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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol.

2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017

Revista Kcreatinn
Creación y más
Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017
Colaboraciones: kcreatinnorg@yahoo.es
Director: Jack Farfán Cedrón
Foto: Masao Yamamoto

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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017

Ulises y Dioniso: el advenimiento del huésped como


individuación o reunión
Lucas G. Aldonati – UNSaM – Argentina

Resumen
El presente ensayo es un análisis de la figura de Ulises como huésped a partir del canto
noveno de la Odisea. En tanto ensayo filosófico, las reflexiones presentadas no buscan converger en
una fidelidad al mundo griego. Tampoco ello permite o justifica una descontextualización total de la
mirada. La lectura ontológico hermenéutica es utilizada aquí como herramienta de cuestionamiento.
Morando en algunos puntos presentes en el canto mencionado, se intentará dar actualidad o re-
significación a la obra de Homero. Con la intención de que sirva como punto de partida para pensar
nuestras problemáticas actuales.

El anhelo y la de-mora de Ulises


El retorno de Ulises a su patria no es el retorno de un hombre cualquiera como parte de su
quehacer cotidiano. El retorno de Ulises es fruto del impulso provocado por su anhelo. Una
voluntad que quiere reencontrarse con el sentir de una unidad primera. La unidad para Ulises tiene
su morada en Ítaca. Parece haber allí un sentimiento que el paso de los años y los obstáculos no han
podido disolver. Ulises desea volver. Sin embargo, sabe que al volver nada será lo mismo.
Incontables experiencias permiten deducir que el regreso a Ítaca acabará siendo una nueva aventura.
Ítaca ya no es lo que fue. Como tampoco lo es el mismo Ulises. Todas las experiencias vividas por
él, por su mujer, por su hijo y demás, los han hecho devenir seres distintos. ¿Lo espera a Ulises una
unidad futura? ¿Tiene que haber necesariamente una unidad? Cierto es que Ulises se marchó por
una ruptura y un desequilibrio. Ni cercano ni lejano. Pero las fuerzas del vendaval lo embarcaron en
una travesía de la que supo apropiarse. Ahora el problema se centra en el futuro. Futuro que se
ubica en un retorno al pasado. Quizás Ulises espera una instancia superadora de aquel tiempo de
antaño. Comodidad cotidiana que por azar y destino se rompió. Aun así, se trate de una instancia de
superación o no, cierto es que Ulises no acelera el tiempo para volver a su casa. Él busca sentirse
cerca de casa. Pero a veces, lo que no busca, es llegar a ella. Muchas veces se de-mora en su
travesía. Un claro ejemplo de ello se da cuando yace junto a Calipso. En la isla, Ulises demora el
retorno. Es decir, piensa en volver. La posibilidad está presente. Pero el peso del todavía-no es más
fuerte.
Ulises es un héroe con características particulares. No lo destaca su fuerza, sino la facilidad
para desarrollar artimañas. Ulises se hace de habilidades lo suficientemente ingeniosas para poder
superar cualquier obstáculo que se le presente. Ulises es un héroe que no deja de ser un hombre. Él
es ante todo mortal. Hablamos de un hombre que siente temor y angustia como cualquier otro. Él
mismo se reconoce como un ser finito. Ve a la muerte como posibilidad latente. Pero su angustia y
la posibilidad de morir no lo detienen en lo absoluto. Esos sentimientos lo convierten un hombre
más precavido. Ulises es un despierto que navega entre dormidos. Un despierto que naufraga por
creerse más despierto que los dioses. Pero Ulises tiene un horizonte. Hacia allí va. A su paso, a su
manera. En él, el fuego anhelante y el amor que tiende hacia el futuro no se apagan. Ulises
encuentra soluciones. Está abierto a posibilidades siempre nuevas. Ve matices donde sólo otros ven
blancos y negros. Esto sólo lo hace quien mantiene un contacto con el cielo y la tierra. La tierra lo
es todo. Ella permite obtener la vid. El ejemplo de aquel vino negro digno de dioses que otorgó
Marón a Ulises. Ese regalo constituye un elemento sagrado a través del cual se abría la posibilidad
de alcanzar a Dioniso. El dios que permite, entre otras cosas, el olvido de los límites y la ruptura de

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unidades1. La tierra en su donar ayuda a poner fundamento al caos. De lo oscuro que nace de ella el
artista puede crear una ficción útil para sostenerse en el mundo. Y, a su vez, alimentar la voluntad
que nunca se sacia.
El cielo asoma la noche para ocultar a Ulises. El héroe se confunde o se mimetiza entre las
sombras y las tinieblas. Lo hace del mismo modo en el que mar y cielo se confunden. Los sentidos
no alcanzan a percibir la diferencia. A menos, claro, que se posea la visión del águila. El cielo le
brinda también la luz y el alba. Para que, luego de un descanso en el refugio de la oscuridad, Ulises
pueda emprender una nueva marcha. No se sabe bien si la naturaleza acompaña al héroe o el destino
está marcado en él. O, Ulises comprende demasiado bien a la naturaleza. Es posible pensar en otra
pieza fundante de este círculo. Las fuerzas pertenecientes a la divinidad (Gottheit) de lo divino
(Gott)2. Fuerzas inexplicables que actúan y ejercen su poder en el mundo de los hombres. Suman su
voluntad con movimiento de juego azaroso en la tierra. No dejan de ser niños que aman y odian,
quiere y desean. Zeus y Atenea saben de castigos pero también de perdón. Así, muchas veces Ulises
y sus hombres levantan sus manos al cielo. Aclaman y reclaman con gestos. Movimientos
simbólicos en busca de la manifestación divina. En busca del padre. La figura de Zeus es exigida. El
rayo debe intervenir frente a la impotencia que ha generado Polifemo. La crueldad de sus actos no
sabe de moral ni justicia3.
En su travesía Ulises dirige. Se autodirige, dirige hombres y rige. Batalla en otras tierras.
Las saquea, las vacía y luego zarpa con sus naves. Ulises no crea ni construye. Se manifiesta con
frecuencia como pirata que opaca lo heroico que habita en él. Pirata que huye y se pierde en tierras
extrañas. A veces, tampoco alcanza el rango de pirata. Alcanzamos a ver en él a un extranjero en
busca de hospitalidad. La hospitalidad es un tema importante y constante a lo largo de los cantos de
la Odisea. Ulises cumple en diversas ocasiones el rol de huésped. Ser huésped es colocarse una
máscara especial. Un entrar en escena que requiere de ciertos elementos y rituales. ¿Qué tipo de
tradición se esconde bajo este vínculo de huésped y hospedante? El ámbito de juego se reconfigura
de una manera especial. En él, la posición y la disposición de la totalidad se tensan en un conflicto
reglado. Causas y consecuencias, posibilidades legítimas o engaños sutiles, prohibiciones, pagos y
deudas se encadenan en una serie de atenciones. El recibimiento o el rechazo hacen del tiempo un
―entre‖ que debe cruzarse. En todo ese teatro cultual se oculta y vislumbra una participación de
Dioniso. Caos y fundamento creativo de lo nuevo. El dios debe formar parte, como condición
necesaria, para la gestación de una grata bienvenida. Dioniso está cerca de Ulises. Fluye y ronda la
voluntad destructiva que yace en él. Se analizarán dos circunstancias distintas en las que Ulises
actúa bajo el rol de huésped.
A continuación, se analizará el canto número IX de la Odisea. En el mencionado canto, el
héroe Ulises arriba a la tierra de los cíclopes. Ulises y sus hombres se encuentran con el cíclope
Polifemo. Allí, se darán toda una serie de hechos en los que se da cuenta de la importancia y el
relevamiento que constituía para la cultura griega la mirada sobre el huésped. Sin embargo, vale
aclarar que de todos esos actos ceremoniosos y exigencias se seleccionaran algunas. Lo cual vale
aclarar que no agota el campo de posibilidades hermenéuticas sobre la obra ni sobre el tema
elegido.

1
―Para Hölderlin, es Dioniso, el dios del vino, el que deja este rastro a los sin dios en medio de las tinieblas de su noche
del mundo. En efecto, el dios de la vid conserva en ésta y en su fruto la esencial relación mutua entre la tierra y el cielo
en tanto que lugar donde se celebra la fiesta nupcial de hombres y dioses.‖ (Heidegger, M., ―¿Y para qué poetas?‖, en
Caminos de bosque, tr. Helena Cortés y Arturo Leyte, Madrid, Alianza, 2010, p. 201).
2
Die Gottheit entendida como la naturaleza en dios, lo que pulsa a dios a revelarse. En palabras de Schelling ―De la
voluntad libre del Espíritu, que al mismo tiempo es la del Padre, depende qué ha de salir de la ocultación y qué ha de
permanecer encerrado en ella. […] El espíritu divino despliega con tranquilidad y prudencia los prodigios de su esencia,
y todavía ahora (suavizada por la sabiduría) la fuerza retardadora o encerradora es la auténtica fortaleza en Dios.‖
(Schelling, F., las edades del mundo 1811, tr. Jorge Navarro, Madrid, Akal, 2002, p. 100.)
3
Homero, Odisea, tr. José Manuel Pabón, Barcelona, Gredos, 2000, IX, 285.
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Huésped y hospedante bajo el rayo de Zeus Hospitalario


Ulises, el rico en ingenios habló a pedido de Alcínoo acerca de su andar errante. El héroe
narró acerca de sus lutos y angustias. ¿Dónde empezar aquel relato? ¿Dónde finalizarlo? Cierto es
que la nostalgia (νόστος) no le impide comenzar con el relato. ―Ante todo mi nombre os diré, que
también de vosotros conocido se haga; y si escapo al destino, que huésped vuestro siempre sea yo,
por muy lejos que queden mis casas‖4. La importancia del nombre se hace presente desde el inicio
del relato. Pues el nombre es patrimonio. Es menester saber a quién se brinda hospedaje. En el
anonimato nadie puede recibir hospitalidad. Por ello, más avanzado el relato, la primera
preocupación de Polifemo, al notar que habían usurpado su hogar, fue saber ―¿Quiénes sois
forasteros? ¿De dónde venís por la ruta de las aguas?‖5. ¿Quién es el que llama ante la puerta?
Nombre propio, nombre del padre, de la tierra de la cual proviene. Importa el oficio, el propósito, la
inquietud, el para qué. Qué moviliza al que adviene. ¿Acaso trae noticias? Y si es así, ¿Quieren ser
oídas? El hospedante puede temer a ello. Puede deducirlo de sus manos, de la hora en que llega, del
estado en que arriba. Puede aprehenderlo de lo que delatan la profundidad de los ojos del que exige
ser recibido como huésped.
Continúa Ulises con su relato. Nombra a Calipso, la diosa que lo retuvo; nombra a Circe;
describe su paso por la patria de los cícones, Ísmaro. Tierra en la que, ensordecidos por el vino,
retrasaron la partida. Eso le costó la perdida de algunos hombres y, sumado a ello, el salir al mar
acompañado de una fuerte angustia en su pecho; luego, el paso por la tierra de los lotófagos,
quienes se alimentaban de flores y cuyo efecto de la flor hacia perder el gusto por el regreso. El
relato alcanza entonces la aparición de la tierra en la que habitaban los fieros cíclopes. En este
punto, el modo de narrar de Ulises se transforma. Es decir, toma una característica distinta. El
interés de Ulises es distinto. Retrasa su relato, lo intensifica. Bajo el movimiento circular del juego
en el que todo fluye y confluye, los cuatro elementos nombrados anteriormente reaparecen. Cielo,
tierra, divinos y mortales reaparecen en el relato para desocultar la luminosidad del mundo. Son los
elementos de la trama simbólica que asume el poeta griego. Trama que se complejiza bajo la
complicidad del olvido. Tanto en el boca a boca, como en el pasaje de la oralidad a la escritura, algo
se pierde y otro tanto se redescubre. Para ello, será necesario analizar los elementos que el rico en
ingenios nos describe.
Cielo: Luego de la pelea contra los cícones se hicieron a la mar. Descontento de Zeus pero
seguramente quizá bajo la mediación de Eolo, la niebla se presentó ante ellos. La intervención del
dios del viento tuvo como finalidad hacer confundir la tierra con el mar. Así, la noche se hizo
presente y el viento azotó su furia desmedida contra las velas sin dejar lugar a la piedad. No fue lo
sucedido algo pasajero ni tampoco mera casualidad. ―Dos noches seguidas y dos días yacimos allá
consumidos a un tiempo de fatiga y dolor. Cuando trajo el tercero la Aurora, la de espléndidos
bucles, irguiendo los palos de nuevo desplegamos en ellos el blanco velamen‖6 narraba Ulises. La
fiera corriente los arrastro de nuevo, nueve días bajo mortíferos vientos. Finalmente, en el décimo
día alcanzaron a ver la tierra de los lotófagos.
Divinos: Los cíclopes, unos seres sin ley. No comprenden el mundo a partir de lo justo o lo
injusto, del bien o del mal. La moral se revela por medio de ellos como una mera invención de los
hombres. El hombre teme al abismo y a la falta de fundamento. El cíclope, en cambio, en lo
absoluto. El hombre ve al mundo desde su propia medida. Él da valor a las cosas desde donde sus
ojos alcanzan a ver, desde el punto en el cual su mirada está situada. Ella, aguda o grave, es la que
lo condiciona todo. A veces, el mundo se le resiste a tal contradicción. Sin embargo, la voluntad del
hombre suele no doblegarse y, termina, por ende, sometiendo a la naturaleza a piacere. ¿Pero no
son acaso esos dioses griegos un intento de justificación y superación de la angustia ante la libertad
4
Op. cit., IX, 15.
5
Op. cit., IX, 250. En Eurípides la presentación tampoco se hace esperar: ―Sileno. –Te saludo, extranjero, dinos quién
eres y cuál es tu patria. Odiseo. –Odiseo de Ítaca, señor de la tierra de los Cafalenios.‖ (Eurípides, Tragedias I: El
cíclope, tr. A. Medina, J. López Férez, L. Calvo, Barcelona, Gredos, 2008, n° 102-103).
6
Ibid., IX, 73-77. En Eurípides: ―Odiseo. –Las tempestades me arrastraron hasta aquí a la fuerza‖ (Eurípides, op. cit., n°
109).
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y de la necesidad de imponer la vida frente a la nada? El espíritu griego se resuelve en clave de


