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GIANFRANCO GHrRLANDA
EL DERECHO
EN LA IGLESIA
MISTERIO D E COMUNIÓN
Compendio de derecho eclesial
EDICIONES PAULINAS
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@ Ediciones Paulinas 1992 (Protasio Gómez, 11- 15.28027 Madrid)
Tel. (91) 74251 13 - Fax (91) 7425723
Q Edizioni Paoline s.r.r, Cinisello Balsamo. Milán 1990
Titulo original: II diritto nella Chiesa mistero di comunione
Traducido por Alfonso Ortiz García
Revisión y anotaciones de José Luis Santos Díez
Fotocomposición: Marasán, S.A. San Enrique, 4.28020 Madrid
Impreso en Artes Gráficas Gar-Vi. 28960 Humanes (Madrid)
ISBN: 84-285-1 508-5
Depósito legal: M. 34.409- 1992
Printed in Spain. Impreso en España
Tanto el título como el contenido de esta obra constituyen un
programa de auténtica renovación para los estudios de derecho
canónico. Por eso me resulta especialmente grato hacer su presen-
tación, feliz por encontrar en ella aquellos valores eclesiales que
destacó el concilio Vaticano 11 y que el Código, "último documento
conciliar': tiene la finalidad de "inyectar ... en la vida de la Iglesia"
(Juan Pablo 11).
Su mismo título -El derecho en la Iglesia misterio de comu-
nión- revela de forma muy adecuada la intención del autor. Por-
que lo cierto es que el derecho eclesial sólo puede comprenderse
dentro del misterio de la vida de la Iglesia, que es vida de comunión
en la fe, en la esperanza y en la caridad (LG 8a). El derecho eclesial
es un derecho muy particular y la ciencia que se ocupa de él es una
ciencia sagrada. Esto supone una relación, una colaboración y un
intercambio cada vez más estrechos entre la ciencia canónica y la
teología. Sin un fundamento doctrinal, las estructuras de la Iglesia
como sociedad visible estarían privadas de alma y su derecho no
expresaría la vida profunda que determina y alimenta tanto la vida
sacramental como la enseñanza del magisterio y la guía pastoral de
la jerarquía sagrada. La teología, a su vez, especialmente la eclesio-
logía, correría el riesgo de quedarse en la esfera de la mera especu-
lación abstracta si no tuviera en cuenta el modo concreto con que
las estructuras de la Iglesia se encarnan en unas formas jurídicas.
En esta obra, fruto de una larga experiencia de enseñanza, el
autor recoge las lecciones de derecho canónico que desde hace
quince años imparte en la Facultad de .teología de la Universidad
Gregoriana de Roma. A lo largo de estos años ha publicado varias
veces apuntes que contenían los elementos necesarios para que los
estudiantes pudieran seguir más fácilmente las lecciones, ampliarlas
con el estudio personal y experimentar, gracias .a su abundante
bibliografía, el sabor de la investigación. Su título breve e incisivo
-El derecho en el misterio de la Iglesia- revelaba la intención y
la inspiración del profesor. Desgraciadamente, el autor no ha po-
dido conservarlo en esta obra mayor, ya que entre tanto otros lo
habían tomado para otra publicación.
Fruto de esta experiencia de enseñanza y comunicación con los
estudiantes, atento siempre a recibir sus expectativas y sus exigen-
cias, este libro suscitará, sin duda, una estima cada vez mayor por
la ciencia canónica -al mismo tiempo histórica y especulativa,
teológica y pastoral-, que algunos consideraban árida e inútil,
muerta.. .
No es posible destacar aquí toda la riqueza de una obra que el
autor llama modestamente Compendio de derecho eclesial, pero
que desarrolla temas importantes como los relativos a la naturaleza
del derecho de la Iglesia, a su historia, a su valor antropológico y
eclesiológico, a su carácter espiritual y carismático.
El valor pastoral y el marcado espíritu eclesial de la obra resul-
tan visibles en varios capítulos importantes, como los que exponen
la vida sacerdotal y la formación de los ministros sagrados, la vida
consagrada y especialmente la vida religiosa (que en la mayor parte
de los seminarios se trata de pasada o se omite por completo). Se
reserva especial atención a los sacramentos, concediendo todo el
espacio que se debe al matrimonio (exponiendo felizmente sus
fundamentos teológicos), a la naturaleza, origen y ejercicio de la
potestad sagrada y, finalmente, a la organización del pueblo de
Dios a nivel tanto universal como particular y local. También la
vida asociatiya en la Iglesia, tan viva en nuestros días gracias al
impulso del Espíritu Santo y que se manifiesta en una gran variedad
de grupos, de comunidades de vida evangélica y de movimientos,
encuentra aquí una presentación que la sitúa en el contexto de la
vida eclesial y una indicación de problemas que no se previeron en
el momento de la codificación y que buscan, sin embargo, una
solución cada vez más urgente debido a la expansión de esos dones
que el Señor está haciendo a su Iglesia.
Teniendo en cuenta la alta calidad de este trabajo, no podemos
menos de desear verlo pronto traducido a otras lenguas para que
pueda constituir no sólo una ayuda válida a la enseñanza del dere-
cho canónico, sintonizada con la renovación conciliar en las diver-
sas naciones, sino también una afirmación preciosa para todos los
que, debido a su oficio pastoral, tienen la tarea de conocer el
Código y de aplicarlo de una forma iluminada en su.acción apos-
tólica y en sus responsabilidades eclesiales.
6
Podemos, pues, agradecer al padre Gianfranco Ghirlanda, S.J.,
este libro, escrito en la misma línea que su investigación sobre la
"Hierarchica communio ': Signzficato della formula nella "Lumen
gentium" y de los numerosos estudios que la han seguido, en los
que la comunión eclesial, que conduce a la comunión trinitaria
(LG 4), es la fuente de una visión y de una inspiración unitaria.
JEAN
BEYER,S.J.
Roma, 6 de enero de 1990
ABREVIATURAS Y SIGLAS
AA = Apostolicam actuositatem
AAS = Acta Apostolicae Sedis
AfkK = Archiv für katholisches Kirchenrecht
AG = Ad gentes
agg. can. -
- "aggiornamento" canonico
Agg. Soc. = Aggiornamenti Sociali
Al. = Alocución
Am. C1. = Amico del Clero
An. Can. = L'Année Canonique
An. Greg. = Analecta Gregoriana
APS = Apostolica sollicitudo
AS = Acta Synodalia
ASS = Acta Sanctae Sedis
Aud. gen. = Audiencia general .
CEE = Conferencia Episcopal Española
BOCEE = Boletín Oficial de la CEE
BOE = Boletín Oficial del Estado
C. = capítulo
Cah. Dr. Eccl. = Les Cahiers du Droit Ecclésial
can. = canon
cáns. = cánones
Carta ap. = Carta apostólica
Carta circ. = Carta circular
Carta enc. = Carta encíclica
c.c = Casti connubii
CD = Christus Dominus
CEI = Conferencia Episcopal Italiana
ChL = Christifideles laici
CIC = Codex Iuris Canonici
Civ. Catt. = La CiviltA Cattolica
COD = Conciliorum Oecumenicorum Decreta
Com. = Communicationes
Com. Int. Aut. CIC = Comisión para la interpretación autén-
tica del Código de Derecho Canónico
Com. p. rel. = Commentarium pro religiosis
Com. Teol. Int. = Comisión Teológica Internacional
Conc. = Concilio
Cons. As. Publ. = Consejo para los Asuntos Públicos
Congr. Clero = Congregación para el Clero
I Congr. Conc. = Congregación del Concilio
Congr. Culto Divino = Congregación para el Culto Divino
Congr. Culto Div. -
Disc. Sacram. = Congregación del Culto Divino y de la
Disciplina de los Sacramentos
Congr. Doctr. Fe = Congregación para la Doctrina de la Fe
Congr. Inst. vida
cons. - Soc. vida ap. = Congregación para los Institutos de
vida consagrada y las Sociedades de
vida apostólica
Congr. Ed. Cat. = Congregación para la Educación Cató-
lica
Congr. Ev. = Congregación para la Evangelización
de los pueblos
Congr. Rel. e Inst.
Sec. = Congregación para los Religiosos e Ins-
titutos Seculares
Congr. Ob. = Congregación para los Obispos
Congr. Sacram. = Congregación para los Sacramentos
Congr. Int. Apost.
Laic. = Congreso Internacional para el Apos-
tolado de los Laicos
Congr. Int. Der.
Can. = Congreso Internacional de Derecho Ca-
nónico
Congr. Int. Teol.
Mor. = Congreso Internacional de Teología
Moral
Const. ap. = Constitución apostólica
DCG = Direttorio Catechistico Generale
Decl. = Declaración
Decr. = Decreto
DH = Dignitatis humanae
Dic. Bibl. = Diccionario Bíblico
Dic. Conc. Vat. 11 = Diccionario del Concilio Vaticano 11
Dic. Der. Can. = Diccionario de Derecho Canónico
Dic. Enc. Teol. Mor. = Diccionario Enciclopédico de Teología
Moral
Dic. 1. Perf. = Diccionario de los Institutos de Per-
fección
Dic. Teol. = Diccionario Teológico
Dict. Dr. Can. = Dictionnaire du Droit Canonique
Dig. = Digestum
Dir. = Directorio
Dir. cat. gen. = Direttorio catechistico generale
Dir. Eccl. = 11 Diritto Ecclesiastico e Rassegna di
Diritto Matrimoniale
Dir. Ecum. = Direttorio Ecumenico
Direct. = Directivas
DS = Denzinger-Schonmetzer
DVe = Donum veritatis
E. CEI = Enchiridion CEI
EF = Episcopi facultas
E1 = Ecclesiae Imago
Enc. Dir. = Enciclopedia del Diritto
EP- = Epístola
Eph. Iur. Can. = Ephemerides Iuris Canonici
ES = Ecclesiae Sanctae
Est. Ecl. = Estudios Eclesiásticos
Ét. Ph. = Les Études Philosophiques
EV = Enchiridion Vaticanum
ET = Evangelica testificatio
Ex. ap. = Exhortación apostólica
FC = Familiaris consortio
f.s. = ferendae sententiae
Fr. Z. Th. Ph. = Freiburger Zeitschrift für Theologie
und Philosophie
GE = Gravissimum educationis
GS = Gaudium- et spes
HV = Humanae vitae
ID = Indulgentiarum doctrina
11 = Inter insignores
Inf. Cath. Int. = Informations Catholiques Internatio-
nales
Inf. SCRIS = . Informationes SCRIS
Ins. = Insegnamenti
Instr. = Instrucción
10
Instr. gen. = Instrucción general
IntkZ = Internationale kirchliche Zeitschrift
Ius Can. = Ius Canonicum
LEF = Lex Ecclesiae Fundamentalis
LG = Lumen gentium
Libr. Ed. Vat. = Libreria Editrice Vaticana
1.s. = latae sententiae
MD = Mulieris dignitatem
ME = Mysterium Ecclesiae
Mil. c. past. = Militum cura pastoralis
Misc. Franc. = Miscellanea Franciscana
Misc. Hist. Pont. = Miscellanea Historiae Pontificiae
Mon. Eccl. = Monitor Ecclesiasticus
M. p. -= Motu proprio
MR -= Mutuae relationes
N. Dic. Teol. = Nuevo Diccionario de Teología
NEP = Nota Explicativa Praevia
Nouv. Rev. Th. = Nouvelle Revue Théologique -
OA~KR = Osterreisches Archiv für Kirchenrecht
IC = Omnes christifideles
OE = Orientalium Ecclesiarum
Or. P a t . = Orientamenti Pastorali
Orient. Christ. Perio-
dica = Orientalia Christiana Periodica
OSE = Ordo Synodi Episcoporum
Oss. Rom. = L'Osservatore Romano
OT = Optatam totius
Pal. C1. . = La Palestra del Clero
PB = Pastor bonus
PC = Perfectae caritatis
PDV = Pastores dabo vobis
Pensée Cath. = La Pensée Catholique
Periodica = Periodica de re morali canonica litur-
gica
PO = Presbyterorum ordinis
Pont. Com. Int. Aut.
CIC = Pontificia Comisión para la interpreta-
ción auténtica del Código
Pont. Com. Int.
Decr. Vat. 11 = Pontificia Comisión para la interpreta- .
ción de los decretos del concilio Vatica-
no 11
Pont. Com. Ref. CIC = Pontificia Comisión para la reforma del
Código
Pont. Cons. Int. Leg. = Pontificio Consejo para la interpreta-
ción de los textos legislativos
PS = Presbyteri sacra
Quad. Dir. Eccl. = Quaderni di Diritto Ecclesiale
Rass. Teol. = Rassegna di Teologia
Rech. Sc. Rel. = Recherches de Science Religieuse
Rel. doctr. = Relación doctrinal
Rel. fin. = Relación final
REU = Regimini Ecclesiae Universae
Rev. Cler. Afr. = Revue du Clergé Africain
Rev. Dr. Can. = .Revue de Droit Canonique
Rev. Esp. = Revista de Espiritualidad
Rev. Esp. Der. Can. = Revista Española de Derecho Canónico
~ e v Esp.
. Teol. = Revista Española de Teologia
Rev. f. Rel. = Review for Religious
Rev. Sc. Ph. Th. = Revue de Sciences Philosophiques et
Théologiques
Rev. Th. = Revue Thomiste
Rev. Th. Louv. = Revue Théologique de Louvain
RFTS = Ratio fundamentalis institutionis sacer-
dotalis
= Reglamento generale della Curia Ro-
mana
Riv. Asc. Mist. = Rivista di Ascetica e Mistica
Riv. C1. It. = Rivista del Clero Italiano
Riv. Dioc. Mil. = Rivista Diocesana Milanese
Riv. Int. Dir. Can. = Rivista Internazionale di Diritto Cano-
nico
Riv. Vita Sp. = Rivista di Vita Spirituale
RP Reconciliatio et paenitentia
RPE Romano Pontifici eligendo
RR Rituale Romanum
R. Rota = Romana Rota
Sac. caelib. = Sacerdotalis caelibatus
SC = Sacrosanctum Concilium
Sc. Catt. = La Scuola Cattolica
SCRIS = Sacra Congregatio pro Religiosis et Ins-
titutis Saecularibus
Secr. Estado = Secretaría de Estado
12
Secr. Un. Crist. = Secretariado para la unión de los cris-
tianos
Ses. = Sesión
Ses. conc. = Sesión conciliar
SMC = Spirituali militum curae
Scr. Th. = Scripta Theologica
Sin. extr. ob. = Sínodo extraordinario de los obipos
S.Th. = Summa 1 heologiae
Studia Can. = Studia Canonica
Suppl. = Supplement
Theol. St. = Theological Studies
TPQ = Theologisch-praktische Quartalschrisft
Typ. Pol. Vat. = Typis Poliglottis Vaticanis
Un. Can. = Universitas Canonica
UR = Unitatis redintegratio
Vie Comm. Rel. = La Vie de Communautés religieuses
Vie Sp. = La Vie Spirituelle
Vie Const. = Vie Consacrée
Vita Cons. = Vita Consacrata
Vita Rel. = Vita Religiosa
X = Liber Extra
FUNDAMENTOS A N T R O P O L ~ G I C O S
1 Cf PABLOVI, Al. al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973)
125.
la autoridad que, a través de una ley positiva, impida el estableci-
miento de una relación negativa entre los sujetos y que indique
cuáles son las obligaciones que hay que cumplir para que sean
mutuamente respetados los derechos de cada uno. La necesidad de
la relación y la libertad en la actuación requieren la intervención de
la autoridad y la formulación de una ley positiva que indiquen la
actuación de la sociabilidad, que hace realizarse a los sujetos de
la relación como sujetos, y se anticipen a la relación negativa de
dominio de un sujeto sobre el otro.
Dado que las raíces del fenómeno del derecho están en la socia-
bilidad del hombre en cuanto hombre (ubi societas, ibi ius), tiene
que ser considerado ante todo como realidad ontológica, es decir,
inherente al hombre en cuanto hombre, y por tanto universal (ubi
horno, ibi ius). Cualquier hombre tiene que ser acogido como "so-
cio", al que sólo se le exige la regularidad y la previsibilidad de un
comportamiento establecido por una ley positiva, que se configura
como realidad intencional, en cuanto actuación concreta e histórica
del derecho como realidad ontológica. Sobre esto se basa LABR-
TEZAWADERECHO: se le pide al "socio" un compromiso de verdad
y de lealtad. La ley positiva comprende en sí misma la eliminación
del agravio, mediante la coordinación estable y regular de las ac-
ciones.
4. L~-LEY
POSITIVA, poniendo orden en la arbitrariedad, im-
pidiendo la reducción del sujeto a objeto, realizando la estructura
ontológica del sujeto en la relación de sociabilidad, historificando
el derecho natural, induce a la voluntad subjetiva voluble -que
tiende a detenerse en lo particular, perdiendo de vista la unidad de
la totalidad- a hacerse voluntad objetiva y universal.
La obligación y la-responsabilidad expresan la conexión nece-
saria-entre-voluntad. S-ubjetiv-ykoluntad objetiva. L a ley positiva
hace salir al sujeto del solipsismo práctico en el que tiende a ence-
rrarse, y lo abre a la O B L I G A C I ~ NRESPONSABLE de un compromiso
de sociabilidad.
e) Controversia, sentenciayjusticia
f) Coacción y pena
--
8. =derecho POSITIVO u OBJETIVO e s d c o- n j u n t o de ~ o u n a s
positivas que tutela los derechos subjetivos de la persona humana,..
entre-los cuales el primero y el más fundamental es el derecho a la
existencia, y a una existencia digna del hombre. En relación con
esto, la función del derecho positivo es la de representar objetiva-
mente lo que es la persona humana, que siempre tiene y conserva
ese derecho subjetivo fundamental, aun cuando no thviera la capa-
cidad de actuarse de forma autónoma. De este modo el derecho
positivo protege al débil frente al fuerte, en cuanto que la autoridad
expresa, a través de una ley o de una sentencia, un juicio concreto
sobre la necesidad y al mismo tiempo los límites de su intervención,
para proteger al débil oprimido por el más fuerte. Sin embargo, el
juicio de la autoridad no puede considerarse sólo como un juicio
pragmático, ya que lo que mueve al legislador o al juez a intervenir
de cierta manera tiene que ser el valor de la tutela de la dignidad
humana del débil. El derecho positivo no puede ser solamente
producto de un arte práctico o técnico, ya que debe ser portador de
valores materiales fundamentales.
El valor de la dignidad de la persona humana es comprendido
a nivel preconceptual, formulado, luego, en un concepto moral y
jurídico y finalmente expresado en una ley. El derecho positivo,
entonces, no puede traducir adecuadamente esa comprensión pre-
conceptual de la dignidad de la persona humana y de los derechos
subjetivos inherentes a ella; sin embargo, en cuanto medio de co-
municación lo menos ambiguo posible, el derecho positivo protege
al menos un mínimo de confianza en las relaciones sociales. Es
tarea constante del legislador perfeccionar cada vez más el ordena-
miento jurídico, de forma que se obtenga una mayor certeza y
confianza en las relaciones sociales y se evite en todo lo posible un
concepto subjetivo y viciado del derecho tanto en la ejecución
como en los juicios.
9. El derecho positivo, además,xs-expresión-de-laCULTURA ---.- -
de un grupo social particular, pera alanismo-íiempPo lleva -. consigo
___-.,_
la nota-,de ~ ~ - . U N I V E R S A W que
] D ~nace
A D generalmente
,~~~ de las
mismas exigencias fundamentales del hombre y particularmente de
aquella exigencia universalísima de que cada hombre se vea respe-
tado en su dignidad y por tanto sea reconocido y acogido como
"socio". Elderecho positivo. depende- de.las..condiciones culturales
en que se formula, pero al mismo tiempo trasciende la cultura de
donde nace.
Puesto que el derecho positivo no consigue expresar el previo
valor conceptual de la dignidad de la persona humana y de los
derechos inherentes a ella, es fragmentario y no puede prever todas
las posibilidades y contenidos de las relaciones sociales que ésta
establece. Lo cual guarda estrecha relación con el hecho de que el
hombre no es plenamente socializable, ya que, al trascender siempre
todas sus relaciones públicas, queda intacta en él cierta esfera pri-
vada: el derecho positivo no puede regular todas las dimensiones
de la persona humana, sino sólo las que son socializables en ella.
La autoridad debe ser consciente, en su actividad legislativa ejecu-
tiva y judicial, de esta FRAGMENTARIEDAD DEL DERECHO.
La conciencia moral ejerce entonces una función positiva y
critica ante el ordenamiento jurídico, en cuanto que el derecho
positivo u objetivo -al tener sus fundamentos en la comprensión
preconceptual de la dignidad del hombre- se arraiga en la com-
prensión moral del hombre, y por tanto en el derecho como reali-
dad ontológica, y objetiviza todo lo que puede ser socializado de la
persona humana y de sus relaciones.
Aunque es verdad que el ordenamiento jurídico se interesa ante
todo por la observancia externa de las normas, sin embargo, dado
que éstas surgen de la exigencia moral interna de los miembros de
la sociedad de que se respete en las relaciones la dignidad de cada
ser humano, es preciso decir que la persona humana en cuanto a
sus relaciones externas se ve siempre interpelada en la esfera interna
de su conciencia. Si sólo se tiene un asentimiento exterior a la ley,
ésta alcanza tan sólo parcialmente su fin, ya que su finalidad ver-
dadera y más profunda es que los valores morales sociales se re-
fuercen en la conciencia moral de los miembros de una sociedad.
L a función del derecho positivo es también la promoción de los
valores morales sociales.
d) Apertura al Trascendente
3 JUAN PABLO 11, cart. ap. Mulieris dignitatem (=MD), 15 agosto 1988, n. 7, en "AAS"
80 (1988) 1653-1729.
pecador, de cautivo, de muerto, de débil y enfermo, sometido a la
codicia (cf Lc 15,ll-32; 13,l-5; Mt 7,9-11; 8,21-22; 26,4 1; 6,24.25-
34; 18,23-24; 20,l-16). Dada la condición del hombre, sólo Dios lo
puede restaurar en la comunión con él y con sus semejantes; por
tanto, Jesús restituye al hombre su imagen original, en cuanto que
la llegada del reino de Dios supone la plena realización del hombre,
es decir, el cumplimiento pleno y radical de las facultades humanas,
según el proyecto original del Creador (cf Mc 5,l-17).
Con el PECADO el hombre destruye las estructuras de la convi-
vencia humana inmanentes a su naturaleza y, por tanto, se hace
incapaz de actuar el proyecto de Dios, destinándose a sí mismo a
la destrucción (cf Gén 3,6-7.16-19; 1 1,l-9), pero queda en él la
capacidad de recibir la restauración por obra de Dios de su natu-
raleza y de la C O M U N I ~ Ncon Dios y con los hombres. La antigua
alianza y la ley mosaica, la redención de Cristo, la nueva alianza y
la ley del Espíritu, se insertan en esta capacidad del hombre. La
acción saludable de Dios restituye al hombre a sí mismo desde
dentro, y por tanto podemos decir que el derecho humano positivo
es una manifestación de esta reintegración del hombre y de la vic-
toria sobre el pecado, porque hace que se supere la desconfianza en
las relaciones.entre los hombres, se venza la división y se actúen las
posibilidades de convivencia, sobre la base del respeto de la digni-
dad de cada uno de los hombres y de sus derechos inalienables.
b) Justicia y derecho
a) Naturaleza y persona
PABLO VI, Al. a1 Congr. Int. Der. Can., 19 febrero 1977, en "AAS" 69 (1977) 2 1 1; JUAN
PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AAS" 71 (1979) 423; 426; Al. al VII curso
agg. can., 13 diciembre 1979, ib, 1529-1531.
32
NATURALIZA es la realidad en la que el hombre se encuentra
por el hecho mismo de venir a la existencia. Él por una parte lleva
impresa la imagen de Dios, y por tanto -en potencia- la apertura
a Dios y a los demás, pero por otra parte lleva también consigo la
concupiscencia, que, como tendencia al pecado, es posibilidad de
no actuación de la imagen de Dios. La naturaleza del hombre,
aunque tocada por el pecado, no está totalmente corrompida, y
por tanto sigue llevando consigo la imagen y la semejanza de Dios
en la potencialidad de su realización. Esta imagen puede actuarse
solamente por obra de la GRACIA de Dios que suscita en el hombre
su respuesta personal de fe. En la respuesta de fe, bajo el impulso
de la gracia, el hombre establece una relación de comunión con
Dios y con sus semejantes, actúa las potencialidades propias de su
naturaleza y entonces, en sus mismas opciones históricas, se realiza
como PERSONA: la persona es la particularización histórica de la
naturaleza.
El hombre es un ser social precisamente porque ha sido creado
a imagen y semejanza de Dios; por eso la SOCIABILIDAD, es decir,
la entrada en relación con los demás, es un constitutivo de su
misma estructura natural. La más elevada actuación de la sociabi-
lidad por parte del hombre se tiene cuando establece una relación
de C O M U N I ~ Ncon Dios y con sus semejantes: en ese momento el
hombre se expresa como persona, actuando históricamente su na-
turaleza.
La actuación histórica de su naturaleza por parte' del hombre es
una tarea permanente: la IMAGEN DE DIOSinscrita en su naturaleza
sólo se logrará plenamente en la escatología, mientras que en el
presente.no pueden desplegarse todas las dimensiones de la misma.
El hombre será plenamente persona en la completa actuación de su
naturaleza solamente en la visión beatifica, como totalidad de co-
munión con Dios y con todos los salvados en Cristo.
I I
la R.
Can.,
34
<;APÍTULO 2
FUNDAMENTOS ECLESIOLÓGICOS
J Cf Al. all Congr. Int. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 108-109; Al. a
la R. Rala, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 96-98; 102-103; Al. alll Congr. Int. Der.
Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 123-124.
35
de una lglesia irreal. Sin embargo, no se pueden identificar la
esencia y la forma, y hay que hacer entre ellas una distinción, que
no es real, sino de razón, pues de lo contrario no se podría tener
ningún criterio de juicio sobre las formas históricas que asume la
Iglesia. Además hay que tener presente que no existe una forma
histórica que refleje perfectamente y de forma exhaustiva la esencia
de la Iglesia. El derecho divino, lo jurídico dogmático, pertenece
a la esencia de la Iglesia, que nos da la revelación, y expresa la
voluntad del fundador de la misma; el derecho positivo eclesiástico,
por su parte, pertenece a la forma institucional histórica que asume
la Iglesia. Lo mismo que no podemos considerar la esencia de la
Iglesia si no es a través de su forma institucional histórica concreta
y al mismo tiempo comprender esta forma a partir y en función de
la esencia, tampoco podemos considerar el derecho divino si no a
trav'és de su expresión, aunque fragmentaria y limitada, en el dere-
cho eclesiástico y considerar este derecho a partir y en función del
primero.
Sintéticamente podemos dar una primera descripción de Igle-
sia en su esencia: el nuevo pueblo de Dios, constituido por la
comunión entre todos los bautizados, jerárquicamente unidos entre
sí en diversas categorías, por obra del Espíritu Santo, en la misma
fe, esperanza y caridad, en los sacramentos en el régimen eclesiás-
t ico.
a) La noción de tradición
21. La realidad de la comunión en el Nuevo Testamento guar-
d a una estrecha relación con la enseñanza de los apóstoles (cf He
2,42), es decir, con la tradición apostólica. El derecho eclesial debe
tener como fundamento la Esdritura y la tradición2, ya que la
Iglesia tiene clara conciencia de que es verdaderamente ella misma
sólo si se encuentra en continuidad con su fundación y con las
reglas y la praxis que han hecho que sea lo que es, en la fidelidad
a la voluntad de su fundador.
Respecto a la tradición judía, el acontecimiento de Cristo trae
una novedad intrínseca en la naturaleza misma de la tradición. En
Cf PABLOV I , Al. a1 Congr. Inr. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 108-109.
37
el judaísmo se entendía por tradición la transmisión ininterrumpida
de la interpretación de la Torah y la autoridad del escriba se basaba
en la autoridad de los antiguos, mientras que Jesús es el cumpli-
miento de la Torah y enseña con autoridad propia (cf Mt 5,17;
Rom 10,4; Mc 1,22). Así pues, mientras que para el judaísmo la
tradición consiste en la repetición del pasado hasta la restauración
total del mismo, para la Iglesia la tradición se basa en el hecho de
que, en virtud de la resurrección de Cristo, el Espiritu ha venido a
ella, de manera que los hechos que han constituido la tradición a
lo largo de su historia no son simplemente la repetición formal de
lo mismo que siempre ha sido, sino una verdadera acción libre del
Espíritu presente en la Iglesia.
Puesto que Cristo mismo es la tradición y el Espíritu es el alma
~ de la Iglesia, la autoridad de la Iglesia no guarda tanto relación con
la Escritura y con la tradición entendidas en un sentido puramente
fáctico, como con la presencia activa del Espíritu, que hace que la
Iglesia tenga la autoridad de confesar la verdadera fe y de proponer
el comportamiento que han de observar. De esta manera se edifica
la Iglesia como comunión de los creyentes.
Entonces la TRADICION expresa la fidelidad de la Iglesia al
Espiritu, ya que es por medio de la acción del Espiritu como la I
palabra y la acción de la Iglesia se acomodarán siempre a las nece-
sidades de los tiempos, asumiendo nuevas formas, pero en conti-
nuidad ininterrumpida con los tiempos pasados. De esta manera,
la esencia de la Iglesia podrá vivir en formas históricas institucio-
nales continuamente renovadas.
Dado que la acción del Espíritu se encarna en normas que
regulan la vida de la comunión eclesial en la fidelidad al evangelio
recibido de Cristo y que ha de ser anunciado hasta su segunda ve-
nida, el derecho eclesial, como afirmaba Pablo VI, no puede menos
de ser obra del Espíritu, es decir, un derecho espiritual'.
Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 98; Al. al II Congr.
Int. Der. Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 128-13 1.
f e cristiana (cf He 2,42), cuando se encuentra en peligro la unidad
de la Iglesia. Por tanto, la tradición apostólica es un elemento de
unidad en la Iglesia.
En He 15,l-35 vemos que la decisión tomada en Jerusalén se
refiere a un elemento fundamental para la vida de la Iglesia, ya que
atañe a su identidad misma y a las relaciones entre las Iglesias. Por
la fórmula que se.usa en el versículo 28 vemos que las reglas concre-
tas del comportamiento cristiano, las normas positivas, proceden
del Espíritu Santo, que actúa a través de la asamblea de los apóstoles
y de los ancianos. Podemos decir que lo jurídico dogmático que
subyace a las normas positivas contenidas en el decreto de Jerusalén
es la necesidad del único bautismo para entrar a formar parte de la
Iglesia. Esta norma entra en la tradición apostólica y es la norma
fundamental de la Iglesia y del derecho eclesial de todos los tiempos,
en cuanto que expresa la conciencia de la Iglesia de ser el nuevo
pueblo de Dios distinto del pueblo de Israel. Esta norma fundamen-
tal es la que transmitirá Pablo en las ciudades por donde pasa,
aunque hizo circuncidar a Timoteo en atención a los judíos (cf He
16,3-4).
San Pablo se refiere en sus cartas a Cristo como fuente del evan-
gelio que predica y de la doctrina que transmite; por tanto, no
piensa que su predicación y su disciplina sean diferentes de la predi-
cación de los demás apóstoles. Así lo afirma Pablo frente a los
judaizantes que querían rechazar su autoridad (cf Gá1 1,9.11-12; 2,9;
Flp 4,9), así como frente a los cristianos procedentes del paganismo
y que sentían la tentación de volver a sus antiguas costumbres
(cf 1Cor 1 1,2.16.23; 15,3.10-11). Por consiguiente, la tradición es
un cuerpo doctrinal que ha de mantenerse (cf 2Tes 2,15; 3,6). En
resumen, Pablo quiere fundamentar la unidad y la comunión entre
las Iglesias sobre la base de la coherencia entre lo que ha transmi-
tido a las Iglesias que ha fundado y la tradición de los apóstoles
(cf Gá1 2,9).
Para san Juan la comunión con el Padre y el Hijo, por la acción
del Espíritu Santo, es el principio que fundamenta la comunidad
eclesial, del que se deriva el mandamiento fundamental de Cristo de
creer en el nombre del Hijo 'de Dios venido en la carne-ydel amor
mutuo: el que observa este mandamiento permanece en Dios y Dios
en él (cf J n 14,15; 1Jn 3,23-24; 4,2.15-16; 2Jn 4). Esto constituye el
código de santidad de la comunidad joanea, que junto con el man-
damiento fundamental, los sacramentos (cf IJn 5,6-8) y todas las
normas concretas que se derivan del mandamiento fundamental y
del mismo código de santidad, forma parte de la tradición apostólica.
Por tanto, el que rechaza esta tradición no viene de Dios, no perma-
nece en el Padre y en el Hijo y no puede permanecer en la comunión
eclesial (cf 1J n 4,2-6; 2Jn 10-11; Ap 18,4). El discernimiento de las
inspiraciones es fidelidad a la doctrina transmitida desde el princi-
pio (cf 1Jn 4,149, que es el elemento que constituye la unidad y la
santidad de la comunidad eclesial.
Tiene una importancia particular el fenómeno de lapseudoepigra-
fía, que encuentra su expresión en J n 2 1, en las Cartas pastorales, en
la Segunda Carta de Pedro y en la Carta de Judas.
El contexto en que surge el fenómeno es el del peligro de las
herejías, de esas falsas doctrinas que engendran errores tanto en la
vida moral como en el culto, contra las que tienen que combatir los
responsables locales de las comunidades (cf Mt 24,4-5; Mc 13,5-6;
Lc 2 1,8; He 20,29-3 1; Col 2,4-5.8.16-23; 1Tim 1,3-7; 4,l-3.6-7; 6,3-4;
2Tim 3,8.10.14- 15; 4,3-5; 1J n 2,18-23; 4,l; 2Jn 7,l 1). Literariamente
la pseudoepigrafía se relaciona con el género de los testamentos y de
la pseudonimia del Antiguo Testamento, que tenia la finalidad de
instruir al lector sobre el comportamiento que había de tener para
permanecer fiel a la tradición. La pseudoepigrafía neotestamentaria
se utiliza para subrayar la autoridad de una tradición, que se atribuye
a un apóstol, de forma que pueda aplicarse a los problemas del
tiempo en que se escribe el libro. Por tanto, no se trata de crear una
nueva doctrina, sino de transmitir siempre la misma doctrina de
Cristo, que es garantizada por el hecho de la vinculación con la
persona de los apóstoles y con las Iglesias que guardan su doctrina.
El fenómeno desaparece cuando en el siglo 11 también los herejes
empiezan a usar la pseudonimia. Es el mismo período en que se fija
el canon de los libros del Nuevo Testamento.
Según las Cartaspastorales el contenido de la tradición apostólica
está constituido por el depósito de la fe, por los preceptos discipli-
nares y morales, por la organización de las Iglesias en los ministerios
del obispo-presbítero y del diácono (cf lTim 3,l-12; 5,17-22; 6,20;
2Tim 1,12.14; Tit 13-9; 2,l). La tarea de enseñar del obispo-presbí-
ter0 consiste en recibir el contenido de la tradición apostólica, inter-
pretarlo, aplicarlo a las condiciones de la Iglesia y transmitirlo a la
generación siguiente: la continuidad de la tradición no se refiere sólo
al pasado, sino también'al futuro. Así la tradición apostólica es el
medio principal para preservar la comunión eclesial.
La Segunda Carta de Pedro marca el punto de conjunción entre
la tradición apostólica y la tradición eclesiástica. El contenido de la
primera, a la que tienen que referirse las Iglesias, es la doctrina sobre
la cristología y la escatología, las reglas de vida moral contra las
costumbres paganas, la disciplina sobre las asambleas.
2. LA IGLESIACOMO SACRAMENTO
Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 102-103; Al. al
II Congr. Int. Der. Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 126-127.
Dios es amor (cf 1Jn 4,8.16), y pertenece a la esencia de ese
amor que se comunique, que sea por tanto DESEO DE C O M U N I ~ N .
Este deseo de comunión se manifiesta al hombre alcanzándolo en
su dimensión histórica y social, y se concreta en una vocación a
entrar en comunión con Dios y con los demás. Puesto que esta
vocación alcanza a todos los hombres, la invitación que Dios les
dirige es siempre una convocación, que se traduce en una CONGRE-
G A C I ~ N(asamblea) de todos los que responden a dicha invitación
de Dios y forman así su pueblo (cf LG 9c; 13a; AG 15b; PO 4a;
C D 1la; cf can. 899,s 2). Cuando el hombre responde a la vocación
de Dios, entrando así en la comunión con él y estableciendo rela-
ciones de comunión con sus semejantes, alcanza la salvación, en
cuanto que realiza aquella imagen de Dios que Dios ha puesto en
él desde el comienzo de la creación?
La Iglesia debe ser considerada entonces como el lugar del
diálogo de Dios con el mundo, realizado hasta el final de los tiem-
pos. Aun cuando el hombre con el pecado rechazó aquella relación
fundamental que es la comunión con Dios, Dios mismo a través de
la alianza restablece esa relación y llama luego a los hebreos (con-
vocación) a formar un pueblo (congregación), al que d a la ley que
expresa el ser de Dios para su pueblo y el ser del pueblo para su
Dios.
El amor de Dios se manifiesta en la creación y en todos los
actos de salvación que realiza por los hombres, en primer lugar por
los de la antigua alianza, pero es en la encarnación donde se realiza
plenamente el deseo de comunión de Dios. Por medio de la encar-
nación la humanidad entera queda comprendida con una definiti-
vidad escatológica en la vida divina, no sólo en virtud de la unión
hipostática de la humanidad de Cristo, sino también por el hecho
de que todos los cristianos, llamados a ser hijos de Dios en el único
Hijo, viven en la participación de la vida trinitaria: Ecclesia in
Trinitate.
El ser de Cristo para la multitud, que define el contenido de la
misión de salvación recibida del Padre en la comunión del Espíritu
Santo, hace de Cristo el SACRAMENTO PRIMORDIAL del amor divi-
no, como un momento, aunque totalmente singular, de la única
acción salvífica del Dios uno y trino, pero también al mismo tiempo
un acontecimiento completamente nuevo, por su definitivo destino
escatológico.
Cf LEÓN XIII, cart. enc. Satis cognitum, 29 junio 1896, en "ASS" 28 (1895-1896) 710s;
Pío XII, cart. enc. Mystici corporis, 29 junio 1943, en "AAS" 35 (1943) 206s; 222ss.
55
tiene que seguir realizándose por medio de la Iglesia. Después de la
ascensión, Cristo hace visible y tangible entre nosotros su presen-
cia activa a través de la Iglesia, que es su cuerpo místico, sacramen-
t o radical de la salvación. Sin esta prolongación sacramental se
habría perdido la dimensión profundamente humana de la encar-
nación y, por tanto, la posibilidad de aferrar la salvación por parte
del hombre.
Desde este punto de vista se puede ya comprender cómo todo
el obrar visible de la Iglesia está al servicio de la salvación, aunque
no todos sus actos sean inmediatamente salvíficos. Así también, el
derecho canónico positivo es un medio, un instrumento, al servicio
del fiel para conseguir la salvación. En este sentido amplio se puede
decir que participa de la sacramentalidad de la Iglesia
3. LA IGLESIA
COMO CUERPO MÍSTICO DE CRISTO
Cf PABLO VI, Aud. Gen., 25 mayo 1966, en "Ins." 4 (1966) 786-787; Al. a la R. Rota,
27 enero 1969, en "AASn 61 (1969) 175.
57
que en ella la realidad divina no puede aislarse de la realidad visible
humana, como si la primera fuese objeto solamente de la fe, mien-
tras que la segunda estuviera sometida a la pura experimentación
e investigación histórica, sociológica, jurídica. En efecto, la Iglesia
es una realidad social y corpórea en cuyas instituciones está presen-
te y activo el Señor glorificado por medio de su Espíritu (cf AG 4).
Esto no significa, sin embargo, que dentro de ciertos límites la
Iglesia no pueda ser tratada y estudiada lo mismo que las demás
sociedades. Precisamente porque en la Iglesia se expresa la econo-
mía que encarna el obrar salvífico de Dios, que se basa en el mismo
Cristo, puede ser objeto del conocimiento que viene de las ciencias
humanas.
Efectivamente, la Iglesia tiene que ser considerada como una
verdadera COMUNIDAD humana, es decir, formada por hombres
reunidos por el impulso connatural en ellos a compartir incluso sus
experiencias espirituales y religiosas para alcanzar unos fines co-
munes. Sobre la base de esta comunidad es como la Iglesia se
organiza como sociedad, dándose unas leyes que, formando un
todo orgánico, engendran un ordenamiento jurídico primario y
original. Sin embargo, puesto que la Iglesia en su origen no es un
producto de la voluntad humana, sino de la voluntad divina, no
puede menos de ser, como sociedad perfecta, el instrumento con-
creto de una fuerza divino-sobrenatural, la del Espíritu Santo. La
COMUNION, en cuanto obra del Espíritu Santo, que es el alma
sobrenatural de la Iglesia, es la realidad más profunda de la misma,
que asume en sí la realidad humana sociológico-jurídica, como
alma natural y cuerpo, sin privarla de su propia naturaleza, sino
más bien llevando a cumplimiento su contenido, su fin y su signi-
ficado inmanentes.
33. La imagen de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo
lleva en sí la realidad sacramental de la misma.
La Iglesia como cuerpo visible, como sociedad perfecta, es el
signo humanamente perceptible, el sacramentum tantum, que pri-
meramente reconduce a Cristo, salvíficamente operante en la Igle-
sia, y luego a la res et sacramentum, en cuanto camino a la misma
vida divina, que se comunica a los hombres, vida de amor de la
Trinidad, la res sacramenti. Así la comunión, visiblemente institu-
cionalizada como C O M U N I ~ NJERARQUICA y ECLESIASTICA entre
los miembros de la Iglesia, es el signo humanamente perceptible de
la acción de Cristo, que la constituye y la refiere a la comunión en
el Espíritu, que es C O M U N I ~ NTRINITARIA.
Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta ahora, hay que ad-
mitir el valor salvifico del derecho eclesial positivo humano, que
puede definirse como "derecho sagrado" (ius sacrum) en cuanto
expresión e instrumento de encarnación del derecho divino tanto
natural como revelado 9.
9 Cf PABLO VI, Al. al I Congr. Int. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 109-
110; Al. al 11 curso de agg. can., 13 diciembre 1972, en "AAS" 64 (1972) 24; Al. a la R. Rota,
8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 96-98; Al. al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre
1973, en "Com." 5 (1973) 125-130; JUAN PABLO 11, Presentazione ufficiale del nuovo CIC, 3
febrero 1983, en "AASn 7511 (1983) 460.
l o Cf JUAN PABLO 11, EX. Ap. Christifideles laici (=ChL), 30 diciembre 1988, n. 17, en
"AAS" 81 (1989) 393-521; E V 1111606-1900.
por medio del cual el hombre recibe el bon de la fe y entra en el
estado fundamental de los bautizados, el único necesario para la
salvación, y con el cual participa de la única función de Cristo y de
la Única misión de la Iglesia, con todos los deberes y los derechos
propios de los fieles en cuanto tales (cf can. 96). La DESIGUALDAD,
por el contrario, se establece en virtud de diferentes funciones y
ministerios, que cada uno está llamado a desempeñar en la Iglesia,
dentro de la única misión de la misma. Es Dios el que llama a
diferentes misiones y ministerios; por consiguiente, las diversas
CONDICIONES JURÍDICASen la Iglesia dependen ante todo de la
vocación divina de cada uno. No se trata solamente de una cuestión
jurídica, sino de una situación teologal en la que el fiel se encuentra,
en cuanto que afecta a su relación más profunda con Dios. El
ordenamiento eclesiástico, cuando actúa mediante leyes discipli-
nando las diferentes condiciones jurídicas de los fieles, para que
desarrollen rectamente las funciones o los ministerios a los que
están llamados, no hace más que expresar en la vida visible de la
Iglesia la condición ontológica en que ya se encuentran.
Hay que evitar la visión estratificada de la Iglesia, que estaba
presente en el CIC 1917, superada por el Vaticano 11 11. Dependía
de la escuela del derecho público eclesiástico, que preponderaba en
tiempos de la primera codificación y que consideraba a la Iglesia
como sociedad de desiguales, en conexión con su visión unilateral
de la Iglesia como sociedad perfecta. En efecto, subrayando fuer-
temente la desigualdad entre los miembros de la Iglesia, se afirmaba
la existencia de la jerarquía, de forma que la Iglesia, como sociedad
jurídicamente perfecta, resultase plenamente independiente de la
autoridad civil. No podemos dudar de que la Iglesia es una sociedad
jurídicamente perfecta, pero hemos de decir también que esta visión
de la Iglesia no explica toda su realidad mistérica, de sacramento
de la salvación y de realización de la comunión con el Dios uno y
trino. El defecto de la escuela del derecho público eclesiástico con-
sistía en su visión parcial de la Iglesia, perdiendo de vista la tota-
lidad. Tampoco podemos negar que la Iglesia sea una sociedad de
desiguales, pero sería parcial empeñarse en agotar la realidad de la
Iglesia en este aspecto, ya que todo tipo de diferenciación entre sus
miembros se inserta en la realidad bautismal común a todos.
Resulta necesario reconsiderar los conceptos de "orden" y de
"estado" en la Iglesia. La visión de ésta exclusivamente como una
sociedad de desiguales lleva a una deformación de estos dos con-
" Cf PONT.COM.REF.CIC, Acta commissionis, en "Com." 12 (1970) 96.
I
60 +
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- - - - - 1 -
ceptos. En un primer momento el concepto de ORDEN, sacado del
derecho romano, indicaba una función, una misión, perteneciente
a la naturaleza y a la misión de la Iglesia, que ejercían los fieles: en
la Iglesia los órdenes del pueblo de Dios eran tantos como eran las
funciones y los ministerios desarrollados para el bien común. Más
tarde, los órdenes quedaron de derecho reducidos a dos, el de los
clérigos y el de los laicos, pero de hecho solamente uno fue consi-
derado y llamado finalmente "orden", el jerárquico, del que forma-
ban parte sólo los ministros sagrados, como guía del pueblo de
Dios. El ESTADO, en cambio, indicaba inicialmente la condición
jurídica de la persona, en cuanto que pertenecía a un orden deter-
minado; más tarde, por el contrario, se convirtió en un principio de
distinción entre las personas, y por tanto de estratificación en la
Iglesia. De aquí el riesgo de concebir a esta última como formada
por círculos cerrados de personas y de instituciones 12.
La consideración de la Iglesia como comunión, según la doctri-
na del Vaticano 11, nos conduce a la noción de Iglesia como socie-
dad no sólo de desiguales, sino también de iguales. Se da una
igualdad radical entre todos los fieles que, en virtud del bautismo,
1 están incorporados a Cristo, se hacen hijos de Dios y constituyen
l el pueblo de Dios. La desigualdad entre los fieles deriva de las
diversas funciones que están llamados a desempeñar en la Iglesia,
por lo que esa desigualdad es funcional ' 3 .
Esta naturaleza de la Iglesia como pueblo de iguales y al mismo
tiempo de desiguales resalta en la consideración de su estructura
fundamental carismático-institucional.
tura carismático-institucional.
Todos reciben por medio del bautismo la gracia de la fe. De
aquí dimana la obligación fundamental de todos los bautizados de
profesar y de conservar la integridad de la fe (cf cáns. 209,§ 1; 748,
5 ¡; 750; 752-754; 212, 5 1).
Los
LAICOS profesan la fe y cumplen esta obligación según su
CARISMA LAICAL (cf nn. 95-96), que es el de gestionar las cosas
temporales en la condición secular, de forma directa y propia, aun-
que no exclusiva, ordenándolas según Dios, haciendo que el anun-
cio de la salvación llegue a todo lugar y a toda condición (cf LG
3 1a. b; 36b.d; 38; GS 43b; AA 4a.e.g; 6; 7a.e; cáns. 225-227). Este
carisma, recibido en el bautismo, sobre la base de la institución
inmanente que lleva consigo, encuentra una institucionalización
canónica en cuanto que la Iglesia da ciertas normas para regular el
laicado, que es esencial en su vida. Todos los que permanecen en la
consagración bautismal y ejercen el sacerdocio común, según el
propio carisma de la secularidad, tienen las mismas obligaciones y
los mismos derechos y, por tanto, se encuentran en la misma cate-
goría jurídica. Todos los que están en una categoría jurídica forman
un orden. Se d a entonces un ORDEN GENERAL DE LA VIDA LAICAL.
El carisma general de la vida laica1 no existe en abstracto, sino en
concreto, en carismas personales particulares (PO 9b), que la mayor
parte de las veces siguen siendo libres, ya que no reciben una
institucionalización canónica positiva, aun cuando ellos mismos
engendren una institución, dada la estructura inmanente del mismo
carisma que determina las reglas de conducta según las cuales tiene
que ser ejercitado. Algunos CARISMAS PARTICULARES, sin embargo,
son institucionalizados por la Iglesia de forma específica: ministe-
rios laicales (cf can. 230), varios oficios (cf can. 228), asociaciones
laicales (cf can. 327), matrimonio (cf can. 226), etc. De esta manera
el orden general de los laicos vive, en concreto, en varios ORDENES
PARTICULARES, cuyo número podría seguir ampliándose sobre la
base de la pluralidad de los carismas, incluso de los más ordinarios
(cf LG 12b): viudos, viudas, célibes, profesionales seculares al ser-
vicio del prójimo y de la sociedad, actividades caritativas y asisten-
ciales, obras de apostolado, etc (ChL, n. 56).
Aquellos fieles que son llamados al MINISTERIO SAGRADO vi-
ven la gracia de la fe, recibida en el bautismo, en su función de
mediadores de la gracia, de anunciadores auténticos de la palabra
de Dios y de guías pastorales del pueblo de Dios (cf can. 1008).
Para hacer esto reciben en la ordenación sagrada el CARISMA de la
paternidad de la comunidad eclesial (cf n. 104). También este caris-
m a tiene su institucionalización interna, que es el presupuesto de la
canónica, que realiza la Iglesia dando normas positivas para regular
el recto ejercicio del ministerio sagrado en provecho de todo el
pueblo de Dios, pero según aquellas normas que surgen como exi-
gencia interna del carisma. Todos los que en el sacramento del
orden reciben el mismo carisma se encuentran en la misma catego-
ría jurídica, ya que asumen una serie de obligaciones y de derechos
comunes, formando, por consiguiente, un ORDEN GENERAL DEL
MINISTERIO SAGRADO. Este orden general, lo mismo que el caris-
ma, no existe en abstracto, sino siempre en concreto, es decir, en
los diversos CARISMAS PARTICULARES y en los correspondien-
tes ministerios sagrados particulares: el diaconado, el presbiterado,
el episcopado (cf can. 1009, fj 1); pero podemos hablar también
del orden arzobispal, metropolitano (cf can. 4 3 9 , patriarcal, pri-
macial (cf can. 438), del cardenalato, del pontificado supremo
(cf can. 33 1).
La VIDA CONSAGRADA manifiesta en la Iglesia la riqueza siem-
pre actual de los dones del Espíritu. El que está llamado a este
género de vida recibe el CARISMA de seguir a Cristo más de cerca
en el estilo de vida que él mismo practicó, de pobreza plenamente
confiada en el Padre, de amor casto como entrega total al Padre y
a los hombres, de obediencia como holocausto de la adhesión libre
y redentora de su voluntad a la del Padre. El que recibe este carisma
está llamado a ser testigo del esp'iritu de las bienaventuranzas,
tendiendo a la perfección de la caridad (cf LG 44a.c; PC lc; can.
573, 4 1). Este carisma, que podemos llamar general, de la vida
consagrada, al no expresar los elementos comunes a todos, no vive
más que en CARISMAS PARTICULARES individuales o colectivos;
por consiguiente, mientras que el primero es institucionalizado, a
través de las normas positivas dadas para todos (cf cáns. 573-606),
en el ORDEN GENERAL de todos los que están en la categoría jurídica
de la vida consagrada, con una especie de obligaciones y de dere-
chos comunes, los segundos son institucionalizados en ORDENES
PARTICULARES, constituidos por los eremitas (cf can. 603) y por las
vírgenes (cf can. 604) o por los diversos institutos de vida consagra-
d a (cf can. 577). Un carisma particular colectivo encuentra su pri-
mera institucionalización en la regla dada por el fundador o por la
fundadora, que expresa de forma inmediata el carisma y el modo
específico de vivirlo, según sus exigencias inmanentes. El carisma
colectivo se convierte en una institución canónica en la Iglesia en el
momento en que ésta reconoce su utilidad para su misión específica
y aprueba sus reglas.
Por DERECHO DIVINO, la estructura carismático-institucional
fundamental de la Iglesia está constituida por estos tres carismas-
órdenes generales, ya que en la Iglesia siempre habrá laicos, minis-
tros sagrados y alguna forma de consagración de vida según la
práctica de los consejos evangélicos. Esto está solamente insinuado
en el canon 207. Estos carismas-órdenes no existen en el plano
abstracto de su generalidad, sino siempre y tan sólo en la concre-
ción de los carismas y órdenes particulares, que son entonces una
determinación de los carismas-órdenes generales.
En conclusión, podemos decir que lo mismo que la vida de
la Trinidad, a la que nos conduce la Iglesia como sacramento de
salvación, es una vida de comunión en la unidad sustancial de la
naturaleza divina, pero simultáneamente en la distinción de las
apropiaciones y de las misiones de las diversas personas divinas, así
también, de forma analógica, la Iglesia, en su visibilidad, por medio
de los carismas y de los sacramentos está estructurada como una
comunión en la unidad de la caridad de Dios que se da a todos,
pero al mismo tiempo en la distinción de las misiones por la diver-
sidad de los dones carismáticos y jerárquicos y de los ministerios.
37. La misma ESTRUCTURA JERARQUICA de la Iglesia tiene
que considerarse dentro de esta estructura fundamental carismáti-
co-institucional. El canon 207, ¿j 1, plantea la distinción de derecho
divino entre ministros sagrados y laicos, que debe considerarse a la
luz de la igualdad fundamental entre todos los bautizados que se
afirma en los cánones 204, tj 1, y 208. Esta igualdad y la desigualdad
simultánea entre estas dos categorías de personas puede también
ser mejor comprendida a la luz de la analogía que cabe establecer
con la misma vida de la Trinidad.
Desde la eternidad el Padre engendra al Hijo y le comunica la
vida divina, el amor; desde la eternidad el Hijo está junto al Padre
y en el amor le restituye lo que de él ha recibido; de este modo en
la vida trinitaria se establece una distinción personal, por las diver-
sas apropiaciones y misiones, entre el Padre y el Hijo, pero en la
unidad sustancial del Espíritu Santo, que es el mismo amor comu-
nicado por el Padre al Hijo y restituido totalmente por el Hijo al
Padre. Las tres personas divinas son al mismo tiempo iguales y
l
distintas.
El Hijo es enviado por el Padre al mundo para que llame a los
discípulos y haga de ellos un grupo, de manera que la distinción
entre Cristo y los discípulos sea imagen de la distinción entre él y
el Padre. Toda la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se distingue de
Cristo, que es su cabeza. Sin embargo, esta distinción sustancial se
tiene en la unidad mística establecida por el único Espíritu. Lo
mismo que en la Trinidad es posible la distinción de las apropiacio-
nes y de las misiones en la unidad de la comunión del unico Espí-
ritu, analógicamente entre Cristo y la Iglesia es posible la distinción
en la unidad de la comunión.
Entre los discípulos algunos son llamados por Cristo con una
vocación particular y son constituidos apóstoles, para que medianw
su participación particular en la misión de Cristo, pontífice y cabe-
za, conduzcan a los demás a la participación de la vida divina. Así
la Iglesia, estructurada por la diversidad de los carismas en la
distinción entre los ministros sagrados y los demás fieles, se con-
vierte en signo de las relaciones entre las personas divinas. Lo
mismo que en la Trinidad la distinción de las personas se da en la
unidad de la comunión de la vida divina, analógicamente en la
Iglesia la distinción entre los ministros sagrados y los demás fieles,
que es de carácter funcional sacramental (basada en el sacramento
del orden para desempeñar una función particular en la Iglesia), se
tiene en la unidad sacramental de la comunión bautismal estable-
cida por el don del unico Espíritu, que hace a todos iguales en la
dignidad y en el obrar.
Entre los apóstoles, Pedro, por la misión particular que recibió
de Cristo, se distingue de los demás, pero siempre dentro de la
unidad de la comunidad apostólica creada y conservada por el
Espíritu. De este modo tenemos la distinción funcional, sobre la
base de unos carismas diversos para el desarrollo de diversos mi-
nisterios, entre el romano pontífice y los otros obispos sobre la
base de la igualdad sacramental establecida por la participación en
el único episcopado.
Así, entre los presbíteros y los obispos se da una distinción
funcional fundamentada sacramentalmente, pero arraigada en la
igualdad fundamental por la participación en el único sacerdocio
de Cristo y en la única misión apostólica existente en el sacramento
del orden.
En conclusión, la estructura fundamental de la Iglesia, determi-
nada por los carismas y por sacramentos fundamentales, es imagen
de la vida trinitaria, en la que vige la distinción de las personas, por
las diferentes apropiaciones y misiones, en la unidad de la comu-
nión creada por el único Espíritu dado por Cristo. Esta unidad en
la caridad se debe manifestar también en la vida exterior de la
Iglesia, aunque en la distinción necesaria debida a las diversas
vocaciones y misiones de los diferentes miembros de la misma. El
DERECHO ECLESIAL está al servicio de esta unidad visible y al mis:
mo tiempo obra de tal manera que se despliegan las diferentes
misiones para la edificación de todo el cuerpo. Por esta razón el
derecho eclesiástico tiene que ser un derecho de unidad, un derecho
de comunión, es decir, un derecho espiritual, en cuanto obra del
Espíritu. De esta manera la Iglesia del derecho no se opone a la
Iglesia de la caridad, y la doble estructura de comunión y de misión,
arraigada en la naturaleza carismático-institucional de la Iglesia, es
el contenido de la misma sacramentalidad de la Iglesia, y la obliga-
toriedad y la juridicidad de las instituciones fundamentales de la
Iglesia proceden de su misma naturaleza, y por tanto de la voluntad
de Cristo y de la acción del Espíritu 14.
'4 Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 98; Al. al II Congr.
Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 126-127; JUANPABLO 11, Const. Ap.
Sacrae disciplinae leges, 25 enero 1983, en "AAS" 75/11 (1983) XI; E V 11/1606-1900;
Presentazione ufficiale del nuovo CIC, 3 febrero 1983, en "AAS" 7511 (1983) 459462.
67
EL DERECHO EN EL MISTERIO
DE LA IGLESIA
1. E L PROBLEMA METODOLÓGICO
3 Cf JUAN PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AAS" 71 (1979) 423-426; Al.
al IV Congr. Int. Der. Can., 13 octubre 1980, en "AAS" 72 (1980) 1 102-1 103; PABLO VI, Al.
al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 127-128.
En el dinamismo espiritual de la salvación, por otra parte, el fiel
puede renunciar al ejercicio de derechos humanos fundamentales o
bien verse exonerado del cumplimiento de unos deberes humanos
igualmente fundamentales. Puede renunciar al ejercicio del derecho
a la vida y quedar exonerado del deber de protegerla, ofreciéndose
en holocausto por otros o bien aceptando el martirio. Puede renun-
ciar al ejercicio del derecho a la libertad física, a una patria, al
trabajo, con tal de conservar la integridad de la fe. Puede renunciar,
para ser signo escatológico en la Iglesia y frente al mundo en el
testimonio del espíritu de las bienaventuranzas (cf cáns. 573, 9 1;
607, 4 1), al ejercicio del derecho al matrimonio (cf cáns. 277, 5 1;
599), a la propiedad privada (cf cáns. 600; 668), a la libre actuación
de la voluntad en decisiones autónomas (cf can. 601). Así, para
conservar la comunión eclesial, que es signo de la comunión plena y
definitiva, escatológica, entre todos los redimidos en Cristo, el bau-
tizado puede renunciar al ejercicio del derecho a la libertad de inves-
tigación en las ciencias sagradas y a la expresión y divulgación de su
pensamiento (cf cáns. 212, 5 3; 218), así como al derecho de reivin-
dicar y defender sus propios derechos, tanto de hombre en cuanto
hombre como los específicos del fiel (cf can. 221, tj 1).
La renuncia libre al ejercicio de los derechos humanos por parte
del bautizado puede darse tan sólo en razón de la adhesión al valor
fundamental de la comunión con Dios y con la Iglesia (cf can. 209,
5 1), que se traduce en los deberes primarios y fundamentalisirnos,
por ser constitutivos de la misma comunión eclesial, de la profesión
íntegra de la fe (cf cáns. 748, ¿j1; 750; 752-754) y de vivir la caridad,
llevando una vida santa (cf can. 210). Evidentemente, se puede dar
la renuncia al ejercicio sólo de los derechos naturales, pero no de los
sobrenaturales, ya que el ejercicio de estos últimos, estrechamente
relacionados con los deberes sobrenaturales, está ordenado inme-
diatamente a la consecución de la salvación.
PABLOVI, Al. al II Congr. Int. Der. Can., 17 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 126-
127.
76
- -
secución de ese fin sobrenatural 6. Entonces, si se viera en peligro la
comunión eclesial por causa del ejercicio de alguno de sus derechos,
el individuo, en virtud del deber fundamental de la CARIDAD, tiene
que renunciar a la reivindicación del mismo, pues de lo contrario
opondría a una injusticia sufrida otra injusticia todavía mayor, la
de la ruptura de la comunión. En efecto, en la Iglesia es verdade-
ramente difícil discernir con claridad entre los deberes y los dere-
chos personales de los fieles y los comunitarios. La persona en la
Iglesia no puede considerarse nunca de modo individualista, ya
que siempre vive y actúa en ella,:la alimenta y la edifica con su
misma vida y acción. Por tanto, cuando un fiel cumple sus deberes
y ejerce sus derechos, no se puede decir que lo haga sólo para él
mismo, sino también para el bien de toda la Iglesia. Por eso la
Iglesia se realiza como comunión espiritual entre todos los bautiza-
dos, es decir, como comunión de los santos, en donde el bien de
todos se convierte en el bien de cada uno y el bien de cada uno se
convierte en el bien de todos 7.
6 Cf JUAN PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AAS" 71 (1979) 423; 425; Al.
a la R. Rota, 26 febrero 1983, en "AAS" 7511 (1983) 556-557.
7 Cf JUAN PABLO 11, EX. Ap. Christifideles laici, n. 26, 30 diciembre 1988, en "AAS" 81
(1981) 393-521; E V 1 1/ 1606-1900.
la Iglesia, que se basa en la tradición apostólica. La estructura fun-
damental y las instituciones que la forman no son fruto de un
compromiso constitucional entre los hombres, como ocurre en la
sociedad civil, sino que dependen de la realidad dogmática de la
Iglesia, esto es, de su misma naturaleza, que obliga estrechamente
para todos los lugares y tiempos, a fin de que la Iglesia siga siendo
hasta la consumación de los tiempos el sacramento universal de
salvación para todo el género humano, plena realización como
cuerpo místico de Cristo. Esto es lo J U R ~ D I C ODOGMATICO, como
realidad ontológica de la Iglesia, que tiene su normatividad y obli-
gatoriedad intrínsecas, antes de toda determinación positiva. Mas
aún: esto es lo que da obligatoriedad jurídica a cualquier determi-
nación positiva que se haga.
La ESTRUCTURA FUNDAMENTAL de la Iglesia no es sólo la que
está compuesta por el orden jerárquico y por el orden del laicado,
sino también por el orden de los que siguen a Jesús en la práctica
efectiva de los consejos evangélicos y en la búsqueda de la realiza-
ción de la perfección'de la caridad. En la base de esta estructura
hay diversos carismas, de los que surgen instituciones fundamenta-
les para la Iglesia como conjunto de deberes y de derechos, que son
disciplinados jurídicamente con leyes positivas, sobre la base de las
exigencias intrínsecas de los mismos carismas, obra del Espíritu.
En estos tres órdenes, como instituciones fundamentales de la
Iglesia, tenemos que distinguir con claridad lo que es estrictamente
de institución divina, o sea, el derecho divino, en cuanto que per-
tenece a la esencia de la Iglesia, y lo que es de institución humana,
o sea, de derecho eclesiástico, que pertenece a la forma histórica de
la Iglesia y que tiene la función de proteger y expresar lo que es de
derecho divino. Esta distinción es también importante en relación
con los deberes y derechos de los fieles que surgen de los sacramen-
tos y de los carismas, dado que la distinción entre derecho divino
subjetivo revelado y derecho divino institucional revelado es tan
sólo formal: el primero está caracterizado por la consideración de
cada uno de los deberes y derechos en cuanto tales y de su ejercicio,
el segundo por la consideración de los deberes y derechos que, en
su conjunto, constituyen las instituciones.
