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¿Habéis sentido alguna vez esa sensación de terminar de ver una película y sentir una

grandísima emoción?,¿y de sentir ganas de decir: ¡viva el cine!?

Yo siempre he sido muy cinéfilo y los últimos dos años decidí aparcar esta afición por los
problemas que tenía: ya no sentía ganas de ver nada, o cualquier cosa que veía me afectaba, o
no me podía concentrar..., pero hoy ha sido maravilloso, porque no solamente he podido
concentrarme sino que he podido disfrutar. Es una de estas películas que si tuvieses que
anotar en una lista, no ya de mejores películas, sino de las que te han dicho algo, que te han
llegado de verás, estaría en los primeros puestos sin dudarlo.

Todo en ella es fantástico, empezando por los actores: Al Pacino (qué está espléndido), Chris
O'Donnell, Philip Seymour Hoffman...; siguiendo por la historia (una historia de verdad,
honesta, sin pretenciones, directa); continuando por la banda sonora; etc.

La película trata sobre la relación que mantienen durante un fin de semana un ciego
cascarrabias, excoronel del ejército, y su nuevo cuidador: un joven preuniverstario al que están
a punto de echar de un prestigioso colegio por haber presenciado una gamberrada y negarse a
delatar a los culpables.

En el primer acto, vemos las características básicas de los personajes: el coronel es alguien
amargado, insoportable..., pero, con un gran sentido del humor, gran sentido de la integridad
y, aparentemente, una gran vitalidad. El personaje del chico es tímido, formal y de origen
humilde. Tras el suceso que desencadena el lugar donde se desarrolla la trama, empezamos a
ver la evolución de los personajes. El coronel es un hombre con muchas ganas de vivir, pero
también de lo contrario. Quedarse ciego supuso un duro golpe para él, y esto, más el añadido
de la vejez, suponen un punto de incertumbre en su vida donde tendrá que hacer reflexión de
lo todo lo vivido y enfrentarse a una gran crisis vital que le llevará al borde del suicidio. Es aquí
donde el personaje del chico se torna fundamental, pues necesita de su apoyo tanto en lo
técnico como en lo emocional. Pero también él necesita del apoyo de su colega ciego. Es en el
último acto donde, el viejo cascarrabias, toma a su cuidador como un hijo y se produce una
escena memorable, en donde Al Pacino pone de manifiesto los valores que ha visto en él y que
le han llevado a sentirle como algo más que un cuidador.

Si tenéis un rato, os recomendaría ver esta película para el que no la conozca. No sé si sentiréis
lo que yo he sentido, pero estoy seguro que no os defraudará.

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