Marxismo y Catalanismo PDF

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MARXISMO Y CATALANISMO

1930-1936
ALBERT BALCELLS, 1977

ANAGRAMA, 1977

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1
ÍNDICE

MARXISMO Y CUESTIÓN NACIONAL...........................................................................3

SITUACIÓN Y RELACIONES DE LOS MARXISTAS CATALANES...........................................5

LA POSICIÓN DE LOS ANARCOSINDICALISTAS.............................................................8

LA POSTURA DEL SOCIALISMO ESPAÑOL...................................................................11

LA POSTURA DE LOS GRUPOS MARXISTAS CATALANES.................................................16

CONCLUSIONES....................................................................................................27

NOTAS................................................................................................................28

2
MARXISMO Y CUESTIÓN NACIONAL

Antes de 1930, los repetidos contactos entre el movimiento obrero y las izquierdas nacio-
nalistas catalanas no llegaron a originar ni a nivel teórico ni a nivel práctico una articulación
entre la lucha de clases y el movimiento nacionalitario catalán. La confluencia del obrerismo y
del catalanismo que se operó bajo la Dictadura de Primo de Rivera, constituyó el estímulo
bajo el que los grupos marxistas de Cataluña empezaron a aplicar al caso de Cataluña la teoría
y la estrategia leninista y estaliniana, formulada antes de la primera guerra mundial.1 No
todos se limitaron a repetir las tesis leninistas, pues en algún caso se intentó repensarlas y
enraizarías en la realidad y en la experiencia histórica de Cataluña, como por ejemplo trató de
hacer Joaquín Maurín.
Entre 1931 y 1936, la constitución de la URSS era presentada como el modelo acabado
de aplicación del derecho de las nacionalidades oprimidas a la autodeterminación sin
descartar la secesión. La autodeterminación había dado origen en el caso soviético y en
función de la solidaridad internacional proletaria, a una unión libre de los pueblos que antes
pertenecían al Imperio ruso. En esta apreciación coincidían no sólo los comunistas adheridos
a la Tercera Internacional, sino también los comunistas disidentes del Bloque Obrero y
Campesino, como Joaquín Maurín y Jordi Arquer, los trotskistas como Andreu Nin, y hasta
los portavoces del Partit Catalá Proletari y más tarde los de la Unió Socialista de Catalunya.
Aunque Lenin, para enfrentarse con la cuestión nacional, había partido del
internacionalismo proletario igual que los demás marxistas de izquierda de la Segunda
Internacional, fue quien comprendió mejor la relación dialéctica entre internacionalismo
socialista y derecho de autodeterminación nacional. Consideraba que sólo la libertad de
separación hacía posible una unión libre y voluntaria, la única capaz de conducir en el futuro a
la fusión entre las naciones. Afirmaba que sólo el reconocimiento por parte del movimiento
obrero de la nación dominadora del derecho de autodeterminación de la nación dominada,
permitiría superar la desconfianza y el resentimiento de los trabajadores de la segunda, y
solamente así podrían unirse efectivamente los proletarios de las dos nacionalidades en el
común combate contra la burguesía, caminando hacia la revolución socialista internacional. 2
Pero, además, Lenin veía en las masas populares de las nacionalidades oprimidas —no sólo
obreros, sino pequeñoburgueses y campesinos— un aliado imprescindible del proletariado
revolucionario, que debía dirigir la lucha por la democracia en los países menos desarrollados
de Europa La estrategia leninista permitía a los militantes obreros —al menos teóricamente—
apoyar el movimiento nacionalitario democrático sin convertirse en nacionalistas, es decir, sin
subordinar la lucha de clases a la autonomía nacional y sin ir a remolque de los nacionalistas
pequeñoburgueses. Por otro lado evitaba que la inhibición obrera respecto al movimiento de
la nacionalidad oprimida supusiese en la práctica el apoyo inconsciente del nacionalismo im-
perialista del Estado constituido y por lo tanto de la ideología de la oligarquía de la nación
dominadora, mientras el movimiento obrero además abandonaba a la burguesía de la na-
cionalidad oprimida la dirección del movimiento de emancipación nacional.
Se ha señalado que el intento de Stalin de definir apriorísticamente todos los factores
determinantes de una verdadera nación en su ensayo de 1913, dieron a la teoría trazada por
Lenin un carácter más restrictivo y dogmático.3 Pero Stalin, recalcó igual que Lenin que la de-
fensa del derecho de autodeterminación era para los marxistas una exigencia del internacio-
nalismo socialista y de la democracia auténtica. Por ello, en la medida en que la democracia
resultó desvirtuada por la burocratización, la URSS dejaba de ser en realidad el modelo
perfecto de solución de las cuestiones nacionales en un estado socialista, como se puso de
manifiesto ya en diciembre de 1922 en el conflicto entre Lenin y Stalin —poco antes de la

3
muerte del primero— a raíz de la minimización de la autonomía de Georgia.4 Por otro lado,
perdía también autenticidad operativa la defensa de la autodeterminación por la Tercera
Internacional, en la medida en que ésta se fue convirtiendo en el instrumento de un Estado —
la URSS— gracias a su estructura ultracentralista que minimizaba la autonomía de los parti-
dos nacionales y tendía a olvidar en sus directrices la realidad concreta de cada país.5 No
obstante, las circunstancias históricas de los años 30, con el nazismo alemán amenazando a la
URSS y llevando al paroxismo el nacionalismo imperialista de estado, permiten explicar que
la solución soviética fuese idealizada incluso por los comunistas disidentes y los socialistas
catalanes.

4
SITUACIÓN Y RELACIONES DE LOS MARXISTAS CATALANES

La estrategia leninista respecto a los movimientos nacionalitarios era para los grupos
marxistas la más adecuada para intentar abrirse paso en una Cataluña en la que el anarco-
sindicalismo conservaba el predominio en el terreno sindical y la Esquerra Republicana de
Catalunya acababa de conquistar la hegemonía en el terreno político, contando con votos
obreros y extendiendo su influencia a asociaciones de clase tan importantes como la
Unió de Rabassaires y el Centre Autonomista de Dependents del Comerg i de la Industria.
La participación electoral creciente de la clase obrera catalana entre 1931 y 1936, rompiendo
con la anterior tónica abstencionista, su creciente movilización política, junto con el fracaso de
los í res intentos insurreccionales anarquistas de 1932 y 1933, parecían indicar el inicio de
una coyuntura favorable para el desarrollo del marxismo en Cataluña, siguiendo la evolución
de las demás zonas industriales de Europa. Pero la extrema fragmentación del marxismo,
dividido en seis grupos hasta septiembre de 1935 y en cinco hasta julio de 1936, dificultaba la
superación de su situación marginal dentro del movimiento obrero y más aún dentro del
sistema catalán de partidos políticos,6 cuya completa diferenciación del sistema de partidos
del resto de España condicionaba el desarrollo de los grupos marxistas a su completa
autonomía respecto a los partidos del ámbito estatal, autonomía que iba ligada a su uni-
ficación, que incompletamente se realizaría en 1936.
Durante la Segunda República la marginalidad política y las escasas posibilidades de
participar en el poder —con excepción de la Unió Socialista de Catalunya— favorecieron en
los marxistas catalanes el maximalismo nacionalitario, que les servía para desbordar —al
menos a nivel teórico— las posiciones autonomistas del partido mayoritario y gobernante, la
Esquerra Republicana de Catalunya de Francesc Maciá y de Lluis Companys.
De los grupos existentes en Cataluña, dos centraban su acción en Cataluña pero no se
limitaban a su territorio, poseyendo grupos en otras poblaciones del Estado —el Bloque Obre-
ro y Campesino o Federación Comunista Catalano-Balear y la Izquierda Comunista—,7 otros
dos grupos tenían un ámbito exclusivamente catalán y eran la Unió Socialista de Catalunya y
el Partit Cátala Proletari, mientras los demás dependían de partidos españoles estatales: la
Federación Catalana del PSOE y el Partit Comunista de Catalunya.8 El BOC y la IC se fu-
sionaron en septiembre de 1935 en el Partido Obrero de Unificación Marxista, mientras los
otros cuatro se unieron el 22 de julio de 1936 en el Partit Socialista Unificat de Catalunya.
La Alianza Obrera, constituida el 9 de diciembre de 1933, después del triunfo electoral
de las derechas, constituyó un primer intento de unidad de acción, paso previo a la unificación
orgánica. Se incorporaron inicialmente a la Alianza Obrera todos los grupos citados menos el
PCC. También formaban parte de ella los sindicalistas escindidos de la CNT en 1933, que
constituyeron la Federación Sindicalista Libertaria. En febrero de 1934 la USC y la Unió de
Rabassaires quedaron fuera de la Alianza Obrera, pero a mediados de septiembre ingresó en
ella el PCC. Después del fracaso de la revuelta del 6 de octubre de 1934 la Alianza Obrera dejó
de funcionar como tal, pero se iniciaron en cambio las negociaciones para lograr la unificación
marxista en Cataluña.
La Federación. Comunista Catalano-Balear tenía sus orígenes en los Comités
Sindicalistas Revolucionarios constituidos dentro de la CNT en 1922. Nunca estuvo
plenamente integrada en el PCE, quedando separada de éste en 1929. Al unirse en noviembre
de 1930 con el Partit Comunista Catalá, creado en 1928, dio origen al Bloque Obrero y
Campesino, que orientó a los sindicatos expulsados de la CNT en 1932 y a la Unió Agraria de
las comarcas leridanas. Su cifra de afiliados osciló entre los 5.000 y los 7.000 y entre sus
líderes estaban Joaquín Maurín, Pere Bonet, Jordi Arquer y desde 1934, Josep Rovira,

5
procedente del Partit Cátala Proletari. El BOC era el núcleo impulsor de la Federación
Comunista Ibérica, pero casi toda su fuerza residía en Cataluña..La Izquierda Comunista era
un pequeño grupo de orientación trotskista constituido en mayo de 1931 y dirigido por Andreu
Nin y Juan Andrade. En 1935 rompió con Trotsky. Al constituirse el POUM, una fracción del
BOC —el grupo de «L'Hora»— abandonaron esta organización. Estos discrepantes acabaron
integrándose directa o indirectamente en el PSUC.
La FCCB fue la primera organización que ya en su proyecto de tesis sobre la cuestión
nacional en marzo de 1930, planteó una estrategia nacionalitaria catalana basada en las
posiciones leninistas.9 Si bien participó en la conspiración republicana en Barcelona en 1930,
no practicó la alianza electoral con la ERC hasta el Front d'Esquerres de febrero de 1936 —
obteniendo por primera vez un diputado— y se ofreció a las clases trabajadoras como una al-
ternativa revolucionaria al partido mayoritario.
En cambio, la USC, que fue la primera organización que planteó en 1923 la necesidad
de un socialismo autónomo catalán y catalanista y hubo de escindirse del PSOE, practicó
sistemáticamente la alianza electoral y la cooperación gubernamental con la ERC. Esto le per-
mitió obtener escaños en las Cortes y en el Parlamento catalán a pesar de no superar la cifra
de 6.500 afiliados. Pero le impidió diferenciarse ante el electorado respecto a su aliada más
poderosa con su reformismo democrático nacionalista. Manuel Serra i Moret, Rafael
Campalans —muerto en 1933—, Joan Comorera y Rafael Folch i Capdevila fueron sus figuras
más conocidas. En 1933 se produjo la reunificación con la FC del PSOE en condiciones de
total autonomía respecto a la directiva central socialista, pero el núcleo barcelonés —contrario
a la fusión— y el comité ejecutivo de Madrid la hicieron fracasar, alegando que la USC había
persistido en la alianza electoral con la ERC cuando el PSOE, con su giro izquierdista había
roto la entente con los republicanos. La USC, que conservó buena parte de los efectivos de la
antigua FC del PSOE, provocó en 1934 la escisión de la UGT, constituyendo la Unió General
de Sindicáis Obrers de Catalunya, que se reintegraría en 1936 a la central socialista. El Partit
Catalá Proletari —que no alcanzó más allá del medio millar de militantes— procedía de Estat
Cátala y su líder Jaume Compte había sido condenado en 1925 con motivo del intento
frustrado de atentado contra Alfonso XIII en Garraf. Moriría luchando en el local del CADCI
contra el Ejército la noche del 6 de octubre de 1934. Este grupo, que alcanzó gran influencia
en el CADCI a partir de agosto de 1934, constituyó un caso significativo de evolución desde el
nacionalismo insurreccional al marxismo nacionalista. El 10 de enero de 1932, después de
condenar la evolución de la mayoría del Estat Catalá, integrado en la ERC desde marzo de
1931, el grupo constituyó Estat Catata, Porga separatista d'extrema esquerra. En octubre del
mismo año de su fundación, el partido tomó el nombre de Estat Catalá Partit Proletari y se
adhirió formalmente al marxismo, declarando su simpatía por la Tercera Internacional, cuya
línea dijo seguir aunque no estaba ligado a ella. 10 En busca de una base ideológica para su
nacionalismo revoluciona-río y en busca del prestigio de una organización internacional para
compensar su aislamiento particularista, el grupo de Compte superó su confuso nacionalismo
obrerista inicial sin renunciar a su separatismo, aunque diferenciándose explícitamente del
nacionalismo interclasista del grupo Nosaltres Sols y del Partit Nacionalista Catata.
A fines de 1933 Estat Catalá, Partit Proletari cambió definitivamente su nombre por el
de Partit Catalá Proletari, cambio significativo paralelo a su evolución ideológica, que le
llevaría en 1936 a integrarse en el PSUC. El PCP se constituyó en 1935 en el más decidido
partidario de la unificación de los marxistas catalanes en un partido independiente. Suelen ser
a veces los grupos políticos más pequeños —qué poco tienen que perder en una fusión
múltiple— los más decididos a una unificación, a la que los grupos mayores suelen ofrecer
más reparos. El caso del PCP fue revelador de cómo el nacionalismo más consecuente había
de adoptar una postura socialmente revolucionaria, mientras los portavoces ideológicos de la

6
Lliga como Ferran Valls i Taberner y Joan Estelrich iniciaban en 1930 un proceso revisionista
respecto al nacionalismo pratiano fundacional, al tomar conciencia de las implicaciones
revolucionarias de un despliegue sin restricciones del movimiento nacionalitario popular, que
escapaba al control de la burguesía catalanista.11
En cuanto a la Federación Catalana del PSOE, sus efectivos no habían crecido durante
la Dictadura —230 afiliados en 1929— y aunque aumentaron durante la Segunda República,
llegando en 1936 a unos 1.500 militantes, esa cifra apenas representaba el 2 °/o de los efec-
tivos del PSOE. El control de la UGT en Cataluña aumentaba la influencia de la FC del PSOE,
si bien los efectivos de esta sindical eran de unos 36.000 afiliados en 1933. Esta cifra era
inferior a la de los cenetistas disidentes que siguieron en Cataluña a la escisión «treintista» y
que en mayo de 1936 sumaban 46.000.12 Dirigentes cenetistas como Desiderio Trillas y Rafael
Vidiella, que habían pasado a la UGT, le imprimieron nuevo dinamismo, que se vio frenado
por la escisión de la UGSOC en 1934. Después del estallido de la guerra civil la UGT,
reunificada, creció con una rapidez Inusitada lo cual conduciría a un cierto equilibrio de
fuerzas sindicales, en contraste con la hegemonía total de la CÑT inmediatamente después del
19 de julio de 1936.
El Partido Comunista de España vio reducido el número de sus seguidores en Cataluña
a unos 50 en enero de 1931, después de la expulsión de la FCCB. La apelación a la Interna-
cional Comunista por parte de la FCCB influyó en el inicio de una rectificación de la táctica y
de las consignas comunistas en España y en Cataluña, pero la delegación de la IC enviada a
Barcelona acabó ratificando la expulsión oficial el 3 de julio de 1931. A mediados de octubre
del mismo año Hilari Arlandis, Antoni Sesé, Joaquín Olaso, Josep Banqué y otros militantes
partidarios de volver al PCE y a la Internacional Comunista quedaron excluidos de la FCCB.
Con ellos y con los pocos que habían permanecido dentro del PCE, se organizó con relativa
autonomía a fines de 1932 el Partit Comunista de Catalunya, actuando como secretario
general Ramón Casanellas. Había sido, uno de los cenetistas que asesinaron a Dato en 1921, se
refugió en la URSS y se hizo comunista. Murió en accidente en junio de 1933.
De hecho, el PCC adoptó respecto a la cuestión nacional y respecto a otros problemas
las posiciones del BOC, pero combatiéndolo por rebelde a la Internacional y por pretender
rivalizar con el PCE en el resto de España, al crear la débil Federación Comunista Ibérica. En
1936 el PCC tenía probablemente una cifra de afiliados no superior a la de la FC del PSOE
pero notablemente inferior a la de la USC, si bien superior a la del PCP.13
Antes de estudiar la evolución de la postura de los marxistas catalanes frente a la
cuestión catalana, es conveniente situarla en un marco más amplio. Primero es preciso
explicar la posición de los anarcosindicalistas, ya que controlaban la central sindical
mayoritaria de Cataluña y después, la actitud del PSOE, que había de resultar crucial debido a
su importancia en el Estado republicano, al constituir la principal minoría parlamentaria en
1931 y ocupar la tercera parte de los ministerios de los gobiernos del bienio constituyente.

7
LA POSICIÓN DE LOS ANARCOSINDICALISTAS

El federalismo municipalista de los anarcosindicalistas ofrecía en principio un punto de


coincidencia ideológica común con las izquierdas nacionalistas republicanas y un punto de
apoyo para una entente. Aparte de los contactos con Maciá y Estat Cátala durante la
Dictadura, contactos que Joan Peiró explicó en el congreso de la CNT de 11 al 16 de junio de
1931, buena parte de los afiliados a la CNT dieron su apoyo electoral a la ERC el 12 de abril y el
28 de junio, lo cual supuso un cambio notable.
Pero los cuadros dirigentes de la CNT se opusieron al mantenimiento de la República
Catalana, del 14 de abril, que Maciá aceptó reducir tres días después a los límites más mo-
destos de un gobierno regional provisional, en espera de que las Cortes Constituyentes apro-
basen un Estatuto autonómico para Cataluña.14 En el pleno de la CNT celebrado en Madrid el
23 de abril de 1931, contando con la aprobación de los representantes de Cataluña, se
amenazó con declarar la huelga general y hasta la insurrección armada contra cualquier
intento de independencia de Cataluña, de Euskadi y de Galicia.15
A pesar de esta declaración, la simpatía de bastantes cenetistas catalanes por la autono-
mía, se expresó en «La Revista Blanca» del 1 de junio, donde uno de los definidores de la
ortodoxia anarquista, Federico Urales, escribió: «La base ahora es la república... Esta Re-
pública Española, sobre todo la Catalana, es más cosa nuestra por ahora. Hemos convivido
con sus hombres en las cárceles unos y en el destierro otros, perseguidos todos por la dic-
tadura monárquica. ¿Cómo no hemos de preferirlos a los dictadores que nos perseguían como
fieras?...».16 También afloraba cierto catalanismo combinado contradictoriamente con cierto
unitarismo en el proyecto de declaración sobre la situación política presentado por la directiva
constituida aún por sindicalistas —futuros «treintistas»— en el congreso de la CNT en Madrid
el 11 de junio de 1931.17
Una fracción minoritaria de los cuadros de la CNT catalana, de entre los que habían
rodeado a Salvador Seguí antes de su asesinato en 1923, había ingresado en la ERC, como
Martí Barrera, Pere Foix, Simó Piera, Sebastiá Clara y Grau Jassans. Sin contar con los que
militaron en el BOC —que defendían enérgicamente la autodeterminación catalana— como
Roldan Cortada, que firmó el manifiesto de los Treinta en agosto de 1931 y en 1936 entraba en
el PSUC.
El silencio de «Solidaridad Obrera» respecto al plebiscito en el que el 75 % del censo
electoral de Cataluña aprobó el Estatuto de Nuria, puede interpretarse como un silencio
favorable. Al menos, posteriormente, cuando las Cortes Constituyentes aprobaron en
septiembre de 1932 el Estatuto, con importantes enmiendas, algunos portavoces
anarcosindicalistas de diversos campos lamentaron la restricción del ámbito autonómico
apelando al derecho de autodeterminación, que no había sido mencionado por ellos en 1931,
sino por los comunistas del BOC y por los nacionalistas radicales.18
«Babel» escribía en «Solidaridad Obrera» el 27 de septiembre de 1932 que la Esquerra
había traicionado «el mandato que le confirió el pueblo catalán el 2 de agosto de 1931». Des-
pués de recordar que Bakunin, Sebastián Faure y Carlos Malato habían adoptado una posición
favorable a la emancipación de las nacionalidades oprimidas, y tras recalcar que los anar-
quistas eran partidarios de la enseñanza primaria en lengua materna «Babel» decía: ...«de
acuerdo con los principios anarquistas, el problema de las nacionalidades será resuelto en el
futuro, con la federación voluntaria de los pequeños y grandes países, prescindiendo de los
Estados constituidos, y con plena libertad de separarse de esa federación si ésta es la voluntad
del pueblo trabajador de un país cualquiera». Tres días después se aclaraba en la propia
«Solidaridad Obrera» que si bien los anarquistas eran partidarios de la emancipación de los

