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“La Adolescencia”.

MSc. Andrés García Azcanio. Educador/ Investigador. CIES- Trinidad.

La adolescencia es el período en el que más crecemos, tanto físico, como


emocional y mentalmente. Este crecimiento va a depender de factores tanto de
edad, sexo, cultura, dónde vivimos, circunstancias familiares, de muestra
personalidad, etcétera, propiciando que se viva esta, como todas las etapas de
nuestro desarrollo, de manera única e irrepetible.

Comprende este período las edades desde aproximadamente los 10 o 11 años,


hasta alrededor de los 20, aunque es importante aclarar que en cada persona
puede variar el momento de inicio y fin de esta etapa de la vida.

Además de los cambios biológicos, y en buena medida como consecuencia de


éstos, el individuo se enfrenta a un nuevo estatus social, ocupando una
posición social intermedia entre el niño y el adulto. En este sentido, continúa
siendo un escolar, depende económicamente de sus padres, pero posee
potencialidades psíquicas y físicas muy semejantes a las de los adultos.

En esta etapa se aprecia una nueva forma de relacionarse con los adultos. Por
un lado, estos podrían depositar mayor responsabilidad en los adolescentes,
pero a su vez esto viene acompañado de una percepción de aumento en las
exigencias y las restricciones. Usualmente se toman decisiones por los hijos,
sobre la base de “yo sé lo que es mejor para su futuro” y/o “esa amistad no le
conviene”. Esto provoca que, en algunas ocasiones, el adolescente interprete
que “el adulto no le quiere” y tenga comportamiento regresivo buscando el
contacto afectuoso de la niñez.

Este tipo de interacción con el adulto, es la mayoría de las veces, generadora


de conflictos y agudizan las manifestaciones de la llamada “crisis de la
adolescencia”. En este punto resulta imprescindible aclarar que el concepto de
“crisis” en psicología no necesariamente es negativo. Muy al contrario se
sugiere que las crisis bien manejadas desembocan en un mayor crecimiento
personal, así como estrecha los lazos familiares. Para esto es esencial la

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comunicación que el adulto haya logrado establecer con el adolescente,
teniendo como base su manifestación en cada una de las etapas anteriores y el
establecimiento de espacios de expresión individual, tan importante en esta
edad. Al adolescente hay que explicarle el por qué de lo que no debe hacer, y
al mismo tiempo hay que dejarle espacios para ejercitar y desarrollar su
decisión personal.

Otro detalle que resulta en enfrentamientos entre padres y adolescentes es la


tendencia a la fatiga, las torpezas, la irritabilidad y excitabilidad emocional
típicos de esta etapa. Estos fenómenos están determinados, en buena medida
por la desarmonía corporal y el aumento de la fuerza muscular, los que
provocan que los adolescentes realicen movimientos bruscos productos de la
necesaria descarga de energía. Así, por desconocimiento de este proceso, la
mayoría de los adultos le riñen y les avergüenzan, aumentando aún más estas
manifestaciones y la inseguridad en su comportamiento.

Otro elemento que cambia en la actividad del adolescente es su relación con


los grupos de amigos. En esta etapa los amigos se convierten en una de las
principales fuentes de influencia para el adolescente, cuya aceptación dentro
del grupo se convierte en motivo de gran significación para su bienestar
emocional, e influye en la forma de expresar su comportamiento.

En este sentido, adquiere una importancia vital su imagen corporal, hasta el


punto de que la aceptación social va a depender mucho de esta. El
adolescente está todo el tiempo comparándose con el compañero.

En el plano interno, esta etapa se caracteriza por la aparición de un nuevo nivel


de autoconciencia, determinado por la intensa formación de la identidad
personal y el surgimiento de una autovaloración más estructurada. Es un
tiempo en el que se experimenta nuevas sensaciones, como la atracción y la
vergüenza, nuevos sueños, esperanzas y planes. Con base a las experiencias
vividas y a sus intereses se desarrolla una manera muy particular de asumir la
realidad.

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Entre las conductas de riesgos en esta etapa es la aparición del consumo de
cigarros, alcohol y, en algunos casos, de drogas, además de la transmisión de
infecciones de transmisión sexual, incluida el VIH/SIDA y los embarazos en la
adolescencia. Estos comportamientos tienen como causas un intento de
integración con el mundo adulto, a través de modelos errados de
comportamiento. Otras causas pueden ser: el desafío de la autoridad, conflictos
de identidad subyacentes o también un medio para la búsqueda de aceptación
en su grupo de iguales.

En este sentido, adquiere importancia capital la participación de los adultos en


la formación y orientación del adolescente. En ello se recomienda la escucha,
el respeto mutuo, sin imposiciones, y con un clima de aceptación de las
diferencias. El adulto, en esta etapa, debe dejar de ubicarse en la función de
guía, de controlador, para convertirse en un acompañante, en un orientador.
Esto va a favorecer la confianza del adolescente en sí mismo y en los adultos.

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