El DERECHO ECLESIÁSTICO POSITIVO es entonces el conjunto de
normas positivas que regulan históricamente las relaciones inter-
subjetivas de los fieles, que surgen tanto del derecho divino natural
como del derecho divino revelado. La mutabilidad de esas normas
positivas varía según su relación más o menos inmediata con el
derecho divino natural, que es de suyo inmutable, aunque es cono-
cido históricamente por el hombre, y con el derecho divino revela-
do, también de suyo inmutable, pero formulado y expresado pro-
gresivamente en la Iglesia de modo más claro. Respecto a la evo-
lución histórica de las instituciones eclesiásticas, hay que ver si se
trata de instituciones que vienen de la tradición entendida en sen-
tido teológico, o apostólica, fuente de revelación, que está expresa-
d a en la praxis constante de la Iglesia y por el sentido de la fe de
los bautizados, confirmados y expresados la una y el otro por el
magisterio auténtico. Puesto que las instituciones de derecho divino
transmiten el anuncio de salvación de Cristo, el derecho eclesiástico
positivo, por medio de la praxis, entra también en el dinamismo
del anuncio de la palabra de Dios, es decir, de la voluntad de Dios
respecto a esas instituciones fundamentales y esenciales de la Igle-
sia. En efecto, en la Iglesia visible el elemento de la perennidad
tiene que entenderse en sentido dinámico, ya que a través del signo
sacramental se expresa la actuación histórica de un acto transhis-
tórico, el acto de la salvación, querida por el Padre, realizada por
el Verbo encarnado y continuada en la Iglesia por el Espíritu. Pre-
cisamente porque la Iglesia es sacramento de la salvación, su aspec-
to visible, jurídicamente organizado, forma parte del signo sacra-
mental, y por tanto el dinamismo del derecho eclesial positivo no
surge de la simple sabiduría humana o del compromiso humano
exigido por la evolución histórica de las diversas opiniones, sino de
la misma acción del Espíritu en la Iglesia.
5. TIPICIDAD
DEL DERECHO ECLESIAL
/
El derecho eclesial, que forma parte de la realidad sacramental
de la Iglesia, no puede menos de tener el mismo FIN que ella, ser
8 Cf PABLO VI, Al. a1 I Congr. Int. Der. Can., 20 enero 1970, en "AAS" 62 (1970) 108-
109; Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65,(1973) 96-98; Al. al II Congr. Int. Der.
Can., 19 septiembre 1973, en "Com." 5 (1973) 131.
79
instrumento para la SALVACION ETERNA del individuo. El derecho
eclesial es instrumental, funcional, respecto a la salvación, que es
alcanzada por el hombre cuando entra en COMUNIONcon Dios y
con los demás. De aquí se deriva su funcionalidad respecto a la
realización de la comunión en la única fe, en los sacramentos, en
la caridad y en el gobierno eclesiástico. Se deduce también que el
BIEN COMÚN,como hemos dicho, no es solamente la consecución
de un orden y de una paz exterior de la vida de la Iglesia, sino una
realidad interna a la misma, la realización por obra del Espíritu de
la comunión vertical del individuo con el Padre en el Hijo y de la
comunión horizontal con todos los hermanos. En función de este
bien común interno o inmanente a la Iglesia está el bien común
instrumental, es decir, todos los medios externos para conseguir el
primero.
Cada una de las normas eclesiásticas, así como todo el derecho
eclesial positivo, debe tener en cuenta la realidad más profunda del
hombre, es decir, su relación con Dios, su ordenación a la salva-
ción. Lo debe tener muy presente tanto el legislador en el momento
de producir las normas como la autoridad en general, o el juez en
especial, en la interpretación y aplicación de las mismas, así como
el fiel particular al observarlas. La ley positiva, debido al carácter
fragmentario de todo ordenamiento jurídico (cf n. 9), en su formu-
lación general y abstracta, por muy verificada que esté en la vida de
la Iglesia, nunca logrará prever todas las situaciones en que podrá
encontrarse la persona, y por consiguiente tendrá que buscarse
siempre en concreto el bien del individuo y de la comunidad, que
será lo realmente iustum. Entonces no basta que la norma eclesiás-
tica regule simplemente las relaciones externas entre los miembros
de la sociedad eclesial -sobre la base de una justicia distributiva o
igualitaria, sacada de la filosofía griega y de la jurisprudencia ci-
vil-, sino que para que alcance su finalidad (ser una ayuda para
la consecución de la salvación eterna del hombre), informada por
la caridad, tiene que ser un reflejo de la justicia divina. Puesto que
la fuente del derecho canónico es el precepto del amor a Dios y al
prójimo, en relación con el cual tendrá que encontrar su justifica-
ción toda la legislación eclesiástica9, en la Iglesia no se puede
concebir que, en nombre de una especie de bien común puramente
exterior, en la aplicación de una ley positiva no se tenga en cuenta
la situación del individuo en relación con su salvación eterna per-
sonal. En la medida en que el bien común en la Iglesia se refiere a
lo Cf PABLO VI, Al. a la R. Rota, 8 febrero 1973, en "AAS" 65 (1973) 98-102; JUAN
PABLO 11, Al. a la R. Rota, 17 febrero 1979, en "AASn 71 (1979) 423-425; Al. al VI1 Curso
de agg. can., 13 diciembre 1979, en "AAS" 71 (1979) 1521-1531.
Es típico del derecho eclesial el ejercicio de la potestad de
gobierno tanto para el FUERO EXTERNO como para el INTERNO
4
(cf nn. 572-575); estos os fueros, aunque han de distinguirse, no se
pueden separar, segun el modelo de la naturaleza misma de la
Iglesia, en donde el elemento visible y el invisible tienen que distin-
guirse, pero sin separarse. Además, el principio fundamental de la
caridad es el que requiere que, en determinadas circunstancias, el
ejercicio de la potestad de gobierno, en vez de hacerse en el fuero
externo, se haga en el interno, precisamente para el bien espiritual
del individuo.
La misma finalidad de las CENSURAS ECLESIÁSTICAS en la Igle-
sia no puede ser vindicativa, sino medicinal, para que el peca-
dor llegue a la conversión del corazón y se salve. Sobre esto se
basa el principio de la amplia discrecionalidad reconocida al juez
por el derecho positivo en la aplicación de las penas y para infligir
penas incluso cuando no hayan sido previstas por la ley canónica
(cf n. 666). La naturaleza propia del derecho penal eclesiástico
aparece especialmente en las censuras latae sententiae (cf nn. 667;
678-680), que manifiestan que en la Iglesia la coactividad no se
basa ni en la ley en sí misma ni en l a sentencia judicial en cuanto
tal, sino ante todo en la voluntad salvífica de Dios, que se percibe
en la conciencia personal y se expresa en la ley penal de la Iglesia.
A través de todas estas instituciones propias del derecho ca-
nónico, y especialmente la equidad canónica, la CARIDAD viene a
informar todo el ámbito de ejercicio .y las funciones de la autoridad
en la Iglesia, tanto a nivel de producción como de interpretación y
de aplicación de las leyes. Entonces no podemos decir que la cari-
dad sea un principio extrajurídico, ya que es precisamente el prin-
cipio fundamental jurídicamente relevante, puesto que en él se basa
todo el ordenamiento jurídico eclesiástico: viene a ser la forma de
la justicia que vige y se expresa en él y que de este modo es mani-
festación visible de la justicia divina. En el derecho eclesial podemos
ver un reflejo de lo que decía san Pablo (cf Rom 13,8-lo), es decir,
que no le debía nada a nadie más que el amor mutuo, puesto que
el que ama a su semejante ha cumplido la ley. Si todos los manda-
mientos que se refieren a las relaciones sociales entre los hombres
se resumen en el de amar al prójimo como a sí mismo, también al
ámbito jurídico, y no sólo al moral, hemos de extender el deber
primario de la caridad. Así la ley externa escrita, que debe ser
manifestación de la interior, la gracia del Espíritu Santo, y que
regula las relaciones entre los hermanos de la misma fe, no puede
menos de tener como elemento constitutivo la caridad. Esto depen-
de del hecho de que la ley vive en la Iglesia, que es la comunión
i creada por el vínculo del Espíritu Santo, el cual se manifiesta
f1 externamente en una sociedad-comunidad en donde las relaciones
entre sus miembros son relaciones sociales, visibles, jurídicamente
i
1
I
disciplinadas, es decir, reguladas por la autoridad eclesiástica.
De la naturaleza de la Iglesia y del fin del derecho eclesial
i depende también la OBLIG CION EN CONCIENCIA de las leyes ecle-
I
i
1
1
$
&isticas (cf n. 600). Por e hecho de que la ley tiene que impulsar
al sujeto a abrirse al deber obligante en el sentido más pleno, en
i
cuanto que hace al sujeto responsable frente a Dios (cf n. 1 1 ) , la
obediencia en la Iglesia no puede ser simplemente una sumisión
externa a la autoridad. dem mas, tiene que considerarse como un
medio para crecer en otras virtudes como la fe, con la que el
cristiano se somete con un acto de adhesión libre interna a la
autoridad del magisterio; como la virtud de religión, con la que
1
acepta la disciplina sobre el culto y los sacramentos, y como la
i
l
caridad, con la que se obtiene el incremento de todo el cuerpo de
I
Cristo, y por tanto de la comunión eclesial. Además, la obligación
I en conciencia de las leyes eclesiásticas se basa en el hecho de que el
I
ejercicio de la autoridad en la Iglesia no puede concebirse más que
como un ministerio sagrado, como un servicio, en cuanto que se
trata de una autoridad magisterial conferida por Cristo para que
sea anunciada auténticamente la palabra de Dios; de santificación,
a través del anuncio de la palabra de Dios y la administración de
los sacramentos, y finalmente pastoral, para que a través de las
leyes promulgadas y de los juicios pronunciados la palabra de Dios
siga anunciándose con fidelidad en su integridad, los sacramentos
y el culto sigan celebrándose según la institución divina y la vida
cristiana se desarrolle según las exigencias de la radicalidad del
evangelio expresada en el sermón de la montaña.
En conclusión, la ley positiva eclesiástica, al servicio de la pa-
labra de Dios, del culto y de los sacramentos y de la santidad de
la vida cristiana, no puede ser únicamente un ordenamiento de la
razón del hombre para obtener un bien común concebido tan sólo
exteriormente, sino un ordenamiento de la razón iluminada por la
fe e informada por la caridad del Espíritu Santo.
CAPÍTULO
4
1. EDAD APOSTOLIC
4
47. Los apóstoles los ancianos de Jerusalén, para dirimir la
cuestión de los judaizantes, fueron conscientes de que podían dar
disposiciones válidas también para los hermanos de Antioquía y
ejercieron un verdadero poder legislativo (cf He 15,23-28).
Pablo era consciente de que podía hacerse intérprete autorizado
del derecho divino positivo (cf lCor 7,lO-11) y de que podía dar
disposiciones autoritativas también sobre materias que el Señor no
había regulado directamente (cf 1Cor 7,12-19-25-40),seguro de que
estaba asistido por el Espíritu de Dios (cf 1Cor 7,40b).
En este sentido pueden interpretarse también las instrucciones
dadas por el autor de las cartas pastorales.
Desde el siglo 1 se desarrolló en la Iglesia una actividad recopi-
latoria de normas que nos muestra cómo desde el principio la
actividad jurídica en la Iglesia era muy intensa y abarcaba materias
parecidas a las de hoy.
Podemos dividir estas colecciones de normas en períodos.
2. COLECCIONES
ANTERIORES AL "CORPUSIURISCANONICI"
su liber canonum.
3. F O R M A CDEL
I~N "CORPUSIURISCANONICI"
l
56. A ejemplo de las Pandectas de la Codzficación de Justinia-
no, que acababa de recuperarse, se siente la necesidad de una
t
1
El Codex es ley única, auténtica, exclusiva, estable y universal.
Benedicto XV, con el motu proprio Cum luris, del 15 de septiembre
I de 1917, instituyó una comisión para la interpretación auténtica
del Código. Las responsa de esta Comisión, publicadas en las
"AAS", tienen el mismo valor jurídico que las normas contenidas
en el Codex.
5.2. El Código de 1983 (CIC 1983)
65. Pertenece a la naturaleza misma del derecho canónico
evolucionar y adaptarse a las nuevas exigencias pastorales; por eso,
incluso después de la codificación continúa una rica producción de
normas.
El 25 de enero de 1959 Juan XXIII anuncia el sínodo romano
y el concilio ecuménico como un punto de partida para la reforma
del Código.
En 1963 el mismo Papa anuncia la creación de la comisión para
la reforma del Código, que debería comenzar sus trabajos después
del concilio.
En 1964 Pablo VI nombró 70 consultores.
Desde la primera sesión de los consultores en 1965 surgió el
problema de si había que redactar dos Códigos (uno para la Iglesia
latina y otro para las Iglesias orientales), junto con un Código
fundamental, o uno solo. Se optó por la primera solución.
En el sínodo de los obispos de 1967 se expusieron los principios
directivos para el trabajo de la comisión l .
La reforma del código se había hecho todavía más urgente y
necesaria después del Vaticano 11, para lograr que la Iglesia refle-
jase, incluso en su dimensión jurídica, el espíritu eminentemente
pastoral del concilio y mostrase más visiblemente la imagen que en
el presente período de la historia tiene la Iglesia de sí misma y que
ha intentado expresar en los decretos conciliares.
Después del concilio hubo una rica producción de normas tran-
sitorias para aplicar los decretos conciliares, que abrogaron varios
cánones del CIC 1917 y que fueron la base para la redacción del
nuevo Código.
Después de los primeros esbozos de esquemas entre el 1963 y el
1972, las subcomisiones redactaron tres esquemas (1977, 1980 y
1982), de los que los dos primeros fueron enviados a estudio de los
obispos, abades nullius, superiores religiosos, peritos, etc. El tercero
(1982) fue redactado después de la sesión plenaria de 1981, com-
puesta de cardenales y obispos de todo el mundo.
Al mismo tiempo se extendió la Lex Ecclesiae Fundamentalis.
El texto A de 1966 fue rechazado por la comisión central. El tex-
t o B fue aprobado sustancialmente en 1967.
1 PONT.COM.REF.CIC, Acta Commissionis, en "Com." 1 (1969) 77-100.
96
La elaboración de la LEF fue aprobada además por el sínodo
de los obispos en 1967 y por la comisión para la revisión del
Código en 1968. En 1969 el texto C o textusprior fue sometido al
parecer de la comisión para la reforma del Código, al de la Congre-
gación para la doctrina de la fe y al de la comisión teológica.
Tomando nota de las observaciones recibidas, se redactó en 1970 el
textus emendatus, que se sometió al examen de todo el episcopado.
En 1971 se hizo público al sínodo de los obispos. De 1.3 13 respues-
tas a la pregunta de si los obispos creían oportuna la redacción de
una LEF, hubo 593 placet, 462 placet iuxta modum y 251 non
placet; al contrario, a la pregunta de si gustaba el esquema redac-
tado, hubo 61 placet, 798 placet iuxta modum y 422 non placet.
Finalmente, el papa Juan Pablo 11 decidió no promulgar la LEF y
que parte de ella se integrara en el Código, cuya promulgación se
tuvo el 25 de enero de 1983 con la constitución apostólica Sacrae
disciplinae leges 2. Después de diez meses de vacatio legis, el Código
entró en vigor el 27 de noviembre de 1983. Al año siguiente se
nombró la comisión de interpretación auténtica 3, que se convirtió
luego en el Pontificio Consejo para la interpretación del texto de
las leyes (cf n. 738) 4.
El Código de Derecho Canónico se refiere sólo a la Iglesia
latina (can. 1). En general, no define los ritos que hay que observar
en las celebraciones litúrgicas; por tanto, las normas litúrgicas,
emanadas antes de la promulgación del mismo, siguen en vigor, a
no ser que sean contrarias a los cánones (can. 2). Finalmente, los
cánones del Código no abrogan los pactos estipulados entre la
Santa Sede y las naciones u otras sociedades políticas ni las derogan
(can. 3).
-
"AAS" 75 (19831 11) VII-XIV; E V 8/61 1-640.
3 Cf JUAN PABLO11, M.p. Recognitio juris canonici, 2 enero 1984, en "AAS" 76 (1984)
433-434; E V 81 641 -648.
JUAN PABLO11, Const. Ap. Pastor bonus, 28 junio 1988, arts. 154-158, en "AAS" 80
(1988) 901-902; E V 1 11 787~1070.
SEGUNDA
PARTE
EL PUEBLO D E DIOS
1
1
F
1 LOS FIELES EN GENERAL Y LAS PERSONAS
EN LA IGLESIA
l
it 1.1. Los fieles en general
b) Los catecúmenos
112
en peligro la integridad de la fe, y por tanto la investigación
misma no sería ya un aspecto positivo e impulsivo de la vida de la
Iglesia. Frente a una situación por el estilo los pastores tienen el
deber de intervenir para declarar la verdad revelada, lesionada o
puesta en peligro en su integridad (can. 386, 5 2), a fin de proteger
la fe del pueblo de Dios, que tiene el derecho primario a la integri-
dad de la misma. En caso de conflicto, el teólogo tiene el derecho
a ser escuchado y a defenderse, según el procedimiento previsto
por el derecho (can. 221, 58 1,2) 3.
Existe el derecho-deber a NO OBEDECER siempre que un supe-
rior, en el ámbito disciplinar, mandase algo que fuera materia de
pecado o que estuviera fuera del ámbito de su legitima competencia.
En estos casos se daría una orden sin autoridad. También en el
campo doctrinal la legitimidad formal del ejercicio de la autoridad
por sí misma no basta, ya que ésta se ejercería ilegítimamente si la
enseñanza fuese contra la Escritura y la tradición.
Se puede admitir, sin duda, un derecho al DESACUERDO en
cuestiones doctrinales .no definidas, pero siempre dentro del respeto
a la autoridad y observando la debida prudencia, a fin de evitar el
escándalo y la desorientación de los fieles. Un desacuerdo respe-
tuoso y prudente es muchas veces el presupuesto para una investi-
gación más profunda de una cuestión que sigue debatiéndose, in-
vestigación que resulta, sin duda, útil para el mismo magisterio4.
Presenta aspectos particulares la actividad de los investigadores
que enseñan disciplinas teológicas por un mandato de la autoridad
eclesiástica en universidades católicas o eclesiásticas, o bien en ins-
titutos católicos de estudios superiores (cáns. 8 12; 8 18). En virtud
del mandato recibido, esos profesores tienen el deber primario de
enseñar lo que enseña la Iglesia, y por tanto deben presentar como
tales sus opiniones, que son el resultado de investigaciones perso-
nales (DVe, n. 27). De aquí procede el derecho-deber de la autori-
dad académica competente de.proveer a su nombramiento o, si el
caso lo requiriese, a su remoción (cáns. 8 10; 8 18), especialmente si
la autoridad eclesiástica hubiese revocado su mandato (cf nn. 562;
565; D Ve, n. 37).
Está claro que no existe ningún derecho a la DISENSION en
a) Definición
b) Condiciones
a) Edad
6) Lugar de origen
c) Domicilio y cuasi-domicilio
d ) Parentesco
2) Afinidad
3) Adopción
Los que son adoptados según la ley civil se equiparan a los hijos
(can. 110).
e) Rito
1
la profesión religiosa (can. 656,459;
el sufragio de cualquier género (can. 172, 5 1, 1.o);
los votos de cualquier género (can. 1191, 5 3);
l
- el error sustancial.- sobre la naturaleza, el objeto, o la causa,
o los efectos del acto jurídico (can. 126); por ejemplo, el
error sobre la materia de los votos religiosos;
- el error que recaiga en la condición "sine qua non': cuando
el sujeto liga su voluntad a un aspecto de suyo marginal o
secundario del objeto propio del acto, pero de tal manera
que sin ese aspecto -que cree erróneamente presente- no
habría puesto el acto (can. 126); por ejemplo, contraer ma-
trimonio creyendo por error que la mujer es virgen, en un
ambiente cultural en que ese elemento es considerado como
una condición.
El acto es RESCINDIBLE siempre que aparecen vicios que no han
afectado de nulidad al acto. Una vez puesto, el acto produce sus
efectos, porque es existente, pero al revelarse el vicio, generalmente
oculto, es posible rescindir el acto con sentencia judicial o a petición
del que lo puso o por iniciativa de la autoridad competente. La
rescisión quita eficacia al acto, pero conservando en algunos casos
y en parte los efectos jurídicos ya adquiridos.
El acto puede rescindirse, intentando una causa rescisoria, en
caso de:
- miedo grave infundido injustamente y dolo, en los casos no
previstos de nulidad (can. 125, tj 2);
- error no sustancial y que no recaiga en la condición "sine
qua non" (can. 126); por ejemplo, un error sobre la valora-
ción de un objeto.
c) Consentimiento o consejo
87. Cuando se prevé que para algunos actos el superior nece-
sita del consentimiento o consejo de un COLEGIO o de VARIAS
PERSONAS COMO GRUPO, éstas deben ser convocadas según la nor-
ma del canon 166, a no ser que, por tratarse sólo de consejo, el
derecho particular o propio establezca lo contrario. Para la validez
del acto es necesario el consentimiento de la mayoría absoluta de
los presentes, o bien que se haya pedido el consejo de todos, según
que el derecho exija el consentimiento o bien el consejo -(can 127,
fj 1).El superior no vota nunca, ni siquiera para dirimir la paridad
de los sufragios 5 .
S Cf PONT. COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 1 de agosto de 1985, en "AAS" 77 (1985)
771; EV 9/ 1661.
Por el contrario, cuando el derecho establece para algunos actos
que el superior necesita en el obrar el consentimiento o el consejo
de algunas PERSONAS COMO INDIVIDUOS, hay que regularse de la
manera siguiente:
- si está previsto el consentimiento, el acto realizado contra el
voto incluso de una sola de esas personas es inválido; lo es
igualmente si el consentimiento no ha sido pedido;
- si sólo está prescrito oír el consejo de esas personas, para
obrar válidamente es necesario que se haga esa consulta,
pero el superior sigue estando libre para tomar su decisión,
aunque se le recomienda que siga el consejo de los consul-
tores, especialmente cuando éste es unánime (can. 127, 2).
Todos aquellos de los que se requiere el consentimiento o
el consejo están obligados a expresar sinceramente su propia opi-
nión y a observar el secreto, especialmente en relación con los
asuntos graves, por ejemplo los que se refieren a las personas
(can. 127, 5 3).
2) Término
3) Modo
f) Representación
2. LASPERSONAS JUR~DICAS
2.1. Definición
f
I
L 90. La persona jurídica se diferencia de la persona física, de la
que ya hemos hablado (cf n. 69), en cuanto que es un organismo
unitario que es considerado por el ordenamiento jurídico como
sujeto de derechos y de deberes, es decir, como un ente dotado de
capacidad jurídica propia y distinta de las personas que concurren
a formarlo o que lo administran (can. 113,g 2).
Hay que señalar que el Código no habla de la Iglesia católica y
de la Santa Sede como personas jurídicas, ya que ni la una ni la
otra son consideradas como tales, sino como personas morales de
institución divina (can. 113, tj l), previas a la constitución de cual-
quier otra persona jurídica. Así ha de considerarse también el co-
legio episcopal.
2.2. Tipología
9 1.
Las personas jurídicas compuestas por un CONJUNTO DE
PERSONAS (universitatespersonarum) o CORPORACIONES están for-
madas por la unión intencional de al menos tres personas físicas,
para alcanzar una finalidad común (can. 1 5 5 1 , ) En este caso
la unidad del fin de la persona jurídica viene dada por las relaciones
intencionales que se dan entre las personas físicas que tienen habi-
lidad de obrar. Se distinguen en:
l
- colegiales, si forman un organismo o una comunidad, cuya
acción está determinada, a tenor del derecho, por los miem-
bros que concurren a las decisiones que hay que tomar, bien
sea con igual derecho, como, por ejemplo, los cabildos ca-
tedralicios, o bien con derecho desigual, como, por ejemplo,
el colegio episcopal;
- no colegiales, si no todos los miembros determinan las de- <
cisiones, en cuanto que la deliberación, a tenor del derecho, l
i
corresponde al superior de la comunidad, por ejemplo, las
diócesis y parroquias (can. 115, 4 2);
- mixtas; pueden considerarse así aquellas en las que en algu-
nos casos todos los miembros o los representantes de los
!
1
r
luta; si después de dos votaciones se tiene la paridad, el i
presidente puede decidir con su voto; l
130
7 -
l
l
I
LOS FIELES LAICOS
1. EL C A R I S M A D E LA VIDA LAICAL
Ii
t
En el sínodo de los obispos de 1987 se subrayaron más bien los
elementos contenidos en la definición positiva de la LG 31a, y, ¡
aunque no se olvidaron todas las funciones que los fieles laicos i
desempeñan en el interior de la vida de la Iglesia, se puso especial-
mente de relieve en su condición la dimensión secular, como com-
t
promiso en el mundo, que, aunque debe considerarse común a I
todos los bautizados, tiene, sin embargo, una modalidad de actua-
ción que es peculiar y propia de los fieles laicos 3.
La ChL, número 9, recoge al pie de la letra la definición dada
¡
por la LG 3 la, sin tener en cuenta el hecho de que la primera parte
sigue siendo una descripción por vía negativa, y la segunda parte
vale para la categoría general de fiel (christzfidelis), sin decir nada
d e específico respecto al fiel laico. Sigue abierta la cuestión de la
definición del fiel laico de forma positiva y con caracteres propios,
hasta el punto de que hay autores que querrían eliminarla, por la
identificación que ven con el fiel en general, mientras que otros
querrían ver al laico como el fiel constituido tal por el sacramento
1
2 Cf JUANPABLO 11, Homilía en la concelebraciónfinal del sínodo de los obispos 1987,
30 octubre 1987, en "AAS" 80 (1988) 600-601; PABLO VI, Al. inst. sec., 2 febrero 1972, en,
1
1
"AAS" 64 (1972) 207-208.
Cf JUANPABLO 11, Homilía citada, en "AAS" 80 (1988) 600-601; S~NODO DE OBISPOS
1987, Mensaje al pueblo de Dios, 29 octubre 1987, en "Oss. Rom." 30 octubre 1987.
E
de la confirmación, y otros consideran laico al que imprime en la
i condición fundamental de fiel una nueva condición por un carisma
que recibe, y por tanto por el ministerio que ejerce en la Iglesia,
dentro de una visión del pueblo de Dios articulado en varios minis-
terios y no en estados o categorías de personas.
Sin embargo, me parece que puede darse una definición des-
criptiva de laico como aquel fiel que, permaneciendo en la condi-
ción bautismal común, edifica en la Iglesia y en el mundo el reino
de Dios, dando testimonio de la fe según su carisma propio, que es
el de la secularidad en una modalidad peculiar especificada por los
diversos servicios y ministerios que desarrolla.
Además, el laico al cumplir su misión en la Iglesia y en el
mundo se ve afianzado por el don del Espíritu y por la gracia del
sacramento de la confirmación, que con el carácter impreso lo
vincula más perfectamente a la Iglesia y le obliga más estrechamen-
te a ser con las palabras y las obras testigo de Cristo y a difundir
y defender la fe en todos los ámbitos; al mismo tiempo es sostenido
dinámicamente por la eucaristía (cáns. 879; 897; LG 11a; ChL,
n. 14).
2. OBLIGACIONES
Y DERECHOS, OFICIOS Y MINISTERIOS
D E LOS LAICOS
Cf ib; PABLO VI, E X . Ap. Evangelii nuntiandi, 8 diciembre 1975, n. 70, en "AAS" 68
(1976) 59-60; E V 5/ 1588-1716.
l
134
2.1. Obligaciones y derechos
a) Anuncio de la salvación
b
b) Testimonio de vida
d) Formación doctrinal
2.3. Ministerios
103.
Se toman en consideración, en primer lugar, los MINISTE-
RIOS INSTITUIDOS o ESTABLES. Se trata de los ministerios de lector
y de acólito que pueden ser conferidos por el ordinario, a través de
un rito litúrgico, a hombres laicos que tengan la edad y las dotes
determinadas por la conferencia de obispos (can. 230,g 1). La CEI
ha establecido la edad mínima de veinticinco años y las siguientes
dotes, que deben ser atestiguadas por el párroco: madurez humana,
buena fama, piedad, preparación teológico-litúrgica adecuada, ap-
titud comprobada y disponibilidad para el ministerio que han de
recibir 5.
Estos dos ministerios, según el motu proprio Ministeria quae-
dam ( = MQ) de Pablo VI, que los instituía el 15 de agosto de
1972 precisamente como ministerios laicales, no se limitan al ám- ,
5 Delib.. n. 21, 18 abril 1985, en Notiziario CEI 31 1985,44; E. CEI 312276. La CEE ha
establecido, de modo similar a la CEI, para poder asumir estos ministerios permanentes en
la Iglesia la edad de veinticinco años cumplidos y dotes de vida cristiana y debida formación
(2.0 DG 1985, art. 1).
Cf "AAS" 64 (1972) 529-534.
Cf "AASn 64 (1972) 531; CONGR.SACRAM. y CULTO,Cart. circ. Novit profecto,
27 octubre 1972, en EV 6/ 373-374.
de en cuenta el USO de las Iglesias locales y sobre todo indi-
tes cando los criterios según los cuales hay que elegir a los destinatarios
E1 de ~ a d ministerio
a (Proposirio 18). Con esta finalidad se constituyó
:es una comisión especial (ChL. n. 23).
la, Por lo que se refiere a los MINISTERIOS TEMPORALES, el ca-
P- non 230, 4 2, prevé la designación temporal de laicos, hombres y
de mujeres, para el cumplimiento de funciones litúrgicas, como las de
lector, comentador, cantor, etc. Se trata de una designación tem-
'e- poral, sin institución por medio de un rito litúrgico: cf Congr.
je discipl. sacr., Inst. Inmensae caritatis. 29-1- 1973, 1 , 1-V, en "AAS"
n- 65, 1973; E V 4/ 1924- 1944.
o. La última categoría está representada por los MINISTERIOS EX-
la TRAORDINARIOS. En caso de necesidad, si faltan los ministros, los
3S laicos (aunque no sean lectores o acólitos) pueden suplirles en
E1 algunas de sus funciones, como el ministerio de la palabra; pueden
Y presidir las oraciones litúrgicas, conferir el bautismo y distribuir la
3s comunión (cáns. 230, 4 3; 759; 861, 5 2; 9 10, tj 2; 943; cf n. 3 14).
c-
Entre estos ministerios extraordinarios debe comprenderse tam-
la bién la designación para la asistencia, como testigo cualificado, al
matrimonio por parte de un laico, que supone el ministerio de
1S formación catequética de los esposos y de dirección litúrgica del
1 r i rito (can. 1 1 12), o bien como testigo común estable (cf nn. 448;
1. I 453).
No cabe duda de que son ministerios extraordinarios otras
funciones para las que pueden ser designados los laicos, hombres o
mujeres, como la cura pastoral de una parroquia, por falta de
presbíteros, aunque hay que constituir a un presbítero que, con
potestad de párroco, dirija la cura pastoral de dicha parroquia
(can. 517, 4 2); la predicación en una iglesia u oratorio en caso
de necesidad o de particular utilidad (can. 766); la catequesis
(can. 776) y la acción misionera (cáns. 784; 785). En virtud del
bautismo y de la confirmación y de los carismas recibidos es como
los laicos pueden ejercer estas funciones, que no convierten a los
laicos en pastores, en cuanto que para ellas es necesaria la ordena-
ción sacramental. Las tareas ministeriales ejercidas por los laicos a
modo de suplencia derivan su legitimación, inmediata y formal-
mente, de la designación oficial que dan los pastores; por eso, en su
actuación concreta están dirigidas por la autoridad eclesiástica y
por el don recibido del Espíritu (ChL, n. 23).
l . C O N S A G R A CMINISTERIAL
I~N Y CARISMA
DEL MINISTERIO SAGRADO
Cf COD, 240.
5 Cf ses. XXIII, Decr. de reformatione, can. 18, COD, 750-753.
ran otra cosa. LOSestudios deben hacerse o en las escuelas propias
del seminario o bien, a juicio prudente del obispo, en escuelas ca-
2: tólicas externas, o también en otras, según las peculiares situaciones
locales (RFZS, n. 17).
1 Respecto al fin de los seminarios menores hay que subrayar que
i
L-
la RFIS, número 1 1, explicita que es el de ayudar a los adolescentes
- que muestran gérmenes de vocación, para que la reconozcan mejor
-
a
7
y correspondan a ella. Ya la misma Congregación para la educación
católica en su Nota del 7 de junio de 19766, afirmaba que era ne-
cesario evitar todo equívoco sobre la naturaleza y el objetivo del
seminario menor. En efecto, según esa Nota, tiene que quedar
claro que el seminario menor no se erige para cultivar vocaciones
ya ciertas, dado que la edad misma de los alumnos no puede dar
esa certeza, sino para que los responsables del seminario experi-
menten si hay signos de una posible vocación sacerdotal. Entonces,
si está claro este presupuesto, se podrán determinar mejor las con-
diciones de admisión y la disciplina de la vida misma del seminario.
Así el seminario menor tiene que acoger sólo a aquellos adolescen-
tes que, de acuerdo con su familia, admiten la posibilidad de una
vocación divina al sacerdocio, aunque quizá no sean muy claros los
signos de la misma ni la voluntad de los jóvenes sea plenamente
I
explícita. Según el número 13 de la RFIS, en la formación que se
i da en el seminario menor tiene que evitarse atentamente todo lo
que podría disminuir de alguna manera la elección libre del estado
de vida. Si se percibiese que no hay ni siquiera un mínimo de es-
peranza en la maduración de una vocación sacerdotal, no habría
que admitir a los alumnos, o bien, si después de admitidos se per-
cibiera eso mismo, deberían ser despedidos. En efecto, la admisión
o la continuación de alumnos que no mostrasen señales de vocación
divina al sacerdocio impediría al seminario menor alcanzar su ob-
jetivo, con grave detrimento para todos los demás alumnos.
La formación de los adolescentes en el seminario menor tiene
que tener un carácter de integralidad; por tanto, deben tener fre-
cuentes relaciones con sus propios familiares y compañeros exter-
nos, establecer relaciones de confianza con los superiores y de
amistad fraternal con los demás seminaristas, recibir todas las ayu-
das necesarias en el plano espiritual, litúrgico y sacramental para
una sana y unitaria maduración psicológica, física, afectiva, inte-
lectual, moral y espiritual (RFIS, nn. 12; 15). Finalmente, donde
no se pueda crear un seminario menor, es necesario cultivar la
f b) El rector y el vicerrector
112. El RECTOR lleva la dirección diaria del seminario, según
las normas que lo regulan, de tal manera que todos en el seminario
le obedezcan en el desempeño de sus propios oficios (cáns. 239,
5 1; 260), especialmente los profesores y los alumnos (can. 261).
Por consiguiente, el rector debe ser ante todo el coordinador de los
moderadores, a fin de favorecer la cooperación con su oficio y la
cooperación entre ellos en el desempeño de sus propios oficios,
tutelando siempre, como es lógico, el ámbito de la conciencia
(RFZ'S, n. 29). En el trato de los asuntos, el rector, a no ser que la
.autoridad competente lo haya establecido de otro modo para de-
terminadas cuestiones, representa al seminario que, erigido legíti-
mamente, goza de personalidad jurídica (can. 238). Además, en
cuanto que el seminario está exento de la jurisdicción parroquial,
el rector desempeña el oficio de párroco para todos los que se
. encuentran en el seminario, con excepción de la materia matrimo-
nial y respetando lo dispuesto en el canon 985 (can. 262). "El rec-
tor tiene obligación de emitir personalmente la profesión de fe
Cf EV7/576.
y el juramento de fidelidad cuando comienza a ejercer su cargo"
(can. 833, Q 6) 9.
En su gobierno diario del seminario el rector está ayudado por
el vICERRECTOR, cuyas funciones no se determinan en el Código
(can. 239, tj 1);pero de todas formas nunca puede ser considera-
do como un doble órgano de dirección del seminario respecto al
rector.
c) Los profesores
d) El prefecto de estudios
114. El moderador o PREFECTO DE ESTUDIOS tiene una doble
función: la de moderar todo el plan de estudios, de forma que los
profesores, al enseñar las diversas disciplinas, respeten y pongan en
evidencia la unidad y la armonía de toda la doctrina de la fe, y de
esta manera los alumnos puedan darse cuenta de que han estudiado
una sola ciencia, evitando toda desorientación (can. 254, 5 1); y,
además, como hemos dicho, ayudar al rector a conseguir que los
profesores desempeñen rectamente su función (can. 261,§ 2).
e) El director espiritual
j i
f) El moderador de la vida espiritual
116. El MODERADOR DE LA VIDA ESPIRITUAL, del que habla el
canon 246, 4 4, es una figura distinta del director espiritual. Se
trata de un sacerdote elegido libremente por el alumno, incluso
externo al seminario, que no recibe ningún encargo oficial, y al que
el alumno pueda abrir con mayor confianza su propia conciencia.
La función del moderador de la vida espiritual es la de la dirección
de la conciencia del alumno, escuchando eventualmente sus confe-
siones y expresándole su parecer sobre la idoneidad para recibir las
órdenes sagradas. La razón de la doble figura del director espiritual
y del moderador de la vida espiritual dimana de una doble nece-
sidad: por una parte, que el obispo encargue de modo oficial a
alguien que en el seminario sea de plena confianza en cuanto a
la doctrina, la piedad y las costumbres y que, consiguientemente,
actúe de alguna manera en su nombre para expresar al alumno su
parecer sobre la idoneidad a las sagradas órdenes; por otra parte,
tutelar la libertad más plena del alumno de escoger a un sacerdote
a quien abrir plenamente su conciencia, cosa que a veces, por
diversas razones, puede resultar difícil con el director espiritual.
Así, el moderador de la vida espiritual puede ser de mucha ayuda
al alumno, especialmente en los momentos de dificultad, incluso
después de la ordenación. Sin embargo, hay que decir que la figura
del moderador de la vida espiritual y la del director espiritual
coinciden si el alumno escoge a este último como guía de su con-
ciencia.
Dejando todo esto a salvo, pueden presentarse dificultades a las
que hay que encontrar solución. En efecto, si el alumno, una vez
informado el rector del seminario, escogiera libremente a un mode-
rador de su vida espiritual fuera del seminario y no tuviera ninguna
relación con el director espiritual, ¿cómo podría este último darle b
g) Los confesores
a) Formación espiritual
121. Según el canon 246, €j 4, y PDV 48, para que los alumnos
tengan una buena formación espiritual tienen que acercarse fre-
cuentemente al SACRAMENTO DE LA PENITENCIA (al menos una vez
al mes). Aunque el acceso a este sacramento sea un acto totalmente
personal que ha de cumplirse individualmente, no debe perderse,
sin embargo, de vista su índole litúrgica; por eso hay que formar al
alumno para que no confunda la dirección espiritual con el acto
litúrgico sacramental de la penitencia. El mismo canon 246, 5 3,
establece que hay que fomentar el CULTO A LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA,incluso por medio del rezo del rosario.
b) Formación lilúrgica
;*5c
v
. - del presbiterio diocesano y puedan cumplir así la obligación de
al unidad establecida por el canon 275,g 1, y acoger la recomendación
;is de practicar la costumbre de vida común contenida en el canon 280.
,- n
..L Por eso es conveniente que durante el tiempo de formación sean
Y introducidos gradualmente en la vida del presbiterio para que apren-
a dan a cooperar con los demás en la actividad pastoral.
124, La formación en la observancia del ESTADO CELIBATA-
RIO, establecida por el canon 247, ¿j1, es parte integrante de la
formación espiritual general para que los alumnos sepan apreciar
el celibato como un don peculiar de Dios (cf can. 277, 4 1). En
efecto, aunque la formación en el celibato puede ser considerada
también bajo la luz de las ciencias humanas de la educación, éstas,
sin embargo, aunque pueden ser de gran ayuda, son insuficientes
para una formación integral del futuro sacerdote en cuanto que
debe considerarse siempre la acción de la gracia de Dios y la nece-
sidad de la observancia de las normas ascéticas. Es fundamental la
unión profunda con Cristo y la penetración cada vez más conven-
cida en el misterio de la Iglesia. La formación en el seminario debe
ser tal que los alumnos lleguen a considerar el celibato en estrecha
conexión con las otras virtudes evangélicas de la pobreza y de la
obediencia, en cuanto que deben considerarse al mismo tiempo
como don de gracia y como compromisos inscritos en la misma
consagración al ministerio sacerdotal. El candidato al sacerdocio
debe ser plenamente consciente de que consagrándose a Cristo en
el ministerio asume aquella forma de vida evangélica que escogió el
mismo Jesucristo. Siendo entonces la misión del sacerdote una
participación particular en la misión apostólica de Cristo, las vir-
tudes evangélicas están al servicio de la misma caridad pastoral.
Desde esta perspectiva el candidato puede 'percibir mejor el valor
positivo del celibato, de modo que no lo reduzca simplemente a
una imposición de la ley eclesiástica, lo cual sería muy negativo y
reductivo, sino que lo reciba como un don del Espíritu, como un
carisma que da una nota característica a la vida sacerdotal, que
asume de este modo el valor más pleno de una oblación pública
frente a la Iglesia.
Puede comprenderse bien entonces que los alumnos del semi-
nario deben ser guiados a la adquisición de una verdadera madurez
humana, especialmente afectiva y..al mismo tiempo espiritual so-
brenatural, puesto que sólo los que alcanzan esa madurez no se
sienten bajo la simple coacción extrínseca de la ley canónica ni
consideran las normas ascéticas como cautelas impuestas desde
fuera, sino que se perciben bajo la luz de una vocación especial a
un amor mas exclusivo a Dios y al prójimo. La C A S T I D A D E N LA
VIDA D E CELIBATO no puede considerarse como una especie de
tributo que haya que rendir a Dios, sino como un don recibido de
la misericordia de Dios. Por tanto, se necesita una madurez huma-
na y sobrenatural considerable para que el candidato alcance un
fuerte sentido de responsabilidad y una verdadera libertad (RFIS,
n. 48; PDV 43-44; 50) 13. Para que los alumnos puedan hacer una
opción consciente, según el canon 247, 5 2, tienen que haberse
hecho claramente conscientes de los deberes y de las cargas que
proceden de la asunción de las órdenes sagradas, sin ninguna reti-
cencia -precisa el canon- sobre las dificultades de la vida sacer-
dotal. Hay que ayudar al candidato a tomar conciencia de sus
capacidades reales. Si acaso surgieran ciertas carencias que pusieran
en duda la idoneidad del alumno, habrá que ayudarle a escoger
otro estado de vida. Dejando siempre a salvo el derecho a la propia
intimidad sancionado en el canon 220, puede pedirse la ayuda de
un psicólogo. Tiene tanta importancia el sentido de responsabilidad
tanto del candidato a las órdenes como de los superiores que lo
tienen que admitir, que -como veremos- es posible la dispensa
de la carga del celibato en los casos en que el candidato no debería
haber recibido la ordenación por falta de la debida libertad o del
sentido de responsabilidad, o bien en los casos en que los superiores
competentes no supieron valorar con prudencia si el candidato era
realmente apto para la vida celibataria (cf n. 156).
125. Parte de la formación espiritual es también la formación
en la OBEDIENCIA, de la que habla el canon 245, ¿j 2. Esta formación
es seriamente necesaria para que el candidato pueda luego cumplir
con la obligación sancionada por los cánones 273 y 274, 5 2. Los
moderadores del seminario tienen que formar a los alumnos en una
verdadera y madura obediencia (RFIS, n. 50); y para obtener esto
tienen que regular la vida del seminario de manera sobria, pero al
mismo tiempo firme, de tal manera que se observen las normas,
pero se apliquen también con flexibilidad, para que los alumnos
adquieran la libertad interior y la capacidad de darse a sí mismos
una regla de vida personal.
126. Los alumnos del seminario deben cultivar ya un ESPÍRI-
T U DE POBREZA para que puedan un día cumplir con la obligación
'3 Cf PABLO VI, Cart. enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 junio 1967, nn. 19-25; 60-72, en
"AAS" 59 (1967) 654-704; E V 2/ 1415-15 13; CONGR. ED. CAT.,Instr. IZ presente sussidio,
1 1 abril 1974, en E V 51 195-426.
que impone el canon 282, adquiriendo la debida libertad de los
hijos de Dios en el uso de los bienes temporales, liberándose de lo
superfluo (PO 17; RFIS, n. 50).
1
d) Formación misionera
i e) Formación doctrinal
a) Fines y modos
128. El FIN PRIMARIO de la formación doctrinal, según el ca-
non 248, es el de preparar a los seminaristas a poder cumplir con-
venientemente en el futuro su misión de maestros del pueblo de
Dios (PDV 51). Esta formación guarda estrecha relación con la
vida de fe y la vida espiritual de los alumnos, en cuanto que la
misma fe, sostenida por una sana doctrina, es alimentada por ella.
Según los cánones 249-252 y la RFIS, números 59-64, la formación
doctrinal tiene que comprender:
1) un complemento, si es necesario, de la formación en las
letras y en las ciencias una vez terminado el curso de estu-
l4 Cf CONGR.
Ev., Cart. circ. Nello studio di rinnovamenio, 17 mayo 1970, n. 15, en EV
312503.
dios previsto por el canon 234 y por la RFZS, número 16;
2) un tiempo de formación filosófica;
3) un tiempo de formación teológica.
d) Estudios de teología
13 1. En el canon 252,§ 1, y en la RFIS, número 76, encontra-
mos un triple FIN de los estudios teológicos: conocer toda la doc-
trina católica; alimentar en ella la propia vida espiritual; adquirir la
aptitud para anunciar el evangelio (OT 16; PDV 53). En efecto, los
futuros presbíteros tienen que anunciar el evangelio en un mundo
cada vez más secularizado e indiferente, estando además dispuestos
al diálogo ecuménico, al pluralismo teológico, al enfrentamiento
con las nuevas situaciones eclesiales o bien a los problemas que
surgen del mundo social o de las ciencias humanas 17. Las diversas
disciplinas teológicas, como ya hemos señalado, tienen que ense-
ñarse de manera que aparezca la íntima conexión que hay entre
ellas (PDV 54). Hay que admitir, incluso muchas veces por motivos
pastorales, cierto pluralismo teológico entre los profesores del se-
minario; pero este pluralismo no debe perturbar la unidad de la fe
ni debe comprometer el respeto al magisterio de la Iglesia y al
sensusfidelium 18.
132. Hay que dar un peso especial a la enseñanza de la Sagra-
da Escritura, que debe considerarse como el alma de la teología y
ha de informar, por tanto, a todas las disciplinas teológicas (OT 16;
DV 24; can. 252, 5 2; RFIS, n. 78). Según el canon 252, 5 3, y la
RFIS, número 79, la teología dogmática debe enseñarse de modo
integro y sistemático; no hay que considerar suficiente un conjunto
de cursos monográficos. Tiene que basarse en la Sagrada Escritura,
en los santos padres de Oriente y Occidente 19, la historia del dog-
l7 Cf CONGR. ED. CAT.,Instr. Tra i molteplici segni. 22 febrero 1976, nn. 4; 10-15; 64-
66, en EV 5 / 1769; 1775-1780.
l8 Cf ib, en EV511831-1833.
l9 Cf CONGR. ED. CAT,,Instr. Inspectis dierum, 10 noviembre 1989, en "AAS" 72 (1990)
607636; E V 1 1 / 283 1-2897.
ma, y proponer una síntesis especulativa a fin de penetrar m&
íntimamente en los misterios de la salvación, siguiendo sobre todo
la doctrina de santo Tomás (OT 16c). En el curso de teología moral
los problemas tienen que verse en la perspectiva de la vocación
cristiana como vocación a la santidad en la caridad, y por tanto de
las obligaciones que de allí brotan, de tal manera que los alumnos
puedan encontrar su solución a la luz de la revelación. Los proble-
mas que se refieren al comportamiento moral del cristiano no pue-
den resolverse, efectivamente, sólo a la luz de las ciencias positivas,
como la psicología, la sociología, la medicina, etc. El estudio de la
teología moral tiene que tender a hacer resurgir en las conciencias
de los hombres el sentido de la virtud y del pecado. El estudio de
la teología moral se completará con el curso de teología espiritual,
que entre otras cosas tiene que comprender el estudio de la teología
y de la espiritualidad del sacerdote y de la vida consagrada para la
profesión de los consejos evangélicos. El curso de teología pastoral
tiene la finalidad de ilustrar los principios teológicos de la actividad
eclesial, a través del cual se hace presente la voluntad salvífica de
Dios por medio de los diversos ministerios e instituciones.
Una finalidad eminentemente pastoral tiene que tener el estudio
del derecho canónico, en cuya enseñanza hay que indicar los fun-
damentos teológicos generales en relación con la antropología, la
teología moral y la eclesiología, y los fundamentos teológicos par-
ticulares de cada una de las instituciones jurídicas que se explican.
En efecto, los futuros sacerdotes tienen que asimilar los principios
y las normas jurídicas para hacer de ellas un uso pastoral: una vez
captado el espíritu de la norma, que es siempre una previsión
general, se la tiene que aplicar a la situación concreta para el bien
espiritual de los fieles, bien como individuos, bien como comuni-
dad. Según la carta circular Postremis hisce annis, del 2 de abril de
1975 (111, 1-6) de la Congregación para la educación católica sobre
la enseñanza del derecho canónico en los seminarios y escolastica-
dos de los institutos religiosos, no ha de faltar, ni en los primeros
ni en los segundos, una cátedra de derecho canónico cuya disciplina
tiene que contarse entre las necesarias. La Ratio institutionis sacer-
dotalis tiene que definir la materia que hay que enseñar, y la Ratio
studiorum de cada seminario debe indicar el número de horas que
se le asignan 20.
L a liturgia tiene que figurar entre las disciplinas principales y su
estudio tiene que hacerse no sólo bajo el aspecto jurídico, sino ante
20 Cf Postremis hisce annis. en EV 5 / 1221; 1233-1238.
todo bajo el teológico, histórico, espiritual y pastoral, mostrando
la estrecha conexión con las demás materias, de forma que los
alumnos puedan comprender que en las acciones litúrgicas se hace
presente y operante el misterio de la salvación (OT 16; S C 2; 10;
16). El estudio teológico tiene que completarse con el curso de
historia eclesiástica, que tiene la finalidad de hacer alcanzar un
verdadero sentido de la Iglesia y de la tradición; con un curso sobre
la doctrina social de la Iglesia y con otras disciplinas auxiliares
o complementarias, como las lenguas hebrea y la griego-bíblica
(RFIS. n. 80).
La Ratio institutionis sacerdotalis de cada nación tiene que pre-
sentar una lista de todas las disciplinas que se refieren a los estudios
teológicos, indicando brevemente su programa, el número de años
o de semestres y las horas semanales de clases señaladas a cada
una. Si por varias razones particulares esto fuera imposible, tiene
que indicarse al menos un programa que determine los puntos
generales más importantes de las materias (RFZS, n. 81).
l 1I
l
i
e) Estudios especiales
i) Formación permanente
172
pastoral; ejercicios espirituales, jornadas d e retiro y d e espirituali-
dad (PDV 76-77; 80; RFIS n. 101).
3. ADSCRIPCI~N
O INCARDINACI~N
24 Cf COD, 90.
25 Cf COD, 13-14.
26 Cf COD, 90.
27 Cf COD, 214.
28 Cf ses. XXI, Decr. De reform.. c. 11, en COD, 728-729.
el que fuese útil o necesario a su iglesia, de forma que no hubiera
clérigos vagos, y que los clérigos transeúntes pudieran celebrar los
sacramentos en otra diócesis sólo con las cartas de recomendación
de su ordinario 29. La disciplina de Trento, que vinculaba a los clé-
rigos con sus diócesis, estuvo en vigor hasta el siglo x V I I ~ , pero entre
tanto se fueron multiplicando los títulos de ordenación (de misión,
de servicio a la diócesis, a la Iglesia, de administración).
Dada la disminución de los beneficios en el siglo xix, los clérigos
se ordenaron comúnmente a título de servicio a la diócesis, de forma
que el obispo podía afirmar sus derechos respecto a los clérigos,
para retenerlos en su diócesis, incluso en contra de su voluntad. La
Congregación del concilio estableció en 1894 que el obispo, por
causa de las necesidades presenies en su Iglesia, podía prohibir in-
cluso a los presbíteros ordenados a titulo de patrimonio dejar su
diócesis y volver a llamarlos si se habían marchado sin su consenti-
miento. A este derecho del obispo correspondía su deber de sustentar
a los clérigos de su diócesis. La incardinación era entonces un medio
de subordinación de los clérigos a la autoridad y el título para su
sustento.
Los religiosos de votos solemnes, dada su pertenencia a un mo-
nasterio o comunidad, fueron ordenados desde el principio con el
título de pobreza o de profesión religiosa; los demás que vivían more
religiosorum (surgidos en el s. XVI),sin votos solemnes, estaban bajo
la disciplina común. Una vez reconocidas como religiosas las con-
gregaciones de votos simples (1901), éstas y las sociedades de vida
comun sin votos admitieron a las órdenes con el título de mesa
común.
El CIC 1917 establecía la necesidad de la incardinación o a una
diócesis (título de servicio a la diócesis) o a u n instituto religioso
(título de pobreza o de profesión religiosa o de mesa comun), a fin
d e evitar clérigos vagos. Se consideraba perpetuo y absoluto el vín-
culo con la diócesis (can. 117, 3 . 9 , pero no de forma rígida, ya que
se preveía la excardinación explícita (cáns. 112; 116), la implícita
(can. 114) y por la profesión religiosa (can. 115); sin embargo, se
desaconsejaba el paso de una diócesis a otra.
I de
3.2. Licencia de traslado
ea- 139. No se trata de excardinación o de nueva incardinación.
Según el canon 271 es el permiso para un tiempo determinado de
ice- residir y de prestar servicio en una diócesis distinta de la propia. El
clérigo sigue estando incardinado en su diócesis propia, y sus debe-
no. res y derechos tienen que establecerse por ACUERDO ESCRITO entre
el obispo propio y el de la diócesis a la que se traslada (§§ 1.2) 32.
eva El obispo diocesano, a no ser que lo necesite en su diócesis, no
debe negar a un clérigo la licencia de traslado a otra diócesis en
=. e donde hay una grave falta de clero y si lo considera idóneo para el
trabajo que va a desempeñar allí (§ 1).
y
" e El obispo diocesano puede llamar a su diócesis al clérigo que se
eva encuentre en otra diócesis, por justa causa, respetando la equidad
.º). respecto a los acuerdos que intervinieron con el obispo diocesano
,..
I ~• de la otra diócesis. El obispo de la diócesis que recibe al clérigo
puede por causa justa negar la licencia de seguir permaneciendo en
'0 su diócesis (§ 3). .
32 Cf CONGR. CLERO, Notas Direct. 'Postquam Apostoli, 23 marzo 1980, nn. 26-28, en
"AAS" 72 (1980) 361-362; EV 7/280-282.
177
sultores y sólo después de un año de sede vacante (can. 272). Los
miembros de los institutos religiosos, de los institutos seculares y
de las sociedades que tienen facultad para ello, se incardinan con
su incorporación perpetua o definitiva, a la que admiten los Mo-
DERADORES MAYORES (cf cans. 658; 723, $8 3.4; 735, 8 1). Un
clérigo incardinado en un instituto de vida consagrada o en una
sociedad de vida apostólica puede recibir el indulto para aban-
donarlo, con el que queda también excardinado, sólo si ha en-
contrado un obispo que lo incardine o al menos lo reciba a prueba,
por lo que después de cinco años queda incardinado en la diócesis
por el propio derecho, a no ser que el obispo lo haya rechazado
(cáns. 693; 727, 5 2; 743). La incardinación en una prelatura perso-
nal es dada por el prelado (cán. 295, ¿j1); la excardinación de la
misma, de modo análogo a los religiosos, con el abandono.
4. OBLIGACIONES Y DERECHOS
a) Obediencia
141. Los clérigos están obligados a un deber especial de obe-
diencia al sumo pontífice, en cuanto ordinario de la Iglesia univer-
sal, y al propio ordinario (can. 273), en virtud de la naturaleza
misma del orden sagrado, así como de la PROMESA PÚBLICA he-
cha en el momento de la ordenación. Por tanto, la obediencia no
debe ser solamente una ejecución externa de la ley o de un manda-
t o recibido, sino una adhesión interior de la voluntad madura a
los valores d e los que son portadores la ley o el mandato (PO 15;
PDV 28).
Se trata de OBEDIENCIA CANÓNICA: se extiende tanto como la
potestad del superior, que puede mandar solamente en conformi-
dad con el derecho universal o particular y según los fines espiri-
tuales propios de la Iglesia (cf n. 76). Si el mandato del ordinario
va en contra de un derecho o de una facultad reconocidos por el
derecho universal, el clérigo tiene derecho al recurso (can. 22 1, 8 1).
De la obligación establecida en el canon 273 se deriva la de
aceptar el cumplimiento fiel del ENCARGO CONFIADO por el propio
ordinario, a no ser que exista legítimo impedimento (can. 274,G 2),
que se tiene cuando se produce una grave incomodidad para el
clérigo, pero considerada en relación con las necesidades de la
Iglesia.
.-
-%
b) Celibato
a) Naturaleza de la obligación
33 PABLOVI, Cart. enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 junio 1967, nn. 14; 15; 21; 24; 29; 32,
en "AAS" 59 (1967) 662-663; 666-667; 668-669; 669-670; E V 2/ 1428; 1429; 1438; 1443; 1446;
JUANPABLO 11, Ep. Novo incipiente, 8 abril 1979, n. 8, en "AAS" 62 (1970) 127; E V 6/ 13 10-
1314.
, non 277, 5 1, desaparece toda alusión al sacrilegio en caso de vio-
lación, como hacia, por el contrario, el canon 132, § 1, del CIC
1917.
Para que la libre respuesta en el amor al don del celibato quede
reforzada, la asunción del mismo se hace por medio de una PRO-
MESA hecha antes de la ORDENACIÓN diaconal en un rito público
(can. 1037; cf n. 364) y en la misma ordenación. Tiene un carácter
consecratorio en cuanto que, aunque no se haga a Dios (seria un
voto), se hace por Dios (propter Deum), es decir, por causa de la
vocación divina y para responder a ella. También los religiosos,
derogando el canon 1037 (cf n. 364), asumen el celibato en la or-
denación; por tanto, si dejan el instituto, la dispensa de los votos y
la del celibato eclesiástico son dos actos formalmente diversos
(cf Congr. Culto Div. - Disc. Sacram., Decr. Ritus ordenationis, en
"ASS" 82 [1990] 827).
La mañana del jueves santo se invita a todos los sacerdotes a
renovar el acto de consagración de Cristo con que prometieron
cumplir las obligaciones sacerdotales, en particular la observancia
del celibato y la de obediencia a su ordinario, y dedicarse al servicio
de la Iglesia 34.
b) Sujetos
34 CONGR. Cart. circ. Inter ea, 4 noviembre 1969,n. 8,en "AAS" 62 (1970)127;
CLERO,
E V 3/1759.
35 PABLOVI, Carta ap. al card. 1. Villot, Le'dichiarazioni resepubbliche, 2 febrero 1970,
en "AAS" 62 (1970)101;E V 3/1966. ,
39 Cf COD, 7.
40 Cf MANSI,t. XX, cÓ1.413-417.
4' Cf COD, 191.
42 Cf MANSI,t. XXI, col. 489-490.
continencia y del celibato y la nulidad del matrimonio contraído por
clérigos y religiosos 43.
Después del concilio Lateranense 11, Alejandro 111 dispone que
para que un hombre casado sea promovido al episcopado, la mujer
debe entrar en religión, mientras que si se trata de los otros grados
jerárquicos, la mujer debe hacer voto de ~ o n t i n e n c i a ~ ~ .
Dado el estado de decadencia moral de los clérigos durante los
siglos X I V y XV, el concilio de Trento (1545-1563) regula de nuevo
esta materia, confirmando la nulidad del matrimonio contraído por
clérigos o religiosos45, prohibiendo a los clérigos tener en casa con-
cubinas u otras mujeres sospechosas o tratar frecuentemente con
ellas, estableciendo censuras como la privación de los beneficios, la
suspensión o la excomunión, según la gravedad de las violaciones 46.
Además de Pablo VI y de Juan Pablo 11, a los que ya nos hemos
referido, los recientes pontífices, como Pío XII 47 y Juan XXIII 4*,
confirmaron varias veces.la disciplina tradicional.
En la Iglesia oriental, tanto católica como ortodoxa, la praxis está
regulada por las normas dadas por el concilio Trulano o de Quini-
sexto (692), que establece para los obispos la continencia absoluta
(cáns. 12; 48); para los subdiáconos, diáconos y presbíteros, por el
contrario, la prohibición de contraer nupcias después de la ordena-
ción (can. 6) y el permiso de cohabitación con la mujer, si se casaron
antes de la ordenación (can. 13)49. Sin embargo, los cristianos del
Malabar, los sirios y los coptos católicos no siguen esta disciplina.
1 c) Simplicidad de vida
a) Espíritu de pobreza
Cf COD, 198.
43
Cf X, 111, 32, 5 y 6.
45 Cf ses. XXIV, Decr. De sacram. matrimonii. c. 9, en COD, 755.
46 Cf ses. XXV, Decr. De reform. gen.. c. XIV, en COD, 792-793.
47 Cf EX. apost. Menti nostrae. 23 septiembre 1950, en "AASn 42 (1950) 663-665; Cart.
enc. Sacra virginitas, 23 marzo 1954, en "AAS" 46 (1954) 16 1-1 9 1 .
48 Cf Cart. enc. Sacerdotii nostri, 1 agosto 1959, en "AAS" 51 (1959) 554-556.
49 Cf MANSI, t. XI, col. 943; 946-947; 966.
las enseñanzas del Señor y del ordenamiento de la Iglesia (PO 17b).
Además, los bienes eclesiásticos propiamente dichos deben ser ad-
ministrados según la norma de las leyes eclesiásticas y utilizados
para aquellos fines para los que la Iglesia los puede poseer, es decir,
el culto divino, la digna sustentación del clero y el mantenimiento
de las obras de apostolado y de caridad, especialmente para los sustenti
pobres (PO 17c; can. 1254, 5 2). De
Por lo que se refiere a los bienes recibidos para el ejercicio de a las nt
un oficio eclesiástico que exceden las necesidades del sustento y del ancian
cumplimiento de los otros deberes de estado, el canon 282, 5 2, social
invita a los clérigos a emplearlos para el bien de la Iglesia y para gozar
obras de caridad, y no para aumentar los recursos de su propia constil
familia (PO 17c). Sigue en pie la invitación que hace el concilio a § 2)*.
los clérigos de abrazar la POBREZA VOLUNTARIA, para conformarse
1
I
de manera más evidente a Cristo y poder desempeñar mejor su
ministerio (PO 17d). En efecto, los presbíteros y los obispos deben
Dc
canor
evitar todo lo que de cualquier forma pueda mover a los pobres a tiemp
apartarse de ellos, y por tanto deben eliminar toda huella de va- y el d
nidad de sus propias casas; su morada ha de ser modesta y estar profe
accesible a todos (PO 17e; PDV 30). aunq
sició~
diácc
b) Remuneración y asistencia social
186
remuneración debe ser suficiente para las necesidades de la propia
"ida, para la justa retribución de los que dependen de él y para salir
al encuentro de las necesidades de los pobres (PO 20a). El ca-
non 28 l , 5 l , está en conexión estrecha con el canon 1274, tj l , que
trata de la INSTITUC1dN ESPECIAL DIOCESANA organizada para la
sustentación del clero.
De la previsión social se trata en el canon 281,§ 2, para atender
a las necesidades del clero en caso de enfermedad, de invalidez o de
ancianidad. Ante todo, los clérigos deben gozar de la asistencia
social que les correspondería por ley civil; para los que no pueden
gozar de ella, hay que proveer mediante una institución especial
constituida por disposición de la conferencia episcopal (can. 1274,
0 2) *-
De la condición especial de los DIÁCONOS CASADOS se ocupa el
canon 281, 5 3. La remuneración de los casados que se dedican a
tiempo pleno al ministerio debe ser suficiente para el sustento suyo
y el de su familia; sin embargo, los que perciben una paga por su
profesión civil deben proveer con ella a si mismos y a su familia,
aunque ha de considerarse justo que, si la diócesis tiene a su dispo-
sición medios económicos, el obispo cargue con los gastos que el
diácono tuviese que afrontar en el desarrollo de su ministerio.
* La CEE, a tenor de los cánones 281 y 1274 sobre sustentación de los clérigos, ha
dictado normativa especial sobre Fondo para sustentación de los clérigos con servicio
diocesano, fuentes, administración y reglamento del mismo (2.0 DG, arts. 10, 11, 13 y 14);
así mismo ha establecido el Fondo Común Interdiocesano, regido por el "Reglamento de
ordenación económica de la Conferencia episcopal" (2.0 DG 1985, art. 9); ha fijado una
dotación básica mínima para los sacerdotes con plena dedicación diocesana, susceptible de
otros complementos necesarios para dotación congrua, determinados por cada obispo dio-
cesano; y normas de retribución de sacerdotes en instituciones no diocesanas sobre percep-
ción directa o indirecta a través del obispado (DG 1985 [materia económica], arts. l. 1 y 2).
