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FRITZ PETERS

MI INFANCIA CON GURDJIEFF


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CAPÍTULO 1

Conocí y hablé por primera vez con Jorge Gurdjiéff en 1924, la tarde de un sábado de
junio, en el Chateau du Prieuré en Fointainebleau Avon en Francia. Aunque las razones
de mi estancia no estaban muy claras para mí (tenía once años de edad), mi recuerdo del
encuentro permanece brillantemente claro.
Era un día brillante y soleado. Gurdjiéff estaba sentado al lado de una mesa con cubierta
de mármol, sombreada con un parasol y daba espalda al chateau, de cara a una gran
extensión de prados y lechos de flores. Tuve que sentarme un rato en la terraza del
chateau, detrás de él, antes de ser llamado a su presencia para una entrevista. De hecho,
lo había visto una vez antes, en el invierno anterior, en Nueva York, pero no sentía que
lo había 'conocido'. El único recuerdo de esa primera vez es que le había tenido miedo;
en parte por la forma en que vió hacia (o a través) de mí y en parte por su reputación.
Me habían dicho que era por lo menos un 'profeta' y lo más, algo muy cercano a la
'segunda venida de Cristo'.
Conocer cualquier versión de un 'Cristo' es un acontecimiento y ese tipo de evento no
era algo que yo estuviera esperando. Confrontar su presencia no solo no me llamaba la
atención, sino que me aterrorizaba.
El encuentro en sí, no llegó a la medida de mis temores. 'Mesías' o nó, a mi me pareció
un hombre franco y sencillo. No estaba rodeado por ningún halo y, si bién su inglés
tenía un fuerte acento, hablaba de una manera mucho más simple que lo que la Biblia
me habría hecho sospechar. Hizo un vago gesto en mi dirección, me dijo que me
sentara, pidió café y luego me preguntó porque estaba ahí. Sentí alivio al encontrar que
parecía ser un ser humano normal, pero me inquieté por la pregunta. Me sentí seguro de
que tenía que darle una respuesta importante; que debía tener una excelente razón.
Como no la tenía, le dije la verdad: que estaba ahí porque me habían llevado.
Luego me preguntó porque quería estar ahí, para estudiar en su escuela. Otra vez lo
único que pude responder es que ello estaba fuera de mi control; no me habían
consultado; había sido transportado a ese lugar, por así decirlo. Recuerdo el fuerte
impulso que tuve de mentirle y el sentimiento, igual de fuerte, de que no podía hacerlo
con el. Me sentía seguro de que él sabía la verdad de antemano. La única pregunta que
respondí menos honestamente, fué cuando me preguntó si quería permanecer ahí y
estudiar con el. Respondí que si, lo que no era esencialmente cierto. Lo dije porque
sabía que se esperaba de mi. Me parece ahora que cualquier niño habría respondido
igual. Lo que fuera que el prieuré pudiera representar para los adultos, (y el nombre
literal de la escuela era 'El Instituto Gurdjiéff para el Desarrollo Armónico del
Hombre'), yo sentía que experimentaba el equivalente a ser entrevistado por el Director
de una escuela secundaria. Los niños van a la escuela y yo estaba en el acuerdo general
de que ningún niño le diría a su próximo maestro que no quiere ir a la escuela. Lo único
que me sorprendió es que se me haya preguntado.
Gurdjiéff me hizo entonces otras dos preguntas:
1. ? Qué crees que es la vida ? y
2. ? Qué quieres saber ?
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Respondí a la primera diciendo: 'Creo que la vida es algo que se nos da en charola de
plata y que a uno le corresponde hacer algo con ella'. Esta respuesta provoco una larga
discusión acerca de la frase 'en charola de plata', incluyendo una referencia de Gurdjiéff
a la cabeza de Juan el Bautista. Yo me retracte, sintiendo que me batía en retirada, y
modifique la frase para dar a entender que la vida es un 'regalo' y eso pareció
satisfacerle.
La segunda pregunta (? Que quieres saber ?) era más fácil de responder. Mis palabras
fueron: 'Quiero saberlo todo'.
Gurdjiéff replicó inmediatamente: 'No puedes saberlo todo. ? Todo acerca de que ?
Yo dije: 'Todo acerca del hombre' y agregué: 'En inglés se le llama sicología o tal vez
filosofía.'
Entonces suspiro y después de un breve silencio dijo: 'Puedes quedarte. Pero tu
respuesta hace la vida difícil para mí. Yo soy el único que enseña lo que tu pides. Tu
haces que tenga más trabajo.'
Como mis metas infantiles eran adaptarme y agradar, me sentí desconcertado por su
respuesta. La último que yo quería era hacerle la vida mas difícil a alguien; me parecía
que ya era suficientemente difícil. No respondí nada a eso y él continuo diciéndome que
ademas de aprender 'todo', tendría también la oportunidad de estudiar temas menores
como lenguajes, matemáticas, diversas ciencias, etc. También dijo que yo notaría que
esa no era una escuela usual: 'Puedes aprender muchas cosas aquí que no enseñan en
otras escuelas'. Luego me dió unas palmadas en el hombro, con benevolencia
Uso la palabra 'benevolencia' porque su gesto fué de gran importancia para mi en ese
momento. Ansiaba la aprobación de alguna autoridad superior. Recibir esa 'aprobación'
de este hombre al que los adultos consideraban como un 'profeta', un 'vidente' y/o un
'Mesías' y, ademas, en un gesto amistoso tan sencillo, resultaba inesperado y
enternecedor. Yo sonreí radiante. Su actitud cambio abruptamente. Golpeo la mesa con
uno de sus puños, se me quedo viendo con gran intensidad y me dijo: '? Puedes
prometer que harás algo para mí ?'
Su voz y la forma en que me había visto eran atemorizantes y excitantes, a la vez. Al
mismo tiempo me sentí acorralado y retado. Le respondí con una palabra, un firme 'Si'.
Hizo un gesto en dirección a la extensión de prados que estaba ante nosotros: '? Ves ese
pasto ?' 'Si.' 'Te doy trabajo. Debes cortar ese pasto, con maquina, cada semana.'
Mire los prados, el pasto extendiéndose frente a nosotros en lo que me pareció una
infinitud. Sin duda era el prospecto de mayor trabajo que jamas en mi vida hubiera
contemplado para una semana. Otra vez dije: 'Si'.
Por segunda vez golpeo la mesa con el puño. 'Debes prometerlo por tu Dios'. Su voz era
mortalmente seria. 'Debes prometer que harás esto pase lo que pase.'
Mire hacia el, interrogante, respetuoso y con temor considerable. Ningún prado, ni esos
(había cuatro), me había parecido antes tan importante. 'Lo prometo', dije con
sinceridad.
'No solo prometas'. reitero. 'Debes prometer que lo harás pase lo que pase, sin importar
quien quiera evitarlo. Muchas cosas pueden pasar en la vida.'
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Por un momento sus palabras conjuraron una visión de pleitos terribles sobre si podar o
no los prados. Pude entrever grandes dramas emocionales que ocurrirían en el futuro
con relación a los prados y yo. Prometí otra vez. Yo estaba tan serio como el. Hubiera
muerto, de ser necesario, en el acto de podar los prados.
Mi sentimiento de dedicación era obvio y él pareció satisfecho. Me dijo que empezara a
trabajar el lunes y luego me despidió. Creo que entonces no me di cuenta, es decir, la
sensación era nueva para mí, pero me aparte de él con el sentimiento de haberme
enamorado; de él, de los prados o de mi mismo, no importaba. Mi pecho se expandió
mucho más allá de su capacidad normal. A mi, un niño, una pieza sin importancia en el
mundo que pertenecía a los adultos, se me había pedido que llevara a cabo algo que
parecía ser vital.
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CAPÍTULO 2

? Que era 'El prieuré', que es el nombre que le dábamos la mayoría, o el 'Instituto para el
Desarrollo Armónico del Hombre'?
A la edad de once años yo entendí que era simplemente cierto tipo de escuela especial,
dirigida, como ya lo he dicho, por un hombre que era considerado por mucha gente
como un visionario, un nuevo profeta, un gran filosofo. El mismo Gurdjiéff lo definió
una vez como un lugar en donde él intentaba, entre otras cosas, crear un pequeño mundo
que reproduciría las condiciones de otro más grande, el mundo exterior; siendo el
propósito principal preparar a los estudiantes para una experiencia o una vida humana.
En otras palabras, no era una escuela dedicada a una educación común que, en general,
consiste en la adquisición de varias facultades, tales como lectura, escritura o aritmética.
Una de las cosas más simples que intentaba enseñar, era una preparación para la misma
vida.
Puede ser necesario señalar aquí, especialmente para beneficio de las personas que han
tenido algún contacto con la teoría Gurdjieffiana, que estoy describiendo el 'Instituto'
como lo vi y lo comprendí siendo un niño. No intento definir su propósito o el
significado que tuvo para los individuos que estaban interesados en o atraidos hacia
Gurdjiéff, por su filosofía. Para mí era simplemente otra escuela, seguramente muy
diferente a las que había conocido, pero la diferencia esencial era que la mayoría de los
'estudiantes' eran adultos. Aparte de mi hermano y yo, el resto de los niños eran
parientes, sobrinos, sobrinas, etc. del Sr. Gurdjiéff, o sus hijos naturales. En total no
éramos muchos; solo recuerdo a diez.
La rutina de la escuela era igual para todos, excepto los más pequeños. El día empezaba
con un desayuno a base de café y pan tostado, a las seis en punto. De las siete en
adelante, cada individuo trabajaba en la tarea que se le había asignado. La ejecución de
esas tareas solo se interrumpía para comer: comida a las doce (usualmente sopa, carne,
ensalada y algún tipo de budín dulce); te a las cuatro de la tarde; una cena sencilla a las
siete de la noche. Después de la cena, a la 8:30, había gimnasia o danzas, en lo que se
llamaba la 'casa estudio'. Esta rutina era constante seis dais a la semana, excepto los
sábados por la tarde, cuando las mujeres iban al baño turco; los sábados al anochecer
había 'demostraciones' de las danzas, en la casa estudio, ejecutadas por los que lo hacían
mejor, para el resto de los estudiantes y para los visitantes que venían con frecuencia
para los fines de semana. Después de las demostraciones, los hombres iban al baño
turco y al término de este se hacia un 'festín' o comida especial. Los niños no
participaban en estas cenas como comensales, solo como meseros o ayudantes en la
cocina. El domingo era día de descanso.
Las tareas asignadas a los estudiantes eran, invariablemente, relativas al funcionamiento
en si de la escuela: jardinería, cocina, limpieza, cuidado de los animales, ordeñar, hacer
mantequilla y casi siempre se hacían como trabajo de grupo. Como supe después, el
trabajo de grupo se consideraba de real importancia: Al trabajar juntas diferentes
personalidades, se producen conflictos humanos subjetivos; esos conflictos producen
fricción y la fricción revela características que, si son observadas, podrían revelar al
'Yo'. Una de las metas de la escuela era 'vete a ti mismo como te ven los demás'; verse a
sí mismo desde lejos, por así decirlo y ser capaz de criticar a ese 'Yo' en forma objetiva;
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pero al principio simplemente 'verlo'. Un ejercicio que debería hacerse todo el tiempo,
independientemente de la actividad física, era llamado 'observación de sí mismo' u
'oponer Yo a ello', siendo 'Yo' la conciencia (potencial) y 'ello' el cuerpo, el instrumento.
Al principio, antes de que comprendiera alguna de esas teorías o ejercicios, mi tarea y,
en cierto sentido, mi mundo, estaba centrado en cortar el pasto, ya que mis prados,
como llegué a llamarlos, se hicieron considerablemente más vitales que lo que pude
haber anticipado.
Al día siguiente de mi entrevista, el Sr. Gurdjiéff se fué a París. Nos habíamos dado
cuenta de que acostumbraba pasar dos dais de la semana en París, acompañado
usualmente por su secretaria, Madame de Hartmann y a veces por otros. Esta vez se fué
solo, lo que resultaba extraño.
Según recuerdo, no fué sino hasta la tarde del lunes (el Sr. Gurdjiéff se había ido el
sábado al atardecer) cuando el rumor de que había tenido un accidente automovilístico
se empezó a filtrar hasta los niños de la escuela. Escuchamos primero que había muerto,
luego que se había lastimado seriamente y que no podría vivir. La noche del lunes una
persona con autoridad hizo el anuncio formal. No había muerto, pero estaba seriamente
lastimado y moribundo en el hospital.
Es difícil describir el impacto de tal anuncio. La existencia misma del 'Instituto'
dependía totalmente de la presencia de Gurdjiéff. El asignaba el trabajo de cada
individuo y, hasta ese momento, había supervisado personalmente hasta el ultimo
detalle de la operación de la escuela. Ahora, la inminente posibilidad de su muerte llevo
todo a un estancamiento. Solo pudimos comer regularmente, gracias a la iniciativa de
algunos de los estudiantes más viejos, la mayoría de los cuales habían llegado con él de
Rusia.
Aunque no sabía que iba a pasarme a mi, personalmente, lo que aun permanecía
vívidamente en mi mente, era el hecho de que me había dicho que podara los prados
'pase lo que pase'. Era un alivio para mí tener algo concreto que hacer; una tarea
definida que él me había encomendado. También fué la primera vez en que tuve el
sentimiento de que a lo mejor si era un ser extraordinario. El me había dicho 'pase lo
que pase' y su accidente paso. Su mandato se hizo aún más fuerte. Yo estaba convencido
de que él sabía de antemano que 'algo' iba a pasar, aunque no necesariamente un
accidente automovilístico.
No fuí el único que sintió que su accidente estaba predestinado. El hecho de que se haya
ido solo a París (supe que era la primera vez que lo hacia) era prueba suficiente para la
mayoría de los estudiantes. En todo caso, mi reacción fué que se hizo absolutamente
esencial podar el pasto; estaba convencido de que, por lo menos en parte, su vida podría
depender de mi dedicación a la tarea que me había encomendado.
Esos sentimientos que tenía asumieron una importancia especial cuando, unos días más
tarde trajeron al Sr. Gurdjiéff de regreso al Prieuré, a su habitación, que tenía una
ventana a 'mis' prados. Se nos dijo que estaba en estado de coma y lo mantenían vivo a
base de oxigeno. Iban y venían doctores, a intervalos; se instalaban y quitaban tanques
de oxigeno; una atmósfera de silencio descendió en el lugar; era como si todos
estuvieran envueltos en una oración silenciosa y permanente por el.
Fué uno o dos días después de su regreso cuando se me dijo (probablemente fué
Madame de Hartmann) que el ruido de la podadora debía cesar. La decisión que me vi
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forzado a tomar resulto de gran trascendencia para mi. Por mucho que respetara a
Madame de Hartmann, no podía olvidar la fuerza con la que él me había hecho prometer
que haría mi trabajo. Estábamos parados en el borde del prado, directamente debajo de
las ventanas de su cuarto, cuando tuve que darle mi respuesta. No pense por mucho
tiempo, según recuerdo, y me rehuse con toda la fuerza que tengo. Se me dijo entonces
que su vida podría depender de hecho de mi decisión y seguí rehusándome. Lo que me
sorprende ahora es que no se me haya prohibido categóricamente continuar, o aún que
se me hubiera reprimido a la fuerza. La única explicación que puedo encontrar a esto, es
que el poder que tenía sobre sus discípulos era tal, que ningún individuo estaba
dispuesto a asumir la responsabilidad de negar totalmente mi versión de lo que él me
había dicho. En todo caso, no se me reprimió; simplemente se me prohibió podar el
pasto. Yo seguí haciéndolo.
Este rechazo a la autoridad, nada menos que a la máxima autoridad, fué algo
mortalmente serio y pienso que lo único que me sostuvo fué la convicción de que el
ruido de una podadora no podía matar a nadie; también, aunque no tan lógico, sentía
entonces que, inexplicablemente, su vida podría depender de mi ejecución de la tarea
que me había dado. Sin embargo, esas razones no me defendían de los sentimientos de
otros estudiantes (en esa época había unos ciento cincuenta, la mayoría adultos) que
estaban convencidos por igual de que el ruido que yo hacia todos los días, era mortal.
El conflicto continuo por varias semanas y cada vez que se reportaba que su condición
estaba 'sin cambio', se me hacia más difícil iniciar mi tarea. Recuerdo que todas las
mañanas tenía que rechinar los dientes y superar mi temor por lo que podía estar
haciendo. Mi resolución se fortalecía o se debilitaba por las actitudes de otros
estudiantes. Me encerraron en un ostracismo, me excluyeron de toda actividad; nadie se
sentaba conmigo a comer en la misma mesa, si me sentaba en una mesa ocupada todos
se iban y no puedo recordar a una persona que me haya hablado o sonreído durante esas
semanas, con excepción de unos pocos de los adultos más importantes quienes, de vez
en cuando, me exhortaban a que dejara de podar.
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CAPÍTULO 3

A medio verano de 1924 mi vida estaba centrada en el pasto. Para entonces ya podía
podar el pasto de mis cuatro prados en un total de cuatro días. Las otras cosas que hacia
no eran importantes: ocupar mi lugar como ayudante de cocina o portero, en la pequeña
caseta de la reja a la que llamábamos 'portería'. Pocas cosas hay que recuerde, ademas
del ruido de esa maquina podadora.
Mi pesadilla terminó repentinamente. Una mañana temprano, mientras empujaba la
podadora hacia el frente del chateau, voltee hacia las ventanas del cuarto del Sr.
Gurdjiéff. Siempre hacia eso, como si esperara un signo milagroso. Esa mañana en
particular, lo vi por fin. Estaba parado frente a la ventana abierta, viendo hacia mi. Me
detuve y lo vi fijamente, inundado de una sensación de alivio. No hizo nada por lo que
me pareció un largo rato. Luego, con un movimiento muy lento, llevo su mano derecha
a sus labios para hacer un gesto que le era característico (lo que supe después): usando
sus dedos índice y pulgar peinaba su bigote, partiendo del centro; después dejo caer su
mano a un lado y sonrió. El gesto lo hizo real; sin el, podría haber pensado que la figura
que veía era solo una alucinación o el producto de mi imaginación.
La sensación de alivio fué tan intensa que explote en llanto, mientras aferraba la
podadora con ambas manos. Seguí viéndolo, a través de mis lagrimas, hasta que se alejo
lentamente de la ventana. Entonces empece a podar otra vez. El ruido de la maquina,
que resultaba horrible antes, se convirtió en un sonido gozoso para mí. Empuje la
podadora para uno y otro lado, para acá y para alla, con todas mis fuerzas.
Decidí esperar a mediodía para anunciar mi triunfo, pero para la hora en que fuí al
almuerzo, me di cuenta de que no tenía pruebas, nada que anunciar y, con lo que ahora
me parece una sabiduría sorprendente, no dije una palabra, aunque no podía contener mi
alegría.
Para en la noche todos sabían que el Sr. Gurdjiéff estaba fuera de peligro y la atmósfera,
a la hora de la cena, era de gratitud y acción de gracias. La parte que tuve en su
recuperación (había llegado a convencerme de que solo yo sería responsable, en parte,
de lo que le sucediera) se perdió enmedio del regocijo general. Lo único que ocurrió es
que el rechazo que me manifestaban desapareció tan repentinamente como había
surgido. Si no se me hubiera prohibido, realmente, hacer ruido cerca de su ventana unas
semanas antes, habría pensado que todo ocurrió solo en mi cabeza. Para mí fué un golpe
el no recibir algún reconocimiento o triunfo.
Sin embargo el incidente no quedo cerrado entonces. El Sr. Gurdjiéff apareció unos días
después, cuidadosamente vestido y caminando lentamente. Vino a sentarse ante la
mesita en la que me había entrevistado por primera vez. Yo estaba, como de costumbre,
batallando de un lado a otro con mi podadora. Se sentó ahí, aparentemente ausente de
todo lo que le rodeaba, hasta que termine el prado que había estado podando esa
mañana. Era el cuarto y, gracias al ímpetu que me dió su recuperación, había reducido el
tiempo para podar, a tres días. Mientras empujaba la maquina frente a mi, llevándola de
regreso al cobertizo donde se guardaba, él volteo hacia mi y me llamo con una seña.
Deje caer la podadora y fuí a pararme a su lado. Sonrió, diría otra vez que con
'benevolencia' y me preguntó cuanto tiempo me llevaba podar los prados. Respondí
orgullosamente que podía podarlos en tres días. Suspiro, fijando la vista frente a él en
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dirección a la extensión de pasto y se puso de pie. 'Debes poder hacerlo en un día', dijo.
'Eso es importante'.
! Un día ! me sentí asombrado y lleno de emociones mezcladas. No solo no se me dió
crédito por mi logro; al menos por haber sostenido, a pesar de todo, mi promesa, sino
que prácticamente fuí castigado por ello.
Gurdjiéff no presto atención a mi reacción, que debe haber sido visible en mis muecas,
sino que puso una mano en mi hombro y se apoyo pesadamente en mi. 'Esto es
importante', repitió, 'porque cuando puedas podar los prados en un día, tendré otro
trabajo para tí'. Luego me pidió acompañarlo a una área en particular no lejos de ahí,
explicándome que no podía caminar bién y por eso me pedía ayuda.
Caminamos juntos lentamente y, con dificultad considerable aún con mi ayuda, subimos
por un sendero hacia el área que había mencionado. Era una colina inclinada llena de
rocas, cerca del gallinero. Me mando a un cobertizo de herramienta cercano al gallinero
y me pidió le llevara la guadaña. Luego me guío al terreno, retiró su mano de mi
hombro, tomo la guadaña con ambas manos e hizo un movimiento como si cortara, de
un lado a otro. Al verlo sentí que el esfuerzo que hacia era muy grande; temía debido a
su palidez y su evidente debilidad. Luego me regreso la guadaña y me dijo que la
guardara. Ya que lo hice regrese a pararme junto a él y otra vez se apoyo pesadamente
en mi hombro.
'Cuando puedas podar todos los prados en un día, este será tu nuevo trabajo. Siega este
terreno cada semana'.
Voltee a ver la pendiente; la larga hierba, las rocas, los arbustos y los árboles. También
estaba consciente de mi tamaño; era pequeño para mi edad y la guadaña me había
parecido muy grande. Todo lo que pude hacer fué quedarme viéndolo fijamente,
asombrado. Fué solo su mirada, sería y adolorida, lo que me impidió hacer una protesta
inmediata, con llanto y furia. Solo baje la cabeza y asentí. Luego camine con el,
lentamente, de regreso a la casa principal, por las escaleras, hasta la puerta de su
habitación.
A los once años la auto compasión no me era ajena, pero lo que había pasado era
demasiado para mí. De hecho, la auto compasión ocupaba poco lugar en mis
sentimientos. También sentía ira y resentimiento. No solo no había recibido
reconocimiento, no se me dieron las gracias; había sido castigado, prácticamente. ? Que
tipo de lugar era esta escuela y, después de todo, que clase de hombre era él ?
Amargamente, pero lleno de orgullo, recordé que regresaría a América en el otoño. Yo
le enseñaría. ! Todo lo que tenía que hacer era no arreglármelas para podar el pasto en
un día !
Curiosamente, cuando mis emociones cedieron y empece a aceptar lo que parecía ser
inevitable, encontré que mi ira y mi resentimiento, aunque seguían ahí, no se dirigían
personalmente contra el Sr. Gurdjiéff. Había notado una mirada de tristeza en sus ojos
cuando camine con él y me había sentido preocupado por el, por su salud; una vez más,
aunque no se me había advertido que era absolutamente necesario que hiciera ese
trabajo, sentí que había tomado cierta responsabilidad y que tendría que hacerlo por el.
Al día siguiente tuve otra sorpresa. Me mando llamar a su habitación en la mañana y me
dijo severamente que si era capaz de guardar un secreto ante todos. Al hacerme la
pregunta, había una firmeza y una fiereza en su mirada que contradecían la debilidad del
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día anterior. Le asegure, valientemente, que podía hacerlo. Otra vez sentí un gran reto. !
Guardaría el secreto pasara lo que pasara !
Me dijo entonces que no quería preocupar a los otros estudiantes y, particularmente a su
secretaria, Madame de Hartmann, pero que estaba casi ciego y que yo era el único que
lo sabia. Me describió un plan intrigante: había decidido reorganizar todo el trabajo que
se hacia en el prieuré. Yo tendría que acompañarlo a todas partes, cargando un sillón; el
pretexto para eso sería que aún estaba débil y tendría que descansar a ratos. Sin
embargo, la verdadera razón era parte del secreto; yo debería seguirlo porque en
realidad no podía ver por donde iba. Abreviando, yo sería su guía y guarda; me haría
cargo de su persona.
Sentí que mi recompensa había llegado finalmente; que mi convicción no había sido
falsa y que el mantener mi promesa había sido tan importante como lo había esperado.
El triunfo era solitario puesto que no podía compartirlo, pero era genuino.
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CAPÍTULO 4

Mi nuevo trabajo de 'carga sillas' o, como yo me lo decía de 'guardián', me tomaba


mucho tiempo. Se me excuso de todas las tareas, con excepción de los interminables
prados. Podía seguir con mi podadora, pero tenía que hacer la mayor parte antes de que
el Sr. Gurdjiéff apareciera en la mañana, o después de que se retiraba a su habitación
cerca del anochecer.
Nunca he sabido que había de cierto en su historia de ceguera parcial. Asumí que lo era
porque siempre creía implícitamente en el; parecía que solo podía decir la verdad,
aunque su forma de hacerlo no fuera directa siempre. Se me ha sugerido y también lo he
pensado, que ese trabajo de carga sillas y guía fué inventado para mí y que invento la
historia de la ceguera como una excusa. Dudo que haya sido así solo porque eso
representaría darme una importancia exagerada, algo que no puedo imaginar en
Gurdjiéff. Ya era suficientemente importante por haber sido seleccionado, sin razones
adicionales.
En las semanas siguientes, probablemente un mes, más o menos, cargue esa silla por
millas cada día, siguiéndolo a una distancia respetable. Estaba convencido de su ceguera
ya que con frecuencia se salia del camino; yo tenía que soltar la silla, correr a su lado,
advertirle de cualquier peligro que corriera, como la posibilidad, a veces inminente, de
caminar directamente hacia una pequeña zanja que cruzaba toda la propiedad, para
correr de regreso por la silla para recogerla y seguirlo otra vez.
El trabajo que dirigia entonces involucraba a todos en la escuela. Había varios proyectos
que se realizaban al mismo tiempo: se construia un camino, lo que implicaba romper
rocas con un marro, para darles el tamaño adecuado; limpiar una area boscosa quitando
varios acres de árboles, quitando troncos y raiz con pico y pala. Aparte de ese proyecto
especial, continuaban incesantemente las tareas usuales; jardinería, siembra, cosecha de
verduras, cocina, limpieza, etc. Siempre que el Sr. Gurdjiéff inspeccionaba un proyecto
dado por un rato, yo me unia al trabajo con los demas, hasta que él decidía inspeccionar
otro o regresar a la casa.
Cerca de un mes despues se me relevo de mi asignación de carga sillas y regrese a mi
trabajo regular de podar los prados y a otras ac- tividades: ayudante de cocina una vez a
la semana y portero a cargo de abrir la puerta y responder el telefono.
Durante el periodo en que tenía que seguirlo, había tenido que ajustar mi tiempo de
podar cuando podía, como dije antes y fué con cierta consternación que encontre al
regresar a mi actividad normal que, sin esfuerzo perceptible, había llegado a la meta que
se me había propuesto; por un tiempo había olvidado la colina que eventualmente debia
segar cada semana. En el momento en que hice ese descubrimiento, una tarde despues
de la hora del te, al terminar el cuarto prado del dia, el Sr. Gurdjiéff estaba sentado en
una banca, no en su mesa, de cara a los prados. Deje a un lado la podadora, me fuí a la
terraza y camine desconsoladamente en su dirección. Aunque nunca ame los prados, el
prospecto de mi siguiente trabajo me ponía sentimental respecto a ellos. Me detuve a
una distancia que considere respetuosa y espere. Estaba dudando si decirle o dejar las
cosas para otro dia.
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Paso un tiempo antes de que volteara hacia mi, como si estuviera molesto por mi
presencia y me preguntara con aspereza si se me ofrecía algo. Asenti con la cabeza y me
pare a su lado. Dije rapidamente: 'Sr. Gurdjiéff, ya puedo podar todos los prados en un
solo dia'. Me vió frunciendo el ceño, sacudio su cabeza, desconcertado y me dijo: '?
Porque me dices eso ?'. aún parecía molesto conmigo.
Le recorde de mi nueva 'tarea' y luego pregunte, al borde del llanto, si debería empezar
al día siguiente.
Me vió fijamente durante mucho tiempo, como si no pudiera recordar o hasta
comprender lo que yo le decía. Finalmente, con un gesto brusco y afectuoso me jalo
hacia él y me hizo sentarme a su lado, apoyando su mano en mi hombro. Otra vez me
sonrió con esa increíble y distante sonrisa que califique antes de 'benevolente' y dijo,
sacudiendo la cabeza: 'No es necesario trabajar en el campo. Ya has hecho ese traba- jo.'
Me quede viéndolo, confundido y lleno de alivio. Pero tenía que saber que iba a hacer; ?
continuar con los prados ?
Penso un rato en ello y luego me preguntó cuanto tiempo más iba a estar ahí.Le dije que
se suponía que debía regresar a America, a pasar el invierno, el siguiente mes. Penso en
esto y, dando por terminado el asunto como si ya no tuviera importancia, dijo que
continuara trabajando en grupo en las tareas usuales; jardinería cuando no estuviera en
cocina o portería. 'Tendre otro trabajo para tí, si regresas el proximo año', me dijo.
Aunque estuve un mes más ese año, a mi me pareció como que el verano terminó en ese
momento. El resto del tiempo fué como un vacio: sin eventos ni dramas. Aquellos de
nosotros, los niños que trabajabamos con adultos en los jardines, podíamos disfrutar de
juegos agradables tales como recoger frutas o legumbres, atrapar grillos, caracoles y
babosas, quitando hierba de aqui o alla con poco interés o devoción por nuestro trabajo.
Era un lugar alegre para los niños: vivíamos con seguridad dentro de los limites de una
rigurosa disciplina, pero la estructura, excepto por ser casi todo el dia, no resultaba
pesada para nosotros. Nos las arreglabamos para jugar bastante y hacer nuestras intrigas,
mientras los infatigables adultos nos veían indulgentemente, con ojos entrecerra- dos.
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CAPÍTULO 5

Dejamos el prieuré en octubre de 1924 para regresar a Nueva York y pasar ahí el
invierno. En esa epoca yo era miembro de un 'grupo familiar muy inusual'. Mi hermano
Tom y yo vivimos varios años en un mundo extrano y errante. Mi madre, Lois, se
divorcio de mi padre cuando yo tenía unos diez y ocho meses de edad; durante varios
años tuvimos un padrastro, pero en 1923, cuando mi madre fué hospitalizada por casi un
año, Jane Heap y Margaret Anderson (Margaret es hermana de mi madre), se hicieron
cargo de nosotros. Ellas eran coeditoras de la notoria, si no famosa publicación 'Little
Review'. Hasta la fecha no estoy seguro de haber comprendido porque Jane y Margaret
asumieron esa responsabilidad. Era una extraña forma de 'paternidad planeada' para dos
mujeres que, me parecía, no querían tener hijos propios y, desde todo punto de vista,
esto era una 'bendición' mixta. Como Margaret no había regresado de Francia con
nosotros, la verdadera responsabilidad recayó en Jane.
Solo puedo describir nuestro hogar como me parecía entonces: Tom y yo ibamos a una
escuela particular en Nueva York; teníamos también varios deberes en casa, ayudar con
la comida, lavar trastes, etc., y, a la vez que estabamos expuestos a muchas influencias
inusuales, tenían menos efecto en mi que lo que pudiera esperarse. En un hogar, si esa
es la palabra adecuada, en el que se editaba una revista y que era visitada
exclusivamente por artistas, escritores y, a falta de una palabra mejor, intelectuales, me
las arregle para vivir mi propia vida privada. La rutina diaria de la escuela, que
implicaba, naturalmente, a otros niños y actividades ordinarias y comprensibles, era
mucho más importante para mí que la vida 'interesante' y temperamental que formaba,
de hecho, el trasfondo de nuestra vida. El mundo del arte no era un sustituto de la
infancia; incluso la vida familiar con mi madre y mi padrastro era mas 'normal' para mi,
que vivir en Nueva York lejos de mi familia que giraba, basicamente, alrededor de mi
mama.
El evento exterior más importante de ese invierno, fué la aparición repentina de mi
padre. Jane había decidido, por razones que nunca comprendí plenamente, que ella (o tal
vez Margaret y ella) debian adoptarnos a Tom y a mi, legalmente. Los procedimientos
de adopción fueron la causa de que mi padre regresara a escena, despues de unos diez
años de ausencia total. Al principio no se presento personalmente. Simplemente se nos
dijo que no quería la adopción y que quería hacerse cargo de nosotros.
Segun lo comprendí entonces, Jane, ayudada por A. R. Orage y otras 'gentes de
Gurdjiéff', despues de consultarnos, pudo convencer a mi padre de que permitiera la
adopción legal.
Fué un invierno aterrador para mí, en varios sentidos. Creo que es imposible que un
adulto comprenda los sentimientos de un niño al que se le dice, en un lenguaje
perfectamente claro, que puede o no ser adoptado por tal o cual persona. No creo que al
consultar a un niño sobre estas cosas, pueda tener una 'opinión'; naturalmente se aferrara
a la situa- ción conocida y relativamente segura. Mi relación con Jane, como la senti y
experimente, era sumamente volatil y explosiva. En ocasiones había mucha emoción y
amor entre nosotros, pero precisamente esa inten- sidad emocional era lo que me
atemorizaba. Cada vez más caia en la tendencia a cerrarme a todo lo exterior. Para mí
las personas eran algo con lo que tenía que vivir, algo que soportar. Vivía solo el mayor
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tiempo posible, ensoñando en mi propio mundo, anhelando el tiempo en que podría


