Está en la página 1de 36

465

XI. La malla inconclusa, o la Veracruz judío-portuguesa1

Hoy se aprende más en un día gracias a los portugueses que en


cien años con los romanos.
[García da Orta, Coloquios dos simples, 1563]

Cementerio lejano
En Tetuán, caminando más allá de la Medina y al pie de una colina
polvorienta, las callejuelas desembocan en la Mellah, el antiguo barrio
judío centrado alrededor de la sinagoga de Ben Walid. Las calles confluyen
en la soledad de un cementerio instalado desde el siglo XII, por lo menos,
cuando los judíos expulsados de España por oleadas que se sucedieron
periódicamente hasta el pogrom de 1492, se instalaron en esa ciudad
comercial del norte de Marruecos, en donde convivían pacíficamente con
musulmanes y cristianos. Entre miles de tumbas con inscripciones en
hebreo sobresalen las de los sefarditas indianos, los Torres, Páez, Sordo,
Lucas, Salas, Pintos y Toledanos. Destacan de las demás porque son
tumbas grabadas con motivos “precolombinos” traídos de la Nueva España
a mediados del XVII: pirámides, serpientes emplumadas y toda una
ornamentación bizarra de grecas y motivos geométricos que rompe con la
austeridad de las demás lápidas, y en donde los textos hebreos se salpican a
veces con los epitafios escritos en jaquetilla, el dialecto hispano-hebreo de
estos emigrantes forzosos de una América española que les fue
definitivamente ingrata.

Las redes se tejen en el puerto


Es necesario entonces evocar aquí un conjunto de eventos que
involucran la actuación de individuos de carne y hueso del pasado, insertos
en solidaridades colectivas hechas de complicidad y confianza, a menudo
basadas en las relaciones familiares extensas y que se desarrollaron en el
interior de un sistema que más o menos funcionaba, es decir, en un espacio
en construcción como lo fuera la Nueva España de esa época. Esta
reflexión arranca de la posibilidad de mostrar parte de las mallas

1
Capítulo XI de: Antonio García de León, Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su
litoral a Sotavento, 1519-1821. Fondo de Cultura Económica/ Gobierno del Estado de Veracruz/
Universidad Veracruzana. México, 2011. 985 pp.
466

inconclusas que caracterizaron a la transición capitalista del XVII en un


contexto a la vez central y periférico: el del tráfico de la Carrera de Indias,
por una parte, y, por la otra, el de la América española dominada por un
imperio que en esa época, lejos de decaer, lo que hizo en realidad fue nunca
llegar a despegar. El énfasis puesto aquí en la Nueva España, y en
particular en una de tantas redes comerciales que crecieron y se
extinguieron en ella en esa época, ofrece la oportunidad de mostrar las
vinculaciones de esta “periferia” con el ancho mundo, nada menos que con
el “núcleo” central mismo de un capitalismo comercial que se trasladaba al
norte de Europa en el justo momento de la separación entre las coronas de
España y Portugal. Por lo mismo, ésta es una historia que empieza en
Veracruz y termina en Ámsterdam.
Pero en el contexto de ese gran proceso de transición, en donde las
limitantes institucionales eran aún demasiado débiles, las redes comerciales
resultaban muy efímeras, dado que dependían de circunstancias muy
cambiantes y estaban sujetas a variaciones cualitativas que dificultan su
encuadramiento actual a través de una sola herramienta, el análisis de redes
sociales2. Las formas de socialización que se establecieron en la Nueva
España se fundaban principalmente en las estructuras familiares y de
parentesco, en una diversidad de situaciones que derivaban tanto de las
estructuras preexistentes como de las originadas en la Europa medieval,
trasladadas a América en el proceso de colonización. Estas formas, que
iban de la familia extensa cohesionada por los lazos de sangre a la
construcción de redes de sociabilidad de muy diverso tipo, tendían a
reforzarse en tanto tuvieran que preservar intereses construidos en su seno.
Es por ello que el análisis de las redes comerciales, o el de las estructuras
de poder de ese periodo, se entremezcla con el tema de las relaciones de
parentesco y confianza, aun cuando la pertenencia a estas redes no
excluyera la participación en otros tejidos de relaciones3. De manera
2
Que ha sido principalmente diseñada por la sociología y la antropología: dos disciplinas particularmente
sincrónicas y especialmente reacias a considerar la historicidad de los hechos sociales. Otras conclusiones
de desprenden de todo esto y tienen que ver con la manera de abordar y representar estas relaciones sin
perder la aprensión holística de los hechos históricos. Dicho de otra manera: ¿Es posible enredar a estos
comerciantes, que sobrevivían en una playa inhóspita, en las mallas tupidas de la regularidad y el
comportamiento lógico y “económicamente correcto”? Porque también, al poner el énfasis en esta parte
de la red atlántica portuguesa, además de obviar sus relaciones múltiples, hemos debido trasladar los
hechos a la centralidad del escenario de estudio (en este caso, Veracruz), aun cuando el verdadero centro
de este fragmento de la red atlántica haya sido en realidad la ciudad de México, de cuyo Consulado
dependía el principal puerto de la Nueva España; y que el nodo en el que confluían todas las relaciones
del grupo haya sido, como veremos, el patriarca religioso y económico que en ella residía.
3
Véase acerca de esto el artículo de Michel Bertrand, “Las redes de sociabilidad en la Nueva España:
fundamentos de un modelo familiar en México (siglos XVII-XVIII)”. En: Georges Baudot, Comp., Poder
y desviaciones…, 1998: 103-133. El mismo autor ensaya aquí una definición que puede sernos útil: “Por
red de sociabilidad entendemos el conjunto permanente o temporal de vínculos de naturaleza diversa que
unen a los individuos entre sí. Estos lazos constituyen una verdadera organización social que rige al
conjunto de los individuos unidos de esa manera. Suponen entre los participantes lazos de solidaridad del
mismo tipo que los existentes en un linaje. Pero a diferencia de este último, reúnen a individuos
467

general, este tipo de lazos se encontraba entonces sujeto a eventualidades


como las que veremos adelante, que podían implicar cambios bruscos y
acontecimientos inmediatos que impiden hasta hoy considerar estas
vinculaciones como inmóviles.
En lo que se refiere a los mercados del puerto de Veracruz, desde
donde partimos para visualizar estas redes, habrá que distinguir entre tres
pisos dentro de la circulación que se entremezclaron y que, al mismo
tiempo -como hemos visto-, se desarrollaron de manera independiente,
dependiendo de las fluctuaciones del mercado y de los cambios generales:
el comercio intercontinental, el interamericano y el local4. Es en el segundo
y el tercer plano en el que se inscribe precisamente el surgimiento de una
malla de intereses relacionada con las actividades diversas de quienes
aparecían como simples accesorios del gran comercio atlántico en el
momento de mayor auge de la Carrera de Indias: núcleos pequeños en los
que la modernidad universal se instalaba, que dinamizaban el lado oscuro
del gran tráfico y que construían a su alrededor una dinámica estructura
paralela. Pero de hecho, y en un sentido general, estas redes eran producto
de un proceso más amplio, que se desarrolló en la Nueva España desde la
segunda mitad del siglo XVI, cuando la economía minera y la
diversificación de la producción en la economía colonial causaron un
debilitamiento del polo sevillano, originalmente hegemónico. En los
circuitos de comercio del gran Atlántico, factores y agentes se estacionaron
en varios puertos y posiciones claves dentro de la Nueva España, como
Veracruz, Puebla de los Ángeles y la ciudad de México. Estas redes, como
la mayoría de las construidas al amparo de esta modernidad, fueron
construidas sobre bases sociales preestablecidas, basadas en la “nación” y
el parentesco. A las redes sevillanas se fueron sumando los comerciantes
burgaleses, portugueses, catalanes, ingleses y genoveses que operaban en la
Nueva España. Trabajando dentro de estas redes sociales, los tratantes
también adoptaron formas cada vez más formales de asociación, como
socios, nodos y firmas a pequeña escala, cuyos miembros eran reclutados a
través de comisiones, salario o una combinación de ambos.

relacionados también por lazos de dependencia. El conjunto de esos vínculos los lleva a actuar de manera
colectiva en una misma dirección para la obtención de resultados que interesan, si no directa y
simultáneamente, a la totalidad de sus miembros, por lo menos a una fracción importante de ellos. Esta
acción se organiza entonces en torno a un elemento dinámico o central de la red que impulsa el
movimiento hacia el todo”.
4
Fernand Braudel, en su pequeño libro La dinámica del capitalismo (Breviarios FCE. México, 1986: 11-
12), que resume su imponente Civilización material y capitalismo, desglosa esta transición: “Lo que me
parece primordial en la economía preindustrial es, en efecto, la coexistencia de las rigideces, inercias y
torpezas de una economía aún elemental con los movimientos limitados y minoritarios, aunque vivos y
poderosos de un crecimiento moderno. Por un lado están los campesinos en sus pueblos, que viven de
forma casi autónoma, prácticamente autárquica; por otro, una economía de mercado y un capitalismo en
expansión que se extienden como una mancha de aceite, se van forjando poco a poco y prefiguran ya este
mismo mundo en el que vivimos.”
468

La naturaleza de la red lusitana


Entre 1580 y 1640, Portugal y los reinos de Castilla estuvieron
unidos coyunturalmente bajo la hegemonía de los Austrias: en condiciones
que permitieron que los súbditos de Lisboa -herederos de un imperio que
se extendía por el Extremo Oriente, el África, el Atlántico y el Brasil-, se
incrustaran por todo el imperio español implantando en él sus formas de
expansión comercial5 y ofreciendo sus servicios a los asientos y
consignaciones de la Corona española. A los portugueses, sin embargo, la
unión dinástica desigual (que convirtió a Portugal en una dependencia) les
reportó más inconvenientes que ventajas, pues esta “unión” no se tradujo ni
en una política unitaria ni en una integración económica orgánica. Si los
portugueses mantuvieron una gestión ampliamente autónoma de sus
dominios y de sus tráficos, nunca tuvieron los privilegios de que gozaban
los castellanos, ni obtuvieron siquiera el derecho de comerciar con la
mayor parte de las posesiones españolas; pues ambos imperios siguieron
estando separados a pesar de sus estrechas relaciones en el Extremo Oriente
y en el traslado de los esclavos africanos a la América española.
Fue así como las redes mercantiles y financieras, locales e
internacionales, establecidas por ellos se fueron consolidando en el
contexto de la mentalidad emprendedora e itinerante de sus miembros, que
pese a todo, obtenía ventaja de la desventaja. Las redes lusitanas, en la que
sobresalían algunos marranos o “criptojudíos” imbuidos de ese espíritu de
búsqueda y empresa que los llevó a cambiar constantemente de residencia
en todo el mundo conocido, se desplegaba ampliamente en los dominios de
Portugal, España, Holanda y Francia. Extrema movilidad debida a la
naturaleza de sus negocios y a los cambios impuestos por la veleidad de los
mercados. Así, con la unión de las dos Coronas, no fueron los castellanos
los que se infiltraron en el imperio portugués, sino los portugueses los que
se vieron obligados a hacerlo en el de Castilla. Y por sobre la natural y
atávica aversión que los españoles tenían entonces por la industria y el
comercio6, -en tanto que preferían participar de la burocracia y la iglesia-,
esta supuesta infiltración de quienes se consideraban de la “nación” judía
sefardí ibérica, se había desarrollado precisamente en estas actividades

5
Desde antes de la unión de las dos coronas, un artificio de los portugueses era cruzar la raya de Portugal,
asentarse en Sevilla o en Extremadura, españolizarse y luego pasar a las Indias de Castilla. Diego
Santiago del Riego, un fiscal de Santo Domingo lo expresaba así en 1563: “Los extranjeros, en especial
portugueses, han hallado una invención para pasar a estas partes y comerciar, y es que teniendo su
naturaleza, casa y familia y hacienda en Portugal, vánse a un lugar de la corona de Castilla y piden
vecindad y dánsela, y como vecinos pasan a estas partes” (Citado por Marcel Bataillon, “Santo Domingo
‘era Portugal’”, 1970: 115). Para una visión global reciente, véase la amplísima Tesis de Daviken
Studnicki-Gizbert, Capital’s Commonwealth: The World of Portugal’s Atlantic Merchants…, Yale, 2001.
6
Lo que Pierre Vilar llama “el irrealismo español”, el divorcio “entre su manera de vivir y su manera de
producir” (P. Vilar, “Le temps du Quichotte”, Europe. Enero1956: 1-16).
469

económicas de riesgo, de tráfico de dinero, papeles valorizados, mercancías


y seres humanos. En pocas palabras, eran gentes que viajaban y tenían
relaciones internacionales que facilitaban el comercio. Por su pretendida fe
no eran admitidos en la sociedad cristiana, y su actividad no podía ser
estimulada por el atractivo de los honores sino por los beneficios que
obtenía. Y como no estaban sometidos a las reglas de la moral cristiana
sobre el “justo precio”, ni a la prohibición de la usura, tenían en esto un
mayor margen de maniobra mercantil. Por todo el peso milenario de las
exclusiones ejercidas sobre ellos, vivían principalmente en las ciudades y
su riqueza era puramente mobiliaria y sobre el terreno “virtual” de las
transacciones. Dotados de una moral austera ligada a una religión del Dios
único, se hallaban en esto de acuerdo con la moral cristiana, aunque con
más rigor, sobriedad y sentido del ahorro7.
En la primera mitad del XVII, el más amplio entramado portugués
estaba centrado en la capital lusitana y explica los sucesos que llevaron a su
posterior independencia. Como tal, era un vasto y frágil sistema, que no
duró más que algunos decenios, pues después de la “restauración” de su
monarquía, Portugal caería pronto bajo la dinámica de otros sistemas
imperiales más poderosos, principalmente los centrados en Ámsterdam y
Londres8.
Asimismo, la distribución de las vinculaciones del grupo de
banqueros portugueses que servían a la Corona castellana desde 1627 por
lo menos, de arrendadores y asentistas residentes en el imperio español,
corresponde con la parte del mundo controlada entonces por los conversos
lusitanos y su “estrategia de negocios”9. Era un conjunto de rutas y una

