Está en la página 1de 3

14/10/2018 El Malpensante

Literatura
2 cartas inéditas de Raúl Gómez Jattin
Por Raúl Gómez Jattin
Gómez Jattin es ampliamente reconocido por sus versos y como protagonista de frecuentes escándalos en las
calles de Cartagena. Menos famosa es su faceta como actor y sus años vinculado al TEX, Teatro Experimental del
Externado. Un par de misivas inéditas revelan este lado de la vida del poeta.

Ilustración de Juan Pablo Sarmiento 

Jairo Sánchez, el destinatario de estas cartas, recuerda que al ingresar a la Universidad Externado de Colombia
escogió como electiva el teatro y en ese grupo, conformado y dirigido por Carlos José Reyes, conoció a Raúl
Gómez Jattin.
Mi primer trabajo con él y otros novatos fue ayudar a cargar la escenografía al resto del grupo luego de una
presentación en la Universidad de los Andes. La obra era Los viejos baúles que nuestros antepasados nos
prohibieron abrir, una adaptación realizada por Carlos José de un texto de Álvaro Cepeda Samudio.
En una institución que forma abogados, el teatro debería ser apenas una actividad secundaria, pero en esa época

el grupo y el teatro tuvieron una gran importancia. Eran tiempos de gran agitación estudiantil: convocábamos a
mítines en la cafetería y acompañábamos a los estudiantes a las marchas y manifestaciones de las que estuvieron

https://www.elmalpensante.com/articulo/1762/2_cartas_ineditas_de_raul_gomez_jattin 1/3
14/10/2018 El Malpensante

plagados los años setenta. Teatro y abogacía era una mezcla exótica, al contrario de abogacía y poesía, pues en
Colombia el derecho era casi un prerrequisito para ser poeta, una condición que, dicho sea de paso, también
cumplió Raúl.
El siguiente montaje que recuerdo fue La gran imprecación frente a los muros de la ciudad, de Tankred Dorst,
que Carlos José Reyes tradujo del francés y adaptó. Con ella emprendimos una gira universitaria y fuimos
también a Sahagún, donde hubo una verdadera estampida humana pues nadie quería perdérsela. En ese viaje
nos hospedamos en casa de la familia de Raúl en la cercana Cereté. Al semestre siguiente llegó un grupo de
muchachos de Sahagún a estudiar al Externado, pero de lejos se veía que estaban más atraídos por el teatro que
por las leyes. Raúl ya era reconocido como un gran actor. El montaje de Las monjas, del cubano Eduardo Manet,
que realizó Carlos José con nosotros en la universidad, se representó también en los teatros La Mama y La
Candelaria unas cien veces. En esa obra, que transcurre en el Haití revolucionario, Raúl hacía el papel de una
monja asesina. Esta notoriedad de Carlos José y su teatro comenzó a producir conflicto con las directivas
universitarias, quienes lo acusaban de desbordar el ámbito propio del grupo, pues casi todos los alumnos que lo
integraban, entre ellos Raúl, trabajaban también por fuera con él. Al final Carlos José fue despedido. En esa
época compartíamos mucho tiempo con Raúl, no solo un gran conversador sino un gran aficionado a la cocina.
Las directivas del Externado se negaban a nombrar un nuevo director por los problemas que según ellos les
había traído Carlos José. Raúl, que ya era un personaje en la universidad, asumió como tarea propia la
continuidad del grupo: hacía plantones al frente de la rectoría y esperaba la llegada del rector Fernando
Hinestrosa para pedirle el nombramiento de un nuevo director. Dentro de esta campaña montamos con Raúl
varias obras cortas de Bertolt Brecht, en una de las cuales yo era el protagonista: El esclavo dijo no. Estos
montajes los representábamos en el hall y en la cafetería y también fuera de la universidad. A los seis meses Raúl
fue nombrado director del grupo Teatro Experimental del Externado. Su primer montaje fue una adaptación
suya del cuento “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, de García Márquez,
en la que actuamos Miguel Durán, Roberto Salazar, Hugo Sandoval, Ángela Bonet y yo. La obra tuvo bastante
éxito y produjo la reconciliación de Hinestrosa con el grupo. Aparte, en otro grupo, Raúl participaba en un
montaje con Carlos José: Divinas palabras, de Ramón del Valle Inclán.
Después vinieron Los acarnienses, de Aristófanes, en la que nos basamos en un juego de improvisaciones para la
creación de los personajes. Esa obra ya se venía planeando desde antes de la salida de Carlos José y recuerdo
que él a veces le reprochaba a Raúl haber usado varias de sus ideas. Con esta obra fuimos al Festival de
Manizales sin estar oficialmente invitados. Conseguimos un teatro dónde presentarla y también hicimos
funciones callejeras con bastante éxito.
Raúl decidió después montar una obra de su autoría: Las nupcias de Su Excelencia. También ésta se estrenó y
representó con buena acogida del público. La obra fue escogida por la Corporación Colombiana de Teatro para
representarla en el Festival de Manizales, pese a la oposición del ala más radical de la corporación, manejada por
el Partido Comunista, y de las directivas del Externado.
Carlos José Reyes, en testimonio sobre Raúl publicado en esta misma revista, menciona ese montaje como una
obra concebida para un teatro pequeño. Cuando se presentó en el Fundadores de Manizales, un teatro muy
grande, no solo se diluyó sino que fue sometida a un implacable saboteo por parte de un grupo de estudiantes
que no dejaron de chiflar, atribuyéndole falsamente el carácter de obra oficial del Partido Comunista. Este
fracaso en Manizales no le cayó bien a Raúl. Que yo recuerde, después de esto no se volvió a representar jamás.
El último montaje que realizó Raúl en la universidad fue una adaptación suya de la obra América de Kafka, la
parte del gran circo de Oklahoma. El “estreno rosado”, como lo bautizó Raúl para mamarle gallo a cierta gente
del medio que lo acusaba de usar demasiadas telas de este color en sus montajes, se inició tarde, cerca de las
doce de la noche. Esto, sumado a las más de dos horas que duraba la función, produjo una deserción importante
en el público. Al final los actores huimos por un hueco hacia la costa, pues ya se iniciaban las vacaciones
universitarias. Atraídos por las promesas y contactos de dos integrantes, Alberto Bateman y su mujer Bella
Bibliowicz, llegamos a Barranquilla, donde cómodamente instalados en La Perla, la hermosa casa que
compartieran Alejandro Obregón y Cepeda Samudio, esperamos el día del estreno. Recuerdo la llegada de
Antonio Caro, encargado del diseño del programa. La prensa local creó una gran expectativa alrededor de la

