caso de DUDA. si existe la potestad o las facultades de
que hemos hablado o por parte de la persona misma que debería
o también por parte de los autores en la ciencia canónica;
la duda puede ser:
- positiva, es decir, debe haber motivos que inducen a pensar
que existe la potestad o la facultad;
- probable. en cuanto que los motivos deben ser tan sólidos
que aunque no alcancen la certeza, sin embargo llevan a un
cierto grado de probabilidad (can. 144).
. 3) En el caso de que se hubieran puesto inadvertidamente
fuera del plazo de la concesión otorgada unos actos procedentes de
una potestad delegada o facultad habitual, ejercidas sólo en el fuero
interno (por ejemplo, un sacerdote que confiesa inadvertidamente
después de que terminaron sus licencias), esos actos son válidos
por la previsión del derecho (can. 142, $ 2; cf cán. 132, $ 1).

2. POTESTAD LEGISLATIVA
2.1. Autor de la ley
588. El ROMANO PONTÍFICE tiene el poder de legislar so-
bre toda la Iglesia con potestad ordinaria, propia e inmediata
(cáns. 331; 333; LG 22b; cf nn. 696-698). Esta potestad es personal,
por lo que generalmente no se ejerce a través de los órganos de la
curia romana, que de suyo tienen o bien potestad administrativa, si
se trata de dicasterios, o bien potestad judicial, si se trata de tribu-
.nales (cf n. 732).
El COLEGIO EPISCOPAL, unido al romano pontífice, tiene tam-
bién la suprema potestad legislativa ordinaria y propia sobre la
Iglesia universal; la ejerce o en el concilio ecuménico o disperso por
el mundo, por medio de la acción conjunta, promovida como co-
legial o recibida como tal por el romano pontífice (cáns. 336; 337,
5 1; LG 22b; cf nn. 7 10-7 14). Las leyes hechas de este modo tienen
que ser aprobadas, confirmadas y promulgadas por el romano
pontífice (can. 341).
Para que el SÍNODODE LOS OBISPOS ejerza un poder legislati-
I vo el romano pontífice debe haberle concedido en casos determi-
nados potestad deliberativa y debe ratificar las decisiones tomadas
(can. 343; cf n. 718).
Los CONCILIOS PARTICULARES, respetando el derecho universal,
pueden dictar leyes, que tienen valor solamente para las Iglesias
que pertenecen al territorio para el que se ha celebrado el concilio
(can. 445; cf nn. 882-884). Estas leyes no pueden ser promulgadas
más que después de haberlas revisado la SANTASEDE(can. 4d6) -
Las CONFERENCIAS EPlSCOPALES tienen potestad legisl
sólo en los casos expresamente previstos por el derecho o bien si se
ha dado mandato especial por la Santa Sede, bien motu p r
bien a petición de la conferencia (can. 455, 5 1). LOSdecreto
rales que dictan tienen que haber obtenido la mayoría de dos
de los miembros de la conferencia que tienen voto deliberativo, y
tienen fuerza obligante para todas las Iglesias que pertenecen a la
conferencia sólo después de que 10s ha revisado la Santa Sede (5 2.
cf nn. 894-896).
Los OBISPOS DIOCESANOS tienen potestad ordinaria propia para
sus diócesis (can. 381, 5 1). El sínodo diocesano es el órgano con-
sultivo privilegiado para la elaboración y promulgación solem-
ne de las leyes, de las que el único autor es el obispo diocesano
(can. 466; cf n. 793).
Los que el derecho equipara al obispo diocesano tienen potestad
legislativa ordinaria propia para la Iglesia particular que se les ha espir
confiado (cáns. 134, 5 1; 381, 5 1). licas
10s n
Todos admiten que los CAP~TULOSGENERALES de los institutos come
religiosos clericales de derecho pontificio tienen la potestad de con t
dictar decretos generales para todo el instituto, que tienen valor de estab
leyes (cáns. 596, ¿j 2; 631, ¿j 1; 29). Los MODERADORES SUPREMOS ser el
tienen la potestad de dar normas con fuerza de ley sólo si han re-
cibido un mandato del capítulo general. Por lo que se refiere a los E
demás institutos de vida consagrada y a las sociedades de vida válid
apostólica, el hecho depende de si se reconoce que la potestad de de m
que gozan es de la misma naturaleza que la potestad de gobierno y la 1
o no; para esto remitimos a lo que ya hemos dicho en el capítulo 10 los f
y en el número 186 (cáns. 596, $8 1.2; 717, 5 1; 734). Sant
rior,

2.2.

a)
Forma y materia de las leyes

Forma
I 'Onc

5
589. Para las LEYES ECLESIÁSTICAS no hay una forma Única. mulz
En general, se puede decir que todos los documentos emanados de cuan
una autoridad que tiene potestad legislativa pueden contener una a pai
verdadera ley; y para reconocer si se trata de una ley o n o hay que
recurrir al mismo objeto de la decisión. Pueden ser una indicación
de el10 ciertas fórmulas: "hoc statuimus, decernimus...", o bien
~ ~ ~ n t r a rquibuslibet
iis obstantibus...". Los DECRETOS GENERALES
promulgados por el legislador competente para una comunidad
-va capaz de recibir una ley son leyes propias y verdaderas y están
si se por los cánones 7-22 (can. 29); los emanados del que goza
"rio, solamente de la potestad ejecutiva sólo podrán considerarse como
- ne- leyes si, para casos particulares, se ha concedido expre-
::ios ~arnentedictarlos a tenor del derecho por parte del legislador y si
'3, y se han cumplido las condiciones establecidas en el acto de concesión
a la (can. 30).
:a2;

?ara
) b) Materia
von- 590. Las leyes eclesiásticas tienen por objeto la reglamentación
4em- de aquellas acciones que tienen un nexo con la salvación de los
sano miembros del pueblo de Dios. La ley eclesiástica debe ayudar a la
edificación del cuerpo de Cristo. Por consiguiente, la ley promueve
y regula los sacramentos, la instrucción religiosa, las experiencias
espirituales y de vida consagrada y ascética, las iniciativas apostó-
licas tanto individuales como colectivas de los fieles, la acción de
los mismos en la vida de la Iglesia, tanto si se trata de clérigos
.utos como de laicos, de miembros de institutos o sociedades, en relación
3 de con el gobierno de la Iglesia, definiendo sus órganos. Finalmente,
.r de establece las sanciones, regula los procesos y determina cuál debe
40s ser el uso de los bienes eclesiásticos.
n re-
. los El principio general es que el legislador inferior no puede dar
'da válidamente una ley contraria al derecho superior (can. 135, 5 2),
ci de de manera que se mantenga la coherencia del ordenamiento jurídico
:rno y la unidad de la disciplina eclesiástica, evitando la confusión entre
í 10 los fieles. De todas formas, siempre es posible un indulto de la
Santa Sede que permita una legislación en contraste con la supe-
rior, teniendo en consideración el bien espiritual de una comunidad
concreta.

2.3. Promulgación e institución de las leyes

:ca. 591. La promulgación de la ley es un acto distinto de la for-


S de mulación de la misma; en efecto, la ley como tal es instituida
una cuando la promulga el legislador (can. 7) y solamente es obligante
a partir de ese momento.
que
La promulgación, a tenor del canon 8, tiene que hacerse
forma típica.
Las leyes universales formuladas por el sumo pontífice, el
cilio ecuménico, el sínodo de los obispos, se promulga por m
de la publicación en Acta Apostolicae Sedis, a no ser que en
especiales se prescriba otra forma. Estas leyes tienen fuerza des
de tres meses, a no ser que se establezca expresamente otra cosa
que obliguen inmediatamente por la naturaleza del asunto pres
( 1). Las leyes del concilio ecuménico y del sínodo de los obispos
deben ser aprobadas por el papa y promulgadas Por orden suya
(cáns. 34 1; 343).
Las leyes particulares se promulgan según el modo establecido cu
por el legislador (bien universal o bien local), y obligan pasado un tor
mes desde el día de su promulgación si en la ley no se establece otro el I
término (5 2); la promulgación de las leyes episcopales se hace el d
según las costumbres del lugar: generalmente se usan los boletines ni i
terr
oficiales de las diócesis.
dos
La VACANCIA DE LA LEY es el tiempo que transcurre desde la dañ
promulgación de la ley hasta el día en que la ley comienza a tener del
pleno vigor; no es parte esencial de la ley y se establece solamente
para hacer posible la divulgación de la ley antes de que tenga valor
obligatorio y vinculante. trar

2.4. Aplicación de la ley: extensión y destinatarios 'ya q


de la ley 'est ái
- ocas
592. En líneas generales, la ley es siempre IRRETROACTIVA, 1
es decir, los actos jurídicos, sus efectos, el estado y la capacidad de dadc
las personas se juzgan siempre sobre la base de la ley vigente en para
el momento en que se puso el acto; sin embargo, el Código prevé lo qi
que el legislador puede positivamente establecer la retroactividad
(can. 9).
Las leyes meramente eclesiásticas, las leyes positivas, obligan 2.5.
sólo a los bautizados católicos que tengan uso de razón suficiente
y que hayan cumplido los siete años de edad (can. 11). 5'
cona
Los n o bautizados y los bautizados no católicos pueden estar texto
ligados por leyes eclesiásticas sólo indirectamente, por causa del el ter
vínculo que pueden tener con un bautizado (por ejemplo, los impe- hay c
dimentos matrimoniales). rechc
Las leyes universales, dictadas por los órganos legislativos uni-
sales, obligan en todo lugar a todos aquellos para los que se han
do, ya que se presumen personales; si no tienen valor en un de-
teminado territorio (por ejemplo, por una costumbre contraria
centenaria o inmemorial; por una derogación hecha por el romano
pontífice; por abolición o modificación por parte de la conferencia
, episc~pal,por una facultad recibida de la Santa Sede), están exen-
tos de ellas todos los que están en dicho territorio (can. 12, $5 1.2).
s)1
Las leyes particulares, dictadas por los órganos legislativos uni-
;a versales o locales para un determinado territorio, obligan a todos
para los que se han dado y que tienen el DOMICILIO o
CUASI DOMICILIO y al mismo tiempo se encuentran en aquel terri-
20
torio, en cuanto que se presumen territoriales (can. 13, 5 1). Dado
-n
el principio de la territorialidad de las leyes particulares basado en
3
.el domicilio o cuasi domicilio, los T R A N S E ~ N T E Sno están obligados
.e ni a las de su territorio mientras están ausentes de él ni a las del
es territorio en que se encuentran de paso; sin embargo, están obliga-
*dosa las del propio territorio si la violación de las mismas produce
la daño en el propio territorio o si se trata de leyes personales, y a las
er .del territorio en que se encuentran si se dan para el orden público
re o determinan la formalidad de los actos o se refieren a inmuebles
sr situados en el territorio (can. 13, 5 2). Para los VAGOS, por el con-
1 trario, vale de manera absoluta el principio de la territorialidad,
por lo que están ligados a las leyes, tanto universales como parti-
culares, que están vigentes en el lugar en que se encuentran (5 3),
'ya que al no tener domicilio ni cuasi domicilio en ninguna parte
'están sujetos al ordinario del lugar en donde se encuentran en cada
l ocasión (can. 107, tj 2).
Las leyes territoriales obligan a aquellos para los que se han
dado y que tienen el domicilio o el cuasi domicilio en el territorio
para el que se han dado y en donde residen, quedando en pie todo
lo que está prescrito respecto a las leyes particulares (can. 12, 5 3).

2.5. Interpretación de la ley

593. Interpretar significa comprender qué es lo que prescribe,


concede o prohibe la ley. Lo esencial en las leyes no es tanto el
texto escrito, sino la intención del legislador, que se manifiesta en
el texto escrito. Por eso, para conocer la intención del legislador
hay que interpretar rectamente el texto escrito. Además, en el de-
' recho canónico la interpretación de la ley no puede detenerse en la
529
interpretación del texto escrito para captar la intención del legisla-
dor, sino que debe tener en cuenta la finalidad del mismo derecho
canónico, que es la salvación de las personas. Por consiguiente, la .
misma interpretación de la ley tiene que ser guiada por la aequil,,
canonica.

a) Interpretación auténtica a modo de ley

594. Es la declaración que procede del mismo legislador. S,


trata de un nuevo ACTO DEL LEGISLADOR que afirma su intención
respecto al texto de la ley. Es la interpretación que supera a todas
las demás porque está hecha por el propio legislador. Es un acto
del legislador mismo o de un sucesor suyo 0 un delegado suyo, que
tiene la misma fuerza que la ley y que debe ser promulgado (can. 16,
$8 1.2). Por consiguiente, respecto al CIC y las demás leyes del
romano pontífice, las congregaciones romanas pueden dar sola-
mente una interpretación doctrinal jurisprudencial, pero no autén-
tica.
El CIC y las otras leyes universales sólo son interpretadas autén-
ticamente por el romano pontífice o por la pontificia comisión
para la interpretación de los textos legislativos, que recibe este
mandato del romano pontífice (cf n. 738).
Si la interpretación es sólo declarativa, tiene valor retroactivo,
es decir, desde el momento de la promulgación de la ley; pero si se
trata de una interpretación explicativa, que extiende o restringe la
ley en cuestión o bien explica una ley dudosa, no tiene valor re-
troactivo, sino que sólo tiene valor desde el momento de la promul-
gación de dicha interpretación (can. 16, fj 2).
INTI
que
tivo
b) Interpretación auténtica a modo de sentencia judicial un i:
o de acto administrativo de 1;
tacic
595. Puede estar contenida tanto en una sentencia judicial segú
como en un acto administrativo (no necesariamente singular). De
suyo n o se dan ni sentencias ni actos administrativos con una
finalidad interpretativa, pero en la decisión práctica contienen de obje
hecho una interpretación de la ley. Se trata de una interpretación una
jurisprudencia1 que NO TIENE FUERZA DE LEY, pero que se d a con (dud
autoridad dentro de los límites de la competencia y para un caso prin
particular; por consiguiente, obliga sólo a las personas y se refiere
los asuntos para los que se ha dado (can. 16, 5 3).

c) Interpretación doctrinal

596. Es la interpretación por la cual, aplicando los medios


normales, se conoce la MENTE DEL LEGISLADOR (can. 17).
Estos medios o criterios son:
- comprender el sentido propio de las palabras contenidas en
el texto legislativo, es decir, el sentido técnico y jurídico, y
no el común y vulgar (por ejemplo, oficio eclesiástico);
- si una palabra tiene varios significados jurídicos, hay que
tomar el que resulta más adecuado al texto y al contexto
(por ejemplo, la palabra "público" tiene un significado dis-
tinto según se refiera a un delito, a los votos religiosos, etc.);
- si se duda de la elección entre dos significados, hay que re-
currir a los lugares paralelos de la misma ley; si en el lugar
paralelo aparece la misma palabra con un significado no
dudoso, hay que asumir este significado;
- considerar elfin de la ley, es decir, el bien que el legislador
quería proteger;
- tener en cuenta las circunstancias históricas en que se dictó
[O, la ley;
se - tener presente la intención del legislador (por ejemplo, de
la \
todo el pontificado de un papa se puede ver cuál fue el
re- planteamiento del ejercicio de su ministerio pastoral).
f
!-
597.
Como criterio base se establece que hay que mantener la
INTERPRETACI~NESTRICTA en el caso de las leyes penales, de las
que limitan el ejercicio de los derechos (derechos de derecho posi-
tivo: por ejemplo, impedimentos matrimoniales o para entrar en
un instituto de vida consagrada o para recibir un orden sagrado) y
de las que contienen una excepción a la ley (can. 18). Por interpre-
tación estricta se entiende aquella que establece el sentido de la ley
según su mínima extensión.
Si el texto mismo de la ley, incluso irritante e inhabilitante, es
objetivamente dudoso (duda de derecho), no obliga; pero si hay
una duda sobre un hecho del cual depende la aplicación de la ley
(duda de hecho: por ejemplo, si hoy es un día de precepto; si soy
primo de la mujer con la que me quiero casar), puede dispensar de
ello el ordinario; pero si se trata de dispensa reservada, debe se,
concedida por el ordinario si suele dispensar de ello la autoridada
la que está reservado (can. 14). La ignorancia 0 el error sobre las
leyes irritantes e inhabilitantes no impide SU efecto, a no ser que se
haya establecido otra cosas (can. 1 , 1). No se Presumen la igno.
rancia o el error sobre la ley o la pena, o sobre un hecho persona[
o ajeno que sea notorio; al contrario, se presumen sobre un hecho
ajeno no notorio, mientras no se demuestre lo contrario ( Q 2).
Ley irritante es aquella que establece elementos formales para
la validez del acto, sin los cuales el acto es nulo; ley inhabilitanrees
aquella que limita la capacidad de determinadas personas para
algunos actos; tanto la una como la otra debe ser establecida ,e,- --
presamente por el legislador (can. 10). En un sentido amplio se
pueden considerar irritantes también las leyes que establecen ele-
mentos esenciales de un acto, ya que al faltar éstos el acto no
existe.

previstas c
d) Interpretación consuetudinaria
a samente
Teneml
pt
598. Es la que tiene lugar por la observancia común de la ley
o por la costumbre introducida en el pueblo (can. 27). verifican 1;
: de razón, 1;
1 Hay q u
e) Falta de ley o de costumbre 1 aquellas cir
599. Si sobre una materia determinada falta una ley o una
costumbre (lacuna iuris), la causa, a no ser que sea penal, debe re-
solverse teniendo en cuenta las leyes dadas en casos similares (prin-
cipio d e la analogía de la ley), los principios generales del derecho
aplicados con equidad canónica (principio de la analogía del dere-
cho), la jurisprudencia y la praxis de la curia romana y la doctrina
común y constante de los autores (can. 19).
particular vi
2.6. Obligatoriedad de las leyes eclesiásticas no obligaría
Es de gra
600. Generalmente se entiende por ley una norma general ser consideri
dada a una comunidad por la autoridad competente para el bien ;'var la ley o
común y promulgada por ella 3. Por consiguiente, para que obligue g fuera la intri
I la epiqueya,
SANTO S.Th. I.I1,90-4, in corp.
TOMASDE AQUINO, 8z también pler
ley es necesario que en el legislador exista la autoridad legal,
r tanto la competencia debida; por lo que se refiere al objeto
ley, es necesario que lo que se manda sea moralmente correc-
o sea contrario a la ley divina, natural o revelada), oportuno
quiera el bien común) y posible física y moralmente (que
ser cumplido según la capacidad media de los hombres). Si
realizan estas condiciones, tenemos una LEY JUSTA, y por tanto
OBLIGATORIAEN CONCIENCIA. La fuente Última de la obligatorie-
dad de la ley justa, como ya hemos visto, es Dios mismo (cf n. 1 1).
por tanto, la obligación de conciencia es doble: ejecutar la ley y, en
ción, aceptar la pena si está prevista o conminada por

También las leyes eclesiásticas positivas humanas expresan, por


poder de gobierno pastoral confiado por Cristo a la
otra, son la concreción histórica del derecho divino,
or tanto suponen inmediatamente una obligación moral.
601. Dejando esto bien asentado, se ha de añadir que están
revistas ciertas excepciones a la obligatoriedad de la ley.
Tenemos en primer lugar la causas eximentes, previstas expre-
amente por el derecho; por ello la ley deja de ser obligante si se
verifican las circunstancias previstas (por ejemplo, la falta de uso
de razón, la edad inferior a siete años, etc.).
Hay que considerar también las causas excusantes, es decir,
aquellas circunstancias que hacen la observancia de la ley muy in-
ii cómoda o contraria al fin de la ley misma. Respecto a la observan-
cia incómoda, hemos de decir que no significa que la ley no obliga
cuando prescribe algo oneroso, sino que obliga cuando en el sujeto
que ha de observar la ley hay una grave dificultad para ello (por
ejemplo, el precepto festivo no obliga en caso de enfermedad o de
incomodidad grave). Respecto a la observancia que sería contra-
ria al fin de la ley misma, hemos de tener presente que el fin de la
ley eclesiástica es el bien de las almas. Si en una circunstancia
particular viniera de ello un detrimento espiritual de alguien, la ley
TIO obligana.

Es de gran importancia el principio de la epiqueya, que no debe


%r considerada como una escapatoria para el que no quiera obser-
var la ley o como una corrección del rigor del derecho, como si
fuera la intromisión de un principio extrajurídico. El principio de
la epiqueya, en efecto, es un principio no solamente moral, sino
también plenamente jurídico: por medio de él constatamos que la
533
ley en examen no obliga en un caso particular. Puesto que la ley es
universal en su proposición, obliga a todos en las circunstancias
normales, y no puede proveer en cada uno de 10s casos particulares,
por todo ello el mismo legislador prevé que, si hay una dificultad
en la aplicación de la ley, la obligatoriedad no es absoluta. por -
tanto, si hay una certeza moral de que, si el legislador conociera el
caso particular en que las circunstancias obstaculizan la aplicación
de la ley, dispensaría de ella, y si no es posible pedir la dispensa, S,
puede entonces aplicar este principio.

2.7. Cesación de la ley

602. La ley cesa:


1) por sí misma, cuando pierde su racionalidad o se hace no-
civa por lesionar los derechos de los fieles, o bien si se hace moral:
mente imposible su observancia, o finalmente si resulta inútil, ya
que han cambiado las circunstancias para las que se dio; ..
2) por intervención del legislador, cuando:
- la ley posterior abroga expresamente por completo la prece.
dente;
- la ley nueva no abroga por completo la ley precedente, pero
la deroga al dar algunas disposiciones contrarias;
- la ley nueva abroga la anterior, es decir, la revoca implícita-
mente, en cuanto que se refiere a la misma materia, reorga-
nizándola por completo, hasta tal punto que supone una
nueva disciplina (can. 20);
3 ) por costumbre contraria a la ley, que se ha confirmado
legítimamente con la aprobación del legislador (cáns. 23-26); o
bien por desuso en el que cae la ley, también con aprobación del
legislador.

Las leyes universales no derogan el derecho particular ni los


estatutos especiales, a no ser que se prevea expresamente lo contra-
rio (can. 20).
En caso de duda, no se presume la revocación de la ley, pero las
leyes posteriores deben conciliarse, en cuanto sea posible, con las
anteriores (can. 21).
Con la promulgación del nuevo Código han quedado abroga-
das: las normas del Código anterior; las otras normas contrarias al
uevo Código, tanto universales como particulares, a no ser que se
sponga otra cosa respecto a estas últimas; las leyes penales, a no
r que se reciban en el nuevo Código; todas las normas disciplina-
s universales que se refieren a la materia ordenada íntegramente
or el nuevo Código (can. 6, €J 1).
Las leyes civiles a las que remite el derecho canónico (canoni-
ción de la ley civil), tienen que ser observadas con sus efectos
ropios, a no ser que sean contrarias al derecho divino o disponga
tra cosa el derecho canónico (can. 22).

2.8. Costumbre

a) Naturaleza
no- 603. Las costumbres no son leyes en sentido estricto, ya que
ral- no han sido escritas ni promulgadas por la autoridad competente.
Ya Sin embargo, pueden considerarse como normas jurídicas, ya que
tienen la misma fuerza y eficacia que las leyes.
Se entiende por costumbre el hecho o el modo constante de
obrar de la comunidad, con carácter jurídico, y por tanto con la
fuerza de obligar sobre un determinado modo de obrar, si no hay
oposición por parte de la autoridad.
En el consorcio social la costumbre tiene gran importancia, ya
:ita- que se basa en la voluntad de la sociedad misma, que expresa dicha
'ga- voluntad a través de una norma escrita o bien, precisamente, por
una esa costumbre.
Podemos decir que en la Iglesia la costumbre denota la presen-
ado' cia activa del Espíritu; sin embargo, dada la estructura jerárquica
; O de naturaleza sobrenatural de la Iglesia y el carácter peculiar de los
del institutos jurídicos eclesiales que tienen la función de proteger, a
través de las normas y de una reglamentación jurídica, la recta
transmisión del dato revelado, la costumbre tiene fuerza y eficacia
los en cuanto que es aprobada por la jerarquía, que ha recibido espe-
tra- cificamente de Cristo la potestad de gobierno (can. 23).

1 las b) Tipos
las
604. La costumbre, en relación con la ley, puede ser:
m 9- - contra ius divinum: no puede tener fuerza de ley, como es
al lógico (can. 24, 5 1);
535

l
C

secundurn legern: se resuelve en la costumbre que interprkb


la ley (can. 27);
praeter legern: tienen que verificarse dos condiciones para .
que quede integrada en el derecho y se convierta en norma
jurídica:
debe ser razonable, es decir, tiene que intentar obtener Un
bien conforme con la naturaleza de la Iglesia; la costum-
bre expresamente reprobada por el derecho se considera
como no razonable (can. 24, 5 2);
debe haber perseverado durante treinta años continuos y
completos (can. 26);
- contrilegern: permite o prohíbe algo contra la ley; de suyo
no es ilegítima, en cuanto que guarda relación con el proble-
ma del desuso de la ley y su racionabilidad tiene que consi-
derarse en relación con él, ya que también ella tiene que
haber permanecido durante treinta años, continuos y com-
pletos, sin que haya sido reprobada expresamente por el
derecho (cáns. 24, 5 2; 26).

La costumbre adquiere fuerza de ley si ha sido observada por


una comunidad capaz por lo menos de recibir una ley (por ejemplo,
la Iglesia universal, la diócesis, la parroquia, los institutos de vida
consagrada, las asociaciones de fieles, etc.), con la intención de
introducir un derecho (can. 25).
Si la ley escrita vigente prohibe expresamente, en un caso deter-
i
1 ,
minado, las costumbres contrarias, la costumbre deberá conside-
rarse como no razonable, es decir, contraria al bien de la comuni-
dad eclesial. En este caso la costumbre es ilegítima y no tiene la
j fuerza de introducir una norma jurídica, por lo que debe eliminarse.
i Sin embargo, hay que exceptuar el caso de la costumbre centenaria

i o inmemorial (can. 26).

i
i C) Cesación de la costumbre
! S

605. La costumbre dura mientras no sea revocada, bien por


una ley propiamente dicha, bien por una costumbre contraria.
En el primer caso cesa su fuerza jurídica @sofacto, a excepción
' 4 de las costumbres centenarias o inmemoriales (cáns. 26; 28). La ley
universal no revoca las costumbres particulares, si no se prevé ex-
presamente (can. 28).
I
En el segundo caso, las condiciones son las mismas que para la
rnsturnbre contra legem, es decir, debe ser razonable y observarse
durante treinta años, continuos y completos.
Con la promulgación del Código se han derogado las costum-
bres universales y particulares reprobadas por los cánones conteni-
dos en el nuevo Código; las demás también se consideran suprimi-
das, a no ser que el Código prevea otra cosa o que sean centenarias
e inmemoriales y el ordinario del lugar juzgue mejor tolerarlas,
consideradas las condiciones de las personas (can. 5, $ 1). Se con-
servan las ahora vigentes praeter legem (§ 2).

l
3.1. Naturaleza del juicio eclesiástico
606. La Iglesia primitiva era consciente de que Cristo había co-
municado la potestad de juzgar a los vivos, no sólo en el fuero inter-
no sacramental, sino también en el externo judicial, tanto a Pedro
(Mt 16,19) como al colegio de los doce (Mt 18,18). Más aún: la
Iglesia primitiva conocía ya cierto procedimiento para juzgar las
disputas entre-los fieles (Mt 18,15-18).
Los apóstoles ejercían esta potestad judicial recibida de Cristo,
después de haber realizado al menos un juicio sumario sobre la
' er- culpabilidad del reo ( I c o r 5,4; 2Tes 3,14; lTim 1,20; 5,19; Tit 1,13;
i de- 3,lO).
-
.; 1- Del siglo 11 al siglo VI tenemos los testimonios de los padres de la
a Iglesia sobre la actividad judicial en la Iglesia. Los más antiguos son
:se. los de Tertuliano (SS. 11-111)y Cipriano (s. 111). Tenemos además los
,.ria testimonios de los decretos de los concilios (desde el s. IV)y los de la
Didascalía del siglo III.
Del siglo VII al XIII, bajo el influjo del derecho romano y del
derecho germánico, se desarrolló el proceso solemne, es decir, toda
una estructura procesal bastante complicada, con muchos grados y
actos fórmales que cumplir.
Del siglo XIV al xv se desarrolló el que fue llamado luego proceso
sumario, por ser más simple y más breve que el solemne, o clemen-
tino (Clemente V, año 1304). Sin embargo, continuó también el
l5n proceso solemne, mientras que el sumario sólo podía seguirse en
ley casos taxativamente determinados.
ex- Del siglo XVI al xx tuvo lugar una continua innovación y refina-
miento de las instituciones de derecho procesal pero en el siglo XX se
les concedió a las congregaciones romanas la potestad judicial,
se venia a sumar y a confundir con la administrativa, con no po
inconvenientes por otra parte. Pío X, con su reforma de la curia
romana, restituyó la potestad judicial a los tribunales apostólicos y
dejó a las congregaciones solamente la administrativa.
~1 proceso que tenemos en el Código es el proceso solemne, aun.
que más expeditivo que el antiguo, pero se admite también el proceso
sumario para algunos casos.
- * I

El juicio eclesiástico es la discusión y definicion, realizadas


según las leyes ante un tribunal eclesiástico, de una controversia
relativa a materias en las cuales la Iglesia tiene la potestad de
juzgar.
OBJETO de este juicio puede ser:
a) la reclamación y la reivindicación de derechos correspon.
dientes a personas físicas o jurídicas, o la declaración de hechos
jurídicos (JUICIOCONTENCIOSO);
b) la comprobación de un hecho penalmente ilícito y de la
responsabilidad subjetiva en orden a ese hecho, y la consiguiente
declaración o imposición de la sanción penal establecida por el de-
lito cometido (JUICIOPENAL; can. 1400, $ l ) .
El juicio eclesiástico está dirigido a la tutela de los derechos
individuales o comunitarios.

3.2. Competencia de la potestad judicial

607. La autoridad judicial de la Iglesia tiene potestad propia


y exclusiva de juzgar:
a) controversias relativas a cosas espirituales (fe, moral, sa-
cramentos, votos) o vinculadas a las espirituales (bienes eclesiás-
ticos);
b) controversias relativas a violaciones de leyes eclesiásticas o
que de alguna manera se relacionan con violaciones de orden moral
(ratio peccati), en lo que se refiere a la definición de la culpa y a la
imposición de la pena (can. 1401);
c) controversias surgidas de actos de la potestad administrati-
va; pueden presentarse ante el superior o el tribunal administrativo
(can. 1400, $ 2).
Sujetos de la potestad judicial y tribunales

El colegio episcopal y el romano pontiiice


608. El colegio episcopal, siempre con su cabeza y nunca sin
a, tiene plena potestad judicial (can. 336; cf. n. 710), que puede
ercer en el concilio ecuménico.
El romano pontífice tiene personalmente la plenitud de la po-
tad judicial (cáns. 331; 333, 4 1; cf n. 698).
Independientemente de las determinaciones de competencia es-
lecidas por la ley, sigue en pie, en todo caso, el principio de que
cualquier fiel puede pedir que una causa suya, relativa a cualquier
objeto y en cualquier etapa en que se encuentre, sea llevada a1
uicio del romano pontífice, el cual, en virtud del primado, como
a- uez supremo para toda la Iglesia católica, puede avocar para sí
los decidir sobre cualquier causa, bien inmediatamente o bien por
edio de tribunales expresamente constituidos, bien por medio de
la ueces delegados para ese caso (cáns. 1417, 4 1; 1442).
te Sobre la base de la plenitud de la potestad judicial del romano
le- ntífice se comprende el canon 1404, según el cual el papa no es
juzgado por nadie.
609. El romano pontífice ejerce generalmente esta potestad
suya o por medio de comisiones especiales o por medio de tribuna-
les expresamente constituidos (can. 1442).
La Rota Romana es un tribunal:
- ordinario, es decir, tiene potestad ordinaria, ya que puede
conocer las causas que son de su competencia en virtud de
la ley misma y no por una comisión particular (can. 1443)4;
- de apelación: conoce las causas en segunda instancia, como
tribunal concurrente con el metropolitano, y en tercera ins-
tancia, como tribunal necesario (can. 1444, tj l,l.Q,2.0; PB,
arts. 126 y 128);
- colegial: consta de algunos jueces escogidos, uno de los cua-
les es nombrado decano por el romano pontífice; juzgan por
turnos de tres (PB, art. 127).
t i- La Rota conoce en primera instancia con potestad ordinaria las
vo causas previstas en el canon 1405,g 3 (PB, art. 129) y con potestad
ABLO 11, Const. Ap. Pastor bonus (= PB), 28 junio 1988, arts. 126-127, en
AAS" 80 (1988) 841-91 2; E V 111958; 959.

539
delegada las que el romano pontífice haya avocado para si,
tancia de las partes o por su iniciativa. Conoce también estas mis-
mas en segunda y tercera instancia, a no ser que se haya dispuesto
otra cosa en el rescripto de comisión (can. 1444, $! 2).
Es de advertir que la tercera instancia es la Última, ya que con
dos sentencias conformes el asunto pasa a cosa juzgada, es decir, la
sentencia no puede impugnarse a través de 10s remedios ordinarios
(can. 1641, 1.9); sin embargo, las causas sobre el estado de las
personas no pasan nunca a cosa juzgada, es decir, pueden volver a
proponerse cuando haya nuevos y graves argumentos (can. 1643).
El Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica es el ápice de
la jerarquía de los tribunales y atiende también a la recta adminis-
tración de la justicia en la Iglesia (PB, art. 121; can. 1445, 3,l.g) >.
está formado por algunos cardenales nombrados por el sumo pon-.
tífice.
Tiene dos secciones:
1) la sección judicial, que juzga con potestad ordinaria: i
- en los casos de querellas de nulidad de la sentencia, de pe-
ticiones de restitutio in integrum y de recursos contra las
I sentencias rotales;
- en los recursos contra causas sobre el estado personal que la
I Rota se ha negado a admitir a nuevo examen;
- en las excepciones de sospecha y otras causas sobre los au- ,

ditores de la Rota Romana, por actos realizados durante el


ejercicio de sus funciones;
- en los conflictos de competencia entre los tribunales, que no
dependen del mismo tribunal de apelación (can. 1445, 1;
PB, art. 122);
2) la sección administrativa, que tiene competencia:
1 i - para los recursos, presentados dentro de treinta días Útiles,
al
i contra actos puestos directamente por los dicasterios de la
t curia romana, o bien por otras autoridades eclesiásticas apro-
1 ,
bados por ellos, si han violado alguna ley en la deliberación
1 o en el proceso; además del juicio de legitimidad, si el recu-
1
i rrente lo pide, el tribunal puede juzgar también sobre la
l
i reparación del daño producido por el acto ilegítimo;
l *i -- para las controversias administrativas que le hayan enco-
mendado el romano pontífice o los dicasterios de la curia
romana;
1
1
l
iiS-+ - para los conflictos de competencia entre los dicasterios
iis- ,-- (can. 1445, tj 2; PB, art. 123).
Sto
El canon 1445, $ 3,2.Q y 3.0, establece otras competencias (PB,
art. 124).
:on
,la,
ios b) Obispos diocesanos
las
.. 610. Los obispos diocesanos tienen la potestad judicial para
su diócésis, que ejercen normalmente a través de otras personas
(can. 1419, 5 1).
En cada diócesis deberá constituirse un tribunal diocesano es-
table, que debe funcionar como órgano judicial del obispo (juez
ordinario local), para la decisión en primera instancia de todas las
causas que el derecho no haya reservado a órganos especiales o que
el obispo no se reserve expresamente.
Se establece que el obispo nombre un vicario judicial u oficial,
que con potestad ordinaria vicaria juzgue en nombre del obispo
pe- ,(con quien forma un único tribunal) y presida el colegio de jueces,
las ,entre los que, con el permiso de la conferencia episcopal, puede ser
miembro también un laico (cáns. 1420, $5 1.2; 1421, $5 1.2). La
CEI ha concedido que sea asumido un laico en el colegio de jueces,
con tal de que posea las condiciones canónicas requeridas 5.
. El tribunal diocesano juzga también en primera instancia en las
controversias entre personas religiosas físicas o jurídicas de diversos
institutos religiosos o también del mismo instituto clerical de dere-
cho diocesano o laica1 y entre una persona religiosa y un clérigo
secular o un laico o una persona jurídica secular (can. 1427, ¿j 3).
El canon 1425,§ 1, establece qué causas deben ser juzgadas por
un colegio de tres jueces, pero el mismo canon, en el 5 4, prevé que,
si no se puede constituir un colegio, la conferencia episcopal puede
permitir que el obispo confíe la causa a un único juez clérigo. La
CEI ha concedido esta facultad 6.
El tribunal metropolitano es el tribunal de la sede del metropo-
lita del que dependen las llamadas diócesis sufragáneas.
Es tribunal de primera instancia para las causas de la sede
metropolitana, y de segunda instancia para las de primera instan-
.ria
Cf Delib. n. 12, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/ 1983, 210; E. CEI 3/ 1600.
Cf Delib. n. 13, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/ 1983, 210; E. CEI 3/ 1601.

54 1
cia de las sedes sufragáneas. La segunda instancia de las caus
de primera instancia de la sede metropolitana es conocida
el tribunal sufragáneo elegido con la aprobación de la San
(can. 1438, l.Q,2.9).
La Rota, como hemos dicho, es el tribunal de segunda instancia
concurrente para todos los tribunales de primera instancia, espe
cialmente para las causas de nulidad matrimonial.
Los tribunales regionales son todos aquellos tribunales erigidos
para varias diócesis por los obispos interesados, con la aprobación
de la Santa Sede, para que juzguen con potestad ordinaria en pri-
mera o segunda instancia todas las causas, o al menos las causas
matrimoniales de nulidad, para las que dichos tribunales tienen
competencia territorial (can. 1423).
Donde están constituidos para todas las causas, quedan supn.
midos los tribunales diocesanos de las diócesis comprendidas en el
territorio de competencia de los tribunales regionales, pero en ellos e
debe instituirse una sección instructoria para que la instrucción de 1;
la causa tenga lugar en la diócesis de competencia. f
El término regional debe tomarse en sentido amplio, ya que son
interdiocesanos, provinciales, interprovinciales, regionales, interre-
gionales, nacionales.
Se ha llegado a su constitución por la dificultad que tienen las
diócesis particulares de encontrar personal cualificado para erigir
un tribunal diocesano y agilizar el procedimiento, ya que, al poder
ser también de segunda instancia, no hay ya necesidad de recurrir
l
I
necesariamente a la Rota Romana para la apelación.

c) Superiores de institutos religiosos clericales


de derecho pontificio y equiparados

61 1. Juzgan de las controversias internas del instituto:


- en primera instancia: los superiores provinciales o los aba-
des locales, si se trata de ministerio sui iuris, para cuestio-
nes surgidas entre los religiosos o las casas del mismo ins-
tituto, a no ser que las constituciones dispongan otra cosa;
el moderador supremo, para las cuestiones entre dos pro-
vincias del mismo instituto; el abad superior de la congre-
gación monástica, para cuestiones entre dos monasterios
(can. 1427, $5 1.2);
- en segunda instancia: el moderador supremo, para las juz-
gadas en primera instancia ante los superiores provincia-
les; el abad superior de la congregación monástica, para
las juzgadas en primera instancia ante los abades locales
(can. 1438,339.
.tia
De-
4, POTESTAD
ADMINISTRATIVA O EJECUTIVA

4.1. Naturaleza y ejercicio


612. La potestad administrativa o ejecutiva en la Iglesia es la
que se desarrolla con mayor frecuencia; por eso es de suma impor-
tancia el ejercicio de la potestad administrativa o ejecutiva. El
nuevo Código ha ofrecido una clarificación en la distinción entre el
ejercicio de la potestad legislativa, judicial y administrativa, incluso
en el caso de que las tres funciones se ejercieran directamente por
la misma persona. Una vez aclarada la distinción entre las tres
funciones y establecido el modo de ejercicio de la potestad para
cumplirlas, se afirma la subordinación de la función administrativa
a la legislativa, en cuanto que los actos administrativos presuponen
una ley que debe aplicarse.
6 13. El ÁMBITO D E EJERCICIO de la potestad administrativa se
las define en relación con sus destinatarios, para quienes los actos son
oir
3 válidos:
2
2 er
- respecto a los súbditos (cf can. 107), tanto si el que los pone
-rir
se encuentra fuera del territorio de su competencia como si
están ausentes dichos súbditos, a no ser que conste otra cosa
por la naturaleza del asunto o por la disposición del de-
recho;
- respecto a los transeúntes que se encuentran en el territorio,
si se trata de concesión de favores o bien de la ejecución de
leyes tanto universales como particulares, a las que están
obligados a tenor del canon 13, fj 2, 2.0 (can. 136).
Da-
io- La potestad ejecutiva tanto ordinaria como delegada para un
2s- conjunto de casos tiene que interpretarse en sentido amplio; a
sa; aquel que tiene la potestad delegada se entiende que se le conceden
-0- las facultades necesarias para que pueda ejercerse esa potestad
re- (can. 138). Por ejemplo, la facultad de oír la confesión de una per-
os sona incursa en una censura implica la facultad de remitir esa
censura, pero no la de dispensar de un impedimento matrimonial.
Si son varios los sujetos competentes para un acto, por el hecho
de que el fiel se dirija a uno de ellos no se suspende la potestad d,
los demás, tanto si es ordinaria como delegada (can. 139, 5 1); por
eso, el mismo fiel, antes de recibir la respuesta, puede dirigirse
también a otro. Sin embargo, cuando se trata de una cuestión lle-
vada a una autoridad superior, el inferior no debe entrometerse e,
la resolución de la causa, a no ser por causa grave y urgente, con
la obligación de advertirlo inmediatamente al superior, para evitar
contradicciones en las decisiones (5 2).

6
4.2. Tipos de actos vo, Y
para
(can.
a) Actos administrativos generales derog
leyes
a) Decretos generales ejecutorios S1
tiener
614. Los decretos generales ejecutorios, emanados del que tie- Éstos
ne la potestad administrativa, a nivel universal o a nivel particular, ejecu<
determinan más concretamente los modos que hay que observar actos
en la aplicación de la ley, tanto universal como particular, o bien mulg;
urgen la observancia de la misma (can. 31, ¿j 1). (can.
nicaci
Los decretos generales crean derecho, ya que son normas ob- ejecut
jetivas, generales y abstractas, aunque no autónomas, puesto que
interpretan, aplican o contemplan una ley o un decreto general ya La
existentes. Efectivamente, no pueden derogar las leyes, y todas las la aut
disposiciones que fuesen contrarias a ellas están privadas de valor cesaci
(can. 33, ¿j 1). Por eso cesan si cesan las leyes para cuya ejecución
se dieron, además de por revocación implícita o explícita por parte
de la autoridad competente (can. 33, 5 2). b) A
En general esos decretos pueden ser dictados por todos aquellos
que tienen potestad legislativa, los cuales, sin embargo, al formular a) N
decretos generales ejecutorios, actúan dentro de la función ejecuti-
va, y por tanto ejercen la potestad ejecutiva y no la legislativa. De 61
manera específica, a nivel universal, dictan tales decretos las con- y a tr
gregaciones romanas (can. 360), a nivel local las curias episcopales namic
(can. 469), y las conferencias episcopales solamente en los casos misml
previstos por el derecho o por mandato especial de la Santa Sede tractci
(can. 455, 5 1).Todos admiten que tienen capacidad de dar tales remec
decretos también los capítulos y los moderadores de los institutos indivi
\
clericales de derecho pontificio; para los de los otros ins-
titutos y sociedades de vida apostólica vale lo que hemos dicho
sobre la potestad legislativa (cf c. 10 y nn. 588 y 186).
Los decretos generales ejecutorios obligan a todos aquellos que
kstán sujetos a las leyes de las que dependen los mismos decretos
(can. 32).

b) Instrucciones
615. Las instrucciones no crean un derecho objetivo nue-
vo, ya que se dan para hacer claras las disposiciones de las leyes,
para desarrollar y determinar los procedimientos para ejecutarlas
(can. 34, 5 1). Tampoco ellas, al depender de las leyes, pueden
derogarlas, y sus disposiciones que no estén de acuerdo con las
leyes carecen de vigor (5 2).
Sus destinatarios no son las comunidades, sino sólo los que
tienen la responsabilidad de procurar que se ejecuten las leyes.
Éstos, a través de las instrucciones, quedan también obligados a la
ejecución de las leyes (can. 34, 1). Se trata entonces más bien de
actos internos de la administración y no tienen necesidad de pro-
mulgación, como en el caso de los decretos generales ejecutorios
(can. 31, 5 2), sino sólo de notificación (por ejemplo, con la comu-
nicación a los destinatarios) por parte del que goza de la potestad
ejecutiva (can. 34, 5 1).
Las instrucciones cesan por revocación explícita o implícita de
la autoridad que las publicó o bien de un superior, o también por
cesación de la ley de la que dependen (can. 34, 3).

b) Actos administrativos singulares

a) Naturaleza

616. Los actos administrativos singulares son de diverso tipo


y a través de ellos se nos muestra la naturaleza pastoral del orde-
namiento jurídico de la Iglesia y del ejercicio de la autoridad en la
misma, en cuanto que la rigidez de la ley, debido a su carácter abs-
tracto y general, queda de este modo mitigada, de forma que pueda
remediar las necesidades particulares, o de grupos específicos o de
individuos, para que puedan ser ayudados en su progreso espiritual.
A través de estos actos el bien común, que puede quedarse
.:1:
concepto abstracto, encuentra su complemento en el bien
de los individuos. -" ,a
Solamente pueden ser formulados en el ámbito de la competen-
cia del que goza de potestad ejecutiva, respecto a las personas, el
territorio, la ley (can. 35). Aunque a veces estos actos (como la
dispensa) derogan las leyes, deben darse siempre según la norma de
la ley.

b) Forma y eficacia
>ti
617. Dada la naturaleza pública del fuero externo, el acto
administrativo que se refiere a este fuero, así como el acto comi-
sorio de ejecución del acto, debe redactarse de FORMA ESCRITA
(can. 37); sin embargo, dado que la prueba a nivel público puede
ser posible de otros modos, esta forma no se requiere para la
validez del acto, a no ser que dispongan otra cosa otras disposicio-
1 c,
'o:
nes legislativas.
Las condiciones, ya cumplidas o que todavía deben cumplirse,
puestas por el superior al emitir el acto, solamente deben conside-
rarse añadidas para la validez si se expresan con las partículas si,
nisi, dummodo (can. 39), o bien si se expresa de otra manera la vo-
luntad del superior.
618. Respecto a la I N T E R P R E T A C I ~ Ndel acto, deben seguirse
varios criterios sucesivos:
- ante todo, el sentido propio de las palabras y el uso común
del lenguaje; por tanto, no sólo el sentido técnico jurídico;
- en caso de duda la interpretación debe ser:
estricta para los casos relativos a los litigios, las penas
(tanto en la fase constitutiva como aplicativa), las limita-
ciones de los derechos de la persona, la lesión de los de-
rechos adquiridos y para los casos contrarios a una ley a
favor de personas privadas;
si todavía quedan dudas, hay que recurrir a la autoridad de a
que dictó el acto; sam
si se trata de un privilegio, la interpretación debe ser tal cio :
que quienes lo reciban consigan verdaderamente alguna que(
gracia (can. 77).
Está privado de efecto cualquier tipo de acto administrativo, a
o ser que la autoridad competente en el ámbito legislativo haya
fiadido expresamente una cláusula derogatoria, si es:
- lesivo de un derecho adquirido;
- contrario a una ley o a un decreto general, en cuanto que
todo acto administrativo particular, incluso en la derogación
de una ley, tiene que ser dado en el ámbito de las previsiones
de la ley;
- contrario a una costumbre aprobada, es decir, que tenga
fuerza de ley (can. 38).
Finalmente, los actos administrativos no pueden extenderse a
otros casos fuera de los expresados (can. 36, 5 2).

C) Ejecución
1 ?de
la 619. El acto administrativo singular puede ser producido de
:io- Smaneras:
- de forma graciosa, si es la misma autoridad la que pone el
rse, acto administrativo sin ningún intermediario, o bien a través
de- de un intermediario que tiene una función puramente ejecu-
si, tiva, como la transmisión o la comunicación del acto;
vo- - de forma comisoria, si la autoridad competente da un man-
dato a otra persona para que realice el acto administrativo
.rse en cuestión, verificadas ciertas condiciones o según su pru-
dencia, pero siempre a tenor del mandato; si no se cumplen
las condiciones esenciales puestas en la carta de mandato y
ltcn no se observa el procedimiento esencial, la ejecución es in-
co; válida (cáns. 42; 40; 41). También hay que atenerse a lo que
disponen los cánones 43-45; 62; 68-70.
Ras
fa-
de- Cesación del acto
Ya
620. El acto administrativo singular no cesa si cesa el derecho
iad e aquel que lo establece, a no ser que el derecho disponga expre-
samente otra cosa (can. 46), bien porque el acto está ligado al ofi-
tal io y n o a la persona que tiene ese oficio, bien porque de este modo
%.;a queda protegida la estabilidad del derecho.
El acto cesa por revocación por parte de la autoridad compe-
tente; esta revocación tiene efecto sólo desde el momento en que se
1, a notifica legítimamente a la persona a la que se h a dado (can. 47).
547
e) Recurso contra los actos administrativos singulares

621. El Código establece que siempre que un fiel o van


fieles juntamente, no un grupo de fieles que goza de personalid
jurídica o del reconocimiento que indica el canon 299,s 37, se co
sideren perjudicados por un decreto, pueden recurrir a él a tenor de
los cánones 1733-1739. Además, todo 10 que se ha establecido para
los decretos debe aplicarse a todos 10s actos administrativos sin-
gulares, dados en el fuero externo fuera de juicio, exceptuando
-como es natural- los emanados del romano pontífice o del :
concilio ecuménico, puesto que son sujetos de la potestad Suprema
en la Iglesia (can. 1732). Sin embargo, respecto a un acto del roma-
no pontífice es posible una nueva súplica.
Tiene gran importancia para-la vida de la Iglesia lo que se re-
comienda en el canon 1733, fj 1, o sea, que se evite toda disputa
entre el fiel que se considere gravado por su decreto y el autor del
mismo y que, por tanto, en un espíritu genuinamente evangélico se
intente llegar entre ellos a una solución justa, recurriendo también
a personas autorizadas y prudentes para la mediación. Puede suge-
rir soluciones justas, principalmente cuando se pide la revocación
del decreto a tenor del canon 1734 (can. 1733,s 3), el departamento
o consejo de conciliación que puede constituirse establemente en
cada diócesis, o por disposición de la conferencia episcopal y según
las normas dadas por la misma, o bien, si faltan disposiciones de la
conferencia, por el propio obispo (5 2). La CEI ha decidido no
constituir por ahora ese departamento o consejo, dejando a los
obispos la búsqueda de instrumentos idóneos para componer las
controversias 8.
622. El primer paso que debe dar el fiel que se considera
agraviado tiene que ser pedir por escrito la revocación o enmien- -
d a del decreto a su autor, antes de presentar recurso jerárquico;
con la petición, que deberá hacerse dentro del plazo perentorio de
diez días útiles desde la intimación legítima del decreto, se entiende
que se solicita también la suspensión de la ejecución del decreto
(can. 1734, $5 1.2). Los casos en que no hay necesidad de esta ins-
tancia previa son tres:
1) para el recurso que se presenta ante el obispo contra decre-

Cf PONT.COM.INT. SUT.CIC, Respuesta del 12 diciembre 1988, en "AAS" 80 (1988)


1818; E V 11/1842.
8 Cf Delib. n. 15, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 71 1983, 21 1; E. CEI 31 1603.
tos de autoridades subalternas al mismo (vicario general o episco-
*al, párroco, etc.);
2) a no ser que se trate de decisión tomada por el obispo
mpecto a las autoridades sujetas a él, para el recurso contra un
decreto que ya ha decidido sobre un recurso jerárquico (por ejem-
plo, el recurso a la Signatura Apostólica contra el decreto de una
congregación romana, que ha confirmado una provisión del obispo
sin- diocesano);
ndo
3) cuando se trata de un recurso contra la ausencia de pro-
del visión que habría que haber realizado dentro del término estable-
rma cido, a tenor del canon 57, o bien de un recurso contra un decre-
ma- to dictado como consecuencia de un recurso previo o contra su
no existencia por silencio de la autoridad, a tenor del canon 1735
:re- (can. 1734, 5 3).
3uta
Una vez hecho esto, se interpone el recurso jerárquico, a saber:
del al superior jerárquico del autor del decreto (para el obispo dioce-
:O se
bién sano, la congregación romana competente), si el autor del decreto:
1) en el plazo de treinta días rechazó la petición, que menciona el
uge-
ción canon 1734, 1; 2) no decidió nada; 3) corrigió el decreto, pero
snto el fiel se siente todavía perjudicado por él; en el caso primero y
2 en
tercero los términos para el recurso empiezan a correr desde la
:gún intimación del nuevo decreto; en el segundo, a partir de los treinta
le la días (can. 1735).
1 no El recurso jerárquico puede presentarse por cualquier motivo
. los justo (ilegitimidad del decreto, injusticia del mismo, daños sufridos,
etcétera), bien directamente al superior jerárquico competente, bien
i! jera
- las al autor del decreto, que lo debe transmitir inmediatamente al su-
perior jerárquico (can. 1737, § 1); el término perentorio para la
A
?n- presentación del recurso es de quince días útiles, que en los casos
'o; que menciona el canon 1734, 3, empiezan a contarse desde el día
de en que se intimó el decreto, y en todos los demás casos a tenor del
:nde canon 1735 (can. 1737, 2). Si el recurso se hizo mediante carta
reto certificada con acuse de recibo, la fecha de la interposición o pre-
ins- sentación del mismo es la del sello de partida.
Para defensa de los derechos del recurrente, éste tiene el derecho
de valerse en todo el procedimiento de la asistencia de un abogado
o procurador; más aún: éste puede ser constituido de oficio si el
recurrente no lo tiene y el superior lo juzga necesario, salvo el
hecho de que el superior puede ordenar siempre al recurrente que
se presente personalmente para ser interrogado (can. 1738).
La suspensión de la ejecución del decreto se concede en
casos en que está prevista, e incluso cuando no 10 esté, a tenor
los cánones 1736 y 1737,§ 3.
El superior que juzga el recurso tiene amplísimas facultades,
que puede confirmarlo, declararlo inválido, rescindirlo o anular
revocarlo o también corregirlo, modificarlo O integrarlo, sustituirl
por otro, abrogar10 (can. 1739).
Para los recursos presentados a la sección administrativa del
Tribunal de la Signatura Apostólica, véase lo que se dijo en el ná
mero 609.
Finalmente, cabe siempre el recurso extraordinario directamen-
te a la persona del romano pontífice.

f) Decretos y preceptos singulares

1) Decreto singular

623. El decreto singular es un acto administrativo emitido por


la autoridad administrativa competente por su propia iniciativa, es
decir, sin que lo haya pedido el destinatario del acto (can. 48).
Antes de emitirlo la autoridad debe asumir las informaciones y
las pruebas necesarias y, a ser posible, escuchar a todos aquellos
cuyos derechos puedan verse lesionados (can. 50); el decreto debe
darse por escrito, exponiendo, al menos sumariamente, los motivos
si se trata de una decisión (can. 51). Si la autoridad no observa
estas normas, el decreto es ilegítimo y el que cree que ha sido
lesionado en sus derechos tiene la facultad de recurrir (cf nn. 621-
622).
El objeto del decreto puede ser:
- una decisión, si, por ejemplo, se pone fin a una controversia,
se irroga una pena por vía administrativa o se la declara;
- una provisión, para cualquier providencia que no sea una
mera decisión, y no sólo en el caso de colación de un oficio
eclesiástico (cáns. 48; 146).
624. Si resultaran contradictorios:
- entre un decreto peculiar y uno general, prevalece el primero
sobre el segundo en las cosas que se expresan de modo par-
ticular;
- entre decretos peculiares o entre decretos generales, preva-
m
lece el que es posterior en el tiempo.

La derogación es solamente respecto a los puntos de los decretos


inconciliables entre sí (can. 53).
Un decreto singular, precisamente por su carácter de singulari-
dad, tiene fuerza obligante en todas partes, a no ser que conste otra
cosa, pero sólo sobre las materias de que trata y para las personas
para las que se dio (can. 52).
625. Respecto a la eficacia del decreto, surte efectos desde el
momento de la ejecución si ésta se le confía a un ejecutor; si no,
desde el momento de la intimación por parte de la autoridad que
ha emitido el decreto por medio de un documento legítimo a tenor
del derecho (can. 54).
Por razones gravísimas que sólo valora el superior, si el decreto
no puede consignarse por escrito, éste se considera intimado si se
lee al destinatario en presencia de un notario o de dos testigos, le-
vantando acta, que deben firmar todos los presentes (can. 55), en
orden a la prueba de la intimación.
Si el destinatario del decreto, convocado en la forma debida
para recibir u oír la lectura del decreto, sin causa justa no compa-
:S y rece o se niega a firmar las actas de la lectura, el decreto se consi-
'*os dera igualmente intimado (can. 56). La convocatoria debe constar
tbe en un documento y el llamado se supone no haberse presentado
vos dentro de los términos establecidos. .
1 :.va
La intimación del decreto, que es necesaria para poder urgir su
observancia, es un acto de la autoridad que no requiere la acepta-
ción del destinatario, ya que el decreto se ha dado sólo por la ini-
ciativa de la autoridad.
626. Frente a la inactividad de la autoridad, que debería emitir
un decreto, o porque la ley lo impone o porque lo ha solicitado
ina legítimamente el interesado, se establece la obligación de la autori-
icio d.ad de proveer dentro de tres meses de la recepción de la petición
o del recurso, a no ser que la ley establezca otro término (can. 57,
5 1).Transcurrido este término,. la respuesta se presume negativa
(4 2), lo cual, sin embargo, no exime a la autoridad que debía
emitir el decreto de la obligación de darlo y de reparar los eventua-
:ero
-ar-
les daños, a tenor del canon 128 (5 3).
627. El decreto singular cesa:
- por revocación legítima por parte de la autoridad compe
tente;
- por cesación de la ley para cuya ejecución fue dado (can. 58

9 1).
2) Precepto singular

628. El precepto singular es un decreto con el que la autoridadT


impone directa y legítimamente algo que hacer u omitir, especial.
mente en orden a la observancia de una ley si ésta es desatendida
o violada (can. 49). Cesa cuando termina el derecho del que lo dio
a no ser que haya sido dado con legitimo documento (can. 58,g 2):
en cuyo caso cesa con la revocación del mismo o con la cesación de
la ley por la que se dio (5 1).

g) Rescriptos: privilegios y dispensas

1) Rescriptos en general

629. El rescripto es un acto administrativo singular que se


concede por escrito por parte de la competente autoridad ejecu-
tiva a petición de alguien, no necesariamente del destinatario, o
bien por iniciativa de la autoridad (cáns. 60; 61; 63, 5 1); con él se
obtiene un privilegio, una dispensa u otra gracia o indulto (can. 75),
como la dispensa del celibato eclesiástico, de los votos religiosos,
concesión de la exclaustración (can. 59, 1). Todo lo que se dispo-
ne por el rescripto vale también para la concesión de las licencias
y de las gracias de viva voz si no se establece otra cosa (5 2).
Nadie está obligado a usar un rescripto que se le haya concedi-
do, a n o ser que esté obligado a ello por una obligación canónica
de otro título (can. 71).
Una gracia concedida oralmente puede usarse, evidentemente,
en el fuero interno, pero la persona está obligada a justificarla para
el fuero externo, a través de una prueba, cuando se le pida legíti-
mamente (can. 74).
630. El rescripto es inválido si las causas presentadas en la
petición, que deberán expresarse para la validez según la ley, el
estilo y la praxis canónica no responden a la verdad, es decir, si ha ,
habido ocultación de la verdad (subrepción) o exposición de lo
falso (obrepción) respecto a las mismas; en el primer caso no hay
invalidez si se trata de un rescripto de gracia dada moru proprio
(can. 63, $5 1.2). Cuando no hay ejecutor del rescripto, las causas
motivantes deben ser verdaderas en el momento en que se dio; en
10s demás rescriptos, en el momento de su ejecución (5 3).
El rescripto es válido aunque se den en él los errores accidentales
que menciona el canon 66.
Los cánones 64 y 65, para mantener la unidad del gobierno
tanto a nivel universal como particular, establecen las condiciones
de validez en el caso en que una gracia, negada por un dicasterio
romano o por el propio &rdinarioPopor el vicario general o por el
vicario episcopal, se pida de nuevo o bien a otra autoridad inferior
al romano p6ntífice-o bien a otro ordinario o a otro vicario del
obispo diocesano o a este mismo.
Si los rescriptos son contradictorios, vale lo que se dijo respecto
a los decretos singulares (n. 624), con la única diferencia de que, si
fuesen igualmente peculiares o generales, el que es anterior en el
tiempo (según la fecha del rescripto) prevalece sobre el posterior
(se ha creado un derecho adquirido), a no ser que en el segundo se
haga expresa mención del anterior o bien que el primer solicitante
: se no haya hecho uso del rescripto por dolo o por negligencia notable
,:u- (can. 67, $8 1.2). En las dudas sobre la validez de los rescriptos hay
), 0
que recurrir a quien los dio (5 3).
:1 se Los rescriptos de la Santa Sede, una vez caducados, pueden ser
'9, prorrogados por el obispo diocesano, pero sólo una vez, por causa
' S, justa y no más de tresmeses (can. 72). Por otra parte, los rescriptos
PO- no pueden ser revocados por una ley, a no ser que la ley lo diga
2ias expresamente (can. 73), por el hecho mismo de que con los rescrip-
tos se conceden gracias, privilegios o dispensas para casos particu-
:di- lares a los que no se puede proveer a través de una ley general.
: ica

2) Privilegio
te,
ara 631. El privilegio es una gracia concedida por el mismo le-
íti- gislador, o por la autoridad ejecutiva que haya recibido la autori-
dad de hacerlo del legislador en favor de personas tanto físicas
como jurídicas, públicas o privadas, por medio de un acto peculiar
(can. 76, 5 1). Es un acto administrativo particular, en cuanto que
atiende a casos particulares; pero dado que puede ser concedido
tanto contra como praeter legem y tiene tendencialmente el carhcief
de perpetuidad (can. 78, 5 l), asume el carácter de ley propia,
decir, en favor de determinadas personas O grupos de personas; P,;
eso se requiere potestad legislativa para concederlo. Además, el.
privilegio no nace de la voluntad arbitraria del legislador de favo.
recer a ciertas personas o ciertos grupos, sino de exigencias objeti-
vas del bien que el legislador debe procurar en línea con la ralio
legis. Por ejemplo, los privilegios que en la historia tuvier
institutos religiosos nacieron de las exigencias intrínsecas de los
diversos carismas; por eso, si se hubiera aplicado de manera uni-
forme para todos la legislación común, abstracta, se habrían visto
coartados dichos carismas, y por tanto se habrían perdido. por
esta razón, el privilegio es perpetuo y la renuncia del mismo sólo se
consiente bajo determinadas condiciones (can. 80); además, si es
personal no se puede comunicar a otros (can. 78, 9 2).
632. El privilegio es de tres tipos:
- 1 con1
- personal, si está ligado a una persona: se extingue con la lug2
persona (can. 78, ¿j2); en el caso de persona jurídica, hay
que tener en cuenta el canon 120,s 1; dos
- real, si está ligado a una cosa: cesa con la destrucción de esa jurít
cosa (5 3); ínte
- local, si está ligado a un lugar: revive si se reconstruye el sear
lugar en el plazo de cincuenta años (9 3). Sed
633. El privilegio, que se presume perpetuo mientras no se
demuestre lo contrario (can. 78, 5 l), además de por los motivos 3)
anteriormente expuestos (can. 78, 55 2.3), cesa:
- por revocación de la autoridad competente, a tenor del ca- (¡-el<
non 47 (can. 79); .un c
- por cesar el derecho del concedente, si se dio con la cláusula 7

ad beneplacitum nostrum u otra equivalente (can. 81);


exis
- por renuncia, en determinadas condiciones:
fíele
aceptación por parte de la autoridad competente (can. 80, ting
0 1); nue.
en el caso de persona física, sólo si el privilegio se concedió con
en su favor (5 2); recc
en el caso de persona jurídica, la renuncia sólo puede ha-
que
cerla la persona jurídica en cuanto tal con una decisión la q
colegial (can. 119, 2.0, 3.9, si no va en perjuicio de la 4

Iglesia o de otros (5 3); 1

- por no uso o uso contrario, si se trata de privilegio gravoso narr


para los demás, como, por ejemplo, exención de tributos,
privilegio para imponer tributos (can. 82);
- por haber transcurrido el tiempo y haberse agotado los ca-
sos para los que se dio, teniendo en cuenta el canon 142,g 2
(can. 83, 5 1);
- por haber cambiado las circunstancias para las que se dio el
privilegio, de manera que resulte nocivo y su uso sea ilegí-
timo (6 2);
- por abuso grave de las facultades concedidas por el privi-
legio, por haber ido más allá de la competencia o por ir
contra el fin de la concesión; después de una amonestación,
el ordinario debe privar del privilegio que él ha concedido;
si lo concedió la Santa Sede, el ordinario tiene la obligación
de informar a ésta del asunto (can. 84).
Las personas individuales no pueden renunciar a un privilegio
concedido a una persona jurídica o en razón de la dignidad del
lugar o de la cosa (can. 80, g 3).
Los privilegios, lo mismo que los derechos adquiridos, concedi-
dos hasta ahora por la Santa Sede a las personas tanto físicas como
jurídicas y que están en uso y no han sido revocados, permanecen
íntegros después de la promulgación del CIC actual, a no ser que
sean revocados expresamente por los cánones o por la misma Santa
Sede (can. 4).

3) Dispensa
634. Es un acto administrativo definido como la exoneración
(relaxatio) de la observancia de una ley puramente eclesiástica en
un caso particular (can. 85).
No se trata de una ley nueva ni de la derogación de una ley
existente, puesto que, estando la ley en pie, un fiel o un grupo de
fieles quedan sustraídos del ámbito de aplicación de la ley. Se dis-
tingue de la causa eximente o excusante, ya que lleva consigo un
nuevo acto de la autoridad, y se distingue también de la licencia,
con la que el superior concede que se ejerzan ciertos derechos
la- reconocidos por la ley. Tampoco se trata de una exención, puesto
6,n que el que recibe la dispensa no se encuentra en una situación por
la la que no está sujeto a la ley.
S e trata entonces de un medio del que dispone el mismo orde-
namiento canónico para mitigar el rigor de la ley, que, siendo
general, no puede prever todas las situaciones particulares en que
una determinada persona o un grupo de personas puede encontrar-
se, quitándole a la ley un valor obligante para aquella persona.
aquel grupo.
Es evidente que no se puede dar dispensa de las leyes de derecho
divino, tanto natural como revelado, ni tampoco de las leyes
definen los elementos constitutivos esenciales de los institutos y de
los actos jurídicos, puesto que los primeros quedarían entonces
desnaturalizados y los segundos serían nulos (can. 86).
Se habla de caso particular: la comunidad eclesial en cuanto
tal, en su totalidad, no puede ser dispensada perpetuamente para
todos los casos, puesto que entonces se produciría una abrogación
de la ley; la particularidad se refiere tanto a los destinatarios de la
dispensa como a la causa.
635. Pueden dispensar todos aquellos que tienen la potestad
ejecutiva o administrativa, dentro de los límites de su competencia,
y todos aquellos que tienen la potestad de dispensar explícita o
implícitamente o por derecho o por delegación (can. 85).
El bien espiritual de los fieles es la condición por la cual el
obispo diocesano y los que se le equiparan (cáns. 38 1 , § 2; 134, ¿j
3)
pueden dispensar de las leyes disciplinares universales o particulares
dadas por la autoridad suprema para su territorio o sus súbditos,
pero no de las procesales o personales o de aquellas cuya dispensa
está especialmente reservada a la Santa Sede (can. 87, § 1).
También en el caso de reserva a la Santa Sede puede dispensar
cualquier ordinario (can. 134, 5 1) si es difícil recurrir a la Santa
Sede, si es inminente el peligro de un grave daño y si la Santa Sede
concede generalmente la dispensa en esas circunstancias. Sin em-
bargo, la dispensa de la ley del celibato eclesiástico queda siempre
reservada Únicamente al romano pontífice (can. 87, 5 2).
El ordinario del lugar (can. 134, 2) puede dispensar de las
leyes diocesanas y, cuando lo requiera el bien de los fieles, también
de las leyes del concilio plenario y del provincial o de la conferencia
episcopal (can. 88).
Ni el párroco ni los demás presbíteros, ni los diáconos pueden
dispensar d e una ley universal o particular, a no ser que hayan
recibido expresamente la facultad para ello (can. 89) o de la auto-
ridad competente o del mismo derecho (por ejemplo, en los casos
previstos por los cáns. 1079; 1080; 1245).
La potestad de dispensar puede ejercerse sobre los propios súb-
tos en todas partes y, si no se dispone otra cosa, sobre los tran-
úntes que se encuentran en el territorio, y también a favor de
10s mismos (can. 91).
- La dispensa es ilícita si se dio sin C A U S A J U S T A y RAZO-
636.
ABLE, teniendo en cuenta las circunstancias y la gravedad de la
ey; es además inválida si no la dio el legislador o un superior suyo
can. 90, 5 1). En efecto, si el legislador es el que dispensa sin una
causa justa y razonable, la dispensa es sólo ilícita, en cuanto que la
fuerza vinculante de una ley eclesiástica procede también de la
del legislador y no sólo de su valor intrínseco; pero si es
la autoridad ejecutiva la que da la dispensa sin una causa justa y
razonable, ésta es inválida, ya que dicha autoridad carece de la
competencia para hacerlo, en cuanto que la obligatoriedad de la
ley no proviene precisamente de la autoridad ejecutiva. Por otra
parte, si hay duda sobre la suficiencia de la causa, la dispensa es
iícita y válida (5 2).
-- 637. Tanto la dispensa (can. 36, 5 1) como la potestad de dis-
*pensarconcedida para un caso determinado están siempre someti-
das a una I N T E R P R E T A C I ~ NESTRICTA (can. 92).
Si la dispensa es para un caso concreto, que ha de realizarse en
un acto, cesa al agotarse el caso; pero si se da para uno o varios
casos, que han de cumplirse a través de varios actos en el tiempo,
cesa del mismo modo que el privilegio, a tenor del canon 83; es
evidente que cesa también si desaparece totalmente de modo cierto
la causa por la que se dio la dispensa (can. 93). En efecto, si hay
dudas sobre la cesación de la causa, se aplica el canon 90, 5 2.