8
países, eran enemigos de que constituyesen nuevos estados y por eso propagaban «la
destrucción de las nacionalidades».
El antiestatismo irreductible ofrecía un obstáculo al apoyo anarquista al movimiento
nacionalitario catalán, que por fuerza había de pasar por la construcción —con todas sus con-
tradicciones— de nuevas estructuras de gobierno. Otra dificultad doctrinal radicaba en el
individualismo teórico de los anarquistas que no aceptaban mediación entre la realización
plena del individuo y su identificación con la humanidad redimida, ni acababan de asumir la
profunda dependencia del individuo respecto a su comunidad sociocultural y sus raíces
nacionales.
En Cataluña parecía haberse renunciado a catalanizar la CNT para evitar que se dudase
de la igualdad absoluta entre inmigrantes y autóctonos en los sindicatos y para que no se
temiese la aparición de una actitud insolidaria respecto a las clases oprimidas del resto de
España. Los dirigentes catalanes se plegaban de hecho a los prejuicios nacionalistas españoles
de los trabajadores inmigrantes menos concienciados, a los que había que atraer a los
sindicatos.19 El anarcosindicalismo renunciaba a emplear el potencial revolucionario del mo-
vimiento nacionalitario, cuando la estructuración de un poder político propio por parte de las
nacionalidades oprimidas no presuponía necesariamente insolidaridad para con los tra-
bajadores del resto del Estado español, sino conseguir una posición de igualdad real, a partir
de la cual poder establecer unas relaciones nuevas entre las diversas nacionalidades, lo que
reforzaría los vínculos entre las clases oprimidas, pues la unidad no comportaría ya la
subordinación de una nacionalidad a la otra.
La CNT era una gran sindical que desde Barcelona irradiaba hacia el resto de España,
donde tenía núcleos muy importantes. Una de las principales acusaciones con que los de la
FAI atacaban a los sindicalistas «treintistas» —más favorables al autonomismo catalán— era
que intentaban separar a la CNT de Cataluña del resto de las regionales y a la sombra de la
Generalitat y de la ERC se despreocupaban de las luchas del proletariado en el resto del Es-
tado español.20
La entente tácita entre los dirigentes de la CNT y la ERC se deterioró desde septiembre
de 1931 pero no se rompió del todo hasta después de la segunda insurrección anarquista, el 8
de enero de 1933, a raíz de la cual se consumó la escisión de la minoría sindicalista de la CNT,
opuesta a la dirección de la FAI. Signos de la entente inicial fueron la postura de Maciá mo-
deradamente favorable en 1931 a la CNT, en su pugna con la UGT en el puerto de Barcelona, la
retirada del apoyo de la ERC al gobernador civil Anguera de Sojo cuando se radicalizó su
decidida oposición a la CNT, la negativa de Maciá a que la minoría parlamentaría de la ERC
votara el proyecto de Miguel Maura de Ley de Defensa de la República, aunque más tarde la
ERC se limitó a abstenerse en la votación de la ley del mismo nombre propuesta por el
gobierno Azaña. Peiró censuró por ello a la ERC diciendo veladamente que con su aceptación
de una ley que iba dirigida contra la CNT perdería su apoyo —el de «gran parte del pueblo
catalán»— para lograr que fuese aprobado el Estatuto.21
Tras la escisión de la CNT en Cataluña, los «treintistas» se integraron en diciembre de
1933 en la Alianza Obrera y compartieron la postura de los comunistas del BOC y del Partit
Catata Proletari consistente en apoyar al gobierno de la Generalitat frente al gobierno central
cuando las relaciones entre ambos entraron en crisis, pero exigiendo la proclamación de la
República Catalana, como primer paso hacia la revolución social en toda España. Peiró
llegaría a basar en el derecho de autodeterminación la justificación de la diversidad de vías a
la sociedad sin clases y el mantenimiento del pluralismo después de la revolución social, con
lo que la autonomía catalana se presentaba ya como premisa de una revolución sindicalista —
y no socialista estatal— en Cataluña.22 Esta tesis, desconcertante para los ortodoxos de uno y
otro campo, resultó un certero presentimiento de lo que efectivamente ocurriría después del

9
19 de julio de 1936. El principal núcleo sindicalista disidente, el de la Federación de Sindicatos
de Sabadell fue el que más enérgicamente planteó en 1934 la necesidad de articular
movimiento obrero y movimiento catalanista.23
En cambio el enfrentamiento cada vez más enconado entre la CNT, dirigida por la FAI,
y el gobierno de la Generalitat, en manos de la ERC, condujo a una inhibición creciente del
anarcosindicalismo ortodoxo respecto a la suerte de la autonomía catalana hasta la indiferen-
cia manifestada por la CNT ante la frustrada revuelta del 6 de octubre de 1934.24
A pesar de la diversidad de sus actitudes respecto a la autonomía catalana, tanto los
sindicalistas como los anarquistas, tanto Joan Peiró como Federico Urales —ambos favorables
al catalanismo— cuando intentaban formular la postura del anarcosindicalismo en relación
con el tema, divagaban y se contradecían. Cuando se identificaban con el movimiento
nacionalitario catalán por lo que tenía de emancipador, parecían moverse en el terreno
ideológico del nacionalismo democrático pequeñoburgués sin darle al catalanismo un
contenido de clase. Hablaban del «alma catalana», del «espíritu del pueblo catalán» sin
alusión alguna a las contradicciones de clase.25 Pero cuando, a continuación, habían de ver la
problemática nacional, desde el punto de vista proletario, acababan considerando
incompatibles el movimiento obrero y el movimiento nacionalitario, que consideraban
fatalmente dirigido y manejado por la burguesía. Unas veces se justificaba la inhibición con la
tesis económica de que todo nacionalismo ha de acabar siendo autoritario y represivo, y otras,
identificando derechismo y separatismo, cuando toda la evolución histórica venía a demostrar
y acabó demostrando lo contrario.26 Para superar la dicotomía entre la simpatía por el
movimiento nacionalitario y su rechazo por otra, los anarcosindicalistas solían terminar
invocando su federalismo, que, desde su punto de vista, les libraba por un lado de toda
sospecha de complicidad inconsciente con el nacionalismo español imperialista y por otro les
eximía de comprometerse incondicionalmente en la defensa del movimiento nacionalitario
catalán.27

10
LA POSTURA DEL SOCIALISMO ESPAÑOL

La primera defensa del movimiento nacionalitario catalán desde las filas del PSOE la hizo
Andreu Nin en una conferencia pronunciada en Barcelona el 14 de diciembre de 1913.28 Nin
había salido hacía poco de la Unió Federal Nacionalista Republicana. Dejaría en realidad de
actuar en el PSOE en 1915. Entre febrero y marzo de 1914 Antonio Fabra Ribas sostuvo con
Nin una polémica sobre la cuestión de «Justicia Social» de Reus. En junio de 1914 el cuarto
congreso de la Federación Catalana del PSOE pidió una reestructuración confederal del
partido —inspirándose quizás en el modelo austriaco— y propuso que fuese una de las metas
del socialismo la «Confederación republicana de las pequeñas nacionalidades ibéricas». Esta
actitud patrocinada por el principal dirigente socialista catalán Josep Recasens i Mercadé,
permitió en los años siguientes el ingreso en el PSOE de figuras procedentes del nacionalismo
catalán de izquierda como Serra i Moret, Campalans y Comorera, que en 1923, desengañados,
habrían de fundar el USC. Ya Doménec Martí i Julia había intentado entre 1914 y 1917 —año
de su muerte- que la Unió Catalanista que presidía, adoptase un pensamiento socialista. El 1.°
de mayo de 1917 «Justicia Social» publicó un interesante artículo de Osear Pérez Solís,
entonces la figura más importante de la Agrupación Socialista de Valladolid. Pérez Solís
reconocía que la incomprensión del fenómeno nacionalitario catalán había dificultado el
desarrollo del socialismo en Cataluña.29
El onceavo Congreso del PSOE iniciado el 23 de noviembre de 1918, aprobó después de
difícil discusión una reforma de su programa político con la adopción de una posición con-
federalista que suponía el apoyo a la autonomía catalana, si bien no llegaba a reconocerse el
derecho de autodeterminación.30 Era la época en que el PSOE reconocía que radicaban en Ca-
taluña las fuerzas que podían acabar con el Estado monárquico y traer la democracia, y
pactaba por un lado con la CNT y apoyaba por el otro el movimiento nacionalitario, aunque
estuviese dirigido por la Lliga Regionalista, en el momento en que la campaña autonomista
alcanzaba su cenit. En su libro España en el crisol, Luis Araquistain manifestó en 1919 una
actitud muy abierta respecto al tema.31
Fracasado el entendimiento con una y otra fuerzas y después de la escisión comunista
de 1921, los dirigentes del PSOE se replegaron a una posición cada vez más reticente
respecto al movimiento nacionalista catalán. A principios de 1923 dos conferencias, una de
Indalecio Prieto en Reus y otra de Antonio Fabra Ribas en Barcelona, establecieron una
doctrina oficial de incompatibilidad entre socialismo y nacionalismo catalán. Rafael
Campalans respondió con su famosa conferencia del 11 de febrero, El sociálisme i el problema
de Catalunya?2
Cuando se fundó el 8 de julio de 1923 la Unió Socialista de Catalunya, Serra i Moret
tuvo interés en recalcar: «Que no quedi entre nosaltres o entre cap de nosaltres la créenla o la
ilusió que la Unió Socialista de Catalunya és un sector, una modalitat del nacionalisme cátala.
La Unió Socialista de Catalunya és, i no aspira a ésser altra cosa, que la fracció catalana del
sociálisme universal. La Unió Socialista és el fruit legítim d'aquesta térra i aspira a florir en el
jardí multicolor de la Internacional Socialista (...) Per aixó ens ofendrá aquell que ens digui
nacionalistes catalans. No, nosaltres no som nacionalistes. Som catalans i, per tant, socialistes
catalans; com a catalans, socialistes i com a socialistes, catalans». [«Que no quede entre
nosotros o entre alguno de nosotros la creencia o la ilusión de que la Unió Socialista de
Catalunya es un sector, una modalidad del nacionalismo catalán. La USC es, y no aspira a ser
otra cosa, que la fracción catalana del socialismo universal. La USC es el fruto legítimo de esta
tierra y aspira a florecer en el jardín multicolor de la Internacional Socialista. (...) Por ello nos
ofenderá quien nos llame nacionalistas catalanes. No, nosotros no somos nacionalistas.

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Somos catalanes y, por lo tanto, socialistas catalanes; como catalanes, socialistas y como
socialistas, catalanes.»]
En plena Dictadura de Primo de Rivera, en 1926, se publicó una colección de artículos
del médico socialista Ramón Pía y Armengol, aparecidos en «El Socialista» de Madrid: El so-
cialismo en Cataluña. Aunque Plá y Armengol procedía de la Unió Catalanista, como Serra i
Moret, permaneció en el PSOE y se opuso a la USC, Consideraba el movimiento catalanista
como un instrumento de la burguesía reaccionaria que había distraído y desviado a los
intelectuales y profesionales catalanes que habrían debido incorporarse al socialismo. «Estos
hombres —decía Pía y Armengol— han sido en todas partes guías, orientadores o consejeros
de los trabajadores equilibrando su actuación.» Sin el menor atisbo autocrítico Plá y
Armengol veía el catalanismo como un estorbo, sin preguntarse por qué existía ni plantearse
jamás la posibilidad de que el socialismo pudiese dirigirlo.
Muy distinta era la posición de Josep Reca-sens i Mercadé, quien permaneció fiel al
PSOE, pero no ocultó su convicción de que sólo arraigaría en Cataluña cuando asumiese
auténticamente la causa autonomista. «Perqué s'ha de confessar —escribía en el verano de
1930— que, fins ara, els antics socialistes de Catalunya s'han mogut gairebé sernpre mes de
cara a Madrid que mirant al poblé cátala, demostrant estar posseits d'una mentalitat una mica
fossilitzada, insensibles a les modernes vibracions, a les inquietuds de Tactual moviment
historie.» [«Porque hay que confesar que, hasta ahora, los antiguos socialistas de Cataluña se
han movido casi siempre mirando a Madrid más que mirando al pueblo catalán demostrando
estar poseídos por una mentalidad un poco fosilizada, insensibles a las modernas vibraciones,
a las inquietudes del actual momento histórico.»] 33 Recasens reconocía que la adaptación de
la UGT y del PSOE a la situación creada por la Dictadura, había reducido sus posibilidades en
Cataluña.34
De todas formas, los socialistas españoles se adhirieron al pacto de San Sebastián de
agosto de 1930 y al compromiso de todos los partidos republicanos de que la República, en
caso de proclamarse, daría una solución autonómica a las reivindicaciones catalanas. No
obstante, cuando llegaron las decisivas elecciones municipales del 12 de abril de 1931, el PSOE
se presentó aliado con los radicales en Barcelona frente a la ERC, aliada con la USC y frente a
las demás candidaturas. A pesar de ello, Maciá nombró al dirigente socialista local Salvador
Vidal Rosell, consejero del primer gobierno provisional de la Generalitat. Los socialistas
ocupaban en el gobierno provisional de la República tres carteras, y Fernando de los Ríos
junto con Nicolau d'Olwer y Marcelino Domingo formó parte de la delegación de ministros
que convenció a Maciá de que renunciase a mantener la República Catalana.
Cuando se celebró el plebiscito en el que fue aprobado el Estatuto de Nuria el 2 de
agosto de 1931, la Federación Catalana del PSOE aconsejó que se votara afirmativamente,
como concesión al particularismo catalán.35 El 15 de julio en una entrevista publicada en «El
Socialista», Vidal Rosell había dicho: «Es preciso aprobar el Estatuto, somos la garantía de
que no hay separatismo. En Cataluña no hay separatismo, si lo hubiera los socialistas se
hubieran retirado de la Generalidad».
Pero durante todo el mes de julio aparecieron artículos e incluso editoriales en «El
Socialista» de Madrid, algunos de ellos editoriales expresando una actitud negativa respecto a
los movimientos de las nacionalidades.36 Para los dirigentes socialistas de Madrid el
anarcosindicalismo, que había resurgido pujante, volviendo a marginar a la UGT en Cataluña,
constituía también una manifestación del particularismo catalán.37 La ERC, ante el carácter
mayoritario de la CNT y mientras ésta estuvo dirigida por los sindicalistas como Pestaña y
Peiró, tendió a pactar con ella lo cual fue visto como un contubernio inconfensable por los
dirigentes de la UGT desde Madrid, especial mente cuando se enfrentaron ambas
organizaciones por el control de los obreros portuarios de Barcelona. Mientras los cenetistas

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ignoraban sistemáticamente los jurados mixtos laborales organizados por Largo Caballero, en
cambio aceptaban a veces el arbitraje de Maciá, Serra i Moret y otras autoridades catalanas.
«El Socialista» discutió la honestidad de plebiscito catalán del 2 de agosto y puso en
duda su validez moral.38 Cuando Maciá entregó oficialmente en Madrid el Estatuto
plebiscitado por los catalanes a Alcalá Zamora, se entrevistó también con diversas
personalidades, entre ellas Besteiro, presidente de las Cortes, e Indalecio Prieto, entonces
ministro de Hacienda. El socialista Juan-Simeón Vidarte, secretario de las Cortes
Constituyentes, ha explicado el comentario de .grieto después de la entrevista con Maciá:
«Que nos tragaremos el Estatuto como mal menor a su programa, Maciá es un verdadero
separatista, aunque él no ha engañado a nadie. Somos nosotros los que nos queremos
engañar. Si dejamos que las derechas se apoderen de las dos regiones más ricas de España por
el camino de las autonomías los disgustos vendrán más tarde».39 Poco podía imaginar Prieto
que las verdaderas derechas españolas, defensoras y beneficiarías natas del centralismo, se
apoderarían antes del gobierno central de la República que del regional de Cataluña. Besteiro
le dijo a Vidarte: «Prieto Vive obsesionado por el problema vasco y nunca comprenderá el de
Cataluña, ni se molestará en comprenderlo».
El 27 de agosto de 1931 empezó en las Cortes el debate sobre la Constitución. El
Estatuto de Cataluña condicionaba sin duda la estructura de poderes que debía establecer la
nueva ley fundamental. El socialista Luis Jiménez de Asúa, presidente de la Comisión
parlamentaria que presentó el proyecto constitucional propuso un Estado integral y rechazó
la estructura federal, la única coherente con el Estatuto que acababan de votar los catalanes el
2 de agosto, pero matizó el 27 de agosto ante las Cortes: «No encontrará jamás una región
española que tenga su civilización y su cultura propias, sus perfiles y características definidas,
un obstáculo en el Partido Socialista. El ve los hechos reales y comprende precisamente esas
disidencias, las respeta y las acepta».
De todas formas, continuaron apareciendo en «El Socialista» durante el resto de 1931
artículos y notas desfavorables al Estatuto del 2 de agosto y sobre todo a su aprobación en
bloque, que es lo que pedían los catalanistas sí no se demostraba que en algún punto el
Estatuto contradecía la Constitución.40 El PSOE sostuvo que el Estatuto había de ser discutido
punto por punto, sin ninguna limitación previa para restringir su alcance. El 26 de septiembre
de 1931 tuvo lugar un tenso enfrentamiento parlamentario entre Companys e Indalecio Prieto
con motivo de esta cuestión.
Algunas de las escenas más violentas de las reuniones particulares de la disciplinada
minoría parlamentaria socialista, tuvieron lugar con motivo de la discusión de los artículos
constitucionales sobre el Estatuto de Cataluña.41 Dos diputados abandonaron el PSOE por
estar contra su aceptación. Los diputados de la USC, que habían empezado a asistir a las
reuniones, para actuar conjuntamente con los diputados del PSOE, quedaron disgustados y
dejaron de acudir a ellas. En adelante se reunieron solamente con la minoría de la ERC.42 La
dimisión de Vidal Rosell como consejero de la Generalitat estaba relacionada con estas
tensiones. No obstante, otro socialista de PSOE, Josep Jové, fue nombrado miembro del
segundo gobierno provisional de Maciá el 20 de diciembre de 1931.
La tensión llegó a su punto álgido el 27 de diciembre de 1931. cuando la Juventud
Socialista de Barcelona organizó un mitin exigiendo que el Estado conservase el control de
todos los centros de enseñanza que tenía en Cataluña con el fin de asegurar que seguiría
impartiéndose" la enseñanza en castellano.43 El Estatuto de Nuria había previsto que la
enseñanza en todos sus grados pasaría a la Generalitat, la cual garantizaría a todos los núcleos
de población donde los últimos años hubiese habido una cuarentena de niños de lengua
materna castellana, que seguiría allí impartiéndoseles la enseñanza en su lengua,
enseñándoseles además el catalán. Pero el Estatuto de 1932 mantuvo la enseñanza pública en

