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Paidós Saberes Cotidianos

Títulos publicados:
1. R. E. Thayer - El origen de los estados de ánimo cotidianos
2. N. Branden - El arte de vivir conscientemente
3. C. Fairburn - La superación de los atracones de comida
4.1 Pitkeathlec y D. Emerson - Ser hijo único
5. K. L. Higbee - Su memoria
6. D. Rowe - La depresión
7. J. y D. Parker -El mundo secreto de tus sueños
8. J. Berryman y otros - La psicología y tú
9. P. K.. Davis - El poder del tacto
10. L. Wing - El autismo en niños y adultos
11. D. W. \Vinnicou - Los bebés y sus madres
12. R. J. Sternberg Estilos de pensamiento
13. S. Hirsh y J. Kurnmerow - Tipos de personalidad
14. A. Linden y K. Perutz - Ejercitar la mente. PNL para una vida mejor
1.5. R. Schuman, Vivir con una enfermedad crónica
16. W. Glasser, Teoría de la elección
17. D. Tannen, ¡lí9 no quise decir eso!
18. A. Adler, Comprender la vida
19. P. Ekman, Cómo detectar mentiras
20. F. Caprio y J. R. Berger, Curarse con autohipnosis
21. S. Sassaroli y R. Lorenzini, Miedos y fobias
22. T. Stahl, Introducción a la programación neurolingüística (PNL)
23. A. Lowen, El narcisismo
24. N. Branden, La psicología del amor romántico
25. J. Lovett, La curación del trauma infantil mediante el DRMO (EMDR)
26. N. Branden, La psicología de la autoestima
Nathaniel Branden

La psicología
de la autoestima

111i) PAIDÓS
Título original: The Psychology of Self-Esteem
Originalmente publicado en inglés, en 1969, por Bantam Books,
Nueva York

Traducción de Daniel Menezo García

Cubierta de Valerio Viano

D3O
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la
distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

O 1969 by Nathaniel Branden


O 2001 de la traducción, Daniel Menezo García
O 2001 de todas las ediciones en castellano
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599 - Buenos Aires
http://www.paidos.com

ISBN: 84-493-1002-4
Depósito legal: B-47.563/2000

Impreso en A&M Gráfic, S.L.


08130 Santa Perpltua de Mogoda (Barcelona)

Impreso en España - Printed in Spain


SUMARIO

Introducción a la edición española ....... 9


Introducción ........................................................................ 41

PRIMERA PARTE
LOS FUNDAMENTOS

1. La psicología como ciencia ....................................... 49


2. El hombre: un ser vivo ................................................ 67
3. El hombre: un ser racional ......................................... 83
4. El hombre: un ser con conciencia volitiva .............. 95
5. Las emociones ................................................................. 131
6. La salud mental ............................................................... 171

SEGUNDA PARTE
LA PSICOLOGÍA DE LA AUTOESTIMA

7. La naturaleza y el origen de la autoestima .............. 191


8. La falsa autoestima ........................................................ 231
9. La ansiedad patológica: una crisis de
autoestima ........................................................................ 249
10. La metafísica social .................................................. 273
11. La autoestima y el amor romántico ...................... 301
12. La psicoterapia ......................................................... 331

Nota para mis lectores ..................................................... 375


INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

Escribí este libro durante los años sesenta, y fue publi-


cado (en inglés) en 1969. Para mí supone una gran satis-
facción poder escribir una nueva introducción para el 31
aniversario de la edición inglesa, y para el primero de la
española. Aunque he escrito muchos libros después de és-
te, para un número significativo de mis lectores sigue
siendo el favorito. Lo cierto es que establece el funda-
mento de todo aquello que más tarde escribí sobre la auto-
estima.
Si fuera hoy cuando escribiera este libro, ¿cambiaría
algunas cosas? Por supuesto. Es imposible que un autor
relea un libro que escribió hace más de treinta años y no
piense «Hoy lo haría mejor». Sin embargo, he optado
por dejar el libro en su forma original, sin alterarlo en
ningún sentido. Estoy convencido de que posee una inte-
gridad, o lógica interna, que se vería perjudicada si in-
tentase combinarlo con puntos de vista que he adoptado
más tarde.
Este libro es más filosófico que la mayoría de los que he
escrito después, lo cual no lamento, y más moralista, aun-
que sea por implicación, y eso sí que lo lamento. Su visión
ética es más estrecha de la que ofrezco en otros libros, co-
mo The Six Pillars of Self-Esteern (1994) y The Art of Living
Consciously (1997) .* Sin embargo, algunas personas que se
dedican al campo editorial y de la psicología me han dicho,
repetidas veces, que este libro ha hecho más para despertar
la conciencia sobre la importancia que tiene la autoestima
para el bienestar humano que cualquier otra obra. Si eso es
cierto, estoy orgulloso. Hoy, a la edad de sesenta y nueve
años, intento convencerme de que tomé mis primeras no-
tas sobre la autoestima mientras rondaba los veinte años, y
que comencé a escribir este libro a los treinta y tres.
Como mi intención es la de ofrecer al lector cierto tras-
fondo de cómo se ha ido desarrollando mi pensamiento so-
bre la autoestima, ofrezco un ensayo en el apéndice, titulado
Trabajando con la autoestima en la psicoterapia, y con el subtítu-
lo Tres décadas más tarde. Un solo ensayo no puede examinar
todos los pasos que di a lo largo del desarrollo evolutivo y ex-
pansivo de mis pensamientos sobre la dinámica de la auto-
estima, pero sí constituirá una buena (aunque demasiado
sucinta) introducción para mi punto de vista contemporá-
neo, y revelará cómo la estructura conceptual básica que
presenté en La psicología de la autoestima sigue siendo válida.
Debo hacer un comentario sobre un pequeño cambio
lingüístico: en este volumen hablo de dos de los compo-
nentes de la autoestima definiéndolos como confianza en
y respeto por uno mismo. En mis obras posteriores, hablo
de eficacia personal y respeto por uno mismo. El motivo de
este cambio es que confianza en uno mismo es demasiado
general, demasiado abstracto y difuso, mientras que lo que
quería definir era, específicamente, la experiencia de ser
eficaz al enfrentarse a los desafíos de esta vida.
Todo lo que sé sobre la autoestima lo he aprendido en
diversas fuentes: razonando sobre la experiencia humana,
algo más o menos accesible a toda persona; trabajando con
mis clientes en psicoterapia durante más de cuarenta años,

* Traducción castellana: Los seis pilares de la autoestima y El arte de vi-


vir conscientemente, ambas obras publicadas en Barcelona por Paidós en
1995 y 1998 respectivamente.
teniendo que confrontar constantemente mis ideas con el
reto que supone la necesidad de conseguir resultados con-
cretos; y también trabajando en mi propio desarrollo per-
sonal. En Los seis pilares de la autoestima (que considero el
nieto del presente volumen) cuento una serie de anécdo-
tas acerca de mí mismo, sobre errores que cometí y las lec-
ciones que aprendí de ellos, todo lo cual me hizo profun-
dizar en mi comprensión de los elementos que fortalecen
la autoestima y de los que la socavan. Resulta difícil ayudar
a otros a aumentar su autoestima si no entendemos cómo
funcionan sus procesos en nosotros mismos.
Una de las cosas más importantes que deja clara este li-
bro es que la autoestima no es una mera sensación de «sen-
tirse bien". Nuestra necesidad de autoestima se halla pro-
fundamente enraizada en nuestra naturaleza, y si la
comprendemos sabemos que no la podemos satisfacer ar-
bitraria o caprichosamente, mediante cualquier cosa que
nos atraiga esporádicamente. La autoestima descansa so-
bre el funcionamiento correcto de la mente, y lo que esto
significa concretamente es lo que examinaremos en las pá-
ginas que vienen a continuación. Veremos que la autoesti-
ma, la racionalidad, la perseverancia, la aceptación de la
responsabilidad sobre uno mismo y la integridad personal
son elementos íntimamente relacionados.
También veremos que, mientras que otras personas
pueden ayudarnos u obstaculizar nuestro camino hacia la
autoestima, sobre todo cuando somos jóvenes, nadie pue-
de darnos, literalmente, autoestima. Es algo que debemos
generar desde dentro.
La mejor analogía que se me ocurre es la del buen tono
muscular, la de estar en forma. Otras personas pueden ani-
marnos o enseñarnos los principios que controlan el ejer-
cicio físico y la nutrición sana, pero nadie puede conce-
dernos el don de estar en buena forma. Ese es un estado
que debemos alcanzar nosotros mismos, por medio de las
acciones y prácticas que cultivemos. Esto es exactamente lo
mismo que sucede con la autoestima.
Fortalecemos un músculo cuando lo usamos. Así es co-
mo llegamos a tener una mente fuerte.
Aristóteles nos enseñó que elaboramos un buen carác-
ter gracias a la disciplina de convertir prácticas virtuosas en
hábitos. En breve procederemos a analizar cómo se aplica
esta idea al fomento de la autoestima.
Pero, antes, debemos considerar el contexto en el que
nace la necesidad de la autoestima. ¿Qué hay, en la natura-
leza de la realidad y de la mente, que haga de la autoestima
algo tan importante y urgente?
Aquí es donde comienza nuestro viaje.