Por otra parte, de forma concertada con el Estado y la CEE, la Seguridad Social del Clero
en España se regula por las siguientes normas: Real Decreto 23981 1977, de 27 de agosto, del
Ministerio de Sanidad y Seguridad Social, por el que se regula la Seguridad Social del Clero
("BOE" 19 septiembre 1977, p. 20987); Orden ministerial de 19 de diciembre de 1977 por la
que se regulan determinados aspectos de la inclusión del clero en la Seguridad Social
("BOE" 31 diciembre 1977, p. 28478); Resolución de la Dirección General de Régimen
Jurídico de la Seguridad Social sobre criterios para cumplimiento del citado Real Decreto
("BOE" 13 noviembre 1979, pp. 26201-2). (Los tres documentos: "BOCEE" 15 [1987]
137-141).
e) Prohibición de tener actividades
de negocios y comerciales
5' Cf PABLO VI, Const. Ap. Laudis canticum, 1 noviembre 1970, n. 8, en "AAS" 63
(1971) 534; E V 312823.
52 CONGR. CULTO DIV.,Instr. gen. Publica et communis, 2 febrero 1971, nn. 28; 29, en
E V 41 162-165.
es menos rígida que la de los otros clérigos, debe ser definida por
la conferencia episcopal. La CEI ha establecido que están obligados
a rezar laudes, vísperas y completas 53.
4.0 Constituye verdadera obligación jurídica el participar en
los RETIROS ESPIRITUALES, según las disposiciones del derecho par-
ticular.
5.0 No debe descuidarse la ORACIÓNMENTAL regular (cotidia-
na), la frecuencia (una vez al mes) del SACRAMENTO DE LA PENI-
TENCIA, la DEVOCIONA LA VIRGEN M A R ~ A .
a) Actividades
b) Traje eclesiástico
56 Cf JUAN PABLO11, Ragioni date alla Commissione di riforma del CIC, en "Com." 14
(1982) 81; carta al cardenal vicario de 8 septiembre 1982, en "Oss. Rom." 18-19 octubre
1982.
Las determinaciones ulteriores se dejan a las normas dadas por la
conferencia episcopal y a las legitimas costumbres. La CEI ha
que en público el clero tiene que vestir el traje talar o
el clergyman ".
5. CESACI~N
DEL MINISTERIO SAGRADO
193
La dispensa de la obligación del celibato no puede considerarse
un derecho del clérigo, ya que éste ha asumido compromisos per-
petuos. Los CASOS en que puede concederla la Santa Sede son:
- sanción de situaciones irreversibles después de mucho tiem-
po que se ha dejado el sacerdocio;
- falta de libertad o responsabilidad en el momento de la
ordenación (cf nn. 357-360);
- falta de prudente valoración por parte de los superiores
sobre la idoneidad del candidato a la vida de celibato '*.
6. LASPRELATURAS PERSONALES
157. De las prelaturas personales en el concilio se trata en PO
1Ob, que se comprende bajo el título Distribución de los presbíteros
y vocaciones sacerdotales. Por una parte se encuentran en el con-
texto de las consideraciones que se hacen en todo el numero 10
58 Cf CONGR. DOCTR.FE, Cart. circ. Per litteras ad universos, 14 octubre 1980, nn. 3; 5,
en "AAS" 72 (1980) 1133-1 134; EV 71574-576; Normas proced. Ordinarius competens. en
"AAS" 72 (1980) 1136-1 137; EV 71574; 576.
59 Carta del cardenal secretario de Estado al prefecto de la Congregación del culto
divino y la disciplina de los sacramentos del 8 febrero 1989 (Prot. n. 230.139), en EV
1 1 12140.
Cf carta del cardenal secretario de Estado a1 prefecto de la Congregación para el culto
divino y la disciplina de los sacramentos del 13 abril 1989 (Prot. n. 230.1391 G.N.), en EV
14 / 2227.
la universalidad del presbiterado en cuanto tal, y por otra en
1 contexto de la institución de medios adecuados para favorecer
,a mejor distribución del clero y la actuación de iniciativas pas-
3rales peculiares para fines específicos que alcanzar tanto en el
rnbito de las Iglesias particulares como en el de la Iglesia universal.
,os medios que enumera PO 1Ob son: seminarios internacionales,
iócesis particulares, prelaturas personales y otras instituciones de
jte género, en las que podrán inscribirse o incardinarse los presbí-
:ros para el bien de toda la Iglesia, aunque respetando siempre los
e r e c h de
~ ~10s ordinarios de los lugares. En efecto, esos presbíteros
,~ercensu ministerio siempre dentro de una diócesis y al servicio de
la misma. En el concilio se hace una alusión a las prelaturas perso-
nales también en la nota número 4 de AG 2Og, donde se trata de la
necesidad de una formación específica del clero destinado a espe-
ciales obras pastorales, y en la nota número 13 de AG 27b, en el
.contexto del tratado de los institutos misioneros.
en- Por otra parte, el concilio no dice nada sobre la posibilidad de
nY una incorporación de laicos a una prelatura personal, ni tampoco
del 1 'de una colaboración de los mismos en sus actividades pastorales.
La ES 1, 4, en la línea del concilio, sitúa las prelaturas bajo la
al- rúbrica Reparto del clero y ayudas que hay que proporcionar a las
diócesis, y d a una normativa que se recoge casi al pie de la letra en
el Código, que, plenamente en coherencia con este documento y
con el concilio, desde el punto de vista sistemático, no comprende
las prelaturas personales entre las Iglesias particulares, ni las pone
en la parte 11 del libro 11, que trata de la constitución jerárquica de
la Iglesia, sino en el título IV de la parte 1 del libro 11, sobre los
fieles en general, entre el título 111, sobre los ministros sagrados o
clérigos, y el título IV, sobre las asociaciones de fieles. Es legítimo
deducir entonces que el legislador, habiendo cambiado en la ultima
etapa de la elaboración del Código la colocación sistemática y la
misma disciplina, quiso expresar su intención de no asimilar ni
equiparar las prelaturas personales a las Iglesias particulares, ni
considerarlas como pertenecientes a la constitución jerárquica de
la Iglesia, como hacían, por el contrario, los esquemas preparato-
rios del CÓdigo61, apartándose del concilio y de la ES 1, 4. En
efecto, si el legislador hubiera querido comprenderlas en esa cons-
titución jerárquica, las habría colocado en una nueva sección 111
de la parte 11 del libro 11, como el concilio habría tratado de ellas,
1.1. El Vaticano 11
158. El CIC 1917 consideraba de hecho la vida religiosa como
la única forma de consagración a Dios por la profesión de los
consejos evangélicos, cuyos elementos esenciales eran la vida en
común y los votos (can. 487). De este modo, las sociedades de vida
común sin votos se describían como una forma de vida que imita
el modo de vivir de los religiosos, a pesar de no ser institutos
religiosos (673, 5 1), tratándose de ellas al final de la parte sobre los
religiosos, por no encontrar mejor colocación en la sistemática del
Código.
El concilio se salió de este esquema reductivo, ya que no podía
menos de tomar en consideración a los institutos seculares, apro-
bados ya desde 1947, como forma distinta de vida consagrada, con
su propia peculiaridad y originalidad l . El capítulo VI de la Lurnen
gentium, a pesar de llevar por título "Los religiosos", entiende de
hecho bajo esta denominación a todos los que con votos o con
otros sagrados vínculos, semejantes por su naturaleza a los votos,
obligándose a la observancia de los consejos evangélicos, se entre-
gan totalmente a Dios sumamente amado, de manera que están
destinados al servicio y al honor de Dios con un título nuevo y
especial (LG 44a). Entonces, "religioso" no se entiende ya en el
sentido canónico del canon 487 CIC 1917, sino en un sentido teo-
lógico más amplio. La ampliación teológica de esta noción es más
explícita todavía en el decreto Perfectae caritatis, no sólo por el
1 Cf Pfo XII, Const. Ap. Provida Mater, 2 febrero 1947, en "AAS" 38 (1947) 114124.
199
hecho de que, a pesar de llevar por título "Sobre la renovación de
la vida religiosa", afirma abiertamente en el número Id que las
normas que da deben actuarse tanto en las familias religiosas como
en las sociedades de vida común sin votos y en los institutos secu-
lares, y no sólo por el hecho de que en el número 1 1 trata de los ins-
1
1
titutos seculares, de los que se dice expresamente que no son insti-
tutos religiosos, ni tampoco por el hecho de que entre los institutos
que menciona en el numero 8 comprende también implícitamen-
te las sociedades de vida común sin votos, sino sobre todo por el
hecho de que en el mismo número Id ofrece la esencia que deter-
mina la noción general de vida consagrada: la consagración me-
diante la profesión de los consejos evangélicos.
1.2. El Código
Cf A S 1111VIII, 131.
por un doble titulo: por el C A R I S M A propio y por la G R A C I A dada
para cumplir la propia vocación y ejercitar rectamente el carisma
recibido. Entonces es ante todo Dios el que consagra para sí a la
persona, para que ésta, con el don total de sí misma, se consagre a
él, asumiendo como norma de vida estable la profesión de los
consejos evangélicos y tienda así a la consecución de la caridad
perfecta (CONSAGRACIÓN PERSONAL: LG 44a; cáns. 573; 710; 731).
3. TIPOLOG~A
D E LA V I D A C O N S A G R A D A
I
165. La primera forma de consagración en la Iglesia fue la de las
vírgenes y la de los ascetas, por medio de la continencia, la renuncia
a los bienes, la oración y la penitencia. Apareció luego el monaquis-
mo, en el siglo Ir1 en Oriente y en el iv en Occidente, como búsqueda
de la santidad, a través de la separación del mundo, la pobreza, la
continencia, la mortificación y la penitencia, la contemplación de las
cosas divinas. El monaquismo primitivo tomó dos formas: primero
la eremítica o anacorética, en la soledad total (san Pablo: SS.11-111;
san Antón: SS. 111-IV);luego la cenobitica, con la vida en común bajo
el régimen de una regla, bien en Oriente (san Pacomio: s. Iv; san
Basilio Magno: s. iv) como en Occidente (san Martín: SS. iv-V;san
Agustin: SS. IV-v;san Patricio: s. IV; san Benito: s. vi; san Columba-
no: SS. VII-VIII).La vida monástica en sus orígenes era más bien
laical. Destaca en Occidente la regla de san Benito, según la cual los
monjes hacen los votos de conversión de las costumbres, de estabi-
lidad y d e obediencia, sometiéndose a la regla y al abad, que es su
intérprete, ayudado por el consejo y el capítulo. Al principio cada
monasterio era plenamente independiente (sui iuris), pero desde el
siglo IX los monasterios empezaron a reunirse en varias congregacio-
nes, entre las que destacan las de Cluny y de Citeaux, que dieron
origen a las órdenes.
Ya desde el siglo IX los canónigos llevaban una vida en común
bajo la regla de san Crodegango (s. VIII),de forma que en el siglo IX
surgieron los canónigos regulares, con la vida en común y la pro-
fesión de pobreza, ligados a las iglesias catedrales y colegiales
(cf n. 809). Al principio los monasterios eran autónomos (sui iuris),
pero más tarde empezaron a unirse en congregaciones (canónigos
lateranenses) o en órdenes (premostratenses).
E n el siglo XIII, para luchar contra las sectas heréticas y la deca-
dencia d e costumbres en la Iglesia, surgieron las órdenes mendican-
tes; entre ellas los primeros fueron los dominicos o predicadores, que
influyeron desde el punto de vista institucional en los franciscanos y
en los carmelitas. Lo especifico de estas órdenes es la vida fraternal,
la observancia rigurosa de la pobreza en común, la unión entre las
antiguas observancias monásticas y la vida apostólica, la combina-
ción -con las debidas diferencias entre instituto e instituto- entre
el sistema de gobierno personal y capitular, en los diversos niveles.
Por este tiempo comienza la práctica d e emitir los tres votos de
pobreza, castidad y obediencia.
206
En el siglo xiv, por reacción contra la reforma protestante, surgie-
ron los clérigos regulares (teatinos, jesuitas, barnabitas, somascos),
que unen el ministerio sacerdotal a la profesión religiosa, pero aban-
donando las observancias monásticas y asumiendo una forma de
gobierno centralizada y dinámica. Desde entonces empezaron a lla-
marse "órdenes" todos los institutos religiosos aprobados en la Igle-
sia, con votos solemnes. Por el mismo período surgieron las socieda-
des de clérigos y.de laicos, hombres y mujeres, que no hacían votos,
o bien hacían votos no reconocidos por la Iglesia como votos reli-
giosos, y que fueron luego llamadas "congregaciones". De este modo
se .llamaban también congregaciones las sociedades piadosas apro-
badas sólo por el obispo diocesano. La Compañía d e Jesús tuvo una
gran influencia sobre numerosas congregaciones modernas desde el
punto de vista institucional.
Desde el principio la vida monástica fue tanto masculina como
femenina; así las órdenes mendicantes tuvieron una segunda orden
femenina con sus propias reglas. Con la constitución apostólica
Conditae a Christo, del 8 de diciembre de 1900, de León XIII, las
sociedades piaddsas o pías uniones, que hacían votos simples, fueron
reconocidas como institutos religiosos con el nombre de congrega-
ciones.
Las sociedades de vida común sin votos (toda sociedad de vida
apostólica) surgieron en el siglo X V I para desarrollar actividades
apostólicas que se veían impedidas por la forma de vida religiosa de
la época (votos solemnes, vida regular, clausura para las mujeres).
Al principio, en algunas se emitían votos no reconocidos por la
Iglesia (privados), en otras no se emitía ningún voto y en otras,
finalmente, se hacían promesas o juramentos de observar las cons-
tituciones, etc. (oratorianos, sulpicianos, eudistas, padres blancos,
hijas d e la caridad, etc.).
El 2 de febrero de 1947, Pío XII, como hemos visto, con la Const.
Ap. Provida Mater aprobó los institutos seculares, como nueva
forma de vida consagrada.
. .. La Const.
166. *
Lumen gentium hace una triple clasificación
en relación con:
I
- el desarrollo histórico: vida solitaria y vida común (LG
43a);
- lafinalidad: vida contemplativa y vida apostólica (LG 46a);
- la autoridadjerárquica: institutos exentos y no exentos (LG
45b; cf CD 35,3).
4. CARISMACOLECTIVO DE UN INSTITUTO
I 4.1. Naturaleza
Cf PABLO VI, EX. Ap. Evangelica restficatio, 29 junio 1971, n. 11, en "AAS" 63 (1971)
503-504; E V 41 1010; CONGR. REL.E INST. SEC.Y CONGR. OB.,Notas direct. Mutuae relationes
(=MR),14 mayo 1978, nn. 1 1 y 12, en "AAS" 70 (1978) 473-506; E V 6/ 586-7 17.
2 ne- 4ue pertenece (por ejemplo. instituto religioso entregado a la con-
ndo templación, o bien a las obras de apostolado), su finalidad, el
'o
r
a),
por el que surgió el instituto (vida contemplativa, obras
articulares de apostolado, o bien testimonio silencioso en el propio
Pambiente),
ec- su espíritu o espiritualidad, el modo concreto de parti-
cipación en un aspecto del misterio de Cristo, y por tanto de estar
en relación con Dios y de obrar por el bien de los hermanos. Todo
-itu esto está ya presente en los orígenes del instituto, aunque se irá
:pi- luego desarrollando continuamente en el tiempo.
t ri-
Finalmente, hay que considerar el CARISMA DE CADA UNO de
10s miembros del instituto, bien como participación en el carisma
de colectivo, bien como carisma personal, dado por Dios para actuar
1' U su propia vocación en el instituto. Los carismas personales de los
na miembros, con tal que sean coherentes con el carisma colectivo de
el fundación, son un enriquecimiento del mismo, dado que un carisma
:!a se va clarificando y desarrollando cada vez más en la historia, en
continuidad con sus orígenes. De aquí se derivan las SANAS TRADI-
'3 CIONES que se actúan o en todo el instituto o en ciertas partes del
.*1 mismo, a veces bastante limitadas, y que pueden remontarse hasta
S muy atrás en el tiempo. Por esta razón la renovación de un instituto
'- consiste en el retorno continuo a las fuentes de toda forma de vida
'- cristiana y al espíritu primitivo, y al mismo tiempo en la adaptación
!- a las condiciones continuamente nuevas de los tiempos (PC 2).
S Entonces, el CARISMA COLECTIVO 0 PATRIMONIO del instituto,
- como manifestación del Espíritu que hace presente en la Iglesia un
- aspecto particular del misterio de Cristo, comprende el carisma
r colectivo de fundador o fundadora, el carisma colectivo de funda-
L
ción, los carismas personales de los individuos y las sanas tradicio-
nes (can. 578).
4.2. Tutela
169. L a fidelidad al propio carisma es algo esencial para la
vida de los institutos. Se trata de fidelidad al Espíritu que actuó en
la Iglesia suscitando un carisma particular de fundación. Bajo el
mismo impulso del Espíritu el fundador o la fundadora establecie-
ron unas formas institucionales, para que el carisma se perpetuase
en un determinado instituto (cf n. 36).
LOSELEMENTOS ESTRUCTURALES fundamentales contenidos en
el carisma de un instituto no pueden modificarse, so pena de me-
nospreciar el don del Espíritu. Son los siguientes:
I
- la estructura fundamental de gobierno, que está ligada a la
naturaleza, la índole y el fin del instituto (cáns. 587,s 1; 624;
625; 631, ¿j2; 632; 633; 717, tj 1; 734);
- el APOSTOLADO y las OBRAS PROPIAS ( c ~ s 577; . 578; 677,
1; 674; 675, l), que están estrechamente ligadas a la
espiritualidad del instituto y lo alimentan continuamente;
- el ESTILO DE VIDA, que ofrece el modo concreto de vivir íos
consejos evangélicos y la vida fraternal (cáns. 587, 5 1; 598;
602).
170. El carisma y los elementos estructurales fundamentales
están protegidos ante todo por el CUERPO LEGISLATIVO del instituto
(derecho propio), que se compone:
- de un código fundamental o constituciones (regla de vida)
que contiene:
la mente de los fundadores sobre .la naturaleza, el fin, el
espíritu y la índole del instituto;
las sanas tradiciones;
las normas fundamentales sobre el gobierno, la disciplina
de los miembros, su incorporación y formación, el objeto
de los vínculos sagrados (cáns. 587, tj 1; 578);
- de otros estatutos que contienen normas de aplicación
(can. 587, § 4).
Las constituciones, precisamente por el hecho de expresar el
carisma de fundación, necesitan una garantía de estabilidad parti-
cular, y por tanto deben ser aprobadas no sólo por el capítulo
general, sino también por la autoridad eclesiástica competente,
tanto en su primera redacción como en las modificaciones sucesivas
(can. 587, 5 2); los otros estatutos no necesitan esta misma estabi-
lidad, y por tanto son aprobados solamente por el capítulo general
(can. 587, 4).
171. Entonces, el deber fundamental de todos los miembros
es el de custodiar fielmente el carisma y los elementos estructurales
fundamentales en los que se expresa (can. 578). El instituto cumple
con este deber ante todo cuando se reúne el capítulo general, supre-
mo órgano normativo, que no puede disponer del carisma del
instituto, en cuanto que debe tutelar y promover una renovación
adecuada del instituto que se armonice con él (can. 631, 5 1). El
cambio de patrimonio carismático y fundacional de un instituto,
por parte del capítulo general, sería un acto ilegítimo, al que los
miembros del instituto no están obligados a obedecer, en cuanto
que no ~ u e d eordenarse nada contra ese patrimonio expresado en
las constituciones, de acuerdo con las cuales se han asumido los
evangélicos con votos u otros sagrados vínculos. A esta
-LI
9
de custodiar el carisma están sometidos todos los supe-
1 nores (can. 61% y especialmente el superior general, que debe ser
de las decisiones del capítulo general. De esta manera
'os iodos los demás miembros tienen que vivir el seguimiento de Cristo
98; por el evangelio, pero de la forma expresada en las
constituciones del propio instituto (can. 662).
La misma autoridad eclesiástica está comprometida en el deber
de guardar fielmente el carisma de los institutos. Una vez que ha
las constituciones, habiendo considerado auténtico el
carisma, la autoridad eclesiástica se ha hecho tutora de ese carisma
y debe hacer que viva y se desarrolle en la Iglesia (can. 576). Como
consecuencia de esto, la autoridad eclesiástica no puede modificar
los elementos estructurales fundamentales del instituto ni mandar
nada en contra de las constituciones. Precisamente por ello, todos
10s institutos tienen que gozar de una JUSTA A U T O N O M ~ ADE VIDA,
especialmente de gobierno, mediante la cual pueden valerse de una
~ r o p i adisciplina y conservar íntegro su patrimonio, que los mismos
ordinarios del lugar tienen que conservar y tutelar (can. 586). Esta
autonomía de los institutos no es una concesión de la autoridad
eclesiástica, sino un derecho congénito, que se basa en dos factores:
la naturaleza de la vida consagrada en cuanto tal y su posición
original en la Iglesia; y en dependencia de esto, como veremos
(cf n. 186), la naturaleza de la potestad ejercida en los institutos
por parte de los superiores y de los capítulos (MR, 13a). Además,
la amplitud de la autonomía de un instituto, y por tanto de la
potestad ejercida en él, depende del carisma particular y de su
posición en la Iglesia (de derecho diocesano, de derecho pontificio,
exenta).
a) Erección o constitución
b) Cambio
c) Supresión
175. De la supresión de una casa de cualquier tipo de instituto
religioso, incluso de derecho diocesano, erigida legítimamente, el
competente es el moderador supremo según norma de las constitu-
ciones, después de haber consultado al obispo diocesano (can. 616,
5 1). Se trata de una autonomía más amplia reconocida al institu-
to en el caso de erección de una casa o de cambio de su finalidad
apostólica, ya que no se requiere el consentimiento. Si el obispo es
contrario a la supresión, el moderador supremo del instituto puede
actuar como desee. La consulta al obispo diocesano se requiere por
dos motivos: por un lado hay que proceder siempre con mucha
prudencia, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia, antes de
llegar a la supresión de una casa, y por tanto de una obra apostó-
lica; por otro, el obispo debe tener tiempo para proveer al vacío
que se deja en el campo pastoral. Es evidente que si se trata de la
supresión de la única casa del instituto, la competencia recae en la
Santa Sede (can. 616, 2), ya que esa supresión significa la supre-
sión del instituto. Lo mismo vale para la supresión de un monas-
terio sui iuris de monjas (can. 609, § 2). Para una casa sui iuris de
I canónigos regulares o de monjes (can. 613) es competente el propio
~apítulogeneral, a no ser que las constituciones establezcan otra
cosa (can. 6 1 6 5 3).
5.3. Gobierno
c) Superiores locales
178. Son los que tienen POTESTAD solamente sobre los que
pertenecen a una casa determinada del instituto (can. 622). El tiem-
po de profesión perpetua o definitiva requerido para el nombra-
miento válido está determinado por el derecho propio (can. 623).
Si son elegidos, es necesaria la confirmación del superior mayor; si
son nombrados por él, hay que hacer antes una consulta apropiada
(can. 625, tj 3).
e) Modalidades de gobierno
1) Tiempo en el cargo
11 Cf PABLOV I , Al. a los superiores generales, 1 1 febrero 1958, en "AAS" 50 (1958) 154.
228
1a exención de 10s religiosos en lo que atañe a su actividad apostó-
lica (CD 35,3 y 4; MR, n. 44) 1 2 , ésta no puede reducirse sólo al
orden interno de 10s institutos, puesto que no está definida sólo por
las constituciones del instituto o por el derecho común, sino por los
documentos pontificios que en cada caso conceden la exención y
oportunamente la amplían o la restringen. La exención enton-
ces, precisamente por estar constituida por un acto personal prima-
,ial del romano pontífice, no se puede reducir simplemente a la
sta autonomía de que habla el canon 586 y que corresponde a
,dos los institutos indistintamente. Además, el mismo concilio no
a, limitado la exención sólo al orden puramente interno de los
institutos, ya que CD 35,3, recogido al pie de la letra por MR,
número 22b, dice que la exención atañe principalmente (potissi-
mum) al orden interno, y por tanto no exclusivamente a él. En
recordando a P C 2b, M R , número 22c.d.e, vincula estre-
ham mente la exención a la actividad apostólica de los institutos
exentos. Y no puede menos de ser así, dado que la naturaleza de un
instituto exento que ejerce obras apostólicas se realiza precisamente
en la actividad apostólica (PC 8a).
Los superiores mayores se pueden reunir en CONFERENCIAS o
CONSEJOS para que cada instituto, conservando la autonomía, la
índole y el espíritu propios, puedan alcanzar mejor sus fines, y para
que se establezcan relaciones de coordinación y de cooperación
con las conferencias episcopales y con cada obispo (can. 708).
Estas conferencias o consejos tienen que tener unos estatutos apro-
bados por la Santa Sede, que los erige además en personas jurídicas
y bajo cuya dirección siguen existiendo (can. 709). No tienen auto-
ridad sobre cada instituto en particular.
los d) Administración
a) Noviciado
c) Documentos e informes
l4 Ib, n. 53.
237
por las constituciones, la AUSENCIA durante más de tres mes
continuos o no, de la comunidad de noviciado lo hace inváli
(can. 649, tj 1).El superior mayor puede adelantar, pero no más
quince días, la primera profesión (5 2).
201. Toda la comunidad de noviciado tiene que sentirse en-
cargada de una función formativa, con su ejemplo de vida consa-
grada a Dios y a los hombres (can. 652, § 4), pero al mismo tiempo
cada uno de los miembros de la comunidad debe respetar la función
que desempeña el MAESTRO DE NOVICIOS y nadie Puede sustituir-
lo. Es una función personal que no puede desarrollar un grupo
(can. 650). El maestro puede tener COLABORADORES, pero la res-
ponsabilidad del noviciado y de la relación directa y personal con
los novicios tiene que ser sólo suya (can. 651, 2) 15. Salvo el
derecho propio de algunos institutos, el maestro de novicios y su
ayudante pueden oír las confesiones de los novicios sólo si, en
casos particulares, se lo piden espontáneamente (can. 985).
202. Durante los doce meses canónicos los novicios no deben
aplicarse al estudio o a tareas que no sirvan a la FORMACIÓN
propia del noviciado (can. 652, tj 5), que debe consistir: en el des-
arrollo de las virtudes humanas y cristianas; en la introducción en
la oración y la abnegación, la contemplación del misterio de la
salvación y de la lectura de la Sagrada Escritura; en la preparación
al culto divino en la liturgia; en la experiencia de la práctica de los
consejos evangélicos; en el estudio de la índole y del espíritu, del fin
y de la disciplina, de la historia y de la vida del instituto; en el
cultivo del amor a la Iglesia y a sus pastores (can. 652, 2). En los
institutos que tienen dos años de noviciado, los novicios pueden
ejercer un trabajo profesional a tiempo completo, pero sólo si
dicho trabajo corresponde efectivamente a la finalidad apostólica
del instituto, si lo hace en el segundo año de noviciado, si contri-
buye a completar la formación y si constituye una verdadera acti-
vidad apostólica ' 6 .
203. El novicio puede dejar libremente el noviciado, así como
puede ser despedido por la autoridad competente; transcurrido el
tiempo canónico, el novicio es admitido a la profesión temporal o
es despedido; si hay alguna duda, puede retrasarse la profesión,
según la norma del derecho propio, pero no más de seis meses
(can. 653).
l l7 Cf ib, n. 56.
- que sea expresa y libre;
- que sea recibida por el superior legítimo o por su delegado
(can. 656).
205. La formación en este período no debe ser inferior a tres
años ni superior a seis (can. 655), y debe tener la finalidad de
introducir más profundamente en la vida del instituto para vivir.
la más plenamente y para cumplir la misión propia del mismo
(can. 659, fj 1).
Por eso la formación tiene que plantearse según la naturaleza,
la índole y el fin apostólico del instituto (can. 659, fj 2).
i
Así pues, debe ser sistemática, acomodada a la capacidad de los
miembros, espiritual y apostólica al mismo tiempo, doctrinal y al
mismo tiempo práctica; donde sea necesario tiene que dirigirse a la i
consecución de títulos civiles o eclesiásticos (can. 660, 5 1). Por (
c) Incorporación perpetua
18 Cf ib, n. 63.
t
a ere los nueve asos ($ 2). La profesión perpetua puede anticipar-
d
P
se no más de tres meses ($ 3).
para la VALIDEZ de la profesión perpetua, además de las condi-
i .,iones para la temporal (can. 656), se requiere:
- haber cumplido veintiún años;
- la ~rofesióntemporal de al menos tres años, salvo el caso de
anticipación de no más de tres meses (cáns. 657, Ej 3; 658).
d) Formación permanente
" 21
P '.e
"C-
.-!r-
210. Es propio de los institutos religiosos el hecho de que la
,ida fraternal sea vivida en COMUNIDAD (can. 670, ¿j 2); por consi-
piente, los religiosos tienen que vivir en la propia casa religiosa,
en donde tienen que observar la vida común y de donde pueden
ausentarse sólo con licencia del superior (can. 665, ¿j1). Esto se
relaciona con el hecho de que la comunidad religiosa tiene que
vivir en una casa legítimamente constituida bajo la autoridad de un
superior (can. 608).
b) Ausencia
21 1 . Se d a ausencia cuando el religioso vive de día y de noche
fuera de su casa religiosa, no observando entonces la vida común.
Esta ausencia sólo es LEGÍTIMA si hay licencia del superior, que
puede ser también local. Ésta será oral o escrita, explícita o implí-
cita (por ejemplo, si el religioso esta comprometido en una activi-
dad apostólica que supone vivir algún tiempo fuera de la casa
religiosa), según el derecho propio o las costumbres del instituto o
incluso sólo de la casa. Para una ausencia PROLONGADA por justa
causa, es necesaria la licencia del superior mayor, con el consenti-
miento de su consejo. Esta licencia no puede ser por un tiempo
superior a un año, a n o ser que se dé por motivos de salud, de
estudio o de apostolado, que se ha de desarrollar en nombre del
instituto (can. 665, tj 1);en estos casos la licencia puede ser para un
tiempo indeterminado, es decir, para todo el tiempo necesario.
Pero hay que advertir que el apostolado debe desarrollarse en
nombre del instituto, es decir, deben ser los superiores los que se lo
confiaron o quienes lo reconocieron.
En el caso de una ausencia prolongada debe sopesarse seria-
mente la gravedad de las causas, ya que el deber de la vida común
es un deber primario del religioso y es tarea de los superiores
hacerlo respetar: es constitutivo de la misma vida religiosa
607, fj 2; 665, 5 1).
El ausente conserva plenamente todos sus derechos y deberes,
pero no está evidentemente obligado a aquellos deberes que son
propios de la vida común.
El sujeto no tiene ningún derecho al permiso de ausencia, y éste
puede ser revocado a juicio del superior competente. En caso de
revocación el religioso debe volver a su casa religiosa; de lo con-
trario, la ausencia es I L E G ~ T I M Ay se formaliza un acto de desobe-
diencia.
De esta manera, si el religioso renuncia a la licencia, el superior
debe recogerlo en casa.
Cuando el religioso se aleja ilegítimamente, con la intención de
sustraerse de la potestad de los superiores, es deber del superior
buscar solícitamente al religioso y ayudarle a volver y a perseverar
en su vocación (can. 665,g 2).
La ilegitimidad de la ausencia debe ir unida a la intención de
sustraerse de la potestad de los superiores. En efecto, pueden darse
ausencias ilegítimas, como en el caso de licencia dada inválidamente
(por ejemplo, por falta de consentimiento del consejo, o porque se
d a para más de un año, o porque no había causa grave), pero sin
darse el ánimo de sustraerse de la autoridad de los superiores por
parte del religioso. Al contrario, en el caso de negarse a volver a la
propia casa al terminar el plazo o al revocarse la licencia, o también
en el caso de que no haya habido licencia, se configura inmediata-
mente la ausencia ilegítima unida al ánimo de sustraerse de la
autoridad de los superiores, dado que la ausencia se d a o se prolon-
ga precisamente por un acto de desobediencia grave. Por eso, si el
religioso no quiere volver, se podrá proceder incluso a despedirlo,
según norma del canon 696, o bien a la exclaustración impuesta
que prevé el canon 686, 3. Es natural que antes de llegar a esto,
como prevé el canon, el superior tiene que buscar de todas las
formas posibles recuperar a la persona para que vuelva a la fideli-
dad. Esto puede hacerlo por medio de moniciones o también a
través de la aplicación de una pena justa,.sobre la base del ca-
non 137 l , 2.0, como, por ejemplo, la privación de los oficios que el
religioso tiene en el instituto o bien la suspensión del ejercicio de
sus derechos.
L/ . Clausura
212. La clausura tiene que adaptarse a la índole y a la misión
del instituto, y por tanto tiene que estar determinada por el derecho
lpio del mismo, pero de tal manera que en todo instituto una
Prc-te de las casas esté reservada sólo a los miembros de la comu-
nllf
xclaustraciÓn impuesta
1 3) Efectos de la exclaustración
Autoridad competente
i
I
1
El sujeto que vuelve al instituto de origen debe ser acogido por
éste con todos los derechos y deberes que tenía.
Por consiguiente, al acoger al sujeto, los superiores y la comu-
nidad deben tender a reintegrarlo plenamente, ayudándole al mis-
mo tiempo a valorar si su petición de paso y su regreso no denota-
rán, quizá, su inconstancia y, eventualmente, su falta de idoneidad
para la vida religiosa.
b) Salida del instituto
1) Salidalibre
:os
.a
I posibles para inducirlo a la-enmienda y, por tanto, a la perseveran-
cia en la vida religiosa.
Las CAUSAS por las que se puede comenzar el procedimiento de
expulsión según el canon 696, 5 1, deben ser al mismo tiempo
l
GRAVES, aunque no es necesario que se configure un delito propio
y verdadero; EXTERNAS (al menos constatables externamente), IM-
PUTABLES moralmente, jurídicamente PROBADAS o a través de la
I
1
confesión del expulsando o a través de testigos o por medio del
mismo procedimiento de las amonestaciones previstas por el canon.
Las causas señaladas en el canon 695, 5 1, no son taxativas, sino
ejemplares también para poder determinar otras causas. Como
puede verse por dicha lista, las causas comprenden faltas graves
respecto a las obligaciones fundamentales propias de la vida reli-
giosa, un comportamiento moral escandaloso, falta de adhesión
plena y sincera al magisterio de la Iglesia. El derecho propio del
instituto puede establecer otras causas de gravedad semejante; sin
embargo, para la expulsión de profesos con votos temporales el
derecho propio puede establecer causas menos graves (can. 696,
Cj 2). Si el derecho propio no establece nada respecto a las causas
de expulsión de los profesos temporales, hay que atenerse al ca-
non 696, Cj l . De todas formas, para esta categoría de profesos, si
no hay urgencias, se puede esperar a que termine el plazo de la
profesión y no admitirlos a la siguiente.
I 24
1323; EV 10144.
2' Ib.
AUT.CIC, Respuesta del 4 de diciembre de 1986, en "AAS" 78 (1986)
PONT.COM.INT.
profeso de votos perpetuos expulsado del instituto permanecía li.
gado por los votos.
Si el expulsado es un CLERIGO de votos temporales (que entró
en el instituto después de la ordenación), tiene que volver a la
diócesis en la que sigue estando incardinado incluso durante la
profesión temporal (cf cáns. 266,g 2; 268,§ 2); pero si es un clérigo
de votos perpetuos, entonces, dado que con la expulsión no está ya
incardinado ni en el instituto ni en ninguna diócesis, no puede
ejercer las órdenes sagradas hasta que encuentre un obispo que,
tras una prueba adecuada, lo incardine o bien lo admita ad expe-
rimentum según la norma del canon 693, o le permita al menos
ejercer las órdenes sagradas (can. 701).
Si luego el expulsado quisiera abandonar el estado clerical,
tanto en el caso de salida del instituto como de expulsión, tendrá d
que atenerse a lo que prescriben los cánones 290-292. h
C
i
C
d) Expulsión urgente a
235. Con la expulsión urgente inmediata de un religioso de la
casa en que vive, por obra del superior mayor, en caso de grave
escándalo externo y de peligro inminente de un daño gravísimo
para el instituto, o si hubiera peligro urgente, por obra del mismo
superior local con el consentimiento de su consejo, se pone a dis-
posición del instituto un instrumento eficaz para poner remedio a
una situación insostenible y muy perjudicial no sólo para el indivi-
duo, sino para todo el instituto o incluso sólo para una comunidad.
Sin embargo, el expulsado de esa manera sigue siendo religioso, ya
que no se trata entonces de una expulsión en el sentido que antes
veíamos. Corresponderá al superior mayor, si lo juzga necesario,
instruir el procedimiento de expulsión según las normas jurídicas o
ponerlo todo en manos de la Santa Sede, esperando su decisión
(can. 703).
Como se ve, en este caso lo que se quiere proteger ante todo es
el derecho del instituto o de una comunidad particular a no verse
envueltos en acciones delictivas cometidas por un miembro del
instituto sin que el propio instituto tenga en ello ninguna responsa-
bilidad. En efecto, si el mismo instituto, a través de sus superiores,
se viera implicado en la acción delictiva del religioso, la expulsión
sería ilegítima. El derecho del expulsado contra posibles abusos
por parte de los superiores queda protegido con la necesidad de
mir el procedimiento de expulsión o bien de dejar el asunto en
no, de la Santa Sede, cuando los superiores no fuesen capaces
resolver la cuestión, si faltan las causas para la expulsión.
6.1. Naturaleza
6.2. Miembros
270
~
E S ~ Ose lleva a cabo de forma diversa por los miembros laicos
or 10s clérigos. El carisma propio de los miembros LAICOS,en la
P
Yeculiaridad de su estado de vida, es el de ser fermento dentro de
P
, las estructuras temporales, dando testimonio de vida cristiana y de
fidelidad a SU propia consagración o bien ofreciendo también su
.-,laboración para el servicio de la comunidad eclesial, según el
;tilo de vida secular que les es propio (5 2). Vale aquí todo lo que
:mas dicho sobre el carisma de la vida laical y sobre la secularidad
f nn. 95-96).
Es propio de los miembros CLERIGOS, como don recibido del
~ ~ p í r i tel
u ,de ayudar a sus hermanos a vivir una peculiar caridad
apostólica a través del testimonio concreto de la vida consagrada,
sobre todo dentro del presbiterio y en el ejercicio de su propio
.ministerio para la santificación del mundo (5 3). Para los miembros
clérigos vale 10 que ya hemos dicho sobre la consagración ministe-
rial y el carisma del ministerio sagrado (cf n. 104).
Esto lleva consigo CONSECUENCIAS JURÍDICAS muy concretas.
Aun estando en el estado de vida consagradae(can.574), sin
los miembros no cambian su C O N D I C I ~ NC A N ~ N I Claical
A,
o clerical, en medio del pueblo de Dios (can. 711), precisamente
.para hacer posible su inserción apostólica plena en las estructuras
de la vida secular o eclesial, sin distinguirse en nada de los demás
fieles, laicos o clérigos. Por este motivo estos últimos se incardinan
generalmente en la diócesis y dependen en todo del obispo dioce-
sano, salvo en lo que se refiere a la vida consagrada en el propio
instituto (can. 715, 5 1); en efecto, si los clérigos se incardinaran en
el instituto, de alguna manera se apartarían respecto al presbiterio
de la diócesis en donde ejercen su ministerio, de forma análoga a
los religiosos, contradiciendo así el carisma propio de la seculari-
dad. En efecto, la posibilidad admitida por el canon 266, 5 3,
queda especificada en el canon 715, 5 2, en el sentido de que si
estos clérigos están destinados a las obras propias del instituto o a
funciones de gobierno dentro de él, dependen del obispo del mismo
modo que los religiosos. Se puede decir que en los institutos secu-
lares hay de alguna manera un DOBLE ESTADO: el de consagración
y el laical o clerical en medio del pueblo de Dios.
No son verdaderos y propios miembros del instituto aquellos
fieles que, asociados al mismo con algún vínculo determinado por
las constituciones, se comprometen a tender a la perfección evan-
gélica según el espíritu del instituto y a participar de su misión
apostólica (can. 725).
6.3. Estilo de vida
6.4. Gobierno
1 1
7.1. Naturaleza
247.Según el Código las sociedades de vida apostólica se
ASEMEJAN A LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA (can. 731,
8 1); por eso valen también para ellas los cánones 578-597 y 606
(can. 732; cf nn. 163; 168-181), en cuanto que sus miembros, a
pesar de no estar ligados por votos religiosos, buscan el fin apos-
tólico propio de la sociedad y, llevando una vida fraternal en co-
l
mún, tienden a la perfección de la caridad mediante la observancia
de las constituciones (can. 731, 5 1). En aigunas de ellas los conse-
jos evangélicos son asumidos con algún vínculo definido por las
constituciones; por eso están sometidas a los cánones 589-602
.(cáns. 731; 5 2; 732; cf nn. 162-163).
Ya hemos señalado cómo PC Id veía en las sociedades de vida
?común sin votos (así se llamaban entonces las actuales sociedades
de vida apostólica) una verdadera forma de vida consagrada, por
'el mismo estilo que las familias religiosas y los institutos seculares
(cf n. 158). Así las consideraban también los primeros esquemas
preparatorios del nuevo Código 28. Fue en mayo de 1980 cuando se
planteó el problema de si tales sociedades debían comprenderse en
la categoría de institutos de vida consagrada, o si había que tratarse
de ellas por separado, en una sección aparte. El problema se deri-
vaba de la gran variedad de dichas sociedades, ya que unas no
tienen ni votos ni otros vínculos, mientras que otras asumen los
consejos evangélicos con votos que -aun sin ser religiosos por sus
efectos- tampoco pueden considerarse como puramente privados,
(
7.2. Casas
1
248. Sobre la erección de una casa y la constitución de una -
comunidad, los derechos que de allí dimanan y la supresión, el
I
1
29 Cf ib, 13 (1981) 379-391. ,
F
277
a tenor de las constituciones; también al obispo diocesano en lo
que se refiere al culto público, la cura de almas y las activida-
des apostólicas, a tenor de los cánones 679-683 (can. 738, $5 1.2.9
cf nn. 217-219).
Según el canon 731, $ 1, es esencial a todas las sociedades de
vida apostólica, además de la prosecución del fin apostólico propio
de la sociedad, la vida fraternal en comunidad (can. 740). Pero es
curioso que el canon 602 sea aplicado por el canon 732 sólo a
aquellas que asumen los consejos evangélicos con algún vínculo
definido por las constituciones, y a las que se hace referencia en el
canon 731, tj 2, mientras que se debería aplicar a todas las socieda-
des. Vemos cómo se refleja aquí la dificultad que había surgido
I
para una definición unitaria de estas sociedades.
Las ausencias están reguladas por el derecho propio (can. 740).
El moderador supremo, con el consentimiento de su consejo, puede
conceder a un miembro incorporado definitivamente el indulto de
vivir fuera de la sociedad, pero no más de tres años, estando bajo
el cuidado de los moderadores, pero permaneciendo en suspenso
los derechos y los deberes incompatibles con la nueva condición; si
se trata de un sacerdote, es necesario el consentimiento del ordina-
rio del lugar en donde tiene que residir, del cual dependerá igual-
mente (can. 745).
Los miembros de la sociedad, según la norma del derecho pro-
pio, tienen la capacidad de adquirir, poseer y administrar sus pro-
pios bienes temporales y la de disponer de ellos, pero todo lo que
obtengan en consideración de la sociedad permanece adquirido
por ésta (can. 741, tj 2).
na-
[al-
ro-
-0-
ue
do
S-
'r,
1
i
CAP~TULO
9
NATURA'LEZA Y FINES
287
Las asociaciones, a nivel institucional, no son reconocidas como
forma estable de vida; por tanto, la Iglesia interviene de manera
diferente. La consagración en una asociación que prevé la asunción
de los consejos evangélicos no supone un cambio de estado de vida,
La reglamentación de los derechos y de los deberes, relacionados
con esa asunción, es dada por los estatutos de la asociación; por
tanto, dentro de la asociación. La Iglesia no entra instituciona1.
mente en la definición de la extensión de la asunción de los consejos
evangélicos, la cual es determinada por los estatutos y no por el
derecho común. Esto no significa que los miembros de una asocia-
ción, que asumen los consejos evangélicos con algún vínculo, no
puedan llegar a una totalidad de consagración.
259. Un fenómeno que ha ido tomando cada vez más incre-
mento después del Concilio es la difusión y el crecimiento de los
llamados MOVIMIENTOS ECLESIALES (ChL, n. S), junto a otras for-
mas, que podríamos decir tradicionales, de agregación de fieles.
Los movimientos eclesiales, que tienen su raíz y su origen en un
don específico del Espíritu, son llamados así por estar formados de
todas las categorías y órdenes de fieles (obispos, presbíteros, diáco-
nos, seminaristas, laicos y laicas, casados, casadas o célibes, viudos
o viudas, religiosos o religiosas, personas consagradas en el movi-
miento en la forma contemplativa, apostólica o secular, etc.) para
vivir en la Iglesia un elemento o aspecto particular de su misterio,
como la unidad, la comunión, la caridad, el anuncio del evangelio,
la vida evangélica, las obras de misericordia, etc.
El problema principal que se plantea está a nivel de su apro-
bación.
Estos movimientos eclesiales presentan tal originalidad en la
vida de la Iglesia que sería ir contra el Espíritu querer coartarlos,
en el momento de su aprobación, bajo formas jurídicas ya exis-
tentes:
a) actualmente son aprobados como asociaciones de fieles,
privadas o prevalentemente públicas; sin embargo, no corresponden
plenamente a la configuración y a la disciplina que encontramos de
ellas en el Código: los movimientos eclesiales, como hemos dicho,
comprenden varias categorías de personas, laicos, casados o célibes,
clérigos, consagrados a Dios con varios tipos de vínculos por la
profesión de los consejos evangélicos, miembros de institutos de
vida consagrada, obispos y a veces hasta bautizados no católicos;
b) los movimientos eclesiales no pueden ser aprobados ni
ociedade~de vida apostólica ni como institutos seculares, ya
e de los miembros no serían considerados como miem-
no derecho; tampoco sería una solución aprobar diversas
masculina, femenina, clerical, laical, contemplativa, apos-
das entre sí, ya que eso sería en detrimento de la
o correspondería a las intenciones de los fundadores;
efectivamente,en algunos movimientos hay miembros que asumen
los evangélicos por medio de vínculos, con una verdadera
intención consecratoria, sabiendo que responden a una vocación
divina específica, pero también con la clara voluntad de no entrar
ría de los institutos religiosos ni de los institutos secu-
. lares, ya que son conscientes de ser una nueva forma de consagra-
ción que pide ser autentificada por la Iglesia (cf can. 605);
'c) sería perjudicial para la unidad de las diversas categorías de
personas comprendidas en tales movimientos la aprobación de los
como prelaturas personales, dada la naturaleza clerical de
estas últimas (cf n. 157).
, Actualmente es competente para estos movimientos el Consejo
para los laicos, pero éste no corresponde plenamente a la naturaleza
y a la finalidad
. de los mismos. Sería de desear la constitución de
una comtsion interdicasterial permanente, de la que formen parte,
S ,
además del presidente del Consejo para los laicos, los prefectos de
las congregaciones competentes para las diversas categorías de per-
sonas comprendidas en los movimientos eclesiales 4.
260. Todas las asociaciones deben ser dirigidas, además de
> - por el derecho común, por el derecho propio, es decir, por los
ESTATUTOS y por OTRAS NORMAS peculiares, conformes con el de-
recho común y con los estatutos (can. 309). Los estatutos deben
4 '
Contener:
- la naturaleza de la asociación privada o pública;
- la índole: laical, clerical o mixta, con miembros de varias
categorías por diversos títulos;
- el fin: la oración o el apostolado, o ambas cosas; algunos
miembros, como en los movimientos eclesiales, dedicados a
la contemplación (incluso en la vida eremítica) y otros a la
actividad apostólica y caritativa (can. 304, ¿j1);
- el espíritu o espiritualidad: modo concreto de ponerse en
relación con Dios y con los demás, reviviendo dentro de sí
un aspecto, o varios, del misterio de la vida de Cristo;
-
- , 3. A D M I S I ~YNDIMISIÓN DE LOS MIEMBROS
4. ADMINISTRACI~N
DE LOS BIENES
EXTINCI~N
1-
)- 265. Las asociaciones públicas, como personas públicas, se
a extinguen sólo por supresión por parte de la autoridad legítima o
bien cuando cesan de actuar por el espacio de cien años (can. 120,
8 1). Así, las asociaciones erigidas por la Santa Sede sólo pueden
ser suprimidas por ésta (can. 320,g 1); las erigidas por la conferen-
cia episcopal, por graves causas, por ella misma; las erigidas por el
obispo diocesano pueden ser suprimidas por él, que puede suprimir
n
incluso las erigidas, por indulto de la Santa Sede, por miembros de
institutos religiosos (5 2). La supresión tiene que hacerse después
1-
3
de haber oído al moderador y a los oficiales mayores de la asocia-
n
ción (5 3). Las asociaciones privadas, por su parte, incluso las
e
erigidas como personas jurídicas, se extinguen, a tenor de los esta-
s
tutos o bien por supresión por parte de la autoridad competente si
3
- su actividad es causa de daño grave para la doctrina o la disciplina
eclesiástica o bien de grave escándalo para los fíeles (cáns. 326, 5 1;
1
1
120, g 1).
'ERCERA PARTE
POTESTAD SAGRADA
Afirmaciones
0s obispos
267. LG 21 b (CD 1%; LG 4 1b) afirma la SACRAMENTALIDAD
A CONSAGRACIÓNEPISCOPAL, ya que con ella se confiere la
lenitud del sacramento del orden, se d a por tanto la gracia del
tu Santo y se imprime el carácter sagrado (cáns. 1008; 1009).
~1 mismo texto afirma además que la consagración episcopal con-
fiere, además del munus (misiónjfunción) de santificar, también
10s de ensefiar y gobernar; pero añade que éstos por su naturaleza
tienen que ejercerse en la comunión jerárquica con la cabeza del
colegio-y 10s miembros del mismo (can. 375, 5 2). La NEP 2.a
explica que en la consagración episcopal se d a una participación
~ntológicaen 10s sagrados munera, que deben distinguirse del libre
ejercicio de la potestad.
En LG 20a, 24a y 28a encontramos que los obispos, como
sucesores de los apóstoles, reciben del Señor la misión apostólica,
para cumplir la cual se les ha dado el Espíritu (can. 375, 1). El
munus que entonces se les confía es un verdadero ministerio. Según
la LG 24b, para ser asumidos en el oficio episcopal es necesaria la
comunión apostólica (sinónimo de comunión jerárquica), que se
tiene con la consagración legítima (cáns. 1013; 1382). La legitimi-
dad de la consagración viene dada o por el nombramiento válido
del obispo por parte del sumo pontífice o bien por su confirmación
del elegido legítimamente, y del mandato pontijicio si no es el
mismo pontífice el que consagra al recién elegido (cáns. 377, 5 1;
1013). La NEP 2.a explica que con la misión canónica (determina-
ción canónica o jurídica) -que se distingue de la misión apostólica
como acto de la autoridad jerárquica (romano pontífice) con la que
se confiere un oficib o se asignan unos súbditos- se obtiene el libre
ejercicio de lapotestad. La misión canónica, a tenor de la LG 24b,
puede darse de varias maneras: o por medio de las legítimas cos-
tumbres, n o revocadas por la potestad suprema y universal de la
Iglesia, o por medio de las leyes hechas por la misma autoridad o
reconocida por ella, o directamente por el mismo romano pontí-
fice.
I
260-261; Al. al II Congr. Int. Apost. Laicos, 5 octubre 1957, en "AAS" 49 (1957) 924925;
JUANXXIII, Al. al Consistorio secreto, 15 diciembre 1958, en "AAS" 50 (1958) 983.
Td
b) Los presbíteros
3 Cf Acta Commissionis, en "Com." 10 (1978) 181; PABLO VI, M-p. Sacrum diaconatus
ordinem, 18 junio 1967, en "AAS" 59 (1967) 698; E V 21 1369.
2.2. Interpretación del Vaticano 11 y del Código
a) Teorías
4 AS III/VIII, 96-97.
5 Cf Acta commissionis, en "Comm" 16 (1984) 54-55.
e gobierno en aquellos oficios que no requieren el carácter
crament~del orden (D. Staffa, A. Gutiérrez, U. Lattanzi,
rine, A. M. Stickler, J. Beyer, H. Müller).
I el
.
c) "Mandatum pontificium"
ita-
d) "Missio canonica" y "officium"
5 1;
AD
1
ión 276. La misión canónica es el acto jurídico de la autori-
dad jerárquica competente con que se confiere un oficio, que .es
397;
el encargo, constituido establemente por disposición divina o
eclesiástica, que hay que ejercer por un fin espiritual (can. 145;
cf n. 294). De ese modo la misión canónica determina jurídicamente
el ámbito de ejercicio del munus en la Iglesia. Al mismo tiempo
con la misión canónica queda la POTESTAD SAGRADA LIBRE PA~A
EL EJERCICIO, para realizar válida y lícitamente los actos especifi.
camente sacramentales (sacramentos), los actos mas genéricos de
santificación (sacramentales), los magisteriales y los gubernativos,
para los que es necesaria.
e) "Ministerium"
;
Por lo que se refiere a la confirmación, teniendo en cuenta
tanto la praxis oriental como el canon 782, $9 2.3, CIC 1917, o la
disciplina posterior al Código 12, o finalmente los cánones 882-884
CIC 1983, la afirmación de la LG 26c de que los obispos son los
ministros originarios de la confirmación tiene que interpretarse en
el sentido histórico de que en los primeros siglos el obispo era
- -
Cf AS I/ IV, 23.
Cf AS II/ 1, 233.
lo
" Cf AS 11111, 214-216; 238-239; III/VIII, 60-61.
l 2 Cf CONGR. SACR.,Decr. Spiritus Sancti munera. 14 septiembre 1946, en "AAS" 38
(1946) 349-354; PABLO VI, M. p. Pastorale munus, 30 noviembre 1963, 1, 13, en "AASn56
(1964) 8; E V 2/99.
ministro único de la confirmación y en el sentido canónico de U
posterior reserva al obispo, por lo que el presbítero tiene que
lizar el óleo consagrado por el obispo al administrar ese sacra
to (can. 880, Q 2). Entonces, sin contradecir en nada al concil
de Trento 13, se puede decir que el obispo es por derecho positi
ministro ordinario de la confirmación, ya que lo es por su mis
oficio y por tanto la confiere siempre válidamente, mientras
presbítero lo hace solamente cuando el derecho universal o una
concesión especial de la autoridad competente permiten el ejercicio
en la ordenación (potestad de orden).
Respecto al ministro de las órdenes sagradas, los testimonios
históricos sobre la colación de las mismas por parte de presbíteros
aparecen no pocas veces: concilio de Ancira (314) 14;10s testimonios
de Casiano; varios casos en Alemania en el siglo VII; las bulas de
Bonifacio IX, Sacrae religionis, 1 de febrero de 1400 15,y Aposto-
licae Sedis, 6 de febrero de 1403 16; las de Martín V, Gerentes ~d
vos, 16 de noviembre de 1427 17, y de Inocencio VIII, Exposcit tuae
devotionis, 9 de abril de 1489 18, que conferían a los abades no
obispos la facultad de ordenar subdiáconos, diáconos y presbíteros
a sus propios súbditos, facultad no revocada por el concilio de
Trento; el privilegio de los abades benedictinos, de los misioneros
franciscanos en la India y de .los administradores apostólicos en
Polonia en 1946 de ordenar subdiáconos; el ritual cisterciense de
1949. El canon 95 1 CIC 1917 distinguía entre el ministro ordinario,
el obispo y el ministro extraordinario, un presbítero que por un
indulto peculiar hubiera recibido la potestad de conferir algunas
órdenes; la LG 26c, sin embargo, precisamente en consideración de
los hechos antes señalados 19, afirma simplemente que los obispos
son "dispensadores" de las órdenes sagradas. El canon 1012 CIC
1983, a su vez, afirma sencillamente que el ministro de la sagrada
ordenación es el obispo ordenado. También aquí, sin contradecir
ni mucho menos al concilio de Trentozo, se puede decir que el
obispo tiene la facultad de ordenar válidamente por su mismo
oficio, mientras que el presbítero podría tenerla, pero sólo en virtud
l3 Cf Ses. VII, Decr. De sacr. can. de sacr. conf., c. 3, DS 1630; COD. 686.
l4 Cf MANSI,t. 11, col. 531.
15 Cf DS 1145.
l6 Cf DS 1146.
l7 Cf DS 1290.
l8 Cf DS 1435.
l9 Cf A S 1111 1, 241.
20 Cf Ses. XXIII, Decr. De sacr. ord., c. 7, en DS 1777; COD, 744.
un indulto especial de la suprema autoridad eclesiástica, pues de
la ordenación seria inválida.
Respecto a la consagración episcopal, LG 21 b, queriendo afir-
oiar sólo el hecho histórico * l , en consideración de los testimonios
de ~ ~ ~ Ó n i m Severo
0 , y Eutiquio sobre la institución del patriarca
los primeros siglos en la Iglesia de Alejandria por parte de los
&íteros, con la imposición de sus manos, dice simplemente que
P r o p i ~del obispo asumir, con el sacramento del orden, nuevos
yidos en el cuerpo episcopal, cambiando con ello el esquema del
6 4 2 2 , que afirmaba la exclusividad de los obispos.
'o-
fuera de la cuestión de la capacidad o no de realizar actos de culto
0 sacramentales.
s ad
'Use 281. El contenido del MINISTERIO DEL OBISPO es, por una
no arte, el de ser el obispo como individuo el principio y fundamento
' 70s bisible de unidad en la Iglesia particular que se le ha confiado, y
de por tanto el de gobernarla y representarla (LG 23a; can. 381, ¿1); j
ros y por otra parte, junto con los demás obispos en comunión jerár-
en quica con el romano pontífice, formando un solo colegio, el de
de expresar la variedad, la universalidad y la unidad del pueblo de
io, Dios en la representación y el gobierno de toda la Iglesia (LG 22b;
un 23; can. 336). El MINISTERIO DEL PRESBÍTERO, en cambio, consiste
las ten-ser colaborador del orden episcopal (LG 28b) y, en comunión
jerárquica con el obispo propio y el orden de los obispos, gobernar
y representar en la unidad del presbiterio a la Iglesia particular (PO
7a; can. 495, 5 1).
Podemos comprender la relación obispos-presbíteros en analo-
gía con la relación apóstoles-obispos. El munus del MINISTERIO
APOSTOLICO es dado por Cristo en plenitud a los apóstoles por la
directa participación en la consagración y misión de Cristo, verda-
dero apóstol del Padre. Del mismo munus participan sus sucesores,
los obispos, pero no en el mismo grado, en cuanto que no se les
transmiten las potestades extraordinarias de los apóstoles, funda-
mento de la Iglesia y germen de la sagrada jerarquía (NEP l.a;LG
19; AG 5a). Sin embargo, en la economía actual, a través de la
imposición de las manos, los obispos reciben el máximo grado de
participación en el munus del ministerio apostólico y son Constitui- Pl
dos en la plenitud del ministerio del orden, en el sumo sacerdocio (1
en la suma del sagrado ministerio (LG 21 b). LOSpresbíteros parti- tr
cipan del munus del ministerio del obispo, por tanto en un grado S1
diverso en el munus del ministerio apostólico (PO 2d), en cuanto si
que, aun sin poseer la cumbre del sacerdocio y dependiendo de los ei
obispos en el ejercicio de su potestad, son sin embargo verdaderos P
sacerdotes del Nuevo Testamento, participando del único sacerdo.
cio de Cristo y de la misión apostólica (PDV 16-18), en virtud de
la ordenación sacramental que han recibido. Y
e
Así pues, la diferencia del episcopado respecto al presbiterado v
se sitúa en el nivel jurídico de un oficio que se desempeña en la S
Iglesia, pero sobre la base de una diferencia de plenitud del mismo a
sacramento. Esta última, sin embargo, no se obtiene por la colación 1
de nuevos poderes de santificación sacramentales de orden, sino t 3
317
una praxis ininterrumpida que se considera conforme con la vol
tad divina, ya que eso seria contrario al hecho de que la minister
lidad es para la salvación.
284. Supuesta entonces la unidad de la potestad sagrada e
Cristo, como fuente primera, y en la Iglesia como fuente segund
hay varios niveles de INTERVENCION DE CRISTOy DE LA IGLESIA
el ejercicio de esta potestad. En las acciones sacramentales en se
tido estricto la intervención de Cristo es plena, ya que se realiz
in persona Christi; pero la intervención de la Iglesia no siempre e
del mismo modo, según la legitimidad o no de esas acciones. En la
acciones de santificación no sacramentales en sentido estricto y en
las de enseñanza y gobierno, realizadas nomine Christi, la interven-
ción de Cristo es distinta de la que se da en las acciones sacramen-
tales en sentido estricto, así como la de la Iglesia, que puede llegar
incluso a retirar su encargo, privando al sujeto de la potestad sa-
grada que se le ha comunicado.
Entonces, los ministerios eclesiales, expresión de la ministe
lidad de la Iglesia, son ejercidos por personas que, en distint
terrenos y con mandatos diversos, tienen una potestad diversific
da, según lo que se les confirió y según el fin para el que se le
confirió. Por eso hay modos diversos de colación de la potestad
sagrada, siempre la misma y siempre Única.
285. Para los MINISTERIOS DE SANTIFICACION la potestad para
realizar los sacramentos en sentido estricto es participada:
- para la confirmación (cf n. 309), la eucaristía (cf n. 3 13), la
penitencia (cf n. 324), la unción (cf n. 338) y el orden sagra-
d o (cf n. 344), sólo por los que han recibido el sacramento
del orden (POTESTAD DE SANTIFICACIÓNSACRAMENTAL DE
ORDEN),al menos en el grado del presbiterado (cáns. 882;
883; 884; 900,§ 1; 965; 1003,g l), o bien en el del episcopado
(can. 1012): en el caso de la confirmación, la misión canóni-
ca de la autoridad jerárquica regula el ejercicio de dicha
potestad, reservándolo actualmente de modo ordinario al
obispo; por el contrario, en el caso del orden sagrado se
reserva exclusivamente a él, aunque en el pasado, como
hemos visto, se les concedió a ciertos presbíteros la facultad
de conferir incluso las órdenes mayores del diaconado y del
presbiterado;
- para el bautismo (can. 861, 9 2; cf n. 303), por todos los
bautizados e incluso, en caso de necesidad, por los no bau-
. tizados,
movidos por recta intención (POTESTAD DE SANTI-
p I ~ SACRAMENTAL);
~ ~ ~ d ~
para el matrimonio (can. 1057, 1), por los mismos con-
utizados (POTESTADDE SANTIFICACIÓN SACRA-
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
3. P É R D I D A DEL OFICIO
-e
túrgica (SC 22, 5 3; cf can. 846, 5 1).
1 2. L O S SACRAMENTOS EN GENERAL
2. competencia
23. Celebración
301. En la celebración de los sacramentos tienen que seguirse
fielmente los libros litúrgicos aprobados por la autoridad compe-
tente; por consiguiente, el ministro no puede añadir, quitar o cam-
biar nada por su iniciativa (can. 846, ¿j1; cf cáns. 850; 880, 5 1;
924-929; 1000, 1; 1009, 5 2; 11 19). Esto se hace para proteger el
derecho de los fieles a no verse sometidos al capricho del ministro
de los sacramentos y a recibir éstos según e( rito establecido y
garantizado por la Iglesia en nombre de la cual se celebran. Ade-
más, el ministro los debe celebrar según el propio rito (can. 846,
8 2; cf cáns. 111; 112).
2.4. Ofrendas
302. En general, respecto a las ofrendas por la administración
de los sacramentos, el canon 848 establece que, además de lo que
ha determinado la autoridad competente -la asamblea de los obis-
pos de la provincia, a no ser que el derecho haya dispuesto otra
cosa (can. 1264, 1.o)-, no debe pedirse nada más, evitando que los
más necesitados se vean privados de los sacramentos por causa de
su pobreza. De esta manera se evita toda apariencia de comercia-
lización y las ofrendas deben entenderse para el sustentamiento de
los ministros sagrados y para las demás necesidades de la Iglesia
(cáns. 222, ¿j1; 1254, 2).
3. EL BAUTISMO
l ,:
Todos los que confieren el bautismo lo hacen en virtud de la potes-
tad de santificación sacramental que reciben de Cristo para cumplir CI
este acto en la Iglesia (cf n. 285). Así pues, los pastores tienen que
instruir a los fieles sobre el recto modo de bautizar.
A no ser en caso de necesidad, no se puede bautizar sin licen-
cia fuera de su propio territorio ni siquiera los propios súbditos
(can. 862). Se trata de una licencia para la licitud.
3.2. Bautizandos 1
b) Bautismo de un adulto
/ ex- I 305. Las disposiciones relativas al bautismo de adultos no se
aplican solamente a los que han alcanzado los dieciocho años de
edad (can. 97, 8 l), sino a todos los que, habiendo salido de la
infancia han alcanzado el uso de razón (can. 852,g l), es decir, han
los siete años (can. 97, 8 2).
