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La Heterodoxia Del Varón Como Recurso Cómico en El Teatro Breve Del Barroco
La Heterodoxia Del Varón Como Recurso Cómico en El Teatro Breve Del Barroco
Y OBRAS AFINES
Refranes Sueño
Baledme agora, baledme, Alcé los ojos y estaban a un lado
¡O santos deste distrito! 13
el santo M a c a r r o , jugando al
¡O señor Santo Mocarro! abejón, y a su lado la de santo
¡O señor Santiliprisco! Leprisco. Luego, en medio, estaba
¡Señor Santo de Paxares, san C i r u e l o . . . Por encima de él
de todos tan conozido, estaba el santo de Pajares y fray
libradme de Pero Grullo ! J a r r o . . . Dijo fray Jarro...: -Estos
(p. 215) son santos que ha canonizado la
picardía con poco temor de Dios
(p. 235).
Rey.: Diga Marta con sus pollos. - A l l á va Marta con sus pollos.
Xus.: Digo q. por m í se dixo, - . . . ¿Para q u i é n crías esos po-
"Muera Marta y muera har- llos?.. . - C r i ó l o s para comérmelos,
[ta": pues siempre decís: "Muera Mar-
por eso mis pollos crío. ta y muera harta" (p. 232).
¿No eres dueña? Aqueso basta, . . . que para decir que destrui-
pues cuando hazen un castigo r á n a uno dicen que le p o n d r á n
dizen q., cual digan dueñas, cual digan dueñas (p. 226).
pusieron al cuitadillo.
(pp. 213, 214)
Sois un bexete clueco echo de baro, ¡Jesús, y del mal viejo! Toda la
deposito de tos i del cataro, noche: "Daca el orinal, toma el
alma de güeso q. por miserable orinal; levántate, Cristinica, y ca-
penando está en braguero perdu- liéntame unos paños, que me mue-
rable, ro ele la ijada: dame aquellos jun-
todo refranes como el d u e ñ o gue- cos, que me fatiga la piedra"...
[ros. ¡Pux, pux, pux, viejo clueco, tan
(p. 210) potroso como celoso, y el más ce-
loso del m u n d o " !
Refranes Sombras
El Rei Perico soi io, A l trono del Rey Perico...
que en m i tribunal subido vienen contigo a juicio.
llamo a juizio a mis vasallos.
que salga Cochiteherbite y Troche-
Mateo Pico, [moche,
Agraxes, cochite-erbite, Chisgarabís y don Diego de Noche,
chizgarabis, trochemoche, d o ñ a Fábula y Marta con sus
Bobo de Coria, m i amigo, [pollos.
o la Mari Tabadilla, (p. 525«)
doña Fáfula...
(p. 214)
Refranes Sombras
Refranes Sombras
- T o m ó las de Billadiego, - ; O u é son las de Villariego,
boi tras ella. majadero?
386 HANNAH E . BERG,\rAN NRFH, XXIV
Sale Billadiego
-Biexezito, - Y o imagino
io soi ese Billadiego. que son las calzas.
En mis calzas, ¿q. abéis bisto - ¿ M i s calzas
para dezir q. las toman son alas? ¡Que buen arbitrio!
los q. huien? Antes son grillos Calzarlas para huir.
unas calzas atacadas, Mucho m á s tienen de grillos
i para i r su camino, las calzas, que no de plumas.
no tomallas, qu'el sol tallas (p. 524&)
Ies fuera mexor adbitrio.
(p. 211)
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rancio el í n d i c e del v o l u m e n con nombres ilustres - . L a r a z ó n p r i n -
cipal para a d j u d i c á r s e l o es que se basa en el Sueño de la muerte.
R e p i t o que n o me parece u n argumento adecuado. L a influencia
de Quevedo fue enorme; se encuentran sus huellas en todas partes.
