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Revista Kcreatinn
Creación y más
Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017
Colaboraciones: kcreatinnorg@yahoo.es
Director: Jack Farfán Cedrón
Foto: Masao Yamamoto
Foto:
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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017
Resumen
El presente ensayo es un análisis de la figura de Ulises como huésped a partir del canto
noveno de la Odisea. En tanto ensayo filosófico, las reflexiones presentadas no buscan converger en
una fidelidad al mundo griego. Tampoco ello permite o justifica una descontextualización total de la
mirada. La lectura ontológico hermenéutica es utilizada aquí como herramienta de cuestionamiento.
Morando en algunos puntos presentes en el canto mencionado, se intentará dar actualidad o re-
significación a la obra de Homero. Con la intención de que sirva como punto de partida para pensar
nuestras problemáticas actuales.
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unidades1. La tierra en su donar ayuda a poner fundamento al caos. De lo oscuro que nace de ella el
artista puede crear una ficción útil para sostenerse en el mundo. Y, a su vez, alimentar la voluntad
que nunca se sacia.
El cielo asoma la noche para ocultar a Ulises. El héroe se confunde o se mimetiza entre las
sombras y las tinieblas. Lo hace del mismo modo en el que mar y cielo se confunden. Los sentidos
no alcanzan a percibir la diferencia. A menos, claro, que se posea la visión del águila. El cielo le
brinda también la luz y el alba. Para que, luego de un descanso en el refugio de la oscuridad, Ulises
pueda emprender una nueva marcha. No se sabe bien si la naturaleza acompaña al héroe o el destino
está marcado en él. O, Ulises comprende demasiado bien a la naturaleza. Es posible pensar en otra
pieza fundante de este círculo. Las fuerzas pertenecientes a la divinidad (Gottheit) de lo divino
(Gott)2. Fuerzas inexplicables que actúan y ejercen su poder en el mundo de los hombres. Suman su
voluntad con movimiento de juego azaroso en la tierra. No dejan de ser niños que aman y odian,
quiere y desean. Zeus y Atenea saben de castigos pero también de perdón. Así, muchas veces Ulises
y sus hombres levantan sus manos al cielo. Aclaman y reclaman con gestos. Movimientos
simbólicos en busca de la manifestación divina. En busca del padre. La figura de Zeus es exigida. El
rayo debe intervenir frente a la impotencia que ha generado Polifemo. La crueldad de sus actos no
sabe de moral ni justicia3.
En su travesía Ulises dirige. Se autodirige, dirige hombres y rige. Batalla en otras tierras.
Las saquea, las vacía y luego zarpa con sus naves. Ulises no crea ni construye. Se manifiesta con
frecuencia como pirata que opaca lo heroico que habita en él. Pirata que huye y se pierde en tierras
extrañas. A veces, tampoco alcanza el rango de pirata. Alcanzamos a ver en él a un extranjero en
busca de hospitalidad. La hospitalidad es un tema importante y constante a lo largo de los cantos de
la Odisea. Ulises cumple en diversas ocasiones el rol de huésped. Ser huésped es colocarse una
máscara especial. Un entrar en escena que requiere de ciertos elementos y rituales. ¿Qué tipo de
tradición se esconde bajo este vínculo de huésped y hospedante? El ámbito de juego se reconfigura
de una manera especial. En él, la posición y la disposición de la totalidad se tensan en un conflicto
reglado. Causas y consecuencias, posibilidades legítimas o engaños sutiles, prohibiciones, pagos y
deudas se encadenan en una serie de atenciones. El recibimiento o el rechazo hacen del tiempo un
―entre‖ que debe cruzarse. En todo ese teatro cultual se oculta y vislumbra una participación de
Dioniso. Caos y fundamento creativo de lo nuevo. El dios debe formar parte, como condición
necesaria, para la gestación de una grata bienvenida. Dioniso está cerca de Ulises. Fluye y ronda la
voluntad destructiva que yace en él. Se analizarán dos circunstancias distintas en las que Ulises
actúa bajo el rol de huésped.
A continuación, se analizará el canto número IX de la Odisea. En el mencionado canto, el
héroe Ulises arriba a la tierra de los cíclopes. Ulises y sus hombres se encuentran con el cíclope
Polifemo. Allí, se darán toda una serie de hechos en los que se da cuenta de la importancia y el
relevamiento que constituía para la cultura griega la mirada sobre el huésped. Sin embargo, vale
aclarar que de todos esos actos ceremoniosos y exigencias se seleccionaran algunas. Lo cual vale
aclarar que no agota el campo de posibilidades hermenéuticas sobre la obra ni sobre el tema
elegido.
1
―Para Hölderlin, es Dioniso, el dios del vino, el que deja este rastro a los sin dios en medio de las tinieblas de su noche
del mundo. En efecto, el dios de la vid conserva en ésta y en su fruto la esencial relación mutua entre la tierra y el cielo
en tanto que lugar donde se celebra la fiesta nupcial de hombres y dioses.‖ (Heidegger, M., ―¿Y para qué poetas?‖, en
Caminos de bosque, tr. Helena Cortés y Arturo Leyte, Madrid, Alianza, 2010, p. 201).
2
Die Gottheit entendida como la naturaleza en dios, lo que pulsa a dios a revelarse. En palabras de Schelling ―De la
voluntad libre del Espíritu, que al mismo tiempo es la del Padre, depende qué ha de salir de la ocultación y qué ha de
permanecer encerrado en ella. […] El espíritu divino despliega con tranquilidad y prudencia los prodigios de su esencia,
y todavía ahora (suavizada por la sabiduría) la fuerza retardadora o encerradora es la auténtica fortaleza en Dios.‖
(Schelling, F., las edades del mundo 1811, tr. Jorge Navarro, Madrid, Akal, 2002, p. 100.)
3
Homero, Odisea, tr. José Manuel Pabón, Barcelona, Gredos, 2000, IX, 285.
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Op. cit., IX, 110. En Eurípides: ―Sileno. –Los cíclopes, que habitan cuevas en lugar de casas. Odiseo. -¿A quién
obedecen? ¿O tienen un estado democrático? Sileno. –Son nómadas. Nadie obedece a nadie en nada.‖ (Trad. cit., n°
118-120). También con respecto a la conducta de los cíclopes en Hesíodo se dice que Gea, ―dio a luz además a los
Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron
el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, [pero en medio de su frente había un solo ojo]. Cíclopes era su
nombre por eponimia; ya que, efectivamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la
fuerza y los recursos presidian sus actos.‖ (Hesíodo, Teogonía, tr. A. Pérez Jiménez, A. Martínez Díaz, Barcelona,
Gredos, 2006, p. 17, n° 139-147).
8
Op. cit., IX, 525
9
Op. cit., IX, 107-111. En Eurípides la ausencia del morar la tierra y de Dioniso se hace patente ya desde el primer
diálogo: ―Odiseo. – ¿Siembran -¿o de qué viven?- la espiga de Deméter? Sileno. –De la leche, del queso y de la carne
de los rebaños. Odiseo. - ¿Beben la bebida de Bromio, hecha con los jugos de la vid? Sileno. –En absoluto. Por ello
habitan un país sin danzas.‖
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La palabra griega para huésped es xénos (ξένος) que también se utiliza para forastero, extraño o extranjero.
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Incluso el Sileno no había podido contener una exclamación acerca del hermoso olor que emitía el
vino. Pues en manos del dios del caos se puso Ulises al elegir llevar el odre. En manos de Dioniso y
no en las de Zeus11. No resultó ser Laertiada sordo a los ruegos de sus hombres. Sus hombres le
insistieron en emprender la marcha antes de la llegada de aquel que habitaba la gruta. Sin embargo,
el orgulloso héroe no quiso escucharlos. Él había llegado allí con la intención de ver a aquel. No
sólo de verlo, sino de pedirle los dones de huésped. Zeus respondería a cualquier injusticia cometida
contra un extraño. ¿Lo haría? El mortal hozó nuevamente desafiar a los dioses.