Apéndice

Tres décadas más tarde

Trabajando con la autoestima en la psicoterapia

INFORMACIÓN GENERAL

Cuando comencé a practicar la psicoterapia en los años


cincuenta, llegué al convencimiento de que la baja autoesti-
ma era un denominador común en la mayoría (si no en to-
das) las variantes de angustia personal que fui descubriendo
a lo largo del ejercicio de mi práctica (Branden, 1969). Des-
cubrí que la baja autoestima constituye tanto un factor cau-
sal que predispone a experimentar problemas psicológicos
como la consecuencia de éstos. Este artículo esbozará a gran-
des rasgos: a) qué es la autoestima; b) por qué constituye una
necesidad urgente; c) de qué depende alcanzarla o no; y d)
cómo, durante una psicoterapia, puede inducirla el médico.
Algunos problemas de mis clientes son expresiones di-
rectas de una autoestima falta de desarrollo. Los ejemplos
incluyen: la timidez; el miedo a autoevaluarse, a la intimidad
o a las relaciones humanas; y la falta de participación en la vi-
da. Hay otras cuestiones que pueden entenderse como con-
secuencia de la negación de una autoestima pobre, es decir,
como defensas frente a la realidad del problema. Algunos
ejemplos de estas defensas incluyen: una conducta que con-
trola y manipula, rituales obsesivos-compulsivos, una agresi-
vidad injustificada, una sexualidad motivada por el miedo y
algunas formas destructivas de la ambición. Todas estas con-
secuencias tienen su origen en el deseo de la persona de
sentirse eficaz, de mantener el control, de sentirse digna.
Los problemas que se manifiestan como una autoestima po-
bre también contribuyen significativamente al constante de-
terioro de la misma. Uno de los objetivos primordiales de la
psicoterapia es el de contribuir a potenciar la autoestima.
Creo que es posible y que hay que tratar la autoestima de un
modo explícito, y que debería encuadrarse en el contexto
de la práctica médica más genérica. Incluso cuando el pa-
ciente no entra directamente en cuestiones relacionadas
con la autoestima, incluso cuando la terapia va destinada a
solventar problemas específicos, la resolución de éstos se
puede lograr al encuadrar o contextualizar el proceso de tal
manera que fortalezca de una forma explícita la autoestima.
Casi todas las orientaciones terapéuticas ayudan a los
pacientes a enfrentarse a conflictos o desafíos que antes
evitaban. Mi técnica difiere en el sentido de que, típica-
mente, formulo preguntas como: «¿Cómo se siente usted
cuando evita un tema que sabe, en cierto sentido, que de-
be considerar? ¿Y cómo se siente cuando controla los im-
pulsos que le incitan a eludir el problema y se enfrenta a
él?». En otras palabras, enmarco el proceso en términos de
sus consecuencias sobre la autoestima. Quiero que los pa-
cientes se den cuenta de cómo afectan sus elecciones y sus
actos a su forma de experimentarse a sí mismos.

UNA DEFINICIÓN DE «AUTOESTIMA»

La autoestima es la experiencia de ser competente para


enfrentarse a los desafíos básicos de la vida, y de ser dignos
de felicidad. Consiste en dos componentes: 1) conside-
rarse eficaces, confiar en la capacidad de uno mismo para
pensar, aprender, elegir y tomar decisiones correctas y, por
extensión, superar los retos y producir cambios; 2) el res-
peto por uno mismo, o la confianza en su derecho a ser fe-
liz y, por extensión, confianza en que las personas son dig-
nas de los logros, el éxito, la amistad, el respeto, el amor y
lá realización que aparezcan en sus vidas (Branden, 1994).
Para iluminar esta definición, considere lo siguiente: si
un cliente no se siente competente para enfrentarse con el
desafio de la vida, si carece de confianza en sí mismo o en
su mente, un médico reconocerá la presencia de una defi-
ciencia en su autoestima, sea cual fueren los demás rasgos
que presente el cliente. Lo mismo sucedería si un paciente
careciese de un sentimiento básico de respeto hacia sí mis-
mo, se sintiera indigno del amor o respeto de los demás,
no se considerase digno de la felicidad, o tuviera miedo de
pensamientos, deseos o necesidades que contribuyeran a
reafirmarle como persona.
La eficacia y el respeto hacia uno mismo constituyen el
pilar doble sobre el que se asienta una autoestima sana; si
falla una de las dos partes, la autoestima se ve afectada. És-
tas son las características definitorias del término, debido
a su esencialidad; es decir, no representan significados de-
rivativos o secundarios de la autoestima, sino su esencia.
(Para una crítica de otras definiciones, véase Branden,
1994.)

