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Julie

Julie Dama Ivana


Hansel Marie.Ang Val_17
Verito Maii Victoria.
Clara Markov Miry GPE Dannygonzal
Daniela Agrafojo yure8 Janira
Karen B. Mary Warner Jeyly Carstairs
Alessandra Wilde Jadasa Florbabero
nika Trece Umiangel Vane Farrow
Beatrix yuvi.andrade Ana Avila
MaJo Villa Vane hearts

Daliam itxi Valentine Rose


Mary Warner Laurita PI Daniela Agrafojo
Julie Ross Ferrer Janira
Miry GPE Dannygonzal

Julie

Ana Avila

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Sinopsis Capítulo 21
Nota de la autora Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Adelanto del próximo libro
Capítulo 18 Consolation Prize
Capítulo 19 Sobre el autor
Capítulo 20

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Tres cosas eran un hecho en mi vida.
Necesito a Sarah para sobrevivir.
Necesito el sexo para mantener la cordura.
Y nunca podía mezclar el sexo con Sarah.
Simplemente sabía —en mi interior— que si lo mezclaba, iba a perderla de
alguna manera. Todos mis secretos más profundos y más oscuros saldrían a la luz,
y arruinarían todo entre nosotros. No desencadenaría la mierda dentro de mí ni a
mi peor enemigo, por no hablar de ella. Así que iba a quedarse estrictamente en la
zona de amigos.
Era probable que la gente pensara que nunca fui allí con ella debido a su
parálisis cerebral, pero a la mierda con ellos. Ella sabía que era la persona más
importante en mi mundo, y yo no estaba dispuesto a correr el riesgo de dañar
nuestra relación solo para hacer feliz a mi pene.
Hasta el momento en que ella me rogó que tomara su virginidad.
Ahora todo está a punto de irse al infierno, porque ¿cómo diablos se resiste
uno a la única persona prohibida cuando te pide por favor?
—Brandt Gamble

Forbidden Men, #8

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El 14 de septiembre de 2013, exactamente un mes después de darme el
empujoncito con mi primer libro auto-publicado, Price of a Kiss, recibí un correo
electrónico que empezó un poco así:

Querida Linda:
Como una ávida lectora y esposa, madre y abogada con parálisis cerebral severa, te
ruego que por favor aproveches la oportunidad de escribir la historia de Sarah. Estoy tan
cansada de leer novelas estereotipadas en que la mujer con la discapacidad es amarga,
impotente, no tiene autoestima y se encuentra a la espera de ser rescatada o curada
milagrosamente. Bueno, el mundo real no funciona de esa manera (ni siquiera cuando se lo
embellece). La vida real puede ser hermosa. Conocí a un hombre maravilloso que piensa que
soy la mujer más sensual a pesar de mi silla de ruedas. Este año, vamos a celebrar nuestro
vigesimoquinto aniversario de boda. Nuestro hijo mayor tiene 23 años y está en la escuela
de medicina, y el más joven tiene casi 10 y es estudiante de 4º grado...

Bueno, esta sigue siendo una de las cartas más significativas que he recibido
de un lector junto con la más temible, porque santo cangrejo, ¿cómo se supone que
iba a negarme a eso? Pero entonces... eh, ¿cómo iba yo a escribir sobre un personaje
que vive con algo que yo desconozco, y hacerle algo de justicia?
Entonces me di cuenta, oh sí, ¡lo hice que con cada historia que escribí! LOL.
Así que le respondí a la señora Mary Crawford y le dije que esta era una
petición a la que no podía negarme. Pero sabía que me iba a tomar algún tiempo
llegar a una historia adecuada, a un héroe adecuado para nuestra preciosa Sarah, y
una forma adecuada para trabajar con ellos en lo que más tarde se convirtió en mi
serie Forbidden Men. Y ahora, casi tres años después, estoy esperando y cruzando
los dedos para tener algo que agrade y honre a nuestra muy paciente Mary.
También me gustaría expresar lo feliz que estoy por Mary. En los tres años
que me tomó llegar a algo para ella, yo también le di el empujoncito para seguir
con su propio deseo de contar historias (sí, mírame, tomando el crédito por todo su
trabajo duro. ¡Ja!), ¡y ahora tiene ocho libros publicados! ¿No es increíble? ¡Todo el
mundo, díganle a Mary lo maravillosa que es!

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¡Está bien, perdón! Basta ya de mis divagaciones. Pasemos ahora a la
historia.

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13 años
Traducido por Hansel
Corregido por Daliam

—¡Sal de mi cama!
Me desperté con una mano empujando mi hombro y me senté de golpe con
un jadeo. —¿Qué? ¿Eh?
Una hermana furiosa me empujó de nuevo. —Te dije fuera, pedazo de bobo.
Maldición. Me desplomé sobre el colchón. Ella estaba en casa.
Con un gemido, me di la vuelta sobre mi espalda y bostecé hacia el techo
oscuro de nuestra habitación mientras trataba de despertar lo suficiente como para
arrastrarme fuera de la cama. Sin embargo, en contra de mi voluntad, mis ojos se
cerraron y el sueño trató de reclamarme.
—¡Brandt! —gruñó irritada Caroline—. Lo digo en serio. Vete. ¿Qué haces
en mi cama?
—¿Qué te parece que hago? No estabas en casa, y Colton está enfermo. —
No iba a dormir cerca de ese niño cuando un diluvio de mierda verde brotaba de
su nariz. Además, con su fiebre altísima, era muy caluroso acostarse a su lado.
Es muy molesto tener que compartir una habitación con mi hermana mayor
y mi hermano menor, pero tener una cama para dormir entre los tres era aún peor.
Para colmo, el colchón que Colton y yo utilizábamos se volvió estrecho el último
año ya que ambos habíamos pegado un estirón.

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Cuando vi la litera superior de Caroline vacía, no fui capaz de resistirme a
acaparar un colchón para mí solo por un tiempo.
—Bueno, ya estoy en casa. —Me arrancó el cálido cubrecama de encima—.
Por lo tanto, muévete.
Maldije cuando el aire fresco de la noche rodó a través de mí, directamente
hacia mis huesos, y traté de alcanzar las mantas de nuevo, pero Caroline no quería
nada de eso. A medida que empezamos un tira y afloja, murmuré—: Jesús, ¿por
qué no pudiste pasar toda la noche con tu noviecito rico?
El imbécil seguramente tenía una cama extra grande para él solo. Bastardo.
—Maldita sea, Brandt. —Soltó las sábanas tan bruscamente que caí hacia
atrás y aterricé con un empuje en su colchón, todos los cobertores encima de mí.
Escupiendo algodón de mi cara, me coloqué en posición vertical para dejarle
claro mi opinión. Ella me había dejado solo con un enfermo de ocho años, para
pavonearse con su nuevo novio idiota-del-siglo. Merecía esta cama durante toda la
noche. Pero tan pronto como abrí la boca para despotricar, esnifó y se pasó el dorso
de la mano por la nariz.
Entrecerré los ojos en la oscuridad para ver mejor su cara y finalmente
alcancé a ver las lágrimas que goteaban por sus mejillas. Mierda.
—¿Qué ha hecho? —exigí.
—Nada —respondió ella rápidamente. Muy rápido.
—Nada, mi culo. —No era idiota. Hemos escuchado todos los chismes de la
escuela secundaria en nuestras salas de la escuela media, y nadie hablaba de cómo
el rico Sander Scotini estaba saliendo con la basura del remolque, Caroline Gamble.
Así que eso significaba que la obligaba a mantener su relación en secreto. El burro
la estaba usando a lo grande. Si ella estaba llorando, era su culpa.
—Solo... dame mi cama, ¿de acuerdo? —Parecía cansada y golpeada.
Esta vez, salté de la cama sin quejarme, aterrizando en el suelo junto a ella.
—¿Es necesario que le dé una paliza?
Dejó escapar una risa dura y se secó los ojos. —Como si pudieras.
Me enderecé con indignación. —Claro que puedo. —Scotini tenía cinco años
más que yo, pero era imposible que ese idiota pudiera vencerme.
Cuando mi hermana se acercó inesperadamente hacia mí y envolvió sus
brazos alrededor de mi cuello, me encontré dando un par de pasos hacia atrás
antes de recuperar el equilibrio. No éramos exactamente del tipo de abrazarnos, así

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que tenerla abrazándome ahora era... extraño. Pero luego volvió a resoplar, y sus
lágrimas empaparon el hombro de mi camisa mientras decía—: Te amo, Brandt —y
me encontré apretando su espalda mientras mi preocupación alcanzaba su punto
máximo.
—En serio, Care. ¿Qué ha hecho?
—Nada de lo que quiera hablar. —Se apartó, secándose los ojos una vez
más.
Sí, definitivamente patearía hasta el cansancio a Sander Scotini.
—Gracias por devolverme mi cama. —Se volvió hacia la escalera, pero antes
de que pudiera subir a su litera, Colton comenzó a toser en su sueño. Caroline se
inclinó para presionar la mano en su frente. Suspirando, dijo—: Está ardiendo. ¿Le
diste algún medicamento antes de acostarse?
—Sí, pero... —Me encogí de hombros. La medicina no estaba funcionando.
Caroline suspiró como si tuviera setenta en lugar de diecisiete años. —No
debería haberte dejado solo en casa con él.
Me encontré encogiéndome de nuevo como si no fuera tan importante. El
resentimiento que estuve sintiendo hacia ella toda la noche por haberme dejado
pegado a Colton se había ido. Ella era una niña también y no debería tener que
poner su vida en espera solo para cuidar de nosotros. Debería poder salir con un
chico si quería.
Era trabajo de nuestra puta madre cuidar del niño de ocho años enfermo,
excepto que Daisy no había estado en casa desde... oh, ¿cuatro o cinco días?
¿Quién sabía?
¿A quién le importaba?
La vida era más fácil cuando ella no se encontraba cerca.
—Todavía tendría fiebre si hubieras estado aquí —dije sin convicción,
tratando de que Caroline se sintiera mejor.
Soltó otro suspiro y se frotó la cara. —Me gustaría que Noel estuviera en
casa.
A mí igual. Nuestro hermano mayor podría haber sido más estricto con
nosotros de lo que era Caroline, pero mantenía en orden las cosas. Las facturas se
pagaban, los comestibles nunca se acababan, las cosas rotas se arreglaban, y los
miembros enfermos de la familia se curaban rápidamente. A pesar de que enviaba
a casa cada centavo extra que ganaba desde que empezó la universidad y llamaba

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a diario para comprobarnos, las cosas por aquí empeoraban sin duda desde que se
ausentó.
—¿Qué? ¿Crees que podría curar milagrosamente a Colton? —me burlé.
Noel era impresionante, seguro, pero no tanto.
Caroline me envió una mirada seca. —Por lo menos yo no tendría que ser la
que debe hacer frente a esto.
Era curioso, me di cuenta, o tal vez simplemente triste. Pero ninguno de
nosotros quería que nuestra madre volviera a casa y se hiciera cargo. Ni siquiera la
habíamos considerado como una forma de ayuda.
—Duerme un poco —le dije, acariciando torpemente su brazo. —Tal vez no
será tan malo en la mañana.
—Como no... —Resopló, dejándome saber que no creía totalmente en mis
palabras más de lo que yo lo hacía. Pero ella se subió a la litera de arriba de todos
modos—. Buenas noches, bubba.
—Buenas noches. —La ayudé a tirar las mantas sobre ella y luego me quedé
allí un momento, mirándolos a ella y a Colton en sus respectivos colchones, sanos
y salvos, por el momento, antes de que me diera vuelta y saliera de la habitación.
Al sofá que era para mí.
No tenía ni idea de cómo Noel vivió durante dieciocho años durmiendo en
ese trozo de chatarra incómoda. Era demasiado corto y duro como una roca. Ni
siquiera me gustaba sentarme en la pieza de mobiliario.
Dándome cuenta de que la sala era demasiado fría como para dormir en ella
sin algún tipo de manta, me estremecí y me froté los brazos antes de retroceder a la
segunda habitación en nuestro remolque. Pero me detuve junto a la puerta,
dudando al dirigirme hacia el interior. Daisy no estaba en casa, sin embargo, aún
se sentía extraño estar entrar a su cuarto a buscar una manta extra en su armario.
Todo el sexo y las drogas con las que se involucró, se llevaba a cabo en su
habitación. Noel se aseguró de que mantuviera toda su mierda detrás de esa puerta
cerrada, y por alguna razón había seguido su regla, incluso después de que él se
fue a la universidad... o tal vez ella no era consciente de que ya no vivía aquí. Lo
que sea. Esta habitación era el antro de Daisy, y olía horrible.
Arrugué la nariz mientras me arrastraba dentro. Ni idea de por qué estaba
de puntillas; no había nadie allí. Pero lo hice de todos modos.
Queriendo entrar y salir lo más rápido posible, me lancé a su armario, abrí
la puerta y tiré la primera manta que sentí con mis dedos. En mi carrera de nuevo a

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la salida, sin embargo, calculé mal en la oscuridad y me golpeé la pierna con la
base de la cama.
—Hijo de puta. —Dejando caer la sábana en la cama, salté sobre un pie en
círculos mientras inclinaba mi rodilla hasta el pecho y agarraba mi pierna
palpitante.
Incapaz de mantener el equilibrio, me dejé caer al borde del colchón y me
quejé con susurros del dolor.
En lugar de ponerme de pie, sin embargo, me volví a mirar el resto de la
cama sin hacer detrás de mí. Toda esa extensión de espacio disponible para
dormir... se iba a desperdiciar. La mayoría de las sábanas estaban arrugadas en una
esquina y sabía lo que había estado haciendo la última vez que estuvo aquí, pero la
tentación de todos modos me atrapó. Ni siquiera me importaba cómo clasificar el
lugar que olía a culo y a alcohol rancio. Había un colchón vacío y suave, a la espera
de ser utilizado.
La probabilidad de que Daisy volviera a casa antes de la mañana tenía que
ser de una en, oh, un millón. Y el sofá no olía mucho mejor, de todos modos.
Me sentía tan cansado, y mi culo ya se había hundido en la exuberante
suavidad. Sería fácil simplemente estirarse y... Ahhh. Felicidad. Tiré la manta
fresca que acababa de recoger del armario por encima de mí y cerré los ojos,
suspirando tan pronto como mi cabeza tocó la almohada.
La inconsciencia me reclamó en cuestión de momentos.
Fue un buen sueño. No fui despertado por la tos de Colton a mi lado o el
chirrido de los resortes de la cama de Caroline por encima de mí. Fue simplemente
tranquilo.
Lindo.
Pacífico.
Mis sueños se tornaron hacia cosas agradables. Desde que despertaba con
erecciones casi todos los días, una visión borrosa de Jamey Hester, que se sentaba a
mi lado en la clase de inglés, surgió en mi cabeza. En la vida real, ella no daría ni la
hora a un lamentable Gamble como yo. Era muy pobre, maldecía demasiado, y me
metía en demasiadas peleas. A la mierda. Pero en mi sueño, le gustaba.
Su mano se envolvía alrededor de mi pene, a través de mis boxers, y me
quedé sin aliento por el placer, arqueando la espalda. Unos edos apretados
bombearon, provocando que mis bolas hormiguearan, haciéndome saber que me
encontraba a segundos de correrme.

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—Maldita sea, bebé. Seguro que eres uno grande, ¿verdad? —arrulló Jamey,
excepto que ella no sonaba como Jamey. Se parecía más a…
Mis ojos se abrieron.
Daisy se alzaba por encima de mí, mirándome desde arriba con todo su pelo
alrededor de la cara. La manta ya no me cubría, y su mano estaba... Jesús.
—¿Qué demonios? —Me tambaleé y arrastré lejos de ella, desprendiéndome
de su agarre con prisa.
Cuando mi espalda se reunió con la esquina de la pared, respiré hondo y
sacudí la cabeza, incapaz de dejar de mirar a la mujer que me había dado a luz. Mi
espinilla dolía por el golpe contra su cama, haciéndome saber que sin duda ya no
era un sueño, y mi madre estaba, oh Dios de rodillas allí mismo, en la cama delante
de mí.
Aun así. Era imposible que me estuviera dando una mamada. Esa parte
debe haber sido mi sueño. Tuvo que haberlo sido. Negué con la cabeza, tratando
de despertar por completo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté sin pensar.
Dejó escapar una risa ronca. —Cariño, esta es mi cama. Tú eres el intruso. —
Luego, apoyándose sobre sus manos y rodillas, empezó a arrastrarse hacia mí—.
Pero no me importa si te quedas.
—Mierda —grazné, hundiendo más mi espalda contra la pared.
No era de mañana, pero el sol comenzaba a elevarse por la ventana. Dejó
entrar suficiente luz gris para permitirme ver cómo sus ojos estaban inyectados en
sangre. Era probable que la mujer volara alto como un cometa, dopada con quién
sabía qué combinación de fármacos.
—¿Sabes quién soy yo? —Tuve que preguntar porque, diablos, incluso en su
estado jodido, ella tenía que saber que esto estaba mal. ¿Verdad?
—Colton, ¿verdad? —preguntó cuando se detuvo frente mí y me señaló con
el dedo—. No, eres Brandt. Brandt... —arrulló, llegando a trazar un dedo sobre mi
erección a través de mis pantalones cortos.
La empujé lejos, y ella me dio una cachetada. Con fuerza.
La picadura de inmediato hizo que mis ojos se aguaran mientras señalaba
con el dedo mi nariz.
—No me empujes, pedazo de idiota. Te traje a este mundo. Puedo sacarte de
él ya mismo. ¿Me escuchas?

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Tragando saliva, asentí con inquietud.
Sonrió como si todo estuviera bien otra vez. Lamiendo la comisura de mis
labios, probé la sangre y miré hacia la puerta, preguntándome cuán fácil sería
deslizarme a su lado y correr.
Pero ella murmuró—: ¿Dónde estábamos?
Di un salto cuando me agarró de nuevo, lo que la hizo reír y presionarse
contra mí con más fuerza.
Apretando los dientes, clavé mis manos a mi lado e incliné la cabeza hacia el
techo mientras cerraba los ojos, tratando de no sentir lo que estaba sintiendo. Pero
nadie me había tocado allí antes. El contacto hizo que mi erección creciera todo el
tiempo, ya que la inquietud de malestar en mi estómago crecía también. Tragué
saliva varias veces para no vomitar mientras un frío antinatural se extendía por
mis piernas, y me hacía temblar incontrolablemente.
No probé apartarla de nuevo; este temor de que llamaría a la policía e iría al
reformatorio por abuso físico surgió en mi cabeza, congelándome.
Quería a Noel.
O a Caroline. Ella estaba justo al final del pasillo. Podría gritarle, y quizá
saldría corriendo de la cama para rescatarme. ¿Pero luego, qué? ¿Qué pasaba si
Caroline llama a alguien en busca de ayuda, y Servicios Sociales nos separa? No
estaba dispuesto a perder a Colton y Caroline. Eran las únicas dos personas que
tenía en este momento.
—¿Qué edad tienes ahora, Brandt? —preguntó Daisy mientras utilizaba sus
cinco dedos para agarrarme.
Las lágrimas caían por mis mejillas. Sacudí la cabeza, negando la realidad
de lo que ocurría. Odiaba lo bien que se sentía. Odiaba lo asustado que estaba. Solo
quería volver a ayer por la noche y despertar al lado de Colton con mocos.
—Bueno, seguro que eres grande para la edad que tienes —murmuró,
mirándose acariciarme—. Tu papá fue el más grande que he tenido, ¿lo sabías?
¿Por qué diablos iba yo a saber eso? Un niño nunca debe saber algo por el
estilo. Además, esa tenía que ser la primera vez que Daisy me hablaba.
Había hablado de mí a Noel o Caroline a lo largo de los años, exigiendo que
me callaran si estaba llorando o diciendo que me llevaran a otro sitio si ella me
quería fuera de la vista. Sinceramente, no podía recordar un momento en que me
hubiera dirigido una sola palabra.

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Para mí, Noel y Caroline eran mis figuras paternas, por lo que Daisy no se
sentía como mi madre. Una lástima que eso no hizo su toque menos espeluznante.
Tenía tanto miedo que temblaba de forma errática. Paralizado.
—De hecho, recuerdo quién era tu papá porque estaba tan bien dotado —
continuó como si no tuviera idea de mi ataque de nervios—. No podría saber quién
es el padre de cualquiera de los otros. Pero tú. Sí, definitivamente tienes que ser el
hijo de Derick. Oye... ¿Por qué estás llorando?
Abrí los ojos y miré hacia abajo. Parecía sinceramente confundida mientras
me miraba con una leve pizca de preocupación en los ojos.
—Por favor, para —susurré con los labios secos.
Pero la perra se limitó a reír. —Oh, bebé. —Pasó su segunda mano por mi
pierna hasta que desapareció bajo el dobladillo de mis pantalones cortos—. Confía
en mí, no quieres que me detenga. ¿No has tenido nunca una mamada?
Mientras bajaba la cinturilla de mis pantalones cortos, puse mi puño contra
la boca para amortiguar el sollozo que surgió. Mis ojos se redujeron a la puerta
medio cerrada de su dormitorio, rezando para que Caroline se precipitara en el
interior y me cuidara, y sin embargo, deseando que nunca se enterara de qué tipo
de horror estaba sucediendo.
Debido a que lo que siguió fue sin duda lo peor y lo más mortificante que
me sucedió.

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2
13 años; Un mes después
Traducido por Verito
Corregido por Mary Warner

Reese estaba enojada.


Siempre había visto a mi niñera brillante y burbujeante, siempre alegre y
llena de energía con lo que parecía ser una sonrisa perpetua, siempre lista. Así que
cuando giré mi cabeza en el colchón donde me hallaba acostada para enviarle una
sonrisa alegre, me sorprendió encontrar sus labios delgados y apretados con ira.
Cruzó los brazos sobre su pecho mientras observaba mis piernas hacer
retroceso de bicicleta en el aire sobre mis caderas.
Y aquí, estaba tan orgullosa de mí misma. Podía realmente controlar algún
tipo de movimiento. Por un segundo, había sido el mejor momento de mi vida.
Solo quería compartir mi hazaña con mi persona favorita. Pero la ira emanando de
ella desinfló mi alegría.
¿Qué hice mal?
Preocupada, dejé de patalear, pero el terapista en el lado opuesto a Reese del
colchón instruyó en una voz calmada y tranquilla—: No, no te detengas, Sarah.
Continúa. Piensa en cómo te sientes cuando te mueves. Y luego trata de bajar el
ritmo, poniendo el mínimo esfuerzo posible.
Suspiré y giré mi atención al techo, lejos de la ira de Reese, así podría
concentrarme en mover mis piernas. Mientras tambaleaban rampantemente, el Dr.

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Besby murmuró—: No te preocupes por eso. Está bien. Solo continúa si puedes. Lo
estás haciendo bien.
Luego de que completé un minuto de repeticiones lenta, el Dr. Besby me
dijo que hiciese el movimiento en reversa y moviese mis piernas en la otra
dirección. —Eso es fantástico —felicitó—. Ahora imagínate tu sabor favorito de
helado.
Trayendo una imagen mental de dos bolas de Napolitano en un cono de
waffles, mis cejas se fruncieron con preocupación cuando mi fantasía mental
incluyó a Reese en la silla en la mesa al otro lado de mí mientras lamía su propio
sorbete de naranja.
¿Por qué estaba tan enojada? ¿Qué si ella no quería comer helado conmigo
nunca más?
—Mira cuán bien lo hace incluso después de que dejó de pensar en sus
acciones —le dijo a Reese el Dr. Besby—. Eso es una mejora significativa desde su
última vez. ¿Has tratado de que se pare sola y sostenga su peso en sus pies?
—Sí, pero pierde el equilibrio tan pronto como eleva la cabeza —respondió
Reese.
¿Ese era el problema entonces? Giré mi atención a ella, preguntándome si
quería que yo fuese capaz de estar de pie por mí misma. Pero cuando nuestras
miradas se encontraron, me dio una gran sonrisa típica de Reese. Sin embargo,
había un poco de tristeza en sus ojos, incluso cuando levantó ambos pulgares,
diciéndome cuán orgullosa se encontraba.
—No te preocupes —dijo el Dr. Besby—. Estas cosas llevan tiempo. Solo
sigue practicando con ella cada día, y antes de que te des cuenta, será capaz de
mantener su cabeza en alto, mirar alrededor, y mantener estabilidad al mismo
tiempo. El hito verdadero vendrá cuando pueda levantar su peso en sus piernas
haciendo eso. Eso es importantísimo para caminar independientemente.
La esperanza iluminó la cara de Reese mientras movía sus ojos hacia el
terapista. —Espere. ¿Cree que ella será capaz de caminar algún día?
No me di cuenta de que aguanté mi respiración para escuchar esa respuesta
yo misma hasta que Reese tomó mis dedos, apoyándome. Me aferré a ellos como a
un salvavidas.
Pero el Dr. Besby hizo una mueca. —Creo... tanta tardanza en comenzar con
su terapia física la dañó mucho. Luego de algo de tiempo, debería ser capaz de dar

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un par de pasos sin ayuda, pero dudo que sea capaz de deshacerse de la silla de
ruedas o caminar definitivamente.
Ambas, Reese y yo, suspiramos con frustración, hasta que el Dr. Besby
añadió—: Sin embargo, tienes que admitir que ser capaz de entrar y salir de la silla
de ruedas, usar el baño, y tomar una ducha sin ayuda sería un gran logro.
De acuerdo, tenía un punto ahí. Aun así... hubiese sido lindo escuchar que
podía curarme por completo.
—Tienes que recordar, la parálisis cerebral de Sarah puede ser un desorden
de movimientos musculares involuntarios, pero aún viene de daño cerebral. Si nos
concentramos en sanar la parte de su cerebro que alberga el control muscular,
siempre tendrá algunas limitaciones, pero serás capaz de notar una gran diferencia
con el tiempo.
—Oh, ya puedo notar una diferencia. —Esta vez, cuando me miró, la sonrisa
de Reese era completamente genuina—. Su postura ha mejorado mucho y puede
mantener su cabeza arriba por periodos más largos de tiempo. En mi libro, ya ha
hecho un milagro, Dr. Besby.
El terapista se sonrojó y desvió su mirada para estudiar mis piernas que
pateaban. —Sarah es quien ha hecho todo el trabajo —murmuró, tratando de evitar
el elogio.
Creo que él tenía un flechazo por mi niñera. Me sentía tentada a decirle que
retrocediera; ella ya salía con mi hermano Mason, y algún día la haría mi cuñada.
Así que era mejor que mantuviera sus manos para él mismo. Pero me gustaba lo
mucho que me había ayudado, así que no quería asustarlo.
—De acuerdo, puedes parar, Sarah. —Dejó su mano en mi rodilla y me dio
una cálida sonrisa—. Eso es suficiente por hoy. Lo retomaremos aquí mañana.
¿Suena bien?
—¡Oh! Eh... —Reese apretó mis dedos y tosió delicadamente—. ¿Podemos
postergarlo mañana? Sarah, um... no va a estar disponible.
Lo que ella quería decir era que mi mamá estaría en casa.
Mi madre no sabía sobre estas terapias de recuperación física. Cuando Reese
descubrió las visitas a domicilio que el Dr. Besby ofrecía, le trajo un panfleto
directamente a mamá, muy emocionada de enlistarme a ellas. Pero mamá las vetó,
diciendo que jamás podría permitirse un cuidado tan personal.
Entonces... Reese fue a sus espaldas con la ayuda de Mason y de alguna
manera financiaron y establecieron la terapia sin el conocimiento de mamá. Tenía

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el mal presentimiento de que mi hermano falsificó la firma de mamá un par de
veces o firmó ilegalmente algo como mi tutor legal. Cualquiera fuese el caso, no se
suponía que le dijera a mi mamá.
Al principio, fue emocionante esconderle esto. Pero ahora, unas semanas
después de que iniciaran las sesiones y habiendo mejorado tanto, estaba asustada.
¿Qué si se enteraba sobre ellas y las detenía, y jamás estaba mejor que ahora?
Quería estar lo mejor que fuese posible.
Luego de que Reese estableció otra hora para la sesión en la semana y el Dr.
Besby se marchó, ella se giró a mí con una sonrisa animadora mientras frotaba sus
manos. —No sé tú, pero toda esa plática sobre helado me dio antojo de un plato de
sorbete de naranja.
Reí. ¿Cómo adiviné que quería ese sabor?
Mientras me ayudaba a subir a mi silla de ruedas, me pregunté cómo sería
subir sola o utilizar solo un andador algún día. Podría desplazarme mucho más
fácilmente de esa manera. Me encantaría poder deshacerme de ambos, pero la
verdad, aceptaría cualquier mejoría que pudiese conseguir. A veces, me frustraba
mucho aún sobre cosas que no podía conseguir.
Una vez que llegamos a la cocina, Reese murmuró para sí misma mientras
me preparaba mi favorito, Napolitano, antes de conseguir su sorbete de naranja.
Luego se sentó frente a mí y cortó mi helado en trocitos del tamaño de un bocado.
No dije nada sobre cuán humillante era que me tratara como una bebé,
porque al menos me dejaba comer sola. Mi madre aún me daba la comida en la
boca cuando se hallaba en casa, algunas veces molía mi comida para hacérmela
beber por una pajilla. Quizá me tomaba el doble que a una persona normal, pero
definitivamente podía alimentarme sola. Tenía mucho mejor control sobre mis
brazos que sobre mis piernas.
—Tengo una sorpresa para ti —comenzó Reese meneando sus cejas tan
pronto como enterramos las cucharas en nuestros respectivos pocillos—. Te dije
que mis padres me compraron un nuevo computador la semana pasada por mi
cumpleaños, ¿verdad? —comenzó, cuando sonó su celular—. Ugh. Recuerda eso.
—Parándose de un salto, buscó en su bolso, liberó su teléfono y chequeó la
pantalla—. Es Eva. Debo atender esto. Vuelvo enseguida, niña.
Fue a la otra habitación mientras respondía, y me encontré abandonando mi
pocillo y acercándome a la puerta para escuchar su conversación. Eva era su prima
embarazada que se mudó aquí desde Florida unos meses después de nosotros y
rogó por un lugar para quedarse con Mason y Reese. Era hermosa, llamativa y

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siempre fue linda conmigo, así que me agradaba, pero sabía que mi hermano no
era fanático de ella y la dejo quedarse solo para hacer feliz a Reese.
Curiosa de qué quería, me detuve justo al otro lado de la puerta sin que me
viese. Se había convertido en hábito para mí escuchar a escondidas a lo largo de los
años. No creo que la gente se diese cuenta que entendía tanto como lo hacía, así
que no se molestaban en decirme mucho. Ergo, por lo general robaba información
estando fuera de vista.
—Sí, por supuesto —decía Reese—. Sabes que siempre te acompañaré a las
citas médicas, E. Ni siquiera tienes que preguntar. Es otro ecosonograma, ¿verdad?
Ooh, que emocionante. Síp, estoy libre esa tarde. —Pausó un momento, luego rodó
sus ojos—. Sí, las sesiones de terapia van bien. Espera hasta que veas a Sarah de
nuevo. Te sorprenderá lo que mucho que ha mejorado. Yo solo... —Negó con la
cabeza y se llevó la mano a la frente—. No puedo evitar ponerme furiosa cada vez
que la veo trabajar tan duro.
Contuve la respiración y me incliné más cerca, asustada de escuchar por qué
estaba tan enojada conmigo, pero al mismo tiempo determinada de saber que hice
mal para poder arreglarlo.
—Solo... —Negó de nuevo y apretó los dientes—. Quiero estrangular a la
madre de Mason. ¿Cómo podría no querer algo que es obviamente bueno para su
hija? Sé que es horrible decir esto, pero juro que ella quiere que Sarah permanezca
lo más dependiente posible solo para seguir consiguiendo cheques del gobierno.
Quiero decir, Dios no quiera que Sarah aprenda a manejarse sola y algún día pueda
mudarse y vivir independientemente. ¿Sabes que Dawn aún la alimenta con su
papilla mediante una pajilla?
Dejé salir un suspiro mientras Reese seguía, aliviada de saber que su ira no
se dirigía a mí. Yo estaba acostumbrada a mi madre, pero mientras más se hallaba
Reese cerca, más la molestaba.
—Y escucha esto, Dawn ni siquiera había escuchado del método Anat Baniel.
Es como si no quisiese aprender nada más de la parálisis cerebral de lo que tiene
que saber. Y adivina que más. Busque, como, cinco minutos en internet para
descubrir que hay un Día Mundial de la Parálisis Cerebral. Cada año el primer
miércoles de octubre y marzo es el mes de la Conciencia de la Parálisis Cerebral.
Dawn no tenía idea cuando le dije. Ninguna. Idea. ¿Cómo podría alguien tratar a
su propia hija de esta manera?
Satisfecha de que no era el objeto de su ira, retrocedí a la mesa y volví a
comer. Cuando Reese apareció unos minutos después, se veía refrescada, como si
su diatriba la hubiese ayudado.
22
Su sonrisa era mucho más feliz cuando tomó su bolsa del suelo y la puso en
su regazo mientras se volvía a sentar.
—Siento eso. Eva me dejará ir a su siguiente cita con el doctor. Van a tomar
otra fotografía del bebé. Le quitaré una para mostrártela. Como sea, ¿dónde nos
encontrábamos? Oh sí. Ya que tengo un nuevo computador portátil, no necesito el
antiguo, así que me preguntaba si tú lo querías.
Sacó la antigua de las profundidades de su bolso con una floritura. Me
quedé boquiabierta ante el computador de cubierta magenta cuando ella lo puso
en la mesa y levantó la tapa. —Incluso cambié el fondo de pantalla a una fotografía
de Mason y tú. ¿Qué piensas?
¡Pensaba que amaba a esta mujer!
—¿Estás segura? —pregunté; mis dedos picaban por tomarla y apretarla en
mi pecho.
Rió. —Por supuesto. Mira. Tengo la aplicación de Facebook aquí así que tú y
yo podemos enviarnos mensajes, todo el tiempo. Y este icono de aquí es para el
sitio de diseños de moda que nos gusta visitar. —Mientras me mostraba más
aplicaciones, lágrimas picaron en mis ojos.
Hace unos meses, nadie superaba a mi hermano Mason para mí. Pero Reese
comenzaba a tomar su lugar. Si él hacía algo para perderla, podría tener que
rechazarlo.
Justo mientras limpiaba la humedad para que Reese no notara mis
emociones, la puerta trasera se abrió y, Mason entró en la habitación.
—Hola, tú. —De inmediato resplandeciendo con placer, Reese se apresuró a
él para darle un gran abrazo—. ¿Qué haces aquí? Creí que tenías que trabajar esta
noche.
—Sí, pero Noel ha estado rogando por más horas últimamente. Lo dejé
tomar mi turno para poder venir y ver una de las sesiones de Sarah.
—Oh, qué mal. Te lo perdiste. El Dr. Besby acaba de irse. Pero Sarah lo está
haciendo bien. Deberías verla pedalear. Sus piernas apenas se tambalearon en todo
el día.
Envolviendo los brazos alrededor de su cintura, descansó su mejilla en el
pecho de Mason mientras me sonreía. —Él cree que algún día será capaz de dar
unos pocos pasos sin ayuda.

23
—¿En serio? —Las cejas de Mason se elevaron con sorpresa mientras besaba
el cabello de Reese—. Eso es genial. Y veo que ya le entregaste el computador
también. Me perdí todo.
—Aún puedes comer un poco de helado con nosotras. —Reese pestañeó
tentadoramente justo antes de presionar los labios en su barbilla.
Él rió y acarició su espalda con una mano. —¿Comer helado con mis dos
chicas favoritas? ¿Cómo podría resistirme?
Así que Mason se sentó entre Reese y yo.
Vivía por momentos como este. Nada superaba el tiempo familiar con
Mason y Reese.
Mientras mi hermano y yo devorábamos nuestro Napolitano, Reese
preguntó—: ¿Cómo va todo con Noel? Si está pidiendo más horas de trabajo,
supongo que eso significa que Aspen aún no ha encontrado otro trabajo, ¿verdad?
—Nop. —Mason lamió lo último de su helado de la cuchara—. No ha
encontrado. Pero como Noel trajo a sus hermanos a su casa, ahora no se tienen que
preocupar de la doble renta cada mes.
—Oh, guau. ¿Noel y sus tres hermanos se mudaron con Aspen? Eso es
avanzar algo rápido en su relación, ¿no? Espero que todo resulte bien.
—Sí, pero se ven bastante decididos a la tarea de cuidar a sus hermanos
menores. —Mason me miró y murmuró—: Tengo que admirar al chico por eso.
Reese de repente resplandeció. —Oh, ¡eso me recuerda! Sarah... —Se giró a
mí, sus ojos azules chispeando con emoción—. Noel trajo a su familia el sábado
pasado, y Aspen me dijo que uno de los hermanos menores de Noel tiene tu edad.
Acaban de inscribirlo y va a comenzar la escuela contigo la próxima semana.
Fruncí el ceño, preguntándome por qué alguien se transfirió de escuela
cuando faltaba literalmente una semana para salir de clases. Mmm. Qué extraño.
Debieron haberse mudado apresurados si no pudieron esperar ni unos días más.
—No puedo recordar si era Brandt o Colton quien tenía tu edad —decía
Reese—. Ya sabes, deberías saludarlo en su primer día. No conoce a nadie en la
ciudad. Probablemente apreciaría la bienvenida.
—¡¿Qué?! —La miré boquiabierta como si se hubiese vuelto loca, porque
estaba loca por incluso sugerir algo así—. De ninguna manera.
No podía hablar ni con chicas de mi edad. De ninguna manera un chico iba
a siquiera darme la hora. Además, mirar a chicos lindos últimamente me sonrojaba

24
y calentaba mi estómago. Era extraño e incómodo y de ninguna manera podría
acercarme a Colton, o Brandt, o cualquiera que fuese su nombre, si era
remotamente lindo.
Mason rió de mi reacción y desordenó mi cabello. —Así es, niña. Mantente
lejos de todos los chicos. No quiero tener que amenazar a nadie para que te trate
bien por al menos diez años más.
Casi sonreí. Era muy poco probable que cualquier chico, jamás, mostrara
interés en mí para siquiera tener la mitad de una amenaza de mi hermano mayor.
Pero era tan dulce que él pensara así. Me hacía amar incluso más a Mason.
Sin embargo, aún tenía curiosidad por este personaje Colton-Brandt. Así
que después de que Reese y Mason se marcharon y mamá llegó a casa para darme
sopa, por una pajilla, me fui a mi habitación con mi nuevo computador y lo abrí en
mi regazo antes de abrir la aplicación de Facebook.
Inicié sesión y fui directamente al perfil de Reese. Tenía sobre ochocientos
amigos. No tenía idea de cómo conocía a tantas personas, pero me sorprendía cada
vez que veía sus números. Negando, fui a su lista de conocidos y busqué el
nombre Noel.
Tenía un solo amigo llamado Noel. Un Noel Gamble. Así que fui a su perfil,
feliz de ver que no era privado. No tenía ningún amigo llamado Colton, pero tenía
tres llamados Brandt. Estaba preocupada al principio de no poder identificar cual
Brandt era su hermano. Nadie parecía tener el mismo apellido estos días. Mason y
yo no los teníamos; habíamos tomados los diferentes apellidos de nuestros padres.
Pero por suerte, uno de los Brandt tenía el mismo que Noel.
Fui a su perfil. Su fotografía mostraba a dos chicos juntos, uno mayor, como
de mi edad, y otro más joven, quizá siete u ocho años. El mayor era lindo.
Demasiado lindo para que yo le hablara cara a cara en la escuela. Pero estando más
y m{s curiosa sobre él, cliqueé en la pestaña de “información”.
Brandt Gamble era un mes menor que yo y vivía en Pensilvania. Mmm, aún
no había actualizado esa parte.
Antes de saber qué hacía, pasé mi dedo por la superficie del mouse hasta
que el cursor se movía sobre el botón de “Agregar Amigo”. Cuando apliqué la m{s
ligera presión, las palabras cambiaron de “Agregar Amigo” a “Solicitud de
amistad enviada”.
Jadeé. ¡Oh Dios mío, no! ¿Qué hice? No quería enviarle a un completo
extraño que era tan lindo como él una solicitud de amistad.

25
En pánico, me puse a buscar la manera de cómo deshacerlo. Haciendo clic
en el botón de solicitud, vi el “Eliminar solicitud” y fui hacia él. Antes de poder
presionarlo, una nueva notificación apareció, diciendo: “Brandt Gamble acaba de
aceptar tu solicitud de amistad.”
—Oh Dios mío —chillé en voz alta. Él había aceptado mi solicitud. No podía
creerlo. Una cálida sensación de logro se encendió dentro de mí.
Un segundo después, una ventanilla de chat apareció.
¿Te conozco? Me preguntó Brandt Gamble.
¡Oh Dios mío, por segunda vez! Acababa de enviarme un mensaje. Mi
incredulidad creció de manera exponencial.
Demonios, probablemente debería responder.
Cuando releí su mensaje y me di cuenta de qué había preguntado, rodé mis
ojos. ¿Por qué aceptó la solicitud si no me conocía? ¿No se preocupaba el idiota
sobre los fraudes por internet?
Pero luego me di cuenta de que era una completa hipócrita. Le acababa de
mandar una solicitud de amistad a un total extraño en Facebook, así que no era
mejor que él. A excepción de que estaba bastante segura de que era el hermano
menor del compañero de trabajo de mi hermano mayor, y en mi libro, eso era
suficiente para pensar que él era seguro.
Así que escribí: Soy la hermana de Mason¸ solo para asegurarme de que era
el chico correcto.
Un segundo después, preguntó: ¿Quién mierda es Mason?
Pestañeé, releyendo la palabra mierda una y otra vez con asombro y a la vez
en un secreto deleite. Nadie había dicho malas palabras ante mí antes. Quizás eso
era porque tenía solo trece años y quizá por mi parálisis cerebral, pero me gustaba.
Me hacía sentir... normal.
Mi sueño más grande en la vida era ser normal, así que decidí justo entonces
y ahí, que seguiría siendo amiga con Brandt Gamble, y sería oh-tan-felizmente
normal.

26
3
13 años
Traducido por Clara Markov
Corregido por Julie

La novia de Noel, Aspen, era una cosita pequeña. A los trece, yo ya era más
alto que ella y probablemente también más pesado.
Sin embargo, eso no significaba que confiaba en ella.
Después de que Caroline rompió con su imbécil novio rico para siempre, se
puso muy enferma, de una forma en que debí haberla llevado al hospital o llamado
a una ambulancia. Pero en todo lo que podía pensar era en cuánto dinero nos iba a
costar y en que no había forma en que nos lo pudiéramos permitir. Así que hice la
siguiente mejor cosa. Llamé a Noel.
Doce horas después, se apareció con su mejor amigo, y se hicieron cargo de
todo.
Mientras tanto, intenté visitar a su ex y darle una golpiza por dañarla. Fue
una lástima que la pequeña perra estuviera rodeada de sus amigotes de la escuela.
Sabía que podría haberlo tomarlo por mí mismo. Pero en cuanto solté un buen
movimiento, su pandilla se abalanzó y me pateó el trasero. Un ojo negro, nudillos
magullados, y unas cuantas costillas doloridas después, Noel se encontraba allí,
empacándonos en la camioneta de su amigo Ten y llevándonos con él de regreso a
la universidad. Para siempre.
Todo era tan surrealista. Estaba feliz de irme, escapar de ese parque de casas
rodantes de mierda, abandonar la escuela donde todo el mundo pensaba que yo

27
era basura, y nunca volver a ver a Daisy en tanto viva. Pero se sentía demasiado
bien como para que fuera real. Seguía esperando que el lado malo de todo esto se
nos estrellara.
Extrañamente, todavía no lo había hecho.
Nos quedamos más o menos una semana con Noel en el departamento que
comparte con Ten. Pero no había espacio para los cinco, así que Aspen, la novia de
Noel, nos dejó mudarnos con ella a su casa de tres habitaciones. De repente,
Caroline tenía un cuarto para ella sola, y Colton y yo teníamos nuestras propias
camas en el cuarto que compartíamos mientras que Noel solo… se ocupó de todo.
Al igual que Aspen.
Ella nos llevó a comprar ropa nueva. Después nos inscribió en la escuela
local. Y luego… luego nos alimentó. Todos los días. Cada maldita comida.
Era más allá de bizarro.
La chica era tan buena. Me hacía suspicaz. Tenía que esconder algo malo.
¿Qué tal si se volvía como Daisy y decidía que tenía hambre de niños de trece
años? De acuerdo, dudaba de esa parte, pero solo para estar a salvo, le ponía
seguro a la puerta cada noche así no podría entrar por Colton o por mí.
Pero ella solo seguía haciéndose más y más amable, lo cual me ponía más y
más receloso. Nadie era así de amable. Ocurría algo sospechoso.
Esa es la razón por la que mantenía un ojo en ella, tratando de averiguar su
intención oculta.
Por lo que cuando Noel se encontraba trabajando, Caroline refugiada en su
habitación, y Colton envuelto en una manta, mirando caricaturas en la sala de
estar, caminé hacia la cocina para espiarla.
Colton se encariñó con Aspen inmediatamente; en realidad era Noel del que
parecía tener miedo. Niño idiota. Pero habían pasado tres años desde que en
verdad veíamos a nuestro hermano mayor, y Colton no lo recordaba. Sin embargo,
Noel haría cualquier cosa por nosotros. Era la última persona en la que tener
cuidado. Aspen, por otra parte…
Ella tarareaba bajo como si fuera feliz en lo que trabajaba en la cocina,
cocinando, haciendo esta… cena. ¿Por qué nos cocinaría una cena cada noche
cuando nuestra propia madre nunca lo hizo? ¿Y por qué estaría feliz sobre eso? Sin
duda algo tenía que ocurrirle.

28
Debió de haberme sentido en la puerta, viéndola, porque miró sobre su
hombro y saltó. —¡Oh! —Después vino la cálida y bienvenida sonrisa. Tenía que
ser falsa—. Hola, Brandt. ¿Quieres ayudar?
Me encogí de hombros y me alejé del marco de la puerta. —Claro. ¿Qué
necesitas que haga?
Esto era bueno. Podía acercarme, justo debajo del radar con el pretexto de
ayudar, y averiguar lo que tramaba.
Ella abrió la alacena y sacó algunos platos antes de ponérmelos en los brazos
para acomodar la mesa.
A medida que me puse a trabajar, colocando un plato frente a cada silla, me
preguntó cómo iba todo.
Con otro encogimiento de hombros, contesté—: Bien.
—¿Ya extrañas a tus amigos de casa?
Murmuré una respuesta porque no estaba seguro si honestamente dejé a
alguien a quien extrañar. Hasta ahora, no. Toda la gente más importante de mi
vida estaba aquí en esta casa conmigo… y ella.
—¿Sabes? Si quieres, puedes tomar prestada mi computadora, ponerte en
línea y contactarte con algunos de ellos. Está completamente bien, en cualquier
momento que gustes.
Asentí. —Gracias. —Todavía no podía pensar en nadie a quien contactar,
pero añadí—: A lo mejor te tomo la palabra. —Tal vez pueda hacer una pequeña
búsqueda de Aspen Kavanagh, ver si puedo desenterrarle algo malo.
Me despidió con la mano, diciéndome que ya no necesitaba ayuda, así que
fui hacia la sala y alcancé su computadora. Mi primera búsqueda me llevó hacia su
cuenta de la página LinkedIn, la cual dice que era una profesora de inglés en la
universidad a la que va Noel. Eso era raro. No lucía lo bastante mayor para ser
cualquier tipo de profesor de universidad, y además, la había visto buscando
trabajo en el periódico, lo cual significa que es desempleada, así que supuse que
esa página era de otra Aspen Kavanagh.
Entré a Facebook para investigarla. La imagen de perfil de la única Aspen
Kavanagh que pude encontrar mostraba alguna frase literaria, y no era amiga de
Noel, por lo que imaginé que era la cuenta de otra profesora llamada Aspen. Me
hallaba a punto de salirme cuando una solicitud de amistad de una tal Sarah
Arnosta apareció.

29
Presioné el nombre, tratando de descifrar cómo la conocía. Su imagen
mostraba flores —típico— y su página era privada, lo que significaba que no podía
obtener otros detalles sin aceptar su solicitud. Así que, lo hice.
No teníamos ningún amigo en común, por lo que le disparé un mensaje
rápido, preguntándole quién era.
Me contestó que era la hermana de Mason, lo cual me hizo mirar alrededor
de la habitación y preguntar—: ¿Quién mierda es Mason?
Después de teclear la pregunta, ella respondió rápido.
Él trabaja en el club Forbidden con tu hermano Noel.
Oh… cierto. Ahora recordé a Mason. Al menos creo que lo hice. Noel el fin
de semana nos llevó a una cosa de día de campo con barbacoa con algunos de sus
compañeros de trabajo, y estoy casi seguro que sé cuál es Mason.
Es el que tenía de novia a la morena caliente con un anillo en la nariz,
¿cierto?
Un segundo después, una apareció burbujita, diciéndome que ella escribía.
Llamamos a la morena caliente con un anillo en la nariz Reese, pero sí.
¡Esos son ellos!
Sonreí. La hermana de Mason parecía genial. Pero seguía sin estar seguro
por qué me eligió para ser su amigo. Chequeé rápido su página y vi que no tenía a
Noel como amigo, así que no era del tipo que agregaba a todo el mundo.
Pero ella contestó mi pregunta antes de que le pudiera siquiera preguntar.
Reese dijo que uno de los hermanos de Noel se transferiría a mi secundaria la
próxima semana. Supongo que ese serías tú.
Oh, así que tenía mi edad. Genial. Tal vez podría conocer a alguien antes de
empezar en la nueva escuela. No he estado esperando con ganas el primer día.
Desafortunadamente, sí, soy yo, tecleé. No es como si estuviera
emocionado por empezar una nueva escuela de mierda.
Sarah me envió un solidario icono frunciendo el ceño y dijo: ¿Quién lo está?
Solo he estado aquí desde enero. Nos mudamos de Florida, y el primer día apestó
muchísimo. Pensé que iba a vomitar por los nervios.
Asentí, feliz de que entendiera. Esperando que pudiera obtener un poco de
información sobre Aspen, comencé a hurgar un poco.
¿Sabes por qué nos tuvimos que mudar aquí?, pregunté.

30
No. Por eso me puse súper curiosa y fui a fisgonear en tu página. Perdón
por hacerlo, por cierto. Solo sé que Noel era el chico que trabajaba con Mason,
dormía con su maestra y la despidieron.
Mi quijada cayó. Pero… ¿qué? ¿Noel durmió con una maestra? No…
bueno…
¡No!
De ninguna manera.
Antes de poder decirle que estaba loca, continuó escribiendo.
Y de repente se estaba mudando con todos sus hermanitos con ella. Pero no
pude conectar todos los puntos sobre cómo resultó todo eso.
Inmediatamente tecleé: Espera, espera, espera. ¿ASPEN era la MAESTRA
de Noel? De ninguna jodida manera.
Mi mente daba vueltas. ¿Cómo era eso siquiera posible? Aspen —o Noel
para el caso— no actuaba como la gente que había hecho algo malo.
Pero Sara escribió: Ups. ¿No lo sabías?
¡NO! Por supuesto que no lo sabía, pero… No puede ser verdad. Aspen es
demasiado joven para ser profesora en una universidad.
Y mi hermano no era del tipo que se follaba a una maestra.
¿Lo era?
¡No!
De ninguna manera.
Reese dijo que ella era como una niña genio y terminó la escuela secundaria
cuando tenía quince años o algo así, y se veía muy joven sobre todo, así que…
Releí las palabras de Sarah como cinco veces antes de teclear: ¿Estás
jodiendo conmigo? Por favor, no me mientas, porque no puedo creer esto. ¿Noel
realmente se folló a su maestra? ¿Cómo lo sabes?
Lo siento por balbucear. Me envió el icono con ojitos suplicantes y tristes
antes de añadir: Escuché a Mason y Reese hablando sobre eso una vez. Supongo
que ella enseñaba en una de sus clases también.
¿Los ESCUCHASTE?, pregunté, necesitando una explicación de primera
mano y no un rumor para creer tal declaración.

31
Sí, confesó Sarah. Soy una genio en escuchar conversaciones. Nadie me dice
nada directamente así que yo solo… escucho a escondidas.
In-jodidamente-creíble.
Estaba tan ocupado siendo arrastrado boquiabierto al espacio que no me di
cuenta que no le había respondido a Sarah hasta que escribió: No le dirás a nadie
que te dije, ¿cierto? En verdad no quise soltar la sopa. Pensé que ya lo sabías.
No. No lo diré, le aseguré. No estoy seguro si quiero que sepan que lo sé,
de todas maneras.
Buena idea. Puede que te torturen para saber la fuente y no quiero que pases
por encima de mí. Tendría que matarte entonces.
Me reí y escribí: Jajaja. Eres graciosa.
Me envió una cara sonriendo antes de preguntar: Así que, ¿me contarás por
qué se mudaron con Noel y Aspen?
Suspiré y me agité el cabello antes de teclear: No hay mucho que contar.
Teníamos una mamá de mierda y Noel prácticamente nos crió. Él pensó que
estaríamos bien si enviaba dinero en lo que estaba en la universidad, pero…
No estuvieron bien, adivinó Sarah.
No sé qué me superó, pero empecé a escribirle toda la mierda de mi familia.
No tenía idea si quería convertirse en mi confidente o no, pero ella pidió que le
dijera, y supongo que necesitaba hablar efusivamente con alguien porque se sintió
muy bien sacarlo todo.
No. No estuvimos bien. Mi hermanito Colton se enfermó muy mal. Luego
mi hermana Caroline quedó embarazada de un idiota, pero perdió el bebé o algo
así. No lo sé, pero nos asustó muchísimo cuando se puso mal por ello, así que
Noel vino, vio lo mal que estábamos, y nos trajo de vuelta a la escuela con él.
Vaya. Sarah añadió un icono frunciendo el ceño y preguntó: Así que, si algo
malo le ocurrió a tu hermano y a tu hermana, ¿qué te pasó a ti?
Tragué, preguntándome cómo lo sabía. Mirando alrededor para asegurarme
que nadie miraba, me aclaré la garganta y me froté la cara. Luego comencé a
teclear: Nada. Pero al último segundo, escribí: Traté de patearle el trasero al ex de
Caroline, pero en su lugar sus chicos me dieron un ojo negro.
Ahí, tal vez ella no supondría lo que realmente pasó si no se lo cuento.
Apesta, dijo, y suspiré de alivio, agradecido de que no siguiera con el tema.

32
Sintiéndome más honesto de lo que probablemente nunca me sentía, escribí:
No sé qué pensar sobre todo esto.
Oh, por Dios, ¿podrías tratar de olvidar lo que te dije de Noel y Aspen, POR
FAVOR?, me rogó. Lo siento mucho. No tengo idea por qué pensé que ya lo
sabrías.
No, no, contesté. No era eso de lo que hablaba. Aunque estoy sorprendido
de que él no nos lo dijera, pero supongo que… ¿por qué lo haría? Probablemente
no quiere que pensemos mal de su novia.
Lo cual de repente me hizo darme cuenta de por qué Aspen había sido tan
agradable con nosotros. Probablemente se sentía culpable y esta era su manera de
redimirse a sí misma.
Por alguna razón, me hizo sentirme menos suspicaz sobre ella. Fue un alivio
encontrarle una imperfección.
Entonces, ¿de qué no sabes qué pensar?, se preguntó Sarah.
Esta movida entera, contesté. Noel ni siquiera nos preguntó. Él estaba
como “Súbanse a la camioneta. Nos vamos”. Así que todos nos subimos a la
camioneta. Viví en esa ciudad y fui a esa escuela toda la vida. Debería estar
enojado de que nos arrastrara lejos de nuestras vidas.
Tomó unos cuantos minutos para que Sarah contestara, pero justo cuando
estaba seguro de que se había desconectado, su respuesta apareció.
No lo sé. Waterford, Florida fue la única ciudad en la que había vivido. Pero
no me gustaba ahí, no quisiera volver. No me habría enojado si mi hermano me
hubiera mudado aquí… que fue m{s o menos lo que hizo, pero no en realidad. Se
mudó aquí para estar con su novia —la morena caliente con el anillo en la nariz—
pero mi mamá vino con él. Vivo con ella. Él vive del otro lado de la ciudad con
Reese. Pero es parecido a lo que has pasado. Algo así. Bueno, ¡la verdad no! Pero,
de todos modos, el punto es, que estoy aliviada por un nuevo comienzo.
Sonreí. Bien. Porque en la mayor parte también me sentía aliviado. Odiaba
ese agujero de mierda. Todo el mundo pensaba que éramos basura porque
nuestra mamá lo era, por lo que estos pandilleros hablaban conmigo. Cuando
trataron de hacer que me les uniera, me patearon el trasero porque me negué.
Suena a que tu trasero es pateado muy a menudo.
Fruncí el ceño, no queriendo que piense que era una gallina. Oye, sé
defenderme, ¡muchas gracias! Pero no cuando soy atacado por media docena de
idiotas a la vez.

33
Sarah me envió un icono riéndose. Pienso que necesitas unirte a una clase
de defensa personal si te atacan tanto.
No, lo que necesitaba era salir de esa ciudad, a excepción que, ¿y si este
nuevo lugar no es mejor que el último? No conoceré a nadie.
Me conoces a MÍ.
Alivio me inundó de que realmente me haya ofrecido su ayuda. Entonces,
¿tú serás la primera el lunes en la oficina para mostrarme todas mis clases?
Cuando no respondió en menos de un minuto, añadí: Por favorcito con
azúcar arriba.
Ugh. Añade cereza y tal vez lo consideraré.
¿Qué tal cereza arriba ADEMÁS de mi eterna gratitud?, tecleé,
mordiéndome el labio antes de añadir un icono con ojos rogando.
¡No! Los ojos rogando no. No juegas justo. Bien. Tenemos un trato. Seré tu
guía.
Me enderecé y sonreí, feliz de que Sarah Arnosta me pidiera una solicitud
de amistad.

34
4
13 años
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Miry GPE

Brandt Gamble era hermoso.


Se veía alto para lo enjuto que era. La camisa que usaba hacía que sus
hombros parecieran imposiblemente amplios porque la ropa se estiraba con fuerza
sobre su mitad superior mientras permanecía holgada en su mitad inferior.
Su cabello color chocolate tenía un aspecto enmarañado, más corto en la
parte de atrás y largo en el frente, por lo que su flequillo colgaba sobre sus ojos,
ocultando de qué color eran.
Cara angosta, barbilla puntiaguda, boca y nariz más hacia lo delgado, sus
rasgos se encontraban demasiado bien proporcionados, solo compensados por su
ojo morado y una sola peca, lunar, hermosa marca apretada al costado de su nariz.
Me recordaba a Sam Winchester de Supernatural.
Las oscuras rayas de sus cejas eran expresivas mientras estudiaba la
colmena de estudiantes hormigueando junto a él con recelosa sospecha. Al parecer
no le gustaba en absoluto lo que veía. No parecía querer unirse a la marea.
Lo observé cinco segundos, incluso desde que salió de la oficina y lanzó su
harapienta mochila verde militar sobre su hombro antes de verme. Mientras me
asimilaba, cada músculo en mi estómago se tensó. Contuve la respiración,
esperando a que el reconocimiento iluminara su mirada.
No esperaba que fuera tan lindo. Tan alto. Tan… varonil.

35
Verlo en la vida real era muy diferente de una fotito granulada en una
pantalla. Su perfecta belleza hizo que los primeros rastros de inseguridad se
agitaran en mi estómago. De pronto me di cuenta de lo estúpida e ingenua que fui
al pensar que podíamos ser amigos. En mi cabeza, lo construí como del tipo nerd,
un chico solitario e incómodo al que le patearon bastante el trasero y necesitaba un
amigo tanto como yo.
Este rudo bombón con esa aura de no-podría-importarme-menos envuelta a
su alrededor no era para nada lo que esperaba y se hallaba tan fuera de mi liga que
probablemente no debería ni siquiera mirarlo.
Diablos. Y fue increíble hablar con él.
Derramó la historia completa de su vida conmigo en los últimos días. Por el
resto del fin de semana, nos escribimos constantemente, al menos una vez con cada
hora que pasaba. Me dijo que era divertida e inteligente, y que brillaba por dentro.
Expresó sus sentimientos acerca de su vida, y se sintió asombroso escucharlo
confiarme su corazón.
Las personas nunca me contaban sus problemas. Nunca. Leer todas sus
preocupaciones y problemas me hizo sentir normal. Me hizo sentir especial. Y no la
clase de especial de necesidades especiales, como todos los demás piensan de mí,
sino especial especial.
Ya que le juré que esperaría fuera de la oficina a primera hora del lunes para
mostrarle los alrededores de su nueva escuela, aquí estaba. Pero mientras miraba
apenas mi silla de ruedas y luego apartaba la mirada, me di cuenta de un hecho
sorprendente.
No lo sabía.
Nadie le contó sobre mí.
No me estuvo escribiendo sus secretos los últimos días ni tratándome como
a una chica normal y ordinaria por pura bondad. Lo hizo porque en realidad pensó
que era una chica normal y ordinaria.
Tragué, y los músculos en mi estómago no solo se tensaron esta vez, sino
que se lesionaron al hacerse pequeños nudos serpenteantes. Como los nudos de
botón chinos.
Me sentía como una tramposa, como si lo hubiera engañado para ser mi
amigo al no decirle sobre mi condición. Pero honestamente, ni siquiera se me
ocurrió. Todo el mundo siempre estuvo tan ansioso de decirle a los recién llegados
sobre mí que yo nunca tuve que explicárselo a nadie por mi cuenta. Así que

36
naturalmente, asumí que su hermano o alguien ya lo había informado sobre la
parálisis cerebral, la silla de ruedas, convulsiones y la cosa del impedimento del
habla.
Iba a estar tan molesto cuando conociera la verdad. Nadie aquí quiere ser
amigo de la chica con parálisis cerebral. ¿Qué pensé para siquiera esperar que
Brandt Gamble quisiera?
Me encontraba a punto de alejarme rodando y escapar por el pasillo cuando
lo vi morderse el labio inferior y mirar a su alrededor de nuevo, como si estuviera
buscando algo. Y me di cuenta que así era. Me buscaba a mí porque le prometí
encontrarlo.
Un debate de diez segundos tomó residencia en mi cabeza. Acercarme a él
como planeaba hacerlo antes de verlo salir de la oficina, o correr como la cobarde
que era. Tenía muchas —muchas— ganas de escapar. Odiaba ver la repulsión en los
rostros de las personas cuando me miraban, y tenía la sensación de que una
expresión de asco viniendo de él me rompería.
Toda mi vida, me consideré alguna clase de forma de vida inferior. Mi
madre me trataba como si fuera una idiota. Probablemente no tenía idea de que en
verdad podía tener pensamientos racionales y sentimientos por mi cuenta. Y
Mason… amaba a mi hermano mayor hasta la muerte, pero se encontraba muy
preocupado por ser protector y asegurarse de que todos me trataban con respeto
para darse cuenta de lo atrapada que estaba en mi propia piel.
No fue hasta que llegó Reese y me vio dentro del caparazón de mi cuerpo
que comencé a darme cuenta de que no debía dejar que mis limitaciones en verdad
me limitaran. Tenía tanto derecho de estar viva como cualquier otra persona en la
tierra. No tenía que sentirme avergonzada de… bueno, de mí misma.
Pero entonces, solo había conocido a Reese por un poco más de ocho meses,
no demasiado tiempo para que fortaleciera mi ego. Así que cuando me encontraba
en una situación que no sabía con seguridad cómo manejar, volvía a ser la Sarah
lastimera de mi antiguo ser, sintiéndome indigna comparada con cualquier otro
humano del planeta.
Pero Brandt seguía cerniéndose ahí, esperando que apareciera. No podía
defraudarlo. Además, no tenía idea de lo que le diría cuando se metiera en
Facebook más tarde y demandara saber por qué lo dejé plantado.
Empezando a parecer perdido y abandonado, retrocedió más cerca de la
pared y apretó la tira de su mochila sobre su hombro. Incapaz de dejarlo

37
experimentar otro momento de inseguridad, moví mi silla de ruedas a través del
tráfico de estudiantes corriendo y me dirigí hacia él.
Determinada a hacer esto, cargué hacia adelante, quizás con demasiada
velocidad. Cuando notó mi apresurado acercamiento, sus ojos llamearon y tropezó
hacia atrás para salir de mi camino. Pero me giré, siguiéndolo antes de frenar tan
rápido que las ruedas de mi silla chillaron con fuerza contra el suelo de baldosas.
—Uh… —Brandt miró a su alrededor como si buscara instrucciones sobre la
etiqueta adecuada cuando uno era acosado por una chica en silla de ruedas antes
de mover su mirada confusa hacia mí.
Tenía ojos azules, un oscuro y penetrante azul que hacía que los nervios en
mi estómago se estremecieran locamente y mis palmas se pusieran pegajosas y
asquerosas. Los miré un segundo más, abrumada mientras me observaba, antes de
girar mi atención a la computadora en mi regazo. Mis dedos se retorcieron en tanto
se cernían sobre el teclado, y contemplé qué decir.
¿Hola, soy Sarah?
No, demasiado flojo.
Lindo ojo negro.
Ack. Eso era peor.
Necesitando decir algo —lo que sea— pinché Bienvenido a la Secundaria
Ellamore solo para borrarlo y simplemente decir Hola, Brandt. Luego lo miré
expectante. Me sentía tan nerviosa por cómo respondería que mis latidos
golpeaban en mis orejas. ¿Qué si se reía ante mis formas patéticas, se alejaba, y
nunca volvía a hablarme por Facebook?
Parpadeó, su confusión solo aumentando, y me pregunté si debería haber
dicho el saludo. Pero odiaba hablar, por lo que evitaba la comunicación verbal
cuando fuera posible.
Finalmente, Brandt bajó su mirada a la pantalla de mi laptop. Sus cejas se
arrugaron con sorpresa. —Tú… —Luego inclinó la cabeza hacia un lado mientras
releía el mensaje. Ojos azules parpadearon de vuelta a mi cara—. Espera. ¿Cómo
sabes mi nombre?
Aquí era cuando se suponía debía confesar que era Sarah, la chica a la que le
contó toda la historia de su vida en línea los últimos días.
Pero por alguna razón, simplemente no pude hacerlo todavía, así que, en su
lugar, tecleé: Soy psíquica.

38
Parpadeó ante las dos palabras y esas cejas expresivas se arquearon,
desapareciendo bajo su flequillo enmarañado. Cuando levantó la atención de mi
laptop hacia mi cara, escribí: O quizás está escrito en tu camisa.
Después de leer la siguiente línea, de inmediato revisó el frente de su
camisa.
Me reí, haciendo que me lanzara una mirada sorprendida. Así que por fin
me rendí y escribí: O tal vez porque soy Sarah. Luego mordí mi labio y esperé por la
caída.
Pero esa explicación pareció confundirlo más que las otras.
—¿Eh? —dijo, frunciendo el ceño.
Sin embargo, no tuve que aclararlo. Un momento después, sus ojos se
ampliaron. Levantó su mirada hacia mí antes de estudiar mi silla de ruedas.
—Santa mierda —explotó justo antes de que una expresión horrorizada
iluminara su rostro como si no pudiera creer que hubiera dicho eso delante de mí.
La culpa inundó sus rasgos cuando regresó su atención a mi cara justo antes de
lanzar una mano sobre su boca—. Lo siento —dijo, de forma ahogada y luego bajó
los dedos para agregar—: Yo solo… no tenía idea.
Casi actué estúpidamente y pregunté de qué no tenía idea, pero me sentí un
poco demasiado aplastada para molestarme. Mi primera oportunidad de hacer un
amigo… arruinada porque esperé demasiado tiempo para contarle la verdad.
Bajando la mirada a mi laptop, comencé a teclear una disculpa, pero la voz
familiar de una de las chicas más notoriamente hermosas y malvadas dijo—: Oye,
eres nuevo aquí, ¿verdad?
Levanté la vista a tiempo de ver a Chloe Hilliard torcer un mechón de su
largo cabello rubio platino alrededor de su dedo mientras le sonreía a Brandt.
—Uh, sí —respondió él, transfiriendo su mirada alarmada a Chloe antes de
verme a mí y luego a ella de nuevo—. Soy Brandt.
—Chloe —respondió con una sonrisa de gato Cheshire antes de extender su
mano junto a mí para sacudir la suya.
Ella ni una vez me miró, ignorando completamente el hecho de que me
encontraba sentada justo ahí y que estuve hablando con él. Honestamente, creo
que ni siquiera se dio cuenta de que estaba ahí. Brandt miró entre nosotras dos
antes de alcanzar su mano de forma vacilante para sacudirla.

39
Notando con tristeza que mi momento con él terminó, deslicé mi atención
hacia abajo para esconder mi decepción. La pantalla de mi laptop sonó,
mostrándome todo lo que escribí.
Quería estar molesta con él por darme la espalda, pero después de la
amistad que formamos durante los días pasados, me sentía mayormente triste de
que hubiera terminado.
Con un suspiro, comencé a teclear, necesitando algo para distraerme de la
depresiva mortificación rugiendo a través de mí. Sabía que probablemente debería
estar acostumbrada a ser ignorada y dejada a un lado de este modo, ya que pasaba
tan a menudo, pero todavía tenía el poder de humillarme por completo. Estuve tan
esperanzada por conectar con Brandt.
Molesta con Chloe, me desquité con ella escribiendo: Chloe Hilliard, la mayor
ramera en toda la secundaria. Y ahora, ladrona de amigos.
Mi corazón se aceleró cundo escribí esas palabras. Antes de hacerme amiga
de Brandt en Facebook, nunca me habría atrevido a decir algo tan malvado. Pero
después de leer todos sus pensamientos internos, parecía casi… liberador. Y sí, tan
pronto como las palabras se mostraron en la pantalla, me sentí… m{s libre. Mejor.
Mientras Chloe le preguntaba a Brandt en qué grado estaba, puse los ojos en
blanco ante lo ridículamente falsa que sonaba.
Bla, bla, bla, tecleé. Por cierto, ella está sacando pecho así porque sus pechos acaban
de llegar, y quiere que todos los chicos los miren.
Sobre mí, Brandt se rió.
Levanté la mirada justo cuando Chloe le preguntó—: ¿Qué es tan gracioso?
—solo para darme cuenta que él leyó lo que escribí.
Oh, mierda.
Atrapada.
Cerré la computadora de golpe para que Chloe no pudiera ver mi insulto.
Mi mirada fue hacia Brandt, rogando misericordia.
Sin embargo, en lugar de delatarme, apretó los labios, levantó las cejas y le
envió a Chloe la peor expresión inocente del mundo.
—Uh… nada. Lo siento. —Se rascó la oreja y me dio una rápida mirada
antes de lanzarle una sonrisa fingida—. ¿Qué decías?

40
Ella pareció momentáneamente insegura antes de parpadear y repetir—: Yo,
um, solo quería saber si te gustaría que te mostrara los alrededores, acompañarte a
tu primera clase, ya sabes, cosas así.
—Oh. —Sus cejas se elevaron, pero en lugar de agradecerle y aceptar su
oferta, su expresión se volvió una mueca—. Lo siento, pero Sarah ya quedó en
hacer todo eso conmigo.
—¿Qué? —preguntó Chloe, su sonrisa cayendo.
Sí. ¿Qué?
Chloe y yo lo observamos como si hubiera perdido la cabeza. Dio un
cauteloso paso hacia atrás, mirándome, luego a Chloe, quien solo puso las manos
en sus caderas y lo miró fijamente.
—¿Sarah quién?
—Sarah… Arnosta —respondió él despacio, apuntándome.
Chloe finalmente bajó la vista. Cada instinto en mí quiso que me apartara,
que bajara la mirada, corriera y me escondiera. Pero en serio… Brandt acababa de
escogerme a mí por encima de ella.
Eso se sintió poderoso.
En lugar de acobardarme, levanté la barbilla. Victoriosa.
Ella resopló con disgusto y dejó escapar una risita, dejando que Brandt y yo
supiéramos que no podía creer lo que escuchaba.
—¿En serio? —le preguntó secamente—. ¿Quieres pasar el rato con el
fenómeno de la escuela?
Todo el poder y la valentía que sentí se desinfló como un globo agujerado.
Mi cuerpo se retorció fuera de mi control, haciéndome sentir aún más como el
fenómeno que ella me etiquetó. Bajé la cara para esconder las lágrimas picando en
mis ojos.
Sin embargo, Brandt no me abandonó ni se fue con ella. Dijo—: En realidad,
sí. Preferiría pasar el rato con Sarah cualquier día de la semana en la escuela que
con la zorra más grosera de la escuela que parece no ser capaz de mantener sus
tetas lejos de mi rostro. Ahora si nos disculpas… —Tomó mi hombro y giró mi silla
de ruedas, dirigiéndome por el pasillo lejos de Chloe—. Tenemos una clase a la
cual llegar.
Y justo en el clavo, sonó la primera campanada del día.

41
Sin embargo, apenas la escuché. Me hallaba demasiado ocupada echándole
un vistazo asombrada a mi nuevo héroe mientras él seguía moviéndonos sin tener
idea de a dónde se dirigía.
Me envió una sonrisa triste y se inclinó más cerca para admitir—: No
soporto a los bravucones.
Mis fosas nasales llamearon cuando inhalé su esencia a maderas. Luego mi
cabeza se puso demasiado mareada con alegría mientras tartamudeaba—: Yo… yo
tampoco.
Su expresión explotó con la sonrisa más impresionante del mundo. —Pues
nos llevaremos bien. —Levantando la vista, asimiló a los estudiantes alrededor de
nosotros—. ¿A dónde diablos vamos, de todos modos?
Me reí. Chloe Hilliard acababa de llamarme el fenómeno de la escuela, aun
así no podía hacer que me importara. Brandt me escogió sobre ella.
La vida era asombrosa.
—Completamente en la otra dirección —instruí, haciéndolo parar mi silla de
pronto.
—Mierda, lo siento. ¿Por qué no dijiste algo antes?
Mientras me daba la vuelta para volver por el camino del que acabábamos
de venir, solo pude sonreír. Había muchas cosas que no le había dicho a Brandt en
ese instante, como el hecho de que acababa de quedar completa e irreversiblemente
enamorada de él.

42
5
14 años
Traducido por Ana Avila
Corregido por Julie

Colton estaba teniendo pesadillas. Sobre nuestra madre.


Pasó casi un año desde el día en que Noel había llegado a nuestro remolque
y nos trasladó a Illinois con él y su ahora esposa, Aspen. Por consiguiente, casi
pasó un año desde que habíamos visto por última vez a Daisy. Ella ni una sola vez
intentó ponerse en contacto con cualquiera de nosotros en todo este tiempo.
Así que ¿por qué carajos, por el amor de Dios, Colton todavía soñaba con
ella?
Me preocupaba.
Quiero decir, ¿y si le había hecho lo mismo que me hizo a mí? Solo pensarlo
me hacía querer hiperventilar por el miedo y ver rojo por la rabia, todo al mismo
tiempo. Pero en serio... Colton no. No a mi inocente hermano menor de nueve
años. Si es que llegó a tocarlo, encontraría a la perra y quebraría su cuello.
El problema era que no sabía cómo sacarle la verdad sin delatarme a mí
mismo. Lo último que quería en el mundo era que alguien supiera lo que ella me
había hecho. Preferiría morir. Ni siquiera le confié a Sarah esto, y se lo contaba
todo. Es solo que era demasiado... sí, no me gustaba ni pensar en esto.
Bloquearlo y pretender que nunca había sucedido era la mejor opción.
Por otra parte, estaba Colton.

43
Como no tenía las bolas para simplemente ir al grano y preguntarle: ¿Oye,
mamá también te acosó sexualmente?, La culpa me carcomía. Cada vez que se
despertaba por la noche, jadeando en busca de aliento, me rompía. No podía lidiar
con él, así que lo apartaba cuando intentaba meterse en la cama conmigo en busca
de consuelo. Generalmente, se veía obligado a ir a la habitación de Caroline para
reconfortarse.
Todavía se sentía extraño ya no compartir la cama con él, o una habitación
con Caroline, para el caso. Pero tenía que admitir, todo el nuevo espacio que tenía
únicamente para mí era genial, sobre todo en las noches, cuando despertaba
empapado en sudor y temblando por mis propias pesadillas. Nadie tenía la menor
idea de que algo me perseguía también, porque yo no quería que lo supieran. Fingí
que mi vida se encontraba bien. Mejor que nunca, porque honestamente, era así.
Me encantaba vivir aquí.
Noel y Aspen se encargaban de toda la mierda a la que nunca debería haber
tenido que hacer frente antes. Gozaba la libertad de ser un niño y vivir mi vida sin
tener que preocuparme por nadie más. En realidad, podría pensar en el futuro, y
empecé a creer que quizá realizaría todas esas cosas que había querido en aquellos
días. No estaba dispuesto a dejar que un pequeño incidente de mi desordenado
pasado arruinara lo impresionante que era mi vida ahora.
Pero si algo le había pasado a Colton también, y él necesitaba ayuda, como
ayuda profesional, ¿podría confesar mis propios demonios para ayudarlo? No
estaba seguro. Yo era la única persona en el planeta que sabía sobre mí, y quería
mantenerlo de esa manera. Diablos, ni siquiera Daisy recordó lo que había hecho,
al menos eso creo. La siguiente vez que la vi después del incidente, ella volvió a
ignorarme como si no existiera.
Culpable y preocupado por tal vez hacerle daño a mi hermano al no hacer
nada y permanecer en silencio, corrí a mi habitación y me encerré en el interior
solo, feliz de que él no estuviera aquí tampoco. Tras hundirme en mi cama, saqué
mi portátil, la coloqué sobre mis rodillas y abrí la tapa, enlazando de forma
automática la familiar ventana de chat privado antes de comprender lo que hacía.
Se había convertido en un hábito para mí el acudir a Sarah cada vez que me
sentía afligido. Ella era mi caja de resonancia, la voz de la razón, mi todo. Sabía
cómo hacerme sonreír cuando me encontraba triste, cómo escuchar cuando quería
despotricar, y cómo darme una palmada para hacerme entrar en razón cuando me
equivocaba. Recordando que esta era la única cosa con la que no podía ayudarme
ya que era lo único que nunca le había dicho, empecé a cerrar la laptop, hasta que

44
me di cuenta de que escribió un nuevo mensaje desde la última vez que habíamos
charlado.
De inmediato, una tranquila, acogedora, y, aun así, vertiginosa bola de
calidad y excitación se encendió en mi pecho. Después de todos estos meses, un
nuevo mensaje de ella todavía me atrapaba de esta manera. Ansioso por leer lo que
escribió, abrí el chat, encantado por la distracción de mis propios pensamientos.
Acabo de regresar de la terapia de habla. El Dr. Adler dice que estoy
mejorando. ¡HURRA! Así que, ¿cómo lo tomó Aspen?
Por un momento, no tenía ni idea de lo que hablaba. Mi mente se hallaba
todavía en el desayuno, donde Colton le confesó a Caroline que sus pesadillas eran
acerca de nuestra madre. Pero entonces mi cerebro se aclaró, y recordé que Sarah
me había enviado el enlace de una noticia. Un profesor de inglés de secundaria
falleció, y puesto que Aspen había estado buscando un puesto como docente de
inglés desde hace un año, Sarah pensó que habría una vacante en la escuela pronto.
Estaba a punto de escribirle una respuesta y decirle lo emocionada que mi
cuñada, a quien amaba estos días y sobre la cual ya no me sentía tan renuente, se
puso ante la posibilidad de un nuevo trabajo, cuando la primera parte de su
mensaje me hizo cerrar el ordenador portátil y alcanzar mi teléfono celular.
Sí, lo sé. Tenía un teléfono celular. Mi propia cama, mi propio ordenador
portátil, mi propio teléfono celular. Mi vida era mucho mejor de lo que había sido
hace un año.
Teniendo en cuenta que su terapeuta le dijo que tenía que practicar hablar
más y escribir menos, marqué su número.
Tan pronto como respondió; sonreí. —Por lo tanto, ¿puedes decir “La lluvia
en España cae principalmente en la explanada”?
—Púdrete.
Me reí. —Suficientemente cerca.
—¿He mencionado lo mucho que odio hablar? —se lamentó.
—Todo el tiempo. ¿Por qué crees que llamé en lugar de enviar un mensaje?
—Cuando me dijo que era el peor amigo de la historia, yo solo solté un bufido—.
Lo que sea. Me amas.
Iba a decirle lo mucho que mejoró después de solo unos cuantos meses de
terapia, pero ella musitó un sonido malhumorado y me preguntó si Aspen se
interesó en la vacante de docente.

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—¿Si le interesó? Maldición, gritó de felicidad. Saltó literalmente por toda la
cocina. Y luego se echó a llorar porque se sentía culpable al alegrarse por la muerte
de un tipo.
Sarah aplaudió. —¡Sí! ¿Crees que podría conseguir el trabajo?
Me encogí de hombros y cogí la calcomanía de una cara sonriente que Sarah
pegó en mi laptop hace meses. En ese momento, se sintió como si destrozara mi
propiedad, pero ahora que se hallaba casi completamente despegada, como que la
extrañaba. —Si no lo hace, Caroline y yo ya pensamos en deshacernos de otro
profesor hasta que necesiten uno nuevo otra vez.
—Oh, por Dios, tu familia me asusta.
—Oye, en tanto no te metas con nosotros, no debes tener miedo. —Ella rió
mientras yo manipulaba mi voz para que sonara como en El Padrino.
Hace un año no habría sabido cómo hacerlo. Pero Sarah era buena en ver
todo tipo de filmes, por lo que ahora había reforzado mi conocimiento en cine. Una
sonrisa flotó en mi rostro al recordar todas las diferentes veces que fui a su casa
para ver películas. Me volví más cercano a ella que a nadie más en toda mi vida.
Sarah era mi mejor amiga, y podía decirle cualquier cosa.
Esa fue probablemente la razón por la que espeté—: Estoy preocupado por
Colton —completamente sin querer.
Pero ¡maldita sea! ¿Qué demonios? ¿Por qué acababa de abrir la caja de
Pandora?
Y justo en ese momento, Sarah preguntó—: ¿Qué pasa con Colton?
Sí, ¿qué pasa con Colton, imbécil? Trata de escapar de esta.
Sarah no era estúpida. En realidad, era una de las personas más inteligentes
que conocía. Si no tenía cuidado, ella sabría que algo más pasaba.
—Yo, eh... él ha estado teniendo pesadillas, es todo —respondí vagamente.
—¿Acerca de qué?
Apreté los dientes y admití de mala gana—: Nuestra madre.
El segundo de silencio que siguió hizo que mi intestino se retorciera con
nervios. Se sentía como si una eternidad hubiera pasado, una donde adivinaba
todo lo que me había sucedido, antes de que dijera—: Debe haber sido muy malo
vivir allí, con ella, como para que siga molestándolo un año más tarde.
Claro que sí, había sido malo.