7
Estos aspectos de la mentalidad incluían además lo que Braudel ha llamado “una conciencia de sí
mismos como una clase mundial”: una identidad moderna -para decirlo de otra manera-, que iba más allá
de las naciones y los reinos. Templados en un clima de permanente persecución, rehusaban las actitudes
estéticas por sí mismas, no hacían un gesto o una acción porque estos fueran “bellos”, sino por ser útiles a
un fin predeterminado.
8
Según Fernand Braudel, “el sistema portugués, extendido a las dos orillas, africanas y americanas del
Atlántico, constituye una inmensa red que se expande a través del nuevo mundo en una decena o en una
veintena de años. Esta viva expansión es forzosamente un hecho de importancia internacional. Sin ella,
Portugal no se hubiera “restaurado” en 1640, es decir, no hubiera recobrado su independencia de España.
Explicar la restauración, como se hace de ordinario, por el florecimiento del azúcar brasileño, no sería, en
todo caso, suficiente […] La plata clandestina del Potosí, gracias a los nuevos cristianos portugueses,
prestamistas de Felipe IV el Rey Planeta, se unirá así con la plata oficial, regularmente desembarcada en
los muelles de Sevilla”. (Civilización material, economía y capitalismo…, Tomo 2, “los juegos del
intercambio”: 130-131)
9
La bancarrota de 1627 obligó a sustituir a los banqueros genoveses por los portugueses, y quien
favoreció esta medida en el Consejo de Hacienda fue el principal asesor o valido del rey: el conde duque
de Olivares. Una de las estrategias de los ricos conversos portugueses consistió en efectuar “asientos de
anticipación”, es decir, préstamos de dinero a la Corona a cambio del disfrute de una renta determinada,
especificando el tiempo del disfrute y la cantidad a percibir. Así, el 66 por ciento de las operaciones
realizadas en vellón por los portugueses en esta época se ajustaron a cambio de arrendamientos de rentas,
prorrogaciones en el disfrute de las mismas, o garantías de exclusividad ante la oferta de algún otro
arrendador, todo lo cual los había convertido en los dueños virtuales de las aduanas y los puertos (como lo
demuestra Rafael Valladares: Felipe IV y la restauración de Portugal, 1994: 199-235). Sobre esta
estrategia véase también: Frédéric Mauro, Le Portugal et l’Atlantique au XVIIe siècle. 1960. Asimismo,
470

cadena de prestación de servicios que conformaban desde años atrás una


malla internacional de próspero comercio marítimo, privilegiada por las
concesiones o asientos que les habían sido otorgadas por la Corona
española, en especial el de introducción de esclavos africanos y el de
provisiones generales10, dándole a los portugueses (en su mayoría
supuestamente conversos) una serie de privilegios que eran muy criticados
por los arbitristas, los consejeros del rey e, inclusive, por los intelectuales
cercanos a la corte11. La vitalidad de las redes y de las rutas dependía a su
vez de la circulación de mercancías y recursos, o, dicho de otro modo, del
comercio que en ellas se llevara a cabo12. Y es que en la plena expansión de
los inicios del siglo, la Corona española no disponía de un sistema para
movilizar sus ingresos dentro del mismo imperio, o para trasladar la plata
hacia las diversas plazas en donde se requería, teniendo que recurrir
precisamente a estas redes de comerciantes, los que ponían a disposición de
la Corona tanto el crédito necesario, las letras de cambio y los endosos,
como la transferencia de los ingresos y recursos en metálico. Además, la
concesión en Castilla de “cartas de naturaleza” para el comercio con
América, más todos los privilegios anteriores, permitían la inserción de
estas mallas de intereses en todas las áreas del comercio.
Por su parte, y en lo que concierne a la Nueva España, la mayoría de
los portugueses establecidos en ella desde fines del XVI participaban de
esta gran red de transacciones y servicios: traficando negros esclavos de
Guinea, Angola y el Congo, cacao de Venezuela y Guayaquil, perlas de la
isla de Margarita, plata y harinas, telas europeas y asiáticas, metales
preciosos y diversos productos americanos y europeos, cuyo centro de
distribución se hallaba precisamente en Veracruz, extendiéndose a algunos
puntos estratégicos del interior (la ciudad de México, Puebla, Guanajuato,

sobre el origen de las redes comerciales portuguesas: J. Gentil da Silva, Stratégie des Affaires à Lisbonne
entre 1595 et 1607. París, 1956.
10
Nicolás Broens, Monarquía y capital mercantil: Felipe IV y las redes comerciales portuguesas (1627-
1635), 1989. El uno se refería a la concesión exclusiva para introducir esclavos de Angola, el Congo y
Guinea en la América española, y el otro a las “provisiones” y préstamos de los financieros portugueses a
la Corona española.
11
Algunos de los argumentos antisemitas y antiportugueses más duros de la época provienen de Francisco
de Quevedo, uno de los autores más conocidos del Siglo de Oro español: Execración contra los judíos,
1996. Se trata de un texto de 1633 contra “la blasfema obstinación de los judíos que hablan portugués”:
“Porque”, dice, “los judíos hacen con nosotros lo que Satanás hizo con Cristo (…) el propio metal acuñan
que Satanás”. Bartolomé de Legasa, uno de los secretarios del ministro de la Real Hacienda exclamaba,
durante la escasez de fondos de 1646 (motivada por la persecución) que “estos portugueses son aquellos
que ni negocian con SM ni arriendan sus rentas, sino un género de gente que trata con el dinero en
cambios secos y otras negociaciones perniciosas, atravesando la negociación y dando ley a los cambios”.
12
Recordemos que en lo general, el imperio español estaba ya comercial y financieramente dominado por
genoveses, portugueses, ingleses, flamencos, alemanes y holandeses, que operaban en Sevilla, el corazón
mismo de las transacciones de la Carrera de Indias. Para darnos una idea de esta presencia, habría que
subrayar que, según Broens, en 1640 había 2 mil comerciantes portugueses de todo tipo solamente en
Sevilla y Madrid. Por lo mismo, el periodo de unión de las dos coronas, las seis décadas del imperio
“hispano-portugués”, marca un hito importante en el primer impulso a la globalización de cuatro
continentes. Cf. Serge Gruzinski, Les quatre parties du monde…, 2002.
471

Querétaro, Taxco, Pachuca, Guadalajara, Zacatecas, las minas del norte y


Acapulco). Además, ante una serie de privilegios obtenidos por las
cláusulas del asiento de negros -entre ellos los de incautar esclavos de
contrabando, revisar las cargas de los navíos, interferir en la formación y
control de las milicias de negros y mulatos, intervenir en el control de las
Lonjas de comerciantes y ejercer ciertas funciones tributarias en los puertos
habilitados como factorías de los asientos-, la presencia de estos
mercaderes se hacía cada vez más indispensable mientras que los síntomas
de rechazo a sus actividades se venían acumulando en todo el imperio
hispano-portugués. Y es que desde la unión de las dos Coronas en 1580, los
españoles, principalmente en América, no acababan de integrar a los
portugueses como súbditos de la Corona ni los aceptaban totalmente,
acusándolos en conjunto de practicar el judaísmo, lo cual era un buen
pretexto para aplicar un criterio exclusivista según los intereses del Estado
español y sus mecanismos de represión político-religiosa. Estos
mecanismos eran presididos por una de las instituciones más crueles y
corruptas que produjo la química del intelecto ibérico: el Santo Oficio de la
Inquisición, que bajo el pretexto de la defensa de la fe católica, estaba
destinado a obtener capitales incautados de presuntos y reales “judíos”. La
Inquisición era, en otro sentido, la gran “fábrica de judíos”, la que facilitaba
estas incautaciones en momentos de crisis del imperio español empleando
el peso de la represión. Los portugueses, por su parte, nunca acabaron
tampoco de considerar como propio al monarca español, conservando
Portugal su autonomía bajo una especie de “dominación”, lo que terminó
por empujarlos hacia la “infidelidad” desde 164013. En América, como bien
se sabe, “portugués” era sinónimo de “judío”, “judaizante” o “cristiano
nuevo”.
A este clima de creciente animadversión se vino a sumar el hecho de
que las rutas comerciales se hallaban, desde entonces y por lo mismo,
severamente afectadas o cada vez más fuera del control directo de la
Corona española. En estas circunstancias, y una vez habiendo triunfado en
su guerra de independencia –en su “restauración” y separación de la
Corona española-, se aceleró desde 1641 el hostigamiento contra los

13
La guerra de independencia de Portugal se produjo 14 meses después de la derrota de la monarquía
española en el Mar del Norte y a 23 semanas de iniciada la rebelión de Cataluña. Habiendo triunfado en
1641 con la ascensión del duque de Braganza al trono portugués (Juan II), se convirtió en una guerra de
27 años, hasta los tratados de 1668, cuando España admitió su derrota en todos los frentes y recibió a
cambio la posesión de Ceuta, en el norte de África. “Su revuelta fue la más coherente, un bloque sin
fisuras de todo un pueblo; con algunas adherencias de tipo económico y social que no restaron un ápice a
su carácter de revolución política, de revolución nacional, y por ello fue la única que triunfó”, dice
Antonio Domínguez Ortiz, “Prólogo” a J. H. Elliott et al. 1640: La Monarquía hispánica en crisis, 1992:
11.
472

portugueses, año crucial en el cual, además, la flota no había arribado de


España por los constantes ataques de los piratas holandeses en el Caribe14.
Así, dentro de los sucesos que se desencadenaron en la Nueva
España a partir de entonces, quedó al descubierto la existencia previa de
una extensa filigrana de rutas comerciales y financieras, paralelas al
comercio oficial y controladas por los conversos, que atravesaban el
Pacífico, desde el Perú hasta las islas Filipinas, y que cubrían todo el
entorno del Atlántico de Sevilla y la costa occidental de África, el Brasil y,
eventualmente, Venecia, Génova, Tánger, Tetuán, Burdeos, Ruán y
Ámsterdam15.

Y si acercamos la mirada hacia el principal puerto de la Nueva


España, las actividades primordiales de los lusitanos se concentraban
claramente en siete campos de actividad económica relacionados entre sí,
que se habían ido creando -sobre todo y a partir de las licencias para la
introducción de esclavos africanos-, en el ámbito del comercio intercolonial
del Gran Caribe (comercio que crecía a la par de la decadencia creciente de
la Carrera), en el de cabotaje hacia el sur de la Nueva España y Yucatán y
en los entresijos del comercio con España. Fue así como a partir de varias
ciudades fueron creando una auténtica red comercial capitalista, toda una
tupida malla de relaciones de intercambio de mercancías y esclavos,
servicios fiscales, financieros y de información, dado que a través de esas
rutas circulaba también una parte del correo escrito oficial16. Tenían incluso
personas, socios, sucursales y colonias mercantiles en varios puertos del
Caribe insular y de Tierra Firme. Así, la red se desarrollaba en varias
esferas de actividad:

14
Véase nuestro libro Contra viento y marea…, (2004), en donde analizamos la piratería como parte del
continuum comercio legal, ilegal, contrabando y piratería: un fenómeno que no puede solamente
atribuirse al “enemigo” sino como parte de la dinámica de la corrupción en el seno del mismo imperio
español. También en 1641, y como preámbulo a la guerra de independencia, Portugal perdió
temporalmente el control sobre sus fuentes de aprovisionamiento de esclavos y azúcar, al apoderarse
Holanda de la importante colonia de Angola y de una parte del Brasil.
15
Tomando a la red atlántica portuguesa en su conjunto, podemos decir que los principales puertos de
abastecimiento y de salida eran, en orden de importancia, Lisboa, Oporto, Viena, Pernambuco, Sevilla,
los del norte de España y los puertos franceses del Atlántico. La amalgama que cohesionaba todo esto era
un eficiente sistema de transferencia de pagos al que los historiadores europeos han llamado Atlantic
Paysystem.
16
Podemos decir que la información era la principal arma para el control de rutas y asociaciones de
comerciantes: Al transportar metálico, papeles y documentos oficiales, quienes controlaban las rutas se
enteraban del comportamiento de los precios, de noticias varias (entre ellas y con antelación de las
cédulas y edictos que les eran contrarios) y de las fluctuaciones de los mercados. Esta información
circulaba y se guardaba celosamente en el seno de una comunidad basada en un complejo tejido de
confianzas mutuas, las que sólo serían rotas por la labor represiva y de “contrainteligencia” del Santo
Oficio de la Inquisición. Una vez hechos prisioneros, eran ampliamente interrogados para obtener
información acerca de sus contactos y transacciones. El Tribunal del Santo Oficio ejercía entonces un
papel estrictamente político para la salvaguarda de los intereses de la Corona.
473

1) Como factores o rendeiros de los asientos y el tráfico negrero:


considerando a éstos como la obligación contractual entre el monarca y los
comerciantes a cambio de un pago convenido por la prestación de un
servicio. Así, la introducción de esclavos por las compañías portuguesas a
Nueva España tuvo su principal factoría en Veracruz entre 1590 y 1640,
contándose aproximadamente unos 70 mil los que llegaron con registro en
ese periodo17, y un 10 por ciento más los introducidos por las vías del
contrabando. A pesar de su importancia local, los negreros oficiales y
“sueltos” en realidad dependían del centro de la red comercial que se
ubicaba en la ciudad de México y que dirigía Simón Váez Sevilla,
originalmente vecino de la ciudad andaluza. Como puede deducirse de los
documentos, los negreros de Veracruz18 no eran más que agentes de los
establecidos en la capital. La ciudad de México era el centro del tráfico
esclavista de la Nueva España, y Veracruz el puerto de desembarco, base
de la factoría y cauce hacia la capital. Por otro lado, y como ocurrió con los
asientos esclavistas posteriores, el comercio de esclavos no era tan jugoso
en sí mismo, sino más bien, se erigía como un parapeto autorizado que
encubría la introducción ilegal de otras mercancías19.

