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Alejandra Vargas Rodríguez

Forestar Santiago más allá de sus parques: desafíos para una


gestión difícil

Existe una conocida frase que dice que la vida se completa al tener un hijo, escribir un libro y plantar
un árbol. Muchos han criticado esta consigna argumentando que el verdadero desafío de la vida está en
criar al hijo, conseguir que alguien lea el libro y que el árbol plantado logre establecerse y llegar a ser
adulto, lo que en el caso de un ambiente urbano constituye todo un desafío.

En términos generales, las principales dificultades que le impone la ciudad a los árboles son la falta de
espacio para el desarrollo de su parte aérea y radicular, la mala calidad estructural y nutricional del suelo,
las extremas temperaturas y las agresiones de que son objeto las especies, ya sea por vandalismo o
ignorancia en el manejo (Harris, Clark, & Matheny, 1999).

En el imaginario de la población, e incluso de algunos responsables de la forestación urbana, las técnicas


de plantación no van más allá de abrir la tierra e introducir una especie arbórea en la hoyadura. Pero,
¿cuánto se sabe sobre las necesidades propias de cada especie?, ¿cuánto se conoce sobre el desarrollo
de los árboles tanto en su porción aérea como en la subterránea? En definitiva, ¿cuánto saben los que
debieran saber? Las acciones que se realizan en ciertos lugares hablan por sí solas, develando un bajo
conocimiento sobre la vegetación (Imagen N°3 e Imagen N°4).
Imagen N°3: Quillaja saponaria ubicada en el pueblo
de Maitencillo, V Región. El espacio de plantación
es de 14 cms, el diámetro del tronco de este
ejemplar adulto puede alcanzar 1,2 mt.

Fuente: Archivo personal

Imagen N°4: Liquidambar styraciflua ubicado en la


comuna de Lo Barnechea, RMS. El espacio de
plantación es de 48 cms, el diámetro del tronco de
este ejemplar adulto puede alcanzar entre 1 y 2 mt.

Es común encontrarse con árboles que no pueden


completar su desarrollo por las condiciones a las
cuales están expuestos o por falta de cuidados en su
mantención. Situaciones que hacen terminar su
existencia en una etapa juvenil, privando a la ciudad
de los muchos beneficios que pudieron haber
entregado si hubieran podido alcanzar la adultez.

Por nombrar algunos ejemplos, el 28 junio del año


2009 se publicó en el diario El Mercurio, una noticia
que informaba sobre la muerte de 50 árboles en
Fuente: Archivo personal
Santiago. Todos los ejemplares estaban ubicados en
un bandejón de 6 km de largo sobre la Autopista Central, entre el río Mapocho y la Av. Carlos
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Valdovinos. La razón del deceso de las especies fue la falta de riego y el acopio de basura sobre el suelo
en donde los árboles estaban plantados, lo anterior, ocurrió debido a una disputa entre la concesionaria
y la Municipalidad de Santiago (Cerda, 2009).

El 11 de mayo de 2016, se informó en el portal Ahora Noticias, que en la ciudad de Temuco se podó
de forma invasiva una araucaria, con el fin de liberar espacio para los cables del alumbrado público. La
mutilación efectuada a la especies (Ver imagen N°5), es una intervención que desestabiliza su estructura
y genera múltiples heridas por donde fácilmente se desarrollaran enfermedades, con lo cual este árbol
difícilmente podrá continuar con su desarrollo (Ahora Noticias, 2016).

Imagen N°5: Araucaria ubicada en Av. Ossa, ciudad de Temuco

Fuente: Portal de noticias “Ahora Noticias”. Publicado el 11 de mayo de 2016.