LA NECESIDAD DE AUTOESTIMA

El modo en que las personas se experimentan a sí mis-


mas influye sobre cada momento de su existencia. Su auto-
evaluación es el contexto básico dentro del que actúan y
reaccionan, dentro del que eligen sus valores, fijan sus me-
tas, se enfrentan a los retos de la vida. Sus reacciones a los
acontecimientos están conformadas, en parte, por quiénes
son y quiénes creen que son, o por el grado de competencia
y dignidad que creen poseer. De todos los juicios que emi-
tan en su vida, ninguno es más importante que el que emitan
sobre sí mismos.
Decir que la autoestima es una necesidad humana bási-
ca supone decir que contribuye de un modo esencial al
proceso vital; que es indispensable para un desarrollo nor-
mal y sano; que tiene valor de supervivencia. Sin una auto-
estima positiva, el crecimiento psicológico se encalla. Una
autoestima positiva funciona, en la práctica, como el siste-
ma inmunológico de la conciencia, ofreciendo una mayor
resistencia, fuerza y capacidad regeneradora.
Cuando el grado de autoestima es bajo, disminuye la re-
sistencia frente a las adversidades de la vida. Los pacientes
se hunden frente a unas vicisitudes que lograrían disipar si
tuvieran sentimientos más sanos acerca de sí mismos. Tien-
den a sentirse más influidos por el deseo de evitar el dolor
que por el de experimentar la alegría; lo negativo tiene
más poder sobre ellos que lo positivo (Branden, 1984).
Esto no quiere decir que sean necesariamente incapa-
ces de alcanzar ciertos valores auténticos. Algunas perso-
nas pueden tener el talento y el empuje necesarios para
conseguir muchas cosas, a pesar de tener un mal concepto
de sí mismas; igual que el caso de un productivo adicto al
trabajo que se siente motivado por el deseo de demostrar
su valía frente, por ejemplo, a un padre que predijo que
nunca llegaría a nada. Sin embargo, los pacientes que tie-
nen una autoestima pobre serán menos eficientes (menos
creativos) de lo que podrían serlo potencialmente; esto
también implica que estarán limitados en su capacidad de
que sus logros les produzcan alegría. Nada de lo que hagan
les parecerá suficiente.
Aquellos que manifiestan una confianza realista en su
mente y valores, aquellos que se sienten seguros de sí mis-
mos, tienden a experimentar el mundo como algo accesi-
ble a ellos, y a reaccionar adecuadamente a los desafíos y
las oportunidades que se les presenten. La autoestima ca-
pacita, da energías y motiva. Inspira a las personas a conse-
guir cosas, y les permite sentir placer y orgullo por los lo-
gros obtenidos. Les permite experimentar la satisfacción.
Una autoestima elevada busca el reto y el estímulo que
suponen unas metas dignas y exigentes. Alcanzar estas me-
tas alimenta la sana autoestima. Un nivel bajo de autoesti-
ma se decanta por la seguridad de lo familiar, lo que no le
exige apenas nada, lo cual a su vez debilita la autoestima.
Cuanto más sólida sea la autoestima de un cliente, me-
jor equipado estará para luchar frente a la adversidad en su
vida personal o en su carrera profesional. Cuanto más alto
sea su grado de autoestima, más ambicioso o ambiciosa
tenderá a ser, no necesariamente en un sentido profesio-
nal o económico, sino en términos de lo que espera expe-
rimentar en la vida, a nivel emocional, intelectual, creativo
y espiritual. Cuanto más pobre sea la autoestima del clien-
te, a menos cosas aspirará; además, tendrá menos probabi-
lidades de alcanzar sus metas.
Cualquiera de los dos caminos tiende a reforzarse y per-
petuarse a sí mismo. Cuanto más elevada sea la autoestima
de un paciente, más probable será que sus relaciones sean
abiertas, honestas y correctas, lo cual refuerza un autocon-
cepto positivo. Cuanto más bajo sea el grado de autoestima
de una persona, más confusa, evasiva e inadecuada será su
comunicación con los demás, debido a su incertidumbre
sobre sus propios pensamientos y sentimientos y/o por te-
mor a la reacción del oyente. Esto, a su vez, hace que dis-
minuya la experiencia positiva de uno mismo.
Cuanto más elevado sea el nivel de autoestima del pa-
ciente, más dispuesto estará él o ella a fomentar las rela-
ciones que le hacen crecer como persona, evitando las
deletéreas. Para las personas que tienen una buena autoes-
tima, la vitalidad y la extroversión en los demás son, natu-
ralmente, más atractivas que la vaciedad y la dependencia
(Branden, 1981). Cuanto más saludable sea su autoestima,
más inclinadas se sentirán a tratar a los demás con respeto,
benevolencia, buena voluntad y justicia; tales personas no
suelen considerar a los demás como una amenaza, y el res-
peto por uno mismo constituye la base del respeto por los
demás.

LAS RAÍCES DE LA ACTOESTIMA

¿De qué depende una autoestima sana? ¿Qué factores


inciden sobre ella?
Hay motivos para pensar que entramos en este mundo
con ciertas diferencias inherentes que pueden facilitar o
complicar el disfrute de una autoestima sana, diferencias
que tienen que ver con la energía, la resistencia, la disposi-
ción a disfrutar de la vida, etc. Sospecho que en los años ve-
nideros aprenderemos que la herencia genética es un fac-
tor contributivo importante en la facultad de desarrollar
un autoconcepto saludable (Ornstein, 1993).
Por supuesto, e] entorno en que nos criamos es críti-
co para el desarrollo de la autoestima. Nadie puede sa-
ber cuántas personas han padecido heridas en su ego en
los primeros años de vida, antes de que éste se hallara
plenamente formado; en tales casos, puede ser práctica-
mente imposible que tales personas gocen de autoestima
en años posteriores, a no ser como resultado de una in-
tensa psicoterapia. La investigación sugiere que una de
las mejores maneras de disfrutar de autoestima es la de te-
ner unos padres que ejemplifiquen una sana autoesti-
ma, como demuestra la obra de Coopersmith, The Antece-
dents of Self-Esteent [«Los antecedentes de la autoestima»]
(1976).
Los niños que tienen mayores posibilidades de disfru-
tar de los cimientos necesarios para una autoestima sana
tienden a ser aquellos cuyos padres:

• Les crían con amor y respeto.


• Les permiten experimentar una aceptación coheren-
te y benevolente.
• Les ofrecen la estructura de respaldo que suponen
unas reglas razonables y unas expectativas adecuadas.
• No les bombardean con contradicciones.
• No recurren al ridículo, la humillación o el maltrato
físico para controlarles.
• Demuestran que creen en la competencia y bondad
del niño.

Sin embargo, ninguna investigación ha concluido que


la forma que tengan los padres de criar a sus hijos, por sa-
ludable que sea, produzca un resultado inevitable. Por
ejemplo, el trabajo de Coopersmith demostró claramente
que no es así. Su estudio presentaba ejemplos de adultos que
parecían haber sido criados de una forma ideal según los
estándares que acabamos de indicar, y que, sin embargo, se
convirtieron en personas inseguras, con dudas acerca de sí
mismas. Y hay muchas personas que proceden de un en-
torno terrible, pero a quienes les va bien en la escuela, per-
sonas que crean relaciones estables y satisfactorias, disfru-
tan de una poderosa sensación de su propio valor y dig-
nidad y, cuando son adultos, satisfacen cualquier criterio
racional propio de una buena autoestima.
Aunque puede que no conozcamos todos los factores
biológicos o del desarrollo que influyen en la autoestima,
sabemos bastante sobre las prácticas específicas (volitivas)
que la potencian o la merman. Sabemos que comprome-
terse sinceramente con la comprensión inspira confianza
en uno mismo, y que eludir el esfuerzo provoca el efecto
contrario. Sabemos que las personas que viven consciente-
mente son mucho más competentes que las que viven sin
pensar. Sabemos que la integridad engendra respeto hacia
uno mismo, y que la hipocresía no lo hace. «Sabemos» to-
do esto implícitamente, aunque resulta sorprendente ver
qué pocas veces comentan estos temas los psicólogos.
Los médicos no pueden trabajar directamente con la
autoestima, porque ésta es una consecuencia, un producto
de prácticas generadas internamente. Si los médicos com-
prenden cuáles son esas prácticas, pueden trabajar con
otros de tal manera que faciliten o fomenten su realización
personal. Se pueden diseñar terapias teniendo en mente
este objetivo. Pero las prácticas en sí mismas sólo pueden
surgir del interior del cliente, que será su causa.

Los SEIS PILARES DE LA AUTOESTIMA

Entonces, ¿cuáles son estas prácticas? Más de tres décadas


de estudio me han convencido de que hay seis de ellas que
son cruciales y fundamentales. Cuando estas seis prácticas se
hallan ausentes, la autoestima se ve perjudicada necesaria-
mente. Cuando y hasta el punto en que formen parte integral
de la vida de la persona, su autoestima se verá fortalecida.
Los seis pilares son:

1. La práctica de vivir conscientemente.


2. La práctica de aceptarse a uno mismo.
3. La práctica de aceptar responsabilidades.
4. La práctica de afirmarse a uno mismo.
5. La práctica de vivir con un propósito.
6. La práctica de la integridad.

La práctica de vivir conscientemente

Si la vida y el bienestar de los pacientes dependen del


uso correcto de su conciencia, entonces el grado en que pre-
fieran «la vista a la ceguera» constituye el determinante ais-
lado más importante de su eficacia y respeto hacia sí mismos.
No podemos sentirnos competentes en la vida mientras
erramos (en el trabajo, en el trato con los superiores, subor-
dinados, asociados, clientes, o en el matrimonio o las rela-
ciones con nuestros hijos) en medio de una niebla mental
que inducimos nosotros mismos. Los que intentan vivir sin
pensar, y eluden los hechos desagradables, padecen una de-
ficiencia en su sentido de la dignidad personal. Conocen sus
defectos, tanto si los demás los perciben como si no.
Una persona debe elegir cientos de veces al día el gra-
do de conciencia con que funciona. Gradualmente, con el
paso del tiempo, una persona crea un sentimiento sobre
qué tipo de individuo es, dependiendo de las elecciones que
haga y el grado de racionalidad e integridad que manifies-
te. Si, al final de la terapia, un cliente no funciona más
conscientemente que al principio, tendremos que cuestio-
narnos la eficiencia de esa práctica terapéutica.
Mediante la terapia se puede inducir la conciencia a
través de:

• la creación de un entorno en el que el pensamiento y


la exploración sean seguros;
• el uso de un amplio repertorio de intervenciones que
eliminen los obstáculos para alcanzar la conciencia
(Branden, 1973, 1983, 1984, 1987, 1993, 1994);
• concienciar al cliente de las consecuencias autodes-
tructivas de la ceguera inducida por sí mismo;
• ejercicios específicos destinados a potenciar la con-
ciencia (Branden, 1994).