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manos del Estado, si bien la Generalitat podía crear con sus recursos centros de enseñanza en
lengua catalana. Sólo en la Universidad Autónoma de Barcelona, por el Estatuto de 1933, se
estableció la cooficialidad legal integral de las dos lenguas.
Ocho meses después de haber sido plebiscitado en Cataluña, empezó el Estatuto a ser
discutido en las Cortes. Los socialistas intervinieron poco en el largo debate sin variar
sustancialmente su postura.44 Cuando se produjo el frustrado pronunciamiento de Sanjurjo en
agosto de 1932 no había pasado por el cedazo de las Cortes ni la mitad del articulado del Es-
tatuto. Los diputados del PSOE votaron como los demás republicanos el Estatuto de sep-
tiembre de 1932, que si bien aseguraba a Cataluña su notable grado de autogobierno, res-
tringía su alcance en los aspectos educativo y financiero. Al concederse el Estatuto catalán, el
propio Indalecio Prieto, hasta entonces adversario acérrimo del nacionalismo vasco, encabezó
el giro del PSOE favorable a una autonomía vasca semejante a la catalana. El Partido
Nacionalista Vasco se inclinó a la conciliación después de romper con los carlistas, pero la
presentación a las Cortes de la ley de congregaciones religiosas despertó la oposición del PNV
y otra vez se interrumpieron las relaciones entre nacionalistas vascos y socialistas. Volvieron a
establecerse cuando republicanos y socialistas propiciaron someter el proyecto de Estatuto a
plebiscito en Euskadi, lo que efectivamente se hizo el 5 de noviembre de 1933.* 3 De forma
parecida, el PSOE en Galicia fue pasando gradualmente de una postura adversa a otra de
mayor comprensión del movimiento autonomista.46
Respecto a Cataluña, el traspaso de servicios y recursos en 1933 estuvo lleno de
dificultades, pues llegada la hora de la verdad se experimentaba la resistencia del aparato
burocrático estatal. Al llegar el mes de julio se habían traspasado ya algunos servicios, pero sin
el correspondiente traspaso de recursos por no hallarse un criterio para su valoración global.
La intransigencia del ministro de Hacienda, Agustín Viñuales, abrió una crisis. Azaña intentó
inclinarle a la conciliación, mientras Prieto y Largo Caballero apoyaban la postura de
Viñuales,47 que hubo de dimitir, pero logró que los servicios hubiesen de ser valorados uno por
uño, en lugar de efectuarse una generosa valoración global.
La súbita penetración de los socialistas españoles en el aparato estatal centralizado y la
confianza en que ese aparato era utilizable para lograr una reforma de la sociedad española,
les hizo identificarse con un Estado uniformista creado por la burguesía que muy pronto iba a
descubrir el PSOE que no era tan fácil de remodelar y utilizar en función de los intereses de
las clases trabajadoras. A partir de la derrota electoral de noviembre de 1933 y de la vuelta a la
oposición del PSOE desengañado, su postura se volvió progresivamente favorable a la
autonomía de las nacionalidades. Pero no acababa de superarse la convicción de que se
trataba de una concesión al particularismo sustentado por las clases medias catalanas, cuya
alianza era imprescindible ante la fuerza de las derechas españolas y ante el auge del fascismo
en Europa. No se enfocaba, en general, la cuestión de las nacionalidades desde el punto de
vista de la lucha de clases y de los intereses propios de la clase obrera, y resulta comprensible
que el apoyo táctico a las autonomías se ofreciese como una concesión, extraña a la misión del
PSOE, como una imposición de las circunstancias y por lo tanto era una concesión hecha con
cierta mala conciencia, muy vulnerable a los reproches de las derechas españolistas. Así fue
cómo se frustró la reunificación socialista en Cataluña, acordada en 1933 sobre la base de una
amplia autonomía de la nueva organización unificada. El tema de las alianzas resultó la
cuestión inicial para la ruptura entre el PSOE y la USC. De cara a las elecciones legislativas de
noviembre de 1933, el primero era partidario de un frente obrero —aliándose con el BOC—
que prefiguraba la Alianza Obrera, mientras la segunda era partidaria de renovar la alianza
electoral con la ERC, preludio de la vuelta de la USC a la participación en el gobierno de la
Generalitat en caso de triunfo de las derechas en España. La minoría de la FC del PSOE
adversaria de la hegemonía de ía USC en la nueva organización logró presentarse como más

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izquierdista que ésta, a pesar de que el PSOE hasta entonces había practicado la alianza con
las izquierdas burguesas y la volvería a practicar con el Frente Popular de febrero de 1936. La
USC, que se valía de la alianza con la ERC para intentar lograr la supremacía política en el
fragmentado sector marxista catalán, logró presentar al PSOE como el responsable de la
ruptura por su centralismo. Poco después la USC no dudó en escindir la UGT de Cataluña,
aumentando la fragmentación del movimiento obrero en vísperas de la prueba de fuerza del 6
de octubre de 1934.
De todas formas, cuando el Tribunal de Garantías Constitucionales anuló la Ley de
Contratos de Cultivo de la Generalitat y se abrió una grave crisis entre los gobiernos central y
catalán, Indalecio Prieto advirtió en las Cortes el 25 de junio de 1934 al gabinete Samper:
«Pero tened por seguro que si vosotros, empujados por el odio antirrepublicano de todas esas
gentes que os ayudan, llegáis a pelear en términos que yo no quisiera ver registrados en la
Historia, con Cataluña, Cataluña no estará sola porque con ella estará el proletariado' es-
pañol». El 11 de junio las directivas de las organizaciones catalanas del PSOE, de la UGT y de
las Juventudes Socialistas publicaron un manifiesto en favor de la Ley de Contratos de Cultivo
y se comprometían a defender la autonomía catalana en peligro.48 Parecidos manifiestos
publicaron las demás organizaciones de la Alianza Obrera.
Después de la revuelta fracasada del 6 de octubre de 1934, al mismo tiempo que el
proceso de reunificación socialista resurgía en Cataluña sobre una base orgánicamente
autónoma y políticamente autonomista, se fue afirmando en el PSOE el giro resueltamente
favorable a las nacionalidades y a las autonomías, giro que se reafirmaría después de la
victoria electoral del Frente Popular. El PSOE apoyó la campaña que preparó el plebiscito del
Estatuto de Galicia. En las Cortes el PSOE presentó el 16 de abril de 1936 el Estatuto vasco en
unión con los diputados del Partido Nacionalista Vasco que no había entrado en el Frente
Popular y había perdido cinco actas respecto a la legislatura de 1933. El PSOE colaboró
también con los demás partidos del Frente Popular en la formación de la comisión para el
Estatuto del País Valenciano.49 La nueva Agrupación Socialista Madrileña en su proyecto de
modificación del programa del PSOE para el próximo congreso incluyó el reconocimiento del
derecho de autodeterminación para las nacionalidades.50 Se empezaba a comprender que el
socialismo en España había de asumir auténticamente el movimiento de las nacionalidades si
quería plantar cara a la contrarrevolución preventiva y si quería ser fiel al contenido
emancipador y revolucionario del movimiento socialista.

15
LA POSTURA DE LOS GRUPOS MARXISTAS CATALANES

El primer texto en el que se intenta articular coherentemente la lucha de clases y el mo-


vimiento nacional catalán fue el proyecto de tesis de la Federación Comunista Catalano-Balear
sobre la cuestión nacional, documento que publicó «.La Batalla» del 12 de marzo de 1931, un
mes antes de la proclamación de la República. Empezaba afirmando que «el Estado español,
formado históricamente de nacionalidades diversas, no ha podido llegar a fundirse en un solo
espíritu nacional». Distinguía el catalanismo simplemente descentralizador y colaborador con
la Monarquía —el de la Lliga— del catalanismo «del artesanado, pequeña burguesía y
proletariado favorables a una acción revolucionaria que favoreciese la creación de una
república federal que reconociera la personalidad de las diversas nacionalidades ibéricas».
Después de criticar la actitud de los anarcosindicalistas, afirmaban que los comunistas debían
apoyar decididamente los movimientos nacionalistas de Cataluña, Vasconia y Galicia, pero
esforzándose por llevar la dirección de estos movimientos sin adoptar el papel de comparsas o
«seguidores» de la .pequeña burguesía de izquierdas, «fuerza siempre vacilante, sin visión
política ni decidido espíritu de lucha». Acusaba a continuación al PCE de incluir el derecho de
autodeterminación de Cataluña, Vasconia y Galicia en sus consignas «por simple formulismo
verbal» y para no desviarse de la conducta marcada por la Internacional Comunista, mientras
presentaba «los movimientos separatistas —especialmente el catalán— como un movimiento
burgués contrario a los trabajadores, sin darse cuenta que si estos movimientos estaban in-
fluenciados fuertemente por la burguesía era porque los obreros no estaban organizados en un
Partido de clase que arrastrase a las masas obreras explotadas a esta lucha y tomase la
dirección de manos de la burguesía vacilante anulando con una decisiva actuación revolu-
cionaria su influencia conservadora. La inhabilidad de no haber tomado una línea de conducta
justa sobre esta cuestión ha sido la causa de que el Partido Comunista de España —que
marchaba de acuerdo con los social-reformistas de la II Internacional— no arraigase en
Cataluña, nación donde es más vivo el sentimiento nacional revolucionario».
Para justificar su línea, la FCCB citaba el acuerdo de la Internacional Comunista de que
allí donde los comunistas eran poco numerosos para ejercer la dirección del movimiento de li-
beración nacional, debían infiltrarse en las organizaciones nacionalistas revolucionarias, nor-
ma que había sido pensada en realidad para las colonias y para los países subdesarrollados. El
proyecto de tesis proclamaba «el derecho de Cataluña, Vasconia y Galicia —y las que más
tarde vayan manifestándose— a su completa separación del Estado español, si bien el partido
propugna por una federación de todas ellas en una Unión de Repúblicas Socialistas de
Iberia».
Se consideraba esencial la intervención obrera sin la cual «los problemas nacionales
quedan estancados en el nacionalreformismo (tipo Lliga Regionalista) o toman una actitud
vacilante reflejo de la democracia (tipo "Acció Catalana" y "Acció Republicana!) o caen en
manos de un extremismo chovinista en el fondo de tipo reaccionario aunque use un lenguaje
demagógico para atraerse las masas obreras (tipo "Estat Catalá")». El documento concluía
afirmando que, si bien sólo la revolución socialista lograría resolver la cuestión, no podía
aplazarse indefinidamente el tema y debía aceptarse una solución provisional republicano-fe-
deralista.
Desde los primeros meses de la Segunda República, libre el BOC de los compromisos
electorales y de gobierno que tenía la USC, se lanzó gradualmente pero sin titubeos, a una
labor crítica extremista de la línea pactista y conciliadora que hubo de practicar el partido
mayoritario, la ERC. En esa crítica le siguió cuando pudo rehacerse mínimamente de su
eclipse de 1930-1931, el Partit Comunista de Catalunya reorganizado en 1932, estimulado por

16
el PCE. En enero del mismo año una fracción escindida de Estat Cátala y no integrada en la
ERC se constituyó como grupo a la vez separatista y obrerista, que en enero de 1934 acabaría
tomando el nombre de Partit Catata Proletari, como ya se ha indicado.
Este hecho y las tensiones existentes dentro de la ERC entre la mayoría del partido y
buena parte de la Joventut d'Estat Catalá, a medida que se veía frenado el despliegue del
proceso autonómico, alentaban las esperanzas de los comunistas disidentes, seguidos en esto
por los comunistas ortodoxos. Con su crítica implacable desde un ángulo nacionalitario
maximalista esperaban atraer a las filas marxistas revolucionarias a una fracción del
electorado y de los militantes —especialmente a empleados y obreros— del partido gobernante
en la Generalitat
Durante el primer bienio republicano, esta crítica cada vez más intransigente de la
táctica conciliadora y moderada de la ERC, hizo poca mella en la base electoral popular de este
partido. Ni el BOC, ni el PCC ni Estat Catalá, Partit Proletari se beneficiaron de los votos
obreros que perdió la ERC, pérdida que produjo un aumento de la abstención electoral en los
comicios del 20 de noviembre de 1932 para elegir el Parlamento de Cataluña y en los del 19 de
noviembre de 1933. Pero en 1934 las predicciones comunistas que resultaban alarmistas y
demagógicas hasta 1933, parecieron empezar a cumplirse, cuando el gobierno de la
Generalitat se vio desafiado por la anulación de la Ley de Contratos de Cultivos desde Madrid
y por el sordo boicot de una parte de los magistrados y funcionarios estatales en Cataluña. En-
tonces aumentó la audiencia de la crítica izquierdista formulada hasta el momento por el BOC
y el PCP.
La formación de la Alianza Obrera desde fines de 1933 pareció ofrecer una alternativa
revolucionaria que podría desbordar a las izquierdas nacionalistas pequeñoburguesas, si éstas
no lograban garantizar legal y pacíficamente la realización del potencial reformador social del
Estatuto ante la ofensiva de las derechas españolas que habían aprovechado la ruptura de la
Lliga Catalana con el gobierno de la Generalitat. Pero la Alianza Obrera no tenía fuerzas ni
para imponer al gobierno Companys una línea revolucionaria que no correspondía ni a la base
social ni a las posibilidades objetivas y subjetivas de la ERC, ni tampoco podía arrastrar a la
CNT, que conservaba la hegemonía en el movimiento obrero de Cataluña y mantenía una
inhibición despectiva en la crisis política radical de 1934.
El fracaso del intento de revuelta de la Generalitat, del 6 de octubre, no redujo sino que
aumentó la dureza de la crítica de los marxistas catalanes contra los dirigentes de la ERC,
acusando de claudicación a Companys y de deserción a Dencás, mientras absolvían a las
Joventuts d'Estat Cátala, a las cuales trataban de atraer al separarse buena parte de sus mi-
litantes de la ERC a partir de mayo de 1935 anunciando que a partir de entonces consideraban
ya inseparables «nacionalismo y obrerismo». La crisis radical del régimen autonómico y del
partido mayoritario después del 6 de octubre permitía a los grupos marxistas afirmar que los
acontecimientos habían demostrado que la cuestión nacional y la cuestión social estaban
íntimamente ligados y que sólo la revolución socialista podría garantizar la autodeterminación
catalana, al mismo tiempo que la autodeterminación conducía a la revolución. La censura
marxista de la inhibición anarcosindicalista se hizo todavía más incisiva al contrastar la
conducta seguida por la CNT en Cataluña con la seguida por los anarcosindicalistas en la
insurrección proletaria en Asturias.
La crisis interna de la ERC hacía pensar a los grupos marxistas mientras negociaban en
1935 su unificación, que los disidentes de la Juventut d'Estat Catalá seguirían los pasos del
pequeño Partit Catalá Proletari, que había sido el primero en escindirse del nacionalismo
radical, evolucionando hacia una posición marxista nacional catalana. Pero la mayoría de los
que habían abandonado la ERC no se integrarían en el movimiento unitario que desembocaría
en el PSUC, a pesar de la gran atracción que ejercía sobre ellos.

17
Los grupos marxistas pasaron de la crítica acerba de la ERC a la alianza electoral mino-
ritaria con ella en el Front d'Esquerres de febrero de 1936. Parecía muy problemática la
unificación de todos los marxistas catalanes. A pesar de todo, la corriente unificadora se ace-
leró después del triunfo electoral y el restablecimiento del gobierno de la Generalitat que
había caído el 7 de octubre. Ya antes del 19 de julio, estaba en marcha el proceso por el cual
socialistas, comunistas y marxistas nacionalistas conseguirían a través de una organización
unitaria autónoma el medio imprescindible para conseguir un cambio en la correlación
política de las fuerzas sociales catalanas y alcanzar la hegemonía en el movimiento
nacionalitario y antifascista de Cataluña.
Examinemos ahora con algún detenimiento el desarrollo y la evolución de las
posiciones teóricas y de las consignas de los grupos marxistas ante el difícil e inseguro
despliegue del proceso autonómico catalán entre 1931 y 1936.
Durante los primeros meses del nuevo régimen los comunistas de la FCCB-BOC
dirigieron sobre todo sus censuras hacia las actitudes del PCE y de la CNT respecto a la
problemática nacionalitaria catalana. Pronto surgieron discrepancias y el grupo de la
Izquierda Comunista manifestó su posición restrictiva en relación con la expuesta por Maurín
y por el BOC. Todavía la figura de Francesc Maciá no era puesta en cuestión por la FCCB y la
responsabilidad de la renuncia a la República Catalana se atribuía a la burguesía central
española y a la catalana pero no a la ERC y al dirigente máximo de la recién nacida
Generalitat.51 Esta cautela se mantuvo hasta las elecciones para las Constituyentes y hasta la
presentación del Estatuto de Nuria. Después del 28 de junio ya «La Batalla» empezó a exigir
a Maciá que, a la vista de su segundo gran triunfo electoral, no cediese como había tenido que
hacer el 17 de abril.
En su pugna con la dirección del PCE, la FCCB publicó el 1 de mayo de 1931 una carta
abierta al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Después de condenar el intento de
escindir la CNT y la consigna izquierdista abstracta de convertir la República burguesa en
República soviética, transponiendo mecánicamente las condiciones rusas de 1917, la FCCB
denunciaba que en la declaración política de la dirección del PCE ante la nueva situación,
aparecida en el número de «Mundo Obrero», no se hacía mención alguna del problema de las
nacionalidades cuando éste era una de las principales cuestiones revolucionarias debatidas en
el país. El documento afirmaba que, «en el combate de la dirección del partido contra los
comunistas catalanes juega un papel importantísimo la incomprensión de la cuestión nacional
y su deseo de ahogarla». La apelación a la intervención de la Internacional Comunista no sería
finalmente favorable para la FCCB, pero, de momento, la carta de Manuilski al Comité Central
del PCE el 21 de mayo de 1931, constituyó una severa amonestación al comité Bullejos si bien
en algún párrafo puede entreverse la escasa información que sobre la situación real tenían los
dirigentes de la Internacional Comunista.52
El 17 de mayo también León Trotsky había escrito a un amigo político de Madrid una
carta, publicada en «La Verité» de París. Trotsky, al mismo tiempo que miraba con gran
aprensión a la FCCB, afirmaba que el nacionalismo catalán, incluso bajo dirección
pequeñoburguesa, constituía un «factor revolucionario progresista».53
La crítica marxista de la postura de la CNT fue tan implacable en éste como en otros as-
pectos. Los militantes de la FCCB permanecían todavía en la CNT y la consideraban la central
sindical más importante y revolucionaria, cuya unidad había que preservar, enfrentándose
con las consignas del PCE. Pero la labor hipercrítica de la dirección anarcosindicalista por
parte de la FCCB pronto provocaría su expulsión de hecho de la central sindical hegemónica
en Cataluña. El 21 de mayo de 1931 aparecía en «L'Hora» un artículo de Hilari Arlandis
denunciando la contradicción de los anarquistas, que habían amenazado con responder con la
huelga insurreccional a todo intento separatista, al mismo tiempo que se proclamaban

18
federalistas. Arlandis acusaba a los anarquistas de que habían abandonado ya su idea-río de
libertad individual y colectiva y se habían incorporado a la tendencia imperialista que
pretendía llegar a la universalización por la absorción, es decir, por el imperialismo, que
suponía —sin libertad alguna para pactar— la fórmula federalista que la nación más fuerte
históricamente —desde el capitalismo— le conviniese elaborar.54 Esa crítica de la postura
anarcosindicalista ante las nacionalidades del Estado español, se repetiría en la tesis de la
FCCB sobre la cuestión nacional aprobada en su segundo congreso los días 2 y 3 de abril de
19325Í
A principios de junio de 1931 Maurín pronunció en el Ateneo de Madrid una conferen-
cia sobre la cuestión nacional catalana y los comunistas en la que afirmó: «Somos separa-
tistas. Pero no separatistas de España sino del Estado español. En España hay una pugna en-
tre el Estado y las nacionalidades oprimidas. Hay que desarticular el Estado, romperlo, que-
brantarlo. Sólo cuando el Estado semifeudal esté destrozado podrá formarse la verdadera
unidad ibérica, con Gibraltar y Portugal, incluso». Desde esta posición el BOC, en su carta
abierta a la Internacional Comunista, parecía considerar equivalente el regionalismo andaluz
y los movimientos de Galicia, Euskadi y Cataluña al mismo tiempo que pedía el abandono de
Marruecos. En su comentario a las elecciones de junio, «La Batalla-» del 9 de este mes, daba
un paso más y llegaba a decir: «La aparición ahora de la República Catalana hará surgir la
República en. Vasconia, en Galicia, en Castilla, en Andalucía, en Aragón, naciones a las que el
peso del Estado feudal español ha hecho perder en gran parte su personalidad». Se trataba de
un planteamiento voluntarista, derivado de la convicción nada desencaminada de que sólo en
una república federal podía la autonomía catalana desplegarse efectivamente y consolidarse.
Pero una república federal sólo podía implantarse si otros muchos países dentro del Estado
español exigían la autonomía con la misma energía y con la misma unanimidad interna que
Cataluña, si bien el ejemplo catalán puso en marcha un proceso de federalización que cinco
años después parecía irreversible dentro del marco republicano, cuando se produjo el
alzamiento militar de 1936. En 1932 el BOC había abandonado los planteamientos esbozados
en 1931 y circunscribía la defensa de la autodeterminación a Cataluña, Galicia y Euskadi, junto
con el abandono de Marruecos.56
La conferencia de Maurín en junio de 1931 en el Ateneo de Madrid fue seguida dos días
después por otra de Andreu Nin sobre la misma temática. Nin formuló su discrepancia: «El
separatismo defendido por Maurín es una herejía marxista. Los comunistas no podemos fo-
mentar un movimiento separatista. Si existe, lo aceptaremos, pero no debemos crearlo».
Esta postura restrictiva del grupo trotskista español que estaba más próxima a la de Stalin que
a la de Lenin, se plasmó en la tesis de la Oposición Comunista sobre la cuestión de las
nacionalidades y fue reafirmada en abril de 1932.57 De esta tesis se deducía que sólo en los
países donde hubiese progresado la industrialización y fuesen importantes las clases burguesa
y obrera, iba a ser viable la conquista de la autonomía y como los comunistas sólo debían
apoyar los movimientos nacionalitarios potentes, sin fomentarlos, sólo Cataluña y Vasconia
planteaban problemas dignos de ser tenidos en cuenta. Por lo tanto: «El problema nacional
gallego no es tal problema ni existe tal movimiento nacional en Galicia».
Era precisamente porque Galicia sufría subdesarrollo que la Oposición Comunista no le
reconocía fundamento para luchar por la autodeterminación. Resultaba así que de los tres
países de la periferia del Estado español que planteaban una exigencia de autogobierno, se
rechazaba apriorísticamente el que más lo necesitaba para superar su grave dependencia del
exterior y su empobrecimiento. A pesar de citar constantemente a Marx y a Lenin, si éstos
hubiesen actuado según el esquema inicial del grupo de Nin hubiesen debido negar a Irlanda
posibilidades y motivos para la independencia.