La falta de planificación al introducir especies arbóreas, sumado a la adversidad que impone la propia
ciudad y el desconocimiento que, ciertos encargados de áreas verdes, demuestran sobre la mantención
de las especies arbóreas, hace peligrar la sobrevivencia de los árboles urbanos. Es necesario realizar una
selección de especies acorde a las necesidades ambientales y espaciales de la ciudad, planificar la
plantación de los árboles con técnicas que les permitan una mejor adaptación al ambiente y crear planes

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de manejos enfocados a consolidar la vegetación y obtener de ella todos los beneficios que son capaces
de entregar.

1.1. Planificar la vegetación urbana: ¿Qué plantar? y ¿por qué hacerlo?

En Santiago, pero también en otras ciudades, los planes reguladores aplican normas para el desarrollo
urbano y establecen sectores, o porciones del territorio, que tiene que ser destinadas a área verde. Las
especies vegetales que se disponen en dichos lugares no se especifican, ni son materia de
reglamentación, quedando a la libre elección de quienes se hacen cargo de estos lugares.

Al no existir una reglamentación ni un plan maestro vegetacional para la ciudad, cada municipio toma
sus propias decisiones sobre qué tipo de flora utilizar, permitiéndose el uso y abuso de especies exóticas
que no pertenecen a estas latitudes y que muchas veces se ven seriamente afectadas por las condiciones
ambientales. En ciertas ocasiones se utilizan especies nativas, pero sólo a través de ejemplares aislados,
no hay una intención de intentar reproducir asociaciones beneficiosas, es decir, agrupaciones de especies
que al ubicarse en conjunto potencien los servicios ecosistémicos que son capaces de proporcionar.

Algunas situaciones ocurridas con ciertos municipios servirán para demostrar que, la inadecuada
selección de especie, no solo acarrear problemas de gestión del arbolado urbano sino que también priva
a la ciudad de tener un mejor ecosistema, incluso en comunas de altos ingresos. La siguiente descripción
ayuda a entender mejor el tipo de dificultades que es posible advertir en municipios del cono de alta
renta

La comuna de Lo Barnechea, cuenta con un municipio que dispone de recursos para ejecutar, por
ejemplo, un plan de gestión de áreas verdes. En el año 2013, la Inmobiliaria Lomas de La Dehesa Ltda.
desarrolló, al interior de la comuna, un nuevo proyecto residencial llamado Las Praderas. El proyecto
abarcaba una extensa zona y debía ser responsable del trazado de un eje vial importante para la comuna,
la continuación de la Av. Bernardo Larraín. La avenida estaría formada por 4 pistas para vehículos y un
bandejón central de cinco metros de ancho cubierto con vegetación. Al iniciar la planificación del
proyecto se le consultó a la municipalidad sobre los requerimientos técnicos que se exigían para la nueva
área verde, el director del departamento de aseo y ornato, junto con el encargado del área de parques y
jardines, establecieron que la nueva avenida debía tener una vegetación igual a la de dos avenidas
cercanas a la zona, Av. El Huinganal y Av. Pie Andino, con el fin de mantener la misma estética del
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paisaje. Al revisar la vegetación de los lugares mencionados se encontró que las especies arbóreas
existentes eran Sequoia sempervirens y Taxodium distichum.

Las Sequoias y los Taxodium corresponden a especies de forma cónica, es decir, son especies que en
su parte basal desarrollan una gran envergadura y hacia el ápice van disminuyendo la extensión de sus
ramas. Las Sequoias sempervirens pueden alcanzar en su base un diámetro de copa de 8 a 10 m y los
Taxodium distichum entre 6 y 8 m. (Chanes, 2002). Ambas especies superaban el ancho del nuevo
bandejón, lo que significa que en su etapa adulta las ramas irrumpirían el tráfico vehicular. Además, en
aquellos sectores en que se permite hacer retornos, dichas ramas afectarían la correcta visibilidad para
los choferes, poniéndolos en riesgo. Cuando estos problemas se habían presentado en las avenidas
mencionadas, la solución había sido realizar podas, rebajando la extensión de las ramas (Ver imagen
N°6). Estas podas hacen perder la belleza de la forma cónica de las especies y la respuesta de cualquier
conífera a esta práctica es reconocidamente mala, debido a que son especies de lenta cicatrización y
altamente susceptibles al ataque de hongos por las heridas de corte (Brown, 1998).

