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02 Capitulo Parte II
02 Capitulo Parte II
Recibido: 8 de enero de 2012. Devuelto para revisión: 20 de octubre de 2012. Aceptado: 4 de febrero de 2013
No obstante, a pesar de su evidente interés, no sólo para la geografía sino para las
ciencias sociales en general, el concepto no deja de encontrar obstáculos que
pueden acrecentarse con el salto cultural hacia el mundo hispanoparlante. Uno de
ellos podría ser la propia definición de la gentrificación y del sujeto gentrificador
y en relación con esto, el uso del término de una forma excesivamente laxa, un
abuso en el cual se tiende a confundir la gentrificación con procesos de naturaleza
diversa con los cuales pueden existir fuertes interrelaciones pero no una
identificación total. A esta problemática se le suma el debate sobre la idoneidad
del término a utilizar en castellano que parece seguir a la espera de una solución
definitiva, con propuestas diversas, incluida la mera adaptación del término al
castellano por la que se ha optado en este documento. Independientemente del
vocablo utilizado, una delimitación clara de las características fundamentales del
proceso sería de gran utilidad, procurando diferenciar la gentrificación en sí de
dinámicas asociadas de forma coyuntural.
El concepto
El problema terminológico
Otro concepto cuya relación con la gentrificación puede provocar cierta polémica
es el de renovación urbana. Este hace referencia a la transformación y mejora del
medio ambiente urbano por medio de la reparación de edificación, dotaciones e
infraestructuras. Por lo tanto, es muy diferente de la gentrificación y resulta clave
que pueda operar sobre espacios no residenciales. A su vez, dentro del
aburguesamiento residencial, los procesos de renovación urbana pueden tener un
peso considerable. Esta relación ha quedado patente en un gran número de trabajos
empíricos. Además, en términos generales, la mejora del entorno físico resulta ser
un requisito fundamental para la gentrificación de un área, pues se trata de un
proceso que opera en el mercado de viviendas y que tiene como consecuencia
fundamental la mejora de la edificación y la revalorización de un entorno dado[26].
Esto implica que la renovación urbana (instrumentalizada en favor de los intereses
del capital inmobiliario o del sector turístico) puede ser causa de la gentrificación
al mismo tiempo que una de sus más evidentes consecuencias, pero no ha de
confundirse con la misma y esto es especialmente relevante en la medida en que
algunos autores pueden escudarse en el primer término para evitar referirse al
segundo, evitando el conflicto ético-político[27].
“Por gentrificación entiendo el proceso por el cual vecindarios de clase obrera son
rehabilitados por clases medias, propietarios y profesionales de la construcción.
Hago una distinción teórica entre gentrificación y redesarrollo. Redesarrollo
implica no la rehabilitación de estructuras viejas sino la construcción de nueva
edificación sobre suelos que habían sido desarrollados previamente”[28].
Enclaves y segregación
El sujeto gentrificador
El interés por consumir el centro urbano con toda la carga simbólica que conlleva
no es exclusivo de ciertos estratos acomodados. Habitualmente aparecen
vinculados a las diferentes etapas del proceso comunidades de inmigrantes
económicos, jóvenes alternativos, estudiantes, grupos de artistas, etcétera, que
pueden llegar a generar sus propios enclaves diferenciados. Apreciando esto, en
ciertas ocasiones los gentrificadores podrían interpretarse incluso como una fuerza
subversiva y rupturista, con un marcado carácter lúdico y cultural[51], además de
económicamente rentable para la ciudad. En esta percepción del proceso en la
última década, ha tenido mucho peso la denominada clase creativa de
Florida[52] en la que incluye gays, jóvenes, bohemios, profesores, científicos,
artistas, emprendedores y similares. Un conjunto visto por el autor como la llave
para el crecimiento económico de la ciudad contemporánea, incluida la
revitalización de los centros urbanos. Mucho antes, Zukin[53] afirmaba que el
proceso de gentrificación empezó a percibirse no sólo por la restauración
arquitectónica de viviendas deterioradas, sino también por la concentración de
nuevas formas culturales. Por su parte, Caulfield defendía que, aunque la
gentrificación se había asociado a una clase media con ingresos altos, los
participantes en el proceso hasta el momento habían mostrado una gran diversidad,
algo que comprobaba en sus estudios de caso en Toronto[54]. De esta manera, es
verificable el hecho de que, en determinados ejemplos, muchos individuos
asociados a ciertas identidades culturales se introducen en los sectores en proceso
de gentrificación a pesar de no poseer un rango de ingresos demasiado elevado.