Al ser descubiertos por el cíclope, éste preguntó, sin titubear, quiénes eran y de dónde
venían. Evadiendo hábilmente las preguntas y haciendo resonar con palabrerías los oídos de aquél,
Ulises le pide ante todo a Polifemo que tenga respeto por los dioses. ―En ruego venimos; al que en
súplica llega y al huésped, amparo y venganza presta Zeus Hospital; él conduce al honrado
extranjero‖12. Estas palabras no fueron de interés alguno para el cíclope. El de un ojo respondió que
él y los de su especie en nada se cuidan de los dioses. Por el contrario, ellos se consideraban más
fuertes que los divinos. Polifemo respondió, ―no haré yo gracia alguna ni a tus hombres ni a ti
cuando no me lo imponga mi gusto‖13. ¿Pero por qué motivos iba a recibir con el don de la
hospitalidad el ser de un solo ojo al hombre de Ítaca –el cual, además de ser rico en ingenios, había
devenido también en saqueador y pirata. Como cuando confiesa al Sileno haber saqueado la casa de
Príamo o, tal como narra él mismo su paso por la tierra de los cícones, Ísmaro. Aunque, claramente,
Ulises no admitiría nunca aquellos títulos? ¿Exige Ulises a Polifemo algo que no merece?
¿Intervienen otras fuerzas en la relación de hospitalidad, de las cuales deba cuidarse Polifemo?
Podría pensarse en el destino presagiado por el viejo Eurímida Télemo.
De este modo, terminan poniendo ambos a prueba la intervención de Zeus Hospitalario.
Cada uno desde su mirada y perspectivas sobre el asunto. O Zeus cuida a Ulises por no ser recibido
de la manera que la tradición acostumbra o quizá era cierto que los cíclopes habitan el mundo lejos
de todo vínculo con lo divino y, por ello, Zeus no intervendrá. El intento por resolver la cuestión
avanza rápido. El rico en ingenios no fue jamás recibido. En ningún momento fueron considerados
por Polifemo como huéspedes. Ulises resultó ser, junto con su gente, unos meros intrusos. Esto no
es todo; Polifemo había comido a seis de los hombres de Laertida hasta el momento en que éste
logró llevar a cabo su plan para poder escapar de aquella gruta. Su ingenio consistía no sólo en la
astucia de un mortal, sino también en el vínculo que mantenía con Dioniso. Ulises comprendía que
detrás de todo orden yace un caos. Y que, aquella distancia y límite impuesto por Polifemo, sólo
podría ser superado a partir de un relajamiento del cuidado.
11
Ulises no pensaba hacer el intercambio con el Sileno con oro, sino con la bebida de Dioniso que llevaba con él.
―Sileno. -¡Qué palabra queridísima acabas de pronunciar! ¡con el tiempo que hace que carecíamos de ella! Odiseo. –Es
más, Marón, hijo del dios, nos ha regalado la bebida.‖ (Eurípides, op. cit., n° 140-142).
12
Op. cit., Canto IX, 269-271. En Eurípides la contracara de la exigencia de Ulises la canta el Sileno: ―¡desdichados
extranjeros! ¿quiénes serán? No saben qué clase de hombre es nuestro amo Polifemo, para haberse atrevido a poner el
pie en esta morada hostil al huésped y haber llegado, para su desgracia, a la mandíbula antropófaga del Cíclope.‖
(Eurípides, op. cit., n° 89-94.)
13
Op. cit., IX, 277-278
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de la apariencia y fomenta el error en pos de la vida. Todo ello lo es Dioniso con Apolo bajo la
mirada de Atenea. Pero aquí, de lo que primero se trata, es de la intervención destructiva de
Dioniso. Con el odre emerge el festejo y la danza a espaldas del cíclope, por parte de los sátiros. Al
de un ojo lo han tomado desprevenido. Pero Polifemo ya no puede, por más que intente, continuar
con sus quehaceres, ignorando que algo ha cambiado en el lugar. ―Cíclope. –(A los Sátiros.) ¡Alto,
apartaos! ¿Qué es esto? ¿Qué significa este jolgorio? ¿Qué quieren decir estas danzas báquicas?
Dioniso no está aquí […]‖14. ―Dioniso no está aquí‖, es negar lo evidente. El vino del odre ha sido
degustado, su olor esparcido, la danza realizada.
El principio de hospitalidad se basa en una aperturidad (Erschlossenheit). En tanto
comprensión del sí mismo y de lo otro fuera de sí, es la superación de la diferencia y de la
similitud15. La verdadera hospitalidad reclama la disolución del orden restringido de Apolo con el
fin de dar lugar a la incondicionalidad dionisiaca. Se devela como un pacto político-religioso. El
don de la hospitalidad, y el estar abierto a su posibilidad, permite superar el yo y lo otro. El
encuentro de temores y voluntades se doblega para conformar algo mayor. Para alcanzar la unidad
de un nosotros. Ya no hay yo que se abstenga a límites, ni de lugar ni de tiempo. Para que esto
suceda debe haber, ante todo, un lugar para la interrogación. Abrirse a la pregunta y aprender a
sostenerse en ella. El ejercicio filosófico acerca de qué somos y a qué dejamos paso. La pregunta
que debe trascender el sentido utilitario del ―para qué‖. ¿Acaso hay tiempo para pensar en todo? Las
posibilidades son inagotables. Aun así, el extranjero no sólo implica una situación propicia, sino
también de riesgo. Lo extraño es, en sí mismo, riesgo. Lo extraño es un gris que avanza entre la
pureza del blanco y las tinieblas de la negra oscuridad. Lo nuevo, lo extraño, es posibilidad sigilosa
que seduce e invita. El gris que se juega es un bello matiz que busca devenir en la cara del dado. El
problema de la justa medida aparece también en la Odisea, a través de la voz de Menelao, cuando
habló así: ―No sabría, Telémaco, instarte a que sigas conmigo por más tiempo si quieres partir, pues
censuro a aquel hombre que albergando a algún huésped se excede en su celo y lo mismo al que
muestra por él desamor, porque en todo hay medida […]‖16. Este hospedaje recibido por Telémaco
difiere en todo aspecto de lo sucedido con Ulises en la gruta del cíclope.
Las astutas palabras de Ulises detallan la desmedida y la ruptura vincular entre ambos. Pues
se dirigió a él con el cuenco de negro licor y le dijo: ―Toma y bebe este vino, cíclope, una vez que
has comido carnes crudas de hombre. Verás qué bebida guardaba mi bajel; para ti la traía si acaso
mostrabas compasión y ayudabas mi vuelta al hogar; mas no tienes en tu furia medida […]‖ 17. La
intención del rico en ingenios no era ya la conciliación de la unidad. Tampoco ser aceptado él y sus
hombres como huéspedes. Como si conociese la sentencia de Heráclito que dicta ―es mejor ocular la
ignorancia, pero es difícil en aflojamiento y en vino‖18; o, como describe Nietzsche con respecto a
la embriaguez, diciendo: ―estas excitaciones dionisíacas, en cuya intensificación se desvanece el
elemento subjetivo hasta rayar en un absoluto olvido de uno mismo…‖19, esperó a que el cíclope
bebiera con deleite salvaje todo el dulce licor. El cíclope bebió del licor una y otra vez. Esta pérdida
del principium individuationis yace primeramente en la misma producción de la vid. La producción
misma del vino requiere de la unidad primera; todo el que lo produce, ―mientras canta y baila, el
hombre se revela miembro de una comunidad superior: ha olvidado cómo andar y hablar; y, al
14
Eurípides, op. cit., n° 203-205.
15
―Erschlossenheit (die): «estar abierto», «estado de abierto». La Erschlossenheit indica el carácter esencialmente de
abierto del Dasein, señala el hecho de que el Dasein está abierto al mundo, a los otros y a sí mismo; y, por ende, al ser.
