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Lamberto Popoca-Historia Del Bandalismo en El Estado de Morelos PDF
Lamberto Popoca-Historia Del Bandalismo en El Estado de Morelos PDF
EL VANDALISMO
EN EL
ESTADO DE MORELOS
¡1860! ¡1911!
Plateados. Zapatistas.
Primera edición
Historia del Bandalismo en el Estado de Morelos.
¡Ayer como Ahora! ¡1860! “Plateados” - ¡1911! “Zapatistas”
Lamberto Popoca y Palacios. 1912.
Reedición 2014.
Derechos reservados
ISBN
EL VANDALISMO
EN EL
ESTADO DE MORELOS
¡1860! ¡1911!
Plateados. Zapatistas.
P
ara el Gobierno de la Nueva Visión es
motivo de singular satisfacción presentar
la reedición de la Historia del Vandalismo
en el Estado de Morelos. ¡Ayer como Ahora! ¡1860!
“Plateados” - ¡1911! “Zapatistas”, una obra escrita
por Don Lamberto Popoca y Palacios en 1912, que
da una mirada histórica al pasado reciente.
1
CARLOS BARRETO ZAMUDIO. Es Doctor en Historia y
Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Profesor-Investigador en la Facultad de Humanidades de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Es autor de
Rebeldes y bandoleros en el Morelos del siglo XIX (1856-1876).
Un estudio histórico regional, Gobierno del Estado de Morelos,
2012. Recientemente coordinó la obra colectiva La Revolución por
escrito. Planes político-revolucionarios del Estado de Morelos,
siglos XIX y XX, Gobierno del Estado de Morelos, 2013.
2
“Algunos de los pensamientos de las colecciones que obtuvieron
los premios en el concurso de sentencias abierto por la Cervecería
Cuauhtémoc, S. A., en El País, México, 31 de julio de 1913, p. 3.
11
Lamberto Popoca y Palacios,
su esposa Pomposa Estrada
y un grupo de estudiantes.
13
siguientes líneas pretenden ayudar a aclarar esa
incógnita y darle un mayor contexto histórico
a la obra.
14
Estado de México-antecedente directo del estado
de Morelos-, y primer gobernador constitucional
cuando Morelos apareció en el mapa nacional como
entidad soberana. Los méritos de Vicente Popoca
lo llevaron a ser jefe político de Morelos (Cuautla)
y de Tetecala durante los gobiernos leyvistas.5
5
En los acalorados meses de la Revolución de Tuxtepec,
Vicente Popoca salió de la plaza de Tetecala ante el
asedio del jefe porfirista Román Chiquito González,
durante la primavera de 1876.Cf. Barreto Zamudio,
Carlos, Rebeldes y Bandoleros en el Morelos del siglo
XIX. Un estudio histórico regional, Gobierno del Estado
de Morelos, México, 2012.
6
Memoria presentada al Honorable Congreso del Estado
de Morelos por el C. Gobernador Constitucional del mismo
Francisco Leyva, Imprenta del Gobierno del Estado dirigida
por Luis G. Miranda, 1875.
15
Cuatro años después, Lamberto Popoca contraería
nupcias en la iglesia de San Juan Evangelista en
Xochitepec, Morelos. El nombre de la prometida
era Teresa Carrillo Leyte.7 El perfil de los padres
de los contrayentes hace suponer alguna forma
de relación política, pues Isidoro Carrillo, padre
de Teresa, fue comandante de la guardia nacional
de Xochitepec organizada por Juan Álvarez al
despuntar la mitad del siglo XIX. Pero Isidoro
Carrillo se vería envuelto en la tormenta político-
diplomática desatada por las célebres ejecuciones
de españoles en las haciendas de San Vicente y
Chiconcuac, en diciembre de 1856. En una dudosa
operación, durante junio de 1857 fueron capturados
en Xochitepec varios acusados de los asesinatos.
Entre los nombres de los buscados desconcertaba el
de Isidoro Carrillo, quien al final no fue atrapado.
Los inculpados fueron llevados a la Ciudad de
México para ser ejecutados en septiembre del
siguiente año. La mayoría fue muerta a garrote
en acto público. No así Isidro Carrillo, quien fue
condenado en ausencia.8
7
Archivo Parroquial de San Juan Evangelista Xochitepec,
Morelos, Matrimonio, 8 de octubre de 1879.
8
Véase el anexo de la causa fiscal contra los asesinos de San
Vicente y Chiconcuac en Salinas, Miguel, Historias y paisajes
morelenses. Imprenta Aldina, Rosell y Sordo Noriega S. de
R.L., México, 1981.
16
Guerrero, lugar en el que Lamberto Popoca se
asentaría largamente. Al poco tiempo, la figura
de doña Teresa Carrillo se irá difuminando, ya
que el matrimonio en algún punto se quebró.
Aparentemente el aún joven Lamberto tendría
relación con diferentes mujeres, siendo la más
fructífera y duradera aquella que tuvo con la
también profesora Pomposa Estrada, Pomposita,
a quien conoció en Chilpancingo, y con quien
estaría hasta el final de sus días.9
17
enseñanza meramente rudimental, se den
cátedras de Matemáticas, Francés, Inglés,
Geografía, Historia, Cosmografía, Física,
Dibujo, Lógica y Pedagogía.10
10
La Patria, México, 25 de noviembre de 1886, p. 3.
11
El Tiempo, México, 5 de octubre de 1887.
12
“El periodismo”, en Enciclopedia Guerrerense, disponible
http://www.enciclopediagro.org/index.php/indices/indice-
cultura-general/1268-periodismo-el.
13
“Ecos Locales. Nuevos Catedráticos”, en Periódico Oficial
del Estado de Guerrero, 16 de agosto de 1899, p. 4.
18
formar parte de la Junta Patriótica encabezada
por el gobernador Mercenario y en mayo fue el
orador oficial ante la Sociedad Patriótica “Vicente
Guerrero”, durante la conmemoración del
natalicio de Miguel Hidalgo.14 Aunque por otro
lado apareció la tragedia, puesto que en el mes de
julio, en periódicos locales y nacionales trascendió
una grave noticia: Durante una noche tormentosa
uno de sus hijos fue alcanzado por un rayo:
de mayo de 1899.
19
páginas que tratan de la electricidad[…].
La desgracia afectó hondamente a toda
la población, donde la familia del niño es
muy estimada, tanto por la ilustración del
señor Popoca, como por la educación y
finura de toda ella. El sábado fue el sepelio
del cadáver, al que acompañaron a la última
morada numerosos alumnos del Señor
Popoca y algunos de sus amigos.15
15
“Terrible Desagracia”, en Periódico Oficial del Estado de
Guerrero, 12 de julio de 1899, p. 4.
16
Ibídem.
20
de mecánica, Álgebra, Geometría Plana, Francés,
Física y Química.17
17
“Apertura de clases”, Periódico Oficial del Estado de Guerrero,
10 de enero de 1900, p. 4; “Escuela Normal para Profesoras.
Programa”, Periódico Oficial del Estado de Guerrero, 20 de
octubre de 1900, p. 5.
18
“El Heraldo del Sur”, en Diario del Hogar, 25 de abril de 1901.