19
También se negaba que el regionalismo de Aragón y de Murcia tuviese base sólida
alguna. Curiosamente la Oposición Comunista se refería en su tesis a «Valencia y Mallorca»,
de las que no hablaba el BOC, pero sólo consideraba razonable su simple integración a Ca-
taluña, posibilidad que el Estatuto' de 1932 se adelantó a prohibir aunque no existía un movi-
miento de masas que entonces propugnase la federación de lo que hoy llamamos los Países
Catalanes. Con economicismo poco dialéctico y no exento de mecanicismo, la tesis vinculaba
desarrollo capitalista autopropulsado y movimiento nacionalitario. A pesar de ello el punto
ocho de la tesis de abril de 1932 de la Oposición o Izquierda Comunista establecía: «¿Puede
acaso un comunista situarse del mismo modo ante el problema vasco que ante el catalán?
Puede decirse rotundamente que no. Todo lo que tiene de revolucionario y progresivo el
movimiento catalán lo tiene de reaccionario y atrasado el movimiento vasco. Los comunistas,
ante el significado tan distinto de estos dos problemas, no podemos pronunciarnos del
mismo modo ante uno y otro. El problema catalán debemos admitirlo como un factor
revolucionario y hasta en cierto modo debemos impulsarlo, pero ante el hecho nacional vasco
hemos de adoptar una actitud totalmente opuesta».
La postura de la Izquierda Comunista era parecida —y formalmente más
intransigente— que la del PSOE y aunque los principios básicos teóricos eran los mismos que
los del BOC y los del PCE, adoptaba a la hora de concretar una actitud restrictiva respecto a
los movimientos nacionalitarios. En su artículo de «Leviatán» de 1934 sobre «El marxismo, y
los movimientos nacionales», Nin rectificó implícitamente las restricciones frente al
nacionalismo vasco pero no frente a Galicia. En el programa del POUM desapareció esta
última discriminación. Y es que la IC partía de que todo movimiento de afirmación nacional
nacía como movimiento burgués, confundiendo nacionalismo y movimiento de emancipación
nacional. Maurín y Arquer también seguían el esquema de las tres fases de la cuestión
catalana —burguesa monárquica, pequeñoburguesa republicana, obrera socialista— esquema
ya formulado por Maurín en «La Batalla» del 16 de julio de 1931 y repetido por Nin, pero
pronto empezaron a formular la teoría de que el catalanismo tenía un largo período popular y
doctrinalmente prenacionalista, aunque luego durante el primer cuarto del siglo XX el movi-
miento nacionalitario quedó bajo el control de la burguesía.58
La posición de la IC, además, se veía condicionada por la norma del «centralismo
democrático» en el movimiento obrero y, a pesar de su carácter extremadamente minoritario,
mantenía paradójicamente una concepción centralizada y rígidamente unitaria de lo que
debía ser un partido obrero revolucionario. De manera que tal estructura monolítica del movi-
miento obrero era presentada como la otra cara de la estrategia de la defensa comunista de la
autodeterminación de las nacionalidades, sin conceder autonomía alguna a las organizaciones
obreras de dichas nacionalidades.59 Por otra parte dicha lucha por la autodeterminación debía
correr a cargo del movimiento obrero de la nacionalidad dominadora y no primordialmente
del de la dominada, lo cual resultaba improbable por lo difícil.
Después de observar las discrepancias surgidas entre la IC y el BOC en 1931, pasemos a
observar la evolución de los grupos marxistas ante el proceso seguido por el Estatuto, desde su
redacción en Nuria en julio de 1931 hasta su votación por las Constituyentes en septiembre de
1932. La prensa del BOC expresó su decepción ante el proyecto de Estatuto elaborado en
Nuria,60 proyecto que fue elogiado como cauto y juicioso por «La Vanguardia» y por el resto
de la prensa conservadora de Barcelona y que mereció —con algunas enmiendas— el visto
bueno de Alcalá Zamora.61 En vísperas del plebiscito del 2 de agosto Miquel Ferrer escribió en
«La Batalla»: «El Bloque Obrero y Campesino votará a favor del Estatuto que ha redactado la
burguesía de Cataluña. Pero no por estar conforme con él, sino porque a pesar de estar
convencido de que la burguesía es incapaz de resolver la cuestión nacional, los comunistas no
podemos aplazar hasta la victoria de la revolución social el derecho que tiene Cataluña y los

20
demás pueblos hispánicos a gozar de este mínimo de libertades, por insignificantes que sean,
que ha señalado el Estatuto». La principal crítica al Estatuto de Nuria se basaba en la
renuncia a que la Generalitat pudiese legislar en cuestiones sociales,62 y pudiese poseer un
ejército popular propio catalán. Se rechazaba además de antemano el derecho de las
Constituyentes a modificar el Estatuto que plebiscitase la población catalana. Las dificultades
para comprender la articulación entre lucha de clases y movimiento nacionalitario no eran
pequeñas. Maurín, inspirándose en Lenin, intentó esbozar una estrategia trazando un
paralelismo —algo simplista—- con la estrategia agraria a seguir: «El problema agrario, como
el problema de las nacionalidades, debe ser enfocado como proceso dialéctico. En el primer
momento, los campesinos al asaltar las tierras llevan a cabo la revolución agraria burguesa.
Pero la revolución no se detiene. Después del reparto de las tierras llega la hora de la
colectivización agraria, la etapa actual de la Revolución rusa. Para que fuese posible crear la
unidad socialista fue preciso hacer el fraccionamiento primero, De idéntica manera en la
cuestión nacional. La verdadera unidad rusa, la Unión Soviética, no ha podido ser hecha más
que gracias al derecho previo de separación (...). Sólo la toma del poder por el proletariado
podrá rehacer la verdadera unidad peninsular constituyendo la Unión Ibérica de Repúblicas
Socialistas».63
Entre el 3 y el 10 de enero de 1932, cuando ya era previsible la resistencia del Estado a
aceptar en su integridad el Estatuto de Nuria, aunque había sido fruto de un pacto previo con
Madrid, un grupo escindido de Estat Cátala convocó una asamblea y expulsó simbólicamente
a los que seguían en la ERC, que constituían la gran mayoría. Se constituía Estat Cátala, jorga
separatista d'extrema esquerra.6* Su máximo dirigente, Jaume Compte había recordado en
«L'Hora» el 16 de octubre de 1931 que la mayoría de los militantes que habían participado en
los intentos terroristas y guerrilleros de Estat Cátala durante la Dictadura eran obreros y que
la burguesía catalana había abandonado entonces la lucha.65 Tres años después de su
fundación, los dirigentes del grupo afirmaban que, bajo la Dictadura, Estat Cátala estaba
compuesto en su inmensa mayoría de trabajadores, si bien no tenían una plena conciencia de
clase.66 Efectivamente, en el primer manifiesto del grupo escindido de Estat Catata ni se
definía en qué consistía ser de «extrema izquierda», ni se partía de la lucha de clases para
interpretar la cuestión nacional, aunque se seguían de alguna manera los pasos ideológicos del
BOC.67 «Estat Cátala és la concreció de la consciéncia d'ésser cátala i la consciéncia d'ésser
proletarí, unides.» [«Estat Catata es la concreción de la conciencia de ser catalán y la
conciencia de ser proletario, unidas.»] AI principio parecía que se buscaba que el obrerismo
vigorízase el separatismo más bien que lo contrario. El principal agravio contra los dirigentes
de Estat Cátala es haber roto con los principios separatistas de la Asamblea de La Habana de
1928.
Pero en octubre de 1932 empezaban a definir su posición. Se diferenciaban
enérgicamente de los demás grupos separatistas catalanes como el Partit Nacionalista
Catalá, Nosáltres Sols y también de la Unió Catalanista, por su interclasismo. A pesar de
criticar a la CNT, la respetaban y no la combatían. Se proclamaban, no obstante, marxista-
leninistas, seguidores de la línea general de la Internacional Comunista, admiradores de la
solución nacional de la URSS y unían a Estat Cátala el subtítulo de Partit Proletari.
El grupo mantuvo después de esta evolución ideológica algunas características de sus
orígenes. Así, a diferencia de los comunistas del BOC y del PCC que esperaban formar la
Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas, Estat Catalá, Partit Proletari afirmaba que después
de instaurar la República Socialista de Cataluña, la integraría a la Unión de Repúblicas
Socialistas Existentes, es decir, a las que entonces hubiese en Europa. La aproximación
hacia el BOC quedó frenada por el deseo de revestirse con el prestigio de la doctrina de la
Internacional Comunista, sin estar incorporados a ella ni al PCE, cosa que les fue comentada

21
irónicamente por el BOC, como respuesta al reproche de Estat Cátala, que echaba en cara al
BOC ser la organización catalana de otra española, la Federación Comunista Ibérica.68
Precisamente en 1932, tras la salida de una reducida fracción del BOC y tras la
destitución del comité Bullejos, el PCE se esforzó en reconstruir su organización en Cataluña,
dotándola de la misma catalanidad autonomista de los disidentes comunistas, mayoritarios en
el país. En el primer número de «Catalunya Roja» —9 de noviembre de 1932— en el que
todas las organizaciones, empezando por el BOC y la ERC, eran tachadas de traidoras, el único
grupo al que se invitaba a entrar en el nuevo Partit Comunista de Catalunya era a Estat
Catalá, Partit Proletari. Sin embargo, este grupo se aproximó antes al BOC que al PCC al
constituir ambos con los sindicalistas «treintistas» y la FC del PSOE, la Alianza Obrera, en la
que el PCC no ingresó hasta septiembre de 1934.
Al empezarse a discutir el Estatuto, los comunistas disidentes reanudaron y
radicalizaron su crítica maximalista que ahora se fue dirigiendo contra el propio Maciá,
especialmente después de la aprobación del Estatuto por las Constituyentes en septiembre.
«El Soviet» del 12 de mayo de 1932 afirmaba igual que «La Batalla»: «El hecho mismo de
que el problema de la soberanía de un pueblo sea sometido a unas Cortes generales formadas
en su mayoría por elementos pertenecientes a la nación hegemónica, significa que se da al
pleito una solución antidemocrática, contra la cual los trabajadores deben ser los primeros en
levantarse (...). Si en estos momentos la clase trabajadora de las regiones no catalanas
hicieran el juego a los elementos reaccionarios que sostienen el unitarismo absorbente y
regresivo, que nos ha legado la monarquía, cometerían el mayor de los crímenes contra la
revolución. Pero tampoco sería menor el crimen del proletariado catalán si, olvidando los
intereses superiores que le unen con los trabajadores de toda la península, atenuara en lo más
mínimo su lucha irreconciliable de clase, en aras de la "unidad nacional" con la burguesía de
Cataluña».
La FCCB-BOC interpelaba desde el número 1 de «Front» el 1 de julio de 1932 al
presidente Maciá, diciendo que debía organizar un nuevo plebiscito para saber si Cataluña
aceptaba o no «las modificaciones infamantes que las Cortes de España en colaboración con
los diputados catalanes, han introducido e introducirán en el Estatuto de Cataluña». Después
de la aprobación del Estatuto, la carta abierta que el BOC dirigió al presidente de la
Generalitat —«La Batalla» del 22 de septiembre de 1932 censuraba con singular dureza a
Maciá.69 Por entonces publicó su panfleto, Ha traït Maciá?, Jaume Miravitlles, que entonces
pertenecía al BOC y luego pasaría a la ERC.
También en 1932 el PCE durante el debate del Estatuto se sumó a la línea extremista y
autodeterminacionista. El cuarto congreso de] PCE en Sevilla entre el 17 y el 23 de marzo de
aquel mismo año preludió la eliminación del equipo dirigente encabezado por Bullejos. Según
él, su deposición y expulsión se produjo cuando buscaba rectificar la línea exclusivista y
maximalista abstracta que hasta entonces le había marcado la misma Internacional Comu-
nista,70 que ya le había amonestado por los malos resultados derivados de su propia orienta-
ción. Bullejos fue acusado de «oportunismo» por el apoyo a la República en Sevilla ante el
golpe de Sanjurjo el 10 de agosto de 1932, a pesar de que el nuevo equipo poco a poco debía
reorientar al PCE en una táctica más realista.
Ya el 13 de diciembre de 1931 publicó el PCE su postura respecto a la cuestión
autonómica catalana en forma de un estatuto. En 1932 apareció el folleto La cuestión nacional
y el movimiento nacional-revolucionario en España, en el que después de condenar la
subestimación de los problemas de Cataluña, Vasconia, Galicia y Marruecos, por los propios
comunistas, revisaba el proyecto estatutario de diciembre de 1931 y señalaba un doble error:
el de reconocer el derecho de autodeterminación de las nacionalidades sólo a los obreros y
campesinos —desviación izquierdista— y el de reivindicar una república catalana plenamente

22
soberana, sin atender a las circunstancias concretas y al desarrollo de la revolución en el resto
de España, desviación de derecha. Afirmaba que «es un error, en todas las circunstancias,
propugnar la separación estatal de las nacionalidades oprimidas». La contradicción entre
ambas tesis no quedaba resuelta por los autores del folleto.
El 20 de mayo de 1932 el PCE publicó otro estatuto comunista frente al discutido por
las Cortes.71 Pero a la hora de concretar en él las consignas revolucionarias, se descubría el
desconocimiento de la realidad social catalana. Estas consignas se referían sobre todo al cam-
pesinado y no a los obreros industriales, excepto el subsidio de paro y la jornada de siete
horas. Ninguna mención a la cuestión rabassaire ni a la aparcería y al arrendamiento y en
cambio aplicaban mecánicamente a Cataluña el cliché latifundista: «Las tierras de los grandes
propietarios agrarios —decía el artículo sexto— son expropiadas sin indemnización, por los
obreros agrícolas y campesinos pobres...». En el mismo número del periódico comunista «Las
Masas», José Bullejos firmaba un artículo: «El problema del Estatuto gran maniobra y negra
traición». Tras denunciar a Maciá y a los dirigentes de la ERC por su política de conciliación,
afirmaba: «Cataluña es la única que debe pronunciarse respecto a si ha de continuar ligada al
Estado español, o por el contrario si se constituye en Estado independiente; es a ella a quien
corresponde decidir, y al Estado español aceptar». Despreciar el Estatuto de Nuria cuando
sufría una oposición encarnizada en Madrid, resultaba bastante discutible. Por eso en su
artículo Bullejos imaginaba que la campaña reaccionaria contra aquél era una campaña
artificial provocada por los gobernantes de Madrid y Barcelona, de común acuerdo, para hacer
pasar el Estatuto como una gran conquista, engañando al pueblo catalán.
Después del cambio de dirección del PCE, el folleto El Partido Comunista y la
revolución española, volvía a señalar entre los principales errores del partido en los primeros
tiempos de la República «la pasividad enorme» ante el problema de las nacionalidades en el
Estado español, al lado de la comprensión equivocada del contenido social interno y de la
correlación de fuerzas en 1931 y la subestimación del problema agrario.
Con la constitución del Partit Comunista de Catalunya y la aparición del portavoz
bilingüe «Catalunya Roja», las consignas respecto a la cuestión nacional catalana tuvieron un
mayor arraigo en la realidad, debido al retorno de algunos disidentes del BOC al comunismo
adscrito a la III Internacional. En el número de su periódico del 16 de diciembre de 1932, el
comité central del PCC señalaba la necesidad de apoyar el movimiento rabassaire e introdu-
cirse en él, después de condenar la subestimación de este problema y la valoración esque-
mática de la cuestión autonómica por el caído comité Bullejos. Pero se persistía en la consigna
del «frente único por la base» que impedía de hecho toda negociación con los otros grupos
marxistas.72 Este sectarismo exclusivista no era desde luego privativo del PCC. Las demás
organizaciones sólo tendieron a reducir las actitudes sectarias cuando formaron la Alianza
Obrera, a la que el PCC se incorporaría nueve meses después.
Hasta entonces el PCC sólo, había intentado establecer buenas relaciones con Estat
Catalá Partit Proletari. En la declaración-programa del PCC ante las elecciones a Cortes de
noviembre de 1933, se reafirmaba el apoyo a la autodeterminación de Cataluña hasta la
separación y se atacaba a la vez a la ERC y a la coalición del BOC y de la FC del PSOE. 7Í Es
sintomático que hasta su incorporación a la Alianza Obrera, el PCC en todos sus textos
hablaba de la necesidad de constituir los soviets y de proclamar la «República Soviética
Catalana», residuo de la transposición mimética, tantas veces criticada por los propios
comunistas, de la revolución rusa de 1917.75 Una vez abandonada la consigna de «frente único
por la base» y adoptada en 1935 una táctica más flexible que deseaba hacer compatibles y
simultáneos Alianza Obrera y Frente Popular, el PCC arrinconó la consigna soviética sin
abandonar por eso la idealización de la URSS, compartida entonces por los demás grupos
marxistas.

23
La anulación de la Ley de Contratos de Cultivo por el Tribunal de Garantías Constitu-
cionales por la apelación de la Lliga y del Instituto Agrícola de San Isidro abrió una aguda
crisis política en junio de 1934, una crisis que si bien despertó un reflejo de unidad defensiva,
aumentó las tensiones internas en la ERC. No fue casual que resultase ser esa moderada y
gradualista reforma agraria favorable a los arrendatarios y rabassaires, lo que desencadenase
la crisis latente entre el Estado y la Generalitat. La oligarquía financiera y latifundista que iba
recuperando el poder político que había perdido en 1931, estaba interesada en época de
creciente conflictividad social en restablecer totalmente el aparato centralizado estatal en
detrimento de la única «región autónoma», ejemplo para el resto. Se trataba además de
ahogar la moderada reforma agraria en Cataluña en el momento en que se refrenaba la
reforma agraria en el resto de España como primer paso para su anulación un año después,
una vez hubiese sucumbido la Generalitat de Cataluña.
Los anarquistas en Barcelona seguían despreciando la Ley de Contratos de Cultivo y la
Unió de Rabassaires como un movimiento pequeñoburgués, que no interesaba al proletariado
colectivista. Pero la Alianza Obrera —sindicalistas, BOC, FC del PSOE y PCP— apoyaba a la
Generálitat, si bien amenazaba con desbordarla si retrocedía, mientras se aprovechaba la
ocasión para resaltar la estrecha relación —que ya antes se había proclamado— entre la
defensa de la autonomía y la lucha por el socialismo.76 Postura similar adoptaba el PCC,
todavía al margen de la Alianza Obrera.77 La USC, colocada en difícil posición, veía en la crisis,
que también había previsto, la justificación de su participación en el gobierno Companys, que
le había valido antes tantas censuras de los de la Alianza Obrera, pero se proclamaba a la vez
marxista y dispuesta a luchar. Al mismo tiempo, la USC rechazaba ser calificada de
catalanista, es decir, ser equivalente a la ERC a la que acompañaba en el gobierno. La USC
aprovechaba el apoyo que el PSOE daba a la autonomía catalana en peligro, para exigir una
rectificación a la negativa a la reunificación del socialismo en Cataluña sobre la base de una
total autonomía orgánica.78 El BOC, inflexible, no descartaba el peligro de una capitulación y
recordaba que ya había predicho que con el Estatuto de 1932 otorgado por las izquierdas poco
se avanzaría.79
La Alianza Obrera decretó la huelga general para el 5 de octubre, cuando se supo, el día
4, la composición del nuevo gobierno Lerroux-CEDA, que había sustituido al de Samper,
acusado de excesiva condescendencia respecto al gobierno de la Generalitat, El día 5 la huelga
general fue unánime y contó con la pasividad benevolente de las autoridades catalanas. La
Alianza Obrera exigió la proclamación de la República Catalana en la manifestación de la
tarde ante el palacio de la Generalitat, mientras llegaban las primeras noticias del principio
del levantamiento proletario en Asturias.
La Alianza Obrera encuadraba a diez mil hombres según Joaquín Maurín, a cuatrocien-
tos según los periodistas J. Costa i Deu y Modest Sabaté, afines a la Lliga, y a ochocientos
según Jaume Miravitlles, que militaba entonces en la ERC. Los grupos de la Alianza Obrera se
quejaron de no haber recibido armas de la Generalitat, pero habrían logrado apoderarse de
ellas —aunque en número" muy insuficiente— si hubiesen querido y podido. Los rabassaires,
dispersos por las comarcas, no resultaron una fuerza efectiva y los militantes de Estat Cátala
permanecieron toda la noche del 6 al 7 de octubre esperando órdenes que nunca llegaron.
El examen de los hechos del ó de octubre da la impresión de que el gobierno presidido
por Companys no acompañó su gesto de rebeldía con una auténtica revuelta armada. Si por
un lado el gobierno de la Generalitat había tomado formalmente la iniciativa, los que la
tomaron realmente fueron el Ejército y el poder central. Si bien el potencial combativo de la
Generalitat era insuficiente —sobre todo prescindiendo de la CNT—, tampoco fue utilizado a
fondo. La resistencia fue convencional y simbólica, excepto en el CADCI, donde murieron el