armonía música. Una música que deleita el oído. Un teatro que reaviva el fuego por la vida.
Mientras tanto, el orden de los dioses no impone en los cíclopes condición ni límite alguno. Ulises
deberá lidiar contra ello. Cada cíclope impone su propio orden bajo su casa y dominios. La soledad
y su ―yo‖ no saben de pretensiones inabarcables. Su orden consiste en poder realizar su rutina sin
percances. ―Los cíclopes no tratan en juntas ni saben de normas; las cumbres habitan de excelsas
montañas, de sus cuevas haciendo mansión; cada cual da la ley a su esposa y sus hijos sin más y no
piensa en los otros‖7, describe Ulises. No niegan lo divino, pero tampoco los hace dudar ni los
retiene. Aun así, existe la excepción a la regla. Un ejemplo de ello se da cuando Polifemo,
enfurecido, clama al cielo la aparición de su padre Poseidón, para que acuda en su ayuda. ―Él,
clamando al señor Poseidón, elevaba sus dos manos al cielo cuajado de estrellas: ‗Escucha,
Poseidón de cabellos azules que abrazas la tierra: si soy tuyo en verdad y en llamarte mi padre te
gozas, has, te ruego, que Ulises aquel destructor de ciudades…‖8. Puede interpretarse aquí que al
cambiar la suerte de Polifemo, cambia también su modo de percibir el mundo.
Tierra: Los cíclopes no moran la tierra. Sólo pasan por ella sin ejercerle fuerza alguna.
―Confiando en los dioses eternos, nada siembran ni plantan, no labran los campos, mas todo viene
allí a germinar sin labor ni simienza: los trigos, las cebadas, las vides que dan un licor generoso de
sus gajos, nutridos tan sólo por lluvias de Zeus‖9. Los cíclopes tampoco fabrican naves para navegar
el mar. Ellos se han sabido conformar con el simple hecho de que sus cabras tengan el pasto
necesario para andar. Y, si el suelo es o no mezquino o que los frutos fuesen o no rendidores no es
un tema para nada de su interés. Fue idea de Ulises el reunir a sus hombres para explorar aquellas
tierras y ver quiénes eran los que allí habitaban. ¿Serán crueles y salvajes o recibirán al huésped
sintiendo el temor de los dioses? –exclamó con palabras similares el rico en ingenios. Cierto es que
allí se encuentran con el antro de un varón monstruoso, quien guardaba en su soledad una mente
perversa. En la playa quedaron los demás. Los doce mejores, escogidos por él, se pusieron en
camino. En el drama satírico de Eurípides, una vez adentrados en la tierra de los cíclopes, Ulises se
encuentra con el Sileno en la entrada de la gruta. El Sileno le advierte al héroe que los cíclopes no
son ni hospitalarios ni piadosos con los extranjeros.
Mortales: barruntaba en el espíritu de Ulises que habría de toparse con un hombre de
fortaleza colosal, brutal y sin noción de justicia ni ley. Por ello, pensando fugazmente en el cuidado
de integridad, analizó interiormente la situación. Iba con sus hombres camino a irrumpir la morada
de un desconocido. ¿Sería recibido por aquel de la manera que debe recibirse a un huésped? Ulises,
precavido, no iba a dejar que la situación lo sorprendiera. No decidió esperar a ver lo que el Zeus
Hospitalario (Ζεύς ξένιος) le guardaba10. Astutamente, se anticipó a la jugada y llevó consigo un
gran odre de cuero cabrío repleto de un dulce vino negro. Vino otorgado tiempo atrás por Marón de
Evantes. Marón, sacerdote de Apolo, a quién Ulises supo perdonarle la vida a él y a su familia. El
vino fue un regalo entre muchos. Lo significativo está en que el vino es una bebida digna de dioses.
Y, por supuesto, ninguno más en esas tierras sabía de su existencia. Hallábase presente en aquel
rojizo espeso, en aquel aroma seductor que volvía irresistible el dejar de beberlo, el dios Dioniso.

7
Op. cit., IX, 110. En Eurípides: ―Sileno. –Los cíclopes, que habitan cuevas en lugar de casas. Odiseo. -¿A quién
obedecen? ¿O tienen un estado democrático? Sileno. –Son nómadas. Nadie obedece a nadie en nada.‖ (Trad. cit., n°
118-120). También con respecto a la conducta de los cíclopes en Hesíodo se dice que Gea, ―dio a luz además a los
Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron
el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, [pero en medio de su frente había un solo ojo]. Cíclopes era su
nombre por eponimia; ya que, efectivamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la
fuerza y los recursos presidian sus actos.‖ (Hesíodo, Teogonía, tr. A. Pérez Jiménez, A. Martínez Díaz, Barcelona,
Gredos, 2006, p. 17, n° 139-147).
8
Op. cit., IX, 525
9
Op. cit., IX, 107-111. En Eurípides la ausencia del morar la tierra y de Dioniso se hace patente ya desde el primer
diálogo: ―Odiseo. – ¿Siembran -¿o de qué viven?- la espiga de Deméter? Sileno. –De la leche, del queso y de la carne
de los rebaños. Odiseo. - ¿Beben la bebida de Bromio, hecha con los jugos de la vid? Sileno. –En absoluto. Por ello
habitan un país sin danzas.‖
10
La palabra griega para huésped es xénos (ξένος) que también se utiliza para forastero, extraño o extranjero.
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Incluso el Sileno no había podido contener una exclamación acerca del hermoso olor que emitía el
vino. Pues en manos del dios del caos se puso Ulises al elegir llevar el odre. En manos de Dioniso y
no en las de Zeus11. No resultó ser Laertiada sordo a los ruegos de sus hombres. Sus hombres le
insistieron en emprender la marcha antes de la llegada de aquel que habitaba la gruta. Sin embargo,
el orgulloso héroe no quiso escucharlos. Él había llegado allí con la intención de ver a aquel. No
sólo de verlo, sino de pedirle los dones de huésped. Zeus respondería a cualquier injusticia cometida
contra un extraño. ¿Lo haría? El mortal hozó nuevamente desafiar a los dioses.
Al ser descubiertos por el cíclope, éste preguntó, sin titubear, quiénes eran y de dónde
venían. Evadiendo hábilmente las preguntas y haciendo resonar con palabrerías los oídos de aquél,
Ulises le pide ante todo a Polifemo que tenga respeto por los dioses. ―En ruego venimos; al que en
súplica llega y al huésped, amparo y venganza presta Zeus Hospital; él conduce al honrado
extranjero‖12. Estas palabras no fueron de interés alguno para el cíclope. El de un ojo respondió que
él y los de su especie en nada se cuidan de los dioses. Por el contrario, ellos se consideraban más
fuertes que los divinos. Polifemo respondió, ―no haré yo gracia alguna ni a tus hombres ni a ti
cuando no me lo imponga mi gusto‖13. ¿Pero por qué motivos iba a recibir con el don de la
hospitalidad el ser de un solo ojo al hombre de Ítaca –el cual, además de ser rico en ingenios, había
devenido también en saqueador y pirata. Como cuando confiesa al Sileno haber saqueado la casa de
Príamo o, tal como narra él mismo su paso por la tierra de los cícones, Ísmaro. Aunque, claramente,
Ulises no admitiría nunca aquellos títulos? ¿Exige Ulises a Polifemo algo que no merece?
¿Intervienen otras fuerzas en la relación de hospitalidad, de las cuales deba cuidarse Polifemo?
Podría pensarse en el destino presagiado por el viejo Eurímida Télemo.
De este modo, terminan poniendo ambos a prueba la intervención de Zeus Hospitalario.
Cada uno desde su mirada y perspectivas sobre el asunto. O Zeus cuida a Ulises por no ser recibido
de la manera que la tradición acostumbra o quizá era cierto que los cíclopes habitan el mundo lejos
de todo vínculo con lo divino y, por ello, Zeus no intervendrá. El intento por resolver la cuestión
avanza rápido. El rico en ingenios no fue jamás recibido. En ningún momento fueron considerados
por Polifemo como huéspedes. Ulises resultó ser, junto con su gente, unos meros intrusos. Esto no
es todo; Polifemo había comido a seis de los hombres de Laertida hasta el momento en que éste
logró llevar a cabo su plan para poder escapar de aquella gruta. Su ingenio consistía no sólo en la
astucia de un mortal, sino también en el vínculo que mantenía con Dioniso. Ulises comprendía que
detrás de todo orden yace un caos. Y que, aquella distancia y límite impuesto por Polifemo, sólo
podría ser superado a partir de un relajamiento del cuidado.