Tom, de cuarenta y cuatro años, que era director general de una


empresa de seguros, dijo que su negocio estaba creciendo rápidamen-
te, que necesitaba contratar un nuevo asesor de alto nivel, y que te-
nía miedo de contratar a alguien que pudiera ser más competente que
él mismo. En lugar de tratar su problema en mi despacho, le di debe-
res para casa: durante las dos semanas siguientes, tendría que escri-
bir entre 6 y 10 terminaciones diarias para la siguiente frase incom-
pleta: «Si aporto un grado de conciencia más elevado al temor que
siento a contratar a un asesor muy competente... ». Al cabo de las dos
semanas, me informó de que creía haber resuelto el problema a su en-
tera satisfacción; contrató a un asesor muy competente con el que si-
gue teniendo una relación laboral excelente.

El ejercicio que propuse a Tom, por su mera repetición


y por las implicaciones de las palabras en la frase incom-
pleta, estimuló su creatividad v su capacidad para resolver
problemas. Un beneficio secundario es que fue él mismo
quien llegó a la solución, lo cual potenció su autoestima.

La práctica de aceptarse a uno mismo

En el nivel más profundo posible, aceptarse a uno mis-


mo es la virtud de comprometerse con el valor de su propia
persona. No se trata de fingir una autoestima que no po-
see, sino más bien un acto primario de valoración propia
que funciona como punto de partida desde el que dedi-
carse a procurar la autoestima. Se expresa, en parte, me-
diante la voluntad de aceptar (hacer real para uno mismo,
sin negación ni evasión) que pensamos lo que pensamos,
sentimos lo que sentimos, hemos hecho lo que hemos he-
cho, y somos lo que somos.
La aceptación de uno mismo implica rehusar a consi-
derar cualquier parte de nuestro ser —nuestros cuerpos,
pensamientos, acciones, sueños— como algo ajeno, como
«no yo». Es la voluntad de experimentar, en lugar de eva-
dir, todas nuestras circunstancias, en cada momento parti-
cular. Significa optar por no enfrentarnos a nosotros mis-
mos. Conlleva la voluntad de decir, respecto a cualquier
emoción o conducta: «Eso fue una expresión de mi perso-
na, no necesariamente una que me guste o que admire, pe-
ro una expresión mía de todos modos, al menos en el mo-
mento en que sucedió». Se trata de la virtud del realismo
—del respeto por la realidad— aplicada a uno mismo. De
este modo, si me enfrento a un error que he cometido, al
aceptar que es mío tengo la libertad de aprender de él y
mejorar en el futuro. No puedo aprender de un error que
me niego a aceptar que he cometido. Aceptarse a uno mis-
mo es la condición previa al cambio y al crecimiento.

Mary, de treinta y nueve años, abogada, se indignó al consi-


derar la posibilidad de aceptarse a sí misma, y dijo: «¡Tengo una
autoestima por los suelos! ¿Y usted quiere que acepte eso?». Yo le res-
pondí: ‘ ,.Si no acepta que tiene ese problema, ¿cómo planea solven-
tarlo? La autoestima empieza con el respeto por la realidad».

¿Podemos considerar que una terapia ha tenido éxito si


el cliente no consigue aumentar su autoestima? Una de las
maneras en que podemos enseñar la aceptación de uno
mismo en el contexto de la psicoterapia es trabajando con
la total aceptación: nada de condescendencia, de sarcasmo
ni ridículo, nada de luchar contra los sentimientos del pa-
ciente; más bien un respeto absoluto, constante y objetivo.
Un aspecto importante de mi trabajo, que lamentable-
mente escapa al ámbito de este escrito, es la identificación e
integración de las personalidades secundarias del cliente
(Branden, 1994). Podemos considerar esta faceta como uno
de los campos dentro del contexto más genérico de la acep-
tación de uno mismo, pero en realidad se trata de.una espe-
cialidad por propio derecho. Muchos médicos han observado
que cuando una persona aprende a admitir e integrar una
«parte» previamente no reconocida o negada de su persona-
lidad, se siente más fuerte y plena, y su autoestima se refuerza.

La práctica de la responsabilidad

Para sentirse competente para vivir y ser digno de la feli-


cidad, el paciente necesita sentir que tiene el control de su
propia existencia. Esto requiere que esté dispuesto a aceptar
la responsabilidad por sus acciones y la consecución de sus
metas, lo cual conlleva que debe aceptar la responsabilidad
por su vida y bienestar. La práctica de ser responsable de
uno mismo implica darse cuenta de los siguientes puntos:

• Soy responsable de hacer realidad mis deseos.


• Soy responsable de mis elecciones y actos.
• Soy responsable del grado de conciencia que intro-
duzco en mi trabajo.
• Soy responsable de mi conducta con otras personas:
compañeros de trabajo, asociados, clientes, pareja, hi-
jos, amigos.
• Soy responsable del modo en que distribuyo mi tiempo.
• Soy responsable de comunicarme correctamente con
los demás.
• Soy responsable de mi felicidad personal.
• Soy responsable de elegir los valores según los cuales
vivo.
• Soy responsable de elevar el grado de mi autoestima.

Según mi opinión, uno de los momentos más impor-


tántes de la terapia es cuando el cliente se da cuenta, por
fin (y sin importar cómo lo consiga), de que no va a venir
nadie: no vendrá nadie a redimir su infancia; no vendrá na-
die a hacerle feliz; no vendrá nadie a rescatarle. Si desea
mejorar su vida, el paciente deberá hacer algo diferente
por sí mismo. Un día, en una terapia de grupo, tin cliente
con un gran sentido del humor me retó diciendo: «Usted
siempre está diciendo que no vendrá nadie a ayudarnos.
¡Pero usted sí vino!». «Es cierto», admití, «pero vine para
decirles que no vendrá nadie.»

La práctica de la autoafirmación

Afirmarse a uno mismo es la virtud de expresarse ade-


cuadamente, respetando las necesidades, deseos, valores y
convicciones que tenemos como personas, y buscando for-
mas racionales para expresarlas de forma práctica. Es lo
opuesto a rendirse a la timidez, que consiste en desterrar-
se a uno mismo a un submundo perpetuo, donde todo lo
que uno es se halla oculto o malogrado. El cliente que no
se afirma a sí mismo suele intentar eludir enfrentarse a al-
guien cuyos valores sean distintos, o desea complacer, apla-
car o manipular a alguien, o simplemente intenta «enca-
jar» con los demás.
Una autoafirmación sana conlleva la voluntad de en-
frentarse a los desafíos de la vida, en lugar de eludirlos,
procurando obtener el control sobre ellos. Cuando el
cliente amplía las fronteras de su capacidad de enfrentarse
a los problemas, también expande su eficacia y respeto por
sí mismo. Una de las frases que aparece constantemente en
mi trato con los clientes es: «Sus deseos son importantes.
Su vida es importante. Es importante si usted es o no feliz».
Este mensaje está respaldado y amplificado (como
cualquier otra de mis prácticas) por ejercicios donde el pa-
ciente debe completar frases. (Más adelante explico en
detalle este proceso.) El principio de frase que dice «Si al-
guien me hubiera enseñado que mis deseos son importan-
tes...» suscita típicamente finales como: «me interesarían
más», «me los tomaría más en serio», «pensaría más en
ellos», «emplearía más energía para beneficio propio»,
«me afirmaría más como persona», «me trataría a mí mis-
mo con mayor respeto».
Los ejercicios repetitivos de este tipo estimulan modifi-
caciones en la conciencia y la conducta que el cliente ex-
perimenta como algo que nace de su propio interior. Ayu-
do a los clientes a identificar cuáles son sus deseos más
importantes, desarrollando luego planes de acción para su
consecución (cuando sea posible).
Una terapia de grupo típica que utilizo pide a todos los
miembros que identifiquen algún deseo relevante en sus
vidas. Sentados en grupos de tres en tres, les pido que tra-
bajen la pregunta siguiente: «Si tuviera que convertir ese
deseo en un propósito consciente, ¿qué debería hacer?».
Los planes para actuar nacen de este brainstorming grupa].