L a agudeza de los conceptos, la ingeniosidad verbal de Los refranes
tampoco bastan para creer que sólo Quevedo pudo escribirlo. Pre-
cisamente son éstos los rasgos que caracterizan a Benavente y otros
buenos entremesistas de su escuela. M i l i t a n contra la a t r i b u c i ó n la
c o m b i n a c i ó n de dos argumentos distintos, la versificación y el des-
enlace. C o n los siete recientemente publicados por Asensio, conta-
mos con quince entremeses quevedianos de a t r i b u c i ó n m á s o menos
segura, Observamos que a ú n en los m á s extensos, compuestos de
varias escenas, Quevedo respeta la u n i d a d t e m á t i c a . Cuando los es-
cribe en verso, siempre incluye u n pasaje de silvas, pero con menos
insistencia en la r i m a : La venta tiene 4 7 % de pareados; El marión,
primera parte, 4 8 . 1 % ; El marión, segunda parte, 51.7%; La polilla
de Madrid, 53.2%; La destreza, 5 5 . 2 % ; El zurdo alanceador, 57.6%;
El niño y Peralvillo, 58.9%; El marido pantasma, 64.2%, y La
ropavejera, 6 7 . 1 % . Sólo es comparable al 92.8% de Los refranes
El caballero de la tenaza ( 9 3 . 9 % ) , pieza cuya versificación pre-
senta otras a n o m a l í a s respecto a la p r á c t i c a de Quevedo. Notemos
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que t a m b i é n desentona Las sombras ( 7 2 . 7 % ) , aunque allí los
pasajes de silvas son m u c h í s i m o m á s breves que en las otras piezas.
E l desenlace de Los refranes es de u n t i p o e x p l í c i t a m e n t e conde-
nado por Quevedo en varios lugares, entre ellos en el mismo
Sueño de la muerte. Asensio procura justificar el final en "palos"
por el peso de la t r a d i c i ó n y el ambiente carnavalesco creado pol-
los trajes estrafalarios de las figurillas proverbiales, pero tampoco
puede citar n i n g u n a otra pieza a u t é n t i c a en que ocurra lo mis-
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m o . E n vista de estas dudas y en ausencia de a l g ú n dato posi-
tivo, vuelvo a proponer la candidatura de Q u i ñ o n e s de Benavente.
M i conjetura se basa en los muchos paralelos que se hallan entre
Los refranes del viejo celoso y varios entremeses de Benavente.
Benavente d e b í a de ser gran admirador de Quevedo. Su tem-
peramento era menos acerbo, y por eso su sátira es m á s suave, pero
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? Ed. NBAE, t. 18, pp. 565a y 6466.
as Ed. NBAE, t. 18, pp. 517a y 558a; véase m i estudio " E l romancero en
Q u i ñ o n e s de Benavente", NRFH, 15 (1961), pp. 229-246.
2« E n los entremeses de Jocoseria, de 84 a 100%; en los de otra proce-
dencia no suele bajar de 60%. Hice e l análisis métrico de sus obras en Luis
Quiñones de Benavente y sus entremeses, Castalia, Madrid, 1965, pp. 189-260.
30 El boticario, El enamoradizo y El gorigori. La socarrona Olalla y La
manta, así como El cuero (Ramillete de entremeses y bailes, ed. H . E. Bergman,
M a d r i d , Clás. Castalia, 21, pp. 199-208), existen en otras versiones que aca-
ban en baile. El talego-niño termina en baile y palos.
NRFH, XXIV "LOS REFRANES DEL VIEJO CELOSO" 393
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el cuarto episodio, y El borracho de L u i s de Benavente para el
q u i n t o . Estos p r é s t a m o s se encajan en el texto calderoniano con
tanta destreza que n i la menor vacilación de pensamiento o m é t r i c a
los delata. Es u n buen ejemplo de la extraordinaria h a b i l i d a d que
tuvo C a l d e r ó n en aprovechar elementos de obras anteriores y re-
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formarlos en nuevas creaciones dignas de su gran i n g e n i o .
