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PEDRO RODRÍGUEZ PANIZO

LA ORACIÓN, LUGAR ORIGINARIO DE LA FE

La oración es el lugar más originario de la fe, una verdadera matriz


de tránsitos y “pascuas” que permiten incluso plantear en mejores
condiciones la doctrina de la analogía. La vida vivida ante Dios, supo-
ne dejar a este hablar primero en lo profundo del corazón. La oración
es siempre un acontecimiento del Espíritu que hace desear la vida
verdadera.

Los lenguajes de la fe. La oración, lugar originario de la fe, Sal Terrae


101 (2013) 67-79.

La oración es el lugar donde la diferencia entre originaria posesión


Palabra-primordial “Dios” signifi- de sí mismo y reflexión” (K. Rah-
ca con más densidad y señala más ner). Y la vida ante Dios, que es la
lejos, otorgando al lenguaje reli- actitud orante, mantiene en vilo la
gioso la hondura más insondable. tensión entre ambos elementos, im-
Y es que cuando la oración es ver- pidiendo que se minusvalore el uno
dadera, el orante es liberado de la frente al otro, y haciendo conver-
tentación siempre posible del se- ger la energía que se manifiesta en
cuestro filosófico y hasta teológico dicha tensión en un impulso que
del Misterio Santo ante quien vi- invita a transcender libremente ha-
ve. Karl Rahner ya advirtió en la cia el Deus semper maior, el Dios
introducción de su Curso funda- siempre más grande.
mental sobre la fe sobre el peligro
Y es que la oración transforma
de hablar sobre todo lo humano y
tanto la tranquila posesión de sí
lo divino con un arsenal casi ilimi-
mismo como la reflexión en una
tado de conceptos teológicos y fi-
suerte de “inversión intencional”
losóficos que, con una habilidad
que invita al sujeto a salir de su
extrema, impidiera el viaje hacia
propio amor, querer e interés. La
la experiencia originaria: aquella
profundidad de la razón es desper-
experiencia que precisamente po-
tada haciendo de ella una realidad
sibilita comprender la profundidad
múltiple que no intenta dominar y
de la existencia de aquello de lo
controlar lo que muestra, sino sim-
que hablamos.
plemente acogerlo. No en vano las
Siempre habrá una tensión afirmaciones más profundas sobre
creadora entre la experiencia ori- Dios en la Biblia no se encuentran
ginaria y el concepto, pues la per- en afirmaciones abstractas acerca
sona humana es “una unidad en la de Él, sino precisamente en las ora-

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ciones. Y esto es de capital impor- cen posible esa escucha atenta es
tancia para la teología. el silencio. La fe cristiana no lo tie-
ne por un absoluto; se lo impide la
confesión de Nicea (325) que ha-
La actitud orante bla de Dios como Verbo eterno: lo
originario no es el silencio sino la
Por esta razón llama la atención Palabra. Pero toda la tradición es-
la poca cabida que la oración tiene piritual del cristianismo ve en él
en los tratados teológicos sobre el un medio fabuloso para que pueda
Misterio Trinitario de Dios, cuan- escucharse la Palabra. Guardar si-
do es “la llave hermenéutica de la lencio permite hablar y actuar con
doctrina sobre Dios” (Gerhard hondura y sentido. ¡Cuánto silen-
Ebeling). El creyente se dirige, en cio se necesita para ver todo lo que
primer lugar, al Dios vivo y verda- hay en un paisaje o en un cuadro,
dero, no a una doctrina sobre Él, o para crear una obra filosófica o
de modo que lo más originario es teológica! El cuidado amoroso de
el hombre hablando a Dios en la un enfermo grave, velar el sueño
expresión de la fe que es la oración. de un niño o de un anciano… im-
ponen de por sí, sin forzarlo, la ac-
Pero el originario hablar a Dios titud silente. Cuando la escucha es
en la oración supone al mismo tiem- verdadera, ya ha nacido el silencio
po, dejar hablar a Dios en el cora- del reconocimiento y de la respues-
zón del creyente. En la oración el ta: un “heme aquí” suscitado por
hombre es todo oídos para Dios, al un “ven”. Todavía más. El silencio
hacer de ellos la puerta o el umbral no es una conquista del orante, si-
del templo del Espíritu. No se trata no un don de Dios cuando aparece
aquí de un simple oír, sino de la en todo su esplendor la grandeza
atención máxima en todos los ór- de su amor para con él; el límite
denes, hecha de intensidad y obe- hasta donde ha sido capaz de ir por
diencia, para la que reservamos en amor: la cruz del Hijo. Es este he-
español la palabra escucha. Y es- cho el que deja a la persona en ora-
cuchar es ya una magnífica forma ción literalmente apabullada, co-
de hospitalidad, de descentramien- mo si todo quedara “envuelto en
to, de salida de sí, al consentir que silencio”.
sea otra voz la que tome la iniciati-
va y me interpele, haciendo del El clima y el ámbito de recogi-
orante término del amor de una Pre- miento en que el Espíritu Santo en-
sencia que lo precede y lo supera. vuelve al creyente en la oración ha-
ce respirar a la respuesta teologal
de la fe, esperanza y amor que en
El silencio
ella toma cuerpo, oxigenando la
actitud religiosa y deshaciendo los
apretados nudos del ansia de do-
Una de las condiciones que ha- minio, posesión y control, propios

