Está en la página 1de 3

Sobre el amor y el pastel de fresas.

de Jack Daniel, el Martes, 17 de agosto de 2010 a las 23:21

–No es sólo culpa mía. Me refiero a que yo sea tan poco afectuosa. Y lo reconozco.
Pero si ellos..., si mi padre y mi madre..., si ellos me hubiesen querido un poco más, yo,
por mi parte, ahora sentiría de otra forma. Y estaría mucho, pero que mucho más
triste.

–¿Crees que no te quisieron demasiado?

Ella volvió la cabeza y me miró fijamente. Hizo un gesto afirmativo.

–Yo diría que entre un “no lo suficiente” y un “nada de nada”. Siempre estuve
hambrienta. Aunque sólo hubiera sido una vez, hubiera querido recibir amor a
raudales. Hasta hartarme. Hasta poder decir: “Ya basta. Estoy llena. No puedo más”.
Me hubiera conformado con una vez. Pero ellos jamás me dieron cariño. Si me
acercaba con ganas de mimos, mis padres me apartaban de un empujón. “Esto cuesta
dinero”, decían. Únicamente sabían quejarse. Siempre igual. Así que pensé lo
siguiente: “Conoceré a alguien que me quiera con toda su alma los trescientos sesenta
y cinco días del año”. Estaba en quinto o sexto curso de primaria cuando lo decidí.

–¡Qué fuerte! –exclamé admirado–. ¿Y lo has conseguido?

–No es tan fácil como creía –reconoció Midori. Reflexionó un momento contemplando
el humo.– Quizá sea por haber esperado tanto tiempo, pero ahora busco la perfección.
Por eso es tan difícil.

–¿Un amor perfecto?

–¡No, hombre! No pido tanto. Lo que quiero es simple egoísmo. Un egoísmo perfecto.
Por ejemplo: te digo que quiero un pastel de fresa, y entonces tú lo dejas todo y vas a
comprármelo. Vuelves jadeando y me lo ofreces. “Toma, Midori. Tu pastel de fresa”,
me dices. Y te suelto: “¡Ya se me han quitado las ganas de comérmelo!”. Y lo arrojo por
la ventana. Eso es lo que yo quiero.

–No creo que eso sea el amor –le dije con semblante atónito.

–Sí tiene que ver. Pero tú no lo sabes –replicó Midori–. Para las chicas, a veces esto
tiene una gran importancia.

–¿Arrojar pasteles de fresa por la ventana?

–Sí. Y yo quiero que mi novio me diga lo siguiente: “Ha sido culpa mía. Tendría que
haber supuesto que se te quitarían las ganas de comer pastel de fresa. Soy un
estúpido, un insensible. Iré a comprarte otra cosa para que me perdones. ¿Qué te
apetece? ¿Mousse de chocolate? ¿Tarta de queso?”.

–¿Y qué sucedería a continuación?

–Pues que yo a una persona que hiciera esto por mí la querría mucho.

–A mí me parece un desatino.

–Yo creo que el amor es eso. Pero nadie me comprende. –Midori sacudió la cabeza
sobre mi hombro–. Para un cierto tipo de personas el amor surge con un pequeño
detalle. Y, si no, no surge.

–Eres la primera chica que conozco que piensa así.


–Me lo ha dicho mucha gente. –Se toqueteó las cutículas de las uñas.– Pero yo no
puedo pensar de otro modo. Estoy hablando con el corazón en la mano. Jamás he
creído que mis ideas sean diferentes de las de los demás, ni lo busco. Pero cuando digo
lo que pienso, la gente cree que bromeo, o que estoy haciendo comedia. Todo acaba
dándome lo mismo.

TOKIO BLUES (Norwegian Wood)

Haruki Murakami

También podría gustarte