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FRANÇOIS DREYFUS

EL TEMA DE LA HERENCIA EN EL ANTIGUO


TESTAMENTO
El Nuevo Testamento debe ser comprendido a la luz del Antiguo. Dios ha ido
preparando los corazones de los hombres para la Revelación de su Hijo a lo largo de la
Historia de Israel. El concepto de herencia iba a ser fundamental para entender el
misterio de Cristo, heredero del Padre, en quien nosotros somos coherederos. El
artículo nos muestra el desenvolvimiento y evolución de la idea de herencia, en la que
el pueblo elegido bajo la dirección del Espíritu llegará a una elevación cada vez más
notable.

Le Théme de l’Héritage dans l’Ancien Testament, Revue des Sciences Philosophiques et


Théologiques, 42 (1958) 3-49

El Nuevo Testamento emplea la noción de herencia para expresar los conceptos más
fundamentales de la Revelación cristiana. "Si nosotros somos hijos, somos herederos.
Herederos de Dios, coherederos dé Cristo" (Rom 8,17). Los términos heredar, herencia,
heredero, sirven para designar la entrada en posesión de la felicidad a que todo cristiano
está destinado, el Reino de Dios, la vida eterna. "Venid, benditos de mi Padre, recibid
en herencia el Reino que os ha sido preparado desde la fundación del mundo" (Mt
25,24). "Dios ¿no ha elegido a los pobres... como herederos del Reino?" (Sant 2,5). "La
carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios" (1 Cor 15,50). "Bienaventurados
los humildes, porque ellos recibirán la Tierra en herencia" (Mt 5,5).

No podemos comprender las expresiones "heredar el Reino", "heredar la vida eternas, si


nos fiamos únicamente del sentido jurídico que tales vocablos tienen en nuestro idioma.
Es indispensable ver de qué historia están cargados los términos, qué dosis conceptual
les corresponde, qué evolución han sufrido. Es necesario, pues, emprender el estudio del
tema veterotestamentario de la herencia.

El vocabulario

Tres raíces hebreas fundamentalmente sirven para dar cuerpo al concepto de herencia en
el AT: yaras, nahal y halaq.

Yaras: su contenido básico no es tanto el de posesión, como el de tomar posesión,


entrar en posesión, suceder en la posesión. Implica una transferencia en la propiedad de
un bien que antes tenía otro dueño. Se emplea únicamente en la conquista militar o en la
apropiación por fraude, y en la herencia en sentido estricto. Nunca en la toma de
posesión por compra. Se trata siempre de bienes inmuebles, correspondiendo bien al
sentido de nuestro ocupar. Al tratarse de transferencia de dos propietarios; según a
quién se refiera, significará ocupar o desocupar. Se emplea, por ejemplo, en la conquista
de Canaán por Israel.

Nahal: sentido cercano al anterior. Pero el acento no está puesto en la transferencia, sino
en el carácter estable, permanente de una propiedad. Su mejor traducción sería poseer a
título de patrimonio. El bien a que se refiere ha de ser, en consecuencia, de naturaleza
durable. El sujeto adecuado es, entonces, un clan, no un individuo aislado. En el modo
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de acceso a la propiedad, pone la fuerza en la distribución institucional de los bienes


globales del pueblo, tribu o clan, entre los que a ello tienen derecho. Cabe usarlo
también en sentido metafórico.

Halaq: significado fundamental de repartir, dividir. La mayor parte de las veces, no


algo patrimonial por institución, sino un bien cuya. adquisición se ha hecho en común:
botín de una guerra, patrimonio conseguido. El reparto de la Tierra Prometida entre las
tribus y familias, por ejemplo.

En el vocabulario bíblico de la herencia no falta otros términos de importancia


secundaria. Al menos tengamos una idea de los diversos y ricos matices conceptuales
que debemos encerrar en una misma palabra de nuestra lengua.