Esa apertura originaria, entendida como horizonte irrebasable en que previamente ya siempre nos encontramos, remite
al sentido griego de la ἀλήθεια.‖ (J. A. Escudero, El lenguaje de Heidegger, Barcelona, Herder, 2009, pp. 81-82.)
16
Homero, op. cit., XV, 67-71
17
Op. cit., IX, 347-351
18
Heráclito, Fragmentos, tr. Luis Farré, Barcelona, Gredos, 2007, p. 53.
19
F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, trad. Germán Cano Cuenca, Madrid, Gredos, 2010, p.55. A continuación
agrega Nietzsche: ―Bajo el encanto de lo dionisíaco no solamente se renueva la alianza del hombre con el hombre;
también aquí la naturaleza enajenada, enemiga o sojuzgada vuelve a festejar su reconciliación con su hijo pródigo, el
hombre‖.
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bailar, está a punto de volar por los aires‖20. La preparación-invocación del dios-vino se lleva a cabo
como ceremonia/ritual que trasciende los límites precisos del cuerpo-yo. Justamente, lo que se eleva
es la calidad artística del espíritu. Se despliega la capacidad de la voluntad que se mantenía oculta y
dormida. El cuidado se descuida. La fuerza del dios se convoca mediante la risa redentora del ebrio.
Embebido, la conducta de Polifemo se ablandó. Bajo el efecto del vino el cíclope preguntó
nuevamente al rico en ingenios cuál era su nombre, con el fin de poder hacerle un regalo de
huésped, para alegrarlo. Ulises esperó que el vino socave hasta las entrañas del cíclope. Luego, le
respondió audazmente que su nombre era Ninguno; a lo que Polifemo dijo: ―a Ninguno me lo he de
comer el postrero de todos, a los otros primero; hete ahí mi regalo de huésped‖ 21. Tras estas
palabras, Polifemo vaciló; y, efecto de Dioniso, cayó tumbado de espaldas. Se internó al instante en
un sueño profundo. Atrapado estaba Polifemo en las redes de Apolo. El Dios que otorga mediante el
sueño un hondo placer y una gozosa necesidad de no despertar de él. Rotas ya las barreras de lo
temporal, del espacio y los bloques culturales, Ulises y sus hombres continuaron con su plan.
Clavaron la estaca de olivo que venían preparando, sin llamar la atención, en el ojo de Polifemo.
Éste, despertó nuevamente y se la extrajo brutalmente del ojo. Llamó, entonces, con exclamaciones
y gritos a los demás cíclopes. Mientras tanto, la voluntad y el anhelo de Ulises se acrecentaban aún
más. La posibilidad de evadir la muerte y retornar nuevamente el viaje hacia su hogar se encontraba
más cerca.
Los demás cíclopes acudieron al escuchar la angustiosa voz de Polifemo. Al llegar al lugar
le hablaron con estas palabras desde fuera de la gruta: ―pues si nadie te fuerza en verdad, siendo tú
como eres, imposible es rehuir la dolencia que manda el gran Zeus, pero invoca en tu ayuda al señor
Poseidón, nuestro padre‖22. Finalmente los cíclopes que habían acudido por los gritos del Polifemo,
se marcharon. Por su parte, Polifemo, hundido en dolor, quitó el pedregón y se sentó en la puerta de
entrada, dispuesto a atrapar al que intentase salir. Después de lo sucedido aquella noche, la relación
de Polifemo con lo divino iba a dar un giro inesperado. Pues con la aurora llegaron también nuevos
aires. La reacción de Polifemo dará cuenta de que tanto él como las tierras en las que habitaba, no
estuvieron desde siempre alejados del mundo divino. Por el contrario, el cíclope guarda bajo la
manga una relación particular con uno de los dioses.
20
Op. cit., pp. 56-57.
21
Homero, op. cit., IX, 369-370.
22
Op. cit., IX, 410-412.
23
Op. cit., Canto IX, 475-479.
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vez. Le gritó, entonces, su nombre y le hizo recordar, sin saber, a Polifemo, sobre antiguos
presagios hechos por un adivino, el Eurímida Télemo.
Por otro lado, son los sufrimientos y el desconsuelo de Polifemo los que lo invitaron a elevar
sus manos al cielo cuajado de estrellas y hablarle a su padre así: ―Escucha, Poseidón de cabellos
azules que abrazas la tierra: si soy tuyo en verdad y en llamarte mi padre te gozas, haz, te ruego, que
Ulises, aquel destructor de ciudades que nació en Laertes y en Ítaca tiene sus casas, no retorne a su
hogar; y si está decretado que un día vuelva a ver a los suyos, su buena mansión y su patria, que sea
tarde, en desdicha, con muerte de todos sus hombres, sobre nave extranjera; y encuéntrese allí
nuevos males‖24. La plegaria de Polifemo ha sido oída. La evidencia más clara se dará luego.
Cuando Ulises y sus hombres arribaron a la playa y se reunieron, luego del reparto de las reses, el
rico en ingenios narra que ―sólo a mí mis amigos de esplendidas grebas me dieron un cordero de
más al hacer el reparto: en la playa ofrecílo a Zeus Crónida, el rey soberano entre todos, al que
envuelven las nubes sombrías; queméle los muslos y rehusó el sacrificio, que ya meditaba el
desastre de mis naves de buena cubierta y mis fieles amigos‖25.
El sin fin de carnes y dulce vino se extendió hasta las sombras de la noche. No era este
banquete parte de un festejo por haber salvado sus vidas. Tampoco era una forma de llevar a cabo el
duelo y la pérdida de sus hombres. Ulises continuaba con vida. Ese era, al menos para él, motivo
suficiente de festín. Ya nada le impediría el derecho a disfrutar de aquel placer. Ulises se mueve
entre lo profano y lo divino. Exige y reclama de los dioses según la circunstancia. En
circunstancias, falta a su palabra. Sin embargo, escapa a sus castigos y a la furia divina. Complace y
gusta con su astucia. Incomoda con su orgullo. Todo ello lo hace ser lo que es. Sus características
tan particulares lo hacen un líder en la tierra, librada a la fortuna, que está por encima de la voluntad
de los dioses. Entre las sombras de la noche se oculta Ulises. Noche que precede a la huida de los
dioses. Ya no era tiempo de insistir, sino de esperar. El héroe presentía que la aurora rejuvenecería
el impulso por aquel anhelo de regresar a su hogar. Presentía el rejuvenecimiento de su voluntad.
Necesaria, naturalmente, para afrontar nuevas aventuras.
Bibliografía:
Escudero, J. A., El lenguaje de Heidegger, Herder, Barcelona, 2009.
Eurípides, Tragedias I: El cíclope, tr. A. Medina, J. López Férez, L. Calvo, Barcelona, Gredos, 2008.
Heidegger, M., ―¿Y para qué poetas?‖, en Caminos de bosque, tr. Helena Cortés y Arturo Leyte, Madrid, Alianza, 2010.
Heráclito, Fragmentos, tr. Luis Farré, Barcelona, Gredos, 2007.
Hesíodo, Teogonía, tr. A. Pérez Jiménez, A. Martínez Díaz, Barcelona, Gredos, 2006.
Homero, Odisea, tr. José Manuel Pabón, Barcelona, Gredos, 2000.
Nietzsche, F., El nacimiento de la tragedia, tr. Germán Cano, Madrid, Gredos, 2010.
Schelling, F., Las edades del mundo 1811, tr. Jorge Navarro, Madrid, Akal, 2002.
24
Op. cit., IX, 527-535.
25
Op. cit., IX, 550-555.