-
? ) Estatutos y reglamentos

a) Estatutos
i
!
638. Los estatutos son las normas que, establecidas a tenor
del derecho común, determinan el fin, la constitución, el gobierno
y los modos de obrar de cualquier tipo de persona jurídica (can. 94,
5 1 ) Es evidente que, si se trata de conjunto de personas, los
estatutos obligan a las personas que son sus miembros legítimos,
en virtud del mismo acto por el que entran a formar parte de la
persona jurídica (por ejemplo, asociación de fieles, institutos de
vida consagrada); pero si se trata de un conjunto de cosas (por
557
ejemplo, universidad de estudios), obligan a 10s que llevan su di
ción (5 2).
Los estatutos son fuente de derecho objetivo (derecho pr
para las personas jurídicas para los que se dieron, pero no tle
carácter de ley; sin embargo, si se hacen y se promulgan enbvl
tud de la potestad legislativa, como, por ejemplo, segurament
en el caso de institutos religiosos clericales de derecho pontifici
(cáns. 596, 2; 587, 5 1; cf. n. 588), se rigen por los cánones so
las leyes (5 3). De todas formas y en cualquier caso, los estatut
son un complemento que aplica a la nat~ralezaY al fin propio de C
la persona jurídica el derecho común, que sigue siendo general. rice

b) Reglamentos
639. Los reglamentos en sentido estricto no se refieren a las
personas jurídicas, pero la constitución, la dirección (por ejemplo
los representantes legítimos) y los modos de obrar (por ejemplo, ei
procedimiento en las deliberaciones) de las reuniones o de otras
celebraciones, organizadas por la autoridad eclesiástica o convoca.
das libremente por los fieles, obligan a los que participan en ellas
(can. 95).

4.3. Administración de los bienes temporales

a) Naturaleza y fines

a) Nociones previas
640. Por bien temporal se entiende todo lo que puede ser
objeto de derecho y que confiere una utilidad de carácter temporal
que puede calcularse. Los BIENES TEMPORALES pueden ser:
- corpóreos o materiales, si son visibles y tangibles con un
sentido corporal; se distinguen en:
inmuebles, cuando no se pueden transportar sin alterar su
consistencia o bien son considerados como tales por la ley
(por ejemplo, el automóvil, las embarcaciones, etc.);
muebles, todos los demás;
- incorpóreos o inmateriales, si pueden percibirse solamente
con la razón (por ejemplo, derechos patrimoniales, acciones
industriales o comerciales).
BIENES ECLESIÁSTICOSson
los bienes temporales pertenecientes
a la Iglesia universal, a la sede apostólica, a las Iglesias particulares
Y a todas las personas jurídicas publicas en la Iglesia, administrados
a tenor del Código y de los propios estatutos (can. 1257, ¿j 1).
COSASSAGRADAS: aquellas que con una dedicación o bendición
,

están destinadas al culto divino, como las imágenes, las reliquias,


lugares, las iglesias, ornamentos litúrgicos, etc. (can. 1 171;
cf. n. 492). No todas las cosas sagradas son bienes eclesiásticos,
pues pueden pertenecer también a privados (can. 1269).
ie COSASPRECIOSAS: las cosas que tienen un notable valor his-
,

tórico o artístico o bien son insignes para el culto (cáns. 1292, 6 2;


638,§ 3; 1189).
Por Iglesia, en los cánones relativos a los bienes eclesiásticos,
se entiende no sólo la Iglesia universal o la sede apostólica, sino
también cualquier otra persona jurídica pública en la Iglesia, a no
ser que resulte otra cosa del contexto y de la naturaleza de las cosas
(can. 1258).

6) Fines
641. La Iglesia primitiva tenia un fondo único de bienes, forma-
1 do por las ofrendas y los dones de los fieles, primero para las nece-
sidades de los pobres, entre los que se comprendía al clero (al que se
le reconocía el derecho a vivir de su propio ministerio), luego para
el culto (Didaché; Canones 85 apostolici; Constitutiones Apostoli-
cae). Los pastores no poseían esos bienes, sino que los administraban
para esos fines.
I
En el siglo v el papa Simplicio y el papa Gelasio llegaron a una
distribución cuádruple de ese fondo Único: para el obispo, el clero,
los pobres y el culto.
En los siglos VI-XVI se deja sentir el influjo del sistema beneficial,
tanto rural como ciudadano, que venía a vincular ciertos bienes a un
beneficio para el sustento de su titular; esto llevó a un incremento
del patrimonio eclesiástico bajo la forma de latifundios. La distribu-
ción r=ncuatro partes que se hizo en el siglo v llegó, por una serie de
contingencias históricas, a una individualización de los fines y a
fondos parciales de bienes (causas pías; beneficencia; fábrica; culto;
mesas; sustentamiento del obispo y del clero), destinados estable-
mente a cada uno de los fines.
El concilio de Trento, dada la situación precaria del bajo clero,
tuvo la preocupación de proveer al sustento del mismo. El CIC 1917
en el canon 1496 señalaba dos fines: el culto divino y el sustenta-
miento decoroso del clero y de los demás ministros; se refen'a
modo genérico a otros fines propios de la Iglesia. En el canon 1472 '

se determinaba la obligación de los beneficiarios de utilizar lo super-


fluo para los pobres y las causas piadosas.

642. La Iglesia católica, en cuanto ordenamiento jurídico Pr;-


mario y original, tiene el DERECHO NATIVO, independientemente \u
del poder civil, de adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes
temporales para conseguir los fines que le son propios (can. 1254 ..
5 1). En consecuencia de esto, son SUJETOS CAPACES de adquirir'
poseer, administrar y enajenar bienes temporales a tenor del dere:
cho la Iglesia universal, la sede apostólica, las Iglesias particulares ~

y todas las demás personas jurídicas, tanto públicas como privadas


(can. 1255). Pero los bienes de las personas jurídicas privadas, a
pesar de que éstas tienen la capacidad de adquirir, poseer, adminis-
trar y enajenar, no se consideran bienes eclesiásticos y se rigen por.
estatutos propios (can. 1257, 5 2). .
1

Los FINES propios, por los que la Iglesia tiene el derecho natiti a!

de adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes temporales, prin- j

cipalmente pero no de forma exclusiva, según el canon 1254, 8 2,


son tres:
1)
2)
ordenar el culto divino;
proveer al honesto sustentamiento del clero y de los otros
1
ministros;
3 ) ejercer obras de apostolado sagrado y de caridad, especial-
mente en servicio de los pobres.
El canon tiene que interpretarse a la luz de PO 17c, que afirma
que la Iglesia tiene que emplear siempre los bienes temporales para
aquellos fines para los que puede poseerlos, es decir, el culto divino,
el honesto sustentamiento del clero, las obras de apostolado y de
caridad, especialmente para con los pobres. Son los mismos fines
que determinan el derecho nativo de la Iglesia de adquirir, poseer,
administrar y enajenar bienes temporales; fuera de estos fines no
tiene ya ese derecho, y por tanto la posesión y la administración
de los bienes resulta ilegítima. En efecto, la Iglesia, como sociedad
humana que vive en la historia, no puede menos de servirse de los
bienes temporales, pero solamente puede hacerlo en la medida en
que lo requiera el cumplimiento de su misión sobrenatural y espi-
ritual; más aún: debe saber renunciar también a ciertos derechos
legítimamente adquiridos si su afirmación no ayudase al testimo-
de nio que tiene que dar, en cuanto que la Iglesia se debe basar en la
33 fuerza del evangelio y no en la de los medios humanos (GS 76d.e).
De esta manera la Iglesia tiene el derecho nativo de pedir a los
fieles todo lo que necesita para sus propias finalidades (can. 1260),
tanto las que se mencionan en el canon 1264, ¿j2, como otras rela-
pri-< cionadas sobre todo con el anuncio del evangelio, y no para acu-
%!e mular riquezas.
*Des
(4, Además, sobre la base de la comunión entre todos los fieles y
,.Ir, entre las Iglesias particulares, se debe desarrollar la comunión no
?re- sólo de los bienes espirituales, sino también de los materiales, según
ires las necesidades (LG 13c; cáns. 640; 127 1; 1274, 5 2).
das
P rr

b) Adquisición

iivo
yin,
3 643. Los bienes temporales pueden ser adquiridos por la Igle-
sia de todas las maneras legítimas según el derecho tanto natural
-como positivo (can. 1259).
).I
Al derecho originario de la Iglesia de pedir a los fieles todo lo
.que necesita para la prosecución de sus fines, corresponde el dere-
choldeber de los fieles de contribuir a las necesidades de la Iglesia
con las subvenciones requeridas y según las normas de la conferen-
cia episcopal (cáns. 1260-1262; 222, tj l ) ? Los mismos obispos
deben contribuir segun las posibilidades diocesanas a los medios
que necesita la Santa Sede (can. 1271).
i-
644. Como consecuencia de la obligación de los fieles de la
.que habla el canon 222,s 1, el obispo diocesano tiene el derecho de
imponer un TRIBUTO moderado y proporcionado a las personas ju-
ridicas públicas sometidas a su gobierno (excluidas las escuelas

Cf CEI, Doc. pastoral del 14 noviembre 1988, en Notiziario CEI 71 1988, 157-186. En
nes .e1 Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español sobre asuntos económicos, 1979, se
:er, reconoce el derecho de la Iglesia a recabar de sus fieles prestaciones, organizar colectas
públicas y recibir limosnas y obligaciones (art. 1). Por otra parte, con la intención de llegar
no la Iglesia a una autofinanciación mediante aportaciones de los fieles (cáns. 222 y 1260), la
:ón ayuda proveniente del Estado según forma tradicional ha pasado, a partir de 1988, del
'ad -sistema de dotación presupuestaria o cantidad global a la Iglesia consignada en el presu-
. ;)S puesto anual del Estado, al sistema de asignación tributaria. una fijación voluntaria, por
parte de los fieles o de otras personas, de un pequeño porcentaje del impuesto sobre la renta
.n de las personas físicas (0,5 por 100 de la llamada cuota íntegra) previsto en la legislación
pi- concordada (Acuerdo sobre asuntos económicos, citado, art. 11; y Ley 331 1987, de 23 de
diciembre, de presupuestos generales del Estado para 1988: Disposición adicional quinta,
$ Asignación tributaria ajines religiosos y otros) ('BOE" 307 [1987] 37825-6; 'BOCEE" 18
[1988]69-84).

561
externas de los institutos religiosos de derecho pontificio) lo, pero
sólo después de haber oído el parecer del consejo para los asuntos
económicos y del consejo presbiteral (cf can. 492); y un T R I B ~ ~ &
EXTRAORDINARIO a las personas físicas y jurídicas privadas
ea
caso de necesidad grave (can. 1263). El obispo diocesano puéde
imponer en las diócesis un tributo para proveer a las necesidades
del seminario, además de la ofrenda que se menciona en el canon ^
1266 (can. 264, 5 1); a este tributo están sometidas todas las perso-
nas jurídicas eclesiásticas que tienen sede en la diócesis, a no ser
que se sostengan solamente de limosnas o haya en ellas realmente
un colegio de estudiantes O de profesores que promueva el bien
común de la Iglesia (5 2). La asamblea de obispos de una provincia
debe establecer las TASAS por los actos administrativos graciososy
por la ejecución de los rescriptos de la Santa Sede (es necesaria la
aprobación de la Santa Sede), así como definir las ofrendas por la
administración de los sacramentos y sacramentales (can. 1264).
645. Salvo el derecho de los religiosos mendicantes, las ~ 1 .
MOSNAS sólo pueden pedirse con licencia escrita del propio ordina-
rio y del ordinario del lugar (can. 1265, 5 1). La conferencia epis-
copa1 puede dar normas sobre las colectas, a las que todos tienen
que someterse, incluso los que por institución se llaman y son
mendicantes (5 2) 1 1 . En las iglesias y en los oratorios incluso per-
tenecientes a institutos religiosos, el ordinario del lugar puede exigir
que se haga una COLECTA a favor de iniciativas particulares parro-
quiales, diocesanas, nacionales o universales, que hay que mandar
a la curia diocesana (can. 1266).
Las OFRENDAS hechas a los superiores y a los administradores
de las personas jurídicas eclesiásticas, incluso privadas, se presumen
hechas a las mismas personas jurídicas (can. 1267,§ 1). Estas ofren-
das no deberán rechazarse más que por justa causa y, en asuntos
de mayor importancia, con la licencia del ordinario. Se requiere
también la licencia para aceptar ofrendas gravadas con una carga
moda1 o con una condición, salvo lo que establece el canon 1295
(can. 1267, tj 2). Todas las ofrendas recibidas para un fin determi-
nado tienen que destinarse sólo a ese fin (can. 1267, Ij 3).
646. En las regiones en que todavía hubiera BENEFICIOS (en-
tidad primordial que según el Código de 1917 se instituía junto a

lo Cf PGT. CONS.INTERP. LEYES,Respuesta del 10 agosto 1989, en "AAS" 81 (1989)


991; EV 11/2271.
" Cf CEI, Nota del 15 de mayo 1968, aprobada por el comité de obispos y religiosos,
11, en Notiziario CEI 5 / 1968, 73-75; E. CEI 1 / 1664-1673.
determinados oficios para el mantenimiento del titular de dicho
oficio), las conferencias episcopales deben dar normas aprobadas
por la Santa Sede para regular su gobierno, de modo que las rentas
y la misma dote se transfieran a aquella I N S T I T U C I ~ NESPECIAL que
debe existir en toda diócesis para recoger los bienes y las ofrendas
para la S U S T E N T A C I ~ Ndel clero (cáns. 1272; 1274, 5 1; cf. n. 148).
En Italia, basándose en las normas sobre los entes y bienes eclesiás-
ticos del 3 de junio de 1985 (arts. 2 1-24; 27-28), se han extinguido
los beneficios eclesiásticos y el patrimonio procedente de ellos se ha
trasladado a los institutos diocesanos para la sustentación del clero
(can. 1274, 5 1) 12.
647. La Iglesia acepta de la legislación civil de los paises en
que existe la PRESCRIPCION como modo de adquirir un bien tem-
poral o de librarse de una carga (can. 1268). La prescripción, que
tiene la finalidad de hacer ciertos los derechos de las personas y,
por tanto, la de evitar las controversias, es el modo, de derecho
positivo, de adquirir un derecho o de librarse de una obligación,
- después de que haya pasado cierto tiempo, observadas las disposi-
is- ciones legales (can. 197). Si se trata de adquisición, se acude a la
prescripción adquisitiva o usucapión; y si se trata de la liberación
de una obligación, se acude a la prescripción extintiva o liberativa.
Para que haya prescripción se requiere:
a) el título, es decir, la causa justa para el paso a la posesión;
6 ) que haya transcurrido el tiempo establecido por la ley: los
bienes inmuebles, bienes muebles preciosos, los derechos y las ac-
ciones, tanto personales como reales, pertenecientes a la Santa
Sede prescriben al cabo de cien años; las que pertenecen a otra
persona jurídica eclesiástica pública, a los treinta (can. 1270);
c) la buena fe, es decir, la convicción de poseer justamente la
cosa como propia (por ejemplo, no se sabe que la cosa fue robada);
de la buena fe depende la legitimidad moral y la validez jurídica de
la prescripción, y por derecho divino debe darse no sólo al princi-

l2 Cf "AAS" 77 (1985) 554-555; 556-557; Notiziario CEI 1011985, 338-339; 339-340;


E. CEI 3/ 3 145-3148; 3 151-3152. En relación con el canon 1272, sobre nueva modalidad de
los beneficios regulados en el Código canónico de 1917, la CEE determina la noción de
bienes beneficiales y su nueva destinación, así como la competencia del obispo para la
declaración del carácter beneficial de los bienes y la del ecónomo de la dióceis para su
gestión, y también la forma de sustanciar la calificación de los bienes en caso de disconfor-
midad; estableciendo también que las rentas de los beneficios y la misma dote beneficia1
pueden nutrir el fondo para sustentación de los clérigos de que habla el canon 1274, 1
(2.0 DG 1985, arts. 11.3, 12 y 15, y 4.0 DG [materia económica], 1985, art. 1.2: "BOCEE"
2 [1985] 67-69).
pio, sino durante todo el tiempo requerido, salvo 10 dispuesto enel
canon 1362 (can. 198);
d ) la prescriptibilidad del objeto: el canon 199 determina tas -'

xativamente lo que no es prescriptible; todo 10 demás está sujeto a .


prescripción;
3) la posesión de la cosa.
La prescripción de las cosas sagradas está sometida a limitacio-
nes: si están en posesión de privados, pueden ser adquiridas .
prescripción por personas privadas, pero no pueden emplearse para
usos profanos si no han perdido la consagración; si pertenecen a
una persona jurídica eclesiástica pública, pueden ser adquiridas
solamente por otra persona jurídica eclesiástica (can. 1269).

c) Administración

a) Noción

648. La administración consiste en la conservación de los bie-


nes adquiridos y en procurar que produzcan sus frutos. En sentido
amplio, comprende también los actos de adquisición.
Es importante la distinción entre:
- actos de administración ordinaria: los actos que no modifi-
can sustancialmente el patrimonio ni por disminución ni
por aumento excepcional;
- actos de administración extraordinaria: aquellos actos con
que se dispone del patrimonio excediendo los límites y las
modalidades de la simple administración, y por tanto se
tiene un aumento o una disminución no normal del patri-
monio (can. 1281). Dado que esta noción de actos de admi-
nistración extraordinaria es teórica, el legislador remite la
determinación de los mismos a los estatutos o a la autoridad
competente (cáns. 1281, ¿j2; cf can. 638,s 1). Propiamente,
si se trata de una disminución del patrimonio, se recae en la
enajenación (cf. n. 655). Todos estos actos exceden la po-
testad normal del administrador; por tanto, si se realizan sin
LICENCIA o facultad especial u otras formalidades, son invá-
lidos o pueden ser invalidados.
Administradores

El romano pontífice

649. La propiedad de los bienes es de la persona jurídica que


S ha adquirido legítimamente, pero permanece bajo la suprema
utoridad del romano pontífice, que, en virtud de la primacía de
obierno, es el S U P R E M O ADMINISTRADOR Y DISTRIBUIDOR de to-
os los bienes eclesiásticos (cáns. 1256; 1273).
El reconocimiento de esta supremacía del papa sobre todos los
ienes eclesiásticos debe verse en el contexto de los fines de los
bienes temporales de la Iglesia. La unidad de los bienes de la Iglesia
viene dada por los fines, para cuya consecución la Iglesia posee el
derecho de obtener bienes. El papa no es sujeto de dominio de los
bienes, sino sólo administrador y dispensador. Este control general
iene sentido por el hecho de que los diversos sujetos (personas
urídicas eclesiásticas) deben someterse a los fines propios de los
ienes. Este control supremo de los bienes por parte del papa es el
ue d a unidad al patrimonio de la Iglesia. En efecto, los bienes
lesiásticos se poseen en nombre y por autorización de la Iglesia,
ea cual fuere el sujeto de dominio desde el punto de vista jurídico,
os bienes tienen como fin los bienes propios de la Iglesia. Enton-
ces, la VIGILANCIA del sumo pontífice tiene sentido en cuanto que
los diversos sujetos de dominio están vinculados por los fines que
alcanzar. A través de esta unidad del control universal por parte
del sumo pontífice se reconstruye de alguna manera la unidad de
aquel conjunto de bienes de la Iglesia primitiva, que se fue divi-
diendo debido a las contingencias históricas y a las necesidades ad-
ministrativas.

2) Ordinario

650. El ordinario (se incluye también con este nombre a los


superiores de los institutos religiosos clericales de derecho pontificio
y de las sociedades clericales de derecho pontificio) tiene que vigilar
sobre todo los bienes de las personas jurídicas públicas sometidas
a él (can. 1276,g 1). Algunos consideran al ordinario un verdadero
y propio administrador de esos bienes, a imitación de la función
del papa para la Iglesia universal. Pero esta tesis no parece acepta-
ble, ya que el Código no lo define como administrador, sino que le
atribuye sólo una función de VIGILANCIA. Sobre esta base, el ordi-
nario dicta normas e instrucciones que deben seguir los administr
dores (5 2).

3) Obispo diocesano

65 1. El obispo diocesano, para realizar actos de ADMINISTRA-


C I ~ N DE MAYOR IMPORTANCIA, respecto a la situación económica
de la diócesis, debe oír al consejo para los asuntos económico^ y al
colegio de consultores; en caso de A D M I N I S T R A C I ~ NEXTRAORDI-
N A R I A necesita el consentimiento de estos dos organismos. La con-
ferencia episcopal establece cuáles son los actos que han de con-
siderarse de administración extraordinaria (can. 1277). La CEI
ha establecido que son actos de administración extraordinaria: las
enajenaciones superiores a los cien millones de liras; 10s actos de
valor superior a cien millones, que suponen cargas para el patrimo-
nio y ponen en peligro su consistencia; los actos de gestión que, en
el contexto económico del momento, pueden resultar arriesgados ble
en relación con una administración recta y prudente, incluso desde
el aspecto pastoral, como el comienzo, sustitución o participación act
en actividades empresariales, participación en la posesión de bienes los
inmuebles fuera de los negocios debidamente aprobados, inversio- del
nes en obras de construcción, restructuración y restauración, cam- ció
bio de destino de uso de inmuebles 13. no]
lar
4) Administradores de las personas jurídicas 1 De
sin
652. Los administradores de las PERSONAS J U R ~ D I C A SEN
GENERAL son aquellos que las rigen, a no ser que dispongan otra
cosa el derecho particular, los estatutos o las legitimas costumbres, de 1
salvo el derecho del ordinario a intervenir en caso de negligencia dor
(can. 1279, 5 1). tral
Para la administración de los bienes de las PERSONAS JUR~DICAS
P ~ B L I C A Sque no tengan administradores propios, sujetas al ordina- a te
inst
'3 Cf Delib. n. 37, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI 31 1985,48; E.CEI312292. Sobre
administración ordinaria y extraordinaria de los bienes eclesiásticos véanse las disposiciones
normativas de la CEE citadas anteriormente (cf n. 191, nota). Por otra parte, en relación
ASU
con la administración y conservación de los bienes del patrimonio histórico-artístico de la adn
Iglesia, resultan de particular interés tanto el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado
español sobre asuntos económicos, 1979, como los diversos acuerdos de los obispos espa-
ñoles con los gobiernos autonómicos de España ("BOCEE" 14 [1987] 85-115, y 4.0 DG
[materia económica], 1985, art. 5).
ia- rio, éste puede designar personas idóneas para un trienio, y éste
renovarse (can. 1279, 5 2).
P
-+
Estos administradores, salvo lo que prescriben los estatutos,
,,álizan inválidamente los actos de ADMINISTRACIÓN EXTRAORDI-
NARIA si carecen del permiso del ordinario, que debe constar por
escrito, si bien esto no es para la validez (can. 1281, tj 1). Los es-
tatutos deben definir cuándo los actos exceden la administración
ordinaria; de lo contrario, oído el consejo para los asuntos econó-
micos, lo definirá el obispo diocesano, teniendo en cuenta las nor-
mas dadas por la conferencia episcopal (5 2; cf. n. 651). De los
:n- actos realizados inválidamente por los administradores no responde
sn- la ~ e r s o n jurídica
a más que en la medida del provecho que le haya
iEI *eportado; responde, por el contrario, de los realizados ilícita pero
las salvo el derecho de acción o de recurso contra los
de (5 3).
10-
en
los
3de
1
'.
Las funciones y las obligaciones de los administradores se esta-
blecen en los cánones 1284-1287.
Debido a la naturaleza de las personas jurídicas públicas, que
ión actúan en nombre de la Iglesia (cf can. 116, 5 1), y de los fines de
nes los bienes eclesiásticos, tanto los administradores como todos los
demás, clérigos o laicos, que tengan alguna parte en la administra-
ción de los bienes eclesiásticos tienen que cumplir sus funciones en
nombre de la Iglesia, o sea, a tenor del derecho, universal, particu-
lar o propio, y según el espíritu y la misión de la Iglesia (can. 1282).
De aquí se deriva el canon 1283.
Los administradores no deben incoar un litigio en el fuero civil
licencia escrita del ordinario (can. 1288).
No está permitido el abandono por propia iniciativa por parte
e los administradores del encargo recibido; por eso, si de su aban-
ono se sigue un daño a la persona jurídica cuyos bienes adminis-
raban, están obligados a resarcirlo (can. 1289).
- '.S Para el ECONOMO que ha de establecerse en todas las diócesis,
na- tenor del canon 494, véase el número 786; para el ecónomo en los
stitutos religiosos, cf el número 190.
Toda persona jurídica debe tener su propio CONSEJO PARA LOS
ASUNTOS ECON~MICOSo al menos dos consejeros que ayuden al
administrador, a tenor de los estatutos (can. 1280).

567
c) Bienes administrados l

653. Atendiendo a lo que se dispone en la PO 20 y 21,,


cada diócesis debe haber una I N S T I T U C I ~ NESPECIAL que recoja 1
bienes y las ofrendas para la sustentación del clero que presta
servicio a la diócesis (can. 1274, 5 1). Ademk, donde no hay un
previsión social en favor del clero señalada por la legislación civi
la conferencia episcopal tiene que proveer al establecimiento de un
INSTITUTO PARA LA P R E V I S I ~ NSOCIAL del clero (5 2). En Italia
existe la previsión social organizada por el Estado; por consiguien_
te, la CEI solamente ha establecido algunas normas para integrar
a los sacerdotes enfermos o ancianos 14.
654. En cada diócesis, en cuanto sea necesario, tiene que cons-
tituirse un FONDO COMÚN (massa comrnunis) al que pueda recurrir-
el obispo para satisfacer a sus obligaciones respecto a todas las
personas que están al servicio de la diócesis, para subvenir a las
diversas necesidades de la diócesis y para ayudar a otras diócesis
más pobres (can. 1274, 5 3).
Estos objetivos se pueden alcanzar o con la formación de iris-
titutos diocesanos federados entre sí o bien simplemente con la
cooperación o la asociación de varias diócesis, organizada even-
tualmente por la conferencia episcopal para todo el territorio (5 4).
En cuanto sea posible, esos institutos deben constituirse de forma
que sean reconocidos también a nivel civil (5 5). El fondo de los
bienes procedentes de diversas diócesis debe ser administrado según
las normas acordadas entre los obispos interesados (can. 1275).
Por lo que se refiere a Italia, véase lo dicho en el número 646
sobre la extinción de los beneficios *. I
d) Enajenación
655. Se entiende por enajenación en sentido estricto la trans-
ferencia de dominio de una cosa de un propietario a otro, pero a
menudo en el Código se entiende en sentido amplio, es decir, de
cualquier acto con que se limita la disponibilidad de un bien patri-
monial que se posee (alquiler, hipoteca, prenda, enfiteusis, etc.).

l4 Cf Delib. n. 54, del 30 diciembre 1987, en Notiziario CEI 101 1987, 279-280. Sobre
sustentación y seguridad social del clero véanse normas estatales españolas y de la CEE
citadas anteriormente (cf n. 148, nota).
* Sobre beneficios, determinación y destino de bienes beneficiales según normas de la
CEE, cf n. 646, nota 12.
En principio, los bienes de la Iglesia no pueden ser enajena-
dos; pero lo son cuando no se pueden conservar o cuando hay una
, en causa justa.
los, La enajenación se hace a través de aquellos contratos que trans-
a SU-
fieren la propiedad o limitan la disponibilidad de la cosa. Se pro-
una duce aquí una canonización del derecho civil,, a no ser que éste
:ivil,
un vaya contra el derecho divino o el derecho canónico prevea otra
.alia cosa (can. 1290).
.ien- 656. Para la enajenación deberán cumplirse las siguientes con-
grar diciones:

ons- - CAUSA JUSTA, que se deriva de:


r rrir necesidad urgente,
; las
evidente utilidad incluso de carácter económico,
i las
piedad,
'2esis todo lo que guarda relación con la caridad y la solidaridad
humana;
otras graves razones pastorales (can. 1293, 5 1, 13);
:ns- - TASACION ECONOMICA de la cosa: esta tasación sirve para
n la determinar el precio mínimo por debajo del cual no puede
ven- ser vendida la cosa, así como para saber si hay que pedir la
9 4). licencia necesaria (cáns. 1293, fj 1, 2.0; 1294, ¿j 1);
lrma
- otras oportunas CAUTELAS previstas por la autoridad; por
:los
zgún ejemplo, tener en cuenta la devaluación (can. 1293, €j2);
- LICENCIA, para la validez, de la autoridad legitima; se exige
si el bien: a) constituye por asignación legítima (hecha según
546 la norma del derecho particular o propio) el patrimonio
estable de una persona jurídica pública (formado por bienes
inmuebles o también por bienes muebles que constituyen la
base económica necesaria para la vida y la actividad de la
misma); 6) su valor excede la cantidad fijada por el derecho
{can. 1291; cf n. 651);
- AUTORIDAD LEGÍTIMA para la licencia:
religiosos:
= superior competente según el derecho propio, para los
negocios de los que se podría temer algún detrimento
de la situación patrimonial del instituto;
Sobre = Santa Sede (Congr. para inst. vida cons. - soc. vida
CEE apost.), si el negocio supera la cantidad fijada por ésta,
o bien si se trata de donaciones votivas hechas a la
Iglesia o de cosas preciosas (can. 638, 5 3);
personas jurídicas no sujetas al obispo diocesano:
= la autoridad establecida por 10s estatutos, cuando el
valor de los bienes está contenido dentro de la cantidad
mínima y máxima establecida por la conferencia epis-
copa1 (can. 1292, 5 1; cf. n. 65 1);
persohas jurídicas sujetas al obispo diocesano:
= el obispo diocesano, con el consentimiento del consejo
para los asuntos económicos y del colegio de consulto.
res, así como de los interesados; 10 mismo vale para los
bienes de la diócesis (can. 1292, 5 1);
personas.jurídicas en general: La
-= la santa Sede (congr. para el Clero), para la validez, si
el valor de la cosa supera la cantidad máxima estable- por la
cida por la conferencia episcopal, o bien si se trata de tinan 2
cosas dadas ex voto o de objetos artística e histórica- no aut
mente preciosos (can. 1292, § 2; cf. n. 65 1). por ha
eclesiá
persor
657. Para el ARRENDAMIENTO DE LOS BIENES de la Iglesia las propic
conferencias episcopales deben dictar normas, especialmente sobre tor de
la licencia que hay que obtener de la autoridad eclesiástica compe-
tente (can. 1297). La CEI ha determinado: a) que el obispo dioce- plan Y
los der
sano, con el consentimiento del consejo para los asuntos económi- ria (cá
cos y del colegio de consultores, tiene que definir los criterios para
el posible arrendamiento de los bienes (de los que debe disponer de En
antemano de una lista) de las personas jurídicas sujetas a él; si esos deben
bienes están situados fuera de su diócesis, tiene que pedir el parecer el acto
del ordinario del lugar en que se encuentran; b ) para la validez del arnone
acto de arrendamiento se requiere la licencia por escrito: del obispo de curr
diocesano, si el valor de los bienes es inferior a cien millones de ra, una
liras y se alquilan para su uso pastoral a un ente eclesiástico; del a tenor
obispo diocesano, oído el consejo para los asuntos económicos, si pulosa
el valor de los bienes es inferior a cien millones y se alquilan para admini
otros usos; c) para poder determinar la competencia no vale el un estr
rendimiento anual, sino el valor capital del inmueble ' 5 . 659
jas a la
la pía 1
corresp
puede 1
bargo,
l 5 Cf Delib. n. 38, del 18 abril 1985, en Notiziario CEZ3/ 1985,4849; E.CEI312293. La
alguna
CEE establece, a tenor del canon 1297, lo siguiente: "El arrendamiento de bienes eclesiásticos
rústicos y urbanos comprendidos en el canon 1297 se equipara a la enajenación en cuanto a la dis
a los requisitos necesarios para su otorgamiento"( 1 . - DG 1984, arts. 14,3). hacer e
Pías voluntades en general y pías fundaciones

658. PIA VOLUNTAD es cualquier disposición de los propios


bienes, bien por actos entre vivos (inter vivos; por ejemplo, dona-
ción) o bien por actos válidos después de la muerte (mortis causa;
Por ejemplo, testamento) para una causa piadosa, es decir, para
unas finalidades religiosas o caritativas, según los fines propios de
la Iglesia (can. 1254). Por eso, el que puede disponer de sus propios
bienes por derecho natural o canónico puede dejarlos para causas
$dosas (can. 1299, 5 1).
Las C A U S A S PÍAS,que surgen de las pías voluntades, se regulan
por la legislación sobre los bienes eclesiásticos, si los bienes se des-
tinan a personas jurídicas públicas, dando origen apías fundaciones
no autónomas, o bien se constituyen como fundaciones autónomas,
por haber sido erigidas en persona jurídica pública por la autoridad
eclesiástica competente; mientras que si los bienes se confían a una
persona física o a una persona jurídica privada se regulan por los
1 las
propios estatutos, salva la potestad del ordinario, que, como ejecu-
bre
ipe- tor de todas las pías voluntades, tiene que velar para que se cum-
Ice- plan y debe recibir las cuentas de este cumplimiento por parte de
mi- los demás ejecutores, considerando nula cualquier cláusula contra-
iara ria (cáns. 1301; 1303; 1302).
r de En las disposiciones válidas en caso de muerte, si es posible,
30s deben observarse las formalidades del derecho civil, de manera que
:cer el acto tenga valor civil; de lo contrario los herederos deberán ser .
del amonestados (especialmente por el ordinario) sobre su obligación
SPO de cumplir la voluntad del testador (can. 1299, 2). De esta mane-
; de ra, una vez aceptadas válidamente con licencia del ordinario, dada
del a tenor del canon 1304, las pías voluntades deben cumplirse escru-
;,si pulosamente, según las cargas asumidas, incluso sobre el modo de
ara administrar o de invertir los bienes (cáns. 1300; 1307). Se trata de
: el un estricto deber moral y jurídico.
659. L a competencia para reducir las CARGAS DE MISAS, ane-
jas a las causas pías (misas que hay que decir por haber aceptado
la pía voluntad), dada la importancia y la delicadeza del asunto, le
corresponde a la Santa Sede (Congr. para el Clero), que sólo lo
puede hacer, por causa justa y necesaria (can. 1308, 5 1). Sin em-
La
bargo, si esto estuviera establecido expresamente en las tablas de
ros -, alguna fundación, el ordinario puede hacer esta reducción, debido
nto a la disminución de las rentas (5 2); por la misma razón lo puede
hacer el obispo diocesano respecto a los LEGADOS no autónomos
57 1
(que tienen bienes propios destinados a este objetivo), según
limosna vigente legítimamente en la diócesis (cf can. 952), con tal
que no haya ninguna persona obligada y que pueda ser eficazmente
movida a proveer al aumento de la limosna (5 3); 10 mismo pued
hacer el moderador supremo de un instituto religioso clerical d
derecho pontificio para el propio instituto ($ 5); el obispo diocesana
puede reducir las cargas y 10s legados de misas que gravan sobre
los institutos eclesiásticos si las rentas se han hecho insuficientes
para conseguir convenientemente las finalidades propias de dicho
instituto (5 4); igualmente el moderador supremo de un institutu.
clerical de derecho pontificio para SU propio instituto (8 5).
Las cargas de las misas deben cumplirse fielmente incluso en lo
que concierne al modo establecido por el fundador (can. 1300);sin
embargo, las mismas autoridades que las mencionadas en el canon
1308, si hay una causa proporcionada, pueden trasladar las cargas
de las misas a otros días, iglesias o altares distintos de los estable.
cidos en las mismas fundaciones (can. 1309).
De esta manera la reducción (disminución de las prestaciones di
de las cargas), la moderación (respecto a los costes) y la permutaz
(sustitución de una prestación por otra o de un acto por otro) de
las pías voluntades pueden ser realizadas por el ordinario, por
causa justa y necesaria, si el fundador le concedió expresamente
esa facultad (can. 1310, fj 1). Pero si la ejecución de las cargas se ha 1

hecho imposible por la disminución de las rentas o por otra causa,


sin culpa de los administradores, el ordinario, oídos los interesados
y el propio consejo para los asuntos económicos, respetando de la
mejor manera posible la voluntad del fundador, puede disminuir , 6
equitativamente las cargas, excepto las de las misas, que regula el .dar
canon 1308 (can. 1310, 5 2). Para todos los demás casos hay que enco
recurrir a la Santa Sede (Congr. para el Clero) (5 3). prim
dimi
quie
5. POTESTAD
PENAL incli
A P ~
.dad
5.1. Fundamentos teológicos quie
Fina
660. En los tres primeros siglos muchos sinodos y concilios par- extei
ticulares establecen normas penales, con exclusión de la comunidad, reza:
por parte del obispo, de los que incurren en apostasía, idolatría,
homicidio, fornicación. 5
En los siglos IV-VI la disciplina se hace más rigurosa y se amplía el hom
espectro de pecados por los que se impone una pena. Obtenida la
libertad, la Iglesia se implica también en la realidad secular; por
tanto, el que es excluido de la comunión eclesial puede también ser
enviado al destierro. La terminología no es aun precisa para indicar
' <
la exclusión de la comunidad y no son siempre claros sus efectos. Lo
cierto es que el excomulgado queda excluido de la vida de la Igle-
sia y, dado que la sociedad es cristiana, también de la vida social.
: re.
+?S Con la introducción de la penitencia privada en el siglo vrr evolu-
ciona la distinción entre pecado y delito, y por tanto entre la remisión
:o por vía penitencial y la remisión por vía disciplinar-penal. De este
iio modo el efecto de la separación de la vida y de la comunión con la
Iglesia se atribuye, más que al pecado, a la excomunión. Evoluciona
lo también la distinción entre fuero interno, relacionado con la peni-
sin tencia, y fuero externo, relacionado con la disciplina pública. Se
clarifica, finalmente, la distinción entre potestad de orden, necesaria
on para perdonar el pecado, y potestad de jurisdicción, necesaria para
:'u imponer y perdonar las penas.
.a -
C o n Graciano (s. XII)se hace la distinción entre excomunión, que
separa de la comunión .fraterna, es decir, de los sacramentos, y
s O' m
anatema, que separa del cuerpo de Cristo, de la comunidad. En los
ata' siglos XIIy XIIIse determinan los principios fundamentales teóricos
de del derecho penal, la delimitación de la competencia de la Iglesia, las
jor distinciones entre los diversos tipos de penas, la determinación de
te los efectos, etc.
?a El concilio de Trento asume la herencia de la Edad Media y con
. m
*, el CIC 1917 se llega a la primera sistematización verdadera del de-
.>S u recho penal.
:la (" '
iiir -\ r
661. En Mt 18,15-18, en un contexto de solicitud por el peca-
21
f
dor (VV.12-14), de oración (VV.19-20) y de perdón (VV.21-35),
lue encontramos descrito un procedimiento usual en la comunidad
grimitiva respecto al que comete una culpa. Se trata de un proce-
:dimiento judicial disciplinar celebrado en el ámbito religioso, que
:quiere inducir al pecador a la conversión con medios autoritativos,
cluso con posible expulsión de la comunidad de la salvación.
rece un vínculo muy estrecho entre la pertenencia a la comuni-
y la salvación; por eso el ejercicio de la autoridad, por parte de
quien la detenta (v. 18), está en función de la salvación misma.
.Finalmente, cuando la comunidad ha agotado todos los medios
i
externos para recuperar al pecador, permanece siempre el deber de
-rezar por su salvación (w. 19-20).
3' San Pablo en lCor 5,1-13, en el caso del incestuoso, emite en
i el ombre de Jesucristo, en virtud de la autoridad que éste le había
573
conferido, un juicio que comporta la expulsión de la comunida Es
bien para salvaguardar su santidad, bien para la salvación final del .. cal
mismo pecador. La expulsión se hace sobre el supuesto de ,,,
ruptura de relación con Dios por parte del pecador, pero con d al
esperanza de que esa ruptura no será definitiva y de que, por tant me
el excluido podrá obtener la salvación en el día del Señor. La
Otras razones de exclusión de la comunidad son el naufragio sie
SU
en la fe (cf 1Tim 1,20; 1J n 4,2-6; 2Jn 10-1 1) Y la herejía (cf 2Tim
2,17-18). COI
bu1
Está claro que en la comunidad primitiva no podemos buscar sal
aquella organización jurídica que se desarrollará tan sólo lenta- su5
mente, pero es cierto que ya se da en ella el ejercicio de una potestad col
penal por parte de los apóstoles, y que ese ejercicio tiene una eu(
dimensión salvífica. ció
un;
662. Hemos de recordar aquí mucho de lo que dijimos en los
tres primeros capítulos. La Iglesia se consideró desde el principio un
como el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia de Dios, la comunión de efe
los santos. En efecto, la Iglesia no se identifica con el reino de Dios, Pel
sar
pero en ella está ya misteriosamente presente el reino de Dios, que
se revelará y se establecerá en plenitud al final de los tiempos (LG na,
3; 5b). Por tanto, la Iglesia, como sacramento de salvación, es por gra
una parte instrumento a través del cual se establece ya el reino de gra
enc
Dios en la historia, y por otra, camina hacia la plena realización ha:
del reino, lo anuncia y conduce a él. Cristo en el bautismo hace a
los hombres hijos del Padre y miembros de su cuerpo por el don gra
del Espíritu, robustecido por la confirmación. Por la comunión en Pe*
arr
el cuerpo y la sangre del Señor se renueva continuamente y se vol
profundiza la vida divina recibida. La separación de la Iglesia
como sacramento de salvación y cuerpo místico de Cristo es se-
paración del mismo Cristo, y por consiguiente la salvación se ve OR'
entonces en peligro. En efecto, la comunión visible con la Iglesia es a 1(
la manifestación y la verificación de la comunión invisible con el
Padre y el Hijo en el Espíritu. Donde se comprueba que si falta la
segunda tiene que haberse roto la primera; y donde una persona
ha roto la primera, esto significa que ya no existe la segunda. El
cristiano n o puede considerarse de forma individualista, sino en
relación con la comunidad de salvación de la que es miembro:
mediante ella recibe la fe y la gracia y en ella tiene que vivir según
las costumbres que exige el evangelio. El vínculo entre los miem-
bros d e la comunidad de salvación es establecido por la misma fe
recibida de los apóstoles y.del vínculo de la caridad, como fruto del
Espíritu. El que está en la comunión de esta misma fe y de la
&dad fraternal está en comunión con Dios.
En la Iglesia es innata la tensión entre esta realidad de comuni-
dad de salvación, de comunión de los santos, y la realidad igual-
mente verdadera de que es también una comunidad de pecadores.
La Iglesia no puede caer en el sectarismo, pero si quiere seguir
comunidad de los santos no puede simplemente tolerar en
su seno a los pecadores. Por eso la expulsión del pecador de la
comunidad no es sólo un hecho disciplinar dirigido a conservar el
buen orden externo de la comunidad, sino que tiene una función
salvífica. Del hecho de que la Iglesia es la comunidad de salvación,
sus miembros han de deducir la necesidad de llevar una vida que
corresponda al don de gracia que reciben en la participación en la
eucaristía, conformando su propia vida con la muerte y resurrec-
ción del Señor. Por eso la expulsión del pecador se convierte en
una protección de la comunidad, pero también al mismo tiempo en
n los un desenmascaramiento de la mentira en que vive el pecador. En
'pio
efecto, la Iglesia, cuando conmina una pena, y especialmente la
de
OS, pena más grave, la excomunión, no hace más que reconocer y
sancionar un estado de separación que ya ha consumado la perso-
, que na, o por su defección en la fe o por su comportamiento moral
(LG
S por gravemente contrario a la vida de la Iglesia. Con las penas más
'0de
graves, las censuras, la Iglesia declara entonces que, si la persona se
:ción
encuentra en un estado de separación de Dios, no podrá salvarse
"Te a hasta que no se arrepienta. Sin embargo, ni siquiera las penas más
i don
graves que prevé la Iglesia por los delitos mayores no son nunca
en perpetuas, ya que con su carácter medicinal se dirigen a suscitar el
se arrepentimiento en el pecador, para que pueda ser perdonado y
)
, esia volver a la comunidad.
:S se- Sobre estas bases teológicas el canon 1311 afirma el DERECHO
Ise. ve. ORIGINARIO Y P R O P I O de la Iglesia de obligar con sanciones penales
sra es a los fieles que han cometido delitos.
on él

5.2. Sujetos y destinatarios de la potestad penal


663. Tienen potestad penal todos LOS QUE TIENEN:
- potestad legislativa, que pueden dictar leyes penales que
establecen penas determinadas o indeterminadas, y mediante
na fe leyes propias pueden proteger con una pena determinada o
.o del indeterminada la ley divina o la ley eclesiástica emanada de
P

una autoridad superior, dentro de los limites de la propia 6f


competencia (can. 1315, $8 1.2; cf. n. 588); canól
- potestad administrativa, conminando con un precepto pe- se co
nas determinadas, exceptuando las expiatorias perpetuas poend
(can. 1319, $ 1; cf 6 12s~); neS c
- potestad judicial, aplicando las penas establecidas o ejer- albed
ciendo las facultades discrecionales concedidas por el dere. el cal
cho (cáns. 1341; 1717-1731; cf nn. 608-61 1). cuent
aun j
664.Son destinatarios de la potestad penal todos los BAUTI- los c;
ZADOS EN LA IGLESIA C A T ~ L I C AO ACOGIDOS en ella (can. 11). En una 11
todo lo que están sujetos al ordinario del lugar, los religiosos pue- cuan(
den ser obligados con penas por dicho ordinario (can. 1320). Por la ne
el hecho de que los miembros de los institutos exentos están libres apli~:
de la jurisdicción del ordinario del lugar (can. 591), no pueden ser mien.
obligados con penas por éstos. pode:
ment
situac
la co
5.3. Definiciones Por (
auto1
a) Delito las pi
i
viola1
665. Del canon 1321, 5 1, se deduce la siguiente definición de escán
delito: violación externa, moralmente imputable de modo grave
por dolo o por culpa, de una ley o de .un precepto eclesiástico o de
la ley divina. La violación no puede quedarse en la pura intención,
sino que ha de ser externa; al mismo tiempo, no basta la VIOLACION 6(
EXTERNA, ya que debe afectar al orden moral: si no hay PECADO, espiri
n o hay delito. Todo delito es pecado, pero no todo pecado es gida
delito, en cuanto que es la ley eclesiástica positiva la que estable- prevc
ce qué pecados tienen que considerarse también como delitos, y
es la misma ley eclesiástica positiva la que establece las penas. L
Además, una vez puesta la violación externa de la ley o del pre-

I
cepto, se presume la IMPUTABILIDAD, a no ser que conste lo con-
trario (can. 1321, § 3), en cuanto que se presume que una perso-
na que tiene uso de razón ha cometido deliberadamente esa viola-
ción (§ 2).
El delito es público cuando ya se ha divulgado o se dan las
condiciones para que se pueda pensar prudentemente que será
fácilmente divulgado (cf can. 2 197,1.Q, CIC 1917); de lo contrario,
es oculto.
666. Algunos autores desearían que también en el derecho
se aplicase plenamente el principio de que puede castigar-
se con penas solamente a tenor de una ley (nullum crimen, nulla
poena sine legepoenalipraevia), que es el que rige en las legislacio-
nes civiles como una conquista del liberalismo moderno contra el
del Estado absoluto, y al que se alude indirectamente en
el canon 221, 3. Sin embargo, en el ordenamiento canónico en-
cuentra una suavización en su aplicación, ya que el canon 1399,
aun presuponiéndolo de forma indirecta, admite que, además de
los casos establecidos por la ley canónica, la violación externa de
una ley divina o eclesiástica puede ser castigada con una pena justa
cuando la gravedad especial de la violación exige un castigo y urge
la necesidad de prevenir o reparar los escándalos. En efecto, la
aplicación rígida de este principio sería perjudicial para el ordena-
miento penal canónico, ya que debería ser muy minucioso para
poder prever todas las violaciones posibles, y por tanto extremada-
mente rígido. A pesar de esto, sin embargo, siempre podrían darse
situaciones graves para el daño y el escándalo que sufriría por ello
la comunidad, sin la posibilidad de poder intervenir eficazmente.
Por otra parte, el fiel queda protegido del posible capricho de la
autoridad por el hecho de que ésta sólo puede intervenir fuera de
las previsiones de la ley cuando lo exige la gravedad especial de la
violación y se da una necesidad urgente de prevenir o reparar el
i de escándalo.
ave
de
ión, b) Pena
ró~
667. La pena puede definirse como la privación de un bien
DO, &
espiritual o temporal, o bien la imposición de una obligación diri-
es
ble- gida a la corrección o a la expiación del delincuente, o bien a la
prevención de los delitos (can. 1312, 1.2).
S, Y
las. Las penas pueden ser:
're- - medicinales o censuras: tendiendo inmediatamente al arre-
:C n-
pentimiento del delincuente, lo privan de bienes espiritua-
rso-
sia- les hasta que cese la contumacia por su arrepentimiento
(can. 1312, 1,l.Q; cf cáns. 1331-1333);
- expiatorias: tendiendo directamente a la expiación del delito
Ias o a prevenir los delitos, privan al delincuente de un bien es-
,erá piritual o temporal, y su remisión no depende de la cesación
rio, de la contumacia; por tanto, pueden continuar incluso des-
pués del arrepentimiento (§ 2,2.Q; cf can. 1336);
- 'íferendaesententiae9'(=Js.): son las que conmina
el superior legítimo y evidentemente obligan al
cuando se aplican; en general, las penas son de este tipo
consideran que son tales siempre que no se diga expr
mente otra cosa (can. 1314);
- "latae sententiae ( = /.s.): el reo incurre en ellas si
"

dad de la intervención del juez o del superior legítimo


el hecho mismo de haber cometido el delito con plena
ponsabilidad, si la ley o el precepto lo establecen
mente (can. 1314); se prevén, en general, para delit
o para los dolosos especialmente graves por el escánd
que provocan, delitos que no pueden ser castigados eficaz
mente con penasf.s. (can. 1318); pueden ser:
declaradas: por sentencia o decreto;
no declaradas, todas las demás;
- determinadas: las previstas de modo concreto por una ley o
un precepto (cáns. 1315, 2; 1319, 1);
- indeterminadas: si la determinación se deja a
ción del juez, del superior competente o de la ley particul
(can. 1315, $6 2.3);
- preceptivas: deben imponerse obligatoriamente, a no ser
que se verifiquen particulares condiciones;
- facultativas: si a juicio del juez o del derecho particular
pueden imponerse o no (cáns. 1343; 1315, 3);
- perpetuas (sólo expiatorias): las que duran para siempre,
incluso después del arrepentimiento (can. 1336, § 1);
- temporales: cuando duran por cierto tiempo, como las penas
expiatorias, o hasta el arrepentimiento, como las penas me-
dicinales (can. 1336, § 1; 1347, § 2).

c ) Remedios penales y penitencias

668. Los remedios penales y las penitencias son todos aquellos


medios utilizados por la Iglesia para prevenir los delitos o bien
para sustituir o aumentar una pena (can. 1312, § 2; cf cáns. 1339-
1340).

d) Delincuente y contumacia se
e>
669. Es delincuente aquel que ha cometido un delito (cáno- se
nes 1321-1330). ta
578
La contumacia es posible en el caso de penas medicinales
'yerendae sententiae" y sigue a la amonestación del superior
(can. 1347,§ 1). En efecto, el superior no puede infligir válidamente
una censura si antes no ha amonestado al menos una vez al reo
(can. 1347, 5 1). La contumacia cesa con el arrepentimiento del
delincuente y una congrua reparación del daño y del escándalo o al
menos con el serio propósito de hacerla (5 2).

5.4. Imputabilidad

a) Dolo y culpa
670. Se puede imponer un castigo sólo por la violación, gra-
vemente imputable por dolo o por culpa, de una ley o de un pre-
cepto (can. 1321, 5 1).
El DOLO es la voluntad deliberada de violar una ley o un pre-
- ar cepto (5 2). Basta con que el sujeto sepa que su propia manera de
obrar va en contra de una ley o de un precepto y los viole libre-
ser mente.
lar La CULPA se configura cuando se produce la violación de una
ley o de un precepto por grave negligencia (can. 1321, 5 2). Todo
- -

-a
b9
i fiel debe proceder con doble diligencia: conociendo las leyes y los
preceptoide la Iglesia y omitiendo todo lo que conduce a-la viola-
ias ción de los mismos. p o r consiguiente, viola-una ley o un precepto
7; P-
i&V
no sólo el que lo hace dolosamente, sino también quien lo hace o
porque no los conoce por grave negligencia o bien, conociéndolos,
también por grave negligencia, va en contra de ellos con su com-
portamiento. Hay delito, pero como la imputabilidad no se consi-
dera tan grave que exija un castigo, no se castiga al reo, a no ser
que la ley o el precepto dispongan otra cosa debido a la gravedad
'3s del delito y del daño que acarrea (can. 1321, 5 2).
1 :n
39-
b) Grados de imputabilidad

671. Dado que el delito es un acto humano, su imputabilidad


se refiere a la libertad del que lo comete. Una vez puesta la violación
externa de la ley o del precepto, se presume la imputabilidad, a no
lo- :
f
ser que aparezca lo contrario (can. 1321, 5 3). Se presume la liber-
tad en la actuación contra la ley o el precepto, o bien en la omisión
de la debida diligencia; pero si hay elementos que quitan esta ter-
teza a la presunción, aun sin llegar a la certeza contraria, no se g
a
puede presumir la imputabilidad.
672. Las CIRCUNSTANCIAS EXIMENTES, en las que no se apli-
can las penas previstas, se enumeran en el canon 1323: ji
1) edad menor de dieciséis años;
2) ignorancia sin culpa, inadvertencia o error en la violación n
de la ley o del precepto;
3) violencia física o caso fortuito imprevisible O irremediable; 1 O
4) miedo grave, aunque sea sólo relativo, estado de necesidad
o de grave incomodidad, a no ser que el acto sea intrínsecamente
malo o ceda en perjuicio de las almas;
5 ) legitima y moderada defensa contra un agresor propio o de
otros;
6) falta de uso de razón, quedando firmes los cánones 1324,
5 1, 2.0 y 1325;
7) convicción sin culpa de la presencia de las circunstancias
que mencionan los números 4 y 5.
Excepto la cuarta, se trata de circunstancias que no configuran
el delito como tal.
Respecto de los que carecen habitualmente del uso de la razón,
si en los intervalos lúcidos violan una ley o un precepto, está esta-
blecido por derecho positivo que son considerados como incapaces
de delito incluso en esos momentos (can. 1322).
673. Las CIRCUNSTANCIAS ATENUANTES, que disminuyen la
imputabilidad y llevan, por tanto, a una mitigación de la pena o a
su sustitución por una penitencia, se señalan en el canon 1324,g 1:
1) deficiente uso de razón; 1
2) falta d e uso de razón por embriaguez u otra perturbación
semejante d e la mente, de la que fuese culpable el autor de la vio-
lación;
C
3) grave impulso pasional, no provocado o fomentado volun- r
tariamente, y que no haya precedido, impidiéndola, a alguna deli- d
beración de la mente y consentimiento de la voluntad; d
4) edad superior a dieciséis años, pero inferior a dieciocho;
5 ) miedo grave, aunque sólo relativo, necesidad, incomodidad
> - . m
grave, si el delito es intrínsecamente malo o cede en daño de las
P almas;
6) legítima, pero inmoderada, defensa contra un agresor in-
justo de si mismo o de terceros;
7) grave e injusta provocación;
8) error culpable sobre la presencia de las circunstancias que
menciona al canon 1323, 4.0 ó 5.0;
9) ignorancia no culpable de que hay una pena aneja a la ley
fe; o al precepto;
10) imputabilidad no plena, aunque todavía grave.
En estos casos no se aplican nunca las penas latae sententiae
(6 3). Los casos previstos en el 5 1 no son taxativos, puesto que el
juez, en las penas ferendae sententiae, puede mitigarlas o sustituirlas
por una penitencia, cuando haya alguna otra circunstancia que
atenúe la gravedad del delito (5 2).
Lo mismo que la ignorancia crasa o supina o afectada -es
decir, particularmente grave, debida a pereza o a total desinterés,
para librarse de la cual no hace nada el sujeto, a pesar de tener
posibilidades para ello-, tampoco la embriaguez y otras perturba-
ciones mentales provocadas precisamente para realizar el delito y
excusarse de él, y la pasión excitada o fomentada voluntariamen-
'n,
ia-
:es
1 te, pueden ser tomadas en consideración para excluir, disminuir
o sustituir la pena, a tenor de los cánones 1323 y 1324 (can. 1325).
Además, el juez puede abstenerse de infligir cualquier castigo si
considera que puede obtener de otra forma la enmienda del reo que
,a hubiera actuado con deficiente uso de razón, o bien que cometió el
a delito por miedo o necesidad o impulso pasional o en estado de
1: embriaguez u otra perturbación semejante de la mente (can. 1345).
I
674. El juez puede castigar con mayor gravedad que la pena
!n prevista en las CIRCUNSTANCIAS QUE AGRAVAN la imputabilidad, a
o- tenor del canon 1326,e 1:
1) cuando el reo es reincidente, es decir, cuando después de la
in- condenación o de la declaración de una pena comete de nuevo el
sli- mismo delito o alguno de otra especie, hasta el punto de que pueda
deducirse prudentemente su pertinacia en la mala voluntad, es
decir, la de no querer enmendarse;
to;
?d G. 2) por la dignidad del delincuente o por abuso de su autoridad
o de su oficio para cometer el delito;
3) si el reo, después de haberse establecido una pena por el
delito culpable, prevé el resultado y a pesar de ello omite las pre-
cauciones para evitarlo, como 10 habría hecho cualquier persona
diligente (se trata de una aplicación del can. 1321, 5 2).
Si en estos casos la pena establecida es latae en ten tia^, se
puede añadir otra pena o una penitencia (5 2).
Una ley o precepto particulares pueden establecer otras cir-
cunstancias eximentes, atenuantes o agravantes, además de las pre-
vistas en los cánones 1323-1326, bien con norma general, bien para
cada delito (can. 1327).
675. En cuanto a DELITO ATENTADO se presentan tres casos:
1) si la persona realiza algunos actos positivos u omite actuar
en orden a la consumación de un delito, pero a pesar de su volun-
tad delictiva no se consuma el delito por no haber sido idóneos
los medios empleados para ello (por ejemplo, uno dispara a otro,
pero no sabe utilizar la pistola), no queda sometida a la pena
prevista para el delito cometido efectivamente, a no ser que la ley
o el precepto dispongan otra cosa (por ejemplo, en el matrimonio
atentado por parte de un sacerdote que no ha obtenido la dispensa
del celibato, se produce la suspensión latae sententiae, ya que es
considerado delito el mismo matrimonio atentado: can. 1394)
(can. 1328, 5 1);
2) si los actos o las omisiones eran por su naturaleza idóneos
para la ejecución del delito, pero éste no se consuma por una
circunstancia imprevista (por ejemplo, uno va a matar a otro y
entra en la habitación una tercera persona), la persona puede ser
sometida a una penitencia o a otro remedio penal (5 2);
3) si la persona que intentaba cometer el delito, a pesar de
haber dispuesto los actos o las omisiones idóneas para el delito,
desiste espontáneamente del mismo, no puede ser sometida a nin-
guna pena o penitencia o remedio penal, a no ser que de allí se haya
derivado algún escándalo o algún daño grave o peligro, en cuyo
caso puede ser castigado con una pena justa, pero más leve que la
establecida para el delito efectivamente cometido (5 2).
676. En cuanto a COMPLICIDAD EN EL DELITO por parte de
varias personas, de manera intencional y no sólo material, se con-
figuran dos casos:
- en el caso de ferendae sententiae, si en los cómplices, de los
que n o se dice nada en la ley o en el precepto, existe la
misma responsabilidad, se aplica la misma pena que para el
el autor principal, o bien otras penas de menor gravedad; si
j re-
son mencionados, hay que atenerse a lo que dispone la ley
o el precepto (can. 1329, 5 1);
- en el caso de penas latae sententiae. a los cómplices, de los
que no se dice nada en la ley o en el precepto, se aplica la
misma pena prevista para el autor principal si el delito no se
hubiera consumado sin su concurso y si la pena es de tal
naturaleza que se les puede aplicar a ellos (por ejemplo, el
médico en el caso de aborto procurado con efecto obtenido,
o los padres que hubieran impuesto el aborto: can. 1318); si
no, pueden ser castigados con una pena ferendae sententiae
(por ejemplo, una enfermera que participa en un aborto
::?r procurado, pero no como cómplice necesario); si se mencio-
3n- na explícitamente a los cómplices en la ley o en el precepto,
:os hay que observar lo que éstos dispongan (can. 1329, 5 2).
ro, 677. El delito que consista en una declaración o manifestación
:na de voluntad, de doctrina o de ciencia no debe considerarse efecti-
ley vamente cometido si nadie ha recogido de hecho esa declaración o
nio manifestación (can. 1330). Existe el delito, pero el legislador no lo
nsa considera efectivamente cometido por una especie de ficción jurídi-
: es
ca, ya que, al no haber recogido nadie esa declaración o manifes-
94) tación, no ha habido daño en la comunidad.

:os
ina 5.5. Especies de penas y sus efectos
'Y
a) Penas medicinales o censuras
de
~to, a) Excomunión
tin-
zya 678. Precisamente por los efectos graves que se derivan de
yo ello, el legislador no debe establecer censuras, sobre todo la exco-
:la munión, mas que con la mayor moderación y solamente contra los
delitos más graves (can. 1318). En efecto, la excomunión lleva con-
sigo la exclusión del fiel de la plenitud de la comunión eclesiástica
de (cf cáns. 96; 205), aunque permanece incorporado a Cristo y a la
9 3-
Iglesia (can. 204, 5 1). Es una censura TOTAL e INDIVISIBLE, en
cuanto que sus efectos, es decir, la privación de los bienes espiritua-
1os les y la limitación del ejercicio de los derechos, no se pueden sepa-
: la rar, sino que se acumulan.
583

i
El excomulgado, a tenor del canon 1331,§ 1, no puede:
1) participar como ministro en ningún acto de culto público;
2) celebrar sacramentos o sacramentales ni recibir los sacra
mentos;
3) ejercer oficios, ministerios o cargos eclesiásticos, ni poner
actos de gobierno, ya que, si se pusieran, serían ilícitos.
Si la excomunión ha sido IMPUESTA 0 DECLARADA, el delin-
cuente, a tenor del canon 1331,G 2:
1) debe ser alejado si desea actuar como ministro en actos de Só
culto público, o bien hay que interrumpir la acción litÚrgica, a no
ser que se oponga una causa grave; CU
2) realiza inválidamente actos de gobierno (por ejemplo, leyes, la
decretos, sentencias); CO

3) no puede hacer uso de los privilegios ya recibidos;


inl
4) no puede conseguir válidamente dignidades, oficios u otros
cargos en la Iglesia;
5 ) no puede apropiarse de los frutos de la dignidad, oficio,
otro encargo, pensión, que tenga en la Iglesia. PC
Por lo que se refiere a las facultades recibidas para administrar
la confirmación, para oír las confesiones y para asistir al matrimo-
nio, éstas no caen bajo el canon 1331 , s 2,2.0, ya que no se refieren
a actos de gobierno; ni quedan revocadas por la prohibición del
canon 1331, 5 1, 2.0 (cf cáns. 882-884; 966; 1108; nn. 309; 324-325;
446-448). Habrá que producirse un acto de revocación por parte de
la autoridad competente o la pérdida del oficio para el que se tiene
la facultad, teniendo en cuenta el canon 1109 para la facultad de
asistir al matrimonio y del canon 974 para la de oír las confesiones
(cf nn. 447; 328).

b) Entredicho
679. A pesar de ser una censura grave, es más leve que la
excomunión, ya que no excluye de la comunión eclesiástica. Tam-
bién el entredicho es una censura INDIVISIBLE, puesto que sus efec-
tos, que consisten en la privación de algunos bienes espirituales
y en la limitación del ejercicio de los derechos (can. 1332), no se
pueden separar, sino que se acumulan. El que queda en entredi-
cho está sujeto a las prohibiciones que establece el canon 1331,§ 1,
9,2.Q;si el entredicho fue declarado o impuesto, hay que observar
canon 1331, 5 2, 1.o.

680. Es una censura que afecta sólo a los CLÉRIGOS. NO es


ensura INDIVISIBLE, y por tanto sus efectos pueden separarse. La
n el canon 1333, 5 1, prohíbe:
1) todos o algunos actos de la potestad de orden, evidentemente
sólo en cuanto a la licitud (cf can. 1338, 5 2);
2 ) todos o algunos actos de la potestad de gobierno, sólo en
cuanto a la licitud; pero en la ley o en el precepto puede establecerse
la invalidez de los actos de gobierno si ha habido una sentencia de
condenación o la declaración de la pena (can. 1333, 5 2);
3) el ejercicio de todos o de algunos derechos o funciones
inherentes al oficio (can. 1333, 5 1).
La prohibición no afecta nunca a:
1) los oficios o la potestad de gobierno que no recaen bajo la
potestad del superior que ha constituido la pena (por ejemplo, un
obispo no puede suspender a un sacerdote del oficio que tiene en
otra diócesis, pero puede eventualmente plantear la reclamación en

2) al derecho de habitar en un lugar, si el reo lo tiene en virtud


del oficio, por motivos de equidad, es decir, para poder desempeñar

3) al derecho de administrar los bienes que eventualmente


pertenecen al oficio del que ha sido suspendido, si la pena es latae
sententiae, para no perjudicar a los derechos patrimoniales del
oficio (can. 1333, 5 3).
L a suspensión que prohibe percibir los frutos, el estipendio y
las pensiones u otras cosas lleva consigo la obligación de la restitu-
ción de lo que se percibió ilegítimamente, aunque con buena fe
(can. 1333, 5 4; cf can. 1334).

d) Suspensión de los efectos

68 1. Dado que el bien supremo que la Iglesia quiere siempre


perseguir es la salvación de las almas, que se convierte así en la ley
585

- -

l
suprema de la Iglesia (can. 1752), y dado que todas las censu
son de derecho positivo, si una censura, sea Cual fuere, prohibe
celebración de los sacramentos O de 10s sacramentales, o bien la
realización de actos de gobierno, la prohibición se suspende siem
que sea necesario atender a los fieles que se encuentran en peli
de muerte; si el fiel, por alguna causa justa, pide 10s sacramento
los sacramentales, o bien actos de gobierno, se suspende la pro
bición sólo si se trata de censura latae sententiae no declar
(can. 1335). En el segundo caso la previsión de la ley es más restr
tiva que en el primero, ya que en ambos casos se trata de atender
a las necesidades espirituales de los fieles, pero en el primero en
situaciones más graves que en el segundo.

b) Penasexpiatorias

682. Las penas expiatorias, en cuanto dirigidas inmediata-


mente a la expiación del delito y en cuanto que no privan de los
bienes espirituales indispensables para la salvación, pueden apli-
carse para siempre o bien para un tiempo determinado o indeter-
minado, incluso más allá del arrepentimiento del reo, y por tanto
de la cesación de la contumacia (can. 1336,g 1). La lista que señala
el canon 1336, 9 1, no es taxativa, ya que la ley universal o parti-
cular puede establecer otras. Se aplican según lo prescrito en los
cánones 1336,§ 2; 1337 y 1338, $9 1.3.
No puede darse la privación de la potestad de orden, sino sólo
i
!i
,'! la prohibición de ejercerla en todo o en parte; no se puede privar
tampoco de los grados académicos (can. 1338,s 2).
Al contrario, se puede privar de la potestad de jurisdicción, del
oficio del cargo, de un derecho, de un privilegio, de una facul-
tad, de una gracia, de un título, de una condecoración, aunque sea
simplemente honorífica (can. 1336, ¿j 1, 2.9.

c) Remedios penales y penitencias

683. Bien con fines preventivos o bien como manifestación de


su solicitud por el bien de los fieles, el ordinario puede amonestar,
personalmente o por otros, al que se encuentre en ocasión próxima
de cometer un delito, o bien si existe la sospecha grave de que lo ha
I
cometido (can. 1339, 5 l), para que la persona desista de su actitud
y se arrepienta. Así el ordinario tiene el derecho1 deber de reprender
1 modo apropiado a las condiciones de la persona y al hecho a
uien con su propio comportamiento dé escándalo o perturbe gra-
ernente a la comunidad (5 2). De cualquiera de estos actos del
rdinario se debe dejar constancia al menos en algún documento,
ue ha de conservarse en el archivo secreto de la curia (5 3).
Las penitencias consisten en alguna obra de religión (oraciones),
piedad (peregrinación) o de caridad (limosna), y pueden im-
nerse en el fuero externo (can. 1340, 5 1). Sin embargo, por una
ansgresión oculta no puede imponerse nunca una penitencia pú-
lica ( 5 2)- Pueden añadirse algunas penitencias al remedio penal
e la amonestación y de la reprensión (5 3).

.6. Aplicación de la pena


684. Todo este terreno de la aplicación de las penas tiene que
ar dominado por la caridad y por un espíritu de misericordia y
vindicativo. Por esta razón el ordinario solamente debe em-
prender el procedimiento judicial o administrativo para infligir o
declarar las penas después de haber constatado que con la correc-
ción fraterna y la reprensión, o con otros medios dictados por la
solicitud pastoral, no ha podido obtener suficientemente la repara-
ción del escándalo, el restablecimiento de la justicia y la enmienda
del reo (can. 1341).
El principio general es la benevolencia con el reo, determinada
n algunos casos por el propio derecho y dejada en otros casos al
q'ue tiene que aplicar la pena, de manera que su actitud sea lo más
favorable posible al delincuente:
- en la aplicación de la ley más favorable en caso de cambio
de la ley (can. 1313, 5 1);
- en la cesación de la pena si ha sido derogada por una ley
posterior (5 2);
- en la mitigación de las penas facultativas o en su sustitución
por una penitencia, por parte del juez, según su conciencia
y prudente discreción (can. 1343).
- en la dilación de las penas preceptivas, o bien no inflingién-
dolas o sustituyéndolas por una penitencia, si el reo se ha
enmendado y ha reparado el escándalo, o bien si ha sido o
va a ser suficientemente castigado por la autoridad civil
(can. 1344, 1-0, 2.0);
- en la suspensión de las penas expiatorias al reo que ha co-
metido el delito por primera vez después de haber
honorablemente y siempre que no urja la reparación del
escándalo; pero insistiendo en la pena si en el tiempo esta-
blecido por el juez comete de nuevo un delito, a no ser que
haya transcurrido el tiempo de la prescripción de la acción
penal relativa al primer delito (3.0; cf cáns. 1362; 1363).
- en la aplicación, en el caso de penas indeterminad&, de
las más graves, sobre todo las censuras, tan sólo si lo re-
quiere la gravedad del caso, pero nunca de modo perpetuo
(can. 1349);
- estableciendo la acumulación de las penas ferendae senten.
tiae dentro de unos límites equitativos, según la prudente
discreción del juez (can. 1346);
- en la suspensión -para el bien último del reo en caso i
imposibilidad para recibir la remisión, incluso a tenor d
can. 976- de la prohibición de recibir los sacramentos (pc-
ejemplo, el matrimonio) o los sacramentales durante todo el
tiempo en que el reo se encuentra en peligro de muerte; los
efectos de la pena se reanudan una vez pasado el peligro
(can. 1352, 5 1);
- en la suspensión de la observancia de una pena latae senten-
tiae, no declarada o notoria, en el caso de peligro de infamia
(cf can. 220) o de peligro de grave escándalo ( 5 2);
- en el efecto suspensivo de la apelación o del recurso contra
las sentencias judiciales o los decretos que imponen o decla-
ran cualquier pena (can. 1353);
- permitiendo que en las leyes particulares se añadan otras
penas a las establecidas por la ley universal para cualquier
delito, sólo si hay una grave necesidad (can. 1315, 5 3);
- velando por parte del ardinario por el bien del reo que
queda absuelto de la acusación o al que no se le impone
ninguna pena, y por el bien público, con oportunas amones-
taciones o con otros medios dictados por su solicitud pasto-
ral, o, si es necesario, con remedios penales (can. 1348).