N o ha pasado inadvertida la semejanza entre Las carnestolen-
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das y o t r o e n t r e m é s a t r i b u i d o a C a l d e r ó n , Las jácaras* , pero queda
por s e ñ a l a r que en cierto m o d o Las jácaras está a ú n m á s cerca de
Las sombras que de Las carnestolendas.
Las jácaras carece del ambiente de misterio de Las sombras.
Desde el comienzo sabemos que el Gracioso ha repartido gente por
la casa para ayudar al Vejete a curar a su h i j a Marizarpa de la
p a s i ó n p o r cantar jácaras. E l padre amenaza a la joven:
No cantes,
porque una maldición te he de echar antes.
i Plega a Dios, si cantares,
se te aparezca luego a quien nombrares!
[Di, porque a letra vista
has dado en ser alegre conmista]
de azotes y galeras,
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de ladrones, de trongas y hechiceras ».
tada las gracias por haberlo resucitado. Esto basta para que ella
se declare reformada. Pero al ver que todo fue e n g a ñ o , la mucha-
cha vuelve a sus canciones.
De acuerdo con el asunto, d e s p u é s de las silvas iniciales (52 vs.,
todos pareados) el e n t r e m é s pasa de u n romance a otro s e g ú n canta
Marizarpa las diferentes j á c a r a s ; las asonancias son o-a, u-a, a-o, o-a
y e-o. E l texto citado tiene 236 versos en total; en la e d i c i ó n de
Ramillete gracioso, a la cual nos referiremos en seguida, se a ñ a d e n
otros 16 vs. de seguidillas al f i n a l .
A q u í , la f ó r m u l a de curar a alguien de u n vicio dando reali-
dad corporal a entes de fantasía se aplica a satirizar la p o p u l a r i d a d
excesiva de las jácaras, como en Las sombras y en Los refranes del
viejo celoso sirve para desterrar del habla las figurillas proverbia-
les. Las carnestolendas, en cambio, recoge las figurillas pero las
coloca en o t r o contexto. L a estructura sencilla de Las jácaras apun-
ta m á s hacia Las sombras que hacia Los refranes, y en cierto mo-
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m e n t o los jaques declaran "auemos venido en sombras" . Claro
está que C a l d e r ó n b i e n pudiera conocer ambos entremeses. Sin em-
bargo, sus derechos a la paternidad de Las jácaras son menos claros
de l o que se ha c r e í d o . L a BAE acepta la a t r i b u c i ó n y reproduce
el texto de Entremeses nuevos (Alcalá, 1643) - l a misma colección
que atribuye Las sombras a Q u e v e d o - ; se ha juzgado tradicional-
mente que ésta es la p r i m e r a e d i c i ó n . E l mismo a ñ o salió otra
colección de entremeses, Ramillete gracioso (Valencia), cuya rareza
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explica que n o se haya tenido en cuenta hasta a h o r a . L a pieza
allí i n t i t u l a d a La xacara es ésta misma, aunque con numerosas va-
riantes que casi siempre m e j o r a n la lección y con los versos a ñ a d i -
dos ya mencionados. D a por autor a L u i s de Benavente. A n t e r i o r
a ambos textos es otro, p u b l i c a d o como a n ó n i m o en Donaires del
gusto ( M a d r i d , 1642), bajo el t í t u l o El Narro y valientes de Sevilla
con iacaras. T a m b i é n presenta variantes respecto a los otros dos.
N i Entremeses nuevos n i Ramillete gracioso son autoridades infa-
libles; en ambas colecciones se hallan algunas atribuciones a todas
luces equivocadas. Existe a d e m á s u n manuscrito antiguo encabezado
Entremeses famoso de benabente de los Jaques y segunda parte de
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la jácara; se trata de la misma p i e z a . E l t í t u l o es inexacto, ya
H A N N A H E. BERGMAN