Está en la página 1de 328

Julio Sesto.

NOVELA ~EXICANA

Sociedad c..An6nima Editorial

"El Libro Espa.ñol"


PROPAGANDA EN PROPAGANDA EN
AMERICA: EUROPA:
Llbrerla "La Moderna Llbrerla d e la Vda. de Ch.
P oe sta." PI y Margall, l35. Boure t. Rue Vlscontl, 28.
HABANA. PAR 1 S.
Llbr e rta de Andrés Botas. Llbrerfa de Angel San
1.• de SlmOn BoUvar, 9 Martln . Puerta del Sol, 6.

MEJICO. MADRID.

1914.
Qu e dan reservados los
derechos de propIedad

Tip. "El Li bro Español." MéxIco. MadrId.


Dedica toria:
A Luis Manuel Rojas, por
valiente, por honrado y por sin-
cero, así en el escabroso perio-
dismo como en la azarosa polí-
tica.
Pórtico de Fuego.
Serian mortales para la Civilización. 81 du-
rasen mucho. las plétoras de la vitalidad hu-
mana concentradas en una sola cabeza y el
mundo subiéndose al cerebro de un Bolo hom-
bre Habla llegado ya el momento de que
remediara esto la Incorruptible equidad su-
prema Probablemente estarfan lastimados los
prinCipiOS y los elementos de que depende la
gravitación regular en el orden moral como
en el orden material. Son abogados temibles
la sangre que humea, los oementerlos dema-
Siado llenos y las madres derramando inter-
minables llLgrlmas Cuando la tierra sufre
sobrecargada. salen de la obSCUridad gemidos
misterIOSOS y los oye el abismo
Hugo.

i Fuego del Destino! i Fuego de los hombres! j Fue-


go de la Altura! j Fuego del Acaso! ¡Fuego !lel
Error! j Fuego de las Ambiciones! i Fuego de la Ti-
ranía! j Fuego de la Embriaguez! i Fuego de la J usti-
cia! j Fuego del Derecho! j Fuego de la Vengan~a!
¡ Fuego de la Razón! j Fuego del Triunfo!
Las almas mexicanas eran atormentadas por el
fuego que surgía de la tierra y que llovia del-.cielo.
El incendio nacional era el espectáculo único. La
8 JULIO SESTO'

República ardía presa de un encadenamientO' de hQ-


gueras que parecía agitar un sO'plO' demO'niacO', y las
llamas, en eS'p irales que se fragmentaban, iban a es-
labO'narse misteriO'samente unas cO'n O'tras, pO'r enci-
ma de las ciudades, de las serranías y de 10's cam-
pO's. Las chispas siniestras viajaban. El fuegO' se
transmitía. La lumbre tenía alas desO'ladO'ras. Viaja-
ba el incendiO'.
J~O's metrO'pO'litanO's, absO'rtO's, enfermos de presen-
timientos trágicO's, asO'maban en aquel entO'nces a
100s balcO'nes, trepaban a las azO'teas y se cO'ngrega-
ban en las bO'cacalles, atraídos pO'r el resplandO'r de
una página nO'cturna, que el fuegO' escribía cO'n hu-
mO' de incendiO' de una pródiga casa atestada de en-
cantO's: "El PaladO' de HierrO'.)' Aquel incendiO' era
simbólicO'. "El PalaciO' de HierrO''' era el cO'l'azón de
la ciudad de MéxicO', que ardía de nO'che. Aquél de·
sastre era un presagiO' de O'trO's desastres. El incen-
diO', vistO' de lejO's, cO'nmO'vía y hacia meditar, y vistO'
de cerca, hablaba. Hablaban las lenguas de fuegO' en
las bO'cas del vientO'. AlgO' decían al cielO' aquellas
llamaradas que se enrO'scaban a las tO'rres y se iban
a perder al infinitO'. AlgO' decían aquellas crepita-
ciO'nes de la hO'rnaza. EIO'cuentes y angustiO'samen-
• te O'bsesiO'nantes eran aquellO's crujidO's del hierrO'
enrO'jecidO' que se retO'rcia y aquellO's derrumbes de
la mO'le envuelta en O'ndas de lumbre. Se pensaba
que así crujía la República, que así, cO'mO' "El Pala-
ciO' de HierrO'," ardía MéxicO', el país que tiene bajO'
sus mO'ntañas la estructura de un palaciO' argenti·
ferO', ricO' en plintos y capiteles milagrO'samente cin-
c()~ro
,
ARDIA~
. 1,OS Ml"ERTOS 9

celados, rico en galerías fantásticas, de donde arran·


can las piquetas de los mineros maravillosas hojas
de acanto hechas de plata y oro.
i El Palacio de Hierro!... i Cuántas ilusiones se
quemaban en él! i Y cuántas complicidades! i Y cuán-
tos recuerdos! Allí se confeccionaban las ~untuosas
vestiduras de las espOl'\as de los próceres: allí sé al-
macenaban los juguetes de los niños; allí se borda-
ban los uniformes de los generales soberbios que im-
peraban; allí habían detenido sus automóviles las
al'il'\tócratas desterradas por las revoluciones de 1910
a la fecha; allí ha bía sedas que se adquirían con be-
80S; allí había tocados con que soñaban las queridas
de algunos ministros; alli había vestidos de novias;
alli había pan para muchos diligentes servidol'es de
la casa; allí había cristales que encerraban los "bi-
belots" de París; alli había espejos, allí había luz,
alli había esperanza ....
y todo el'\O ardía. Todo eso, en la columna de fue-
go, subía, y, en el extremo de la columna, convirti~n­
dose en humo, decía a los metropolitanos: Adiós ...
Cómo pensarían muchas gentes en lo que alli se
les quemaba. Al que menos, se le quemaba una ilu-
sión. Y a todos, se nos quemaba el Palacio de la Ciu-
dad; algo así como el Palacio Municipal de los es·
píritus, el almacén del lujo, la meta de las aspira-
ciones comunes, el alcázar del Ensueño.
Por el'\O la gente, contristada, asomaba a los bal-
conel'\, subía a las azoteas, afluía a las bocacalles, re·
cibiendo de pleno en el rostro el resplandor de la in
mensa hoguera que, como un augurio, ponía en to-
10 JULIO SESTO

das las catas el reflejo que la guerra llevaba a las
conciencias. Estábamos ard'iendo.
El simbolismo era claro para la imaginación me-
nos despierta. Hoy pensamos que el simbolismo era

doble: "El Palacio de Hierro" fue un sueño dorado
de los franceses, cristalizado en México: su incendio
era el aviso del fuego en que se veía envuelto Méxi-
co y el fuego en que se vería envuelta Francia. El
fuego del Destino.
Al mismo tiempo, aquella misma noche, había len·
guas de fuego el\ Tampico y en Torreón; y en el
campo de batalla, los proyectiles de los cañones, en-
cendidos, cruzaban el espacio como meteoros; y en
los campamentos discurían los guerrilleros en torno
de las lumbraradas. Era el fuego de los hombres.
y al día siguiente, mientras el público desfilaba
ante los escombros del "Palacio de Hierro," todavia
humeantes, los soldados desfilaban por las llanuras
del Norte, caldeadas por el sol, y aquellos soldados,
desfalleciendo de fatiga, sudorosos y contraídos por
g-estos de abnegación, formaban legiones de Cuauh-
témocs voluntarios o forzados que, bajo el sol abra-
sador, se quemaban la8 plantas de los pies al pisar
la candente arena del oesiel'to. Sufrian el fuego de
Dios, el fuego de la Altura,
y en el azar de la pelea, caían los combatientes
to~ados por el fuego del Acaso; y los fusiles de un
ejército, vomita ban fuego sobre los batalladores ilu-
minados: el fuego del Error; y en las filas de los
equivocados con galones, caía un hombre que busca-
ba un ascenso sin reparar en la ocasión transitoria
( 'O ~1O ARDiAN LOS l\I ú ERl.'OS 11

y falsa: el fuego de las Ambiciones; y en las som-


bras de los poblados, en sitios a toda hora horribles
J a toda hora sin Providencia, eran privados de la
vida, disparándoseles a quemarropa, los hombres no
adictos a un hombre: el fuego de la Tiranía; y en
la cabeza de un consuetudinario, el alcohol trama-
ba proyectos sombríos: el fuego de la Embriaguez;
y en las plazas tomadas por los legalistas, caían fi-
las de cómplices fusilados: el fuego de la Justicia;
y los cañones de la revolución, con voz de trueno,
llamaban a las puertas de las ciudades: el fuego
del Derecho; y los• jinetes victoriosos, aplicando las
espuelas a los nobles compañeros de batalla, iban
con furia tras los derrotados, llevando las armas,
prontas a detonar, tendidas sobre las orejas erec-
tas de los caballos alígeros: el fuego de la Vengan-
za; y la conciencia nacional, equilibrada, admitía un
hecho consumado por una gran fuerza: el fuego de
la Razón; y la ciudad de México, entre júbilo y es-
panto, percibía en sus alrededores los estampidos y
los relámpagos de las bocas de fuego, entre el impo-
nente brillo de las espadas y la lumbre que arran-
ca han a las piedras los cascos herrados de los cor-
celes que montaban los reivindica dores : el fuego del
Triunfo.
Así fue. La revolución mexicana entró al valle de
Anáhuac por un pórtico de fuego. .
i Santa locura del fuego, que destruyes lo viejo
para que surja lo nuevo; que purificas lo que en-
vuelves entre las llamas, elevando el hedor y la po.
dredumbre al dominio altísimo de Dios, para que
12 J ULIO SES1.'O

juzgue, y que dejas en la tierra solamente la ceni-


za, que es la inocencia!
La libertad se hace así, con fuego, como con fuego
se deshace. i Cuántos hombres, en cuántas veces, la
hicieron y la deshicieron, aquí y en todas partes!
¿Habrán hecho los mexicanos, en esta vez, para siem-
pre su libertad? ¿Estará bien fundido el icono, para
que perdure? ¿ El crisol en que se fundió, entre tan-
tos fuegos, será el último barro que se caldée en la
fragua de la guerra, donde srm combustibles propi-
ciatorios los músculos rígidos como leños, que así
se ven los músculos de los muertos que arden des-
pués oe las batallas?
Nuestros ideales son caros en demasía: requieren
nuestros sacrificios. Todo se ha quelDado, probando
hacer luz, y nada alumbr9. bastante. Y, ávidos de
luz, los honibres quemamos a los hombres, para ver
un poco más ....
J.,a antorcha del siglo XV, Juana de Arco, que ilu-
minó al mundo con los resplandores de su espléndi-
da cabellera, a la que prendieron fuego los obispos,
no alumbró bastante a la Humanidad. A la heroína
de Orleans le aplicaron fuego estando viva, y no pa-
rece sino que, al extinguir¡.¡e la vida de aquella ilu-
minada, se extinguió la luz que su sacrificio proyec-
tó sobre la tierra. Una mujer que arde no alumbra
bastante: i que ardan los hombres! Tal parece que
pensamos y que decimos y que ponemos en práctica.
y los hombres ardieron. Ardieron en México pa-
ra alumbrar el camino de este Pueblo j y arden en
CÓMv ARDíAN LOS MUERTOS 13

el Viejo Mundo para alumbrar la senda de los ejér-



citos.
Este es el irónico siglo de las luces. Y tal es el
delirio de luz, que los hombres se convierten en can·
delabros, y hay en estas noches, en muchos lugares
del planeta, montañas de carne que alumbran.
Es universal el pórtico de fuego.

J OLIO SESTO.
Agosto de 1914.
1

Pido la Palabra.

-Pido la palabra.
-La tiene el señor Salinas.
Con la venia del presidente de la Cámara, el di·
putado Salinas aborda, con cierto aplomo, la tribu·
na, y, una v~z en ella, llevándose la mano derecha
al corazón, habla:
Señores:
Algunas veces, cuando en la soledad de mis medio
taciones cierro los ojos para lamentar en las tinie·
bIas de la congoja el presente de nuestra Patria, se
me representa México en la imaginación como una
tierra desolada, por la que cruza un rio de sangre
que se despeña en cataratas de las montañas pobla.
das de guerrilleros, y que arrastra en su cauce, a
manera de guijarros, los millares de cráneos de las
víctimas de las revoluciones, que ruedan y ruedan
a impulso de la corriente fatídica, entrechocándose
y produciendo un sonido lúgubre que "me duele" en
mi visión interna ...
Percibo a las márgenes de este río encarnado, la
exi>:tencia de algunos cráneos que todavía con ser·
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 15

van adherida parte de la cabellera, yesos cabellos


ensangrentados con que el cio juega, me dan la ilu-
sión de que son liquenes criados por la corriente do-
lorida_ ...
(Curiosidad en la Cámara.)
Días hay, señores diputados, en que concibo la es-
perl\nza de que la corriente disminuya y los pavo-
rosos guijarros de la muerte desaparezcan sepulta-
dos por el polvo del Qlvido y de la paz.... pero al
explorar, alzando la cabeza, las montañas en que
detona la fusilería, y el horizonte en que las negras
nubes de la incertidumbre se condensan y truenan,
dejando caer, de vez en cuando, un rayo en que vie-
ne envuelto un candidato que llega a esta tierra a
hacer daño, porque no existe un pararrayos que re-
coja y sepulte a los candidatos (risas) entonces, se-
ñores, me asaltan temores de que crezca el torrente
de sangre, de que el funesto río se desborde, enroje- "
ciendo la campiña, y de que" bajen en cascadas, dan-
do tumbos, más cráneos azotados, más guijarros hu-
manos.
y lo peor, señores diputados, es que esta visión
de pesadilla que suelo tener con los ojos cerrados,
también la tengo con los ojos abiertos. Y lo peor,
señores diputados, es que ~sta visióu que yo tengo,
la tenpis también vosotros, i la tenemos todos!
(Expectación. )
Mirad a la Patria con los ojos del cuerpo o con los
ojos del espíritu, y todos veréis el cio de sangre que
baja de la montaña {'oblada de guerrilleros que ru-
gen como leones; el río de sangre que aumenta su.
]6 JULIO 8ESTO

volumen con los arroyos Ü'ibutarios que dét:icienden


del lomerlo y que acaba de crecer con los charcos
de las llanuras; el río de Hangre que golpea los crá-
neos anónimos, que fOl'man su lecho; el río de san-
gre que tiene a sus márgenes, como para que no se
desborde, un exótico y triste seto que forman, en-
tretejidos, las tibias y los fémures de los muertos,
los cañones y las espadas, en que se enganchan, a
su paso, banderas desgarradas, como en los ríos co-
munes se enganchan los harapos en las ramas secas de
la orilla, La muerte, que hace en este caso simbólico
el papel de avara campesina, y que quiere la sangre
del río para regar sus dominios, se pasea de día y de
noche por las riberas de este Thibet espantoso, y con
su guadaña, que ella usa conto azadón, aparta los
obstáculos de los arroyos sanguinolentos, y cuida
que la corriente no disminuya, que el cauce no se
estreche, que el siniestro líquido corra libremente
por las llanuras de nuestra Patria!
De noche, señores, bajan al rlo maldito, a teñü' sus
fauces en la sangre del tOI'rente, mesnadas de ch:l-
cales: son los rencores; y se ven relumbrar en la
ohs(:uridad ojos terl'íficos de lobos: son las trai'Cio-
nes; y bajan tropeles de hienas a cebarse con la car-
ne de los cadáveres: son el hambre; y bajan cua-
drigas de panteras y de tigres a despedazarse con
las demás fieras, a ver qué se encuentran: j son la
ignorancia; son la discordia!
(Sensación_ Murmullos, .I
Yo escucho el rugido df' estas fieras en las ame-
drentadoras márgen'<'!I de estt> río nacional; a mí
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 17

llegan estos rugidos que se confunden con los alari-


dos de la muerte y con los gritos quejumbrosos de
los fantasmas que pueblan en la alta noche de la
!'atria las veras del rio que os describo, los fantas-
mas que ven correr su propia sangre y vell rodar sus
propios huesos, y este ruido funesto, señores dipu-
tados; este coneierto pavoroso, aumentado por el
chocar de los ambulantes cráneos y el susurro dul-
zón de la espesa y perezosa corriente, producen en
mi ánimo Ulla angustia hit'ienté que deseaba conta-
1'0.'1, y templan mis nervios para una empresa supe-
rior de redención pública, que debemos acometer to-
dos, para secar la corriente de púrpura donde ella
nace, en el coraz6n de los mexicanos, en las venas
de los mexicanos; para cegar el cauce con un Im-
ñado de tierra que cada uno le arroje; y para ahu-
yentar la muerte que s{' pasea junto al río; y para
alejar a los chacales; y para entonar un rezo por
las culpas políticas de los fantasmas, para que se
retiren a una vida eterna de reposo, de arrepenti-
miento y de paz!
(A plausos. Comentarios confidenciales.)

COMO ARDíAN LOS MUERTOS.

Tengo la lmpila congestionada de visiones aterra-


doras. :Mi pupila, señores, ha sido una cámara foto-
gráfica que impresionó más de cuatro placas lamen-
tables. Yo quiero "revelar" ante el Congreso esas
placas. EscAJ'neceré un poco vuestra 8ensibilidad
18 JULIO SESTO
-
humana y patriótica. Lo deploro, pero lo deseo, pol'·
que nuestro mal depende precisamente de la falta
de sensibilidad ante el dolor nacional. Si todos fué-
ramos sensibles, realmente sensibles al dolor de
nuestra Patria, procuraríamos colectivamente des·
terrar ese dolor. La hiperestesia del patriotismo,
es el gran mal que constituye el gran bien de los
pueblos de Europa.
Mucha gente, señores diputados, ha visto impávida
cómo ardían los muertos en los días de los recien-
tes sucesos de la Capital. Yo lo he observado. Los
muertos ya no aterran, ni interesan, ni conmueven
a mucha gente. l.a sangre ya no produce vértigos.
¿Es que en fuerza de ver pechos rasgados por los
metrallazos, cabezas vendadas y miembros huma·
nos esparcidos, nos hemos "habituado?" ¿ Es que la
frecuencia de las tragedias ya no nos permite emo-
cionarnos ante el que cae? ¿ Es que está "gastado"
en nosotros el sentimiento? ¿Es que perdimos el sen-
sorio?
Yo he visto, señores diputados, cómo ardían los
muertos. Lo he visto con dolor, con hOl'rol', con una
profunda conmiseración que me arrancaba llanto,
habiendo tenido la pena de ver arder mis lágrimas.
Oíd, amigos míos, cómo ardían los muertos:
Eu las bocacalles, los soldados que se habian po-
drido tres dias de cara al sol, con los brazos abier-
tos, como pidiendo al sollo que únicamente la luz
puede dar, la libertad, ardían aislados, reventando
ruiclosamente, como en són de protesta, Los solda.
. dos ardían brutalmente: la maldad humana quería
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 19

que ardieran pl'onto; para eso se les empapaba en


petróleo; pero algo divino y reivindicador, el espi-
ritu del apóstrofe de Dios, sin duda, hacia que los
muertos ardieran despacio, para que el reproche du-
rara; para que el cuerpo de nuestro delito no des-
apareciera ante nuestros ojos. Los muertos ardían
lentamente. Primero ardía su piel. Luego, con la
fuerza del calor, les saltaban los ojos, que, al mover-
se en las órbitas, parecían salir de ellas para ver a
los vivos, como diciendo: vean vuestros ojos lo que
sufren los nuestros .... Después de saltarles los ojos,
los muertos contraían el rostro en un dolorosísimo,
en un intensísimo gesto de amargura suprema, y,
encogiendo los brazos que estuvieran abiertos; en-
cogiendo los brazos paulatinamente, juntándolos so-
bre el pecho, los muertos parecía que juntaban las
manos para clamar al cielo clemencia y para clamar
a los hombres que hubiese un clarín que tocara "al-
to al fuego," alto a aquel fuego que salía de ellos,
como se tocara alto al fuego que saliera de los ca-
fiones. j Habia más compasión para el acero de los
cañones que para la carne de los mexicanos!
Cuando los' brazos de los muertos, en actitud de
oración, se consumían; cuande ardían sus manos
juntas, contraídas en un ridus de misericordia;
entonces, señores, los pechos de los muertos reven-
taban, y de los pechos envueltos en llamas salía el
corazón, como una ofrenda superheroica, como el úl-
timo y extraordinaTio tributo a la Patria, y las lla-
wa~, como lenguas de inexplicable procedencia,. ¡oh,
misterio de las cosas! rodeaban el corazón y 10 la-
20 JULIO SESTO

mtan, lo lamian .... ¿ Seria que aquellos soldadoli


mexicanos hadan una reminiscencia del sacrificio de
sus ancestros? Tal parecía. Tal pensaba yo ante la
visión atrozmente redentora y ultracl'istiana. Pero
también pensaba que éste el'a un sacrificio nuevo,
porque antes, los sacerdotes ofrecian a los dioses lo~
corazones de las victimas; pero a'h ora los ofrecen
las miRmas víctimas, y los ofrecen envueltos en lla-
maradas .... !
(Estupor en la Cámara.)
No quiero, señores diputados y amigos, abusar
de la pincelada cruel, para torturaros. No. Yo no
hago ningún esfuerzo para pintar estos recuerdos.
ERtas tristes cosas, yo no las jmagino: las vi.
gn la esquina de las calles de Balderas y Nuevo
México, vi algo que va a llamaros la atención. Ardía
en la acera un sargento que, por casualidad, conser-
vaba sus galones y el "marrazo" de su fusil. De la
boca, los ojos y el pecho del cuitado, salia sangre
con vapor, que corría por la acera. El marrazo fiel
soldado estaba dirigido hacia arriba y casi enroje·
cido por las llamas que consumían la ropa y la piel.
De pronto, la correa que sostenía hl ancha bayone·
ta o marrazo, crujió y se contrajo con el fuego, de
tal manera, que el marrazo cayó en un charco de
sangre que habia a la izquierda del sargento, chi·
rriando el líquido por efecto del calor del ma,rra-
zO: ' j aquel hombre templaba su propia arma en su
propia sangre!
. (Muecas de horror.)
No he visto solamente esto, l'I"ñorp" diputadOR.
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 21
Yo vi, en otras muchas formas, rómo ardian los
muertos.
Donde los muertos formaban piras, en Val·
buena, de noche, las columnas de humo se eleva-
ban al cielo pidiendo algo que no hay en esta tiel'ra
para sus hijos: piedad. Y alli, los muertos, se abra-
zaban, se reconciliaban, se perdonaban, se besaban,
y concluían por mezclar sus cenizas y confundir sus
aspiraciones en aquel "meeting" infernal en que
algunos mutilados se erguían, movidos no sé por
qué fuerza, para protestar asi: j Compañeros: herma-
nos: levantad vuestros achicharrados miembros y
gritad con lenguas de fuego: j Mueran los sucesores
de Huitzilopochtli!
y 1aH estrellas parecían darse cuenta de que
los muertos ardían. J~as estrellas parecian absor-
tas. El espectáculo debía espantar al cielo, que fi-
jaba en esta tierra sus millares de ojos muy abier-
tos: Yo vi que, de pronto, una estrella errante em-
prendió una rápida carrera hacia el centro del cielo,
como si fuese a dar parte al Señor Je lo que pasa-
ba en Anáhuac!
•• •• o. •• •• •• •• •• •• •• •• •• •• •• •• •• •• ••

Macabro contraste!.... Yo recordaba, amigos


j
mios, que en los llanos de Valbuena se babia forma-
do un parque para que Ae solazara el pueblo, y en
aquel sitio, a aquella hora, yo veía que el pueblo, en
vez de solazarse, ardía - ...
(1 m prt'sión de tristeza.)
Todavía tengo presentes las t'aras de algunos con-
denadOR por ('1 Destino a la hoguera; DO /le me han
22 JULIO SESTO

borrado las "expresiones" de los muertos, que se


contraían, que se estiraban, que forcejeaban apa-
rentemente para huir del montón, que rodaban o
que se consumían como con abnegación, con la ab-
negación muda e indubitable de la muerte.
Vi la hoguera humana por todos lados. El rostro
de un \-iejo que empezaba a arder, parecía denotar
la :Pena que le causaba dejar a sus netezuelos sin
sus cuentos y sus bombones; en el rostro de una
mujer joven habia llna querella de amor, por haber
abandonado a su amante, que lloraría en su busca;
la faz de un obrero sin brazos, hacía creer que ¡>('n-
saba en sus hijos que se quedaban sin aquellos bra-
zos que amasaban el pan; un niño lamentaba el aban-
dono de sus juguetes y de sus hermanitos; una ma-
dre cuyos pechos ardían pl'ofusa:mente, articulaba
un gesto de amargura y tierna lamentación, porque
aquellos pechos que consumía el fuego, hacian falta
todavia a un pequeñuelo que quedara en la cuna llo-
rando por la tardanza del pezón brotan te que siem-
pre iba S()Urito a nutrirlo ....
(Conmoción. )
Tal veia yo, y tal pensaba, r~concentrando mi
pensamien~ y mis ojos en la hoguera, cuando 01 so-
llozos detrás de mi. Volvime y'descubri a una mu-
jer hermosa y fuerte, con perfiles de matrona roma-
na, vestida de negro. conmovedora mente triste, con
el rostro bañado en llanto, desfalleciendo de "do-
lor, tambaleándose de sufrimiento, empapando en
Já~rimas el blanco pañuelo que tenia en la mano •••
C()~IO ARDíAN LOS MUERTOS 23

¿ Quién el'a? Una madre que buscaba a dos hijos


que habían caído muertos en la plaza de armas
aquel domingo funesto, el nueve de febrero, al salir
de misa de la Catedral, con la criada, La pobre ma-
dre, la madre más afligida que he visto en mi vida,
buscaba a sus hijos en la hoguera j abria los gran-
des ojos negros espanta:da, a ver si descubl'ía a los
hijos en la fogata j daba vueltas en torno de la pira,
como una loca, sin poder ver los rostros queridos,
y, desengañada de que no los vería siquiera arder,
lloraba amargamente,
Aquella mujer se me figuró la encarnación de la
Patria, la Patria misma, que lamentaba el sacrifi-
cio de sus hijos, , " que vertía lágrimas a torrentes,
como para apagar el fuego, , , ,
El resplandor siniestro de las acumuladas an-
torchas humallas daba de plano en el rostro subli-
me de aquella mujer, un rostro de una belleza in-
tensificada por el dolor, y aquella figura femenina
aSÍ, recortándose en el fondo de la noche obscura ta-
chonada de astros espectantes que cla\'eteaban el
azul de Prusia del horizonte, era algo que hacía me-
ditar y sufrir. , . ,
i Cuánto dolo!' convergía en aquella faz llorosa
que encuadl'aba el llegl'o velo, que hacía re~ltat' más
la trémula iluminación de la hoguera. iluminación
con que los muertos semejaban poner besos de luz
en la cara de la madre-Patria!
No sé cómo Re fué de allí aquella mujer; desapa·
reció como una visión. Un muerto que C()I'u1Htba la
pira, que Re erguia cl'i!'piílldo!le como un rlemagogo
24 JeLIO s~s'ro

de otra vida, rodeado de llamas, había hecho un


movimiento, como diciendo a la dama: Tus hijos
están aqui, pero no los verás: están en el centro de
la pira, en el fondo de este infierno: los muertos
}Qs aprisionamos: vete y llora, que todos somos tus
hijos, mujer mexicana! ....
j Terrible simbolo! No creo, señores, que el Dan-
te haya visto algo más pavoroso: él vió el Infierno
bajo la tierra: yo lo vi encima! El vió al'der a los
culpables: yo vi arder a los inocentes!. .. y la Pa-
tria, la dama fuerte, la mujel' fecundada del ve-
lo negro y el seno abultado, también lo vió y gri-
tó de espanto y desesperación en la lIannra, en la
noche callada, y su pecho palpitaba de amor y de
dolor con los sollozos, mientras las llamas de los
('uerpos de sus hijos la iluminaban, reconociéndo-
la, queriendo decirla con las lenguas de fuego: j Gra-
cias, Madre! ....
(8iJencio. Emoción.)
Frente a aquel cuadro, señol'Ps; vit!udo la llama
múltiple que oscilando se dirigia a la impasible bó-
veda azul, pidiendo clemencia; percibiendo el olor
de la grasa que se fundia

en la macabra fogata, in-
terl'ogaba yo al Destino de nuestra Patria: ¿Por
qué es esto? ¿ Qué resultado provechoso obtuvimos
de este sacrificio de víctimas de las balas perdi-
das, de v1ctimas del acaso? ¿ Qué nos das, j oh Dioll!
en pago de tanto sufrimiento? Pensé a81, levan -
tando los ojos al Infinito, viendo, imaginariamen-
te, cómo subían a la gloria las almas de los que
ardian, en las llamas azul!.'" de sus propios cuer-
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 25

pos; pensé e interrogué así durante largo espacio


de tiempo, y cuando quité los ojos de la altura, pa-
ra volverlos a fijar en el suelo, vi que la hoguera
se había extinguido casi por completo, y en ella es-
taba la respuesta a mi pregunta: j Un montón de
~uesos! j ERO era lo que quedaba! j Eso era lo que
nos había producido la farsa de la Ciudade'la!
j Esa era la obra del cuartelazo!
(j Bravo! ... j Bravo)!. ., ¡Bien!. .. i Muy bien!-
f,ntre angustia y entusiasmo.)
El diputado SalinaR, limpiándose el rostro sudo-
roso y f'lemidescompuesto, con un pañuelo que te-
nia en la diestra, indicaba con la otra mano que Jo
esperaran, que no habia concluido_ Se hizo silpndo_
8alinas continuó así:

LA CÁMARA CONSCIENTE

SeñoreR: os he comunicado, con el calor de mi sin-


ceridad, aunque ron el desaliño de una improvisa -
ción, la impresión que me produjeron los suceSOb
de los. últimoR dias de guerra. Esta impresión mia,
creo que bien puede ser la impresión de todos, la
impl'esión nacional.
Ahora quisiera roDlunical'os mis elucubl"llciones
para llegar al remedio de tantos males. Yo "vi" y
sentí el dolor, y la intenshlad del mal me hare pen-
sar en la intensidad del remedio.
Empezaré por decir que creo firmemente que los
legi"iladol'f'!I puedt'n hundir o salvar a un país. Si
26 JULIO SESTO

los diputados franceses del juegQ de la pelota hi-


cieron tma revolución, nosotros bien podremos "des-
hacer" otra, haciendo una nueva. La Cámara 'de Di-
putados debe ser más "consciente."
Los diputados somos hombres electos por todo:;;
los distritos, para velar por el bien de los mismos.
¿Lo hemos hecho? No. El resultado de nuestl'as
sesiones, hasta la fecha, dice que no hemos hecho
nada práctico.
Es indudable que cada uno de los distritos de la
TIep6blica, que representamos, ha sido sellado por la
I'langre de las batallas, los asesinatos y los estupros.
La Justicia la hacen en esos distritos los corone-
les del ejército o los cabecillas revolucionarios. Me-
jor dicho: ellos lo haeen todo: nosotros no hace-
mos nada, y nosotros estamos para eso: para velar
por nuestros distritos, y, conjuntamente, por la
Nación. ¿ Por qué nos abrogamos el titulo de Padres .
de la Patria, si no lo merecemos?
Legislar es fijar, regular, prever, salvaguardar
8i quienes obran, si quienes regulan, son los solda
dos, entonces sobra el Poder Legislativo.
El Poder Ejecutivo es para ejecutar lo que no!!-
otros pensamos y votamos. r..os soldados son para
poner en práctica o hacer que se respeten nue.<¡tros
decretos. Así, pues, si nosotros obramos bien, los
~oldados obrarán bien, el Poder Ejecutivo obrará
bien.
Nosotros debemos dejar de ser politicos, para no
('onfundirnos con los po1ítico~, que son los autores
de nuestl'os male!!, de los mateK de la América la-

COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 27

tina. Nosotros debemos ser patriotas, legisladores,


reguladores dotados de fuerza. Si cada uno de nos-
otros fuera Moisés, la6 Tablas de la Ley tendrían
una gran fuerza. Yo pienso que Moisés ya hubiera
pacificado a México, porque su mano patriarcal ha-
bria escrito claramente la ley, y su boca augusta la
hubiese predicado al pueblo.
I.l8 Cámara sólo debe tener prestigio_ La Cáma-
ra no debe tener pasiones ruines. La Cámara no de
be, no puede tener ambiciones. La Cámara no ha de
tener rencores. Luego la Cámara puede transigir
o no transigir con los sublevados o con el Ejecuti-
vo, y, de esta manera, buscando a todo una solu-
dón de salud nacional, la Cámara de Diputados
puede conjurar todos los conflictos, porque la Cá-
mara es la única que puede ha:cer y deshacer.
Precisa, eso si, que la Cámara sea mlÍs consciente.
Yo no quiero decir COD. esto que haya diputados
inconscientes por más que algunos podrá haber...-
yo quiero decir que es necesario que todos seamos
más conscientes de lo que somos. Hay que estudiar
un poco más, pensar un poco más y sentir un poco
más, señores diputados ....
(Aplausos.)
Porque, decidme: si la Cámara no resuelve nues-
tros problemas, ¿quién los va a resolver?
No dejemos nuestras cuestiones a los políticos
que suben a ]a Presidencia o a los Ministerios. Esos
no resuelven más que ]os problemas de su fortuna.
Ha.v pocas excepciones.
(Aplausos. i Muy bien!)
28 J PLIO SI"STO

Los politicos ya dije que n08otroM 110 debemos


eonsitlerarnos como tales en medio del desprestigio
en que viven algunos de ellos los politicos que se
codean con las candidaturas, lanzan un programa
para bacer mal al pais: lancemos nflf;otros un pro-
grama para hacer bien. Este no será el programa
del candidato Fulano o Mengano: éste será el pro-
grama de la Patria. Los políticos nunca consultan
a la Cámara sus programas: nn!!otros tampoco les
<,onsultaremos el nuestro.
Yo invito a los señores diputados que quieran for-
IDar parte del grupo "extra<,onsciente," a que concu-
rran a mi casa el próximo lunes. Allí ell4tudiaremos
la formación de nuestro progl·ama. Yo les enseñaré
lo que tengo adelantado en efo;¡) materia. Si la Cá-
mara no puede salvar a México, no lo puede salvar
nadie. No creo en la bondad trllscendental oe <,audi-
llos como los de la Ciudadela.
Es más: la Cámara de Diputado!! debe al"ergon-
l.arse de que hombres de otro grupo rNmelvan lo que
nosotr08 no re.'!olvemos.
Somos los elegidos. Se nos eligió porfluC se nos
('reia capace!'! de desempeñar la primera función
gubernamental. Debem(\8 darnos cuenta de nuestra
misión.
Vamos nosotros mismos en pOli de los <,abecillal'!;
traigámosles aqui; celebremos una gran asarublt'a;
hagamos concesiones; amalgnDlem08 todas las as-
piraciones, que "toda revolución tiene un fondo de
jUHticia," y volvamos la tranquilidad a nuestro
sut'lo.
(,O~10 AuníA.:-i LOS M UET:TOR 29

Yo quiero ver desaparecer de México el río de san-


~J'e que me obsesiona en mis horas de meditación,
y no quiero que mis pupilas ni las pupilas del fir-
mamento vuelvan a ver cómo ardían los muertOR !....
He concluido.
(i Bravo! ¡Bravo! A plausos atronadores. Abrazos
al orador. F(>licitaciones. AdheRiones. Apretones de
mano. uvantarlo en vilo .... )

*
L08 diputados, al salir de la sesión secreta en que
habia hablado de esa manera el compañero Sali-
nas, se desparramaban a pie y en anto por las ca-
lles del I<~actor, la Cauoa, San Andrés y Vergara,
comentando vivamente lo dicho y pensando por aquel
hombre "cbapul"rilo," modesto, siempre callado en
las sesiones, !o:iempr·e receloso y pensativo; aquel
Salinas que no e¡'a licenciado, ni ingeniero, ni do&-
tor; que no prometía, al parecer, nada, y que aho-
ra se erguía enarbolando la bandera recamada de
oro de su sinceridad.
Todos tenían presente aquella cabeza joven y ai-
rada; aquellos labios violados que se movían con
gesto convincente bajo el bigote negro, en abando-
no; aquellos puños que precisaban las expresiones
en el aire, 'Crispándose para mostrar cómo se crispa-
bau en el fuego lOR puño!:! de los muertos. La ima-
gen de Salinas, del sencillo ~alinas, se había grao
bado en la mente de todos.
¿ Seria Salinas una revelación? ¿ Sería solamente
un impresionista e impresionador del momento?
30 JULIO SESTO

No faltaba quien desconfiara de él, quien lo til-


dara de pedante, de efectivista; habia quien lo des-
deñase de plano; pero habia una mayoria a su fa-
vor_ Muchos diputados ba bian del'lpel'tado al lla-
mado del "consciente." Se daba por creado el grupo
de los conscientes, los desinteresados, los sinceros.
Irian muchos diputados a la casa de Salinas, el
próximo lunes. Había curiOflidad en los que no ha-
bia interés.
Evidentemente, el'a necesario hacer algo. Irian a
la calle de Mesones a conferenciar con el súbito re-
velado. Muchos entusiastas prometieron a Salinas
visitarlo, a las ocho de la noche, guardando 'una re-
~el'\"a absoluta antes y despups de la reunión.
II

Una Noticia Sensacional

Los diarios de la Capital, encabezando su infor-


mación con letras color de sangre, de tamaño lla-
mativo, daban la noticia de la toma de Gómez Pa-
lacio por las fuerzas revolucionarias de Pancho del
Pozo, a quien se habían unido, para el ataque, los
rebeldes laguneros comandados por Antonio Cam-
pos.
La gente dominguera leía con una avidéz en que
latían aceleradamente los corazones, todos los pe-
riódicos que los chiquillos pregonaban. Eran las
nueve de la mañana y ya se habían agotado las edi-
ciones ol'dinarias. Las rotativas cantaban con són
lastimero, tirando ediciones "extras," que traían
más detalles del desastre del Gobierno.
En las ediciones extras se decía que Pancho del
Pozo, usando de una estrategia admirable y habien-
do alentado a sus fuerzas una pujanza extraordina-
ria, habia atacado a los federales por dos puntos;
mientras Antonio Campos les cortó la retirada al
intentar los gobiernistas salir de la ciudad.
s
32 JULIO SESTO

El general A rgüelles había muerto. El coronel


Antuna había muerto. Los capitanes Mendoza y Re·
yes habían muerto. Se calculaba que, en total, los fe·
dera1es habían perdido trescientos hombres. Otros
tantos habían perdido los rebeldes . •

Estaban prisioneros el general Salazar, el coro·


nel l'acheco y tres capitanes y dos tenientes que,
probablemente, serían fusilados , para vengar a los
dos cabecillas que habían fusilado la semana ante·
rior los gobiernistas.
I ..os periódicos tenni na ha n ofreeiendo más deta·
lles en otras ediciones extras.
La gente no salia de su asombro, I,a atormenta·
ban las noticias contradictorias, ¿ Cómo había po·
dido ser . tomada la plaza si el Gobierno había he·
cho declaraciones pOI' boca de los ministros de (lo·
bernación y de la Guerra, diciendo que Gómez Pa·
lacio era intomable, que las tropas leales eran nu·
merosas y disponían de artillería suficiente?
¿ Qué babía de cierto?
Los "reporters" metropolitanos, COIl su vieja pe·
ricia, con su instinto de orientación, se dirigían a
la residencia de la familia fIel genel'a l .-\ I'giieUes, en
Ranta María de la Ribera.
j Era cierto! En la casa del general Argiielles to-
do el mundo lloraba. El ministro de la Guerra ha·
bía confirmado a la sefiora oe Argiielles, por telé-
fono, la terrible noticia. El bl'avo general había
sido despedazado por Ulla bala (le cañón, La seño·
I'a de Argüelles veía a su marido en fragmentos,
espal'CiOOfl por el suelo: veía su sangre estampada
CÓMO AROíAN LOS 1'IUERl'OS 33
en las paredes; imaginaba una espada caída, con
una mano muerta asiendo la empuñadura, porque
pI, Al'güelles, decía que habla de empuñar su espa-
ua aún después de mueJ'to. i Cosas de los genera-
les!
Era una angustia hOlTiblc el entrar a aquella
casa, llunde la señora, las hijas mayores y los tres
dliquitines, se iban vistiendo de luto. Un cuñado
del g'eneral informaba a los "repórters," que, respe-
tuosos, temblando, iban apuntando las notas en
los "ca I'llets," en tanto una de las señoritas Ar-
güelles sacaba de un marco un retrato del general,
para prestarlo a los "repóJ'teJ·s."
Lleg'ó entonces el maestro de piano de las seño-
l'ita s A l'güelles, que las consoló. El piano estaba
abiet'to. Al maestro le pareció ver en él un mons-
truo (Ille reía, enseñando los dientes de marfil del
teclado. El maesÍl'o, con actitud solemne, cenó' el
t)iauo. Las señoritas Argüelles tuviet'on la iluílión
(le vet' que se cerraba el ataúd de su padre.
Los "repórteI's" saliet'on atropelladamente de la
casa del general .-\.l'güelles. Fueron a la del coro-
nel Autuna. Un hermano del coronel, sacerdote,
l111e oraha, les ratificó la noticia.
j Al periódico! i A escribir!
Dos horas después volaban por las avenidas de la
Capital las hojas sueltas con los retratos y las bio-
~J'a fías de los muertos.
En estas hojas estaban Jos últimos telegramas.
Decían: .
"To !'l'e,')!). , , , , ' , , ,
34 JULIO SESTO

Se confirma la toma de Gómez Palacio por las


fuerzas de Pancho del Pozo.
Los rebeldes se apoderaron (le diez cañones de
los federales.
El general Argüelles y el coronel Antuna pere·
cieron y ya fueron identificados sus cadável·es. Se
dice que el general se suicidó.
Las tropas victoriosas entierran y queman a los
muertos. La Cruz Roja está en plena actividad.
En los alrededores de la ciudad hay cadável'es
de soldados que pertenecieron a las avanzada s de
unos y otros y que llevan en el campo más oc OdlO
dias, por lo que son incinerados sobre In h iel'ha y
enÍl-e los matorrales.
Es imponente el asadel'o humano.
El Corresponsal.

"T orreon.
' . .. . e t ce' t era . ...
Los prisioneros federales , probaLlemell te serán
pasados por las armas.
No se conoce todavia la lista de nornl)l'es.
El cabecilla Francisco del Pozo ha decla rado que
atacará Torreón dentro de tres o cuatro días.
Se esperan los refuerzos del coronel Hernálldez,
que está con sus tropas cerca de Ciudad Lel'rlo. Los
rebeldes se proponen batidos antes de que ¡;e
aproximen. La llegada rIel coronel Hel'llández será
inútil, si no fatal.
Los revolucionarios tOlllar'on poses ión de todas
las oficinas públicas.
El C() r,.e8 prm.~(tl. "
COMO ARDíAN LOS MUERTO!;! 35
-
Pero la notIcia del día era la protesta del Gobler
no de CoahUlla contra el GobIerno centi'al, por los
asesmatos del Presidente y el VIcepreSIdente de la
RepúblIca
Esa noticIa no la dló la prensa, pero el públl co
la conocía
Habia muchas peI'Sonas que estaban enteradas de
que en CoahUlla se preparaba un levantamIento que
encabezaría el propio Gobernador, en nombre de la
ConstItucIóu ultraJada.
Apenas si algún perIódlco deslIzó algunas Unea~
dando a entender lo que pasaba en SaltIllo.
¡ Cómo leía la gente perIódIcos y más perIódICOS,

en las cantInas, en las aceras, en los tranvías, a las


puertas de los templos!
Algunos pesImIstas cammaban dIscutIendo, con
un haz de periódICOS en el bolsIllo de la america-
na, las manos en el bolSIllo del pantalón; la cabe-
za lDclmada ....
(, Qué haría el GobIerno?
Esta era la pregunta que todos se hacían.
y a esta pregunta respondía el Ir y vemr de au-
tomóvIles "a toda chIlla," de Chapultepec a Pa la-
CIO
Los transeúntes, por la avemda Juárez, se apar-
taban con frecuencIa para que pasaran, zumbando,
los autos de la PreSIdenCIa, en los que se veía a los
mmistros y a los mIlItares de alta gradllacIón, dlS-
(uhendo. . manoteando .
Abrumaba 011' los comentarIos .

36 JULIO BESTO

-Ahora si ya "se fregó " este chango..... (el


Presidente) ,
-:¡ Quifl !, " El Gobierno está fuerte,
- .P ero si le toman TOl'1'ebll, qne es " la lla ve," la.
revolución triunfa,
-Triunfaba, , .' y no.
_.Ya lo vermos, . , ,
Solian snscitarse di"gusto;.: pOI' la s disensiones,
que aumentaban después del mediorlía.
Ya al pardear h\ tarde, se escuchat'oll toques de
corneta por el Puente de Alvarado.
¿Qué era?
Una columna militar de las tres armas, que se
dirigia a la estación de Buenavista para embarcar-
se rumbo a Torreón.
El público dejó teatros y paseos para presencial'
el embarco de la columna.
Anoche<'Ía cuando el silbato (l e nna enorme loco-
motora del F erl'O"carl'il Central annn ciaba la sali -
da , a1'rastl'anoo una masa rl e hombres, rle cañones
y de proyectiles.
• o. •• • .., ••• ••• ' " ••• ••• ••• •• • ••• •••
III

P ancho del Pozo

Habia sido "garrotéro," fogonel'o y maquinista


del Fellrocarril Central y del "Southern Pacific."
Cuando estalló la revolución maderista, él era pre-
cisamente garrotero, oficio a que lo habían hecho
descender los gringos del "Southern Pacific," pa I'a
darle su plaza de maquinista a un americano.
Algo parecido le habia pasado en las I_íneas Na-
cionales; los gringos le habían usurpado por dos
veces su puesto de maquinista. Se quejó al Gobier-
no mexicano y no le hicieron justicia.
El guardaba por esto un profundo rencor al Go-
bierno del general Diaz.
Pancho del rozo sabia que no sólo a él le pasaba
eso: babia centenares, miles de ferrocarrileros que
se quejaban de lo mismo.
El no desconocía la superioridad de los america-
nos; pero, como él decía, "hasta cierto punto." Ra-
bia en las Lineas Nacionales gringos muy Mbiles,
pero también lo!'! hahia "1l1U.V chanclas."
38 JULIO SESTO

¿ Por qué el Gobierno no hacia justicia?


A él lo habían quitado de maquinista una vez
para darle su locomotora a un gringo que "se la echa-
ba" de muy bueno. El quedó de fogonero. Y fue el ca-
so, que, cuando se descompuso la máquina cerca de
Aguascalientes, el gringo "no dió pie con bola" y
la tuvo que 'componer del Pozo.
Ese día tuvo él la idea de zambutir al gringo en
la caldera. Pero le avergonzó esta venganza. Ya to-
maría otra.
Y la tomó yéndose a la revolución. En la revolu-
ción se pelearía por la justicia de todos.
Pancho del Pozo era muy querido de sus compa-
ñeros, a muchos de los cuales había enseñado a tra-
bajar. Oorrió la voz entre ellos y se le unieron mu-
chos para ir a la revolución. Ellos conocian "cómo
andaba el tinglado" en los ferrocarriles. Con des-
truir puentes y soltar "máquinas locas" y cortar la
vía, harían sentir su mano al Gobierno.
Además, Pancho del Pozo había sido sargento en
la Segunda Reserva. Sabia bastante táctica. Tira-
ba como pocos. Era valiente. Era fuerte.
Ouando quiso meter al gringo en la caldera, mi-
dió sus "conejos" con los del mister. 1..0 hubiera
vencido. Sin embargo: era mejor vencer en la gue-
rra.
"Ya se verían"... "i Jijos" de la .... !
Del Pozo tenía imaginación. Su oficio le había
enseñado a ser vanidoso. Ouando él conducía una
locomotora por las llanuras de Ohihuahua, devo-
rando kilómetros, sacaba el cuerpo de la platafor-
CÓMO ARDíAN LOS MUERTOS 39

ma y se sentía un dios o un demonio. El domina-


ba la distancia. Tenía poder. Tenía responsabilidad.-
Podía echar al abismo a todos aquellos pasajeros
que dormitaban. El los llevaba al vórtice o los sal·
vaba; como quisiera; lo que él quisiera.
Amaba el ruido de las ruedas potentes. Le foro
talecía el espíritu el "chuf" "chuf" de los pistones
de vapor. Cuando él tiraba del cordón del silbato,
los animales huían despavoridos, y la gente se so-
brecogía de espanto. Aquella mole de acero que
trepidaba, la locomotora, era parte de su sér: era él
mismo. El también , era de acero. Su corazón era un
pistón que distribuía vapor, moviendo sus brazos,
que eran dos bielas. Cuando se cansaba de mirar a
la 1lanura, se recostaba en el depósito del carbón
o de la leña de la máquina, con los brazos nervu-
dos cruzados, dándole el resplandor de los hornos
en la cara, transformándolo en un demonio ...
Amaba esto. El mismo se imaginaba así. Gusta-
ba que las gentes sencillas le vieran mover las pa-
lancas de la locomotora para echarla a andar. Pre-
sumía, pero "porque po/Ha" ....
"El era algo."
-
* **
Desde que Pancho del Pozo entró a la revolu-
ción, no habia tenido un revés con su guerrilla,
compuesta en su mayoría de garroteros y fogone-
ros. Cuando quería que su gente arreciara en el
combate, leA decía a los pasaleñas y fogoneros:
j Aticen, muchachos! Y para batirse en retirada les
40 JULIO SE8TO

ordenaba que echaran garrote, que refrenaran 108


pasos.
Era mortal la legión de los ferrocarrileros. A eso
se debia que cada semana se le uniera mlÍs gente.
Pancho del Pozo sabia manejar la ametrallado·
ra j aabia manejar el cañón; sabia manejar el
"30·30. "
Sus hazañas 10 hicieron famoso en el Norte, al ex·
tremo de llamarlo un dia el jefe de la revolución
a su "Pullman" para felicitarlo, brindlÍndole una
copa de champan, nombrlÍndolo "general."
No lo estimuló poco el ascenso. "Ese" era un hom·
bre que hacia justicia. Había que atizar leña a la
caldera de la revolución. Habia que conducir bien
la máquina.
El sólo, aniquiló una vez un batallón, soltando
una locomotora cargada de dinamita, que fue a ex-
plotar en medio de los federales.
"El era algo" ....
Gringo que caía en sus man08, moria irremisi·
blemente.
Yo respeto a los Estados Unidos decía; pero
que los Estados Unidos nos respeten a nosotros.
¡ Estamos en guerra!
Cuando triunfó la revolución, las señoritas de
Ciudad JulÍrez le arrojaban flores. Muchas desea-
ban conocerlo, y hasta se dijo que alguna se le brin-
dó, diciéndole: "Eng<"ndl'eme n"ted un héroe·' ....
. .. o.. ... ... ... ... o.. ... ... ... ... o.. ...
La revolución no habia satisfecho los ideales (le
Del Pozo •v su~ camaradas ..\ él lo haMan recomo
COMO ARDíAN LOS MUF;RTOS 41

pensado bien; pero no estaba conforme c..on la po-


Utica d'el nuevo Gobierno, y, tanto por esto, como
porque se había habituado a los combates, que ha-
cian más ruido qu'e la locomotora, volvió a empuñar
las armas.
"El era algo." Lo acababa de ver el Gobierno con
la toma de Gómez Palacio.
Pancho del Pozo no estaba muy seguro, a últi-
mas fechas, de si era precisamente buena su con-
ducta. El habí'a tenido vacilaciones terribles. Sólo
que tenia la seguridad de que los hombres del Go-
bierno cojeaban del mismo pié: tampoco ~abian si
obraban bien.
Le pasaba una cosa a Del Pozo: estaba compro-
metido con "su gente," a la que no podía abando-
nar, porque lo matarían.
No por eso le avergonzaba su obra. El siempre
había combatido por la libertad, por la democracia.
Porque los más vi1;os "no se encaraman a ojo" en el
Poder.
Flaco. Alto. ~ornido únicamente de los brazos.
Con e¡¡;a dureza de• los tejidos que el doctor Her-
nández encontró en los indios Seris rle Sonora. PIl'
tre los cuales se contaba que habia nacido Del Po·
zo, aunque era algo blanco y tenía pelos en la cara.
Su rostro impasible no se alteraba entre los
muertos, ni entre los heridos que se quejaban, ni
entre los metrallazos.
Cuando lo herían, él mismo se curaba sin bacer
un gesto de rlolor, a pesar de que la herida fuese
grande.
42 JULIO SESTO

Desdeñaba a los comisionados de paz, a los que


ponía condiciones inadmisbiles para rendirse.
Comba tia con fe, esperando que algún día llegaría
a haber un Gobierno honrado, a través de tantos
cambios.
El no era culto; pero tenia suficiente intuición
politica para ver venir las cosas.
¿ Era sincero? ¿ Era honrado? ¿ Su patriotismo
era de buena ley?
Eso era lo que él mismo no sabia.
Pero él era un obstáculo que arredraba al Go-
bierno. El "pegaba." El era una pesadilla para el
Gabinete. El se imponia.
RI "era algo."
IV

"El Señor Presiden te"


Vale la pena conocer lo que pensaba y sentía el
Presidente de la República, mientras los periódicos
lanzaban ediciones dominicales, y mientras marcha-
ban las fuerzas a desalojar a Pancho Del Pozo de
la ciudad de Gómez Palacio, y mientras la gente dis-
cutía.
La conciencia de un jefe de Estado, en momen·
tos de crisis, es, ciertamente, cosa digna de ser estu·
diada. En esas ocasiones, el hombre que encabeza
el gobierno de una nación, es un pobre hombre. Se
dan casos en que el jefe del Estado es el más infeliz
de los ciudadanos,
-'''El señoór" ... presidente no está visible, de- '
da con afectación el ayudante de guardia.
-El señor presidente decía con solemnidad
pagada el secretario no puede recibir en estos
momentos.
-El señor presidente (subrayando), no puede
tener el gusto de recibir a usted informaba el or-
denanza apostado en la puerta del departamento
presidencial.

44 JULIO BESTO

-El señoóor... presidente está en Consejo con


los señoom'es ministros ...
El señor presidente (en Palacio) el presidente
a secas (en la calle), no estaba, por cierto, para.
mis'as. Presidia el Consejo de ministros con du-
da, con recelo, con zozobra, y los secretarios de
Estado, aunque procuraban aparecer optimistas,
también tenían duda, y recelo, y sentían la zozo·
bra.
Todos aquellos hombres que pasaban manotean·
do en los automóviles, se abrumaban en torno de la
gran. mesa del Consejo, viendo sobre ella tantos te-
legramas "aplastantes," que traian desconcertantes
noticias de la revolución.
Pancho Del Pozo habia infligido un descalabro al
Gobierno. Los generales bigotones y de "piocha"
gris, con sus relumbrantes entorchados y su impo-
nente voz de mando, no eran indomables: los ven-
da un ferrocar! ilero, un cabecilla vulgar, pero pu-
jan te ....
y luego, aquella revolución encabezada en Coa-
huila por un hombre honrado, a quien, sin duda, se-
guirían muchos vengadores .....
Todos Re hadan misterio~as interrogaciones "in
mente." Por la j''1H~iJlaci-(m de algunos cruzaba la
idea de la dimisión. El Gobierno, con un gran cri-
men por base, no podría consolidarse.
Era bien avanzada la noche, cuando los ministros
salieron de Palacio, sin resolver nada, porque cier-
tas cosas no las resuelvpn los Consejos de minis-
tros, sino IOB cODRejos de guerrilleros ....
CÓMO ARDi.~N LOS MUERTOS 45

El señor Pl'esidente fue al comedor de Palacio


a tomar algo. A su paso por los diferentes deparo
tamentos palatinos, todos los empleados lo saluda-
ban gravemente. Bien sabía él que todos ellos lo sil-
barían algún dia, quizá muy pronto, en cuanto ca-
yera.
Resplandecia el suntuoso comedor, reformado
por el gusto monárquico de Porfirio Díaz. Había allí
luz para alumbrar todos los hogares pobres. También
había en él vajillas y manjares y licores para abas-
tecer 'a todos los hogares pobres. Pero el Presiden-
.
te no tenía apetito. j Esa maldita condición -de la
vida, que parece hacernos creer que la comida siem-
pre anda huyendo de los hambrientos!
El señor Presidente se sentó a la mesa. Con él se
sentó su ayudante de confianza.
-¿ Qué le parece, Martínez al capitán ayudan-
te nos "fregarán" esos ...... ?
-'''¡ Quién sabe," señor ... ! Los refuerzos no lle-
garon a tiempo... (Mal'tínez) Aunque yo creo
que "el Supremo Gobierno" es bastante fuerte para
reprimir a esos ambiciosos.
-Esos son lugares comunes, señor capitán a,vu-
dante. No hay nada bastante fuerte para reprimir
a lo que es más fuerte. Por otra parte: ¿ erée usted
que esos rebeldes sean más ambiciosos que nosotros?
Yo bien me doy cuenta de lo que pasa. No soy un
presidente obcecado. Comprendo que un gobierno
es fuerte y respetable, mi~ntras una revolución no
es más fuerte y más respetable. Y la que estalló en
46 JULIO SESTO

Coah uila . . .. ese manifiesto del gobernador de Coa-


huila. . .. ¡ quién sabe!. ...
-Es verdad, señor Presidente ....
-Luego, ¿entonces? .... •
-Hay que tener esperanza en los jefes del ejér-
cito. .
-Los jefes del ejército están sometidos a la su-
prema razón de la fuerza, que avasalla por la ra-
zón del honor militar. Además, los jefes del ejército,
lo mismo que los oficiales, cuando vadean un rio,
cuando sufren una fatiga de insolación, cuando reci-
ben una herida, no se acuerdan de que la sufren
por la Patria: se acuerdan de que la sufren "por
mL" Su primera reflexión es ésta: "¡ todo por causa.
del Presidente, que está cómodamente sentado en
. ....
P a 1aclO !"

-En las guerras con extranjeros, repuso el pre-


sidente después de meditar un poco, es diferen-
te ....
-Sin embargo, señor Presidente, aduló el capi-
tán Martinez, usted representa la ley, la legitimi-
dad. . .. y.... la legalidad es la ....
El Presidente se sintió halagado por estas pala-
bras; se tranquilizó; él era la ley. Se dejó engañar
por aquella "lógica" acariciadora. Aunque, tanto el
Presidente como el capitán, sabían que, en concien-
cia, no existia esa "legalidad."
i Ah hombres!
Un camarista fué sirviendo y retirando platillos
al señor Presidente, que lo que más consumia era
cognac.
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 47

La media noche. Era preciso descansar un poco.


li}l Presidente recomendó que le avisaran si llegaba
algún telegrama alarmante. Mandó llamar a los je-
fes de la guardia y les recomendó que "mucho cui-
dado" .....
El señor Presidente se tiró vestido en la cama.
"Padecía" una desconfianza que le aconsejaba no
desnudarse. . .. Aquellos malditos rumores de un
complot. . .. ¿Estarían en vela 1m, sabuesos de la
policia secreta? O dormirían a pierna suelta en ca-
sa de sUs queridas, o tomarían copas y más copas
en alguna cantina silenciosa, cuyo propietario, "ga-

chupín," tenia vara alta con la policía ...
El señor Presidente miraba con recelo para la
puerta de la cámara.... Bien podía el cen tinela
de la puerta entreabrir, meter el cañón del fusil por
la rendija y disparar ....
¿ De qué puede depender la fidelidad de un hom-
bre? ¿ Quién mejor que un traidor sabe cómo las
gastan los traidores?
N o era posible conciliar el sueño. "i Cualquiera
con esos truenos duerme!" pens'a ba el Presidente,
acordándose de la toma de Gómez Palacio y otras
ciudades.
Optó el señor Presidente por dar paseos por la
habitación. Para que no lo sintieran, se puso unas

pantuflas de lana.
De vez en cuando iba al "buró" a coger un ciga-
rrillo. Su nerviosidad era tanta, que solía "colear"
los cigarros. También lo hacía para que no se oye-
ra el rascar de los fósforos.