5.7. Cesación de las penas

685. Como principio general, las penas deben se remitidas en


-
1

C
el fuero externo por el que tiene la potestad de hacerlo; pero el e
principio encuentra algunos atenuantes, por lo que pueden remitir 8
las penas:
- el romano pontífice o la Penitenciaría Apostólica: todas,
f. incluso las reservadas (can. 1354, tj 3);
- los ordinarios del lugar: a tenor de los cánones 1355-1356, si
no están reservadas a la Santa Sede o a otros;
- los obispos tutelares: sólo en el fuero sacramental
(can. 1355, 5 2);
- el canónigo penitenciario: en el fuero sacramental las censu-
1
ras latae sententiae no declaradas (can. 508, 5 1);
- cualquier sacerdote: en caso urgente (si al penitente le resulta
gravoso permanecer en estado de pecado grave durante el
tiempo que necesite el superior competente para proveer) en
el fuero interno sacramental, si se trata de excomunión o
entredicho latae sententiae no declarados, con la obligación
de una congrua penitencia, de la reparación según la urgen-
cia del escándalo y del daño, así como de recurso al superior
competente o a un sacerdote provisto de facultades en el
plazo de un mes, bajo pena de reincidencia; el recurso puede
hacerse también a través de un confesor, sin mencionar el
nombre del penitente (can. 1357, $5 1.2);
- cualquier sacerdote: en caso de peligro de muerte, con la
obligación de recurrir en el plazo de un mes, bajo pena de
reincidencia, si se recupera la salud (cáns. 976; 1357, 3);
- todos los que pueden dispensar de una ley penal o eximir de
un precepto penal (can. 1354, 6 1);
- los que han recibido esa potestad (5 2).
1

686. Una censura no puede nunca remitirse si el reo no ha


'cesado en su contumacia, a tenor del canon 1347,s 2; quien ha ce-
sado en su contumacia tiene derecho a la remisión (can. 1358).
La remisión obtenida mediante miedo grave es nula (ca-
non 1360).
687. Las penas pueden ser remitidas tanto en el FUERO INTER-
NO, sacramental y no sacramental, como regularmente en el FUERO
EXTERNO; en este caso la remisión debe hacerse por escrito, de ma-
nera que pueda ser probada, a no ser que una causa grave sugiera
otra cosa (can. 1361, 5 2). La remisión en el fuero externo vale
1 también para el interno; la del fuero interno vale también para el
externo, sólo según las determinaciones del derecho (cf nn. 572-
574). La petición de remisión o la remisión misma solamente pue-
den divulgarse para proteger la buena fama del reo o para reparar
el escándalo (5 3). La remisión puede darse también a una persona
ausente y bajo condición (5 1).
La remisión vale sólo para las penas expresadas en ella;
remisión es general, vale para todas, excepto para las que
callado de mala fe por el reo (can. 1359).
688. La acción penal, excepto 10s casos previstos por el
non 1362, 5 1, se extinguen por prescripción de tres años,
transcurren desde el día en que se cometió el delito; o bien,
es permanente o habitual, desde el día en que cesó ($8 1.2). L,
prescripción se aplica también a la ejecución de .la sentencia o del
decreto extrajudicial (can. 1363).

5.8. Las penas para cada delito


689. Delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia: a

Delito Pena

Apostasía, herejía, cisma (can. 1364) - excomunión /.s. (preceptiva);


- otras penas, incluso la expulsión del
estado clerical (facultativas)

Participación prohibida en las celebra- pena justa (preceptiva)


ciones sagradas (can. 1365)

Bautismo y educación de los hijos en una pena justa (preceptiva)


religión acatólica (can. 1366)
Profanación y sacrilegio de la eucaristía: - excomunión 1.s. reservada a la Santa
Sede (preceptiva);
- si es por un clérigo (can. 1367) - otras penas, incluso la expulsión del
estado clerical (facultativas)

Perjurio ante la autoridad eclesiástica pena justa (preceptiva)


(can. 1368)

Blasfemia, lesión de las buenas costum- pena justa (preceptiva)


bres, injurias, odio, desprecio contra la
religión o la Iglesia en espect8culos, re-
uniones o escritos (can. 1369)

690. Delitos contra la autoridad eclesiástica y contra la liber-


tad de la Iglesia:
Delito Pena

Violencia física contra:


- el romano pontífice, - excomunión 1.s. reservada a la Santa
Sede (preceptiva);
si es por un clérigo (can. 1370, 5 1) - otra pena, incluso la expulsión del
estado clerical (facultativa);
- entredicho /.s. (preceptiva);
- incluso suspensión 1.s. (preceptiva)

or desprecio a pena justa (preceptiva)


oridad, al mi-

Enseñanza persistente de doctrina con- pena justa, a no ser que se retracte tras la
denada y rechazo pertinaz del magisterio amonestación de la Santa Sede o del or-
uténtico (can. 1371, 1.Q) dinario (preceptiva)

e a la sede apos- pena justa (preceptiva)


tólica, al ordinario, al superior, tras amo-

j( Recurso al concilio ecuménico o al cole- censura (preceptiva)


1
' gio episcopal contra un acto del romano
pontífice (can. 1372)

~ncitacióncontra la Santa Sede o el or- entredicho u otras penas justas (precep-


'ln del dinario (can. 1373) tivas)

Participación en asociaciones hostiles a pena justa (preceptiva)


la Iglesia;
promoción y dirección de las mismas entredicho (preceptivo)
(can. 1374)

Impedimento a la libertad del ministerio, pena justa (facultativa)


de las elecciones, de la potestad eclesiás-
Santa tica, del uso de cosas sagradas y de los
bienes eclesiásticos (can. 1375)
in del
Profanación de cosa sagrada (can. 1376) pena justa (preceptiva)

Enajenación de bienes eclesiásticos sin pena justa (preceptiva)


cencia (wn. 1377)

69 1. Usurpación de funciones eclesiásticas y delitos en el ejer-


cicio de las mismas:
Delito Pena
ber-
. bsolución del cómplice en pecado con- excomunión 1.s. reservada a la Santa
a el sexto mandamiento, fuera de peli- Sede (preceptiva)
ro de muerte (can. 1378,g 1)
Celebración atentada de la eucaristía por entredicho 1-s. (preceptivo)
ien no sea sacerdote; oír confesiones
ramentales por parte del que no puede
idamente absolver:
- si es un clerigo (can. 1378, €2)
j suspensión (preceptiva)

Simulación de administración de un sa- pena justa (preceptiva)


cramento (can. 1379)

Simonía al celebrar o recibir un sacra- entredicho o suspensión (preceptivo)


mento (can. 1380)

Usurpación de oficio eclesiástico o con- pena justa (preceptiva)


servación ilegítima después de privación faisifi
o cesación del mismo (can. 1381) yuso '
Consagración episcopal sin mandato excomunión /.s. reservada a la Santa
pontificio: consagrante y consagrado Sede (preceptiva)
(can. 1382)

Ordenación sacerdotal de un súbdito aje-


no sin cartas dimisorias legitimas:
- ordenante - prohibición de conferir órdenes por
un año;
- ordenado (can. 1383) - suspensión (preceptiva)

Viola
Ejercicio ilegítimo del ministerio sagrado pena justa (preceptiva)
(can. 1384)
come
(can.
Lucro ilegítimo por las ofrendas de las censura u otra pena justa (preceptiva) Matn
misas (can. 1385) - clt
C o r r u p c i ó n del q u e ejerce u n a fun- pena justa (preceptiva)
ción eclesiástica: corruptor y corrom-
pido (can. 1386) Conc
sexto
Solicitación, en el acto o con ocasión suspensión, prohibiciones, privaciones, si ha
o con el pretexto de la confesión, a incluso la expulsión del estado clerical públi
pecar contra el sexto mandamiento séis a
(can. 1387)
Viol:
Violación del sigilo sacramental: denc
- directa - excomunión 1.s. reservada a la Santa (can.
Sede (preceptiva);
- indirecta (can. 1388,§ 1) - castigo proporcionado (preceptivo)

Violación del secreto sacramental por el pena justa, incluso la excomunión (pre-
intérprete o algún otro (5 2) ceptiva)
Hon
Abuso d e potestad o de oficio eclesiásti- pena proporcionada, incluso privación herid
c o (can. 1389, 1) (preceptiva) Abo
feto
Negligencia culpable en el ejercicio de la pena justa (preceptiva) cual
potestad, ministerio, función eclesiástica, excomunión 1.s. (preceptiva) con(
con d a ñ o de otro (5 2)
692. Delitos de falsedad:
Delito Pena
alsa denuncia de solicitación; entredicho 1.s. (preceptivo);
es clérigo (can. 1390, § 1) también suspensión (preceptiva)
enuncia calumniosa o lesión de la bue- pena justa, incluso censura (preceptiva);
fama ($6 2-3) satisfacción (facultativa)
Falsificación de documentos eclesiásticos pena justa (facultativa)
y uso de los mismos, afirmaciones falsas
en ellos (can. 1391)

693. Delitos contra obligaciones especiales:


Delito Pena
a en la negociación y pena proporcionada (preceptiva)
0f
arte de clérigos y reli-

iolación de obligaciones impuestas pena justa (facultativa)


ncia de u n a pena

Matrimonio atentado:
- clérigo; - suspensión 1.s.;
- religioso de votos perpetuos no cléri- - entredicho 1.s. (preceptivo)
go (can. 1394)
Concubinato y pecado externo contra el - suspensión (preceptiva); otras penas

sexto mandamiento; (facultativas);


si hay violencia, amenaza, realización - penas justas, incluso la expulsión del
ública o con menor de menos de dieci- estado clerical (preceptiva)
is años (can. 1395)
Violación grave de la obligación de resi- pena justa, incluso la privación del oficio
l dencia en virtud del oficio eclesiástico (preceptiva)
ita

694. Delitos contra la vida y la libertad humana:


re- Delito Pena
Homicidio, rapto, retención, mutilación, privaciones y prohibiciones (preceptiva)
heridas graves (can. 1397)
Aborto obteniendo el efecto (muerte del excomunión /.s.
feto procurada de cualquier modo y en
cualquier tiempo desde el momento de la
concepción) 16 (can. 1398)

'6 Cf PONT. COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 12 diciembre 1988, en "AAS" 80 (1988)


1818; E V 111695.

593
CUARTA
PARTE

LA O R G A N I Z A C I ~ NDEL PUEBLO
D E DIOS
ORGANOS D E GOBIERNO D E LA IGLESIA
UNIVERSAL

1. EL ROMANO PONTÍFICE Y EL COLEGIO EPISCOPAL

695. A diferencia de lo que ocurre con la Iglesia particular, en


la parte 11 del Código no se da una definición de la Iglesia universal,
sino que se habla sólo de la suprema autoridad de la Iglesia. Por lo
1 que se refiere a la Iglesia universal, véase lo que dijimos en el
capítulo 2 (n. 27).
El tema de la suprema autoridad de la Iglesia se introduce en el
canon 330, que es un canon dogmático, tomado literalmente de la
LG 22a, en donde el concilio afirma la estrecha unión entre el
romano pontífice y los obispos, basada en la relación existente
entre san Pedro y los demás apóstoles. Sin embargo, como explica
la NEP l.a, el concilio establece sólo un PARALELISMO entre Pedro
y los demás apóstoles por una parte y el romano pontífice y los
obispos por otra, pero de tal modo que no implica la transmisión
de los poderes extraordinarios de los apóstoles a sus sucesores (por
ejemplo, el ser todos ellos igualmente fundadores de las Iglesias
y fundamento de la Iglesia), ni la igualdad entre la cabeza y los
miembros del colegio, sino sólo una PROPORCIONALIDAD (expresa-
'
da por la locución pari ratione) entre la primera relación -entre
san Pedro y los apóstoles- y la segunda -el romano pontífice y
los obispos-. Esto significa que entre los dos analogados hay una
semejanza y al mismo tiempo una diferencia, de tal manera que
hay una estrecha relación entre el romano pontífice y los obispos
(basada en la relación entre san Pedro y los apóstoles), que cons-
tituyen un único colegio, pero también que no puede darse colegio
de los obispos sin su cabeza.

Cf AS III/VIII, 66.

597

r 1

l
El canon quiere afirmar, además, que el fundan~entode la unión
que existe entre el romano pontífice y los obispos es de DERE-
CHO DIVINO (statuente Domino) la S U C E S I ~ N APOSTOLICA. D~
este modo la naturaleza de la estructura jerárquica de la Iglesia
es al mismo tiempo colegial y primacial por voluntad del mismo
Señor 2.
De la relación mutua entre el romano pontífice y los obispos
surgen los deberes y los derechos de la comunión jerárquica y que
se determinan en el Código.

2. EL R O M A N O PONTÍFICE

2.1. "Munus" y potestad

696. Para desempeñar la función de ser principio y funda-


mento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión, el
romano pontifice, en cuanto obispo de Roma, sucesor de Pedro, es
cabeza del colegio de los obispos, vicario de Cristo y pastor aquí,
en la tierra, de la Iglesia universal; así pues, en virtud de su mismo
munus, por DERECHO DIVINO, es PERSONALMENTE sujeto de la
suprema, plena, ordinaria e inmediata potestad de gobierno y de
magisterio sobre la Iglesia universal y sobre todas las Iglesias par-
ticulares, salva su justa autonomía, y sus agrupaciones (cáns. 331;
333; 5 1; LG 13c; 18b; 19; 20b; 22b; 23b; CD 2a)3. Esta potestad
tiene un fundamento cristológico: Cristo, en cuanto piedra angular,
es fundamento de la Iglesia, que está fundada sobre los apóstoles,
continuadores de la misión de Cristo, pero está edificada sobre
Pedro, su cabeza (LG 19); y tiene también un fundamento eclesio-
lógico: la Iglesia universal existe en y por las Iglesias particulares,
es decir, es la comunión de todas las Iglesias, que tiene como centro
a la Iglesia de Roma (LG 23a). El oficio y la potestad del romano
pontífice se comprende en relación con el colegio, en cuanto que
éste, que se constituye sólo en torno a su cabeza, expresa la varie-
dad y la universalidad del pueblo de Dios, pero también al mismo
tiempo su unidad (LG 22b). Por esta razón el primado del romano

Cf JUAN PABLO TI, Const. ap. Pastor bonus (= PB), 28 junio 1988, n. 2, en "AAS" 80
(1988) 841-912; E V 111787-1070.
Cf conc. Constantinopolitano IV (1870), c. 21, en DS 661-664; COD. 182; conc.
Lugdunense 11 (1274), en DS 861; conc. Florentino (1439), Decrerum pro Graecis, en
DS 1307; COD, 528; conc. Vaticano 1, Const. Pastor Aerernus, cc. 2 y 3, en DS 3050-3075;
COD, 81 1-816.
pontífice refuerza y garantiza la potestad propia, ordinaria e inme-
diata que tienen los obispos sobre las Iglesias particulares confiadas
a ellos (can. 333, €j 1; LG 27b).

a) Origen, naturaleza, contenido y ejercicio

I 697. En cuanto al ORIGEN de la potestad del romano pontífice,


confróntese todo lo que se dijo en el capítulo 10 (nn. 282; 289; 290).
698. En lo que se refiere a su NATURALEZA y a su CONTENIDO,
esa potestad es:

1 1) ordinaria:
- por el mismo derecho va aneja al oficio primacial, que es un
munus constituido establemente en la Iglesia por disposición
divina (cáns. 131, €j 1; 145, €j 1);
- está siempre en acto, o sea, el romano pontífice ejerce libre-
mente, sin interrupción, su potestad primacial y gobierna a
la Iglesia universal, o personalmente o a través de los Órga-
nos de la curia romana (NEP 4.a);
2) suprema:
- el romano pontífice no está sometido a nadie, y por tanto su
potestad está por encima del derecho canónico positivo;
pero, al estar limitada por el derecho divino, tanto natu-
ral como revelado, su ejercicio, aunque sea siempre libre
(can. 331), no puede, sin embargo, ser arbitrario, en cuanto
que debe respetar la forma de gobierno establecida por el
Señor para la Iglesia (LG 27b);
- el romano pontífice no es juzgado por nadie (can. 1404);

es, - contra sus sentencias o decretos nicabe apelación ni recur-


.TO so; por eso, el que recurre al concilio ecuménico o al colegio
no de los obispos contra un acto del romano pontífice puede
te ser castigado con una censura (cáns. 333, 5 3; 1404; 1405,
§ 2; 1732; 1372)4;
3 ) plena, ya que no carece de ninguno de los aspectos de la
potestad en lo que se refiere a:
- la unidad de la fe:
magisterio infalible y magisterio auténtico no infalible
(cáns. 749, €j1; 752);

Cf ib, en DS 3063; COD, 814.

599
proscripción de las opiniones erróneas (can. 754);
aprobación de nuevas formas de vida consagr
(can. 605);
-la unidad del gobierno:
ejercicio de la potestad legislativa:
= leyes universales y particulares y decretos general
para toda la Iglesia (cáns. 8; 29);
ejercicio de la potestad ejecutiva o administrativa:
= actos respecto al colegio episcopal (cáns. 337; 338.
34 1);
= actos administrativos generales para toda la Igle-
sia y singulares para cualquier fiel o grupo de fieles
(cáns. 3 1; 34; 35);
= nombramiento libre o confirmación de los obispos:
misión canónica y mandato pontificio (cáns. 377, 5 1;
1313; 1382);
= erección de las Iglesias particulares (can. 373);
= reserva de dispensa de las leyes universales (cáns. 87,
¿j 1; 291);
= dispensa del matrimonio rato n o consumado
(cáns. 1 142; 1698, ¿j 2);
= instancia suprema de los institutos de vida consagrada
(can. 590); concesión de la exención (can. 591); supre-
sión (can. 584);
= administración suprema de los bienes eclesiásticos
(cáns. 1273; 1256);
= reserva de la remisión de censuras eclesiásticas
(cáns. 1367; 1370, 5 1; 1378, 5 1; 1382; 1388);
= concordatos con los Estados;
no
ejercicio de la potestad judicial (can. 1442): me1
= avocación de algunas causas (cáns. 1405,g 1,4.Q;1417, Por
0 2); efec
= juicio en las causas señaladas en el canon 1401 respecto cab
a los jefes de Estado, cardenales, legados pontificios; Esti
en las causas penales respecto a los obispos (can. 1405, ofic
5 1, 1.Q-3.Q); la c
= juicio en las causas mencionadas en el canon 1417,s 1, -
y en el canon 1405, ¿j 3; 5

- la unidad del culto:


reglamentación de la liturgia de la Iglesia universal
(can. 838, 5 2);
reglamentación de los sacramentos respecto a la validez y
la licitud (can. 84 1);
institución de nuevos sacramentales, interpretación de los
mismos, su abolición y mutación (can. 1 167, 5 1);
4) inmediata:
- se ejerce inmediata y directamente, sin interposición, sobre
todos y cada uno de los fieles y sobre todos y cada uno de
los pastores, tanto en sus Iglesias particulares como en sus
agrupaciones, respetando, más aún, reforzando y garanti-
zando la potestad propia, ordinaria e inmediata de estos
últimos (can. 333, fj 1; LG 27b; CD 2a);
.S
- sobre todas las Iglesias particulares y sus agrupaciones, salva
su justa autonomía (can. 333, fj 1; LG 23d), adaptando si es
necesario el principio de subsidiariedad a la naturaleza par-
1' ticular de la Iglesia, en el sentido de una coordinación entre
' 9
el ejercicio de la potestad primacial del romano pontifice, el
de la de cada obispo o de los obispos reunidos entre sí, y por
tanto entre el derecho universal y el derecho particular 5;
5 ) universal:
- se extiende a toda la comunión eclesial, pero comprendiendo
sólo la esfera eclesiástica, y no la secular, pero con total
independencia de ésta.
699. El romano pontífice cumple con su munus de supremo
pastor de la Iglesia y, por consiguiente, ejerce libremente su auto-
ridad, siempre en C O M U N I ~ Ncon los demás obispos y con toda la
Iglesia (cáns. 331; 333; 5 2; LG 22b; NEP 1.a, 3.a, 4.a). Esto se deriva
de la unión tan estrecha que rige por derecho divino entre el roma-
no pontífice y los obispos (can. 330). Esta unión no supone sola-
mente una comunión jerárquica de los obispos con el romano
pontífice, sino también la comunión de éste con los obispos. En
efectó, si por una parte no se puede dar el cuerpo episcopal sin la
cabeza, tampoco puede darse una cabeza separada del cuerpo.
Esto mismo vale también en relación con la Iglesia. Puesto que el
oficio de la cabeza es por el bien de toda la Iglesia, en defensa de
la comunión eclesial, éste no puede desarrollarse más que en la
5 Cf Acta Commissionis, en "Com." 1 (1969) 80-82; 3 (1971) 66; 4 (1972) 140; 5 (1973)
208; Pfo XI, Carta enc. Quadragesimo Anno, 15 mayo 1931, en "AAS" 23 (1931) 203;
Pfo XII, Al. cardenales, 20 febrero 1946, en "AAS" 38 (1946) 144-145; PABLO VI, Al.
al
I Sínodo obispos 1969.27 octubre 1969, en "AAS" 61 (1969) 728-729; S~NODO
Rel. final Exeunte coetu, 11, C.2.8, 10 diciembre 1985, E V 9/ 1801.
EXTR. OB. 1985,

60 1
Iglesia. El romano pontífice representa al colegio de los obispos y
a la Iglesia en el sentido de que tiene potestad sobre todos los
obispos y sobre la Iglesia universal, para que queden así protegidas
la integridad de la fe apostólica, que Cristo ha depositado en toda
la Iglesia, la autenticidad de los sacramentos instituidos por Cristo
la estructura fundamental de la Iglesia establecida por Cristo y
derechos fundamentales d e todos los fieles y 10s particulares de las
diversas categorías de los mismos. Si el romano pontífice no expre.
sase lo que ya está contenido en la Iglesia, no estaría ya en comu.
nión con toda la Iglesia y con 10s otros obispos, y por consiguiente
no tendría ya autoridad, ya que por el mismo derecho perdería SU
oficio primacial.
Sin embargo, el romano pontífice ejerce siempre libremente su
potestad (can. 331). Esta LIBERTAD tiene una extensión mayor que
la que se sanciona en los cánones 125, § 1, y 1375, en cuanto que
el canon 331, tomado de LG 22b, quiere afirmar que el romano
pontífice en el ejercicio de su potestad no depende de los obispos,
ni en lo que se refiere al comienzo del acto ni en lo que se refiere
a su prosecución, puesto que los obispos no pueden imponerle
ninguna restricción. Y esto vale también respecto a la acción del
romano pontífice dentro del colegio, ya que, al faltar su libre acción
de cabeza, los obispos no pueden actuar como colegio (NEP 3.a,
4.a). El romano pontífice preside el Colegio, no en cuanto que
recibe de él su potestad, sino en cuanto que inmediatamente, por
misión divina, la recibe de Cristo (cf NEP l.a). Sobre esta libertad
se basa el derecho del romano pontífice a determinar, según las
necesidades de la Iglesia, el modo tanto personal como colegial de
ejercer su munus y su potestad (can. 333,g 2; NEP 3.a). Dentro del
segundo modo, el romano pontífice llama a algunos obispos a
participar en el ejercicio de su oficio a través de varias instituciones,
como el sínodo de los obispos, la curia romana, el colegio de
cardenales (can. 334).

b) Cesación de la potestad

700. L a cesación de la potestad del romano pontífice se pro-


duce por cesación del oficio, es decir, por: 1) muerte; 2) demencia
cierta y perpetua; 3) manifiesta apostasía, herejía o cisma; 4) libre
renuncia.
En el segundo y el tercer caso el romano pontífice por el mismo
derecho decaería de su oficio primacial y perdería toda potestad,
a que no desempeñaría entonces la función para la que ha sido
stituido. La razón de esto reside en lo que hemos dicho hace
o sobre el canon 333, 5 2. Además, por el hecho de que el ro-
o pontífice no puede ser juzgado por nadie (can. 1404), no
ede tampoco ser depuesto por nadie; por tanto, en caso de rup-
de la comunión se tendría solamente una declaración del he-
o. Se trata de un caso que hemos de considerar improbable en la
alidad por la asistencia de la divina providencia, pero previsto en
ría; sin embargo, resulta difícil determinar quién y cómo decla-
ese hecho.
Por el hecho mismo de que, en virtud de la naturaleza propia
el primado, ninguna autoridad humana confirma la elección del -
romano pontífice, ninguna autoridad humana puede confirmar tam-
poco la renuncia hecha libremente por él. El canon 332, 5 2, exige
para la validez solamente que la RENUNCIA sea hecha libremente y
nifestada debidamente. La libertad de que debe gozar el romano
tífice es más amplia que la prevista por el canon 188, ya que
mprende cualquier tipo de coacción, incluso sólo moral. Por
ello, si el concilio ecuménico, aunque sólo indujera al romano pon-
el tífice a la renuncia, de tal forma que no fuera plenamente libre,
n sería inválida la renuncia.
El modo de manifestar la renuncia no está determinado por el
canon. No puede aplicarse íntegramente el canon 189, 5 1, puesto
que el romano pontífice no está obligado a comunicar su renuncia
a ninguna autoridad, por el hecho de que ninguna autoridad le
confiere el oficio. Bastaría entonces que la renuncia se haga públi-
camente, es decir, al menos ante dos testigos, por escrito u oral-
mente. Los cardenales declaran simplemente el hecho y se convoca
el cónclave.

2.2. Sede romana vacante o impedida


701. Se produce SEDE VACANTE en los casos de cesación del
oficio; SEDE IMPEDIDA, cuando el romano pontífice está totalmente
impedido en el ejercicio de su oficio por motivo de encarcelamiento,
secuestro o destierro, hasta el punto de que no pueda comunicarse
ni siquiera por carta.
Durante la sede vacante o totalmente impedida no debe mo-
dificarse nada en el gobierno de la Iglesia universal y deben ob-
servarse las leyes especiales emanadas para tales circunstancias
(can. 335).
Sobre el gobierno de la Iglesia universal durante la sede vacan-
te dispone la constitución apostólica Romano Pontzfici eligen&
(= RPE), del 1 de octubre de 1975, números 1-26 6:
- los cardenales asumen el gobierno ordinario de las cosas:
que no pueden retrasarse y de las que se refieren a la elección
del nuevo pontífice (n. 1; cf n. 5); no tienen ninguna potestad
sobre aquellos asuntos que correspondían al romano pontí-
fice mientras vivía, puesto que están reservados sólo al futu-
ro pontífice, a no ser que la misma constitución apostólica
disponga otra cosa (n. 2; cf nn. 3 y 4; can. 359);
- todos los presidentes y los miembros de 10s dicasterios de la
curia romana, y también, por tanto, el cardenal secretario
de Estado, cesan en el cargo; pero no el camarlengo de la
Iglesia romana, sobre el que recae el cuidado y la adminis-
tración de los bienes y de los derechos temporales de la
Santa Sede (n. 17), el penitenciario mayor y el vicario gene-
ral de la diócesis de Roma, que despachan los asuntos ordi-
narios, proponiendo al colegio cardenalicio aquellos que
deberían haber consultado con el romano pontífice (n. 14;
PB, art. 6);
- los secretarios de los dicasterios se ocupan del gobierno
ordinario, pero necesitan la confirmación del romano pon-
tífice dentro de los tres meses de su elección (PB,art. 6);
- el sustituto de la Secretaría de Estado permanece en su ofi-
cio, pero responde de sus actos ante el colegio cardenalicio
(RPE,n. 20);
- los dicasterios no tienen potestad sobre aquellos asuntos
que no habrían podido tratar sede plena, a no ser después
de haberlos sometido al romano pontifice o bien en virtud
de facultades especiales y extraordinarias, que de ordinario
concede él mismo a los presidentes y a los secretarios de los
dicasterios (n. 24);
- no cesan las facultades ordinarias de los dicasterios, pero
deben usarse solamente para conceder las gracias de mayor
importancia, mientras que los asuntos más graves o contro-
vertidos, que pueden retrasarse, pueden ser confiados por el
colegio cardenalicio al presidente del dicasterio en el mo-
mento de-la muerte del pontífice, o bien a los otros cardena-
les del mismo dicasterio, a los que probablemente el romano
pontifice habría confiado el asunto (n. 25);
- el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y la Rota
Romana siguen tratando sus asuntos según las leyes propias
(n. 26);
- por el mismo derecho queda interrumpido el concilio ecu-
ménico, hasta que el nuevo pontífice ordene que prosiga o
lo disuelva; también queda suspendida la asamblea del sí-
nodo de los obispos, así como el encargo asignado en él a
los miembros, hasta que el nuevo pontífice disponga su di-
solución o su continuación (n. 34; cáns. 340; 347, § 2; RPE,
n. 34).

2.3. Elección del romano pontífice

a) El cuerpo electoral
702. En los primeros siglos, lo mismo que para los otros obispos,
la elección correspondía al presbiterio, en nuestro caso al presbiterio
de Roma, tras el que venía el asentimiento del pueblo. Sin embargo,
Félix IV (530) designó a Bonifacio 11 como su sucesor.
Ya en el 769 Esteban 111 estableció como electores a los presbíteros
y a los diáconos cardenales, junto con los nobles romanos. A la elec-
ción seguía sólo el aplauso del pueblo.
Después de los siglos ix y x, en que el trono de Pedro fue objeto
de luchas entre las familias nobles de Roma y la intervención del
emperador, especialmente de Otón el Grande, León IX comenzó
desde 1049 un proceso de reforma de la Iglesia y, para evitar injeren-
cias del poder secular en la elección del papa, estableció que sola-
mente los cardenales, tanto diáconos como presbíteros y obispos,
fueran los electores.
m
Nicolás 11en el sínodo romano de 1059 confirmó las disposiciones
de León IX, pero dispuso el asentimiento del clero y del pueblo
romanos.
El concilio Lateranense 111(Alejandro 111), canon 1 (1 179), abrogó
el asentimiento del clero y del pueblo romanos y estableció la mayo-
ría de los dos tercios para la validez de la elección 7.
Gregorio X (1274) dio severas normas sobre el desarrollo del
cónclave, a fin de abreviar todo lo posible la vacancia de la sede
romana.
Los Últimos vestigios de la influencia de1 poder secular sobre la

7 Cf COD, 211.

605
elección del romano pontífice se tuvieron con el derecho a veto y a
exclusión sobre la elección de algunos cardenales, que en la edad
moderna se reconocía a algunas monarquías europeas. Pío prohi- x
bió, bajo pena de excomunión f a t a e sententiae, el ejercicio de este
derechos. Pío XII (1945) extendió las disposiciones de pío x a
cualquier tipo de injerencia 9 .
703. Juan XXIII había ordenado ya la materia lo, y Pablo VI
estableció primero que al cumplir los ochenta años de edad los
cardenales perdieran el derecho a participar en el cónclave 11; luego
publicó la constitución apostólica Romano Pontijici eligendo, del
1 de octubre de 1975, todavía vigente, que en los números 33-92
regula la elección del romano pontífice.
A pesar de que Pablo VI se mostró favorable a admitir en el
cuerpo electoral del romano pontífice a los patriarcas orientales no
cardenales y a los obispos miembros del consejo de la secretaría
general permanente del sínodo de los obispos, así como a su secre-
tario general 12, la constitución, excluyendo la intervención de toda
dignidad eclesiástica y potestad laica, confirmó que el cuerpo elec-
toral del romano pontífice fueran solamente los cardenales, excepto
los que han cumplido ochenta años de edad, en número no superior
a 120 (n. 33).
El Código establece que corresponde únicamente al COLEGIO
DE CARDENALES, del que forman también parte los patriarcas orien-
tales incluidos en él, aunque mantengan como título su propia sede
patriarcal 13, elegir al romano pontífice a tenor del derecho particu-
lar (cáns. 349; 359, $5 1.3). El colegio cardenalicio representa al
clero romano y no el colegio episcopal. En efecto, ni el concilio
ecuménico ni el sínodo de los obispos puede elegir al papa, en el
caso en que la sede romana quedara vacante durante el desarrollo
del uno o del otro (RPE,n. 34).
Inmediatamente después de que un cardenal ha sido creado y
publicado en el consistorio tiene derecho a elegir el pontífice (n. 36).
8 Cf Const. ap. Commissum nobis, 20 enero 1904, en CIC 1917, Doc. 11; Const. ap.
Vacante Sede Apostolica, 25 diciembre 1904, en CIC 1917, Doc. 1.
9 Cf Const. ap. Vacantis Apostolicae Sedis, 8 diciembre 1945, en "AASW38 (1946)
65-99.
10 Cf M. p. Summi Pontiflcis. 5 septiembre 1962, en "AASW54 (1962) 632-640.
1 1 Cf M. p. Ingravescentem aetatem, 21 noviembre 1970, en "AASw62 (1970) 8 11-8 12;
EV 3/ 2846-2853.
12 Cf PABLO VI, Al. ConsiStorio secreto, 5 marzo 1973, en "AAS" 65 (1973) 163; Al.
Consejo Secretaría general del Sínodo de los obispos, 24 marzo 1973, en ib, 248.
'3 Cf PABLO VI, M. p. A d p ~ r p ~ r a t o r u m p a t r u m
11. febrero 1965, en "AAS" 57 (1965)
295-296; E V 2/ 370-375.
Un cardenal elector no pierde la voz activa y pasiva en la elección
del romano pontífice por causa o con el pretexto de una censura
- eclesiástica o de otro impedimento eclesiástico, dado que éstos se
suspendidos a efectos de la elección (n. 35): estas censu-
a ras o impedimentos podrían haber sido impuestos injustamente a
finde excluir de la elección. Sin embargo, pierde la voz activa, pero
no pasiva, tanto el cardenal canónicamente depuesto, debido a que
S
ya ha dejado de ser miembro del colegio cardenalicio, como el que
o ha renunciado a la dignidad cardenalicia con el consentimiento del
:1 romano pontífice (n. 36).

b) Modo de elección
704. La elección del romano pontífice debe tener lugar en el
CONCLAVE, pero sin que esto se requiera para la validez de la elec-
ción misma (n. 41). Se entiende por cónclave aquellos lugares don-
de los cardenales eligen al romano pontífice y en donde permanecen
,día y noche ellos, con los demás oficiales, sirvientes y conclavistas,
'sin contacto con el exterior, hasta una vez realizada la elección
(n. 42). Existen normas detalladas sobre los miembros del cónclave,
.la entrada en el mismo, el juramento de guardar secreto, su objeto,
etcétera (nn. 43-6 1).
-
A.d
705. Los MODOS para la LICITUD y la VALIDEZ de la elec-
l- 1 ción son:
1) por aclamación o inspiración, cuando los cardenales pro-
claman al nuevo pontífice unánimemente, de viva voz y libremente
(n. 63);
2) por compromiso, cuando, por particulares circunstancias,
como la imposibilidad de llegar a la elección por escrutinio (n. 76),
los cardenales encargan unánimemente a un grupo de ellos, en nú-
mero impar (no menos de nueve ni más de quince), la elección del
pontifice, según el modo y la forma establecidos por el colegio
mismo de cardenales (n. 64);
3) por escrutinio, que es la forma usual de elección, es decir,
por la mayoría de los dos tercios más uno (n. 65), o bien, si no se
consigue llegar a la elección después de cierto número de escruti-
nios, con la mayoría absoluta más uno o con la votación entre los
dos que en el último escrutinio hayan obtenido el mayor número
de votos, sobre la base de la decisión unánime de todos los miem-
bros del cuerpo electoral (n. 76).
La elección hecha de modo y forma distintos de los establecidos
es nula e inválida sin necesidad de más declaración, y no da ningiin
derecho al elegido (nn. 77; 62). Finalmente, en teona, se afirma que
en el caso de duda positiva e insoluble sobre la elección legitima se
considera que el elegido no tiene potestad.
706. Después de la ACEPTACION, si el elegido es ya obispo
adquiere en el acto la potestad plena y suprema sobre la Iglesia
universal y la puede ejercer; pero si no es obispo, debe ser ordenado
enseguida como tal (n. 88; can. 332, 1; cf can. 355). En el CIC
19 17 se afirmaba que el romano pontífice, legítimamente elegido,
obtiene desde el momento de la aceptación de la elección, por
derecho divino (misión divina), la plena potestad de la jurisdicción i
4
suprema (cáns. 2 19; 109); al ser ésta una afirmación doctrinal sobre
el derecho divino, basada en una sólida tradición histórica y teoló-
gica, reafirmada en sede conciliar 14, debe seguir manteniéndose;
pero el derecho positivo actual quiere impedir, antes de la consa-
iración episcopal, el ejercicio d e l a suprema autoridad ya recibida
(cf nn. 282; 289; 290). con
707. Nadie, aunque sea cardenal, puede decidir en vida del cua
romano pontífice y sin consultarle sobre la elección del sucesor ni 34 1
actuar de ninguna forma en este sentido (n. 80); esto no excluye
que el romano pontífice, mientras viva, pueda designar de alguna i
1
afir
manera a su sucesor. En efecto, todas las formas establecidas ac- ce
tualmente son de derecho eclesiástico. del
Las censuras previstas en la constitución (nn. 58; 79; 81; 82) (cf
quedan abrogadas por el canon 6, 3:" ya que no son recibidas en ver
el Código; pero sigue en pie el deber moral del secreto para todos
los que forman parte del cónclave (nn. 58-61), de evitar la simonía los
y toda intervención externa en la elección del pontífice, como pac- cuí
tos, vetos, promesas, etc. (nn. 79-86). Sin embargo, se aplican los de
cánones 1375 y 1386.
COI
za
2.4. Actos del romano pontífice me
int
708. Los de mayor importancia son: ba:
- exhortación apostólica: tiene carácter doctrinal, disciplinar, en
pastoral;
- constitución apostólica: sobre materia doctrinal o disci-
plinar, para toda la Iglesia o para un grupo (por ejemplo,
erección de un nuevo instituto jurídico);
- acuerdo entre la Santa Sede y un Estado;
- carta apostólica: para cuestiones administrativas;
- carta apostólica motuproprio: ley sobre materia disciplinar,
por iniciativa del romano pontífice;
10, - carta encíclica: sobre materia doctrinal (magisterio ordina-
sia rio) y disciplinar, para toda la Iglesia;
.do - bula: acto marcado con el sello de plomo;
IC - breve: acto marcado con el sello sub anulo piscatoris.
1o,
Ir
ón
)re 1 3. EL COLEGIO BPISCOPAL
ló-
se; 3.1. Naturaleza y miembros
sa-
da 709. A diferencia del CIC 1917, donde sólo se hablaba del
concilio ecuménico, el CIC distingue entre colegio episcopal en
cuanto tal (can. 336) y ejercicio de la potestad colegial (cáns. 337-
34 1).
El canon 336, estrechamente relacionado con el canon 330,
afirma que el colegio episcopal, por el hecho de que permane-
ce perennemente en él el cuerpo apostólico, es también (además
del romano pontífice) sujeto de la potestad plena y suprema
(cf nn. 282; 288; 290), de enseñar y gobernar, sobre la Iglesia uni-
versal (LG 22b; 2%; NEP 3.a).
En el colegio episcopal permanece perennemente el cuerpo de
\-a los apóstoles y su misión, porque les suceden los obispos, no en
'C- cuanto individuos, sino en cuanto colegio, pero según una analogía
?S de proporcionalidad (LG 20a.b; NEP l.a;cf n. 695).
Alguien se convierte en MIEMBRO del colegio en virtud de la
consagración sacramental y de la comunión jerárquica con la cabe-
za del colegio y sus miembros (can. 336; LG 22a). Estos dos ele-
mentos son igualmente necesarios 15, dado que la CONSAGRACI~N
introduce en la plenitud de la sucesión apostólica, la cual, sin em-
bargo, tiene eclesiológicamente su manifestación completa tan sólo
en la C O M U N I ~ NJERÁRQUICA.
En virtud de la consagración episcopal se establece el funda-
mento ontológico-sacramental de paridad entre todos los miembros
del colegio; a su vez, por la comunión jerárquica se obtiene el fun-
damento eclesiológico-estructural de la subordinación de cada obis-
po bien al romano pontífice o bien al colegio. Esto es así porque
tanto el romano pontífice personalmente como el colegio, siempre c1i
junto con su cabeza, representan a la Iglesia universal y gozan de se]
plena y suprema potestad sobre ella (LG 22b; NEP 3.'; 4.'). Pero PO
la presencia y la acción libre y eficaz del pontífice romano en el te
colegio episcopal es constitutiva de esta relación de subordinación ~ l f
de cada uno de los obispos a dicho colegio (NEP 3.'). Del vínculo CO
individual establecido entre cada obispo y la cabeza del colegio se de.
deriva que también todos los obispos conjuntamente estén ligados 'lu
por el mismo vínculo con su cabeza. Este vínculo de comunión en
jerárquica de cada obispo y de todos los obispos juntamente con sól
la cabeza, además de la común consagración episcopal, hace que bie
cada obispo quede establecido en una relación de comunión orgá- tiv,
nica con todos los demás obispos, en cuanto que la misma relación (ca
individual de un obispo con la cabeza del colegio, además de la las
consagración, lo sitúa, por una parte, en un vínculo de comunión '!uc
individual entre iguales con cada uno de los demás obispos del
colegio y, por otra, en un vínculo de comunión jerárquica con
todos los obispos tomados juntamente, los cuales, en virtud de la
presencia entre ellos del romano pontífice como cabeza, forman el i
i
colegio episcopal (LG 22b; 23a; 25a; N P E 3.', 4.'; can. 336).
1 a)
Éste es el fundamento sacramental-ontológico y eclesiológico-
estructural del AFECTO COLEGIAL (affectus collegialis) que vige en-
tre todos los obispos, del que se deriva la solicitud de los mismos me:
por las demás Iglesias particulares y por la Iglesia universal. Este jeri
afecto colegial se actúa y se expresa según grados diversos de varias NA
maneras ya institucionalizadas, como el sínodo de los obispos, los (cal
concilios particulares, las conferencias episcopales, la curia romana,
las visitas ad limina, la colaboración misionera, etc. (LG 23; AG tod
6f), pero de modo pleno solamente en la ACCIÓN COLEGIAL en con
sentido estricto (COLEGIALIDAD EFECTIVA: collegialitas effecti- cua
va), es decir, en la acción de todos los obispos juntamente con su
cabeza, con el que ejercen la potestad plena y suprema sobre toda
la Iglesia ' 6 .

l6 S~NODO EXTR. OB. 1969, Rel. doct. Elapso Oecumenico Concilio, cc. 11-111, en EV
3/ 1665-1682; Rel. Nunc nobis, c. 111, en EV 3/ 1713-1720; S~NODO EXTR. OB. 1985, Rel. final
Exeunte coetu, 11, C . 4, EV 91 1803-1804; JUANPABLO 11, Const. ap. Pastor bonus, Adne-
xum I,4, en "AASn 80 (1989) 914-915.
La noción de colegio referida a los obispos junto con el romano
no debe tomarse en el sentido de un grupo de iguales, que
hayan reclamado su potestad a su presidente, sino de un grupo
estable, cuya estructura y autoridad deben deducirse de la revela-
ción, o sea, que no existe sin la cabeza ni puede actuar sin su con-
sentimiento ( N E P l.a; 3.a; 4.a). El colegio, aunque existe siempre
por ser de DERECHO DIVINO, sin embargo no actúa permanentemen-
te con acción estrictamente colegial, o sea, no está siempre en acto
pleno, sino que actualiza esa acción sólo a intervalos, y desde luego
con el CONSENTIMIENTO DE S U CABEZA, el cual manifiesta así, desde
dentro del colegio, el vínculo de comunión sacramental y jerárquica
que liga a todos los miembros ( N E P 4.a). El colegic' se encuentra
en acto pleno, es decir, realiza actos colegiales en sentido estricto,
sólo cuando los obispos están reunidos en concilio ecuménico o
bien dispersos por el mundo y actuando conjuntamente por inicia-
tiva del romano pontífice o por su libre aceptación de esta iniciativa
(can. 337, $5 1.2). El romano pontifice escoge y promueve, según
las necesidades de la Iglesia, el modo de obrar del concilio (8 3), sin
que se excluya con ello la iniciativa de los obispos (8 2).

3.2. Potestad del colegio

a) Naturaleza y origen

710. Como hemos dicho (n. 288), todos los obispos legítima-
mente consagrados, que se encuentran, por tanto, en la comunión
jerárquica, son miembros del colegio y participan por MISION DIVI-
NA de la potestad plena y suprema del que éste es depositario
(can. 336).
El colegio goza de una potestad plena, es decir, que comprende
todos los aspectos de la potestad, por el hecho mismo de que
comprende siempre al romano pontifice (NEP 3.a), y suprema, en
cuanto que sólo está limitada por el derecho divino.
b) Modos de ejercicio .- se]
A<
a) El Concilio ecuménico
Pa
Po
1) Naturaleza y definición re:
dic
71 1. Mientras que el colegio es de derecho divino, el concilio Jgl
ecuménico es de DERECHO ECLESIÁSTICO. Puede definirse como se
la reunión legítima de todos los obispos y de otros pastores, repre-
sentantes de la Iglesia universal, convocados por el romano pontí-
fice, los cuales, con la aprobación del mismo, deliberan sobre cues-
tiones doctrinales, disciplinares y pastorales relativas a toda la
Iglesia, actuando la colegialidad en sentido estricto en el ejerci-
cio solemne de la potestad colegial plena y suprema sobre toda la
Iglesia (can. 337, 5 1). bic

2) Miembros fu(

7 12. Sobre la base de la doctrina conciliar de la estrecha rela-


ción que existe entre la consagración episcopal, el oficio episcopal
y la potestad episcopal de magisterio y de gobierno, el canon 339,
tj 1, establece que tienen el derecho y el deber de participar en el
concilio ecuménico con voto deliberativo todos y solos los OBISPOS
miembros del colegio, es decir, los legítimamente consagrados (CD
4a; cf n. 764).
Otros NO OBISPOS pueden ser llamados al concilio ecumé-
nico por la autoridad suprema, que determina sus funciones, go-
zando, por consiguiente, de voto deliberativo o sólo consultivo
(can. 339, 5 2).
Estas disposiciones son de DERECHO ECLESIÁSTICO y no de
derecho divino; efectivamente, el canon 223, ¿j 1, CIC 1917, basán-
dose en una antigua tradición histórica, establecía que fueran Ila-
mados al concilio ecuménico y que tuviesen en él voto deliberativo
los cardenales, aunque no fueran obispos, los patriarcas, los prima-
dos, los arzobispos y los obispos residenciales, aunque no consa-
grados todavía; los abades y los prelados nullius, los abades prima-
dos y los superiores de las congregaciones monásticas, los supremos
moderadores de los institutos religiosos exentos. A su vez, el 5 2
del mismo canon sancionaba que los obispos titulares llamados al
concilio d e suyo no tenían voto deliberativo, pero lo-obtenían a no
ser que se dijera expresamente otra cosa en el acto de convocatoria.
dem más, por el 5 3, los teólogos y los canonistas invitados al con-
cilio podían tener sólo voto consultivo. Entonces el derecho de
participación en el concilio y el voto deliberativo dependían de la
potestad de gobierno recibida por la colación del oficio episcopal
residencial, incluso antes de la consagración, y de otro oficio que
diera una importante responsabilidad pastoral y de gobierno en la
Iglesia. El oficio de los obispos titulares, aunque consagrados, no
se consideraba de la misma importancia, y por tanto participaban
en el concilio sólo los convocados. La doctrina que subyacía al
CIC 1917 era que la potestad no es dada por la consagración
episcopal, sino por la colación del oficio con la misión canónica, y
que el concilio ecuménico no es solamente el lugar del ejercicio de
la suprema potestad del Colegio, sino un acto eclesial en el cual
están implicados todos los que tienen una responsabilidad de go-
bierno y doctrinal en la Iglesia.
Fue Juan XXIII el que estableció que los obispos titulares
fueran miembros de derecho del concilio ecuménico Vaticano 11 17.

3) Derechos del romano pontífice


iI 7 13. A tenor de los cánones 338 y 340 son:
i
- convocatoria del concilio ecuménico: no es de derecho divi-
no, dado que los seis primeros concilios fueron convocados
por el emperador; sin embargo, siempre fue necesaria la
confirmación y la aprobación del obispo de Roma, incluso
por medio de sus legados, para que los decretos conciliares
tuvieran fuerza jurídica;
- presidencia del mismo, aun por medio de legados;
- traslado del lugar en donde se celebran las sesiones;
- suspensión, o sea, cesación temporal de los trabajos: el con-
'-
cilio como tal sigue existiendo, pero no puede ejercer la po-
vo testad;
- disolución: fin del concilio;
ia-
- determinación y aprobación de las materias que han de
:a-
3 '3-
tratarse;
- determinación del reglamento;
'tS

32
l7 Cf M. p. Appropinquante Concilio, Ordo Concilii Oecumenici Vaticani 11celebrandi,
11
6 agosto 1962, art. 1, en "AAS" 54 (1962) 612; Const. ap. Humanae salutis, 25 diciembre
, '1
1961, ib, 12.

613
- continuación o disolución del concilio, ipso iure interrumpi-
d o por vacancia de la sede apostólica.

Según el canon 341, 5 1, para que 10s DECRETOS del concilio :


tengan FUERZA OBLIGANTE tienen que ser:
- APROBADOS por el romano pontífice, junto con los padres
conciliares en la votación de la sesión pública;
- CONFIRMADOS personalmente por el romano pontífice, qui
corrobora de forma esencial el acto conciliar, puesto que no
tiene todavía más que una fuerza legal incompleta;
- PROMULGADOS por orden suya, a tenor del canon 8,g 1, de
manera que tengan fuerza jurídica inmediata.
"El que preside el concilio en nombre del romano pontífice
debe hacer la profesión de fe (can. 833, 1) y el juramento de fi-,
delidad" 18.

b) Acción conjunta de los obispos dispersos por el mundo


714. Otro modo previsto por el canon 337, 5 2, para el ejerci-
1
cio de la potestad plena y suprema por parte del colegio es la
acción conjunta de los obispos dispersos por el mundo (LG 22b;
CD 4b). Para que se realice un verdadero acto colegial, el romano
pontífice debe:
- promoverla y aceptarla libremente (can. 337, 5 2);
- confirmar y aprobar sus decretos (can. 341,g 2).

Dado el gran número de obispos en la actualidad, y por tanto


la dificultad de desarrollar los trabajos de un concilio ecuménico,
quizá ésta podría ser una forma más usual de ejercicio de la cole-
gialidad en sentido pleno.

'8 CONGR. DOCTR. FE, Professio jidei et iusiurandum fidelitatis. in suscipiendo officio
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, "AAS" 8 1 (1988) 104-106; E V 11/ 1190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, "AAS" 81 (1989) 1169; E V 1112494.
4. EL S ~ N O D ODE LOS OBISPOS

4.1. Naturaleza y fines

715. Sobre la base de los elementos que surgieron en la discu-


sión conciliar sobre la internacionalización de la curia romana y la
ayuda que los obispos pueden prestar al romano pontífice en el
ejercicio de su oficio, Pablo VI, con el motu proprio Apostolica
sollicitudo (=ApS), el 15 de septiembre de 1965 instituía el sínodo
de los obispos 1 9 , previsto también luego por CD 5 (cf AG 29a) y
regido por su propio ordenamiento (OSE)20.
Según el canon 342, el sínodo de los obispos es una asamblea de
obispos que, elegidos de las diversas partes del mundo, se reunen
en unos tiempos determinados para favorecer una estrecha unión
entre el romano pontífice y los propios obispos y para prestar
ayuda con su consejo al romano pontífice.
Así pues, el sínodo de los obispos debe considerarse como:
- una institución eclesiástica central, de NATURALEZA CON-
SULTIVA, que atiende al gobierno universal de la Iglesia, aun
cuando en algunos casos particulares exprese la solicitud de
la Iglesia universal por una o varias Iglesias particulares;
- representativo del episcopado, por ser signo e instrumento
del AFECTO COLEGIAL * l .
- perpetuo por su naturaleza, ya que existe establemente en la
Iglesia, aunque temporal en el ejercicio de sus funciones
(ApS, 1; CD 5).

7 16. Los FINES PRINCIPALES de la constitución y de la acción


del sínodo establecidos en el canon 342 son dos:
1) en primer lugar, favorecer, como manifestación del AFEC-
TO COLEGIAL, y por tanto de la solicitud de todos los obispos por
el bien de toda la Iglesia, una estrecha unión entre el romano
pontífice y los obispos en la fe, en la caridad y en la solicitud

i 9 Cf "AAS" 57 (1965) 775-780; EV 21444-457; Al. curia rom., 21 septiembre 1963, en


"AAS" 55 (1963) 799; apertura 11 ses. conc., 29 septiembre 1963, ib, 849-850; Al. apertura
IV ses. conc., 14 septiembre 1965, en "AAS" 57 (1965) 804.
20 Cf CONS.ASUNTOS PÚB., Ordo Synodi Episcoporum, 8 diciembre 1966,24junio 1969,
20 agosto 1971: ordinamento del Sinodo, en "AAS" 59 (1967) 9 1-103; 61 (1969) 525-539; 63
(197 1) 702-704; EV 31 1344-1396.
2 ' Cf SINODO EXTR. OB. 1985, Rel. final Exeunte coetu, 11, C . 4; EV 91 1803-1804.
pastoral; esta unión es amplia, hasta comprender también a las
familias religiosas;
2) prestar ayuda con su CONSEJO A L ROMANO PONTÍFICEen el
ejercicio de su ministerio apostólico (can. 334) para la integridad
y el incremento de la fe y de las costumbres para la observancia y
la consolidación de la disciplina eclesiástica, y por tanto para estu-
diar los problemas que se refieren a la actividad de la Iglesia en el
mundo (ApS, 11) 22.
De estos fines principales se derivan los de tener un intercambio
de NOTICIAS sobre las Iglesias particulares y de facilitar la CONCOR-
DANCIA DE SENTENCIAS sobre cuestiones doctrinales (ApS 11) 23.
7 17. La ECLESIALIDAD del sínodo se manifiesta en el hecho de
que los obispos reunidos en él representan ante todo a sus propias
Iglesias, luego a las conferencias episcopales que los han elegido,
después a todo el cuerpo jerárquico de la Iglesia y, finalmente, en
cierto modo, a todo el pueblo cristiano, no en el sentido de que
reciban de él un mandato y una autoridad, sino en el sentido de
que son sus pastoresZ4. De esta manera el romano pontífice mani-
fiesta que en el cumplimiento de su oficio primacial está siempre
unido en comunión con los demás obispos y con toda la Iglesia
(can. 333, 5 2). En efecto, las cuestiones que se traten en el sínodo
deberán ser examinadas antes por las conferencias episcopales y
por las asambleas de obispos orientales, de forma que en el sínodo
los obispos expresen el parecer común de su propia conferencia o
asamblea (OSE, art. 23), aunque luego, al dar su propio voto, ac-
túan en nombre propio.

4.2. "Munus" y potestad

7 18. Por su naturaleza el sínodo tiene una FUNCIÓN CONSUL-


TIVA, ya que los obispos reunidos en él discuten sobre las cuestiones
propuestas y expresan su parecer, pero no las dirimen ni dictan
decretos sobre ellas; sin embargo, en algunos casos el papa puede
conceder al sínodo POTESTAD DELIBERATIVA; en esos casos le co-

22 Cf PABLO VI, Al. padres sinodales, 29 septiembre 1967, en "AASn 59 (1967) 967; del
30 septiembre 1967, ib, 969-970; del 27 octubre 1969, en "AASn 61 (1969) 728; del 30
septiembre 1977, en "AAS" 69 (1977) 629-630; JUANPABLO 11, Al. padres sinodales, 20
octubre 1987, en "AAS" 80 (1988) 606.
23 Cf PABLO VI, Al. padres sinodales, 30 septiembre 1967, en "AASn 59 (1967) 971.
24 Cf ib, 970-97 1.
rresponde al papa ratificar las decisiones tomadas (can. 343; ApS,
11) 25. Esta función consultiva, y sólo excepcionalmente deliberativa,
del sínodo no disminuye su importancia; en efecto, en la Iglesia el
fin de cualquier consejo, y por tanto de cualquier acción sinodal,
no es conseguir la mayoría de votos, de modo que una facción
imponga su voluntad sobre la otra, sino buscar la verdad y el bien
de la Iglesia, manifestando así el consensus Ecclesiae, que no de-
pende del cómputo de votos, sino de la verificación de la misma fe
1 de la única Iglesia por la acción del Espíritu. Por eso, si se tiene
1: presente el servicio de la verdad y de la Iglesia en el ejercicio de la
verdadera CORRESPONSABILIDAD por parte de todo el episcopado
!
en unión con su cabeza respecto al bien de la Iglesia universal, no
i
$
tiene importancia el hecho de que el sínodo tenga voto deliberativo
o sólo consultivo, ya que el uno y el otro expresan de todos modos
i la participación de los obispos en el gobierno de la Iglesia. Efecti-
vamente, las opiniones expresadas por los padres sinodales entran
a formar parte del proceso de formación de las decisiones y de los
pronunciamientos pontificios posteriores al sínodo.
719. Aparece clara la diversidad entre concilio ecuménico y
sínodo de los obispos por la diferencia de composición, de autori-
sia
do
1
0
"
dad y de fines: en el sínodo no se reúne todo el colegio episcopal;
se ejerce la potestad colegial, ya que en el caso de que tenga
'doY potestad deliberativa, ésta ha sido delegada por el romano pontífi-
ce; es un medio para el papa de ejercer su OFICIO PRIMACIAL DE
MODO COLEGIAL (cáns. 333, ¿j 2; 334) 26.
El sínodo está directamente sometido a la autoridad del romano
pontífice; por eso, a tenor del canon 344, el papa:
- tiene plena libertad para señalar el tiempo y la periodicidad
de convocatoria y el lugar de la celebración;
- ratifica la elección de los miembros hecha a tenor del dere-
cho peculiar (ApS, VIII-IX; OSE, art. 6) por las conferen-
cias episcopales, designando y nombrando además otros
miembros (ApS, X; OSE, art. 5 , ¿j 4);
- establece los temas que se han de tratar en tiempo oportuno,
a tenor del derecho peculiar, al menos seis meses antes de la
celebración del sínodo, teniendo en cuenta las sugerencias

25 Cf ib, 971; JUAN PABLO 11, Al. padres sinodales, 29 octubre 1983, en "AAS" 76
(1984) 288.
26 Cf PABLO VI, Al. padres sinodales, 30 septiembre 1967, en "AAS" 59 (1967) 970; Acta
Commissionis, en "Com." 14 (1982) 18 1.
recibidas de los sínodos de las Iglesias orientales y de las
conferencias episcopales (ApS, 111, 3; OSE.art. 13, Q 5 1).
' 9
- define el orden de los trabajos; preside el sínodo personal-
mente o a través de otros; lo concluye, 10 traslada, lo sus-
pende y lo disuelve.

720. Por la misma naturaleza consultiva del sínodo y por el


hecho de que todos sus miembros tienen que ser confirmados por
el romano pontifice o son nombrados directamente por él, en el
caso en que la SEDE ROMANA quede VACANTE después de la convo-
catoria del sínodo o durante su celebración, queda suspendida por
el derecho mismo la asamblea del sínodo, así como el encargo
asignado en él a sus miembros, hasta que el nuevo pontífice haya
decidido disolverlo o continuarlo (can. 347, 5 2). Lo mismo ha de
decirse si la sede romana queda impedida. Es evidente que, una vez
concluida la asamblea del sínodo por disposición del romano pon-
tífice, cesan todos los cargos confiados en el sínodo a los obispos y
a los demás miembros (5 1).

4.3. Estructura y miembros del sínodo

a) Asambleas I
.t
721. Según los cánones 345 y 346, el sínodo puede reunirse en 1
ASAMBLEA:
- genera[ ordinaria, para las cuestiones relativas a la Iglesia
universal que requieren el parecer de todo el episcopado
(OSE, art. 4, 1.o); los miembros, según el derecho peculiar,
son: 9
los obispos elegidos por las conferencias episcopales, los
designados de oficio y los nombrados por el romano pon-
Y
7

i
tífice (OSE, art. 5, $5 1-6; ApS, X; n. 764);
diez miembros de institutos religiosos clericales elegidos
por la unión de superiores generales y los nombrados por
el romano pontífice (OSE, art. 6, 5 2; ApS, X ) ;
11

como miembros de derecho, los ~atriarcas,los arzobispos 1


mayores, los metropolitanos n o pertenecientes a un pa-
triarcado y los cardenales que presiden los dicasterios de
la curia romana (OSE, art. 5, 1);
- general extraordinaria, cuando han de tratarse cuestiones
urgentes relativas a la lglesia universal (OSE, art. 4,2.Q);sus
miembros, a tenor del derecho peculiar, son:
los obispos designados en virtud de su oficio, es decir, los
presidentes de las conferencias episcopales nacionales o
supranacionales y los nombrados directamente por el ro-
mano pontífice (OSE, art. 5, €j 2; ApS, X ) ;
tres religiosos (OSE, art. 5, €j 2);
como miembros de derecho, los mismos que para la asam-
blea general ordinaria;
- especial, cuando las cuestiones se refieren a una o varias re-
giones determinadas; los miembros, según el derecho pecu-
liar, son:
los obispos elegidos por las conferencias episcopales inte-
resadas (OSE, art. 5, 5 3);
no más de dos religiosos, elegidos entre expertos sobre las
cuestiones que se han de tratar o sobre las regiones para
las que se ha convocado la asamblea especial (OSE, art. 6,
€j2, 4.0; n. 764);
como miembros de derecho, los patriarcas, los arzobispos
mayores y los metropolitanos no pertenecientes a un pa-
triarcado de la región para la que se convoca la asamblea,
y los presidentes de los dicasterios de la curia romana
interesados en las materias que hayan de tratarse (OSE,
art. 5, 5 3).
Todos los participantes deben hacer la profesión de fe (ca-
non 833, 5 l ) y el juramento de fidelidad 27.

b) Secretaria general permanente


722. La secretaría general permanente, que está al servicio del
sínodo para que se mantenga un vínculo entre las diversas asam-
bleas (OSE, art. 11, €j l), a tenor del canon 348, 5 1, está compues-
ta por:
- un secretario general, nombrado por el romano pontífice
que preside la secretaría y ejecuta las disposiciones del pon-

27 CONGR. DOCTR.F E , Professio fidei iusiurandum fideliratis in suscipiendo officio no-


mine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, "AAS" 8 1 (1989) 104-106. E V 1 1 / 1 190-1 195; Res-
cripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad, 7 oc-
tubre 1989, "AAS" 8 1 (1989); E V 1 112494.
tifice, le comunica todo lo referente al sínodo, prepara sus
trabajos y modera las sesiones del consejo de secretaría
(OSE, art. 12);
- un consejo de secretaría, constituido al. final de cada asam-
blea general y disuelto al comienzo de la nueva, que es con-
vocado para ayudar al secretario general dos veces al año o
cada vez que lo considere oportuno el papa; está compuesto
de quince miembros obispos, de los que doce son elegidos
por el mismo sínodo y tres designados por el pontífice (OSE,
art. 13, $5 1.2.6).

c) Oficiales

723. El romano pontífice puede nombrar para cada asamblea


uno o varios presidentes delegados, que, emitida la profesión de fe
(can. 833, $ 1) y hecho el juramento de fidelidad 28, en su nombre
y con su autoridad presiden de forma sucesiva la asamblea, mode-
ran sus trabajos, confieren cargos a sus miembros, firman sus actas
(OSE, arts. 2.3).
Puede haber además uno o varios secretarios especiales para
cada asamblea, nombrados por el romano pontífice, expertos en
la materia que vaya a tratarse en el sínodo (can. 348, § 2; OSE,
art. 14, $5 1.2.4).

d) Comisiones

724. El presidente delegado, con el consentimiento del romano


pontífice, puede constituir comisiones de estudio, generalmente de
doce miembros, y una comisión de tres miembros para las cuestio-
nes discutidas que se han de examinar y presentar al romano pon-
tífice (OSE, arts. 8.10).

en :
tod
Cf nota anterior ECL
28
1
620
5. EL COLEGIO CARDENALICIO

5.1. Naturaleza y funciones

a) Naturaleza del colegio

725. Al menos desde el siglo V I era llamado cardenal el presbítero


o el diácono que por sus cualidades era trasladado de la iglesia a
cuyo servicio había sido ordenado y de la que tenía el título a otra
iglesia, de la que dependía (de aquí probablemente "cardenal", de la
palabra latina cardo). Desde el siglo vi11 el título se reservó para los
clérigos incardinados en la iglesia catedral y que constituían el con-
sejo o senado del obispo.
En Roma había tres categorías de cardenales:
1) los cardenales diáconos, que llevaban la administración del
palacio lateranense, de los siete departamentos de Roma y la aten-
ción a los pobres que había allí;
2) los cardenales presbíteros, colocados de forma más estable al
frente de las cinco iglesias mayores de Roma (San Pedro, San Pablo,
San Lorenzo Extramuros, Santa María la Mayor y la basílica late-
ranense), en donde desempeñaban un servicio litúrgico;
3) los cardenales obispos, puestos al frente de las siete diócesis
suburbicarias de Roma (Albano, Ostia, Porto y Santa Rufina, Pa-
lestrina, Sabina y Mandela, Frascati, Velletri), y que asistían al papa
en las ceremonias litúrgicas de la basílica lateranense.
Estas tres categorías de cardenales formaban el consejo o el senado
del romano pontífice y eran enviados por éste como legados, que lo
representaban también en los concilios ecuménicos.
Como ayuda del papa en el gobierno n o sólo de la diócesis de
Roma, sino también de la Iglesia universal, ya desde el siglo xi los
cardenales empezaron a ser tomados también de las diversas partes
del mundo y a actuar como colegio en consistorio. Bajo la influencia
d e las teorías conciliaristas, en los siglos XIV-xvse afirmó que el
colegio cardenalicio es de derecho divino, de forma que pudiera
poner al pontífice recientemente elegido las condiciones del futuro
gobierno de la Iglesia. Una vez superada la crisis del cisma de Occi-
dente y reordenada la curia romana por Sixto V en 1587, la función
del colegio cardenalicio volvió a entrar en sus justos límites.

726. El colegio cardenalicio es un colegio que ha de entenderse


en sentido jurídico, según el canon 115, 2, cuyos miembros son
todos iguales (cáns. 349; 352, 1).Es una institución de DERECHO
ECLESIÁSTICO, que de suyo no tiene por qué ponerse en relación
con el colegio episcopal, ya que los cardenales ni 10 representan
ejercen la potestad del mismo.

b) Funciones

727. Según el canon 349, las funciones que ha de desempeñar


el colegio cardenalicio son tres:
- elección del romano pontífice de modo colegial;
- aconsejar al romano pontífice colegialmente en el consisto-
rio en las cuestiones de mayor importancia;
-- ayuda de los cardenales, individualmente, al romano pontí-
fice en el cuidado cotidiano de la Iglesia universal, desempe-
ñando varios oficios en la curia romana: presidente de la
Secretaría de Estado, miembros y prefectos de las congre-
gaciones romanas y de la signatura apostólica, miembros
y presidentes de los consejos y de la prefectura para los
asuntos económicos, presidente de la penitenciaría apostó-
lica, de la cámara apostólica, de la administración del patri-
monio de la sede apostólica, legados a latere (cáns. 360; 358).
728. La acción colegial de los cardenales como consejeros del
papa se desarrolla principalmente en el consistorio, reunido y pre-
sidido por él; sin embargo, esa acción no se desarrolla exclusi-
vamente en el consistorio, ya que el papa puede reunir a los carde-
nales en sesión plenaria sin que ésta tome la forma del consistorio
(can. 353, 5 1).
El consistorio puede ser de dos tipos:
- ordinario secreto: es la reunión de todos los cardenales, o al
menos de los presentes en Roma, para ser consultados sobre
cuestiones graves o para realizar los actos de mayor solem-
nidad (can. 353, 5 2), como, por ejemplo, la comunicación
del nombre de nuevos cardenales, provisión de las diócesis,
etcétera;
- ordinario público: se reúne para la celebración de particula-
res solemnidades, con la presencia de otros prelados, de los
representantes diplomáticos de los Estados, de otros invita-
dos (can. 353, 5 4);
- extraordinario: son convocados todos los cardenales cuan-
d o se presentan necesidades particulares de la Iglesia que
requieren el estudio de cuestiones de especial gravedad
(can. 353, 3; PB, art. 23);
5.2. Miembros: deberes y derechos

729. Como electores y consejeros del romano pontífice, son


elegidos y creados libremente por él por decreto, que se hace públi-
co en el consistorio secreto (can. 351, $8 1.2).
Deben destacar notablemente por su doctrina, sus costumbres,
iar su piedad y su prudencia en el trato de los asuntos, y tienen que
estar constituidos al menos en el orden presbiteral; en este caso
deben ser consagrados obispos (can. 351, 5 1).
to-
Aunque todos los cardenales tienen que ser obispos (aunque
1ti- 4
existen excepciones), según la tradición histórica se distinguen en:
i
?e- - orden episcopal: pertenecen a él aquellos a los que el papa
ia i

asigna el título de una de las diócesis suburbicarias, así


re- ! como los patriarcas orientales que figuran en el colegio car-
:os denalicio, pero que mantienen el título de su sede patriarcal
los j (can. 350, $5 1.3);
t ó-
-4 - orden presbiteral: figuran en él aquellos a los que el papa
si-
8)-
4j asigna el título de una basílica romana ($5 1.2);
! - orden diaconal: pertenecen a él aquellos a los que el papa
jel asigna la diaconía de una basílica romana ($5 1.2).
re-
A través del título de las diócesis suburbicarias o de las basílicas
romanas o de la diaconía, los cardenales entran a formar parte del
CLERO ROMANO, pero no tienen ninguna potestad de jurisdicción
sobre esas diócesis o basílicas; por eso no deben inmiscuirse en sus
asuntos, aunque se les invita a promover su bien con su consejo y
patrocinio (can. 357, 1).
Los promovidos a la dignidad cardenalicia deben hacer la pro-
fesión de fe (can. 833, § 1) y el juramento de fidelidad 29.
730. Los nuevos cardenales quedan vinculados por las obli-
gaciones y gozan de los derechos establecidos por la ley desde
el momento de la publicación de su nombre; esto vale también
para los promovidos al cardenalato, cuya creación fue anunciada
por el papa, pero con la reserva de su nombre in pectore (can. 351,
$8 2.3).
Como colaboradores del papa, los cardenales que desempeñan
un oficio en la curia romana tienen que residir en Roma; si están

29 Ib.

623
encargados de una diócesis no están obligados a ello, sino sólo a
dirigirse a Roma siempre que 10s convoque el Papa (can. 356).
Los que cumplen setenta y cinco años de edad- son invitados, no
?I
. I

obligados, a presentar al romano pontífice la dimision de los cargos


que tienen en los dicasterios romanos y en 10s demás organismos 3 m4
permanentes de la curia romana (can. 354). LOS que han llegado 1 of
a los ochenta años pierden el derecho a participar en el cónclave dt la:
(cf n. 703). r y1
Los cardenales, fuera de Roma o de la propia diócesis, están de
exentos de la jurisdicción del obispo de la diócesis en que se en-
cuentran (can. '357, § 2). Con esto va unido el derecho a ser jiizga- dc
dos sólo por el romano pontífice (can. 1405, 5 1. 2.O) y el hecho de rii
que reciben ipso iure la facultad de oír confesiones en todas partes Pt
(can. 967, 1). bi
UI
ec
6. LA CURIA ROMANA
i

6.1. Naturaleza 1
i
I
731. Desde los primeros siglos, con la expansión de la Iglesia
universal y la afirmación del ministerio petrino, se fueron desarro-
llando cada vez más en Roma diversos oficios para la atención a la
vida pastoral, administrativa y judicial, no sólo de la diócesis de
Roma, sino de toda la Iglesia, como los notarios y los defensores
apostólicos presididos por un primicerio, los jueces palatinos, los
arcarios y capellanes para las cuestiones financieras. De este modo
fueron tomando cada vez más estabilidad los oficios de la cancillería,
de la cámara apostólica, de la dataría y de la penitenciaría. Con la
creciente centralización en Roma de muchas cuestiones crecieron
desde el siglo XI los colaboradores del romano pontifice, que tenían
la misión de estudiar y preparar las decisiones que éste habría de
tomar en el consistorio. En los siglos XV-XVIcomienzan a desarro-
llarse las congregaciones de los cardenales, que tenían la función de
tratar y decidir las cuestiones que les confiaba el romano pontífice,
el cual daba luego su aprobación o no. Esto llevó a la primera
reforma de la curia romana, por parte de Sixto V con la constitución
apostólica Zmmensa aeterni Dei, del 22 de enero de 1587. Además de
las congregaciones cardenalicias había organismos con competencias
no sólo en los asuntos eclesiásticos, sino también de gobierno relativo
al poder temporal de la Iglesia. Pío X llevó a cabo una nueva reforma
de la curia con la constitución apostólica Sapienti consilio, del 29 de
junio de 1908; y luego Pablo VI con la constitución apostólica Re-
gimini ecclesiae universae, del 15 de agosto de 1967J0,de la que es
u n a continuación la actual reforma de J u a n Pablo 11 con la consti-
tución apostólica Pastor bonus, del 28 de junio de 1988.