24
dirigente del PCP Jaume Compte, Manuel González Alba, del BOC, y el comunista Amadeu
Bardina.
El 6 de octubre el gobierno catalán era demasiado débil para dimitir y demasiado fuerte
para convertirse en un simple instrumento de la reacción o de la revolución, del gobierno
Lerroux-CEDA o de la Alianza Obrera. En cualquiera de los dos casos el partido catalán
todavía mayoritario habría abandonado la línea política que le marcaba su base social, la de
las clases medias.80 Intuyendo que el régimen republicano estaba en peligro, pero no de una
manera absolutamente inmediata, el gobierno Companys se hizo destituir por la fuerza en vez
de dimitir de forma humillante. Con su gesto de protesta impedía una revuelta incontrolada y,
ofreciéndose como víctima, salvaba de cara al futuro el papel político de las izquierdas
republicanas catalanistas. Procurando hacer el mínimo de bajas y dejar el mínimo de
rencores, el gobierno Companys pensó que la supresión de la autonomía era preferible a su
desvirtuación y que la negativa a colaborar con esta desvirtuación y con la represión era la
manera de precipitar el retorno a la autonomía y a la democracia en unas condiciones de
efectividad y dignidad mínimamente aceptables, tal como sucedería diecisiete meses después
con la victoria del Front d'Esquerres. De todas formas la viabilidad de una coexistencia
pacífica se había reducido mucho en España después de la revuelta de octubre y de la
represión posterior, más dura en Asturias que en Cataluña, porque allí se había producido el
inicio de una guerra civil de clases.
Los más duros críticos del comportamiento del gobierno de la Generalitat el 6 de
octubre, fueron el BOC y el PCP, que veían cómo se resquebrajaba la unidad de la ERC y
esperaban atraer a la Joventut d'Estat Catata, una parte de la cual anunció a principio de
mayo de 1935 su salida de la ERC.81 Maurín, en su libro Hacia la Segunda Revolución (1935),
consideraba que el fracaso de la ERC el 6 de octubre era el preludio del paso de la dirección
del movimiento nacional catalán de manos de la pequeña burguesía a las del proletariado, tal
como había previsto antes.82 Ángel Estivill, del grupo de «L'Hora», que luego saldría del
POUM y acabaría en el PSUC, escribió un alegato en el mismo sentido en su libro 6 d'Octu-
bre, L'ensulsiada dels jacobins. El órgano del PCP, «Catalunya Insurgente, exaltaba en 1935
la memoria de Jaume Compte, llamaba a los militantes disidentes de la ERC-Estat Catalá a
incorporarse al frente único obrero y lanzaba la iniciativa de formar un partido marxista único
catalán mientras sentaba la tesis de la incompatibilidad entre burguesía y separatismo,
incluyendo en la burguesía a los dirigentes de la ERC.83
También el PCC se sumó a esta comente y al mismo tiempo que censuraba el comporta-
miento de la ERC el 6 de octubre,84 invitaba a la Joventut d'Estat Catalá a ingresar en las fi-
las comunistas.85 Ya en noviembre de 1934, en el número 2 de «Lluita» se esbozaba la idea de
lo que más tarde sería el frente popular, sin abandonar la consigna de la Alianza Obrera. La
manifestación del 11 de septiembre de 1935 reclamando el restablecimiento del Estatuto fue
convocada por los partidos obreros y no sólo por los nacionalistas.
Al anunciar el 1 de mayo de 1935 su ruptura con la ERC, la fracción de Estat Cátala que
salió del partido hizo alusión a la justicia social pero no se proclamó socialista. A pesar de ello,
los grupos marxistas, que estaban negociando laboriosamente su propia unidad, no dejaron
de hacerles repetidos ofrecimientos públicos a los nacionalistas disidentes para que se
integrasen en los grupos marxistas o se incorporasen al proceso de unificación en marcha. La
campaña no dejó de tener cierto eco en las filas del nacionalismo radical y hasta el Partit
Nacionalista Cátala —que en 1936 se integraría en el grupo de Estat Cátala escindido de
ERC— reconocía la convergencia que se había producido el 6 de octubre entre los separatistas
y la Alianza Obrera.86

25
Sin embargo, al celebrarse el segundo congreso de Estat Cátala los días 21 a 24 de mayo de
1936, éste permaneció separado de los partidos marxistas. En su declaración programática
aprobada propugnaba «una solució del problema social, amb una concepció del socialisme
ajustada a las característiques peculiars de Catalunya».87 Unos 1.500 delegados en repre-
sentación de 5.873 afiliados de Estat Catalá aprobaron la escisión respecto a la ERC, acep-
taron como plenamente válido el informe de Josep Dencás sobre su comportamiento el 6 de
octubre y oyeron a los representantes del PCP, del POUM y de las Juventudes Socialistas y Co-
munistas Unificadas. Estas últimas se habían fusionado a finales de marzo de 1936, antici-
pándose a la formación del PSUC. En junio, el Partit Nacionalista Cátala y en julio el grupo
de Nosaltres Sois se fusionarían con Estat Catalá.S6 Las buenas relaciones existentes entre
este partido y todos los grupos marxistas parecían disipar las dudas sobre la desmentida
inclinación fascista de Estat Cátala. En Cataluña la única fuerza verdaderamente fascista la
constituían entonces los reducidos grupos antirrepublicanos que fracasarían en Barcelona el
19 de julio de 1936.
Paralelamente a la política de atracción de Estat Cátala al área marxista, se producía
un aumento de la influencia de los grupos que iban a constituir el PSUC, dentro de la Unió de
Rabassaires, perdiendo la ERC su antiguo ascendiente sobre la principal organización
campesina catalana, que durante la guerra civil giraría ya en la órbita del PSUC.

26
CONCLUSIONES

Para concluir, unas pocas consideraciones finales. Un movimiento nacionalitario comporta la


existencia de un bloque nacional de clases en el que una predomina y lo orienta, mientras
fracciones de clase o, clases enteras quedan excluidas del bloque nacional en función de la
lucha de clases que se entrecruza y se proyecta en la lucha por la emancipación nacional,
configurándola.
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, el bloque nacional catalán estuvo for-
mado por la burguesía, los propietarios agrarios y la pequeña burguesía —más numerosa en
Cataluña que en el resto del Estado español— con exclusión de la clase obrera y de la payesía
aparcera.
A partir de 1919 la hegemonía burguesa en el movimiento nacionalitario catalán entró
en crisis, al empezarse a comprobar la inviabilidad de la vía gradualista y regionalista hacia la
autonomía, así como la inoperancia de la estrategia encaminada a utilizar el poder regional
como trampolín para alcanzar el poder central del Estado, sin contar para nada con el
movimiento obrero que, interiorizando esa marginación política, expresaría con el anarco-
sindicalismo en Cataluña su rechazo irreductible tanto del Estado centralista y asimilista
como de la dirección burguesa del movimiento democrático y autonomista.
La Dictadura puso en evidencia la quiebra de la estrategia regionalista burguesa, y a su
caída se empezó a perfilar la constitución de un nuevo bloque nacional catalán de clases, que
se dibujó con la proclamación de la República pero que no se plasmó como irreversible hasta
el estallido de la guerra civil. Este nuevo-bloque comprendía a la pequeña burguesía, la clase
obrera y el campesinado catalanes, mientras tendían a quedar excluidos los terratenientes
pero también la burguesía, cuyos representantes ideológicos dentro de la Lliga iniciaron entre
1930 y 1936 un giro revisionista del nacionalismo pratiano.
La agudización de la lucha de clases de 1933 agrietó gravemente el nuevo bloque
nacional dirigido por la pequeña burguesía, mientras Maciá y el nuevo partido mayoritario
trataban de atraerse después de la proclamación de la República a la fracción más liberal de la
burguesía, lo cual fue visto con inquietud y desagrado por los empleados y obreros nacio-
nalistas adictos a la ERC, a los que intentaban atraerse por su parte los grupos marxistas. De
todas formas, la marginación de los terratenientes y en parte de la burguesía, condujo a la
revuelta abortada del 6 de octubre de 1934. Veintiún meses después, el levantamiento militar
del 19 de julio de 1936, al desencadenar la revolución social, impondría excluyentemente el
bloque nacional pequeñoburgués, obrero y campesino, con clara tendencia al predominio de
las organizaciones obreras.
Durante el período indeciso y prerrevolucionario de la Segunda República, el interés
histórico de los textos marxistas catalanes sobre la cuestión nacional radica en que, a pesar de
su escasa originalidad, su esquematismo, e incluso su oportunismo, reflejan una auténtica
Loma de conciencia del proceso en marcha, adoptando la doctrina leninista sobre las nacio-
nalidades, ignorada por los portavoces de las organizaciones mayoritarias del movimiento
obrero.

27
NOTAS

1. Dos selecciones de textos resultan muy útiles para estudiar esta temática: Roger Arnau [Josep Benet]:
Marxisme cátala i qüestió nacional catalana 1930-1936, Edicions Catalanes de París (1974), 2 vols. 256 + 324 p.
Félix Cucurull: Panorámica del nacionalisme catalá, Edicions Catalanes de París (1975), vols. V y VI, 499 + 570
p. Véanse también las reflexiones que sobre esta problemática contienen los artículos de Josep Termes:
Interpretación del nacionalismo catalán, en Federalismo, anarcosindicalismo y catalanismo, Anagrama
(Barcelona, 1976), pp. 123-173; y de Jordi Solé Tura: "La qüestió de l'Estat i el concepte de nacionalitat", en
Taula de canvi, n.° 1 (septiembre-octubre 1976), pp. 5-20.

2. Dos antologías de textos pueden consultarse para esta problemática. Una es la de George Haupt, Michael
Lowy, Claudie Weill: Les marxistes et la qüestion nationale 1848-.1914, Francois Maspero (París, 1974), 391 p.
Otra, la de Marxismo y cuestión nacional, Avance (Barcelona, 1976), 295 p. Sigue constituyendo un buen
manual el libro de Andreu Nin: Els moviments d'emancipació nacional (1935), reeditado por Edicions Catalanes
de París en 1970 y en versión castellana por Ed. Fontamara en Barcelona en 1977 con una introducción de Pelai
Pagés. Salomón F. Bloom: El mundo de las naciones. El problema nacional en Marx, Siglo XXI (Buenos Aires,
1975). A nivel de monografía, véase Mouvements nationaux d'independence et classes populaires aux XIX e et
XXe siecles en Occident et en Orient, publicado por la Comisión Internacional de Historia de los Movimientos
Sociales y de las Estructuras Sociales, Armand Colin (París, 1971), 2vols. El informe de Fierre Vilar sobre
Iberoamérica ha sido publicado en castellano en Cuadernos Anagrama, n.° 114.

3. Stalin: El marxismo y el problema nacional, Ediciones Cepe (Buenos Aires, 1973), 192 p.

4. E. H. Carr: Historia de la Rusia Soviética. I, La Revolución Bolchevique (1917-1923), Alianza Universidad


(Madrid, 1972), pp. 383451.

5. Fernando Claudín: La crisis del movimiento comunista. I, De la Komintern al Kominform, Ruedo Ibérico
(París, 1970), pp. 253-277.

6. Isidre Molas: El sistema de partidos políticos en Cataluña, 1931-1936, Ed. Península (Barcelona, 1974), pp.
93-114.

7. Francesc Bonamusa: El Bloc Obrer i Camperol (1930-1932), Curial (Barcelona, 1974). Pelai Pagés: Andrea
Nin, su evolución política (1911-1937), Zero (Bilbao, 1975). F. Bonamusa: Andrea Nin y el movimiento
comunista, 1930-1937, Anagrama (Barcelona, 1977).

8. Albert Balcells: Ideari de Rafael Campalans, Vbx-tic (Bai-celona, 1973); "El socialismo en Cataluña de 1930
a 1936", en Sociedad, política y cultura en la España de los siglos XIX y XX, EDICUSA (Madrid, 1973), pp. 177-
213, estudio reeditado, corregido y aumentado en Trabajo industrial y organización obrera en Catalunya,
1900-1936, Laia (Barcelona, 1974). Josep-Lluís Martín Ramos: "La Unió Socialista de Catalunya (1923-1936)", en
"Recerques" 4, Ariel (Barcelona, 1974), pp. 155-190. Del mismo autor acaba de aparecer: Els orígens del Partit
Socialista Unificat de Catalunya, 1930-1936, Curial (Barcelona, 1977).

9. "La Batalla", n.° 32, 12 de marzo de 1931. En su segundo congreso la FCCB convirtió este proyecto en tesis
definitiva en abril de 1932. Más tarde fue también la tesis de la Federación Comunista Ibérica, "La Batalla", n.°
155, 27 de julio de 1933.

10. "L'Insurgent", n.° 18, 3 de octubre de 1932, que contiene el programa.

11. Valls i Taberner refiriéndose al nacionalismo catalán afirmaba en agosto de 1934: "Havem de corregir deci-
didament certes desviacions del sentiment col-lectiu i havem de redreçar l’aire públic a base d'extirparne tots els
factors psicológics de disgregació política i social, tots els gérmens Intel-lectuals de subversió i de desordre, totes
les fantasies independentistes" ... "Cal també salvar dintre Catalunya el sentiment ancestral de patriotisme
espanyol, considerat com a ampliado natural i complement necessari del patriotisme cátala". ["Hemos de co-
rregir decididamente ciertas desviaciones del sentimiento colectivo y hemos de elevar el ambiente público a base

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de extirpar todos los factores psicológicos de disgregación política y social, todos los gérmenes intelectuales de
subversión y de desorden, todas las fantasías independentistas" (...) "Hay que salvar también en Cataluña el
sentimiento ancestral de patriotismo español, considerándolo como ampliación natural y complemento
necesario del patriotismo catalán."] Véase En les hores confusas (1934), p. 61.

12. Albert Balcells: "La crisis del anarcosindicalismo y el movimiento obrero en Sabadell entre 1930 y 1936", en
Trabajo industrial y organización obrera en Cataluña, 1900-1936, Laia (Barcelona, 1974), pp. 183-320.

13. L. V. Ponamariova: Formado del PSU de Catalunya, Edicions Treball (México, 1966), 71 p. Las cifras de cada
uno de los grupos fundadores son discutibles. Versión castellana publicada por Icaria (Barcelona, 1977).

14. El editorial del 19 de abril de 1931 de "Solidaridad Obrera" —escrito sin duda por Peiró—, decía: "...sin la
actitud, de los apolíticos de la CNT, los republicanos y socialistas no hubieran alcanzado el triunfo electoral del
día' 12 de abril, al calor del cual ha sido posible el cambio de régimen operado en España. Y es por los títulos que
nos confiere la actitud adoptada antes de dicha fecha, que nos consideramos con derecho para decir que si la
existencia de la República catalana es un peligro para la subsistencia de la República española, aquélla ha de
ceder en ésta todo lo que ceder deba con el fin de restituirse todos a los límites naturales de una República
Federal y con el fin también de que nadie pueda disgustarse por sentirse defraudado". Estas consideraciones
eran parecidas a las que hacían los republicanos burgueses en Madrid.

15. ..."La Confederación Nacional del Trabajo no puede aceptar el separatismo que quebranta la unidad y la vida
orgánica del proletariado; no le impele a ello el afianzamiento de la República como sistema de gobierno, ya que
los problemas jurídicos, económicos y humanos que ha de resolver el proletariado están más allá de la República
como de todo sistema que oprima la libertad del hombre. Para los trabajadores no hay régimen, ni patria; hay
hombres, hay armonía, hay humanidad (...) hoy, ante el nuevo régimen que nace, la Confederación Nacional del
Trabajo declara que con toda energía, poniendo toda su fuerza en la calle, se opondrá a todo deseo separatista, ya
proceda de la región catalana, Galicia o Vasconia, desde la huelga general a la insurrección armada. Desde la
resistencia pasiva a la desobediencia civil, usará todos los medios para anular el poder que pretenda romper esta
unidad, ya que en la historia del proletariado y en la Confederación Nacional del Trabajo no está ir a la regresión,
sino caminar siempre más allá en busca de la absoluta igualdad jurídica y económica". Juan Peiró escribió en
"Solidaridad Obrera" del 5 de mayo, al explicar las conclusiones de ese pleno: "Que la línea divisoria que separa
el nacionalismo del federalismo y de la libertad basada en la solidaridad universal de los pueblos, es el
fundamento de la posición de la CNT frente al balbuciente separatismo catalán, que si en apariencia puede
significar la libertad nacional de Cataluña, por la experiencia histórica de los nacionalismos no representa la más
pequeña garantía para las permanentes libertades políticas, económicas y sociales de los catalanes".

16. Annalisa Corti: "La 'Revista Blanca' i el problema cátala", en "Recerques", n.° 2 (1972), pp. 191-208.

17. ... "Nos referimos a la personalidad que para sí reclaman las diferentes regiones de España. Estas regiones
elaboran sus Estatutos, y los elaboran, claro está, con arreglo al temperamento y situación política de cada re-
gión: Cataluña, por tradición, tendrá un Estatuto liberal, Vasconia, por el contrario, lo tendrá reaccionario. La
sombra del carlismo, que cubrió a España de infamia con su terror, ha de brillar mientras aquellos hermanos no
conquisten para sí los grados de conciencia que conquistó ya el pueblo catalán. Algo parecido ocurrirá en Galicia,
donde quizás haya un Estatuto incoloro, pero donde el espíritu reaccionario ha de predominar. Sería suicida no
recoger el deseo de los trabajadores de las diferentes regiones para dar a esta ansia federativa de los pueblos un
estado de conformidad para que aquellas libertades conquistadas por y para el pueblo sean disfrutadas por
todos"... Citado por José Peirats en La CNT en la revolución española (París, 1971), vol. I, p. 58.

18. Véase el editorial de "Solidaridad Obrera" del 16 de septiembre de 1932 titulado "La pluma de oro", en
donde, aludiendo a la pluma que la Generalitat había regalado a Alcalá Zamora, se decía: "El doctor Martí i Julia,
aquel hombre generoso e irreductible, si viviera hoy, protestaría indignado del valioso regalo al representante del
poder central. Los tiempos cambian. El Estatuto de Cataluña, desvertebrado, acomodado y reducido a la mínima
expresión, bien vale una pluma de oro". En "La Tierra", de Madrid, el 3 de diciembre de 1932, Joan Peiró
escribió un artículo titulado "Apuntes. Los verdaderos fabricantes de antipolíticos": "...Ahí está el Estatuto de
Cataluña. Sus raíces radican en el fermento espiritual del pueblo catalán; han sido sus dos siglos de esclavitud y
de ultrajes sufridos, dos siglos de sumisión bajo el yugo de magistrados, militares y polizontes incapaces de
comprender el alma de los catalanes, los que crearon ese estado pasional que culmina con la mezquina dádiva de
un Estatuto que ni siquiera llega a trasunto de aquel otro que se elaborara en las montañas de Nuria, mucho
menos da satisfacción a los anhelos federalistas que conjugan con el espíritu catalán (...). Si el pueblo catalán

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hubiese conquistado por sí propio la libertad de Cataluña, aquella libertad que conjuga con su espíritu, la
conquista sería positiva, no una conquista alambicada por el Parlamento, no deshonrada con transacciones como
aquellas que culminan dejando paso a la Ley de Defensa de la República...". En otras publicaciones. Peiró
expresó también su convicción de que la plena autonomía catalana exigía la "acción directa" o sea la
insurrección. Pero en 1931, los anarcosindicalistas habían amenazado con la insurrección si los catalanistas
hacían uso de la plena autodeterminación.

19. Sin embargo, en Galicia, donde el proletariado industrial afiliado a la CNT, era totalmente autóctono, la
inhibición anarcosindicalista respecto a la cuestión autonómica fue completa. Y ello a pesar de la tendencia a
establecer pactos y entendimientos por parte de la CRT de Galicia con los republicanos de izquierda, que eran los
principales propulsores del movimiento autonomista gallego. Sólo la reducida minoría que, permaneciendo en la
CNT, se afilió al Partido Sindicalista, se pronunciaría dentro del Frente Popular a favor del Estatuto gallego,
plebiscitado un mes escaso antes del estallido de la guerra civil. Los anarcosindicalistas coruñeses
siguieron entre 1931 y 1936 la pauta marcada veinte años antes por el vigués Ricardo Mella en contra de la causa
de las pequeñas nacionalidades, defendida en cambio por Kropotkin. De poco serviría la opinión de Castelao que
consideraba que el federalismo radical de los anarcosindicalistas había de inducirles a apoyar activamente la
autonomía gallega. Véanse Xosé Vilas Nogueira: O Estatuto Galego (Edicions do Rueiro. A Cruña, 1975), pp. 135-
136; Alfonso Alfonso Bozzo: Los partidos políticos y la autonomía en Galicia, 1931-1936, Akal (Madrid, 1976),
pp. 227-332.

20. Por ejemplo, en "El Luchador" del 18 de septiembre de 1931, el artículo de Federica Montseny "La crisis
interna y externa de la Confederación".