La práctica de vivir con un propósito

Se ha definido la vida como un proceso de acciones


que se sustentan y generan a sí mismas (Rand, 1961). Por
consiguiente, los propósitos constituyen la esencia del
proceso vital. Por medio de nuestros propósitos, organiza-
mos nuestra conducta, concediéndole un eje y una direc-
ción. Por medio de nuestras metas, creamos la sensación
de tener la estructura que nos permite experimentar el
control sobre nuestra existencia. Vivir con un propósito
supone utilizar nuestro poder para alcanzar objetivos que
hemos seleccionado, tales corno: estudiar, crear una fami-
lia, ganar un sueldo, iniciar un negocio, introducir un
nuevo producto en el mercado, resolver un problema
científico o construir una casita para las vacaciones. Nues-
tras metas nos hacen avanzar, exigiéndonos el ejercicio de
nuestras facultades, y dotando de energía a nuestra exis-
tencia.
Observar que el hecho de tener un propósito es esen-
cial para obtener una autoestima plena no se debe inter-
pretar como si los logros externos de un paciente fueran el
índice de su valor. Admiramos los éxitos, tanto los nuestros
corno los ajenos, y es natural y correcto que lo hagamos.
Pero esto no es lo mismo que decir que esos logros sean el
auténtico baremo (o fundamento) de la autoestima. La
raíz de la autoestima no está en los éxitos tangibles, sino en
esas prácticas generadas internamente que, entre otras co-
sas, posibilitan esos logros.
Para poder enseñarles qué es el propósito, suelo pedir
a mis clientes que mediten en las siguientes ideas:

Si tuviera que mejorar en un 5 % su sensación de propó-


sito en su trabajo, su matrimonio, su relación con sus hijos o
en la propia terapia, ¿qué cree que haría distinto? ¿Cuáles se-
rían las ventajas de hacerlo? ¿Cuáles podrían ser los obstácu-
los? ¿Estaría dispuesto a experimentar durante, por ejemplo,
un mes, el cómo añadir ese propósito a su vida, con miras a
descubrir qué sucede y si le gusta o no?

(¿Y por qué un 5 %? Porque es una cantidad que no in-


timida. ¡Cualquiera puede mejorar un 5 %!)
La práctica de la integridad

A medida que una persona madura y desarrolla sus pro-


pios valores y estándares (o los absorbe de otros), el tema
de la integridad personal va asumiendo una creciente im-
portancia en la evaluación que la persona hace de sí mis-
ma. Cuando la conducta es congruente con los valores pro-
fesados (cuando el ideal y la práctica son coherentes entre
sí), se dice que una persona tiene integridad. Los que se
comportan de una manera que entra en conflicto con sus
propios juicios sobre lo correcto, quedan mal ante sí mis-
mos. Si ésa se convierte en su política habitual, confían me-
nos en sí mismos o dejan de hacerlo por completo.
Cuando una falta de integridad afecta a la autoestima, lo
único que puede sanar esa herida es practicar la integridad.
En el nivel más simple, la integridad personal implica pre-
guntas como «¿Soy honesto? Los demás, ¿pueden confiar en
mí? ¿Cumplo mis promesas? ¿PongO por obra las cosas que
digo admirar, y evito las cosas que considero despreciables?».
Para comprender por qué los lapsos de integridad son
deletéreos para la autoestima, consideremos lo que impli-
can. Si actúo contradiciendo un valor moral que sostiene
otra persona pero no yo, puedo o no estar equivocado, pe-
ro no se me puede culpar de traicionar mis convicciones.
Sin embargo, si actúo contra lo que yo mismo considero
correcto, si mis acciones entran en conflicto con mis valo-
res manifiestos, entonces estoy actuando en contra de mi
juicio. Traiciono a mi mente. La hipocresía, por su propia
naturaleza, nos anula. Un problema de integridad socava
mi fundamento, contaminando la apreciación de mi ego.
Me perjudica de la misma forma en que podría hacerlo
una reprensión o rechazo externos.

Rebecca, de cuarenta años, era médico, y tenía un despacho si-


tuado en la periferia de la ciudad, afiliado a un pequeño hospital lo-
cal. Si la combinación de días que sus pacientes pasaban en el hos-
pital superaba cierto número, la dirección de éste recompensaba a
Rebecca y a su esposo con un crucero de lujo. Cuando ella sabía que
el seguro de sus pacientes les cubría sin problemas la estancia, a me-
nudo les recomendaba que pasaran más tiempo en el hospital del que
era estrictamente necesario. Acudió a mi consulta debido a los miste-
riosos ataques de ansiedad y depresión que padecía. «Tengo un ma-
rido estupendo, tenemos un hogarfintástico y una vida ideal... No
sé qué problema tengo».
Cuando me enteré del arreglo que tenía Rebecca con el hospital, le
pregunté cómo se sentía al respecto. Ella instantáneamente se puso a
la defensiva y, de hecho, canceló sus dos citas siguientes. Cuando re-
gresó a mi oficina, se quejó de un nuevo problema: insomnio. Cuando
volví a tocar el tema de su acuerdo con el hospital, ella me dijo, enfa-
dada: «Bueno, supongo que me siento un poco culpable, pero es una
estupidez sentirse culpable. Es decir, ¿a quién estoy perjudicando?».

Aunque los síntomas que presentaba Rebecca podían


tener muchas causas posibles, sospeché que su ansiedad,
depresión e insomnio tenían sus raíces en ese tema especí-
fico. Ella estaba violando sus profundas convicciones sobre
el bien y el mal, y ninguna racionalización era capaz de
proteger su autoestima. La terapia con ella no fue fácil.

En determinado momento, Rebecca se preguntó en voz alta si


quizá debería abandonar la terapia y solventar su problema con
tranquilizantes y antidepresivos. El momento decisivo llegó cuando
le propuse un experimento: «¿Estaría dispuesta, durante los dos pró-
ximos meses, a prescribir las estancias en el hospital que esté conven-
cida de que son necesarias desde el punto de vista médico? Entonces
ya veremos qué pasa». Ella estuvo de acuerdo. Al cabo de diez días,
sus síntomas comenzaron a desaparecer.

Los psicólogos no hablan mucho sobre la integridad.