732. La curia romana es el conjunto de dicasterios y organis-


mos que ayudan al romano pontifice en el ejercicio de su supremo
'oficio pastoral para el bien y el servicio de la Iglesia universal y de
las Iglesias particulares, con lo que se refuerzan la unidad de la fe
y la comunión del pueblo de Dios y se promueve la misión propia
de la Iglesia en el mundo (PB, art. 1; cáns. 360; 334; CD 9a).
La FUNCIÓN de la curia romana debe entenderse en un senti-
do no burocrático-administrativo, sino PASTORAL, ya que se de-
riva del mismo servicio que realiza en la caridad el sucesor de
Pedro, pastor supremo de toda la Iglesia, siguiendo el modelo del
buen pastor, en favor de la comunidad eclesial, constituida sobre la
unidad de fe y de caridad y expresada en la unidad de la disciplina
eclesiástica (PB, nn. 1-3; arts. 33.34).
La curia romana tiene entonces un triple CARÁCTER:
- eclesial, ya que, al derivar su existencia y su competencia del
romano pontífice, está al servicio de la Iglesia universal y de
los obispos (PB, n. 7);
- vicario, por el hecho de que no actúa por derecho propio
o por propia iniciativa, sino en nombre del romano pontifi-
ce, de cuya voluntad depende todo su obrar, con una POTES-
TAD ORDINARIA VICARIA, generalmente administrativa, en
el caso de los dicasterios, o judicial, en el caso de los tribu-
nales (n. 8);
- ministerial, ya que tiene una índole instrumental respecto al
romano pontífice y deriva de éste toda su autoridad y potes-
tad (n. 7).
Puesto que por voluntad del Señor la estructura jerárquica
de la Iglesia es al mismo tiempo colegial y primacial (n. 2),
el servicio de la curia romana está en relación también con
los obispos, bien como miembros del colegio episcopal, bien
como pastores de las Iglesias particulares, de tal manera que
al ser instrumentos de comunión y de participación en las
solicitudes eclesiales, no puede ser un impedimento a los
contactos personales entre los obispos y el romano pontífice
(n. 8).
i
Además, al ser miembros de la curia romana muchos obispos en
diocesanos, ella misma es una actuación del AFECTO COLEGIAL, cia
que alimentan también los diversos dicasterios (n. 9) 3 1 . 1
nat
de
6.2. Composición (ar.
1 de
733. La curia romana está compuesta por dicasterios, que son , tier
jurídicamente iguales entre si, y por otros organismos (PB, arts. 1.2; a

Pre
can. 360). Estos dicasterios y organismos, en su conjunto, se llaman 3
do:
Santa Sede o sede apostólica, nombre que indica el oficio primacial, ció
bien bajo el aspecto de la persona del romano pontífice, bien bajo i
se I
el de la curia romana (can. 361). La curia romana está regida I
tod
también internamente por un reglamento general (PB, art. 37) i art.
aprobado por un periodo de cinco años por Juan Pablo 11 el 4 d l
febrero de 1992 y promulgado el 7 de marzo de 1992. (Cf Segr.
Stato, Regolamento generale della curia romana [=RG] en "AAS" ten
84 [1992] 202-203). I
j

734. Los dicasterios, a no ser que por su naturaleza o por una


ley especial tengan una estructura distinta, están compuestos de:
-un cardenal prefecto o un arzobispo presidente;
- un número determinado de cardenales y de varios obispos
con ayuda del secretario;
- cierto número de consultores, oficiales mayores y otros ofi- 1
ciales (arts. 3, $ 1; 4). 1
j

Los miembros propiamente dichos de una congregación son


cardenales y obispos (art. 3 , s 3); pero por la naturaleza peculiar de
algunos dicasterios, en el número de cardenales y de obispos pueden
incluirse algunos clérigos y otros fieles, como en el caso de los pon-
tificio~consejos para los laicos, para la familia, Cor U n u m (arts. 3,
$ 2; 132; 140; 148). bad
espl
El prefecto o presidente, los miembros, el secretario, los oficiales las
mayores y los consultores son nombrados para un quinquenio por
el romano pontífice (art. 5, ¿j1). Se ruega a los cardenales presiden- AP~
sólc
tes que al cumplir los setenta y cinco años presenten su dimisión al o dc
romano pontífice, mientras que los otros presidentes de dicasterio uni.
y los secretarios cesan automáticamente de su cargo; los miembros ron
cesan al cumplir los ochenta años ($ 2). A la muerte del romano
pontífice, todos los presidentes de dicasterio y los miembros cesan
que
3' Cf S~NODO
EXTR. OB. 1985, Rel. final Exeunte coetu, 11, C . 4 , EV 9/ 1803-1804. aún
en el cargo, menos el camarlengo de la Iglesia romana y el peniten-
tj ciario mayor (art. 6; cf n. 701).
9

iI Los asuntos de mayor importancia deben tratarse, segun la


naturaleza de cada dicasterio, en el congreso (coetus generalis)
de los oficiales junto con el prefecto o presidente y el secretario
(art. 1 1, ¿j 1 ; RG, arts. 102-104). A las sesiones plenarias. que han
de celebrarse a ser posible una vez al año, para las cuestiones que
, tienen carácter de principio general o que a juicio del prefecto o
residente deben tratarse de este modo, tienen que ser convoca-
n dos todos los miembros; a las sesiones ordinarias, para la solu-
ción de casos concretos, basta convocar sólo a los miembros que
se encuentran en Roma (PB, art. 11, ¿j2; RG, arts. 96-101). En
3 todas las sesiones participa el secretario con derecho a voto (PB,
Y art. 11, ¿j 3).
Los asuntos que trata cada dicasterio según su propia compe-
tencia son aquellos que:
- están reservados por su naturaleza o por el derecho a la sede
apostólica;
- superan el ámbito de competencia de cada obispo o de las
asambleas episcopales;
- le son confiados por el romano pontífice;
- afectan a la coordinación de la acción pastoral de la Iglesia,
conservando las debidas relaciones con las Iglesias particu-
lares;
- promueven iniciativas para el bien de la Iglesia universal;
- guardan relación con el juicio sobre las cuestiones que los
fieles presentan a la sede apostólica sobre la base de su de-
recho al recurso (arts. 13; 19).
Las decisiones de mayor importancia deben ser siempre apro-
badas por el romano pontífice, excepto las que se toman a partir de
especiales facultades atribuidas a los presidentes de los dicasterios,
las sentencias del Tribunal de la Rota Romana y de la Signatura
Apostólica (art. 18). Además, los dicasterios, por el hecho de que
sólo tienen de suyo potestad administrativa, no pueden dictar leyes
o decretos generales que tengan fuerza de ley ni derogar el derecho
universal, a no ser en cada caso y con la aprobación específica del
romano pontífice (art. 18).
n Los asuntos en que son competentes varios dicasterios tienen
que ser examinados conjuntamente por ellos (art. 21, 5 1); más
aún: cuando se crea necesario pueden constituirse comisiones in-
terdicasreriales permanentes para tratar 10s asuntos que requieren act i
una consulta mutua y frecuente ( 5 2; R G , arts. 85-95. Con el fin de (art
facilitar siempre una mejor coordinación entre 10s diversos dicaste-
rios, por mandato del romano pontífice, el secretario de Estado lgle
convoca algunas veces al año a los presidentes de los dicasterios -a ticu
para examinar las cuestiones de mayor importancia, para formular
S"ad(
propuestas y para un intercambio de información [art. 22; RG
art. 831). Además, un consejo de quince cardenales -nombrados
1 Igle
j de S
por cinco años por el romano pontífice entre 10s obispos de las -a
Iglesias particulares de diversas partes del mundo- es convocado
dos veces al año por el secretario de Estado, siendo por él presidido,
para tratar de los problemas organizativos y económicos de la
Santa Sede y de los organismos colegiados, y también para ser in-
formado sobre las actividades del Instituto para las Obras de Re-
ligión (PB, arts. 24-25; RG, arts. 83-84).
Para facilitar las relaciones entre la curia romana y las Iglesias 1 cfr
particulares, y como forma de actuación del afecto colegial, al pre- Bíb
parar los documentos de mayor importancia de carácter general 1
los dicasterios deben pedir el parecer de los obispos; para los que 1 las
se refieren específicamente a las Iglesias particulares, antes de ha- 4
(art
cerse públicos, a ser posible, tienen que ser notificados los obispos
diocesanos interesados (PB, art. 26). Para todos los asuntos relati-
vos a las Iglesias particulares deben consultarse los respectivos : COI
legados pontificios y notificárseles las decisiones tomadas (art. 27). 1 de r
la f
Cada uno de los dicasterios está regulado internamente por su 'j lar
propio directorio (art. 38). .i saci
Deben considerarse como DICASTERIOS: la Secretaría de Esta- mo
do, las congregaciones, los tribunales, los consejos y los oficios Sa;
(art. 2, 5 1). con
735. SECRETARÍA DE ESTADO,presidida por un cardenal,
el secretario de Estado, ayuda al papa en el cuidado de la Iglesia can
universal (art. 39). de 1
Se divide en dos secciones: 1 fica
- la primera despacha los asuntos relativos al servicio diario
del romano pontífice (cf arts. 42-44); examina los asuntos que tad;
desbordan de la competencia ordinaria de los otros dicasterios y t ani
organismos de la curia romana; favorece las relaciones con esos latii
dicasterios y organismos; regula la función de los legados pontifi- ció~
cios; atiende a lo relativo a los representantes de los Estados ante titu
la Santa Sede; se ocupa de todo lo que atañe a la presencia y a la Por
actividad de la Santa Sede ante las organizaciones internacionales
, cn
(art. 41);
e*'
*fe- - la segunda (antes Consejo para los asuntos públicos de la
.! o ~ ~ l e s i cuida
a) de las relaciones con los gobiernos civiles y, en par-
1'3s ticulares circunstancias, por encargo del romano pontífice, consul-
ifar tados los dicasterios competentes, atiende a la provisión de las
>"
\u, Iglesias particulares, a la constitución y al cambio de las mismas y
!-1s de sus organismos (arts. 45-47).
"S
tio 736. Las CONGREGACIONES son:
do, - para la doctrina de la fe: promueve y tutela la doctrina
1a sobre la fe y las costumbres en toda la Iglesia católica; por consi-
in- . guiente, su competencia se extiende a todo lo que de algún modo
%e- toca esta materia (arts. 48; 51; 52; 54); juzga, en línea tanto de
derecho como de hecho, sobre el privilegio en favor de la fe (art. 53;
iias cf n. 475); anexas a ella se ha constituido la Pontzficia Comisión
're- Bíblica y la Comisión Teológica Internacional (art. 55);
.ral - de las Iglesias orientales: trata las materias concernientes a
ue las Iglesias orientales, bien sobre las personas, bien sobre las cosas
-1a-
(arts. 56-61);
jos
iti- - del culto divino y de la disciplina de los sacramentos (antes
r-9s Congregación para la disciplina de los sacramentos y Congregación
7. de ritos): salva la competencia de la Congregación de la doctrina de
la fe, se ocupa de todo lo que corresponde a la Santa Sede sobre
la reglamentación y la promoción de la liturgia, ante todo de los
sacramentos; juzga sobre el hecho de la no consumación del matri-
monio y sobre la existencia de causa justa para conceder la dispen-
sa; es competente para las causas de dispensa de las obligaciones
contraídas con la sagrada ordenación (arts. 62-70; cf nn. 465; 156);
- de las causas de los santos: trata todo lo que lleva a la
sia canonización de los siervos de Dios y decide sobre la autenticidad
de las sagradas reliquias y su conservación (arts. 71-74);
- para los obispos: se ocupa de la constitución, división, uni-
ficación, supresión y provisión de las Iglesias particulares, consul-
tada la segunda sección de la Secretaría de Estado; del ejercicio
tanto personal como conjunto del oficio episcopal en la Iglesia
latina, salva la competencia de la Congregación para la evangeliza-
ción d e los pueblos; del nombramiento de los obispos, incluso
titulares; de la visita ad limina (arts. 75-82); de ella depende la
Pontzflcia Comisión para América Latina (arts. 83-84);
- para la evangelización de los pueblos: dirige y coordina la d
obra de evangelización de los pueblos y la cooperación misionera (
O
salva la competencia de la Congregación para las Iglesias orientales: 4
-Y
-3
cuida de la formación del clero secular y de 10s catequistas en los
territorios sujetos a ella, salva la competencia de la Congregación
de los seminarios y de los estudios; en 10s-mismos territorios trata 1 t
, 4
de la erección, la modificación y la provtslon de las ~ i r ~ u n s c r i ~ ~ i a~ - 5
%3
nes eclesiásticas; cuida de la visita ad limina de los obispos de 3

dichos territorios; tiene competencia sobre 10s religiosos para todo 1


~i
10 que se refiere a ellos como misioneros y sobre las sociedades de
vida apostólica erigidas en favor de las misiones (arts. 85-92); 1

- para el clero: salvo el derecho de 10s obispos y de sus con- <


1
(

ferencias, se ocupa de todo lo que corresponde a los presbíteros y


a los diáconos del clero secular, tanto en lo que se refiere a sus 1i

personas como a su ministerio pastoral; trata todo lo referente a 1


la vida, la disciplina, los derechos y las obligaciones de los cléri- 1;
gos, así como de todo lo que tiene que ver con el estado clerical, 1
incluso de los religiosos (expulsión del estado clerical); se ocupa 4
1
i
de la catequesis y de los catecismos; trata las cuestiones relativas
a los consejos diocesanos, las parroquias, los santuarios, las igle- j
sias, las asociaciones de clérigos, los archivos, las cargas de las I
i
i
misas, las pías voluntades y las pías fundaciones y los bienes ecle-
siásticos (arts. 93-98); anexa a ella se ha constituido la Pontzfcia i1
i
Comisión para la conservación del patrimonio artístico e histórico i

(arts. 99- 104); i


- para los institutos de vida consagrada y para las sociedades
de vida apostólica (antes Congregación para los religiosos e insti-
tutos seculares): promueve y regula en toda la Iglesia latina tanto
la práctica de los consejos evangélicos, tal como se ejerce en las
formas aprobadas de vida consagrada, como la actividad de las
sociedades de vida apostólica, así como sus uniones y federacio-
nes; expresa su juicio sobre la erección de institutos de competencia
del obispo diocesano; erige las conferencias de superiores mayo-
res de los religiosos y religiosas; tiene competencia sobre las terce-
ras órdenes y sobre las asociaciones que intentan ser aprobadas
como institutos de vida consagrada o sociedades de vida apostólica
(arts. 105-1 11);
- para la educación católica: se ocupa de la formación de los
candidatos a las órdenes sagradas, así como de la promoción y
organización de la educación católica; erige los seminarios inter-
diocesanos y aprueba sus estatutos; erige y aprueba las universida-
des y los institutos eclesiásticos, ratificando además sus estatutos
la (arts. 1 12- 1 16).
'a,
2s; 737. Los T R I B U N A L E S son:
3s: - la Penitenciaría Apostólica: tiene competencia sobre las ma-
ion terias que atañen al fuero interno, sacramental o no sacramental, y
ata sobre las indulgencias (arts. 1 17-120);
:io-
de - el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica (cf n. 609);
3
a! - el Tribunal de la Rota Romana (cf n. 609);
2
4B 738. Los CONSEJOS PONTIFICIOS, que a diferencia de las con-
gregaciones tienen una función más bien de promoción que de
d
. n- .! ejercicio de jurisdicción, son:
l

S Y para los laicos: promueve y coordina el apostolado de los


: -
SQS '"
2 a 4 laicos; trata las materias que atañen a la vida cristiana de los laicos;
.r1-
trata todo lo que se refiere a las asociaciones laicales y erige las que
,al, tienen carácter internacional (arts. 131- 134);
pa - para la unión de los cristianos (antes Secretariado para la
-as unión de los cristianos): promueve la actividad ecuménica, en es-
Ie- trecha vinculación con la Congregación para la doctrina de la fe y
ILS con la Congregación para las Iglesias orientales; anexa a él se ha
le- constituido una Comisión para estudiar y tratar las materias que se
:Ea refieren a los hebreos (arts. 135-138);
CO
- para la familia: promueve la atención pastoral a las familias
y favorece su dignidad en la Iglesia y en la sociedad civil (arts. 139-
'es 141);
t'
.1-
- de la justicia y de la paz (antes Comisión Pontificia): pro-
9 mueve la justicia y la paz en el mundo segun el evangelio y la
%S doctrina social de la Iglesia, en vinculación especial con la Secreta-
"" S
ría de Estado (arts. 142-144);
3-
ia - "Cor Unum'l expresa la solicitud para con los necesitados

3 - para que se promueva la hermandad y se manifieste la caridad de


- Cristo, favoreciendo y coordinando iniciativas en favor de los pue-
3S blos indigentes (arts. 145-148);
a - de la pastoral para los emigrantes y los itinerantes (an-
tes Comisión Pontificia): se ocupa de los prófugos, desterrados,
2j
emigrantes, nómadas, marinos, trabajadores aéreos, haciendo que

a
S 4

4 las Iglesias locales les dirijan una atención pastoral adecuada


(arts. 149-151);
- de la pastoral para los agentes sanitarios (antes Comisión
Pontificia): se preocupa de los enfermos y de 10s que están a su
servicio, promoviendo la renovación del apostolado de la miseri-
cordia (arts. 152- 153);
- de la interpretación de los textos legislativos (antigua Comi-
sión Pontificia para la interpretación auténtica del Código de De-
recho Canónico): d a la interpretación auténtica, confirmada por
el romano pontífice, de todas las leyes universales; ayuda a los
otros dicasterios para que sus decretos generales ejecutivos y sus
instrucciones sean conformes con las normas del derecho vigente y
sean redactados en la debida forma jurídica; revisa bajo el aspecto
jurídico los decretos generales de los organismos episcopales de la
Iglesia; a petición de los interesados, decide si las leyes particulares
y los decretos generales, emanados de legisladores inferiores a la
suprema autoridad, son o no conformes con las leyes universales
de la Iglesia (arts. 154- 158);
- para el diálogo interreligioso (antes Secretariado para los
no cristianos): favorece y regula las relaciones con las religiones no
cristianas, de acuerdo con la Congregación para la doctrina de la
fe, de las Iglesias orientales, para la evangelización de los pueblos;
anexa a él se ha constituido una Comisión para las relaciones con
los musulmanes (arts. 159-162);
- para el diálogo con los no creyentes (antes Secretariado
para los no creyentes): promueve el estudio del ateísmo y de la
carencia de fe y de religión para ofrecer subsidios adecuados a la
acción pastoral; promueve la colaboración con los ateos y los no
creyentes (arts. 163- 165);
- de la cultura: favorece las relaciones de la Santa Sede con el
mundo de la cultura para que la civilización humana se abra al
evangelio; promueve iniciativas culturales (arts. 166-168);
- de las comunicaciones sociales: en estrecha vinculación con
la Secretaria de Estado, trata las cuestiones relativas a los instru-
mentos de comunicación social para que también por medio de
ellos el mensaje de la salvación pueda servir al incremento de la
civilización y de las costumbres (arts. 169-170).
739. Otros OFICIOS, también DICASTERIOS, son: la Cámara
Apostólica (art. 171), la Administración del patrimonio de la sede
apostólica (arts. 172-175), la Prefectura de los asuntos económicos
de la Santa Sede (arts. 176-179).
Otros ORGANISMOS de la curia romana, NO DICASTERIOS, son:
la Prefectura de la casa pontificia (arts. 180-18 1) y el Oficio de las
celebraciones litúrgicas del sumo pontífice (art. 182).
4
7. LOS LEGADOS DEL ROMANO PONT~FICE

740. La práctica d e enviar legados de una Iglesia a otra está


basada en la Escritura (He 11,22). Desde el siglo rv los romanos
pontífices enviaban legados temporales a los concilios particulares y
ecuménicos, y legados estables ante el emperador de Constantinopla
y más tarde ante los reyes francos y los demás príncipes. A partir del
siglo X I I se fueron determinando tres tipos de legados: a latere, que
desempeñaban una misión estable; missi, que recibían una misión
temporal; nati, por la importancia de su Iglesia desde el punto de
vista eclesiástico o político. En el siglo xvr Gregorio XIII constituyó
nuncios y legados estables ante los diversos reinos para proveer a la
aplicación del concilio de Trento. El Congreso de Viena de 1815
reconoció la figura de los legados pontificios y les concedió especiales
prerrogativas; la Convención de Viena de 1961 reconoció el derecho
d e la Santa Sede a enviar sus legados según las normas internacio-
nales.
i 741. En primer lugar, el canon 362 reivindica el DERECHO
4
1 NATIVO E INDEPENDIENTE del romano pontífice a nombrar y enviar
i a sus legados, así como a trasladarlos y revocarlos, dentro del
,
.I
respeto a las normas internacionales, sin necesitar la aprobación ni
de los obispos ni de las autoridades civiles. Este derecho respecto
{ a las autoridades civiles se deduce de la naturaleza misma de la
Iglesia, sociedad de índole autónoma superior en el ámbito espiri-
tual; respecto a los obispos, se deriva de la naturaleza del oficio
primacial del romano pontífice.
742. Pueden ser legados los clérigos y los laicos, a quienes el
romano pontífice confía el oficio de representarlo de manera estable
ante las Iglesias particulares o ante los Estados o las autoridades
públicas o ante otros organismos (can. 363, tj 1).
En relación con esto, según el motu proprio Sollicitudo omnium
Ecclesiarum (=SOE), del 24 de junio de 196932, existen varias
especies de legados:
1) delegados apostólicos, nombrados de manera estable sólo
1 ante las Iglesias particulares en una determinada región eclesiás-
j tica;
2) los que desempeñan una legación de forma estable no sola-
mente ante las Iglesias particulares, sino también ante los Estados
y las autoridades civiles; se distinguen en:
- nuncios, que tienen el grado de embajadores e ipso iure son
decanos del cuerpo diplomático;
- pronuncias, que no tienen este derecho;
- internuncios, que son legados extraordinarios o bien minis-
tros plenipotenciarios, cuando las relaciones entre la Santa
Sede y los gobiernos no están en el orden de la verdadera
delegación diplomática (SOE, 1, 2);
- a ellos hay que añadir:
delegados apostólicos y enviados de la Santa Sede ante un
gobierno, mandados ante los gobiernos en particulares
circunstancias;
regidores o encargados de asuntos por cartas, que tienen
representación pontificia estable, pero de modo supletorio
(1, 3);
encargados de asuntos "ad interim ': sustituyen al jefe de
la misión en caso de ausencia (11, 2);
3) los que están encargados de una misión pontificia ante
consejos internacionales o ante conferencias y congresos; se divi-
den en:
- delegados, que tienen derecho a voto;
- observadores, que no gozan de este derecho (can. 363, 5 2;
SOE, 11, 1);
4) legados "a latere': cardenales que reciben una misión del
romano pontífice, como la de un alter ego, de manera no estable
para un asunto particular (can. 358).
743. La autoridad de los legados pontificios no debe sustituir
a la de los obispos diocesanos ni debe impedir el ejercicio de la
misma; más aún: debe protegerla y reforzarla. Según los cáno-
nes 364 y 365, la principal tarea de los legados pontificios es la de
hacer más firmes y eficaces los lazos de comunión que vinculan a
la Santa Sede con las Iglesias particulares; por consiguiente, deben
informar a la Santa Sede sobre las condiciones en que se encuentran
las Iglesias particulares, asistir a los obispos con su acción y su
consejo, favorecer las relaciones con la conferencia episcopal, aun-
que no sean miembros de ella de derecho (can. 450, Ej 2), instruir el
proceso informativo para el nombramiento de los obispos, comu-
nicar y proponer nombres a la Santa Sede (can. 377,Ej 3), favorecer
la paz, el progreso y la cooperación entre los pueblos, favorecer el
intercambio con las otras confesiones religiosas, defender los dere-
chos de la Iglesia y de la Santa Sede frente a los gobernantes de los
Estados, ejercer todas las facultades y cumplir con todos los encar-
gos recibidos, promover y favorecer las relaciones entre la Santa
Sede y los gobiernos civiles, tratar de la estipulación y la realización
de los concordatos y de otras convenciones semejantes.
La sede de la legación está exenta de la potestad del ordinario
del lugar, a no ser que se trate de la celebración de matrimonios
(can. 366, 1.9). El legado, advirtiéndolo a los ordinarios del lugar,
puede realizar celebraciones litúrgicas, incluso pontificales, en todas
las iglesias de la legación (can. 366, 2 . 9 .
744. El oficio del legado cesa al cumplirse el tiempo del man-
dato, o con la revocación o la renuncia aceptada por el romano
pontífice; en el caso de sede apostólica vacante, cesa solamente si
así fue establecido en las letras pontificias con que se dio la misión
(can. 367).
ÓRGANOS D E GOBIERNO D E LAS IGLESIAS
PARTICULARES
9

4+
4
d
i
!

,
1

l. LAS IGLESIAS PARTICULARES


l

a
9
I 1.l. Tipologia
i! 745. En el canon 368 se enumeran las circunscripciones ecle-

'
3
i
,
j
siásticas que se consideran Iglesias particulares, o por su propia
naturaleza, como la diócesis, o porque se asemejan a ella, como las
prelaturas y las abadías territoriales, los vicariatos apostólicos, las
prefecturas apostólicas, las administraciones apostólicas erigidas
de forma estable.
i
La definición de Iglesia particular se encuentra en el canon 369,
1 que traza las líneas de lo que es una diócesis, tomando casi literal-
mente las expresiones de C D 1la. De los elementos constitutivos
de la Iglesia particular y de su relación con la Iglesia universal
hemos hablado ya en el capítulo 2 (cf n. 27); bastará aquí la des-
cripción de las circunscripciones asimiladas a la diócesis.
La prelatura territorial o la abadía territorial es una porción
determinada del pueblo de Dios, comprendida en un territorio y
confiada por especiales circunstancias históricas étnicas o culturales
(por ejemplo, la "Mission de France", "Notre Dame" of Jerusalem
Center) al cuidado pastoral de un PRELADO o de un ABAD, que la
gobierna con POTESTAD ORDINARIA PROPIA, al modo de un obispo
diocesano (can. 370). El prelado puede ser también obispo, mien-
Í1 tras que el abad no es preciso que lo sea l .
-1
l Cf CONGR. OB.,carta al card. P. Felici del 17 octubre 1977, Prot. n. 335167, en "Com."
1
9 (1977) 224; PABLO
VI, M. p. CathoIica Ecclesia, 23 octubre 1976, en "AASn 68 (1976) 696;
EV 512154.
~1 vicariaro aposrí>lico y la prefectura apostólica, gobernados éste
por un vicario o por un prefecto, en nombre del romano pontífi- tod;
ce, son territorios de misión no erigidos todavía como diócesis Y es
(can. 371, 5 1). El VICARIO APOSTÓLICO suele ser obispo, mientras una
que el PREFECTO A P O S T ~ L I C Oes normalmente presbítero; los dos ses 1
nombrados generalmente entre los miembros de los institutos mil
sioneros que actúan en el territorio, ejercen una POTESTAD ORDI-
N A R I A VICARIA, que tiene el mismo contenido que la de un obis-
po diocesano. En lugar del consejo presbiteral hay un consejo
compuesto al menos de tres misioneros (can. 495,5 2). Sede vacan-
te, el gobierno es asumido por el provicario o por el proprefecto sup1
(can. 420). gaci
La administración apostólica puede estar constituida de forma los
estable, o por tiempo indeterminado, o por un tiempo determinado. terri
Sólo aquella circunscripción eclesiástica que no ha sido nunca dió- cret;
cesis y que por razones especiales y particulares graves (por ejem- metc
plo, dificultad para establecer los límites diocesanos debido a pro- las (
blemas de fronteras entre diversos Estados; dificultad de relaciones va,
entre la Iglesia y el Estado) es erigida establemente como adminis- (cf r
tración apostólica, queda asimilada a la diócesis (cáns. 368; 371, Dio
2). Es distinta la figura de la administración apostólica consti-
tuida sede plena, por razones disciplinares respecto al obispo dio- gobi
cesano, o sede vacante, por razones políticas o por dificultades de dete
diverso orden en el nombramiento de un nuevo obispo diocesano Sedc
por parte de la Santa Sede. El ADMINISTRADOR APOSTÓLICO es or- no e
dinariamente un presbitero y gobierna la administración con PO- de o
TESTAD VICARIA ORDINARIA, en nombre del pontífice, con todos
los poderes y facultades de un obispo diocesano.
Las Iglesias particulares personales son las que a juicio de la
autoridad suprema, oídas las conferencias episcopales, se erigen sin
límites territoriales, debido al rito de los fieles o por otros moti- cato
vos semejantes, por lo que en un determinado territorio se pueden
dar varias Iglesias particulares y, por tanto, varias jurisdicciones 2 (
ordinarias (can. 372, 2; CD 23,3). Esto es posible por el hecho 4 1; Ir
de que la territorialidad de las Iglesias particulares es la regla gene- religic
de Eq
ral (can. 372, § l), pero no absoluta, ya que, como hemos visto 3 4
(cf n. 27), el territorio no es un elemento esencial para la definición 1092;
de Iglesia particular. Los ordinarios castrenses o militares perte- 4 4
523. S
necen a esta modalidad, aunque pueden considerarse bien bajo el modif
aspecto de la jurisdicción personal o bien, en cierto modo, bajo delirni
el de la jurisdicción territorial. En efecto, el ordinario militar se eri- partic
ge para un territorio nacional, aunque al mismo tiempo, dentro de de Ur;
éste, la jurisdicción del ORDINARlO CASTRENSE es personal sobre
toda aquella porción de pueblo de Dios que forma parte del mismo
y es acumulativa con la de los ordinarios de los lugares? Existe
una Oficina central para la coordinación de los ordinarios castren-
ses para favorecer una acción pastoral conjunta entre ellos 3.

1.2. Constitución

746. El canon 373 establece que es derecho exclusivo de la


suprema autoridad de la Iglesia, es decir, la Santa Sede (Congre-
gación para los obispos, Congregación para la evangelización de
los pueblos, Congregación para las Iglesias orientales, para los
territorios de su competencia, o bien la segunda sección de la Se-
cretaria de Estado en casos particulares), erigir, dividir, unir, so-
meter a revisión las Iglesias particulares, bien ante la propuesta de
las conferencias episcopales interesadas, bien por propia iniciati-
va, después de haber tratado el asunto con los gobiernos civiles
(cf nn. 735; 736), teniendo en cuenta la variedad del pueblo de
Dios, las particulares circunstancias del lugar, la amplitud del terri-
torio, el número de habitantes, el número de clero (CD 23). El
gobierno italiano reconoce plena libertad a la Santa Sede en la
determinación de la circunscripción de las diócesis, pero la Santa
Sede se compromete a no incluir ninguna parte del territorio italia-
no en una diócesis cuya sede episcopal se encuentre en el territorio
de otro Estado 4.

1.3. Justa autonomía

747. En virtud de la realización plena de la Iglesia y de su


catolicidad en la Iglesia particular, y por el hecho de que la Igle-

2 Cf JUAN PABLO 11, Cons. ap. Spirituali militum curae (= SMC), 21 abril 1986, 1, 5 1; 11,
4 1; IV; V; X, en "AAS" 78 (1986) 481486; E V 101348; 355; 356; 365. Sobre la asistencia
religiosa a los militares en España, cf n. 762 (en nota). Estatutos del arzobispado castrense
de España, 14 noviembre 1987 ("BOCEE" [1988] 3843).
3 Cf CONGR. OB., Decr. Congruis mediis, 22 febrero 1985, en "AAS" 77 (1985) 1091-
1092; EV 1111419-1420.
Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, art. 3 , s 1, en "AAS" 77 (1985)
523. Según norma concordada el Estado español reconoce a la Iglesia el derecho de crear,
modificar o suprimir diócesis, parroquias y otras circunscripciones territoriales; a su vez, la
delimitación de los territorios diocesanos está garantizada y regida por la misma norma, con
particular referencia al Principado de Andorra, que continuará perteneciendo a la diócesis
de Urge1 (Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. 1, 2).
sia universal es la comunión entre todas las Iglesias particulares
(cf nn. 25-28), se deduce que cada Iglesia particular goza por DERE-
C H O D I V I N O de una JUSTA A U T O N O M ~ Apropia, es decir, que tiene
en sí todos los medios naturales y sobrenaturales para cumplir la
misión que Dios ha confiado a la Iglesia para que la cumpla en el
mundo (can. 204, 5 1). La Iglesia particular legítimamente erigida
por la suprema autoridad goza por el derecho mismo de persona-
lidad jurídica (can. 373); además, por el hecho de que el obispo u
otro pastor equiparado a él tiene en ella potestad de magisterio
ordinario (can. 753) y potestad ordinaria propia inmediata de go-
bierno (legislativa, administrativa y judicial), constituye un ver-
dadero ordenamiento jurídico, aunque no primario y originario,
ya que no es independiente ni plenamente soberano, por ser tam-
bién destinatario de las normas emanadas de la autoridad suprema
y por estar sometido a las reservas establecidas por el derecho o
por el romano pontífice (can. 381, €j1; LG 27a). Por consiguiente,
la autonomía, es decir, la capacidad de gobernarse, es relativa a la
inmanencia de la Iglesia universal en la Iglesia particular, que hace
presente la suprema autoridad, es decir, el romano pontífice y el
colegio episcopal, con su potestad suprema, plena, ordinaria e in-
mediata sobre todos los fieles y pastores (cáns. 331; 333, 5 1; 336;
LG 22b). En este sentido es eclesiológicamente más adecuado y
denso de significado aplicar este principio de la justa autonomía,
que se expresa en la coord.inación del derecho particular y del
derecho universal, que aplicar el principio de subsidiariedad, que,
procedente de la filosofía política, es extraño al misterio de la
Iglesia y podría inducir a equívocos.

2. LOS OBISPOS

2.1. Los obispos en general

a) Origen del "munus" y de la potestad episcopal

748. En el capítulo 10 (cf nn. 267; 273-278; 281; 287; 288; 291)
hemos hablado ya de la sucesión apostólica por institución divina,
del triple munus que reciben los obispos en la consagración episco-
pal, del ejercicio del mismo en la COMUNION JERARQUICA (can. 375)
y de la diferente vía de transmisión de las potestades de santificar,
enseñar y gobernar.
b) Distinciones

Los obispos se clasifican en:


- DIOCESANOS, a los que se ha confiado el cuidado pastoral
de una diócesis (can. 376), y que se distinguen en:
sufragáneos, si dependen de un metropolitano y forman
parte de una provincia eclesiástica;
exentos, si no pertenecen a ninguna provincia eclesiástica
y dependen directamente de la Santa Sede (can. 431,§ 2);
- TITULARES (can. 376), que pueden ser:
coadjutores. que ayudan al obispo diocesano con derecho
de sucesión;
auxiliares, que ayudan al obispo diocesano con o sin fa-
cultades especiales (cáns. 403-4 1 1);
- EMÉRITOS,si han cesado en el oficio por haber alcanzado
los límites de edad o por renuncia aceptada (cf can. 185).
e
*1
i -
1
4
Los obispos se llaman seculares si provienen del clero secular,
y regulares si pertenecen a un instituto religioso (cáns. 705-707).
, Estos últimos siguen siendo miembros de su instituto, pero en
'; 4' virtud del voto de obediencia están sujetos sólo al romano pontífice
Y y no están vinculados a aquellas obligaciones que ellos mismos
1, juzguen incompatibles con su propia condición (can. 705). Por eso
:1 pierden la voz activa y pasiva en su instituto 5.
8
'7

c) Nombramiento y elección

749. Al comienzo los apóstoles instituyeron a sus sucesores (Tit


1,5; lTim 4,14; He 14,23); a continuación, siguiendo lo dispuesto
por los apóstoles, sus discípulos hicieron lo mismo, con el consenti-
miento de la comunidad.
Desde los siglos 11-111 tomaban parte en la elección del nuevo
obispo los obispos de la misma provincia eclesiástica, el presbiterio
y el pueblo. El concilio de Nicea (325) estableció que la elección del
nuevo obispo fuera hecha por todos los obispos de la provincia y
que, en caso de especiales dificultades, la consagración fuera hecha
al menos por tres obispos, con el consentimiento por escrito de los
ausentes (can. 4); reconocía además el derecho del metropolitano a
aprobar al obispo elegido, que de lo contrario no podía ser consa-

5 PONT.COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 1 agosto 1986, en "AAS" 78 (1986) 1323;


E V 101443444.
grado (can. 6) 6 . El poder de los metropolitanos en la elección de los
obispos fue creciendo cada vez más para evitar las facciones, a veces
violentas, que se formaban entre el clero Y el resto del pueblo de
Dios.
Después de la conversión de los reyes francos en Galia (s. vi) y de
los visigodos en España (s. vil), el nombramiento de los obispos se
convirtió prácticamente en un asunto del rey. La lucha de las inves-
tiduras comenzada por Gregorio VI1 (S. XI) indujo al concilio Late-
ranense 1 ( 1 139) a establecer que, excluyendo cualquier intervención
del pueblo, la elección del obispo correspondiera sólo al cabildo
catedralicio (can. 28)'. Desde el siglo xvi 10s romanos pontífices,
para acabar con los repetidos abusos de carácter tanto eclesiástico
como político, empezaron a reservarse cada vez más para ellos mis-
mos el nombramiento'libre de los obispos, o bien la confirmación de
los obispos legítimamente elegidos. En algunas partes, en virtud de
concordatos o de privilegios, la autoridad real, hasta el CIC 1917
(cáns. 329, $5 2.3; 322, tj l), tenía el derecho de nombramiento,
presentación o designación de los candidatos al episcopado, salvo el
derecho del romano pontífice de dar la misión canónica.

750. Actualmente existen tres modos de nombrar a 10s


obispos:
1) Elección, nombramiento, presentación o designación por
parte de las autoridades civiles; los derechos y privilegios seguirán
hasta que renuncien a ellos (can. 3) y no volverán a concederse en
el futuro (can. 377; 9 5; CD 20b).
2) E L E C C I ~LEGITIMA,
N esto es, hecha según el derecho uni-
versal y los estatutos del colegio electoral, que debe ser CONFIRMA-
D A por el romano pontífice, que d a la misión canónica (cáns. 377,
5 1; 1 19, 5 1: 164-179; 146-147). En la Iglesia latina, el único colegio
electoral del obispo es el cabildo catedralicio en Alemania, Austria
y Suiza.
3 ) LIBRENOMBRAMIENTO por parte del romano pontífice
(can. 377, 5 1):es el modo principal que se usa en la Iglesia latina.
La participación de las Iglesias particulares en el nombramiento de
los obispos se produce según las siguientes modalidades:
- sobre la base de la investigación que han hecho cada uno de
los obispos, los obispos de las provincias eclesiásticas o de
las conferencias episcopales tienen que hacer cada tres años

6 Cf COD. 7;9.
Cf COD, 203.
una lista de presbíteros, tanto diocesanos como pertenecien-
tes a institutos de vida consagrada, idóneos para el episco-
pado, que deberá transmitirse a la Santa Sede por medio del
legado pontificio (can. 377, 9 2)R;
- sin embargo, permanece íntegro el derecho de cada obispo
a presentar nombres directamente a la Santa Sede (9 2);
- si se trata del nombramiento de un obispo diocesano o de
un obispo coadjutor: teniendo en cuenta la lista antes men-
cionada, para proponer la terna a la Santa Sede, el legado
pontificio, recibida del administrador diocesano o del ad-
ministrador apostólico o del obispo diocesano saliente una
relación sobre el estado de la diócesis (EF, art. XIII, 2),
tiene que hacer por su parte una investigación -escuchando
a algunos del colegio de consultores y del cabildo catedral,
y también, si lo considera oportuno, individualmente y en
secreto, a algunos del clero, secular y religioso, y a algunos
laicos- y comunicar a la Santa Sede su voto, junto con las
sugerencias del metropolitano, de los sufragáneos y del pre-
sidente de la conferencia episcopal (can. 377, 5 3);
- si se trata del nombramiento de un obispo auxiliar, también
sobre la base de la lista mencionada, el obispo diocesano
debe proponer al menos tres nombres a la Santa Sede (5 4).

751. La CEI, teniendo en cuenta tanto el número elevado de


las diócesis en el territorio nacional, que hace difícil el conocimiento
de los posibles candidatos y la debida reserva, como el hecho de
que los obispos de la provincia se reúnen raras veces, ha decidido
que la lista de los presbíteros considerados idóneos para el episco-
pado sea redactada y transmitida a la Santa Sede por las conferen-
cias regionales? Además, a tenor del Acuerdo del 18 de febrero de
1984 entre la Santa Sede y la República italiana, que modifica el
Concordato Lateranense del 11 de febrero de 1929, la Santa Sede
solamente se compromete a comunicar a la autoridad civil compe-

Cf CONS.ASUNTOS PÚBL., Normas Episcopi facultas (= EF), 25 marzo 1972; art. I,2; V;
111, 2; VI, 2; IX, en "AAS" 64 (1972) 387-391; EV 4/ 1594-1624.
Cf Delib. n. 3, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7 (1983) 209; E. CEI 3/ 1591; EF.
art. II,2. El nombramiento de arzobispos y obispos en España es reconocido, segun norma
concordada, perteneciente a la exclusiva competencia de la Santa Sede. Cuando se trata de
arzobispos u obispos residenciales o coadjutores con derecho de sucesión, la Santa Sede
notificará previamente al gobierno español el nombre del designado. (Acuerdo sobre renun-
cia a la presentación de obispos y al privilegio del fuero, 28 julio 1976, art. 1). En cambio,
en cuanto al nombramiento del arzobispo de la jurisdicción castrense se establece un especial
procedimiento de presentación. (Acuerdo sobre renuncia ..., art. 1, y Acuerdo sobre la asis-
tencia religiosa a las fuerzas armadas, 1979, art. 111).
tente el nombramiento de los arzobispos y obispos diocesanos, de
10s coadjutores, así como de los abades y prelados territoriales
(art. 3, 5 2); finalmente, excepto para la diócesis de Roma y para
las suburbicarias, no han de ser nombrados eclesiásticos que no
tengan la ciudadanía italiana ( 5 3 ) lo.
752. El candidato al episcopado tiene que destacar por su
fe, buenas costumbres, piedad, celo, sabiduría, prudencia, virtudes
humanas y por todas las otras cualidades que lo hacen idóneo para
el oficio; debe gozar de buena reputación, tener al menos treinta
y cinco años de edad y llevar más de cinco años de presbítero
(can. 378, 5 1); de todas formas, el JUICIO definitivo SOBRE LA
IDONEIDAD, que se basa en el proceso informativo del legado pon-
tificio, corresponde a la Santa Sede (§ 2) y permanece integro el
derecho del romano pontífice a nombrar un obispo que no esté
contenido en la lista de los candidatos o en la terna de nombres
propuesta (EF, arts. XI, 2; XII).
753. A no ser que esté legítimamente impedido, el promovido
al episcopado debe ser consagrado en el plazo de tres meses a partir
del nombramiento, y de todas formas antes de tomar posesión
canónica de su oficio, que deberá ir precedida de la profesión de fe
y del juramento de fidelidad a la sede apostólica, según la fórmula
aprobada por ella (cáns. 380; 833, 3.0).

2.2. Los obispos diocesanos 1


a) Potestad

754. Respecto a la potestad que ejerce el obispo diocesano en


la Iglesia que se le ha confiado, el canon 381, 4 1, afirma que es:
- ordinaria: por DERECHO DIVINO va aneja al oficio (can. 131,
5 1) conferido al obispo por medio de la misión canónica
del romano pontífice (cf can. 146);
- propia: aunque para recibir la potestad el obispo por dere-
cho divino tiene que estar en comunión jerárquica con el
romano pontífice y por derecho eclesiástico tiene que recibir
de él la misión canónica, es vicario de Cristo y no del roma-
n o pontífice (LG 27a.b; cf can. 333, § 1; n. 291);

lo Cf "AAS" 77 (1985) 523.

644

- - -

1
1
- inmediata: se ejerce sin intermediarios sobre todos los súb-
ditos, salva la justa autonomía de los institutos de vida
consagrada (can. 586).

Esta potestad, como especifica el canon 391, es:


- legislativa: se ejerce sólo personalmente -aunque en línea
de principio no se excluye la delegación- y salvo el hecho
de que el obispo no puede dar una ley que sea contraria al
derecho superior (can. 135, ¿j2);
- ejecutiva: se ejerce personalmente o por medio de otros,
que pueden gozar de potestad ordinaria vicaria o bien de-
legada (cáns. 135, § 4; 136- 144): vicario general o episco-
pal (cáns. 475, 5 1; 476), canciller (can. 482, fj I), notario
(can. 483, 5 1), ecónomo (can. 494, ¿j 3);
- judicial: se ejerce personalmente o por medio de otros, que
pueden tener potestad ordinaria vicaria, como la de los vi-
carios judiciales y de los otros jueces, o bien delegada para
ejecutar los actos preparatorios de un decreto o de una sen-
tencia (cáns. 135, 4 3; 1419-1421).

El obispo diocesano representa a la d-iócesisen todos los asuntos


jurídicos (can. 393).
755. El obispo diocesano recibe esa potestad para desempeñar
su m u n u s pastoral de cada día en la cura de almas, como principio
visible y fundamento de unidad en su Iglesia y como vínculo con la
Iglesia universal; sin embargo, el ejercicio de la misma es moderado
por la suprema autoridad y.está sometido a algunos límites, para
asegurar mejor la comunión eclesial, bien común de la Iglesia (LG
23; 27a). Por esta razón el canon 381, 5 1, hace mención de las
CAUSAS RESERVADAS a la suprema autoridad o a otra autoridad
eclesiástica, por el derecho -tanto divino como humano, tanto
universal como particular- o por un decreto del sumo pontífice
(por ejemplo, cáns. 291; 522; 1047; 1078, 5 2; 1421, 5 2, etc.).
756. Finalmente, a no ser que resulte otra cosa por la natu-
raleza del asunto o por disposición del derecho, SE EQUIPARAN JU-
R~DICAMENTEal obispo diocesano los que presiden otras Iglesias
particulares: prelados y abades territoriales, vicarios, prefectos y
administradores apostólicos, ordinarios militares (cáns. 381, 5 2;
134; SMC, 11, 1).
b) Toma de posesión canónica de la diócesis

757. La TOMA DE P O S E S I ~ NC A N ~ N I C Ade la diócesis es el acto


jurídico a través del cual el obispo diocesano, instituido ya según
el derecho, entra en el gobierno legítimo de la Iglesia que se le ha
coifiado y puede ejercer válidamente la potestad ordinaria propia
e inmediata que ya ha recibido.
En efecto, la MISIÓNCANÓNICA(provisión o institución canóni-
ca) que se le ha dado al obispo a través de la carta apostólica o
pontifcia (bula), incluso antes de la consagración episcopal, pro-
duce un doble efecto:
- a través de la colación del oficio se establece el vínculo
espiritual y jurídico entre el obispo y la Iglesia que se le ha
asignado;
- queda determinado el ámbito de ejercicio de la potestad de
gobierno y de magisterio recibida en la comunión jerárquica,
pero por disposición eclesiástica no puede ejercerse más que
después de la toma de posesión de la diócesis, y por tanto des-
pués de la consagración (cáns. 382, § 1; 379).
El obispo promovido, antes de la toma de posesión canónica,
no puede inmiscuirse en el ejercicio del oficio que se le ha confiado;
por tanto, los actos de gobierno que realizase -a no ser que, un
quedando en pie el canon 409, 6 2, se trate de los relacionados con lic
oficios que tuviera antes de su promoción (administrador diocesa-
no, oficial, ecónomo, etc.)- no son válidos. La toma de posesión
se debe considerar como la condición sin la cual es ineficaz la
provisión del oficio, por el hecho de que el oficio episcopal requiere
por su naturaleza una relación real entre el obispo y la diócesis
(can. 382, 5 1).
758. La toma de posesión, a no ser que haya un impedimento
legítimo, debe tener lugar: a ) en el plazo de cuatro meses después
de la recepción de la carta apostólica si no ha sido ya consagrado
obispo, ya que dentro de tres meses de la recepción de dicha carta
tiene que recibir la consagración (can. 379); b) en el plazo de dos
meses si ya es obispo (can. 382, 5 2); e) después de la profesión de
fe y el juramento de fidelidad (cf n. 753).
Para subrayar que no se trata solamente de un hecho jurídico,
se recomienda vivamente que la toma de posesión se haga en la
iglesia catedral en un acto litúrgico, en presencia del clero y del
pueblo (can. 382,s 4). Se produce en el momento en que el obispo,
si se trata de una diócesis ya constituida, muestra personalmente o
mediante procurador la carta apostólica al colegio de los consulto-
res, en presencia del canciller de la curia, que levanta acta; o bien,
si se trata de una diócesis de nueva erección, en el momento en que
comunica al clero y al pueblo presentes dicha carta, mientras que
levanta acta el presbítero de mayor edad entre los presentes (4 3).

c) Deberes y derechos

759. El obispo, además de las obligaciones a que están sujetos


todos los clérigos y de los derechos de que ellos gozan (cáns. 273-
279; cf nn. 141-154), está sometido a las obligaciones y goza de los
derechos que se derivan de su munus pastoral propio, que se distin-
gue en la triple función de santificar, enseñar y gobernar.
760. Respecto a la FUNCIÓN DE SANTIFICAR:
1) Obligación de llevar una vida santa en la caridad, humil-
dad y sencillez de vida, y de promover la santidad de los fieles
(can. 387; C D 1%; can. 276, ¿j 1). Los dos deberes van estrecha-
mente unidos, ya que el obispo no puede ser el perfeccionador de
su grey si su mismo ministerio fielmente cumplido no se convierte
para él en el lugar privilegiado de santificación personal para la
unión con Cristo y para una vida inspirada en los consejos evangé-
licos en una ejemplaridad de obediencia, continencia perfecta y
pobreza afectiva y efectiva 1 1 . El obispo diocesano religioso, que
perdió por su profesión el dominio de los bienes (cf can. 668,
$9 4.5), al recibir otros, tiene de ellos el uso, el usufructo y la
administración, pero los adquiere no para sí, sino para la Santa
Sede; si no ha perdido su dominio (cf can. 668, 4 l), los adquiere
para sí a pleno título; en ambos casos debe tener en cuenta la
voluntad de los oferentes (can. 706). El obispo ha de ayudar con
todos los medios, especialmente con la celebración de los sacra-
mentos, a aquella porción del pueblo de Dios que se le ha confia-
d o a cumplir con la obligación que tienen todos los fieles de llevar
una vida santa y de promover el crecimiento de la Iglesia y su san-
tificación (can. 210). Sin embargo, puesto que cada uno realiza
su santidad según su propia vocación específica, el obispo, tenien-
d o en cuenta el bien de toda la Iglesia y no sólo el de su diócesis,
tiene que respetar y promover las diferentes vocaciones a los di-

11 Cf CONGR.
OB.,Dir. Ecclesiae imago (= EI), 22 febrero 1973, nn. 19-28, en EV 41 1945-
2328.
versos ministerios y a la vida consagrada, especialmente las dedi-
cadas al ministerio sagrado y a las misiones (can. 385; CD ISc;
El, nn. 27; 46).
2 ) Deber de aplicar la misa por el pueblo. El obispo tiene esta
obligación desde el momento de la toma de posesión (can. 388,
¿j1). Se trata de una obligación:
- de justicia, sub gravi, puesto que se basa en el precepto di-
vino '2;
- personal, porque el obispo tiene que celebrar y aplicar per-
sonalmente la misa, a no ser que esté legítimamente impe-
dido;
- real, por el hecho de que en el caso de impedimento el
obispo no queda exento de la obligación, sino que tiene que
cumplirla o a través de otro en los días establecidos o per-
sonalmente otros días (5 2); efectivamente, debe aplicar cuan-
to antes tantas misas como ha dejado de celebrar (§ 4);
- el cumplimiento está ligado al día: todos los domingos y las
demás fiestas que son de precepto en su región ( 5 l), según
la determinación que hayan tomado las conferencias episco-
pales (can. 1246; cf nn. 5 16-5 17);
- no es cumulativo, ya que el obispo que rige dos o más dió-
cesis, aunque sólo sea como administrador, está obligado a
aplicar solamente una misa por todo el pueblo de Dios que
tiene confiado (can. 388, 3);
- el cumplimiento no está ligado al lugar, dado que al obispo
se le exhorta solamente a presidir con frecuencia en la iglesia
catedral o en otra iglesia de su diócesis la celebración de
la eucaristía, sobre todo en las fiestas de precepto y en las
otras solemnidades (can. 389).

3) Derecho a celebrar pontzflcales (funciones sagradas propias


de los obispos, en las que según las normas litúrgicas debe utilizarse
el báculo y la mitra) en todas las iglesias de la diócesis; fuera de
ella, sólo con el consentimiento expreso, o al menos razonablemen-
te presunto, del ordinario del lugar, ya que hay que tener en cuenta
la plenitud de autoridad del obispo de otra diócesis (can. 390).
761. Respecto a la FUNCIÓN D E ENSEÑAR:
1) Deber de proponer y de explicar de varias maneras las
verdades de -fe que han de creerse y aplicarse a las costumbres,
- --

l2 CONC. Sess. XXIII, dec. De reformatione, can. 1 , en COD, 744-746.


TRENTO,

648
predicando sobre todo personalmente con frecuencia (can. 386,
6 1; El, nn. 55-61; cf cáns. 753; 756, 5 2; 763). Aunque los obispos
no gozan individualmente de la infalibilidad en su enseñanza, sin
embargo, cuando enseñan en comunión con la cabeza del colegio
y los miembros, son auténticos doctores y maestros de la fe para
los fieles que tienen confiados, los cuales deben adherirse con reli-
gioso obsequio de espíritu a su magisterio auténtico (cf n. 530).
2) Debertderecho de procurar que se observen los cánones
relativos al ministerio de la palabra, especialmente la homilía y
la formación catequética, para evitar que se introduzcan abusos
(cáns. 386, 5 1; 392, 5 2; 762-772; 773-780; El, n. 65).
3) Deberlderecho de vigilar sobre la instrucción religiosa y
teológica en los seminarios, en las escuelas católicas, en las univer-
sidades y facultades católicas y eclesiásticas y en los otros institutos
de estudios superiores (cáns. 794; 804-806; 8 10-813; 8 18).
4) Deber de defender con firmeza con los medios más ade-
cuados (por ejemplo, remoción de los profesores de religión en las
escuelas, revocación del mandato de enseñar disciplinas teológicas,
vigilancia sobre los instrumentos de comunicación social y sobre
los libros: cf cáns. 8 10; 8 12; 8 18; 823; 824; 826, $5 2.3; 827, 55 1.3;
830, $5 1.3; 831, €j1) la integridad y la unidad de la fe (cáns. 386,
2; 392, 5 2), salvo el reconocimiento del derecho a la justa libertad
en la profundización ulterior de las verdades que reconoce el ca-
non 218 (cf n. 76).
762. Respecto a la F U N C I ~ NDE GOBERNAR:
1) Deber de ejercer la caridadpastoral (LG 27) con:
- todos los fieles sin distinción, tanto si residen en su diócesis
como si se encuentran ocasionalmente en ella;
- las categorías especiales de personas que necesitan una aten-
ción pastoral particular (por ejemplo, los jóvenes, los obre-
ros y campesinos, los emigrantes, los desterrados, los pró-
fugos, los marineros, las aeronavegantes, los nómadas, los
militares, etc.) (CD 18; EA nn. 153-156) *;

* La asistencia religiosa a determinados grupos de personas cuenta con especial norma-


tiva concordada. Centros escolares (Acuerdo sobre enseñanza y asuntos culturales, 1979,
arts. 11 y V). Centros militares (Acuerdo sobre la asistencia religiosa a las fuerzas armadas,
1979; Real Decreto 11451 1990, de 7 septiembre, por el que se crea el Servicio de Asistencia
Religiosa en las fuenas armadas) ("BOE" 227 [1990D. Centros hospitalarios (Acuerdo entre
el Estado español y la Santa Sede sobre asistencia religiosa católica en centros hospitalarios
públicos, 24 julio 1985) ("BOEn 21 diciembre 1985); Convenio entre el INSALUD y la CEE
- los alejados de las prácticas religiosas, con misiones popula-
res, conferencias, publicaciones, etc. (can. 383, ¿j1; CD 1lc;
El, nn. 157; 160);
- los fieles de rito diverso, mediante sacerdotes o párrocos del
mismo rito o mediante un vicario episcopal (can. 383, 5 2.
cf cáns. 5 18; 479, 5 2);
- los hermanos separados, favoreciendo el ecumenismo según
el espíritu y las normas de la Iglesia (can. 383, 3; CD 1 6 ~
U R 4-1 2; EI, nn. 48; 158);
- los no bautizados, tanto los de otras religiones como los
que se profesan ateos, estableciendo un sincero diálogo y
ayudándoles en sus necesidades (can. 383, 5 4; El, nn. 58;
159- 160);
- los presbíteros, conociéndolos a todos personalmente, sa-
biendo armonizar la protección de sus derechos con el cum-
plimiento de sus obligaciones, escuchándoles como ayudan-
tes y consejeros, ofreciéndoles los medios para alimentar su
vida espiritual e intelectual, mirando por su honesta susten-
tación y asistencia social (can. 384; cf EI, nn. 107-1 17), evi-
tando todo paternalismo y autoritarismo, a fin de facilitar
la obediencia con la concordancia de las voluntades (CD
16a; PO 7a; EI, n. 36).

2) Deber de defender la unidad de la Iglesia, promoviendo la


disciplina común, urgiendo la observancia de las leyes eclesiásti-
cas, vigilando para que-no se introduzcan abusos, sobre todo en
el ministerio de la palabra, en la celebración de los sacramentos y
sacramentales, en el culto a Dios y a los santos, en la administración
de bienes (can. 392).
3) Deber de favorecer y coordinar las diversas formas y obras
de apostolado, tanto individuales como asociativas, en el respeto a
la índole de cada una, de forma que sin privilegiar a algunas se
inserten todas en el proyecto pastoral de toda la diócesis (can. 394,
5 1; EI, nn. 103-105; cf cáns. 215; 216; 298,s 1; 586; 678; 680; 681).
4) Deber de urgir a los fieles al cumplimiento de su deber de
ejercer el apostolado según su condición y actitud (cf cáns. 216;
225-227; AA 11; LG 35c), así. como a participar y a sostener las

para aplicación del citado Acuerdo, 23 abril 1986; Convenios entre diversos obispos y los
gobiernos de comunidades autónomas para la aplicación del mismo Acuerdo citado: suman
una veintena de Convenios (texto del Acuerdo y de los Convenios: "BOCEE" 22 [1989] 71-
100). Centros penitenciarios, hospitalarios y otros similares (Acuerdo sobre asuntos jurídi-
cos, 1979, art. IV).
diversas obras apostólicas, según las necesidades de cada tiempo y
lugar (can. 394, 5 2).
5 ) Deber de residencia personal en la diócesis (can. 395, 5 1).
Esta obligación es institución muy antigua; por eso, ya en el si-
glo IV se impusieron sanciones contra la violación del mismo. Da-
dos los abusos que se introdujeron especialmente después del si-
glo VIII por causa de las interferencias seculares y la introducción
de los vicarios generales, el concilio Lateranense 111 (1 179) impuso
la residencia a todos los oficios beneficiados (can. 13) '3, lo cual fue
confirmado luego por el concilio de Trento, que hizo de él uno de
los puntos fundamentales de la reforma '4.
Se trata de una obligación de residencia:
- formal o activa: comprende tanto la residencia física como
el cumplimiento del oficio episcopal;
- personal: obliga incluso cuando el obispo tiene obispo co-
adjutor o auxiliar;
- que admite ciertas ausencias:
por las razones previstas por el derecho, es decir, la visita
ad limina, la participación en concilios, en el sínodo de los
obispos, en la asamblea de la conferencia episcopal o para
el cumplimiento de otro oficio que se le ha confiado legí-
timamente;
por otras causas justas (por ejemplo, descanso, vacacio-
nes, etc.) durante no más de un mes, tanto continuo como
interrumpido, con tal que la diócesis no sufra ningún per-
juicio (can. 395, 5 2);
por causas graves y urgentes (por ejemplo, caridad cristia-
na, evidente utilidad de la Iglesia o de la sociedad civil,
etcétera), incluso en los días de navidad, de semana santa,
de la resurrección del Señor, de pentecostés, del cuerpo y
sangre de Cristo (5 3).

En caso de ausencia legitima que dure más de seis meses, el


metropolitano debe informar a la Santa Sede; si se trata del mis-
mo metropolitano, lo mismo debe hacer el sufragáneo más anciano
(5 4); en efecto, el obispo ilegítimamente ausente puede ser castiga-
d o con las penas previstas por el canon 1396.

'3 Cf COD,218.
14 Cf Sess. VI,De residentia,cc. 1, 11, V;Sess. XXIII,De reforrnatione,can. 1, en COD,
/
68 1-683; 744-746.
6) Deber de visitar la diócesis. todos 10s años, toda o en parte,
pero de forma que la visite toda al menos cada cinco años (can. 396
1). El obispo tiene que cumplir con esta obligación personalment;
(can. 396, 8 1), con la debida diligencia (can. 398), estableciendo
relaciones personales, ya que su finalidad es el conocimiento directo
por su parte de los fieles, del clero y de 10s religiosos que trabajan
en la diócesis, así como de las obras e instituciones que están
presentes en ella, de forma que se aproveche de ello el sentido
pastoral de su gobierno (CD 23,2). Sin embargo, si el obispo dio-
cesano está legítimamente impedido para hacer la visita personal-
mente, de parte o de toda la diócesis (por ejemplo, por amplitud de
la diócesis, por enfermedad física, por oficios que se le han enco-
mendado legítimamente, etc.), le puede ayudar o sustituir el obispo
coadjutor o el auxiliar, o bien el vicario general episcopal, o, final-
mente, otro presbítero (can. 396, § 1). Incluso cuando el obispo
hace personalmente la visita, le pueden ayudar algunos clérigos
elegidos por él (por ejemplo, vicarios foráneos), quedando repro-
bados todos los privilegios o costumbres contrarias (5 2); esos clé-
rigos se ocuparán más bien de las cuestiones administrativas y de
la visita de las cosas y de los lugares sagrados. De esta manera el
obispo, limitando lo más posible las ceremonias públicas, podrá
dedicarse al encuentro con las personas y a la visita de las institu-
ciones (E?, nn. 167-168).
El obispo tiene derecho a visitar:
- a las personas (especialmente a los párrocos), las institucio-
nes (hospitales, asilos, escuelas y especialmente parroquias),
las cosas (los objetos y ornamentos sagrados, especialmente
los altares, los sagrarios y los confesonarios) y los lugares
sagrados (iglesias y oratorios) (can. 397, 5 1);
- los monasterios sui iuris de los que habla el canon 615 y
las casas de los institutos religiosos de derecho diocesano
comprendidas en su territorio, incluso en lo que se refiere
a la disciplina religiosa (can. 628, 5 2), ya que, aunque go-
zan de justa autonomía a tenor del canon 586, 5 l, sin em-
bargo están bajo el cuidado especial del obispo diocesano
(can. 594);
- a los miembros de los institutos religiosos de derecho pon-
tificio, sólo en los casos establecidos expresamente por el
derecho (can. 397, 5 2);
- las iglesias y oratorios a los que acceden habitualmente los
fieles, las escuelas y las otras obras de religión o de caridad
espiritual o temporal confiadas a los religiosos, excluidas
las escuelas abiertas exclusivamente a los alumnos propios
del instituto (can. 683, 5 1): esto vale para los institutos de
derecho pontificio, como aplicación del canon 397, 5 2, y
para los exentos según su derecho propio, mientras que
los de derecho diocesano están regulados por el canon 628,
tj 2, 2.0 (cf n. 219).
El obispo debe poner atención en no gravar a nadie con gastos
superfluos (can. 398). Aunque no se dice expresamente, como en el
canon 346 CIC 1917, los gastos deben estar contenidos dentro de
las necesidades de comida y alojamiento, sin que pueda pedirse ni
recibirse nada como regalo con ocasión de la visita.
7 ) Deber de la relación quinquenal al romano pontífice sobre
el estado de la diócesis (can. 399) y de hacer personalmente la visita
a d limina (can. 400, $5 1.2).
Las primeras huellas de la visita ad limina se hacen remontar a la
visita de Pablo a Pedro (Gál 1,18; 2,2). Desde los primeros siglos los
cristianos iban en peregrinación a Roma a los sepulcros de los após-
toles Pedro y Pablo, como punto de referencia de la unidad de la fe
y, por tanto, de la comunión eclesial. La visita de los obispos proce-
dentes de las diversas partes adquiría una importancia especial, in-
cluso práctica, ya que desde el principio consultaban al obispo de
Roma sobre las cuestiones más graves relativas a su propia Iglesia o
a la Iglesia universal; por eso se convirtió pronto en una obligación
grave sobre la base de una costumbre consolidada -junto con la
información sobre la situación religiosa de las diversas Iglesias- y
quedó luego institucionalizada.
De hecho, aunque la primera formulación clara de la obligación
de la visita ad limina de los obispos la encontramos sólo en el sínodo
romano del 743 ' 5 , sin embargo el hecho de que éste hiciera referencia
a las decisiones anteriores de los santos padres y de los cánones
demuestra que la norma que dio se basaba en una práctica muy
antigua. Aquel sínodo determinó que los obispos más cercanos a
Roma debían visitar las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo,
mientras que los más alejados podían cumplir esta obligación por
medio de un quirógrafo, es decir, probablemente, por medio de una
relación escrita sobre el estado de su diócesis, cuyas primeras huellas
se encuentran en la carta que en el 343 envió el concilio de Sárdica
al papa Julio (341-352), donde se manifestaba la oportunidad de que
la sede apostólica de Pedro quedase informada de la situación reli-
giosa de cada provincia. Gregorio VI1 en el sínodo romano de 1079
estableció que antes de ser consagrados los obispos tenían que jurar

'5 Cf MANSI,t. XII, col. 382.

653
que harían la visita ad limina todos los años personalmente o por
medio de un legado. A este juramento se refería Pascua1 11 (1099-
1 1 18) al recalcar la obligación de la visita de los obispos, que cum-
plían incluso los de las regiones más remotas. Fue luego Grego-
rio IX en el que en 1234, con la constitución apostólica Rexpacifi.
tus, dio fuerza de ley a la obligación del juramento, de forma que la
de la visita ad limina surgiera de la virtud de religión, aunque no
hubiera aún una ley que l a impusiera. Finalmente, Sixto V, con la
constitución apostólica Romanus Ponlifex, del 20 de diciembre de
1585, cambió en ley para todos los obispos la antigua costumbre de
la visita aJ Iimina e impuso la obligación de informar periódicamente
al romano pontífice sobre el estado de la diócesis. Con algunas
innovaciones aportadas en los siglos XVIII y XIx sobre los plazos de
la visita, la institución tanto de la relación quinquenal como la de la
"isita ad limina entró en el Código de 1917 (cáns. 340-342).