48 JULIO SESTO

¡Caramba! Aquello estaba lleno de humo. No


parece decía para si el señor ~residente sino que
ya han entrado aqui los rebeldes de GÓm'ez Pala·
cio. .. j Vaya una humareda! i Parece de combate!
¿ Será esto un presagio?
El señor Presidenoo abrió la ventana discreta·
mente, para que el humo saliera.
Un pedazo de cielo entrevisto, lo tentó. i Qué bo-
nita estaba la noche! El señor Presidente no pudo
resistir. Abrió algo más la ventana y se clavó de
codos en el alféizar. Y luego se puso a mirar para
el cielo.
El cielo.... j Qué cosa más solemne decia el
señor Presidente, que empezaba a hablar solo.
j El cielo! seguia monologueando el señor Pre-
sidente, el pobre PresidentQ Ahi arriba si que se
debe gobernar bien. . .. Ahi arriba está Dios, dicen
que está Dios.... Dichoso él, que no tiene quién
conspire. . .. j Señor .... feliz tú, que no tienes quién
intente derrocarte! ... .
El señor Presidente se abismó contemplando el
cielo.
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

Pero Dios eR justo pensó luego. Tal vez por


eso no lo derroquen. 'yo no soy justo. Los hombres
que gobernamos no somos justos, ni somos sabios.
¿ Tengo yo, por ventura, tranquila mi conciencia?
·u .. d
j ,amos, concIencIa, uerme; no me atormentes; es-
tate quieta.
y bien. A pesar de lo justo y sabio que Dios es,
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 49

hubo uno que quiso derrocarlo: LuzbeL... (son-


riendo) ¡ Pths! ... También Nuestro Señor tuvo su
Pancho Del Pozo. . . . I

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • ••• •• • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

Asi hablaba solo el sejío!' Presidente, ensimisma-


do, con los ojos fijos en una estrella que parecía
entenderse con él, y a la que él juzgaba "su mala
estrella ;., así pensaba, cuando lo distrajo el paso de
una carretela en que iban cinco españoles cantando:

Soy de Pt"avía, soy de Pravía . .. _



El Presidente miró al grupo. Uno de los "juerguis-
tas" empinaba una botella de cognac, cuya etiqueta
dorada brilló a la luz de un foco eléctrico.
Decididamente se dijo el estadista el ser
"'Presidente de la República no es la suprema feli-
cidad ....
Pasaron en seguida, a pié, unas señoras y unos ca-
balleros que iban de la ópera, comentando:
-'''El tenor es pistonudo. Hizo un Radamés insu-
perable." .
-¡ y qué escuela! ....
-La "A ida" fue un poco fría.
-Pero canta ....
• •
--"Oye, Nacho, ¿ te fijaste en el "Ritorna VlllCl-
to!' ?"
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

-"¡ Ritorna "inC'Ítor" ... "Ritorna vincitor!" ....


50 •
JULIO SESTO

-repite el señor presidente. Eso es lo que no ha-


cen mis generales, retornar vencedores ....
i Bah!. . . .. i Sea lo que Dios quiera exclamó
el señor Presidente. Y cerró la ventana, volviendo a .
ver al cielo a medida que la cerraba y volviendo a
decir a Dios: i Dichoso tú, que no tiene quien cons-
. en t u Re'lilO ..•••,
pIre
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •• •••••• •••••• •••••••••

Vuelta a tumbarse en la cama, vestido.


Procuró el señor Presidente dormir, pero apenas
cel'ró los ojos, "vió" visiones horribles .La concien-
cia no queria "estarse quieta." Y el demollio del re-
l'Ojito, que estaba sobre la mesa de noche, martilla-
ba un "tic tic" "chocante," y el "segunda río " marca-
ba, avanzando, unos cuadritos trazados en la ca-
rátula, que parecían las horas que le quedaban al
señor Presidente en la silla ....
i Diablo de relojito! ¿Cómo haria para detenerlo?
El Presidente se puso en pié. Dió paseos. Fumó ci-
garrillos. Se cansó. Fué a tirarse indolentemente
en una poltrona americana, acojinada de terciope-
lo, un sillón Norris.
A ver si sentado podía dormirse ....
i Cá! Imposible.
Pero estabaI rendido. Le dolia la cabeza de fu-
mar.
Se acostaría en forma y apagaría la luz, a ver si
así ....
El señor Presidente se desvistió con calma. Vió
CÓMO ARDíAN LOS MUERTOS 51

que no tenia al pecho la banda tricolor. No era dia


de ceremonias. Pero la extrañó.
No cuesta pocos dolores de cabeza ponerse esa
bandita pensó.'se rascó en una pantorrilla algo
que le picaba. Dejó la ropa en orden. Estuvo a pun-
to de persignarse. Vaciló. Se dijo: ¿ para qué? Sin
embargo cavilaba j quién sabe si "eso" sirva pa-
ra alIgo! ... j La señal de la santa cruz!. " j Dios! ..
. . I
j L a concIencIa .....
i Si los generales retornaran vencedores!
Ya en la cama, el Presidente alargó ~l brazo pe-
rezosamente a la llave de la luz eléctrica y la apagó.
Vueltas, y vueltas, y vueltas ... y... j nada! El
sueño no venia. El no podria dormirse, mientras
no se durmiera su conciencia.
j Maldita conciencia! se le ocurria necesita
una "pilmama" ....
Y los nervios necesitan un médico.
Un Presidente no debiera tener nervios.
¿Se movía la puerta de la cámara? Tal parecía.
El Presidente miraba para ella. Una cosa: por el
agujero de la llave cabía una bala de Mauser. ¿ Y
aquel circulo metálico que rodeaba el agujero de la
llave, ¿no era la boca del cañón del fusil? j Sí que
era! ¿ A ver? El Presidente se acercó a la puerta.
No, no era el cañón del rifle del centinela, pero pa-
recia ...
El centinela infiel... j Si dormía como un bien-
aventurado y se le oía roncar como un puerco!
No 10 despertó. ¡Más vaHa que durmiera: dormido
DO rli~paraI'ia! .
52 JULIO BESTO

Pero pensaba el Presidente, oyéndolo roncar: Mis


oidos, acostumbrados a escuchar el Himno Nacio-
nal, tienen que conformarse ahora con el himno de
los cerdos, que me entona el centinela que ronca ....
Soy el Presidente .... y de día me entonan el Him-
no Nacional, y de nocbe me entonan el himno de los
cerdos!. . .. j Qué cosas tiene la vida! ....
Pensaba el Presidente: si un pobre diablo de esos
que se llaman "psicólogos," me viera y penetrara en
JUi con su entendimiento, no se divertiria poco ... .
Esos periodistas ... esa gente que escribe cosas .. .
j cómo escarban! ... .
j Ea! j A dormir!
El Presidente apretó los ojos .... En vano. Veia
más con los ojos cerrados que con los ojos abiertos.
Pancho Del Pozo se le aparecia inundado de res-
plandores de popularidad, con su sombrero texano.
su traje de "sport," hecho de khaky, sus polainas
"bayas, " americanas, sus cananaR terciadas al pecho
y las manos apo."adas en el "30-30,"
Una llanura sembrada de cadáveres ensangren-
tados, de los Roldados federales, era el fondo de la
visión. La im'a giuación del señor Presidente era un
"cine," Pasaban unas visiones y venían otras. La
últrma fue terrible: el pueblo, amotinado frente a
Palacio, le hacia "violines" ... j Qué horror! El Pre-
sidente abrió los ojos. Así no "veria" aquello. No
adelantó nada. Con los ojos abiel'tos, percibió algo
peor. En la sombra habia gente. Junto a la cama,
. ..
'en pIe, estaban unos <,uantos muertos que hablaban
Le de~íaIl: ¿ Por qué nos mandaRte ejf'cutar? ¡. Qué
,
C()~IO ARDiA~ LOS MUERTOS 53

adelantaste, tirano? j Mira tu obra! Y le mostraban


la entrada de los proyectiles por los pómulos des-
trozados y los ojos saltados. Y le mostraban la sa-
li<la de los proyectiles por la espa'lda, abierta por
unas heridas a las que asomaban pedaz~ ele pul·
món .... y había hombres dignos, fusilados por de-
trás, mostrando la espalda en són de reproche ....
El señor Presidente extendió el brazo para tocar
aquellos bultos, que se desvanecieron; pero el tira-
no creyó sentir su mano ensangrentada ....
En un rincón de la pieza vio a un caído, herido
de puñal. ... Ha'c ia la cama se arrastraba de rodi-
llas una enlutada llorosa que clamaba justicia ... .
Vn montón de huérfanos lloraba de hambre ... .
En los oídos del señor presidente zumbaba un rui-
do que empezaba en in .... in .... iiiiin .... y que se
transformaba en articulación de palabras: j Miseri-
· , j J Uf; t··
COI' d la. lCla., j "li,enganza..
T l .A · .. In
. . seSIn. . ...
.llln. ,
.. .. no. .
j Que se marchase aquella gente! j Fuera, conspi·
rrudores!. . .. j Todavía conspiraban de muertos! ...
El señor Presidente prendió la luz. Se tiró, ágil,
de la cama; en calzoncillos empezó a dar paseos, des-
pués ele ecllal'se un gabán en los hombros. Tenía frio;
frío de cuerpo y fl'lo de conciencia.
Prendió muchqs cigarrillos, muchos; dio muchos
paseos, muchos. Temblaba de terror, él, que era el Te-
1'1'01'. .
Por las yentanas comenzaba a entrar algo de
claridad ... No tardar).a en amanecer.
Vamos a ver: se dijo <,1 PI'E'sirlente. dett'uiéndo-
.
54 JOLIO SESTO

se bmscamente en medio de la alfombrd, con la ma-


no derecha en la barba vamos a ver: ¿ Qué necesi-
dad tengo yo de pasar estos malos ratos? ¿No pue-
do vivir sin ser Presidente? ¿ Acaso el pueblo me_
ama y reclama mi permanencia en el Poder? No_ In-
cuestionablemente, no_ Luego, debo renunciar_ Si re-
nuncio, yo dormiré tranquilo la noche de mañana_
No sirvió de nada mi "mano de hierro." j La mano
de hierro es ésta que me aprisiona a mi, que no me
deja dormir, que aprieta mis sienes.
El Presidente se llevó la mano derecha a las sie-
nes_ Estaban sudorosas. Sudor frio. . .. Se fue a la
butaca americana.
Allí pensó más despacio. Los espectros, se dijo,
existen. j Y es terrible verse acosado por los espec-
tros! j Y espectros politicos!.... j Sombras de vi-
das que yo arranqué .... _ o que yo mandé arran-
car !. _ . _
"Esos" que mataron a estos pobres hOlllbres, hi-
cieron mal con obed·ecerme. j Mal hecho! Yo com-
prendo que estuvo mal hecho.
No puedo estar en la cama. La colcha parece te-
jida con tiras de piel y hebrns de carne de mis vic-
timas_
¿y qué? ¿. No lo 11 iee por la salud pública? l. No lo
hice por la tranquilidad del país? Yo tenia el dere-
cho de hacerlo. Yo soy la ley. ¿ Dónde está Martinez,
para que me repita que yo soy la ley?
j Ayudante Martinez! .... ; Capitán Martíllez! ...
¿ Quién soy yo?
. . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . ..
COMO' ARDÍAN LO'S MUERTO'S 55

¡ De qué me sirve! La le., nO' me libra (l e la per-


secución de lO's muertO's!
Hay una ley superiO'r: la cO'nciencia.... la cO'n-
ciencia. . .. la cO'nciencia ... -
¡ Quién me manda a mi sacrificarme pO'r el pue-
blO'! ¡Que se chinche! YO' renunciO' maiíana. PO'rque
estO's muertO's sO'n cO'mO' lO's que dejan el dinerO' en-
terradO': nO' se retiran basta que se lo desentierran:
nO' se retiran basta que yO' renuncie. i Quién sabe
si a esta hO'ra ya nO' seré nada; si ya habrán defec-
ciO'nadO' mis generales. ¡ Si ya estaré derrO'tadO' sin
saberlO'. ¡ MalditO's transeúntes esO's que cantaban el
"ritO'rna vincitO'r !" .. , Esa frasecita se me quedó en
lO's O'idO's .. " . Es un insultO' ... _ Mis generales nO' re-
tO'rnan vencedO'res.
VO'y a dO'rmir.
El Presidente vO'lvió a sentarse. Estaba rendidO'.
Sufria tO'das la's fatigas: la cO'rpO'ral , la espiritual,
la de cO'nciencia ....
¡ Qué esfuerzO' para dO'minar el insO'mniO'! .. ..
Habia pasadO' la crisis. PudO' dO'rmir, pero "en
el aire." Soñaba cO'sas terribles, y se quejaba entre
sueños. ¡ Qué pesadilla! Tenia lO's brazO's tendidO's
hacia lO's dO's extremO's de la cama. SO'ilaba que lO' ha-
bian atadO' de piés y manO's al lechO', y que lO' atO'r-
mentaban, matándolO' lentamente. Hacia dO'lO'rO'sO's
gestO's. PO'r la camiseta desabrO'cbada, entraba el fres-
CO' matinal, y sentia en ese frescO' la fria punta de lO's
puñales. Estaba ridi-culO'. Su terrO'r daba lástima.
¡ Qué vergüenza le hubiera dadO' si lO' viese asi el
Cuerpo DiplO'máticO'! La guardia lo había trandO'na-
56 . JULIO SESTO

do. A culatazos habían tirado las puertas. El general


X era el director del golpe de Estado. j Cómo su-
fría! i Si hubiese renunciado a tiempo! Sentía es ca-
pársele la vida poco a poco ... _ Apenas oía en los.

patios de Palacio las voces de los soldados, acla-


mando a .S'U sucesor.... Moría.... El testamento
sin hacer. Los "negocios" sin acabar ... , Se acorda-
ba de Dios y de aquel cielo ... Los ministros habían
huído __ .. i La querida f.a,-orita huía con otro!. ...
Todo el mundo lo abandonaba... Caía... i Cochi·
na grandeza! i Mentira puerca! j Traidores! .... j In-
gratos! .... j Un poco de cognac! .... Un poco de
cognac ! .. -. j Qué angustia! ....
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . ..... . . . . . . . ...
~.

Los toques de diana de las cornetas de la guardia


vibraron alegres, a la aurora. El señor Presidente
despertó.

No había pasado nada.

v

'~Ellas"

-¿ Qué tal estuvo la Cámara'? •

-Bien. Una sesión notable.


-¿ Hablaste?
-Sí.
-,¡.De qué se trató?
-De las ambiciones político;;. Me tocó rebatir un
discurso de Carrillo, que es ('\ jefe del block tene-
broso. Carrillo se siente Vicepresidente. El y los su-
yos son revolucionarios, no por redención, sino por
ambición, y yo los desenmascaré ....
El diputado Moreno habló asi a ¡.;u esposa, al lle-
gar de la Cámara. Dio un beso a uno de sus hijos,
que se le 'vino a sentar en las piernas, 'Y luego si-
guió;
-Figúrate que esta noche tenemos una junta en
casa Qe Salinas, que tiene muy buenos proyectos y
muy buenas intenciones, y nos encontramos con
que en la Cámara tenemos conspiradores.
-Pne¡.; h ¡jo .... yo tengo que decirte una cosa ...
58 JULIO SESTO

-¿ qué, madrecita?
-Que las mujeres vamos a dar un "meeting" en
el teatro Arbeu.
-¿ Yeso?
-Pues es un mitin en pro de la paz.
-Si los hombres no podemos hacer la paz ....
-Yo te digo una cosa: si México estuviera go-
bernado por las mexicanas, en vez de estarlo por
los .mexicanos, no habria revolución.
-<Quizá te equivoqu es, Esperanza ....
-No, papacito ... .
-Mira: las Ca rrillo son más conspiradoras que
el mismo Carrillo. Ellas son las que lo azuzan. ¿ Tú
sabes lo que darian la "vieja" y las hijas, por habi-
tar el castillo de Chapultepec?
-Eso son las Carrillo; pero no todas las mexica-
nas pensamos así.
- Rueno. . .. Hueno.... En cuanto sus maridos
"suban," ya serán malas todas ....
-Mira, escucha: vamos a reunir en el foro del
teatro Arbeu a todas las viudas y huérfanos de la
revolución ....
-No cabrán ....
- j Escu elta !. .. Los que quepan.
-¿Y luego?
-L . uego vamos a dar una velada. Hablaremos.
Expondremos nuestras ideas.... Después visitare-
mos al Presidente de la República, y enviaremos
una comisión a conferenciar con los revoluciona-

r108.
.,
- j J a... Ja ....

COMO ARDíAN LOS MUERTOS 59


. i Oh 1. .. No te burles .. .
-Sigue, mujer, sigue, . . .
- .No me negarás que ustedes son los que se mue·
ren; pero nosotras somos las que portamos el luto,
las que tenemos que bregar por sostener a los huér-
fanos, las que lloramos, las que !'lufl'imos ....
-En eso estoy de acuerdo.
-Bueno; pues por eso, precisamente por eso, es
urgente que la mujer mexicana "haga algo" ....
-La idea es buena; pero oye, Esperanza: hay muo
chas ideas buenas entre personas que no pueden lle-
varlas adelante; en cambio, entre los que pueden,
no las hay.
-Tú verás cómo "da chispa'" nuesÍI'o "meeting"
tie Arbeu.
-Les van a negar ·el teatro.
-Lo damos en la Plaza de ArmaR.
-Las "corren" de allí. •

-¿ N os corren? i Ah, qué cal'ay! . ...


-¿ y tú, qué tienes que ver con todo eso?
-¿ Yo? Que soy vocal de la Junta.
-Te felicito .. , Pero dime: ¿ quién te dió a ti per-
miso para que te metas en política?
-Tú, que eres diputado, y que no te sentará mal
fJue tu mujer sea sensible al dolor de su Patria. A

mi pel'miso le falta cancela l' las estampillas: eso lo


vamos a hacer a hora . •

J"a señora Moreno dió a su marido tres besos,


que él cOlTespondió, quedando así cancelados "los
timbres del permiso."
Despu{>s de esta monería, Esperanza Camacho de
60 JULIQo SESTO

Moreno, pidió a ~v marido que las ayudara en la Cá-


mara, a lo que respondió el diputado:
-Ya veremoa ...•
-¿ Cenas? interrog~ la señora.
-Si.
Tomó el diputado alguna cosa y se fue, diciendo
que tenia que estar puntual en la casa de Salinas.
Dijo el diputado al "chauft~ur') del primer autota·
xi metro que pasaba: "Avenida. Ohapultepec 1101.')
Era la de este número una casita coquetona que
habitaba la amante del diputado Moreno.
Cuando él entró, "Lulú" Montes. de Oca, la her-
mosa quefida, se ponia polvo en el cuello, en los bra-
zos y en el seno. Se hacia el tocado para sa:}lr.
Moreno, a quien le agradó encontr~rla as1, se co-
locó detrás de ella, frente al espejo, V la besó en la
nuca, que pareda hecha de piel de durazno. Después
la hizo girar, tomándola por los hombros desnudos,
y la besó en el seno, acabando por morder una de
las protuberancias del pecho, protuberancias que,
oprimidas por el corsé, amenazaban saltar, salir de
la prisión de encaje.
- j Avemaria, mujer!... j qué 'par de "granadas"
para volar la Ciudadela, , ,! (refiriéndose a los pe-
chos) ,
-y pal'a "volarte a ti"." (repuso la querida,
sonriente) ,
-A mi ya me tienes "volado" ...
y con el puño de oro del bastón, Moreno se puso
a dar go]pecitos en los senos de "Lulú," que tem-
,
CÓMO ARDíAN LOS MUERTOS fll

blaban; lo que entretenía graciosamente al dipu-


tado.
"Lulú" se puso un cubrecorsé muy "historiado,"
con listoncitos de color lila, que se entretejían con
los encajes. '
El diputado se tiró en una "chaise-longe" que ha-
bía en l'a cámara y se quedó embobado, viendo a su
querida vestirse.
Ella, a medio vestir, se fué a sentar, con abando-
no, en las piernas de él, que le enroscó el brazo iz-
quierdo a la cintura.
- j Ay, panzorícito!.... si vieras qué kimonai
acaban de llegar al "Nuevo Japón," bordadas de se-
da, con un culebrón ... ! -
-¡ Más culebrona que tú! ...
j A poco dirás que no te gusta que yo sea ... así ...
culebrona ....
-",}
oO:l ' ....
- ,¿ Me compras una?
-,¿ Una culebrona?
- j J,agarto! ¡Lagarto!.... No: una kimona con
dragón. Cuesta ciento ochenta pesos.
-Sí, te la compro; pero entonces no te doy una
- eosa que te traigo ....
- ,¿ A ver? ¿ A ver?
"\ 1 decir esto, "Lulú" comenzó a registl'al' los hol-
sillos al jóven diputado. El se dejaba. Tenía placer
en aquel saqueo. Sahía que ella ser'ía dichosa con el
hallazgo.
j A.v!. .. j Qué cosa más linda! ___ dijo "Lulú"
al ahrir un estudlÍto que contenía 11110S peniliente8
,

62 JULIO SESTO

de brillantes y perlas, estuche que sacó \le un bol-


sillo de Moreno. ,
Y, diciendo, "Lulú" se fue junto a la luz, a re-
conocer las joyitas.
Moreno se sentía feliz viéndola a alguna distan-
cia, con las medias de seda vistiendo las piernas de
estatua, que salían de un milagro de encajes en que
remataban los arcabuces de espuma de los pantalo-
nes. Moreno era dichoso observando cómo ella mo-
vía el estuche para hacer lucir las facetas de los
brillantes. Moreno disfrutaba de una íntima y sao
bia y deljcada felicidad, al ver que los ojos de ella
brillaban con el brillo de las piedras preciosas ...
Pensaba él: las alhajas dan más luz a los ojos be-
llos de las mujeres ... ,
Y también pensaba: )101' caus'a de ' estas "pica- o

ras," trastornan muchos al país. i He ahí las revolu-


ciones!
Ila primorosa amante se puso los pendientes. Se
vio, regoeijada, sus orejas de nácar al espejo, y, des-
pués, acercándose al indolente diputado, que perma-
'necía en el diván , le dijo:
-.¡. Me muerdes ahora las orejas?... ¿ Eh? .•.
-¡Sí dijo él porque ahora, tus orejas, que son
dos conchas, tienen perlas, (fí jate que los aretes
tienen dos perlitas) y tienen, además, brillantes.
Pacientemen te, cel'cmOIl iosamen te, Moreno mol'-
dió las oI'ejas de su qu('r'i(la , pasando la punta de la
lengua por los lóbulos, que, al quedar rojos por la
presión de los dientes, hadan que brillaran más las
CÓMO ARDíAN LOS MUJmTOS 63

piedras y las dos perlas, como gotitas de rocio so-


bre la piel de un pequeño fruto enrojecido.
Los ojos de "Lulú" eran tentadores. Se adorme-
cieron al beso. Brillaban tUl'bados, haciendo una in-
vitación. , . ,
Moreno se puso en pié.
-Ahí tienes el taxímetro dijo a la amante yo
tomo el tren: voy a una junta. Si puedo, te iré a ver
al teatro. "Good by", .. (Yéndose.)
- .A diós, panzoncito... Oye: ¿ No me das para
dulces?
-Sí, toma. (La dió UD billetito de cinco pesos).
Ella se echó en los hombros una bata y fue a de-
jarlo a la verja del jardincillo.
-¡Bésame! ... (poI'que él se iba).
- j Ah ! ... , 8í: déjame besarte las otras perli-
tas ....
"Lulú" mostró sus prodigiosos dientes, por los
que el diputado pasó el bigote, los labios ... y des-
apareció.
ERta "diablita" pensaba él pOl' el camino es
bien diferente de Ia otra pobre (la esposa). Aque-
lla piensa en hacer algo poI' la paz del país; ésta,
piensa en kimonas con "culebrones," con dragones
bordados ....
j "Ellas" !
j Qué complejas son!

j y piensan en hacer la paz! ....


¡ Hacen bien! .
Porque por ellas, mucho que sí, por ellas se hace
la guerra, las guerras de este mundo ....
64 JULIO SESTO

De la conspiración, a la lucha; de la lucha, a la


Tesorería; de la Tesorería, a "ellas" ....
Dijo bien Gómez Carrillo: Son el único problema
que preocupa.
¡Ellas!. .. .
; Ellas! ... .
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • -. • • ' , ' • • • • • • • • • • • o'
VI

les Remedios

EXPOSICIÓN.

A las nueve de la noche del lunes, todos los dipu-


tados "conscientes" estaban en la residencia del di-


putado Salinas, en la calle de Mesones. Habia tam-
bién algunos senadores.
Salinas había convertido su espaciosa sala en bi·
blioteca; decía que le agradaba más recibir en su
sala libros sabios, que no personas ignorantes.
Así, pues, h'a bía espacio para que cupieran cómo·
damente los treinta legisladores que a,cudieron a la
cita.
Con su sencillez cara.-cterística, el señor Salinas
se sentó a su mesa de trabajo, tomó de ella unos pa-
peles escritos en máquina, y, después de agradecer
a sus colegas que lo atendiesen, comenzó a leer su
trabajo de sociología s1ti generis, que se compo-
nía de pequeños capítulos, como se verá en seguida;
66 .TULIO SESTO

CONOZCÁMONOS.

Es de todo punto indispensable, amigos y conna-


cionales~ que sepamos de dónde venimos, para po-
der explicar dónde estamos y adónde vamos o po- .
dremos ir.
Un célebre político español, Narváez, que desco-
lló en la época de Isabel Il; dijo, refiriéndose a polí-
tica: "España es un presidio suelto." Pensando en
aquella frase, se me ocurre que afecta a México.
Es indudable que en los fundamentos étnicos de
esta sociedad, están las morbosidades éticas de es-

ta sociedad. Desde luego, nuestros abuelos no eran


posredores de la virtud que adornaba a los abue-
los ingleses que poblaron los Estados Unidos. Por
eso · en los Estados Unidos no hubo corrupción so-
cial hasta estos último~ afios, en que hubo corrup-
ción inP1igratoria. La Mano Negra no existia en
los tiempos de la mano blanca de 'Yashington. Alli
fueron exterminados y aislados los elementos indí·
genas. Aquí se amalgamaron con los elementos hit;;· ·
panos, sobre todo con los violadores de doncellas
de que se quejaba Cristóbal de Olíd, que nunca
podía disfrutar de una, porque cuando llegaba al
cautiverio en busca de una virgen india, los custo-
dios le decían: "todas birlado se las han .... "
j La canalla se adelantó a engendrar! ...
Posteriormente,
, nada se ha hecho por la selec-
ción. Y en la guerra, sahido es, se suspende la ley
de la selección natural, porque el pecado, el des-
ahogo, es apremiante; se comete atropelladamente.
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 67

Tenemos, pues, en nuestra raza, una minoría de


gente buena, consciente, útil, moral.
Es lamentable que los misioneros de la conquis-
ta, que eran hombres buenos y sabios, no fornicaran,
porque ellos habrían engendrado buenos hijos. Lo
más bueno, lo más puro que vino en las carabelas,
no dió fruto. Los padres eran castos, santamente
castos. j Qué lástima!

Engendraron hijos los guerreros, los ambiciosos,


los aventureros, los crueles. Y ahí tenemos, por esos
campos de batalla, a esos guerreros, a esos aventu·
reros, a esos crueles. No hay manera de negarlo.
Si los sacerdotes compasivos y justos: hubieran
dejado hijos, por ahí andarían esos hijos justos y
compasivos, predicando la piedad entre los crueles,
como andaban el padre Olmedo y el padre Las Ca-

sas.

Las leyes atávicas, dE:sgraciadamente, rIgen.
¿ Qué le vamos a hacer?
"ConQ<cerse no es morirse."
Me seduce la frase: "Conocerse no es morirse."
En la flamante sociQ<logía de la evolución hispánica,
se descubre que Joaquín Costa salvó al pueblo es-
pañol, porque lo estudió, lo cmlOció y le enseñó un

cammo.
Eso también lo hicieron, mucho antes, los fil.ísQ-
fos y 1()S poetas franceses y alemanes. Diderot, Vol-
taire y Goethe, forjaron el hierro candente de aque-
llas nacionalidades. Hoy, el hierro de nuestra nacio-
nalidad está candente: hay que forjarlo con tillo;
hay que martillar con acierto.
68 JULIO SESTO

SUGERIR.