escapar del mundo, complejo y a veces totalmente incomprensible para mí. Quería
crecer y estar solo; lejos de todos. Debido a ello, casi siempre andaba en problemas. Era
perezoso en mis obligaciones en casa, resentía cualquier demanda que se me hiciera y
cualquier tarea que se suponía debía llevar a cabo. Obstinado e independiente debido a
mi sentimiento de soledad, tenía usualmente problemas y con frecuencia me castigaban.
Ese invierno, poco a poco al principio pero con firmeza, empece a despreciar mi
ambiente y a odiar a Jane y a Tom, principalmente porque eran parte de la vida que
estaba viviendo. En la escuela iba bién pero, como me resultaba muy fácil,tenía poco
interés en lo que hacia. Mas y más me fuí retirando a un mundo de sueños fabricado por
mi mismo.
En ese mundo propio había dos personas que no eran enemigos y que se destacaban
como faros brillantes; sin embargo no había forma de comuni- carme con ellas. Eran mi
madre y, desde luego, el Sr. Gurdjiéff. ? Porque 'desde luego' ? La simple realidad de
Gurdjiéff como ser humano, lo que para mi fué una relación sin complicaciones durante
los meses del verano anterior, se convirtió en una tabla de salvación para mí.
Cuando se me consulto sobre la posibilidad de ser 'cuidado' por mi padre (quien para mí
era simplemente otro adulto hostil) exprese en alta voz mi oposición, aunque no
esperaba que mis palabras tuvieran algun peso. Mi mayor temor era que no me sentía
capaz de enfrentar otro mundo nuevo, extraño y desconocido. También, y esto era muy
importante enton- ces para mí, estaba seguro de que ese cambio eliminaría toda
posibilidad de volver a ver a mi madre o al Sr. Gurdjiéff otra vez.
Para complicar las cosas todavia más, mi madre llegó a Nueva York con otro hombre,
no mi padrastro y Jane la rechazo sin preambulos. Recuerdo que me permitieron
hablarle en las escaleras del departamento; solo eso. Me resulta imposible juzgar ahora
los motivos o propósitos de Jane, en aquella epoca. Estoy convencido de que, en su
mente, estaba motivada por las mejores intenciones. Pero el resultado fué que, a partir
de ese momento, la considere como un enemigo mortal. Me parece que la relación entre
un niño promedio y su madre, especialmente cuando el padre no ha vivido por años con
ellos, es suficientemente fuerte. En mi caso, era violenta y obsesiva.
Las cosas no mejoraron cuando apareció mi padre, en persona, poco antes de la
Navidad. Fué una reunion incomoda y difícil; había poca comunicación (hablo solo por
mi). No podía comunicarse sin revelar su verguenza, siendo un hombre timido y 'bién
educado'. Una cosa que logro comunicar fué que, antes de que tomaramos una decisión
final sobre la adopción, pasaramos un fin de semana con él y su esposa (yo tenía la
impresión de que lo de la adopción era un hecho consumado y que usaban a mi padre
solo como una amenaza).
Me pareció que lo justo era darle una oportunidad. Si parece que la frase esta dicha 'a
sangre fria', solo puedo decir que la mayoría de las decisiones infantiles son asi y
lógicas, ademas' o por lo menos la mia lo fué. Se tomo la decisión, presumiblemente
entre Jane y mi padre (y con el consentimiento de Tom y mio), de que iríamos a
visitarlo a Long Island durante una semana.
Desde mi punto de vista, la visita fué un desastre. Pudo ser menos molesta si mi padre
no nos hubiera avisado casi al llegar que, en el caso de que decidieramos vivir con el, no
podríamos hacerlo en su casa, sino que seríamos enviados a Washington, D. C., con dos
de sus tias solteras. Supongo que es inevitable que los adultos deban explicar a los niños
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los hechos y circunstancias que estan enfrentando. Sin embargo, ese anuncio, hecho sin
'sentimiento' o emoción (no sugirió que nos amaba o nos quería, o que las tias en
cuestion necesitaran a dos niños en casa), me pareció totalmente ilógico e incluso, al
final, hilarante. Empece a sentirme aún más solo que antes; como una pieza de equipaje
abandonada para la que se necesitaba un lugar donde almacenarla. Como mi gentil
padre parecía estar buscando constantemente nuestra aprobación y siempre estaba
haciendonos preguntas, declare firmemente, a los dos dias de estar en su casa, que no
quería vivir con él o con sus tias y que quería regresar a Nueva York. Tom se quedo el
resto de la semana; yo no. Sin embargo, para poder irme se me puso como condición
que pensara la posibilidad de regresar en Navidad. Acepte, friamente, considerarlo. No
recuerdo ahora, pero puede ser que haya aceptado sin reservas. Hubiera hecho cualquier
cosa por irme de ahí.Hasta Jane, a pesar de que rechazo a mi madre, era terreno familiar
y lo que yo temia era lo desconocido, lo inusual.
De alguna manera paso el invierno. De alguna manera también, aunque tenía pesadillas
frecuentes sobre la posibilidad de no volver a ver el Prieure, se decidio que iríamos en la
proxima primavera. Para ese tiempo, Gurdjiéff se había convertido en el único faro en el
horizonte, la unica isla de seguridad en un futuro impredecible y atemorizante.
Durante el invierno, la primera pregunta que me hiciera el Sr. Gurdjiéff: '? Porque has
venido a Fontainebleu ?', asumio una tremenda importancia. Al evocar esos meses,
recuerdo como Gurdjiéff asumio un gran valor en mi mente y mi corazón. A diferencia
de todos los adultos que conocí, su conducta era absolutamente sensata. Era
completamente positivo; me había ordenado hacer cosas y yo las había hecho. No me
había interrogado, no me había obligado a tomar decisiones para las que estaba
totalmente incapacitado. Empece a anhelar tener a alguien que hiciera algo tan sencillo
como 'ordenarme' podar un prado, que me hiciera una demanda que fuera realmente 'una
demanda', sin importar que tan incomprensibles fueran sus motivos (despues de todo,
todos los adultos son 'incomprensibles'). Empece a considerarlo como el único
individuo maduro y lógico que había conocido. Por ser un niño, no estaba preocupado
por, ni quería saber, el porque de la conducta de los adul- tos. Necesitaba
desesperadamente y quería por encima de todas las cosas estar bajo una autoridad. Para
mi edad, una autoridad era cualquier persona que supiera lo que estaba haciendo.
Pedirle opinión a un niño de once años, pedirle que tome desiciones vitales sobre su
futuro (y eso parecía haber ocurrido todo el invierno), no solo era imposible de
comprender sino también muy atemorizante.
Aquella pregunta se convirtió en '? Porque quiero regresar a Fon- tainbleu ?' y era muy
fácil de responder. Quería regresar y vivir cerca de un ser humano que sabía lo que
estaba haciendo; el que yo entendiera o no lo que hacia, no tenía importancia alguna.
Sin embargo no deseche la formulación original de la pregunta; una de las razones por
la que permanecía viva en mi mente, era que no había tenido nada especifico que hacer
yendo ahí.Solo podía agradecer a la fuerza (la idea de 'Dios' era muy vaga para mí) que
me había permitido estar ahí.Un año antes, el mayor atractivo de ir a Fontainbleu había
sido que teníamos que cruzar el oceano y yo amaba los barcos.
En el transcurso del invierno y debido a la importancia que Gurdjiéff había cobrado en
mi mente, me sentí fuertemente tentado por el sen- timiento de que mi presencia en ese
lugar había sido 'inevitable'; como si hubiera habido una lógica mística e inexplicable
que había hecho que fuera necesario que yo, personalmente, arrivara a ese lugar en par-
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ticular y precisamente en ese momento; que había existido un propósito real en el hecho
de que yo estuviera ahí.El hecho de que en la mayoría de las conversaciones de los
adultos que me rodeaban, se asociara a Gurdjiéff con actividades metafísicas, religion,
filosofía y misticismo, parecía aumentar la posibilidad de que hubiera habido algun tipo
de predestinación en nuestro encuentro.
Pero a fin de cuentas no sucumbi a la idea de que mi asociación con el estaba
'predestinada'. El recuerdo del mismo Sr. Gurdjiéff era lo que me impedia entregarme a
tales sueños. Yo no estaba en posición de negar la posibilidad de que fuera clarividente,
místico, un hipnotizador o hasta un 'ser divino'. Lo importante es que ninguna de esas
cosas tenían valor. Lo que importaba es que él era un ser humano positivo, práctico,
sensato y lógico. En mi pequeña mente, el prieuré parecía la institución mas sensata de
todo el mundo. Como yo lo veía, era un lugar que alber- gaba a un gran número de
personas extremadamente ocupadas en el trabajo físico necesario para mantener su
existencia. ? Que podía ser más sencillo y práctico ? Estaba conciente de que podía
haber otros beneficios por estar ahí.Pero, a mi edad y en mis terminos, solo había una
meta y una meta muy sencilla. Ser como Gurdjiéff. Era fuerte, honesto, directo, sin
complicaciones, un individuo libre por completo de 'tonterías'. Podía recordar, con toda
honestidad, que me había sentido aterrorizado por el trabajo que implicaba podar los
prados; pero me resultaba evidente que una de las razones para ello era mi pereza.
Gurdjiéff 'me hizo' que podara los prados. No lo hizo con amenazas, no me prometio
premios por ello, ni me preguntó si quería hacerlo. El me 'dijo' que lo hiciera. Me dijo
que era importante y yo lo hice. Un resultado evidente, obvio para mi a los once años,
fué que perdi el miedo al trabajo (simple trabajo físico normal). También comprendí,
aunque tal vez no intelectualmente, porque no había tenido que segar la colina y porque
él me dijo que 'ya lo había hecho'.
El efecto total del invierno de 1924 a 1925 en Nueva York, fué que anhele mi regreso a
Francia. La primera visita había 'sucedido', como resultado de una cadena de eventos
inconexos y sin propósito que resul- taron del divorcio de mi madre, de su enfermedad,
de la existencia de Margaret y Jane y de su interes por nosotros. El regreso, en la prima-
vera de 1925, parecía predestinado. Yo sentía que, de ser necesario, iría solo.
En navidad llegó a su climax mi desencanto e incomprensión de la vida de los adultos.
Me converti en algo asi como un hueso por el que se pelean dos perros (asi lo senti). La
lucha de voluntades, al quedar fuera del pleito mi madre, se siguio manifestando entre
Jane y mi padre, luchando por custodiarnos a Tom y a mi. Ahora estoy seguro de que
ambos actuaban solo para 'salvar las apariencias'. No puedo creer que ningún bando nos
quisiera por alguna razón especial; yo me portaba suficien- temente mal como para no
ser particularmente deseable. De cualquier manera, había aceptado por lo menos
considerar la posibilidad de visitar a mi padre en navidad. Cuando llegó la hora, decidí
rehusarme. La invitación de Jane de pasar una navidad 'de adulto', glamorosa, con
muchas fiestas, visitas al teatro, etc., fué mi mejor y ostensible pretexto para rehusar la
visita a mi padre. Sin embargo, la verdadera razón siguio siendo la de siempre: tan
difícil como pudiera parecerme la relación con Jane, era de cualquier manera mi
pasaporte para ir con Gurdjiéff y yo hice todo lo posible por lograr algo de armonía
entre nosotros. A ella le agrado mi decisión, no siendo inhumana ni infalible, sintió una
aparente preferencia de mi parte por ella.
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Mi padre se puso muy triste. No pude comprender porque, si se me había dicho que la
decisión era mia. Vino a Nueva York a recoger a Tom, quien había aceptado pasar la
navidad con el, y me trajo varios regalos. Me sentí apenado con eso, pero, cuando me
pidió reconsiderar mi deci- sión, sobornandome en apariencia con los regalos, me sentí
herido y furioso. Sentí que la suciedad y la injusticia del mundo adulto se sintetizaba en
ese acto. Le dije, con lagrimas de furia, que a mi no se me podía comprar y que siempre
lo odiaría por lo que me estaba haciendo.
Quisiera, en favor de la memoria de mi padre, desviarme lo suficiente como para aclarar
que estoy totalmente conciente de sus buenas inten- ciones y que me doy cuenta de que
fué un terrible golpe emocional el que le produje esa vez. Posiblemente lo que fué más
triste o doloroso para el, fué que no tenía idea de lo que realmente estaba pasando. En su
mundo los niños no rechazaban a sus padres.
Finalmente terminó el invierno; a la fecha me parece que fué intermi- nable. Pero
terminó y mi anhelo por ir al prieuré se intensifico con la llegada de la primavera. Solo
cuando subi al barco que me llevaría a Francia, pude creer que realmente regresaría. Y
solo al cruzar la reja del prieuré, una vez más, pude dejar de soñar, creer y alimentar mi
esperanza.
Cuando lo vi otra vez, Gurdjiéff puso su mano en mi cabeza; yo levante la vista hacia su
fiero bigote y la grande y abierta sonrisa que apareció bajo su calva y brillante cabeza.
Me atrajo hacia si, como un gran y calido animal, apretandome afectuosamente con su
brazo y su mano, diciendome: 'Asi que ... ? regresaste ?' Lo dijo en forma de pregunta;
un poco más que la declaración de un hecho. Lo único que pude hacer fué recargar mi
cabeza contra él y contener mi explosiva alegria.
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CAPÍTULO 6

El segundo verano, el verano de 1925, fué como venir a casa. Encon- tre, como lo había
soñado, que nada había cambiado esencialmente. Faltaban algunas personas del verano
anterior y había otras nuevas, pero el ir y venir de individuos era poco importante. Una
vez más me absorbio el lugar y me converti en un engrane en el funcionamiento de la
escuela. Con excepción del trabajo de podar, que era entonces responsabilidad de otro,
me integre a las actividades rutinarias y habituales, junto con todos los demas.
Para un niño, la gran sensación de seguridad que daba el Instituto, a diferencia, por
ejemplo, de un internado, era que de inmediato se sentía uno integrado en el. Puede ser
cierto que había una meta más alta en el trabajo comun de mantenimiento de la escuela,
que es a lo que nos dedicabamos todos, pero, a mi nivel, me hacian sentir que era un
pequeño eslabon esencial en el trabajo, independientemente de mi importancia como
individuo. A todos nos daba la sensación de ser utiles, de valer. Encuentro ahora difícil
imaginar cualquier cosa que pueda ser más estimulante para el ego de un niño. Todos
sentíamos que teníamos un lugar en el mundo; se nos necesitaba por la simple razón de
que realizabamos actividades que tenían que hacerse. No haciamos cualquier cosa,
como sería estudiar para el propio beneficio, sino que lo que haciamos era para
beneficio de todos.
No teníamos lecciones ni 'aprendíamos' nada, en el sentido usual. Sin embargo, si
aprendíamos a lavar y planchar nuestra ropa, a cocinar, ordeñar, cortar leña, pulir pisos,
pintar casas, reparar techos, remen- dar nuestra ropa y cuidar animales; todo eso ademas
de trabajar en grandes grupos para los proyectos mayores: construcción de caminos,
limpieza de areas boscosas, siembra y cosecha, etc.
Ese verano hubo dos cambios en el Instituto, aunque no los percibi de inmediato. La
madre de Gurdjiéff había muerto en el invierno, lo que produjo un sutil cambio
emocional en la atmosfera del lugar; ella nunca participo en las actividades, pero
siempre estabamos concientes de su presencia. El otro cambio, mucho más importante,
es que Gurdjiéff empezo a escribir. Apenas había pasado un mes, cuando se anuncio que
se haría una reorganización completa del funcionamiento del Instituto y que, para
alarma general, no todos podrían permanecer ahí,ya que Gurdjiéff no tendría el tiempo o
la energía necesaria para supervisar personalmente a sus discípulos. Se nos dijo también
que en los siguientes dos o tres dias, Gurdjiéff entrevistaría a cada persona y decidiría si
se le permitiría quedarse y, en ese caso, le diría que iba a hacer.
La reacción general fué parar toda actividad y esperar hasta que se decidiera el destino
de cada quien. A la mañana siguiente, despues del desayuno, los edificios hacian eco a
los murmullos y especulaciones; todos expresaban sus dudas y temores por el futuro.
Para muchos de los estudiantes más viejos, el anuncio significaba que la escuela ya no
tendría valor para ellos, ya que las energías de Gurdjiéff se concentra- rian en sus
escritos y no en la enseñanza personal. Yo me puse nervioso con tanta especulación y
expresión de temores. Como no tenía idea de lo que Gurdjiéff podría decidir sobre mi
destino, me pareció más sencillo seguir con el trabajo que tenía asignado: limpieza de
terreno y sacar troncos. Muchos habían sido asignados a ese trabajo, pero esa mañana
solo fuimos dos o tres. Para el final del día ya se habían hecho varias entrevistas y se
había pedido a algunas personas que abandonaran el lugar.
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Al día siguiente me fuí a trabajar como de costumbre, pero despues de la hora de la


comida me toco turno de ser entrevistado.
Gurdjiéff estaba sentado en el exterior, en una banca frente al edificio principal; me
acerque y me sente a su lado. Me vió como sor- prendido de que yo existiera. Me
preguntó que había estado haciendo y, en particular, que había hecho desde que se hizo
el anuncio. Le respondí y me preguntó entonces si quería permanecer en el prieuré.
Desde luego dije que si. Dijo, con sencillez, que le daba gusto, porque tenía un nuevo
trabajo para mí. A partir del día siguiente me haría cargo de sus cosas personales; su
habitación, su vestidor y su baño. Me dió una llave, insistiendo firmemente que solo yo
tendría llave, ademas de él, y me explicó que tendría que tender la cama, barrer, limpiar,
pulir, sacudir y, en general, mantener el orden. Cuando cambiara el clima, debería
encender las chimeneas, cuidando que no se apagaran; una respon- sabilidad adicional
sería que me convirtiera en su 'serviente' o 'mese- ro', lo que implicaba que si quería
cafe, licor, comida o lo que fuera, yo debía llevarselo a la hora que fuera, de día o de
noche. Debería instalarse una chicharra en su habitación, para ese propósito.
También me dijo que no participaría más en proyectos generales, pero que cubriría las
actividades usuales de cocina y portería, dependiendo del tiempo que necesitara para la
limpieza de su cuarto. Otra actividad nueva sería el cuidado del gallinero; alimentar a
los pollos, recoger los huevos, matar a los patos o gallinas que me pidieran, etc.
Yo estaba muy orgulloso de haber sido seleccionado como su 'guarda' y el se sonrió ante
mi gozosa reacción. Me informo, muy seriamente, que la selección se había hecho sin
pensarlo; había despedido a la persona que hacia eso y, cuando apareci para la
entrevista, se dió cuenta de que yo no era esencial en alguna de las funciones generales
y estaba disponible para ese trabajo. Me sentí avergonzado por mi orgullo, pero no
menos feliz. Seguía sintiendo que era un honor.
Al principio no tuve mas contacto que antes con Gurdjiéff. Temprano en la mañana
soltaba a las gallinas, las alimentaba, recogia huevos y los llevaba a la cocina. Para esa
hora Gurfjieff ya estaba listo para su cafe matutino; se vestía y se sentaba en una de las
mesitas que estaban cerca de la terraza y ahí se pasaba la mañana escribiéndo. Yo
limpiaba su cuarto a esa hora, lo cual me llevaba mucho tiempo. La cama era enorme y
siempre estaba en un gran desorden. ! Y el baño ! Lo que podía hacer con su vestidor y
su baño no puede describirse sin invadir su privacidad; solo dire que, físicamente, el Sr.
Gurdjiéff vivía como un animal; por lo menos hasta donde pude darme cuenta. La
simple limpieza de esos dos cuartos era un proyecto mayor, cada dia. A veces el
desorden era tan grande que yo imaginaba grandes dramas nocturnos en el baño y el
ves- tidor. Con frecuencia pensaba que tenía alguna meta conciente por destruir esos
cuartos. En ocasiones tuve que usar una escalera para limpiar las paredes.
A medio verano mi tarea de guarda empezo a tomar proporciones real- mente grandes.
Debido a que estaba escribiéndo, Gurdjiéff recibía muchas visitas en su habitación;
personas que estaban traduciendo sus libros, conforme él escribía, pasandolos al Ingles,
Frances, Ruso y posiblemente a otros lenguajes. Me entere de que el original era una
combinación de Armenio y Ruso; porque decía que no podía encontrar un solo lenguaje
que le diera la libertad de expresar sus complicadas ideas y teorías. Mi trabajo adicional
era basicamente de 'mesero'; todas las personas que se entrevistaban con Gurdjiéff lo
hacian en su habitación lo que implicaba servir café y Armagnac y retirar todo despues
de la reunion. Gurdjiéff prefería recostarse en la cama durante esas reuniones. De hecho,
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excepto al entrar o salir de la habitación, lo recuerdo siempre tendido en la cama. Algo


tan sencillo como tomar café podía convertirse en un holocausto; habría café por toda la
habitación y en la cama, la que tenía que tenderse con sabanas limpias cada vez.
En ese tiempo había rumores, y no estoy en posición para negarlos, de que en esa
habitación pasaban muchas cosas, aparte de tomar café y Armagnac. El estado normal
de su habitación despues de la noche indicaba que podía haber ocurrido casi cualquier
actividad humana ahí.No hay duda de que se vivía en sus habitaciones, en el sentido
más pleno de esa palabra.
Nunca he olvidado la primera vez en que me vi envuelto en un inci- dente que fuera mas
que el desempeño de mis actividades de limpieza de su cuarto. Ese día tuvo un
distinguido visitante, A. R. Orage; un hombre bién conocido por todos nosotros y
aceptado como un acreditado maestro de la teoría de Gurdjiéff. Despues de la comida
ambos se retiraron a las habitaciones de Gurdjiéff y se me pidió llevara el acostumbrado
cafe. Era tal la estatura de Orage que todos lo tratabamos con gran respeto. No había
duda sobre su inteligencia, su dedicación y su integridad. Era ademas un hombre calido
y compasivo, por el que sentía un gran afecto personal. Cuando llegué al quicio de la
puerta de la habitación me quede parado dudando, debido a lo violento de unos gritos
que daba Gurdjiéff. Toque y, al no recibir respuesta, entre. Gurdjiéff estaba parado
cerca de su cama en un estado que me pareció de furia totalmente incontrolada. Estaba
enfurecido contra Orage, quien estaba de pie, impasible y muy palido, enmarcado por
una de las ventanas. Tuve que caminar entre los dos para poner la charola en la mesa.
Lo hice sintien- dome desollado por la furia de la voz de Gurdjiéff y luego retrocedi,
tratando de hacerme invisible. Cuando llegué a la puerta, no pude reprimir el deseo de
verlos: Orage, un hombre alto, se veía marchito y arrugado mientras se doblaba en la
ventana y Gurdjiéff, que no era muy alto, se veía inmenso; una encarnación completa de
la ira. Aunque la perorata era en ingles, no podía escuchar las palabras; el flujo de rabia
era demasiado enorme. De pronto, en el espacio de un instante, me dedico una amplia
sonrisa; se veía increiblemente pacifico y callado interiormente. Me hizo seña de que
me retirara y siguio con su perorata con la misma fuerza de antes. Esto ocurrió tan
rapido, que no creo que el Sr. Orage haya notado siquiera el cambio de ritmo.
Cuando recien escuche el sonido de la voz del Sr. Gurdjiéff, desde afuera del cuarto,
quede horrorizado. Que este hombre, al que yo respe- taba más que a cualquier otro ser
humano, pudiera perder el control tan totalmente, fué un golpe terrible para mis
sentimientos de respeto y admiración por el. Cuando pase entre ellos para poner la
charola, solo había sentido piedad y compasión por el Sr. Orage.
Ahora, al abandonar la habitación, mis sentimientos se invirtieron completamente. aún
estaba impresionado por la furia que había visto en Gurdjiéff, aterrado por ella. En
cierto sentido, estaba más aterrado aun al salir, porque me había dado cuenta de que no
solo no era 'incontrol- ada', sino que en realidad era totalmente conciente y tenía control
total de ella. aún sentía lastima por el Sr. Orage, pero estaba conven- cido de que debía
haber hecho algo terrible, a los ojos de Gurdjiéff, que produjera esa conducta. No me
paso por la mente que Gurdjiéff pudiera estar equivocado en ningún sentido. Creía en él
con todo mi ser, en forma absoluta. El no podía hacer algo mal. Por extraño que
parezca, y no he podido explicar esto a personas que no lo conocieron personal- mente,
mi devoción a él no era fanatica. No creía en él como se cree en un dios. Para mí él
siempre estaba en lo correcto, por razones lógicas y sencillas. Su extraño estilo de vida,
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incluso cosas como el desorden de sus cuartos, el pedir café a todas horas del día y de la
noche, parecían mucho más lógicas que lo que llaman un modo de vida normal. Todo lo
que hacia era porque quería o necesitaba hacerlo. Invariablemente se preocupaba por los
demas y los consideraba. Por ejemplo, nunca dejaba de agradecerme y pedirme
disculpas cuando tenía que llevarle cafe, medio dormido, a las tres de la mañana. Sabia
instintivamente que tal consideración era mucho más que una cortesia comun adquirida.
Tal vez esa sea la clave; él se interesaba. Siempre que lo veía, siempre que me ordenaba
algo, estaba totalmente atento a mi, completamente concentrado en las palabras que me
decía; su atención no variaba cuando yo le hablaba. sabía siempre, con exactitud, lo que
yo estaba haciendo y lo que había hecho. Creo que todos sentían, como yo, como
recibían su atención total. No creo que haya algo más halagador en las relaciones
humanas.
22

CAPÍTULO 7

Fué a la mitad de ese atareado verano cuando Gurdjiéff me preguntó, con brusquedad, si
aún quería estudiar. Me recordo, con gran sarcasmo, que yo quería aprenderlo 'todo' y
preguntó si había cambiado de opinión. Le dije que no.
'? Entonces, si no has cambiado de opinión, porque no preguntas ?' Respondi,
avergonzado e incomodo, que no lo había hecho por varias razones. Una era que ya le
había pedido aprender y asumia que él no lo había olvidado, otra, que estaba tan
ocupado escribiéndo y conferencian- do con otros que pensaba no tenía tiempo.
Me dijo que tenía que aprender sobre el mundo. 'Si quieres algo, debes pedir. Debes
trabajar. Esperas que yo recuerde por ti; ya trabajo mucho, más de lo que puedas
siquiera imaginar; estas mal si esperas que recuerde también lo que tu quieres'. Luego
agrego que cometia yo un error al asumir que estaba demasiado ocupado. 'Si estoy
ocupado es asunto mio, no tuyo. Si digo que te enseñare, debes recordarmelo, ayudarme
pidiéndolo otra vez. Eso muestra que quieres aprender'.
Acepte mansamente que estaba en un error y pregunte cuando empezaría- mos las
'lecciones'. Esto ocurrió un lunes en la mañana; me dijo que lo buscara en su cuarto a las
10 de la mañana siguiente, martes. Al dia siguiente me puse a escuchar trás la puerta
para asegurarme de que se había levantado, toque y entre a la habitación. Estaba de pié a
la mitad del cuarto, perfectamente vestido. Me vió, como asombrado. '? Quieres algo ?'
me preguntó, sin rudeza. Le explique que estaba ahí para mi lección. Me vió, como lo
había hecho en otras ocasiones, como si jamas me hubiera visto. '? Se suponía que
vinieras esta mañana ?' preguntó, como si lo hubiera olvidado por completo. 'Si',
respondí, 'a las diez de la mañana'.
Volteo a ver el reloj que tenía junto a la cama. Marcaba las diez con dos minutos y yo
ya tenía un minuto ahí.Volteo a verme como si mi explicación lo hubiera aliviado
mucho.: 'Recordaba que tenía algo esta mañana a las diez, pero olvide que. ? Porque no
estuviste aqui a las diez ?'
Vi mi propio reloj y le dije que había llegado a las diez en punto.
Sacudio la cabeza. 'Llegaste diez segundos tarde. Un hombre puede morir en diez
segundos. Yo vivo por mi reloj, no por el tuyo. Si quieres aprender de mi, debes estar
aqui cuando mi reloj marque las diez en punto. Hoy no hay lección'.
No discuti con el, pero logre reunir el coraje suficiente para preguntarle si eso
significaba que nunca me daría 'lecciones'. Me despidió con la mano. 'Claro que habra
lecciones. Ven el proximo martes a las diez en punto. Si es necesario llega más
temprano y espera; es una forma de no llegar tarde', y agrego con cierta malicia, 'a
menos que estes muy ocupado como para esperar a tu maestro.'
El siguiente martes llegué a las nueve y cuarto. Salio de la habita- ción en el momento
en que iba yo a tocar, unos cuantos minutos antes de las diez; sonrió y me dijo que se
alegraba por mi puntualidad. Luego me pregunto cuanto tiempo había estado afuera. Le
dije y él sacudio la cabeza, irritado. Me dijo: 'la semana pasada te dije que si no estabas
ocupado podías venir temprano y esperar. No te dije que desperdiciaras casi una hora.
Ahora vamonos'. Me dijo que trajera un termo con café de la cocina y lo alcanzara en su
automóvil.
23

Recorrimos una corta distancia por un camino estrecho, casi sin trafico y se detuvo.
Descendimos y me dijo que me llevara el cafe; él se sento en un árbol caido, cerca del
borde del camino. Se había detenido a unos noventa metros de un grupo de trabajadores
que construian un desague de piedra al lado del camino. Su trabajo consistía en acarrear
piedras de uno de dos montones que estaban a un lado, llevandolas a la sección
incompleta del desague, en donde otros las colocaban en el lodo. Los observamos en
silencio, mientras Gurdjiéff fumaba y tomaba cafe. Despues de mucho tiempo, por lo
menos media hora, pregunte por fin a que hora sería la lección.
Me vió con una sonrisa tolerante. 'La lección empieza a las diez en punto', dijo. '? Que
ves ? ? notas algo ?'
Le dije que había estado observando a los hombres y que lo único extraño que había
notado era que uno de ellos traia las piedras del monton más lejano.
'? Porque crees que hace eso ?'
Dije que no sabia, pero que parecía que se estaba haciendo el trabajo mas difícil ya que
tenía que acarrear pesadas piedras desde más lejos. Sería tan fácil tomarlas del monton
cercano.
Gurdjiéff dijo, 'es verdad, pero siempre hay que ver todos los lados antes de hacer un
juicio. Este hombre tiene también un breve pero agradable paseo, en la sombra que hay
a lo largo del camino, cada vez que regresa por más. Ademas, no es estupido, en un día
no acarrea tantas piedras. Siempre hay una razón lógica en porque las personas hacen
las cosas de cierta manera; es necesario encontrar todas las razones posi- bles, antes de
juzgar a la gente'.
El lenguaje de Gurdjiéff, aunque no usaba el tiempo correcto de los verbos, era siempre
preciso y claro sin dejar lugar a dudas. No decía una palabra de mas y siento que eso se
debía en parte a su con- centración, con lo que me forzaba a observar lo que ocurría
alrededor mio, con toda la concentración que me era posible. El resto de la hora
transcurrió rapidamente y regresamos al prieuré; él a sus escritos y yo a mi limpieza.
debía regresar el siguiente martes para la proxima lección. No estuve pensando en lo
que aprendi o no; empezaba a comprender que 'aprender' en el sentido de Gurdjiéff, no
dependía de resultados obvios o repentinos y que no se podía esperar que hubiera
borbotones de conocimiento o comprensión. Empece a tener la sensación de que
repartia su conocimiento mientras vivía, indiferente a si se acep- taba o no, o si se usaba
o no.
La siguiente lección fué totalmente diferente a la primera. Se recosto en su cama y me
dijo que limpiara el resto de la habitación. Me estuvo viendo todo el tiempo, sin hacer
comentarios, hasta que encendi la chimenea; era una mañana lluviosa y humeda y el
cuarto estaba frio, por lo que despues de prenderla empezo a echar mucho humo.
Agregué leña seca y estuve soplando afanoso a las brasas, pero con poco exito. No
siguio observando mis esfuerzos por mucho rato. Repentinamente se paro, tomo una
botella de cognac, me empujo a un lado y vacio un chorro de cognac en la pequeña
flama; se hizo una gran llamarada y luego se estabilizo. Sin hacer comentarios se fué al
vestidor y se arreglo, mientras que yo hacia la cama. Fué hasta que estaba listo para salir
del cuarto cuando me dijo en forma casual: 'Si quieres un resultado necesa- rio de
inmediato, debes usar cualquier medio'. Luego sonrió. 'Cuando no estoy aqui, tienes
tiempo; no es necesario usar fino Armagnac añejo'.
24

Y ese fué el final de la lección. Me llevo el resto de la mañana limpiar el vestidor, al que
había demolido silenciosamente en unos cuantos minutos.
25

CAPÍTULO 8

Como parte de la 'reorganización completa' de la escuela. el Sr. Gurdjiéff nos dijo que
iba a nombrar un 'director' que supervisara a los estudiantes y sus actividades. Nos hizo
ver claramente que ese director debería reportarle regularmente y que asi él seguiría
perfectamente informado de todo lo que ocurría en el prieuré. Sin embargo, su tiempo
sería dedicado casi totalmente a sus escritos y pasaría mucho más tiempo en Paris.
El director resulto ser una tal Sra. Madison, una dama inglesa solterona (como la
llamaban los niños), quien hasta entonces había estado a cargo de los jardines de flores.
Para la mayoría de los niños siempre había sido una figura un tanto comica. Era alta, de
edad indefi- nida, con una forma huesuda y angulosa rematada por algo parecido a un
nido sucio de pelo rojizo entrecano. Hasta ese dia, se dedicaba a acechar entre los
jardines de flores cargando una palita; se adornaba con listones de rafia amarrados al
cinturon que fluian como ondas desde su cintura, al caminar. Asumio la dirección con
celo y entusiasmo.
Aunque el Sr. Gurdjiéff nos había pedido responder a la Sra. Madison en todo 'como si
se tratara de mi mismo', yo me preguntaba si merecería tal respeto; también sospechaba
que no estaría tan bién informado como cuando él mismo supervisaba el trabajo. De
cualquier manera, la Sra. Madison paso a ser una figura muy importante en nuestras
vidas. Empezo por imponer una serie de reglas y reglamentos (con frecuencia me
pregun- taba si no vendría de una familia de la Armada Inglesa), que eran,
ostensiblemente, para simplificar el trabajo y, en general, para intro- ducir
procedimientos eficientes, en lo que llamaba el funcionamiento azaroso de la escuela.
Como el Sr. Gurdjiéff estaba fuera casi la mitad de la semana, la Sra. Madison sintió
que yo no tenía suficiente que hacer con solo el cuidado del gallinero y la limpieza de
las habitaciones. Se me asigno el cuidado de nuestro único caballo y el burro y algo de
trabajo en los lechos de flores, bajo la supervisión inmediata y personal de la Sra.
Madison. Ademas de esas actividades especificas, estaba sujeto, como los demas, a una
gran cantidad de reglas generales. Nadie podía salir de la propiedad sin el permiso de la
Sra. Madison; nuestras habitaciones debian ser inspeccionadas a intervalos regulares; en
fin, debía seguirse una disciplina general de tipo militar.
Otro cambio que resulto de la 'reorganización' de la escuela, fué que se descontinuaron
las demostraciones nocturnas de movimientos o danzas. Seguían las clases por la tarde,
pero solo duraban una hora y, en raras ocasiones, cuando Gurdjiéff traia visitantes el fin
de semana, se daban demostraciones. Debido a esto teníamos todas las tardes libres y
muchos de nosotros nos ibamos al poblado de Fontainbleue, una caminata de dos millas.
Los niños no teníamos mucho que hacer en el pueblo, excepto ir ocasionalmente al cine
o, a veces, a una feria o carnaval del pueblo. Ese pequeño privilegio, que no estaba
supervisado (de hecho ni se había mencionado), era muy importante para nosotros.
Hasta entonces a nadie le había preocupado lo que hicieramos con nuestro tiempo libre,
en tanto estuvieramos presentes y listos para trabajar en la mañana. Nos rebela- mos
cuando nos vimos confrontados con la orden de que necesitariamos algo asi como
'pases' para poder ir al pueblo y que tendríamos que dar una 'buena razón' para poder
salir de los limites de la escuela. No hubo un acuerdo comun para rebelarse o ignorar
esa regla en particular. Individualmente nadie la obedeció; nunca se pidió un 'pase'.
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No solo no pediamos permiso para salir de la propiedad, sino que ibamos al pueblo
aunque no tuvieramos una razón o ganas de hacerlo. Desde luego no saliamos por la reja
del frente, en donde tenían que enseñarse los pases al que estuviera de portero, sino que
simplemente saltabamos las bardas, al salir y al entrar. No hubo una reacción inmediata
de la Sra. Madison, pero pronto nos enteramos de que, aunque no concebia como pudo
hacerlo, llevaba un registro exacto de las ausen- cias de cada uno. Supimos de la
existencia de ese registro a través del Sr. Gurdjiéff cuando, al regresar al prieuré
despues de una ausencia de varios dias, nos anuncio que la Sra. Madison tenía un'
'pequeño libro negro' en el que registraba todas las 'fechorias' de los estudiantes.
También nos dijo que se reservaba su opinión por el momento, acerca de nuestra
conducta, pero nos recordo que había nombrado a la Sra. Madison como directora y que
se suponía que debiamos obedecerla. Aunque parecía una victoria técnica para la Sra.
Madison, resultaba hueca; nada hizo el para fomentar su disciplina.
Mi primer problema con la Sra. Madison apareció debido a las galli- nas. Una tarde,
cuando acababa de irse Gurdjiéff a Paris y yo limpiaba su cuarto, me entere por otros de
los niños de que mis gallinas, por lo menos varias de ellas, habían encontrado una salida
en el gallinero y que estaban desgarrando alegremente los jardines de flores de la Sra.
Madison. Cuando llegué a la escena de destrucción, la Sra. Madison correteaba gallinas,
furiosamente, por todo el jardín; juntos nos las arreglamos para regresarlas al gallinero.
No se había hecho mucho daño a las flores y, por orden de la Sra. Madison, ayude a
dejar las cosas como estaban. Luego me dijo que era mi culpa que las gallinas
escaparan, debido a que no tenía en orden la cerca; también me prohibio salir del
Instituto por una semana. Agrego que si encontraba una gallina en los jardines, la
mataría con sus propias manos.
Arregle la cerca, pero aparentemente no hice un buen trabajo. Una o dos gallinas
escaparon al día siguiente y regresaron a los jardines de flores. La Sra. Madison cumplio
su promesa y retorcio el pezcueso a la primera gallina que pudo atrapar. Como yo me
había encariñado mucho con las gallinas (tenía una relación personal con cada una y
hasta les había puesto nombre) me vengue de la Sra. Madison destruyendo una de sus
plantas favoritas. Ademas, por pura satisfacción personal, sali de la propiedad y me fuí a
Fointenbleu.
La Sra. Madison me hablo seriamente la siguiente mañana. Dijo que si no podíamos
llegar a un entendimiento juntos tendría que llevar el asunto hasta el Sr. Gurdjiéff; que
sabía que él no toleraría ninguna burla contra su autoridad. También me dijo que, para
entonces, yo encabezaba la lista de infractores en su librito negro. Mi defensa consistió
en decirle que las gallinas eran utiles y el jardín no; que no tenía derecho a matar a mi
gallina. Ella respodió que yo no estaba en posición de juzgar a que tenía o no derecho y
también que el Sr. Gurd- jieff había hecho claro que deberíamos obedecerla.
Como no llegamos a un acuerdo o tregua, el incidente fué llevado a la atención del Sr.
Gurdjiéff a su regreso de Paris, al finalizar la semana. En cuanto llegó fué asaltado, por
decirlo asi, por la Sra. Madison y encerrado en su habitación, por largo rato. Si llegué a
ponerme ansioso durante ese tiempo. Despues de todo, cualquiera que fueran mis
razones, la había desobedecido y no tenía seguridad de que el Sr. Gurdjiéff viera las
cosas a mi manera.
Pidió café ya al atardecer, despues de la cena y cuando se lo lleve me dijo que me
sentara. Luego me preguntó como me estaba llevando con la Sra. Madison y si me caia
27

bién. Como no sabía que le había dicho ella, respondi cautelosamente que me llevaba
bién con ella y que suponía que ella tenía razón, pero que el prieuré era muy diferente
estando ella a cargo.
Me miro seriamente: '? Diferente como ?', preguntó.
respondí que la Sra. Madison imponía demasiadas reglas, que había demasiada
disciplina.
No hizo comentarios a esto, sino que me dijo que la Sra. Madison le había platicado
acerca del pleito en los jardines y de que había matado una gallina y quería conocer mi
versión de la historia. Le dije como me había sentido al respecto y que, en especial,
sentía que la Sra. Madison no tenía derecho a matar a la gallina.
'? Que hiciste con la gallina muerta ?' me preguntó.
Le dije que la había limpiado y la había llevado a la cocina para que la guisaran.
Considero esto, afirmo con la cabeza y dijo que yo debería entender que la gallina no
fué desperdiciada despues de todo y que aunque la gallina estaba muerta había sido util,
pero la flor muerta que yo había arrancado por coraje, no servia a ningún propósito; por
ejemplo, no podía servir de comida. Luego preguntó si había arreglado la cerca. Le dije
que la repare una segunda vez despues del segundo escape de galli- nas y dijo que eso
estaba bién; luego me mando por la Sra, Madison.
fuí por ella, sintiendome alicaido. No podía negar la lógica de lo que me había dicho,
pero aún sentía, con resentimiento, que la Sra. Madison no había tenido toda la razón.
La encontre en su recamara; ella me dedico una mirada de suficiencia y superioridad y
me siguio de regreso a la habitación de Gurdjiéff. Nos dijo que nos sentaramos y luego
le dijo a ella que había platicado conmigo acerca del problema de las gallinas y el jardín
y que estaba seguro, volteo a verme al decir eso, de que no habría mas problemas.
Luego dijo, inesperadamente, que ambos le habíamos fallado. Que mi falla había sido
no ayudarlo mediante mi obediencia a la Sra. Madison, ya que él la había puesto a
cargo, y que ella le había fallado al matar a la gallina, la que, dicho sea de paso, era 'su'
gallina; no solo era su gallina sino que ademas era mi responsabilidad, algo que él había
delegado en mi y que, si bién yo debia mantenerla en el gallinero, ella no tenía derecho
a matarla.
Luego le dijo a la Sra. Madison que se fuera, pero agrego mientras ella salia que ya
había usado mucho tiempo, teniendo tanto que hacer, dedicado a la discusión de este
asunto de las gallinas y el jardín y que una de las funciones del director, era la de
aliviarlo de tales proble- mas sin importancia y que hacen perder mucho tiempo.
La Sra. Madison salio del cuarto, antes me había pedido que me quedara, y me preguntó
si sentía que estaba aprendiendo algo. Yo me sorprendi con la pregunta y no supe como
contestarla; solo dije que no sabia. Fué entonces, creo, la primera vez que mencionó
directamente una de las metas y propósitos basicos del Instituto. Haciendo a un lado mi
insatisfactoria respuesta, me dijo que lo más difícil de lograr, para el futuro, y tal vez lo
más importante, era aprender a vivir con las 'manifestaciones desagradables de los
demas'. Dijo que la historia en si que ambos le habíamos platicado era totalmente
irrelevante. La gallina y la planta no importaban. Lo importante era nuestra conducta;
que si cualquiera de los dos hubiera estado 'conciente' de su conducta y no simplemente
reaccionando uno al otro, el problema se hubiera resuelto sin su intervención. Dijo que,
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en cierto sentido, lo único que había ocurrido es que la Sra. Madison y yo habíamos
cedido a nuestra mutua hostilidad. No explicó mas y yo le dije que estaba confundido.
Me respodió que tal vez lo comprendería más tarde en mi vida. Luego me dijo que
tendría mi lección al día siguiente, aunque no fuera martes y se disculpo por no poder
mantenerlas en forma regular debido a sus otras actividades.
29