21. "Cree, además, la Esquerra Republicana de Catalunya que esa concesión, la más imperdonable de las
concesiones, será compensada con un trato de consideración del Gobierno para con el Estatuto, y no comprende
todavía la Esquerra que ésa su concesión ha desplazado de su lado las simpatías de una gran parte del pueblo
catalán y que la falta de estas simpatías, muchas a despecho de cuanto digan los interesados, la incapacitarán en
su día para exigir el prometido pleno reconocimiento de la personalidad de Cataluña, y tampoco ha comprendido
aún que su pasividad ante el proyecto de la Ley de Defensa de la República le ha venido de perilla al Gobierno
Azaña para conseguir ese desplazamiento de simpatías y, por consiguiente, la enervación de la fuerza que hace
unos meses representaba ante España la Esquerra Republicana de Catalunya." Reproducido en Escrits 1917-
1939. Tria i introducció de Pere Gabriel, Edicions 62 (Barcelona, 1975), p. 312.

22. A nivel teórico, una de las manifestaciones de ese apoyo activo a la autonomía catalana por parte de los
sindicalistas fue la aspiración a convertir España en una "República Social Federal". En el federalismo había de
buscarse no sólo el pluralismo político una vez la clase obrera conquistase revolucionariamente el poder, sino
también la diversidad de soluciones para transformar la estructura económica en cada una de las nacionalidades.
"Admitamos por un momento —escribía Peiró en 'Sindicalismo' el 14 de marzo de 1934— que el proletariado de
Cataluña, por ejemplo, se encontrara en condiciones de capacidad para organizar su economía sobre la base del
Comunismo libertario, y demos por hecho que así la organizara, puesto que ésta es la aspiración general del
proletariado catalán. Y admitido que así ocurriera, en manera alguna podría admitirse que el proletariado de
Cataluña tratara de imponer el mismo sistema económico al proletariado de las Castillas, pongamos también por
ejemplo, ya que el proletariado castellano, en general, tiene una educación centralista y, por lo mismo, está más
inclinado a aceptar sistemas económicos de tipo colectivista, con preferencia al que tiene por base la
administración municipalista. La diferencia de los sistemas económicos establecidos en Cataluña y en las
Castillas, sistemas tan dispares en sus fundamentos, no sería obstáculo para que los trabajadores castellanos y
catalanes se entendieran perfectamente en el hecho de establecer conciertos económicos y toda suerte de rela-
ciones de solidaridad" (...). "Mi objeto hoy ha sido —concluía— establecer que todos los sistemas económicos y
sociales, incluso el Comunismo libertario, son compatibles con el régimen político representado por la República
Social Federalista, y el que la futura República sea de tipo esencialmente federalista y que los pueblos tengan el
derecho de autodeterminación de su propia organización general, es un hecho que depende más de la voluntad
de los pueblos mismos que no de lo que se diga con apriorismos perturbadores."

23. E1 29 de junio de 1934 en "Vertical", órgano de la Federación de Sabadell se publicó un interesante artículo,
"Al redós del plet cátala": "La pugna existent entre el govern central i la Generalitat de Catalunya planteja en to
viu el problema de la llibertat deis pobles. Ais nostres rengles no hem tingut encara un moviment proletari amb
orientació i base autóctonament catalanes que sabés marxar per la ruta transformadora d'acord amb la nostra
idiosincrasia. Per aixó Catalunya, que és una immensa forja de rebel-lies i que el proletariat catalá ha sentit
sempre amb passió els corrents espirituals de transformació, no ha tingut mai una força obrerista enquadrada i

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estructurada per a poder fer quelcom de gran. Tot lo mes que ha tingut i en moments determinants la CNT a
Catalunya ha estat una quantitat de cotitzants, pero mai un poblé espiritualment identificat amb la seva
orientació. El defecte ha estat ocasionat perqué les directivos del moviment obrer foren preses per gent nómada,
sense sentit de responsabilitat i mancada d'un coneixement exacte del sindicalisme i de les característiques del
nostre poblé. L'éxode permanent de treballadors d'altres terres vers Catalunya ens ha deixat un contingent
considerable de redemptoi's que abans d'haverse assimilat ais nostres costums i de conéixer el nostre carácter, ja
han volgut conduir els nostres treballadors. Per aixó l'obrerisme a Catalunya no ha pogut prendre proporcions
d'organització permanent i sois s'ha manifestat amb ráfegues intermítents. ¿Autonomía o independencia deis
pobles? Son coses que no han preocupat ni gens ni mica els qui s'han vingut atorgant el títol de 'dirigents de la
classe obrera'. No obstant son sentiments que bateguen en el cor del poblé, malgrat que els seus diri-gents
estiguin ímmunitzats", ["La pugna existente entre el gobierno central y la Generalidad de Cataluña plantea
vivamente el problema de la libertad de los pueblos. En nuestras filas no hemos tenido todavía un movimiento
proletario con orientación y base autóctonamente catalanas que supiese avanzar por la ruta transformadora de
acuerdo con nuestra idiosincrasia. Por eso Cataluña, que es una inmensa forja de rebeldía y donde el prole-
tariado catalán ha sentido siempre con pasión las corrientes espirituales de transformación, no ha tenido
nunca una fuerza obrerista encuadrada y estructurada para poder hacer algo grande. La CNT en Cataluña ha
llegado a tener como máximo una cantidad de cotizantes pero nunca un pueblo espiritualmente identificado
con su orientación. El defecto se ha debido a que las directivas del movimiento obrero fueron tomadas por
gente nómada, sin sentido de responsabilidad y falta de un conocimiento exacto del sindicalismo y de las carac-
terísticas de nuestro pueblo. El éxodo permanente de trabajadores de otras tierras hacia Cataluña nos ha de-
jado un contingente considerable de redentores que antes de asimilar nuestras costumbres y de conocer nuestro
carácter, ya han querido conducir a nuestros trabajadores. Por eso el obrerismo en Cataluña no ha podido tomar
proporciones de organización permanente y sólo se ha manifestado en ráfagas intermitentes. ¿Autonomía o
independencia de los pueblos? Son cosas que no han preocupado en absoluto a los que han venido otorgándose
el título de 'dirigentes de la clase obrera'. No obstante son sentimientos que palpitan en el corazón del pueblo,
aunque sus dirigentes estén inmunizados."] Después de aludir al pleito de la Ley de Contratos de Cultivo con el
gobierno central, añadía: "Tota tendencia centralista és nociva i tiránica perqué condueix a l’imperialisme i al
vertigen de domíni. Nosaltres hem dit sempre que la llibertat deis homes és sagrada i seríem incongruents i
mancats de conseqüéncia si negávem el dret que els pobles teñen a ésser lliures. I aixó comporta, naturalment, la
negació del nacionalisme agressiu i absorbent que preconitzen i practiquen els sectors feixistes contraris a tota
llibertat". ["Toda tendencia centralista es nociva y tiránica porque conduce al imperialismo y al vértigo de
dominio. Nosotros hemos dicho siempre que la libertad de los hombres es sagrada y seríamos incongruentes e
inconsecuentes si negásemos el derecho que tienen los pueblos a ser libres. Y esto comporta naturalmente la
negación del nacionalismo agresivo y absorbente que preconizan y practican los sectores fascistas contrarios a
toda libertad."]

24. Diego Abad de Santillán trató de defender a los anarquistas de los reproches de los socialistas, comunistas y
nacionalistas catalanes, con su artículo "Los anarquistas españoles y la insurrección de octubre", en "Tiempos
Nuevos", II, n.° 1, del 10 de enero de 1935: "Desde que la CNT y la FAI iniciaron la organización revolucionaria
insurreccional, la 'Esquerra', que había triunfado y vivido a costa de la tolerancia de los anarquistas en Cataluña,
despechada por la falta de nuestro apoyo, concibió la idea absurda del aplastamiento de la CNT. Nuestra prensa
ofrece casos como éste: Solidaridad Obrera, el diario de la Confederación Regional de Cataluña, no pudo
aparecer en total más que unos dos meses en el año 1934, a pesar de ser el segundo en la región por su tiraje. La
vida sindical confederal se refugió en la clandestinidad más completa" (...). "El anarquismo en Cataluña no quiso
entrar en el camino de la acción individual a que le empujaban a todas horas los gobernantes de la región. ¿Fue
una táctica acertada o no lo fue? Que lo diga el tiempo...".

25. Véanse los dos largos artículos que al tema dedicó Federico Urales en "La Revista Blanca": "El nacionalismo
catalán ante España, ante la República y ante el proletariado", n.° 221, 1 de agosto de 1932, y "El espíritu catalán
desterrado de Cataluña", n.° 293, 31 de agosto de 1934. En el primero decía: "Ahora bien, Cataluña tiene un alma
que no puede casar, que no casará jamás con el alma de Castilla. No vamos a discutir si esa alma es mejor o peor.
Es diferente y basta. En algunos extremos es mejor y en otros peor el alma de Cataluña que la de Castilla". En el
segundo artículo, después de decir que él había apoyado a la Solidaridad Catalana en 1907, recuerda Federico
Urales la política de la Dictadura: "A Cataluña se le atacaba en sus costumbres, en sus libertades, en su idioma,
en sus manifestaciones culturales, y nos sentimos catalanes, profundamente catalanes y profundamente
liberales ante aquella campaña".

26. En el primero de los artículos de Federico Urales antes citados, se decía: "Cataluña, en general, es separa-
tista; pero son menos separatistas los partidos así que se presentan con ideas más amplias y avanzadas. Las de-

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rechas en Cataluña son declaradamente separatistas. Las izquierdas se contentan con una autonomía federal".
Tanto el maximalismo nacionalitario de los marxistas del BOC, del PCP.y del PCC por un lado, como el
revisionismo del nacionalismo pratiano por parte del ala derecha de la Lliga en aquellos años, contradecían
esta tesis.

27. El 21 de septiembre de 1934, en vísperas del choque del 6 de octubre y en peligro la autonomía catalana, Ger-
minal Esgleas respondía en "La Revista Blanca" a los que decían que la CNT no debía actuar de espaldas al
movimiento nacionalitario catalán: "La CNT no ha de hacer nada a espaldas ni a cara del catalanismo. Su co-
metido es otro. El catalanismo es puro accidente circunstancial en la lucha que el proletariado ha de sostener por
su emancipación, lucha que no se circunscribe a la manumisión de una clase, de una raza, ni de un pueblo, sino
que va directamente a la liberación integral de la humanidad teniendo por lema el máximo bienestar o la máxima
libertad para todos y cada uno de los hombres".

28. Xavier Cuadrat: "La cuestión catalana y el PSOE: algunas consideraciones", en "Perspectiva Social", n.° 5
(1975), pp. 129-156.

29. "...nosotros no tenemos una palabra para las aspiraciones nacionalistas de Cataluña, Vizcaya y Galicia, as-
piraciones que a mí me parecen altamente plausibles por muchas razones que esbozaría si este artículo no fuese
ya tan largo y que no sé por qué han de hallar el silencio entre nosotros, partidarios de toda autonomía que no
refleje los vínculos de solidaridad social y miembros de un Partido internacional que ha legitimado, reconocido y
amparado las reivindicaciones autonomistas de Polonia, de Bohemia, de Alsacia-Lorena, de Irlanda, de Judea, y
aun dado personalidad a los Partidos Socialistas de esos países no independientes. Y, claro está, cuando en esas
regiones donde el sentimiento nacionalista es tan fuerte nos ven llegar sin un pensamiento para un ideal político
más eminente, nos vuelven la espalda."

30. Confederación republicana de las nacionalidades ibéricas, reconociéndolas a medida que vayan
demostrando indudablemente un desarrollo suficiente, y siempre sobre la base de que su libertad no entrañe
para sus ciudadanos merma alguna de sus derechos individuales ya establecidos en España y de aquellos que son
patrimonio de todo pueblo civilizado." "El Socialista", n.° 3.412, 30 de noviembre de 1918. Dictaminó la
propuesta de la Agrupación de Reus una ponencia formada por Manuel Núñez de Arenas, Teodomiro Menéndez,
Francisco Pérez y Manuel Serra i Moret. Si la primera parte del acuerdo parece abrir paso al reconocimiento del
derecho de autodeterminación, la segunda establece la autonomía como una concesión del Estado unitario con
las correspondientes restricciones. La obsesión del nacionalismo vasco, rival político serio del PSOE en Euskadi
y portador de una ideología mucho más conservadora que el catalanismo, está detrás de la contradicción
interna que contiene este dictamen.

31. A pesar de su posición contraria al nacionalismo vasco, Araquistain iba más lejos que los demás intelectuales
del PSOE y casi fundamentaba en el derecho de autodeterminación su argumentación, aunque sin enlazarla
de forma leninista con la lucha de clases, a pesar de que fue "tercerista" en 1921. En la nueva edición de esta obra
en 1930 con el título: El ocaso de un régimen, volvió a repetir las mismas palabras. Sin embargo, quedarían
olvidadas cuando al año siguiente las Cortes Constituyentes se enfrentaron con el Estatuto y Araquistain formó
parte de la comisión constitucional. "Sería absurdo que la España no catalana se rigiera conforme a la voluntad
de Cataluña; pero no es menos absurdo que el régimen que desea Cataluña, aunque fuera la independencia, que
no lo es, estuviera sometido a la voluntad del resto de España. Esto sería posible en una relación de metrópoli a
colonia, no en una comunidad nacional que idealmente se funde en el principio de que todas sus partes
concuerdan en una voluntad de unión (...)• Si un grupo regional quiere desligarse del pacto básico para separarse
o establecer una nueva relación con los otros grupos, ¿cómo negárselo sin violar el principio de libertad
originaria? Sólo en virtud de la idea de dominio, del concepto del derecho de unos grupos humanos a imperar
sobre otros, cabe defender la teoría de que la voluntad de Cataluña a gobernarse a sí misma según su albedrío,
debe concordar con la voluntad del resto de España. Lo que el resto de España puede hacer es no aceptar el
nuevo pacto que le propone Cataluña con su proyecto de autonomía y preferir la separación, la disolución del
contrato, a un sistema de relaciones distinto del que les unía hasta ahora; lo que no puede hacer es obligarla a
observar, contra su voluntad, el parto antiguo (...) sólo cabría conceder a Cataluña la autonomía tal como la
quiere, o si esto no conviene al resto de España, forzarla a la independencia. La única alternativa a esto es el uso
de la fuerza contra su voluntad de autonomía; pero entonces no sería Cataluña una región vinculada libremente a
las otras regiones, sino una colonia", pp. 143-145 de El ocaso de un régimen.

32. "Els socialistes proclamen els principis de llibertat. És així que el nacionalisme cátala és un problema de
llibertat collectiva. Els socialistes de Catalunya, dones, al costat de tots els principis substantius del programa del

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partit —lluita de classes, socialització deis mitjans de producció, distribució i canvi, etc.— al costat mateix, ni
damunt ni dessota, han d'afegir-hi un nou principi, subs-tantiu també per a nosaltres: el de la llibertat total i
absoluta de Catalunya. No té cap sentit dir que el nacionalisme sigui una doctrina avangada o reaccionaria. És
absurd confondre el nacionalisme, germen d'univer-salitat, amb el chauvinisme agressiu (...). Pero si no pot dirse
que en sí mateix el nacionalisme sigui avancat o deixi d'ésser-ho, peí contrari l'antinacionalisme, com l'expressió
contraria a una llibertat, és sempre fatalment antiliberal...". ["Los socialistas proclaman los principios de
libertad. Es así que el nacionalismo catalán es un problema de libertad colectiva. Los socialistas de Cataluña, por
lo tanto, al lado de todos los principios sustantivos del programa del partido —lucha de clases, socialización de
los medios de producción, distribución y cambio, etc.—, al lado mismo, ni encima ni debajo, han de añadir un
nuevo principio, sustantivo también para nosotros: el de la libertad total y absoluta de Cataluña. No tiene sentido
alguno decir que el nacionalismo es una doctrina avanzada o reaccionaria. Es absurdo confundir el nacionalismo,
germen de universalidad, con el chauvinisme agresivo (...). Pero, si no puede decirse que en sí mismo el
nacionalismo sea avanzado o deje de serlo, por el contrario el antinacionalismo, como expresión contraria a una
llibertat, es siempre fatalmente antiliberal (...)".]

33. Josep Recasens i Mercadé: Que és él socialisme? Próleg de M. Serra i Moret (Reus, 1931), p. 183.

34. "El que hi hagué fou únicament una lamentable equivocado política, comesa de bona fe i guardant totes les
distancies que exigien la decencia i la historia del partit, pero una equivocado que a Catalunya, on la dictadura
féu sentir mes bárbarament que enlloc els seus estralls irritants, féu un mal, si no irreparable, molt profund i
costos de guarir. De cap manera devia anar un socialista al Consell d'Estat i de cap manera devien acceptar els
nostres afiliats les regidories en els ajuntaments dictatorials, per bé que se'ls enganyés fent-los pro-posar per
les corporacions obreres (...). Entenem que les nostres forces, sense collocar-se, si es vol, fora de la legalitat
com les forces socialistes italianes, podien i devien mostrar-se mes decididament i mes valentment contraríes i
enemigues deis dictadors i de la monarquía que els sostenía, si mes no, per captar-se la simpatía de l'opinió
republicana i liberal, vivíssima avui a tota Espa-nya, pero indubtablement mes desperta i mes exaltada encara
en les nostres terres catalanes". ["Lo que hubo fue únicamente una lamentable equivocación política, cometida
de buena fe y guardando todas las distancias que exigen la decencia y la historia del partido, pero una
equivocación que en Cataluña, donde la Dictadura hizo sentir más bárbaramente que en ningún sitio sus estragos
irritantes, hizo un daño si no irreparable, muy profundo y difícil de curar. De ninguna manera debió ir un
socialista al Consejo de Estado y de ninguna manera debieron aceptar nuestros afiliados las regidurías en los
ayuntamientos dictatoriales, aunque se les engañase haciéndolos proponer por las corporaciones obreras (...).
Creemos que nuestras fuerzas, sin colocarse, si se quiere fuera de la legalidad como las fuerzas socialistas
italianas pudieron y debieron mostrarse más decididamente y más valientemente contrarias y enemigas de los
dictadores y de la monarquía que los sostenía, por lo menos para captarse la simpatía de la opinión republicana y
liberal, vivísima hoy en toda España, pero sin duda más despierta y más exaltada todavía en nuestras tierras
catalanas."] (P. 186, op. cit.)

35. "Votaremos y recomendaremos el Estatuto porque creemos que es la solución del llamado pleito catalán,
inexistente para nosotros, y resuelto el cual desaparecerán peligrosos sentimentalismos que, como socialistas,
repudiamos, por ser semilla de odios y malquerencias; en fin, lo votaremos a fuer de socialistas y también porque
queremos contribuir, con la proporción que nos corresponda, a que sea obra de todos. Ciudadano, escucha este
ruego: si eres hombre libre, seas o no hijo de Cataluña, prescinde de ciertos escrúpulos y el domingo día 2 vota
para que el Estatuto sea una realidad, piensa que al hacerlo así cumplirás tu deber y arrojarás fuera de esta tierra
espléndida y hermosa el virus que la corroe, levantarás el velo que le impide ver con claridad el fin noble y
excelso que le asignan los tiempos de hoy; con tu voto en pro impedirás que continúen moviéndose y flotando los
eternos vividores de las situaciones ficticias." "L'Opinió", 2 de agosto de 1931.

36. Por ejemplo el 15 de julio de 1931: "Los Estatutos regionales son hijos de una enfermiza corriente de senti-
mentalismo prejuicioso y localista que para ser puro y proceder de hondo linaje humano, le falta el sentido uni-
versalista que caracteriza a los amores verdaderos". El 25 de julio escribía Aníbal Sánchez: "Los Estatutos re-
gionales no son otra cosa que una distinción perturbadora para barrenar la igualdad social a que todos aspira-
mos". En la interpretación hostil del fenómeno nacionalitario catalán se distinguiría Antonio Ramos Oliveira,
prestigioso intelectual de la izquierda del PSOE. El 7 de julio había escrito en "El Socialista": "Al proletariado
catalán le tienen sin cuidado la autonomía, la independencia y todas esas garambainas que hoy esgrime la bur-
guesía con una picardía capitalista admirable. Para los trabajadores catalanes, como para los trabajadores de
todo el mundo, lo esencial es no crear nuevas fronteras, sino borrar las existentes". La reseña de los artículos y
notas informativas que contiene "El Socialista" y el resto de la prensa socialista central sobre el tema de las

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nacionalidades, que está realizando Margarita Otaegui Arizmendi, resultan reveladoras y permitirán conocer me-
jor esta problemática.

37. Manuel Albar, en una entrevista publicada en "El Socialista" del 26 de julio de 1931, decía que uno de los
mayores errores cometidos por el catalanismo "es el de haber fomentado el sindicalismo, que aunque otra cosa se
diga es un producto anarco-regionalista con características muy acusadas y nada recomendables".

