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UNIVERSIDAD CATOLICA LOS ANGELES DE CHIMBOTE

TRABAJO COLABORATIVO RESPONSABILIDAD SOCIAL

FACULTAD DE CIENCIAS POLITICA


ESCUELA DE DERECHO

AUTOR:
Cancino León, Adela V.

FECHA:
24 de noviembre del 2017
LA HISTORIA DE LOS CENTROS PENITENCIARIOS COMO RESPUESTA A LOS
DELITOS Y CRÍMENES.
La vida en la penitenciaria de Lima (1868-1962)

Fachada del Panóptico

El Centro Cívico de Lima y el hotel Sheraton de Lima se encuentran dentro


de los terrenos de la antigua penitenciaria de Lima. Miles de personas
visitan este lugar convertido en los últimos años en Centro Comercial, sin
imaginar que por más de un siglo este fue el lugar de castigo de los
asesinos más peligrosos de Lima.
A la penitenciaría de Lima, se le conoció como el Panóptico, (pan: todo /
óptico: visión) Fue una cárcel construida siguiendo los modelos panópticos
propuestos en 1791 por Jeremy Bentham quién diseñó una prisión que
podría ser vigilada fácilmente colocando la torre de observación en el
centro del edificio, desde allí a través de persianas y ventanas ocultas se
podía vigilar todo el edificio sin que los presos supieran en que momento
eran vigilados.
El modelo panóptico buscaba el control de la sociedad a partir de la
presencia de la autoridad de manera permanente y vigilante.
Este moderno sistema carcelario fue traído durante la época del Guano,
momento de gran abundancia económica.
Para su construcción, se formó una comisión encargada de estudiar los
sistemas penitenciarios de otros países y elegir el que mejor se adecuara a
nuestra realidad. Esta misión estuvo a cargo del gran sabio Mariano Felipe
Paz-Soldán, quién viajó a Estados Unidos y estudió el funcionamiento de las
prisiones.
Paz-Soldán creyó que el sistema más conveniente era el de Auburn, que
permitía la socialización de los presos y se sustentaba en el trabajo y la
educación como forma de corregir su conducta.
Con este modelo de penitenciaría Paz Soldán puso rápidamente el proyecto
en obra.
Interior del pabellón de celdas del Panoptico de Lima. A la derecha Eastern
State Prison, Philadelphia. Así luciría hoy la penitenciaría de
Lima. http://www.joelmeyer.com/page/2/

La obra fue realizada por el arquitecto Maximiliano Mimey entre 1856 y


1860, tuvo un costo total de 984,000 pesos y 2,020 días de trabajo. Fue
inaugurada en 1862. Carlos Enrique Paz-Soldán dijo alguna vez que el
Panóptico era una copia autentica del penal de Filadelfia (EEUU).
El terreno estuvo ubicado en donde antes existieron las murallas de Lima.
Carlos Aguirre dice que “El edificio final tenía una extensión de 41,314 varas
cuadradas y fue diseñado para albergar 350 presos”. (AGUIRRE 2008: 107)
La prisión de Lima fue más que un edificio, fue parte de un ideal de los
gobernantes de la época del guano de crear una nueva sociedad donde la
impunidad no existiera, donde el Estado tendría autoridad para vigilar y
castigar (como diría Michael Foucault), luego de los oscuros años del
caudillismo. Se pensaba que este presidio podría regenerar a los sectores
problemáticos de la sociedad y hacerlos parte de un nuevo comienzo.
En el fondo esta era solo una ilusión que terminó cuando la prisión comenzó
a sobrepoblarse y a funcionar de manera deficiente. Carlos Aguirre indica
que “hacia septiembre de 1862 había solo 53 internos, 35 hombres y 18
mujeres”. (AGUIRRE 2008: 107) y en junio de 1866 solo quedaban 8 celdas
vacías. (AGUIRRE 2008: 108)