Imagen N°6. Av. El Huinganal en la comuna de Lo


Barnechea. Se observan Sequoias sempervirens podadas
para evitar que sobrepasen el ancho del bandejón
central.

Siguiendo las instrucciones del departamento de parques


y jardines, se entregaron los planos para su aprobación
con las especies antes mencionadas, sin embargo, se
detallaron todas las dificultades que el grupo de
profesionales a cargo del diseño detectamos en la
composición de esta área verde. Los encargados
municipales evaluaron las indicaciones del proyecto y
accedieron a sustituir los árboles propuestos. La nueva
recomendación fue utilizar Quercus falcata, un roble
originado en la costa este de norteamérica. La selección
de la nueva especie se atribuía a que en ciertos lugares
en donde se había probado plantar este tipo de árboles
Fuente: Archivo personal

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los resultados había sido favorables, ya que se desarrollaban relativamente rápido y no generaban
mayores problemas.

Finalmente el proyecto fue aprobado con la utilización de Quercus falcata como especie arbórea, en
conjunto con otras especies arbustivas de origen foráneo, dejando en evidencia que en la selección de
las especies se desconsideró un diseño integral de la comuna, ni se evaluó la contribución ambiental que
dicha selección de especies puede ofrecer. Además, no se tanteó la posibilidad de introducir especies
nativas, como aquellas que rodean los cerros de la precordillera andina de la comuna. Lo anterior es de
importancia al relacionarlo con los estudios de Romero y Vásquez, quienes consideran vital la
mantención, integración, conservación y conectividad de todos los parches vegetacionales del piedmont
andino de Santiago, para poder mantener la buena salud de las cuencas (Romero & Vásquez, 2005 p.
116).

Ruby Ramírez, encargada de Licitaciones del Programa Parques Urbanos del MINVU, confirma que,
en Santiago, no existe un diseño de infraestructura verde a nivel de ciudad. Cada Municipio toma
libremente las decisiones en torno a su paisaje y, según sus recursos y la capacidad técnica que han
desarrollado, decide qué, cómo y dónde plantar. Por su parte, el MINVU, se preocupa de dotar de
parques a aquellos lugares donde estos son escasos, su objetivo es otorgar áreas verdes a los ciudadanos,
pero no utiliza una estrategia ecológica y sustentable que busque continuidad e integración entre plaza,
parques y avenidas a nivel de ciudad (R. Ramírez, comunicación personal, 12 de enero de 2016).

¿Quién debería tomar el control de la planificación de las áreas verdes? Parece pertinente pensar en la
intendencia de Santiago, por tener la labor de coordinar, fiscalizar y supervigilar a todos los servicios
públicos que operan en la región. Efectivamente, este organismo quiso hacerse cargo de esta labor, por
lo que en el año 2013 lanzó una Política Regional de Áreas Verdes, la cual estuvo liderada por el entonces
intendente de Santiago Juan Antonio Peribonio. En el documento se propuso una serie de medidas
orientadas a realizar una gestión de las áreas verdes a nivel regional, considerando criterios
medioambientales que permiten hacer más eficientes y sustentables estos espacios urbanos (Gobierno
regional metropolitano de Santiago, 2013). Durante el transcurso de esta investigación se consultó,
sobre el conocimiento de esta política, a todos los entrevistados que actualmente trabajan en la creación
o mantención de áreas verdes, Leonardo Millalén, Claudio Preller, Ruby Ramirez, Ignacio Lira y Doris
Erlwein. Todos ellos declararon no conocerla ni saber de su existencia. ¿Qué es lo que falló? Lograr la
operatividad de esta política no es una tarea fácil, son muchos los actores involucrados en el proceso
de enverdecer una ciudad y es necesario resolver problemas de institucionalidad, financiamiento y
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gestión para poder ejecutar un plan de esta envergadura. Por lo tanto, parece necesario que sea primero
el gobierno quien lidere el proceso y logre la coordinación de todos los organismos competentes en esta
materia.