Algunos autores han venido a denominar la introducción de estos grupos como
“gentrificación marginal”[55] o incluso “gentrificación positiva”[56] dando una
connotación ideológica al término con la que aquí no se comulga.
Una relevancia más evidente que la cuestión del género parece tener la de la
sexualidad. Así, en las últimas décadas, los vecindarios gays se han vuelto parte
familiar del paisaje urbano, a menudo vinculados al desarrollo de procesos de
gentrificación. El estudio de Castells[61] sobre la comunidad gay de San Francisco
es una referencia constante en la vinculación de este grupo a ciertos fenómenos
urbanos. Otros autores que han estudiado el establecimiento de comunidades gays
en barrios en proceso de gentrificación recurren a menudo a él, como en el trabajo
de Lauria y Knopp[62] o el estudio sobre los enclaves de lesbianas de Adler y
Brenner[63].
Aún así, más que gentrificadores, los grupos de artistas parecen ser un colectivo
de transición óptimo ante un eventual aburguesamiento. Se especula con que los
caseros de Manhattan ofrecían en la década de los ochenta rentas bajas para atraer
artistas y galerías que sirvieran para revalorizar el entorno y de hecho, de forma
más reciente, esta ha sido una táctica relevante dentro del llamado Programa de
Rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México[74]. Así, al menos una parte
de este tipo de comunidades parecería funcionar como bisagra entre la vieja
población pobre y la burguesía asalariada, al mismo tiempo que dinamizadora del
proceso de gentrificación, al hacer el sector decadente progresivamente atractivo
con su trabajo y su presencia[75]. En cualquier caso, esto no quiere decir que una
parte importante de los grupos de jóvenes, artistas, bohemios, estudiantes, etcétera
no formen parte, o vayan a hacerlo en el futuro, de grupos de estatus elevado, por
herencia/reproducción o por promoción social.
Resulta esencial para clarificar esta cuestión partir de que estos enclaves culturales
no tienen que aparecer en espacios donde se esté produciendo un proceso de
gentrificación, al mismo tiempo que dicho proceso no tiene porqué vincularse a
grupos con identidades culturales fuera de la propia de la clase social privilegiada
que coloniza el espacio. De hecho, podríamos hablar de tipos puros de
gentrificación cuando se trata de un proceso en el que existe una simple y clara
suplantación de una población con bajos ingresos por un grupo social acomodado
–por ejemplo, el caso de San Bernardo en Sevilla[80]-, diferenciado de otros en
los que la gentrificación se apoya o se ve obstaculizada por la implantación de
enclaves basados en otro tipo de identidades –tanto el Raval de Barcelona como
Lavapiés en Madrid podrían ser buenos ejemplos–. Esto lleva a preguntarse la
razón que hace que estos procesos ocurran de forma sucesiva o simultánea en el
mismo tipo de espacios. La respuesta requiere definir cuáles son las características
de los espacios en los que suceden estos acontecimientos.
Ocasionalmente puede darse una identificación absoluta entre una filiación cultural
particular no relacionada con la estratificación social y una clase privilegiada, de
tal forma que todos los miembros de la comunidad cultural estén incluidos dentro
del sujeto gentrificador. Este sería el caso de un enclave homogéneo respecto de
sus características socioeconómicas y asociado a una estratificación social alta.
Sería complejo que esto se diese, por ejemplo, con la comunidad gay, dentro de la
cual siempre va a existir una cierta heterogeneidad socioeconómica, sin embargo
podría ser más común en el caso de enclaves étnicos fruto de procesos migratorios,
que tienden a tener unas características socioeconómicas más homogéneas[91].
Todos los casos tienen como base la existencia de un espacio con características
que lo hacen permeable a la introducción de nuevos grupos socioculturales. La
aparición de uno u otro caso depende en primer lugar del perfil sociolaboral
predominante en la comunidad étnico-cultural y del grado de homogeneidad por
criterios de renta de la misma. En segundo lugar depende de toda una serie de
factores con dimensión histórica que determinarán uno u otro suceso.