46
Me aclaré la garganta y traté de pegar nuevamente la última parte de la
calcomanía que acababa de quitar. —Oh, sí. Lo fue, pero me preocupa que sus
pesadillas sean sobre… algo m{s
—Más, ¿cómo? —Casi podía oír su ceño fruncido en confusión.
Mirando al techo, traté de averiguar qué decir, incluso mientras soltaba—:
No estoy seguro. Daisy a veces llegaba a casa con hombres, o alcohol... drogas. Por
lo general lo mantenía todo en esa habitación de mierda, pero no sé... ¿y si arrastró
a Colton allí un día, y… ya sabes, hizo algo que lo marcó?
—Oh, de acuerdo. —Sarah resopló con fuerza—. Ese no es un pensamiento
agradable.
Rodé los ojos. Ella no tenía idea.
—Da miedo incluso que pienses que algo así pudo haberle ocurrido.
Lo sabía, pero no podía dejar de preocuparme. Mordiéndome el labio, le
pregunté—: Entonces, ¿qué hago?
—Pregúntale —dijo despreocupadamente.
Con un resoplido, sacudí la cabeza. —Haces que suene tan fácil.
—Es así de fácil.
En realidad, no lo era. Si alguien me arrinconara y preguntara si mi madre
alguna vez me había tocado en el mal sentido, negaría entre dientes. Estaba seguro
de que Colton haría lo mismo.
Sin embargo, a Sarah le murmuré—: Sí. Todo bien. Voy a pensar en ello. —Y
solo porque sentí la imperiosa necesidad de cambiar de tema, le dije—: Creo que
Caroline está viendo a alguien.
—¿En serio? —Interés llenó su voz. Era tan fan de las historias románticas y
chismes jugosos—. ¿Por qué lo dices?
—Bueno... ha estado perdiendo el tiempo en la ducha. Digo, en serio se
queda ahí adentro más tiempo que antes. Y luego, a altas horas de la noche, Colton
trató de meterse en la cama con ella después de una de sus pesadillas, y todavía no
estaba en casa. Cuando le preguntó acerca de eso esta mañana, estuvo muy
elusiva, tratando de ocultar algo.
—¿Así que asumes automáticamente que está viendo a alguien?
—Oh, sí. Conozco a mi hermana. Se encuentra definitivamente en la etapa
de aturdimiento por este nuevo chico. Pero no estoy seguro de si debo estar feliz

47
porque superó al imbécil que la hirió el año pasado, o preocupado porque sienta la
necesidad de ocultar a este tipo.
—Sí, es extraño que lo esté ocultando. A no ser que...
—¿Qué? —exigí.
—¿Recuerdas cuando se casaron Aspen y Noel, y te dije cómo ella y el
padrino no dejaban de verse el uno al otro?
Me reí. —¿Ten? ¿Crees que Caroline anda a escondidas con Ten? Imposible.
Eso es ridículo.
—Tendría sentido el por qué lo mantiene en secreto. Es decir, Mason
siempre le cuenta a Reese cómo Noel se la pasa advirtiéndole a Ten que
permanezca alejado de Caroline.
—Sí, pero eso es solo Noel siendo Noel. ¿De verdad crees que Ten y Caroline
están juntos? Simplemente no puedo verlo.
—Eso es porque eres completamente ciego a los hábitos del amor.
—Está bien, ahora tú estás siendo ridícula.
—¡Oye! ¿Demasiado grosero?
Riendo, dije—: Está bien. Cinco dólares a que el hombre misterioso de
Caroline es solo un idiota que ella sabe que nosotros no aprobaremos y no el mejor
amigo de Noel.
—Que sean veinte.
Dudé. Maldición, sonaba tan segura de sí misma. Tal vez... pero no, Ten y
Caroline no.
Debo de haber tardado demasiado tiempo en responder porque Sarah se rió.
—Cobarde.
Incapaz de echarme para atrás ahora, respondí—: Hecho. Veinte dólares.
Menos de un mes más tarde, perdí esos veinte dólares, pero estaba bien
porque Ten me pagó ciento cincuenta para mantener mi boca cerrada, así Noel no
los descubriese; sin embargo, Noel se enteró de todos modos.
No obstante, nunca le pregunté a Colton sobre mamá.
Simplemente no podía.
Con el tiempo, sus pesadillas se fueron con la ayuda de la mejor amiga de
Aspen, Felicity. Pero todavía me preguntaba si Daisy lo lastimó a él también.

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No importaba. Parecía mejor, y yo sabía que me encontraba mejor.
Porque tenía a Sarah conmigo. Ella era la única constante en mi vida, en
quien sabía, siempre podía confiar.

49
6
15 años
Traducido por Karen B.
Corregido por Itxi

No odiaba a mi madre. Pero no puedo decir que la amaba.


Mató cualquier emoción que pude haber sentido cuando la vi vender a mi
hermano a la vecina malvada.
Ocurrió hace años, cuando vivíamos en Florida. Pero aún me perseguía
hasta ese día.
Habíamos estado atrasados en la renta un par de meses. Así que la señora
Garrison vino a cobrar, ya que era dueña de la casa donde vivíamos. Ella y mi
mamá tuvieron algunas disputas; la señora Garrison amenazando con desalojo, y
mama rogando por clemencia.
—Patricia, por favor. Tiene que haber algo que pueda hacer para
convencerte de que me des un poco más de tiempo. Nuestro próximo cheque del
estado llega este…
—Lo siento, Dawn. —La señora Garrison levantó la mano para parar a
mamá—. Pero ya he permitido que estén muy retrasados. No estoy llevando un
caso de caridad aquí. No pueden solo…
Esta vez, se interrumpió cuando Mason entró a la cocina en su uniforme de
lavado de autos. No era un gran trabajo. Ayudaba en cambios, fregaba llantas,
rellenaba la máquina expendedora, y mantenía el lugar limpio. Pero Mason se
enorgullecía de cualquier trabajo que hacía. Lucía lindo en su traje, y la señora
Garrison lo notó.

50
Él frenó con incertidumbre en la puerta cuando vio que teníamos compañía
y que interrumpía algo. Dio un vistazo entre mamá y la señora Garrison antes de
quitarse su gorra de béisbol y murmurar—: Lo siento. Disculpen. Iba a coger una
botella de agua antes de irme al trabajo.
La señora Garrison sonrió ampliamente hacia él. —Por supuesto, no dejes
que te detengamos. —Agitó su mano para que pasara, aunque era nuestra cocina y
no suya—. Es bueno verte otra vez, Mason. ¿Pasas un buen verano?
Parecía receloso mientras la miraba. —Sí, Señora. Gracias.
Luego se precipitó hacia ella y abrió de un tirón la nevera para recuperar su
bebida. Ignorando a la casera, aunque lo observaba abiertamente, el dio un vistazo
a mamá antes de decirle adiós. Cuando finalmente giró en mi dirección, su sonrisa
se calentó y sus hombros se relajaron.
—Sé buena, pequeña. —Tiró en broma un mechón de mi cabello antes de
salir por la puerta trasera.
La señora Garrison continuó mirando la puerta después de lamerse sus
labios y girarse hacia mi madre. —Por Dios, definitivamente ha crecido bien este
último año.
Mamá tuvo la gracia de fruncir el ceño al comentario inapropiado, pero no
dijo ni una palabra de reproche.
Frotándose las manos, la casera dio un suspiro de deleite. —Te diré algo,
Dawn. Por qué no haces un viajecito este sábado, deja a tu chico solo en casa, y tal
vez después, si mi día va bien, consideraré darte un poco más de tiempo.
Mi boca cayó abierta. Es decir, literalmente mi mandíbula cayó abierta. No
podía creer que la mujer acabara de decir eso. A mi mamá. Estaba totalmente fuera
de sus cabales.
Esperé que mamá la sacudiera para que se quedara lejos de su hijo. Esperé
que echara a la perra de una patada a su trasero. Pero mi madre apretó sus labios
herméticamente con desaprobación, entrecerró los ojos y luego lamentablemente
contestó—: Está bien.
La miré con la boca abierta, segura de que había oído mal, pero no. No, dijo
está bien, tan claro como el día.
La señora Garrison sonrió con aprobación antes de juntar sus manos en el
pecho y murmurar—: Bien. Hablaremos de nuevo el domingo. —Luego se paseó
por la puerta como la malvada bruja que era.

51
Después de que la puerta se cerró, me di vuelta hacia mamá, esperando
escuchar algún plan que tuviera para pagar las cuentas, uno que no involucrara a
Mason para nada.
Por desgracia, no dijo nada. Ni siquiera me miró cuando fue a preparar la
cena. Fue como si hubiese olvidado que me hallaba sentada malditamente aquí y
que escuché todo lo que se dijo.
Por un segundo, me pregunté si tal vez no entendió lo que quiso decir la
señora Garrison. Pero demonios, yo solo tenía diez u once en ese tiempo, y lo
entendí. Vendió a su propio hijo por el dinero de la renta. Así que pensé que no se
dio cuenta de que entendí lo que acababa de pasar, lo que solo me puso más
molesta.
Porque si hubiese sido lo suficientemente mayor para entender, hubiese sido
lo suficientemente mayor para detenerlo.
Excepto que no lo hice.
Nunca advertí a Mason. Traté de convencerme de que lo que sea que haya
hecho Mason ese sábado que lo dejamos solo fue su propia decisión. Si mamá lo
consintió, planeando a sus espaldas sin darle siquiera una advertencia razonable,
entonces no podría ser tan malo como imaginaba. Pero en el fondo, sabía que lo
era.
Pensé que mama vendría y lo salvaría, que echaría a la señora Garrison, que
todo estaría bien. Excepto que él nunca fue el mismo después de ese sábado.
Cuando llegamos a casa esa noche, se encontraba en la ducha. Después de
que salió, no miró a mamá a los ojos, y ella tampoco lo miraba a los ojos a él.
Desde esa noche, cambió. Visitaba mucho más a la casera, y ella le consiguió
un nuevo trabajo en el club de campo. Allí, conoció a otras mujeres que le pagaban
por ciertas cosas. Cosas malas.
La culpa me comía por dentro porque nunca le dije como lo planeó mi
mamá, más que nada porque no quería que me odiara, pero también porque no
quería que su cariño por mamá muriera como lo hizo el mío.
Aún pensaba que quedaba algo bueno en ella. Continuaba creyéndole
cuando le dijo que ya no robaba mi medicina. Él quería creer que las cosas
mejoraban.
Pero no lo hacían.
Cuando Reese se convirtió en mi niñera dos años después de que él
empezara a venderse para proveernos, fue como si todos mis sueños hubiesen sido

52
respondidos. Ayudó a arrastrar a Mason de los demonios que mamá y la señora
Garrison pusieron en él. Revivió esa parte de él que murió muchos meses antes, y
cuando ella volvió a Ellamore, Illinois de donde era, nos llevó a Mason, a mí y a
mamá con ella.
Por un tiempo, fue como un nuevo comienzo para todos nosotros. Mason y
Reese se mudaron juntos y empezaron sus felices para siempre. Aunque su prima
Eva se quedó con ellos por unos meses hasta que conoció a Pick Ryan, dueño del
Club Forbidden, y se mudó con él, ella realmente nunca perturbó su nido de amor.
Mamá dejó de tomar prescripciones de drogas de verdad. Y conocí a Brandt
cuando se mudó a la ciudad cinco meses después.
Por un tiempo, la vida era grandiosa.
Pero los adictos a las drogas tenían una forma de caer nuevamente. Cuando
me di cuenta de que algunas de mis pastillas faltaban de nuevo hace unos meses,
supe exactamente lo que pasaba. Y sabía lo que pasaría si seguía así. Ella se estaba
auto-destruyendo.
Otra vez, no dije nada.
Una parte de mí quería que pagara por lo que le hizo a Mason. Una parte de
mí quería dañarla por tratarme como si ni fuese un ser humano, y aun así, otra
parte de mí se encontraba demasiado cansada para lidiar con ello.
Tenía quince años, por amor de Dios, estancada en una silla de ruedas con un
desorden que probablemente lo causó su consumo de drogas. Mamá le decía a
todo el mundo que nací prematura, y eso me causó mi parálisis cerebral, pero me
daba cuenta por la mirada en la cara de Mason, que lo que decía no era cierto. Ya
que la parálisis cerebral surgió por complicaciones anteriores, durante o después
de mi nacimiento, me di cuenta que ella usaba drogas mientras estaba embarazada
de mí, o tal vez me dejó caer de cabeza cuando era un bebé. Cualquiera que fuese
el caso, solo quería… terminar con eso.
Sabía que debí decirle a Mason. Pero él estaba finalmente feliz, y no quería
que se preocupara. Así que traté de esconder mi medicina de ella.
Solo que siempre la encontraba.
El día que llegué a casa de la escuela y me topé con ella muerta en la cama,
me di cuenta que debí ocultar mejor mi medicina, buscar a Mason en un principio,
y no ignorar lo que pasaba alrededor de mí.
Dos veces ya, me mantuve callada y mis dos únicos miembros familiares
sufrieron por eso.

53
Esta nueva ola de culpa que me azotaba era absolutamente paralizante. No
podía hablar con Reese. No podía hablar con Mason, y mucho menos mirarlo a los
ojos. Básicamente no podía hablar en absoluto. Solo quería morirme junto a mamá.
Era mi culpa que hubiera muerto. No importa cuán horrible haya sido, todavía era
mi maldita madre, y la extrañaba.
Sin embargo, la maté.
Después de que la policía vino y respondiera pregunta tras pregunta a
través de algunas palabras escritas aquí y allá, Mason y Reese me llevaron a su
apartamento donde me dejaron consolarme en su habitación.
Mi parálisis siempre actuaba más en tiempos de gran estrés o emoción, así
que mi cuerpo se volvió loco mientras trataba de traer mis rodillas hacia mi pecho
y abrazarlas en posición fetal. Cerrando los ojos, me concentré en pensamientos
que hicieran los movimientos, pero los músculos continuaban con el tic. Estúpidos
músculos.
Tenía la esperanza de que si pensaba lo suficiente acerca de controlarlos, no
tendría que pensar sobre nada más.
Eso no funcionó.
La voz enojada de Mason flotaba en el pasillo. De vez en cuando, captaba
una clara palabra de él, hasta que me di cuenta de que peleaba para conseguir mi
custodia antes de que aparecieran los servicios sociales. Hasta ese momento, ni
siquiera pensé acerca de lo que podría pasarme a mí.
Cargada de tanta culpa, no me di cuenta de cuán drásticamente había
cambiado mi vida.
Mi madre estaba muerta. Ida por siempre. Nada volvería a ser lo mismo.
Ahora Mason luchaba por mí, y no lo merecía. Si él solo supiera como lo he
traicionado, me mandaría a la institución más lejana que podría encontrar.
El temblor en mi cuerpo se puso peor. Sabía que si lo dejaba, se pondría
muy mal, probablemente molestaría mi sistema y tendría una convulsión, así que
me concentré en respirar, pensando en nada más que controlar cada inhalación y
exhalación.
Me sentía fría y sola, pero así era como me quería sentir. Era lo que merecía.
Si solo hubiese muerto en lugar de ella, la justicia hubiese sido servida.
Pero las cosas tienen una manera de hacer que una persona quiera seguir
adelante.

54
La puerta se abrió y detrás de mí una sombra claramente masculina cayó
sobre la pared que miraba. Todavía queriendo evitar a Mason y toda mi culpa,
cerré mis ojos, esperando que pensara que dormía y me dejara sola.
Pero la voz que murmuró—: ¿Sarah? —no era la de Mason.
—¿Brandt? —Levanté mi cabeza para encontrarlo entrando a la habitación
de mi hermano conmigo.
Llevándome a sus brazos, me atrajo hacia su pecho y me abrazó con fuerza
mientras presionaba su rostro en mi cabello. —No puedo creer que esto esté
pasando. ¿Estás bien?
Me reí con un sonido de incredulidad. —No. Para nada —respondí, mi voz
quebrándose en la última palabra. Y esa no era lo único que se rompió. A medida
que mis ojos se llenaron de humedad, mi control se disolvió. Enterré mi rostro en
su camisa y sorbí.
Fue la primera vez que lloré desde que encontré a mi mamá muerta. Hasta
este momento, me sentía fría y entumecida, petrificada con culpa y miedo. Pero en
los brazos calientes y seguros de Brandt, por fin me sentí segura para permitirme
desahogarme. Absorbió mi pena y alivió mi dolor.
Voces en el pasillo me dijeron cuán lleno se hallaba el apartamento de gente,
viniendo a dar sus respetos. A veces oía el grito de un niño, el suave murmullo de
Reese, las condolencias lamentables de Noel, las respuestas de Mason. Pero nada
de eso importaba. Me encontraba en mi burbuja de Brandt, y no me quería ir.
No sé cuánto tiempo lloré, pero Brandt no tenía prisa por apartarme, no
hizo preguntas ni trató de hacerme hablar. Simplemente se encontraba ahí, y eso
era mejor para mí que cualquier otra cosa.
Cuando me calmé lo suficiente para soltar un largo suspiro, murmuró—:
Vamos a recostarnos.
Me ayudó a ponerme de lado, luego se puso en cucharita con su cuerpo
detrás del mío y enroscó un brazo alrededor de mi cintura. Nunca nos habíamos
abrazado antes, por lo que probablemente debería haber sido raro para nosotros ir
directo de abrazarnos a acurrucarnos en una cama en unos pocos minutos. Pero se
sintió extrañamente perfecto. Confortable, seguro, y dulcemente perfecto.
Cuando no dijo nada más, estiré la mano y agarré su hombro, necesitando
mucho más la seguridad de que estaba ahí por mí. Cerré los ojos, sabiendo que no
merecía su amistad pero apreciándola de todas formas.
—Mason intenta tener mi custodia —dije.

55
No tenía idea de por qué dije eso. Había mucho más que debí decirle.
Confesar todo, cada cosa horrible que hice, así sabría qué monstruo era, que
era una asesina de madres y una traidora de hermano. Pero no, fui con algo fácil y
simple, que no hacía daño, que no lo haría querer dejarme.
—Bien, eso está bien —dijo—. Significa que todo… todo estará bien. —Me
acarició el cabello suavemente—. Vivir con tu hermano mayor no es tan malo. En
realidad ha sido lo mejor para mí. Ya verás.
Me agarré de la manga de su camisa y la apreté fuerte. —Por favor… no…
me dejes.
—No voy a ninguna parte —me aseguró—. Me quedaré justo aquí contigo.
—Pero tampoco quiero estar aquí en este momento —murmuré—. Tengo
que… Quiero escapar de todo esto. —No sabía de qué podría escapar, pero Brandt
parecía entender de todas formas.
—Está bien —murmuró—. Está bien. Me ocuparé de ello. No tienes que
quedarte aquí. No te preocupes.
Así que cerré mis ojos y le creí.
Unos minutos después, me miró, besó mi frente y salió de la habitación,
diciendo que volvía enseguida.
Una hora después de eso, iba a casa con él y su familia, y el alivio me hizo
llorar un poco más.

56
7
15 años
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Julie

Sarah se quedó con nosotros durante casi dos semanas después de que su
madre sufrió una sobredosis. Dormí en el sofá para que pudiera instalarse en mi
habitación, y durmió en mi cama todas las noches. Comió en mi cocina cuando le
dije que necesitaba comer. Se subió en el coche con nosotros camino a la funeraria
y el cementerio cuando llegó el momento de enterrar a su madre. Y cuando el jefe
de Noel y Mason se casó una semana después del funeral con la prima de Reese,
asistió a la boda con mi familia.
Ambos, Mason y Reese, la visitaron todos los días, pero cada vez que se
presentaron, Sarah se encerraba en su cascaron. No podía mirar a su hermano a los
ojos, y pude ver lo mucho que le dolía a él.
Creo que a ella también le dolía, aunque no lo decía. Y no pregunté. Me
imaginé que hablaría cuando estuviera lista.
Me quedé a su lado casi todo el día, todos los días. Aspen incluso me dejó
faltar a la escuela para quedarme con Sarah. Luego por la noche cuando todo el
mundo se quedaba dormido, me metía en mi habitación, que había sido de
Caroline antes de mudarse y casarse con Ten, y me metía en la cama con Sarah
para consolarla.
Siempre se hallaba despierta y siempre me apretaba la camisa fuertemente
con el puño como si fuera una especie de salvavidas.

57
Por la doceava noche, no pude soportarlo más. Ella se desvanecía delante de
mí, y la pobre de Reese había estado llorando cuando habían salido con Mason
más temprano aquella tarde. Algo tenía que cambiar. Sarah tenía que hablar, y
puesto que yo era la única persona con la que parecía estar hablando, supuse que
esta mierda dependía de mí.
No dijo nada cuando entré en la habitación a oscuras, pero sabía que estaba
despierta. Me había pasado bastantes noches con ella como para saber que no tenía
espasmos al dormir, y se movía sin cesar bajo las sábanas mientras levantaba una
esquina de estas y me deslicé en la cama junto a ella. Así que tenía que estar
despierta.
No me acurruqué junto a ella, como lo había hecho las últimas noches. En su
lugar, permanecí sobre mi espalda y me quedé mirando el techo oscuro, mientras
ella se sacudía dándome la espalda.
Me sorprendió lo importante que se había vuelto para mí últimamente,
porque nada en estos largos últimos días parecía tan esencial para mí como
ayudarle. Una Sarah feliz parecía tan vital para mí como mi propio bienestar. Y
sufría tanto, por lo que yo también lo hacía.
Necesitando parar ese dolor, solté una respiración honda y le pregunté—:
¿Qué te hizo Mason?
Sorbió por la nariz como si estuviera llorando. Pero respondió—: Nada.
Mi resoplido en respuesta le dijo que no le creía. —Si no hizo nada malo,
entonces ¿por qué estás enfadada con él?
—No estoy enfadada con él.
Cuando lloriqueó, me puse de lado y le toqué la espalda. —Sarah, puedes
decirme. Está bien.
Se movió lejos de mí. —No hay nada que contar. Mason no hizo nada malo.
—Pero entonces empezó a llorar más fuerte—. Él nunca me haría daño.
—Mierda —susurré con ferocidad antes de tomarla en mis brazos y tirar de
ella suavemente contra mí. Pasé mis dedos por su cabello—. Si no hizo nada,
entonces ¿por qué no le hablas? ¿Por qué tienes demasiado miedo a vivir con él?
¿Por qué…?
—No tengo miedo —dijo entre dientes antes de girar hacia mí e inclinar su
cabeza en mi pecho—. Me... me da vergüenza.
Entrecerré los ojos. ¿Avergonzada? No fue lo que pensé que diría. —¿Que te
da vergüenza?

58
—Me odiaría si se entera —continuó—. Nunca querría verme de nuevo. No
sé dónde viviría, o lo que haría. Me enviaría lejos a…
—¡Sarah! —Agarré su cara entre mis manos, obligándola a levantar la
mirada—. Shh.
Cuando por fin se calmó lo suficiente para mirarme, con su pecho agitado
por su respiración ansiosa, sacudí la cabeza. —¿De qué diablos estás hablando?
—La maté —soltó, y derramó más lágrimas por sus mejillas—. Maté a mi
mamá.
No esperaba que dijera eso tampoco; parpadeé un momento, y me quedé
con la boca abierta, antes de fruncir el ceño. —¿Que qué?
De ninguna manera Sarah podría matar a alguien.
Le tardó un minuto sofocar sus emociones lo suficiente para hablar. Pero
una vez que lo hizo, derramó todo. —Te dije que mi madre solía consumir drogas,
¿verdad? Pues bien, hace unos meses, me di cuenta que mi frasco de medicamento
antiespasmódico se terminaba mucho antes de lo normal, así que empecé a
ocultarlo, pero...
Continuó, diciéndome que no acudió a Mason con sus preocupaciones ni
enfrentó a su mamá sobre el robo de la medicina. Convencida de que era su culpa
que su madre había sufrido una sobredosis, siguió, confesando más de los últimos
años.
Lo que me contó de su hermano, me conmocionó. ¿Pero en serio? ¿Mason
había sido un prostituto? Esa mierda era una locura. Lo conocía desde hace más de
dos años, y nunca me he imaginado eso. Pero el hecho de que Sarah pensaba que
era su culpa que él se hubiese convertido en uno era aún más absurdo.
Al escucharla decirme todos sus más profundos y oscuros secretos, me
pregunté por qué nunca me había dicho nada de esto antes. Pero luego me di
cuenta, que nunca le dije mi secreto más humillante tampoco. Manteniéndola cerca
cuando finalmente se quedó en silencio, cansada por toda su conversación, besé su
cabello y cerré los ojos.
—¿Me odias? —preguntó en el cuarto oscuro, y casi me reí.
—Nunca podría odiarte.
Si la odiaba, entonces tendría que odiarme a mí mismo, porque lo que ella
había hecho no era para nada tan horrible como lo que yo había hecho.

59
—Duerme un poco —murmuré, con miedo de calmarle la culpa porque yo
estaba seguro de que iba a terminar derramando mi propia pequeña confesión si
seguía haciéndose sentir como una mierda que no era—. Todo va a estar mejor
mañana. Lo prometo.
Gracias a Dios no discutió conmigo. Dejando escapar un suspiro, mucho
más suave ahora que descargó sus penas, se hundió cerca de mí y se quedó
dormida casi al instante.
A la noche siguiente, me lancé sobre Mason al momento en que se presentó
para verla.
—Necesito hablar contigo. —Con una mirada discreta hacia Reese, añadí—:
A solas.
Mason y Reese compartieron una mirada de preocupación entre los dos,
pero asintió y me siguió por la puerta trasera hacia el patio por un poco de
intimidad.
No podía creer que iba a hacerle esto a Sarah. Probablemente nunca me
perdonaría por haber traicionado su confianza, pero ya no podía ver su auto-
destrucción sobre algo de culpa innecesaria que podía detenerse. Esta mierda
terminaba ahora.
Una vez que cerró la puerta, me di vuelta y levanté mis manos. —En primer
lugar —empecé—, ¿cuánto amas a tu hermana?
Mason solamente parpadeó. —¿Disculpa?
—No puedo decir nada a menos que me prometas que no te enojarás con
Sarah.
—¿Por qué me enojaría con Sarah? —Estrechando los ojos, dio un paso más
cerca de mí—. ¿Qué está pasando? Pensé que solo estaba alterada por la muerte de
nuestra madre.
Retrocedí un centímetro. —Bueno sí. Está alterada... y algo más.
—Brandt, esto no tiene ningún sentido. —Se acercó más.
Solo sacudí la cabeza. —Te lo explicaré todo cuando me digas que puedes
perdonar a Sarah sin importar qué.
Agarrando la parte delantera de mi camisa, tiró de mí más cerca. —Empieza
a hablar, chico.
—¡Bien, ya! Ella cree que es su culpa que te convirtieras en un gigoló. —
Cuando me solté de su agarre, estaba tan aturdido que me soltó sin una pelea.

60
—¿Qué? —Me miró por un momento, luego abrió la boca, solo para cerrarla
un segundo después. Agarrándose la parte posterior de la cabeza, se dio media
vuelta, paseó un poco, y luego giró hacia atrás y volvió a mí—. ¿Cómo... cuando...?
—Sacudiendo la cabeza, concluyó con un susurro—: ¿Ella sabía?
Asentí. Metiendo las manos en los bolsillos de mi sudadera, empecé desde
el principio, diciéndole cómo su madre y casera acordaron su primer trabajo...
como… prostituto. Todo el tiempo, la sorpresa en sus ojos se convirtió en un tipo
insensible de derrota.
En el momento en que llegué a la parte en la que Sarah sabía que su madre
empezó a tomar drogas de nuevo, inclinó la cabeza, sacudiéndola miserablemente.
Cuando terminé, le di un momento para asimilar todo. Pero ansioso por el
bienestar de Sarah, finalmente exigí—: ¿Así que vas a perdonarla o no?
Mason levantó la vista. Su cara era notablemente más pálida de lo que había
sido cuando me hubo seguido, y sus hombros cayeron, pero sus características se
contrajeron con confusión. —¿Por qué tendría que perdonarla? No necesita mi
perdón. Nunca hizo nada malo. Nada de lo que ocurrió fue su culpa.
Solté un suspiro de alivio, pero con la misma rapidez negué. —No me
importa. Ella todavía se siente como una mierda por ello. Así que anda y dile que
la perdonas para que pueda superar esto y empezar a tratar de perdonarse a sí
misma por todo lo que está convencida que hizo mal.
Mason echó un vistazo a la casa antes de que se volviera hacia mí, con sus
ojos azules preocupados. —¿Crees que volverá a casa si lo hago?
Me reí, pensando que la respuesta era obvia. —Joder, sí.
Con un movimiento de cabeza, Mason volvió su atención a la casa de nuevo.
—Si me disculpas, entonces, tengo que hablar con mi hermana.
Se dirigió hacia la puerta de atrás, pero le exclamé—: Oye. Las mujeres en
verdad te pagaban para…
Se volvió tan rápido que me tragué lo último de mi pregunta.
Con una sonrisa nerviosa y con un encogimiento de un solo hombro, le
dije—: Eso es bastante genial.
Mason se limitó a sacudir la cabeza; horror y pesar llenaron su cara. —No.
No lo es. —Y volvió a entrar en la casa sin decir nada más.

61
Había planeado decirle que no iría a derramar su secreto a nadie, pero me
dio la impresión de que no quería hablar de ello nunca más. Me recordó a las cosas
que no quería hablar yo.
La expresión que había llenado su rostro reflejaba la forma en que me sentía
demasiadas veces. Toda la culpa y el remordimiento que rezumaba de él me hizo
temblar con un extraño tipo de parentesco con el hermano de Sarah.
Supongo que experimentar contacto sexual con una mujer que no deseabas
afectaba a un chico más o menos de la misma manera, así fuera que ella te pagaba
por ello o tu mamá te obligaba.
Hundiéndome más en mi sudadera, me estremecí de nuevo y me apresuré a
entrar después de él.
Él y Reese ya se hallaban en mi habitación con la puerta cerrada. Caminé de
un lado de la sala, hacia afuera, con la esperanza de que Mason no hubiera
mentido cuando me dijo que no culpaba a Sarah para nada y esperando aún más
que Sarah me perdonara por delatarla.
Era un hipócrita, lo sabía. Si habría confiado en ella, nunca hubiera querido
que se lo dijera a nadie más. Sin embargo, allí me encontraba yo, esperando que
me perdonara por hacerle eso a ella. Maldita sea, ¿a quién engañaba? No iba a
hablar conmigo de nuevo.
Empecé a sudar y morderme la uña del pulgar, con mi paso un poco más
rápido.
Por último, Colton apareció en la apertura de la sala. —¿Qué haces?
—¡Nada! Vete.
—Oye, cálmate. —Noel apareció a su lado, frunciendo el ceño—. Él tiene
razón. Estás actuando raro. ¿Qué ocurre?
—Nada —repetí con los dientes apretados—. Estoy bi…
La puerta de mi habitación se abrió, y me di la vuelta, olvidando a mis
hermanos. Contuve la respiración a la espera antes de que Mason apareciera en la
entrada. Su cara era absolutamente ilegible, lo que hizo que mi estómago se
revolviera por la preocupación. Luego se hizo a un lado y allí estaba Sarah en su
silla de ruedas y agarraba la maleta en su regazo.
Aspiré una bocanada de aire. Esto era todo, entonces. Estaba tan enfadada
conmigo por delatarla que me abandonaba.

62
El frío inmediatamente se instaló en mis huesos. Estaba a una fracción de
segundo de caerme de rodillas y pedirle perdón cuando me miró y sonrió. Se
desplazó directamente hacia mí y luego levantó los brazos, abriéndolos para un
abrazo.
Me quedé allí, confundido. —¿Qué?
—Gracias por hacer lo que yo no pude —dijo—. Ahora abrázame; no puedo
mantener mis brazos así todo el día.
Corriendo hacia adelante, le di un abrazo torpe sobre la maleta, pero aun así
fue el mejor abrazo que había recibido. Nos aferramos el uno al otro hasta que le
susurré al oído—: Estaba tan seguro de que estarías enojada conmigo y nunca me
perdonarías.
—Oh, no te preocupes. —Me tocó el brazo con un puñetazo juguetón—.
Nunca voy a confiar en ti, eso es seguro.
Me aparté y la miré a los ojos, sin creer su afirmación. —Sabes que no habría
dicho nada a menos que hubiera sabido con certeza que él haría las cosas bien.
Cuando se encogió de hombros, pero apretó los labios como si tratara de
ocultar una sonrisa, entrecerré los ojos. —No me odias. No me puedes odiar. —
Porque yo nunca podría odiarla.
Por último, suspiró en derrota. —Bueno, sería bueno si pudiera. Me debes a
lo grande por esto.
Con eso, supe que todo entre nosotros estaría bien. Su madre seguía muerta,
le iba a tomar tiempo para curar eso, y probablemente todavía se aferraría a su
culpabilidad por un tiempo, pero sabía que finalmente llegaría allí, porque me
había perdonado, y ya que me permitió quedarme en su vida, haría todo en mi
poder para ayudarla a atravesar esto.

63
8
16 años
Traducido por Nika Trece
Corregido por Laurita PI

Después de que Sarah dejó mi casa para vivir con Mason y Reese, las cosas
cambiaron. No tenía idea de qué me hizo, pero la echaba de menos como un loco.
Extrañaba su presencia en mi casa. La extrañaba durmiendo en mi cama. La
extrañaba solo estando ahí para hablar cada vez que quisiera.
En algún lugar entre secarle las lágrimas cada noche y ayudarle a cepillarse
el pelo cada mañana, me volví dependiente de su cuidado.
A veces le diría a Noel que iba al parque a jugar a la pelota con los chicos,
cuando en realidad iba a su casa. No sé por qué mentía, tal vez porque temía que
me dijera que pasaba demasiado tiempo con ella. Sin importar qué, no iba a pasar
menos tiempo con ella.
Luego, por la noche, después de que Mason me dijera que necesitaba volver
a casa, me colaba por su ventana tan pronto como salía por la puerta principal,
metiéndome en su habitación para así pasar más tiempo con ella. No era que
hiciéramos algo malo. Solo pasábamos el rato, veíamos películas, nos burlábamos
de los mensajes en Facebook juntos; cosas normales y aburridas de amigos.
La mayoría de las veces, usé su ventana. Pensábamos que reducíamos el
número de preguntas de esta manera, sobre todo teniendo en cuenta que por lo
general terminaba quedándome dormido a su lado.

64
Teníamos la sensación de que su hermano tendría dificultades en creer que
nuestra relación era puramente platónica si una noche me descubría abrazándola
por la espalda en la cama. Así que, evitaba que alguien más supiera de mis visitas.
No podían echarme al toque de queda si no se daban cuenta de que me
encontraba allí. Además, era muy divertido torcer un poco las reglas.
Una noche, Sarah se encontraba sentada en su cama mirando algo en su
ordenador portátil con auriculares cuando llegué tocando su ventana.
Levantó la vista y sonrió cuando nuestras miradas se encontraron a través
del cristal. Luego se arrastró por el colchón para agarrar la ventana y levantarla.
—No lograré sobrevivir a este año escolar —me quejé, incluso antes de
empezar a subir al interior—. No solo.
Sarah simplemente rodó los ojos mientras volvía a la cabecera de la cama
para sentarse sobre las almohadas y acomodar de nuevo la computadora portátil
en sus piernas. —¿Quién es hoy? ¿Aspen o Noel?
Fruncí el ceño.
Bueno, quizá me quejé demasiado últimamente por tener a mi cuñada
trabajando en la escuela como mi profesora de inglés y a mi hermano como mi
nuevo entrenador de fútbol, pero Dios... era jodidamente embarazoso.
—Noel —despotriqué de todos modos, a pesar de su falta de interés—. Es
decir, ha trabajado allí apenas una semana, la temporada casi ha terminado, y
¿sabes cuántos ejercicios matadores nos hizo hacer hoy en la práctica?
—¿Sabes qué no puedo creer? —preguntó Sarah, con su atención en el
ordenador y no en mí—. Que viniste a verme mientras estás borracho.
Parpadeé, con total perplejidad. —¿De qué diablos hablas? No he bebido.
—¿En serio? —Levantó la mirada mientras arqueaba una ceja desafiante—.
Entonces, ¿por qué todo lo que escucho es vino, vino, quejas?
—Vaya. —Negué con la cabeza y entrecerré los ojos antes de dejar asomar
una sonrisa renuente y sentarme a su lado contra la cabecera de la cama—. Golpe
bajo, listilla. Muchas gracias. Pero bien. Voy a dejar de quejarme.
Sinceramente, me encantaban sus formas sabelotodo. Siempre era tan
diferente cuando estábamos solos. En la escuela, por lo general se retiraba en su
caparazón, introvertida. A veces era incluso difícil conseguir que me hablara en
público. Pero tan pronto como sabía que no había nadie alrededor, dejaba de lado
la timidez y era mi Sarah, una vez más.

65
A una parte de mí le complacía que fuera de esta manera. Nadie más sabía
lo divertida, inteligente y sarcástica que era en realidad, por lo que yo podía
acapararla. No tenía que compartirla con nadie. Por otra parte, también me
preocupaba que no siempre pudiera estar cerca, y que su tímido comportamiento
retraído la convirtiera en un gran objetivo para los agresores. La idea de personas
molestándola me ponía nervioso.
Quería patear el culo de quien siquiera la mirara mal.
Echando un vistazo a la pantalla del ordenador que todavía me robaba su
atención, fruncí el ceño ante lo que parecía ser una grabación de YouTube de un
espectáculo de comedia en vivo. —Como sea, ¿qué estás viendo?
—Mi nuevo héroe —respondió, con la mirada centrada en la mujer que se
encontraba sentada en un taburete en un escenario y hablaba en un micrófono.
—¿En serio? —Arrugué la frente—. ¿Un comediante?
—Una comediante árabe-estadounidense. —Me miró antes de añadir—: Con
parálisis cerebral.
Mis ojos se abrieron. Curioso por la mujer que captaba la atención de mi
mejor amiga, tomé uno de los auriculares de Sarah conectado a su oreja para
colocarlo en la mía. Juntos escuchamos a Maysoon Zayed hablar de tener treinta y
tres y ser soltera.
Después de un par de segundos, me reí. Era muy graciosa. Pero eso no
explicaba por qué Sarah parecía completamente fascinada con ella, aparte del
hecho de que ambas tenían parálisis cerebral.
La miré de soslayo. —¿Quieres ser comediante?
Dejó escapar una risa sorprendida y luego me golpeó el brazo con el suyo.
—Dios no.
—¿Entonces por qué es uno de tus héroes? —Me confundía.
—Porque es una maldita inspiración. —Hizo un gesto a la pantalla—. No
puedo soportar salir en público. Me siento tan paranoica acerca de lo que piensan
las personas, que simplemente quiero disfrutar de las sombras para que nadie me
vea, pero a ella en realidad le gusta ser el centro de atención. Y es tan buena en eso.
Toma todo aquello por lo que podrían discriminarla y en lugar de convertirlo en
un problema, lo hace divertido. Es... es tan valiente. Me gustaría poder tener su
valentía. Desearía que no me importara lo que piensan de mí.
La miré fijo, aturdido y un poco dolido de oír que se sentía así... sin que yo
lo notara.

66
—¿De verdad te preocupa tanto lo que otros piensan de ti? —Siempre supe
que era tímida, pero pensé que era porque era... tímida. No angustiada o insegura.
—Eh... sí. ¿No te preocuparías si hicieras esto todo el tiempo? —Levantó su
brazo, y cuando al instante se torció en un ángulo tembloroso y su muñeca se
enroscó hacia adentro, suspiré frunciendo el ceño, la agarré del brazo y lo bajé de
nuevo a su lado.
Con honestidad, en estos días, apenas notaba los temblores. De hecho, me
ponía un poco nervioso por estar cerca de personas que permanecían demasiado
quietas. Pero ese no era el problema. La cuestión era…
—Nunca has dicho nada al respecto.
Sarah parpadeó como si estuviera loco. —Eso no quiere decir que no me
molesta todos los días.
Negué con la cabeza, con el ceño fruncido y molesto conmigo mismo por no
percibir esto antes. Siempre asumí que no le importaba lo que pensaran. Pero todo
este tiempo, mi mejor amiga sufrió en silencio, y no tuve idea de nada.
Dios, apestaba.
—¿Alguien ha estado metiéndose contigo? —pregunté, recordando cómo
Zach Bledsoe la intimidó el último año e incluso golpeó su silla de ruedas. Después
de haberle dado una paliza, nunca la molestó de nuevo. Que yo supiera. Pero si él
estaba…
—No —contestó, haciendo que mis hombros cayeran con alivio—. Nadie ni
siquiera me habla. O bien, se mantienen a distancia o tratan de evitarme por
completo. Y las pocas personas que se acercan para hablarme, me hablan como si
tuviera dos años y pudiera entender como cinco palabras, o peor aún, me dan
palmaditas en la cabeza.
—No te trato de esa manera.
Dejó escapar un suspiro y me dedicó un breve ceño fruncido. —Bueno, eres
el único. Tú, Mason y Reese. Pero no puedo estar cerca de ustedes tres cada hora
de cada día.
De repente me sentí como una mierda por haberla acaparado, y me prometí
llevarla a mi casa más a menudo para que Noel, Aspen y Colton pudieran llegar a
conocerla mejor y ayudarla a ampliar su círculo. Incluso pensé en unos jugadores
de fútbol a los que podría obligar a hacer amistad con ella. No era que compartiera
mis intenciones. Era probable que me matara si entera.

67
—Oye —murmuré. Dado que parecía al borde de las lágrimas, atrapé su
barbilla y la miré directamente a los ojos—. Si no pueden ver más allá de un poco
de temblequeo y descubrir qué tipo de persona increíble eres, entonces son unos
idiotas, y de todos modos, no es necesario ser amigo de alguien tan estúpido.
Una lágrima se deslizó por su mejilla. La limpié. —Que seas simplemente tú
es lo que te hizo mi persona favorita, así que sigue siendo tú, ¿de acuerdo?
Otra lágrima vaciló en sus pestañas, pero sonrió y asintió. —Gracias. Te amo
tanto.
Mis labios se abrieron mientras todo el aire de mis pulmones de repente se
fue de vacaciones. Sus palabras resonaron en mi cabeza, a todo volumen tan alto
que zumbaban en los oídos. Mi corazón dio un vuelco, replicándose en mis brazos
y en las piernas.
Con el cerebro incapaz de funcionar aparte de razonar que Sarah me quería,
dije—: Yo también te amo.
Sonrió, toda su cara se iluminó hasta convertirse en el ser más hermoso que
he visto. Juraba que sus mejillas resplandecían, sus ojos azules brillaban, incluso su
cabello oscuro vibró con vivacidad. Todo en mí rogaba inclinarme y presionar mi
boca con la suya.
Sellar el momento con un beso.
Pero ella me ganó la mano, presionando los labios en mi mejilla y alejándose
antes de que me diera cuenta de qué pasaba.
—Siempre sabes cómo animarme. Eres como el mejor amigo encantador o
algo así.
Tragué saliva, demasiado congelado para reaccionar. De repente me alegré
de no haberla besado, al notar que expresó un tipo totalmente diferente de amor
que yo. Mierda, esto era humillante. Mi cara se calentó, y aparté la mirada.
En cierto modo dolía saber que tenía sentimientos tan diferentes a los que
sentía ella.
Aclarando mi garganta, me froté las manos húmedas en las piernas de mis
pantalones vaqueros y concentré mi atención en su ventana. —Oh, sí. Supongo que
es mi único talento.
—Oh, lo que sea. Eres genial en todo. —Sarah apartó la computadora de su
regazo, colocándola en la cama entre nosotros—. Voy a cambiarme a mi pijama.
¿Te quedas?

68
No quería quedarme. Quería correr a esconderme. Me sentía demasiado
vulnerable y expuesto al quedarme. Pero cuando me tomé demasiado tiempo para
hablar y ella miró esperando mi respuesta, no pude decirle que no, así que asentí.
—Por supuesto.
—Excelente. Me puedes ayudar a cepillar el cabello.
Maldita sea, amaba cepillarle el cabello tanto como la amaba... como amaba
amarla. ¿Por qué demonios nunca me di cuenta hasta este momento?
Esto era malo. Esto era tan malo. ¿Y si lo descubría y se asustaba porque solo
podía amarme como amigo? Nunca hice nada que mostrara cualquier tipo de
interés romántico, por lo que era probable que la espantara si no controlaba esto ya
mismo.
Amigos. Solo somos amigos, me ordené mientras Sarah se las arreglaba para
salir de la cama hasta su silla de ruedas sin ninguna ayuda de mi parte. Cuando
dejó la habitación por un momento, caminé de un lado al otro de la habitación,
arrancando de mi cabeza todos los acaramelados pensamientos que le dediqué.
Me sentía mucho mejor, y de nuevo en control de todo el infierno acaecido
cuando la puerta se abrió de nuevo, y ella entró rodando a la habitación. Hasta que
levanté la mirada y lo perdí una vez más. Era tan bonita de una manera clásica,
impecable e inocente. La única palabra que se filtró en mi cabeza cuando la miré
fue: mía.
Se estaba descontrolando.
—Lo siento —dijo, luciendo disgustada—. Reese me descubrió saliendo del
baño y se ofreció a cepillarlo. No podía decirle que te encontrabas aquí esperando
para hacerlo.
Me tomó un momento entender a qué se refería hasta que hizo un gesto a su
pelo sedoso que estaba perfectamente peinado.
—Oh —tartamudeé—. No, está bien. No hay problema.
Metí con torpeza las manos en los bolsillos y permanecía allí como un idiota
mientras la veía luchar con la silla para acomodarse de nuevo dentro de la cama.
Mi pulso se aceleró al tiempo que levantaba las mantas y se metió debajo. Luego se
deslizó lo suficiente como para hacer espacio para mí.
Cuando no me moví, al final levantó la mirada. —¿Qué pasa?
Mierda. Avancé de prisa, contestando con rapidez—: Nada.

69
Me dirigió una mirada extraña, pero luego se encogió de hombros y se
acostó de espaldas a mí. Me dejé caer mientras me quitaba los zapatos. Entonces
apreté los dientes y en silencio me ordené mantener la calma de una puta vez.
Había dormido a su lado toneladas de veces. Esto no sería diferente.
Excepto que se sentía completamente diferente.
Contuve la respiración mientras me unía a ella en el colchón. Soltó un
suspiro satisfecho y cerré los ojos porque el sonido expandió un estremecimiento
raro a través de mí. Tan pronto como me puse de lado y enfrentado a ella, el olor
familiar de su pelo llenó mis fosas nasales. Respiré con profundidad, amando la
fragancia. Desplazándome rápido hacia delante, enterré mi nariz en los suaves
mechones sedosos, dejando que acariciaran mis mejillas.
Tenía el más hermoso cabello oscuro. Desde que se mudó a vivir con su
hermano, Reese se tomó el trabajo de peinarlo y arreglarlo mucho, por lo que
siempre parecía lindo, pero tenía que admitir, me gustaba un poco más largo que
como lucía ahora, flotando sobre sus hombros.
Su respiración se profundizó y su temblor se calmó, y eso me dijo que se
había quedado dormida. Envolví un brazo alrededor de su cintura, con la cabeza
apoyada en su cabello y simplemente... me relajé, contento de haberme quedado
después de todo. Me encantaba dormir con ella. Era el momento más tranquilo,
aliviando el estrés de mi día. Y, en verdad, necesitaba aliviar un poco el estrés en
este momento.
A pesar de lo tenso e incómodo que estuve hace unos momentos, ahora me
sentía totalmente relajado.
Me desmayé en cuestión de segundos con una sonrisa en la cara, mientras
acariciaba mi mejilla contra los mechones de su cabello.
Cuando desperté un poco más tarde, no creía haber estado soñando porque
no podía recordar ningún sueño. Pero vibraba con intensidad y sabía con exactitud
la razón. El culo de Sarah estaba presionando mi regazo y mi mano, de alguna
manera, se deslizó debajo de la camisa donde ahuequé un pecho desnudo.
Antes de estar lo suficientemente despierto para darme cuenta qué pasaba,
mi pulgar se deslizó sobre un pezón endurecido, que disparó un pulso de dolorosa
necesidad a través de mi pene y, me hizo gemir y presionarme con más fuerza
contra su culo.
En el siguiente instante, despierto por completo, grité—: Mierda. —Mientras
sacaba la mano de su pecho y hacía retroceder mis caderas.

70
Sarah ni siquiera se movió. Siempre tuvo un sueño pesado, pero por un
largo momento, tuve la certeza de que fingía para evitar la incomodidad de este
momento, porque maldita sea, yo me hallaba jodidamente despierto. Quiero decir,
acababa de poner mi mano sobre ella... Y mi pene fue... Jesús.
De seguro, iría al infierno para mejores amigos.
Pero el cuerpo de Sarah permaneció inmóvil; era evidente que se encontraba
fuera de combate. Gracias a Dios.
Me incorporé y deslicé mi mano por la cara. El miedo mató a mi erección
mientras soltaba un suspiro tembloroso. No podía creer que la hubiera tocado de
esa manera inapropiada. Sarah era pura, dulce y buena. El sexo era sucio. Sucio y
Sarah ni siquiera debería ser respirada en la misma frase.
Así que, ¿por qué me sentí tan tentado a ensuciarme con ella hace unos
segundos? Antes de darme cuenta qué hacía, el instinto natural me hizo apretar la
mano alrededor de su pecho, rodar mi pulgar sobre el pezón de nuevo y presionar
mi boca en su nuca para saborearla mientras montaba su culo. Y eso estaba mal.
Mal, mal, mal.
Demonios, incluso observarla ahora bajo la luz de luna derramada en la
habitación, bañando la parte posterior de su hombro desnudo con la luz cálida,
quería llegar a ella; tocarla, besar la hermosa piel lisa. Y mierda, supongo que mi
erección no murió por completo, ya que de repente saltó de nuevo a la vida.
Maldiciéndome yo mismo, me escabullí de la cama y sacudí mis miembros,
con la esperanza de alejar esta inquietante sensación. Visiones de mi madre de
rodillas delante de mí y tomándome entre sus mano mientras posaba sus labios
sobre la cabeza de mi pene enviaron un escalofrío enfermizo a mi estómago. Un
temblor de temor y repulsión se movió a través de mí mientras me calzaba los
zapatos, y luego tanteé para abrir el pestillo de la ventana y salí.
La temperatura había bajado, pero disfrutaba el frío. Deseaba que pudiera
congelar todas las partes malas de mí para nunca más excitarme por Sarah de
nuevo.
A la mañana siguiente, todavía me perturbaba lo que casi le hice y anhelé
hacerle. Me las arreglé para evitarla antes de que sonara la primera campana. No
teníamos la primera hora juntos, pero tuvimos que compartir una sala de estudio a
la segunda hora. Me aseguré de llegar tarde así todos los asientos a su alrededor se
encontrarían llenos. Hallé un lugar al otro lado de la habitación y en la parte
trasera para sentarme.

71
Ella, por supuesto, ni siquiera se dio cuenta. No sé cómo lo hacía, pero
cuando la chica estudiaba, ponía toda la atención en su trabajo. Y mientras miraba
hacia abajo a uno de sus libros de texto, leyendo, no pude apartar los ojos del
bolígrafo que mordía, o más específicamente de sus labios donde se encontraban
envueltos alrededor de la barra.
Por qué nunca noté que tenía los labios más sorprendentes hasta este
momento, nunca lo sabría. Su parálisis cerebral a veces los hacía fruncirse de la
manera más adorable. Pero podía imaginarlos de repente envueltos alrededor de
mi pene mientras empujaba profundo y lento en su boca.
Segundos después de esa imagen mental que tuvo mis pantalones vaqueros
con un crecimiento incómodo y apretado, emergió la visión Daisy haciéndome eso.
La bilis subió por mi garganta y mi erección se marchitó. Volví la atención de
Sarah, sintiéndome sucio. No podía creer que quería hacerle tal cosa repugnante y
baja a mi persona favorita en el planeta. Yo no era mejor que el monstruo de mi
madre.
Por el resto del día, evité a Sarah. Tuve que hacerlo. No podía mirarla a los
ojos sin la culpa asesinándome. Si supiera qué estuve pensando se disgustaría.
Tenía que tener estas estúpidas hormonas bajo control. Para hacer eso,
intenté evitarla.
Pasaron tres días antes de que por fin me enviara un mensaje, dándose
cuenta de que cambió algo.
Hola, no te he visto en unos pocos días. ¿Estás bien? No estás enojado
conmigo, ¿verdad? ¿Hice algo mal?
Tan inocente. Tan dulce. Ella automáticamente pensó que era el problema.
Ahora mi estómago ardía con más culpa y auto-repulsión.
¿Quieres decir que en realidad puedes HACER algo mal?, contesté de
inmediato. Imposible. Por supuesto que no me encuentro enojado contigo, tonta.
He estado ocupado. Voy a visitarte de nuevo tan pronto como pueda.
Lo que significaba que ahora tenía que visitarla. Pronto. Y actuar normal al
respecto.
Escribió en respuesta: Tienes razón. Soy impecable. No sé en qué pensaba.
No puedo esperar a verte de nuevo cuando tengas el tiempo; voy a hacerte empezar
a ver una maratón de Smallville conmigo.
Sonreí. Ver Smallville con ella en realidad sonaba maravilloso.

72
La visitaría mañana.
Pero al día siguiente, me encontré con la chica más caliente del último curso,
Shayla Birmingham, en los pasillos. Quiero decir, literalmente, tropecé con ella, por
lo que los dos derramamos todos nuestros libros en el suelo. Nos reímos, y luego
nos agachamos al mismo tiempo, ayudándonos mutuamente a recoger nuestras
cosas antes de ir por caminos separados de nuevo.
Durante la siguiente hora, mi teléfono sonó con un nuevo mensaje de texto.
Hola, soy Shayla. Creo que cambiamos teléfonos cuando chocamos en el
pasillo.
Oh, mierda. Tenía razón. Tenía su teléfono. Mi carcasa era negra mucho más
desgastada que esta.
Nos enviamos mensajes de texto un par de veces más para averiguar el
mejor momento de reunión de intercambio hasta que decidimos que simplemente
lo recogería en su casa después de la práctica de fútbol porque ella estaba ocupada
con las porristas hasta entonces.
Me envió el emoticón de la cara sonriente más de una vez y me dijo que era
divertido por la forma en que redacté las cosas. Pero no pensé que la había
impresionado mucho, no hasta que me presenté en su casa esa noche y me invitó a
pasar antes de decirme que sus padres se habían ido.
Luego metió su lengua en mi garganta y su mano debajo de mis pantalones.
Sí, no esperaba eso.
Pero era un adolescente caliente, ella era una chica bastante conocida por
tener sexo con todos, y Sarah solo me veía como un amigo.
Así que lo que siguió fue obscenidad primitiva, lleno de gemidos sudorosos
y un par de clásicas marcas de garras.
Al día siguiente, cuando vi a Sarah, me detuve en el pasillo a un par de
metros, mirándola sentarse en su silla de ruedas mientras guardaba un libro de su
casillero. A pesar de que me sentía muy culpable, sabía que no existía razón; sin
importar lo que sintiera, ella no se sentía así por mí, lo que significaba que no la
engañé. La podía engañar si ella sintiera lo mismo que yo sentía, ¿verdad? Y si
habría sentido lo mismo, entonces yo no hubiera hecho nada con Shayla. Así que mi
culpabilidad instantánea era un punto discutible.
El fondo era, que Sarah me veía como un amigo, lo que significaba que iba a
tener que acostumbrarme a hacer cosas con chicas que no eran ella, porque mi
tiempo con Shayla instaló algo dentro de mí.

73
Era como si hubiera dejado escapar cada impulso animal que hubiera tenido
mi sistema. Y ahora... ahora sentía que podía volver a ser solo amigo de Sarah, sin
ganas de más. En el momento en que cerraba su casillero y me vio observándola,
no me centré de inmediato en su boca, queriendo una mamada. Simplemente vi a
mi amiga.
Y así era como necesitaba mantenerlo.
A partir de ese momento, supe lo que tenía que hacer para mantener la vida
entre nosotros limpia y pura.
Aunque no le dije nada acerca de lo que ocurrió entre Shayla y yo, o
cualquier otra chica que siguió, se corrió la voz, y me convertí en “el hombre” por
ser el único estudiante de segundo en anotar con la líder de las animadoras del
último curso. Sarah habría tenido que ser sorda y muda para no oír hablar de eso,
pero nunca me dijo nada, así que nunca le dije nada. Y así continuó nuestra
amistad. Mantuve mi vida sexual en privado, mientras que todo lo demás en mí le
pertenecía.

74
9
18 años
Traducido por Beatrix
Corregido por Miry GPE

Estaba llena de mariposas. No solo en el estómago. Juro que se liberaron de


allí y revoloteaban por todo mi cuerpo, porque estaba conduciendo yo sola.
¡En mi propio coche!
Después de conseguir el permiso del médico, pasar por horas de clase de
conducción especial, y conseguir una SUV que sostenga mi silla de ruedas en una
rampa del fondo y con control manual, ya que mis brazos funcionaban mejor que
mis piernas, ¡finalmente tenía una licencia!
El primer lugar al que fui, después de una charla de veinte minutos con
Mason para asegurarle que iba a estar bien, era a casa de Brandt. Era su
cumpleaños y él se hallaba decidido a recogerme dentro de una hora para cenar en
su restaurante favorito. Pero quería darle una sorpresa con mi nueva licencia y
coche.
Tuve un poco más de dificultad para salir del vehículo después de que
aparqué delante de la casa Gamble que para entrar. Por supuesto, tanto Mason
como Reese estuvieron pendientes y, con excesivo cuidado, me metieron en mi
asiento cuando me fui de casa. Moví poco a poco mi espalda hacia donde estaba mi
silla. Bajarla al bordillo fue una mierda. Casi llamé a Brandt para que saliera a
buscarme, pero no quería arruinar la sorpresa, además de que quería ser capaz de
hacer esto yo sola, así que apreté los dientes y lo logré.

75
Era algo bueno ser una persona paciente, de lo contrario me habría vuelto
loca hace años de todas las frustraciones que me dio mi parálisis cerebral. Todavía
maldecía en voz baja para el momento en que me las arreglaba en mi silla y subía
por la entrada. De ninguna manera iba a ir por las escaleras hasta el pórtico, así
que fui directamente a la parte trasera donde Brandt instaló una rampa para mí el
año pasado.
Siendo una visitante tan frecuente, no me molesté en llamar. Y ya que aún
iba por el elemento sorpresa, no saludé inmediatamente. No vi ningún vehículo en
el camino de entrada a excepción del de Brandt, así que pensé que estaba solo en
casa.
Contenta de que hoy tenía mi silla silenciosa, me colé por el pasillo hacia su
cuarto, incapaz de contener mi sonrisa. No podía esperar para mostrarle mi nueva
licencia. Él entendería mejor que nadie lo que significaba para mí esta pequeña
muestra de independencia. Mason ni una sola vez me hizo sentir como una carga,
pero de todos modos me sentía como tal desde que mamá murió y yo me fui a
vivir con él y Reese. Tampoco quería más ayuda o al menos tener que necesitarlos
más. Y este era el paso más grande que tomé en esa dirección.
Esta noche habría una doble celebración: Brandt, finalmente, cumpliría los
dieciocho años, y yo me sentiría libre. Estaba tan absorta en mi burbujita feliz que
no oí a la chica hasta que me encontraba a pocos centímetros de su puerta.
Deteniéndome de golpe cuando su risa flotó hacia el pasillo, me quedé
boquiabierta donde su puerta estaba apenas abierta hasta que ella volvió a hablar.
Mi corazón de repente golpeó tan fuerte en mi cabeza que por un segundo fue
difícil oír todo lo demás.
Y luego, una voz familiar de una chica de mi clase de trigonometría. Hope,
creo que era su nombre, dijo—: Bueno, cuando me mandaste un mensaje diciendo
que estabas solo en casa, simplemente no pude evitar venir a desearte en persona
feliz cumpleaños.
—Mmm —tarareó Brandt de placer desde el fondo de su garganta—. Y qué
buen regalo de cumpleaños fue. Gracias.
Oh mierda. Estaba con una chica. En serio con una chica. Teniendo sexo.
Mi cara se calentó de pronto mientras empezaba a girar detrás de la puerta.
El dolor rebotó por mi estómago y mis dedos se volvieron fríos y entumecidos. Fue
difícil moverme, por lo que simplemente me detuve y cerré con fuerza los ojos, sin
dejar de escuchar todo lo que decían.

76
—Pero... es hora de ponerse la ropa de nuevo, cariño —dijo Brandt a Hope.
El sonido de piel chocando contra piel, como si él acabara de darle una palmada al
trasero desnudo se disparó desde su habitación—. Tengo que tomar una ducha
antes de irme a casa de Sarah en una hora. Ella me va a invitar a cenar esta noche.
Dios.
No estaba segura de lo que sentía por él hablando de mí cuando se hallaba
desnudo con otra chica.
Sabía que no era virgen. Escuché los rumores, no era estúpida. Pero nunca
me dijo nada de eso, así que era fácil fingir que nada de esto sucedía.
Era solo una amiga. No debería sentirme molesta por lo que hacía con otras
chicas.
Pero me molestaba. Mientras me encontraba sentada allí, escuchando a
Hope, solo quería arrancar sus ojos. —Oooh. Creo que es tan dulce lo amable que
eres con ella.
Quería llorar. O gritar.
O llorar mientras gritaba y le arrancaba los ojos.
Quería explotar allí y arrastrarla por el pelo. Y luego quería golpearlo en el
pecho.
Excepto que no tenía derecho. Yo era su amiga, y honestamente, hasta este
momento, siempre estuve perfectamente contenta con eso. Pero escucharlo con
otra persona prendió algún tipo de interruptor dentro de mí.
Creo que estaba enamorada de Brandt. El tipo de amor pegajoso con besos,
casamiento, hijos, y vivir felices para siempre.
Santo infierno. ¿Cuándo sucedió eso? Siempre pensé que era hermoso. Me
encantaba su corazón y quería pasar más tiempo con él que cualquier otra persona,
pero nunca tuve ningún interés sexual. Hasta ahora.
Definitivamente lo tenía ahora. Me sentía tan dolorosamente celosa de que
Hope fuera capaz de ver y tocar partes de él que yo nunca he podido.
—¿Por qué no sería amable con ella? —decía Brandt. Su voz fue ahogada
por un momento como si se hubiera puesto una camisa mientras hablaba—. Ella es
mi amiga.
Solo amigos, me recordé a mí misma. Nada más. Si alguna vez quería más de
mí, habría dicho o hecho algo hace años para hacerme saber, en lugar de perderlo
con Shayla la puta animadora, ¿verdad?

77
—Sí, pero… en realidad no —dijo Hope, haciéndome fruncir el ceño en
tanto me preguntaba qué significaba eso.
Brandt parecía igual de confundido mientras preguntó—: ¿Qué quieres
decir con “en realidad no”?
—Quiero decir... no sé. ¡Ella babea!
Mi mano cubrió mi boca, y mi cara se puso caliente cuando me di cuenta, sí,
había humedad acumulándose en la esquina de mi boca. Qué humillante. Quería
gritar que no podía evitarlo, pero definitivamente no quería que supiera que me
encontraba aquí ahora.
En la habitación, Brandt dijo—: ¿Perdón? —en una lenta y calmada voz.
Lo conocía lo suficiente como para darme cuenta por su voz que se hallaba
molesto.
—Está bien; puedes ser sincero conmigo. Solo eres amable con ella porque
es... ya sabes, discapacitada, ¿verdad?
—No —gruñó—. No es verdad. Soy amable con ella porque honestamente
me gusta. No es solo una simple amistad piadosa. Que le jodan a la baba. Sarah es
una de las personas más importantes en mi vida. La amo.
El calor se extendió por mi pecho. Sabía que sus palabras no llevaban el
significado que yo quería, pero me llenó con una abrumadora sensación que casi
me hacía difícil respirar porque mi corazón estaba rebosante. Tenía ganas de llorar
y reír al mismo tiempo.
Fue agridulce, tan triste como precioso. Yo como que quería llorar lágrimas
de felicidad mezcladas con las de depresión.
Hasta que Hope bufó. —¿Amor? Sí claro. Si su baba y la silla de ruedas no
significan nada para ti y la quieres tanto, entonces, ¿por qué estoy desnuda yo en tu
cama, y no ella?
Esa era en realidad una muy buena pregunta. Brandt ni una sola vez hizo
un avance romántico hacia mí. Nunca me besó ni estuvo cerca a hacerlo. Ni una
sola vez cruzó la línea de la amistad. Pero si me quería como afirmaba, entonces
sí... ¿por qué? ¿Y si era debido a mi parálisis cerebral?
Sin embargo, en lugar de contestarle a Hope, gruñó—: Te encuentras a
punto de estar desnuda frente a mi puerta si no dejas de molestarme. Sarah está
fuera de los límites para ti.

78
Guau. Mis cejas se alzaron ante ese pequeño reclamo posesivo. En cierto
modo me hizo sentir mal por pensar que alguna vez se contuvo debido a mi
condición. Realmente me quería. Solo que platónicamente.
—Por Dios, Brandt. Cálmate. Solo trato de entender. Ella es bastante bonita
cuando no está retorciéndose. Entonces por qué…
—Porque es mi amiga, y uno no va jodiendo amistades por dormir con esa
persona. No es que sea de tu incumbencia. ¿Ahora, te puedes poner ya la ropa?
Oh, así que ese era el por qué. Hmm, no estaba segura de qué pensar sobre
eso. Mientras me preguntaba si eso era lo único que lo retenía, Hope silbó.
—Guau, te enojaste, ¿verdad?
—Acabas de insultar a mi mejor amiga. ¿Qué esperabas?
—Acabas de tener sexo conmigo. Esperaba que estuvieras un poco menos
protector de otra ¿chica? Me haces sentir como si la eligieras a ella sobre mí.
—Hope, Sarah será mi amiga para siempre. Tú... bueno, quién sabe cuánto
tiempo vas a quedarte. Siempre la elegiré a ella sobre cualquiera.
Escuché suficiente. No estaba segura de si debería estar encantada porque
me defendió con tanta firmeza o enferma del estómago por el remordimiento de
que él haya sentido la necesidad de hacerlo. O decepcionada de él porque trataba a
una chica con la que acababa de acostarse tan groseramente.
Girando en mi silla de ruedas, corrí a la cocina cuando la discusión en su
dormitorio se intensificó, de modo que podía escucharla más o menos tan claro
como lo hice afuera de su puerta.
—Oh, Dios mío, eres un idiota. No puedo creer que haya dejado a un idiota
como tú estar dentro de mí.
—Oye, tú eres la que se presentó aquí, buscando sexo. No te perseguí. No te
rogué por ello. Creo que tienes exactamente lo que querías.
—Sí, hasta que descubrí que eras un loco psicópata hijo de puta.
—¡Eso es todo! —rugió lo suficientemente fuerte como para hacer temblar
las paredes—. Lárgate de mi casa. Ya mismo.
—Suelta mi brazo, bastardo. ¡Oye! ¡No he terminado… mi blusa!
—Puedes terminar de vestirte afuera. —Escuché sus pasos marchándose a
través de la casa hasta que la puerta principal se abrió.

79
—Eres un… —El golpe de la puerta amortiguó cualquier palabra que Hope
iba a gritarle a continuación
Salté y apreté la mano en mi boca.
Un segundo de silencio pasó antes de que Brandt gruñera—: Hija de puta —
seguido al instante por algo estrellándose con el suelo de la habitación delantera,
seguido rápidamente por cristales rotos.
Con otro temblor sorprendido, cerré los ojos, pero las lágrimas aun así se
filtraron.
Brandt era una persona muy física. Gobernaba el campo de fútbol cada vez
que jugaba y se metió en un buen número de peleas en los últimos años, pero
nunca fue violento. Ahora tampoco tenía miedo de él. Sin embargo, estaba un poco
preocupada por él.
Acababa de perder a Hope por mi culpa.
Nunca me di cuenta de las muchas críticas que recibía solo por ser mi
amigo. La intensa emoción que sentía al entrar en esta casa, pasó a ser unos celos
fríos y enfermos, luego una regocijo honrado porque me quería, pero ahora se
convirtió en culpabilidad.
Podía manejar el trago amargo de ser solo su amiga, pero nunca he querido
que sufriera a causa de ello.
Tal vez debía irme. No era buena para él. Y ahora, solo iba a ser una chica
patética, suspirando por él cuando no pensaba en mí de la misma manera. Esto
apestaba tanto.
Me volví hacia la puerta, pero tan pronto como la abrí, rodé por la rampa, y
giré la esquina de la casa para ver mi nuevo coche, reduje la velocidad hasta
detenerme.
Todavía teníamos planes para reunirnos. Aparecería en mi casa dentro de
una hora si no me quedaba. Mason y Reese estarían muy confundidos si me iba a
casa. Y no podía cancelarle. Era su cumpleaños.
Soltando un suspiro, me quedé fuera unos pocos minutos, dejando que el
aire fresco de octubre se deslizara sobre mí y me refrescara los nervios antes de
regresar a la casa. Brandt debía ser el más rápido tomador de duchas en la tierra,
porque al abrir la puerta y volver a entrar en la cocina, él apareció en cuestión de
segundos, con pantalones vaqueros y una camiseta, sin zapatos, mientras se secaba
el cabello con una toalla.

80
Se detuvo cuando me vio, parpadeó y luego sonrió. —Oye. ¿Cómo has
llegado hasta aquí? ¿Mason te trajo? Pensaba recogerte, ya sabes.
Me encogí de hombros, de repente tímida, a la vez que no podía dejar de
preguntarme en dónde lo tocó y besó Hope.
—Lo sé —murmuré, con las mejillas calientes. Miré a mi regazo—. Yo solo...
—¿Qué demonios hacía? Era Brandt, el chico que conocía mejor que a nadie en el
mundo desde hace cinco años. Podía míralo a los ojos cuando hablaba con él.
Obligándome a levantar la cara, tragué cuando todo dentro de mí se sintió
raro por simplemente mirarlo a los ojos. ¿Qué andaba mal conmigo? Todo se sentía
tan diferente.
Sintiendo el cambio, Brandt ladeó la cabeza hacia un lado y dio un paso
adelante, con los ojos llenos de preocupación. —¿Qué pasa? —Entonces algo cruzó
su rostro—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Debía estar preguntándose si lo pillé con Hope. Lo último que quería era
que supiera lo que sabía sobre eso. Así que le dije—: Acabo de llegar. Yo conduje...
Su frente se arrugó. —¿Tú... condujiste? —Un segundo después, sus ojos se
abrieron—. Mierda, ¿obtuviste tu licencia?
Por fin, maldición, fui capaz de sonreír con una genuina sonrisa mientras lo
veía. —Sí.
—¡Oh, Dios mío! —Avanzó y me cogió de la silla para abrazarme y girarme
en un círculo mientras reía, demostrando su alegría—. ¡Felicidades! Es asombroso.
Sabía que podías hacerlo.
Cerré los ojos mientras mi nariz se aplastaba contra su hombro. Olía a jabón
y champú fresco, como Brandt. Mi Brandt. Otra punzada golpeó mi corazón,
pensando en la otra chica que olió a mi Brandt, mientras me bajaba de nuevo a mi
silla y dio un paso atrás para sonreírme.
—¿El coche de quién condujiste?
El orgullo estalló en mi pecho, a pesar de que se mezcló con tristeza
mientras decía—: El mío. Mason y Reese junto con Pick y Eva aportaron para
comprarme una SUV con una rampa de silla de ruedas en la parte posterior.
—¿En serio? Es tan impresionante. Déjame agarrar mis zapatos y podemos
comprobar tu nuevo auto. Esto es increíble. Estoy muy orgulloso de ti, Sarah. —
Estampó un beso rápido a mi mejilla antes de correr fuera de la cocina y decirme
por encima del hombro—: ¡Vamos a usar tu aventón para la cena, por cierto!

81
Parecía estar tan feliz por mí que mi corazón se quebró un poco. Amaba a
este hombre. Amaba todo acerca de él. Por lo que evitaría que mis sentimientos se
desviaran a lugares que no pertenecían. Debido a que lo último que quería hacer,
alguna vez, era perderlo.

82

83
10
22 años
Traducido por Ana Avila
Corregido por Daliam

Llegué a trabajar temprano. Pick había contratado a un nuevo barman. Una


chica. Probablemente la primera en mezclar bebidas detrás del mostrador del Club
Forbidden, y, siendo así, yo no quería asustarla.
Pero el lugar era una maldita pocilga. Casi ninguno de los idiotas con los
que trabajaba estos días limpiaba su lugar de trabajo al terminar su turno. No
podía contar el número de veces que llegué para encontrar charcos y manchas de
cerveza en el piso, o la caja registradora abierta y sin hacerse el conteo del dinero.
Echaba de menos los días en que el viejo equipo solía trabajar aquí, como
Noel, Mason, Ten, y todos los chicos. Ellos sí que sabían cómo conservar un lugar
en buen estado.
Pero la mayoría se mudaron y consiguieron trabajos mejor remunerados en
otros lugares antes de que yo fuera contratado. Los únicos dos que quedaban de la
banda original eran Asher y Knox, y ninguno de ellos trabajaba a tiempo completo.
Knox se había vuelto un buen luchador y se abrió camino en las peleas pagadas,
mientras que Asher... estrella de rock y todo eso. Ambos venían una o dos noches a
la semana, por lo que las otras cinco o seis noches, me dejaban hacerme cargo de
toda la mierda.
De ahí la razón por la que me encontraba aquí, limpiando el desagradable
suelo antes de abrir. Después de eso, me arrodillé detrás del mostrador para
comprobar los tanques conectados al grifo, y mientras estaba allí abajo, la puerta

84
principal del club se abrió de golpe antes de que una irritantemente familiar
gritara—: ¡Soy yo! ¡Hermano mayor! ¿Dónde estás?
Cerrando los ojos, gemí antes de enderezarme para enviarle al muchacho un
ceño fruncido. —¿Qué haces aquí?
—Hay un partido de baloncesto local esta noche. Pensé en desviarme un
poco antes de llegar allí para decirte hola.
Agarrando una toalla cerca, me limpié las manos. —Tengo entendido que
Aspen te castigó.
—¿Lo sé, verdad? ¿No es linda al intentarlo? —Dejándose caer en un
taburete al otro lado de la barra de donde me encontraba, Colton tintineó los dedos
a lo largo de la encimera mientras estudiaba la fila de alcohol detrás de mí como si
estuviera pensando qué ordenar.
Negué con la cabeza. —¿Seguro que quieres desafiarla? Se hallaba bastante
enojada contigo. Es decir, colaste a una chica a tu habitación. Para tener relaciones
sexuales. Mientras todos estábamos en la maldita casa. Ni siquiera yo he hecho eso.
—No la colé. Entramos por la puerta principal, muy disimuladamente. No
fue mi culpa que todo el mundo ya estuviera dormido cuando llegamos, de otra
manera no la habría metido.
Después de lanzar la toalla a un lado, comencé a llenar los recipientes con
cacahuates. —Oh, ¿así que habrías pedido permiso para follarla en tu cama si
Aspen y Noel hubieran estado despiertos?
—No lo sé. Tal vez. —Con una sonrisa, se acercó y se robó un puñado—.
¿Puedes servirme una Corona con Coca-Cola?
—Joder, no. —Golpeé su mano cuando se acercaba por más cacahuates—.
¿Por qué no vas a casa y le lloras a Aspen? Tal vez te perdone por romper tu
castigo.
—Aspen me ama. Me perdonará de todos modos. ¿Qué tal un Tom Collins?
—¿Qué tal si te desapareces? No te daré alcohol, idiota. Eres menor de edad.
¿Quieres que pierda mi trabajo?
Colton dejó escapar un suspiro largo y dramático. —Bien. Sé un perdedor.
—Colocando su mano una vez más a lo largo de la barra, miró a su alrededor,
viendo a las camareras arreglar las mesas, antes de girarse de nuevo a mí—. ¿Y
dónde está la nueva camarera que, has dicho, es como la caliente Halle Berry?
Tratarás de acostarte con ella, ¿verdad?

85
Le lancé una mirada asesina, ordenándole en silencio que cerrara la boca, y
justo en ese momento, alguien se aclaró la garganta detrás de él. —Está de pie justo
detrás de ti, idiota.
Me quedé inmóvil mientras Colton y yo compartimos una mirada. Mierda;
el tontito acababa de empujarme de bruces en una olla de agua hirviendo. Cuando
se dio la vuelta, miré más allá de él para encontrar a Julianna observándonos, con
los brazos cruzados sobre el pecho y un pie golpeando contra el suelo.
Sí, estaba molesta.
Probablemente sería imposible trabajar juntos ahora que pensaba que quería
acostarme con ella. Y si Colton no tenía cuidado, de seguro tendría un hermano
menos antes de que terminara la noche.
¿Pero el idiota empezó a balbucear una disculpa de inmediato? No, no. Ni
siquiera se sonrojó, simplemente soltó—: Mierda. —Antes de girar de nuevo hacia
mí y extender un puño en felicitación, sonriendo—. Bien.
Suspiré y puse los ojos en blanco. —Guarda eso, idiota. —Perturbar a mi
nueva compañera de trabajo era todo lo contrario de amable.
Sin embargo, Colton no se disculpó. Volvió a Julianna y le tendió la mano
para estrecharla. —En realidad, no me llamo “idiota”. Mi verdadero nombre es
Colton. Es tan lindo conocerte.
Julianna se limitó a levantar una ceja. —Sí, no estoy impresionada.
Sin inmutarse, Colton se encogió de hombros y siguió sonriendo. —Todo es
parte del plan, muñeca. No me gusta poner el listón demasiado alto en la primera
impresión, por lo que ves. Así, cuando haga algo decente, te deslumbraré en lugar
de solo medianamente aburrirte. —Inclinó su cabeza hacia un lado, estudiándola
un momento, antes de murmurar—: No puedo creer que él diga que eres una Halle.
No es cierto. No tienes sus pómulos y tu nariz es demasiado ancha.
Soltando un sonido de incredulidad, Julianna parecía herida y enojada, todo
al mismo tiempo mientras su boca se abría. —¿Disculpa?
Colton chasqueó los dedos y señaló—: Eres una Rihanna. Ella es como diez
veces más traviesa que de lo que Halle jamás podrá ser, lo que simplemente...
sacude mi mundo. Cuanto más sucia la chica, más caliente se pone. ¿Estoy en lo
cierto?
Cuando me miró, esperando que le siguiera el juego y concordara, gruñí—:
Colton —con la esperanza de que hubiera terminado ya.

86
Pero el idiota se limitó a sacudir la cabeza, confundido. —¿Qué? Soy del tipo
al que le gustan como Rihanna. Demándame.
Mientras presionaba una mano en mi cara, sacudiendo la cabeza, Julianna
abrió la boca, probablemente para reprenderlo con algún tipo de comentario
mordaz. Rápidamente, los interrumpí—: Lo siento mucho; este payaso acaba de
pasarse por aquí. No tengo ni idea de quién es.
—Soy su hermano —anunció Colton con orgullo.
Le lancé una mirada asesina. —Y ya se va.
—Acabo de llegar. —Dirigió su sonrisa a Julianna entretanto ella se unía a
mí detrás de la barra—. Oye, ¿te unirías a mí con un poco de sexo en la playa?
Mi compañera de trabajo volteó, enviándole una mirada que realmente me
hizo preocuparme por sus bolas. —¿Sexo en la qué?
Pero él solo sonrió y levantó las manos en rendición. —Me refería a una
copa... por supuesto.
Suspiré, comprendiendo que quizá debería salvarlo antes de que Julianna lo
mutilara más allá de la reparación. —No te molestes, Juli. Solo tiene diecisiete años.
—Pero no para siempre. —Colton movió sus cejas hacia ella—. Juli, ¿eh?
Estás invitada a mi fiesta de cumpleaños número dieciocho, Juli. Es este mes de
junio. Te encuentras libre en junio, ¿verdad?
Oh, Jesús. No tenía sentido de auto-conservación.
—¿Te perderás ya?
—Pero vine aquí para hablar contigo.
—Lo supuse. Excepto que no me importaba lo que querías al minuto en que
entraste, y sigue sin importarme ahora. Así que lárgate. Sabes que no puedes estar
aquí una vez que se desbloqueen las puertas. —No hasta que haya cumplido los
dieciocho años.
—No, en serio, Brandt. Necesito tu ayuda.
Parecía tan decidido en atrapar mi atención. Alcé una ceja y me centré en él,
con todos mis instintos protectores ardiendo a la vida. —¿Qué pasa?
—Necesito que me prestes a Sarah.
Sin esperar que dijera eso, negué con la cabeza y parpadeé. —¿Que qué?

87
—Sí, necesito sus locos conocimientos en informática para hackear mi
cuenta de estudiante y poder cambiar mi última nota de historia americana, de una
A a una B, C, posiblemente una…
Solté una risa sorprendida. —¿Me estás jodiendo? ¿Quieres bajar tu nota?
—Diablos, sí. Estoy a punto de convertirme en el Salutatorian1 de mi clase, y
no quiero parecer demasiado inteligente. —Guiñó a Julianna—. La gente puede
empezar a hacerse expectativas desagradables.
—Confía en mí. —Ella le dedicó una sonrisa—. No me importa cuál sea tu
promedio. Todavía pienso que eres un idiota.
—Mira —me sonrió mientras la señalaba—, una mujer detrás de mi puro
corazón. Debes hacerte a un lado y dejar que yo la tenga ya mismo.
Cuando simplemente lo observé con una mirada que, claramente, le dijo lo
idiota que era, levantó las manos. —¿Entonces qué dices? ¿Serás el mejor hermano
del mundo y me darás un poco de tiempo con Sarah? Puede entrar a los registros de
la escuela, ¿verdad?
—No está en alquiler, idiota. Déjala en paz.
Suspiró, perdiendo un poco de paciencia mientras se sentaba. —Ya sabes
que podría ir directamente a ella, ¿no es así?
—Entonces, ¿por qué no lo hiciste? —Me di la vuelta para asegurarme de
que todo estuviera ordenado y listo antes de abrir la puerta a los clientes.
—Porque siempre te pones hosco y protector cada vez que, siquiera, me
limito a mencionarla. Así que por respeto a ti, vine aquí primero. Además... si dices
algo para beneficiarme, estaría más inclinada a ayudar a tu hermano.
No, realmente no. Pero no lo dije eso. —Deja a Sarah jodidamente en paz.
—Pero…
—Dije que no.
—¿Quién es Sarah? —preguntó Julianna, haciéndome saltar porque no era
consciente de que estuviera escuchando—. ¿Tu novia?