¿Será posible que, bajo el actual escenario, las áreas verdes de Santiago contribuyan al desarrollo
sustentable de la ciudad? Indudablemente no, el desarrollo sustentable ha demostrado ser un difícil
camino por recorrer, el cual exige coordinadas estrategias de trabajo.

La falta de planificación sobre las áreas verdes ha producido la pérdida de lugares claves para aspirar a
un desarrollo sustentable, como por ejemplo la ribera del río Mapocho. En ciudades que gozan de un
número contundente de áreas verdes, como Londres y París, los ríos han sido rodeados de vegetación
y constituyen un hito muy relevante en la estructura de estas. En el caso de Santiago, el río Mapocho
atraviesa la ciudad de nororiente a norponiente, conectando 16 comunas del Gran Santiago. Sin duda,
es muy relevante dentro del paisaje santiaguino y una gran oportunidad para generar un corredor verde.
En 1978 se propuso la idea de forestar sus márgenes, controlar su curso y construir un sistema de
parques desde El Arrayán hasta Pudahuel, incorporando los parques aledaños como el Forestal y el
parque de Las Esculturas en Pedro de Valdivia Norte (Pérez de Arce, 1978). Lamentablemente esa
posibilidad fue parcialmente desechada al construir la autopista Costanera Norte, donde se perdió buena
parte del acceso al rio y no se conservó una superficie donde generar áreas verdes, perdiéndose así la
posibilidad de conectar comunas a través de un ambiente natural (Imágenes Nº 7 y 8).

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Imagen Nº7: Autopista Costanera Norte, sección de la comuna de Providencia.

Fuente: Archivo personal

Imagen Nº8: Autopista Costanera Norte, sección de la comuna de Vitacura.

Fuente: Archivo personal

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Actualmente estamos frente a un auge en la creación de áreas verdes, así lo demuestran los múltiples
programas de gobierno que las ofrecen. Sin embargo, éstas se están haciendo sin un ente planificador
que coordine esa infraestructura verde. Frente al nuevo escenario ¿qué criterios se están utilizando para
la selección de especies? ¿qué estrategias de mantención se implementaran? Poco, o nada, se sabe sobre
estos cuestionamientos.

1.2. Las agresiones del ambiente urbano a la vegetación.

La planificación de la vegetación urbana requiere también considerar las características ambientales a


las cuales las especies deben someterse, ya que existen varios factores que perjudican su crecimiento
contribuyendo a constantes mermas de las especies arbóreas dentro de la ciudad.

Los principales factores de agresión ambiental que enfrentan las especies vegetales en la ciudad son
aquellos que se derivan de la mala calidad del suelo y de las extremas de temperatura que se genera en
el ambiente urbano.

El proceso de construcción de una ciudad conlleva la necesidad de compactar el terreno para mantener
la estabilidad de las edificaciones. La compactación requiere la eliminación de la porción más superficial
del suelo, aquella que constituye un ambiente poroso donde se retiene la mayor proporción de materia
orgánica, es decir, los nutrientes que las especies vegetales necesitan para desarrollarse. Lo anterior
produce una pérdida de la estructura natural y la eliminación de organismos y microorganismo benéficos
que producen todas las relaciones simbióticas que involucran la disponibilidad y regeneración de
nutrientes (Capon, 2005). La resultante del proceso, es un sustrato altamente compactado, desprovisto
de elementos nutritivos y prácticamente inerte, que además, al estar cubierto por hormigón reduce su
capacidad para realizar intercambio gaseoso e infiltrar agua.