Hay en México muchos hombres que saben. Lo


que no hay son hombres que enseñen, que sugieran.
Todo se aprende: hasta a ser mexicano. Ld. ense··
ñanza que más urge a nuestro pueblo, es esa: en..;!!·
ñarlo a ser mexicano.
Los hombres que saben, y que en México suehm
ser egoístas, o pesimistas, o empiristas, o retraldús,
o perezosos, o todo esto a la vez, deben enseñar al
pueblo; deben sugerirle, ejemplarizar le, porc¡ue el
pueblo ha'ce mal, porque no le han ensef).'ido a ha-
cer bien. Y el mal es espontáneo, como la mala ~'er­
ba, en su germinación.
Juárrez, Barreda, Riva Palacio, Guillermo Prie-
to y Justo Sierra, han enseñado algo, pero muy púo
co. Poco, si se mide lo que hace falta enseñar.
Justo Sierra dejó a los niíios sin examinar y
las escuelas sin concluir, porque lo sorprendió la
algarabía de otta enseíianza, la enseiíanza de una re-
volución que predicaba la democracia a cañonazos.
y sucedió que los cañones horadaron las pal'ede;; de
las escueIas y espantaron a los niños.
Eran necesarias, sin embargo, las dos enscitauzas:
la de Justo Sierra y la de la revolución. Pero .L:~to
Sierra murió con pena, y no m.urió, como él e.<>pera-
ba, rodeado de los niños que besaran su mallO de
maestro, aquella mallO que se levantaba para seña.-
lar el porvenir, aquel índice bienhechor que fue ba -
jado para siempre al pasa r si lbando las balas de
fUl'1i 1. ...
.
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 69

Porfirio Diaz 'Y Limantour no nos enseñaron bas-


tan te; 10 que nos enseñaron apenas persiste. Era
necesario, para que persistiera, que persistiera "lo
otro." Y lo otro no se nos habia enseñado. De aquí
la inutilidad de la enseñanza material de Porfirio
Diaz y Limantour, a quienes faltó el concertante de
la enseñanza moral, fundamental].
Con todo: el ejemplo material fué bueno y bien
intencionado, y resultó positivo.
Solo es buena la enseñanza que persiste. Porque
no sólo de pan vive el hombre, ni sólo de edifici08
y acumulaciones en el Tesoro viven los pueblos_
Nuestro pueblo no es respousable de ser ignorulI-
te. No le han sugerido lo bueno, y le han transmi-
tido lo malo. Los responsables somos los conscieu-
tes, que no educamos.
Si queremos un pueblo perfecto, hemos de perfec-
cionarlo.
Los evolucionistas nipones perfeccionaron al pue-

blo nipón, que llevaba a cuestas fardos de rémoras.

MISERIAS Y JORNALES


Vayamos enumerando factores fatales y echanuo
de menos factores benéficos. No se necesita un es-
fuerzo volitivo para hallarlos.
Sentado el exordio de los antecedentes que guían.
pasemos a las causas presentes que rigen y detel'-
minan resultados.
La Economía Política, como la religión, tiene sus
70 JULIO SES'ro

"ateos." Y a pesar de eso, la Economía Politka se


siente en la marcha social.
Nuestro mal tiene mucho de económico. Los jor-
nales de la revolución son más altos que los jor-
na:les del trabajo, de todo género de trabajo. He
ahi por qué las revoluciones tienen fácilmente sol-
dados y los campos no tienen "peones." El fusil
d'a más rendimientos que el arado al proletario. El
gañán que trabaja en las haciendas gana al día
"dos y medio" y su maíz: el gañán que ingresa a las
filas gana dos pesos y "su maíz." El "maíz," en las
revoluciones, es el botin del vencedor, o es el sa-
queo.

El gañán no tiene moralidad, no tiene por qué
tenerla; no la heredó ni se la inculcó. Si se la in-
culcara, le costarla trabajo asimilársela, porque la
moralidad y el deber, son inherentes a la austeri-
dad, y la austeridad es inherente al estoicismo, y
el estoicismo y el sacrificio, son cosas cuesta af'riba,
cosa.'t que cuestan trabajo. Sólo los espíritus supe-
riores son capaces de esas cosas, y los espíritus de
los hombres del hampa, no son superiores. Hay
que procurar elevarlos, siquiera relativamente.

TIERRAS.

Es bueno el amor a la Patria por sentimentalis-


mo, como lo manifiesta el pueblo de Parls; pero es
mejor el amor a la Patria por sentimentalismo •v
por amor a la propiedad territorial, como lo sienten
los meridionales de Francia, que son terrateniente6,
<:0:&10 ARDíAN LOS MUERTOS 71

y como lo sienten los gallegos, que todos, absolu-


tamente todos, poseen una "léira_"
Los franceses y los alemanes aman el Rhin. Del
amor a ese río y a sus márgenes, ha nacido un hon- ·
do sentimiento de patriotismo y de rivalidad pa-
triótica. Wagner hizo el sentimentalismo patrióti-
co con las Walkyrias, y Alfredo de Musset, con sus
estrofas al Rhin. Aquí se presentan, unidos, el amor
sentimental y el "terreno." Se ama al Rhin por su
poesía y por sus riberas, que dan vino inSpirador
de los diose8 . como Lohengrin, como Parsifal.
Nuestros ríos son amables. ¡, Los ama el pueblo
mexicano? No. ¡, Por qué? j Porque ni siquiera los
conoce! Porque no tiene tierras en sus riberas, ni
dispone de sus aguas para regadíos, ni descubre su
poesía. Nuestros ríos "viven" solos. La paz de sus
linfas y de sus ninfas, no es alterada más que por
las auroras y los crepúsculos.
El amor a la Patria es el amor a un pedazo de
tierra, amor que engendra el respeto, el deseo de
conservación. Como nuestro pueblo no posée nada,
no respeta nada, ni ama nada.
De nuestros quince millones de habitantes, sólo
dos o tres millones tienen tierras y casas. Los de-
más mexicanos viven nómadas. Hay más nómadas
dentro, de la civilización actual, que en la civiliza-
ción precolombiana. El paria de la ciudad duerme
en una esquina. El paria del campo extiende su pe- •

tate en un rincón de la hacienda, en el que está


amarrado desde que nació.
72 JULIO SESTQ

Nue,stro país es rico. Nuestro pueblo es paupé-



rrImo.
Lo más doloroso es que algunos mexicanos fue-
ron poseedores de algo antiguamente y son parias
hoy. Los despojaron de sus tierras, y al desintegrar-o
se sus heredades, se disgregaron las familias.
j Cuántos "pelados" andan por ahí que son, ante
el Derecho, herederos; que son nietos de abuelos te-
rratenientes a quienes el Destino despojó! ...
Nuestra águila era opulenta cuando llegaron los
cast~nanos. El águila representativa del pueblo te-
nía bienes. De todo fue despojada, menos del rep-
til. .. Esto da en qué pensar: ¿ le dejaron al águi-
la solamente el mal?
j Colón venia buscando tierras. Y las encontró.
Por eso estos pueblos se quedaron sin ellas.
El amor a la heredad es un fuerte amor que se
traduce en amor material a la Patria. Hay que cul-
tivar ese amor, haciendo que nuestro pueblo cultive
la tierra.
Enrico Ferri dijo a los 3r'gelltinos que no se ex-
plicaba el socialismo en América, en un Continen-
te donde el " proletariado" disfl'Uta de grandes jor-
nales y posée tierras.
Eso podrá afectar a la República Argentina: no
atañe a Méxieo. NuestI-o. pueblo tiene razón para
!'Ier socialista. Es, por esa razón, socialista nolen-
to, que roba y que emplea la dinamita para destruir.
.Tornales y tier'ras. El pueblo mexicano empuña·
rá un arma, mientras no pueda manejar trastos
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 73
de labranza. Abrazará una causa revolucionaria,
mientras no pueda abrazar una causa agrícola.
¿ Qué le importa a nuestro pueblo comprometer
y perder el territorio nadonal, si no es de él?
,

, .
INMIGRACIÓN,

Lo~ elementos inferiores de nuestra composición


social, pueden ser eliminados, sin ('['ueldad, por la
presencia de elementos superiores traídos por la
inmigración. Obrará, por sí sola, la ley de "esto ma·
tará a aquello."
Hoy pasa lo contrario: sólo emigran a México
chinos, lo peor en materia de inmigra:ción. Nuestro
país está desacreditado para la emigración: ello
debe preocupamos. Nuestra salvación no está en
China, en Asia, sino en Europa. ¡. Cuándo han peno
sado nuestros estadistas en la emigración?
Los inmigr'antes seleccionados harán la selección
ue nuestra sociedad de mañana.
México es un paraíso habitado por muchos Cai·
nes fratricidas. Hay que importar Adanes y Evas
de Em'o!Ja. Ellas son hermosas y fecundas y ellos,
por malos que sean, no lo serán tanto como los hom·
bres de nuestras legiones de desalmados.
La salvación de nuestra raza está en una ('om-
petencia de razas.

EL HABITO GUERRERO

Hemos observado un fenómeno ('urioso en Hues-



74 J U LIO SESTO

tras recientes revolu ciones: los cabecillas se habi-


túan a serlo. Entran en negociaciones; se rinden;
y no pasa un mes, cuando encuentran un nuevo III·e·
texto para levantarse en al'mas:
j Qué bien se ve que son esclavos de "la función·
hace al órgano!" •

Hay un solo remedio pal'a contrarrestar esta '.n·


clinación: aprovecharla, instituyendo el 5ervicio

militar obligatorio. La ley puede decirles: 1, quer{iis
ser soldados? pues estáis obligados a ser1o.
El fenómeno tiene otra explicaeión: la moda. ~e
puso de moda ser cabecilla. '
Consolémonos: las modas pasan.

LAS BELLEZAS PROFESIONALES

Todos los pueblos de la América latina tienen


una gran indinación a los placeres sensuales. Ello

está en el clima, en las razas y doloroso es decir·

lo en la degeneración.
Los romanos de la decadencia abusaron de la có·
pula, que los enervó y mató. Las orgías denotan en
todas partes la degenera ción. El (mIto a Venus e:,
sano: la relajación de ese .cu lto es.... relajación.
¿ Os habéis fijado en que en México hay Ulla por·
ción de salones y "a'caderuia~ d(· haile," en que se
reúnen, públicamente, lH~ taiJ'as .v truhanes para
danzar de manera deshonesta y provocativa?
j Ay de los pueblos donde se llega a exhibir y a dis·
frutar públicamente el más JIl'ivado de los placeres!
En esos centros suelen exhibirse I:l.s belleza,; pro

COMO ARDíAN LOS MUERTOS 75
fesionales. Y se exhiben mucha:; miserias: mujerci-
llas raquíticas y hombrecillos tuberculoso>! que pre·
cipitan a una sociedad, porque la corriente arras-
tra ..... .
Por poseer las bellezas profesionales, se cometen
malas acciones. El truhán sin caud.ales, se proda-

ma cabecilla sin bandera ni causa; asalta y roba; ,


se somete; viene a la Capital y tiene con qué com-
prar a las bellezas profesionales.
No queremos vivir sin querida, "podamos o no
podamos .... " ,
(El diputado Moreno se acordó de ';Lulú" y de
otras Lulús, y se dijo entre sí: "i Ellas!" ... )
Un cabecilla que conocí, señores, prosiguió el
diputado Salinas me confesó que en tres meses qne
habia "operado" en el Estado de Guerrero, habia

''reunido'' sesenta mil pesos, . que vino a dilapidar


a la Capital, al someteJ'se.
Esto se llama "el placer vil a costa de la P a-
tria: carcaja:clas y burbujas de champagne a trueque
de los gemidos de nuestra Madona México."
Esto también lo hacen algunrns hombres que no
son cabecillas revolucionarios, sino que desempeñan •

otras funciones administrativas.


Es, ciertamente, el mal más difícil de combatir.
No debemos, sin embargo, perderlo de vista, porque
la síntesis de nuestI·o estado nacional, debe ser for -
mulada "atando cabitos," ('omo se dice

mente.
No me digúis que ha.'" expansiones, prostituciúl~.
"algo podrido" rTl todas partes. Lo S(~. Hay eso: pe-
76 .J ULIO SESTO

ro mezclado con algo bueno, que aquí no se echa


de ver.
En España hay mucho noble en su reaeción; aquí,
de España, no copiamos más que los tor06, 10 más
malo. En Francia hay mucho que copiar, mucbo.
que traer. Nosotros escogemot'; de Franda el cham·
pán para los hombres, que no saben beberlo, y los
vestidos Paquín para las mujeres, que no saben
llevarlos. De Alemania escogemos' los eañones y los
automóviles; de 10'S Estados Unidos, los zapatos;
de Inglaterra, los impermeables; de Suiza, el cho·
colate; de Italia, el canto; de Bélgica, las alfom·
bras; de Rusia, los complots.
Lo que hay de edificante, de ejemplar, de alto, de
saludable en esos países, IfO lo copiamos, no lo im·
portamos.
No se puede decir esto a todo el mundo en Mé·
xico; muchos se indignarían; pero 100 Reñore,; di-
putados pueden oírlo Hin indignarse.
"Conocerse no es morirse ... "

DINERO.

El individuo, en la vida contemporánea, y espe-


cialmente en las ciudades, está obligado a "ganar

dinero," mucho dinero para vivir. Nuestro pueblo,


precisamente porque no posée nada, porque no po-
Rée tierras, vive al día, vivía así en la paz porfiria-
na, sólo que trabajaba, y el jornal diario era el es-
labón de la vida diaria. La cadena del progreso ma-
terial se rompió; el trabajo se suspendiú, y enton-
COMO ARDíAN I"OS MUERTOS 77
ces, el pueblo, no pudiendo resignarse a que la ca-
dena de la vida se rompiese también, fue a buscar
el eslabón del jornal en la revolución_
¡,No os habíais dado cuenta de eso? Nuestros
obreros se han ido a la revolución porque se han ce-
rrado los talleres_
Aquí se nos complica otra vez la cuestión de los
jornales. Esto, en Europa, se resuelve con obras pú-
blicas. Aquí también podremos resolverlo así, máxi-
me cuando tenemos más necesidad que Europa de
obras públicas y tenemos más facilidades que los
pueblos viejos para resolver nuestros problemas,
porque somos ricos, aunque la riqueza duerme.

LOS CULTIVADORES DEL SUFRIMIENTO.

Este tipo de hombre existe en México.


Es cultiva'dor del sufrimiento el hacendado que
paga los jornales con mercancías en la tienda de
raya: es cultivador del sufrimiento el policía que
aprehende al chiquillo vendedor de periódicos por-
que no tiene licencia "para ganarse la vida:" es

cultivador del sufrimiento el estadista que piensa


en el decorado de Palacio y el embellecimiento de
Chapultepec y no se preocupa por los comedores
escolares y los asilos: es cultivador del sufrimien-
to quien idea el reclutamiento arbitrario para el
ejército, escogiendo precisamente a los desampara-
dos, ignorantes y libertinos que, por estos defec-
tos, sufren: es cultivador del sufrimiento el padre
ébrio que en la alta noche golpea en el jacal soli -
78 JULIO SESTO

tario a la esposa o concubina esclava, y pisotea,


tambaleándose, a los hijos, que lloran aterroriza-
dos____ .
Yo juro que hay en México mucho sufrimiento
evitable. •

Lo más lamentable es que todo este sufrimiento


determina raquitismo, degeneración, hambre, muer-
te. Pensemos en que el hambre y los piojos arras-
tran a nuestro pueblo al abismo. Pensemos en que,
aquí, puede aceptarse como buena la idea biológica
de Aristóteles, que veía la vida buena a través de
un conjunto de operaciones de nutrjl'i6n. Sohre es-
ta idea podremos poner después la de Kant, que •
veía en la vida un principio de acción.
Nuestro pueblo no acciona porque no come. Cuan-
do acciona, acciona mal, porque, para accionar, bebe.
Cuando reparemos este mal, seremos fuertes.

CARTA. DE T!!'.' " C URA."

Para acabar esta exposición de motivos que con-


vergen en la síntesis que buscamos, voy a leer a los
señores diputados y senadores una carta que acaba
de escribirme un sacerdote que es Uo mio, y que des-
empeña el cargo de cateurático de Filo;:ofía en un
• •
HemmarlO.
Yo tengo respeto el eaÍ!' "fraile," porque sé que
estudia.
Creyendo que pudiera serme útil la opinión de mi
tío en el asunto que nos ocupa. le mandé una copia
COMO "'UOUN LOS MUEB'l'Oll :19
de mis inducciones y deducciones, y mi tio me con·
o

testó con la siguiente carta:

.. Morelia, abril .... o' etcétera.


Señor diputado don Juan Pablo Salinas.
México.

Amado sobrino:
"Me ha satisfecho la lectura de t.8 trabajos pri·
vados en pro de las soluciones de nuestros proble·
mas nacionales. Yo no debiera inmiscuirme en esto,
porque tú sabes que a los sacerdotes ya no se nos
consulta para nada. Te escribo, sin embargo, para
darte un abrazo espiritual permiteme la frase y
para abrazar tus ideas, también espÍl'itualmente,
con las mi as.
Desde luego, te felicito p0IT{ue no has abusado del
fárrago filosófico de las escuelas modernas, para fun·
dar tus conclusiones.
Haces bien. Nuestros asuntos, nuestra sociología
y RUS cojeras. no se resuelven con citas abrumadora~
de filósofos eminentes, muchos de los cuales, o, me
jt9r dicho, sus sentencias, van fracasando en este
caos universal que no se rige por nada, que nos da
sorpresas diarias.
Pablito: yo encuentro bien cuanto piensas; lo en-
cuentro bien; no lo encuentro completo. ASÍ, pues,
vas a permitirme que intente completa¡'lo:
Vosotros tenéis un defecto: os olvidáis de nosotros.
Pensáis que a "los curas" no se nos OC'Arre nada. Es-
táis en un error. Yo podria demostrarte que, dados
,
JULIO SESTO

nuestros antecedentes históricos, nuestro medio~


nuestras necesidades y nuestras costumbres, esta-
rían muy bien en la Cámara de Diputados algunos sa-
cerdotes. Acuérdate que los hay liberales.
,Vosotros, que hicisteis la Constitución, nos inha-
,bilit~steis, reflexionando en los males que hemos po-
dido hacer, o que hicimos al país: ¿por qué no refle-
xionásteis también en los bienes que a'l país hici-
mos?
Te digo una verdad: nosotros ayudamos a los sol-'
dados castellanos a someter esta raza al trono de
Carlos V. Te digo otra verdad: notros podíamos' ayu-
dar a los soldados de hoy a someter a los extra-'
,

viados al imperio del orden.


o

¿ Por qué no solicitáis nuestra ayuda?


Por soberbia, por titulo de suficiencia, por no dar
a ,to,rcer el brazo de vuestro jacobinismo, un jaco-
binismo que soltásteis aquí como perro famé1ico, des-
pués que nosotros habíamos soltado los perdigue-
ros mansos de nuestra jauría.
No bay que olvidar los orígenes. La génesis 'rige
en sociología. Vosotros lo admitís así, aunque, des-
pués de admitido, lo olvidáis.
Sabe: nosotros bautizamos a los primeros crio-
llos con agua bendita: vosotros bautizasteis a los
primeros criollos con sangre.
En buena hora que descartéis lo malo de que se
nos acusa; pero no ecbéis en saco roto lo bueno que
nos bace "útiles;" fíjate: "útiles." •

Puedes creer que tenemos algo bueno para vos-


otros. , El púlpito es un prestigio que obra sobre las
COMO ARDí:AN LOS MUERTOS 81
conciencias de este pueblo, porque esas concien-
cias, en su mayoría, fueron formada!> por el púlpito.
,En vuestro recinto legislativo no hay el recogilIlien- , ,

to que en el recinto legislativo de la Iglesia_ Los,


, , ,

retablos sagrados, los curvos tableros de nogal es- ,

culpid(' de los púlpitos y los coros y los órganos y ,


los altares, atraen las miradas, conTencen ~' subyu-
, ,

gan dulcemente, como no atrae vuestra escueta tri-


buna, a través de cuya balaustrada se deSlcubren las:
pasiones que se enroscan a vuestros cuerpos de ora-
dores, como sierpes ___ . Las cúpulas de nuestros,
templos son más altas y más brillantes que las de
vuestro!> Capitolios. Los viajeros, cuando se acer-
can a las ciudades, lo primero que descubren son
nuestra's torres y nuestras cúpulas, y lo primero ,
que escuchan, son nuestras campanas .. __ ':
Pablo, hijo mío, nuestras moles sagradas se yer"
guen para el viajero como masas de fortaleza y :de
confianza, y de esas moles se desprende una voz
de bronce, de plata y de oro, la voz de las campanas,',
que dice a los que llegan, desde la altura: aqui está
esta masa inconmovible, que todavía sirve para
algo _. _.
l. No te parece?
Cuando os veis apurados en vuestrai!f luchas, os pa-'
mpetáis en nuestros campanarios, para disparar,
para defenderos_ Tomáis "lo más alto." Recurrís ,a
la ayuda de lo inconmovible, de lo sagrado, de lo que
descuella, de lo 'que domina_
j No podéis pasar sin la ayuda de Dios, sin las al" '
tura8 de Dios!
·JULlO SESTO

Pues, aun1lue ~ pese: la Iglesia tiene, además


de torres de piedra, torres de espiritu, espíritus co-
mo torres. Aprended a utilizar lo bueno, y haced a
un lado lo malo.
¿Por qué nos eximís? La religión, las religiones, .
innatas o natas en las sociedadel!l, tienen vincula·
ción; "sil'ven;" influyen; prepondel'an; obran; pue-
den obra l'. No porque nosotros las impongamos;

porque el alma la's requiere.
Vosotros mismos habéis dicho que si no existic
ra Dios, sería preciso " el'eal'lo," "inventarlo."
¿JJuego'!
Nietzsche no mató 11 Dios, IXlI'que no mató el (~.:; ­
plritu humano, ni mató el padecimiento lmmano, la.
congoja humana, la mnciencia humana, Nietzsehe
fue grande, pero fue un desconsolador. Lo que ha('~
falta en el muudo es quien consuele: quien descon -
suele, sobra.
Esto no lile lo ha enseñado nadie: lo he senti-
do yo.
Por eso estamos aquí todavía, sobrino Pablo, por-
que vosotros quisistei~ proscribir a l()jó; médicos del
alma, sin desteCl'al' antes la angustia del alma.
Por eso todavía estamos aquí. A ver en qué po-
demos serviros.
Nosotros moriremos ('lIando Vosotl'OS II()S subHti-
tuyáis en )¡i misión de ('onsolar.
Tú babIas de los cultivadores del sufrimiento. j Ya
lo ereo que los hay! NOIUltros somos los cultivadol'\Bi!l
del consuelo.
No hay I·a:r.(m fm I'a exdui¡'lIos de la ('olahlll·¡j(·jún
COMO ARDíAN 1.0S MUERTOS 83

en la obra nacional. No hay razón. Esa gente que


vOfiIotros enseñasteis a maldecir, nosotros la enseña-
mos a rezar. Y no olvides que un cura os enseñó a
ser libres, os libertó. Y otro cm'a, Morelos, os ense·
ñó a ser soldados.
Se excluye de una sociedad a los crimina:les pOl'·
que vosotros no disponéis de métodos para conver·
tirIos al bien; nosotros si pero no se excluye a la
legión de sacerdotes, porque sin nuestra prédica,
vuestro látigo no corrige.
y no somos leprosos. La lepra está en vuestra po·
litica. El pueblo es Lázaro. Rin nuestra ayuda, nI)
,

os será fácil decirle: "Levántate y anda." Ese mila-


gro es nuestro. Tenemos el recurso maravilloso en
los cálices de la Sacristía.
i Qué quieres! Viejos prestigios de las viejas aro
cas de la Sacristia.
Ya ves que el pueblo no se rebela contra nosotros,
sino contra vosotros. Le disteis a beber un brebaje de·
mocrático que silba como los venenos de Cleopa-
tra, y, hoy, el pueblo vomita libertinaje.
Puedes creerme: no hay ningún pueblo tan nece-
sitado del temor de Dios, como el nuestro. Nosotr08
podemos desarmar alguna partida de errados coa
un 8ermón: vosotros no la ilesarmaréis con un dis·
<,urso.
Pabl(): cuanto más perverso es el individuo, más
necesitado está de' la moral cristiana. Y en los sé·
res más rudos y de peores instintos, es donde la
religión arraiga más, como el gr'ano «>Il terreno viro
~n.
84
Lo que falta a esos desventurados fratricidas, e..
moral cristiana. Si la tnvieran, tendrían más moral
patdótica. No creas muy fácil que, en este pueblo,
hijo de adoradores de ídolos y de Dios, sea posible
el amor y el respeto a la Patria, sin el amor y el'
respeto a Dios.
Yo mismo recapacito y dudo de lo que pienso,
desconfiando de que me ofusque el ser sacerdote;
pero me ratifico al ver los hechos y al analizar las
causas .
.
Mira: yú tengo la seguridad de que nuestro sa -
cristán, nuestros monaguillos, nuestros confes:a dos
y. .nuestros. educandos,
.
no irán a una revolución "de
esas;" no participarían de un "cuartelazo de esos'· ...
. No despreciéis. La República 'h a llegado a una
crisis social en que hace falta amalgamarlo todo, con-
ciliarlo todo, echar mano de todo, para detener el
torrente de sangre, el río de Rangre de que tú me ha-
blas . .
,Hay que hacerlo así, 110 únicamente para resol-
ver el tremendo problema actual , sino para resolver,
para siempre, lo que yo llamo "la vergüenza del por-
vemr." ....
No me olvides. Pablo. Piensa como piensas, mal!
piensa también algo corno pienso yo.
"Los curas" . 8abemos algo ... Figúrate que somos
los buzos de las conciencias. . .. y aquí, el proble-
ma, es de conciencias.
Adiós. Te bendice tu tío
Manuel. .
COMO ARní4.N LOS MUERTOS 85

Señores. . .. confiesp. que


.
me "
ha hecho
, '
pensar la
carta de mi tío. Y convendrán ustedes conmigo en
que es necesario tenerla en cuenta . .
• •

.' Aquí terminamos. nuestra exposición sintética.


Bien sé que algo o mucho se queda en el tintero. Es
porque no debemos detenernos en nimiedades, sino
irnos a "lo más gordo." Nuestros hijos y nuestros
• •

nietos resolverán lo de menos peso. Pero no legue-


mos a nues.tros hijos una Repúblic¡l. así, una organi-
zación así, una inmoralidad tan grande, que . Hidal-
go y los suyos no entregaron a nUtlstr08 abuelos una
Patria tan llena de rubores. El mal fue nuestro: que
el remedio también lo sea.



MALES Y REMEDIOS. APLICACION

H ornbres de corazón. Mentira que sea dificil go·


bernar pueblos nuevos, en los que no hay problemas
secu~ares. Lo que pasa es que los gobernantes tam-
bién nuevos, no quieren aprender a gobernar.
. Los estadistas franceses tienen mucho cerebro y
mucho corazón. Los ingleses no tienen más que cereo
br:o, pero en el cerebro tienen embutido el corazón.
Los españoles, que en politica son personalistas, co·
rric) nosotros, suelen tener demasiado cerebro, pero
u'ri poco hueco, y está probado que no tienen cora-
zón, que si lo tuvieran, no hubiesen llevado a Espa-
ña a la catástrofe más de una vez. Nosotros here·
damos esas anomalias. Los que nos damos cuenta de
ellas, estamos obligados a despertar el corazón de
86 .JULIO SESTO

nuestr08 gobernantes y a sacudir el corazón del pue-


blo.
Ello no quiere decir que prescindamos de la apti-
tud. Está visto que, en materia de góbierno, la ap-
titud no se suple con nada.
Consecuencia: o08otros necesitamos recurrir a
nuestros hombres de corazón, de "corazón patrióti-
co," de "corazón mexica.no, muy mexicano," para
que gobiernen. Los escogeremos, además, aptos, de
108 más aptos, sin ver Sil origen o su fililliCión.
Para prevenirnos contra los malos, habremos de
reformar las leyes, estableciendo periodos de go-
bierno cortos, y para asegurar a los buenos, pode-
mos admitir la reelección.
gsto es fundamental, y las Cámaras pueden defi-
nirlo.
También convendría que las Cámaras eligieran
al Presidente. Son las más aptas para eRO. Se libra-
rla al pais, con ello, del "primer motivo de discor-
dia," de ].o que pre'Dd'e ro, mec·h a de las revolucio-
nes.
Ya hablaremos de eso, señores diputados y sena-
dores, en años venideros.
Examinemos ahora. Jos puntos de partida anota-
dOR en nuelrtra exposición:
Conozcámonos. Algunos males podemos comba-
tirlos con remedios caseros; otros, requieren méto-
dOR y drogas de importación.
Las ra.zas de ganado !le mejoran con razas impor-
tadas, supel'iort'.8: las raza!1 humanaR e..,tán sompti-
das a la misma ley.
CO M O ARDiA N LOS M (] Ir.ltTOS 87

Hay que trael' razas de mejores costumbres.