En el mundo moderno hay muchas personas que conside-
ran incongruentemente obsoleta esta palabra. Y, sin em-
bargo, necesitamos principios para guiar nuestras vidas,
principios que deben ser razonables, porque si los traicio-
namos, nuestra autoestima sufrirá las consecuencias. La in-
tegridad es uno de los guardianes de la salud mental.
EL PROGRAMA DE CONCLUSIÓN DE FRASES
SOBRE LA AUTOESTIMA

Corno eje central de todo mi trabajo tengo un progra-


ma de edificación de la autoestima que diseñé, que integra
los seis pilares antes mencionados v que ofrezco a la mayo-
ría de mis clientes. Este proceso de concluir frases es enga-
ñosamente sencillo, y, sin embargo, tiene un poder único
para potenciar la comprensión de uno mismo, la autoesti-
ma y la eficiencia personal. Este programa se basa en la
premisa de que todos nosotros tenemos más conocimien-
tos de los que normalmente somos conscientes, más sabi-
duría de la que usarnos, más potencial del que habitual-
mente manifestamos en nuestra conducta.
Completar frases estimula la perspicacia y la integra-
ción, y se puede utilizar con muchos propósitos distintos.
En este caso la meta es la de utilizar un programa de trein-
ta semanas de duración para desarrollar la autoestima y, al
mismo tiempo, mejorar la efectividad general en el trabajo
y en las relaciones interpersonales. En este ejercicio está
imbricado un conjunto bastante complejo de premisas y
asunciones por encima de la motivación; durante el curso
de la terapia, la mayoría de ellas se explicitan tarde o tem-
prano.
El procedimiento consiste esencialmente en que el
cliente escriba una frase incompleta (un «pie de frase»), al
que debe añadir diferentes finales; el único requisito es que
cada terminación debe ser una conclusión gramaticalmen-
te correcta. El cliente debe trabajar tan rápidamente como
pueda, sin pausas para «pensar». El terapeuta debería ad-
vertir al cliente que cualquier terminación es válida. El
cliente puede trabajar con un bloc de notas, una máquina
de escribir o un ordenador.
Lo primero que debe hacer por la mañana, antes de
proceder con los quehaceres diarios, el cliente debe sen-
tarse y escribir el primer pie de frase. Entonces, tan rápi-
damente como le sea posible, sin detenerse a reflexionar,
el cliente debe escribir cuantos más finales mejor para esa
frase, con un tiempo límite de dos o tres minutos. El tera-
peuta debería explicar al cliente que no se preocupe si los
finales de frase son literalmente ciertos, tienen sentido o
son «profundos»; el propósito es escribir cualquier cosa...
pero escribir algo. El cliente debería completar los restan-
tes inicios de frase siguiendo la misma pauta.
El terapeuta debe indicar al cliente que después conti-
núe con sus quehaceres cotidianos, una vez haya comple-
tado todos los pies de frase. Debe realizar este ejercicio ca-
da día, de lunes a viernes durante la primera semana,
siempre antes de empezar con el trabajo diario. El cliente
no debe leer lo que escribió el día anterior. Naturalmente,
se producirán muchas repeticiones, pero también es inevi-
table que aparezcan nuevos finales.
Al hacer este ejercicio, el cliente debe vaciar su mente
de cualquier expectativa relativa a lo que sucederá o a lo
que -«se supone» que debe suceder. El terapeuta debe ins-
truir al cliente de que se invente un final si se queda com-
pletamente en blanco, pero que no se detenga con la ex-
cusa de que no puede hacer el ejercicio. Una sesión
promedio no debería durar más de diez minutos. Si re-
quiere más tiempo, es que el cliente está «pensando» (en-
sayando, calculando) demasiado.
En un momento determinado de cada semana, el clien-
te debería releer lo que ha escrito durante la semana, y en-
tonces escribir un mínimo de seis terminaciones para esta
media frase:

«Si algo de lo que he escrito durante esta semana es cier-


to, resultaría conveniente que yo...»

Si el cliente considera que este programa le es útil, sue-


le ser provechoso que vuelva a empezarlo cuando lo termi-
ne. Algunos de mis clientes usan este programa tres o cua-
tro veces, siempre con resultados nuevos.
COMENTARIO SOBRE LA CONCLUSIÓN DE FRASES

Cuando se le da un inicio de frase a un cliente, y se le


pide que lo repita muchas veces (oralmente o por escrito),
el proceso tiende a funcionar como un estímulo para nue-
vas asociaciones e integraciones, que echan los cimientos
para sucesivas modificaciones en sus sentimientos o con-
ducta. No es infrecuente que un cliente diga algo así como
«¡Vi tan claro el esquema que seguía! ¡Y me di cuenta de
que resultaba tan obvia su inutilidad o destructividad, que
descubrí que no podía seguir usándolo! Tenía que probar
algo distinto. Al final me descubrí experimentando con es-
tos nuevos conocimientos».
El valor que tiene el hecho de que un cliente trabaje
con el mismo conjunto de frases durante una semana (o
más) se centra en - que la repetición ayuda a contrarrestar la
inclinación que sentimos a eludir realidades desagrada-
bles; también fomenta y facilita la absorción de los nuevos
puntos de vista que tienden a surgir «espontáneamente».
Cuando se dedique a completar frases con los clientes en
su despacho, en lugar de ser un trabajo que el paciente ha-
ce en casa, el terapeuta debería proporcionarles nuevos
inicios de frase inspirados por los finales más significativos
de los anteriores, de modo que el cliente desarrolle una
conciencia que vaya profundizando cada vez más en sí mis-
mo (Branden, 1983, 1987, 1993).
Por ejemplo, cuando analice la influencia de la madre
de un cliente en su desarrollo, el terapeuta podría ofrecer-
le una serie de pies de frase como el siguiente:

Mi madre siempre...
Estando con mi madre, me sentía...
Mi madre siempre parecía esperar que...
Una de las cosas que esperé siempre de mi madre, y que
ella no me dio, es...
Casi oigo a mi madre hablando con mi voz cuando me di-
go a mí mismo/a...
Una de las maneras en que sigo intentando ganarme el
amor de mi madre es...
Si resulta que, después de todo, soy algo más que el niño
de mamá...
Me estoy dando cuenta de que...

Este último pie de frase suele usarse al final de una se-


rie para facilitar la integración y la articulación de nuevas
percepciones sobre la personalidad del paciente. Algunas
alternativas para alcanzar el mismo fin pueden incluir:

Estoy empezando a sospechar que...


Si algo de lo que estoy diciendo es cierto...
Lo que acabo de decir es...

CONCLUSIÓN

Si el terapeuta es consciente de que la creación de au-


toestima es esencial para su trabajo, debe tratar ciertos te-
mas específicos, que se pueden resumir bajo la forma de
preguntas:

• ¿Usando qué medios me propongo ayudar a mi clien-


te a vivir más conscientemente?
• ¿Cómo le puedo enseñar a aceptarse a sí mismo/a?
• ¿Cómo puedo facilitarle un mayor grado de respon-
sabilidad y autonomía?
• ¿Cómo puedo conseguir que aumente su capacidad
de afirmarse a sí mismo/a?
• ¿Cómo puedo instilar una mayor integridad en el día
a día de mis pacientes?
• ¿Qué puedo hacer para alimentar su autonomía?
• ¿Cómo puedo contribuir al entusiasmo por la vida
que debe tener mi cliente?
• ¿Cómo puedo ayudarle a liberarse de sus miedos irra-
cionales?
• ¿Cómo puedo contribuir a que se libere del dolor que
le han producido y le producen aún las viejas heridas
y traumas?
• ¿Cómo puedo ayudar al cliente a reconocer, aceptar e
integrar los aspectos de sí mismo que había negado y
eludido?

Si nuestro objetivo es el de fomentar la autoestima por


medio de una terapia, quizás.el primer paso sea el de ser
conscientes de que éstas son las preguntas que debe for-
mular —y responder— el terapeuta.

UN EJERCICIO DE CONCLUSIÓN DE FRASES


PARA POTENCIAR LA AUTOESTIMA,
CON UNA DURACIÓN DE 31 SEMANAS

Semana 1

Si hoy aumento la conciencia presente en mi vida...


Si hoy acepto una mayor responsabilidad sobre mis
elecciones y acciones...
Si hoy presto más atención a mi manera de tratar a las
personas...
Si hoy procuro aumentar en un 5 % mi nivel de ener-
gía...

Semana 2

Si aporto un 5 % más de conciencia a mis relaciones im-


portantes...
Si aporto un 5 % más de conciencia a mis insegurida-
des...
Si aporto un 5 % más de conciencia a mis deseos y ne-
cesidades más profundos...
Si aporto un 5 % más de conciencia a mis emociones...
Semana 3

Si considero que escuchar es un acto creativo...