2) Como introductores de cacao. Precisamente, el comercio del cacao


venezolano, que fue de hecho iniciado por esta red desde 1621, se creó
gracias a una creciente demanda: importándose a la Nueva España en
virtud de la crisis agrícola que no permitía cubrir las necesidades del
consumo novohispano y de la redistribución a Europa20. Y es que después
17
Enriqueta Vila Vilar, Hispanoamérica y el comercio de esclavos, 1977: 207.
18
Los factores de Veracruz se instituyeron desde 1596 y fueron: Francisco López Enríquez (1596-1601),
Juan Fernández de Moza (1602), Manuel Carrillo, con su Guarda Mayor y escribano Martín Cabral
(1603-1604), Francisco López (1605-1616), Tomás de León (1617-1622), Alfonso Váez de Oliveira, con
su Guarda Mayor Luis Pereira (1623-1633), Francisco Sánchez de Sosa (1632-1635) y Fernando
Rodríguez (1636-1641). Antonio, el hermano de Francisco Sánchez de Sosa, fue uno de los principales
factores en Cartagena de Indias. Por su parte, el primer factor, Francisco López Enríquez, fue acusado en
su tiempo de delitos contra la fe: BN, Archivo Franciscano, caja 66, exp. 1218, 1601-1606, “Proceso
contra Francisco López Enríquez, portugués, mercader de negros, por judaizante”.
19
En 1610, por ejemplo, una Real Cédula mandaba a los Oficiales Reales del puerto “ver que las naos de
esclavos de Guinea, que lleven mercancías y vinos, confisquen naos y mercaderías”, pues el rey había
sido “informado por el Consulado de Sevilla, que muchas de ellas, con solapa de ir cargadas de esclavos,
llevaban mercaderías y vino”, por lo que había que tomar “por perdidas dichas naos y mercaderías”
(AGNM, AHH. 559, 3: ff. Sin número: “Cuaderno Tercero que extracta varias cédulas y otros papeles
cuyos asuntos son singulares”). Habrá que decir, sin embargo, que en algunos años de prosperidad del
tráfico negrero, el pago de derechos por la introducción de esclavos de Angola, superaba al almojarifazgo
del 10 por ciento por la entrada de la flota. Como ocurrió en el lapso de marzo de 1638 a junio de 1639,
cuando, de 297 mil 111 pesos cobrados por la Caja Real de Veracruz, 59 mil 55 correspondieron a la flota
y 85 mil 380 a derechos de esclavos introducidos. Véase: Klein, Herbert S. y John J. Te Paske, Las Cajas
de la Real Hacienda de la América española…, CD, 2004.
20
Un 12% del cacao introducido no procedía del Caribe sino del puerto de Guayaquil, en el Reino de
Quito. Se introducía a través de Acapulco y se redistribuía desde México y Veracruz. Este cacao era más
barato y amargo: era consumido por los pobres y bebido con azúcar, aumentando la demanda de este
último producto. Uno de los actores de este tráfico fue Francisco López de Fonseca, quien residió por
temporadas en Santa Fe de Bogotá, Riobamba (Ecuador), Quito, Guayaquil y Acapulco. La persecución
474

de 1620, Venezuela se había convertido en una plantación al servicio del


mercado novohispano: entre 1620 y 1650, el 99% de las exportaciones
venezolanas iban a la Nueva España. Este comercio se realizaba en fragatas
propiedad de miembros de la red que transportaban el cacao desde
Maracaibo o desde La Guaira (Caracas) hasta Veracruz, y que navegaban
de regreso al Caribe con harina y trigo del valle de Puebla, loza, plata
labrada particular, y luego también, con la moneda metálica que el virrey
de Nueva España -aprovechando esta red de fragatas-, distribuía para el
pago de la administración militar y civil de un fragmento del Caribe
español: el llamado situado de la plata. Las naves de tráfico del cacao
pertenecían en su mayor parte a contratistas venezolanos -entre quienes
destacaban los Fernández Gramajo (de los judíos portugueses de
Cartagena)-, a algunos de los portugueses vecinos de Veracruz y a Simón
Váez Sevilla. De hecho, este tráfico, que iba en ascenso antes de la
persecución, se suspendió totalmente entre 1641 y 1645, ascendiendo
después muy significativamente desde 1656 hasta finales del siglo21.

lo sorprendió en Orizaba. Sobre el papel de Antonio Méndez Chillón en este tráfico, véase: Robert Ferry,
“Trading Cacao…”, 2006.
21
Eduardo Arcila Farías, La economía colonial de Venezuela, 1946. Este mismo autor describe lo que fue
la llamada “feria del cacao” en el puerto de Veracruz, desde la primera mitad del XVII. En la segunda
mitad del siglo era ya el 80 por ciento de cacao venezolano el que se conducía a Veracruz, mientras que el
total consumido ascendía a unas 322 mil 664 fanegas. Las introducciones a Veracruz, entre 1621 y 1640
pasaron de 447 fanegas a 10,792. Cuando se restableció el tráfico, entre 1646 y 1650 ascendió a 17,215
fanegas: llegado a las 55,789 en el quinquenio 1696-1700.
475

3) Como introductores de textiles finos. El tráfico de las telas


europeas (principalmente de Ruán, de Inglaterra y de Holanda) y de sedas
chinas, así como de otros productos textiles. Esto implicaba una relación
directa no solamente con Filipinas y Sevilla, sino también, a través de
Sevilla y las Canarias, con otros puertos europeos y asiáticos, dentro y
fuera del imperio español, que contaban con fuertes comunidades de judíos
portugueses. Estas telas se introducían legalmente y usando también las
extendidas redes del contrabando y el llamado “comercio de balandra” que
en ese entonces prosperaba en el litoral del Golfo. La redistribución de
estas mercancías se orientaba principalmente hacia tierra adentro, la capital
y las Provincias Internas, y hacia los puertos del sur: Alvarado,
Coatzacoalcos, Villahermosa, Campeche y Yucatán.
4) Como arrendadores de impuestos. La administración y el cobro
de alcabalas y tributos, que sentó las bases del mercado interno regional y
estableció sus relaciones a corta y gran distancia, se basaban en la larga
experiencia de los portugueses en la administración de la Casa de
Contratación de Sevilla y otros lugares de España y Portugal, permitiendo
que se ocuparan de cobrar los impuestos de avería, almojarifazgo, alcabalas
y otras imposiciones al tráfico comercial -a través del control o la
complicidad con los Oficiales Reales-, así como los tributos a algunas
476

comunidades indígenas situadas al sur del puerto, en las regiones de la


Veracruz Nueva, Cosamaloapan y la cuenca del Coatzacoalcos:
precisamente allí donde los españoles demostraban poca o ninguna
eficiencia en el control fiscal de los indios. En este último caso, se usaban
negros libres y parte de las milicias de pardos y morenos que estaban de
hecho bajo el control de los portugueses22. Esta posición les daba además la
capacidad de visualizar potenciales mercados de consumidores en un
mercado interno en construcción sobre el litoral del Golfo. Los que
sobrevivieron a los acontecimientos de 1642, pequeños tratantes y dueños
de tiendas, seguirían por décadas imponiendo su presencia en los pueblos
más alejados.
5) Como redistribuidores de plata y cereales. El inicio del situado de
las harinas y el trigo, que al igual que el situado de la plata, vinculaba a
Veracruz con la Florida, Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico; Trinidad y el
oriente de Venezuela (principalmente la isla de Margarita y el puerto
oriental de Cumaná). Estos situados eran una red de suministros y
relaciones de todo tipo entre la Nueva España y las colonias españolas del
Caribe: además, en los años anteriores al golpe inquisitorial, la
redistribución estaba bajo la supervisión del Corredor Mayor de la Lonja de
Veracruz, quien fue durante este tiempo aliado o miembro de la red.
6) Como poseedores de títulos de deuda, es decir, de préstamos
hechos a deudores en México, Provincias internas, Filipinas, Caracas,
Maracaibo, Campeche, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Pernambuco,
Angola y varias ciudades españolas (Sevilla, Madrid…)23. Préstamos
basados en créditos frescos concedidos en periodos frecuentes de atraso de
las remesas y los situados, lo cual habla no sólo de la gran movilidad y del
grado de inclusión en la economía-mundo de los principales comerciantes
acusados, sino de la capacidad de inserción en los tiempos discontinuos del
tráfico. En el momento de la represión, una gran cantidad de escrituras y
letras de cambio fueron decomisadas por el Real Fisco de Inquisición,
convirtiéndose desde entonces en simples documentos sin valor, pues su
valoración era virtual mientras no se convirtieran en metálico. La letra de
cambio, era más que una mera orden de pago, debido a que no implicaba
únicamente la transferencia de dinero, sino también su conversión en otra
moneda. Esto, a su vez, hacía posible la especulación, dadas las continuas

22
Algunos de los vecinos menores de la red, como Duarte Castaño, empleaban grupos de negros libres
armados –sus propias guardias o mesnadas- para obligar al pago del tributo, del que se guardaban una
comisión, a las comunidades renuentes en la Veracruz Nueva (Medellín, Tlalixcoyan, Tlacotalpan…), en
Cosamaloapan y en Coatzacualco. En esta última jurisdicción, uno de los acusados en 1642, Jorge
Serrano, había sido organizador de milicias de pardos y morenos, y luego, Corregidor y visitador de la
Real Hacienda precisamente en el ramo de los tributos de los indios. Cf. Antonio García de León, “Las
milicias de pardos y morenos en el Veracruz del siglo XVIII: una aproximación general”, 2005: 75-90
23
AGNM, RFI, 18, ½. Ff. 5-84, 1644, “Relación de bienes y deudores de Fernando Rodríguez,
reconciliado”.
477

fluctuaciones de cotización. Otros cobros eran las comisiones, las que


producían un promedio de cinco por ciento de interés anual24.
7) Como funcionarios menores. El usufructo y control de cargos
intermedios en la administración civil y militar, y en los negocios
particulares; y en donde miembros menores de la red, no necesariamente
portugueses, actuaban como escribanos, secretarios, capitanes de milicias,
albaceas de bienes particulares, etcétera. En estos cargos participaban
también mulatos libres ilustrados que se habían iniciado como empleados
de los portugueses, algunos de origen angolano, y que de hecho
sobrevivieron a la expulsión25.

En virtud de todo lo anterior, el papel de los judíos portugueses en el


mantenimiento de las redes mercantiles del Atlántico y el Caribe resulta un
aspecto fundamental que ha sido poco considerado en el análisis del
comercio del siglo XVII entre España y las Indias. Asimismo, habría que
resaltar la importante contribución que esta comunidad tuvo en la
expansión de los vínculos comerciales y humanos, enlazando ciudades y
puertos del imperio español en América con las ciudades, puertos y
establecimientos coloniales franceses, portugueses, ingleses y holandeses:
en una red que se extendía, por decir algo, desde Jamaica y Saint
Domingue, hasta Barbados, la Martinica26, Cartagena de Indias, las
Guyanas, Curazao27 y el Brasil portugués y holandés. También, al propiciar
la activación de las Lonjas de comerciantes y la creación, en 1636, de la
Armada de Barlovento (originalmente subsidiada por los comerciantes del
Consulado de la ciudad de México para la defensa del Caribe)28; se
insertaban en la estrategia política y militar del imperio, fortaleciendo las
rutas y los modos de operación comercial y financiera que desarrollaron los
portugueses en América, el Lejano Oriente, África y Europa. Se trataba en
toda forma de un “campo magnético” de relaciones humanas a gran
distancia. Es más, la cohesión misma del imperio hispano-portugués,
caracterizada por su gran extensión, estaba determinada por la unión a

24
Esto puede verse por ejemplo, en las donaciones que Antonio Méndez alcanzó a hacer a sus hijos
tenidos con negras de Angola (AGNM, RFI. 43, 14: 172-177, 1642-1643) meses antes de su aprehensión,
de seis mil pesos a cada uno, “de cinco por ciento al año, que son trescientos pesos…”
25
AGNM, RCO, 32, 14: ff. 34-35v., 1704, “Contra funcionarios mulatos de origen portugués en la Vera
Cruz Nueva”.
26
Abraham Cahen, “Les Juifs de la Martinique au XVIIe siècle”, 1981 : 93-122.
27
Oruno D. Lara ha detallado la red en Curazao: “Marchands juifs à Curaçao”: Caraïbes en
construction…, 1992, T. I: 219-146. También : Linda M. Rupert, Rethinking Curaçao’s Commercial
History. Some Initial Notes on the Role of Black Seafarers and Jewish Merchants in the Early Modern
Period (1648-1790). Ms. Duke University, 2003.
28
Manuel Alvarado M., La ciudad de México ante la fundación de la Armada de Barlovento…, 1983.
También: AHNM, Diversos, 31, doc. 47, 3 junio 1637, “Despacho del Cabildo de México a los Oficiales
Reales de Vera Cruz para el cobro del servicio de los 200 mil pesos destinados a la fundación y sustento
de la Armada de Barlovento, en virtud de la provisión del Marqués de Cadereyta de fecha 7 de enero de
1637”.
478

través de ésta y otras redes de rutas comerciales que desarrollaban su


actividad dentro de los límites a menudo inciertos del imperio29. Es más,
estos itinerarios comerciales le daban forma y marcaban su periferia,
constituyéndose en las arterias que permitían su existencia como tal.
Destruirlas significó, como veremos, un daño irreversible.

La Complicidad grande
Pero después de haber desarrollado estrategias tan efectivas y
mantener las fragilidades de una red en expansión, sobrevino la guerra de
independencia portuguesa y con ella la decisión de la Corona española de
erradicar a estos “extranjeros” del comercio y la administración del
imperio. La secesión de Portugal coincidía con un debilitamiento en sus
posesiones africanas y americanas, con el fortalecimiento de los reductos
holandeses a raíz de su propia independencia y con un reacomodo total de
las colonias del Caribe, en donde se había recrudecido la intromisión de los
enemigos de España en varias islas y franjas de la Tierra Firme. Es en ese
contexto de alarma que se sitúan los acontecimientos que en México se
atribuyeron a la llamada “complicidad grande”.
La persecución a los judíos de Nueva España, que había sido una
práctica recurrente del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición desde
que se estableció formalmente en México en 157130, arreció en forma
notable en 1642, por el quebrantamiento total de las relaciones entre
España y Portugal. Esta acción punitiva tiene sus antecedentes en el clima
de persecución que ya se vivía en España31, en el virreinato del Perú y en
Cartagena de Indias, en donde había ocurrido una ola previa de
persecuciones entre 1635 y 1639, que culminaron con un gran Auto de Fe
que involucró a una parte de la red portuguesa enlazada con la Nueva
España. La persecución y el clima de antisemitismo exacerbado coincidían
además con la crisis política y económica de ambos virreinatos, la que le
daba el motivo para culpar a los judíos de las desventuras reales y
supuestas que sufría esta parte del mundo colonial americano. A esta
acción de corte religioso se unió el poderoso Consulado de comerciantes de
la ciudad de México. A través de él, y a pesar de las importantes funciones
de información que prestaban los portugueses de la red novohispana, los

29
Los portugueses eran muy influyentes pero no los únicos ni los más poderosos en ciertas áreas del
imperio. Con fortunas de 200 mil pesos o más, y sus contactos comerciales internacionales, establecieron
posiciones de fuerza diversas, pero el comercio directo con las Indias, organizado alrededor de la
Carrera, estuvo lejos de ser monopolizado por ellos.
30
Solange Alberro, Inquisición y sociedad en México…, 1988. También: Stanley M: Hordes, The Crypto
Jewish Community of New Spain, 1620-1649…, 1980, y Robert Ricard, « Pour une étude du judaïsme
portugais au Mexique pendant la période coloniale », 1939 : 459-471.
31
Debida a la declinación del conde duque de Olivares, supuestamente favorable a los portugueses y a la
expansión de sus negocios. Cf. Antonio Domínguez Ortiz, Los judeoconversos en España y América,
1971.
479

comerciantes de la capital forzaron a la expulsión, tal y como había


ocurrido en 1614 con los ingleses32, o cuando excluyeron a los “peruleros”
del lucrativo comercio con Manila, al mismo tiempo que abrían para ellos
el mercado peruano en 1620 y 163033.
Por otra parte, la administración como virrey de México de don
Diego López de Pacheco y Bobadilla, marqués de Villena y duque de
Escalona, -de agosto de 1640 a junio de 1642-, así como la directa relación
de éste con los sucesos de Portugal34, crearon el clima propicio para que se
hablara en México de una “gran complicidad”, en donde supuestamente
este virrey, ligado al nuevo rey de Portugal, varios funcionarios y el grupo
compacto de los portugueses y sus aliados, pretendían arrastrar a la colonia
entera hacia los brazos de los enemigos del rey de España.
Estos sucesos, de los que se supo en México hasta abril de 1641,
influyeron así directamente en la cancelación de las concesiones para la
introducción en América de esclavos africanos, otorgadas desde 1580 a las
compañías portuguesas por la Corona española. La factoría del asiento en
Veracruz, la segunda en importancia después de Cartagena de Indias, fue
cancelada desde mayo de 1641 y su principal factor, Fernando Rodríguez,
fue desconocido como tal por las autoridades del puerto. La tensión entre
españoles y portugueses aumentó a mediados de ese año, pues en la ciudad
de México circulaba el rumor de una conspiración en Cartagena de Indias y
de que en el Brasil los portugueses habían dado muerte a 3 mil españoles.
El famoso obispo de Puebla y visitador general35, Juan de Palafox y
Mendoza fue uno de los primeros en escribir al rey diciendo que también la
Nueva España estaba en serio peligro por todos estos sucesos… “Lo siguió
la Inquisición, la cual informó a España, al inquisidor general, que la
capital, Puebla y Veracruz, eran presa de tensión por el temor de que los
portugueses de México estuvieran acumulando, como se creía, armas de
fuego y parque. Palafox recordó a la Corona que el duque de Escalona
estaba emparentado con los Braganza”36.