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Sujetó la espiral globosa cuyas retículas dibujaban ángulos inconexos sobre las capas
traslúcidas donde se descubría en un arcoíris sobre la estructura humedecida el ápice girando en la
espira y opacándose en las costillas verticales; sutilmente resbalando, ora hacia la izquierda; luego
se perdían por los cordones, hacia la región rugosa salpicada de formas asimétricas. Volvían a
descender, suavemente, hacia los labios, curvándose en los innumerables pliegues de la comisura,
hasta el canal sifonal. Desde allí, viraba nuevamente hacia el interior de la vidriada boca, en un
laberinto de estratos grabados por el cuerpo ausente del animal.
Durante la infancia fue el incierto caracol con sus mares y sus peces contenidos en la
sinuosa cavidad; ahora, labios bajo los labios, el estro animaba de reminiscencias ese útero,
receptáculo aún vacío y en espera, como una telaraña, que tras atrapar la mínima vibración,
multiplicaría en espejos de variaciones, invadiendo de infinitos ecos el flujo del aire.
En la absoluta soledad también reproducía el latir de su corazón, del cual renacía un espacio
sagrado, ambiguamente consagrado en honor a su Diosa.
II
Por entonces, de una visión onírica germinaba el limo; una figura que el tiempo abría en el
espacio de las formas, la condición de su presencia, su ser y su utilidad; quizás su lamento nocturno;
cuando, sola, en el taller, la luz que atravesaba la ventana la iba revisando. Voluntad de la forma,
todo lo que no repita la imagen de Dios, murmuraba, sea arrebatado por la oscuridad; y en su
letargo los días nutrían a su embrión con sus reflexiones…materia añorada de la cual provengo,
déjate acariciar, ver; no soy yo quien te lo pide; eres tú la que desea a través de mí, y eres cierta y
puedo verte rodeada por la neblina de mis miedos.
Y, sosteniendo el caracol marino lo ofrendaba con el mismo gesto doloroso; pues en lo más
íntimo de sí despreciaba el resultado imperfecto de su labor. Olas de la ensoñación, sólo olas de
silencio que van arrugando mis manos con la humedad de mi desesperación y mi anhelo, van
invirtiendo el recorrido de mi soledad en los espejos de la sabiduría. Luego daba unos pasos hacia
atrás, vencido por la cicatriz de su labor imposible.
III
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Un movimiento imaginario. Quizás sea posible la inmortalidad. Como guarda este caracol
el diseño de los flujos de los océanos, del mismo modo, luego de cerrar la herida de barro, esta
figura conservará mi intimidad. No así la perfección, no así la disolución de las miradas, de la
prevalencia de la vida, del crecimiento de una riqueza y su falaz comodidad.
No arriesgaría mi alma sino luchara por conservarla, sino supiera de su certeza; y si esta
figura de barro, en su humildad, no devolviera el ser astronómico, la palabra azul de las noches
insomnes, no tratara de escamotear el intelecto.
IV
Desde allí él escuchaba, una ventana cerrábase, unas palabras avanzaban hasta detenerse
detrás de la puerta. Tal vez, un amigo llegado desde hace mucho, partía sobrecogido, enterrando un
recuerdo. Las cartas se acumulaban con despedidas o pedidos inexplicables para un hombre que
cada día, cuando las luces de la ciudad atravesaban las cortinas, caía rendido sobre el mueble,
sujetándose del borde, como para no dejar ir una apariencia, una visita, un ser querido; y se
estuviese con las palabras y los sentimientos ruborizando las mejillas; estremeciéndose con la
declaración de amor, palpitando por el roce de un cuerpo. Mientras todos eran indiferentes a su
misión, jamás lo serían al paso del tiempo; no del que se debatía en aquellos idolillos. Cíclico,
primordial, y cuya substancia reveladora de misteriosas fuerzas evocaban el retorno de un inicio
constante, sino de aquel que marcaba el deplorable devenir, construyendo y volviendo a destruir
para atormentar el sueño de la realización, estremeciéndolo en su materia con su muerte.
Descansaba. Volvía a escuchar. Veía a los animales benéficos salir de agujeros, rincones y
cajas, detrás de pomos; estar presentes cuando su mirada era sorprendida por otra; descolgándose
desde las arañas; o, sentados al otro extremo de la habitación, hombres y mujeres departiendo en
una fiesta, envueltos en la neblina de los cigarrillos. Se le acercaban, examinándolo, como si
temieran ser sorprendidos por su despertar.
Era sólo el preámbulo. Todos iban dejando las colillas sobre las mesas. Apagaban la música;
y con ello, volvía ella a la habitación. Un león descansaba a sus pies, mientras un hombre extraño
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Aparecía tendida y desnuda a sus pies, deslizándose hasta llegar a su pecho. Cogía el
vestido.
Y él, sin inmutarse, dibujaba la silueta que danzaba, quedando adherida en la trasparencia el
rastro de la música de una voz unida a la torsión del cuerpo; así, uno solo era el testimonio de fe;
eternizándose en la dimensión del aire, el reflejo subsistía.
VI
Despertaba urgido por una idea más precisa; y la terracota, trabajada hasta el límite de su
perfección, se veía empobrecida, sin armonía, y era arrojada.
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3. Egon
A los dos días de esa conversación, Gabriela había llegado a dicha ciudad. Como temía el
calor, al taxista; quien le hacía preguntas mientras la llevaba a un hotel decente, y hasta el
recepcionista que la desnudaba con la mirada eran insoportables. Para colmo tuvo que soportar el
comentario estúpido de este último.
――Amiga, ¿Qué, viajas solita? ¿Dejaste a tu novio para venir aquí a vacilar‖. Con lo que
Gabriela explotó.
――¿Por qué preguntas eso?, ¿me quieres robar o algo por el estilo?; porque si es así, te
cuento que tengo el número de un tío policía en esta ciudad y no le costaría nada meterte una noche
en una celda plagada de violadores‖.
―Con lo cual, el recepcionista entendió que ese día, y el resto de los otros, el silencio sería
lo mejor.
Gabriela se instaló en el cuarto, decente y sin tantos lujos; hasta le agarró cierto cariño por
que encontró un retrato de Bruno Amadio colgado en la cabecera de la cama: uno de sus tantos
niños llorones. Se dio una ducha, se cambió de ropa y se puso algo ligero como para el calor de la
ciudad. Sacó su libro de apuntes y comenzó a leer el itinerario para su viaje y el primer punto que
debía resolver era dónde se encontraba Egon. Tenía la dirección pero necesitaba ubicarse
exactamente.
Algo que era característico de Gabriela es que se guiaba por un radar natural para encontrar
lo que quería. Así fue como, mientras caminaba (y con ella las miradas de la mayoría de hombres y
mujeres en esa ciudad) llegó a una galería que le trajo gratos recuerdos de la avenida Brasil, donde
ella compraba sus discos; así que no lo pensó mucho y entró. Como siempre, no pasó desapercibida,
y especialmente para un personaje del lugar, mitad arlequín y mitad cantante de salsa, Yonnie
Salazar. Una de las cosas más llamativas de este personaje era su capacidad infinita de no darse
cuenta que es utilizado o está quedando en ridículo. En cierta manera, era su forma de sobrevivir
ante tantos rechazos y evadir su realidad. Yonnie alquilaba el único stand que podía imprimir cosas
en A3 y A2 en toda la galería y también el más cercano a la puerta principal; así que apenas vio
entrar a Gabriela, él salió de su puesto para darle el encuentro.
―Buenos días, bella señorita; dígame en qué le puedo ayudar. Veo que busca y busca; pero
yo puedo ser su solución‖.
―Yonnie trató de dar su mejor sonrisa dentro de lo que sus amarillentos dientes podían
ofrecer.
――Bueno, si quieres ser una verdadera solución, entonces dime dónde puedo ubicar esta
dirección‖. Esto último lo dijo Gabriela sin la esperanza de una respuesta
― ―¡Pero si esta es la dirección de Egon!, ¡Él es mi pata! Es más, soy el subgerente de su
galería, la misma que usted está haciendo el honor de embellecerla con su presencia‖. Gabriela miró
sorprendida al personaje y se dio cuenta de lo grotesco que era; e inmediatamente comenzó a
calcular dos cosas, el tamaño de cada mentira que diría sobre sí mismo; y la segunda cosa, la
manera de usarlo para sus fines.