1
Salutatorian es un título académico entregado al graduado con la segunda mejor nota.

88
—¿Qué? —Giré a ella con el ceño fruncido antes de sacudir la cabeza—. No.
Es mi amiga. —Dirigí la dura mirada a Colton y, entre dientes, agregué—: Y no la
molestes.
Debió darse cuenta que había perdido todo el terreno conmigo, porque dejó
escapar un largo suspiro indispuesto y puso los pies en el suelo antes de pararse
por completo. —Bien. Eres un idiota. Pero si termino consiguiendo una maldita A
en la clase, es mejor que no me llames un jodido nerd.
Suspiré. —Tienes que irte a casa de una vez, nerd. Cumple con tu castigo
como un buen chico.
—Que te jodan. —Me mostró el dedo del medio antes de mirar a Julianna y
guiñarle—. Vuelvo por ti cuando tenga dieciocho. —Y entonces, se alejó.
Diez segundos de silencio después de que se fuera, Juli comenzó—: Así
que... ¿tu hermano?
Preparándome para la reprimenda que, sin duda, quería darme, asentí a mi
colega. —Lo siento mucho. Claramente ha sido golpeado en la cabeza demasiadas
veces.
Me observó un segundo antes de murmurar—: Muy bien. —Su expresión se
transformó en una sonrisa; seguía sonriéndome por encima del hombro mientras
se giró para tomar una copa—. ¿Y eso que dijo de ti tratando de acostarte conmigo?
—Llenó el vaso con hielo—. ¿Es verdad?
Parpadeé, ya que no esperaba que preguntara eso. Puesto que sonó más
intrigada que ofendida y seguía sonriendo, elevé las cejas. —Pues no sé —evadí—.
¿Tengo una oportunidad?
Se rió, un sonido lleno y gutural. —Si honestamente me has llamado Halle
Berry caliente, entonces… claro que sí.
—¿En serio? —Apoyé la espalda contra el mostrador, frente a ella y lejos del
resto de la barra. La idea de hacer algo con una compañera de trabajo me hizo
dudar, pero era preciosa. Y parecía despreciar a Colton, lo que me decía que tenía
buen gusto.
—¿Trabajas el viernes? —preguntó, vertiendo vodka en el cristal.
—¿Yo? No. —Fruncí el ceño, confundido—. ¿Por qué?
—¿Qué tal si me recoges a las siete en mi casa, y vemos cuántas
oportunidades llega a tener al final de la noche cualquiera de los dos?

89
Cuando añadió una cantidad generosa de Sweet & Sour a su creación, me
acerqué. —¿Qué diablos haces? —pregunté, justo antes de detenerme de golpe. Mi
mirada saltó a la suya—. Espera. ¿Acabas de invitarme a salir?
Sonrió. —Trato de crear mi propia bebida personalizada. —Con un toque de
menta, y después jugo de granada, se giró hacia mí y elevó el vaso, preguntando—:
¿Qué piensas?
No era un gran fan de las frutas en mis bebidas, pero amablemente agarré la
copa y bebí. Después de tomar una bocanada de aire y obligar a mis labios a no
fruncirse, dije—: Guau, es... agria.
Con el ceño fruncido, limpió la copa y tomó un largo trago antes de toser y
airear su rostro. —Oh, Dios. Es terrible.
Me reí. Al otro lado de la sala, una de las camareras gritó una advertencia,
haciéndonos saber que iba a abrir las puertas para dar paso a los negocios.
—Entonces, ¿qué hay de esa cita? —preguntó Julianna, vertiendo la bebida
por el desagüe e inmediatamente agregando ginebra a la copa vacía.
Sacudiendo la cabeza, no pude evitar reírme de nuevo. Sabía que me
agradaría Juli.
—En tanto no me envenenes antes de eso, supongo que estoy dentro.
Dejó escapar un jadeo burlón. —¿Envenenarte? Chico, tú observa. En poco
tiempo idearé la nueva bebida más impresionante de todos los tiempos. —Luego me
empujó con el codo—. ¿Por qué no intentas hacer la tuya?
Me encogí de hombros. Nadie se había acercado a ordenar nada, así que
seguí su ejemplo; mezclé un poco de bourbon con tequila. Cuando hubimos
desperdiciado más alcohol, los dos reíamos sobre lo malos que eran nuestros
brebajes.
Para ser un martes, el negocio se hallaba ligero. Solo llegó un puñado de
grupos, por lo que fuimos capaces de seguir haciendo nuestras mezclas de bebidas
con facilidad en tanto atendíamos también a la clientela. Pero incluso eso se volvió
aburrido después de una media hora más o menos. Suspirando, Julianna apoyó los
codos sobre el mostrador para ver a los clientes hablar y mezclarse.
—Tenemos que empezar un martes de tacos o algo así —murmuró—. Parece
tan malditamente muerto aquí en comparación con los fines de semana.
Hice una mueca, definitivamente no de acuerdo con esa idea. En realidad,
disfrutaba de una noche tranquila de vez en cuando, especialmente después de un
ajetreado fin de semana.

90
Pero le sonreí y bromeé—: Muchas gracias. Ahora estoy hambriento de
tacos.
—Buena suerte hallando un restaurante mexicano por esta zona. —Volvió
su atención a un grupo de chicos acercándose al bar por algo de beber, y la observé
un momento mientras les daba la bienvenida con una sonrisa. Sí, no trataría de
competir con ella a corto plazo sobre quién de nosotros podría hacerse de más
clientes por la noche. Con esa sonrisa, ella ganaría siempre.
Con un suspiro, miré mi mochila, la que escondí detrás del mostrador,
pensando que podría tener un buen rato de estudio entre cliente y cliente. Pero el
postergador en mí me impidió alcanzarla. Siendo el último semestre de mi último
año, me hallaba hundido en tarea. No podía esperar hasta la graduación, cuando
tendría unas buenas vacaciones de verano antes de que la jodida escuela de
posgrado comenzara.
Sarah, con certeza, extrañaría la tarea. Así de adicta a eso era; realmente
le gustaba escribir ensayos. Aunque no tanto como para hacer uno por mí, ya que se
lo pedí, en numerosas ocasiones durante años; pero le gustaba hacerlas por su
cuenta. No era justo que terminara con la escuela después de esto, y yo todavía
tenía que continuar por mi doctorado. Parecía como si nuestras situaciones
hubieran sido invertidas
Pensando en ella, metí la mano en el bolsillo para agarrar mi teléfono
celular. Se me olvidaba preguntarle si pensaba hacer todo el recorrido respecto a la
graduación, y si de ser así, quería ir conmigo a escoger nuestros casquillos y togas
juntos. No me preocupaba por esa mierda, pero Aspen estaba toda entusiasmada
por verme graduándome; supuse que probablemente debería asistir a la ceremonia
completa.
Antes de que pudiera seleccionar su nombre para escribir un mensaje,
alguien se acercó a la barra. Puesto que Julianna seguía ocupada con su adorador
club de fans, levanté la cara para sonreír al novato, solamente para parpadear con
sorpresa.
Hablando del diablo... bueno, el hermano mayor del diablo, de todos
modos.
—Hola, hombre. —Alcé la barbilla en saludo mientras deslizaba el celular
en mi bolsillo—. ¿Vienes a ver a Pick? Creo que ya se ha ido a casa. —Había estado
saliendo temprano últimamente puesto que su esposa, Eva, se encontraba a punto
de dar a luz.

91
—En realidad, no. —Se sentó en un taburete justo enfrente de mí—. Estoy
aquí por ti.
Eso llamó mi atención. Con el ceño fruncido, me acerqué más, estudiando su
rostro para averiguar lo que pasaba. Mason Lowe solo me buscaba cuando quería
alguna primicia de su hermana pequeña: si algo importante sucedía con ella, si
actuaba particularmente rara, distante, enojada o asustada, si necesitaba algo.
Lo admitía, ciertamente el chico era inteligente al acudir a mí, debido a que
yo siempre sabía lo que le pasaba. En ocasiones me irritaba puesto que ella no
siempre quería que su hermano supiera todos los detalles de su vida. Yo no estaba
aquí para derramar sus secretos, ya no, de todos modos. Así que por lo general
solo le daba información suficiente para asegurarle que se encontraba bien, y si no
lo estaba, lo estaría, porque yo me encargaría del problema. Eso, por lo general, era
suficiente para él.
Sin embargo, no había ninguna razón para que Lowe se acercara a mí esta
noche, porque no sucedía nada nuevo en la vida de Sarah.
Confundido acerca de por qué quería hablar conmigo, me incliné con un
codo sobre el mostrador. —¿Qué pasa?
Miró hacia Julianna, y cuando vio que seguía ocupada, volvió su atención a
mí. —Entonces, ¿quién es este tipo? —preguntó en voz baja y confidencial.
Ladeé la cabeza hacia un lado, sin entender. —¿Qué tipo?
—El tipo con el que Sarah saldrá a una cita.
Mi mandíbula cayó. —¿Eh?
—Sé que Reese me dijo que dejara este tema en paz y confiara en los
instintos de Sarah, pero hablamos de mi hermana pequeña. Y si tú piensas que no
hay nada remotamente malo con este tipo, cerraré este asunto en este preciso
momento.
—Espera un segundo. —Levanté una mano para detenerlo, así podría tener
un segundo para pensar. Entonces pregunté—: ¿De qué diablos hablas?
Mason parpadeó y entrecerró los ojos como si tratara de leer el interior de
mi cabeza. Por último, se enderezó, con sus cejas elevadas. —No lo sabes.
Apreté los dientes, cada vez más impaciente. —¿Saber qué?
Si se trataba de Sarah, por supuesto que lo sabía. Sabía todo sobre ella antes
de que alguien más lo hiciera. Era mi maldita mejor amiga en la Tierra, de nadie
más.

92
Mason tenía que estar equivocado.
Pero, mierda, parecía pensar que sabía de lo que hablaba cuando dijo—:
Alguien le pidió a Sarah salir en una cita. Y ella dijo que sí.

93
11
22 años
Traducido por MaJo Villa
Corregido por Ross Ferrer

Me había quedado dormida en el medio del estudio de las obras de Edgar


Allan Poe para una asignación de inglés cuando me desperté bruscamente en
medio de la noche por un leve golpe, como si alguien estuviera golpeando apenas
la puerta de mi recámara... oh, mi ventana.
Bostezando, me bajé la camisa que de alguna manera se agrupó hasta la
mitad de mi torso, y luego me esforcé en levantarme para poder arrastrarme hasta
el otro lado de la cama y mirar por el panel de vidrio.
En lugar de citar, “nunca más”, el bombón de cabello negro de pie justo
afuera de mi dormitorio señaló al pestillo que lo mantenía fuera y pronunció las
palabras—: Déjame entrar.
Suspiré y puse mis ojos en blanco. Qué demandante era. Uno pensaría que
un simple por favor lo mataría.
A medida que me puse manos a la obra, para dejarlo entrar, me di cuenta de
que eran más de las dos de la mañana. Debió haber venido hasta aquí directamente
desde el bar después de que saliera del trabajo.
Mi irritación por haberme despertado de mi sueño se murió. No era raro
que Brandt apareciera en mi ventana, pero nunca apareció tan tarde. Así que tan
pronto como me las arreglé para abrir de la ventana, le pregunté—: ¿Qué pasa?
Unos ojos azules giraron con una emoción que no pude leer cuando dijo—:
Mira afuera.

94
Me salí del camino al tiempo que él agarraba los lados de la ventana y se
lanzaba al interior. Aterrizó con tanta gracia como un gato en mi cama, luego se
volvió de espaldas a mí para que pudiera cerrar la ventana.
Los músculos de sus hombros parecían tensos; quería alcanzarlos y tocarlos,
para deshacer lo que fuera que le molestaba.
—¿Brandt?
Suspiró y dejó caer su cabeza, luego se ocupó de sacarse los zapatos y de
sacarse la sudadera con capucha negra del Club Forbidden por encima de la
cabeza hasta que usaba nada más que una camisa de vestir de Superman, vaqueros
azules y medias blancas. Mientras arrojaba la sudadera sobre el asiento de la silla
de ruedas que se encontraba vacía al lado de la cama, por fin me dio su atención.
Parpadeando como si estuviera sobresaltado, dijo—: Todavía tienes puesta
tu ropa.
Hice un gesto al libro de texto, al bloc de notas, y al ordenador portátil,
repartidos por todo el colchón entre nosotros. —Me quedé dormida estudiando.
Con una sonrisa afectuosa, negó con su cabeza. —Qué nerd. Probablemente,
si pudieras, estudiarías mientras duermes.
—No lo haría. Ahora dime qué ocurre.
Su sonrisa murió, y se aclaró la garganta cuando se ocupaba de recoger mis
libros de texto y mis cuadernos de notas antes de meterlos en mi bolsa de libros
por mí. —Sí, así que... oí acerca de tu cita.
Me tomó por sorpresa. Parpadeé con sorpresa y abrí la boca para preguntar
cómo se enteró cuando adiviné la respuesta. —¿Mason?
Asintió mientras deslizaba la bolsa de libros a un lado de mi cama y hacia el
suelo, luego se acercó con un brillo más serio en su mirada. —¿Por qué no me lo
dijiste?
Negué con mi cabeza, frunciendo el ceño. —Yo... no sabía que tenía que
hacerlo.
Dejando salir una risa aguda, echó un vistazo alrededor de la habitación
antes de volver su atención a mí. —Me cuentas todo, Sarah. Una mejor pregunta
sería por qué no me lo contarías.
—Tú no me cuentas nada de ninguna de tus citas —repliqué, sintiéndome
incómoda y preguntándome por qué no le dije. Simplemente no había sentido como
si fuera lo correcto.

95
—Eso no es lo mismo —espetó.
Entrecerrando los ojos, incliné mi cabeza. De verdad parecía enojado de que
no hubiera corrido hacia él tan pronto como Seth me preguntó qué iba a hacer este
fin de semana.
—¿En serio? —exigí saber—. ¿Cómo es que es diferente? ¿Porque soy una
chica? ¿Una minusválida? ¿Demasiado fea para que la inviten a salir?
—¿Qué? —Boquiabierto como si hubiera perdido la cabeza por sugerir tal
cosa, negó con su cabeza—. No, porque nunca has estado en una cita en tu vida.
Gracias, quería murmurar. Trae ese hecho a colación, ¿por qué no? Sarah, la
virgen de las citas de veintidós años, o simplemente llanamente virgen del todo,
era patética. Lo entendí.
Salvo que Brandt siguió despotricando. —Supongo que esto es importante
para ti. Para mí, salir es como cualquier viernes por la noche. Así que, de nuevo,
¿por qué no me contaste algo tan significativo para ti?
Cada viernes por la noche, ¿eh? Mmm, no tenía ni idea de la frecuencia con
la que salía con chicas. Nunca me contaba de sus hazañas; tenía que oír hablar de
ellas por los pasillos. Solamente sabía que andaba por ahí. Frecuentemente. Lo que
podría ser una de las razones por las que no le mencióné a Seth. Si se suponía que
éramos los mejores amigos que se decían todos nuestros más profundos y oscuros
secretos, entonces ¿por qué nunca me mencionó ninguna de sus conexiones?
Hería mis sentimientos que no pudiera confiar en mí con eso, así que de
acuerdo, había sido un poco presumida y rencorosa cuando Seth me invitó a salir.
Al final tuve algo que ocultarle a Brandt.
Además, también existía la preocupación de que Brandt podría...
—¡Voy a matarlo!
Sí, eso.
—¿Qué? —Negué con mi cabeza, pasmada de que ya hubiera alcanzado el
punto de vileza—. ¿Por qué?
—Porque estuviste obligada y decidida a ocultármelo por una razón, tal vez
porque el tipo es un idiota y necesita una patada en el culo. Así que se lo voy a
patear.
Sí, ahí estaba mi salvador sobreprotector. Como de costumbre. Excepto que
esta noche eso no me llenó de las endorfinas habituales cálidas y felices porque me
decía lo mucho que me amaba. No, esta noche me irritó muchísimo.

96
—Se te ha ocurrido —empecé con los dientes apretados—, que ¿tal vez no te
lo dije porque en realidad quería ir a esta cita?
Mi respuesta lo detuvo en seco. Sus cejas hermosas y oscuras se arrugaron
por la confusión. —¿Eh?
Me reí. Cuando frunció el ceño, mi diversión se desvaneció en un suspiro.
—Dime sinceramente, si te hubiera dejado saber esto desde el principio, ¿no
habrías seguido a Seth, hecho algún tipo de verificación de antecedentes sobre él, o
tratado de intimidarlo, básicamente aterrorizarlo para que se alejara antes de que
yo pudiera salir con él?
Solo arrugó la nariz y desvió la mirada. —Oye, si el tipo no puede soportar
un poco de calor, debería permanecer fuera de la cocina.
Con un gruñido, clavé mi dedo en su dirección. —Excepto que esta es la
única vez que alguien deambula cerca de mi cocina. No me lo jodas. Por favor.
Sus ojos se encendieron. —Acabas de comparar una cocina con tu...
Cuando su mirada vagó hacia mi regazo, su expresión se llenó de
consternación, como si acabara de traumatizarlo de por vida.
—¡Sí! Lo hice. —Me llevé las manos delante de su rostro, hasta que volvió su
atención hacia arriba—. Y nadie ha comido en mi cocina... nunca, lo que me
deprime muchísimo. No quiero morir siendo virgen, Brandt.
Ahogó un sonido ronco, y sus ojos se salieron de sus órbitas.
Seguí hablando. —Quiero experimentar todo, al menos una vez en mi vida.
Y esto... esto es como por fin conseguir colocar mi pie en el umbral de la vida. Yo
solamente... quiero ir a una cita, como una chica normal, sin que mi mejor amigo
moleste al chico. —Agarré su cara entre mis manos y lo miré directo a los ojos—.
Así que ¿puedes por favor no involucrarte de ninguna manera? —Cuando un ceño
oscuro recubrió su cara, de inmediato corregí—: ¿Hasta, más o menos, la segunda
cita, de todos modos?
Si lograba llegar a una segunda cita. Todavía me encontraba sorprendida de
que Seth hubiera estado lo suficientemente interesado como para pedirme salir en
la primera.
Siempre había sido lo suficientemente educado cuando entró en el centro de
escritura en donde trabajaba para ser tutor, pero nunca antes demostró, ya sabes,
ese tipo de interés. Casi me había caído de la silla cuando se quedó después de
nuestra sesión de ayer para preguntarme lo que iba a hacer este viernes.

97
¿Quién diría que el corregir sus expresiones haría que un chico se excitara?
Pero como sea. Por el momento, ni siquiera me importaba por qué me lo pidió, solo
estaba emocionada de que lo hubiera hecho.
Porque finalmente iba, por fin, a experimentar mi primera cita. Me negaba a
dejar que mi mejor amigo me lo arruinara.
—¡Promételo! —exigí, con firmeza porque Brandt seguía boquiabierto como
si estuviera mirando a una completa desconocida.
—Uh... —consiguió decir.
Dejé caer mis manos de su cara, suspirando. —No vas a prometer que lo vas
a dejar en paz, ¿verdad?
Sacudió la cabeza. —¿Quién es este tipo? Dijiste Seth, ¿verdad? ¿Seth quién?
¿En dónde lo conociste? ¿Cómo demonios rompió tu zona de timidez? —Cuando
mis labios apenas se fruncieron por la diversión, gruñó—: No vas a decirme,
¿verdad?
Negué con la cabeza y sonreí. —No hasta que lo prometas.
—Maldita sea, no es un juego limpio. —Después de darme un ceño serio,
colocó los ojos en blanco—. Bien. Lo prometo. Ahora habla. —Cuando lancé mi
cabeza hacia atrás y me reí, él levantó las manos, curvando sus dedos en unas
garras—. Sarah —advirtió—. No me hagas hacerte cosquillas hasta que te hagas
pis.
Solté un grito ahogado y aparté sus manos. —Como sea. Tu cosquilleo
nunca antes me ha hecho hacerme pis.
—Bueno, ocurrirá esta noche si no empiezas a hablar.
Sabiendo que era un farol, rodé los ojos. —Lo conocí en el centro de
escritura cuando vino en busca de ayuda para un trabajo con plazo.
—Oh, así que eso es todo, ¿eh? —Levantando las cejas, me envió una mirada
de te lo dije—. Bueno, si cree que salir contigo te engatusará para que escribas un
trabajo para él, le voy a enderezar su rumbo en este momento. Eres demasiado
honesta para hacer eso en la vida. Para cualquiera.
—Claro —dije lentamente—. Porque esa es la única razón por la que alguien
va a querer salir conmigo.
Brandt frunció el ceño. Luego se inclinó y susurró—: Eso no es lo que quise
decir. Sabes que no me siento de esa manera. ¿Por qué diablos me estás acusando
de tanto esta noche?

98
La lucha al instante se desinfló dentro de mí. Abrazándome a mí misma,
aparté la mirada. —No lo sé. Tal vez porque eso es lo que sigo pensando, que tiene
que haber algún motivo oculto detrás de esto. Es decir, nadie nunca antes pareció
interesado en mí solamente porque de verdad le agradaba.
—Eso es mentira. —Frunció el ceño—. Me gustas por ser tú.
Volviendo mi mirada en su dirección, le envié una mirada seca. —Me refería
a ser material para citas.
La forma en la que su mirada fue intensa me hizo pensar que quería decir:
“me gustas como material para citas”, pero sabía que solamente lo diría para
hacerme sentir mejor, así que me alegró de que no lo dijera.
Un segundo después, suspiró, luego miró al techo en busca de guía y volvió
su atención hacia mí. Su voz fue suave mientras murmuró—: Ven aquí. —Después
de agarrar mi brazo y arrastrarme contra su pecho, me besó la frente—. Lo siento.
Sé que estoy exagerando, pero no sé cómo sentirme con esto de que salgas en citas.
Es... raro. Nunca antes has hablado ni siquiera de estar interesada en chicos.
Fruncí el ceño contra su pecho antes de retroceder para mirarlo. —¿Y qué?
¿Creíste que era gay?
—No. —Me frunció el ceño antes de cambiar su expresión a una mueca de
dolor—. No, es que... siempre te he visto como, no sé, tal vez sin sexo. Como que el
tema nunca antes te ha interesado.
Tomó todo lo que tenía para no demostrar lo mucho que eso me hizo daño.
Sabía que era patética, pero todavía en secreto albergaba un pequeño deseo
de que algún día él me mirara y viera más, algo más allá de una amistad. Pero todo
este tiempo, solamente había visto a la Sarah sosa y sin sexo.
Auch.
—Bueno, sí me interesa —murmuré. Sintiéndome patética, aparté la mirada.
—¿Desde cuándo?
Fruncí el ceño. —Desde, algo así como, no lo sé... desde siempre.
—Eso es mierda —repitió, entrecerrando sus ojos hacia mí, como si tratara
de meterse en mis pensamientos—. Cuando nos conocimos, me dijiste que besarse,
salir en citas y todo eso era asqueroso.
—Oh, Dios mío. —Gemí—. Tenía trece años.
—Pero eso, ¿cuándo cambió? —insistió, mirándome tan de cerca que
empecé a incomodarme.
99
—No lo sé. —Centrándome en mi regazo, recordé el momento exacto en el
que había querido experimentar las mismas intimidades que todos los demás—. A
los dieciocho, tal vez. —El día en el que lo escuché a él haciendo cosas con Hope
Deardon.
Cuando dejó escapar un suspiro fuerte, alcé la mirada para hallar sus ojos
vidriosos con una extraña especie de sorpresa. Fruncí el ceño. —¿Es un problema
para ti si de verdad quiero ser normal?
Debió haber habido suficiente ofensa en mi voz para conseguir que mis
sentimientos lo atravesaran porque de inmediato alzó las manos y afirmó—: ¡No!
De ningún modo. Siempre has tenido mi apoyo. Ya lo sabes. —Me atrajo hacia él y
me abrazó, guiando mi cabeza hacia su hombro—. De acuerdo. Así que vas a hacer
esta cosa de las citas. Bien. Pero primero hazme un favor.
—¿Qué? —Cerré los ojos y aspiré su olor. Durante el tiempo que he vivido,
sabía que nunca había olido nada mejor que el olor de Brandt.
—No te metas en la cama con este tipo Seth solo porque él es la primera
persona en pedirte salir, ¿de acuerdo?
—¡Oh, Dios mío! —Fruncí el ceño, alejándome de su pecho para poder
verlo—. ¿Quién ha dicho algo sobre sexo? Solamente voy a salir en una cita. Una.
Cita.
Frunció el ceño, quejándose. —Solamente digo... Sé que sientes como si
nunca fueras a tener otra oportunidad de tener una relación con otra persona,
pero... él te invitó a salir, así que otros más que harán. Eres increíble, Sarah, y
alguien iba a darse cuenta de eso tarde o temprano. —Después de apartar un poco
de mi cabello de la cara, se inclinó y me olió la sien.
Me estremecí por el amor y la paz que trajeron sus palabras, y me ordené
que no me sintiera deprimida en absoluto simplemente porque solo me veía como
una amiga. Él era el mejor amigo que he tenido y que jamás podría tener, y tenía el
honor de ser solamente eso. Especialmente cuando ahuecó mi cara, me miró a los
ojos, y añadió—: Esto de aquí, cada pedazo tuyo, es una carga muy valiosa para
mí. Si alguien lo maltrata, yo perdería el control. No eres solamente mi mejor
amiga, eres mi cordura. Eres inestimable, Sarah.
Cerrando los ojos, me incliné y presioné mi frente en el centro de su pecho.
—Para. Me estás haciendo sentir como una mierda por no contarte antes sobre
esto.

100
—Bueno deberías. Sé que puedo ser muy controlador y protector, pero
siempre quiero que seas feliz. Y si salir con ese idiota te hace feliz, entonces... bien.
¿Cuándo vas a salir con él?
—Si insistes en llamarlo idiota, no te lo voy a decir.
Agarrando mi barbilla, levantó mi cara hasta que nuestras miradas se
reunieron. Luego arqueó una ceja y trató de lucir todo paternal. —Sarah.
Me reí en su cara y le di un empujón a su pecho, porque no pude evitar
amarlo, incluso cuando me irritaba. Pero, honestamente, no iba a decirle nada
acerca de mi cita. —Eres muy molesto. Asumo que te quedarás por el resto de
la noche.
Ahí tienes. Un cambio de tema para que deje de pensar en mi vida
amorosa, aunque todavía no podía creer que en realidad pudiera tener una.
—Claro que sí, me voy a quedar el resto de la noche. Quién sabe cuánto
tiempo tenemos antes de que tu novio se ponga celoso y me prohíba visitarte o
incluso ser tu amigo.
Rodé los ojos. —Como si eso fuera a suceder en algún momento.
Saliendo de mi cama y sentándome en mi silla de ruedas, agarré mi camisón
y mis pantalones cortos de mi tocador antes de ir rodando hacia la puerta para
cambiarme en el baño. —Ya vuelvo.
—Podría suceder —gritó Brandt detrás de mí, y sonó lo suficientemente
preocupado para que me mordiera el labio después de cerrar la puerta detrás de
mí.
Sus preocupaciones no eran completamente infundadas, pero siempre había
temido que sería a la inversa, que Brandt se enamoraría de una chica que le
agradaba más que yo, y entonces nunca más vendría a visitarme, pararía de darme
mimos por la noche, y, finalmente, nuestra amistad se extinguiría por completo.
Pero que tenga miedo de que yo fuera la que conociera a un chico que me gustara
más que él parecía ridículo.
Cuando volví a entrar en la habitación unos minutos más tarde, los hombros
de Brandt decayeron cuando me vio. —Ya te has cepillado el cabello.
Los dos sabíamos que había sido capaz de mejorar mi función motora lo
suficiente como para cepillarme el cabello por mi cuenta hace unos años, pero a
A Brandt le gustaba jugar con él tanto, que por lo general lo cepillaba por mí
en las noches en las que se quedaba a dormir.

101
Esta noche, por mi propia tranquilidad, no podía dejarlo. Siempre tenía
sentimientos cuando me cepillaba el cabello, y necesitaba mantenerme alejada de
tal intimidad.
Por eso acepté la cita con Seth, como una manera de resolver el hecho de
que nunca sería nada más para Brandt. Necesitaba dejar de suspirar, paralizar mi
propia vida y tratar de empezar a vivirla.
Pero los ojos de cachorro de Brandt me decían que temía que el fin de
nuestra amistad ya estuviera empezando solo porque no le permití cepillarme el
jodido cabello. Así que evité el contacto visual mientras apagaba la luz y me dirigía
hacia la cama. Ya se encontraba sentado en el colchón debajo de las sábanas y
cuando me acerqué, se hizo a un lado para darme espacio.
Hice una pausa para ajustar la alarma antes de lo habitual para que tuviera
tiempo de salir antes de que se despertara mi familia. No había ninguna razón
para que él se colara en mi habitación ahora que teníamos veintidós años, pero
creo que simplemente se convirtió en un hábito para él, así que lo siguió haciendo.
No me estaba quejando ya que también me gustaba; era lo nuestro.
Además, Brandt Gamble era un increíble abrazador. Era seguro, cómodo y
familiar. Una vez que me arrastré a su lado y aterricé sobre mi costado, dándole la
espalda, se acurrucó detrás de mí, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura.
Con un suspiro de felicidad, cerré los ojos y me hundí en la almohada.
—Sabes —dijo en la oscuridad, ni diez segundos más tarde—, no hay nada
malo en ser virgen. Todo ese bombo de tener que perderla a una cierta edad es una
gran mierda. En realidad, respeto a las personas que quieren esperar hasta que
encuentran el amor verdadero. Y, honestamente, el sexo realmente no es todo eso.
—¿Ah, sí? —murmuré, divertida de que aún se encontrara tan preocupado
por perderme. Era gracioso que incluso pensara que eso fuera posible.
—No lo es —murmuró malhumorado—. Es solo piel golpeando contra piel,
posiciones incómodas y extrañas, funciones corporales lanzándose por todas
partes, sentimientos heridos cuando una persona siente más que el otro. Nada
de glamur en absoluto cuando llegas a eso. Es algo así como... decepcionante.
Riendo entre dientes, metí las manos debajo de mi barbilla. —Entonces ¿por
qué no eres virgen?
Arrugó la nariz. —Tal vez lo soy.

102
—¿En serio? —Con una risa, salí de debajo de su brazo para rodar hacia él
en la oscuridad—. Entonces ¿nunca estuviste con Shayla Birmingham? ¿Con Hope
Deardon? ¿Con Rachel...?
—¿Qué? ¿Cómo...? —Refunfuñó algo que no entendí antes de preguntar—:
¿Cómo sabes acerca de ellas?
—Porque no soy estúpida. Sé cuál es tu verdadero problema.
Se quedó tan cerca que podía sentir su cuerpo tenso antes de decir—: No sé
de qué hablas. No tengo un problema. Aparte de preocuparme por ti, por
supuesto.
Extendiendo mi mano hasta que encontré su rostro, ahuequé su mejilla,
irritada y murmuré—: Nunca cambiará nada entre nosotros, ya sea si consigo un
novio o no.
Estaba bastante segura de que no lo haría. Era lo suficientemente realista
como para saber que una cita no significaba nada. Pero era dulce por parte de
Brandt que pensara que así sería.
Inclinándose más cerca hasta que su aliento se esparció por mi cara,
susurró—: ¿Lo prometes?
Cerré los ojos, preguntándome qué se sentiría presionar mis labios contra
los suyos al tiempo que murmuraba—: Sobre la tumba de mi madre.
—Bueno. —Al parecer resuelto por mi seguridad, rodó sobre su espalda y
me llevó con él hasta que me hubo colocado a su lado con la mejilla apoyada en su
pecho—. Entonces, buenas noches.
Mientras se dormía, los latidos de su corazón haciendo eco en mi oído, robé
un par de segundos para simplemente disfrutar sentirlo, caliente, duro y cómodo.
No había estado mintiendo cuando le prometí que nada cambiaría, porque
así era cómo lo quería, y yo siempre sería lo que necesitara que fuera.
Eso es lo que los amigos hacían por el otro, y él era mi amigo más querido.

103
12 Traducido por Dama & Karen B
Corregido por Ross Ferrer

—¡Mason! —gritó Reese a través de la casa—. Deberías venir a buscar a tus


pequeños traviesos antes de que los estrangule.
Reí mientras Gracen, el hijo de dos años de Reese, se deslizó por debajo de
su brazo y corrió de nuevo hacia donde yo estaba sentada en la cama, seguido casi
inmediatamente por su hermana gemela Isabella cuando se liberó de su madre. Se
arrastraron sobre el colchón, Issa fascinada con mis pendientes y tirando de mi
collar de corazón, Reese se dio la vuelta y levantó las manos en derrota.
—Me doy por vencida. No puedo pararlos.
—¿Qué pasa? —Mason apareció en la puerta, mirando el caos con cautela.
—Tus hijos… —Reese los señalo, en caso de que los olvidara, supongo—.
No dejan de perseguir a Sarah.
Él parpadeó, claramente perplejo. —Eso es lo que siempre hacen.
—Lo sé, pero estoy tratando de prepararla para su cita, y sería muy bueno si
no estuviera unida a los niños por una vez. ¿Puedes...? —Hizo un gesto hacia los
gemelos y una mueca de dolor cuando Gray estornudó en la parte delantera de mi
vestido.
—Sip. Los tengo. —Mason entró y arrastró a su hijo bajo un brazo y a su hija
debajo del otro, y luego los levantó a ambos. Issa y Gray se echaron a reír, cuando
los sacudió a propósito amenazándolos con dejarlos caer.
—Eres el hombre más increíble de mi vida —lo arrulló Reese, ahuecando su
rostro en las manos antes de levantarse para presionar un suave beso en su boca.

104
Le hizo un guiño. —Me puedes pagar más tarde. —A medida que su mirada
se desvió hacia mí, su sonrisa cayó—. Te ves bien —murmuró antes de preguntarle
a su esposa—. ¿Estás segura de que ese vestido no es demasiado corto?
—Es perfectamente respetable —argumentó—. Le queda hasta las rodillas.
—Hasta que se siente, y va a estar haciéndolo toda la noche.
Acariciando sus mejillas, Reese se río y lo echó de la habitación. —Todo lo
que quiere es bromear con su cita.
—¿Bromear? —Se hizo un eco, moviendo la cabeza para mirar boquiabierto
a Reese—. ¿Qu-qu-qué, podría ser una broma? No tiene por qué haber ninguna
burla.
—Oh, pfff. Tiene veintidós años. Deja de preocuparte tanto. —Con eso, le
dio una palmada en el trasero para que se vaya.
Parecía como si quisiera discutir con ella antes de mirarme y ver el dolor en
mis ojos. Se encogió de hombros en derrota, dejó escapar un suspiro y luego se dio
la vuelta, preguntando a sus hijos—: ¿Quién quiere helado?
Sus chillidos resonaron por el pasillo mientras se los llevaba. Reese gimió
cuando volvió a mí. —Sí, eso es lo que necesitan —se lamentó—. Una dosis de
azúcar para hacerlos más hiperactivos.
—Es probable que les dé galletas, también —sentí la necesidad de añadir.
Porque era cierto. Mason consentía demasiado a sus hijos. Me parecía que era un
aspecto adorable en mi hermano. Reese se quejaba de ello, pero sabía que también
le encantaba, sobre todo porque amaba todo lo que estuviera relacionado con él.
Me frunció el ceño un momento antes de romper en una sonrisa. —Estoy
segura de que lo hará. Es muy blando.
Oh sí, sin duda le gustaba su lado consentidor. A mí también me gustaría si
estuviera casada y la mayor debilidad de mi marido fueran nuestros bebés.
Una punzada de pérdida, pero también de anticipación recorrió mi cuerpo.
Siendo realistas, sabía que probablemente nunca podría experimentarlo, pero... tal
vez si esta noche iba bien tenía que dejar de pensar de esa manera. Pobre Seth. Si
supiera qué tipo de sueños y expectativas ya estaba fijando en él.
Tenía que dejar de hacerlo. Ahora mismo.
Ya.
Uf, esto de reprimir sueños era algo duro.

105
Frente a mí, Reese se frotó las manos con deleite, mirándome a la cara como
si fuera un artista contemplando un lienzo en blanco.
—Creo que vamos a empezar con una base plateada en la esquina de tus
ojos, a continuación, algo de azul marino debajo —dijo, abriendo de golpe el kit de
maquillaje que se parecía más a la caja de sueño de Barbie, agarró media docena de
sombras de ojos—. Luego polvo con un poco de melocotón y rosa ciruela...
Levantó un color a mi cara y cambió su mirada entre mis ojos y la sombra, luego
hizo una mueca y sacudió la cabeza—. No. Tal vez… ajá. Rosa dorado. Oh sí. Eso
es perfecto.
Me senté lo más quieta posible, aunque no del todo, pero Reese ya estaba
acostumbrada a maquillarme, y era una profesional en ponerme bonita, a pesar de
mi constante meneo.
Durante un par de minutos, ninguna de las dos habló. Mi mente se perdió
en lo que iba a suceder en menos de treinta minutos, mientras mi estómago se
retorció con nervios, los buenos y los malos. No podía calmar la agitación en mis
miembros. Casi quería vomitar y sin embargo a la esperanza dentro de mí le
habían brotado alas tan grandes que estaba segura de que podría comenzar a flotar
en cualquier momento.
—Me siento como Pinocho —dije, necesitando decir algo porque temía que
podría estallar si lo contenía todo dentro de mí.
Reese hizo una pausa en aplicar rubor a mis mejillas para enviarme una
mirada extraña. —¿Estás mintiendo sobre algo?
—No —me reí—. Por fin voy a llegar a ser una chica de verdad.
En lugar de compartir mi emoción, los ojos de Reese se llenaron de tristeza.
—Oh, Sarah cariño, siempre has sido real.
Negué con la cabeza. —No. Realmente no. Es decir, siempre he sido una
espectadora. Aparte de la graduación, en realidad nunca he salido y he hecho algo.
Esto se siente como mi primera oportunidad de hacer algo. De vivir.
Sin embargo, aún no lo entendía. —Yo… Lo siento mucho. Nunca me di
cuenta que te sentías de esa manera. Me refiero, tanto Mason como yo hemos
tratado…
Cogí sus manos para detenerla. —Reese. Mason y tú son increíbles. Nunca
podría merecer todo lo que han hecho por mí. Pero esto es algo que finalmente
estoy haciendo por mí misma.

106
—Oh —susurró y sus ojos se llenaron de humedad como si estuviera a
punto de estallar en lágrimas. Luego se lanzó hacia delante y echó los brazos
alrededor de mí para darme un abrazo enorme—. Estoy muy orgullosa de ti, Sarah
—me dijo al oído—. Por todo lo que has logrado y todo lo que todavía estás
logrando. Eres la mejor cuñada y tía de mis hijos que cualquier mujer puede tener.
Te deseo toda la felicidad del mundo esta noche.
Cuando se retiró, sus ojos ya no estaban cubiertos de rocío. Ahora nadaban
con la humedad. —Maldita sea. —Limpió la humedad—. Me prometí que no iba a
llorar.
Saqué un pañuelo de la caja que estuvo utilizando para perfeccionar mi
maquillaje y se lo entregué. —¿Es mi turno para recordarte que tengo veintidós?
—La edad no tiene nada que ver con eso —murmuró, tomando el pañuelo y
limpiando su nariz—. Se trata de tu primera cita. Lloraría si tuvieras diez o treinta
años.
Excelente. Ahora iba a llorar yo. Y Reese ya había terminado mis ojos.
Estaba segura de que lucían maravillosos. No quería arruinar todo su hermoso
trabajo.
Siempre había estado ahí para mí y se esforzó por hacerme sentir bien
conmigo misma. Esta mujer era la madre de mi corazón, y yo era muy afortunada
de tenerla en mi vida. Siempre supe que podía pedirle algún consejo, lo que me
recordó…
—¿Y si quiere besarme?
De acuerdo, probablemente estaba soñando muy por encima de mi nivel
con ese pequeño deseo, pero… podría suceder. Tal vez. Seth me invitó a salir.
Seguramente pensó que también merecería un beso.
Sin duda.
—¿Lo quieres? —preguntó, sus ojos azules brillando con malicia. Cuando
movió las cejas, me reí y me sonrojé.
—No sé. —¡Sí! Tenía tantas ganas de saber cómo se sentía un beso.
—Bueno... —Apretando los labios como si tratara de controlar una sonrisa
tonta, Reese tomó aire—. Besas a Issa y a Gray todo el tiempo, por lo que ya tienes
esa parte. Con besos de boca a boca, creo que lo más importante es evitar chocar las
narices. Así que él va a inclinar ligeramente la cabeza hacia una dirección, entonces
debes tratar de inclinar la tuya para el otro lado.

107
Practiqué inclinando la cabeza, mientras Reese se reía, capturando mi cara
entre sus manos. —Tal vez no tanto. Ahí. Eso
El calor corrió a través de mí cuando recordé que hace apenas un par de
noches, Brandt y yo estuvimos en mi cama presionando nuestras frentes.
Inclinamos nuestras cabezas del mismo modo. Era como si hubiéramos
estado preparándonos para algo que nunca pasaría entre nosotros.
Aclarándome la garganta, murmuré—: Creo que sé lo que quieres decir. —
Entonces seguí—. ¿Qué pasa con la lengua?
—¿En el primer beso? —graznó Reese, abriendo mucho los ojos—. Oh
diablos, no.
Mis mejillas se sonrojaron aún más. —No sabrá que es mi primer beso. —Al
menos, esperaba que así fuera.
—Bueno, en mi humilde y honesta opinión, cualquier primer beso entre dos
personas nunca debe comenzar inmediatamente con la lengua. —Sonreí mientras
terminaba. Siempre fue entretenido cuando Reese decidía impartir sus puntos de
vista sobre la vida conmigo—. Un primer beso es una etapa introductoria, donde
dos desconocidos todavía están conociéndose uno al otro. —Recogió dos tubos de
lápiz labial y los separó con un par de centímetros, pretendiendo que eran dos
personas a punto de besarse—. Si vas con fuerza al primer movimiento —los tubos
se unieron de golpe y los balanceó—, arruina toda la experiencia. Si se empieza así,
solo se puede ir hacia abajo desde allí, así que… —Separo los tubos de labios, y
luego poco a poco los acercó más, como si se estuvieran oliéndose el uno al otro—.
Tienes que comenzar con el simple contacto de los labios. Y si eso va bien, a
continuación, sus cuerpos pueden acercarse de forma natural. —Los tubos se
unieron suavemente, y la ropa de repente se sintió un poco apretada contra mi
pecho—. Antes de que te des cuenta, tu mano estará agarrando su hombro o su
cuello, o algo así, y luego, cuando la respiración se intensifique y sus corazones
latan un poco más rápido, él podría probar aguas y empujar la lengua contra tus
labios, pidiendo acceso.
Con mi mirada pegada a los lápices de labios que se besaban, tragué saliva.
—¿Y si eso sucede?
Sonrió. —Bueno, si lo deseas, se lo permites. Ah, pero… —Hizo una mueca,
apartando las barras de labios—. No basta con abrir la boca y luego no hacer nada
con tu lengua. A eso se le llama un beso de pescado. Muy mal. Tienes que hacer
cosas con la lengua también si él lo está haciendo.
—¿Sí? —Oh, mierda. Esto empezaba a sonar complicado—. ¿Cómo?

108
¿Debería tomar notas?
Reese frunció el ceño, antes de arrojar un tubo a un lado y destapar el otro.
A medida que lo trajo a mi boca para aplicar una capa, murmuró—: No sé. Solo
imita un poco lo que hace él.
—Le imito —repito, confundida, ahora con la esperanza de que Seth no trate
de besarme.
—Se trata básicamente de algo instintivo. —Dejando a un lado el lápiz labial
y recogiendo el brillo de labios para cubrir lo que acababa de aplicar, se encogió de
hombros—. Es difícil de explicar, pero una vez que estás ahí, lo haces sin pensar en
ello.
Excelente. Tenía cero habilidades instintivas. Toda la expectación se volvió
rápidamente temor.
¿Qué demonios pensé al ir a una cita? Brandt tenía razón: yo no era un ser
sexual. Yo no pertenecía a las citas, los besos, al mundo instintivo.
—Relájate —murmuró Reese, dándose cuenta de mi ansiedad. Acarició mi
mejilla y sonrió—. Ni siquiera pienses en esa parte. Diviértete, llega a conocerlo,
solo sé tú misma. Lo harás muy bien.
Al momento en que lo dijo, sonó el timbre de la puerta. El sonido vibró a
través de mi pecho como el gong de la fatalidad.
—Oh, Dios —gemí.
—¡Yay! —Reese empezó a aplaudir, haciendo un bailecito feliz delante de
mí—. Ya está aquí y llegó unos minutos antes. Es una buena señal. —Agarrando
mi silla de ruedas, la rodó para que pudiera subir—. Vamos, pollito. ¡Es hora de
irse!
Me puse de pie. Después de tomar un paso tambaleante hacia adelante, me
hundí en mi silla, dejé escapar un suspiro tembloroso y miré a Reese.
—Te ves increíble —dijo antes de que pudiera preguntar.
Sonreí. Podía apestar en esta cosa de las citas completamente pero al menos
estaba satisfecha con saber que me veía bien mientras tanto.
Reese me siguió desde la habitación, por el pasillo hasta el vestíbulo, donde
Seth se hallaba de pie junto a la puerta mientras hablaba con Mason acerca de tener
un lugar para guardar mi silla de ruedas en su coche. Al mismo tiempo, observó a
Issa y Gray, que lo miraban con gran curiosidad.

109
Un dedo se clavó en mi espalda justo entre los omóplatos, y Reese susurró
entre dientes en mi oído—: Oooh, trajo flores. ¡Punto a favor!
Issa señaló y dijo—: Flor.
—Uh...—Seth miró el ramo de margaritas en su mano y saltó como si se
sorprendiera al verlos—. Oh. Está bien. —Sacó una del lote—. Aquí tienes,
princesa.
Se lo entregó y Reese me empujó de nuevo, silbando. —¿Acabas de ver eso?
Oh, Dios mío, tan dulce.
Hice un gesto con la mano para hacerla callar porque estaba bastante segura
de que Seth la había oído, también. Tanto él como Mason echaron un vistazo, justo
cuando Gray cuando empezó a hacer un berrinche porque su hermana consiguió
una flor y él no.
Cuando Seth se dio cuenta de que sería mejor darle al niño una flor, o
podría tener la tercera guerra mundial en sus manos, rápidamente desprendió otro
tallo y se lo entregó. Gray, sin embargo, utilizó su ramillete como una espada de
duelo con su hermana, que empujó hacia su ojo. Ella gritó de ira, pegándole con su
flor, y ambos padres intercedieron, separándolos y, básicamente, me dejaron sola
junto a Seth en el vestíbulo.
Me envió una sonrisa triste antes de entregarme el resto de mi ramo. —Aquí
tienes. Lo siento por eso. Todavía hay un par para ti, supongo.
Me reí al tomar el ramo, mientras el calor me invadía porque estaba siendo
tan agradable. Supuse que significaba que aún no lo había arruinado. —Gracias.
Al tiempo que las llevé hacia mi nariz para inhalar su fragancia dulce, uno
de los niños empezó a llorar en la otra habitación.
Seth se encogió. —Guau. No quería empezar nada.
—No te preocupes. Lo hacen todo el tiempo.
Sus ojos se abrieron con horror y casi me reí de su expresión, pero pensé que
reírme de él podía ofenderlo, por lo que logré parar. Una respiración más tarde, el
segundo niño se puso a llorar.
—Déjame poner éstas en un poco de agua, y nos podemos ir —dije
rápidamente, lista para sacarlo de aquí antes de que me abandonara debido a mi
loca familia.
Puso su oído en mi dirección. —¿Qué?
Levanté las flores y dije un poco más fuerte—: Agua.

110
—¡Oh! Puedo hacer eso —se ofreció, dando un paso adelante.
Pero levanté una mano. —No es un problema.
Se detuvo y asintió, por lo que me apresuré a salir de la habitación. Cuando
regresé, Issa y Gracen seguían llorando en algún lugar al final del pasillo.
—Es hora de escapar —anuncié, lo que lo hizo sonreír.
Cuando cogí mi bolso, dio un paso hacia delante como si esperara de alguna
manera ayudarme, pero debió de haberse dado cuenta de que lo tenía bajo control
porque sus hombros cayeron y dio un paso atrás de nuevo. En su lugar, abrió la
puerta para mí.
Sonreí hacia él, encantada de que fuera un caballero. Me siguió por la rampa
frontal y hacia lo que supuse era su coche junto a la acera.
—Así que, ¿cómo hacemos esto? —preguntó.
Echando un vistazo por encima del hombro, me puse de pie y me apoyé en
su coche mientras doblaba la silla. —¿Qué cosa?
Estaba demasiado ocupado mirándome boquiabierto. —Oh —farfulló—.
Caminas.
—Solo unos pocos pasos a la vez. ¿Dónde quieres esto? ¿En el asiento de
atrás?
Al parecer aún aturdido por mis impresionantes capacidades, finalmente se
adelantó para tomar la silla plegada. —Permíteme. Voy a ponerlo en el maletero.
—Gracias. —Me sostuve del coche, mientras me di la vuelta para tratar de
abrir la puerta del lado del pasajero y la encontré desbloqueada. Uf. Con los tacos
que Reese me había hecho poner era un poco más difícil de lo normal, pero me las
arreglé.
En el momento en que Seth guardó mi silla, ya estaba acomodada, con el
cinturón puesto, y lista para irnos.
—Vaya, eres buena en eso —dijo mientras se sentó al volante.
Su alabanza me hizo resplandecer. —He tenido práctica.
Guau, tal vez no iba a apestar esta noche, después de todo. Aparte de mi
familia aterradora, personalmente parecía estar haciendo bien todo este asunto de
citas.
Y Seth era un auténtico caballero.

111
—Entonces, ¿a dónde vamos? —pregunté, poniendo la mano sobre mi
estómago porque me estaba muriendo de hambre.
Frunció el ceño, pensativo antes de decir—: Lo siento, ¿qué?
Pff. Él no me podía entender. Me olvidaba que no era de la familia; que no
estaba acostumbrado a mi lengua vernácula. Mi defecto del habla había mejorado
drásticamente desde Reese me programó una cita con un terapeuta cuando tenía
trece años, así que pensé que hablaba muy claramente en estos días. Sin embargo, a
veces algunas personas todavía tenían problemas para entenderme.
Poco a poco, repetí—: ¿A dónde vamos?
Había estado demasiado nerviosa para comer antes. Pero ahora... ahora tal
vez podría comer una ballena. Oh mierda, ¿cómo era de indecoroso que comiera
como un cerdo en la primera cita?
Maldición, eso hubiera sido una buena pregunta para Reese.
—¿Qué hay de mi casa? —preguntó, lanzando una mirada incierta.
Mis labios se separaron, ya que no esperaba eso. En mi cabeza, todas las
ideas igualaron salir a ir a comer a un restaurante.
—Um… —Negué con la cabeza, liberándome de esa noción—. Por supuesto.
Eso suena bien.
En realidad, eso podría ser mejor. Aún no me sentía del todo cómoda en
público. Si éramos solo nosotros dos, podía relajarme y ser yo misma.
Esperaba.
Mis manos juguetearon en mi regazo durante los cinco minutos que duró el
viaje hacia su complejo de apartamentos. Aprendí hace mucho que inquietarme a
propósito aquietaba una gran cantidad de movimientos involuntarios.
Ninguno de los dos habló, y no era un silencio cómodo. Seguí tratando de
pensar en cosas que decir, solo para vetar todas las ideas.
—Aquí estamos —murmuró mientras entraba en el estacionamiento del
edificio y encontraba un lugar para aparcar, muy lejos del sitio de discapacidad,
donde tendría que ir a rodar mi silla para subir a la acera.
—Esta es una zona muy buena —dije, cuando ambos abrimos nuestras
puertas. Nos encontrábamos en la parte histórica de la ciudad—. ¿Tu edificio es
parte del recorrido histórico?
Se detuvo y miró hacia atrás. —¿Qué?

112
Mi cara se calentó. Está bien, incluso yo oí el insulto esa vez. Asegurándome
de pronunciar cada palabra precisamente, repetí la pregunta.
—Oh. Uh… —Sacudió la cabeza, mirando un poco aturdido—. No lo creo.
No dijo nada más mientras abría su baúl y sacaba mi silla.
Muy bien entonces. Él no era un gran conversador. Nota tomada. Pero sip,
no estaba segura de cómo trabajar con eso.
—Gracias —le dije mientras me hacía cargo, desplegando la silla de ruedas
y deslizándome hacia abajo en mi asiento.
Las cosas continuaron siendo más incómodas mientras trataba de guiarme
directamente a la acera, pero tuve que buscar una parte más plana para llegar allí.
—Oh, lo siento. —Hizo un movimiento de disculpa con sus manos, pero le
dije que estaba perfectamente bien. Él no se hallaba acostumbrado a este tipo de
vida. No era su culpa.
Pero creo que empezaba a hacerlo sentir incómodo. Él jugó con el cuello de
su camisa tan pronto como entramos en el elevador. Estaba casi tentada a decirle
que debería solo desabrochar el botón superior cuando finalmente lo hizo.
Una vez que alcanzamos el quinto piso, me guió al apartamento 5A y
desbloqueó la puerta antes de dejarme pasar primero. Encendió las luces mientras
venía detrás de mí, y me di la vuelta para estar frente a él, preguntándome que se
suponía que debía pasar ahora.
No había ningún olor en el aire como si él estuviera cocinando algo en el
horno. Comencé a preguntarme si iba a haber alguna comida involucrada en esta
cita justo mientras jugaba con su ahora abierto cuello de la camisa y luego me miró.
Le dediqué una sonrisa, esperando que ayudara a resolver su inquietud. Las
sonrisas ayudaban con todo, ¿verdad? Pero la mía solo parecía ponerlo aún más
incómodo. Desvió su mirada bruscamente, y me pregunté si —mierda— tal vez
estaba babeando. Con un rápido movimiento del dorso de mi mano a través de mi
boca, me di cuenta de que todo se encontraba bien allí. Gracias a Dios.
—¿Tienes sed? —preguntó finalmente.
—Um... sip, claro. —Asentí, aliviada al sacarlo de la habitación. Necesitaba
un momento para aclarar mi cabeza y pensar en algo que decir, porque era obvio
que él no iba a ser el iniciador de la conversación.

113
Traté de pensar en alguna de las cosas que Brandt y yo hablábamos ya que
era un chico cerca de la misma edad de Seth, pero él y yo hablábamos sobre
muchas cosas y era difícil resumirlo a un solo tema.
Oh, a excepción tal vez de las películas.
Las películas eran un buen tema seguro. O programas de televisión.
Esperaba que Seth fuera un fan de Supernatural. Tal vez podríamos
sobrevivir a la noche si conectábamos sobre Dean y Castiel. Iba a preguntarle
acerca de eso.
Desde la cocina, escuché la refrigeradora abierta y el tintineo de las copas.
Mis nervios se pusieron en marcha. Él estaba sacando objetos de cristal; trataba de
impresionarme un poco. Eso era bueno.
Todo se encontraba bien.
Podíamos hacer esto.
A mi lado, algo sonó. Miré por encima para encontrar que dejó su celular
boca arriba en su mesita de café. Cuando una cierta palabra llamó mi atención,
fruncí el ceño y me incliné más cerca, leyendo el mensaje completo.
Y lo que vi hizo que mis venas se llenaran de hielo puro.

114
13 Traducido por Marie.Ang
Corregido por Miry GPE

No podía creer que Julianna me hubiera pedido salir en una cita.


No estaba tan seguro de salir con una compañera de trabajo. Usualmente —
de acuerdo, ¡bien! siempre— tenía problemas de compromiso y terminaba enojando
a las mujeres que querían más de mí. Si enojaba a Juli, realmente apestaría cuando
tuviéramos que trabajar juntos de nuevo.
Además, era casi imposible para mí el concentrarme. ¿Y si se suponía que la
cita de Sarah fuera esta noche? Fui capaz de usar el razonamiento deductivo a
través de algunas preguntas astutas durante la semana para descubrir que esta era
la noche que no tenía libre por un rato. Y si no se encontraba libre, probablemente
se hallaba ocupada con él.
Dios, era tan jodidamente extraño pensar en ella con otro chico.
Cuando me contó que estaba interesada en salir a citas desde que al menos
tenía dieciocho, tomó todo dentro de mí no demandar el por qué nunca estuvo
interesada en salir conmigo.
Pero, ella tenía razón. Solo éramos amigos. Además, con los años, gané un
gusto por ciertas… cosas. Estaría demasiado horrorizado en intentarlas con Sarah,
incluso si estuviera interesada en mí de esa manera.
—Entonces, ¿a dónde vamos? —preguntó Juli, regresándome al presente.
Maldición. Estuve ignorándola. No era bueno.
—¿Te gusta el pollo frito? —pregunté, mirando en su dirección.
Me devolvió la mirada y arqueó una ceja. —Soy una mujer negra del sur.
¿Qué crees?

115
—Oh, mierda —dije rápidamente, mis ojos creciendo con horror y mi cara
calentándose mientras me daba cuenta de lo mal que interpretó mi pregunta—. No
me refería…
Con una risa, tocó mi brazo. —Estoy jugando contigo. Lo siento, no pude
resistirlo. Eres demasiado dulce cuando te sonrojas.
Y ella era locamente cruel cuando bromeaba. Jesús. Casi tuve una falla
cardiaca, con miedo de insultarla.
Poniendo una mano contra mi pecho, le envié una mirada que prometía
venganza mientras dejaba escapar mi respiración. —Maldición, eres malvada —
dije, en realidad apreciando su encanto demoniaco.
Solamente se rió más fuerte, así que una risilla reticente salió de mí.
—Es mi mejor rasgo —coqueteó.
—Interesante —murmuré.
Llegamos a una manzana de su apartamento, y simplemente decidí que esta
noche podría no ser un fracaso después de todo, cuando mi teléfono me alertó de
un mensaje entrante. Apenas miré en su dirección, en donde se hallaba en su
compartimento entre nuestros asientos, cuando la pantalla se encendió mostrando
el nombre de Sarah y las distintivas letras SOS.
Olvidando la propiedad y lo grosero que era hablar, escribir mensajes o
hacer búsquedas en tu teléfono mientras estabas en una cita, lo agarré y abrí el
mensaje mientras me detenía en una luz roja.
Todo lo que Sarah dijo después de su SOS, fue una dirección que debía ser
un edificio de apartamentos porque también tenía un número de cuarto: 5A. No
tenía idea lo que pasaba en el 5A, pero estaba a punto de averiguarlo.
—Rápido desvío —dije, arrojando el teléfono de nuevo a su compartimento
y apretando el acelerador tan pronto como la luz cambió a verde.
Julianna agarró la puerta cuando doblé una esquina demasiado rápido pero
no me regañó. Todo lo que dijo fue—: ¿Todo bien?
—Eh… —Me rasqué la nuca y le envié una mueca de disculpa—. No estoy
seguro. Mi mejor amiga me acaba de enviar un SOS, así que voy a hacer una
parada rápida para comprobar. —Tardíamente, me di cuenta que ella no podría
estar bien con eso, así que rápidamente pregunté—: Si eso está bien contigo —
cuando honestamente, no importaba lo que pensara de mis planes. Nada iba a
mantenerme alejado de Sarah cuando me envió un SOS.

116
Pero Julianna fue sorpresivamente genial. —Oye, no hay problema. He
tenido que rescatar a amigos en problemas demasiadas veces para contar. Está
bien.
Le sonreí justo antes de encontrar la calle que necesitaba. —Gracias.
Cuando me acerqué a la acera en la dirección y miré por la ventana al
edificio de apariencia inofensiva, fruncí el ceño en confusión. No estoy seguro de lo
que esperaba, pero no había ninguna ambulancia, autos de policía o camiones de
bomberos ahí. No existía conmoción, en absoluto. Eso alivió mi ansiedad algo, pero
la aumentó en otras maneras.
¿Y si de verdad estaba en su cita? ¿Y si él terminó siendo un imbécil y…?
Maldición, ni siquiera podía hacerme considerar escenarios peores. Mi piel
ya picaba con todo tipo de temores.
—Vuelvo enseguida —apenas le dije a Julianna mientras abría mi puerta y
salía de la camioneta.
Fue una hazaña en sí el que no corriera a la puerta principal, pero me
contuve a una marcha rápida. Una vez dentro, encontré el ascensor, y cuando no
abrió tan pronto mientras presionaba el botón de la puerta, me lancé por la escalera
cercana, trotando hasta el quinto piso. El departamento que quería se encontraba
localizado al otro extremo del pasillo, pero lo alcancé en un par de segundos.
Deteniéndome en el 5A, me esforcé a escuchar algo sucediendo adentro:
gritos, maldiciones, llanto. Pero no había nada.
Llamé a la puerta. Cuando pasos se acercaron, mis músculos se tensaron y
mis manos se curvaron hasta formar puños a mis costados.
El pestillo giró, y la puerta se abrió. El chico que apareció se veía totalmente
inofensivo, como si quizá pudiera ser un contador en entrenamiento. Sin músculos
tonificados, sin bronceado, con entradas en el cabello, gafas de montura gruesa.
Parpadeé, odiándolo incluso aunque no sabía absolutamente nada de él.
Pero, en serio. ¿A Sarah de verdad le gustaba este tipo de idiotas?
Su ceño se arrugó cuando me vio. —¿Quién eres?
Ningún cortés: “¿Puedo ayudarte?” o “¿Qué sucede?” Solo un directo: “¿Quién
eres?”
Sí, ya no me gustaba este cretino. Sin encontrarme de humor para responder
su pregunta, dije—: ¿Sarah está aquí?
Se apartó en sorpresa. —¿Quién quiere saber?

117
Acabada la charla con él, miré por encima de su hombro dentro del
apartamento. —¿Sarah?
El inepto se movió para bloquear mi visión. Levantando la mano hacia mi
pecho, abrió la boca, probablemente para derramar algún otro comentario idiota
cuando la voz de Sarah llamó—: Justo aquí.
Eso fue todo lo que necesité escuchar. Entré, haciendo que el imbécil
balbuceara y se tambaleara, saliendo de mi camino. Cuando la vi, aspiré aire y me
detuve de golpe.
Maldición.
Reese obviamente se ocupó de ella porque su cabello se encontraba rizado
en los más pulcros bucles. Su maquillaje hacía sus labios brillantes y demasiado
increíblemente besables, y sus mejillas parecían más altas de lo usual. Llevaba un
vestido negro que no había visto antes que se detenía justo sobre sus rodillas, y sus
pies estaban recubiertos en los tacones más altos que alguna vez la noté usar.
Sarah lucía tan malditamente hermosa que hizo que mi estómago se
apretara. Odiaba que se hubiera vestido para él. Lo que me hacía odiarlo, y luego
odiarme a mí porque no podía estar feliz por ella de la forma que quería que lo
estuviera. Pero no podía evitar el querer matar al tipo por el que ella se veía tan
linda.
Así que, me forcé a volver a escanearla como el amigo preocupado que era.
Básicamente, se veía… bien. Sin moretones, sin sangre, ni ropa rasgada o incluso
arrugada. Infiernos, ni siquiera lloraba, aunque se veía todo menos feliz.
Arrastrando su bolso a su regazo, avanzó con su silla en mi dirección. —Me
encuentro lista para irme.
—¿Qu-qué? —Aliento de idiota se puso entre nosotros para interceptarla—.
¿De qué hablas?
Lo aparté del camino. —La escuchaste. Está lista para irse.
—Pero… —Frunciendo el ceño con mucha confusión, avanzó de nuevo,
excepto que creo que supo que era mejor no meterse entre Sarah y yo una vez más
porque titubeó cuando vio mi expresión. La irritación cruzó su rostro—. ¿Qué
demonios está pasando? ¿Quién eres? ¿Su hermano?
—Soy quien la lleva a casa, al parecer.
Sarah no se molestó en decirle adiós a Inepto. Me pasó sin siquiera mirar en
su dirección. Y eso me dijo todo lo que necesitaba saber. Inepto tenía que morir.

118
—Oye, no puedes simplemente entrometerte y llevártela así.
—Acabo de hacerlo, amigo. —Miré en su dirección, deteniéndolo cuando
intentó seguir a Sarah al pasillo—. No sé qué carajos hiciste para hacerla enviarme
un mensaje pidiéndome que la recogiera, pero podrías considerar empacar tu
mierda y mudarte, porque si decido que no me gusta lo que tiene que decirme una
vez que sepa la verdad, voy a regresar por ti.
Miedo y quizás incluso un poco de culpa se filtraron en su rostro. Pero solo
sacudió la cabeza. —No sé de lo que hablas. No hicimos nada. —Entrecerré los ojos
y me acerqué más, haciéndolo graznar—: Nada.
—Ya veremos —murmuré, manteniendo un agudo contacto visual en él
mientras salía de su departamento y cerraba la puerta entre nosotros.
Sarah ya se encontraba a mitad de camino por el pasillo y esperando en la
entrada del ascensor. Para el momento en que la alcancé, las puertas se habían
abierto y ella se movía al interior. En silencio, me deslicé junto a ella.
Ninguno habló hasta que las puertas se cerraron y empezamos a descender,
y entonces, incapaz de contenerme más, miré directo a su reflejo en las puertas
espejadas, y silenciosa y calmadamente, aunque apenas contenido, pregunté—: ¿Te
tocó?
—No —dio la fría respuesta a medida que giraba la cabeza lejos de mí.
Resoplé con incredulidad. —Entonces, ¿todo esto es porque no te tocó? Sí,
cierto. No me lo creo.
—No me tocó —repitió con los dientes apretados justo cuando la primera
lágrima bajaba por su mejilla.
—Hijo de puta —gruñí y golpeé la pared del elevador con mi puño—. Voy a
matarlo.
Al fin, Sarah me miró. —No. Déjalo.
—Al infierno con eso. Estás llorando.
—Brandt.
—Me contactaste, Sarah, pidiéndome ayuda. Bueno, así es como lidio con ello.
Ese mierda te lastimó, así que muere.
Más lágrimas empezaron a caer. Su mano se sacudió locamente mientras
trataba de limpiarse las mejillas, lo que me dijo cuán molesta estaba; su PC estaba
apareciendo porque sus emociones eran intensas.

119
—No hizo nada malo. Quizá yo no estaba de humor y me encontraba lista
para ir a casa.
Sacudí la cabeza. —Pura mierda. Eres demasiado educada para dejar
plantado a un chico a mitad de una cita. Si no estuvieras de humor, seguirías
atascada ahí hasta el final de la noche. Te conozco, Sarah. Así que sé que la razón
por la que no le dijiste adiós a ese bastardo o siquiera miraste en su dirección
cuando te fuiste fue porque él hizo algo mal.
—Estoy exagerando, de acuerdo —gritó—. Así que, por favor, déjalo.
Resoplé. —Bueno, como que creo que tratas de bajarle el perfil.
—Bueno, no quiero hablar de ello. —Tan pronto como el ascensor se detuvo
y las puertas se abrieron, salió disparada al recibidor del primer piso.
Maldiciendo, la aceché, debatiéndome entre regresar al quinto piso a patear
algún trasero o verla a salvo en mi camioneta. Sus lágrimas me hicieron quedarme
con ella. Se movió tan rápido que ya se encontraba a seis metros más delante de mí
para el momento en que salí.
—Sarah —grité, apresurándome a alcanzarla.
—Maldita sea, Brandt. —Alzó la mano, alejándome—. Dije que no…
La corté para tomarla de su silla, en mis brazos. Sin decir una palabra, la
llevé el resto del camino a mi camioneta. Así de silenciosamente, envolvió los
brazos alrededor de mí y giró la cara hacia mi cuello mientras empapaba mi camisa
con lágrimas.
Descansando la mejilla contra su cabello, cerré los ojos y tensé mi agarre en
ella, manteniéndola cerca. Odiaba cuando lloraba. Cuando salía lastimada, me
lastimaba. Sentir sus temblores de tristeza me cortaba en pedazos.
Un par de pasos antes de que llegáramos a mi camioneta, la puerta del lado
del pasajero se abrió, sorprendiéndome porque olvidé por completo a Julianna. La
preocupación inundó sus rasgos mientras aparecía en la acera con nosotros.
—¿Qué pasa? ¿Está bien?
Ante la pregunta, Sarah levantó la cara de mi hombro y parpadeó ante
Julianna antes de cambiar su atención a mí. —¿Estás en una cita?
—Creo que acaba de posponerse. —Encontrando la mirada de Julianna, hice
una mueca—. ¿Te importaría sentarte atr{s? Es m{s difícil maniobrarla…
—No, está bien —respondió Julianna con rapidez—. Lo que sea que
necesite. —Incluso fue a ayudar para mantener la puerta abierta para nosotros

120
mientras deslizaba a Sarah en el asiento del pasajero. Entonces, se apresuró a traer
la silla de ruedas.
—Gracias —dije antes de plegarla y levantarla para dejarla en la cama de mi
camioneta.
Cuando regresé, Julianna aún se encontraba ahí, retorciéndose las manos
mientras observaba a Sarah tirar de su cinturón de seguridad a través de la puerta
abierta.
Abrí la boca para disculparme, pero lo que salió sonó más como—: ¿Puedes
quedarte aquí con ella por un segundo? Volveré enseguida.
Mientras Julianna empezaba a sentir, Sarah sacó la mano y atrapó mi brazo.
—No.
Mi bíceps se tensó bajo su agarre. —Sarah —empecé.
Pero sacudió la cabeza. —No vuelvas ahí.
—No me digas qué hacer —me enfurecí—. Ese cabrón tiene que pagar por
lo que hizo.
Soltó una incrédula risa y sacudió la cabeza. —Ni siquiera sabes lo que hizo.
—No lo necesito. Estás molesta, y eso es suficiente para hacerme querer
romperle la cara.
—Brandt, por favor. —Un sollozo se le atascó en la garganta y más lágrimas
se derramaron por sus mejillas—. Solo quiero ir a casa.
El dolor se enroscó con tanta fuerza a través de mi pecho que apenas podía
respirar. Lo único que jamás podía manejar eran sus lágrimas. Rara vez lloraba, así
que cuando finalmente permitía que cayeran, era mucho más devastador para mí.
Una frustración sin esperanza rugió a través de mí hasta que quería golpear mis
puños contra la camioneta.
Todavía deseaba salir disparado de regreso al quinto piso y vengarla, pero
hice caso a sus deseos y esperé hasta que las señoritas se encontraban encerradas
en el interior antes de moverme hacia el lado del conductor y subir tras el volante.
Nadie dijo una palabra cuando encendí el motor y me incorporé al tránsito.
Pasó otro minuto. El único sonido venía de Sarah mientras resollaba a través de
sus silenciosas lágrimas. Finalmente, una garganta se aclaró desde el asiento
trasero.
—Yo… soy Julianna.

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Ella giró la cabeza lo suficiente para reconocer el saludo. —Sarah —
murmuró.
—Es un placer conocerte. He oído mucho de ti. Brandt dice que eres su
mejor amiga.
Miré sobre mi hombro hacia ella, preguntándome de lo que hablaba. No
había escuchado “mucho” de Sarah. Colton la mencionó una vez alrededor de
Julianna, y eso fue todo. Sin embargo, cuando encontré su mirada, solo se encogió
de hombros, haciéndome saber que no estaba segura de qué más decir. Entonces,
agregó—: Trabajo en Forbidden con él.
Sarah asintió. —Nuestros hermanos solían trabajar juntos ahí. Así es como
nos conocimos.
Esa fue toda la charla amistosa que pude soportar. —¿Te importaría si paso
a dejarte primero, Juli?
La mirada que me lanzó me dijo que era un imbécil grosero, pero no podía
evitarlo. La violencia burbujeaba bajo la superficie de mi piel. Agradable no se
encontraba en mi vocabulario por el momento.
—Está bien —respondió Julianna, a pesar de su irritación.
Asentí. —Gracias.

122
14 Traducido por Maii
Corregido por Laurita PI

El interior de mi camioneta quedó en silencio una vez que llegamos al


apartamento de Juli y la acompañé hasta su puerta.
Cuando volví, Sarah miraba por la ventana del acompañante, ignorándome.
Me enojó. Ella tenía que comenzar a hablar. Ahora.
Subí a la camioneta, encendí el motor y volvimos a la carretera, rechinando
los dientes hasta que no pude soportarlo más.
—Esta —gruñí cuando di vuelta en su calle—, es exactamente la razón por la
que quería saber más sobre él antes de que salieran.
Me miró sobre su hombro, suspirando. —En verdad, no me siento de humor
para un “te lo dije”.
—Eso no es lo que hago. —Traté de mantener la calma, pero aún seguía
molesto por verla llorar y no poder acabar con ese bastardo por ello... o al menos
saber qué hizo para causarlo. Pero no pude enmascarar la burla en mi voz cuando
murmuré—: Discúlpame por preocuparme por ti.
—Bueno, discúlpame por querer salir en una cita como una mujer normal,
sin todo el drama que conlleva que averigües sus antecedentes, o lo sometas a un
interrogatorio o quizá lo amenaces para que me trate bien.
Dios, odiaba cuando tenía razón. —Tal vez no habría hecho eso.
Excepto que lo habría hecho, porque no era una mujer común y corriente.
Era lo más preciado de mi vida. Sabía que era ilógico lo mucho que daba por
sentado que estaría ahí para mí cuando necesitara una amiga, pero no me
importaba. Sarah era irremplazable para mí. No podía dejar de sobreprotegerla, y
gruñir a todo lo que se le acercara.

123
No sabía cómo decirle algo sobre estos sentimientos, y parecía dispuesta a
despertar mi mal humor.
—Eso es exactamente lo que habrías hecho —despotricó—. Maldición, eres
tan predecible que ya no es gracioso. Me encanta que me cuides, pero lo llevas
demasiado lejos.
¿Demasiado lejos? ¡No hice nada! Y en realidad no apreciaba recibir la peor
parte de lo que sea que comenzó el comemierda de Seth. Lo haría sufrir tiempo
extra solo por eso.
Apretando la mandíbula, estacioné en la esquina de su casa, intentando
calmarme porque discutir sobre lo que podría haber sucedido no nos llevaría a
ningún lado. Tan pronto como apagué el motor, la enfrenté y exigí—: ¿Puedes
decirme qué te hizo de una vez?
—Qué te jodan. —Abrió la puerta y se bajó dando un portazo. Pero no podía
ir demasiado lejos, quedarse fuera de su casa no era una opción, y no tenía la
fuerza necesaria para quitar su silla de mi camioneta.
Me tomé un segundo para apretar mi agarre en el volante y cerrar los ojos.
Cuando me bajé y fui a la parte de atrás de mi camioneta para bajar su silla, se
hallaba apoyada a un lado, esperando con impaciencia. Abrazándose todo el
tiempo, moviéndose como loca y evitando todo el contacto visual, con la barbilla
levantada con terquedad.
Desplegué la silla y la dejé en la acera, asegurándome que se encontrara
preparada para que se sentara.
—Su carruaje —le dije.
Lanzándome una mirada asesina, murmuró—: Bastardo —y se deslizó hacia
abajo, sentándose.
Me reí. —Dicho sea de paso; de nada. Es en verdad un honor salvarte de tu
maldita cita.
Sarah me ignoró mientras rodaba la silla por el camino sin un adiós o un
púdrete o una mirada hacia atrás.
Mis manos se cerraron en puños. Oh, esto no había terminado. No la dejaría
sola hasta no descubrir qué hizo el viejo y querido Seth.
Debió saber que la seguía, porque una vez que abrió la puerta principal y
entró a la casa, intentó cerrarla de un portazo en mi cara.

124
La atrapé antes de que me rompiera la nariz y vi como pasaba a toda
velocidad frente a su hermano, que se encontraba en el sofá mirando la televisión y
usando nada más que pantalones de pijama.
—¿Qué demonios? —le gritó, poniéndose de pie y quedando con la boca
abierta, luego de que su hermana apenas mirase en su dirección.
—Me voy a la cama. Buenas noches —fue todo lo que murmuró.
Mason se volteó con lentitud hacia mí con una mirada confusa en su rostro.
—¿Por qué vino a casa contigo y no con…?
—¡No tengo ni puta idea! —grité, harto de toda esta mierda. Quería golpear
algo. Fuerte.
Pero Mason me miró y levantó su mano para silenciarme. —Shh. Reese y los
niños ya se durmieron.
—Mierda. —Apoyé las manos en mis caderas y dejé escapar un largo
suspiro—. Perdón. Ella... me envió un mensaje de texto preguntando si podía ir a
buscarla. Ahora no me cuenta qué sucedió, y demonios, eso me molesta.
El rostro de Mason se llenó de preocupación. —¿Algo malo sucedió? ¿Con
su cita? —Se volvió como si quisiera seguirla a su habitación y descubrir el
problema él mismo, pero salté para interceptarlo, ya que no iba a dejar que eso
sucediera. Si entraba, yo ya no sería necesario, y no había una maldita posibilidad
de que me quedara fuera.
Ella me contactó. Entonces aquí estaba.
—Bien —dije—. Voy a averiguar que sucedió. Yo me encargo.
Mason por un momento pareció dudar sobre dejarme acercar a su hermana,
y el pánico llenó mi pecho.
Si él decía que no, ¿qué haría? No podía pasarlo por arriba y entrar en su
habitación a la fuerza. Y tenía la sensación de que no ayudaría que intentara hacer
eso.
Mirándolo directo a los ojos, dije—: Puedo hacer que hable conmigo.
Él sabía que debía creerme porque antes lo había conseguido. Sabía que
podía confiar en mí con Sarah, probablemente por eso me dio un asentimiento
reacio y se movió, como si me dejara el camino libre. Avancé con premura hacia el
pasillo cuando me llamó—: También quiero saber qué le hizo ese tipo.
Ya que no podía prometerle eso, simplemente actué como si no lo hubiese
escuchado.

125
Cuando llegué a la habitación de Sarah, me sentí aliviado al ver que no
bloqueó su puerta. Deslizándome en el interior, la encontré fuera de su silla, ya
sentada en la cama con los pies descalzos en el suelo y los dedos aferrados al borde
de la cama mientras me miraba.
—Y tampoco le contarás todo sobre mi vida a mi hermano.
Suspiré y cerré la puerta tras de mí. Sin decir nada, me acerqué a ella y tomé
asiento a su lado, ambos mirando a la puerta cerrada.
—No le iré con cuentos a tu hermano —contesté por fin, sintiéndome lo
suficiente calmado para actuar de forma racional—. Simplemente intenté calmar
las aguas, sabes que él podría haber entrado aquí exigiendo respuestas. Pero no se
encuentra aquí ahora, ¿o sí?
Su barbilla tembló mientras miraba a la puerta, pero su hermano nunca
intentó entrar. Al final, dejó escapar un suspiro y dijo en un murmullo—: Lo
siento, estoy descargando mi mal humor contigo, pero no lo mereces.
Me encogí de hombros. —No hay razones para disculparse. Si estás enojada,
tienes permitido ser irritable.
Sorbiendo, limpió su nariz. —No contigo, no cuando dejaste todo para ir a
ayudarme.
—Oye, para eso estoy. —Pasando las manos por mi cabello, deseé saber
cómo obtener las respuestas que quería. Pero Sarah era un caso obstinado. Cuanto
más lo intentara, más se cerraría.
Debería esperar a que se sintiera lista para hablar. Por lo que solo me senté
allí, esperando.
Volviéndome loco.
Un minuto más tarde, se limpió la mejilla y dijo—: Sé que es egoísta querer
cosas, pero… solo quería saber qué sentía tener una cita. Besar a alguien. Tener…
tener sexo.
—¿Tener qué? —No esperaba que dijera eso.
Me miró, sin rastros de disculpas, vergüenza o arrepentimiento.
—Lo siento, pero tengo curiosidad, de acuerdo. Todo el mundo va a citas, se
besa, y… y tiene relaciones sexuales. ¿Por qué yo no? No quiero morir como una
anciana mohosa y virgen.
—Ah, lo que sea. Solo tienes veintidós años, eso no es exactamente…

126
—La forma en que mi vida se ha desarrollado —continúo hablando por
encima de mí—, sin sexo, nunca, parece ser la forma en que continuará siendo.
Daría lo que sea para saber qué se siente tener un orgasmo que no sea inducido por
mis dedos.
En ese momento fue cuando mi mente quedó en blanco. Llámenme un chico
simple, lo que sea, pero pensar en Sarah tocándose hasta llegar al orgasmo logró
hacerlo.
No fui capaz de escuchar nada después de eso, mi mente se convirtió en una
fiestita porno. Todo lo que podía imaginar eran sus labios separados, la cabeza
inclinada hacia atrás en su almohada, exponiendo su garganta mientras su pecho
se arqueaba en el aire y su propia mano deslizándose pecaminosamente entre sus
piernas.
Mierda.
Estaba duro como una roca. La idea de Sarah masturb{ndose…
Sí. Solamente… mierda.
Nunca antes la imaginé de ese modo. En fin, de acuerdo, si la imaginé de ese
modo, seguro. Soy un chico, es una chica, tuve un montón de fantasías sexuales
sobre ella durante años. Pero nunca se me ocurrió que también ella pensara en eso.
Nunca dijo chistes subidos de tono, hizo comentarios sexuales o chequeó a otros
chicos. Supuse que era completamente ajena a lo que dos personas podían hacer
estando juntas, desnudas y solas.
Saber qué pensó de esa manera e incluso se masturbó, me dolió un poco. Me
refería a que si por fin se evidenció su interés en el sexo, ¿por qué no podía
interesarse en tener sexo conmigo?
Y, mierda ¿por qué mi cerebro seguía yendo hacia allí? Existieron otras
razones por las que siempre me mantuve al margen en ese sentido. Me hallaba
demasiado jodido para ser algo más que su amigo.
Era más del tipo de ponerla y quitarla. Uno y listo.
“Bim, bam, bum” y gracias, señorita.
Cuando pensé en eso, me di cuenta que básicamente era un idiota cuando se
trataba de sexo, así que por lo general intentaba no pensar en ello, porque no me
sentía exactamente orgulloso de ser un idiota. Es así como era.
No tenía citas, esa era la razón número uno por la que me incomodaba salir
con Julianna. No tenía novias. Follé con mujeres que se sentían interesadas en

127
follar conmigo, y no me hice amigo de ninguna de ellas. Tenía a Sarah para todo lo
que no era sexual, así que no servían para nada más que pasar un buen rato.
Esa era la razón que me iba a mantener lejos de las partes sexuales de Sarah.
Se merecía lo mejor, y yo no tenía ni una maldita pista de cómo ser algo parecido a
un novio.
Pero imaginarla saliendo con otro, saber que podría sentir cómo era estar
dentro de ella, y darle su orgasmo tan anhelado, no me llenaba exactamente de
alegría. Honestamente, me hacía enloquecer.
Sarah no estaría con un chico hasta que se sintiera cómoda con él, lo que
significaba que tenía que estar unida a él, y debía gustarle. No quería que fuera
cercana a ningún otro idiota como lo era conmigo. No quería a algún maldito
extraño ocupando mi lugar en su cama.
Ella era mía.
Excepto que no podía reclamarla como mía, lo que era un problema que
nunca podría contarle porque probablemente me golpearía en las pelotas por
pensarlo. Pero no podía evitarlo. Y aún no quería que tuviera citas. Durante todo
ese tiempo debía aguantarme y actuar como un buen amigo, apoyarla e incluso, tal
vez, ayudarla con algo sobre el sexo. No podía respirar bien.
Tenía un tonto sentimiento sobre que la perdería a causa de su reciente
deseo de experimentar una vida sexual.
De repente odié al sexo.
Mierda. No, no lo odiaba.
—¿Brandt?
—¿Eh? —Levanté la mirada y la vi frunciendo el ceño con preocupación.
Sus cejas se levantaron cuando dijo—: ¿Te sorprendió lo que dije?
Demonios, ¿de qué hablábamos? Ah, sí: ella y su masturbación.
Joder. Aún me encontraba duro, y aún no estaba dispuesto a odiar al sexo,
ni un poco.
Aclaré mi garganta y negué con la cabeza. —Sí, yo… no sé qué decir sobre
eso.
—Crees que no debería tener esa clase de necesidades, ¿o sí? —Sus ojos se
encontraban abiertos y lucían tristes, como si de verdad creyera que quería que no
tuviera sexo.