32
AGNM, Civil. 48: 275-284v.
33
Cf. Daviken Studnicki-Gizbert, “From Agents to Consulado: Commercial Networks in Colonial
México”, 2000: 62. “En 1640 el Consulado fue un instrumento en la expulsión de los tratantes conversos
y portugueses de la Nueva España, una estrategia que se centró alrededor de la movilización de otras
instituciones coloniales, tales como la Inquisición”.
34
La guerra de independencia de Portugal, que estalló en junio de 1640, estuvo bajo la dirección del
duque de Braganza, nada menos que cuñado del virrey de Nueva España y quien se proclamó rey de
Portugal con el título de Juan IV, separándose de la corona de Castilla.
35
Comisionado por la Corona para inspeccionar la conducta de los Oficiales Reales y de los ministros de
la Iglesia.
36
Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial, 1980: 213. También:
AGNM, Inq. 407, ff. 439-442, 1641. El virrey duque de Escalona era viudo de una hermana de Braganza.
A los ojos de la Corona, todos estos sucesos estaban encadenados por relaciones familiares que se tejieron
alrededor del conde duque de Olivares, Gaspar de Guzmán: recuérdese que estalló también en esos meses
una rebelión en Andalucía, encabezada por el Marqués de Ayamonte y el duque de Medina Sidonia; y que
éste último, don Gaspar de Guzmán y Sandoval, era pariente y homónimo del conde duque de Olivares y
hermano de doña Luisa de Guzmán, esposa del mismísimo Braganza.
480

El duque de Escalona, en respuesta al rey, consideró entonces que


todos estos temores eran infundados y exagerados y defendió a los
hermanos Váez de Acevedo, principales acusados ante el Tribunal por
“judaizar” y por supuesto acopio de armas aprovechando sus cargos
militares37, pues según él eran católicos a toda prueba y leales a la Corona,
como lo habían demostrado en el desempeño de sus cargos en México y
Filipinas. Y la verdad es que lo único que los portugueses estaban
acumulando eran caudales y fortunas, los que terminaron en poder del Real
Fisco de Inquisición, la administración del Tribunal del Santo Oficio: no
sin antes haberles arrancado un “donativo”, que muchos dieron por temor a
mayores represalias38.
Pero a los ricos comerciantes portugueses de México, “comerciantes
gruesos” que eran en realidad sólo un grupo dentro de los inmigrantes
conversos y cristianos viejos de Portugal y Angola, se les acusaba no
solamente de practicar de manera oculta la “ley de Moisés”, o de apoyar a
los rebeldes de Portugal, sino principalmente de preparar en México una
revuelta contra el rey de España en alianza con los africanos. Se decía
entonces algo que sólo era parcialmente cierto: que en Veracruz y
Campeche controlaban las milicias y las unidades militares estacionadas
allí, que habían establecido nexos de colaboración económica con las
órdenes religiosas (subvencionando a conventos y cofradías39), que tenían
37
Pues en especial, gran parte de los ataques se dirigían contra un personaje supuestamente protegido por
el virrey, el comerciante portugués sefardí Sebastián Váez de Acevedo, encargado del abastecimiento de
provisiones y municiones de la Armada de Barlovento, mientras su hermano mandaba un destacamento
de infantería en la ciudad de México. El virrey Escalona los defendió a capa y espada, minimizando los
rumores de riesgo, pues según él, eran oficiales leales con muchos años al servicio del Rey. Sebastián y
Luis Váez de Acevedo eran, además, gruesos introductores de esclavos de Angola: véase, por ejemplo:
AGNM, Tierras. Vol. 3259, ff. 106-362v, 1615-1626: “Cuentas en lengua portuguesa de introducción de
esclavos a Veracruz, en los navíos Nossa Señora de Nasaré y Nossa Señora de Ayuda”.
38
Se trataba de “…un donativo crecido a Vuestra Magestad, por estar los más ricos y caudalosos presos”:
AGI, México, 35, N22, 9 febrero-28 marzo 1643, “Cartas del virrey Conde de Salvatierra”, f. 2. A pesar
de esto, se pudieron recoger 24 mil 200 pesos de oro de los residentes portugueses (10 mil de México, 5
mil de Puebla, mil 200 de Cholula, 3 mil de Tlaxcala, mil de Huejotzingo y 4 mil de Veracruz). Ya desde
1642 se habían reunido otros 2 mil 127 pesos entre 70 vecinos portugueses de Puebla, existiendo la
relación detallada de nombres y cantidades, y entre quienes destacan, por “donar” más de 200 pesos,
Manuel Gómez, Manuel Borrego, Luis de Amézquita, Antonio García, Antonio Correa, Francisco
González, Gaspar Negrero, Vicente Rodríguez y Pedro de Sosa (Cf. María de las Mercedes Gantes
Tréllez, “Aspectos socioeconómicos de Puebla de los Ángeles (1624-1650)”, en: Carlos Contreras Cruz y
Miguel Ángel Cuenya, Ángeles y constructores…, 2000: 207-317.
39
En especial se sospechaba de los jesuitas. En el mismo Veracruz, el grueso de la comunidad portuguesa
vivía alrededor de la plazoleta de la Compañía de Jesús, y el mismísimo rector del colegio de los jesuitas,
el padre portugués Andrés González, había sido objeto de una investigación del Santo Oficio en 1635,
“porque no se le han oído decir, cuando dice misa, las palabras de la consagración” (AGNM, Inq., Vol.
381, exp. 10: 13 ff, 1635). Se acusaba también a los jesuitas de guardar vales, cartas poder, cartas de
orden, letras de cambio y comisiones de los comerciantes portugueses del puerto en su convento. Por lo
demás, a ellos estaba encargada la evangelización y bautismo de los esclavos bozales introducidos en las
cargazones provenientes de África, motivo por el cual visitaban las “armazones” de esclavos una vez
llegados al puerto. De esos años datan las primeras expresiones inquisitoriales, que luego se harían vox
populi en el puerto, de que la causa de que los portugueses y los negros no murieran durante las
epidemias de fiebre amarilla o “mal de Luanda”, era que mantenían secreta su adhesión a la Ley de
Moisés y un supuesto pacto colectivo con el demonio. Al parecer, la inmunidad de la comunidad provenía
481

muchos esclavos y empleados mulatos, que algunos vivían en unión libre


con sus esclavas o libertas, que gozaban de la lealtad del conjunto de la
población de origen africano y que tenían abundante dinero para llevar a
cabo sus planes de supuesta subversión40.
La Real Cédula de febrero de 1642, dirigida por el monarca español
al virrey duque de Escalona, reflejaba muy claramente todos estos temores.
En ella se le advertía, antes de retirarlo de su cargo, que:

Estéis con advertencia a reconocer el gran cuidado que pueden dar los portugueses,
respecto de ser como son en gran número y hallarse en los puertos más armados de
gente, más caudalosos de dinero que los naturales y más unidos entre sí que todo el
resto; que en los Reales de Minas están muy ricos y estoy informado que vienen a ser la
esponja de todo el oro y la plata de rescate y que extravían mis reales quintos, y que no
se recatan en hablar contra la fidelidad. Que están muy mezclados con los negros, con
quien tienen grande unión y gran parentesco, y ellos los respetan, así por hallarse
con mucho número de esclavos, como por haberlos criado y llevado de Angola y
mirarlos como a Padres, los cuales componen gran parte del pueblo y que se puede
tener cualquier riesgo de ellos {…} Y estéis con gran recato atendiendo que en la
Veracruz no introduzcan los rebeldes de Portugal ninguna negociación ni
correspondencia {…} y particularmente al que nombráredes por Corregidor de la
Veracruz, procurando sea de entera y segura satisfacción y vos la habéis de tener de que
sea ajeno a toda codicia que es por donde se corrompe más fácilmente lo seguro del
gobierno41.

Fue así, bajo estas circunstancias, que en junio de 1642 don Juan de
Palafox y Mendoza, obispo de Puebla y visitador (ligado desde antes al
principal asesor o valido del rey, el conde duque de Olivares, recibiendo de
él órdenes expresas de vigilar al virrey), fue nombrado arzobispo electo de
México y, mediante un golpe de estado avalado por una real provisión,
virrey y capitán general en sustitución del duque de Escalona42. A partir de

de la leche materna de las nodrizas angoleñas, pero ésa es sólo una hipótesis de la que ya hemos hablado
en otro lugar.
40
A su vez, entre los portugueses también circulaban versiones alejadas de la realidad que eran producto
del clima de hostigamiento. En una carta de Fernando de Amézquita, fechada en Veracruz en 1641, se
mencionaban los rumores sobre cierto navío portugués con 150 soldados a bordo que estaría llegando a
las islas Canarias, en camino hacia Nueva España, para liberar a la comunidad de la persecución
inquisitorial, así como de un inminente arribo de los holandeses en el mismo sentido. AGNM, Inq., 449,
1: ff. 5-6, “Proceso y causa criminal contra Luis de Amézquita, 1642”. Luis era vecino de Puebla.
41
AGNM, RCO, 1, 288: 528. De Felipe IV al virrey. Febrero de 1642. En esos días, el mismo Felipe IV
escribía, después de la caída del conde-duque de Olivares, que “Habiendo considerado que el gran
número de portugueses que hay en estos reinos, y la mano que por medio de los asientos y arrendamientos
tienen, puede causar inconvenientes de mucho perjuicio. Tengo sometido a junta particular pensar en los
medios de atajarlos, y mientras se me consulta, me ha parecido ordenaros que los arrendamientos de
rentas que en adelante se hicieren, particularmente los puertos secos, no se rematen en portugueses”.
42
AHCV, “Real provisión indicando al Duque de Escalona, cese en su cargo de Virrey de la Nueva
España y lo tome don Juan de Palafox y Mendoza”. 1642. Caja 1, Vol. 1: 297-303. Don Juan de Palafox
se enfrascaría luego en un largo pleito con los jesuitas en su diócesis de Puebla, sufriría desavenencias
políticas a varios niveles y terminó por regresar a España. A fines del XVII sus hechos gloriosos fueron
objeto de varias hagiografías redactadas en la península, en donde se le atribuyen varios milagros: lo que
dio lugar a un proceso fallido de beatificación (Cf. Antonio Rubial García, La santidad controvertida.
Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados de Nueva España, UNAM/
FCE. México, 1999). Curiosamente, uno de sus más entusiastas admiradores fue el jesuita portugués
482

entonces, varias familias de comerciantes, tratantes de poca monta y


simples artesanos o colonos, fueron exterminadas, expropiadas en sus
bienes, dispersas o desterradas. Los procesos en México en realidad habían
empezado con una serie de denuncias hechas en 1641 en el Tribunal de
Sevilla contra el rico comerciante “mexicano” Simón Váez Enríquez (o
Váez Sevilla, o Váez de Castelo Branco), en un tiempo vecino de la ciudad
andaluza, que mantenía tratos comerciales con la Nueva España, -a donde
finalmente se trasladó-, y quien era el más rico de la comunidad asentada
en México y, además, depositario de conocimientos religiosos del
judaísmo, lo que le dio un enorme prestigio en el seno de la comunidad
sefardí mexicana: considerándosele una especie de rabino, en cuya casa se
reunían todos los “judaizantes” de la ciudad de México43. La acusación
contra Simón Váez comprendía también a todos los Váez de Acevedo, a la
mayoría de los miembros de la numerosa familia Enríquez y a otros
conversos que habían cruzado el Atlántico y se habían establecido en el
Perú y México44, o bien, que habían emigrado a Ámsterdam y a los puertos
de la costa atlántica francesa45, sin romper sus nexos con los portugueses de
Sevilla, ubicados en la calle de la Sierpe, o “calle de los portugueses”. En
1620 Simón Váez se había casado con Juana Enríquez, hija de Blanca
Enríquez, “descrita por los inquisidores como una de las más pérfidas
dogmatistas rabinas que pisaron la Nueva España”46, y de Fernando
Rodríguez, el mismo factor del asiento de negros en el puerto de Veracruz.
Por su parte, el breve gobierno de Palafox (de junio a noviembre de
1642) deshizo los nexos financieros de Escalona con la comunidad judía,
denunció su sospechosa actitud de protección hacia ella y se apropió
también de sus deudas con algunos de los comerciantes perseguidos, en