Dioniso: vino, caos y el ser como reunión


Si se tiene en cuenta la versión propuesta por Eurípides, la presencia de Dioniso adviene por
medio de Ulises. El héroe lleva al vino a tierras en las que el dios había sido en cierta forma
exiliado u olvidado. Al negociar el rico en ingenios con el Sileno antes de la llegada de Polifemo a
la gruta, el odre es destapado. La apertura del odre simboliza la divinización de la tierra profanada.
Dioniso se esparce como vendaval por el aire de aquella tierra en la que lo divino fue negado. Sin
dios, no hay templo. Sin dios, el templo es mera ruina que no puede albergar nada. Sin templo no
hay punto medio desde el cual se ilumine y se re-signifique la vida de la polis. El templo da sentido.
Expande su brillo desde la altura y cuida al hombre de la ausencia de fundamento. La bienvenida
del dios en el templo permite la buena voluntad de máscara. Habilita la ficción útil. Aplaude al arte

11
Ulises no pensaba hacer el intercambio con el Sileno con oro, sino con la bebida de Dioniso que llevaba con él.
―Sileno. -¡Qué palabra queridísima acabas de pronunciar! ¡con el tiempo que hace que carecíamos de ella! Odiseo. –Es
más, Marón, hijo del dios, nos ha regalado la bebida.‖ (Eurípides, op. cit., n° 140-142).
12
Op. cit., Canto IX, 269-271. En Eurípides la contracara de la exigencia de Ulises la canta el Sileno: ―¡desdichados
extranjeros! ¿quiénes serán? No saben qué clase de hombre es nuestro amo Polifemo, para haberse atrevido a poner el
pie en esta morada hostil al huésped y haber llegado, para su desgracia, a la mandíbula antropófaga del Cíclope.‖
(Eurípides, op. cit., n° 89-94.)
13
Op. cit., IX, 277-278
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de la apariencia y fomenta el error en pos de la vida. Todo ello lo es Dioniso con Apolo bajo la
mirada de Atenea. Pero aquí, de lo que primero se trata, es de la intervención destructiva de
Dioniso. Con el odre emerge el festejo y la danza a espaldas del cíclope, por parte de los sátiros. Al
de un ojo lo han tomado desprevenido. Pero Polifemo ya no puede, por más que intente, continuar
con sus quehaceres, ignorando que algo ha cambiado en el lugar. ―Cíclope. –(A los Sátiros.) ¡Alto,
apartaos! ¿Qué es esto? ¿Qué significa este jolgorio? ¿Qué quieren decir estas danzas báquicas?
Dioniso no está aquí […]‖14. ―Dioniso no está aquí‖, es negar lo evidente. El vino del odre ha sido
degustado, su olor esparcido, la danza realizada.
El principio de hospitalidad se basa en una aperturidad (Erschlossenheit). En tanto
comprensión del sí mismo y de lo otro fuera de sí, es la superación de la diferencia y de la
similitud15. La verdadera hospitalidad reclama la disolución del orden restringido de Apolo con el
fin de dar lugar a la incondicionalidad dionisiaca. Se devela como un pacto político-religioso. El
don de la hospitalidad, y el estar abierto a su posibilidad, permite superar el yo y lo otro. El
encuentro de temores y voluntades se doblega para conformar algo mayor. Para alcanzar la unidad
de un nosotros. Ya no hay yo que se abstenga a límites, ni de lugar ni de tiempo. Para que esto
suceda debe haber, ante todo, un lugar para la interrogación. Abrirse a la pregunta y aprender a
sostenerse en ella. El ejercicio filosófico acerca de qué somos y a qué dejamos paso. La pregunta
que debe trascender el sentido utilitario del ―para qué‖. ¿Acaso hay tiempo para pensar en todo? Las
posibilidades son inagotables. Aun así, el extranjero no sólo implica una situación propicia, sino
también de riesgo. Lo extraño es, en sí mismo, riesgo. Lo extraño es un gris que avanza entre la
pureza del blanco y las tinieblas de la negra oscuridad. Lo nuevo, lo extraño, es posibilidad sigilosa
que seduce e invita. El gris que se juega es un bello matiz que busca devenir en la cara del dado. El
problema de la justa medida aparece también en la Odisea, a través de la voz de Menelao, cuando
habló así: ―No sabría, Telémaco, instarte a que sigas conmigo por más tiempo si quieres partir, pues
censuro a aquel hombre que albergando a algún huésped se excede en su celo y lo mismo al que
muestra por él desamor, porque en todo hay medida […]‖16. Este hospedaje recibido por Telémaco
difiere en todo aspecto de lo sucedido con Ulises en la gruta del cíclope.
Las astutas palabras de Ulises detallan la desmedida y la ruptura vincular entre ambos. Pues
se dirigió a él con el cuenco de negro licor y le dijo: ―Toma y bebe este vino, cíclope, una vez que
has comido carnes crudas de hombre. Verás qué bebida guardaba mi bajel; para ti la traía si acaso
mostrabas compasión y ayudabas mi vuelta al hogar; mas no tienes en tu furia medida […]‖ 17. La
intención del rico en ingenios no era ya la conciliación de la unidad. Tampoco ser aceptado él y sus
hombres como huéspedes. Como si conociese la sentencia de Heráclito que dicta ―es mejor ocular la
ignorancia, pero es difícil en aflojamiento y en vino‖18; o, como describe Nietzsche con respecto a
la embriaguez, diciendo: ―estas excitaciones dionisíacas, en cuya intensificación se desvanece el
elemento subjetivo hasta rayar en un absoluto olvido de uno mismo…‖19, esperó a que el cíclope
bebiera con deleite salvaje todo el dulce licor. El cíclope bebió del licor una y otra vez. Esta pérdida
del principium individuationis yace primeramente en la misma producción de la vid. La producción
misma del vino requiere de la unidad primera; todo el que lo produce, ―mientras canta y baila, el
hombre se revela miembro de una comunidad superior: ha olvidado cómo andar y hablar; y, al

14
Eurípides, op. cit., n° 203-205.
15
―Erschlossenheit (die): «estar abierto», «estado de abierto». La Erschlossenheit indica el carácter esencialmente de
abierto del Dasein, señala el hecho de que el Dasein está abierto al mundo, a los otros y a sí mismo; y, por ende, al ser.
Esa apertura originaria, entendida como horizonte irrebasable en que previamente ya siempre nos encontramos, remite
al sentido griego de la ἀλήθεια.‖ (J. A. Escudero, El lenguaje de Heidegger, Barcelona, Herder, 2009, pp. 81-82.)
16
Homero, op. cit., XV, 67-71
17
Op. cit., IX, 347-351
18
Heráclito, Fragmentos, tr. Luis Farré, Barcelona, Gredos, 2007, p. 53.
19
F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, trad. Germán Cano Cuenca, Madrid, Gredos, 2010, p.55. A continuación
agrega Nietzsche: ―Bajo el encanto de lo dionisíaco no solamente se renueva la alianza del hombre con el hombre;
también aquí la naturaleza enajenada, enemiga o sojuzgada vuelve a festejar su reconciliación con su hijo pródigo, el
hombre‖.
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bailar, está a punto de volar por los aires‖20. La preparación-invocación del dios-vino se lleva a cabo
como ceremonia/ritual que trasciende los límites precisos del cuerpo-yo. Justamente, lo que se eleva
es la calidad artística del espíritu. Se despliega la capacidad de la voluntad que se mantenía oculta y
dormida. El cuidado se descuida. La fuerza del dios se convoca mediante la risa redentora del ebrio.
Embebido, la conducta de Polifemo se ablandó. Bajo el efecto del vino el cíclope preguntó
nuevamente al rico en ingenios cuál era su nombre, con el fin de poder hacerle un regalo de
huésped, para alegrarlo. Ulises esperó que el vino socave hasta las entrañas del cíclope. Luego, le
respondió audazmente que su nombre era Ninguno; a lo que Polifemo dijo: ―a Ninguno me lo he de
comer el postrero de todos, a los otros primero; hete ahí mi regalo de huésped‖ 21. Tras estas
palabras, Polifemo vaciló; y, efecto de Dioniso, cayó tumbado de espaldas. Se internó al instante en
un sueño profundo. Atrapado estaba Polifemo en las redes de Apolo. El Dios que otorga mediante el
sueño un hondo placer y una gozosa necesidad de no despertar de él. Rotas ya las barreras de lo
temporal, del espacio y los bloques culturales, Ulises y sus hombres continuaron con su plan.
Clavaron la estaca de olivo que venían preparando, sin llamar la atención, en el ojo de Polifemo.
Éste, despertó nuevamente y se la extrajo brutalmente del ojo. Llamó, entonces, con exclamaciones
y gritos a los demás cíclopes. Mientras tanto, la voluntad y el anhelo de Ulises se acrecentaban aún
más. La posibilidad de evadir la muerte y retornar nuevamente el viaje hacia su hogar se encontraba
más cerca.
Los demás cíclopes acudieron al escuchar la angustiosa voz de Polifemo. Al llegar al lugar
le hablaron con estas palabras desde fuera de la gruta: ―pues si nadie te fuerza en verdad, siendo tú
como eres, imposible es rehuir la dolencia que manda el gran Zeus, pero invoca en tu ayuda al señor
Poseidón, nuestro padre‖22. Finalmente los cíclopes que habían acudido por los gritos del Polifemo,
se marcharon. Por su parte, Polifemo, hundido en dolor, quitó el pedregón y se sentó en la puerta de
entrada, dispuesto a atrapar al que intentase salir. Después de lo sucedido aquella noche, la relación
de Polifemo con lo divino iba a dar un giro inesperado. Pues con la aurora llegaron también nuevos
aires. La reacción de Polifemo dará cuenta de que tanto él como las tierras en las que habitaba, no
estuvieron desde siempre alejados del mundo divino. Por el contrario, el cíclope guarda bajo la
manga una relación particular con uno de los dioses.

Tiempo de penuria: desacralización de la tierra y huida de los dioses


Luego de lograr vencer a Polifemo, sin darle muerte, sino tan sólo escapando, la suerte de
Ulises comienza a tornarse desfavorable. Recae en el rico en ingenios una maldición por parte de
Poseidón. ¿Pero qué motivos generan que Ulises se convierta en víctima de circunstancias
adversas? El problema principal es que se ha ejercido una ruptura. Un quiebre entre Ulises y los
dioses. Y, una conciliación entre Polifemo y lo divino. El quiebre entre Ulises y los dioses viene a
raíz de la risa que larga el héroe al mundo. La risa de Ulises molesta a los dioses y desacredita su
ingeniosidad. Él, no se ríe ―con…‖, sino que se ríe ―de…‖. El héroe, no satisfecho con la
efectividad del plan, se ríe de la desgracia provocada al cíclope. Abusando de su suerte reclama de
la inhospitalidad recibida. Se atribuye y goza que Zeus lo ha favorecido. Estas fueron las palabras
de Ulises: ―¡Oh cíclope! En verdad no era un débil aquel cuyos hombres devoraste en la cóncava
gruta con fiera violencia; sin remedio tenías a tu vez que sufrir un mal trato, pues osaste, maldito,
comerte a tus huéspedes dentro de tu casa. Ya Zeus se ha vengado y las otras deidades‖23. Despertó
con estas palabras la furia de Polifemo que, por cierto, ya se encontraba fuera de sí. Despertó
también la furia y la rabia del padre del cíclope, Poseidón. Cómo iba a permitir el dios que su hijo
fuera burlado de esa manera. Sus hombres intentaban retener su espíritu altivo y evitar tal
excitación, pero su orgullo sobrepasó toda advertencia. Ulises se volvió a provocarlo por segunda

20
Op. cit., pp. 56-57.
21
Homero, op. cit., IX, 369-370.
22
Op. cit., IX, 410-412.
23
Op. cit., Canto IX, 475-479.
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vez. Le gritó, entonces, su nombre y le hizo recordar, sin saber, a Polifemo, sobre antiguos
presagios hechos por un adivino, el Eurímida Télemo.
Por otro lado, son los sufrimientos y el desconsuelo de Polifemo los que lo invitaron a elevar
sus manos al cielo cuajado de estrellas y hablarle a su padre así: ―Escucha, Poseidón de cabellos
azules que abrazas la tierra: si soy tuyo en verdad y en llamarte mi padre te gozas, haz, te ruego, que
Ulises, aquel destructor de ciudades que nació en Laertes y en Ítaca tiene sus casas, no retorne a su
hogar; y si está decretado que un día vuelva a ver a los suyos, su buena mansión y su patria, que sea
tarde, en desdicha, con muerte de todos sus hombres, sobre nave extranjera; y encuéntrese allí
nuevos males‖24. La plegaria de Polifemo ha sido oída. La evidencia más clara se dará luego.
Cuando Ulises y sus hombres arribaron a la playa y se reunieron, luego del reparto de las reses, el
rico en ingenios narra que ―sólo a mí mis amigos de esplendidas grebas me dieron un cordero de
más al hacer el reparto: en la playa ofrecílo a Zeus Crónida, el rey soberano entre todos, al que
envuelven las nubes sombrías; queméle los muslos y rehusó el sacrificio, que ya meditaba el
desastre de mis naves de buena cubierta y mis fieles amigos‖25.
El sin fin de carnes y dulce vino se extendió hasta las sombras de la noche. No era este
banquete parte de un festejo por haber salvado sus vidas. Tampoco era una forma de llevar a cabo el
duelo y la pérdida de sus hombres. Ulises continuaba con vida. Ese era, al menos para él, motivo
suficiente de festín. Ya nada le impediría el derecho a disfrutar de aquel placer. Ulises se mueve
entre lo profano y lo divino. Exige y reclama de los dioses según la circunstancia. En
circunstancias, falta a su palabra. Sin embargo, escapa a sus castigos y a la furia divina. Complace y
gusta con su astucia. Incomoda con su orgullo. Todo ello lo hace ser lo que es. Sus características
tan particulares lo hacen un líder en la tierra, librada a la fortuna, que está por encima de la voluntad
de los dioses. Entre las sombras de la noche se oculta Ulises. Noche que precede a la huida de los
dioses. Ya no era tiempo de insistir, sino de esperar. El héroe presentía que la aurora rejuvenecería
el impulso por aquel anhelo de regresar a su hogar. Presentía el rejuvenecimiento de su voluntad.
Necesaria, naturalmente, para afrontar nuevas aventuras.