Para la validez del bautismo de un adulto, en cualquier situa-
&n, se requiere que tenga la intención interna de recibir el bautis-
mo y no la haya retractado nunca; en efecto, nadie puede sustituir
a la fe que en este caso tiene que presuponer el bautismo (can. 865,
cer
¿j@ 1.2).
1).
es- Para la licitud es preciso que se cumplan las siguientes condi-
,!ir ciones:
: -
/
en situaciones normales:
la manifestación de la voluntad de recibir el bautismo por
parte del bautizando;
una instrucción suficiente del mismo en las verdades de la
1
fe y sobre los deberes cristianos;
una prueba en la vida cristiana a través del catecumenado
(cf can. 851, 1.Q;n. 71);
la exhortación al arrepentimiento de los pecados por parte
del párroco o de quien se haya preocupado de la prepara-
ción (can. 865, § 1; cf can. 849);
- en peligro de muerte basta:
una manifestación en cualquier forma de la intención de
recibir el bautismo;
algún conocimiento de las verdades fundamentales de
la fe;
la promesa de observar los mandamientos de la religi6n
católica si el bautizado sobrevive (can. 865, 5 2).
Si no se opone una razón grave, el adulto bautizado debe recibir 4
en seguida la confirmación y la eucaristía (can. 866), completando
así la iniciación cristiana (cf can. 842, 5 2). 1
1
El bautismo de los adultos, o por lo menos el de 10s que han J
cumplido catorce años, debe ofrecerse al obispo, que si lo considera !
oportuno lo administrará personalmente (can. 863). 1
1
1
1
c) Bautismo de un niño 1
Cf CEI, nota del 28 abril 1979, nn. 49-55, en Notitiario CEI 51 1979, 80-82; E.CEI
213456-3462. La CEE tiene dispuesto el Ritual del bautismo, como el de los demás sacra-
mentos, en el texto oficial aprobado en 1985, Ritual de los sacramentos, y ha establecido
que se siga la costumbre extendida en España del bautismo por infusión (l.er DG 1984,
art. 8,2 y 3).
Un bautizado que pertenezca a una comunidad eclesial acatólica
no puede ser admitido como padrino; todo lo más puede ser testigo
del bautismo junto con un padrino católico (5 2). En esta prohibi-
ción no están comprendidos los acatólicos ortodoxos Por tanto,
no queda abrogada la disposición del directorio ecumknico ~d
totam Ecclesiam. del 14 de mayo de 1967, número 48, que por
motivos justos permite que un oriental separado haga de padrino
junto con otro padrino católico, con tal de que se provea a 1,
educación católica del bautizado 4.
4.1. Ministro
.,
mación ~ ~ C ~ Ua S10s
O no súbditos, a no ser que haya una prohibición
expresa de SU ordinario propio (can. 886, 5 1); en otra diócesis, a
ser que se trate de sus súbditos, sólo con la licencia al menos
Zonablemente presunta del obispo diocesano (5 2).
Tienen FACULTAD de administrar la confirmación:
- por el derecho mismo:
los que el derecho equipara al obispo diocesano dentro de
su propia circunscripciÓn (cf cans. 38 1, Q 2; 368);
el presbítero que, en virtud de su oficio o por mandato del
obispo diocesano, bautiza a un adulto o admite en la
Iglesia católica a un bautizado acatólico;
'
el párroco y cualquier sacerdote en caso de peligro de
muerte (can. 883);
>~
4.2. Confirmandos
to son:
- una preparación adecuada (cf can. 777, 2.9; I
a I
3 1 1. Son facultativos (can. 892). Las condiciones son las mis-
: 11 mas que para ser padrinos en el bautismo (cf can. 874); más aún:
!?: es conveniente que sean los mismos (can. 893).
i
La tarea del padrino es la de procurar que el confirmado se
porte como verdadero testigo de Cristo y cumpla las obligacio-
I
Delibera n. 8, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/1983,210; E. CEI 31 1956. La
Ir
5
CEE establece como edad para recibir el sacramento de la confirmación la situada en torno
a los catorce años, salvo el derecho del obispo diocesano a seguir la edad de la discreción
a la que hace referencia el canon 891 (1 .er DG 1984, art. 10).
1
3
2 342
1
,,, inherentes al sacramento, es decir, difundir y defender la fe
,áñs. 891; 879).
5. LA E U C A R I S T ~ A
'J
3
6,
is-
0s
313. Mientras que en la celebración eucarística se congrega en
unidad todo el pueblo de Dios bajo la presidencia del obispo o del
presbítero subordinado a su autoridad, que actúan en la persona
de Cristo, y todos los fieles participan en ella, cada uno según su
propio orden y la diversidad de tareas litúrgicas (can. 899,s 2; LG
lla), en cambio es ministro de la celebración sólo el sacerdote vá-
lidamente ordenado, ya que sólo él ha recibido con la ordenación
la potestad sacramental de santificación de orden (can. 900, 5 1;
cf n. 285) *. El que está impedido por ley canónica celebra ilícita-
mente (6 2).
Todo sacerdote, aunque sea desconocido al rector de la Iglesia,
puede ser admitido a celebrar la eucaristía si muestra las cartas
comendaticias de su ordinario o de su superior, dadas al menos
dentro del año, o bien si no se puede suponer prudentemente que
esté impedido para celebrar (can. 903).
Todo sacerdote tiene derecho a aplicar la misa por cualquiera,
tanto vivos como difuntos (can. 901).
El canon 902, al no recoger las limitaciones de SC 57, indirec-
I
7 Delibera n. 6, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/ 1983; CEI 31 1594.
8 Cf CONGR. DOCTR. FE,carta Sacerdotium ministeriale, 6 agosto 1983, en "AAS" 7511
(1983) 1001-1009; EV 91380-393.
tamente estimula la concelebración, a no ser que la utilidad de los
fieles aconseje otra cosa, pero reafirmando la libertad de celebrar
de modo individual; pero no si al mismo tiempo hay una concele-
bración en la misma iglesia u oratorio. En el caso de celebración
individual, a no ser por causa justa y razonable, ha de estar presente
algún fiel (can. 906). Se exceptúan los privilegios concedidos a
algunos institutos religiosos.
No se impone la celebración cotidiana, pero se la recomienda
vivamente (can. 904; cf can. 276, 5 2). Está permitido celebrar o
concelebrar más de una vez al día, a tenor del derecho (can. 905,
5 1): el jueves santo, pascua, nacimiento del Señor, con ocasión del
sínodo diocesano, de la visita pastoral del obispo, de peregrinacio-
nes, de encuentros entre sacerdotes y religiosos9, el día de la con- 1
memoración de los difuntos '0; los miembros de los cabildos cate- .1
dralicios y de las comunidades religiosas han de concelebrar en la
misa conventual o de comunidad l l . Por concesión del ordinario
del lugar, en caso de escasez de sacerdotes y por justa causa (por
ejemplo, necesidad de una comunidad religiosa, fieles sin misa,
funerales, matrimonios, etc.), se puede celebrar dos veces al día,
e incluso tres los domingos y días de precepto, si lo requiere la
necesidad pastoral (por ejemplo, un solo sacerdote que atiende
a tres parroquias o se trata de una parroquia muy numerosa)
(can. 905, 5 2).
Se prohíbe expresamente concelebrar con sacerdotes o minis-
tros no católicos (can. 908).
: la
.rio c) Ministro de la exposición del santísimo sacramento
y de la bendición apostólica
301-
f l t
.sa,
l
:, 315. Es el sacerdote o el diácono; en especiales circunstancias
a,
la son ministros sólo de la exposición y de la reserva el acólito, el
ide ministro extraordinario de la comunión u otra persona designada
sa) por el ordinario del lugar, según las disposiciones del obispo dioce-
sano (can. 943).
::S-
d) Ministro del viático
3 16. No se habla propiamente de ministro, pero se dice que es
1 un deber/ derecho del párroco y de los vicarios parroquiales, de los
capellanes y de los superiores de los institutos religiosos clericales
y de las sociedades clericales de vida apostólica respecto a aquellos
que se encuentran en casa (can. 911, ¿j 1);cualquier otro sacerdote
o ministro de la comunión, en caso de necesidad o con licencia,
incluso presunta, del párroco, del capellán o del superior, que de
todos modos deben ser informados (8 2).
l4 Cf CONGR. CLERO, Dir. cat. gen. Ad normam decreti, 1 1 abril 1971, n. 5, en "AASw64
(1972) 97-176; EV 41453-654; CONGR. SACRAM.-CONGR. CLERO, Decl. Sanctus Pontifex, 24
mayo 1973, en "AAS" 65 (1973) 410; EV 41 654 (nota); Carta circ. In quibusdam Ecclesiae,
31 marzo 1977, en EV 61 ¡66-174; ~ e s ~ u e i del
t a 20 hayo 1977, en "ÁAs- 69 (1977), 427;
EV 6/ 175.
917) 15; en caso de peligro de muerte, a tenor del canon 921,
al que remite el canon 917, se puede comulgar de nuevo incluso
ERCERA VEZ;
5 ) la comunión debe recibirse regularmente en la celebración
arística, pero por justa causa (por ejemplo, el deseo de comulgar
'mposibilidad de participar de la celebración eucarística) puede
también FUERA DE LA MISA (can. 918);
6 ) se debe observar la abstención de cualquier ALIMENTO o
IDA, exceptuando el agua y las medicinas, durante una hora
(can. 919,g 1); pero el sacerdote que bina o trina puede tomar algo
de la segunda o de la tercera celebración (5 2); no están
a esta norma los ancianos (sesenta años: cf can. 1252),
10s enfermos y los que les asisten (5 3).
tos
ón
bir Obligación de 10s fieles
1sO
Sto 318. Sigue en pie la obligación de recibir la eucaristía al menos
a vez al año, durante el tiempo pascual, a no ser que por causa
sta se cumpla con dicho precepto en otro tiempo dentro del año
ro-
ina
les
sa
1 5.3. Ritos, ceremonias, tiempo y lugar de la celebración
id-
na 319. En los cánones 924-933 se contienen varias normas que
encuentran en el Misal Romano 16; baste recordar aquí algunos
ntos:
- la eucaristía debe celebrarse con pan sólo de trigo y confec-
cionado recientemente, ázimo, y con vino natural de vid, no
alterado (cáns. 924; 926); el pan y el vino deben consagrarse
juntamente y en la celebración eucaristica (can. 927); regu-
larmente la comunión debe distribuirse bajo la sola especie
de pan, y en los casos previstos por el derecho bajo las dos
especies 17; en caso de necesidad (por ejemplo, un enfermo
' 5 PONT.COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 7 agosto 1984, en "AAS" 76 (1984) 746;
EV 91 862.
' 6 Cf CONGR. CULTO DIV.,Institutio Generalis Missalis Romani, 26 marzo 1970, Typ.
Pol. Vat., 1975, 19-92; EV 31 2017-2414.
'7 Cf ib, nn. 240-242, en EV 312295-2303; Instr. Sacramentali communione, 29 junio
1970, en "AAS" 62 (1970) 664-666; EV 31 2629-2639.
que no pueda tragar la hostia), sólo bajo la especie de vino
(can. 925) 18;
- 10s ministros, al celebrar y administrar la eucaristía, deben
ir vestidos con las vestiduras litúrgicas prescritas por las
rúbricas (can. 929);
- la celebración debe hacerse en un lugar sagrado, es decir, en
una iglesia o en un oratorio o capilla, a no ser que en un
caso particular la necesidad exija otra cosa; en ese caso la
celebración debe hacerse en un lugar decoroso, sobre una
mesa adecuada, cubierta siempre de un mantel y del corpo.
ral (can. 932); el Código no prescribe otra cosa, y por tanto
deja al celebrante la estimación de la necesidad, sin que se
precise la autorización del ordinario;
- con licencia expresa del ordinario del lugar se puede celebrar
en un templo de una Iglesia o comunidad no católica si no
hay peligro de escándalo (can. 933).
l8 CfCONGR.
RITOS.
Instr. Eucharisticum mysterium, 25 mayo 1967, n. 41, en "AAS" 59
(1967) 563; E V 21 1341.
348
r sl
ácula debe brillar continuamente una lámpara para que la
esencia de Cristo sea indicada y honrada (can. 940). Las hostias
,,sagradas, que hay que conservar en un copón o en un pequeño
rt;cip1'ente, deben consumirse y renovarse con frecuencia, que podria
,,, cada quince días (can. 939; cf can. 934, 5 2).
Nadie puede conservar consigo la eucaristía o llevársela de viaje,
, ser que haya una necesidad pastoral (por ejemplo, para llevar-
1 4
un enfermo) o urgente (por ejemplo, peligro de profanación,
,
U
ber- El canon 948 establece que se apliquen misas distintas según las
92-
intenciones por las que se ha aceptado singularmente la ofrenda,
aunque sea exigua. "Un sacerdote que acepta el estipendio para la
31, celebración de una misa por una intención particular está obliga-
)ie,
:el
do por deber de justicia a satisfacer tal obligación, por lo que no
.on puede recoger indistintamente estipendios para la celebración de
:de misas según intenciones particulares y, acumulándolas en una sola
Icl oferta, sin conocimiento de los oferentes, satisfacer la obligación
con una misa celebrada con una intención llamada 'colectiva', a
" 59 '9 Cf PABLO
VI, M . p. Firma in traditione, 13 junio 1974, en "AAS" 66 (1974) 308;
E V 51534.
349
menos que los oferentes, previa y explícitamente avisados, cons
tan libremente. En este caso: a) se debe indicar públicamente el
el lugar y la hora en que se celebrará tal misa, no más de dos
por semana; b) el celebrante sólo puede retener la limosna establ
cida en la diócesis (cf can. 952); e) la suma restante se debe entrega
al ordinario de que habla el canon 95 1, 5 1, que la destinará a los
fines establecidos por el derecho (cf can. 946)" 20.
La obligación de celebrar la misa por la que se ha recibido 1
ofrenda permanece aun cuando ésta se perdiera (can. 949).
Si al dar una cantidad para la celebración de misas no se indica
el número de las misas, esto debe computarse sobre la base de la
ofrenda establecida en el lugar donde reside el oferente, a no ser
que pueda presumirse otra intención del oferente (can. 950).
1
Si un sacerdote celebra varias misas al día, excepto el día de
i
navidad, puede quedarse sólo con la ofrenda de una misa y deber
I
entregar las otras ofrendas para las finalidades establecidas por
ordinario, a no ser que tenga derecho a una retribución por títu 1
4
extrínseco, por ejemplo, gastos de viaje, horario excepcional, mis$ 1
cantada, etc. (can. 951, f j 1). El ordinario es, en general, el del ce- 1
20 Cf CONGR. CLERO, Decr. Mos iugiter, 6 mayo 199 1, arts. 1 ; 2, $5 1.2; 3, en "AAS" 83
(199 1) 444445,
2' Cf PONT. COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 6 agosto 1986, en "AAS" 79 (1987) 1132;
E V 1011733.
22 Cf Acta Commissionis, en "Com." 15 (1983) 200-201.
aplicar personalmente cuantas pueda satisfacer en el plazo de un
año (can. 953). "Las que reciba de mas las debe consignar a otros
(can. 955) o bien a su ordinario (can. 956)"23. Si en una
iglesia u oratorio no pueden celebrarse todas las misas para las que
se ha recibido una ofrenda, pueden hacerse celebrar en otro sitio,
a no ser que los oferentes hayan manifestado expresamente una
voluntad contraria (can. 954). Si se confía a otros la celebración de
misas, hay que transmitirles las ofrendas por entero, a no ser que
conste con certeza que la parte que excede se ha ofrecido en con-
sideración de la persona (can. 955, § 1). Para el sacerdote a quien
"ca se encargan dichas misas el tiempo dentro del cual tiene que cele-
2 la brarlas comienza el día en que las recibe, a no ser que conste otra
1 Ser cosa (§ 2), mientras que para el que las ha transmitido sigue en pie
esa obligación hasta que no haya recibido la prueba de la acepta-
ción de la obligación y de que ha llegado la ofrenda (§ 1). Deben
anotarse con diligencia las misas celebradas y las que quedan por
celebrar (8 4), así como las transmitidas a otros, señalando las
ofrendas (5 3). El párroco o el rector de la iglesia tiene la obligación
de anotar cuidadosamente en un registro especial -que debe revi-
sar todos los años el ordinario personalmente o a través de otros-
las misas por celebrar, la intención, la ofrenda y la celebración
cumplida (can. 958).
.2 la Por lo que se refiere a las causas pías y a las cargas de misas
~:3r (cf nn. 658-659), los administradores de las primeras o los que
3. el están obligados a proveer a la celebración deben entregar las car-
ca- gas de misas a las que no se haya satisfecho dentro del año a sus
In la propios ordinarios (por tanto, también a los superiores mayores de
?2 los institutos religiosos y de las sociedades de vida apostólica cle-
fricales de derecho pontificio), los cuales tienen que vigilar por el
cumplimiento de dichas cargas (cáns. 956; 957).
:P- r Para lo relativo a la reducción de las cargas de las misas,
252, 'cf n. 659.
- re
-:en
, ara
;"83
23 Ib, art. 5.
6. LA PENITENCIA
6.1. Celebración
a) Modo ordinario
ver
;Po
(4 c) Extensión
lar. 327. Cuando se tiene facultad para el propio territorio, bien
en virtud del oficio o bien por concesión, se tiene también para
cualquier otro lugar, a no ser que un obispo diocesano o un ordi-
*ario del lugar niegue su ejercicio en su territorio, respectivamente,
a un obispo o a un presbítero (can. 967, $8 1.2).
El ejercicio de la facultad del romano pontífice y de los carde-
nales no puede ser limitada por ningún obispo (can. 967, §§ 1.2),
pero la de los cardenales puede ser limitada por el romano ponti-
'vi fice; sólo la de este último no tiene límites por derecho divino, en
1- virtud de su primado.
-:
S Los miembros de institutos religiosos clericales y de las socieda-
des de vida apostólica de derecho pontificio tienen facultad para
I todas las casas del instituto o de la sociedad respecto a los demás
miembros o fieles que residan día y noche en una casa del instituto
o de la sociedad, tanto si han recibido la facultad en virtud del
oficio como por concesión del superior competente (cf cáns. 968,
4 2; 969, 2). Ejercen siempre lícitamente esta facultad, a no ser
que un superior mayor en un caso particular se la niegue para sus
propios súbditos (can. 967, ¿j 3).
. En caso de peligro de muerte la absolución de cualquier censu-
ra y pecado es siempre válida, aunque el sacerdote esté privado de
facultad para ello y aunque esté presente un sacerdote aprobado
(can. 976; cf can. 986, 5 2).
d) Cesación
328. La facultad cesa por revocación por parte de la autoridad
competente, pero sólo por causa grave (can. 974, $ 1). Si es revo.
cada por el ordinario del lugar que la ha concedido, la revocación
vale para cualquier lugar; pero si ha sido revocada por otro ordi-
nario del lugar, la revocación vale sólo para el territorio del revo.
cante (5 2). Cualquier ordinario que revoca la facultad debe infor-
mar al ordinario del lugar en donde está incardinado el presbítero,
o al superior si se trata de un religioso ($ 3); igualmente si se trata
de un miembro de una sociedad de vida apostólica. - '1
Por lo que se refiere a los religiosos y a los miembros de sacie-
dades de vida apostólica, si la facultad es revocada por el superior
mayor, lo es respecto a todos los miembros del instituto; si ha sido
revocada por otro superior competente, la revocación vale sólo
l respecto a los súbditos de su circunscripción (5 4).
También cesa la facultad por pérdida de oficio, e ~ c a r d i n a c i ó ~ ,
pérdida del domicilio (can. 975). Cuando se cambia de domicilio
hay que pedir la facultad al ordinario del nuevo domicilio, el cual,
si la concede habitualmente, debe haber oído, si es posible, al or-
dinario del presbítero solicitante (can. 971). Para los miembros de
los institutos religiosos y de las sociedades de vida apostólica el
domicilio se d a por la adscripción a una casa del instituto o de la
sociedad.
Es inválida la absolución dada al cómplice en el pecado con-
tra el sexto mandamiento, excepto en caso de peligro de muerte
(can. 977).
336. Las indulgencias son otra expresión del ejercicio del mu-
nus de santificar por parte de la Iglesia, que dispensa y aplica
autoritativamente el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los
santos. En efecto, por intervención de la Iglesia -en virtud de la
comunión de los santos, que supone la comunión de los bienes
espirituales **-, el fiel que tenga intención de ganarlas, no exco-
mulgado y en estado de gracia al menos al final de las obras pres-
critas, y que debidamente dispuesto las cumpla en el tiempo esta-
blecido y de la manera debida, adquiere el perdón delante de Dios
de la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto a la
culpa (cáns. 992; 996).
La indulgencia parcial libera en parte de la pena temporal de-
bida por los pecados; la plenaria, por su parte, libera totalmente
de ella (can. 993). De la indulgencia puede beneficiarse tanto el
fiel que cumple la acción como los difuntos por los que se aplica
a modo de sufragio (can. 994). Para la norma o la medida de la
indulgencia parcial, abandonada ya toda indicación de días y de
años, se toma en consideración la misma acción del fiel que realiza
una obra indulgenciada. La acción, además del mérito como fruto
I 28 Cf PABLO VI, Const. Ap. Indulgentiarum doctrina (=ID), 1 enero 1967, nn. 4 y 5, en
"AAS" 59 (1967) 5-24; E V 21921-955.
principal, puede obtener una remisión de pena temporal, tanto
mayor cuanto más intenso es el fervor de quien la cumple y 1,
importancia de la obra realizada. Entonces, la misma remisión de
la pena temporal que el fiel adquiere con su acción -realizada con
piedad, fe, caridad y espíritu de penitencia- sirve de medida para
el perdón de la pena que la autoridad eclesiástica añade con la
indulgencia parcial (ID, n. 12).
Las indulgencias sólo pueden concederlas la suprema auton,
dad de la Iglesia y aquellos a los que se reconoce esta potestad (ID,
nn. 7; 10) por el derecho mismo o por concesión del romano pon.
tífice (can. 995, tj 1); además, ninguna autoridad inferior a éste
puede comunicar a otros la potestad de conceder indulgencias, si
no se lo concede expresamente la Santa Sede ( 5 2). Se trata de un
ejercicio de la potestad de jurisdicción en la actuación del rnunu~
de santificar.
La concesión y el uso de las indulgencias están regulados por
normas peculiares (can. 997) (ID, Normae).
7.1. Celebración
7.3. Enfermos
' 339. Pueden recibir el sacramento los fieles que, alcanzado el
Uso de la razón, por enfermedad o por vejez empiezan a encontrarse
en peligro (can. 1004, 5 1). El sacramento puede recibirse varias
veces, con tal que el enfermo no permanezca en el mismo peligro de
muerte (5 2).
En dudas sobre el uso de razón, la gravedad de la enferme-
dad o de si el enfermo sigue con vida, hay que dar la unción
(can. 1005).
Debe conferirse el sacramento a los que, mientras estén en
posesión de sus facultades mentales, lo han pedido al menos implí-
citamente (can. 1006); pero no se debe dar a los que perseveran
obstinadamente en pecado grave manifiesto (can. 1007).
8. EL ORDEN SAGRADO
29 Cf Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis cura, n. 16, Typ. Pol. Vat.,
1972, 16.
institución divina los que reciben el sacramento del orden so
consagrados por Dios y marcados por el carácter indeleble.
consagración de que se habla en el canon es una acción de Dios
que capacita perpetuamente al ministro para desempeñar una mi:
sión particular en la Iglesia.
341. El CARACTER indeleble con que el ministro sagrado qu
d a marcado por Dios expresa el cambio ontológico, que se realiz
por medio del sacramento del orden, y al mismo tiempo la perpe-
tuidad de este cambio. Dicho cambio ontológico hace que la dife-
rencia entre laicos y ministros sagrados sea funcional, precisamente
por ser ontológica (cf LG loa); en efecto, sólo los ministros sagra.
dos, cumpliendo con la función de enseñar, santificar y gobernar,
apacientan el pueblo de Dios. Aunque el concilio no ha afirmado
que la ordenación diaconal imprima carácter, sin embargo, como
hemos visto (cf n. 269), en el grupo de estudio sobre los sacramen-
tos de la comisión de reforma del CIC todos estuvieron de acuerdo
en omitir la mención del carácter también para los diáconos, tra-
tándose de una doctrina común 30.
En razón del carácter, no puede repetirse el sacramento del
orden en el mismo grado (can. 845, ¿j1); si persistiera la duda
sobre la colación o la validez del mismo, debe conferirse bajo
condición (5 2).
342. La diversidad de condición y la distinción entre los TRES
GRADOS del sacramento, es decir, entre el episcopado, el presbite-
1
rado y el diaconado, se indica de forma general en el canon 1008,
donde se dice que "cada uno en su grado" (pro suo quisque gradu)
cumple las tres funciones (munera) recibidas 31. Del concepto de
munus y de la diferencia entre los tres grados del orden sagrado ya
hemos hablado ampliamente (cf nn. 274; 280-281). Respecto al
canon 1008, es de advertir que solamente quiso afirmar de modo
general la participación en virtud del sacramento del orden en las
funciones de enseñar, santificar y gobernar también por parte de
los diáconos, para que puedan ejercer su ministerio en la Iglesia, y
no otra cosa, ya que no es tarea del Código resolver cuestiones que
todavía se discuten en teología sobre la naturaleza del diaconado, 7
que de todas formas no es un grado del sacerdocio ministerial o
jerárquico (cf n. 269); sin embargo, el canon bajo este aspecto, si
I
1 ,odda
, leyera a la luz de la tradición y de los documentos conciliares,
seguir siendo doctrinalmente ambiguo.
1
0:
P Por otra parte, al afirmar el canon 1009, 5 1, que las Órdenes
i
r son el episcopado, el presbiterado y el diaconado, sanciona sólo el
hecho de que en la Iglesia hay estos tres Órdenes diferentes y no
quiere tocar la cuestión secular y nunca resuelta de la diferencia
entre ellos-
$ 3 Ministro de la ordenación
a) El ministro en general
344.
El canon 1012 enuncia que el ministro de la sagrada
ordenación es el OBISPO CONSAGRADO (cf n. 285), sin establecer
ninguna distinción entre ministro ordinario y extraordinario, como
hacía el canon 951 CIC 1917.
Sobre la base de lo que ya hemos dicho (cf n. 280) podemos
Obispo ordenante
b) Cartas dimisorias
2) Destinatario
-
i
La única excepción al principio general establecido está prevista
1
F
,,#el mismo canon, a saber: las letras dimisorias no pueden ser
1 a U" obispo diverso del rito del ordenado, a no ser que
'
haya un indulto apostólico. Esto es coherente con lo dispuesto en
el canon 1015, 5 2, es decir, que el obispo de rito latino no puede
ordenar lícitamente sin un indulto apostólico a un súbdito de rito
oriental (cf n. 346).
El obispo ordenante, una vez recibidas las letras dimisorias,
antes de proceder a la ordenación. tiene que constatar la fiabilidad
segura de las mismas (can. 1022).
,- ,
8.4. Ordenandos
:9 s
1 r-
-a
á) Requisitos para la validez de la ordenación
J
-S .r 355.
El canon 1024 indica los dos únicos requisitos para la
-, 1
-
Es evidente que el número 3 también vale para la promoción al
I 39 Cf U O ~Rom."
~ . 6 diciembre 1991
vista el superior legítimo. Sin embargo, como un diácono o
presbítero, si resulta idóneo para el ministerio siempre será útil a
Iglesia, al menos si el candidato se muestra dispuesto al servicio
alguna Iglesia particular, el juicio del superior legítimo sobre
utilidad se reduce de hecho al juicio sobre las cualidades y la uti
dad del ordenando, de las que habla el 5 1.
Finalmente, el ¿j 3 del canon, coherente con el principio san
cionado por el canon 265 (cf n. 138), establece que al obisp
que ordena a un súbdito suyo que vaya destinado al servicio de
otra diócesis le debe constar que el ordenando será asignado a la
misma.
Los cánones 1026-1039 y 1050-1052 tratan de forma detallada
de los requisitos de la ordenación, que pueden tratarse sistemática.
mente de la siguiente forma.
a) Cualidades personales
1) Libertad
Cf Pfo XI, Carta enc. Ad catholici sacerdotii, 20 diciembre 1935, en "AAS" 28 (1936)
44-45; Pfo XII, Ex. Ap. Menti nostrae. 23 septiembre 1950, en "AAS" 42 (1950) 681-687;
Const. Ap. Sedes sapientiae, 31 mayo 1956, en "AAS" 48 (1956) 357-358; PABLO VI, Carta
ap. Summi Dei Verbum, 4 noviembre 1963, en "AAS" 55 (1963) 986-989; EV 2/71-75.
4 ' Cf S.7%.111, 27, 4 in corp.
42 Cf "AAS" 7 1 (1 979) 393-394; 397-398; 399; EV 6/ 1287; 1295; 1297; PDV 2; 35; 36; 65;
66; 70.
Por el hecho de que la vocación divina es un acto gratuito de
Dios que se coloca en el fuero interno de la persona llamada, no
P ser definida inmediatamente ni comprobada en sí misma de
modo jurídico. Ya en el momento de la admisión en el seminario
mayor deben estar presentes, sin embargo, ciertas dotes humanas y
morales, espirituales e intelectuales, salud física y psíquica y recta
intención, como signos de vocación y de idoneidad para el minis-
terio sagrado (can. 241, 8 1). Además, el Código establece los ele-
mentos de 10s que el obispo propio o el superior mayor competente
pueden deducir que el candidato es verdaderamente llamado por
Dios. En efecto, los REQUISITOS enumerados en el canon 1029
pueden probarse en el fuero externo y son los siguientes:
a) Fe íntegra: el mismo ministerio sagrado requiere que el
esté en plena comunión de fe, de sacramentos, y de go-
bierno eclesiástico. En efecto, Dios no puede llamar a un minis-
terio en la Iglesia católica al que no profesa la fe católica íntegra y
no está, por tanto, en plena comunión con ella.
b) Recta intención: se tiene cuando el candidato busca el ser-
vicio de Dios en la Iglesia y su salvación espiritual. Dios no llama
ciertamente a los que buscan su propio provecho, por ejemplo,
social, económico, etc.
c) Ciencia debida: el canon 1032, § 1, dispone que los aspiran-
tes al presbiterado pueden ordenarse de diáconos sólo después de
haber completado el quinto año del curso de estudios filosófico-
teológicos (cf cáns. 235; 236; 250); mientras que el § 3 afirma de
modo genérico que los aspirantes al diaconado permanente pueden
ordenarse sólo después de completar su período de formación. El
canon 236, al que se puede recurrir, nada añade más en concreto
sobre los estudios que deben realizar los aspirantes al diaconado
permanente antes de su ordenación (cf n. 136).
d) Buenafama: se requiere, tanto porque es razonable suponer
que el que n o goce de buena fama ante el pueblo de Dios no puede
ejercer con fruto un ministerio en la Iglesia como porque la misma
buena fama por parte de la gente hace presumir que el candidato
tiene aquella integridad de costumbres, aquellas probadas virtudes
y aquellas otras cualidades que el canon requiere.
e) Costumbres íntegras y virtudesprobadas: por el hecho mis-
mo de que el ordenado, como dispensador de los misterios de Dios,
debe instruir a sus fieles en las costumbres que están conformes con
la vocación cristiana y debe suscitar en ellos las virtudes cristianas,
es necesario que viva lo que administra y enseña.
f) Cualidades físicas y psíquicas: son necesarias para desem.
peñar bien el ministerio en la Iglesia. En el nuevo Código des
recen las irregularidades por defectos físicos, que estaban previst
en el canon 984, 2.0, CIC 1917; de las cualidades físicas c
requisito se habla sólo de modo genérico en este canon 1029
el canon 1051, l.%De este modo se deja amplia discrecionalidad
obispo para valorar las cualidades físicas del ordenando y también.
por tanto, para el juicio funcional sobre sus posibles defectos:
Cuando se trató de la reforma del Código se decidió no eliminar la
figura de las irregularidades por defectos físicos, dado que también
los rninusválidos pueden cumplir no pocas funciones y obras de
apostolado 4 3 . La cuestión se plantea, por ejemplo, respecto a los
sordomudos. Hasta este siglo no habían sido nunca admitidos a las
sagradas órdenes, pero el estado de minoridad en que eran consi-
derados los sordomudos quedó superado con la introducción del
llamado "método oral" en su educación. La exclusión, especial-
mente del sacerdocio, se debía al hecho de que el sordomudo no
podía pronunciar de manera conveniente las fórmulas sacramenta-
les, es decir, vocal, íntegra y distintamente, sin cambios sustanciales
o accidentales. Se dudaba además de que el sordomudo fuera capaz
de una conceptualización adecuada. Pero si con métodos eficaces
se logra obtener una educación de los sordomudos, de forma que te
puedan emitir una verdadera voz fisiológica y natural, por provenir g;
de los órganos de fonación; que puedan pronunciar todas las pala- hl
bras de las fórmulas sacramentales de modo claro y distinto; que rt
puedan tener la certeza, a través de controles no sonoros, de haber dl
pronunciado correctamente una frase deseada, no se ve entonces te
por qué los sordomudos deban quedar excluidos a priori de la
ordenación sacerdotal. Será el obispo el que, a base de informes
periciales, constate los signos de vocación divina en el candidato 3
sordomudo y decida admitirlo o no a las órdenes. Esto denota un
cambio de actitud en la Iglesia, debido también a un cambio general
en la cultura actual respecto a los que están afectados de minusva- P
lías físicas.
362. La promoción a las sagradas órdenes depende sólo del
juicio prudente del propio obispo o del superior mayor. Puesto que
es Dios el que llama, les compete solamente a los que están puestos
por Dios en la Iglesia al frente de la guía pastoral discernir quiénes
son aptos para recibir las órdenes sagradas 44. Nadie puede exigir la
I 43
44
Cf Acta Commissionis. en "Com." 10 (1978) 196-197.
Cf PABLO VI, Carta enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 junio 1967, en "AAS" 59 (1967)
662-663; E V 21 1429.
El que piensa que ha sido llamado por Dios puede
- solamente pedir la ordenación. Si se la niega su obispo o su superior
mayor competente, puede pedírsela a otro obispo, sometiéndose a
su juicio, o bien pedir la admisión en otro instituto o sociedad. Sin
embargo, solamente por una causa canónica, aunque sea oculta,
Paccesoelalobispo propio o el superior mayor competente prohibir el
presbiterado de los diáconos súbditos suyos destinados a
61 (can. 1030). Esto es comprensible por el hecho de que en el que
ha sido ya ordenado diácono con vistas al presbiterado ha surgido
un derecho, cuyo ejercicio sólo puede ser impedido por una causa
establecida expresamente por el derecho, como en el caso de cen-
sura, o de irregularidad o de impedimentos sobrevenidos o que
existían ya antes, pero no eran conocidos. Esta causa puede ser
también oculta, esto es, no ser conocida o cognoscible por otros.
Contra la prohibición del obispo propio o del superior mayor
competente, el que se sintiera lesionado en su derecho puede re-
~urrira tenor de los cánones 1732-1739. Es diferente el caso del
diácono que se niega a ser promovido al presbiterado: no se le
~ u e d eimpedir que ejerza el orden recibido, a no ser que haya
surgido un impedimento canónico o alguna otra causa grave, de la
que debe juzgar el obispo diocesano o el superior mayor competen-
te (can. 1038). Efectivamente, por una parte, nadie puede ser obli-
iir gado a asumir el presbiterado si no lo quiere, pero, por otra, el que
3- ha sido ordenado diácono tiene derecho a ejercer el ministerio
recibido; por consiguiente, contra el juicio del obispo diocesano o
del superior mayor competente cabe recurso sobre la causa grave a
tenor de los cánones 1732-1739.
3) Edad canónica
l
363. El canon 1031,§§ 1.2, establece la edad canónica mínima
para la LICITUD de la ordenación:
- veintitrés años cumplidos para los ordenandos al diaconado,
destinados al presbiterado;
- veinticinco años cumplidos para los ordenandos al diacona-
d o permanente, no casados;
- treinta y cinco años cumplidos para los ordenandos al dia-
conado permanente, casados, para quienes se requiere ade-
más el consentimiento de la esposa;
- veinticinco años cumplidos para los que han de ser promo-
vidos al presbiterado, que gocen de suficiente madurez, ob-
servado el intervalo de seis meses al menos entre el diacona-
d o y el presbiterado. En efecto, terminado el curso de los
estudios, el diácono, por un tiempo conveniente que ha de
definir el obispo o el superior competente, debe realizar una
experiencia pastoral ejerciendo el orden recibido antes de
ser promovido al presbiterado (can. 1032,g 2).
lo
b) Actos que se han de cumplimentar es1
antes de la ordenación a(
:re:
E) Documentos e investigación
!
1) Documentos
1 el
1 -
les-
30r
'Os
no
cal
1 -.!365. Los documentos requeridos para la ordenación según
normas del canon 1050 son:
- certificado de estudios realizados regularmente según el ca-
non 1032;
t - si se trata de ordenandos al presbiterado:
in- certificado de haber recibido el diaconado;
- j' 45 Cf PABLO
VI, M. p. Ad pascendum, 15 agosto 1972, en "AAS" 64 (1972) 538;
E V 41 1781.
* Cf PONTIFICALEROMANO,
De ordinatione Episcopi, Presbyterorum, Diaconorum, Typ.
Pol. Vat. 1990; CONGR. DIV.- DISC.SACRAM.,
CULTO Decr. Ritus ordinationis, en "AAS" 82
se (1990) 827.
se trata de los que han de ser promovidos al diaconado:, -
certificado de bautismo y confirmación,
certificado de haber recibido los ministerios del lectorado
y del acolitado (cf can. 1035),
certificado de la declaración que menciona el canon 1036
certificado de la celebración del matrimonio y del cansen:
timiento de la esposa, en el caso de un candidato al diaco.
'
380
P
--
- se han presentado los documentos mencionados en el ca-
non 1050;
%- 3 la idoneidad del candidato se ha comprobado con argumen-
tos positivos, después de haber hecho la investigación a
" 3, tenor del derecho (can. 1052, tj 1).
n-
-e
wo-
\
ara
va- 5 ) Obligación del obispo
-ir-
"- 369. Si a pesar de todas las informaciones recibidas, el obispo,
por razones concretas, duda de que el candidato sea idóneo para
recibir las órdenes, no debe promoverlo a ellas (can. 1052,§ 3), ya
'-9- que sigue siendo libre y responsable sobre la celebración de las
:la órdenes.
-Sr
-S
el c) Irregularidades e impedimentos
a) Irregularidad
37 1. Es el IMPEDIMENTO C A N ~ N I C OPERPETUO
, por naturale-
za, que prohibe recibir las órdenes o ejercerlas. En el nuevo Código
no se distingue expresamente entre irregularidad ex defectu e irre-
1 d,d
váli
Per
gularidad ex delicto, como hacían los cánones 984 y 985 CIC 1917,
pero esta distinción sigue dándose doctrinalmente. Además, es emj
SOC
de advertir que para incurrir en irregularidad tiene que ser cierto
el hecho del que se deriva, y, si se trata de irregularidad ex de- sen
licto, debe ser cierto como delito. Finalmente, la ley que establece Par
las irregularidades, ya que se trata de materia odiosa, del mismo blic
modo que la ley penal, está sometida a una interpretación estricta el (
(cf can. 18). Por eso nunca se presupone la irregularidad, sino que reli
ha de constar con certeza. inc
rre
b) Impedimentos simples 1
1
1
374. Debe considerarse impedimento simple la CONDICIÓN, de
suyo TEMPORAL, en la que se encuentra el ordenando o el ordena-
384
do, Y 9ue prohíbe la promoción a las órdenes o bien el ejercicio de
las y a recibid as.
La sede apostólica
I 50 Cf S~NODODE OBISPOS 197 1, Doc. Ultimis temporibus. 30 noviembre 197 1, II/ 1,47,en
"AAS" 63 (1971)918;E V 4 /1220.
5 1 Cf CONGR.DOCT.FE, Decl. In June, 1 abril 198 1, en E V 7/ 1213.
2) de la irregularidad por homicidio voluntario o aborto pro.
curado (cf can. 1041, 4.9, tanto si el delito es público como oculto
(can. 1047, tj 3).
Si los delitos son ocultos, la dispensa se da para el fuero inter-
no por la Penitenciaría Apostólica; si son públicos, por la Co,
gregación del culto divino y de la disciplina de 10s sacramentos '
a los laicos y a los clérigos diocesanos, por la Congregación
los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostóli-
ca, a los miembros de los institutos de vida consagrada y de las
sociedades de vida apostólica, por la Congregación de la doctrina :.
de la fe en caso de apostasía, herejía y cisma, del que habla el ca. *
non 1041, 2.0.
8.
2) El ordinario
382.
Según la norma del canon 1053, €j1, una vez realizada la
ldes deben anotarse en un libro apropiado, que hay que
: 10s pardar diligentemente en la curia del lugar de la ordenación:
d is-
ZiO-
- los nombres de cada ordenado,
- el nombre del ministro ordenante,
s de
- el lugar y el día de la ordenación.
1, el
También deben guardarse cuidadosamente todos los documen-
tos de cada ordenación.
El obispo ordenante, como determina el canon 1053,G 2, debe
entregar a cada ordenado un certificado auténtico de la ordenación
recibida. Si la ordenación la ha hecho un obispo extraño con letras
3-cer dimisorias, los ordenados deben presentar el documento recibido
que al propio ordinario para la anotación de la ordenación en el libro
SUS especial que hay que conservar en el archivo.
ser Finalmente, según norma del canon 1054, el ordinario del lugar
Por si se trata de seculares, o bien el superior mayor competente si se
!'O
trata de miembros de institutos de vida consagrada o de sociedades
car de vida apostólica, o el prelado de la prelatura personal si se trata
:lito de miembros de la misma, debe comunicar la noticia de cada orde-
idez nación celebrada al párroco del lugar del bautismo, que deberá
ale anotarla en el libro de bautismos, a tenor del canon 535, €j 2.
de
9. EL MATRIMONIO
9.1. Definición
390
~
1
oris coniugalis) que ha sido establecida por el pacto conyugal
S coniugii) como consentimiento personal irrevocable, acto
ano, que es el matrimonio infieri.
uan Pablo 11, en la exhortación apostólica Familiaris consortio
C ) 5 3 , del 22 de noviembre de 1981, en el número 1 1, remitien-
GS 48a, amplía la doctrina contenida en el mismo y define el
trimonio como el pacto de amor conyugal (amoris coniugalis
e d ~u ~opción) consciente y libre (matrimonio infieri) con la que
hombre y la mujer acogen la íntima comunidad de vida y de
itae amorisque communitas intima) querida por Dios mis-
mo (matrimonio in facro esse). El pacto de amor conyugal tiene
por objeto la comunidad intima de vida y de amor.
385. Para la GS 48a, la íntima comunidad de vida y de amor
yugal, en cuanto realidad fundada por el Creador y estructurada
leyes irrevocables, es una INSTITUCIONque tiene ESTABILIDAD
R DERECHO DIVINO (ordinatione divina), por lo que el vínculo
grado que une al hombre y a la mujer, tanto por el bien de los
ónyuges y de la prole como de la sociedad, no depende del arbitrio
el hombre, ni en su constitución ni en su permanencia.
Juan Pablo 11 en FC 11 explica que la institución conyugal
oniugalis institutum) se deriva como exigencia interna del pacto
de amor conyugal, se afirma como Único-y ex-
cir, con las propiedades de la unidad y de la indisolu-
con estas notas el matrimonio está en coherencia y
el designio de Dios creador, correspondiendo por
o divino natural. El matrimonio entendido de esta
ne como el "lugar" único que hace posible con toda
EGA TOTAL entre el hombre y la mujer con los actos
pios y exclusivos de los esposos. Los ACTOS CONYUGALES son
resión necesaria de la donación personal, de la que brota la
e la FECUNDIDAD RESPONSABLE.
386. Para indicar el CONSENTIMIENTO PERSONAL IRREVOCA-
E, GS 48a, FC 11 y el canon 1055, 5 1, no adoptan el término
ontrato", usual en la terminología canónica, sino que hablan de
YUGAL", en cuanto que con sus reminiscencias bíblicas
la alianza (GS 48b) es, ciertamente, más adecuado para expresar
realidad teológica del matrimonio, que es sacramento del vínculo
m
La irrevocabilidad del consentimiento hace del matrimonio bi
contrato sui generis. Pl
er
ar
9.2. Sacramento y contrato m
U1
387. El canon 1055, después de afirmar en el 5 1 que el pacto P'
matrimonial entre los bautizados ha sido elevado por Jesucristo a es
la dignidad de sacramento, insiste en el 5 2 en que entre los bauti-
zados no puede existir un CONTRATO MATRIMONIAL válido sin que
sea por eso mismo SACRAMENTO.
GS 48b recalca la doctrina tradicional de la sacramentalidad
del matrimonio y, aunque no lo diga expresamente, presupon
indivisibilidad entre contrato y sacramento en el matrimonio de
bautizados.
En la Familiaris consortio Juan Pablo 11 no habla expli
mente d e la indisolubilidad entre contrato y sacramento en el ma-
trimonio entre bautizados; sin embargo, en el número 13, después
de recordar la enseñanza solemne de que el matrimonio es uno de
los siete sacramentos, d a la razón por la que el matrimonio natural
ha sido elevado a la dignidad de sacramento en los bautizados: por
la inserción indestructible del hombre y la mujer, en virtud del
BAUTISMO, en la nueva y eterna alianza esponsal de Cristo con SU
Iglesia, la íntima tomunión de vida y de amor conyugal, fundada
por el Creador, queda elevada y asumida en la caridad esponsal de -
I 55
56
Cf JUANPABLO 11, ib, 923.
Cf COM.TEOL.INT.,Tesis sobre La dottrina del matrimonio cristiano, 14 diciembre
1977, 2.3 y 2.4, en E V 6/ 492-493.
no enumera expresamente ni los elementos constitutivos que reper
cuten en la validez del matrimonio ni los elementos integrativos
que atañen a su perfeccionamiento, pero la identifica con el mismo
matrimonio in facto y la considera objeto del pacto conyugal: el
matrimonio infleri.
390. El AMOR CONYUGAL es elemento especificativo de la co
munidad de vida y el reflejo del amor con que Dios se da a la
humanidad (GS 48a.b; MD, n. 7) Por esta razón y porque es Un
acto que nace de la voluntad libre, dirigido de persona a persona
con un sentimiento y un acto que nace de la voluntad libre, el amor
conyugal une en sí mismo valores humanos y divinos que conducen
a los esposos al don mutuo, libre y auténtico, de si mismos, probado
en sentimientos y gestos de ternura, de manera que impregna toda
su vida, tratándose de algo muy superior al puro atractivo erótico,
que, basado en el egoísmo, se desvanece pronto (GS 49a; HV, n. 9;
MD, nn. 7 y 10). Este amor, como hábito de la voluntad, impregna
toda la vida de los esposos; por consiguiente, está presente en todas.
las fases de las nupcias; pero el momento principal en que debe
estar presente como acto de VOLUNTAD CONSCIENTE Y LIBRE (FC
1 1 ) es aquel en el que los dos cónyuges prestan su consentimiento
personal irrevocable, con el que mutuamente se dan y se reciben
para siempre de modo indisoluble y Único (GS 48a). Precisamente
porque el amor conyugal es una fuerza interior dirigida por la c
(
voluntad, informada e iluminada por la razón, que tiende al don,
i
a la renuncia, al servicio y a la abnegación, la comunión de vida
i
basada sobre ese amor se hace estable y definitiva por un pacto y
compromiso irrevocable que no la abandona en medio de la fluc- i
I
5' PABLO VI, Carta enc. Humanae vitae (= HV), 25 julio 1968, n. 8, en "AAS" 60 (1968)
48 1-503; E V 31 587-61 7 .
PABLOVI, Al. a "Equipes Notre-Dame': 22 septiembre 1976, en "Ins." 14 (1976)
735-736.
59 Cf PABLO VI, Al. a "Equipes Notre-Dame", 4 mayo 1970, en "Ins." 8 (1970) 426427.
394 /
4
l a
Isn
1 estas reglas de conducta, forman la institución inmanente del ma-
trimonio en plena correspondencia con su estructura inmanente
dogmática (MD, nn. 6.7).
L a institución inmanente se expresa en la institución canónica
en cuanto que la realidad del matrimonio, como unión de los dos
esposos en el amor, vive en la Iglesia. La relación entre los esposos
'76)
60 Cf Sentencia Coram Staffa, 29 noviembre 1975, en "Periodica" 66 (1977) 313-315.
27. 61 Cf JUANPABLO 11, Al. a la R. Rota, 30 enero 1986, en "AAS" 78 (1986) 923.
encuentra un reforzamiento especial en el hecho de que la misma
unión natural entre los dos, por estar bautizados, es sacramento
eficaz de gracia como signo visible de la unión de amor único
indisoluble y fecundo, entre las tres personas divinas y entre crist;
y la Iglesia (MD, nn. 23.24). La Iglesia, recibiendo el don del sa-
cramento del matrimonio, reconoce el carisma del amor conyugal
establece algunas leyes positivas para el ejercicio del carisma y
celebración del sacramento. Además, en el plano eclesial público la
la
institución canónica se realiza con el CONSENTIMIENTO, que
acto irrevocable de la voluntad expresada externamente por los
esposos, que constituye el matrimonio en concreto (can. 1057). ~1
consentimiento estaría viciado y no surgiría el matrimonio si S,
diera externamente, sin corresponder a la estructura inmanente
dogmática del matrimonio, es decir, sin el acto de voluntad interna
de amor conyugal, y por tanto con la exclusión del amor como do-
nación-aceptación recíproca personal, única e indisoluble, en los
actos propios de la vida conyugal (cana. 1055, 5 1; 1056; 1057;
1095-1 103).
:onfíi
{ida1
9.5. Ministerio conyugal ;onyi
:umg
392. Por el hecho de que el matrimonio cristiano es un sacra- 3!
mento que realiza una especie de consagración a Dios y da una ges e
participación peculiar en la misión de la Iglesia, es en sí mismo un kan.
verdadero MINISTERIO ECLESIAL, el ministerio DEL AMOR, que hace ijet
visible por una parte el don del amor divino y por otra el compro- ienl
miso que de él se deriva para los dos esposos (ChL, nn. 23; 40; 52;
FC, n. 50) 62. 1 pactl
ci6n
misi
El amor conyugal, como carisma, es un don del Espíritu para
un servicio que hay que rendir en la Iglesia, a la Iglesia y al mundo. serv
Su dimensión eclesial se manifiesta por el reconocimiento que de él com
hace la Iglesia y por la disciplina legislativa que se refiere a él: el los 4
carisma, institucionalizado canónicamente, además de dar origen a en e
una forma estable de vida, se convierte en un ministerio. Este don la d
del Espíritu, además, es acogido públicamente por los esposos con
el pacto conyugal, que es ratificado a su vez oficialmente por la
Iglesia al bendecir en el rito sacramental dicho amor y d a a los
1 Dic
de
des
esposos la MISION propia del ministerio conyugal.
ter
en
62 Cf JUANPABLO
11, ib.
~1 ministerio conyugal, al tener su fuente en el sacramento y en
isma que en él se recibe, es un don de Dios y al mismo tiempo
miento. Los dos esposos deben adecuar sus voluntades y
tenciones al ministerio del que son ministros. El ministerio
al recibirse en el sacramento, tiene una estructura sacra-
-@
p 11- *'
\" * ¿j 1; 1056) 68.
40 1
El CONSENTIMIENTO se define como acto de la voluntad, con el
que el hombre y la mujer, con pacto irrevocable, se entregan y se
aceptan el uno al otro, para constituir el matrimonio (cáns. 1057
2; 1055, 1 ).
La nota de irrevocabilidad del consentimiento personal sup&:
que, una vez que se ha dado válidamente, el matrimonio en su
permanencia no depende de él; una revocación de carácter psicoló-
gico o intencional sucesiva no tiene efecto alguno en el plano sacra-
mental ni en el jurídico. La irrevocabilidad del consentimiento y la
estabilidad de la institución matrimonial las da el objeto del con.
sentimiento. Para comprender este OBJETO hay que distinguir:
- el objeto material: la persona de los esposos (GS 48a;
can. 1057,s 2);
- el objeto formal especzj?cativo, es decir, la ratio por l a que l
iza- 69 CONGR. DOCT.FE, Decr. Sacra Congregatio, 13 mayo 1977, en "AAS" 69 (1977) 426;
EV 6/ 188.
.-(:to Cf Carta circ. del 20 diciembre 1986 (Prot. n. 1400186).
a
403
matrimonio. Si hubiera una intención exclusivamente fornicatoria
el matrimonio no podría decirse canónicamente consumado.
402. La consumación del matrimonio sacramento se verifica
con la primera cópula conyugal realizada después de que el matri-
monio fue rato, es decir, válidamente contraído entre dos bauti-
zados.
Hay que distinguir con claridad tres dimensiones del matrimo-
nio: existencial, sacramental y jurídica.
En la dimensión existencia1 el matrimonio está sometido a un
dinamismo que lo impulsa hacia una realización cada vez mayor de
aquella comunidad íntima de vida y de amor conyugal, que es la
esencia misma del matrimonio. En este sentido, toda cópula con-
yugal, realizada del modo debido, durante toda la vida de los
cónyuges, lleva consigo una consolidación, un desarrollo y un per-
feccionamiento del amor conyugal y de su comunidad de vida. Así
pues, en esta dimensión el matrimonio se consuma cada vez m&.
En la dimensión sacramental la consumación produce la pleni-
tud de la significación sacramental, ya que en ella ambos cónyuges
se hacen una sola carne, y por tanto establecen entre sí una unión
interpersonal completa, exclusiva y definitiva, que representa la
unión de Cristo con la Iglesia''. Al integrar el signo sacramental,
la consumación participa de la misma ratio sacramenti, es decir, la
significación y la producción de la gracia.
En la dimensión jurídica la consumación es el momento objetivo
que pone fin al proceso de formación del matrimonio como reali-
dad sacramental transeúnte (matrimonio infieri) y d a comienzo a1
matrimonio como realidad sacramental permanente (matrimonio
in facto).
403. Finalmente, los efectos de la consumación, dependientes
entre sí, son:
- en el orden teológico, el del perfeccionamiento de la repre-
sentación de la unión entre Cristo y la Iglesia y de la unión
entre las tres personas divinas, en cuanto que los cónyuges
se hacen una sola carne (Gén 2,24; Mt 19,4-6; Ef 5,21-33);
- en el orden sacramental, el del perfeccionamiento integrativo
del sacramento, como signo eficaz de gracia;
- en el orden jurídico, el de la INDISOLUBILIDAD ABSOLUTA
71 Cf PfoXI, Carta enc. Casti connubii, 31 diciembre 1930, en "AAS" 22 (1930) 552.
404
del vinculo matrimonial, tanto INTR~NSECA, que es propia
ya del matrimonio no rato (natural) y del rato no consuma-
do todavía -el cual, aunque no pueda ser disuelto por los
cónyuges, puede serlo por el romano pontífice en casos par-
ticulares (cf nn. 463-475)-, como EXTRÍNSECA, ya que no
puede ser disuelto, no sólo por los cónyuges, sino por nin-
guna potestad humana y por ninguna causa, excepto la
muerte (can. 1141).
1 ni-
;2s
,
para hacer que el matrimonio sea regulado no sólo por el derecho
divino, sino también por el canónico, salva la competencia del
Estado sobre los efectos meramente civiles del mismo matrimonio
:n (can. 1059; cf can. 11). Por el contrario, para el matrimonio con-
iS traído entre dos partes bautizadas no católicas, salvo el derecho
i
l>
divino, de momento sigue habiendo una laguna en el derecho.
Ja
El matrimonio contraído entre dos no bautizados está regulado
por el derecho divino y por el civil.
Respecto a los matrimonios contraídos entre una parte católica
y una parte no católica, bautizada o no, prevalece una sola legis-
lación, la canónica. Pero la parte no católica está sometida a la
legislación canónica sólo indirectamente, mediante la parte católica.
La parte no católica está sometida a la ley canónica sólo en aquellos
actos que realiza conjuntamente con la parte católica o que son
aplicaciones del derecho divino.
La autoridad civil no puede exigir requisitos respecto a la vali-
dez del vínculo matrimonial, pero conserva su competencia para
los efectos meramente civiles relativos tanto a los cónyuges como
a la prole y que se derivan del matrimonio contraído ya válidamen-
te; además, puede dictar sentencia de nulidad del matrimonio sólo
respecto a los matrimonios de dos no bautizados. Respecto a los
matrimonios entre dos bautizados, la autoridad civil no puede
declarar su nulidad. Por otra parte, la Iglesia no reconoce eficacia
a las sentencias de divorcio pronunciadas por el tribunal civil.
9.12. Duda sobre el matrimonio
--
locales y las leyes civiles, si existen (can. 1062, 5 1). La
CEI ha decidido no dictar normas particulares en este caso 72. De
(tn la promesa de matrimonio no surge un derecho a la celebración del
:3 por ello, la parte lesionada no tiene ninguna acción para
:e- e el matrimonio se celebre, pero sí una acción para la reparación
qu 10s posibles daños producidos (5 2).
-as
ido 407. Los pastores de almas deben procurar que toda la comu--
ali-
ia 111 dad eclesial ayude a los fieles a conservar el estado matrimonial
fin el espíritu cristiano y hacerlo cada vez más perfecto. Se dis-
le que se ofrezca esta ayuda de las formas siguientes:
1.Q con la predicación y con una adecuada catequesis a los
Peq ueños, a los jóvenes y a los adultos, incluso por los medios de
social, de manera que los fieles sean instruidos en el
del matrimonio cristiano y sobre la tarea de los cónyu-
ges y de los padres cristianos;
.. 2.Q con la preparación personal de los novios que se acercan
l m-:
:nal al matrimonio, de manera que se dispongan a la santidad y a las
tareas de su nuevo estado de vida;
3.0 con una fructuosa celebración litúrgica, de la que aparezca
cbn claridad que los esposos participan activamente del misterio de
unión y de amor fecundo entre Cristo y la Iglesia, puesto que se
convierten en signo del mismo;
4.0 con la ayuda ofrecida a los esposos, de manera que, con-
lervando y defendiendo fielmente el pacto conyugal, lleguen a vivir
una vida familiar cada vez más santa y plena (can. 1063).
tar
Es tarea del ordinario del lugar procurar que esta asistencia se
organice de la forma debida, escuchando, si le parece oportuno, a
los hombres y mujeres idóneos por su experiencia y preparación
(can. 1064).
408. Los bautizados católicos que no hubieran recibido toda-
h a la confirmación, la deben recibir antes de ser admitidos al ma-
ti-imonio, si lo pueden hacer sin grave incomodo (can. 1065, 5 l).
Hay que recomendar además a los esposos que se acerquen al
sacramento de la penitencia y al de la eucaristía (5 2).
,
I') 409. Antes de la celebración del matrimonio debe hacerse una
te-
!ar
1 72 Cf Delib. n. 9, del 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7/1983, 210; E. CEI 3/ 1597.
La CEE dispone que tenga fuerza de ley canónica la legislación civil española sobre cspon-
p l e s a tenor del canon 1062 y salvo lo establecido en el canon 1290 (4.0 DG 1987, art. 2:
13s "'BOCEE" [1987] 155; cf 2.0 DG 1985, norma transitoria primera).
I N V E S T I G A C I ~ Nde la que conste con certeza que no existe ningún
obstáculo para la válida y lícita celebración (can. 1066). Esta inves- ,
tigación tiene que hacerla el párroco al que se ha pedido la celebra- (
73 Cf Delib. 1, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI 3/ 1985,6 1; E. CEI 3/ 2299. La CEE
establece la. publicación de proclamas matrimoniales, bien sea por edicto fijado en las
puertas de la iglesia o bien por lectura pública al menos en dos días de fiesta; establece a su
vez un modelo de expediente matrimonial para el examen de contrayentes y testigos (1 .er DG
1984, art. 12.1 y 2, Anexo 2).
74 Cf Delib. n. 3 1, del 18 abril 1985, en Notiziario CEI 3/ 1985,46; E. CEI 3/ 2286.
Concordato entre la Santa Sede e Italia, 11 febrero 1929, art. 34, en "AAS" 21 (1929)
290.
la del matrimonio, después de haber realizado todas las
demás prescripciones del derecho; las proclamas hechas oralmente
durarán quince días (cf can. 1024 CIC 1917); en cambio, si se hacen
la fijación pública en la puerta de la iglesia, ocho días, con la
clusión de dos fiestas de precepto (cf can. 1025 CIC 1917); la
del matrimonio, si no interviene una causa grave, se
hará después de tres días de la última publicación o de la última
fijación (cf can. 1030 CIC 1917); a juicio del ordinario del lugar, las
rodamas se hacen en diversas parroquias cuando un contrayente
ambos han vivido, después de la pubertad, al menos por seis meses
en otra parroquia (cf can. 1023,B 2, CIC 1917); si el matrimonio se
ha de celebrar en el extranjero entre dos españoles o entre un
cónyuge español y otro extranjero, las proclamas se harán tanto en
la parroquia del actual domicilio o cuasi domicilio como en la
parroquia española; si un contrayente o ambos no tienen ya domi-
cilio en España, las proclamas se harán en la parroquia de origen,
o en otro sitio, ajuicio del ordinario del lugar (cf can. 1023,§ 2, CIC
1917) 76. De estas proclamas del matrimonio que se va a celebrar se
deduce que todos los fieles están obligados a revelar al párroco o al
3 do
ordinario, antes de la celebración del matrimonio, los impedimentos
pis- de que tuvieran conocimiento (can. 1069).
'CO- 1 Si en lugar del párroco competente ha llevado otro las ave-
ren
nia riguaciones requeridas, éste debe comunicar cuanto antes al pri-
.ras mero, con documento auténtico, los resultados de su investigación
(can. 1070).
t -- das de'una unión anterior, para con la otra parte o para con
ile los hijos;
- al matrimonio de quien haya abandonado notoriamente la
fe católica (o sea, si el hecho es conocido en la comunidad
sin que haya habido un acto formal de separación), aunque
S'I n o haya pasado a una comunidad no católica;
- al matrimonio del que está sometido a alguna censura;
76 Cf CONGR.
DISC.SACRAM.,
Inst. 11 Concordato, 1 julio 1929, en "AAS" 21 (1929)
352-355.
- al matrimonio de un menor de edad si los padres lo ignoran
o se oponen razonablemente;
- al matrimonio que ha de contraerse por procurador.
a) Definición
41 1 . El impedimento dirimente es una ley de derecho divino o
humano, por el que una persona, sobre la base de una circunstancia
objetiva, resulta inhábil para contraer válidamente matrimonio en ble
general o un matrimonio en particular (cáns. 1073; 1058). - ,,
7,
3:
b) Tipología bi
'F
4 12. Un impedimento puede ser:
1) Según el ORIGEN:
- d e derecho divino natural o revelado, si ha sido establecido
por Dios, inscrito en la naturaleza o manifestado a través de
la revelación y declarado por la suprema autoridad de la
Iglesia (can. 1075, 5 1); afecta también a los no bautizados
en el momento de la celebración del matrimonio;
- de derecho eclesiástico, si ha sido establecido por la suprema
autoridad eclesiástica (5 2); afecta sólo a los bautizados en
el momento de la celebración del matrimonio; sin embargo,
en el derecho vigente, las leyes eclesiásticas sólo se refieren
a los católicos (cáns. 1059; 1 1).
3) Según la DURACION:
- perpetuo, si no está sometido a desaparición;
- temporal, si dura sólo por algún tiempo.
12-
se, ) Según la CERTEZA:
cierto, cuando aparece una circunstancia que con certeza
moral se conoce que se produce y que cae dentro del ámbito
de la ley;
- dudoso- de hecho, cuando la duda se refiere a la existencia
del hecho; dudoso de derecho, cuando la duda se refiere a la
ley misma, es decir, a si el hecho cae o no bajo la ley; de
hecho y de derecho, si recae sobre la existencia del hecho y
al mismo tiempo de si el hecho cae bajo la ley.
,O
a En caso de impedimento dudoso, a tenor del canon 14, se esta-
4,
cen ciertos criterios:
respecto a los impedimentos de derecho eclesiástico, si se
trata de:
duda de derecho, se puede contraer matrimonio y no hay
necesidad de dispensa, ya que prevalece el derecho natural
cierto;
duda de hecho, se requiere la dispensa del ordinario o de
la autoridad a la que eventualmente está reservada la dis-
'o pensa, ya que el sacramento no puede exponerse al riesgo
1m
w de nulidad, dado que el matrimonio será válido o no,
según exista una circunstancia determinada o no;
3s duda de derecho y de hecho, no se requiere la dispensa;
- respecto a los impedimentos de derecho divino, que no pue-
1a. den nunca dispensarse, si se trata de:
duda de derecho, se puede contraer matrimonio, ya gu
prevalece el derecho natural cierto al matrimonio;
duda de hecho, para la celebración licita deben distinguir
se los diversos casos, que examinaremos uno por uno.
5) Según la PUBLICIDAD:
- público, si puede ser probado en el fuero externo, por eje
plo con documento público, testimonio de testigos o
testigo cualificado;
- oculto, si no puede ser probado en el fuero extern
(can. 1074).