――Necesito que me des el mapa de cómo llegar a la casa de Egon‖. ―respondió como una
orden―.
――A sus órdenes señorita; pero con una condición‖. En ese momento Gabriela le iba a
responder, pero se contuvo. El fin sí justificaba, en algo, los medios.
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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017
― ―Soy Gabriela, y tú eres Egon, amigo del amigo de Lady Darkmin, ¿verdad? Necesito
que me hagas un favor, préstame tu teléfono y no sé si después tu baño‖
― ―¡Claro! El teléfono está en la sala; y, bueno, el baño del primer piso lo están arreglando.
Así que puedes usar el del segundo que está subiendo las escaleras, a la mano izquierda, primera
puerta‖.
Ella subió rauda y Egon no pudo dejar de contemplar a la mujer que había entrado a su casa
― ―Ya vez hermano, pa‘ que veas que así somos los winners‖.
―Yonnie lo dijo con una cara tan patética como hilarante.
― La verdad es que esto me hace creer que en esta ciudad suceden cosas más extrañas que
en la misma materia oscura… ni modo; es cuestión de darlo por hecho‖, ―pensó Egon; y acotó.
―¡Pasa, Yonnie!‖
Los dos fueron a la cocina y Egon le invitó una lata de cerveza.
― ―Dime la verdad, ¿Cómo es que tú le hablaste? Y lo más importante, ¿Cómo te hizo caso
y vino hasta aquí? ―preguntó Egon―
――Mira causa, cuando eres positivo todo te va bien. A ti te falta eso, brother. Tú siempre
andas cabizbajo, piensas mucho; mucho libro… tienes que ser afanador como yo y verás los
resultados‖. Esto lo hacía mientras señalaba hacia el segundo piso donde estaba Gabriela. Gabriela,
quien no contaba con ese inesperado golpe de suerte, estar en el segundo piso de la casa; y, por lo
tanto, con mayor posibilidad de ver la intimidad de Egon, raudamente tomó el teléfono y llamó a
Lady Darkmin.
― ―Hola, estoy en el nido; y lo que es mejor, tengo disponibilidad de ir al segundo piso‖.
Después de un silencio breve, Lady Darkmin empezó
― ―Ubica el cuarto de Egon, y sácale fotos; y si es de sus libros, mucho mejor; y si ves
algún poster interesante, también tómale fotos‖. Luego de estas órdenes, Lady cortó y Gabriela
procedió a preparar la cámara.
No le fue difícil encontrar el cuarto de Egon; su intuición la llevó al tercer cuarto, el más
alejado del segundo piso, pero también el más espacioso. Como corroborando su decisión, encontró
una gran cantidad de libros, así como una cama desordenada y un piano electrónico. Encima de él,
habían unas partituras de una canción: ―Shake to Disase‖… Luego de una contemplación rápida,
comenzó su trabajo; para lo cual no dejó casi lugar sin escrutar. Pero en el último momento, cuando
estuvo a punto de guardar y bajar, algo llamó su atención, y por ello decidió sacar la cámara de
nuevo y tomar… ese objeto era una gigantografía de un foto montaje.E en la parte derecha el busto
de Escipión el Africano, en fondo negro; y al lado izquierdo de éste, un paisaje donde en un
promontorio había un legionario que llevaba un estandarte donde se leía ―Legio I Minervia‖.
Mientras Gabriela descendía por las escaleras, pensaba.
――Egon y este chico Amelie, fueron hechos el uno para el otro; si yo pudiera encontrar
alguien así…‖ Y con ese pensamiento llegó a la cocina.
――Gracias, has sido muy amable. Se nota que estás hecho al estilo de la vieja escuela‖. Ella
le soltó pícaramente ese comentario a Egon.
――Bueno, hay ciertas cosas que son generacionales; y, digamos que soy un guardián de
ellas junto con mi mejor amigo, que lamentablemente no está en esta ciudad‖. Al sentir Yonnie que
era relegado de la conversación, se interpuso.
――Bueno, chicos, qué les parece unas chelitas. Egon, saca de tu refri, que sé que tienes
bastantes‖, ―dijo esto guiñándole el ojo a ambos.
――No te molestes, Egon... ¡este tipo!‖
―Le dijo Gabriela, volteando la cabeza a Yonnie
――Algunas veces no sabe comportarse‖. Con esa respuesta, Egon tenía más curiosidad de
cómo había podido darse tal encuentro entre ella y Yonnie; pero se contuvo de preguntar. Presentía
que las respuestas llegarían en su momento.
Gabriela no pasó por alto una escultura que Egon tenía cuando todos pasaron a la sala, la figura
representaba a una gárgola llevando una piedra verde en su boca-―que belleza, y pensar que estas
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criaturas de repente existen entre nosotros‖-y como haciéndole un guiño velado a Egon-―tan
incomprendidas, pero tan sabias y por eso tan malditas‖. Esto permitió que Egon le hablara
――La verdad, ésta en particular tiene una leyenda, obviamente no es la original, pero la
reproducción es muy buena. Se dice que la mandó a esculpir el propio Paracelso, y que representa la
forma de hallar la piedra filosofal. Si ves la cara, es de un silfo, tiene una cola como salamandra,
tiene bustos como una nereida y su cuerpo es de un gnomo. Todo representa a los elementos: aire,
fuego, agua y tierra, respectivamente y lo que lleva en la boca; la piedra verde, es la proto piedra
filosofal que sale de las entrañas de esta criatura y que sólo aquel que posee el discernimiento la
puede convertir en la piedra filosofal definitiva‖.
Gabriela escuchó fascinada la explicación. Era muy raro pero sentía una mezcla de
admiración y deseo mental por Egon. No quería comprometer su misión pero se moría de ganas de
contarle que había conocido a Amelié y que estaba allí para comprobar qué tan amigos eran, y
quería decirle también que había descubierto lo alma gemela que eran ambos y cómo le encantaría
parar con ellos. Pero su ímpetu lo tuvo que frenar… y no tardó para que ese momento se quebrara
cuando escucharon una voz que venía de la cocina…
――¡A tomarnos las chelas, que se calientan, batería!‖; lo cual produjo una mueca de
desprecio y resignación en las caras de Egon y Gabriela, por lo que volvieron a la cocina.
――¿Qué planes para esta noche, mi brother?
―Bueno, yo aquí con la flaca nos vamos al Rey Azúcar a menear el esqueleto‖.
―Yonnie dijo esto con una sonrisa triunfalista que daba más pena que cólera, por lo que
Gabriela se contuvo de responder.
――Bueno, lo que es yo, me quedo aquí; tengo que terminar de leer algunos libros que tengo
pendientes desde hace un buen tiempo…‖ Y dirigiéndose a Gabriela:
――No me gusta desperdiciar el tiempo en lugares que no aportan nada a mi diversión‖.
Gabriela sintió una culpabilidad al no poder decir nada. Le hubiera encantado decirle, que no iría
allí, que prefería quedarse a leer con él los libros y tomar una botella de vino, que luego quería
probar esos labios de los que salían esas palabras; pero, siempre estaba ese pero con la misión y
nuevamente se contuvo. Gabriela no soportó más y le hizo una seña a Yonnie para marcharse.
――Bueno, ha sido un placer conocerte… ya sabes, si te animas estaremos en el Rey
Azúcar…‖ Y se lo dijo con ojos como de quien desea volver a ver a alguien, pero en otras
circunstancias. Egon los acompañó a la puerta y se despidió de ambos. Ya en la calle, Yonnie se
dirigió a Gabriela.