EL TEMA DE LA HERENCIA EN LOS PUEBLOS VECINOS DE ISRAEL

La misma Biblia atestigua que el término bíblico de herencia tiene paralelos en las
naciones vecinas. En Jue 11,23-24, Jefté envía un mensaje al rey de los ammonitas, en
el que la raíz yaras se emplea 6 veces: "Y ahora que Yahvé, Dios de Israel, ha
desposeído a los amorreos en nuestro favor ¿tú nos desposeerás? ¿No posees en
herencia todo lo que Camos, tu dios, ha dejado en tu propiedad? Y nosotros ¿no
poseemos en herencia todo aquello cuya posesión nos ha transferido Yahvé, nuestro
Dios?" Alusión clara a la creencia de que Dios les ha dado la tierra que habitan y poseen
a título hereditario. Esta concepción reposa sobre la idea común al Oriente Medio de
que cada dios posee un dominio determinado. Cuando un pueblo se instala en el
dominio de un dios,. expulsando a los anteriores ocupantes, se interpreta el hecho como
voluntad del dios del país, que revoca -provisional o definitivamente- la donación que
había hecho a los antiguos habitantes. De lo contrario nunca los nuevos hubieran podido
vencer. Sennaquerib, rey de Asiria, afirma a Ezequías que, si acaba de conquistar el
reino de Judá y deportar a su población, es por orden de Yahvé, irritado contra su gente
(2 Re 18).

La tierra es de tal modo dominio suyo que a veces lleva el nombre del dios (Asur y
Amurru), o el mismo dios es designado por su relación con la ciudad (Ningirsu: Señor
de Girsu). La relación entre el dios y la nación no es inmediata, se fundamenta en la que
existe entre el dios y la tierra. Recordemos el episodio de la conversión de Naamán (2
Re 5,17) que manda cargar tierra de Israel sobre dos mulos a fin de poder pisar suelo de
Israel cuando ore a Yahvé.

Los textos mitológicos de Ras Shamra nos dan más luz sobre el asunto. Mot, dios de las
mieses, reina en dominios subterráneos donde pasa la mitad del año. Tres expresiones
aluden a ello: "su ciudad", "el trono donde se asienta", "la tierra de su heredad". Se trata
siempre de dominio espacial, sin ninguna mención a posibles relaciones con hombres.
El santuario del dios Anat es la "Montaña del Norte", no un espacio donde los hombres
van a adorar a dios, sino un lugar sagrado considerado como residencia de la divinidad.

En resumen: entre los pueblos vecinos a Israel el tema de la herencia se manifiesta sobre
todo como un vinculo entre el dios y el territorio habitado por un grupo humano.
Vínculo local, no personal, que conserva todo su valor, cualquiera que sea el pueblo que
habita el territorio. Y existe incluso cuando no está habitado. Este vínculo es natural.
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Cuando se rompe, el estado resultante es de violencia (recuérdese cómo Asurbanipal


describe el exilio y retorno de la diosa Nana).

PRIMERAS FORMULACION ES BIBLICAS DEL TEMA DE LA HERENCIA

Génesis 15

"Después de estos acontecimientos, Yahvé dirigió la palabra a Abram en una visión,


diciendo: No temas, Abram, soy tu escudo y tu recompensa será muy grande. Abram
respondió: Mi Señor Yahvé, ¿qué me darás? (...). E insistió Abram: He aquí que no me
has dado sucesión y que uno de los esclavos de mí casa me heredará. Entonces Yahvé le
dirigió la palabra: Ese no será tu heredero, sino que alguno de tu casa te heredará. (...)
Díjole: Yo soy Yahvé que te ha hecho salir de Ur de los caldeos para darte este país en
herencia. Abram respondió: Señor, ¿en qué reconoceré que lo voy a tener en herencia?"

Sigue la narración del sacrificio que concluye la Alianza entre Yahvé y Abraham. Es la
primera vez que aparece en la Biblia el vocablo específico de la herencia (yaras,
empleado cuatro veces).

La clave de todo el pasaje se encuentra en el v. 1, en el que Yahvé promete a Abraham


un don, una recompensa. El sentido de la respuesta de Abraham es: "Y ¿qué bien será?
Yo a nadie tengo a quien transmitir ese don. Será un extraño quien reciba mi herencia".
Por tanto, si la promesa a Abraham está reflejada en la pluma del escritor sagrado como
anuncio de un heredero más que de un hijo, es porque el deseo de tener descendencia
del patriarca representa aquí no un fin en sí, sino una condición necesaria para aceptar el
ofrecimiento de un don divino.