Hay que copiar de la española, que es, en parte,
la nuestra, algo que sea mejor que las corridas de
toros.
f~ugerir. La es~uela pública tiende a ser una
fiesta. Hagamos que nuestro pueblo vaya. a la
fiesta.
I .. os maestros de escuela, con un aumento de I'nel·
do, pueden ' ser conferencistas. Y los buenos confe·
rencistas pueden hacerse oir' del pueblo, que "no sa o
be, porque no oye."
El remedio es casero.
Mi.,erias y jornales. Tiene que venir de fuera la
!!alud: el capital: Vendrá, porque en Europa, el ca.'
pital eRtá enfermo de inanición. Hay crisi!l\ indu!\·
trial v mercantil. Los clividendos son am muv bao

~ .
JOs.
J..egislemos para los obreros. Se ha hecho mu:v
poco en ese sentido. Im;peccionemos sus habitado·
nes y aJimentOfl. Exijamos que se les dé aire, qUl'
e!lO no cuesta nada. Que en la vida de nuestro pue·
blo trabajador se cumpla el virtuoso deseo de Rm;·
kin: "Comamos y bebamos todos y no algnnos Rola·
mente, quedando los otros reducidos a la más df>-se.q·
perante sobriedad." Abramos caminoR car¡'eterc)l';.
que tenemos abandonados lO!! que nos ci(~jaron lo.q
Virreyes. La marcha requiel'p. camino!". Mar<:he·
mos.
Ti.er1·a.,. Tenemos extensi6n tCI'ritorilll; es indu·
dable que la tenclllo¡;:. PUCR IH'olnorlémon<y,<; tooOj'
en ella.
'S8 JULIO SESTO

.Tenem'Os terrenos baldí'Os. Y'O ,ve'O en ell'Os la base


de la distribución de parcelas. -
De esta manera: L'Os terren'Os baldí'Os lindan c'On
qtr'Os que n'O '1'0 s'On. Cómprese una faja de l'Os que n'O
1'0 s'On: tómese otra faja de l'Os baldí'Os, y dénse, a los
que quieran, l'Otes que sean: la mitad, baldío; la
mitad, n'O baldí'O.
c'Omo saldrá más barat'O.
,L'Os grandes terratenientes n'O se opondrán a la
cesión de, una faja a preci'O especial 'O de balde. Y
hay Olle 'Obligar a l'Os ricos a "hacer alg'O," a ceder
alg'O. Ell'Os abs'Orbier'On. Que ah'Ora "afl'Ojen."
C'Ontratarem'Os un empréstit'O que el puebl'O paga-
.,.~ c'On gust'O, porque será para el puebl'O, para hl
cer ~r'Opietari'O al puebl'O; siend'O tal empréstit'O, al
ser pagad'O, una mera reintegración.
Quizá los mism'Os dueñ'Os de las parcelas, s'Ol'Os,
puedan pagar ese empréstit'O c'Ontratad'O "para
ello.~."
Estudiem'Os l'Os Bancos agrícolas de Ita~ia.
C'On l'Os colonos mexican'Os, que alternen 1'01'1 ex-
tranjer'Os, para que, recípr'Ocamente, 'aprendan 1'0
que les c'Onvenga a un'Os y a 'Otros. Puede c'Olocarse
Una familia extranjera por cada diez mexicanas.
El hábito guerrero. Apr'Ovechémosl'O en el servi-
ci'O militar 'Obligatori'O, fundand'O un ejércit'O digno y
fuerte. N 'O habrá. tant'Os aventurer'Os cuand'O haya
respet'O al ejércit'O.
Hace falta una Ordenanza militar más estricta.
Este ejércit'O será la salvaguardia del mañana.
Ac'Ordém'On'Os de que nuestr'O mañana es peligr'Oso ...
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 89
Las bellezas profesionales. Hay que perseguir lo
que sea degeneración y permitir iná:s lo que sea ex-
pamaon.
. ,

Las buenas diversiones matarán a las malas.


Haya libertad, para que el vicio no se esconda.
La mejor manera de combatir el alcoholismo, es
dar más l ibertad al comercio para vender alcoho-

les, pero gravar tres veces más los alcoholes.


Amparemos el trabajo de la mujer. He ahí el mo-
do de combatir la prostitución. Las mujeTes son ex-
plotadas taIito en el lupanar como en la fábrica.
Dinero. Se resuelve solo este problema. Habien-
do paz y trabajo, habrá dinero.
J nstituir cajas de ahorros.
L08 cultivadores del sufrimiento. Legislemos
contra el sufrimiento. Hay sufrimientos nacionalci!
que pueden ser desterrados por la ley .

La Economía hará lo demás. Hagamos que el


agua cumpla su misión, no ~ólo en los campos. tam-
bién en los cuerpos. La irrigación y el baño son dos

pr·oblemas.
¡, Patria sin Dios? Veamos, como. dice mi tío "el
cura," en que pueden servirnos los curas. Si ~nvoca­
IIlUS la ayuda de Dios, solicitemos la de sus lOinis-
tro~.
Después. Después tenemos que pensa:r en algo
muy illteresante: cónsules .

Nuestros generales de hoy, debieran se l· cónsu


les generales en el extranjero; nuestros coroneles,
cónsules de primera clase; los ca~itanes, cónsu les
90 JUJ,lO SESTO

de segunda clase; los sargentos, cónsules de tercel'a


rlase, y los soldados, vicecónsules.
Asi estamos de necesitados de eS(! se1'V¡'cio, en esa
proporción.
Al mismo tiempo, urge que pensemos en algún
producto genuino para la exportación en grande es-
cala. ¿ Será el "cauchou"? ¿ Será alg6n cereal? ¿ Se-
rá el tabaco? ,Puede ser, romo en Cuba, el az6car?
,Seria el algodón?
Que el producto sea agricola, para que la agricul-
tura tenga como estimulo un mercado más amplio
que el del consumo nacional. No hablo del petróleo,
porque él. ~s, pOT hoy, nuestra pri.mera riqueza "en
bruto,"
Más relaciones. Hay muchos paises donde no se
nos CODoce.
La revolución, en este terreno, nos hizo un servi-
cio: desacreditándonos, nos hizo conocer.
¿ No seria posible, de acuerdo con nuestras rela-
ciones, que viajásemos más? j Qué falta nos hacen
los viajes! Los mexicanos 8610 viajan Il fortiori.
El Estado puede- fomentar excursionefl a lo~ Es-
tados Unidos, y a Europa, y al Asia.
Si fuéramos por el mundo, apl'enderiamos muchaR
cosas que ha~m08 menester.
• • • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

1_0 que falta, seiioreA diputados y amigos, a etlte


plan, pueden añadirlo vuestras inteligencias.
Yo no pretendo ba~rlo previsto todo. Inicio al-
go. Ayudadme a llevar al terreno de 1M "echoR ~-
COMO ARDiAN LOS MUEBT08 91

tas iniciatins ayudándome antes a poner en prác-


tica esta otra:

i A ver qué quieren!

Vamos hacia todos los rebeldes. i A ver qué quie-


ren! Preguntémoselo asi! Y reconozcamos el dere-
cho de cada hombre y de cada grupo armado.
Las Cámaras, extraoficialmente. pueden acercar-
¡;e a todos los disidentes, porque las Cámaras no en-
• •
cIerran pasIOnes.
l'ill Monterrey vive un anciano inmaculado, que go-
za de alto prestigio, y que tiene una gran influencia
en toda la región de ]a Laguna y en el Norte: es el
general retirado y médico militar don Cándido Pa-
tiño. fii solicitamos su ayuda, nON la prestará. Yo
tengo un telegrama suyo que me inSpira confianza.
Vamos hacia e] general Patiño; vamos hacia los
rebeldes; vamos hácia la paz. Pensemos en una gran
convención nacional.
Yo, a de todo, tengo inmensa esperanza en
el porvenir de México y en el del pueblo mexicano.
La rcvo]ueión empezó por una tormenta de truenos
y reláIIllJl'a.gos ,en 1910; siguió una granizada; vino
una creciente con desbordamientos y está hoy en
un período de lluvia torrE'ncial; pero yo espero que
la lluvia ha llovido, que no haya pa-
rado y tengo fe en que el cielo se despejará, des-
apareciendo las luces grises, y en el horizoRte ha·
brá ahani(·()<I dorados formados por ray08 de sol. ..
VII

"El Chícharo"
' Ahora dijo 'el diputado Salina:> a 'Sus visitantes,
con familiaridad ' vlm ustedes a conocer un curioso
tipo y una curiosa historia, que no agregué a mi
discurso del otro día en la Cámara, para no hacer
el discurso demasiado "llorón." ,
- i Ohendo!. . . gritó el diputado, al mismo ti~m­
po que tocaba un timbre.
-'''Mand'iusté'' .. _.. señor respondió unruucha-
cbo humilde, apareciendo en la puerta de la biblio-
teca.
-Ven acá ....
El rapaz ,se acercó.
-Este muchacho dijo el señor Salinas 10 saca-
mos de la hoguera de cadáveres de Valbuena.
'l'odos se puSieron en pie para reconocer al mu-
chacho. Todos se asombraron.
Salinas acabó de explicar el caso:
- j . Notan ustedes que este muchacho tiene las
cejas y las pestañas quemadas? Pues es por eso.
COMO ARDíAN · LOS MUERTOS 93

Este "cbamaco" era 'papelero; lo cogió una hala


perdida en la calle. En calidad de muerto fue lleva·
do a la comisaria y, de allí, al montón de cadáve-
res, para ser incinerado. Cuando ardían los muer·
tos, ún gendarme y yo vimos que el muchacho em·

pezaba a moverse en la pira humana, a medida que


el fuego prendía sus ropas; al principio, esto nonos
llamó la atención, porque había muchos muertos
qüe se movían , cediendo a la contracción que el ca-
lor producía en sus cuerpos; pero, fijándonos, obser-
vamos que el muchacho se rascaba la cabeza al aro
der su cabello: entonces ya no nos cupo duda que

el mucbacho estaba vivo. .


(Presumo que esto pasó con muchos que fueron
a la hoguera y ardieron vivos; pues, como no había
médicos suficientes para certificar las defunciones,
ni había manera de curar a tantos heridos graves,
se procedió con poco escrúpulo, mandando incine·
rar a los que estaban muertos y a los que parecian
estarlo. ¿ Quién los reconocia en el montón?)
Gracias a que este mucba'cho estaba a un lado,
pudimos arrebatárselo a las llamas: los que estaban
en el centro del montón, ¿quién los podía salvar?
Conque, sacado el mucha'cho de la hoguera, le echa·
mos encima la capa del gendarme para apagar las
ropas que ardían y procedimos inmediatamente a
reconocerlo. Yo noté que el corazón del chico latía,
aunque él no daba ninguna otra señal de vida. Te·
nía esta herida (acércate, Chendo) cuya cicatriz
ven ustedes; le babía entrado la bala por debajo de
la clavícula y le había salido por el pescuezo deján-
.1 lJUO i;KSTO

do le un gran agujero. La herida fue tocada por el


fuego, y el dolor, sin duda, hizo volver en si a Ro-
sendo.
Le dije al gendarme que yo me haría respon~­
ule del muchacho y cargué con él. En San Lázaro
tomé un coche que nos condujo al consultorio de
un médi'co, amigo mio, donde curamos al chico. Las
ituemaduras eran tan graves como la herida. Tenia
las asentaderas chamuscadas; semejaban una olla
ahumada. No tenía pelo, ni cejas, ni pestañas. Aho-
ra ya empiezan a salirle algo.
Para no cansados a ustedes: el muchacho fue
tUl'a.do en unos quince días; yo me lo traje y lo
adopté privadamente como hijo, porque no tenemos
familia. . .. y ahí lo tienen ustedes; quién sabe có-
mo saldrá ...
Ahora,que les cuente él lo demás.
Algunos rodearon a Chendo poseídos de interés
(J (le compasión, o de curiosidad.

-Pero, ¡,.no tiene familia? preguntó el diputa-


do Moreno.
-No, hombre dijo un tel'cel'() si estos mucha-
dlO~ ('no tienen madre."
- j . Tú qué hadaR, muchacho? lo interrogó Mo-
reno,
-Era yo papelero, señor... l'espondió el chico
{~on musical tono de languidez,
-Pero no tenías a nadie, a nadie de familia.
- "N o m ás " a mI.' t']", aa, ..
-Sí terció el señor Salinas tenía una. tía COIl
quien vivió por el rumbo de Necatitlán; pero la yie-

COMO ARDÍAN LOS MUJllRTOS 95

ja falleció, y yo, que fui con él a la vecindad en que


la tia fue p()rtera, no pude aclarar nada. Parece
que la tia no era tal tía, sino una buena vieja
que lo habia adoptado en alguna esquina, como
nuestras humildes gentes adoptan un gato o un pe·
rro extraviado.
-¿ T6 ya no vivi.as con tu tia? intervino un ne-
jo senador.
-No, señor.
-¿Por qué?
- Porque vivi.a yo con "La Extra."
. ¿ y quién era "La Extra?"
-Su querida respondió por el muchacho, Sali-
nas. "La Extra" era una papelera de doce ailos,
do!! añ()S más "vieja" que Chendo, que tiene diez.
Ambos hacian vida marital en los quici()S de los
1.aguanes, en los rincon~ de las plazoletas y en laft
aecesorias vacias.
El muchacho sonrió.
No crean usterles prosiguió Sa'linas es muy
c:uriosa la vida de est()S parias.
Oye, Ohendo: ¿c6mo . dicen ustedes cuando el
delo está bonito?
- j Qué buena está hoy "la cobija!"
-Ellos llaman su cobija al cielo. Cuando e;¡tá
nublado, dicen: esta noche, la cobija es de lana; y
(~uando está despej~do, dicen que la sobrecama es
de raso azul ....
, l. Y "La Extra? preguntó el diputado Moreno.
- j Quién sabe!. qeño~', contestó Rosenrl,) To no
la "vide" más .. .
-
96 JULIO SESTO

-Habrá. muerto quemada viva insinuó el set'ior


Salinas como ibas a morir tú ....
El muchacho bajó los ojos; se entristeció; luegc
se hinchó y acab{¡ por soltarse a llorar.
-.¿ Por qué lloras, "hijo?". .. dijole Sa 1i.nas COl1
ternura.
- .P or eso que dice "usté" ...
- j Vamos, tonto: es de broma!. ... "La Bxtra':
no habrá muerto ...
-:j Pobre! exclamó alguno se conoce qm' la
queda ....
-¡, Cómo el'a "J~a Extra," Chendo r
- · .Muy buena y muy linda, señor contestó P.
m]]cha~ho, animándose. Cuando ella ven di a y y(
no, ella pagaba la copa y el "guajolote." Era UlUJ
"riata." Me ponia "chiquiadores" siempre que DH
dolia la cabeza, y me queria ~: 'muncho" ...
-¿ y era guapa?
- j Las pilas! Por eso la llamaban "La Extra,'
.
porque era "extra."
-.A ver. .. a ver cómo era.
-Prietita, señor. Tenia los ojos grandes y ¡'e
don dos, como las monedas de a dos fierros. La bOCf
chiquita 'y los dienteS' blancos, sin que se los 11m
piara como los catrines. Tenia los piés tan chiqui
tos, que no se le veian cuando corria vendiendo pe
riódicos. Ella era la que "se los llevaba" a todOl
vendiendo "extras" de "La Tribuna" ••v "El Heral
do." Fumaba como los hombres y sabia "léir" tod<
el periódico. Y era muy "atrabancada." Le dió UI
"charrascazo" al "Buñuelo" porque la llamó "de~
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 97

graciada," porque ella decia que desgraciados "se-


mos" todos ....
- .E s una lástima que así permitamos. a e¡.;to8
muchachos "perderse" terció Moreno.
-¡Al!! ... son unas fichas habló S:llina;;. ]o;¡.;te
sabe fumar marihuana; conoce toda clase de jue-
gos· y refranes, y es "una fiera" para los dados.
A ver, Chendo, dile a los señores los versitos de
la cobija.
Chendo se puso a "recitar" precipitadamente:

LA COBIJA .
• •

Arrejúntate bien, hija, •

y devisa para el cielo,


donde Dios, el Tata Abuelo,
nos exti«ade la cobija.

j Qué bien el cielo nos trata! -


¡ Bendito sea el cielo santo!
La Virgen bordó su manto
con estrellita s de plata!

I.a cobija con luceros


nunca se extiende de día:
la echa la Virgen Maria
de noche, a los papeleros.

j Pobres! fué la exclamación casi unánime.


-Este es el famoso "Chícharo," señores cli.io
el señor Salinas. Conozcan llstt'(l{'~ ahora el origen
98 JULIO SESTO

de 8U apodo. Dice que eran siete 108 papeler08 que


componían "la ensalada." Los siete del grupo eran
"El Ejote," "El Chícharo," "La lechuga," "El Rá-
bano," "La Sal," "El Aceite" y "El Vinagre."
Diles ahora a los señores los versos de la ensa-
lada ordenó Salinas al "Chícharo."
Chend,o vaciló, por respeto, pero cediendo a una
nueva indicación del señor Salinas, su padre adop-
tivo, dijo:

ENSALADA.

• Chícharo, tu mala estrella


te ha dado una dicha tl'UDCa,
porque se dice que nunca
"La Extra" ha sido donc€'lla .

Vengan fierros, vengan fienos,
vengan copas, vengan panes,
y a dormir a los zaguanes
como perros, como perros,
como canel>. como efines ....

Madrecita eelestiaI.
hoy que está el cielo nublado,
tengo que dormir tapado
con "est'iúltimo" "Imparcial."

El gendarme de la ellquina
tiene un pito
del Gobierno del Distrito,
.
COMO ARDiAN LOS MUER'ros 99

y la indina •
Sinforosa,

su mUJer,
que es celosa,
le dice: i ten cuidadito
Cuitlacoche,
con el silbato el'; ta noche:

no lo vayas a perder! ...


(Cantando: )

"Chicharit()," ponte chango,


que am viene el "tecolote '~
y te puede dar tu mango,
pero mango de garrote ....

i Jui. ...JuL .. {aHi. .. (silbando.)

i Admirable! (todos) i Qué "chamaco" más listo!


Le obsequiaron algunas monedas los' diputados,
y lo acariciaron.
-Anda a decir a la señora que nos mande el
ooñá y unas botellas de cerveza, porque los señores
se van.
"El Chícharo" desapareció.
-¿ Se sacará algo de él? preguntó el diputado
Moreno al diputado Salinas.
- i PshtR!. . .. i quién sabe! respondió con pesi·
mismo el padre improvisado. Luego añadió: nuestro

pueblo es ingrato aunque se le saque de la hoguera .
"El Chícharo" volvió con unas bandejas con co-
100 JULIO SESTO

paso Fue en seguida por las botellas, J, después, con


permiso de su "padre," se retiró a estudiar con la
señora Salinas, que lo estaba enseñando a leer.
Los' amigos del señor Salinas tomaron cualquier
cosa y salieron de la casa de la calle de Mesones,
a la media noche.
En la calle bahía algunos individuos que pare-
cían vigilar la casa.
Era que el Gobierno estaba receloso, y proyecta-
ba hacer una mala jugada a los legisladores.

*
Dos diputados (Iue 's alie'rO'Il de la casa de Salinas,
comenta:ban 'p or ],a caUe.
- .E stoy conforme con t,odo, menos c()n la carta
del tío de SalinalS.
-¿Por qué?
- .P orque -esa carta es el asomo d!:' una reacción
clerical. Ef fraile que firma la carta, sugiere que
vayan algunos clérigos a. la Cámara, y <eso no ...
eso no es .p-osible.
-Pero 1,a; ca.I'ta contiene observaciones l'azona-
bIes .... .
-¡Sí. ... algllua6 ... mas debemoscuid'a r que la
hidra. clerical no 'lev8Iute ,l a cu'beza. La carta que oí-
mos -lcer .esta noche, es un síntoma de reacción. Este-
mosa.lerta para. reprimi r esa rea CCiÓll.
•• •• •• •• • • •• •• •• • • • • • • •• •• •• •• •• •• ••
VIII

Un León entre Palomas

A las diez de la mañana de un espléndido día pri-


maveral, llegaban a la reja de la quinta "Las Palo-
mas," que el general Patiño poseía cerca de Cade-
o

l'eyta, a pocos kilómetros de Monterrey, dos hom-


bres. Eran los diputados Salinas y Moreno, que
iban a conferencia!' con el viejo general y doctor,
para que los acompafiase en sus gestiones de paz .

Los dos diputados, antes de oprimir el botón del


timbre, colocado a la del'echa de la cancela, tendie-
ron la mirada por la quinta.
IJlamóles la ateución, más que nada, un alto pa·
lomar qne se destacaba al fondo del jardín, huerta
y bosqne. qne de todo había. Del palomar salían
palomas en gran cantidad, revoloteando por enci ·
ma de la modesta casita que había CH medio dc la
quinta; describiendo caprichosas líneas en los al-
rededores. y yolviendo al palomar.
Salinas ~T Moreno llamaron. Mientras les abrían,
siguieron viendo los hermosos árboles de la quin-
ta, los semln'auos lejanos. las Uanums. los montee
102 JULIO SESTO

las callejas algo abandonadas del jardín y el palo-


mar, el palomar blanco ....
De entre los granadO's en flO'r y los verdes "troe-
nos" que circundaban la casita., saJiú una mujer
joven, vestida de blanco, con el pelo suelto y una
tO'halla en la espalda, para recoger la humedad de
la cabellera.
Era l.ola PatiñO', que se acababa de bañar,
tando ese encanto que pOlleen las mexicanas cuan·
dO' andan de aqui para allá con las cl'enchas húme·
das rodando en la tohalla prendida a los hombros.
Lolita Patiño avanzó hacia la reja ('OIi un mano·
jito de bruñidas llaves en la mano-.
Su marcha a través del jardín hubiera merecido
los hO'nores de una orquesta que entonara el "Tan·
haüser." La buena mo-za avanzaba serena, humillan·
do cO'n los planchados Holanes" de su falda clara, las
yerbas y las flores silvestres que crerian a los la-
dos del sendero, pareciendO' verse en aquella humi·
llación algO' de homenaje; sacudiéndose la exuberan-
te caballera que despedia gotas que caian en las
plantas, y rO'deada de mariposas que cruzaban en tO'·
das direcciones, casi rozando, a veces, los \'estidoll
de la sO'berbia criatura.
-'Otra paloma, Salinas dijo el diputado MO'renO'.

-Si. .. Es la hija del general.


-¿ La única?
Si, la única,
Lolita llegó a la· reja y cO'ntestó con voz temo
blona, suave comO' la de las palomas, el ~aludo de
los diputados.
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 103

-Ustedes son los señores diputados de la Ca-


pital?
-Sí, señorita; sus servidores. .. (Salinas.)
-Gracias. Mi papá me dijo que los esperaba_
PaAen ustedes. ¿. Me permiten que vaya delante para
guiarlos?
- j Corno nó!... muchas gracias... (Moreno)_
j Qné agradable muchacha! pensaban los dos-
y la. seguían por el jardinzote abandonadón, vien-
do cómo caían gotas de la cabellera de Lola, al com-
pás (le sus pisadas; recreándose en el temblor rit-
mico de las caderas venustas; seducidos por aquel
susurro suave que producía el arrastre de la saya
por las hierbecillas y la arena brusca ...
-j Ay!. ...
Lolita se enganchó la falda en una rama seca, ti-
rada en el jardín. Al quejarse ella, se quejó la fal-
da que se rasgaba, y, al mismo tiempo, quedaba al
descubierto una de sus pantorrillas, perfectamen-
te calzada con una media negra de seda, que brilló
al sol; perfectamente modelada aquella pierna; per-
fectamente derecha ....
La visión fué instantánea, porque Lolita retroce-
dió en seguida y se desenganchó, bajándose el ves-
tido, operación en que la ayudaron, trémulos, am-
bos jóv~nes diputados.
Pero ella se había dado cuenta de que le vieran
la pierna, y se en'Cendió como una cereza ...
La redondez de la pierna, el brillo de la seda, la
blancura del vestido, la cabellera castaña, el rubor
104 JULIO SIIlSTO

de Lola y la luz, dejaron en la retina de los recién


llegados una impresión maravillosa ...
- j Papá .... mira .... ya me hice un "galTan-
chón" . .. se adelantó a decir la buena moza al
veterano general, que estaba en el corredor leyen-
do un periódico, y que, al ver a los diputado.. , des -
cendió a la era a recibirlos.
-Señor general, ¿ cómo está usted?
-M:i buen doctor, ¿ cómo le ha ido ?
As!' saludaron Moreno y Salinas, a un tiempo.
Después abrazaron efusiva mente al viejecito, que
les decia:
-¡ No saben qué gusto me dá verlos por aquí,
en su casa!. ...
-Pero ¿ qué hace usted aquí? (Salinas).
-Pues ya ven... En la Primavera venimos pa-
ra aquí, y aquí pas:aIIios el verano, por.que en Mon-
terrey hace mucho calor.
Compré este "ranchito" hace algunos años, por-
que a mi hija le gustan mucho las palomas y ...
aquí me tienen ustedes, con las palomas y con mi
muchacha.
- j Un león entre palúmas!
-,Je ... je ... je... rió el general bonadlOna-
mente.
Rueno. Pasen a sentarse. ¿ Quieren adentro, o
aquí?
-Aquí, aquí. . . respondieron ambos simultánea-
mente.
Lolita trajo dos sillas. En ellas se sentaron le);;
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 105
diputados. La buena moza pidió permiso y se re-
tiró.
El general Patiño se puso a las órdenes. de los
diputados.
-Recibimos su telegrama contestando favora-
blemente a nuestra solicitud para que nos ayude
a emprender los preliminares de pacificación ha·
bló Salinas y venimos a "cogerle la palabra."
-Yo no sé si estas gentes me harán caso; los
hombres andan extraviados; a los buenos militares
"no sé qué les pasa"... pero... en fin... probe-
mos ...
Luego preguntó;
¿ Y usteQes, por allá, qué han hecho?
Moreno tuvimos una última
junta para obtener la sanción de las Cámaras, y ha-
blamos también con el Presidente y con algunos mi-
nistros. Todos opinan que, si fracasamos, no se
pierde nada. Esto es privado.
Lolita volvió con un pájaro muerto en la mano.
-Mira, papá, 10 que hizo "Farruco" ... Mató al
gOl'rioncito más cantador ele la pajarera y le comió
la cabecita. _.
Lolita casi lloraba, mostrando el pájaro destro-
zado, que manchó de sangre sus lindas manos.
- j Qut:- quieres, hija, qué quieres! objetó, entre
broma y veral' el general en estos tiempos no hay
garantia" ni para los gorriones.... Quién sabe si
el gato tenga sus planes políticos, y si ese gorrión
le estorbada" ...
- j Pobrecito! exclamó Lolita contemplando el
106 JULIO BESTO

pájaro. Y se lo llevó al oido, escuchando atenta, y


acabando por decir:
j Ya no late su corawncito! ...

-Consuélese, señorita: aquí hay muchos pájaros


-la rlijo el señor Salinas, señalándole un fresno
copudo en que trinaba una gárrula pajareria.
La guapa muchacha puso el pajarillo muerto so·
bre el barandal y se quedó pensativa.
Su pad re ' la llamó.
-Hijita. .. Mañana tengo que Í1"me con los se·
n-ores" ..
-Si, papacito ... ya me lo dijiste ... l. Y yo, dón·
de me quedo? .
-Aqu1. Te acompañan Lencho y Petra, su mujer.
Ya sabes que la gente de aquí es buena. No tienes

nada que temer .
-No; yo, por mi, no temo: por quien temo es por
ti. .. DO te vaya a pasar algo ...
-No pasará nada, señorita dijo Salinas.
-.Ay, señor, (Lolita) los revolucionarÍ{)S son
atroces. " y la edad de mi papá ...
-.A su papá lo quieren y lo respetan por aqui.
En todo caso, a los que "colgarian" seria. a nos·
otros habl6 Moreno.

-¿ Por qué no me dejan ir con ustedes?
-Porque respondió Salinas a Lolita con nos-
otros va el le{m; la paloma se queda COIl las palo·
mas.
-El león ... el león. . . musitó el viejo doctor y
general.
COMO ARDíAN 1,08 MUERTOS 107

-¿ No le llaman a usted pl'eguntó Salinas "el


viejo león de Nuevo León"?
-Eso era en un tiempo: hoy ya no puedo con los
calzones ...
-Señor: no vamos a pelear; vamos a una mi·
sión "diplomática"
. .
observó Moreno.
Después, volviéndose a J.Jolita:
-Señorita: j ojalá que entre sus palomas tuviera
usted algunas mensajeras. Llevaríamos una y la
soltaríamos para que le trajera la .n oticia de nues·
tras gestiones.
- j Cómo no! dijo Lolita alegrándo~e tengo
tres, ¿ quieren llevarlas?
-Sí .. , ¡,li... contestaron I()s diputados las lle-
vamos ...
_· ··Yo me comunico pOI' medio de ellas con n na
amiga de Monterrey .... ¡ y me da un gusto verlai!
venir con el pepelito amarrado a su pa ... ti ... ta ! ...
-articuló con mimo la señorita Patiño.
-Pues. .. ¡ hecho! acabó por decir Moreno.
-' Papá: l. qué les gustará comer a los señores?
-N osotros nos vamos. .. ( Salinas) .
-No dijo con firmeza el doctor Patiño uste·
des sel'ún mis huéspedes hasta mañana que pos va·
yamos.
Los legisladores aceptaron, después de terquear
IHI poco.
-Vé a guisar, hija mandó el Tiejo hazles a es-
tos Señores unos pi'c honcitos como tú sabe¡,¡.
Lolita se marchó a la cocina.
Llamó al mozo jardinero para que matara unos
108 JULIO SESTO

pichones, porque ella no se atrevía , y no se la volvió


a ver hasta la hora de la comida.
Cuando, en la mesa, los diputados la felicitaron
por lo bien condimentado de los pichones, la lind:~
muchacha se puso encarnada. Habia un platón de
fresas en la mesa. Moreno miraba para las fresas y
para el rostro de Lolita. Eran la misma cosa.
y allí, a la mesa , y cuando Lolita se paraba a
traer alguna cosa para el servicio, porque la mujel'
del jardinero no se daba abasto, allí fue donde los
diputados acabaron de aquilatar los encantos de
Dolores Patiño.
Tenia la piel un tanto morena , descubriendo sel'
algo hlanca más arriba de la boca de encajes. de la
blusa, que le daba casi por el ('orlo. Era de hombros
fuertes y seno robusto y firme. Tenía los ojos garzos,
los labios carnosos, la boca proporcionada, y expre-
siva, como la de una actriz; la nariz fina , la barba
redondita y una frente mn,v hermosa . De la frente
partía una raya que aln'ía en (los cascadas ondula-
das las crenchas de. color castaño, (Lolita ya se ha -
bía peinado) tel'minando las ondulaciones del pe-
lo, como el filo de una haella curva, sobre las orejas
transparentes, y anudándose atrás graciosamente,
sobre una nuca morena y algo velludita, que, en el
descote y a través de los "entredós," denunciaba
una espalda fresca y mórbida.
Las manos de J,ola, hechas pUI'a aeariciar a un
principe, atendían pródigas a 10F; huéspedes, que sa-
horeaban los manjares condimentados por aquellas
manos acostumhradas a acariciar con sus finos de-
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 109

dos los pájaros, las palomas, las flores y las mari·


posas del jardin, que habían dejado muchas veces,
en aquellas uñas nacaradas, el polvo de 01'0 de sm;
a las ...
En la. tarde dieron los huéspedes un paseo por los
alrededores de la quinta, acompañados de Lolita y
su padre, y en la noche, como tenían que madrugar,
se acostaron todos temprano en "Las Palomas," re-
sidencia de paz y de arrullos.
-


IX

La Batalla

Los pájaros uespertarou a la alborada a los hués-


pedes y a los moradores de la quinta de Caderey-
ta, los que, después de un ligero desayuno, se diri-
gieron a la esta-ción.
La señorita Dolores Patiño acompañó a su papá
y a los diputados al ferrocal·ril. 'l.'ambiéll los acom-
pañó l,orenzo, Lencha, el mozo y jal'dinero, que lle-
vaba la jaula con las tres palomas mensajeras.
- j Cuidadito, papacito... por Dios Santo! ... -
dijo I-olita al despedir a su papá.
-En cuanto lleguemos te mando la primera pa-
loma, bija: no tengas cuidado ...
El tren partió.
Lolita regresó a "J.,as Palomas" y rezó ante Ulla
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe porque
no le aconteciera nada grave al veterano general.
Al llegar a Monterrey, los tres delegados de paz
leyeron un periódieo del día, que hablaba de un in ·
mineute combate entre las fuerzas de Pancho Del
Pozn •y las (lel coronel Hernández .
LO!l federales haMan hecho un dilatado rodeo por

112 JULIO SESTO

Santa Rita., para atacar a los rebeldes de Gómez


Palacio. Los rebeldes, sabedores del avance de Her-
nálldez, le habian salido al encuentro.
-Quizá lleguemos tarde, doctor dijo Salinas al
general Patiño.
- .P ues no perdamos tiempo l'(>oSpondió el viejo
león fronterizo.
Si llegaron tarde. En Gómez Palacio les informa-
ron que la batana habia comenzado a mediodia. Y
también tuvieron noticias alarmantes de Coahuila.
La "otra" revolución prospera.ba.
A caballo se dirigieron los delegados a Santa Ri-
ta, llegando al ponerse el sol.