Esta es una de las dos claves fundamentales del texto, junto con la necesidad de
entender la gentrificación, esencialmente, como aburguesamiento residencial cuyo
producto es la creación de un enclave de la burguesía asalariada. La interpretación
del espacio residencial como un ámbito ocupado secuencialmente en función del
nivel de ingresos, permite percibir de una forma más clara la esencia de este
aburguesamiento y del sujeto gentrificador que lo protagoniza, así como las
razones por las que consigue imponerse frente a otras poblaciones en un contexto
de libre mercado.
Notas
[1] Checa-Artasu, 2011, Duque Calvache, 2011, Contreras, 2011 o Salinas Arreortua, 2011.
[16] Este tipo de identificaciones son frecuentes, empezando por el hecho de que gran parte de la terminología
referente a la estructura social se sirve de una terminología espacial, como señalaba Ossowski (1972). De forma
inevitable se van a utilizar conceptos similares para referir la estructura social y la estructura socioespacial,
dado que ambas están indisolublemente unidas.
[17] Ha de entenderse que el aburguesamiento se produce sobre el conjunto de un hábitat urbano, si bien la
cuestión de la residencia es central. Si se está refiriendo un cambio de uso o transformaciones en sectores sin
usos residenciales, se está hablando de un proceso sustancialmente diferente.
[29] Estos procesos están relacionados con las políticas urbanas a lo largo del tiempo, que varían
sustancialmente de un Estado a otro. Así, en EEUU, el apoyo inicial del estado en los setenta jugó un cierto
papel aunque la mayor parte de la gentrificación fuera liderada por la iniciativa privada, para ganar peso
especialmente las políticas activas ya en el periodo más reciente (Hackworth y Smith, 2001). Por su parte en
otros países, como España, las políticas de rehabilitación parecen haber sido mucho más determinantes.
[41] Uno de los nombres más asociados a este término en su origen es Wright, 1987.
[46] Para el caso de la estadística pública del Estado español, este colectivo podría identificarse con el escalón
que Reques y Rodríguez (1998, p. 93) referían como clases medias superiores. Un grupo minoritario si lo
confrontamos, por ejemplo, con el proletariado del sector servicios, es decir, con los trabajadores del sector
terciario de cualificación media-baja (clase media baja en la denominación de Reques y Rodríguez), pero al
mismo tiempo numeroso y que ha incrementado notablemente sus filas en los últimos treinta años coincidiendo
con los conocidos cambios del mercado laboral y la economía en general.
[47] “Entonces, la teoría del uso del suelo aparece como un problema secuencial de empaquetamiento del
espacio (con la posibilidad de añadir espacio en la periferia). En un mercado de la vivienda con un stock fijo de
viviendas el proceso es análogo al de ocupar secuencialmente los asientos en un teatro vacío. El primero que
entre tendrá n posibilidades de elegir, el segundo tendrá n-1, y así sucesivamente hasta que el último no tenga
ninguna posibilidad de elección. S los que entran para ocupar el teatro lo hacen por orden de capacidad de
licitación, entonces aquellos tengan dinero tendrán más posibilidades de elección, mientras que los más pobres
ocuparán los asientos que queden después de que todos los demás hayan escogido sitio” (Harvey, 1977, pp.
175-176).
[75] Aparecen referencias a esto tanto en Smith (1996) como en García Vázquez (2004).
[83] Ver por ejemplo Jager, 1986 o Lees, Slater y Wyly, 2008.
[84] No obstante, resulta obvio que un sector no necesita cumplir todas las características mencionadas para
ambas condiciones para que se produzca su gentrificación exitosa, pero si varias de ellas.
[90] El barrio de Chueca en Madrid, sobre el que se han realizado algunos trabajos, como el de Veksler (2005),
podría ser un ejemplo evidente en el Estado español.
[91] Si bien es complejo encontrar ejemplos en el Estado español, podría ser el caso de determinadas
comunidades judías en los países anglosajones, por lo general asociadas a una estratificación alta, o de otras
minorías religiosas o étnicas asociadas a un estatus elevado. Ver por ejemplo los trabajos de Peach (2001).
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Ficha bibliográfica:
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<http://www.ub.es/geocrit/b3w-1030.htm>. [ISSN 1138-9796]