CAPÍTULO 9

Al llegar la siguiente mañana para mi lección, Gurdjiéff se veía muy cansado. Me dijo
que había estado trabajando muy duro la mayor parte de la noche; que escribir era un
trabajo muy pesado. aún estaba en cama y ahi se quedo todo el tiempo de la lección.
Empezo por preguntarme acerca del ejercicio que nos había dado a todos, al que hice
referencia antes como 'auto observación'. Me dijo que era muy difícil de hacer y que
quería que yo lo hiciera con mi mayor concentración y lo más constante que me fuera
posible. Me dijo que la principal dificultad con este ejercicio, como con la mayoría de
los que había dado o daría en el futuro, era que para hacerlos correctamente era
necesario no esperar resultados. En este ejercicio en particular, lo importante era verse a
sí mismo, observar la propia conducta automática, mecanica y reactiva, sin hacer
comentarios y sin tratar de cambiarla. 'Si la cambias', dijo, 'entonces nunca veras la
realidad. Solo veras el cambio. Cuando empieces a conocerte, el cambio vendra o
podras hacerlo si quieres, si ese cambio es deseable'.
Continuo diciendo que este trabajo no solo era muy difícil sino que podía ser muy
peligroso para algunas personas. 'Este trabajo no es para todos', dijo. 'Por ejemplo, si
quieres aprender a ser millonario es necesario que te dediques desde la niñez a esa meta
y no te desvies. Si quieres ser sacerdote, filosofo, hombre de negocios o profesor, no
debes venir aqui. Aqui solo se enseña la 'posibilidad' de como convertirse en un hombre
de un tipo tal que no es conocido en la actualidad, especial- mente en el mundo
occidental.
Luego me pidió que me asomara por la ventana y le dijera lo que veía. Le dije que desde
esa ventana solo podía ver un roble. ? Y que ves en el roble ?, preguntó. Bellotas, le
respondí.
'? Cuantas bellotas ?'
Cuando respondí, muy inseguro, que no sabia, me dijo impaciente: 'No exacto, no digo
eso. ! Adivina cuantas hay !'
Dije que suponía que había varios miles de ellas.
Estuvo de acuerdo y luego me preguntó cuantas de ellas se conver- tirían en robles.
Respondí que suponía que solo unas cinco o seis llegarían a ser árboles, tal vez menos.
Asintió con la cabeza. 'Tal vez solo una, tal vez ninguna. Hay que aprender de la
Naturaleza. El hombre también es un organismo. La Natura- leza hace muchas bellotas,
pero la posibilidad de convertirse en árbol solo existe para algunas. Es lo mismo con el
hombre, nacen muchos pero muy pocos crecen. La gente cree que eso es un desperdicio,
cree que la Naturaleza desperdicia. Pero no es asi. El resto se convierte en ferti- lizante,
regresa a la tierra y crea la posibilidad de nuevas bellotas, nuevos hombres; de vez en
cuando más árboles, más hombres reales. La Naturaleza siempre da, pero solo da
posibilidad. Para convertirse en un roble real o un hombre real, se necesita de esfuerzo.
Comprende esto, mi trabajo, este Instituto, no es para fertilizantes. Solo para hombres
reales. Pero hay que comprender también que los fertilizantes son necesarios para la
Naturaleza. La posibilidad para ser un roble real, un hombre real, depende también de
este fertilizante'.
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Despues de un silencio muy prolongado, continuo: 'El occidente, tu mundo, hay la


creencia de que los hombres tienen un alma, dada por Dios. No es asi. Nada da Dios,
solo la Naturaleza da. Y la Naturaleza solo da la posibilidad de un alma, no da un alma.
El alma se adquiere a través de trabajo. Pero, a diferencia de un árbol, el hombre tiene
muchas posibilidades. Como existe el hombre ahora, tiene también la posibilidad de
crecer por accidente, de crecer incorrectamente. El hombre puede llegar a ser muchas
cosas, no solo fertilizante no solo hombre real: puede llegar a ser lo que ustedes llaman
'bueno' o 'malo', cosas que no son propias para el hombre. El hombre real no es bueno ni
malo; el hombre real es solo consciente, solo desea adquirir un alma para un desarrollo
adecuado.'
Lo había escuchado, tenso y concentrado y mi único sentimiento, tenía doce años
entonces, era un de confusión e incomprensión. Sentía con cuerpo y emoción la
importancia de lo que estaba diciendo, pero no lo comprendía. Como si se se diera
cuenta de ello (que lo hacia, con seguridad), me dijo: "'Piensa en lo bueno y lo malo
como en la mano derecha y la izquierda. El hombre siempre tiene dos manos, dos lados
de si mismo, el bueno y el malo. Uno puede destruir al otro El hombre debe tener la
meta de hacer que ambas manos trabajen juntas, debe adquirir una tercera cosa: la cosa
que hace la paz entre las manos, entre los impulsos de bién y de mal. El hombre que es
todo 'bueno' o todo 'malo', no es un hombre completo, es unilateral. La tercera cosa es la
concien- cia moral; la posibilidad de adquirir la conciencia moral ya existe en el hombre
al nacer; esa posibilidad es dada, gratis, por la Naturaleza. Pero solo es una posibilidad.
La verdadera conciencia solo puede ser adquirida por medio de trabajo, aprendiendo
primero a comprenderse a si mismo. Incluso tu religion, la religion occidental, tiene la
frase 'Conocete a ti mismo'. Esta frase es la más importante en todas las religiones.
Cuando se empieza a conocer a sí mismo se empieza a tener la posibilidad de
convertirse en un hombre genuino. Asi que lo primero que hay aprender es a conocerse
a sí mismo mediante este ejercicio de auto observación. Si no haces esto, entonces seras
como una bellota que no llega a ser árbol, seras fertilizante. Fertilizante que regresa a la
tierra y se convierte en posibilidad para un nuevo hombre.
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CAPÍTULO 10

Como en un proceso de asentamiento, la dirección de la Sra. Madison vino


automaticamente a convertirse en algo que podíamos tolerar sin mayores dificultades.
Había demasiado trabajo ordinario que hacer para mantener la escuela, como para que
alguien se preocupara mucho por las reglas y reglamentos o por la forma en que se
realizaba el trabajo. Ademas había demasiada gente ahí y la configuración física era
demasiado grande como para que la Sra. Madison (que no dejaba su interminable
trabajo de jar- dinería) pudiera observar constantemente a cada uno de nosotros. Hubo
solo otro incidente en el que la Sra. Madison y yo entramos en conflicto ese verano;
suficientemente grande como para que se llevara a la atención del Sr. Gurdjiéff. Fué el
incidente del jardín japones.
Tiempo atrás, mucho antes de que yo fuera al prieuré, uno de los proyectos del Sr.
Gurdjiéff había sido la construcción de lo que él llamaba un 'jardín japones'. Se había
creado una isla entre los árboles, usando agua de la zanja que recorría toda la propiedad.
Se construyo en la isla un pequeño pabellon de seis u ocho paredes, con apariencia
oriental y un puente de arco, típicamente japones, que llevaba a la isla. La apariencia era
típicamente oriental y era un sitio agradable en donde retirarse los domingos, cuando no
estabamos trabajando en alguna de nuestras tareas usuales. La tarde de un domingo fuí
con un estudiante adulto, un americano; había llegado recientemente al prieuré y, si
recuerdo correctamente, la razón por la que fuimos es que yo era su guía para que
conociera las instalaciones de la escuela. Era una práctica usual, entonces, que los niños
caminaran por todos los setenta y cinco acres de terreno, acompañando a los recien
llegados, mostrandoles las hortalizas, el baño turco, la ubicación de los proyectos, etc.
Mi compañero y yo nos detuvimos a descansar en el jardín japones y el, como
burlándose del jardín, me dijo que aunque fuera 'japones' en intención, quedaba
totalmente arruinado por la presencia, justo frente a la puerta del pabellon, de dos bustos
de yeso, uno de Venus y otro de Apolo. Mi reacción fué inmediata e iracunda. También,
de una curiosa manera, sentí que la critica de los bustos era una critica personal al buen
gusto del Sr. Gurdjiéff. Con una mezcla de razones y considerable atrevimiento, le dije
que resolvería la situación y, rapidamente, lance los dos bustos al agua. Recuerdo que
senti, oscuramente, que al hacer eso estaba defendiendo el honor y buen gusto de
Gurdjiéff.
La Sra. Madison se entero de esto, por los medios de información que nunca pude
determinar. Me dijo, horrorizada, que esa destrucción voluntaria de los bustos no podía
pasar desapercibida y que se informaría al Sr. Gurd- jieff, en cuanto llegara de Paris.
Su regreso de Paris fué un fin de semana, venía acompañado por varios invitados, en su
automóvil y llegaron varios más en sus carros o en tren. Todos los estudiantes se
reunieron, despues de la cena, en el salon principal del Chateau, lo que era costumbre
cuando regresaba de sus viajes. En presencia de todos (parecía una reunion de
accionistas), recibió un reporte formal de la Sra. Madison que cubría los eventos
generales ocurridos en su ausencia. Despues de ese reporte, la Sra. Madison presentaba
un resumen de los problemas que se habían presentado y que ella consideraba requerían
de la atención de Gurdjiéff. En esa ocasión se sento a su lado, con el librito negro
abierto con firmeza sobre su regazo y le hablo seriamente, por un rato, con voz
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inaudible para nosotros. Cuando terminó, él le hizo seña de que se fuera a una silla y
pidió que se acercara aquel que había destruido las estatuas en el jardín japones.
Avergonzado por la presencia de todos los estudiantes, asi como de un buen número de
visitantes distinguidos, camine hacia el, con el corazón hundido, furioso conmigo
mismo por mi acto de abandono. En ese momento no podía pensar en una justificación
para lo que había hecho.
Gurdjiéff me preguntó, desde luego, porque había cometido ese crimen y que si me daba
cuenta de que la destrucción de propiedad es, de hecho, criminal. Dije que me daba
cuenta de que no debía haberlo hecho, pero que lo hice porque las estatuas pertenecían
al periodo y civilización incorrectos, historicamente y que, para empezar, nunca
debieron estar ahí.No involucre al americano en mi explicación.
Gurdjiéff me informo, con considerable sarcasmo, que, aunque mi conocimiento de la
historia podría ser impresionante, yo había destruido 'estatuas' que le pertenecían; que
el, personalmente había sido respon- sable de que se colocaran ahi; que, de hecho, le
gustaban las estatuas griegas en los jardines japoneses; en cualquier caso, le gustaban en
ese jardín japones en particular. Dijo que, en vista de lo que había hecho, tendría que ser
castigado y que el castigo sería no recibir mi 'dinero de chocolate' (asi llamaba al dinero
que recibían los niños para sus gastos), hasta que se reemplazaran las estatuas. Dió
instrucciónes a la Sra. Madison de que investigara el precio de reemplazos equivalentes
y de que tomara de mi dinero, por el tiempo que fuera necesario.
Basicamente debido a mi situación familiar, Jane y Margaret no disponían de mucho
dinero entonces (y menos para nosotros), yo no tenía del llamado 'dinero de chocolate';
al menos no regularmente. El único dinero que tuve para gastos fué algun envio
ocasional que hizo mi madre desde America, para navidad o mi cumpleaños o sin razón
aparente. En ese momento en particular yo no tenía dinero. Ademas, estaba seguro de
que las estatuas serían espantosamente caras. Pude preveer un eternidad en la que estaría
dando el dinero que pudiera recibir, para bién de pagar mi irreflexivo acto. Era un
prospecto horrible, especialmente porque mi cumpleaños había sido solo unos meses
atrás y la navidad estaba a muchos meses a futuro.
Mi deprimente futuro sin dinero llegó abruptamente a su fin cuando recibí,
inesperadamente, un cheque de mi madre por veinticinco dolares. Antes de llevar el
cheque a la Sra. Madison, ella me había comentado que las 'estatuas' eran comunes,
vaciados de yeso y que solo costarían unos diez dolares. Me resultaba difícil
deshacerme aún de esa cantidad. Los veinticinco dolares me hubieran durado por lo
menos hasta navidad.
En la siguiente asamblea, la Sra. Madison informo al Sr. Gurdjiéff de que yo había dado
el dinero para las nuevas 'estatuas' (el se negaba incluso a entender la palabra 'busto') y
le preguntó si debería reemplazarlas.
Gurdjiéff penso en ello por un rato y, finalmente, dijo 'No'. Me llamo a su lado, me
regreso el dinero y dijo que podía conservarlo, con la condición de que lo compartiera
con todos los demas niños. Dijo también que, aunque había sido un error destruir su
propiedad, quería que yo supiera que había pensado en toda la situación y que yo había
tenido razón acerca de lo impropio de colocar en ese sitio, esas estatuas en particular.
Sugirió que, aunque no lo hiciera por el momento, podría haberlas reemplazado con el
tipo apropiado de estatuas. Nunca más se mencionó el incidente.
33

CAPÍTULO 11

Hacia el final del verano, me entere de que el Sr. Gurdjiéff estaba haciendo planes de ir
a America en una prolongada visita, probablemente todo el invierno de 1925-1926. La
cuestion de que pasaría con Tom y conmigo vino automaticamente a mi mente, pero se
resolvio pronto: para mi gran alivio, Jane nos dijo que había decidido que regresaría a
Nueva York, pero que Tom y yo nos quedaríamos ese invierno en el prieuré. Nos llevo a
Paris un fin de semana y nos presento a Gertrudis Stein y a Alicia B. Toklas; de alguna
manera Jane persuadio a Alicia y Gertrudis de que, por asi decirlo, nos echaran un ojo
en su ausencia.
En nuestros ocasionales viajes a Paris habíamos conocido a muchas personas
distinguidas y controvertidas: James Joyce, Ernest Hemingway, Constantin Brancusi,
Jacques Lipschitz, Tristan Tzara y otros, la mayoría de los cuales habían colaborado en
una epoca u otra con la revista 'Little Review'. Man Ray nos tomo fotografias; Paul
Tchelitchev, despues de dos o tres dias consecutivos de trabajar en mi retrato al pastel,
me saco de su estudio, diciendo que era 'impintable'. 'Te ves como todos', dijo, 'y tu
rostro nunca esta quieto'.
Estaba yo demasiado joven, o demasiado encerrado en mi, como para tener conciencia
plena del privilegio, si esa es la palabra, de conocer o reunirme con esas personas. En
general, no producian una gran impresión en mi; no entendía su conversación y sabía de
su importancia, solo porque me habían dicho que eran importantes.
De todos ellos, Hemingway y Gertrudis Stein se destacaron como impresionantes para
mí. En nuestro primer encuentro con Hemingway, antes de que publicaran su "Adios a
las Armas", nos impresiono con sus historias de corridas de toros en España;
exhuberantemente se quito la camiseta para mostrarnos las 'heridas en batalla' y luego se
dejo caer en manos y rodillas, aún desnudo hasta la cintura, para jugar con su hijo, que
era entonces un bebe, fingiendo que era un toro.
Pero fué Gertrudis Stein la que me causo el mayor impacto. Jane me había dado algo
suyo a leer (no se que era) y yo lo había encontrado totalmente sin sentido; por esa
razón estaba ligeramente alarmado ante la perspectiva de conocerla. Pero me gusto de
inmediato. parecía sin complicaciones, directa y enormemente amistosa. Tenía también
una cualidad de no 'decir tonterías' que me atraia como niño; nos dijo que la visitaramos
cada tercer jueves durante el proximo invierno y que nuestra primera visita sería el día
de Acción de Gracias. Aunque estaba preocupado por la partida de Gurdjiéff, ya que
sentía que el prieuré no podría ser el mismo sin su presencia, el gusto inmediato que me
dió conocer a Gertrudis y el conocimiento de que la vería regularmente, era un consuelo
considerable.
Gurdjiéff solo me hablo directamente de su proximo viaje, en una ocasión. Me dijo que
dejaría a la Sra. Madison en total cargo y que sería necesario para mí (y para todos los
demas) trabajar con ella. La Sra. Madison ya no me preocupaba ni asustaba, me estaba
acostumbrando a ella, por lo que le asegure que haría lo mejor posible. Luego me dijo
que era importante aprender a llevarse bién con la gente. Importante solo en un sentido;
aprender a vivir con todo tipo de personas y en todo tipo de situaciones; vivir con ellos,
en el sentido de no reaccionar a ellos constantemente.
34

Antes de su partida, convoco una reunion con algunos estudiantes y la Sra. Madison.
Solo aquellos, americanos la mayoría, que se quedarían en el Prieure en su ausencia
(ademas de su familia y discípulos viejos que lo habían seguido por muchos años y que,
aparentemente, no estaban sujetos a la autoridad de la Sra. Madison. Tenía la impresión
de que los familiares cercanos de Gurdjiéff, su hermano, su cuñada y sus sobrinos, no
eran tanto 'seguidores' o 'estudiantes' como, simplemente, la 'familia' que sostenía.
En esta reunion o asamblea, la Sra. Madison nos sirvio te a todos. Me parece ahora que
lo hizo por su iniciativa y, también, que estaba haciendo un intento por 'empezar con el
pié derecho', con aquellos estudiantes que estarían bajo su cargo, el proximo invierno.
Todos escuchabamos mientras ella y el Sr. Gurdjiéff discutían varios aspectos del
funcionamiento del Instituto, basicamente problemas prácticos, asignación de trabajos y
cosas asi; pero el recuerdo sobresaliente de esa reunion, fué el acto de la Sra. Madison
de servir el te. En lugar de sentarse en un sitio para vaciarlo y pasarnoslo, vaciaba cada
taza, de pié,y se la llevaba a cada quien. Para su desgracia, tenía un hábito físico (era
suficientemente delicado, en realidad, como para parecer un cierto tipo de
refinamiento), cada vez que se inclinaba ventoseaba suavemente y tenía que hacerlo
cada vez que daba la taza de te a una persona. Inevitablemente se oiría un muy leve y
corto estampido por el que, inmediatamente diría 'Disculpeme' y se erguiría.
Todos estabamos divertidos y apenados por esto, pero nadie se diver- tia más que
Gurdjiéff. La observaba atentamente, con el leve inicio de una sonrisa en su rostro.
Resultaba imposible no verlo mientras que 'escuchabamos' a la Sra. Madison. Empezo a
hablar, como si ya no pudiera controlarse más. Dijo que la Sra. Madison era una persona
muy especial, con muchas cualidades que podrían no ser aparentes de inmediato al
observador casual (podía hablar un inglés muy verboso y fluido cuando quería). Como
un ejemplo de una de sus cualidades, citó el hecho de que ella tenía una forma
particularmente excepcional de servir el te. Que solo la Sra. Madison servia el te con el
acompañamiento de un agudo y breve estampido, como el de una pistola de juguete.
'Pero tan delicado y refinado', dijo, 'que es necesario estar alerta y altamente perceptivo
para poder percibirlo'. Continuo para hacer la observación de que deberíamos notar su
extrema cortesia: el hecho de que, sin fallar, se disculpaba despues de cada estampido.
Luego comparo esta 'gracia' suya con otras gracias sociales, declarando que esta era no
solo inusual sino, para él, aún con su amplia experiencia, completamente nueva.
Es imposible dejar de admirar la compostura de la Sra. Madison durante ese comentario
prolongado y despiadado sobre su infortunado hábito. Aunque evidentemente se
'pedorreaba', ninguno de nosotros pudimos usar esa palabra tan gruesa, ni en
pensamiento. Conforme Gurdjiéff hablaba de eso, el hábito se hizo prácticamente
'simpatico' para nosotros, haciendonos sentir tiernos y llenos de simpatia hacia la Sra.
Madison. El 'resultado final' fué que, mientras alguien hacia juegos de palabras sin
misericordia, todos sentimos espontaneamente un afecto genuino por la Sra. Madison,
afecto que nadie había sentido antes por ella. Muchas veces me he preguntado si
Gurdjiéff estaba o no aprovechando una pequeña debilidad en la 'armadura'
aparentemente impenetrable de la Sra. Madison con el propósito preciso de bajarla del
nivel de un estricto 'director' a una concepción más humana en las mentes de los que
estabamos presentes. De ahí en adelante resultaba claramente imposible tomar a la Sra.
Madison demasiado en serio; pero era igualmente imposible molestarse mucho con ella;
de ahí en adelante, parecía demasiado humana y demasiado falible. Por mi parte, cada
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vez que he escuchado un delicado 'pedo' en mi vida, siempre ha estado acompañado, en


mi mente, de un recuerdo muy tierno de la Sra. Madison.
No voy a decir ahora que el ventorreo de la Sra. Madison me enseño a llegar a amarla;
pero, ciertamente, estuvo cerca de hacerlo. Hubo tiempo en que podíamos trabajar
juntos sin problemas o rivalidad y atribuyo todos esos periodos a su hábito, o por lo
menos al recuerdo. Me resultaba y me resulta imposible despreciar totalmente, por
ninguna razón, a una figura comica.
había un aspecto patetico en ese 'pedorreo' y, como el hábito es relativamente universal,
nos reíamos también de nosotros, inevitable- mente, cuando haciamos bromas con ella,
a sus espaldas. aún la frase, ya que siempre estabamos haciendo cosas 'a sus espaldas',
tenía connotaciones hilarantes inmediatas. De hecho, nada podía ser más apropiado para
ella. aún sus 'estampidos', o la mención de ellos, era suficiente para ponernos a reir a
carcajadas. Y como niños haciamos, desde luego, elaboradas e inmisericordes bromas,
acerca de la posibilidad de que las paredes de su cuarto pudieran derrumbarse debido al
constante bombardeo.
Por su parte, la Sra. Madison siguio dirigiendo las actividades de la escuela, activa,
severa y dedicada y con agudos estampidos ocasionales, como acentos, acompañados
siempre por una blanda disculpa.
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CAPÍTULO 12

Sin Gurdjiéff, el prieuré era un lugar diferente; pero su ausencia no era la unica causa.
El invierno en si, hacia que cambiara el ritmo y las rutinas. Nos ajustamos a lo que, en
comparación con la gran actividad del verano, parecía un tipo de hibernación. No había
trabajo, o había muy poco en los 'proyectos' exteriores y la mayoría de nuestras tareas se
reducian a cosas tales como ocupar nuestro turno en la cocina (con más frecuencia
porque había menos gente), turno en la portería, cortar leña y llevarla a nuestros cuartos,
limpieza de la casa y, en mi caso, finalmente, recibir algunas clases, en el sentido usual
de la palabra. Uno de los estudianes que permaneció durante el invierno, era un
americano que se había graduado recientemente de preparatoria. Casi todas las noches, a
veces por horas seguidas, estudiaba el idioma inglés y matematicas, con el. Leía voraz-
mente, como si me estuviera muriendo de hambre por ese tipo de aprendizaje y lei todas
las obras Shakespeare, asi como los libros de Oxford de Versos Ingleses y Baladas
Inglesas. Por mi cuenta lei a Dumas, Balzac y a otros muchos escritores franceses.
Sin embargo, las experiencias sobresalientes del invierno, se debie- ron a Gertrudis
Stein y, en menor grado a Alicia Toklas.
Nuestra primera visita a ver a Gertrudis, en Paris, fué memorable. Aunque estabamos
contentos en el prieuré, no había duda de que Tom y yo extrañabamos cosas escen-
cialmente americanas. Esa primera visita fué el día de Acción de Gracias, una festividad
que, desde luego, nada significaba para los franceses o para los estudiantes del prieuré.
Llegamos al departamento de Gertrudis en la calle de Fleurus, como a las diez de la
mañana. Sonamos el timbre, pero no hubo respuesta. Al parecer Alicia había salido y
Gertrudis, nos enteramos pronto, estaba en el baño, en el segundo piso. Cuando timbre
por segunda vez, la cabeza de Gertrudis apareció arriba de mi y me lanzo un llavero
desde la ventana. Debiamos entrar y esperar en la sala, hasta que terminara de bañarse.
Como esto ocurrió siempre, cada vez que ibamos a Paris, era obvio que Gertrudis
tomaba un baño precisamente a esa hora, por lo menos cada tercer jueves.
Gran parte del día transcurrió en una larga platica, mucho muy agradable, con Gertrudis.
Despues me di cuenta de que en realidad era un interrogatorio. Nos preguntaba acerca
de toda nuestra vida, nuestra historia familiar, nuestra relación con Jane y Gurdjiéff.
Nosotros respondíamos con todo detalle y Gertrudis, paciente y sin hacer comentarios
no interrumpia, excepto para hacer otra pregunta. Hablamos hasta muy tarde, cuando
apareció Alicia para anunciar la cena (para entonces ya había olvidado que era día de
Acción de Gracias) y Gertrudis nos puso a trabajar, arreglando la mesa.
Nunca he tenido otra cena de Acción de Gracias como esa, en mi vida. Supongo que
contribuyo el hecho de que era completamente inesperada, pero la cantidad y la calidad
de la comida la convirtió en un espectáculo. Me sentí muy conmovido cuando me entere
de que la mayoría de los productos tradicionales americanos (papas, pastel de calabaza,
malvaviscos, arandanos), desconocidos en Paris, habían sido ordenados de America
especialmente para esta cena y para nosotros.
En su forma usual, directa y positiva, Gertrudis dijo que los niños americanos
necesitaban tener un día de Gracias americano. También expreso algunas dudas, muy
positivas, acerca de la forma en que estabamos viviendo. Dudaba de Jane y de Gurdjiéff
como 'padres adoptivos' o 'guardianes' de algun niño y dijo, firmemente, que cooperaría
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con nuestra educación, empezando con nuestra siguiente visita. Dijo que vivir con
'místicos' y 'artistas' podría estar bién, pero que era una tontería desde el punto de vista
de una dieta estable por dos pequeños niños americanos. Dijo que trazaría un plan para
nuestras futuras visitas que tuviera más sentido, por lo menos a su modo de ver.
Dejamos Paris, tarde en la noche, para regresar a Fontainbleue. aún puedo recordar el
calor y la alegria que sentí en la experiencia de ese día y, particularmente, mis fuertes
sentimientos de afecto por ambas, Gertrudis y Alicia.
El plan que Gertrudis nos explicó en la siguiente visita resulto excitante. Me dijo que ya
estaba trabajando suficiente en cuanto a estudios y lecturas y que, aunque podríamos
obtener algunas recompensas por conocer intelectuales y artistas, sentía firmemente que
teníamos una oportunidad que no deberíamos desaprovechar: conocer intimamente la
ciudad de Paris. Aclaro que pensaba que eso era importante por varias razones. Entre
ellas, que explorar y conocer una ciudad era una actividad comprensible para niños de
nuestra edad y algo que nos dejaría huella para siempre; también, que eso se había
desaprovechado en forma vergonzosa. Sentía que ya tendríamos tiempo en el futuro, por
lo menos cuando estuvieramos más grandes, para involucrarnos en metas más
nebulosas, como las artes.
Iniciamos una serie de expediciones que continuaron por todo el invierno, excepto los
pocos dias en los que el clima lo impidio. Nos apilabamos en el Ford modelo T,
Gertrudis al volante, Alicia y Tom apretados en el asiento delantero y yo en la caja de
herramienta que estaba sobre el estribo izquierdo del carro. Mi trabajo en esas
expediciones era tocar la corneta, cuando Gertrudis me lo indicaba. Esto requería de
toda mi atención porque ella manejaba su pequeño y viejo vehículo con majestuosidad,
acercándose a los cruces y esquinas sin reducir la velocidad y con repetidos anuncios
con la corneta (hechos por mi).
Recorrimos Paris poco a poco. Primero vinieron los monumentos: Nuestra Señora, El
Sagrado Corazón, los Invalidos, la Torre Eifeel, el Arco del Triunfo, el museo de
Louvre (solo por fuera, en opinión de Gertrudis ya habíamos visto muchos cuadros), la
Consergería y la Capilla Santa.
Cuando visitabamos un monumento o edificio que tenía que ser escalado (o que se
podía hacerlo), Gertrudis me daba, invariablemente una bufanda de seda roja. Se me
pedia subir (en el caso de la torre Eiffel se me dejo hacerlo por el elevador) y al llegar a
lo alto debía ondear la bufanda roja. No era cuestion de desconfianza. Dijo que, sin
lugar a dudas, los niños son perezosos. Podría probar a conciencia que realmente había
escalado el monumento, si veía ondear la bufanda al estar arriba. Durante esas
escaladas, ella y Alicia permanecían sentadas en el Ford, en algun lugar visible, debajo
de nosotros.
De los edificios, pasamos a graduarnos en parques, explanadas, bulevares, calles
importantes y, en ocasiones especiales, en excursiones más largas a Versalles y Chanti-
lly; cualquier lugar que se ajustara a un viaje de un dia. El climax de nuestros dias era
siempre una comida fabulosa que preparaba Alicia. Generalmente se las arreglaba para
tener algo antes de nuestra llegada, pero a veces se dedicaba tanto a su arte culinario que
no podía acompañarnos. A su modo, Alicia nos estaba dando una educación
gastronomica.
He conservado de esas excursiones un sentimiento por y un sabor de Paris que nunca
hubiera experimentado de otra manera. Gertrudis nos daría una conferencia acerca de
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cada lugar que visitabamos, destacando lo más importante de su historia, reviviendo a


las persons famosas que los mandaron construir o que viveron ahí.Sus conferencias
nunca resultaban largas o aburridas; tenía un talento particular para recrear el senti-
miento de un lugar, cuando hablaba (podía hacer que los edificios cobraran vida). Me
enseño a buscar datos historicos al paso de mi vida y me urgio a explorar Fontainbleue
en mis dias libres en el prieuré. Me conto mucho de su historia antes de que regresara y,
sensatamente, me dijo que no tenía objeto que me llevara ahí,ya que estaba en nuestro
patio trasero.
Nunca he olvidado ese invierno. Las largas tardes de lectura y estudio en el calor de
nuestras habitaciones, la vida mas o menos casual en la cotidianidad en el prieuré, la
espera continua por otro viaje a Paris a visitar a Gertrudis y Alicia. La unica sombra, la
nota discordante en ese invierno, era el recordatorio ocasional, hecho por la Sra.
Madison, de que, de alguna manera, yo estaba eludiendo algunos de mis deberes. Me
advirtió que otra vez estaba yo a la cabeza de la lista del libro negro que ella mantenía
implacablemente; pero yo me despreocupaba de sus advertencias. Gracias a Gertrudis,
principalmente, y gracias a mis lecturas, yo vivía en el pasado, caminando con la
historia, con reyes y reinas.
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CAPÍTULO 13

Ademas del grupo de niños, los parientes del Sr. Gurdjiéff y algunos adultos
americanos, las unicas personas que no fueron a America con él eran las personas de
mas edad, la mayoría rusos, que parecían no encajar en la categoría de estudiantes. Yo
no sabía porque estaban ahí,solo podía pensar que eran 'parásitos' o 'seguidores de
campamento'. Era difícil,si no imposible, imaginar que estuvieran interesados en algun
sentido por la filosofía de Gurdjiéff. Constituian, junto con la familia de Gurdjiéff, el
grupo que llamabamos, simplemente, 'los rusos'. parecían representar a la Rusia que
dejo de existir. Tengo entendido que la mayoría de ellos escaparon de Rusia con
Gurdjiéff (eran 'Blancos') y eran como un remanente aislado de una civilización
anterior. Trabajaban, sin propósito aparente, en cualquier tarea que se les asignara,
justificando asi su existencia y recibiéndo a cambio comida y casa.
aún durante la actividad de los veranos, llevaban su propia existen- cia privada. Leían
periodicos rusos, discutían de politica de ese pais, se reunian a tomar te en las tardes y
noches, viviendo como personas desplazadas, en el pasado, como si estuvieran
inconcientes del presente y el futuro. El único contacto que teníamos con ellos era en las
comidas y en el baño turco y participaban, muy ocasionalmente, en alguno de los
proyectos de trabajo en grupo.
Entre estos 'refugiados' había un hombre notorio, llamado Rach- milevitch, que tenía
unos sesenta años de edad. Se distinguía entre 'los rusos' porque tenía una curiosidad
inagotable por todo lo que ocurría. Era un tipo terco y lúúgubre, lleno de profecías de
desastres, insatisfecho por todo. Se quejaba constantemente, por la comida, las
condiciones en que vivíamos; nunca estaba el agua suficientemente caliente, no había
suficiente combustible, el clima era demasiado frio o demasiado caliente, las personas
no eran amistosas, el mundo estaba llegando a su fin; de hecho, todo, cualquier evento o
condición, era algo que en cualquier momento se convertiría en una calamidad o un
desastre inminente.
Los niños, llenos de energía, al no tener mucho que hacer durante los largos dias
invernales, eligieron a Rachmilevitch como blanco de su vitalidad sobrante. Todos nos
burlabamos de él, imitabamos sus modales y haciamos lo mejor que podíamos por hacer
de su vida un largo, continuo y vivo infierno. Cuando entraba al comedor,
empezabamos a quejarnos por la comida; cuando trataba de leer su periodico ruso,
inventabamos una crisis politica imaginaria. Reteníamos su correspondencia cuando
estabamos a cargo de la portería, escondiamos sus periodicos, robabamos sus cigarros.
Sus interminables quejas irritaban también a los otros 'rusos' y, subversivamente, no
solo no hacian algo para contenernos, sino que, sutilmente y sin mencionar directamente
su nombre, nos aprobaban y hasta nos urgian a actuar.
No satisfechos con acosarlo durante el dia, nos dió por permanecer levantados de noche,
por lo menos hasta que apagaba la luz de su cuarto; nos reuniamos entonces en el
corredor y nos poníamos a platicar acerca de el, en voz alta y fingida, esperando que no
identificara a alguno de nosotros.
Desafortunada y comprensiblemente, no podía ignorar nuestras activi- dades; nunca le
dimos un momento de reposo. Apararecería, a la hora de las comidas, furioso por
nuestras excursiones nocturnas en los pasillos y se quejaría en alta voz de todos noso-
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tros, llamandonos demonios, amenazando con castigarnos, jurando que se pondría a


mano con nosotros.
Viendo que ningún otro adulto, ni siquiera la Sra. Madison, simpati- zaba con el, nos
sentíamos más seguros y nos deleitabamos con sus reacciónes. Tomabamos 'prestados'
sus lentes, para que no pudiera leer; cuando colgaba ropa a secar se la escondiamos,
esperando con gran anticipación y deleite a que apareciera y reaccionara con violencia,
rabia y frustración y le haciamos coro, quejandonos junto con él cuando nos reclamaba.
La tortura de Rachmilevitch llegó a su climax y a su final, cuando decidimos robar su
dentadura postiza. Con frecuencia lo imitabamos cuando estaba comiendo (tenía una
forma de sorber los dientes que producia un chasquido en su boca) y nosotros
imitabamos ese hábito, para diversión de la mayoría de los presentes. Había algo tan
apasionadamente malvado en nuestra conducta, que era difícil para otros no participar
en nuestro espiritu permanentemente exhaltado, alegre y malicioso. Siempre que el
pobre de Rachmilevitch estaba presente en algun grupo, su sola presencia haría, invaria-
blemente, que todos los niños empezaran a reirse en forma irresistible y contagiosa. Su
sola apariencia era suficiente para que empezaramos a reírnos incontrolablemente.
Ya no recuerdo si fuí voluntario o se me escogio para la misión de robo de la dentadura.
Lo que si recuerdo es que fué un proyecto de grupo bién planeado, pero yo debía hacer
el robo. Para hacer esto me escondi en un pasillo, en la noche, cerca de su puerta. Un
grupo de cinco o seis de los otros niños se puso a hacer mucho ruido enfrente de su
cuarto: aullaban, soplaban a través de peines envueltos en papel sanitario, fingian que
eran fantasmas, repitiendo su nombre entre lamentos, prediciendo su muerte inmediata,
etc. Seguimos haciendo eso interminablemente y, como habíamos previsto, no pudo
contenerse y salio disparado de su habitación, en la oscuridad, en su piyama, gritando
con furia, correteando al grupo por el corredor. Ese era mi momento: Corri a su
habitación saque los dientes del vaso en que los dejaba, sobre la mesita de noche y sali
corriendo con ellos.
No habíamos planeado que hacer con ellos; no hubieramos llegado tan lejos como para
pensar conservarlos para siempre y, despues de una larga discusión, decidimos colgarlos
de la instalación de gas que estaba sobre la mesa del comedor.
A la mañana siguiente estabamos todos presentes, naturalmente, esperando
ansiosamente su llegada y retozando por anticipado. No podría haber sido un blanco
mejor para nuestras maquinaciones: como esperabamos, entro al comedor con la cara
hundida por la ausencia de los dientes, la encarnación viviente de la ira y la frustración.
Se lanzo contra nosotros, física y verbalmente, hasta que se hizo un alboroto en el
comedor, mientras nos correteaba alrededor de la mesa, demandando con agudos gritos
le regresaramos su dentadura. Todos nosotros, como si no pudieramos soportar la com-
binación de suspenso y deleite, empezamos a lanzar miradas hacia arriba de la mesa,
hasta que Rachmilevitch se calmo lo suficiente como para voltear hacia arriba y ver su
dentadura colgando de la instalación de gas. Acompañado por nuestras explosiones
triunfantes de risa, se paro sobre la mesa, tomo su dentadura y se la puso. Cuando se
sento otra vez, nos dimos cuenta que, por esta vez, habíamos ido demasiado lejos.
Se las arreglo para desayunar conservando una dignidad fria y silen- ciosa y, aunque
continuamos haciendo bromas, parecía que nuestros motores se iban desacelerando,
nuestro corazón ya no estaba participando en ello. Nos vió con frialdad, con un
sentimiento más alla del odio; su mirada era como la de un animal herido. No dejo las
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cosas hasta ahí.Llevo el asunto hasta la Sra. Madison, quien estuvo interrogandonos
incesamente, hasta que finalmente admiti haber hecho el robo y , aunque todos
recibimos marcas negras en su librito negro, me informo que ahora encabezaba la lista
con un margen enorme. Me retuvo en su cuarto despues de despedir a los demas niños,
para enumerar la lista de cosas que había marcado en contra mia. No mantenía el establo
suficientemente limpio, no barría regularmente el patio, no mantenía las habitaciones de
Gurdjiéff bién sacudidas, el gallinero era un desorden total; era descuidado con mi
cuarto, mi ropa y mi apariencia. Ademas de esto, estaba segura de que yo era el lider en
todas las ofensas que se habían cometido contra el pobre anciano, el Sr. Rachmilevitch.
Como ya había empezado la primavera y era inminente el regreso de America del Sr.
Gurdjiéff, esta vez si preste atención a sus palabras. Limpie bién el gallinero e hice
algunas mejoras en la mayoría de mis tareas, pero seguía viviendo en una especie de
mundo de ensueño y posponía todas las cosas que podía. Cuando nos enteramos de que
Gurdjiéff llegaría en un día particular (se nos dijo en la mañana del día en que llegó),
inspeccione el estado de mis diversas areas de responsabilidad y quede horrorizado. Me
di cuenta de que me resultaría imposible ordenar todo, antes de su llegada. Me
concentre en limpiar cuidadosamente sus cuartos y barri el patio; eran mis proyectos
más 'visibles'. Cuando supe que había llegado, en lugar de suspender el trabajo seguí
barriendo el patio, lleno de culpabilidad, sin acercarme a saludarlo como hicieron todos.
Para mi horror, me mando llamar. fuí a unirme al grupo, con rostro avergonzado,
esperando alguna retribución inmediata a mis pecados, pero él solo me abrazo
calidamente, dijo que me había extrañado y pidió que ayudara a llevar el equipaje a su
habitación y le llevara cafe. Era una tregua temporal, pero a mi me aterraba lo que
estaba por venir.
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CAPÍTULO 14