La constitución apostólica Pastor bonus (= PB), de Juan Pa-


blo 11, del 28 de junio de 1988 16, presuponiendo los cánones 399 e1
i

y 400 del CIC 1983, dedica cinco artículos a la visita ad limina de "se
los obispos y a la relación sobre el estado de la diócesis que estos
últimos deben hacer a la Santa Sede (arts. 28.32). Además, un
Adnexum 1 a la misma constitución trata de manera específica de
la importancia pastoral de la visita ad limina apostolorum 17. El 29
de junio de 1988, la Congregación para los obispos dictó un Direc-
torio para la visita "ad limina" (= Directorio) l 8 que especifica la
manera de realizarla. Esto indica la gran importancia que la Santa
Sede ha querido dar a esta antiquísima institución y destacar su
sentido para la comunión eclesial. ; 1,
i ci
La visita ad limina, como afirma el Directorio I, no puede i si;
considerarse como un simple acto jurídico-administrativo, que haya
4 Pi
que cumplir formalmente, sino como un acontecimiento eclesial.
S

la
Con sentido prioritario ha de verse como el reforzamiento y la
manifestación de la C O M U N I ~ NJERÁRQUICA entre los obispos y la
cabeza del colegio episcopal, el romano pontífice, sucesor de Pedro;
pero como fundamento de esto no puede dejar de estar la referencia
a aquella comunión, que realiza la naturaleza y la esencia de la
misma Iglesia (PB, art. 29; Adnexum 1, 1,s; Directorio I, 11). Efec-
tivamente, aunque en la visita ad limina se encuentren dos personas,
el obispo de una Iglesia particular y el obispo de Roma, cada uno
con el peso de sus responsabilidades, sin embargo lo hacen como ' la
ti\
l6 Cf "AAS" 80 (1988) 841-912; E V 111787-1025. 1 ro
'7
'8
Cf ib, 913-917; E V 1111026-1038.
E V 11/1084-1089. 1
!
te:
I
1d
representantes de la totalidad de la Iglesia, la totalidad de los fieles
y la totalidad de los obispos, de forma que constituyen en cierto
modo un único "nosotros" en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia:
en su comunión el romano pontífice y cada uno de los obispos
comunican entre sí a los fieles que tienen confiados (los de toda la
Iglesia universal, el romano pontífice; los de la Iglesia particular, el
obispo), comunicando igualmente entre sí a la Iglesia universal y a
las Iglesias particulares (Adnexurn 1, 3).
Dado que la variedad de todas las Iglesias particulares, en la
unidad que realizan, muestra la catolicidad de la Iglesia una e
indivisa (LG 13c; 23d) -en ellas y a partir de ellas existe realmente
la una y única Iglesia católica universal, que es la comunión entre
todas las Iglesias (LG 23a)-, es indispensable una continua comu-
nicación entre las Iglesias particulares y la sede apostólica, com-
partiendo la solicitud pastoral común, que se actualiza de forma
eminente en la visita de los obispos a Roma, con ocasión de la cual
se reúnen entre sí en torno al romano pontífice, realizando según el
principio de la catolicidad una comunicación de los dones, entre
todos aquellos bienes que se encuentran en la Iglesia por obra del
Espíritu Santo, tanto a nivel particular y local como a nivel univer-
sal (LG 13c). Por eso, en la visita ad limina no se obtiene solamente
una información recíproca, sino especialmente el aumento y la
consolidación de una CONFORMACIÓNCOLEGIAL (collegialis con-
formatio) en el cuerpo de la Iglesia, y la manifestación del AFECTO
COLEGIAL, por el que se tiene la unidad en la diversidad (Adnexurn
1, 5). Efectivamente, en la Iglesia hay una especie de movimiento o
circulación vital, manifestado en las visitas ad limina, entre la Igle-
sia universal y las Iglesias particulares, llamado perichoresis, que
puede compararse con el movimiento de diástole-sístole por el que
la sangre parte del corazón hacia las extremidades del cuerpo y
vuelve desde éstas al corazón (Adnexurn 1, 2).
La visita ad limina tiene una densa significación eclesiológi-
ca, incluso por el hecho de que manifiesta la naturaleza misma
del colegio episcopal, definiéndose el oficio episcopal en relación
con él.
Por medio de las visitas ad limina se refuerzan los vínculos de
la comunión jerárquica y se ponen de relieve tanto la catolicidad de
la Iglesia como la unión del colegio episcopal (PB, art. 29). Efec-
tivamente, en ellas los obispos reconocen el oficio primacial del
romano pontífice en relación con el origen y el ejercicio de la po-
testad que ellos tienen (cf nn. 282; 287; 288; 291). De esta manera
se afirma el fundamento sacramental-ontológico y e ~ l e s i o l ó ~ i c ~ - ~ ~ -
t ructural del afecto colegial vigente entre todos los obispos, del que
se deriva la solicitud de cada uno de ellos por las otras Iglesias
particu1ares.y por la Iglesia universal (Adnexum 1, 4) 1 9 . La s o ~ l -
CITUD por la Iglesia universal se manifiesta concretamente en la
visita de los obispos a Roma, tanto en su contacto personal con el
papa como en sus encuentros con la curia romana, en un intercam-
bio recíproco en la caridad (PB, nn. 9; 10).
La visita ad lirnina y la relación quinquenal sobre el estado de
la diócesis guardan estrecha relación entre si; así el canon 400, § 1
establece que el obispo diocesano, el año en que está obligado
presentar su relación al sumo pontífice, si no ha determinado otra
cosa la Santa Sede, debe dirigirse a Roma para venerar los sepul-
cros de Pedro y Pablo y debe realizar el encuentro con el sumo
pontífice.
Están obligados a la visita los que se equiparan en el derecho al
obispo diocesano, es decir, el abad y el prelado territorial, el admi-
nistrador apostólico, el vicario apostólico, el prelado de una cir-
cunscripción eclesiástica personal por el rito u otras razones, como
el ordinario militar o castrense (cáns. 381, 5 2; 368; 370; 371; 372,
5 2; SMC, XII). El vicario apostólico, sin embargo, dadas las difi-
cultades que podrían darse para su venida a Roma, puede cumplir lirí
con esta obligación con mayor flexibilidad, es decir, a través de un lo:
procurador, residente quizá en Roma; el prefecto apostólico, sin i lo:
embargo, dado el estado germina1 de Iglesia particular en que se
encuentra la prefectura apostólica, no está obligado a la visita a
Roma (can. 400, 5 3). Es evidente que el obispo auxiliar con espe- I mc
ciales facultades y el coadjutor, dados por la Santa Sede debido a i (p
incapacidad del obispo diocesano (cf can. 403, $4 2.3), están obli-
gados a hacer la visita ad limina (can. 405, 5 2).
Considerando juntamente el canon 400, $ 1; PB, artículo 31 diE
(cf arts. 29 y 30), y el Adnexum 1 (n. 6), la visita ad limina com- t
i coi
prende tres momentos principales: SU
a) La PEREGRINACION a los sepulcros de los príncipes de los i ex1
apóstoles, que se concreta en una celebración litúrgica (santa misa, I vis
y eventualmente liturgia de las horas y de la palabra) que ha de
hacerse en las basílicas de San Pedro y San Pablo, y además de
esto, si lo desean los obispos, en las basílicas de Santa María la
Mayor y de San Juan de Letrán (Directorio, n. 3.1).

l9 S~NODO 1985, Rel. final Exeunte coetu 11, C. 4; EV 91 1803-1 804.


EXTR. OBISPOS
b) El encuentro entre el obispo y el SANTO PADRE, que consiste
ante todo en una conversación personal; sólo si es posible, dado
que las visitas las hacen grupos de obispos pertenecientes a la
misma conferencia, habrá también una celebración comunitaria o
un encuentro colectivo con el santo padre, eventualmente para
tratar de los problemas comunes (Directorio, nn. 2,1.3; 2,1.4; 3,2.2;
Adnexum 1, 6; 7).
C ) Los contactos de los obispos, individualmente, en grupo o
en comisiones, con los DICASTERIOS DE LA CURIA,instrumentos
ordinarios del ministerio petrino, para exponer problemas y pre-
guntas, pedir informaciones, ofrecer aclaraciones, responder a even-
tuales preguntas (Directorio, n. 3.3.1).
El Código une estrechamente a la obligación de la visita ad
limina la de que todo obispo diocesano y todos los que se le equi-
paran en el derecho, incluso el prefecto apostólico (cf cáns. 368;
371, 5 1), tienen de presentar cada cinco años una R E L A C I ~ Nal
romano pontífice sobre el estado de su diócesis, según la forma y
el tiempo establecidos por la sede apostólica (can. 399,§ 1)20; efec-
tivamente, la visita debe ser hecha el mismo año en que el obispo
está obligado a presentar la relación (can. 400, 5 1).
Tienen competencia para todo lo que se refiere a la visita ad
limina y el examen de la relación quinquenal la Congregación para
los obispos, la de las Iglesias orientales y la de la evangelización de
los pueblos, según los casos (PB, art. 81; 58,§ 1; 89).
La relación ha de enviarse a la congregación competente seis
meses (y en todo caso no menos de tres meses) antes de la visita
(PB, art. 32; Directorio, nn. 1.2.5), de manera que constituya la
base tanto del encuentro del obispo con el romano pontífice como
de sus conversaciones con los dicasterios de la curia? El obispo
queda libre de la obligación de la relación sobre el estado de la
diócesis si el año determinado para la presentación de la relación
coincide en todo o en parte con el primer bienio del comienzo de
su gobierno (can. 399, 8 2); por consiguiente, aunque no se diga
expresamente, dicho obispo no está obligado por aquella vez a la
visita ad limina.
El canon 400,g 2, establece que el obispo tiene que cumplir esta

*O CONGR. OB., Decr. Ad romanam Ecclesiam, 29 junio 1975, n. 2, en "AAS" 67 (1975)


675-676; E V S/ 1399.
21 Cf CONGR. OB., Formulario per la relazione quinquennale, Osservazioni preliminari,
n. 2, Typ. Pol. Vat., 1981.
obligación personalmente; no obstante, si estuviera legitimamente \

impedido, por razones graves personales O extrínsecas a su volun-


tad (por ejemplo, dificultades impuestas por la autoridad civil), lo
puede hacer. a través del coadjutor, si lo tiene, o del auxiliar, o
también de un sacerdote de su presbiterio, residente en su diócesis.
En el juramento de fidelidad a la sede apostólica que está obli-
gado a presentar antes de su consagración (can. 380), el obispo,
según la fórmula actual, asume directamente la obligación de dar
cuenta a la Santa Sede de su oficio pastoral, en los tiempos estable-
cidos (obligación de la relación quinquenal), o siempre que se le
presente la ocasión, y, además, de aceptar con deferencia y cumplir
con la mayor atención las disposiciones y los consejos dados por la
Santa Sede; pero indirectamente asume también la obligación de la
visita ad limina, dado el vínculo tan estrecho entre estas dos insti-
tuciones.

d) Cesación del oficio

763. El obispo diocesano cesa en su oficio por RENUNCIA. En


el canon 401, 5 1, se encuentra una invitación a que el obispo que
haya cumplido setenta y cinco años de edad presente la renuncia al
sumo pontífice, que hará lo más oportuno según las circunstancias
(CD 21). Si el obispo es todavía eficiente, el papa puede pedirle que
continúe en su oficio. Pero en el caso de enfermedad o de otra
causa grave (por ejemplo, incapacidad para adaptarse a las nuevas
necesidades pastorales), en que el obispo resultase menos idóneo
para el cumplimiento de su oficio, se le invita vivamente a presentar
la renuncia al mismo (5 2), ya que su continuación supondría un
grave daño para la diócesis (EI, n. 38). El obispo cuya renuncia ha
sido aceptada por el romano pontífice mantiene el título de obispo
emérito de su diócesis (can. 185) y, aunque sea religioso, puede
conservar también su residencia en la diócesis, a no ser que en
casos determinados, por especiales circunstancias (por ejemplo,
división del clero), disponga otra cosa la Santa Sede (cáns. 402,
5 1; 707, €j1). Por lo que se refiere a la sustentación del obispo
emérito, la diócesis a la que ha prestado servicio tiene obligación
principal de atender a ello, mientras que la conferencia episcopal
debe procurar que, si la diócesis no puede hacerlo, se le atienda de
otra forma (8 2). Esto vale también para el obispo religioso, a no
ser que su instituto quiera encargarse de ello; la Santa Sede puede
disponer de otro modo (can. 707, 5 2). La CEI instituyó en 1972 el
Fondo de integración de pensión para los obispos, en el que están
inscritos todos los obispos y está administrado por el consejo de
administración de la misma CEI 22. Además, a partir de 1988 se les
ha concedido a los obispos eméritos una asignación integrativa de
las pensiones de que gozan hasta una cierta medida, con exclusión
de las voluntarias y de las del Fondo de integración de la CE123.
El obispo diocesano cesa en su oficio también por TRASLADO,
REMOCIÓN,PRIVACION, por parte de la Santa Sede, a tenor de los
cánones 190-193 y 195-196; o bien por REMOCIÓNPOR EL MISMO
DERECHO, a tenor del canon 194.
764. Los obispos eméritos siguen siendo miembros del colegio
episcopal (can. 336), y por tanto conservan el derechotdeber de
ejercer la potestad colegial en los modos previstos por el derecho
(cáns. 337; 339). Además, dada su experiencia pastoral, deben ser
consultados en las cuestiones de índole general. Para que, además,
estén informados sobre los problemas de mayor importancia, se les
deben enviar anticipadamente los documentos de la Santa Sede y
por el obispo diocesano el comentario diocesano, así como otros
documentos. Por su competencia en determinadas materias pueden
ser contados como miembros adicionales de los dicasterios de la
curia romana y nombrados consultores de los mismos; ser elegidos
por las conferencias episcopales para el sínodo de los obispos; si en
los estatutos de las conferencias de los obispos no estuviese prevista
su presencia con voto deliberativo, participar en cualquier comisión
o reunión de estudio 24.

2.3. Los obispos coadjutores y auxiliares

a) Figuras juridicas

765. El origen remoto de los obispos auxiliares se encuentra en


el oficio de los corepíscopos (no se sabe si eran obispos o presbíteros
con especiales prerrogativas), que ya desde el siglo III eran constitui-

22 Cf Notiziario CEI 81 1973, 174-176; E. CEI 21245-246. A tenor del can. 402, 5 2, la
CEE tiene asegurada la forma de atender a la conveniente y digna sustentación de los
obispos dimisionarios, teniendo en cuenta que la obligación principal recae sobre la misma
diócesis a la que sirvió.
23 Cf ~ e l i b .n. 54, 30 diciembre 1987, en Notiziario CEI 1011987, 279-280; 91 1988,
22 1-222.
24 OB.,Normas In vita Ecclesiae, 31 octubre 1988, en E V 111 1431-1438.
CONGR.
dos para las aldeas como ayudas al obispo de la ciudad. Al desapa-
recer éstos entre los siglos X-XI, 10s obispos que tenian necesidad de
ayuda, especialmente en la celebración de 10s pontificales, empezaron
a servirse de los obispos cercanos O de 10s que no tenían sede por
haber sido expulsados, ya por los siglos VII-VIII, tras la invasión de
los musulmanes, o bien porque habían sido consagrados con el
título de las sedes abandonadas (obispos titulares). Dados los abusos
y la vida a veces no ejemplar de esos obispos, Clemente V (s. xiv)
prohibió su ordenación sin el permiso explícito de la Santa Sede. En
las diócesis mayores, especialmente en donde los obispos diocesanos
estaban ocupados en asuntos políticos y seculares, ya desde el si-
glo xv se constituyeron obispos auxiliares sufragáneos, que susti-
tuían establemente a los obispos en los pontificales y en la adminis-
tración de la diócesis.
Por lo que se refiere a los obispos coadjutores con o sin derecho
de sucesión, las primeras huellasaparecen en el siglo 111. Para aplicar
el canon 9 del concilio de Nicea (325), según el cual no debe haber
más que un obispo en una Iglesia25, los romanos pontífices y diversos
concilios particulares se opusieron varias veces a la creación de los
obispos coadjutores; sin embargo, dadas las necesidades de las dió-
cesis, tuvieron que permitirlos; pero Bonifacio VI11 (s. XIII)estableció
que fueran designados sólo por la Santa Sede, y el concilio de Tren-
to26 dispuso que fueran constituidos con derecho de sucesión sólo
por causa urgente.

a) Obispo auxiliar "simple"

766. Es un obispo titular constituido por la Santa Sede, a


petición del obispo diocesano, cuando lo requieren las necesida-
des pastorales (can. 403, ¿j 1; CD 25a). Para su nombramiento es
el obispo diocesano el que propone al menos una terna de nom-
bres a la Santa Sede (can. 377, ¿j 4). No tiene derecho de sucesión
y depende sólo de la autoridad del obispo diocesano, o bien de
la del coadjutor o del auxiliar con facultades especiales (can. 406,
2); sede vacante depende del administrador apostólico o del
administrador diocesano, aun cuando éste fuera un presbítero
(can. 409, tj 2).
Si la situación pastoral de la diócesis así lo requiere, pueden
constituirse en ella varios obispos auxiliares.

25 Cf COD, 10.
26 Cf Sess. XXV, De reform. c. 7 , en COD, 788.
6 ) Obispo auxiliar con facultades especiales
767. Es un obispo titular que se le puede dar al obispo dioce-
sano, a petición suya o por iniciativa de la Santa Sede, por circuns-
tancias especialmente graves, incluso personales, del obispo dioce-
sano (por ejemplo, edad, salud, cargos fuera de la diócesis, inefi-
ciencia), con facultades especiales, de forma que hace sus veces
(can. 403, ¿j 2). No tiene derecho de sucesión y en la diócesis sólo
puede ser constituido uno.

c) Obispo coadjutor

768. Es propio del obispo coadjutor su nombramiento de ofi-


cio por iniciativa de la Santa Sede (can. 403, § 3). Es un obispo
titular al que no se le asigna una sede titular, sino el título de la
sede en la que tiene derecho a sucesión27. Goza siempre de ESPE-
CIALES FACULTADES y además del DERECHO DE S U C E S I ~ N ,ya que
es nombrado por la Santa Sede para enfrentarse con situaciones
especialmente difíciles en las que se encuentra una diócesis, sea
desde el punto de vista religioso -incluso por causas personales
que se refieren al obispo diocesano- o bien por causas políticas.
1
1

j b) Toma deposesión del oficio


1
i
769. El coadjutor debe mostrar, aunque sea por medio de
1 procurador, las letras apostólicas de nombramiento no sólo al
obispo diocesano, como hace el auxiliar (can. 404, 2), sino tam-
bién al colegio de consultores (5 1) o bien al cabildo catedralicio
(cf can. 502, ¿j 3)2*. Si e1 obispo diocesano está impedido, se las
mostrará sólo al colegio de consultores (can. 404, 3). Tanto el
coadjutor como los auxiliares deben emitir la profesión de fe y
hacer el juramento de fidelidad (cf n. 753).

c) Deberes y derechos

770. Además de los establecidos en los cánones sobre los obis-


pos en general y los determinados en la carta de nombramiento
--- - -- -

2' OB.,carta al card. J. Villot del 3 1 agosto 1976, Prot. 335167, en "Corn."
Cf CONGR.
9 (1977) 223.
28 Cf Acta Commissionis, en "Com." 14 (1982) 209.
(can. 405, 5 l ) , aparecen los establecidos en los cánones 405, g 2
y 410.
Algunos se refieren tanto a los AUXILIARES Como al COAD.
JUTOR:
- deber de ejercer sus propias funciones de acuerdo con
el obispo diocesano (can. 407, 5 3; CD 2%); por eso
conviene que en las cuestiones de mayor importancia se
consulten mutuamente junto con el obispo diocesano
(cf can. 473, 5 4) y que este Último les consulte (can. 407,
$5 1.2; cf can. 463, 5 1, 1.o);
- derechotdeber de celebrar pontificales y otras funciones
litúrgicas a las que estaría obligado el obispo diocesano
(cáns. 408; 390);
- deber de residencia en la diócesis, que hay que compaginar
con el derecho a las vacaciones (can. 410).

Los deberes y derechos que atañen al COADJUTOR y al AUXILIAR


CON FACULTADES ESPECIALES son:
- derecho a asistir al obispo diocesano en todo el gobier-
no de la diócesis y a suplirle si está ausente o impedido
(can. 405, 5 2);
- derecho a ser nombrado vicario general, en el que cesa el
auxiliar con facultades especiales cuando hay sede vacan-
te, y en el que ha de ser instituido de nuevo por el obispo
diocesano (cáns. 406, 5 1; 48 1, 5 1);
- derecho a que se les confíe, con preferencia a otros, todo lo
que requiere un mandato especial (can. 406, 5 1).

Solamente el COADJUTOR, si ha tomado ya posesión de su ofi-


cio, goza del derecho, en caso de sede vacante, a ser constituido
inmediatamente obispo diocesano (can. 409, 5 1).
El AUXILIAR SIMPLE tiene derecho a ser nombrado vicario ge-
neral o vicario e p i s c o p l si no hay un coadjutor o un auxiliar con
facultades especiales; el nuevo obispo diocesano debe constituirlo
mediante nueva provisión (cáns. 406, tj 2; 48 1, 5 1).
Tanto el AUXILIAR SIMPLE como el que tiene FACULTADES ES-
PECIALES tienen:
- el derecho a conservar, sede vacante, sólo los poderes y las
facultades que tenían como vicarios generales o episcopales
(can. 409, 5 2);
- el derecho, sede vacante, de gobernar la diócesis ad interim
hasta que sea elegido el administrador diocesano (can. 419).
Para la renuncia tanto del coadjutor como de los auxiliares se
aplican los cánones 401 y 402,s 2 (can. 411).

3. CURIADIOCESANA

3.1. Naturaleza y fin

771. Según el canon 469 la curia diocesana es el conjunto de


organismos y de personas que ayudan al obispo diocesano en el
gobierno de toda la diócesis.
CD 27c.d., cambiando la perspectiva del canon 363, 5 1, CIC
1917, insiste en el CARACTER PASTORAL de la curia diocesana como
medio adecuado no sólo para la administración de la diócesis, sino
también para el ejercicio de las obras de apostolado. Así, para EI,
número 200, la curia diocesana, formando, por así decirlo, total
unidad con el obispo, le presta ayuda en su tarea pastoral, cuidando
también de la disciplina y de la praxis en la diócesis. Para ello la
curia diocesana está regida, además de por las normas del Código,
por el derecho particular.
El fin general de ayudar al obispo en el gobierno de toda la dió-
cesis, que se especifica en tres aspectos -dirigir la actividad pas-
toral de la diócesis, cuidar de su administración y ejercer la potes-
tad judicial-, debe estar comprendido en esta perspectiva pastoral
general (can. 469).
El ámbito de las finalidades de la curia diocesana es tan amplio
que, además de los organismos previstos por los cánones 469-494,
deben tomarse en consideración otros, como la sección pastoral, la
sección social-caritativa, la litúrgica, los diversos consejos, oficinas,
comisiones y secretariados (EI, n. 200), el consejo presbiteral, el
colegio de consultores, el cabildo catedralicio, el consejo pastoral,
el tribunal. Respecto a las personas, hay que incluir también a los
oficiales del tribunal.

3.2. Nombramiento para los oficios


772. En coherencia con el canon 157, el canon 470 reserva el
nombramiento para los oficios de la curia al obispo diocesano. En
esto están comprendidos todos los equiparados a ellos (cáns. 381, 1

4 2; 368) y quedan excluidos los vicarios generales y episcopales, a


no ser que tengan un mandato especial del mismo obispo diocesano
(can. 134, 8 3). En el nombramiento el obispo debe atenerse ante
todo a los criterios sobrenaturales; por eso conviene que consulte
al consejo presbiteral (El, nn. 98; 200). l

3.3. Obligaciones del que recibe un oficio

773. La primera obligación es la de cumplir fielmente el en-


cargo recibid o, según las modalidades establecidas por el derecho
y por el obispo; estrechamente unida a esta obligación va la de
prometer hacerlo. A estas obligaciones se añade la de observar
secreto, según las determinaciones del derecho o del propio obis-
po, aparte, naturalmente, de las exigencias del derecho natural
(can. 471).

3.4. Actas de la curia

774. Todas las actas de la curia -de las que el moderador de


la curia debe ser siempre informado por el canciller-, para su
validez, deben ir firmadas por el ordinario, es decir, por el obispo
diocesano, no por el vicario general o episcopal, según quien las
i
dicte; para su licitud se requiere la firma del canciller o del notario
de curia (can. 474) *9. 1

3.5. Organismos y personas de la curia: vicario general, vicario


episcopal, moderador, canciller, vicecanciller, notario,
consejo para los asuntos económicos, ecónomo

a) Dirección de la actividad pastoral


!
775. Puede afirmarse que es la función más importante de I
la curia diocesana, porque en el desarrollo de la misma ayuda al
obispo en el cumplimiento de sus deberes pastorales fundamentales,
de los que ya hemos hablado. Por consiguiente, corresponde al
obispo coordinar la actividad pastoral de sus inmediatos colabora-

29 Cf Acta Commissionis, en "Com." 5 (1973) 226; 14 (1982) 213.

664

-
dores, los vicarios, tanto generales como episcopales; con esta fina-
lidad, si lo cree oportuno, puede constituir un consejo episcopal
'5
compuesto de los vicarios (can. 473, $5 2.4) y regulado por el de-
1
a recho particular.
Para cumplir mejor sus deberes pastorales el obispo puede ins-
tituir también un oficio pastoral, que está compuesto, según las
determinaciones del derecho particular, de varias secciones (social-
caritativa, catequética, litúrgica, etc.), que tiene la tarea de estudiar
los diversos problemas y proponer soluciones, coordinar y dirigir las
diversas actividades en relación también con otros organismos no
diocesanos que desarrollan las mismas actividades (EI, n. 200).

b) Cuidado de la administración de la diócesis

776. Como ya hemos visto, según el canon 391, 4 1, el obispo


diocesano ejerce la potestad ejecutiva, bien personalmente, bien
por medio de los vicarios generales o episcopales, a tenor del dere-
cho; pero se puede ampliar esta formulación del canon diciendo
que lo hace mediante todos los oficiales de la curia diocesana.
Estos oficiales son:

a) El vicario general y el vicario episcopal


777. Mientras que el vicario general es una figura muy anti-
gua, aunque sólo en el siglo XIV se configura como el que hace las
veces del obispo, incluso cuando éste está presente en la diócesis, el
vicario episcopal es de institución conciliar (CD 27a) 30; no obstan-
te, por el hecho de que las dos figuras tienen muchos elementos en
común, las tratamos conjuntamente.

.
778. Los elementos comunes son:
- el carácter eminentemente pastoral de ambos oficios en el
ejercicio de la potestad administrativa;
- el libre nombramiento por parte del obispo diocesano si son
presbíteros (can. 477, $ l), no si son obispos (can. 406).

30 Cf PABLO VI, M. p. Ecclesiae sanctae (=ES), 6 agosto 1966, 1, 14, 5 1, en "AAS" 58


(1966) 757-787; E V 21 752-913.

665
- Requisitos para obtener el oficio:
no deben ser consanguíneos del obispo diocesano hasta el
cuarto grado (can. 478, 5 2);
han de ser presbíteros, tomados del clero secular o del
religioso (can. 478, 5 1) o bien obispos (can. 406);
de edad superior a los treinta años (can. 478, 5 1);
doctorado o licenciado en teología o en derecho canónico,
o al menos verdaderamente experto en estas disciplinas
(can. 478, 5 1);
sana doctrina, rectitud, prudencia y experiencia en tratar
los asuntos (can. 478, 5 1);
experiencia pastoral (cf EI, n. 201).
- Número: pueden ser uno o más, según la magnitud de la
diócesis y el número de fieles; por tanto, según las necesidades
pastorales; sin embargo, para evitar conflictos de competencia y
proteger mejor la unidad del gobierno de la diócesis, el vicario
general debe ser regularmente uno (cáns. 475; 476).
- Ausencia y legítimo impedimento: en estas circunstancias el
obispo diocesano puede nombrar a otro que haga sus veces mien-
tras dure la ausencia o el legítimo impedimento en el ejercicio de su
oficio (can. 477, 5 2).
- No pueden ser constituidos en el oficio de canónigo peni-
tenciario, para mantener distintos el fuero interno y el externo
(can. 478, 2).
- Profesión de fe y juramento de fidelidad": deberán emi-
tirlos .en presencia del obispo diocesano o de un delegado suyo
(can. 833, 5.9.
- Naturaleza de la potestad: se trata de POTESTAD ORDINARIA
VICARIA (cáns. 476; 479), en cuanto que ipso iure va aneja al ofi-
cio (can. 131, tj l), pero se ejerce en nombre del obispo diocesano
(can. 131, tj 2), incluso sobre los súbditos ausentes de la diócesis y
sobre los forasteros que se encuentran en la diócesis (can. 136): son
ORDINARIOS DEL LUGAR (can. 134, 1). Actuando en nombre del
obispo, el vicario general y el episcopal deben informarle sobre sus
acciones y no deben actuar nunca contra su voluntad y su aproba-
ción (can. 480); al mismo tiempo, deben actuar de forma concorde

31 CONG R. DOCTR. FE, Professio fidei et iusiurandum fidelitatis in suscipiendo offio d


i
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; EV 1 11 1 190-1 195; 4 4
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad, 1
7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1 169; EV 1 112494.
i
entre sí y con el obispo diocesano para evitar conflictos y confusio-
nes en el gobierno de la diócesis (cf 65; ES 1, 14, 5 4). Se trata de
POTESTAD ADMINISTRATIVA, dado que la legislativa en el Códi-
go es reservada siempre solamente al obispo diocesano (cáns. 39 1,
5 2); por eso el vicario general o episcopal puede realizar sólo actos
administrativos, que, sin embargo, no estCn reservados a la persona
del obispo diocesano (can. 479, tj 3). El vicario general o episcopal
puede ser nombrado juez en el tribunal o vicario judicial (can. 1420,
5 l), pero los dos oficios siguen siendo distintos.
- Cesación de la facultad y de la potestad (can. 481, 5 1):
por expirar el tiempo del mandato;
89 por remoción del oficio, a tenor de los cánones 192-195;
d por renuncia al oficio, que ha de ser aceptada por el obis-
po diocesano (can. 189, 5 1-3);
por sede vacante: si se trata de presbíteros, cesan del oficio
(cáns. 417; 418,s 2,l.e); si se trata de obispos, conservan
todas las facultades y potestades, que han de ejercer bajo
la autoridad del administrador diocesano hasta que el
nuevo obispo tome posesión de la sede (can. 409, 5 2).
- Suspensión de las facultades y de los poderes: en caso de
suspensión del obispo diocesano de su oficio, si se trata de presbí-
teros (can. 481, 5 2).
- El obispo diocesano, si está legítimamente impedido, puede
hacer la visita de la diócesis por medio del vicario general o del
vicario episcopal (can. 396, tj 1).
- Tanto el vicario general como el episcopal son miembros de
iure del sínodo diocesano (can. 463, 8 1, l.Q), que pueden presidir
en cada una de las sesiones por mandato del obispo (can. 462,§ 2),
y son miembros de los concilios particulares, pero con voto sola-
mente consultivo (can. 443, § 3, 1.o).
779. Elementos propios del vicario general son:
- El nombramiento es obligatorio y tiene que hacerlo el obispo
diocesano, regularmente por tiempo indefinido (cáns. 475; 8 1;477,
5 1); sin embargo, también puede nombrarlo para un tiempo deter-
minado (can. 481,§ 1).
- Si en la diócesis hay obispo coadjutor u obispo auxiliar con
facultades especiales, debe ser nombrado vicario general (can. 406,
5 1); si no los hay, son los obispos auxiliares, cuando los haya,
quienes deben ser hechos vicarios generales (5 2).
- Regularmente debe ser nombrado moderador de la curia
(can. 473, 5 3).
- En virtud de su oficio, el vicario general tiene sobre toda la
diócesis la potestad ejecutiva que corresponde al obispo diocesano,
excluidos aquellos actos que se ha reservado el obispo o que re-
quieren un mandato especial suyo a tenor del derecho (cáns. 479,
1; 134, 5 3); sin embargo, estos actos deben encomendarse al
vicario general si éste es obispo coadjutor o auxiliar con facultades
especiales (can. 406, 1).
780. Elementos propios del vicario episcopal:
- El nombramiento es facultativo, es decir, siempre que 10
requiera el buen gobierno de la diócesis (can. 476), y ha de hacerlo
el obispo diocesano para un tiempo que ha de determinarse en el
acto de la constitución si se trata de un presbítero (can. 477, 5 1).
- Los obispos auxiliares de la diócesis que no hubieran sido
nombrados vicarios generales, deben ser constituidos vicarios epis-
copales a tiempo indeterminado (can. 406, 5 2).
- Si el vicario episcopal es presbítero, depende también del
vicario general; si es obispo auxiliar, sólo del obispo diocesano, del
obispo coadjutor y del obispo auxiliar con facultades especiales
(can. 406, 5 2).
- El vicario episcopal ipso iure goza de la misma potestad
ejecutiva que corresponde al obispo diocesano, pero limitada a una
parte determinada del territorio de la diócesis, o a un tipo de
asuntos, o a los fieles de un cierto rito, o a uno o varios grupos de
fieles, excepto para aquellas cosas que el obispo se reserve para sí
o para el vicario general, o bien que, a tenor del derecho, requieren
un mandato especial del obispo (can. 479,5 2).

b) El moderador de la curia
781. Para una mejor coordinación de toda la administración l

de la diócesis, el obispo puede nombrar a un sacerdote como mo-


derador de curia, que coordine las actividades administrativas y 1i
procure que el personal de la curia desempeñe con fidelidad el
oficio que se les ha confiado (can. 473, $5 1.2). Si no hay razones
particulares para nombrar a otro sacerdote, debe ser nombrado
para este oficio el vicario general, o uno de los vicarios generales si .I

hay varios (S 3). En algunas diócesis es nombrado para ello el i1


secretario general, o el canciller, o un vicario episcopal.
i
c) El canciller, el vicecanciller, los notarios

782. En cada diócesis ha de ser constituido un canciller, que


tiene como oficio principal, a no ser que el derecho particular
establezca otra cosa, el de procurar que los actos de la curia se
redacten debidamente y se conserven en el archivo (can. 482, 5 1).
Por consiguiente, tiene que realizar todos los actos que compe-
ten al notario (cf cáns. 382, 5 3; 404; 474; 483, 5 1); en efecto, por
el mismo hecho de ser canciller es notario y secretario de curia
(can. 482, 5 3).
El derecho particular puede establecer, además, otras funciones
del canciller, que habrán de determinarse ulteriormente en la carta
de nombramiento; así, en algunas diócesis desempeña también las
funciones de secretario del obispo, en otras las de vicario general o
vicario episcopal, etc.
Por el hecho de que la escritura y la firma del canciller dan fe
públicamente (can. 483, 5 l), éste debe ser de íntegra fama y por
encima de toda sospecha (5 2), además de tener lógicamente una
cualificación profesional para las funciones que debe desempeñar.
Puede ser también un laico, varón o mujer; pero en las causas
en que está implicada la fama de un sacerdote debe desempeñar las
funciones de notario un sacerdote (can. 483, 5 2).
L Lo mismo que es nombrado libremente por el obispo diocesano
(can. 157), también puede éste removerlo libremente; puede serlo
también por el administrador diocesano, pero no sin el consenti-
miento del colegio de consultores (can. 485).
783. Si el obispo lo considera necesario, puede nombrar para
ayudarle a un vicecanciller, que por eso mismo es notario y secre-
1 tario de curia (can. 482, $5 2.3).
784. El obispo, además, puede nombrar otros notarios, cuya
escritura y firma dan fe pública, pero no necesariamente para todos
los actos de la curia, como en el caso del canciller o vicecanciller,
ya que pueden ser constituidos también sólo para los actos judicia-
les, o para los de una causa o un negocio determinados nada más
(can. 483, 5 1).Deben tener las mismas cualidades que el canciller
(5 2); son removidos a tenor del canon 485. Los deberes de los
notarios, que son los mismos que los del canciller y vicecanciller, se
enumeran en el canon 484.
d) El consejo para los asuntos económicos

785. El consejo para los asuntos económicos, cuya constitu-


ción es obligatoria, es presidido por el obispo diocesano o por un
delegado suyo (el vicario general o episcopal u otra persona, incluso
laica), y tiene que estar compuesto al menos por tres fieles (clérigos,
religiosos o laicos), con tal que no estén dentro del cuarto grado de
consanguinidad con el obispo, verdaderamente expertos en materia
económica y en derecho civil, y de probada integridad, nombrados
por el obispo diocesano para un quinquenio, que puede renovarse
con nuevos nombramientos sucesivos (can. 492).
La función de este consejo es la de dar normas sobre los asuntos
económicos de la diócesis; por tanto, debe:
- presentar cada año, según las indicaciones del obispo dio-
cesano, el presupuesto de ingresos y gastos para el año si-
guiente y aprobar al final de año el balance de entradas y
salidas (can. 493);
- definir las modalidades según las cuales el ecónamo tiene
que administrar los bienes de la diócesis (can. 494, 3).

Debe ser O ~ D Opor el obispo diocesano:


- él solo, en los casos previstos por los cánones 1281, 8 2;
1305 y 1310, ¿j2;
- junto con el colegio de consultores, a tenor de los cáno-
nes 1277; 494, $5 1.2;
- junto con el consejo presbiteral, en el acto de que se trata en
,
el canon 1263.
4

i
Se requiere su CONSENTIMIENTO, junto con el colegio de con- E
l

sultores, en los casos establecidos por los cánones 1277 y 1292,s 1. j

e) El ecónomo

786. Es una figura de nueva institución. El nombramiento es


obligatorio en toda diócesis; la hace el obispo diocesano, oídos el
colegio d e consultores y el consejo para los asuntos económicos
(can. 494,5 1).Su cargo dura un quinquenio, pero puede renovarse
más veces; el ecónomo sólo puede ser removido por el obispo
diocesano, oidos el colegio de consultores y el consejo para los
asuntos económicos (5 2).
El ecónomo, que puede ser también un laico, varón o mujer,
debe poseer verdadera experiencia en los asuntos económicos y
distinguirse por su honradez (can. 494, 5 1).
Tiene una función ejecutiva, en cuanto que, bajo la autoridad
del obispo diocesano y las modalidades definidas por el consejo
para los asuntos económicos, administra los bienes de la diócesis y
4 hace los gastos que se le ordenan legítimamente (can. 494, 5 3).
! Además de esto, el obispo le puede encargar las funciones mencio-
nadas en los cánones 1276,tj 1, y 1279, tj 2 (can. 1278).

f) Los archivos

787. Los archivos en la diócesis son de varias clases:


- archivo general o común (cáns. 486-488; 491,s 1);
- archivo secreto (cáns. 489; 490);
- archivo histórico (can. 491, 5 2);
- otros archivos: de las iglesias catedrales, colegiatas, parro-
quiales, etc. (can. 491, § 1).

c) Ejercicio de la potestad judicial


788. En lo que se refiere a las personas que en la curia dioce-
sana ejercen la potestad judicial, el canon 472 remite al libro VI1
del Código (cf n. 610).

4.1. El sínodo diocesano

a) Naturaleza y fin
789. Las primeras noticias de sinodos diocesanos, como mani-
festación de la unidad del presbiterio reunido en torno a su obispo,
se remontan en Oriente al siglo IV y en Occidente al siglo VI,aunque
aquí debieron ser probablemente anteriores. El concilio Lateranen-
se IV (1215), constitución 6 32, estableció que los sinodos diocesanos

32 Cf COD, 236-237.

67 1
se celebrasen todos los años y que en ellos se publicaran los decretos
de los concilios particulares. La composición del sínodo diocesano
cambió a lo largo de la historia hasta la exclusión de los laicos. ~1
concilio de Trento confirmó que los sínodos diocesanos se reunieran
cada año y amplió sus competencias 33; sin embargo, a partir del
siglo XVII los obispos convocaron cada vez más raramente los síno-
dos diocesanos. El CIC 1917 (can. 356, 5 1 ) determinaba que el
sínodo diocesano debía ser convocado al menos cada diez años.

El sínodo diocesano, en cuanto que es la asamblea de los sacer-


dotes y de los demás fieles, que ayudan con su consejo al obis-
po diocesano en orden al bien de toda la comunidad diocesarla
(can. 460), puede decirse que es el lugar de la manifestación de la 1

comunión entre todas las categorías de fieles, que actúan en la


diócesis según su propia condición y, por tanto, según sus diversas
funciones y ministerios.
La ayuda que el sínodo presta al obispo no se limita a su
actividad legislativa, sino que afecta a toda el área de la actividad
pastoral, doctrinal y administrativa (El, b. 163).
Dado el fin del sínodo diocesano, sede vacante o impedida se
interrumpe (can. 468, 5 2).

b) Convocatoria

790. Sólo el obispo diocesano, oído el consejo presbiteral, si


lo sugieren las circunstancias, dispone la celebración del sínodo; no
puede hacerlo el que rige interinamente la diócesis (cáns. 461, 5 1;
462, ¿jl), ya que sede vacante no puede hacerse ninguna innovación
en la diócesis (can. 428, 5 1). Si el obispo está encargado de varias
diócesis, aunque fuera administrador perpetuo de una diócesis,
i
f
11
sólo puede convocar un sínodo para todas las diócesis que tiene
confiadas (can. 461, ¿j2), pero no está obligado a hacerlo, puesto I

1
que lo que es oportuno para una diócesis podría no serlo para otra,
o bien porque las condiciones y los problemas de una diócesis son i
diferentes de otra. Pueden convocar el sínodo todos los que en el
derecho se equiparan al obispo diocesano (cáns. 381, €j2; 368).
El que sea solamente el obispo el que convoque el sínodo, por
una parte subraya el hecho de que el gobierno ordinario en la
diócesis es personal, y por otro evita que se convoque en los plazos

33 Cf Sess. XXV,De reform., cc. 2,4, 10, en COD, 785; 786-787; 791.
fijados por la ley sólo para cumplir el expediente, sin que lo requie-
ran las necesidades de la diócesis.

c) Preparación

791. Una vez convocado, antes de la celebración, el sínodo


debe prepararse debidamente, ante todo con la elaboración de las
materias que se han de tratar y con la participación comprometida
de los fieles mediante una información adecuada, una insistente
predicación sobre la importancia del acontecimiento y una intensa
oración por su éxito. El obispo, además, debe nombrar las comi-
*i siones preparatorias, formadas por todas las categorías de fieles,
que deben estudiar los temas que se han de proponer al sínodo y
?1
redactar los esquemas de los decretos, resoluciones, etc. Le corres-
ponde al obispo aceptar o rechazar esos esquemas, después de
haberlos examinado junto con el consejo presbiteral y también
eventualmente con el consejo pastoral (EA n. 164).

d) Composición

792. Es evidente que el miembro principal del sínodo es el


obispo diocesano, que lo preside (can. 462, 5 2).
A tenor del canon 463, 5 1, son miembros de iure del sínodo,
con la obligación de participar en él, no sólo el obispo coadjutor,
sino también los obispos auxiliares y los sacerdotes más eminentes
de la diócesis en razón de su oficio, pero también los laicos, miem-
bros o no de institutos de vida consagrada, que hay que elegir
según la norma de dicho canon, y los superiores de los institutos
religiosos y de las sociedades de vida apostólica que tienen casa en
la diócesis. Los participantes en el sínodo deben emitir la profesión
de fe (can. 833, ¿j1) y el juramento de fidelidad 34.
Son miembros también, pero no de iure, todos aquellos clé-
rigos, laicos y miembros de institutos de vida consagrada que
son llamados por el obispo diocesano a participar en el sínodo
(can. 463, ¿j 2).
Como observadores pueden ser invitados algunos ministros o
miembros de las Iglesias o comunidades eclesiales que no esthn en
la plena comunión católica (5 3). NO deben ser considerados como
miembros del sínodo, aunque su presencia puede ser de gran utili-
dad para las relaciones ecuménicas que hayan de establecerse en la
diócesis en varios niveles y en diversos ámbitos.

e) Obligaciones y derechos del obispo diocesano


793. Las OBLIGACIONESdel obispo diocesano respecto al sino-
do son:
- celebrar el sínodo cuando lo sugieran las circunstancias
(can. 461, 5 1);
- consultar al colegio presbiteral sobre la oportunidad de la
celebración (can. 461, 5 1);
- proteger la libertad de discusión durante la asamblea sinodal
(can. 465);
- transmitir el texto de las declaraciones y de los decretos al
metropolitano y a la conferencia episcopal (can. 467).
Los D E R E C H O S de que goza el obispo son:
- convocar el sínodo (can. 462, 5 1);
presidirlo personalmente o por medio del vicario gene-
ral o del vicario episcopal como delegado suyo, pero sólo
para cada una de las sesiones (can. 462, 5 2);
- legislar (can. 466);
- firmar las declaraciones y los decretos sinodales (can. 466);
- establecer el modo de promulgación de las leyes y el tiempo
desde el que empiezan a obligar (can. 8, 5 2; EI, n. 165);
- suspender y disolver el sínodo (can. 468, 5 1);
- proseguir el sínodo o declarar extinguido el sínodo inte-
rrumpido por sede vacante o impedida (can. 468, 5 2).

f) Obligaciones y derechos de los miembros


794. Son OBLIGACIONES de los miembros del sínodo:
- emitir la profesión de fe (can. 833, 5 1) y el juramento de fi-
delidad 35;
- participar en el sínodo, a no ser que haya un legítimo impe-
dimento (can. 464): para los miembros de iure se trata de
u n a obligación estricta (can. 463, 5 1);por tanto, sólo pue-
35 Id.

674
II
4
4 den ausentarse por causa grave, mientras que para los miem-
bros no de iure es suficiente una causa justa;
- advertir a tiempo al obispo del impedimento de participar
en el sínodo (can. 464), de forma que el obispo pueda pro-
veer a su sustitución.
Los DERECHOS son:
- discutir libremente en las sesiones sinodales (can. 465);
3%
'43 - dar el voto consultivo (can. 466);
: ;. - enviar un procurador, en caso de legítimo impedimento
rb V
:

%-. (can. 464).

S
$4
2. a
A: 4.2. Consejo presbiteral
58

al a) Naturaleza y _fin

795. El canon 495, 5 1, define el consejo presbiteral como un


grupo de sacerdotes que, representando al presbiterio, sea como el
SENADO DEL OBISPO para ayudarle en el gobierno, de manera que
se promueva de la manera más eficaz el bien pastoral de la porción
del pueblo de Dios que se le ha confiado.
El origen remoto del consejo presbiteral se encuentra en CD
27b, pero el texto más importante sobre su institución es PO 7a,
que dispone expresamente que en toda diócesis debe haber un
grupo o senado de sacerdotes, representantes del presbiterio, que
con sus consejos pueda ayudar eficazmente al obispo en el gobierno
de la diócesis. Sin embargo, en los dos textos, más bien que la
institución de un nuevo organismo, se expresa la intención del
concilio de renovar el cabildo catedralicio, que según el canon 391,
5 1, CIC 1917 era el senado o consejo del obispo formado por
presbíteros nombrados por el obispo.
796. El fundamento teológico del consejo presbiteral, así como
de los otros órganos consultivos del obispo formados por presbíte-
ros, se encuentra en la unidad entre presbíteros y obispo, basada en
la comunidad ontológico-sacramental entre ellos, aunque con dife-
rencias de grado, como hemos visto en el capítulo 10 (nn. 268; 280).
En la comunión sacramental y jerárquica se basa el hecho de que
los presbíteros son los cooperadores del orden episcopal (PO 2b),
y los obispos disponen de ellos como AYUDA NECESARIA y CONSE-
JEROS en el ministerio y en la función de enseñar, santificar y apa-
centar al pueblo de Dios. Sin embargo, la doctrina del concilio
sobre la relación que existe entre el PRESBITERIO y el OBISPO no es
uniforme: unas veces subraya que forman una unidad (LG 28b;
C D 28a; AG 19c); otras veces, por el contrario, su distinción y su
subordinación del primero al segundo (LG 28a; PO 8a; AG 2 0 ~ ) .
Quizá por esta razón, aunque la relación entre los mismos presbí-
teros se base en la comunión sacramental (LG 41c) y en la unidad
de la misión (PO 1; 2b.d; loa), el concilio no habla nunca de
colegio de los presbíteros, sino sólo de íntima fraternidad sacerdotal
(LG 28c; PO 8a) o de particulares lazos de caridad apostólica, de
ministerio y de fraternidad (PO 8a). Tampoco es uniforme la doc-
trina sobre los miembros del presbiterio, ya que a veces se afirma
que pertenecen al presbiterio sólo los sacerdotes diocesanos incar-
dinados en la diócesis o que se dedican plenamente al servicio de la
misma (CD 28a), y otras veces se piensa también en los sacerdotes
religiosos (CD 34a) y misioneros extranjeros (AG 2 0 ~ ) De . todas
formas, interesa advertir que el segundo punto de vista tiene mayor
fundamentación teológica, ya que todos los presbíteros forman un
único orden presbiteral (PO l), en virtud del sacramento y por la
comunión jerárquica con el orden episcopal (PDV 17-18).
A pesar de las incertidumbres de la doctrina conciliar, por el
hecho de que todos los que son instituidos en el sacerdocio minis-
terial por medio del orden sagrado, es decir, los obispos y los
presbíteros, ejercen -aunque en diverso grado- el único ministe-
rio de Cristo que se les transmitió por medio de los apóstoles (PO
2b.d; loa), de esa misma comunión surge una CORRESPONSABILI-
D A D de los presbíteros junto con el obispo respecto a la conse-
cución del bien espiritual de la diócesis, que debe encontrar su
expresión concreta en formas de PARTICIPACION en el gobierno de
la Iglesia. Por eso PO 7a establece para cada uno de los obispos
que constituyan un grupo o senado de sacerdotes, representantes
del presbiterio, que con sus consejos le presten eficaz ayuda en su
gobierno.
797. ES 1, 15,§ 1, por primera vez llama "consejo presbiteral"
al "grupo o senado de sacerdotes" (coetus seu senatus sacerdotum),
representantes de los presbíteros, del que hablaba PO 7a. De esta
denominación se deduce con mayor claridad LA NATURALEZA SA-
CERDOTAL de este consejo; sin embargo, no en el sentido de que
está formado sólo por presbíteros, y no por diáconos, sino en
cuanto que comprende también en sí mismo al obispo diocesano
como padre de una sola familia (CD 28a; LG 28b; AG 19c) y a los
obispos auxiliares.
Incilio
: no es La carta circular Presbyteri Sacra (= PS), dada por la Congre-
-;28b; gación para el clero el 1 1 de abril de 1970 36, después de dar las
'n y SU bases doctrinales por las que el presbiterio es una única familia que
;20c). tiene por padre al obispo (nn. 1-3), define el consejo presbiteral
presbi- como ORGANOCONSULTIVO PECULIAR del obispo, ya que por su
unidad misma naturaleza y por su forma de proceder es preeminente res-
.nca de pecto a todos los demás órganos consultivos: es órgano del sacer-
>rdotal docio ministerial, al que está confiada la tarea de apacentar al
:a, de pueblo de Dios; procede siempre en unión con el obispo y nunca
la doc-
sin él. Por estas razones sólo a él le compete el titulo y la función 8

afirma de SENADO (senatus) del obispo en el gobierno de la diócesis (PS,


incar- n. 10; EI, n. 203b). Tiene carácter REPRESENTATIVO respecto al
;Ode la presbiterio, porque lo representa tanto dando consejos e informan-
rdotes do al obispo, como ejerciendo la función de gobierno que es propia
todas del presbiterio (PO 7a; ES 1, 15, § 1; PS, n. 6).
mayor 798. La definición del consejo presbiteral que aporta el ca-
nan un non 495, 5 l, expresa su NATURALEZA REPRESENTATIVA Y CON-
por la SULTIVA.

por el El consejo presbiteral está dirigido no sólo por el derecho


minis- universal, sino también por el particular; por eso cada consejo
4 y los debe tener sus propios estatutos, redactados por él mismo (PS,
iiniste- concl. Ib), aprobados por el obispo, teniendo en cuenta las normas
:S (PO
emanadas de la conferencia episcopal (can. 496), que deben atender
;ABILI- a las cuestiones más importantes que haya que tratar en los conse-
conse- jos, a la periodicidad de las reuniones, a la cooperación con los
rar su otros organismos consultivos, favoreciendo las relaciones del con-
no de sejo con todos los sacerdotes de la diócesis (PS, concl. 11). La CEI
bispos no ha dictado normas en este sentido. Todo cambio en los estatutos
tantes tiene que ser aprobado por el obispo *.
en su
b) "Munus "y competencia
':eral9'
~um), 799. En todos los documentos que tratan de los consejos pres-
e esta biterales (can. 495, €j 1; PO 7a; ES 1, 15,g 1; PS, n. 5; EI, n. 203a),
;A SA-
sobre la base de los fundamentos teológicos expuestos anterior-
e que
13 en ~-

.;ano Cf UAASn62 (1970) 459-465; E V 312449-2476.


36

a los * A tenor del can. 496 la CEE establece normas sobre el consejopresbiteral, criterios de
representatividad, miembros natos, de nombramiento y de elección, ejercicio del voto y
otros asuntos de su competencia. La suma de miembros natos y de los nombrados por el
obispo no excederá del 50 por 100 del total de los miembros (l.er DG 1984, art. 3).
mente, se afirma la C O N S T I T U C I ~ N
OBLIGATORIA de los mismos
para el bien pastoral de la diócesis.
ES claro que el consejo presbiteral no puede confundirse ni con
una especie de sindicato del clero para la reivindicación de sus
derechos 37 ni con una comisión del clero que trate de sus necesida-
des materiales y espirituales, ya que debe tratar de las cuestiones
que se refieren a toda la vida y gobierno de la diócesis (ES 1, 15,
5 1; PS, n. 8; EI, n. 203b).
Para la validez de sus actos, el obispo está obligado a oír, a I
tenor del canon 127, 2, 2.0, al consejo presbiteral en los casos
previstos por el derecho (cf cáns. 461, 5 1; 5 15, 5 2; 531; 536, 5 1;
1215, 5 2; 1222, 5 2; 1263); y en los asuntos más importantes se le
invita a hacerlo (cf EI, n. 203b). Normalmente el consejo tiene
VOTO CONSULTIVO, mientras que su CONSENTIMIENTO se requiere
sólo en los casos expresamente previstos por el derecho (can. 500,
5 2); pero, al menos actualmente, el derecho universal no prevé
ningún caso de este tipo. Vale también aquí todo lo que se ha dicho
sobre el valor incluso del solo voto consultivo en el ámbito eclesial
(cf n. 718). j

En los cánones 443, 5 5; 1742, 5 1 se establecen otros derechos


y competencias del consejo presbiteral.

c) Miembros

800. El consejo presbiteral puede estar compuesto SOLO de 1


SACERDOTES, representantes del presbiterio (can. 495, 5 1); por 4
tanto, quedan excluidos los diáconos, por el hecho mismo de que
I

j
no participan del sacerdocio ministerial. 1

i
Según el canon 497 el consejo está compuesto por MIEMBROS: 1
- libremente elegidos por los mismos presbíteros, a tenor del i1
derecho universal y de los estatutos, en número aproximado j
a la mitad, que debe ser determinado ulteriormente por los i

estatutos;
- de derecho, a tenor de los estatutos, por el oficio que des-
empeñan, como, por ejemplo, los vicarios generales y epis-
copales, aunque sean obispos; el rector del seminario, etc.
1
4

:
(PS, n. 7);
- libremente nombrados por el obispo, de tal manera que
1
37 Cf Acta Commissionis, en "Com." 14 (1982) 215. 11
los mismos, éstos junto con los de oficio no lleguen a superar la mitad de
todos los miembros.
sdirse ni con
hf:iÓn de sus 801. El modo de elección de los miembros del consejo debe
:US necesida- establecerse en los estatutos, pero debe asegurar una verdadera
9s cuestiones REPRESENTACI~N del presbiterio, teniendo en cuenta los diver-
$ - S(ES 1, 15, sos ministerios (párrocos, vicarios parroquiales, capellanes, etc. 8

(can. 499; PS, n. 6); pero si no se alcanza esta representación, el


obispo puede suplir esta falta con su facultad de nombramiento
: 30 a oír, a
directo (PS,n. 7). El canon 497 no dice nada sobre el número de
en los casos
los miembros del consejo, pero se puede deducir que no debe ser
'1; 536, $ 1;
inferior a seis, dado que el número de los miembros del colegio de
jitantes se le
?nsejo tiene consultores debe ser el de seis (can. 502, $ 1): en este caso las dos
se requiere figuras se identificarían; adeniás, en una diócesis muy pequeña
io (can. 500, pueden ser miembros del consejo todos los sacerdotes de la misma.
;al no prevé
1

l En los vicariatos y prefecturas apostólicas el consejo que hay


: se ha dicho que constituir debe estar compuesto al menos de tres presbíteros
3ito eclesial misioneros, y no necesariamente debe actuar colegialmente como
el consejo presbiteral diocesano, ya que el parecer de sus miembros,
para los asuntos más importantes, puede expresarse también por
.os derechos
medio de una carta (can. 495,§ 2).
A tenor del canon 498, tienen voz activa y pasiva en orden a la
constitución del consejo:
- todos los sacerdotes seculares incardinados en la diócesis,
aunque no tengan domicilio o cuasi domicilio en ellaJ8,
'to SOLO de incluidos los miembros de los institutos seculares, normal-
- § 1); por mente incardinados en la diócesis (cf can. 715, § l), y los
:mo de que vicarios generales o episcopales si por los estatutos son miem-
bros de derecho 39; los sacerdotes que residen ilegítimamente
MIEMBROS: fuera de la diócesis o que hubieran abandonado el minis-
a tenor del terio pueden ser privados por el obispo de la voz tanto
!~roximado activa como pasiva", según la oportuna determinación de
:nte por los los estatutos;
- los sacerdotes seculares no incardinados en la diócesis,
:io que des- entre ellos los incardinados en una prelatura personal
rales y epis- (cf cáns. 295, 5 1; 297), y los sacerdotes miembros de un
iinario, etc. instituto religioso o de una sociedad de vida apostólica, a
los que se asemejan los miembros de los institutos secula-
nanera que 38 Cf Acta Commissionis, en "Com." 13 (198 1) 130.
39 Cf "Com." 14 (1982) 216.
40 Cf ib, 216-217.

679

- - --
res incardinados en ellos (cf cáns. 266, 4 3; 715, 5 2), que,
residiendo en la diócesis, ejerzan en SU favor algún oficio
(cf can. 498, 5 1);
- otros sacerdotes que tengan el domicilio o cuasi domici-
lio en la diócesis (por ejemplo, los presbíteros eméritos), a
los que se les reconoce en los estatutos el derecho de elec-
ción (5 2).
C

Las formalidades de la elección deben ser establecidas por 10s


estatutos (can. 499) y por otro reglamento, pero hay que establecer
claramente el secreto del voto, prever el voto por carta y por dele-
gación, el nombramiento de los escrutadores, la publicación del
escrutinio, etc.
802. A tenor del canon 127,§ 2, todos los miembros del con-
sejo presbiteral están obligados a expresar sinceramente su propia
opinión y, si la gravedad de los asuntos lo requiere, a observar
diligentemente el secreto. La obligación del secreto se deriva del
derecho natural, para proteger tanto a las personas que estuvieran
implicadas en los asuntos tratados como la libertad de expresar la
propia opinión a los miembros mismos del consejo.
803. Mientras que los miembros de derecho cesan al cesar el
oficio por el que se han hecho miembros del consejo, los elegidos
o nombrados permanecen durante el tiempo determinado en los
estatutos, pero de tal manera que el consejo se renueve todo o en
parte cada cinco años (can. 501, 4 l), aunque pueden ser elegidos
o nombrados de nuevo los mismos miembros. De aquí se deduce
que el Consejo presbiteral, por su naturaleza, es un órgano perma-
nente, pero temporal en cuanto a sus miembros y a su acción4'.

d) Estructura y funcionamiento

804. Sobre la estructura del consejo presbiteral el derecho


universal dice poco, y por consiguiente es mucho lo que tienen que
decir los estatutos.
De la misma naturaleza del consejo se deduce que el obispo
diocesano lo convoca y lo preside, determinando además las cues-
tiones que haya que tratar o aceptando las que proponen los miem-
bros (can. 500, 5 1) y dando a conocer lo que se establezca en el

4' Cf Acta Commissionis, en "Com."13 (1981) 130.

680
15, § 2), que, desarrollo del mismo (8 3). El obispo puede recibir la ayuda de un
algún oficio consejo de presidencia, formado por los vicarios generales y epis-
copales, y por otros miembros del consejo.
!asi domici- El tiempo de convocatoria de la asamblea ordinaria no está
i eméritos), a establecido por el derecho universal; los estatutos pueden disponer
.icho de elec- que, además de los casos previstos por el Código, sea convocado
por el obispo cuando lo crea oportuno, o bien que se reúna en
determinados intervalos de tiempo. Los estatutos deberán prever
:cidas por los además la asamblea extraordinaria para tratar los asuntos más
!ge establecer urgentes. La asamblea debe actuar a tenor del canon 119.
ta y por dele-
ibiicación del
+A
El moderador de las discusiones es elegido entre los miembros
1 del consejo por el consejo de presidencia.
.bros del con- El secretario, ayudado por la secretaría, toma nota de todo lo
nte su propia que se realiza, comunica la convocatoria, publica las actas, las
2, a observar conserva en el archivo, etc.
se deriva del Pueden constituirse comisiones o grupos de estudio para exa-
ue estuvieran minar cuestiones particulares.
ie expresar la 4

an al cesar el e) Cesación
, los elegidos
inado en los 805. El Consejo presbiteral cesa por:
';e todo o en - sede vacante, por el mismo derecho, ya que no puede exis-
i ser elegidos tir sin el obispo, y sus tareas pasan a ser desempeñadas
luí se deduce por el colegio de consultores, cuyos miembros permane-
tvano perma-
; cen en el cargo hasta la nueva constitución del colegio por
zción 41. parte del nuevo obispo; en el plazo de un año desde su to-
ma de. posesión, el nuevo obispo debe constituir de nue-
vo, por decreto, el consejo presbiteral, que puede estar
formado también por los mismos miembros del anterior
(can. 501,§ 2);
1 e1 derecho - decreto del obispo diocesano, consultado el metropolitano,
ie tienen que o bien, si se trata del mismo metropolitano, el obispo sufra-
gáneo de mayor antigüedad en el cargo, en el caso de que no
ne el obispo cumpla con la tarea que se le ha'confiado para el bien de la
nás las cues- diócesis o por abusos graves en el ejercicio de su función
:n los miem-
(can. 501,§ 3).
4.3. Colegio de consultores

a) Naturaleza

806. El colegio de consultores, como instituto permanente en


toda diócesis, es una novedad del CIC 1983, ya que en el CIC 1917
(can. 423) sólo estaban previstos los consultores diocesanos para
aquellas diócesis en las que no podía constituirse el cabildo cate-
dralicio, cuyas funciones desempeñaba. El concilio y la legislación
posconciliar deseaban la renovación de este cuerpo de consultores
y establecían que las conferencias episcopales dieran su parecer
sobre esta cuestión (CD 27b; ES 1, 17; fj 2; PS, n. 10).
En el Código el colegio de consultores guarda estrecha relación
con el consejo presbiteral, ya que regularmente está compuesto por
miembros del consejo presbiteral nombrados libremente por el obis-
po (can. 502, fj 1). Se le puede considerar como un grupo restrin-
gido del consejo presbiteral, que, además de cumplir con las fun-
ciones determinadas por el derecho (can. 502,g 1), es Útil especial-
mente en las grandes diócesis, en donde el consejo presbiteral es
muy numeroso y, por tanto, difícil de convocar con frecuencia y
no adecuado para tratar cuestiones que requieren mayor discre-
ción, como las que se refieren a las personas o al nombramiento de
oficios (cf PS, n. 8) 42. NO obstante, a pesar de esta estrecha cone-
xión con el consejo presbiteral, el colegio de consultores es un
órgano independiente del mismo, bien porque sus funciones están
I
claramente definidas por el derecho, bien porque un miembro del
I
I colegio de consultores que deja de ser miembro del consejo presbi-
teral permanece en su función de consultor 43.

b) Funciones

807. El canon 502,fj 1,de manera muy general, dice solamente


que el colegio de consultores desempeña las funciones determinadas
por el derecho, o sea, en los diversos casos en que se pide su parecer
o su consentimiento a tenor del canon 127. Sin embargo, el obispo
puede convocar el colegio cuando lo considere oportuno, como
para las cuestiones urgentes o las cuestiones reservadas. La mayor

42 Cf Acta Commissionis, en "Com." 14 (1982) 217-218.


43 Cf PONT.COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 7 agosto 1984, en "AASn 76 (1984) 747;
E V 91864.
parte de los casos previstos por el Código se refieren al gobierno
durante la sede vacante y la administración económica de la dióce-
sis (cf cáns. 272; 377, tj 3; 382, 4 3; 404, 44 1.3; 413, 4 2; 419; 421,
1; 422; 430, 4 2; 485; 494; 501, 4 2; 833, 4.0; 1018, 0 1, 2.0; 1277;
lermanente en 1292, 1).
n el CIC 1917 Sólo excepcionalmente la conferencia episcopal puede estable-
Icesanos para cer que las funciones del colegio de consultores sean confiadas al
cabildo cate- cabildo catedralicio (4 3). Esto vale especialmente para aquellas
la legislación regiones (Alemania, Austria, Suiza) donde el cabildo catedralicio
le consultores ha mantenido el derecho de elegir al administrador diocesano y
'r, su parecer conserva la función del senado del obispo; en esos casos sería
j. conveniente que los miembros del cabildo catedralicio fueran tam-
recha relación bién miembros del consejo presbiteral. La CEI ha decidido que las
ompuesto por funciones atribuidas al colegio de consultores no pasen a atribuirse
i te por el obis- al cabildo catedralicio 44.
zrupo restrin- Si en algunas pequeñas diócesis el consejo presbiteral no consta
non las fun- de más de siete miembros, está claro que las funciones del colegio
itil especial-
gresbiteral es
f
I
de consultores son desempeñadas por el consejo45.
F En los vicariatos y en las prefecturas apostólicas las funciones
;frecuencia y 5
-Tnayor discre- r- del colegio de consultores corresponden al consejo del que se habla
''
@
en el canon 495, 4 2, a no ser que el derecho universal o particular
hamiento de
:s!recha cone- establezcan otra cosa (can. 502, 4 4).
ultores es un
inciones están
miembro del c) Miembros
onsejo presbi-
808. El canon 502, 5 1, dice que los miembros son NOMBRA-
DOS LIBREMENTE por el obispo diocesano, por el hecho de que
forman su consejo restringido. Pueden ser escogidos indistinta-
mente entre los miembros del consejo presbiteral, elegidos, de de-
recho o nombrados, aunque sean obispos auxiliares, en número no
.;:e solamente inferior a seis ni superior a doce, de forma que haya cierto plura-
t; eterrninadas lismo, pero al mismo tiempo un número limitado para un verdade-
de su parecer ro intercambio de pareceres.
-go, el obispo Los miembros del colegio son nombrados para cinco años, y
rtuno, como si, como hemos visto, algún consultor cesa de su función de miem-
s.La mayor bro del consejo presbiteral, permanece en la de consultor; además,
si durante el quinquenio un consultor cesa de sus funciones, el

Cf Delib. n. 4, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/ 1983,209; E, CEI 3/ 1592.


45 Cf Acta Commissionis, en "Com."5 (1973) 230.

683

- - - --
obispo diocesano no está obligado a nombrar a otro en su puesto,
a no ser que se haya llegado al numero mínimo requerido por el
canon 502,g 1 46.
Preside el colegio de consultores: a) el obispo diocesano; b) se-
de vacante o impedida, el obispo auxiliar hasta la elección del
administrador diocesano, que pasará entonces a presidirlo; c) si
no hay un obispo auxiliar, el consultor más antiguo en ordenación
(can. 502, 4 2).

4.4 Cabildo de canónigos

a) Naturaleza y funciones

809. Del siglo I V al siglo vrIr los clérigos que vivían en la ciudad
llevaban una vida común o canónica en la casa catedral, siguiendo
una regla parecida a la de los monjes (san Eusebio de Vercelli, san
Agustín, Crodegango de Maguncia). Aquí tuvieron su origen los
cabildos catedralicios.
En el siglo IX Carlomagno dispuso que todos los clérigos llevaran
vida común, y Ludovio Pío impuso la regla de Almario de Maguncia
a todas las Iglesias. Así nacieron los cabildos colegiales.
Sin embargo, la vida común no duró mucho tiempo, dado que
primero el obispo y luego los clérigos separaron su propia parte del
patrimonio común o al menos las distintas rentas que provenían de
él, y empezaron a vivir por cuenta propia. De aquí nació la distinción
entre canónigos regulares y canónigos seculares: los primeros con
vida en común y ligados con votos, y los otros no.
El concilio Lateranense 11(a. 1139), canon 28, reconoció una gran
autonomía a los cabildos catedralicios y el derecho a elegir al obispo
y a administrar la diócesis sede vacante4'. Estos privilegios dieron
lugar a abusos, que intentó remediar el concilio de Trento 4*. Después
de la revolución francesa los cabildos fueron suprimidos en muchas
partes por los gobiernos civiles, y sólo en parte se restauraron más
tarde. dc
Por el CIC 1917 (can. 39 1,§ 1) se atribuía a los cabildos en general
le1
la función de procurar la solemnidad del culto divino y a los cate- m
9L
46 Cf PONT.COM. INT.AUT.CIC, Respuesta del 7 agosto 1984, en "AAS" 76 (1984) 747; ejc
EV 91865;
47 Cf COD, 203.
48 Cf Sess. VII, decr. De reform., 1-4; Sess. XXIV, De reform., cán. 8, 12, 16, 17; Sess.
XXV, decr. De reform., gen., can. 6, en COD, 687; 764; 766-767; 769-770; 787-788.
dralicios la de ser el senado del obispo, así como la de regir la
su puesto, diócesis sede vacante.
.ido por el
810. Por el hecho de que en el CIC 1983 la función general de
senado del obispo se le reconoce sólo al consejo presbiteral, mien-
:,ino; 6 ) se- tras que las otras funciones, que antes correspondían al cabildo
'occión del catedralicio, se le atribuyen ahora al colegio de consultores, en el
1 ?irlo; C) si canon 503 el cabildo de canónigos, tanto colegial como catedralicio,
wdenación . se define como el colegio de sacerdotes al que corresponde realizar
I
las funciones litúrgicas más solemnes en la iglesia catedral o cole-
gial; además, corresponden al cabildo catedralicio las funciones
que le confía el derecho o la conferencia episcopal, como por ejem-
plo, las del colegio de consultores (cf can. 502, 3).
8 1 1. La erección y la conservación de los cabildos no es obli-
gatoria, ya que su función litúrgica puede suplirse de otras ma-
neras. De todas formas, sólo la Santa Sede es competente para
en la ciudad la erección, innovación y supresión de los cabildos catedralicios
a 1,siguiendo (can. 504), mientras que el obispo diocesano es competente para
iercelli, san los colegiales.
i! origen los
De las iglesias al mismo tiempo parroquiales y capitulares, de
las que habla el canon 510, se hablará más adelante (cf n. 838).
%osllevaran
n Maguncia
b) Estatutos
;, dado que
,lis parte del 812. El canon 506 establece disposiciones generales sobre el
irovenían de
la distinción
contenido de los estatutos, que según el canon 505 deben ser elabo-
rimeros con rados mediante legítimo acto capitular (cf can. 119, 2.9 y aproba-
dos por el obispo diocesano. También la modificación y la abroga-
ción de los estatutos deben ser aprobadas por el obispo diocesano.
:ió una gran
al obispo
.$os dieron
". Después c) Canónigos
-.nmuchas
:!?aran más 813. Todas las canonjías, oído el cabildo mismo, son conferi-
das libremente por el obispo diocesano, revocados todos los privi-
s en general legios en contrario (can. 509, tj 1). Expresamente se deniega al ad-
a los cate- ministrador diocesano el derecho a conferir las canonjías. Los re-
quisitos para recibir una canonjía son: doctrina, integridad de vida,
ejercicio laudable del ministerio (4 2).
Si el mismo cabildo, a tenor del canon 119, l.Q, elige al presi-
6, 17; Sess. dente, éste debe ser confirmado por el obispo (cáns. 507,tj 1; 509,
388.
1)J9. El cabildo debe nombrar un canónigo penitenciario, tanto
en la iglesia catedral como en la colegial, que tenga la facultad
ordinaria, no delegable, de absolver, incluso a los extraños en la
diócesis y a los diocesanos fuera de la diócesis, en el fuero interno
sacramental, de las censuras latae sententiae no declaradas, no
reservadas a la Santa Sede (can. 508,§ 1). Donde no haya cabildo,
el obispo debe nombrar a otro sacerdote para este oficio (5 2).
Además, a tenor de los estatutos, el obispo puede constituir según
10s usos del lugar otros oficios (can. 507, l), como, por ejemplo,
el canónigo teólogo.
Los clérigos, incluso diáconos, que no pertenecen al cabildo,
pueden recibir oficios que, a tenor de los estatutos, sirvan de ayuda
a los canónigos (can. 507, €J 2), como, por ejemplo, clérigos que
están comprometidos en un sector pastoral particular pueden ayu-
dar con sus consejos al cabildo catedralicio si éste desempeña las
funciones del colegio de consultores, a tenor del canon 502, g 3.