38. El editorial del 4 de agosto de "El Socialista" decía: "En recta doctrina de derecho político, en consideración
de ponderada publicidad ética, el plebiscito amañado por la Generalidad carece en absoluto de validez para basar
en él su virtualidad autonomista. Con un volumen numérico raquítico, vergonzoso producto de la habilidad
muñidora del separatismo, no puede decirse, como ha dicho el pobre Maciá, que se ha constituido 'una
nacionalidad joven que nace sin rencores'". A continuación acusaba a los catalanes de "racial incapacidad
política". En otro artículo, después de tachar a Maciá de "paranoico sentimental", se repetía el tópico de que
la industria ha florecido en Cataluña gracias al sacrificio de los demás españoles y se añadía: "Y la libertad que
ensalza el señor Maciá está encadenada por el despotismo absorbente del anarcosindicalismo. En el fondo, los
catalanes son casi todos un poco anarquistas (...). Ante la actual evolución del mundo hacia la unión universal,
todos los nacionalismos son síntomas claros de reacción".

39. Juan-Simeón Vidarte: Las Cortes Constituyentes de 1931-1933. Testimonio del primer secretario del
Congreso de Diputados, Grijalbo (Barcelona, 1976), pp. 401-402.

40. Así, el artículo titulado "El problema catalán. Un chantaje político", aparecido en "El Socialista" del 25 de
septiembre de 1931, en donde se decía que, aprovechando que la República no estaba aún consolidada, los catala-
nistas pretendían imponer el Estatuto, "vendiendo la paz por una desmembración criminal". El 23 de octubre se
decía en el mismo diario: "Todos los nacionalismos son reaccionarios, aunque se disfracen con un ropaje liberal y
democrático. Y no sólo son reaccionarios, son al mismo tiempo perturbadores". El 6 de diciembre "El Socialista"
reprodujo la conferencia que acababa de dar en Barcelona Fabra Ribas, en la que censuraba la trayectoria
catalanista: "Nuestro federalismo no es regresivo como el suyo, sino progresivo. Nosotros vamos a la federación
europea. Ellos van a la balcanización de España. Y eso no hemos de permitirlo, cualesquiera que fuesen los sa-
crificios que hubiéramos de imponernos". El 22 de diciembre de 1931 empezaba a publicarse en "El Socialista"
una serie de artículos de Pía y Armengol titulada Los socialistas y la UGT de Cataluña ante el Estatuto, en donde
afirmaba entre otras cosas, que era tan reaccionario el catalanismo de Maciá como el de Cambó.

41. Juan-Simeón Vidarte, ob. cit., pp. 175-177.

42. Ibídem, pp. 176 y 404.

43. "La Juventud Socialista de Barcelona está dispuesta a todo para impedir el triunfo del separatismo reac-
cionario que pretende aislar a Cataluña del resto del mundo y defenderá poniendo a contribución todo su
esfuerzo el idioma español como lengua usada en todos los grados de la enseñanza dependiente del Estado. No
negamos a la Generalidad el derecho de implantar en sus centros de enseñanza el catalán y cooperaremos con
entusiasmo para que la cultura catalana no desaparezca, pero en las escuelas, en los Institutos, en las Normales
y en la Universidad del Estado no debe usarse otro idioma que el español." Las bases que seguían a esta
circular decían: "1.° Que el Estado siga manteniendo su Universidad de Barcelona sin perjuicio de que el Gobier-
no Regional de Cataluña pueda organizar la Universidad Catalana. 2.° Que no abandone tampoco sus demás
Centros de enseñanza, tanto primaria como secundaria. Ciudadanos españoles en territorio español deben tener
garantizada legalmente la enseñanza en el idioma oficial de la República". Reproducido en "Front", n.° 19 (1936).
En "El Socialista" del 18 de diciembre de 1931 se había publicado un artículo intransigente sobre la cuestión, en
el que admitía que la Generalitat crease centros de enseñanza en catalán, pero los títulos que allí se concediesen
no debían ser válidos fuera de Cataluña, y "ya veremos también —concluía— la matrícula con que cuentan estos
Centros separatistas, sostenidos por la Generalidad".

44. El 14 de mayo de 1932 en "Justicia Social", Corno-reía criticó duramente unas declaraciones de Largo
"Caballero: "Ha dit Largo Caballero: 'No volem que s'atorgui res que pugui ésser una minva per a la unitat na-
cional... Hi haurá, en definitiva, Estatut, sense desmembracions'. Ha parlat l'espanyol o el socialista? L'espanyol.
Sois un espanyol segle XIX, antisocialista, pot parlar d'unitat nacional, pot veure en l'Estatut una
'desmembració'. Un socialista, no (...). Un socialista sap que el concepte d'unitat no vol dir ja absorció, ni
centralització, ni submisió a un centre mes o menys artificial, de parasitisme mes o menys accentuat (...). I també
un socialista sap que únicament una mentalitat imperialista ha d'oposar la unitat patria al principi

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d'autodeterminació, de veure un perill de desmembrado en una redistribució de servéis i de facultáis dins un clos
estatal. ¿Qué és, dones, Largo Caballero?". ["Ha dicho Largo Caballero: 'No queremos que se otorgue nada que
pueda ser una merma para la unidad nacional (...). Habrá, en definitiva, Estatuto, sin desmembraciones'. ¿Ha
hablado el español o el socialista? El español. Sólo un español siglo XIX, antisocialista, puede hablar de unidad
nacional, puede ver en el Estatuto una 'desmembración', un socialista, no (...). Un socialista sabe que el concepto
de unidad no quiere decir ya absorción ni centralización, ni sumisión a un centro más o menos artificial, de
parasitismo más o menos acentuado (...). Y también un socialista sabe que una mentalidad imperialista ha de
oponer la unidad patria al principio de autodeterminación de ver un peligro de desmembración en una
redistribución de servicios y de facultades dentro de un espacio estatal. ¿Qué es entonces Largo Caballero?"]

45. Ortzi: Historia de Euskadi, Ruedo Ibérico (París, 1975), pp. 181-189.

46. Alfonso Alfonso Bozzo, ob. cit., pp. 214-227.

47. Caries Pi Sunyer: La República y la Guerra. Memorias de un político catalán, Oasis (México, 1975), pp. 132-
133.

48. Las organizaciones catalanas del PSOE, de la UGT y de los JJ.SS. manifestaban que: "Están dispuestas a
cooperar en una labor de conjunto con el resto del proletariado para defender de derecho y de hecho la autono-
mía que las Cortes Constituyentes otorgaron a Cataluña. Que siendo la autonomía regional el principio de una
definitiva estructuración federativa de los pueblos ibéricos, la defensa de aquélla, como cuando en el caso actual
peligra, corresponde a la clase trabajadora". Nota aparecida en "L'Humanitat" de 12 de junio de 1934.

49. Alfons Cucó: El valencianisme político 1874-1936 (Valencia, 1971), p. 269.

50. "Confederación de las nacionalidades ibéricas, incluyendo el actual Protectorado de Marruecos, y reconoci-
miento de su derecho a la autodeterminación política en todo instante, incluso a la independencia. Supresión de
la lengua oficial obligatoria del Estado, e igualdad de derechos de todas las lenguas que se hablen dentro de la
Confederación ibérica". El proyecto fue publicado en "Claridad" el 19 de marzo de 1936. Un punto muy parecido
contenía el programa de acción común que había propuesto el PCE al PSOE el 4 del mismo mes.

51. En "La Batalla" del 9 de julio de 1931, al comentar el resultado de las elecciones y resaltar que el BOC había
obtenido 10.000 votos en lugar de los 3.000 de abril, se decía: "Maciá cumplió con su deber. Supo estar a la
altura del momento histórico. El 14 de abril, Maciá, empujado por la voluntad unánime de centenares de miles
de trabajadores, proclamó la República Catalana, lo que trajo consigo el triunfo republicano en toda España. La
República desapareció luego bajo la presión de la burguesía reaccionaria, la de Cataluña como la de España.
Maciá no se sintió seguro en un determinado instante de la ayuda total de los trabajadores y se vio obligado a
hacer concesiones al nacionalismo panespañol. Las últimas elecciones, con el desbordamiento torrencial de que
han dado pruebas, son terminantes. Si el día 12 de abril las masas trabajadoras votaron por la República, el día
28 de junio lo han hecho por la República Catalana. ¿Sabrá Maciá interpretar esta vez la voluntad general del
pueblo catalán?".

52. "La situación presente, en la cual la lucha nacional de Cataluña, Vasconia y Galicia se ha convertido en uno
de los factores más importantes del desarrollo de la revolución democrática española crea el deber .al Partido de
operar un viraje serio en su política nacional. La formación y desarrollo del ex Partido Comunista Catalán, hoy
fusionado con el de Maurín; la extrema debilidad de nuestro partido en Cataluña, que después de diez años de
existencia posee un grupo totalmente débil en Barcelona, el principal centro proletario de España, es el resultado
de la incomprensión del Partido Comunista en la cuestión nacional y de su inactividad en este terreno. Los
primeros números de 'Mundo Obrero', aparecidos después del 14 de abril, ignoran el problema nacional y no
dicen nada del conflicto surgido entre Madrid y Barcelona por la proclamación de la República Catalana ni sobre
el retroceso y la vergonzosa capitulación de Maciá. El Partido debe tener sobre esta cuestión tanta más actividad
cuanto que los dos centros proletarios más importantes de España son precisamente Cataluña y Vizcaya, donde
la explotación de la clase obrera está ligada a la opresión nacional. El Partido debe propagar por todo el país el
derecho de Cataluña, Vasconia y Galicia de disponer de ellas mismas hasta la separación. Debe defender este
derecho con gran energía entre los obreros de España, para destruir su mentalidad hostil al nacionalismo
catalán, vasco y gallego. En Cataluña, Vasconia y Galicia los partidos comunistas deben hacer comprender a los
obreros y campesinos la necesidad de su estrecha unión con los obreros y campesinos revolucionarios de España
para llevar con éxito la lucha contra el imperialismo español..." Carta transcrita por Eduardo Comín Colomer:

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Historia del Partido Comunista de España, abril de 1920-febrero de 1936, Editora Nacional (Madrid, 1967), pp.
287-301.

53. "No debe perderse de vista ni por un momento que toda España y Cataluña como parte de ella, no son
gobernadas actualmente por los nacionalistas-demócratas catalanes, sino por los burgueses imperialistas
españoles, aliados a los grandes propietarios agrarios, a los viejos burócratas y a los generales, con el apoyo de
los nacionalistas-socialistas españoles. Toda esa banda está de un lado por continuar subyugando las colonias
españolas y, por otra parte, por aplicar el máximo de centralización burocrática en la misma España, esto es, por
la burguesía española. En la fase actual, dada la correlación de las fuerzas sociales, el nacionalismo español es un
factor imperialista reaccionario, el nacionalismo catalán un factor revolucionario progresista. El comunista es-
pañol que no comprenda esta diferencia, que la ignore o que no la coloque en el primer plano, sino que, por el
contrario, disminuya su importancia, corre el peligro de convertirse en un agente inconsciente de la burguesía
española y de estar perdido para la causa de la revolución proletaria. ¿Dónde está el peligro de las ilusiones
nacionales pequeñoburguesas? En que pueden dividir al proletariado de España en sectores nacionales..."
Reproducido en León Trotsky: La Revolución Española, I, 1930-1936, Fontanella (Barcelona, 1977), p. 125.

54. Arlandis concluía en su artículo "Els anarquistes i les nacionalitats oprimides": "Contra aquesta concepció
burgesa i imperialista, nosaltres creiem, pero, que l’única forma de federado revolucionaria i viable consisteix en
la igualtat de condicions per pactar, ço és, en la plena llibertat d'autodeterminació". ["Contra esta concepción
burguesa e imperialista, nosotros creemos, en cambio, que la única forma de federación revolucionaria y viable
consiste en la igualdad de condiciones para pactar, es decir, en la plena libertad de autodeterminación."]

55. "Per una absurda interpretado de l'internacionalisme [l'anarcosindicalisme] ha aconseguit apartar el


proletariat deis pobles hispánics de la lluita per l'alliberació de les nacionalitats oprimidas per l'Estat espanyol,
deixant així el camí Uiure a la burgesia perqué se servís d'aquests moviments per els seus fins de classe (...). En
nom de la 'unitat revolucionaria’ del proletariat espanyol' els elements directius de la CNT han arribat a fer
l'afirmació suicida, centralista i reaccionaria 'que s'aixecarien en armes contra tot intent de separado', prestant
així suport al centralisme feudal i collocant-se en una situació eminentment contraria ais seus postuláis
llibertaris." ["Por una absurda interpretación del internacionalismo (el anarcosindicalismo) ha conseguido apar-
tar al proletariado de los pueblos hispánicos de la lucha por la liberación de las nacionalidades oprimidas por el
Estado español, dejando así el camino libre a la burguesía para que se sirviese de estos movimientos para sus
fines de clase (...). En nombre de la 'unidad revolucionaria (?) del proletariado español' los elementos directivos
de la CNT han llegado a hacer la afirmación suicida, centralista y reaccionaria de 'que se levantarían en armas
contra todo intento de separación', prestando así apoyo al centralismo feudal y colocándose en una situación
eminentemente contraría a sus postulados libertarios."] En el mismo documento no era menos dura la censura
del comportamiento del PSOE en este terreno.

56. En la tesis sobre la cuestión nacional, aprobada en el segundo congreso de la FCCB, el 2 y 3 de abril de 1932
en Barcelona, la clasificación y tipificación de los fenómenos autonomistas empezaba a matizarse de forma más
ajustada a la realidad. "L'esperit assimilista de l'imperíalisme castellá no aconseguí vencer la personalitat de les
nacions de la periferia: Catalunya, Galicia, Bascónia. Quant a les altres contrades peninsulars —Portugal a part—,
si bé no s'han refós totalment a l'embat de l'im-perialisme castellá, Uur personalitat no s'ha destacat pas amb
prou vigoria i viuen somortes sense reivindicar encara, com Catalunya i Bascónia, el dret a la propia personalitat,
si bé la presentació deis Estatuís cátala i base ha fet que el formulessin també Balears, Valencia, Galicia, Aragó i
Murcia." ["El espíritu asimilista del imperialismo castellano no consiguió vencer la personalidad de las naciones
de la periferia: Cataluña, Galicia, Vasconia. En cuanto a las demás regiones peninsulares, aparte de Portugal, si
bien no se han refundido totalmente bajo la presión del imperialismo castellano, su personalidad no se ha
destacado todavía con suficiente vigor y viven aletargadas sin reivindicar todavía como Cataluña y Vasconia, el
derecho a la propia personalidad, si bien la presentación de los Estatutos catalán y vasco ha hecho que lo
formulasen también Baleares, Valencia, Galicia, Aragón y Murcia."]

57. "Comunismo", n.° 2, de 15 de junio de 1931 y n.° 11, de abril de 1932.

58. Donde esta interpretación aparece bien explicada en el artículo de Joaquín Maurín de "La Batalla" de 30 de
junio de 1934, en el que comenta y critica el de Antonio Ramos Oliveira, "La verdad socialista sobre el problema
catalán", aparecido en "El Socialista" el domingo anterior. Dice Maurín: "Ramos Oliveira construye su artículo
en torno a la doctrina errónea que sobre la cuestión nacional ha sostenido la socialdemocracia. Afirma que el
problema nacional, tanto en Cataluña como en Vizcaya, lo ha originado el gran capitalismo por motivos de
chantaje político. Y sin embargo, la cuestión nacional en Cataluña como en Vasconia ha existido antes que

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naciera el capitalismo en dichos países. Cuando Cataluña se insurreccionaba a mediados del siglo XVII y a
comienzos del siglo XVIII, aún no existía Cambó, a quien el cantarada Ramos Oliveira considera como el autor
responsable del problema catalán. Hace un siglo, Vasconia luchó durante siete años contra el poder central. Lo
que dio vida a las guerras carlistas fue, más que el aspecto dinástico, el problema nacional de Vasconia. Y
entonces tampoco vivían Sota y los grandes industriales vascos, fomentadores, según Ramos Oliveira, del
nacionalismo en aquel país (...) El problema nacional no está en oposición al socialismo como opinan los
socialdemócratas. La tendencia histórica es, en efecto, hacia la unidad económica, sin que esta unidad económica
exija, necesariamente, una unidad política inmediata. La unidad política es el fascismo quien la busca (...). En
una determinada fase de evolución del problema nacional, el capitalismo reaccionario trata de apoderarse de él
con objeto de utilizarlo. Esto es cierto. Fue el período, en Cataluña, de los años 1906-1909 y el actual en Vizcaya.
Pero no hay que ver el problema nacional haciendo abstracción de la lucha de clases. La clase obrera es la que
con su acción u omisión puede hacer que el problema nacional sea progresivo o retrógrado, que vaya contra el
capitalismo o se convierta en un auxiliar suyo...".

59. Incluso en su libro Els moviments d'emancipació nacional de 1935, Nin, al final del capítulo IV, afirma esta
tesis.

60. "En virtud de este Estatuto —decía 'La Batalla' del de julio de 1931— Cataluña no conquista sus derechos y
su personalidad. Queda atada al poder de la gran burguesía panespañola. El Estatuto no es más que la
resurrección (...) de la fenecida Mancomunidad (...). Cataluña-nación queda ahogada dentro de un Estado que
podrá llamarse federal, pero que será completamente unitario (...). ¿Qué hará ahora todo el sector catalanista-ex-
tremista? ¿Se contentará con este Estatuto o querrá ir más adelante al lado nuestro?..."

61. J. A. González Casanova: Federalisme i autonomía (1931-1938), Curial (Barcelona, 1974), pp. 304-
308.

62. "La mayor traición de Maciá ha sido el consentir que sea el poder central, dominado por Largo Caballero,
quien legisle sobre las cuestiones sociales, dejando al gobierno de Cataluña el papel vergonzoso de hacer de Co-
mité Paritario con pocas más atribuciones que aquellos Comités Paritarios creados por la Dictadura y defendidos
por los socialistas. Cataluña tiene que reclamar la libertad absoluta de legislar y ejecutar en cuestiones sociales al
objeto de poder dar la preponderancia que les corresponde a los Sindicatos adictos a la CNT..."

63. "La Batalla", 3 de septiembre de 1931.

64. Los manifiestos y programas de este grupo fueron publicados por su órgano "L’Insurgent”, n.° 1, del 8 de
abril, n.° 2, del 14 de junio, y n.° 18, del 3 de octubre de 1932.

65. Al mismo tiempo que afirmaba que "la FAI és l'ex-pressió mes .auténtica del lerrouxisme dintre de la CNT",
decía Jaume Compte en su artículo "El llast del lerróuxisme": "Fou necessari la vinguda de la Dictadura de Primo
de Rivera —recolcada per la 'Lliga'— perqué amb la seva doble repressió contra el catalanisme i contra el movi-
ment obrer, aquests dos corrents que motius anecdótics els feien separar, convergissin en la lluita contra l'Estat i
la burgesia. Contra l'Estat imperialista espanyol que féu ajuntar els lluitadors d'ambdues causes en els patis de
les presons i els camins de l'exili. Contra la burgesia —la catalana especialment— perqué enfront de la dictadura,
aplaudí i quan Primo de Rivera es gira contra Catalunya, s'esporuguí i abandona en mans de la classe obrera el
moviment reivindicatiu de la llibertat catalana. Ni sota les banderes de Prats de Molió, ni en el fet de Garraf, no
hi havia cap burgés. Foren únicament els obrers, que en els moments de perill defensaren la causa de Catalunya.
I cal reconéixer que entre les tendéncies obreres, els que mes si han distingit han estat els comunistes". ["Hizo
falta la implantación de la Dictadura de Primo de Rivera —apoyada por la 'Lliga'— para que con su doble
represión contra catalanismo y contra el, movimiento obrero, estas dos corrientes, separadas por motivos
anecdóticos, convergieran en la lucha contra el Estado y la burguesía. Contra el Estado imperialista español, que
juntó a los luchadores de las dos causas en los patios de las cárceles y en los caminos del exilio. Contra la
burguesía —la catalana especialmente—, porque frente a la dictadura aplaudió y cuando Primo de Rivera se
volvió contra Cataluña, se amedrentó y abandonó en manos de la clase obrera el movimiento reivindicativo de la
libertad catalana. Ni bajo las banderas de Prats de Molió, ni en el hecho de Garraf, había ningún burgués. Fueron
únicamente los obreros quienes en los momentos de peligro defendieron la causa de Cataluña. Y hay que
reconocer que entre las tendencias obreras, los que más se han distinguido han sido los comunistas."]

66. "Manifest del Partit Cátala Proletari a les classes treballadores de Catalunya", en "Catalunya
Insurgent", n.° 1 de 25 de enero de 1935.

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67. El primer número de "L'Insurgent" afirmaba: "L'Estatut és la solució burgesa del fet cátala. Pero aquesta
solució no és definitiva. Només ho será la solució amb un contingent socialista obrer". ["El Estatuto es la solución
burguesa del hecho catalán. Pero esta solución no es definitiva, sólo lo será la solución con un contenido so-
cialista obrero."]

68. "Estat Cátala no és el BOC", en "L’Insurgent", n.° 12, de 24 de junio de 1932 y la respuesta en "Front", n.° 2,
de 16 de julio del mismo año.