Bibliografía:
Escudero, J. A., El lenguaje de Heidegger, Herder, Barcelona, 2009.
Eurípides, Tragedias I: El cíclope, tr. A. Medina, J. López Férez, L. Calvo, Barcelona, Gredos, 2008.
Heidegger, M., ―¿Y para qué poetas?‖, en Caminos de bosque, tr. Helena Cortés y Arturo Leyte, Madrid, Alianza, 2010.
Heráclito, Fragmentos, tr. Luis Farré, Barcelona, Gredos, 2007.
Hesíodo, Teogonía, tr. A. Pérez Jiménez, A. Martínez Díaz, Barcelona, Gredos, 2006.
Homero, Odisea, tr. José Manuel Pabón, Barcelona, Gredos, 2000.
Nietzsche, F., El nacimiento de la tragedia, tr. Germán Cano, Madrid, Gredos, 2010.
Schelling, F., Las edades del mundo 1811, tr. Jorge Navarro, Madrid, Akal, 2002.

24
Op. cit., IX, 527-535.
25
Op. cit., IX, 550-555.
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Escena de una terracota

Paul Mendoza Malaver


I

Sujetó la espiral globosa cuyas retículas dibujaban ángulos inconexos sobre las capas
traslúcidas donde se descubría en un arcoíris sobre la estructura humedecida el ápice girando en la
espira y opacándose en las costillas verticales; sutilmente resbalando, ora hacia la izquierda; luego
se perdían por los cordones, hacia la región rugosa salpicada de formas asimétricas. Volvían a
descender, suavemente, hacia los labios, curvándose en los innumerables pliegues de la comisura,
hasta el canal sifonal. Desde allí, viraba nuevamente hacia el interior de la vidriada boca, en un
laberinto de estratos grabados por el cuerpo ausente del animal.

Durante la infancia fue el incierto caracol con sus mares y sus peces contenidos en la
sinuosa cavidad; ahora, labios bajo los labios, el estro animaba de reminiscencias ese útero,
receptáculo aún vacío y en espera, como una telaraña, que tras atrapar la mínima vibración,
multiplicaría en espejos de variaciones, invadiendo de infinitos ecos el flujo del aire.

En la absoluta soledad también reproducía el latir de su corazón, del cual renacía un espacio
sagrado, ambiguamente consagrado en honor a su Diosa.

II

Por entonces, de una visión onírica germinaba el limo; una figura que el tiempo abría en el
espacio de las formas, la condición de su presencia, su ser y su utilidad; quizás su lamento nocturno;
cuando, sola, en el taller, la luz que atravesaba la ventana la iba revisando. Voluntad de la forma,
todo lo que no repita la imagen de Dios, murmuraba, sea arrebatado por la oscuridad; y en su
letargo los días nutrían a su embrión con sus reflexiones…materia añorada de la cual provengo,
déjate acariciar, ver; no soy yo quien te lo pide; eres tú la que desea a través de mí, y eres cierta y
puedo verte rodeada por la neblina de mis miedos.

Y, sosteniendo el caracol marino lo ofrendaba con el mismo gesto doloroso; pues en lo más
íntimo de sí despreciaba el resultado imperfecto de su labor. Olas de la ensoñación, sólo olas de
silencio que van arrugando mis manos con la humedad de mi desesperación y mi anhelo, van
invirtiendo el recorrido de mi soledad en los espejos de la sabiduría. Luego daba unos pasos hacia
atrás, vencido por la cicatriz de su labor imposible.

III

Diariamente establecía un diálogo con la figura de barro. Apretando al molusco contra su


pecho, susurraba en el pabellón del oído de aquel fósil, como si posara en él el material de un
sonido primigenio y a la vez el aliento invertido de su significado... con la esperanza de alcanzar a
heredar a los poros que se endurecían otra imagen.

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Un movimiento imaginario. Quizás sea posible la inmortalidad. Como guarda este caracol
el diseño de los flujos de los océanos, del mismo modo, luego de cerrar la herida de barro, esta
figura conservará mi intimidad. No así la perfección, no así la disolución de las miradas, de la
prevalencia de la vida, del crecimiento de una riqueza y su falaz comodidad.

No arriesgaría mi alma sino luchara por conservarla, sino supiera de su certeza; y si esta
figura de barro, en su humildad, no devolviera el ser astronómico, la palabra azul de las noches
insomnes, no tratara de escamotear el intelecto.

IV

Permíteme, Diosa, urdir en el barro un tiempo, musitaba, mientras improvisaba sobre el


esqueleto, presionando con los dedos la masa; formando el torso, resbalaba por la curva del cuello
otra vez hasta las caderas, las piernas fundidas en una sola espiral; volvía a rellenar los brazos que
se extendían, implorantes.

Varias terracotas de semblantes deformes y cuerpos mutilados en el azar de su destrucción,


fingían, pulverizando el color de la arcilla, efímeros senderos hacia el ideal de perfección.

Déjame dominar el espacio. Y su mirada recorría al modelo a una distancia inexplicable y


vaga; quizás estaba perdido, y si él a sí mismo se veía, no se hallaba al alcance de ningún espejo; su
barba unida, el pelo desordenado rozándole los hombros, la ropa sorprendida por la luz de un polvo
blanco, caído en el forro del mandil; haciendo de los jirones de su tristeza, algo, además, frío y
dulce, como una taza de café. Esa arena del olvido se extendía por sobre la piel de los objetos, cada
vez más absurdos, hundidos en el silencio natural de las cosas muertas; inútiles y despojados
completamente de sí mismos ante los cuerpos rotos por la parálisis de sus defectos.

Desde allí él escuchaba, una ventana cerrábase, unas palabras avanzaban hasta detenerse
detrás de la puerta. Tal vez, un amigo llegado desde hace mucho, partía sobrecogido, enterrando un
recuerdo. Las cartas se acumulaban con despedidas o pedidos inexplicables para un hombre que
cada día, cuando las luces de la ciudad atravesaban las cortinas, caía rendido sobre el mueble,
sujetándose del borde, como para no dejar ir una apariencia, una visita, un ser querido; y se
estuviese con las palabras y los sentimientos ruborizando las mejillas; estremeciéndose con la
declaración de amor, palpitando por el roce de un cuerpo. Mientras todos eran indiferentes a su
misión, jamás lo serían al paso del tiempo; no del que se debatía en aquellos idolillos. Cíclico,
primordial, y cuya substancia reveladora de misteriosas fuerzas evocaban el retorno de un inicio
constante, sino de aquel que marcaba el deplorable devenir, construyendo y volviendo a destruir
para atormentar el sueño de la realización, estremeciéndolo en su materia con su muerte.

Descansaba. Volvía a escuchar. Veía a los animales benéficos salir de agujeros, rincones y
cajas, detrás de pomos; estar presentes cuando su mirada era sorprendida por otra; descolgándose
desde las arañas; o, sentados al otro extremo de la habitación, hombres y mujeres departiendo en
una fiesta, envueltos en la neblina de los cigarrillos. Se le acercaban, examinándolo, como si
temieran ser sorprendidos por su despertar.

Era sólo el preámbulo. Todos iban dejando las colillas sobre las mesas. Apagaban la música;
y con ello, volvía ella a la habitación. Un león descansaba a sus pies, mientras un hombre extraño
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por su apariencia de mendigo o vagabundo le repetía: no te muevas, quédate en silencio, mantén la


espalda recta; ahora respira. El animal se incorporaba y se hundía en un lugar oscuro, desde dónde
sólo se le escuchaba rugir y su resuello, última señal de su presencia, se iba desvaneciendo.

Aparecía tendida y desnuda a sus pies, deslizándose hasta llegar a su pecho. Cogía el
vestido.

Y él, sin inmutarse, dibujaba la silueta que danzaba, quedando adherida en la trasparencia el
rastro de la música de una voz unida a la torsión del cuerpo; así, uno solo era el testimonio de fe;
eternizándose en la dimensión del aire, el reflejo subsistía.

Desde el extremo más alejado, alguien avanzaba hasta la caracola y la soplaba. La


habitación se cubría con siseos de la hojarasca; confundido al rumor de fuentes, ríos, cascadas y
arroyos desembocando en un mar cada vez más próximo, rompiéndose. Cuando el silencio
acechaba entre las piedras de aquel paisaje: Ella anunciaba su palabra.

VI

Despertaba urgido por una idea más precisa; y la terracota, trabajada hasta el límite de su
perfección, se veía empobrecida, sin armonía, y era arrojada.

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3. Egon

Luis Alonso Cruz Álvarez & Eric Iparraguirre Manrique

A los dos días de esa conversación, Gabriela había llegado a dicha ciudad. Como temía el
calor, al taxista; quien le hacía preguntas mientras la llevaba a un hotel decente, y hasta el
recepcionista que la desnudaba con la mirada eran insoportables. Para colmo tuvo que soportar el
comentario estúpido de este último.
――Amiga, ¿Qué, viajas solita? ¿Dejaste a tu novio para venir aquí a vacilar‖. Con lo que
Gabriela explotó.
――¿Por qué preguntas eso?, ¿me quieres robar o algo por el estilo?; porque si es así, te
cuento que tengo el número de un tío policía en esta ciudad y no le costaría nada meterte una noche
en una celda plagada de violadores‖.
―Con lo cual, el recepcionista entendió que ese día, y el resto de los otros, el silencio sería
lo mejor.
Gabriela se instaló en el cuarto, decente y sin tantos lujos; hasta le agarró cierto cariño por
que encontró un retrato de Bruno Amadio colgado en la cabecera de la cama: uno de sus tantos
niños llorones. Se dio una ducha, se cambió de ropa y se puso algo ligero como para el calor de la
ciudad. Sacó su libro de apuntes y comenzó a leer el itinerario para su viaje y el primer punto que
debía resolver era dónde se encontraba Egon. Tenía la dirección pero necesitaba ubicarse
exactamente.
Algo que era característico de Gabriela es que se guiaba por un radar natural para encontrar
lo que quería. Así fue como, mientras caminaba (y con ella las miradas de la mayoría de hombres y
mujeres en esa ciudad) llegó a una galería que le trajo gratos recuerdos de la avenida Brasil, donde
ella compraba sus discos; así que no lo pensó mucho y entró. Como siempre, no pasó desapercibida,
y especialmente para un personaje del lugar, mitad arlequín y mitad cantante de salsa, Yonnie
Salazar. Una de las cosas más llamativas de este personaje era su capacidad infinita de no darse
cuenta que es utilizado o está quedando en ridículo. En cierta manera, era su forma de sobrevivir
ante tantos rechazos y evadir su realidad. Yonnie alquilaba el único stand que podía imprimir cosas
en A3 y A2 en toda la galería y también el más cercano a la puerta principal; así que apenas vio
entrar a Gabriela, él salió de su puesto para darle el encuentro.
―Buenos días, bella señorita; dígame en qué le puedo ayudar. Veo que busca y busca; pero
yo puedo ser su solución‖.
―Yonnie trató de dar su mejor sonrisa dentro de lo que sus amarillentos dientes podían
ofrecer.
――Bueno, si quieres ser una verdadera solución, entonces dime dónde puedo ubicar esta
dirección‖. Esto último lo dijo Gabriela sin la esperanza de una respuesta
― ―¡Pero si esta es la dirección de Egon!, ¡Él es mi pata! Es más, soy el subgerente de su
galería, la misma que usted está haciendo el honor de embellecerla con su presencia‖. Gabriela miró
sorprendida al personaje y se dio cuenta de lo grotesco que era; e inmediatamente comenzó a
calcular dos cosas, el tamaño de cada mentira que diría sobre sí mismo; y la segunda cosa, la
manera de usarlo para sus fines.
――Necesito que me des el mapa de cómo llegar a la casa de Egon‖. ―respondió como una
orden―.
――A sus órdenes señorita; pero con una condición‖. En ese momento Gabriela le iba a
responder, pero se contuvo. El fin sí justificaba, en algo, los medios.