128
De acuerdo, tal vez lo quería. Pero era por razones egoístas, porque no
podía estar con ella y desde luego no soportaría la idea de que estuviera con
alguien más. No era porque quisiera que fuera infeliz.
Con un suspiro, me dejé caer hacia atrás en la cama y miré el techo con
desaliento. Hablar de sexo con ella era una situación sin salida.
—Ahora, lo único que quiero saber es porque tuve que cancelar mi cita para
ir a recogerte de la tuya.
Abrazándose a sí misma, balanceándose hacia atrás y adelante, murmuró—:
No quería que cancelaras tu cita. Podías simplemente dejarme en casa y continuar
con tus planes. O mejor aún, podrías haberme dicho que estabas ocupado. Lo
hubiese entendido.
—¡Me enviaste un maldito SOS! —grité y me arrepentí porque recordé que
había otras personas durmiendo en la casa—. ¿Crees que podría seguir con mi cita
después de eso? A la mierda con la cita. Dime qué sucedió.
—¡Exageré! —susurró entre dientes—. ¿De acuerdo? Lo siento. No debí
molestarte, y me disculpo por eso.
—A la mierda con tus disculpas. Solo… ¡dímelo ya!
—No.
—Sarah —gruñí, sintiendo una vena en mi cuello latir peligrosamente—. Lo
juro, estoy a un segundo perder el control.
—No te lo diré.
—¿Por qué? —Me senté para estar más cerca de ella.
—Porque me siento una idiota. —Inclinó la cabeza y sorbió un sollozo que le
hizo mover todo el pecho—. Debería haber sabido que el que Seth quiera salir
conmigo porque le gustaba era demasiado bueno para ser verdad. Y soy una tonta
por caer en sus mentiras.
Dios, lloraba otra vez. Puse mi mano en su espalda. —No eres una idiota, no
importa que haya pasado. Y voy a matarlo, sin importar qué. Entonces deberías
decirme por qué lo haré.
—Bien.
Después de limpiar las lágrimas de sus mejillas, buscó dentro de su bolso y
tomó su celular. —Su amigo le envió un mensaje de texto mientras nos servía unas
bebidas. Y esto es… bueno, esta es la conversación que han tenido en su grupo
estos últimos días.

129
Seleccionó la galería de fotos que contenía capturas de pantalla que tomó de
algunos mensajes de texto. Frunciendo el ceño mientras me pasaba el teléfono, vi
cómo su cara palidecía, y me pregunté qué sería tan incriminatorio en un mensaje
de texto.
Fruncí el ceño. —¿No tenía un código de bloqueo en su teléfono? —Después
de que Shayla encontrara mi teléfono en la escuela, siempre lo tenía con un código.
Rodó sus ojos. —Peor. Su código era 1-2-3-4.
—Ah. —Listo para leer lo que quería mostrarme, bajé la vista y leí el final, el
último mensaje primero.
Decía: No lo olvides, idiota. Necesitas pruebas para que te paguemos.
Eso no tenía sentido para mí, por lo que fui a un mensaje anterior.
¿Aún no la has clavado?
—¿Qué? —exhalé, expulsando todo el aire de mi pecho.
Necesitando empezar desde el principio, encontré el primer mensaje y las
nauseas se hicieron cada vez más peor con cada mensaje que leía hasta llegar al
final.
Al parecer, Sarah fue objeto de una apuesta. Un par de amigos lo retaron a
que la invitara a salir y durmiera con ella esa noche. Él no quería, pero insistieron,
incluso ofreciéndole pagarle hasta que la oferta subió a más de doscientos dólares.
Por fin, se vio obligado a hacerlo, para salvar su culo.
—¿Qué demonios? —Negué con la cabeza, incapaz de creer lo que veía.
¿Qué…? ¿Por qué…? ¿Cómo alguien podía hacerle esto a Sarah?
Ni siquiera la conocían. No tenían idea de lo increíble, dulce y enérgica que
era.
Solo vieron algo para ridiculizar y… y la lastimaron.
Esos bastardos lastimaron a Sarah.
Alcé la mirada, sintiendo como si un camión de carga me hubiese golpeado
directo en el pecho. Los ojos de Sarah se ampliaron cuando vio mi expresión. No
sabía cómo me veía; me sentía demasiado aturdido para que me importara. Pero
tomó mi mano y susurró—: Por favor, no enloquezcas.
Por alguna razón, esas cuatro palabras activaron un interruptor dentro de
mí. Cambié del dolor por ella a la furia.

130
—Hijo de perra —susurré, sosteniendo con fuerza el teléfono ante esas
horribles palabras sobre mi Sarah, hasta que juraba, que escuché cómo el plástico
se rompía.
Ese maldito idiota pagaría por esto. Iba a sangrar, gritar y llorar por lo que
le hizo. Y entonces sangraría, gritaría y lloraría una y otra vez. No podía creer que
lo hubiera dejado intacto en su departamento. Era un grandísimo idiota.
Moviendo el brazo hacia atrás para triturar esas odiosas palabras en su
teléfono tan fuerte como pudiera contra la pared, me detuve cuando Sarah se
estremeció y se agachó, cubriendo su cabeza con los brazos.
Mierda.
Congelado, con mi brazo en alto, dije—: No perderé el control. —Me
encontraba en completo, absoluto y asesino control.
Después de colocar el teléfono con gentileza en su regazo, me levanté,
murmurando—: Debo irme.
—¡No! —Saltó de la cama tras de mí, y tuve que sostenerla o se hubiese
caído al piso.
—¡Sarah! —Tomándola por los brazos, la abracé contra mi pecho y nos
acomodé en la cama—. ¿Qué demonios?
Se aferró a mí como pegamento. —No vayas allí. Por favor. Puedes resultar
lastimado.
Cuando hice una mueca por lo que dijo, volvió a hablar con tono más firme.
—Te puedes meter en problemas.
Era más que probable, pero no me importaba. —No puede salirse con la
suya, haciéndote esto. —Y tampoco sus amigos, que lo incentivaron a que lo
llevara a cabo. Tan pronto como pagara por ofender a Sarah, averiguaría las
direcciones de los idiotas de sus amigos y los acabaría.
Pero por mucho que hice por salirme de su abrazo, mi mejor amiga se negó
a moverse.
—Déjame ir —ordené.
—No. —Sacudiendo su cabeza, enterró la cara en mi pecho y mojó mi
camisa con sus lágrimas. Lo juro, cada lágrima que derramaban sus ojos se sentía
como ácido quemando en mi alma. Odiaba su dolor—. No me dejes —dijo con voz
entrecortada—. Por favor, te necesito. Aquí, en este momento. No te vayas.

131
Cerré los ojos e incliné mi rostro hasta que mi nariz se enterró en su cabello,
y pude sentir su familiar esencia.
—Maldita seas —murmuré, levantándonos así podíamos acomodarnos en la
cama, con mi cabeza sobre las almohadas y ella con la mejilla en mi pecho.
Pasando un brazo alrededor de su cintura y sosteniendo su nuca con la otra, besé
su cabello y recé para que cesara su dolor.
Siempre podía regresar mañana al apartamento 5A en la calle Locust.
Ahora, Sarah me necesitaba, entonces era donde debía quedarme.

132
15 Traducido por Miry GPE
Corregido por Dannygonzal

Sollocé sobre Brandt durante tanto tiempo que me dio dolor de cabeza. Mis
miembros dolían y mis ojos estaban tan hinchados que casi se cerraban cuando
volví a la tierra de los vivos y rodé el rostro por su pecho para mirar sus
preocupados ojos azules.
—Jesús —murmuró, ahuecando mi mejilla—. ¿Puedes ver?
Podía verlo, y era todo lo que realmente quería ver, así que me encontraba
bien. Pero al parecer tardé demasiado tiempo en responder porque se sentó y
comenzó a salir de la cama.
—Conseguiré un trapo húmedo y caliente.
Me sentía demasiado débil y hueca como para discutir con él, así que me
quedé ahí, exhausta y agotada en la cama; mi cabello se agitó sobre mi rostro
cuando me moví para descansar mi adolorida cabeza sobre una almohada.
Cuando Brandt volvió, se sentó a mi lado y quitó con cuidado la maraña de
cabello para ver mi rostro. —¿Aún estás ahí? —preguntó con voz divertida.
Resoplé. —No. —Yo era solo una cáscara vacía de miseria.
Pero entonces unos bellos ojos azules se reunieron con los míos, arrugados
en las esquinas con una sonrisa suave. —Te encontré.
Presionó una toallita plegada a mi piel. Tomé aliento por el delicioso aguijón
del suave calor. Agarrando la muñeca que sostenía el trapo en mi rostro, me aferré
a él como un salvavidas. —Lo siento por arrastrarte a esto.
Suspiró. —Te disculpas otra vez, y realmente te haré cosquillas hasta que te
orines. Nada de esto fue tu culpa.

133
Con un resoplido, sacudí la cabeza. —Entonces, ¿por qué me siento como
una idiota? Es decir, ¿qué ingenua tiene que ser una chica para pensar que iba a
una cita real cuando el chico solo salía con ella para ganar una apuesta? No me
gusta decírtelo, pero soy la única persona que he oído a la que esto le ocurre.
La tela fue arrancada de mi rostro, así Brandt podía dedicarme toda la
intensidad de su ceño fruncido. —No eres idiota, ingenua u otra cosa. Cuando un
idiota bastardo te engaña y trata de usarte de la forma en que este lo hizo, eso es
problema de él. No tuyo. Y en realidad lo atrapaste antes de que hiciera algo, por lo
que honestamente, estoy impresionado de lo inteligente que eres.
Solté una risa aguda. —¿Inteligente? Sí claro. Es gracioso. Fui tan inteligente
que le pedí consejo a Reese sobre conseguir mi primer beso mientras me preparaba
para esta broma de cita. En realidad también quería uno. Quiero decir, de verdad
creí... —Cerré los ojos con fuerza e incliné la cabeza—. Yo solo... me siento tan
estúpida.
—¿Dejarás de decir eso? No eres estúpida. Ese idiota es un bastardo. Fin de
la discusión.
Pero mis lágrimas regresaron, y no parecía poder sofocarlas. Brandt suspiró
y frotó un punto en el centro de su frente. Luego soltó un gruñido de irritación.
Sabía que era porque él odiaba cuando lloraba. Siempre lo llenaba de una
impotente especie de frustración.
Finalmente, murmuró—: En cuanto a tu primer beso... aquí.
Se inclinó hacia adelante, presionó su boca contra la mía.
Totalmente desprevenida, me senté ahí, aturdida, sorprendida, frente a él.
—Cierra los ojos —dijo contra mi boca, diversión tiñendo su tono.
Cuando habló, sus labios estaban secos pero suaves mientras se frotaban
contra los míos. El calor ondeó en espiral en la base de mi estómago, y al instante
cerré los parpados.
Él soltó un sonido de apreciación. —Ahora regrésame el beso.
No tenía idea lo que eso significaba, por lo que fruncí la boca como lo hacía
cuando besaba las mejillas de mis sobrinos y, a continuación, hice sonidos de besos
y me alejé.
Brandt se rió, sus ojos azules brillaban con delicioso humor. Luego de
comprender que el sonido de besos probablemente fue totalmente innecesario,
empecé a ruborizarme por la humillación, pero me dijo—: Una vez más. —Y
presionó su boca de nuevo a la mía.

134
Esta vez, cerré los ojos automáticamente e incliné la cabeza para más
comodidad. Sus labios rozaron los míos, y mis pezones cosquillearon dentro de mi
sujetador.
Me acerqué más, tan asustada como estaba, me intrigaba la sensación.
Brandt tomó mi mejilla en la palma de la mano, y su lengua empujó suavemente
entre mis labios. Me abrí para él, más por instinto que racionalmente, diciéndome a
mí misma que lo hiciera. Fue como si mi cuerpo tomara el control y el cerebro se
apagara, porque justo antes de que su lengua tocara la mía, el último pensamiento
que recordé tener fue que no quería comportarme como un pez muerto con él, y de
repente deslicé la mía a través de la suya e investigué la sensación.
Mis pechos pulsaron de nuevo, y la sensación entre mis piernas coincidió
con ellos con la misma necesidad zumbante. Cogí la parte delantera de su camisa y
la empuñé entre mis dedos mientras él movía la cabeza, inclinándola para
conseguir más de mí.
Gemí, y él hizo eco del sonido con un gemido gutural.
Mientras nuestras lenguas se anudaban juntas, me rodó sobre la espalda y
se deslizó parcialmente encima de mí, pasando los dedos por mi mejilla, hacia mi
cabello antes de agarrarlo y hacer que inclinara la cabeza a donde él quería.
Todo mi cuerpo palpitaba, ansiando más. Liberando su camisa, planté las
manos en su cabello, mis dedos deleitándose en la sedosidad. Él se movió inquieto,
deslizándose un poco más encima de mí, y separó su boca para besar un camino a
lo largo de mi mandíbula. Me faltaba el aire y jadeaba mirando hacia el techo sobre
mí mientras sus labios trazaban mi oreja antes de que su lengua saliera para
provocar el lóbulo.
Solté su cabello para curvar la mano bajo su brazo y aferrar los músculos de
su espalda. Brandt siguió mi ejemplo liberando sus propios dedos de mi cabello,
bajándolos por el lado de mi cuello antes de aferrar mi caja torácica, por lo que su
pulgar rozó el lado de mi seno.
Arqueándome hacia el contacto, clavé las uñas en su espalda y jadeé.
Su boca volvió a la mía. Esta vez, nuestras lenguas se encontraban ansiosas
y necesitadas, en duelo por más. Mientras se atacaban entre sí, su mano se movió,
subiendo más por el lado de mi seno. Me retorcí, adolorida por sentir sus dedos
cubriendo el duro y tenso pezón cuando una vocecita apagada al otro lado de la
pared de mi habitación gritó—: Mamá.

135
—¡Mierda! —dijo Brandt entre dientes, quitándose de encima de mí y
rodando hasta quedar tendido de espaldas a mi lado y aspirar aire—. Santa
mierda.
En el pasillo, pasos se arrastraron por delante de la puerta de mi dormitorio
mientras Reese iba a ver lo que sea por lo que el bebito la llamó.
A mi lado, mi mejor amigo colocaba el dorso de la muñeca contra su frente
mientras se esforzaba por respirar. El oxígeno ingresaba como loco a través de mis
pulmones mientras inclinaba la cabeza hacia un lado para verlo.
Se veía... conmocionado. Tenía las mejillas completamente sonrojadas y sus
ojos lucían vidriosos mientras dejaba caer la mano de su cara para poder girar para
mirarme. Luego se pasó la lengua por los labios y tragó ruidosamente. —Así que
sí. Ahí lo tienes. Primer beso.
—Está bien —dije, sintiéndome tan perdida que no me encontraba segura de
que más decir excepto guau. Como, realmente… guau—. ¿Es siempre tan…? —Me
callé de repente, comprendiendo que haría esa pregunta en voz alta.
Brandt dejó escapar un sonido divertido. —Mmm… no. Eso fue... —Sacudió
la cabeza antes de murmurar—: Condenadamente espectacular. —Como si ese
hecho lo dejara aturdido.
Una sonrisa se formó en mi rostro cuando la alegría me calentó el pecho.
—¿En serio? —Gracias a Dios no fui la única que lo sintió.
Gracias a Dios no apestaba en eso.
—Sí. —Me miró de nuevo, pero esta vez, cuando nuestras miradas
conectaron, sus ojos se encendieron por el horror. Antes de saber lo que sucedía, se
colocó rápidamente en posición vertical y se rascó la cabeza—. Yo, eh, debería
irme.
Se dirigió a la ventana. Pero tan pronto como la levantó, dije—: Brandt.
Todo su cuerpo se estremeció, pero dejó lo que hacía. No se giró para
mirarme cuando dijo—: ¿Eh?
—Entraste por la puerta principal... no por la ventana.
—Cierto. Mierda. —Cerró la ventana y se frotó la mano en la boca—. Lo
siento. —Cuando por fin me miró, hizo una mueca. Mis ojos aún se hallaban un
poco resentidos por llorar, así que estaba segura de que parecía bastante sombría.
—¿Estás bien? —preguntó, luciendo increíblemente culpable.

136
—Por supuesto. —Le sonreí, siendo totalmente honesta. Debido a que me
sentía bien. Estaba mejor que bien. Ese beso fue... guau.
Todo.
Sabía que su prisa por salir debería preocuparme, posiblemente incluso
herirme, pero me hizo sentir mejor. Besarme lo afectó hasta su núcleo.
Como que me encantó eso.
Mi boca podía afectar a Brandt Gamble.
Si pudiera tener algún súper-poder, ese podría ser el que yo quisiera por
encima de todos los demás.
Pero lucía tan miserable, culpable y agotado, que no podía dejar de
preguntar—: ¿Estás bien?
—Joder, no —espetó antes de presionar un puño en la frente, haciendo una
mueca y tratando de revisar—. Quiero decir... sí, por supuesto.
Mi sonrisa creció, lo que solo pareció ponerlo más irritable.
—Me tengo que ir —murmuró, girando y escapando a través de la puerta
del dormitorio—. Nos vemos.
Una risita revoloteó en mis pulmones. Cayendo hacia atrás en la cama, miré
fijamente el techo y suspiré.
—Nos vemos —le dije a la habitación vacía. Y justo ahí estaba la única razón
por la que todavía me sentía feliz. Porque sabía que lo volvería a ver. No habría un
Brandt asustado para siempre. No importaba lo mucho que nuestro beso lo pudo
haber asustado, lo único en lo que siempre podía confiar, era en el hecho de que
volvería a verlo, no importaba qué.
Desde el momento en que me defendió en el pasillo de la escuela de Chloe
Hilliard la primera vez que nos vimos, él era la presencia más fiel en mi vida. Se
podía tomar todo el tiempo que necesitara para adaptarse a esto. Yo sabía que
regresaría.
Y me sentía feliz.

***

—Así que, ¿qué tal ese primer beso, eh?

137
Aturdida por la pregunta, quité rápidamente los dedos de mis labios, donde
tocaba con consternación reflexiva y me giré boquiabierta para mirar a mi cuñada
tras el volante de mi SUV.
—¿Qué?
¿Cómo diablos lo sabía?
Era la media mañana del sábado, e íbamos en camino a un chequeo porque
mi médico tenía un nuevo medicamento antiespasmódico que quería que tratara.
Ahh, las alegrías de la parálisis cerebral.
Mason planeaba ir conmigo a mi cita, pero a último minuto, Reese tomó su
lugar, dejándolo en casa con los gemelos. Debí saber entonces que era porque
quería tener una charla de chicas, pero me hallaba demasiado ensimismada como
para comprenderlo.
Mirando hacia mí, movió las cejas. —Fue igual a como pensaste que sería,
¿verdad?
Sacudí la cabeza. —¿Qu-qué te hace pensar que me besaron?
—Oh, no lo sé —respondió, aunque se rió con conocimiento—. Tal vez sea
esa mirada aturdida que tienes en el rostro, como si aún te estuvieras recuperando
de él. Como si hubieras sido arruinada para todos los otros besos para siempre.
Debió ser muy bueno, ¿eh?
Bueno ni siquiera podía acercarse a lo que fue ese beso.
Aún me sentía como un charco de estrógenos todas estas horas después.
—Mason estaba muy seguro de que Seth hizo algo malo después de que
Brandt terminara llevándote a casa anoche, pero seré honesta. Brillas demasiado
para que algo malo te hubiera sucedido.
Mi cuerpo se sacudió por la sorpresa ante la mención de Seth. Y estaba
segura de que el resplandor desapareció de mi rostro.
Pero demonios, ni siquiera pensé en Seth esta mañana. O anoche. No
después de que Brandt se fue.
Lo único que fui capaz de hacer fue tocarme los labios hormigueantes y
solo... sonreír.
Al recordarlo ahora, el remolino de malestar en el estómago regresó con
fuerza. Los mensajes de texto que leí, la expresión del rostro de Seth cuando volvió
a la sala de estar con dos vasos de vino, como si estuviera siendo forzado a hacer
algo que temía... estaban repentinamente ahí, de regreso en mi cabeza.
138
Lo último que él quería hacer era tocarme. Me hizo sentir vil, como si no
fuera digna del toque de alguien. Nunca.
Y aquí estaba Reese, sonriéndome alentadoramente. Probablemente supuso
que él fue quien me besó.
—No. —Sacudí la cabeza, incapaz de dejar que pensara eso ni siquiera por
un segundo más—. Quiero decir... Seth y yo... no lo hicimos... no. No hubo beso
ahí.
Con un pequeño gemido de derrota, Reese dejó caer los hombros e hizo una
mueca. —Entonces fue una mala cita, ¿verdad? Mierda. Mason nunca le sacará a
Brandt qué pasó.
Cuando me miró como si esperara la historia completa, suspiré. Decírselo
era lo último que quería hacer. De hecho, había estado muy feliz olvidando por
completo hasta que ella lo sacó a flote. Pero todos seguirán preguntando hasta que
les dijera algo, así que miré por la ventana del lado del pasajero.
Yendo por la media verdad, murmuré—: Él... Seth me dijo... la palabra.
Reese se quedó sin aliento. —¿Zorra?
Me reí en voz baja y sacudí la cabeza. —No. Lisiada.
—Oh. —Enderezó la espalda y frunció el ceño mirando a través del
parabrisas, con los labios planos por el desagrado. Para ella, diablos, para todos
nosotros, ese era un delito peor que ser llamada zorra—. Bueno, él está fuera,
entonces —dijo con ligereza, cuando en realidad yo sabía que ahora Seth estaba
completa y absolutamente muerto para ella—. Lo que, honestamente, me parece
bien porque siempre pensé que terminarías con Brandt.
Me atraganté por la sorpresa y la miré boquiabierta. —¿Qué?
—Sí, ni siquiera actúes sorprendida, chiquilla. Ese chico está completa e
irrevocablemente enamorado de ti. Besa el suelo por el que ruedas. Y es claro como
el día que le correspondes. Además... —Sonaba un poco demasiado presumida
cuando sus labios formaron una sonrisa de superioridad—. Sé que te besaron
anoche. Y si no fue Seth, entonces... eso deja a Brandt.
Maldición. Odiaba lo bien que me podía leer.
Me hundí más profundamente en mi asiento, admitiendo de mala gana—:
Me quejé con él acerca de perder la oportunidad de mi primer beso, así que... me
dio uno.

139
—Ajá —murmuró, a pesar de que la mirada en sus ojos decía que sabía lo
contrario—. Si tú lo dices.
—¿Qué? —exigí, sorprendida—. Eso es exactamente lo que sucedió.
—Y te creo totalmente. —Extendió la mano para acariciar mi rodilla—. Me
resulta curioso que después de nueve años de conocerte y ser tu amigo, sin un solo
beso, esperara hasta la misma noche en que saliste con alguien más para darte el
primero.
Fruncí el ceño, confundida. —¿Qué quieres decir?
—Digo que estaba muy celoso. Otro perro olfateaba alrededor de su pedazo
de carne, y no le gustó eso.
Cerré los ojos y sacudí la cabeza. —No puedo creer que me llamaras pedazo
de carne. O a él un perro. Y ese no fue el caso. Se sentía mal por mí; eso es todo.
Se rió. —Oh, cariño. Los chicos no te besan porque se sienten mal por ti.
Jamás. —Abrí la boca para discutir, pero levantó un dedo—. Solo alégrate de que
los humanos marcan su territorio besando y no orinándote.
La imagen mental de Brandt levantando su pierna cerca de mí me hizo
soltar una carcajada. —Oh Dios mío. Esta conversación es tan rara.
Era demasiado extraño para mí pensar que Brandt en realidad podría estar
interesado en mí de esa manera. Me negué a dejar que mi mente vagara. Me dejé ir
ahí con Seth, y mira lo que sucedió. No ocurriría de nuevo. Ciertamente no con
Brandt. Su rechazo no solo me haría daño; me mataría.
—Brandt sabe que este otro tipo te dijo la palabra, ¿verdad? —murmuró
Reese, repentinamente seria.
Asentí. —Oh, sí.
Dejó escapar un suspiro de alivio. —Bien. —Curiosamente, había un poco
de condimento malévolo en su sonrisa—. Entonces, no tengo que preocuparme por
hacerle algo yo misma. Con el señor Labios Ardientes Gamble en escena, ese idiota
ya está prácticamente muerto.
Mi estómago se revolvió con malestar. —Eso es lo que temo. —Anoche me
las arreglé para mantener a Brandt lejos de cazar a Seth, pero él no lo dejará
pasar—. Si se mete en problemas, será mi culpa.
—No te preocupes. Después de años de ver todas esas películas extrañas
que tanto te gustan, estoy segura de que para este punto ya sabe cómo ocultar un
cuerpo sin ser descubierto.

140
—Reese —grité, aterrada.
Se rió y levantó las manos antes de devolverlas al volante. —Es broma. Pero,
en serio, estoy segura de que sabe cómo herir a un hombre sin meterse en
problemas.
Esperaba que fuera así, porque lo único que sabía por seguro era que no
dejaría pasar esto. Sus instintos protectores eran así de fuertes.
Dios, amaba a mi estúpido y noble defensor, incluso si me preocupaba.
Sin embargo, él no era el único hombre que se metería en problemas por
cuidarme. Aliviada de que podríamos ocultarle la peor parte a mi hermano, miré a
Reese. —¿Le dirás a Mason? —pregunté—. ¿Sobre el beso o la palabra?
Reese suspiró y se vio momentáneamente indecisa. Sabía que odiaba no
contarle las cosas, pero por mí, lo había hecho un par de veces. —Puedo olvidar el
beso, supongo —respondió finalmente—, pero... probablemente no lo otro. —Hizo
una mueca y dijo—: Lo siento.
Asentí. —Está bien. —Aun así seguiría bastante en la oscuridad por lo que
estaba segura de que no trataría de hacer algo de hermano mayor.
Brandt, por otro lado... Sí, no sabía qué iba a hacer con eso.

141
16 Traducido por Julie
Corregido por Laurita PI

Tenía que ser el hijo de puta más estúpido del planeta.


No simplemente besé a mi mejor amiga, sino que la inhalé. Probé lo
prohibido y fue el sabor más dulce que bendijo alguna vez mi maldita lengua. A
cambio, me dio una parte de sí misma de forma permanente.
En serio, ¿cómo diablos se suponía que debía besar a otra mujer después sin
compararla con Sarah? Sin desear...
Mieeerda. Esto no era bueno.
¿Y si ella quería más? Se lo daría, pero luego la perdería, y eso era lo único
que no podía soportar. Sarah era mi constante cuando todo lo demás se sentía
inestable. Era la voz de la razón cuando era irracional. Ella estaba... allí, siempre
allí para mí, cada vez que la necesitaba. Confiaba en ella más que nadie en el
planeta, excepto supongo que no podía confiarle la única cosa que no le confié a
nadie.
Tenía mi corazón, pero no podía darle mis temores. Ellos deformaron una
parte de mí, y me avergonzaba demasiado dejarle ver esa parte, porque estaba
muerto de miedo de que eso pudiera ser lo único que la alejara para siempre.
—Es parálisis cerebral, ¿verdad?
Salté y miré alrededor para encontrar a Julianna mirándome fregar manchas
de cerveza de la barra con furia.
Encogiéndome internamente, decidí que aceptar ir a una cita con una chica
en la noche anterior a la que se suponía que trabajara con ella de nuevo, quizás no
fuera lo más inteligente que hice. Pero bueno, con las decisiones que tomé
últimamente, la inteligencia me abandonó hace mucho tiempo.

142
Al igual que fue una estupidez no golpearle la cara a Seth la noche anterior
cuando estuve en su apartamento para recoger a Sarah.
El imbécil era astuto. Hoy hice una visita al apartamento 5A y nadie abrió la
puerta. Tenía la certeza que oí a alguien en el interior. Pero el pequeño hijo de puta
tenía demasiado miedo para enfrentarme.
Debería tenerlo.
En verdad deseaba poder haberle golpeado en la cara, cualquier cosa que
me ayudara a dejar de pensar en lo que Sarah y yo hicimos anoche.
Lo que me recordó que Juli parpadeaba en mi dirección, esperando una
respuesta.
Mierda. ¿Qué había dicho? Sacudiendo la cabeza, murmuré—: ¿Disculpa?
—¿Tu Sarah? —recordó, haciendo que el latido de mi corazón martilleara
con ese título. Mi Sarah—. Tiene parálisis cerebral, ¿verdad?
—Sí —dije en voz baja. Con recelo—. ¿Cómo lo sabes?
Se encogió de hombros. —Mi primo Benny la padece. Pero me tomó un
tiempo darme cuenta que Sarah también lo tiene porque es un poco diferente.
Mientras que ella tiene mejor movilidad, él tiene una postura mucho peor.
Asentí, dejando caer el trapo que estuve usando para enfrentarla. —Es
probable que padezca parálisis cerebral espástica, que es el tipo más común. La de
Sarah es atetoide.
—Oh. No sabía que existían diferentes tipos. —Abrió la lavadora de vidrio
bajo la barra para encontrar que, sin sorpresas, el personal que trabajó la noche
anterior no vació el último ciclo.
Así que cuando comenzó a retirar los platos, respondí—: Hay diferentes
tipos para casi todo lo que existe.
Levantando las cejas, murmuró—: Touché. —Se volvió brevemente para
apilar vasos con los demás que recubrían la pared del fondo y luego se volvió—.
Mi, eh... Benny. Tiene problemas de razonamiento y para pensar las cosas. Me
sorprendió que Sarah pareciera tan...
—Ella es muy inteligente —le dije—. Solo alrededor de un tercio de las
personas con parálisis cerebral tiene problemas de razonamiento o convulsiones.
Sarah tiene convulsiones pero ningún problema para razonar. De hecho, el año
pasado, lloró cuando obtuvo su primera C en una maldita clase de biología.
—¿Está en la universidad? ¿Cuál es su especialidad?

143
—Programación de computadoras. Nos graduamos esta primavera.
—Oh, ¿tú también eres estudiante? —Juli dejó de apilar las copas para
enviarme una mirada de sorpresa—. ¿En Ellamore? ¡No me digas! Soy estudiante
de tercero allí, pero nunca te he visto en el campus. ¿Cuál es tu especialidad?
—La terapia física. —Saqué la siguiente fila de vasos limpios para ayudarla.
Me envió una sonrisa de agradecimiento por ayudar incluso cuando
preguntó—: ¿Debido a Sarah?
Le guiñé un ojo. —Lo sabes. —Siempre me fascinó ver a la gente ayudar a
Sarah a mejorar su función motora.
—Ajam —tarareó Juli de forma amable, haciendo una pausa para ver cómo
tomé el relevo en su trabajo—. Debes conocerla desde hace mucho tiempo.
—Nueve años —le contesté—. Llegó a la ciudad con su madre y su hermano
unos meses antes de que yo viniera aquí para vivir con mi hermano. En realidad,
nuestros hermanos eran camareros aquí en Forbidden, y así nos conocimos.
—Ella lo mencionó. ¿Trabajas el lunes? —La última pregunta salida de la
nada me dejó desconcertado ya que no lo esperaba.
La miré, confundido. —¿Qué?
Me lanzó una sonrisa triste. —Estaba pensando, ya que es mi próxima noche
libre, y si tú tampoco trabajas... que tal vez podríamos tratar de terminar esa cita.
Abrí la boca y me quedé inmóvil, sin saber qué decir. Planeé disculparme
primero por la forma en que terminó la noche anterior, pero me desvió con
preguntas sobre Sarah, y ahora... ahora ella dirigía la conversación hacia donde no
quería que fuera, porque después de lo de anoche, con Sarah, mi cabeza estaba
hecha tal desastre, que no tenía ganas de salir con cualquier mujer en este
momento.
Pero antes de que pudiera rechazarla y disculparme, alguien al otro lado de
la barra, dijo—: ¿Ustedes dos salieron anoche?
Juli y yo nos giramos para encontrar a un Colton muy interesado en
escuchar nuestra conversación.
Gruñí. —Jesús, ¿qué quieres de mí esta noche, pequeño imbécil?
Levantó un dedo en mi dirección. —No estoy aquí por ti, hermano mayor.
De hecho, vine a ver a la futura mamá de mi bebé. —Entonces le sonrió a mi
compañera de trabajo—. Así que lo abandonaste en la primera cita, ¿eh? Es
terriblemente aburrido salir con él, ¿verdad? Lo sabía.

144
Mientras le gruñí, Julianna dijo entre dientes—: No soy tu futura nada,
idiota.
Colton parpadeó, su rostro una máscara de inexpresión aturdida.
Obviamente sin esperar que dijera eso, él tartamudeó—: Eh... —Un momento más
tarde, dejó escapar una risa incómoda—. Si bien la idea de hacer bebés contigo es...
maldición, muy atractiva, yo, eh, no estaba exactamente… —Tosió y se rascó la
nuca, murmurando—: Qué incómodo —en voz baja.
Y justo otra persona dijo—: ¿Colton? ¿Eres tú?
Girando con demasiado entusiasmo, se enfrentó a la camarera que se acercó
a él, poniendo una mano en su vientre de embarazada mientras se acercaba.
La cara de mi hermanito se iluminó. —¡Oye, estás ahí! Feliz cumpleaños. —
Sacó una cajita negra con un lazo rojo de su bolsillo y se lo entregó—. Esto es para
ti.
Mientras la cara de Felicity se iluminó con placer, Juli se acercó a mí. Por la
comisura de los labios, murmuró—: Toda esa mierda de la futura mamá del bebé;
él no hablaba de mí, ¿verdad?
Hice una mueca. —Mmm...
—Vaya —susurró—. Qué vergüenza.
—Ha tenido un flechazo por Felicity desde que tenía diez u once años —
traté de explicar.
Desde que Felicity lo ayudó a superar sus pesadillas, él molestó a su marido
sobre la forma en que iba a robársela. Y a pesar de que flirteaba con ella sin piedad,
tenía la sensación de que en realidad la veía más como una figura materna que
cualquier tipo de futura mamá de su bebé.
—Sabe con quién está casada Felicity, ¿verdad? —preguntó Juli, luciendo
casi preocupada por él. Ella tenía razón. Knox era un gran hijo de puta y se veía
malo como el infierno, además de que boxeaba profesionalmente, para respaldar
su aspecto.
Me reí. —Sí, lo sabe. —Y nunca se sintió intimidado por la mirada
amenazante de Knox. El chico tenía las bolas de acero puro.
—Oye —le dije cuando otra camarera gritó una advertencia de dos
minutos—. Tienes que perderte, hermano. Ya vamos a abrir.
Sacudió una mano hacia mí, diciéndome que me callara y haciéndome saber
que me había oído, todo al mismo tiempo. Luego abrazó a Felicity para despedirse

145
y volvió a la barra para mostrarme el dedo medio antes de establecer su mirada en
Juli.
Apuntándola, le dio un guiño. —Y tú... no creas que me voy a olvidar de
que quieres que sea el padre de tus hijos, muñeca. Algún día, verás, va a pasar.
Julianna debía seguir avergonzada; ya que no le envió ningún tipo de
despedida. Mientras su mirada lo siguió hasta la salida, una expresión extraña
cruzó su rostro, como si tratara de descifrarlo. Pero entonces vio que la atrapé
mirándolo, y negó con la cabeza antes de rodar los ojos. —¿Es siempre así de
irritante?
Sonreí. —Siempre.
—Qué pena —murmuró antes de aclararse la garganta y centrarse en mi
cara—. Por lo tanto acerca del lunes por la noche —incitó, esbozándome una
sonrisa.
Con una mueca de dolor, sacudí la cabeza y miré hacia la puerta, deseando
que estuviéramos un poco ocupados en este instante. Y aunque algunos clientes
habían llegado, ninguno se acercó todavía a la barra.
—Lo... Lo siento —dije, volviéndome a Juli con un encogimiento de pesar—.
Yo quiero hacer algo con Sarah para ayudarla a olvidarse de su cita de mierda de
anoche.
Y... ahora que esas palabras habían salido de mis labios, me di cuenta de que
la cita de Juli no terminó mejor que la de Sarah. Maldita sea. Iba a odiarme.
Sorprendentemente, lo único que hizo fue darme una suave sonrisa. —Vaya,
eso es dulce de tu parte. ¿Alguna vez averiguaste lo que le hizo ese tipo?
Me quedé inmóvil, apretando los dientes. —Sí, él, eh... —No podía decirle la
verdad; Sarah se sentiría humillada más allá de la razón—. Le dijo algunas cosas
inadecuadas que la hicieron sentir incómoda. Nada muy grave. Pero eso le dio un
golpe a su confianza así que... —Sí. Sufría mi impulso habitual de intervenir y
hacer que todo fuera mejor para ella de nuevo.
Del mismo modo que hice anoche cuando pensé que darle su primer beso
sería de ayuda.
¿Ayuda?
Era un puto idiota.
Debería mantenerme alejado de Sarah por un tiempo, porque ese beso...
maldición, ese beso me afectó, me hizo desear y doler, y estuve a punto de pedir

146
más. Nunca debió haber sucedido. Y el verla de nuevo tan pronto después de que
eso pasó era probablemente peligroso.
Pero deseaba más tiempo con ella. Además, quería ayudar con el golpe que
su confianza recibió. Así que, a la mierda el peligro. Mañana por la noche, Sarah
era mía.

***

El lunes por la noche, acababa de tomar una ducha, y me cambiaba en unos


vaqueros y una camisa blanca cómoda cuando un morenito, de dos años, entró
gateando en mi habitación.
—Bwandt ¿quieres gugar conmigo? —preguntó mi sobrino Beau,
mirándome con sus suplicantes ojos grandes y azules.
Era un niño tan lindo, que odiaba rechazarlo, pero quería llegar a casa de
Sarah mientras todavía quedaba un poco de luz solar. No había hablado con ella
desde el beso, pero ya sabía que había salido del trabajo en el centro de escritura
hacía media hora. Por lo que debía estar en casa ya.
—Lo siento, pequeño. —Lo levanté para ponerlo sobre la cama en la que
rápidamente comenzó a saltar sobre el colchón—. Tengo que ir a ver a Sarah esta
noche.
Sus ojos se iluminaron con esperanza. —¿Sarah quiere gugar? —preguntó.
Juraba que se sentía medio enamorado de ella porque le dejó subir sobre su regazo
en la silla de ruedas. Y siempre iba más rápido cuando él le pedía que lo hiciera.
Pero—: No, lo siento. Esta noche no. ¿Dónde está Colton? Apuesto a que
jugaría contigo.
—Cole se ha ido —anunció Beau, todavía saltando alegremente.
Rodé los ojos, preguntándome si Colton se quedó una noche desde que
Aspen lo castigó. Sí, probablemente no. Qué desgraciado. Él sabía que ella nunca le
haría nada demasiado grave. Aspen era demasiado blanda cuando se trataba de
nosotros. Y aunque Noel podía gruñir más que ella, también lo era.
Tal vez fuera la razón por la que todavía vivía en su casa a los veintidós
años. Mi vida era demasiado cómoda aquí como para querer irme, aunque sabía
que tan pronto como lo hiciera, Beau podría tener mi habitación, y Noel y Aspen
podrían mover la cuna de su habitación. Pero esta era mi casa. Fue el primer sitio

147
en el que viví que se sintió como un hogar. Llámame sentimental, pero me sentía
un poco reacio a salir de mi casa. Además, la universidad se encontraba a
prácticamente pocos pasos de distancia. En realidad no había razón para ir a otro
lugar por el momento.
Creo que Noel y Aspen comprendían mi necesidad de quedarme; nunca
sugirieron que ya era hora de que me fuera, aunque sabía... que debería empezar a
buscar un lugar propio algún día. Iba a tener que crecer pronto.
—¿Dónde se encuentran tus padres? —pregunté a Beau.
—Besándose en el sofá —respondió él, aún saltando.
Jesús. Rodé los ojos. Noel y Aspen llevaban casados ocho años, sin embargo,
a veces, todavía se besuqueaban como recién casados. Era extraño. Aunque tenía
que admitir, si Aspen besaba parecido a Sarah, no culpaba a Noel por
abalanzársele cada vez que podía.
¿Y por qué diablos acababa de pensar acerca de Sarah y los besos? Dios.
—¡Oigan, ustedes dos! —grité hacia la puerta abierta de mi habitación—.
Quiten los labios el uno del otro, ya, y presten un poco de atención a su hijo, ¿sí?
Mi llamado funcionó. Segundos más tarde, tanto Noel como Aspen
aparecieron en la puerta.
—¿Qué ha hecho ahora? —preguntó Noel.
—Nada. —Metí mi billetera en el bolsillo trasero mientras ponía los pies en
mis zapatillas de tenis—. Es que está solo. Así que dejen de tratar de hacerle un
nuevo hermano y jueguen con el que tienen. Tengo que estar en otros lugares.
Después de agarrar mi teléfono y las llaves, me fui de la habitación,
haciendo una pausa para besar a un lado de la cabeza de Aspen en señal de
despedida.
A medida que me iba, oí a Beau invitar a sus padres a saltar en la cama con
él. El pequeño mierda. No tenía idea de su suerte. Dos padres que lo amaban y le
proporcionaron un buen hogar, estable. Noel había sido un hermano buenísimo,
pero era un mejor padre.
Así que sí, estaba contento de que Beau tuviera una infancia mejor de la que
tuve yo. Sin embargo no me ponía menos celoso de él. Pero hizo que me
preguntara qué tipo de padre sería un día. No era que algún día llegara allí.
Tendría que ser capaz de establecerme con una mujer en primer lugar, y todo eso...
Estaba pensando en ese beso de nuevo.

148
Cualquier sitio alrededor de Sarah era el último lugar en que debería estar
en este momento. Excepto que mi sangre parecía haber sido encendida con fuegos
artificiales cuando hice una pausa en la cocina para recoger todo lo que necesitaba
para mis planes.
Todo el camino hacia su casa, tamborileé con los dedos el volante y
canturreé en voz baja, tratando de expulsar mi energía nerviosa. No podría esperar
para verla.
Una vez que llegué, tuve la tentación de ir por el lado de su ventana, pero
decidí que iba a hacer esto bien.
Ella quería una primera cita de verdad. Bueno, iba a conseguir una.

149
17 Traducido por yure8
Corregido por Miry GPE

Me encontraba mirando en mi portátil un par de ofertas de trabajo de


programación informática por mi zona cuando alguien llamó a la puerta. Alzando
la vista, parpadeé cuando entró Brandt sonriendo, y mi corazón latiendo casi salió
mi pecho.
—Hola. ¿Estás ocupada? —preguntó.
Se veía bien, especialmente bien. Lo cual era raro, porque no estaba arreglado.
Llevaba una simple camiseta blanca de cuello en V, y unos pantalones vaqueros
azules normales que, vale, lucían más nuevos que otros que tenía. Pero, no sé,
había algo, como si se hubiera afeitado antes de venir o se hubiera peinado o...
¿qué demonios? ¿Era perfume lo que olía en él?
¡Lo era! Ese era el aroma que le regalé para Navidad.
¿Por qué diablos llevaba perfume?
—¿Sarah? —preguntó, elevando una ceja y luciendo divertido por la forma
en que lo miraba sorprendida.
Negué con la cabeza, regresando la cabeza donde estaba.
Ocupada, preguntó si estaba ocupada.
—Claro —dije—. Quiero decir, no. Desocupada. ¿Qué necesitas? ¿Todo
bien?
Juro que sus ojos brillaban de alegría mientras me sonreía. —Todo está
perfecto. Pero necesito que vengas conmigo.
Se comportaba tan misterioso, que me reí. —¿Dónde?

150
—Es una sorpresa —murmuró, manteniendo una mano hacia mí—. ¿Te
apuntas o no?
—Oh, me apunto. —Él sabía que tenía debilidad por las sorpresas. Tomando
su mano mientras me ayudaba a ponerme de pie, le pregunté—: ¿Es un lugar
público? ¿Debo cambiarme?
—No te cambies. Estás perfecta. —Siguió sonriendo mientras me ayudaba
con mi silla, e hizo que mi estómago se revolviera, recordándome nuestro beso.
Parecía un niño pequeño que no podía esperar para dar a sus padres los regalos de
Navidad que eligió para ellos. Era absolutamente adorable.
—Te comportas muy misterioso —no pude evitar decir.
Riéndose, se inclinó para susurrarme al oído—: Y te encanta.
Me estremecí, y por una vez, estaba contenta de tener parálisis cerebral para
utilizarla como una excusa por mis temblores, porque, santo infierno, su aliento en
mi cuello era el paraíso.
Enderezándose, torció su dedo para que le siguiera. —Por aquí.
Podría dirigirme directamente al centro del infierno, y le seguiría con
entusiasmo. Luciendo de la forma en que lo hacía y siendo tan juguetonamente
misterioso, Brandt era demasiado tentador para resistirse.
Mientras entrabamos en la habitación del frente, donde se encontraba Reese
trenzando el cabello de Issa, Brandt chasqueó los dedos y la apuntó. —¿Puedo
tomar prestado algo de tu cocina? —preguntó—. Juro que lo devolveré cuando
hayamos terminado.
—Uh... —Reese parpadeó antes de sonreír con malicia—. Bueno, claro.
Adelante.
—Gracias. —Salió corriendo de la habitación, y miré detrás de él,
preguntándome qué diablos estaría tomando.
Sintiendo un poco de baba en la comisura de mi boca, me limpié
rápidamente y envié a mi cuñada una mirada confusa. —¿Sabes de qué se trata?
—Ni idea —respondió, y luego susurró—: Tal vez quiere besarte de nuevo.
Mi cara se calentó —¡Shh!
Reese rió disimuladamente. Luego se echó a reír.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Brandt, entrando de nuevo en la
habitación.

151
—Nada —chillamos juntas Reese y yo.
Nos envió una mirada extraña antes de murmurar—: Está bien —y mantuvo
la puerta abierta para mí.
Miré de nuevo a Reese, curiosa por su excesivamente buen comportamiento.
Con ojos brillantes de alegría, me lanzó un beso. —Diviértanse. —El guiño
que siguió, me dijo que sin duda pensó que estaría recibiendo un beso de nuevo
antes de que terminara la noche. Dios, esperaba que tuviera razón.
Me sonrojé y no pude encontrar la mirada de Brandt mientras rodaba por
delante de él hacia la puerta.
No dijo nada en el camino a su camioneta, pero una vez que llegamos a ella,
se inclinó hacia delante para abrir la puerta. Luego me ayudó a ponerme de pie y
subir en el asiento antes de plegar la silla. Lo observé con el ceño ligeramente
fruncido, preguntándome por qué era tan... atento.
Normalmente me dejaba hacer todo eso sola, porque mi independencia era
muy importante para mí. Pero esta tarde, algo era diferente.
En cuanto se cerró mi puerta, el olor más celestial golpeó mi nariz, viniendo
de la parte trasera de la camioneta. Traté de girar para ver, pero no pude lograrlo.
—¿Qué es ese olor? —pregunté tan pronto como Brandt se subió a la
camioneta.
Se rió mientras arrojaba lo que parecía ser un abridor de botellas de vino de
Reese en la parte posterior. —Tú y tu súper olfato. Debí saber que lo captarías de
inmediato.
—Brandt Gabriel —gruñí—. Tienes comida en la camioneta. —Más le vale
que planee alimentarme con esta comida porque olía muy, muy rica. Podría
hacerle daño físico si me hacía olerla todo el camino hasta nuestro destino y luego
me negaba el probarla—. ¿Qué es?
—Pollo asado con hierbas de ajo —respondió mientras que arrancaba el
motor—. Lo recogí de camino aquí.
Casi gemí. —¿Vas a darme un poco? —Prestando atención cuando giró
hacia la universidad, fruncí el ceño. ¿A dónde diablos me llevaba?—. ¿A dónde
vamos?
Mi confusión le divertía. Simplemente no podía parar de reír. —Paciencia —
finalmente fue capaz de decir—. Casi hemos llegado.

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Acabamos aparcando entre los edificios de la universidad, más allá de la
biblioteca, del centro de tecnología y del estadio de fútbol, hasta que llegamos a
una superficie pequeña de agua que todo el mundo le llamaba el lago de la
universidad. La hierba de alrededor estaba cortada, y se encontraba rodeada de
bancos y un par de senderos para caminar. Un puentecito conducía hacia el centro,
donde había una pequeña isla con un monumento dedicado al primer presidente
de la Universidad Ellamore.
Miré curiosa a Brandt, preguntándome por qué me trajo aquí. Pasamos este
lago casi todos los días de camino a clase.
Observando una fuente en el medio del agua, me dijo—: La semana pasada
cuando pasamos por aquí juntos para recoger nuestras togas de graduación, viste a
una pareja tener un picnic en la isla y dijiste que se veía lindo.
Poco a poco, se giró hacia mí, y cuando nuestras miradas se encontraron,
algo cálido y líquido fluyó a través de mis venas, algo que me hizo sentir más viva
de lo que jamás me sentí con ninguna otra persona.
—¿Me llevas a un picnic? —pregunté, conmovida hasta la médula.
—Sí —murmuró—, a una cita real, viva y honesta. Llevando la mano hacia
el asiento trasero, agarró algo y lo trajo a la parte delantera antes de entregarme
una rosa de tallo largo.
—Oh, Dios mío —jadeé, alcanzando, con dedos temblorosos, mi rosa.
Cerrando los ojos, presioné mi nariz y aspiré su dulce fragancia. Las rosas eran mis
favoritas—. Creo que voy a llorar. Brandt... —Abrí las pestañas—. No tenías que
hacer esto.
—Querías experimentar una cita, así que tendrás una. —Se inclinó para
darme un rápido beso en la punta de la nariz—. Y no se llora. Solo las sonrisas y
risas están autorizadas para el resto de la noche.
Aspiré ante su orden. —¿Pero si son lágrimas de felicidad?
—Dios. —Se estremeció e hizo una mueca—. No. Esas son peores que las
tristes.
—¿Qué? —exclamé, confundida—. ¿Cómo es que son peores?
—No lo sé. Simplemente lo son.
Arrojé mi cabeza hacia atrás y me reí. —Eres tan raro.

153
—Risas. Bien. —Me señaló y me guiñó un ojo—. Mantengamos esto. Y
espera aquí mientras llevo rápidamente la cesta de picnic hasta la isla. Te llevaré a
nuestro lugar. Esta noche tampoco se permite sillas de ruedas.
Negué con la cabeza mientras abría su puerta y saltaba de la camioneta para
abrir la extensión trasera y sacar por el asa una cesta de mimbre cubierta.
—No puedes llevarme tan lejos —grité, haciendo que se detuviera.
Mirando a través de la cabina de la camioneta, levantó una ceja desafiante.
—¿Qué no? Mírame.
Mientras cerraba la puerta y salía, lo observé a través de la ventana,
sonriendo aturdidamente. No sé por qué seguí su demanda y me quedé como una
buena mascota, pero me divertía, y además, me dio un momento a solas en su
camioneta para chillar de emoción.
Así que supongo que nuestro beso no le asustó demasiado. Eso era bueno.
Sin embargo, no tenía idea que lo incitaría a esto.
Todavía quería soltar un par de lágrimas de felicidad porque, guau, esto
tenía que ser lo más bonito que alguien hizo por mí. Después del desastre con Seth,
la clase de pensamientos que tenía eran que terminé con todo el asunto de las citas.
Fue un sueño estúpido, de todos modos.
Pero Brandt me dio mi primer beso, y ahora mi primera cita, todo porque le
dije lo mucho que quería una... bueno, eso hizo que mi mente girara con otras
cuántas cosas que él estaría dispuesto a darme... solo porque las quería.
Maldita sea. ¡No! No debería ir ahí.
Me sentía muy honrada de que hiciera esto por mí. No iba a esperar más.
Dios, era una perra codiciosa.
Sin embargo, mientras lo miraba por la ventana, caminando de vuelta a la
camioneta después de dejar la cesta de picnic, mi cuerpo se enroscó de tensión
dentro de mi vientre. Una parte de mí ansiaba qué más podría estar dispuesto a
dar. Juro que todavía lo podía saborear en mi lengua, sentir sus dientes en mi oreja,
oler su aroma mientras deslizaba su mano debajo de mi blusa.
—Oh, Dios —dije entre dientes, deslizando hacia abajo el visor para
revisarme el pelo en el espejo.
Mmm, no se veía tan mal. Reese me lo rizó antes de dejar las clases esta
mañana, y, sorprendentemente, todavía había algunos rizos. Mordiéndome los
labios para hacerlos más rojos, presioné mis dientes en el labio inferior justo
cuando llegó a la camioneta y abrió la puerta del lado del pasajero.

154
Dándome la espalda, se inclinó ligeramente, diciendo—: Suba a bordo, mi
dama, y prepárese para el paseo de su vida. —Me sonrió por encima del hombro,
moviendo las cejas.
Me reí. —Eres tan tonto —dije, cuando en realidad sus palabras me
calentaron en todos los lugares correctos. Mis pechos se encontraban pesados, y la
electricidad se desató entre mis piernas.
—Solo para ti —respondió, dando palmaditas en la parte superior de su
espalda, invitándome en silencio que montara sobre él.
Oh, Dios. Mi estómago se anudó con la excitación; me subí con cuidado
desde la camioneta directamente sobre sus hombros. Mi vientre y los pechos se
aplastaron contra él mientras lo agarraba ya que no me sentía segura en absoluto.
—Aquí, pon tus brazos por encima de los míos —ofreció, extendiendo sus
brazos de par en par como las alas de avión.
Cuando lo hice, moví mi mejilla casi al lado de la suya, enrolló sus brazos
alrededor de los míos hasta que sus manos terminaron por encima de las mías.
Luego entrelazó nuestros dedos y se inclinó ligeramente antes de patear la puerta
del camión cerrándola detrás de él y silbando para darme un paseo trotando.
Grité de asombro y agarré con fuerza sus dedos. —¡Brandt!
—¿Qué? —preguntó con una sonrisa, cambiando su cara hacia mí hasta que
nuestras mejillas raspaban una sobre la otra—. ¿No te gusta?
Cuando empezó a disminuir, me di cuenta que me gustaba. Mucho. En
lugar de decirle que me bajara, animé. —¡Más rápido!
Rió y echó a correr de nuevo.
Posiblemente grité todo el camino hasta el puente, donde ralentizó y me
llevó con más cuidado a través del paso elevado balanceante.
Una vez que llegamos a la manta que ya se encontraba extendida, me bajó
con cuidado a mis pies, todo el rato girando hacia mí para mantenerme firme.
Incapaz de dejar de reír, aparté el pelo de mis ojos por el viento. —Está bien,
eso fue divertido.
Mis mejillas se sentían sonrojadas, y el resto de mí se sentía simplemente...
eufórico.
—¿Te gustó? —preguntó, ayudándome a bajar al suelo hasta que estuve
cómodamente sentada.

155
Con un resoplido, rodé los ojos. —¿Qué tratas de hacer? ¿Arruinarme para
todas las futuras citas?
Sus ojos azules brillaban con intensidad. —Tal vez.
Mi respiración se detuvo mientras se sentaba a mi lado y se ocupaba de
abrir la cesta para sacar toda la comida que trajo. Tomó todo dentro de mí el no
dejar escapar que él era lo mejor que me pasó nunca y que no importaba si nunca
iba de nuevo a otra cita porque esta era la única a la que quise ir, de todas formas.
—¿Por qué eres tan bueno conmigo? —murmuré, sintiendo la pesadez en el
pecho, como si contener todos mis sentimientos se volviera demasiado, demasiado
imposible de manejar.
Pero simplemente dijo un poco serio—: Porque eres especial para mí. —
Mientras se concentraba en sacar el pollo, y luego una botella de vino, uvas, queso,
y mis minis galletas favoritas Club Cracker que sabía que quería. Era obvio que
pensó en mí mientras preparaba todo esto, escogiendo lo que sabía que más
apreciaba.
Sabía… sabía desde hacía un tiempo, que era especial para él.
—Sin embargo ¿por qué soy tan especial para ti? —insistí. No entendía lo que
veía en mí, por qué se esforzó tanto para hacerme feliz, por qué mantenerme
segura y protegida era una prioridad para él. En realidad no había nada genial
sobre mí. Solo era... yo. Sarah llana, aburrida y asexual.
Brandt hizo una pausa y alzó la vista, dándose cuenta de lo importante que
era la pregunta. Observándome desde sus ojos azules reflexivos, los entrecerró un
momento antes de decir—: Supongo que no lo entenderías, pero... cuando más
necesitaba a alguien en mi vida, estabas allí. Siempre has estado ahí para mí. Eres
la persona más fiable, digna de confianza que conozco.
Fruncí la nariz, alegre de que dichos rasgos hubieran ganado su lealtad,
pero aun así, sonaba aburrido. —Me siento como un jodido perro adiestrado.
Echando hacia atrás la cabeza, soltó una carcajada. —Y siempre me haces
sonreír —agregó antes de sacar los platos, cubiertos y vasos de la cesta.
Recordando el día que nos conocimos y cómo no conocía a nadie más en la
escuela, pero esperó en el pasillo, solo fuera de la oficina, por mí para salvarlo,
respiré, de repente contenta de no haber tenido demasiado miedo de acercarme a
él ese día. Mi único pequeño acto de valentía resultó ser lo más inteligente que
jamás hice.

156
Brandt continuó siendo atento en la cita mientras llenaba nuestros platos,
preguntándome qué tan grande quería la porción para todo. Y a pesar de que llevó
cubiertos, ninguno los utilizamos, comiendo todo con los dedos. Incluso tuvo la
previsión de robar un paquete de toallitas para mantener las manos limpias.
Hablamos con facilidad a través de la comida, comentando sobre los
sabores, el clima, la escuela, lo que haríamos después de la graduación. Decidí que
no habría sido capaz de relajarme y disfrutar de una cita con nadie más, porque
Brandt era cómodo y seguro.
Además, pude totalmente pegarme el atracón sin importar qué pensará de
mí. De hecho, tuvimos una divertida pelea sobre quién iba a robar el último trozo
de queso antes de que él accediera y me dejara tenerlo.
Mientras estallaba la última uva en mi boca y la masticaba, gemí y acuné mi
estómago antes de relajarme hacia atrás y tumbarme sobre la manta mirando hacia
el cielo lleno de nubes. —Oh, Dios mío, creo que voy a estallar las costuras. Estaba
muy bueno.
Brandt se rió y se sentó a mi lado, inclinando sus piernas para que su cuerpo
estuviera en una dirección diferente a la mía, pero manteniendo su rostro lo
bastante cerca para que algunos de sus mechones me rozaran la mejilla. —Por la
manera en la que comías, empezaba a preocuparme de cómo iba a llevar tu culo
gordo de vuelta.
Jadeé. —Lo que sea. —Luego empujé su hombro—. Idiota.
—Auch. —Se rió y frotó una mano sobre la parte que le empujé—.
Abusadora.
Rodando los ojos, murmuré—: Como si eso doliera. Apenas te empujé.
—¿A caso te insulté? —Cargó en respuesta—. Eres, qué, ¿talla dos?
—Seis —susurré.
—Oh. —Hizo un sarcástico movimiento tembloroso—. Eso debe clasificarte
un escalón por encima de la anorexia, ¿entonces?
Lo empujé de nuevo, pero esta vez, lo seguí con una risa. —Eres un idiota.
—Aunque, honestamente, me gustaba la forma en que me trataba. Nunca fue
demasiado suave con mis emociones, como si fuera un trozo de cristal delicado
que podría romperse a la más mínima broma. Esa era una de las cosas que más me
gustaba de él. Nunca me hacía sentir minusválida.
Después de un par de segundos de silencio, dijo—: El atardecer es bonito.

157
Giré la cabeza para mirar el atardecer rosa, amarillo y naranja. —Sí.
Un cómodo silencio se apoderó de nosotros, mientras veíamos los colores
lentamente difuminarse y ponerse paulatinamente el sol.
En la orilla del lago, un par de chicos empezaron a lanzar un balón de
fútbol. —¿Por qué no juegas al fútbol en la universidad? —pregunté, de repente
curiosa. Sabía que lo disfrutó en la escuela preparatoria, y fue lo suficientemente
bueno para probablemente conseguir una beca. Pero nunca siquiera lo probó y solo
le restaba importancia cuando le preguntaba.
Pero tenía la sensación de que sería más honesto ahora. En este momento de
tranquilidad entre nosotros, las cosas simplemente se sentían mucho más abiertas.
—No sé —dijo tomando un trozo de césped y pasándolo entre dos dedos—.
El fútbol siempre fue cosa de Noel. Se encontraba muy decidido en hacerlo
profesional, creo que murió algo en él cuando se rompió la clavícula. Solo... no me
hubiera sentido bien si hubiera llegado más lejos que él.
Parpadeé, sorprendida al saber eso. —Así que... ¿lo dejaste pasar a causa de
sus sentimientos?
Cuando giré la cabeza para ver su cara, encogió los hombros. —Nunca fue
tan importante para mí como lo fue para él.
—Tienes que saber que él habría estado más que orgulloso de ti si hubieras
terminado convirtiéndote en profesional.
Su mirada de ojos azules se clavó en los míos. —Pero no quería ser
profesional. No quería dejar Ellamore. Todos lo que amo están aquí. Este es mi
hogar.
La forma en que me miraba, era como si tratara de decirme que era una de
las razones por las que se quedó, porque no quería dejarme.
Mi corazón se llenó de emoción. No pude contenerme de trazar con un dedo
su mandíbula. Sus pestañas temblaron y el azul en su mirada se oscureció.
—¿Alguna otra pregunta? —preguntó en voz baja.
Mi respiración se detuvo. Bueno... ya que preguntaba.
—¿Qué tan completo es el servicio de esta cita?
Su mirada cayó sobre mi boca, y mi núcleo se llenó de calor. —¿Qué tienes
en mente?
Sonreí y bateé de mis pestañas. —¿Un beso?

158
Su sonrisa en respuesta fue lenta y sexy. —¿Piensas que podrás manejar otro
de mí?
—Supongo que solo hay una forma de averiguarlo.
Se rió entre dientes. —Lo que quieras, preciosa.
Estirándose hacia mí, su dedo rozó mi mentón antes de que su boca se
colocara suavemente contra la mía. Un roce suave de labios, y luego rodó sobre su
estómago y acercándose más, apoyó los codos para que pudiera asomar la cara por
encima de la mía. Luego me besaba otra vez, separando mis labios con los suyos,
deslizando su lengua profundamente, y su cálida palma acunando mi mejilla.
Agarré su muñeca, devolviéndole el beso mientras las llamas del deseo
lamían a través de mi sistema.
Esto estaba sucediendo. Mi mejor amigo me besaba y parecía con ganas de
besarme más tiempo. Sus manos se volvieron codiciosas mientras se metían entre
mi pelo, y luego lo agarraba con fuerza mientras su boca se volvía exigente.
Cuando uno de los jugadores de pelota en la orilla gritó—: Consigan una
habitación —Brandt se separó, jadeando. Sus ojos se encontraron con los míos
antes de levantar la cara para fruncir el ceño a nuestros espías y sacarles el dedo
medio.
Riendo, volvieron a jugar, y Brandt bajó su mirada hacia la mía. No dijimos
nada, pero la forma en que me miraba... era como si me viera por primera vez.
Había algo sobre este momento, la suavidad en su mirada, su promesa de
unos segundos antes de darme lo que quisiera, la humedad entre mis piernas...
todo me impulsó a decir—: ¿Quieres dormir conmigo?
Sus cejas se movieron brevemente, mostrando una expresión rápida de
decepción. Sin embargo, dijo—: Por supuesto. —Se sentó y miró el picnic que aún
tenía que ser guardado—. ¿Entonces estás lista para regresar? Lo siento, no me di
cuenta de que te encontrabas cansada.
Mi frente se arrugó por la confusión antes de comprender; pensó que quería
decir que durmiera en el sentido literal, que solo quería que se quedara la noche y
me abrazara.
Así que cogí su muñeca tan pronto como puso la botella de vino de nuevo
en la cesta.
—No... —dije, haciéndolo parar y mirarme—. Quiero decir... ¿tendrás sexo
conmigo?

159
18 Traducido por Miry GPE
Corregido por Valentine Rose

Una ráfaga de sonido resonó en los oídos cuando la pregunta de Sarah


explotó en mi cabeza. La sacudí para despejar el caos; de seguro de que no la
escuché bien. Tuve que haberla escuchado mal.
—Lo siento, ¿qué? —dije lentamente.
De ninguna manera me preguntó lo que pensé que acababa de preguntar.
Pero sus ojos azules imploraron. —Solo una vez —contestó con voz suave,
casi incierta—. Eso es todo lo que pido. Y después nunca te molestaré con eso de
nuevo.
Mis labios se separaron. —Solo una... —empecé a repetir antes de que me
diera cuenta; maldición, de verdad acababa de pedirme que la follara.
Mierda.
Mi sistema automáticamente se puso en alerta máxima, mi polla se agitó
buscando atención, mi frecuencia cardíaca se aceleró a toda marcha. Las yemas de
los dedos me hormigueaban, ansiando tocar, y se me hizo agua la boca,
necesitando saborear. Tragué el impulso de montarla en ese mismo momento.
—Tú... esto no es… Cielos, Sarah. Simplemente olvidaré que has dicho eso,
¿vale? Todo está bien. Sin daño, sin falta. Solo tendremos que... pretenderemos que
no ocurrió.
Agarrando los platos vacíos pero sucios, los metí sin cuidado a la cesta, sin
preocuparme el tipo de desorden que provocaba dentro de la cesta de picnic
favorita de Aspen.
Sarah no dijo nada durante todo el tiempo que me apresuré a guardar todo,
y me di una patada mentalmente en las pelotas porque quizás la herí por mi

160
reacción. Pero, joder, no era como si pudiera tener sexo con ella, no importaba lo
mucho que deseaba hacerlo.
No me atreví a mirarla hasta que limpié todo y estábamos listos para irnos,
y cuando lo hice, tenía la vista gacha, con el cabello cubriendo su expresión.
—Vamos —murmuré, tocando su hombro—, volvamos a la camioneta. —
Pero, maldición, tocarla se sintió eléctrico. Era toda una mujer suave y cálida.
Quería empujarla de nuevo sobre la manta y simplemente comenzar a desnudarla.
Alzó la mirada, sus ojos llenos de dolor. Maldije en voz baja. El ácido llenó
mi estómago.
—Escúchame. —Acuné su rostro entre las manos y presioné la frente contra
la suya—. Estás molesta debido a lo que te hizo ese imbécil. Lo entiendo. Y es
perfectamente comprensible. Pero…
—No. —Se alejó de mí y me miró.
Mi mirada escaneó la suya, pero solo terminó apartándola.
—Solo vámonos —dijo, con voz cansada y derrotada.
Suspiré, pero la ayudé a subir a mi espalda. Sus curvas se presionaron en mi
columna, dificultándome aun más caminar debido a la erección llenando el espacio
en mis pantalones.
No hablamos en el camino de regreso a la camioneta. La dejé durante unos
minutos para recuperar la manta y la cesta, pero aún se encontraba en silencio
cuando subí detrás del volante y encendí el motor.
Acabábamos de abandonar el campus, tomando el camino que se dirigía a
su casa cuando dijo—: Vale, bien. Sí, odio lo que hizo Seth; me hizo sentir estúpida,
pequeña y totalmente indeseable. Pero eso no me impide el querer experimentar la
vida. En todo caso, mi desastre con él solo me demostró lo mucho que necesito a
alguien en el que confíe sin reservas para encaminarme a través de ello. No lo haría
cualquier chico. Y tú eres la única persona en quien confío lo suficiente para
pedírselo.
—Maldición —dije entre dientes, apretando las manos en el volante.
—Si la idea de la penetración te molesta, entonces podemos apegarnos
estrictamente a lo oral —agregó.
Y joder, simplemente escucharla decir penetración y oral me puso tan duro
que ni siquiera era divertido.
—Sarah, no. Solo... para. No sabes lo que pides.

161
Frunció el ceño. —Te pido que tengas sexo conmigo. Una vez.
Cerré los ojos y gemí. —No. Me pides que destruya nuestra amistad.
Con una irritada carcajada, soltó—: ¿Cómo destruiría nuestra amistad? No
te pido que salgamos. Ni siquiera te pido que no duermas con otras personas,
porque solo quiero una vez, una experiencia para marcar mi lista de deseos. Y
después podemos seguir adelante como si nunca hubiera sucedido.
Como si nunca hubiera sucedido, ¿eh? Seguro. Simplemente follar a la chica
de mis sueños, la persona que amo por encima de todas las demás, y luego
continuar y olvidarme de ello.
Lo más jodido del mundo.
—Bueno, ¡disculpa —dije entre los dientes presionados—, si no tengo ganas
de actuar como tu jodido caballo semental de alquiler! —Giré en su calle—. No
puedes pedir prestada mi polla durante unas horas para ninguna otra razón aparte
de querer saber cómo se siente dentro de ti. Soy tu maldito mejor amigo en la
tierra. No creo que merezca ser utilizado de esa manera.
Aspirando, Sarah se abrazó a sí misma. —Yo… yo... sabes que no lo decía en
ese sentido. —Pero me encontraba demasiado enojado para responder, así que se
estremeció al sacar la bocanada que acababa de inhalar y se giró a mirar por la
ventana.
Probablemente debí disculparme, pero... ¿qué demonios? Había estado loco
por esta chica la mitad de mi vida, ¿y solo quería follarme una vez por curiosidad?
Al carajo. ¿Por qué no terminaba de arrancarme el corazón y escupirle mientras
tanto?
En plena ebullición, rechiné los dientes cuando llegamos a la acera frente a
su casa. Apagué el motor, me quedé ahí sentado, sin moverme, sin hablar, aún sin
estar listo para terminar esto hasta que me asegurara que se hallaba bien. No
importaba lo mucho que me lastimó, no quería que se fuera esta noche sintiéndose
mal. El único propósito de esta excursión fue aumentar su confianza, no mellarla
un poco más.
—Un simple no hubiera bastado —dijo en voz baja—. No tenías que
hacerme sentir como una mierda por hacer una simple pregunta.
Maldición. Sabía que la herí. —No fue mi intención hacerte sentir…
—¡Bueno, lo hiciste! Me hiciste sentir como si ni siquiera tuviera el derecho a
experimentar un poco de placer físico.
—Eso no es cierto —gruñí—. Tú…

162
—Me besaste porque quería saber cómo se sentía —despotricó—. Me llevaste
a una cita porque quería experimentar una.
Con una risa áspera, me pasé la mano por el cabello. —Una cita y un beso
son muy diferentes a follar. No puedes quedar embarazada por un beso. No hay
riesgo de enfermedades de transmisión sexual por una cita. Tienes que desnudarte
y prepararte cuando tienes sexo. Así que créeme, sin ninguna duda besar no es tan
íntimo ni vinculante como lo sería poner mi pene dentro de ti y hacerte venir.
Abriendo la puerta, murmuró—: Sin duda, no tienes ningún problema en
meterte con cualquier otra mujer en el planeta.
Su comentario sarcástico me molestó. La había deseado desde que tenía
dieciséis años. Me enamoré completamente y daría mi alma por algo profundo y
significativo, pero ella era la única que ni siquiera se fijó en mí en un ámbito
sentimental. La única razón por la que incluso me metí con otras mujeres fue
porque no podía tenerla. Ah, pero ahora, todos estos años después, ¿pensó que
simplemente podría tronar los dedos y al instante caería de espaldas, con la polla
al aire, jadeando para que se suba en ella, solo porque quería deshacerse de su
jodida virginidad? Ni siquiera me quería a mí específicamente; solo quería una
polla fiel en la que pudiera confiar.
Bueno, que se vaya… a la misma mierda.
Cerré la puerta de un portazo al salir de la camioneta y saqué la silla de
ruedas con un poco más de rudeza de la cama de mi camioneta de lo que
probablemente debería.
—¡Con más cuidado! —gritó, ganándose una fría mirada de mi parte
mientras le abría la silla, luego di un paso atrás, dejándola hacer el resto.
No pude ver mientras se bajaba. Y tan solo rechiné los dientes y tensé la
mandíbula cuando espetó—: No me sigas esta vez.
Parado ahí, tenso e hirviendo, permanecí junto a la camioneta hasta que se
encontraba a salvo dentro de la casa con la puerta del frente cerrada. Entonces
golpeé el puño al lado de mi trabajo de pintura y murmuré—: Hijo... de puta.
Deslizándome hacia el suelo, me agarré la cabeza mientras trataba de no
explotar. La chica que quería por encima de todos los demás por fin me deseaba, y,
sin embargo, no era correcto. Nada era correcto.
Nunca podría follar a Sarah. Me sentía demasiado atemorizado de perderla.
De hecho, si no la necesitara tanto en mi vida, me habría ido en la camioneta y
conducido a casa o ido a Forbidden a emborracharme. Pero sí la necesitaba, y

163
aunque no quería hablar con ella en particular en este momento, no perdería
nuestra amistad por algo que le negué a fin de mantener nuestra amistad en el
primer lugar.
Dios, tenía dolor de cabeza.
—Hijo de puta —gruñí, golpeando el neumático de la camioneta antes de
ponerme de pie. Pasando el camino de entrada, me dirigí al costado de la casa. Su
luz estaba encendida y las cortinas abiertas. La chica loca nunca las cerraba. Vi
movimiento en el interior, sombras cambiando a lo largo de la pared, así que
golpeteé en su ventana y metí las manos en los bolsillos.
Cuando su rostro apareció, solamente la miré, petulante.
Sus hombros subieron drásticamente cuando suspiró. Luego apenas y abrió
un poco la ventana, lo suficiente para hablar, pero no para que pudiera entrar.
Lo que me mataba.
Me mataba.
—Espero que sepas que arruinaste una cita completamente increíble. —Mi
voz se quebró—. Me estaba divirtiendo, maldición.
Las lágrimas llenaron sus ojos y su barbilla comenzó a temblar. —Lo siento,
¿de acuerdo? —Bajó el rostro y se abrazó a sí misma, haciéndome querer
disculparme de inmediato. Mi pecho se comprimió con dolor—. Lo... lo siento.
Nunca debí preguntar. Fue estúpido, imprudente, egoísta y… y… todo lo que
tenías que hacer era decir que no.
—Dije que no —murmuré, la cabeza en conflicto con la necesidad de hacerla
sentir mejor y aun así queriendo estar enfadado con ella.
—Pues… bien. Sí, lo hiciste. ¿Qué haces aquí, entonces?
Suspiré y me froté la cara. —Porque estás llorando.
Un gruñido amortiguado tipo risa salió de su boca. —No empecé a llorar
hasta que me seguiste y golpeaste la ventana, maldición.
—Llorarías si te seguía o no —dije, arqueando una ceja, desafiante.
Alzó la barbilla desafiante, y las lágrimas en sus ojos brillaron intensamente.
—No puedes asegurar eso.
—Sí, puedo. —Me acerqué más a la ventana y aferré el marco, odiando el
tener que pararme aquí afuera para decir todo esto—. Te herí, y me heriste. La
jodida razón por la que pensé que el sexo era una mala idea fue porque estaba

164
seguro de que dañaría nuestra amistad. Así que no me iré de aquí esta noche hasta
que sepa que estamos bien. Ahora déjame entrar.
—Estamos bien —gruñó en un tono que me dijo que solo trataba de
conseguir que me fuera.
No lo hice. Gimiendo, dejé que mi cabeza rodara hacia atrás para poder
mirar las estrellas que comenzaban a aparecer. La última vez que miré al cielo, el
sol se ponía, con Sarah a mi lado, y me sentí más contento de lo que me sentía... tal
vez desde siempre.
Era una locura cómo todo podía cambiar en solo unos pocos y terribles
minutos.
—Sarah —casi gemí.
Refunfuñando en derrota, extendió la mano y abrió la ventana.
Pasé por encima para entrar y cerré el pestillo detrás de mí, luego me giré
hacia ella, que se hallaba apoyada contra la cabecera de la cama y se abrazaba las
rodillas contra el pecho.
Un buen metro y medio de espacio nos separaba, pero se sentían como
kilómetros. Desde el momento en que la sostuve tras la muerte de su madre,
tuvimos una amistad muy física, siempre abrazos, toques, cariños.
No tocarla simplemente se sentía… mal.
Se agarró las rodillas y se estremeció, luciendo pequeña. Demasiado
pequeña. —Esto es extraño.
Resoplé en acuerdo y me froté el rostro. Luego dejé caer las manos y solté
un suspiro. No podía soportar este jodido espacio entre nosotros.
—Mira, entiendo por completo tu necesidad de probarte que no eres
deficiente de alguna manera, lo que no eres. ¿Sabes eso, cierto? —Cuando dio un
medio encogimiento de hombros y no encontró mi mirada, gruñí—: Sarah. No
hay nada malo contigo.
—Entonces, ¿por qué otra razón me dirías que no? —preguntó en un
susurro ronco. Levantó el rostro y sus ojos azules parecían atormentados—. Solo
dilo ya. No puedes levantarlo por mí, ¿verdad?
Parpadeé, sin esperar para nada eso. —¿Qué?
—No hay problema —murmuró como si tratara de tranquilizarme—. Lo
entiendo. Si simplemente no te atraigo, puedes decírmelo. No puedes evitar lo que

165
tu cuerpo quiere y no. Pero, por favor, no hieras mis sentimientos, porque necesito
saber si ese es el caso.
Una risa escapó de mis labios. —¿En serio piensas que ese es mi problema?
—Agarré mi costado porque, joder, eso tenía que ser lo más divertido y a la vez lo
más triste que jamás había escuchado.
Mi diversión provocó que frunciera el ceño. —Bueno, no sé, Brandt. ¿No es
así?
Poniéndome serio, sacudí la cabeza. —Cristo. Me vuelves loco. ¿Esto luce
como una jodida polla flácida para ti?
Miró hacia el bulto en mis pantalones cuando lo acuné en mi mano para
mostrarle lo duro que estaba, y sus ojos se ensancharon. —Oh. —Sonaba sin aliento
y sorprendida. Luego su mirada se llenó de esperanza cuando alzo la vista—.
¿Quieres decir, que yo... puedo excitar a un hombre?
Un hombre, no a mí específicamente. Ninguna de sus fantasías sexuales
tenía algo que ver conmigo. Solo quería un pene dispuesto, y aparentemente duro,
para trabajar.
Bueno, yo quería que me desease a mí.
—Sí, puedes —dije con desprecio; agarré una almohada que había junto a
ella y la utilicé para cubrir mi regazo—. Felicitaciones.
Sus ojos se suavizaron a algo casi comprensivo cuando me vio empezar a
ruborizarme. Sí, estaba condenadamente ruborizado. Cállense.
Pero luego la perplejidad se hizo presente en su frente. —Realmente no soy
el problema —murmuró como si comprendiera algo.
Cerré los ojos, contento de que al menos dejó de pensar que tenía algo malo.
—No. No eres el problema en absoluto. —A mi cuerpo le encantaría sumergirse en
ella, justo en ese segundo, en realidad.
Sarah esnifó. —Bueno... tú no puedes ser el problema. Eres perfecto. Y has
hecho esto antes, así que…
—Sí, gracias —dije cortante, interrumpiéndola de forma brusca—. Has
dejado perfectamente claro que piensas que soy un mujeriego y follo a cualquier
mujer que se me antoje. Entiendo.
Retrocediendo a causa del desprecio en mi voz que obviamente la
sorprendió, al instante comenzó a sacudir la cabeza. —No. Eso no es lo que quise

166
decir, Brandt. Sabes que no pienso... —Pero sus palabras se desvanecieron e inclinó
la cabeza hacia un lado mientras me estudiaba con atención.
Le fruncí el ceño en respuesta, encorvando los hombros sobre mi cuerpo de
manera protectora mientras mantenía la almohada firmemente en su lugar encima
de mi estúpida y adolorida erección.
De pronto, sus labios se abrieron con una inhalación brusca. —Hay algo que
no me estás contando.
Bufando mi negación, empecé a negar con la cabeza. Pero mi mente se cerró
a lo único que no podía contarle a nadie, y mierda, tragué saliva. Aquel tema no
debería tener nada que ver con esto, pero, ¿y sí tenía que ver? Había afectado mi
vida sexual, impidiéndome dejar que las mujeres me tocaran ahí, nunca. Me dejaba
sintiéndome sucio, demasiado sucio como para poner tanta suciedad en el interior
de Sarah alguna vez. Eso aún me daba pesadillas a veces por la noche.
Carajo, ¿y si mi madre arruinó cualquier oportunidad que pude haber
tenido de estar con la mujer que amaba?
Sarah sacudió la cabeza como si no lo creyera, pero sus ojos seguían
creciendo mientras me miraba a la cara. Sabía que le daba todo indicio con mi
pálida expresión culpable.
—Pero me cuentas todo —murmuró con voz suave, confusa y herida.
Bajé el rostro, avergonzado.
—Brandt —susurró, sonando tan preocupada, que tuve que cerrar los ojos
con fuerza. Escuché el crujido de la sábana cuando se acercó más. Cálidos dedos
tocaron mi brazo—. Sabes que puedes contarme cualquier cosa.
Negué, todavía incapaz de mirarla. —No puedo... contarte esto.
—Vale —dijo firmemente como si comprendiera, aunque sabía que no
entendía nada—. Está bien. No tienes que hablar de nada. No tenemos que hacer
nada. Dejaré de molestar.
La miré, sintiéndome todavía como una mierda por no darle lo único que
sabía que más deseaba. —Lo siento. Sabes que haría cualquier cosa por ti. Pero...
no puedo hacer esto.
Con un movimiento de cabeza, repitió—: Bien. Está bien.
Pero no se sentía bien. Aún había medio metro entre nosotros. —¿Podemos
acurrucarnos? —pregunté, solo para hacer una mueca—. Cielos, hablo como una
maldita chica.

167
Sara se rió. —¡Oye! Ya que soy parte de esa especie superior de chicas que
estás insultando, diría que eso no es tan malo, pero sí... sí, podemos simplemente
acurrucarnos.
—Gracias.
Debí lucir tan vulnerable como me sentía, pues tomó mi mano y me guió a
su cama, a las almohadas. Cada uno se quitó los zapatos y luego nos metimos bajo
las sábanas juntos, ambos aún completamente vestidos.
La abracé y enterré el rostro en su cabello. Acarició mi cabeza en silencio
durante un minuto antes de murmurar—: Si estás desfigurado, ya sabes, ahí abajo,
no me molestaría. Es decir, diablos, probablemente ni siquiera sepa la diferencia ya
que nunca he visto uno.
Me reí, bastante seguro de que esa era su intención todo el tiempo: aligerar
el estado de ánimo. —Cállate, listilla. No estoy desfigurado.
—Ah. —Juro que en realidad sonaba decepcionada por eso—. Pues, como
sea. Solo digo que no habría importado.
—Duérmete —dije contra su cabello.
—Mandón —resopló en respuesta mientras su cuerpo se instalaba más
cómodamente contra el mío.
Cuando se quedó inmóvil un minuto más tarde, supe que dormía.
Me relajé un poco y luego la abracé aún más cerca. Pero el sueño no vino a
mí tan rápido. Primero que todo, aún me sentía tentado a darle exactamente lo que
quería, y mi pene no dejaba de palpitar. Pero, lo más importante, me hallaba
preocupado. Ahora sabía que tenía algún tipo de secreto. ¿Y si de alguna manera
conseguía que se lo dijera? ¿Y si se enteraba de lo que había hecho?
No sabía muy bien de que podría sobrevivir si eso ocurriera.