Una prisión moderna


El panóptico no era una mazmorra o una jaula de panadería donde los
delincuentes iban a cumplir su castigo. Era un edificio en forma de cruz, con
una cúpula en el centro desde donde se podía vigilar los pabellones de
celdas, talleres y comedores.
Tenía un cerco perimétrico hecho de piedra. En un inicio fue construido para
ser prisión de hombres, mujeres y niños; más adelante se envió a estos a
otros lugares.
Este establecimiento contaba con un buen sistema de seguridad. La
vigilancia estaba a cargo de un vigilante que se ubicaba en el observatorio o
cúpula.
Los muros de la penitenciaría eran vigilados todo el tiempo por los rondines,
vigilantes que se turnaban cada doce horas en el puesto y recorrían todo el
perímetro del presidio cada hora.
Dentro de la prisión los vigilantes de servicio ayudaban a abrir las celdas,
registrar a los presos y vigilar su conducta dentro de los ambientes. Ninguno
de estos podía conversar con los internos.
En la entrada se encontraba el portero que recibía a los visitantes y
penitenciados, se encargaba de la puerta principal y de registrar la entrada
y salida de bultos y visitantes.
En la prisión estaba prohibido hablar, hacer señales, utilizar ropa ajena al
uniforme y formar tumultos.

La llegada al panóptico
Una gran fachada de piedra, sobria e inexpugnable daba la bienvenida al
condenado. Cruzando la gran puerta de hojas de bronce, el nuevo interno era
conducido a la galería de fotografía, allí se le tomaban las imágenes de
frente y de perfil. Luego era bajado a la celda de recepción, donde era
pesado y se le mandaba a bañar.
Una vez aseado, un médico lo inspeccionaba, se le daba un uniforme y una
ubicación según sus características.
Ademas recibía las reglas del establecimiento donde estaban las
obligaciones, premios y castigos y una placa de cobre con su número de
celda.
Sus pertenencias eran guardadas en un depósito o eran entregadas a su
familia. En el caso de dinero quedaba como ahorro al cumplir su condena.
Según los reglamentos el preso recibía un guardarropa que estaba
constituido por: un pantalón, una chaqueta, dos calzoncillos de algodón, dos
camisas, un gorro, un par de zapatos, dos pañuelos, un par de tirantes, una
frazada, dos sabanas, dos birretes, una bacinica, un plato, una escudilla, un
jarro, una cuchara, un trinche, una escobilla y un peine.
Principales zonas del Panóptico según el plano de Paz-Soldán (1865).

Premios y recompensas
Los presos debían guardar orden y obediencia y mantenerse ocupados en
labores productivas, evitar el ocio. Los reglamentos de la penitenciaría de
Lima señalaban premios para los presos con buen comportamiento.
Se les daba trabajo más ligero, más horas de descanso, permiso para leer y
comprar objetos personales, cultivar flores y plantas, usar tabaco, escribir a
sus familiares y recibir visitas.
Para los presos que causaban disturbios se le dieron los siguientes
castigos: Hacer servicio de limpieza y baja policía, disminución de sus
raciones alimenticias por 1 a 3 días, 3 a 8 días y más de 8 días (según la
gravedad de la falta), privación de leer y recibir visitas y el aislamiento y el
“baño de lluvia”.
Art. 256. El baño de lluvia se dará únicamente a aquellos presos que
después de haber sufrido la pena de barra por treinta días, se resistiera a
obedecer o cumplir sus deberes.
Para esto se le mojaba constantemente con una manguera utilizando
potentes chorros de agua. Fue un castigo que fue proscrito por ser muy
cruel, casi una tortura.
En el reglamento de 1901 se incluyó castigos como: retiro gradual de las
recompensas acordadas, trabajo sin compensación y barra. Este último
castigo fue anulado por ser muy cruel, pues consistía en colgar al preso de
cabeza por varias horas.
En 1874 se construyó la celda de aislamiento que se dice que estuvo
ubicada en un sótano y tenía paredes de piedra.
El reglamento de 1901 en el artículo disponía que: “En las celdas de castigo,
la cama ordinaria será remplazada por una tarima, y cuando el preso sea
puesto a pan y agua por más de tres días, se le dará un día sí y otro no el
alimento ordinario. El preso puesto a pan y agua no puede pedir doble ración
de pan del que recibe ordinariamente.” (Reglamento de la penitenciaría,
1901)
En 1903 El Director de la penitenciaría Manuel Panizo dijo que esta celda
ayudó a mejorar la conducta de todos los presos.