21
porfirista: Victoriano Huerta.19 Sin embargo, el
movimiento habría de determinar cambios en
la esfera gubernativa guerrerense. La posición
política de Lamberto Popoca, firme porfirista
vinculado con los poderes locales, lo llevaría
a puestos de aparente relevancia mayor, pero
en una situación cada vez menos confortable,
lo que condicionaría su salida del estado
de Guerrero.
19
Cf. Leyva Castrejón, Mauricio, El Plan del Zapote: la
primera rebelión del siglo XX, FOECA, México, 2009.
20
“Carta de Lamberto Popoca a José Yves Limantour”, Centro
de Estudios de Historia de México-Carso, Col. José Yves
Limantour, Fondo CDLIV, Segunda Serie, 1904, carpeta 27,
doc. 123.
21
Ídem.
22
Manuel Guillén, un viejo ex monarquista que en
su tiempo apoyó a Maximiliano. Se acercaban cada
vez más los días en que las dificultades políticas
iban a alejar a Lamberto Popoca de aquella entidad.
Después de la salida de Mora de la gubernatura,
Popoca no volvería a ocupar en Guerrero puesto
público alguno, su buena estrella acusó un franco
descenso. En una carta fechada en octubre de 1904,
Lamberto Popoca se dirigió a José Yves Limantour,
el poderoso ministro de Hacienda del gobierno
porfiriano, en la que pide le ayude a conseguir
un empleo fuera del estado de Guerrero. La carta
aporta muchos datos acerca del momento vivido por
nuestro personaje, pero también arroja mucha luz
acerca del perfil del mismo, por lo que la transcribo
de manera íntegra:
Señor Ministro
Lic. José Yves Limantour
México
Señor de mi alta consideración y respeto:
23
El Sr. Gral. Díaz, en sus grandes bondades
para todos, y con especialidad para sus adictos
de corazón, me favoreció contestando a mi carta,
con fecha 22 del mes próximo pasado que ya
transmití a Vd. mis deseos para que ocupara mis
aptitudes en algún empleo dependiente de esa Sría.
de Hacienda, que tan acertada y dignamente es a
cargo de su ilustre y honorable persona.
24
Srio. de Gobierno- los que rodean, influyen, y tienen
toda protección del Sr. Gob. D. Manuel Guillén,
siempre cariñoso y consentidor de los abusos de
sus paisanos.
Lamberto Popoca
25
de una noticia del movimiento de asilados en el
Hospital de Dementes.22
26
y Pomposita Popoca nuevamente echaron raíces.
En esa población lo alcanzaron las noticias del inicio
y avance de las operaciones zapatistas en el ámbito
morelense y el poblano. Causó un fuerte impacto la
operación zapatista en la fábrica de la Covadonga, de
lo que da cuenta en su libro –“¡Ahí está Covadonga en
el Estado de Puebla! Oh, ¡Covadonga! donde se viola
a la esposa y se les asesina y se les roba después”.27
La obra
27
Familia Popoca Estrada.
28
Pedro Robles es el autor de Los Plateados de Tierra Caliente,
a quien se ha identificado erróneamente por nombres
distintos, entre ellos Pablo Robles, o simplemente por su
seudónimo Perroblillos, impuesto por Manuel Dublán. Véase
Barreto Zamudio, Carlos Agustín, “Perroblillos, autor de Los
Plateados, revela su identidad”, en Suplemento Confabulario,
Diario El Universal, México, 22 de abril de 2006.
29
Robles, Pablo, Los plateados de tierra caliente, Premia
Editora S.A., México, 1981.
30
Altamirano, Ignacio Manuel, El Zarco. Col. Sepan Cuántos
No. 61. Editorial Porrúa, México, 1984.
31
Melgarejo, Antonio D., Los crímenes del zapatismo (Apuntes
de un guerrillero), F.P. Rojas y Cía., Imprenta Antonio
Enríquez, México, 1913.
29
Muy probablemente fue escrita en su totalidad
durante la etapa poblana de la vida de Lamberto
Popoca y Palacios, entre Tlatlauquitepec y Atlixco.
Dado que la etapa histórica que relata el autor
(1859-1863/64) coincide con sus primeros años de
vida, la obra no es producto de sus recuerdos. Pudo
haber estado apoyado en la memoria familiar,
especialmente en los relatos de su padre, hombre
protagonista de la época que se relata. Popoca no
habla demasiado de sus fuentes y sólo se limita
a decir que “la persona superviviente que nos ha
proporcionado los datos de los sucesos de que
trata el libro” formó parte de los ‘siete valientes’
que en Mapaxtlán se organizaron para perseguir
y exterminar a los Plateados.32 No menciona el
nombre de ese séptimo hombre, sino sólo seis: Rafael
Sánchez, Atanasio Sánchez, Mateo Cázares, Efrén
Ortiz, Guillermo Gutiérrez y Cristino Zapata, tío de
Emiliano Zapata.
32
Popoca, Historia, 1912, p. 89.
30
su opinión, poner en mala posición a los zapatistas.
Por lo demás, se abordan abundantemente temas
como el origen, la organización, prácticas y
conflictos al interior de la banda. También, se
va siguiendo el proceso de desarticulación de
los Plateados, encabezado por los hacendados
azucareros de la región y atribuido principalmente
al coronel liberal mapasteco Rafael Sánchez.
31
Una de los rasgos distintivos de esta obra es
que aunque gran parte del texto se desarrolla bajo
la forma de una novela histórica, un importante
número de personajes y hechos históricos son
verificables en archivos y hemerografía de la época.
Incluso, abre la posibilidad de hacer cruces de
información histórica con los textos literarios de
Robles y Altamirano. Pongo un par de ejemplos:
Uno es el relato del comerciante español José
Altolaguirre que aparece en el capítulo III. De
acuerdo con Popoca, Altolaguirre había pactado
lealtad con los Plateados, cuando después de
salvar su propio plagio se convirtió en cómplice
y principal proveedor de armas.34 Como consta
en un expediente del Ramo Justicia Imperio del
Archivo General de la Nación, Altolaguirre estuvo
encarcelado en Cuautla. Pero el gobierno de la
Regencia decidió su traslado a la cárcel de Belén
por el peligro que representaba que los Plateados
trataran de liberarlo.35
34
Popoca, Historia, 1912, pp. 43-49.
35
Archivo General de La Nación, Justicia Imperio, Vol. 7 exp. 5.
32
Respecto de la nueva posición de los Plateados en
Yautepec, encargados de la administración y la
seguridad públicas, el Contra-Plateado preguntaba
con disgusto: “¿A estos malvados se encarga el
orden y seguridad públicas del desgraciado distrito
de Yautepec y la persecución de los reaccionarios?
[…] son monstruos que no respetan nada por
sagrado que sea”.36
Antizapatismo
36
“Los animales de nueva especie”, en El Siglo Diez y Nueve, 5
de diciembre de 1861.