Al introducir vegetación es de vital importancia corregir y mejorar las condiciones del suelo para
conseguir que los nuevos ejemplares se desarrollen correctamente y permanezcan en el tiempo. De no
atender esta necesidad, la excesiva compactación y la carencia de nutrientes impide que las raíces de las
especies puedan extenderse y crecer libremente, limitando su crecimiento y vigor, con lo cual se
mantienen constantemente en una situación de vulnerabilidad que los hace susceptibles a contraer plaga
o verse afectados por adversidades climáticas. Los árboles urbanos permanecen en condiciones de

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riesgo, y algunos ponen en peligro a los ciudadanos, ya que su escaso desarrollo radicular no les permite
un buen anclaje al suelo, existiendo la posibilidad de desplome de sus pesadas estructuras.

Con respecto a la temperatura, la ciudad la intensifica. La irradiación del pavimento eleva la temperatura
y la sensación de térmica, lo que produce que en verano las especies vegetales estén expuestas a una
situación de estrés. Como se sabe, el exceso de calor gatilla un proceso metabólico en las plantas que
las mantiene en un estado de defensa frente a una posible deshidratación, perjudicando su desarrollo y
crecimiento (Capon, 2005). Por otra parte, en invierno, la temperatura también las tensiona ya que se
producen fríos intensos que dañan el tejido vegetal, perjudicando su sobrevivencia.

Al seleccionar especies para la ciudad se debe buscar aquellas que puedan adaptarse a las extremas
temperaturas que se producen en las zonas urbanas. En el largo plazo, si se llegara a conseguir una
estructura boscosa las condiciones climáticas se volverían menos extremas, lo cual produciría un
ambiente más temperado tanto para las especies vegetales como para los ciudadanos.

Si bien las grandes variaciones de temperaturas producen los principales daños, hay otros factores que
también hacen mella sobre los árboles, como los fuertes vientos y los ataques de plagas y enfermedades,
estos últimos son altamente complejos de combatir, ya que la aplicación de pesticidas es inmanejable
en lugares poblados.

Frente a esta evidencia resulta fácil comprender que son pocas las especies que pueden crecer y
desarrollarse correctamente bajo las condiciones que ofrece la ciudad, y de no desarrollar técnicas que
lo permitan será difícil conseguir una estructura arbórea longeva.

1.3. Los ciudadanos y la vegetación en la ciudad: ¿mucha biofilia y poco cuidado?

La vegetación urbana se ve amenazada por el descuido y falta de consideración de los propios


ciudadanos, quienes, muchas veces, menoscaban la naturaleza viva de las especies.

Una prueba de esta conducta se puede ejemplificar con lo ocurrido en el año 2007 en el Parque
O’Higgins ubicado en la Municipalidad de Santiago. En aquella oportunidad, previo a la celebración de
las fiestas del dieciocho de septiembre, la administración del parque decidió recuperar una zona,
plantando un bosquete de Liquidambar styraciflua, una especie arbórea exótica muy apreciada por su

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colorido otoñal. Los árboles introducidos estaban en estado juvenil y su talla no sobrepasaba los 2,5 m
de altura. Al llegar las celebraciones de fiestas patrias, el parque se llenó de familias que fueron a disfrutar
del lugar, y como parte de las tradiciones criollas quisieron encumbrar volantines. El daño se originó al
momento de la confección de estos artículos, ya que sin hacer ningún tipo de reflexión, las personas
cortaron los ápices de los Liquidámbares recién plantados, con el fin de utilizarlos en las estructuras de
sus volantines. El resultado de aquellas acciones fue devastador para los árboles, y al día de hoy no
sobrevive ningún ejemplar.

Lo anterior no fue un hecho aislado, en el mismo parque es posible observar año a año árboles que han
sido quemados en su base, debido a que las personas que lo visitan encienden fuego para hacer asados.
(Imagen Nº9).

Imagen Nº9: Árbol ubicado al interior del Parque


O’Higgins. En su base se observa el daño
producido por el fuego.