LA RUTINA DEL PRESO


La vida en prisión es una rutina reglamentada por las autoridades que
utilizaban los toques de campana y pito para marcar los horarios. Los presos
se levantan a las 5:45 a.m. en verano y a las 6 a.m. en invierno. Antes de
salir, debían limpiar sus secciones, luego ir a asearse las manos, la cara y
los brazos. El reglamento de 1863 ordenaba que se lavaran los pies una vez
a la semana y bañarse cada quince días.
A las 6 y 30 de la mañana iban a la escuela, una hora después se dirigían a
los talleres. El almuerzo se servía a las 10:30 a.m., luego tenían media hora
de descanso. Terminado el receso volvían a los talleres.
A las 4:30 p.m. tomaban la segunda comida y descansaban media hora en el
patio.
A las 5:30 p.m. regresaban a sus celdas donde permanecían despiertos o se
acostaban temprano. Las celdas no tenían iluminación, recién en 1905 se
colocó iluminación en los pabellones para permitir la lectura y actividades
de los presos.
Los domingos los presos asistían a misa en la capilla de 7 a 9 a.m. Algunos
presos asistían a la escuela dominical.

EL TRABAJO COMO REGLA DE VIDA


Como indicamos al inicio, la penitenciaría no era solo un lugar de encierro,
sino que se buscaba regenerar al criminal a través de la educación y el
trabajo.
El panóptico contaba con talleres para educar a los presos en un oficio. En
los pabellones se ubicaban los talleres de carpintería, zapatería, herrería,
trenzaduría, hojalatería, encuadernación, talabartería, fundición y
panadería.
Algunos talleres tuvieron éxito, otros fueron una pérdida de dinero, pues ni
siquiera se lograba recuperar lo invertido en los insumos.
El problema de los talleres de la penitenciaría era que competían con los
talleres del Estado, los presos solo fabricaban artículos para uso interno del
establecimiento y algunos artículos para la policía.
Por esta razón, en muchas ocasiones, los directores del Panóptico pidieron
al gobierno una ley para ser proveedores del Estado. Los reclamos no fueron
escuchados.
A pesar de las dificultades para sostener estos talleres, a lo largo del
tiempo se decidió renovarlos y equiparlos con nuevas maquinarias.
Muchos presos eran analfabetos o se dedicaban a oficios muy sencillos. En
prisión aprendieron y compartieron nuevos oficios con sus compañeros.
Los presos asistían a la escuela en las mañanas, sin embargo, había
carencias en este sentido, pues se contaba solo con dos preceptores para
una población de 300 presos.
La idea de los talleres era buena, pues se pretendía comercializar los
productos hechos por los presidiarios, de la venta de estos se creaba un
fondo de ahorro, con el cual el preso podría salir de prisión con algo
guardado.
En la práctica esto no funcionó, porque los presos de todos los talleres no
obtenían los mismos beneficios.
“A los presos de la penitenciaría del producto diario de su trabajo se les
descuenta la suma de dos centavos. Esta cantidad se deposita en la Caja de
Ahorros en una cuenta general y al terminar la condena el preso se le
entrega la suma que ha juntado”. (El Comercio, 19 de enero de 1926)
En 1926 una comisión inspectora había denunciado que en 15 años de
encierro un preso apenas había ahorrado 22 soles.
Además sus productos eran vendidos a muy bajo precio: “El salario que
ganan es verdaderamente irrisorio. Obras que valen en la calle ocho y diez
libras y que representan para el obrero una entrada diaria de cuatro o cinco
soles, es remunerada en la penitenciaría con la suma de 60, 70 u 80
centavos.” (El Comercio, 19 de enero de 1926)

EL PERFIL DEL CRIMINAL


¿Quiénes eran los presos del panóptico? ¿Por qué se encontraban allí?
Según las estadísticas podemos conocer a la población penal.
Algo interesante es ver que parte de la población fue indígena. Como
ejemplo, se puede ver la memoria del director Miguel Panizo y Zárate de
1903.