Enviaroñ emisarios al Coronel Hernández y a


Pancho del Pozo, y ambos contestaron "que esta-
rían a sus órdenes al terminar el combate."
Rabia que esperar. No quedaba otro remedio.
Los delegados se resignaron a presenciar las
acciones de guerra desde una prominencia del terre-
no, no sin aceptar un "jacal" que una comarcan a
les brindó para que se alojaran.
El dia iba a acabar ••v la victoria . del combate no
se decidia por ninguno de 101'1 dos bandos. El cam-
po estaba sembrado de cadáveres. La Cruz Roja tra-
bajaba activamente en retira!· a los heridos, de los
que babia ·cinco detrás del jacal, quejándose. El

doctor Patiño se entretuvo en curarlos.


La única nota de paz entre aquella humareda y
aquel bri1lo de armas y uniformes, eran los vestidos
blancos de 108 empleados de la Cruz Roja y los co-
pos de algodón que se veían en algunas matas que
COMO ARDiAN J,OS MUERTOS 113

quedaran de la cosecha. No parecia sino que aque-


llas matas de algodón brindaban la blancura de sus
suaves copos para vendar heridas y restañar bor-
botones de sangre. . .. ¿ Qué mano providencial ha-
bía dejado en la campiña aquellas plantas de algo-
dón con fruto?
La Providencia existe: está en las plantas: estfl
en las batallas: estaba en aquellos copos de . algo-
dón, que, al volar despedazados por las baIas, iban
solos a pegarse en las heridas, fragmentándose, car-
dándose solos en el aire.
Los reflejos del sol poniente doraban los ~sti­
dos blancos y arrancaban brillos siniestros a los
galones y a las espadas y a la!! hayonetas y a los
-
canones.
j Qué terrible espectáculo! J.,a gente arreciaba en
vigor para "acabar" de una vez. JÁ}s rebeldes aulla-
ban de ferocidao: los gobie1'llistas mordían. Avan-
zaban y retrocedían reciprocamente. El sol, curioso,
parecia no querer meterse sin ver el res'u Itado de la
batalla. El sol no satisfizo su cUl'iOflÍrlad: se hun -
clió antes de que la lucha acabara.
Pancho del Pozo triunfaba: al mismo tiempo
que daba órdenes, flisparaba su fusil "30-lW," tum -
bando gente. Estaha herido (le la cabeza: le corrían
regueros de sangre por la cam polvosa: él no bacia
caso: se desvi aha la sangre de los ojos, para pOfler
hacer puntería , y seguía luchaudo, :nticulando mal-
rliciones que herían como sus ha las ....
El coronel Hel'núndez, como Ílltimo recurso, or-
denf. Hna carga de cabaIJel·Ía. Los dragones corta-
1J.i JULIO SESTO

han cabezas a sablazos, pero no valía: los que caían


sin cabeza, se antojaba que volvían a disparar: los
dragones venían a tierra .Y lOR caballos corrían es-
pantados, sin jinetes .. _.
Los ejércitos se haMan diezmado hasta la mitad
de su total. Todo en vano. Allí •va no había estrate-
gia ni disciplina: no había más que rabia, furia, amor

propIO.
Un cafionazo de Hernández, que él mismo apuntó
y disl)arÓ, desmontó una batería a Del Pozo. Este
llegó a su cólera máxima y ordenó un ataque a la
bayoneta, yendo él por delante. Aquello fue horri-
ble. I.Jas bayonetas' parecía que se clavaban unas en
otras. Los gritos eran espantosos. Las fuerzas se
confundían. De una iglesia lejana vino la vibración
de unas campanas que tocaban a oración. El coro-
nel Hernández mandó tocar "alto al fuego." Del
Pozo dió la misma orden. El hormiguero humano
se movió en todas direcciones. Cada uno buscó a los
suyos para reunirse. Oyóse el toque de reunión.
La victoria estaba decidida: era de la Muerte.
j Lástima de valor, que bien podía ser empleado
en mejor causa! dijo el genera 1 I~atfño. Y al decir-
lo, se le rodaron dos lágl'imas.
I.Jos diputados estaban a¡;;ombrados: nunca habían
visto cosa semejante.
Con el fusil en la lUano izquierda, los rebeldes se
retiraban imprecando a los federales, amenazándo-
lo!! con el puño de la mano derecha, con el puño
cerrado, con un pujio trágico en su gesto.
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 115

LOR rebeldes se reunían musitando: "¡ Jijos de


la" ..... !
La brigada de la Cruz Rilja se retiró a su tienda
de campaña. Los vestidos blancos de los médicos y
las enfermeras estaban manchados de sangre.
-¿ Dónde van ustedes a pasar la noche, seño-
r'es? preguntó la dueña del jaeaJ a los delegados.
- Aquí. .. donde quiera... respondió don Cán·
dido Patiño.
Mandaron otra mil'iva a los jefes. Ambos respon-
(lieron que estarían en el jacal de Libradita que
así se llamaba la dueña del albergue a las ocho de
la noche, pa ra conferenciar.
}i'ueron metidof; al jacal Jos cinco heridos, para
que el sereno no les hiciera daño.
El doctor ratiño volvió a curar a uno de los he·
ridos, el más grave, que palidecía por momentos.
Después, ya obscurecido, los delegados se sentaron
en unas piedras y troncos secos, fuera del jacal.
charlando, para esperar a Hernández y a Del P07.o.
x
El Velorio Sublime

i Cuánta tristeza suelen acumular 10)1 homl)('es al-


rededor suyo!
El teatro de la batalla, que había :,;ido angustioso
de día, era mucho más allgllstioso de lIoche,
Los soldados de cada bando habían encendido
"luminarias," ya para asar carne de res, ya pa'r a
alumbrarse, y a la luz de aquellas fogatas se descu·
brían los cadáveres, teniendo aquel campo feérico la
apariencia del velorio de la Humanidad, el velorio
múltiple, el velorio terrible, el velorio fantástico,
el velorio sublime!
El doctor Patiño y sus acompañantes contempla·
ban, consternados, aquella inmensa capilla ardien·
te, con la alta bóveda del cielo, de la que pendía una
araña caprichosa representada por cada constela·
dón,
Los federales esta ball lejos; los "ebeldes, cerca
del aduar de Libradita. El ponto el'a cerrado. La
atm6sfera todavía olía a pólvora. Lejos, se encucha·
ba el ladrido de algún can, y los soldados, tranqui·
J UJ.,Jo s~;s'ro

los, en grupos en torno de las fogatas, entonaban


canciones quejumbrosas, canciones que semejaban
responsos por los muertos ....
}iJsta ban absortos SaUnas, Moreno y Patiño, oyeu-
do los ayes que daban los heridos del jacal, y vien·
do el monstruoso velorio de la llallUra; estaban as1, .

cuando apareció en Oriente un gran cirio para to-
dos los lIIuertos: la luna.
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

Pancho del Pozo y p.l coronel Hernández se pre-


sentaron en el jacal de Libradita, a las ocho de la
noche, acompañados los dos por algunos oficiales.
Habian mandado a sus fuerzas que no se movieran.
Las canciones se extinguieron al dormil'Se los solda-
dos: sólo se o1a el lejano "Centinela, alerta" ....
En la terra'Cita del jacal dieron principio las con·
ferencias de paz. Pancho del Pozo,II$1 que oyó ha-
blar al general Patiño, le dijo:
-Señor: yo respeto sus canas, Sil pasado y su
honradez. Si usted me promete, y los señores dipu·
tados Salinas y Moreno garantizan que serán aten-
didas las demandas de la revolución, yo estoy dis·
puesto a someterme con mi gente.
-Se lo prometo y se lo garantizo también afir·
mó el viejo poniéndose en pié, dando el frente a la
luna, que Jo inundó de re¡;;plandores de plata, como
a un santo Patriarca ...
-No tenemos más que hablar dijo Del Pozo.-
Ahora, a ver qué opina el señor coronel Hemán-
dez.
- Yo, acatando las instrucciones tlel Gobierno,
COMO ARDIAN LOS ~JT] EIITOS 119

haré lo que acuerden los señores seiialanuo a los


delega-dos.
-Bueno, intervino Moreno ¡mes se establece un
al'misticio de ocho uias, mientras nos'o tros vamo!> a
Chihuahua a conferenciar con Sóstenes Vidal, para
quien nos dará usted una carta.
-Con mucho gusto. Ahora mismo la hago.
Pancho del p()Zo mandó a su Secretario, un ofi-
cial, que entrase a hacer la carta al bohío.
Luego entraron todos.
Libradita había prendido la lumbre en el "tlecui-
le" para disponer la cena. Cerca del fuego habían ¡;:j-
-
do colocadas las palomas mensajeras. que veían to-
do aquello con ojos inocentes, parpadeando _...
El herido más grave, se estiró bajo la frazada que
lo envolvia. Acudió 11 verlo el doctor Patiño. Habin
muerio.
Del Pozo firmó la carta .Y se la entregó al gene-
ral Patiño, diciéndole:
-.Ahora mismo mando un enmisario para que les
dejen a ustedes expedito el ferrocarril.
Buenas noches. Saben que soy su servidor.
Salieron a de6'pedirlo.
Se quedó el coronel Hernánde'6 con los suyos.
Se entregaron a la faena de "tender" el cadáver
del guerrillero rebelde.
Se llamaba Higinio: era un mocetón robusto, que
denotaba fuerza aún después rle muerto ....
El cadáver fue colocado en una frazada, tendida
en el suelo. Libradita le juntó los piés y las man08,
enredando en éstas un rosario. J..e colocó en el pecho
120 JULIO SESTO

ulla estampa de Jesús crucificado, que descolgó del


"muro" y le encendió dos velas de sebo y una de
cera, las únicas que tenia.
También prendió la buena ranchera la lámpara
votiva de la Virgen de Guadalupe, que estaba en un
ángulo del jacal, junto a Ulla silla de montar. La
lámpara era un vaso mediado de agua, con un poco
de aceite arriba, en el que flotaba una "mariposa"
de corcho y hojalata, con mecha de algodón.
Los otros cuatro heridos miraban al cadáver cO'Il
l'espeto, con cariño, con terror, con superstición.
J~ibradita invitó a sus huéspedes a sentarse. La
santa señora se las vió negras para improvisar tan-
tos asientos. Trajo unas tablas del gaUinero y algu-
-llOS trastos de labranza; puso por encima alguna
• •
ropa, "naguas," sarapes y cuerdas, y así pudo com-
placer a todos.
Los presentes hablaron.
-¿ y qué tal, qué tal, coronel?
-Ya ve usted, mi generaL .. sufriendo ....
-No me llame general: me entristece serlo en es-
tas ocasjones: yo también derramé sangre por es-
tos terrenos, pero sangl'e de in vasores, no sangre de
hermanos.
-Pero i qué quiere usted!..... yo, nosotros, no
tenemos la culpa ....
-Es verdad ... la culpa la tienen todos y no la
tiene ninguno. .. i Pobre país! ...
El diputado Salinas sacó una cajetilla de ciga-
I'I'OS e invitó.
Los oficiales fumaban COIl fruición.
COMO ARDiA.N LOS MUER'l'OS 121

-Pero estamos llenando esto de humo observÚ


el señor Moreno vámonos afuera.
Todos salieron para la pequeña era. Desde am
~ontemplabaD, en el jacal, por la puerta abierta,
el cadáver de] guerrillero Higi'nio, con su rosario y
su Cristo, y en la llanura, muchos cadáveres, mu-
chos, sin Cristo y sin rosnio ....
-Se batieron ustedes bien dijo el general Pati-
ño 'a l coronel -y a los oficiales.
-Si, contestó Hernández con sati!:!facción-mi¡,¡
muchachos son fuertes.
-Yeso metió baza un capitán qne tenemos
muchos reclutas nuevos, de los de la "leva," que no
son útiles y que están descontentos.
-Eso debemos arreglarlo pronto nosotros en la
Cámara salió a la respuesta el diputado Salinas.
-Bueno, , seüores, nosotros' nos retiramos habló
el coronel Hernánclez, despidiéndose de los comisio-
nados.
-Buenas noches. " Ya nos vel'emos al l'egl'eso>--
contestó el anciano caudillo.
Volvieron los comisionado!! al jacal, después de
acabar los cigarros.
Libradita estaba atareada en echar tortillas, arl'O
dillada junto al comal. La "patrona" suspendió su
operación para indicar su cama a los delegados.
Les habia puesto en un l'incón una Dlal urdida col·
choneta de borra de algodón, con sus cobijas.
,Los tres viajeros se tumbaron vestidos, porque
tenían que estar en pié tempranito.
Comenzaban a dorlUil'fie, eua ndo llegó a la puer·
122 .1 U LJO SESTO

ta el hijo de Libradita, un guerrillero' cOI-pulenl'o.


lampiño, que operaba a las órdenes de Antonio
Campos, "el segundo" de Pancho del Pozo.
- .M adrecita ... ¿quién es ese? preguntó Salva-
dor, el hijo de doña Librada, deteniéndose en el
dintel, y señalando al cadáTer.
-Es "Higiño," hijo, el "probe" dé "Higiño" ...
- j Ah. _. pobre.... "se le llegó" respondió el
mozo, entrando y reconociendo el tendido.
- . .¿ Cenas, hijo?
-Si, madre.
¿ Yesos señores?
-Son los diputados de México. Habla quedito,
que están durmiendo ....
-Bueno, mamacita.
Salvador se sentó junto al "tlecuile," con un pla·
to hondo en el suelo, entre las piernas.
El asiento de Salvador era un ladrillo. Partien
do las tortillas calientes que su madre l~ iba dando,
el muchachón "sopeaba" tranquilo.
Libradita suspiró inopinadamente. Desnuél'l •
ha·
bló:
.. .•• cu á n d o t e ver é. como a "H'19I1IO
- j A y, h IJO '- " ...
. ,
mIra .....
- j Oh !. . .. siempre estás con eso. ¡, Qué quiereR
qne haga?
---'Tra-bajar. .. hijo... trabajar ...
-,¿ Y dónde está el trabajo? Lo "mesmo" se ganl\
trabajando que "peliando" ...
-Pero eso no manda Dios, Salvadm· ...
- j Oh!. ., (enojado).
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 123

- .No te enojes, hijo... Lo digo por tu bien.


-¡ Por mi bien!... Uno tiene que vivir... Le
pagan a uno más... No bay trabajo. .. Todo está
"parao" ...
. }>ero ahOl'a viene la siembra ... puedes ir a sem-
brar.
-Ya estamos sembrando.
-,¿Qué?
-Muertos.
-¡ JeffiÍs me ampare, hijo! ... j No digas esas co-
sas!
-Es lo "mesmo," madre ... sembrar algodón que
sembrar balas ....

- i Cállate, Salvador, cállate! i Por vida tuya! ...
- i Oh!. ...
Y el hijo de Libradita seguia sopeando impasi-
ble, viendo de vez en cuando al muerto, de reojo ...
A uno de los heridos, que se quejó, le dijo Salva-
dor:
-¡ Cállate, tú!... i Parece que estás pariendo!
¿ No eres hombre , ..... .
-,¿No te acuestas, Salvador?
-;Ri, mamá, "orita." No más voy a desensillar mi
caba])o y a echarle "pastura" y a meter mi rifle,
que está en la puerta.
El hijo de Libradita salió, dlÓ una palmada bru
tal a su "cuaco," en són de caricia; lo desensilló;
le echó de comer. A continuación echó una ojeada a
la campiña, frunciendo el entrecejo, y volvió al ja-
ca] con el rifle en la mano. Junto al fuego se puso
a examinar !'I11 arma. Después dió una palmada de
124 - JULIO SESTO

satisfacción al fusil en la caja, diciendo: "este si


que es bueno" ... ; lo colgó en una horqueta de nno
de los palm; que sostenían el jacal, y aún 10 contem-
pló un instante.
Salvador se acostó tranquilamente al lado de l()~
heridos, y Libradita, ya que su hijo dormía, se püs-
tró de rodillas a la cabeza del cadáver de Riginio,
y comenzó a rezar, "solita y su alma":
"Creo en Dios Padre Todopoderoso, CriadOl- del
cielo y de la tierra __ . ___ _.. _.. _.. ... ... . .. )J

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •
XI

urora Florida

El doctor Patiño, como buen viejo, no pudo pero


manecer acostado hasta el amanecer. La aurora lo
encontró en pie entre los muertos de la llanura y
entre los vivos del campamento.
Veia el buen general cómo la luz rosada de la
aurora besaba las caras lívidas de los caídos, y veía
que las heridas abiertas semejaban rosas en los pe-
chos de aquellos desventurados. La luz rosada be-
saba la carne rosada de las heridas.
En el campo habia algunas florecillas silvestres
que por casualidad rodeaban a algún muerto. Llegó
a ver el doctor Patifio que un cadáver, contraido,
como que abrazaba una mata de maravillas. Las flo-
recitas espontáneas eran, en su mayor parte, ama-
rillas. j Flores de entierro!
- j Vaya! pensaba el inmaculado viejo la Natu-
raleza es una buena madre: ha tenido flores para
todos estos desdichados ...
Un li~f'ro cefirillo agitaba aquellas florecitas que
roza ban en S11 vaivén 'algunos labios sanguinolentos,

126 JGLlO SESTO

abiertos, y algunos ojos cerrados. La ofrenda' de la


campiña era gratísima, y parecía cosa dispuesta
por alguien,
El céfiro hacía volar las fibras de los copos de ll'l-
godón, que llegaban a posarse en los cadáveres en-
sangren tados, ' , ,
j Cuántas coincidencias que invitaban a la medi-
tación se advertían allí!, , ,
El sol, que no había podido satisfacer su curio·
sidad el día anterior, hundiéndose antes de presen·
cia'r el resultado de la batalla, asomó s:úbito, surgien-
do de la lejana línea que forma:ban el horizonte y
la llanura, Sus primeros rayos eran argentados, y en
pocos segundos se volvieron color de oro,
El doctor Patiño estaba atónito ante aquel cua·
dro, con el sombrero en la mano, moviendo el céfi·
ro sus rizos canosi y su perilla blanca, Cuando el

sol asomó, inundó de resplandores, antes que nada,


la cabeza de aquel buen viejo, como un santo, como
un santo"". Lu ego, el sol, como que se detuvo
un momento para l'eavivar los resplandores en la
frente patriarcal, y despnés, a medida que el disco
solar salía de la tierra y subía, su luz dorada fue
bajando por el cuel'po del buen varón encanecido,
irisando sus ojos, alumbrando su boca que oraba en
silencio en aquel desierto, poniendo luz en su cora-
7.Óll , hasta lamer su~ manos y besar ~(us pié.s el rey
de los astros.
El sol como que sabí'a que aquel hOll1bt'e eJ'a un
patricio, un justo, La maravillosa lámpara de DioiJ
ilnminaba como adrede a atluel dulcísimo señor, por

COMO ARDíAN J,OS M UER'rOS 127

fuera, mientras que su alma lo iluminaba por den-


tro.
El doctor Patiño era un hombl'azo por su esta-
tura; tenía la esbeltez de los patriarcas bíblicos, y
sus ojos garzos, como los de su hija. eran como lu -
ees de esperanza que atraían. Rabia algo de santi -
dad en sus pómulos de ermitaño, en sus manos bien-
hechoras, en su voz de justicia, en su ademán 41 ..
tranquilidad , en su continente de bondad ...
Verlo así, a la primera luz del día, entre los muer-
tos rodeados de flores silve¡;tres; verlo así, era algo
gmnde, algo sobrenatural.
y así lo vió el diputado Salinas, desde la terra·
za del jacal. Así lo vió y lo contempló un momen-
to, porque el cuadro era digno de contemplación.
El general, volviendo la cabeza al salir de su abo
sorción, se dió cuenta de que el jacal humeaba por
él techo de paja; se dió cuenta de que era de día, y
fue en dirección al señor Salinas, que lo saludó ca-
riñosamente.
Las fuerzas militares se iban levantando para
J'eunÍl' en un montón a los cadáveres e incinerar-
los. El diputado Salinas, que vió aquello, se opuso_
-Yo no quiero ver arder a los muertos, general.
Ya los ví en México y sufrí mucho dijo al señor
Patiño el diputado. Que los entierren. No tienen
otra cosa que hacer. Yo daré cincuenta pesos para
que los entierren.•

- Yo daré otros cincuenta-c()TIte¡;t() el gent'-


'.
ral.
Llamaron a un sargento y le dieron los cien pesOf;
128 J ULlO SES'l'O

para que los soldados enterraran doscientos muer-


tos, l/a tostón."
Asi se hizo. Los dos diputados (Moreno acababa

de salir del jacal), fueron con el doctor Patiño a
ver enterrar los muertos . •

- j Cuidado que no entierren a alguno vivo dijo


Salinas, contando en seguida lo de "El Chícharo"
al doctor.·
Entonces, el doctor examinó los cadáveres que, a
su juicio, podrían no serlo sino a'parentemente. Só-
lo encontraron un herido en estado de coma.
En la hierba quedaban estampados los cuerpos de
los cadáveres, Era una silueta muy rara la que mar-
caba cada guerrillero muerto en el campo.
Los federales también enterraron, allá lejos, a sus
caídos.
Moreno les ' mandó cincuenta pesos ' para que se
los repartieran los enterradores. .
Los tres delegados volvieron al jacal y se pusie-
ron a preparar la paloma mensajera que debían sol-
tar; •

El doctor Patiño escribió en Un papelito:

. Mi hijita, llegamos bien y hemos conseguido mu o


.cho. •

Hoy salimos para Ohihuahua. No estés con CUl--

dado. ·
Te besa y bendice
Tu Padre. '
." .'

Santa Rita; etc.


. .
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 129

Ataron bien el papelito al pi!" rle UDa de las palo-


mas, que Salinas sacó de la jaula, El general tomó
el animalito en la mano; le aca rició y le dió suelta,
La paloma describió tres ch'culos sobre el jacal,
briHando prodigiosamente, y, orientándose en su re-
voloteo, partió como una saeta en dirección a Ca-
dereyta,
Prodigaron 108 comisionados de p,az algún soco-
rro a la familia del pobre Higinio ; Tnl'!mlaron 0,ue lo
enterraran; obsequiaron a Liln'adita; bienaconS6'
jaron a su hijo Salvador, y, despidiéndose de todOB,
fueron a tomar el tren para Chihuahua,
-Mire, gelleral decia Salinas al alejarBie de la
choza para tomar 108 caballos vamos pisando flo-
res, " buen augurio",
- Si, pero son flores de muerto" " respondió
el doctor Patiño, bajando la cabeza. triste, , ,

,
XII

"Rara vis"

El jardinero de la quinta de "llas Palomas,"


Le1f,cho, que se entretenía en quitar el musgo a un
manzano, vió llegar la paloma mensajera y corrió
a avisarle a Lolita Patiño.
La virgen fuerte salió a coger ella rni8IDa a la
mensajera alada. Le desató el papelito de la pata y
lo leyó con avidez. Colmó de besos y de mimos, en
~guida, a la útil paloma:
-.i, Viste a mI papá?.. ¿ lo viste?.. dedala-
¿ está bueno el viejecito? ., ¿ está bueno? .. ¿ no te
dijo nada para su Lolita, ¿ eh ? .. ¿ eh ? ...
Lencho, con la poda en la mano, veía, en la esca-
lera que daba acceso al corredor, enternecido. aque-
lla escena.
Acababa Lola de soltar la paloma, cuando sonó
el timbre.
-¿ Quién es?.. (Lolita).
-vo:., a ver, niña. .. (Lencho).
-.N o. .. el>pere... yo voy... dijo Lola viendo a
132 JULIO SIISTO

la reja a través de los vidrios erel comedor, distin ·


guiendo una figura de mujer.
Lolita se sorprendió un tanto al acercarse a la
puerta de hierro y ver a una mujer hermosa, pero
"algo sospechosa," por su continente, sus pestañas
rizadas artificialmente, con ojeras pintadas, cejas
pintadas. . .. todo muy bien hecho, muy discreta-
mente ejecutado, pero no tanto que se le escapara
a la suspicacia de otra mujer. La recién llegada
traía un gran sombrero adornado con rosas de buen
gusto, con listones y hebillas de gran costo; vestía
ere seda, de regia seda, un vestido combinado de blan-
coy negro y \oerde, con pequeños caireles de ador-
DO; portaba alhajas valiosas; usaba zapatos fran-
-
ceses, larguitos, gran media de seda; hermoso reloj-
pulsera a la moda y empuñaba una primorosa som-
brilla pintada al óleo, con puño de oro. Aquel lujo
desconcertaba. ,
La recién llegada sonrió al acercarse Lolita a la
reja y dejó ver unos hermosos dientes.
-Buenos días, señorita __ . _
- Ruenos días. _- .
- .D ispense usted: ¿aquí vive el doctor Patiño?
- Si, aquí, sólo que no está.
. Sí, me consta: sé que fue con mi mando y con
el señor Salinas .. - .
-¡ Ah !. __ Páse usted .. _ ¿ usted es' ...
La recién llegada era "Lulú" Montes de Oca, la
amante de Moreno, que, en nn arranque de chifladu-
ra, de amor o de reacción sentimental, de esos que
81Ielen tener todas las amantes, se babía aventura-
COMO ARn'iAN LOS MUERTOS 13.~

do en busca de su "esposo," como 'e lla decia "frau-


dulentamente" al diputado Moreno_
-Tengo mucbo gusto en ponerme a sus órdenes
, 'dijo ' Lolita Patiiío a la elegante dama, no sin
l'4entir cierto recelo, , ,
y la invitó a pasar, ,

Lolita recibió a. "Lulú" en el comedor, por ser


lo más fresco, y alli charlaron las dos,
- j Ay ! _.. que! linda casa y qué bonito jardín tit!-
ne usted. ¿. Esas flores son de aquí? (Diciendo esto,
"LuJú" se dirigió a un jarrón con rosas y azucenas,
,

Clue estaba Robre la mesa, y hundió su cara entre


el búcaro, para aspirar. Era hermoso el conjunto:
encantaba aquella. cara pícara entre las rosas del
sombrero y las rosas y las azucenas del jarrón. Los
(~arbunclo", de los ojos, sombreados, se destacaban
priroorosamente entre el inocente colorido de las
flore8. Lolita gustó aquella visión y se dijo para 8U
roleto: j Es linda la malvada ... !
-¿ Qué hay por la Capita'l ? habló Lolita.
,

-Pues. .. (sentándose) muchas cosas... se di -


('en muchas cosas ... dieen que van a matar a 108
,

comisionados. _. que ya los mataron ... j qué sé yo!.


a mi me dió miedo y vine a esperar a mi "essspooso"
(subrayando) .
- No e'" eÍel'to eso--respondió Lolita, Yo redbí
hoy una. pa loma mensajera que me envió mi papá, de
Durango, con este papelito (sacando el papel del
!<leno) , y ,I'a ve u!'ted, (dán<loselo :l la ojerosa) todo
va bien.,.
134 JULIO SE STO

-jCómo me alegro!.... aseguró "Lulú" pero


quién sabe si en Ohihuahua ....
-Si. .. (Lolita)... yo también temo ...
-En fin, esperaremos... ¿ No hay por aquí un
hotel?
- j Hotel!. .. ¿ para usted·?... Usted se puede
quedar aquí. ,Juntas tendremos más va'lor... (Con
alguna desconfianza todavía).
-Es una molestia... (con hipocresía).
-No. Ya ve usted que estoy sola ...
"Lulú" se quitó el sombrero. Mandó pagar al mo-
zo que le trajera la maleta, y siguió hablando con
Lolita Patiño. que entre sí fue disculpáud(}la de que
se pintara algo y viniera tan elegante. i Venía de la
Capital, d~mde se venden tantas cosas de lujo! ... La
que le pareciera al principio una "rara avis," ya le
iba pareciendo uua buena mujer.
Lolita veía <lue "I,u]ú" era una dama educada.
Y sí lo era.
Pertenecía a una buena familia de Yucatán ...
opero. .. los desengaños ...
Pasaron tres días juntas. .
Ni un telegrama, ni una carta, ni una paloma
.
mensaJera. .. i na d a.'
i Qué zozobra!
Una tarde, estando las dos en el jal.'díll, vieron

posarse un cuervo en un pmo .