Antonio de Vieira (Lisboa, 1608- Bahía, 1697), quien en 1642 se convirtiera en valido, promotor y
recaudador de fondos para el naciente gobierno del rey Juan II de Portugal. Por su protección a los
conversos, Vieira fue perseguido por el Santo Oficio de Coimbra y terminó como predicador y misionero
en Brasil. Debatió sobre cuestiones teológicas con la monja poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz
(Robert Ricard, “Antonio Vieira y sor Juana Inés de la Cruz”, en:
www.dartmouth.edu/research/sorjuana/Commentaires/Ricard/Ricard.html).
43
Simón Váez nació en 1598 en Santiago de Castilla y se crió en Castelo Branco (Portugal). Heredó de su
padre, Gaspar González Soburro, el interés por los negocios, pues éste había sido cobrador de rentas
reales en Lisboa (además de hostelero, carnicero y verdugo), hasta que un juicio inquisitorial lo obligó a
trasladarse a Sevilla, en donde un primo suyo, también llamado Simón Váez, había sido nada menos que
Contador del impuesto de Avería de la Casa de Contratación desde 1604 (AGI, Contratación, 5874, L3,
ff. 129-129v., 4 0ctubre 1604, “Nombramiento…”). Sobre Simón Váez, véase: Eva Alexandra Uchmany,
“Simón Váez Sevilla”, 1987: 67-93, y Seymour B. Liebman, “Fuentes desconocidas de la historia
mexicano-judía”,1965: 707-719.
44
Estos procesos se encuentran en varios ramos del AGNM, en especial en Inquisición y Real Fisco de
Inquisición, y resumidos en el AHNM. Cf. Seymour Liebman, Los judíos en México y América
Central…, 1971, y Luis Gerardo López Hernández, Los orígenes del contrabando en México: Gobierno,
guerra comercial e Inquisición en la Complicidad Grande…, 2003.
45
Cfr. Gérard Nahon, “Le modèle français du marranisme: perspectives nouvelles”, 1987 : 227-265.
46
Uchmany, Op. cit., 1987: 70. También: AGNM, Inq. 398, 1: “Proceso y causa criminal contra Simón
Váez Sevilla por observante de la Ley de Moysén, 1642-1649”. Blanca Enríquez, avecindada en Veracruz
junto con su marido, murió en las cárceles secretas por efectos de la tortura y fue quemada en estatua en
el Auto de Fe de 1649.
483

especial con Antonio Méndez Chillón, mercader de Veracruz ligado a Váez


Sevilla y a Fernando Rodríguez47. Se ordenó también, en virtud de la Real
Cédula de febrero de 1642, que los portugueses entregaran todas las armas
que tuvieran en su poder (lo cual dio una magra cosecha de sólo 16 armas
de fuego), y que todos abandonaran el puerto de Veracruz y otras plazas
estratégicas, retirándose a más de veinte leguas tierra adentro, por su
posible complicidad con los rebeldes a la Corona. Algunos de los
perseguidos, vecinos de Veracruz, se trasladaron a Puebla y a la ciudad de
México con sus familias, y otros se refugiaron en la cercana villa de
Orizaba, esperando que la tormenta amainara. Al corregidor del puerto,
Juan Fernández de Córdoba, acusado de participar en la supuesta
conspiración, se le condujo preso al fuerte de San Juan de Ulúa, y todos los
portugueses titulares de cargos militares o administrativos fueron
despedidos, con excepción de Sebastián Váez de Acevedo, cuyas funciones
de proveedor de la Armada de Barlovento se consideraron irremplazables48.
El único personaje conocido y sospechoso de judaizante que escapó a la
persecución fue Melchor Suárez, reconciliado de la Inquisición en Portugal,
quien era nada menos que secretario del virrey Palafox y que, como delator
de la comunidad, tuvo después una larga trayectoria política al servicio de
Sanz de la Mañozca y otros inquisidores, escapando a todas las acechanzas
de la época49.
Si consideramos que los acusados ante el Santo Oficio efectivamente
vivían en las principales plazas de Nueva España, en ciudades como Puebla
y Guadalajara, reales de minas como Pachuca y Taxco50 y puertos como
Veracruz, Campeche y Acapulco, entonces podemos decir que ocupaban
los lugares estratégicos de la economía novohispana. Pero muy
especialmente, el grueso de esta inmigración estaba ubicado en las dos
principales plazas del virreinato: la ciudad de México (en donde se decía,
desde 1622, que tenían una sinagoga) y, en Veracruz. “La Veracruz es la
llave principal de estos reynos y se hallan hoy en ella más portugueses que
castellanos”, decía Palafox en una carta de noviembre de 164151, mientras
47
Después de refugiarse varios meses en un convento, el duque de Escalona retornó a España, enfrentó un
juicio en donde obtuvo el perdón del rey y el cargo de virrey en Navarra.
48
Sebastián Váez de Acevedo comenzó sus actividades en el tráfico de esclavos. Al vender en Veracruz
en 1633 ocho piezas de esclavos al padre Gabriel de Tapia, procurador del colegio de San Pedro y San
Pablo de la Compañía de Jesús, un cirujano aseguró que todos estaban sanos, aunque no deja de anotar:
“… sin que el dicho mi parte sea obligado a ningún saneamiento, más que tan solamente pertenecerle,
porque en cuanto a su venta, no le vendo más que un bulto con cabeza, alma en boca y huesos en
costal…” (AGNM, Hist. 408, 170, citado por Gonzalo Aguirre Beltrán, El negro esclavo en Nueva
España…, 1994: 47).
49
Sobre Melchor Juárez, véase: Alberro, Op. Cit. 1988 y Pilar Huerga Criado, En la raya de Portugal.
Solidaridad y tensiones en la comunidad judeoconversa, 1994. (Cap. 4.2, “Cristianos viejos y nuevos en
Badajoz”. Pág. 140 y ss.).
50
Cfr. Araceli Reynoso, Judíos en Taxco, 1991. También: Seymour B. Liebman, Op. Cit., 1971. Así
como: Stanley M. Hordes, Op. Cit., 1980, y María Herrera Sotillo, Ortodoxia y control social en México
en el siglo XVII: el Tribunal del Santo Oficio, 1980.
51
AGNM, Inq., 489, ff. 85-88v., “Carta del obispo Palafox al virrey Escalona”.
484

que otros testimonios insistían sobre esta presencia dominante en el litoral


vecino, al sur del puerto.
Fue así como durante el gobierno de Palafox, unos 50 judíos
portugueses (entre los que había algunos extremeños) fueron apresados,
entre ellos Simón Váez Sevilla, Matías Rodríguez de Oliveira, Francisco de
Texosso, Antonio Váez de Castelo Branco52 y varios más junto con sus
familias. Hombres, mujeres, niños y ancianos ingresaron a las cárceles
secretas de la ciudad de México, saturándolas y obligando a la Inquisición a
construir nuevas prisiones, mientras que los bienes incautados eran puestos
a disposición de un fideicomiso creado para el efecto y administrado por el
Tribunal y la Real Hacienda: el Real Fisco de Inquisición. Y si bien varios
tratantes escaparon a la acción del Tribunal, no cabe duda que en esos
meses el núcleo fuerte de la comunidad judía de Nueva España fue
totalmente capturado y destruido. A Simón Váez, el más rico de la
comunidad de México, le fueron entonces incautados más de 100 mil pesos
en bienes y capitales53, aún cuando logró ocultar una parte de su fortuna.
Otros acusados, entre ellos los más ricos de Veracruz, no lograron evadir la
acción depredadora del Tribunal: los principales fueron reconciliados y
desterrados en 164754. En el Auto de fe del 11 de abril de 1649 -“el más
grandioso y costoso que haya tenido lugar fuera de la península ibérica”55-,
varios de los cautivos fueron quemados56.

52
O Antonio Váez de Acevedo, hermano de Sebastián, era nativo de Lisboa y de 30 años “poco más o
menos”. Era comprador y traficante de esclavos como agente de su hermano. Era vecino permanente de
Veracruz, alojado en la parte alta de la casa de un tal Gonzalo Rodríguez. Los esclavos los enviaba a
México e iban facturados a nombre de su hermano.
53
Entre sus deudores se encontraba quien fuera alguna vez Prior del Consulado de México, Álvaro de
Lorenzana, quien le debía 50 mil pesos (Louisa Schell Hoberman. “Merchants in Seventeenth-Century
Mexico City: A Preliminary Portrait”, 1977: 488). Según esta autora, entre 1621 y 1653, se distinguieron
en la ciudad de México un total de 23 comerciantes gruesos. Por sus lugares de origen, 9 eran de Sevilla,
4 de México, 3 de Toledo, 2 de Castelo Branco (Baixa, Portugal), 1 de La Rioja, 1 de Palencia, 1 de
Moguer, 1 de Córdoba y 1 de Bilbao.
54
Simón Váez y su mujer, arrepentidos, fueron azotados en el Auto de Fe de abril de 1649 y expulsados
poco después. En ese famoso Auto fueron quemados vivos Antonio Váez, hermano de Simón, Duarte de
León, mercader y vecino de México, y Tomás Treviño de Sobremonte (el más “rebelde y contumaz”,
obcecado en su fe). “El lunes 12 de dicho mes y año de 49 sacaron del Tribunal siete personas, los seis
hombres y a doña Juana Enríquez, mujer del dicho capitán Simón Váez Sevilla […] A todos los
sentenciaron a destierro perpetuo de estos reinos […] Entre los de Sambenito perpetuo fue uno el dicho
capitán y su mujer doña Juana, quienes mandaron en esta ciudad, y eran visitados por oidores y oidoras,
regalados y respetados como si fueran los más nobles del reino; fueron confiscados todos sus bienes, fue
su padre de dicho capitán carnicero en Casteloblanco, de donde fue natural, y a falta de verdugo hizo el
oficio…” (Gregorio M. de Guijo, Diario, 1648-1664. Tomo 1, 1952: 38-47)
55
Israel, Op. cit., 1980, pág. 135.
56
De los casi 200 judíos perseguidos en México entre 1642 y 1646, “cerca de cien habían nacido en
Portugal, principalmente en Lisboa y en Castelo Branco; más o menos treinta y cinco eran nativos de
Nueva España, pero hijos de padres portugueses y otros quince o veinte, también hijos de portugueses,
procedían de Francia, España, Italia y el Perú”. Algunos de los desterrados en 1647, y que eran vecinos
del puerto de Veracruz, eran criollos de Angola, o bien, eran hijos de padres portugueses y madres
africanas. De hecho, los portugueses vecinos de Veracruz, capturados en diferentes redadas entre 1642 y
1646, eran casi un tercio de todos los perseguidos en la Nueva España.
485

Nudos y nodos
Los principales afectados por la persecución en la Nueva España
correspondían al estereotipo imperante del judío portugués, al supuesto
intruso y convertido en la “esponja” que absorbía el oro y la plata. Los más
conocidos fueron varios vecinos del puerto de Veracruz, entre los que
destacaban Fernando Rodríguez, último factor del asiento de negros,
Francisco Texosso y Antonio Méndez Chillón, uno de los comerciantes
más ricos del lugar. Otros cautivos, relacionados con ellos tanto familiar
como comercialmente, eran también comerciantes y pequeños tratantes,
como Francisco López de Fonseca57, otro yerno de Fernando Rodríguez,
quien era natural de Batán en Portugal, que había sido vecino de Coimbra y
La Guarda, de Valladolid, Madrid y Sevilla, de Tenerife y Luanda, de
Cartagena de Indias, Santa Fe de Bogotá, Quito, Guayaquil, Riobamba y
Maracaibo. Fue conocido en Perú como Francisco Méndez y llegó como
introductor de cacao a la ciudad de México, en donde, a través de Váez
Sevilla, se relacionó con Rodríguez. Su confesión ante el Santo Oficio
ofrece mucha información sobre la particular cultura religiosa de los
conversos y los demás procesados de Veracruz58.
Las lealtades primordiales del grupo se reproducían por medio de la
adhesión a la “ley de Moisés” y a su particular interpretación
hispanoamericana. La fe de los conversos, así como sus vinculaciones y
manifestaciones religiosas y de grupo, giraban alrededor de algunos ritos y
celebraciones, de los ayunos en determinadas fiestas (como la “fiesta
grande” o yom kippur)59, de observar el sábado como día de descanso, de
las oraciones en español aprendidas de memoria60, de la iniciación de los
57
Quien en su confesión ante el Santo Oficio acusaba a otros de ser mercachifles: “que buscando la vida
así mercachiflean”.
58
AGNM, Inq., 410, 2: ff. 270-274, 1642, “Contra Francisco López de Fonseca, judío portugués vecino
de Veracruz”. Otros vecinos del puerto son: Tomás Méndez, también yerno de Fernando Rodríguez y
natural de Covilha en Portugal, Beatriz Enríquez, su mujer, Juan López Correa, hijo de Rodríguez, su
hermano el bachiller Rodrigo Fernández Correa, Joan Cardoso (natural de Silves, en el Algarbe de
Portugal), Francisco de Acosta (sobrino de Antonio Méndez Chillón e itinerante entre Veracruz y
Guatemala en el tráfico del añil), Manuel Díaz, Duarte Rodríguez, Clara Texosso (quien conducía
esclavos de Veracruz a México), Jorge de Espinosa o Jorge Serrano, natural de la “raya de Portugal”, que
había sido vecino de Pernambuco y San Salvador de Bahía (Cfr. AMB, Protocolos, 28, 1638),
reconciliado en el Perú y Corregidor de Coatzacoalcos, Duarte Castaño (natural de Abrantes en Portugal y
vecino de Caracas), Diego de Campos (vecino de Campeche), Francisco y Manuel Gómez Álvarez,
Antonio González Jamaica, Alberto Duarte Correa (“tenedor de armas y bastimentos de la Armada de
Barlovento”), Manuel Méndez Miranda, Catalina Enríquez, Antonio de Burgos (natural de Badajoz y
socio de Rodríguez), Juan de Araujo, Simón de Araujo (muerto en La Guaira “en el terremoto de 1641”),
Simón Enríquez Báez (uno de los principales mercaderes de plata desde San Luis Potosí), etcétera.
59
Es curioso que en el código clandestino de la comunidad conversa de Veracruz, “cobrar la escritura”
significaba llevar a cabo un ayuno.
60
AGNM, Inq. 670, 83: ff. 18-50v., 1635, Nueva Veracruz, “Proceso contra la memoria y fama de
Manuel Gómez de Acosta, portugués difunto, vecino de la ciudad de la Nueva Veracruz…”. Varios
procesos de 1642 incluyen colecciones de estas oraciones. Este Gómez de Acosta, relajado después de
muerto, era dueño de una fragata del tráfico del cacao, la Nuestra Señora de la Natividad, miembro de la
Lonja, a veces Corredor Mayor de ella, controlador de los corredores, entre ellos un Manuel Coronel
486