168
19 Traducido por Mary Warner
Corregido por Laurita PI

Me sentí como la mierda cuando desperté el martes en la mañana.


Brand ya no estaba. Presioné la mano en su almohada vacía, esperando que
la noche anterior no hubiera pasado. No la parte de la cita. La cita fue increíble. Y
tampoco la parte donde se envolvió a mi alrededor y me sostuvo por siempre hasta
que sucumbimos al sueño juntos. Eso fue la unión de nuestras almas.
Pero la parte donde arruiné todo pidiéndole que tomara mi virginidad. Sí…
esa parte apestó. Como grandes y mutadas bolas de burro de tamaño elefante.
Aún no podía creer que lo hice. Justo hasta el segundo que la pregunta dejó
mi boca no tenía planeado hacerla. Y luego él vino y me dio una salida tan pronto
lo pregunté, diciéndome que podíamos olvidarlo todo. Pero no… tuve que insistir.
¿Por qué? ¿Por qué presioné?
Podría haber sido porque Seth me afectó, tal vez, me dejó cuestionándome
todo, y me volví tan determinada a mostrarle a él y a mí misma —demonios, al
mundo entero— que podía ser una mujer común y corriente. Pero Brant tuvo
razón de nuevo cuando me dijo que intentaba usarlo para hacerme sentir mejor.
Dios, odiaba cuando tenía razón. Nunca pretendí menospreciarlo y tratarlo
como un objeto.
Incluso así, no saber cuál era el secreto que escondía me molestaba.
Demasiado. No nos escondíamos cosas, aunque ahora que lo pensaba, nunca
compartió nada de su vida sexual conmigo, a propósito manteniéndome lejos de
esa parte de él. Solo… no podía entender por qué.
Me sentía humillada y avergonzada, triste, herida, y sin embargo muy
agradecida de que hubiera vuelto y pudimos arreglar las cosas. Si lo hubiéramos

169
dejado como una pelea frente a mi casa, me hubiera sentido demasiado
avergonzada para siquiera enfrentarlo de nuevo.
Y ahora me sentía incluso peor por herir sus sentimientos, y luego por traer
a colación un tema que, obviamente, era delicado para él.
Lo presioné demasiado.
Me disculparía de nuevo. Le hornearía algunas galletas. Algo.
Cuando el reloj despertador sonó, le di una palmada al botón de repetición
por como la tercera vez esta mañana y suspiré hacia el techo, deseando que tan
solo pudiera quedarme acurrucada en la cama durante el resto del año... o al
menos hasta que derramara esta culpa horrible.
Segundo después, la puerta de mi dormitorio se abrió de golpe y Gracen,
seguido por Issa, entraron corriendo para treparse a mi cama y luego subirse
encima de mí, balbuceando algo acerca de cereal, creo.
—¡Issa! ¡Gray! —Reese se hallaba unos segundos detrás de ellos mientras se
precipitaba en el cuarto—. Dejen a su tía dormir. —Se veía desaliñada y a medio
vestir para el trabajo—. Lo siento, Sarah. Los sacaré de aquí.
—No, está bien —le dije—. Haz lo que tengas que hacer. Pueden quedarse
conmigo unos minutos mientras te alistas. No tengo clase hasta las nueve.
—Oh Dios mío. ¡Gracias! Estoy retrasada así que lo aprecio. —Presionó un
rápido beso en mi frente, le dijo a los niños que se comportaran y luego salió del
cuarto.
Los gemelos se quedaron en la cama conmigo, y jugamos a hacernos
cosquillas hasta que Reese resolvió todo. Engullía una barra de granola cuando
regresó para llevárselos. —Gracias de nuevo, Sarah. Eres un salvavidas. —Después
de coger a Gray, le tendió la mano a Issa para que se parara. Entonces se detuvo y
preguntó—: ¿Necesitas ayuda con algo?
Me preguntaba eso cada día. La mayoría de las veces, necesitaba algo,
ayuda con mi cabello, ropa interior, maquillaje. Pero ella siempre estaba retrasada
y además, me mortificaba cuanto tiempo me dedicó a través de los años. Sin querer
ser una obligación esta mañana y sabiendo que podía conseguir lo esencial por mí,
con un poco más de tiempo y esfuerzo, negué con la cabeza. —No, gracias. Lo
tengo controlado.
Eso la hizo detenerse insegura. —¿Estás segura?
Asentí. Hoy, no podía ser una molestia para nadie más. No podía… no sé.
Después de anoche, todavía me sentía egoísta y necesitada. Así que era extra

170
importante para mí probarme que podía manejarlo bien sin apoyarme en nadie
más para mi comodidad y felicidad.
Y terminé por poco llegando tarde a mi primera clase del día debido a ello.
Por lo general, siempre llegaba temprano. Pero esta mañana, rodé en la sala de
conferencia justo cuando el profesor se hallaba empezando la clase. La mayoría de
los asientos se encontraban tomados, así que detuve mi silla al frente del salón
junto a la última fila y usé mi regazo como un escritorio mientras sacaba mi laptop
de mi bolsa de estudios para tomar notas.
La hora se prolongó y estuve distraída la mayor parte de ella.
Por fortuna, después tenía un tiempo libre y fui por una bebida, algo con
mucha azúcar y cafeína podría proporcionar el pedal de arranque que necesitaba.
Reese me enganchó a su adicción al moka blanco de chocolate, así que me dirigí
hacia el Starbucks más cercano en el campus cuando oí que alguien me llamaba.
Ya que tenía un nombre muy común, lo ignoré hasta que un segundo más
tarde, la misma voz gritó—: Tú, Arnosta. ¡Espera!
Eso me hizo detener en la acera y mirar alrededor del ocupado patio hasta
que noté al tipo alto y delgado ondeando la mano mientras corría hacia mí.
Parpadeé, segura que debía tener visiones. Pero esa familiar sonrisa que
lucía muy parecida a la de su hermano era imposible de confundir. —¿Qué diablos
haces aquí?
Colton reía cuando me alcanzó. —Día de universidad. Tuve toda una salida
en día de escuela para visitar el campus, conocer mi consejero, dar un paseo, ese
tipo de mierda.
—Oh. Por. Dios —pronuncié, sacudiendo la cabeza—. Aún no puedo creer
que eres lo suficientemente mayor para graduarte de la secundaria. Juro que fue
solo ayer que tenías ocho años y me preguntaste por qué temblaba tanto.
Cerró los ojos e hizo una mueca. —Nunca me vas a dejar vivir con eso, ¿no?
Sonriendo, sacudí la cabeza. —No cuando es tan divertido tomarte el pelo.
Dejó escapar un sonido antes de que su cara se dividiera de nuevo en una
sonrisa intratable. —Oye, te iba a contactar la semana pasada, ver si podías hackear
mis calificaciones y bajar un punto mis notas pero mi hermano mayor me gruñó y
parecía pensar que no irías tan lejos.
La mención de hermano mayor hizo flaquear mi sonrisa, pero luego arrugué
mi nariz. ¿Acababa de decir que bajara sus notas? —No lo haría —dije, inclinando
la cabeza a un lado e hice una mueca de dolor contra el destellante sol mientras

171
trataba de alzar la mirada hacia él—. Además, si querías un promedio peor, ¿por
qué no sales mal a propósito en un tus exámenes?
Se encogió de hombros y me lanzó una mirada de mal humor. —No sé. Es
una cuestión de orgullo, supongo. Pero ahora estoy jodidamente atrapado con
estas jodidas calificaciones, y voy a terminar siendo el segundo mejor de la clase.
Sabes, en ese caso te hacen dar un estúpido discurso en la graduación.
Me reí. —No habría pensado que tener que hablar en frente de una multitud
de personas sería un problema para ti.
Rodó los ojos. —Como si alguno quisiera oírme… no cuando el discurso de
despedida del mejor de la clase vendría justo después.
La forma en que dijo mejor de la clase hizo que todo cobrara sentido. —Oh,
entonces es solo que no te gusta estar en segundo lugar.
En verdad trató de dar lo mejor de sí en los exámenes. Solo que no logró
hacerlo mejor que otra persona, y eso lo molestaba.
—¿A quién le gusta estar en segundo lugar? —murmuró—. Es el puesto del
primer perdedor. Todo el mundo me verá de pie enfrente de ellos aceptando ser el
primer perdedor.
Fruncí el ceño ante ese pensamiento. —Bueno, no creo que vaya a ser así….
—Y el mejor de la clase es también un completo idiota —remarcó—. No
puedo creer que pierda ante tal imbécil. Pude muy bien no haber intentado una
mierda en absoluto.
—Sabes, tienes razón. —Asentí sabiamente—. Nunca he ganado el primero,
segundo o incluso tercer lugar en algo en toda mi vida. Muy bien podría solo
matarme ahora.
Colton parpadeó, sobresaltado por mi vehemencia. Luego suspiró y corrió
una mano a través de su cabello. —Entonces me estás diciendo que deje de ser una
pequeña perra quejumbrosa y lidie con ello, ¿no?
Sonreí. Colton era un niño tan divertido. —Exactamente. Ahora siéntate ya.
—Señalé a un banco cercano—. Antes de alzar la mirada hacia ti y directo hacia la
luz del sol para que me ciegue.
—¡Oh! Mierda, lo siento. —De inmediato se dejó caer en el banco junto a mí.
Me reí, aunque todo el asunto me hacía pensar en Brandt. Nunca tuve que
pedirle que se bajara a mi nivel. Solo lo hacía automáticamente. Incluso desde

172
nuestro primer encuentro. Fue tan considerado, pensando en las cosas desde mi
perspectiva y alterándose por ello. Siempre me ponía primero.
Dios, no lo merecía como amigo. ¿Por qué le pedí que se prostituyera para
mí?
—¿Entonces qué pasa entre Brandt y tú? —preguntó Colton, haciéndome
mirarlo.
—¿A qué te refieres?
Sonrió. —Actuó como un imbécil durante el desayuno. Así que le dije que
debía ir a visitarte, porque, bueno, siempre lo pones de buen humor. Pero juro que
me hubiera arrancado la cabeza si Noel no hubiese saltado y salvado mi adorable
trasero.
Suspiré. Sí, en realidad estropeé el asunto con mi estúpida pregunta anoche,
¿no? Pobre Brandt.
—Estamos peleados —me lamenté.
—Ya lo sabía. —Colton sonaba divertido mientras sacaba un paquete de
chicles de su bolsillo y desplegaba una pieza antes de arrojarlo en su boca—. Pero
¿por qué pelearon?
Mi cara ardió tanto que solo podía imaginar lo roja que se había puesto.
Apartando la mirada, murmuré—: Nada.
De ninguna forma admitiría lo humillante que había sido ser rechazada por
Brandt… ni mencionaría cuánto me dolía haber aprendido que tenía algún tipo de
secreto que no quería decirme. Ya me sentía demasiado mal por presionarlo a algo
que no debí haberlo empujado.
—Interesante —murmuró Colton mientras sus labios se expandieron en una
amplia sonrisa diabólica que me hizo preguntar si se había partido sus mejillas—.
Así que al final lo hicieron, ¿eh?
—¿Qué? —resoplé—. ¡No!
Mis mejillas tenían que estar tan rojas que ahora debían rozar el púrpura.
—Ahh. —No me gustaba esa mirada conocedora en sus ojos mientras me
veía—. ¿Así que lo rechazaste? Típico de mi hermano mayor.
—No, no lo rechacé. —Sintiéndome petulante y temperamental, fruncí el
ceño y murmuré—: Él me rechazó.

173
Oh Dios mío, no podía creer que acabara de decir eso. El hermano de Brandt
era como de la familia y me sentía más a gusto con él que con el noventa y nueve
por ciento de la población, pero aun así. ¡Embarazoso!
Colton parecía similarmente sorprendido por mi confesión. Se ahogó con el
pedazo de chicle. —Eh… ¿discúlpame? —Se señaló al pecho antes de recuperar la
goma—. Acabas de decir…
—¡Sí! —espeté, perdiendo totalmente toda paciencia y el pudor. Pero ya que
no podía preguntarle a Brandt por esto, y era demasiado vergonzoso decirle a
Reese como me le había arrojado, entonces… sería Colton—. Sí, bien. Se lo pedí.
Con la mandíbula abierta, Colton me miró un momento antes de decir—:
Tú… en serio se lo pediste a Brandt… —Ni siquiera podía terminar la pregunta, ya
que se hallaba muy impactado.
—¡Lo sé! —Lloré, cubriendo mis ojos con las manos—. Tampoco puedo
creer que lo hice. ¿Qué demonios pensaba? Una no le pide a su mejor amigo que
duerma ella. ¿Quién hace eso?
—Bueno, honestamente… —Colton se frotó su mandíbula, pensativo—. No
fue una pregunta tan mala. Pero no puedo creer que te rechazara. Siempre pensé
que sería mucho más fácil acostarse con él.
Me reí, agradecida por el cómico alivio. Pero luego mis hombros se
hundieron. —Si te hubiera pedido que tomaras mi tarjeta V, ¿me habrías
rechazado?
—Demonios, sí —respondió de inmediato.
Parpadeé, impactada por lo rápido que respondió. Entonces encrespé los
hombros como un perro huyendo de su brutal amo, y susurré—: ¿En serio?
—Bueno, sí —dijo como si la respuesta fuera obvia—. Eres de Brandt. Me
patearía el trasero si alguna vez lo considero. Si no lo has notado, ese chico es
horriblemente sobreprotector contigo.
Fruncí el ceño y apreté mis dientes. —Sí, sé que es sobreprotector. Pero no
considera…
—No. —Sacudió la cabeza como si en realidad no tuviera ninguna idea—.
Es como… no lo entiendes, ¿no? Eres suya.
Mi corazón aceleró su latido ante su insistencia. —¿Discúlpame?
—Te protege como… mierda, ni siquiera lo sé, tal vez como una manada de
lobos rugientes parados junto a su compañero herido. Es como si fueras una parte

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de él, la parte más vulnerable. Así que… sí. Me confunde que en realidad te haya
rechazado. —Me miró de soslayo—. ¿Estás segura que te rechazó?
—Absolutamente segura. Reflexionamos sobre ello por una buena hora. Juró
que arruinaría nuestra amistad.
—Él… espera. ¿Deliberaron sobre ello? —Parecía divertido por eso, lo que
me hizo entrecerrar los ojos.
—¡Sí! Argumentamos al respecto. Un montón.
—Sarah. Oh, Sarah. —Cerró los ojos y se llevó la mano al rostro—. Sarah,
Sarah, Sarah. No tratas de usar la razón con un hombre cuando quieres jugar a las
caricias y cosquillas con él.
—¿No? —Cuando sonrió y negó con la cabeza, fruncí el ceño—. ¿Por qué
no?
Colton suspiró. —Porque las pollas no responden a la razón; responden a la
estimulación.
—¿Entonces...? —¿Qué demonios decía?
—Seduce al hijo de puta, y cederá como un castillo de naipes.
—Yo… —Mi pulsó se aceleró—. ¿En verdad lo crees? —Pero luego sacudí la
cabeza, recordando la cara pálida de Brandt y ojos torturados cuando me dijo que
no podíamos nunca dormir juntos—. No. No, me rechazó, fin de la historia. No lo
molestaré de nuevo.
—¿Qué? ¡No! —Se lanzó hacia mí, agarrándome el brazo—. No puedes
rendirte ahora. Móntate de vuelta al caballo y atrapa a tu hombre.
—Colton. —Cerré mis ojos y negué con la cabeza—. No entiendes. Herí sus
sentimientos. Fui a algún lugar que nunca debería haber ido. Por no hablar de lo
humillante que fue ser rechazada. No busco eso otra vez. No voy a hacerle eso de
nuevo.
Sus dedos me apretaron más fuerte. —No, no lo entiendes. Necesita esto. Te
ama, sé que te ama. Eres la indicada, eres todo para él, Sarah. —Se me trabó la
respiración ante su seguridad. Me recordó lo segura que también estuvo Reese
acerca de los sentimiento de Brandt.
¿Veían nuestras familias algo en él que yo no podía?
—Y sea cual sea la herida que hayas abierto —siguió Colton, haciéndome
arrugar mi frente y enfocarme en su cara—… debes dejarla completamente. Por
favor no te rindas. Solamente… confía en mí.

175
Mis labios se abrieron cuando me di cuenta que él sabía lo que Brandt me
ocultaba. Dolida de que se lo hubiera contado a él y no a mí, empecé a sacudir mi
cabeza. Pero el pedido en la expresión del rostro de Colton me hizo detener.
Créeme, dijo. Brandt necesitaba esto.
¿Pero necesitaba qué? ¿Sexo conmigo? Eso sonaba cómico.
Entonces recordé las palabras de Brandt de la noche anterior. Haría cualquier
cosa por ti. Pero no puedo hacer esto.
¿Qué demonios no sabía?
Había lucido tan vulnerable y perdido. No podía…. No, no iba a escuchar a
Colton y hacer pasar a Brandt por ello de nuevo.
Excepto que su hermano dijo—: Por favor. Si alguna vez lo amaste, lo
intentarás. Solo una vez más.
Cerré mis ojos. Si Colton sabía cuál era el secreto de Brandt y se hallaba así
de determinado a que lo ayudara a romper lo que sea nos separaba, entonces…
—De acuerdo —susurré, incapaz de creer que acababa de aceptar—. Tal vez
una vez más.
—Genial. —Liberó mi brazo con una sonrisa—. No te arrepentirás, y te
prometo que Brandt también lo apreciará. De hecho… maldición, tengo una idea.
Espera un segundo.
Se levantó, hurgó en su bolsillo, y sacó un teléfono. Después de marcar, lo
presionó en su oreja y se alejó unos pasos así podía hablar con más confianza con
el que se encontrara al otro lado de la línea. Entonces colgó y trotó de vuelta a mí,
sonriendo.
—Está todo arreglado —anunció—. Este sábado, tienes que encontrarte con
tu contacto a las dos de la tarde en punto en la entrada de Victoria’s Secret en el
centro comercial, ¿lo entiendes?
—Mi… ¿contacto?
Sonrió y alborotó mi pelo. —Créeme. —Con una mirada a su teléfono, hizo
una mueca—. Maldición. Tengo que reunirme con mi consejero. —Levantando la
mirada, me envió un pulgar hacia arriba—. Buena suerte. Nos vemos el sábado.
—Yo… ¡espera! ¿Qué pasa exactamente el sábado?
En vez de responder, me ondeó una mano sobre su hombro y siguió
alejándose con rapidez.

176
Le fruncí el ceño, de repente muy preocupada por lo que acababa de
aceptar.

177
20 Traducido por Jadasa
Corregido por Daliam

Cuando llegó el sábado, no le dije a Reese o a Mason dónde iba, porque


tenía la certeza de que Mason no aprobaría nada que tuviera que ver con la
posibilidad de perder mi tarjeta V, y bueno... sobre todo porque yo misma no me
sentía segura de a dónde iba... o qué estaba haciendo. Todavía no tenía idea de a
quién conocería o en dónde terminaríamos desde allí. Esperaba que mi “contacto”
supiera quién era yo porque... sí, no tenía ni idea de quiénes eran ellos, y la verdad,
no me encontraba completamente segura de nada de esto.
Brandt me rechazó, y lo dijo en serio. Debía respetar eso.
Pero Colton me envió un mensaje de texto esta mañana, recordándome y
asegurándome que todo saldría bien. No tenía ni idea de por qué confiaba en un
chico de diecisiete años, que ni siquiera podía molestarse en quedarse en casa
cuando estaba castigado. Pero él parecía tan seguro de su idea, y yo lo estaba de
nada, entonces... le seguí la corriente.
Los instintos de Colton eran, de esperarse, que fueran mejores que los míos
y esto no era lo más estúpido que hice.
Le dije a mi familia que me iba a la biblioteca y me fui, en mi camioneta, en
dirección opuesta a la del campus. Tan pronto como llegué al centro comercial, mi
estómago comenzó a contraerse. Odiaba aparcar allí; el área del estacionamiento
para discapacitados no me dejaba lugar para bajar mi silla de ruedas sin estorbar
el tráfico. Detestaba incomodar a los demás y obligarlos a esperar por mí; siempre
parecían tan impacientes e irritados tan solo por mi existencia, pero me animé y
entré, sin ser atropellada o insultada.

178
Victoria Secret se encuentra casi en medio del centro comercial, cerca del
patio de comidas. Mi estómago gruñó cuando el aroma de los restaurantes
diversos flotaba para saludarme.
Mmm, antes de irme, voy a tener que hacer una pausa por un bretzel suave
con sal y queso.
En realidad, me debatía si debía dirigirme en esa dirección primero, cuando
alguien llamó—: ¡Sarah! Hola, estás aquí.
Cuando vi a la hermana de Brandt, Caroline corriendo en mi dirección junto
con su amiga Zoey, cuyo marido también solía trabajar en Forbidden con Mason,
parpadeé sorprendida.
—¿Ho… hola? —dije indecisa.
¿Caroline era mi contacto? Absolutamente no esperaba eso.
—¡Hola, mujer! —Se apresuró a darme un gran abrazo—. ¿Cómo has
estado? Me sentí tan emocionada cuando Colton me dijo que por fin te sentías lista
para reclamar a Brandt, aunque, honestamente, te ha tomado demasiado tiempo.
Hasta ahora, he perdido dos apuestas con mi marido, segura de que pondrías a mi
hermano de rodillas, hace años.
—Yo... e... —Sí, no tenía ni idea de qué responder.
Pero en serio, ¿todo el mundo pensaba que terminaríamos juntos? ¿Por qué
no pude ver lo que vieron?
—Entonces, ¿estamos preparadas para poner este espectáculo en marcha? —
Caroline apareció detrás de mí, agarrando mi silla de ruedas para empujarme.
Levanté mi mirada hacia Zoey en busca de ayuda. —¿Espectáculo? ¿Qué
espectáculo? ¿Qué exactamente íbamos a hacer?
Zoey abrió la boca para responder, pero Caroline la interrumpió. —Vamos a
comprar todo tipo de lencería sexy para ayudarte a seducir a Brandt para que se
acueste contigo finalmente. La idea es de Colton, pero yo la apruebo.
Me quedé boquiabierta, haciendo que Zoey se riera. —¿Seguro que deseas
mezclarte con el clan Gamble?
En realidad no. No me sentía muy segura de esto, en lo absoluto. Me hallaba
un poco sorprendida de que tanto Caroline como Colton estuvieran tan dispuestos
y entusiasmados como para planear algo como esto en contra de su hermano.

179
Pero Caroline respondió por mí, agachándose para que pudiera chocar
suavemente su mejilla contra la mía. —Por supuesto que sí está segura. Ya somos
como hermanas. Bien podría serlo oficialmente.
—Espera, ¿qué?
Lo hacían sonar como si estuvieran tratando de ayudarme a que Brandt me
propusiera matrimonio o algo así. Aunque la idea hizo que mi corazón saltara, era
mucho más retorcido de lo que planeaba que sea.
Sinceramente, solo quería dejar de sentirme patética. Quería tomar el control
de mi vida.
Pero esto parecía salirse de control, de lo que planeé.
—¿Estás segura de que esto es una buena idea? —me aseguré.
—Es perfecta —me aseguró Caroline mientras me empujaba al interior de la
tienda de ropa interior—. Confía en mí.

***

Una hora más tarde, tenía una bolsa de compras llena de tres pares de
sujetador y bragas a juego, un nuevo perfume, y... condones. Con estrías para su
placer.
Nunca sabré por qué no fui capaz de negarme cada vez que Caroline metía
algo en mis brazos. Pero me sonrojaba al pensar en el contenido. Miré a mi
alrededor, porque sentía como si todo el mundo me observaba y sabía qué tipo de
cosas traviesas compré, pero todos en el patio de comidas parecían estar ocupados
en sus asuntos, completamente ajenos a mi bolsa llena de trucos, a la que me
aferraba a muerte en mi regazo.
—Sabes —reflexionó Caroline desde el otro lado de la mesa en donde nos
encontrábamos sentadas—. Estoy contenta de que mi marido sugiriera que nos
mudáramos a Illinois desde Lake Tahoe después de que me quedé embarazada de
Teagan. Era lindo, pero este es mi hogar. Les extrañé tanto. Mmm. —Gimió y cerró
los ojos mientras masticaba—. Fue buena idea detenernos en el patio de comidas,
Sarah. Estos bretzels son deliciosos. Y no tengo que compartir nada con alguien de
dieciocho meses, o un esposo rogando. —Gimió de nuevo felizmente mientras
tomaba otro bocado.

180
—Están muy buenos —coincidió Zoey, sonando casi culpable al mirar la
pantalla de su teléfono por décima vez desde que nos detuvimos en el patio de
comidas para comer. Luego se concentró en morder su bretzel de queso crema
recubierto con canela.
—Oh, Dios mío. —Caroline le sacó el teléfono—. Ellos están bien. Deja de
revisar.
—¿Quién está bien? —pregunté, limpiando un poco de sal y saliva de la
comisura de mis labios.
—Colton y Ten están como niñeras de sus hijos y de los míos mientras
estamos de compras —respondió Zoey, mordiéndose el labio—. Sé que Ten es un
papá genial, pero de repente, tener a tres…
—Es por eso que envié a Colton a ayudar —intervino Caroline—. Estarán
bien.
—¿Dónde está Quinn? —pregunté.
—En el trabajo. Se encontraba tan emocionado esta mañana, hoy ayuda en
tres grandes operaciones. —El marido de Zoey consiguió realizar su residencia en
el Centro Médico Regional de Ellamore. En secreto, lo llamaba doctor Pantalones
Calientes porque se veía muy bien en bata.
Me hallaba a punto de preguntarle cuando dejaría de necesitar de un
supervisor y terminaría la residencia para poder practicar por su cuenta, pero mi
teléfono sonó.
Después de rebuscar en mi bolso, me alegré. —Es Reese.
Caroline agarró mi muñeca antes de que pudiera responder. —No le cuentes
lo que hicimos —susurró, mirando de reojo mi bolsa traviesa.
Negué con la cabeza, confundida. —¿Por qué no? Estoy segura de que Reese
estaría de acuerdo con el plan.
—Oh, no hay duda. Pero no puede ocultarle un secreto a ese marido suyo,
ni para salvar su vida, y tengo la sensación de que Mason no estaría apoyando
demasiado la Operación Follar a Brandt.
Buen punto. No me gustaría poner a Reese en esa posición.
Asentí sabiamente antes de contestar—: Hola, ¿qué pasa?
—Eva acaba de ponerse de parto. —Sonaba agobiada y sin aliento.
—¡Oh Dios mío! —Aplaudí de alegría y les di una sonrisa a Caroline y
Zoey—. Pensé que el bebé necesitaba otras…
181
—Dos semanas, lo sé. ¿Pero cuando E. llegó a término para tener un niño?
Cierto.
—Eso quiere decir que con Mason nos estamos yendo, ahora, y cuidaremos
a los niños de Pick y Eva. Nos iremos por unos días. ¿Estar{s bien? O necesitas…
—Estaré bien —me apresuré a tranquilizarla, sabiendo que ella estaba en un
apuro—. No te preocupes por mí. Si necesito algo, solo voy a —miré a Caroline—,
pedirle a los Gamble.
—Excelente. Te amamos. Cuídate. Nos vemos en unos días. —Reese terminó
la llamada antes de que pudiera decir algo más, por lo que solo me reí de su
entusiasmo y finalice la llamada.
—¿Pick y Eva están teniendo su bebé? —supuso Zoey.
Cuando asentí, ella y Caroline gritaron de alegría y sacaron sus propios
teléfonos, probablemente para enviarles mensajes de texto a sus maridos. Mi
primer impulso fue contarle de inmediato a Brandt las noticias. Pero al ver a Zoey
y Caroline contactando con sus chicos hizo que me detuviera y sintiera como si
estuviera tratando de meterlo en la posición de marido, sobre todo después de
todo lo que compré hoy. Y no era como que quería forzarlo.
Aún me sentía feliz y contenta con ser solo su mejor amiga. No intentaba
forzar algo más. La parte del sexo era simplemente porque solo confiaba en él para
que me ayude a facilitar las cosas en la próxima etapa de mi vida, excepto que
olvidé un poco por qué me encontraba tan decidida a perder mi virginidad en
primer lugar. Ser virgen no era doloroso ni incómodo. Era perfectamente feliz si
permanecía de esta manera el resto de mi vida si fuera necesario. Si solo imbéciles
como Seth…
Oh, bien. Seth.
Empecé toda esta estúpida cruzada porque quería demostrarle a ese imbécil
que podía atraer a un hombre sin que le pagarán.
Pero cuanto más quería empujar a Brandt a hacerlo, la idea me parecía cada
vez más desagradable, sobre todo después de la forma en que reaccionó la primera
vez que se lo pedí.
—Oh, Dios mío, mi marido es un genio —chilló Caroline, levantando la
mirada para sacudir mi brazo—. Con Eva entrando en trabajo de parto, y Reese y
todos ellos yendo a cuidar a los otros tres niños Ryan, ya sabes lo que significa
esto, ¿verdad?

182
Arrugué la frente, sin tener ni idea de lo que eso significaba. —¿Que Eva y
Pick ahora tendrán cuatro niños? —supuse sin convicción.
Suspiró y puso los ojos en blanco. —No. Significa que estarás sola en casa los
próximos días.
—Oh —jadeó Zoey, entendiendo—. Eso es perfecto. Pensé que tendríamos
que esperar semanas para organizar la noche de seducción, pero... espera, ¿Brandt
tiene que trabajar esta noche?
—No. —Caroline leyó la pantalla de su teléfono con una sonrisa—. Colton
dice que está libre tanto esta noche como mañana. —Levantó la mirada y movió
sus cejas hacia mí—. Así que eso nos da dos noches con las que trabajar.
La incertidumbre se revolvió en mi interior. —Sabes, he estado pensando.
Tal vez forzar a Brandt…
—Es un gran plan —interrumpió Caroline—. Confía en nosotras.
Que confíe en ellas.
Claro, gritaba muy insegura mi mente.
No tengo ni idea de por qué confiar en los hermanos de Brandt se sentía
como la peor idea de todas. ¿No deberían saber más que yo lo que él necesitaba?
No, yo era su mejor amiga. Ellos no. Lo conocía mejor. Y a él no le gustaría
esto... en lo absoluto.
Creo que ahí fue cuando decidí que no iba a seguir adelante con la
Operación Follar a Brandt, a pesar de que acababa de dejar que Caroline piense lo
contrario.

***

Cuando Caroline me animó a acompañarlas a la casa de Zoey desde el


centro comercial, estuve de acuerdo. No pensé que habría algo malo en ello, ya que
la alternativa era que fuera sola a casa.
Cuando llegamos, Ten esperaba en la puerta. Por alguna razón, Caroline
había agarrado mi bolsa de pecado de mi camioneta cuando estacioné. No tenía ni
idea de por qué, desde luego, no iba a cambiarme en nada aquí... tal vez ni siquiera
ningún lugar. Probablemente iba a “perder” la bolsa tan pronto como llegara a
casa.

183
—Hola, Ruedas Calientes —me saludó primero Ten—. ¿Elegiste algo muy
travieso?
—Oh, Dios mío —jadeé, con mi cara volviéndose roja como una remolacha.
Supongo que debería haber sabido que todos estarían dentro de la Operación Follar
a Brandt.
Sí, ahora realmente no podía seguir adelante con ello.
—Déjala en paz —se quejó Caroline, alejando de golpe la bolsa de su alcance
cuando trató de mirar dentro.
—¿Dónde están los niños? —preguntó Zoey, mirando a su alrededor.
—En el cuarto de JB, viendo una película —respondió Colton saliendo de la
sala.
Cuando Zoey comenzaba a ir en esa dirección para verlos, Caroline dijo en
voz alta—: Oye, agarra tu kit de maquillaje mientras estás allí.
—Entonces... —Colton sonrió mientras caminaba hacia mí—. ¿Fue genial mi
plan, o no?
Más allá de la vergüenza, porque todo el mundo actuaba de manera
indiferente acerca de que intentaba seducir a su hermano, murmuré—: Todo esto
se vuelve cada vez más ridículo con cada segundo.
—Tonterías. —Me sorprendió muchísimo besando la cima de mi cabeza
antes de dirigirse a la salida—. Confía en nosotros.
Apreté los dientes, tentada a decirle que me enfermaba que todos me dijeran
eso, aunque Caroline todavía se encontraba allí, y fue tan amable conmigo hoy,
que no quería herir sus sentimientos, diciendo que no podía confiar en ella.
—¿A dónde va? —pregunté en su lugar, mientras observaba al hermano de
Brandt salir de la casa silbando.
—Él está poniendo en marcha la etapa dos —respondió Caroline antes de
agarrar mi mentón y obligarme a levantar la cara—. Cierra los ojos.
Parpadeé, solo para darme cuenta de que Zoey regresó con su kit de
maquillaje, y Caroline quería maquillarme.
—¿Por qué? —pregunté indecisa, moviendo mi cara hacia atrás—. ¿Cuál es
la segunda etapa? ¿Y cuál era la primera?
—No te preocupes, cariño —respondió Caroline justo antes de que Zoey
dijera—: Oh, ese color es perfecto para ella.

184
—Es así, ¿verdad? Tenía la sensación de que los tonos de diamantes le
quedarían muy bien. —Se volvió hacia mí—. Solo quiero jugar un poco —me
aseguró.
—Oh. —Amablemente cerré los ojos, pero aun así, me sobresalté cuando
empezó a aplicar la base.
—¿Por qué trajiste tres pares diferentes de ropa interior? —preguntó Ten,
haciéndome abrir un poco un ojo en el que Caroline no trabajaba al darme cuenta
de que alguien se apoderó de mi bolsa... y rebuscaba en su interior.
Levantó tres perchas llenas de innombrables. —Te das cuenta de que solo
vas a necesitar uno de estos chicos malos para tener a Brandt de rodillas, ¿verdad?
—Oh, Dios mío —gemí, hundiéndome en mi silla de ruedas.
Caroline gruñó—: Deja de meterte con la ropa interior de Sarah. —Agarró
de golpe las tres perchas con los sujetadores y bragas a juego, sacándoselo de las
manos con las que sostenía hacia arriba para examinarlas—. Dale a la chica un
poco de intimidad.
—Lo siento —me dijo Ten, a pesar de que no parecía estar disculpándose,
especialmente cuando se inclinó más cerca y susurró—: Si fuera tú, escogería ese
conjunto rojo y negro. —Luego me dio su visto bueno y sonrió—. Es ganador.
Me reí, a pesar de que mi cara se sentía más caliente.
Detrás de mí, la puerta se abrió, y afortunadamente, Caroline corrió a meter
mi ropa interior de nuevo en la bolsa para sacarla fuera de vista. Pero cuando vio
quién entró, se relajó. —Oh. Eres tú.
—¡Quinn! —jadeó Zoey y corrió hacia la entrada.
Me volví a tiempo para verla ponerse de puntillas para abrazar a su marido.
—Llegas temprano.
—La última cirugía en la que iba a ayudar, fue cancelada. —Miró a los
demás por encima del hombro de su esposa—. ¿Qué está pasando?
—Estamos practicando maquillar a Sarah para que pueda seducir a Brandt
—respondió Caroline sin rodeos antes de dejar de prestarle atención a mi rostro
para mirar en su dirección. Luego dejó escapar un fuerte silbido—. Maldición,
doctor Hamilton. Te ves bien en bata.
Ten se ahogó por la sorpresa. —¿Perdón?
—¿Qué? —Caroline se encogió de hombros—. Solo digo... maldición. Se ve
bien en bata.

185
Un confuso Quinn miró a su esposa, arqueando las cejas. Ella se ruborizó.
—¿Fuiste a ver a Eva y a Pick antes de venir a casa?
—Sí —murmuró—. Sus contracciones aún tenían tres minutos de diferencia,
y con cuatro centímetros de dilatación. Tardará un par de horas más todavía. —
Después de mirarme, luego a Caroline y Ten, se volvió de nuevo a Zoey—. ¿Mason
está al tanto acerca de esta cosa de seducción?
—Sí, claro —respondió Ten—. Le consultamos antes de que las chicas la
llevaran a comprar ropa interior. No, no sabe nada. ¿Estás loco? Valoramos nuestras
vidas.
—Um... entonces, está bien. —Quinn examinó la habitación—. ¿Dónde están
los niños?
Antes de que alguien pudiera responder, una cacofonía de ruido irrumpió
en la sala. Luego, dos chicos seguidos de una chica de cabello muy claro sonriendo,
corrieron a la habitación mientras Teagan intentaba alcanzar a Luke y JB.
—Aww —dijo en voz alta Caroline, mirando a su hija de un año y medio—.
Ella ya está persiguiendo a los chicos.
—¡¿Qué?! —Viéndose de repente asustado, Ten alzó en brazos a Teagan
cuando pasaba—. No hasta que tenga treinta y cinco jodidos años.
—Apa —animó Teagan, acariciando su rostro con sus deditos rechonchos.
Ten besó su nariz. —Sí, bebé, te amo demasiado. Y yo soy el único hombre
al que siempre amarás.
—Está bien, eso es más atractivo que cualquier bata —decidió Caroline,
abandonándome para envolver los brazos alrededor de su marido e hija y darles
dos besos.
Al otro lado de la habitación, juro que Zoey murmuró—: Ni tanto —
mientras se acurrucaba contra el brazo de Quinn antes de que él se inclinara para
saludar a sus dos hijos, quienes parecían felices de que estuviera en casa.
Me senté allí, observando las dos familias y sintiéndome realmente patética,
y avergonzada por remotamente haber pensando que debería intentar cualquier
cosa con Brandt.
Él tenía razón. Hubiera arruinado totalmente nuestra amistad, pero no solo
eso. Nuestras familias se encontraban tan unidas como amigos; que podría haber
causado incluso una grieta en todo nuestro grupo.

186
Sin querer hacer eso, empecé a ir hacia la puerta, lista para salir, necesitando
esconderme en mi habitación hasta que se disipara mi vergüenza.
Pero Caroline dijo en voz alta detrás mío—: ¿Sarah? ¡Espera! ¿Qué estás... a
dónde vas?
Hice una pausa, sintiéndome mal por simplemente irme. Pero aquí nadie
me necesitaba. Y sentí la urgencia de escapar con mi vergüenza. —Me voy a casa
—dije, apenas mirando en su dirección.
—Um… est{ bien. Aquí tienes. No te olvides de esto. —Se aseguró de que
agarrará mi bolsa, agregándole un guiño de complicidad mientras lo hacía. Luego
susurró—: Buena suerte.
No contesté. Simplemente me fui, despidiéndome de los otros antes de salir
por la puerta y apresurarme tan rápido como podía hacia mi coche.
Tuve la tentación de tirar la bolsa a la basura tan pronto como entré en mi
habitación. Pero después de que la lancé en la cama, me detuve y miré con
curiosidad. No me tomé la molestia de probarme algo en la tienda. Después de que
la empleada me midiera, y que coincidía con mis tamaños habituales, supusimos
que con eso sería suficientemente.
Se aseguraron de buscarme un sostén con el broche adelante, algo que
pudiera manejar por mi cuenta. Y el de encaje de seda rojo y negro combinaba muy
bien, entonces tuve la tentación de probármelo una vez. Tenía que, por lo menos,
saber cómo me veía en ese par... o quizás en todos los pares.
Sintiéndome vertiginosamente traviesa, cerré las persianas y luego me quité
la ropa. Primero me probé el celeste, luego, el conjunto de color rosa. Finalmente,
me probé el conjunto rojo con negro. Tras observarme en el espejo de cuerpo
entero, decidí que la silla de ruedas le restaba algo de atractivo sexual, así que me
levanté y me senté en la cama, posando y luego me reí porque me veía ridícula.
Bueno... de todos modos, un poco ridícula. Caroline dejó bonito mi rostro y
mi cabello se veía bien. Y bueno, el sujetador hacía que mis pechos se levanten y
parezcan casi llenos y redondeados. Y con el corte de las bragas, la manera en que
resaltaban la curva de la cadera y la inmersión en mi cintura; en realidad podía
considerarse medio decente mi aspecto.
A decir verdad... me sorprendía lo bien que me veía. Vacilando, extendí mi
mano para deslizar el dedo por mi caja torácica, en los huecos y las curvas hasta
llegar a la cadera. Alguien, en algún lugar, podría incluso pensar que me veía
hermosa.

187
Por primera vez en mi vida, me sentí bonita, realmente bonita. Y no era solo
mi apariencia física, era una sensación, como... ni siquiera estoy segura de que...
algo muy profundo en mi interior, una autoconciencia que comenzó como una
sensación en los dedos de los pies, y luego subió por mis piernas y se instaló
cálidamente en mi vientre antes de pasar a iluminar mi corazón.
Tal vez no estuviera completamente pérdida. Quizás, en algún lugar, algún
día, alguien podría incluso amarme.
Un golpe en mi ventana me hizo gritar por la sorpresa. ¡Mierda! No había
esperado eso. Mi corazón saltó a mi garganta, corrí para agarrar mi ropa, pero los
golpes continuaron y parecían aumentar de intensidad.
Sin tiempo para la ropa, agarré mi albornoz que se encontraba al final de la
cama, lo envolví firmemente alrededor de mí y levanté las persianas de la ventana.
No estaba segura de por qué me sorprendió ver a Brandt, ya que era la única
persona que me visitaba través de la ventana. Pero de todos modos, me sorprendió
y no necesariamente en el buen sentido.
¿Qué diablos hacía aquí?
Tenía el mal presentimiento de que no iba a terminar muy bien esta visita.

188
21 Traducido por Umiangel
Corregido por Laurita PI

El idiota de Seth me hacía enojar. Visité su apartamento media docena de


veces, y aún no abría la puerta. Incluso, una vez, me senté frente a su edificio en mi
camioneta, con la esperanza de atraparlo entrando o saliendo, pero no tuve suerte.
Mason nunca pudo averiguar su apellido y no me molesté en preguntarle a Sarah.
Ella simplemente se habría negado a decirme.
Pero se le escapó que lo conoció en el centro de escritura. Así que, en una
ocasión, fui allí cuando sabía que ella no se encontraba trabajando y pregunté un
poco. Pero incluso la chica con la que flirteé, que debía ayudarme —tuve la
sensación que podría hacerlo por la forma que seguía sonriéndome y torciendo el
cabello alrededor de su dedo— no tenía idea de cómo buscar todos los Seth que
alguna vez estuvieron bajo tutela.
Llegué al extremo de buscar cada Seth del campus en el directorio de la
escuela. Fueron veintiuno, y ninguna dirección concordaba con la calle Locust que
seguía visitando. Tenía un mal presentimiento; el cabrón podría salirse con la suya
lastimando a Sarah sin un solo hueso roto en su nombre, lo que me molestaba en
un nuevo nivel de ira que me volvía loco.
—Así que supongo que Eva se puso de parto hoy —anunció Colton junto a
mí en la mesa de la cena, deshaciendo mis pensamientos de asesinato y caos.
—¿Qué? —chilló Aspen en la mesa con nosotros—. ¿Por qué no dijiste nada
antes? No tenía idea de esto. ¿Cómo lo descubriste?
Fruncí el ceño. Sí, tampoco oí hablar de eso. Tenía la seguridad que Sarah
me habría enviado un mensaje antes que a nadie cuando lo descubriera, y ella
tendría que ser una de las primeras en saber porque Mason y Reese se harían cargo
de los niños de Eva y Pick mientras ellos se hallaban en el hospital.

189
Hablando de eso, saqué el teléfono del bolsillo y comprobé la pantalla en
busca de mensajes nuevos.
Ella no intentó contactarse conmigo en todo el día.
Oh.
Fui al historial de mensajes para notar que no nos enviamos mensajes en
días. La última vez que hablé con ella fue en la noche de nuestra cita.
Tragando, me pregunté si todavía se sentía molesta porque la rechacé. Pensé
que terminamos nuestra discusión en buenos términos, pero si no se tomó la
molestia de decirme sobre Eva entonces... Algo debía estar mal.
—Sí, me encontraba con, eh, Caroline hoy cuando recibió la llamada —le
decía Colton a Aspen mientras contemplaba mandarle un mensaje a Sarah, pero no
sabía bien qué decir.
Quería exigirle una explicación, la razón por la que no me dijo que mi jefe se
encontraba a punto de tener el bebé número cuatro, pero no quería que supiera
que me sentía herido porque no me contó.
—¿Caroline lo sabía? —preguntó Aspen, sonando un poco dolida—. ¿Por
qué ella no me lo dijo?
Sí, ¿por qué todo el mundo era tan malditamente reservado el día de hoy?
—Mmm... No estoy seguro —evadió Colton, sonando sospechosamente...
sospechoso. Lo miré con el ceño fruncido, pero parecía demasiado ocupado
acabando la última de sus zanahorias al vapor para notar algo a su alrededor... lo
que en sí era una mierda. Él odiaba las zanahorias al vapor.
—Me encargaré de los platos —anunció de repente, algo que nunca se
ofrecía a hacer.
—Oh... bien. —Aspen parpadeó antes de compartir una mirada con Noel,
que simplemente se encogió de hombros y luego hizo una mueca queriendo
indicar que no cuestionaría su buena fortuna.
Llevando la mano a mi boca mientras observaba la escena que se
desarrollaba a mi alrededor, entrecerré los ojos a mi hermano pequeño, sabiendo
que pasaba algo.
—Sí, yo lo ayudaré —anuncié, viendo como los hombros de Colton se
tensaban mientras abría el lavavajillas.
—Bien... —Sonriendo, Noel se limpió la cara con una servilleta y la arrojó en
el plato antes de levantar a Beau, que se encontraba sentado en una silla alta entre

190
Aspen y él—. Como nosotros tres fuimos exceptuados de nuestros deberes en la
cocina, ¿por qué no vamos a la sala de estar y disfrutamos de nuestra libertad, eh?
Aspen sonrió ante la oportunidad de pasar tiempo de calidad con sus dos
chicos, por lo que se apresuró a ponerse de pie después de él. Antes de que
desapareciera de la cocina, estampó un gran beso de agradecimiento en mi mejilla
y luego en la de Colton.
—Entonces... —empecé, manteniendo un ojo en mi hermano menor
mientras recogía los platos de la mesa—. ¿Fuiste hoy a lo de Caroline?
Se encogió de hombros y me envió una rápida mirada por encima del
hombro antes de tomar los platos de mi mano para que pudiera cargar la lavadora.
—Sí. Verificando un poco, ya sabes, asegurándome de que todos se encuentran
bien.
—Ajam. —Crucé los brazos sobre mi pecho mientras descansaba mi cadera
contra el mostrador—. ¿Y lo están? Se encuentran bien, ¿no es así?
—¿Qué? —Levantó la mirada, con el ceño fruncido por la confusión. Luego
se enderezó y agarró un vaso para tirar el agua en el fregadero—. Sí. Por supuesto.
¿Por qué no habrían de estarlo?
—No hay razón. —Levanté una ceja mientras lo observaba trabajar con
entusiasmo—. ¿Qué otra cosa hiciste el día de hoy?
Se detuvo antes de quedarse frente a mí. —¿Por qué lo preguntas?
Me encogí de hombros. —No lo sé. Actúas como si existiera algo que no me
estás diciendo.
Su cara mostró sorpresa antes de que la ocultara. Luego chasqueó los dedos
y me señaló. —Tienes razón, hay algo. Es decir, no fue nada grave. Solo... Sarah me
pidió tener relaciones sexuales con ella.
Me alejé de la encimera y dejé caer los brazos a mis costados. —¿Qué?
Debió expresarse mal, porque no había forma que haya dicho que Sarah le
preguntó sobre tener…
—Lo estoy considerando —respondió con una sonrisa arrogante.
Sin pensarlo, reaccioné, agarrando su camisa y acercándolo con brusquedad
para gruñirle en la cara. —Tócala y te partiré por la mitad.
Se rió.
El pequeño bastardo se rió antes de empujarme hacia atrás. —Relájate,
idiota. No es que tú la desees.
191
Arqueando una ceja, lo perforé con la mirada. —¿Qué te hace pensar eso?
—Bueno... —Levantó un solo hombro—. Todavía no la has reclamado, y si
no reclamas a una mujer tan hermosa como ella, alguien con el tiempo lo hará.
Digamos, como, yo...
Mierda. ¿Eso era lo que sucedió? Me pidió dormir con ella, y me negué,
¿entonces le dijo al siguiente chico en la fila?
¿Tenía una puta lista de candidatos o algo así?
—Hijo de puta —murmuré, corriendo hacia la puerta trasera.
El idiota de mi hermano se rió de mí. —Dios, eres tan predecible.
Me hallaba demasiado ocupado para responderle o incluso escuchar qué
murmuraba. Prácticamente corrí a mi camioneta. Contento de tener las llaves en el
bolsillo, las busqué mientras me deslizaba detrás del volante y arrancaba el motor.
Cruzando la ciudad en tiempo récord, me detuve en la acera frente a la casa
de Sarah y cerrando la puerta antes de correr hacia la ventana.
Golpeé el vidrio, sorprendido de no romper la maldita cosa antes de
recordar que Mason, Reese, y los niños no se encontraban en casa, así que pude
haber ido directamente a la puerta principal sin molestar a nadie.
Oh bien. De todas formas, de esta manera sería más rápido llegar a ella.
Cuando una sombra en movimiento se desplazó a través de las persianas
cerradas, pero nadie las abrió, mi ceño se profundizó. ¿Por qué permanecían
cerradas sus persianas, y por qué las sombras parecían alejarse de mí en lugar de
acercarse para abrir la maldita ventana?
Joder, tal vez ya había recurrido a otra persona para hacerlo con ella, y
ahora se hallaban allí juntos... desnudos.
Golpeé con más fuerza. —Maldita sea, Sarah —gruñí en voz baja—. Si tienes
un puto perdedor contigo…
Las persianas se abrieron. La cara de sorpresa de Sarah me dejó un poco
asombrado, pero al menos parecía estar sola, gracias a Dios.
Por supuesto, a continuación, mi preocupación se disparó de vuelta a
niveles dementes cuando se mordió el labio, abrió la ventana unos centímetros, y
dijo—: Eh... lo siento, pero ahora no es un buen momento. Puedes…
—¿Qué demonios? —exploté. Llevaba una bata y sostenía la parte delantera
con una mano—. ¿Hay alguien contigo?

192
—¿Qué? —Parpadeó; claramente no esperaba esa pregunta—. No. ¿Por qué?
—Déjame entrar. —Alcancé el pequeño hueco por el que hablábamos así
podría abrirlo yo mismo.
Sin embargo, dijo entre dientes—: ¡Brandt! No. Yo no... No estoy decente
para visitas.
Entrecerrando los ojos hacia ella, me pregunté si, tal vez, salía de la ducha.
Pero su pelo se encontraba seco y... ¿qué demonios? Llevaba maquillaje. Una gran
cantidad de maquillaje, como todo el que lució la noche de su cita con el idiota de
Seth.
Mierda. Tal vez en verdad tenía algún tipo de allí con ella. ¿Me mentía?
Harto de eso, grité—: ¿Le pediste a mi hermano tener sexo?
—¿Qué? Shh... —resopló, mirando alrededor como si esperara que todos los
vecinos asomaran sus cabezas por las puertas para escuchar nuestra conversación.
De acuerdo, quizás pregunté con un tono un poco elevado. Pero funcionó.
Abrió más la ventana y dijo entre dientes—: Entra en este momento, y baja la voz,
idiota.
Trepé, apenas manteniendo mi temperamento bajo control. Una vez dentro,
de inmediato eché un vistazo alrededor buscando pistas de otro hombre. Parecía
que estábamos solos, pero un montón de su ropa yacía agrupada en el centro del
suelo. Fruncí el ceño con desconfianza, mientras Sarah cerraba la ventana detrás de
mí con irritación.
—Ahora... —gruñó, claramente molesta—. ¿Quieres decirme qué demonios
gritabas fuera de mi casa, donde cualquiera pudo oírte?
Me di la vuelta despacio para verla sentada en la otra mitad de la cama. Mi
mirada escaneó la bata que tenía con la mano cerrada, hasta sus pies descalzos. Sus
piernas también se encontraban desnudas, hasta las rodillas, desde donde la bata
cubría el resto de su cuerpo.
Dios querido, ¿podía estar completamente desnuda debajo de eso?
—¿Brandt? —preguntó, y por la expresión de su cara, habría estado
golpeando su pie en el suelo si hubiera estado de pie.
—¿Le pediste o no le pediste… —pregunté poco a poco—, a Colton dormir
contigo?
—Por supuesto que no. Ni siquiera lo… —Hizo una pausa y su rostro se
aclaró con una conciencia sorprendida—. Bueno, quiero decir... —Sus mejillas se

193
sonrojaron—. Pude haberle planteado hipotéticamente una pregunta similar a esa...
—Cuando me limité a arquear una ceja, suspiró—. Le pregunté qué habría
respondido si le hiciera la pregunta. En realidad no se lo pedí. Quería saber si, ya
sabes... si alguien más me consideraba follable...
Me froté la cara y gruñí—: ¿Cuándo siquiera hablaste con él para hacerle esa
pregunta hipotética?
—Nos encontramos cuando fue al campus esta semana por su día de visita,
o algo así. Y me preguntó por qué te comportabas como un idiota, así que... le dije.
—Le dijiste —repetí, mirándola fijo y sin poder creer lo que escuchaba—.
Tú... ¿en serio le contaste sobre nuestro asunto privado?
Parpadeó y retrocedió sorprendida. Entonces... —Es tu hermano. Además, ya
sabía que algo pasaba entre nosotros. ¿Por qué no iba a decirle?
—Debido a que es un “dolor en el culo” que debe mantenerse fuera de mi
maldita vida privada.
—Oh, Dios mío —gritó—. ¿Cuál es tu problema esta noche?
Entrecerré los ojos, resoplando porque ella tenía que saber al menos un poco
del por qué me sentía tan molesto. —Simplemente no me gusta escuchar que
intentaste conseguir sexo de otras personas.
La boca de Sarah se abrió. —¿Disculpa? —Su voz era tan baja mientras se
llevaba la mano al pecho que hice una pausa, dándome cuenta de que estaba
enojada.
Lo había arruinado por completo.
Los ojos azules se dilataron con rabia, y respiró hondo antes de gruñir—:
Primero que nada…
Oh, mierda. Un primero que nada. Me encontraba en muchos problemas.
—No le he pedido a nadie más que tú tener sexo pero... declinaste,
llevándome directamente al punto dos. No me deseas, por lo que incluso si
después hubiera recurrido a cincuenta chicos, no es asunto tuyo lo que yo haga. Si
viniste aquí para comportarte como un idiota, puedes dar la vuelta e irte, Brandt
Gabriel Gamble. Esta noche no estoy de humor para tu actitud.
Maldición, odiaba cuando me dejaba en ridículo de esa manera. Humillado
y avergonzado, apreté los labios, sabiendo que tenía que disculparme, pero me
resistía porque mi sangre aún rugía de ira. La ira que, sí, quizá fue injustificada, ya

194
que como dijo no tendría ningún derecho a objetar si ella hubiera recurrido a otra
persona, o incluso cincuenta personas, para tener relaciones sexuales.
Lo que era una mierda.
Excepto una cosa en la que se equivocó. —Nunca dije que no te deseara —
murmuré, apartando la mirada.
Después de lanzar una risa aguda, preguntó—: Entonces, ¿qué era toda esa
mierda de “haría cualquier cosa por ti, menos eso” que dijiste la última vez que nos
vimos?
—La verdad —le respondí con toda sinceridad—. Haría cualquier cosa por
ti, menos eso. Y sí te deseo; joder, tanto que duele. Pero estoy muerto de miedo de
perderte, y desnudarnos y hacer cosas traviesas parece ser una manera segura de
enviarte lejos.
—¿Por qué? —replicó—. ¿Lo haces muy mal?
Oh... oh, no acababa de decir eso.
El chico en mí era total y completamente incapaz de ignorar tal desafío a mi
virilidad. Inclinándome hacia ella hasta que nuestros rostros se encontraban a
menos de un centímetro, murmuré—: Podría hacerte venir tan duro que verías
estrellas durante una semana.
Pero en lugar de asustarla, mi observación la hizo inclinarse también,
cerrando la distancia entre nosotros. —Pruébalo.
Santa... mierda.
Quería. Lo quería con tanta intensidad. Incluso me tambaleé centrando todo
mi ser en su boca. A un pequeño soplo de devorarla completa, la realidad se
entrometió y me llenó.
Me aparté, y dije con voz rasposa—: Sabes que no puedo.
—No. —Negó con la cabeza, sus ojos llenos de dolor—. En realidad no lo sé,
porque tú no me lo dirás. —Con un estremecimiento, se hundió en su bata,
ajustándola aún más—. Dices que no lo harás porque tienes miedo de que podrías
perderme. Pero el sexo no me alejará. En cambio, el que me mantengas secretos si
me hará empacar e irme.
Un tormento aterrizó con fuerza en mi estómago, aplastando toda mi rabia y
los amargos pensamientos de celos, dejándome vacío con un temor helado.

195
—Sarah —susurré, temiendo que acabara por estropearlo todo, matando
nuestra amistad para siempre, y perdiendo cualquier sentimiento que tuviera por
mí.
Apartó la mirada, y juraba que sus ojos brillaban de lágrimas. —Creo que
debes irte —dijo con voz angustiada.
—No. —Negué con la cabeza, desesperado, y me acerqué—. Lo siento. No
quise decir…
—¡No! —espetó, golpeando mi mano, y al hacerlo, tuvo que soltar su agarre
en la bata, que a su vez se abrió dándome un buen vistazo.
—¿Qué...? —Mi boca se abrió mientras veía el sujetador de color rojo con
lazos de encaje negro, ahuecando un conjunto de tetas más que perfectas.
Sarah se quedó sin aliento y cerrando la bata, una vez más, ocultó su cuerpo
de mí.
Por un momento, no supe qué decir, ni qué pensar. Se veía tan bien que mi
pene estaba dolorosamente duro y goteando en la punta. La deseaba con una
intensidad que me hizo agua la boca y la piel se contrajo como si se preparara para
un orgasmo.
Pero entonces me di cuenta... no era un sujetador ordinario, de uso diario.
Ese era un sujetador de seducción, un sujetador destinado a ser visto.
¿Quién quería ella que lo viera?
—¿Qué demonios estás vistiendo?
—Nada —murmuró, con el ceño fruncido hacia mí, pero también luciendo
completamente culpable y un poco humillada—. Por favor, ¿podrías... irte?
Me reí. Fuerte. Mientras la miraba. —No hasta que contestes mi puta
pregunta. ¿Por qué llevas eso? ¿Para quién te lo has puesto?
Se veía mortificada mientras negaba con la cabeza frenéticamente. —Yo...
para nadie.
—Sarah, no me digas una puta mentira. —Me aproximé—. ¿Para quién... te
lo compraste? —Mataría al hijo de puta. No me importaba si se suponía que no
debía sentirme celoso o que no se me permitía estar molesto si se iba con otro
chico.
Ella era mía. Fin de la discusión.
—¿Quién?

196
—Para mí —gruñó, empujándome—. ¿Bien? Fui a la tienda y lo compré hoy
para mí. No intento seducir a alguien, grandísimo idiota. Quería sentirme...
deseable. ¿No entiendes que Seth rompió algo dentro de mí? No... no lo sé... —
Cuando más lágrimas llenaron sus ojos, empuñé mi mano y la puse contra mi
boca, mordiéndome los nudillos para no abrazarla—. Toda mi vida, me he sentido
más como una observadora que una participante. Y cuando me invitó a salir, era
como si por fin tuviera la oportunidad de vivir. Pero entonces, lo que pasó, pasó y...
bueno... se sintió como una gran bofetada de realidad, para decirme que no
importo, que no soy suficiente, que yo…
—Detente —dije susurrando, incapaz de escuchar más, y sintiéndome como
el idiota que era.
Cerrando los ojos, me maldije por olvidar lo mucho que la hirieron. Cuando
los abrí, la cara de Sarah estaba inclinada y sus hombros curvados de forma
protectora. Un dolor punzante me atravesó el abdomen por la culpa de hacerla
sentir mal.
—Importas —murmuré, sabiendo que las próximas palabras que dijera
podían ser las más importantes que alguna vez pronuncié—. Podría perder a todos
los que conozco y todo lo que tenga, y todavía sería capaz de afrontarlo mientras te
encuentres conmigo. Eres la única persona que en verdad me importa.
Poco a poco, me acerqué y cubrí la mano que usaba para mantener la bata
cerrada. Luego apliqué la menor cantidad de presión, persuadiéndola para dejar
que la tela se abriera. Me vio a los ojos, su mirada con incertidumbre.
—Déjame ver —le susurré.
Su garganta se movió al tragar. Y luego dejó caer su mano.
La bata se abrió.
—Jesucristo —suspiré—. Mierda, eres tan hermosa. —Cerré los ojos, gemí y
presioné mi frente con la suya—. ¿Cómo en algún momento pudiste pensar que no
importas?
Negó con la cabeza, y una lágrima se deslizó por su mejilla. —No lo sé.
Apenas toqué su mejilla con la punta de mis dedos, alejando la humedad, y
ella soltó un suspiro antes de agarrar mi muñeca.
—Porque necesito pruebas. Necesito una prueba innegable y física.
Necesito…
La hice callar al poner mis dedos contra sus labios. En ese momento,
agotado de pelear, no retrocedería.

197
—De acuerdo —susurré—. Está bien, te voy a dar una prueba.

198
22 Traducido por Nika Trece
Corregido por Julie

Cuando la caída de aliento cálida y húmeda de Brandt rozó mis dedos y me


miró con ojos que acababan de ceder a la tentación, solté sus muñecas para coger
las solapas de mi bata. Y luego, lentamente, lo miré directamente a los ojos, la
deslicé por mis hombros y por mis brazos hasta que se agrupó en torno a mis
piernas, dejando al descubierto la parte superior de mi ropa interior.
Sus pupilas se dilataron y su mirada bajó a mi pecho. —Jesús.
Estaba tan obsesionado con la mirada fija en mi cuerpo que no pareció darse
cuenta de que posó el dorso de dos dedos bajando suavemente por mi estómago.
Aspiré aire, y mi piel recalentada onduló con piel de gallina.
Cuando levantó la vista, sus ojos estaban brillantes y encapuchados, llenos
de calor y anhelo. Abrumada y contenta de que experimentara todo eso por mí,
enganché mi mano alrededor de la parte posterior de su cuello y lo tiré. Nuestros
labios chocaron. Con fuerza.
Su boca encontró la mía con impaciencia, ya abierta y atrayéndome. Hundió
sus dedos en mi pelo y lo agarró mientras me arrastró contra él, aliviando una
porción del dolor en mi pecho cuando lo presionó contra el suyo. Mientras
nuestras lenguas se apareaban, hambrientas y anhelantes, sacudió el resto de mi
bata lejos de mi cintura para poder curvar una mano alrededor de mi culo,
agarrándome y presionándome hacia adelante hasta que me posicioné en su
regazo y su erección me golpeaba justo entre las piernas. Tuve que romper el beso
y tirar mi cabeza hacia atrás para jadear a través del contacto. Él me guió,
arrastrándome fuerte.

199
Un maullido salió de mi garganta, avergonzándome sin fin. Con la
esperanza de ocultar el sonido, luché con su camisa, jadeante. —Necesito quitar
esto.
Sin decir una palabra, la arrancó sobre su cabeza. Pero tan pronto como su
elegante y reluciente pecho desnudo fue liberado, su mirada captó la mía, y se
detuvo. Arrepentimiento y culpa brillaban a través de sus vidriosos ojos mientras
negaba con la cabeza. —Maldita sea, Sarah. Qué estamos haciendo…
No podía permitir que terminara la pregunta, y contaminara nuestro
momento con dudas, así que lo besé de nuevo y lo empujé hacia atrás hasta que su
columna vertebral golpeó la pared. Su gruñido tras el impacto estaba lleno de
sorpresa y excitación.
Rompí el beso para que pudiera concentrarme en deshacer el botón superior
de sus pantalones vaqueros. Para mí, fue una hazaña. Pero estaba decidida a ser la
única en liberarlo. Si no podía manejar un maldito botón, entonces ¿para qué hacía
esto?
Brandt parecía entender mi decisión porque él simplemente observaba con
brillantes ojos hambrientos, mientras finalmente logré abrir sus vaqueros con un
chasquido y bajar su cremallera. Cuando puse la mano dentro de su ropa interior,
me quedé muy sorprendida por la sensación de tenerlo.
—Es tan suave. —No me esperaba que la piel alrededor del eje de acero
fuese suave. Para algo considerado duro como una roca, no tenía ni idea de que la
superficie se sentiría casi como el terciopelo.
Brandt comenzó a reírse de mi sorpresa hasta que apreté los dedos a su
alrededor y deslicé mis manos hasta el fondo. Entonces, el sonido fue sofocado en
un gemido. —Maldita sea —gimió, empuñando su mano hacia abajo a su lado
después de que comenzó a buscarme solo para detenerse—. No sé si pueda… oh,
Dios, qué bien se siente. —Su cabeza cayó hacia atrás, golpeando contra la pared
mientras cerraba sus ojos.
Sonreí, decidiendo que estaba haciéndolo bien. Queriendo complacerlo más,
me incliné hacia abajo... hasta que mi cara se hallaba justo allí. Dibujé su longitud
delantera, y mis ojos se abrieron por lo grande que era en realidad. Oh, santo
infierno. Se supone que todo eso va a caber en mi pequeña…
—¡No! Espera. Sarah... —Brandt agarró mi pelo mientras su voz subió un
poco.
Decidida a hacer que se sienta bien, envolví mis labios alrededor de la
cabeza en forma de hongo mojada y lo chupé más profundamente.

200
—¡Joder! —Se sacudió en mi boca; el sabor salado del líquido preseminal
recubrió mi lengua. Entonces empezó a halarme por mi pelo, pero no sé si fue por
la succión o la forma en que moví mi lengua, pero de repente me atrajo de nuevo,
alzó sus caderas hacia delante para que tomara más de lo que había anticipado—.
Dios. Oh Dios. Eso se siente…
Me atoré. Totalmente sin quererlo, pero tomé mucho más de lo que había
previsto, y tuve que agarrarme de su pierna para apoyarme.
—¡Mierda! —gritó, alejándome de él como si lo estuviera mordiendo. Luego
saltó de la cama lejos de mí y agarró su cabeza—. Lo siento. Oh, mierda, Sarah, lo
siento mucho. ¿Estás bien?
Me tomé un momento para calmarme antes de apartar el pelo de mi cara y
encontrarme con su preocupada frenética mirada. —Sí, estoy... —Pero la palabra se
estancó en mi pecho cuando su rostro palideció, y sus ojos se volvieron una
sombra antinatural de miedo. Sus manos temblorosas a tientas metieron su pene
de vuelta en sus pantalones y subió la cremallera.
—¿Estás bien? —terminé preguntando yo.
Se inclinó por la cintura para apoyar las manos sobre las rodillas mientras
trataba de recuperar su dispersa respiración. Finalmente jadeó. —Sí, solo... un mal
déjà vu.
Fruncí el ceño, segura de que había oído mal. —¿Un mal qué?
Se quedó inmóvil, dejó de respirar por completo, mientras que todos sus
músculos parecían estar inmovilizados en su lugar. Por último, poco a poco,
levantó cuidadosamente el rostro, donde su expresión estaba completamente en
blanco. Y sabía... lo sentía en mis huesos... que dijo algo que no pretendía y, no
quería que yo lo supiera.
—¿Un mal qué? —repetí lentamente y de manera sucinta para que él no
pudiera fingir que me entendió mal.
—Nada —murmuró, mirando alrededor de la cama antes de ver su camisa.
Enganchándola, él se encogió de hombros, sus dedos temblando todo el tiempo,
temblando más que si fuese yo—. Me tengo que ir.
—¿Brandt? —le dije.
Se negó a mirarme mientras dejó escapar un suspiro y limpió su ropa de
arrugas. —Yo no debería... nunca deberíamos haber... —Sacudiendo la cabeza, se
volvió hacia la ventana—. Esto fue un error. Me tengo que ir.

201
Mientras tiraba hacia arriba la ventana, apreté mis dedos en mis labios. Esto
no era como huyó después de nuestro primer beso. Lucía pálido, tembloroso,
nervioso. Asustado. Lo que hice había desencadenado algo, algo malo.
Necesitando disculparme, le susurré—: ¡Brandt!
Pero levantó una mano, deteniéndome. Sin enfrentarme, espetó—: Te pedí
que no me presionaras, y lo hiciste, maldita sea. ¿Puedes darme un maldito minuto
para despejar mi cabeza?
Retrocediendo, me abracé a mí misma y asentí. —Bueno.
Saltó por la ventana, abandonándome.
Preocupada, confundida, incluso un poco asustada, me quedé mirando la
ventana que cerró desde el exterior, temblando como una hoja. Algo muy, muy
malo había sucedido. Podía sentirlo en mi sangre.
Había metido la pata a lo grande.
Deslizándome hacia abajo sobre el colchón, acurrucando mis rodillas, lloré
sobre ellas, rezando para que no hubiera acabado de destruir todo.

202
23 Traducido por Yuvi.andrade
Corregido por Laurita PI

No dormí por el resto de la noche. Fui directo a casa desde la casa de Sarah,
me encerré en mi habitación y caminé de un lado a otro en mi piso.
Primero, entré en pánico, demasiado preocupado de haber logrado arruinar
nueve años de amistad. Ella contaba conmigo para hacerla sentir especial, y no
como un fenómeno. Necesitaba que alguien le mostrara las mejores cosas que
podían suceder entre un hombre y una mujer. Y le fallé de manera estrepitosa.
Y luego atravesé una fase de enojo, molesto con ella por presionar el tema
cuando le dije una y otra vez que no fuera allí conmigo. ¿Por qué demonios no
había escuchado y confiado en que era la peor idea de todas? Dios… maldita sea.
Si solo hubiera dejado el tema la primera vez que traté de darle una salida.
Pero la ira duró un corto tiempo antes de que enloqueciera de nuevo,
preguntándome qué descubrió sobre mí. Oyó, con claridad, lo que solté, y luego
me preguntó si estaba bien después de que vio mi rostro. Sabía… sabía que algo
pasaba, algo que no tenía absolutamente nada que ver con lo deseable que la
encontraba.
Froté mi rostro con la mano, mis dedos temblando de nuevo, mientras
seguía desgastando la alfombra.
No fui capaz de evitar el recuerdo. Pero mi espalda había estado contra la
pared, una boca estuvo alrededor de mi polla, y de repente tenía trece de nuevo, en
ese deteriorado remolque con mi madre arrodillada frente a mí, atragantándose
mientras alimentaba su ser drogado de mi polla.
—Joder —murmuré, empuñando mis manos y deseando poder sacar el
recuerdo de mi mente, restregarlo con un cepillo metálico, quemarlo con gasolina y
un encendedor.

203
Nada en Sarah me recordaba a mi madre, así que, ¿por qué fui absorbido de
vuelta a ese momento?
Esta era la razón por la que no permitía que las mujeres me dieran
mamadas. Sabía que eso arrastraría estúpidas visiones indeseadas. Maldita sea.
¿Por qué dejé que Sarah…?
Obviamente, porque era Sarah. ¿Cómo podía decirle que no cuando vestía
eso y se estiraba por mi cierre?
Siseé otra maldición y paseé un poco más.
La noche pasó, continué sintiéndome como la mierda, y para el momento en
que llegó la mañana, tenía un jodido dolor de cabeza.
Colapsé en mi colchón y dormí un puñado de horas antes de arrastrar mi
culo de la cama en algún momento después del mediodía. Me alegraba de que
fuera domingo, ya que no tenía escuela y no debía trabajar esa noche, y deslicé mis
pies desnudos desde mi habitación a la sala en busca de comida.
—¡Sí! —gritó una voz cuando entré a la cocina, bostezando y frotando mi
nuca. Dejé caer mi mano para encontrar a Ten saltando de una silla en la mesa
donde se encontraba sentado para lanzar sus brazos al aire en un baile de victoria.
Se giró hacia Caroline, que seguía sentada con Teagan en su regazo—. Me debes
veinte dólares, mujer.
Caroline puso los ojos en blanco mientras se estiraba por otra galleta para
dejar que su hija la destrozada. —Solo porque luce como si hubiera tenido sexo
toda la noche no significa que en realidad lo hizo.
—¿Perdón? —Fruncí el ceño ante los dos y abrí mi boca para exigir saber
qué siquiera hacían aquí, cuando Ten me señaló.
—Ruedas Calientes usó ese numerito de seda negro y rojo, ¿no?
Mi mandíbula cayó. —¿Qué diablos? —¿Cómo demonios supo eso?
—¡Oh Dios mío! ¡Brandt! —gritó Caroline, haciendo que Teagan se
sobresaltara y soltara su galleta—. ¡Lo hiciste, pequeño y sucio prostituto! En serio
lo hiciste. Y aquí, yo teniendo la absoluta certeza de que resistirías a su intento de
seducción. No puedo creer que mi hermanito sea tan jodidamente fácil.
—Espera. ¿Qué? —Presionando las manos contra mi cabeza, conté hasta
cinco con los ojos cerrados antes de dejar caer los dedos y estrechar la mirada sobre
mi hermana y su molesto esposo—. Primero que todo… ¿qué demonios hacen
ustedes tres aquí?

204
—Teagan tiene una cita para jugar con Beau —respondió mi hermana
mientras limpiaba las migas de galleta de la boca de su hija y Teagan seleccionaba
una nueva galleta que comer—. Pero estaba tomando una siesta cuando llegamos,
así que ahora esperamos que se despierte.
—¿Siesta? —Teagan levantó su cara, pareciendo preocupada.
Caroline rió. —No, bebé. No vamos a hacerte tomar otra siesta. —Era un
hecho bien conocido que la hija de Ten y Caroline odiaba la temida palabra con
“s”—. Beau está tomando una siesta.
—Beau —vitoreó Teagan—. Beau-Beau, ¿juega ahora?
—Tan pronto como despierte su perezoso trasero —le dijo Ten.
—Perezoso trasero —repitió Teagan con solemnidad.
—Lo es —concordó su padre—, igual que su papi.
—Escuché eso, idiota —gruñó Noel mientras entraba en la cocina detrás de
mí e iba al refrigerador para tomar una botella de Gatorade.
Cuando cerró la botella y abrió la tapa, su mirada pasó sobre mí. —¿Recién
te levantas? Maldición, Brandt.
Crucé los brazos sobre mi pecho y le di una mirada. —¿También formas
parte de esto?
Después de tomar un trago, parpadeó sin comprender. —¿De qué?
Caroline resopló. —Como si él pudiera ser alguna vez tan retorcido como
Colton y yo. Por supuesto que no involucramos a Noel.
—¿Colton? —gruñí, recordando cómo me persuadió de visitar a Sarah
anoche. Mierda, fui embaucado… por mi propia familia.
Por Sarah.
Oh Dios mío. Esa decepción fue peor. Lloró, entendió mi agitación celosa, y
usó esa jodida lencería de seda. Supo lo que hacía todo el jodido tiempo.
Me sentí enfermo del estómago.
—¿Involucrarme en qué? —repitió Noel, comenzando a fruncir el ceño.
—Bueno, Colton quizá pudo haberse enterado por Sarah, que Brandt y ella
estaban discutiendo de… ya sabes.
Noel parpadeó. —No, no sé.

205
—Sexo —dijo Ten, rodando los ojos—. Por fin han estado hablando de
hacerlo.
Mirándome confundido, mi hermano mayor dijo—: Oh, ¿quieres decir que
ustedes dos aún no lo han hecho?
Mi mandíbula cayó. ¿Qué demonios? —Es mi amiga. Claro que no lo hemos
hecho. —¿Era la única persona cuerda y racional que quedaba en el planeta?
—¿Así que tampoco lo hicieron anoche? —interrumpió Caroline—. ¡Sí! —
Golpeó a Ten en el brazo—. Gano yo. Tú pierdes. ¡Perdedor!
Ten frotó su brazo y me frunció el ceño. —Maldita sea, ¿qué pasa contigo?
¿En serio rechazaste el conjunto negro y rojo? Amigo. —Silbó bajo como si estuviera
impresionado o gravemente decepcionado por mi fuerza de voluntad.
Incapaz de soportarlo un segundo más, exploté—: ¿Cómo diablos siquiera
sabes qué color de ropa interior Sarah usaba anoche?
—Oye, shhh —advirtió Noel—. Beau está tomando su siesta.
—O lo estaba —murmuró Caroline, rodando sus ojos.
Su total indiferencia me hacía enojar.
—Maldita sea. —Puse mis manos en las caderas y miré el techo, deseando
poder gritar en una casa donde no tuviera que preocuparme por despertar a
ningún niño—. ¿Alguien podría decirme cómo demonios sabían todos ustedes lo
que Sarah usaría anoche?
—Porque Zoey y yo la ayudamos a elegir el conjunto —respondió de forma
lógica Caroline—. Claro.
Me giré hacia ella, fulminándola con la mirada. —¿En verdad la ayudaste?
¿Qué demonios, Care?
—Espera —interrumpió Ten, levantando sus manos para detenernos antes
de que se estirara a por su hija y la agarrara del regazo de Caroline—. Déjenme
agarrar a mi hija y sacarla del campo de tiro antes de que se vayan sobre el otro.
Tan pronto como Teagan se encontró a salvo en la cadera de Ten, Caroline
se puso de pie, mirándome con furia. —¡Sí! La ayudamos. Están tan destinados a
estar juntos que ni siquiera es divertido. Y ya nos empezamos a cansar de esperar
que lo descubras, así que bien… intervinimos. —Mi ceño la hizo avergonzarse y
con algo de duda añadió—: Solo un poquitito.
Una vena en mi sien palpitaba y mi mandíbula se sentía como si pudiese
quebrarse en cualquier segundo. —¿Y a Sarah… le pareció bien?

206
La sonrisa de mi hermana fue triste. —Bueno, una vez que Colton le sacó
que quería ponerse traviesa contigo, nosotros como que… la forzamos. Un poco
consentido, pero en su mayoría sin ningún consentimiento. Con honestidad, por la
forma en que nos dejó ayer, no creí que lo llevaría a cabo.
Mi mente daba vueltas. Sarah en realidad no actuó como si esperara que yo
apareciera. En más de una ocasión, intentó que me fuera. Pero aún se vistió con el
conjunto que le ayudaron a elegir, excepto que fue obvio que no quería que lo
viera. Maldición, me sentía tan jodidamente confundido.
—Todavía no puedo creer que ustedes nunca hayan tenido sexo —murmuró
Noel, aún estancado en ese asunto.
—Ya lo dije —comenté entre dientes—, solo somos amigos.
—Y Caroline es mi mejor amiga —dijo Ten, dejando un beso sobre la cabeza
de Teagan—. Pero aún la follo en cada oportunidad que tengo.
Noel y yo nos estremecimos al unísono. —Qué asco.
Pero entonces Aspen entró en la cocina, llevando a un Beau con los ojos aún
somnolientos, y Noel la enganchó de la cintura para atraerla a su lado. —Pero él
tiene razón. Aquí ella es mi mejor amiga. —Después de presionar su boca contra el
costado de la cabeza de Aspen, me envió una mirada expresiva, arqueando sus
cejas.
Lancé mis manos al aire en derrota. —Bueno, felicidades. Supongo que no
me siento tan seguro sobre mi amistad como ustedes dos, idiotas.
Yéndome ofendido de la cocina, comencé a ir a mi habitación, decidiendo
que me cambiaría de ropa y saldría a comer.
—Oye, ¿a dónde vas? —gritó Noel detrás de mí.
—Al gimnasio —grité en respuesta. Una vez llenara mi estómago vacío, en
verdad necesitaba golpear algo.

207
24 Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal

Le debía a mi mejor amigo la disculpa más grande.


Le había escrito una veintena de mensajes de textos diferentes a lo largo del
día. No envié ninguno. Sabía que tenía que hablar con él cara a cara, pero me daba
miedo.
Me advirtió, una y otra vez, que no podíamos tener sexo, pero me negué a
escuchar. Y no estaba segura de qué es exactamente lo que le sucedió anoche, pero
sabía que lo había herido.
Hacerle daño nunca fue mi intención. Pero en mi defensa, ni siquiera sabía
que sería posible.
Todavía no podía creer que Brandt tuviera un secreto, algo que nunca me
había dicho, algo que lo perseguía.
Eso dolió. Yo creía que lo sabía todo, cada rincón profundo y oscuro de su
ser. Pero luego me di cuenta de que la única parte de él que me ocultaba era su
vida sexual, y esto obviamente tenía algo que ver con eso, así que... supongo que
tenía sentido.
Aun así. No podría averiguar cuál era su secreto. Él había enloquecido
cuando me atraganté, así que la única idea que se me ocurrió fue que ahogó a una
pobre chica hasta la muerte con su pene y tuvo que esconder el cuerpo, y... sí, eso
fue muy descabellado, incluso para creerlo yo, así que... regresé al estado confuso.
Pero aun así lo sentía.
Definitivamente iba a disculparme. Y hornearía galletas, lo cual hice
primero, como una forma de postergar la disculpa, porque tenía miedo de que no
me perdonara sin importar cómo lo hiciera.