Fuente: Memoria de 1903

La mayoría de los presos eran indígenas, pobres y ejercían oficios sencillos.


No eran viejos, eran jóvenes en su mayoría. En el año 1903, el 78 % de los
presos tenía entre 20 y 40 años.
De estos presos podremos ver que la mayoría de ellos se encontraba
cumpliendo condenas por homicidio. En 1905, de 315 presos, 280 eran
asesinos. (Memoria, 1905)
HISTORIA
En cuanto a los oficios, podemos observar que la cuarta parte de los presos
eran zapateros y jornaleros. Muchos de sus crímenes estuvieron asociados
al alcohol. Las autoridades explicaron que la mayoría de criminales fueran
indígenas, dedicados a oficios muy modestos utilizando explicaciones
racistas, al decir que el indio era flojo, perezoso y melancólico, vengativo, un
ser disminuido.
Sebastián Lorente alguna vez dijo: “La embriaguez ocupa la vida entera del
indio y forma su glorificación. Se embriaga por el nacimiento, por el corte de
pelo, por el matrimonio y por el entierro" . (Sebastián Lorente. Sobre el Perú.
1855)
Estas imágenes eran comunes en los estudiosos del siglo XIX. Recordemos
las palabras de Clemente Palma, hijo de Ricardo Palma y representante del
racismo.
“La raza india es una rama degenerada y vieja del tronco étnico del que
surgieron todas las razas inferiores” (Clemente Palma. El porvenir de las
razas en el Perú, 1897)
Carlos Aguirre estudioso de la criminalidad ha encontrado que la difusión de
la imagen criminal del indio tiene relación con la difusión de la criminología
moderna:
“El descubrimiento de la criminalidad indígena como un problema y el
“criminal indígena” como un tipo humano especial fue ciertamente
resultado de la difusión de la criminología y su búsqueda de “tipos”
criminales, pero además se nutrió de imágenes y estereotipos sobre los
indios que habían sido desarrollados por escritores racistas y que ahora –se
pensaba- podían ser “confirmados” por la investigación
científica.” (AGUIRRE 2000)
Las estadísticas no hacían mas que reforzar esta percepción acerca de la
inclinación moral de los indígenas a cometer crímenes, estas ideas llegaron
hasta el siglo XX.
Estos fueron los criminales del Panóptico. Más adelante ingresarían a sus
celdas políticos y hombres públicos. En esta prisión sufrieron encierro
presidentes como Augusto B. Leguía, escritores como Ciro Alegría, líderes
políticos como Delfín Levano y Víctor Raúl Haya de la Torre. En este lugar
fue ejecutado el homicida Jorge Villanueva Torres, conocido como el
“Monstruo de Armendariz”.

En el siglo XX el panóptico se convirtió en una prisión obsoleta, en la


avenida Alfonso Ugarte se destinó un nuevo terreno para la prisión.

El panóptico agonizó lentamente desde 1961. A golpe de comba y martillo


fue siendo demolido cuando algunos presos allí cumplían sus condenas.

A pesar que el Panóptico ya no existe, en la sociedad post-industrial aún


sigue vigente la idea de controlar la conducta de la población a través de
diseño del espacio público y los medios de comunicación. Es la sociedad
moderna. La sociedad en la que vivimos.

Vista aerea del Panóptico (1936)

Los antecedentes históricos del INPE relatan que por fin, el artículo 26 del Código Penal de 1924,
recoge la opinión de los entendidos en la materia al establecer la creación de la Inspección General
de Prisiones. Esta institución se encargaría a partir de esa fecha de la dirección de todos los
establecimientos carcelarios del país, siendo su primer director (Inspector General) el doctor
Augusto Llontop. Tres años después, el 12 de febrero de 1927, el Decreto Supremo Nº 70 crea la
Escuela de Vigilancia, dando paso al funcionamiento del Servicio de Identificación Dactiloscópica
como órgano de la Inspección General de Prisiones, y la publicación del Boletín de Criminología,
revista que dejó de circular el año 1992.