――Eso del Rey Azúcar era verdad, me harías un gran honor que fuéramos esta noche‖.
―Y lo poco que podía aparentar de galán a Gabriela se le hizo más a un payaso u otra cosa
burlesca.
――Bueno, iremos. Pasa por mí a las 10 p.m.‖
―Y viendo que se aproximaba un taxi, apresuró lo que iba a decir.
――Si se te ocurre demorarte, es mejor que te olvides de la cita‖.
―Y entró al taxi sin aceptar la ayuda de Yonnie, además de cerrarle la puerta del mismo en
la cara, con evidente cólera.
――Odio intensamente a la estúpida de Lady Darkmin, me mete en cada cosa; pero juro que
esta es la última vez que me usa… ¡maldición!‖
―Y con esta parte del pensamiento le sorprendió la puerta del hotel, para lo que bajó
raudamente del taxi; asimismo, subió a su cuarto para tomar una ducha y dormir, dormir mucho
porque sabía que esa noche necesitaría muchas fuerzas.
Cuando Egon fue consciente de la hora, vio que el reloj decía las diez de la noche, y en su
cabeza había contado las horas desde el encuentro. También tenía presente en dónde estaría
Gabriela esa noche, lo cual le inquietó mucho más. Por último, prendió la televisión y apareció un
video del grupo Pulp y eso fue el detonante. Se vio frente al espejo, se peinó como el protagonista
del video, se puso una camisa de seda azul, una corbata color vino también de seda, unos pantalones
de vestir negros ceñidos, sus botas zapatos y un saco negro estilo blaizer. Armado así se fue a la
guerra, como él siempre pensaba a la hora de salir.
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Gabriela había despertado de su sueño y cuando vio el reloj eran las nueve de la noche. En
una hora vendría Yonnie y comenzaría su actuación de persona condescendiente.
Además ese nombre, ―Rey Azúcar‖, no le daba buena espina y le estaba martillando su
cabeza como una maldición. Para aplacar esa sensación de fastidio, se propuso salir con el mejor
vestido que había llevado, un Marchesa, de dos piezas, rayas negras horizontales sobre fondo
blanco. Se amarró el pelo y se hizo un moño alto, se delineó de negro los ojos. Boca rojo grana.
Zapatos negros taco nueve; lo que realzaba sus muslos y su figura.
Yonnie llegó puntual a las 10 de la noche. Sabía que una oportunidad de presentarse al ―Rey
Azúcar‖ con una mujer así, sería imposible que se repitiera. También abrigaba la esperanza:
después de invitarle diferentes bebidas alcohólicas, él pudiera tener la oportunidad de algo ―físico‖
con ella. Las noches en paralelo empezaban de manera distinta: esperanza, frustración y
expectación…
Yonnie nunca fue más admirado en el ―Rey Azúcar‖. Gabriela llamaba la atención de todos.
Su vestido y porte eran bien diferentes a todas las chicas que estaban en ese lugar; que por lo
general eran chicas clase media alta, acostumbradas a seguir tendencias que veían en catálogos
venidos de algún centro comercial, como muchos; o en los casos más avezados, de alguna que otra
serie muy convencional de la televisión por cable. Cualquiera que estuviera fuera de ese ámbito
podía nunca encontrar la diferencia entre ellas, bonitas todas, pero sin un brillo o algo especial que
destacar. Todas llevadas del brazo por chicos igual de comunes que un ciervo o venado en un coto
de caza en época de celo.
Y claro, ese brillo era lo que más les disgustaba a ellas. Gabriela reafirmaba su monotonía,
sus lentes vintage de lectura reafirmaban que ella leía y las demás no. Su vestido enviaba un
mensaje: ella veía más allá de la moda y ellas no. Pero lo más grave: su independencia inscribía sus
extensas, pesadas y eternas cadenas. El odio era la única moneda que podía recibir a cambio por
ellas, y la lujuria por parte de cada chico de esa discoteca.
En su fuero interno, Gabriela padecía enormemente. Contradictorio, porque su ego estaba
siendo bañado por todos lados. Odio y deseo a la vez. Pero lo que se imponía era esa sensación de
estar en el lugar menos indicado, con un payaso al costado que lo único que hacía era traer más y
más alcohol, pensando que ella se volvería más accesible. Ella, por supuesto que tomaba, pero cada
sorbo era un ladrillo más en ese muro que construía contra Yonnie.
La peor parte vino cuando Yonnie la dejaba sola por algún motivo (que era por muy poco
tiempo) y tenía que soportar las sandeces de personajes con mejor apariencia que Yonnie, pero con
la misma deficiencia mental para acercarse a una chica como ella y pensar que ella era en-ca-ma-ble
porque sí. Las palabras ―amiga‖, ―belleza‖, ―bailamos‖, ―salcita rica‖, ―traguito‖, todas eran como
balas en ese muro que repelía cada arremetida con un ―¡No!‖ rotundo; ―estoy cansada‖; ―no me
interesa‖; ―¡lárgate!‖; ―patético‖; ―voy a gritar‖. Y una larga fila de frases; que, viéndolo por el
mejor lado, desarrollaron la creatividad de Gabriela para dejar por sentado su fastidio.
Conforme pasaba la noche, Gabriela se sintió fuera de lugar; y, como un pensamiento que la
invadió, comenzó a extrañar Lima, Barranco, el Centro; la verdadera música. Y a Egon. Él era un
extraño collage que había visto en otras ciudades; lejos, y que no pensó volver a encontrar y menos
en dicha ciudad. Las palabras de Lady Darkmin pesaron mucho más.
――Para conocer el alma de un hombre, es necesario no conocer a la mujer con la que está o
con la que se acuesta; porque eso, son caretas… La mejor forma de conocer su alma es por sus
amigos‖ y Gabriela esbozó una sonrisa. Con esta última reflexión, ella decidió dejar ese lugar. Ella
sabría que un chico como Egon no aparecería ni bromeando en un sitio así; de tal manera que
esperarlo sería inútil…Y su reloj marcaba las 2:30 a.m…
――Yonnie, escúchame, me ha caído mal tanto trago. Voy al baño a vomitar‖.
―Gabriela se puso de pie.
――Reina, si deseas te acompaño hasta la puerta del baño y luego tomamos un taxi para que
te lleve al hotel‖.
―Yonnie decía esto con presteza, para ver si podía aprovechar algún momento a solas con
ella. No importaba si estuviera borracha ―según él―. Lo que importaba era estar con ella.
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――Es algo muy personal, Yonnie; así que déjame ir, recuperarme y regresar, ¿ya?‖ Y
prestamente fue al baño. Y como ya era costumbre en su viaje, cada chica la miró con ese odio que
produce el saberse un ídolo de barro frente a un gigante de acero… Allí se echó agua al rostro y a la
vez reconstruyó en su mente el local y visualizó la ruta más alejada de donde estaba Yonnie; y a su
vez, se vio más cercana a la salida… En medio de esos pensamientos, una voz la sorprendió. Por
primera vez escuchó dulzura en esa noche.
――Hola, no te quiero molestar. Te he visto toda la noche. Déjame decirte que tienes un
estilo genial. Me encanta todo en ti‖.
―La chica, recién salida de la adolescencia, lo decía con un respeto y admiración
verdaderos, que tocó el corazón de Gabriela.
――Gracias, no es necesario que me des tu nombre‖. Y, sacándose el brazalete que tenía
como remate un pequeño murciélago le dijo.
――Te lo regalo… y espero que en 10 o 20 años, esto tenga el efecto que deseo en ti. Adiós‖.
―La chica le respondió:
――¡Espera! Para salir de este lugar sin ser vista, sal por la puerta que está al costado de este
baño. Es la puerta de emergencia. Siempre está abierta… ahora sí, adiós‖.
――Siempre la vida me da la contraria cuando estoy en el hoyo, ¡já!‖ ―pensó Gabriela, e
hizo lo que esa chica le aconsejó.