412
iwensa de los impedimentos
a) Edad
418. El varón antes de haber cumplido dieciséis años y
la mujer catorce no pueden contraer matrimonio válidamente
(can. 1083,g l), pero la conferencia episcopal puede establecer una
edad mayor para la licitud de la celebración (5 2). La CEI ha
establecido la edad de dieciocho años7'. Los años se consideran
cumplidos al finalizar el último día (por ejemplo, el que nació el
5 de julio cumple jurídicamente dieciséis años en la hora cero del
6 de julio).
Se trata de un impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO, ya que
por derecho natural no se determina ninguna edad, sino que se
exige que los contrayentes hayan alcanzado la edad del uso de
razón y puedan realizar un acto libre y consciente en orden al
consentimiento conyugal. La edad mínima determinada por la Igle-
sia coincide con la capacidad de ejercer la función de la pubertad.
77 Cf Delib. n. 10, del 23 diciembre 1983, en Notizi~rioCEI 71 1983, 210; E.CEI3/ 1598.
La CEE, de igual forma que la CEI, requiere para contraer lícitamente matrimonio la edad
de dieciocho años (l.crDG 1984, art. 1 1 ) .
414
b) "lmpotentia coeundi"
419. Dando por supuesto lo dicho de la cópula conyugal como
-
,bnsumativa del matrimonio, la impotencia coeundi para el hombre
viene dada por la incapacidad física o psicológica de penetrar con
el miembro viril en la vagina de la mujer y de inseminar en ella de
forma natural, aun cuando el semen no esté producido por los
testículos; para la mujer, por la incapacidad física o psicológica de
acoger el miembro viril y el semen en la vagina de forma natural
Puede ser:
- absoluta, si la parte que sufre esa impotencia es incapaz de
realizar el acto conyugal con cualquier persona;
- relativa, si lo es sólo con una o algunas personas o determi-
nadas categorías de personas;
- antecedente, cuando precede a las nupcias y existía, por
- tanto, en el momento de la celebración de las mismas;
- posterior, cuando interviene después de la celebración de la
- boda;
- perpetua, si, existiendo ya en el momento de la celebración
del matrimonio, no es sanable dada su naturaleza por medios
lícitos naturales ordinarios, y por tanto sin peligro de vida;
- transitoria, en el caso de que pueda curarse con medios
ordinarios.
'?le-
"
ad. 1 -que no permite realizar el fin específico del matrimonio.
420. Sobre la base de la distinción entre acto conyugal y fe-
cundación, la esterilidad, por carencias u obstáculos funcionales,
ni prohíbe ni dirime el matrimonio (can. 1084, Q 3; cf can. 1098).
Evidentemente se prohibe y es nulo el matrimonio entre homo-
sexuales y transexuados.
c.) Vínculo
78 Cf PABLO
VI, M . p. Matrimonia mixta, 31 marzo 1970, en "AASn 62 (1970) 257-259;
E V 31 1415-1425.
?a e) Orden sagrado
- el t
c el ..425.
Atentan inválidamente el matrimonio aquellos que reci-
e;ta bieron las sagradas órdenes (can. 1087). Éstos pueden acceder al
'0 o sólo si obtienen dispensa de la obligación del celibato,
o de 4
ue lleva siempre consigo la pérdida de la condición clerical y la
vnsa ProhibiciÓn del ejercicio del ministerio sagrado (cf n. 156). Por lo
'do que se refiere a los diáconos permanentes que se quedaron viudos
5; despues de la ordenación, cf número 375.
Como impedimento dirimente, es de DERECHO ECLESIÁSTICO,
:Var nero en realidad la Santa Sede no concede la dispensa de este
'Ato npediment~(cf can. 1078, 8 2, Lo), ya que con la dispensa de la
caso bligación del celibato cesa el impedimento.
I
: a
una
luda fl Voto religioso
del
uti- :a f ~ i
426. Atenta inválidamente el matrimonio el que ha emiti-
3tra o voto público perpetuo de castidad en un instituto religioso
wa. :an. 1088). También aquí, como impedimento dirimente, es de
ivía, ~ERECHO ECLESIÁSTICO, y la dispensa no la da realmente la Santa
Sede del impedimento (cf can. 1078, 5 2, l.Q), sino del voto, en el
indulto de secularización, por el que cesa el impedimento.
- iste
.- ace
dis- g) Rapto
j-r
427. Surge entre el hombre y la mujer raptada, o al menos
\
h) Crimen
428. El que con el propósito de celebrar el matrimonio con (
una persona determinada causara la muerte al cónyuge de la misma
o al suyo propio, atenta inválidamente el matrimonio (can. 1090,
5 1): la finalidad del conyugicidio debe ser la de contraer matrimo- 1
nio con la parte que se ha quedado viuda.
Están impedidos del matrimonio entre sí también los que han .=
cooperado física o moralmente a la muerte del cónyuge, aunque no t
con la finalidad de contraer matrimonio entre sí (5 2). 1
1
Es un impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO y la dispensa
está reservada a la Santa Sede (can. 1078, 5 2, 2.0).
1
(
i) Consanguinidad 1
1
1
429. El impedimento, que no se multiplica, se refiere a todos
los grados de la línea recta, tanto en el caso de consanguinidad I
7
legítima como sólo natural (cf n. 85) y hasta el cuarto grado, in-
cluso de la línea colateral (can. 1091,# 1.2.3). 1
1
El impedimento:
- en el primer grado de la linea recta se tiene por cierto como
de DERECHO DIVINO NATURAL;
- en los demás grados de la línea recta y en el segundo grado
de la linea colateral es DUDOSO de si es de derecho divino
natural; por eso, por disposición de derecho eclesiástico,
incluso ante la duda solamente sobre la consanguinidad, no
se debe permitir el matrimonio (can. 1091, 5 4); sin embar-
go, debido a la duda existente, en algunos casos extremos la
Santa Sede ha permitido no turbar la buena fe de dos her-
manos uterinos casados en el paganismo y convertidos luego
al catolicismo, o bien ha permitido el matrimonio de dos
hermanos uterinos bautizados 79;
en los otros grados de la línea colateral es de DERECHO
ECLESIASTICO.
1) Parentesco legal I
432. No pueden contraer válidamente matrimonio los que es-
tán unidos por un parentesco legal surgido por adopción, en línea
recta y en el segundo grado de la línea colateral (can. 1094).
Por el hecho de que el adoptado es considerado, respecto al
adoptante, como un hijo tenido por generación y tiene su estado
jurídico, por razones de conveniencia social la Iglesia establece un
impedimento de DERECHO ECLESIÁSTICO.
422
capacidad psíquica
81 Cf JUANPABLO
11, Al. a la R. Rota, 5 febrero 1987, en "AAS" 79 (1987) 1453-1459; Al.
a la R. Rota, 25 enero 1988, en "AAS" 80 (1988) 1 178-1 185.
b) Conocimiento mínimo sobre la naturaleza
del matrimonio
c) Error
d) Simulación
439. Se presume siempre la conformidad entre el consenti-
miento interno y el externo (can. 1001, 9 l), pero el matrimonio es
nulo cuando la manifestación exterior del consentimiento no co-
rresponde a la intención interior, dado que se esconde otra inten-
ción contractual. Esto debe hacerse por un acto positivo de la
11 voluntad de al menos una de las dos partes, es decir, por una
intención deliberada, realmente existente en el momento de la ce-
I lebración, aunque hubiera sido formulada anteriormente. No es
necesario que esta intención haya sido pactada entre los dos o que
ea conocida por el otro cónyuge. Es necesario que, en la mente de
uien la tiene, esa intención sea tan firme y prevalente que elimine
a intención que se tiene normalmente al celebrar el matrimonio.
Según el canon 1101, ¿j2, se puede producir:
1) Simulación total o absoluta:
- cuando se excluye la voluntad de contraer matrimonio con
la otra parte y se pone en ser la manifestación externa de la
voluntad para alcanzar sólo otros fines totalmente extraños
a los propios del matrimonio (por ejemplo, dinero, posición
social, nacionalidad, expatriación, etc.);
- cuando se excluye la dignidad sacramental del matrimonio
(bonum sacramenti), en cuanto que excluye el mism
monio cristiano.
2) Simulación parcial o relativa:
- por exclusión de un elemento esencial, como el derech
fidelidad (bonumfidei), o también de uno solo de 10
del matrimonio, es decir, el bien de los cónyuges o la pro-
creación y educación de la prole (bonum prolis);
- por exclusión de una propiedad esencial del matrimonio
y por tanto del derecho a la unidad del mismo (bonumfi
dei), así como del derecho a la indisolubilidad (bonum ,ya
cramenti).
e) Condición ,.
426
0 Violencia j 7 miedo
. 442. El matrimonio es inválido si se ha contraído bajo violen-
cia física o moral, o bien por miedo grave infundido por causa ex-
terna, aunque no sea intencionadamente, para librarse del cual
alguien se ve obligado a escoger el matrimonio (can. 1103).
Si en el caso de violencia física desaparece totalmente la volun-
tad, el matrimonio es nulo seguramente por derecho natural, ya
que falta el consentimiento (cf can. 1057, 5 1). Pero si se trata de
violencia física o moral que produce sólo un miedo o temor o
perturbación de la mente tal que la persona, a pesar de todo, da su
consentimiento a un matrimonio que no habría contraído si hubiera
tenido plena libertad externa; o bien, si se trata de un miedo grave,
aunque sólo sea relativo, respecto a la índole de la persona, sexo,
edad, etc., habrá que afirmar -según la opinión más probable,
cada vez poseedora de mayor fuerza- que el consentimiento debe
considerarse en si mismo inválido por derecho natural, en razón de
la naturaleza misma del matrimonio y del consentimiento conyugal,
ya que se presta únicamente para librarse del miedo. El canon 1103,
sin embargo, establece que el miedo debe tener un origen externo,
es decir, venir de otra persona, y que puede ser producido aunque
sea sin la intención de obtener a la fuerza el consentimiento matri-
monial. Finalmente, también el miedo reverencial, que es la pertur-
bación producida en el ánimo del contrayente por personas con las
que está ligado afectivamente o por relaciones de veneración y de
sumisión, si llega a limitar fuertemente la libertad del consenti-
miento, puede invalidarlo.
El vicio del consentimiento que menciona el canon 1103 puede
aplicarse también a los matrimonios de los no católicos, tanto
bautizados como n o % Sin embargo, dado que no puede conside-
rarse resuelta la cuestión discutida de si la violencia moral y el
miedo invalidan el matrimonio por derecho natural o bien por
derecho eclesiástico, ni la del ámbito del derecho natural en este
punto, en sede judicial el canon 1103 no puede aplicarse a los ma-
trimonios de los acatólicos, a no ser en cuanto a los elementos de
derecho natural que contiene, cuya determinación, sin embargo,
sigue siendo compleja y discutida.
427
g) Presencia de los esposos
86 Cf Atti XIXII ass. gen. straord., 19-23 septiembre 1983, Roma 1984, 109. La CEE, en
cuanto a asistencia delegada de laicos al matrimonio, canon 1 1 12, nada ha establecido hasta
ahora sobre el particular.
acatólicos, y lo mismo pueden hacer los católicos en el matri
entre bautizados acatólicos 8 7 .
c) Lugar de celebración
v"
b) Forma extraordinaria
*' UN.CRIST.,
Cf SECR. Dir. Ecum. Ad totam Ecclesiam, 15 mayo 1967, n. 49, en "A
59 (1967) 589; E V 2/ 1242.
432
l
mes debe deducirse de un estado de cosas que pueda ser constatado
,de informes recibidos.
En ambos casos previstos por el derecho para la forma extraor-
dinaria, si está disponible un sacerdote o un diácono que puede
estar presente, deberá ser llamado y, junto con los testigos, deberá
lon-
estar presente en la celebración del matrimonio (can. 1116, ¿j 2). Si
el ~acerdoteo el diácono están presentes, no actúan como asisten-
una tes, sino que su función es la de dirigir el rito religioso, bendecir a
~uia
10s esposos y garantizar la recta celebración del matrimonio. En la
del
*?le- hipótesis de que el sacerdote o el diácono llamado no viniera o ni
siquiera fuese llamado, será igualmente válida la celebración hecha
sólo ante los dos testigos comunes. Sin embargo, en caso de urgente
I peligro de muerte, como hemos visto, el sacerdote o el diácono
1 no presente, si es imposible recurrir al ordinario del lugar, puede dis-
con pensar de los mismos impedimentos de los que puede dispensar
~ttra este último (can. 1079, 5 2).
) nio
433
facultad del año 197 1. El ordinario puede también asignar a uno o
varios laicos que hagan de testigos comunes de forma estable en lo
matrimonios celebrados con forma extraordinaria. Siguen
testigos comunes y no asumen la función de asistente, ya q
han sido autorizados a preguntar y a recibir el consefitimiento
las partes, sino sólo a estar presentes en el intercambio del con
timiento. Sin embargo, esos "fieles cualificados", que no se aña
a los testigos comunes, sino que forman parte del número de el
en la celebración, ejercen un ministerio eclesial, ya que impar
catequesis de preparación al matrimonio, procuran que la celebra-
ción tenga carácter sagrado y religioso, dirigen a 10s esposos una
exhortación durante la celebración y garantizan el registro del ma-
trimonio.
d) Rito de celebración
m1
455. Fuera de los casos de necesidad, en la celebración del m4
matrimonio tienen que observarse los ritos prescritos en los libros
litúrgicos aprobados por la Iglesia o acogidos por costumbres legi- U P
timas (can. 1119). Las conferencias episcopales tienen facultad de
COM.INT. AUT.CIC, Respuesta del 1 agosto 1985, en "AASn 77 (1985) 771;
89 Cf PONT.
E V 91 1662. vlt
reparar su propio ritual del matrimonio -que debe ser recono-
o por la Santa Sede- según los usos de los lugares y de los
blos, conformes con el espíritu cristiano, pero quedando en pie
disposición de que sea el asistente al matrimonio el que pida
reciba la manifestación del consentimiento de los contrayentes
an. 1120). La CEI no ha creído necesario formular un ritual
io para Italia *.
ra- e) Registro
una
ma- 456. Una vez realizada la celebración del matrimonio, el pá-
rroco del lugar de la celebración o el que haga sus veces, aunque-no
haya asistido al matrimonio, debe anotar lo antes posible en los
registros de matrimonios los nombres de los cónyuges, del asistente
1' y de los testigos, el lugar y el día de la celebración, según el modo
prescrito por la conferencia episcopal o por el obispo diocesano
(can. 1121, 5 1). El Estado italiano reconoce los efectos civiles al
*matrimonio
I
canónico, a condición de que el acto de su celebración
iesia sea inscrito en los registros del estado civil, previa publicación en
!43), la casa-ayuntamiento, y que los esposos cumplan los requisitos de
[e la la ley civil sobre la edad y no haya ningún impedimento inderogable
civilmente. La transcripción puede efectuarse también posterior-
del mente, a petición de ambos contrayentes o de uno de ellos, con el
O en consentimiento y sin la oposición del otro, siempre que, los dos
S los hayan conservado ininterrumpidamente el estado libre desde el
\m.), momento de la celebración y sin perjuicio de los derechos de ter-
caso ceros 90.
inis- Cuando el matrimonio no se ha contraído ante e1 asistente en
onio los casos previstos por el derecho, el sacerdote o el diácono, si han
. por estado presentes en la celebración, y si no, los testigos junto con los
2.4). contrayentes, están obligados a informar al párroco y al ordinario
del lugar, lo antes posible, del matrimonio realizado (5 2).
* La CEE, de igual forma que la CEI, asume sin otras particularidades en el Ritual del
matrimonio las disposiciones generales de la edición típica romana (cf Ritual de los sacra-
del mentos, BAC, Madrid 1985).
bros 90 Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 38, 8 1, en
legí- "AAS" 77 (1985) 526-527. Los efectos civiles del matrimonio canónico en España son
1de reconocidos por el Estado a tenor del Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. VI, y
Código Civil, arts. 60, 61 y 80; en los mismos textos se reconoce la eficacia civil de las
resoluciones de los tribunales eclesiásticos sobre nulidad del matrimonio y de las decisiones
pontificias sobre matrimonio rato y no consumado. Este reconocimiento, por lo demás,
viene siendo tradicional en la legislación española.
Cuando el matrimonio se ha contraído con dispensa de la fama 90
canónica, el ordinario del lugar que concedió la dispensa tiene Que
procurar que la dispensa y la celebración se anoten en el libro de i
matrimonios, bien de la curia o bien de la parroquia propia de la
parte católica, cuyo párroco se haya encargado de la investigación
de estado libre; el cónyuge católico está obligado a informar lo
antes posible al mismo ordinario del lugar y al párroco, indican- .? P'
d o también el lugar de la celebración y la forma pública observa- ' dc
d a (5 3). Y
El matrimonio debe ser anotado también en el registro en el
que esté inscrito el bautismo de 10s cónyuges (can. 1122,§ 1).Si un
cónyuge no ha contraído matrimonio en la parroquia en que ha
sido bautizado, el párroco del lugar de la celebración debe transmi-
tir cuanto antes la notificación del matrimonio realizado al párro-
co del lugar en que se confiri6 el bautismo (5 2). Esta notificación
debe añadirse a las actas que preceden al matrimonio. La CEI, ya
antes de la promulgación del nuevo Código, había establecido que
la parte católica que contrajo un matrimonio mixto con la dispensa
de la forma canónica transmita el testimonio de la celebración
realizada a su propio párroco9'.
Siempre que un matrimonio se convalide en el fuero externo, o
sea declarado nulo, o haya sido legítimamente disuelto, excepto el
caso de muerte, el párroco del lugar de la celebración del matrirno-
nio debe ser informado oportunamente para que haga debidamen-
te la anotación en los registros de matrimonios y de bautismos
(can. 1123). Las sentencias de nulidad de matrimonio, hechas eje-
cutivas por decreto del órgano eclesiástico superior, se hacen efiCa-k
ces en la República italiana, a petición de las partes o de una de
ellas, por sentencia de la Corte de apelación 92 si, pronunciadas por
el tribunal eclesiástico competente, se les ha asegurado a las partes
el derecho de actuar y de oponerse en juicio de modo no discordan-
te de los principios fundamentales del ordenamiento italiano y si
concurren las otras condiciones requeridas para la declaración de
eficacia de las sentencias extranjeras.
9' Cf Normas del 25 septiembre 1970, en Noriziario CEI 1 11 1970, 200; E. CEI 113480;
Indicaciones pastorales del 20 junio 1972, en Notiziario CEI 71 1972, 106; E. CEI 114239.
92 Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 8, $ 2 ,
en "AAS" 77 (1985) 527.
17. Matrimonios mixtos
?a 93 Cf Normas del 25 septiembre 1979, en Notiziario CEI 1 1 / 1970, 199; E. CEI 1 / 3478;
23 Indicaciones pastorales del 20 de junio de 1972, en Notiziario CEI 7/ 1972, 106; E.CEI
!a 114237. La CEE, de igual manera que la CEI, ha establecido sobre matrimonios mixtos
parecidas disposiciones referentes a las declaraciones y promesas por escrito, mofivos de la
r:
>-
I dispensa de la forma canónica y otros extremos (lacr DG 1984, art. 12,3, y "Normas de la
CEE para la aplicación en España del M. p. Matrimonia mixta': 25 enero 1971).
tiene obligación de pedir y recibir el consentimiento, como . 4
L
440
‘z,tá Sin embargo la obligación de observar el secreto por parte del
!m del lugar cesa si a causa de la observancia del mismo se
el eriva~eel peligro de un escándalo grave o una ofensa también
ave a la santidad del matrimonio. El ordinario del lugar debe
ner al corriente sobre esto a las partes antes de la celebración
1 !ey
'ntre
ob- El matrimonio celebrado de este modo deberá anotarse sólo en
.a, un registro especial que hay que conservar en el archivo secreto de
O- la curia diocesana (can. 1133).
-~in
'ta
bra- 1 . 9 . Efectos del matrimonio
rn-ia
ató- f 461. Los efectos relativos a los C ~ N Y U G E Sson:
más
: es-
I - el vínculo perpetuo y exclusivo;
- la fuerza y la cuasi consagración del sacramento;
:nte - iguales derechos y deberes para todo lo que se refiere al
a li- *m
consorcio de la vida conyugal;
la10 - el derecho-deber gravísimo y primario de procurar con todas
ica- N sus fuerzas la educación física, social, cultural, moral y re-
:ión
ligiosa de la prole (cáns. 1134-1136);
- la paternidad del que es indicado como padre por las nup-
cias legítimas, a no ser que se pruebe lo contrario con argu-
mentos evidentes (can. 1138, 5 1).
3-1
b) Matrimonio no consumado
iI-
. LI
a
4-
1 no es sacramento ni está dotado de la indisolubilidad
extrínseca, aunque lo esté de la intrínseca.
En ambos casos se trata de una DISPENSA DE LA LEY DE LA
JNDISOLUBILIDAD,que intrínsecamente, por derecho divino natu-
ral, afecta a tales matrimonios. El romano pontífice, lo mismo que
puede interpretar auténticamente la ley divina natural, también
puede dispensar de ella cuando se trata de preceptos secundarios
rse de la misma. Podemos decir que el precepto primario de la ley
sin natural es que el matrimonio sea un consorcio íntimo de toda la
ia- vida entre el hombre y la mujer, ordenado por su naturaleza al bien
96
de los cónyuges y a la procreación y educación de la prole. De este
precepto primario nunca podrá dispensar nadie, ni siquiera el ro-
mano pontífice. El precepto de la indisolubilidad, sin embargo, es
un precepto secundario, cuya observancia se requiere para que se
realice eficazmente el precepto primario. Al ser precepto secunda-
rio, puede ser dispensado en algunos casos y si se verifican deter-
minados presupuestos. Para la relación entre la esencia del matri-
monio y las propiedades esenciales del mismo cf n. 397.
ya
y-
"tr
7
. -
I probar la inconsumación, el ordinario del lugar que recibe y exa-
mina la súplica puede permitir o aconsejar el camino de la dispensa
por privilegio de la fe.
rl-
-
j
Tea,
:nos
sin
del
S
a
2) Derechos de la parte bautizada
469. Si la otra parte respondió negativamente a la interpela-
ción o ésta fue omitida legítimamente, y si -interpelada o no- se
11 qa
separó sin causa justa, cumplidas todas las demás condiciones re-
queridas, la parte bautizada tiene derecho a contraer nuevas nup-
40
cias pero sólo con parte católica (can. 1146). Sin embargo, el or-
3 del
mifa dinario del lugar, por causa grave, puede conceder el matrimonio
también con parte no católica, bautizada o no, salva la observancia
de las normas relativas a los matrimonios mixtos (can. 1147). La
.?-a()- causa grave puede ser el escaso número de católicos en la región, el
:r:sa concubinato en acto, el estado de gravidez de la mujer, etc.
onio
c2so
3) La duda sobre los presupuestos
- o el del privilegio de la fe
:dio
intes 470. En caso de duda, el privilegio de la fe goza del FAVOR
anto DEL DERECHO (can. 1150). Esto significa que, cuando hay duda
ricx- sobre los presupuestos necesarios para gozar del privilegio de la fe,
el derecho favorece y permite el uso de este privilegio. Sin em
hay que tener siempre presente que las hipótesis a las que p
dar origen la materia dudosa no deben caer en el caso de matri
nio rato y consumado. Porque entonces, el matrimonio no pue
disolverse en ningún caso. Por tanto, las hipótesis deben rec
sobre casos comprendidos en la plenitud del poder que tiene
Iglesia en materia matrimonial.
Si después del uso del privilegio se descubriera que el pr
puesto fallaba efectivamente, las nuevas nupcias contraídas no
ben considerarse nulas. Lo serían tan sólo si resultase que el mat
monio anterior, que debería haberse disuelto por privilegio de la
fuera rato y consumado.
.
' "9
Bautismo de la mujer de un polígamo
472. Si se bautiza la primera mujer legítima del polígamo, que
e: ue siendo no bautizado, puede seguir conviviendo con el políga-
.:?er , puesto que ella usa legítimamente del matrimonio, con tal de
-, 1
la e no exista en ella peligro de perversión ni en la comunidad
cristiana peligro de escándalo. Si ese peligro se hiciera actual, per-
manece en la mujer la facultad de usar el privilegio de la fe, después
jlJ-
- haber interpelado al marido, ordenándole licenciar a las demás
de
mujeres o concubinas.
il-
: fe, Cualquiera de las otras mujeres, al ser concubinas por no ser la
@mera mujer legítima, sólo podrían ser admitidas al bautismo si
se separan del poligamo. Pueden también ser admitidas al bautismo
y permanecer en casa del polígamo si éste, convirtiéndose, no vive
va con ellas conyugalmente. Naturalmente, esa mujer es siempre
íibre de casarse con otro, porque nunca ha estado ligada por-un
matrimonio válido.
niu-
n la
dan f) Imposibilidad de restaurar la cohabitación
'r as
iera 473. Una persona no bautizada que recibiera el bautismo en
ide- la Iglesia católica y que luego, por causa de prisión o de persecu-
1 ción, no pudiera restaurar la cohabitación con el cónyuge no bau-
las
Lo tizado, puede contraer otro matrimonio, aun cuando entre tanto la
nP0 1 otra parte haya recibido el bautismo (can. 1149).
lene El matrimonio puede ser disuelto, aun cuando ambas partes
hayan sido bautizadas, ya que, al presumirse que no ha habido
c la consumación después del bautismo, ese matrimonio debe conside-
nte, rarse rato pero no consumado. En todos los casos es competente el
ides ordinario del lugar, de manera análoga a aquellos en que se puede
te- usar el privilegio paulino (cf n. 467).
, ya- : El nuevo matrimonio, después de haber recibido el bautismo,
..-ta debe contraerse en la forma canónica, observando, si es necesario,
> ién
las disposiciones para los matrimonios mixtos.
asa
1(
b) Separación permaneciendo el vínculo .f
.<t
'O'
476. Los cónyuges tienen el deber y el derecho de mantener la d(
convivencia conyugal y sólo la pueden romper por una causa le&
tima (can. 1151).
L a primera causa es el adulterio de una de las dos partes. En
este caso, la parte inocente, preocupada por el bien de la familia, 9 e
En
ília, 9.21. Convalidación del matrimonio
1, si
*icia
,Ido a) Convalidación simple
. El
-te, 477. Como hemos visto, la celebración del matrimonio puede
ser inválida, es decir, no tener la eficacia de producir el vínculo
conyugal, o por la presencia de un impedimento dirimente, o por
vicio en el consentimiento, o por un defecto de forma.
Cuando se verifican estas situaciones el matrimonio puede se, dos
convalidado. sen
tier:
el c
a) Impedimento dirimente a4U
478. Para convalidar un matrimonio inválido por impedimen-
to es necesario que éste haya cesado O que haya sido dispensado y
que el consentimiento se renueve al menos por la Parte consciente
del impedimento (can. 1156, $ 1). De SUYO no seria necesario reno-
var el consentimiento si éste se dio sin vicios pero aunque las partes
no hayan revocado nunca el consentimiento inicial, por disposición
de derecho eclesiástico lo deben renovar para la validez de la con.
validación ($ 2). La renovación del consentimiento debe ser un
nuevo acto de voluntad en orden a un matrimonio que, quien
renueva el consentimiento, sabe o duda de que haya sido inválido esa
desde el principio (can. 1157). obl:
req.
Para saber quién y cómo tiene que renovar el consentimiento, De
hay que considerar la naturaleza del impedimento. En el caso de nue
impedimento: pre:
- público, es decir, que puede ser probado en el fuero externo,
el consentimiento debe ser renovado por las dos partes en la ralr
forma canónica, salvo lo que está previsto para los matri- fori
monios mixtos en el canon 1127, $ 2 (can. 1158, $ 1); cior
- oculto, es decir, que no puede ser probado, basta con que el cat¿
consentimiento sea renovado privadamente y en secreto, o con
sólo por la parte consciente del impedimento, con tal que la
otra persevere en el consentimiento ya inicialmente prestado,
o bien por las dos partes si el impedimento es conocido moi
tanto por el uno como por el otro cónyuge (5 2). una
imen-
- oculto: basta con que la parte que no consintió preste el
consentimiento privadamente o en secreto (5 2);
ado y
:iente
- público: es necesario que el consentimiento se preste en la
forma canónica (5 3).
reno-
'artes
ición
*
11 con-
f c) Vicio de forma
2r un 480.
La forma canónica puede haberse omitido por completo,
~uien scogiendo una forma distinta, por ejemplo, la civil cuando se está
,alido
bligado a la canónica; o bien sólo en parte, si ha faltado algún
:quisito esencial, como, por ejemplo, la delegación al asistente.
unto, )e todas formas, según el canon 1160 se requiere siempre una
so de ueva celebración del matrimonio en la forma legítima, salvo lo
rescrito para los matrimonios mixtos (can. 1127, 5 2).
1 erno, En el caso de que la renovación del consentimiento fuera mo-
en la dmente imposible y la invalidación dependiera sólo de un vicio de
natri- lorma, se puede seguir la vía de la sanación en la raíz. Estas situa-
ciones se pueden verificar especialmente si una de las partes no es
católica o no es creyente y no quiere reconocer la ineficacia del
onsentimiento expresado ante el oficial civil o el ministro del culto
católico. Otra situación puede ser también la del cónyuge católico
40, que ha contraído de buena fe y nunca supo la invalidez del matri-
xido monio, si una información sobre su situación pudiera engendrarle
una grave perturbación interior.
b) Sanación en la raíz
t'
uiere , 48 1. Lasanación en la raíz de un matrimonio nulo es la con-
;enti- validación del mismo sin renovar el consentimiento, concedida por
1 nsen-
Ileto,
lo de
la autoridad competente; comporta:
- la dispensa, por parte de la misma autoridad:
del impedimento, si lo hubiera;
de la forma canónica, si no se hubiera observado;
- 7 1 las - la retroacción de los efectos canónicos (can. 1161,G 1).
482. Es necesario ante todo que exista el CONSENTIMIENTO,^, co
decir, que se den todos los requisitos necesarios para un consenii~ cei
miento matrimonial: debe ser un acto humano, consciente, volun-
tario por ambas partes, y especificado por el objeto matrimonial
Este consentimiento, realmente existente, puede ser, sin embargo:-
jurídicamente ineficaz, es decir, no producir el vínculo conyugal a)
por haber sido manifestado por dos personas inhábiles debido a
impedimento de derecho eclesiástico o de derecho divino, tanto
natural como positivo, o bien por defecto de forma. Este cansen- rnl
timiento, dado que es naturalmente suficiente, puede ser sanado Úl
es decir, puesto en condición de ser operativo. Pero para que ha
sanado tiene que perdurar. En efecto, si falta el consentimiento de Pe
ifl
una o de ambas partes, el matrimonio no puede ser sanado en la
raíz, bien porque el consentimiento faltó desde el principio, bien se
porque, prestado al principio, se revocó posteriormente (can. 1162 8
1). El consentimiento se presume q%e perdura hasta que no hay; S
'
una retractación con un acto positivo de voluntad contraria que Ya
destruya el consentimiento anterior (can. 1107).
de
CC
Si el consentimiento faltó al principio, pero se prestó despub,
la sanación puede concederse desde el momento en que se prestó el3
consentimiento; en efecto, lo importante es que haya un consenti-
miento naturalmente suficiente en el momento en que se pide la
sanación (can. 1162, 5 2).
483. El matrimonio se considera convalidado desde el mo-
mento de la concesión de la gracia, mientras que los EFECTOS
C A N ~ N I C O S son retroactivos desde el momento de la celebración,.
a n o ser que se haya previsto otra cosa (can. 1161, 5 2). Por consi-
guiente, los EFECTOS NATURALES, es decir, la perpetuidad y lai
exclusividad del vínculo, surgen desde el momento de la convalida-
ción, mientras que los canónicos, por ejemplo, la legitimación de las
prole, se consideran como surgidos desde el momento de la anterior
celebración del matrimonio. Sin embargo, en la gracia que concede
la sanación puede establecerse que estos efectos canónicos no seaK
retroactivos, sino que surjan desde el momento que se establezca.
Generalmente esto sucede en relación con la sanación del matrimo-
nio contraído inválidamente por impedimento de vínculo. En este
caso los efectos canónicos suelen hacerse surgir desde el momento
d e la muerte del cónyuge o desde el momento de la cesación del
impedimento, por ejemplo, por legítima disolución del vínculo.
484. Naturalmente, la sanación en la raíz no debe concederse
si n o es probable que las partes quieran perseverar en la vida
(can. 1161, 5 3). En efecto, la convalidación sería enton-
Impedimento dirimente
10. LOSSACRAMENTALES
1 1. LASEXEQUIAS ECLESIÁSTICAS
'01 Cf CONGR. DOCTR. FE, Decr. Accidit in diversis, 11 junio 1976, en "AAS" 68 (1976)
62 1-622; E V 5 12065-2066.
dalo público de los fieles (can. 1184, 5 l), que, sin embargo,
ser atenuado o evitado por la manera con que 10s pastores ilus
el sentido de las exequias cristianas 'O2.
Pueden considerarse como signos de arrepentimiento ant
morir: haber llamado a un sacerdote, haber pedido perdón
camente a Dios, haber besado el crucifijo, etc. Dada la difi
de la determinación en esta materia, si sigue existiendo duda, incl
so respecto al escándalo de los fieles, debe consultarse al ordin
del lugar, a cuyo juicio hay que someterse (can. 1184, 5 2).
Por los que están excluidos de las exequias eclesiásticas
deberá celebrarse ninguna misa exequial (can. 1185), es dec
cualquier tipo de misa "pública" de sufragio con ocasión de
muerte, pero no está prohibido ofrecer una misa "sin publicida
(cf can. 901).
,la sociedad son clericales; si no, por el capellán (can. 1179); las de
los miembros de los institutos seculares, dado que generalmente no
dven en comunidad, se celebran según el derecho común '03.
, 498. Se recomienda vivamente que se conserve la costumbre
de la inhumación de los cuerpos de los difuntos, pero, revocando
la condenación anterior (cf cáns. 1203, $8 1,2; 1240, $ 1, 5.0; CIC
1917), no se prohíbe ya la cremación, a no ser que se hubiera es-
cogido por razones contrarias a la doctrina cristiana (can. 1176,
5 3) lo4, aunque no se estima oportuno celebrar sobre las cenizas el
rito exequial, si es que se vería ofuscado el signo de la esperanza en
la resurrección del cuerpo '05.
No se permite la sepultura en las iglesias o en las criptas desti-
nadas al culto divino, a no ser que se trate del romano pontífice o,
en la propia iglesia, de los cardenales o de los obispos diocesanos
(O los equiparados), aunque eméritos (can. 1242), pero no de los
obispos coadjutores o auxiliares 106. Si la parroquia tiene un ce-
menterio propio, los fieles difuntos deben ser sepultados en él, a no
ser que se haya elegido otro por el mismo difunto o por los que
r fiel tienen que proveer a la sepultura, si no hay una prohibición del
S 1); derecho (can. 1180). El CIC 1917 (can. 1224) daba normas para los
: las que no podían escoger la iglesia donde celebrar los funerales y el
del cementerio donde tenía que ser sepultados; el nuevo Código no
del determina ahora nada, pero deja la posibilidad de prohibiciones
:uvo por parte de otras leyes universales o particulares.
lado
arse
S es
le
"La
1 11.3. Ofrendas y registro
relil
12.1. El voto a ot
Por
a) Definición (CO r
grac
501. El voto es la promesa deliberada y libre de un bien posi- Sra1
ble y mejor hecha a Dios, que debe cumplirse por virtud de religión
(can. 1191, 5 1).
No se trata simplemente de un propósito o de un deseo vago,
sino de un compromiso vinculante. La PROMESA debe hacerse A
DIOS,en cuanto que es un acto de L A T R ~ yA por, consiguiente en-
cuentra en la VIRTUD DE LA R E L I G I ~ Nsu motivación y la fuente de
su obligatoriedad; si se hace a la santísima Virgen o a los santos,
sin ninguna referencia a Dios, sería una simple promesa, pero no
un voto verdadero. En efecto, la simple promesa no se hace direc-
tamente a Dios, sino a una persona (obispo, superior) o a una ins-
titución (instituto, iglesia); no es un acto de latría, y por tanto no
obliga por virtud de religión; sin embargo, se hace por causa de
Dios (propter Deum), que la inspira. Por esta razón las promesas
con que se asumen los consejos evangélicos en los institutos secu-
lares (can. 723,g 1) o en las sociedades de vida apostólica (can. 731,
5 2) tienen un carácter consecratorio.
Por el hecho de que debe ser una promesa deliberada y libre,
el primer requisito suficiente para la validez es que el votante
tenga la edad del uso de razón (cf can. 97, 2), a no ser que el
derecho establezca una edad superior (por ejemplo, para la profe-
sión religiosa); además, el voto no ha de emitirse bajo violencia
externa o por miedo grave e injusto o por dolo (can. 1191, $5 2.3;
cf can. 125), o bien en la ignorancia o error sustanciales sobre la
materia del voto (cf can. 126; n. 86).
El objeto del voto debe ser un bien posible, es decir, que pueda
rnplirse tanto moral como físicamente; y mejor, en relación con
omisión o su contrario, teniendo en cuenta todas las circuns-
463
- persorzul. cuando tiene por objeto una acción: por ejempl
oraciones, abstinencia de u n alimento, etc.; 0,
" el
3, LOS LUGARES Y LOS TIEMPOS SAGRADOS
47 1
1
celebración eucaristica. se recomienda tomar parte en la liturgiad,
la palabra en la iglesia parroquia1 o en otro lugar sagrado, o bien,
si también esto es imposible. dedicar un tiempo oportuno la , res
(ca
oración personal o familiar. 0 en grupos de familias. como la cele-
bración d e alguna parte de la liturgia d e las horas (can. 1248, § 2)
Las celebraciones de la palabra. que se desea se hagan con la dis: t oc
tribución de la eucaristía, no son un sustitutivo de la misa; en ne:
efecto, n o pueden nunca realizarse en aquellos lugares en donde se sol
hava celebrado la misa por la tarde del día anterior, aunque fuera Iná
e n d u n a lengua distinta: le compete al obispo diocesano, oído el de
parecer del consejo presbiteral, establecer si en la diócesis deben Ini
tenerse regularmente estas celebraciones dominicales y dar las nor- (ca
ult
mas debidas para ello; tienen que ser permitidas por el obispo y SU!
desarrollarse bajo la dirección del párroco sólo cuando no sea
posible recurrir a otros sacerdotes; serán dirigidas ante todo por
diáconos y, a falta de ellos, también por laicos. hombres o mujeres,
bajo la autoridad del párroco l 12.
520. La P E N I T E N C I A en la vida cristiana es un precepto de
derecho divino, que obliga a todos los fieles a nivel individual; el
derecho eclesiástico establece formas comunes d e penitencia, por
las q u e e n los días de penitencia los fieles tienen la obligación de
dedicarse d e manera especial a la oración, a las obras piadosas y de
caridad, al cumplimiento de sus propios deberes, y particularmente
a la observancia del ayuno y d e la abstinencia (can. 1249). Por las
formas d e penitencia que se han establecido puede verse que no se
trata d e un acto o s6l0 interior o sólo exterior, sino que debe ser
una manifestación externa d e una actitud interna lI3.
Están sometidos a la obligación d e la abstinencia todos los que
h a n cumplido catorce años d e edad; a la del ayuno, todos los ma-
yores d e edad hasta cumplir los sesenta años (can. 1252). La obser-
vancia sustancial d e los días d e penitencia obliga gravemente "4, en
el sentido de que peca gravemente el que, sin motivo excusante,
omite n o la observancia de u n solo día, sino u n a parte -tanto
cuantitativa c o m o cualitativamente- de la observancia penitencial
prescrita e n su conjunto '15.
' 1 2 Cf CONGR. CULTO DIV.,Dir. Christi Ecclesia, 2 junio 1988, nn. 1-6; 18-24; 27-31, en
Noriziario CEI 24 ( 1988) 379-380; 383-385; 386-387; E V 1 1 / 7 15-720; 732-738; 74 1-745.
" T f PABLO VI, Const. Ap. Poeniremini, 17 febrero 1966, en "AAS" 58 (1966) 18 1-183;
EV 21635-643.
I l 4 Cf ib, 183, 11, 2, en "AAS" 58 (1966) 183; EV 21646.
Cf CONGR. CONC.,Respuesta del 24 de febrero de 1967, en "AAS" 59 (1967) 229;
EV 21646 (nota).
por derecho común todos los viernes del año y toda la cua-
msma son D ~ A Sy TIEMPOS de penitencia en la Iglesia universal
ll6 Cf PABLO VI, Const. Ap. Poenitemini 111, $ 2, en "AAS" 58 (1966) 184; E V 21647.
Il7 Normas del 23 junio 1966, en E. CEI 11750; 751. La CEE ha establecido normas
similares a las de la CEI respecto a los días de ayuno y abstinencia y a la posible sustitu-
ción de ésta por otras prácticas recomendadas por la Iglesia (4.0 DG 1987, n. 2: "BOCEE"
473
l
EJERCICIO DE LA FUNCIÓN
Y DE LA POTESTAD DE ENSEÑAR
1. FUNCIÓN
DE ENSEÑAR Y POTESTAD DE MAGISTERIO
a) Naturaleza y sujetos
'Naturaleza y sujetos
&' 7.
Objeto secundario del magisterio infalible son todas las VERDA-
DES no reveladas, pero VINCULADAS A LAS REVELADAS, en cuanto
#$%
g.
'
-que son necesarias para confirmar, explicar y defender el depósito
..-de la fe, y por tanto dirigidas también ellas a la salvación de las
-' .:almas, "y cuyo carácter definitivo se deriva en último análisis de la
- revelación misma" (ME, n. 3; D Ve, n. 16). Forman también parte
de este objeto secundario los principios de la ley natural, cuando
no están contenidos en la revelación ni formal ni virtualmente; de
5 Cf CONGR. CLERO, Carta circ. Inter ea, 4 noviembre 1969, en "AAS" 62 (1970) 126-127;
EV 31 1758.
Cf JUANPABLO 11, Const. Ap. Sapientia christiana, 29 abril 1979, art. 27, 5 1, en
"AASw71 (1979) 483; EV 61 1385; CONGR. DOCTR. FE, Instr. Donum veritatis (=DVe), 24
mayo 1990, n. 22, en "AAS" 82 (1990) 1550-1570.
Cf ASIII11, 251.
qlie las normas riior;iles puedan ser infaliblemente ensefiad
;itii
por el magisterio ( D C 2. n. 16).
T o d o lo d e m i s que se refiere a la fe ! a las costumbres, y por
tanto también los contenido5 materiales de la ley natural, cuya
determinación depende de la aportación de las ciencias human
son objeto del . ~ ~ A < ; I s T ~ Ky ~o oi u F . \ i i B i F ( D H 1 4 ~ A
; A 24g GS
76e; can. 747, # 2) Y .
-
c) Fort71u.\ de/ t ~ ~ a g i s t e r i o
C f P A R L OVI, Carta enc. Humanae vitae. 25 julio 1968, n. 4, en "AAS" 60 (1968) 483;
EV 31590.
C f CONCILIO VATICANO 1, Const. Dogm. Pastor aeternus, c. 4, en DS 3074; COD, 816.
I ' 0 Cf
803; "Co
cuando los obispos dispersos por el mundo, conservando el
vinculo de comunión entre ellos y el romano pontífice, sin
que haya una deliberación colegial, convergen en una única
sentencia que hay que mantener como definitiva sobre una
verdad relativa a la fe o a las costumbres (LG 25b; cáns. 749,
tj 2; 750; ME, n. 3) '0; este magisterio se manifiesta de he-
cho en la adhesión común de los fieles (DC loa; LG 2%;
can. 750);
por la acción conjunta de los obispos dispersos por el mun-
do, promovida o aceptada libremente por el romano pontí-
fice de manera que se realice con ello un verdadero acto
colegial (LG 22b; can. 337, 5 2; cf n. 714).
L de
por 527. El magisterio NO INFALIBLE ORDINARIO AUTÉNTICO es el
'a- .camino usual para enunciar las verdades relativas a la fe o a las
3 ni costumbres de forma N O DEFINITIVA (LG 25a; cáns. 752; 753). Este
.e la magisterio no puede separarse del magisterio infalible, ya que está
1t0, siempre relacionado con las verdades de fe; sin embargo, al ser
xde" magisterio no infalible y no definitivo, aunque propuesto como
23ta- cierto, podría
- ser reformado. Respecto a cuestiones sobre las que el
3 de romano pontífice y los obispos no-consideran que puedan intervenir
con un grado tal de certeza que comprometan su autoridad de
forma Pllena con una sentencia infalible y definitiva, en virtud de la
asistencia del Espíritu Santo y del carisma cierto de la verdad (DV
8b; D Ve, n. 17), pronuncian una sentencia que en aquel momento
3er- d -es juzgada como verdadera y cierta para el bien de toda la Iglesia
Ó de y Para conducir a los fieles a una coherencia de fe cada vez mayor
rlos a una pureza de costumbres cada vez más intensa. Sin embargo,
;. ha
N
:al cambiar la situación, puede ser que ese pronunciamiento no de-
ibres .finitivo, a pesar de considerarse válido para el pasado, no sea en-
"tonces lo que era y, por tanto, tenga que cambiarse. En este sentido
1 2CU- ;se puede hablar de un error del magisterio, pero la mayor parte de
e las :las veces se trata de una evolución del mismo.
. que
§ 2;
El magisterio no infalible es ejercido:
- por el romano pontífice y por el colegio episcopal para toda
la Iglesia (LG 25a; can. 752);
- por los obispos, en comunión jerárquica con la cabeza del
colegio y con los miembros, bien individualmente o bien
reun?dos en las conferencias episcopales o en los concilios
' O Cf CONCILIO VATICANO 1, Const. Dogm. Dei Filius. c. 3, "De fide", en DS 301 1; COD,
803; "Com." 9 ( 1 977) 84-86.
particulares, ya que. aunque no gozan de la infal
son auténticos maestros y doctores para los fieles que h
sido confiados a su cuidado (LG 25a; can. 753; cf n. 89
- por el sínodo de los obispos, al prestar ayuda con su cons
al romano pontífice en la salvaguardia e incremento de la
y de las costumbres (LG 23c; CD 5 ; can. 342; cf can. 334) 11
l2 Cf PABLO VI, Carta enc. Humanae virae, 25 julio 1969, n. 28,501; E V 31614.
13 Cf JUANPABLO11, Al. al II Congr. Int. Teol. Mor. (Roma), 12 noviembre 1988, en
"Oss. Rom." del 13 noviembre 1988.
483
7
<
a)
5
evan
IS
l4 Cf JUANPABLO
11, Const. Ap. Pastor bonus, 23 junio 1988, nn. 7 y 8, en "AAS" 80
(1988) 849-851; E V 11/807-811. 16
2. EJERCICIO DE LA F U N C I Ó NDE E N S E Ñ A R
a) Sujetos
c) Medios
1 , la
539. Los medios principales de anuncio del evangelio, y por cierta
tanto del ejercicio del ministerio de la palabra de Dios, son la cultad
predicación y la catequesis; pero deben emplearse además otros en cor
medios, como la instrucción en las escuelas y en las academias, tiza la
conferencias y reuniones de todo género, declaraciones públicas el diác
por parte de la autoridad legítima, la prensa y los demás medios de consig
I comunicación social.
de fe y
eclesi;
que ta
b) Predicación de la palabra de Dios
a) Sujetos
543. Los LAICOS, dentro del respeto del canon 767 que res
la homilía de forma exclusiva al sacerdote o al diácono, pueden,
admitidos a predicar en una iglesia o en un oratorio bajo estas dos
condiciones:
- si se necesita en determinadas circunstancias, como en el
caso de persecución en que faltasen los ministros Sagrados
( A A 17a) o en tierras de misión (AG 17e);
- si resulta Útil en casos particulares, como, por ejemplo, bajo
la forma de comentario en las diversas partes de la misa
para los niños, cuando falta un ministro sagrado adecuado
para hablarles y hay, por el contrario, algún laico, especial.
mente catequista, que lo sepa hacer (can. 766; cf n. 544).
! de
dichas normas nunca se publicaron; y hay que observar, además,
.ias que el directorio no hablaba de homilía, sino de palabras que un
no laico o una laica puede dirigir
- a los niños.
en Después de una carta del 1973 de la Congregación para el clero
>do a la Conferencia episcopal alemana, no publicada, esta Conferencia
1 es ermitió que se diera mandato a los laicos de dirigir la palabra a
os niños para la celebración de la palabra y en casos extraordina-
rios, a juicio del obispo, incluso durante la celebración eucarística.
No se especifica que esto se haga después del evangelio; por tanto,
podría ser en varias partes de la misa como explicación de la, d Desti
mismas, o después de la comunión, para ayudar en la acción de
gracias. 547.
10s
Puesto que la norma del directorio de 1973 permitía de he> por partí
cho una verdadera y propia homilía, ya que hablaba de palabras p&roCOS.
después del evangelio, ésta, al estar en contra del canon 767 4 1 para 10s
' >
en base a los cánones 6, 5 1, 2.0, y 33, 5 1, no tiene ya vigor la pastor
Por el contrario, se pueden pronunciar algunas palabras de co: (can. 771
mentario en otros momentos de la celebración litúrgica por parte non 383,
de los laicos. El obispo diocesano no puede dispensar del ca- QO en SU
non 767, fj 1 24. son: 10s t
Los domingos y fiestas de precepto, en todas las misas con dedicadc
asistencia de pueblo, se debe tener la homilía, a no ser que haya
una causa grave para omitirla (can. 767, 2); se recomienda, ade-
más que, si hay concurso suficiente de pueblo, se tenga también
homilía en las misas entre semana, especialmente en los tiempos
litúrgicos fuertes, como el adviento y la cuaresma, con ocasión de
festividades particulares, o bien en las misas de exequias (5 3). El
párroco o el rector de la iglesia tienen la obligación de hacer que se
respeten estas normas (5 4).
545. El contenido de la predicación ha de ser ante todo lo que
es necesario creer y hacer para la gloria de Dios y para la salvación
de los hombres (can. 768, 5 1); además, lo que el magisterio de la 548.
Iglesia enseña sobre la dignidad y libertad de la persona humana, almas p.
sobre la unidad y la estabilidad de la familia y sobre sus tareas y que la f t
sobre el modo de usar los bienes materiales (5 2). Todo esto, en la la enseñ
predicación, debe adaptarse a las condiciones de los oyentes y a las (can. 77
necesidades de los tiempos (can. 769). TOD
546. En orden a la predicación, todos deben observar las nor- y su co
mas dadas por el obispo diocesano (can. 772,g l), y para hablar de -que r
la doctrina cristiana en la radio y en la televisión hay que atenerse testimo
a las disposiciones de la conferencia episcopal (5 2). La CEI no ha tica (cá
dado todavía normas en este sentido *. ,que hac
-obligac
24 Cf PONT.COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 3 septiembre 1987, en "AAS" 79 (1987)
.labra y
1249; EV 101 1841. (cáns. ;
* En consonancia con los cánones 772,g 2; 804,g 1 , y 83 1 , § 2, la CEE ha dictado "De-
creto general sobre la presencia de la Iglesia en los medios audiovisuales de comunica-
ción social", 1 diciembre 1984 ("BOCEE" 3 [1986] 115-1 16); se precisan en el mismo normas
y condiciones en cuanto a programas católicos de radio y televisión, idoneidad canónica
para su dirección y posibles acuerdos con las instancias competentes, tanto públicas como
privadas.
~ e sinat
t arios
c)
Son destinatarios de la predicación de la palabra de Dios
547.
7 '
todos los hombres, pero se recomienda una solicitud particular
de- parte de los pastores de almas, especialmente los obispos y
': ;." P
Párrocos, para que la palabra de Dios se anuncie a aquellos fieles
ras
son: los emigrantes, los desterrados, los prófugos, los marinos, los
con dedicados a transportes aéreos, los nómadas, los turistas. De esta
manera, el anuncio del evangelio tiene que llegar también a los no
creyentes que viven en el territorio de la diócesis o de la parroquia
(5 2). Debe dirigirse también una especial atención a los que, aun-
que siguen creyendo, están lejos de la práctica religiosa.
c) La instrucción catequética
que a) Sujetos
;ión
.e la 548. Es oficio propio y grave sobre todo de los PASTORES de
ina, almas preocuparse por la catequesis, que tiene la finalidad de hacer
as Y~ que la fe de los fieles se haga viva, explícita y activa, por medio de
n la : la enseñanza de la doctrina y de la experiencia de la vida cristiana
.as " (can. 773).
2;
TODOSlos miembros de la Iglesia, cada uno según sus tareas
1or- y su condición, tienen que sentir preocupación por la catequesis
rde -que no es solamente enseñanza de una doctrina, sino también
rrse testimonio de vida- bajo la guía de la legítima autoridad eclesiás-
ha tica (cáns. 774, ¿j 1; 776); pero son los PADRES sobre todo (o los
?que hacen sus veces y los padrinos) quienes están ligados por una
.obligación específica respecto a sus hijos de formarlos, con la pa-
.labra y con el ejemplo, en la fe y en la práctica de la vida cristiana
(cáns. 774, ¿2; j 226, ¿2; j 1366; 776).
"De-
nica- El OBISPO DIOCESANO cumple con su deber propio y grave de
:mas ''hiidar de la catequesis dando normas sobre la materia catequéti-
iaica
. ea y procurando los instrumentos adecuados, entre ellos el catecis-
qmo
irno, que editará, si le parece oportuno; le corresponde también a
él favorecer todas las iniciativas catequéticas y coordinarlas.
esto teniendo en cuenta las disposiciones dadas por la santa S
(cáns. 775,€j1; 827;cf 386, 5 1).
También es responsabilidad de la C O N F E R E N C I A E P I S C O ~
lo juzga útil, procurar que se publiquen catecismos para el
territorio, previa la aprobación de la Santa Sede (can. 775,
Los deberes del PARROCO a propósito de la catequesis se dete
minan en los cánones 776 y 777 (cf can. 528, 5 1):
- ante todo, la catequesis tiene que abarcar todas las eda-
des, especialmente para la preparación a 10s sacramentos
(can. 843, 5 2);
- la catequesis debe abarcar a todas las categorías de personas
incluso a los impedidos de mente o de cuerpo, en cuanto li
permita su condición;
- el párroco podrá servirse de la colaboración de los clérigos
adscritos a la parroquia, de los miembros de los institutos
de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica,
teniendo en cuenta la índole de cada instituto, y de los fieles
laicos, promoviendo y sosteniendo la tarea de los padres,
capacitados por el sacramento del matrimonio (ChL, n. 34);
estas categorias de personas, a no ser que estén legítima-
mente impedidas, no pueden negarse a prestar de buena
gana su cooperación.
t
25 Cf E. CEI 2/ 160-163; 192; 193; 1245; 1990; 1995; 2371; 3353; 3362; 31576; 593; 919;
;obre 925; Notiziario CEI 31 1973, 8; 41 1974, 70; 21 1976, 22. En conformidad con la norma del
onfe- canon 755,g 2, la CEE ha aprobado la implantación oficial para todas las diócesis españolas,
I dio- -por decreto de 11 de junio de 1987, de tres catecismos, denominados: catecismo "Padre
.smo, nuestro" (cinco-siete años), catecismo "Jesús es el Señor" (siete-nueve años) y catecismo
rl
"Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la Iglesia" (nueve-once años). Previamente habían sido
limi- aprobados por la Congregación del Clero los dos primeros el 10 de septiembre de 1982, y
que el tercero el 14 de noviembre de 1986 ("BOCEE" [1987] 65 y 119. Cf 1 .er DG 1984, art. 7,l).
26 Cf "AAS" 76 (1984) 45-52; E V 91362-379.
27 Cf "AAS" 67 (1975) 283; E V 51 1212.
Cf "AAS" 64 (1972) 9 1-176; EV 453-654.
aprobar o no aprobar catecismos nacionales O para las di6
cesis particulares 29, ya que esta responsabilidad correspo
únicamente a la reunión plenaria de la conferencia episcop
(can. 455, $5 1.3); una comisión episcopal puede encargar
solamente, incluso de forma estable, de preparar el maten
catequistico, salva siempre la competencia de la conferenc
episcopal de aceptarlo o rechazarlo, y si se trata de catecis
mos nacionales, de presentarlos o no a la aprobación de 1
Santa Sede;
- para la catequesis, que se hace bajo la autoridad del obispo
en las parroquias y en las escuelas, tienen que usarse siempr
catecismos aprobados y adoptados como textos oficiale
por el propio obispo o por la conferencia episcopal, mient
que otros catecismos aprobados por la autoridad eclesiástica
pueden utilizarse como medios subsidiarios;
- respecto a los criterios de aprobación, si ésta se solicita sólo
para la publicación de un catecismo, sin que esto suponga la
adopción del catecismo como libro de texto oficial para la
catequesis diocesana, tiene que darse según los criterios qu
regulan la censura, es decir, según los cánones 823, 8 1,
830, tj 2; por consiguiente, teniendo en cuenta la ortodoxi
del contenido y las normas eclesiásticas universales sobre la centros 1
catequesis; pero si ia aprobación se solicita para que el ca- órgano c
tecismo sea destinado a la catequesis oficial de la diócesis, -obispo,
hay que tener además en cuenta las normas dadas por el 'dirija y 1
obispo en función de las necesidades concretas de la diócesis 'inismo 1
y las dadas por la conferencia episcopal y aprobadas por la .épiscopa
Santa Sede (can. 775, tj 1). b-institucic
:%a(can.
Lo que desean proteger las respuestas de la Congregación para agosto d
la doctrina de la fe es: - 551.
- que no se admitan catecismos ad experimentum a nivel na- didácticc
cional, puesto que serían entonces adoptados sin la aproba- ' más efic
ción de la Santa Sede; directorc
- el derecho de cada obispo diocesano a determinar él mismo 6-concrete
cuál tiene que ser el catecismo oficial en su diócesis, aun
cuando haya dado su voto favorable para el catecismo na-
cional;
- que no se utilicen catecismos no oficiales como texto, aun-
30 Cf E
z9 Cf PONT.COM.INT. DECR.VAT. 11, Respuesta del 28 junio 1968, en "AAS" 60 sus comien
(1968) 36 1 . Episcopal (
496
m-
497
c.) Formación de los catequistas
552. La responsabilidad de los ordinarios del lugar, estableci-
d a por el canon 780, sobre la formación continua de los catequistas
corresponde a lo que establecen ya los cánones 229 y 231 ' 5 I'>
como derecholdeber de los laicos de adquirir esta formación para
poder desempeñar las funciones de apostolado en la Iglesia.
El Directorio catequético general, números 108-109, hace recaer
en las conferencias episcopales y en los obispos diocesanos la res-
ponsabilidad de establecer los institutos superiores de pastoral ca-
tequética a nivel universitario en el ámbito nacional y escuelas
catequéticas en el ámbito de cada diócesis O de las conferencias
episcopales, igualmente válidas, aunque menos comprometidas que
los institutos superiores.
x
?:$
-4 2.4. La educación católica
554. Los PADRES (o los que hagan sus veces) tienen el deber/
derecho de educar a la prole, y por tanto de escoger los medios y
-las instituciones a través de los cuales puedan sus hijos recibir la
ducación más apropiada; además, tienen el derecho de gozar de
ayudas que la sociedad civil debe ofrecer para la consecución de
este objetivo; a este derecho corresponde un deber del Estado de
prestar esas ayudas (can. 793).
Los padres son los primeros educadores por derecho natural,
como
tanto frente al Estado como frente a la Iglesia32. -
:lesias, Este derecholdeber se afirma también en el canon 226, 2, de
0 y fa-
:'manera primaria aunque no exclusiva, ya que siempre la Iglesia
-tiene también el deber, por su misma misión, de educar a sus
:(8.2;
?miembros, pero sin que las instituciones eclesiales sustituyan a los
padres donde esto no sea necesario por especiales circunstancias.
dedi- Respecto al Estado, hay que aplicar plenamente el principio de
bsidiaridad (GE 3b).
A este deber de los padres corresponde el derecho de los hijos
autizados a recibir una educación católica adecuada por parte de
por .la sus padres (can. 217).
era de
5). No se trata sólo de un derecholdeber natural de los padres,
sino también de un derecholdeber sobrenatural, ya que dimana de
..nque
31 Cf CONGR. Ev., Instr. Relationes in territoriis, 24 febrero 1969, en "AAS" 61 (1969)
281-287; E V 31820-845; X. OCHOA, LRges Ecclesiae IV, col. 5486-5490.
32 JUAN PABLO 11, EX. Ap. Familiaris consortio, 22 noviembre 1981, nn. 36; 38; 40, en
"AAS" 74 (1982) 126; 129; 131-132; E V 71 1638-1640; 1647-1649; 1655-1657.
499
uno de los fines del matrimonio (can. 1055, 5 1: ChL. n. 62). ~1 d
recholdeber de los padres debe considerarse, en concreto, según
fin objetivo de la educación católica, es decir, el fin sobrenatur
último (GE la; 3a) y según la conciencia subjetiva de los padres
que tienen precisamente el derecho y el deber de escoger la educa-
ción conveniente a la fe religiosa que quieren que se comunique,
sus hijos.
555. De este derechotdeber, natural y sobrenatural al mis&,
tiempo, de los padres les viene el derecho a las AYUDAS NECESARIA^
por parte de la sociedad civil. Por consiguiente, como veremos
mejor, para que se tenga una libertad efectiva de educación e,
necesario que el Estado proteja este derecho no sólo permitiendo 1,
institución de centros de formación en los que se imparta la educa.
ción escogida por los padres, sino también financiando esos centro
del mismo modo que los centros estatales, para que no exista un
discriminación de carácter económico.
El debertderecho de la Iglesia de educar es específico y singular,
ya que forma parte de su misión de ayudar a 10s hombres a llegar '
a la plenitud de la vida cristiana (can. 794, 9 1). Corresponde a los
pastores la función de actuar de modo que 10s fieles puedan gozar
de la educación católica (5 2).
Este deberlderecho se afirma por un título especial, es decir, no
común a otras instituciones sociales, ni siquiera al Estado, puesto
que la misma misión de la Iglesia está dirigida a la formación in-
tegral de la persona, y no sólo parcial (GE 3c). No se trata, por
tanto, de una actividad supletoria ejercida por la Iglesia. Esto no
excluye la competencia del Estado dentro de sus límites y en el -
respeto del principio de subsidiaridad (GE 3b; 6b). De aquí procede';
el derecho de la Iglesia a fundar y dirigir escuelas de cualquier
disciplina, género y grado (can. 800, 5 1). 1 _
El canon 795 describe la finalidad de la educación integral de la '
persona por parte de la Iglesia, y por tanto presenta sumariamente'
el contenido de esta educación, de la que habla más difusamente
GE 1.
556. Se distinguen cuatro categorías de escuelas:
- aquellas en las que no se imparte ninguna educación religio-
sa (can. 798);
- aquellas que, aunque no las dirijan las instituciones ecle-
siásticas ni estén aprobadas por la autoridad eclesiástica,
imparten, sin embargo, una educación católica (cáns. 798;
799);
- aquellas que son CATÓLICASDE HECHO, pero no de derecho
(cáns. 803, 5 3; 802, 5 1);
una - las C A T ~ L I C A SE N SENTIDO ESTRICTO,para las que se re-
quiere la dirección por parte de la autoridad eclesiástica
competente o de una persona jurídica pública eclesiástica, o
bien la aprobación por escrito de la autoridad eclesiásti-
ca (can. 803, 5 1);por eso ninguna escuela, aunque católica
de hecho, puede llevar el nombre de escuela católica sin
estos elementos (5 3); se trata de una noción jurídica por
razón de la intervención jerárquica; esta calificación de ín-
. no dole jurídica comporta la obligación de que estas escuelas
:sto fundamenten la instrucción y la educación que han de im-
in- partir en los principios de la doctrina católica y que tomen
por '
maestros que se distingan por su recta doctrina y su fe pro-
bada (can. 803, § 2).
i
d . Las escilelas católicas deben ser entonces comunidades educa-
tivas, formadas por los padres, los profesores, los sacerdotes, los
religiosos y religiosas y los representantes de los jóvenes compro-
.. < ' metidos en un verdadero testimonio del evangelio (ChL, n. 62) )'.
nte
t
b) Deberes y derechos de los fieles
respecto a las escuelas .
557. Todos los fieles, en general, deben tener en gran estima
las escuelas, como principal ayuda para que los padres cumplan
con su función educativa (can. 796, 5 1). De aquí se deduce un
P 3
y
*
33 ED. CAT.,DOC.
Cf CONGR. 11 28 ottobre, 7 abril 1988, en E V 1 1 1398-533.
deber concreto de colaboración recíproca entre los maestros y lo
padres, que han de ser escuchados tanto particularmente como e
asociaciones y reuniones (can. 796, 5 2; cf GE 5; 8c).