33
mantienen) en el imaginario colectivo, la literatura y
la tradición oral de los pueblos. Las élites económicas,
gubernamentales, así como los sectores ilustrados
alertaron el retorno a un pasado atormentado por el
bandolerismo, lo que se empleó como un argumento
eficaz para justificar el acoso a los zapatistas. Incluso,
se corrió la versión de que los plateados habían tomado
nuevamente las armas en el estado de Morelos.37
37
Rueda Smithers, Salvador, El paraíso de la caña, historia de
una construcción imaginaria, Col. Biblioteca INAH, México,
1998, p. 203.
38
Sotelo Inclán, que conoció el libro de Popoca, opina que
se trata de “una obra publicada para desprestigiar al general
Emiliano Zapata, el autor Popoca y Palacios comparó a los
plateados con los zapatistas, sin tomar en cuenta que operaron
en el mismo territorio, pero con finalidades muy distintas”,
Véase Sotelo Inclán, Jesús, Raíz y Razón de Zapata”, Gobierno
del Estado de Morelos, Instituto de Cultura de Morelos, 2010,
pp.309-310. Otro ejemplo de estos comparativos es aquel que
hace Samuel Brunk, quien sugirió que la principal diferencia
entre plateados y zapatistas fue el Plan de Ayala. En su
opinión, al carecer de “un programa explícito, los Plateados
habían fallado en captar el amplio apoyo entre los aldeanos,
34
Las opiniones de Lamberto Popoca se anclaron
en los valores porfirianos-positivistas –“¡En todo
el divino Progreso! ¡Bendito sea el Progreso y el
Adelanto!”, menciona en el texto-,39 por lo que
su percepción negativa del zapatismo resulta
esperable. Para don Lamberto “los hombres
honrados, los cerebros bien puestos, luchan por
y perecen heroicamente defendiendo la justicia,
el progreso, y el bienestar de los pueblos. Los
hombres criminales, los cerebros degenerados,
luchan desesperadamente en pro de sus ambiciones
personales; teniendo por ideal la rapiña del botín
en cualquiera de sus formas”.40 Este cúmulo
de estas ideas y la severidad de sus juicios
predominan en sus opiniones: “ahí está el ejemplo
de la causa del Anarquismo y del Socialismo,
con sus impracticables principios; ideas que sólo
acarician y defienden los locos… ¡y los locos
son cerebros degenerados y los degenerados son
los criminales!”.41
35
de Reforma y el licenciamiento de las fuerzas
maderistas en los estados, entre las que se contó
a los morelenses. La consecuencia de ambos
licenciamientos había sido el bandolerismo, pero
con claras diferencias. Para Popoca los bandoleros
del siglo XIX habían sido originalmente honrados
trabajadores de las haciendas orillados a un
bandolerismo patriótico y noble. Pero su juicio
acerca de los segundos fue demoledor. Para él,
la mayoría de los zapatistas, eran “criminales
excarcelados, exentos de todo sentimiento noble
[…] Aquellos [los Plateados] robaban, plagiaban y
mataban cuando lo exigía su defensa personal; los
zapatistas o bandidos de ahora no respetan a jefe
ninguno; asesinan sin piedad a gente indefensa;
roban y destruyen lo que no se pueden llevar; y lo
que es peor, incendian y vuelan con dinamita las
habitaciones de pacíficos ciudadanos. Si aquellos
fueron leones, estos son chacales; si aquellos fueron
bandidos estos son cafres salvajes y la vergüenza para
México en pleno siglo XX”.42
42
Popoca, Historia, 1912, p. 6-7.
43
Popoca, Historia, 1912, p. 13.
36
La razón que exponía Popoca derivaba de una
suerte de degeneración, concepto frecuente en
su argumentación: “Han pasado cincuenta años,
y gérmenes morbosos de aquellos hombres:
idiosincrasia pervertida de aquellos bandidos;
revuelto fango de las enterradas cloacas de aquellos
facinerosos, han surgido rabiosos con los semblantes
descompuestos de caínes, y la ferocidad salvaje
de chacales”.44
44
Popoca, Historia, 1912, p. 92.
45
Popoca, Historia, 1912, p. 94-95.
37
no pueden ser responsables de las mentiras de la
política, ni de las falsedades de sus hombres”.46
46
Popoca, Historia, 1912, p. 95.
47
Popoca, Historia, 1912, p. 98-99.
48
Véase Barreto Zamudio, Rebeldes y bandoleros, 2012.
38
aunque operaron en el mismo espacio en épocas
de profunda crisis social, fueron grupos distintos,
sólo comparables en la órbita del descrédito.
39
Detalle. Ataque a una diligencia. M. Serrano Castro, lit.
Col. “México y sus alrededores”. Litografías Decaen.
Editor Portal del Viejo Coliseo.
CAPÍTULOS
ASUNTOS DE ESTA OBRITA
(Contenido)
E
n los comienzos del año de 1861 ocupó el
Señor Presidente D. Benito Juárez la Capital
de la República, después de la batalla de
Calpulalpan en la que fue derrotado el General
Miramón por las fuerzas liberales fronterizas al
mando del General Don Jesús González Ortega.
43
los principios liberales y quienes podían volver a
sus hogares y dedicarse a sus trabajos habituales,
que tenían antes de la guerra.
44
jefes diesen un salvoconducto al benefactor y
ordenara a todos los cabecillas el respeto a su
persona e intereses. Aquellos robaban, plagiaban y
mataban cuando lo exigía su defensa personal; los
zapatistas o bandidos de ahora, no respetan a jefe
ninguno; asesinan sin piedad a gente indefensa;
roban y destruyen lo que no se pueden llevar, y lo
que es peor, incendian y vuelan con dinamita las
habitaciones de pacíficos ciudadanos. Si aquellos
fueron leones, estos son chacales; si aquellos fueron
bandidos estos son cafres salvajes, y la vergüenza
para México en pleno siglo XX.
45
Mondragón, Felipe “El Zarco” y Severo su hermano,
Epifanio Portillo, Silvestre Rojas, Pablo Rodríguez,
Juan Pliego (a) “Joyaipa,”. Pantaleón Cerezo,
Epitacio Vivas, Juan Perna (a) “El Chintete”, etc.
Por la Sierra Fría, merodeaban Francisco Villa,
Ignacio Rodríguez (a) “El Mosco” y otros más; pero
todos sin excepción temían y respetaban como jefe
supremo a Salomé Plascencia. ¡Mucho había de
valer este hombre entre tanto desalmado, entre
bandidos tan terribles, para temerlo y respetarlo!
46
PRIMERA
PARTE
“El Chinaco” de Juan Moritz Ruguendas.
Óleo sobre tela. Neoclasicismo e Independencia.
CAPÍTULO
1
El debut de un bandido.
L
a plaza de Yautepec ha sido siempre de
importancia mercantil en el estado de
Morelos. Concurren a ella de todos los
contornos y haciendas a verificar sus compras
y ventas y vienen también, hasta de muy lejos, a
realizar sus mercancías y proveerse de cuanto les
es necesario.
49
derecha a un hombre a caballo, que a distancia
de doscientos metros corría por la falda del cerro
poniente entre los breñales, y paralelamente al
camino que llevaban nuestros comerciantes, como
si tratase de ganarles distancia sobre el mismo
derrotero que seguían.