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――Permítame acompañarla a la casa de mi amigo Egon‖. Gabriela sopesó los contras de


aceptar y vio que no serían muchos.
――Está bien, pero eso sí, no quiero comentarios tontos frente a tu amigo, porque sino, se
enterará de que ahora eres subgerente de esta galería‖. Dicho esto, Yonnie sabía que a esa mujer no
se le podía engañar ni tomar a la ligera, como sí podía con las que había en dicha ciudad. Había
descubierto a una mujer que detectaba sus errores y mentiras al vuelo y eso le produjo cierto temor.
Minutos más tarde, Yonnie cerraba su puesto y con falso aire ganador, le comunicaba a sus vecinos
de puesto, que no volvería en el resto del día. Gabriela notó ese ademán, pero sabía que era sólo otra
de las miles de fachadas que ponía en el día. Hasta le causó mucha gracia y pasó por su cabeza
tomarle una foto en esa pose, para conservar el momento, como una curiosidad de ese viaje; como
quien retrata un bicho raro que de la posible repugnancia y perplejidad, que al principio puede
causar, se pasa a la contemplación, como algo único en el universo… pero así como le vino esa
imagen, se le fue enseguida. No quería perder tiempo.
Ambos tomaron un taxi. Yonnie dirigía al conductor hacia la casa de Egon. Mientras tanto,
Gabriela se puso a pensar las formas en que podía averiguar más sobre este chico; hasta que se le
ocurrió una, y casi al unísono que se le ocurrió, Yonnie la despertó de sus cavilaciones, diciéndole
que faltaban dos cuadras para llegar. Gabriela, le pidió al taxista que parara porque ahí se iban a
bajar.
――Bella señorita, pero usted no necesita ensuciarse caminando por dos cuadras; para su
comodidad, sigamos en este taxi hasta la misma puerta‖. ―repuso Yonnie―.
――Tengo que hacer y decirte algo antes de llegar, así que paga‖.
―Yonnie inmediatamente sacó la billetera y se dio con una desagradable sorpresa, no tenía
para pagar el taxi; pues con la emoción, había salido de su puesto sin sacar efectivo. Esta situación
lo puso en aprietos y también despejó cualquier duda en Gabriela de que él era un mequetrefe de la
peor calaña al que lo usaría hasta el último momento.
――¿Qué, no tienes para pagar?, o sea ¿estas misio?... ¡debí imaginármelo!
―Tenga señor. Gabriela le extendió un billete que en definitiva merecía vuelto.
― ―Señor, no se preocupe‖
―Y dirigiendo una mirada fuerte y desafiante a Yonnie, como remarcando su superioridad,
dijo:
― ―Quédese con el cambio, por las molestias‖.
Bajaron del auto y Gabriela le comenzó a dictar su plan a Yonnie.
――Cuando lleguemos a la casa de Egon, voy a dejar que me presentes como una amiga
tuya, aunque él no lo crea‖.
――Pero, ¿no somos amigos, bella señorita?, ¿no me permitirá ese honor?‖
― ―Cierra el pico, por favor, que estoy pensando. Una vez logrado ese efecto, le pediré el
teléfono y luego el baño a Egon. Creo que me demoraré unos 20 minutos. Tu entretenlo, ¿está
claro?‖ Yonnie asintió. Se detuvo frente a la puerta de la casa de Egon; una casa muy bonita, por
cierto, y que Gabriela pudo deducir, era una de las mejores en la zona donde estaban, que a su vez
ya era una zona muy ―in‖ de dicha ciudad. En un breve momento entre que Egon bajó a abrirles la
puerta, ella pensó en cómo sería la casa de Yonnie y cómo demonios éste se decía amigo de Egon…
Cuando Egon abrió la puerta, Gabriela casi no contuvo el impulso de saludarlo y darle un
abrazo. En él notó también aquello que le atrajo de Amelié y entendió lo que Lady Darkmin le
había anunciado sobre conocer a un hombre por sus amigos; sin embargo, se contuvo y le obsequió
una de sus bellas sonrisas, lo cual ya estaba dejando en consternación a Egon. No es que él nunca
hubiera conocido chicas así; en algunos viajes que hizo con Amelié por Europa y también en
algunas fiestas ya había visto a este tipo de mujeres y hasta había tenido algún romance con una de
ellas. Pero verla en su ciudad natal no era algo que él tuviera en sus cálculos y menos en una
rutinaria tarde de miércoles… y como una cacofonía, apareció la voz de Yonnie.
― ―Hola, mi brother, ¿Cómo has estado?‖ Enseñando esa sonrisa tan característica suya.
― ―Hola, y…‖
―A lo cual Gabriela respondió.
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― ―Soy Gabriela, y tú eres Egon, amigo del amigo de Lady Darkmin, ¿verdad? Necesito
que me hagas un favor, préstame tu teléfono y no sé si después tu baño‖
― ―¡Claro! El teléfono está en la sala; y, bueno, el baño del primer piso lo están arreglando.
Así que puedes usar el del segundo que está subiendo las escaleras, a la mano izquierda, primera
puerta‖.
Ella subió rauda y Egon no pudo dejar de contemplar a la mujer que había entrado a su casa
― ―Ya vez hermano, pa‘ que veas que así somos los winners‖.
―Yonnie lo dijo con una cara tan patética como hilarante.
― La verdad es que esto me hace creer que en esta ciudad suceden cosas más extrañas que
en la misma materia oscura… ni modo; es cuestión de darlo por hecho‖, ―pensó Egon; y acotó.
―¡Pasa, Yonnie!‖
Los dos fueron a la cocina y Egon le invitó una lata de cerveza.
― ―Dime la verdad, ¿Cómo es que tú le hablaste? Y lo más importante, ¿Cómo te hizo caso
y vino hasta aquí? ―preguntó Egon―
――Mira causa, cuando eres positivo todo te va bien. A ti te falta eso, brother. Tú siempre
andas cabizbajo, piensas mucho; mucho libro… tienes que ser afanador como yo y verás los
resultados‖. Esto lo hacía mientras señalaba hacia el segundo piso donde estaba Gabriela. Gabriela,
quien no contaba con ese inesperado golpe de suerte, estar en el segundo piso de la casa; y, por lo
tanto, con mayor posibilidad de ver la intimidad de Egon, raudamente tomó el teléfono y llamó a
Lady Darkmin.
― ―Hola, estoy en el nido; y lo que es mejor, tengo disponibilidad de ir al segundo piso‖.
Después de un silencio breve, Lady Darkmin empezó
― ―Ubica el cuarto de Egon, y sácale fotos; y si es de sus libros, mucho mejor; y si ves
algún poster interesante, también tómale fotos‖. Luego de estas órdenes, Lady cortó y Gabriela
procedió a preparar la cámara.
No le fue difícil encontrar el cuarto de Egon; su intuición la llevó al tercer cuarto, el más
alejado del segundo piso, pero también el más espacioso. Como corroborando su decisión, encontró
una gran cantidad de libros, así como una cama desordenada y un piano electrónico. Encima de él,
habían unas partituras de una canción: ―Shake to Disase‖… Luego de una contemplación rápida,
comenzó su trabajo; para lo cual no dejó casi lugar sin escrutar. Pero en el último momento, cuando
estuvo a punto de guardar y bajar, algo llamó su atención, y por ello decidió sacar la cámara de
nuevo y tomar… ese objeto era una gigantografía de un foto montaje.E en la parte derecha el busto
de Escipión el Africano, en fondo negro; y al lado izquierdo de éste, un paisaje donde en un
promontorio había un legionario que llevaba un estandarte donde se leía ―Legio I Minervia‖.
Mientras Gabriela descendía por las escaleras, pensaba.
――Egon y este chico Amelie, fueron hechos el uno para el otro; si yo pudiera encontrar
alguien así…‖ Y con ese pensamiento llegó a la cocina.
――Gracias, has sido muy amable. Se nota que estás hecho al estilo de la vieja escuela‖. Ella
le soltó pícaramente ese comentario a Egon.
――Bueno, hay ciertas cosas que son generacionales; y, digamos que soy un guardián de
ellas junto con mi mejor amigo, que lamentablemente no está en esta ciudad‖. Al sentir Yonnie que
era relegado de la conversación, se interpuso.
――Bueno, chicos, qué les parece unas chelitas. Egon, saca de tu refri, que sé que tienes
bastantes‖, ―dijo esto guiñándole el ojo a ambos.
――No te molestes, Egon... ¡este tipo!‖
―Le dijo Gabriela, volteando la cabeza a Yonnie
――Algunas veces no sabe comportarse‖. Con esa respuesta, Egon tenía más curiosidad de
cómo había podido darse tal encuentro entre ella y Yonnie; pero se contuvo de preguntar. Presentía
que las respuestas llegarían en su momento.
Gabriela no pasó por alto una escultura que Egon tenía cuando todos pasaron a la sala, la figura
representaba a una gárgola llevando una piedra verde en su boca-―que belleza, y pensar que estas

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criaturas de repente existen entre nosotros‖-y como haciéndole un guiño velado a Egon-―tan
incomprendidas, pero tan sabias y por eso tan malditas‖. Esto permitió que Egon le hablara
――La verdad, ésta en particular tiene una leyenda, obviamente no es la original, pero la
reproducción es muy buena. Se dice que la mandó a esculpir el propio Paracelso, y que representa la
forma de hallar la piedra filosofal. Si ves la cara, es de un silfo, tiene una cola como salamandra,
tiene bustos como una nereida y su cuerpo es de un gnomo. Todo representa a los elementos: aire,
fuego, agua y tierra, respectivamente y lo que lleva en la boca; la piedra verde, es la proto piedra
filosofal que sale de las entrañas de esta criatura y que sólo aquel que posee el discernimiento la
puede convertir en la piedra filosofal definitiva‖.
Gabriela escuchó fascinada la explicación. Era muy raro pero sentía una mezcla de
admiración y deseo mental por Egon. No quería comprometer su misión pero se moría de ganas de
contarle que había conocido a Amelié y que estaba allí para comprobar qué tan amigos eran, y
quería decirle también que había descubierto lo alma gemela que eran ambos y cómo le encantaría
parar con ellos. Pero su ímpetu lo tuvo que frenar… y no tardó para que ese momento se quebrara
cuando escucharon una voz que venía de la cocina…
――¡A tomarnos las chelas, que se calientan, batería!‖; lo cual produjo una mueca de
desprecio y resignación en las caras de Egon y Gabriela, por lo que volvieron a la cocina.
――¿Qué planes para esta noche, mi brother?
―Bueno, yo aquí con la flaca nos vamos al Rey Azúcar a menear el esqueleto‖.
―Yonnie dijo esto con una sonrisa triunfalista que daba más pena que cólera, por lo que
Gabriela se contuvo de responder.
――Bueno, lo que es yo, me quedo aquí; tengo que terminar de leer algunos libros que tengo
pendientes desde hace un buen tiempo…‖ Y dirigiéndose a Gabriela:
――No me gusta desperdiciar el tiempo en lugares que no aportan nada a mi diversión‖.
Gabriela sintió una culpabilidad al no poder decir nada. Le hubiera encantado decirle, que no iría
allí, que prefería quedarse a leer con él los libros y tomar una botella de vino, que luego quería
probar esos labios de los que salían esas palabras; pero, siempre estaba ese pero con la misión y
nuevamente se contuvo. Gabriela no soportó más y le hizo una seña a Yonnie para marcharse.
――Bueno, ha sido un placer conocerte… ya sabes, si te animas estaremos en el Rey
Azúcar…‖ Y se lo dijo con ojos como de quien desea volver a ver a alguien, pero en otras
circunstancias. Egon los acompañó a la puerta y se despidió de ambos. Ya en la calle, Yonnie se
dirigió a Gabriela.
――Eso del Rey Azúcar era verdad, me harías un gran honor que fuéramos esta noche‖.
―Y lo poco que podía aparentar de galán a Gabriela se le hizo más a un payaso u otra cosa
burlesca.
――Bueno, iremos. Pasa por mí a las 10 p.m.‖
―Y viendo que se aproximaba un taxi, apresuró lo que iba a decir.
――Si se te ocurre demorarte, es mejor que te olvides de la cita‖.
―Y entró al taxi sin aceptar la ayuda de Yonnie, además de cerrarle la puerta del mismo en
la cara, con evidente cólera.
――Odio intensamente a la estúpida de Lady Darkmin, me mete en cada cosa; pero juro que
esta es la última vez que me usa… ¡maldición!‖
―Y con esta parte del pensamiento le sorprendió la puerta del hotel, para lo que bajó
raudamente del taxi; asimismo, subió a su cuarto para tomar una ducha y dormir, dormir mucho
porque sabía que esa noche necesitaría muchas fuerzas.
Cuando Egon fue consciente de la hora, vio que el reloj decía las diez de la noche, y en su
cabeza había contado las horas desde el encuentro. También tenía presente en dónde estaría
Gabriela esa noche, lo cual le inquietó mucho más. Por último, prendió la televisión y apareció un
video del grupo Pulp y eso fue el detonante. Se vio frente al espejo, se peinó como el protagonista
del video, se puso una camisa de seda azul, una corbata color vino también de seda, unos pantalones
de vestir negros ceñidos, sus botas zapatos y un saco negro estilo blaizer. Armado así se fue a la
guerra, como él siempre pensaba a la hora de salir.
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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017