neófitos en la pubertad o la juventud (cuando la familia podía transmitir a


los hijos el “secreto de su fe” sin arriesgarse a una delación), y toda una
concepción de la salvación personal con rasgos más cristianos que judíos.
En suma, un posibilismo marcado por una cultura religiosa perseguida y
obligada a carecer de manifestaciones públicas, de lugares abiertos de culto
y de reconocimiento social. Sus expresiones religiosas en el contexto de la
cultura dominante y su expresión local en un momento de profundo
sincretismo en toda la Nueva España, marcaron para estas comunidades la
adopción de algunas formas católicas populares, la interpretación de los
textos alterada por la lejanía de las fuentes originales, el uso de Biblias “en
romance” editadas en Venecia o Ámsterdam, el ver asociado al judaísmo
con la riqueza y muchos elementos solamente posibles bajo el clima de
asedio en que estas comunidades se reproducían61.
Como en muchas otras partes, la comunidad sefardí de Veracruz era
un tejido social presidido por un patriarca rico (Fernando Rodríguez),
influido desde México por un dirigente espiritual y protector de sus
vinculaciones personales y económicas (Simón Váez Sevilla, yerno del
primero), y en donde la mayoría de los miembros eran parientes o
relacionados entre sí y empezaban a descollar como nuevos miembros ricos
de la comunidad (Antonio Méndez Chillón, Francisco López de Fonseca,
etcétera). Toda esta estructura de lealtades, fue severamente trastornada a
través de las denuncias y confesiones arrancadas bajo tortura, lo cual
generó diferencias personales irreconciliables. Al acusarse unos a otros de
participar en los ritos y ayunos, los miembros de la comunidad sólo podían
sobrevivir en el destierro, la culpa, el aislamiento, la sospecha y la
dispersión.
Los dos personajes más importantes en Veracruz, y cuyos casos
hemos podido seguir hasta su expulsión a Sevilla, su posterior traslado a
Pernambuco (Brasil) y su incorporación a la comunidad sefardí de
Ámsterdam, son Fernando Rodríguez y Antonio Méndez Chillón, ambos
expulsados de México en 1647 y puestos a disposición del Tribunal de

también acusado de judaizar, relacionado con los jesuitas y con Duarte Rodríguez, uno de los expulsados
en 1646. En su agonía, acusó a los santos y al “Cristillo” de no curarlo de sus males, se confesó adorador
del verdadero dios, Adonai, y pidió no se le enterrara con el hábito franciscano, sino a la usanza judía,
envuelto en una sábana blanca y con un bastón en la mano, pues desde los 16 años había traicionado a sus
padres adoptando la fe católica.
61
Algunos elementos de esta fe sincrética quedaron hasta hoy en la magia popular del litoral veracruzano:
como el culto a Adonai, mencionado en el proceso contra Gómez de Acosta, y que aparece ahora como
advocación del demonio en la magia popular de los Tuxtlas, en el sur de Veracruz. Cfr. Marcela
Olavarrieta, Magia en los Tuxtlas. INI. México, 1977. La huella afrolusitana también quedó en la
toponimia del puerto, pues de esa época datan las primeras referencias al lugar llamado “Mocambo”:
nombre afroportugués de los asentamientos irregulares de negros libres (mocambo, mucambo). Aunque el
Mocambo de Veracruz recordaba más bien el nombre de uno de los barrios de Lisboa, que hasta hoy se
mantiene en la capital lusitana.
487

Sevilla62. El primero era natural de la villa de Aveiro, hablaba “portugués


cerrado” y tenía más de 60 años cuando fue expulsado en 1647. “Sabía de
antemano la llegada de los judíos a Veracruz, y por muchos años mantuvo
su casa abierta para que éstos pudieran descansar después de tan arduo
viaje marítimo y recobraran sus fuerzas para el difícil viaje a la ciudad de
México”63. Tenía mercancías distribuidas y esclavos vendidos a plazos, o
deudores importantes en Orizaba, Acatzingo, Puebla, México, Tlaxcala,
Campeche, Cartagena de Indias, Sevilla, San Paulo de Luanda, Caracas,
Maracaibo, Pernambuco, etcétera. Fue reconciliado y había contraído
matrimonio con Blanca Enríquez (muerta en las cárceles del Santo Oficio y
“relajada en estatua” en el Auto de Fe de 1649). Ella era parte del grupo de
“las Blancas”, en cuya familia, -según una tradición milenarista propia de
los judíos novohispanos-, nacería el Mesías en 1642 o 1643. A Rodríguez
se le incautaron, entre muchas otras cosas de menor valía, lotes de esclavos,
letras de cambio, cartas poder, libranzas, vales, recibos, escrituras de
obligación, cobranzas, cuentas de libros, etcétera, escritas en portugués y
español64. De Fernando Rodríguez se cuentan otras historias anteriores de
persecución en Portugal y en Badajoz65, y se decía que era sobrino del
célebre Antonio Rodríguez, gobernador de Angola. Su hija Beatriz
Enríquez contrajo matrimonio con Tomás Méndez, otro de los perseguidos,
y Ana Suárez, otra de sus hijas, era esposa de Francisco López de Fonseca.
También, todos sus hijos fueron encarcelados y desterrados.
El segundo personaje, Antonio Méndez Chillón, había nacido en
Lisboa, en el seno de una familia acomodada de conversos66, presidida por

62
AGNM, Inq. LRP, 35,18: ff. 1-6, 1647, “Relación de los reos que este Tribunal de la Inquisición de
México ha penitenciado y castigado en dos Autos de Fe que ha celebrado, y van desterrados
perpetuamente de Nueva España, Perú, Tierra Firme y Madrid”. También: AHNM, Inquisición-Tribunal
de México, Libro 1605, Año de 1647, “Memoria de los reos a quienes se les ha dado testimonio de las
sentencias para salir desterrados a España, desde Veracruz”.
63
S. Liebman, 1965, pág. 708. En la relación de los reos del AGNM se dice (f. 2): “Fernando Rs. Natural
de la villa de Aveiro en Portugal vezino de la ciudad de la Nueva Veracruz a donde fue factor de los
negros por la corona de Portugal, viudo de doña Blanca Enríquez observante de la Ley de Moysén que
murió en las cárceles secretas de este Santo Oficio. Es de edad de más de sesenta años de buen cuerpo,
blanco con pecas en el rostro al lado derecho dél. Ojos azules, barba y cabello blanco y habla muy serrado
la lengua portuguesa”. Según este documento, mostraba señales de circuncisión. Cuando llegó a Veracruz
en el comercio de esclavos, Rodríguez usaba el nombre de “Francisco López”.
64
AGNM, RFI. 20, 21: ff. 238-245, 1648, “Bienes y esclavos confiscados a Fernando Rodríguez y doña
Blanca Enríquez, su mujer”; AGN, Real Fisco de Inquisición, 17,8: ff. 124-160v., “Secuestro de los
bienes de Joan y Simón de Araujo, naturales de Orense y comerciantes y vecinos de Veracruz”.
65
Cfr. Pilar Huerga, 1994, pág. 140-147.
66
Luis Moure-Mariño, “Apuntes sobre los Mendes de Lisboa”, El Correo Gallego, Santiago de
Compostela, 25 de mayo 1997: “Los Mendes de Lisboa monopolizaban casi ellos solos el comercio
portugués y a principios del siglo XVII admitían que su fortuna no bajaba de los ochenta millones de
ducados”. Los Mendes Chillón eran de la tribu de Naar, descendientes de Isaac Naar. Otros “alias” usados
por los Naar en Europa, África y América eran: Pina, Guillao, Chillón, Lópes de Lisboa, Lópes de Liz,
Lópes de Matos, Lópes de Oliveira y “Lópes de Tepotzotlán”
(http://www.jewishgen.org/jhscj/Genealogy.html). Este último apellido proviene de la familia que vivía
en Tepotzotlán, al norte de la ciudad de México y sede de un hermoso convento jesuita, hoy Museo
Nacional del Virreinato (INAH).
488

su padre, Francisco Méndez, y que se trasladó a Veracruz desde 160167.


Desde Veracruz, Antonio Méndez empezó a controlar el tráfico del cacao
de Maracaibo a partir de 1628, cuando llegó de Angola con un cargamento
de esclavos como capitán de fragata de la compañía de Rodríguez
d’Elvas68. Méndez Chillón fue aumentando poco a poco las importaciones
de cacao de Maracaibo a Nueva España, mientras que el cacao de Caracas
era preferentemente introducido a Veracruz por Fernando Rodríguez, con
quien compartía esta red de comercio múltiple. El capitán Méndez Chillón
comerciaba además con cargas de ropa (telas de origen español, telas
francesas de Ruán y sedas de China), plata labrada, joyas, añil de
Guatemala, vino y aceite procedentes del Perú y estaba relacionado con los
negreros portugueses de Cartagena de Indias, en donde dejó algunos bienes
y tenía un factor y negocios con Duarte Rodríguez, otro de los procesados
en México69. La vinculación original con el Perú se estableció a través de
Francisco Texosso, también vecino de Veracruz y perseguido junto con su
familia en 1642. Antonio controlaba también una red de recuas de arrieros
y a varios vendedores que, a través de la factoría de negros de Veracruz,
introducía esclavos de Cabo Verde, Angola y el Congo al interior de la
Nueva España, llevando de retorno productos mexicanos que eran
conducidos a la Florida70. Méndez tenía asimismo muchos deudores, entre
ellos a gentes importantes. El principal de ellos era el virrey Marqués de
Villena, que le debía doce mil pesos cuando fue depuesto en 164271, y parte

67
Francisco Méndez fue acusado en Veracruz de estar en contubernio con los contrabandistas holandeses
y estuvo preso en México, por esta causa, en 1608 (AGI, México, 27, nos. 52 y 57, “Carta de don Luis de
Velasco a Su Majestad, 23 de junio 1608”): “Bien es verdad que algunas personas cuerdas e inteligentes
sienten que si los holandeses u otros enemigos acometiesen a la Veracruz, la podrían saquear por la poca
defensa que tiene y no poderla socorrer […] harían mucho daño si quemasen el pueblo, que sería fácil por
ser de madera”. Una hermana mayor de Antonio, Justa Méndez, fue procesada por el Santo Oficio de
Lisboa en 1596.
68
AGNM, Inq. 706, 2: ff. 27-41. “Contra Antonio Méndez Chillón, mercader de Veracruz, 1645”. Sobre
Fernando Rodrigues d’Elvas, factor en Mina, véase: ANTT, Lisboa, Libro 5 de Confirmaçoes geraes, f.
843. También: ANTT, Lisboa: “Antonio Mendes, Alv. para hir viver fora do Reino”, Libro 1, ff. 248v-
219, 1628. ANTT, Lisboa, Inquisiçao, “Papeis sobre vaias pretensoes da gente de naçao hebraica”, Cabo
Verde, 1624-1632.
69
Cf. En la Inquisición de Cartagena de Indias: AIC, Libro 355, R 02, ff. 372-373, 12 de mayo 1667:
“Ejecutoria ganada por Antonio de Ávila como sucesor de Duarte Rodríguez”/ “Ejecutoria ganada por
Martín Román de Nogales como sucesor de los bienes de Antonio Méndez Chillón”. Sobre la red
portuguesa en Cartagena, véase: Antonino Vidal Ortega, “Portugueses negreros en Cartagena”, 1580-
1640”, 1999: 135-154 y su más reciente libro sobre Cartagena de Indias. Méndez Chillón tenía parentesco
con un famoso médico perseguido en Cartagena, Juan Méndez Nieto, autor de unos célebres Discursos
medicinales (1607).
70
Lo hemos detectado en varias transacciones de venta de esclavos en Orizaba y otros emplazamientos
del interior. Por ejemplo: ANOR, 659, 9 septiembre 1630: “Antonio Mendes Chilón, que viene de
Angola, vende a Antonio de Ayala, mulato libre dueño de recua y vecino del pueblo de Orizaba, una
esclava negra nombrada María, de tierra Angola, de edad de veinte años poco más o menos, bozal, por
precio de 400 pesos de oro común”.
71
AHNM, Inquisición, Legajo 4535, exp. 2. 33 fojas, año de 1655, “Sobre los bienes de Antonio Méndez
Chilón, reconciliado por la Inquisición de México y los bienes y hacienda del marqués de Villena, virrey
que fue de México y de Navarra”, en donde se narra la forma como Méndez envió a su sobrino Francisco
de Acosta, en 1645, a cobrarle al duque de Escalona esta deuda, un poder que otorgó el “capitán Méndez”
489

de su éxito consistía en que vendía los esclavos a crédito y con facilidades


de pago. Exportaba plata labrada, harina y oro en tejos a La Habana (a su
socio Antón Alfonso Nieto) y a algunos agentes en Sevilla, y era socio de
otros portugueses residentes en Venezuela (Domingo Fernández de Acosta,
alias Tangafarranga, Antonio González Jamaica y Pedro de Turcios), en la
posesión de varias fragatas que traían el cacao y que conducían el situado
de la plata a Puerto Rico y Cumaná. Entre sus socios y deudores se cuentan
secretarios del virrey, oficiales reales del puerto, el hermano mayor del
Hospital de la plaza (Fray Francisco Roldán), el prior del convento de San
Francisco en Veracruz (Fray Francisco Carrero) y el mismo Comisario del
Santo Oficio en el puerto (Francisco de Viruegas y Amarilla), quien le
debía una considerable suma de dinero (requerida a su turno y antes de su
destitución por la misma Inquisición). Recibía también, de otros vecinos
del puerto, joyas en empeño a cambio de préstamos en pesos. Su fortuna
personal incautada en 1642 ascendía a 60 mil pesos “poco más o menos”72,
sin contar otros bienes muebles e inmuebles73. Pero hay que recalcar que el
capital líquido incautado era mínimo, sobre todo con relación a las
mercancías almacenadas, esclavos, joyas, bienes inmuebles, deudas y letras
de cambio, lo cual era común en un periodo de crisis e inestabilidad.