La tarde del sábado despues del regreso de Gurdjiéff, que había sido entre semana, se
hizo la primera 'asamblea' general en la casa estudio del Prieure. La casa estudio era un
edificio independiente que había sido, originalmente, un hangar. En un extremo había
una plataforma elevada, cubierta con linoleo. Directamente enfrente de la plataforma
había una pequeña fuente hexagonal, equipada con luces que coloreaban el agua. Esa
fuente se usaba solo cuando tocaban musica en el piano que estaba ubicado en la parte
izquierda de la plataforma o escenario.
La parte principal del edificio estaba cubierta por alfombras orien- tales de diferentes
tamaños, rodeadas por una pequeña valla que formaba un gran espacio rectangular.
Había cojines forrados de piel, cubriendo la parte interna de la valla y es ahí donde se
sentaban los estudiantes, generalmente. Detrás de la valla, a un nivel más alto, había
bancas fijas, cubiertas también con alfombras orientales, que usaban los espectadores.
Cerca de la entrada del edificio había un pequeño cubículo, elevado unos cuantos
centimetros del suelo, que es donde se sentaba Gurdjiéff habitualmente y encima de este
había un palco que casi no se usaba; era solo para visitantes 'importantes'. En las vigas
transversales del techo se clavaron materiales pintados que colgaban formando ondas y
creaban el efecto de nubes. Era un interior impresionante, en el que se sentía como si se
estuviera en una iglesia. Uno tenía la impresión, aunque estuviera vacio, de que era
incorrecto hablar en voz alta ahi.
Ese sábado en la tarde, en particular, Gurdjiéff se sento en su acostumbrado cubículo.
La Sra. Madison se sento en el piso, cerca de él, con el librito negro en su regazo y la
mayoría de los estudiantes se sentaron en la parte interna de la valla, en los cojines de
piel. Los recien llegados y los 'espectadores' o invitados estaban en las bancas altas,
detrás de la valla. El Sr. Gurdjiéff anuncio que la Sra. Madison repasaría todas las
'ofensas' de los estudiantes y que se aplicarían los castigos apropiados a cada ofensor.
Todos los niños (y yo en especial) esperabamos sin aliento mientras que la Sra. Madison
leía su libro, ordenado por número de faltas cometidas, como se me había dicho. Yo
encabezaba la lista y la lectura de mis crimenes y ofensas fué muy larga.
Gurdjiéff escucho impasible, viendo ocasionalmente a uno u otro de los culpables,
sonriendo a veces al describirse alguna travésura en parti- cular e interrumpiendo a la
Sra. Madison solo para verificar, personalmente, el número de marcas negras de
alguien. Cuando terminó la lectura, se hizo un silencio solemne y sin aliento en el
recinto. Con un hondo suspiro Gurdjiéff dijo que todos habíamos creado una gran carga
para él. Dijo que ahora daría nuestros castigos, de acuerdo con el número de ofensas
cometidas. Naturalmente yo fuí el primero al que llamo. Me hizo seña de que me
sentara en el piso frente a él y pidió a la Sra. Madison que leyera otra vez mis ofensas, a
detalle. Al terminar, me dijo que si aceptaba todas. Me sentí tentado a refutar algunas,
por lo menos en parte, y a argumentar circunstancias atenuantes, pero la solemnidad del
procedimiento y el silencio general me lo impidieron. Cada palabra que se había emitido
antes caia en la audiencia con la claridad de una campana. No tenía valor para verbalizar
la debil defensa que pudiera venirme a la mente, por lo que admiti que la lista era
exacta.
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Con otro suspiro y sacudiendo su cabeza hacia mi, como si estuviera muy molesto, saco
de su bolsillo un enorme rollo de billetes. Enumero una vez más el número de crimenes
que había cometido y luego, laboriosamente, separo un número igual de billetes. No
recuerdo exactamente cuanto me dio, creo que diez francos por cada ofensa, pero
cuando terminó de contar me dió un rollo muy grande de billetes. Durante ese proceso,
el recinto entero prácticamente gritaba de silencio. No había un murmullo en todo el
grupo y yo no me atrevi a voltear en dirección a la Sra. Madison.
Una vez que me dió mi dinero, me despidió y llamo al siguiente ofensor, repitiendo el
mismo procedimiento. Como eramos muchos y todos habíamos hecho algo, violado
alguna regla durante su ausencia, el proceso duro mucho tiempo. Al terminar con toda la
lista, giro hacia la Sra. Madison y le dió una pequeña suma, tal vez unos diez francos o
el equivalente al pago de un 'crimen', diciendo que era para ella por 'el concienzudo
desempeño de sus obligaciones como director del prieuré'.
Estabamos pasmados; se nos había tomado totalmente por sorpresa. Pero lo más
importante que sentíamos todos, era una compasión tremenda por la Sra. Madison. A mi
me parecía que había sido un acto innecesariamente cruel y despiadado, en su contra.
Nunca he sabido que sentimientos tuvo la Sra. Madison; excepto por el hecho de que se
sonrojo furiosamente cuando se me dió el dinero, no mostro ninguna otra reacción en
absoluto y hasta le dió las gracias cuando él le dió dinero.
El dinero que había recibido me tenía asombrado. Era más dinero del que hubiera tenido
junto en mi vida. Pero también sentía repulsión por el, no me decidía a hacer algo con
el. No fué sino hasta unos dias despues, cuando se me pidió llevar café a la habitación
de Gurdjiéff, cuando el tema salio de nuevo. No había tenido contacto personal en
privado con él (en el sentido, por ejemplo de platicar) desde su regreso. Esa noche
estaba solo; una vez que le servi el cafe, me preguntó como la estaba pasando; como me
sentía. Dije sin pensar todo lo que sentía acerca de la Sra. Madison y acerca del dinero
que me sentía incapaz de gastar.
Se rió de mi y me dijo alegremente que no había razón para que no gastara ese dinero en
lo que quisiera. Era mi dinero y mi recompensa por la actividad del invierno pasado.
Dije que no podía comprender porque se me premiaba si había hecho mal mi trabajo y
solo había creado problemas.
Gurdjiéff se rió otra vez y me dijo que yo tenía mucho que aprender.
'Lo que no comprendes', dijo, 'es que no cualquiera puede crear problemas como tu. Eso
es importante en la vida; es un ingrediente, como la levadura que sirve para hacer pan.
Si no hay problemas o conflictos, la vida muere. La gente vive en su status-quo, vive
solo por hábito, automaticamente y sin conciencia. Tu eres bueno para la Sra. Madison.
Tu la irritas todo el tiempo, más que nadie, por eso obtienes una recompensa mayor. Sin
ti, hay posibilidad de que la conciencia de la Sra. Madison se quede dormida. Este
dinero debería proceder, en realidad, de la Sra. Madison, no de mi. Tu mantienes viva a
la Sra. Madison.'
Comprendí el serio y real sentido de lo que me quería decir, pero le dije que sentía
compasión por la Sra. Madison, que debía haber sido una terrible experiencia cuando
vió como recibíamos el premio.
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Inclino la cabeza hacia mi, riendo aun. 'Tu no viste o comprendiste la cosa importante
que le ocurrió a la Sra. Madison cuando di el dinero. ? como te sentiste entonces ?
Sentiste piedad por ella, ? no ? Todos los demas sintieron piedad también'
Estuve de acuerdo en que eso había pasado.
'La gente no entiende lo que es aprender', continuo. 'Creen que es necesario hablar todo
el tiempo, que hay que aprender con la mente, con palabras. No es asi. Muchas cosas
solo se aprenden con los sentimientos, o aún con las sensaciones. Pero, como la gente
habla todo el tiempo, usa solo el aparato formatorio, la gente no comprende esto. Lo que
no viste la otra noche en la casa estudio es que la Sra. Madison tuvo una experiencia
nueva para ella. Es una pobre mujer, a nadie le gusta, piensan que es chistosa, se rien de
ella. Pero la otra noche la gente no se rió de ella. Es cierto, la Sra. Madison se sintió
incomoda y se apeno cuando le di dinero, tal vez sintió verguenza. Pero cuando muchas
personas sienten por ella simpatia, piedad, compasión y hasta amor, ella comprende eso,
aunque no lo haga con la mente luego luego. Siente, por primera vez en la vida la
simpatia de muchas personas. Incluso ella no sabe que sintió eso, pero su vida cambio;
te usare como ejemplo, el verano pasado odiabas a la Sra. Madison. Ahora no la odias,
no piensas que es chistosa, sientes compasión. Hasta te cae bién. Esto es bueno para ella
aunque no lo sepa de inmediato; tu se lo mostrarás. No puedes esconder lo que sientes
por ella aún si quieres hacerlo. Asi que ahora tiene un amigo que solia ser enemigo. Eso
es algo bueno que hice para la Sra. Madison. No me preocupa si lo comprende ahora,
algun día lo hara y sentira calor en su corazón. Es una rara experiencia, ese sentimiento
calido, para una personalidad como la Sra. Madison que no tiene encantos, que no es
amistosa por naturaleza. Algun dia, tal vez pronto, tendra buenos sentimientos porque
mucha gente sintió piedad, compasión, por ella. Algun día incluso comprendera lo que
hice y hasta le caere bién por eso. Pero ese tipo de aprendizaje lleva mucho tiempo.'
Lo comprendí completamente y me sentí muy conmovido por sus palabras. Pero no
había terminado. 'También hay algo bueno para tí en esto', dijo, Tu eres joven, aún solo
un niño, a ti no te importan las personas, solo tu mismo. Yo hago esto a la Sra. Madison
y piensas que yo hago algo malo. Sientes compasión, no olvidas, piensas que hice algo
malo. Pero ahora comprendes que no es asi. También es bueno para tí porque sientes
algo por otra persona; te identificaste con la Sra. Madison, te pusiste en su lugar,
también te arrepentiste de lo que hiciste. Es necesario ponerse en el lugar de otra per-
sona si quieres comprenderla y ayudarla. Eso es bueno para tu conciencia, de esa
manera tienes la posibilidad de aprender a no odiar a la Sra. Madison. Todas las
personas son iguales, humanos estupidos y ciegos. Si hago algo malo, esto te hace
aprender a amar a otros, no solo a ti mismo.
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CAPÍTULO 15

El viaje de Gurdjiéff a los Estados Unidos se había hecho por varias razones, segun
decía; una de las más importantes era obtener dinero para poder sostener la actividad del
Instituto. Gurdjiéff no era dueño del prieuré sino que tenía un contrato de renta por
varios años y, como solo algunos estudiantes eran 'visitantes de paga', se necesitaba
dinero para hacer el pago de la renta, para comprar la comida que no podíamos producir
en el terreno, asi como para el pago de luz, gas y carbon. Los gastos del Sr. Gurdjiéff
eran grandes en ese periodo: sostenía un departamento en Paris y había tenido que pagar
el viaje de todos los estudiantes que lo acompañaron a America, un número suficiente
como para poder hacer demostraciones de movimientos.
A su regreso, nos relataba historias acerca de sus aventuras en America, acerca del
hábito americano de recibir con los brazos abiertos cualquier 'teoría', 'movimiento' o
'filosofía' nueva, solo por diversión y sobre su credulidad en general. Nos conto como
les había resultado casi imposible no darle su dinero; el hecho mismo de hacerlo los
hacia sentir importantes; Gurdjiéff llamaba a esto su 'extorsión' o 'el esquilado de las
ovejas'. Decía que la mayoría de ellos tenían tan llenos los bolsillos de 'materia' verde,
que sentían comezon en los dedos y no podían esperar para gastarlo. De cualquier
manera, a pesar de sus historias y de las bromas que hacia, realmente apreciaba a los
americanos y, cuando no estaba bromeando, haría notar que de toda la gente del mundo
occidental, se distinguían por ciertas características: su energía, ingenio y una verdadera
generosidad. También, aunque muy crédulos, eran personas de buen corazón y estaban
ansiosos por aprender. Cualquiera que fueran sus atributos o fallas, en su estancia en
America Gurdjiéff se las arreglo para colectar una suma muy grande de dinero. Dudo
que alguien supiera la cantidad exacta, pero se creía que, en general, eran mas de
$100,000.00 dolares.
El primer gasto evidente que hizo al regresar a Francia fué la recepción repentina e
inesperada de veintenas de bicicletas en el prieuré. Llegaron en un camion de mudanza
y Gurdjiéff las distribuyo personalmente entre todos los que estabamos ahí,con pocas
excepciones: él mismo, su esposa y uno o dos de los niños más pequeños. Todos
estabamos asombrados y muchos de los americanos estaban horrorizados por este
aparente desperdicio de dinero; algunos de ellos habían ayudado a conseguirlo para
ayudar a su 'causa'. Cualquiera que hayan sido sus razones para adquirir las bicicletas, el
resultado fué pasmosamente colorido.
El número de personas que sabian andar en bicicleta era increible- mente reducido,
considerando que eramos muchos los que vivíamos entonces en el prieuré. Pero no se
habían comprado solo como inversión; había que usarlas. La propiedad entera se
convirtió en una especie de campo de entrenamiento. Por dias y para algunos de
nosotros por semanas, el ambiente de la propiedad estaba lleno con el sonido de timbres,
ruidos de caídas, exclamaciones de risa o de dolor. Viajabamos en grandes grupos,
titubeando y cayendonos, cuando ibamos a nuestro trabajo asignado en proyectos, en el
jardín o el bosque. Quienes tenían una razón o excusa validad para andar a pié,pronto
aprendieron a tener cuidado en lo que antes habían sido andadores; en cualquier
momento podía aparecer una bicicleta lanzada en su dirección, el ciclista congelado de
horror y totalmente fuera de control al irse a estrellar contra el infortunado peaton o
contra otro ciclista igualmente impotente.
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Supongo que la mayoría aprendimos a andar en bicicleta suficien- temente rapido,


aunque me parece recordar que tenía rodillas y codos llenos de raspones, durante casi
todo el verano. Independientemente de cuanto tiempo haya llevado en realidad, pareció
pasar mucho antes de que se pudiera manejar o caminar en forma segura, en los terrenos
del prieuré, sin peligro real de ser arrollado por un aprendiz de ciclista.
Otro proyecto que se inicio ese verano, resulto igualmente colorido, aunque no implicó
grandes sumas de dinero. Todo mundo, con excepción de los encargados de cocina o
portería, fué puesto a trabajar en el rearreglo de los prados, los mismos que estuve
podando arduamente en mi primer verano. Nadie escapo de esa tarea, ni los asi llamados
visitantes 'distinguidos': personas que venían en visitas cortas, presumiblemente a
discutir con Gurdjiéff acerca de sus teorías y que no habían participado, hasta entonces,
en proyectos de trabajo. Se usaron todas las herramientas disponibles y los prados
quedaron cubiertos por personas que cavaban el pasto, emparejaban la tierra, sembraban
nuevo y lo apisonaban usando pesados rodillos de hierro. Las personas trabajaban tan
juntas, que a veces parecía que no cabrian todos. Durante esta actividad, Gurdjiéff
andaba de un lado a otro entre los trabajadores, criticandolos individualmente,
acicateandolos, contribuyendo asi a que hubiera una actividad furiosa y sin sentido en el
procedimiento. Como declaro uno de los estudiantes americanos recien llegado, al
vigilar esa actividad, como hormiguero, parecía como que todos, especialmente
Gurdjiéff, habían perdido el sentido, al menos por un tiempo.
A intervalos y a veces por varias horas seguidas, Gurdjiéff dejaría de supervisarnos y se
sentaría a escribir en su mesita, desde la que podía observarnos a todos. Eso solo hacia
más cómico al proyecto.
Fué al segundo o tercer día cuando se elevo una voz de protesta contra el proyecto. Era
Rachmilevitch. Con rabia violenta, avento la herramienta que estaba usando, marcho
directamente en dirección a Gurdjiéff y le dijo que lo que estaba haciendo era una
locura. Había tanta gente trabajando en los prados, segun el, que las nuevas semillas de
pasto podrían mejor ser tiradas a la basura y no aplastadas con nuestros pies. Las
personas cavaban y rastrillaban sin sentido, buscando solo un pedazo donde hacerlo, sin
poner atención a lo que estaban haciendo.
En lo que parecía un estado de furia igual, Gurdjiéff protesto contra esa critica no
solicitada, él sabía mejor que nadie en el mundo como 're- construir' un jardín, era un
experto, no se le debía criticar, etcetera, etcetera, ad infinitum. Despues de varios
minutos de escuchar la rabiosa argumentación, Rachmilevitch giro sobre sus talones y
se alejo con grandes zancadas. Nos había impresionado que confrontara al 'maestro' de
esa manera y todos dejamos de trabajar y lo observamos hasta que desapareció en el
bosque, al final del último prado.
No fué sino hasta una hora despues, cuando estabamos a punto de hacer una pausa para
el te de la tarde, cuando el Sr. Gurdjiéff me llamo. Me explicó por un rato que era
esencial encontrar y traer al Sr. Ratchmilevitch. Dijo que para que pudiera salvar las
apariencias, era necesario mandar por el, que él jamas regresaría por su cuenta y me
instruyo para que enganchara el caballo y fuera a buscarlo. Cuando proteste que no tenía
ni idea de donde empezar a buscarlo, me dijo que estaba seguro de que, si seguía mis
propios instintos lo localizaría sin dificultad y que, a lo mejor, el caballo ayudaría. En
un intento por ponerme en el lugar de Rachmilevitch, una vez que enganche el carro al
caballo, me encamine hacia los bosques que estaban más alla de los jardines formales.
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Me parecía que solo podía haber ido a las hortalizas lejanas, una caminata de por lo
menos una milla y me diriji a la más remota, ubicada al final mismo de la propiedad. En
el camino iba pensando que haría si y cuando lo encontrara; particularmente porque yo
había sido el principal culpable en la conspiración que hicimos en su contra, en el
invierno. Nada se me dijo por ello, por lo menos no Gurdjiéff, y sentía que me había
seleccionado porque yo estaba a cargo del caballo, pero que había escogido al candidato
menos adecuado para su recado.
No me sorprendi mucho cuando comprobe que mi corazonada era correcta. Estaba en la
hortaliza, como yo lo esperaba. Pero, como para dar una calidad ensoñadora al asunto,
no estaba en lo que yo llamaría un lugar normal o usual. Estaba, de todos los lugares
posibles, sentado sobre un manzano. Ocultando mi asombro, de verdad creí que estaba
loco, guie al caballo para colocar el carro directamente debajo del árbol y le dije el
recado. Me vió con mirada distante y se nego a regresar. No se me ocurría ningún
argumento o una razón de peso, para persuadirlo de que regresara, asi que le dije que me
quedaría ahí mientras él lo hiciera; que no podía regresar sin el. Despues de un largo
silencio durante el que, ocasionalmente, se me quedaba mirando, bajo quietamente al
carro y se sento a mi lado sin decir palabra. Yo me diirigí a la casa principal. Nos habían
guardado te y nos sentamos de frente en una mesa a tomarlo mientras Gurdjiéff nos
observaba desde una mesa lejana. Todos los demas habían regresado al trabajo.
Cuando terminamos, Gurdjiéff me dijo que desenganchara el carro, me agradeció el
haber encontrado a Rachmilevitch y me dijo que me vería mas tarde.
Gurdjiéff vino al establo antes de que terminara con el caballo y me pidió le dijera en
donde había encontrado a Rachmilevitch. Cuando le dije que lo encontre sentado en un
árbol en la 'hortaliza remota', se me quedo viendo con incredulidad, me hizo le repitiera
mis palabras y preguntó si estaba absolutamente seguro. Yo le asegure que estaba en un
árbol y que me había tenido que esperar un largo rato, bajo el árbol, hasta que consintió
en bajar conmigo. Me preguntó que argumentos use y le confese que no se me había
ocurrido nada, excepto que él tenía que regresar y que lo esperaría hasta que lo hiciera.
Gurdjiéff parecía estarse divirtiendo mucho con la historia y me agradeció profusamente
que se la hubiera contado.
Pobre Sr. Rachmilevitch. Esa noche, cuando todos estabamos reunidos en el salon,
seguía siendo aún un objeto de interés para todos nosotros. Era la primera vez que
veíamos a un individuo desafiando a Gurdjiéff en presencia de todos. Pero el incidente
no había terminado. Despues de que el Sr. Hartmann toco el piano, como se
acostumbraba, el Sr. Gurdjiéff nos dijo que tenía una historia muy divertida que
platicarnos y procedio a reconstruir detalladamente y con una gran cantidad de
embellecimientos inventados por el, la historia del desafio de Rachmilevitch, su
desaparición y mi 'captura'. No solo se había embellecido mucho la historia, sino que
ademas actuaba todos los papeles; el suyo, el de Rachmilevitch, el de los interesados
espectadores, el mio y hasta el del caballo. Tan divertido resulto para nosotros, que
Rachmilevitch no pudo soportarlo más. Por segunda vez en ese dia, se alejo con grandes
zancadas, despues de furioso arrebato de colera, jurando que dejaría el prieuré para
siempre; finalmente había tenido suficiente.
No creo que alguien lo haya tomado en serio en ese momento, pero, para nuestra
sorpresa y consternación, realmente partio al, día siguiente, hacia Paris. Había sido tanto
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una parte del lugar, tan conspicuo por sus interminables quejas, que era como el final de
una era; como si se hubiera desvanecido una propiedad esencial de la escuela.
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CAPÍTULO 16

Jane Heap había regresado a Francia al mismo tiempo que Gurdjiéff y, desde luego,
había venido al prieuré a vernos. Con su regreso y para mi pesar, terminaron nuestras
visitas a Paris, a ver a Gertrudis Stein y a Alicia Toklas. Me sentí muy sorprendido una
tarde en que me dijeron que fuera a la portería, porque tenía un visitante. Me dió mucho
gusto saber que era Gertrudis y me alegre mucho al verla, pero mi alegria se disipo casi
de inmediato. Hicimos un breve paseo en la propiedad, me regalo una caja de dulces
que me dijo era un regalo de 'despedida' para nosotros dos, de parte de Alicia y ella. No
me dió oportunidad de protestarle y dijo que había hecho el viaje a Fontainbleau
especialmente a vernos (no recuerdo si realmente vió a Tom o no), ya que no quería
separarse de nosotros mediante una simple carta.
Cuando le pregunte que quería decir, me dijo que debido a algunos problemas que tenía
con Jane y, también, porque seguía pensando que no se nos estaba educando bién, había
decidido que no podía seguir viendonos. Su relación con nosotros solo podía
perjudicarnos debido a su desacuerdo con Jane y, deduje, con el Sr. Gurdjiéff. Nada
podía yo decir a eso. Gertrudis dejo corta mi protesta; dijo que sentía mucho tener que
hacer eso, pero que no había otra salida.
Para mi fué un golpe y me entristeci por este repentino e inesperado final de lo que
había sido una relación muy alegre, excitante y recompensadora y, tal vez
equivocadamente, culpe a Jane por ello. No puedo recordar si mencione algo a Jane o si
ella me explicó algo, pero puedo recordar que sentía que ella era la culpable, no
Gurdjiéff. Cualquiera que haya sido la causa, mi relación con Jane se fué deteriorando
de ahí en adelante y, aunque seguía siendo mi guardian legal, rara vez la veía.
Recordando ahora mi conducta en esa epoca, me parece que era incivilizado en alto
grado; no se Jane. Por su parte, Jane hacia sus visitas periodicas al prieuré en los fines
de semana; pero aunque si la veía (es decir, la miraba a distancia), rara vez nos
hablamos en un periodo de unos dos años. Desde luego veía a Tom y a Gurdjiéff y yo
sabia, por el chismorreo general y por Tom, que se discutia con frecuencia el 'problema
de Fritz' y que se había incluido a Gurdjiéff en esas discusiones; sin embargo, en todo
ese tiempo, estando en contacto estrecho con Gurdjiéff debido a mis tareas de limpieza,
él nunca mencionó a Jane y su conducta hacia mi nunca cambio. No solo no cambio,
sino que, debido a la ruptura con Jane, mis sentimientos de respeto y de amor por él solo
se intensificaron.
Cuando Gurdjiéff regreso de su primer viaje a Paris, despues del 'asunto Rachmilevitch',
este regreso con el, para nuestra sorpresa. En el corto periodo que había pasado fuera
del prieuré parecía haber cambiado mucho. Ahora se veía resignado en lugar de
peleonero y belicoso y, al paso del tiempo, hasta empece a sentir afecto por el. Sentía
mucha curiosidad por su regreso y, si bién no tenía el valor de trae el tema cuando
estaba con Gurdjiéff, un día lo hizo el. Simplemente me preguntó, inesperadamente, si
no me sorprendía ver a Rachmilevitch de regreso al prieuré y respondí que estaba muy
sorprendido y admiti que sentía curiosidad por saber como había sucedido eso; su
resolución de irse para siempre había sido muy definitiva.
Entonces Gurdjiéff me conto la historia de Rachmilevitch. De acuerdo con esta,
Rachmilevitch había sido un refugiado ruso que se había es- tablecido en paris despues
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de la revolución y se había convertido en un prospero comerciante negociando con


mercancias como te, caviar y otros productos diversos para los que había gran demanda,
especialmente entre personas rusas. Aparentemente Gurdjiéff lo había conocido por
mucho tiempo, puede que haya sido uno de los que salieron de Rusia con él algunos
años antes, y había decidido que su personalidad era un elemento esencial en la escuela.
'? Tu recuerdas', dijo, 'como dije que tu puedes crear problemas ? Esto es cierto, pero
eres solo un niño. Rachmilievitch es un hombre maduro y malvado, como tu, pero tiene
tal personalidad que crea fricciones constantes sin importar que este haciendo o
viviendo. No provoca problemas serios, pero provoca fricción en la vida superficial,
todo el tiempo. No puede evitarlo; ahora es demasiado viejo para cambiar.'
'Cuando te digo que aunque Rachmilevitch es rico yo le pago porque permanezca aqui
tu te sorprendes, pero asi es. Es viejo amigo y es muy importante para mis propósitos.
No puedo pagarle lo que obtiene ahora en su negocio de te en Paris; asi que cuando lo vi
me humille, tuve que rogarle que hiciera un sacrificio por mi. Acepto hacerlo y ahora
estoy obligado de por vida con el. Sin Rachmilevitch el prieuré no es el mismo. No
conozco otra persona como el, una persona que por solo existir, sin hacer esfuerzos
concientes, produce fricción en todos los que que lo rodean'.
Para ese tiempo había adquirido el hábito de asumir siempre, que en todo lo que hacia
Gurdjiéff había 'algo más que lo que ven los ojos'; también estaba familiarizado con la
teoría de que la fricción produce conflictos que agitan a las personas y, por asi decirlo,
los sacan de su conducta habitual rutinaria; pero, no pude sino preguntarme que
recompensa obtendría Rachmilevitch, aparte del dinero. Gurdjiéff solo respodió a esto
diciendo que era un privilegio para Rachmilevitch el estar en el prieuré. 'En ninguna
otra parte puede su personalidad hacer un trabajo tan util'. Esa respuesta no me
impresiono particularmente, pero si tuve una imagen en la mente de como crecía la
importancia de Rachmilevitch. parecía, pensando lo mejor, que tenía un destino curioso;
asumi que debía vivir en un estado constante de catastrofe, haciendo estragos
incesantemente.
No había duda de que su presencia no solo creaba problemas, sino que parecía atraerlos.
Poco despues de su regreso, fuimos otra vez el punto focal en otro 'incidente'.
Era mi día de trabajo en la cocina. Me levante a las cuatro y media de la mañana, lo que
era costumbre para un 'ayudante de cocina'. Debido a mi edad y porque soy flojo por
naturaleza, la unica forma de estar seguro de levantarme a buena hora para mi trabajo en
la cocina, era tomarme todos los vasos de agua que pudiera, antes de irme a dormir
cerca de las once de la noche anterior. No se usaban relojes despertadores en el prieuré
y esa receta para levantarse temprano (que alguien me sugirió), nunca fallaba. Como el
excusado mas cercano estaba muy retirado de mi cuarto, no había duda de que
despertaría y no me quedaría dormido otra vez. La unica dificultad era calcular la
cantidad de agua. Con demasiada frecuencia me despertaba a las tres, en lugar de a las
cuatro y media. aún en esos casos no me atrevia a ir a la cama otra vez y no me hacia a
la idea de tomar suficiente agua otra vez, para despertar despues de una hora.
La primera obligación de un ayudante de cocina era encender el fuego en las estufas,
llenar el cubo del carbon, preparar cafe, calentar la leche y preparar pan tostado. El agua
para el café tardaba mucho en hervir, ya que se calentaba en ollas de esmalte de
veinticinco litros, las mismas que se usaban para hacer sopa para la comida de
mediodía. La cocinera llegaba usualmente hasta despues del desayuno. Normalmente
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era una persona diferente cada día y los menus se hacian por adelantado, para cada día
de la semana. Ese día en particular, la cocinera no aparecía para las nueve y media y
empece a preocuparme. Vi el menu y la receta para la sopa del día y, como ya había
visto como la preparaban en otras ocasiones, hice los preparativos preliminares.
Como no llegaba la cocinera, alrededor de las diez, mande a un niño a ver que pasaba;
regreso diciendo que estaba enferma y que no podría venir. Fui a decirle a Gurdjiéff mi
problema y me dijo que, ya que había empezado a hacer la comida, bién podía
terminarla solo. 'Tu seras el cocinero hoy', dijo como dandome mucha importancia.
Yo estaba muy nervioso por la responsabilidad, aunque también muy orgulloso por que
se me había confiado. Mi mayor dificultad era mover las ollas en las estufas, cuando
tenía que agregar carbon, lo que era necesario frecuentemente para que se cocinara la
sopa. Trabaje duro toda la mañana y quede razónablemente orgulloso de mi mismo
cuando me las arregle para terminar la comida y la lleve a la mesa de servicio. Como no
estaba la cocinera, era necesario también que yo sirviera.
Lo usual era que se formara una fila, cada persona con su plato, cubiertos, etc. y al pasar
por la mesa de servicio la cocinera le servia un pedazo de carne y un cucharon de sopa.
Todo fué bién por un rato. No fué sino cuando apareció Rachmilevitch que empezaron
mis problemas. La olla de sopa estaba casi vacia cuando le toco turno y tuve que
inclinarla para llenar el cucharon. Cuando le servi, en el cucharon venía un pedazo
bastante grande de carbon (me pareció que eso estaba decretado por nuestros destinos).
Era una sopa espesa, por lo que vi el carbon hasta que se depósito con un fuerte ruido
metalico en el plato.
A juzgar por la reacción de Rachmilevitch, su mundo terminó en ese momento. Inicio
una reclamación que pense no terminaría nunca. Salio a relucir todo lo que los niños le
habían hecho en el invierno, repasando todo a detalle. Yo me quede parado y silencioso
detrás de la olla, mientras él maldecía y gesticulaba con ira. La perorata terminó con la
llegada de Gurdjiéff. Era raro que apareciera a esa hora (no comia a mediodía) y explicó
que estaba ahí porque haciamos tanto ruido que no podía trabajar.
Rachmilevitch se dirigio a él de inmediato, iniciando su recital de penas e
incomprensiones narrando todo desde el principio. Gurdjiéff se quedo viéndolo
fijamente, sin parpadear y eso pareció tener un efecto calmante. Empezo a bajar el
volumen de la voz hasta quedar en silencio. Sin decir nada, Gurdjiéff saco el pedazo de
carbon del plato de Rachmilevitch, lo arrojo al piso y pidió un plato de sopa para él.
Dijo que como había un cocinero nuevo ese dia, sentía que era su responsabilidad
probar su sazon. Alguien fué a traerle un plato, le servi lo que quedaba en la olla y él se
puso a comer, en silencio. Cuando terminó, vino hacia mi, me felicito en alta voz y dijo
que era su sopa predilecta y que era la mejor que había probado.
Luego volteo hacia los estudiantes y dijo que tenía mucha experiencia y había recibido
mucho entrenamiento en varias cosas y que en el transcurso de su vida había aprendido
mucho sobre comidas, quimica y la mejor forma de cocinar, lo que incluia al sazon,
desde luego. Dijo que aunque él había inventado esa sopa en particular y que le gustaba
mucho, se había dado cuenta ahora de que siempre le hizo falta un elemento para
hacerla perfecta; el carbon era lo que esta sopa necesitaba. Terminó su discurso diciendo
que instruiría a su secretaria para que cambiara la receta, incluyendo un pedazo de
carbon, que no se comería, pero que mejoraría el sabor. Luego invito a Rachmilevitch a
tomar su café con él y salieron juntos del area del comedor.
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CAPÍTULO 17

Aunque había muchas personas en el prieuré que eran consideradas importantes por una
u otra razón, como la secretaria de Gurdjiéff, Madame de Hartmann y su esposo, el
pianista y compositor M. de Hartmann, quien arreglaba y tocaba las piezas que
Gurdjiéff componía en su pequeño 'armonio', la más impresionante era su esposa,
residente permanente, a la que siempre llamamos Madame Ostrovsky.
Era una mujer muy alta y atractiva que parecía estar en todas partes, caminando casi en
silencio por los corredores de los edificios, para supervisar la operación de las cocinas y
lavanderías, ademas de el trabajo de limpieza en general. Nunca supe que o cuanta
autoridad tenía. En las raras ocasiones en que nos decía algo, no dudabamos de que su
palabra era ley. Recuerdo que lo que más me fascinaba de ella era la forma en que se
movia; caminaba sin hacer un movimiento perceptible de cabeza y todo lo hacia con ex-
trema suavidad; nunca tenía prisa pero, al mismo tiempo, trabajaba a una velocidad
increíble; cada movimiento que hacia en cualquier cosa que estuviera desarrollando era
absolutamente esencial para esa actividad en particular. En el primer verano que pase en
el prieuré, ella preparaba las comidas de Gurdjiéff y las llevaba a su habitación; fué en
esa epoca cuando pudimos observar como trabajaba en la cocina. Rara vez hablaba, de
hecho parecía que no usaba palabras como medio de comunicación a menos que fuera
absolutamente necesario y cuando hablaba, lo hacia sin subir la voz. parecía estar
rodeada por un aura de firmeza gentil; todos la admiraban y respetaban y a los niños nos
inspiraba un sentimiento muy real de devoción, aunque rara vez se expresaba.
Aunque la mayoría de nosotros no tuvimos contacto con ella en el sentido usual, nunca
se dirigio a mi en forma personal, por ejemplo, cuando nos enteramos de que estaba
seriamente enferma todos nos sentimos afectados por eso. Extrañabamos el sentimiento
de autoridad tacita que ella llevaba siempre consigo y la falta de su presencia nos
producia un sentimiento definido, aunque indefinible, de perdida.
Ademas, su enfermedad produjo un gran cambio en la rutina de Gurd- jieff. Una vez
que se confino en sus habitaciones, que estaban frente a las de Gurdjiéff y eran de igual
tamaño, aunque en el extremo opuesto del edificio, Gurdjiéff empezo a dedicarle varias
horas al dia. Hacia una corta visita en la mañana, supervisaba a las personas encargadas
de cuidarla (generalmente sus dos sobrinas mayores) y regresaba despues de la comida
de mediodía para pasarse toda la tarde con ella.
Durante ese periodo casi no tuvimos contacto con Gurdjiéff, excepto en las noches, en
el salon. Estaba preocupado y se había retirado mucho, dejando casi todos los detalles
del prieuré a otros. Ocasionalmente lo veíamos, cuando nos tocaba ayudar en cocina, ya
que el supervisaba personalmente la preparación de la comida de su esposa; era una
dieta que incluia grandes cantidades de sangre que se obtenía de carne molida, usando
una pequeña prensa de mano. Al empezar su enfermedad, salia ocasionalmente a la
terraza a tomar el sol, pero al terminar el verano se retiró permanentemente en su cuarto.
Gurdjiéff nos informo una noche que no tenía curación su enfermedad, que era un tipo
de cancer y que unos dos meses antes los doctores le habían dado solo dos semanas de
vida. Dijo que aunque le costara toda su energía, estaba determinado a mantenerla viva
por el mayor tiempo posible. Dijo que ella 'vivía gracias a el' y que a él le costaba casi
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toda su energía del dia, pero que esperaba poder mantenerla viva por un año o por lo
menos seis meses.
Como yo seguía a cargo de sus habitaciones, necesariamente tenía cierto contacto con
el. Con frecuencia me pedia café por las noches, ya que era la unica hora en que escribía
entonces; con frecuencia trabajaba hasta las cuatro o cinco de la mañana, habiendo
empezado a las diez de la noche.
Ademas de las gallinas, el burro, el caballo, algunas ovejas y una vaca, había varios
gatos y perros en el prieuré. Uno de los perros seguía a veces a Gurdjiéff, era negro con
manchas blancas y muy feo. En ese periodo, el perro se convirtió en su compañia
constante ya que Gurdjiéff estaba más tiempo en el prieuré y casi no iba a Paris. No solo
lo seguía a todas partes sino que dormia en el cuarto, a menos que Gurdjiéff lo sacara.
Eso ocurría diariamente y me explicaba que no le gustaba que nadie ni nada durmiera en
su recamara. Cuando lo sacaba del cuarto, Philos se acurrucaba recargado a la puerta y
se dormia ahí.Era un guardian bastante feroz que se dedico a cuidar a Gurdjiéff; era
tolerante conmigo porque me veía entrar y salir de la habitación. Cuando llevaba café
tarde en la noche, volteaba a verme, bostezaba y me dejaba que lo brincara para entrar a
la habitación. Una noche, era muy tarde y todo el prieuré estaba oscuro y silencioso,
Gurdjiéff dejo a un lado su trabajo cuando entre y me dijo me sentara en la cama junto a
el. Hablo un rato sobre su trabajo, lo duro que era escribir, lo agotador de su trabajo
diario con Madame Ostrovsky y luego me preguntó como estaba yo. Hice un resumen
de las cosas que estaba haciendo entonces y me comento que ya que tenía mucho que
ver con animales (atendía a las gallinas, el caballo, el burro y últimamente a Philos)
quería le dijera que pensaba de ellos. Le dije que pensaba en ellos como amigos y que
hasta tenían nombre las gallinas, lo que le pareció divertido.
Dijo que las gallinas no importaban, que eran criaturas muy es- tupidas, pero que
esperaba que cuidara bién a los otros animales. El burro no importaba mucho; pero el
caballo y los perros si. 'El caballo y los perros y a veces una vaca verdadera', dijo, 'son
animales especiales. Puedes hacer mucho con ellos. En America, en el mundo
occidental, las gentes hacen tontos a los perros, les enseñan trucos y otras cosas
estupidas. Pero esos animales son realmente especiales; ya no son solo animales.' Luego
me preguntó si había oido sobre la reencarnación y respondí que si. Dijo que había
personas, algunos budistas, por ejemplo, que tenían muchas teorías sobre la
reencarnación, algunos 'incluso creen que un animal puede ser hombre o, a veces, que
un hombre puede hacerse animal en su siguiente reencarnación'. Rió cuando dijo eso y
luego agrego: 'El hombre hace cosas extrañas con la religion cuando aprende poco;
fabrica cosas nuevas para su religion, a veces cosas que tienen algo de verdad, pero lo
que tienen viene de la cosa original que era verdad. En el caso de los perros, no estan
totalmente equivocados', dijo. 'Los animales tienen solo dos centros; el hombre es un ser
tricentrado, con cuerpo, corazón y mente; completamente diferente. Los animales no
pueden adquirir un tercer cerebro y convertirse en hombres; pero precisamente por esto,
por esa imposibilidad de adquirir un tercer cerebro, es necesario tratar a los animales
con cariño. ? Conoces esa palabra ? (kindness).
Dije que si la conocía y me dijo: 'Nunca olvides esa palabra. Es una palabra muy buena
y no existe en muchos idiomas. Por ejemplo, en el francés no existe. Los franceses dicen
'gentil' pero el significado no es el mismo. No es del mismo tipo (kind), kind viene de
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kin, pariente, es como familia, como ser lo mismo. Cariño (kindness) significa tratar
como a uno mismo'.
'La razón por la que hay que tratar a los perros y los caballos con cariño', continuo, 'es
porque son diferentes a todos los demas animales y aunque saben que no pueden
convertirse en hombres, que no pueden adquirir un tercer cerebro como el hombre, en el
corazón de todo perro o caballo que se asocia con el hombre, aparece el deseo de
convertirse en hombre. Ves a un perro o a un caballo y siempre ves en sus ojos esa
tristeza, porque sabe que eso no es posible y aún asi lo desea. Es muy triste desear algo
imposible. Ellos desean eso por causa del hombre. El hombre corrompe a esos animales,
casi trata de hacer humano al perro y al caballo. Has oido decir a personas 'mi perro es
casi humano'; no saben que dicen una verdad parcial cuando lo hacen, porque es casi
verdad, pero es imposible. Los perros y los caballos parecen humanos porque tienen ese
deseo. Asi que, Fritz, recuerda esta cosa importante. Cuida mucho a los animales; se
cariñoso siempre.'
Luego hablo de Madame Ostrovsky. Dijo que el trabajo que hacia para ella era
extremadamente fatigoso y muy difícil 'porque trato de hacer algo con ella que casi no
es posible. Si estuviera sola, hace mucho que hubiera muerto. La mantengo viva, la
hago que siga viva con mi fuerza; algo muy difícil.Pero también muy importante; es el
momento más importante de su vida para ella. Ha vivido muchas vidas, es un alma muy
vieja; ahora tiene posibilidades de ascender a otro mundo. Pero llegó la enfermedad y lo
hace más difícil,imposible para ella hacer eso sola. Si puedo mantenerla viva unos
cuantos meses más, no tendra que regresar y vivir esta vida otra vez. Ahora eres parte de
la familia del prieuré, mi familia, tu puedes ayudar teniendo un fuerte deseo por ella, no
porque viva mucho, solo por una muerte adecuada en el momento correcto. El deseo
puede ayudar, es como una oración, cuando es para otro. Cuando es para uno, la oración
y el deseo no sirven; solo el trabajo sirve para uno. Pero cuando deseas con el otro el
bién de otro, eso puede ayudar.'
Cuando terminó de hablar, se me quedo viendo por mucho rato, me acaricio la cabeza
en su forma afectuosa animal y me mando a la cama.
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CAPÍTULO 18