El sentido auténtico del texto en la mente de su autor puede entonces establecerse así: a)
anuncio divino a Abraham de la concesión de una gran recompensa, cuya naturaleza
exacta aún no se precisa; b) promesa de un heredero en respuesta a la inquietud de
Abraham, pues presentaba dudoso interés un don que no pudiera transmitir a un hijo de
su sangre; c) se perfila la naturaleza del don: la concesión de la tierra de Canaán como
patrimonio hereditario de su descendencia;d) esta promesa es objeto de una alianza
sellada entre Dios y Abraham.

Esta primera formulación del tema de la herencia en la Biblia, nos permite ya hacer unas
consideraciones:

1. Se trata de un don de Dios al hombre, don que es una recompensa y que procurará la
felicidad de quien se beneficie de él. El último punto resulta del vínculo que existe en la
mente del redactor yahvista entre la posesión de la Tierra Prometida y la bendición
asegurada a Abraham y su descendencia. Todas las naciones desearán -afirma el Señor
Yahvé- una bendición análoga a la que va a conceder a la posteridad de Abraham (Gén
22, 18). La promesa de bendición será repetida a Isaac (Gén 26,4), y pasará en herencia
a la descendencia exactamente como la promesa de poseer Canaán. Así el texto sugiere
que se debe, y se liga, al regalo de la tierra esa bendición obradora de una felicidad,
envidia de todos los pueblos.
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2. La promesa de dar a Abraham y su descendencia la Tierra de Canaán es sellada por


una Alianza de la que constituye la única cláusula. Es Yahvé el único que se
Compromete (en el Sinaí el pacto será bilateral), resultando inmutable la promesa, ya
que no está condicionada al hombre.

3. Canaán no se da todavía en herencia a Abraham, sino que se promete a sus herederos.


Conviene insistir en el sentido de promesa, ya que determina el carácter esencial de
espera de la religión israelita. La unión del aspecto de promesa y espera ayudarán a
Israel a profundizar progresivamente en el tema de la herencia: las decepciones
consecutivas, junto con las esperanzas materiales desmentidas por los acontecimientos,
serán utilizadas por el Espíritu Santo para elevar el nivel de la espera de Israel -al menos
de una élite- hasta hacerle desear la verdadera herencia, única que puede colmar el
corazón del hombre.

4. Yahvé no aparece ligado por naturaleza a la tierra que promete. A la concepción


religiosa de los pueblos vecinos se opone la de un Dios vinculado por pura gracia,
voluntaria y libremente, al hombre. La vinculación de Yahvé a la tierra prometida a
Israel es consecuencia posterior.

Las antiguas tradiciones del Exodo

El centro de las tradiciones yahvistas y elohístas del Éxodo es el tema de la toma dé


posesión de la tierra de Canaán.

Primer elemento de interés sería la calificación de "tierra que mana leche y miel" (Éx
3,8.17; 13,5; 33,3). Es fácil comprender que tal expresión no pretende ser una
descripción del estado normal y natural de Canaán, sino un cuadro de sabor mitológico
referido al estado ideal, paradisíaco de una tierra donde se encuentra todo lo que es
necesario para procurar la felicidad material de sus habitantes (recordemos el tamaño
de las viñas y racimos en la narración de la exploración ordenada por José; Núm.
13,23). Un ma tiz importante: esta felicidad se subordina ya a la fidelidad a la Ley del
verdadero Dios.

La Alianza en el Sinaí -en efecto- adquiere claramente un estilo bilateral de mutua


fidelidad. "Si me obedecéis y respetáis mi Alianza, seréis para mí un bien partic ular
entre todos los pueblos" (Ex 19,5). El texto es considerado como retoque
deuteronomista, pero el pasaje primitivo elohísta decía las mismas ideas en lenguaje
menos evolucionado.