(capitán de fragata) al comerciante de México Sebastián de Castro para cobrar cartas de pago y otros
documentos a sus deudores. Según esto, las deudas del virrey ascendían a más de 40 mil ducados cuando
murió, hacia 1652. También: AHNM, Inquisición. 4803, 3: “Pleitos fiscales del concurso de los
acreedores de Antonio Méndez Chillón y otros con el Tribunal de la Inquisición de México”, 1644-1645.
72
AGNM, RFI. 43,4: ff. 48-69, 1645, “Relación de acreedores y deudores y Audiencia de Hacienda del
reo Méndez Chillón”: A más de una casa en la plazoleta del colegio de la Compañía de Jesús, en
Veracruz, “lo que valía su caudal cuando fue preso, fue de sesenta mil poco más o menos, en reales, oro,
doblones, cadenas de oro, plata labrada, grana, cacao, vino, vinagre, aceite, ocho esclavos, ropa de
Castilla, canela, Ruán y mercaderías de Campeche”.
73
Las fortunas de Rodríguez y Méndez, siendo importantes en Veracruz, eran menores a la de Simón
Váez y deben ser colocadas en un papel modesto si las comparamos con la de algunos comerciantes de
México de esa época, como Melchor de Cuellar y Francisco de la Torre, quienes poseían entre los dos
865 mil pesos de capital. Otros, como Alonso Ortiz de Arévalo y Cristóbal de Zulueta poseían un capital
conjunto de 501 mil 300 pesos. Personajes como Simón Váez, servían a veces como representantes de
estos “Cresos” del Consulado de México. Cf. José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva
España, 1983: 109/ 132-133.
490

Méndez, a pesar de las prohibiciones y de que los miembros de la


comunidad no eran partidarios de la posesión de bienes raíces, poseía
además una casa de piedra y madera, bodegas de almacenamiento,
trapiches arrendados74 y otros bienes en Veracruz y sus alrededores. Tenía
deudores en todo el mundo del comercio del Atlántico y el Pacífico, y de
las minas del Gran Norte, desde Zacatecas hasta Nuevo México75. Por los

74
AGNM, RFI. Vol. 35, 3: 1661: “Pleito del Real Fisco de Inquisición contra Jacinta Buzón, vecina de
Veracruz y viuda de Juan de Bosques sobre los trapiches y azúcares que administraba su marido para el
reo Méndez Chillón, en la hacienda del capitán Sebastián de la Higuera y Matamoros”. Es decir, en el
famoso Mayorazgo de Santa Fe de la Higuera, que ocupaba gran parte del camino de Veracruz a Jalapa.
El lugar es conocido actualmente como El Buzón, en la carretera de Santa Fe a Tenenexpan (al oeste de
Cabo Verde, en el municipio de Manlio Fabio Altamirano), perteneció originalmente a un tal Pedro
Buzón, miembro del Cabildo de la Veracruz hacia 1583 (“Estancia de Pedro Buzón” en un mapa de
1575), y es ahora conocido por ser uno de los sitios arqueológicos olmecas “epigonales” situados más al
norte del área propiamente olmeca y que da origen a la cultura de Remojadas que se desarrolló en esta
región en el periodo Clásico.
75
Véase: “Deudores a Chillón” en “Audiencias de Hacienda que se tuvieron en el Tribunal con Antonio
Méndez Chillón en 9 de octubre de 1645 y en 20 de dicho octubre”: AGNM, RFI. 43, 4: 48-69 (contiene
deudores, deudas, bienes raíces, bienes muebles, donaciones que hizo, fianzas que tenía hechas –a
funcionarios, entre ellos a don Francisco de Largacha, ensayador de plata, por 2 mil ducados-, lo que valía
su caudal cuando fue preso, prendas que se tenían empeñadas, cuentas en sus libros y cosas sueltas que
declaró). Entre los papeles secuestrados, que Méndez trató de recuperar (AGNM, RFI. 47, 3: 11-15v,
1645) se encontraban unas cédulas reales sobre su naturalización, cartas de pago de débitos “que me
pueden ser pedidas” y las cuentas de un albaceazgo que estuvo a su cargo. Francisco de Largacha es el
padre de Diego Ortiz de Largacha, cacique del puerto hacia 1685 y nodo principal de una red llamada “la
banda navarra”: es, además, el hilo que conecta a las dos redes más importantes del siglo XVII
veracruzano.
491

detalles de su proceso sabemos que Méndez Chillón tenía 53 años cuando


fue desterrado en 164776 y que, siendo soltero, había vivido en supuesta
unión libre con una de sus esclavas de Angola, Lucrecia Zaure, (muerta
poco antes de la persecución) y luego con su hermana Tomasina, “morena
libre”, con quienes había procreado, respectivamente, dos hijos naturales:
María de Zaure y Juan Chillón, a quienes dejó bajo custodia, la primera con
una dote en el “niñado del convento de Regina Celi” en la ciudad de
México, en 1642, y el segundo al cuidado de Sebastián de Castro, un
comerciante de México que se encargaba de sus negocios y de cobrarle sus
deudas77.

76
En la “Relación de reos” del Lote Riva Palacio, se lee en la primera foja: “AMC, soltero, vezino y
mercader de la ciudad de la Nueva Veracruz, natural de la de Lisboa en Portugal, de edad de sinquenta y
tres años, chico de cuerpo, algo grueso, ojos grandes, bien ajestado poblado de barba y bigote negro
entrecano. Ladino en la lengua castellana”, con cicatriz aparente de “circuncisión o retajación”.
77
AGNM, RFI. 43, 14: ff. 172-199v., 1643, “Donaciones que el capitán Antonio Méndez Chillón hizo a
sus hijos naturales tenidos con negras de Angola”. Se refiere a María Zaure, hija de Tomasina Zaure,
vecina de Veracruz, y Joan Chillón, hijo de Lucrecia Zaure, “morena libre difunta que vino del Reyno de
Angola”. Lucrecia vino, según el documento, trayendo un cargamento de esclavos a Veracruz (“Y quando
falleció la dicha Lucrecia, su madre, quedaron en mi poder por sus bienes mill y quinientos pesos de a
ocho reales procedidos de algunas piezas de esclavos que la susodicha truxo del dicho Reyno de Angola
donde había sido mi esclava”), pues era originalmente del grupo de “signares” (kasinhares), mujeres
nobles de Luanda, dedicadas a la trata, esclavizadas después por un decreto de 1622. Juan Chillón quedó
bajo la custodia de Sebastián de Castro, mercader de México y representante de Méndez. Al parecer, y
según uno de los testimonios, el casamiento de Antonio con Tomasina se hizo en Veracruz bajo el rito
judío (no reconocido como tal por los inquisidores mexicanos), pues es posible que estas mujeres de
Angola fueran judías: de hecho, la comunidad sefardí de Ámsterdam albergó en la segunda mitad del
XVII a un grupo de negros y mulatos expulsados del imperio español que practicaban la “Ley de Moisés”
y que provenían de los contactos y las mezclas de españoles y portugueses con los nativos del Congo y
Angola.
492

Después de la expulsión, en mayo de 1649, alguien vio a los


desterrados “andar muy galanes y con espadas en Cádiz y Sevilla”78, en
tanto que Rodríguez y Méndez, entre otros, se habían sumado a la
comunidad sefardí del Pernambuco holandés, y luego a la de Ámsterdam 79,
en donde volvieron a restablecer parte de su antiguo poder económico.

[Reproducción de una carta cuenta]

78
Cfr. Alberro, 1988: 583. La presencia de ambos en Pernambuco y San Salvador de Bahía, en Brasil,
está documentada en Protocolos, 1650, del AMB: así como sus relaciones de ida y vuelta con la
comunidad sefardí de Ámsterdam.
79
De hecho, “…durante el siglo XVII la comunidad sefardí de Ámsterdam se constituyó en el eje
principal del judaísmo hispano-portugués de Europa occidental”: Véase, Yosef Kaplan, Judíos nuevos en
Ámsterdam…, 1996: 11. Sobre la continuación de los negocios en Ámsterdam y la naturaleza de la
conducta mercantil sefardí, véase: Iosseph Penso de La Vega, Confusión de confusiones. Diálogos
curiosos entre un Philosopho agudo, un Mercader discreto, y un Accionista erudito, describiendo el
negocio de las Acciones, su origen, su Etimología, su realidad, su juego y su enredo. Ámsterdam, 1688
(BNM)
493

La paradoja del método


El análisis de redes sociales (ARS), perfectamente aplicable a este
caso particular, despierta hoy muchas expectativas, y ello se debe en gran
medida a la fascinación que ejercen los formalismos matemáticos en el
relato de las ciencias sociales (en este caso, y tardíamente, entre los
historiadores); independientemente de su utilidad o de su función heurística
y olvidando que sólo es una aproximación intelectual amplia para
identificar las estructuras sociales que emergen de las diversas formas de
relación, pero sobre todo un conjunto específico de métodos y técnicas.
Generalmente, las aproximaciones del ARS se centran demasiado sobre
una cuantificación de parámetros, más que sobre la estructura cualitativa
global de las redes80: es por eso que en el desarrollo de una indagación se
puede perder la perspectiva inicial, propuesta ya por Simmel desde hace un
siglo81, que sitúa al ARS en una posición subordinada de instrumento de

80
En nuestro caso, por ejemplo, si aplicamos sólo una cuantificación de relaciones entre nodos (actores,
personas), puede resultarnos que un simple mensajero está muy lleno de contactos y no por ello es un
actor de máxima importancia, dado que la centralidad, la confianza que suscita y el prestigio de una
persona es difícil de cuantificar numéricamente aun disponiendo de fuentes exhaustivas de contactos.
81
Georges Simmel, Sociología [1908]. Alianza Editorial. Madrid, 1986. Lo más interesante de la
propuesta de Simmel se refiere a que las relaciones entre relaciones definen la naturaleza de las relaciones
mismas, y que éstas pueden ser diagramadas y mostradas bajo un modelo matemático. En México, desde
mediados del siglo pasado los diagramas de redes han sido más utilizados por los lingüistas que por los
antropólogos y sociólogos; por ejemplo, para establecer distancias léxico-estadísticas entre variantes
dialectales: un método iniciado en México por el lingüista norteamericano Morris Swadesh (la
494

notación: algo que sirve para manifestar con mayor claridad la estructura
lógica de un conjunto de proposiciones teóricas sobre una problemática con
claros referentes empíricos. Pero como para las matemáticas el concepto de
relación tiene un referente claro, completamente desproblematizado,
entonces siguen siendo indispensables los referentes cualitativos e
interpretativos en los que se enmarca cada muestra particular dentro de la
unidad y la inteligibilidad de los procesos histórico-sociales82. Dicho de
otra manera: no se puede dejar de considerar el fondo económico que hace
inteligible el conjunto, la interconexión dialéctica de todas las cosas, pues
corremos el peligro de soslayar el contenido cualitativo de esas
contabilidades y de colocarlas fuera del marco de su época y lugar83.
Y en ese gran proceso de transición, más interesante puede ser el
indagar si la red comercial que establecían estas familias tenía la misma
estructura a gran y pequeña escala. Si es así, nuestra red puede tener un
grado de autosimilitud que la emparienta con un fractal.
Independientemente de lo sugerente que esto resulta, las estructuras
fractales se manifiestan por sí mismas como muy eficientes84: lo que
precisamente resulta comprobable sobre las ventajas que las redes
portuguesas indudablemente tenían sobre otras redes existentes en esa
época.
Si aplicamos una forma de nodo central, de red radial (como la que
podemos detectar en la estructura centralista de la recaudación de
impuestos), perdemos toda la riqueza paradójica de este ejemplo histórico
complejo: pues su riqueza estuvo basada en el hecho de que se necesitaron
pocos actores, con relaciones muy cercanas y extendidas hacia las más
grandes distancias del planeta (de Ámsterdam a Filipinas, por ejemplo),
para establecer un conjunto diverso de formas de relación: lo que nos
remite más claramente a un modelo de red de mundo pequeño. Es decir,
que tomando una red con un diámetro grande y añadiendo un muy pequeño
“glotocronología lexicoestadística”), una forma de mostrar el cambio lingüístico pero sin olvidar el
análisis cualitativo, gramatical e histórico de las variantes.
82
O como lo plantea Barry Wellman en un extenso artículo (“El análisis estructural: del método y la
metáfora a la teoría y la sustancia”, Revista Política y Sociedad, no 33 Monográfico Análisis de Redes
Sociales: la consolidación de un paradigma interdisciplinario. Madrid, junio 1999): “Estas (pseudo)
concepciones han surgido debido a que muchos analistas han (pseudo) usado el ‘análisis estructural’
como un cajón de sastre de términos y técnicas. Algunos lo han ‘congelado’ hasta reducirlo a un método,
mientras que otros lo han suavizado en una metáfora. Muchos han limitado el poder del enfoque al tratar
todas las unidades como si tuvieran los mismos recursos, a todos los lazos como si fueran simétricos, y
como si los contenidos de todos los lazos fueran equivalentes”.
83
Insisto en lo cualitativo porque el ARS se ocupa menos en porqué la gente hace lo que hace y más en la
comprensión de los condicionantes estructurales de sus acciones. En el caso de un ejemplo como el
descrito, para poder aplicar estas técnicas se requiere que esta comunidad se encuentre en su fase de
madurez, ‘congelarla’ en ese momento y apuntar que las técnicas propuestas se encuentran limitadas por
las posibilidades de visualización disponibles, ya que existe un número de nodos (actores, en este caso) a
partir de los cuales se hace difícil una representación visual comprensible de la red.
84
Por ejemplo, una estructura fractal por excelencia como lo es un árbol, tiene una forma muy eficiente
de distribuir las hojas para captar la luz, y esa estructura se repite a la escala del árbol, de las ramas, de las
nervaduras de las hojas y de las raíces.
495

número de vínculos al azar, el diámetro -definido como la distancia


máxima entre dos posibles puntos de la red-, tiende a disminuir
drásticamente85. Está claro que si las conexiones no se hacen al azar, se
puede llegar a construir redes de diámetro mínimo. Y mientras menor es el
diámetro, o lo que es lo mismo: el camino que tienen que recorrer
mercancías, dinero, información e influencias, mayor es la eficiencia de la
red. En pocas palabras, para que un miembro de la red en Filipinas pueda
contactar con uno en Ámsterdam, hay muy pocos pasos, una gran
“longitud” de caminos particularmente “cortos”: en donde el diámetro
efectivo de la red es mucho menor que las distancias geográficas y
temporales que cubre. De hecho, es ésta una forma particular de la
mundialización del XVII, la clave del proceso de modernización de ese
siglo: a cargo de grupos pequeños que se encargan de hacer pequeño el
mundo…
Otra de las características que permitían la persistencia de la red
atlántica, y que se reproducía en el nivel de la Nueva España, era una
especie de “redistribución de tensiones”, pues claramente muchos de sus
nodos, sobre todo en los momentos de peligro, hacían redistribuir las
deudas para que no se acumularan sobre un miembro en particular,
distribuían sobornos y negociaban, aun bajo condiciones extremas de
presión, logrando perpetuar su poder al máximo86. Esta “integridad de
tensión” marca otro camino posible de análisis cuando aparecen
reacomodos debidos al ejercicio del poder87.
Parece claro, además, que las relaciones de parentesco sobre las que
se basaba el conjunto, son redes de este tipo que ayudaron a hacerlo aún
más eficiente, con la ventaja de que si se quitan eslabones, la red sigue
funcionando. Pero una red así tiene la desventaja, como de hecho se
demostró, de poder ser desmantelada fácilmente; pues, al estar tan
interconectada, todos sus miembros se conocían entre sí y compartían
información que, bajo situaciones de presión pudo volverse un factor de
desunión y desconfianza. Una forma de medir los límites de esta red, que
son de hecho los del imperio, es precisamente analizar hasta dónde persistía
la estructura y hasta cuándo pudo resistir a las embestidas conservadoras de
las fuerzas que se oponían al desarrollo de una economía-mundo.
85
Es lo que se conoce como el “fenómeno del mundo pequeño” o de “los seis grados de separación”, ya
que en la red social planetaria cualquier persona resulta estar vinculada a cualquier otra por alrededor de
seis conexiones. Cf. Duncan J. Watts, Six Degrees: The Science of A Connected Age. 2003.
86
Esto explica porqué, después de la ruptura de1640, los financieros portugueses lograron permanecer en
España mientras se trasladaban con bienes y capitales a Holanda, Inglaterra y el Báltico.
87
Es lo que se ha traducido del inglés como “tensigridad”, término rápidamente desprestigiado por su
abuso entre los seguidores new age de Carlos Castaneda. Esa característica está en casi todas las redes
que han probado ser resistentes: hamacas, edificios antisísmicos, telas y hasta sistemas políticos: como
cuando una autoridad ejerce el poder en un sentido, pero recurre al mecanismo electoral que invierte esa
fuerza, lo que permite redistribuir las tensiones y hace más resistente al sistema. Muchas anécdotas de la
persecución inquisitorial de esta época, sobre todo cuando los perseguidos tratan de preservar su poder y
sus capitales, revelan la existencia de esta característica en la red que nos ocupa.
496