208
Con un plato lleno de chispas de chocolate aún calientes en el asiento del
pasajero, detuve mi camioneta frente a su casa en la tarde.
No me había llamado en todo el día, lo que me preocupaba un poco. Él me
pidió un poco de espacio, pero maldición, necesitaba tranquilizarlo y hacerle saber
que ya no iba a tratar de seducirlo más. Su amistad era demasiado importante
como para perderlo por esto. Si él podía perdonarme por empujarlo hasta su
límite, yo desistiría inmediatamente de cualquier y todos los intentos de conseguir
sexo.
Así que ahí estaba yo. Trepé mi coche y me dirigí a la parte de atrás antes de
bajar la silla al suelo y deslizarme sobre el asiento. El camino de entrada era un
viaje fácil para mí porque Brandt se aseguró de que pudiera rodar la silla sin
ningún problema. Y la rampa esperando en la parte de atrás me recordó aún más
la cantidad de cosas que él había hecho en los últimos años para hacerme sitio en
su vida.
Había hecho más de lo esperado, una y otra vez. No estaba segura de si
alguna vez le di las gracias adecuadamente siquiera la mitad de esas veces. Tenía
la esperanza de no haber arruinado nuestra relación. No sé qué haría sin él.
Asustada, nerviosa, pero resuelta, llegué a la entrada trasera y golpeé
suavemente mientras abría la puerta. Ten se hallaba parado junto a la encimera,
vertiendo leche en dos tazas para bebés. En la estufa, algo hervía bajo una tapa
cerrada.
Echando un vistazo por encima del hombro, sonrió cuando me vio. —Hola,
Ruedas Calientes. Oí que no resultó anoche. Así es la vida, ¿no, chica? —Después
de una mueca de dolor simpática, anunció—: Yo también estaba tan seguro de que
él caería. He perdido veinte dólares.
—¿Veinte...? —Mi cuerpo se congeló de miedo mientras ponía las galletas en
la mesa.
Oh no. ¿Y si Brandt pensaba que anoche intenté seducirlo a propósito? Se
sentiría tan traicionado. Él... Yo ni siquiera podría soportar el peor de los casos.
Con mi abdomen revuelto por el arrepentimiento ácido y la humillación profunda,
le pregunté—: ¿Está aquí?
—No. —Puso la tapa en cada vaso y dejó la leche—. Salió corriendo al
gimnasio, pero ha estado fuera un rato por lo que debería volver en cualquier
momento. Ven a la sala de estar a pasar el rato con nosotros hasta que vuelva.
Dejé escapar un suspiro mientras él se robaba una galleta antes de salir de la
cocina, pero luego decidí que no podía retirarme de esto, así que lo seguí.

209
Estirado en un sillón reclinado con los pies arriba, Noel observaba algún
debate político en un canal de noticias, mientras que Aspen estaba sentada en el
suelo con los dos niños, ayudándolos a construir un Lego... algo. Caroline se
encontraba acurrucada en el sofá durmiendo.
Ten deslizó los dedos amorosamente por el pelo de ella antes de girarse
hacia los niños y preguntar—: ¿Quién tiene sed?
Mientras que Beau y Teagan se reunieron a su alrededor para agarrar sus
bebidas, Noel me notó esperando en la puerta. —Hola, Sarah. ¿Cuándo llegaste?
—Acaba de aparecer —respondió Ten por mí—. Viene a ver al cabeza de
chorlito. Y para tu información... —Levantó la mano a la boca y bajó la voz
mientras seguía hablando con Noel—. Le mencioné lo del s-e-x-o, lo que pareció no
gustarle, así que es mejor no ir allí.
Gemí y me hundí más en la silla. —¿Todo el mundo sabe acerca de eso?
—¿En esta familia? —Aspen levantó sus cejas—. Me temo que sí.
—No te preocupes por Brandt —me aseguró Noel—. Va a sacar la cabeza de
su culo muy pronto, y ustedes dos se casarán antes de que se den cuenta.
Hice una mueca. El matrimonio era todavía lo último que podría ocurrir
entre Brandt y yo. Solo esperaba que aún pudiera ser su amiga.
Abrí la boca para contestar, aunque no estaba segura de lo que iba a decir,
cuando alguien llamó a la puerta principal.
Noel y Aspen intercambiaron una mirada confusa, y Caroline se agitó de su
siesta.
—Abro yo —respondió Aspen, poniéndose de pie, aunque Noel pateó el
reposapiés de la silla y también se levantó.
El pelo crepitó en mi nuca, y Ten debió haber detectado algo feo también,
porque se acercó a los niños, que continuaban jugando felizmente en el suelo
mientras bebían de sus tazas para bebés con una mano.
Aspen abrió la puerta justo cuando Caroline se incorporó, alisándose el pelo
de la cara.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarle?
No podía ver a la persona que llamó, pero era obviamente una mujer por el
sonido de su voz cuando dijo—: ¿Está... aquí vive Noel Gamble?

210
—¿Qué demonios? —murmuró Noel, obviamente, reconociendo la voz.
Irrumpió hacia la puerta, solo para detenerse junto a Aspen y mirar boquiabierto
hacia la salida.
—Hola, Noel —respondió la visitante con bastante calma, pero él retrocedió
como si ella lo hubiera abofeteado. Entonces volteó la cabeza y miró directamente a
su hermana, con una mirada intensa.
Ella se puso de pie, con el ceño fruncido. —¿Quién es?
La mujer entró en la sala de estar sin ser invitada. Caroline jadeó y se tapó la
boca con las manos.
Ten giró la cabeza, mirándome mientras articulaba—: ¿Quién carajos es ella?
Me encogí de hombros y sacudí la cabeza, pero algo en los ojos azules de la
mujer era familiar. Era el mismo azul de los ojos de Noel, Caroline e incluso de
Brandt.
—Caroline —murmuró la mujer, parpadeando rápidamente—, Dios… mío.
Te has puesto tan bonita. —Miró a Noel—. Los dos. Se ven... se ven bien.
Noel entrecerró los ojos. —¿Qué haces aquí?
La mujer soltó una risita indefensa. —No... yo solo... He estado limpia desde
hace dos años, y pensé que tal vez... no sé, tal vez todos podríamos hacer... las
paces. También quería ver cómo resultaron mis cuatro bebés y si tal vez tenía
algunos... nietos.
Cuando su mirada se movió hacia Beau y Teagan en el suelo, Ten extendió
la mano y sin complejos recogió a los dos niños antes de ponerlos de manera
protectora en su regazo.
Frunciéndole el ceño a la mujer por siquiera mirarlos, dijo—: Mi hija ya tiene
una abuela, gracias.
—Ten —murmuró Noel, moviendo la cabeza, pero no había ninguna
censura verdadera en su voz.
—¿Qué? —espetó—. Si esta se supone que es tu madre, entonces no estoy
impresionado. ¿Dónde diablos ha estado durante los últimos nueve años?
—Yo... he estado en muy mal estado —respondió Daisy Gamble, con voz
vacilante.
—Sí, bueno, qué maldita pena. —Ten, obviamente, no tenía compasión por
ella—. Tus hijos tuvieron que criarse solos, por lo que mi simpatía está un poco
ocupada en otro lugar, lo siento. —No sonaba para nada arrepentido.

211
—¿Quién diablos es él? —exigió Daisy, volviéndose a Noel, que se frotaba
un lugar en el centro de la cabeza—. No puede ser Brandt ni... Colton. —Hizo una
mueca incierta sobre el nombre de Colton, como tal vez preguntándose si después
de todo ese sí era su hijo más pequeño.
—Es mi marido —respondió con firmeza Caroline, moviéndose cerca de
Ten—. Oren Tenning.
La mirada de su madre pasó entre ellos antes de vagar por la habitación e
instalarse en mí. Entrecerró los ojos ligeramente, incapaz de ubicarme, y nadie le
aclaró mi identidad, por lo que se volteó de nuevo hacia Noel.
—¿En dónde están Brandt y Colton?
Noel apretó los dientes. Cuando Aspen se trasladó a su lado, le tomó la
mano y le preguntó a su madre—: ¿Qué es lo que realmente quieres de nosotros?
—¡Nada! —Sonrojándose, echó los brazos al aire—. Dios mío. Yo solo...
Quiero volver a conectarme con mis hijos. Quiero una segunda oportunidad. ¿Es
tan difícil de creer?
Mientras Ten resopló, Noel y Caroline se miraron en silencio. Caroline
levantó un hombro incierto. Así que Noel suspiró y giró de nuevo hacia Daisy.
—Sinceramente —respondió—, no quiero nada contigo. —Cuando Daisy
tomó aire y parecía que iba a empezar a llorar, Noel añadió—: Pero si los demás
quieren una relación, eso está bien. Espera, sí sabes que todos son mayores de
dieciocho años, ¿verdad? Ya no puedes tratar de conseguir la custodia de
cualquiera de ellos.
Mentira. Colton no tendría dieciocho por otros tres meses, pero Daisy asintió
y dijo—: Lo sé.
Mi boca se abrió. Pero... vaya. ¿Realmente no sabía qué edad tenían sus
propios hijos?
Y yo que pensé que mi madre había sido horrible.
—¿Qué hay de ti, Care? —le preguntó Noel a su hermana, arqueando las
cejas.
Sus ojos se abrieron. —Yo... —Sacudiendo la cabeza, miró a Ten en busca de
ayuda—. No lo sé.
Él le acarició la pierna. —Lo que quieras, bebé. Te apoyaré, no importa qué.
—Podemos ir despacio —se precipitó a decir Daisy—. Reunirnos una vez al
mes para cenar, o algo así. Empezar con cosas ocasionales, nada grande.

212
—Entonces... tal vez —respondió Caroline, tragando como si tuviera miedo
de haber tomado la decisión equivocada.
Daisy llevó los dedos a la boca. —Gracias. Gracias por darme la
oportunidad.
Su hija asintió, a pesar de que parecía asqueada por la oportunidad que
acababa de darle.
Al bajar la mirada hacia los niños aún acorralados en el regazo de Ten,
Daisy preguntó—: ¿Y quiénes son estas dos pequeñas bellezas?
—Oh, eh... —Aspen se deslizó hacia adelante cordialmente—. Este
pequeñito es mío. —Alzó a Beau y lo puso en su cadera.
Finalmente notando a una nueva persona, Beau se escudó contra la mejilla
de su madre y contempló a Daisy con ojos azules cautelosos. Cuando Aspen miró
con incertidumbre hacia Noel, él asintió una vez.
—Este es Beau —introdujo—. Y yo soy Aspen, la esposa de Noel.
—Es un placer conocerte —le dijo cálidamente Daisy antes de pasar a
Teagan.
—Mi hija, Teagan —dijo Caroline.
No tan prudente como su primo, Teagan saltó hacia delante para sostener
un juguete, con ganas de compartirlo con Daisy mientras anunciaba—: Lego.
Su abuela sonrió y aceptó. —Sí, eso veo.
Teagan siguió parpadeando con expectación, lo que estimuló una mirada
confusa de Daisy a Caroline.
—Ella quiere jugar Legos contigo —tradujo Ten con sequedad.
—¡Oh! Bueno… supongo. Está bien.
Cuando Daisy se arrodilló en el suelo y jugó con Teagan, Beau sintió
curiosidad y, por último, quiso bajar a jugar también.
Todos los adultos prácticamente merodeaban, viendo de cerca cómo sus
hijos interactuaban con Daisy.
Ella nunca volvió a mirar en mi dirección ni preguntó quién era yo, lo que
no importaba, pero aun así... fue grosero.
Probablemente empezando a sentirse como un insecto clavado a un tablero
por lo cerca que veíamos cada movimiento que hacía, Daisy se puso de pie otra vez
y se sacudió las rodillas. —¿Tienes un baño por aquí que pueda usar?

213
—Al final del pasillo —le dijo Noel después de un segundo, como
decidiendo si la quería en su cuarto de baño—. La puerta del medio a la derecha.
—Gracias. —Se movió más allá de mí y desapareció por el pasillo.
—No me gusta esto —anunció Ten inmediatamente.
Noel y Caroline no respondieron, pero no se veían exactamente satisfechos.
Aspen comenzó a retorcer las manos. —¿Cómo crees que van a reaccionar
Brandt y Colton?
Su marido sacudió la cabeza. —No lo sé. Solo espero que se haya ido antes
de que lleguen a casa para que al menos ellos tengan más tiempo de adaptarse a
esto.
—Colton solía tener pesadillas con ella —continuó Aspen; la preocupación
en su rostro era clara como el agua.
—No va a llevárselo a ningún lugar —gruñó Noel—. Jesús. —Se pasó las
manos por la cara—. ¿Me equivoqué al dejarla entrar en la casa?
Ten resopló. —No la dejaste entrar exactamente.
Noel suspiró. —Si los chicos no quieren tener nada que ver con ella, ¿sería
erróneo simplemente decirle: Gracias pero no, desaparece ahora?
—Mierda, no —dijo Ten—. Puedes decirle que se vaya a la mierda si
quieres. Ella los abandonó.
—En realidad no —discutió Caroline con una mueca de dolor—. Ella solo…
—Te abandonó —murmuró Ten.
—Sarah —dijo Noel, haciéndome saltar y preguntarme por qué había dicho
mi nombre. Yo no tenía ninguna razón para ser introducida en esta conversación.
Pero tan pronto como mi mirada se encontró con la suya, preguntó—: ¿Cómo crees
que va a reaccionar Brandt?
Honestamente, no tenía ni idea. Brandt casi nunca hablaba de su madre.
Más para decir que había sido una madre de mierda que los descuidó hasta el
punto en que Noel asumió la tutela de ellos, nunca la mencionó, nunca actuó como
si la echara de menos ni la quisiera cerca o incluso pensara en ella.
Imaginaba que iba a tener sentimientos encontrados con su presencia, lo
mismo que Caroline.
Pero antes de que pudiera responder, un grito masculino rugió a través de
la casa, desde la dirección de la cocina. —¡Aléjate de él, maldita sea!

214
—Qué... —Todo el mundo en la sala de estar compartió una mirada de
confusión antes de que todos salieran disparados hacia el pasillo para ver qué
pasaba.
Por supuesto, la chica en la silla de ruedas quedó de última. Pero esa voz
había sonado parecida a la de Colton, y si Colton le advertía a alguien que se
alejara de “él”, el único otro “él” que podría estar en esta casa era Brandt.
Preocupada por Brandt, fui por el pasillo tan rápido como pude.

215
25 Traducido por Vane hearts
Corregido por Ross Ferrer

Entré en el callejón para aparcar en mi lugar de siempre detrás de la casa.


Después de apagar el motor, agarré mi bolsa de gimnasio y salí de mi camión. Mi
cabello seguía húmedo por la ducha que tomé después de mi entrenamiento, y mi
camiseta y pantalones de chándal fueron las primeras cosas limpias que encontré
en mi maleta.
Me sentía bien. Mis músculos estaban calientes y flexibles, y comida junto
con aproximadamente un galón de agua de sonaba perfecto en este instante. Con la
cabeza arenada de los pensamientos de Sarah en ropa interior color rojo, entré por
la puerta trasera que conducía directamente a la cocina, para hacer una pausa e
inhalar el olor a barbacoa. Gimiendo, puse mi bolsa en el suelo junto a la salida,
agarré una galleta de un plato sobre la mesa, y luego fui a la cocina para levantar la
tapa y gemir un poco más.
Mientas aspiraba el aroma ahumado, mi estómago gruñó, haciéndome saber
que se encontraba totalmente de acuerdo con la elección de la cena de Aspen.
Después de acabar con la galleta, no podía no mojar mi dedo meñique en la salsa.
Haciendo una mueca por cuan caliente estaba, coloqué rápidamente la yema
en mi boca. Cerré los ojos y gemí. —Oh Dios.
Buena mierda.
Me debatía entre otra probada cuando oí que alguien entraba en la cocina
detrás mí.
Preocupado por acabar sindo regañado por Aspen por meter mis dedos en
su comida, me di la vuelta, quitando todas las pruebas de mi boca mientras mi otra
mano aún con aire de culpabilidad se aferró a la tapa de la olla.

216
Las excusas de por qué estaba junto a la estufa cerca de la comida llenaron
mi cabeza. —Acabo de…
Pero las palabras murieron en mi lengua, porque mientras terminaba, no era
Aspen la persona que estaba en la puerta.
—Hola, Brandy —murmuró la mujer.
Me estremecí ante mi nombre, y la tapa de metal se deslizó de mi mano para
chocar contra el suelo, sonando terriblemente.
Golpeó su pecho con la mano antes de reírse. —Lo siento. No fue mi
intención asustare.
Me quedé mirándola fijamente, sin decir nada, hasta que frunció las cejas
con preocupación. —Me recuerdas, ¿verdad?
¿Recordarla? No podía olvidarla, maldición.
Fueron nueve años, pero ella se veía exactamente igual a pesar de un par de
arrugas y un bronceado exagerado.
Sacudiendo la cabeza, seguro de que tenía que estar alucinando, eché un
vistazo alrededor de la cocina, preguntándome cómo diablos llegó hasta allí.
—Encontré la dirección de Noel por internet —respondió a mi pregunta no
formulada—. Estoy limpia ahora y quería empezar de nuevo con ustedes.
Cuando se acercó a mí, tropecé hacia atrás hasta que golpeé los armarios
detrás de mí.
Deteniéndose, Daisy inclinó la cabeza a un lado y frunció el ceño. —Oye, no
sigues resentido de lo que sucedió esa noche, ¿verdad? —Con un suspiro, rodó los
ojos—. Sabes que estaba drogada, ¿no? No tenía ni idea de lo que hacía, y además,
no es que te hice daño. —Una pequeña mueca arrogante torció sus labios y dio un
paso aún más cerca—. Todo lo contrario, en realidad.
La bilis llenó mi garganta. Jesús, se acordaba de lo que hizo. Pensé que
vomitaría. Ni siquiera lucía apenada.
Observándome con una mirada que era cualquier cosa menos maternal, tocó
su barbilla con los dedos antes de tararear con su garganta. —Sin embargo tenía
razón. Eres definitivamente de Derick. Ustedes dos lucen casi idénticos.
Cuando estiró el brazo para tocar mi cara, agarré su mano, gruñendo. —No.
Y luego me enfadé conmigo mismo. Allí estaba la mujer que destruyó mi
infancia, que afectó todas las relaciones sexuales que tuve con cualquier mujer, y
probablemente me impedía estar con Sarah. La odiaba. Odiaba cada puta cosa
217
acerca su existencia. Sin embargo, me hallaba acobardado contra los armarios,
demasiado petrificado para decir algo más que un pequeño “No”. ¿Qué demonios
andaba mal conmigo?
Alejando su mano de mí, porque hasta eso me repugnaba, gruñí—: No me
toques. No hables conmigo. Ni siquiera estés en la misma habitación que yo. No
quiero nada que ver contigo.
—Pero no es justo —se quejó, tratando de alcanzar mi brazo—. Soy tu
madre. Me merezco una segunda oportunidad.
—¡Aléjate de él, maldita sea! —estalló Colton desde la puerta trasera
mientras la abría de un tirón y entraba disparado, sorprendiéndome porque ni
siquiera lo oí acercarse.
Fue directamente a Daisy y la empujó. Con fuerza. Lo suficiente como para
hacer que se cayera de espaldas, lejos de mí. Por la expresión en su rostro, quería
echársele encima de nuevo.
Temeroso de que él pudiera hacerle daño, lo agarré, reteniéndolo. —iColton!
¿Qué demonios?
Se esforzó por soltarse de mí mientras miraba a nuestra madre. —¿Qué
demonios hacía ella aquí? —Se encontraba tan molesto que su voz temblaba.
Preocupado por lo que podría hacer para meterse en problemas, seguí
sujetándolo. —No lo sé. Dijo que quería una segunda oportunidad.
Colton rió. —¿Una segunda oportunidad para qué? ¿Para arruinarnos aún
peor de lo que ya lo hizo?
—Colton. —Daisy se quedó sin aliento cuando se enderezó y dio un paso
hacia él—. ¿Por qué actúas como si me odiaras? Soy tu madre.
Colton escupió. Me sorprendió tanto que perdí mi agarre. Avanzó hacia ella,
acercándose a su rostro. Empecé a ir tras él para contenerlo de nuevo, pero no la
tocó, así que me detuve.
—No eres mi madre. —Su voz era baja y segura mientras hablaba—: El
nombre de mi madre es Aspen.
Una inhalación brusca desde la entrada de la cocina que daba al pasillo me
hizo mirar para encontrar a Aspen y Noel, junto con Ten y Caroline y todos sus
hijos reunidos en la entrada, mirándonos boquiabiertos con alarma.
—¿Quién carajos la dejó entrar en la casa? —exigió Colton—. No voy a
ninguna parte con ella.

218
—Por supuesto que no —dijo Noel con calma, levantando las manos
mientras daba un paso hacia adelante—. No tienes que ir a ninguna parte que no
desees ir.
Un suspiro de alivio se le escapó y se relajó visiblemente. Luego señaló a
Daisy. —No la quiero aquí.
—Está bien. Eso está bien —respondió Noel. Su voz todavía era suave y
demasiado tranquila coma si tratara de ayudar a Colton a calmarse—. Se irá.
—¿Qué? —Daisy se giró para mirarlo con indignación—. Pero…
—Debes irte —dijo Noel con severidad—. Solo iba a darte una oportunidad
si todos estaban acuerdo, pero está claro que... —su mirada se posó en su hermano
más joven, que seguía respirando con dificultad—, no lo quieren. Ahora vete.
—¡Pero yo no hice nada malo!
Noel dirigió su atención hacia ella, su expresión cada vez más oscura. —¿No
hiciste nada malo? —repitió en voz baja—. Entonces, ¿por qué he estado criando a
tus hijos desde que tenía cuatro jodidos años? ¿Por qué no trataste de vernos una
vez en los últimos nueve años? ¿Por qué Colton tuvo pesadillas durante más de un
año después de que lo aparté de ti? ¿Cómo te atreves a venir a mi casa y decime
que no hiciste nada malo? Vete y no vuelvas nunca.
El pecho de Daisy jadeó. Sus ojos se llenaron de lágrimas antes de deslizar
su mirada hacia Caroline, quien atrajo a Teagan, y Ten pasó un brazo alrededor de
su cintura. Su mirada se desvió hacia Aspen, agarrando a Beau.
Cuando Beau apretó su cara contra el hombro de Aspen para esconderse de
ella, miró a Colton.
—Ya lo escuchaste —dijo entre dientes—. Vete.
Por último, su mirada se posó en mí. Bajé la vista, incapaz de mirarla.
Entonces resopló y, en silencio, se dirigió hacia la puerta de atrás. Esta se
abrió y se cerró igual de silenciosamente. Por un momento, nadie habló. Luego
Noel preguntó—: ¿Estás bien?
Levanté mis ojos, solo para encontrar que centró su preocupación en Colton,
no en mí.
Colton asintió antes de preguntar—: ¿Cómo diablos pudiste dejarla entrar
en nuestra casa?

219
Noel sacudió la cabeza a modo de disculpa. —Lo siento, no estaba seguro de
cómo reaccionarías. Tenía miedo de echarla por si alguno de ustedes quería darle
una oportunidad.
—¿Darle una oportunidad? —Colton rió con amargura—. ¿Después de lo
que le hizo a Brand? No lo creo.
El temor se dejó caer en mi estómago justo cuando sentí a todos en la cocina
girar su atención a mí.
—¿Qué? —susurré, o más acertadamente jadeé, porque se sentía como si
todo el oxígeno en mis pulmones de repente dejó vacante el lugar. El color y calor
se drenaron de mi cara.
Rezando para que él no estuviera hablando de lo que temía, negué con la
cabeza cuando Noel me envió una mirada interrogante.
Se giró hacia nuestro hermano menor. —¿Qué le hizo a Brandt?
Me hundí en la encimera y me escabullí hacia atrás hasta que mi espalda
golpeó la pared, a la vez conteniendo la respiración con terror cuando Colton me
miró con disculpa.
—Vi… —se atragantó, su cara llenándose de color—. Vi lo que hizo, y yo...
Lo siento. No te ayudé. Me asusté. Tuve tanto miedo que corrí de vuelta a la cama
y me escondí debajo de las sábanas. Y me he sentido como una mierda todos estos
años porque yo... no pude ayudarte.
Regresando al susurro-jadeo, exigí—: ¿Qué… qué… de qué coño hablas?
No pudo haberlo visto. Imposible. Nada podría ser más terriblemente peor
que saber que lo vio.
Pero gritó—: Lo vi, está bien. Vi lo que te hizo.
—¿Qué demonios hizo? —gritó Caroline—. Colton, maldita sea, me asustas
mucho.
Colton arrancó su mirada llena de agonía de mí antes de girarse hacia
Caroline y luego a Noel. Después de tomar aliento, dijo—: Fue antes de que
llegaras y nos llevaras, Noel. Un par de semanas, un mes, tal vez. Yo estaba
enfermo, Caroline se encontraba fuera con ese tipo... Sander.
—Hijo de puta —murmuró Ten en voz baja.
—Brandt no durmió conmigo porque yo estaba muy enfermo, así que se
quedó en otro lugar, no sé dónde. Pensé que estaba en el sofá, así que cuando me

220
desperté temprano, tan temprano que seguía oscuro, fui a buscarlo, pero él... no
estaba en el sofá. Fue entonces cuando oí voces desde la habitación de ella.
—Oh... mierda —respiré. Lo vio. Jesucristo de mierda, presenció el peor
momento de mi vida. Cerrando los ojos fuertemente, me tapé la cara con las dos
manos, deseando que esta pesadilla se detuviera.
—Hubo un sonido como de piel chocando con piel. Una palmada, tal vez. Y
luego más plática. Me pareció oír la voz de Brandt, por lo que fui hacia allí. La
puerta de su habitación estaba parcialmente abierta. Y cuando... cuando llegué a la
puerta, ambos se encontraban en el interior. Ella lo había apoyado contra la pared,
y los ojos de él estaban cerrados. Lágrimas... las lágrimas corrían por su rostro.
Jesús, le estaba... ella le estaba dando…
—¡No! —supliqué, mi pecho agitado con lo que parecía ser el despertar de
un ataque de pánico. Pero si le contaba a todos, mi humillación sería completa.
No podía decirles.
Pero Noel agarró el brazo de Colton, urgente y exigente. —¿Le estaba dando
qué? ¿Drogas? ¿Alcohol?
—Colton —espeté entre dientes, apretándolos fuertemente—. Por el amor
de Dios, cierra la boca.
—¿Qué demonios le dio? —explotó Noel.
La expresión de Colton se derrumbó mientras se encontraba con mi mirada
aterrorizada.
Entonces sus ojos pidieron perdón antes girarse a Noel y decir—: Una
mamada.
Di un grito ahogado como si hubiera recibido un disparo, aunque esto tenía
que sentirse un millón de veces peor que cualquier bala. Traicionado, expuesto,
humillado... Mi visión se puso gris en las esquinas y mis oídos zumbaron con
sorpresa.
Apenas oí a Caroline chillar—: ¿Hizo qué?
Justo antes que Ten soltara—: Santa... mierda.
—Oh, Dios mío —gimió Aspen antes de echarse a llorar y hundir su cara en
el cuello de Beau, buscando la comodidad de su hijo de dos años.
Aturdido y en silencio, Noel solo pudo girar su atención hacia mí y mirar.

221
Agarrando mi boca con una mano, miré a Colton. Me observó con ojos de
disculpa pero no me importaba. Dejando caer mi mano, dije entre dientes—: Te
odio tanto en este momento.
Noel ahogó un sonido. —¿Así que es cierto? Mierda, ¿es cierto? ¿Cómo
puede ser cierto? ¿Ella nunca me hizo nada remotamente parecido?
—Cristo, Noel —murmuró Caroline—. Lo haces sonar como si estuvieras
celoso de que mamá abusó sexualmente de él y no de ti.
—¡No estoy celoso! —soltó—. Estoy... Jesús. —Se limpió la boca, luciendo
frenético mientras buscaba la cara de Caroline y luego la de Colton—. ¿Toco a
alguien más? ¿Le hizo esto a alguno ustedes?
Después de que ambos, Caroline y Colton negaron con la cabeza, Noel se
dio la vuelta a mí. —¿Por qué coño nunca dijiste nada? Cuando... cuan a menudo...
oh, Dios. ¿Cuántas veces?
—Una vez —me quedé sin aliento, mis pulmones lucharon por aire cuando
mi respiración se volvió entrecortada—. Solo una vez.
—Oye, no lo fastidies. —Caroline empujó a su hija a los brazas de Ten antes
de golpear a Noel con su hombro y dirigirse directo hacia mí—. ¿No ves que está
molesto? Bubba, estás hiperventilando. Necesitas respirar.
—No puedo... no puedo...
—Shh. —Quiso tocar mi cara, pero di un respingo, incapaz de manejar el
contacto humano. Por alguna razón, solo sabía que iba a quemarme. Incluso su
simple observación hacia mí con esos ojos comprensivos me quemaron de adentro
hacia afuera.
Colton intervino, alejando las manos de Caroline. —No creo que quiera que
lo toquen.
—Bueno, va a desmayarse si no comienza a respirar —gritó Noel.
Se amontonaron tan cerca de mí, asfixiándome, y mi respiración solo se
puso peor.
—¡Oigan! Déjenlo solo. —Ten agarró a Noel y a Colton por el cuello de sus
camisas y los arrastró hacia atrás—. Denle al chico un poco de jodido espacio.
Cuando mis hermanos se apartaron un buen metro, incliné la cabeza y
apoyé las manos sobre mis rodillas hasta que pensé que podía controlar mi
respiración.

222
Pero cuando levanté la mirada, la vi en la brecha de espacio entre Colton y
Ten.
La plata brillante de la rueda de una silla de ruedas.
Mi respiración se detuvo del todo, el temor tomó una nueva dimensión,
mientras mi mirada se arrastraba hacia arriba, apenas viendo la cara pálida de
Sarah donde se hallaba sentada en la puerta de la cocina, con su expresión llena de
shock horrorizado.
—No—dije, sacudiendo la cabeza—. No, no, no.
Escuchó... escuchó todo.
Sin poder soportar esto, pasé más allá de Noel y tropecé hacia la salida,
pasando rápidamente por la puerta en mi prisa por salir.
Esto fue todo, el peor momento en mi vida.
Sarah lo sabía.
Sarah sabía lo que hice. Mi vida terminó.
Mi mente quedó en blanco y no estaba seguro de lo que sucedió después.
Solo sabía que corrí, corrí hasta que tropecé y caí, y luego me encogí de miedo en la
noche oscurecida, dejando que las sombras me consumieran.

223
26 Traducido por Ivana & Alessandra Wilde
Corregido por Itxi

Mientras Brandt salía de la casa, me cubrí la boca con las manos, sintiendo…
ni siquiera estaba segura.
Devastada, con el corazón roto, enfurecida por su madre, asustada por él,
sintiéndome como una mierda por asustarlo con mi mera presencia, y solo...
prácticamente cualquier otra terrible emoción que se inventó, además de tal vez un
par que todavía no lo hicieron.
Pero, ¿qué demonios ocurrió? ¿Mi mejor amigo en el mundo fue abusado
sexualmente por su madre, y nunca tuve idea? ¿Cómo nunca fui capaz de adivinar
eso? Tenía que ser la peor amiga de todos los tiempos.
Y, oh Dios, por la descripción de Colton, anoche casi recreé lo que le pasó
todos esos años atrás.
Me sentía mal del estómago. Quería vomitar, gritar, y luego enjuagarme y
repetir.
A mi alrededor, el silencio llenó la cocina antes de que Noel maldijera y se
dirigiera hacia la puerta, detrás de Brandt.
—No. —Caroline lo agarró del brazo—. Yo debería ir. Él y yo somos más
cercanos.
—Qué demonios —interrumpió Colton—. No lo conoces como yo. Iré.
Comencé esto, de todos modos. Necesito disculparme.
—Ninguno de los dos va —gruñó Noel—. Soy el mayor y un padre sustituto
para él. Voy yo.
—Tal vez ninguno de ustedes deba ir —dije, haciendo que los tres hermanos
de Brandt me fruncieran el ceño. Me encogí en mi silla de ruedas y con una voz

224
más pequeña añadí—: Es que… creo que en este momento él agradecería un poco
de tiempo para sí mismo.
—Ruedas Calientes tiene razón —asintió Ten, levantando a Teagan del suelo
para colocarla en su cadera—. Ella debería ir.
—¿Yo? ¿Qué? ¡No! —Levanté mis manos—. Eso no es lo que dije.
Considerando que fui quién asusté a Brandt en primer lugar, era la última
persona en el planeta con la que quería hablar. Sobre todo después de anoche.
Dios, debe odiarme.
Caroline, sin embargo, comenzó a asentir. —Tienes razón —le dijo a su
marido—. Es a la única que escuchará en este momento. Sarah, ve tú.
—No, en serio. —Empecé a retroceder con mi silla de ruedas—. ¿Has visto su
cara cuando me vio? No quiere que sepa sobre esto. Jamás querrá hablar conmigo al
respecto.
Y además, después de anoche, no me hallaba segura de que quisiera hablar
conmigo en un tiempo.
—No quería que ninguno de nosotros lo supiera —argumentó la hermana de
Brandt mientras abría la puerta mosquitera y me hacía un gesto hacia delante—.
Pero ahora que lo sabemos, alguien tiene que decirle que todavía lo amamos, que
no hizo nada malo, y estamos aquí para él sin importar qué, así que… ve ahora.
—¡Yo dije que iba! —espetó Noel.
Aspen, que había estado mirando el patio trasero, se volvió y agarró el
brazo de su marido antes de que pudiera alcanzar la puerta. —Noel —dijo en voz
baja—, sé por lo que está pasando. No será capaz de hablar con cualquiera.
Cuando los hombros de Noel colapsaron y sus ojos se llenaron de tormento,
me preguntaba qué diablos le pasó a Aspen para que fuese capaz de verse reflejada
en Brandt.
—Si es capaz de abrirse, solo lo hará con la persona más cercana. —Cuando
su mirada buscó la mía, tragué con fuerza.
Mierda.
Noel también echó un vistazo a mi dirección. Luego cerró los ojos y maldijo
en voz baja. Por último, dejó escapar una bocanada y miró a Ten. —No puedo
creer que sorprendentemente tuvieras razón. Sarah debería ir.
Ten le mostró el dedo del medio antes de que preguntara retóricamente—:
¿Por qué es tan difícil que las personas vean lo genio que soy?
225
—No lo sé, bebé. —Caroline le palmeó el hombro antes de volverse para
buscar mis ojos—. ¿Sarah?
—Su camión aún se encuentra aquí —me dijo Aspen—. Así que o salió a
caminar o todavía está en el patio trasero. Mi suposición es la última.
Noel me apretó el brazo comprensivamente. —¿Podrías ayudarlo?
Abrí la boca para discutir. Era imposible que fuera la persona adecuada para
buscar a Brandt ahora mismo. Pero todos en la cocina me lanzaban esta suplicante
y desesperada mirada. Juraba, que incluso los niñitos me miraban con pequeñas
expresiones de súplica.
Gruñí. —Está bien.
Convencida de que solo iba a molestar más a Brandt, le fruncí el ceño a
Caroline para que mantuviera la maldita puerta abierta mientras rodaba por
delante de ella a la oscurecida noche. El aire frío me hizo sisear una sorpresiva
exhalación. Era como si incluso la atmósfera supiera que esto era un frío, oscuro y
doloroso momento.
Rodé hacia abajo por la rampa, giré hasta el patio cubierto de hierba, y
suspiré. La hierba era más difícil de controlar; sería más lenta mi búsqueda, pero
eso me parecía bien porque se me ocurrió una nueva idea. Nada acercaba a mi
mejor amigo como su instinto protector.
Aunque no podía ver a Brandt por ningún sitio, conocía una manera segura
de sacarlo de su escondite si estuviera aquí. Pateé mis reposapiés hasta los
costados, lejos de mi camino. Luego puse mis dedos alrededor de los reposabrazos
y cuidadosamente empujé para ponerme de pie.
Desde la oscuridad, una intensa voz gruñó—: ¿Qué crees que haces?
—Estoy… —Cuando di mi primer paso, mis piernas temblaron como las de
un nuevo potro—. Vine a encontrar…te. —Con mi segundo paso, casi me caí y
tuvo que estirar la mano para ponerme contra el muro de la cerca privada.
—¡Sarah! —Con voz alta y alarmada, Brandt apareció frente de mí y agarró
mis brazos—. ¿Estás loca? Vas a caerte y lastimarte. —Un solidario brazo rodeó mi
cintura mientras me acercaba a él.
De ninguna manera iba a caerme ahora.
—Relájate. —Palmeé su pecho y le sonreí—. Solo fueron un par de pasos.
Estoy bien. —A pesar de que ahora mismo estaría de bruces si él no me sostendría.
Ignoré ese detallito—. Ahora. —Después de un reanimado suspiro, hice señas
hacia el muro de la cerca—. Vamos a sentarnos, ¿quieres?

226
—¿En el suelo? —Sonaba cauteloso.
Casi me eché a llorar en el acto. Pero mi precioso chico aún trataba de cuidar
de mí mientras tal vez pasaba por la peor crisis de su vida. Mordí el interior de mi
labio cuando la primera lágrima cayó. No podía llorar, no podía llorar, no podía llorar.
Brandt no respondía bien a las lágrimas, menos a mis lágrimas. Siempre se volvía
impotente, enfadado y vulnerable, todas las emociones que ni siquiera quería que
se acercaran en este preciso momento.
Tenía que ser el arcoíris en su nube.
El humor y el sarcasmo eran siempre la forma en que le levantaba el ánimo,
así que incliné mi barbilla y agité una mano como una especie de reina majestuosa.
—Por supuesto que en el suelo. ¿Viste algún banco aquí? Espero que hayas
dejado de llorar. Olvidé traer pañuelos desechables.
—No estoy llorando. —Brandt sonó irritado mientras nos ayudó a bajar al
suelo hasta que nos encontrábamos sentados al lado del otro.
—¿De verdad? —Extendí mi mano y acaricié su rostro en la oscuridad, en
busca de mejillas húmedas, pero solo encontré piel seca antes de que me agarrara
la muñeca y apartara mi mano—. Eso es increíble. Yo sería un lloroso montón de
papilla si fuera tú. Así que, en serio, si quieres llorar…
—No voy a llorar —murmuró.
—Está bien, entonces. —Me mordí el labio—. Bueno… simplemente salí
aquí para decirte que no estoy enojada.
—¿Enojada?
—Sí, ya sabes, porque somos mejores amigos. Nos contamos todo, lo bueno y
lo malo, y nunca me mencionaste esto. No estoy enojada. Está bien. Te perdono.
Quiero decir, en serio, dudo que hubiera sido capaz de contártelo si me hubiera
pasado a mí.
Me encontraba orgullosa de mí por la actuación despreocupada. Siempre y
cuando pudiese seguir con esto, y no llorar cuando me dolía, no enloquecería. Me
encontraba segura de que mi alegre estado de ánimo funcionaba porque soltó una
risa.
Pero después me di cuenta que era una risa enfadada y amarga. —Habría
sido completamente diferente si te hubiera pasado a ti —se burló.
—¿Qué quieres decir? —Miré a su rostro, frustrada por no poder descifrar
su expresión.

227
—Soy un chico —determinó—. Es diferente.
—No —argumenté en voz baja, moviendo la cabeza con confusión—. En
realidad no es diferente. La violación es violación. —Y fue violado.
Con un resoplido, sacudió la cabeza. —Sí, maldición, es diferente. Una chica
puede ser obligada a hacerlo completamente en contra de su voluntad. Puede ser
cien por ciento la víctima. Pero un chico no puede. Porque una violadora no puede
terminar de hacer su mierda a menos que consiga una erección para completar el
acto, lo que significa… que en realidad él tiene que quererlo.
Tragando, presioné mis dedos temblorosos en mi garganta. Una parte de mí
podía ver cómo llegó a esa conclusión. Pensó que una mujer podría sentirse
justificada con el hecho de que luchó contra ello hasta el final, que ninguna parte
de ella participaba voluntariamente. Amontonó una capa adicional de culpa sobre
sus hombros porque sentía como si hubiera contribuido al abuso de su madre.
Y se hallaba completamente equivocado.
Ya que no iba a dejar que este querido y valioso hombre llevara algo de la
culpa, agarré su brazo. —Eso es mentira.
Brandt inhaló bruscamente antes de decir con voz ronca—: ¿Perdón?
—Haces que suene como si el negarse no es suficiente para constituir una
violación. ¿Y si la mujer participa porque un monstruo sostiene una pistola en su
cabeza o un cuchillo en su garganta y acepta porque solo quiere vivir?
—Mi madre no tenía un arma.
Ignoré eso. —O… ¿o qué pasa si un violador obliga a una chica a llegar al
orgasmo cuando la abusa?
—¿Qué? —retrocedió Brandt—. Eso está mal.
—Ocurre —susurré, luego mordí el interior de mi mejilla, por segunda vez
desde que llegué aquí. Me balanceaba sobre una línea frágil y empujaba los límites
de nuestra amistad al hacer esto con él, pero desde las profundidades de mis
huesos, sentí que tenía que hacerlo—. ¿Dices que esas mujeres lo merecían?
—¡No! —gritó—. Nunca diría eso. Pero esto es diferente.
—No, no lo es. Eres una víctima. Cien por ciento. No querías que te pasara.
—Sarah —advirtió en voz baja; su respiración se agitó mientras aumentaba
su enojo—. No lo hagas. No tienes idea de lo que hablas.
Bastante segura de que sabía lo suficiente, repliqué—: Sí, lo sé. Esa perra
abusadora de menores te violó. Fin de la historia. No te encontrabas dispuesto.
228
—Excepto que sí —rugió en respuesta—. Yo no era exactamente un pequeño
enclenque de trece años. Podría haberla enfrentado, empujado, golpeado. Pero no
lo hice. ¿Y sabes qué más? ¡Me gustó! —Sin embargo, tan pronto como soltó esas
palabras, respiró profundo y siseó—: Oh, Jesús. —Un sollozo quedó atrapado en
su garganta, e inclinó la cabeza antes de agarrar su cabello—. Oh Dios. En realidad,
se sintió bien. Hacia el final, yo empujaba mis caderas contra ella, deseoso de más,
tan jodidamente desesperado por acabar que no me importaba de quién era la boca
que se encontraba en mí.
Levantó las rodillas hasta su pecho y continuó sosteniendo la cabeza en sus
manos. Sacudiendo los hombros, enterró el rostro entre las rodillas, ocultando su
vergüenza al mundo.
Sus intensos sollozos sonaban como si fueran arrancados directamente de su
pecho.
Mis labios se abrieron en shock. Por un momento, no tenía ni idea de cómo
reaccionar. Tenía miedo de tocarlo porque parecía como si fuera a romperse por el
mínimo contacto.
La devastación de su voz me mató, hizo que mi pecho se volviera apretado
y dolorido. Mi piel tuvo escalofríos, y mi cabeza latía incesantemente.
—Era la única vez que me prestó atención —susurró—. Supe que estaba
mal. Todo el tiempo. Podría haberla detenido tan fácilmente. Pero me quedé allí.
¿Por qué hice eso? ¿Por qué no la detuve?
—Oh, Brandt. —Con un sollozo, envolví mis brazos a su alrededor, sin
preocuparme si lo destrozaba o no. Si se rompía, simplemente lo uniría de nuevo.
Sus músculos se pusieron rígidos, tratando de mantenerse alejado de mi
tacto. Pero metí mi rostro en un costado de su hombro y lloré con él, meciéndonos
hacia atrás y adelante. —Está bien —le tranquilicé—. Está bien, cielo.
—No. —Negó con la cabeza—. No está bien. Estoy tan malditamente jodido
que nunca… estaré… bien.
—Sí, lo estarás. —Acaricié su pelo—. Lo estarás.
Acariciando el dorso de su palma donde todavía se agarraba la cabeza,
entrelacé nuestros dedos. A cambio, aumentó su agarre en mí y volvió ligeramente
la cabeza en mi dirección, apenas abriéndose para mí.
—Lo siento —dijo con voz ahogada.
Negué con la cabeza y sonreí a través de mis lágrimas. —¿Por qué? No
hiciste nada malo. Honestamente, has hecho tantas cosas bien. Eres el mejor amigo

229
que una persona podría tener, y te quiero más que a nadie en el planeta. No te
disculpes por eso.
Abrió la boca, probablemente para discutir conmigo, pero no salió nada, así
que terminó volviendo a presionar sus labios y negando con la cabeza.
—Me conoces, Brandt. —Apreté sus dedos, apoyándolo—. Soy una persona
precavida y cerrada. No me abro a cualquiera. Tienen que valer la pena. Pero por ti
y solo por ti, puedo dejar mis reservas en la puerta y ser yo misma, por completo.
—Negué con la cabeza—. Siempre me haces sentir especial, porque eres especial.
No importa qué pasó hace nueve años cuando tenías trece años y tu madre te
atrapó con la guardia baja, en este momento, aquí, en este patio conmigo, eres la
mejor persona que conozco. Y eres un luchador. Superarás esto.
Cuando me incliné para besar su mejilla, cerró los ojos y soltó un largo y
lento suspiro. —No te merezco.
—Por supuesto que no —respondí a la ligera, aunque en realidad sabía qué
era al contrario. Yo no lo merecía—. Pero me gustas de todos modos, así que no te
podrás librar de mí.
Soltó una risita y levantó su rostro, haciendo contacto visual directo por
primera vez desde que salí al patio. Era una pequeña victoria, pero lo aceptaría.
Luego se sorbió los mocos y pasó el dorso de la mano por su nariz.
Ya que dejó de llorar abiertamente, tuve la sensación de que sus lágrimas
comenzaron a secarse para siempre. Gracias a Dios. El mundo era un lugar muy
deprimente cuando Brandt Gamble se reducía a las lágrimas.
—Gracias —dijo, soltando mis dedos para que pudiera envolver sus brazos
alrededor de mí, y llevarme a su regazo hasta que mi costado estuvo presionado
cariñosamente contra su pecho—. Nos mudamos aquí justo después que sucedió
eso, y tú fuiste la primera persona que me habló de verdad. No sé lo que habría
hecho sin ti entonces. Mierda, no sé lo que haría sin ti ahora. Probablemente me
suicidaría.
Mi corazón saltó de miedo ante la idea, pero me obligué a mantener la
calma y quitarle importancia.
—Bueno, no podemos aceptar eso. —Golpeé su pecho suavemente—. Si no
estuvieras no tendría a nadie más para quejarme cada vez que cancelan uno de mis
programas favoritos.
Se rió de nuevo, luego me apretó con fuerza y enterró su rostro en mi
cabello antes de inhalar profundamente, oliendo mi champú. —Dios, te amo.

230
Mis labios temblaron cuando traté de evitar estallar en lágrimas otra vez. El
profundo honor que sentí al lograr ser la que alivió su dolor fue abrumadoramente
precioso.
Mordí el costado de mis labios para mantenerme bajo control. Entonces pasé
los dedos por su cabello de nuevo y lo abracé más, porque no solo necesitaba el
contacto, sino que era la perfecta fuente de calor en esta noche fría.
Olía bien también, como si acabara de salir de una ducha. Y por alguna
razón, el resultante deseo que se agitaba a través de mí me hizo recordar por qué
vine aquí en primer lugar, y lo que le hice anoche.
Mis ojos se abrieron de golpe, la culpa me inundó.
Luego de apartarme, lo miré y me ahogué con mi propio arrepentimiento.
—Brandt, yo… lo siento.
—¿Qué? —Me frunció el ceño e inclinó la cabeza, confundido—. ¿Por qué?
Gemí, preguntándome si debería abrir esta lata de gusanos.
Me observó tan atentamente que decidí que no podía dejar que mi impetú
retrocediera.
—Yo, eh, si te preguntara algo serio —empecé antes de cerrar los ojos y
preguntarme si debería continuar antes que lo hiciera de todos modos—, ¿serías
completamente honesto conmigo?
Una risa amarga brotó de él. —Sarah, acabas de enterarte el peor secreto, el
más profundo y más oscuro que he tenido. Creo que puedo decir sin temor a
equivocarme que no tengo absolutamente ninguna razón para mentir sobre nada
de aquí en adelante.
—Bueno… —Abrí mis pestañas para ver su rostro. Entonces le acaricié el
brazo, intentando calmarlo en caso de que mi pregunta fuera un detonante—.
Cuando… cuando Colton les dijo a todos cómo vio a tu mamá arrinconándote
contra la pared y arrodillándose delante de ti… —Mientras sus músculos se
contraían, lo acaricié un poco más rápido—. No podía dejar de recordar el modo
en que reaccionaste anoche cuando te atrapé contra la pared y chupé tu…
—No fue lo mismo —interrumpió, alcanzando mi mano para sacarla de su
brazo y agarrar mis dedos—. Esos dos acontecimientos… no son lo mismo en
absoluto.
—Sí, pero aun así… ¿es eso lo que querías decir cuando dijiste que tuviste
un mal déjà vu? ¿Qué te traje… recuerdos de ella?

231
Quedó tan callado que comprendí que esa era mi respuesta. Susurré—: Oh,
Brandt, lo siento. Lamento tanto haberte hecho eso. Sabía que no debería haber
intentado forzar la situación. Me dijiste que no, reiteradamente, y simplemente no
te escuché. Nunca voy a presionar de nuevo. No puedo creer que yo…
—No. —Me sacudió suavemente para conseguir que dejara de hablar—. No
hiciste nada malo. Nunca hiciste nada malo. No hay ninguna razón para que lo
lamentes. Eres la única que me mantuvo cuerdo en este momento. Joder, has sido
lo único que me mantuvo cuerdo durante nueve años. De ninguna manera es tu
culpa que sea un desastre. Yo solo… no puedo…
Cuando negó con la cabeza y bajó su rostro otra vez, entré en pánico y lo
agarré del brazo, preocupada de que perdí terreno por sacar el tema.
Fui tan estúpida.
Quería decirle que estaba bien, que no tenía que decir nada más, pero temí
que las cosas empeorarían si no limpiaba el aire por completo, así que me encontré
preguntando—: ¿No puedes qué?
—No lo sé —murmuró, claramente irritado consigo mismo—. El sexo es
muy raro para mí. Después… después de lo que hizo, me sentía tan jodidamente
avergonzado y mortificado cada vez que conseguía una erección. Hacer cualquier
cosa con mi polla se hallaba mal y sucio, y solo… contaminado por lo que hice con
ella. Entonces Shayla Birmingham me sedujo en nuestro segundo año.
Maldita sea, sabía que fue su primera. Dios, odiaba a la hermosa y gran
pechugona Shayla Birmingham.
—Después de ella, me di cuenta que podía hacer cosas, pero no con alguien
unida a mí porque entonces era como si la estuviera, no lo sé, ensuciando o algo
así. Por lo que empecé a elegir compañeras que sabía que nunca me enamorarían.
A partir de ahí, comencé a necesitar ciertas… cosas. —Me miró—. No solo sería
como si te estuviera contaminando con mi suciedad si hubiéramos hecho algo, sino
que… tengo gustos extraños, y cuando me pediste que tomara tu virginidad, me
asusté. ¿Y si… y si te asustaba, y nunca querías tener nada que ver conmigo?
Mi mente se volvía loca con lo que posiblemente podría significar por todo
eso, pero me aclaré la garganta, y luego dije—: Bueno, en primer lugar, no estás
sucio. Ninguna víctima se encuentra sucia solo porque algo horrible le pasó, no
importa cuán culpable te sientas. Y en segundo lugar… ¿extraños, cómo? Estamos
hablando de… juego fecal, duchas doradas, fetiches con cadáveres, zoofilia…
—¿Qué? ¡No! —gritó, mirándome como si hubiera perdido la cabeza—.
Nada de eso. Jesús. Me refiero a la dominación. Simplemente… la dominación,

232
mierda. Me gusta estar en completo control, ¿de acuerdo? No dejo que la chica me
toque o esté encima o… es jodido, pero… no lo sé, una tipo normal de jodido.
Anoche fue lo más cerca que estuve de dejar a alguien tocar mi pene. Pero dado
que eras tú, pensé… No lo sé.
—Lo entiendo —murmuré—. Y… aprecio que confíes en mí lo suficiente
como para, al menos, déjame intentarlo. Lamento haberlo estropeado y…
—No estropeaste nada. Tú… todo iba bien, y me refiero a realmente bien…
hasta que me asusté.
Sonreí, preguntándome por qué no me sentía incómoda por tener esta
conversación con él. Pero bueno… era Brandt. No estoy segura de que cualquier
cosa que discutiéramos podría llegar a ser incómoda entre nosotros.
—Así que… prefieres tener un control total, ¿eh? —dije. Y alcé mis cejas con
un interés curioso—. ¿Cómo… esposas… y ese tipo de control?
Se tomó un tiempo para responder, pero después de un momento, dio un
asentimiento reacio. —A veces, sí. Eso me excita bastante. No quiero someter a la
fuerza a nadie ni herir a una chica, nada de eso. Simplemente me gusta… hacer
todo el trabajo, ya sabes, mientras ella yace allí y se lleva todo el placer.
El aire de mis pulmones se filtró cuando la imagen mental se creó en mi
mente. Sonaba… agradable.
Muy agradable.
Por último, cuando ya me hube ensimismado durante demasiado tiempo,
susurró—: ¿Sarah?
Me lamí los labios secos y levanté la cabeza para encontrarme con su mirada
preocupada. Sabía que tenía que contestar, pero, oh, Dios mío, ¿qué podía decir
ante eso? ¿Que me gustaba la idea de que él pensara que estaba jodido?
—Lo siento, uh… Creo que acabo de tener un mini-orgasmo. Ahora estoy
bien.
—¿Orgasmo? —se enderezó—. Te refieres a que tú…
—Sí —dije, interrumpiéndolo—. Lo siento. Lo que describiste sonó, pues…
divertido. Pero no importa. Probablemente deberíamos volver ahora… —Abrió la
boca para responder, pero no sabía sí podría soportar un nuevo rechazo sexual de
él, así que me apresuré a añadir—: Tengo el presentimiento de que tu familia está
tratando de vernos por la ventana.

233
Al mismo tiempo, dirigimos nuestras miradas hacia la casa, y por supuesto,
una media docena de siluetas se asomaba por las ventanas traseras.
Brandt dejó escapar un suspiro tembloroso y se pasó las manos por el
cabello. —No sé qué decirles. No quiero hablar de ello. No quiero ni pensar en ello.
Dios, desearía que Colton hubiera mantenido su puta boca cerrada.
—Está bien —murmuré, acariciando su brazo—. Yo me encargo. Vamos a…
vamos a terminar con esta confrontación de una vez, y luego puedes volver a casa
conmigo esta noche, ¿de acuerdo?
Asintió, aliviado. —Bueno. Gracias. —Inclinándose, presionó su boca contra
mi sien como si tratara de ganar un poco de coraje de mí antes de dejar escapar un
suspiro. Entonces me deslizó fuera de su regazo y se puso de pie.
No quería la silla de ruedas y cuando se lo dije, no discutió. Creo que se
quería quedar cerca de mí, de todos modos. Colocando un brazo alrededor de mi
cintura para apoyarme, hizo el papel de mi muleta, mientras tomábamos pasos
dolorosamente lentos por la rampa y hacia el interior a través de la entrada trasera.
Como esperábamos, todos sus hermanos, así como sus cónyuges, pero sin
hijos, todavía merodeaban en la cocina.
Paramos y nos enfrentamos a ellos juntos.
Noel echó un vistazo a la cara todavía muy pálida e hinchada de Brandt, los
ojos inyectados en sangre antes de que estallara. —¡Esa hija de puta! Voy a matarla.
Sus palabras descorcharon la presión en todo el mundo, y todos empezaron
a hablar al mismo tiempo, amenazando con toda clase de destripamiento y tortura
a su madre, prometiendo justicia para Brandt.
Sabiendo que esto era exactamente lo que quería evitar, levanté una mano y
grité—: ¡No!
La familia se tranquilizó, lo que me hizo abrir y cerrar mi boca, un poco
sorprendida de que mi orden hubiese funcionado. Pero ahora que tenía la atención
de todos, iba a dirigir la conversación hacia donde quería Brandt.
—Esto es lo que va a pasar —empecé—. Cada uno de ustedes tendrá un
turno para decir lo que necesitan decirle. No habrá preguntas sobre el evento en sí,
pero pueden hacerle saber que no lo culpan por nada, y lo aman sin importar qué.
Y luego, después de eso, nunca vamos a hablar de esto otra vez. ¿Entendido?
Esta vez, creo que mi autoridad logró impactar a todos los demás también.
Incluso Brandt me miró con las cejas elevadas. Pero al menos siguieron mis reglas.

234
Ten fue el primero en aclararse la garganta y agitar una mano antes de dar
un paso adelante. —¿Puedo ir primero? —Cuando me di cuenta de que me
preguntaba, levanté una ceja y le di una inclinación de cabeza.
Se volvió a Brandt. —Hombre… Eres el hermano de mi esposa y tío de mi
hija. Eres de la familia, y siempre lo serás, no importa qué. Te cubro la espalda,
hermano.
Cuando Ten estiró su puño, Brandt apretó su agarre en mi cintura, pero usó
su mano libre para chocar los nudillos contra los de su cuñado.
Siguiendo a su marido, Caroline echó los brazos alrededor del cuello de
Brandt y lo abrazó con fuerza. Tuvo que soltarme para abrazarla, por lo que me
moví hacia los mostradores de la cocina y me apoyé en ellos para soportar mi peso
mientras su hermana lloraba—: Te amo, Bubba. Lamento mucho no haberte
salvado. Ojalá hubiera sabido lo que ocurría. Habría irrumpido en esa habitación y
le habría partido su maldito cuello.
Asintiendo, Brandt tomó sus palabras con una pequeña sonrisa que cayó tan
pronto como Colton dio un paso adelante.
—Lo siento. —Su hermano más joven se atragantó un poco—. Lo siento
mucho.
Con la mandíbula dura, Brandt no parecía querer perdonarlo. Pero después
de una mirada a mí, se dio la vuelta y dijo—: Todo está en el pasado.
Aspen fue la siguiente en abrazarlo. Por un momento, pensé que todo lo que
iba a hacer era abrazarlo, pero después de un largo rato sosteniéndolo, se echó
hacia atrás, con lágrimas brillando en sus ojos. —Sé que no soy más que tu cuñada,
pero después de nueve años ayudando a criarte…
—No, Colton tenía razón —le aseguró Brandt—. Eres nuestra madre.
Sus lágrimas cayeron un poco más rápido mientras sonreía. —Bueno, debo
decir, que tengo el orgullo de una madre cada vez que te miro. Te has convertido
en el hombre más amable y más noble que conozco. No importa lo que te pasó en
ese infierno antes que Noel te trajera a mí, no dejaste que estropee tu integridad o
te impida ser feliz. Sé que piensas que el hecho de que nos enteramos de todo fue
lo peor que te podría suceder, pero averiguarás pronto que en realidad es lo mejor.
Te amamos. Tanto. Vas a superar esto.
Después de otro rápido abrazo, dio un paso atrás, dejando solo a Noel para
hablar. Con un encogimiento de hombros impotente, él negó con la cabeza. —Pues
demonios. No sé lo que hay que decir después de eso. —Pero entonces sus ojos se

235
llenaron de lágrimas mientras estudiaba la cara de Brandt—. Excepto que lo siento.
Lo lamento tanto. Te fallé.
—No —Brandt movió la cabeza y jaló a Noel en un abrazo—. No. Me
salvaste. Nos salvaste a todos nosotros. Y nunca te di las gracias por presentarte
cuando lo hiciste y traernos aquí.
—Maldita sea —murmuró Caroline—. Ahora los dos me están haciendo
llorar. —Corriendo hacia adelante, se unió a su abrazo. Un segundo más tarde,
Colton anunció que se sentía excluido.
Los cuatro hermanos se abrazaron en un grupo, todos llorando hasta que
empezaron a reír chillando de sí mismos. Por último, cuando se separaron, Brandt
me buscó de inmediato, y pareció soltar un suspiro de alivio cuando nuestras
miradas se encontraron.
Nunca lo vi tan vulnerable, tan serio, tan golpeado. Me rompió el corazón.
Pero el saber que yo era de la que más dependía también me envalentonó. Quería
escapar de este momento, así que iba a ayudarlo.
Al presionar una mano en mi abdomen, le dije—: ¿Te importa si me siento?
Se siente como si mis piernas estuvieran a punto de quebrarse debajo de mí.
—Mierda, lo siento. —Dio un salto hacia adelante y luego me condujo hacia
una silla en la mesa. Luego se acomodó a mi lado y puso una mano cálida en mi
hombro antes de mirar a sus hermanos—. Voy llevar a Sarah a su casa.
Seguramente pasaré allí esta noche.
Nadie tuvo un problema con eso, así que… estaba resuelto. Brandt se iba a
casa conmigo.

236
27 Traducido por Val_17
Corregido por Miry GPE

Me sentía drenado, exhausto y adolorido. Por un momento, no supe por qué


me hallaba tan adolorido, pero luego me di cuenta que estuve tenso durante las
últimas horas. Mis músculos probablemente gritaban por un poco de relajación.
Cuando se abrió la puerta del cuarto de Sarah, volteé la cara en la almohada
donde apoyaba la cabeza y miraba al techo para observarla rodar en la habitación.
Mi pecho se apretó con emoción cuando me sonrió. Pero mis músculos parecieron
dejar escapar un suspiro de alivio.
Me sentía tan jodidamente contento de que ella estuviera allí esta noche.
Ese primer momento en que vi su silla de ruedas en la cocina, creí que mi
vida había terminado. Me dispuse a marchitarme en la nada, todo porque no
confié en nuestra amistad de la forma en que debí hacerlo. Tenía la certeza de que
iba a perderla.
Pero Sarah terminó por salvarme en vez de dejarme ahogado en el horror.
No creí que pudiera amarla más de lo que lo hacía en ese momento.
—Hola —murmuró alegremente, vestida con su pijama y lista para dormir.
Moviéndome bajo las sábanas para hacerle espacio, le devolví la sonrisa.
—Hola.
Después de todo lo que ocurrió esta noche, toda la mierda que pasamos
últimamente, el drama que pareció apoderarse de nuestras vidas, todo lo que
teníamos que decir era “hola” y lo arregl{bamos.

237
—Te ves cansado —me dijo mientras subía en el colchón conmigo y
acomodaba las mantas a nuestro alrededor antes de apoyar la cabeza en mi
hombro en lugar de la almohada.
Envolví un brazo alrededor de su cintura y la acurruqué más cómodamente
contra mí. —Me siento cansado —admití—, pero mi cerebro está jodidamente
agitado. Dudo que consiga dormir mucho esta noche.
—De hecho, eso funcionaría genial para mí. Puedes frotarme la espalda
mientras yo duermo.
Cuando Sarah agitó sus pestañas hacia mí de forma tierna, me reí. —Oh, así
es cómo va a ser, ¿eh?
—Por supuesto. Puedes empezar ahora si quieres. —Hasta trató de girarse,
así tendría acceso completo a su espalda, pero su hombro desnudo, donde su
camiseta sin mangas no cubría su suave piel, tenía a mi cuerpo excitado con
conciencia.
—No lo creo, listilla. Vuelve aquí. —Rodándola para que estuviera frente a
mí una vez más con sus pechos y tibio estómago presionados a un costado mío, la
acerqué. Su mejilla se acomodó en mi hombro, y cerré los ojos, contento.
—Bueno, no puedes culpar a una chica por intentarlo. —Suspiró con
decepción, incluso mientras se acurrucaba más.
Aunque rechacé su petición de un masaje en la espalda, mis dedos
comenzaron a tocar con pereza su brazo. Y no, no podía culparla por intentar nada
en absoluto. Toda su calidez y suavidad me hicieron recordar lo mucho que
intentó últimamente.
Sabía que me comportaba como un completo chico, pero cada pensamiento
en mi cerebro regresaba al sexo. Después de la noche que tuve, probablemente el
sexo debería ser la última cosa que podría querer, pero por alguna razón, en todo
lo que podía pensar era que cada razón por la que me mantuve lejos de Sarah de
repente parecía discutible.
Me preocupaba enloquecerla con mi rareza, excepto que ella era consciente
de eso ahora y parecía excitada por la idea de un juego con cuerdas.
Temía lo que podría sufrir nuestra amistad, pero se sentía tan fuerte en este
momento, sabía que podía confiar en ella para superar cualquier cosa.
Pensé que mi madre me había ensuciado, pero después de una severa charla
con Sarah, por fin acepté la idea de que tal vez fui una víctima, así que la verdad,

238
no debería sentirme demasiado sucio para contaminarla. Y no parecía disgustada
por mí, lo que ayudaba mucho.
Así que, sí, con todas esas reservas fuera del camino, solo quería hacérselo.
Duro, rápido, lento, intenso, perezosamente y de todas las formas en medio de eso.
Aunque me preguntaba si me daría una patada en las gónadas si se lo pedía.
Intentó con todas sus fuerzas convencerme de ello, y me resistí; estaría bien si me
escupía un rechazo directamente a la cara ahora que me encontraba a bordo con la
idea.
Por otra parte, fue valiente y enfrentó el rechazo de mi parte. Me parecía
correcto hacer lo mismo por ella.
—¿Sarah? —murmuré; mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras
miraba hacia el techo y me mordía el interior del labio.
—¿Mmm? —preguntó, acariciando con su nariz mi garganta y haciendo que
mi polla ya dura pulsara con necesidad.
Gemí y tomé su muñeca antes de bajar su mano y colocar la palma con
firmeza sobre la entrepierna de los pantalones de chándal que usaba. El calor de
sus dedos atravesó la tela e hizo que mi polla se sacudiera.
Jadeando sorprendida, Sarah alzó la vista para mirarme a los ojos. —Yo…
Me dices… ¿de verdad est{ bien que te toque ahí? ¿No hay un mal déjà vu?
Con una risa por lo linda que era su reacción, sacudí la cabeza. —Aún no.
Creo que ayuda sostener tu muñeca y controlar cada movimiento que haces.
—¡Oh! Bueno… —Tragó saliva, luciendo tan adorablemente emocionada
que quería besarla—. Entonces controla lo que necesites.
—¿No te importa? —pregunté, buscando en su enrojecida expresión en
tanto hacía que su mano frotara arriba y abajo por mi longitud.
Resopló. —Bromeas, ¿verdad? Esto es impresionante. No puedo creer… —
Su mirada me recorrió antes de posarla en la mano que seguía presionada contra
mi erección—. Es tan dura.
Me reí. —Bueno, esa es una mejora de la noche anterior cuando la llamaste
suave.
—¿Qué? —Frunciendo las cejas, me miró antes de recordar que dijo eso—.
Oh… ¡no! No me refería a eso. Era duro por debajo, claro. Pero la superficie… no
sabía que la piel sería tan suave.
Sonreí, y al final alivié su preocupación, diciendo—: Sé a lo que te referías.

239
Frunció el ceño y me llamó malvado por dejarla pensar que lastimó mis
sentimientos. Pero solo me reí y aparté su mano antes de voltearnos hasta que se
encontraba de espaldas y yo por encima de ella.
Acomodando mis caderas entre sus piernas, presioné contra la unión de sus
muslos, haciendo que mi erección se moliera contra su clítoris. Juntos, jadeábamos
y nos aferrábamos uno al otro. Tomé sus manos y las puse encima de nuestras
cabezas. Luego bajé mi boca a la suya y la besé.
Nuestras lenguas se batieron a duelo y se enredaron. Nuestras respiraciones
se mezclaron. Nuestros cuerpos se tensaron.
Podía sentir sus pechos a través de su camiseta sin mangas, y necesitaba
probarlos, así que agarré el dobladillo y la saqué por su cabeza.
—La tuya también —jadeó, con los ojos vidriosos por la necesidad—. Me
encanta ver tu pecho desnudo.
Me tomó medio segundo quitarme la camiseta, y una vez que lo hice, por fin
fui capaz de enfocarme en los pechos que acababa de desnudar.
—Jóde…me —pronuncié.
—Lo haré si quieres —dijo Sarah maliciosamente, lo cual me hizo mirarla y
darme cuenta… que íbamos a hacer esto. Realmente lo íbamos a hacer.
—Está bien —empecé, solo para hacer una mueca de dolor y presionar el
puño en mi cabeza—. Mierda. No traje nada. —Luego, encontrando su mirada
esperanzada, me atreví a preguntar—: ¿Crees que Mason tiene algún…?
—No. —Apuntó mi nariz con un dedo—. No vamos a robarle condones a mi
hermano. Adem{s… —Una sonrisa iluminó su rostro—. Abre mi cajón superior de
allí. Busca al fondo de la pila de ropa interior.
—¿Ropa interior? —Esas palabras consiguieron mi atención. Sentándome en
cuclillas pero con mis muslos a horcajadas sobre sus caderas, alcancé el cajón y lo
abrí antes de enterrar la mano en el interior, sintiendo el suave algodón y la seda
fría hasta que mis dedos se tropezaron con un cartón. Lo saqué solo para dejar caer
mi mandíbula con conmoción—. Santa mierda.
Una cajita de condones sin abrir se encontraba en mi mano. Mi mirada se
movió hacia ella, levantando una ceja en interrogación.
Me ofreció una pequeña sonrisa culpable. —Cortesía de Caroline.

240
Solté una carcajada, luego anuncié—: Oh Dios mío, amo tanto a mi hermana
en este momento. —Y arrojé la caja a un lado antes de decir—: Ahora sobre esos
pechos.
Los evité el tiempo suficiente, lo que tenía que ser un crimen porque…
maldición. Eran tan maduros y perfectos, los pezones endurecidos como bayas a la
espera de ser arrancadas. Me gustaba que fueran del lado de los pequeños, ya que
iban a caber en mis manos perfectamente.
Flexioné los dedos como preparación para tocarlos, con Sarah riéndose por
mis payasadas antes de bajar las manos y ahuecar uno en cada palma.
Ambos contuvimos la respiración. —Oh… vaya —dijo aturdida—. No tenía
idea que se sentiría tan bien.
Le sonreí. —Espera a que los chupe.
Gimió, así que lo tomé como mi señal y me incliné antes de tomar en mi
boca una rogante punta.
—¡OhDiosmío, ohDiosmío, ohDiosmío! —Me agarró del pelo con fuerza y
sus piernas se retorcían sin control, haciéndome sentir masculino e insuperable.
Pero, maldita sea, incluso sabía tan dulce como una baya.
Sacando sus dedos de mi pelo, bajé la otra mano por su costado mientras
trabajaba en el segundo pecho, haciéndola gemir y retorcerse aún más. Excepto
que esta vez, agarró las sábanas y no a mí.
Mientras mordía una punta y luego lamía el ardor, le quité los pantalones
de pijama y las bragas de un solo tirón.
—Lo juro, hay como una cadena dentro de mí —jadeó—, conectando mis
pechos a mi coño. Cada vez que tú… —Tiré la punta de su pecho con mis dientes,
haciéndola jadear—, sí, haces eso… lo siento allí abajo.
—¿Aquí abajo? —pregunté, deslizando la mano entre sus piernas y
presionando su clítoris.
—¡OhDiosmío, estoy desnuda! —chilló, mirando conmocionada abajo—.
¿Cuándo me quitaste la ropa?
Me reí. Era demasiado adorable. Pero entonces bajé la vista hacia el coño
que sostenía, y la risa se convirtió en un gemido. Joder, ella era hermosa.
—Eres tan perfecta —dije. Mi mandíbula dolía y mi boca se hizo agua con la
necesidad de saborearla—. ¿Quieres probar un experimento? —pregunté—. Ver si
funciona a la inversa, y si puedes sentirlo en tus pechos cuando chupo tu clítoris.

241
—Uh… —Su mirada se llenó de lujuria—. De acuerdo.
Sonreí y la lamí. Al principio gritó, luego gimió con necesidad, y por último
gritó por su liberación.
Me encantó cada pequeño —y grande— sonido que soltaba. Me anunciaban
que hacía bien mi trabajo.
Sentándome, le sonreí. —Entonces, ¿lo sentiste?
Parpadeó, luciendo aturdida y confundida. —¿Qué?
Me reí. Oh, sí. Hice muy bien mi trabajo.
—Eso fue mucho mejor que cualquier orgasmo que me provoqué alguna
vez —susurró, luciendo tan ligera, saciada y feliz que podría quedarse dormida en
cualquier momento.
—Oye, no te desmayes. Todavía no hemos terminado. —Sacándome los
pantalones, vi sus ojos cansados destellar con interés mientras mi polla se liberaba.
—Oh, vaya. ¿Es malo que me guste mirarlo? —preguntó, lamiéndose los
labios mientras yo alcanzaba el condón.
—Supongo que prefiero que te guste —decidí, sonriendo cuando sus ojos se
ampliaron al verme rodar el látex sobre mi longitud.
—Eso es tan jodidamente caliente —susurró—. Está bien, me gusta mirarlo
aún más cuando lo tocas.
—¿Qué? ¿Así? —Me acaricié para sus ojos, y se volvió loca, retorciéndose en
la cama y agarrando sus pechos en una mano y su coño con la otra.
Esa cadena invisible en ella, conectándolos, obviamente enloquecía.
Necesitando estar dentro de ella pronto, me arrodillé entre sus piernas
abiertas y empecé a guiar mi polla a la tierra prometida.
Sarah hizo un sonido ahogado, sollozando. —Oh, no. De repente me siento
nerviosa. ¡Brandt!
Me quedé inmóvil, llevando mi atención a su cara. —¿Quieres que me
detenga?
—No —murmuró, agarrando mi brazo—. Solo… no lo sé. ¿Me podrías
hablar o algo así?
—Por supuesto. —Asintiendo, agarré sus muñecas y las puse de regreso
sobre su cabeza, así no tendría que preocuparme que se desencadenaran los malos
recuerdos cuando tenía que concentrarme en aliviar sus preocupaciones.

242
Besando el centro de su frente, dije—: Voy a poner mi polla dentro de ti
ahora. Es probable que duela.
—Brandt —gruñó, enviándome una mirada mortal—. Eso no ayudó.
Me reí, porque en realidad sí lo hizo. No se dio cuenta que mi mala broma
apartó su mente del pánico. Sin embargo, este era un momento serio. —Sabes que
te amo, ¿verdad?
Con sus ojos destellando calidez y afecto, asintió.
Inclinándome, froté la nariz con la punta de la suya. —Eres la mejor amiga
que he tenido, y me siento honrado de compartir este momento contigo. —Al
presionar contra su entrada, entrelacé nuestros dedos y la miré a los ojos, tratando
de expresarle todo lo que no podía decir en voz alta.
—¿Prometes que nada va a cambiar entre nosotros? —pregunté.
Sus ojos brillaron con todo tipo de garantías cuando respondió—: Lo
prometo.
Empujé el resto del camino en su interior.
Y todo cambió.
Nuestro contacto visual nunca vaciló, pero su mirada se ensanchó y contuve
el aliento.
Mi polla la estiró y llenó a capacidad. Mierda, follaba a Sarah.
Era tan increíble e importante que casi me puse a llorar, maldición.
Me mordí el labio, tratando de no precipitarme, porque quería comenzar a
bombear mis caderas con tanta fuerza que dolía.
Por debajo de mí, Sarah trató de ocultar el impacto del dolor, pero no podía
ocultar nada de mí; pude notar el momento exacto en que atravesé su himen.
Acomodado en su interior, hice una pausa y contuve la respiración,
esperando que pudiera adaptarse. —¿Estás bien?
Con un asentimiento, tragó saliva. —Estoy bien.
Honestamente, no tenía la certeza si se encontraba bien o no. Parecía tan
tensa, y sentía como si la estuviera partiendo en dos. Dios, ella era estrecha. Tan
cálida y húmeda. Jesucristo, esto era el cielo.
Con valentía, Sarah me miró a los ojos como si solo mi mirada bastara para
hacerla soportar esto. Confiaba tanto en mí.

243
La ternura me atravesó. Aparté un mechón de pelo sudoroso de su frente y
lo metí detrás de su oreja.
—Pronto se sentirá mejor. Lo estás haciendo bien. —Luego la besé con
suavidad, mis labios apenas rozando los suyos. Fue lo bastante dulce para que
cerrara los ojos y suspirara. Sin embargo, no pude cerrar los míos. No podía dejar
de mirarla.
Presionando mi frente contra la suya, solté un suspiro. —Mierda, Sarah.
Estoy dentro de ti.
—Sí. —Soltó una risa temblorosa—. Me di cuenta.
También me reí, todo en mi pecho bailando con alegría. —Dios, te amo.
Sus ojos se volvieron a abrir. —Yo también te amo.
No estaba seguro si se refería a amor platónico, o qué, pero en ese momento,
no importaba. Por fin me hallaba dentro de ella. Y era perfecto.
—¿Estarás bien si me muevo ahora?
Me envió una mirada tímida. —Sí, muévete. No te contengas por mi culpa.
Sin alejar mi vista de ella, me retiré casi por completo, y luego empujé de
nuevo dentro. Sus ojos se abrieron y soltó todo el aire de sus pulmones, pero
entonces… entonces sonrió.
La mejor sonrisa del maldito mundo.
—Ahh, eso en realidad se sintió bien.
—Cierto —dije, sonriendo mientras empujaba de nuevo, lento y constante.
Esta vez se arqueó conmigo.
—Otra vez —exigió.
Besándola, empujé un poco más fuerte, un poco más rápido, y apreté el
agarre en sus manos que seguía sosteniendo sobre nuestras cabezas.
Gimió, levantando la barbilla para exponer su garganta, así que besé todo el
largo, mordisqueando la piel suave mientras mis movimientos se volvían más
duros y apresurados. Mis bolas se apretaron una fracción de segundo antes de que
mi ritmo se pusiera inquieto. ¡Mierda! Apreté los dientes, tratando de contenerme,
esperando que ella estuviera lista de nuevo. Pero se sentía tan bien.
Gemí, follándola más duro de lo que pretendía mientras el orgasmo me
atravesaba.

244
Y luego lo más increíble ocurrió. Las paredes internas de Sarah se apretaron
a mi alrededor mientras arqueaba la espalda y gritaba, viniéndose conmigo.
Nos abrazamos cuando nos corrimos, antes de derrumbarme encima de ella,
totalmente agotado.

245
28 Traducido por Umiangel
Corregido por Dannygonzal

Me sentía diferente.
No era solo la quemadura de barba que hormigueaba en mi cuello, senos y
muslos, o tampoco el dolor entre las piernas. Era algo en mi interior, algo
emocional.
A mi lado, Brandt se movió, y su cabello rozó mi mejilla, haciéndome tomar
un respiro antes de mirarlo. Sus ojos azules ya se hallaban en mí, observando.
Esperando.
—¿Estás bien? —murmuró, con voz ronca. Parecía preocupado.
Solté la respiración. Este hombre estuvo dentro de mí. Me vio desnuda,
aún me veía desnuda, y me escuchó haciendo sonidos extraños y embarazosos. Él
había estado tan bien. El sexo estuvo lleno de piel en contacto, posiciones extrañas,
funciones corporales, y más sentimientos de los que esperaba. Pero también fue
algo bello, tierno y mágico.
Una cosa era cierta: no había manera, no podría haberlo hecho con alguien
en quien no confiara implícitamente. Sin duda podía ver cómo el sexo podría pasar
de hermoso a malo con la pareja equivocada. Y estaba tan feliz de haber elegido a
alguien considerado y minucioso, alguien a quien le gustara y pusiera en primer
lugar mis sentimientos.
Me sentía más cerca de él de lo que nunca me había sentido antes.
Tomando impulso, le di un golpe en el brazo.
—¡Ay! —chilló, sacudiéndose—. ¿Por qué fue eso?
—Por decir que el sexo era decepcionante, y no es nada de eso. Eres un
mentiroso. —Esta había sido la experiencia más intensa de mi vida.

246
Frotándose el lugar donde lo golpeé, frunció el ceño con confusión. —¿Y
cuándo diablos dije eso?
—La noche en la que te enteraste de mi cita con Seth, justo después de decir
que respetabas totalmente a las vírgenes.
—Oh. Sí. —Con una sonrisa de arrepentimiento, se encogió de hombros—.
Sí, bueno... Solo dije toda esa mierda porque me preocupaba que fueras a tener
relaciones sexuales con otra persona. En realidad, el sexo es muy impresionante. —
Me miró a los ojos y luego pasó su dedo por mi brazo—. Especialmente el sexo
contigo.
El cumplido me calentó por todo el cuerpo y me hizo sentir resplandeciente.
Pero para él, levanté mis cejas en señal de advertencia. —¿Y qué hay sobre el yo
respeto a las vírgenes que me dijiste esa noche?
—Pues... —Se rascó la ceja—. También respeto a las no vírgenes. La verdad,
el nivel de promiscuidad de una persona prácticamente no tiene relevancia en la
obtención de mi respeto. Mi respeto más que nada depende por completo sobre
qué tipo de ser humano eres, así que...
—Mmm ajá —murmuré—. Es un gran mentiroso, señor Gamble.
—Sí, pero soy tu mentiroso. —Juguetonamente, frotó la parte superior de su
cabeza contra mi mejilla antes de mirarme y sonreír como un perrito ansioso, listo
para complacer—. ¿Ahora hará cualquier cosa conmigo, señorita Arnosta?
—Buena pregunta. —Rodé hacia él hasta que estuve encima de él—. Voy a
tener que pensar en ello. —Entonces lo besé.
Me respondió el beso, agarrando mi cabello y empujando su lengua. Pero
cuando lo sentí crecer con fuerza contra mi estómago, nos dio la vuelta hasta que él
estuvo encima, sujetándome al colchón, recordándome que no le gustaba estar en
la parte inferior. Y luego, cuando traté de deslizar las manos por su espalda
porque, vamos, solo quería hundir los dedos en sus músculos lisos y gemir, agarró
mis dedos y los bajó a mis costados.
Solté un sonido de disgusto; quería explorarlo tan desesperadamente, pero
me mordí la lengua, porque sabía por qué él no podía ir allí.
Pero levantó su rostro para buscar mis ojos. —Te está molestando eso,
¿verdad?
—Lo siento —dije bruscamente, cerrando fuerte los ojos y deseando haber
contenido mis frustraciones un poco más en silencio—. Sé que no puedes evitarlo.

247
Yo solo... quiero tocar cada centímetro de ti. Me dejas tocarte todo el tiempo. Por
qué…
—No en lo sexual. —La agonía en su expresión me rogó que no me enojara.
Pero no estaba enojada. De ningún modo—. Puedo abrazar, acurrucar y sostenerte
durante todo el día. Pero respecto a lo sexual... no sé. Solo no puedo…
—Está bien —le dije, presionando los dedos en sus labios para silenciarlo—.
Entiendo. Y puedo manejarlo. —Cuando él me envió una mirada, diciendo que no
me creía, añadí—: De verdad.
Dejando salir un suspiro, miró hacia el techo antes de iluminarse. —Bien. ¿Y
si probamos esto?
Tomando mi muñeca, guió hacia dónde iba mi mano mientras la ponía
contra su pecho y luego arrastraba mis dedos sobre sus esculpidos y tensos
pectorales.
—Oh, sí —murmuré, mirando cada centímetro que logré tocar, temblando
cuando llegamos a los bordes de sus abdominales—. ¿Puedo sentir tu trasero? —
pregunté, entonces mordí mi labio y me sonrojé por ser tan atrevida.
Se echó a reír, pero llevó mi mano sobre su cadera y en torno a la parte
posterior. Mi palma rozó sus orbes duros y suspiré, cerrando los ojos y arqueando
la espalda. Cuando apreté su nalga, gruñó y empujó su pene contra mi cadera.
Antes de que lo supiera, mis rodillas estaban dobladas y mis piernas se abrían,
rogándole en silencio que me tomara.
—Jesús —suspiró—. ¿Cuánto dolor sientes? ¿Crees que puedas…?
—Si no me follas en este momento, es posible que nunca te perdone.
—Gracias a Dios. —Soltó mi muñeca para agarrar el segundo condón de la
noche.
Todavía tocaba su trasero y estaba casi segura de que ni siquiera se dio
cuenta hasta que tuvo puesto el preservativo. Pero entonces, por desgracia, quitó
mis dedos justo antes de moverse y empujar dentro de mí.
Fue diferente esta vez. Todavía estaba adolorida de nuestra primera ronda y
mis músculos internos se hallaban ligeramente hinchados, haciendo que se sintiera
más grande. Sin embargo, no dolió como la primera vez. Esta vez se sentía... oh,
maldición. Me gustó eso.
—Más fuerte —insistí, tratando de sincronizar sus bombeos, aunque a veces
por mi parálisis cerebral perdía el ritmo. A Brandt no parecía importarle; controló
el ritmo y el movimiento, y yo solo tuve que disfrutar de cada impacto.