Un texto yahvista merece nuestra especial atención (Éx 34,9): (Moisés) dijo: "Señor, si
verdaderamente he hallado gracia a vuestros ojos; tenga a bien mi Señor marchar en
medio de nosotros. Ciertamente es un pueblo duro de cerviz, pero perdona nuestras
faltas y pecados y haz de nosotros tu herencia". La oración dirigida por Moisés a Yahvé
para que tome a Israel como herencia, posesión perpetua y estable que le convierte en
Pueblo de Dios, se aclara en el contexto. La discusión entre Yahvé y su servidor versa
sobre el siguiente punto: ¿conducirá Yahvé a Israel por una persona intermediaria, por
un ángel, o bien marchará Él mismo en persona en medio de su pueblo? En este último
caso -proclama solemnemente Moisés- "se nos distinguirá a mí y a tu pueblo de todos
los pueblos que habitan sobre la faz de la tierra" (Éx 33,16). En otros términos, conducir
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un pueblo por intermediarios, es lo que llamaríamos gobierno divino según el orden


natural. Por el contrario, que Yahvé mismo camine en medio de su gente, sería una
acción divina -a ojos del Moisés- que elevaría a Israel por encima del orden natural, y
crearía entre Él y su pueblo una intimidad distinta de cualquier otra relación humana.
Sería presentir oscuramente que Dios prepara a Israel un fin que trasciende el orden
natural y ordinario. En germen, el pasaje balbucea la elevación al orden sobrenatural y
la asignación de un fin trascendente, descrito como una posesión (Éx 32,13) y un reposo
(Éx 33,14).

Deuteronomio
La misma doctrina encontramos en el cántico de Moisés en el Deuteronomio:
"Cuando el Altísimo da las naciones
en herencia
Cuando reparte los hijos del hombre
Fija sus fronteras siguiendo el número
de los hijos de Dios.
Pero la porción de Yahvé fue su
pueblo
Jacob la parte de su herencia"
(Dt 32,8-9).

El poeta se representa la corte celeste repartiéndose las naciones. Yahvé preside el


reparto y da a cada uno de los hijos de Dios su porción. Pero Él se reserva Israel como
propiedad particular. Relación de intimidad que nos hace entender mejor la amenaza
divina (Éx 33,2) de conducir a su pueblo por un ángel: sería reducirle al rango de las
demás naciones.

Samuel

En los libros de Samuel (1 Sam 10,1; 26,19; 2 Sam 20,19; 21,3) se confirma la tradición
del Pentateuco: la herencia de Dios (emplea la raíz nahal, posesión) es un pueblo, no un
territorio.

Exodo 15,17

Único texto anterior a los profetas que designa la tierra como herencia (nahaláh) de
Yahvé. Probablemente de composición posterior a los pasajes estudiados. "Montaña de
tu heredad" se equipara a "santuario que tus manos ha establecido". Se trata, pues, del
lugar de la morada de Yahvé en medio del pueblo, no de todo el país de Canaán en
forma indeterminada. La designación de Sión como herencia de Yahvé está ligada al
Templo. Y el Templo es "signo", no de un vínculo territorial de Dios, sino de su
presencia íntima en medio de Israel. La expresión de Éx 15,16 "el pueblo que tú has
adquirido", añade a la idea de Israel, herencia del Señor por Alianza, la de rescate de
una esclavitud (Egipto).
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Conclusión

Si resumimos en conjunto el resultado de nuestro recorrido a través de las primeras


formulaciones en la Biblia del tema de la herencia, notaremos:

En la expresión: la noción de herencia caracteriza una triple relación: Israel es herencia


de Yahvé, Canaán es herencia de Israel, Canaán es herencia de Yahvé. La última
relación -única en las religiones vecinas- es secundaria y prácticamente consecuencia de
las anteriores.

En la doctrina: a) la noción de Israel como herencia de Yahvé implica un vínculo de


intimidad entre Israel y su Dios, que "marcha en medio de su pueblo", por contraste a
otras naciones gobernadas por intermediario. Esta relación se establece como
consecuencia de la Alianza.

b) La Alianza tiene por única cláusula una promesa, hacer a Canaán herencia de Israel.
Herencia prometida -esperada- a los descendientes de Abraham. Don de Dios gratuito,
que es representado gráficamente reuniendo todo lo que el hombre puede desear para
satisfacer su deseo de felicidad.

c) La expresión "herencia de Yahvé" se aplica raramente a Sión. Fórmula emparentada


con las religiones ve cinas, que al ser reinterpretada designa más directamente al
Templo, "sacramento" de una presencia por la que Israel es pueblo de Dios.