Matando a la gallina de los huevos de oro


Además, algunos aspectos económicos que se desprenden de todo
esto tienen que ser explicados en el tenor más amplio de las turbulencias de
aquel siglo que se debatía entre la modernización capitalista y la
restauración feudal: una batalla fractal, uno de cuyos bordes se desplegaba
en la Nueva España. En ese contexto, las intenciones del Santo Oficio al
incautarles bienes, capitales y deudas en un momento de profunda crisis
administrativa y fiscal se explican muy claramente por varias razones: por
el desgaste motivado por la prolongada guerra de España contra Francia
(Guerra de Treinta Años), por la bancarrota de 1627, por la crisis general
de la monarquía hispánica -puesta en evidencia por las rebeliones de
Cataluña, Portugal y los Países Bajos-, por el incremento de las actividades
de la piratería contra las principales plazas americanas del imperio español,
por el aumento, -debido a lo mismo-, de los gastos de defensa en el Golfo
de México y el Caribe, por la brusca disminución de la población indígena
que caracterizó a la Nueva España de entonces y por la escasez de los
esclavos de origen africano, que obligó a los españoles de México a
incrementar nuevas ramas de la producción, a efectuar cambios en la
estructura de la propiedad y a buscar nuevas fuentes de mano de obra 88. En
1633, lo que explica mucho de las ambiciones del Santo Oficio sobre los
capitales amasados por los conversos, había terminado bruscamente el
subsidio del rey a las Inquisiciones americanas, iniciándose un periodo de
dificultades financieras exageradas a menudo por los miembros del
Tribunal.
El imperio español, entre 1580 y 1620, durante su última fase de
expansión antes de declinar, había absorbido y aceptado a los inmigrantes
portugueses, sobre todo porque aseguraban la apertura de grandes redes
comerciales. Pero al iniciarse un largo periodo de dificultades, había mucho
menos riqueza que compartir y empezaron a aflorar las intolerancias, en
donde los huéspedes del imperio no eran bien recibidos: fue así como el
Tribunal de México, que vivía su propia crisis por el fin del subsidio, vio
en la persecución de los judíos una posible fuente de recursos frescos89.

88
“La mortandad de negros en esta Nueva España ha sido la mayor que se ha visto y la falta de entrada de
navíos de ellos, por la supresión del Asiento en Vera Cruz, me da ocasión a consultar a Vuestra Majestad
si se podrán socorrer las labores con indios en caso de necesidad urgente, aunque hay pocos”. Esto lo dice
el virrey Conde de Salvatierra (1642-1648). AGI, México. 35, N22, 2 septiembre 1643, f. 1v.
89
“Si hubiera de hacerse”, como dice Valladares (1994: 224), “un balance global de lo que supuso la
aventura financiera portuguesa en el seno de la Monarquía Hispánica, debería comenzarse por decir que
su papel inicial, desde 1627 y hasta aproximadamente 1635, fue positivo para las dos partes involucradas
497

En la metrópoli y a partir de 1640, las finanzas de la Real Hacienda


entraron en una severa recesión, agravada por todas las dificultades
militares de la guerra en los Países Bajos, las acechanzas en el Caribe, la
rebelión de Cataluña y el frente portugués. Las emisiones de moneda de
vellón aumentaban mientras que los suministros de plata americana se
enfrentaban a nuevas asechanzas, incrementando su valor con relación a la
moneda acuñada, su premio, como se decía entonces90. Los adelantos de los
banqueros no solucionaban el problema, mientras que los comerciantes
judíos, crecientemente amenazados, trataban de mantenerse neutrales y
recurrían al recurso tradicional de hacer cuantiosas donaciones a la Corona,
para evitar la persecución o para paliarla momentáneamente. En septiembre
de 1642, y mientras se arreciaba el asedio a los portugueses en Nueva
España, el gobierno en la península se vio obligado a una devaluación del
25%, lo que era en realidad una nueva forma de imposición fiscal para
allegarse recursos para los diferentes frentes de guerra.
Y en todo esto, Veracruz era visto desde Europa como el principal
puerto de salida de la plata, en un momento en que el virreinato de la
Nueva España empezaba a sustituir al del Perú en cuanto al flujo de
metales preciosos y recursos fiscales aportados al imperio. Esta
transformación, a la que se unía la vitalidad del comercio interno, aumentó
la importancia del principal puerto de Nueva España en los años en que
ocurrieron estos sucesos. Paralelamente, la avidez del Santo Oficio con
relación a los capitales de la red, y los mecanismos de presión y chantaje
que usaba para obtenerlos, eran favorecidos por el contexto de la crisis
general imperante. Ésta generaba un clima de tensiones, que como en
épocas anteriores y posteriores, derivaron también en el antisemitismo y la
intolerancia religiosa. La ansiada “pureza” del medio católico exigía que
los conversos que reincidieran en su fe fueran eliminados: para colmo, eran
casi todos extranjeros, comerciantes y usureros, y en su gran mayoría,
ricos91.
Sin embargo, en lugar de fortalecer a la economía, al afectar a estos
comerciantes por la vía de incautarles bienes y capitales, se destruyeron
también las redes mercantiles ya establecidas por ellos, se rompieron los
contactos y las rutas que eran vitales para la supervivencia del gran
comercio en esta parte del imperio, profundizando entonces los efectos
nocivos de la depresión. En este momento, y en función de aprovecharse de

[…] A partir de esta última fecha […] intentaron apurar sus mecanismos hasta sus últimas consecuencias,
el resultado fue que forzaron un sistema que acabó por reaccionar volviéndose contra ellos”.
90
Earl J. Hamilton, American Treasure and Price Revolution in Spain, 1934: 86.
91
O como lo dice Nicolás Broens, Op. Cit., 1989: 36, “La Inquisición servía a la Corona española como
instrumento con el que intentaba dominar las redes comerciales de los portugueses, y las rutas que las
constituían. No se echaba atrás a la hora de chantajear sin ningún escrúpulo a los portugueses […] La
Inquisición no debe ser considerada como un mero tribunal eclesiástico, sino como un instrumento de
fuerza y chantaje del que podía disponer la Corona para controlar en mayor grado las redes comerciales
de, primordialmente, los comerciantes portugueses en Castilla y Portugal.”
498

estas redes tan golpeadas por los inquisidores españoles, el rey de Portugal
y la corona holandesa acogieron a los perseguidos, dándoles asilo en los
puertos de un Brasil ávido de colonización (principalmente en Pernambuco
y Bahía), mientras que otros se trasladaban a Francia y Holanda. El
itinerario último de los expulsados de Veracruz sigue de hecho esta ruta.
Para 1675, algunos de ellos son vecinos de Ámsterdam92, de Pernambuco y
de Curazao.
La decadencia del imperio español, la profundización de su crisis a
mediados del siglo, la consolidación portuguesa en Brasil y el auge del
comercio en el norte de Francia y los Países Bajos, tienen que ver con esta
expulsión de los conversos de los dominios hispánicos, con esta mutilación
que termina por perjudicar a España y a su imperio colonial (además, por
supuesto, con las costosas guerras que la afectan en esos años). Las redes
construidas, las relaciones personales del gran comercio mundial de la
época, que se diluyen en las manos del corrupto tribunal, son de esta
manera aprovechadas por otros enemigos de la monarquía española en el
contexto de la competencia mercantil a gran escala.
Podemos decir que los efectos de la expulsión fueron de dos tipos:
primeramente, inmediatos y particulares, teniendo que ver sobre todo con
la destrucción de los derroteros y contactos de la red portuguesa ya
mencionada. De manera secundaria, se dieron algunas consecuencias de
largo aliento que tuvieron que ver con aspectos mayores de la crisis
mundial de la economía en el siglo XVII, y en especial, con su despliegue
en el continente americano.
Porque no cabe duda que después del golpe inferido por la Corona y
la iglesia a este dinámico grupo de comerciantes, la vida económica del
puerto sufriera una de las más severas recesiones y efectos locales
inmediatos. Esto coincide además con la crisis particular, detectada en el
cobro de los almojarifazgos, y que se acrecentó con la reducción del tráfico
de las flotas -de anual a bianual-, la reducción a la mitad en el cobro de
impuestos en las Cajas Reales del puerto, aunque el tráfico del cacao
venezolano continuó incrementándose. Después de años de mala
administración, la vida comercial internacional no se pudo recomponer sino
hasta después de 1720, ochenta años después, cuando el comercio local y
marítimo fue de nuevo acaparado por un grupo emprendedor de catalanes,
vascos y montañeses, iniciando un nuevo y azaroso periodo de auge
comercial. Todavía en 1648, un año después del destierro de los principales
inculpados, -a ocho años de la separación de las dos Coronas y de la guerra
entre ellas-, el puerto de Veracruz seguía en un efecto de inercia siendo una

92
Véase: Joaquim Mendes dos Remedios, Os judeus portugueses em Amsterdam, 1911 (“A populaçao
judaico-portuguesa em Amsterdam no anno 1675”: 197-209)
499

plaza segura para algunos buques y tratantes portugueses93. En 1650, y


según otros registros, la ciudad permanecía marcada por la presencia de los
conversos lusitanos, pues los pocos que habían quedado al margen del
arresto, lograban burlar la vigilancia de la Corona, usando parte de los
contactos anteriores para realizar sus negocios en el mercado interno del
litoral.
El funcionamiento de las Cajas Reales y la recaudación de los
impuestos, el tráfico del cacao venezolano, el situado de la plata, el
comercio intercaribeño y otros sectores de la economía local antes y
después de la persecución muestran diversas magnitudes del daño causado.
De hecho, a partir de 1621 y por razones mucho mayores relacionadas con
la crisis general, -y a las que Veracruz no era ajeno-, se registró una
disminución continua en el movimiento marítimo94.

--------------------------------------
Recaudación del almojarifazgo en Veracruz, en pesos
1587-1593 642,638.9
1594-1598 171,025.2
1599-1615 2.509,028.7
1616-1635 1.348,584.6
1636-1650 762,287.4
Fuente: E. Gil Blanco, 1997: 110-111
-----------------------------------------

Posteriormente, y más allá de las calamidades del siglo -como la


epidemia de fiebre amarilla que asoló el puerto en 1648-, las acciones del
Santo Oficio y del Real Fisco de Inquisición se vieron fuertemente
afectadas por la ineficacia y la corrupción, especialmente en la
administración de los bienes confiscados a la comunidad perseguida
(capitales y bienes raíces), lo que generó un sinnúmero de conflictos y
recriminaciones posteriores, como las acusaciones de malversación de
fondos entre varios inquisidores (Medina Rico contra Sanz de Mañozca,
etcétera)95, que ocuparon la atención del Santo Oficio durante varios años
después. A raíz del “secuestro” de los bienes, el Real Fisco fue incapaz de
hacer producir los capitales incautados, -de cobrar las deudas y las rentas
de los edificios-, y los inmovilizó en un contexto de simple acumulación:
93
“Tanto, que la Corona reprendió al virrey por su manifiesta incapacidad de hacer acatar la prohibición
del comercio entre Nueva España y Portugal”. (J. Israel, 1980: 128).
94
Pierre et Huguette Chaunu, 1957, T. VIII, “Le continent: La Nouvelle Espagne”. Cf. Emiliano Gil
Blanco, “Interpretación del comercio de un puerto colonial novohispano durante un periodo de crisis,
Veracruz (1587-1650)”, 1997: 75-123.
95
José Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México, 1991: en
especial el capítulo XIV, “Resultados del Auto grande”.
500

concibiendo a estos capitales, principalmente en plata y oro, como una


especie de botín de guerra despojado de sus atributos monetarios. Porque lo
que en realidad habían hecho, muy de acuerdo con la mentalidad española
de la época, era congelar los capitales circulantes y sus condiciones
espaciales de reproducción, sacándolos de la circulación y convirtiéndolos
en “tesoros” muertos. Los títulos de deuda, escrituras y letras de cambio
que amparaban parte de esos capitales, terminaron también inmovilizados y
muertos, quedando hasta hoy incobrables en los fondos documentales del
Santo Oficio. Al pretender apropiársela para subsanar sus necesidades, al
destruir a un grupo comercial moderno, estos representantes del atraso
español en la Nueva España, terminaron por matar a la gallina de los
huevos de oro. Y como dice Elliott con justa razón al referirse a la
decadencia española: “Parece improbable modificar la versión
comúnmente aceptada de la historia española del siglo XVII, porque
existen siempre los mismos naipes, por mucho que los barajemos: manos
muertas y mendicidad, ineptitud gubernamental y desprecio generalizado
hacia la dura realidad de la vida económica”96.
Más allá de todos estos quebrantos y pasiones, y de un largo
abandono posterior del terreno portuario por parte de los colonos blancos,
criollos y peninsulares (quienes temían a las enfermedades del trópico, en
especial a la fiebre amarilla), entregada a su suerte como ciudad saqueada
por piratas y funcionarios, Veracruz cobijaría desde entonces a una
población mestiza aclimatada a las condiciones locales, heredera de estas
tradiciones de tráfico y trajín constante.
Y fue así como la Nueva Veracruz, la de los marranos portugueses,
se había diversificado socialmente para finales del “siglo de la depresión”,
mientras el recuerdo de esta presencia se iría diluyendo al paso del tiempo:
o quedaría solamente impresa entre los benefactores de la gran sinagoga
portuguesa de Ámsterdam o en las lápidas de un cementerio olvidado del
norte de África.

96
J.H. Elliott, “La decadencia de España”: en Cipolla, Carlo, et al., La decadencia económica de los
imperios, 1985: 129-155.

También podría gustarte