Egon, se encontraba en el bar anexo al ―Rey Azúcar‖, ―El Ford T‖, desde las 11:00 p.m. Su
intento de entrar a la discoteca fue un fracaso material. Ese día, como nunca; y sin ninguna razón
aparente, la entrada costaba el triple de lo que siempre costaba, por lo que se resignó. ―El Ford T‖ le
era confortable al espíritu de Egon. Él ya había estado en ese lugar y siempre disfrutaba del
ambiente despreocupado que tenía. Por lo general, eran turistas que visitaban ese bar. Y uno que
otro artista de esa ciudad. Sin embargo, esa quietud habitual en aquella noche, había sido
interrumpida por cantidad de gente que estaba haciendo la antesala para entrar al ―Rey Azúcar‖; lo
cual era bueno para el bar, pero pésimo para Egon. Esto lo trataba de digerir con su botella personal
de cerveza. Pero algo también le martillaba la cabeza y era esa chica, Gabriela; saberla que estaba
cerca, pero… siempre el pero. Y esta vez, la entrada.
Egon se encontraba así, cuando Gabriela entró por la puerta del bar. Los ojos de todos los
que estaban allí se desviaron a ella, tanto dentro como fuera del ―Rey Azúcar‖ su porte era
demasiado para la normalidad de esa noche. La verdad es que Gabriela entró por casualidad,
escapando de ese lugar y evitando ser encontrada por Yonnie, quien minutos después de la huida,
efectivamente se puso a buscarla y preguntar por ella. Se encontró con la mirada a Egon, al fondo
del bar. Ella no lo pensó dos veces. Se fue directamente donde estaba él.
――Te busqué y te hallé‖ ―se decía ella―. Los ojos de Gabriela brillaron con una luz que
Egon no lograba adivinar.
――Vámonos de aquí, por favor. Tenemos mucho que conversar‖.
―Egon apuró la cerveza y se dispuso, raudo, a salir con ella.
Al pasar por una de las mesas, uno de los chicos monótonos les gritó ―Par de freaks‖; a lo
cual, Egon detuvo el impulso de Gabriela de decir algo. Sacó un spray pimienta de su bolsillo.
――Aquí está tu par de freak‖; rociándole los ojos con el spray pimienta al chico. Se retorció
de dolor. Lloró como lo que verdaderamente era, un niño pidiendo a su mamá y papá, para que lo
defendiera.
Al salir, Yonnie ubica a la pareja. Pensando que aún tenía alguna posibilidad de hacer algo.
――Chicos, nos vamos de aquí. Este lugar está en muere. Les propongo unos traguitos en la
casa de Egon, yo la pongo toda…
―¿Qué dices, Egon? No seas Casasola‖
―Y antes que el dijera algo, Gabriela se interpuso
――Mira, tú siempre has salido sobrando y con lo que pienso hacer con él, sales sobrando
más ¡Hasta nunca!‖ Con estas palabras, ambas salieron del radio de acción de esa atmósfera
enfermiza, y fue así como la mañana los sorprendió, abrazados física e intelectualmente. Cuatro
días después de su viaje, Lady Darkmin y Gabriela veían las fotos del viaje. ―Tienes razón, Lady
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Darkmin, Amelie es el calco de Egon y viceversa… no sé, este viaje me ha dejado pensando en
muchas cosas… ¿sabes?, me voy de viaje la próxima semana. Estaré en Chubut, especialmente en
Telsen. Creo que estaré dos meses tomando fotos y…. ya se verá‖. La piel de Lady Darkmin se
erizó. Pensaba en Gabriela. Algo lejano. Una de sus heridas que nunca terminaron de cicatrizar y
que la llevaron a tomar una decisión semejante… hace tanto… 8 años… Y después de tantos años,
sintió ternura por alguien y la abrazó con todas sus fuerzas, con todo el calor que no había dado en
mucho tiempo
–―Toma, esto es lo que te prometí. Además llévate esto también‖.
―Y Lady Darkmin le dio, junto con el libro de fotografía, un cofre pequeño que Gabriela al
abrirlo no pudo creer.
――Es tu collar con forma de escarabajo. ¿En realidad me lo quieres dar?‖ Lady, mirando al
collar y a los ojos de Gabriela; y, recordando que ese regalo era de alguien que había desaparecido
de su vida para siempre...
――Llévatelo. Es todo tuyo, porque has sacrificado un pedazo de alma en esto que te pedí‖.
―Y, para evitar demostrar su lado vulnerable y sentimental, Lady Darkmin termina.
――Y es mejor que ya te vayas y te lo lleves antes que me arrepienta‖. Así, las dos se
volvieron a abrazar y se despidieron; pero dentro de Lady Darkmin, sabía que Gabriela no
demoraría dos meses en regresar…
De: ―La Trilogía del Pensamiento Verdadero‖; novela inédita. Parte de ésta (―Pensamientos Crepusculares‖) fue
publicada en Revista Kcreatinn, Año X, Vol. 2, N°17 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2016.
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Isaías Garde
http://isaiasgarde.blogspot.com.ar/
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Are one and the sailor and the sea are one.
Follow after, O my companion, my fellow, my self,
Sister and solace, brother and delight.
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Wallace Stevens (Reading (Pensilvania), 2 de octubre de 1879 – Hartford (Connecticut), 2 de agosto de 1955)
Fuente: http://zoonphonanta.blogspot.pe/2017/07/wallace-stevens-trece-maneras-de.html
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Graffiti
Miguel Garnett
Ríos de tinta han sido gastados sobre el tema de la poesía; sin embargo, ésta sigue siendo un
concepto mercurial que escapa de una definición precisa y, por eso, estoy de acuerdo con el poeta
inglés A. E. Housman que dijo: “La poesía me será difícil definirla como sería para un perro
sabueso definir una rata”.(1) Podemos referirnos al vocablo griego para creación como el origen de
nuestra palabra poesía, y tiene razón aquel conferencista que dijo en el Ateneo de Madrid en 1921:
“La poesía es el lenguaje de la creación”.(2) Crear es la tarea de todo literato y el valor de esta
tarea es ilustrado ampliamente por el Dr. Mario Vargas Llosa en su Conferencia Nobel, “El Elogio
de la Lectura y la Ficción”. El pensador George Steiner insiste que creación es más profunda que
invención, porque lo que es creado “abre un campo nuevo”.(3) Pero, enseguida, surge la pregunta:
¿crear qué? ¿Crear algo en consonancia con, o en contra de, la razón? Pregunto esto porque se ha
dicho que “la poesía es un desafío a la razón”.(4) La buena poesía no es demasiado explícita; más
bien es implícita, y su uso del lenguaje se aleja del lenguaje común. El lenguaje común es razonable
y; a la vez, explica lo que se ve. Se mantiene en la superficie, o el exterior, de las cosas; entonces se
puede decir que es una especie de graffiti. Este lenguaje es ajeno a lo implícito, a la intuición o a lo
que en el inglés se llama insight —visión hacia lo profundo del interior—. Cuando se habla de la
poesía, el insight es esencial, porque “en todas las cosas hay una palabra interna, una palabra
latente, que está debajo de la palabra que las designa. Esa es la palabra que debe descubrir el
poeta”.(5) O, como ha dicho otro autor: “La poesía es y será siempre una iluminación interior, una
videncia, un transporte exaltado que eleve el alma a la región de lo esencial”.(6) Y he aquí mi
problema como escritor: veo, describo, e intuyo algo de la tarea del poeta —pero siento que no
logro aquella profunda penetración creativa que la poesía requiere—. Me quedo en la superficie, en
el exterior; por eso, siempre me he desistido de llamarme poeta y considero que más que poesía,
mis escritos son graffiti.
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SÍ SOY POETA
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PAISAJE
¡Mierda!
¡Así tratamos la creación de Dios!