DESARROLLO POSTERIOR DEL TEMA DE LA HERENCIA

Nos ocuparemos sobre todo del segundo aspecto -Canaán como herencia de Israel- ya
que el primero se confunde con la misma Alianza. Distinguiremos dos fases en nuestro
estudio, que no se suceden con exactitud cronológica, sino que se interfieren
mutuamente. Dos líneas de profundización: el desarrollo del tema de la herencia dentro
de una concepción material, y el paso de una concepción material a otra más espiritual.

a) Evolución dentro de una concepción material: Herencia escatológica

Los primeros profetas

Llama la atención su extrema discreción en este tema que incluso omite Isaías.

Amós (3,2; 9,7) presenta pasajes aparentemente contradictorios. Su sentido más


probable es éste: el amor de predilección de Yahvé hacia Israel no se manifiesta
esencialmente en el don de Canaán, pues también otros pueblos tienen sus territorios. Se
revela sobre todo en las exigencias de justicia y santidad de su Dios. Puesto que Yahvé
habita con Israel, éste deberá asemejarse al Señor. Para Amós, las bendiciones
reservadas a la posesión de Canaán son muy reales, pero reservadas a los tiempos
escatológicos (9,11-15) cuando Israel entrará en posesión (yaras) no sólo de Canaán,
sino de la tierra entera.
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Oseas permite entender mejor el pensamiento de Amós. Muestra a un pueblo en gran


prosperidad material (12,9). La promesa de felicidad ligada a la posesión de Canaán
parece realizada. Pero la impiedad e idolatría han crecido al mismo tiempo. Por eso, en
tiempo inmediato, Dios va a retirar sus dondes como castigo a las faltas de Israel. Los
devolverá en sobreabundancia a la esposa arrepentida y perdonada, en los tiempos
escatológicos. Puesto que la verdadera tierra que Yahvé nos manda cultivares la justicia,
el amor y la búsqueda de Dios (10,12), dada la infidelidad de Israel, la prosperidad
paradisíaca queda emplazada para los tiempos mesiánicos.

Isaías no toca directamente el tema. Es posible que su silencio haya influido en la


evolución posterior del tema más profundamente que los que lo tratan positivamente.
Ya que muestra que una concepción material de la herencia prometida por Yahvé a
Israel no es esencial al plan divino. Las características del Reino escatológico serán la
justicia, la paz y la santidad.

En Miqueas encontramos un pasaje interesante: 2,1-5. Miqueas apostrofa en nombre de


Yahvé a los acaparadores que constreñían a los pobres a cederles sus tierras. Esto es
grave -dice Yahvé- porque es "la porción de mi pueblo" la que ha sido alienada. La
restauración del reino, que tendrá lugar después de un castigo purificador, será un nuevo
reparto que reparará injusticias y del que los espoliadores y personas injustas serán
excluidos. La posesión de la tierra de Canaán que debía concretar la pertenencia de
Israel a Yahvé ha sido desnaturalizada y pervertida. La Tierra Santa ya no podrá ser
poseída en justicia y concordia fraterna más que por un pueblo santo.

El Deuteronomio y su época. Introducción del Resto en la teología de la herencia

El Deuteronomio por entero está centrado sobre la Tierra, prometida por Yahvé a los
patriarcas. Israel se apresta a tomar posesión. Encontramos con profusión todo el
vocabulario típico de la herencia (yaras, 77 veces; nahal, 32 veces).

El Deuteronomio insiste en la gratuidad del don de Dios. Su única fuente es el amor. La


posesión de la tierra está acompañada de bendiciones. Como en textos anteriores, la
felicidad, que es fruto de ellas, reviste un aspecto material. Hay un hecho interesante. La
enumeración de los bienes que proporcionan la felicidad en la Tierra Prometida es
exhaustiva, según la- concepción del hombre de entonces (7;13-16). ¿No estará
recalcando el autor sagrado el carácter saturador de los bienes, más que su
enumeración, que debía responder necesariamente a una mentalidad que no conocía otra
suerte de felicidad? Sería un avance hacía la espiritualización, pues a medida que la
Revelación y los acontecimientos hagan descubrir a Israel que no puede saturarse con
ningún bien material, la idea de la herencia se espiritualizará paralelamente a la idea de
felicidad.