4.5. Consejo pastoral

a) Naturaleza, finalidad y función

8 14. El consejo pastoral es de nueva institución: CD 27e ma-


nifestaba vivo deseo de que se constituyera en todas las diócesis,
pero no lo imponía. Igualmente ES 1, 16. El sínodo de 1971 confir-
maba su carácter facultativo 50; la carta circular de la Congregación
para el clero Omnes christijideles (= OC), del 15 de marzo de
197251, exaltaba su importancia y su conveniencia y disponía que
todos los obispos lo instituyesen en sus diócesis, después de haber
tratado el asunto en la conferencia episcopal y haberlo considerado
atentamente con el consejo presbiteral (n. 6); finalmente, EI, núme-
ro 204, lo recomendaba vivamente.
En el canon 511 se prevé la constitución del colegio pastoral
con una formulación más débil que en los documentos preceden-
tes, ya que dice que se constituya cuando lo sugiera la situación
pastoral de la diócesis. Le corresponde, bajo la autoridad del obis-

49 INT. LEG.,Respuesta del 10 agosto 1989, en "AAS" 81 (1989) 991; E V


PONT.CONST.
1112271.
50 Cf DOC.Ultimis temporibus. 30 noviembre 1971, 11, 3, en "AAS" 63 (1971) 920-921;
EV 41 1232.
5 ' Cf EV 41 1902-1923. 1
,3
:iario, tanto po, estudiar, valorar y proponer conclusiones operativas sobre todo
la facultad lo referente a la actividad pastoral de la diócesis (CD 27e; AG 30b;
'raños en la PO 7a, nota 41; ES 1, 16,g 1).
uero interno 815. En el consejo pastoral están representadas TODAS LAS
:laradas, no CATEGOR~ASDE FIELES (clérigos, miembros de los institutos de
'aya cabildo, vida consagrada y especialmente laicos: can. 512, 5 1); por consi-
oficio ($ 2). guiente, es la manifestación de la C O M U N I ~ Nentre todos los fieles
.;tituir según que, bajo la guía del obispo, ejercen el derecho y cumplen con el
'or ejemplo, deber de cooperar activamente -cada uno según su propio caris-
ma y su propia condición- a la edificación del cuerpo místico de
i al cabildo, JL Cristo, en virtud de su participación en el triple munus de Cristo
an de ayuda ,.
1
por el bautismo y la confirmación (AA 2a; LG 32c; 30; CD 16a;
ilérigos que cáns. 208; 209, $ 2; 210; 21 1; 212, $8 2.3; 216). Sin embargo, la
2ueden ayu- ..t participación de los fieles laicos en la misión de la Iglesia no es la
$empeña las $1 misma que la participación de los ministros sagrados en virtud del
i 502, 8 3. munus pastoral. En efecto, el sacerdocio común de los fieles y el
ministerial difieren entre si esencialmente y no sólo en grado; sin
embargo, por el hecho de que los dos participan del único sacerdo-
cio de Cristo, están ordenados el uno al otro, en la mutua ayuda y
apoyo (LG loa). Por una parte se sigue de esto que el munus
pastoral de enseñar, santificar y gobernar no ha sido conferido por
Cristo a toda la comunidad de los fieles, sino sólo a aquellos que
por medio del sacramento del orden han sido constituidos en el
CD 27e ma- sagrado ministerio (OC,n. 3), y por otra, que los otros fieles,
1 as diócesis, precisamente por su participación activa en la misión apostólica de
!971 confir- la Iglesia, pueden ser una ayuda válida a los pastores en el ejercicio
~ngregación de su munus (OC,n. 4). De este modo aparece con claridad que la
e marzo de cualificación de "pastoral" viene del hecho de que este consejo
isponía que propone conclusiones operativas para la acción pastoral y no del
les de haber hecho de que ejerza un munus pastoral de gobierno. En esto con-
considerado siste su diferencia del consejo presbiteral y aquí es donde radica su
:, EI, núme- carácter facultativo.
Es propio del consejo pastoral estudiar, valorar y proponer
pastoral
~ j 9 conclusiones operativas sobre las actividades pastorales de la dió-
)=preceden- cesis (can. 511), es decir, iniciativas misioneras, catequéticas y apos-
la situación tólicas (OC,n. 9). Las cuestiones pueden ser indicadas por el obis-
ad del obis- po o sugeridas por el mismo consejo. Corresponde sólo al obispo
aceptar, mandar ejecutar y dar a conocer los documentos eventual-
mente elaborados por el consejo (OC, n. 10). Finalmente, el consejo
es un instrumento de comunión, ya que ofrece la ocasión de un
intercambio de experiencias entre las diversas categorías de perso-
nas y los diversos grupos que operan en la diócesis (OC,n. 9).
Dada su naturaleza es, por tanto, un ÓRGANO CONSULTIVO
(can. 514, $ l), permanente en cuanto a SU institución, pero no en
cuanto a su acción y a sus miembros (cf cáns. 513, $ 1; 514, 4 2.7
ES 1, 16, tj 2; OC, nn. 6; 7). Dada su finalidad, cesa sede vacante
(can. 513, 5 2), pero el que rija provisionalmente la diócesis puede
reunir a los miembros del consejo para escuchar su parecer, pero
no al consejo como tal (OC, n. 1).
816. El consejo pastoral se rige por los estatutos dados por el
obispo (can. 513, $ l), y no sólo aprobados por él, como en el caso
del consejo presbiteral.
El consejo pastoral puede ser convocado y presidido sólo por el
obispo (can. 514, $ l), según las necesidades, pero, al menos, una
vez al año ($ 2). Esta obligación se deriva del hecho de que, al no
estar previstos en el Código los casos en que el obispo tenga que
escuchar el parecer del consejo pastoral, como en el caso del consejo
presbiteral, si no se determinara una frecuencia de convocatoria,
podría ir haciéndose tan elástica que acabaría haciendo inútil la
constitución misma del consejo.

b) Miembros

8 17. Aunque no se puede decir que en un sentido estrictamen-


te jurídico el consejo pastoral representa a toda la comunidad
diocesana 52, dado que los miembros no son elegidos necesariamen-
te por ella, sin embargo deben ser escogidos de diversas categorías,
de manera que dé la imagen de toda la comunidad diocesana
(can. 512, $6 1.2; OC, n. 7). Por esto forman parte de él sacerdotes,
diáconos permanentes (OC, n. 7) 53, miembros de los institutos de
vida consagrada, con la licencia del moderador competente (OC,
n. 7), y especialmente laicos, designados de la manera que indique
el obispo diocesano (can. 512, $ 1), es decir, o elegidos (por ejem-
plo, por los consejos pastorales parroquiales y por otros organis-
mos) o bien nombrados directamente por el obispo. De todas for-
mas, todos ellos tienen que estar en plena comunión con la Iglesia
católica (4 1) y han de distinguirse por su fe segura, sus buenas
costumbres y su prudencia (8 3). Pueden ser invitados los acatóli-
cos. Finalmente, han de tenerse en cuenta las diversas zonas de la

52 Cf Acta Commissionis, en "Com." 13 (1981) 139.


Cf PABLO
53 VI, M . p., Sacrum diaconatus ordinem, 18 junio 1967, n. 24, en "AAS" 59
(1967) 702; EV 2/ 1394.

688
ONSULTIVO diócesis, las diversas condiciones sociales y profesionales, el tipo de
pero no en apostolado, tanto individual como asociado (can. 5 12, 4 2). Donde.
1; 514, 4 2; haya diversos ritos, el consejo debe tener también un carácter inte-
:de vacante rritual (ES 1, 16, 4 5).
cesis puede
.recer, pero El número de miembros no debe ser excesivo, para permitir un
desarrollo recto y eficaz de sus funciones (OC, n. 7).
ados por el Excepto los que son miembros de derecho por el oficio que
3 en el caso
desempeñan, los demás son nombrados para el tiempo determinado
por los estatutos (can. 513,§ 1); sin embargo, conviene que no cese
al mismo tiempo todo el consejo, sino que se renueve mediante un
sOlo por el sistema rotatorio (OC, n. 7).
nenos, una
: que, al no
tenga que 5. SEDE IMPEDIDA Y SEDE VACANTE
del consejo
~vocatoria,
lo inútil la 5.1. Sede impedida

a) Noción
8 18. Se considera la sede impedida cuando el obispo diocesa-
no no puede ejercer, por un impedimento físico (cárcel, relegación,
strictamen- destierro, enfermedad grave, especialmente mental, etc.), la potes-
comunidad tad de la que goza para cumplir con su munus pastoral, ni siquiera
esariamen- por carta (can. 412).
categorías,
diocesana Si no lo hace la Santa Sede, tiene competencia para declarar la
sxerdotes, sede impedida y para comunicar el hecho a la Santa Sede la persona
,stitutos de que debe asumir el gobierno provisional a tenor del canon 413,
tente (OC, $5 1.2 (can. 413, 4 3).
lue indique
(por ejem-
os organis- b) Gobierno de la diócesis
: todas for-
n la Iglesia 819. El orden de las personas a las que corresponde, a no ser
sus buenas que la Santa Sede provea otra cosa con el nombramiento de
los acatóli- un administrador apostólico, el gobierno ad interim de la diócesis,
ronas de la con la misma potestad de que goza el administrador diocesano
(can. 414), se señala en el canon 413:
- ante todo, el obispo coadjutor, que es también vicario ge-
neral;
- si falta éste, un obispo auxiliar, o el vicario general o epis-
copal, o bien otro sacerdote, según el orden establecido por
una lista secreta hecha por el obispo diocesano inmediata-
mente después de haber tomado posesión de la diócesis, que
hay que renovar al menos cada tres años y comunicar al
metropolitano;
- si falta esta lista, un sacerdote elegido por el colegio de
consultores.
820. En el caso de que el impedimento para ejercer su oficio
en la diócesis se deba a que el obispo ha incurrido en una censura
eclesiástica, como excomunión, entredicho, suspensión, privación
o prohibición (cáns. 1331-1333, $5 1.2; 1336, 5 1.2.0, 3.0, S?), el
metropolitano, o bien el más antiguo en promoción de los sufragá-
neos si se trata del metropolitano, tiene que recurrir inmediata-
mente a la Santa Sede, para que provea lo que haya que hacer
(can. 415). Sin embargo, es preciso señalar que el canon sólo en-
cuentra aplicación en el caso de pena latae sententiae, porque una
pena ferendae sententiae sólo puede infligirla al obispo la Santa
Sede (can. 1405, 5 1, 3.0).

5.2. Sede vacante: el administrador diocesano

a) Noción
821. La sede se llama vacante desde el mismo momento de
la muerte del obispo diocesano, o de la aceptación por parte del
romano pontífice de su renuncia, o bien de la intimación de su
traslado o de su privación, hasta que el nuevo obispo no haya
tomado canónicamente posesión de la diócesis (cáns. 416; 430,# 1).
Sin embargo, hay que señalar que, en el caso de traslado a otra
diócesis, la vacante de la sede se produce desde el día de la toma de
posesión canónica de la nueva diócesis, que debe hacerse en el
plazo de dos meses desde el día en que se recibió la noticia del
traslado (can. 418, 5 1).

b) Efectos inmediatos
822. Respecto al OBISPO DIOCESANO, los efectos de la sede
vacante son los siguientes:
- todos los actos que ponga tienen valor sólo hasta que haya
recibido la noticia cierta o de la aceptación por parte del
)lecido por romano pontífice de su renuncia, o de su traslado, o de la
inmediata- privación de su oficio (can. 416);
ócesis, que - desde el momento de la noticia cierta del traslado hasta la
municar al toma de posesión de la nueva diócesis, dado que cesa como
obispo diocesano, goza de la potestad que tiene el adminis-
colegio de trador diocesano, está obligado a todos los deberes de éste
y sigue percibiendo la remuneración integra (can. 418,tj 2).
:r su oficio 823. Por 10 que se refiere al VICARIO GENERAL Y al EPISCOPAL,
:na censura son válidos los actos realizados hasta tener noticia cierta de la
, privación muerte del obispo diocesano o de la aceptación por parte del roma-
3.0, 5.9, el no pontífice de su renuncia, o de su traslado, o de la privación del
os sufragá- oficio (can. 417), dado que sede vacante pierde toda su potestad, lo
inmediata- mismo que durante el tiempo de administración por parte del obis-
que hacer po diocesano trasladado antes de la toma de posesión de .la nueva
>nsólo en- diócesis (can. 418, tjtj 1.2, l.Q), salvo el caso de que se trate del
Jorque una obispo auxiliar (can. 409, 12).
o la Santa
824. En cuanto al OBISPO AUXILIAR:
- hasta la constitución del administrador diocesano, el obis-
po auxiliar (si hay varios, el de nombramiento más anti-
guo) asume el gobierno provisional de la diócesis (can. 419;
CD 26c):
desde la noticia cierta o de la muerte, o de la aceptación
de la renuncia, o de la privación del oficio del obispo dio-
mento de
r parte del
cesano (can. 416);
:ión de su desde la toma de posesión de la nueva diócesis por par-
te del obispo diocesano, en caso de traslado (can. 418,
no haya
; 430,g 1).
0 2,l.Q);
- debe informar cuanto antes a la Santa Sede de la muerte del
3do a otra
obispo diocesano (can. 422) y convocar al colegio compe-
la toma de
tente para la elección del administrador diocesano: el colegio
:erse en el
de consultores o, en algunos casos, el cabildo catedralicio
noticia del
(cáns. 419; 421,tj 1; 502, tj 3).

825. Respecto al COLEGIO DE CONSULTORES:


- si falta el obispo auxiliar, a no ser que la Santa Sede provea
otra cosa, por ejemplo, con el nombramiento de un admi-
Je la sede nistrador apostólico, el colegio de consultores asume el go-
bierno provisional de la diócesis y, en caso de muerte del
I que haya obispo diocesano, tiene que informar de ello a la Santa Sede
parte del (cáni. 419; 422);
Para que sea L~CITA:
- el elegido debe distinguirse por su doctrina y su prudencia
(can. 425, 5 2);
+racosa, en - deben observarse todas las normas relativas a la licitud de
-Ame el go- las elecciones (cáns. 424; 165-178).
.drado sólo
P F.
! ~ C Oinme-
b) Deberes y facultades
rniento del
t el derecho 830. El administrador diocesano está sujeto a todas las obli-
gaciones del obispo diocesano (can. 427, 5 l), particularmente la
de residir en la diócesis y de aplicar la misa por el pueblo (can. 429).
Además, después de haber aceptado la elección debe hacer la pro-
fesión de fe y el juramento de fidelidad 54, a tenor del canon 833,4.Q
(can. 427, 5 2).
'c'
8 831. Desde el momento de la aceptación de su elección, sin
necesidad de confirmación por ninguna otra autoridad, el adminis-
liurta de la trador diocesano recibe la POTESTAD ORDINARIA y PROPIA para
. atedralicio desempeñar su oficio, que es la misma que la del obispo diocesano,
rador dio- 4e excluido lo que no le compete por la naturaleza misma de las cosas
>e advertir o por disposición del derecho (can. 427; 381, 5 1; 391).
la elección Respecto al ejercicio de la potestad d e gobierno deben obser-
! a ilegítima varse las disposiciones del canon 428, que valen también para todos
la misma los demás que rigen la diócesis antes del nombramiento del admi-
en el nom- nistrador diocesano:
- mientras esté la sede vacante, no ha de hacerse ninguna in-
10s asuntos novación;
I (can. 423, - no han de hacerse actos que puedan causar perjuicio a la
diócesis o a los derechos del obispo diocesano;
- especialmente, no deben sustraerse ni destruirse o modifi-
carse documentos de la curia diocesana.
z este ofi-
contraria
c) Cesación del oficio
os de edad
832. El oficio de administrador diocesano, a tenor del ca-
non 430, cesa:
confirma-
>resentado
5 1);
:dez de las
s4 CONGR. DOCTR. FE, Professio Jidei et iusiurandum Jideliiatis in suscipiendo officio
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 8 1 (1989) 104-106; EV 1 11 1 190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad, 7
octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1169; EV 1112494.
- por la toma de posesión de la diócesis por parte del nuevo
obispo;
- por remoción, reservada sólo a la Santa Sede;
- por renuncia, que hay que presentar de forma auténtica
al colegio elector, sin que haya necesidad de una confir-
mación.

En caso de remoción, renuncia o fallecimiento del adminis-


trador diocesano, debe ser elegido otro a tenor del canon 421
(can. 430,g 2).

6.1. Definición

833. Inicialmente el término parroquia indicaba el territorio que


hoy llamamos diócesis. Al aumentar el número de fieles, primero en
el campo y luego en las ciudades, se constituyeron presbíteros a cuya
cura pastoral se confió una porción del pueblo de Dios. Desde el
siglo v esos presbíteros empezaron a residir establemente en el campo
y a ser ordenados para las iglesias o parroquias rurales. En las ciu-
dades, por el contrario, exceptuando Roma y Alejandría, las parro-
quias no empezaron a constituirse hasta el siglo X. Con el concilio de
Trento todas las diócesis se dividieron en parroquias con pastores
propios y estables55. Después de la revolución francesa surgió la
figura del párroco amovible a voluntad del obispo.

834. Por lo que se refiere a la definición de la parroquia como


Iglesia local y a su relación con la Iglesia particular y la Iglesia
universal, véase lo dicho en el capítulo 2 (cf n. 27).
El CIC 1917 (can. 216, § 1) definía la parroquia más bien bajo
el aspecto territorial, aunque enumeraba otros elementos, como la
iglesia, el pueblo, el rector de la iglesia como pastor del pueblo.
Sobre la base de la doctrina conciliar, el Código actual subraya
más bien el elemento personal, la comunidad de fieles (can. 515,
1); el territorio lo considera como un elemento de especificación,
pero no esencial, ya que, aunque regularmente la parroquia debe
ser territorial, es decir, comprender a todos los fieles de un deter-
minado territorio, sin embargo se dan también parroquias perso-

Cf Sess. XIV, De reform., can. 9; Sess. XXIV, De reform., can. 13, en COD, 717;
767-768.

694
'el nuevo 5 nales, sobre la base del rito, de la lengua, de la nacionalidad o por
%-
otras razones concretas (can. 518).
Otro elemento que diferencia realmente a la parroquia, en cuan-
uténtica to comunidad jerárquicamente estructurada, de cualquier otra co-
.a confir- munidad local es el elemento personal del órgano de gobierno. el
PARROCO (SC 42; 28b; CD 30a; AA 1Ob). En efecto, la parroquia
es una determinada comunidad de fieles cuya cura pastoral está
adminis- encomendada, bajo la autoridad del obispo diocesano, a un párroco
non 421 como a su propio pastor (can. 515, 5 1). Un presbítero, como co-
operador del obispo (CD l la; LG 26a; PO 7a), para ser párroco,
debe recibir la misión canónica del obispo, y en toda su acción pas-
toral hace presente al obispo, especialmente en la celebración euca-
rística (LG 28b; SC 42a; PO 5c).
Otro elemento propio de la parroquia es su constitución estable
por parte del obispo diocesano (can. 515, fj l), mientras éste no la
suprima (5 2). Finalmente, la parroquia legítimamente erigida goza
rritorio que de personalidad jurídica por el propio derecho (5 3), de manera
rimero en que la misma comunidad parroquia1 es sujeto unitario de deberes
'.*rosa cuya
8s. Desde el y de derechos, pero no como cuerpo colegial, dado que es solamente
en el campo el párroco el que toma las decisiones, aunque escuchando el parecer
En las ciu- de los fieles. El conjunto de deberes y de derechos le vienen a la
1, las parro- parroquia por su misma naturaleza de Iglesia. Se trata realmente
concilio de de las atribuciones que son propias de la Iglesia en cuanto tal, es
,,r. pastores decir, relativas al ejercicio de la vida cristiana, la actividad litúrgica,
.a surgió la el ejercicio de la caridad, el apostolado, etc.

-
'\::a como
' a Iglesia

., ien bajo
como la
' pueblo.
: subraya
6.2. Erección. Supresión. Innovación
835. Compete Únicamente al OBISPO DIOCESANO, oído el
consejo presbiteral, erigir, suprimir y modificar las parroquias
(can. 515, fj 2). Si existen acuerdos entre la Santa Sede y la auto-
ridad civil, o bien están implicados ciertos derechos adquiridos por
otras personas físicas o jurídicas, la erección, la supresión o la
modificación de las parroquias debe concertarse por el obispo dio-
(can. 515,
:ificación, cesano con la autoridad civil o con esas personas (ES I,21, § 3) 56.
quia debe Por lo que se refiere a Italia, el gobierno italiano reconoce plena
un deter- libertad a la autoridad eclesiástica en la determinación de la cir-
'as perso- cunscripción de las parroquias, pero hay que recordar que la Santa

n COD, 717;
i1 56 Cf PONT.COM.INT. DECR.
VAT.11, Respuesta del 8 agosto 1969, en "AAS* 61 (1969)
55 1.
Sede se compromete a no incluir ninguna parte del territorio italia- !
no en una diócesis cuya sede episcopal se encuentre en el territorio 4 l
de otro Estado 5'. 4
El criterio fundamentalísimo en la erección, supresión e inno- (

vación de las parroquias es el del bien de las almas (CD 32), de (

donde se deriva que la extensión del territorio y el número de fieles


han de ser tales que permitan una actividad pastoral eficaz, un
mutuo conocimiento entre el párroco y los fieles y de los fieles
entre sí, incluso uniendo las parroquias demasiado pequeñas (E[
nn. 176-179). Para ayudarle en esta tarea el obispo puede constituir
un organismo o comisión para la constitución de las parroquias y
construcción de las iglesias (EI, n. 178).

6.3. La cura pastoral de la parroquia: el párroco


y los vicarios parroquiales

a) El párroco

a) Definición

836. El párroco es el pastor propio de la parroquia que, par-


ticipando del ministerio de Cristo, desempeña para el servicio de la
comunidad las funciones de enseñar, santificar y gobernar, con la
colaboración también de algunos presbíteros o diáconos y con la
ayuda de los laicos (can. 519; CD 30). Para la validez del nombra- 1
miento debe ser un PRESB~TERO(can. 521, 8 l), dado que se trata 1
41
de un oficio qué lleva consigo el cuidado pleno de las almas, que i
4
requiere el ejercicio del orden sacerdotal (can. 150). .4
4
837. Párroco no puede ser una persona jurídica; por consi- 4
guiente, si el obispo diocesano -no el administrador diocesano, en
1
conformidad con el can. 428, 5 1- confía, bien perpetuamente $

(hasta que sea revocada) o bien para un tiempo determinado, una


parroquia a un instituto RELIGIOSO CLERICAL o a una SOCIEDAD
DE VIDA APOST~LICAo, por analogía, a una PRELATURA PERSO- j
NAL, aunque sea erigida junto a la iglesia del instituto o de la 1

5' Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 3 , § 1,
en "AAS" 77 (1985) 523. Las parroquias pueden ser constituidas libremente por la Iglesia,
y así se reconoce en la norma concordada española, gozando además de personalidad
jurídica civil (Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. I, 2).
lrio italia- sociedad o de la prelatura: a). ha de haber un presbítero que sea
territorio párroco o moderador en el sentido del canon 517, 5 1; 6) debe
darse el consentimiento del superior; c) ha de intervenir un acuerdo
.n e inno- por escrito, en el que se determine todo lo relativo a las actividades
que ha de desarrollar, las personas que emplear en ellas. y las
-D 32), de cuestiones económicas (cáns. 520; 682, tj 1; 681,5 2; 378,g 2).
- : O de fieles
.ficaz, un 838. Las parroquias no podrán en adelante ser unidas al CA-
10s fieles BILDO DE CANÓNIGOS, y las que lo están actualmente deben ser
aeñas (E& separadas de él (can. 510, 5 1);por consiguiente, en la Iglesia que
.- constituir sea al mismo tiempo parroquia1 y capitular deberá constituirse un
~rroquiasy párroco, que puede ser o no capitular (8 2). El obispo diocesano
debe dar normas precisas para armonizar los deberes pastorales del
párroco con las funciones propias del cabildo, de forma que no
haya ninguna traba entre ellos; los conflictos deberá resolverlos el
obispo diocesano, teniendo en cuenta las necesidades pastorales de
los fieles (5 3). En cuanto a las cuestiones económicas, las ofrendas
que se hagan en la iglesia se presumen hechas a la parroquia, a no
ser que conste otra cosa (5 4). Como se ve, hay que hablar más bien
de una parroquia constituida en una iglesia capitular que de una
parroquia confiada a un cabildo, por lo que no interviene ningún
acuerdo entre el obispo y el cabildo, incluso porque este último no
goza de la misma autoridad que un instituto religioso o una sacie-
a que, par- dad de vida apostólica o una prelatura personal.
- vicio de la
:ar, con la 839. Puede ser constituido en el oficio de párroco también un
OS y con la
grupo de SACERDOTES SOLIDARIAMENTE, cuando lo exijan las cir-
el nombra- cunstancias (can. 517,tj 1).Este grupo, que no constituye una per-
iue se trata sona jurídica58, desarrolla una acción común en el ejercicio de la
-i.nas, que cura pastoral en favor de una o de varias parroquias, pero bajo la
dirección de un moderador que responda de ella ante el obispo
(can. 5 17, 5 1). El MODERADOR, aunque representa en los negocios
por consi- jurídicos a la parroquia o las parroquias confiadas, no es un supe-
Jcesano, en rior 59, ya que todos los sacerdotes tienen solidariamente las mismas
íetuamente responsabilidades en el ejercicio de los derechos, en el cumplimiento
[inado, una de las obligaciones y en el uso de las facultades propias del párro-
SOCIEDAD co, y todos juntos, bajo la guía del moderador como primus inter
'RA PERSO- pares, determinan en concreto las funciones que deben desempeñar
?o o de la individualmente, los derechos y las obligaciones (can. 543, $5 1.2).
Dado que las decisiones son colegiales, el grupo es responsable
!M,art. 3, 1, solidariamente ante el obispo; por tanto, la función del moderador
por la Iglesia,
r personalidad 58 Cf Acta Commissionis, en "Com." 8 (1976) 29.
59 Cf ib, en "Com." 14 (1982) 221-222.
es la de mantener el contacto con el obispo y presentarle la relación
de la actividad desarrollada por el grupo (can. 5 17,g 1). El obispo
debe nombrar al moderador (can. 544), pero esto no excluye que
sea elegido por el grupo y confirmado luego por el obispo.
Esta manera de confiar la cura pastoral de una parroquia debe
ser excepcional bO, por ejemplo, para promover una mayor unidad
pastoral entre varias parroquias, la vida común entre los presbíte-
ros, para evitar discrepancias entre la actividad del vicario parro-
quial y la del párroco, etc.
Para la colación del oficio hay que atenerse a los cánones 521;
522; 524; 527, ¿j2 (can. 542); y para la cesación, a los cánones 544
y 538, 2.

b) Potestad y facultades
840. La POTESTAD necesaria para desempeñar su munus es
ORDINARIA Y PROPIA; las FACULTADES Son HABITUALES (cf nú-
mero 582):
- en el fuero interno:
recibir las confesiones (can. 968, 8 1);
- en el fuero externo:
asistir al matrimonio (cans. 1108, 5 1; 1109; 1110);
delegar la facultad de asistir al matrimonio (can. 1111,
6 1);
dispensar de los votos privados (can. 1196, l?), de la
obligación de ayuno y abstinencia y de la observancia l
de las fiestas, o conmutarla por otras obras piadosas f
(can. 1245); de los impedimentos matrimoniales de dere- i
cho eclesiástico, tanto públicos como ocultos (a excepción
del impedimento que suj a del orden sagrado del presbi- 1
2

terado), y de la forma canónica (can. 1079,g 2); 3


vigilar para que no se introduzcan abusos en la liturgia j3

(can. 528, tj 2); 1

cumplir todos los actos administrativos necesarios (por ?


ejemplo: cáns. 874, § 1, 1.Q, 2.0; 1118,§ 1); 1,
representar a la parroquia en todos los negocios jurídicos,
a tenor del derecho (can. 532); 1
administrar los bienes de la parroquia, a tenor de los cá-
nones 1281-1288 (cáns. 532; 537). 1
60 Cf ib, en "Com."8 (1976) 23; 14 (1982) 221.
la relación 841. Estos poderes y facultades se ejercen respecto a los feli-
1. El obispo greses que son:
xcluye que
"70. - en sentido estricto, los fieles que tienen el domicilio o el
cuasi domicilio en el territorio de la parroquia (cáns. 102;
~ q u i debe
a 107, § 1);
.'yorunidad - en sentido amplio. los vagos (can. 107, $8 2.3) y los tran-
3s presbíte- seúntes (can. 13,§ 2, 2.9.
w i o parro-
Están exentos de la jurisdicción del párroco los institutos
de vida consagrada (can. 586), la sede de la legación pontificia
(can. 366, 1.Q)y el seminario (can. 262).

c) Obligaciones y derechos
842. Respecto al munus de santificar:
.Y munus es 1) obligación de promover la santidad de losfieles a través de:
l :,ES (cf nú- el anuncio de la palabra de Dios (can. 528,g 1);
la eucaristía, la penitencia y los otros sacramentos;
la oración, tanto privada como litúrgica (5 2);
la santidad de la propia vida (can. 276, ¿j 1);
2) obligación de aplicar la misa por el pueblo después de
110); haber tomado posesión de la parroquia (can. 534): se trata de una
(can. 1111, obligación grave, personal, real, ligada al día, no ligada al lugar, no
cumulativa, de la misma forma que la del obispo (cf n. 760);
l.Q), de la 3) derecho a ejercer las funciones encomendadas a él de ma-
observancia nera especial (can. 530):
piadosas
qr administrar el bautismo (para que lo haga otro sacerdote o
ivs de dere- diácono es necesaria la licencia del párroco);
a excepción administrar la confirmación en caso de peligro de muerte
Idel presbi- (can. 883,3.Q): no es un derecho exclusivo;
2); administrar el viático y la unción de los enfermos (por una
la liturgia causa razonable cualquier sacerdote puede presumir el con-
sentimiento del párroco) e impartir la bendición apostólica
sarios (por (can. 1003, § 2);
asistir al matrimonio y bendecir la boda; para que pueda
)S jurídicos, hacerlo otro se necesita la delegación expresa del párroco,
para la validez misma del matrimonio (can. 1108, 1);
r de los cá- celebrar los funerales;
bendecir la fuente bautismal en tiempo de pascua;
presidir las procesiones e impartir bendiciones solemnes fuera
de la iglesia;
celebrar la eucaristía más solemnemente los domingos y dias
de precepto.

843. Respecto al munus de enseñar surge la obligación de


procurar: a) que la palabra de Dios sea anunciada íntegramente,
personalmente, sobre todo a través de la homilía de los domingos
y demás días de precepto, y también a través de otros; 6) la cate-
quesis; c) la formación católica de los niños y de los jóvenes; d) que
el evangelio llegue a los que se han alejado de la práctica religiosa
y no profesan la verdadera fe (can. 528,g 1; cf cáns. 757; 767, 4 4;
770; 77 1; 776; 777; 85 1,g 2; 890; 9 14).
844. Respecto al munus de gobernar:
1) obligación de ejercer la caridad pastoral con todos, espe-
cialmente con los que están angustiados y afligidos, los enfermos,
10s moribundos, los pecadores, los pobres, los solitarios, los deste-
rrados, los esposos, etc., visitando a las familias (can. 529, 5 1);
2) obligación de promover la cooperación de todos los fieles,
fomentando las asociaciones, en unión con el obispo y con todo el
presbiterio (4 2);
3) obligación física y formal de residencia61, exigida por el
hecho de que el párroco debe cumplir las funciones pastorales
propias de su oficio; para ello:
- el párroco debe vivir en la casa parroquia1 cerca de la iglesia,
no en su-casa paterna ni de consanguíneos, ni en una casa
privada;
- pero el ordinario del lugar, por causa justa, puede permitir
que viva en otro lugar, especialmente para favorecer la vida
común con otros sacerdotes (can. 280), con tal que no sufra
por ello la cura pastoral de los fieles (can. 533,g 1);
- para una ausencia de más de una semana, el párroco debe
advertir al ordinario del lugar para tener su consentimien-
to (5 2)62; puede ejercer el derecho a vacaciones (can. 283,
2) durante un mes continuo o interrumpido; este tiem-
po, si hay un motivo grave, puede prolongarse (por ejem-
plo, necesidad urgente, servicio eclesial, salud) o restringirse
(por ejemplo, imposibilidad de sustitución); durante él no se
computan los días para el retiro espiritual (can. 533, 5 2;
cf can. 276,g 2,4.O); el obispo diocesano, de todas formas,
-

61 Cf CONC.TRENTO,Sess. XXIII, De reform.,can. 1, en COD, 744-746.


62 Cf Acta Commissionis, en "Com." 14 (1982) 255.
~ q o ys días
C debe dar normas que aseguren la cura pastoral de la parro-
$4 quia durante la ausencia del párroco a través de un sacerdote
%3 (o el vicario parroquial, o un párroco cercano, u otro sacer-
'igación de
:gramente,
7 domingos
B dote) que goce de las facultades necesarias (4 3);
4) obligación de administrar los bienes, ayudado por el conse-
, h) la cate-
?#
jo para los asuntos económicos (can. 537), a tenor de los cáno-
:nes; d) que $4
nes 1281-1288 (can. 532);
:a religiosa 5) obligación de ingresar en la caja parroquial (para las nece-
7; 767, 8 4; sidades de la parroquia y la remuneración de los ministros) las
ofrendas hechas por los fieles con ocasión del cumplimiento, incluso
por parte de otro, de una función parroquial (no cae bajo esta
obligación la ofrenda recibida por la celebración de las misas, a
odos, espe- tenor de los cánones 945, 1, y 951, 4 l), a no ser que conste la
; enfermos,
intención distinta del oferente en el caso de ofrendas voluntarias; el
;, los deste- obispo diocesano, oído el consejo presbiteral, debe dar normas
29, § 1); sobre el destino de estas ofrendas y la remuneración de los sacer-
s los fieles, dotes que cumplen ese encargo (can. 531);
Zon todo el
6) obligación de anotar con exactitud y llevar con diligencia
los libros parroquiales (de bautismos, confirmaciones, comuniones
:ida por el y matrimonios, del status animarum, de difuntos, de misas, de la
pastorales administración de los bienes, de los documentos e instrumentos
sobre los que se basan los derechos a los bienes; de las cargas y
e la iglesia, limosnas, de los legados, de la crónica parroquial) (cáns. 535,
n una casa $8 1.2; cf cáns. 877; 895;958, 4 1; 1054; 1284, 8 2, 7.0; 1307)63.
le permitir 7) derecholdeber de firmar (también a través de un delegado)
los certzjicados sobre el estado canónico de los fieles y todos los
ter la vida
:e no sufra actos que pueden tener importancia jurídica, en los que ha de
ponerse el sello parroquial (can. 535, 4 3);
1);
-roco debe 8) obligación de guardar los libros parroquiales, los docu-
sentimien- mentos y las cartas en el archivo, de vigilar que no caigan en manos
(can. 283, extrañas, y de mostrarlos al obispo o a su delegado durante la
este tiem- visita pastoral (can. 535, Q 4), poniendo especial cuidado en la cus-
[por ejem- todia de los más antiguos, a tenor del derecho particular (4 5).
.estringirse
Ite él no se
. 533, 8 2;
as formas,

63 Cf CEI, Delib. nn. 6 y 7, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 711983, 209; E. CEI
31 1594; 1595.

70 1
d) Colación del oficio

1) Autoridad competente y modo

845. Autoridad competente para la colación del oficio de pá-


rroco es:
- sólo el obispo diocesano y los que se equiparan a él en
derecho, a tenor del canon 38 1,§ 2 (can. 523);
- el administrador diocesano o el que rija interinamente la
diócesis puede:
conceder la institución o la confirmación al sacerdote ya
legítimamente presentado o elegido;
nombrar al párroco si la sede lleva ya un año impedida o
vacante (can. 525).

846. Los modos de colación pueden ser (can. 523):


- colación libre, regla general;
- nombramiento o por presentación del superior religioso o el
moderador de una sociedad, o bien con su consentimiento 4

(can. 682, 1; 738,g 2);


- nombramiento porpresentación o elección, en caso de acuer-
do entre la Santa Sede y el Estado o en caso de particula-
res privilegios (CD 31; 20b; ES 1, 18, $5 1.2; cáns. 3; 4); el
Estado italiano reconoce plena libertad de nombramiento
de los párrocos por parte de la autoridad eclesiástica, que,
sin embargo, tiene que informar a las autoridades civiles 11
competentes sobre el nombramiento hecho 64.
1
2) Estabilidad

847. Una vez afirmada la necesidad de la estabilidad de los


párrocos para el bien de las almas, el concilio abrogó la distinción
entre párrocos amovibles y párrocos inamovibles (cf can. 454 CIC
1917), de modo que para atender las necesidades pastorales se

64 Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 3, 4 2,


en "AAS" 77 (1985) 523. El nombramiento de párrocos, a tenor del can. 522 y según criterio
normativo de la CEE, es posible realizarlo por el obispo para un tiempo determinado,
generalmente no inferior a seis años, renovables según el bien pastoral. Por otra parte, la
CEE puntualiza lo relativo a los libros parroquiales, incluido el de confirmaciones (1 DG,
1984, arts. 4-5).
hiciera más sencillo el procedimiento de traslado y de remoción de
los párrocos (CD 3 1c; ES 1,20,55 1.2).
El canon 522 establece la regla general de que el nombramien-
to de los párrocos sea para tiempo indeterminado, de manera que
haya estabilidad en la acción pastoral; pero permite también el
nombramiento para un tiempo determinado, para responder a las
nuevas necesidades pastorales, si así se admite por decreto de la
conferencia episcopal. La CEI ha establecido que los obispos pue-
den nombrar párrocos para un periodo de nueve años65.

3) Un párroco para una parroquia


I impedida o -.
848. Se afirma el principio de una parroquia para un párroco,
pero por escasez de clero o por otras circunstancias (como esca-
sez de población) pueden confiársele varias parroquias a un solo
sacerdote (can. 526; 5 1). Al contrario, de modo absoluto, en una
parroquia no puede haber nunca más de un párroco, excluyendo
-eligioso o el toda costumbre contraria y revocado todo privilegio en contra, ya
rsentimiento que debe quedar claro quién tiene la responsabilidad de la cura de
almas y quién representa jurídicamente a la parroquia (5 2).
s o de acuer-
le particula-
h.3; 4); el 4) Requisitos
.nbramiento
iástica, que, 849. Para la validez del nombramiento del oficio la persona
lades civiles designada debe ser PRESB~TERO,puesto que, como se ha dicho, el
oficio de párroco lleva consigo la plena cura de almas con el ejer-
cicio del orden sacerdotal (cáns. 521, § 1; 150).
Además de la sana doctrina, la honestidad de costumbres, celo
por las almas y otras virtudes, el nombrado debe tener aquellas
cualidades que se requieren en concreto para la cura pastoral de la
-dad de los parroquia en cuestión (can. 521, 5 2). Una vez abolida la ley del
í? distinción concurso, la idoneidad deberá ser confirmada por el obispo de la
m. 454 CIC forma que él determine, a través incluso de un examen (cán. 521,
Morales se 8 3); sin embargo, una vez comprobada la idoneidad, el obispo
g: debe conferir el oficio a la persona más adecuada sin acepción de
984, art. 3, 9 2, a personas, teniendo presentes sólo las razones sobrenaturales; para
-1
\: según criterio Ir
ello se invita al obispo a oír al arcipreste y, si lo considera oportuno,
ó determinado,
Ir otra parte, la
ieciones (1 DG, 65 Cf Delib. n. 5, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 71 1983; 209, E. CEI 31 1593;
Delib. n. 17,6 septiembre 1984, en Notiziario CEI 7/ 1984,204, E. CEI 31 1977.

703
también a los presbíteros y a los laicos, individualmente y bajo
secreto (can. 524; EI, nn. 98; 116).

5) Toma de posesión

850. El que ha recibido el oficio del párroco obtiene la cura


pastoral de la parroquia y está obligado a ejercerla desde el mo-
mento de la toma de posesión de la misma (can. 527,g 1). La toma
de posesión, por tanto, se requiere para la validez de los actos, ya
que sólo con ella el que ha recibido el oficio de párroco obtiene la
cura pastoral de la parroquia y la representa legalmente (can. 532).
El sacerdote nombrado debe tomar posesión de la parroquia
dentro del tiempo establecido por el ordinario del lugar; de lo con-
trario, si no ha habido justo impedimento, puede ser declarada
vacante (can. 527, tj 3).
Otorga la posesión el ordinario del lugar o un delegado suyo,
según las modalidades establecidas por el derecho particular o por
legítimas costumbres, cuyas modalidades pueden ser dispensadas
por el ordinario por justa causa; la dispensa notificada a la parro-
quia sustituye a la toma de posesión (§ 2). Es conveniente que la
toma de p,osesión se haga en la hora y en el día más adecuado,
durante la misa, con la participación del pueblo y en la que conce-
lebren los otros presbíteros de la misma parroquia y del distrito 66.
Antes de asumir el oficio, el nombrado tiene que hacer la pro-
fesión de fe y el juramento de fidelidad 6' (can. 833,6.0), a los que
se añade el juramento de administrar honradamente y con fidelidad
los bienes de la parroquia (can. 1283, 1.Q).

e) Cesación del oficio

851. Dejando a salvo lo que dispone el canon 682, tj 2, para


los religiosos y análogamente para los miembros de una sociedad i
de vida apostólica (can. 538, 5 2), los modos para que cese el pá- 1
rroco del oficio son:

66CONGR. CULTO DIV.,Caeremoniale episcoporum, Typ. Pol. Vat., 1984, nn. 1 187-1 198.
6' CONGR. DOCTR. FE, Professio jidei et iusiurandum jidelitatis in suscipiendo officio
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 81 (1989) 104-106; EV 1 1,1190-1 195; t

Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad, 7 f


octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1 169; EV 1 112494. ,
- renuncia libre:
por causa justa, que para la validez tiene que ser aceptada
por el obispo (cáns. 538, 1; 187-189);
por límites de edad: al cumplir los setenta y cinco años de
edad, se le invita al párroco -no se le obliga- a presentar
la renuncia al obispo, que, si la acepta, debe proveer a una
!le la cura sustentación adecuada y a la residencia del renunciante,
%%:de el mo- según las normas dadas por la conferencia episcopal
!. La toma (can. 538,$ 3); la CEI ha concedido a los sacerdotes inhá-
actos, ya biles una asignación complementaria de la pensión que
obtiene la gozan, excepto la voluntaria, a partir de 1990 68;
(can. 532). - terminación del plazo, si el párroco había sido consti-
tuido para un tiempo determinado, a tenor del canon 522
parroquia (can. 538,§ 1); la pérdida del oficio se produce sólo desde el
; de lo con- momento en que se recibe la intimación escrita por parte del
* declarada obispo (can. 186), el cual puede también manifestar que se
renueve el encargo;
qado suyo, - privación, como pena de un delito cometido (can. 196);
iular o por - remoción: es una medida disciplinar, que puede tomarse
ispensadas por algún motivo, independientemente de una culpa grave
a la parro- (las causas señaladas en el canon 1741 son un ejemplo, pero
:nte que la no son taxativas), que haga nocivo o ineficaz el ministerio
adecuado, del párroco (can. 1740); el obispo debe atenerse al siguiente
que conce- procedimiento, que manifiesta la solicitud paternal del obis-
iistrito 66. po y protege los derechos del párroco:
cer la pro- bP si del expediente se deduce que hay una causa grave para
a los que la remoción, el obispo debe examinar la cuestión con los
2 fidelidad
dos párrocos escogidos por un grupo constituido estable-
mente para esta función por el colegio presbiteral, a pro-
puesta del obispo (can. 1742, § 1);
una vez decidida la remoción, el obispo debe intentar
persuadir al párroco a que renuncie en el plazo de quince
días, a fin de evitar el escándalo y proteger la buena fama
:2, para del párroco (cáns. 1742, 1; 1743);
i sociedad si el párroco no responde después de los quince días, el
:cse el pá- obispo debe renovar la invitación, prorrogando el tiempo
para la respuesta;
68 Cf Delib. n. 54, 30 diciembre 1987, en Notiziario CEI 101 1987,279. En relación con
el can. 538, § 3, la CEE tiene prevista, según normativa al Código canónico de 1983, la
forma de atender a la sustentación y vivienda de los sacerdotes jubilados (1 DG, 1984,
art. 6). A su vez, es posible la jubilación de los sacerdotes diocesanos a los sesenta y cinco
años de edad dentro del sistema de la Seguridad Social del Clero (IV DG, 1985 [materia
económica], art. 3) (cf n. 148, nota).
transcurrido inútilmente el tiempo establecido o habién-
dose obtenido una respuesta negativa sin aducir razones,
el obispo da el decreto de remoción (can. 1744);
si el párroco impugna la causa y las motivaciones adopta-
das por el obispo, éste debe atenerse al procedimiento
establecido por el canon 1745, 1.9, 23, antes de dar el
decreto de remoción (3.9, que tiene como efecto la vacan-
cia de la parroquia, y el removido tiene que dejar la parro-
quia, a no ser que esté enfermo (can. 1747, $8 1.2); el
obispo puede proveer a las necesidades del párroco remo-
vido o con la colación de un nuevo oficio, si es idóneo, o
con la asignación de una pensión, si el caso lo requieré y
las circunstancias lo permiten (can. 1746);
.
mientras esté pendiente el recurso administrativo (cf n. 621)
contra el decreto, el obispo no puede nombrar un nuevo
párroco, sino que ha de proveer a través de un adminis-
trador parroquia1 (can. 1747, 8 3);
- traslado: no se trata de una medida disciplinar, puesto que,
aunque el párroco rija bien su parroquia, siempre que el
bien de las almas o la necesidad o utilidad de la Iglesia lo
requieran, el obispo puede decidir su traslado a otra parte,
pero ateniéndose al siguiente procedimiento:
presuponiendo una relación de apertura y confianza, el
obispo debe hacer una propuesta por escrito al párroco e
intentar persuadirle a nivel personal a que acepte el tras-
lado por amor a Dios y a las almas (can. 1748);
el párroco, si no está dispuesto a aceptar, puede expo-
ner por escrito sus objeciones (can. 1749), que examina-
rá el obispo con los dos párrocos de que habla el ca-
non 1742,Q l;
si el obispo no cambia su decisión, tras una nueva exhor-
tación al párroco (can. 1750) puede emitir el decreto de
traslado (can. 1751,g l),que tiene como efecto la vacan-
cia de la parroquia (Q 2) y el párroco tiene que dejar la
parroquia, a no ser que esté enfermo (cáns. 1747, Q 1;
1752);
en caso de recurso contra el decreto de traslado, hay que
atenerse al canon 1747 (can. 1752).
o habién- b) Fieles no sacerdotes
-ir razones,
5.
9
852. En el caso de una escasez tan grande de sacerdotes que
"es adopta- no sea posible afrontar de otra manera el cuidado de la parroquia,
tcadimiento los diáconos, los miembros de institutos de vida consagrada o de
3 de dar el
sociedades de vida apostólica, hombres o mujeres, los laicos tam-
?:ola vacan- bién varones o mujeres, individualmente o en grupo, pueden ser
' ar la parro- autorizados por el obispo para una P A R T I C I P A C I ~ NEN LA CURA
$8 1.2); el PASTORAL de una parroquia, con tal que un sacerdote, con los
-3c0 remo- poderes y facultades de párroco, haga de MODERADOR (can. 517,
es idóneo, o 4 2). Se trata de una novedad del Código actual, pero que llevaba
requiere y ya vigente algún tiempo en la práctica, especialmente en tierras de
misión. Los que reciben este oficio no son párrocos, ya que sólo un
o (cf n. 621) sacerdote puede recibir el oficio de párroco (can. 521, 4 1), pero
2r un nuevo tienen la cura pastoral de la parroquia en todo lo que no iequiera
1w
. adminis- el ejercicio del ministerio sacerdotal (cáns. 230; 758; 759; 765; 766;
86 1, 5 2; 9 10, 5 2; 1112, 5 1; cf nn. 102-103)69. Tampoco el mode-
puesto que, rador recibe el oficio de párroco, pero tiene sus poderes y sus
ipre que el facultades jurídicas; sin embargo, si lo requieren especiales circuns-
:a Iglesia lo tancias (por ejemplo, el moderador no puede hacerse presente con
1 otra parte,
frecuencia, dada la extensión del territorio), el que ha recibido la
cura pastoral de la parroquia puede recibir por delegación los
~nfianza,el poderes y las facultades necesarias para la buena marcha de la
31 párroco e
parroquia (cf cáns. 1079,8 2; 1080; 1 196, 3.0; 1 197; 1203; 1245).
Zpte el tras-
í;
uede expo-
ie examina- c) Los vicarios parroquiales
rabla el ca-
a) Noción y "munus"
leva exhor-
fjecreto de 853. A diferencia del CIC 1917, en el Código actual existe
o la vacan- sólo una figura de vicario parroquial, que, siendo uno o varios,
tdejar laf ~
puede asistir al párroco cuando sea necesario y oportuno para una
3 747, Q 1; adecuada cura pastoral (por ejemplo, gran extensión territorial o
numérica de la parroquia, escasa salud del párroco, multiplicidad
.o, hay que de obras apostólicas y caritativas).
El vicano parroquial, donde sea constituido, es el verdadero
COOPERADOR del párroco, en el sentido de que participa plena-
mente de su misma solicitud por la parroquia y se dedica al minis-

69 Cf Ordo exequiarum, n. 19, Typ. Pol. Vat., 1969.

707
terio pastoral, desarrollando bajo su autoridad las actividades e
iniciativas programadas con él (cán. 545, tj 1).
El vicario, en virtud de la ordenación sacerdotal y de la misión
canónica recibida del obispo, que lo envía a la parroquia, tiene el
derecho de ejercer en ella las funciones de santificar, enseñar y
gobernar al pueblo de Dios. El párroco y el vicario deben dirigir la
cura pastoral de la parroquia de forma conjunta; por tanto, entre
ellos deben establecerse relaciones fraternales de caridad y de res-
peto mutuo, para sostenerse mutuamente con el consejo, con la
ayuda y el ejemplo, para trabajar con unidad de intención y con-
cordia (CD 30,3); pero el párroco es el verdadero superior, y el
vicario está sometido a su autoridad. La figura del vicario parro-
quial difiere por completo de la de los sacerdotes que reciben soli-
dariamente el Óficio de párroco a tenor del canon 5 17, 4 1.
El vicario parroquia1 puede ser constituido:
- o para cumplir todo su ministerio en una sola parroquia,
para toda ella o para una parte de la misma o para un grupo
determinado de fieles;
- o bien para desarrollar una función específica (por ejemplo,
para los emigrantes, los obreros, las familias, etc.) simultá-
neamente en varias parroquias (can. 545, 4 2; cf can. 383,
9 2).

b) Colación del oficio

854. El obispo confiere libremente el oficio de vicario, después


de haber oído, si lo considera oportuno, al párroco o a los párrocos
de las parroquias para las que es constituido y al arcipreste, que-
dando en pie todo lo dispuesto por el canon 682, § 1, para los
religiosos y el canon 738, ¿j 2, para los miembros desociedades de
vida apostólica (can. 547). Aunque no se impone la obligación de
consultar al párroco, sin embargo el nombramiento de un vicario
que no le fuera grato no facilitaría la acción pastoral de conjunto,
con detrimento de la parroquia.
Para el nombramiento, en orden a la validez, sólo se establece
el requisito de que sea PRESBÍTERO (can. 546); para las demás cua-
lidades se puede aplicar por analogía el canon 521, ¿j 2.
!:,idades e c) Remoción del oficio

la misión 855. Salvo el canon 682, 5 2, para los religiosos y el 738, 5 2,


::, tiene el para los miembros de las sociedades de vida apostólica, son com-
enseñar y petentes para la remoción, si hay una causa justa, sólo el obispo
1 dirigir la diocesano y el administrador diocesano (can. 552).
nto, entre
I y de res-
jo, 'con la d) Obligaciones, derechos y poderes
ón y con-
:rior, y el 856. La determinación de las obligaciones y de los derechos
rio parro- del vicario se encuentra, además del Código, en los estatutos dio-
:iben soli- cesanos, en el c(ocumento de nombramiento y, de forma más espe-
1. cifica, e n las disposiciones del párroco (can. 548, @ 1). En el docu-
mento el obispo establece si el vicario es nombrado para toda la
parroquia, para una parte de la misma o para un grupo de fieles
~arroquia, o bien para varias parroquias; el párroco concreta el documento
un grupo ri.
del obispo, pero no puede imponer nada que vaya en contra de lo
contenido en él.
r ejemplo,
) simultá- El vicario, aunque ejerce un verdadero oficio eclesiástico
can. 383, (can. 145, 5 l), no goza de potestad ordinaria, sino de POTESTAD
DELEGADA. Las facultades de asistir al matrimonio y de oír las
confesiones no las recibe en virtud del oficio, como el párroco
(cáns. 968, 5 1; 1108, 5 1). La subdelegación puede hacerse a tenor
del canon 137,g 3.
Las obligaciones y los derechos establecidos por el Código son:
. después
~árrocos 1) obligación de ayudar al párroco en todo el ministerio pa-
rroquial según lo establecido en el nombramiento, exceptuando la
%te, que-
aplicación de la misa por el pueblo (can. 548, 8 2), a no ser que,
para los
impedido el párroco, reciba mandato para ello (can. 534,5 1);
dades de
-1ción de 2) vinculada a la naturaleza misma del oficio de vicario está la
ri vicario obligación de informar alpárroco de las iniciativas pastorales pro-
:onjunto, gramadas o en acto (can. 548, @ 3);
3) obligación de suplir al párroco cuando sea preciso, a tenor
establece del derecho (8 2); en caso de ausencia, a no ser que el obispo haya
más cua- provisto de otro modo a tenor del canon 533,5 3, o se haya cons-
tituido el administrador diocesano, el vicario asume todas las obli-
gaciones del párroco, menos la de aplicar la misa por el pueblo, ya
que el párroco puede hacerlo por sí solo o, si está impedido, puede
cumplir la obligación a tenor del canon 534, ¿j§1.3 (can. 549);

l-
4) derecholdeber de llevar el viático a los enfermos (can. 91 1,
9 1);
5) obligación de residencia en la parroquia para la que ha sido
constituido o bien en una de las parroquias para las que ha sido
nombrado; pero por causa justa, especialmente si se trata de una
casa común para varios sacerdotes, el ordinario del lugar puede
permitir que resida en otro lugar; sin embargo, sería bueno acoger
la invitación de establecer alguna forma de vida común con el pá-
rroco (can. 550, ¿j¿j 1.2), que puede asumir varias modalidades para
facilitar la comunión de ideas y la unidad de proyectos pastorales;
6) derecho a tener vacaciones (¿j 3); vale todo lo que se dijo
para el párroco8(cf n. 844);
7) derecho a la sustentación y a la remuneración (can. 281,
99 1.2); para las ofrendas que se hicieran al vicario con ocasión del
ministerio pastoral vale el canon 531 (can. 551).

6.4. Consejos

a) Consejo pastoral

857. El obispo diocesano, si lo juzga oportuno, oído el consejo S


presbiteral, puede constituir en cada parroquia el consejo pastoral, 1
1
compuesto de laicos y de todos los que en virtud de su oficio i

participan en la cura pastoral de la parroquia (el vicario parroquia1 ! c
y otros clérigos también diáconos), para ayudar al párroco, que lo I
preside, a promover la actividad pastoral (can. 536,g 1; AA 26b). 1
Si en la parroquia hay religiosos o miembros de sociedades de vida S
apostólica, tambi6n ellos toman parte en el consejo pastoral. i

El consejo tiene sólo voto consultivo; para lo referente a su


composición, su modo de obrar, su representación, se rige no por
i
(1
estatutos propios, sino por las normas dadas por el obispo dioce- j
i
sano (8 2). l
4
1
Si lo prevé el derecho particular, el consejo pastoral parro- i
quial puede elegir sus delegados en el consejo pastoral diocesano
(cf can. 5 12, § 1).
4
can. 91 1, b) Consejo para los asuntos económicos

le ha sido 858. El administrador de los bienes de la parroquia es el pá-


ha sido rroco, que es ayudado por el consejo para los asuntos económicos,
a de una cuya constitución, en coherencia con el canon 1280, es obligatoria.
ar puede Está formado por fieles, elegidos según el derecho universal y el
io acoger derecho particular, que determinan tambikn su modo de proceder
on el pá- y sus funciones (cáns. 537; 1281,§ 2; 1287, 5 1).
ldes para
istorales;
6.5. Parroquia vacante o impedida:
ie se dijo el administrador parroquial

can. 281, 859. Si una parroquia queda vacante o el párroco está im-
asión del pedido para desempeñar sus funciones por cautiverio, destierro o
confinación, o por inhabilidad o enfermedad u otras razones, el
obispo diocesano debe designar cuanto antes un administrador
parroquial que supla al párroco a tenor del canon 540 (can. 539).
Cuando la parroquia está confiada a varios sacerdotes solida-
riamente, a tenor del canon 517, 5 1, según el canon 544 la parro-
quia se considera vacante o impedida si todos los sacerdotes, soli-
dariamente, cesan del oficio o se ven impedidos en el ejercicio de
sus funciones. Pero si solo uno de los sacerdotes cesa del oficio o
:1 consejo se ve impedido en sus funciones, la parroquia no puede considerarse
pastoral, vacante o impedida. Lo mismo si se trata del moderador del grupo;
su oficio en ese caso el obispo debe nombrar otro. Antes de que sea nombra-
3rroquial do, desempeña la función de moderador el sacerdote más antiguo
o, que lo por nombramiento.
4A 26b).
:S de vida
Si la cura pastoral de la parroquia está confiada a alguno no
ral. sacerdote a tenor del canon 5 17,§ 2, se aplican de modo analógico
los cánones 539 y 540.
:nte a su
:e no por 860. El administrador parroquial:
30 dioce- - tiene las mismas obligaciones y goza de los mismos derechos
y facultades que el párroco; sin embargo, el obispo puede
31 parro- poner algunas limitaciones (can. 540,@1);
- no debe realizar actos que pejudiquen los derechos del pá-
iocesano
rroco o que dañen los bienes de la parroquia (5 2);
- al final de su encargo debe rendir cuentas al párroco (5 3).

861. Antes de la constitución del administrador parroquial,


asume interinamente el gobierno.de la parroquia:
- el vicario parroquial, si hay uno solo;
- el vicario parroquial más antiguo por nombramiento, si son
varios;
- el párroco indicado por el derecho particular, si no hay
vicario parroquial (can. 541,B 1).
Quien entre ellos asuma el gobierno de la parroquia debe avisar
inmediatamente al ordinario del lugar de la vacante de la parroquia
o del impedimento del párroco (5 2).

6.6. La cuasi parroquia y otras comunidades afines


862. En especiales circunstancias (por ejemplo, falta de un
pastor que pueda residir en la parroquia, insuficientes medios de
sustentación, incertidumbre de los límites territoriales) el obispo
diocesano puede erigir una cuasi-parroquia, equiparada a una pa-
rroquia,. y- que se define como una comunidad determinada de
fieles en el ámbito de la Iglesia particular confiada a un sacerdote
como pastor suyo (can. 516, tj 1).
Según el CIC 1983, a diferencia del CIC 1917, la cuasi parroquia
no se refiere sólo al vicariato o a la prefectura apostólica, puesto
que puede existir en cualquier Iglesia particular, incluso en la dió-
cesis.
863. Donde ciertas comunidades no pueden ser erigidas ni
como parroquias ni como cuasi parroquias, el obispo diocesano
debe proveer de otro modo a su cura pastoral (can. 516,fi 2), cons-
tituyendo centros de apostolado y de caridad, misiones con cura de
almas, casas o centros pastorales estructurados más o menos orgá-
nicamente y de forma estable según las necesidades (EL nn. 174;
183). Entre estas comunidades se pueden incluir también las llama-
das comunidades de base, que para ser consideradas eclesiales tie-
nen que estar bajo la guía de un presbítero designado por el obispo.

7. VICARIATOSFORANEOS O DECANATOS O ARCIPRESTAZGOS

7.1. Definición y finalidad

864. Se trata de la unión de varias parroquias presididas por


un arcipreste (cáns. 374, 4 2; 553, 4 1). Los arciprestazgos son de
varias clases:
- territoriales, si comprenden varias parroquias territoriales;
~ison b - personales, rituales o funcionales, formados por varias pa-
rroquias personales, por razón del rito o por otras razones
(EI, n. 184).

La finalidad de su constitución es la de favorecer la cura pasto-


avisar 1
g ral mediante la acción conjunta de varias parroquias (can. 374, § 2;
.rroquia -. 7 CD 30,l).
m
.

7.2. Erección

i de un . 865. La constitución de los arciprestazgos no es obligatoria


(can. 374, § 2). Sólo puede erigirlos el obispo diocesano, teniendo
:dios de presente, en virtud del fin que se pretende, los siguientes elementos:
obispo
una pa- - la homogeneidad de la población;
lada de -
se
- la identidad o la semejanza geográfica e histórica de las pa-
cerdote g rroquias;
2
- la comunión de intereses desde el punto de vista económico,
administrativo, cultural y disciplinar;
rroquia - la facilidad de encuentro entre los presbíteros del arcipres-
puesto tazgo;
i la dió-
- costumbres comunes (EI, n. 185).

;idas ni Es el obispo el que, después de oír al consejo pastoral, elabora


Icesano un estatuto general para todos los arciprestazgos, en el que, entre
), cons- otras cosas, debe establecer la composición de los mismos, sus ór-
cura de ganos, sus funciones, las normas para su buen funcionamiento, el
>S orgá- nombre que hay que dar al responsable de los mismos y sus facul-
in. 174; tades (EZ,n. 186).
;llama-
iles tie-
obispo. 7.3. El arcipreste
866. El vicario foráneo, llamado también decano o arcipreste,
es el sacerdote puesto al frente del arciprestazgo (can. 553,§ 1).
Debe considerarse como uno de los más vecinos cooperadores
del obispo diocesano, en cuanto que su oficio es, ante todo, pastoral
y no sólo jurídico-administrativo. En efecto, no sólo está encargado
las por de la vigilancia, sino también ha de tener una verdadera solicitud
son de apostólica, animando la vida del presbiterio local y coordinando la
pastoral orgánica a nivel del arciprestazgo (can. 555; EZ,n. 187).
El arcipreste tiene la POTESTAD ADMINISTRATIVA ORDINARIA
VICARIA que le atribuye el derecho y la POTESTAD DELEGADA que los
le confiere el obispo, que lo puede constituir también vicario epis-
copa1 con encargos específicos (EI, n. 187). est
867. El nombramiento depende del obispo diocesano, a no ser un
que el derecho particular establezca otra cosa; antes del nombra- cia
miento, el obispo -si lo juzga oportuno- puede oír el parecer de tes
los presbíteros del arciprestazgo (can. 553, Q 2). Donde es elegido, ter
debe ser confirmado por el obispo.
Debe ser nombrado un SACERDOTE CON CURA DE ALMAS
(can. 553, Q l), que no necesariamente ha de ser párroco (can. 554,
Q l), con las dotes necesarias para desempeñar las funciones que le
son propias.
Ha de ser nombrado para tiempo determinado, definido por el
derecho particular (can. 554, Q 2). Por causa justa puede ser remo-
vido libremente por el obispo (§ 3).

8. LOS RECTORES DE LAS IGLESIAS Y LOS CAPELLANES

868. RECTORde una iglesia es el sacerdote al que se le ha


pedido el cuidado de una iglesia que no es ni parroquial, ni capitu-
lar, ni aneja a la casa de una comunidad religiosa o de una sociedad
de vida apostólica que celebre allí sus propias funciones (can. 556),
en la que no le es lícito desempeñar las funciones parroquiales de
las que habla el canon 530, 1.0-6.0, a no ser con el consentimiento
o la delegación del párroco (can. 558).
i
El rector de una iglesia es constituido para un tiempo determi- i a
nado o indeterminado, por libre nombramiento del obispo dioce- el
sano o con su confirmación e institución si le compete a alguien 1 1a
legítimamente el derecho de elección o presentación (can. 5 5 x 6 1; lii
cf cáns. 158-179). Esto vale también para el religioso presentado (c
por su superior en el caso de que se trate de una iglesia perteneciente di
a un instituto religioso clerical de derecho pontificio (can. 557, c 1a
5 2), dejando siempre a salvo el cánon 682, 1. Es rector de una 11
iglesia unida al seminario o a un colegio dirigido por clérigos b
el rector del seminario, en cuyo caso goza de las facultades que e:
menciona el canon 262 (can. 558), o el del colegio, a no ser que el 11
obispo haya establecido otra cosa (can. 557, Q 3). Por causa justa 1 Y
el rector puede ser removido por el ordinario del lugar según su
?
1
tc
prudente juicio, quedando en pie el canon 682, ¿j2 (can. 563). P
3RDINARIA Los derechos y deberes del rector de una iglesia se definen en
FGADA que los cánones 559-562.
cano epis- 869. Es CAPELLÁN el sacerdote a quien se le confía de modo
estable la cura pastoral, al menos en parte, de una comunidad o de
30, a no ser un grupo particular de fieles (comunidades religiosas laicales, aso-
:;' nombra- ciaciones de fieles, hospitales, asilos, orfanatos, cárceles, emigran-
,qarecer de tes, desterrados, militares, navegantes, etc.), que ha de ejercer a
-:S elegido, tenor del derecho universal y particular (cáns. 564; 568), mante-
niendo las debidas relaciones con el párroco (can. 571).
DE ALMAS Además de las facultades que oportunamente debe tener para
(san. 554, la cura pastoral ordinaria y de todas las que le concede el derecho
'mes que le particular o una delegación especial, en virtud misma de su oficio,
el capellán tiene la facultad de oír las confesiones de los fieles que
ildo por el se le han confiado, de predicar, de administrar el viático y la unción
: ser remo- de los enfermos a los mismos, así como de conferir el sacramento
de la confirmación a los que están en peligro de muerte (can. 566,
1); en los hospitales, en las cárceles y en los viajes por mar tiene
además la facultad de absolver de las censuras latae sententiae
no reservadas ni declaradas, salvo lo que dispone el canon 976
(6 2). Los viajes por avión no se mencionan en este canon, pero a
e se le ha ellos podría aplicarse el canon 566,g 2, por analogía, o bien el ca-
ci capitu- non 986.
2 sociedad El capellán es rector de la iglesia no parroquia1 aneja a la
can. 556), comunidad o al grupo del que tiene la capellanía, a no ser que se
quiales de exija otra cosa para la atención de la comunidad o de la iglesia
:ntimiento (can. 570).
El capellán es nombrado por el ordinario del lugar, que instituye
. ,determi- a su vez á quien le ha sido presentado o confirma al que ha sido
70 dioce- elegido (can. 565). El capellán de una casa de un instituto religioso
; alguien laical, que tiene la misión tan sólo de celebrar o dirigir las funciones
557, g 1; litúrgicas, sin ninguna injerencia en el gobierno interno del instituto
-, sentado (can. 567,g 2), puede ser nombrado por el ordinario del lugar sólo
neciente después de haber consultado al superior, que tiene el derecho, oída
,can. 557, la comunidad, de proponer algún nombre (5 1); en efecto, un cape-
si de una llán no aceptado por la comunidad sería inútil (cf n. 181). El nom-
i clérigos bramiento y las funciones del capellán de una asociación de fieles.
:ades que están regulados por los cánones 317, $5 1-3, y 324, $ 2. Los cape-
:r que el llanes militares (can. 569), dentro del ámbito que se les ha asignado
,Esajusta y respecto a las personas confiadas a su cura pastoral, gozan de
según su todos los derechos y están obligados a todos los deberes de los
G3). párrocos, a no ser que conste otra cosa por la naturaleza del asunto
o por los estatutos particulares, con jurisdicción personal ordinaria
de fuero interno y de fuero externo cumulativa con la del párroco
del lugar (SMC, VII).
La remoción de los capellanes debe hacerse a tenor del ca-
non 563 (can. 572).