Aunque Gurdjiéff estaba por encima de todos en el prieuré, respetado mucho y temido
en parte, su 'dictadura' era muy benevolente. Había un lado de su naturaleza que no solo
era físicamente magnético y casi animal, sino extremadamente terreno. Su sentido del
humor era a veces muy sutil, en el sentido oriental, pero tenía también un lado crudo y
abierto. Ademas era un hombre muy sensual.
Manifestaba ese aspecto de si especialmente cuando estaba solo con los niños y los
adultos, en el baño turco o en la alberca, en el verano. Nuestra alberca estaba en un
extremo de los jardines y prados formales, dando cara al chateau. Contra la creencia
popular, no había mezcla de los sexos en ningún sentido 'inmoral'. Hombres y mujeres
se bañaban por separado en las regaderas y se asignaban horas diferentes para el uso de
la alberca. De hecho, había un estricto codigo de moralidad en el sentido puramente
físico y nos divertia mucho cuando recibíamos recortes de los suplementos dominicales
de varios periodicos, en donde 'demostraban' que el Instituto era una colonia nudista o
un grupo de 'amor libre'; cierto tipo de organización chiflada, teñida con cierto
libertinaje. Lo más cercano a 'nudismo' que había, era el hábito de algunos hombres de
quitarse camisa y camiseta para trabajar. Y, aunque es cierto que no usabamos traje de
baño, la piscina estaba rodeada por cortinas que se corrían cuando se iba a nadar.
A pesar de todas las preocupaciones de Gurdjiéff, especialmente la enfermedad de su
esposa, ese verano se reunia frecuentemente con los hombres y los niños en la alberca, a
la hora que nos tocaba antes de la comida. Cuando todos se habían desnudado, Gurdjiéff
empezaba invariablemente a bromear acerca de sus cuerpos, su potencia sexual, sus
diversos hábitos físicos. Los chistes eran con frecuencia de tipo 'sucio' o por lo menos
'obsceno' y él se divertia muchísimo con ellos, sea que los contara él o alguno otro. Una
de sus diversiones favoritas en la alberca era ponernos en fila y ver quien estaba más
quemado. Esto se convirtió en un ritual de lo que Gurdjiéff llamaba el club de 'Culos
Blancos'. Nos veía a todos por atrás, haciendo comentarios sobre las diversas
tonalidades de bronceado y sobre la radiante blancura de nuestras nalgas. Luego nos
hacia girar y hacia comentarios adicionales sobre el tamaño y la variedad de genitales
masculinos expuestos ante el. Finalmente, cada vez que llegaba a nadar nos calificaba
para poder clasificar como miembros de su club de 'Culos Blancos'. Tom y yo
recibíamos generalmente muy alta calificación; ademas de que teníamos pecho y
espalda muy quemados, nuestras piernas estaban muy bronceadas también, porque
usabamos pantalon corto. Debido a esto él hacia comentarios en el sentido de que
nuestras nalgas eran 'culos que brillan de blancura, como estrellas'.
Muchos de los viejos, especialmente de los rusos, no solo no se exponían al sol, sino
que rechazaban cualquier forma de desnudez y se avergonzaban por esos procedi-
mientos. Desde luego, su clasificación en la lista era muy baja, pero el que tenía más
baja calificación era Gurdjiéff. Tan baja, como decía el, que en realidad pertenecía a
otro a club. Como siempre uso sombrero, en verano y en invierno, y pese a lo oscuro de
su rostro, su calva era de una blancura resplandeciente. Su club, del que era presidente y
único miembro, se llamaba algo asi como el club de 'La corona Blanca' y comparaba la
blancura de nuestro trasero con la de su calva cabeza, haciendo elaboradas
comparaciones de grado.
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Una de sus historias favoritas era un largo cuento acerca de un peon que tenía relaciones
con la esposa del granjero. Este, sospechando de su mujer salio a buscarla llevando su
rifle y los descubrió cuando percibió, a la luz de la luna, el blanco culo del peon botando
ritmicamente en la oscuridad, brillante al reflejar la luz. Aunque con frecuencia repetia
estas historias y muchas de ellas no eran particularmente comicas, el inmenso deleite
con que las contaba nos hacia reír a todos. Era un soberbio contador de chistes que
embrollaba aún el chiste más simple, convirtiéndolo en algo tan largo y embellecido,
con tanta ornamentación y detalles, acompañado por gestos y expresiones tan
significativos, que era imposible no escucharlo con atención total.
El lado más sutil de su humor, que siempre era complicado y enredado, se expresaba de
manera diferente. Poco antes ese verano, un grupo de nosotros descubrimos un túnel al
andar explorando las bodegas del edificio principal. Aunque lo seguimos por casi un
kilometro, no pudimos llegar al final, debido a la oscuridad, las ratas, las telarañas, el
moho y la humedad. Existía el rumor de que, ya que el prieuré había sido construido por
orden de Luis XIV para Madame de Maintenon, había un pasaje subterraneo que llegaba
hasta el palacio de Fontainbleau. Sea como sea,, Gurdjiéff se interesó mucho en nuestro
descubrimiento y fué a examinar personalmente el túnel.
Mas o menos una semana despues del descubrimiento, me dijo que tenía un trabajo
importante para mí. Hablo por un rato acerca del túnel y luego me pidió que trajera una
botella del vino rojo comun, del que tomabamos con las comidas y que en ese tiempo
costaba unos ocho centavos por litro, que abriera la botella, tirara la mitad y la llenara
otra vez con agua de soda Perrier. Luego debía poner el corcho, sellarlo con cera,
cubrirlo con arena y telarañas ('Hay telarañas maravillosas para este propósito en el
túnel') y se lo llevara cuando él me lo pidiera.
Debo haberme visto perplejo, por lo que continuo explicando que tendría dos visitantes
distinguidos la siguiente semana. Estaba preparando ese vino especialmente para ellos.
Me llamaría y me pediría 'una de las botellas del vino añejo especial' y debía yo llevar
esa botella con un sacacorchos y dos vasos. Estuvo sonriendo constantemente mientras
me daba esas instrucciones; yo no hice ningún comentario, aunque sabía que él 'andaba
trás de algo', frase que usaba seguido cuando andaba planeando alguna cosa.
Llegaron los visitantes. Yo los conocía bién, de hecho todos los conocían ahí por su
reputación y producian la reacción automática de admiración y respeto que se supone
debe sentirse por las personas 'famosas', lo merezcan o no. Guie a las visitantes, mujeres
ambas, al cuarto de Gurdjiéff y me retire a mi lugar de espera cerca de la chicharra
(había dos para mi, una en la cocina y otra en mi cuarto). Cuando escuche el esperado
timbrazo corri a su cuarto y él me dijo que llevara 'el raro vino añejo especial que
habíamos encontrado durante un proyecto reciente de excavación de las ruinas del
monasterio original'. Esa colorida exageración tenía su fundamento. El prieuré había
sido un monasterio en el siglo 12 y había algunas ruinas que lo justificaban. Desde
luego, las ruinas nada tenían que ver con el túnel de las bodegas. La construcción del
monasterio había estado en un lugar completamente diferente de la propiedad.
Lleve el vino con solo dos vasos, como se me había dicho, la botella cubierta totalmente
de tierra, arena y telarañas, sostenida por medio de una servilleta, mi toque personal de
elegancia. Antes de pedirme que la abriera (simplemente dijo que esperara unos
minutos), les narro la historia del vino que se iba a servir.
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Empezo con una relación larga y muy inexacta de como fundaron el Prieure (en el año
900) una orden de monjes quienes, como hacen todos los monjes, entre otras cosas, fa-
bricaban vino. 'Esos monjes en especial eran muy inteligentes. Ese tipo de monjes ya no
existe en la tierra. Con tal inteligencia, es natural que tales monjes hicieran un vino
magnifico'.
Luego dijo, viendome rapidamente con mirada severa, como para evitar que me ganara
la risa, 'Tengo muchos proyectos, todos importantes, en el Priuere. Uno de ellos fué este
año la excavación de las viejas ruinas.' Describió luego, por largo rato, lo que implicó el
proyecto en número de personas y cantidad de energía y como, milagrosamente, nos ha-
bíamos encontrado con once botellas de vino ... vino que había sido elaborado por esos
mismos monjes inteligentes. 'Ahora aparece un problema para mí ... ? a quien conozco
que sea digno de tomar un vino tal; un vino que no existe en ninguna parte del mundo,
excepto aqui, en el prieuré ? Este vino es demasiado bueno para mí. Ya me arruine el
estomago tomando Armagnac. Entonces pienso precisamente en ustedes, quienes, como
un acto de Dios, planearon venir a visitarme. Precisamente las damas más adecuadas
para saborear por primera vez este vino.'
Se me ordenó entonces que abriera la botella. La envolvi en la servilleta, quite el corcho
y puse un poquito del 'vino' en cada vaso. Gurdjiéff me veía con gran intensidad y,
cuando pase el vino a las damas, volvió su atención igualmente intensa, hacia ellas;
parecía estar ardiendo de expectación, incapaz de esperar por su reacción.
Las damas, muy impresionadas, adecuaron sus acciones a lo trascenden- tal del
momento, levantaron cautelosamente sus vasos para brindar y tomaron un sorbo
delicadamente. Gurdjiéff no pudo contenerse más. 'Diganme' les ordenó, '? Como sabe
este vino ?' No pudieron responder por un momento, por la intensidad trás la pregunta.
Por fin una de ellas murmuro, con ojos entrecerrados, que estaba 'soberbio'; la otra
agrego que nunca había probado algo que se le comparara.
Atonito y avergonzado por ellas empece a salir del cuarto, pero Gurdjiéff me detuvo y
me indico que llenara sus vasos. Me quede con ellas hasta que se acabaron la botella,
entre continuas exclamaciones de extasis y embelezo. Me dijo luego que me llevara la
botella y los vasos y que prepara dos habitaciones en el mismo piso que la suya, en la
que había dormido Napoleon y en la que estuvo vivendo un tiempo la amante de un rey.
debía avisar cuando estuvieran listas.
Es obvio que las habitaciones estaban listas desde en la mañana, pero prendi las
chimeneas y espere el tiempo que me pareció adecuado para regresar a la habitación.
Me dijo que las condujera a sus habitaciones y a ellas les dijo que deberían descansar
despues de la experiencia de haber probado ese vino maravilloso y deberían prepararse
para la cena de esa noche, una gran festin que estaban preparando especialmente en su
honor.
Cuando lo vi más tarde a solas, su unica mención al episodio del vino fué felicitarme
por la apariencia de la botella. Yo le lance una mirada significativa, como para decirle
que comprendía lo que estaba haciendo. El me dijo muy seriamente, aunque con una
leve sonrisa sarcastica: 'Por como me ves yo se que ya hiciste un juicio de esas damas;
pero recuerda lo que dije antes, hay que ver todos los lados y las direcciones antes de
hacer un juicio. No olvides eso.'
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CAPÍTULO 19

A veces pienso en Gurdjiéff como en un pescador o trampero muy listo; el incidente de


las damas y el 'famoso vino añejo' fué solo uno de los muchos casos en los que, por lo
menos para mi, coloco una trampa o cebo un anzuelo y se sento muy divertido a esperar
a que la presa revele por sí misma sus debilidades, al caer en la trampa. Aunque pueda
sonar malicioso, me parece que la gracia no otorgada consistía en el hecho de que en la
mayoría de los casos 'la presa' no se daba cuenta de lo que había pasado. A veces me
parecía que esa forma de 'jugar' con la gente era solo una diversión, literalmente, algo
con que quitarse de la mente la continua presión bajo la que trabajaba. Cuando hablaba
de esas experiencias, las llamaba 'reventar burbujas', lo que no me parecía
especialmente apropiado, ya que muchas veces la 'desinflada' pasaba desapercibida a los
ojos del blanco particular del momento.
En el transcurso del tiempo Gurdjiéff adquirió varias reputaciones, incluyendo la de ser
cierto tipo de 'curandero por la fe' o, en un nivel mas simple, un 'hacedor de milagros'.
Tal vez por ello`era inevitable que se le consultara frecuentemente acerca de problemas
de 'la vida diaria' o problemas 'mundanos', a pesar del hecho de que él había reiterado
varias veces que su trabajo nada tenía que ver con la solución de esos problemas. Sin
embargo, a pesar de lo que decía, había mucha gente que insistía en consultarlo sobre
esos problemas, lo que me parecía sorprendente y hasta penoso, especialmente porque
las personas que lo hacian eran consideradas, o se consideraban a sí mismas,
intelectuales inteligentes.
Recuerdo una mujer que, haciendo un gasto muy grande (que tal vez no le importaba, ya
que tenía dinero), viajo desde America al prieuré a pasar una semana, con el propósito
de consultarlo sobre un problema que encajaba precisamente en aquellos que Gurdjiéff
decía siempre que no le incum- bian. Al llegar, demando tener una entrevista, de
inmediato, pero se le dijo que Gurdjiéff no la podría ver hasta más tarde. Se le asigno
una habitación confortable y la secretaria le informo que debía pagar una fuerte suma de
dinero por el uso diario del cuarto. Se le advirtió también que habría una tarifa adicional
muy alta, por 'la consulta'.
No la vió a solas, la encontro y le dió la bienvenida durante la cena de esa noche. En el
curso de su conversación preliminar con ella, le dijo que sabía que tenía un problema
importante que discutir con él y actuo como si estuviera enormemente impresionado por
que había hecho un viaje tan largo y costoso para consultarlo. Ella dijo que el problema
la había preocupado durante mucho tiempo y que había sentido, cuando lo conoció en
America el invierno anterior, que él era, indudablemente, el único que podía ayudarla a
resolverlo. El dijo que trataría de hacerlo y que podría hacer la cita a una hora adecuada
hablando con su secretaria. Ella siguio hablando para decir que era algo muy urgente. El
respodió que la vería lo más pronto posible, pero que por el momento el asunto
importante era que cenaramos.
Ya en la mesa, la mujer daba toda la impresión de estar muy nerviosa, fumando un
cigarro trás otro y tosiendo constantemente, tanto que todos teníamos que prestarle
atención. Haciendo a un lado cualquier conversación sobre esto, Gurdjiéff dijo que
parecía que tenía mucha tos. Ella respodió de inmediato, feliz de tener su atención y dijo
que era parte del problema que quería consultarle. El la vió frunciendo el seño, pero
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antes de que pudiera decir nada ella se lanzo a hablar. Dijo que tenía problemas con su
esposo y que el fumar excesivamente y su tos eran simplemente 'manifestaciones
exteriores' de su problema. Para entonces todos la escuchabamos (yo estaba de mesero).
Gurdjiéff la vió con reprobación otra vez, pero ella continuo incesante. Dijo que, como
todo mundo sabe, el cigarro es un simbolo falico y que ella había descubierto que su
excesivo fumar y la tos resultante eran 'manifestaciones' que ocurrían siempre que tenía
la mencionada dificultad con su marido, agregando que, desde luego, sus problemas
eran sexuales.
Gurdjiéff la había escuchado como siempre, con atención total y, despues de meditar un
rato le preguntó que tipo de cigarros fumaba. Ella mencionó una marca americana que
dijo había fumado por años. El asintió, muy pensativo ante esa revelación y, despues de
unos instantes de suspenso, dijo que él pensaba que la cura o la solución era muy
sencilla. Sugirió que cambiara de marca de cigarrillos, que tal vez una buena marca para
probar serían los 'Gauloises Bleues'. Eso dió por terminada la platica.
Fué despues, en el salon, cuando tomabamos café muy ceremoniosamente, que se oyo
que la mujer lo alababa extravagantemente y decía que Gurdjiéff le había dado la
solución; que su forma de resolver los problemas nunca era obvia, pero que ella lo había
comprendido muy bién.
Se quedo uno o dos dias más en el prieuré, compro una reserva enorme de 'Gauloises
Bleues', tanta como la ley le permitia sacar del pais, no solicito entrevistas y, habiendo
informado a Gurdjiéff que había comprendido, se regreso a America. Ya que se había
ido Gurdjiéff se refirió a ella como 'uno de esos accidentes dados por Dios, que tienen
buenas intenciones para conmigo'. Le había cobrado mucho y ella había pagado con
gusto.
Aunque no hablé de esto entonces, si hice referencia a ese y otros incidentes un tiempo
despues. En esa ocasión me dijo que mucha gente, personas con 'moralidad de clase
media del mundo occidental' tenían dudas y objeciones por la forma en que obtenía
dinero, el que necesitaba siempre para sostener al prieuré y a muchos estudiantes que no
podían pagarle. Dijo, casi enojado, que nuestro tipo de moralidad se basaba en el dinero;
que lo único que nos preocupaba de esas situaciones era que él había obtenido el dinero,
aparentemente sin dar nada a cambio.
'Toda mi vida', dijo con firmeza, 'he dicho que este trabajo no es para todos. Es bueno si
puede resolver problemas asociados con religion o con su siquiatria americana. Pero la
gente no escucha lo que digo; siempre encuentran otro significado, interpretan lo que
digo a su manera, con eso se sienten bién. Entonces tienen que pagar por ese buen
sentimiento. Muchas veces he dicho que mi trabajo no puede ayudar para problemas de
la vida ordinaria: sexo, enfermedad, desdicha, ese tipo de cosas. Si no pueden resolver
solos esos problemas, entonces mi trabajo, que nada tiene que ver con esos problemas,
no es bueno para ellos. Pero esa gente viene aqui, no importa lo que yo diga, para
sentirse bién; la mujer que fuma mucho puede ahora decirle a todos, a sí misma en
particular, que me consulto sobre un problema y que le di la solución, a pesar de que yo
no di solución. Asi que, precisamente ese tipo de gente, pueden justificar su existencia
ayudandome con mis multiples problemas de dinero. aún con su estupidez ayudan a
algo bueno: mi trabajo. Esa es suficiente recompensa para tal tipo de gente.'
'Es una infortunada debilidad de la gente de ahora; piden consejo pero no quieren ayuda,
solo quieren encontrar lo que ya desean. No oyen las palabras que digo, yo siempre digo
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lo que quiero decir, mis palabras son siempre claras, pero no creen en ellas, siempre
buscan otro significado, un significado que solo existe en su imaginación. Sin una mujer
asi, sin gente asi, tu y otras personas que estan en el prieuré no comerían. El dinero que
esa mujer pago es dinero para comida.' Esa fué una de las pocas ocasiones en la que lo
oi 'explicar' o 'justificar' esa actividad suya.
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CAPÍTULO 20

Ya que el Sr. Gurdjiéff estaba dedicado a escribir libros, fué natural que requiriera de
una mecanografa. No arreglo esto en una forma comun, sino que empleo con gran
alboroto a una joven alemana que descubrió en alguno de sus viajes. Varios dias antes
de que llegara oiamos comentarios sobre ella. Se hicieron elaborados preparativos para
su llegada, incluyendo seleccionar la habitación más adecuada, se adquirió una maquina
de escribir, se busco un lugar adecuado para su trabajo, etc. Gurdjiéff alababa sus
atributos con todos nosotros, nos decía que había tenido mucha suerte de encontrar a esa
persona perfecta 'para mis propósitos', asi que esperabamos su llegada con gran expecta-
ción.
Cuando llegó la presentaron con todos nosotros, se sirvio una cena en su honor, todo en
un ambiente muy festivo; se le dió lo que llamabamos un 'tratamiento real' y ella
respodió con entusiasmo, tomándose tan en serio como Gurdjiéff parecía hacerlo.
Resulto que su principal y magnifico logro era que podía escribir, como nos decía
repetidamente Gurdjiéff con asombro total, 'sin siquiera ver las teclas de la maquina'.
Estoy seguro de que no ha habido secretaria o mecanografa que haya recibido un
tratamiento asi por su habilidad de usar el sistema de tacto. Como si quisiera
demostrarnos que realmente tenía esa habilidad, la joven se instalo en una mesa, en la
terraza, a la vista de todos cuando ibamos o veníamos del trabajo y se la paso alli,
tecleando alegremente, durante todo el verano, excepto los dias lluviosos. El sonido de
su maquina de escribir resonaba en nuestros oidos.
Debo confesar que yo tenía un fuerte prejuicio contra los alemanes, ya que creci entre
historias de las atrocidades que cometieron durante la primera guerra mundial. Mi
primer contacto con ella fué una tarde, cuando lavaba mi ropa en el patio trasero,
despues del trabajo. Solo me conocía de vista y, creyendo que era frances, me llamo
desde una ventana, preguntandome con un fuerte acento, en donde podría obtener lo que
ella llamaba algo de 'Savon Lux'; se las arreglo para comunicarme que necesitaba eso
para lavar sus medias. Respondí en inglés (sabia que ella lo hablaba mejor que el
frances) que yo suponía que lo podría comprar en una tienda que estaba a un kilometro
de distancia. En respuesta me avento unas monedas y me dijo que apreciaría que le
llevara uno de inmediato.
Recogi el dinero, subi la escalera y se lo regrese. Le dije que pensaba que debía
explicarle que no había recaderos en el prieuré y que nadie me había dicho hasta enton-
ces que ella fuera una excepción a la regla general de que cada quien hiciera su trabajo
personal, lo que incluia compras personales. Me dijo con una sonrisa 'encantadora' que
estaba segura de que nadie se opondría a que le hiciera ese mandado ya que ella se
ocupaba de un trabajo muy importante del Sr. Gurdjiéff, que tal vez no me había dado
cuenta aun. Le explique que yo también me ocupaba de un trabajo similar; que yo lo
atendía y arreglaba sus habitaciones y hacia mis propias compras también.
Pareció asombrada y, despues de un momento de reflexion, me dijo que aclararía las
cosas con el Sr. Gurdjiéff; dijo que había algun malenten- dido, por lo menos de mi
parte, con respecto a su función en la escuela. No tuve que esperar mucho despues de
esto. Me llegó una 'llamada por cafe' unos pocos minutos despues.
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Cuando llegué a su habitación con el cafe, la mecanografa estaba sentada con el, como
lo había supuesto. Servi el café y luego el Sr. Gurdjiéff volteo hacia mi con una de sus
'sonrisas ganadoras': '? Conoces a esta dama ?', preguntó.
Dije que si, que la conocía.
Entonces me dijo que había platicado con él y que él había compren- dido que ella me
había pedido que le hiciera un mandado y que yo me había rehusado. Dije que era ver-
dad y que, ademas, todo mundo hacia sus propios mandados.
Estuvo de acuerdo en que asi era, pero dijo que no había tenido tiempo para instruirla en
todo y que apreciaría mucho que, por unica vez y como un favor, ya que ella era muy
importante para él, fuera tan amable de hacer lo que me había pedido. Me quede
desconcertado y hasta enojado, pero dije, desde luego, que lo haría. Me dió dinero, me
fuí a la tienda y le compre el jabon. Asumi que, independientemente de como me sentía,
debio tener una buena razón para pedirme que hiciera el mandado y decidí dar por
cerrado el incidente. A lo mejor ella era realmente 'especial' en algun sentido que yo no
había percibido; por lo menos Gurdjiéff parecía pensarlo.
Sin embargo me puse furioso cuando, despues de darle el jabon y su cambio, me dió una
propina y me dijo que estaba segura de que ahora me daba cuenta de que ella había
tenido la razón desde el principio y que esperaba que la acción del Sr. Gurdjiéff me lo
hubiera dejado claro. Sentí que me encendía, pero me las arregle para contener la
lengua. También logre no mencionarlo a Gurdjiéff cuando lo vi, pero seguía encendido.
Varios dias despues llegaron algunos invitados, en el fin de semana. Gurdjiéff les dió la
bienvenida en su mesita habitual cercana a los prados, frente a la terraza en donde
trabajaba la mecanografa. Les traje café para todos y les servi. Me indico con un gesto
que no me fuera y luego procedio a decirle a sus invitados que apenas podía esperar el
momento de mostrarles sus nuevas maravillas, sus dos nuevas adquisiciones maravillo-
sas: una hielera electrica y una 'mecanografa de tacto'. Luego me dijo que los guiara a la
despensa en donde se había instalado el refrigerador nuevo, en donde las visitas
quedaron desconcertadas ante un modelo comun Frigidaire que, como decía Gurdjiéff
'puede hacer hielo él solo, aún sin mi ayuda'; un verdadero producto del genio del
mundo occidental. Al terminar esa visita, regresamos a la terraza para inspeccionar la
segunda maravilla quien, también 'sin mi ayuda y aún sin ver el teclado', podía
mecanografiar su libro. La joven se paro para saludarlo pero Gurdjiéff, sin presentarla,
le dijo que se sentara. Luego le ordenó que escribiera 'sin ver el teclado' pero viendo
triunfante hacia el espacio.
Gurdjiéff se paro entre sus invitados, viendola con mirada de ad- miración sin limite,
hablando de ella como de otro producto del 'genio' del mundo occidental. Yo estaba
fascinado en realidad por su habilidad, asi que mi interés y admiración eran sinceros. De
pronto Gurdjiéff volteo a verme y sonrió, fué una sonrisa enorme, como si
compartieramos una broma colosal y me dijo que recogiera las tasas del cafe.
Ya tarde ese dia, estando en su habitación, se refirió a la mecano- grafa otra vez. Hablo
primero de la 'hielera electrica': 'solo tienes que enchufarla e instantaneamente empieza
a hacer un ruido de ronroneo y empieza a producir hielo.' Me sonrió otra vez, como
conspirando. 'Es lo mismo con la dama alemana. Yo, como si la enchufara, le digo que
escriba y ella también empieza a hacer ruido y a producir, no hielo, sino libro.
Maravilloso invento americano. En ese momento casi me cayó bién y me sentiría feliz
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de hacerle sus mandados de ahí en adelante. No pude evitar decirlo y Gurdjiéff asintió
en mi dirección, se veía complacido. 'Cuando tu ayudas a la dama mecanografa, me
ayudas a mi, igual que si aceitas la maquina para que siga trabajando; esa cosa
maravillosa.'
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CAPÍTULO 21

Uno de los placeres y retos de la 'tarea de portería' era una com- petencia entre los
niños, quienes eran los únicos que hacian esto, para ver quien estaba suficientemente
alerta como para abrir la reja a tiempo, de manera de que Gurdjiéff pudiera entrar sin
tener que detener el carro y sonar el claxon.
Una de las dificultades para esto era que la entrada al prieuré estaba al pié de una larga
colina que descendía desde la estación del ferrocarril; también pasaba el tranvia a
Samois, directamente frente a la reja, en donde la carretera tenía una amplia curva en
dirección a Samois, alejándose del prieuré. Con frecuencia, el ruido del tranvia opacaba
el sonido de los carros que venían bajando la colina e interfería con nuestro juego.
Ademas, cuando el Sr. Gurdjiéff se dió cuenta de nuestro juego, empezo a bajar la
colina con el motor apagado.
Casi siempre era gracias a Philos, que ahora me seguía cuando no estaba Gurdjiéff, que
podía abrir las rejas a tiempo para que pasara por ellas, con una gran sonrisa en la boca.
Observando a Philos, cuyos oidos captaban el sonido de cualquier carro que pasara,
pero que brincaba con el sonido del carro del Sr. Gurdjiéff, tenía éxito casi siempre.
Divertido por nuestro juego, el Sr. Gurdjiéff me preguntó una vez como era que casi
siempre podía abrirle las rejas a tiempo y yo le comente de Philos. Se rió y dijo que era
un buen ejemplo de cooperación. 'Muestra que el hombre tiene mucho que aprender y
puede aprender en lugares inesperados. Hasta un perro puede ayudar. El hombre es muy
debil, necesita ayuda todo el tiempo.'
A fines del verano, estaba en la portería un día que el Sr. Gurdjiéff iba a salir de viaje.
Por alguna razón era una partida muy importante y todos se encontraban reunidos
alrededor de su automóvil, cuando él se disponía a salir. Yo me encontraba con ellos
también y, cuando finalmente encendió el motor del carro, sali corriendo a abrir las
rejas. Por la prisa me tropece y cai, pegando con una rodilla en el tope de hierro que
apenas sobresalia del terreno y servia para mantener abierta una de las rejas. Estaba
enmohecida y como cai con fuerza, había penetrado profundamente. Cuando Gurdjiéff
iba a pasar por las rejas, volteo hacia mi y vió la sangre escurriendo por mi pierna; se
detuvo y me preguntó que había pasado. Le dije y me pidió que me lavara, lo que hice
en cuanto se fué.
En la tarde (el se había ido a mediodía) me dolia mucho la pierna, la rodilla se había
inflamado y tuve que suspender el trabajo. Esa tarde se me había asignado la limpieza
de los pisos de parquet de los salones, lo que quería decir tallar los pisos con lana de
acero para quitar la cera vieja y el polvo acumulado; esto se hacia parándose sobre la
lana de acero y empujandola hacia atrás y adelante con el pié,siguiendo el grano de la
madera.
Para en la noche mi rodilla se había inflamado en forma alarmante y no me sentía bién
para cenar. Me pusieron en cama e iniciarion varios tratamientos. Diferentes personas
sugerían diferentes procedimientos, pero decidieron que tenía una fuerte infección y que
el remedio adecuado era una cataplasma de cebolla caliente. Pusieron cebollas asadas o
cocidas en la herida abierta y las envolvieron con un trapo empapado en aceite transpa-
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rente, envolviendo este a su vez, con una venda. El propósito era, naturalmente,
absorber el veneno sacandolo de la rodilla infectada.
Aunque recibí atención constante y el mejor cuidado, había un medico que residía en el
prieuré y había dirigido mi tratamiento, mi pierna no mejoro. Al día siguiente estaba
enorme y empezaron a aparecer pequeños furunculos, desde abajo de la rodilla casi
hasta la cintura. Estuve delirando todo el dia, con momentos de calma cuando me
aplicaban nueva cataplasma. Pero nada parecía dar resultado.
Ya entrada la tarde llegó Gurdjiéff de regreso de su viaje. Un rato despues de su llegada
preguntó por mi y se le aviso de mi estado, por lo que vino a mi cuarto. Quito la venda y
la cataplasma y mando a alguien a la farmacia. Trajeron un remedio que se llamaba
'Ouata-plasme', aparentemente otro tipo de cataplasma. Gurdjiéff pidió que encendieran
la estufa que había en mi cuarto para hervir agua. Al empezar a hervir, metio en ella una
pieza impregnada con el medicamento y la aplicó inmediatamente en la rodilla afectada,
cubriendo otra vez con el trapo lleno de aceite y la venda. Insistió en que debía aplicarse
de inmediato, al momento de sacar la pieza de algodon del agua hirviente. Recuerdo que
esas aplicaciones eran terriblemente dolorosas. Se dieron instrucciones a alguien de
permanecer conmigo toda la noche y de hacer las aplicaciones cada cuatro horas.
Para la tarde siguiente estaba mucho mejor, cuando me quitaban las vendas y la
cataplasma, esta salia negra, llena de material gelatinoso infectado. Esa noche Gurdjiéff
vino otra vez a visitarme. Como era sábado y se preparaba una demostración en la casa
estudio, insistió en que debía asistir con todos los demas y pidió a su sobrino que me
llevara cargando 'de caballito'. Cuando llegamos a la casa estudio, me ayudo a sentarme
en el pequeño cubículo y se sento enfrente de mi. Cuando terminó la demostración me
llevaron cargando de regreso a mi habitación. No había nada de espectacular acerca del
tratamiento o la curación, pero Gurdjiéff tenía algo que decirme al respecto, cuando yo
estuviera de pié otra vez.
Me pidió que viera mi pierna, en la que aún llevaba una pequeña venda y, despues de
declarar que estaba curada, me preguntó si recordaba lo que me había dicho acerca de la
ayuda de Philos cuando me permitia identificar el sonido de su carro en la portería. Le
dije que si, desde luego. Dijo que esas dos cosas, la ayuda del perro y la infección en mi
rodilla, tenían una cosa en comun. Eran un tipo de prueba de que el hombre depende de
otras criaturas. 'Le debes las gracias al perro porque te ayudo en algo sencillo; a mi
debes más que eso, tal vez me debes la vida. Ellos trataron cuando no estaba yo aqui,
hasta el doctor trato de arreglar tu pierna, pero solo se puso peor. Cuando vengo, yo
arreglo tu pierna, porque solo yo sabía de esta nueva medicina que tienen ahora en
Francia. Se eso porque porque estoy interesado en todo, porque es necesario conocer
todas las cosas que necesita uno en la vida. Solo debido a que yo sabía esto y porque
regrese a tiempo, tu estas bién ahora. Ya estas bién'.
Le dije que me daba cuenta de ello y le agradeci lo que había hecho. Sonrió indulgente y
dijo que era imposible darle las gracias por lo que había hecho. 'No puedes dar las
gracias por la vida, no es posible dar suficientes gracias; también, a lo mejor habra
ocasiones en que desearás que no te hubiera salvado yo la vida Ahora eres joven, te
alegras de no morir; lo que paso es serio porque enfermedades como la que tuviste son
muy peligrosas, hasta pueden matar. Pero cuando crezcas no gustarás siempre de la vida
y tal vez no me agradezcas sino que me maldigas porque no te deje morir. Asi que no
des gracias ahora.'
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Continuo despues, diciendo que la vida 'es una espada de dos filos. En tu pais piensan
que la vida es solo para el placer. Hay un dicho en tu pais: 'la busqueda de la felicidad' y
ese dicho muestra que la gente no comprende la vida. La felicidad es nada, solo es la
otra cara de la infelicidad. Pero en tu pais y ahora en casi todo el mundo, la gente solo
quiere la felicidad. Otras cosas son importantes también: el sufrimiento es importante
porque también es parte de la vida, una parte necesaria. Sin sufrimiento el hombre no
puede crecer; pero cuando tu sufres, solo piensas en ti mismo, sientes compasión por ti
mismo, no quieres sufrir porque eso te hace sentir incomodo, te hace desear escapar de
aquello que te hace sentir mal. Cuando el hombre sufre, solo siente compasión por él
mismo. No es asi en el hombre real. El hombre real siente felicidad también, en
ocasiones, felicidad real; pero cuando siente sufrimiento real, también, él no trata de
detener eso en sí mismo. Lo acepta porque sabe que es propio para un hombre. Debe
sufrir para conocer la verdad de sí mismo; debe aprender a sufrir con su voluntad.
Cuando le llega sufrimiento a un hombre debe hacerlo un sufrimiento intencional, debe
sentir con todo el ser; debe desear que con ese sufrimiento pueda ayudarse a ser
conciente, que ayude a comprender.
'Tu tuviste solo sufrimiento físico, sufrimiento del cuerpo por el dolor en la pierna. Este
sufrimiento también ayuda si sabes como usarlo para el ser. Pero este es un sufrimiento
como el de un animal, no es un sufrimiento importante. Con otro sufrimiento, sufriendo
en todo uno mismo, es posible comprender que toda la gente sufre de esa manera,
también es posible comprender cuanto se depende de la Naturaleza, de otros seres
humanos, de todo, para que nos ayuden en la vida. No se puede vivir solo. La soledad,
no el estar solitario, lo que es malo, sino la soledad puede ser algo bueno para el
hombre, muy necesario para la vida; pero también es necesario aprender a no vivir en
soledad, porque la vida real depende de otros seres humanos y no solo en uno. Ahora
eres aún un niño, no puedes comprender lo que digo, pero recuerdas esto; lo recuerdas
para el tiempo en que no me agradezcas que te salve la vida.'
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CAPÍTULO 22