IJolita lanzó un grito de tenor:


- i Lencho!. . . .. i espanta ese enervo!... ¡ máta·
lo!. .. j Jesús me valga!. .. un ave de mal agüero!
-"Rara avis" dijo "Luló" Montes de Oea ~
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 135

El cuervo se fue sólo cuando vió al jardinero


acercarse al pino.
Pero en el ánimo de Lolita quedó una preocupa-
ción atormentadora. ¿ Por qué venía el cuervo a
"Las Palomas," si allí nunca se habían visto esas
aves negras?
Quitó a Lolita esta pesadumbre la llegada de
una segunda paloma mensajera que traía un papel
fechado en Ojinaga, diciendo que todo iba bien, que
la paz se hacia _ -
-Dichosa paloma dijo Lolita a la hermosa que-
rida que es mensajera de la pala bra "paz."
-Con razón esta paloma es blanca dijo "Lulú."
-Sí, mi papá la escogió sin duda por eso. Es
blanca y habla de paz.
Las dos acariciaron a la paloma blanca, que pare-
cía estar ufana de su misión.
El cuarto día llegó otra paloma con este recado,
fechado también en Ojinaga:

Todo al'reglado con éxito. Mañana regresaremos_


Tardaremos seis días en llegar ahí. No estés tris te_
Te saludan el señor Salinas y el señor Moreno. Be-
sos, hija mía_
Tu papá doctor.

"Lulú se alegró de ver el nombre de Moreno en


el papelito que trajera la paloma.
Las dos beldades, la virtud y el vicio. se resigna-
ron a esperar los seis días. .
136 .IlJ LlO S ESTO

No se sorprendió poco el diputado Moreno cuan-


do llegó a "Las Palomas" con el doctor Patiño y


con Salinas y se encontró allí ~on "Lulú." j Qué
atrevida! La llamó aparte y la reprendió severa·
mente:
- j Me vas a poner en ridiculo!
-Pero si lo hice por cariño, panzoncito ... ; por-
que tenia "pelota" por verte .... ; y porque me di-
jeron que te iban a matar ... .
Esto ablandó algo a Moreno, que dijo:
- Bueno: ya lo hiciRte. Ahora, vete.
- Me voy contigo.
- IConmigo no, porque mi mujer' irá a la estación
y te verá.
-M . e apeo en la Villa de Guadalupe.
-B . ueno ... Te saldrás con la tuya ...
Mientras pasaba esto, Lolita Patiño besaba a su
padre y le pedia que la llevara a ]a Capital, a lo
que el doctor se oponia.
Todos intercedieron pOI" ella, mas no consiguieron
nada. A 1 otro
.
día marcharon ]08 comisionados de
paz a México. "Lulú "dejó su dirección a ]a seño-
rita Patiño que, con lo!> ojo~ arrasadO'S de lágrimas,
vió partir el treu. •
XIII

"Bleriot"

Estudiaba .Jurisprudencia, y, para "ayudarse" a


vivir, empezó a trabajar de repórter. j Diablo de
oficio! ¿ pues no se había encariñado con él? ¿ Qué
tiene la vida perra del repórter para encariñarse
ron ella en México?
Quién sabe. El estudiaba a los criminalistas co-
mo abogado el). ciernes, y estudiaba a los crimina-
les como repórter.
Le llamaban "Bleriot" porque habia subido dos
veces en aeroplano, y dijo que él quisiera poder
volar para coger las noticias. Hasta llegó a propo-
nerle al director que comprara el periódico un Re-
roplano para los reporteros. Y por esto 10 "('hotea-
ron" y le pusieron el apodo de "Bleriot," que a él
no le disgustaba.
Un repórter debe ser "jÍguila," decía a 8'Us cama-
radas debe volar, debe coger las noticias "al vue-
Jo" . .. y él sí las cogía al vuelo. No volaba, pero
osaba unos zapatos de doble suela, (siempre poI·
vosos, siempre polvosos .... ) con los que trotaba te·
138 JULIO SESTO

nazmente, hallando las noticias más recónditas e


in teresan tes.
Sherlock Holmes.... Nick Carter... 1bah!. ..
algo le haMan seducido... pero que vinieran a Mé-
xico. .. que trabajaran en Belén y en el Estado de
Morelos y en los Ministerios... a ver si "sacaban
. " ...
raJa
Que hicieran "cantar" a un "pelado" testarudo ...
No sufria él poco .... no pasaban pocas penas y
hacian pocas rabias los reporteros de México, siem-
pre mal comprendidos, jamás bien recibidos ...
"Bleriot" era, ciertamente, un buen "repórter;"
él sabia pCI·fectamente lo que era audacia, constan-
cia, psicología, oportunismo, sensacionalismo, dili-
gencia, certeza, fantasia, "zorrismo," negativa, pista,
inducción, reserva, discreción, colorido, estilo, vive-
za, olfato ....
No escribia precisamente bien; sacaba, sin em-
bargo, mucho partido a sus "notas" y nuUca había
sido "multado" en la Redacción.
SU'S compañeros I{) discutían y 10 CO'ID'batían, por-
que les hacÍ'a "apretar," pero no por eso dejaban
de respetarlo. Cuando lo veian a.Jegre, se preocupa-
ban: algo gordo se traia "Bleriot" ....
Famosos sus zapatones de suela doble; famoS{) su
chaleco de fantasía, pasado de moda; famosos sus
trajes sin planchar; famoso su sombrf>ro hongo, tan
maltratado en viajes y aventuras; famosa su COl'- I

bata n~"1'a; famosos sus lentes, a través de los que


él veia la vida como un cinematógrafo de sangre y
de robos y de adulterios y de asquerosas escenas ...
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 139

Se coJaba como un lince en todas partes. "Vola-


ba" por encima de las multitudes para llegar a
donde quería, y entraba a Palacio, al parecer, por la
azotea ...
Se habia encariñado con el ingrato oficio y esta-
ba olvidando los textos de Derecllo. .. ¿ y qué? se-
ria un buen repórter. Tal vez valiera más esto que
ser abogado. La prueba estaba en que él ayudaba a
los jueces, que son abogados, en el esclarecimiento
de muchos delitos. '
j "Bleriot"! casi nada ....
El era el único que tenía el hilo de la empresa
de ¡;;:alinas. El habia "olido" algo de la sesión se-
creta en que Salinas describió cómo ardían 101'1
muertos. El sabia lo que se habia tratado en la
junta de la calle de Mesones, mezclándose a los po-
licias secretos que vigilaban la casa, creyendo que
se trataba de una conspiración ....
El habia enamorado a la "gata" Rosalia, criada
del señor Salinas, y habia entrevistado al "Chícha-
ro," dándole "una de a veinte" para que "cantara"
y, después, le había soltado un bUBcapié al diputa-
do Salinas, que le suplicó que no publicara nada,
si sabía algo, porque la publicidad perjudicaria las
gestiones de paz.
ttBleriot" fue a Santa Rita y a Ojinaga, "de in-
cógnito," que en esto consistia su constante éxi-
to, en trabajar eternamente "de incógnito."
tjBleriot" lo habia visto todo y lo tenia en el jjcar-
net," para hacer una edición esperial.
En el Norte, uBleriot" se hizo amigo de j'I.Ja 'for-
140 JULIO SESTO

peda," que le sirvió de mucho. Llegó hasta a besar-


la, a pesar del valor que se necesitaba para ello.
"La Torpeda" era una vieja redonda, fortacho-
na, ventruda, prieta, alta, de ojos que se antojaba.n
salidos de un presidio, valiente, malhablada, agre-
siva, temible, horrible.
"I.a Torpeda" se dedicaba en Ojinaga, de dia, a
vender comida a los rebeldes, y de noche, a pasar
armas y parque de contrabando. Había noches que
metía mil cartuchos a México, trayéndolos en las
medialJ, en el seno (tenia unos pechos enormes), o
en una bolsa qUe se colgaba debajo del vientre. Ve-
ces hubo en que "La Torpeda" pasó una ametralla-
dora desarmada. Pistolas y rifles eran cosas que ella
-
"pasaba" con la mano en la cintura, y en cuatro via-
jes introducía veinte proyectiles de artillería.
Por esto, los jefes revolucionarios la distinguían
mucho y la habían dejado enriquecer·se.
Para hacer de comer a los rebeldes, "La Torpeda"
pasaba -a los Estados Unidos a comprar carne y
granos y latas de "peaches," "apples," "jam" y
otras mercancías, y a veces, en el fondo de un saco
de "beams," traía balas de Maüser, y en las latas
de conservas venían kilos de dinamita.
"Bleriot" logró conocer toda la maquinación in-
fernal de aquella mujerota que se sentaba con un
cesto de pan y unas cazuelas de guisos a servir a
los guerrilleros al aire libre.
j Ay del que no le pagara o le hiciese una "tantea-
da"! "La Torpeda," para las faltas leves, usaba la
bofetada, que era de "boxeador;" para las faltas
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 141

más graves, empleaba la "charrasca," señalándole


la cara al que se metía COIl ella; y para los delitos
mayores, "La Torpeda" usaba un castigo terrible:
"le aflojaba un plomazo a .Juan Cuerdas," que para
eso no se desprendía nunca de su pistola "Smidth."
Era inmune. Los jefes no permitían que nadie la
atacara: era muy útil.
Cuando habia juntas en el campamento, se cita·
ba a "La Torpeda;" su presencia significaba el par·
que. Sin ella, no había municiones.
"BIeriot" llegó a estudiar muy bien aquel tipo
de soldadera atroz, que lo mismo le metía a uno •

un "taco" de comida en el estómago, que le metía


una bala.
"La Torpeda" tenía una hija guapa, que estaba
r'eservada para el cabecilla Sóstenes Vidal. "Ble-
riot " lo sabía. Sabía más. Sabia que, en los prelimi·
nares de paz, "La Torpeda" también habia firmado
ante los delegados Salinas, Moreuo y Patiño.
Todo eso sabía "Bleriot," y sabía cuál habia sido
el resultado de las conferencias, y conocia a "Lulú"
y a Lola Patiño y había fotografiado la quinta
de "Las Pa]omas."
El el'a el único que podía explicar bien a la gente
la presencia de aquellos charros guerrilleros' en el
hotel de la Alameda.
Podía publicar las fotogl'afias de Patiño, Moreno
y Salinas, y así lo dispuso el jefe de redacción,

cuando "Bleriot" llegó del Norte, presentándose en


la redacción polvoriento, barbudo, mal vestido, con
sus zapatos raspados... .
142 .JULIO SESTO

j A anunciar la edición extra!


En un ma:rquito. En primera plana. Con "negri-
tas." "Bleriot" entró a hablar con los cajistas y li-
notipistas, instruyéndolos.
El anuncio de la extra llamó la atención. Sería
un "record" periodístico. No lo fue, sin embargo:
Al día siguiente se presentaron en la redacción el
dodor Patiño, 8alinuí'I y el señor Moreno, y su-
plicaron al director del periódico y al mismo
"Rleriot" que no se publicara nada, porque los co-
misionados iban a Morelos a n{'gociar la paz con los
zapatistas y ya se veía el mal que hacia la demasia-
da publicidad de estas cosas.
Convenido. No se publicaría' nada.
Había que sacrificar ]a prosperidad del periódico
al ideal de la Nación.
Pero "Bleriot" ¡;igni6 trabajando. En último ca-
so, haría un libro.
y en tanto, la gente pasaba y pasaba por el ho-
tel de la Alameda, viendo a aquellos guerrilleros
grandotes, fornidos, morenos, atléticos, que derri-
baban gobiernos con su puntería. Allí estaba Pan-
cho del Pozo, que todo el mundo quería ver. Cuan-
do bajaba al comedor, la gente espiaba por los
visillos, encaramándose, disputándose un lugar
para conocer al famoso cabecilla, que era llevado
y traído en automóvil y que todas las noches cam-
bia:ba billetes de a mil pesos en "Gambrinus."
También estaba alli Sóstenes Vidal, el tigre de la
f-jicrra }!ailre, •v estaban otros cabecillas con los
COMO ARDÍAN LOS MUI!lRTOS 14,3

suyos, todos llenos de cananas, llenos de balas, pis-


tola al cinto ....
Había d1as de campo para los guerrilleros; pa -
lTandas en prostibulos; obsequios; brindis ...
j Caray! decia la gente qué honores alcanzan
los que han ensangrentado a la Patria. j Con ra7,ón
todo el mundo se mete a revolucionario!
y Pancho del P07;O, más satisfecho que nunca, 1iJe-
guia pensando que valia. .. El era algo ...

10
XIV
U n Artículo de "El Piruli"

"El Pirulí" era un periódico festivo que se ba-


bía hecho simpático por sus articulos humorísticos,
especialmente cuando esos articulos estaban llenos
de sátiras políticas.
Una mañana de los días que nos ocupan, salió "El ,

Piruli" con un articulito que hizo que el periódico


se vendiera bien.
Este era el articulo:

CHARAMUSCAS.
• •

¿En qué se parece el Gobierno a! Agapito de "En-


señanza J"ibre"?
,E n que "no puede, mamá. .. no puede" •..
1, Cuál es el elemento más pá('ifico que hay en
México?
T"as aceitunas, que son producidas por la~ olivas.
(De donde se desprende que, para que tengamos
paz, necesitamos un presidente Olivares.)
I,Ouál es la m{¡~ grande ironía nacional?

146 JeLIO SESTO

Que está en guerra toda la costa del "Pacifico."


¿ A qué vino a México el cabecilla Pancho del
l)ozo?
Vino porque al Gobierno le gusta abrir un pozo
para tapar otro.
¿ y a qué vino el cabecilla S6stenes Vidal?
Vino Sóstenes, porque el Presidente necesita de
esos "Sostenes" ...
i Valiente gente tenemos en casa!
El público pa~a y pasa por donde se hospedan los
revolucionarios, que calzan botas americanas. i Bien
se ve que los que se levantan se ponen las botas! ...
i Y qué bien comen los señores revO'lucionarios!
¿No los habéis visto en el comedor del hotel? Pues
am, ante su apetito, no puede uno menos que de-
cir: j estos revolucionarios de la Sierra Madre, se
traen una sierra "padre"! - . - -
,Hoy van los revolucionarios rendidos a un día de
campo a Xochimilco. Seguro que regresarán ebrios. __
de patriotismo. '
No vemos claro en la atraccióu de estos
por el Gobierno_
Nos parece que a quienes debe atr-aer el Gobierno
el:! a Jos pelotaris. Si, señor: pol''(lue en el Gobierno,
10 que hace falt'll es quien ataje la pelota __ ., ,
Dicen que cuando nos acostamos aquí, en España
o Francia se 'l evantan, porqu e hay muchas horas
de diferencia. Así pasa con los revolucionarios:
cuando 'se someten los de Chihuahua, se levantan los
de Guerrei·o. Cuando en el Norte C!'l iI(' día, en el

COMO ARnfAN LOS MUEfi'l'OS 147

Sur es de noche. (Políticamente hablando.)


El mexicano tiene mucho del ga:llo, por su tenden·
cia a pelear y a encaramarse. . . .
Ahora se dice, "sotto voce," que va a entrar el
Gobierno en negociaciones de paz con los zapatis·
taso

En la cumbre del Ajusco


canta Emiliano Zapata:
si yo a ustedes no los busco,
no venga'TI a dar la lata ...

Entre tanto, los ricos huyen, abandonando SUB


haciendas, de las que ahora son amos los peones.
¡A desquitart;e, "vales" ! (1Jos vales de raya con que
"rayaron" tantos años a los trabajadores del campo.
Los peones hicieron ahora lo que Menelick COll
Sebastián en "La Tierra Baja": Yo soy el amo
ahora. .. yo soy el amo ...
En estas revoluciones, los peones descontaron a las
haciendas, en tres años, lo que los hacendados les
habi'a n descontado a ellos en un siglo.
Ahora los rebeldes, cuando cogen préstamos for -
zosos, caba!llos y granos en las haciendas, dan un
"vale" al administrador. ¡Al reves "voltiado"! An-
tes el administrador era el que daba el "vale" a los
peones ...
i Pobres ricos! Les han hecho cada ·'valedura" ...
Un vale dura lo menos un siglo para cobrarse. Y 10.<]
ricos no los cobrarán , porque lo único que ellos "co..
]48 JULIO SESTO

bl'an," ahora, es el camino a Europa ...


,Se ha soltado una de "vales" por las haciendas,
que han eclipsado al "Vale Coyote."
Entre nosotros, el socialismo ha adelantado de
una manera admirable. Ya se llegó la hora del re·
parto: el proletario ya es dueño de las propiedades
de los ricos.
¿ Para qué el l'eparto de tielTas, si los peones las

pueden tener sin repartirlas, enteritas, mientras los
hacendados se van a tierras extranjeras, porque
aquí "les llega u a sus terrenos"? ..
Es una fa Ita de respeto lo que está pasando, pe.
ro. .. j qué caray! el tener a un indio esclavizado
toda la vida, en una hacienda, amarrado a un cual'·
tillo de maíz por una pata, y al libro de "vales" por
la otra, también es una falta de respeto ...
El indjo está feliz, porque el "vale" no vale ... .
j Con razón los campesinos usaban calzones .... .
pensaban hacerles ver a 108 millonarios que los te-
, ,
man .....
j Y se los fajaron!
. Porque, en el fondo, no es otra nuestl'a cuestión:
El indio, el peón, cansado de pedir justicia contra
su patrón, acabó por bacérsela.
¿ Y saben ustedes por qué los indios hacen justi-

cia catalana?
Porque en las tiendas de raya les vendían cata-
lán por barriles. Hoy se les subió el catalán a la ca-
beza.
Algunos tomaban "catalán con prisco." De ahí
Que su justicia ('ata lana sea sangrienta.
COMO AROiAN LOS MUIIRTOS 149

j Cualquiera
, -los mete en cintura! Ellos se aeuer-
dan de que esas tierras eran de los indios, Reg(¡n

les contaTon sus abuelos ...


¿Las tierras cambiaron de dueños con la conquitl-
ta? Bueno: pues ellos tratan de reconquistarlas.
1'anto o más derecho tienen ellos de hacer la con-
quista de México, que los hijos del Sol. ..
Ellos son los hijos de la Luna, porque los terra-
tenientes los habían dejado "a la luna de Valen·
. "
Cla ••.
y también· son hijos del Sol, porque trabajaban
"de sol a sol" ...
Más vale que no hablemos de esto. Dejémoslo a
los sociólogos, que resuelven estas cosas en confe-
rencias de salón alfombrado, y por medio de folle-
tos que nadie lee, y menos los peones, que no sa-
ben leer, ni quieren, porque odian las letr'as, las le-
tras de los "vales" y las letras de cambio. .. Como
que "el cambio de suertes" se lo trajeron a ellos las
letras castellan'a s ....
j Por algo Quevedo condena a los escribanos! ...
Nuestros revolucionarios, lo primero que hacen
al tornar un pueblo, es quemar el archivo. Allí e9tá
el enemigo: "papelito jabla" ...
Este es un "papel" muy importante de las revo-
luciones. j Que los h'a cendados no se -hagan de pape-
les!. ..
y ahi tienen ustedes explicado p OI' qué se nos tras -
papeló la paz.
j Ojalá que el Gobiemo no pierda los papeles!
Por de pronto, los trabajadores de las baciendu
150 J UI,lO SESTO

se ban armado: los que no se armaron eon 11n fusil,


"se armaron" con un terreno. •

"El Piruli" no tiene rotativa ni Iinotipos, ni ha


podido "armarse" de nn edificio, pero, así, a lo "pro·
be," trata estas cuestiones al estilo del pais, que es
como se resuelven, y no con citas de Leroy·Beaulie1/"
como lo hacen los periódicos lDodernos.
/'leñores catMicos:
Es en vano implorar la paz del cielo, porque nues-
tra paz depende exclusivamente "de la tierra."
Para terminar:
· ¿ (,Álmo debe decir la inscripción del monumento
a I ejército en las cuatro caras del pedestal?
.Juan. Juan. Juan. Juan.
Porque los pobres "Juane~," son los que pagaron
el pato, sin comerla ni beberla.
I.os pueblos en que hubo batallru; deben llamarse
San .Juan de la Derrota, San .Tuan del Sacrifi'cio,
San Juan !le los Héroes, San .Juan de las Herirlas,
San .Tuan de tos :&Iuertos .. , San ...
-
• • • • • • • • • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

y el dia de San Juan, todo el mundo a bañarse y


a: coiDer peras. Sobre todo los militares, que ya 11all
de desear las peras, JlOT' estal' callsado~ rle "gran8-
das" ...
- i Ay !. _. pero las peras de la paz están verdes ...
Tendremos que seguir -comiendo aceitunas, que e."
lo (mico pacifico de que disponemo.'!, por ser fruto
fe laR olivas ....
-
COMO ARDiAN LOS MUHRTOS 151
y lo que es peor:

J.lai! ratas que antes habia


en nuestra Tesorería,
han emigrado al infierno,
porque dicen que no quedan ,
para que roerlas puedan,
talegas en el Gobierno.

Sin embargó, los rebeldes sometidos tienen dine


ro. Pancho del Pow, derrocha; SóStenes Vida], de-
rrocha ... Yeso que este Sóstenes, (le ... Rocha no
tiene nada.
Ni tiene nada de genel'al. A estos hombres, la Se-
cretaria de Guerra les hace generales no se sabe por
qué. Generalmente, estos generales no tienen ante-
cedentes, y se están generalizando de una manera
alarmante. j Bien se conoce que el general "Lobo
Guerrero" hizo prosélitos. El fue un precursor ... _

El Chat·amusquero.

. . . . . . . . . . . ... . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
-
xv

Vísperas

En casa de Salin(l8. Salía de la Cámara de Di-


putados el señor Salinas, cuando oyó gritar a los
vendedores de periódicos "El Pirulí," que acostum-
braba leer. Llamó el diputado Salinas a los papele-
ros y acudió uno jovencito y bien trajeado. Era "El
Chicharo," que llabia abandonado la casa del señor
Salinas mientras este fue a conferenciar con los re-
beldes.
"El Chícharo" se demudó al levantar la cabeza
y reconocer a su protector.
S -
-¡enor. .. no me perJu . d'lque .....
,
-No, hombre, no... le aseguró el diputado vien-
do as'nstarse al rapaz. Nada más dime por qué te
fuiste y abandona>ite así a la señora. que te quería
tanto.
- "P"
p ~ - ol . . . . . un dia que sali a un man -
os .... ~en
dado me "ja lié" a "La Extra," que me "en campa-
n Ó" ....

- .E stá bien.... te venció el amor.... Prefieres


pasar miseria!'! vendiendo periódicos a estar en la
casa ....
154
El muchacho nada respondió. Bajó la vista. Iba
a dar lo vuelto de una peseta al señor Salinas, cuan·
do éste le dijo: guárdalo para ti. .. y anda con
Dios ....
De la Cámara a su casa, pensaba el diputado Sa-
linas en la idiosincrasia del pueblo; en el apedentis·
mo de las clase!'! bajas, cuyos hombres, precisamen-
te por ser apedentas, son incapaces de sentil' la grao
titud que parte de la moral nata.
j Son ingratos aunque se les saque de la hoguera ! ...
pensaba el señor Salinas.
y al pensar así, medía el abismo que se abria ano
te su apostolado de redención social, sintiendo ese
desfaHecimiento que se apodera de nosotros cuan-
do algún contratiempo fnlstra parcialmente nues·
tras empresas.
"El Chí charo" seguiría vendiendo periódicos y
durmiendo al sereno. Era para eso. Nuestros "pe.
lados" cavilaba Salinas nacen para eso, para el
sacrificio, para estorbar, para ser carga y peligro,
para ir por la vida del brazo de una vieja harapo·
sa: la ind()lencia.
j Quién salvará a este pueblo, s.i la pereza le im·
pide rascarse los parásitos!.... j Quién lo elevará,
si él mismo se quema las alas en llamas de alco-
hol!. ...
. ' . ... ... ... ... ..' ... .., ... .., '" ... ..,

Al llegar a su casa, se encontró el diputado Salio
nas con una grata sorpresa. Estaba allí el Padre
Manuel, su tío, aquel tío sacerdote que le escribie·
ra aque]]a bien meditada "carta de cura" ...
CO:110 AUlIíAN LOS M e~lRTOS 155

-j Tío Mauuel!... fué el saludo gl'itado de Sa-


linas que abrazó eon fuerza a 1 buen sacerdote.
¿ Qué hace usted por aquí'!
-Vengo a saludarte; a felicitarte por el buen
éxito de tus gestiones y a vivÍl' O('}lO dias en tu ca-
sa, si me das posada.
-Pero si ahora no es tiempo de "posadas," Uo ....
-Pero es tiempo de peregrinaciones, hijo ... En
Michoacán no se puede estar; l\lorelia está amena-
zada, y yo, que tenia intenciones de ir a Roma, <li·
je: j de una vez! Esperaré el primer vapor que 1le-
gue a Veracruz. ¿ Quieres veuit· a Europa?
- j Quién sabe si nos tengamos que ir todos! Esto
va mal. Unos se someten, pero oh'os se levantan
y .... no sé qué vamos a hacer.
-Ya vi por abi a tus sometidos; Hnos persona·
jes híbridos, con polainas amel'icanas, caipacete in·
glés, pantalón de charro. . .. Unos hombres sin psi·
. cologia, . .. ¡, CU{llldo van ustedes a More'los?
-.Mañana.
-,1, Y el doctor ratiño?
- ·Está en el hotel ItUl'bide.
-Bueno; yo voy a dar un paseo pOI' Chapulte·
pec .v a visitar' ni señol' Arzobispo, así es Que ven·
(h'é tarde.
-Está bien, tío ManueL


***
E1/,ea·sll de ,l/areno. El diputado MOI'eno 1legó
a eontar a su esposa los pr'eparativos paN! la misión
156 .1 ULIO SESTO

de paz a Morelos. Esperanza ponía objeciones rece-


1000as a su marido. Ella estaba de!3ilusionada desde
el fracaso del mitin de las mujeres_
- Acábame de contar eso, Esperanza dijo, a pro-
pósito, el diputado_
-Pues, verás. _. _ Fuimos en tomisión a ver al
Presidente. j Ay, hijo ... si vieras "qué de gente" en
la antesala! .. - _ Sólo. viudas de militares qne iban
a pedir auxilios, ha bia como vein te, algunas eon sus
hijitos enlutados.... j pobreeillos !... _ Estaba un
señor español que lo asaltaroll siendo administra-
dor de una hacienda , en Tetecala, y alli le mataron
a la esposa, lo robarOlJ y le violaron a Ulla hija, ~.
otra muchacha que tieue. se volvió loca de terror_

j Si oyeras qué relato!
-.¿ Y luego?
-Luego .. _. nada. El Presiden te nos l'ecibió a
la segunda vez, y nos dijo que lo que queríamos era
"del resorte" del ministro de Instrucción Pública:
j Dichoso ministro! Nos tuvo cinco días para l'eci-
birnos_ ¿ POI' qué son tan desa ten tos los ministros,
tú!. ...
- j Qué sé yo _-. así son _. __
--Verás; pues el ministro 1108 redbió, y nos di-
jo que no nos podía prestar el teatro ni la orques-
ta del ConservatoriCl, porque. __ j qué sé yo qué "his-
torias" nos contó! ....
-Tota-I : que fracasaron_
- Fracasamos por falta de ayuda oficial.
- Rueno: dame de cenar •y duerme a los niños .
Pl'epÍll'ame la maleta chiquita y acuéstate después,
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 157 •
.
~llJe
yo voy al hotel Iturbide a la última junta con
el doctor Patiño, con Salinas y con algunos dipu·
tadoR,

** *
En "Las Palomas," Lolita Patiño había recibido
un telegrama oe "Lulú," avisándole que el doctor,
Salinas y Moreno, se disponían a ir a Morelos par¡l
conferenciar con los zapatistas, y que ella veía un
peligro en esta aventura; que se viniera inmediata·
mente a la Capital y que pl'ocurara disuadir a su
padre de aquel viaje. •

l,olita telegrafió al general, que le contestó: "Hi-



ja mía, antes que nada, está el deber,"
La real moza se a larw6, A ella no se le había 01-
vicIado el cuervo, " Sin permiso de su padre, tomó
dos billetes de ferrocarril J, después de encomendar
el cuidado de ]a quinta a la mujer del jardinero,
partió, alarmada, par'a la Capital, acompañada de
Lencho.

En Gasa de "IJltlú." La he¡'mosa pecadora pasó


una mala noche peusando en la nueva aventura de
su amante el diputado Moreno, y, contra la orden
de éste, fue a la estación del ferrocarril a verlo par-

tir' para Cuernavaca,


J.Ja partida de los comisionados e'Dtristeció a "Lu·
lú," que llegÍl a su casa llorando,
158 JULIO SIDSTO

La consoló un hallazgo: Lolita Patiño le avisaba


Que salia de Monterrey, que la esperara. Le tele -
grafiaba.