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de quien está centrado en sí mis- llama “fe”. Y es que pocas expe-
mo. Se trata aquí nada menos que riencias ponen en actitud más fun-
de una desapropiación y una con- damental de la existencia que la
fianza sin límites en Dios. De esta oración. En ella el orante ante Dios
manera, el orante percibe que no percibe a la vez la precariedad y
puede dar un solo latido de vida de vulnerabilidad de su vida en el
por sí pues, al estar ante una Pre- mundo, pero al mismo tiempo, su
sencia que hace ser, que saca lo grandeza y dignidad, en la invita-
mejor de él, que eleva y dilata y ción a ser, en la salida de sí por el
salva, el oyente de la Palabra se va diálogo con Él y el amor a los de-
haciendo cada vez más creyente más.
convirtiéndose en una caja de re-
En pocos lugares se despierta
sonancia de todo tipo de tonalida-
más que en la actitud orante la des-
des espirituales.
proporción constitutiva del ser hu-
Y lo primero de todo es retor- mano. Pero ese “lúcido padecer”
nar (conversión), devolver a Dios que nace de esa constatación no se
el agradecimiento más rendido por ahoga en la desesperación, sino
haberle regalado su propio ser, tér- que es impulso para una travesía a
mino de su amor. Hasta el hecho través de un ámbito de sentido que
de poder entregarse total y libre- deja al sujeto resonante, capaz de
mente se percibe como posible so- “ver” la relación entre lo visible y
lo porque Dios se ha vuelto prime- lo invisible que llamamos “analo-
ro hacia el hombre y lo ha atraído gía”, como la dimensión más su-
hacia sí. perficial de una experiencia mucho
más profunda.