Al acercarse el fin del verano, muchos visitantes americanos se prepararon para dejar el
prieuré, probablemente para no regresar jamas. Se les permitio permanecer a pesar de la
reorganización de la escuela, pero no se esperaba que regresaran al año siguiente. Otra
vez se había decidido, para mi alivio, que tampoco regresaríamos ese año a America y
esperaba la llegada del invierno porque tampoco el Sr. Gurdjiéff planeaba salir. Excepto
por salidas ocasionales cuando le resultaba necesario ir a Paris, por negocios, había
estado constantemente en Fontainbleue. Como lo había predicho, la condición de su
mujer empeoraba cada vez y empezabamos a esperar su muerte inminente.
Durante los meses en que estuvo confinada en su cuarto, solo la vi una vez cuando se
me envio a su habitación para hacer un mandado del Sr. Gurdjiéff. El cambio que había
sufrido me conmocionó y me horrorizo. Estaba increiblemente delgada y, aunque me
vió con la semblanza de una sonrisa, aún ese pequeño esfuerzo pareció fatigarla.
Como la jardinería y la mayoría de los proyectos exteriores ter- minaban en el invierno,
empezamos a hacer nuestros preparativos usuales: secar frutas y verduras, preparar
carne para almacenarla en grandes barriles que se guardaban en las bodegas, cortar
árboles y hacer leña para las estufas y las chimeneas. En el invierno se cerraban algunos
pisos de la escuela y algunos estudiantes tenían que compartir su habitación con otro,
para ahorrar combustible. Al reducirse el número de estudiantes, la mayoría de nuestro
trabajo era en el interior, igual que el invierno anterior; se necesitaba de la mayoría de la
fuerza de trabajo para el mantenimiento general y la cocina, los establos y la portería.
El evento que se perfilaba tentadoramente ante nosotros, ya que el otoño estaba
terminando, era la navidad. Sería la primera navidad que pasaría en el prieuré estando
ahí el Sr. Gurjdieff y había oido historias acerca de las elaboradas ceremonias navideñas
que practicaba; había siempre dos celebraciones, una segun el calendario 'ingles' y otra
segun el calendario 'ruso', dos semanas despues y también había dos para el año nuevo y
se festejaba el cumpleaños de Gurdjiéff, el primero de enero de cada uno de esos
calendarios.
Al acercarse la fecha, empezamos a hacer elaborados preparativos. Se hicieron varios
dulces tradicionales, se hicieron y almacenaron pasteles y a los niños se nos permitio
ayudar en la preparación de lo que llamaban 'regalos para visitas', usualmente sacos de
papel vivamente coloreados, llenos de dulces, que se colgaban en el árbol de navidad. El
árbol en si era enorme. Lo cortamos en el bosque que había en los terrenos del prieuré y
se coloco en el salon principal, era tan alto que tocaba el techo. Mas o menos uno o dos
dias antes de navidad, todos ayudamos a decorar el árbol, lo que consistía basicamente
en colgar los regalos y poner centenares de velas. Se corto una vara especial que debía
estar siempre cerca del árbol y serviría para apagar una vela que amenazara con
encender el árbol.
Todos los preparativos terminaron ya entrada la tarde del día de nochebuena. Habría un
festin esa noche y luego se reunirían todos en el salon para la distribución de regalos.
Empezaba a oscurecer cuando me llamo el Sr. Gurdjiéff. Me hablo acerca de la navidad
y me preguntó acerca de las navidades previas, en America y que sentía respecto a esa
festividad y, cuando le respondí a cada pregunta, me dijo que, desafortunadamente,
siempre era necesario que algunas personas trabajaran en esos casos, para que los demas
68

pudieran divertirse. Mencionó a las personas que estarían trabajando en las cocinas, los
meseros, los encargados de limpieza, etc. y luego dijo que alguien tenía que estar a
cargo de la portería esa noche. Esperaba una llamada telefonica de larga distancia y
tenía que haber alguien ahí esperandola. Me había escogido porque sabía que podía
confiar en mi; ademas, yo hablaba ingles, francés y suficiente ruso como para poder
arreglarmelas con cualquier llamada.
Me quede atonito y apenas podía creer lo que estaba oyendo. No podía recordar haber
anhelado tanto alguna celebración como había esperado esta. El vió la decepción en mi
rostro, desde luego, pero simplemente dijo que yo no podría participar en las
celebraciones generales de esa noche, podría esperar más tiempo por la navidad, ya que
recibiría mis regalos al día siguiente. Obviamente no había forma en la que pudiera
zafarme de esa comisión y me aleje de él con el corazón hundido. Cene temprano y
luego reporte que debía relevarse a la persona que se había asignado esa noche a la por-
tería. Normalmente no había portero por las noches. Una familia rusa que vivía en el
piso superior del edificio contestaba el telefono o habría la reja en las raras ocasiones en
que era necesario.
había nevado la noche anterior y el patio delantero, ubicado entre la casa de la portería y
el edificio principal, estaba cubierto de nieve res- plandeciente de blanca, iluminada por
las lamparas brillantes que había en el largo corredor y en el salon principal, los que
daban cara al patio.
Estaba oscuro cuando me reporte a trabajar y me sente, taciturno, lleno de
autocompasión, dentro de la caseta de la portería, con la vista fija en las luces de la
enorme casa. No había actividad ahí,en ese momento, en ese rato los estudiantes
empezarían a llegar a cenar.
Pareció un tiempo interminable, antes de que empezara a ver como llegaban gentes a
llenar el gran salon. Alguien empezo a prender las velas del árbol y no pude contenerme
más. Deje abierta la puerta que daba a la portería y me acerque lo más posible a la casa
principal para tener la seguridad de que podría escuchar el telefono, si llegaba a sonar.
Hacia mucho frio; ademas, no estaba seguro de que tan lejos podría escuchar el telefono
y, de vez en cuando, en lo que encendían las velas, corría de regreso a la portería para
entrar en calor y ver furiosamente el telefono. Rezaba porque sonara, para poder
reunirme con los demas. Todo lo que hacia era regresarme la mirada, austero y silen-
cioso.
Cuando empezo la distribución de regalos, iniciando con los niños más pequeños, no
pude controlarme y, olvidando mi responsabilidad, me fuí directo a una ventana del
salon principal. No había estado mas de un minuto, cuando me capto la mirada de
Gurdjiéff y se levanto caminando con grandes zancadas cruzando el salon. Abandone la
ventana y, como si me hubiera mandado llamar, camine directamente a la entrada del
chateau, en lugar de regresar a la portería. Llegamos a la puerta casi al mismo tiempo y
nos quedamos parados, momentaneamente, viendonos a través del vidrio de la puerta.
Repentinamente la abrió, con un movimiento violento. '? Porque no estas en la portería
? ? Porque estas aqui ?' demando enojado.
Yo hice una protesta, con los ojos humedos, acerca de tener que estar de guardia cuando
todos los demas celebraban la navidad, pero no me dejo terminar. 'Te digo que hagas
eso para mí y no lo haces. Imposible oir el telefono desde aqui, a lo mejor esta sonando
y tu estas parado aqui y no lo escuchas. Regresa.' No había levantado la voz, pero no
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había duda de que estaba muy enojado conmigo. Regrese a la portería, herido y
desbordando de autocompasión, determinado a no abandonar mi puesto otra vez, pasara
lo que pasara.
Cerca de la medianoche regreso la familia que vivía en el piso superior y se me permitio
dejar la portería por esa noche. Regrese a mi cuarto, odiando a Gurdjiéff y al prieuré y
también sintiendome casi orgulloso de mi 'sacrificio' por el. Jure no mencionar mas esa
noche ni a él ni a nadie; también, jure que nunca tendría significado la navidad para mí.
Sin embargo, esperaba que se hiciera algo por mi, al día siguiente; que Gurdjiéff me
explicaría o de alguna manera me 'haría sentirme bién'. aún me consideraba como una
especie de 'favorito' por mi trabajo en sus habitaciones; en una posición especial.
Al día siguiente, para mi desilusión, se me asigno al trabajo de cocina, ya que
necesitaban de ayuda adicional; tendría suficiente tiempo para limpiar sus cuartos y
podría llevarle café a la hora que él quisiera. Lo vi varias veces, por momentos, durante
el dia, pero siempre con otras personas y no se hizo referencia a la noche anterior. A
cierta hora en la tarde, alguien llegó por encargo de Gurdjiéff, a darme algunos regalos
de navidad, cosas pequeñas y una copia del libro Veinte mil leguas de viaje submarino,
de Julio Verne; y eso fué el final de la navidad, excepto por la larga espera que tuve que
hacer como mesero, por los estudiantes y algunos invitados a la cena de esa noche.
Como no era el único mesero, no podía sentirme ni preferido ni 'castigado', como la
noche anterior.
Aunque Gurdjiéff no volvió a hacer referencia a esa noche, esto determinó un cambio
en mi relación con el. Ya no me hablaba como si fuera un niño y mis 'lecciones'
privadas llegaron a su fin; no dijo Gurdjiéff nada de eso y yo me sentía muy intimidado
como para hablar de las lecciones. Aunque no escuche llamadas en la nochebuena, tenía
una vaga sospecha de que podría haber habido una, en los periodos en que me había
escapado de la casa de la portería y eso acosaba a mi conciencia. Aunque no hubiera
habido llamadas, sabía que había 'fallado' en el cargo que se me había asignado y no
pude olvidar eso por mucho tiempo.
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CAPÍTULO 23

Muy temprano, una mañana de primavera, desperte cuando aún estaba oscuro; solo
había una tenue luz de sol que empezaba a ser visible en el horizonte. Algo me
preocupaba, pero no podía imaginar lo que era; tenía un vago sentimiento de inquietud,
la sensación de que algo extraño estaba ocurriendo. A pesar de mi pereza habitual y de
mi hábito de quedarme en cama hasta el último momento, (tenía que levantarme a las
seis) me levante con el amanecer y me fuí a la cocina que aún estaba silenciosa y fria.
Mas para mi confort que para ayudar al niño que estuviera a cargo ese dia, empece a
encender el fuego en la gran estufa de hierro y, mientras la llenaba de carbon, escuche el
sonido de mi chicharra (sono simultaneamente en mi cuarto y en la cocina). Era
temprano para Gurdjiéff, pero su llamada se ajustaba a mi sentimiento de inquietud y
sali corriendo a su habitación. Estaba parado en el quicio de la puerta, Philos a su lado.
Había urgencia en su mirada cuando me dijo 'Trae al Dr. Schernvall de inmediato', gire
para irme pero me detuvo y dijo: 'Madame Ostrovsky esta muerta. Mejor dile'.
Sali corriendo del edificio y corri hacia la casa donde vivía el Dr. Schernvall; una
pequeña casa no lejana al gallinero, a la que habían bautizado como el 'Paradou',
posiblemente los franceses. El doctor y Madame Schernvall vivían con su hijo Nikolai
en el piso superior de ese edificio. En el resto vivían Dmitri, hermano de Gurdjiéff, con
su esposa y cuatro hijas. Desperte a los Schernvall y les di la noticia. La Sra. Schernvall
estallo en llanto y el doctor empezo a vestirse precipitadamente, diciendome que
regresara a avisar a Gurdjiéff que en un momento iría.
Cuando regrese a la casa principal Gurdjiéff no estaba en su cuarto, asi que camine por
el largo pasillo hasta el extremo opuesto y toque timidamente, en la habitación de Ma-
dame Ostrovsky. El Sr. Gurdjiéff vino a la puerta y le avise que el Dr. Schernvall ya
estaba en camino. Se veía impasible, muy cansado y estaba muy palido. Me dijo
esperara cerca de su cuarto y le dijera al doctor en donde estaba. El doctor apareció unos
cuantos minutos despues y le dije que fuera al cuarto de Madame Ostrovsky. Minutos
despues el Sr. Gurdjiéff salio y se dirigio a su cuarto. Yo estaba parado en el corredor,
indeciso, dudando si debía esperarlo o no. Me vió sin sorpresa y luego me preguntó si
tenía llave de su habitación. Le dije que si y él dijo que no debía entrar y no debía
permitir que nadie lo hiciera hasta que él me llamara. Luego, seguido por Philos,
camino por el largo pasillo hasta su cuarto, pero no dejo entrar a Philos. El perro se
acomodo contra la puerta, una vez que Gurdjiéff la cerro, viendome con ojos iracundos
y me gruño por primera vez.
Fué un día largo y triste. Todos trabajamos en nuestras asignaciones, pero una pesada
atmosfera de dolor se cernia sobre la escuela. Era uno de los primeros dias de verdadera
primavera, pero el replandor del sol y la calidez desacostumbrada del día parecían
inadecuados. Todo el trabajo se hizo en silencio y quietud; la gente se hablaba en
susurros y se sentía una atmosfera de inquietud a lo largo de los edificios. Seguramente
alquien estaría haciendo los arreglos necesarios para el funeral, el Dr. Schernvall o
Madame de Hartmann, pero casi nadie nos dabamos cuenta de eso. Todos esperaban a
que apareciera el Sr. Gurdjiéff, pero no había señal de vida en su cuarto; no había
desayunado, no pidió comida a mediodía ni me pidió café en todo el dia.
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Al día siguiente, en la mañana, Madame de Hartmann me mando llamar y me dijo que


había tocado en la puerta del Sr. Gurdjiéff y no había recibido respuesta, por lo que
quería mi llave. Le dije que no podía darsela y comente cuales habían sido las ins-
trucciones que me dió el Sr. Gurdjiéff. No discutio conmigo, pero me dijo que estaba
preocupada porque iban a mover el cuerpo de Madame Ostrovsky a la casa estudio, en
donde permanecería toda la noche hasta que fuera el funeral, al día siguiente; pensaba
que el Sr. Gurdjiéff debía saber eso, pero, en vista de lo que me había dicho, decidio que
no lo molestaría.
Ya entrada la tarde, cuando aún no había señales del Sr. Gurdjiéff, me llamo otra vez.
Esta vez Madame de Hartmann dijo que debía tener la llave. Había llegado el Arzo-
bispo, probablemente de la Iglesia Ortodoxa Griega de Paris, y debian avisar a
Gurdjiéff. Despues de una lucha interior conmigo mismo, cedi finalmente. La apariencia
del Arzobispo era casi tan imponente como la que tenía Gurdjiéff en ocasiones y no
pude oponerme a su aparente importancia.
Al rato Madame me encontro otra vez. Dijo que aún con la llave no había podido entrar
al cuarto. Philos no la dejaba acercarse a la puerta; tendría que abrir yo, ya que Philos
me conocía bién y debía decir a Gurdjiéff que había llegado el Arzobispo y que tenía
que verlo. Resignado y temeroso de las consecuencias me diirigí a su cuarto. Philos me
vió con indiferencia cuando me acerque. Había tratado de alimentarlo el día anterior y
esa mañana, pero él había rehusado hasta tomar agua. Ahora me veía mientras sacaba la
llave del bolsillo y parecía decidido a dejarme pasar. No se movio, pero al abrir la
puerta no me dejo pasar por encima de él para entrar.
El Sr. Gurdjiéff estaba sentado en una silla, primera vez que lo veía sentado en otro
lugar que no fuera su cama, y me vió con sorpresa. '? Te dejo entrar Philos ?', preguntó.
Asenti y dije que sentía molestarlo y que no había olvidado sus instrucciones pero que
había llegado el Arzobispo y que Madame de Hartamann ... Me interrumpio haciendo
una seña con la mano. 'Esta bién', dijo quedamente, 'debo ver al Arzobispo.' Luego
suspiro, se puso de pié y dijo '? Que día es hoy ?'
Le dije que era sábado y él preguntó si su hermano, quien estaba a cargo de encender el
fuego en el baño turco, lo estaba haciendo en la forma acostumbrada. Le dije que no
sabia, pero que averiguaría. Me dijo que no le avisara, que solo dijera a Dmitri que
preparara los baños como de costumbre y también que dijera a la cocinera que cenaría
esa noche y que quería una comida muy especial en honor del Arzobispo. Luego me
dijo que alimentara a Philos. Le dije que lo había intentado pero que él se había negado.
Gurdjiéff sonrió. 'Cuando salga del cuarto comera. Traele comida otra vez.' Luego
abandono la habitación, caminando lenta y pensativamente.
Esa fué mi primera experiencia ante la muerte y, aunque Gurdjiéff había cambiado, se
veía meditabundo y extremadamente cansado (mas de lo que jamas lo hubiera visto),
eso no se ajustaba a mis nociones preconcebidas de dolor. No había manifestaciones de
tristeza ni lagrimas, solo una pesadez inusual en el, como si le costara mucho trabajo
moverse.
72

CAPÍTULO 24

El baño turco consistía de tres cuartos y el horno, que era un cuarto mas pequeño, en el
que el hermano de Gurdjiéff, Dmitri, encendía el fuego. El primer cuarto al que se
entraba era para vestirse y desvestirse; el segundo era grande y circular, equipado con
una regadera y varios grifos de agua, con bancas todo alrededor y una mesa para
masajes al centro; el tercero era un cuarto de vapor con varias bancas escalonadas.
En el primer cuarto había dos hileras largas de bancas, por uno de los lados y en el lado
opuesto había una banca más alta, en la que se sentaba el Sr. Gurdjiéff, de frente a
nosotros, viendonos. El primer verano que estuve ahí había tanta gente que el Sr.
Gurdjiéff nos había dicho a Tom y a mi que nos subieramos a su banca, detrás de él, en
donde nos sentabamos, echando miradas sobre su hombro a la gente reunida. Los
invitados 'importantes' se sentaban siempre directamente frente a el. Ahora, a pesar de
que ya no había tanta gente en el prieuré, debido a la reorganización de la escuela, Tom
y yo seguimos ocupando nuestro lugar, detrás del Sr. Gurdjiéff; esto se había convertido
en parte del ritual asociado con el baño sabatino.
Despues de desvestirnos, la costumbre era pasar una media hora ahi; la mayoría de los
hombres fumaban y platicaban, mientras que Guedjieff los urgia a que le contaran
chistes. Los chistes, como en la alberca, eran generalmente obscenos o subidos de color,
por insistencia suya. Inevitablemente, antes de proceder al cuarto de vapor, platicaba a
los recien llegados una larga y complicada historia acerca de lo exhaltado de su
posición, como cabeza del prieuré y fundador del Instituto y la historia siempre incluia
referencias a Tom y a mi, considerados como su 'Querubin' y su 'Serafin'.
Debido a mis preconcepciones sobre la muerte y debido a que solo habían pasado treinta
y seis horas del fallecimiento de Madame Ostrovsky, yo esperaba, convencionalmente,
que el ritual del baño de ese sábado en particular sería triste y lúgubre. No podía estar
más equivocado. Cuando llegué al baño esa noche un poco despues que los demas, me
encontre con que todos estaban aún en calzoncillos; el Sr. Gurdjiéff y el Arzobispo
estaban enfrascados en una larga discusión acerca del problema de desnudarse. El
Arzobispo insistía en que no podía tomar un baño turco sin cubrirse con algo y se
rehusaba a participar si el resto de los hombres estaban completamente desnudos. La
discusión debe haber durado otros quince minutos despues de que llegué y parecía que
Gurdjiéff la disfrutaba inmensamente. Hizo muchas referencias a las Escrituras y estuvo
bromeando al Arzobispo por su 'falsa modestia'. El Arzobispo permaneció inflexible y
se mando a una persona a la casa principal a que trajera algo con que nos cubrieramos.
Aparentemente el problema había ocurrido antes, ya que el mensajero regreso con gran
cantidad de pantaloncillos de muselina que desenterro de alguna parte. Se nos dijo que
los usaramos y nos desvistieramos con el mayor pudor posible. Cuando pasamos por fin
al cuarto de vapor, incomodos con nuestro desacostumbrado atuendo, Gurdjiéff, como si
tuviera al Arzobispo a su merced, se quito gradualmente su pantaloncillo y uno por uno
lo fuimos haciendo los demas. El Arzobispo no hizo mas comentarios, pero conservo
tercamente su pantaloncillo alrededor de la cintura.
Cuando dejamos el cuarto de vapor y pasamos al cuarto de enmedio para bañarnos, el
Sr. Gurdjiéff inicio otra vez una larga arenga para el Arzobispo. Dijo que esa vestimenta
parcial era no solo una forma de falso pudor, sino que era dañina sicológica y
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físicamente; que las civilizaciones antiguas se habían dado cuenta de que los rituales
más importantes de limpieza tenían que ver con las llamadas 'partes privadas' del
cuerpo, que no podían limpiarse adecuadamente si se llevaba cualquier tipo de ropa
sobre ellas y que, de hecho, muchas ceremonias religiosas de civilizaciones anteriores
habían insistido en esa limpieza como parte de sus ritos sagrados o religiosos. El
resultado fué un acuerdo: el Arzobispo no objeto esos argumentos y quedo de acuerdo
en que podíamos hacer lo que quisieramos, pero él no se quitaría, y no lo hizo, su
cubierta.
Despues del baño, la discusión continuo en el primer cuarto, el vestidor, durante el
periodo de 'enfriamiento' que duraba también alrededor de media hora; Gurdjiéff insistía
mucho en que no debiamos aventurarnos en el aire nocturno despues del baño. Era
esencial una ducha fria, pero el aire frio estaba prohibido. Durante la discusión en el
vestidor, el Sr. Gurdjiéff abordo la cuestion de los funerales y dijo que una medida
importante de respeto, aún con los muertos, era asistir a sus exequias perfectamente
limpio, de mente y cuerpo. El tono de su voz, que había sido chusco al principio y serio
en el cuarto de lavado, se había hecho conciliatorio y persuasivo. Gurdjiéff reitero que
en ninguna forma había pretendido mostrarse irrespetuoso con el Arzobispo.
Cualquiera que fueran las diferencias entre ellos, aparentemente se respetaban entre si;
en la cena, que fué casi un banquete, resulto que el Arzobispo era un hombre de
modales agradables y con gusto por convivir, ademas de ser un fuerte bebedor, lo que
agrado a Gurdjiéff; parecía que ambos disfrutaban mucho de su compañia.
Despues de la cena, aunque ya era muy tarde, el Sr. Gurdjiéff hizo que todos se
reunieran en el salon principal y nos narro una larga historia acerca de las costumbres
funerales de varias civilizaciones. Dijo que ya que Madame Ostrovsky lo había deseado,
tendría un funeral adecuado de acuerdo a su iglesia, pero agrego que otras costumbres
que habían existido en grandes civilizaciones del pasado remoto, en civilizaciones que
eran literalmente desconocidas para el hombre moderno, eran también importantes y
pertinentes. Describió uno de esos ritos funerales en el que los familiares y amigos del
difunto se reunian durante tres dias despues de su muerte. Durante ese periodo
recordarían y dirían en voz alta todos aquellos actos que consideraban malos o dañinos,
los pecados cometidos por el difunto durante su vida; el propósito de eso era crear una
oposición que forzara al alma a luchar por salir del cuerpo del difunto y llegar asi a otro
mundo.
Durante el funeral, al día siguiente, el Sr. Gurdjiéff permaneció en silencio y separado
de todos, como si solo su cuerpo estuviera entre los dolientes. Solo intervino en un
punto de la ceremonia, en el momento en que iban a sacar el cuerpo de la casa estudio y
lo iban a colocar en la carroza funebre, ya que una mujer que había estado muy cerca de
su esposa se avalanzo histéricamente sobre el ataud, ahullando, literalmente y
sollozando de pena. Gurdjiéff se le acerco y la retiró del ataud, hablandole suavemente,
mientras el funeral procedia. Seguimos el ataud hasta el cementerio, a pié,y cada uno de
nosotros echamos un puño de tierra una vez que lo bajaron en el foso que se había ca-
vado cerca de la tumba de la madre de Gurdjiéff. Despues de los servicios, el Sr.
Gurdjiéff y todos nosotros presentamos silenciosamente nuestros respetos ante las
tumbas de su madre y de Katherine Mansfield, quien estaba enterrada ahi también.
74

CAPÍTULO 25

Durante el tiempo en que estuvo enferma Madame Ostrovsky y el Sr. Gurdjiéff tenía
sesiones diarias con ella, una persona que había sido muy amiga de su esposa por
muchos años, objetaba seriamente lo que él estaba haciendo; su argumento era que el Sr.
Gurdjiéff estaba prolongando interminablemente el sufrimiento de su esposa y que ello
no podía servir a ningún propósito valioso o util, sin importar lo que él dijera. Esa mujer
era Mme. Schernval, la esposa del doctor, y su enojo contra Gurdjiéff había llegado a tal
punto que, aunque seguía vivendo en el prieuré, nunca aparecía en su presencia y se
rehuso a hablar con él durante varios meses. Comentaba su caso contra él ante cualquier
persona que estuviera cerca y llegó, inclusive, a platicarme una larga historia para
ilustrar su perfidia.
Decía que ella y el doctor eran miembros del grupo original que habían salido con
Gurdjiéff de Rusia, unos años antes. Habíamos oido de las increibles dificultades que
encontraron al escapar de las diferentes fuerzas implicadas en la revolución rusa y como
habían llegado a Europa, finalmente, pasando primero por Constantinopla. Una de las
cosas que comento Mme. Schernval contra Gurdjiéff, como prueba de que no era
confiable y su naturaleza era, incluso, malvada, fué que en realidad fué gracias a ella
que pudieron escapar y llegar a Europa. Aparentemente, para cuando llegaron a
Constantinopla se quedaron sin dinero y Mme. Schernval hizo posible que siguieran, al
prestar un par de aretes muy valiosos a Gurdjiéff, con lo que rentaron un bote y
cruzaron el Mar Negro. Sin embargo, aún Mme. Schernval admitía que no había
ofrecido los aretes espontaneamente. El Sr. Gurdjiéff sabía de su existencia y se los
había pedido, como último recurso, prometiéndole que los dejaría en buenas manos en
Constantinopla y que algun día se los regresaría, prometiendo por su honor, en cuanto
reuniera el dinero para rescatarlos. Ya habían pasado varios años y, aunque el Sr. Gurd-
jiéff había obtenido grandes cantidades de dinero en los Estados Unidos, nunca había
devuelto los aretes. No solo era eso una prueba de su falta de buenas intenciones; ella
agregaba siempre que la forma en que gastaba el dinero era absurda; por ejemplo, ? no
había comprado el aquellas bicicletas con dinero que pudo usar para regresarle sus
aretes ?
A todos nos había contado esa historia varias veces, pero para cuando murió Mme.
Ostrovsky ya la había olvidado por completo. Unas cuantas semanas despues del
funeral, Gurdjiéff me preguntó si había visto recientemente a Mme. Schernval y me
preguntó por su salud. Expreso su pesar por el hecho de que ya nunca la veía y dijo que
eso hacia muy difícil su relación con el doctor y que no era una buena situación. Hablo
mucho tiempo sobre las manias de las mujeres y dijo que había decidido, finalmente,
que a él le correspondia hacer el esfuerzo por ganarse otra vez el afecto y buena
disposición de Mme. Schernval. Entonces me dió un pedazo de una barra de chocolate
(parecía que alguien se había comido el resto), colocado en una caja rota y me dijo que
se lo llevara. Tenía que decirle como se sentía él con respecto a ella, como la respetaba
y valoraba su amistad y que ese chocolate era una expresión de su estimación por ella.
Vi la caja rota y pense, para mí, que difícilmente era la forma de ganarse otra vez su
amistad, pero había aprendido a no expresar tales reac- ciones. Tome la caja y me fuí a
ver a Madame.
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Le di el mensaje antes de entregarle el pequeño paquete, recitando lo que él había dicho,


exactamente, lo que me llevo algo de tiempo y luego le extendi el pequeño paquete roto.
Ella me había escuchado con una evidente mezcla de emociones y, para cuando le
entregué el paquete, estaba ansiosa por recibirlo. Sin embargo, cuando lo vió, su cara
reflejo una actitud de desden. Dijo que él nunca hacia algo en serio y que me había
obligado a darle ese largo y elaborado mensaje, solo como preambulo de la broma de
regalarle una pieza mordida de chocolate, que de cualquier forma no le gustaba.
Le dije que me sorprendía porque él me había dicho que a ella le gustaba especialmente
esa marca de chocolate, más que nada en el mundo. Me vió con mirada de extrañeza
cuando dije eso y entonces abrió el paquete apresuradamente. Había escogido al
mensajero adecuado; había olvidado por completo la historia de los aretes, asi que
quede tan sorprendido como ella cuando encontro, por supuesto, sus aretes. Se puso a
llorar, me abrazo y acabo casi histérica; luego se limpio la cara, se puso los aretes y
volvió a platicarme la historia, pero esta vez con la significativa diferencia de que eso
era prueba de lo maravilloso que era Gurdjiéff y como ella siempre había sabido que él
cumpliría su promesa. Yo estaba tan sorprendido por su cambio de sentimientos, como
cuando vi los aretes.
Regrese con el, como me lo había pedido, y le conte toda la historia con todo detalle. El
estaba muy divertido, se rió mucho y luego me platicó parte de la historia, desde su
punto de vista. Dijo que lo que ella narraba era correcto, pero que no tenía idea de las
dificultades que tuvo tratando de recuperar los aretes. Los había empeñado por una
suma muy grande de dinero a un amigo de confianza, en Constantinopla y, cuando
finalmente tuvo el dinero y los intereses, se entero de que su amigo había muerto. De
ahí en adelante, le tomo varios años de constantes esfuerzos para localizar las joyas y
para persuadir al nuevo dueño, aparentemente un usurero, de que se los vendiera por
una suma mucho mayor a su valor real.
No pude sino dejar salir mi reacción obvia: ? Porque había hecho eso ? ? había alguna
joya que valiera tal esfuerzo y, ademas, no se daba cuenta Mme. Schernval de que
probablemente la vida de todos ellos dependía de los aretes ?
El dijo entonces que el valor de las joyas no era un elemnto impor- tante en la historia.
Una de las razones para recuperarlas fué la amistad de su esposa con Mme. Schernval;
esa amistad no podía evaluarse y era necesario hacer eso en memoria de su esposa. Dijo,
ademas, que todo hombre tiene la obligación de mantener cualquier promesa que haya
hecho en forma sincera y solemne, como él había hecho esa en particular. 'No solo lo
hago por ella', dijo, 'también lo hago por mi alma'.
'Tu recuerdas', dijo despues, 'como te he dicho acerca del bién y del mal en el hombre,
que es como mano derecha y mano izquierda. En otro sentido esto es cierto también del
hombre y la mujer. El hombre es activo, positivo, bueno por naturaleza. La mujer es
pasiva, negativa, mala. No mala en el sentido de ustedes los americanos, sino mala en
forma muy necesaria; un mal que hace bueno al hombre. Es como la luz electrica, un
alambre es pasivo o negativo, el otro es activo, positivo. Sin esos dos elementos no
tienes luz. Si Mme. Schernval no es mala conmigo, tal vez olvido la promesa, una seria
promesa que le hice. Asi, sin su ayuda, porque no me deja olvidar lo que prometi, no
hubiera mantenido mi promesa, no hubiera habido bién para mi alma. Cuando regreso
los aretes hago algo bueno: bueno para mí, para la memoria de mi esposa y bueno para
76

Mme. Schernval que ahora tiene mucho remordimiento en su corazón por las cosas
malas que dijo de mi. Esta es una lección importante para tí.'
77

CAPÍTULO 26

La relación del Sr. Gurdjiéff conmigo, aunque superficialmente seguía igual, había
sufrido un cambio definido que yo sentía se había iniciado en la navidad anterior.
Seguía limpiando sus habitaciones, le llevaba café y hacia sus mandados, pero el
sentimiento fácil y afectuoso que había existido entre ambos, casi como entre padre e
hijo, parecía estar desapareciendo; parecía como que se había propuesto crear una
separación y una reserva entre ambos.
Cuando me platicaba antes, cualquiera que fuera el tema de conver- sación, se refería
casi siempre al hecho de que aún era un niño y que mucho de lo que me decía era algo
que no podía comprender, por el momento. Pero despues de su cambio, aunque me
hablaba con mucha frecuencia, su tono era más serio y ya no me decía que era un niño.
Yo sentía que él empezaba a esperar que me defendiera por mi mismo, que usara mi
propia mente; que, de hecho, me estaba urgiendo a que madurara.
Con frecuencia discutia sobre las relaciones humanas en general, sobre los papeles
especificos del hombre y la mujer y sobre el destino humano; estas platicas no eran solo
para mí, sino para un grupo del que yo era miembro. Nos aclaro enfaticamente que
siempre que se dirigiera a alguien hablando de cualquier tema, sería benéfico para todos
los presentes que lo escucharan. Muchos de nosotros teníamos la impresión de que
cuando hablaba a un individuo, no lo hacia solo para él sino para cualquiera que sintiera
que la conversación le era aplicable. A veces sentíamos que hablaba con una persona a
través de otra; como si no quisiera dirigirse a ella directamente.
Con frecuencia regresaba al tema del bién y el mal, lo activo y lo pasivo, lo positivo y lo
negativo. Yo había quedado impresionado por lo que me había dicho de Mme.Schernval
y el, en relación a esto, cuando le regreso los aretes y me parecía la continuación de un
tema del que hablaba recurrentemente: la naturaleza dual del hombre y la necesidad de
adquirir o crear una fuerza reconciliadora. Esta fuerza, en un sentido exterior, tenía que
ser creada en las relaciones humanas entre individuos; en un sentido interior, tenía que
ser adquirida o creada dentro de un individuo como parte de su desarrollo y crecimiento.
Una de las cosas más importantes acerca de los pronunciamientos de Gurdjiéff, sus
platicas, lecciones o discursos (cada quien le llama de manera diferente), era la enorme
influencia que tenía sobre su auditorio. Sus gestos, su manera de expresarse, el increíble
rango de tono y las dinamicas de su voz, asi como su uso de la emoción, parecían
calculados para fascinar al que lo escuchaba; tal vez para hipnotizarlos hasta el punto de
que no pudieran discutir con él en el momento. Sin duda, independientemente de
cuantas preguntas aparecieran en la mente cuando Gurdjiéff terminaba de hablar,
siempre se había recibido una impresión fuerte e indeleble, antes de que aparecieran
estas. No solo no olvidamos lo que nos dijo sino que resultaba imposible olvidarlo, aún
si uno quería hacerlo.
Poco despues del episodio de los aretes, Gurdjiéff abordo otra vez el tema de los
hombres y las mujeres, sus papeles en la vida y, como un elemento adicional, los roles
especificos de los sexos en su trabajo o, en su caso, en cualquier trabajo religioso o
sicológico que tuviera como meta el desarrollo de uno mismo y un crecimiento
adecuado. Me sorprendía y me quedaba perplejo entonces y muchas veces despues, por
su reiteración de que no solo su trabajo 'no era para todos' sino que 'las mujeres no lo
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necesitan'. Decía que la naturaleza de la mujer es tal, que el 'desarrollo de uno mismo'
en el sentido que él daba a la frase, era algo que la mujer no puede lograr. Entre otras
cosas decía: 'La naturaleza de la mujer es muy diferente de la del hombre. La mujer es
de la tierra y su unica esperanza de subir a otro estado de desarrollo, de ir al paraiso
como dicen ustedes, es CON el hombre. La mujer ya lo sabe todo, pero ese
conocimiento no le sirve, de hecho, puede ser como un veneno para ella, a menos que
tenga a un hombre con ella. El hombre tiene algo que nunca existe en la mujer: lo que
ustedes llaman 'aspiración'. En la vida el hombre usa esta cosa, esta aspiración, para
muchas cosas, todas malas para su vida; pero TIENE que usarla porque tiene esa
necesidad. El hombre, no la mujer, escala montañas, baja a los oceanos, vuela por el
aire, porque tiene que hacer eso. Le es imposible no hacerlo; no puede resistirlo. Mira la
vida a tu alrededor: el hombre escribe musica, el hombre pinta cuadros, escribe libros,
hace todas esas cosas. El cree que es la forma de encontrar el Paraiso para su ser'.
Cuando alguien objeto que las ciencias y las artes no eran, despues de todo, exclusivas
del mundo masculino, Gurdjiéff se rió: 'Preguntas sobre mujeres artistas y mujeres
cientificas. Yo digo que tu mundo esta todo enredado y te digo esta cosa verdadera. El
hombre verdadero y la mujer verdadera no tienen solo un sexo, no son nada más macho
o hembra. El humano real es una combinación de estas cosas: lo activo y lo pasivo, lo
masculino y lo femenino. aún ustedes,' hizo un movimiento circular señalandonos a
todos, 'a veces comprenden esto, porque a veces se ven sorprendidos cuando ven a un
hombre que siente algo como mujer o a una mujer que actua como hombre; o, incluso,
cuando sienten en sí mismos emociones propias del sexo opuesto.
'Todos nosotros vivimos en lo que llamamos el universo, pero este es un sistema solar
muy pequeño, el más pequeño entre muchos, muchos sistemas solares, estamos en un
lugar poco importante. Por ejemplo, en este sistema solar, la gente es bisexual: es
necesario tener dos sexos para la reproducción de la especie, un método primitivo que
usa parte de la aspiración del hombre para la creación de más gente. El hombre que
puede aprender como lograr un ser superior, como ir apropiadamente al Paraiso, puede
usar esa aspiración para el desarrollo del ser, para lo que ustedes llaman inmortalidad.
En el mundo como existe ahora, ningún hombre puede hacer eso: la unica posibilidad de
inmortalidad es la reproducción. Cuando un hombre tiene hijos, no todo lo suyo muere
cuando muere su cuerpo.
'No es necesario que la mujer haga el trabajo del hombre en el mundo. Si la mujer
encuentra a un hombre real, entonces ella se convierte en una mujer real sin necesidad
de trabajar. Pero, como yo digo, el mundo esta enredado. Ahora en el mundo no existen
hombres reales, asi que la mujer hasta trata de convertirse en hombre, hace el trabajo del
hombre, lo que esta mal para su naturaleza.'
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CAPÍTULO 27