El 26 de marzo de 1928, el Dr. Bernardino León y León asumen la dirección de la Inspección


General de Prisioneros. Se pone en marcha grandes reformas al sistema penitenciario, como por
ejemplo, el cambio de nombre por el de Dirección General de Prisiones. El 14 de enero de 1929 se
dicta el Reglamento de Clasificación de Conducta de los Penados; y en febrero se da a conocer el
Reglamento del Instituto de Criminología.

Los años subsiguientes evidenciaron un abandono del tema penitenciario, hasta que el 16 de
agosto de 1937, mediante D.S. Nº 97 se dicta un nuevo reglamento de penitenciaría de Lima. Siete
años después, el 2 de junio de 1944, se abre la Escuela de Vigilantes que funcionó hasta mediados
de diciembre de 1945.
Los vaivenes del sistema penitenciario son de conocimiento del entonces presidente de la
República Luis Bustamante y Rivero, quien el 12 de marzo de 1946 ordena el funcionamiento de la
Escuela de Personal Auxiliar de los Establecimientos Penales y de Tutela, institución que tuvo
vigencia hasta diciembre de 1948. La administración Bustamante reorganiza los servicios médicos
en los establecimientos penales y de tutela, elabora la ficha psico-física de reclusos y tutelados,
crea el servicio social para esos centros, e inicia las investigaciones de las condiciones
antropológicas y sociales de la penitenciaría, entre otras medidas. Pero, muchas de esas
disposiciones quedaron truncas, como consecuencia del golpe de estado.

En 1951 se crea la colonia penal agrícola El Sepa. Años después, el primer gobierno del
presidente Fernando Belaunde Terry construye el Centro Penitenciario de Lurigancho, en Lima, e
inicia la construcción del Centro Penitenciario de Ica (Cachiche) y la cárcel de Quenqoro, en el
Cusco. Por Resolución Suprema Nº 211 del 13 de mayo de 1965, se establecen los estatutos para
la creación del Centro de Capacitación Penitenciaria, que funcionó hasta setiembre de 1968.

Luego, el gobierno del General Juan Velasco Alvarado, dicta dispositivos legales referentes al
derecho penitenciario peruano, y por Decreto Ley 17519 establece que la Dirección General de
Establecimientos Penales forme parte de la estructura del Ministerio del Interior.

Durante ese mismo gobierno se crea el Centro de Formación y Capacitación


Penitenciaria (CEFOCAP), con la finalidad de formar agentes penitenciarios. Sería después el
siguiente gobierno militar, esta vez el de Francisco Morales Bermúdez que, de conformidad con lo
establecido en la Constitución de 1979, reapertura el Ministerio de Justicia, incluyendo en su
estructura a la Dirección General de Establecimientos Penales.

En el segundo gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry, a través de la Ley Orgánica del
Ministerio de Justicia, se incluye a la Dirección General de Establecimientos Penales y
Readaptación Social como uno de los órganos del sector Justicia.

El 06 de marzo de 1985, por Decreto Legislativo Nº 330 se promulga el Código de Ejecución Penal,
y por Decreto Supremo Nº 012 del 12 de junio del mismo año se aprueba su reglamentación,
dando origen así al INSTITUTO NACIONAL PENITENCIARIO, organismo público descentralizado,
NUESTRA REALIDAD PENITENCIARIA
rector del Sistema Penitenciario Nacional integrante del Sector Justicia.

¿Sabe que mensualmente ingresan más de mil hombres a los 68 recintos


penales del Instituto Nacional Penitenciario (INPE)? Esta cifra es realmente
preocupante si sabemos que la capacidad de albergue para los internos es
de 28,257 y la población actual sobrepasa los 56,055. ¿Somos conscientes
de este grave problema social?