69. "Llevabais a cabo —decía la carta abierta del BOC— un doble juego, señor Presidente de la Generalidad. Por
un lado hacíais al pueblo promesas demagógicas que luego ,no habéis cumplido. Todo el afán de vuestro partido
era servir de dique para impedir el desbordamiento revolucionario de las masas explotadas. Vuestro
paternalismo ha sido terriblemente funesto para la causa de la Revolución. Habéis tenido embobada e inerme a
una gran parte del pueblo precisamente en los instantes en que su acción podía ser más eficaz, más contundente.
La burguesía puede reverenciaros y ensalzaros. La habéis salvado de una catástrofe histórica cuyo límite no es
posible imaginar."

70. José Bullejos: La Comintern en España (México, 1972), p. 132.

71. "Al Estatuto que niega a Cataluña su soberanía y sus derechos nacionales y que expresa la capitulación de los
jefes de la Esquerra y de la Generalidad ante el imperialismo, su maridaje con éstos, opone el Estatuto de la
revolución que consagra las libertades y el derecho pleno de Cataluña a disponer de su destino." Publicado en
"Las Masas", 20 de mayo de 1932.

72. La declaración del Comité Central del PCE leída por el único diputado comunista, Bolívar, en las Cortes, con
motivo de la crisis provocada por la anulación de la Ley de Contratos de Cultivo por la Generalidad, después de
solidarizarse con los rabassaires, decía: "Nosotros, Partido Comunista de España, decimos a los obreros de
Cataluña: No sigáis ni a los traidores dirigentes socialistas, bloquistas y treintistas que quieren entregaros a la
Generalidad capituladora, ni a los dirigentes anarquistas que pretenden que la lucha de los campesinos
trabajadores, la lucha por la tierra, la libertad y contra la opresión nacional no os concierne. Luchad
solidariamente con los campesinos trabajadores contra vuestros opresores extranjeros y vuestros mismos
explotadores. Luchad por vuestras reivindicaciones y por la victoria de la revolución obrera y campesina. Formad
vuestros comités de frente único".

73. Ramón Casanellas: "Unitat de lluita. Els militants d'Estat Cátala s'atansen al nostre Partit", en "Catalunya
Roja" de 22 de diciembre de 1932.

74. Los trabajadores de Cataluña no pueden olvidar que Maciá, Dencás y la Esquerra, respaldados por el Es-
tatuto y la Generalidad, en vez de instituir el subsidio a los parados, han creado los 'Escamots' como organización
armada fascista que tiene por misión el esquirolaje, el apaleamiento y el secuestro de los obreros revolucionarios,
la confidencia policíaca en las fábricas y la ayuda armada junto a los guardias de asalto contra los obreros en
huelga (...). Los jefes bloquistas, los Maurín y los Arquer, prefieren hacer el frente único, no con los obreros
socialistas, anarquistas y comunistas, sino con Largo Caballero y Prieto, manchados por la sangre de Casas Viejas
y de Arnedo, responsables de los 330 obreros y campesinos muertos por los fusiles de la contrarrevolución.
"Catalunya Roja" de 9 de noviembre de 1933.

75. Véase el informe de Vicente Uribe, jefe de la Delegación del PCE en el primer congreso del PCC de mayo-
junio de 1934, informe reproducido por E. Comín Colomer en Historia del Partido Comunista de España; vol. II,
pp. 117-120. Entre las tesis aprobadas por el Congreso: "Caminando hacia la realización de su tarea histórica, en
el derrumbamiento del poder burgués-terrateniente, movilizando a las amplias masas para la liberación nacional
y social del pueblo trabajador catalán, para la lucha por el derecho de autodeterminación, hasta de separación
inclusive, por la instauración de los soviets de obreros, rabassaires y demás trabajadores campesinos, soldados y
marineros, el Partit Comunista de Catalunya, conducirá la lucha implacable contra el imperialismo español y
contra los traidores a la causa de la liberación del pueblo catalán: la Esquerra, la Generalidad y sus agentes".
Véase también en "Catalunya Roja", n.° 68 del 18 de julio de 1934, El Pleno del Comité Central del Partit
Comunista de Catalunya acepta las tareas fijadas por el Comité Central del Partido Comunista de España para
ponerse a la cabeza de la lucha por la liberación nacional y social de Cataluña.

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76. "...si hi ha declarado d'estat de guerra, Catalunya no s'ha de conformar amb la ratificació de la Llei de
Contractes. El primer pas ha d'ésser repetir la gesta de Maciá, proclamant la República Catalana. Catalunya és
avui l'exponent i l'exemple de les tres forces motrius de la Revolucíó. A Catalunya s'ha fet el front d'aquestes tres
forces: l'alliberament nacional, l'alliberació pagesa i l'alli-beració obrera. Per aixó Catalunya és, avui, el baluard
de la Revolución Espanya. Si Catalunya segueix el camí que la Revolució li marca, a tot Espanya els obrers i els
pagesos, els aliats de Catalunya, cridaran amb nosaltres: Visca la República Catalana! Perqué aquesta República
Catalana será el primer pas cap a la Unió de Re-públiques Socialistes d'Ibéria." ["...si hay declaración del estado
de guerra, Cataluña no debe conformarse con la ratificación de la Ley de Contratos. El primer paso ha de ser
repetir la gesta de Maciá, proclamando la República Catalana. Cataluña es hoy el exponente y el ejemplo de las
tres fuerzas motrices de la Revolución. En Cataluña se ha formado el frente de estas tres fuerzas: la liberación
nacional, la liberación campesina y la liberación obrera. Por eso Cataluña es hoy el baluarte de la Revolución en
España. Si Cataluña sigue el camino que la Revolución le marca, en toda España los obreros y los campesinos, los
aliados de Cataluña, gritarán con nosotros: ¡Viva la República Catalana! Porque esta República Catalana será el
primer paso hacia la Unión de Repúblicas Socialistas de Iberia."]

77. Antoni Sesé escribía en "Catalunya Roja" del 21 de junio de 1934: "Cuando los rabassaires y demás cam-
pesinos luchan por la liberación nacional de Cataluña del yugo del imperialismo español, no lo hacen por el
simple capricho de querer ser gobernados por hombres de raza y lengua catalana. Para ellos liberación de Cata-
luña significa liberación de la rabassa moría y toda clase de contratos, posesión integral de la tierra y de la cose-
cha, anulación de los impuestos y otras reivindicaciones que les han de liberar del hambre y de la miseria que
actualmente sufren. ¿Qué hay en el fondo de esas masas obreras concentradas en el Parque de la Ciudadela el día
de la ratificación de la Ley de Contratos de Cultivo? ¿Cómo se manifestaban? Dos gritos significativos se alza-
ban de la muchedumbre y se destacaban sobre todos los demás ¡Muera la Lliga! Es decir, que los obreros de Bar-
celona identificaban la causa de la liberación nacional de Cataluña con la lucha contra la burguesía y el fascismo".
E Hilari Arlandis en "Catalunya Roja" del 28 de junio decía: "Para luchar por el derecho de autodeterminación
hay que luchar contra la burguesía y terratenientes de España y muy especialmente contra la burguesía y
terratenientes" catalanes, por ser éstos los más firmes sostenes del imperialismo español".

78. Pau Cirera: "Catalunya i Espanya", "Justicia Social" de 16 de junio de 1934. Ramón Folch i Capdevila: "La
USC davant la situació actual", "Justicia Social" del mismo día. Ramón Jové i Brufau: "Dos 'sistemes' anti-
catalans", "Justicia Social" del 7 de julio de 1934.

79. Josep Rovira escribía en "L'Hora" del 21 de julio de 1934: "L'oblit polític és el mes rápid. Avui la gran massa
no recorda prou la situació política del 1931 a 1932 per a explicar-se satisfactóriament el per qué del desgavell
estatutari actual (...). El que hi ha, el que s'ha de reconéixer, és la imposibilitat de fer factible un Estatuí com el
que s'aprova sota el signe d'Azaña, l'home mes fatídic que ha trobat Catalunya a les Corts espanyoles, per rao que
les esquerres catalanes el presentaren com amic i evitaren que el poblé de Catalunya se'n malfiés (...) l'estafada
va ésser mixta: parlamentaris ca-talans i esquerres espanyoles. Ara no cal aguantar un to d'heroi'citat per tapar
claudicaciones passades...". ["El olvido político es el más rápido. Hoy la gran masa no recuerda bastante la
situación política de 1931 a 1932 para explicarse satisfactoriamente el por qué del desbarajuste estatutario actual
(...). Lo que ocurre, lo que hay que reconocer, es la imposibilidad de hacer factible un Estatuto como el que se
aprobó bajo el signo de Azaña, el hombre más fatídico que ha encontrado _ Cataluña en las Cortes españolas,
debido a que las izquierdas catalanas lo presentaron como amigo y evitaron que el pueblo de Cataluña
desconfiase de él (...). La estafa fue mixta: parlamentarios catalanes e izquierdas españolas. Ahora no hay que
mantener un tono de heroicidad para tapar claudicaciones pasadas..."]

80. He explicado los elementos de esta interpretación en El problema agrari a Catalunya. La qüestió
rabassaire. 1890-1936 (1968), pp. 215-258 y en El 6 d'octubre, "Documents 7", La Gaia Ciencia -Edicions 62
(Barcelona, 1977).

81. "Manifest deis grups d'Estat Cátala que se separen de la ERC", en "Avant!" —portavoz del BOC— el 1 de
mayo de 1935.

82. "Hubiera sido falso en 1930 presentar como reivindicación de Cataluña la restauración de la Mancomunidad
suprimida por la Dictadura. Había que ir más allá. Ese más allá fue la Generalidad. De la misma manera, ante un
movimiento revolucionario ascendente, la Generalidad entregada, destruida y humillada, no podrá ser una con-
signa revolucionaria. Habrá que ir más allá. ¿Y podrá hacer esto el republicanismo apolillado del siglo XIX? Los
hombres y los partidos que dieron a Primo de Rivera la Mancomunidad de Prat de la Riba, los Puig i Cadafalch y
Cambó, no pudieron ser en 1930 y 1931 los representantes del movimiento de liberación nacional. ¿Podrán serlo

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ahora, con igual motivo, los que el 6 de octubre entregaron la Generalidad de Maciá a Lerroux-Gil Robles? La
respuesta depende de la clase trabajadora." El portavoz del BOC, "Avant!", en su número 13 del 1 de mayo de
1935, publicaba un artículo, "La crisi de l'Esquerra", en el que decía: "El moviment revolucionan a Catalunya
podia triomfar en tant que moviment insurreccional de la classe treballadora. És aixó el que veieren els homenets
i titelles de la Generalitat, i davant del que' podia succeir, feren marxa enrera, traint Catalunya i el moviment
obrer que amb gran generositat s'havia posat en peu de guerra per a defensar les llibertats de Catalunya". ["El
movimiento revolucionario en Cataluña podía triunfar en tanto que movimiento insurreccional de la clase
trabajadora. Eso fue lo que vieron los hombrecillos y títeres de la Generalitat y ante lo que podía suceder, dieron
marcha atrás traicionando a Cataluña y al movimiento obrero que con gran generosidad se había puesto en pie
de guerra para defender las libertades de Cataluña."]

83. En "Catalunya Insurgent”, el artículo del 25 de enero de 1935, "I ara qué?", y los del 7 de julio, "El nostre
separatisme" y "La solució separatista". En el penúltimo de estos artículos se decía: "Per tant, Catalunya en tota
consciéncia obrera és una República mes de les existents i com a tal els seus organismes han de teñir la
independencia que la seva personalitat nacional té reconeguda i el Partit Socialista de Catalunya haurá de tractar
amb els camarades de Bascónia, Galicia, etc., amb la solidaritat amb qué ho fan els de Franca i els de l'URSS, per
exemple. Negar aquesta estructurado és cercar en l'ámbit polític el que no poden trobar els partits obrers: una
ambició imperialista que doni un millor profit als professionals de la política i eixampli el radi d'aduladors". En el
último artículo citado se afirma: "Pero el Separatisme, la plena i absoluta llibertat del poblé cátala,
l'autodeterminació sense atenuants ni reserves, és possible. Ho és, pero, enfocant el problema, no pas en el camp
de la solució burgesa, sino en el de la solució proletaria. El Separatisme, si vol un dia triomfar, ha d'ésser
revolucionan. Ha d'adregar els seus atacs, la seva lluita, contra l'estat opressor en tant que ho és de tots els
treballadors, tant catalans com espanyols. Ha d'anar contra tota forma d'estructuració burgesa de l'estat. Ha
d'esfondrar del tot el mecanisme burgués estatal i al seu lloc edificar el mecanisme estatal obrer, socialista, la
dictadura del proletariat". ["Por lo tanto, Cataluña en toda conciencia obrera es una República más de las exis-
tentes y como tal sus organismos han de tener la independencia que su personalidad nacional tiene reconocida y
el Partido Socialista de Cataluña habrá de tratar con los camaradas de Vasconia, Galicia, etc., con la solidaridad
con que lo hacen los de Francia y los de la URSS, por ejemplo. Negar esta estructuración es buscar en el ámbito
político lo que no pueden buscar los partidos obreros: una ambición imperialista que dé un mejor provecho a los
profesionales de la política y aumente el radio de aduladores."] (...) ["Pero el Separatismo, la plena y absoluta
libertad del pueblo catalán, la autodeterminación sin atenuantes ni reservas, es posible. Lo es, pero enfocando el
problema no en el campo de la solución burguesa, sino en el de la solución proletaria. El Separatismo, si quiere
triunfar algún día, ha de ser revolucionario. Ha de dirigir sus ataques, su lucha, contra el estado opresor en tanto
que lo es de todos los trabajadores, tanto catalanes como españoles. Ha de ir contra cualquier forma de
estructuración burguesa del estado. Ha de hundir completamente el mecanismo burgués estatal y en su lugar
edificar el mecanismo estatal obrero, socialista, la dictadura del proletariado."]

84. En el número 16 de "Lluita" de agosto de 1935, en el artículo "El moviment nacional i la lluita de classes", se
decía: "Per l'octubre, hem vist com el Govern de la Generalitat capitulava a la primera intimidado de les forces
del Govern central. I aquesta capitulació no fou una casualitat ans la conseqüéncia de la concepció falsa que els
components del Govern autónom tenien del problema, producte de llur ideología petitburgesa, de llur por a les
masses, les quals volien teñir allunyades de la lluita a tot preu. Per aixó, davant el dilema que se'ls presentava,
d'armar les masses proletáries i recolzar-s'hi per batre les forces del Govern, o capitular sense lluita, optaren per
aixó darrer. I aquí hom confirma una vegada mes la nostra tesi que la petita burgesia, caracteritzada per les seves
vacillacions en els moments decisius, no pot dirigir cap moviment, car la seva propia ideología la traeix. Tenint
en compte les forces de qué disposava el Govern central a Catalunya i les que comptava la Generalitat, és
claríssim que, si hom hagués armat les masses treballadores, les forces de l'exércit haurien estat impotents per a
dominar el moviment, és mes, haurien estat abassegades i vencudes rápidament. Pero, vencudes les forces
governamentals, les masses haurien dut la lluita endavant per llurs própies reivindicacions. I aixó era el que
temien els homes de la Generalitat. Per aixó preferiren lliurar-se sense lluita, permetre que Catalunya quedes
sotmesa incondicionalment al Poder central (que ja veiem com aprofita la victoria) a lluitar per l'alliberació i
ensems deliberar les masses treballadores de l'explotació". Después de afirmar que la lucha de las nacionalidades
no podía desligarse de la revolución social en Cataluña, consideraba que la misma tesis era aplicable al conjunto
de España, pues en el supuesto de que el Ejército se hubiese puesto al lado de la Generalitat, sin el levantamiento
de la clase obrera en el resto de España, las tropas enviadas desde el centro hubiesen acabado con la rebelión
catalana. Concluía: "Si hom pretén d'ofegar el moviment deis treballadors en nom de Catalunya o de deslligar-lo
del moviment nacional, hom divideix les forces de la revolució, hom prepara la derrota del moviment nacional, el
triomf del qual, en darrera instancia, sois interessa i convé a les masses populars, ais treballadors". ["En octubre,
hemos visto cómo el Gobierno de la Generalidad capitulaba a la primera intimidación de las fuerzas del Gobierno

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central y esta capitulación no fue una casualidad sino la consecuencia de la concepción falsa que los
componentes del Gobierno autónomo tenían del problema, producto de su ideología pequeñoburguesa, de su
miedo a las masas, a las que querían tener alejadas de la lucha a cualquier precio. Por eso ante el dilema que se
les presentaba de armar a las masas proletarias y apoyarse en ellas para vencer a las fuerzas del Gobierno o
capitular sin lucha, optaron por esto último. Y aquí se confirma una vez más nuestra tesis de que la pequeña
burguesía, caracterizada por sus vacilaciones en los momentos decisivos, no puede dirigir ningún movimiento,
pues su propia ideología la traiciona. Teniendo en cuenta las fuerzas de que disponía el Gobierno central en
Cataluña y las que tenía la Generalidad, es clarísimo que, si se hubiese armado a las masas trabajadoras, las
fuerzas del Ejército habrían sido incapaces de dominar el movimiento, más aún, habrían sido arrolladas y
vencidas rápidamente. Pero vencidas las fuerzas gubernamentales, las masas habrían llevado la lucha más allá
para conseguir sus propias reivindicaciones. Y eso era lo que temían los hombres de la Generalitat. Por eso
prefirieron entregarse sin lucha, permitir que Cataluña quedase sometida incondicionalmente al Poder central
(que ya vemos cómo aprovecha la victoria) en vez de luchar por la liberación y emancipar a la vez a las masas
trabajadoras de la explotación." (...) "Si se pretende ahogar el movimiento de los trabajadores en nombre de
Cataluña o desligarlo del movimiento nacional, se divide a las fuerzas de la revolución, se prepara la derrota del
movimiento nacional, el triunfo del cual en última instancia sólo interesa y conviene a las masas populares, a los
trabajadores."]

85. "Joves d'Estat Cátala, ingresseu en el nostre Partit, que és el partit de la Revolució, de l'alliberament nacional
i social de Catalunya", decía "Lluita" en noviembre de 1934, después de recordar que siete afiliados del PCC
habían perdido la vida el 6 de octubre "per l'alliberament de Catalunya". ["¡Jóvenes de Estat Cátala, ingresad en
nuestro Partido, que es el Partido de la Revolución, de la liberación nacional y social de Cataluña!"]

86. Josep M.3 Muría publicó en "La Nació Catalana" del 25 de enero de 1936, un artículo titulado "Les dues
banderes", en el que decía: "Grácies al 6 d'octubre hemvist caure la dísfressa, amb la qual rnolts homes
amagaven llur esperit roí i malvat, disposat a totes les clau-dicacions i a totes les tra'icions. En canvi, darrera una
mateixa barricada defensant la República Catalana, várem trobar-nos, amb els homes d'Aliança Obrera, tot cor,
tot ideal, decidits ais máxims sacrificis. Aquells grans defensors de les Uibertats individuáis, i d'una classe
oprimida, son els qui millor comprenen la llibertat col-lectiva del nostre poblé. Nosaltres, defensors d'aquesta,
som els qui millor podem identificar-nos amb llurs ideáis. Difícilment es poden aplegar amb tanta comprensió
dues organitzacions distintes". ["Gracias al 6 de octubre hemos visto caer el disfraz con que muchos ocultaban su
espíritu ruin y malvado, dispuesto a todas las claudicaciones y a todas las traiciones. En cambio, detrás de la
misma barricada defendiendo la República Catalana nos encontramos con los hombres de Alianza Obrera, todo
corazón, todo ideal, decididos a los máximos sacrificios. Aquellos grandes defensores de las libertades
individuales y de una clase oprimida, son los que mejor comprenden la libertad colectiva de nuestro pueblo.
Nosotros, defensores de ésta, somos los que mejor podemos identificarnos con sus ideales. Difícilmente pueden
reunirse con tanta comprensión dos organizaciones distintas."]

87. "Noves orientacions d'Estat Cátala. Proposició de les delegacions de Lleida i de Borges Blanques, aprovada
per unanimitat al II Congrés Nacional d'Estat Cátala". Reproducido por Félix Cucurull en el volumen 6 de Pano-
rámica del nacionalisme catata, pp. 425-428.

88. Manuel Cruells: El separatisme catalá durant la guerra civil, DOPESA (Barcelona, 1975), pp. 64-68 y 78-79.

89. El número de "Octubre" del 21 de mayo de 1936 invitaba a Estat Cátala, una vez más a integrarse en el
partido socialista catalán en vías de constitución y este periódico comunista recalcaba: "Solament a condició de
l'aportació d'un formidable contingent d'obrers i camperols procedents del camp nacionalista que s'incorpora a
la lluita activa social de les masses del país, será garantida la comprensió i continuitat del partít únic del
proletariat en la lluita incansable per l'alliberament nacional i social del nostre poblé". ["Solamente a condición
de la aportación de un formidable contingente de obreros y campesinos procedentes del campo nacionalista que
se incorpora a la lucha social de las masas del país, se garantizará la comprensión y continuidad del partido

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