Poco despues de la muerte de Madame Ostrovsky, la atmosfera del Prieure pareció


cambiar; parte de ello se debia, definitivamente, a su muerte (por ejemplo, Gurdjiéff
estaba viviendo con una mujer que resulto embarazada unos meses despues); la otra
parte era, simplemente, que inevitablemente yo estaba creciendo. Me empezaron a
invadir preguntas que no se me habían ocurrido antes. ? Que estaba yo haciendo ahí,cual
era el propósito de la escuela, que tipo de hombre era Gurdjiéff, despues de todo ?
Supongo que en el principio de la adolescencia es 'normal' que un niño empiece a
evaluar su entorno, a sus padres y a las personas que conoce. Me resultaba muy sencillo
contestarme lo que se refería a mi estancia ahi: los eventos azarosos y sin sentido que
me llevaron ahí estaban aún frescos en mi mente. Pero, para entonces, la cuestion de si
quería o no permanecer, se había convertido en algo diferente. Hasta entonces no había
tenido control del curso que tomaba mi vida; tampoco se me había ocurrido que pudiera
tener alguna influencia en determinar ese curso. A los trece años, aún no tenía voz ni
poder sobre mi 'destino' o mi futuro, pero tenía mis preguntas al respecto.
En el curso de las idas y venidas de todo tipo de gentes al prieuré, visitantes y residentes
semi permanentes, siempre había discusiones acerca de Gurdjiéff, acerca del propósito
y/o valor de su trabajo. Había muchos 'estudiantes' que dejaron el prieuré en
circunstancias mas o menos violentas, emocionalmente, a veces por que Gurdjiéff no los
quería ahí,a veces debido a sus propias actitudes y sentimientos acerca de él, como
hombre.
Durante los dos años que yo había permanecido ahí,me había dado cuenta de y,
ciertamente, me había aferrado al sentimiento y la creencia de que Gurdjiéff no podía
hacer nada malo; de que todo lo que hacia tenía un propósito, era necesario, importante,
'correcto'. Hasta entonces, no había tenido que tomar por mi mismo ninguna decisión
con respecto a el. Pero llegó el tiempo en que empece a verlo a través de mi propia
educación, con mis valores adquiridos subconcientemente y empece a hacer algunos
intentos de evaluar al hombre, a los estudiantes, a la escuela. Aparecieron asi un gran
número de preguntas, la mayoría sin respuesta.
? Que era el poder de este hombre cuya palabra era ley, quien sabia mas que nadie,
quien tenía un dominio absoluto sobre sus 'discípulos' ? No había dudas en mi mente
con respecto a mi relación personal con el. Lo amaba, había ocupado el lugar de mis
padres y tenía una autoridad indiscutible sobre mi; por mi parte había una devota lealtad
y mi afecto. aún asi, era obvio que mucho del efecto que producia en mi y su poder
sobre de mi, se debía a los sentimientos de otros (sentimientos de reverencia y respeto)
y a mi deseo natural de conformarme. Por otra parte, mis sentimientos personales de
admiración y respeto eran menos importantes que el miedo que le tenía. El miedo llegó
a ser indudablemente genuino conforme lo conocía más.
había sido impresionante, revelador y hasta divertido verlo de cerca, cuando reducia a
una persona a pulpa, como lo había hecho con el Sr. Orage, en mi presencia. ? Pero no
era significativo que Orage haya dejado el prieuré y que no haya regresado ? Me habían
dicho que estaba enseñando el 'trabajo' de Gurdjiéff en Nueva York, desde entonces, y
es posible que lo que Gurdjiéff hizo a Orage haya sido necesario; pero, finalmente, ?
quien podría determinar eso ?
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El mismo Gurdjiéff no era de gran ayuda. Una de las cosas inol- vidables que había
dicho y había repetido muchas veces, era que lo que llamamos 'bién' y 'mal' crece igual
en el hombre; que la potencialidad de convertirse en un 'angel' o un 'demonio' era
siempre igual. Aunque con frecuencia había hablado de la necesidad de crear o adquirir
una 'fuerza reconciliante' en uno mismo, con el objeto de lidiar con los lados 'positivo' y
'negativo' o 'bueno' y 'malo' de la propia naturaleza, había declarado también que la
'guerra' no tenía fin; que mientras mas aprendía uno, la vida se hacia, inevitablemente,
más difícil.
El prospecto parecía ser: 'mientras más aprendes más duras se pondran las cosas'.
Cuando se encontraba, ocasionalmente, con protestas contra esa visión terrible del
futuro, respondía invariablemente con la declaración, mas o menos irrefutable, de que
nosotros, individualmente o como grupo, eramos incapaces de pensar con claridad, no
eramos suficientemente adultos o maduros para juzgar si ese era o no un futuro
apropiado y realista para el hombre; mientras que el sabía de lo que estaba hablando. Yo
no tenía argumentos con que defenderme del cargo de incompetencia que se me hacia;
pero tampoco tenía una prueba absolutamente aceptable de su competencia. Su fuerza,
su magnetismo, su poder, su habilidad y hasta sabiduria, eran innegables, posiblemente.
Pero la combinación de esos atributos o cualidades ? creaban automaticamente la
cualidad de hacer un juicio competente ?
Es una perdida de tiempo discutir o pelear con gente que esta conven- cida. Las
personas que se interesaron en Gurdjiéff siempre terminaban por encajar en una de dos
categorias: los que estaban a su favor y los que estaban en contra; se quedaban en el
prieuré o seguían reuniéndose en sus 'grupos' en Paris, Londres, Nueva York y otros
sitios, porque estaban convencidos razónablemente de que tenía algun tipo de respuesta,
o bién lo dejaban a él y a su 'trabajo' porque estaban convencidos de que era un
charlatan, un demonio o, por lo menos, que estaba equivocado.
Existiendo la buena voluntad del auditorio, Gurdjiéff era increible- mente convincente.
Su presencia y su magnetismo físico eran indiscutibles y a veces abrumadores. Era
imposible refutar su lógica, en cuestiones prácticas, y esta nunca estaba coloreada o
distorsionada por la emoción; en ese sentido, en los problemas puramente ordinarios de
la vida, no había duda de que jugaba limpio. Era un juez considerado y atento cuando
trataba con las situaciones o disputas que aparecen en el proceso de mantener una
institución como el prieuré; hubiera sido ridículo e ilógico discutir con él o decir que era
injusto.
Sin embargo, recordando lo que pasaba por mi mente en esa edad, en cosas como las
experiencias que tuve con la Sra. Madison, ? que le había hecho él ? ? que efecto tuvo
en ella que nos haya premiado por haberla desafiado ? ? porque la había puesto en esa
posición de autoridad ? Desde luego, la Sra Madison estaba físicamente presente como
una respuesta a esas preguntas. parecía haberse convertido en un seguidor más
convencido, un discípulo más devoto y, aparentemente, no cuestionaba lo que él le
había hecho. Pero, ? fué eso una respuesta, al paso del tiempo ? ? Sería, tal vez, sim-
plemente una prueba de que la Sra. Madison fué dominada por el magnetismo de
Gurdjiéff, por su fuerza positiva ?
En ese entonces, y no tengo ninguna razón valida para cambiar ese sentimiento u
opinión despues de casi cuarenta años, sentía que él buscaba a un individuo o fuerza que
pudiera oponersele en forma efectiva. Desde luego, en el prieuré no había tales
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oponentes. Incluso a esa edad, empece a sentir desprecio por la abyecta devoción de sus
adeptos o 'discípulos'. Hablaban de él entre susurros; cuando no entendían alguna
declaración que él hacia o algo que había hecho, se acusaban a sí mismos, con
demasiada rapidez para mi gusto, por no haber tenido la visión suficiente; abreviando,
lo adoraban. La atmosfera que se crea, de alguna manera, en un grupo de gentes que
'adora' a un individuo o a una filosofía, me parecía entonces (y lo siento ahora) que lleva
la semilla de su propia destrucción y, ciertamente, lleva a hacer el ridículo. Lo que me
dejaba desconcertado era que Gurdjiéff ponía en ridículo a sus seguidores más
convencidos y devotos (atestigue el caso de las damas y el 'vino famoso'). A mi manera,
simple e infantil, yo sentía que él era capaz de hacer cualquier cosa, a expensas de quien
fuera, solo por 'diversión'; para ver que pasaba.
En mi opinión no solo jugaba con sus estudiantes, sino que los juegos estaban 'cargados'
a su favor; jugaba contra personas que él había llamado 'ovejas' en sus caras; personas
que, ademas, aceptaban ese término sin protestar. Entre los devotos había unos cuantos
que luchaban con el verbalmente, pero a la larga parecían ser los más 'poseidos' o
'convencidos'; atreverse a bromear con él se convirtió en una prueba de tener cierta
intimidad con el, privilegio que se les concedia por el acuerdo total con las ideas; en
ningún sentido había rebelion. Los rebeldes no se quedaban en el prieuré a compartir
bromas y no se les permitia permanecer para oponerlo o retarlo; la 'dictadura filosófica'
no admitía oposición.
Lo que empezo a obsesionarme, a los trece, fué una cuestion muy seria y peligrosa, para
mí. ? Con que estaba tratando ? No me importaba el hecho de que tal vez estuviera
engañandome tanto como me parecía que lo hacia con los demas; no sabía si lo hacia o
no. Pero, de ser ese el caso, yo quería saber porque. No podía negar que me resultaba
divertido, siendo un niño, ver como Gurdjiéff 'exponía' a los adultos, para divertirse con
ellos, pero ? servia eso a un propósito constructivo ?
Incluso a esa edad estaba conciente de que el mal podría crear bién. Cuando Gurdjiéff
hablaba de moralidad 'objetiva' y moralidad 'subjetiva', no me quedaba totalmente a
oscuras. En el sentido más simple parecía sig- nificar que las costumbres gobiernan a la
moralidad subjetiva, mientras que lo que Gurdjiéff llamaba 'moralidad objetiva' era
cuestion de instintos naturales y de conciencia individual. Al discutir sobre moral, él
recomendaba vivir de acuerdo con las costumbres y hábitos de la sociedad en la que uno
vive (le gustaba mucho la frase 'Si vives en Roma, vive como los romanos'), pero
enfatizaba la necesidad de una moral personal, individual y objetiva, basada en la
conciencia, mas que en la tradición, las costumbres o la ley. El matrimonio era un buen
ejemplo de una costumbre moral subjetiva; objetivamente, ni la moral natural ni la
moral individual requerían de ese sacramento.
No me sentí muy confundido cuando me entere de que el nombre del primer libro de
Gurdjiéff era 'Relatos de Belcebu a su nieto' o 'Una Critica Objetiva e Imparcial del
Hombre'. La idea de que el diablo, o Belcebu, era el que hacia la critica no me
sorprendió. Cuando Gurdjiéff declaro que Cristo, Buda, Mahoma y otros profetas como
ellos, eran 'mensajeros de los dioses' que finalmente habían FALLADO, pude aceptar la
teoría implicita de que ya había llegado el momento de darle su oportunidad al diablo.
Como adolescente, no tenía tan buena opinión del mundo como para rechazar el
veredicto de Gurdjiéff de que estaba 'todo enredado' o 'parado de cabeza' o, en mi propia
versión de sus palabras, hecho un desastre. Pero, si los profetas mencionados habían
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'fallado' por alguna razón, ? había alguna seguridad de que Gurdjiéff (o Belcebu) tuviera
éxito ?
? Éxito o fracaso de que ? Podía aceptar la teoría de que había algo 'mal' con la
humanidad, pero resistía la declaración, hecha por un individuo, de que él sabía
exactamente lo que estaba 'mal'. Ademas, aceptación no es convicción y para bién de
discutir seriamente una cura, me parecía lógico que uno fuera convencido primero de
que existía la enfermedad. ? Se me iba a forzar entonces a formarme una opinión acerca
de la 'condición del hombre', para hacer un diagnostico ? No estaba equipado para hacer
eso, pero no estaba en contra de intentar en esa dirección. La unica respuesta que pude
encontrar, desde luego, fué que no había respuesta.
Todas esas especulaciones me llevaban, inevitablemente, de regreso a Gurdjiéff, el
hombre. Cuando prescribía un ejercicio como la 'auto observación', con la meta
reconocida de 'conocerse uno mismo', no tenía argumentos de que hablar y él tenía el
peso de toda la religion organizada detrás de él, como él mismo lo había señalado. Tal
vez la diferencia reside en el método particular y yo no estaba en posición de juzgar los
meritos de su método. Sin embargo, la meta no era nueva.
Si tenía que aceptar la premisa de que el hombre es inferior a la naturaleza (y no estaba
en posición de negar eso), entonces estaba obligado de inmediato a considerar la
posibilidad de que Gurdjiéff, siendo un hombre, no tuviera necesariamente todas las
respuestas, asumiendo que existan. Su filosofía, como la entendía a esa edad, era
indudablemente atractiva. ? Era algo más que eso ? Todas las ideas 'místicas' son
atractivas para el que busca, por la sencillisima razón de que son místicas o misteriosas,
en cierta forma.
Esas cuestiones son preocupantes; pueden amenazar la confianza en si mismo, la
'raison-de-etre' completa de un ser humano. Mis dudas y preguntas eran como un nido
de circulos concentricos. La razón misma de la vida, de la existencia del hombre, pa-
reció reducirse a si podía o no aceptar a Gurdjiéff como el hombre que tenía la clave. El
simple hecho de vivir en su presencia me hacia imposible retirarme (tal vez no es la
palabra adecuada) a otra 'creencia' o 'fe' en otra religion o teoría de la vida. Me atraia su
repudio a la actividad organizada, fuera religiosa, filosófica o hasta práctica, y me atraia
más por el apoyo aparente que daba a la verdad o la acción individual. Pero lo aterrador
era el concepto inevitable de la inutilidad de la vida humana, individual y colectiva. La
historia de las bellotas en el roble me había impresionado como niño. El concepto de
que la vida humana es solo otra forma de organismo, que podría o no crecer, era algo
nuevo para mí. Pero ? era realmente el trabajo de Gurdjiéff el medio adecuado para
convertirse en un 'roble' ? ? Estaba yo tratando en realidad con el diablo ? Quien quiera
que fuera me gustaba; estaba ciertamente encaprichado con el. aún asi, sigue siendo
significativo que mi único intento serio de suicidio ocurrió ese año. Estaba torturado por
las preguntas que no cesaban de atormentarme, torturado hasta el punto de que ya no
podía evitar hacerlas, continuamente, sin encontrar algun tipo de respuesta. Obviamente,
para mí, la unica persona que POdría tener la respuesta, era el mismo Gurdjiéff y como,
ademas, era muy probable que fuera el villano, no podía preguntarle directamente. Lo
que hice fué tomarme una pequeña botella de alcohol de madera. Enfrentando esto, no
fué un esfuerzo muy determinado, pero el intento fué en serio, la botella tenía una
etiqueta que decía 'Veneno' y lo creí. El resultado del intento no fué particularmente
dramatico. Me dió un mareo muy fuerte y no tuve que usar un emetico.
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El intento se hizo de noche y, cuando vi a Gurdjiéff la mañana siguiente, al traerle su


acostumbrado cafe, me dirigio una rapida mirada y me preguntó que estaba mal. Le dije
lo que había hecho y también, muy apenado, le dije de mi reacción física inmediata. En
ese momento ya no me importaba si era el diablo o no. Su único comentario fué que
para suicidarse exitosamente el esfuerzo debe ser muy sincero. No me preguntó porque
lo hice y recuerdo haber tenido la curiosa sensación, mientras nos veíamos uno al otro,
de que estabamos siendo completa y desapasionadamente honestos, uno con el otro.
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CAPÍTULO 28

Mis preguntas y dudas acerca del prieuré y del Sr. Gurdjiéff, ob- sesivas como habían
sido por un corto tiempo, desaparecieron rapidamente. No me preocupaba eso; me sentí
aliviado al regresar a la rutina de trabajo cotidiana. Como si se me hubiera quitado un
gran peso de los hombros.
Los únicos cambios obvios despues de la muerte de Madame Ostrovsky en la vida
general del prieuré, fué que Gurdjiéff empezo a hacer viajes frecuentes por periodos de
varios dias o de hasta dos semanas cada vez y que cuando estaba en casa había muchos
más huespedes en los fines de semana. Cuando se iba a un viaje, se llevaba hasta a cinco
o seis personas con él y casi todos anticipaban la posibilidad de ser seleccionados para
acompañarlo. Se había convertido en una especie de 'importancia' el haber participado
en un viaje a Vichy o a Evian o a cualquier playa popular de las que a él le gustaba
visitar. Las razones que daba Gurdjiéff para esos viajes, eran que necesitaba viajar y ver
a más gente, lo que necesitaba para sus escritos que en ese tiempo hacia, basicamente,
en restaurantes y cafes, con frecuencia sentado enmedio de un grupo de gente, tomando
café y escribiéndo interminablemente. Muchos de los que iban con él participaban
activamente en la traducción de sus escritos a varios lenguajes; ademas, le gustaba
viajar con su sequito.
En ese tiempo lo vi menos, principalmente por sus frecuentes salidas, pero aún cuando
estaba en el prieuré no tenía tanto contacto privado como el que había tenido antes. En
general, esta situación me agradaba ya que, aunque habían cedido mis dudas, en el
sentido de que no ocupaban toda mi atención, el miedo que le tenía y la oculta sospecha
sobre sus motivos había reemplazado en parte mi devoción personal por el, que hasta
entonces había sido total. Sin embargo, seguí teniendo una serie de experiencias con el,
accidentales o tal vez intencionales.
Un dia, cuando se esperaba que llegara de uno de sus viajes, yo estaba trabajando en la
cocina, ayudando en la preparación de una de las cenas usuales muy elaboradas que se
servian siempre que él regresaba. Cuando movia una gran olla llena de agua hirviendo,
de alguna manera vacie parte del contenido en mi cuerpo, principalmente en el brazo
derecho. Solte la olla, aullando de dolor y Madame Schernval, cocinera de ese dia, grito
pidiendo ayuda y mando a alguien por el doctor. En lugar de este llegó Gurdjiéff, muy
inesperadamente. Había llegado más temprano de lo que esperabamos. Sin decir palabra
y al parecer sin escuchar la explicación casi histérica de Madame Schernval, se acerco
rapidamente a mi, me jalo hacia la estufa, quito las hornillas de hierro, exponiendo las
rojas brasas. Luego me tomo el brazo y lo mantuvo, con toda su fuerza, sobre el fuego
de la estufa, probablemente por solo unos segundos pero que me parecieron una
eternidad. Cuando me solto, dijo muy serio y tranquilo que lo mejor para combatir al
fuego era el fuego. 'De esta manera', dijo, 'no tendras cicatriz en el brazo. La quemadura
ya se ha ido'.
Estaba asombrado y muy sorprendido, no solo por el doloroso trata- miento, sino
también por su aparición, totalmente inesperada, precisamente en ese momento.
Inevitablemente me pareció que era una de esas ocurrencias predestinadas que no podía
considerar meras coincidencias. Madame Schernval me platicó que había tenido una
experiencia similar con él muchos años antes y sabía que lo que me había hecho era lo
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mejor para una quemada, pero que ella no tenía la fuerza o el coraje para hacerlo.
Ambos seguimos impresionados el resto del día y Madame Schernval ciertamente me
estimulo a pensar que su aparición en ese momento era, de alguna manera, sobrenatural.
Seguimos hablando de eso por varios dias, principalmente porque, como el había
predicho, no solo no había cicatriz sino que no había dolor ni señas de quemadura.
El trato que me daba Gurdjiéff tomo una forma diferente a partir de ese día y, a pesar de
que no teníamos contacto personal privado, me parecía que con frecuencia me distin-
guía entre los demas, sin que hubiera alguna razón.
Unas cuantas semanas despues de la 'curación de la quemada', prepara- bamos otra vez
una gran cena porque habrian muchos invitados esa noche. El principal era el gendarme
que había descubierto a Gurdjiéff despues de su accidente automóvilístico, unos veranos
antes. Cuando llegó, se le instalo en un cuarto suntuoso en el mismo piso que el de
Gurdjiéff y luego lo presentaron con todos. Gurdjiéff lo elogio y nos dijo cuanto le
debía (y le debiamos nosotros) a ese hombre. Si no hubiera sido por el, Gurdjiéff podría
haber muerto. A su vez el gendarme platicó su versión de la historia. Había quedado
muy impresionado por Gurdjiéff debido a dos cosas especificas que habían ocurrido. La
primera fué como encontro a Gurdjiéff. Había manejado esa noche de regreso a casa, ya
fuera de servicio, cuando llegó al lugar en que estaba un carro chocado y, desde luego,
se había detenido a investigar el accidente. Lo increíble de eso fué que, aunque estaba
herido seriamente, Gurdjiéff se las había arreglado de alguna manera, aparentemente en
estado de shock, para salir del carro, sacar de ahi una almohada y una cobija y acostarse
a un lado del camino recostado en la almohada y bién tapado con la cobija.
Considerando sus heridas, el gendarme no podía creer, a la fecha, que Gurdjiéff hubiera
hecho eso sin ayuda.
La segunda cosa que lo había asombrado fué que, aunque habían pasado casi dos años
despues de su recuperación, Gurdjiéff se las había arreglado para encontrarlo y
persuadirlo de que viniera al prieuré, como invitado para el fin de semana. Aparente-
mente había una razón para que esto asombrara al gendarme, aunque nunca la
comprendí totalmente; el registro del accidente no incluia su nombre o algun dato sobre
el. Como sea, se había requerido mucho esfuerzo y persistencia en ese caso y el
gendarme se sentía casi incapaz de aceptar el hecho de que alguien se haya tomado
tanto trabajo para darle los gracias por algo que, ademas, era solo el desempeño normal
de su deber.
El gendarme se sento en el sitio de honor en la mesa y Gurdjiéff, al empezar la comida,
lleno los vasos de todos con Armagnac (era necesario, era una de sus reglas: hacer
varios brindis durante la comida y el siempre llenaba los vasos). El gendarme se rehuso.
Su respeto y la amistad que sentía por Gurdjiéff eran ilimitados, dijo, pero era incapaz
de tomar un licor tan fuerte, lo más que tomaba a veces era un vaso de vino.
Gurdjiéff era siempre persistente con las personas que se negaban a brindar con cognac,
pero en este caso fué inexorable. Argumento, rogo, hasta suplicó al gendarme que
tomara con él y este se rehuso categoricamente, lo más cortesmente que pudo.
Finalmente, Gurdjiéff dijo que la cena no podía continuar sin la participación del
gendarme en los brindis y, como si tratara de usar otra estrategia, dijo que un hombre
que realmente vale debe poder brindar. No hizo caso de las protestas del hombre y dijo
que le demostraría que el licor no tenía malos efectos. 'Este no es un lugar comun', dijo,
refiriéndose al prieuré, 'aqui hay tanta buena voluntad que cualquiera puede tomar sin
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tener malos efectos. Hasta los niños toman aqui'. Para demostrar su punto, me llamo a
su lado (yo estaba de mesero esa noche).
Cuado me pare a su lado, lleno un vaso grande con Armagnac y me dijo en ruso que me
lo tomara de un trago. Lo hice, aunque nunca había probado un licor tan fuerte. Ya que
lo trague me empezaron a salir lagrimas y me ardia la garganta, pero me las arregle para
llegar a la cocina en donde la horrorizada cocinera me dijo que comiera mucho pan para
suavizar la garganta. La cocinera era su cuñada y con frecuencia lo criticaba mucho. Me
dijo con firmeza que solo un hombre loco forzaría a un niño a tomar 'esa cosa' y luego
me mando de regreso a mi tarea de mesero. El licor tuvo un efecto tan inmediato en mi
que, aunque seguía pasando los platos a los huespedes, tamabaleandome alrededor de la
mesa y empujando los platos en ella, me sentía mareado y despreocupado. Nunca en mi
vida había experimentado esa sensación de bienestar y despreocupación. Me parecía
especialmente cómico cuando me acercaba a Gurdjiéff y él me dirigia su atención.
Recuerdo haber tenido una extraña sensación de separación, como si hubiera salido de
los confines de mi cuerpo y pudiera verme, como desde lejos, trotando alegremente
alrededor de la mesa, con los pesados platos en las manos. Me sentí muy satisfecho
cuando el gendarme, aparentemente gracias a mi, acepto tomar y brindo varias veces
con Gurdjiéff y los demas invitados. Sentí que todo ocurrió gracias a mi y me felicite
por un gran, aunque indefinido logro.
aún asi, a pesar de que me sentía muy bién, la cena parecía inter- minable y me sentí
muy aliviado cuando pude irme a la cama, ya muy tarde. Me pareció que había dormido
solo unos minutos cuando escuche el sonido insistente de la chicharra. Me quede
asombrado al ver que era de día y me las arregle para vestirme y responder al inevitable
llamado por cafe. Gurdjiéff se rió cuando apareci en su cuarto y me preguntó como me
sentía. Le dije que pensaba que aún estaba borracho y le describi como me había sentido
en la noche. Asintió sabiamente y me dijo que el licor me había producido un estado
muy interesante y que si yo podía lograr ese tipo de conciencia de mi estando sobrio,
eso sería un logro muy importante. Luego me agradeció por mi papel en su experimento
con el gendarme y dijo que me había seleccionado, especialmente, porque era muy
importante que aprendiera a tomar y supiera a mi edad cuales pueden ser los efectos del
licor. 'En el futuro, cuando estes borracho', dijo, 'trata de ver en la misma forma en la
que viste anoche. Este puede ser un ejercicio muy bueno para tí y te ayudara también a
que no te emborraches'.
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CAPÍTULO 29

A fines de ese verano, Tom y yo fuimos seleccionados para ser miem- bros del grupo de
cinco o seis que acompañarían a Gurdjiéff en su siguiente viaje. Eramos de los primeros
niños seleccionados para este honor y esperabamos el día de nuestra partida con
anticipación y entusiasmo.
No fué sino hasta que ya ibamos en la carretera, cuando Gurdjiéff nos informo que
ibamos a Vichy, en donde pensaba permanecer varios dias para escribir. Dentro de la
primera hora comprendí rapidamente que viajar con Gurdjiéff no era una experiencia
comun. Aunque, hasta donde yo sabia, no teníamos ninguna prisa por llegar a nuestro
destino, Gurdjiéff manejaba su auto como un poseido. Corría a gran velocidad por unas
cuantas horas y se detenía abruptamente en el café de algun poblado pequeño donde
permaneciamos por dos o tres horas, él escribiéndo incesantemente; o nos deteníamos
en cualquier lugar en el campo, a un lado de la carretera y bajabamos grandes canastas
con comida y bebidas, almohadas y cobijas y haciamos un tranquilo picnic, durmiendo
al final una siesta.
Fuera de cualquier falla mecanica, teníamos lo que parecía demasiadas experiencias
innecesarias en el camino. A cualquiera de nosotros se nos asignaba el lugar junto a
Gurdjiéff, encargado de llevar el mapa abierto con el que debía uno guiarlo. Arrancaba
el carro despues de decirnos que camino quería tomar y luego aceleraba a la maxima
velocidad. El encargado del mapa debía ir viendo las señales para decirle en donde
debía dar vuelta o alguna indicación de ese tipo; pero él se las arreglaba de alguna
manera para acelerar antes de llegar a una intersección y casi siempre tomaba el camino
equivocado. Como se rehusaba a regresar, teníamos que guiarlo a partir de la nueva
ruta, siguiendo la dirección general de nuestro destino. Inevitablemente iniciaría una
larga discusión, empezando usualmente por maldecir al que llevaba el mapa y despues a
todos los demas. Eso parecía tener un propósito, ya que ocurría regularmente, sin
importar quien estuviera sentado a su lado como guía y solo se me ocurría que quería
mantenernos agitados y alertas. Aunque llevabamos dos llantas de repuesto, una en cada
estribo, podríamos haber usado más. aún en esos dias, cambiar una llanta ponchada no
era una operación muy complicada. Sin embargo, con Gurdjiéff, esto se convertia en un
problema de ingeniería. Cuando se ponchaba una llanta, y eso ocurría con frecuencia,
todos teníamos que descender del carro, se asignaban diferentes trabajos a los diversos
miembros del grupo; uno a cargo del gato, otro a quitar la llanta de repuesto, otro a
quitar la llanta que debía reemplazarse. Gurdjiéff supervisaba personalmente,
usualmente platicando con las personas que no tenían algo que hacer. A ratos se detenía
todo el trabajo y tendríamos largas conferencias acerca de si el gato sostendría al carro
en la pendiente especifica de esa parte del camino, cual era la mejor forma de quitar las
tuercas, etc. Como Gurdjiéff nunca tenía tiempo para que repararan la llanta en la
gasolinera, una vez que se habían usado las dos llantas de repuesto, el problema ya no se
reducia a solo a cambiarla; había que quitarla del rin y repararla, proceso que llevaba
horas en las que el grupo entero, las mujeres con sus largos vestidos, nos parabamos
alrededor del carro, dando consejos e instrucciones. La apariencia del grupo daba a los
choferes la impresión de que nos había ocurrido algo grave y con frecuencia se detenían
a ofrecernos ayuda, asi que a veces se nos unia otro grupo que contribuiría a dar
consejos, consuelo y, a veces, ayuda física.
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Ademas del riezgo de tener que cambiar una llanta y de que casi constantemente ibamos
por el camino incorrecto, no había forma de hacer que Gurdjiéff se detuviera a poner
gasolina. Sin importar lo que marcara el medidor, él insistía en que no era posible
quedarse aún sin gasolina, hasta que llegaba el momento inevitable en que el motor
empezaba a toser y jalonearse y, aunque Gurdjiéff lo maldijera en alta voz, el carro se
detenía. Como rara vez quedaba en posición adecuada en el camino, era necesario que
todos nos bajaramos y empujaramos el carro a la cuneta y se seleccionaba a uno de
nosotros para que caminara o pidiera aventon a la estación de gasolina más cercana y
trajera a un mecanico. Gurdjiéff insistía en el mecanico porque estaba seguro de que
algo andaba mal con el carro; no podía ser algo tan simple como que se hubiera acabado
la gasolina. Esas paradas eran un fastidio para todos, menos para Gurdjiéff quien, ya
que alguien había partido por ayuda, se instalaba comodamente a un lado del camino o
permanecía en el carro, segun se sintiera, y se ponía a escribir furiosamente en su
cuaderno, murmurando para si y chupando uno de los muchos lapices que llevaba.
parecía que Gurdjiéff atraia también obstáculos. Si no nos quedabamos sin gasolina o
tomabamos el camino equivocado, alcanzaríamos, de alguna forma, a un rebaño de
cabras o de ovejas. Gurdjiéff seguía a esos animales, a veces golpeándolos ligeramente
con la defensa del carro y siempre sacando la cabeza por la ventana aullandoles
groserías. Nos encontramos un rebaño de vacas durante un recorrido en el que yo iba de
guía y esa vez, para mi placer y sorpresa, cuando Gurdjiéff empujaba y maldecía a una
vaca, esta se detuvo enfrente del carro, se le quedo viendo siniestramente, levanto la
cola y baño el cofre del carro con un chorro de abono líquido. Parece que también a
Gurdjiéff le pareció que esto era particularmente hilarante y rapidamente detuvo el carro
para descansar, a un lado del camino, poniéndose a escribir, mientras que nosotros nos
las arreglabamos para limpiar el carro.
Otro hábito de Gurdjiéff que complicaba estos viajes era que, despues de detenerse
varias veces durante el día a comer, descansar, escribir, etc., nunca se detenía por la
noche hasta que era tan tarde que la mayoría de las posadas u hoteles ya habían cerrado,
para cuando él decidía que era hora de cenar y dormir. Esto implicaba siempre que
alguno de nosotros (todos aborreciamos eso), tendría que bajar del carro y tocar en la
puerta de algun hotel o posada del campo hasta que pudiera despertar al propieta- rio y,
frecuentemente, al pueblo entero. Tal vez solo para hacer mayor la confusión, ya que
había despertado el propietario del local, Gurdjiéff se inclinaba sobre el automóvil, gri-
tando instrucciones, usualmente en ruso, acerca del número de cuartos y las comidas
que serían necesarios y todas las demas instrucciones que se le venían a la mente.
Luego, mientras sus acompañantes descargaban montañas de equipaje, usualmente se
involucraría en una larga serie de complicadas excusas a quien quiera que se hubiera
despertado, deplorando, en un francés horrible, la necesidad de haber tenido que
despertarlos, la ineficacia de sus acompañantes, etc., con el resultado de que la
propietaria (casi siempre era mujer) quedaba totalmente encantada con él y nos veía al
resto con aversión mientras nos servia una excelente cena. La cena continuaría
interminablemente, desde luego, con largos brindis para todos los presentes,
especialmente para los dueños del lugar, ademas de otros brindis por la calidad de la
comida, lo magnifico del lugar o cualquier cosa que se le ocurría.
Aunque yo pensaba que el viaje no terminaría jamas, nos las arre- glamos para llegar a
Vichy, despues de unos dias de ese modo inusual de viajar. Desde luego, llegamos ya
muy tarde en la noche y otra vez tuvimos que despertar a mucho personal de uno de los
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grandes hoteles de la playa; al principio, uno de ellos dijo que no tenía cuartos. Sin
embargo, Gurdjiéff intervino en ese arreglo y convenció al gerente de que su visita era
de extrema importancia. Una de las razones que dió fué que él era Director de una
escuela muy especial para americanos muy ricos y nos llamo a Tom y a mi como
prueba; ambos estabamos muy somnolientos; a mi me presento como el Sr. Ford, hijo
del famoso Henry Ford y a Tom como el Sr. Rockefeller, hijo del igualmente famoso
John D. Rockefeller. Al ver al gerente me pareció que no se estaba tragando toda la
historia, pero se las arreglo para vernos y dedicarnos con deferencia una sonrisa (era
evidente que estaba cansado también). El problema que había que ajustar era el hecho
de que, a pesar de la importancia de Gurdjiéff, no había suficientes cuartos para todos
nosotros. Gurdjiéff considero seriamente esta información y finalmente diseño una
forma en la que todos podríamos acomodarnos sin que hubiera una mezcla indebida de
sexos, en los cuartos que habis disponibles. El Sr. Ford o no, termine durmiendo en su
baño, en la tina. Acababa de meterme con una cobija en la tina, exhausto, cuando al-
guien llegó con un catre que metio con dificultad en el estrecho espacio del baño. Me
acoste entonces en el catre mientras que Gurdjiéff, muy regocijado por todas esas
complicaciones, procedio a tomar un largo baño, con agua muy caliente.
La estancia en Vichy fué muy tranquila, comparada con nuestro viaje. Solo veíamos a
Gurdjiéff a la hora de las comidas y nuestro único deber durante nuestra estancia alli,
era que deberíamos beber de ciertas aguas especificas que, de acuerdo con el, eran muy
beneficas. Dió las ordenes con respecto a eso cuando estabamos en el comedor, para
nuestra verguenza, ya que estaba lleno de otros huespedes del hotel que se divertían
muchísimo. El agua que debía tomar yo era de un manantial llamado 'Pour les Femmes'
y era un agua cuyas propiedades eran consideradas extremadamente beneficas para las
mujeres, especialmente si querían quedar embarazadas. Afortunadamente para mí, me
pareció que era muy comica la idea de que tomara de un agua que podía inducir la
preñez (me sentía con excelente humor y estaba disfrutando del espectáculo que él
hacia). Despues me divertia entreteniéndolo durante la comida, con una relación de la
gran cantidad de vasos de agua que había podido tomar en el tiempo en que no lo había
visto. El se sentía muy complacido con esto y me daba golpecitos en el estomago,
tranquilizadoramente y me decía lo orgulloso que estaba de mi. Seguía refiriéndose a
Tom y a mi como los Sres. Rockefeller y Ford y le plati- caba al jefe de meseros, a estos
o incluso a huespedes de mesas cercanas, acerca de su escuela y sus notables alumnos
(diciendo que eran sus jovenes americanos que serían millonarios) haciendo
comentarios eruditos acerca de las 'reales propiedades' de las aguas de Vichy, que solo
él conocía.
Para hacer aún más alboroto de nuestra estancia en Vichy, Gurdjiéff conoció a una
familia de tres rusos: el señor, la esposa y la hija, que tendría poco mas de veinte años.
Persuadio al personal del hotel de que reorganizaran las mesas, de manera de que la
familia rusa pudiera comer con nosotros y nos convertimos, más todavia, en el centro de
atracción del hotel, junto con las enormes cantidades de Armagnac que se consumia en
cada comida y los brindis que hacia para cada individuo asi como para todos los que
estabamos en la mesa con el. Me parece ahora que yo solo tenía tiempo para comer las
tremendas e interminables comidas (no tenía que brindar), abandonar el comedor y
correr al manantial 'Pour les Femmes' y consumir enormes cantidades de agua, para
apurarme a llegar de regreso al hotel, para la siguiente comida.
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La familia rusa resulto muy atraída e impresionada por Gurdjiéff u despues de uno o dos
dias, había revisado completamente sus hábitos de tomar agua, insistiendo en que sus
regimenes estaban completamente equivocados, asi que la joven terminó bebiéndo,
regularmente, de un agua que llamaban, desde luego, 'Pour les Hommes' (para los
hombre). Sin embargo, ella no lo tomo como algo divertido o extraño, sino que escucho
seriamente el largo analisis cientifico de las propiedades de esa agua en particular y de
por que ella debía tomarla. Cuando le pregunte acerca de eso, una noche que el se
bañaba mientras yo estaba en mi catre, dijo que, como me lo demostraría proximamente,
esa muchacha en particular, era muy apropiada para experimentos de hipnotismo.
No nos quedamos en Vichy por más de una semana y, cuando llegamos al Prieure, tarde
en la noche, despues de un viaje de regreso igualmente angustioso, todos estabamos
exhaustos. El único comentario que me hizo el Sr. Gurdjiéff despues del viaje, fué que
había resultado muy bueno para nosotros y que era una excelente forma de 'intercambiar
ideas'.
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CAPÍTULO 30