248
Se incorporó y bajó la mirada con intensidad a medida que clavaba mi coño
repetidamente, empujando dentro de mí con una sed primitiva.
—Dios, me encanta ver rebotar tus tetas. —Embistió con más rapidez,
sacudiéndolas más por lo que se sacudían con más fuerza.
Amando la excitación en su rostro, agarré mis pechos con ambas manos y
rodé los extremos duros bajo mis pulgares.
—Jodido Cristo —gruñó, su rostro enrojeció y sus ojos se desenfocaron—.
Me voy a correr. Oh, mierda, Sarah, no puedo…
Eso me lanzó sobre el borde por alguna razón. Mi cuerpo se tensó, luego se
liberó con una fuerza que me sacudió, haciéndome gritar, estremecer y que me
hizo venir más fuerte que nunca.
Encima de mí, él gritó su orgasmo.
Juro que mis uñas cavaron agujeros en las sábanas hasta que mi cuerpo fue
capaz de calmarse de nuevo. Brandt apenas logró salirse de mí antes de colapsar
de bruces sobre el colchón junto a mí.
—Jodido guau. —Su voz apagada vino de la almohada en donde estaba
enterrada su boca.
Sonreí, sintiendo la necesidad de presumir en triunfo porque, en serio... No
tenía idea de que sería capaz de afectar a un hombre como éste con mi potencia
sexual. Además lograr lo que acababa de tener con Brandt de todas las personas,
fue solo... No hay palabras para describir la alegría burbujeante dentro de mí, que
fluía por mis venas y que me hacía brillar.
Con una risita, le dije—: De nada.
Riendo, volteó la cara para poder centrarse en mí. Por un segundo muy
largo, compartimos una sonrisa. Las palabras no parecían ser necesarias; lo
sabíamos... hicimos al otro extremadamente feliz.
Pero entonces el momento pasó y se movió como si fuera incómodo antes de
hacer una mueca. —Debo deshacerme de este condón, pero no me quiero mover.
—Yo también necesito ir al baño —me lamenté—. Pero tampoco me quiero
mover. Reese siempre me dijo que orinar después del sexo te ayuda a no contraer
una infección en el tracto urinario.
—¿Infección? —En una ráfaga repentina, Brandt se incorporó y salió de la
cama—. Mierda, ¿por qué no me dijiste antes? Te llevaré.

249
Parpadeé, mirándolo deshacerse rápidamente del condón antes de regresar
a la cama para cargarme en sus brazos. —No creo que fuera tan urgente —lo
intenté, con la esperanza de calmar el pánico en su rostro—. Un par de minutos
más no hubieran importado mucho. Y, en realidad, no tienes que llevarme.
Cuando me miró, sus rasgos se suavizaron y su boca se relajó en una casi
sonrisa suave y cariñosa. —No me importa. Sin embargo, cuanto antes mejor,
¿verdad? No fuiste después de la primera vez.
Pasé mi dedo por su mejilla. —Pero ¿qué pasa con que no querías moverte?
—Oye, si dejas la cama, entonces yo también. —Sus labios se arrugaron en
una extraña especie de puchero—. Quiero estar contigo en este momento.
Riendo, envolví mis brazos a su alrededor y presioné mi frente contra su
mandíbula mientras me llevaba desde mi habitación. —¿Así que quieres ir al baño
conmigo?
—Me siento empalagoso —gruñó, enviándome una mirada irritable—. Lidia
con eso.
—Está bien. —Todavía riendo, suspiré y dejé que me llevara hasta el baño
que compartía con los gemelos.
Una bolsa de malla colgando de la cortina de ducha sostenía todos sus
juguetes de baño y el mostrador del lavabo estaba atascado en su mayoría con mis
cosméticos.
Brandt me puso de pie al lado del inodoro, pero extrañamente, no se fue.
Dándome la espalda, supongo era su manera de darme privacidad, vagó hacia el
lavabo e inspeccionó mi estante de lociones. Después de agarrar uno, abriéndolo y
oliéndolo, lo dejó en su lugar y agarró el siguiente.
Traté de no tener miedo escénico mientras miraba fijamente su trasero
desnudo. Dios, tenía un muy buen trasero, y se veía mejor desnudo.
—Esta es mi favorita —anunció, girándose para mostrar mi botella de
perfume de vainilla tres cuartos vacía. Pero eso ya lo sabía, razón número uno del
por qué la usaba más que las otras.
Parpadeando contra los ojos azules de Brandt, aun así, lo único que pude
decir fue—: No puedo creer que te quedaras allí y me escucharas orinar.
Esto era tan raro, y la parte más extraña de todo, se sentía extrañamente
acogedor.
Riéndose de la expresión aturdida en mi cara, preguntó—: ¿Terminaste?

250
Con un movimiento de cabeza, levanté mis brazos, sintiéndome como un
niño pidiéndole en silencio a un adulto que me abrazara. Siendo amable, Brandt
avanzó hacia adelante, deteniéndose en el lavabo para que pudiera lavarme las
manos, y luego me llevó a mi habitación.
Una vez que volvimos a estar juntos bajo las sábanas, se convirtió en mi
mejor amigo abrazable de nuevo, acercándome más y acostado sobre su espalda
mirando el techo mientras tomaba mi mano y entrelazaba nuestros dedos. Con el
pulgar jugando con el mío y la mirada fija en el techo, murmuró—: Se siente una
tranquilidad extra sin tu hermano, Reese y los gemelos aquí.
Asentí, observando su rostro y preguntándome qué era lo que pasaba por su
mente. Sin embargo, parecía demasiado preocupado con su retirada como para
notar mi asentimiento, por lo que también lo dije en voz alta—: Sí, así es.
—Me pregunto si así sería si viviéramos juntos.
Todo dentro de mí se congeló. Pero en serio, acababa de decir...
¿Vivir juntos?
Mi pulso aumentó a toda marcha y mi mente dio vueltas. Estaría mintiendo
si decía que nunca soñé con tales cosas. Brandt era el hombre con quien quería
estar hasta que estuviera vieja y arrugada, meciendo juntos a nuestros nietos en
nuestro columpio en el pórtico. Pero oírle decir algo respecto a mis mayores y más
profundos deseos era simplemente... extraño.
Obligándome a no hacerme ilusiones, me encogí de hombros. —No sé —
respondí, honestamente—. Probablemente.
Asintió, sin responder realmente, demasiado ocupado pensando. Y ahora en
serio quería saber qué pensamientos giraban en su cabeza.
Luego dijo—: ¿Alguna vez deseas haber conocido a tu padre?
—¿Qué? —Parpadeé, sin entenderlo. Pero, ¿de dónde diablos había salido
eso?
Volteó su mirada hacia mí. —Solo es curiosidad. Pensaba en lo parecidos
que somos. Ya sabes, criados por madres solteras despreciables hasta que nuestros
hermanos se hicieron cargo de nosotros, y papás que nunca han estado en la foto.
Así que, no sé... eso hizo que me preguntara si alguna vez pensaste en tu padre: en
cómo era y si alguna vez quisiste reunirte con él.
—No lo sé —murmuré, todavía tratando de entender el giro completo en el
proceso de sus pensamientos—. Probablemente no. Una vez oí a Mason decirle a
Reese, que mi padre se fue tan pronto como supo de mi parálisis cerebral.

251
—Qué imbécil —dijo entre dientes, mientras se oscurecía su expresión.
—Así que... no, dudo que alguna vez haya querido encontrarlo o reunirme
con él. Mason ha sido un padre sustituto más que suficiente para mí como para
que yo quisiera uno biológico.
—Sí —murmuró pensativo, moviendo la cabeza—. Así es más o menos
como yo también me siento. No tengo ningún deseo de buscar el mío.
—¿Entonces por qué lo mencionaste? —Me puse de lado, esperando que me
dijera por qué su mente estaba tan dispersa.
Pero se encogió de hombros y volvió a concentrarse en el techo. —No lo sé.
Supongo que me sentí reflexivo. Pensando en el futuro y en el pasado. Solo…
pensando.
Incapaz de soportarlo un segundo más, coloqué mi mano cálida en su sien.
—¿Qué diablos pasa aquí, Brandt Gamble? ¿Tienes dudas?
—¿Qué? —Abrió la boca—. Mierda, no. Todo lo contrario, en realidad. Me
estaba sintiendo agradecido de tenerte en mi vida. Pensaba de dónde veníamos y
hacia dónde íbamos desde aquí. Eso es todo.
—Y... —Moví mi cabeza, tratando de ignorar la preocupación que crecía
cada vez más en mi estómago—. ¿A dónde vamos desde aquí?
Sonrió. —No tengo idea. Pero siempre y cuando vayamos juntos, decidí que
no me importa. Solo voy a disfrutar el viaje.
Mi estómago se asentó, y una sonrisa se deslizó en mis labios. —¿El sexo
siempre te vuelve tan filosófico?
Con una risa, me jaló contra él hasta que mi mejilla se encontró en el lugar
designado sobre su corazón. Luego besó mi sien. —Solo contigo. Creo que voy a
nombrar a tu coño Aristóteles.
Pellizqué su pezón. —Hazlo y mueres, amigo.
—¡Ay! —Empujando juguetonamente mi mano, enterró su cara en mi
cabello y se rió entre dientes—. ¿Platón?
—¡Dios no! Eso suena como plastilina. ¡Mi vagina no es plastilina!
Soltó una carcajada antes de acariciar mi cadera con su mano, tratando de
retorcerla entre mis piernas. —No sé; estoy seguro de que me gusta jugar con ella.
—¡Brandt! —Quité su mano y traté de atacarlo, pero me puso sobre mi
espalda y me inmovilizó a la cama antes de presionar sus risueños labios contra los
míos indignados. Y sí, no podía estar molesta después de eso.
252
No sé cuándo finalmente logramos dormir. Pero hablamos hasta altas horas
de la noche, acurruc{ndonos y toc{ndonos, riendo y discutiendo, bes{ndonos y…
besándonos un poco más. Honestamente, fue la mejor noche de mi vida.
Cuando desperté a la mañana siguiente, Brandt me besaba, presionando sus
labios en mi frente.
—Oye, tengo que ir a casa y ducharme antes de mi primera clase. ¿A qué
hora tienes que levantarte?
Refunfuñé un momento, luchando por recuperar mi sueño, pero, al final,
murmuré—: No hasta las nueve. —En general trabajaba en el centro de escritura
antes de mi primera clase, pero Heather, una de las otras tutoras, había pedido mi
turno, necesitando algunas horas extras. Por lo tanto, esta mañana, podía dormir.
—Entonces, duerme una o dos horas más. —Brandt me besó de nuevo, en la
mejilla esta vez. Todavía me sentía muy cansada como para abrir los ojos, así que
me acurruqué más profundamente en mis mantas calientes apenas ofreciéndole un
gruñido de agradecimiento.
Se rió y me dio un beso, en los labios. —Tengo que trabajar todas las noches
de esta semana hasta el viernes. Así que... ¿quieres que nos reunamos para el
almuerzo en el centro de estudiantes algún día de la semana?
Tenía la esperanza de que el sonido que salió le diera a entender que sonaba
bien para mí, porque de ninguna manera estaba lo suficientemente despierta para
responder con nada mejor que eso.
—Está bien, entonces... te llamaré —Sonó divertido antes de que sus labios
se presionaran contra mi sien, una última vez... Y luego se había ido.

253
29 Traducido por Victoria.
Corregido por Julie

No pude dormir después de que Brandt se fue. Así que por incrementos
lentos, me desperté más plenamente hasta que me hallaba tumbada de espaldas y
mirando al techo, volviéndome ampliamente loca ya que me encontraba despierta.
Así que así iba a ser mi primer día completo como no virgen.
Extraño.
Mi tiempo con Brandt anoche empezó a sentirse como un sueño. Así que
agarré mi teléfono y le envié un mensaje.
Bien, por fin estoy despierta. ¿Lo de anoche realmente sucedió?
No respondió de inmediato, por lo que hice un cálculo mental antes de
darme cuenta de que probablemente ahora se duchaba y se preparaba para la
escuela.
Hice lo mismo.
Llevé el teléfono al baño conmigo y cuando salí de la ducha, vi que había
respondido. La alegría floreció en mi pecho hasta que leí lo que dijo.
¿Qué pasó anoche?
Con un gruñido y rodando los ojos, le respondí con un: ¡Idiota!
Esta vez, respondió de inmediato: ¡LOL! Sí, sucedió. También sigo aturdido.
La mejor noche. ¡De mi vida!
Con una sonrisa de suficiencia, bajé mi teléfono, sintiéndome mejor. Ya casi
terminaba de prepararme para mi primera clase cuando me di cuenta... ayer podría
haber muy bien terminado siendo una de las peores noches para Brandt. Me olvidé
por completo que su madre había aparecido. Empecé a preocuparme por él hasta

254
que me envió un mensaje de nuevo, preguntándome cuando era mi hora del
almuerzo.
Pero tenía clases directamente sin parar hasta las cuatro y planeaba comer
barritas de cereales durante las lecciones.
Así que Brandt me preguntó qué iba a hacer al día siguiente durante mi
comida del mediodía. Fruncí el ceño, recordando que había planeado encontrarme
con mi consejero durante el almuerzo.
Maldición, respondió. Necesito verte EN ALGÚN MOMENTO antes del
viernes. Me siento muy introspectivo. Necesito algo de tiempo con Aristóteles.
NO LO NOMBRAREMOS ARISTÓTELES, le dije en términos muy claros,
riéndome todo el tiempo que escribía.
¿Sócrates? preguntó.
Oh, Dios mío, amaba a este hombre.
En lugar de rechazar la idea por completo, escribí: Tal vez.
A lo que dijo de inmediato: ¿En serio? ¡Genial!
Me reí. Dije TAL VEZ. Ahora ya ve a clase, fenómeno. Vas a llegar tarde.
Mierda. Tienes razón. Me tengo que ir. Te amo.
Sus dos últimas palabras me hicieron parpadear. Brandt me había dicho que
me amaba numerosas veces a lo largo de los años. Creo que incluso lo había dicho
desde que habíamos tenido sexo, pero... No sé, hoy se sentía diferente. Todo se
sentía tan diferente. Más grande. Mejor.
Me puse toda pensativa y muy al estilo Sócrates por el resto del día.
Cuando llegué a casa, Reese y Mason habían regresado de donde Pick y
Eva. La casa se encontraba llena de sonido, los gemelos gritando mientras jugaban,
y sus padres gritando por encima de ellos para poder tener una conversación con
el otro desde extremos opuestos de la casa.
Sonreí y negué con la cabeza mientras iba hacia la cocina, de donde venía la
mayor parte de la conmoción. La familia estaba definitivamente de vuelta. Me hizo
pensar acerca de lo que Brandt dijo acerca de cuán silenciosas serían las cosas si
nos mudábamos juntos, solo nosotros dos.
Me dejé imaginar y soñar con esa posibilidad otro segundo antes de que la
alejara. Por muy tentador que sonara, era total y absolutamente imposible de
suceder.

255
Dentro de la cocina, Gracen e Isabella discutían sobre quien se quedaría con
el último trozo de manzana, mientras que Mason gritó desde su habitación,
preguntando dónde estaba su corbata roja y negra.
—Sigue en la secadora —gritó Reese antes de cortar la manzana en dos
rebanadas y entregarle un pedazo a cada niño. Entonces su rostro se iluminó
cuando me vio—. ¡Sarah! Hola, estamos en casa.
Con una risa, me di la vuelta hacia el refrigerador para sacar un poco de
leche. —Sí, me di cuenta.
—Tienes que ver al nuevo bebé. Es tan adorable —me dijo mientras sacaba
una taza de la despensa para mí—. Me hace extrañar aquellos días y casi anhelar
otro.
—Buen Dios, ¡no! —dijo Mason mientras caminaba hacia la cocina, luchando
para ubicar la corbata sobre el cuello—. No hasta que estos dos sean lo
suficientemente mayores para hacer de niñeros.
—Brillante idea —dijo Reese, yendo hacia él para ayudarle con la corbata
después de darme la taza, y luego le besó la mandíbula pulcramente.
—Te ves bien —le dije mientras alejaba el resto del cartón de leche y me
aproximaba a la mesa para estar cerca de Gracen e Isabella—. ¿A dónde vas?
—Tenemos un nuevo inversor potencial para la planta, por lo que todos
nosotros, en traje, lo llevaremos a cenar esta noche. ¿Todo aquí estuvo bien
mientras no estábamos?
No pude evitarlo. Inmediatamente me sonrojé. Pero oh sí, las cosas habían
salido mucho mejor que bien en su ausencia. —Uh, sí... —murmuré, incapaz de
mantener el contacto visual—. Todo salió bien.
Dado que ambos, mi sobrina y sobrino, pedían un poco de mi vaso, los dejé
acabarse la última mitad de mi leche, solo para luego notar a Reese mirándome con
una amplia sonrisa.
—Bueno —dijo Mason, inclinándose para besarme en la mejilla antes de que
hiciera lo mismo con sus hijos. Mientras se hallaba de espaldas a su esposa, ella me
envió una mirada significativa antes de articular las palabras: ¡Oh por Dios!
Dándome cuenta de que acababa de descubrirme, me sonrojé aún más y le
abrí mucho los ojos para evitar que dijera algo. Así que ella se aclaró la garganta y
suavizó su expresión justo a tiempo para que Mason no viera nada de su emoción
cuando se giró hacia ella por el último beso de despedida.

256
Él acababa de salir de la cocina y ni siquiera desapareció por completo de la
casa cuando Reese palmeó para llamar la atención de los gemelos. —¿Qué les
parece ver un poco de televisión en la sala? ¿Suena divertido?
Mientras celebraban y salían corriendo de la cocina, Reese atrapó el brazo de
mi silla de ruedas antes de que también pudiera escapar. —Oh, no, tú no, mujer. —
Sacudiéndome hasta que me vi obligada a hacerle frente, apretó los labios y alzó
las cejas como si estuviera esperando a que le explicara. Pero no me dio la
oportunidad de decir una sola palabra antes de que explotara.
—Oh, por Dios, ¡Oh por Dios! Sucedió, ¿no? ¡Realmente sucedió! ¿Estás bien?
¿Te trató bien? ¿Usaron protección? ¿Su trasero es tan lindo desnudo como cuando
está cubierto por esos vaqueros? ¡Espera! No, no respondas a eso. ¡Oh por Dios,
Sarah!
Me abrazó, haciéndome reír. Y sonrojarme. Mi cara se sentía como si
estuviera en llamas. Me sentía tan avergonzada, pero también feliz. Era extraño.
Cuando Reese se apartó, se hallaba vibrando con avidez. —¿Y entonces?
No tenía idea de lo que se suponía que debía responder en primer lugar, por
lo que solo chillé—: ¡Sí!
Sacudió la cabeza, desorientada. —¿Sí a qué?
—Sí a todo. —Incapaz de contener mi risa, volví a soltarla—. Fue increíble.
Él fue perfecto. Usamos protección, y oh mi Señor, Reese... su trasero...
—¡Lo sabía! —susurró con los ojos cada vez más abiertos de la emoción.
Luego se llevó las manos al rostro y se sonrojó—. Oh, diablos, me siento como una
asalta cunas en este momento.
—¿Por qué? —Negué con la cabeza—. Es tan solo cinco años más joven que
tú.
—Lo sé, pero le conozco desde que tenía trece años. Es tan raro que haya
crecido hasta tener un culo que rivalice al de Mason.
Arrugué la nariz ante la mención del trasero de mi hermano. —Puaj.
Reese levantó un dedo en señal de advertencia. —Cariño, sé que es tu
hermano y que se supone que debes pensar que su cuerpo es asqueroso, pero
critica el culete de mi hombre una vez, y te golpearé.
—¡Mami! —Gray e Issa corrieron de vuelta a la cocina—. La TV —la
instaron, recordándole que había hecho una promesa de dejarles ver sus
programas.

257
—Bien, bien. Ya voy. —Los condujo de regreso fuera de la cocina, pero hizo
una pausa para mirarme—. Estoy muy feliz por ti. Y si alguna vez necesitas hablar
de algo de eso, sobre todo ya sabes, de la firmeza, estoy siempre a tu disposición.
Sonriendo, dije—: Gracias. —Sin embargo, toda esta charla me hizo querer
ver a Brandt. Sabía que se encontraba en el trabajo, pero... resulta que él trabajaba
en un establecimiento público de bebidas, y resulta que yo era mayor de edad para
beber. Y mis sobrinos acababan de robarme la mitad de mi bebida, así que todavía
tenía sed. ¿Quién diría que no podía visitar el Club Forbidden por una... copita?
—Oye —llamé a Reese, quien se detuvo de nuevo y levantó las cejas—. ¿A
ti, eh... te importa si me dirijo a la... la biblioteca por un rato esta noche?
Se rió. —La biblioteca, ¿eh? ¿Así que los chicos lo llaman biblioteca en estos
días?
Rodé los ojos y me sonrojé. Estaba a punto de decir algo acerca de cuán
filosófica me sentía de repente, pero luego me di cuenta de que no lo entendería.
Oh, santo cielo. Brandt y yo teníamos una broma interna sobre sexo. Me
encantaba.
—Vendré a casa más tarde —le dije a mi cuñada.
—De acuerdo, chiquilla. Diviértete... ¡estudiando! —Con un guiño, salió de
la cocina.
Dejé escapar un suspiro, luego presioné mi mano en mi estómago de
repente turbio, porque… iba a hacer esto.
Iba a visitar a Brandt en el trabajo. Nunca había hecho eso. La última y única
vez que había estado en Forbidden fue el día de la boda de Pick y Eva, ya que tuvo
lugar allí. Los bares no eran del todo mi escena. Me hacían sentir muy consciente
de mí misma y por lo general se encontraban demasiado llenos para desplazarme
en mi silla de ruedas. Nunca valió la pena intentar una visita... hasta esta noche.
Me sentí tentada a enviarle un mensaje y avisarle que iba a ir, pero en el
último segundo, decidí en cambio darle una sorpresa.
El estacionamiento se ubicaba al otro lado de la calle del bar. Así que tuve
que encontrar un cruce de peatones plano para permitirme ubicarme en las aceras,
y entonces esperar hasta que la luz cambiara. Una vez que llegué a la entrada,
tomé una respiración profunda, impulsándome.
Brandt me había dicho que en estos días solo había un portero en las noches
agitadas de jueves a sábado, así que no tendría que pagar para entrar. Pero todavía
se sentía extraño simplemente deambular adentro como si perteneciera allí.

258
La mesa más cercana a la puerta, rellena de chicos con dos jarras de cervezas
vacías ubicadas en medio de ellos, hizo una pausa para mirarme cuando entré.
Solté un suspiro estremecido y volví mi atención a la barra en la parte posterior.
Vi a Brandt de inmediato, con su atención centrada en la mezcla de una
bebida. Se veía bien. La forma en que los focos lo iluminaban hacía brillar su pelo
oscuro y enfatizaba la anchura de sus hombros. Era tan abrumador darme cuenta
de que estuve con este hombre. Se había llevado mi virginidad y robado mi amor.
Haría cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, por él.
Empecé a rodar hacia él antes de que levantara la copa que acababa de
mezclar y luego se volviera para tocar a su compañera de trabajo en la espalda,
antes de entregársela con una gran sonrisa expectante y un gesto de sus manos.
Mi sonrisa cayó, y me detuve, incapaz de dejar de mirar a la mujer que tomó
la copa y luego olfateó la bebida antes de disfrutarla tentativamente. Me había
olvidado de Julianna, la compañera de trabajo que él llevó a una cita… una cita que
yo destruí.
Oh, por Dios, de repente me sentí como la persona más estúpida.
Mientras Julianna asentía y le daba unos pulgares arriba, los dos se echaron
a reír, sonriendo y hablando, completamente ajenos al resto de la barra alrededor
de ellos. Y cuanto más los miraba, más pequeña y más patética me sentía.
Sabía que no se encontraba haciendo nada malo. Solo interactuaba con una
compañera de trabajo, pero aun así fue una gran y horrible llamada de atención
para mí.
Este era su mundo, la parte a la que yo nunca pertenecí. Él trabajaba aquí
como el tipo normal y promedio que era, y había arreglado citas aquí con bellas y
perfectas mujeres como aquella con la que hablaba en este momento. Y yo... sabía
que era su amiga, su mejor amiga, pero también sabía que no pertenecía aquí.
Le dije, mierda, le prometí, que nunca esperaría que renunciara a sus otras
mujeres solo para ser exclusivo conmigo o para enamorarse de mí y querer algo
real entre nosotros. Entonces, ¿por qué diablos me encontraba aquí, pensando que
justamente eso había sucedido?
Girándome, me apresuré hacia la salida, tratando de controlar la repentina
superficialidad de mi respiración mientras buscaba a tientas escapar. Una vez que
llegué al aire fresco de la noche, la brisa contra mis mejillas me hizo saber que se
hallaban mojadas.

259
Mierda. Estaba llorando. ¿Por qué lloraba? Tuve la noche más mágica con
Brandt. Me había dado todo lo que le rogué, y me hizo sentir especial y apreciada.
No podría haber pedido más. Así que, ¿por qué estaba afectada?
Sabía que no me había engañado con Julianna. E incluso si hubiera estado
con ella, no tenía derecho a sentirme aplastada. Le prometí que estaba bien con que
lo nuestro fuera algo de una sola vez. Que nada entre nosotros cambiaría. E incluso
si él quería más, una relación real en la que, no sé, nos mudáramos juntos, y yo
solo... de repente no quería hacerle eso a él.
No importa qué tan autosuficiente tratara de ser, nunca sería una novia que
requiriera poca atención. Para cualquier hombre. Tenía necesidades especiales, y
conmigo, él siempre tendría que encontrar opciones para discapacitados, construir
las rampas, armarios más bajos, alterar toda su maldita vida. No quería que tuviera
que adaptarse a eso... solo por mí. Quería que fuera feliz y lo más normal posible.
No me encontraba segura de por qué verlo en el trabajo, con ella, hizo que
todo esto me golpeara de la manera en que lo hizo, pero apestó. Y cuando llegué a
casa, me metí a mi habitación antes de que Reese pudiera verme, y lloré casi toda
la noche.
Al día siguiente, me desperté con un mensaje de Brandt. Todo lo que hizo
fue decirme buenos días y decir que no podía esperar para verme de nuevo, pero
me hizo sollozar en medio de mi ducha de la mañana. Era la persona más increíble
que jamás había conocido. Y se merecía lo mejor; una mujer con la que podría
caminar, correr, o demonios, bailar. Alguien que pudiera mantener su ritmo y
cuidarlo tanto como él cuidara de ella. Se merecía a alguien mucho mejor que yo.

260
30 Traducido por Nika Trece
Corregido por Daliam

Este tenía que ser el peor de los casos de duda que había experimentado, y
lo odiaba. Sin embargo, ni por mi vida, podía liberarme de eso.
Creo que Brandt se dio cuenta de que estaba volviéndome loca también. No
paraba de mensajearme, preguntándome por el próximo espacio de tiempo libre,
así podríamos encontrarnos, ya sea en el campus o fuera. Cuando seguí poniendo
excusas, diciéndole que estaba ocupada, finalmente preguntó si todo estaba bien.
Está bien, respondí. Simplemente estoy muy ocupada esta semana. Me
ponen nerviosa los finales.
Lo harás muy bien en los finales... tal como lo haces todos los años. Tómate
un descanso. No, DAME un descanso. Necesito un poco de tiempo de Sarah.
¡Necesito a Sócrates!
Sus palabras calentaron mi corazón pero me hicieron sentir peor, todo al
mismo tiempo. Lo hizo sonar como si yo pudiera cumplir con todos sus deseos,
pero sabía que no podía ser cierto. Solo era... yo. Sarah. No era suficiente para
mantener a un hombre como Brandt Gamble satisfecho.
Terminé diciéndole: Pronto.
A lo que respondió: Haz que sea cuanto antes.
Y aun así me las arreglé para evitarlo hasta la noche del viernes.
Me hallaba sentada en la cama, tratando de estudiar pero fallando, porque
estaba tan estúpidamente triste, cuando sonó mi teléfono.
Al ver que era de Brandt, me tensé. Había enviado mensajes durante toda la
semana pero no llamó, por lo que había sido más fácil evadirlo. Oír su voz podría

261
ser diferente. Mordiéndome los labios, me debatí si debía responderle. Bajé el
teléfono, solo para recogerlo y de mala gana presionarlo en mi oreja.
—¿Hola?
—¡Lo sabía! —gruñó—. Estás evitándome, maldita sea.
—¿Qué? —Rodé los ojos—. Oh Dios mío. No es así. —Apretando los dientes
con esa mentira, añadí—: Contesté el teléfono, ¿verdad?
—Pero esperaste, debatiendo entre si debías hablar conmigo o no. —Sonaba
un poco herido y muy molesto, todo al mismo tiempo.
Odiando molestarlo de cualquier manera, gemí antes de decir—: No lo hice.
Estás siendo paranoico. Deja de ser tan paranoico. —En tanto me prometí a mí
misma que dejaría de evitarlo de aquí en adelante. Seguía siendo mi mejor amigo,
no importa qué.
Gruñó, en mi oído. —Prometiste que no cambiaría nada.
—Y nada ha cambiado —argumenté. Mierda, iba a tener que ser una actriz
la próxima vez que lo viera, para fingir que mi corazón no se rompió porque
quería más cosas de las que sabía debía.
—Salvo que me estás evitando —insistió, haciéndome rabiar.
—¡Maldita sea! —Exploté—. No te estoy evitando. Esta soy yo tratando de
demostrarte que no me voy a convertir en una psico acosadora y pegajosa, y que
no espero que te enamores de mí, renunciando a todas las otras mujeres, y
pidiéndome que me case contigo. Te estoy dando espacio... como una buena mejor
amiga.
Ya puse las cosas en claro.
O eso pensé.
—No —espetó—. Me evitas, maldición. Nunca me has evitado. Esto es
diferente. Las cosas están cambiando.
—Oh, Dios mío, eres un dolor en el culo. —¿Por qué, oh por qué, no podía
haberlo simplemente dejado pasar?—. Si tienes tantas ganas de verme, entonces
ven a verme ya. Jesucristo.
—Bien —dijo—. Estaré allí en diez minutos.
Aspiré. —Por qué no haces que sean cinco, hijo de puta pegajoso.
—En ese caso, ya estoy fuera de tu ventana. Abre.
Miré por la ventana, solo para jadear. —Oh Dios mío.

262
Él me saludó antes de llevar su teléfono al bolsillo. Había estado allí todo el
tiempo y me vio casi no responder a su llamada. Toda nuestra conversación había
sido una trampa para demostrar que lo estuve evitándolo. Eso me irritó, pero sobre
todo porque fallé a su prueba.
Tiré de la ventana. —¿De verdad?
No respondió, demasiado ocupado escalando al interior. Una vez que cerró
la ventana, se dio la vuelta, me miró de pies a cabeza, y luego respiró profundo.
—Déjame dejar una cosa perfectamente clara —dijo, levantando un dedo en
amonestación.
Crucé los brazos sobre mi pecho y arqueé las cejas, lista para recibir su
reprimenda con completo descaro. —¿Oh? ¿Y qué es eso?
Agarrando un puñado de la parte delantera de mi camisa, me jaló contra él
hasta que nuestras bocas chocaron. Su lengua buscó una entrada, envolviéndose
alrededor de la mía y absorbiendo con eficacia cada pensamiento que había tenido
en mi cerebro antes de soltarme y apartarse de nuevo, respirando con dificultad.
Parpadeé, balanceándome por el rápido y poderoso asalto. Entonces
presioné mi mano a un lado de mi aún mareada cabeza antes de aullar—: ¿Qué
demonios?
—Lo siento —gruñó, sus ojos brillantes de ira... pero sobre todo con calor—.
Tal vez no me oíste lo suficientemente claro.
Y me besó de nuevo. Con la misma fuerza, con la misma intensidad, pero
quizás un poco más de tiempo esta vez.
Cuando se alejó lentamente, me lamí los labios, saboreando el sabor de él en
mi lengua. Entonces respiré, tratando de recuperarme del golpe de excitación que
había encendido.
—Está bien, tal vez deberías decirlo una vez más —finalmente fui capaz de
pronunciar—. Solo para estar perfectamente segura de que entiendo lo que quieres
decir.
Sonrió. —Sí, señora. —Esta vez, el beso fue más suave, infinitamente más, y
mucho más caliente. Él tomó mi cara entre sus manos y convenció a mis labios de
separarse antes de sumergir su lengua dentro y acariciarme desde el interior.
—¿Entendiste todo eso? —preguntó entre besos, pasando de mis labios y a
lo largo de mi mandíbula para acceder por un lado de la garganta con suaves besos
como plumas que hicieron que mi estómago se acalambre por la necesidad.

263
Luego sus dedos se deslizaron por el interior de mi camisa antes de que
hiciera a un lado la copa de mi sujetador y palmeara mis pechos que se sentían
repentinamente pesados y sensibles.
Mi cabeza cayó hacia atrás mientras gemí, con ganas de más.
Sin embargo, dijo—: ¿Sarah? Te hice una pregunta.
—¿Qué pregunta? —dije arrastrando las palabras, y agarrando su hombro,
solo para que él apartara la mano de encima y presionara mi brazo contra mi lado
mientras torturaba a mi pezón una y otra vez entre el pulgar y el dedo índice.
—Tú, yo, juntos —dijo, mordiendo el lóbulo de mi oreja con los dientes—.
Permanentemente, siendo novios pegajosos, posesivos y celosos, invadiendo el
espacio como queramos, porque esto está sucediendo. Lo nuestro está ocurriendo.
Te guste o no, eres mía... así como yo he sido tuyo durante años. Y... ¿entendiste
todo eso?
Respiré, pasmada al oír esas promesas. Era más de lo que podía asimilar.
¿Sin embargo, él había sido mío durante años?
Solo... no pude... Me encantó escucharlo tanto como aterró.
Sin embargo una cosa era cierta. No había lucha al respecto. No importa qué
tan horrible y despreciable me dejé sentirme toda la semana, convenciéndome de
que lo nuestro no era bueno; todo lo que tomó fue cinco segundos con él, y toda la
duda se hizo añicos.
Brandt me quería de verdad. Podía meterme en esto.
—S...sí —jadeé, anhelando tocarlo de la forma en que él me tocaba—.
Entiendo.
—Bueno. —Me quitó mi camisa antes de quitarse la suya—. Vamos a acabar
esta discusión más tarde. Pero en este momento... han sido los cinco días más
agonizantemente largos desde que he estado dentro de ti.
De repente sintiéndolo como el mocoso impaciente que ya estaba siendo,
incliné la cabeza hacia atrás de nuevo, lo que le permitió continuar.
—Procede entonces.
Se rió entre dientes. —Como desee, mi diosa.
Quitó la parte delantera de mi sujetador, y me quedé sin aliento cuando su
boca se aferró a mí. Quería enterrar mis dedos en su pelo y agarrar su cabeza como
un salvavidas, pero me conformé con agarrar puñados de las mantas debajo de mí.

264
Por desgracia, ninguno de nosotros oyó la puerta de mi habitación abrirse
hasta que Reese dijo—: Oye, Sarah. ¿Crees que podrí…? ¡Oh, Dios mío!
Brandt y yo nos separamos de un salto, para encontrar a mi cuñada con los
ojos abiertos afuera de mi habitación con Gracen en su cadera.
Mientras llevaba las manos sobre mis tetas expuestas, Brandt rebuscaba su
propia camisa.
—Yo, eh... ¡lo siento! —Ella corrió en sentido contrario desde la habitación,
ocultando los ojos de su hijo con la mano antes de que cerrara la puerta.
—Mierda —susurró Brandt, mirándome con los ojos muy abiertos.
Y en ese momento oí a Mason desde el otro lado de la puerta decir—: ¿Qué
pasa?
—¡Nada! —Reese fue rápida al responder—. Nada, solo... um... Vamos a ir a
la cocina. Tengo hambre. ¿Tienes hambre?
—Jesús, es una mentirosa horrible. —Brandt rió, y antes de que lo supiera,
los dos estábamos riendo, ruborizándonos y escondiendo la cara de color rojo en el
cuello del otro.
—Tengo que decir que nunca me ha pasado —dijo mientras tiraba de su
camisa.
—A mí tampoco —concordé antes de sonreír—. Obviamente.
Me devolvió la sonrisa. —Por lo tanto, supongo que será mejor salir y, uh,
dejar las cosas claras antes de que ella termine contándole a Mason, ¿eh?
Lo miré como si estuviera loco. —¿Qué quieres decir... con dejar las cosas
claras?
—Sarah. —Sus ojos se abrieron de manera significativa—. Tu hermano lo va
a averiguar con el tiempo. Bien podría saberlo por nosotros.
—¿Qué? —Oh no. Él no sugería en serio decirle a mi hermano que ya no era
virgen, ¿verdad?
Pero siguió mirándome así y me di cuenta...
Mierda, sí lo sugería.
Él saltó de la cama para rodar mi silla de ruedas al borde del colchón donde
me encontraba sentada.
—No tienes que venir conmigo —murmuré, al darme cuenta, que sí, debería
ser yo quien le diga a Mason, en vez de dejar que se entere por Reese.

265
—Ni lo sueñes —gruñó—. Tú y yo estamos juntos en esto. Si tiene que
averiguarlo, lo hará por nosotros dos.
En ese momento, me di cuenta de lo muy afortunada que era. No muchos
hombres estarían dispuestos a enfrentarse al hermano de una mujer con ella.
Cualquier otra persona probablemente me hubiera dejado lidiar con esto por mi
cuenta.
En secreto contenta de haber estado con Brandt cuando sucedió esto, y
nadie más, asentí hacia él con ojos confiados.
Asintió en respuesta. Cuando abrió la puerta para mí y me envió una
sonrisa tranquilizadora, rodé hacia el pasillo y lo oí seguirme detrás.
Entramos unos segundos más tarde en la cocina para encontrar a Mason
sentado a la mesa con Isabella en una rodilla y Gracen en la otra, mientras que
Reese agarraba un bote de helado del congelador y lo llevaba a un mostrador
donde asentó cuatro cuencos vacíos.
—Cariño, te dije que no tengo hambre. No tienes que hacerme…
Echó un vistazo cuando entramos, y su voz se apagó cuando vio quien se
hallaba de pie detrás de mí.
—Hola, Brandt. —Frunció el ceño, obviamente confundido—. No sabía que
estabas aquí. No he oído a nadie en la puerta esta noche.
Brandt se aclaró la garganta mientras se movía de detrás de mi silla de
ruedas para detenerse a mi lado. —No he entrado por la puerta. —Con calma se
agachó para tomar mi mano—. Subí por la ventana del dormitorio de Sarah.
Me atraganté con mi sorpresa, incapaz de creer que admitió eso.
Al mismo tiempo, Mason puso toda su atención en donde Brandt sostenía
mi mano. Cuando alzó la vista, fruncía el ceño con desconfianza. —La ventana de
su dormitorio —se hizo eco. Cuando Brandt asintió, Mason entrecerró los ojos—.
¿Lo has hecho mucho?
—Solo un par de veces —respondió Brandt—. Una semana... durante los
últimos siete años.
—Oh, Dios mío —dije en voz baja, cerrando los ojos y llevando la mano a mi
cara—. ¿En serio piensas decirle todos los detalles, verdad?
—¿Decirme? —repitió Mason, mirando entre Brandt y yo—. ¿Decirme que?
—Bueno... —Brandt dejó escapar un largo suspiro y lento—. Recientemente,
como cinco días atr{s…

266
—Oh, Dios mío —chillé. ¿Incluso va a confesarle que DÍA ocurrió?
Los dedos de Brandt se apretaron alrededor de los míos de forma
tranquilizadora mientras continuaba: —Sarah y yo decidimos cambiar... el estado
de nuestra relación.
Mason solamente frunció el ceño como si no tuviera ni idea de lo que eso
significaba. —¿El estado de su relación?
—Cariño, estás repitiendo todo lo que dice —murmuró Reese.
Su marido desvió su atención hacia ella, mirando con ojos abiertos. —¿Qué?
Sin responderle, ella llevó las manos a su pecho y me sonrió, luego
Brandt. —Por mi parte, estoy muy feliz por ustedes dos. Es decir, Brandt... yo no
podría haber elegido un mejor hombre para nuestra Sarah.
Mason pasó rápidamente su mirada entre nosotros dos, esperando una
explicación, o más probablemente que uno de nosotros dijera que solo estábamos
bromeando.
—Es adulta ahora, Mason —dijo Brandt—. Ella toma sus propias decisiones
adultas. Y sabes que la amo, y la respeto y daría mi vida para protegerla. Por favor,
no me digas que tienes un problema con esto.
Por un momento, Mason parecía estar demasiado aturdido para hablar.
Luego dejó escapar un suspiro y levantó su mano para frotar el centro de su
frente. —Yo solo... No sé por qué no me esperaba esto. Ustedes dos siempre han
estado cerca, pero nunca han... Estoy muy sorprendido. —Luego se encontró con la
mirada de Brandt y le preguntó—: Estás con ella exclusivamente, ¿verdad?
A mi lado, Brandt se encrespó. Sus ojos lucían duros mientras todos sus
músculos se tensaron. Me encontré apretando su mano con la esperanza de
calmarlo. Pero todavía sonaba molesto mientras decía entre dientes—: No puedo
creer que pensaste que tenías que preguntarme eso.
Mason dejó que tanto Isabella como Gracen se bajaran de su regazo. A
medida que correteaban a sus propias sillas para comer el helado, mi hermano se
puso de pie. Reese saltó a su lado y le tomó la mano como si ella también sintiera la
necesidad de calmar a su hombre.
—Tienes que admitir—dijo—, que no eres exactamente conocido por ser un
hombre de una sola mujer.
—Eso fue antes de Sarah —dijo Brandt, haciendo que mi corazón casi saltara
de mi pecho. Lo miré, segura de que iba a despertar en cualquier momento.

267
Bajó la mirada, capturando mis ojos, y su mirada era tan sombría, que me
pregunté si tal vez estaba triste porque se había dado cuenta en ese momento que
renunció a todas las otras mujeres para estar conmigo. Pero luego su rostro se
iluminó con una sonrisa, y había tanta alegría y orgullo en sus ojos, que creo que
morí un poco de la abrumadora felicidad que se apoderó de mí.
—Bueno... —Mason se aclaró la garganta, apartando la mirada de Brandt de
mí—. No es que no lo hayamos visto venir desde hace años, pero... Jesús, siento
que pasó de repente. —Sacudió la cabeza y suspiró—. Pero todo está bien. Creo
que voy a estar feliz por ustedes dos.
No pude evitarlo. Un pequeño chillido eufórico de alivio salió de mis
pulmones. Con una risa, Brandt se abalanzó y me tomó en sus brazos. Luego me
arrastró fuera de la silla para girarme en círculos. Si mis piernas pudieran haber
logrado un movimiento coordinado, se hubieran envuelto alrededor de su cintura
y dado un abrazo con todo el cuerpo, pero él no parecía decepcionado de que no
podía. Su boca se estrelló contra la mía, y nos reímos contra los labios del otro...
hasta que Mason se aclaró la garganta.
—Simplemente no rompas su corazón —advirtió—. O te voy a romper a ti.
—Trato. —Brandt me puso suavemente devuelta en la silla.
Al mismo tiempo mi hermano añadió—: Y no hay sexo en mi casa.
La sonrisa de Brandt murió. Levantó la cabeza para fruncirle el ceño.
Mason se encogió de hombros, para nada arrepentido. —Ella sigue siendo
mi hermanita. Y tengo impresionables niños de dos años corriendo por aquí.
—Bien —murmuró Brandt. Después de fácilmente colocarme de nuevo en
mi silla, se enderezó solo para anunciar—: Vamos a alquilar una habitación de
hotel para pasar la noche.
—Sí, no lo creo —gruñó Mason—. No puedes soltarme esto y luego
llevártela para... para eso. —Se estremeció ante la idea—. Ve a casa y vuelve otra
noche para una cita adecuada.
—Ya hemos estado en una cita —comenzó, solo para que mi hermano
levantara la mano, deteniéndolo.
—Entonces llévala a otra cita. Y no más entrar a escondidas a través de su
ventana, tampoco.
—Oh, vamos, hombre. No estamos haciendo daño a nadie por…

268
Cuando Mason levantó las cejas en señal de advertencia, Brandt se calló,
soltando un suspiro contrariado. —Lo que sea. —Se volvió hacia mí para darme un
adiós renuente, solo para susurrarme al oído—: Veinte minutos. Sexo telefónico.
Reí, haciendo a Mason estrechar los ojos. Brandt le ignoró, alborotando el
cabello de cada gemelo antes de estampar un beso de despedida en la mejilla de
Reese, luego, saludó a Mason y dijo—: Guardabosques —mientras caminaba desde
la cocina y salía de mi casa.
A pesar de que se vio obligado a irse, no podía dejar de sonreír. —Gracias
por tomar eso... tan bien como lo hiciste —le dije a mi hermano.
Suspiró. —¿Qué podía hacer? Tienes veintidós. Y él es el único hombre con
el que sé que puedo confiar contigo, así que... siempre y cuando estés feliz...
—Lo estoy.
Con un movimiento de cabeza, su expresión se suavizó con una sonrisa de
orgullo. —Entonces estoy feliz por ti.

269
31 Traducido por Dannygonzal
Corregido por Miry GPE

Tener tu polla bloqueada por el hermano mayor apestaba, pero me gustaba


que la gente ya supiera. Me gustaba tener la certeza de que Sarah y yo estábamos
juntos. Porque toda la semana anterior esto me asustó a muerte.
Dejé su casa el lunes en la mañana, sintiéndome mejor que nunca, más feliz,
m{s seguro, solo… sí. La vida había sido perfecta, hasta que me di cuenta que me
evitaba. Y luego todo se deslizó cuesta abajo desde allí.
Pero después de anoche… anoche cuando por fin fui capaz de confrontarla
y poner algunos límites duros entre nosotros, me sentí mejor de nuevo.
El sábado en la mañana le anuncié a mi familia que Sarah y yo estábamos
juntos, y esperaba una respuesta mucho más impactante que la que tuve.
—Bueno, por supuesto que sí, cariño —dijo Aspen, palmeando mi mano con
una sonrisa indulgente.
Noel frunció el ceño y sacudió la cabeza. —Estoy confundido. ¿Dices que
antes no estaban juntos?
Suspiré y apreté los dientes. —Bueno, ahora es oficial. Y exclusivo. —Sentí la
necesidad de añadir ya que Mason lo trajo a colación.
—Ya era el maldito momento —habló Colton, encontrando mi mirada con
algo de cautela—. Estoy feliz por ustedes.
Alejando la mirada, asentí. —Sí.
Honestamente, era extraño mirarlos a los ojos en estos días. Las cosas se
volvieron raras. Ellos me trataban como si fuera… rompible. Odiaba que ahora lo
supieran, y aun así en estos días tenía más certeza que nunca de que me amaban
sin importar qué. Solo deseaba que pudiéramos relajarnos alrededor de los otros

270
de nuevo. Nada se volvió poco natural y raro entre Sarah y yo a causa de ello, ¿por
qué tenía que serlo con mi familia?
Supongo que esa era la razón por la que Sarah era tan importante para mí.
Aunque deseaba haberla podido llevar a una segunda cita el sábado en la
noche, tenía que trabajar de nuevo.
Era la noche del karaoke en Forbidden. Bah.
Pero tenía que trabajar con Knox y algún otro tipo que más o menos iba
recogiendo lo que desordenaba. Me alegraba no tener que trabajar con Julianna.
Ella dejó de preguntarme sobre compensar nuestra cita, así que estaba muy
seguro de que entendió que eso nunca iba a pasar. Pero una parte de mí aún se
tensaba a su alrededor, preocupado porque preguntara de nuevo y tendríamos que
tener esa charla. Esas conversaciones apestaban, así que en genreal trataba de jugar
a la mezcla de bebidas con ella cuando trabajábamos juntos para distraerla de ir
allí.
Lo sé, era un maldito cobarde. Pero ella me agradaba, y ese es el por qué
quería evitar decirle que no me gustaba de esa manera.
Feliz por no tener que preocuparme de nada esta noche, les serví algunas
margaritas a un par de chicas universitarias con las que juro tenía una clase.
Mientras pagaban, un chico dijo mi nombre. Levanté la mirada para ver a Asher
llevando a su esposa Remy a caballito hacia el bar.
—¡Brandt! ¿Cómo va todo, hombre?
Le sonreí a la pareja mientras Asher deslizaba a Remy por su espalda para
sentarla en una silla de la barra. —Hola, chicos. ¿Qué hacen aquí esta noche?
—Mi mujer quería cantar, así que vamos a conseguir un poco de acción en el
karaoke. —Asher serpenteó un brazo alrededor del cuello de Remy, así podía besar
su mejilla.
Ella lo besó en la suya como respuesta antes de ofrecerme un golpe de puño.
—Oye, Bo Bo. Espero que tus orejas estén listas para que retumbemos el lugar.
Sacudí la cabeza mientras chocaba mis nudillos contra los suyos. —Ustedes
dos me dan risa. Son unas jodidas estrellas de rock y, ¿aún vienen aquí a cantar en
el karaoke? Hombre… podrías cobrar por esa mierda, ¿lo sabías?
Sonriendo, Asher apenas sacudió la cabeza. —No. Solo nos divertimos.
Adem{s… —Miró a Remy y compartió una mirada significativa con ella—. Como
que es algo nuestro.

271
Demonios. Verlos hacer eso hizo que extrañara a Sarah.
—Bueno, acapara tanto tiempo en el micrófono como puedas —ordené—.
Así no tengo que escuchar a algún aficionado bebido y fuera de tono.
—Veremos qué podemos hacer.
Después de que me rogaron un par de botellas de cerveza, se desvanecieron
dentro de la multitud, dirigiéndose hacia el escenario.
Las ventas aumentaron por un par de minutos, hasta que me giré hacia el
siguiente cliente, solo para ver a mi jefe Pick esperando por mi atención.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, parpadeando con sorpresa—. Pensé que
estabas con licencia de paternidad por el nuevo bebé.
—Lo estoy —respondió, mirando alrededor del club para examinar
detenidamente su reino—. Solo me pasé por un par de minutos para verificar las
cosas.
Sacudí la cabeza. Nunca podía estar lejos por demasiado tiempo, maldito
adicto al trabajo. Sabía que para él su familia venía primero, pero trataba al
Forbidden como su segunda familia.
—¿Cómo está Eva? —pregunté.
Finalmente se enfocó en mí. —Preguntándose por qué no has ido a ver a su
nuevo bebé, holgazán.
—¡Lo haré! —discutí—. Ha sido una semana loca y ocupada con los finales
aproximándose. Pero estoy seguro de que Sarah y yo podemos pasar mañana en la
tarde y ver al niño.
Con una sonrisa conocedora, asintió. —Sí, oí sobre eso. Ya era hora de que
finalmente te lanzaras.
No estaba seguro de cómo responder a eso, así que solo me encogí de
hombros. Él se rió ante mi repentina timidez y me señaló antes de alejarse de la
barra y dirigirse hacia su oficina.
—Se nos está acabando el tequila —dijo Knox, golpeando mi hombro para
conseguir mi atención—. Juro que esta noche todo el mundo está ordenando
margaritas.
—Sí. —También lo noté—. Estoy en ello. —Iba a girar y dirigirme hacia el
almacén por más José Cuervo, cuando una cara entre la multitud llamó mi
atención—. ¿Qué demonios? —Entrecerré los ojos y esperé impacientemente hasta
que pude ver al chico de nuevo.

272
—¿Qué? —preguntó Knox, volteándose para ver en la dirección de mi
mirada. Pero ya me había olvidado de él.
Reconociendo la cita de Sarah, Seth, entrecerré los ojos. —Oh, esto es
demasiado bueno para ser verdad. —Colocando una mano sobre la barra, salté por
encima de ella, despejando el mostrador con facilidad.
Busqué a este idiota por semanas. Era una suerte que apareciera en mi
territorio.
—¡Oye! ¡Gamble! —gritó Knox detrás de mí—. ¿Qué demonios haces?
Lo despedí con una mano por encima de mi hombro. —Ya vuelvo. —Pero
no tenía planeado regresar en algún momento pronto. Tenía un trasero que patear.
Seth estaba de espaldas a mí para cuando llegué a él. Parecía estar con tres
chicos mientras intentaban seducir a dos chicas que se veían más allá que
embriagadas.
—¡Oye! —grité a tres metros—. ¡Seth! ¿Me recuerdas?
Seth y sus amigos dieron un vistazo. Cuando su mirada se encontró con la
mía, sus ojos se ampliaron, y vi a su boca formar las palabras: “Oh, mierda”.
Oh, sí. Así es, idiota. Orina esas bragas en las que temblabas, porque tu parca
sombría está aquí para llevarte a la casa de Satán.
De inmediato, levantando sus manos mientras se alejaba de mí, chilló—:
Mira, hombre. No le hice nada, lo juro.
—Oh, ¿así que no apostaste con tus compañeros aquí que conseguirías
doscientos dólares por clavar a la tullida? —pregunté, avanzando hacia él de todas
formas—. Mi error.
Esta vez, él, además de un par de sus amigos, gimieron—: Oh, mierda.
Lancé mi puño, y lo hice con fuerza, colocando todo lo que tenía en ello.
Cayó por completo, lo dejé totalmente fuera de combate con el primer puño,
lo que me molestó porque quería golpearlo mucho más que una vez.
Girando hacia los amigos atónitos de Seth, demandé—: ¿Quién de ustedes
imbéciles es Sandman? —Él fue el idiota más persistente en los mensajes que Sarah
me mostró, empujando a Seth a que la follara.
Cuando el más alto de los tres restantes visiblemente gimió, fue el siguiente
en ser golpeado. Pero no cayó, gracias a los dioses. Logré un par de puños más
antes de que dos de sus amigos trataran de alejarme.

273
—Esperen su turno —les gruñí, empujándolos como los idotas molestos que
eran—. Ustedes serán los siguientes.
Pero solo conseguí un puño más en la cara ensangrentada de Sandman antes
de ser alejado, y esta vez del todo.
—Relájate, chico. —La voz profunda de Knox retumbó en mi oído. Su brazo
grande se envolvió alrededor de mi cuello, atrapándome efectivamente en una
llave de cabeza. Rugí e intenté empujarlo hacia adelante conmigo, pero solo lo
logré treinta centímetros antes de que Asher y Remy aparecieran frente a mí,
metiéndose a propósito entre los chicos que quería matar y yo.
—¿Quién demonios dejó salir a su señor Hyde? —le preguntó Asher a Knox.
Remy tomó mi cara en ambas manos y con amabilidad, pero con cuidado,
decía—: Hulk, no golpes.
Le gruñí pero dejé de luchar contra el agarre de Knox.
Incapaz de dejar que los bastardos que quedaban se alejaran con lo que
habían hecho, los miré sobre mi hombro. —¿Siquiera les importa que la arruinaron,
hijos de puta? Le tomó años ganar la confianza que tenía solo para que idiotas
como ustedes la rompieran por una estúpida y maldita apuesta. Espero que estén
orgullosos de ser los perdedores patéticos y despreciables que son.
—Bien, bien. ¿Qué pasa aquí? —Finalmente Pick entró en escena. Mierda,
debimos haber creado un alboroto si nos oyó desde su oficina.
—Parece estar relacionado con Sarah —le respondió Asher a su hermano.
—Sí —murmuró Pick—. Eso tiene sentido. Nada hace enojar más al chico
que el que alguien se meta con su chica. —Se giró para mirar a los tipos que traté
de aniquilar. Sandman se agarraba la nariz ensangrentada mientras dos de los
otros ayudaban al ahora consciente Seth a ponerse de pie.
—Muy bien, chicos —les dijo Pick—. Es hora de circular y salir de mi club.
—¿Qué? ¿Nos estás echando? —preguntó con incredulidad uno de los
idiotas que no logré lastimar. Luego tuvo las agallas de señalarme—. Él es el
estúpido que saltó sobre nosotros. ¿Por qué puede quedarse?
Gruñí y me lancé hacia él, esperando la oportunidad de aplastar su cara
incluso un poco, pero Knox me sostenía firmemente mientras Pick me quemaba
con una mirada dura y sostenida. Luego se giró de nuevo hacia los otros.
—Déjenme preguntarles algo. ¿Ustedes cometieron una injusticia con una
jovencita llamada Sarah?

274
La culpa que los atravesó fue palpable.
Pick asintió como si lo esperara. —Saben… la cuñada de Sarah es la prima
de mi esposa —continuó, haciendo que los idiotas se encogieran—. La ayudé a
comprar su primer auto. Ella me dice tío Pick. —Dio un paso más cerca de ellos,
entrecerrando los ojos—. Nadie jode con mi sobrina y luego intenta tomar en mi
bar. Les dije una vez que se fueran, ahora lárguense de aquí antes de que suelte al
chico de nuevo sobre ustedes.
Esta vez, ninguno discutió con él. Se tropezaron uno contra el otro en su
apuro por llegar a la salida.
—Tú. —Pick suspiró cuando me absorbió con la mirada—. A mi oficina.
Ahora.
—Eh… probablemente no es una buena idea —sugirió Knox—. Él todavía
tiene rabia. Apuesto que saldrá tirando tan pronto como lo suelte. Pero si no te
importa otra oficina rota…
Cerrando los ojos brevemente, Pick dejó salir una pequeña maldición pero
entonces asintió. —Entonces a la sala de descanso.
Knox no me soltó, y eso me hizo enfurecer. Forcejeé contra él y lo habría
maldecido por no dejarme caminar por mí mismo, pero Asher y Remy vinieron
con nosotros, distrayéndome al decirme lo fantástico que estuve por tomar a cuatro
chicos al mismo tiempo.
—Si me preguntas, fue muy descuidado —gruñó Knox—. Tienes que poner
todo tu cuerpo hacia los puños. No lanzar un noqueo a la vez. Mezclarlo con
algunos ganchos cortos, y largos puñetazos. Y por Dios bendito, respira cuando
golpees. Juro que contuviste la respiración todo el tiempo.
—Bueno, discúlpame por no entrenar —gruñí, quitándomelo de encima con
los hombros tan pronto como entramos a la sala de descanso.
Remy me palmeó en el hombro. —Creo que lo hiciste bien. Lograste que
todas mis partes femeninas se estremecieran.
Asher enganchó un brazo alrededor de su cintura. —Oye, eso de allí fue
impresionante. He estado tratando de hacerla estremecer toda la noche.
Ignorando a los tortolitos, me alejé y puse mi puño en un casillero. —¿Por
qué no me dejaron golpearlos durante un poco más de tiempo?
Doblando sus brazos sobre el pecho, Knox se recostó contra la pared. —Más
y habrían llamado a los policías. No estoy seguro de si hubiéramos sido capaces de
mantenerte fuera de problemas si ellos aparecían.

275
Gruñí un sonido de frustración. —Caer en prisión valdría la pena si ellos
también lo hubieran hecho. —Dios, odiaba que él, Pick y Asher fueran amigos de
Noel. Todos solían tratarme como hermanos mayores y protegerme. Eso me
enojaba, especialmente cuando quería hacer algo loco y estúpido.
—No te preocupes, no creo que alguien llamara a la policía —respondió
Pick entrando a la sala de descanso—. Estoy muy seguro de que estábamos bien
allí, pero de todas formas es mejor que te vayas por esta noche. Estás demasiado
molesto para tratar con los clientes.
—Puedo trabajar por él —se ofreció Asher.
—No… —Comencé a discutir, solo para darme cuenta de que todo el día
esperé tener la noche libre en el trabajo y así poder pasar algo de tiempo con Sarah.
Relajándome, me aclaré la garganta y rodé los hombros—. Bien. Gracias.
—Y que no te atrapen si intentas entrar por su ventana. —Pick arqueó una
ceja en conocimiento—. Oí que Mason estaba en contra de esa idea.
Con una sonrisa amplia, asentí. —No lo haré.
Dándoles una despidida a los demás, salí rápido de la sala de descanso y
luego del club. Casi esperaba que Seth y sus compañeros se hubieran quedado
merodeando afuera, pero ya se habían ido.
No importaba. Tenía lugares en los que estar y mi mujer probablemente
sentada en casa en su cama, sola.
Impaciente por verla, conduje hacia su casa más rápido de lo que debí. Pero
esta noche la suerte estaba de mi lado. Nadie me atrapó rompiendo los límites de
velocidad.
Una vez llegué a su casa, rodeé la puerta principal y me acerqué a su
ventana.
Creo que aún se encontraba abierta desde la última vez que la visité porque
podía oír la voz de Mason mientras me aproximaba.
Agachándome, me escondí para quedar fuera de vista mientras él
preguntaba—: Así que… ¿no hay visitantes de la ventana esta noche?
Sarah sonó exasperada mientras respondía—: ¿Lo ves en algún lado?
Además, esta noche trabaja.
—Bien. No hay razón para que no pueda usar la maldita puerta de aquí en
adelante.

276
Rodé los ojos porque me gustaba usar la ventana. Y estoy muy seguro de
que a Sarah también. Había algo travieso en ello. Y demostraba lo dispuesto que
siempre estaba de verla.
Apenas un segundo después de que Mason saliera y cerrara la puerta de la
habitación, di un golpe en el vidrio.
Luego sonreí cuando ella dejó escapar un grito de sorpresa. Su rostro
apareció, y cuando me vio, levantó el marco.
—Oh, Dios mío, casi te atrapan. Mason acaba de estar aquí, buscándote.
—Lo sé. —Sonreí mientras entraba de un brinco—. Lo vi. Ese es el por qué
esperé para tocar. —Pasé mi mirada sobre ella con atrevimiento y me lamí los
labios mientras tarareaba en mi garganta—. Linda camiseta. ¿Es nueva?
Sus pezones inmediatamente se endurecieron debajo de la camiseta, y mi
polla palpitó con necesidad.
—Sí. —Suspiró, dando marcha atrás evitándome mientras yo la acechaba—.
Ya sabes, Mason realmente quiere que uses la puerta principal de aquí en adelante.
Sonreí cuando finalmente dejó de alejarse de mí. —Mason va a tener que
aprender que no siempre puede tener lo que quiere.
Gimió, obviamente tan caliente y preocupada como yo. Así que me incliné y
jalé su labio inferior con mis dientes.
Gimió pero preguntó—: ¿También vas a romper su regla de no sexo en la
casa?
Mi mirada se cubrió de lujuria mientras me reía. —¿Tú qué crees?
Con un estremecimiento, amorosamente pasó un dedo por un lado de mi
cara. —Creo que haré combustión si no lo haces.
—Bueno, no podemos permitir eso. —Estirándome, bajé mi propio dedo
hasta el centro de su pecho—. Es mejor darle a mi chica lo que necesita.
—Sí —suspiró, estirándose hacia mí—. Sí, es mejor que lo hagas.
Me lancé, besándola con fuerza, mientras la empujaba sobre el colchón y me
extendía sobre ella.

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32 Traducido por Val_17
Corregido por Miry GPE

Desnudé a Sarah en cuestión de segundos, apenas deteniéndome de


destrozar su ropa, aunque escuché tela rasgándose un poco cuando sus bragas
trataron de resistirme.
Pobres bragas desinformadas. ¿Acaso no sabían que yo era el único dueño
de su placer? Las metí en mi bolsillo para darles una lección más tarde al, ya sabes,
colocarlas sobre mi cara y oler a Sarah en la tela la próxima vez que no pudiera
verla y me viera obligado a masturbarme en su lugar.
Ella seguía tratando de tocarme, de agarrar mi pelo, de hundir sus dedos en
los músculos de mi espalda. Sabía que debería dejarla, pero seguía demasiado
asustado de lo que podría pasar si lo hiciera. Y esta noche… esta noche me sentía
muy necesitado y desesperado por meterme en su interior para preocuparme por
toda la otra mierda.
Agarrando sus muñecas, las puse por encima de su cabeza, gruñendo—:
Mujer, no me hagas atarte.
En lugar de enojarse, que era lo que esperaba, Sarah se estremeció. —¿Tú…
quieres hacerlo? —preguntó, sus ojos azules muy abiertos por la curiosidad.
Y… casi me corrí en mis malditos pantalones.
La miré, dudando si debería… y le pregunté tranquilamente—: ¿Quieres
que lo haga?
—Yo… —Una tímida indecisión inundó su mirada, seguido de un interés
ansioso antes de que se mordiera el labio y asintiera—. Sí. Quiero saber cómo se
siente.

278
—Mierda. —Suspiré antes de mirar alrededor de la habitación en busca
de… accesorios—. Tú, uh, ¿tienes alguna bufanda, cinturones o algo así?
—Cinturones —respondió—. En el armario.
Respiré hondo para controlar mi libido. Entonces salté de la cama y revisé
su armario, buscando tres cinturones.
Eso funcionaría muy bien.
Cuando regresé junto a ella, llevando las bandas de cuero entre mis manos,
sus ojos se ampliaron. —¿Tres?
Asentí, sintiendo una sonrisa enorme cruzar mi cara. —Tres.
—Yo… tú… est{ bien.
—Confías en mí, ¿verdad? —pregunté, arrastrándome de rodillas sobre la
cama.
Asintió, con los ojos llenos de toda la confianza que le pedía. —Sí, lo hago —
susurró.
—Muy bien. —Agarré uno de sus tobillos y lentamente la tiré más cerca de
mí—. Porque puedes confiar en mí… con tu vida. Y si en algún momento hago
cualquier cosa que no se sienta orgásmicamente increíble, solo dime que pare, y lo
haré.
—De acuerdo.
Me miraba, jadeante y excitada, con las mejillas encendidas y los ojos
vidriosos.
Me encantaba que quisiera probar esto. Manteniendo mi mirada sobre ella,
porque ver su expresión era más sexy que verla atada, la ayudé a doblar su pierna
hasta que el talón de su pie se presionaba contra su trasero. Entonces abroché el
cinturón a su alrededor, así no podría enderezar la rodilla. Después de atar la otra
pierna de la misma manera, la hice cruzar los brazos sobre el pecho para poder
sujetar el último cinturón alrededor de su torso, impidiéndole usar los brazos.
Después de que terminé, me senté y estudié mi trabajo. —Jesús —murmuré,
limpiándome la boca mientras mi cuerpo rugía por sumergirse en ella—. Eres tan
jodidamente hermosa.
En silencio, dejó que sus muslos se abrieran, invitándome a hacer justo lo
que quería.
Gimiendo su nombre, me incliné y presioné mi boca en su coño, hundiendo
mi lengua y comiéndola sin piedad. Lloriqueando, se estiró contra sus ataduras,
279
poniéndome más duro mientras lamía su clítoris. Cuando jadeó, empujé un dedo
en su interior.
—¡Oh, Dios! Brandt.
Su gemido fue bajo y torturado. Ya se encontraba cerca.
Era curioso ver lo r{pido que podía hacer que…
¡Mierda! Se liberó con un grito antes de morderse el labio y llenar mi boca
con su sabor.
—Oh, Dios mío —jadeó, mirando hacia el techo mientras me sentaba y
pasaba el dorso de mi mano sobre mi boca—. Oh, Dios mío.
Sonriendo, me quité la ropa y subí por su cuerpo. —Me encanta lo religiosa
que eres cuando te corres.
Movió su mirada aturdida hacia mí justo a tiempo para verme rodar el
condón. —Virgen María —susurró, sacudiendo la cabeza—. No creo que me pueda
correr otra vez. Eso fue muy intenso y tan…
Presionando mis dedos en sus labios, la hice callar. —Solo por eso, haré que
te corras más duro la próxima vez.
Agarrando sus rodillas atadas en mis manos, la extendí todo lo que pude y
empujé en su interior. Gemía y se retorcía debajo de mí, poniendo los ojos en
blanco mientras su cuerpo tomaba cada centímetro.
Una vez que estuve hasta el fondo, hice una pausa para mirar su cara.
—Oh, Jesús. Oh, Dios —jadeó, todavía moviendo la cabeza y pensando que
no podía soportar más.
Así que me retiré y la penetré de nuevo, riendo cuando arqueó la espalda y
encontró mis empujes con tanta fuerza como pudo. —Eso es —la animé—. Fóllame
tú también, nena. Tómalo y exige más.
Un potente golpe tras otro, seguí penetrándola tan profundo y tan duro
como podía.
—Brandt —jadeó—. ¡Brandt! —Su cuerpo se tensó y supe que se hallaba allí.
Tan cerca. Solo un poco… m{s.
—Eres tan jodidamente increíble. —Apreté los dientes mientras iba más
rápido, perdiendo toda mi delicadeza en mi prisa por mantener su ritmo—. El.
Mejor. Maldito. Sexo. De. La. Historia.

280
Mordiéndose el labio, cerró los ojos y se apretó a mi alrededor. Gruñí y
luego enterré mi cara en la almohada junto a su mejilla para no gritar cuando me
liberé en su interior, corriéndome tanto tiempo que podría haber perdido el
conocimiento por un segundo.
No me di cuenta que me derrumbé encima de ella hasta que se retorció por
debajo de mí.
—¿Qué…? —Abrí mis ojos aturdidos solo para soltar—: Mierda, lo siento.
Rodando sobre mi espalda a su lado, solté un suspiro y me quedé mirando
el techo en estado de shock. —Santo… joder —jadeé finalmente. Eso fue… sí. Mi
cerebro seguía demasiado sacudido para procesar adecuadamente lo increíble que
había sido.
Con mi cuerpo zumbando por el orgasmo que me dio, ladeé la cabeza en la
almohada para sonreírle perezosamente. Una capa de sudor en su cara le daba un
brillo saludable y causaba que un par de mechones de pelo se aferraran a sus
mejillas mientras giraba la cabeza para devolverme la sonrisa. Mi pecho se apretó
por la emoción.
—Oye —susurré.
Se rió y se sonrojó aún más. —Oye, tú.
Incapaz de no tocarla, extendí la mano y pasé ligeramente el dorso de los
dedos por la parte exterior de su brazo. —¿Te he dicho lo feliz que estoy de que me
convencieras de cambiar el estado de nuestra relación?
Soltó otra risita. —Tu aprecio estaba implícito. —Cuando frunció el ceño,
me di cuenta que trataba de quitarse los cinturones.
—Oh, lo siento. —Me senté y alcancé la hebilla—. Déjame hacerlo.
Sus manos cayeron mientras me dejaba quitarle las bandas. Cuando noté
una marca roja en su brazo después de quitar la primera, contuve el aliento y la
besé antes de encontrar su mirada. —¿Te duele?
Sonriendo, cerró los ojos y negó con la cabeza. —Ni siquiera un poco.
Mmm… pero no dudes en besar las marcas de todos modos.
Apreté los labios sobre la abrasión de nuevo, y acarició suavemente mi pelo.
—Te amo, Brandt.
Sonreí y lamí su piel. —Yo también te amo. —Mi cuerpo respondió a cómo
suspiró y se movió debajo de mí mientras besaba cada centímetro de carne que

281
marqué. Para el momento en que llegué a la última, me encontraba duro otra vez, y
tan hambriento que mi boca salivaba por probar su coño.
—Entonces, ¿te opondrías a una segunda ronda? —pregunté mientras
liberaba la última hebilla.
En respuesta, Sarah abrió la boca y arqueó la espalda, su cuerpo rígido antes
de comenzar a temblar de manera errática, arrojando su cabeza espasmódicamente
de un lado a otro sobre la almohada.
—¿Sarah? —Mi mirada voló a su cara, y la respiración se estancó en mis
pulmones—. ¡Mierda!
Ya había estado con ella en algunos de sus ataques. Pero hace tiempo no los
tenía, y por un momento, el pánico nubló mi cabeza. El miedo congeló mis
pulmones, y la falta de oxígeno atenuó mi visión.
Pero entonces mi lista mental me pateó. Solté una respiración para
calmarme antes de explorar su entorno para asegurarme que no hubiera nada que
pudiera ponerla en peligro. Su cabeza ya estaba sostenida por la almohada, no
tenía ropa puesta para oprimirla, y no parecía haber nada cercano como para
hacerse daño, excepto tal vez yo. Me deslicé hasta el borde del colchón y le di un
vistazo al reloj para medir el tiempo.
Odiando esta mierda, me pasé las manos por la cara, y recé para que
terminara rápido. Siempre sentía que debería hacer algo. Pero sabía que la mejor
ayuda era quedarse atrás y dejar que atravesara el ataque, asegurándome de que
no se hiciera daño a sí misma en el proceso. Con las manos frías y temblorosas, me
bajé de la cama y me puse la ropa. Pasaron unos treinta segundos hasta que estuve
completamente vestido.
Sarah parecía posicionada de forma segura en la cama, su cuerpo temblando
con sacudidas de aspecto doloroso. Maldije en voz baja y paseé por el piso. Tres
minutos más tarde, las convulsiones cesaron.
—Gracias a Dios. —Mi voz era ronca mientras corría hacia la cama y me
sentaba a su lado. Pero tan pronto como le toqué el brazo, empezó de nuevo, los
temblores empeorando en esta ocasión.
—¿Sarah? —Apreté el agarre en su brazo. Tener más de una convulsión
consecutiva era malo. Así que entré en pánico—. ¿Nena?
No respondió, todavía temblando fuera de control. —¡Mierda! —Esta vez, ni
siquiera esperé un minuto antes de gritar—: ¡Mason! —con toda la fuerza de mis

282
pulmones, mientras buscaba el teléfono en mi bolsillo y marcaba el novecientos
once.
Algo andaba mal. Algo andaba muy, muy mal.

283
33 Traducido por Janira
Corregido por Julie

Me desplomé en la silla junto a Mason, con los codos en las rodillas y el


rostro entre las manos.
El hermano de Sara se encontraba silencioso como una tumba mientras
tamborileaba los dedos contra su muslo, viendo a cada camillero que pasaba por la
sala de espera del hospital, donde nos encontr{bamos jodidamente sentados…
esperando.
Condujimos juntos al hospital, siguiendo a la ambulancia; Mason me
interrogó sobre todo lo que pasó. Me encontraba tan asustado y adormecido por la
conmoción que le solté todo. Incluso la parte del cinturón.
Apretando el volante, dijo entre dientes—: Jodido idiota. Si se muere esta
noche, te mataré.
Y no me ha hablado desde entonces.
Cerré los ojos y traté de respirar a través del miedo; no me molesté en
decirle que no debía molestarse. Si Sarah moría, me mataría yo mismo.
Todo el oxígeno en mis pulmones salió precipitadamente de mí en un
estremecimiento paralizante.
Jesús, será mejor que no muera. No sobreviviría a eso.
Cuando pasos resonaron en la sala, levanté la mirada solo para encontrar a
Reese entrar corriendo. Tuvo que quedarse con los niños y esperar a que Pick
aparezca y los cuidara.
—¿Dijeron algo? —preguntó sin aliento, pasando la mirada entre Mason y
yo.

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Mason se paró de un salto de la silla. —No. Todavía no. —La jaló contra su
pecho y la abrazó fuertemente, enterrando el rostro en su cabello.
Tuve que apartar la mirada, ya que necesitaba que Sarah estuviera aquí para
que me abrazara y tranquilizara.
Un dolor pasó por mi abdomen, haciendo que me doble y me agarre el
estómago. Pero seguí sentado allí, reprimiendo la urgencia de dar puñetazos a la
pared más cercana o romper a llorar.
No estoy seguro de cuánto tiempo estuve allí, simplemente aguantando
todo, cuando alguien dijo—: ¿Brandt?
Levanté la mirada para encontrar a Noel, Colton y Ten aproximándose
lentamente, viéndose cautelosos y precavidos.
Parpadeando, sacudí la cabeza, confundido. —¿Qué hacen aquí, chicos?
—Pick me llamó —explicó Noel mientras se sentaba a mi lado—. Estamos
aquí para ti. ¿Cómo está? ¿Ya oíste algo?
Negué y busqué con la mirada a Mason y Reese, pero ya no se hallaban en la
sala. Preocupado de haberme perdido algo, me puse de pie de golpe, pero Colton
me agarró el brazo.
—Están en el pasillo —murmuró; la advertencia en sus ojos me decía que no
me acercara a ellos.
—Y Lowe parece molesto —añadió Ten—, contigo.
—¿Qué pasó? —preguntó Noel poniéndose de pie detrás de mí.
Cerré con fuerza los ojos, tratando de bloquear el recuerdo de Sarah
convulsionando en su cama. —Tuvimos sexo —susurré.
—Pero… creía que ustedes ya…
—Fue más excéntrico esta vez —espeté, mirando a Colton hasta que cerró la
boca. Luego mis hombros colapsaron mientras el dolor se apoderó de mí una vez
más—. Ella, eh, las convulsiones empezaron tan pronto como la desaté.
Mis tres hermanos hicieron una mueca.
—Maldición —murmuró Ten.
Lo atravesé con una mirada dura, preparado para uno de sus comentarios
estúpidos e inapropiados, para así poder pegarle hasta la próxima semana. En
realidad, lo ansiaba. Quería tanto golpear algo. Pero solo se encogió con simpatía,

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y estuve tentado a golpearle la mandíbula, de todas maneras, solo para aliviar algo
de agonía.
En el pasillo, escuché a alguien decir “familiares de Sarah Arnosta” y fui
tambaleándome a esa dirección, desesperado por oír buenas noticias.
Para el momento en que llegué al pasillo, donde Noel, Ten y Colton se
amontonaron detrás de mí, el doctor ya hablaba con Mason y Reese. —…parece
haber sido el resultado de un derrame.
¿Un derrame?
Me ahogué por el impacto, y mis rodillas se doblaron debajo de mí. La única
razón por la que no me caí fue porque uno de mis hermanos puso la mano
alrededor de mi brazo, para sostenerme. Pero parecía como si me cayera en un
gran y angustioso abismo. El aire fue succionado de mis pulmones mientras
manchas negras salpicaban mi visión.
Todo ese tiempo, el doctor siguió halando, explicando el daño ocurrido en el
lado más débil del cerebro de Sarah. Ya no se desangraba, y solo les preocupaba su
visión y quizás algo de parálisis en su lado izquierdo.
Bajé la cabeza, tratando de respirar normalmente y fallando hasta que el
médico dijo enviaría a una enfermera con más noticias tan pronto como Sarah
fuera movida a una habitación normal. Mientras sus pasos se desvanecían, levanté
la mirada, echándole un vistazo a Mason. Se veía tan blanco como un papel. Tenía
una sensación de que no había mejorado nada el diagnóstico del doctor.
Sarah tuvo un derrame.
Y fue mi culpa.
—Mason —dije con voz ronca, tratando de alcanzar su brazo—. Jesús, Dios.
Lo siento. Estoy tan…
—No. —Apartó mi mano antes que hiciera contacto. La mirada que me
envió causó que un sollozo se abriera camino por mi garganta—. Ni siquiera me
hables. Solo… quítate de mi vista.
—Pero… —Abrí la boca para pedir consideración, pero sabía que no
merecía nada. No merecía su perdón. No merecía la jodida vida.
Había causado que mi persona favorita en el mundo tuviera un derrame.
Pude haberla matado.
—Apártalo de mí —le gruñó a Noel—. Y mantenlo alejado de mi hermana.
—Vamos, Brandt —murmuró tristemente Noel, alcanzando mi brazo.

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Me aparté de su agarre. —No. —No me iba a ir, no podía irme hasta que
estuviera con Sarah de nuevo.
—Brandt —dijo mi hermano un poco más firmemente—, vamos. —Cuando
trató de alcanzarme de nuevo, lo esquivé.
—Tengo que ver a Sarah. —Tenía que verla en ese momento. Me comenzaba
a sentir aterrorizado e inestable, y nadie me calmaba como Sarah.
Sarah mejoraría esto.
Esquivando a mis hermanos e incluso a Mason, corrí por el pasillo, sin idea
de a dónde iba. Corrí en la dirección en la que fue el doctor, irrumpiendo por una
puerta, por la que me hallaba seguro, no se suponía que pasara.
Alguien del hospital gritaba detrás de mí, pero seguí corriendo, respirando
con dificultad, con el corazón acelerado, las palmas sudando. Necesitaba estar con
Sarah.
Cuando apenas capté un vistazo del doctor que acabó de hablar con Mason
y Reese, corrí detrás de él justo cuando hacía a un lado una cortina para revisar al
paciente detrás de ésta. Cuando estuve lo suficientemente cerca para ver que era
ella, me detuve en seco, jadeando.
Se hallaba tan quieta y sin vida, pálida y pequeña, con todo tipo de cables
conectados a ella. El monitor de su corazón sonaba a un ritmo constante, diciendo
que se hallaba viva, pero lejos de estar bien.
Ahogándome con el sollozo que salió de mi garganta, caí de rodillas,
incapaz de apartar los ojos de la mujer que acababa de destruir.
—Oh, Dios.
Lágrimas pincharon mis ojos. Estremecimientos sacudieron mi cuerpo. Me
encontraba frío y entumecido, muriendo un poco más cada segundo que la
observaba.
—No, está bien. —Escuché vagamente que decía alguien, justo antes de que
una mano me agarrara suavemente el hombro—. Somos sus hermanos. Nos
encargaremos. Lo sacaremos de allí.
Pero sacudí la cabeza. No quería irme. No quería dejarla. La necesitaba.
—Brandt. —La voz de Noel en mi oído me rompió. No pude más; me cubrí
el rostro con las manos y lloré.
—Lo siento. Lo siento tanto. Sarah…

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Fui levantado y forzado a caminar. Sin estar seguro de a donde me llevaban.
Pero no importaba. Ya nada importaba.

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34 Traducido por Beatrix & Victoria.
Corregido por Laurita PI

Creo que mis hermanos me llevaron a casa. La siguiente cosa consciente que
recordaba era que me encontraba sentado en mi silla en la mesa de la cocina
mientras mi familia paseaba a mi alrededor. Aspen y Caroline se unieron a Noel,
Ten y Colton. Sus hijos se hallaban ausentes.
—¿Tienes la seguridad que el sexo puede causar un derrame cerebral? —
despotricó Aspen mientras cogió su teléfono—. Estoy buscándolo en Google. —
Treinta segundos más tarde, su rostro palideció y tragó saliva—. Oh —murmuró
dejando su teléfono boca abajo sobre la encimera de la cocina junto a ella con
rapidez.
—Cariño. —Noel tiró de ella contra su pecho—. No ayuda.
—Lo sé. —Hizo una mueca y se mordió el labio antes de mirarme—. Dicen
que los provocados por el sexo son excepcionales si eso te hace sentir mejor.
Fruncí el ceño. —Ni siquiera un poco.
—No fue tu culpa, bubba —insistió Caroline, apareciendo en mi cara.
Me giré, sin sentirme preparado para que alguno consiguiera acercarse a mí.
—¿En verdad todos necesitan consolarme?
—Sí. —Ten cayó en el asiento de al lado y dio un mordisco a una galleta que
robó del centro de la mesa—. Nos hace sentir útiles.
—Bueno, eres un dolor en el culo —gruñí.
Levantó las cejas. —¿Un dolor útil en el culo?
—¡Aléjate de mí, joder! —Le di una patada a su silla, empujándola con él,
quedando en mitad de la cocina.