Si me doy cuenta de cómo afecta a las personas la cali-
dad de mi capacidad de escucharles...
Si hoy aporto un mayor grado de conciencia a mis rela-
ciones con otras personas...
Si me comprometo a tratar a las personas con más justi-
cia y benevolencia...

Semana 4

Si hoy aporto un grado más elevado de autoestima a


mis actividades...
Si hoy aporto un mayor grado de autoestima a mis rela-
ciones con los demás...
Si hoy me acepto a mí mismo/a un 5 % más...
Si me acepto incluso cuando cometo errores...
Si me acepto aun cuando me siento confuso/a y ago-
biado/a...

Semana 5

Si acepto un poco más mi cuerpo...


Si niego mi cuerpo tal y como es, y lo rechazo...
Cuando niego o eludo mis conflictos...
Si acepto un poco más todas las facetas de mi perso-
na...

Semana 6

Si quisiera aumentar hoy mi autoestima, podría...


Si acepto más mis sentimientos...
Cuando niego y eludo mis sentimientos...
Si acepto más mis pensamientos...
Cuando niego y rechazo mis pensamientos...
Semana 7

Si acepto más mis temores...


Cuando niego y eludo mis temores...
Si aceptara un poco más mi dolor...
Cuando niego y evito mi dolor...

Semana 8

Si acepto un poco más mi ira...


Cuando niego y rehúyo mi ira...
Si acepto un poco más mi sexualidad...
Cuando niego y rechazo mi sexualidad...

Semana 9

Si aceptara más mis emociones...


Cuando niego y me aparto de mis emociones...
Si aceptara más mi inteligencia...
Si niego y rechazo mi inteligencia...

Semana 10

Para mí, ser responsable de mi persona significa...


Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi vida y
bienestar...
Cuando eludo la responsabilidad de mi vida y bienes-
tar...
Si evito la responsabilidad de alcanzar mis objetivos...

Semana 11

Si aporto un 5 % más de responsabilidad a lograr el éxi-


to en mis relaciones personales...
A veces me mantengo pasivo/a cuando...
A veces me siento indefenso/a cuando...
Me estoy dando cuenta de que...
Semana 12

Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi forma de


vivir...
Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi elección
de compañeros...
Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi felicidad
personal...
Si aporto un 5 % más de responsabilidad al grado de mi
autoestima...

Semana 13

Para mí, afirmarme a mí mismo/a significa...


Si hoy viviera con un 5 % más de autoafirmación...
Si hoy trato a mis pensamientos y sentimientos con res-
peto...
Si hoy trato con respeto mis deseos...

Semana 14

Si (cuando era joven) alguien me hubiese dicho que


mis deseos eran realmente importantes...
Si (cuando era joven) me hubieran enseñado a respe-
tar mi propia vida...
Si considero que mi vida carece de importancia...
Si estuviera dispuesto/a a decir que sí cuando quiero
decir que sí, y que no cuando quiero decir que no...
Si permitiera que los demás escuchasen la música que
llevo dentro...
Si expresara un 5 % más quién soy...

Semana 15

Para mí, vivir con propósito significa...


Si aporto un 5 % más de propósito a mi vida...
Si en el trabajo funciono con un 5 % más de propósito...
Si aporto ese 5 % más de propósito a mis relaciones...
Y si lo aporto a mi matrimonio...

Semana 16

Si me relaciono con mis hijos con un 5 % más de deter-


minación...
Si tuviera un 5 % más de resolución respecto a mis an-
helos más profundos...
Si acepto una mayor responsabilidad por satisfacer mis
deseos...
Si hago de mi felicidad un objetivo consciente...

Semana 17

Para mí, la integridad significa...


Si examino algunos casos en que me resulta difícil ser
totalmente íntegro/a...
Si aporto un 5 % más de integridad a mi vida...
Si aporto un 5 % más de integridad a mi trabajo...

Semana 18

Si invierto un 5 % más de integridad en mis relaciones...


Si permanezco fiel a los valores que creo correctos...
Si rehúso vivir según unos valores que no respeto...
Si considero que el respeto hacia mí mismo/a es una
prioridad elevada...

Semana 19

Si el niño/la niña que llevo dentro pudiese hablar, diría...


Si el/la adolescente que un día fui sigue vivo/a dentro
de mí...
Si mi yo adolescente pudiera hablar, diría...
Al pensar en ayudar a mi yo infantil, yo...
Al pensar en ayudar a mi yo adolescente, yo...
Si pudiera hacer las paces con mis personalidades me-
nos maduras...

Semalla 20

Si mi yo infantil se sintiera aceptado por mí...


Si mi yo adolescente fuera consciente de que estoy de
su parte...
Si mis personalidades menos maduras sintieran que me
compadezco de ellas por sus luchas...
Si pudiera sostener en mis brazos a mi yo infantil...
Si pudiera abrazar a mi yo adolescente...
Si tuviera el valor y la compasión de abrazar y amar a
mis personalidades más jóvenes...

Semana 21

A veces, mi yo infantil se siente rechazado por mí cuan-


do...
En ocasiones, mi yo adolescente se siente desplazado
por mí cuando...
Una de las cosas que necesita de mí mi yo infantil, y que
no suelo concederle, es...
Una de las cosas que me exige mi yo adolescente pero
que casi nunca le concedo es...
Una de las maneras en que mi yo adolescente se venga
de mí por rechazarle es...
Uno de los modos en que mi yo infantil se venga de mí
por no aceptarle es...

Semana 22

Al pensar en dar a mi yo infantil lo que necesita...


Al pensar en conceder a mi yo adolescente lo que me
pide...
Si mi yo infantil y yo nos enamorásemos...
Si mi yo adolescente y yo nos enamorásemos...
Semana 23

Si acepto que mi yo infantil puede necesitar cierto


tiempo para confiar en mí...
Si acepto que mi yo adolescente puede requerir algo de
tiempo para aprender a fiarse de mí...
Si llegase a comprender que tanto mi yo infantil como
mi yo adolescente forman parte de mí...
Me estoy dando cuenta de que...

Semana 24

Aveces, cuando siento miedo, yo...


En ocasiones, cuando alguien me hiere...
A veces, cuando me enfado...
Una forma efectiva de controlar el miedo sería...
Una forma efectiva de superar el dolor sería...
Una forma correcta de controlar la ira sería...

Semana 25

A veces, cuando me emociono...


En ocasiones, cuando me excito sexualmente...
A veces, cuando experimento sentimientos fuertes...
Si hiciera las paces con mi emoción...
Si trabara amistad con mi sexualidad...
A medida que me voy sintiendo más cómodo/a con to-
da la gama de mis emociones...

Semana 26

Cuando pienso en mejorar mi relación con mi yo in-


fantil...
Cuando pienso en relacionarme mejor con mi yo ado-
lescente...
A medida que mis personalidades inmaduras se sienten
más a gusto conmigo...
A medida que voy creando un espacio seguro para mi
yo infantil...
A medida que voy haciéndole un hueco a mi yo adoles-
cente...

Semana 27

Mi madre me ofreció un punto de vista sobre mí mis-


mo/a que era...
Mi padre me manifestó que me consideraba...
Hablo con palabras de mi madre cuando me digo
que...
Hablo como mi padre cuando me digo que...

Semana 28

Si aporto un 5 % más de conciencia a la relación con mi


madre...
Si aporto un 5 % más de conciencia a la relación con mi
padre...
Si miro a mis padres desde un punto de vista realista...
Cuando reflexiono sobre el grado de conciencia que
aporto a la relación con mi madre...
Cuando reflexiono sobre el grado de conciencia que
aporto a la relación con mi padre...

Semana 29

Cuando pienso en librarme de mi madre a nivel psico-


lógico...
Cuando pienso en librarme de mi padre a nivel psico-
lógico...
Cuando pienso en pertenecerme plenamente a mí mis-
mo/a...
Si mi vida realmente me pertenece...
Si soy de verdad capaz de sobrevivir por mi cuenta...
Semana 30

Si aporto un 5 % más de conciencia a mi vida...


