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Teología Académica

La teología académica, como cualquier otra disciplina, va experimentando cambios en el


transcurso de su historia. Sus presupuestos, discursos, articulaciones y espacios se
transforman al pasar el tiempo. Esto no implica una «evolución», en el sentido de un
«progreso» de la tarea teológica hacia perspectivas cada vez «mejores». Por el contrario,
dicho «camino» responde a las circunstancias, los avatares, los interrogantes y las
problemáticas gestadas a lo largo de la historia de las sociedades y los grupos humanos. El
camino es tan complejo y zigzagueante como la historia misma.

La teología fue (y va) construyéndose como una respuesta a las vivencias de la fe en


espacios históricos concretos. Esta construcción se da tanto consciente como
inconscientemente. Muchos teólogos y teólogas explicitan sus puntos de partida. Otros no,
pensando que en realidad están partiendo de un punto «neutro»: Dios. ¿Existe tal
posibilidad? ¿Es Dios «neutro»? Más aún: ¿podemos decir que nosotros somos neutros en
nuestra manera de ver la fe y el mundo?

Éstos son temas muy profundos para analizar, de modo que no pretendemos agotarlos en
este breve estudio. Hay tres temas principales que estructurarán este ensayo. En primer
lugar, analizaremos la relación entre fe e ideología, para adentrarnos en las cuestiones
fenomenológicas intrínsecas al pensar teológico consciente e inconsciente (se podría decir
también formal e informal). En segundo lugar, una vez analizada la preeminencia
socioanalítica de la teología, ahondaremos un poco más en el tema, analizando el
significado de la hermenéutica y su papel en la construcción del conocimiento, y
relacionándolo con lo que muchos llaman «sociología del conocimiento».

Por último, intentaremos hacer una síntesis abordando


lo desarrollado desde la temática de la educación
teológica.
El modelo que trataremos de proponer es el siguiente:
La teología y la educación teológica responden a una comprensión determinada de la
fe. Dicha fe se encuentra a su vez enmarcada por un contexto histórico particular (o
sea, se construye como discurso teológico a partir de los símbolos, lenguaje y
comprensiones de un contexto sociocultural determinado). Pero también, dicho
contexto histórico se construye a su vez a partir de una ideología (en el sentido amplio
de la palabra, no restricto a una comprensión sociopolítica determinada), como
manera de ver la realidad (sean los objetos como también los tipos de relaciones que se
entablan en dicho medio). La hermenéutica nos sirve como marco «descifrante» tanto
para la fe como para el contexto histórico. En el primer caso, sirve para ver qué hay
detrás de un discurso teológico (su manera de ver la realidad). En el segundo, sirve
para descifrar qué tipo de ideología fundamenta las relaciones, objetivaciones y
significaciones que lo componen. Estos «desenmascaramientos hermenéuticos» nos
ayudarán en el proceso de construcción teológica y en la formación de los espacios
pedagógicos de dicha teología.

Fe-Teología

Al hablar de la relación entre fe e ideología no nos referimos estrictamente a un encuadre


político-partidario, como se podría leer. El término ideología tiene un significado mucho
más profundo que el que le solemos dar en nuestro léxico cotidiano. Se relaciona más
específicamente con la manera de enfrentar nuestra historia en su momento concreto. Este
«enfrentamiento» incluye, entre otras cosas, la manera en que leemos la realidad (a través
de las caracterizaciones provistas por nuestra cultura, idiosincrasia, contexto social, etc.)
como también aquellos mecanismos práxicos que utilizamos para desenvolvernos en el
medio donde nos encontramos. Estas idealizaciones y prácticas están cargadas de
expectativas y esperanzas que vienen construyéndose a lo largo de nuestra tradición y que
construimos desde nuestra existencia y la de nuestro contexto.