El derecho de los padres a una verdadera libertad de elección
la escuela se afirma en el canon 797 no sólo respecto al Estado, sino
también respecto a la Iglesia, como aplicación de los cánones 226
8 2, y 793, aunque lo cierto es que el problema se plantea principal:
mente respecto al Estado. En dependencia de este principio, todos
los fieles tienen la obligación de hacer que este derecho se les reto-
nozca a los padres y que el ESTADO 10 proteja, respecto a la justicia
distributiva, incluso con ayudas económicas. Por consiguiente, no
basta con que el Estado dicte leyes que dejen libertad de instituir
escuelas católicas, sino que debe darles las mismas SUBVENCIONES
que d a a las escuelas gestionadas por él. Por eso los tributos que
percibe el Estado deben ser redistribuidos en favor de todos los
ciudadanos, teniendo en cuenta la libertad de conciencia de los
padres (GE 6a). La negación de subsidios econÓmicos se traduce de
hecho en una limitación de la libertad de elección de la escuela, ya
que sin subvenciones se crean inevitablemente discriminaciones'
económicas. La opinión pública debe ser informada de estas cosas
según la verdad, con todos los medios legítimos. Efectivamente, e
Estado no puede negar estas ayudas económicas ni por el monopo-
lio estatal de la educación, que es un abuso, ni sobre la base del
principio de separación entre la Iglesia y el Estado. En efecto, la
ayuda económica no se le da a la confesión religiosa ni a la escuela
confesional en cuanto tal, sino o a los mismos padres que quieren
la educación religiosa para sus hijos o también a la escuela, que es
confesional, pero no por ser confesional. El principio de separación
entre la Iglesia y el Estado no puede estar en contraste con el
principio del derecho prioritario de los padres a la educación de sus
hijos (GE 6b).
El ejercicio del derecho de libertad de elección se traduce en un
deber de los padres: el de mandar a sus hijos, en cuanto sea posible,
a escuelas en las que reciban una educación católica (can. 798). No
se trata aquí de las escuelas católicas de las que habla el canon 803,
tj 1, sino de l-as escuelas en general, cualquiera que sea su gestor, en
donde se imparta una educación católica; por tanto, también las
del Estado. Se trata de un deber natural que obliga a los padres a
buscar los medios más adecuados para educar católicamente a sus
hijos. Si en especiales circunstancias no es posible enviar a los hijos
a estas escuelas, permanece la obligación de procurar que se les
imparta la debida educación católica fuera de la escuela (can. 798).
para cumplir esta norma del canon no basta con que en la escuela
se imparta una especie de instrucción religiosa y moral en un curso
opcional, sino que es necesaria una verdadera educación religiosa
Y moral que forme parte del programa escolar. Para que esto suce-
da, los fieles tienen que hacer todo lo posible para que en la socie-
dad civil las leyes que ordenan la formación de los jóvenes contem-
plen también en las escuelas su formación religiosa y moral, según
la conciencia de sus padres (can. 799).
Finalmente, todos los fieles deben favorecer las escuelas ca-
tólicas, cooperando según sus fuerzas a fundarlas y sostenerlas
(can. 800, 5 2; GE 9c).
34 Cf Notiziario CEI 51 1983, 131-1 70; E. CEI 3/ 1418-1 5 12; Delib. n. 36, 18 abril 1985,
en Notiziario CEI 31 1985,47; E. CEI31229 1. En relación con el canon 804, sobreformación
y educación religiosa en las escuelas, la CEE se atiene a lo establecido en el Acuerdo sobre
enseñanza y asuntos culturales de 1979, junto con las disposiciones convenidas, "Bases para
la aplicación del Acuerdo Iglesia-Estado sobre educación" de la misma CEE (l.er DG 1984,
art. 7,2, y Anexo 3, con el texto de dichas "Bases" que desarrollan el Acuerdo). A su vez,
en orden a la aprobación de libros de texto, que por la misma legislación concordada deba
dar la CEE, se establece una comisión de censores responsabilizada del dictamen previo; la
aprobación de los textos tiene valor de irnprirnatur, salvo los derechos del obispo diocesano
(2.0 DG 1985, arts. 5 y 6).
' 5 Cf "AAS*' 77 (1985) 528; 534-535.
.' 34 : de este Último del 16 de diciembre de 1985 36, precedida de una nota
]E del mismo, el 25 de septiembre de 1984 3'.
'r SU El obispo tiene también derecho a visitar todas las escuelas y a
Par dar disposiciones relativas a su ordenación general, aunque hayan
a los
fundadas o estén dirigidas por institutos religiosos, salvo su
eren autonomía sobre la dirección interna de dichas escuelas (can. 806,
ria-
1 ) Para la visita a las escuelas dirigidas por religiosos hay que
ue- atenerse al canon 683 (cf n. 219).
\na
Finalmente, los moderadores de las escuelas católicas, bajo la
qú- vigilancia del ordinario del lugar, tienen que preocuparse de que el
de nivel científico de la educación que allí se imparte sea al menos
9, igual al de las demás escuelas de la región (can. 806, 5 2).
-ro
2ión
en Y b) Lus universidades católicas y los demás institutos
ción de estudios superiores
1 no.
que:
idó- a) Definición de universidad católica y sus objetivos
ella
tales 559. Como concreción del canon 800, tj 1, es derecho y deber
dis- de la Iglesia instituir y dirigir universidades de estudios (cáns. 807;
llar; 809) y otros institutos de estudios superiores (can. 814).
S es-
;ani- Pueden distinguirse:
los - universidades católicas DE HECHO;
- universidades católicas DE DERECHO, es decir, que tienen el
>
consentimiento de la autoridad eclesiástica para llamarse
"católicas"; no hay ninguna reserva a la Santa Sede, como
I ocurría con el canon 1376, 5 1, CIC 1917 (can. 808). "Una
universidad católica puede ser erigida o aprobada por la
Santa Sede, por la conferencia de los obispos o por otro
consejo de la jerarquía católica o por el obispo diocesano.
También puede ser erigida, con el consentimiento del obispo
diocesano, por un instituto religioso o por otra persona ju-
para rídica pública. En todos estos casos la competente autoridad
!984,
VZZ,
,
eclesiástica debe pprobar los estatutos de la universidad.
deba Una universidad erigida por otras personas eclesiásticas o
¡o;la
:sano
36 Cf Notiziario CEI 151 1985, 593-598; 603-606; E. CEI 312924-295 1 .
3' Cf Notiziario CEI 9 / 1984, 230-236; E. CEI 3 / 198 1-1995.
*-
e*.
Definición
. 564.
Se trata de aquellas universidades o facultades que se
definen como propias de la Iglesia, es decir, que ella, por su misma
misión de anunciar la verdad revelada, tiene el derecho y el deber
de tener; su finalidad es la investigación de las disciplinas sagradas
o de las relacionadas con ellas y la instrucción científica de los
estudiantes de estas disciplinas (can. 815; GE 1 1) 43. Esto lleva con-
sigo una estrecha relación entre los profesores de estas universida-
des o facultades y el magisterio auténtico de la Iglesia y el servicio
ada que deben rendirle.
sino Por esta razón:
- las universidades y facultades eclesiásticas pueden consti-
tuirse solamente si son erigidas o aprobadas por la Santa
iede
Sede;
3 de
:ida - permanecen siempre bajo su dirección;
- sus estatutos y la ordenación de sus estudios deben ser apro-
:edi-.
1ogo bados por ella (can. 816).
t ica
Al comenzar su cargo, el rector tiene que emitir la profesión de
fe y el juramento de fidelidad44, según norma del canon 833, 7.0.
3.fe
rra- De la erección o aprobación por parte de la Santa Sede se sigue
que estas universidades o facultades pueden conferir GRADOS ACA-
DÉMICOS con efectos canónicos en la Iglesia (can. 817). Estos efec-
'tos canónicos se refieren solamente a la necesidad de un grado
:
. académico para determinados oficios eclesiásticos (por ejemplo,
:el episcopado: can. 378, 5 1, 5.0; la enseñanza en los seminarios:
' del. )can. 253, 5 1; etc.).
;.ató- Entre las diversas universidades y facultades deberá existir una
I 3 cer- estrecha colaboración (can. 820).
ipe-
Donde sea posible, las conferencias episcopales y los obispos
deben fundar institutos superiores de ciencias religiosas (can. 821).
43 JUANPABLO 11, Const. Ap. Sapientia christiana, 29 abril 1979, en "AAS" 71 (1979)
. '472477; EY 6,1341-1349.
Cf nota 40.
b) Profesores
c) Estudiantes
48 Cf Delib. n. 26, del 1 1 abril 1985, 45; E. CEI 31228 1 . En orden al juicio sobre los
libros, la CEE establece lo siguiente: "A tenor del canon 830, 1 , se constituye una lista de
censores designados por la Comisión Episcopal de Enseñanza, a disposición tanto de la
CEE como de las curias diocesanas" (1:. AG 1984, art. 4).
49 Cf Pont. Comm. Int. Aut. CIC del 3 septiembre 1987, en "AAS" 79 (1987) 1249; EV
1 O/ 1840.
a tenor de SUS constituciones, para publicar escritos que traten
cuestiones de religión o de costumbres (can. 832).
La aprobación o la licencia de publicar una obra tiene valor
sólo para el texto original y no para las nuevas ediciones o traduc-
ones (can. 829).
del
* él,
que
ue-
los
del
:la
al
r
ho-
ión
Por
en-
na-
las
: los
a de
le la
EJERCICIO D E LA FUNCION
Y DE LA POTESTAD D E GOBERNAR
1. POTESTAD
D E GOBIERNO O D E JURISDICCIÓN EN G E N E R A L
Potestad ordinaria
Naturaleza y distinciones
2 Cf JUAN PABLO 11, Const. Ap. Spirituali militum curae, 21 abril 1986, en "AAS" 78
(1986) 483; E V 101355.
b) Potestad delegada
a) Naturaleza
ter- para los fines que determina el mismo delegante. En el acto de de-
i in legación el delegante no pierde su potestad, sino que en cierto
181, sentido la extiende al delegado dentro de los límites que juzga
:sia oportunos. Por esta razón, si el delegado traspasa los límites de
27); su mandato sobre las cosas o las personas, actúa inválidamente
(can. 133, 5 1). Por ejemplo, si un sacerdote ha recibido del obispo
AL, la delegación de visitar los monasterios de los que habla el ca-
iier non 6 15, que se encuentran en su diócesis, y de intervenir en el caso
res de que descubriera abusos en ellos, puede realizar actos válidos
0.es sólo respecto a dichos monasterios y no respecto a otras casas re-
de ligiosas. Al contrario, los límites de su mandato no son excedidos
.na por el delegado si realiza el mandato de un modo distinto del
res determinado por el mismo mandato, a no ser que el modo se haya
impuesto para la validez por el mismo delegante (5 2).
58 1. La potestad legislativa de que goza el legislador inferior
las a la autoridad suprema puede delegarse válidamente sólo si lo dis-
30-
m- pone así explícitamente el derecho (can. 135, 5 2); entonces, en
los línea de principio, también ésta puede delegarse, pero actualmente
el Código no prevé ningún caso; más aún: especifica que el obispo
diocesano la ejerce personalmente (can. 39 1, tj 2). El romano pon-
:ad tífice, si quiere, puede delegar siempre su potestad legislativa (por
ide S ejemplo, en el sínodo de los obispos; cf can. 343). La judicial sólo
re- puede ser delegada para ejecutar los actos preparatorios de cual-
quier decreto o sentencia ($ 3). La ejecutiva puede ser delegada a
i; tenor del canon 137 (5 4).
582. Las FACULTADES HABITUALES se rigen por las mismas
disposiciones sobre la potestad delegada (can. 132, 5 1). No se
trata de las facultades concedidas por el derecho a cada una de las
personas en cuanto titulares de un oficio, sino de delegaciones
hechas a la persona en cuanto titular de un oficio. No por esto
deben considerarse ordinarias, porque no van anejas por el derecho
mismo al oficio, sino que se necesita siempre un acto de delegación
habitual por un superior a su subalterno. Por el hecho de que se le e
b,) Tipología
! I
b) Delegado
9
C) Extinción
585. Se puede producir la extinción de la potestad delegada
de dos maneras:
- ab intrinseco. cuando la potestad delegada llega a agotarse
sin un nuevo acto de la autoridad; se produce cuando:
se ha cumplido el mandato,
pasó el tiempo para el que se concedió,
se agotó el número de casos para los que se confirió,
cesó la causa final para la que se hizo la delegación;
- ab extrinseco. cuando de suyo debería durar la delegación,
pero interviene un acto de la autoridad competente, que
pone fin a la misma, y se produce:
i por revocación del delegante hecha directamente al dele-
gado,
por renuncia del delegado comunicada al delegante y
aceptada por él;
si cesa el derecho del delegante, pero sólo en el caso en
que esto se contemplase en las cláusulas puestas en la
misma delegación (can. 142, 5 1).
Suplencia de la Iglesia
2. POTESTAD LEGISLATIVA
2.1. Autor de la ley
588. El ROMANO PONTÍFICE tiene el poder de legislar so-
bre toda la Iglesia con potestad ordinaria, propia e inmediata
(cáns. 331; 333; LG 22b; cf nn. 696-698). Esta potestad es personal,
por lo que generalmente no se ejerce a través de los órganos de la
curia romana, que de suyo tienen o bien potestad administrativa, si
se trata de dicasterios, o bien potestad judicial, si se trata de tribu-
.nales (cf n. 732).
El COLEGIO EPISCOPAL, unido al romano pontífice, tiene tam-
bién la suprema potestad legislativa ordinaria y propia sobre la
Iglesia universal; la ejerce o en el concilio ecuménico o disperso por
el mundo, por medio de la acción conjunta, promovida como co-
legial o recibida como tal por el romano pontífice (cáns. 336; 337,
5 1; LG 22b; cf nn. 7 10-7 14). Las leyes hechas de este modo tienen
que ser aprobadas, confirmadas y promulgadas por el romano
pontífice (can. 341).
Para que el SÍNODODE LOS OBISPOS ejerza un poder legislati-
I vo el romano pontífice debe haberle concedido en casos determi-
nados potestad deliberativa y debe ratificar las decisiones tomadas
(can. 343; cf n. 718).
Los CONCILIOS PARTICULARES, respetando el derecho universal,
pueden dictar leyes, que tienen valor solamente para las Iglesias
que pertenecen al territorio para el que se ha celebrado el concilio
(can. 445; cf nn. 882-884). Estas leyes no pueden ser promulgadas
más que después de haberlas revisado la SANTASEDE(can. 4d6) -
Las CONFERENCIAS EPlSCOPALES tienen potestad legisl
sólo en los casos expresamente previstos por el derecho o bien si se
ha dado mandato especial por la Santa Sede, bien motu p r
bien a petición de la conferencia (can. 455, 5 1). LOSdecreto
rales que dictan tienen que haber obtenido la mayoría de dos
de los miembros de la conferencia que tienen voto deliberativo, y
tienen fuerza obligante para todas las Iglesias que pertenecen a la
conferencia sólo después de que 10s ha revisado la Santa Sede (5 2.
cf nn. 894-896).
Los OBISPOS DIOCESANOS tienen potestad ordinaria propia para
sus diócesis (can. 381, 5 1). El sínodo diocesano es el órgano con-
sultivo privilegiado para la elaboración y promulgación solem-
ne de las leyes, de las que el único autor es el obispo diocesano
(can. 466; cf n. 793).
Los que el derecho equipara al obispo diocesano tienen potestad
legislativa ordinaria propia para la Iglesia particular que se les ha espir
confiado (cáns. 134, 5 1; 381, 5 1). licas
10s n
Todos admiten que los CAP~TULOSGENERALES de los institutos come
religiosos clericales de derecho pontificio tienen la potestad de con t
dictar decretos generales para todo el instituto, que tienen valor de estab
leyes (cáns. 596, ¿j 2; 631, ¿j 1; 29). Los MODERADORES SUPREMOS ser el
tienen la potestad de dar normas con fuerza de ley sólo si han re-
cibido un mandato del capítulo general. Por lo que se refiere a los E
demás institutos de vida consagrada y a las sociedades de vida válid
apostólica, el hecho depende de si se reconoce que la potestad de de m
que gozan es de la misma naturaleza que la potestad de gobierno y la 1
o no; para esto remitimos a lo que ya hemos dicho en el capítulo 10 los f
y en el número 186 (cáns. 596, $8 1.2; 717, 5 1; 734). Sant
rior,
2.2.
a)
Forma y materia de las leyes
Forma
I 'Onc
5
589. Para las LEYES ECLESIÁSTICAS no hay una forma Única. mulz
En general, se puede decir que todos los documentos emanados de cuan
una autoridad que tiene potestad legislativa pueden contener una a pai
verdadera ley; y para reconocer si se trata de una ley o n o hay que
recurrir al mismo objeto de la decisión. Pueden ser una indicación
de el10 ciertas fórmulas: "hoc statuimus, decernimus...", o bien
~ ~ ~ n t r a rquibuslibet
iis obstantibus...". Los DECRETOS GENERALES
promulgados por el legislador competente para una comunidad
-va capaz de recibir una ley son leyes propias y verdaderas y están
si se por los cánones 7-22 (can. 29); los emanados del que goza
"rio, solamente de la potestad ejecutiva sólo podrán considerarse como
- ne- leyes si, para casos particulares, se ha concedido expre-
::ios ~arnentedictarlos a tenor del derecho por parte del legislador y si
'3, y se han cumplido las condiciones establecidas en el acto de concesión
a la (can. 30).
:a2;
?ara
) b) Materia
von- 590. Las leyes eclesiásticas tienen por objeto la reglamentación
4em- de aquellas acciones que tienen un nexo con la salvación de los
sano miembros del pueblo de Dios. La ley eclesiástica debe ayudar a la
edificación del cuerpo de Cristo. Por consiguiente, la ley promueve
y regula los sacramentos, la instrucción religiosa, las experiencias
espirituales y de vida consagrada y ascética, las iniciativas apostó-
licas tanto individuales como colectivas de los fieles, la acción de
los mismos en la vida de la Iglesia, tanto si se trata de clérigos
.utos como de laicos, de miembros de institutos o sociedades, en relación
3 de con el gobierno de la Iglesia, definiendo sus órganos. Finalmente,
.r de establece las sanciones, regula los procesos y determina cuál debe
40s ser el uso de los bienes eclesiásticos.
n re-
. los El principio general es que el legislador inferior no puede dar
'da válidamente una ley contraria al derecho superior (can. 135, 5 2),
ci de de manera que se mantenga la coherencia del ordenamiento jurídico
:rno y la unidad de la disciplina eclesiástica, evitando la confusión entre
í 10 los fieles. De todas formas, siempre es posible un indulto de la
Santa Sede que permita una legislación en contraste con la supe-
rior, teniendo en consideración el bien espiritual de una comunidad
concreta.
c) Interpretación doctrinal
previstas c
d) Interpretación consuetudinaria
a samente
Teneml
pt
598. Es la que tiene lugar por la observancia común de la ley
o por la costumbre introducida en el pueblo (can. 27). verifican 1;
: de razón, 1;
1 Hay q u
e) Falta de ley o de costumbre 1 aquellas cir
599. Si sobre una materia determinada falta una ley o una
costumbre (lacuna iuris), la causa, a no ser que sea penal, debe re-
solverse teniendo en cuenta las leyes dadas en casos similares (prin-
cipio d e la analogía de la ley), los principios generales del derecho
aplicados con equidad canónica (principio de la analogía del dere-
cho), la jurisprudencia y la praxis de la curia romana y la doctrina
común y constante de los autores (can. 19).
particular vi
2.6. Obligatoriedad de las leyes eclesiásticas no obligaría
Es de gra
600. Generalmente se entiende por ley una norma general ser consideri
dada a una comunidad por la autoridad competente para el bien ;'var la ley o
común y promulgada por ella 3. Por consiguiente, para que obligue g fuera la intri
I la epiqueya,
SANTO S.Th. I.I1,90-4, in corp.
TOMASDE AQUINO, 8z también pler
ley es necesario que en el legislador exista la autoridad legal,
r tanto la competencia debida; por lo que se refiere al objeto
ley, es necesario que lo que se manda sea moralmente correc-
o sea contrario a la ley divina, natural o revelada), oportuno
quiera el bien común) y posible física y moralmente (que
ser cumplido según la capacidad media de los hombres). Si
realizan estas condiciones, tenemos una LEY JUSTA, y por tanto
OBLIGATORIAEN CONCIENCIA. La fuente Última de la obligatorie-
dad de la ley justa, como ya hemos visto, es Dios mismo (cf n. 1 1).
por tanto, la obligación de conciencia es doble: ejecutar la ley y, en
ción, aceptar la pena si está prevista o conminada por
2.8. Costumbre
a) Naturaleza
no- 603. Las costumbres no son leyes en sentido estricto, ya que
ral- no han sido escritas ni promulgadas por la autoridad competente.
Ya Sin embargo, pueden considerarse como normas jurídicas, ya que
tienen la misma fuerza y eficacia que las leyes.
Se entiende por costumbre el hecho o el modo constante de
obrar de la comunidad, con carácter jurídico, y por tanto con la
fuerza de obligar sobre un determinado modo de obrar, si no hay
oposición por parte de la autoridad.
En el consorcio social la costumbre tiene gran importancia, ya
:ita- que se basa en la voluntad de la sociedad misma, que expresa dicha
'ga- voluntad a través de una norma escrita o bien, precisamente, por
una esa costumbre.
Podemos decir que en la Iglesia la costumbre denota la presen-
ado' cia activa del Espíritu; sin embargo, dada la estructura jerárquica
; O de naturaleza sobrenatural de la Iglesia y el carácter peculiar de los
del institutos jurídicos eclesiales que tienen la función de proteger, a
través de las normas y de una reglamentación jurídica, la recta
transmisión del dato revelado, la costumbre tiene fuerza y eficacia
los en cuanto que es aprobada por la jerarquía, que ha recibido espe-
tra- cificamente de Cristo la potestad de gobierno (can. 23).
1 las b) Tipos
las
604. La costumbre, en relación con la ley, puede ser:
m 9- - contra ius divinum: no puede tener fuerza de ley, como es
al lógico (can. 24, 5 1);
535
l
C
i
i C) Cesación de la costumbre
! S
l
3.1. Naturaleza del juicio eclesiástico
606. La Iglesia primitiva era consciente de que Cristo había co-
municado la potestad de juzgar a los vivos, no sólo en el fuero inter-
no sacramental, sino también en el externo judicial, tanto a Pedro
(Mt 16,19) como al colegio de los doce (Mt 18,18). Más aún: la
Iglesia primitiva conocía ya cierto procedimiento para juzgar las
disputas entre-los fieles (Mt 18,15-18).
Los apóstoles ejercían esta potestad judicial recibida de Cristo,
después de haber realizado al menos un juicio sumario sobre la
' er- culpabilidad del reo ( I c o r 5,4; 2Tes 3,14; lTim 1,20; 5,19; Tit 1,13;
i de- 3,lO).
-
.; 1- Del siglo 11 al siglo VI tenemos los testimonios de los padres de la
a Iglesia sobre la actividad judicial en la Iglesia. Los más antiguos son
:se. los de Tertuliano (SS. 11-111)y Cipriano (s. 111). Tenemos además los
,.ria testimonios de los decretos de los concilios (desde el s. IV)y los de la
Didascalía del siglo III.
Del siglo VII al XIII, bajo el influjo del derecho romano y del
derecho germánico, se desarrolló el proceso solemne, es decir, toda
una estructura procesal bastante complicada, con muchos grados y
actos fórmales que cumplir.
Del siglo XIV al xv se desarrolló el que fue llamado luego proceso
sumario, por ser más simple y más breve que el solemne, o clemen-
tino (Clemente V, año 1304). Sin embargo, continuó también el
l5n proceso solemne, mientras que el sumario sólo podía seguirse en
ley casos taxativamente determinados.
ex- Del siglo XVI al xx tuvo lugar una continua innovación y refina-
miento de las instituciones de derecho procesal pero en el siglo XX se
les concedió a las congregaciones romanas la potestad judicial,
se venia a sumar y a confundir con la administrativa, con no po
inconvenientes por otra parte. Pío X, con su reforma de la curia
romana, restituyó la potestad judicial a los tribunales apostólicos y
dejó a las congregaciones solamente la administrativa.
~1 proceso que tenemos en el Código es el proceso solemne, aun.
que más expeditivo que el antiguo, pero se admite también el proceso
sumario para algunos casos.
- * I
539
delegada las que el romano pontífice haya avocado para si,
tancia de las partes o por su iniciativa. Conoce también estas mis-
mas en segunda y tercera instancia, a no ser que se haya dispuesto
otra cosa en el rescripto de comisión (can. 1444, $! 2).
Es de advertir que la tercera instancia es la Última, ya que con
dos sentencias conformes el asunto pasa a cosa juzgada, es decir, la
sentencia no puede impugnarse a través de 10s remedios ordinarios
(can. 1641, 1.9); sin embargo, las causas sobre el estado de las
personas no pasan nunca a cosa juzgada, es decir, pueden volver a
proponerse cuando haya nuevos y graves argumentos (can. 1643).
El Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica es el ápice de
la jerarquía de los tribunales y atiende también a la recta adminis-
tración de la justicia en la Iglesia (PB, art. 121; can. 1445, 3,l.g) >.
está formado por algunos cardenales nombrados por el sumo pon-.
tífice.
Tiene dos secciones:
1) la sección judicial, que juzga con potestad ordinaria: i
- en los casos de querellas de nulidad de la sentencia, de pe-
ticiones de restitutio in integrum y de recursos contra las
I sentencias rotales;
- en los recursos contra causas sobre el estado personal que la
I Rota se ha negado a admitir a nuevo examen;
- en las excepciones de sospecha y otras causas sobre los au- ,
54 1
cia de las sedes sufragáneas. La segunda instancia de las caus
de primera instancia de la sede metropolitana es conocida
el tribunal sufragáneo elegido con la aprobación de la San
(can. 1438, l.Q,2.9).
La Rota, como hemos dicho, es el tribunal de segunda instancia
concurrente para todos los tribunales de primera instancia, espe
cialmente para las causas de nulidad matrimonial.
Los tribunales regionales son todos aquellos tribunales erigidos
para varias diócesis por los obispos interesados, con la aprobación
de la Santa Sede, para que juzguen con potestad ordinaria en pri-
mera o segunda instancia todas las causas, o al menos las causas
matrimoniales de nulidad, para las que dichos tribunales tienen
competencia territorial (can. 1423).
Donde están constituidos para todas las causas, quedan supn.
midos los tribunales diocesanos de las diócesis comprendidas en el
territorio de competencia de los tribunales regionales, pero en ellos e
debe instituirse una sección instructoria para que la instrucción de 1;
la causa tenga lugar en la diócesis de competencia. f
El término regional debe tomarse en sentido amplio, ya que son
interdiocesanos, provinciales, interprovinciales, regionales, interre-
gionales, nacionales.
Se ha llegado a su constitución por la dificultad que tienen las
diócesis particulares de encontrar personal cualificado para erigir
un tribunal diocesano y agilizar el procedimiento, ya que, al poder
ser también de segunda instancia, no hay ya necesidad de recurrir
l
I
necesariamente a la Rota Romana para la apelación.
6
4.2. Tipos de actos vo, Y
para
(can.
a) Actos administrativos generales derog
leyes
a) Decretos generales ejecutorios S1
tiener
614. Los decretos generales ejecutorios, emanados del que tie- Éstos
ne la potestad administrativa, a nivel universal o a nivel particular, ejecu<
determinan más concretamente los modos que hay que observar actos
en la aplicación de la ley, tanto universal como particular, o bien mulg;
urgen la observancia de la misma (can. 31, ¿j 1). (can.
nicaci
Los decretos generales crean derecho, ya que son normas ob- ejecut
jetivas, generales y abstractas, aunque no autónomas, puesto que
interpretan, aplican o contemplan una ley o un decreto general ya La
existentes. Efectivamente, no pueden derogar las leyes, y todas las la aut
disposiciones que fuesen contrarias a ellas están privadas de valor cesaci
(can. 33, ¿j 1). Por eso cesan si cesan las leyes para cuya ejecución
se dieron, además de por revocación implícita o explícita por parte
de la autoridad competente (can. 33, 5 2). b) A
En general esos decretos pueden ser dictados por todos aquellos
que tienen potestad legislativa, los cuales, sin embargo, al formular a) N
decretos generales ejecutorios, actúan dentro de la función ejecuti-
va, y por tanto ejercen la potestad ejecutiva y no la legislativa. De 61
manera específica, a nivel universal, dictan tales decretos las con- y a tr
gregaciones romanas (can. 360), a nivel local las curias episcopales namic
(can. 469), y las conferencias episcopales solamente en los casos misml
previstos por el derecho o por mandato especial de la Santa Sede tractci
(can. 455, 5 1).Todos admiten que tienen capacidad de dar tales remec
decretos también los capítulos y los moderadores de los institutos indivi
\
clericales de derecho pontificio; para los de los otros ins-
titutos y sociedades de vida apostólica vale lo que hemos dicho
sobre la potestad legislativa (cf c. 10 y nn. 588 y 186).
Los decretos generales ejecutorios obligan a todos aquellos que
kstán sujetos a las leyes de las que dependen los mismos decretos
(can. 32).
b) Instrucciones
615. Las instrucciones no crean un derecho objetivo nue-
vo, ya que se dan para hacer claras las disposiciones de las leyes,
para desarrollar y determinar los procedimientos para ejecutarlas
(can. 34, 5 1). Tampoco ellas, al depender de las leyes, pueden
derogarlas, y sus disposiciones que no estén de acuerdo con las
leyes carecen de vigor (5 2).
Sus destinatarios no son las comunidades, sino sólo los que
tienen la responsabilidad de procurar que se ejecuten las leyes.
Éstos, a través de las instrucciones, quedan también obligados a la
ejecución de las leyes (can. 34, 1). Se trata entonces más bien de
actos internos de la administración y no tienen necesidad de pro-
mulgación, como en el caso de los decretos generales ejecutorios
(can. 31, 5 2), sino sólo de notificación (por ejemplo, con la comu-
nicación a los destinatarios) por parte del que goza de la potestad
ejecutiva (can. 34, 5 1).
Las instrucciones cesan por revocación explícita o implícita de
la autoridad que las publicó o bien de un superior, o también por
cesación de la ley de la que dependen (can. 34, 3).
a) Naturaleza
b) Forma y eficacia
>ti
617. Dada la naturaleza pública del fuero externo, el acto
administrativo que se refiere a este fuero, así como el acto comi-
sorio de ejecución del acto, debe redactarse de FORMA ESCRITA
(can. 37); sin embargo, dado que la prueba a nivel público puede
ser posible de otros modos, esta forma no se requiere para la
validez del acto, a no ser que dispongan otra cosa otras disposicio-
1 c,
'o:
nes legislativas.
Las condiciones, ya cumplidas o que todavía deben cumplirse,
puestas por el superior al emitir el acto, solamente deben conside-
rarse añadidas para la validez si se expresan con las partículas si,
nisi, dummodo (can. 39), o bien si se expresa de otra manera la vo-
luntad del superior.
618. Respecto a la I N T E R P R E T A C I ~ Ndel acto, deben seguirse
varios criterios sucesivos:
- ante todo, el sentido propio de las palabras y el uso común
del lenguaje; por tanto, no sólo el sentido técnico jurídico;
- en caso de duda la interpretación debe ser:
estricta para los casos relativos a los litigios, las penas
(tanto en la fase constitutiva como aplicativa), las limita-
ciones de los derechos de la persona, la lesión de los de-
rechos adquiridos y para los casos contrarios a una ley a
favor de personas privadas;
si todavía quedan dudas, hay que recurrir a la autoridad de a
que dictó el acto; sam
si se trata de un privilegio, la interpretación debe ser tal cio :
que quienes lo reciban consigan verdaderamente alguna que(
gracia (can. 77).
Está privado de efecto cualquier tipo de acto administrativo, a
o ser que la autoridad competente en el ámbito legislativo haya
fiadido expresamente una cláusula derogatoria, si es:
- lesivo de un derecho adquirido;
- contrario a una ley o a un decreto general, en cuanto que
todo acto administrativo particular, incluso en la derogación
de una ley, tiene que ser dado en el ámbito de las previsiones
de la ley;
- contrario a una costumbre aprobada, es decir, que tenga
fuerza de ley (can. 38).
Finalmente, los actos administrativos no pueden extenderse a
otros casos fuera de los expresados (can. 36, 5 2).
C) Ejecución
1 ?de
la 619. El acto administrativo singular puede ser producido de
:io- Smaneras:
- de forma graciosa, si es la misma autoridad la que pone el
rse, acto administrativo sin ningún intermediario, o bien a través
de- de un intermediario que tiene una función puramente ejecu-
si, tiva, como la transmisión o la comunicación del acto;
vo- - de forma comisoria, si la autoridad competente da un man-
dato a otra persona para que realice el acto administrativo
.rse en cuestión, verificadas ciertas condiciones o según su pru-
dencia, pero siempre a tenor del mandato; si no se cumplen
las condiciones esenciales puestas en la carta de mandato y
ltcn no se observa el procedimiento esencial, la ejecución es in-
co; válida (cáns. 42; 40; 41). También hay que atenerse a lo que
disponen los cánones 43-45; 62; 68-70.
Ras
fa-
de- Cesación del acto
Ya
620. El acto administrativo singular no cesa si cesa el derecho
iad e aquel que lo establece, a no ser que el derecho disponga expre-
samente otra cosa (can. 46), bien porque el acto está ligado al ofi-
tal io y n o a la persona que tiene ese oficio, bien porque de este modo
%.;a queda protegida la estabilidad del derecho.
El acto cesa por revocación por parte de la autoridad compe-
tente; esta revocación tiene efecto sólo desde el momento en que se
1, a notifica legítimamente a la persona a la que se h a dado (can. 47).
547
e) Recurso contra los actos administrativos singulares
1) Decreto singular
9 1).
2) Precepto singular
1) Rescriptos en general
2) Privilegio
te,
ara 631. El privilegio es una gracia concedida por el mismo le-
íti- gislador, o por la autoridad ejecutiva que haya recibido la autori-
dad de hacerlo del legislador en favor de personas tanto físicas
como jurídicas, públicas o privadas, por medio de un acto peculiar
(can. 76, 5 1). Es un acto administrativo particular, en cuanto que
atiende a casos particulares; pero dado que puede ser concedido
tanto contra como praeter legem y tiene tendencialmente el carhcief
de perpetuidad (can. 78, 5 l), asume el carácter de ley propia,
decir, en favor de determinadas personas O grupos de personas; P,;
eso se requiere potestad legislativa para concederlo. Además, el.
privilegio no nace de la voluntad arbitraria del legislador de favo.
recer a ciertas personas o ciertos grupos, sino de exigencias objeti-
vas del bien que el legislador debe procurar en línea con la ralio
legis. Por ejemplo, los privilegios que en la historia tuvier
institutos religiosos nacieron de las exigencias intrínsecas de los
diversos carismas; por eso, si se hubiera aplicado de manera uni-
forme para todos la legislación común, abstracta, se habrían visto
coartados dichos carismas, y por tanto se habrían perdido. por
esta razón, el privilegio es perpetuo y la renuncia del mismo sólo se
consiente bajo determinadas condiciones (can. 80); además, si es
personal no se puede comunicar a otros (can. 78, 9 2).
632. El privilegio es de tres tipos:
- 1 con1
- personal, si está ligado a una persona: se extingue con la lug2
persona (can. 78, ¿j2); en el caso de persona jurídica, hay
que tener en cuenta el canon 120,s 1; dos
- real, si está ligado a una cosa: cesa con la destrucción de esa jurít
cosa (5 3); ínte
- local, si está ligado a un lugar: revive si se reconstruye el sear
lugar en el plazo de cincuenta años (9 3). Sed
633. El privilegio, que se presume perpetuo mientras no se
demuestre lo contrario (can. 78, 5 l), además de por los motivos 3)
anteriormente expuestos (can. 78, 55 2.3), cesa:
- por revocación de la autoridad competente, a tenor del ca- (¡-el<
non 47 (can. 79); .un c
- por cesar el derecho del concedente, si se dio con la cláusula 7
3) Dispensa
634. Es un acto administrativo definido como la exoneración
(relaxatio) de la observancia de una ley puramente eclesiástica en
un caso particular (can. 85).
No se trata de una ley nueva ni de la derogación de una ley
existente, puesto que, estando la ley en pie, un fiel o un grupo de
fieles quedan sustraídos del ámbito de aplicación de la ley. Se dis-
tingue de la causa eximente o excusante, ya que lleva consigo un
nuevo acto de la autoridad, y se distingue también de la licencia,
con la que el superior concede que se ejerzan ciertos derechos
la- reconocidos por la ley. Tampoco se trata de una exención, puesto
6,n que el que recibe la dispensa no se encuentra en una situación por
la la que no está sujeto a la ley.
S e trata entonces de un medio del que dispone el mismo orde-
namiento canónico para mitigar el rigor de la ley, que, siendo
general, no puede prever todas las situaciones particulares en que
una determinada persona o un grupo de personas puede encontrar-
se, quitándole a la ley un valor obligante para aquella persona.
aquel grupo.
Es evidente que no se puede dar dispensa de las leyes de derecho
divino, tanto natural como revelado, ni tampoco de las leyes
definen los elementos constitutivos esenciales de los institutos y de
los actos jurídicos, puesto que los primeros quedarían entonces
desnaturalizados y los segundos serían nulos (can. 86).
Se habla de caso particular: la comunidad eclesial en cuanto
tal, en su totalidad, no puede ser dispensada perpetuamente para
todos los casos, puesto que entonces se produciría una abrogación
de la ley; la particularidad se refiere tanto a los destinatarios de la
dispensa como a la causa.
635. Pueden dispensar todos aquellos que tienen la potestad
ejecutiva o administrativa, dentro de los límites de su competencia,
y todos aquellos que tienen la potestad de dispensar explícita o
implícitamente o por derecho o por delegación (can. 85).
El bien espiritual de los fieles es la condición por la cual el
obispo diocesano y los que se le equiparan (cáns. 38 1 , § 2; 134, ¿j
3)
pueden dispensar de las leyes disciplinares universales o particulares
dadas por la autoridad suprema para su territorio o sus súbditos,
pero no de las procesales o personales o de aquellas cuya dispensa
está especialmente reservada a la Santa Sede (can. 87, § 1).
También en el caso de reserva a la Santa Sede puede dispensar
cualquier ordinario (can. 134, 5 1) si es difícil recurrir a la Santa
Sede, si es inminente el peligro de un grave daño y si la Santa Sede
concede generalmente la dispensa en esas circunstancias. Sin em-
bargo, la dispensa de la ley del celibato eclesiástico queda siempre
reservada Únicamente al romano pontífice (can. 87, 5 2).
El ordinario del lugar (can. 134, 2) puede dispensar de las
leyes diocesanas y, cuando lo requiera el bien de los fieles, también
de las leyes del concilio plenario y del provincial o de la conferencia
episcopal (can. 88).
Ni el párroco ni los demás presbíteros, ni los diáconos pueden
dispensar d e una ley universal o particular, a no ser que hayan
recibido expresamente la facultad para ello (can. 89) o de la auto-
ridad competente o del mismo derecho (por ejemplo, en los casos
previstos por los cáns. 1079; 1080; 1245).
La potestad de dispensar puede ejercerse sobre los propios súb-
tos en todas partes y, si no se dispone otra cosa, sobre los tran-
úntes que se encuentran en el territorio, y también a favor de
10s mismos (can. 91).
- La dispensa es ilícita si se dio sin C A U S A J U S T A y RAZO-
636.
ABLE, teniendo en cuenta las circunstancias y la gravedad de la
ey; es además inválida si no la dio el legislador o un superior suyo
can. 90, 5 1). En efecto, si el legislador es el que dispensa sin una
causa justa y razonable, la dispensa es sólo ilícita, en cuanto que la
fuerza vinculante de una ley eclesiástica procede también de la
del legislador y no sólo de su valor intrínseco; pero si es
la autoridad ejecutiva la que da la dispensa sin una causa justa y
razonable, ésta es inválida, ya que dicha autoridad carece de la
competencia para hacerlo, en cuanto que la obligatoriedad de la
ley no proviene precisamente de la autoridad ejecutiva. Por otra
parte, si hay duda sobre la suficiencia de la causa, la dispensa es
iícita y válida (5 2).
-- 637. Tanto la dispensa (can. 36, 5 1) como la potestad de dis-
*pensarconcedida para un caso determinado están siempre someti-
das a una I N T E R P R E T A C I ~ NESTRICTA (can. 92).
Si la dispensa es para un caso concreto, que ha de realizarse en
un acto, cesa al agotarse el caso; pero si se da para uno o varios
casos, que han de cumplirse a través de varios actos en el tiempo,
cesa del mismo modo que el privilegio, a tenor del canon 83; es
evidente que cesa también si desaparece totalmente de modo cierto
la causa por la que se dio la dispensa (can. 93). En efecto, si hay
dudas sobre la cesación de la causa, se aplica el canon 90, 5 2.
-
? ) Estatutos y reglamentos
a) Estatutos
i
!
638. Los estatutos son las normas que, establecidas a tenor
del derecho común, determinan el fin, la constitución, el gobierno
y los modos de obrar de cualquier tipo de persona jurídica (can. 94,
5 1 ) Es evidente que, si se trata de conjunto de personas, los
estatutos obligan a las personas que son sus miembros legítimos,
en virtud del mismo acto por el que entran a formar parte de la
persona jurídica (por ejemplo, asociación de fieles, institutos de
vida consagrada); pero si se trata de un conjunto de cosas (por
557
ejemplo, universidad de estudios), obligan a 10s que llevan su di
ción (5 2).
Los estatutos son fuente de derecho objetivo (derecho pr
para las personas jurídicas para los que se dieron, pero no tle
carácter de ley; sin embargo, si se hacen y se promulgan enbvl
tud de la potestad legislativa, como, por ejemplo, segurament
en el caso de institutos religiosos clericales de derecho pontifici
(cáns. 596, 2; 587, 5 1; cf. n. 588), se rigen por los cánones so
las leyes (5 3). De todas formas y en cualquier caso, los estatut
son un complemento que aplica a la nat~ralezaY al fin propio de C
la persona jurídica el derecho común, que sigue siendo general. rice
b) Reglamentos
639. Los reglamentos en sentido estricto no se refieren a las
personas jurídicas, pero la constitución, la dirección (por ejemplo
los representantes legítimos) y los modos de obrar (por ejemplo, ei
procedimiento en las deliberaciones) de las reuniones o de otras
celebraciones, organizadas por la autoridad eclesiástica o convoca.
das libremente por los fieles, obligan a los que participan en ellas
(can. 95).
a) Naturaleza y fines
a) Nociones previas
640. Por bien temporal se entiende todo lo que puede ser
objeto de derecho y que confiere una utilidad de carácter temporal
que puede calcularse. Los BIENES TEMPORALES pueden ser:
- corpóreos o materiales, si son visibles y tangibles con un
sentido corporal; se distinguen en:
inmuebles, cuando no se pueden transportar sin alterar su
consistencia o bien son considerados como tales por la ley
(por ejemplo, el automóvil, las embarcaciones, etc.);
muebles, todos los demás;
- incorpóreos o inmateriales, si pueden percibirse solamente
con la razón (por ejemplo, derechos patrimoniales, acciones
industriales o comerciales).
BIENES ECLESIÁSTICOSson
los bienes temporales pertenecientes
a la Iglesia universal, a la sede apostólica, a las Iglesias particulares
Y a todas las personas jurídicas publicas en la Iglesia, administrados
a tenor del Código y de los propios estatutos (can. 1257, ¿j 1).
COSASSAGRADAS: aquellas que con una dedicación o bendición
,
6) Fines
641. La Iglesia primitiva tenia un fondo único de bienes, forma-
1 do por las ofrendas y los dones de los fieles, primero para las nece-
sidades de los pobres, entre los que se comprendía al clero (al que se
le reconocía el derecho a vivir de su propio ministerio), luego para
el culto (Didaché; Canones 85 apostolici; Constitutiones Apostoli-
cae). Los pastores no poseían esos bienes, sino que los administraban
para esos fines.
I
En el siglo v el papa Simplicio y el papa Gelasio llegaron a una
distribución cuádruple de ese fondo Único: para el obispo, el clero,
los pobres y el culto.
En los siglos VI-XVI se deja sentir el influjo del sistema beneficial,
tanto rural como ciudadano, que venía a vincular ciertos bienes a un
beneficio para el sustento de su titular; esto llevó a un incremento
del patrimonio eclesiástico bajo la forma de latifundios. La distribu-
ción r=ncuatro partes que se hizo en el siglo v llegó, por una serie de
contingencias históricas, a una individualización de los fines y a
fondos parciales de bienes (causas pías; beneficencia; fábrica; culto;
mesas; sustentamiento del obispo y del clero), destinados estable-
mente a cada uno de los fines.
El concilio de Trento, dada la situación precaria del bajo clero,
tuvo la preocupación de proveer al sustento del mismo. El CIC 1917
en el canon 1496 señalaba dos fines: el culto divino y el sustenta-
miento decoroso del clero y de los demás ministros; se refen'a
modo genérico a otros fines propios de la Iglesia. En el canon 1472 '
Los FINES propios, por los que la Iglesia tiene el derecho natiti a!
b) Adquisición
iivo
yin,
3 643. Los bienes temporales pueden ser adquiridos por la Igle-
sia de todas las maneras legítimas según el derecho tanto natural
-como positivo (can. 1259).
).I
Al derecho originario de la Iglesia de pedir a los fieles todo lo
.que necesita para la prosecución de sus fines, corresponde el dere-
choldeber de los fieles de contribuir a las necesidades de la Iglesia
con las subvenciones requeridas y según las normas de la conferen-
cia episcopal (cáns. 1260-1262; 222, tj l ) ? Los mismos obispos
deben contribuir segun las posibilidades diocesanas a los medios
que necesita la Santa Sede (can. 1271).
i-
644. Como consecuencia de la obligación de los fieles de la
.que habla el canon 222,s 1, el obispo diocesano tiene el derecho de
imponer un TRIBUTO moderado y proporcionado a las personas ju-
ridicas públicas sometidas a su gobierno (excluidas las escuelas
Cf CEI, Doc. pastoral del 14 noviembre 1988, en Notiziario CEI 71 1988, 157-186. En
nes .e1 Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español sobre asuntos económicos, 1979, se
:er, reconoce el derecho de la Iglesia a recabar de sus fieles prestaciones, organizar colectas
públicas y recibir limosnas y obligaciones (art. 1). Por otra parte, con la intención de llegar
no la Iglesia a una autofinanciación mediante aportaciones de los fieles (cáns. 222 y 1260), la
:ón ayuda proveniente del Estado según forma tradicional ha pasado, a partir de 1988, del
'ad -sistema de dotación presupuestaria o cantidad global a la Iglesia consignada en el presu-
. ;)S puesto anual del Estado, al sistema de asignación tributaria. una fijación voluntaria, por
parte de los fieles o de otras personas, de un pequeño porcentaje del impuesto sobre la renta
.n de las personas físicas (0,5 por 100 de la llamada cuota íntegra) previsto en la legislación
pi- concordada (Acuerdo sobre asuntos económicos, citado, art. 11; y Ley 331 1987, de 23 de
diciembre, de presupuestos generales del Estado para 1988: Disposición adicional quinta,
$ Asignación tributaria ajines religiosos y otros) ('BOE" 307 [1987] 37825-6; 'BOCEE" 18
[1988]69-84).
561
externas de los institutos religiosos de derecho pontificio) lo, pero
sólo después de haber oído el parecer del consejo para los asuntos
económicos y del consejo presbiteral (cf can. 492); y un T R I B ~ ~ &
EXTRAORDINARIO a las personas físicas y jurídicas privadas
ea
caso de necesidad grave (can. 1263). El obispo diocesano puéde
imponer en las diócesis un tributo para proveer a las necesidades
del seminario, además de la ofrenda que se menciona en el canon ^
1266 (can. 264, 5 1); a este tributo están sometidas todas las perso-
nas jurídicas eclesiásticas que tienen sede en la diócesis, a no ser
que se sostengan solamente de limosnas o haya en ellas realmente
un colegio de estudiantes O de profesores que promueva el bien
común de la Iglesia (5 2). La asamblea de obispos de una provincia
debe establecer las TASAS por los actos administrativos graciososy
por la ejecución de los rescriptos de la Santa Sede (es necesaria la
aprobación de la Santa Sede), así como definir las ofrendas por la
administración de los sacramentos y sacramentales (can. 1264).
645. Salvo el derecho de los religiosos mendicantes, las ~ 1 .
MOSNAS sólo pueden pedirse con licencia escrita del propio ordina-
rio y del ordinario del lugar (can. 1265, 5 1). La conferencia epis-
copa1 puede dar normas sobre las colectas, a las que todos tienen
que someterse, incluso los que por institución se llaman y son
mendicantes (5 2) 1 1 . En las iglesias y en los oratorios incluso per-
tenecientes a institutos religiosos, el ordinario del lugar puede exigir
que se haga una COLECTA a favor de iniciativas particulares parro-
quiales, diocesanas, nacionales o universales, que hay que mandar
a la curia diocesana (can. 1266).
Las OFRENDAS hechas a los superiores y a los administradores
de las personas jurídicas eclesiásticas, incluso privadas, se presumen
hechas a las mismas personas jurídicas (can. 1267,§ 1). Estas ofren-
das no deberán rechazarse más que por justa causa y, en asuntos
de mayor importancia, con la licencia del ordinario. Se requiere
también la licencia para aceptar ofrendas gravadas con una carga
moda1 o con una condición, salvo lo que establece el canon 1295
(can. 1267, tj 2). Todas las ofrendas recibidas para un fin determi-
nado tienen que destinarse sólo a ese fin (can. 1267, Ij 3).
646. En las regiones en que todavía hubiera BENEFICIOS (en-
tidad primordial que según el Código de 1917 se instituía junto a
c) Administración
a) Noción
El romano pontífice
2) Ordinario
3) Obispo diocesano
567
c) Bienes administrados l
l4 Cf Delib. n. 54, del 30 diciembre 1987, en Notiziario CEI 101 1987, 279-280. Sobre
sustentación y seguridad social del clero véanse normas estatales españolas y de la CEE
citadas anteriormente (cf n. 148, nota).
* Sobre beneficios, determinación y destino de bienes beneficiales según normas de la
CEE, cf n. 646, nota 12.
En principio, los bienes de la Iglesia no pueden ser enajena-
dos; pero lo son cuando no se pueden conservar o cuando hay una
, en causa justa.
los, La enajenación se hace a través de aquellos contratos que trans-
a SU-
fieren la propiedad o limitan la disponibilidad de la cosa. Se pro-
una duce aquí una canonización del derecho civil,, a no ser que éste
:ivil,
un vaya contra el derecho divino o el derecho canónico prevea otra
.alia cosa (can. 1290).
.ien- 656. Para la enajenación deberán cumplirse las siguientes con-
grar diciones:
I
cepto, se presume la IMPUTABILIDAD, a no ser que conste lo con-
trario (can. 1321, § 3), en cuanto que se presume que una perso-
na que tiene uso de razón ha cometido deliberadamente esa viola-
ción (§ 2).
El delito es público cuando ya se ha divulgado o se dan las
condiciones para que se pueda pensar prudentemente que será
fácilmente divulgado (cf can. 2 197,1.Q, CIC 1917); de lo contrario,
es oculto.
666. Algunos autores desearían que también en el derecho
se aplicase plenamente el principio de que puede castigar-
se con penas solamente a tenor de una ley (nullum crimen, nulla
poena sine legepoenalipraevia), que es el que rige en las legislacio-
nes civiles como una conquista del liberalismo moderno contra el
del Estado absoluto, y al que se alude indirectamente en
el canon 221, 3. Sin embargo, en el ordenamiento canónico en-
cuentra una suavización en su aplicación, ya que el canon 1399,
aun presuponiéndolo de forma indirecta, admite que, además de
los casos establecidos por la ley canónica, la violación externa de
una ley divina o eclesiástica puede ser castigada con una pena justa
cuando la gravedad especial de la violación exige un castigo y urge
la necesidad de prevenir o reparar los escándalos. En efecto, la
aplicación rígida de este principio sería perjudicial para el ordena-
miento penal canónico, ya que debería ser muy minucioso para
poder prever todas las violaciones posibles, y por tanto extremada-
mente rígido. A pesar de esto, sin embargo, siempre podrían darse
situaciones graves para el daño y el escándalo que sufriría por ello
la comunidad, sin la posibilidad de poder intervenir eficazmente.
Por otra parte, el fiel queda protegido del posible capricho de la
autoridad por el hecho de que ésta sólo puede intervenir fuera de
las previsiones de la ley cuando lo exige la gravedad especial de la
violación y se da una necesidad urgente de prevenir o reparar el
i de escándalo.
ave
de
ión, b) Pena
ró~
667. La pena puede definirse como la privación de un bien
DO, &
espiritual o temporal, o bien la imposición de una obligación diri-
es
ble- gida a la corrección o a la expiación del delincuente, o bien a la
prevención de los delitos (can. 1312, 1.2).
S, Y
las. Las penas pueden ser:
're- - medicinales o censuras: tendiendo inmediatamente al arre-
:C n-
pentimiento del delincuente, lo privan de bienes espiritua-
rso-
sia- les hasta que cese la contumacia por su arrepentimiento
(can. 1312, 1,l.Q; cf cáns. 1331-1333);
- expiatorias: tendiendo directamente a la expiación del delito
Ias o a prevenir los delitos, privan al delincuente de un bien es-
,erá piritual o temporal, y su remisión no depende de la cesación
rio, de la contumacia; por tanto, pueden continuar incluso des-
pués del arrepentimiento (§ 2,2.Q; cf can. 1336);
- 'íferendaesententiae9'(=Js.): son las que conmina
el superior legítimo y evidentemente obligan al
cuando se aplican; en general, las penas son de este tipo
consideran que son tales siempre que no se diga expr
mente otra cosa (can. 1314);
- "latae sententiae ( = /.s.): el reo incurre en ellas si
"
d) Delincuente y contumacia se
e>
669. Es delincuente aquel que ha cometido un delito (cáno- se
nes 1321-1330). ta
578
La contumacia es posible en el caso de penas medicinales
'yerendae sententiae" y sigue a la amonestación del superior
(can. 1347,§ 1). En efecto, el superior no puede infligir válidamente
una censura si antes no ha amonestado al menos una vez al reo
(can. 1347, 5 1). La contumacia cesa con el arrepentimiento del
delincuente y una congrua reparación del daño y del escándalo o al
menos con el serio propósito de hacerla (5 2).
5.4. Imputabilidad
a) Dolo y culpa
670. Se puede imponer un castigo sólo por la violación, gra-
vemente imputable por dolo o por culpa, de una ley o de un pre-
cepto (can. 1321, 5 1).
El DOLO es la voluntad deliberada de violar una ley o un pre-
- ar cepto (5 2). Basta con que el sujeto sepa que su propia manera de
obrar va en contra de una ley o de un precepto y los viole libre-
ser mente.
lar La CULPA se configura cuando se produce la violación de una
ley o de un precepto por grave negligencia (can. 1321, 5 2). Todo
- -
-a
b9
i fiel debe proceder con doble diligencia: conociendo las leyes y los
preceptoide la Iglesia y omitiendo todo lo que conduce a-la viola-
ias ción de los mismos. p o r consiguiente, viola-una ley o un precepto
7; P-
i&V
no sólo el que lo hace dolosamente, sino también quien lo hace o
porque no los conoce por grave negligencia o bien, conociéndolos,
también por grave negligencia, va en contra de ellos con su com-
portamiento. Hay delito, pero como la imputabilidad no se consi-
dera tan grave que exija un castigo, no se castiga al reo, a no ser
que la ley o el precepto dispongan otra cosa debido a la gravedad
'3s del delito y del daño que acarrea (can. 1321, 5 2).
1 :n
39-
b) Grados de imputabilidad
:os
ina 5.5. Especies de penas y sus efectos
'Y
a) Penas medicinales o censuras
de
~to, a) Excomunión
tin-
zya 678. Precisamente por los efectos graves que se derivan de
yo ello, el legislador no debe establecer censuras, sobre todo la exco-
:la munión, mas que con la mayor moderación y solamente contra los
delitos más graves (can. 1318). En efecto, la excomunión lleva con-
sigo la exclusión del fiel de la plenitud de la comunión eclesiástica
de (cf cáns. 96; 205), aunque permanece incorporado a Cristo y a la
9 3-
Iglesia (can. 204, 5 1). Es una censura TOTAL e INDIVISIBLE, en
cuanto que sus efectos, es decir, la privación de los bienes espiritua-
1os les y la limitación del ejercicio de los derechos, no se pueden sepa-
: la rar, sino que se acumulan.
583
i
El excomulgado, a tenor del canon 1331,§ 1, no puede:
1) participar como ministro en ningún acto de culto público;
2) celebrar sacramentos o sacramentales ni recibir los sacra
mentos;
3) ejercer oficios, ministerios o cargos eclesiásticos, ni poner
actos de gobierno, ya que, si se pusieran, serían ilícitos.
Si la excomunión ha sido IMPUESTA 0 DECLARADA, el delin-
cuente, a tenor del canon 1331,G 2:
1) debe ser alejado si desea actuar como ministro en actos de Só
culto público, o bien hay que interrumpir la acción litÚrgica, a no
ser que se oponga una causa grave; CU
2) realiza inválidamente actos de gobierno (por ejemplo, leyes, la
decretos, sentencias); CO
b) Entredicho
679. A pesar de ser una censura grave, es más leve que la
excomunión, ya que no excluye de la comunión eclesiástica. Tam-
bién el entredicho es una censura INDIVISIBLE, puesto que sus efec-
tos, que consisten en la privación de algunos bienes espirituales
y en la limitación del ejercicio de los derechos (can. 1332), no se
pueden separar, sino que se acumulan. El que queda en entredi-
cho está sujeto a las prohibiciones que establece el canon 1331,§ 1,
9,2.Q;si el entredicho fue declarado o impuesto, hay que observar
canon 1331, 5 2, 1.o.
- -
l
suprema de la Iglesia (can. 1752), y dado que todas las censu
son de derecho positivo, si una censura, sea Cual fuere, prohibe
celebración de los sacramentos O de 10s sacramentales, o bien la
realización de actos de gobierno, la prohibición se suspende siem
que sea necesario atender a los fieles que se encuentran en peli
de muerte; si el fiel, por alguna causa justa, pide 10s sacramento
los sacramentales, o bien actos de gobierno, se suspende la pro
bición sólo si se trata de censura latae sententiae no declar
(can. 1335). En el segundo caso la previsión de la ley es más restr
tiva que en el primero, ya que en ambos casos se trata de atender
a las necesidades espirituales de los fieles, pero en el primero en
situaciones más graves que en el segundo.
b) Penasexpiatorias
C
el fuero externo por el que tiene la potestad de hacerlo; pero el e
principio encuentra algunos atenuantes, por lo que pueden remitir 8
las penas:
- el romano pontífice o la Penitenciaría Apostólica: todas,
f. incluso las reservadas (can. 1354, tj 3);
- los ordinarios del lugar: a tenor de los cánones 1355-1356, si
no están reservadas a la Santa Sede o a otros;
- los obispos tutelares: sólo en el fuero sacramental
(can. 1355, 5 2);
- el canónigo penitenciario: en el fuero sacramental las censu-
1
ras latae sententiae no declaradas (can. 508, 5 1);
- cualquier sacerdote: en caso urgente (si al penitente le resulta
gravoso permanecer en estado de pecado grave durante el
tiempo que necesite el superior competente para proveer) en
el fuero interno sacramental, si se trata de excomunión o
entredicho latae sententiae no declarados, con la obligación
de una congrua penitencia, de la reparación según la urgen-
cia del escándalo y del daño, así como de recurso al superior
competente o a un sacerdote provisto de facultades en el
plazo de un mes, bajo pena de reincidencia; el recurso puede
hacerse también a través de un confesor, sin mencionar el
nombre del penitente (can. 1357, $5 1.2);
- cualquier sacerdote: en caso de peligro de muerte, con la
obligación de recurrir en el plazo de un mes, bajo pena de
reincidencia, si se recupera la salud (cáns. 976; 1357, 3);
- todos los que pueden dispensar de una ley penal o eximir de
un precepto penal (can. 1354, 6 1);
- los que han recibido esa potestad (5 2).
1
Delito Pena
Enseñanza persistente de doctrina con- pena justa, a no ser que se retracte tras la
denada y rechazo pertinaz del magisterio amonestación de la Santa Sede o del or-
uténtico (can. 1371, 1.Q) dinario (preceptiva)
Viola
Ejercicio ilegítimo del ministerio sagrado pena justa (preceptiva)
(can. 1384)
come
(can.
Lucro ilegítimo por las ofrendas de las censura u otra pena justa (preceptiva) Matn
misas (can. 1385) - clt
C o r r u p c i ó n del q u e ejerce u n a fun- pena justa (preceptiva)
ción eclesiástica: corruptor y corrom-
pido (can. 1386) Conc
sexto
Solicitación, en el acto o con ocasión suspensión, prohibiciones, privaciones, si ha
o con el pretexto de la confesión, a incluso la expulsión del estado clerical públi
pecar contra el sexto mandamiento séis a
(can. 1387)
Viol:
Violación del sigilo sacramental: denc
- directa - excomunión 1.s. reservada a la Santa (can.
Sede (preceptiva);
- indirecta (can. 1388,§ 1) - castigo proporcionado (preceptivo)
Violación del secreto sacramental por el pena justa, incluso la excomunión (pre-
intérprete o algún otro (5 2) ceptiva)
Hon
Abuso d e potestad o de oficio eclesiásti- pena proporcionada, incluso privación herid
c o (can. 1389, 1) (preceptiva) Abo
feto
Negligencia culpable en el ejercicio de la pena justa (preceptiva) cual
potestad, ministerio, función eclesiástica, excomunión 1.s. (preceptiva) con(
con d a ñ o de otro (5 2)
692. Delitos de falsedad:
Delito Pena
alsa denuncia de solicitación; entredicho 1.s. (preceptivo);
es clérigo (can. 1390, § 1) también suspensión (preceptiva)
enuncia calumniosa o lesión de la bue- pena justa, incluso censura (preceptiva);
fama ($6 2-3) satisfacción (facultativa)
Falsificación de documentos eclesiásticos pena justa (facultativa)
y uso de los mismos, afirmaciones falsas
en ellos (can. 1391)
Matrimonio atentado:
- clérigo; - suspensión 1.s.;
- religioso de votos perpetuos no cléri- - entredicho 1.s. (preceptivo)
go (can. 1394)
Concubinato y pecado externo contra el - suspensión (preceptiva); otras penas
593
CUARTA
PARTE
LA O R G A N I Z A C I ~ NDEL PUEBLO
D E DIOS
ORGANOS D E GOBIERNO D E LA IGLESIA
UNIVERSAL
Cf AS III/VIII, 66.
597
r 1
l
El canon quiere afirmar, además, que el fundan~entode la unión
que existe entre el romano pontífice y los obispos es de DERE-
CHO DIVINO (statuente Domino) la S U C E S I ~ N APOSTOLICA. D~
este modo la naturaleza de la estructura jerárquica de la Iglesia
es al mismo tiempo colegial y primacial por voluntad del mismo
Señor 2.
De la relación mutua entre el romano pontífice y los obispos
surgen los deberes y los derechos de la comunión jerárquica y que
se determinan en el Código.
2. EL R O M A N O PONTÍFICE
Cf JUAN PABLO TI, Const. ap. Pastor bonus (= PB), 28 junio 1988, n. 2, en "AAS" 80
(1988) 841-912; E V 111787-1070.
Cf conc. Constantinopolitano IV (1870), c. 21, en DS 661-664; COD. 182; conc.
Lugdunense 11 (1274), en DS 861; conc. Florentino (1439), Decrerum pro Graecis, en
DS 1307; COD, 528; conc. Vaticano 1, Const. Pastor Aerernus, cc. 2 y 3, en DS 3050-3075;
COD, 81 1-816.
pontífice refuerza y garantiza la potestad propia, ordinaria e inme-
diata que tienen los obispos sobre las Iglesias particulares confiadas
a ellos (can. 333, €j 1; LG 27b).
1 1) ordinaria:
- por el mismo derecho va aneja al oficio primacial, que es un
munus constituido establemente en la Iglesia por disposición
divina (cáns. 131, €j 1; 145, €j 1);
- está siempre en acto, o sea, el romano pontífice ejerce libre-
mente, sin interrupción, su potestad primacial y gobierna a
la Iglesia universal, o personalmente o a través de los Órga-
nos de la curia romana (NEP 4.a);
2) suprema:
- el romano pontífice no está sometido a nadie, y por tanto su
potestad está por encima del derecho canónico positivo;
pero, al estar limitada por el derecho divino, tanto natu-
ral como revelado, su ejercicio, aunque sea siempre libre
(can. 331), no puede, sin embargo, ser arbitrario, en cuanto
que debe respetar la forma de gobierno establecida por el
Señor para la Iglesia (LG 27b);
- el romano pontífice no es juzgado por nadie (can. 1404);
599
proscripción de las opiniones erróneas (can. 754);
aprobación de nuevas formas de vida consagr
(can. 605);
-la unidad del gobierno:
ejercicio de la potestad legislativa:
= leyes universales y particulares y decretos general
para toda la Iglesia (cáns. 8; 29);
ejercicio de la potestad ejecutiva o administrativa:
= actos respecto al colegio episcopal (cáns. 337; 338.