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—¡Mierda! —gritó antes de que se pusiera de pie y levantara las manos en
señal de rendición—. Bien. Yo me quedo aquí. Jesús.
Entrecerré los ojos en él antes de volver la mirada a la parte superior de la
mesa. —Dolor en el puto culo.
—Nosotros también te queremos. —Cuando Ten me lanzó un beso, suspiré
y froté las manos sobre mi cara.
—Incluso si el sexo lo causó —dijo Colton desde la barra donde se
encontraba sentado al lado del fregadero balanceando las piernas—. ¿Cómo
diablos se suponía que debías saber que podría suceder? Mason no te puede culpar
por esto.
—Y una mierda si él no puede. Te aseguro que me culpo.
—Brandt —comenzó Noel con un suspiro, como si fuera a refutar todo lo
que dije. Pero luego negó con la cabeza, obviamente, sin tener idea de cómo
manejar esto—. Jesús, ni siquiera lo sé.
Mi barbilla temblaba, y me di cuenta que me encontraba a un segundo de
estallar en otra ronda de lágrimas. No tenía idea de cuál era mi problema. Creo que
lloré más recientemente de lo que lo hice en mi vida entera. Algo estaba muy mal
conmigo.
—¿Qué haces aquí? —dijo Noel a alguien nuevo que entró en la cocina.
Levanté la mirada, parpadeando cuando vi a Mason frente a mí. Con la
certeza de que tenía alucinaciones, sacudí la cabeza. Entonces se me ocurrió. Solo
podía existir una sola razón por la que vendría aquí.
Algo debía estar mal con Sarah.
—Oh Dios. —Probé a tientas ponerme de pie, pero mi zapato quedó
atrapado en la pata de la silla—. ¿Qué pasó?
Agarró con los puños la parte delantera de mi camisa y me tiró de la silla.
—Intento averiguar qué demonios haces aquí. ¿Por qué no te encuentras en
el hospital?
Hice una pausa ante la pregunta, extendí la mano y la coloqué sobre la mesa
antes de caer de bruces. —Me… me dijiste que me fuera.
—Sí, bueno, a la mierda con lo que yo quiero. Sarah ha estado preguntando
por ti, por lo que será mejor que lleves tu culo de vuelta allí.
—Ella... —Mi cabeza se atontó por falta de oxígeno. Tomé una respiración
profunda antes de preguntar—: ¿Está despierta?
290
Mason se quedó atónito como si fuera idiota. —Por supuesto. ¿Qué creías?
¿Que estaba en coma o algo así?
—Sí, solo la gente genial como yo cae en coma. —Ten asintió a sabiendas.
—¿Disculpa? —Mason giró para perforarle con una mirada.
Él levantó las manos. —Oye, lo siento. Sin ofender. Me siento demasiado
emocionado de no ser el que folló a la hermana pequeña en esta ocasión.
—Bueno, no fue divertido.
—¿De verdad? Pensé que era bastante lindo. Tal vez un poco inapropiado,
pero…
Nunca llegó a terminar la frase porque el puño de Mason se balanceó y lo
golpeó duro en la mandíbula.
—¡Ay! ¡Mierda! —Agarrando su mandíbula, Ten se alejó bailoteando antes
de sacudirse—. Amigo.
Mason mantuvo las manos cerradas en puños mientras lo miraba. —¿Sarah
casi muere, y tú haces chistes? ¿De verdad?
—Maldita sea, solo trataba de ayudar a aliviar un poco la tensión. —
Girándose a Caroline con simpatía, murmuró—: Definitivamente debería haberlo
visto venir, ¿eh?
Presionando su mandíbula y haciéndole una mueca de dolor, asintió. —Tal
vez.
Aún en plena ebullición, Mason se volvió hacia mí. Me agaché, pensando
que el próximo iría para mí. En realidad era la única persona en la sala que se
merecía un labio hinchado. Pero todo lo que hizo fue estrechar los ojos y
murmurar—: ¿Y bien? Arregla tu culo y vamos ya.
Así que arreglé mi culo. Habría ido directo a Sarah en primer lugar, pero
todo el mundo insistió que la asustaría si lucía tal como ahora. No tenía ni idea de
a qué se referían hasta que entré en el cuarto de baño y me miré en el espejo. Mis
ropas se encontraban arrugadas como si hubiera dormido sobre ellas, e incluso la
tela se rasgó en el cuello de la camisa. No sabía cómo sucedió; no era como si me
hubiera metido en una pelea con alguien.
¿O lo hice?
Supongo que durante un tiempo perdí el conocimiento, y no recordaba qué
sucedió o cómo llegué a casa del hospital.

291
Sin embargo, mi cara era una imagen más que espantosa. Pálida, con los
ojos enrojecidos e inyectados en sangre, y la nariz roja. Me eché agua en las mejillas
y me cambié la camisa. Mason me esperó como si pensara que lo dejaría plantado.
No tenía ni idea de porqué; Sarah era el único lugar en el que quería estar.
Pero entonces llegamos al hospital, y de repente, tenía los nervios a flor de
piel.
Más temprano, no fueron capaces de mantenerme lejos de ella. La había
necesitado tanto. Pero ahora... ahora, me necesitaba. Y eso me petrificaba. Ella era
la fuerte emocionalmente, no yo. ¿Cómo demonios se suponía que la apoyaría
cuando quería desmoronarme?
Mientras más nos acercábamos a su habitación, más aterrorizado me sentía.
Que preguntara por mí significaba que tal vez no me culpaba. Pero yo me culpaba,
y no sabía cómo enfrentarla sin dejar salir a trompicones una disculpa... lo que era
probable fuera lo último que necesitaba.
Dios, ¿cómo haría esto?
Mason se detuvo después de señalar su habitación. Lo miré, inseguro, pero
me hizo señas hacia adelante con el ceño fruncido. Así que, tragando, me giré y
avancé.
La puerta estaba abierta. Cuando me paré frente a ella, me detuve, incapaz
de entrar. Dentro de la habitación en penumbra, de inmediato distinguí a Knox y
Felicity de pie a un lado de la cama mientras que Asher y Remy se encontraban en
el otro. Maldita sea, ¿qué hora era? Tenían que ser después de las dos de la mañana
y el bar debía estar cerrado si ellos se hallaban aquí, fuera del trabajo.
Esperé un segundo antes de posar la vista sobre la figura que yacía bajo una
capa de sábanas blancas.
Oh, Dios.
El alivio se precipitó a través de mí cuando la vi sentada y erguida. Un tubo
de oxígeno transparente pasaba directamente debajo de su nariz y una inyección
intravenosa se hallaba conectada a su brazo, pero aparte de eso, se veía saludable.
Viva. Cansada, pero por lo demás bien. Tenía color y sonrió adormilada cuando le
respondió algo que Felicity le acababa de decir.
Como si sintiera mi presencia, miró hacia la puerta.
Mi corazón latía con fuerza. Tragué.
—Hola —dije en voz baja. Un paso pesado tras otro, me dirigí hacia ella.
Cuando llegué a su lado, me incliné y le di un suave beso en el centro de la frente.

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La tristeza en sus ojos mientras me alejaba casi me mató.
Sintiéndome como el rey de los idiotas, le pregunté—: ¿Cómo te sientes?
Se encogió de hombros, temblorosa. —Bueno. Fue un pequeño derrame
cerebral así que... hubo muy poco daño.
Asentí, incapaz de hablar. Poco daño significaba que algo había sido
dañado. No me importaba si era poco o mucho, cualquier daño era más de lo que
debió haber sido.
—¿Qué…? ¿Qué…? —traté de preguntar, pero terminé siendo incapaz de
formular la pregunta. Tenía demasiado miedo de saber qué había dañado.
A mi alrededor, las otras dos parejas se desplazaron hacia la salida, Asher
apretando mi hombro solidariamente antes de salir. Los vi pasar y luego me giré
de nuevo hacia Sarah.
—En realidad no es tan malo —me aseguró—. En este momento, tengo un
fuerte dolor de cabeza y algo de entumecimiento y rigidez en este brazo y la
pierna. Pero la buena noticia es que no voy a tener convulsiones como antes.
Sonrió, pero sus ojos parecían demasiado magullados para poder encontrar
algo positivo en lo que acababa de decir.
Hundiéndome en la silla junto a ella, enterré la cara entre las manos. —Así
que, ¿ahora no hay manera de que puedas ser capaz de caminar?
—Brandt —dijo en voz baja, moviendo la cabeza mientras la simpatía
llenaba sus ojos azules—. Tú y yo sabemos que de todas maneras nunca iba a
suceder.
—Sí, pero trabajaste en ello durante años, y mejoraste. Ahora, incluso el
sueño est{ muerto. Lo arruiné… —Mi pecho se hinchó y las lágrimas amenazaban
con salir. Maldita sea, iba a perder el control frente a ella. Me negaba a hacerlo—.
Jesús. —Me pasé los dedos por el pelo y agarré dos puñados con fuerza desde las
raíces.
Maté uno de sus sueños.
Sacudiendo la cabeza, Sarah susurró—: Oh, Dios mío. —Las lágrimas
llenaron sus ojos—. Nunca vas a tocarme de nuevo, ¿verdad?
Aparté la mirada mientras el dolor arañaba mi corazón. —Sarah…
—No. —Extendió una mano hacia mí, agarrándome del brazo—. No hagas
esto, Brandt. Por favor. Por favor… Tienes que saber que fue solo una horrible
coincidencia que ocurriera cuando lo hizo.

293
Tomé una respiración profunda. —No fue una coincidencia.
—Pudo haberlo sido.
—¡No! —Me levanté, respirando con dificultad—. Casi te maté, y eso no...
eso no es aceptable. Oh, Dios mío. —Tomé distancia, paseándome por la
habitación—. Si hubiera esperado más tiempo para conseguirte ayuda, puede...
puede que no estuvieras aquí en este momento.
—Por eso, ves. —Extendió la mano de nuevo—. Me salvaste. No me has
hecho daño. Nunca me harías daño. Brandt, por favor, te lo ruego. No te culpes por
esto. Por favor, no detengas lo que acabamos de comenzar porque tienes miedo.
No quiero perderte.
—Nunca me vas a perder. —Llevé sus nudillos a mi boca y los besé—.
Siempre serás mi mejor amiga. Nada puede cambiar eso.
Cerrando los ojos, chilló aún más fuerte—: Ya no quiero ser más
simplemente tu amiga.
—Y yo no quiero matarte —le susurré.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas. Todas y cada una de ellas me
aniquilaban, pero me quedé allí, rehusándome a decirle que seguiríamos adelante
como si nada hubiera sucedido. No había manera de que volviera a tocarla
sexualmente, no si eso ponía en peligro su vida.
—¿Qué hay de que estaríamos juntos de forma permanente? —preguntó,
intentando dejar de llorar—. ¿De ser pegajosos, posesivos y celosos? No puedes
hacerme una promesa como esa y luego simplemente retractarte.
—Puedo, si eso te pone en peligro. Mi primera intención hacia ti es
protegerte, y te mantendré a salvo, no importa lo que sea necesario.
Gruñendo con frustración, me apretó la mano con más fuerza. —Dios, eres
tan terco. ¿Por qué tu primera y estúpida intención no puede ser amarme? Solo…
ámame.
—Lo hago —le juré—. Te amo con todo lo que tengo, y siempre lo haré. Pero
no voy a perderte. No puedo. —Esta vez, la mera amenaza de las lágrimas ya no
existía. Se hicieron realidad mientras se deslizaban por mis mejillas, cada una
pidiéndome a gritos que la tomara en mis brazos y simplemente la abrazara.
Excepto que eso era lo que empezó esto.

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Alejando mi mano con fuerza de la suya, le solté—: Si mantener las manos
lejos de ti es la única manera de mantenerte en mi vida, entonces eso es lo que
haré.
Se me quedó mirando, todo el dolor y la pena en su alma reflejándose en sus
ojos. —No hagas algo estúpido —dijo.
No tenía idea de a qué se refería, pero me limpié la humedad de las mejillas.
—No lo haré.
No parecía creerme. Extendió la mano otra vez. —Brandt, lo digo en serio.
No…
Levantando las manos, me alejé un poco más. —No puedo hacer esto —dije
con voz áspera—. No puedo... Volveré más tarde. Lo juro, te amo, pero no puedo...
Volveré.
Girándome, salí corriendo de su habitación de hospital. Me sentí como el
más grande e insignificante cobarde del planeta, pero simplemente no podía
quedarme.
Le fallé a mi chica en todas las formas posibles.

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35 Traducido por Janira
Corregido por Laurita PI

Iba a hacer algo estúpido.


Emborracharme hasta perder el sentido sonaba como el plan del siglo. ¿No
era una afortunada coincidencia que trabajara en un bar?
Tan pronto como dieron el último aviso de cierre, boté a los pocos rezagados
persistentes y cerré las puertas delanteras de Forbidden, saqué una vieja botella del
bourbon más barato que pude encontrar en el fondo de la reserva —algo que Pick
no notaría que faltaba— y la abrí antes de servirme una buena cantidad en un vaso
alto.
Bebí de un solo trago toda la cosa, siseé por las lenguas de fuego que me
lamieron el interior de la garganta y rechiné los dientes mientras mis ojos se
humedecían. Dios, esta mierda era fuerte.
Me serví otro vaso. Me lo tomé y vagamente me di cuenta que quizá debería
importarme no ayudar a los demás con la limpieza, pero lamentablemente, era
incapaz de que me importara una mierda.
—Bueno, esa no es una mezcla muy original —dijo una voz familiar detrás
de mí, haciéndome saltar.
Me giré e hice una mueca cuando me topé cara a cara con Julianna. —¿Qué?
Se hizo hacia atrás cuando me miró a los ojos. Luego con un suspiro triste y
decepcionado, me agarró el brazo. —Vamos —dijo, jalándome desde detrás del
mostrador hacia el pasillo a la parte trasera.
Mierda. Esto iba a ser malo. Creo que básicamente la ignoré toda la noche.
No lo tenía claro. Mi cabeza era un jodido lío estos días. Pero se veía molesta.

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Decidiendo que esto solo podía tener una razón, dije—: Mira. —Mientras se
metía al cuarto de descanso y cerraba la puerta. Levanté las manos—. Sé que nunca
reprogramé nuestra cita, y lo siento. Yo…
—Oh, cariño —me interrumpió, soltándome el brazo para poder cruzar los
suyos sobre el pecho y ladear la cadera en esa manera irritante y femenina—. Ni
siquiera te preocupes por eso. Ese barco zarpó hace tiempo.
Levanté las cejas, sorprendido. —¿Lo hizo?
Gracias a Dios. Entonces, no íbamos tener esa conversación.
—Sí. Ahora, habla —ordenó.
¿Hablar? Mi frente se frunció mientras parpadeaba. ¿De qué demonios se
supone que hable si ya no teníamos un problema?
Juli soltó otro suspiro decepcionado. Dejó caer los brazos, exponiendo su
pecho, mostrando lo ajustada y corta que era su camiseta. Por alguna razón, me
centré en esa porción de piel oscura mostrándose abajo, donde la camiseta no
terminaba de encontrarse con sus pantalones, y el pánico encendió mis huesos.
Me hizo pensar en Sarah.
Visitar a mi chica todos los días me mataba lentamente; eran agonizantes
pequeñas muertes con cada aliento que tomaba. La urgencia de besarla, de tocarle
el brazo, de oler su cabeza se hallaba presente cada segundo.
Hasta ahora, había resistido, siendo el amigo bueno y honorable que me
encontraba determinado a ser. Pero entonces fue dada de alta del hospital hoy más
temprano, y en el momento que puse un pie en su habitación cuando la llevamos a
su casa, fui bombardeado con recuerdos de estar en su interior, de probarla, verla
venirse.
Y luego la veía convulsionar sin control.
Sudor frío se escabulló por mi nuca.
Sarah seguía débil y recuperándose, así que no era como si hubiese podido
saltar a sus huesos, incluso si no hubiera hecho un pacto conmigo mismo para
nunca follarla de nuevo. Pero saber que no podría —nunca— me afectaba. Y
mientras más me afectaba, más culpable me sentía por siquiera desearlo.
Necesitaba algo para probarme que podía volver las cosas como eran antes,
cuando tenía dieciséis y amaba a Sarah en secreto mientras tenía breves aventuras
sin sentido con mujeres que no importaban.

297
Volvería a ser nada más que su amigo. ¡Lo haría! Y si la única manera de
convencerme que podía hacerlo era estar con otras mujeres, entonces lo haría.
Excepto que mientras Julianna se hallaba de pie justo enfrente de mí,
hermosa y disponible, yo solo quería correr.
—¿Qué pasa contigo, Brandt? —Se acercó y me tocó el codo—. Has estado
raro toda la noche. Toda la semana, en realidad. —Sus dedos eran cálidos y ligeros.
Olía bien. Sería tan fácil bajar el rostro, acercarla, enterrar la nariz en su cuello y
dejar que me consuele.
Retrocedí avergonzado, tragando saliva.
—Estoy bien —murmuré, alejándome hacia el sofá—. Solo… ha sido una
semana de mierda para mí, eso es todo. —Me dejé caer en el sofá y coloqué los
codos sobre las rodillas.
Esto era malo. Si ni siquiera podía reunir la fuerza de voluntad para seducir
a Julianna, ¿entonces cómo diablos me probaría que podía permanecer lejos de
Sarah?
—Joder —murmuré, frotándome el rostro—. No sé qué hacer.
—Ay, cielo. —Juli se sentó junto a mí—. Estás tan lejos de estar bien que es
ridículo. —Me pasó los dedos por el cabello. Se sentía bien y aun así, mal. Cerré los
ojos, luchando con la urgencia de retroceder—. Ahora, habla conmigo.
Negué con la cabeza, declinando su oferta. Pero luego solté bruscamente—:
No puedo tener sexo contigo.
La peor oración inesperada para soltar del mundo.
No quise decir eso, en realidad no me di cuenta de que lo iba a hacer hasta
que ya había salido. Ni siquiera lo dije como un rechazo. Más bien como una
admisión de fracaso, porque físicamente, no podía permitirme tener sexo con Juli,
con nadie más que Sarah, en realidad, y definitivamente no iba a tener sexo con
ella.
Impactado por mi propia boca, la miré, esperando no haberla ofendido
demasiado.
Pero solo se rió. —Créeme, no lo ofrecía. —Cuando simplemente la miré,
arrugó la nariz y se encogió de hombros—. ¿Qué? ¿Por qué uno dormiría con
alguien cuando es obvio que está enamorado de otra persona? Porque sé que estás
loco por tu amiga Sarah, y no trates de convencerme de lo contrario.

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—Yo… —Me desanimé, me agarré la cabeza con las manos y cerré los ojos
con fuerza. No podía mentir y decirle que se equivocaba. Me sentía cansado de
mentir, de tratar de convencerme que podía conformarme con ser solo amigo de
Sarah.
—Entonces, ¿qué se supone que haga —murmuré—, cuando no puedo
tenerla?
Gimiendo, Julianna me miró como si fuera un caso perdido. Lo cual era.
Colocó una mano en mi espalda. —¿En realidad trataste de decirle lo que
sientes por ella?
La risa que le di fue dura y casi terminó en lágrimas. —Oh, hemos estado
allí, créeme. No solo se lo dije, sino que incluso tuvimos sexo… lo que produjo que
tuviera un derrame y prácticamente el lado izquierdo del cerebro paralizado.
Infiernos, no podía creer que le acabara de contar eso. Pero, honestamente,
se sintió bien dejar salir esta mierda de mi sistema. Todas las personas que conocía
ya eran amigos de Sarah, así que sabían todos los detalles. Era bueno hablar con
alguien un poco más imparcial sobre lo que pasaba. Y he llegado a conocer lo
suficiente a Julianna para sentir que podía confiar en ella.
Jadeó y se cubrió la boca con ambas manos. —Dios, Brandt. Lo siento tanto.
—Sí. —Asentí, insensible a toda la simpatía—. Así que puedes imaginar
porque moriría antes de tocarla de nuevo. —Mis hombros se encorvaron—. Casi la
mato.
—¿Est{s seguro…?
—¡Sí! —grité—. Estoy seguro. Las convulsiones comenzaron antes de que
nos pusiéramos de nuevo la ropa. Dios. —Me abracé a mí mismo, balanceándome
de adelante hacia atrás. Lo único que podía ver cuando cerraba los ojos era a Sarah
retorciéndose sin control—. Vamos a tener que volver a ser solo amigos —repetí
para mí—, porque no puedo hacer esto. No puedo poner en peligro su vida de esa
manera. Tengo que mantener las manos lejos de ella.
Julianna permaneció en silencio mientras me acariciaba la espalda.
Me concentré en respirar por la nariz para no perder aún más la calma.
Estuve a punto de romperme toda la semana. Podía mantener el control. Tenía que
mantener el control.
—Incluso pensé que podía convencerme de que podía… ya sabes, superarla,
si…. estuviera… con otra mujer. Pero…

299
—No puedes —declaró sin rodeos, rompiendo toda esperanza que fomenté
de que me salvara de mi dilema sobre Sarah—. Puedo verlo en tu rostro, no
quieres superarla.
—De acuerdo, bien —gruñí, agarrándome el cabello—. No quiero. Pero eso
no resuelve nada. ¿Qué mierda se supone que haga?
Con una sonrisa triste, Juli preguntó—: ¿Cuánto la amas?
Mi risa fue seca y nada divertía mientras admitía—: Es mi vida entera.
Asintió como si ya lo sospechara. —Entonces, cariño, ya sabes que tienes que
hacer.
Mierda.
Lo sabía.
No podía dejar de amar a Sarah. Una vez que nos volvimos pareja, fue todo.
Era una relación de por vida. Y solo probé que no sería capaz de ir con otras
mujeres por sexo. No podía soportar estar con nadie más que Sarah.
Lo cual dejaba…
—Oh, Jesús. —Exhalé, sintiéndome condenado—. Nunca volveré a tener
sexo en mi vida, ¿no?
El pánico me consumía a medida que encontraba la mirada simpática de
Juli. —Si crees que lo vale —murmuró suavemente.
—Joder, sí, lo vale, pero… maldición.
Mi pobre polla. Gimoteé mientras colocaba las manos contra mi regazo,
acunando la parte de mi cuerpo que se hallaba a punto de volverse dolorosamente
abandonada por el resto de mi condenada vida. En verdad esperaba que la teoría
de que masturbarse demasiadas veces volvía ciego a un hombre fuera un mito, ya
que me hallaba a punto de probarlo.
Pero como dije, lo valía.
Sarah valía una vida de abstinencia.
Dejando salir una respiración con una nueva determinación, miré a Juli y
dije—: Puedo hacerlo.
Y lo haría.
Por Sarah.

300
36 Traducido por Jeyly Carstairs.
Corregido por Laurita PI

La vida después del accidente cerebrovascular era… diferente.


La sensación del tacto disminuyó significativamente en mi mano izquierda.
No podía extenderla para agarrar algo, y mi pierna izquierda era más o menos
inútil. También se sentía raro hacer pis, porque mi nalga izquierda quedó bastante
insensible.
También tragar se convirtió en algo un poco más difícil. La primera vez que
vomité la comida después de una cena, se lo escondí a Reese y Mason para que no
lo supieran. Todos odiaban lo mucho que sufrí, así que lo oculté todo lo que pude
para que no se angustiaran. Solo… masticaba mucho m{s antes de tragar, y tomaba
más batidos y licuados de frutas.
Tenía más dolores de cabeza y me cansaba con mayor facilidad, pero al
menos no se deterioró mi forma de pensar. Lo único por lo que siempre me sentí
muy agradecida era por mi capacidad constante de razonar.
Me consideraba afortunada.
Pero todas las secuelas físicas parecían menores en comparación con la
forma en que cambió mi relación con… todo el mundo. Mason solía ser el único
miembro de la familia que se preocupaba demasiado por mí, y Reese, por lo
general, hablaría con él para reprenderlo y relajarlo para que me dejara hacer algo
que podría ser incluso remotamente peligroso. Pero ahora… Reese era tan mala
como él. Reprendían a los gemelos en cualquier momento que Issa o Gray trataban
de subirse a mi regazo.
Sin embargo, el comportamiento de Brandt era el peor. Más o menos un día
después de que llegué a casa del hospital, vino a visitarme, disculpándose y

301
diciéndome que lo sentía por alejarme. Me dijo que no podía seguir siendo solo mi
amigo y quería seguir siendo mi novio.
Sonó bien al principio, demasiado bien para ser verdad. Al final entró en
razón, y la vida podría volver a la normalidad, ¿verdad?
Ni siquiera cerca.
Podía jurar que me tocó menos ahora que cuando tenía quince años.
Continuó diciéndome que me amaba, y me hizo compañía y se ocupó de mí,
d{ndome todo lo que pensaba que necesitaba. Pero sabía… nunca habría algo
sexual entre nosotros de nuevo. Incluso intenté darle un trabajo manual. El idiota
solo apretó mis dedos antes de besarlos y decirme que no me preocupe.
Pero, ¿cómo no preocuparme? Era un hombre de veintidós años, viril que
era sexualmente activo desde que tenía dieciséis años. No podía permanecer célibe
hasta morir. No quería eso para él. ¿Cómo podía querer eso para sí mismo?
También podía decir que ya sentía la tensión. El hombre necesitaba sexo…
con el tiempo. No era un monje, y no podría besarme y abrazarme mucho más
tiempo sin la necesidad de liberarlo de alguna manera. Si seguía privándose,
crecería su resentimiento hacia mí, y tal vez incluso me engañaría.
Est{ bien, dudaba que llegara a ese punto. Se iría antes…
Pero tampoco quería que me dejara. Quería un novio feliz y equilibrado. Se
quedó conmigo a pesar de mi condición, durante mi accidente cerebrovascular, a
través de todas mis dudas sobre mí misma y mis miedos. Quería darle algo a
cambio.
Solo que aún no sabía qué.
Con un suspiro, miré el reloj en la pared antes de girarme hacia mi hermano.
—¿Cuánto tiempo hemos esperado ya?
Se frotó la cara y gimió. —Casi una hora. ¿Lo llevas bien? ¿Necesitas algo?
—No. —Negué con la cabeza—. Gracias. Solo… Quiero superar esta cita de
una vez. —Me sentía cansada de los médicos y de los consultorios en general.
Esta era mi cita luego de dos semanas del accidente cerebrovascular. Y
aparte de los problemitas de menor importancia que podrían desaparecer con el
tiempo, me sentía bien. No quería ser pinchada, cortada y que me realizaran un
montón de pruebas para decirme lo que ya sabía.
—Los dos, pequeña. —Mason me dio unas palmaditas en la rodilla justo
cuando una enfermera entró a la sala de espera para decir mi nombre.

302
Exhalé con alivio, dejando a Mason rodar mi silla hacia la oficina a la que la
enfermera nos dirigió. Los dos tuvieron que ayudar a levantarme sobre mis pies
para pesarme. Luego vino mi presión arterial, la temperatura y muestra de sangre.
Me senté estoicamente mientras ella hizo lo suyo y respondí con monosílabos
cuando realizó su lista de preguntas.
Entonces nos sonrió y nos dijo que el médico estaría con nosotros en un
momento antes de salir de la habitación.
Mason me dio un golpecito en la rodilla tan pronto como se fue. —¿Oye?
¿Segura que estás bien?
—Sí —empecé a decir, para fruncir el ceño cuando siguió mirándome con
esos ojos azules preocupados. Así que cambié de idea y fui honesta—. Bueno, estoy
afligida. Triste y desesperada de que todo el mundo me trate como una maldita
flor delicada. Lo odio, y deseo que todo pudiera volver a ser como era antes. Pero
sí, físicamente estoy bien.
Entonces gemí y cerré los ojos cuando me di cuenta de lo perra que estaba
siendo con él. —Lo siento, solo…
—No, tienes razón —murmuró Mason—. Estamos… todos estamos siendo
muy cuidadosos. Es verdad. Pero nos asustaste demasiado, pequeña. La idea de
perderte nos afectó a todos y cada uno de nosotros. Lo siento si eso te vuelve loca,
pero con algo de tiempo, al final volveremos a la normalidad. No seremos así para
siempre. Lo juro.
Lo miré, con la mirada implorante. —¿Incluso Brandt?
Suspiró, y sus músculos se tensaron. Pero luego asintió. —Incluso Brandt.
—Todavía estás enojado con él, ¿verdad?
Con la mandíbula tensa, negó con la cabeza y estudió sus manos antes de
responder diplomáticamente—: No estoy contento con él, pero… sé lo que significa
para ti, y sé que nunca te haría daño deliberadamente así que… estoy tratando con
ello.
—No creo que alguna vez me toque de nuevo —admití con tristeza.
Mason, sin embargo, sonrió. —Bien.
Le fruncí el ceño, a punto de decirle que, no… no estaba bien, pero la puerta
se abrió y el Dr. O’Hearn entró en la habitación… seguido de la enfermera, adem{s
de un completo desconocido.

303
—Señorita Arnosta —saludó, tendiendo su mano para estrechar la mía antes
de girarse hacia Mason para saludarlo—: Señor Lowe. —Luego hizo un gesto hacia
los otros—. Este es mi asesor, el Dr. Theler, y por supuesto conoces a Sheila.
Los miré a los tres antes de volver mi mirada confusa hacia Mason. Se veía
tan desconcertado como me sentía.
—¿Qué está pasando? —preguntó.
Mientras Sheila y el doctor Theler se quedaban atrás junto a la puerta, el Dr.
O’Hearn suspiró y apretó su portapapeles contra su cintura mientras se levantaba
para sentarse parcialmente sobre el mostrador así podía enfrentarnos.
—Chicos, odio ser el portador de malas noticias —comenzó y luego hizo
una mueca—. Pero…
Mi estómago se desplomó a mis rodillas.
¿Malas noticias? ¿Cómo podían existir más malas noticias? ¿No había ya
tenido suficiente?
—Ha habido un error en la reciente medicación antiespasmódica que se te
recetó —finalizó.
Solté un suspiro, pensando que era tan malo como en principio temía.
Pero Mason estiró el brazo y agarró mi mano mientras preguntaba—: ¿Qué
tipo de error?
El Dr. O’Hearn miró al otro médico antes de volver la mirada hacia mi
hermano. Levantó la botella que traje que se encontraba medio llena. —No sé si la
receta se escribió mal o el farmacéutico leyó mal, pero esta dosis… es m{s de seis
veces la cantidad que en verdad deberías tomar.
El aire salió de mis pulmones. —¿Qué?
—¿Qu…? ¿Qué significa eso? —preguntó Mason, confundido.
—Has sido expuesta a un gran riesgo al tomar esa cantidad de
medicamento, Sarah.
—¿Qué tipo de riesgo? —exigió Mason, casi apretando mi brazo ahora.
—En peligro de sufrir un ataque al corazón, accidente cerebrovascular,
ictericia…
—¿Accidente cerebrovascular? —gritó Mason—. Quiere decir, ¿cómo el
accidente cerebrovascular que acaba de tener?
El médico suspiró y bajó la mirada avergonzado hacia su portapapeles.

304
El Dr. Theler dio un paso adelante. —Sí, yo… creemos que es lo que causó el
accidente cerebrovascular. Y siento tener que decirte esto…
—¿Lo siente? —rugió Mason, poniéndose de pie—. ¿Casi mató a mi
hermana, pero usted lo siente?
Mientras mi hermano continuaba bramando, miré aturdida la botella en la
mano del Dr. O’Hearn. La botella que causó mi accidente cerebrovascular.
Sabía que debería estar enloqueciendo y gritando junto a Mason por la
injusticia de todo esto. Mis propios médicos pusieron mi vida en riesgo, pero lo
único que pude hacer mientras cubría mi boca con la mano fue sonreír contra mi
palma, completamente aliviada.

***

Esa noche, me encontraba en mi habitación después de la cena, estudiando


para los últimos finales cuando hubo un golpe en mi puerta.
Llamé a mi invitado a entrar, esperando que fuera Mason o Reese para
hablar una vez más sobre cómo me iban a encontrar un nuevo médico, demandar a
todo el hospital, y hacerse cargo de todo este lío. Pero me sorprendí cuando Brandt
entró en su lugar.
Sorprendida y un poco deprimida. No había entrado por mi ventana ni una
vez desde mi ataque. El hombre exasperante parecía decidido a cumplir con las
reglas: nada de sexo, ni de escabullirse. Demonios, ni siquiera dejaba que nuestros
besos duraran demasiado tiempo o que se volvieran medianamente interesantes y
fuera de control. Sabía que debería sentirme feliz de que aún me besara. Pero el
hombre me dio una muestra de lo que podría ser tener todo… así que ahora lo
quería todo.
Y mientras lo miraba, me hallaba decidida a conseguirlo.
Esta noche.
—Hola. —Cerrando mi libro de texto, sonreí, tratando de no parecer
demasiado ansiosa o calculadora.
—Hola —respondió—. Mason ni siquiera me miró cuando entré esta noche.
—Sonriendo, se acercó a mí y se inclinó para presionar sus labios con delicadeza
contra los míos. Pero cuando presioné, se apartó y pasó su mano sobre mi cabello
antes de sentarse a mi lado—. Tal vez algún día dejará de odiarme tanto, ¿no crees?

305
—O tal vez se disculpará por odiarte por nada —repliqué, comenzando a
sonreír demasiado, y delatándome totalmente.
La frente de Brandt se arrugó. —¿Eh?
Tomé su mano y apreté sus dedos. —Descubrimos un hecho bastante
esclarecedor hoy en el consultorio del médico.
—Espera. —Se enderezó en estado de alarma—. ¿Tenías una cita con el
médico? ¿Por qué no me lo dijiste? Hubiera ido contigo.
Negué con la cabeza, expresando que no tenía de qué preocuparse. —Mason
fue conmigo. Me encontraba bien.
Su rostro palideció como si temiera que fuera a decirle que estaba muriendo.
—Entonces, ¿qué te enteraste?
Sonreí, con la esperanza de tranquilizarlo. —La verdadera razón por la que
tuve mi ataque.
—Tú… —Sacudió la cabeza y parpadeó—. Espera, ¿qué?
Asentí. —Alguien se equivocó con mi receta. Me administraron una
sobredosis por semanas.
Su boca se abrió. —¿Disculpa?
Ansiosa por informarle que no fue la causa, me reí. —He estado tomando
más de seis veces la dosis. Y por eso tuve mi accidente cerebrovascular.
En lugar de compartir mi alegría, se puso de pie, con las manos en puños a
sus costados y sus ojos se dilataron con rabia. —¡Esos malditos bastardos! ¿Te
medicaron mal?
Mi sonrisa decayó. —Pensé que estarías más feliz.
—¿Feliz? —Se agarró la cabeza y empezó a pasear por mi habitación—.
¿Estás loca? Casi te mataron. Tenemos que demandar a sus malditos ignorantes.
Sonriendo, agité una mano indiferente. —No te preocupes. Mason y Reese
ya están en ello.
Girándose hacia mí con lentitud, me miró con la boca abierta por la
sorpresa. —Podrías haber muerto. ¿Por qué demonios estás tan contenta?
—Porque… —Levanté las cejas y le envié una mirada significativa—. Eso
significa que nada de lo que tú y yo hicimos en esta cama causó mi accidente
cerebrovascular.

306
Con el ceño fruncido, abrió la boca para discutir. Pero un segundo más
tarde, parpadeó y apretó los labios. Luego murmuró—: Mierda. —La esperanza
invadió sus ojos cuando su mirada destello sobre mí—. Tienes razón.
Me reí y junté las manos. —¿Eso significa que tendrás sexo conmigo otra
vez?
Dudó y su sonrisa se congeló. —No… No lo sé. Jesús, Sarah, continúas
recuper{ndote. Esto no puede… ¿Segura que est{s…?
—Tengo la absoluta certeza de que nada de lo que hicimos desencadenó el
trauma.
Indecisión, pero sobre todo tentación, ensombreció su rostro. Regresó a mí,
sentándose a mi lado en la cama. —Pero, ¿aún te encuentras en situación de riesgo?
¿Por cuánto tiempo esta sobredosis va a ponerte en peligro?
Agarré la parte delantera de su camisa y lo arrastré más cerca. —Han
pasado quince días desde la última vez que estuviste dentro de mí. No voy a
esperar más tiempo. —Me incliné hasta que mi respiración bañaba sus labios—.
Ahora, bésame.
Su mirada se calentó mientras examinaba mi rostro. Luego se lamió los
labios mientras se concentraba en mi boca. —Maldita sea, eso fue ardiente.
—Entonces, bésame ya. —Sin embargo, cuando traté de traerlo más hacia
adelante se resistió. Nuestros rostros se encontraban a centímetros cuando tomó
mis mejillas.
—Sarah, me niego a hacer algo para lastimarte.
—La privación de polla, especialmente la privación de tu polla, es un delito
muy grave. Eso podría lastimarme.
Se rió, para seguirlo con un gemido cuando presionó su frente contra la mía.
—Nena, te deseo tanto que duele, pero…
—Sin peros. Estoy bien. Puedo sentir lo que pasa dentro de mí mejor que
nadie, y… me he… recuperado. Ahora déjame demostr{rtelo.
Busqué los botones de su camisa, necesitando abrirla para poder tocar su
pecho. Pero atrapó mis dedos. —No. Sarah… ¡no!
Se disparó de la cama, levantando las manos mientras se alejaba de mí.
—Brandt —gruñí, apretando los labios—. No has dejado ni una sola vez en
tu vida que mi parálisis cerebral se interponga entre nosotros. No dejes que lo haga
ahora.

307
—Eso no es lo que estoy haciendo. —Abrazándose a sí mismo, sacudió la
cabeza y retrocedió unos cuantos pasos de mí—. Tengo miedo —susurró, su cara
volviéndose roja—. Estoy tan jodidamente asustado. No viste lo que te hizo. No
tienes idea de lo que pasé, viendo con impotencia como te paralizabas y tenías un
maldito accidente cerebrovascular. No puedo… simplemente no puedo correr el
riesgo de nuevo.
—Cariño. —Extendí la mano hacia él—. Todo estará bien. Estoy aquí
contigo. Haremos esto juntos, lento y tranquilo la primera vez. Verás. No habrá
ningún problema.
—Maldición, Sarah, no me presiones. Dije que no.
—Dios… maldita sea —murmuré, formando un puño con la mano buena—.
Joder, eres terco. Me gustaría tener un par de pinzas afiladas y puntiagudas para
meterlas en tu cabeza.
Parpadeó y frunció el ceño. —¿Pinzas?
—¡No sé! —despotriqué, perdiendo los estribos—. Solo… es lo primero que
vino a mi mente. Ahora vete. Sal de mi maldita habitación. Si estás tan asustado
que ni siquiera puedes tratar de tener la relación más increíble que sabes podríamos
tener, entonces lárgate, y no vuelvas nunca.
—Guau. —Levantó las manos y sus cejas se elevaron bajo la línea de su
cabello—. Bien, estás siendo totalmente irracional en este momento. Volveré
cuando te calmes.
—¡Te dije que no vuelvas! —grité a su espalda cuando se giró hacia la puerta
y huyó de la habitación—. Maldita sea.
Tan pronto como me quedé sola, las lágrimas inundaron mis ojos de
inmediato y cayeron por mis mejillas. Mi pecho se elevó mientras trataba de
secarlas. Pero venían tan rápido que no podía ver nada excepto borrosas manchas
de luz y oscuridad.
Quería llamarlo, hacerlo regresar para poder disculparme. Creo que mi
temperamento murió en el momento en que la puerta se cerró detrás de él. Y
ahora… ahora me sentía estúpida y sola. Y miserable.
Dios, ¿por qué siempre trataba de presionar el sexo con él? Es cierto que esta
vez no fue tanto sobre el sexo sino que quería que se arriesgue por nosotros, que
confíe en mí, y se quede allí sin importar qué.
Excepto que no se quedó, no se arriesgó, y no confió en mí.

308
Incapaz de dejar de temblar, me abracé y lloré más fuerte. Me encontraba
tan ocupada dejando salir un sollozo que apenas escuché el golpecito en la
ventana.
Haciendo una pausa, levanté la cabeza y forcé mis oídos. El golpe llegó de
nuevo.
Con un suspiro, me arrastré y me asomé para ver a Brandt de pie con la
cabeza inclinada y las manos en los bolsillos.
Me tomó más tiempo de lo habitual abrir la ventana, porque mi brazo
izquierdo era bastante inútil, pero juro que pura determinación hizo el trabajo.
—Déjame adivinar —dije, sorbiendo las últimas de mis lágrimas—, sabías
que me encontraba aquí llorando, así que tuviste que volver.
Levantó la cara. —Me conoces; no puedo dejarte llorar sola.
Apretando los labios contra la sonrisa con la que luchaba, me senté de
nuevo mientras él entraba. —¿Y?
Con un suspiro, cerró la ventana y se giró hacia mí; sus ojos azules se
arremolinaron con la misma mirada indescifrable que tenía la noche que vino aquí
después de enterarse de mi primera cita. Luego sacudió la cabeza y sus hombros
cayeron. —No sé si soy un bastardo egoísta porque te quiero tanto o un idiota por
creerte cuando me dices que estar{s bien, pero… mierda. No puedo vivir el resto
de mi vida sin tenerte de nuevo. Lo siento. Yo…
Lo interrumpí para besarlo. Con fuerza.
Gimió y me devolvió el beso, empujándome con impaciencia, mientras su
lengua se abría paso y sus manos ahuecando mi cara.
—Dios, un beso. —Se separó de mí para jadear. Presionando su frente
contra la mía, pasó un dedo por mi mejilla—. Un beso y vibro por estar dentro de
ti.
—Entonces, desnúdate —exigí, mi cuerpo hormigueando para que estuviera
sobre mí.
Con una sonrisa, negó con la cabeza. Entonces alejó su rostro. —Lo haré.
Pero esta noche no.
—¿Qué? ¡No! Yo… —Agarré su cara entre las manos, desesperada por no
perderlo de nuevo.
Pero se limitó a negar con la cabeza y agarrar mis muñecas. —Shh. No, no
estoy rechazándote. Nunca más, lo juro. Solo te pido posponerlo. Han pasado unas

309
pocas semanas, y aún estoy demasiado asustado. Vamos a darle un poco más de
tiempo, ¿de acuerdo? Y entonces…
—¿Luego vas a tratar? —pregunté, conteniendo la respiración.
Después de un ruidoso trago, asintió. —Sí. Luego lo vamos a intentar.
Dejé escapar un suspiro, aliviada de que no se negara, pero aún un poco
asustada porque todavía se contenía. —¿Y… ahora qué?
Su sonrisa se encontraba llena de sensualidad caliente. —¿Qué tal si nos
besamos hasta que nos quedemos dormidos envueltos en los brazos del otro?
Oh, Dios. Eso sonaba tan bien como el sexo. Así había sido siempre desde
que conseguí abrazarlo y dormir con él.
¿Y más besos? Si, podría manejar eso.
—Vendido —dije en voz baja, agarrando su camisa para que me siga hacia
las almohadas así podríamos acostarnos y sentirnos más cómodos.
Sus ojos se calentaron mientras me seguía. —También he extrañado esto.

310
37 Traducido por florbarbero
Corregido por Daniela Agrafojo

—¡Oh Dios mío! ¡Quinn se está quitando la camisa!


Ante la charla excitada de Caroline, levanté la mirada de la lista de
suministros que estudiaba sobre la mesa de picnic en el patio trasero de Noel y
Aspen para encontrar a los chicos empezando un juego de fútbol americano, y
dividiendo a los equipos entre los que usaban camiseta y los que no.
Quinn quedó para el lado de los que no usaban nada, donde fue forzado a
quitarse su camiseta.
A mi lado, Reese levantó la cara solo para elevar las cejas. —Oh —dijo,
añadiendo un pequeño zumbido de interés.
Cuando Aspen se retorció en el banco donde se hallaba sentada, Zoey hizo
un sonido de exasperación en su garganta. —¿Por qué todas miran a mi esposo?
—Porque el Dr. Modestia nunca se quita la ropa —murmuró Reese, yendo
tan lejos como para protegerse los ojos contra la luz solar para obtener una mejor
vista—. Ya era hora de que consiguiéramos un vistazo. ¡Maldita sea! Mason fue
elegido para el equipo de camisetas. —Dejó caer la mano, haciendo un puchero.
—Bueno, Ten fue elegido para jugar en el lado sin camisa —argumentó
Zoey—. ¿Por qué no puedes mirarlo a él?
—Meh. Ya lo he visto. —Reese volvió a concentrarse en la lista que
habíamos estado haciendo, solo para robarme la pluma y el papel, y añadir empresa
de catering a la parte inferior.
Se perdió totalmente la forma en que Caroline frunció el ceño. —Y mi
hombre tiene un pecho impresionante, muchas gracias.
Reese simplemente agitó una mano sin molestarse en mirar hacia arriba.

311
—Pero se desnuda todo el tiempo. Ya no es nuevo ni fascinante verlo medio
desnudo.
—Uh... sí, lo es —comenzó a discutir Caroline, solo para soltar un suspiro de
alivio—. Oh, gracias a Dios, Noel y Colton terminaron con las camisetas.
—¡Oye! —Aspen se dio la vuelta, claramente ofendida en nombre de su
esposo. Pero debió darse cuenta de que hablaba con la hermana del hombre,
porque sus hombros cayeron—. Bueno, supongo que tienes que decir eso.
Sin embargo el tercer hermano de Caroline no consiguió ser elegido para el
lado de las camisetas. Brandt se unió al equipo de Quinn y Ten, quitándose la
camiseta y guardándola en el bolsillo de atrás, de modo que colgaba por la parte
trasera de sus vaqueros.
Era una vista que hacía agua la boca, si me permites decirlo, sobre todo con
la luz del sol brillando en su pecho tonificado y su oscuro cabello un poco
desordenado por quitarse la ropa.
—Creo que hay alguien feliz de que uno de tus hermanos fuera elegido para
el lado sin ropa —le murmuró Zoey a Caroline.
Al darme cuenta de todas las chicas habían dirigido su atención a mí, dije
con fuerza—: ¿Qué? —No había visto desnudo a Brandt en semanas. Me estaba
matando.
Reese sonrió y chocó su hombro con el mío. —Tienes un poco de baba —
dijo—. Justo ahí.
—Mierda. —De inmediato pasé el dorso de mi mano sobre mi boca, pero se
encontraba seca.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó mi cuñada, su cara volviéndose rojo remolacha de
vergüenza—. No quise decir... literalmente. Lo siento. Simplemente... Por la forma
en que lo mirabas...
Al darme cuenta de que había tratado de burlarse de mí, no señalando baba
real, me relajé. —Oh.
Golpeó su rostro con la mano. —Soy una idiota.
El horror en su cara me hizo reír. Ella sabía cuán auto-consciente era sobre el
aspecto babeante de mi vida, así que sabía con seguridad que nunca se burlaría de
mí a propósito, y por eso encontré su paso en falso hilarante.
A mi alrededor, Caroline y Aspen, y después Zoey se unieron, todas riendo.

312
Por último, Reese dejó escapar un suspiro y se rió también. Llegamos a reír
tan fuerte, que los chicos detuvieron la preparación de su juego para echarnos un
vistazo.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Noel.
Las mujeres respondieron—: Nada —al unísono, lo que desencadenó una
nueva ronda de risas.
Los chicos finalmente se rindieron y negaron con la cabeza antes de regresar
a su juego, mientras todos los niños seguían jugando en la piscina para niños.
—Ahora, ¿dónde estábamos? —preguntó Reese, una vez que nos
tranquilizamos lo suficiente para concentrarnos en la tarea en cuestión, de
planificar una fiesta de graduación para mí, Brandt, e incluso Colton, ya que iba a
terminar la escuela secundaria una semana después que Brandt y yo.
—Creo que estamos listas —murmuró Aspen, leyendo por encima de la
lista—. Esto luce bien. Va a ser una fiesta perfecta para ti y los chicos.
—¡Grandioso! —Caroline golpeó las manos sobre la mesa y se levantó—.
Ahora vamos a conseguir algo de comida. Estoy hambrienta.
A medida que íbamos hacia la casa, eché otra mirada hacia los hombres que
jugaban. Brandt acababa de hacer una carrera con el balón solo para ser atrapado
por Noel. Jadeaba mientras seguía a los otros de nuevo a una nueva línea de
ataque cuando debió sentir mi mirada. Sonrió y levantó su mano para saludar.
Y ya que estaba tan ocupada comiéndolo con los ojos, rodé directo hasta el
costado de la rampa. Intenté detener la silla, pero siguió su camino y cayó hacia
adelante, sobre la rampa, haciéndome aterrizar sobre mis manos y rodillas.
—¡Oh Dios mío! ¡Sarah! —Reese se apresuró hacia mí, pero Brandt ya había
llegado.
—¿Nena? —Sus manos calientes agarraron mis hombros.
—Estoy bien, estoy bien —dije rápidamente, a pesar de que mis palmas y
espinillas ardían—. Solo fui torpe.
—¿Eso es sangre? ¿Está sangrando? —Oí la voz de Mason llena de pánico.
Los dedos de Brandt se desplazaron por encima de mi pierna, desde la
rodilla hacia abajo. —Creo que es solo un rasguño. Limpiémoslo para poder ver
mejor. —Apretó los labios contra mi frente antes de anunciar—: Aquí vamos.
Se puso de pie, levantándome. Luego me llevó adentro, y todo el mundo fue
detrás de nosotros, incluso los niños.

313
Cuando oí a mi sobrina y sobrino preocupados preguntándole a Reese si
me hallaba bien, sentí la necesidad de decir de nuevo—: ¡Estoy bien! Muy bien. —
Después enterré mi cara en el pecho de Brandt y murmuré—: Señor, esto es tan
embarazoso.
Brandt se rió contra mi frente. —Aguántalo, cariño. Que todas estas
personas estén preocupadas solo demuestra lo mucho que eres amada.
—Todavía es humillante —murmuré, aunque me sentí vagamente tentada a
utilizar mi lengua para degustar toda esa atractiva piel contra la que se presionaba
mi cara cuando entramos en su habitación.
Con otro beso en la mejilla, me llevó a la cama y se sentó, colocándome en
su regazo. Luego me sostuvo, mientras todos los demás trataban de ayudar, Aspen
y Caroline discutiendo qué artículos del cuarto de baño serían mejores para
limpiar la herida, Zoey afirmando que su esposo era el médico y debía dar el
primer vistazo, mientras que Mason, Noel, Ten y Colton se ubicaban alrededor de
mis tobillos ensangrentados, y Reese trataba de que los niños no entraran para
curiosear.
—Es una locura —dije.
Brandt colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja y sonrió. Cuando
Aspen y Caroline entraron a la habitación, sus brazos cargados con todo tipo de
insumos médicos, agitó la mano hacia todos y dijo—: Bien, ahora salga todo el
mundo. Tengo esto controlado.
Mason se enderezó para enviarle una mirada oscura. —¿Disculpa?
Encontrando la mirada de mi hermano mayor, Brandt repitió—: Tengo esto.
Mason abrió la boca, solo para cerrarla de nuevo y mover su mirada hacia
mí. Luego sus hombros cayeron y asintió. —No parece que sea demasiado malo —
murmuró.
Agarró a Noel y a Ten, y comenzó a arrastrarlos hacia la salida. Los demás
lo siguieron, Aspen quedándose de última para poder cerrar la puerta detrás de
nosotros y darnos algo de privacidad.
—Aquí. —Brandt exhaló y me movió de su regazo para poder ubicarme en
su cama—. Vamos a ver que tenemos.
Vi su cara mientras estudiaba mis piernas, limpiando cuidadosamente cada
espinilla antes de cubrir las abrasiones con vendas. A continuación, tomó mis
manos en las suyas y comprobó las palmas antes de limpiarlas también.

314
Todo lo que hice fue sentarme allí y estudiar su rostro con asombro mientras
se ocupaba de mí.
Habían pasado cuatro semanas desde mi accidente cerebrovascular. Mi lado
izquierdo seguía sintiéndose entumecido. Me hallaba bastante segura de que la
sensación completa nunca volvería, pero mi deglución había mejorado. Lo único
que sabía con certeza era que me encontraba tan recuperada como lo estaría alguna
vez. Esta era yo a mi plena capacidad. Los médicos habían ajustado mis
medicamentos y ya no me consideraban un alto riesgo.
Reese y Mason todavía flotaban, preocupándose por mi salud, pero Brandt
se había suavizado. Sabía tan bien como yo que esta era mi nuevo yo permanente.
Lo aceptó, y fue por eso que expulsó a los demás hace un momento. Dramatizarían
sobre mi pequeña caída estúpida y tratarían de hacer que fuera algo más grande de
lo que era. Él no lo haría, y sabía que eso era lo que yo necesitaba en este momento.
Una vez que terminó con las manos, levantó la vista. —¿Dónde más?
Negué con la cabeza. —En ninguna parte. Eso es todo.
Entrecerró los ojos como si no me creyera. —¿Estás segura? ¿No te
lastimaste en ningún otro sitio?
—Nop. —Le sonreí, amándolo con cada molécula de mi ser—. Y puedo
decir, muchas gracias por cuidar de mí. —Acaricié su rostro con el dorso de mis
dedos—. Y gracias de nuevo por no enloquecer como todo el mundo.
Con una sonrisa, negó con la cabeza. —Estoy muy orgulloso de mí mismo
por eso también, aunque juro que mi vida pasó ante mis ojos cuando empezaste a
caer. —Se inclinó y presionó su frente contra la mía—. Normalmente, no te caes de
esa manera.
Tarareando, froté mi nariz con la suya. —Te culpo totalmente.
—¿A mí? —Sorpresa y diversión destacaron su tono mientras levantaba las
cejas—. ¿Cómo fue que yo lo causé?
Resoplé. —No puedes ir por ahí luciendo tan sexy, sin camisa e irresistible,
y luego sonreír y enviarme un saludo coqueto, y no esperar que una chica tan
frustrada sexualmente como yo no tropiece por la lujuria.
Sus ojos azules se volvieron calientes y sus párpados se entrecerraron.
—Sexualmente frustrada, ¿eh? ¿Qué pasa con todo lo que hicimos anoche?
Me había hecho sexo oral y luego me permitió verlo masturbarse. Fue
caliente, pero...

315
—Eso solo me hizo querer más. —Inclinándome, le susurré al oído—: Y
ahora lo quiero todo.
Temblando, volvió la cara lo suficiente para que nuestras bocas estuvieran
solo a un centímetro de distancia. Sus fosas nasales se abrieron y sus pestañas
temblaron antes de murmurar—: Ha pasado un mes desde el accidente
cerebrovascular.
—Así es —coincidí, lamiendo mis labios mientras arrastraba perezosamente
un dedo por el centro de su pecho caliente y desnudo—. Y mis bragas están
empapadas en este momento.
Gimiendo, tomó mi mano y me miró a los ojos. —Júrame que te sientes bien.
Oh, Dios mío, estaba considerándolo.
Por un segundo, lo miré boquiabierta. Luego formé la sonrisa más amplia
imaginable. —Estoy tan bien como alguna vez voy a estarlo.
—Joder —murmuró, como si eso fuera algo malo, pero luego se lanzó hacia
mí, besándome y clavando su lengua en mi boca, agarrando mi cara antes de lidiar
con mi camiseta sin mangas—. Gracias a Dios. Porque no puedo aguantar más.
Jadeé cuando succionó una bocanada de mi pecho, mientras me quitaba los
pantalones cortos al mismo tiempo. Después arqueé la espalda para darle más de
mí mientras me agarraba el pelo.
—Te amo muchísimo.
—Yo también te amo. —Su voz se apagó antes de retirarse para soltar una
risa temblorosa y agitar la cabeza—. No puedo creer que estemos haciendo esto.
Me gustaría poder resistir mejor.
—A mí no. —Me gustaba la forma en que se rindió—. Ahora quítate los
pantalones.
—Sí, señora. —Su risa se volvió ronca mientras lo hacía, bajándose de la
cama para quitarse los zapatos y sus vaqueros.
Antes de retirar sus calzoncillos, fue de puntillas hasta la puerta y la
bloqueó lo más silenciosamente posible.
Me tapé la boca, amortiguando mi alegría. —Bien pensado.
Se encontró con mi mirada desde el otro lado de la habitación, y luego,
lentamente, se quitó la última prenda de ropa.
—Por Dios —pronuncié—. Eres tan hermoso.

316
Brandt suspiró. —Eso es lo que iba a decir de ti. —Se acercó a la cama y me
ayudó a acostarme.
—Lo haría —dijo, besando un camino hacia abajo por mi cuerpo—. Sería
capaz de mantener las manos lejos de ti por tu bien, si tuviera que hacerlo.
—¿Seguro? —pregunté, empujando las caderas hacia delante tan pronto
como llegó a la cúspide de mis muslos.
Contuvo el aliento cuando inhaló mi olor y sacudió la cabeza. —No... Ahora
que lo mencionas, no estoy tan seguro. Gracias a Dios que no tenemos que
probarlo, ¿eh?
Después me lamió, girando su lengua alrededor de mi clítoris. Mis caderas
se arquearon por voluntad propia y mi respiración se volvió superficial.
—Oh Dios. Oh, Dios —gemí.
Me torturó más, empujando un dedo dentro de mí, seguido rápidamente
por otro. Mi cuerpo empezó a contraerse. Miré hacia abajo justo mientras él alzaba
la vista. Cuando nuestras miradas se encontraron, su cara se volvió borrosa y mi
cuerpo solo pudo concentrarse en sí mismo cuando me vine.
Cuando terminé, se sentó, sonriendo antes de limpiarse la boca. —Dios, me
encanta la forma en que sabes cuándo acabas.
Sonreí, sintiéndome poderosa con esa declaración.
Brandt sacó la cartera del bolsillo y sacó un paquete de condones. Empecé a
reír, me sentía tan emocionada, porque esto estaba pasando. ¡Finalmente sucedía!
Una vez que estuvo listo, tomó una de mis muñecas y la sostuvo por encima
de mi cabeza mientras se tomaba con su mano libre para guiar su pene. Pero antes
de poder presionar en mi interior, se detuvo y dejó escapar un suspiro. Una gota
de sudor bajó por el lado de su cara.
Su mirada encontró la mía, y lo supe. Recordaba el accidente.
—Bebé, estará bien.
Exhaló y negó con la cabeza antes de bajarse de encima de mí.
—No, no de esta manera. Tú sobre mí. Marca el ritmo. Tengo demasiado
miedo de... Necesito que controles el movimiento y lo tomemos con calma por esta
vez.
Hice una pausa y parpadeé. —Pero no puedes dejar que una mujer…

317
Me hizo callar presionando los dedos en mis labios. —Para llegar a estar
dentro de ti, lidiaré con ello. —Me besó suavemente—. La cuestión con mi mamá
palidece en comparación con lo preocupado que estoy de que tengas otro ACV.
Además. —Se encogió de hombros—. Tengo la sensación de que no será tan
terrible, no si termina conmigo viniéndome dentro de ti.
Secretamente complacida de que estuviera dispuesto a intentarlo de esta
manera y confiar en mí para ayudarlo a atravesar sus propios problemas, asentí.
—Bueno. Voy a estar arriba.
Se dio la vuelta y me llevó con él.
Cuando me senté, a horcajadas sobre su regazo, tomó mi cadera para
estabilizarme. —¿Estás bien?
—Oh, sí. —Me las arreglé para frotar mi clítoris contra su erección. Se sentía
increíble. Era más difícil de esta manera, pero me gustaba ser capaz de mirar hacia
abajo y ver a mi hombre extendido por debajo de mí, jadeando por más.
Mordí mi labio, nerviosa por establecer un disparador en él y nerviosa por
ser buena en esto en esta posición. Mi cuerpo no se movía exactamente como yo
quería, pero Brandt me ayudó, aferrándose a mí y guiándome hacia arriba, luego
hacia abajo sobre él.
Se sentía más grande mientras empujaba dentro de mí. Contuve la
respiración y me mordí el labio, mi cuerpo extendiéndose hasta... oh, cielo santo.
Se encontraba dentro de mí.
—Oh, Dios mío, extrañaba esto.
—Sí —concordó, doblando las rodillas para proporcionar un respaldo para
mí—. Oh, mierda. Sí. También lo extrañaba.
Sonriéndole, me levanté y bajé. Inclinó la espalda y gimió.
Era fascinante ver su cara y observar cada momento de excitación que
experimentaba.
—Te amo —dije.
Su mirada se centró en mí. —Yo también te amo. No puedo creer que
realmente estemos haciendo esto.
Asentí y apreté los dientes justo cuando tocó algo dentro de mí que se sintió
como una descarga eléctrica. —Oh Dios. Justo ahí. Justo ahí.
Brandt flexionó sus caderas, golpeándolo de nuevo. —¿Justo ahí?

318
Me mordí el labio y asentí. —Mmm hmm.
Empujó sin piedad, frotando una y otra vez contra ese dulce punto hasta
que mi vientre se contrajo. —Brandt —grité, llegando con el siguiente empuje.
—Mierda, yo... —No pudo terminar la frase. Se encontraba demasiado
ocupado corriéndose conmigo.
Montamos el rayo, follando hasta que nuestros orgasmos cedieron. Después
dejé escapar un suspiro.
—¿Estás bien? —preguntó, sonando preocupado.
Me reí. —Estoy increíble. —Me sentía como un fideo cocido. Sonriendo, le
pregunté—: ¿Qué hay de ti? ¿Estás bien?
Me sonrió, sus labios separados con asombro. —Sí. Jesús —jadeó por fin,
acunando mis pechos—. ¿Por qué no lo intenté de esta forma antes?
Le sonreí con amor. —Porque estabas esperando por mí.
Deslizando sus manos por encima de mi pecho, siguió hasta que ahuecó mi
cara con ambas palmas. Luego me miró a los ojos y murmuró—: Maldición, claro
que lo hacía.

319

320
38 Traducido por Vane Farrow
Corregido por Itxi

Rodeado de un mar de graduados con toga negra, enderecé mi birrete


cuando sentí que comenzó a inclinarse sobre mi cabeza, y la borla colgando de ella
me golpeó en la cara.
—Podría la Facultad de Contabilidad y Sistemas Informáticos ponerse de
pie por favor —llamó el locutor, llevando mi atención al escenario en la parte
delantera del gimnasio. Apenas podía distinguir a Sarah en su silla de ruedas
mientras se alineaba con el resto de sus compañeros.
Si hubiéramos estudiado en el mismo departamento para nuestros grados
de licenciatura, habríamos sido capaces de sentarnos juntos a lo largo de este
fiasco. Por desgracia, me hallaba atrapado aquí, esperando con el resto de los
estudiantes de enfermería. No sabía por qué me molestaba con la graduación de
todos modos. No era como si hubiera terminado con la universidad. Ahora que mi
licenciatura terminó, tenía que seguir trabajando en mi doctorado de terapia física.
Pero Aspen se puso toda ojos llorosos cuando caminé de mi habitación con
mi toga y birrete, y Sarah se hallaba emocionada por graduarse conmigo, además
de que planearon una gran fiesta para nosotros y Colton, así que… Estuve de
acuerdo con esto para hacer felices a todos.
Llamaron nombre tras nombre, y mantuve el ojo sobre Sarah mientras
rodaba lentamente más cerca del escenario. No había manera de que manejara los
escalones de la plataforma, así que contuve la respiración tan pronto como entregó
su tarjeta para dejarle saber al locutor como se pronunciaba correctamente su
nombre.
El portavoz oficial repartió los certificados vacíos moviéndose hacia delante
para que pudiera saltar del escenario y estrechar la mano de ella, felicitándola por

321
su logro. Y tan pronto como su nombre resonó a través del sistema de altavoces,
grité y piropeé en apoyo.
Casi media hora más tarde, por fin tuve mi turno para cruzar el escenario y
tomar mi foto dando la mano a un tipo importante.
Sabía que no era un gran asunto, pero algo dentro de mí se hinchó de
orgullo de todos modos cuando oí que mi familia me animaba. Me hizo
comprender que recorrí un largo camino desde el niño malhablado que fue jodido
por su madre cuando tenía trece años. Crecí y maduré hasta convertirme en algo
digno, algo lo suficientemente digno para conseguir a la mujer de mis sueños. Y
todo era porque esta chica se arriesgó conmigo y me envió una única solicitud de
amistad.
Buscando su silla de ruedas cuando se sentó de nuevo con su departamento,
lancé un beso en su dirección y juro que la vi agarrarlo y presionarlo contra su
corazón.
Las cosas se sentían bien y completas cuando finalmente nos liberaron del
gimnasio. El campus se encontraba demasiado lleno para reunirnos con todos los
que habían venido a vernos graduarnos, así que decidimos celebrar en la sala de
recepción trasera en Forbidden, y Pick ordenó comida italiana. Colton no se
graduaría hasta la próxima semana, el pequeño nerd todavía se quejaba de hacer el
discurso de bienvenida, pero era más fácil tener una gran fiesta para los tres a la
vez, así que decidimos tenerla después de la graduación de la universidad.
Sarah y su familia ya se encontraban allí cuando llegué. No habíamos
conseguido hablar frente a frente en todo el día, así que me dirigí hacia ella de
inmediato y la saqué de la silla para darle un fuerte abrazo y un beso antes de
dejarla volver a bajar.
—Felicitaciones —le dije, presionando mi frente con la suya—. Lo hicimos.
Devolviéndome la sonrisa, me acarició la mejilla. —Sí, lo hicimos. Estoy tan
orgullosa de ti. Estaba tan segura de que saldrías huyendo de alguna manera.
Me burlé, fingiéndome insultado y jadeé. —Te dije que lo haría.
—Sí —murmuró—. Sí lo hiciste.
—Oigan, oigan. Suficiente de ustedes dos —llamó Reese, interrumpiendo
antes de que nos besemos de nuevo—. Tengo que hacer un discurso antes de que
empiecen a hacer bebés con sus ojos. —Levantando su copa, se movió a la parte
delantera de la habitación hasta que se hallaba de pie junto a la mesa de buffet—.
Esto es por Sarah y Brandt por haber pasado sus licenciaturas, y Colton, la

322
secundaria. Buena suerte, Sarah en encontrar un trabajo que se adapte a tu
especialidad, y Brandt, buena suerte con la escuela de graduados. Y Colton, ya
sabemos que lo harás genial con el discurso de bienvenida. ¡Los amamos, chicos!
Tomó una copa y todo el mundo la siguió, animándonos. Sarah tomó un
sorbo de su copa, y miró alrededor a nuestra familia y amigos que habían venido a
celebrar con nosotros. Mis hermanos, sus cónyuges y niños se sentaron en una
mesa. Mason y Reese junto con sus dos niños y los cuatro de Pick y Eva tomaron
otra. Luego las familias de Knox y Felicity, Quinn y Zoey, y Asher y Remy llenaron
la tercera mesa. Todos parecían contentos y orgullosos de nosotros.
Tomando la mano de Sarah, le dije—: Mira todo este apoyo. Somos muy
afortunados, ¿verdad?
Miró a su alrededor, sonriendo suavemente. —Sí. Lo somos.
Pensando que era un momento tan bueno como cualquier otro para darle mi
regalo de graduación, deslicé mi mano en el bolsillo y saqué una llave que colgaba
de un trozo de cinta con un lazo.
—Sarah Arnosta —murmuré, de rodillas junto a ella—. Te he amado nueve
años y he adorado cada minuto que hemos estado juntos. Pero no es suficiente.
Quiero más. Lo quiero todo. —Al presionar la llave en su mano, le dije—: ¿Me
harías el honor de mudarte conmigo?
Sus labios se apartaron mientras miraba la llave. —¿Qué… —Su mirada se
levantó, la sorpresa amplió sus ojos—. ¿Qué es esto?
—Es una llave para un nuevo apartamento que Pick me ayudó a encontrar.
—Tomando una respiración profunda, fui por el oro—. Podría vivir allí solo y
todavía ser perfectamente feliz, escabulléndome en tu habitación cuando Mason no
está mirando, o… podríamos tener todo, y simplemente… vivir juntos. Por eso es
lo que voto, por cierto.
Sarah se rió, pero entonces sus ojos se llenaron de lágrimas. —Oh, Dios mío,
Brandt. No puedo… esto es… sí, ¡Oh Dios mío, sí! Voy a mudarme contigo. ¿Estás
seguro?
Riéndome, la jalé para otro abrazo. —Nunca he estado más seguro de nada
de lo que estoy de esto. Estoy listo para comenzar el resto de mi vida contigo, en
este momento.
Las lágrimas de Sarah rodaron por sus mejillas mientras su sonrisa creció.
Luego ondeó la llave frenéticamente. —Este es el mejor regalo de graduación.

323
Me encogí de hombros con remordimiento. —No es uno muy típico, eso es
seguro.
—No, es mejor. Mejor que cualquier cosa que el dinero pueda comprar.
Invaluable.
Bueno, supongo que eso tenía sentido, ya que ella para era mi invaluable.

Fin

324
ó :

325
1 Traducido por Vane Farrow
Corregido por Janira

No debería estar aquí.


Me estuve diciendo variaciones de ese mismo sentimiento durante todo el
día, empezando con no debería ir, mientras me vestía para la boda, hasta ¿qué
demonios estoy haciendo? Mientras entraba a la iglesia. Y aquí me hallaba ahora,
todavía llena de un pesar tortuoso mientras me encontraba sentada sola en una
mesa redonda durante la recepción y miraba un montón de gente blanca que
intentaban bailar “Cha Cha Slide.”
Eso era simplemente doloroso por sí mismo.
Excepto por el novio. Se veía adorable intentando perfeccionar el Charlie
Brown. Podía decir que solo estaba en la pista de baile para entretener a su novia,
que se hallaba sentada en su silla de ruedas a unos metros delante de él y se tapaba
la boca con las manos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas de tanto reír.
Una sonrisa reacia tiró de mis propios labios. Sí, era muy jodidamente lindo
por la forma en que tan entusiastamente se involucró en la canción, sacudiendo el
culo hacia ella. Y ese esmoquin le sentaba como el pecado en un cono de helado.
Hacía que una chica quiera chupar…
No es que alguna vez hubiera chupado eso, aunque probablemente era la
única mujer asistente, además de la novia misma, que tuvo una cita con Brandt.
Bueno, la mitad de una cita. Había sido interrumpida por, ya sabes, la novia
misma, y nunca logramos tenerla de nuevo antes de que se diera cuenta de donde
yacía verdaderamente su corazón.
No culpaba a la nueva señora Gamble por arruinar mi cita y aplastar lo que
podría haber sido un gran y apasionado romance. Realmente no.

326
Pero la cosa era, realmente me gustaba Brandt Gamble. Me gustaba mucho,
lo suficiente para, tal vez, incluso romper mi regla de cinco citas antes de ir hasta el
final, en caso de que la primera hubiera llegado a su fin. Sin embargo, nunca me
dio siquiera un beso. Apuesto a que era un buen besador. Sus labios parecían del
tipo suave que hacían que se te doblaran los dedos tan pronto como estaban a un
metro de ti.
Era casi perfecto en todos los sentidos. Precioso, alegre, amable, compasivo,
trabajador, sociable y rudo solo alrededor de los bordes para ser total y
atractivamente masculino.
Mirando a medida que la canción terminaba y se movía hacia adelante para
presionar los labios de aspecto suave contra los de su esposa, carraspeé,
sintiéndome vil por pensar lo que pensaba.
¿Quién en su sano juicio asistía a una boda para ver a su enamoramiento
casarse con otra persona?
Yo, al parecer.
Era una idiota. Debería solo agarrar mi bolso, levantarme e irme ya. Yo era
mejor que esto. Si ponía mi corazón en ello, probablemente podría conseguir a
cualquier hombre que quisiera. No tenía necesidad de estar deprimida por alguien
no disponible…
Al otro lado de la mesa frente a mí, un hombre en un esmoquin se dejó caer
en un asiento de una manera descuidada, borracho, diciendo—: Hola, sexy.
Moví la mirada hasta el rostro del hombre solo para gemir en miseria.
No un hombre. Solo un chico. Solo un chico engreído, demasiado atractivo
para sus apenas dieciocho años.
El padrino, también conocido como el hermano menor molesto de Brandt,
movió las cejas apasionadamente. —Te ves lo suficientemente bien para tenerte
para el desayuno, almuerzo y cena. Y esa hendidura en tu falda, llegando hasta la
mitad del muslo... mmm, muñeca, me ha estado volviendo loco toda la noche.
Dios, mátame ahora. Como si hubiera algo peor que ver al chico por el que
suspirabas casarse con otra mujer, tenía que ser pasar tiempo en compañía de
Colton Gamble.
—¿Por qué...? —exigí, mirándolo lo suficiente enojada que esperaba que
entendiera la indirecta y se comportara por una vez en su vida—. ¿No puedes
decir simplemente que me veía bien?

327
—¿Bien? —Resopló, sus ojos marrones brillaron con deleite—. La novia se
ve bien. Mis hermanas y sobrinas pequeñas se ven bien. Tú... no, no te ves muy
bien. Te ves jodidamente deliciosa.
En contra de mi voluntad, el calor se enroscó en mi estómago. Eso es lo que
más odiaba de Colton. Podía manejar sus molestias inoportunas y hacerlas a un
lado sin otro pensamiento. Era la forma en que su mirada podía hacer que mis
muslos tiemblen y pechos se vuelvan pesados que me daban ganas de golpearlo.
Era la antítesis completa de su hermano. Mientras que Brandt era más
humilde acerca de su apariencia, Colton sabía qué tan caliente era y le gustaba
resaltarlo. Brandt parecía trabajar por todo lo que tenía, mientras Colton tenía una
especie de holgazanería, como si solo se sentase y dejase que el mundo viniera a él.
Su personalidad era tan fuerte y dominante, que no me hallaba segura de lo que
consideraba importante, excepto tal vez sí mismo, mientras que Brandt llevaba sus
sentimientos por los demás al descubierto. La presencia de Brandt era relajante y
fácil de manejar, mientras que estar cerca de Colton siempre hizo todo dentro de
mí enroscarse y apretarse con... Ni siquiera sé. ¿Molestia? ¿Pavor? ¿Conciencia?
¿Emoción?
Fuera lo que fuese, lo odiaba. Y lo que es peor, juro que sabía lo mucho que
me afectaba. Su rostro siempre llevaba esa sonrisa arrogante y petulante, como si
pudiera leer cada pensamiento sucio en mi cabeza. Odiaba eso también... casi tanto
como lo odiaba a él.
De acuerdo, tal vez no lo odiaba, ni siquiera lo conocía realmente, pero
podía estar sin todo ese maldito lío que causaba en mi interior. Los líos eran solo...
desagradables. Y odiaba los líos. Yo era el tipo de chica que prosperaba del orden y
el control. Solo hacía falta darle una mirada a Colton para saber que esas cosas no
existían en su área de especialización.
Apoyó los codos sobre la mesa, y descansó la barbilla en una mano mientras
me miraba pensativo. —También lucías solitaria aquí sentada toda sexy y sola. Así
que decidí que no podía permitir eso.
Ignoré lo dulce que era que hubiese estado preocupado por mi bienestar, y
le envié una mirada seca. —Estoy bien.
Levantó una ceja, lanzándome una intensa mirada que me hizo retorcerme
en el interior, como si pudiera sentirlo hurgando en mis pensamientos más
íntimos. —¿Lo estás?

328
Inhalando, aparté mi mirada y recorrí la estancia, necesitando algo más en
que centrarme. Cuando vi a Brandt llevando a su novia hacia el pastel y ponche,
parpadeé rápidamente.
Al otro lado de la mesa, Colton se inclinó hacia mí. —Dime algo, Julianna.
¿Qué haces aquí?
Su pregunta me hizo entrecerrar los ojos. Virando mi atención hacia él,
negué con la cabeza, confundida. —¿Qué quieres decir? Aquí es donde estaba mi
tarjeta de lugar. —Levanté la tarjeta que le mostró el nombre Julianna Radcliffe
impreso cuidadosamente en la hoja doblada de papel de tarjetas—. ¿Dónde más
podría sentarme?
Pero negó con la cabeza. —No. No aquí en esta mesa. ¿Qué haces aquí en
esta boda?
Mis labios se separaron. Sintiéndome repentinamente no deseada y
pequeña, entrecerré los ojos hacia la fuente de este sentimiento horrible. —Me
invitaron —respondí.
Colton suspiró y miró un momento hacia el techo antes de encontrarse con
mi mirada y murmurar—: No significaba que tuvieras que venir.
—¿Qué? —Enderezando la espalda y elevando la barbilla, le dije—: ¿Tienes
algún tipo de problema conmigo, pequeño Gamble?
Se rió. El bastardo estaba a la mitad de un segundo me hacerme llorar y
escabullirme de esta estúpida recepción con la cola entre las piernas, y tuvo la
audacia de reírse en mi cara. Imbécil. Debería sacarle los ojos. Y todo este tiempo,
había pensado que le gustaba cuando coqueteaba sin piedad. Cada vez que me
veía, de hecho, hacía un comentario sobre querer meterse en mis pantalones. Me
hizo sentir traicionada por todos sus anteriores actos falsos de seducción.
Pero luego dijo—: Claro que no, no tengo ningún problema contigo. —Me
hizo fruncir el ceño en confusión. Inclinó la cabeza hacia un lado—. ¿Qué? ¿No he
dejado eso bastante claro cada segundo que he pasado en tu compañía? Porque,
sabes, puedo intentarlo más.
—¡Dios mío, no! —Contra mi voluntad, mi cuerpo se asentó con alivio al
saber que no me odiaba, lo que me molestó, porque no quería preocuparme por lo
que pensaba de mí en absoluto—. Entonces, ¿cuál es tu maldito problema? —exigí,
apretando los dientes, ya que me importaba mucho más de lo que quería.

329
—No tengo un problema —respondió con ligereza, haciéndome gruñir mi
agravación—. Solo tengo curiosidad por qué decidiste torturarte y asistir a esta
boda para ver el tipo por el que estás loca casarse con otra persona.
Me quedé helada.
Rezando para que no acabara de decir lo que sabía que acababa de decir,
deslicé mi mirada hacia Brandt, solo para deslizarla con aire de culpabilidad de
vuelta a Colton, que levantó una ceja conocedora, esperando mi respuesta.
Así que tomé un largo y lento trago de mi copa de champán, casi lo vacié, y
luego lo puse de nuevo sobre la mesa antes de volver mi atención a Colton.
Con una risa divertida, le pregunté—: ¿Qué te hace pensar que estoy loca
por Brandt?
También se rió, echó atrás la cabeza y gritó, haciendo que la gente en otras
mesas nos mirara. Apreté los dientes un poco más, intentando no hundirme en el
suelo de la vergüenza mientras se acomodaba lentamente lo suficiente como para
decir—: Muy buena esa. —Limpiando una lágrima de su ojo, la sacudió de sus
dedos—. No tienes sentimientos por Brandt. Maldita sea, eso es lo más gracioso
que he oído en toda la noche. Pero en serio, no tienes que hacerte la tonta conmigo.
Sé que te gusta. Te observé mirarlo fijamente durante unos diez minutos seguidos
antes de venir aquí a rescatarte.
—No lo… —Oh, mierda. Estuve mirando fijamente, ¿cierto?—. Es una de las
únicas personas aquí que conozco —respondí a la defensiva—. Y es el novio. ¿A
quién se supone que iba a ver?
Colton sonrió. —Me podrías ver a mí.
—Oh, Jesús. ¿En serio? —Rodé los ojos y alcancé mi bolso del centro de la
mesa para irme. Ya era bastante humillante ser atrapada mirando, pero el flirteo
patético de Colton en la cima de todo fue lo que completó mi noche. Esta noche era
demasiado fastidiosa para continuar.
—Oye, espera. —Se movió hacia adelante, agarrando mi bolso antes de que
pudiera poner mi mano sobre este.
Lo fulminé con la mirada. —Maldita sea, Colton. Dame mi maldito bolso.
No lo hizo. Sonriendo, lo apretó contra su pecho antes de sostenerlo con un
dedo. —Solo dame un segundo. Tengo una idea. ¿Que si supiera cómo ayudarte a
superarlo?
Sus palabras me dieron la mitad de un segundo de pausa, una esperanza
que no podía ignorar. Pero lo más importante, solo quería escapar de este idiota.

330
Sentándome de nuevo, crucé los brazos sobre el pecho, siguiendo el juego
en un intento de recuperar mis pertenencias. —¿Y cómo sugieres que haga eso?
Con un encogimiento de hombros, dijo—: De la misma forma que cualquier
mujer supera a un chico que le gusta. Metiéndose con algún otro idiota afortunado
para sacártelo de la mente, por supuesto. —Sonriendo, elevó la mano—. De hecho,
me ofrezco como premio de consolación.

331
¿No detestas cuando alguien destruye todos tus planes
cuidadosamente preparados?
Digo, yo tenía planes: Graduarme de la universidad en un
semestre, alcanzar un futuro por el que llevaba
esforzándome mucho, y una imagen de mí misma que
quería que el mundo vea. Mi vida estaba apilada en esos
bloques ubicados con precisión. Pero luego apareció
Colton Gamble y los derribó a todos.
Odiaba cómo él arruinaba todo, cómo podía acaparar toda
mi atención cuando se encontraba cerca, cómo hacía que
mi pulso se acelere; pero solo porque me fastidiaba, no
porque me atrajera. ¡Oh! Y odiaba que fuera consciente de su atractivo, ese idiota
superficial y presumido que no acepta un no por respuesta, que es coqueto,
demasiado arrogante y extremadamente irritante.
El muchacho tenía todas las cualidades que me disgustaban. O eso pensé.
Una noche, él no fue ese idiota tonto y demasiado confiado por el que lo tomaba
usualmente.
Una noche, cuidó de mí cuando me encontraba en mi peor momento. Se abrió a mí,
y me hizo abrirme a él.
Ahora estoy aprendiendo que tal vez él no es lo que pensé en un principio. Y tal
vez yo tampoco soy lo que pensé. Quizás está bien reorganizar algunos de mis
bloques perfectamente colocados. Tal vez, solo tal vez, voy a dejar de preocuparme
por lo que temo que todo el mundo vaya a pensar, y por fin logre algo que
realmente quiero. Es posible que algunos de mis planes tengan que ser
destrozados, y Colton Gamble es exactamente el tipo de desastre que necesito en
mi vida.
¿Qué opinas? ¿Debería darle una oportunidad?
Buscando desesperadamente un consejo,
Julianna Radcliffe.

332
Linda se crió en una granja lechera en el Medio Oeste
como la más joven de ocho hijos. Ahora vive en Kansas
con su esposo, su hija y sus nueve relojes de cucú. Su vida
ha sido bendecida con una gran cantidad de personas de
las que aprender y amar.
Escribir siempre ha sido una gran parte de su mundo, y
está tan feliz de compartir por fin algunas de sus historias
con otros amantes de los romances. Por favor visita su
sitio web: http://www.lindakage.com/

333

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