9. AGRUPACIONES
DE IGLESIAS
PARTICULARES

9.1. Provincia eclesiástica: metropolitano

a) Definición y finalidad

870. Por razones geográficas e históricas, desde el siglo III la


Iglesia se fue organizando en circunscripciones eclesiásticas, a ejem-
plo del imperio romano. El metropolitano era el obispo de una
ciudad del imperio, capital de una provincia. De este modo algunas
Iglesias obtuvieron cierta preeminencia sobre las demás, o porque
eran de fundación apostólica o por su posición geográfica o por el
número de sus habitantes, de modo que varias diócesis se reunían en
una sola provincia bajo la autoridad de un metropolitano, que tenía
diversas prerrogativas, entre ellas -desde los primeros siglos- la
de confirmar la elección y la consagración de los obispos de su
provincia, la de convocar y presidir los concilios provinciales, la de
visitar las diócesis sufragáneas, la de recibir apelaciones en segunda
instancia, la de infligir penas, etc. 70 Estas prerrogativas se fueron
reduciendo poco a poco 7 ' .
871. Hay que decir ante todo que las congregaciones para los
obispos, para la evangelización de los pueblos y para las Iglesias
orientales son los dicasterios de la Santa Sede, competentes para
todo lo que concierne a las Iglesias particulares, sus agrupaciones,
los concilios particulares y las conferencias episcopales.
La provincia eclesiástica se puede definir como una circunscrip-
ción eclesiástica territorial que comprende varias Iglesias particula-
res, en las que una sede episcopal, a cuyo frente está un arzobispo
con el título de metropolitano, tiene como subordinadas a las otras
sedes que se dicen sufragáneas por el grado más alto de jurisdicción
que tiene el metropolitano sobre los obispos sufragáneos (cáns. 431,
8 1; 435).
70 CONC.NICEA
(325), cc. 4,6; CONC.
CALCEDONIA (451), C. 19, en COD,7; 9; 96.
7' Cf CONC.
TRENTO,Sess. XXIV, De reform., can. 2, en COD,761.
.iordinaria Todas las Iglesias particulares más cercanas deben reunirse en
cl párroco provincias eclesiásticas, delimitadas por un determinado territorio,
para que se promueva una acción pastoral común por parte de
:20r del ca- diversas diócesis que deban enfrentarse con problemas semejantes
y se fomenten las mutuas relaciones entre los obispos diocesanos
(can. 431, tj 1). No se admiten diócesis exentas (Q 2); sin embargo,
está claro que las Iglesias particulares personales (can. 372,g 2) no
forman parte de ninguna provincia eclesiástica.
Sólo la suprema autoridad de la Iglesia, oídos los obispos inte-
resados, es competente para la constitución, supresión y modifica-
ción de las provincias (can. 431, § 3), que por el MISMO DERECHO
gozan de PERSONALIDAD J U R ~ D I C A(can. 432,g 2).
A tenor del derecho, la provincia eclesiástica está bajo la auto-
ridad del concilio provincial y del metropolitano (can. 432, Q 1).
l siglo III la
icas, a ejem-
ispo de una
odo algunas b) El metropolitano
is,
-:icaooporque
por el 872. El metropolitano, que tiene siempre el titulo de arzobis-
e reunían en po, preside a la provincia eclesiástica, y su oficio, de derecho me-
.o, que tenía ramente eclesiástico, no se confiere en razón de la persona, sino
; siglos- la
que va unido a una sede episcopal particular, que es designada o
ispos de su
ciales, la de
aprobada por el romano pontífice como SEDE METROPOLITANA
en segunda (can. 435).
.S se fueron La potestad del metropolitano, antiguamente más amplia, aho-
ra está taxativamente determinada por el derecho; por eso sólo
ss para los puede ejercerla en los casos previstos por él (can. 436, 1); sin
as Iglesias embargo, la Santa Sede le puede conferir funciones y facultades
:ntes para especiales que deben obtener determinación específica en el derecho
~paciones, particular (5 2). Por tanto, regularmente, el munus propio del me-
tropolitano es el de vigilar sobre la provincia eclesiástica más bien
que el de ejercer inmediatamente una potestad sobre las diócesis
sufragáneas (8 3).
particula-
arzobispo En virtud de la POTESTAD ADMINISTRATIVA, el metropolitano
3 las otras puede y debe:
.:isdicción - vigilar para que sean observadas la fe y la disciplina ecle-
;áns. 431, siástica e informar al romano pontífice sobre abusos even-
tuales (cáns. 436,g 1,l.Q;395, fj 4; 413, fj 1; 415; 467; 501,
9 3);
- hacer la visita canónica si el sufragáneo la hubiese descuida-
do por causa anteriormente aprobada por la Santa Sede
(can. 436, f j 1,2.Q);
- nombrar al administrador diocesano en los casos previstos
por el derecho (cáns. 436,§ 1,l.Q;421,§ 2; 425,§ 3);
- con el consentimiento de la mayoría de los obispos sufragá-
neos, convocar, abrir, trasladar, prorrogar y disolver el con-
cilio provincial, así como escoger el sitio de su celebración,
determinar su procedimiento, su duración y las cuestiones
que han de tratarse (can. 442,g 1) e invitar a otras personas
a participar en él (can. 443, f j 6), y consiguientemente, a
presidirlo (can. 442,g 2).

En virtud de la POTESTAD JUDICIAL ejerce los derechos estable-


cidos por el canon 1438, $ 1.
El metropolitano tiene derecho a celebrar FUNCIONES SAGRA-
DAS en todas las iglesias de la provincia, pero en la iglesia catedral
de una diócesis sufragánea sólo puede hacerlo después de haber
avisado al obispo (can. 436, f j 3).
El palio, cuyo origen se remonta al siglo iv, es el signo de la
potestad de que goza el metropolitano en comunión con la Iglesia
de Roma; por consiguiente, el metropolitano tiene la obligación
de pedirlo al romano pontífice en el plazo de tres meses desde su
consagración o, si ya está consagrado, desde su provisión canónica
(can. 437, f j 1). Sin embargo, ya antes de la concesión del palio el
metropolitano puede ejercer sus funciones, ya que la potestad le
viene del sumo pontífice con la provisión canónica como participa-
ción de su potestad.
Puesto que el palio es signo de la potestad que tiene el metro-
politano en la provincia eclesiástica que preside, no lo puede llevar
fuera de ella, ni siquiera con el consentimiento del obispo diocesano
(can. 437,fj 2).
El palio va ligado a la sede metropolitana y no a la persona del
metropolitano; por eso, si se le traslada a otra sede metropolitana
debe pedir un nuevo palio (can. 437,9 3).

c) Asamblea de los obispos de la provincia


873. Los obispos de la misma provincia eclesiástica se pueden
reunir en asamblea a fin de atender a algunas competencias que les I

reconoce el derecho, como hacer la lista de los nombres que hay


Santa Sede que enviar a la Santa Sede en orden al nombramiento de los obis-
pos (can. 377, 8 2), definir el estipendio por la celebración y apli-
.#S previstos cación de la santa misa (can. 952, 8 1) y por la celebración de los
4 3); otros sacramentos y sacramentales (can. 1264, 5 2), así como las
!:os sufraga- tasas -que ha de aprobar la Santa Sede- por los actos de potestad
;'!ver el con- ejecutiva graciosa y por la ejecución de los rescriptos de la Santa
-*lebración, Sede (can. 1264, 1.o).
cuestiones
s personas
. $temente,a 9.2. Región eclesiástica

874. Es una nueva figura jurídica a la que aluden CD 40,3;


hos estable- 41,24, y ES I,42, sin muchas determinaciones.
Según el canon 433,g 1, la constitución de las regiones eclesiás-
NES SAGRA- ticas como agrupación de provincias eclesiásticas más próximas no
!siacatedral es obligatoria, pero puede hacerla la Santa Sede, a petición de la
ts de haber conferencia episcopal, si lo sugiere la utilidad, especialmente en las
naciones en donde son más numerosas las Iglesias particulares. La
región eclesiástica no puede concebirse como sustrato nacional de
signo de la la conferencia episcopal ni como una estructura interpuesta entre
)n la Iglesia
la Santa Sede y los obispos diocesanos72; por consiguiente, la re-
obligación
gión eclesiástica puede coincidir con el territorio de una nación,
es desde su
)n canónica pero no necesariamente.
del palio el La región eclesiástica, que puede ser erigida como persona ju-
potestad le rídica (can. 433,g 2), no está presidida por nadie, y la asamblea de
3 participa- los obispos de la región, a la que corresponde simplemente favore-
cer la cooperación y la actividad pastoral común, sólo tiene potes-
tad sobre aquellas materias en las que se la ha conferido especial-
? el metro-
mente la Santa Sede (can. 434). Esta asamblea no puede ser presi-
wede llevar dida por un obispo auxiliar 73.
diocesano

ersona del
.I opolitana

. se pueden 72 Cf Acta Commissionis, en "Com." 12 (1980) 246-252; 14 (1982) 187-188.


:ias que les Cf PONT.CONST.INT.LEG.,Respuesta del 15 marzo 1989, en "AASn 81 (1989) 388;
:S que hay E V 111697.
9.3. Concilios particulares

a) Especies

a) Concilio plenario

875. Los concilios plenarios, que se llamaban también universa-


les o generales, empezaron a celebrarse ya en los siglos 111 y IV,
especialmente en África y en España. También en Francia, Inglaterra
y Alemania durante toda la Edad Media. El cisma de Occidente
(SS.XIV-xv),que tendía a disminuir las prerrogativas de la Santa
Sede y la intromisión cada vez mayor del poder laico en la convoca-
toria y en la celebración de estos concilios, llevaron a una falsa
noción de los mismos, y por tanto a favorecer el nacionalismo reli-
gioso en oposición a la primacía del sumo pontífice. Sixto V estable-
ció en 1589 que los decretos de los concilios plenarios tenían que ser
revisados por la Santa Sede. El CIC 1917 (can. 281) establecía que
se podía celebrar un concilio plenario sólo con el permiso del sumo
pontífice, que designaba a un delegado suyo para convocarlo y pre-
sidirlo.
876. El concilio Vaticano 11, restaurando la antigua práctica,
desea que los concilios plenarios y los provinciales vuelvan a ad-
quirir vigor en la vida de la Iglesia para proveer más adecuadamen-
te y con mayor eficacia al incremento de la fe y a la protección de
la disciplina en las diversas Iglesias (CD 36).
Según el canon 439, fj 1, el concilio plenario es el que se celebra
por y para todas las Iglesias de una misma conferencia episcopal.
No se puede ni se debe identificar con un concilio nacional, ya
que puede celebrarse en el ámbito de una conferencia episcopal,
tanto nacional como supranacional o infranacional74.
Según el mismo canon, el juicio sobre la necesidad y la utilidad
de celebrar un concilio plenario corresponde a la conferencia epis-
copa1 a la que interesa, o sea, a la nacional, supranacional o infra-
nacional; pero no puede ser celebrado sin la APROBACIÓN DE LA
SANTASEDE,a la que corresponde, por tanto, el Último juicio
sobre su necesidad y su utilidad, no sólo por el hecho de que en el
concilio plenario se ejerce una potestad supradiocesana, sino tam-
bién para proteger mejor la libertad de los mismos obispos de
posibles presiones políticas, especialmente si los obispos que deben

Cf Acta Commissionis, en "Com."12 (1980) 256; 14 (1982) 191.

720
participar en el concilio son todos los obispos de una misma na-
ción 75. NOestá establecido el término para la celebración, de forma
que la conferencia episcopal tiene plena potestad de decisión y la
Santa Sede puede conceder libremente su aprobación ' 6 .
El PRESIDENTE del concilio plenario, una vez elegido por la
conferencia de obispos interesada, debe ser aprobado por la Santa
ién universa-
Sede (can. 441,3.Q).
'OS 111 y IV, A la misma conferencia episcopal corresponde también con-
?, Inglaterra vocar el concilio, escoger el lugar de su celebración, determinar el
le Occidente procedimiento y las cuestiones que se han de tratar, señalar su
le la Santa apertura, establecer su duración, trasladarlo, prorrogarlo o disol-
1 la convoca-
a una falsa
verlo (can. 441, leo, 2.Q,4.Q).
rialismo reli-
ro V estable-
:dan que ser b) Concilio provincial
itablecía que
iso del sumo 877. Ya en el siglo 111 se celebraban muy frecuentemente los
acarlo y pre- concilios provinciales en toda la Iglesia, con amplias competencias.
Esto continuó durante toda la Edad Media. Sin embargo, después
del concilio de Trento su celebración regular se fue haciendo cada
ia práctica, vez más rara, y el canon 283 CIC 1917 estableció que fuera cada
:lvan a ad- veinte años. Desde 1589, Sixto V estableció que los decretos de los
cuadamen- concilios provinciales fueran revisados por la Santa Sede.
?tección de
878. Por lo que se refiere al concilio Vaticano 11, vale lo que
se dijo hace poco de los concilios plenarios.
:se celebra
episcopal. Según el canon 440, Q 1, el concilio provincial se celebra por
y para todas las Iglesias particulares de la misma provincia ecle-
a:ional, ya siástica. Según el mismo canon, el juicio sobre la oportunidad de
episcopal, celebrarlo corresponde a la mayoría de obispos de la provincia
eclesiástica si los límites de la misma no coinciden con los de la
la utilidad nación (can. 439, 8 2). No se requiere la aprobación de la Santa
encia epis- Sede, ya que respecto a ellos no existe el peligro de nacionalismo
ial o infra- religioso como para los plenarios.
IÓN DE LA
imo juicio El concilio provincial no puede ser convocado mientras está
:que en el
vacante la sede metropolitana (can. 440, § 2), ya que el METROPO-
LITANO es el que tiene competencia para su convocatoria, elección
sino tam-
bispos de del lugar de celebración, determinación del procedimiento y de las
materias que se han de tratar, la apertura, la duración, el traslado,
que deben
75 Cf ib, 192.
76 Cf ib, en "Com."12 (1980) 256.
la prórroga y la disolución del mismo (can. 442, § 1). Es el mismo
metropolitano el que preside el concilio provincial, o bien, si está
impedido, el obispo sufragáneo elegido por los demás (5 2).

c) Concilio provincial-nacional
879. Puede denominarse así aquel concilio provincial que se
celebra en una provincia eclesiástica cuyos confines coinciden con
el territorio nacional; en este caso se aplica el canon 439, 5 1; es
decir, el juicio sobre la necesidad y la oportunidad de su celebración
corresponde a la conferencia episcopal y se requiere la APROBACION
DE LA SANTA SEDE(can. 439,g 2), para evitar todo tipo de posible
nacionalismo.

b) Miembros de los concilios particulares


880. Según el canon 443 se pueden dividir en tres clases:
1) Miembros con VOTO DELIBERATIVO:
- lo son de derecho:
los obispos diocesanos y los equiparados a ellos (cf can. 38 1,
5 2) y los administradores diocesanos (cf can. 427, 1);
los obispos coadjutores y los auxiliares;
los demás obispos titulares que desempeñen en el territo-
rio una función particular por mandato de la Santa Sede
o de la conferencia episcopal (Q 1);
- los no de derecho:
los otros obispos titulares y los eméritos que viven en el
territorio;
el legado pontificio (Q 2).
2) Miembros con VOTO CONSULTIVO:
- los de derecho:
para todos los concilios particulares están enumerados en
el Q 3;
para sólo los concilios provinciales, también el Q 5;
- los no de derecho: para todos los concilios particulares están
determinados en el 5 4.
3) OTROSINVITADOS: son meros observadores, sin voto ni
siquiera consultivo (Q 6).
el mismo De la misma composición de los concilios particulares se deduce
:n, si está con claridad la diferencia entre éstos y las conferencias episcopales
2). en orden a su naturaleza y a su finalidad (cf n. 886).
881. Los que son convocados a un concilio particular tienen
la obligación personal de participar en él, a no ser que estCn legí-
timamente impedidos, de lo que deben avisar al presidente del
5al que se concilio (can. 444, tj 1). Los que tienen voto deliberativo y están
iciden con legítimamente impedidos pueden enviar a un procurador, que, sin
..39, 5 1; es embargo, sólo goza de voto consultivo (8 2).
elebración
FIOBACI~N
de posible c) "Munus" ypotestad de los concilios particulares
882. Según el canon 445, el munus del concilio particular,
tanto provincial como plenario, es el de proveer a las necesidades
pastorales del pueblo de Dios, o sea, decidir sobre lo que parece
más oportuno para el incremento de la fe, para ordenar la activi-
iases: dad pastoral común, para regular las costumbres y para conservar,
introducir y defender la disciplina eclesiástica. Para cumplir este
munus el concilio particular goza de potestad de gobierno, espe-
cialmente legislativa.
:f can. 38 1, 883. Los concilios particulares son un medio de actuación del
e279 § 1); AFECTO COLEGIAL que une a los obispos entre sí; sin embargo, no
puede hablarse de ejercicio de la colegialidad y de la potestad
el territo- colegial en sentido estricto y pleno, ya que ésta se realiza sólo
+antaSede cuando todos los obispos del colegio son convocados por su cabeza
k para llevar a cabo una acción colegial, sea en el concilio ecuménico
b o dispersos por el mundo (can. 337). Sin embargo, los obispos
8 reunidos en un concilio particular manifiestan la SOLICITUD por las
4
otras Iglesias y actualizan la naturaleza colegial del orden episcopal
f (LG 22a; 23b) ejerciendo su POTESTAD DE MAGISTERIO NO INFALI-
1
?A
BLE (can. 753) y su POTESTAD DE GOBIERNO, sobre todo legislativa,
vinculante para todos los obispos del territorio para el que se ha
reunido el concilio. Los decretos disciplinares de un concilio parti-
ierados en cular encuentran su limite en el derecho universal (can. 445); las
kf declaraciones doctrinales, en el magisterio auténtico del sumo pon-
ri 5; ! tífice y del colegio episcopal. Por esta razón, al concluir el concilio
i1
'mes están particular, los actos deben ser transmitidos por el presidente a la
Sania Sede, que debe revisar los decretos emitidos antes de ser
n voto ni k
I
promulgados (can. 446).
Q 884. Los decretos generales de los concilios particulares son
#
LEYES PARTICULARES (can. 29); por consiguiente, obligan sólo en
el territorio de las diócesis por las cuales y para las cuales se celebró
el concilio (can. 13, 4 l), y por tanto a los que tienen domicilio o
cuasi domicilio en ese territorio o que residen en él (can. 12, tj 3).
Para los transeúntes y los vagos, confróntese número 592.
De las leyes de los concilios particulares pueden dispensar los
ordinarios de los lugares, siempre que lo exija el bien de los fieles
(can. 88). Además, las leyes diocesanas tienen que adaptar a menu-
do los decretos del concilio particular a la vida de la diócesis.
Los decretos de un concilio particular, aunque tengan necesidad
de la R E V I S I ~ NDE LA SANTASEDE,sin embargo son PROMULGA-
DOS por autoridad del mismo concilio, según el modo y el tiempo
establecidos por él (can. 8, 8 2).
Respecto a competencias particulares establecidas por el Código
para el concilio provincial se encuentra el canon 952,g 1, sobre los
estipendios para la celebración y la aplicación de la misa; para los
concilios particulares en general encontramos el canon 823, 8 2,
acerca de la vigilancia sobre todos aquellos medios que podrían
corromper la integridad de la fe y de las costumbres.

9.4. Conferencias episcopales

a) Naturaleza y finalidad

885. Empezaron a celebrarse reuniones en la Iglesia por causa


de las restricciones impuestas a la celebración de los concilios parti-
culares, bien por parte de la Santa Sede o bien por parte de las
autoridades civiles locales. En Francia se celebraron regularmente
encuentros de obispos desde el 1561 hasta el 1788, no siempre exen-
tos de galicanismo, mientras que en el siglo XIX se conoció un ver-
dadero desarrollo de los mismos en Europa (Bélgica, Alemania,
Austria, Italia) y en los Estados Unidos de América. Fueron varias
las intervenciones de los romanos pontífices, sea para evitar el peligro
de nacionalismo religioso por causa de intromisiones de la autoridad
civil (Alemania y Austria) o bien para hacer que la actividad de las
conferencias no se pusiera en contraste con la autoridad de la Santa
Sede o no limitase demasiado los derechos de los obispos diocesanos
o bien para reforzar su acción (Italia).
El CIC 1917 preveía conferencias o asambleas de una provincia
con voto sólo consultivo, que habían de celebrarse al menos cada
cinco años, para atender al bien de la provincia y preparar el concilio
- .n sólo en provincial (can. 292). Las conferencias episcopales tuvieron nuevo
%ecelebró impulso en el siglo xx por todo el mundo.
3micilio o Dada la situación italiana antes de la unificación política del 1870,
desde el siglo XVIII empezaron a desarrollarse asambleas regionales
de obispos, que se intensificaron en el siglo XIX,reglamentadas ofi-
cialmente por León XIII en 1889 como conferencias regionales de
, nensar los o bispos. Sólo en 1964 se constituyó la Conferencia Episcopal Italiana
ie los fieles (CEI) como reunión de los presidentes de las conferencias regionales.
" a menu- En 1965 fue cuando la CEI comenzó a ser la asamblea de todos los
.sis. obispos de Italia. Actualmente la CEI está regulada por un estatuto
aprobado por la Santa Sede el 25 de marzo de 1985 y por un regla-
' 3 necesidad mento del 28 de marzo de 198577, mientras que las conferencias
'.OMULGA- regionales, que siguen existiendo y actuando, tienen un reglamento
:el tiempo general, aprobado de acuerdo con la entonces Congregación consis-
torial el 20-22 de junio de 1967 78, y por reglamentos propios.
c.1 Código 886. De CD 37a y 38,1, así como del canon 447, podemos
! . sobre los deducir la siguiente definición de la conferencia episcopal: asamblea
para los (coetus), como organismo de carácter permanente, en la que los
.123, 2, obispos de una nación o de un determinado territorio ejercen con-
podrían juntamente (coniunctim) algunas funciones pastorales (munera
quaedam pastoralia) para promover a tenor del derecho -a través
del intercambio de experiencias y de pareceres, del que surja una
colaboración entre ellos- el mayor bien que la Iglesia ofrece a los
hombres, sobre todo mediante formas y modalidades de apostola-
do oportunamente adecuadas a las circunstancias de tiempo y de
lugar.
El canon 447 califica a la conferencia episcopal como un orga-
3 por causa nismo (institutum) permanente, ya que, aunque no esté siempre en
i!ios parti- acto por reunirse y actuar sólo en tiempos determinados, sin em-
)arte de las bargo permanece, a pesar del cambio de los miembros, y tiene una
~ularmente secretaría general permanente y unas comisiones estables l 9 .
.?re exen-
rió un ver-
Alemania,
c.ron varias 77 Cf Notiziario CEI 31 1985, 63-87; 81 1985, 241-272; E. CEI 312301-2363; 25 17-2634.

nr el peligro Los Estatutos de la Conferencia Episcopal Española fueron aprobados por la Santa Sede en
1977, 5 de febrero; con anterioridad actuaba con estatutos provisionales; su actividad se
a autoridad incrementó a partir del concilio Vaticano 11; como importante precedente de la misma
4dad de las existía en España desde 1923 la Conferencia de Metropolitanos. La CEE se compone de
de la Santa más de 70 miembros de pleno derecho, arzobispos y obispos diocesanos y titulares y los
diocesanos dimisionarios con cargo especial, si bien está prevista la participación de otros eclesiásticos.
Goza de personalidad jundica civil y es reconocida por el Estado como "entidad de carácter
social". (Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. 1, 3; Estaturos: rev. "Ecclesia" 1876
3 provincia [1978] 267ss).
nenos cada 78 Cf Notiziario CEI 71 1967, 15-1 7; E. CEI 964-976.
79 Cf Acta Commissionis, en "Com." 12 (1980) 263.
el concilio
Según el canon 447 los obispos ejercen conjuntamente en ella
algunas funciones pastorales (munera guaedam pastoralia). y no,
como decía CD 38,1, su función pastoral ( m u m suum pastorale).
ya que no puede admitirse que los obispos ejerzan todo su minis-
terio pastoral juntamente con los otros obispos en la conferencia;
en efecto, por derecho divino es responsable de modo personal e
inmediato de la Iglesia el que es su cabeza, el obispo diocesano. El
munus pastoral de los obispos es más amplio que la acción conjunta
realizada en la conferencia. Sin embargo, a pesar de esto, cada uno
de los obispos está siempre unido a los otros obispos, formando un
único cuerpo episcopal, lo mismo que su Iglesia está siempre unida
a las otras Iglesias particulares, formando así la única Iglesia. De
aquí proviene la SOLIDARIDAD entre todas las Iglesias y la SOLICI-
TUD de todos los obispos por las otras Iglesias y por la Iglesia
universal (LG 23b.c) 80.
Las conferencias episcopales no pueden equipararse a los pa-
triarcados orientales, dado que éstos no son simplemente asambleas
de obispos, sino que son -por su antiquísimo origen histórico-
agrupaciones de Iglesias con su propia disciplina, su uso litúrgico
y su patrimonio teológico y espiritual que tienen por cabeza a un
patriarca, con verdadera jurisdicción sobre otros obispos (LG 13c;
23d). Por esta razón los patriarcados son llamados Iglesias particu-
lares (LG 13c; OE 2; 3; 4; 16; 17; 19; UR 14a) o locales (UR 14a;
LG 23d), mientras que las conferencias, como asambleas de obis-
pos, cuyo presidente no tiene ninguna autoridad sobre los demás,
nunca son designadas como Iglesias particulares o locales en el
concilio ni en otros documentos oficiales. En efecto, lo mismo que
está excluido que las regiones eclesiásticas puedan ser consideradas
como el sustrato nacional de las conferencias episcopales y como
estructuras interpuestas entre la Santa Sede y los obispos diocesa-
nos (cf n. 744), también está excluido que las conferencias puedan
concebirse como una curia interpuesta entre la curia romana y las
curias diocesanas 81. Por eso las conferencias episcopales no pueden
sustituir a los concilios particulares, puesto que mientras las prime-
ras son un organismo permanente de carácter eminentemente con-
sultivo, los segundos son una institución transeúnte de carácter
deliberativo (CD 36a; can. 445).
No puede admitirse que las conferencias, en cuanto instituciones
de DERECHO ECLESIASTICO, tengan tanto poder que limiten excesi-
qte en ella vamente la potestad que tienen los obispos, principio y fundamento
*h)y,no, visible de la unidad de las Iglesias confiadas a ellos por derecho
..ustorale), divino, sobre esas Iglesias, dado que esa potestad sólo puede quedar
SU minis- limitada por la suprema autoridad de la Iglesia, que es la única que
~ferencia; tiene, también por derecho divino, potestad sobre todas las Iglesias
;!ersonal e particulares y sobre sus agrupaciones (LG 23a; 27a.b; cáns. 381,
cesano. El 5 1; 331; 333, 4 1; 336). Sin embargo, esto no debe conducir a
n conjunta negar o a disminuir la importancia de las conferencias episcopales,
. cada uno ya que muchas cuestiones no pueden ser abordadas o resueltas por
qando un los obispos a nivel individual, sino sólo con su acción conjunta
rme unida (CD 37; PA, 1; EI, n. 21 la). Además, el episcopado, por su misma
':;,esia. De naturaleza, supone el aspecto ontológico de la colegialidad, que en
aa SOLICI- la Iglesia es una realidad siempre subsistente y realizada efectiva-
Is Iglesia mente de varias formas y en diversos grados. Por eso las conferen-
cias episcopales son manifestación y actuación parcial de esta reali-
dad ontológica, como AFECTO COLEGIAL (cf n. 709) y de la solici-
: a los pa-
tud por las otras Iglesias que de allí se deriva (LG 22a; 23b; EI,
asambleas
~istórico- n. 210) 82, pero no ejercicio de la potestad del colegio como tal, ya
que en ellas ni se reúne ni está representado todo el cuerpo episco-
1 litúrgico
1 pal. Por eso mismo las conferencias no tienen, de suyo, la función
3za a un de hacer leyes, y sus decisiones, aunque muy importantes para una
LG 13c; acción pastoral común, no tienen fuerza jurídica que obligue a
particu- cada obispo, excepto en los casos taxativamente previstos por el
(UR 14a; derecho común o por un mandato de la Santa Sede, por iniciativa
is de obis-
suya o a petición de la misma conferencia, y con las condiciones
os demás, establecidas por el mismo derecho común (CD 38,4; can. 455). En
:ales en el efecto, normalmente, en las conferencias los obispos ejercen sus
nismo que munera pastorales y no su potestad (para la diferencia entre munus
isideradas y potestad, cf n. 274).
:S y como
1s diocesa-
as puedan b) Especies
nana y las
to pueden 887. Las conferencias episcopales pueden ser:
Ias prime- i"
t
lente con- - nacionales, las que, por regla general, comprenden a los
:carácter pastores de todas las Iglesias particulares de una misma
nación a tenor del canon 450 (can. 448, Q 1);
E - supranacionales, las que comprenden a los pastores de las
ti tuciones t Iglesias particulares que se encuentran en varias naciones
en excesi- 1
5 (can. 448,g 2);

82 Cf S~NODO
EXTR. OB.1985, Rel. final Exeunte coetu 11, C.4; EV 91 1803-1804.
- infranacionales, si se erigen para los pastores de las Iglesias
particulares que se encuentran en un territorio menos amplio
que el de la nación (can. 448,s 2).

Mientras que las primeras están reguladas sólo por el Código,


las otras dos se regulan además por normas particulares dadas por
la Santa Sede para cada una de ellas (can. 448,s 2).
888. Todas pueden ser erigidas, suprimidas y modificadas sólo
por la suprema autoridad oídos los obispos interesados (can. 449,
8 1). Una vez legítimamente erigidas, gozan de PERSONALIDAD
J U R ~ D I C APOR EL MISMO DERECHO (5 2). Se trata de personas jurí-
dicas públicas colegiales (cáns. 115, tj 2; 116) y actúan según la
norma del canon 119.
Las conferencias episcopales son juzgadas sólo por la Rota
Romana (can. 1405, ¿j 3,359 y cabe recurso contra sus actos admi-
nistrativos (can. 1732).
889. Cada conferencia debe redactar sus ESTATUTOS
(can. 451), que deben ser REVISADOS POR LA SANTASEDE;para la
revisión de los mismos tienen voto deliberativo sólo los miembros
de derecho de la misma conferencia (cáns. 454, ¿j 2; 450, 8 1). En
ellos, entre otras cosas, tienen que regularse las reuniones plenarias
y debe preverse la constitución del consejo permanente, secretaría
general y demás organismos y comisiones que se juzguen necesa-
rios. En otros cánones se establecen otras materias que deben regu-
larse por los estatutos (por ejemplo, cáns. 119; 450, $8 1.2; 454,§ 2;
453; 1279; 1280).

c) Miembros: obligaciones y derechos

890. Hay varias categorías de miembros de la conferencia:


1) miembros de derecho:
- aquellos que por el mismo derecho tienen voto deliberati-
vo: los obispos diocesanos, los equiparados a ellos en de-
recho, los obispos coadjutores (cáns. 450, Q l; 454, @ l);
- los que gozan de voto consultivo o deliberativo según es-
tablezcan los estatutos: los obispos auxiliares, los obispos
titulares, que desarrollan en el territorio de la conferencia
un encargo que les han confiado la Santa Sede o la misma
conferencia (cáns. 450,¿j 1; 454, @ 2);
!as Iglesias 2) miembros no de derecho:
:os amplio - los que tienen voto consultivo o deliberativo según los esta-
tutos: los otros obispos titulares, los eméritos (cf n. 764), el
legado pontificio (can. 450,g 2);
1' Código, - los que tienen voto regularmente consubivo, pero que por
dadas por disposición de los estatutos pueden obtener también el deli-
berativo: los ordinarios de otro rito (can. 450,g 1).
icadas sólo
[can. 449, Como se ve, el criterio fundamental para establecer el voto
jNALIDAD
deliberativo o consultivo es la responsabilidad inmediata que los
sonas jurí- miembros tienen o no en el gobierno pastoral de la Iglesia parti-
I según la
cular.
89 1. Están excluidos los presbíteros, los religiosos y los laicos,
ya que la conferencia es la asamblea sólo de los obispos o de los
r la Rota pastores de Iglesias particulares asemejados a ellos en el derecho, y
:tos admi- no un organismo parecido a un concilio particular; sin embargo,
pueden ser invitados con voto sólo consultivo 83.
a:'ATUTOS 892. A diferencia de lo que ocurre para los concilios parti-
,E; para la culares (can. 444, 5 l), no se establece una obligación jurídica de
miembros participación en las asambleas de la conferencia, aunque sin duda
l, 9 1). En existe una obligación moral dictada por la naturaleza misma del
plenarias episcopado y de las conferencias episcopales (El, n. 21 1).
secretaría
.n necesa-
:ben regu- d) drganos y oficiales: "munus" ypotestad
;454, fj 2;
3
ti
f
a) Asamblea plenaria
I

i.
I 893. La asamblea plenaria, en la que participan todos los
S'il miembros, sean o no de derecho, se reúne al menos una vez al
año y siempre que lo exijan especiales circunstancias, según lo
1 que establezcan los estatutos (can. 453); es presidida por el pre-
f sidente o, si está legítimamente impedido, por el vicepresidente
eliberati- a (can. 452,g 2).
)S en de- k 894. Los obispos reunidos en ella, cuando en los casos previs-
§ l);
1 tos taxativamente por el derecho y con las condiciones establecidas
-egún es- dictan decretos generales legislativos y ejecutores g4, ejercen la po-
obispos
~ferencia 83 PONT.COM.INT.DECR. VAT. 11, Respuesta del 31 noviembre 1970, en "AASn 62
.a misma (1970)793.
a4 Cf PONT.COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 1 agosto 1985, en "AAS" 77 (1985)771;
EV 9/1660.
testad legislativa y administrativa (can. 455). La administrativa la
ejercen también cuando formulan decretos singulares a tenor del
canon 119. Esta POTESTAD legislativa y administrativa que ejercen
en los casos previstos por el derecho ES ORDINARIA PROPIA, mien-
tras que si hay un mandato-especial de la Santa Sede (can. 455,
5 1) es potestad DELEGADA. La potestad de la asamblea plenaria,
precisamente para que siga siendo exclusiva de ella, no puede de-
legarse ni subdelegarse a otros órganos de la conferencia85.
Algunos autores, interpretando el canon 753 a la luz de la
naturaleza pastoral de las conferencias como lugar de intercam-
bio de experiencias y de opiniones entre los obispos (CD 37; 38,l;
can. 447), niegan que como tales ejerzan la potestad de magisterio
auténtico, y afirman que las DECLARACIONES DOCTRINALES de las
mismas obligan a los fieles a la adhesión con asentimiento religioso
solamente si cada uno de los obispos se adhiere a ellas y las anuncia
como obligantes para su diócesis (cáns. 455, 5 4); otros autores,
por el contrario, subrayando la afirmación del canon 753 de que
los obispos no sólo individualmente, sino también reunidos en las
conferencias y en los concilios particulares, aunque no gocen de la
infalibilidad de la enseñanza, son auténticos doctores y maestros
de la fe para los fieles confiados a su cuidado, por lo que estos
últimos tienen que adherirse con religioso asentimiento de ánimo a
su magisterio auténtico, sostienen que las conferencias en cuanto
tales gozan de la potestad del magisterio auténtico, que se ejerce
siempre que la asamblea plenaria establece declaraciones de carác-
ter doctrinal, aprobadas a tenor del canon 119, 2.0. La cuestión
sigue todavía abierta: el sínodo extraordinario de los obispos de
1985 ha promovido una profundización precisamente sobre este
punto86; y la instrucción Donum veritatis (n. 19) no toma posi-
ción 87; en virtud de la dimensión colegial del ministerio episcopal,
la conferencia como tal goza de la potestad de magisterio auténtico,
pero se debe decir que en el Código hay una grave laguna, ya que
en él no se regula el ejercicio de dicha potestad, como sí se hace, en
cambio, para el ejercicio de la potestad legislativa en el caso de
dictar decretos generales (can. 455, $5 1-3). Es precisamente esta
falta de reglamentación, tanto en los cánones que tratan de las

85 Cf POW.COM. INT.VAT.11, Respuestas del 28 junio 1968, en "AASn60 (1968) 361-362;


del 31 enero 1980, en "AAS" 72 (1980) 106; CONGR. FE, Carta del 7 de julio de 1983, en
"AAS" 76 (1984) 45-52; EV 91377-379.
Cf Rel. final Exeunte coetu 11, C.8; EV 91 1809.
Cf "AASn 82 (1990) 1558.
itrativa la conferencias en general como en el canon 753, lo que hace surgir
tenor del dudas sobre la segunda interpretación. .
ie ejercen
'IA, mien- 895. Los actos de la asamblea plenaria pueden distinguirse en:
::an. 455, 1) ACTOSJUR~DICAMENTEOBLIGANTES:
plenaria, - decretos generales legislativos (cáns. 29; 30; CD 38,4):
, puede de- sobre materia dispuesta por el DERECHO UNIVERSAL (cá-
nones 236; 496; 502, 3; 535, 5 1; 538, 4 3; 772, 5 2; 788,
1 luz de la 5 3; 804, fj 1; 831, fj 2; 851, 1.0; 877, fj 3; 895; 1031, Ej 3;
intercam- 1062, $ 1;-1067; l o a , tj 2; 1 120; 1 127,8 2; 1265,s 2; 1272;
37; 38,l; 1277; 1297; 1714; 1733, 6 2) o bien por MANDATO ESPE-
- v .

nagisterio CIAL de la Santa Sede, sea motu proprio o a petición de


LES de las la conferencia (can. 455,g 1);
t ieligioso aprobados por la mayoría de DOS TERCIOS de los votos
-5 anuncia entre los miembros de la conferencia;
; autores, sometidos a la R E V I S I ~ Nde la Santa Sede, ya que el dere-
53 de que cho particular no debe ser contrario al universal (can. 135,
los en las 5 2) antes de la promulgación (can. 455, tj 2), cuyo tiempo
Icen de la y forma ha de establecer la conferencia (6 .- 3);
.
maestros si se trata de una materia no dis~uestaDor el derecho
1 1

que estos universal o por un especial mandato de la Santa Sede, se


v ánimo a necesita el CONSENTIMIENTO de todos y de cada uno de
n cuanto los obispos (5 4);
se ejerce - decretos generales ejecutivos (cáns. 3 1-33):
de carác- valen las disposiciones del canon 455,§§ 1.2 88;
. cuestión actualizan la competencia administrativa en los casos pre-
bispos de vistos (cáns. 230, § 1; 237,s 2; 242,s 1; 276,s 2,3.Q;284;
obre este 377, $ 2; 402, 4 2; 522; 755, 4 2; 766; 844, 4; 854; 891;
Irna posi- 964, 5 2; 1112, fj 1; 1121, tj 1; 1126; 1236, 5 1; 1246, 5 2;
:piscopal, 1251; 1253; 1262; 1274, ¿j2; 1292,s 1; 1421,s 2);
auténtico,
- decretos singulares administrativos (can. 48):
.a, ya que
2 hace, en
se emiten a tenor del canon 119, 2.0, y de los estatutos
' caso de (cáns. 3 12, 1, 2.0; 3 13-315; 3 18; 3 19; 320, 5 2; 322; 326,
¡ente esta $ 1; 439; 441; 792; 825, tj 2; 830,t 1; 838,s 3; 1231; 1232,
an de las 5 1; 1425, tj 4; 1439);
- elecciones hechas a tenor de los cánones 119, 1.o; 164-179 y
de los estatutos (cf can. 452, fj 1).

2) ACTOSJUR~DICAMENTENO OBLIGANTES, cuya decisión CO-


88 COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 1 agosto 1985, en "AAS" 77 (1985) 771;
Cf PONT.
E V 91 1660.
rresponde a cada uno de los obispos diocesanos para su propia dió-
cesis, son los no previstos por el derecho universal y los no conce-
didos por mandato especial de la Santa Sede, es decir, decisiones,
instrucciones, declaraciones, directrices pastorales (can. 455, 4).
896. Terminada la asamblea plenaria, el presidente, por medio
del legado pontificio89, transmite todas las actas y decretos de la
conferencia a la Santa Sede para que ésta quede informada o revise
los decretos (can. 456).
El obispo debe aceptar los decretos generales emanados de la
conferencia y dar fiel ejecución a los mismos en su diócesis (EZ,
n. 212); sin embargo, si piensa que de alguno de ellos puede deri-
varse algún daño para sus fieles puede pedir la DISPENSA de su
ejecución a la Santa Sede, o bien, en los casos particulares, puede
él mismo o cualquier ordinario dispensar de ese decreto a tenor del
canon 88. Por lo que se refiere a los actos jurídicamente no obli-
gantes, aunque el obispo diocesano permanece libre ante ellos, sin
embargo, como manifestación de unión en la caridad con los demás
obispos, no debe rechazarlos en su propia diócesis, a no ser que
haya graves razones debidamente sopesadas ante el Señor (EI,
n. 212b).

b) Consejo permanente

897. Consta de un cierto número de obispos, elegidos por


mayoría absoluta de votos en la asamblea plenaria, que por el
tiempo establecido por los estatutos de la conferencia desempeñan
su oficio bajo la autoridad del presidente de la conferencia o, si éste
está legítimamente impedido, por la del vicepresidente (cáns. 457;
452, $ 2). Le corresponde al consejo procurar que se preparen las
cuestiones que ha de tratar la asamblea plenaria y que se ejecuten
fielmente las decisiones tomadas en ella (can. 457). La forma de
especificar esta tarea está fijada en los estatutos. También se le
pueden confiar otras tareas, pero nunca puede la asamblea plenaria
delegar en él la potestad de dar decretos generales (cf n. 894). l

89 Cf PABLO VI, M. p. Sollicitudo omnium Ecclesiarum. 24 junio 1969, VIII, 2, en


"AAS" 61 (1969) 482; EV 1330.
-opia dió- c) Secretaría general
no conce-
ecisiones, 898. Es un organismo permanente al servicio de la conferen-
455, g 4). cia, especialmente como centro de información. Concretamente, le
Jor medio corresponde:
:tos de la
- extender la relación de las actas y decretos de la asamblea
a o revise
plenaria y de las actas del consejo permanente y comunicarla
a los miembros de la conferencia;
dos de la - redactar las demás actas que le haya encargado el presidente
cesis (EI, de la conferencia o el consejo permanente;
:ede deri- - comunicar a las conferencias de los obispos colindantes las
SA de su actas y documentos, según la decisión de la plenaria y del
es, puede consejo permanente (can. 458).
tenor del
. no obli- Designado por el presidente a tenor de los estatutos, el secreta-
ellos, sin rio preside la secretaría general (can. 452, § 1).
9s demás
1 ser que
tñor (EL d) Comisiones episcopales

899. Las comisiones episcopales están constituidas perma-


nentemente o para un tiempo determinado, a fin de tratar parti-
culares asuntos o materias, como, por ejemplo, una mejor distri-
bución del clero, misiones, economía, atención pastoral a los emi-
idos por grantes, revisión de los límites diocesanos, cuestiones doctrinales,
.e por el etcétera (CD 38,3).
:mpeñan
si éste Sus miembros son obispos elegidos (cf n. 764) en la asamblea
iris. 457; plenaria, que una vez cumplido su mandato cesan en su oficio.
nren las Cada comisión está presidida por un obispo nombrado por los
jecuten demás miembros de la misma.
I
arma de
-, i No tienen ninguna potestad, ni siquiera delegada (cf n. 794).
se le I
.. lenaria

e) Presidente de la conferencia

900. Es elegido por la asamblea plenaria (can. 452, § l),que


él preside (5 2). Preside también el consejo permanente (8 2). Trans-
mite a la Santa Sede las actas y los decretos de la asamblea plenaria
(can. 456). No consta del mismo NINGUNA POTESTAD ni puede ac-
tuar en nombre de todos los obispos, a no ser que todos y cada uno
de ellos hayan prestado su consentimiento (can. 455,§ 4). No puede
ser un obispo auxiliar90. Dado el vínculo especial de la CEI con el
romano pontifice, que como obispo de Roma y primado de Italia
es miembro de derecho de la CEI, el presidente de la misma es
nombrado por el romano pontífice (Statuto, art. 27,§ 1). Por esta
razón se le reconocen poderes más amplios que en las otras confe-
rencias.

J3 Vicepresidente de la conferencia

901. Es designado en una asamblea plenaria y desempeña


las funciones del presidente si éste está legítimamente impedido
(can. 452). No puede ser un obispo auxiliar 9 1 .

g) Secretario general

902. Es designado a tenor de los estatutos (can. 452, ¿j 1) y


preside la secretaría general. Para la CEI es nombrado por el ro-
mano pontífice, a propuesta de la presidencia, oído el consejo per-
manente (Statuto, art. 3 1, 4 1).

e) Relaciones entre las conferencias episcopales


903. Deben favorecerse estas relaciones, especialmente entre
conferencias más cercanas, para la promoción y protección de un
bien mayor (can. 459, tj 1). Los modos para establecer estas rela-
ciones pueden ser diversos, como consejos, simposios, federacio-
nes; sin embargo, se establece el principio general de que cada vez
que las conferencias emprenden actividades o formas de proceder
que asuman un carácter internacional, es necesario oír a la Santa
Sede (4 2).

9.5. Patriarcas y primados

904. En el Código sólo se encuentra el canon 438 dedicado a


los primados y a los patriarcas y no se habla de los patriarcados
como circunscripciones eclesiásticas en la Iglesia latina.
90 Cf PONT.COM.INT. LEC..Respuesta del 15 marzo 1989, en "AASn 81 (1989) 388;
E V 111697.
9' Cf ib.
1 con el En la Iglesia latina ni los patriarcas ni los primados gozan de
bie Italia ninguna potestad de,gobierno, aparte de la prerrogativa de honor,
riisma es a no ser que se le conceda expresamente esa potestad a algunos de
'or esta ellos por privilegio apostólico o por una costumbre aprobada.
as confe-
En la Iglesia latina el obispo de Roma es el único patriarca que
goza de potestad patriarcal sobre todos los demás obispos de rito
latino; los demás patriarcas, como los de las Indias occidentales
(vacante), de las Indias orientales (Goa) y de Venecia, no tienen
ninguna potestad.
sempeña
?pedido

2 9 @ 1) Y
lur el ro-
cejo per-

i?te entre
jn de un 1
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Aeracio- 1
:
vada vez
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la Santa e
I!
!?
LISTA DE LOS DOCUMENTOS CITADOS

1. Documentos pontificios

- Cons. ap. Incruentum altaris, 10 agosto 1915, en "AAS" 7 (1915)


403.

JUAN
XXIII

- M. p. Appropinquante concilio, reglamento del concilio ecuménico


Vaticano II,6 agosto 1962, en "AAS" 54 (1962) 612-631.
- Const. ap. Humanae salutis, para la convocatoria del concilio ecu-
ménico, 25 diciembre 1961, en "AAS" 54 (1962) 5-13.
- Carta enc. Sacerdotii nostri, sobre el sagrado celibato, 1 agosto
1959, en "AAS" 5 1 (1959) 554-556.
- Summi pontificis, sobre la sede apostólica vacante, 5 septiembre
1962, en "AAS" 54 (1962) 632-640.

- Ex. ap. Christijideles laici, sobre la vocación y misión de los laicos,


30 diciembre 1988, n. 17, en "AAS" 81 (1989) 393-521; EV 11/ 1606-1900.
- Const. ap. Ex corde Ecclesiae, sobre las universidades católicas,
15 agosto 1990, en "AAS" 72 (1990) 1475-1509.
- Ex. ap. Familiaris consortio, sobre las tareas de la familia cristiana,
en "AAS" 74 (1982) 81-191; E V 6 / 1287-1328.
- Carta ap. Mulieris dignitatem, sobre la dignidad y la vocación de
la mujer, 15 agosto 1988, n. 7, en "AAS" 80 (1988) 1653-1729; EV 11/ 1206-
1345.
- Carta Novo incipiente, a todos los sacerdotes de la Iglesia, 8 abril
1979, en "AAS" 71 (1979) 393-417; EV 61 1387-1328.
- Const. ap. Pastor bonus, sobre la curia romana, 28 junio 1988, en
"AAS" 80 (1988) 841-912; EV 11/ 787-1070 (comprendidos Allegato I y
Allegato II).
- M. p. Recognitio iuris canonici, constitución de la Pontificia Comi-
sión para la interpretación auténtica del CIC, 2 enero 1984, en "AAS" 76
(1984) 433-434; EV 81641-648.
- Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, sobre la reconciliación y la
penitencia, 2 diciembre 1984, en "AAS" 77 (1985) 185-275; EV 91 1075-
1207.
- Carta enc. Redemptor hominis, sobre Jesucristo redentor del hom-
bre, 4 marzo 1979, en "AAS" 7 1 (1979) 257-324; EV 8/ 1075-1207.
- Const. ap. Sacrae disciplinae leges, para la promulgación del Código
de Derecho Canónico, 25 enero 1983, en "AAS" 75/11 (1983) VII-XIV; EV
8/61 1-639.
- Const. ap. Sapientia christiana, sobre las universidades y facultades
eclesiásticas, 15 abril 1979, en "AAS" 71 (1979) 469-499; EV 6/ 1330-1527.
- Const. ap. Spirituali militum curae, sobre los ordinariados militares,
2 1 abril 1986, en "AAS" 78 (1986) 48 1-486.

LEÓN XIII

- Carta enc. Satis cognitum, sobre la unidad de la Iglesia, 29 junio


1896, en "AAS" 28 (1895-1896) 708-739.
~ménico
'!io ecu-

agosto - M. p. Ad pascendum, sobre el diaconado en la Iglesia latina,


15 agosto 1972, en "AAS" 64 (1972) 534-540; EV 41 1771-1793.
- M. p. Ad purpuratorum patrum, sobre e¡ Colegio cardenalicio,
ltiembre
11 febrero 1965, en "AAS" 57 (1965) 295-296; EV2/370-375.
- M. p. Apostolica sollicitudo, para la constitución del sínodo de los
obispos, 15 septiembre 1965, en "AAS" 57 (1965) 775-780; EV444-457.
- M. p. Catholica Ecclesia, sobre las abadías nullius, 23 octubre 1976,
en "AAS" 68 (1976) 694-696; EV 5/ 2148-2154.
- M. p. Ecclesiae sanctae, sobre normas para la aplicación de algunos
: laicos,
-;: 1900.
decretos del concilio Vaticano 11, 6 agosto 1966, en "AAS" 58 (1977) 757-
itólicas, 787; EV 21752-913.
- Ex. ap. Evangelica testificatio, sobre la renovación de la vida reli-
istiana, giosa, 29 junio 1971, en "AAS" 63 (1971) 497-526; E V 41996-1058.
- Ex. ap. Evangelii nuntiandi, sobre la evangelización en el mundo
contemporáneo, 8 diciembre 1975, en "AAS" 68 (1976) 5-76; E V 5 / 1588-
1716.
- M. p. Firma in traditione, sobre las limosnas de las misas, 13junio
q abril 1974, en "AAS" 66 (1974) 308-3 11; EV 5/ 534-552.
- Carta enc. Humanae vitae, sobre la regulación de la natalidad,
988, en 25 julio 1968, en "AAS" 60 (1968) 48 1-503; EV 31587-617.
ato 1 y -- Const. ap. ~ndul~entiarum doctrina, sobre la revisión de las indul-
gencias, 1 enero 1967, en "AAS" 59 (1967) 5-24; EV 2/ 92 1-955.
- M. p. Ingravescentem aetatem sobre la edad de los cardenales res-
pecto a su oficio, 21 noviembre 1970, en "AAS" 62 (1970) 810-813; EV
312843-2853.
- Const. ap. Laudis canticum, para la promulgación del oficio divino,
1 noviembre 1970, en "AAS" 63 (197 1) 527-535; E V 3/ 2803-2826.
- Carta ap. al card. J. Villot Le dichiarazioni rese pubbliche, sobre el
sagrado celibato, 2 febrero 1976, en "AAS" 62 (1970) 98-103; .EV 3/ 1958-
1971.
- M. p. Matrimonia mixta, sobre los matrimonios mixtos, 31 marzo
1970, en "AAS" 62 (1970) 257-263; EV 312415-2447.
- M . p. Ministeria quaedam, sobre los ministerios en la Iglesia latina,
15 agosto 1972, en "AAS" 64 (1972) 529-534; E V 4/ 1729-1770.
- M. p. Pastorale munus, sobre facultades y privilegios de los obispos,
30 noviembre 1963, en "AAS" 56 (1964) 5-12; EV 2185-1 34.
- Const. ap. Poenitemini, sobre la disciplina penitencial, 17 febrero
1966, en "AAS" 58 (1966) 177-198; E V 21625-654.
- Const. ap. ~ e ~ i m i Ecclesioe
ni universae, sobre la curia romana, en
"AAS': 59 (1967) 885-928; EV 21 1534-1676.
- Const. ap. Romano pontifici eligendo, sobre la vacante de la San-
ta Sede y la elección del romano pontífice, 1 octubre 1975, en "AAS" 67
(1975) 609-645; EV 51 1442-1545.
- Carta enc. Sacerdotalis caelibatus, sobre el celibato sacerdotal,
24 junio 1967, en "AAS" 59 (1967) 654-704; EV2/ 1415-1513.
- M. p. Sacrum diaconatus ordinem, sobre el diaconado permanente,
18 junio 1967, en "AAS" 59 (1967) 697-704; EV 21 1368-1406.
- M. p. Sollicitudo omnium Ecclesiarum, sobre el oficio de los lega-
dos del romano pontífice, 29 junio 1969, en "AAS" 61 (1969) 473-484; EV
3 / 1292-1343.
- Carta ap. Summi Dei Verbum, sobre la formación de los seminaris-
tas, 4 noviembre 1963, en "AAS" 55 (1963) 979-995; E V 2/63-84. 1
- Carta al Dr. F. Coggan We write in answer (1976), 599-600; EV i

S 1/ 596-597.

Pfo X
- Const. ap. Commissum nobis, sobre la elección del romano pontífi-
ce, 20 enero 1904, en CIC 1917, Doc. 11.
- Const. ap. Vacante sede apostolica, sobre la sede apostólica vacante,
25 diciembre 1904, en CIC 1917, Doc. 1.

l
Pfo XI I

- Carta enc. Ad catholici sacerdotii, sobre el sacerdocio católico,


20 dfciembre 1935, en "AAS" 28 (1936) 5-53.
- Carta enc. Casti connubii, sobre el matrimonio cristiano, 3 1 diciem-
bre 1930, en "AAS" 22 (1930) 539-592.
- Carta enc. Quadragesimo anno, sobre los problemas sociales,
.io divino, 15 mayo 1931, en "AAS" 23 (193 1) 177-228.
o, sobre el
F7 3/ 1958- Pfo XII
31 marzo - Carta enc. Ad. apostolorum principis, sobre los obispos chinos,
29 junio 1958, en "AAS" 50 (1958) 601-614.
sia latina, - Carta enc. Ad sinarum gentem, sobre los obispos chinos, 7 octubre
1954, en "AAS" 47 (1955) 6-14.
S obispos,
- Carta enc. Humani generis, sobre algunas falsas opiniones, 12 agosto
1950, en "AAS" 42 (1950) 561-578.
7 febrero - Ex. ap. Menti nostrae, sobre la santidad del sacerdocio, 23 septiem-
bre 1950, en "AAS" 42 (1950) 663-665.
- Carta enc. Mystici corporis, sobre el cuerpo místico de Cristo,
29 junio 1943, en "AAS" 35 (1943) 206-207; 222-224.
le la San- - M. p. Primo feliciter, sobre los institutos seculares, 12 marzo 1948,
'AAS" 67 en "AAS" 40 (1948) 283-286.
- Const. ap. Provida mater, sobre los institutos seculares, 2 febrero
icerdotal, 1947, en "AAS" 39 (1947) 114-124.
- Const. ap. Sacramentum ordinis, sobre las órdenes sagradas, 30 no-
viembre 1947, en "AAS" 40 (1948) 5-7.
- Carta enc. Sacra virginitis, sobre el sagrado celibato, 23 marzo
los lega- 1954, en "AAS" 46 (1954) 161-191.
1-484; EV - Const. ap. Sedes sapientiae, sobre la vida religiosa, 31 mayo 1956,
en "AAS" 48 (1956) 354-365.
eminaris- P
- Const. ap. Vacantis apostolicae sedis, 8 diciembre 1945, en "AAS"
t3 38 (1946) 65-99.
1
1 2. Documentos del sínodo de los obispos
- SÍNODO EXTR. 1969, Rel. doctr. Elapso oecumenico concilio,
sobre la colegialidad de los obispos, en EV 3/ 1653-1682.
3 pontífi- - SÍNODO EXTR. 1985, Exeunte coetu, sobre la Iglesia que celebra
los misterios de Cristo, 10 diciembre 1985, en EV 91 1779-18 18.
i vacante, - S~NODOEXTR. 1969, Nunc nobis, sobre las relaciones entre las
conferencias episcopales, en E V 31 1704-1744.
- S~NODOEXTR. 1969, Pastor aeternus, sobre las relaciones entre
las conferencias episcopales y la sede apostólica, en EV 31 1683-1703.
- S~NODO1971, Ultimis temporibus, sobre el sacerdocio ministerial,
30 noviembre 1971, en "AAS" 63 (1971) 398-922; EV 4/ 1135-1237.
católico,
3. Documentos de la curia romana 1

- Temi scelti di ecclesiologia, 7 octubre 1985, en EV 9/ 1668-1769.


- Tesis sobre I mutui rapporti fra magistero ecclesiastico e teologia,
6 junio 1976, en E V 5/ 2034; 2040-2043.
- Tesis sobre La doctrina del matrimonio cristiano, 1-6 diciembre
1977, en EV 61480-5 10.

CONGREGACI~N
DEL CLERO

- Dir. cat. gen. A d norman decreti, sobre la catequesis, 1 1 abril 1971,


en "AAS" 64 (1972) 97-176; EV 41453454.
- Carta cir. Inter ea, sobre la formación permanente del clero, 4 no-
viembre 1969, en "AAS" 62 (1970) 123-134; EV 31 1745-1788.
- Decr. Mos iugiter, sobre la celebración de las llamadas misas plu-
riintencionales o colectivas, 6 mayo 1991, en "AAS" 83 (199 1) 443-446.
- Carta circ. Omnes christiJideles, sobre los consejos pastorales, en
EV 41 1902-1923.
- Notas direct. Postquam apostoli, sobre la colaboración entre las
Iglesias particulares, 23 marzo 1980, en "AAS" 72 (1980) 343-364; Ev 7/
234-287.
- Carta circ. Presbyteri sacra, sobre los consejos presbiterales, 1 1 abril
1970, en "AAS" 62 (1970) 459-465; E V 312449-2476.
- Decl. Quidam episcopi, sobre asociaciones prohibidas a los clérigos,
8 marzo 1982, en "AAS" 74 (1982) 642-645; EV 8198-103.

>
DEL CONCILIO
CONGREGACI~N

- Resolución del 13 noviembre 1920, en "AAS" 13 (1921) 135-144.


- Resolución del 24 febrero 1967, en "AAS" 59 (1967) 229; EV 21646
(nota).

CONGREGACI~NDEL CULTO Y DE LA DISCIPLINA


DIVINO
*
DE LOS SACRAMENTOS

- Instr. Actio pastoralis, sobre las misas para grupos particulares,


15 mayo 1969, n. 6, en "AAS" 61 (1969) 806-8 11; EV 3/ 1 158-1172.

1 Los dicasterios de la curia romana, enumerados por orden alfabético, se indican según la.
denominación actual que les da la Const. ap. Pastor bonus, del 28 de junio de 1988.
2 En esta Congregación están hoy reunidas la Congregación para la disciplina de los sacramen-
tos y la Congregación del culto divino; por tanto se enumeran los documentos de tales Congrega-
ciones y de la antigua Congregación de ritos.
- Instr. Ad Sanctam Sedem, sobre la celebración del matrimonio ante
solos los testigos, 7 diciembre 1971, en EV 41 1338-1344.
- Caeremoniale Episcoporum, Typ. Pol. Vat., 1984.
- Dir. Christi Ecclesia, sobre la celebración dominical sin presbítero,
2 junio 1988, en EV 11/ 7 15-764.
- Carta circ. Congregatio pro sacramentis, sobre el proceso sobre el
matrimonio rato y no consumado, 20 diciembre 1986, en EV 1011012-1044.
- Instr. Eucharisticum mysterium, sobre el culto al misterio eucarísti-
co, 25 mayo 1967, en "AAS" 59 (1967) 539-573; EV 2/ 1293-1367.
- ~nstr.Inmensae caritatis, sobre la comunión sacramental, 29 enero
1973, en "AAS" 65 (19737 264-27 1; EV 4/ 1924-1944.
- Instr. Inaestimabile donum, sobre el culto eucarístico, 3 abril 1980,
en "AAS" 72 (1980) 33 1-343; EV 71288-323.
- Decl. In celebratione missae, sobre la concelebración, 7 agosto 1972,
en "AAS" 64 (1972) 561-563; EV 4/ 1742-1770.
o, 4 no- - Institutio generalis Missalis Romani, 26 marzo 1970, Typ. Pol. Vat.,
1975, 19-92; EV3/2017-2414.
sas plu- - Instr. Inter oecumenici, sobre la sagrada liturgia, 26 septiembre
446. 1964, en "AAS" 56 (1964) 877-900; EV 212 1 1-309.
.ales, en - Instrucción del 1 de julio de 1929, en "AAS" 21 (1929) 352-355.
- Carta a los de las conferencias episcopales y a los presi-
ntre las dentes de las comisiones nacionales para la liturgia sobre los conciertos en
1; Ev 71 las iglesias, 5 noviembre 1987, en EV 1012244-2265.
- Instr. Liturgicae instaurationes, sobre la reforma litúrgica, 5 sep-
11 abril tiembre 1970, en "AAS" 62 (1970) 692-704; EV 312757-2802.
- Carta circ. Novit profecto, sobre la constitución de nuevos ministe-
rios, 27 octubre 1972, en EV 61373-374.
- Ordo exequiarum, Typ. Pol. Vat., 1969.
- Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis cura, Typ. Pol.
Vat., 1972.
- Instr. gen. Publica et communis, sobre la liturgia de las horas,
2 febrero 1971, Typ. Pol. Vat., 1971; EV 41 133-424.
- Dir. fueros baptizatos, sobre las misas con los niños, 1 noviembre
1973, en "AASn 66 (1974) 5-2 1; EV 26 18-2672.
- Instr. Sacramentali communione, sobre la comunión bajo las dos
especies, 20 junio 1970, en "AAS" 62 (1970) 664-666; E V 2629-2639.
- Decr. Spiritus Sancti munera, sobre la confirmación en peligro de
muerte, 14 septiembre 1946, en "AASn 38 (1946) 349-354.

alares,

según la.
- Decr. Accidit in diversis, sobre la misa por los difuntos cristianos no
mamen- católicos, 1l.junio 1976, en "AAS" 68 (1976) 62 1-622; E V 5/ 2065-2066.
ongrega- - Carta circ. Complures conferentiae, sobre la sepultura eclesiástica,
29 mayo 1973,.en EV 412508.
- Decr. Congregatio pro Doctrina Fidei, 28 septiembre 1988, en
"AAS" 80 (1988) 1367; EV 1 1 / 1346.
- Decr. De matrirnoniifinibus, sobre los fines del matrimonio, 1 abril
1944, en "AAS" 36 (1944) 103.
- Decr. Ecclesiae pastorurn, sobre la vigilancia sobre los libros,
19 marzo 1975, en "AASn 67 (1975) 28 1-284; EV 51 1203-1220.
- Carta Inde ab aliquot annis, sobre los exorcismos, en "AAS" 77
(1985) 1169-1 170; EV 91 1663-1667.
- Decl. In iune, sobre el clero episcopaliano recibido entre el clero
católico, 1 abril 1981, en EV 71 1213.
- Decl. Inter insigniores, sobre la cuestión de la admisión de las mu-
jeres al sacerdocio ministerial, 15 octubre 1976, en "AAS" 69 (1977) 98-1 16;
EV 5/21 10-2147.
- Carta a la Conferencia Episcopal Francesa sobre el decreto Ecclesiae
pastorurn, 7 julio 1983, en "AAS" 76 (1984) 49-52; EV 91377-379.
- Carta a la Congr. para el Clero sobre el decreto Ecclesiaepastorum,
7 julio 1983, en "AAS" 76 (1984) 45-49; E V 9/ 362-376.
- Carta al profesor Hans Küng, 15 diciembre 1979, en "AAS" 72
(1980) 90-92; EV 61 1942-195 1.
- Carta al profesor Carlos Curran, 25 julio 1986, en "AAS" 79 (1987)
116-118.
- Regl. Libri aliquae, nuevo reglamento para el examen de las doctri-
nas, 15 enero 1971, en "AAS" 63 (1971) 234-236; EV4/ 1 12-130.
- Decl. Mysterium Ecclesiae, sobre la Iglesia, 24 junio 1973, en
"AAS" 65 (1973) 396-408; EV 41 2564-2589.
- ~ o r k a de
s procedimiento Ordinarius competens, sobre la dispensa
del celibato sacerdotal, en "AAS" 72 (1980) 1136-1137; EV 71579-586.
- Carta circ. Per litteras ad universos, sobre la dispensa del celibato
sacerdotal, 14 octubre 1980, en "AASn 72 (1980) 1133-1135; EV 71572-578.
- Instr. Piarn et constantern, sobre la cremación de cadáveres, 5 julio
1963, en "AAS" 56 (1964) 822-823; EV 2/ 6 1-62.
- Normas de procedimiento Processum concessionis, sobre la disolu-
ción del matrimonio en favor de la fe, 6 diciembre 1973, en EV 412745-
2774.
- Professio fidei et iusiurandurn fidelitatis in suscipiendo officio no-
mine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 81 (1989) 104-106; EV
11/ 1190-1195; Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de la profesión de
fe y el juramento de fidelidad, 7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1169;
E V 11/ 2494.
- Decl. Quaesiturn est, sobre las asociaciones masónicas, 26 noviembre
1983, en "AAS" 76 (1984) 300; EV 91553.
- Respuesta de enero 1977, en X. OCHOA, Leges Ecclesiae V , n. 4493,
L
col. 7290, Roma 1980. .
- Carta Sacerdotiurn rninisteriale, sobre algunas cuestiones relativas ,
al ministro de la eucaristía, 6 agosto 1983, en "AAS" 7511 (1983) 1001-
1009; EV9/380-393.
- Decr. Sacra Congregatio, sobre la impotencia que hace nulo el ma-
trimonio, 13 mayo 1977, en "AAS" 69 (1977) 426; E V 6/ 188.
! abril - Decl. Sacra Congregatio, sobre las asociaciones masónicas, 17 fe-
brero 1981, en "AAS" 73 (1981) 240-241; E V 7 / 1137.
- Instr. Ut notum est, sobre la disolución del matrimonio en favor de
la fe, 6 diciembre 1973, en EV 4/ 2730-2744.

" clero CONGREGACI~N


PARA LA EVANGELIZACI~N
DE LOS PUEBLOS

-S mu- - Carta circ. Nello studio di rinnovamento, sobre la formación de los


''8- 1 16; misioneros, 17 mayo 1970, en EV 312482-2507.
- Instr. Relationes in territoriis, sobre las relaciones entre los ordina-
rios del lugar y los institutos misioneros, 24 febrero 1969, en "AAS" 61
(1969) 28 1-287; EV 3/ 820-845.

CONGREGACI~N PARA LOS INSTITUTOS


DE VIDACONSAGRADA
Y LAS SOCIEDADES
DE VIDAAPOST~LICA
i

- Decr. Congregatio pro religiosis, sobre la ayuda que hay que dar a
doct ri- quien deja el instituto, 15 enero 1974, en EV 51 1-12.
- Instr. Cum sanctissimus, sobre los institutos seculares, 19 marzo
173, en 1948, en "AAS" 40 (1948) 293-297.
- Decr. Experimenta, sobre la forma de gobierno ordinario en los
icpensa institutos religiosos, 2 febrero 1972, en "AAS" 64 (1972) 393-394; EV
26. 4/ 1557.
dibato - Directivas Potissimum institutioni, sobre la formación en los insti-
72-578. tutos religiosos, en "AAS" 82 (1990) 470-532.
5 julio - Instr. Renovationis causam, sobre la puesta al día de la forma-
ción en la vida religiosa, 6 enero 1969, en "AAS" 61 (1969) 103-120; EV
d isolu- 3/ 694-747.
.! 2745- - Ep. Sedes apostolica, sobre la relación periódica acerca del estado y
la vida de los institutos religiosos, 2 enero 1988, en "AAS" 80 (1988) 104-
105; EV 1111-3.
:io no-
- Instr. Venite seorsum sobre la vida contemplativa y la clausura de
36; EV
las monjas, 15 agosto 1969, en "AAS" 61 (1969) 74; EV 31 1448-1495.
ijn de
1 1169;

iembre CONGREGACI~N
PARA LOS RELIGIOSOS
Y LOS INSTITUTOS
SECULARES
Y CONGREGACI~N
PARA LOS OBISPOS

- Notas direct. Mutuae relationes, sobre las mutuas relaciones entre


los obispos y los religiosos, 14 mayo 1978, en "AAS" 70 (1978) 473-506;
lativas E V 61586-717.
1001-
C O N G R E G A CDE
I ~LOS
N SACRAMENTOS
Y CONGREGACI~N
PARA EL CLERO

- Carta circ. In quibusdam Ecclesiae, sobre la confesión y primera


comunión de los niños, 3 1 marzo 1977, en E V 61 166-174.
- Respuesta sobre la confesión y primera comunión de los niños,
,20 mayo 1977, en "AAS" 69 (1977) 427; EV 61 175.
- Decl. Sanctus pontifex, sobre la confesión y primera comunión
de los niños, 24 mayo 1973, en "AAS" 65 (1973) 410; EV 41 654 (nota).

- Carta circ. Cipermettiamo, sobre la admisión de ex seminaristas


en otro seminario, 9 octubre 1986, en EV 101949-952.
- Carta circ. Come t? a conoscenza, sobre la formación de los
candidatos al diaconado permanente, 16 julio 1969, en EV 3/ 1408-
1420.
- Instr. Ecclesiasticamfuturorum, sobre la formación litúrgica en
los seminarios, 3 junio 1979, en EV 61 1550-1704.
- Carta circ. En cette période, sobre la formación filosbfica de los
seminaristas, en EV 41 1546-1554.
- Reglamento Hodierni conatus, reglamento fundamental para la
formación sacerdotal, 19 marzo 1985, EV S 11918-1072.
- Instr. II presente sussidio, sobre la formación para el celibato
sacerdotal, 11 abril 1974, en EV 51 195-426.
- 11 28 ottobre, 7 abril 1988, sobre la dimensión religiosa de la
educación en la escuela católica, en EV 111398-533.
- Instr. Inspectis dierum, 10 noviembre 1989, en "AAS" 72 (1990)
607-636; EV 111283 1-2897.
- Nota L'institution des petits séminaires, sobre los seminarios
menores, 7 junio 1976, en EV 512054-2064.
- Carta circ. Postremis hisce annis. sobre la enseñanza del derecho
canónico para los aspirantes al sacerdocio, 2 abril 1975, en EV 51 1221-
1242.
- Carta Zñe document, sobre la formación espiritual en los semi-
narios, 6 enero 1980, en EV 7/45-90.
- Instr. Tra i molteplici segni, sobre la formación teológica de los
futuros sacerdotes, 22 febrero 1976, en EV 5/ 1766-19 11.
- Carta circ. Vocationes adultorum, sobre el cuidado y la forma-
ción de las vocaciones de adultos, 4 julio 1976, en EV 512097-2108.

CONGREGACI~N
PARA LOS OBISPOS

- Decr. Ad romanam Ecclesiam, sobre la visita ad limina y la


relación quinquenal, 29 junio 1975, en "AAS" 67 (1975) 674-676; EV
5/ 1394-1402.
- Decr. Congruis mediis, sobre los ordinarios militares, 22 febrero
1985, en "AAS" 77 (1985) 1091-1092; EV 1111419-1420.
- Directorio para la visita ad limina, 29 junio 1980; EV 1111084-
..)vi mera 1189.
- Dir. Ecclesiae imago, sobre el ministerio pastoral de los obispos,
22 febrero 1973; EV 41 1945-2328.
- Formulario per la relazione quinquennale, Typ. Pol. Vat., 1981.
; riunión - Normas In vira Ecclesiae, sobre los obispos eméritos, 3 1 octubre
. (nota). 1988, en EV 111 1438.
- Carta al card. J. Villot del 31 de agosto de 1976, sobre el título
de los obispos coadjutores, Prot. 335167, en "Com." 9 (1977) 223.
- Carta al card. P. Felici del 17 de octubre de 1977, sobre el título
de los prelados nullius, Prot. 335167, en "Com." 9 (1977) 224.
- Instr. Nemo est, sobre la pastoral de los emigrantes, 22 agosto
1969, en "AAS" 61 (1969) 614-643; EV 31 1501-1605.
de los
' '1408-
CONSEJOPARA LOS ASUNTOS
P~BLICOS
- Normas Episcopi facultas, sobre el nombramiento de los obis-
:le los pos en la Iglesia latina, 25 marzo 1972, en "AAS" 64 (1972) 387-391;
EV 41 1593-1624.
para la - Ordo synodi episcoporum, ordenamiento del sínodo de los
obispos, 8 diciembre 1966,24 junio 1969,20 agosto 1971, en "AAS" 59
(1967) 9 1-103; 61 (1969) 525-539; 63 (197 1) 702-704; EV 31 1344-1396.