50
El quinto viajero terminó diciendo: -¡No hay que
fiar! Toda esta gente, de veras es mala y atrevida
y debemos ir prevenidos con nuestras armas; de
Tlaltizapán para adelante, ya nos vamos seguros.
Durante esta corta conversación de aquellos
ganaderos, el hombre que corría por la falda del
cerro se perdía en las sinuosidades del terreno,
llevándoles ya alguna ventaja.
51
tratando de componerla. No era en efecto una
escopeta, sino una “tercerola” de chispa a la que
se le había aflojado el pedernal, y aquel hombre,
llevaba también en la cintura dos pistolas, de las
llamadas entonces “americanas”, de un solo tiro.
52
El hombre aquel, con movimientos rápidos, en
su brioso caballo se confunde entre ellos, vuelve a
disparar y cae bañado en sangre otro comerciante;
arroja por el suelo la “tercerola” o escopeta de
chispa, y un tercer disparo con la segunda pistola
americana mata a otro viajero; evoluciona en el
caballo como un relámpago, saca violento un filoso
machete y carga sobre los últimos dos que ya huyen,
pero la tranca de salida está puesta, les da alcance
descargándoles terribles machetazos en la cabeza
y en la espalda y caen también de sus caballos que
corren azorados dentro de aquel corral.
53
o muertos: “Me llevo un cabal, si alguno de ustedes.
vive, reclámeselo a Salomé Plascencia”.
54
Aunque era sonoro el timbre de su voz hablaba
socarronamente, con ese acento de los que
llamamos “payos”. Sin embargo, de su estatura casi
gigantesca, tenía una agilidad asombrosa, y corría
a pie con la velocidad de un caballo. Diestro en el
manejo de las armas, era terrible montado en los muy
briosos caballos que usaba.
55
Un derroche hacían de este metal, pues hasta en
los estribos la usaban en grandes chapetones, así
como en las cabezadas. No faltó quien le mandara
poner a su caballo favorito herraduras de plata.
Cada bandido de aquellos, el menos lujoso en su
vestimenta de charro y montado a caballo, podía
tener en todos sus arreos un valor de mil pesos. Este
uso escandaloso de la plata por aquellos hombres,
les trajo el nombre de “Plateados”.
56
CAPÍTULO
2
Un rapto por cuenta ajena,
que aprovecha el raptor.
V
ivía en el real de la Hacienda de Oacalco
una bellísima joven que llevaba nombre
de Homobona Merelo. Contaba, apenas
unos diecisiete años. Era alta, esbelta y flexible
como las palmas del desierto, rubia como las
vírgenes de Rafael. Sus cabellos parecían de oro,
sus ojos grandes y rasgados, su nariz perfecta, su
rostro ovalado y sus labios carmíneos, como la
flor del granado. Todo su conjunto era hermoso y
atractivo, y los dependientes de las haciendas que
la veían los domingos en la plaza de Yautepec, se
desvivían por obtener una mirada o una sonrisa
de aquella linda joven, cuyas formas esculturales
podían dar envidia a las Venus de Murillo.
57
Vivía ésta, en compañía de la madre, de los
productos de un pequeño comercio que les había
dejado su esposo al morir y no sufrían ninguna
clase de necesidades.
58
novia, jurando en su interior hacerla suya, aunque
para ello emplease la violencia.
59
-Bueno… amigo-, le contestó Salomé -vengan los
cien pesos y mañana mismo tendrá Ud. a la joven
en la misma hacienda, pues no acepto ni en chanza
que mis muchachos pierdan con unos catrines y les
quiten a la muchacha-, sería eso una vergüenza.
60
Salomé se quedó diciendo para sí: -No ha de ser
cualquiera cosa la joven ésa, donde me da cien pesos
el avaro de D. Eufemio porque se la robe, me dio las
señas donde vive y que se llama Homobona, ya la
conoceré mañana mismo.
61
corre al portón de la hacienda, el cual no se había
cerrado por su orden y no ve a nadie hasta donde
alcanza su vista. -Es muy tarde- decía -y no vienen.
¡Oh! ¿Y si por desgracia D. Salomé se encontró con
las fuerzas del Gobierno?- Se preguntaba. -¿Qué
suerte correría mi Homobona? ¡Bah!... D. Salomé
es valiente y astuto, y es muy difícil lo que pienso-,
se repetía para darse ánimo y esperar tranquilo.
62
tarde del día anterior. Estos le dijeron que había
vuelto dicho mozo como a las once de la noche
acompañando a D. Salomé, quien traía una mujer
al parecer robada.
63
ocupaba Salomé Plascencia. Llegó a la puerta y
llamó a puñetazos, pero nadie le contestó.
64
A las diez de la mañana del día que ofreció a D.
Eufemio robarla, ya se encontraba en la Hacienda
de Oacalco, explorando el terreno y tomando sus
informes reservadamente.
65
-Niña- le dijo a Homobona el individuo aquel
-conozca usted. al famoso Salomé Plascencia.
66
encaprichado en que me vaya con él, hace ocho días,
que por eso hemos terminado nuestras relaciones.
67
duerma, para que no sepa estas cosas y le resuelva
yo. Reniego de D. Eufemio- terminó diciendo con
un hermoso mohín.
68
sentía un poco indispuesta y que deseaba retirarse
a su pieza. La madre le examinó, dijo que era una
ligera jaqueca, que se le quitaría acostándose un
rato, y ordenó á Homobona se fuera a la cama.
69
cuarto violentamente y la entregó a la sirvienta
ordenándole la llevara al correo de la hacienda.
70
Homobona se levantó lentamente y fue a abrir
la puerta.
71
no nos hace ningún mal, y bien puede hacernos un
bien, es decir a mí.
72
Siguieron censurando la acción de D.
Eufemio, único culpable que había originado
aquellos peligros y zozobras. Cenaron tristes
y meditabundas, especialmente la madre, y se
fueron a la tienda a esperar las nueve de la noche
para hablar con D. Salomé. Mientras, hicieron un
balance a la memoria de lo que contenía aquel
tendajón, para saber lo que perderían en un robo
de aquellos bandidos.
73
tienda. Había dado las riendas de su caballo a uno
de los que lo acompañaban, diciéndole algo en
voz baja.
74
su hija; pero quiero salvarla de otros que vengan aquí
sin que yo lo sepa, pues los míos la respetarán. Me
ha simpatizado y la amo, pero a nada la obligaré si
ella no puede quererme.
75
Madre e hija se dieron un abrazo, despidiéndose
hasta el domingo.
76
criminales de la vulgaridad, su ex novia se
encontraba casta y pura como las vírgenes Vestales,
y sin zozobra en su conciencia sin mancha, pues le
había escrito los duros reproches que merecía su
conducta violenta y criminal.
77
carta de Homobona; los duros reproches y la verdad
que contenía lo habían exasperado más.
78
en una de las casas de la Hacienda de Atlihuayan y
esta noche puede usted, si gusta, apoderarse de él.
79
por todas partes, dirigiéndose diez soldados
y el jefe a la puerta del cuarto donde dormía
Salomé, golpeando fuertemente y ordenando
imperiosamente que abrieran la puerta: “A la
autoridad”.