Gabriela había despertado de su sueño y cuando vio el reloj eran las nueve de la noche. En
una hora vendría Yonnie y comenzaría su actuación de persona condescendiente.
Además ese nombre, ―Rey Azúcar‖, no le daba buena espina y le estaba martillando su
cabeza como una maldición. Para aplacar esa sensación de fastidio, se propuso salir con el mejor
vestido que había llevado, un Marchesa, de dos piezas, rayas negras horizontales sobre fondo
blanco. Se amarró el pelo y se hizo un moño alto, se delineó de negro los ojos. Boca rojo grana.
Zapatos negros taco nueve; lo que realzaba sus muslos y su figura.
Yonnie llegó puntual a las 10 de la noche. Sabía que una oportunidad de presentarse al ―Rey
Azúcar‖ con una mujer así, sería imposible que se repitiera. También abrigaba la esperanza:
después de invitarle diferentes bebidas alcohólicas, él pudiera tener la oportunidad de algo ―físico‖
con ella. Las noches en paralelo empezaban de manera distinta: esperanza, frustración y
expectación…
Yonnie nunca fue más admirado en el ―Rey Azúcar‖. Gabriela llamaba la atención de todos.
Su vestido y porte eran bien diferentes a todas las chicas que estaban en ese lugar; que por lo
general eran chicas clase media alta, acostumbradas a seguir tendencias que veían en catálogos
venidos de algún centro comercial, como muchos; o en los casos más avezados, de alguna que otra
serie muy convencional de la televisión por cable. Cualquiera que estuviera fuera de ese ámbito
podía nunca encontrar la diferencia entre ellas, bonitas todas, pero sin un brillo o algo especial que
destacar. Todas llevadas del brazo por chicos igual de comunes que un ciervo o venado en un coto
de caza en época de celo.
Y claro, ese brillo era lo que más les disgustaba a ellas. Gabriela reafirmaba su monotonía,
sus lentes vintage de lectura reafirmaban que ella leía y las demás no. Su vestido enviaba un
mensaje: ella veía más allá de la moda y ellas no. Pero lo más grave: su independencia inscribía sus
extensas, pesadas y eternas cadenas. El odio era la única moneda que podía recibir a cambio por
ellas, y la lujuria por parte de cada chico de esa discoteca.
En su fuero interno, Gabriela padecía enormemente. Contradictorio, porque su ego estaba
siendo bañado por todos lados. Odio y deseo a la vez. Pero lo que se imponía era esa sensación de
estar en el lugar menos indicado, con un payaso al costado que lo único que hacía era traer más y
más alcohol, pensando que ella se volvería más accesible. Ella, por supuesto que tomaba, pero cada
sorbo era un ladrillo más en ese muro que construía contra Yonnie.
La peor parte vino cuando Yonnie la dejaba sola por algún motivo (que era por muy poco
tiempo) y tenía que soportar las sandeces de personajes con mejor apariencia que Yonnie, pero con
la misma deficiencia mental para acercarse a una chica como ella y pensar que ella era en-ca-ma-ble
porque sí. Las palabras ―amiga‖, ―belleza‖, ―bailamos‖, ―salcita rica‖, ―traguito‖, todas eran como
balas en ese muro que repelía cada arremetida con un ―¡No!‖ rotundo; ―estoy cansada‖; ―no me
interesa‖; ―¡lárgate!‖; ―patético‖; ―voy a gritar‖. Y una larga fila de frases; que, viéndolo por el
mejor lado, desarrollaron la creatividad de Gabriela para dejar por sentado su fastidio.
Conforme pasaba la noche, Gabriela se sintió fuera de lugar; y, como un pensamiento que la
invadió, comenzó a extrañar Lima, Barranco, el Centro; la verdadera música. Y a Egon. Él era un
extraño collage que había visto en otras ciudades; lejos, y que no pensó volver a encontrar y menos
en dicha ciudad. Las palabras de Lady Darkmin pesaron mucho más.
――Para conocer el alma de un hombre, es necesario no conocer a la mujer con la que está o
con la que se acuesta; porque eso, son caretas… La mejor forma de conocer su alma es por sus
amigos‖ y Gabriela esbozó una sonrisa. Con esta última reflexión, ella decidió dejar ese lugar. Ella
sabría que un chico como Egon no aparecería ni bromeando en un sitio así; de tal manera que
esperarlo sería inútil…Y su reloj marcaba las 2:30 a.m…
――Yonnie, escúchame, me ha caído mal tanto trago. Voy al baño a vomitar‖.
―Gabriela se puso de pie.
――Reina, si deseas te acompaño hasta la puerta del baño y luego tomamos un taxi para que
te lleve al hotel‖.
―Yonnie decía esto con presteza, para ver si podía aprovechar algún momento a solas con
ella. No importaba si estuviera borracha ―según él―. Lo que importaba era estar con ella.
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――Es algo muy personal, Yonnie; así que déjame ir, recuperarme y regresar, ¿ya?‖ Y
prestamente fue al baño. Y como ya era costumbre en su viaje, cada chica la miró con ese odio que
produce el saberse un ídolo de barro frente a un gigante de acero… Allí se echó agua al rostro y a la
vez reconstruyó en su mente el local y visualizó la ruta más alejada de donde estaba Yonnie; y a su
vez, se vio más cercana a la salida… En medio de esos pensamientos, una voz la sorprendió. Por
primera vez escuchó dulzura en esa noche.
――Hola, no te quiero molestar. Te he visto toda la noche. Déjame decirte que tienes un
estilo genial. Me encanta todo en ti‖.
―La chica, recién salida de la adolescencia, lo decía con un respeto y admiración
verdaderos, que tocó el corazón de Gabriela.
――Gracias, no es necesario que me des tu nombre‖. Y, sacándose el brazalete que tenía
como remate un pequeño murciélago le dijo.
――Te lo regalo… y espero que en 10 o 20 años, esto tenga el efecto que deseo en ti. Adiós‖.
―La chica le respondió:
――¡Espera! Para salir de este lugar sin ser vista, sal por la puerta que está al costado de este
baño. Es la puerta de emergencia. Siempre está abierta… ahora sí, adiós‖.
――Siempre la vida me da la contraria cuando estoy en el hoyo, ¡já!‖ ―pensó Gabriela, e
hizo lo que esa chica le aconsejó.
Egon, se encontraba en el bar anexo al ―Rey Azúcar‖, ―El Ford T‖, desde las 11:00 p.m. Su
intento de entrar a la discoteca fue un fracaso material. Ese día, como nunca; y sin ninguna razón
aparente, la entrada costaba el triple de lo que siempre costaba, por lo que se resignó. ―El Ford T‖ le
era confortable al espíritu de Egon. Él ya había estado en ese lugar y siempre disfrutaba del
ambiente despreocupado que tenía. Por lo general, eran turistas que visitaban ese bar. Y uno que
otro artista de esa ciudad. Sin embargo, esa quietud habitual en aquella noche, había sido
interrumpida por cantidad de gente que estaba haciendo la antesala para entrar al ―Rey Azúcar‖; lo
cual era bueno para el bar, pero pésimo para Egon. Esto lo trataba de digerir con su botella personal
de cerveza. Pero algo también le martillaba la cabeza y era esa chica, Gabriela; saberla que estaba
cerca, pero… siempre el pero. Y esta vez, la entrada.
Egon se encontraba así, cuando Gabriela entró por la puerta del bar. Los ojos de todos los
que estaban allí se desviaron a ella, tanto dentro como fuera del ―Rey Azúcar‖ su porte era
demasiado para la normalidad de esa noche. La verdad es que Gabriela entró por casualidad,
escapando de ese lugar y evitando ser encontrada por Yonnie, quien minutos después de la huida,
efectivamente se puso a buscarla y preguntar por ella. Se encontró con la mirada a Egon, al fondo
del bar. Ella no lo pensó dos veces. Se fue directamente donde estaba él.
――Te busqué y te hallé‖ ―se decía ella―. Los ojos de Gabriela brillaron con una luz que
Egon no lograba adivinar.
――Vámonos de aquí, por favor. Tenemos mucho que conversar‖.
―Egon apuró la cerveza y se dispuso, raudo, a salir con ella.
Al pasar por una de las mesas, uno de los chicos monótonos les gritó ―Par de freaks‖; a lo
cual, Egon detuvo el impulso de Gabriela de decir algo. Sacó un spray pimienta de su bolsillo.
――Aquí está tu par de freak‖; rociándole los ojos con el spray pimienta al chico. Se retorció
de dolor. Lloró como lo que verdaderamente era, un niño pidiendo a su mamá y papá, para que lo
defendiera.
Al salir, Yonnie ubica a la pareja. Pensando que aún tenía alguna posibilidad de hacer algo.
――Chicos, nos vamos de aquí. Este lugar está en muere. Les propongo unos traguitos en la
casa de Egon, yo la pongo toda…
―¿Qué dices, Egon? No seas Casasola‖
―Y antes que el dijera algo, Gabriela se interpuso
――Mira, tú siempre has salido sobrando y con lo que pienso hacer con él, sales sobrando
más ¡Hasta nunca!‖ Con estas palabras, ambas salieron del radio de acción de esa atmósfera
enfermiza, y fue así como la mañana los sorprendió, abrazados física e intelectualmente. Cuatro
días después de su viaje, Lady Darkmin y Gabriela veían las fotos del viaje. ―Tienes razón, Lady
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Darkmin, Amelie es el calco de Egon y viceversa… no sé, este viaje me ha dejado pensando en
muchas cosas… ¿sabes?, me voy de viaje la próxima semana. Estaré en Chubut, especialmente en
Telsen. Creo que estaré dos meses tomando fotos y…. ya se verá‖. La piel de Lady Darkmin se
erizó. Pensaba en Gabriela. Algo lejano. Una de sus heridas que nunca terminaron de cicatrizar y
que la llevaron a tomar una decisión semejante… hace tanto… 8 años… Y después de tantos años,
sintió ternura por alguien y la abrazó con todas sus fuerzas, con todo el calor que no había dado en
mucho tiempo
–―Toma, esto es lo que te prometí. Además llévate esto también‖.
―Y Lady Darkmin le dio, junto con el libro de fotografía, un cofre pequeño que Gabriela al
abrirlo no pudo creer.
――Es tu collar con forma de escarabajo. ¿En realidad me lo quieres dar?‖ Lady, mirando al
collar y a los ojos de Gabriela; y, recordando que ese regalo era de alguien que había desaparecido
de su vida para siempre...
――Llévatelo. Es todo tuyo, porque has sacrificado un pedazo de alma en esto que te pedí‖.
―Y, para evitar demostrar su lado vulnerable y sentimental, Lady Darkmin termina.
――Y es mejor que ya te vayas y te lo lleves antes que me arrepienta‖. Así, las dos se
volvieron a abrazar y se despidieron; pero dentro de Lady Darkmin, sabía que Gabriela no
demoraría dos meses en regresar…

De: ―La Trilogía del Pensamiento Verdadero‖; novela inédita. Parte de ésta (―Pensamientos Crepusculares‖) fue
publicada en Revista Kcreatinn, Año X, Vol. 2, N°17 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2016.