La oración, matriz analógica


La analogía
La oración es un verdadero cri-
sol en el que se produce toda clase “Análogo es lo que se mueve
de tránsitos o “pascuas” por los uno a otro a través del mismo ám-
que el creyente va creando lengua- bito de sentido” (B. Welte), hacien-
je con el fin de decirse a sí mismo do las más atrevidas conexiones en
y a los demás cuál es el término el tejido de una red cada vez más
fascinante y sublime del acto de fe tupida: textos de la Escritura que
expresado en la oración: Dios. Por se iluminan e interpelan como
ello la doxología y el himno, la sú- nunca lo habían hecho, despertan-
plica y la adoración y hasta el si- do dimensiones del alma que creía-
lencio elocuente de la “noticia ca- mos no tener; zonas de la vida per-
llada amorosa” expresan de un sonal que aparecen como misterio-
modo admirable la entrega sin res- samente guiadas por la acción
tricciones que se da en ese acto de providente de Dios y que no se per-
absoluto transcendimiento que se cibieron así cuando se atravesaron
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en presente; afinamientos doloro- El Tú de la invocación
sos para percibir las omisiones del
bien dejado de hacer, o la concien- Todo lo dicho hasta ahora va
cia lúcida de tanto bien recibido y poniendo de manifiesto cuál es el
despilfarrado en el desamor; el elemento más decisivo en la ora-
agrandamiento del misterio de la ción: no tanto el discurso del hom-
naturaleza, de las cosas y las per- bre, cuanto su ser interpelado por
sonas al vivir ante el Misterio San- Dios que lo provoca y lo despierta.
to y referirlo todo a Él; el desper- En ella, Dios es siempre el Dios de
tar del asombro permanente ante alguien: mi Dios, nuestro Dios.
todo, pues Dios es “la luz y el ob- “Señor mío y Dios mío”, dice el
jeto del alma” y hace “ver” con el discípulo Tomás en Jn 20,28. El
regalo -por gracia- de unos ojos Dios en quien se cree y de quien
nuevos enraizados en el corazón; se vive, lo que hace del lenguaje
la agudeza misericordiosa ante el religioso una realidad autoimpli-
dolor ajeno y la percepción sin en- cativa en grado sumo, pues expre-
gaños de la maldad del mal, sobre sa una preocupación última en la
todo del que puede salir de uno que al sujeto le va, literalmente, el
mismo a poco que se actualice ser. La Presencia originante que es
nuestra pobreza; y muchas otras Dios para el creyente se condensa
conexiones de una razón abierta a en el nombre propio personal y sin-
su profundidad. De ahí que la ora- gular con que se le invoca. Cuan-
ción vaya transformándose en algo do se le habla, cuando se vive ante
que no se agota en momentos pun- Él, el nombre de Dios se significa
tuales sino que se transforma en de tal modo que se establece una
un hábito estructurador del ser del relación que personaliza como nin-
sujeto por el que se adquiere con- guna otra puede hacerlo.
naturalidad con las cosas de Dios.
Como decía Unamuno: “No, la Alguien ha señalado a este res-
oración no es tanto algo que haya pecto que la palabra griega para
de cumplirse a tales o cuales ho- rostro y persona (prosôpon), sig-
ras, en sitio apartado y recogido y nifica mucho más que eso, pues
en postura compuesta, cuanto un nunca se usa con el verbo tener, si-
modo de hacerlo todo votivamen- no con el ser. No se tiene, sino que
te con toda el alma y viviendo en se es un prosôpon, de modo que
Dios. Oración ha de ser el comer afirmar lo primero reduciría el tér-
y el beber y el pasearse y el jugar mino a algo que se posee, a una
y el leer y el escribir y el conver- máscara. “Pros” significa hacia,
sar y hasta el dormir, y rezo todo, delante de, y “opos” (genitivo)
y nuestra vida un continuo y mudo semblante, rostro y, especialmen-
‘¡hágase tu voluntad!’ y un ince- te, ojo, vista, de modo que “ser un
sante ‘¡venga a nosotros tu reino!’ pros-ôpon” significa ni más ni me-
no ya pronunciados, mas ni aun nos que ser-hacia-un-rostro, estar
pensados siquiera, sino vividos”. de pie delante del rostro de al-
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guien, estar presente en su presen- formará, con el paso de los siglos,
cia y ante su vista”, destacándose en el núcleo de la llamada “oración
así el carácter dinámico y extático del corazón” de los monjes orien-
del movimiento recíproco del ser tales.
hacia el otro en que consiste la per-
sona. El término antónimo es ato-
mon, ser fragmentado (la “a” pri- El acontecimiento del
mera añadida al verbo temno, Espíritu