obra. Poco antes de la función, Raúl fue requerido con urgencia por su familia en Cereté. Ese día, ya en los
camerinos, el grupo fue visitado por una delegación de la bohemia de la ciudad. Se bebió y se fumó mucha

https://www.elmalpensante.com/articulo/1762/2_cartas_ineditas_de_raul_gomez_jattin 2/3
14/10/2018 El Malpensante

bareta, lo que perturbó el desarrollo de la obra pues los actores chapoteábamos perdidos en las casi tres horas de
texto. La mayoría del público abandonó la sala. El período barranquillero había terminado con un gran fracaso.
En ausencia de Raúl, Bateman asumió la dirección del grupo y propuso viajar a su oriunda Santa Marta a
continuar la gira. Raúl alcanzó al grupo en Ciénaga, donde indignado y sin duda perturbado por la muerte de su
padre, a quien adoraba y acababa de enterrar, le reclamó a Bateman lo que él consideraba un golpe de estado
que incluía el robo de la escenografía. La crisis fue total; con un sálvese quien pueda los integrantes nos
dispersamos en todas direcciones.
La época dorada del teatro universitario, las giras y la fiesta terminaban. Ya a finales de la década la relación de
Raúl con el teatro se limitaba a planear proyectos que nunca se pondrían en escena, como se puede ver en las
dos cartas a continuación. Eran los comienzos del Raúl poeta: “La poesía es la única compañera, / acostúmbrate
a sus cuchillos, / que es la única”.
—Jorge Aldana


https://www.elmalpensante.com/articulo/1762/2_cartas_ineditas_de_raul_gomez_jattin 3/3

También podría gustarte