Si la misión del INPE es brindar tratamiento penitenciario integral al interno,


en adecuados establecimientos con óptimas condiciones de seguridad y
eficiente gestión para contribuir a la seguridad ciudadana, ¿considera viable
el óptimo cumplimiento de su accionar con condiciones antes detalladas?

Responsabilidad realmente difícil es la de transformar conductas


antisociales y tener excelencia en el control de los internos cuando se
cuenta solamente con 983 profesionales en tratamiento y 3,811 en
seguridad, añadiéndose a este escaso capital humano la inadecuada
infraestructura y el deficiente material logístico.

Pretender que menos de 1,000 profesionales en tratamiento (educadores,


trabajadores sociales, psicólogos, abogados, enfermeras y médicos)
trabajen diariamente con toda la población recluida es simplemente
imposible.

¿Cómo producir entonces un cambio en las conductas de los internos que


no cuentan con un seguimiento adecuado?

Tal vez usted lo ignore, pero la labor penitenciaria implica diversas y


complejas tareas, tales como: resguardar el orden dentro de los recintos
carcelarios, trasladar internos de alto riesgo a otros penales por regresión
en su tratamiento, a diligencias judiciales y hospitales. Controlar el ingreso
de visitas, torreones, cercos perimétricos y puertas de ingreso. Con 3,811
hombres –por más capacitados que se encuentren– es realmente
inconcebible.

Pese a estos obstáculos, más de 6,000 funcionarios y trabajadores a escala


nacional dirigen y administran el Sistema Nacional Penitenciario.

Ellos entregan su mejor esfuerzo para cumplir con la meta de reeducar a


aquellos que equivocaron su camino y que la sociedad simplemente
rechaza.

Alguien dijo que a un país se le conoce por sus cárceles; los peruanos,
entonces, no deberíamos ser ajenos a tan álgida problemática. Los recintos
penitenciarios deberían formar parte de nuestra obligación y nuestro aporte
debería ir más allá de la simple crítica.

Un país con seguridad ciudadana será posible cuando todos tomemos


conciencia de que las prisiones son nuestra responsabilidad. Comencemos
apoyando quizá con la aprobación de una partida presupuestal que permita
en el más corto plazo la construcción de penales, la adquisición de
herramientas modernas para la seguridad, la incorporación de más
profesionales en tratamiento y seguridad penitenciaria, y finalmente las
capacitaciones permanentes para los trabajadores actuales en nuevas
técnicas carcelarias.

Todas estas acciones tendrán éxito paralelamente con el esfuerzo de un


Poder Judicial que trabaje hombro a hombro con el INPE, de manera
especial con un verdadero interés en la descarga procesal.

BIBLIOGRAFÍA
AGUIRRE, Carlos. Dénle duro que no siente: poder y transgresión en el Perú
republicano. Lima: AFINED. 2008
AGUIRRE, Carlos. “Delito, raza y cultura: el desarrollo de la criminología en
el Peru (1890-1930). Dialogos en historia, 2: 179-206. 2000
PANIZO Y ZÁRATE, Manuel. Memoria que al señor ministro de justicia, culto
é instrucción presente el señor director del Panóptico de Lima Coronel
Manuel Panizo y Zárate. Lima: Gmo. Stolte. 1903
PAZ SOLDÁN, Mariano Felipe. Reglamento para el servicio interior de la
prisión Penitenciaría de Lima dictado por su primer director, Mariano Felipe
Paz Soldán, vocal de la I. C. S. de Justicia de Lima, Director General de
Obras Públicas, según los supremos decretos de 12 de febrero y 19 de julio
de 1862. Lima: Imprenta de José M. Masías. 1863
PAZ-SOLDÁN, Carlos Enrique. Medio siglo de magisterio hipocrático. Lima:
[Ausonia]. 1964
Reglamento de la penitenciaria de Lima expedido por el Supremo Gobierno
en el 11 de mayo de 1901. Lima: Impr. Del Estado. 1901
Diario El Comercio
Imágenes en http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?
t=757058&page=200 y http://www.joelmeyer.com/page/2/

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