El Deuteronomio profundiza además el tema en la línea de los profetas. La obtención de


la felicidad está ligada a la justicia, a la fidelidad, al cumplimiento de la ley y al amor de
Dios. Israel debe ser el "pueblo santo" (consagración). Yahvé será fiel a su promesa, si
Israel lo es a sus obligaciones. En contraste, la realidad es triste: "Sois rebeldes a Yahvé
desde el día en que os ha conocido" (9,24). Primera predicción, en consecuencia: Israel
poseerá Canaán, pero sus faltas engendrarán, no felicidad, sino desastres. Segunda:
finalmente será desposeída por naciones paganas. El cuadro no termina tan tristemente.
Hay una perspectiva de conversión y salud. Israel fiel se reducirá a un pequeño número,
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un Resto (4,27; 28,62). El Resto escuchará la Palabra de Dios al fin de los tiempos. La
teología del Deuteronomio descansa sobre este Resto escatológico. La posesión actual
de Canaán es precaria, comprometida por el pecado. Pero al fin de los tiempos, el
pueblo de Dios, reducido al Resto santo, poseerá la Tierra en herencia para siempre, y
saboreará la felicidad perfecta.

Jeremías toma la doctrina del Deuteronomio sobre el Resto santo. Pero-sobre todo se
caracteriza por ser el primer autor del AT que pone en relación la filiación con la
herencia, presentando a Israel como hijo y heredero de Dios. "¡Cómo querré yo
colocarte entre los hijos, darte un país de delicias, una herencia que sea la perla de las
naciones!" (3,19). El bien más excelente que tiene Dios, lo da a Israel su hijo.
Precedente claro de Rom 8,17. Jeremías finalmente integra el sentido de "Israel herencia
de Yahvé" y "Canaán herencia de Israel" en Canaán herencia de Yahvé. Cosa que
explica los textos que se incluyen en los documentos legislativos sacerdotales. "La tierra
me pertenece, y vosotros no sois para mí sino extranjeros y huéspedes" (Lev 25,23).

La literatura postexílica: la herencia reservada al Resto y el Mesías

Comienzan a precisarse los elementos constitutivos de ese Israel según el espíritu, el


Resto fiel. Sus miembros son llamados "Siervos de Yahvé", "humildes", "justos",
"hombres de corazón puro". Serán los únicos beneficiarios de las promesas divinas. A
tal formulación ayuda la promulgación por Jeremías y Ezequiel de la doctrina de la
responsabilidad individual. Sólo los justos podrán alcanzar la herencia. "Así habla
Yahvé: cuando se encuentra jugo en un racimo se dice: no lo destruyas, pues es una
bendición. Así haré yo en consideración a mis servidores. Renuncio a destruir todo.
Haré salir de Jacob una posteridad y de Judá un heredero de mis montañas. Mis elegidos
las heredarán, mis servidores habitarán allí" (Is 65,8-9).

Los salmos contienen los siguientes calificativos para los herederos: "raza de los
Siervos de Yahvé" (69;37), "los justos" ,(37,29), |lt;dos que temen a Yahvé" (61,6 y
25,13), "los que esperan en Él" (37,9), "los humildes" (37,22). Gran parte de estos
textos provie nen del salmo 37 donde se encuentra la promesa de "poseer la Tierra" en
herencia. ¿No nos hemos alejado en la forma de entender hoy esta expresión de su
sencillo significado, "gustarán la felicidad"?

Si la herencia está reservada al Resto, lo es en primer lugar al jefe y personificación del


Resto, el Mesías. "Tú eres mi Hijo. Hoy yo te he engendrado. Pídeme, y te daré en
herencia (nahal) los pueblos, en posesión los confines de la Tierra" (Sal 27,8). Su
herencia no se limitará a una nación, sino a toda la Tierra.