Utilizando los términos de Mannheim, las ideologías «son las ideas que trascienden la
situación y que nunca lograron de hecho realizar su contenido virtual». En resumen: la
ideología es aquel marco de referencia que condiciona nuestra vida cotidiana como
individuos dentro de un contexto social determinado. Esta ideología tiene que ver con una
opción dentro de los medios, creencias y limitaciones que nos ofrece dicho contexto.
Habiendo dicho todo esto, estaríamos en condiciones de decir que todo hombre y toda
mujer están condicionados ideológicamente. En este sentido, dicha ideología o forma de
vivir puede ser aprehendida consciente o inconscientemente. Uno podría ser consciente de
que por tal o cual motivo es movido a pensar o actuar de tal o cual manera. Por otra parte,
ante la conciencia de esos factores se podría optar por tomar un camino contrario o
alternativo al que el medio me muestra. Pero sea a favor o en contra, el contexto siempre
será el punto de partida para la ideología por la que uno opte o sea determinado a adquirir.

En cuanto a su relación con la fe, la ideología es el marco referencial en el cual la fe se


descubre. La fe no surge como algo sui generis en nuestro contexto existencial y cultural.
Por el contrario, emerge desde la situación en que nos encontramos como individuos y
como comunidad social. Por supuesto que la fe tiene aspectos aculturales (como por
ejemplo su sentido utópico ―como vimos anteriormente en referencia a Mannheim en lo
que respecta a las expectativas de un individuo o una comunidad sobre su situación
concreta― o también, en sentido estricto, la comprensión trascendente de la persona
divina). Pero inclusive estos aspectos aculturales de la fe condicionan los espacios
existenciales de nuestro contexto.

El teólogo uruguayo Juan Luis Segundo es uno de los que más ha estudiado este tema. Hay
tres aspectos que él aborda respecto a la relación fe-ideología. En primer lugar, asevera que
una fe sin ideología es una fe muerta. La fe implica la búsqueda de aquello que conlleva un
valor absoluto objetivo. Dicha búsqueda se hace desde un momento existencial concreto. Es
aquí donde hablamos de una intención ideológica, ya que esta búsqueda se encuadra en
aquello que uno «espera» para la vida (expectativa). Por esto Segundo habla de la ideología
como un aprender a aprender. Implica crear «símbolos metodológicos» que nos sirvan para
mediar entre la fe y las opciones históricas. El cristianismo, como construcción del
fenómeno religioso, carece de instrumentos precisos para medir la vida histórica. Es por
ello que necesita servirse de un «espacio mediático» que le sirva para leer las circunstancias
y las expectativas históricas desde la fe.

En segundo lugar, tener en cuenta la relevancia de lo ideológico nos ayuda a comprender


la dinámica de la fe en los procesos históricos relatados en los textos bíblicos. La cuestión
central al respecto es cómo una misma fe responde a los desafíos históricos y a las diversas
caracterizaciones culturales relatadas en la Biblia. Estas «formas» implican diversas
maneras a partir de las cuales se describe la manifestación de lo divino en circunstancias
particulares. Esto es ideología: tanto la manera de leer un momento histórico determinado
como la descripción de cómo la fe en Dios se manifiesta en él (ya sea a través de
intervenciones fenoménicas o del pueblo de creyentes). «Podemos, sin temor a
equivocarnos, decir que las ideologías presentes en las Escrituras… son las respuestas
aprendidas frente a determinadas situaciones históricas. La fe, en cambio, es el proceso
total al que el hombre se entrega, y ese proceso es un aprendizaje, a través de las
ideologías, para crear las ideologías necesarias para nuevas e inéditas situaciones
históricas.»

Por último, la fe sirve a las ideologías. En este sentido, ella surge como respuesta a los
desafíos sociopolíticos con los cuales la humanidad, y en especial cada comunidad de fe, se
enfrentan al leer concientemente su momento histórico concreto. Es a partir de esta lectura
que se construyen esperanzas y deseos de cambio. Y es a partir de estas esperanzas y
anhelos que se buscan caminos y alternativas para concretarlo. La fe en Jesús de Nazaret se
presenta como uno de estos caminos alternativos. «La fe no es, pues, un contenido
resumido, universal y atemporal, de la revelación una vez que se ha desembarazado a ésta
de las ideologías. Por el contrario, es la madurez para las ideologías, es la posibilidad de
desempeñar plena y conscientemente el cometido ideológico del que depende la liberación
real de los hombres.»

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