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Wallace Stevens - Dos cosas de naturaleza opuesta...

Isaías Garde

http://isaiasgarde.blogspot.com.ar/

Dos cosas de naturaleza opuesta parecen depender


Una de otra, como un hombre depende
De una mujer, el día de la noche, lo imaginado

De lo real. Es este el origen del cambio.


Invierno y primavera, copuladores fríos, se abrazan
Y los detalles del arrebato llegan.

La música desciende en el silencio como una sensación,


Una pasión que sentimos, no que entendemos.
La mañana y la tarde están entrelazadas

Y norte y sur son una dupla intrínseca


Sol y lluvia un plural, como dos amantes
Que se alejan unidos en un cuerpo más vivo.

En soledad las trompetas de la soledad


No son el eco de otra soledad;
Una pequeña cuerda habla por multitud de voces.

El participante participa de aquello que lo modifica.


El niño que toca toma el carácter de la cosa,
Del cuerpo, que toca. El capitán y sus hombres.

Son uno y el marinero y el mar son uno.


Sigue tú después, oh mi compañero, mi camarada, yo mismo,
Hermana y solaz, hermano y deleite.

Notas para una ficción suprema 2, IV


Versión: Isaías Garde

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Two things of opposite natures seem to depend


On one another, as a man depends
On a woman, day on night, the imagined

On the real. This is the origin of change.


Winter and spring, cold copulars, embrace
And forth the particulars of rapture come.

Music falls on the silence like a sense,


A passion that we feel, not understand.
Morning and afternoon are clasped together

And North and South are an intrinsic couple


And sun and rain a plural, like two lovers
That walk away as one in the greenest body.

In solitude the trumpets of solitude


Are not of another solitude resounding;
A little string speaks for a crowd of voices.

The partaker partakes of that which changes him.


The child that touches takes character from the thing,
The body, it touches. The captain and his men

Are one and the sailor and the sea are one.
Follow after, O my companion, my fellow, my self,
Sister and solace, brother and delight.

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Wallace Stevens (Reading (Pensilvania), 2 de octubre de 1879 – Hartford (Connecticut), 2 de agosto de 1955)
Fuente: http://zoonphonanta.blogspot.pe/2017/07/wallace-stevens-trece-maneras-de.html

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Graffiti

Miguel Garnett

Ríos de tinta han sido gastados sobre el tema de la poesía; sin embargo, ésta sigue siendo un
concepto mercurial que escapa de una definición precisa y, por eso, estoy de acuerdo con el poeta
inglés A. E. Housman que dijo: “La poesía me será difícil definirla como sería para un perro
sabueso definir una rata”.(1) Podemos referirnos al vocablo griego para creación como el origen de
nuestra palabra poesía, y tiene razón aquel conferencista que dijo en el Ateneo de Madrid en 1921:
“La poesía es el lenguaje de la creación”.(2) Crear es la tarea de todo literato y el valor de esta
tarea es ilustrado ampliamente por el Dr. Mario Vargas Llosa en su Conferencia Nobel, “El Elogio
de la Lectura y la Ficción”. El pensador George Steiner insiste que creación es más profunda que
invención, porque lo que es creado “abre un campo nuevo”.(3) Pero, enseguida, surge la pregunta:
¿crear qué? ¿Crear algo en consonancia con, o en contra de, la razón? Pregunto esto porque se ha
dicho que “la poesía es un desafío a la razón”.(4) La buena poesía no es demasiado explícita; más
bien es implícita, y su uso del lenguaje se aleja del lenguaje común. El lenguaje común es razonable
y; a la vez, explica lo que se ve. Se mantiene en la superficie, o el exterior, de las cosas; entonces se
puede decir que es una especie de graffiti. Este lenguaje es ajeno a lo implícito, a la intuición o a lo
que en el inglés se llama insight —visión hacia lo profundo del interior—. Cuando se habla de la
poesía, el insight es esencial, porque “en todas las cosas hay una palabra interna, una palabra
latente, que está debajo de la palabra que las designa. Esa es la palabra que debe descubrir el
poeta”.(5) O, como ha dicho otro autor: “La poesía es y será siempre una iluminación interior, una
videncia, un transporte exaltado que eleve el alma a la región de lo esencial”.(6) Y he aquí mi
problema como escritor: veo, describo, e intuyo algo de la tarea del poeta —pero siento que no
logro aquella profunda penetración creativa que la poesía requiere—. Me quedo en la superficie, en
el exterior; por eso, siempre me he desistido de llamarme poeta y considero que más que poesía,
mis escritos son graffiti.

1.Rev. “Orfeo”. No. 1, Oct. 1963, Santiago de Chile, Chile.


2.Internet —Poesía— (No se menciona el nombre del conferencista)
3.George Steiner. Grammars of Creation. Pág. 14. Faber & Faber, 2001, Londres, R.U.
4.Internet, Ibid.
5.Ibid.
6.Manuel Moreno Jimeno. Revista “Esparavel”. No. 28, Nov. 1969, Bogotá, Colombia.

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SÍ SOY POETA

Si soy poeta, ¿cuál es mi tarea?


Veo a los enamorados
e invoco a Eros para lanzar mis flechas.
Veo la belleza del orbe:
los riachuelos y el mar,
montañas, bosques y praderas,
e invoco a Ceres para plasmar mis loas.
Veo las aves y mi espíritu con ellas vuela.
Veo las flores y mis palabras desean exhalar perfumes.
Vibro en sintonía con todo lo hermoso, lo noble,
lo digno del ser humano y de la Madre Tierra.
Sí, todo esto quiero pintar con mis palabras.
Pero, también, si pretendo ser poeta,
sé que hay algo más radical,
más comprometido;
me toca ser profeta.
Entonces,
es mi misión ver con ojos claros nuestro mundo
y nuestra sociedad,
no solo en su belleza y hermosura,
sino en su fealdad,
en su injusticia, en su explotación,
en su afán de guerra y de destrucción.
Mi misión es desenmascarar a los fantoches estatales
y revelar lo que significan realmente sus palabras;
ver detrás de los informes oficiales,
de las propagandas comerciales,
y de los ofrecimientos de los políticos.
Sí, el poeta, como el profeta,
anuncia y denuncia.
Anuncia lo bueno y lo bello.
Denuncia las hipocresías, las evasiones e invasiones,
los males de un mundo
donde sobra la comida y millones pasan hambre,
donde abundan los conocimientos
y millones se hunden en la ignorancia,
donde hay propagandas sin fin
que pretenden hacernos felices
y nos aplastan en la infelicidad.
Para cumplir mi misión,
no solo debo ser perspicaz y ver la realidad,
ver también lo que hay debajo de la superficie,
para luego comentarla con palabras precisas,
duras, irónicas, o mordaces quizás,
sino hace falta hacerlo con cariño y humor.
Es fácil reírse de los otros,
pero yo también soy uno más en este mundo,
con mis debilidades y mis infidelidades,
y, ¿por qué no decirlo?,
mis prejuicios y mis estupideces.
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Sé que no soy práctico, como los políticos y los negociantes.


Sé que al poeta no le toca tener poder,
tampoco de ser rico en los bienes materiales.
Lo que me toca es ser sincero, usar insight, y tener compasión.
Solo así tendré el derecho de pretender ser poeta.

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PAISAJE

Vista hermosa bajo el cielo azul:


montañas distantes que en el horizonte se disuelven;
cerros ocres y rojizos, bosques de verde oscuro,
y sembríos dorados a punto de cosecha.
Un río cristalino,
entre los pastos y las chacras, serpentea,
de sauces bordeado,
centelleando en el sol;
ganado tranquilo pastando.

Bajo mis ojos a los campos de maíz en choclo,


al borde la carretera:
botellas a montones, platos descartables,
arrojados de los ómnibus
que van y vienen de la capital;
bolsas plásticas y latas oxidadas;
una cocina reducida a chatarra y
un colchón podrido, nido de ratas.
Como un video porno,
al toque de un Midas diabólico,
la belleza del paisaje se troca en una pesadilla.
Los ojos se encuentran violados,
olor a muerte asalta las narices.

¡Mierda!
¡Así tratamos la creación de Dios!

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LOS INCONSCIENTES

A gran velocidad, en una 4 por 4 y humareda negra, fuimos a pasarlo


Bien, —gracias a nuestra exitosa mina aurífera informal, (Dicen que
Contamina; ¿Qué importa si da buena plata?) — en un campo bello,
Do hay un río y, en las peñas, petroglifos. Hasta saciarnos, comimos
El suculento pollo a la brasa en platos descartables y encendimos una
Fogata de ramos, arrancados a machetazos. Cerveza en latas, licores,
Gaseosas en botellas plásticas, y aun estampadas servilletas de papel,
Había. Después, al ritmo de rock metal al máximo volumen, fuimos
Impulsados a bailar —aplastando flores con zapatillas de marca— en
Jeans sexy (¿fabricados al sudor de gente explotada? No lo sé). Un
Karaoke nos divirtió y, riendo, nos liberamos del estrés. Alucinados
Luego, con tragos variados y fumando pitos, nos entregamos al amor.
Llenos de alegría, ya nos sentimos emancipados y dueños del planeta.
Macanudo fue echar al río huesos, platos, servilletas, latas, y botellas.
Nuestra jarana fue como una descarga nuclear, y provocó a asustados
Ñacundas a volar —dianas fáciles para nuestras hondas—, cuyo trino
Ofrecía un coro plañidero por sus muertos, así también por graciosos
Peces, del río sacados a petardos. A brochazos de pintura látex, roja:
¡Qué bien borrar los enigmas rupestres del ayer con graffiti nuestros!
Reíamos, pintando mensajes como: “Juan y Rosa, enamorados para
Siempre”. Pronto después, sentí como si la Pachamama se revelara,
Tristemente nos increpara, levantando una voz cansada que protestó:
“Ustedes saben, hay unos pocos en esta fiesta, pero sobre mi corteza
Viven algo más de seis billones, —según estadísticas dadas por la
WEB datos mundiales—. Por eso, actuando así, devastan el sublime
Xanadú: ese Edén hermoso, limpio y vital, que he querido ofrecerles.
Y me pregunto, si pueden recapacitar, antes de que creen una estepa
Zarzal, inhóspita, inhabitable, sucia y sofocante, do todos morirán.”

Notas:

Ñacunda: Ave de color ocráceo claro y gris, con el vientre blanco, que vive en amplias zonas de
América del Sur.

Xanadú: Palacio veraniego de Kublai Khan, Emperador de China,1215-1294. Tema de un poema


del poeta inglés, Samuel Taylor Coleridge y también, nombre de la mansión fastuosa del
protagonista del filme de Orson Welles, Ciudadano Kane.

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LA SOCIEDAD DE CONSUMO

En la guerra, la violación es un arma.


Después de matar a los hombres, se viola a las mujeres,
para que lleven en sus entrañas la semilla de los verdugos
que asesinaron a sus maridos e hijos,
y de ellas nacerán bastardos.
Así es la Sociedad de Consumo, nos viola.
Mata nuestros gustos personales
y mete por la fuerza la semilla de sus productos,
creando así bastardos apetitos.
En vez de comer papas y choclos de nuestra serranía,
o tomar chicha de jora fermentada,
nos inducen a comer enlatados
y beber, si no whisky, cerveza, por lo menos.
Que ya no estemos pensando
en las leyendas contadas por los mayores,
de los apus y de los shapingos,
de los zorros mafiosos,
de las aves habladoras,
o de otros animales inteligentes,
sino en los dibujos animados violentos
y en películas de acción, donde se matan por docenas.
La propaganda comercial
nos incita a ser más sexy, con tal champú o tal jabón;
nos incita a ser más machos, tomando tragos
o manejando un auto de último modelo.
Nos muestra un mundo feliz, donde todos gozan
de comida abundante, de dinero y salud,
o de una hermosa casa llena de artefactos.
Gracias a las computadoras, al Internet y a los celulares,
podemos comunicarnos virtualmente con el mundo entero
aislados del mundo real.
Así quedamos solos y violados,
albergando la semilla de vida ajena, bastarda,
que esta sociedad de consumo impulsa.