80
una fiera. Abrió la puerta y les dijo con entereza:
“¡Entren!”
81
¡Salomé se había salvado milagrosamente!
82
una emboscada a los de treinta. Éstos se devuelven
en precipitada fuga, mueren como quince de ellos y
varios quedan heridos; D. Eufemio queda también
muerto a machetazos, por el mismo Salomé
Plascencia, promotor de aquel plan de venganza.
83
Hacienda de Atlihuayán.1990.
Archivo fotográfico Valentín López González.
CAPÍTULO
3
Los imitadores de Luigi Vampa
en México, y sus Maestros.
A
l terminar el primer tercio del siglo
pasado, radicaban en el estado de
Morelos dos terribles bandidos que
cometieron un sinnúmero de depredaciones,
Fidemio “El Zarco” y Blas Guadarrama, este
último avecinado en el pueblo de Jantetelco del hoy
Distrito de Jonacatepec.
85
Vendían, distribuyendo sus cuantiosos robos
por todas las poblaciones de alguna importancia,
en los que hoy son los estados de Morelos
y Guerrero.
86
con el mosquete; y los descendientes actuales de
éstos, con el Wínchester. Cada día más violento,
más rápido, más lacónico el despojo de la vida y de
la propiedad.
87
y cuando no los llevaba a caer en manos de sus
compañeros para plagiarlos los explotaba con sus
caballerosas industrias de hombre rico “empresario
de Minas”, “corte de maderas”, etc.
88
Ya veremos en el curso de esta obrita cómo Salomé
Plascencia llegó a castigar con la muerte a varios de
los suyos que cometieron vilezas e infamias.
89
cerca de la hacienda, habían despuntado la caña
en un gran pedazo de terreno, llevándose el zacate.
90
Aquellos bandidos de caras feroces y de aspecto
espantable, imponían desde luego verdadero
terror, y tanto más en sus asaltos por sorpresa. Así
pues, D. Cipriano y sus mozos se lanzaron sobre el
“apantle” para saltarlo y escaparse.
91
que estaba atado, emprendieron al trote rumbo a
los cerros cercanos. Faldearon éstos rumbo al sur y
llegaron al pueblo de Tetecalita, donde quitaron las
ligaduras a D Cipriano para que comiera algo. Los
bandidos se proveyeron de muchos comestibles, de
aguardiente y de tabaco y volvieron a emprender la
marcha por la vereda que sube al cerro llevando a
D. Cipriano atado y vendado.
92
No sin razón eligieron los plateados aquellas
altas cimas para formar su guarida.
93
Creyó D. Cipriano que aquel hombre se burlaba
de él. Sin contestar a su pregunta interrogó a su
vez: -¿Usted es el jefe?
94
campos de caña que van a cortar para la próxima
molienda.
95
será peor para todos. Las traiciones cuestan la vida,
D. Cipriano.
96
-Usted mismo las llevará D. Cipriano, tiene
usted trazas de ser hombre formal y a mí me gusta
tratar con hombres serios. Sé que hará usted todo lo
que hemos convenido y hoy mismo lo irán a dejar
a usted diez hombres, hasta donde usted les diga.
Dentro de ocho días o antes, que traigan el dinero
a Tetecalita y lo entreguen al Juez, he pensado no
darle tantas molestias.
97
Así obraba Salomé Plascencia con sus plagiados
y con sus hombres. Jamás maltrataba, ni befaba
(Hacer befa o burla de algo o alguien) a los
primeros, y severo con los segundos, les daba gusto
y los consideraba.
98
Don José tenía sus tiendas en la plaza, una frente
a otra y un día de “tianguis” se suscitó un escándalo
en la tienda en que no estaba él, promovido por
dos encamisados con uno de los dependientes.
Atolaguirre salió de la otra tienda para ir a informarse
del escándalo aquél, atravesando la pequeña plaza.
99
Salomé Plascencia, pues éste era el que se había
atrevido a sacarlo de la plaza principal, se sintió
“picado” en la observación de D. José, detuvo
bruscamente se caballo y gritó: -¡Alto!
100
-Hombre—dijo D. José—a usted no debe
molestar ese jueguito de “vivos”, ¿cuándo ha visto
usted a un cordero que se vaya a meter en la boca
del lobo? Hoy ya usted me sacó del redil, dígame lo
que quiere y en cuanto pueda yo servirles.
101
-¡Oh!, ya por aquí sólo las lagartijas nos ven
hombre- contestó D. José.
102
cintura, me hubiera parecido y mi tocayo, Pepe, “el
rey de Andalucía”.
103
-Explíquese usted pues, y diga todo lo que se
ha de hacer- repuso Salomé.
104
-Esto es lo que hay que hacer, yo le describiré en
un papel el punto exacto donde llegará el dinero
mañana en la noche, y vamos ¡D. Salomé de los
veinte mil ya no quiero los siete, pues me conformo
con cinco mil. Si a usted. le parecen todos mis
planes hay que apresurarse, por la madre de Dios!
¡Yo también soy D. José!
105
de Salomé Plascencia, y siguiendo el itinerario
marcado por D. José.
106
CAPÍTULO
4
Bandidos y Sátiro
Su comercio
E
ntre aquella plaga de bandidos, que
antes como ahora, se levantara asoladora
y terrible en el estado de Morelos,
descuellan nombres execrables, como Juan
Meneses de Tepeojuma, que mataba por gusto,
y otros como Juan Perna (a) ”El Chintete,” Pablo
Amado, Silvestre Rojas, Manuel Michada, Vicente
Zacacuaxtle, Tomás Valladanes (a) “Cara de pana”,
y otros muchos que además de plagiaros, ladrones
y asesinos, vendían indignamente al mejor postor
a las pobres jóvenes raptadas.
107
requisitos del rito católico, se dispusieron a unir sus
destinos con los indisolubles lazos del Himeneo.
108
y los bandidos que se han dado cuenta de que
se trata de un casamiento, cargan sobre aquella
gente; uno de ellos, Manuel Michaca, arrebata a
la novia, la atraviesa sobre su caballo, diciendo:
“Buena prenda”, y siguen a galope por toda la calle,
saliendo del pueblo.
109
y garbo de las majas andaluzas. Ojos grandes,
negros, con pestañas también grandes y rizadas;
frescos y carnosos labios, fino talle, pie pequeño y
andar menudo y cimbreador.
110
Aquellos hombres se acercan a la casa de
la simpática Josefa, se bajan dos de ellos de sus
caballos y saltando la cerca baja “tecorral,” de
un corral contiguo a la casa donde vive la joven,
prenden fuego a un gran montón de zacate seco
de maíz, hacinada cuidadosamente en un ángulo
del corral. Los dos incendiarios corren a unirse
con sus compañeros, montan nuevamente en
sus caballos y se retiran todos de aquel lugar,
escondiéndose, pero sin perder de vista la casa
que acechan.
111
Intempestivamente se siente sujeta por un
hombre que la levanta con la ligereza de una
pluma, sus gritos son sofocados por los demás
gritos de las gentes con el susto del incendio, pero
la madre y las demás mujeres que se han dado
cuenta de que se roban a dicha joven, procuran en
vano advertirlo a los vecinos con la prontitud que
quisieran, y los bandidos tienen tiempo de huir a
galope, llevándose a la desdichada Josefa.