- Respuestas sobre los cánones 917, 1066-1067,7 agosto 1984, en


inarios "AAS" 76 (1984) 746-747; EV 91861-864.
- Respuestas sobre los cánones 455,s 1; 127,$ 1,87,$ 1, 1 agosto
1985, en "AAS" 77 (1985) 771; EV 9/ 1661-1662.
- Respuestas sobre los cánones 1673, 3.0; 700, 4 diciembre 1986,
en "AAS" 78 (1986) 1323; EV 101443-444.
- Respuestas sobre los cánones 1103; 95 1, $ 1, 6 agosto 1987, en
"AAS" 79 (1987) 1132; EV 1011732-1733.
+:e los - Respuestas sobre los cánones 684; 830,s 3; 767, § 1, 3 septiem-
bre 1987, en "AAS" 79 (1987) 1249; EV 1011839-1841.
- Respuestas sobre los cánones 910, tj 2; 230, $ 3, 23 septiembre
1988, en "AAS" 80 (1988) 1373; EV 111714.
- Respuesta sobre el canon 299, ¿j3,12 noviembre 1988, en "AAS"
80 (1988) 1818; EV 1111842.
- Respuesta sobre el canon 1398,12 diciembre 1988, en "AAS" 80
(1988) 1818; EV 111695.
3 Las respuestas se indican según la fecha de su promulgación, que es la del fascículo de "Acta
Apostolicae Sedisn.
- Respuesta sobre los religiosos nombrados prelados auditores de
la Rota Romana, 12 diciembre 1988, en "AAS" 80 (1988) 1819; EV
1 1 / 696.
- Respuesta sobre los cánones 452,g 1, y 434, 15 marzo 1988, en
"AAS" 8 1 (1989) 338; EV 1 11697.
- Respuesta sobre los cánones 509,e 1, y 1263,lO agosto 1989, en
"AAS" 81 (1989) 991; EV 1112271.
- Respuesta sobre el canon 119,§ 1, 1 agosto 1990, en "AAS" 72
( 1990) 845.

PONTIFICIA PARA LA INTERPRETACI~N


COMISI~N AUTÉNTICA
DE LOS DECRETOS
DEL VATICANO11

Respuesta sobre las conferencias episcopales, 28 junio 1968, en


-
"AAS" 60 (1968) 361-362; EV S 11.136.
- Respuesta sobre las parroquias, 8 agosto 1969, en "AAS" 61
(1969) 551.
- Respuesta sobre las conferencias episcopales, 30 noviembre
1970, en "AAS" 72 (1970) 793.
- Respuesta sobre las conferencias episcopales, 3 1 enero 1980, en
"AAS" 72 (1980) 106.

CONSEJO PARA LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS


PONTIFICIO

- Dir. ecum. A d totam Ecclesiam, sobre el ecumenismo, 15 mayo


1967, en "AAS" 59 (1967) 574-592; EV 21 1194-1256.
- Dir. ecum. Spiritus Domini, sobre el ecumenismo en la ense-
ñanza superior, en "AAS" 62 (1970) 705-724; EV 21 1257-1292.

Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana y Protocolo


-
adicional, 18 febrero 1984, en "AAS" 72 (1985) 521-535.
- Concordato entre la Santa Sede e Italia, 11 febrero 1929, en
"AAS" 21 (1929) 271-294.
- Carta del cardenal secretario de Estado al prefecto de la Con-
gregación del culto divino y de la disciplina de los sacramentos sobre
la competencia para la dispensa de las obligaciones derivadas de la
ordenación, 8 febrero 1989 (Prot. n. 230.139), en EV 1112140.
- Carta del cardenal secretario de Estado al prefecto de la Con-
gregación del culto divino y de la disciplina de los sacramentos sobre

4Las respuestas se indican según la fecha de su promulgaci6n, que es la del fascículo de "Acta
Apostolicae Sedisn.
el procedimiento breve en la concesión de las dispensas del celibato de
los diáconos, 13 abril 1989 (Prot. n. 230.1391 G.N.), en EV 1 112227.
- Norme circa gli enti e i beni ecclesiastici in Italia, 3 junio 1985,
en "AAS"'72 (1985) 547-578.

4. Documentos de la CEI 5

Normas para la aplicación de la Const. ap. Poenitemini, 23


-
junio 1966, en E. CEI 11744-752.
- Nota sobre las colectas de los religiosos, aprobada por el comité
de obispos y de religiosos, 15 mayo 1968, en Notiziario CEI 5/ 1968,
73-75; E. CEI 1/ 1664-1673.
- Normas sobre los matrimonios mixtos, 25 septiembre 1970, en
Notiziario CEI 11/ 1970, 199-200; E. CEI 1/ 3477-348 1.
- Doc. sobre la restauración del diaconado permanente, 8 diciem-
bre 1971, en Notiziario CEI 2/ 1972, 19-27; E. CEI 1/ 3955-4007.
- Indicaciones pastorales sobre los matrimonios mixtos, 20 junio
1972, en Notiziario CEI 7/ 1972, 104-108; E. CEI 114231-4244.
- Doc. norm. sobre la formación de los presbíteros en la Iglesia
italiana, orientaciones y normas, 15 mayo 1980, en E. CEI 3/ 189-413.
- Doc. pastoral sobre la eucaristía, comunión y comunidad,
22 mayo 1983, en Notiziario CEI 41 1983, 59-1 17; E. CEI 3/ 1240-1359.
- Delib. 23 diciembre 1983, 6 septiembre 1984, 18 abril 1985,
4 septiembre 1986, 30 diciembre 1986, en Notiziario CEI, 7/ 1983, 207-
21 1; 8/ 1984, 203-205; 3/ 1985, 43-62; 7/ 1986, 189-196; 9/ 1986, 288;
5 mayo 1011986,273-282; E. CEZ 3/ 1585-1604; 1975-1980; 2273-2300.
- Reglamento de estudios teológicos de los seminarios mayores
3 ense- de Italia, 10 junio 1984, en E. CEI 3/ 1738-1860.
- Nota pastoral sobre el día del Señor, 15julio 1984, en Notiziario
CEI 7/ 1984, 179-195; E. CEI 3/ 1933-1974.
- Doc. pastoral sobre la corresponsabilidad de los fieles en las
necesidades de la Iglesia, 14 noviembre 1988, en Notiziario CEI7/ 1988,
157-186.

5. Textos concordados entre la Santa Sede y España


y documentos de la Conferencia Episcopal Española
L Con-
sobre
de la Textos concordados
Con- - Acuerdo sobre renuncia a la presentación de obispos y al privi-
sobre legio del fuero, 28 julio 1976.
- Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 3 enero 1979.
it: "Acta
5 Las normas y las deliberaciones se indican según la fecha del decreto de promulgación.

747
- Acuerdo sobre asuntos económicos, 3 enero 1979.
- Acuerdo sobre enseñanza y asuntos culturales, 3 enero 1979.
- Acuerdo sobre la asistencia religiosa a las fuerzas armadas y
servicio militar de clérigos y religiosos, 3 enero 1979.
- Acuerdo sobre asistencia religiosa católica en centros hospitala-
rios públicos, 24 julio 1985.

Documentos de la Conferencia Episcopal Española

- (Primer) Decreto general sobre las normas complementarias al


nuevo Código de Derecho Canónico, 26 mayo 1984 (1 .er DG, 1984), en
"BOCEE" 1 (1984) 95-1 13.
- (Segundo) Decreto general sobre las normas complementarias
al nuevo Código de Derecho Canónico, 8 junio 1985 (2.0 DG, 1985),
en "BOCEE" 2 (1985) 60-65.
- Decreto general sobre algunas cuestiones especiales en ma-
teria económica, 8 junio 1985 (DG, 1985 [materia económica]), en
"BOCEE" 2 (1985) 67-69.
- Decreto general sobre la presencia de la Iglesia en los medios
audiovisuales de comunicación social, 1 diciembre 1986 (4.0 DG
1986), en "BOCEE" 3 (1986) 115-1 16.
979.
iadas y

AA.VV., Diccionario de Derecho canónico (dir. C. CORRAL SALVA-


DOR),Madrid 1989.
ID, 11 diritto nel rnistero della Chiesa 1-11, Roma 1986; 1990.
ID, Manual de Derecho canónico, Pamplona 1988.
ID, Nuevo Derecho canónico. Manual universitario (dir., L. DE ECHE-
VERR~A), Madrid 1983.
Acta synodalia sacrosancti concilii Vaticani secundi, Typ. Pol. Vat.,
Pn ma- 1970-1986.
--;il),en
CAPPELLINI E., La normativa del nuovo Codice, Brescia 1983.
CHIAPPETTA L., 11 Codice di Diritto canonico. Cornrnento giuridico-
pastorale, Nápoles 1988, 2 vols.
ID, Dizionario del nuovo Codice di Diritto canonico, Nápoles 1986.
Code de Droit canonique annoté (dir. por la Société Internationale de
Droit Canon et de Législation Religieuse Comparées), París 1989.
Codex Iuris Canonici (fontium annotatione et indice analytico-alpha-
betico auctus), Lib. Ed. Vat., 1989.
Código de Derecho canónico (dir. por L. DE ECHEVERR~A), BAC, Ma-
drid 1983.
Código de Derecho canónico, ed. bilingüe, BAC minor, Madrid 1987.
Código de ~ e r e c h ocanónico (dir. por P. LOMBARD~A), Pamplona
1983.
Codigo de Dereito canonico (dir. por J. S. HORTAL), S i o Paulo 1983.
Cornmento al Codice di Diritto canonico (dir. por P. V. PINTO),Roma
1985.
Conciliorurn oecurnenicorurn decreta, Bolonia 1973.
Constitutionis dogmaticae "Lumen gentium" synopsis historica (dir. por
G. ALBERIGO y F. M A G I S T R E ~Bolonia
I), 1975.
Enchiridion della Conferenza Episcopale Italiana. Decreti, dichiara-
zioni, docurnentipastoraliper la Chiesa italiana, Bolonia 1985.
Enchiridion syrnbolorum definitionurn et declarationurn de rebusfidei
et morurn (Denzinger-Schonmetzer).
Enchiridion Vaticanurn. Documentos oficiales de la Santa Sede, Bolo-
nia 1966.
HEIMERL H. y OREEH., Kirchenrecht. Allgerneine Normen und Ehe-
recht, Vienalnueva York 1983.
Iglesia r7 &tudo en España. Régimen jurídico de sus relaciones. Autores
varios, BAC, Madrid 1980.
Ltgislación eclesiástica, Civitas, Madrid 1991.
Ltgislación eclesiástica, Tecnos, Madrid 1990.
LISTLJ., MULLERH. y SCHMITZ H., Handbuch des katholischen Kir-
chenrecht, Regensburg 1983.
Los acuerdos entre la Iglesia y España, BAC, Madrid 1980.
Notiziario della conferenza episcopale italiana, Roma 1966.
Nuevo Derecho canónico, BAC, Madrid 1983.
Nuevo Derecho parroquial, BAC, Madrid 1988.
OCHOA X., Index verborurn ac locorum Codicis Iuris Canonici, Libreria
editrice Lateranense, 19842.
ID, Index verborurn curn docurnentis concilii Vaticani 11, Roma 1967.
ID, Leges Ecclesiae post Codicem Iuris Canonici editae, Roma 1966-
1982, 6 vols.
PARALI E U R., Guide pratique du Code de Droit canonique. Notes pas-
torales, Bourges 1985.
PIÑEROC A R R I J.
~ NM., La ley de la Iglesia, Madrid 1985-1986, 2 vols.
RUFM., Das Recht der Katholischen Kirche nach dem neuen Codex
Iuris Canonici, Friburgol Basileal Viena 1983.
SCHWENDENWEIN H., Das neue Kirchenrecht. Gesamtdarstellung, Grazl
Vienal Colonia 1983.
The Code of Canon Law. A text and commentary, Londres 1985.
:' ores ÍNDICEDE LOS CANONES EXPLICADOS

, Se hace referencia a los números marginales.


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ÍNDICEDE MATERIAS

Se hace referencia a los números marginales. Los números en negrita


señalan los párrafos en que se trata de una materia determinada de forma
más concreta.

Abad territorial: 745,756, 762. Administrador: - apostólico: 745,


Abadesa: 266. 756,762,8 19,825; -de los bienes
Abadía territorial: 745. eclesiásticos: 649; 652; - dioce-
Aborto: -delito: 694; -irregulari- sano: 819, 825, 828-832, 845; -
dad: 372,373,378,38 1. en los institutos religiosos: 190;
Abrogación: 602. - parroquial: 860.
Absolución: - del cómplice: 328, Admonición: 683.
691; - derecho a recibir la a.: Adopción: - en general: 83.
329,335; general: 323; - indivi- Adscripción: cf incardinación.
dual: 322. Afecto colegial: 709,715, 762, 886.
Abstinencia: 520. Afinidad: -en general: 83; -impe-
Acción Católica: 98. dimento para el matrimonio: 430.
Acción penal: 688. Altar: 512.
Acólito: - ministerio del a.: 103, Amente: 357.
364; - ministro de la sagrada co- Amor conyugal: -carisma: 391; -
munión: 314. y comunidad de vida: 389-390; -
"Acta Apostolicae Sedis": 63,59 1. indisoluble: 388; - sacramento
"Acta Sanctae Sedis": 63. del amor divino: 386,390.
Actividad económica y comercial: - Anatema: 660.
de los ministros sagrados: 149; - Antonio ermitaño (S.): 165.
de los religiosos: 189. Apertura de ánimo: 180.
Acto: - administrativo general: Apolinarismo: 32.
614; - administrativo singular: Apostasía: - definición: 72,531; -
616, 620; - colegial: 93; -jurí- delito: 689; -irregularidad: 372,
dico: 85,86. 373,378.
Administración: - apostólica: 745; Apostolado: - en los institutos re-
- de los bienes temporales: 640- ligiosos: 218-219; - en los insti-
659,844; -de la diócesis: 771; - tutos seculares: 238; - de los lai-
en los institutos religiosos: 191; cos: 98; - en la sociedad de vida
- ordinaria: 648; -del patrimo- apostólica: 251.
nio de la Santa Sede: 739; - ex- Apostolicidad: - de la Iglesia: 23,
traordinaria: 648,652. 29; -de la vida consagrada: 162.
Arcipreste: 866-867. Basilio (S.):,24, 165.
Archivo(s): - diocesanos: 787; - Bautismo: - de un adulto: 305; -
parroquial: 844. anotación: 308; - de un niño:
Arzobispado mayor: 27. 306; - carácter del b.: 66,304; -
Arrepentimiento: 334,682, 686. y consagración: cf consagración;
Asamblea de la provincia eclesiásti- - y educación católica: 306; -
ca: 873. de un esposo: 306; - del feto:
Asceta: 165. 306; -fuente de derechos y debe-
Asistencia social: -de los ministros res: 41; - ministro: 308, 842; -
sagrados: 148; - de los religiosos: padrinos: 307; -y persona física:
189. 66; - potestad de conferir el b.:
Asistente al matrimonio: 445, 446- 285,303; - promesas del b.: 67;
448,842. - prueba: 308; -de un expósito:
Asociabilidad: 1,4, 11, 14, 17. 307.
Asociación(es): -aprobada: 254; - Bendición: - eucarística: 315; -
autonomía: 260; - bienes tem- como sacramental: 493,509,512.
porales: 264; - capellán: 262; - Beneficio: 646.
católica: 257; - de clérigos: 153; Benito (S.): 165.
- clerical: 257; - criterios de Bien(es): -de las asociaciones: 264;
reconocimiento de una a.: 256; - común: 3, 39, 43, 45, 755; -
- diocesana: 257; - derecho de corpóreo: 640; - de los cónyu-
a.: 74, 254, 255; - eclesiástica: ges: 396; - eclesiástico: 147,640;
254; -erigida: 254,257; -extin- - inmaterial: 640; - inmóvil:
ción: 265; - internacional: 257; 640; - incorpóreo: 640; -de los
- e institutos seculares: 238; - institutos religiosos: 187-193; -
laical: 254,257; - alabada: 254, de los institutos seculares: 241; -
257; - miembros: 263; - mixta: material: 640; - móvil: 640; -
257; - nacional: 257; -privada: personales de los religiosos: 216;
257; - pública: 257;,- recomen- -público: 257; -de las socieda-
dada: 254,257; - relaciones con des de vida apostólica: 252; -
la autoridad eclesiástica: 261-263; temporal: 640.
- estatutos: 257,263; - univer- Bien eclesiástico: - adquirido: 643,
sal: 257. 647,690; - alienación: 655456;
Ausencia: - de la casa religiosa: - fin: 641-642; - sujetos: 642.
211; -de la casa de una sociedad Bienaventuranza: 66, 104.
de vida'apostólica: 25 1; -del pá- Blasfemia: 689.
rroco: 844; - del obispo: 762. Breve: 708.
Autonomía: - de las asociaciones: Bula: 708.
260,262; - de las Iglesias parti- Bulario: 63.
culares: 747; - de los institutos
de vida consagrada: 171; -de los Cámara apostólica: 73 1, 739.
institutos religiosos: 186. Camarlengo: 701.
Autoridad: - en general: 8, 11,46; Cancillería apostólica: 731.
- suprema: 695. Cánones 85 apostólicos: 48.
Ayuno: 520. Canónigo(s): - cabildo de c.: cf ca-
pítulo; - lateranenses: 165; -
Barnabitas: 165. penitenciario: 813; - regulares:
165,809; - seculares: 809; -teó- excardinación: 138; - de incar-
logo: 813. dinación: 138.
Canonización de la ley civil: 602, Casa: - parroquial: 844; - religio-
655. sa: 173-175,210.
m; Capacidad: - jurídica: 70; - de Caso urgente: 685.
~ 4-
. obrar: 79; - psíquica para el ma- Castidad: 66; cf celibato.
feto: trimonio: 434. Catecismo: 549.
debe- Capellán: -de una asociación: 262; Catecumenado: 71,305.
'2; - - en casas religiosas: 181; - en Catecúmeno: 71,495.
mca: general: 869. Catequesis: 548-552.
: ab.: Capilla: 511. Catequista: 552.
>.: 67; Capitularia Benedicti Levitae: 51. Católica: - comunión c.: 24,27; -
!\cito: Capítulo de canónigos: 809-8 13; - Iglesia c.: cf Iglesia.
catedral: 769, 771, 806, 807, 810, Causa: - eximente: 46, 601; - pía:
828; -colegial: 810; general: 171, 321, 658; - excusante: 46, 601.
184; - provincial: 185; - local: Celibato: - asunción del c.: 364; -
185; - potestad: 186,293. carisma del c.: 124, 143; - dis-
Carácter: - bautismal: 66, 304; - pensa del c.: 156,358; - forma-
': 264; diaconal: 269; - episcopal: 267; ción en el c.: 124; - ley del c.:
5;- - del orden sagrado: 104, 340- 143; -de los ministros sagrados:
jnyu- 341; - presbiteral: 268. 143-146; - promesa de c.: 143.
,640; Cardenal(es): - diácono: 725, 729; Cementerio: 509,512,513.
nóvil: - in pectore: 730; - presbítero: Censura (pena): 46,678-681.
je los 725,729; - obispo: 725,729. Circunscripción eclesiástica: 745.
i3; - Cargas de misas: 321,659. Circunstancia: -agravante: 674; -
fl; - Caridad: - y derecho: 46; - dere- atenuante: 673; -eximente: 672.
9; - cho a la c.: 45; - divina: 14; - y Cisma: - definición: 24, 72; - de-
: 216; justicia: 16, 46; - pastoral: 762, lito: 689; - irregularidad: 372,
nieda- 844; - perfección de la c.: 66,67, 373,378.
.
. - 104, 162, 258; - deber de la c.: Clausura: 212.
43. Clemente (S.): 23.
Carisma(s): - colectivos: 36; - co- Clementinae: 61.
lectivo de un instituto: 168-171; Clérigo(s): - cf ministro(s) sagra-
-en general: 25,26,3 1,35-36; - do(~).
e institución: 35; - laical: 36,95- Coactividad: 6.
96; -ministerio sagrado: 36,104, Codex Iuris Canonici: 64-65.
340; - personal: 36,161; -de la Colegialidad: 345; - cf afecto co-
secularidad: 96; - y estructura legial.
fundamental de la Iglesia: 34-37, Colegio: -y acto jurídico: 87; -de
44; - de la verdad: 524, 527; - los consultores: 758, 769, 771,
de la vida consagrada: 36, 161- 785,786,806-808,825; 828.
164. Colegio cardenalicio: - cf cardena-
Carmelitas: 165. l(es) -elección del romano pon-
Carta(s): - apostólica(s): 29 1, 708, tífice: 702; - funciones: 727-728;
:f ca- 757, 758, 768; - de comunión: -miembros: 729-730; -natura-
'; - 24; - dimisorias: 268, 346, 347, leza: 725-726; - sede vacante o
.;res: 350-354; - encíclica: 708; - de impedida: 701.
Colegio episcopal: - miembros: mentos: 26; - de los santos: 24,
267,288, 709; - ministerio: 282; 43,662; -con los semejantes: 12,
- naturaleza: 709; - potestad: 13, 17, 25; - espiritual: 20, 23,
282, 709, 710-714; - y romano 26,43; - y tradición apostólica:
pontífice: cf romano pontífice; - 21-22,26; -en el Vaticano 11: 25-
sucesores del colegio apostólico: 28; - y Verbo encarnado: 30; -
695-709; - y visita ad limina: vínculo(s): de c.: 20, 23, 27; -
762. visible: 20,30,662; -de vida: 26.
Columbano (S.): 165. Concelebración: -y comunión ecle-
Collectio(nes): - Dionysiana: 49; - sial: 24; - en general: 313.
Dionysio- Hadriana: 49, 5 1; - Conciencia: -examen de c.: 209; -
extravagantes: 58; - Hispana: libertad de c.: 40, 115, 116, 117,
50; - Ivonis Carnutensis: 54; - 180; - manifestación de c.: 180;
74 titulorum: 53; - Trullana: 50. - moral: 9, 10.
Comisario: 262. Concilio: - ecuménico: 711-713; -
Comunicación en los sacramentos: plenario: 8754376,880-884; -pro-
299. vincial: 877-884; - provincial-
Comunicación social (medios): 2 17, nacional: 879.
567. Cónclave: 704.
Comunidad: -local de fieles: 27; - Concubinato: 431,693.
cristiana: 27. Condición: -y acto jurídico: 86,89;
Comunión: - apostólica: cf jerár- -y consentimiento matrimonial:
quica; - católica: 24, 27; - de 441; -jurídica: 68,204,238.
caridad: 23, 26; - centro de c.: Conferencia: - Episcopal Italiana:
20; - Iglesia como c.: 19-28; - 885; -de los superiores mayores:
con la Iglesia: 40-43; - entre las 186; - episcopal: 885-903.
Iglesias: 22,23,26-27,696; - en Confesión: -individual: 322; -so-
el Código: 25-28; -y concelebra- licitación con ocasión de la c.:
ción: 24; - y cuerpo místico de 330.
Cristo: 30, 31, 33; - con Dios: Confesor(es): - de casa religiosa:
13, 17,20,22,25,26,40,43, 161; 181; - del seminario: 117.
- eclesialidad: 20,26,40,42,43, Confirmación: -anotación: 312; -
762; -eclesiástica: 27,33,69,72, carácter: 310; - confirmandos:
295, 678; - escatológica: 40; - 310; - ministros: 280,309,842;
eucarística: 24; - de la fe: 26; - - padrinos: 311; - potestad de
de los fieles: 21, 26; - fraterna conferir la c.: 285,309; -prueba:
con Cristo: 161; -jerárquica: 28, 3 12; - requisito para recibir las
72, 267, 268, 273, 288, 345, 346, órdenes sagradas: 364; - y vida
709,762,796; -invisible: 30,662; laical: 95.
- institución sacramental jurídi- Congregación: - de los fieles: 26,
ca: 24; - cartas de c.: 24; - mi- 29; -monástica: 165; -romana:
nistro de la sagrada c.: 314; - en 736.
el Nuevo Testamento: 20; -obra Consagración: - bautismal: 66,95;
del Espíritu: 33; -particular: 27; - del cristiano: 67; - de Cristo:
- plena: 72,288; - sacerdotal: 66, 104; - episcopal: 267, 278,
268; - sacramento: 25,30; - sa- 281,280,345,753,691; - legíti-
cramental: 289,796; - de sacra- ma: 267; - matrimonial: 392; -
: 24, ministerial: 104; - para la profe- Cuasi parroquia: 862.
: 12, sión de los consejos evangélicos: Cuerpo místico de Cristo: cf Iglesia.
23, 158, 161-164,206, 258; - como Cuestación: -en general: 645; -de
lica: sacramental: 492. los religiosos: 189.
:25- Consanguineidad: en general: 83; - Culpa: -definición: 670; -y delito:
1; - impedimento para el matrimonio: 665.
- Culto: -del cristiano: 66,104; - de
9 429.
:26. Consejo(s): - para los asuntos eco- Cristo: 66; - disparidad de c.:
:cle- nómicos diocesanos: 652, 77 1, 423; - divino: 297-298, 509-5 10,
785,786; - para los asuntos eco- 642; - por la profesión de los
)* - nómicos parroquiales: 844, 858; consejos evangélicos: 162; - por
l'l7, -episcopal: 77 1,775; -pastoral la profesión religiosa: 172.
180; diocesano: 771, 814-817; - pas- Curia: - diocesana: 771-788; - ro-
toral parroquial: 817, 857; - mana: 731-739.
;*9 - pontificio: 738; - presbiteral:
NO- 771, 785, 789, 795-805, 806, 808; Daño (reparación): 88.
ial- - del superior religioso: 183. Dataría: 731.
Consejos evangélicos: - asunción: Deber: - de anunciar la salva-
163,239,258,263; - en general: ciónlel evangelio: 74, 98; - de
67, 104, 152; - interpretación: escuchar a los súbditos: 78; - de
89; 163; - profesión: 160. la comunión con la Iglesia: 40,41,
i iial: Consentimiento (acto jurídico). 87. 73; - de la comunión con Dios:
Consentimiento matrimonial: -ob- 40,41; -de'llevar una vida santa:
ina: jeto: 399; - perseverancia del c.: 40, 75; - de desobedecer: 76; -
res: 444,482; -validez: 399,433-444; de educar a los hijos: cf educa-
- vicios: 433-444,479. ción; - a la integridad de la fe:
SO- Constitución apostólica: 708. 40,76; -de gobernar a la Iglesia:
c.: Constitutiones apostolicae: 48. 78; -de obediencia cristiana: 75;
Consulta: - órganos de c. en los -a la opinión pública: 78; - de
institutos religiosos: 182. participación: 78; -de promover
Continencia: - perfecta: 143; - ley la santidad: 75; - de testimonio
*-
de la c.: 146. de la vida: 99.
los: Contrato: 85. Deberes: - de la comunión jerár-
.42; Controversia: 5,606,607,6 10,6 11. quica: 78; - de los fieles: 36; -
de Contumacia: 669,682, 686. fuente de los d. de los fieles: 41,
ba: Convención: 708. 44,69, 73-78; - de los ministros
las Cópula conyugal: 400-402. sagrados: 141-155; - naturales:
id a Corepíscopo: 765. 18,39; - en los institutos religio-
Corpus Iuris Canonici: 53-62. sos: 208-217; - en los institutos
26, Cosa: - preciosa: 640; - sagrada: seculares: 239; - en las socieda-
na: 492,640. des de vida apostólica: 251.
Costumbre: 598,599,602, 603-605. Decanato: 864-867.
95; Cremación: 496,498. Decano: 866-867.
to: Crimen: - cf delito; - impedimen- Decisión (decreto). 623.
78, to para el matrimonio: 428. Decretales: - Gregorio IX: 59; -
iti- Crodegango (S.): 165. Pseudo-Isidorianae: 5 1.
Cuasi domicilio: 82, 592. Decreto: - general: 589; - general
ejecutivo: 614; - particular: 623- participación: 78; - a la patria:
627. 40; - positivo: 2,8, 1 1,13,38; -
Decretum: - Burchardi Worma- a la propiedad privada: 40; -
tiensis: 52; - Gratiani: 57. propio: 638; - publico eclesiásti-
Dedicación: 492, 509. co (escuela): 34; - a recibir los
Delegación: - del mismo derecho: auxilios espirituales: 75; - a re-
586; - de una persona: 580,582; cibir el anuncio de la verdad: 76;
- cf mandato, procuración.
- a recibir los sacramentos: 77,
Delegado: - en general: 584; - 299; -al rito: 74; - revelado: 38;
apostólico: 742. - a reivindicar los propios dere-
Delegante: 583. chos: 40; - al estado de vida: 74;
Delito: - concurso de d.: 676; - humano: 14; - universalidad del
definición: 665; - de declaración d.: 9; - a la vida: 40; - y volun-
o manifestación de la voluntad: tad de Dios: 18.
677; - imputabilidad: cf imputa- Derecho eclesial: - fin: 45; - fiin-
bilidad; - oculto: 665; - públi- ción: 37; - estudio del d.e.: 132.
co: 665; - intentado: 675. Derechos: - de comunión jerárqui-
Depósito de la fe: 22, 523,529. ca: 78; - de los fieles: 36, 73-78;
Derecho: - de anunciar la salva- - fuente de los derechos de los
ciónlel evangelio: 74, 98; - de fieles: 41,44,69; - de los minis-
asociación: 74,254,255,263; - a tros sagrados: 141-155; - natu-
la buena fama: 78; - canónico: rales: 1,3,8, 10, 12, 15,39; - en
45, cf derecho eclesial; - certeza los institutos religiosos: 208-217;
del d.: 1, 2, 5; - y cultura: 9; - - en los institutos seculares: 239;
al desacuerdo: 76; - a la desobe- - en las sociedades de vida apos-
diencia: 76; - divino: 14, 19, 33, tólica: 251.
38,44,45; - divino institucional Derogación: 602.
revelado: 44; - divino subjetivo Desobediencia: 690.
revelado: 41; - eclesiástico: 19, .Diácono(s): - casados: 148; - per-
33, 38, 44, 45; - a educar a los manente(~):136, 144, 375; - po-
hijos: cf educación: - a la educa- testad: 293.
ción cristiana: 76; - a la existen- Dicasterio: 701, 732, 733-739.
cia: 12; - fenómeno del d.: 1; - Dictatus papae Gregorii VII: 53.
de gobernar la Iglesia: 78; - a la Didaché: 37,48. 4
integridad de la fe: 76; - a la Didascalía: 48,606.
intimidad: 78; - al trabajo: 40;
Diócesis: - definición: 27,745,833;
- a la investigación libre: 40,76,
-erección, división, unión de las
113; -a la libertad de conciencia:
d.: 746; - propia: 138.
40; - a la libertad física: 40; - a
la libertad de gestión de las cosas Director espiritual: 115.
temporales: 78,99; -a la libertad Disimulación: 46.
religiosa: 40; - de manifestar el Dispensa: 46, 634-637.
pensamiento: 76; - al matrimo- Divorcio: 397.
nio: 40; - al método de vida es- Dolo: - y acto jurídico: 86; -
piritual: 74; - naturaleza del d.: y consentimiento matrimonial:
38; - natural: 2,4, 18,38,45; - 437; - definición: 670; - y deli-
a la opinión pública: 78; - de to: 665; - y juramento: 506; - y
ria: ordenación sagrada: 359; - y 32; - y comunión eclesial: 33; -
voto: 501. de Cristo: 72.
Domicilio: 82,592. Estado: - en la Iglesia: 34, 68; -
sti- Domingo: 516. por la profesión de los consejos
los Dominicos: 165. evangélicos: 167; - religioso:
re- Donatio Constantini: 51. 159.
76; Dones: - carismáticos: cf caris- Estatutos: -de una asociación: 257,
77, ma(~);-jerárquicos: 25, 26, 27. 260, 263; - de una conferencia
38; Duda (suplencia de la Iglesia): 587. episcopal: 889; - del consejo pres-
re- biteral: 798; - en general: 638; -
74; Ecónomo: - diocesano: 652, 786; de una persona jurídica: 92.
del - en los institutos religiosos: Estructura(s): - fundamental de la
in- 190. Iglesia: cf Iglesia; - jerárquica:
Ecumenismo: 532. cf Iglesia; - temporales: 96,238.
in- Edad: - para la confirmación: 310; Eucaristía: - adoración: 209; -
32. - para el episcopado: 752; - atentada celebración de la e.: 691;
para la eucaristía: 317; - en ge- - bendición eucarística: 315; -
ui-
78; neral: 80; - impedimento al m.: celebración: 120, 313; - conser-
los 418; - para las ordenes sagradas: vación: 320; - culto de la e.: 120,
,is- 363; - para un voto: 501. 320; - exposición: 320; - lugar
:u- Educación: - católica: 554-556; - de celebración: 319; - ministro
en de la prole: 76,100,396,461,554- de la celebración de la e.: 313; -
17; 555, 557. participación: 119, 209, 317; -
19; Ejercicios espirituales: 364. potestad de celebrar la e.: 285,
1s- Elección: 93. 313; - precepto de recibir la e.:
Encargado de asuntos: 742. 318; -procesión eucarística: 320;
Enfermedad psíquica: -impedimen- - profanación: 689.
to a las órdenes sagradas: 276; Excardinación: 137, 138-140.
- irregularidad para las órdenes Exclaustración: 213-215.
sagradas: 372. Excomunión: - y comunióri ecle-
Entredicho: - pena medicinal: 670, sial: 24,662; -y participación en
690,69 1,692,693; -y participa- la eucaristía: 317; - pena medi-
ción en la eucaristía: 317. cinal: 678,689,690, 69 1,694.
Enviado de la Santa Sede: 742. Exequias: 495-500,842.
4 Eparca: 23. Exhortación apostólica: 708.
Epiqueya: 46, 601. Exigibilidad: 10.
Episcopado: 278-281. Exorcismo: 494.
Equidad: - canónica: 46; - evan- Exposición del santísimo sacramen-
gélica: 236. to: 315.
Eremitas: 167. Expósito: 81.
Error: - y acto jurídico: 86; - ~ x i r a v a ~ a n t e- -
s : comunes: 62;
y consentimiento matrimonial: Joannis XXIII: 62.
436-438; - común: 587; - y
voto: 501. Facultad: -habituales: 582; -ecle-
Escándalo: 666,683,687. siástica: 564-566.
Escuela: 556-558. Falso (delito): 692.
Espíritu: - alma de la Iglesia: 21, Fama: 687.
Familia (Iglesia doméstica): 100, Homicidio: - delito: 694; - irregu-
394. laridad: 372,373, 378, 38 1.
Fe (integridad): 40,76. Homilía: 544, 843.
Festividad: 516.
Fiel(es): - definición: 66; - comu- Iglesia: - apostolicidad de la 1.:
nión de los f.: cf comunión; -y 23,29; - catedral: 813; - católi-
comunión eclesiástica: 69; - di- calcatolicidad de la 1.: 23,27,762;
ferencia entre los f.: 27,34-37,68; - colegial: 813; - comunión: cf
- igualdad entre los f.: 34-37,68, comunión; - congregación: 29,
73. 3 1; -construcción de una i.: 511;
Filosofía (estudio): 130. - dedicación de una i.: 512; -
Fondo común: 654. doméstica: 100,394; -elementos
Foránea: 864-867. esenciales y accidentales: 27; -
Forastero: 82,592, 613. esencia de la 1.: 19; - forma de la
Forma canónica: cf matrimonio. 1.: 19; -invisible: 30,31; -local:
Formación: cf laico(s); cf ministerio 27, 834; - misterio: 19; - parti-
sagrado; cf institutos religiosos; cular: 27, 696, 745-747; - parti-
cf institutos seculares; cf socieda- cular personal: 27,696, 745-747;
des de vida apostólica. - pueblo de Dios: 19,34-37; -
Franciscanos: 165. de Roma: 23, 27, 28, 696; - sa-
Fuente bautismal: 514. cramento: 27,29-30,662; -sepa-
Fuero: - externo: 46,572-575,587, ración de la 1.: 662; - sociedad
660,687; - interno: 46,572-575, perfecta: 32,33,34; - estructura
587,660,687. fundamental de la 1.: 34-37,44; -
Función(es): cf rnunus. estructura jerárquica de la 1.: 37;
Fundación: - en general: 91, 658; - suplencia de la 1.: 587; - y
- en favor de los religiosos: 189. Trinidad: 29; - universal: 27,
Fundador(a): -espíritu: 168; -en- 695, 696; - y Verbo encarnado:
tendimiento: 168; - carisma: 30; - visible: 30,31.
168. Ignacio de Antioquía (S.): 23.
Ignorancia: 673.
Glosas: 58. Imagen sagrada: 515.
Gracia (rescripto): 631. Impedimento: - para el noviciado:
Graciano: 57,660. 196; -para las órdenes sagradas:
cf orden(es) sagrada(s); - para el
Hábito: - eclesiástico: 155; - reli- matrimonio: cf matrimonio.
gioso: 217. Impotencia: 419.
Hecho jurídico: 85. Imputabilidad: - y circunstancias:
Herejía: - definición: 24, 72, 531; cf circunstancias; -y delito: 670;
- delito: 689; -irregularidad: - grados: 672-677.

372,373,378. Incardinación: 137, 138, 140.


Hipólito (S.): 23. Incorporación: - en la Iglesia: 27,
Hombre: - dignidad del h.: cf dig- 72; - en los institutos religiosos:
nidad de la persona; - derechos 138, 204-205; - en los institutos
del h.: cf derechos de la persona; seculares: 244-245; - en las so-
- Hijo de Dios: 15; - imagen de ciedades de vida apostólica: 250.
Dios: 12. Indisolubilidad: 397,403,463.
Indulgencia: 336. - justa autonomía: 171; - lai-
Inhumación: 498. cal: 167; - naturaleza, índole,
Inseminación: 401. fin, espíritu: 168; - patrimonio:
Institución(es): - canónica: 35; -y 168; - relaciones con la jerar-
a 1.: quía: 163; - sanas tradiciones:
carisma: 35; - definición: 3; -
~tóli- 168; - y suprema autoridad:
fundamentales: 44.
762; 163.
Instituto religioso: - apostolado:
n: cf Instrucción: 615.
218-219; - apostólico: 167; -
: 29, Ireneo (S.): 23.
autonomía: 186; - bienes tem-
511; porales: 187-194; - canonical: Irregularidad: cf ordenación.
Y* -
9
167; - contemplativo: 167, 218; Irretroactividad: cf ley eclesiástica.
ntos
- conventual: 167; - definición:
1. - Jerarquía: - de orden: 266; - de
9
172; - dimisiones del i.: 229-234; jurisdicción: 266; - regular: 266;
de la - deberes y derechos del ir.: 208-
ocal: - secular: 266.
217; - expulsión: 235; - forma- Jesuitas: 165.
arti- ción: 194-207; - en general: 166,
arti- Juicio eclesiástico: - contencioso:
167, 171-236; - gobierno: 176- 606; - definición: 606; - penal:
.747; 185; - incorporación: 204, 206,
7; - 606; - sujetos: 608; - sumario:
223; - monástico: 167; - paso a 606.
- sa- otro instituto: 220-223; - potes-
epa- Juramento: -definición: 506; -en
tad en los i.r.: 186; - profesión: las sociedades de vida apostólica:
:dad 204,206,223; - relaciones con el
tura 247; - tipología: 507.
obispo diocesano: 219; - read- Jurisdicción: - contenido: 571; -
1;- misión en el i.: 228; - separaciór?
: 37; delegada: 580-587; - y fuero in-
del i.r.: 220-236; - salida del i.r.: terno y externo: 572-575; - ordi-
- Y 224-227; -vida común: 210-215.
27, naria: 576-579; - origen: 266,
Instituto secular: - apostolado: 287-291; -personal: 157,745; -
ado: 238; -bienes temporales: 241; - sujetos: 571.
clérigos en un i.s.: 238; - defini- Justicia: - actuación de la j.: 5; -
ción: 237; - formación: 242-245; caridad y j.: 16; - conmutativa:
- en general: 158, 165, 166,167;
2; -del cristiano: 16; -distribu-
- gobierno: 240; - incorpora-
ado: tiva: 2; - divina: 14, 15, 46; -
ción: 244-245; - laicos en un i.s.: judicial: 2; - legal: 16; - parita-
das: 238; - potestad en los i.s.: 186;
ra el ria: 2; - sinalagmática: 2; - hu-
- separación: 246; - estilo de
mana: 2, 14, 15.
vida: 239; - vida fraternal: 239. Justino (S.): 23.
Instituto de vida consagrada: -
aprobación: 163; - carisma co- Laico(s): - casado(s): 100; - y cui-
lectivo: 168-171; - clerical: 167, dado de una parroquia: 852; -
186; - código fundamental definición: 95; - deberes y dere-
(constituciones): 169; -. códigos chos: 98-101; - formación: 101;
secundarios: 168; - de derecho - ministerios: 103; - potestad:
60s: diocesano: 167, 186, 219; - de 270,293; -y prelaturas persona-
utos derecho pontificio: 167,186,219; les: 157; - oficios: 102,270.
SO- - erección: 164; exento: 166, Lectorado: 103,364. .
250. 167, 186, 219, 664; - no exento: Legado: -a latere: 742; -de misas:
166; - fidelidad al carisma: 169; 659; - pontificio: 740-744.
Lex Ecclesiae fundamentalis: 65. infalible: 525,529; - no infalible:
Ley: - abrogación: 602; - y auto- 525,526, 530; - enseñanza con-
ridad: 11; - coactividad de la 1.: traria al m.: 690; - objeto: 525;
6; - definición: 600; - deroga- - ordinario: 525, 526; - potes-
ción: 602; - divina: 12, 18; - fin tad: 266,292,524; -sujetos: 524;
de la 1: 9, 590; - natural: 18; - - solemne: 525; - extraordina-
obligatoriedad de la l.: 46; - rio: 525; - universal: 525.
abrogación: 602; - positiva: 1, Mandato: - de las asociaciones pú-
4,38. blicas: 257, 263; - de la Acción
Ley eclesiástica: - autor: 588; - Católica: 98; -de los profesores:
cesación: 602; - definición: 46; 76, 113, 562, 565; - de enseñar:
- fin: 590; - forma: 589; - in- 524,537; - pontificio: 267, 275,
habilitante: 597; - interpreta- 288,345.
ción: 593-599; -irretroactividad: Martín (S.): 165.
592; - irritante: 597; - materia: Matrimonio: -amor y m.: 388,391;
590; - obligatoriedad: 600; - - atentado: 372, 373, 378, 38 1,
particular: 59 1, 592,602; - pro- 431,691; - bienes: cf valores; -
mulgación: 591; - territorial: y carisma del amor conyugal: cf
592; - universal: 591, 592, 602; amor conyugal; - causa: 399; -
- vacación: 591. celebración: 450,455; - celebra-
Libertad: - de conciencia: 40, 115, ción secreta: 460; - civil: 431; -
116,117, 180; - del ordenando: comunidad de vida: 383,389-390;
357-360, 364; - religiosa: 40; - - y consagración: 392; - con-
del hombre: 1 , l O . .sentimiento: 386, 308, 390, 393;
Liberl bri: - Bonifacii VIII: 60; - - cf consentimiento matrimo-
canonum: 49; - extra: 5; -pae- nial; - consumación: 400-403,
nitentiales: 50. 464, 466; - contrato: 383, 386,
Libros parroquiales: 844. 387-388; - convalidación: 477-
Limosna: 645. 480; - definición: 383-387; - y
Liturgia: - de las horas: 119, 150, disparidad de culto: 423-424; -
209,519; - reglamentación de la duda sobre el m.: 405, 465; -
1.: 298; - estudios de 1.: 132. efectos: 461-462; - fe y m.: 388;
Locación: 657. - fines: 395-396; - forma canó-
Locura: -impedimento para las sa- nica: 445-453, 459, 480, 486; -
gradas órdenes: 376; - irregula- forma civil: 452, 459; - forma
ridad: 372. religiosa no católica: 459; - im-
Lugar: - de origen: 81; - sagrado: pedimento para las sagradas ór-
509-515. denes: 375,378; -impedimentos
dirimentes: 411-432,478,486; -
Maestro de noviciado: 198. investigación: 409; - indisolubi-
Magisterio (función): - contenido: lidad: 397,463; - in facto: 383-
523; -destinatarios de la función 384,389; - infieri: 383-384,389;
de m.: 522; - ejercicio: 532-569; - institución matrimonial: 385,
- sujetos de la función de m.: 391; - leyes que regulan el m.:
521. 404; - y ministerio conyugal: cf
Magisterio auténtico: - adhesión: ministerio(s); - ministros: 392,
529-531; - destinatarios: 528; - 393; - mixto: 423, 457-459; -
lible: pacto: 383-384, 392; - permiso cargas de m.: 321, 659; - por el
con- del ordinario del lugar: 410; - pueblo: 760,830,842; - precep-
525; preparación al m.: 407; - privi- to: 516,518.
lotes- legio paul-ino: 467-470; - por Misión: - apostólica: 267,268,274,
: 524; procurador: 443; - promesa de 279, 524; - canónica: 266, 267,
ciina- m.: 406; - propiedades esencia- 268,276,524,749,757; - divina:
les: 397; - proclamas: 409; - 524, 288-289; - cf mandato.
:Spú- putativo: 405, 462; - rato: 400, Misionero: 553.
cción 464-466,468; - rato y consuma- Misiones: 553.
.ores: do: 400,463; - registro: 456; - Moderador: -de curia: 779,781; -
eñar: sacramentalidad: 387-388; - sa- de la vida espiritual: 116.
275, cramento de! amor: 386; - sana- Modo: 89.
ción in radice: 481-488; - disolu- Monasterio sui iuris: 165, 167, 223.
ción: 463-475; - disolución en Monjas: 167.
,391; favor de la fe: 474-475; - separa- Movimiento eclesial: 259.
381, ción de los cónyuges: 476; - uni- Muerte presunta: 422.
;S; - dad: 397; - valores: 398. Munus: - apostólico: 280; - y co-
al: cf Mayor de edad: 80. munión jerárquica: 267; - epis-
b9; - Menor de edad: 80. copal: 267, 279; - en general:
ebra- Metropolitano: 749, 820, 828, 87 1, 274, 294; - de gobernar: 266,
u; -
872, 878. 571-694; - de enseñar: 266,521-
1-390; Ministerio: - - apostólico: 281, 524; 570; -presbiteral: 268; -de san-
con- - de Cristo: 283; - de la Iglesia: tificar: 266, 297-520.
399; 283; -del colegio episcogal: 282; Mutilación: -delito: 694; -irregu-
-imo- - conyugal: 392-394; - diaco- laridad: 372-373.
-
:-403, nal: 269; - episcopal: 267, 281,
386, 524; -en general: 35-37,96,277; Negligencia: 670.
477- - laical: 103; - de magisterio
Negocio jurídico: 85.
.-Y auténtico: 286; - de la palabra Neófito: 375.
.4; - de Dios: 533-552; - presbiteral: Notario: 782, 784.
5; - 281; -del romano pontífice: 282, Noviciado: 194-203.
. 388;
524; - sagrado: 104-156,278. Nuncio: 742.
:anó- Ministerio sagrado: - carisma: 36,
6; - Obediencia: - consejo evangélico:
104,340; - consagración para el 66, 162; - formación en la o.:
orma m.s.: 104; - cesación del m.s.:
- im-
125; -de los ministros sagrados:
156; - dimisión del mes.: 358, 141.
is ór- 689, 690, 691, 693; - ejercicio Obispo(s): -auxiliar: 748,750,765-
cntos ilegítimo: 691; - y orden sagra- 770,779, 819, 824; - coadjutor:
i6; - do: 104; - vocación al m.s.: 361- 748, 750, 765-770, 779, 819; -
dubi- 362. diocesano: cf obispo diocesano:
383- Ministro(s) sagrado(s): -asociacio- - deberes y derechos: 759-762;
,389; nes de m.s.: 153; - deberes y de- -elección o nombramiento: 749-
385, rechos: 141-155; - formación: 751; -jubilado: 748; - exento:
:l m.: 105-136,360; - en los institutos 748; -legítimo: 291; -potestad:
.al: cf seculares: 238; - y laicos: 152. 267,287-288,291,748; -propio:
392, Misa: - y causas piadosas: 321; - 138, 268, 346, 347, 348, 350; -
9; - ofrecimiento para la m.: 321,844; regular: 748; - requisitos para el

773
nombramiento: 752; - secular: 354; - requisitos para la o. lícita:
748; - sufragáneo: 748,820,828; 356; - requisitos para la o. váli-
- titular: 266,748,756,767,768. da: 355; - escrutinio para la o.:
Obispo diocesano: - definición: 356,366,367,368; - título de o.:
748; - nombramiento: 750; - 137; - obispo de la o.: 346-347.
potestad: 754-755; - privación: Ordenamiento eclesiástico: - fin:
763; - remoción: 764; - renun- 42; - naturaleza: 42.
cia: 763; - traslado: 763. Ordenamiento jurídico: - defini-
Obligación moral: 4, 10, 38. ción: 3; - fragmentariedad: 5,9,
Oficio: - colación: 295; - defini- 45; - y orden moral: 7; - prima-
ción: 294; -episcopal: 267; -en rio: 3; - no primario: 746.
general: 276; - pastoral: 775; - Ordinariado castrense o militar: 745,
pérdida: 296; -usurpación de o.: 756.
691. Ordinario: - castrense o militar:
Ofrenda: 644,645, 844. 745,762; - en general: 578.
Oración: - en el seminario: 119; - Organismos de la curia romana:
de los ministros sagrados: 150; - 739.
de los religiosos: 209, 21 8. Órgano: - de consulta: 182; - de
Oratorio: - de una casa religiosa: participación: 182.
173; - constitución: 511.
Orden(es): - las ó. en la Iglesia: 34, Pablo eremita (S.): 165.
42,44; - laical: 36; - del minis- Pacomio (S.): 165.
tro sagrado: 36; - moral: 7; - Padrino: -del bautismo: 307; -de
potestad de o.: 266; - temporal: la confirmación: 311.
96; -tercera o.: 257; -de la vida Palio: 872.
consagrada: 36. Parasinagoga: 24.
Orden(es) sagrada(s): - admisión a Parecer (y acto jurídico): 87.
las Ó.s.: 364; - celebración: 343; Parentela: - legal: 432; - en gene-
- grados: 28 1, 342; - impedi-
ral: 83.
mento al matrimonio: 425; - im-
pedimentos: 356,374-381; -irre- Participación (órganos de): 182.
gularidades: 356, 371-373, 378- Párroco: -definición: 836; -debe-
381; -y ministerio sagrado: 104, res y derechos: 842-844; - exen-
340; - ministro: 280,344-355; - ción de la jurisdicción del p.: 841;
- facultades y potestad: 840; -
potestad del ministro: 344; -
cualidades para recibir las Ó.s.: nombramiento: 845-849; - pri-
347-363. vación: 851; - remoción: 851; -
Ordenación: - anotación: 382; - renuncia: 851; - sacerdotes con
absoluta: 137,266; - actos pre- encargo solidario: 839, 859; -
cedentes a la o.: 364; - certifica- traslado: 851.
do de la o.: 382; - diaconal: 269, Parroquia: - cuidado de la p.: 836-
346-358; - documentos para la 856; -definición: 27,833-834; -
o.: 365,367,368; - edad para la erección, supresión, innovación:
o.: 363; - ilegítima: 691; - inva- 835; - vacante o impedida: 859.
lidez de la o.: 156; - legítima: Patriarca: 904.
268; - nulidad: 357; - cf orden Patriarcado: 27.
sagrado; - presbiteral: 268,346- Patricio (S.): 165.
tícita: Patrimonio (de un instituto de vida Potestad penal: - destinatarios:
váli- consagrada): 168. 664; - sujetos: 663.
la o.: Pecado: 13, 17,334. Potestad sagrada: - administrativa
de o.: Pena(s): - aplicación: 684; - cesa- o ejecutiva: 571, 612-659, 581,
;-347. ción: 685; - y coactividad de la 776; - amisible: 266; - y caris-
- fin: ley: 6; - definición: 667; - ex- ma de los institutos religiosos:
piatorias: 682; - medicinales: 186; - de Cristo: 283; - de un
efini- 678-681; - en los delitos indivi- capítulo: 186; - del colegio epis-
: 5,9, duales: 689-694; - tipología: sopcil: cf colegio episcopal; - co-
-ima- 667. lación: 284-293; - delegada: cf
Penitencia: - como pena: 668,683; jurisdicción; - doméstica: 186;
-- dominativa: 186; - ejercicio:
- de los religiosos: 218; - tiem-

po sagrado: 520. 271; -judicial: 571,606-611,58 1;


litar: -de jurisdicción: cf jurisdicción;
Penitencia (sacramento): -celebra-
- inadmisible: 266; - en los ins-
ción: 322; - facultad para cele-
brar la p.: 324-328; - en general: titutos religiosos: 186; - legisla-
121, 151, 209; - ministro: 324- tiva: 571, 588-605, 581; - libre
329; - potestad para celebrar la para el ejercicio: 267, 276; - de
p.: 285,324. magisterio: cf magisterio auténti-
co, magisterio (función); - ordi-
Penitenciaría: 737. naria: cfjurisdicción; -de orden:
Penitenciario mayor: 701.
266,280, 281, 285,294,309, 313,
Pensión (de los religiosos): 189. 324, 338, 344; - origen: 271; -
Periurio: 689. penal: 660-694; -de los presbíte-
~eriona(s)en la Iglesia: - catego-
ros: 268; - pública: 186; - pri-
rías de p.: 42; - física: 69; - en
general: 41, 42; - jurídica: 69, vación: 682; - del romano pon-
90-94,254, 257. tífice: cf romano pontífice; - de
santificación no sacramental de
Persona humana: - autonomía: 3;
orden: 285,491; - de santifica-
-dignidad: 7,8,12,13,14,18; -
ción no sacramental: 285,49 1; -
!. derechos: 1,3,10,11,14,18; -en de santificación sacramental: 285,
tebe- el derecho: 69; -fundamento del 303, 393; - de santificación sa-
xen- derecho: 10; - y naturaleza: 17; cramental de orden: cf p.s. de or-
- responsabilidad: 11; - y vida
841; den; - de los superiores: 186,
O; social: 1.
- 293; -suprema: 282,288-290; -
pri- Pluralismo: 76. de los obispos: 267; - unidad de
1;- Pobreza: - consejo evangélico: 66, la p.s.: 274,283.
con 162; -formación en la p.: 126; - Precatecumenado: 71.
**
9
- de los ministros sagrados: 147- Precepto: - de la misa: 516; - en
149. general: 160, 161; - singular:
Poligamia: 397. 628.
Pontifical: 760. Predicación: 540-547.
Posesión (toma de): -de la diócesis: Prefecto: - apostólico: 745,756; -
753,757-758,821; - de la parro- de estudios: 114.
quia: 850; - de un oficio: 295, Prefectura: - apostólica: 745, 80 1;
296; -por parte del obispo auxi- - de los asuntos económicos de
liar y del coadjutor: 769. la Santa Sede: 739.
Prelado: -personal: 157; - territo- Región eclesiástica: 874.
rial: 745, 762. Reglamento: 639.
Prelatura: - personal: 157; - terri- Reino: - de Cristo: 29; - de Dios:
torial: 745. 29,95, 96, 161, 662; - escatoló-
Premostratenses: 165. gico: 162.
Prenoviciado: 195. Relación jurídica: 2.
Presbiterio: 268, 796-797. Relación quinquenal: 762.
Prescripción: 647,688. Remedio penal: 668,683.
Primarlc: 904. Remoción (de un oficio): 296.
Privacióií (de un oficio): 296. Remuneración (de los ministros sa-
Privilegio: 629, 631-633. grados). 148.
Procesión (eucarística): 320. Renacimiento gelasiano: 49.
Procreación: 396. Renuncia (a un oficio): 296.
Procuración: - y acto jurídico: 89; Reprensión: 683.
- matrimonio por p.: 443. Representación: 89,93.
Profanación: 513, 690. Rescripto: 629-637.
Profesión: - de los consejos evan- ~esidincia:- de los ministros sa-
gélicos: 160; - de la fe: 27,41,72; grados: 142; - del párroco: 844;
- religiosa: 160,204,206. - del obispo auxiliar y del coad-
Profesor: - mandato: 113; - del jutor: 770; del obispo diocesa-
.-

seminario: 113. no: 762; -del vicario parroquial:


Prole: - educación de la p.: cf edu- 856.
cación; - legitima(da): 462. Retiro espiritual: - de los ministros
Promesa(s): - de los clérigos: 141, sagrados: 150; - del párroco:
143, 150; - en las sociedades de 844; - de los religiosos: 209.
vida apostólica: 247. Rito: 84.
Pronuncio: 742. Romano pontífice: -y colegio epis-
Proprefecto: 826. copal: 695,699,709; -y concilio
Provicario: 826. ecuménico: 713; - elección: 702-
Provincia eclesiástica: 749,870-873, 707; - ministerio: 282, 289; -
874. potestad: 282, 289,696-700,705;
Provisión: -canónica: cf misión ca- - primado: 27; - sucesor de Pe-
nónica; - en general: 623. dro: 695.
pseudoePigrafía:-22. Rosario: 121,209.
Pseudonimia: 22. Rota (Romana): cf tribunal.
Pública honestidad: 431. Sacerdocio: - de Cristo: 66, 104,
268; - de los fieles: 67; - minis-
Rapto: 427. terial: 104,118,279.
Recopilaciones espúreas: 52. Sacramental: 489-494.
Rector: - de una iglesia: 868; -del Sacramento(s): cf Iglesia s.; - cele-
seminario: 112. bración de los s.: 301; - compe-
Recurso: - jerárquico: 233, 621- tencia sobre los s.: 300; - dere-
622,623,85 1; - contra el roma- cho a los s.: 77,299; - ofrendas;
no pontífice: 690; -extraordina- 302; - preparación a los s.: 299.
rio: 622. Santidad de vida: -de los ministros
Reincidencia: 674. sagrados: 150; -del obispo: 760.
Reforma gregoriana: 52. Santuario: 511.
Schola lectorum: 106. apostolado: 251; - bienes tem-
Secretaría de Estado: - funciones: porales: 251; - casas: 248; - de-
os: 735; - sustituto de la S.: 701. finición: 247; - deberes y dere-
ló- Secretario: - de curia: 78 1, 782; - chos: 251; - formación: 250; -
del obispo: 782. incorporación: 250; -en general:
Secretario de Estado: 701,735. 165, 167; - gobierno: 249; - re-
Secreto: - del cónclave: 707; - pa- laciones con el obispo diocesano:
recer y s.: 87; - sacramental: 333, 251; - separación: 253.
691. Solicitación: 330, 691.
Secularidad: 95, 96. - Solicitud: 762, 886.
Sede: - impedida: 701,818-820; - Somascos: 165.
vacante: 701,821-832. Subdelegación: 583.
Sede romana: - impedida: 701; - Subsidiaridad: 749.
vacante: 701. Subsidio (de los religiosos): 189.
Seguimiento de Cristo: 36,161,168, Sucesión apostólica: 23,524.
208. Suicidio (intentado): - irregulari-
sa- Sello: - parroquial: 844. dad: 372,373.
44; Seminario mayor: - admisión: 109; Superior: - de una casa: 173; - de
ad- confesor(es): 117; - director es- una casa sui iuris: 179; - de un
'sa- piritual: 115; - profesores: 1 13; monasterio: 179; - general: 176;
ial: - erección: 108; - formación
- gobierno personal: 180-183; -

doctrinal: 128-133; - formación local: 177; - mayor: 176,177; -


ros misionera: 127; -formación pas- potestad: 186,293; - provincial:
co: toral: 134; - formación espiri- 177; - tiempo en el cargo: 180.
tual, litúrgica y en las virtudes Suplencia de la Iglesia: 587.
evangélicas: 119-126; - modera- Suspensión: 680,690,69 1,692,693.
~is- dor de la vida espiritual: 116; - Sustentamiento del clero: - en ge-
ilio moderadores: 110-111; - prefec- neral: 642, 856; - instituto para
02- to de estudios: 114; - rector: 112; el s.: 653.
-
- tributo para el s.: 644; - vice-
'05; rrector: 112. Tabernáculo: 320.
Pe- Seminario menor: 106, 107. Teatinos: 165.
Temor: - y acto jurídico: 86; -
Sentencia: 5,6. y consentimiento matrimonial:
Separación: - de la Iglesia: 423, 442; - y juramento; 506; - y
457; - del mundo: 172. ordenación sagrada: 357,359; -
Signatura apostólica: cf tribunal. y voto: 501.
Sigilo sacramental: 331,691. Teología (estudio): 131-132.
Silencio: 119. Término: 89.
:le- Simonía: 295, 691,707. Tertuliano: 23.
3e- Simulación: 439-440. Testigos del matrimonio: 449, 451.
re- Sínodo: - diocesano: 778,789-794; Testimonio: - público: 160, 172; -
a; - de los obispos: 715-724. de la vida consagrada: 218.
39. Sociedad: - piadosa: 165; - de Tiempo sagrado: 516-520.
'O S vida común sin votos: 158, 166. Tolerancia: 46.
56). Sociedad perfecta: cf Iglesia. Tradición(es): - apostólica: 20-23;
Sociedad de vida apostólica: - - eclesiástica: 24; - sanas t. de
un instituto de vida consagrada: contemplativa: 166; - monásti-
168. ca: 165; - solitaria: 166.
Transeúnte: 82,592, 613. Vida común: - de los ministros sa-
Tribunal: - administrativo: 607; - grados: 151; - en la parroquia:
diocesano: 610,77 1; -de los ins- 844,856; - en el seminario: 123;
titutos religiosos: 611; - metro- -de los religiosos: 166,172,210-
politano: 610; - Penitenciaría 215; - en las sociedades de vida
Apostólica: 737; - regional: 610; apostólica: 251.
- de la Rota Romana: 609,610, Vida consagrada: - apostolicidad:
70 1, 737; - de la Signatura Apos- 162; - eclesialidad; 163; - en
tólica: 609, 70 1, 737, general: 161-164; - tipología:
Tributo: 644. 165-167.
Vida fraternal: - en los institutos
seculares: 239; -de los ministros
Ulpiano: 2. sagrados: 151; -en el seminario:
Unción de los enfermos: 337-339,
o A 9
04~.
123.
Vida religiosa: 158,172.
Universidad: -católica: 559-563; - Vínculo(s): - en los movimientos
eclesiástica: 564-566. eclesiales: 259; -en los institutos
Usucapión: 647. seculares: 239; - en las socieda-
des de vida apostólica: 247; - en
Vacaciones: - de los ministros sa- las asociaciones: 258.
grados: 142; - del párroco: 844; Vínculo matrimonial (impedimento
- del obispo auxiliar y del coad- para el matrimonio): 421.
jutor: 770; - del obispo diocesa- Vírgenes (orden): 165,167.
no: 762; -del vicario parroquial: Virginidad: 162.
856. Visita ad limina: 762.
Vago: 81, 82,592. Visita canónica: - de los superiores
Vecino: 82. religiosos: 182; -del obispo dio-
Versio: - Hispana: 49; - Prisca: cesano: 182,762,778.
49. Visita pastoral: 219.
Viático: 316, 842. Viudas (orden): 167.
Vicariato: - apostólico: 745, 802; Vocación(es): - adultas: 135; - di-
- foráneo: 864-867. vina: 361; - al ministerio sagra-
Vicario: - apostólico: 745, 756; - do: 107.
episcopal: 777-778,780,78 1,782, Voluntad pía: - en favor de los re-
819, 823; - foráneo: 866-867; - ligiosos: 189; - en general: 658-
general: 770, 777-779, 78 1, 782, 659.
8 19,823; - general de la diócesis Voto(s): - cesación: 504; - defini-
de Roma: 701; -judicial: 610; - ción: 501; -impedimento para el
parroquial: 852-856,86 1. matrimonio: 426; - en los insti-
Vicecanciller: 783. tutos religiosos: 172; - solemne:
Vicerrector: 112. 216; - tipología: 503; - en las
Vida: - anacorética: 165; - apos- sociedades de vida apostólica:
tólica: 166; - cenobítica: 165; - 247; - suspensión: 505.
isti-
ÍNDICEGENERAL
; sa-
uia:
123;
210-
vida

lad:
en
sgía:
Pág.
.ltos
tros
irio: Prólogo ............................................................................. 5
Abreviaturas y siglas ......................................................... 8

ntos
utos Primera parte
rdo-
- en
NATURALEZA DEL DERECHO ECLESIAL

1. Fundamentos antropológicos ................................... 17


l. Fundamentos de antropología filosófica ........... 17
2. Fundamentos de antropología teológica ........... 26

2. Fundamentos eclesiológicos ..................................... 35


ores 1. La Iglesia como comunión ................................. 35
dio- 2. La Iglesia como sacramento .............................. 52
3. La Iglesia como cuerpo místico de Cristo .......... 56
4. La Iglesia como pueblo de iguales y desiguales y
- di- su estructura carismático-institucionai .............. 59
gra-
3. El derecho en el misterio de la Iglesia ......................
ire- 1. El problema metodológico .................................
658- 2. Deberes y derechos naturales en la Iglesia .........
3. Deberes y derechos de los fieles en la Iglesia .....
5ni- 4. El derecho y la estructura fundamental carismá-
ra el tico-institucional de la Iglesia ............................
~sti- 5. Tipicidad del derecho eclesial ............................
nne :
i las
lica: 4. Las fuentes del derecho eclesial ................................
1. Edad apostólica .................................................
2. Colecciones anteriores al Corpus Iuris Canonici .
3. Formación del Corpus Iuris Canonici ...............
Pág .

4 . Del Corpus Iuris Canonici al Codex Iuris Cano-


nici (siglos XVI-XX) ............................................. 94
5. El Codex Iuris Canonici .................................... 94

Segunda parte
EL PUEBLO DE DIOS
5 . Los fieles en general y las personas en la Iglesia ...... 101
1. Fieles y personas físicas en la Iglesia ................. 101
2. Las personas jurídicas ........................................ 127

6 . Los fieles laicos ......................................................... 131


1. El carisma de la vida laica1 ................................ 131
2. Obligaciones y derechos, oficios y ministerios de
los laicos ............................................................ 134

7 . Los fieles en el ministerio sagrado o clérigos ........... 143


1. Consagración ministerial y carisma del ministe-
rio sagrado ......................................................... 143
2. Formación para el ministerio sagrado ............... 145
3 . Adscripción o incardinación .............................. 173
4 . Obligaciones y derechos ..................................... 178
5 . Cesación del ministerio sagraáo ........................ 193
6. Las prelaturas personales ................................. .. 194

8. Los fieles en la vida consagrada ...............................


1. Cuestiones de terminología ................................
2 . La vida consagrada en general ...........................
3. Tipología de la vida consagrada ........................
4 . Carisma colectivo de un instituto ......................
5. Los institutos religiosos .....................................
6. Los institutos seculares ......................................
7 . Las sociedades de vida apostólica ......................

9 . Las Asociaciones de los fieles ................................... 281


1 . Tipología. naturaleza y fines .............................. 281
2. Constitución y relaciones con la autoridad ecle-
siástica .............................................................. 291
3. Admisión y dimisión de los miembros ............... 293
4. Administración de los bienes ............................. 296
5. Extinción ........................................................... 29 7

Tercera parte
FUNCIONES Y POTESTAD SAGRADA
EN E L PUEBLO DE DIOS

10. La potestad sagrada ................................................. 30 1


l. ElCIC1917 ....................................................... 30 1
2. El Vaticano 11 y el CIC 1983 ............................. 303
3. Síntesis .................................... ........................... 316

11. El oficio eclesiástico ................................................. 325


1.Definición y elementos constitutivos ................. 325
?
L. Provisión ............................................................ 326
3. Pérdida del oficio ............................................... 328

Ejercicio de la función y de la potestad de santificar.


1. 1,a función de santificar en la Iglesia ...............
2. Los sacramentos en general .............................
3. Elbautismo ......................................................
4. La confirmación ...............................................
5. La eucaristía .....................................................
6. La penitencia ....................................................
7. La unción de los enfermos ...............................
8. El orden sagrado ..............................................
9. El matrimonio ..................................................
10. Los sacramentales .............. ..............................
1 1. Las exequias eclesiásticas .................................
12. Elvotoyeljuramento .....................................
13. Los lugares y los tiempos sagrados ..................

13. Ejercicio de la función y de la potestad de enseñar .. 475


l . Función de enseñar y potestad de magisterio .... 475
2. Ejercicio de la función de enseñar ..................... 485

14. Ejercicio de la función y de la potestad de gobernar. 5 15


1. Potestad de gobierno o de jurisdicción en ge-
neral ................................................-.................. 515
2. Potestad legislativa ............................................ 525
3. Potestad judicial ................................................ 537
4. Potestad administrativa o ejecutiva ................... 543
5. Potestad penal ................................................... 572

Cuarta parte
LA ORGANIZACIÓNDEL PUEBLO DE DIOS

15. Órganos de gobierno de la Iglesia universal .............


1 . El romano pontífice y el colegio episcopal ........
2 . El romano pontífice ............................................
3. El colegio episcopal ...........................................
4 . El sínodo de los obispos ....................................
5 . El colegio cardenalicio .......................................
6. La curia romana .................................................
7 . Los legados del íomano pontífice ......................

16 . Órganos de gobierno de las Iglesias particulares ......


1 . Las Iglesias particulares .....................................
2. Los obispos ........................................................
3. Curia diocesana .................................................
4 . Órganos consultivos colegiales ..........................
5. Sede impedida y sede vacante ............................
6. Parroquia ...........................................................
7. Vicariatos foráneos o decanatos o arciprestaz-
gos ......................................................................
8. Los rectores de las Iglesias y los capellanes .......
9. Agrupaciones de Iglesias particulares ................
Lista de los documentos citados ....................................... 736
Bibliografía ....................................................................... 749
Índice de los cánones explicados ...................................... 751
Índice de materias ..................................................... :....... 763
Pág. 1

Colección
DICCIONARIOS EP

DICCIONARIO DE
CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

DICCIONARIO DE CIENCIAS
Y TÉCNICAS DE LA COMUNICACION

DICCIONARIO DE SOCIOLOGÍA

DICCIONARIO DE
TEOLOG~AFUNDAMENTAL

NUEVO DICCIONARIO
D E ESPIRITUALIDAD

NUEVO DICCIONARIO
DE LITURGIA

NUEVO DICCIONARIO
DE MARIOLOG~A

NUEVO DICCIONARIO
DE TEOLOGÍA B~BLICA

NUEVO DICCIONARIO
DE TEOLOG~AMORAL

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