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COMIDA AL PASO

Un foco en la puerta ilumina un portátil quiosco,


desde donde surge una cargada aroma
de salchipapas,
de hamburguesas y de los hot dogs.
Clientes hambrientos compran,
mientras otros consumen cebiche con frito,
en un puesto al costado.
Han caído en la calle platos descartables,
palitos, vasos y servilletitas de papel,
muestras de una clientela satisfecha
que ya se ha ido a casa
para nutrirse de las ofertas de la T.V.:
—cable o directo para los más afortunados,
y para el resto, los canales nacionales—.
Éstos ofrecen el limitado menú de siempre:
fútbol, fútbol y más fútbol,
un talk show,
—donde los personajes se comen entre ellos—,
un grupo musical con bailarinas apenas vestidas,
o la última novela —donde también se comen—.
Un comentarista nos informa cómo un funcionario
se ha comido el dinero destinado para una obra pública.
A pocos pasos, algunas chicas se reclinan contra la pared,
mastican chicles y ofrecen sexo barato,
esperando a los clientes hambrientos de un rato de placer.
Una madre soltera sentada en la vereda,
—sus dos niños llorando con el dolor del estómago vacío—
vende caramelos.
Pasa un canillita gritando:
—Accidente en la Panamericana, ¡cuarenta muertos!
¡Policía se suicida!
¡Asaltan juerga gay y matan a tres!
¡Drogas, HIV y Sida!
¡Congresista miente!
¡Coimas por doquier! —

Así nos alimentamos, todos los días, con la comida al paso.

Cajamarca, julio de 2017.

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Opúsculo para concienciar la imaginación

Paul Mendoza Malaver

El lenguaje poético, la imagen poética, es una estructura estética, y por lo tanto de


sensibilidad, cuyos niveles de relaciones profundizan a través de los sustratos de la mente
impulsadas por leyes dinámicas.
1. Un punto de metáfora es desarrollable.
2. El punto de metáfora implica un canal abierto en el espacio de un sustrato de la
mente
3. El espacio de la mente implica la duración de la imagen.
4. La representación del espacio y del tiempo de la sensibilidad es un continuo
Las formas desarrollables poseen ser (el estrato último de la mente inconsciente posee ser).
Las formas desarrollan leyes de relación; son en sí mismas identidad. Toda forma de desarrollo, así
discriminada, crea nuevas leyes para sí.
Una imagen de estructura sensible aparece desde un punto de metáfora. La imagen de
estructura sensible al desarrollar su idea adquiere identidad trascendental, esta es la ley de relación,
la trascendencia; la imagen de estructura sensible (imagen poética) apunta a construir lo imposible,
lo indecible.
El modelo de la imagen de estructura sensible (punto de metáfora) es seminal.
El modelo seminal posee una dinámica de eros.
El deseo es el alma del modelo seminal.
Un punto de metáfora para ser desarrollable contiene profundidad.
Para ser desarrollable la estructura dinámica adquiere energía del deseo.
El deseo es sensibilidad del vacío.
El vacío es.
La evocación última del punto de metáfora es la imagen arquetípica.

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Manifiesto quinceañero

Azaray
http://calacypolanco.blogspot.pe/

Un inmenso orgullo nos hinchaba el pecho y nos sentíamos erguidos y solos como faros o como centinelas en la
avanzada, de frente al ejército estelar nuestro enemigo, acampado en su vivac celeste. Solos con los fogoneros en las
entrañas fulmíneas de los grandes navíos, solos con los negros fantasmas que se abaten en el vientre rojo, incendiado,
de las histéricas locomotoras, solos con esos seres embriagados que pegan con sus alas en los muros.

Marinetti, ―Le futurisme‖

Apelas a la metafísica de los quince años para desacreditar un universo de estrellas


falsamente iluminadas, un holocausto sonoro, un infierno idílico, la bella mano que se escurre entre
los vasos para aferrarse al único, al suyo. No te das cuenta del universo que destruye tu descaro, de
la condena al fuego de miles y miles de palabras, millones y millones de carácteres, billones y
billones de funciones echadas a perder en unas míseras palabras: ―metafísica de los quince años‖.
Quince, kinc, 15, fifteen; de nuevo quince, siempre quince, paradigma de la hormona, del calor, de
la jovialidad, del orgullo al que cantaba Marinetti ululando como una locomotora furiosa entre las
callejuelas urbanas. Divina osadía cruel la del crítico que perdona o mata en cuatro golpes de voz
adormecidos entre vacuas columnas de tinta, vacuas fotos, vacuos diseños en buen, o mal, papel.
Mon amour, no repitas la condena, no eternices en las tinieblas el consagrado orgasmo de la faringe
revelando el encriptado espejo: alma del artista, le dicen a la obra, y yo grito al cielo de multitudes,
frenético cielo aún más encriptado, ¡¿Dónde queda el artista una vez des-almado?! ¿Acaso no te das
cuenta de que la frenética canción del poeta se ha convertido en un murmullo?

Vacua sonoridad lapidan tus años a la metafísica de los quince años. Mas yo me resisto,
impugno la condena, repudio tus palabras y emprendo una diatriba, una defensa, un olvido
merecido para un alma que sólo aspira al réquiem de la soledad multitudinaria, y al ritmo de retretes
adornados de fiesta y fluidos. Precisamente en un mundo vacuo sólo hay lugar al lamento, a la
pérdida del alma, a la querida y añorada metafísica, al sabor de los orígenes, al desencadenante de la
carne, de las drogas, del alcohol, donde la vida es uno de esos pequeños vicios que degeneran. Sí,
exacto. El alma ha sido atropellada por la fiera locomotora, los muchachos ya no tienen un pecho
hinchado y orgulloso, ni impugnan sagradas y heredadas fuerzas; hoy los muchachos se deshinchan,
se desllenan, se vacían al fin de al cabo, porque se han dado cuenta de que dentro del ombligo hay
un pequeño vacío que nunca podrá ser rellenado. La obra ya no es alma, es vástago, sirviente, hijo
bastardo y altanero que asesina al creador, ese Dios destronado e impostado. Ya no hay sentido que
gobierne a sus vástagos, las letras se rebelan ante la lógica del sentido. El sentido se ha esfumado
dejando un pequeño hueco dentro del poeta, quien grita como loco buscándolo entre edificios y
calles multitudinariamente deshabitadas. No oses enfrentarte a la tierna metafísica de los quince
años, al tierno refugio del falso sentido, de las mentiras, a la pequeña realidad velada en el ombligo:
vacuas palabras suenan en nuestras cabezas.
Al fin de al cabo, la belleza fonoridad de los signos está en su falta de sentido.

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Tres poemas
Milton Bladimir Bravo Ordaz

Volvamos
¿Qué nos pasa?
¿Por qué pareciera de pronto
que el aire nos abandona?
¿Por qué grita el silencio pálido
sumergido en nuestras bocas?
¿Por qué como otras veces
se nos fue de repente la risa?
Sucede que como antes
la noche otra vez trae
sus redes de naufragio.
Sucede que tus alas de paloma
quieren volar como
cuando antes volaron.
No te vayas, amada.
No me dejes ni un instante
sin tus ojos de nácar amarillo.
No te vayas
dejando mi sombra anónima,
mis manos,
mis palpitantes venas.
Volvamos a unirnos,
a atar nuestras cinturas,
corramos las calles arqueadas
como dos formas de avena pura
bajo el infinito sol diurno
y la luna desnuda.

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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017

A una desconocida
Entre fuego y fuego
te busco para contactar tu forma,
tus manos todas,
tu cintura,
tus suaves pies harina.
¿Qué ave me lleva a ti?
¿Qué camino?
¿Qué ruta inédita?
Tiene tu vientre el color de la luna.
Tus delgadas piernas
fueron hechas de la madera,
nadie encuentra el color y el brillo
de tus uñas en el nácar.
No hay alondra igual a ti.
No hay diamante,
río,
engendrada rosa.
Pero yo no sé cómo es esto.
¿Qué lejano país habita tu cuerpo?
¿Qué calles caminan tus pies de trigo?
Volaré el humo,
los volcanes,
el cielo nocturno,
el nocturno cielo,
y contactaré tu piel
y terminarán mis alas,
cerradas,
en tu pecho de luna de oro.

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Panegírico al anillo
La trabajada medida de
tu círculo,
el territorio que comprendes
con tu resistida amarra,
tu aroma de luz y oro quemante.
Eres el que soportó
la espada del relámpago
que rompió la red
de tu color de madera
y se multiplicó
por tus venas,
entonces la cascada te entregó
su extensión y
su espuma metálica,
el agua
el brillo de plata
de su fuente abrazadora.
No hay brazo que amplifique
tu contención simple,
no hay país,
montaña,
continente multiplicado.
Tú contienes los árboles,
los caminos,
las ciudades,
la tierra enmarañada.
No hay infinito, no hay.
No hay límites, no hay.
Eres el que lo puede todo.
Eres el libre,
El que une
y separa,
el que vive en infinitas substancias
y que tiene un solo nombre:
anillo.

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†Dolor cajamarquino

Hasta siempre maestro Andrés Zevallos

Daniel Sáenz More

Cajamarca es cuna de grandes artistas e intelectuales. Mario Urteaga, José Sabogal, Juan
Villanueva, Camilo Blas i Andrés Zevallos de la Puente son los principales nombres que nos
representan en el campo de la plástica con sus maravillosas obras en los principales museos del
mundo.
Andrés Zevallos nació el 30 de diciembre de 1916 en Campodén (Contumazá) i hoi 7 de
abril de 2017 ha fallecido a los 100 años en Cajamarca. Sus largas vivencias en el mundo rural le
permitieron plasmar originales visiones del mundo en sus pinturas. Estudió en la Escuela Nacional
de Bellas Artes (1937-1941) bajo la dirección de José Sabogal, durante el apogeo del Indigenismo
peruano, pero decidió seguir un camino propio para afirmar la impronta estilística que le
caracteriza, i volvió a Cajamarca, donde se dedicó a la enseñanza en el colegio San Ramón i años
después asumió la dirección del Instituto Nacional de Cultura, filial Cajamarca. "Si yo me hubiese
quedado en Lima a lo mejor me hubiera embotado. Pero salí de allí y me adentré en esta vida mía
que es la vida de mi pueblo, queriéndolo más, hasta el punto de teñir toda mi obra con esa vivencia
que solamente en el campo pude recibir. Mi preocupación constante es volver la mirada a la
experiencia del hombre peruano en sus raíces más antiguas, porque lo que es e hizo no se agotó ni
desapareció en la conquista, solamente se interrumpió. Mi sangre es su sangre y mi responsabilidad
es, como artista, hacer conocer a mi pueblo" (en "Claroscuro", Mónica Buse, p.160) Zevallos ha
pintado obras en óleo, acrílico, carboncillo, acuarelas, pastel i también ha incursionado en el
grabado. Como escritor, a Zevallos le debemos la exquisita versión de los "Cuentos del tío Lino",
hermosa recreación de la oralidad cajamarquina con múltiples ediciones. También es autor del
"Boceto biográfico del pintor Mario Urteaga" i de "Tres pintores cajamarquinos: Mario Urteaga,
José Sabogal y Camilo Blas", además de la primera "Antología de la Poesía Cajamarquina" i
"Belén", un breve estudio sobre la barroca iglesia i el hospital colonial. La biografía de Andrés
Zevallos es mui amplia i le cupo a Mónica Buse novelarla bajo el título de "Claroscuro", en cuyas
páginas afirma acertadamente que "Su pintura es un himno a la naturaleza y a la riqueza del mundo
rural cajamarquino". Hoi viernes 7 de abril, a las 7:30am, don Andrés falleció en su casa del jirón
La Mar, en Cajamarca. Sus restos serán velados en la Iglesia Belén, sede de la Casa de la Cultura
que don Andrés dirigió por muchos años.
¡Descanse en paz, maestro!

Extraído de: ―Al Rescate de Caxamarca‖


https://www.facebook.com/AlRescateDeCaxamarca/photos/a.1401506623444476.1073741828.1392357851026020/184
8238755437925/?type=3&theater

Foto: Andrés Zevallos de la Puente (archivo familiar).

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