34 1);
= actos administrativos generales para toda la Igle-
sia y singulares para cualquier fiel o grupo de fieles
(cáns. 3 1; 34; 35);
= nombramiento libre o confirmación de los obispos:
misión canónica y mandato pontificio (cáns. 377, 5 1;
1313; 1382);
= erección de las Iglesias particulares (can. 373);
= reserva de dispensa de las leyes universales (cáns. 87,
¿j 1; 291);
= dispensa del matrimonio rato n o consumado
(cáns. 1 142; 1698, ¿j 2);
= instancia suprema de los institutos de vida consagrada
(can. 590); concesión de la exención (can. 591); supre-
sión (can. 584);
= administración suprema de los bienes eclesiásticos
(cáns. 1273; 1256);
= reserva de la remisión de censuras eclesiásticas
(cáns. 1367; 1370, 5 1; 1378, 5 1; 1382; 1388);
= concordatos con los Estados;
no
ejercicio de la potestad judicial (can. 1442): me1
= avocación de algunas causas (cáns. 1405,g 1,4.Q;1417, Por
0 2); efec
= juicio en las causas señaladas en el canon 1401 respecto cab
a los jefes de Estado, cardenales, legados pontificios; Esti
en las causas penales respecto a los obispos (can. 1405, ofic
5 1, 1.Q-3.Q); la c
= juicio en las causas mencionadas en el canon 1417,s 1, -
y en el canon 1405, ¿j 3; 5
60 1
Iglesia. El romano pontífice representa al colegio de los obispos y
a la Iglesia en el sentido de que tiene potestad sobre todos los
obispos y sobre la Iglesia universal, para que queden así protegidas
la integridad de la fe apostólica, que Cristo ha depositado en toda
la Iglesia, la autenticidad de los sacramentos instituidos por Cristo
la estructura fundamental de la Iglesia establecida por Cristo y
derechos fundamentales d e todos los fieles y 10s particulares de las
diversas categorías de los mismos. Si el romano pontífice no expre.
sase lo que ya está contenido en la Iglesia, no estaría ya en comu.
nión con toda la Iglesia y con 10s otros obispos, y por consiguiente
no tendría ya autoridad, ya que por el mismo derecho perdería SU
oficio primacial.
Sin embargo, el romano pontífice ejerce siempre libremente su
potestad (can. 331). Esta LIBERTAD tiene una extensión mayor que
la que se sanciona en los cánones 125, § 1, y 1375, en cuanto que
el canon 331, tomado de LG 22b, quiere afirmar que el romano
pontífice en el ejercicio de su potestad no depende de los obispos,
ni en lo que se refiere al comienzo del acto ni en lo que se refiere
a su prosecución, puesto que los obispos no pueden imponerle
ninguna restricción. Y esto vale también respecto a la acción del
romano pontífice dentro del colegio, ya que, al faltar su libre acción
de cabeza, los obispos no pueden actuar como colegio (NEP 3.a,
4.a). El romano pontífice preside el Colegio, no en cuanto que
recibe de él su potestad, sino en cuanto que inmediatamente, por
misión divina, la recibe de Cristo (cf NEP l.a). Sobre esta libertad
se basa el derecho del romano pontífice a determinar, según las
necesidades de la Iglesia, el modo tanto personal como colegial de
ejercer su munus y su potestad (can. 333,g 2; NEP 3.a). Dentro del
segundo modo, el romano pontífice llama a algunos obispos a
participar en el ejercicio de su oficio a través de varias instituciones,
como el sínodo de los obispos, la curia romana, el colegio de
cardenales (can. 334).
b) Cesación de la potestad
a) El cuerpo electoral
702. En los primeros siglos, lo mismo que para los otros obispos,
la elección correspondía al presbiterio, en nuestro caso al presbiterio
de Roma, tras el que venía el asentimiento del pueblo. Sin embargo,
Félix IV (530) designó a Bonifacio 11 como su sucesor.
Ya en el 769 Esteban 111 estableció como electores a los presbíteros
y a los diáconos cardenales, junto con los nobles romanos. A la elec-
ción seguía sólo el aplauso del pueblo.
Después de los siglos ix y x, en que el trono de Pedro fue objeto
de luchas entre las familias nobles de Roma y la intervención del
emperador, especialmente de Otón el Grande, León IX comenzó
desde 1049 un proceso de reforma de la Iglesia y, para evitar injeren-
cias del poder secular en la elección del papa, estableció que sola-
mente los cardenales, tanto diáconos como presbíteros y obispos,
fueran los electores.
m
Nicolás 11en el sínodo romano de 1059 confirmó las disposiciones
de León IX, pero dispuso el asentimiento del clero y del pueblo
romanos.
El concilio Lateranense 111(Alejandro 111), canon 1 (1 179), abrogó
el asentimiento del clero y del pueblo romanos y estableció la mayo-
ría de los dos tercios para la validez de la elección 7.
Gregorio X (1274) dio severas normas sobre el desarrollo del
cónclave, a fin de abreviar todo lo posible la vacancia de la sede
romana.
Los Últimos vestigios de la influencia de1 poder secular sobre la
7 Cf COD, 211.
605
elección del romano pontífice se tuvieron con el derecho a veto y a
exclusión sobre la elección de algunos cardenales, que en la edad
moderna se reconocía a algunas monarquías europeas. Pío prohi- x
bió, bajo pena de excomunión f a t a e sententiae, el ejercicio de este
derechos. Pío XII (1945) extendió las disposiciones de pío x a
cualquier tipo de injerencia 9 .
703. Juan XXIII había ordenado ya la materia lo, y Pablo VI
estableció primero que al cumplir los ochenta años de edad los
cardenales perdieran el derecho a participar en el cónclave 11; luego
publicó la constitución apostólica Romano Pontijici eligendo, del
1 de octubre de 1975, todavía vigente, que en los números 33-92
regula la elección del romano pontífice.
A pesar de que Pablo VI se mostró favorable a admitir en el
cuerpo electoral del romano pontífice a los patriarcas orientales no
cardenales y a los obispos miembros del consejo de la secretaría
general permanente del sínodo de los obispos, así como a su secre-
tario general 12, la constitución, excluyendo la intervención de toda
dignidad eclesiástica y potestad laica, confirmó que el cuerpo elec-
toral del romano pontífice fueran solamente los cardenales, excepto
los que han cumplido ochenta años de edad, en número no superior
a 120 (n. 33).
El Código establece que corresponde únicamente al COLEGIO
DE CARDENALES, del que forman también parte los patriarcas orien-
tales incluidos en él, aunque mantengan como título su propia sede
patriarcal 13, elegir al romano pontífice a tenor del derecho particu-
lar (cáns. 349; 359, $5 1.3). El colegio cardenalicio representa al
clero romano y no el colegio episcopal. En efecto, ni el concilio
ecuménico ni el sínodo de los obispos puede elegir al papa, en el
caso en que la sede romana quedara vacante durante el desarrollo
del uno o del otro (RPE,n. 34).
Inmediatamente después de que un cardenal ha sido creado y
publicado en el consistorio tiene derecho a elegir el pontífice (n. 36).
8 Cf Const. ap. Commissum nobis, 20 enero 1904, en CIC 1917, Doc. 11; Const. ap.
Vacante Sede Apostolica, 25 diciembre 1904, en CIC 1917, Doc. 1.
9 Cf Const. ap. Vacantis Apostolicae Sedis, 8 diciembre 1945, en "AASW38 (1946)
65-99.
10 Cf M. p. Summi Pontiflcis. 5 septiembre 1962, en "AASW54 (1962) 632-640.
1 1 Cf M. p. Ingravescentem aetatem, 21 noviembre 1970, en "AASw62 (1970) 8 11-8 12;
EV 3/ 2846-2853.
12 Cf PABLO VI, Al. ConsiStorio secreto, 5 marzo 1973, en "AAS" 65 (1973) 163; Al.
Consejo Secretaría general del Sínodo de los obispos, 24 marzo 1973, en ib, 248.
'3 Cf PABLO VI, M. p. A d p ~ r p ~ r a t o r u m p a t r u m
11. febrero 1965, en "AAS" 57 (1965)
295-296; E V 2/ 370-375.
Un cardenal elector no pierde la voz activa y pasiva en la elección
del romano pontífice por causa o con el pretexto de una censura
- eclesiástica o de otro impedimento eclesiástico, dado que éstos se
suspendidos a efectos de la elección (n. 35): estas censu-
a ras o impedimentos podrían haber sido impuestos injustamente a
finde excluir de la elección. Sin embargo, pierde la voz activa, pero
no pasiva, tanto el cardenal canónicamente depuesto, debido a que
S
ya ha dejado de ser miembro del colegio cardenalicio, como el que
o ha renunciado a la dignidad cardenalicia con el consentimiento del
:1 romano pontífice (n. 36).
b) Modo de elección
704. La elección del romano pontífice debe tener lugar en el
CONCLAVE, pero sin que esto se requiera para la validez de la elec-
ción misma (n. 41). Se entiende por cónclave aquellos lugares don-
de los cardenales eligen al romano pontífice y en donde permanecen
,día y noche ellos, con los demás oficiales, sirvientes y conclavistas,
'sin contacto con el exterior, hasta una vez realizada la elección
(n. 42). Existen normas detalladas sobre los miembros del cónclave,
.la entrada en el mismo, el juramento de guardar secreto, su objeto,
etcétera (nn. 43-6 1).
-
A.d
705. Los MODOS para la LICITUD y la VALIDEZ de la elec-
l- 1 ción son:
1) por aclamación o inspiración, cuando los cardenales pro-
claman al nuevo pontífice unánimemente, de viva voz y libremente
(n. 63);
2) por compromiso, cuando, por particulares circunstancias,
como la imposibilidad de llegar a la elección por escrutinio (n. 76),
los cardenales encargan unánimemente a un grupo de ellos, en nú-
mero impar (no menos de nueve ni más de quince), la elección del
pontifice, según el modo y la forma establecidos por el colegio
mismo de cardenales (n. 64);
3) por escrutinio, que es la forma usual de elección, es decir,
por la mayoría de los dos tercios más uno (n. 65), o bien, si no se
consigue llegar a la elección después de cierto número de escruti-
nios, con la mayoría absoluta más uno o con la votación entre los
dos que en el último escrutinio hayan obtenido el mayor número
de votos, sobre la base de la decisión unánime de todos los miem-
bros del cuerpo electoral (n. 76).
La elección hecha de modo y forma distintos de los establecidos
es nula e inválida sin necesidad de más declaración, y no da ningiin
derecho al elegido (nn. 77; 62). Finalmente, en teona, se afirma que
en el caso de duda positiva e insoluble sobre la elección legitima se
considera que el elegido no tiene potestad.
706. Después de la ACEPTACION, si el elegido es ya obispo
adquiere en el acto la potestad plena y suprema sobre la Iglesia
universal y la puede ejercer; pero si no es obispo, debe ser ordenado
enseguida como tal (n. 88; can. 332, 1; cf can. 355). En el CIC
19 17 se afirmaba que el romano pontífice, legítimamente elegido,
obtiene desde el momento de la aceptación de la elección, por
derecho divino (misión divina), la plena potestad de la jurisdicción i
4
suprema (cáns. 2 19; 109); al ser ésta una afirmación doctrinal sobre
el derecho divino, basada en una sólida tradición histórica y teoló-
gica, reafirmada en sede conciliar 14, debe seguir manteniéndose;
pero el derecho positivo actual quiere impedir, antes de la consa-
iración episcopal, el ejercicio d e l a suprema autoridad ya recibida
(cf nn. 282; 289; 290). con
707. Nadie, aunque sea cardenal, puede decidir en vida del cua
romano pontífice y sin consultarle sobre la elección del sucesor ni 34 1
actuar de ninguna forma en este sentido (n. 80); esto no excluye
que el romano pontífice, mientras viva, pueda designar de alguna i
1
afir
manera a su sucesor. En efecto, todas las formas establecidas ac- ce
tualmente son de derecho eclesiástico. del
Las censuras previstas en la constitución (nn. 58; 79; 81; 82) (cf
quedan abrogadas por el canon 6, 3:" ya que no son recibidas en ver
el Código; pero sigue en pie el deber moral del secreto para todos
los que forman parte del cónclave (nn. 58-61), de evitar la simonía los
y toda intervención externa en la elección del pontífice, como pac- cuí
tos, vetos, promesas, etc. (nn. 79-86). Sin embargo, se aplican los de
cánones 1375 y 1386.
COI
za
2.4. Actos del romano pontífice me
int
708. Los de mayor importancia son: ba:
- exhortación apostólica: tiene carácter doctrinal, disciplinar, en
pastoral;
- constitución apostólica: sobre materia doctrinal o disci-
plinar, para toda la Iglesia o para un grupo (por ejemplo,
erección de un nuevo instituto jurídico);
- acuerdo entre la Santa Sede y un Estado;
- carta apostólica: para cuestiones administrativas;
- carta apostólica motuproprio: ley sobre materia disciplinar,
por iniciativa del romano pontífice;
10, - carta encíclica: sobre materia doctrinal (magisterio ordina-
sia rio) y disciplinar, para toda la Iglesia;
.do - bula: acto marcado con el sello de plomo;
IC - breve: acto marcado con el sello sub anulo piscatoris.
1o,
Ir
ón
)re 1 3. EL COLEGIO BPISCOPAL
ló-
se; 3.1. Naturaleza y miembros
sa-
da 709. A diferencia del CIC 1917, donde sólo se hablaba del
concilio ecuménico, el CIC distingue entre colegio episcopal en
cuanto tal (can. 336) y ejercicio de la potestad colegial (cáns. 337-
34 1).
El canon 336, estrechamente relacionado con el canon 330,
afirma que el colegio episcopal, por el hecho de que permane-
ce perennemente en él el cuerpo apostólico, es también (además
del romano pontífice) sujeto de la potestad plena y suprema
(cf nn. 282; 288; 290), de enseñar y gobernar, sobre la Iglesia uni-
versal (LG 22b; 2%; NEP 3.a).
En el colegio episcopal permanece perennemente el cuerpo de
\-a los apóstoles y su misión, porque les suceden los obispos, no en
'C- cuanto individuos, sino en cuanto colegio, pero según una analogía
?S de proporcionalidad (LG 20a.b; NEP l.a;cf n. 695).
Alguien se convierte en MIEMBRO del colegio en virtud de la
consagración sacramental y de la comunión jerárquica con la cabe-
za del colegio y sus miembros (can. 336; LG 22a). Estos dos ele-
mentos son igualmente necesarios 15, dado que la CONSAGRACI~N
introduce en la plenitud de la sucesión apostólica, la cual, sin em-
bargo, tiene eclesiológicamente su manifestación completa tan sólo
en la C O M U N I ~ NJERÁRQUICA.
En virtud de la consagración episcopal se establece el funda-
mento ontológico-sacramental de paridad entre todos los miembros
del colegio; a su vez, por la comunión jerárquica se obtiene el fun-
damento eclesiológico-estructural de la subordinación de cada obis-
po bien al romano pontífice o bien al colegio. Esto es así porque
tanto el romano pontífice personalmente como el colegio, siempre c1i
junto con su cabeza, representan a la Iglesia universal y gozan de se]
plena y suprema potestad sobre ella (LG 22b; NEP 3.'; 4.'). Pero PO
la presencia y la acción libre y eficaz del pontífice romano en el te
colegio episcopal es constitutiva de esta relación de subordinación ~ l f
de cada uno de los obispos a dicho colegio (NEP 3.'). Del vínculo CO
individual establecido entre cada obispo y la cabeza del colegio se de.
deriva que también todos los obispos conjuntamente estén ligados 'lu
por el mismo vínculo con su cabeza. Este vínculo de comunión en
jerárquica de cada obispo y de todos los obispos juntamente con sól
la cabeza, además de la común consagración episcopal, hace que bie
cada obispo quede establecido en una relación de comunión orgá- tiv,
nica con todos los demás obispos, en cuanto que la misma relación (ca
individual de un obispo con la cabeza del colegio, además de la las
consagración, lo sitúa, por una parte, en un vínculo de comunión '!uc
individual entre iguales con cada uno de los demás obispos del
colegio y, por otra, en un vínculo de comunión jerárquica con
todos los obispos tomados juntamente, los cuales, en virtud de la
presencia entre ellos del romano pontífice como cabeza, forman el i
i
colegio episcopal (LG 22b; 23a; 25a; N P E 3.', 4.'; can. 336).
1 a)
Éste es el fundamento sacramental-ontológico y eclesiológico-
estructural del AFECTO COLEGIAL (affectus collegialis) que vige en-
tre todos los obispos, del que se deriva la solicitud de los mismos me:
por las demás Iglesias particulares y por la Iglesia universal. Este jeri
afecto colegial se actúa y se expresa según grados diversos de varias NA
maneras ya institucionalizadas, como el sínodo de los obispos, los (cal
concilios particulares, las conferencias episcopales, la curia romana,
las visitas ad limina, la colaboración misionera, etc. (LG 23; AG tod
6f), pero de modo pleno solamente en la ACCIÓN COLEGIAL en con
sentido estricto (COLEGIALIDAD EFECTIVA: collegialitas effecti- cua
va), es decir, en la acción de todos los obispos juntamente con su
cabeza, con el que ejercen la potestad plena y suprema sobre toda
la Iglesia ' 6 .
l6 S~NODO EXTR. OB. 1969, Rel. doct. Elapso Oecumenico Concilio, cc. 11-111, en EV
3/ 1665-1682; Rel. Nunc nobis, c. 111, en EV 3/ 1713-1720; S~NODO EXTR. OB. 1985, Rel. final
Exeunte coetu, 11, C . 4, EV 91 1803-1804; JUANPABLO 11, Const. ap. Pastor bonus, Adne-
xum I,4, en "AASn 80 (1989) 914-915.
La noción de colegio referida a los obispos junto con el romano
no debe tomarse en el sentido de un grupo de iguales, que
hayan reclamado su potestad a su presidente, sino de un grupo
estable, cuya estructura y autoridad deben deducirse de la revela-
ción, o sea, que no existe sin la cabeza ni puede actuar sin su con-
sentimiento ( N E P l.a; 3.a; 4.a). El colegio, aunque existe siempre
por ser de DERECHO DIVINO, sin embargo no actúa permanentemen-
te con acción estrictamente colegial, o sea, no está siempre en acto
pleno, sino que actualiza esa acción sólo a intervalos, y desde luego
con el CONSENTIMIENTO DE S U CABEZA, el cual manifiesta así, desde
dentro del colegio, el vínculo de comunión sacramental y jerárquica
que liga a todos los miembros ( N E P 4.a). El colegic' se encuentra
en acto pleno, es decir, realiza actos colegiales en sentido estricto,
sólo cuando los obispos están reunidos en concilio ecuménico o
bien dispersos por el mundo y actuando conjuntamente por inicia-
tiva del romano pontífice o por su libre aceptación de esta iniciativa
(can. 337, $5 1.2). El romano pontifice escoge y promueve, según
las necesidades de la Iglesia, el modo de obrar del concilio (8 3), sin
que se excluya con ello la iniciativa de los obispos (8 2).
a) Naturaleza y origen
710. Como hemos dicho (n. 288), todos los obispos legítima-
mente consagrados, que se encuentran, por tanto, en la comunión
jerárquica, son miembros del colegio y participan por MISION DIVI-
NA de la potestad plena y suprema del que éste es depositario
(can. 336).
El colegio goza de una potestad plena, es decir, que comprende
todos los aspectos de la potestad, por el hecho mismo de que
comprende siempre al romano pontifice (NEP 3.a), y suprema, en
cuanto que sólo está limitada por el derecho divino.
b) Modos de ejercicio .- se]
A<
a) El Concilio ecuménico
Pa
Po
1) Naturaleza y definición re:
dic
71 1. Mientras que el colegio es de derecho divino, el concilio Jgl
ecuménico es de DERECHO ECLESIÁSTICO. Puede definirse como se
la reunión legítima de todos los obispos y de otros pastores, repre-
sentantes de la Iglesia universal, convocados por el romano pontí-
fice, los cuales, con la aprobación del mismo, deliberan sobre cues-
tiones doctrinales, disciplinares y pastorales relativas a toda la
Iglesia, actuando la colegialidad en sentido estricto en el ejerci-
cio solemne de la potestad colegial plena y suprema sobre toda la
Iglesia (can. 337, 5 1). bic
2) Miembros fu(
32
l7 Cf M. p. Appropinquante Concilio, Ordo Concilii Oecumenici Vaticani 11celebrandi,
11
6 agosto 1962, art. 1, en "AAS" 54 (1962) 612; Const. ap. Humanae salutis, 25 diciembre
, '1
1961, ib, 12.
613
- continuación o disolución del concilio, ipso iure interrumpi-
d o por vacancia de la sede apostólica.
'8 CONGR. DOCTR. FE, Professio jidei et iusiurandum fidelitatis. in suscipiendo officio
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, "AAS" 8 1 (1988) 104-106; E V 11/ 1190-1 195;
Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de profesión de fe y del juramento de fidelidad,
7 octubre 1989, "AAS" 81 (1989) 1169; E V 1112494.
4. EL S ~ N O D ODE LOS OBISPOS
22 Cf PABLO VI, Al. padres sinodales, 29 septiembre 1967, en "AASn 59 (1967) 967; del
30 septiembre 1967, ib, 969-970; del 27 octubre 1969, en "AASn 61 (1969) 728; del 30
septiembre 1977, en "AAS" 69 (1977) 629-630; JUANPABLO 11, Al. padres sinodales, 20
octubre 1987, en "AAS" 80 (1988) 606.
23 Cf PABLO VI, Al. padres sinodales, 30 septiembre 1967, en "AASn 59 (1967) 971.
24 Cf ib, 970-97 1.
rresponde al papa ratificar las decisiones tomadas (can. 343; ApS,
11) 25. Esta función consultiva, y sólo excepcionalmente deliberativa,
del sínodo no disminuye su importancia; en efecto, en la Iglesia el
fin de cualquier consejo, y por tanto de cualquier acción sinodal,
no es conseguir la mayoría de votos, de modo que una facción
imponga su voluntad sobre la otra, sino buscar la verdad y el bien
de la Iglesia, manifestando así el consensus Ecclesiae, que no de-
pende del cómputo de votos, sino de la verificación de la misma fe
1 de la única Iglesia por la acción del Espíritu. Por eso, si se tiene
1: presente el servicio de la verdad y de la Iglesia en el ejercicio de la
verdadera CORRESPONSABILIDAD por parte de todo el episcopado
!
en unión con su cabeza respecto al bien de la Iglesia universal, no
i
$
tiene importancia el hecho de que el sínodo tenga voto deliberativo
o sólo consultivo, ya que el uno y el otro expresan de todos modos
i la participación de los obispos en el gobierno de la Iglesia. Efecti-
vamente, las opiniones expresadas por los padres sinodales entran
a formar parte del proceso de formación de las decisiones y de los
pronunciamientos pontificios posteriores al sínodo.
719. Aparece clara la diversidad entre concilio ecuménico y
sínodo de los obispos por la diferencia de composición, de autori-
sia
do
1
0
"
dad y de fines: en el sínodo no se reúne todo el colegio episcopal;
se ejerce la potestad colegial, ya que en el caso de que tenga
'doY potestad deliberativa, ésta ha sido delegada por el romano pontífi-
ce; es un medio para el papa de ejercer su OFICIO PRIMACIAL DE
MODO COLEGIAL (cáns. 333, ¿j 2; 334) 26.
El sínodo está directamente sometido a la autoridad del romano
pontífice; por eso, a tenor del canon 344, el papa:
- tiene plena libertad para señalar el tiempo y la periodicidad
de convocatoria y el lugar de la celebración;
- ratifica la elección de los miembros hecha a tenor del dere-
cho peculiar (ApS, VIII-IX; OSE, art. 6) por las conferen-
cias episcopales, designando y nombrando además otros
miembros (ApS, X; OSE, art. 5 , ¿j 4);
- establece los temas que se han de tratar en tiempo oportuno,
a tenor del derecho peculiar, al menos seis meses antes de la
celebración del sínodo, teniendo en cuenta las sugerencias
25 Cf ib, 971; JUAN PABLO 11, Al. padres sinodales, 29 octubre 1983, en "AAS" 76
(1984) 288.
26 Cf PABLO VI, Al. padres sinodales, 30 septiembre 1967, en "AAS" 59 (1967) 970; Acta
Commissionis, en "Com." 14 (1982) 18 1.
recibidas de los sínodos de las Iglesias orientales y de las
conferencias episcopales (ApS, 111, 3; OSE.art. 13, Q 5 1).
' 9
- define el orden de los trabajos; preside el sínodo personal-
mente o a través de otros; lo concluye, 10 traslada, lo sus-
pende y lo disuelve.
a) Asambleas I
.t
721. Según los cánones 345 y 346, el sínodo puede reunirse en 1
ASAMBLEA:
- genera[ ordinaria, para las cuestiones relativas a la Iglesia
universal que requieren el parecer de todo el episcopado
(OSE, art. 4, 1.o); los miembros, según el derecho peculiar,
son: 9
los obispos elegidos por las conferencias episcopales, los
designados de oficio y los nombrados por el romano pon-
Y
7
i
tífice (OSE, art. 5, $5 1-6; ApS, X; n. 764);
diez miembros de institutos religiosos clericales elegidos
por la unión de superiores generales y los nombrados por
el romano pontífice (OSE, art. 6, 5 2; ApS, X ) ;
11
c) Oficiales
d) Comisiones
en :
tod
Cf nota anterior ECL
28
1
620
5. EL COLEGIO CARDENALICIO
b) Funciones
29 Ib.
623
encargados de una diócesis no están obligados a ello, sino sólo a
dirigirse a Roma siempre que 10s convoque el Papa (can. 356).
Los que cumplen setenta y cinco años de edad- son invitados, no
?I
. I
6.1. Naturaleza 1
i
I
731. Desde los primeros siglos, con la expansión de la Iglesia
universal y la afirmación del ministerio petrino, se fueron desarro-
llando cada vez más en Roma diversos oficios para la atención a la
vida pastoral, administrativa y judicial, no sólo de la diócesis de
Roma, sino de toda la Iglesia, como los notarios y los defensores
apostólicos presididos por un primicerio, los jueces palatinos, los
arcarios y capellanes para las cuestiones financieras. De este modo
fueron tomando cada vez más estabilidad los oficios de la cancillería,
de la cámara apostólica, de la dataría y de la penitenciaría. Con la
creciente centralización en Roma de muchas cuestiones crecieron
desde el siglo XI los colaboradores del romano pontifice, que tenían
la misión de estudiar y preparar las decisiones que éste habría de
tomar en el consistorio. En los siglos XV-XVIcomienzan a desarro-
llarse las congregaciones de los cardenales, que tenían la función de
tratar y decidir las cuestiones que les confiaba el romano pontífice,
el cual daba luego su aprobación o no. Esto llevó a la primera
reforma de la curia romana, por parte de Sixto V con la constitución
apostólica Zmmensa aeterni Dei, del 22 de enero de 1587. Además de
las congregaciones cardenalicias había organismos con competencias
no sólo en los asuntos eclesiásticos, sino también de gobierno relativo
al poder temporal de la Iglesia. Pío X llevó a cabo una nueva reforma
de la curia con la constitución apostólica Sapienti consilio, del 29 de
junio de 1908; y luego Pablo VI con la constitución apostólica Re-
gimini ecclesiae universae, del 15 de agosto de 1967J0,de la que es
u n a continuación la actual reforma de J u a n Pablo 11 con la consti-
tución apostólica Pastor bonus, del 28 de junio de 1988.
Pre
can. 360). Estos dicasterios y organismos, en su conjunto, se llaman 3
do:
Santa Sede o sede apostólica, nombre que indica el oficio primacial, ció
bien bajo el aspecto de la persona del romano pontífice, bien bajo i
se I
el de la curia romana (can. 361). La curia romana está regida I
tod
también internamente por un reglamento general (PB, art. 37) i art.
aprobado por un periodo de cinco años por Juan Pablo 11 el 4 d l
febrero de 1992 y promulgado el 7 de marzo de 1992. (Cf Segr.
Stato, Regolamento generale della curia romana [=RG] en "AAS" ten
84 [1992] 202-203). I
j
a
S 4
4+
4
d
i
!
,
1
a
9
I 1.l. Tipologia
i! 745. En el canon 368 se enumeran las circunscripciones ecle-
'
3
i
,
j
siásticas que se consideran Iglesias particulares, o por su propia
naturaleza, como la diócesis, o porque se asemejan a ella, como las
prelaturas y las abadías territoriales, los vicariatos apostólicos, las
prefecturas apostólicas, las administraciones apostólicas erigidas
de forma estable.
i
La definición de Iglesia particular se encuentra en el canon 369,
1 que traza las líneas de lo que es una diócesis, tomando casi literal-
mente las expresiones de C D 1la. De los elementos constitutivos
de la Iglesia particular y de su relación con la Iglesia universal
hemos hablado ya en el capítulo 2 (cf n. 27); bastará aquí la des-
cripción de las circunscripciones asimiladas a la diócesis.
La prelatura territorial o la abadía territorial es una porción
determinada del pueblo de Dios, comprendida en un territorio y
confiada por especiales circunstancias históricas étnicas o culturales
(por ejemplo, la "Mission de France", "Notre Dame" of Jerusalem
Center) al cuidado pastoral de un PRELADO o de un ABAD, que la
gobierna con POTESTAD ORDINARIA PROPIA, al modo de un obispo
diocesano (can. 370). El prelado puede ser también obispo, mien-
Í1 tras que el abad no es preciso que lo sea l .
-1
l Cf CONGR. OB.,carta al card. P. Felici del 17 octubre 1977, Prot. n. 335167, en "Com."
1
9 (1977) 224; PABLO
VI, M. p. CathoIica Ecclesia, 23 octubre 1976, en "AASn 68 (1976) 696;
EV 512154.
~1 vicariaro aposrí>lico y la prefectura apostólica, gobernados éste
por un vicario o por un prefecto, en nombre del romano pontífi- tod;
ce, son territorios de misión no erigidos todavía como diócesis Y es
(can. 371, 5 1). El VICARIO APOSTÓLICO suele ser obispo, mientras una
que el PREFECTO A P O S T ~ L I C Oes normalmente presbítero; los dos ses 1
nombrados generalmente entre los miembros de los institutos mil
sioneros que actúan en el territorio, ejercen una POTESTAD ORDI-
N A R I A VICARIA, que tiene el mismo contenido que la de un obis-
po diocesano. En lugar del consejo presbiteral hay un consejo
compuesto al menos de tres misioneros (can. 495,5 2). Sede vacan-
te, el gobierno es asumido por el provicario o por el proprefecto sup1
(can. 420). gaci
La administración apostólica puede estar constituida de forma los
estable, o por tiempo indeterminado, o por un tiempo determinado. terri
Sólo aquella circunscripción eclesiástica que no ha sido nunca dió- cret;
cesis y que por razones especiales y particulares graves (por ejem- metc
plo, dificultad para establecer los límites diocesanos debido a pro- las (
blemas de fronteras entre diversos Estados; dificultad de relaciones va,
entre la Iglesia y el Estado) es erigida establemente como adminis- (cf r
tración apostólica, queda asimilada a la diócesis (cáns. 368; 371, Dio
2). Es distinta la figura de la administración apostólica consti-
tuida sede plena, por razones disciplinares respecto al obispo dio- gobi
cesano, o sede vacante, por razones políticas o por dificultades de dete
diverso orden en el nombramiento de un nuevo obispo diocesano Sedc
por parte de la Santa Sede. El ADMINISTRADOR APOSTÓLICO es or- no e
dinariamente un presbitero y gobierna la administración con PO- de o
TESTAD VICARIA ORDINARIA, en nombre del pontífice, con todos
los poderes y facultades de un obispo diocesano.
Las Iglesias particulares personales son las que a juicio de la
autoridad suprema, oídas las conferencias episcopales, se erigen sin
límites territoriales, debido al rito de los fieles o por otros moti- cato
vos semejantes, por lo que en un determinado territorio se pueden
dar varias Iglesias particulares y, por tanto, varias jurisdicciones 2 (
ordinarias (can. 372, 2; CD 23,3). Esto es posible por el hecho 4 1; Ir
de que la territorialidad de las Iglesias particulares es la regla gene- religic
de Eq
ral (can. 372, § l), pero no absoluta, ya que, como hemos visto 3 4
(cf n. 27), el territorio no es un elemento esencial para la definición 1092;
de Iglesia particular. Los ordinarios castrenses o militares perte- 4 4
523. S
necen a esta modalidad, aunque pueden considerarse bien bajo el modif
aspecto de la jurisdicción personal o bien, en cierto modo, bajo delirni
el de la jurisdicción territorial. En efecto, el ordinario militar se eri- partic
ge para un territorio nacional, aunque al mismo tiempo, dentro de de Ur;
éste, la jurisdicción del ORDINARlO CASTRENSE es personal sobre
toda aquella porción de pueblo de Dios que forma parte del mismo
y es acumulativa con la de los ordinarios de los lugares? Existe
una Oficina central para la coordinación de los ordinarios castren-
ses para favorecer una acción pastoral conjunta entre ellos 3.
1.2. Constitución
2 Cf JUAN PABLO 11, Cons. ap. Spirituali militum curae (= SMC), 21 abril 1986, 1, 5 1; 11,
4 1; IV; V; X, en "AAS" 78 (1986) 481486; E V 101348; 355; 356; 365. Sobre la asistencia
religiosa a los militares en España, cf n. 762 (en nota). Estatutos del arzobispado castrense
de España, 14 noviembre 1987 ("BOCEE" [1988] 3843).
3 Cf CONGR. OB., Decr. Congruis mediis, 22 febrero 1985, en "AAS" 77 (1985) 1091-
1092; EV 1111419-1420.
Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, art. 3 , s 1, en "AAS" 77 (1985)
523. Según norma concordada el Estado español reconoce a la Iglesia el derecho de crear,
modificar o suprimir diócesis, parroquias y otras circunscripciones territoriales; a su vez, la
delimitación de los territorios diocesanos está garantizada y regida por la misma norma, con
particular referencia al Principado de Andorra, que continuará perteneciendo a la diócesis
de Urge1 (Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. 1, 2).
sia universal es la comunión entre todas las Iglesias particulares
(cf nn. 25-28), se deduce que cada Iglesia particular goza por DERE-
C H O D I V I N O de una JUSTA A U T O N O M ~ Apropia, es decir, que tiene
en sí todos los medios naturales y sobrenaturales para cumplir la
misión que Dios ha confiado a la Iglesia para que la cumpla en el
mundo (can. 204, 5 1). La Iglesia particular legítimamente erigida
por la suprema autoridad goza por el derecho mismo de persona-
lidad jurídica (can. 373); además, por el hecho de que el obispo u
otro pastor equiparado a él tiene en ella potestad de magisterio
ordinario (can. 753) y potestad ordinaria propia inmediata de go-
bierno (legislativa, administrativa y judicial), constituye un ver-
dadero ordenamiento jurídico, aunque no primario y originario,
ya que no es independiente ni plenamente soberano, por ser tam-
bién destinatario de las normas emanadas de la autoridad suprema
y por estar sometido a las reservas establecidas por el derecho o
por el romano pontífice (can. 381, €j1; LG 27a). Por consiguiente,
la autonomía, es decir, la capacidad de gobernarse, es relativa a la
inmanencia de la Iglesia universal en la Iglesia particular, que hace
presente la suprema autoridad, es decir, el romano pontífice y el
colegio episcopal, con su potestad suprema, plena, ordinaria e in-
mediata sobre todos los fieles y pastores (cáns. 331; 333, 5 1; 336;
LG 22b). En este sentido es eclesiológicamente más adecuado y
denso de significado aplicar este principio de la justa autonomía,
que se expresa en la coord.inación del derecho particular y del
derecho universal, que aplicar el principio de subsidiariedad, que,
procedente de la filosofía política, es extraño al misterio de la
Iglesia y podría inducir a equívocos.
2. LOS OBISPOS
748. En el capítulo 10 (cf nn. 267; 273-278; 281; 287; 288; 291)
hemos hablado ya de la sucesión apostólica por institución divina,
del triple munus que reciben los obispos en la consagración episco-
pal, del ejercicio del mismo en la COMUNION JERARQUICA (can. 375)
y de la diferente vía de transmisión de las potestades de santificar,
enseñar y gobernar.
b) Distinciones
c) Nombramiento y elección
6 Cf COD. 7;9.
Cf COD, 203.
una lista de presbíteros, tanto diocesanos como pertenecien-
tes a institutos de vida consagrada, idóneos para el episco-
pado, que deberá transmitirse a la Santa Sede por medio del
legado pontificio (can. 377, 9 2)R;
- sin embargo, permanece íntegro el derecho de cada obispo
a presentar nombres directamente a la Santa Sede (9 2);
- si se trata del nombramiento de un obispo diocesano o de
un obispo coadjutor: teniendo en cuenta la lista antes men-
cionada, para proponer la terna a la Santa Sede, el legado
pontificio, recibida del administrador diocesano o del ad-
ministrador apostólico o del obispo diocesano saliente una
relación sobre el estado de la diócesis (EF, art. XIII, 2),
tiene que hacer por su parte una investigación -escuchando
a algunos del colegio de consultores y del cabildo catedral,
y también, si lo considera oportuno, individualmente y en
secreto, a algunos del clero, secular y religioso, y a algunos
laicos- y comunicar a la Santa Sede su voto, junto con las
sugerencias del metropolitano, de los sufragáneos y del pre-
sidente de la conferencia episcopal (can. 377, 5 3);
- si se trata del nombramiento de un obispo auxiliar, también
sobre la base de la lista mencionada, el obispo diocesano
debe proponer al menos tres nombres a la Santa Sede (5 4).
Cf CONS.ASUNTOS PÚBL., Normas Episcopi facultas (= EF), 25 marzo 1972; art. I,2; V;
111, 2; VI, 2; IX, en "AAS" 64 (1972) 387-391; EV 4/ 1594-1624.
Cf Delib. n. 3, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 7 (1983) 209; E. CEI 3/ 1591; EF.
art. II,2. El nombramiento de arzobispos y obispos en España es reconocido, segun norma
concordada, perteneciente a la exclusiva competencia de la Santa Sede. Cuando se trata de
arzobispos u obispos residenciales o coadjutores con derecho de sucesión, la Santa Sede
notificará previamente al gobierno español el nombre del designado. (Acuerdo sobre renun-
cia a la presentación de obispos y al privilegio del fuero, 28 julio 1976, art. 1). En cambio,
en cuanto al nombramiento del arzobispo de la jurisdicción castrense se establece un especial
procedimiento de presentación. (Acuerdo sobre renuncia ..., art. 1, y Acuerdo sobre la asis-
tencia religiosa a las fuerzas armadas, 1979, art. 111).
tente el nombramiento de los arzobispos y obispos diocesanos, de
10s coadjutores, así como de los abades y prelados territoriales
(art. 3, 5 2); finalmente, excepto para la diócesis de Roma y para
las suburbicarias, no han de ser nombrados eclesiásticos que no
tengan la ciudadanía italiana ( 5 3 ) lo.
752. El candidato al episcopado tiene que destacar por su
fe, buenas costumbres, piedad, celo, sabiduría, prudencia, virtudes
humanas y por todas las otras cualidades que lo hacen idóneo para
el oficio; debe gozar de buena reputación, tener al menos treinta
y cinco años de edad y llevar más de cinco años de presbítero
(can. 378, 5 1); de todas formas, el JUICIO definitivo SOBRE LA
IDONEIDAD, que se basa en el proceso informativo del legado pon-
tificio, corresponde a la Santa Sede (§ 2) y permanece integro el
derecho del romano pontífice a nombrar un obispo que no esté
contenido en la lista de los candidatos o en la terna de nombres
propuesta (EF, arts. XI, 2; XII).
753. A no ser que esté legítimamente impedido, el promovido
al episcopado debe ser consagrado en el plazo de tres meses a partir
del nombramiento, y de todas formas antes de tomar posesión
canónica de su oficio, que deberá ir precedida de la profesión de fe
y del juramento de fidelidad a la sede apostólica, según la fórmula
aprobada por ella (cáns. 380; 833, 3.0).
644
- - -
1
1
- inmediata: se ejerce sin intermediarios sobre todos los súb-
ditos, salva la justa autonomía de los institutos de vida
consagrada (can. 586).
c) Deberes y derechos
11 Cf CONGR.
OB.,Dir. Ecclesiae imago (= EI), 22 febrero 1973, nn. 19-28, en EV 41 1945-
2328.
versos ministerios y a la vida consagrada, especialmente las dedi-
cadas al ministerio sagrado y a las misiones (can. 385; CD ISc;
El, nn. 27; 46).
2 ) Deber de aplicar la misa por el pueblo. El obispo tiene esta
obligación desde el momento de la toma de posesión (can. 388,
¿j1). Se trata de una obligación:
- de justicia, sub gravi, puesto que se basa en el precepto di-
vino '2;
- personal, porque el obispo tiene que celebrar y aplicar per-
sonalmente la misa, a no ser que esté legítimamente impe-
dido;
- real, por el hecho de que en el caso de impedimento el
obispo no queda exento de la obligación, sino que tiene que
cumplirla o a través de otro en los días establecidos o per-
sonalmente otros días (5 2); efectivamente, debe aplicar cuan-
to antes tantas misas como ha dejado de celebrar (§ 4);
- el cumplimiento está ligado al día: todos los domingos y las
demás fiestas que son de precepto en su región ( 5 l), según
la determinación que hayan tomado las conferencias episco-
pales (can. 1246; cf nn. 5 16-5 17);
- no es cumulativo, ya que el obispo que rige dos o más dió-
cesis, aunque sólo sea como administrador, está obligado a
aplicar solamente una misa por todo el pueblo de Dios que
tiene confiado (can. 388, 3);
- el cumplimiento no está ligado al lugar, dado que al obispo
se le exhorta solamente a presidir con frecuencia en la iglesia
catedral o en otra iglesia de su diócesis la celebración de
la eucaristía, sobre todo en las fiestas de precepto y en las
otras solemnidades (can. 389).
648
predicando sobre todo personalmente con frecuencia (can. 386,
6 1; El, nn. 55-61; cf cáns. 753; 756, 5 2; 763). Aunque los obispos
no gozan individualmente de la infalibilidad en su enseñanza, sin
embargo, cuando enseñan en comunión con la cabeza del colegio
y los miembros, son auténticos doctores y maestros de la fe para
los fieles que tienen confiados, los cuales deben adherirse con reli-
gioso obsequio de espíritu a su magisterio auténtico (cf n. 530).
2) Debertderecho de procurar que se observen los cánones
relativos al ministerio de la palabra, especialmente la homilía y
la formación catequética, para evitar que se introduzcan abusos
(cáns. 386, 5 1; 392, 5 2; 762-772; 773-780; El, n. 65).
3) Deberlderecho de vigilar sobre la instrucción religiosa y
teológica en los seminarios, en las escuelas católicas, en las univer-
sidades y facultades católicas y eclesiásticas y en los otros institutos
de estudios superiores (cáns. 794; 804-806; 8 10-813; 8 18).
4) Deber de defender con firmeza con los medios más ade-
cuados (por ejemplo, remoción de los profesores de religión en las
escuelas, revocación del mandato de enseñar disciplinas teológicas,
vigilancia sobre los instrumentos de comunicación social y sobre
los libros: cf cáns. 8 10; 8 12; 8 18; 823; 824; 826, $5 2.3; 827, 55 1.3;
830, $5 1.3; 831, €j1) la integridad y la unidad de la fe (cáns. 386,
2; 392, 5 2), salvo el reconocimiento del derecho a la justa libertad
en la profundización ulterior de las verdades que reconoce el ca-
non 218 (cf n. 76).
762. Respecto a la F U N C I ~ NDE GOBERNAR:
1) Deber de ejercer la caridadpastoral (LG 27) con:
- todos los fieles sin distinción, tanto si residen en su diócesis
como si se encuentran ocasionalmente en ella;
- las categorías especiales de personas que necesitan una aten-
ción pastoral particular (por ejemplo, los jóvenes, los obre-
ros y campesinos, los emigrantes, los desterrados, los pró-
fugos, los marineros, las aeronavegantes, los nómadas, los
militares, etc.) (CD 18; EA nn. 153-156) *;
para aplicación del citado Acuerdo, 23 abril 1986; Convenios entre diversos obispos y los
gobiernos de comunidades autónomas para la aplicación del mismo Acuerdo citado: suman
una veintena de Convenios (texto del Acuerdo y de los Convenios: "BOCEE" 22 [1989] 71-
100). Centros penitenciarios, hospitalarios y otros similares (Acuerdo sobre asuntos jurídi-
cos, 1979, art. IV).
diversas obras apostólicas, según las necesidades de cada tiempo y
lugar (can. 394, 5 2).
5 ) Deber de residencia personal en la diócesis (can. 395, 5 1).
Esta obligación es institución muy antigua; por eso, ya en el si-
glo IV se impusieron sanciones contra la violación del mismo. Da-
dos los abusos que se introdujeron especialmente después del si-
glo VIII por causa de las interferencias seculares y la introducción
de los vicarios generales, el concilio Lateranense 111 (1 179) impuso
la residencia a todos los oficios beneficiados (can. 13) '3, lo cual fue
confirmado luego por el concilio de Trento, que hizo de él uno de
los puntos fundamentales de la reforma '4.
Se trata de una obligación de residencia:
- formal o activa: comprende tanto la residencia física como
el cumplimiento del oficio episcopal;
- personal: obliga incluso cuando el obispo tiene obispo co-
adjutor o auxiliar;
- que admite ciertas ausencias:
por las razones previstas por el derecho, es decir, la visita
ad limina, la participación en concilios, en el sínodo de los
obispos, en la asamblea de la conferencia episcopal o para
el cumplimiento de otro oficio que se le ha confiado legí-
timamente;
por otras causas justas (por ejemplo, descanso, vacacio-
nes, etc.) durante no más de un mes, tanto continuo como
interrumpido, con tal que la diócesis no sufra ningún per-
juicio (can. 395, 5 2);
por causas graves y urgentes (por ejemplo, caridad cristia-
na, evidente utilidad de la Iglesia o de la sociedad civil,
etcétera), incluso en los días de navidad, de semana santa,
de la resurrección del Señor, de pentecostés, del cuerpo y
sangre de Cristo (5 3).
'3 Cf COD,218.
14 Cf Sess. VI,De residentia,cc. 1, 11, V;Sess. XXIII,De reforrnatione,can. 1, en COD,
/
68 1-683; 744-746.
6) Deber de visitar la diócesis. todos 10s años, toda o en parte,
pero de forma que la visite toda al menos cada cinco años (can. 396
1). El obispo tiene que cumplir con esta obligación personalment;
(can. 396, 8 1), con la debida diligencia (can. 398), estableciendo
relaciones personales, ya que su finalidad es el conocimiento directo
por su parte de los fieles, del clero y de 10s religiosos que trabajan
en la diócesis, así como de las obras e instituciones que están
presentes en ella, de forma que se aproveche de ello el sentido
pastoral de su gobierno (CD 23,2). Sin embargo, si el obispo dio-
cesano está legítimamente impedido para hacer la visita personal-
mente, de parte o de toda la diócesis (por ejemplo, por amplitud de
la diócesis, por enfermedad física, por oficios que se le han enco-
mendado legítimamente, etc.), le puede ayudar o sustituir el obispo
coadjutor o el auxiliar, o bien el vicario general episcopal, o, final-
mente, otro presbítero (can. 396, § 1). Incluso cuando el obispo
hace personalmente la visita, le pueden ayudar algunos clérigos
elegidos por él (por ejemplo, vicarios foráneos), quedando repro-
bados todos los privilegios o costumbres contrarias (5 2); esos clé-
rigos se ocuparán más bien de las cuestiones administrativas y de
la visita de las cosas y de los lugares sagrados. De esta manera el
obispo, limitando lo más posible las ceremonias públicas, podrá
dedicarse al encuentro con las personas y a la visita de las institu-
ciones (E?, nn. 167-168).
El obispo tiene derecho a visitar:
- a las personas (especialmente a los párrocos), las institucio-
nes (hospitales, asilos, escuelas y especialmente parroquias),
las cosas (los objetos y ornamentos sagrados, especialmente
los altares, los sagrarios y los confesonarios) y los lugares
sagrados (iglesias y oratorios) (can. 397, 5 1);
- los monasterios sui iuris de los que habla el canon 615 y
las casas de los institutos religiosos de derecho diocesano
comprendidas en su territorio, incluso en lo que se refiere
a la disciplina religiosa (can. 628, 5 2), ya que, aunque go-
zan de justa autonomía a tenor del canon 586, 5 l, sin em-
bargo están bajo el cuidado especial del obispo diocesano
(can. 594);
- a los miembros de los institutos religiosos de derecho pon-
tificio, sólo en los casos establecidos expresamente por el
derecho (can. 397, 5 2);
- las iglesias y oratorios a los que acceden habitualmente los
fieles, las escuelas y las otras obras de religión o de caridad
espiritual o temporal confiadas a los religiosos, excluidas
las escuelas abiertas exclusivamente a los alumnos propios
del instituto (can. 683, 5 1): esto vale para los institutos de
derecho pontificio, como aplicación del canon 397, 5 2, y
para los exentos según su derecho propio, mientras que
los de derecho diocesano están regulados por el canon 628,
tj 2, 2.0 (cf n. 219).
El obispo debe poner atención en no gravar a nadie con gastos
superfluos (can. 398). Aunque no se dice expresamente, como en el
canon 346 CIC 1917, los gastos deben estar contenidos dentro de
las necesidades de comida y alojamiento, sin que pueda pedirse ni
recibirse nada como regalo con ocasión de la visita.
7 ) Deber de la relación quinquenal al romano pontífice sobre
el estado de la diócesis (can. 399) y de hacer personalmente la visita
a d limina (can. 400, $5 1.2).
Las primeras huellas de la visita ad limina se hacen remontar a la
visita de Pablo a Pedro (Gál 1,18; 2,2). Desde los primeros siglos los
cristianos iban en peregrinación a Roma a los sepulcros de los após-
toles Pedro y Pablo, como punto de referencia de la unidad de la fe
y, por tanto, de la comunión eclesial. La visita de los obispos proce-
dentes de las diversas partes adquiría una importancia especial, in-
cluso práctica, ya que desde el principio consultaban al obispo de
Roma sobre las cuestiones más graves relativas a su propia Iglesia o
a la Iglesia universal; por eso se convirtió pronto en una obligación
grave sobre la base de una costumbre consolidada -junto con la
información sobre la situación religiosa de las diversas Iglesias- y
quedó luego institucionalizada.
De hecho, aunque la primera formulación clara de la obligación
de la visita ad limina de los obispos la encontramos sólo en el sínodo
romano del 743 ' 5 , sin embargo el hecho de que éste hiciera referencia
a las decisiones anteriores de los santos padres y de los cánones
demuestra que la norma que dio se basaba en una práctica muy
antigua. Aquel sínodo determinó que los obispos más cercanos a
Roma debían visitar las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo,
mientras que los más alejados podían cumplir esta obligación por
medio de un quirógrafo, es decir, probablemente, por medio de una
relación escrita sobre el estado de su diócesis, cuyas primeras huellas
se encuentran en la carta que en el 343 envió el concilio de Sárdica
al papa Julio (341-352), donde se manifestaba la oportunidad de que
la sede apostólica de Pedro quedase informada de la situación reli-
giosa de cada provincia. Gregorio VI1 en el sínodo romano de 1079
estableció que antes de ser consagrados los obispos tenían que jurar
653
que harían la visita ad limina todos los años personalmente o por
medio de un legado. A este juramento se refería Pascua1 11 (1099-
1 1 18) al recalcar la obligación de la visita de los obispos, que cum-
plían incluso los de las regiones más remotas. Fue luego Grego-
rio IX en el que en 1234, con la constitución apostólica Rexpacifi.
tus, dio fuerza de ley a la obligación del juramento, de forma que la
de la visita ad limina surgiera de la virtud de religión, aunque no
hubiera aún una ley que l a impusiera. Finalmente, Sixto V, con la
constitución apostólica Romanus Ponlifex, del 20 de diciembre de
1585, cambió en ley para todos los obispos la antigua costumbre de
la visita aJ Iimina e impuso la obligación de informar periódicamente
al romano pontífice sobre el estado de la diócesis. Con algunas
innovaciones aportadas en los siglos XVIII y XIx sobre los plazos de
la visita, la institución tanto de la relación quinquenal como la de la
"isita ad limina entró en el Código de 1917 (cáns. 340-342).
y 400 del CIC 1983, dedica cinco artículos a la visita ad limina de "se
los obispos y a la relación sobre el estado de la diócesis que estos
últimos deben hacer a la Santa Sede (arts. 28.32). Además, un
Adnexum 1 a la misma constitución trata de manera específica de
la importancia pastoral de la visita ad limina apostolorum 17. El 29
de junio de 1988, la Congregación para los obispos dictó un Direc-
torio para la visita "ad limina" (= Directorio) l 8 que especifica la
manera de realizarla. Esto indica la gran importancia que la Santa
Sede ha querido dar a esta antiquísima institución y destacar su
sentido para la comunión eclesial. ; 1,
i ci
La visita ad limina, como afirma el Directorio I, no puede i si;
considerarse como un simple acto jurídico-administrativo, que haya
4 Pi
que cumplir formalmente, sino como un acontecimiento eclesial.
S
la
Con sentido prioritario ha de verse como el reforzamiento y la
manifestación de la C O M U N I ~ NJERÁRQUICA entre los obispos y la
cabeza del colegio episcopal, el romano pontífice, sucesor de Pedro;
pero como fundamento de esto no puede dejar de estar la referencia
a aquella comunión, que realiza la naturaleza y la esencia de la
misma Iglesia (PB, art. 29; Adnexum 1, 1,s; Directorio I, 11). Efec-
tivamente, aunque en la visita ad limina se encuentren dos personas,
el obispo de una Iglesia particular y el obispo de Roma, cada uno
con el peso de sus responsabilidades, sin embargo lo hacen como ' la
ti\
l6 Cf "AAS" 80 (1988) 841-912; E V 111787-1025. 1 ro
'7
'8
Cf ib, 913-917; E V 1111026-1038.
E V 11/1084-1089. 1
!
te:
I
1d
representantes de la totalidad de la Iglesia, la totalidad de los fieles
y la totalidad de los obispos, de forma que constituyen en cierto
modo un único "nosotros" en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia:
en su comunión el romano pontífice y cada uno de los obispos
comunican entre sí a los fieles que tienen confiados (los de toda la
Iglesia universal, el romano pontífice; los de la Iglesia particular, el
obispo), comunicando igualmente entre sí a la Iglesia universal y a
las Iglesias particulares (Adnexurn 1, 3).
Dado que la variedad de todas las Iglesias particulares, en la
unidad que realizan, muestra la catolicidad de la Iglesia una e
indivisa (LG 13c; 23d) -en ellas y a partir de ellas existe realmente
la una y única Iglesia católica universal, que es la comunión entre
todas las Iglesias (LG 23a)-, es indispensable una continua comu-
nicación entre las Iglesias particulares y la sede apostólica, com-
partiendo la solicitud pastoral común, que se actualiza de forma
eminente en la visita de los obispos a Roma, con ocasión de la cual
se reúnen entre sí en torno al romano pontífice, realizando según el
principio de la catolicidad una comunicación de los dones, entre
todos aquellos bienes que se encuentran en la Iglesia por obra del
Espíritu Santo, tanto a nivel particular y local como a nivel univer-
sal (LG 13c). Por eso, en la visita ad limina no se obtiene solamente
una información recíproca, sino especialmente el aumento y la
consolidación de una CONFORMACIÓNCOLEGIAL (collegialis con-
formatio) en el cuerpo de la Iglesia, y la manifestación del AFECTO
COLEGIAL, por el que se tiene la unidad en la diversidad (Adnexurn
1, 5). Efectivamente, en la Iglesia hay una especie de movimiento o
circulación vital, manifestado en las visitas ad limina, entre la Igle-
sia universal y las Iglesias particulares, llamado perichoresis, que
puede compararse con el movimiento de diástole-sístole por el que
la sangre parte del corazón hacia las extremidades del cuerpo y
vuelve desde éstas al corazón (Adnexurn 1, 2).
La visita ad limina tiene una densa significación eclesiológi-
ca, incluso por el hecho de que manifiesta la naturaleza misma
del colegio episcopal, definiéndose el oficio episcopal en relación
con él.
Por medio de las visitas ad limina se refuerzan los vínculos de
la comunión jerárquica y se ponen de relieve tanto la catolicidad de
la Iglesia como la unión del colegio episcopal (PB, art. 29). Efec-
tivamente, en ellas los obispos reconocen el oficio primacial del
romano pontífice en relación con el origen y el ejercicio de la po-
testad que ellos tienen (cf nn. 282; 287; 288; 291). De esta manera
se afirma el fundamento sacramental-ontológico y e ~ l e s i o l ó ~ i c ~ - ~ ~ -
t ructural del afecto colegial vigente entre todos los obispos, del que
se deriva la solicitud de cada uno de ellos por las otras Iglesias
particu1ares.y por la Iglesia universal (Adnexum 1, 4) 1 9 . La s o ~ l -
CITUD por la Iglesia universal se manifiesta concretamente en la
visita de los obispos a Roma, tanto en su contacto personal con el
papa como en sus encuentros con la curia romana, en un intercam-
bio recíproco en la caridad (PB, nn. 9; 10).
La visita ad lirnina y la relación quinquenal sobre el estado de
la diócesis guardan estrecha relación entre si; así el canon 400, § 1
establece que el obispo diocesano, el año en que está obligado
presentar su relación al sumo pontífice, si no ha determinado otra
cosa la Santa Sede, debe dirigirse a Roma para venerar los sepul-
cros de Pedro y Pablo y debe realizar el encuentro con el sumo
pontífice.
Están obligados a la visita los que se equiparan en el derecho al
obispo diocesano, es decir, el abad y el prelado territorial, el admi-
nistrador apostólico, el vicario apostólico, el prelado de una cir-
cunscripción eclesiástica personal por el rito u otras razones, como
el ordinario militar o castrense (cáns. 381, 5 2; 368; 370; 371; 372,
5 2; SMC, XII). El vicario apostólico, sin embargo, dadas las difi-
cultades que podrían darse para su venida a Roma, puede cumplir lirí
con esta obligación con mayor flexibilidad, es decir, a través de un lo:
procurador, residente quizá en Roma; el prefecto apostólico, sin i lo:
embargo, dado el estado germina1 de Iglesia particular en que se
encuentra la prefectura apostólica, no está obligado a la visita a
Roma (can. 400, 5 3). Es evidente que el obispo auxiliar con espe- I mc
ciales facultades y el coadjutor, dados por la Santa Sede debido a i (p
incapacidad del obispo diocesano (cf can. 403, $4 2.3), están obli-
gados a hacer la visita ad limina (can. 405, 5 2).
Considerando juntamente el canon 400, $ 1; PB, artículo 31 diE
(cf arts. 29 y 30), y el Adnexum 1 (n. 6), la visita ad limina com- t
i coi
prende tres momentos principales: SU
a) La PEREGRINACION a los sepulcros de los príncipes de los i ex1
apóstoles, que se concreta en una celebración litúrgica (santa misa, I vis
y eventualmente liturgia de las horas y de la palabra) que ha de
hacerse en las basílicas de San Pedro y San Pablo, y además de
esto, si lo desean los obispos, en las basílicas de Santa María la
Mayor y de San Juan de Letrán (Directorio, n. 3.1).
a) Figuras juridicas
22 Cf Notiziario CEI 81 1973, 174-176; E. CEI 21245-246. A tenor del can. 402, 5 2, la
CEE tiene asegurada la forma de atender a la conveniente y digna sustentación de los
obispos dimisionarios, teniendo en cuenta que la obligación principal recae sobre la misma
diócesis a la que sirvió.
23 Cf ~ e l i b .n. 54, 30 diciembre 1987, en Notiziario CEI 1011987, 279-280; 91 1988,
22 1-222.
24 OB.,Normas In vita Ecclesiae, 31 octubre 1988, en E V 111 1431-1438.
CONGR.
dos para las aldeas como ayudas al obispo de la ciudad. Al desapa-
recer éstos entre los siglos X-XI, 10s obispos que tenian necesidad de
ayuda, especialmente en la celebración de 10s pontificales, empezaron
a servirse de los obispos cercanos O de 10s que no tenían sede por
haber sido expulsados, ya por los siglos VII-VIII, tras la invasión de
los musulmanes, o bien porque habían sido consagrados con el
título de las sedes abandonadas (obispos titulares). Dados los abusos
y la vida a veces no ejemplar de esos obispos, Clemente V (s. xiv)
prohibió su ordenación sin el permiso explícito de la Santa Sede. En
las diócesis mayores, especialmente en donde los obispos diocesanos
estaban ocupados en asuntos políticos y seculares, ya desde el si-
glo xv se constituyeron obispos auxiliares sufragáneos, que susti-
tuían establemente a los obispos en los pontificales y en la adminis-
tración de la diócesis.
Por lo que se refiere a los obispos coadjutores con o sin derecho
de sucesión, las primeras huellasaparecen en el siglo 111. Para aplicar
el canon 9 del concilio de Nicea (325), según el cual no debe haber
más que un obispo en una Iglesia25, los romanos pontífices y diversos
concilios particulares se opusieron varias veces a la creación de los
obispos coadjutores; sin embargo, dadas las necesidades de las dió-
cesis, tuvieron que permitirlos; pero Bonifacio VI11 (s. XIII)estableció
que fueran designados sólo por la Santa Sede, y el concilio de Tren-
to26 dispuso que fueran constituidos con derecho de sucesión sólo
por causa urgente.
25 Cf COD, 10.
26 Cf Sess. XXV, De reform. c. 7 , en COD, 788.
6 ) Obispo auxiliar con facultades especiales
767. Es un obispo titular que se le puede dar al obispo dioce-
sano, a petición suya o por iniciativa de la Santa Sede, por circuns-
tancias especialmente graves, incluso personales, del obispo dioce-
sano (por ejemplo, edad, salud, cargos fuera de la diócesis, inefi-
ciencia), con facultades especiales, de forma que hace sus veces
(can. 403, ¿j 2). No tiene derecho de sucesión y en la diócesis sólo
puede ser constituido uno.
c) Obispo coadjutor
c) Deberes y derechos
2' OB.,carta al card. J. Villot del 3 1 agosto 1976, Prot. 335167, en "Corn."
Cf CONGR.
9 (1977) 223.
28 Cf Acta Commissionis, en "Com." 14 (1982) 209.
(can. 405, 5 l ) , aparecen los establecidos en los cánones 405, g 2
y 410.
Algunos se refieren tanto a los AUXILIARES Como al COAD.
JUTOR:
- deber de ejercer sus propias funciones de acuerdo con
el obispo diocesano (can. 407, 5 3; CD 2%); por eso
conviene que en las cuestiones de mayor importancia se
consulten mutuamente junto con el obispo diocesano
(cf can. 473, 5 4) y que este Último les consulte (can. 407,
$5 1.2; cf can. 463, 5 1, 1.o);
- derechotdeber de celebrar pontificales y otras funciones
litúrgicas a las que estaría obligado el obispo diocesano
(cáns. 408; 390);
- deber de residencia en la diócesis, que hay que compaginar
con el derecho a las vacaciones (can. 410).
3. CURIADIOCESANA
664
-
dores, los vicarios, tanto generales como episcopales; con esta fina-
lidad, si lo cree oportuno, puede constituir un consejo episcopal
'5
compuesto de los vicarios (can. 473, $5 2.4) y regulado por el de-
1
a recho particular.
Para cumplir mejor sus deberes pastorales el obispo puede ins-
tituir también un oficio pastoral, que está compuesto, según las
determinaciones del derecho particular, de varias secciones (social-
caritativa, catequética, litúrgica, etc.), que tiene la tarea de estudiar
los diversos problemas y proponer soluciones, coordinar y dirigir las
diversas actividades en relación también con otros organismos no
diocesanos que desarrollan las mismas actividades (EI, n. 200).
.
778. Los elementos comunes son:
- el carácter eminentemente pastoral de ambos oficios en el
ejercicio de la potestad administrativa;
- el libre nombramiento por parte del obispo diocesano si son
presbíteros (can. 477, $ l), no si son obispos (can. 406).
665
- Requisitos para obtener el oficio:
no deben ser consanguíneos del obispo diocesano hasta el
cuarto grado (can. 478, 5 2);
han de ser presbíteros, tomados del clero secular o del
religioso (can. 478, 5 1) o bien obispos (can. 406);
de edad superior a los treinta años (can. 478, 5 1);
doctorado o licenciado en teología o en derecho canónico,
o al menos verdaderamente experto en estas disciplinas
(can. 478, 5 1);
sana doctrina, rectitud, prudencia y experiencia en tratar
los asuntos (can. 478, 5 1);
experiencia pastoral (cf EI, n. 201).
- Número: pueden ser uno o más, según la magnitud de la
diócesis y el número de fieles; por tanto, según las necesidades
pastorales; sin embargo, para evitar conflictos de competencia y
proteger mejor la unidad del gobierno de la diócesis, el vicario
general debe ser regularmente uno (cáns. 475; 476).