112
-Lo merece -añadió un segundo- pues no
estamos para perder el tiempo de balde. Yo tenía
“un bolado” de importancia.
113
Entran todos en la casa, pasan los caballos de los
recién llegados hacia al patio y forman un círculo
alrededor de Zacacuaxtle y la joven, quienes ha
quedado en el centro. “¡Viva Josefita! ¡Viva¡”,
gritan aquellos bandidos que la devoran con sus
miradas lujuriosas.
114
-¡No! ¡No! ¡No! –Gritaron todos- ¡Ahora que
se arregle!
115
Comienzan las disputas sobre las apuestas. No
quedan conformes los que pierden, y todos quieren
barajar. ¡Ya están borrachos! Continúa el juego, y
cada vez se acaloran más las disputas; ya lanzan
gritos y palabras descompuestas. Suenan por fin
las bofetadas, se produce una confusión, sacan
sus armas y ruedan las botellas por el suelo a los
empellones y golpes que se dan unos con otros.
Poco les importa perder el dinero, pues lo tienen
cuando quieren; pero nadie se conforma con
perder a la bella Josefina.
116
Se formaron aquellos bandidos (a quienes hasta
la borrachera se les había quitado), y el que los
contaba agregó: -Quedamos aquí en espera catorce,
¡a ver! Tú, y tú, y tú -y contó hasta catorce, con él.
117
de las ceras hicieron sus pesquisas por todos lados,
en un gran trecho de aquella huerta, sin resultado
favorable.
118
lanzó al otro lado sin pensar en el peligro. Una vez
en la huerta, avanza en un sentido pegada a la cerca;
llega a la esquina o ángulo saliente del patio que acaba
de abandonar y sigue en toda su dirección por el lado
exterior; toca otra esquina y continúa alejándose
ahora de la casa en que están los bandidos.
119
plátanos que había por el suelo. Sentía más miedo
que en la noche.
120
en las huertas, y que se habían ido, diciendo que
volverían a quemar al pueblo.
…………………………………………………………
…………………………………………………………
121
Como el pan que elaboraban era grande y
bueno, vendían mucho, y corría la voz de que
tenían guardado algún dinero. Sea la codicia del
dinero, sea la codicia de la mujer, pues Agustina era
una muchacha muy bien parecida, llegó una noche
en que el bandido Juan Perna (a) el “Chintete”, se
presentó en la casa de Anselmo y con amenazas y
promesas, logró que éste le abriera la puerta. Juan
Perna iba con otros cuatro a pie, y le dijo a Anselmo
que llevaba recado de Salomé Plascencia, de que le
mandara el dinero que tenía guardado.
122
-Yo no tengo nada guardado de D. Salomé
-contestó Anselmo-, pero ni mío tampoco.
123
miserable robo, lo condenó a muerte por asesino y
cobarde, y el feroz Juan Perna (a) el “Chintete,” tuvo
que alejarse, y hacer sus correrías como cabecilla
de unos pocos bandidos, tan viles como él.
124
SEGUNDA
PARTE
Hacendado mexicano.
Dibujo de Claudio Linati (segunda mitad del siglo XIX).
CAPÍTULO
5
Los Plateados como auxiliares
en la Guerra con Francia.
L
a Constitución de 1857, y las sabias leyes
de Reforma expedidas por el Gran Juárez
habían por fin obtenido el triunfo sobre el
Gobierno Conservador, de añejas preocupaciones;
fresca estaba todavía la sangre derramada en los
campos de batalla por los patriotas liberales que
ayudaron a las victorias del Derecho, y las cenizas
del vivac del soldado que se iba a descansar,
calientes estaban aún, cuando unos cuantos malos
mexicanos traen de nuevo sobre la Patria la injusta
guerra de la Intervención francesa, que plúgole
concederles el ambicioso déspota de Las Tullerías.
127
Éste ya hemos dicho que tenía actos de nobleza,
su carácter era generoso, era valiente hasta la
temeridad; a veces obrada con justicia, pero era un
bandido, y no podía ajustarse a la ley, ni ser una
garantía del derecho de la vida y de la propiedad,
entre tantos facinerosos y asesinos que vivían de
la rapiña.
128
acompañado de sesenta hombres de infantería y
cuarenta de caballería, quienes se formaron en la
plaza frente a la Prefectura política.
129
mortalmente herido, y lo remata atravesándolo
con su machete.
130
El cadáver del infortunado Lara -quien ni
siquiera tomó posesión de su cargo de Prefecto—
fue sepultado en la misma noche por orden del
General Pinzón, y éste salió con sus fuerzas a la
madrugada del siguiente día, para el rumbo de
Cuernavaca. Al evacuarse la plaza de Yautepec
por dichas fuerzas volvió a ser ocupada por
Salomé Plascencia y los suyos, quien dispuso unas
solemnes honras fúnebres al cadáver de su hermano
Eugenio, haciéndole los honores a caballo como
cuatrocientos plateados que se reunieron, llevando
moños negros en el brazo.
131
Concurren a las batallas de la “Calavera”, y
del “Mal País”, pero no son soldados, no conocen
la táctica y disciplina militar; se arrojan sobre el
enemigo como una avalancha y la lluvia de metralla
que vomitan los cañones invasores los destroza
y dispersa.
132
CAPÍTULO
6
Los Plateados matan cien soldados
en dos emboscadas.
S
on por fin tomadas las principales plazas
del estado de Morelos por las fuerzas
imperialistas y los plateados que dominaban
en Yautepec, recorren en todos sentidos aquellas
comarcas, cometiendo con más ahínco sus plagios,
raptos y toda clase de depredaciones, burlando a
sus perseguidores y derrotándolos distintas veces
en encuentros inesperados para éstos.
133
Salomé Plascencia merodea y domina en
el centro y sur del estado; Epifanio Portillo,
Pantaleón Cerezo y Epitacio Rivas por el norte;
Silvestre Rojas, Tomás Valladares y Juan Meneses
por el oriente, y todos ellos cabecillas principales,
al mando de sesenta o más bandidos, se unen
y pelean juntos cuando las circunstancias lo
requieren contra fuerzas respetables y se separan en
seguida para continuar por sus rumbos asaltando
comerciantes ricos y a hombres de fortuna. Los de
mediana posición les son indiferentes. Los pobres,
los infelices, los desheredados, son muchas veces
sus protegidos.
134
Es de tarde y pronto va a ser de noche. El
Comandante de dicho resguardo ha formado
ya sus ciento cincuenta soldados y se dispone a
marchar, cuando llega un Ayudante del Jefe Militar
conduciendo a un hombre ligeramente herido y
con las ropas desgarradas. Es uno de los veinte
comerciantes asaltados que mal atado de manos a
un árbol, como quedaron sus demás compañeros
en el monte, y a la orilla del camino, pudo soltarse y
seguir de lejos sin ser visto, la pista de los bandidos
hasta el lugar en que han descargado el cargamento,
huyendo entonces a dar parte. Este comerciante
hace una relación de los sucesos y precisa el lugar
cercano de Atlihuayán donde están los bandidos,
ofreciéndose a ser guía de aquella tropa.