cortar, es privativa). Lo a-tómico
es lo que ya no se puede cortar
más. Y Kierkegaard llamaba de- Pero, además, si la respuesta
moníaco a todo individualismo de humana de fe expresada en la ora-
lo atomon, de lo cerrado sobre sí ción es posible, lo es porque “el
de modo solipsista. amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones con el Espí-
Al ser-hacia la Presencia Per- ritu Santo que se nos ha dado”
sonal por antonomasia, al introdu- (Rom 5,5), de modo que “la ora-
cirse en el ámbito de su mirada ción puede considerarse la obra
amorosa y quedar vulnerable por propia del Espíritu. Y es que pre-
su herida esencial, el orante pro- cisamente aquí, en el terreno de la
rrumpe en un lenguaje hiperbólico oración, se reflejará como en nin-
y exagerado como consecuencia guna parte el misterio del Dios
del dinamismo de transcendimien- Uno y Trino. Cuando el cristiano
to con que ha sido agraciado. ora, participa, por gracia, en rela-
Finalmente, Karl Rahner lla- ción con el Padre -a quien la ora-
maba precisamente “éxtasis” a la ción va dirigida- propia del Hijo
entrega sin reservas del creyente al Jesucristo, en el Espíritu Santo. El
Misterio insondable de Dios, que Espíritu hace posible la confesión
en realidad consiste más bien en de Jesús como Señor (Kyrios) se-
dejarse alcanzar y tomar por Él. gún 1Cor 12,3. Gracias a Cristo,
Como en el relato evangélico del “unidos en un solo Espíritu (en he-
ciego Bartimeo (Mc 10,46-52), al ni Pneumati), tenemos acceso al
paso de Cristo que llama, esta vez Padre” (Ef 2,18). Se trata de una
a través de los discípulos, con el realidad tan densa que especifica
imperativo de la resurrección cristianamente la original relación
(egeire, levántate), corresponde la salvadora y redentora con Dios que
puesta en movimiento del que está llamamos, con Tomás de Aquino,
en la cuneta del camino: soltar el “religión”. Hecha de fe, esperanza
manto, dar un salto y acercarse a y amor, consiste en la vivencia de
Jesús que inaugura el diálogo: la filiación y de la libertad ante
“¿Qué quieres que haga por ti?”, Dios: “habéis recibido un Espíritu
precedido por el vocativo primero: que os hace hijos adoptivos y nos
“¡Jesús ten compasión de mi!”, re- permite clamar: ‘Abba’, es decir,
petido dos veces, y que se trans- “Padre”. Ese mismo Espíritu se
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une al nuestro para dar testimonio suspirar “por que Dios nos haga
de que somos hijos de Dios” (Rm sus hijos” (Rom 8,23), hasta el pun-
8,15-16). Y vivir la filiación no es to de que la “creación misma es-
otra cosa que dejarse guiar por su pera anhelante que se manifieste
Espíritu para “reproducir la ima- lo que serán los hijos de Dios”
gen de su Hijo”, el Primogénito de (Rom 8,19). Por ello, el Espíritu in-
muchos hermanos (cf. Rm 8,29). vita a pedir la vida bienaventura-
Por ello, “el don del Espíritu es la da, a la que Agustín de Hipona ani-
precondición para la comunión sal- maba a la viuda Proba en una
vadora con Dios que llega a expre- carta memorable sobre la oración
sión ritual en el culto” (G. Wain- (posterior al año 411). Ya en fecha
wright). La fe es, pues, un movi- tan temprana, Agustín decía que
miento hacia el Padre con Cristo Dios conoce nuestras necesidades
en el Espíritu que inspira y atrae antes de que se lo pidamos, y que
interiormente al hombre, dotándo- lo único que pretende es “ejercitar
le de una tendencia o disposición con la oración nuestros deseos, y
que nada puede colmar, excepto el así prepara la capacidad para reci-
Dios vivo y verdadero. bir lo que nos ha de dar”, tan gran-
de que no parece caber en noso-
Según Pablo, el Espíritu “inter- tros, tan pequeños y estrechos, de
cede por nosotros con gemidos in- modo que “es el corazón el que de-
efables” (Rom 8,27), pues viene en be subir hasta Él; tanto mayor ca-
ayuda de nuestra debilidad, porque pacidad tendremos cuanto más
no sabemos orar como conviene. fielmente creamos, más firmemen-
Gracias a Él, nada se pierde, ni si- te lo esperemos y más ardiente-
quiera lo que en nosotros no ha lle- mente lo deseemos” (Agustín).
gado a la articulación de las pala- Orar sin interrupción es, así, de-
bras: dolores padecidos más que sear ardientemente tener sed de esa
tematizados; anhelos por debajo de fuente absoluta; y no hacerlo, más
los cuales las primicias del Espíri- que un pecado, es una verdadera
tu provocan a nuestro espíritu a desgracia.
Condensó: SANTI TORRES S.J.

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