¿Existe la intención de dañar los árboles?,


probablemente no, pero lo que si queda de
manifiesto es que no existe una conciencia frente a
lo delicada que es la naturaleza y las grandes
dificultades que existen para lograr que esta se
establezca en la ciudad.

Fuente: Archivo personal

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1.4. Las labores de mantención: ¿qué se intenta privilegiar?

Los ciudadanos no son los únicos agresores de la naturaleza, y aunque parezca un contrasentido,
muchos de los daños que sufren las especies vegetales son producidos por ciertos agentes de
mantención de áreas verdes, quienes, en oportunidades, no cuentan con los conocimientos adecuados
que les permitan realizar una labor enriquecedora para la vegetación.

Las conocidas “podas municipales” hacen referencia a las mutilaciones que se hace a los árboles en las
calles o en los parques, donde se rebaja gran parte de su estructura vegetal intentando adecuar al espacio
una especie que, sin lugar a duda, fue mal seleccionada para el área, ya que su crecimiento natural no es
el deseado (ver imagen N°10).

Imagen N°10. Árboles podados en


la comuna de Puente Alto.

La tolerancia de los árboles a la poda


es muy baja, ya que el gran desafío
que experimenta una especie arbórea
al crecer está en equilibrar su pesada
estructura. Para ello requiere
desarrollar una forma de copa que sea
capaz de sostenerse en un tronco
central y una masa radicular acorde.
Cuando se realizan podas, se altera
esta estructura de soporte diseñada a
través de años de crecimiento,
muchas veces la intervención se hace
sin considerar el equilibrio natural,
desbalanceando la pesada estructura.

Fuente: Archivo personal

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Un árbol que es sometido a esta intrusión en su desarrollo enfrenta tres inconvenientes. Primero, puede
sufrir el desganche de ramas cuando el desbalance que se produce en su estructura no logra sostener el
peso de estas. Segundo, en respuesta a la reducción de la masa del árbol se desarrollan yemas dormantes,
que producen un acelerado crecimiento de la masa vegetal deformando la estructura original para
siempre y disminuyendo su vigor, lo que en el largo plazo acorta su sobrevivencia. Tercero, los cortes
que se hacen exponen el tejido vegetal al ataque de plagas y hongos, produciéndose enfermedades para
las especies. En definitiva, la poda soluciona esta “intromisión” de los árboles en la ciudad, pero los
deforma y acorta su vida.

Existen también otras prácticas de mantención altamente agresivas para la naturaleza, como por
ejemplo, las labores de riego que se realizan con camiones aljibe. Los camiones aljibes circulan por las
calles regando las áreas verdes a través de mangueras, que aportan un gran caudal a alta presión. El
impacto del agua contra el suelo comprime la tierra, lo cual dificulta la infiltración, y esta termina
acumulándose en la superficie. El exceso de agua despedida produce anoxia en el suelo, es decir, se
eliminan todas las moléculas de oxígeno, lo que conlleva problemas como, pudrición de raíces y baja
absorción de agua y nutrientes (Imagen Nº11).

Imagen Nº11: Camión aljibe regando en la comuna de Providencia

Fuente: Luis Mariano Rendón

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Existe consenso sobre la necesidad de incorporar conocimientos técnicos que ayuden al desarrollo de
las especies vegetales. Si los programas de forestación urbana y creación de áreas verdes no se preocupan
de invertir en desarrollar y transmitir dicho conocimiento, su efectividad será menor a la esperada y la
comunidad tendrá que seguir enfrentando la degradación de estos espacios.

Bibliografía

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http://www.ahoranoticias.cl/chile/regiones/172284-araucaria-fue-cortada-por-la-mitad-para-que-
no-molestara-al-tendido-electrico.html

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Capon, B. (2005). Botany for Gardeners. Portland, Oregon.: Timber Press, Inc.

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