135
-Señor -le contestaron- es un infeliz sordomudo
a quien se le permite la entrada para recibir sus
limosnas.
………………………………………………………
………………………………………………………
136
-¡Ah! -dijeron aquellos hombres que le
interceptaban el paso- ¿Usted es tío Juan? Malas
nuevas tenemos, siga adelante. Sin contestar palabra,
emprendió de nuevo la carrera el hombre que venía
de Yautepec. A doscientos pasos se repite el caso
anterior y aquel hombre sigue hasta llegar cerca de
la casa en que duerme Salomé Plascencia, donde
lo reciben los últimos centinelas que lo llevan a la
puerta de dicha casa.
137
Salomé da sus órdenes, manda reunir a todos
sus hombres, aun los que quedaron al cuidado del
cargamento a una legua de distancia, y a la una de la
mañana se dirigen al camino de Yautepec, tomando
sus posiciones para una emboscada, y quedando
Salomé con veinte hombres para atacar de frente a
los del Resguardo, quienes no tardarán en llegar.
138
La sorpresa fue grande; los soldados iban
confiados pues era imposible que supieran que a
esa hora se les perseguiría. ¡El mendigo sordomudo
había hecho el milagro!
139
Los jefes que hasta entonces los habían
perseguido, D. Martín Sánchez (a) “Chagollán”,
D. Aniceto López y D. Arcadio Enciso, poco o
ningún éxito tenían en dicha persecución, eran
derrotados con frecuencia; y estas derrotas a los
jefes, que eran los únicos que podían dar garantías
a la sociedad, traían el desaliento a los temores de la
inseguridad, con la impotencia de los mencionados
jefes.
140
pues aunque había luchado contra la intervención
francesa, en sus comienzos no pudo seguir a las
fuerzas de la República rumbo al norte del país.
141
Manera de viajar las damas en México.
Dibujo de Claudio Linati (segunda mitad del siglo XIX).
CAPÍTULO
7
Un adulterio origina la destrucción
de los Plateados.
Y
a hemos dicho que merodeaban por
rumbos distintos los jefes principales de
los Plateados, acompañados por cabecillas
secundarios, llevando cada uno su correspondiente
cuadrilla de bandidos. Pantaleón Cerezo, aunque
jefe principal, se unía con frecuencia a Silvestre
Rojas, temporalmente, y hacía sus correrías
abandonándolo después.
143
asuntos de amores, para castigar con terrible
muerte a la infiel y asesinar al seductor.
144
Cerezo logró sus deseos con aquella mujer y ambos
rodaron por la pendiente del vicio, ofuscados con
su amor criminal que no pudieron ver que se hacía
pública la infidelidad de una esposa.
145
Vivas sesenta hombres; pero éste era un valiente
y tuvo la osadía de retar a Salomé a un combate
singular, a caballo y en presencia de todos aquellos
bandidos, quienes les formaron una gran valla.
146
cuartel. Los vencedores daban muerte inmediata
a los prisioneros. Los asaltos, las sorpresas y las
emboscadas de unos y otros eran frecuentes y se
diezmaban mutuamente todos aquellos bandidos,
con una saña y fiera “de moros y cristianos”.
147
Detalle. Asaltantes emboscados, 1873, Acuarela/papel. 25.5 x 40 cm.
Óscar Laballe. Museo Nacional de Historia.
CAPÍTULO
8
Entra en campaña el Coronel
D. Rafael Sánchez.
D
espués de la toma de la capital de la
República por las huestes invasoras y las
tropas reaccionarias, una vez establecido
el provisional Gobierno Militar que esperaba la
llegada del Archiduque, los hacendados del estado de
Morelos pidieron ayuda en México para perseguir al
bandidaje y contener sus depredaciones.
149
Sánchez, a quienes no hacía dos años les habían
causado serias derrotas, cuando con el auxilio de
todos los plateados, hasta en número de mil, había
combatido por la Constitución y la Reforma.
150
se le desbanda la caballada a D. Rafael y él y todos
los suyos están a punto de perecer. Reúnen a los
caballos cuando ya se han retirado los bandidos,
y creyendo estos haberlos dejado destrozados,
se alejan a descansar al Rancho de San Vicente,
próximo a Moyotepec. Allí los ataca Sánchez de
una manera súbita; quedan muertos numerosos
bandidos, entre ellos un hermano de Silvestre
Rojas, y huyen los demás en completa derrota.
151
El Jefe Militar le ofrece que no volverá a ser
molestado por ninguna fuerza del Gobierno y que
pueda organizar la persecución de los bandidos, de
la manera que lo crea conveniente.
152
Salomé, pidió la nieve y comenzaron a tomarla, y
a darle al pequeño, a quien se había sentado sobre
la pierna cruzada sobre la silla, para tenerla más
cómodamente.
153
a la vereda angosta y se arremolinan y se detienen
los caballos enredados entre los espinos y los
bejucales; pero siguen a escape de uno en uno al
alcance de Salomé.
154
CAPÍTULO
9
Un pueblo pequeño, que es grande
y fuerte defendiéndose.
E
l pueblo de Mapaxtlán, hoy Villa de Ayala,
era entonces un pequeño poblado en el que
apenas podían contarse unos trescientos
hombres útiles para el servicio de las armas. Al día
siguiente de la llegada de D. Rafael Sánchez y los
pocos que lo acompañaban al pueblo, convocó a
una junta general a todos los vecinos sin excepción,
para que reunidos todos, en la plaza, deliberaran y
acordaran la manera como debían organizar y hacer
la defensa de sus vidas y propiedades, amagadas
constantemente por los plateados.
155
-Muchachos, hemos retado a muerte a todos los
plateados, principalmente a Salomé; si somos
cobardes vendrán a degollarnos, y a llevarse a
nuestras muchachas. Probemos a esos hombres que
los de Mapaxtlán somos tan valientes como ellos,
y si vienen aquí recibámoslos a balazos y luchemos
mientras quede vivo uno de nosotros.
156
entusiasmados e impacientes por batirse con los
plateados.
157
único hombre que por su astucia y arrojo era
una constante amenaza de sus vidas. Todos los
demás perseguidores, sin ese Jefe -decía Salomé-
que sólo servían para divertirlo.
158
Llámale la atención el modo con que han llamado
a su puerta, pues aun para estos casos ha establecido
entre los suyos un modo especial y contraseña.
Luego se supone que son los plateados, que han
podido entrar por el río a pie y que viene con ellos
Salomé Plascencia, único quien puede atreverse
a tanto.