Si me acepto a mí mismo/a un 5 % más...
Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi vida...
Si trabajo de forma que me afirme a mí mismo/a un
5 % más...
Si aumento en un 5 % la integridad presente en mi vi-
da...
Si respiro profundamente y me permito experimentar
lo que es la autoestima...
INTRODUCCIÓN

Durante su búsqueda para comprender el universo en


el que vive, el hombre se enfrenta a tres hechos naturales
fundamentales: la existencia de la materia, de la vida y de
la conciencia.
Como respuesta al primero de estos fenómenos, desa-
rrolló las ciencias de la física y la química; como respuesta
al segundo, la ciencia de la biología, y como respuesta al
tercero, desarrolló la ciencia de la psicología. Cabe desta-
car que, hasta nuestros días, los avances más destacados
dentro del conocimiento humano son los que se han pro-
ducido en el campo de la física, mientras que los más re-
ducidos caen dentro del área de la psicología.
La explicación de la diferencia en este comparativo gra-
do de progreso la hallamos, al menos en parte, en los res-
pectivos desafíos que proponen estas tres ciencias. Al pre-
tender identificar las leyes de la naturaleza, el hombre
busca, básicamente, identificar los principios de acción que
muestran las entidades en su conducta: comprender qué ha-
cen en diferentes contextos y por qué. Con semejante ob-
jetivo, la labor del físico es más sencilla que la del biólogo:
el número de variables con las que debe enfrentarse al es-
tudiar las acciones de la materia inerte, la variedad de ac-
ciones posibles para las entidades inanimadas, es mucho
menor que el que descubre el biólogo al estudiar la con-
ducta de los seres vivos. Pero la labor del biólogo es, a la
vez, más sencilla que la del psicólogo: un organismo vivo
consciente como el hombre manifiesta una complejidad y
variedad de conductas muchísimo más amplias que las de
cualquier otra entidad, viva o inerte.
Como es un ser que posee la capacidad de ser cons-
ciente de sí mismo, la habilidad de contemplar su propia
vida y actividad, el hombre siente una profunda necesidad
de obtener un patrón conceptual de referencia desde el
que pueda contemplarse a sí mismo; necesita una pauta
para comprenderse, una inteligibilidad que la psicología
tiene como misión proporcionarle. Este libro es un inten-
to de avanzar en la consecución de ese objetivo.
Dentro de este contexto, no es mi intención involu-
crarme en polémicas contra la psicología contemporánea
o decir que ha fracasado a la hora de ofrecerle al hombre
el conocimiento sobresí mismo que éste necesita. Me limi-
taré a decir que estoy convencido de ello, y que mis moti-
vos, así como la esencia de mis diferencias respecto a las es-
cuelas actuales de psicología, se irán desvelando a medida
que avancemos.
Pienso que si la ciencia de la psicología desea conseguir
una imagen precisa del hombre, debe cuestionar y desafiar
muchas de las premisas más enraizadas hoy día en esta área
del conocimiento; debe apartarse de la visión antibiológica
y antiintelectual, robotizada, de la naturaleza humana, que
domina la teoría contemporánea. Ni la concepción del
hombre como un títere movido por sus instintos (psicoaná-
lisis), ni la que le presenta como una máquina que respon-
de a los estímulos (conductismo), tienen similitud alguna
con la entidad biológica que la psicología tiene como mi-
sión estudiar: el único organismo que se caracteriza por el
poder del pensamiento conceptual, el discurso proposicio-
nal, el razonamiento explícito y la conciencia de sí mismo.
El tema central de este libro es el papel que juega la au-
toestima en la vida de las personas: la necesidad de autoesti-
ma, la naturaleza de esa necesidad, las condiciones necesa-
rias para obtenerla, las consecuencias derivadas de su frus-
tración y el impacto que tiene la autoestima de una persona
(o la falta de ella) sobre sus valores, respuestas y objetivos.
Prácticamente todos los psicólogos reconocen que el
hombre experimenta la necesidad de la autoestima. Pero lo
que aún no han identificado es la naturaleza de esa autoes-
ti ma, las razones por las que las personas la necesitan y las
condiciones que debe satisfacer si desea obtenerla. Prácti-
camente todos los psicólogos admiten, aunque sea vaga-
mente, que existe cierta relación entre el grado de autoesti-
ma que tiene un ser humano y el grado de su salud mental.
Pero no han identificado la naturaleza de esa relación, ni
sus causas. Prácticamente todos los psicólogos reconocen,
aunque vagamente, que existe alguna relación entre la na-
turaleza y el grado de autoestima de una persona y su moti-
vación, es decir, su conducta en las esferas del trabajo, el
amor y las relaciones humanas. Pero no han explicado por
qué, ni tampoco han aislado los principios involucrados en
este proceso. Estos son los temas de que trata este libro.
Más concretamente, son los temas que considero en la
segunda parte de esta obra. La primera parte se centra en
los fundamentos psicológicos de mi teoría de la autoesti-
ma, junto con la visión del hombre sobre la que ésta des-
cansa. Esto supone examinar la naturaleza de los organis-
mos vivos, 'con una referencia especial al concepto de
necesidad biológica y psicológica; la naturaleza de la men-
te humana, contrastada con la conciencia de los animales
inferiores; la cuestión de la libertad psicológica y la res-
ponsabilidad propia; la naturaleza y las fuentes de las emo-
ciones, la relación entre razón y emoción; el problema de
la represión emocional y, finalmente, los conceptos de sa-
lud y enfermedad mental.
Una parte del material contenido en este libro apareció
originariamente en The Objectivist (antes llamado The Ob-
jectivist Newsletter), un boletín del que fui cofundador junto
a Ayn Rand y coeditor desde 1962 a 1968. Una parte del
material de un capítulo apareció originariamente en mi li-
bro 117/o /s Av? Rand?' Aunque ya no guardo relación con
Avn Rand, aprovecho esta oportunidad para reconocer la
inestimable contribución que su trabajo como filósofa ha
ofrecido a mi propio pensamiento en el campo de la psi-
cología. A través del texto hago referencia a conceptos y te-
orías específicos de la filosofía de Avn Rand, el objetivismo,
elementos tremendamente importantes para mis ideas. La
epistemología, la metafísica y la ética objetivistas constitu-
yen la estructura filosófica de referencia desde la que es-
cribo como psicólogo.
De hecho, durante muchos años, cuando daba confe-
rencias sobre mis teorías psicológicas, solía designar mi sis-
tema como «psicología objetivista». Sin embargo, sabía
que ésta era tan sólo una denominación temporal, un títu-
lo a efectos prácticos, y que no era correcto denominar un
sistema de psicología, o de cualquier otra ciencia, usando
el nombre de una filosofía. Por ejemplo, nadie hablaría de
«física objetivista», aunque un físico empleara conceptos
de la epistemología objetivista o de su metafísica.
El nombre que al final elegí nace de mi convicción de
que la psicología debe estar firmemente enraizada en una
orientación biológica; que un estudio de la naturaleza del
hombre debe comenzar por un estudio de la naturaleza
de la vida; que la naturaleza psicológica del hombre sólo
se puede comprender dentro del contexto de su naturale-
za como organismo vivo; y que la naturaleza y las necesi-
dades del ser humano, como tipo específico de organis-
mo, son la fuente tanto de sus logros únicos como de sus
problemas potenciales. El enfoque biocéntrico (es decir,
orientado hacia la biología, el enfoque centrado en la vi-
da) es básico para mi pensamiento y para mi método de
analizar los problemas psicológicos. Por este motivo, he
denominado a mi sistema «psicología biocéntrica».

1. Nathaniel Branden, Who IsAyn Rand?, Nueva York. Random Hou-


se, 1962.
Es evidente que el hecho de que una ciencia esté divi-
dida en escuelas, cada una con su propio nombre, apunta
a que ésta se halla todavía en un primer estadio de desa-
rrollo. En este sentido, lamento tener que designar mi tra-
bajo mediante un nombre, sea cual sea.
Y, en realidad, en mi mente, no llamo psicología bio-
céntrica a mi trabajo. Lo llamo psicología.

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