Para la sorpresa de todos en el prieuré, la familia rusa que Gurd- jieff había conocido en
Vichy acepto su invitación de visitar la escuela. Despues de darles la bienvenida
personalmente, arreglo que alguien los entretuviera por la tarde y luego se encerro en su
cuarto con su harmonio.
Esa noche, despues de otro 'festin', se pidió a los invitados que pasaran al salon principal
a cierta hora. Entretanto se retiraron a su habitación, mientras que Gurdjiéff nos reunia
en el salon para decirnos que quería explicar, antes de hacerlo, un experimento que iba a
hacer con la joven rusa. Nos pidió recordar que ya antes nos había dicho que la hija era
'particularmente hipnotizable', pero esta vez agrego que ella era una de las pocas
personas que él había conocido que fueran susceptibles a una hipnosis de tipo especial.
Describió la forma mas o menos popular de hipnotismo que consistía usualmente en
pedir al sujeto que se concentrara en un objeto antes de poder hacer la inducción.
Luego dijo que había un método, desconocido en occidente, que se practicaba en
Oriente. No podía practicarse en occidente por una muy buena razón. La hipnosis se
hacia por medio de ciertas combinaciones de tonos musicales y era casi imposible
encontrar a un sujeto que respondíera a la escala de 'medio tono' u occidental, por
ejemplo a la de un piano ordinario. La susceptibilidad especial de la joven rusa que
estaba de visita en el prieuré, con sus padres, era que respondía a la combinación de
medios tonos y ese factor es lo resultaba inusual en ella. Si tuviera un instrumento que
pudiera producir diferencias audibles de, digamos, dieciseisavos de tono, él podría
hipnotizar, en esa forma musical, a cualquiera de nosotros.
Pidió entonces al Sr. Hartmann que tocara en el piano una composición que acababa de
hacer esa misma tarde, especialmente para la ocasión. La pieza musical llegó a cierto
tipo de climax en un acorde particular y Gurd- jieff dijo que cuando se tocara ese
acorde, en presencia de la joven rusa, caería inmediatamente en un estado de hipnosis
profunda, en forma completamente inesperada e involuntaria.
Gurdjiéff siempre se sentaba en un gran sofa rojo, en un extremo del salon principal,
dando cara a la entrada y, cuando vió que la familia rusa se aproximaba, indico al Sr. de
Hartmann que empezara a tocar, mientras hacia seña a las visitas de que entraran y se
sentaran. Indico a la joven que se sentara en una silla que estaba colocada al centro. Ella
se sento, de cara a el, y a la vista de todos en el salon, escuchando la musica con mucha
atención, como si la conmoviera mucho. En el momento previsto, cuando sono el acorde
mencionado, se puso completamente flacida y su cabeza cayó contra el respaldo de la
silla.
Tan pronto como el Sr. de Hartmann terminó, los alarmados padres corrieron hacia la
muchacha y Gurdjiéff, parado a su lado, les explicó lo que había hecho y, también, que
esa era una susceptibilidad muy rara. Los padres se calmaron rapidamente, pero se
requirió mas de una hora para lograr que la muchacha recobrara la conciencia, despues
de lo cual estuvo alrededor de dos horas mas en un estado altamente emocional, casi
histérico; en ese rato Gurdjiéff designo a alguien para que caminara con ella de un lado
a otro, en la terraza. aún despues de eso, fué necesario que Gurdjiéff pasara gran parte
de la noche con ella y sus padres, con objeto de persuadirlos de que se quedaran en el
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prieuré por varios dias más y para convencerlos de que no le había hecho ningún daño
irreparable a la muchacha.
Aparentemente tuvo éxito completo, ya que aceptaron quedarse y la muchacha hasta lo
obligo a que la sometiera al mismo experimento dos o tres veces más. El resultado era
siempre el mismo, aunque el periodo de histeria, al recobrar la conciencia, no duraba
tanto tiempo.
Desde luego, se hablo mucho sobre los resultados de esos experimen- tos. Muchos
pensaban que la muchacha estaba de acuerdo y decían que no había prueba de que no
trabajara con el. aún asi, y hasta sin conocimientos medicos, era indudablemente cierto
que ella había sido hipnotizada, con o sin su cooperación. Su trance era completo
siempre y nadie podría haber fingido las manifestaciones de histeria absolutamente
incontrolada que resultaban cada vez.
Otra vez, no era muy claro el propósito del experimento. Pudo hacerse para dramatizar
la existencia de una forma de 'ciencia' desconocida para nosotros, pero también nos
parecía a algunos de nosotros que era solo una demostración de la forma en que
Gurdjiéff 'jugaba' con la gente; ciertamente desperto una serie de preguntas respecto al
trabajo de Gurdjiéff, sus metas y sus propósitos. El hecho de que los experimentos
parecían demostrar una cierta dosis de poder y conocimiento inusuales, no era
necesario, finalmente, para la mayoría de nosotros. Aquellos que estabamos en el
prieuré por decisión propia no necesitabamos tales demostraciones, para saber que
Gurdjiéff era, por lo menos, un hombre inusual.
Los experimentos redespertaron en mi algunas de las dudas acerca de el, pero crearon
una resistencia en mi, más que nada. Lo que empece a encontrar difícil e irritante acerca
de esas cosas, fué que me llevaban a una situación en la que me sentía perdido. Por
mucho que a esa edad me hayan gustado los 'milagros', o quisiera encontrar razones y
respuestas respecto a la existencia del hombre, yo quería tener una prueba tangible. El
magnetismo personal de Gurdjiéff era, con frecuencia, prueba suficiente de su
conocimiento superior. Podía creer en él porque era suficientemente 'diferente' a otros (a
quienes he conocido), como para ser un 'super' hombre convincente. Por otra parte,
estaba en duda porque siempre me encontraba de cara con un hecho obvio: cualquiera
que se ponga en la posición de ser maestro, en cualquier sentido místico o sobrenatural,
tiene que ser algun tipo de fanático, totalmente convencido, totalmente entregado a
cierto curso de vida y, por ello, opuesto en forma automática a las religiones o filosofías
socialmente aceptadas y reconocidas. No solo era difícil discutir con el, de hecho no
había nada que discutir. Desde luego, uno podría discutir acerca de cuestiones de
método o técnica, pero antes de eso era necesario estar de acuerdo en alguna meta o
propósito. Yo no tenía objeciones contra su meta de un 'desarrollo armonioso' para la
humanidad. Nada había en esas palabras que alguien pudiera rechazar.
Me parecía que la unica respuesta posible tendría que consistir en ver algun tipo de
resultado: resultados visibles y tangibles en las per- sonas, no en Gurdjiéff; como había
dicho él era muy convincente. Pero ? y sus estudiantes ? Si habían estado practicando su
método para el desarrollo armónico durante varios años, ? no debería de notarse algo en
ellos ?
Excepto por Madame Ostrovsky, se esposa, no podía pensar en otra persona que pudiera
'imponer' respeto por su sola presencia, como lo hacia Gurdjiéff. Algo que tenían en
comun muchos de los estudiantes más viejos, era lo que yo consideraba un tipo de
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'serenidad afectada'. Se las arreglaban para dar la apariencia de compostura y control o


serenidad, la mayor parte del tiempo, pero nunca era muy creíble eso. Daban una
impresión de estar controlados externamente, pero no me parecía que fuera cierto,
especialmente porque Gurdjiéff podía facilmente romper ese equilibrio cada vez que
decidía hacerlo, con el resultado de que la mayoría de los estudiantes veteranos
oscilaban entre un estado de calma exterior y otro de histeria. Su control me parecía ser
el resultado de represión o supresión (siempre me pareció que esas palabras son
sinonimos), que yo no creía fuera deseable o valiera la pena, como meta, excepto
socialmente. También Gurdjiéff daba con frecuencia la impresión de serenidad, pero en
su caso nunca parecía falsa; en general, él manifestaba cualquier estado que quisiera
mostrar en un momento dado y usualmente lo hacia por alguna razón. Bién podía uno
discutir su razón y hablar mucho sobre sus motivos, pero al menos había una razón:
parecía saber lo que estaba haciendo y tener una dirección; lo que no ocurría con sus
discípulos. Mientras que sus estudiantes parecían intentar elevarse por encima de las
tribulaciones de la vida, simulando un desinteres por ellas, Gurdjiéff no manifestaba
calma o 'serenidad', en ningún momento, como si eso fuera una meta en sí misma. Mas
aun, era muy probable que él cayera en un estado de furia o que se deleitara en un
estado aparentemente incontrolado, con actitudes casi animales, a diferencia de sus
estudiantes. Con frecuencia lo oi mofarse de la seriedad de las personas y decir que,
para un ser humano completo, era esencial 'jugar'. Usaba la palabra 'jugar' y ponía de
ejemplo a la naturaleza; todos los animales sabian el valor de 'jugar' todos los dias; pero
el hombre no. parecía ser tan simple como el dicho 'puro trabajo y nada de juego, hacen
de Juan solo un niño lerdo'; nadie podía acusar a Gurdjiéff de que no jugara. En
comparación, sus estudiantes más viejos eran lúgubres y taciturnos y no eran ejemplos
muy convincentes de un 'de- sarrollo armónico', si fuera realmente armónico, incluiría
seguramente el humor, la risa, etc., como aspectos de un crecimiento integral.
Las mujeres, en especial, no eran de mucha ayuda. Los hombres, por lo menos en los
baños y en la alberca, se entregaban a un humor bajo y mundano y parecían disfrutar de
sí mismos, pero las mujeres no solo no se entregaban a ningún tipo de humor sino que
hasta se vestían para dar la apariencia de 'discípulos', llevando el tipo de ropa muy
suelta que se asocia con la práctica de todo tipo de 'movimientos'. Daban la impresión
externa de ser sacerdotizas o novicias de alguna orden religiosa. Nada de eso era
revelador o convincente, para un niño de trece años.
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CAPÍTULO 31

Hubo dos agregados a la población usual del prieuré, despues del exodo de los
estudiantes del verano, durante el otoño de 1927. Uno de ellos era una mujer, de la que
recuerdo solo su nombre, Grace, y el otro era un joven, llamado Sergio. Corrían algunos
rumores acerca de ellos. En el caso de Grace, esposa de un estudiante americano que
venía en verano, nos interesaba porque no se había regresado a America con el; ademas
era un estudiante muy 'inusual'. Nadie sabía que estaba haciendo en el prieuré, ya que
nunca había participado en proyectos de grupo y no se le obligaba a trabajar en la cocina
o en la limpieza. Y, aunque nadie cuestionaba su posición o sus privilegios, había
mucha especulación acerca de ella.
Sergio era otra cosa. Aunque no recuerdo que Gurdjiéff haya anunciado su llegada al
prieuré, todos sabiamos, a través del 'rumor estudiantil', que estaba libre bajo palabra, de
una prisión francesa; de hecho, el rumor era que esa libertad bajo palabra había sido
arreglada personalmente por Gurdjiéff, como un favor a un viejo amigo. Nadie tenía
información exacta acerca de él; no sabiamos cual había sido su delito (todos los niños
esperabamos que fuera por lo menos tan espeluznante como un asesinato) y el, al igual
que Grace, estaba exento también de participar en las funciones regulares de la escuela.
Solo veíamos a esos dos 'estudiantes' (si es que lo eran), en las comidas y en el salon, en
la tarde. Ademas, Grace hacia frecuentes viajes a Paris, lo que nos parecía muy
misterioso ya que casi nadie salia y ademas ignorabamos el motivo.
Ambos se convirtieron en dos raras adiciones a nuestro grupo de invierno. A fines del
otoño, estando yo de portero, dos gendarmes llegaron custodiando a Grace. En cuanto
llegaron tuvieron una entrevista con Gurdjiéff y cuando se fueron los gendarmes, Grace
se retiró a su habitación y ni siquiera apareció a la hora de la cena. Solo la vimos al día
siguiente, con sus maletas listas, cuando paso por la portería para abandonar el prieuré.
Dias despues nos enteramos de que la habían detenido por robo en una tienda de ropa y,
de acuerdo con el rumor, había sido necesario que Gurdjiéff garantizara su partida
inmediata a America, ademas de pagar una fuerte suma a la tienda. En esa epoca se
aclaro también el misterio de su trabajo aislado en el prieuré. Se había pasado el tiempo
haciéndose vestidos con los materiales que 'obtenía' en Paris. Siguio siendo tema de
conversación por algun tiempo, despues de su partida; había sido nuestro primer
contacto con personas delictuosas.
Como sabiamos que Sergio era o había sido un criminal, nuestra atención se enfoco en
el. Habíamos oido que era hijo de un ruso y una francesa y que tenía algo mas de veinte
años, pero fuera de eso nada sabiamos. No nos proporcionó la satisfacción de hacer algo
espectacular, al menos por varias semanas, hasta que, poco antes de Navidad,
simplemente desapareció.
Notamos por primera vez que se había ido, cuando no se presento al acostumbrado baño
turco de los sábados por la tarde. Ese sábado en particular resultaba inusual en epoca de
invierno, debido a la presencia de muchos invitados que habían llegado de Paris.
Aunque se mencionó la ausencia de Sergio en el baño, nadie estaba particularmente
interesado; no lo considerabamos como un miembro bién integrado al grupo y parecía
tener una posición especial que no se definio nunca y que, por ello, daba lugar a que
pudiera hacer excentricidades. Como al día siguiente sería domingo, día en que no
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teníamos que levantarnos a las seis de la mañana, no fué sino ya muy tarde, poco antes
de la comida 'de las visitas', que nos enteramos de que varios americanos habían perdido
dinero y joyas y que Sergio no aparecía. Hubo muchos comentarios sobre esto a la hora
de la comida y muchos de los invitados concluyeron, inevitablemente, que había
relación entre la desaparición de sus cosas y la de Sergio. Solo Gurdjiéff sostenía
inflexiblemente que no había relación. Insistía con firmeza y, para nosotros
ilógicamente, en que las personas habían puesto sus cosas 'fuera de lugar' y que Sergio
reaparecería en el momento debido. A pesar de las argumentaciones y charlas, todos nos
las arreglamos para hacer una gran comida y esa vez se bebio más que de costumbre.
Para cuando terminamos y Gurdjiéff se disponía a retirarse, los americanos que insistían
en que los habían robado no podían hablar de otra cosa y estaban considerando la
posibilidad de llamar a la policía, a pesar de que Gurdjiéff insistía en que Sergio no
estaba involucrado.
Cuando Gurdjiéff se retiró a su habitación, le pareció natural al grupo de americanos
sentarse en un pequeño salon y consolarse entre si, tratando de planear que iban a hacer
y bebiéndo mientras hablaban. Como todos me conocían bién, me enviaron a la cocina a
traer hielo y vasos, despues de que sacaron varias botellas de licor, principalmente
cognac, de sus carros o de sus cuartos. Por una u otra razón empezaron a insistir en que
bebiera con ellos y, como yo sentía que Gurdjiéff se equivocaba acerca de Sergio, igual
que ellos, me alegre de unirme al grupo y hasta sentí que era un honor que me invitaran
a compartir su licor. Para media tarde ya estaba borracho, por segunda vez en mi vida y
lo estaba disfrutando mucho. También, para esa hora se habían desvanecido nuestros
sentimientos contra Gurdjiéff.
Nuestra borrachera fué interrumpida ya entrada la tarde cuando alguien vino a
buscarme, anunciando que Gurdjiéff se disponía a partir a Paris en unos minutos y que
quería verme. Al principio me rehuse a hacerlo y solo fuí al carro cuando Gurdjiéff
envio a otra persona por mi. Cuando llegué con el, seguido por todos mis compañeros
de borrachera, Gurdjiéff nos vió severamente y me dijo que fuera a su habitación por
una botella de Nujol. Me dijo que había cerrado la puerta y que no encontraba su llave y
que yo era el único que tenía otra.
Yo tenía las manos en los bolsillos en ese momento y me sentía muy valiente y aún
molesto con el. A pesar de que tenía la llave en la mano le dije, por una razón
inexplicable, que la había perdido. Gurdjiéff se enojo mucho, empezo a gritarme acerca
de mis responsabilidades y que era casi un crimen perder mi llave, todo lo cual hizo más
fuerte mi determinación. Me ordenó que fuera a mi cuarto y la encontrara. Sintiendome
muy exhuberante y apretando la llave en mi bolsillo, le dije que iría con gusto a mi
cuarto, pero que sabía que no encontraría la llave porque recordaba haberla perdido esa
mañana temprano. Me fuí al cuarto y busque, de hecho, en todos los cajones y luego
regrese a decirle que no la había encontrado.
Gurdjiéff se enfureció otra vez, diciendo que el Nujol era muy importante, que Madame
de Hartmann tenía que tomarlo cuando estaba en Paris. Le dije que podría comprar más
en una farmacia. El respondíó, furioso, que como aún quedaba algo en su cuarto no
pensaba comprar más y que, ademas, las farmacias cerraban los domingos. Yo dije que
aún si había algo en su cuarto no podíamos sacarlo sin su llave o la mia y que ambas se
habían perdido y que si en Fontainbleu había una 'farmacia de guardia' los domingos,
seguramente habría una en Paris.
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Todos los espectadores parecían muy divertidos, especialmente el grupo de americanos


que habían tomado conmigo, cuando Gurdjiéff y Mme. de Hartmann partieron, furiosos,
sin el Nujol.
No recuerdo más de esa tarde, excepto que me fuí tambaleando a mi cuarto y me acoste
a dormir. En la noche me desperte sintiendome mal y la mañana siguiente tuve mi
primera experiencia real de lo que es una cruda. Cuando apareci al día siguiente, los
americanos ya se habían ido y yo era el centro de atención de todos. Se me dijo que
sería castigado severamente y que lo más probable es que perdiera mi 'status' como
'guarda' de Gurdjiéff. Sobrio, pero con dolor de cabeza, estuve de acuerdo con eso y
empece a esperar con horror la llegada de Gurdjiéff, esa tarde.
Cuando llegó, me diirigí al carro como una oveja al matadero. Gurd- jieff no dijo nada
inmediatamente y hasta que lleve sus maletas al cuarto y abri la puerta con mi llave, me
mostro la suya y dijo: 'Asi que encontraste la llave'.
Al principio solo dije 'si'. Pero despues de un momento de silencio no pude controlarme
y le dije que nunca la había perdido. Me preguntó que en donde estaba cuando él la
necesito el día anterior y le respondí que siempre había estado en mi bolsillo. Sacudio la
cabeza, me vió con incredulidad y luego se rió. Dijo que pensaría que hacer conmigo y
que me la haría saber más tarde.
No tuve que esperar mucho tiempo. Poco despues del crepúsculo me mando llamar a la
terraza. Lo encontre ahí y, sin decir palabra, me extendió una mano. La vi y luego voltee
interrogante hacia el. 'Dame la llave', dijo sin expresión.
Tenía la llave en la mano, dentro del bolsillo, igual que el dia anterior y, aunque no dije
nada, no se la di. Simplemente me quede viéndolo, silencioso e implorante. Hizo un
gesto firme con su mano, también sin hablar y entonces saque la mano, vi la llave y se la
entregué. La puso en su bolsillo, se dió la vuelta y se encamino rumbo al baño turco. Me
quede parado frente a la terraza, con la mirada fija en su espalda por mucho tiempo,
como si no pudiera moverme. Estuve asi hasta que casi desapareció de mi vista y
entonces corri a buscar mi bicicleta y sali a toda velocidad siguiendo el camino que
había tomado. Cuando estaba a pocos metros de él, volteo a verme, me pare, solte la
bicicleta y me acerque.
Nos quedamos viendo en silencio por lo que me pareció mucho tiempo, y luego dijo
muy seria y quietamente: ' ? Que quieres ?' Los ojos se me llenaron de lagrimas y
extendi la mano. 'Por favor, deme la llave'.
Movio la cabeza muy lentamente, pero con firmeza. 'No'.
'Nunca más hare algo asi,' rogue, 'Por favor'
Puso su mano en mi cabeza, con una leve sonrisa en la boca. 'No es importante', dijo, 'te
dare otro trabajo. Pero ahora ya has terminado con la llave'. Luego tomo las dos llaves y
me las mostro. 'Ahora tengo dos llaves', 'tu ves, yo tampoco perdi la mia'. Luego se dió
vuelta y continuo su paseo.
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CAPÍTULO 32

Los hábitos cotidianos en la vida en el prieuré me ocupaban a tal grado, que pensaba
poco en mi 'familia', excepto cuando recibía carta de mi madre. También, aunque Jane y
Margaret se habían establecido permanentemente en Paris, debido a que Jane y yo
habíamos llegado al punto de rompimiento de comunicación, rara vez pensaba en ellas.
fuí traido repentinamente a la realidad de la existencia de mi madre cuando, a principios
de diciembre de 1927, recibí una carta donde me decía que pasaría la Navidad en Paris.
Me alegro mucho la noticia y respondí inmediatamente la carta.
Para mi asombro, Jane apareció unos dias despues con el propósito especial de discutir
la inminente visita de mi madre. Yo comprendía que, en vista de su derecho legal sobre
nosotros, era necesario que nos diera su permiso para visitar a mi madre en Paris y Jane
había venido a considerar si lo daría y también a preguntar su opinión a Gurdjiéff y a
ver que sentíamos nosotros al respecto.
El argumento de Jane de que nuestro serio trabajo en el prieuré sería interrumpido por la
visita de mi madre, no solo me parecía absurdo sino que trajo a flote mis preguntas otra
vez. Había estado bién dispuesto a aceptar el hecho evidente de que todas las personas
conectadas con Gurdjiéff, en el prieuré, eran 'inusuales'; la mera palabra implicaba
también que posiblemente fueran personas especiales, superiores o en cierta forma
mejores que los que no estaban ahí.Sin embargo, cuando me vi confrontado con la frase
acerca del serio trabajo, me sentí obligado a hacer otro intento de evaluación. Me había
sentido incomodo por mucho tiempo, debido a mi relación con Jane y sin duda era
inusual que un guardia legal visitara una escuela y ella y su hijo adoptivo no se hablaran
durantes casi dos años, pero esto no parece superior a primera vista. Como no tenía
municiones con que discutir contra sus frases de que yo era 'imposible' o 'difícil', o
ambas cosas, había aceptado el veredicto de Jane; pero al escuchar sus argumentos
respecto a la inminente visita, empece a pensar otra vez.
Como sus argumentos solo acrecentaron mi terca determinación de pasar Navidad en
Paris con Lois, Jane insistió en que no solo necesitaba su permiso sino el de Gurdjiéff
también. Todo eso llevo, naturalmente, a una conferencia con Gurdjiéff, aunque
posteriormente me di cuenta de que solo mi insistencia continua provoco eso.
Nos reunimos solemnemente en la habitación de Gurdjiéff y él escucho, como un juez
en un tribunal, la larga descripción que hizo sobre su relación y la nuestra para con mi
madre y sobre la importancia de Gurdjiéff y el prieuré en nuestras vidas, lo que quería
para nuestro futuro y cosas asi. Gurdjiéff escucho atentamente todo eso, se quedo
pensando, con rostro serio y luego nos preguntó a Tom y a mi si habíamos escuchado
todo lo que había dicho Jane. Ambos respondímos que si.
Luego preguntó, incluso en ese momento pense que muy habilmente, si nos dabamos
cuenta de que tan importante era 'para Jane' que permanecieramos en el prieuré. Una vez
más respondímos que si y Tom agrego que el también pensaba que cualquier ausencia
'interrumpiría' su trabajo.
Gurdjiéff me miro interrogante, pero no dijo nada. Yo dije que, excepto por el hecho de
que no estaría disponible para trabajar en la cocina o alguna otra tarea, no creía que se
extrañara mi presencia y que, ademas, no me daba cuenta de la importancia de
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cualquiera que fuera la cosa que se suponía que estaba yo haciendo en el prieuré. Como
él no dijo nada en respuesta a esto, seguí diciendo que él me había dicho varias veces
que uno debe de honrar a sus padres y me parecía que no 'honraría' a mi madre si me
rehusaba a verla y que, en todo caso debía yo de deberle muchísimo aunque solo fuera
por el hecho de que, sin ella, no estaría vivo para estar en ningún lugar, incluyendo el
prieuré. Habiéndo escuchado todo esto, Gurdjiéff dijo que solo había un problema por
resolver: sería difícil para mi madre si solo iba uno de nosotros a verla. Dijo que quería
que tomaramos nuestra decisión en forma honesta e individualmente, pero que era
mejor para todos si llegabamos a la misma decisión, sea que no la vieramos o que
ambos fueramos a visitarla en Navidad.
Despues de mucho discutir en su presencia, llegamos a un arreglo que el acepto. Ambos
iríamos a Paris a pasar la Navidad con Lois, pero yo permanecería las dos semanas que
ella iba a pasar ahí y Tom solo iría por una semana que incluiría la Navidad, pero no el
Año Nuevo. Dijo que le gustaba esa fiesta en el prieuré y no quería perdersela. Yo dije
de inmediato que a mi no me interesaban las fiestas, que lo importante para mi era ver a
Lois. Para mi gran alegria, Gurdjiéff dió los permisos necesarios, dos semanas para mí,
una semana para Tom.
Aunque estaba muy contento de ver a mi madre otra vez, no considere esa Navidad
como un éxito arrollador para nadie. Estaba muy conciente de lo opuesto de las
posiciones de Tom y mia e inevitablemente me acordaba de las diferentes decisiones
que tomamos, unos años antes, cuando se trataba de visitar a mi padre y, por el tiempo
en que permaneció Tom en Paris, el hecho de que estaba determinado a irse al pasar la
semana, era como una nube que nos ensombrecía a los tres. Y, cuando él se regreso al
prieuré, esa nube fué reemplazada por la de la inminente partida de Lois. Hablamos
mucho sobre Gurdjiéff y Jane, sobre la adopción y tal vez por primera vez desde que
fuimos adoptados, la cuestion cobro importancia otra vez. Por muchas razones, la
mayoría de las cuales no recuerdo, era evidententemente imposible que regresaramos a
America en esa epoca, pero al discutir sobre la cuestion me di cuenta de que, si me fuera
posible salir de Francia y regresar, estaba seguro de que lo haría. Mi relación (o mejor
dicho mi falta de relación) con Jane, con la que no había hablado por casi dos años,
excepto por las discusiones relacionadas con la Navidad, era la razón principal de que
quisiera irme. En todo lo demas, a pesar de que Gurdjiéff me desconcertaba con
frecuencia, estaba suficientemente agusto en el prieuré. Pero en ese tiempo, al salir otra
vez la razón por la que vivíamos ahí,puesto el énfasis en el hecho de que Jane era
nuestro guardian legal y ante la imposibilidad de poder salir de ahí,enfocando eso todo
al mismo tiempo, empece a resentir todo y a todos, tal vez aún más, mi propia
impotencia. Lois estaba fuera de ese resentimiento por la simple razón de que, en ese
entonces, estaba igualmente impotente y nada podía hacer por cambiar la situación.
Aunque estaba triste cuando se fué Lois y regrese al prieuré, en otro sentido me sentía
aliviado de la presión de todas las preguntas que habían aparecido. Nada había
cambiado y tenía que aceptar la situación, la que resulto ser mucho menos agonica que
el estarme preocupando sobre inutiles intentos de encontrar una salida. aún asi, las
resistencias que se habían manifestado activamente por primera vez esa Navidad, no se
desvanecieron. Estaba decidido a intentar todo lo que pudiera por cambiar la situación,
aunque tuviera que esperar a que 'creciera', lo que, muy inesperadamente en ese tiempo,
dejo de parecerme algo que estaba en un futuro distante e impredecible.
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CAPÍTULO 33

La resistencia que se iba despertando a lo que yo consideraba como la 'trampa' en que


me encontraba, tenía poco que ver con Gurdjiéff o con el Prieure. Estaba convencido de
que si yo fuera un agente libre (lo que desde luego implica, por lo menos, ser adulto), y
si le dijera a Gurdjiéff que quería dejar su escuela, él me diría que me fuera
inmediatamente. Con la sola excepción de Rachmilevich, Gurdjiéff nunca pidió o trato
de persuadir a nadie de que se quedara en el prieuré. Por el contrario, despacho a mucha
gente, aún cuando ellos hubieran dado mucho por tener el privilegio de permanecer. El
caso de Rachmilevitch entraba difícilmente en este punto, ya que se le pagaba por
permanecer ahí,segun Gurdjiéff y solo se le había 'pedido' que se quedara. Por esas
razones no pensaba que Gurdjiéff representara un obstáculo.
En mi mente, el verdadero obstáculo era Jane y, como rara vez iba al Prieure y cuando
lo hacia era por uno o dos dias, tenía la tendencia a ver a Tom como su representante
tangible. La experiencia de la Navidad con nuestra madre y nuestras diferentes actitudes
y sentimientos acerca de ello, habían ensanchado la separación de desacuerdos que
había entre Tom y yo. Gurdjiéff o Jane habían arreglado que compartieramos una
habitación en ese invierno y esa nueva situación, desde luego, no llevo a una mayor
armonía.
Durante los años en que crecimos juntos, Tom y yo nos habíamos acostumbrado al uso
de diferentes armas. Ambos eramos impulsivos e impacientes, pero nos expresabamos
de manera diferente. Cuando nos peleabamos, todos nuestros desacuerdos tomaban
siempre la misma forma: Tom perdia los estribos e iniciaba la pelea, le gustaba mucho
el box y la lucha, y yo desdeñaba la pelea y me concretaba a hacer sarcasmos e
invectivas. Ahora, confinados en un mismo cuarto, era como si de pronto nos
hubieramos encontrado en la extraña posición de ver cambiadas nuestras armas. Una
noche en que persistía en su defensa de Jane y en sus criticas en mi contra, me las
arregle por fin a retarlo a que me pegara y, por primera vez en mi vida, una vez que lo
hizo (recuerdo que para mi era importante que él diera el primer golpe), le pegué yo con
toda mi fuerza y con otra fuerza que parecía haberse desarrollado dentro de mi desde un
tiempo atrás. El golpe no solo fué muy duro, sino que era totalmente inesperado y Tom
se estrello contra el piso de lozeta de nuestra recamara. Quede aterrorizado cuando oi su
cabeza golpear contra el suelo y ver que empezaba a sangrar, por la parte de atrás de la
cabeza. No se movio inmediatamente, pero cuando se levanto y vi que por lo menos
estaba vivo, tome ventaja de mi posición de superioridad en ese momento y le dije que
si discutia otra vez conmigo, lo mataría. Mi colera era genuina y lo que decía era en
serio, emocionalmente. El temor momentaneo que sentí cuando se golpeo contra el piso
había desaparecido en cuanto él se movio y de inmediato me había sentido seguro de mi
y muy fuerte, como si me hubiera liberado del miedo físico, de una vez por todas.
Nos separaron unos dias despues y ya no compartimos la habitación, lo cual fué un gran
alivio para mí. Pero eso no fué el final. Se había llamado la atención de Gurdjiéff al
evento y él me hablo al respecto. Me dijo, seriamente, que yo era más fuerte que Tom,
lo supiera o no, y que los fuertes no deben atacar a los debiles; también, que yo debía
'honrar a mi hermano' en la misma forma que a mis padres. Como en ese tiempo me
sentía sensible aún por la visita de mi madre y por las actitudes de Tom, Jane y hasta el
propio Gurdjiéff, le respondí muy enojado que yo no era el que necesitaba consejos de
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honrar a nadie. El dijo luego que la posición no era la misma, Tom era mi hermano
mayor, lo que hacia la diferencia. Le dije que el hecho de que fuera mayor significaba
nada para mí. Entonces me dijo Gurdjiéff, ya enojado, que debía escuchar, para mi
propio beneficio, lo que me estaba diciendo y que estaba 'pecando contra mi Dios'
cuando me rehusaba a escucharlo. Su enojo solo hizo que creciera el mio y le dije que
aún si estaba en su escuela, yo no pensaba que el fuera un 'Dios' y que quien quiera que
fuera, no tenía necesariamente la razón siempre y en todas las cosas.
Me vió con frialdad y finalmente dijo, calmadamente, que yo lo había malinterpretado si
pensaba que él pretendía presentarse como un 'Dios' de algun tipo. 'sigues pecando
contra TU Dios cuando no escuchas lo que te digo' y agrego que, como no lo iba a
escuchar, no tenía sentido que me hablara mas de eso.
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CAPÍTULO 34

El único trabajo permanente que se me asigno en la primavera, fué el cuidado de un


jardín cerrado, conocido como el Jardín de las Hierbas. Era una pequeña area triangular,
ubicada en la sombra, cerca de la zanja que recorría la propiedad y, excepto por el riego,
la poda y la limpieza ocasional, había muy poco que hacer ahí.El resto del tiempo
trabajaba en los mismos viejos trabajos rutinarios y en los diversos proyectos.
Sin embargo, mis asignaciones fueron de menor interés para mi esa primavera que otros
eventos y algunos recien llegados. El primer evento excitante del año fué el 'renacer del
caso de Sergio'. Nos enteramos lo que le había pasado, a través de uno de los
americanos que había sufrido las mayores perdidas en lo que todos habíamos llegado a
pensar como 'el robo'. Cuando los americanos pusieron a la policía en su busqueda y
varios meses despues de el robo, lo habían atrapado en Bélgica y, aunque no se le
encontraron los objetos de valor, había confesado el robo a la policía y se habían
encontrado algunas de las joyas en posesión de un arabe, comprador de objetos robados,
en Paris. Trajeron a Sergio de regreso y lo metieron en prisión. Gurdjiéff nunca hizo
comentarios sobre su incapacidad de 'rehabilitar' a Sergio y los americanos a los que
habían robado pensaban que Gurdjiéff tenía culpa por haberle permitido permanecer en
el prieuré. Sin embargo, entre los estudiantes viejos había defensores de Gurdjiéff y eso
consistía en señalar que las joyas y el dinero no eran importantes, especialmente para
gente rica, que la vida de Sergio si era de valor y que posiblemente el encarcelamiento
arruinaría su vida; que era una lastima que hubieran hecho que entrara la policía en el
asunto. Sin embargo, a muchos de nosotros nos parecía que ese razonamiento solo era
un intento por mantener la posición de que Gurdjiéff nunca se equivocaba en nada de lo
que hacia; la actitud comun de 'idolatría'. Como a Gurdjiéff no le interesó nada de todo
el asunto y como Sergio estaba en prisión, pronto perdimos por completo el interés en el
caso.
Un corto periodo, a fines de la primavera, se me asigno nuevamente a los prados, no
para podarlos esta vez, sino enderezando y cortando los bordes. Para mi sorpresa, hasta
me asignaron un ayudante, quien me hizo sentir como un 'veterano' confiable y
experimentado. Me sorprendi aún más cuando encontre que mi ayudante iba a ser una
dama americana quien, hasta ese momento, solo había hecho visitas ocasionales al
prieuré, en los fines de semana. Esta vez, como me dijo ella, iba a estar por dos semanas
completas, tiempo en el que quería ser parte de la 'tremendamente importante
experiencia' de trabajar en lo que ella llamaba 'la cosa real'.
Apareció a trabajar el primer dia, luciendo muy glamorosa y colorea- da; llevaba unos
pants de seda anaranjada, una blusa de seda verde, un collar de perlas y zapatos de tacon
alto. Aunque me divirtió su vestimenta, mantuve una cara perfectamente seria, mientras
le explicaba lo que tenía que hacer; no pude evitar sugerirle que su vestimenta no era del
todo adecuada, pero aún asi no sonreí. No hizo mayor caso de mi sugerencia. Se puso a
trabajar, recortando el borde de uno de los prados, ardientemente, explicandome que era
necesario hacer el trabajo con la totalidad del ser y, desde luego, observándose a sí
mismo en el proceso. Estaba usando un tipo raro de herramienta o implemento que no
funcionaba muy bién: era un tipo de cortador de mango largo, con una rueda para cortar
de un lado y una pequeña rueda comun del otro. La rueda para cortar, desde luego, se
suponía que debía recortar el borde del prado en linea recta, mientras que la otra rueda
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ayudaba a sostener el equilibrio del aparato y a darle potencia. El uso de ese implemento
requería de mucha fuerza para cortar cualquier cosa, ya que la hoja no estaba muy
afilada; también, aún cuando la usaba un hombre muy fuerte, era necesario repasar el
borde que había sido 'recortado' con ese aparato usando un par de cortadoras de mango
largo y enderezar el borde.
Estaba tan interesado en su forma de abordar el trabajo y también en su forma de
llevarlo a cabo, que yo mismo no trabaje mucho, sino que me dedique a verla mientras
trabajaba. Caminaba con mucha gracia, inhalando el aire del campo, admirando las
flores y, como lo expreso ella, 'inmersa en la naturaleza'; también me dijo que estaba
'observando' cada movimiento que hacia mientras trabajaba y que se había dado cuenta
de que uno de los beneficios de ese ejercicio era que se podía, mediante la práctica
continua, hacer que cada movimiento del cuerpo fuera armonioso, funcional y, por ello,
hermoso. Trabajamos juntos en esto por varios dias y, aunque al final yo tuve que
recortar hincado todos los bordes que había trabajado, usando la cor- tadora de mango
largo, disfrute mucho de todo. Había pasado mucho tiempo, para entonces, que había re-
chazado la idea de que el trabajo en el prieuré tuviera la intención de producir algun
resultado exterior, excepto, claro, en la cocina y entendía que se hacia para el beneficio
del yo o del ser interno. Con frecuencia me había parecido difícil concentrarme en esos
beneficios invisibles y me resultaba mucho más fácil, falto de imaginación y simple,
tratar de realizar la tarea física obvia y visible. Era un placer lograr hacer un borde
hermoso y derecho al lado del prado o del lecho de flores. No era asi para la dama,
quien al darse cuenta, inevitablemente, de que la iba siguiendo y que hacia bién lo que
ella había dejado mal, me aclaro que en tanto se estuviera beneficiando nuestro 'yo' o
nuestro 'ser interno', debido a lo que haciamos, no importaba si nos llevaba años
terminar el trabajo; que, de hecho, no importaba si nunca lo terminabamos.
Me cayó muy bién esa dama; ciertamente disfrute de ser su 'patron' temporal y tengo
que admitir que lucia muy hermosa en los prados, que, aunque parecía que no lograba
nada visible, era muy persistente y se reportaba regularmente a trabajar. También, hasta
donde yo sabia, podría estar haciendo un muy buen trabajo en su 'ser interior'. Tuve que
admitir que obviamente había logrado un punto cuando dijo que el resultado final, en el
terreno o donde fuera, no era muy importante. Los terrenos eran una evidencia viva de
esto; llenos de basura, por decirlo asi, con los proyectos a medio hacer. Todo el trabajo
de sacar árboles y troncos, la construcción de nuevas hortalizas y hasta la contrucción
de un edificio que quedo incompleto, atestiguaban el hecho de que los resultados físicos
parecían no importar.
Sentí mucho que terminara nuestro trabajo en los prados y, aunque tenía dudas sobre los
beneficios que hubiera o no recibido en esos pocos dias, había disfrutado mucho de mi
asociación con ella. Eso me dió un punto de vista mas o menos diferente, acerca de la
escuela y su propósito. Mientras que me había dado cuenta de que ningún trabajo se
consideraba importante desde el simple punto de vista de que era necesario hacerlo; que,
abreviando, existía otra meta (la producción de fricción entre personas que trabajan
juntas, ademas de otros resultados posibles, menos tangibles y visibles), había asumido
también que la realización misma de la tarea tenía, por lo menos, algo de valor. En ese
tiempo, la mayoría de mis trabajos apoyaban esa idea: seguramente importaba, por
ejemplo, que las gallinas y demas animales fueran alimentados y cuidados; que se
lavaran las ollas, sartenes y cubiertos en la cocina; que la habitación de Gurdjiéff tenía
que ser limpiada realmente todos los dias, con o sin beneficio para mi 'ser interno'.
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Cualquier cosa que pueda haber pensado acerca de todo esto y de ella, la dama se fué,
despues de dos semanas y parecía sentirse 'inmensurablemente enriquecida'. ? Era
posible, despues de todo, que ella tuviera razón ? Si no había pasado otra cosa, su visita
había servido para acrecentar mi necesidad de reexaminar el prieuré y las razones de su
existencia.

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