159
Don Rafael dispara una de sus pistolas y
rueda un hombre por el suelo. Todos le disparan
simultáneamente sus mosquetes sin tocarle una
bala y él acomete sobre ellos con la velocidad del
relámpago repartiendo machetazos a diestra y a
siniestra a fin de no dejarlos cargar nuevamente
sus mosquetes. Son ya varios los heridos y vacilan
en la pelea los asaltantes, en vista de no haberlo
tocado ninguno de los cuarenta balazos que le
han disparado, Salomé grita: “¿Dónde está ése?”, y
con aquel nombre cariñoso que D. Rafael le daba
cuando eran amigos, le contesta:
160
quedando muertos muchos de ellos sobre las
trincheras. La lucha se prolonga y manda D. Rafael
saltar los parapetos, abrir las trincheras y cargar
rudamente sobre ellos a machetazos. Los plateados
huyen dispersos dejando de sus compañeros más
de veinte muertos en las trincheras, y muriendo
también diez o doce vecinos del pueblo.
161
Caricatura de la época.
CAPÍTULO
10
Mueren los temibles jefes de los Plateados.
M
arcos Reza, hombre acomodado del
pueblo de Jonacatepec, era el jefe
intelectual de todos los bandidos de
ese rumbo, llamados los “catrines”, encabezados
por el famoso Silvestre Rojas. Ejercía el comercio, y
esta circunstancia lo ponía en condiciones de estar
al corriente de los asuntos mercantiles de los demás,
de sus viajes a México; de sus compras y ventas y de
la carga que les venía que casi siempre era robada
en el camino por los bandidos, para comprársela a
éstos, Marcos Reza, a menos de la mitad de su precio.
163
también lo hacía Marcos Reza con los de Silvestre
Rojas; con la circunstancia, de que siendo Reza
Prefecto del Distrito y quien dirigía muchas veces la
manera de hacer los asaltos, era todavía más nocivo
y peligroso para los comerciantes que el español
Atolaguirre.
164
Desde el asalto que dieron a Mapaxtlán e
intentaron asesinar a D. Rafael en su casa, dejaron
pasar cerca de un mes sin que se presentaran por
ninguna parte, Salomé y los suyos.
165
bruscamente con ese grito agudo y prolongado
que tienen los vaqueros del rumbo, para llamar
al ganado a comer sal: “chito….chito…chito”, a
fin de herirles su amor propio y los siguieran más
de prisa.
166
Todos se regresaron de aquel rancho llevándose
el cadáver de Mateo Cáceres, que había sucumbido
de los siete, en aquella lucha desigual y que no
eran otros que Atanasio Sánchez, Efrén Ortiz,
Guillermo Gutiérrez, Cristino Zapata y la persona
superviviente que nos ha proporcionado los datos
de los sucesos de que trata este libro.
167
entre los bandidos de hace cincuenta años, y los
bandidos actuales? ¿Por qué esa diferencia? ¿Por
qué un Gobierno fuerte no puede acabar con
tal situación?
168
CAPÍTULO
11
¡Cincuenta años después!.
H
an pasado cincuenta años desde los
acontecimientos que dejamos narrados
en los capítulos precedentes. Se ha
extinguido casi la generación que viera los hechos
sangrientos de aquella época nefasta para México,
en que bajo el nombre “mochos” y “liberales”,
“imperialistas” y “republicanos” tiñeron nuestros
campos de púrpura al encontrado choque de la
confusión de “principios”.
169
estado de Morelos los hijos de las campañas y de
las revueltas, y hacen la guerra a los hombres ricos
para saciar sus ambiciones y halagar sus vanidades
de charros cubiertos de plata.
170
¿Tienen como los “Plateados” de antaño la
costumbre de la guerra o la costumbre de ser
charros bien montados?
171
posición mediana para sus hijos, y viene el saqueo, el
asesinato y el incendio, por demonios con figuras de
hombres, para no dejarles en pie ni el triste albergue
donde lloren a sus desdichados padres? La dinamita
arrojada por infernales manos, ha completado
los cuadros sangrientos, destruyendo tranquilos
hogares, que en vano han clamado misericordia las
lágrimas de inocentes víctimas.
172
Se ha dicho de suspensión de garantías, ¿para
qué? Para dar lugar al abuso. El salteador de
caminos, el incendiario, el que mata con alevosía,
ventaja y premeditación los mismos códigos les
señalan pena de muerte y están fuera de la ley,
desde el momento en que delinquen.
173
Y, ¿por qué, Emiliano Zapata, si al principio de la
pasada revolución se lanzó a la lucha por defender
el establecimiento de un Gobierno democrático,
para qué permite, por qué acepta que hordas
desenfrenadas de salvajes, tomen su nombre para
mancharlo con las más viles infamias de cafres?
Si necesita gente que le ayude en sus proyectos
de revuelta, ¿por qué no exige con el rigor de las
armas, que sus compañeros respeten las leyes de la
humanidad, ya que no las de la guerra?
174
el enemigo tenía iguales armas; “cara a cara” y
“frente a frente”; y como revolucionarios sólo
mataban a los enemigos en el combate, y se
perseguían y se exterminaban los que formaban
en las tropas de unos y otros; pero jamás nunca
asesinaron indefensos, ni pacíficos ciudadanos, ni
los incendios de las casas y propiedades fueron las
represalias contra de los pueblos, o contra de los
individuos, ni por los mismos bandidos.
175
bandidos, porque sólo tendrá por correligionarios
a los criminales.
176
propiedad ajena en el estado de Morelos. Mientras
tanto, allá va arrastrado por una avalancha de
forajidos que quieren la destrucción del mundo y
que se entretienen con el saqueo, con el asesinato y
el incendio, en espera de la realización de aquello
que le tiene ofrecido.
177
vampiros de la vida y de la propiedad, para ser
siempre conocidos de la sociedad honrada! ¿Y
destruir esas constancias públicas, quemar esos
expedientes donde el bienestar social, de acuerdo
con la ley, tiene garantizados los derechos del
individuo y de los pueblos, ¿no son hechos, dignos
solamente de los salvajes más salvajes?
…………………………………………………………
…………………………………………………………
178
para la tranquilidad general de dicho estado. Si el
Gobierno es impotente para remediar tantos males
y dar garantías en esa entidad, ármense todos
los vecinos del estado con acuerdo del Gobierno;
ayuden los hacendados con todos los elementos
que puedan y buscando jefes como D. Rafael
Sánchez, Aniceto López, “Chagollán” y el “Charro
Arenas” (de aquellos tiempos); emprendan tenaz
persecución contra los bandidos hasta exterminarlo,
e imiten los pueblos en su defensa, al pueblo de
Mapaxtlán de 1860, grande y fuerte, defendiendo
sus vidas e intereses de aquellos terribles y valientes
“plateados” encabezados por el noble bandido,
Salomé Plascencia.
179
Asalto de zapatistas al tren de Cuernavaca.
Grabado de José Guadalupe Posada (1852-1913)
NOTA DEL
EDITOR
L
a presente obra fue escrita por Lamberto
Popoca y Palacios, quien diciéndose
testigo presencial de los hechos y episodios
protagonizados por los Plateados desde el año de
1860, describe el arquetipo del bandido generoso
respetado entre los más pobres, tal como se va
delineando en las páginas de este relato, con la
destreza y el conocimiento de un hombre de letras.
181
Impreso en Sun Arrow, S. A. de C. V.
Gutenberg 25 –I. Centro. C.P. 62000.
Cuernavaca, Morelos.
Captura hecha por Marcos Rodríguez Pretel.
Consta la presente edición de 1,000 ejemplares.