El periodo macabeo. La entrada en posesión de la herencia después de la muerte

"En herencia la Tierra", "en herencia las naciones": esta escatología no se sale de las
perspectivas terrenas. Un último paso se dará en época tardía, cuando vaya tomando
cuerpo la doctrina de la retribución de ultratumba. Entonces se situará después de la
muerte, en el mundo venidero, la entrada en posesión de la herencia prometida por Dios
a los justos. Atestiguan esta última evolución tres textos fundamentales: Dan 12,13; Sab
5,5 y 2 Mac 7,36.
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b) Espiritualización del contenido de la herencia

Tres factores han podido contribuir a tal espiritualización: a) El exilio de Babilonia, que
hace experimentar al pueblo de Dios la posibilidad de una vida religiosa y profunda, sin
lo que juzgaban indispensable: la posesión de la Tierra Santa. b) La individualización de
la vida religiosa de Israel. Hay no sólo relaciones entre Israel y Dios, sino entre el fiel y
Dios. Se habla de Dios que ha elegido a Israel, pero igualmente de "elegidos" de Yahvé.
c) La crisis religiosa atestiguada por Eclesiastés y que prueba que ciertos ambientes
sentían que el hombre no podía llenarse con bienes materiales por abundantes que
fuesen. "¡Ah! Todo es vanidad y empeño vano y no existe provecho alguno bajo el sol"
(Ecl 2,11). "Las gentes dicen: ¿Qué nos hará ver la felicidad? Yahvé, has puesto en mi
corazón una alegría mayor que cuando desbordan el trigo y el vino nuevo" (Sal 4,7). Se
ve la importancia de una tal evolución para nuestro tema, puesto que la herencia es un
bien cuya posesión debe llenar el corazón humano.

El punto de partida de la espiritualización de la herencia es el carácter de los levitas que


"no tienen herencia con sus hermanos, pues Yahvé es su herencia" (Dt 18,2). En un
principio se entiende la fórmula en sentido material: los levitas no tendrán patrimonio ni
herencia propia, "comerán de los bienes ofrecidos a Yahvé" por los fieles (Dt 18,1).
Progresivamente la fórmula acaba por aplicarse al pueblo entero: Yahvé es su parte de
herenc ia (Jer 10,16). Esta convicción adquiere todo su sentido en el momento en que la
herencia material, la tierra de Canaán, es retirada del pueblo de Dios. "Mi porción es
Yahvé, dice mí alma, así esperaré yo en Él" (Lam 3,24).

A partir de este momento, la noción de herencia se espiritualiza completamente como


nos muestran los salmos 16 y 73. Cuando los salmistas dicen: "Yahvé es mi parte",
quieren significar "Dios es mi felicidad", Él es el bien perfecto cuya posesión colma el
corazón.

Esta doctrina está en íntima relación con la evolución trazada en el apartado anterior
sobre el Resto santo y escatológico. Es muy probable que los salmos precedentes hayan
sido compuestos en el movimiento de los "pobres", los "anawim". Precisamente este
Resto de justos constituía un medio preparado para recibir y asimilar el progreso de la
Revelación consistente en afirmar que la herencia prometida no es otra que la misma
intimidad divina. Y, puesto que la felicidad es el resultado de tal intimidad divina, los
pecadores no tienen necesidad de ser excluidos. Se excluyen por sí mismos, ya que su
apetito está vuelto hacía otros bienes. Sólo aquellos para quien el amor a Dios es el bien
supremo pueden beneficiarse. La herencia no es una recompensa extrínseca otorgada a
la fidelidad, sino al gozo mismo que fluye de esa fidelidad. Se comprende que la
posesión de Dios por el corazón creyente anticipe para él, en cierto modo, la herencia
que recibirá en el mundo venidero.

Ciertamente, en los albores de la era cristiana, esta concepción espiritual de la herencia


estaba lejos de ser doctrina común en el judaísmo. Pero era presentida por almas de
selección, que constituyen el terreno donde germinará la Revelación de Jesucristo.
Porque la evolución que hemos intentado trazar a grandes rasgos no ha terminado. Su
coronamiento es el misterio de Cristo. La sucesiva profundización, inspirada y guiada
por el Espíritu, disponía los corazones de los Pobres de Israel a entender la herencia
evangélica. La herencia que Jesús les anunciaba iba a sobrepasar infinitamente las
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esperanzas más profundas. Cristo será heredero único de las promesas de Yahvé, pero
todos los creyentes coherederos en Cristo del Padre.

Tradujo y condensó: JESUS M. ALEMANY

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