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LOS INCONSCIENTES
Notas:
Ñacunda: Ave de color ocráceo claro y gris, con el vientre blanco, que vive en amplias zonas de
América del Sur.
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LA SOCIEDAD DE CONSUMO
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COMIDA AL PASO
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Manifiesto quinceañero
Azaray
http://calacypolanco.blogspot.pe/
Un inmenso orgullo nos hinchaba el pecho y nos sentíamos erguidos y solos como faros o como centinelas en la
avanzada, de frente al ejército estelar nuestro enemigo, acampado en su vivac celeste. Solos con los fogoneros en las
entrañas fulmíneas de los grandes navíos, solos con los negros fantasmas que se abaten en el vientre rojo, incendiado,
de las histéricas locomotoras, solos con esos seres embriagados que pegan con sus alas en los muros.
Vacua sonoridad lapidan tus años a la metafísica de los quince años. Mas yo me resisto,
impugno la condena, repudio tus palabras y emprendo una diatriba, una defensa, un olvido
merecido para un alma que sólo aspira al réquiem de la soledad multitudinaria, y al ritmo de retretes
adornados de fiesta y fluidos. Precisamente en un mundo vacuo sólo hay lugar al lamento, a la
pérdida del alma, a la querida y añorada metafísica, al sabor de los orígenes, al desencadenante de la
carne, de las drogas, del alcohol, donde la vida es uno de esos pequeños vicios que degeneran. Sí,
exacto. El alma ha sido atropellada por la fiera locomotora, los muchachos ya no tienen un pecho
hinchado y orgulloso, ni impugnan sagradas y heredadas fuerzas; hoy los muchachos se deshinchan,
se desllenan, se vacían al fin de al cabo, porque se han dado cuenta de que dentro del ombligo hay
un pequeño vacío que nunca podrá ser rellenado. La obra ya no es alma, es vástago, sirviente, hijo
bastardo y altanero que asesina al creador, ese Dios destronado e impostado. Ya no hay sentido que
gobierne a sus vástagos, las letras se rebelan ante la lógica del sentido. El sentido se ha esfumado
dejando un pequeño hueco dentro del poeta, quien grita como loco buscándolo entre edificios y
calles multitudinariamente deshabitadas. No oses enfrentarte a la tierna metafísica de los quince
años, al tierno refugio del falso sentido, de las mentiras, a la pequeña realidad velada en el ombligo:
vacuas palabras suenan en nuestras cabezas.
Al fin de al cabo, la belleza fonoridad de los signos está en su falta de sentido.
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Tres poemas
Milton Bladimir Bravo Ordaz
Volvamos
¿Qué nos pasa?
¿Por qué pareciera de pronto
que el aire nos abandona?
¿Por qué grita el silencio pálido
sumergido en nuestras bocas?
¿Por qué como otras veces
se nos fue de repente la risa?
Sucede que como antes
la noche otra vez trae
sus redes de naufragio.
Sucede que tus alas de paloma
quieren volar como
cuando antes volaron.
No te vayas, amada.
No me dejes ni un instante
sin tus ojos de nácar amarillo.
No te vayas
dejando mi sombra anónima,
mis manos,
mis palpitantes venas.
Volvamos a unirnos,
a atar nuestras cinturas,
corramos las calles arqueadas
como dos formas de avena pura
bajo el infinito sol diurno
y la luna desnuda.
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A una desconocida
Entre fuego y fuego
te busco para contactar tu forma,
tus manos todas,
tu cintura,
tus suaves pies harina.
¿Qué ave me lleva a ti?
¿Qué camino?
¿Qué ruta inédita?
Tiene tu vientre el color de la luna.
Tus delgadas piernas
fueron hechas de la madera,
nadie encuentra el color y el brillo
de tus uñas en el nácar.
No hay alondra igual a ti.
No hay diamante,
río,
engendrada rosa.
Pero yo no sé cómo es esto.
¿Qué lejano país habita tu cuerpo?
¿Qué calles caminan tus pies de trigo?
Volaré el humo,
los volcanes,
el cielo nocturno,
el nocturno cielo,
y contactaré tu piel
y terminarán mis alas,
cerradas,
en tu pecho de luna de oro.
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Panegírico al anillo
La trabajada medida de
tu círculo,
el territorio que comprendes
con tu resistida amarra,
tu aroma de luz y oro quemante.
Eres el que soportó
la espada del relámpago
que rompió la red
de tu color de madera
y se multiplicó
por tus venas,
entonces la cascada te entregó
su extensión y
su espuma metálica,
el agua
el brillo de plata
de su fuente abrazadora.
No hay brazo que amplifique
tu contención simple,
no hay país,
montaña,
continente multiplicado.
Tú contienes los árboles,
los caminos,
las ciudades,
la tierra enmarañada.
No hay infinito, no hay.
No hay límites, no hay.
Eres el que lo puede todo.
Eres el libre,
El que une
y separa,
el que vive en infinitas substancias
y que tiene un solo nombre:
anillo.
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Revista Kcreatinn Creación y más Año X, Vol. 2, N°19 | Cajamarca-Perú | I semestre de 2017
†Dolor cajamarquino
Cajamarca es cuna de grandes artistas e intelectuales. Mario Urteaga, José Sabogal, Juan
Villanueva, Camilo Blas i Andrés Zevallos de la Puente son los principales nombres que nos
representan en el campo de la plástica con sus maravillosas obras en los principales museos del
mundo.
Andrés Zevallos nació el 30 de diciembre de 1916 en Campodén (Contumazá) i hoi 7 de
abril de 2017 ha fallecido a los 100 años en Cajamarca. Sus largas vivencias en el mundo rural le
permitieron plasmar originales visiones del mundo en sus pinturas. Estudió en la Escuela Nacional
de Bellas Artes (1937-1941) bajo la dirección de José Sabogal, durante el apogeo del Indigenismo
peruano, pero decidió seguir un camino propio para afirmar la impronta estilística que le
caracteriza, i volvió a Cajamarca, donde se dedicó a la enseñanza en el colegio San Ramón i años
después asumió la dirección del Instituto Nacional de Cultura, filial Cajamarca. "Si yo me hubiese
quedado en Lima a lo mejor me hubiera embotado. Pero salí de allí y me adentré en esta vida mía
que es la vida de mi pueblo, queriéndolo más, hasta el punto de teñir toda mi obra con esa vivencia
que solamente en el campo pude recibir. Mi preocupación constante es volver la mirada a la
experiencia del hombre peruano en sus raíces más antiguas, porque lo que es e hizo no se agotó ni
desapareció en la conquista, solamente se interrumpió. Mi sangre es su sangre y mi responsabilidad
es, como artista, hacer conocer a mi pueblo" (en "Claroscuro", Mónica Buse, p.160) Zevallos ha
pintado obras en óleo, acrílico, carboncillo, acuarelas, pastel i también ha incursionado en el
grabado. Como escritor, a Zevallos le debemos la exquisita versión de los "Cuentos del tío Lino",
hermosa recreación de la oralidad cajamarquina con múltiples ediciones. También es autor del
"Boceto biográfico del pintor Mario Urteaga" i de "Tres pintores cajamarquinos: Mario Urteaga,
José Sabogal y Camilo Blas", además de la primera "Antología de la Poesía Cajamarquina" i
"Belén", un breve estudio sobre la barroca iglesia i el hospital colonial. La biografía de Andrés
Zevallos es mui amplia i le cupo a Mónica Buse novelarla bajo el título de "Claroscuro", en cuyas
páginas afirma acertadamente que "Su pintura es un himno a la naturaleza y a la riqueza del mundo
rural cajamarquino". Hoi viernes 7 de abril, a las 7:30am, don Andrés falleció en su casa del jirón
La Mar, en Cajamarca. Sus restos serán velados en la Iglesia Belén, sede de la Casa de la Cultura
que don Andrés dirigió por muchos años.
¡Descanse en paz, maestro!
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