- Ausencia y legítimo impedimento: en estas circunstancias el
obispo diocesano puede nombrar a otro que haga sus veces mien-
tras dure la ausencia o el legítimo impedimento en el ejercicio de su
oficio (can. 477, 5 2).
- No pueden ser constituidos en el oficio de canónigo peni-
tenciario, para mantener distintos el fuero interno y el externo
(can. 478, 2).
- Profesión de fe y juramento de fidelidad": deberán emi-
tirlos .en presencia del obispo diocesano o de un delegado suyo
(can. 833, 5.9.
- Naturaleza de la potestad: se trata de POTESTAD ORDINARIA
VICARIA (cáns. 476; 479), en cuanto que ipso iure va aneja al ofi-
cio (can. 131, tj l), pero se ejerce en nombre del obispo diocesano
(can. 131, tj 2), incluso sobre los súbditos ausentes de la diócesis y
sobre los forasteros que se encuentran en la diócesis (can. 136): son
ORDINARIOS DEL LUGAR (can. 134, 1). Actuando en nombre del
obispo, el vicario general y el episcopal deben informarle sobre sus
acciones y no deben actuar nunca contra su voluntad y su aproba-
ción (can. 480); al mismo tiempo, deben actuar de forma concorde
b) El moderador de la curia
781. Para una mejor coordinación de toda la administración l
i
Se requiere su CONSENTIMIENTO, junto con el colegio de con- E
l
e) El ecónomo
f) Los archivos
a) Naturaleza y fin
789. Las primeras noticias de sinodos diocesanos, como mani-
festación de la unidad del presbiterio reunido en torno a su obispo,
se remontan en Oriente al siglo IV y en Occidente al siglo VI,aunque
aquí debieron ser probablemente anteriores. El concilio Lateranen-
se IV (1215), constitución 6 32, estableció que los sinodos diocesanos
32 Cf COD, 236-237.
67 1
se celebrasen todos los años y que en ellos se publicaran los decretos
de los concilios particulares. La composición del sínodo diocesano
cambió a lo largo de la historia hasta la exclusión de los laicos. ~1
concilio de Trento confirmó que los sínodos diocesanos se reunieran
cada año y amplió sus competencias 33; sin embargo, a partir del
siglo XVII los obispos convocaron cada vez más raramente los síno-
dos diocesanos. El CIC 1917 (can. 356, 5 1 ) determinaba que el
sínodo diocesano debía ser convocado al menos cada diez años.
b) Convocatoria
1
que lo que es oportuno para una diócesis podría no serlo para otra,
o bien porque las condiciones y los problemas de una diócesis son i
diferentes de otra. Pueden convocar el sínodo todos los que en el
derecho se equiparan al obispo diocesano (cáns. 381, €j2; 368).
El que sea solamente el obispo el que convoque el sínodo, por
una parte subraya el hecho de que el gobierno ordinario en la
diócesis es personal, y por otro evita que se convoque en los plazos
33 Cf Sess. XXV,De reform., cc. 2,4, 10, en COD, 785; 786-787; 791.
fijados por la ley sólo para cumplir el expediente, sin que lo requie-
ran las necesidades de la diócesis.
c) Preparación
d) Composición
674
II
4
4 den ausentarse por causa grave, mientras que para los miem-
bros no de iure es suficiente una causa justa;
- advertir a tiempo al obispo del impedimento de participar
en el sínodo (can. 464), de forma que el obispo pueda pro-
veer a su sustitución.
Los DERECHOS son:
- discutir libremente en las sesiones sinodales (can. 465);
3%
'43 - dar el voto consultivo (can. 466);
: ;. - enviar un procurador, en caso de legítimo impedimento
rb V
:
S
$4
2. a
A: 4.2. Consejo presbiteral
58
al a) Naturaleza y _fin
a los * A tenor del can. 496 la CEE establece normas sobre el consejopresbiteral, criterios de
representatividad, miembros natos, de nombramiento y de elección, ejercicio del voto y
otros asuntos de su competencia. La suma de miembros natos y de los nombrados por el
obispo no excederá del 50 por 100 del total de los miembros (l.er DG 1984, art. 3).
mente, se afirma la C O N S T I T U C I ~ N
OBLIGATORIA de los mismos
para el bien pastoral de la diócesis.
ES claro que el consejo presbiteral no puede confundirse ni con
una especie de sindicato del clero para la reivindicación de sus
derechos 37 ni con una comisión del clero que trate de sus necesida-
des materiales y espirituales, ya que debe tratar de las cuestiones
que se refieren a toda la vida y gobierno de la diócesis (ES 1, 15,
5 1; PS, n. 8; EI, n. 203b).
Para la validez de sus actos, el obispo está obligado a oír, a I
tenor del canon 127, 2, 2.0, al consejo presbiteral en los casos
previstos por el derecho (cf cáns. 461, 5 1; 5 15, 5 2; 531; 536, 5 1;
1215, 5 2; 1222, 5 2; 1263); y en los asuntos más importantes se le
invita a hacerlo (cf EI, n. 203b). Normalmente el consejo tiene
VOTO CONSULTIVO, mientras que su CONSENTIMIENTO se requiere
sólo en los casos expresamente previstos por el derecho (can. 500,
5 2); pero, al menos actualmente, el derecho universal no prevé
ningún caso de este tipo. Vale también aquí todo lo que se ha dicho
sobre el valor incluso del solo voto consultivo en el ámbito eclesial
(cf n. 718). j
c) Miembros
j
no participan del sacerdocio ministerial. 1
i
Según el canon 497 el consejo está compuesto por MIEMBROS: 1
- libremente elegidos por los mismos presbíteros, a tenor del i1
derecho universal y de los estatutos, en número aproximado j
a la mitad, que debe ser determinado ulteriormente por los i
estatutos;
- de derecho, a tenor de los estatutos, por el oficio que des-
empeñan, como, por ejemplo, los vicarios generales y epis-
copales, aunque sean obispos; el rector del seminario, etc.
1
4
:
(PS, n. 7);
- libremente nombrados por el obispo, de tal manera que
1
37 Cf Acta Commissionis, en "Com." 14 (1982) 215. 11
los mismos, éstos junto con los de oficio no lleguen a superar la mitad de
todos los miembros.
sdirse ni con
hf:iÓn de sus 801. El modo de elección de los miembros del consejo debe
:US necesida- establecerse en los estatutos, pero debe asegurar una verdadera
9s cuestiones REPRESENTACI~N del presbiterio, teniendo en cuenta los diver-
$ - S(ES 1, 15, sos ministerios (párrocos, vicarios parroquiales, capellanes, etc. 8
679
- - --
res incardinados en ellos (cf cáns. 266, 4 3; 715, 5 2), que,
residiendo en la diócesis, ejerzan en SU favor algún oficio
(cf can. 498, 5 1);
- otros sacerdotes que tengan el domicilio o cuasi domici-
lio en la diócesis (por ejemplo, los presbíteros eméritos), a
los que se les reconoce en los estatutos el derecho de elec-
ción (5 2).
C
d) Estructura y funcionamiento
680
15, § 2), que, desarrollo del mismo (8 3). El obispo puede recibir la ayuda de un
algún oficio consejo de presidencia, formado por los vicarios generales y epis-
copales, y por otros miembros del consejo.
!asi domici- El tiempo de convocatoria de la asamblea ordinaria no está
i eméritos), a establecido por el derecho universal; los estatutos pueden disponer
.icho de elec- que, además de los casos previstos por el Código, sea convocado
por el obispo cuando lo crea oportuno, o bien que se reúna en
determinados intervalos de tiempo. Los estatutos deberán prever
:cidas por los además la asamblea extraordinaria para tratar los asuntos más
!ge establecer urgentes. La asamblea debe actuar a tenor del canon 119.
ta y por dele-
ibiicación del
+A
El moderador de las discusiones es elegido entre los miembros
1 del consejo por el consejo de presidencia.
.bros del con- El secretario, ayudado por la secretaría, toma nota de todo lo
nte su propia que se realiza, comunica la convocatoria, publica las actas, las
2, a observar conserva en el archivo, etc.
se deriva del Pueden constituirse comisiones o grupos de estudio para exa-
ue estuvieran minar cuestiones particulares.
ie expresar la 4
an al cesar el e) Cesación
, los elegidos
inado en los 805. El Consejo presbiteral cesa por:
';e todo o en - sede vacante, por el mismo derecho, ya que no puede exis-
i ser elegidos tir sin el obispo, y sus tareas pasan a ser desempeñadas
luí se deduce por el colegio de consultores, cuyos miembros permane-
tvano perma-
; cen en el cargo hasta la nueva constitución del colegio por
zción 41. parte del nuevo obispo; en el plazo de un año desde su to-
ma de. posesión, el nuevo obispo debe constituir de nue-
vo, por decreto, el consejo presbiteral, que puede estar
formado también por los mismos miembros del anterior
(can. 501,§ 2);
1 e1 derecho - decreto del obispo diocesano, consultado el metropolitano,
ie tienen que o bien, si se trata del mismo metropolitano, el obispo sufra-
gáneo de mayor antigüedad en el cargo, en el caso de que no
ne el obispo cumpla con la tarea que se le ha'confiado para el bien de la
nás las cues- diócesis o por abusos graves en el ejercicio de su función
:n los miem-
(can. 501,§ 3).
4.3. Colegio de consultores
a) Naturaleza
b) Funciones
683
- - - --
obispo diocesano no está obligado a nombrar a otro en su puesto,
a no ser que se haya llegado al numero mínimo requerido por el
canon 502,g 1 46.
Preside el colegio de consultores: a) el obispo diocesano; b) se-
de vacante o impedida, el obispo auxiliar hasta la elección del
administrador diocesano, que pasará entonces a presidirlo; c) si
no hay un obispo auxiliar, el consultor más antiguo en ordenación
(can. 502, 4 2).
a) Naturaleza y funciones
809. Del siglo I V al siglo vrIr los clérigos que vivían en la ciudad
llevaban una vida común o canónica en la casa catedral, siguiendo
una regla parecida a la de los monjes (san Eusebio de Vercelli, san
Agustín, Crodegango de Maguncia). Aquí tuvieron su origen los
cabildos catedralicios.
En el siglo IX Carlomagno dispuso que todos los clérigos llevaran
vida común, y Ludovio Pío impuso la regla de Almario de Maguncia
a todas las Iglesias. Así nacieron los cabildos colegiales.
Sin embargo, la vida común no duró mucho tiempo, dado que
primero el obispo y luego los clérigos separaron su propia parte del
patrimonio común o al menos las distintas rentas que provenían de
él, y empezaron a vivir por cuenta propia. De aquí nació la distinción
entre canónigos regulares y canónigos seculares: los primeros con
vida en común y ligados con votos, y los otros no.
El concilio Lateranense 11(a. 1139), canon 28, reconoció una gran
autonomía a los cabildos catedralicios y el derecho a elegir al obispo
y a administrar la diócesis sede vacante4'. Estos privilegios dieron
lugar a abusos, que intentó remediar el concilio de Trento 4*. Después
de la revolución francesa los cabildos fueron suprimidos en muchas
partes por los gobiernos civiles, y sólo en parte se restauraron más
tarde. dc
Por el CIC 1917 (can. 39 1,§ 1) se atribuía a los cabildos en general
le1
la función de procurar la solemnidad del culto divino y a los cate- m
9L
46 Cf PONT.COM. INT.AUT.CIC, Respuesta del 7 agosto 1984, en "AAS" 76 (1984) 747; ejc
EV 91865;
47 Cf COD, 203.
48 Cf Sess. VII, decr. De reform., 1-4; Sess. XXIV, De reform., cán. 8, 12, 16, 17; Sess.
XXV, decr. De reform., gen., can. 6, en COD, 687; 764; 766-767; 769-770; 787-788.
dralicios la de ser el senado del obispo, así como la de regir la
su puesto, diócesis sede vacante.
.ido por el
810. Por el hecho de que en el CIC 1983 la función general de
senado del obispo se le reconoce sólo al consejo presbiteral, mien-
:,ino; 6 ) se- tras que las otras funciones, que antes correspondían al cabildo
'occión del catedralicio, se le atribuyen ahora al colegio de consultores, en el
1 ?irlo; C) si canon 503 el cabildo de canónigos, tanto colegial como catedralicio,
wdenación . se define como el colegio de sacerdotes al que corresponde realizar
I
las funciones litúrgicas más solemnes en la iglesia catedral o cole-
gial; además, corresponden al cabildo catedralicio las funciones
que le confía el derecho o la conferencia episcopal, como por ejem-
plo, las del colegio de consultores (cf can. 502, 3).
8 1 1. La erección y la conservación de los cabildos no es obli-
gatoria, ya que su función litúrgica puede suplirse de otras ma-
neras. De todas formas, sólo la Santa Sede es competente para
en la ciudad la erección, innovación y supresión de los cabildos catedralicios
a 1,siguiendo (can. 504), mientras que el obispo diocesano es competente para
iercelli, san los colegiales.
i! origen los
De las iglesias al mismo tiempo parroquiales y capitulares, de
las que habla el canon 510, se hablará más adelante (cf n. 838).
%osllevaran
n Maguncia
b) Estatutos
;, dado que
,lis parte del 812. El canon 506 establece disposiciones generales sobre el
irovenían de
la distinción
contenido de los estatutos, que según el canon 505 deben ser elabo-
rimeros con rados mediante legítimo acto capitular (cf can. 119, 2.9 y aproba-
dos por el obispo diocesano. También la modificación y la abroga-
ción de los estatutos deben ser aprobadas por el obispo diocesano.
:ió una gran
al obispo
.$os dieron
". Después c) Canónigos
-.nmuchas
:!?aran más 813. Todas las canonjías, oído el cabildo mismo, son conferi-
das libremente por el obispo diocesano, revocados todos los privi-
s en general legios en contrario (can. 509, tj 1). Expresamente se deniega al ad-
a los cate- ministrador diocesano el derecho a conferir las canonjías. Los re-
quisitos para recibir una canonjía son: doctrina, integridad de vida,
ejercicio laudable del ministerio (4 2).
Si el mismo cabildo, a tenor del canon 119, l.Q, elige al presi-
6, 17; Sess. dente, éste debe ser confirmado por el obispo (cáns. 507,tj 1; 509,
388.
1)J9. El cabildo debe nombrar un canónigo penitenciario, tanto
en la iglesia catedral como en la colegial, que tenga la facultad
ordinaria, no delegable, de absolver, incluso a los extraños en la
diócesis y a los diocesanos fuera de la diócesis, en el fuero interno
sacramental, de las censuras latae sententiae no declaradas, no
reservadas a la Santa Sede (can. 508,§ 1). Donde no haya cabildo,
el obispo debe nombrar a otro sacerdote para este oficio (5 2).
Además, a tenor de los estatutos, el obispo puede constituir según
10s usos del lugar otros oficios (can. 507, l), como, por ejemplo,
el canónigo teólogo.
Los clérigos, incluso diáconos, que no pertenecen al cabildo,
pueden recibir oficios que, a tenor de los estatutos, sirvan de ayuda
a los canónigos (can. 507, €J 2), como, por ejemplo, clérigos que
están comprometidos en un sector pastoral particular pueden ayu-
dar con sus consejos al cabildo catedralicio si éste desempeña las
funciones del colegio de consultores, a tenor del canon 502, g 3.
b) Miembros
688
ONSULTIVO diócesis, las diversas condiciones sociales y profesionales, el tipo de
pero no en apostolado, tanto individual como asociado (can. 5 12, 4 2). Donde.
1; 514, 4 2; haya diversos ritos, el consejo debe tener también un carácter inte-
:de vacante rritual (ES 1, 16, 4 5).
cesis puede
.recer, pero El número de miembros no debe ser excesivo, para permitir un
desarrollo recto y eficaz de sus funciones (OC, n. 7).
ados por el Excepto los que son miembros de derecho por el oficio que
3 en el caso
desempeñan, los demás son nombrados para el tiempo determinado
por los estatutos (can. 513,§ 1); sin embargo, conviene que no cese
al mismo tiempo todo el consejo, sino que se renueve mediante un
sOlo por el sistema rotatorio (OC, n. 7).
nenos, una
: que, al no
tenga que 5. SEDE IMPEDIDA Y SEDE VACANTE
del consejo
~vocatoria,
lo inútil la 5.1. Sede impedida
a) Noción
8 18. Se considera la sede impedida cuando el obispo diocesa-
no no puede ejercer, por un impedimento físico (cárcel, relegación,
strictamen- destierro, enfermedad grave, especialmente mental, etc.), la potes-
comunidad tad de la que goza para cumplir con su munus pastoral, ni siquiera
esariamen- por carta (can. 412).
categorías,
diocesana Si no lo hace la Santa Sede, tiene competencia para declarar la
sxerdotes, sede impedida y para comunicar el hecho a la Santa Sede la persona
,stitutos de que debe asumir el gobierno provisional a tenor del canon 413,
tente (OC, $5 1.2 (can. 413, 4 3).
lue indique
(por ejem-
os organis- b) Gobierno de la diócesis
: todas for-
n la Iglesia 819. El orden de las personas a las que corresponde, a no ser
sus buenas que la Santa Sede provea otra cosa con el nombramiento de
los acatóli- un administrador apostólico, el gobierno ad interim de la diócesis,
ronas de la con la misma potestad de que goza el administrador diocesano
(can. 414), se señala en el canon 413:
- ante todo, el obispo coadjutor, que es también vicario ge-
neral;
- si falta éste, un obispo auxiliar, o el vicario general o epis-
copal, o bien otro sacerdote, según el orden establecido por
una lista secreta hecha por el obispo diocesano inmediata-
mente después de haber tomado posesión de la diócesis, que
hay que renovar al menos cada tres años y comunicar al
metropolitano;
- si falta esta lista, un sacerdote elegido por el colegio de
consultores.
820. En el caso de que el impedimento para ejercer su oficio
en la diócesis se deba a que el obispo ha incurrido en una censura
eclesiástica, como excomunión, entredicho, suspensión, privación
o prohibición (cáns. 1331-1333, $5 1.2; 1336, 5 1.2.0, 3.0, S?), el
metropolitano, o bien el más antiguo en promoción de los sufragá-
neos si se trata del metropolitano, tiene que recurrir inmediata-
mente a la Santa Sede, para que provea lo que haya que hacer
(can. 415). Sin embargo, es preciso señalar que el canon sólo en-
cuentra aplicación en el caso de pena latae sententiae, porque una
pena ferendae sententiae sólo puede infligirla al obispo la Santa
Sede (can. 1405, 5 1, 3.0).
a) Noción
821. La sede se llama vacante desde el mismo momento de
la muerte del obispo diocesano, o de la aceptación por parte del
romano pontífice de su renuncia, o bien de la intimación de su
traslado o de su privación, hasta que el nuevo obispo no haya
tomado canónicamente posesión de la diócesis (cáns. 416; 430,# 1).
Sin embargo, hay que señalar que, en el caso de traslado a otra
diócesis, la vacante de la sede se produce desde el día de la toma de
posesión canónica de la nueva diócesis, que debe hacerse en el
plazo de dos meses desde el día en que se recibió la noticia del
traslado (can. 418, 5 1).
b) Efectos inmediatos
822. Respecto al OBISPO DIOCESANO, los efectos de la sede
vacante son los siguientes:
- todos los actos que ponga tienen valor sólo hasta que haya
recibido la noticia cierta o de la aceptación por parte del
)lecido por romano pontífice de su renuncia, o de su traslado, o de la
inmediata- privación de su oficio (can. 416);
ócesis, que - desde el momento de la noticia cierta del traslado hasta la
municar al toma de posesión de la nueva diócesis, dado que cesa como
obispo diocesano, goza de la potestad que tiene el adminis-
colegio de trador diocesano, está obligado a todos los deberes de éste
y sigue percibiendo la remuneración integra (can. 418,tj 2).
:r su oficio 823. Por 10 que se refiere al VICARIO GENERAL Y al EPISCOPAL,
:na censura son válidos los actos realizados hasta tener noticia cierta de la
, privación muerte del obispo diocesano o de la aceptación por parte del roma-
3.0, 5.9, el no pontífice de su renuncia, o de su traslado, o de la privación del
os sufragá- oficio (can. 417), dado que sede vacante pierde toda su potestad, lo
inmediata- mismo que durante el tiempo de administración por parte del obis-
que hacer po diocesano trasladado antes de la toma de posesión de .la nueva
>nsólo en- diócesis (can. 418, tjtj 1.2, l.Q), salvo el caso de que se trate del
Jorque una obispo auxiliar (can. 409, 12).
o la Santa
824. En cuanto al OBISPO AUXILIAR:
- hasta la constitución del administrador diocesano, el obis-
po auxiliar (si hay varios, el de nombramiento más anti-
guo) asume el gobierno provisional de la diócesis (can. 419;
CD 26c):
desde la noticia cierta o de la muerte, o de la aceptación
de la renuncia, o de la privación del oficio del obispo dio-
mento de
r parte del
cesano (can. 416);
:ión de su desde la toma de posesión de la nueva diócesis por par-
te del obispo diocesano, en caso de traslado (can. 418,
no haya
; 430,g 1).
0 2,l.Q);
- debe informar cuanto antes a la Santa Sede de la muerte del
3do a otra
obispo diocesano (can. 422) y convocar al colegio compe-
la toma de
tente para la elección del administrador diocesano: el colegio
:erse en el
de consultores o, en algunos casos, el cabildo catedralicio
noticia del
(cáns. 419; 421,tj 1; 502, tj 3).
6.1. Definición
Cf Sess. XIV, De reform., can. 9; Sess. XXIV, De reform., can. 13, en COD, 717;
767-768.
694
'el nuevo 5 nales, sobre la base del rito, de la lengua, de la nacionalidad o por
%-
otras razones concretas (can. 518).
Otro elemento que diferencia realmente a la parroquia, en cuan-
uténtica to comunidad jerárquicamente estructurada, de cualquier otra co-
.a confir- munidad local es el elemento personal del órgano de gobierno. el
PARROCO (SC 42; 28b; CD 30a; AA 1Ob). En efecto, la parroquia
es una determinada comunidad de fieles cuya cura pastoral está
adminis- encomendada, bajo la autoridad del obispo diocesano, a un párroco
non 421 como a su propio pastor (can. 515, 5 1). Un presbítero, como co-
operador del obispo (CD l la; LG 26a; PO 7a), para ser párroco,
debe recibir la misión canónica del obispo, y en toda su acción pas-
toral hace presente al obispo, especialmente en la celebración euca-
rística (LG 28b; SC 42a; PO 5c).
Otro elemento propio de la parroquia es su constitución estable
por parte del obispo diocesano (can. 515, fj l), mientras éste no la
suprima (5 2). Finalmente, la parroquia legítimamente erigida goza
rritorio que de personalidad jurídica por el propio derecho (5 3), de manera
rimero en que la misma comunidad parroquia1 es sujeto unitario de deberes
'.*rosa cuya
8s. Desde el y de derechos, pero no como cuerpo colegial, dado que es solamente
en el campo el párroco el que toma las decisiones, aunque escuchando el parecer
En las ciu- de los fieles. El conjunto de deberes y de derechos le vienen a la
1, las parro- parroquia por su misma naturaleza de Iglesia. Se trata realmente
concilio de de las atribuciones que son propias de la Iglesia en cuanto tal, es
,,r. pastores decir, relativas al ejercicio de la vida cristiana, la actividad litúrgica,
.a surgió la el ejercicio de la caridad, el apostolado, etc.
-
'\::a como
' a Iglesia
., ien bajo
como la
' pueblo.
: subraya
6.2. Erección. Supresión. Innovación
835. Compete Únicamente al OBISPO DIOCESANO, oído el
consejo presbiteral, erigir, suprimir y modificar las parroquias
(can. 515, fj 2). Si existen acuerdos entre la Santa Sede y la auto-
ridad civil, o bien están implicados ciertos derechos adquiridos por
otras personas físicas o jurídicas, la erección, la supresión o la
modificación de las parroquias debe concertarse por el obispo dio-
(can. 515,
:ificación, cesano con la autoridad civil o con esas personas (ES I,21, § 3) 56.
quia debe Por lo que se refiere a Italia, el gobierno italiano reconoce plena
un deter- libertad a la autoridad eclesiástica en la determinación de la cir-
'as perso- cunscripción de las parroquias, pero hay que recordar que la Santa
n COD, 717;
i1 56 Cf PONT.COM.INT. DECR.
VAT.11, Respuesta del 8 agosto 1969, en "AAS* 61 (1969)
55 1.
Sede se compromete a no incluir ninguna parte del territorio italia- !
no en una diócesis cuya sede episcopal se encuentre en el territorio 4 l
de otro Estado 5'. 4
El criterio fundamentalísimo en la erección, supresión e inno- (
a) El párroco
a) Definición
5' Cf Acuerdo entre la Santa Sede y la República italiana, 18 febrero 1984, art. 3 , § 1,
en "AAS" 77 (1985) 523. Las parroquias pueden ser constituidas libremente por la Iglesia,
y así se reconoce en la norma concordada española, gozando además de personalidad
jurídica civil (Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. I, 2).
lrio italia- sociedad o de la prelatura: a). ha de haber un presbítero que sea
territorio párroco o moderador en el sentido del canon 517, 5 1; 6) debe
darse el consentimiento del superior; c) ha de intervenir un acuerdo
.n e inno- por escrito, en el que se determine todo lo relativo a las actividades
que ha de desarrollar, las personas que emplear en ellas. y las
-D 32), de cuestiones económicas (cáns. 520; 682, tj 1; 681,5 2; 378,g 2).
- : O de fieles
.ficaz, un 838. Las parroquias no podrán en adelante ser unidas al CA-
10s fieles BILDO DE CANÓNIGOS, y las que lo están actualmente deben ser
aeñas (E& separadas de él (can. 510, 5 1);por consiguiente, en la Iglesia que
.- constituir sea al mismo tiempo parroquia1 y capitular deberá constituirse un
~rroquiasy párroco, que puede ser o no capitular (8 2). El obispo diocesano
debe dar normas precisas para armonizar los deberes pastorales del
párroco con las funciones propias del cabildo, de forma que no
haya ninguna traba entre ellos; los conflictos deberá resolverlos el
obispo diocesano, teniendo en cuenta las necesidades pastorales de
los fieles (5 3). En cuanto a las cuestiones económicas, las ofrendas
que se hagan en la iglesia se presumen hechas a la parroquia, a no
ser que conste otra cosa (5 4). Como se ve, hay que hablar más bien
de una parroquia constituida en una iglesia capitular que de una
parroquia confiada a un cabildo, por lo que no interviene ningún
acuerdo entre el obispo y el cabildo, incluso porque este último no
goza de la misma autoridad que un instituto religioso o una sacie-
a que, par- dad de vida apostólica o una prelatura personal.
- vicio de la
:ar, con la 839. Puede ser constituido en el oficio de párroco también un
OS y con la
grupo de SACERDOTES SOLIDARIAMENTE, cuando lo exijan las cir-
el nombra- cunstancias (can. 517,tj 1).Este grupo, que no constituye una per-
iue se trata sona jurídica58, desarrolla una acción común en el ejercicio de la
-i.nas, que cura pastoral en favor de una o de varias parroquias, pero bajo la
dirección de un moderador que responda de ella ante el obispo
(can. 5 17, 5 1). El MODERADOR, aunque representa en los negocios
por consi- jurídicos a la parroquia o las parroquias confiadas, no es un supe-
Jcesano, en rior 59, ya que todos los sacerdotes tienen solidariamente las mismas
íetuamente responsabilidades en el ejercicio de los derechos, en el cumplimiento
[inado, una de las obligaciones y en el uso de las facultades propias del párro-
SOCIEDAD co, y todos juntos, bajo la guía del moderador como primus inter
'RA PERSO- pares, determinan en concreto las funciones que deben desempeñar
?o o de la individualmente, los derechos y las obligaciones (can. 543, $5 1.2).
Dado que las decisiones son colegiales, el grupo es responsable
!M,art. 3, 1, solidariamente ante el obispo; por tanto, la función del moderador
por la Iglesia,
r personalidad 58 Cf Acta Commissionis, en "Com." 8 (1976) 29.
59 Cf ib, en "Com." 14 (1982) 221-222.
es la de mantener el contacto con el obispo y presentarle la relación
de la actividad desarrollada por el grupo (can. 5 17,g 1). El obispo
debe nombrar al moderador (can. 544), pero esto no excluye que
sea elegido por el grupo y confirmado luego por el obispo.
Esta manera de confiar la cura pastoral de una parroquia debe
ser excepcional bO, por ejemplo, para promover una mayor unidad
pastoral entre varias parroquias, la vida común entre los presbíte-
ros, para evitar discrepancias entre la actividad del vicario parro-
quial y la del párroco, etc.
Para la colación del oficio hay que atenerse a los cánones 521;
522; 524; 527, ¿j2 (can. 542); y para la cesación, a los cánones 544
y 538, 2.
b) Potestad y facultades
840. La POTESTAD necesaria para desempeñar su munus es
ORDINARIA Y PROPIA; las FACULTADES Son HABITUALES (cf nú-
mero 582):
- en el fuero interno:
recibir las confesiones (can. 968, 8 1);
- en el fuero externo:
asistir al matrimonio (cans. 1108, 5 1; 1109; 1110);
delegar la facultad de asistir al matrimonio (can. 1111,
6 1);
dispensar de los votos privados (can. 1196, l?), de la
obligación de ayuno y abstinencia y de la observancia l
de las fiestas, o conmutarla por otras obras piadosas f
(can. 1245); de los impedimentos matrimoniales de dere- i
cho eclesiástico, tanto públicos como ocultos (a excepción
del impedimento que suj a del orden sagrado del presbi- 1
2
c) Obligaciones y derechos
842. Respecto al munus de santificar:
.Y munus es 1) obligación de promover la santidad de losfieles a través de:
l :,ES (cf nú- el anuncio de la palabra de Dios (can. 528,g 1);
la eucaristía, la penitencia y los otros sacramentos;
la oración, tanto privada como litúrgica (5 2);
la santidad de la propia vida (can. 276, ¿j 1);
2) obligación de aplicar la misa por el pueblo después de
110); haber tomado posesión de la parroquia (can. 534): se trata de una
(can. 1111, obligación grave, personal, real, ligada al día, no ligada al lugar, no
cumulativa, de la misma forma que la del obispo (cf n. 760);
l.Q), de la 3) derecho a ejercer las funciones encomendadas a él de ma-
observancia nera especial (can. 530):
piadosas
qr administrar el bautismo (para que lo haga otro sacerdote o
ivs de dere- diácono es necesaria la licencia del párroco);
a excepción administrar la confirmación en caso de peligro de muerte
Idel presbi- (can. 883,3.Q): no es un derecho exclusivo;
2); administrar el viático y la unción de los enfermos (por una
la liturgia causa razonable cualquier sacerdote puede presumir el con-
sentimiento del párroco) e impartir la bendición apostólica
sarios (por (can. 1003, § 2);
asistir al matrimonio y bendecir la boda; para que pueda
)S jurídicos, hacerlo otro se necesita la delegación expresa del párroco,
para la validez misma del matrimonio (can. 1108, 1);
r de los cá- celebrar los funerales;
bendecir la fuente bautismal en tiempo de pascua;
presidir las procesiones e impartir bendiciones solemnes fuera
de la iglesia;
celebrar la eucaristía más solemnemente los domingos y dias
de precepto.
63 Cf CEI, Delib. nn. 6 y 7, 23 diciembre 1983, en Notiziario CEI 711983, 209; E. CEI
31 1594; 1595.
70 1
d) Colación del oficio
703
también a los presbíteros y a los laicos, individualmente y bajo
secreto (can. 524; EI, nn. 98; 116).
5) Toma de posesión
66CONGR. CULTO DIV.,Caeremoniale episcoporum, Typ. Pol. Vat., 1984, nn. 1 187-1 198.
6' CONGR. DOCTR. FE, Professio jidei et iusiurandum jidelitatis in suscipiendo officio
nomine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 81 (1989) 104-106; EV 1 1,1190-1 195; t
707
terio pastoral, desarrollando bajo su autoridad las actividades e
iniciativas programadas con él (cán. 545, tj 1).
El vicario, en virtud de la ordenación sacerdotal y de la misión
canónica recibida del obispo, que lo envía a la parroquia, tiene el
derecho de ejercer en ella las funciones de santificar, enseñar y
gobernar al pueblo de Dios. El párroco y el vicario deben dirigir la
cura pastoral de la parroquia de forma conjunta; por tanto, entre
ellos deben establecerse relaciones fraternales de caridad y de res-
peto mutuo, para sostenerse mutuamente con el consejo, con la
ayuda y el ejemplo, para trabajar con unidad de intención y con-
cordia (CD 30,3); pero el párroco es el verdadero superior, y el
vicario está sometido a su autoridad. La figura del vicario parro-
quial difiere por completo de la de los sacerdotes que reciben soli-
dariamente el Óficio de párroco a tenor del canon 5 17, 4 1.
El vicario parroquia1 puede ser constituido:
- o para cumplir todo su ministerio en una sola parroquia,
para toda ella o para una parte de la misma o para un grupo
determinado de fieles;
- o bien para desarrollar una función específica (por ejemplo,
para los emigrantes, los obreros, las familias, etc.) simultá-
neamente en varias parroquias (can. 545, 4 2; cf can. 383,
9 2).
l-
4) derecholdeber de llevar el viático a los enfermos (can. 91 1,
9 1);
5) obligación de residencia en la parroquia para la que ha sido
constituido o bien en una de las parroquias para las que ha sido
nombrado; pero por causa justa, especialmente si se trata de una
casa común para varios sacerdotes, el ordinario del lugar puede
permitir que resida en otro lugar; sin embargo, sería bueno acoger
la invitación de establecer alguna forma de vida común con el pá-
rroco (can. 550, ¿j¿j 1.2), que puede asumir varias modalidades para
facilitar la comunión de ideas y la unidad de proyectos pastorales;
6) derecho a tener vacaciones (¿j 3); vale todo lo que se dijo
para el párroco8(cf n. 844);
7) derecho a la sustentación y a la remuneración (can. 281,
99 1.2); para las ofrendas que se hicieran al vicario con ocasión del
ministerio pastoral vale el canon 531 (can. 551).
6.4. Consejos
a) Consejo pastoral
can. 281, 859. Si una parroquia queda vacante o el párroco está im-
asión del pedido para desempeñar sus funciones por cautiverio, destierro o
confinación, o por inhabilidad o enfermedad u otras razones, el
obispo diocesano debe designar cuanto antes un administrador
parroquial que supla al párroco a tenor del canon 540 (can. 539).
Cuando la parroquia está confiada a varios sacerdotes solida-
riamente, a tenor del canon 517, 5 1, según el canon 544 la parro-
quia se considera vacante o impedida si todos los sacerdotes, soli-
dariamente, cesan del oficio o se ven impedidos en el ejercicio de
sus funciones. Pero si solo uno de los sacerdotes cesa del oficio o
:1 consejo se ve impedido en sus funciones, la parroquia no puede considerarse
pastoral, vacante o impedida. Lo mismo si se trata del moderador del grupo;
su oficio en ese caso el obispo debe nombrar otro. Antes de que sea nombra-
3rroquial do, desempeña la función de moderador el sacerdote más antiguo
o, que lo por nombramiento.
4A 26b).
:S de vida
Si la cura pastoral de la parroquia está confiada a alguno no
ral. sacerdote a tenor del canon 5 17,§ 2, se aplican de modo analógico
los cánones 539 y 540.
:nte a su
:e no por 860. El administrador parroquial:
30 dioce- - tiene las mismas obligaciones y goza de los mismos derechos
y facultades que el párroco; sin embargo, el obispo puede
31 parro- poner algunas limitaciones (can. 540,@1);
- no debe realizar actos que pejudiquen los derechos del pá-
iocesano
rroco o que dañen los bienes de la parroquia (5 2);
- al final de su encargo debe rendir cuentas al párroco (5 3).
7.2. Erección
9. AGRUPACIONES
DE IGLESIAS
PARTICULARES
a) Definición y finalidad
ersona del
.I opolitana
a) Especies
a) Concilio plenario
720
participar en el concilio son todos los obispos de una misma na-
ción 75. NOestá establecido el término para la celebración, de forma
que la conferencia episcopal tiene plena potestad de decisión y la
Santa Sede puede conceder libremente su aprobación ' 6 .
El PRESIDENTE del concilio plenario, una vez elegido por la
conferencia de obispos interesada, debe ser aprobado por la Santa
ién universa-
Sede (can. 441,3.Q).
'OS 111 y IV, A la misma conferencia episcopal corresponde también con-
?, Inglaterra vocar el concilio, escoger el lugar de su celebración, determinar el
le Occidente procedimiento y las cuestiones que se han de tratar, señalar su
le la Santa apertura, establecer su duración, trasladarlo, prorrogarlo o disol-
1 la convoca-
a una falsa
verlo (can. 441, leo, 2.Q,4.Q).
rialismo reli-
ro V estable-
:dan que ser b) Concilio provincial
itablecía que
iso del sumo 877. Ya en el siglo 111 se celebraban muy frecuentemente los
acarlo y pre- concilios provinciales en toda la Iglesia, con amplias competencias.
Esto continuó durante toda la Edad Media. Sin embargo, después
del concilio de Trento su celebración regular se fue haciendo cada
ia práctica, vez más rara, y el canon 283 CIC 1917 estableció que fuera cada
:lvan a ad- veinte años. Desde 1589, Sixto V estableció que los decretos de los
cuadamen- concilios provinciales fueran revisados por la Santa Sede.
?tección de
878. Por lo que se refiere al concilio Vaticano 11, vale lo que
se dijo hace poco de los concilios plenarios.
:se celebra
episcopal. Según el canon 440, Q 1, el concilio provincial se celebra por
y para todas las Iglesias particulares de la misma provincia ecle-
a:ional, ya siástica. Según el mismo canon, el juicio sobre la oportunidad de
episcopal, celebrarlo corresponde a la mayoría de obispos de la provincia
eclesiástica si los límites de la misma no coinciden con los de la
la utilidad nación (can. 439, 8 2). No se requiere la aprobación de la Santa
encia epis- Sede, ya que respecto a ellos no existe el peligro de nacionalismo
ial o infra- religioso como para los plenarios.
IÓN DE LA
imo juicio El concilio provincial no puede ser convocado mientras está
:que en el
vacante la sede metropolitana (can. 440, § 2), ya que el METROPO-
LITANO es el que tiene competencia para su convocatoria, elección
sino tam-
bispos de del lugar de celebración, determinación del procedimiento y de las
materias que se han de tratar, la apertura, la duración, el traslado,
que deben
75 Cf ib, 192.
76 Cf ib, en "Com."12 (1980) 256.
la prórroga y la disolución del mismo (can. 442, § 1). Es el mismo
metropolitano el que preside el concilio provincial, o bien, si está
impedido, el obispo sufragáneo elegido por los demás (5 2).
c) Concilio provincial-nacional
879. Puede denominarse así aquel concilio provincial que se
celebra en una provincia eclesiástica cuyos confines coinciden con
el territorio nacional; en este caso se aplica el canon 439, 5 1; es
decir, el juicio sobre la necesidad y la oportunidad de su celebración
corresponde a la conferencia episcopal y se requiere la APROBACION
DE LA SANTA SEDE(can. 439,g 2), para evitar todo tipo de posible
nacionalismo.
a) Naturaleza y finalidad
nr el peligro Los Estatutos de la Conferencia Episcopal Española fueron aprobados por la Santa Sede en
1977, 5 de febrero; con anterioridad actuaba con estatutos provisionales; su actividad se
a autoridad incrementó a partir del concilio Vaticano 11; como importante precedente de la misma
4dad de las existía en España desde 1923 la Conferencia de Metropolitanos. La CEE se compone de
de la Santa más de 70 miembros de pleno derecho, arzobispos y obispos diocesanos y titulares y los
diocesanos dimisionarios con cargo especial, si bien está prevista la participación de otros eclesiásticos.
Goza de personalidad jundica civil y es reconocida por el Estado como "entidad de carácter
social". (Acuerdo sobre asuntos jurídicos, 1979, art. 1, 3; Estaturos: rev. "Ecclesia" 1876
3 provincia [1978] 267ss).
nenos cada 78 Cf Notiziario CEI 71 1967, 15-1 7; E. CEI 964-976.
79 Cf Acta Commissionis, en "Com." 12 (1980) 263.
el concilio
Según el canon 447 los obispos ejercen conjuntamente en ella
algunas funciones pastorales (munera guaedam pastoralia). y no,
como decía CD 38,1, su función pastoral ( m u m suum pastorale).
ya que no puede admitirse que los obispos ejerzan todo su minis-
terio pastoral juntamente con los otros obispos en la conferencia;
en efecto, por derecho divino es responsable de modo personal e
inmediato de la Iglesia el que es su cabeza, el obispo diocesano. El
munus pastoral de los obispos es más amplio que la acción conjunta
realizada en la conferencia. Sin embargo, a pesar de esto, cada uno
de los obispos está siempre unido a los otros obispos, formando un
único cuerpo episcopal, lo mismo que su Iglesia está siempre unida
a las otras Iglesias particulares, formando así la única Iglesia. De
aquí proviene la SOLIDARIDAD entre todas las Iglesias y la SOLICI-
TUD de todos los obispos por las otras Iglesias y por la Iglesia
universal (LG 23b.c) 80.
Las conferencias episcopales no pueden equipararse a los pa-
triarcados orientales, dado que éstos no son simplemente asambleas
de obispos, sino que son -por su antiquísimo origen histórico-
agrupaciones de Iglesias con su propia disciplina, su uso litúrgico
y su patrimonio teológico y espiritual que tienen por cabeza a un
patriarca, con verdadera jurisdicción sobre otros obispos (LG 13c;
23d). Por esta razón los patriarcados son llamados Iglesias particu-
lares (LG 13c; OE 2; 3; 4; 16; 17; 19; UR 14a) o locales (UR 14a;
LG 23d), mientras que las conferencias, como asambleas de obis-
pos, cuyo presidente no tiene ninguna autoridad sobre los demás,
nunca son designadas como Iglesias particulares o locales en el
concilio ni en otros documentos oficiales. En efecto, lo mismo que
está excluido que las regiones eclesiásticas puedan ser consideradas
como el sustrato nacional de las conferencias episcopales y como
estructuras interpuestas entre la Santa Sede y los obispos diocesa-
nos (cf n. 744), también está excluido que las conferencias puedan
concebirse como una curia interpuesta entre la curia romana y las
curias diocesanas 81. Por eso las conferencias episcopales no pueden
sustituir a los concilios particulares, puesto que mientras las prime-
ras son un organismo permanente de carácter eminentemente con-
sultivo, los segundos son una institución transeúnte de carácter
deliberativo (CD 36a; can. 445).
No puede admitirse que las conferencias, en cuanto instituciones
de DERECHO ECLESIASTICO, tengan tanto poder que limiten excesi-
qte en ella vamente la potestad que tienen los obispos, principio y fundamento
*h)y,no, visible de la unidad de las Iglesias confiadas a ellos por derecho
..ustorale), divino, sobre esas Iglesias, dado que esa potestad sólo puede quedar
SU minis- limitada por la suprema autoridad de la Iglesia, que es la única que
~ferencia; tiene, también por derecho divino, potestad sobre todas las Iglesias
;!ersonal e particulares y sobre sus agrupaciones (LG 23a; 27a.b; cáns. 381,
cesano. El 5 1; 331; 333, 4 1; 336). Sin embargo, esto no debe conducir a
n conjunta negar o a disminuir la importancia de las conferencias episcopales,
. cada uno ya que muchas cuestiones no pueden ser abordadas o resueltas por
qando un los obispos a nivel individual, sino sólo con su acción conjunta
rme unida (CD 37; PA, 1; EI, n. 21 la). Además, el episcopado, por su misma
':;,esia. De naturaleza, supone el aspecto ontológico de la colegialidad, que en
aa SOLICI- la Iglesia es una realidad siempre subsistente y realizada efectiva-
Is Iglesia mente de varias formas y en diversos grados. Por eso las conferen-
cias episcopales son manifestación y actuación parcial de esta reali-
dad ontológica, como AFECTO COLEGIAL (cf n. 709) y de la solici-
: a los pa-
tud por las otras Iglesias que de allí se deriva (LG 22a; 23b; EI,
asambleas
~istórico- n. 210) 82, pero no ejercicio de la potestad del colegio como tal, ya
que en ellas ni se reúne ni está representado todo el cuerpo episco-
1 litúrgico
1 pal. Por eso mismo las conferencias no tienen, de suyo, la función
3za a un de hacer leyes, y sus decisiones, aunque muy importantes para una
LG 13c; acción pastoral común, no tienen fuerza jurídica que obligue a
particu- cada obispo, excepto en los casos taxativamente previstos por el
(UR 14a; derecho común o por un mandato de la Santa Sede, por iniciativa
is de obis-
suya o a petición de la misma conferencia, y con las condiciones
os demás, establecidas por el mismo derecho común (CD 38,4; can. 455). En
:ales en el efecto, normalmente, en las conferencias los obispos ejercen sus
nismo que munera pastorales y no su potestad (para la diferencia entre munus
isideradas y potestad, cf n. 274).
:S y como
1s diocesa-
as puedan b) Especies
nana y las
to pueden 887. Las conferencias episcopales pueden ser:
Ias prime- i"
t
lente con- - nacionales, las que, por regla general, comprenden a los
:carácter pastores de todas las Iglesias particulares de una misma
nación a tenor del canon 450 (can. 448, Q 1);
E - supranacionales, las que comprenden a los pastores de las
ti tuciones t Iglesias particulares que se encuentran en varias naciones
en excesi- 1
5 (can. 448,g 2);
82 Cf S~NODO
EXTR. OB.1985, Rel. final Exeunte coetu 11, C.4; EV 91 1803-1804.
- infranacionales, si se erigen para los pastores de las Iglesias
particulares que se encuentran en un territorio menos amplio
que el de la nación (can. 448,s 2).
i.
I 893. La asamblea plenaria, en la que participan todos los
S'il miembros, sean o no de derecho, se reúne al menos una vez al
año y siempre que lo exijan especiales circunstancias, según lo
1 que establezcan los estatutos (can. 453); es presidida por el pre-
f sidente o, si está legítimamente impedido, por el vicepresidente
eliberati- a (can. 452,g 2).
)S en de- k 894. Los obispos reunidos en ella, cuando en los casos previs-
§ l);
1 tos taxativamente por el derecho y con las condiciones establecidas
-egún es- dictan decretos generales legislativos y ejecutores g4, ejercen la po-
obispos
~ferencia 83 PONT.COM.INT.DECR. VAT. 11, Respuesta del 31 noviembre 1970, en "AASn 62
.a misma (1970)793.
a4 Cf PONT.COM.INT.AUT.CIC, Respuesta del 1 agosto 1985, en "AAS" 77 (1985)771;
EV 9/1660.
testad legislativa y administrativa (can. 455). La administrativa la
ejercen también cuando formulan decretos singulares a tenor del
canon 119. Esta POTESTAD legislativa y administrativa que ejercen
en los casos previstos por el derecho ES ORDINARIA PROPIA, mien-
tras que si hay un mandato-especial de la Santa Sede (can. 455,
5 1) es potestad DELEGADA. La potestad de la asamblea plenaria,
precisamente para que siga siendo exclusiva de ella, no puede de-
legarse ni subdelegarse a otros órganos de la conferencia85.
Algunos autores, interpretando el canon 753 a la luz de la
naturaleza pastoral de las conferencias como lugar de intercam-
bio de experiencias y de opiniones entre los obispos (CD 37; 38,l;
can. 447), niegan que como tales ejerzan la potestad de magisterio
auténtico, y afirman que las DECLARACIONES DOCTRINALES de las
mismas obligan a los fieles a la adhesión con asentimiento religioso
solamente si cada uno de los obispos se adhiere a ellas y las anuncia
como obligantes para su diócesis (cáns. 455, 5 4); otros autores,
por el contrario, subrayando la afirmación del canon 753 de que
los obispos no sólo individualmente, sino también reunidos en las
conferencias y en los concilios particulares, aunque no gocen de la
infalibilidad de la enseñanza, son auténticos doctores y maestros
de la fe para los fieles confiados a su cuidado, por lo que estos
últimos tienen que adherirse con religioso asentimiento de ánimo a
su magisterio auténtico, sostienen que las conferencias en cuanto
tales gozan de la potestad del magisterio auténtico, que se ejerce
siempre que la asamblea plenaria establece declaraciones de carác-
ter doctrinal, aprobadas a tenor del canon 119, 2.0. La cuestión
sigue todavía abierta: el sínodo extraordinario de los obispos de
1985 ha promovido una profundización precisamente sobre este
punto86; y la instrucción Donum veritatis (n. 19) no toma posi-
ción 87; en virtud de la dimensión colegial del ministerio episcopal,
la conferencia como tal goza de la potestad de magisterio auténtico,
pero se debe decir que en el Código hay una grave laguna, ya que
en él no se regula el ejercicio de dicha potestad, como sí se hace, en
cambio, para el ejercicio de la potestad legislativa en el caso de
dictar decretos generales (can. 455, $5 1-3). Es precisamente esta
falta de reglamentación, tanto en los cánones que tratan de las
b) Consejo permanente
e) Presidente de la conferencia
J3 Vicepresidente de la conferencia
g) Secretario general
2 9 @ 1) Y
lur el ro-
cejo per-
i?te entre
jn de un 1
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Aeracio- 1
:
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la Santa e
I!
!?
LISTA DE LOS DOCUMENTOS CITADOS
1. Documentos pontificios
JUAN
XXIII
LEÓN XIII
S 1/ 596-597.
Pfo X
- Const. ap. Commissum nobis, sobre la elección del romano pontífi-
ce, 20 enero 1904, en CIC 1917, Doc. 11.
- Const. ap. Vacante sede apostolica, sobre la sede apostólica vacante,
25 diciembre 1904, en CIC 1917, Doc. 1.
l
Pfo XI I
CONGREGACI~N
DEL CLERO
>
DEL CONCILIO
CONGREGACI~N
1 Los dicasterios de la curia romana, enumerados por orden alfabético, se indican según la.
denominación actual que les da la Const. ap. Pastor bonus, del 28 de junio de 1988.
2 En esta Congregación están hoy reunidas la Congregación para la disciplina de los sacramen-
tos y la Congregación del culto divino; por tanto se enumeran los documentos de tales Congrega-
ciones y de la antigua Congregación de ritos.
- Instr. Ad Sanctam Sedem, sobre la celebración del matrimonio ante
solos los testigos, 7 diciembre 1971, en EV 41 1338-1344.
- Caeremoniale Episcoporum, Typ. Pol. Vat., 1984.
- Dir. Christi Ecclesia, sobre la celebración dominical sin presbítero,
2 junio 1988, en EV 11/ 7 15-764.
- Carta circ. Congregatio pro sacramentis, sobre el proceso sobre el
matrimonio rato y no consumado, 20 diciembre 1986, en EV 1011012-1044.
- Instr. Eucharisticum mysterium, sobre el culto al misterio eucarísti-
co, 25 mayo 1967, en "AAS" 59 (1967) 539-573; EV 2/ 1293-1367.
- ~nstr.Inmensae caritatis, sobre la comunión sacramental, 29 enero
1973, en "AAS" 65 (19737 264-27 1; EV 4/ 1924-1944.
- Instr. Inaestimabile donum, sobre el culto eucarístico, 3 abril 1980,
en "AAS" 72 (1980) 33 1-343; EV 71288-323.
- Decl. In celebratione missae, sobre la concelebración, 7 agosto 1972,
en "AAS" 64 (1972) 561-563; EV 4/ 1742-1770.
o, 4 no- - Institutio generalis Missalis Romani, 26 marzo 1970, Typ. Pol. Vat.,
1975, 19-92; EV3/2017-2414.
sas plu- - Instr. Inter oecumenici, sobre la sagrada liturgia, 26 septiembre
446. 1964, en "AAS" 56 (1964) 877-900; EV 212 1 1-309.
.ales, en - Instrucción del 1 de julio de 1929, en "AAS" 21 (1929) 352-355.
- Carta a los de las conferencias episcopales y a los presi-
ntre las dentes de las comisiones nacionales para la liturgia sobre los conciertos en
1; Ev 71 las iglesias, 5 noviembre 1987, en EV 1012244-2265.
- Instr. Liturgicae instaurationes, sobre la reforma litúrgica, 5 sep-
11 abril tiembre 1970, en "AAS" 62 (1970) 692-704; EV 312757-2802.
- Carta circ. Novit profecto, sobre la constitución de nuevos ministe-
rios, 27 octubre 1972, en EV 61373-374.
- Ordo exequiarum, Typ. Pol. Vat., 1969.
- Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis cura, Typ. Pol.
Vat., 1972.
- Instr. gen. Publica et communis, sobre la liturgia de las horas,
2 febrero 1971, Typ. Pol. Vat., 1971; EV 41 133-424.
- Dir. fueros baptizatos, sobre las misas con los niños, 1 noviembre
1973, en "AASn 66 (1974) 5-2 1; EV 26 18-2672.
- Instr. Sacramentali communione, sobre la comunión bajo las dos
especies, 20 junio 1970, en "AAS" 62 (1970) 664-666; E V 2629-2639.
- Decr. Spiritus Sancti munera, sobre la confirmación en peligro de
muerte, 14 septiembre 1946, en "AASn 38 (1946) 349-354.
alares,
según la.
- Decr. Accidit in diversis, sobre la misa por los difuntos cristianos no
mamen- católicos, 1l.junio 1976, en "AAS" 68 (1976) 62 1-622; E V 5/ 2065-2066.
ongrega- - Carta circ. Complures conferentiae, sobre la sepultura eclesiástica,
29 mayo 1973,.en EV 412508.
- Decr. Congregatio pro Doctrina Fidei, 28 septiembre 1988, en
"AAS" 80 (1988) 1367; EV 1 1 / 1346.
- Decr. De matrirnoniifinibus, sobre los fines del matrimonio, 1 abril
1944, en "AAS" 36 (1944) 103.
- Decr. Ecclesiae pastorurn, sobre la vigilancia sobre los libros,
19 marzo 1975, en "AASn 67 (1975) 28 1-284; EV 51 1203-1220.
- Carta Inde ab aliquot annis, sobre los exorcismos, en "AAS" 77
(1985) 1169-1 170; EV 91 1663-1667.
- Decl. In iune, sobre el clero episcopaliano recibido entre el clero
católico, 1 abril 1981, en EV 71 1213.
- Decl. Inter insigniores, sobre la cuestión de la admisión de las mu-
jeres al sacerdocio ministerial, 15 octubre 1976, en "AAS" 69 (1977) 98-1 16;
EV 5/21 10-2147.
- Carta a la Conferencia Episcopal Francesa sobre el decreto Ecclesiae
pastorurn, 7 julio 1983, en "AAS" 76 (1984) 49-52; EV 91377-379.
- Carta a la Congr. para el Clero sobre el decreto Ecclesiaepastorum,
7 julio 1983, en "AAS" 76 (1984) 45-49; E V 9/ 362-376.
- Carta al profesor Hans Küng, 15 diciembre 1979, en "AAS" 72
(1980) 90-92; EV 61 1942-195 1.
- Carta al profesor Carlos Curran, 25 julio 1986, en "AAS" 79 (1987)
116-118.
- Regl. Libri aliquae, nuevo reglamento para el examen de las doctri-
nas, 15 enero 1971, en "AAS" 63 (1971) 234-236; EV4/ 1 12-130.
- Decl. Mysterium Ecclesiae, sobre la Iglesia, 24 junio 1973, en
"AAS" 65 (1973) 396-408; EV 41 2564-2589.
- ~ o r k a de
s procedimiento Ordinarius competens, sobre la dispensa
del celibato sacerdotal, en "AAS" 72 (1980) 1136-1137; EV 71579-586.
- Carta circ. Per litteras ad universos, sobre la dispensa del celibato
sacerdotal, 14 octubre 1980, en "AASn 72 (1980) 1133-1135; EV 71572-578.
- Instr. Piarn et constantern, sobre la cremación de cadáveres, 5 julio
1963, en "AAS" 56 (1964) 822-823; EV 2/ 6 1-62.
- Normas de procedimiento Processum concessionis, sobre la disolu-
ción del matrimonio en favor de la fe, 6 diciembre 1973, en EV 412745-
2774.
- Professio fidei et iusiurandurn fidelitatis in suscipiendo officio no-
mine Ecclesiae exercendo, 9 enero 1989, en "AAS" 81 (1989) 104-106; EV
11/ 1190-1195; Rescripto ex audienza sobre las fórmulas de la profesión de
fe y el juramento de fidelidad, 7 octubre 1989, en "AAS" 81 (1989) 1169;
E V 11/ 2494.
- Decl. Quaesiturn est, sobre las asociaciones masónicas, 26 noviembre
1983, en "AAS" 76 (1984) 300; EV 91553.
- Respuesta de enero 1977, en X. OCHOA, Leges Ecclesiae V , n. 4493,
L
col. 7290, Roma 1980. .
- Carta Sacerdotiurn rninisteriale, sobre algunas cuestiones relativas ,
al ministro de la eucaristía, 6 agosto 1983, en "AAS" 7511 (1983) 1001-
1009; EV9/380-393.
- Decr. Sacra Congregatio, sobre la impotencia que hace nulo el ma-
trimonio, 13 mayo 1977, en "AAS" 69 (1977) 426; E V 6/ 188.
! abril - Decl. Sacra Congregatio, sobre las asociaciones masónicas, 17 fe-
brero 1981, en "AAS" 73 (1981) 240-241; E V 7 / 1137.
- Instr. Ut notum est, sobre la disolución del matrimonio en favor de
la fe, 6 diciembre 1973, en EV 4/ 2730-2744.
- Decr. Congregatio pro religiosis, sobre la ayuda que hay que dar a
doct ri- quien deja el instituto, 15 enero 1974, en EV 51 1-12.
- Instr. Cum sanctissimus, sobre los institutos seculares, 19 marzo
173, en 1948, en "AAS" 40 (1948) 293-297.
- Decr. Experimenta, sobre la forma de gobierno ordinario en los
icpensa institutos religiosos, 2 febrero 1972, en "AAS" 64 (1972) 393-394; EV
26. 4/ 1557.
dibato - Directivas Potissimum institutioni, sobre la formación en los insti-
72-578. tutos religiosos, en "AAS" 82 (1990) 470-532.
5 julio - Instr. Renovationis causam, sobre la puesta al día de la forma-
ción en la vida religiosa, 6 enero 1969, en "AAS" 61 (1969) 103-120; EV
d isolu- 3/ 694-747.
.! 2745- - Ep. Sedes apostolica, sobre la relación periódica acerca del estado y
la vida de los institutos religiosos, 2 enero 1988, en "AAS" 80 (1988) 104-
105; EV 1111-3.
:io no-
- Instr. Venite seorsum sobre la vida contemplativa y la clausura de
36; EV
las monjas, 15 agosto 1969, en "AAS" 61 (1969) 74; EV 31 1448-1495.
ijn de
1 1169;
iembre CONGREGACI~N
PARA LOS RELIGIOSOS
Y LOS INSTITUTOS
SECULARES
Y CONGREGACI~N
PARA LOS OBISPOS
CONGREGACI~N
PARA LOS OBISPOS
4Las respuestas se indican según la fecha de su promulgaci6n, que es la del fascículo de "Acta
Apostolicae Sedisn.
el procedimiento breve en la concesión de las dispensas del celibato de
los diáconos, 13 abril 1989 (Prot. n. 230.1391 G.N.), en EV 1 112227.
- Norme circa gli enti e i beni ecclesiastici in Italia, 3 junio 1985,
en "AAS"'72 (1985) 547-578.
4. Documentos de la CEI 5
747
- Acuerdo sobre asuntos económicos, 3 enero 1979.
- Acuerdo sobre enseñanza y asuntos culturales, 3 enero 1979.
- Acuerdo sobre la asistencia religiosa a las fuerzas armadas y
servicio militar de clérigos y religiosos, 3 enero 1979.
- Acuerdo sobre asistencia religiosa católica en centros hospitala-
rios públicos, 24 julio 1985.
?Spas-
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ÍNDICEDE MATERIAS
773
nombramiento: 752; - secular: 354; - requisitos para la o. lícita:
748; - sufragáneo: 748,820,828; 356; - requisitos para la o. váli-
- titular: 266,748,756,767,768. da: 355; - escrutinio para la o.:
Obispo diocesano: - definición: 356,366,367,368; - título de o.:
748; - nombramiento: 750; - 137; - obispo de la o.: 346-347.
potestad: 754-755; - privación: Ordenamiento eclesiástico: - fin:
763; - remoción: 764; - renun- 42; - naturaleza: 42.
cia: 763; - traslado: 763. Ordenamiento jurídico: - defini-
Obligación moral: 4, 10, 38. ción: 3; - fragmentariedad: 5,9,
Oficio: - colación: 295; - defini- 45; - y orden moral: 7; - prima-
ción: 294; -episcopal: 267; -en rio: 3; - no primario: 746.
general: 276; - pastoral: 775; - Ordinariado castrense o militar: 745,
pérdida: 296; -usurpación de o.: 756.
691. Ordinario: - castrense o militar:
Ofrenda: 644,645, 844. 745,762; - en general: 578.
Oración: - en el seminario: 119; - Organismos de la curia romana:
de los ministros sagrados: 150; - 739.
de los religiosos: 209, 21 8. Órgano: - de consulta: 182; - de
Oratorio: - de una casa religiosa: participación: 182.
173; - constitución: 511.
Orden(es): - las ó. en la Iglesia: 34, Pablo eremita (S.): 165.
42,44; - laical: 36; - del minis- Pacomio (S.): 165.
tro sagrado: 36; - moral: 7; - Padrino: -del bautismo: 307; -de
potestad de o.: 266; - temporal: la confirmación: 311.
96; -tercera o.: 257; -de la vida Palio: 872.
consagrada: 36. Parasinagoga: 24.
Orden(es) sagrada(s): - admisión a Parecer (y acto jurídico): 87.
las Ó.s.: 364; - celebración: 343; Parentela: - legal: 432; - en gene-
- grados: 28 1, 342; - impedi-
ral: 83.
mento al matrimonio: 425; - im-
pedimentos: 356,374-381; -irre- Participación (órganos de): 182.
gularidades: 356, 371-373, 378- Párroco: -definición: 836; -debe-
381; -y ministerio sagrado: 104, res y derechos: 842-844; - exen-
340; - ministro: 280,344-355; - ción de la jurisdicción del p.: 841;
- facultades y potestad: 840; -
potestad del ministro: 344; -
cualidades para recibir las Ó.s.: nombramiento: 845-849; - pri-
347-363. vación: 851; - remoción: 851; -
Ordenación: - anotación: 382; - renuncia: 851; - sacerdotes con
absoluta: 137,266; - actos pre- encargo solidario: 839, 859; -
cedentes a la o.: 364; - certifica- traslado: 851.
do de la o.: 382; - diaconal: 269, Parroquia: - cuidado de la p.: 836-
346-358; - documentos para la 856; -definición: 27,833-834; -
o.: 365,367,368; - edad para la erección, supresión, innovación:
o.: 363; - ilegítima: 691; - inva- 835; - vacante o impedida: 859.
lidez de la o.: 156; - legítima: Patriarca: 904.
268; - nulidad: 357; - cf orden Patriarcado: 27.
sagrado; - presbiteral: 268,346- Patricio (S.): 165.
tícita: Patrimonio (de un instituto de vida Potestad penal: - destinatarios:
váli- consagrada): 168. 664; - sujetos: 663.
la o.: Pecado: 13, 17,334. Potestad sagrada: - administrativa
de o.: Pena(s): - aplicación: 684; - cesa- o ejecutiva: 571, 612-659, 581,
;-347. ción: 685; - y coactividad de la 776; - amisible: 266; - y caris-
- fin: ley: 6; - definición: 667; - ex- ma de los institutos religiosos:
piatorias: 682; - medicinales: 186; - de Cristo: 283; - de un
efini- 678-681; - en los delitos indivi- capítulo: 186; - del colegio epis-
: 5,9, duales: 689-694; - tipología: sopcil: cf colegio episcopal; - co-
-ima- 667. lación: 284-293; - delegada: cf
Penitencia: - como pena: 668,683; jurisdicción; - doméstica: 186;
-- dominativa: 186; - ejercicio:
- de los religiosos: 218; - tiem-
lad:
en
sgía:
Pág.
.ltos
tros
irio: Prólogo ............................................................................. 5
Abreviaturas y siglas ......................................................... 8
ntos
utos Primera parte
rdo-
- en
NATURALEZA DEL DERECHO ECLESIAL
Segunda parte
EL PUEBLO DE DIOS
5 . Los fieles en general y las personas en la Iglesia ...... 101
1. Fieles y personas físicas en la Iglesia ................. 101
2. Las personas jurídicas ........................................ 127
Tercera parte
FUNCIONES Y POTESTAD SAGRADA
EN E L PUEBLO DE DIOS
Cuarta parte
LA ORGANIZACIÓNDEL PUEBLO DE DIOS
Colección
DICCIONARIOS EP
DICCIONARIO DE
CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
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Y TÉCNICAS DE LA COMUNICACION
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TEOLOG~AFUNDAMENTAL
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