,
XVI

La Casa de Cortés •

Precisamente el día que llegarO'n a Cuernavaca


lO's comisiO'nados de paz, tO'maba pO'sesión el nuevO'
gO'bernadO'r del EstadO' de MO'I'elO's, y tantO' pO'r este
mO'tivO' cO'mo por un deseO' de la sO'ciedad, de aga-
sajar -a l jefe de las armas, se dió un banquete en hO'-
nor de aquellos funciO'nariO's, en el históricO' palaciO'
de Hernán Cortés, y después del banquete, un baile
en la misma casa. •

El GO'bernador y el jefe de las armas invitarO'n a


los cO'misiO'na:dO's, que fuerO'n a la fiesta, de m3!la ga·
na. A ellos, que JIevaban una misión tan seria, nO'
podía sentarles bien aquel ambiente de O'ficial ale-
gria.

UN BRINDIS "RAMPLON"

Después que un hacendadO' ofreció el banquete al


GO'bernadO'r y al jefe de las aTmas, cO'n palabras sen-
cillas; el gO'bernadO'r se pusO' en pie y brind6 de es-
ta guisa:
SeñO'res : señO'ras: señO'ritas: Y'O "no
11
160 JULIO SESTO

encuentro palabras" para agradecer a la sociedad


esta manifestación de ,s impatía "que no merezco."
El general Correa, jefe de las armas en este Esta-
do, "a quien tanto debemos," y que no es hombre
de palabras, sino "hombre de espada," delega en mi
sus facultades para "daros" también las gra'Cias.
Vengo a desempeñar

la magistratura del Estado,
animado de "los mejores deseos'," y prometo a mte-

des 'h acer cuanto esté de mi parte para que la paz


sea un hecho, y para que Morelos vuelva a su "pros-
peridad y grandeza," figurando dignamente entre
las "entidades" federativas que son honra de "nues-
,

tra querida Patria!"


El señor general Correa nos ayudará con su es-
pada "vencedora," y sus dignos oficiales, aqui pre-
sentes, "coadyuvarán" a la obra de pacificación y
de bien.
,
Brindo, señores, por la "prosperidad" del Estado
de Morelos y por "la paz de sus hijos." ,
Un aplauso casi general premió las frases vulga-
,

res y "machacadas" del nuevo Gobernador.


El general Patiño y los diputados Salinas y Mo-
reno, no aplaudieron.
y después que se lev'a ntarou de la mesa del ban-
quete, comentaban los tres:
-¿ Ha oido usted un brindis más ramplón? i. Qué
,

le parece de esta gente?


.-Que son. unos
'
inconscientes_Todo lo que dicen es
trivial y es mentira. J~ugares comunes, lugares co-
munes. _..
" y ahora van a bailar _. __

COMO ARDiAN LOS MUERTOS 161

Efectivamente: la orquesta dejó oír la primera.


piem, un vals tan "machacado" como el brindis del
gobernador.
El salón de baile se llenó de parejas que danza-
ban "tranquilamente."
Hacia calor en .los salones, y los comisionados, pi·
diendo una disculpa, descendieron al j-ardin de la Ca-
sa de Cortés. Les bajaron unas sillas y se sentaron
los comisionados junto al monumento del general
Carlos Pacheco, al fresco de la noche reraniega.
AlJi pudieron contemplar los tres el vetusto Pa-
lacio construido por el Oapitán Extremeño. ¡Cómo
era firme, solemne y augusta la casa del Conquista-
dor español! Lo recio de sus muros ' ha-
blaba al espíritq. El que había levantado aquellas
paredes y aquellos torreones; el que había fundado
aquella casa, ha'bia fundado una sociedad y habia
plantado las primeras cañas de azúcar en Morelos.
Las cañas 'a rdían: la sociedad caía s!angrando: só-
lo la l'asa. quedaba en pie.
Un airoso cayado de hierro sostenía un foco vol-
tai'co que iluminaba

la fachada de la Casa de Cor-
tés, como insinuando: ved... ved.. la casa que
"él" fundó. .. ¿ por qué no conserváis así. en pie, lo
demás que "él" dejó en esta tierra?
Los comisionados sentían tristeza viendo los mu-
ros inconmovibles, que tenían algo de lamentación,
mientras dentro, la música reía en. las cadencias
de los violines. .
La luna salió y bañó de luz las almenas del pa-
lacio cortesiano. Dijérase que la luna era el ánima
162 JULIO SESTO

de don Hernando, que aparecía para iluminar su


obra y decir: j Eso lo hice yo, y mi espiritu lo alum-
bI'a! .... No extrañéis que en esta casa haya músi-
ca: (se oyó tocar una jota) es Españ'a ; no extra-
ñéis la gravedad de esos muros firmes: soy yo; no
extrañéis que en los alrededores haya muertos: sois
vosotros; no extrañéis que esos capitanes dancen
alegremente y no puedan someter a los indios: sólo
los sometía yo, y ello no lo hice con bailes, riendo,
que 10 hice con fatigas y me costó lágrimas. .. Hay
un árbol que es testigo de que lloré. Lloraréis voso-
tros .... !

Así hablaba Cortés, en el animado fulgor que ba-
ñaba. su casa. Así lo pensó el señor Salinas, que co-
municó su impresión a sus dos camaradas

.
El reloj de la torre del lado izquierdo de la Casa
de Cortés, dió las tres de la mañana. Los comisio-
nados ¡¡ubieron a despedirse, porque tenÍ'an que par-
tir a las cuatro a cumplir su misión. .
Cuando se alejaban de Cuernavaca para internar-
se al Estado, se escuchaba todavía la OTquesta, y se
veía de lejos, iluminada por la luna, ilumin'a da por
la Historia, ]a Casa de Hernán Cortés, firme, noble,
señorial, inconmovible, como un reproche gris, como
un ejemplo, como un recuerdo venerado, como UD
refugio. como una fortaleza!

XVII

La Trágica Nueva

La señorita Dolores Patiño llegó a México acom-


pañada del jardinero LencM. El fortachón Len-
cllo era su escolta..
Fue la señorita Patiño a encontrar a "Lulú" 110'
rando en 's u casita de la calzada de Chapultepec.
- .¿ Por qué llora usted?
- ,Cosas. . .. Cosas de mi vida ....
- ¿ y los niños?
-Yo no tengo niños. .. Es decir ...
- Yo sabia que C'l señor Moreno tenia hijos ...
, Los tiene, pero ... "con otra" .. " con su mu-

Jel'.
-No entiendo ....
- Si, Lolita.... mire usted: yo soy la querida
del señor MOTeno; yo no ' soy su esposa. . .. j Yo soy
una desgraciada!
"LuIú" se echó a llorar sueItamente, frlincamenle.
Su amiga la consoló. '
Después, "Lulú" contó a la señorita Patiño toda
su vida de pecadora; todas sos cuitas, que Lolita
Patino escuchaba con lástima.
164 JULIO SESTO

Lo que produjo horror a la virtuosa Lolita, fué


-
el relato que "Lulú" la hizo de que había tenido un
hijo y que, para librarse de él, lo había mandado
a 'la Casa de Cuna con la cri'a d'a, pero ésta, torpe,
no dió con la Casa de Expósitos y dejó al niño en un
zaguán de la calle de San Miguel, de donde lo reco-
gió una pobre vieja, que había muerto, sin que "Lu-
lú" supiera el paraderQ de sU hijo, que ahora qui-

Slera amparar.
El hijo de "Lulú" era "El Chícharo."
En tanto que la madre no S'abía de su hijQ, el hi-
jo no sabi'a de la madre. Ella iba por la vida en co-
che, en auto, en su carrera de lujo, precipitada, y
"El Chícharo" iba por la vida como un Mercurio
desarrapado, corriendo, rolando, con alas en los
piés, vendiendo 'p eriódicos .... Nunca se encontra-
rían, porque corrían en direcciones opuestas. .
"Lulú" hizo contrici6n y desahog6 con Lolita Pa.-
tiño. Ella tenía necesidad de una amiga honrada y
piadosa: la señorita Patiño lo era.
j Pobre "Lulú!" j cómo llQraba! No parecía sino
que los brillantes y las perlas que había conquis-
tado con su belleza, salian por sus ojos fundidas en
lágrimas, a manera de una reintegración a la vida.
Así estaban, cuando tocaron a la reja.
Sa!lieron las dos: en la reja estaba el diputado
lIoreno apoyado del brazo de "Bleriot," el repór-
ter. El señor Moreno venía herido. Su palidez alar-
mó a las dos mujeres, que dieron un grito simultá-
000 y aeudierona ayudar a "Blériot" a conducir al
señor Moreno. .

COMO ARDiAN LOS MUERTOS 165

¿ Cómo habia sido? "¿ Y mi papá?" clamó Loli-


ta tramando los dedos, colocando las manos en ac-
titud de oración_

"Bleriot" 10 contó todo:


Una pequeña partida de zapatistas habia ataca-
do a los comisionados, por no conocerlos: el jefe pa.
recia dispuesto a recibirlos'; pero al ir a llegar a
Temixco, vieron blanquear en una colina una parti-
da de rebeldes de calzón blanco, que hicieron como
cien disparos: los comisionados espolearon los ca-
ballos en retirada: "Bleriot," que iba con ellos, vió
que el caballo del doctor Patiño se resistía a andar,
no sabe si por estar herido el animal o por la poca
habilidad del jinete, a causa de su vejez: mejor di-
cho ____ en la retirada, los caballos corrieron en di!';-
tintas direcciones, suponiéndose que el doctor Pati-
ñ() había tomado por otro camino _. _"_ "Bleriot" con-
taba esto para paliar un poco la impresión de la Re-

ñorita Patiño; pero, verdaderamente, él habia vis-
to caer al general Patiño al atrás, y la~
últimas descargas los habían herido a todos, menos
al buen repórter, que sólo tenía el sombrero atra-
vesado por una bala.
Dolores Patiño oyó el relato poniéndose descolQ-
rida; pero sacandQ fuerzas de su gran alma. y de su
cuerpo de mujer completa, tuvo un gesto de estoi-
cismo, lloró, de pie, y, con una mueca de trágica so-
berana, dijo: .
j Vamos por mi .padre ! ....
Después se quedó pensando en medio de la 8a-
].a, y, al fin, exclamó:

166 JULIO SESTO

j El cuervo! ....
-Valor, señorita la consoló el repórter yo croo
que encontraremos a su papá. Yo no pude buscarlo
por atender a los demás heridos.
-Lo encontraremos, vivo o muerto ' dijo con fir-
meza Lolita.
En seguida preguntó:
-¿ Ustedes me acompañan?
-Sí, fueron respondiendo todos, incluso "Lulú,"
que deseaba bacer algún sacrificio que lavara SUí'!
culpas.
Acordaron llamar a un médico que hiCiera la pri·
mera curación a1 S'eñor Moreno y lo tras'l adaron des·
pués a casa de su esposa, que lo recibió silenciosa-
mente, besándolo, mimándolo, alentándolo ....
,Lolita y "Lulú" se pusieron un chal y ropas sen-
cillas y fueron a la casa del diputado Salinas, a Me·
sones, acompañadas de L encho y "Bleriot."
. El padre Manuel y la señora de Salinas recibie·
ron ' a los cuatro visitantes. Vieron al señor Sali-
nas: no estaba herido de tanta gravedad como '
reno: también los acompañaría; tenía remordimien-
to por haber dejado al doctor... Pero en aquella
confusiÓ'll. " Luego el doctor habia tomado otra di-
rección. . .. se alejó del grupo ....
El Padre Manuel también los acompañaria, pero
siempre que fueran sin esc01ta militar. El llevarla
la escolta: y mostróles una estola que sacó del pe.
cho .
.La ' cara de la señorita Patiño era amenaz.adora:
era resuelta: era heroica..
COMO ARDÍAN LOS HUERTOS 167
,

-j Yo necesito encontrar a mi padre! decía.


-Lo encontraremos, señorita... la aseguraba el
Padre Manuel. rAndando!
La señora Salinas, entristecida, dejó a la comi-
tiva en la escalera. Temía por su marido, mas reco-
nocía el deber.. . . -
Lolita Patiño, "Lulú" Montes de Oca, la pecado-
ra, "Blel'iot," el Padre Manuel, el señor Salinas y
Lencho, salieron presurosos plira Cuernavaca,
,


,
XVIII

El Descendimiento

Yo les prometo a ·ustedes que, por muy perver-


sos que sean estos rebeldes, nos han de permitir
traer al doctor iba diciendo el Padre Manuel a sus
acompañantes, al acercarse al pueblo de Temixco.
-.Por -aqui fue, dijo de pronto "Bleriot_"
-,Si, por aqui.... asintió el diputado Salinas.
Anduvieron un poco más y encontraron un ee-·
ballo muerto. .

-Este era su caballo: lo conozco afirmó "Blé-


riot."
-Pues por aqui ha de haber alguien que nos in-
forme dijo el Padre Manuel, al mismo tiempo que
dirigía la vista ' al lomerlo.
-¿ Vamos 'a l pueblo? dijo "Lulú."
-No, respondió el señor Salinas porque ahí
puede haber rebeldes, y ya que no los encontramos
hasta ahora, no los busquemos ....
Tomaron una vereda en dirección de la cabeza del
caballo muerto, y, al ver hacia adelante, en una par-
te llana del terreno, descubrieron una hilera de pos·
170 JULIO SI!lSTO

tes del telégrafo, y, en uno de los postes, avistaron


un bulto que oscilaba.
Lolita Patiño, que iba callada y que escudriña-
ha, fué la primera en fijarse en aquel bulto, excla-
mando:
- j j Mi padre _. .. Dios mío!!
-No, hija, no.... no será tu apresu-
ró a decir el Padre Manuel para atenuar el cho-
que.
'siguieron acercándose al poste del bulto, que es-
taba a medio kilómetro. Lolita quería ir delante,
con la faz descompuesta y los ojos inmensamente
abiertos y como queriéndoseles desprender de las
cuencas para ver más pronto. Lencho caminaba
a la par de Lolita, resuelto, valiente, decidido, Los
demás se a'p resuraron. El Padre Manuel se colocó
al lado de Lolita. Los otros iban detrás anonada-
dos, tristes, meneando la cabeza, viéndose e interro-
gándose con la mirada.
Lolita, a medida que se acercaba, apretaba el pa-

so: los demás también.


Faltaban unos trescientos metros, cuando en el
bulto osci'm nte se agitó con el viento una cosa blan-
ca, como un pañuelo, como un jirón de ropa que sa-
ludaba a 'l os que se acercaban.
Lolita concentraba la mirada en el rostro del
ahorcado, porque íbase viendo que era un ahorcado
lo que colgaba del poste aquel con cruceta; Lolita
qnería descubrir la cara de sn padre; esperaba ver
pronto la perilla blanca, el pelo blanco.... pensó
que podría estar vivo todavía.... expirando ....
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS •
171
recién colgado.... Pegó una carrera, desprendién-
dose del grupo como una loca, con el chal volando
atrás. . .. Todos la siguieron a la carrera.... El
Tiento volvió a agitar aquello blanco, que era un
faldón de la camisa rasgada, que saludaba. .. Vie-
ron el bulto como a cien metros: era el doctor Pa-
tiño, era su cadáver, medio -desnudo, oscilando al
vaivén del viento. . .. Corrieron mucho más tras de
Lolita, que al a(:ercarse al poste y reconocer a su
padre, lanzó un grito terrible: i Padre mío! cayen-
do de rodillas ' a los pies del ahorcado.
Todos hicieron lo mismo. El Padre Manuel sacó
la estola, se la puso y requirió un libro de oracio-
nes, empezando a rezar, mientras que el llanto de
sus ojos, como el de los ojos de todos, corría por sus
mejiHas, sin que él mismo lo sintiera.
El cuadro era terrorífico. Dios, en 'a quel instan-
te, había recogido todo el dolor de la tierra y lo ha-
bia a~um'lllado en aquella escena.
La tarde era fosca. Estaba nublada, y silbaba un
viento seco y fuerte. Aquel viento se asociaba, al pa-
recer, al dolor de aquellas criaturas, porque silbaba
un són agudo como quejido en los alambres del te-

légrafo y en la perilla del general y en los aguje-
ros que en el cuerpo del ahorcado dejáran las ba-
las, y los faldones de la camisa aleteaban, alétea-
ban, dijérase que dando las 'g racias a los que lle-
gaban al pié de la cruz.
LencM cogi6 el chal de "Lulú" y trep6 por el
poste; así que subió a Ja mitad, ató el chal negro
a la cintura del general, como un cendal de luto:
172 JULIO SESTO

fue enseguida a encaramarse en la cruz del poste,


para hacer descender el cadáver.
Miraron todos 'p ara arriba. Aquello era para no
verse: aquello no se había visto nunca: era Cristo
ahorcado de una cruz: no era Cristo; no era Dios
Hijo; era su Padre; era la misma figura de Dios el
Grande, de Dios el viejo, crucificado y escarneci-
do. La 'Cara del doctor Patiño, con la lengua de fue-
ra, poblada de moscas; la blanca perilla flotando
al viento, que silbaba en ella siniestramente; el con-
tinente venerable y ridículo a un mismo tiempo, gi-
rando a merced de la cuerda que se torcía y se des-
torcía. . .. todo aquello, espantaba. Sólo la nece-
sidad de sacarlo de rulli alentaba a los seis peregri-
nos de la llanura funesta.
Lolita se puso de pié, ayudada por el repórter;
se abrazó de los piés de su padre, piés desnudos, se-
cos y fríos, y comenzó a besarlos, al tiempo que ar-
ticulaba entrecortatdas palabras de ternura que he-
rían como dagas el corazón de los alli presiente/!.
- j Papacito!. . .. j Peropapacito mío! ¿ Qué has
hecho tú para merecer esta muerte? j Mi padre bue-
no., j V en a mlfl
. b razos ., - .....'Se-
' . .. j S'enor j nor de1
cielo, Dios Santo!. ... ¿ Por qué, Señor, así me pri-
vas de él, cuand'o era tan bueno como tú, tan santo
como tú. . .. tan justo como tú!. .. j Virgen Maria!
j Madre Santísima, que así viste morir a tu Hijo .. _
j apiádate de mí! ...
La impreca'Ción, el rezo, el gemido, el dolor de la
señorita Patiño, llenaban el desierto; cabían apenas
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 173

en el espacio; hay ' dolores pa'r a los que el mundo es


pequeño!
-Consuélate, hija mía; así murió Nuestro Señor;
as!: lo recibieron en sus brazos los que lo amaban;
tu padre murió como un Dios decía el Padte Ma-
nuel a Lolita para fortalecerla. '

Sí era la muerte del ,
Justo; si era aquel poste con
cruceta el patíbulo de un nuevo redentor; .si era
aquella la reproducción de la muerte de un dios,
pero de un dios viejo que, en vez de ser llorado por
su madre, era llorado por su hija: Lolita, en aquel
momento, cons.ideraba el dolor de la santa Madre
de Jesucristo; pero no creía que hubiese sufrido
más que ella sufría. Y no faltaba . nada en aquel
calvario: allí estaba la MagdaIena, la pecadora "Lu·
lú," que lloraba arrepentida, que lloraba por la
muerte del Señor ..... .
L encho, sosteniendo con la mano izquierda, en lo
alto de la cruz, el extremo de la cuerda tirante, desat6
con la mano derecha el extremo del amarre, y así,
afianzándose, no sin peligro, empez6 a arriar poco a
poco, dando principio entonces el descendimiento.
Lolita no había soltado los piés de su padre, y too
dos se apresuraron a recibir a aquel muerto sagra-
do, tendiéndole los brazos, que' formaban en el aire
un cariñoso lech().
Da guapa moza de "Las Palomas," erguida, saca·
ba el erecto seno, dulce masa en que el muerto era
recibido amorosamente, a medida que iba descen-
diendo de la cruz. Lolita hubiera querido sacarse •

el corazón del pecho y ponérselo de almohada a BU



174 JUI,IO SESTO

padre. i Cómo lo besó! j Cómo lo apretó con sus fuer-


tes bl"azos contra su pecho fuerte! j Cuántas lágri-
mas hizo caer sobre la faz descompuesta del amado
sér!
El Padre Manuel desató del cuello del doctor Pa-
tiño la cuerda, que se ha bia enterrado en la carne
blanda del anciano. Cubriéronle en seguida la cara
con papuelos, y con el chal de Lolita acabaron de
envolverle el cuerpo, y, sin pérdida de tiempo, par-
tieron con el cadáver por la llanura cruel, llena de
remolinos que levantaba el viento, el viento, que sil-
baba en los a·l ambres su agudo estribiJilo de lamen-
tación mortuoria.
Al partir, Dolores Patiño dió una última mirada
al poste, a la cruz.. i Qué fijo se le quedó aquel poste
con cruceta en la imaginación!
Apresuraron la marcha. Iba a llover. Tuvieron
que detenel"Se para vend'a r una herida en el pecho
del general, que iba destilando liquido. Siguieron.
La caravana luctuosa debi-a amedrentar a los
montes, que aparecían tristes, lejos, y a 1M árboles,
que se inclinaban con el viento al paso del cortejo,
. llegando las ramas a besar los chales que formaban
el féretro y que caían en los extremos, anudados,
como crespones.
Lolita jadeaba con su preciosa carga: podria de-
cirse que podia ella sola con su padre.
Empezaron a caer gotas; era el hisopo del cielo,
fIue bendecia el cadáver. Son6 un trueno;· estalló
otro más prolongado: era la marcha fúnebre de
Dios!
XIX

¡Lejos de la Patria!

El general PatiñO', el dO'dor PatiñO', aquel buen


viejO' tan amadO' en la frontera del NO'rte; aquel pa-
triciO' que luchara cO'ntra lO'S invasO'res con su es-
pada, y que luchara cO'ntra IO'S fratricidas cO'n su CO'-
razón, quedó sepultadO' en Cuerna vaca.
La atribulada señO'rita PatiñO' quiso que en la
tumba de su padre se plantara una oliva; l'a plantó
ella misma, y gratificó cO'n largueza al campO'sante-
rO' para que cuidara aquel árbO'l simbólicO'.
. QuierO', decia la estóica dO'ncella, que el sacrifica-
dO' cuerpO' de mi padre nutra al árbO'l de la paz. Des-
pués del entierro, LO'lita PatiñO' se encerró a llorar
a sO'las, a sus anchas, sin testigO's,cO'mO' ella lO' de-
seaba, para dar salida a aquel dO'lor que amenazaba
hacer estallar su pech() de MadO'na. En el cuartO' del
hO'tel lloró la bella muchacha una noche, toda la no-
che: i qué larga es una nO'che llO'randO'! LlO'raba de
dO'lO'r y de arrepentimientO'. ¿Para qué habia ella
permitidO' a su padre andar en aquellas aventu-
ras? i. ~o la decia el cO'razón que peligraba? .
PerO' ella era, además de hija, mexicana, y estaba _
12
176 JULIO SESTO

obligada a hacer algún sa'crificio por su Patria. j Ya


lo había hecho! j Había sacrificado a la Patria lo
que más quería, lo que más valía para ella: su vie·
jecito amado, su padre bueno! Ahora ya no le que-
daba más que su vida. Esa la ofrecería a Dios. Iría
fuera. de la Patria, lejos de la Patria, y buscaría un
refugio para sus cuitas, en un lugar donde no escu-
chara el eco de esta lucha malhadada ....
La patria, a veces, es lo que más nos agobia; es
donde peor estamos, pensaba la señorita Patiño. Y
así pensaba también el diputado S1'l.linas, y así pen-
saba el señor Moreno, viendo ambos fl'acasado su
intento de pacificación, que a'hora les parecía utó-
pico, en vista de la pujanza de los nuevos caudi-

1101'1.

De regreso a la Capital, Lolita fue hospedada en


la casa del señor Salinas,- en Mesones. Allí venía
diariamente "Bleriot," el buen repórter, que, afec-
tado por los acontecimientos, pensaba, no ya en pu-
blicar artículos, sino en recopilar en un libro todo
lo que había visto.
El señor Moreno, aliviado un poco de sus heri-
das, vino dos veces a la casa de Mesones. La última
vez que estuvo am, avisó a sus amigos que él se iba
.al extranjero, porque no quería saber nad'a de lo
,que pasaba en México. El estaba enterado de que en-
tre los mismos diputados había trabajos de zapa y
', había mala intención de parte del Gobierno .... La
Cámara, resueltamente, no era el conjunto ideal de
hombres puros y desinteresados que había soñado
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 177

Pablo Salinas. j Lejos de eso! Y el Gobierno se tor-


naba amenazador para con lQS diputados.
El señor Salinas también estaba desengañado.
Cuando regresó de Cuernavaca se enteró de que un
grupo de amigos pensaba postularlo para Presiden-
te de la R~pública, en una farsa electoral. Eso le
ofendia. Si ese es nuestro mal decia, 's i en eso es-
triban nuestras discordias armadas, en nuestras
discordias morales. Y entre sí pensaba: estos ambi-
ciosos son los que debieran morir colgados del pos-
te ....
Nuestros políticos decía Salinas a sus amigos-
hablan frecuentemente de "sacrificios" y no saben lo
que es eso; para ellos, sacrificio es gobernar, subir,
aspirar .... sobreponerse, y entonces soportar sobre-
saltos, 'a frontar oposiciones, ha'cer preparativos ve-
sánicos, dar batallas, crear al pueblo situaciones de
hambre y al comercio situaciones de penuria; en
una palabra; "complicar,'" trastornar al pais, diz-
que con la intención de normalizarlo.
Todos se iban. Así lo acordaron en una junta te-
nida en la casa de Mesones. El Padre Manuel iba a
Roma, viaje que tenía proyectado de antemano. Lo-
lita Patiño· vendería 10 que poseía y se transladaría
a España, a buscar un convento, un asilo, un lugar
de quietud y recogimiento. El señor Salinas carga-
ría con su mujer a la Habana. Moreno cargaría con
sus hijos para Nueva York, donde tenía parientes.
Tal habían acordado, cuando llegaron noticias de
haberse extendido la revolución en Durango y en
Michoacán, tomando los revolucionarios poblacio-

178 JULIO SESTO

nes importantes. "Bleriot" llegó a1 día siguiente a


dar cuenta al s~ñor Salinas de que habia sido asal-
tado un tren por los zapatitrtas, pereciendo todos los
pasajeros, que fueron quemados con los vagones. El
diputado soñador volvió a ver en su imaginación
cómo ardian IQS muertos ....
"La. cosa está terrible" murmuraba la gente. El
pais está 'a rdiendo. Los políticos a.mbiciosos atizan
el fuego. Mañana habrá una manifestación en la Ca-
pital.
Hubo la manife~ación. Por cierto que, en ella,
los manifestflntes quemaron el edificio del periódi-
co en que trabajaba "Bleriot," tocándole al pobre
perder su máquina de escribir .. Se resignó, dicien-
do: En esta guerra todos perdemos algo.
El populaeho veleidoso, que tanta predilección
tenia por el periódico, a la voz de un demagogo ata-
có las oficinas, que ardieron irremi.siblemente, entre
carcajadas salvajes y gritos que parecían avivar el
incendio ....
.

Lolita Patiño, que habia cogido cariño a "Blé-


riot," le encomendó que gestionara la venta de la
quinta de "Las Palomas', " que le darfa un diez por
ciento de comisión. Cumplió el diligente periodista
esta misión, ganándose mil pesos, y, además, la se-
ñorita Patiño le obsequió un alfiler con una perla y
brillantes, de su padre, encargándole que conser·
vara aquel recuerdo del mártir. •

"Bleriot," agradecido, se despidió de aquellas al-


mas; abandonó el "reportaje" temporalmente y se
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 179

fUé a d~scansar a una casita que compró en Mix-


coac para sus h~rmanas_
Unos tiros en Peralvillo alai'ID'aron a la ciudad_
El diputado Moreno, cansado de zozobras, adelantó

el viaje, metiendo a su famÍ'lia en el Ferrocarril Me-


xicano y embarcándola en el "Morro CasUe," para
Nueva York_ Alli a los demás viajeros.
"Lulú" quedó en su casita de la Calzada de Cha-
pultepec, de la cual casita le dió las escrituraa el
diputado Moreno. Ella seguirla "viviendo" ... asL .-
explotando su belleza.... tendiendo la red a algón
rico que fuera atraído por sus ojos hasta caer en
la red... Ella seguiría viviendo "así" - .. entre lá-
grimas y burbujas de champagne . _.. buscado una
mentida dicha y buscando a su hijo, el "Chícharo" ...
que seguiria vendiendo periódicos relatando comba-
tes y hecatombes .... ; periódicos que relatarian tal
vez, algún dia, el asesinato de su madre, la muerte
de "Lulú," de un tiro, entre los celos producidos por
una borrachera orgiástica ....

xx
Cuando el amor llega
tarde ..... •

Alfonso Aguirre era un muchacho acomodado de


Monterrey, que pretendía casarse con la señorita

Patiño. La merecia por muchos titulos. Era un chi-


co bien equilibrado en posición, en educación, en
instrucción, en moralidad, en corazón y en cerebro.
Amaba de veras ii Lolita Patiño, en la que veía una
mujer completa, tan equilibrada como él.
El buen Alfonso, enterado de la desgracia de Lo-
lita, le mandó con un viajero (porque el servicio d~
correos estaba interrumpido) esta carta:

Monterrey. . .. etcétel'a.
Señorita
Dolores Patiño.
México.

Lolita: Puedes estar cierta de que recurrí a mu-


chas fórmulas epistolares para escribirte y no he
182 JULIO SESTO

hallado ninguna 'a propósito para eete desventurado


caso, porque tu sufrimiento está por encima de too
do; es más grande que todo; y considero que cual·
quier carta, por delicada que sea, h'a de herirte, ha
de molestarte, porque la blancura del sobre ha de
llegar a romper el negro de tus ropajeS de luto, pro·
duciéndose un contraste molesto para tus ojos, que
ven la vida negra, la Patria, negra; las a'lmas, neo
graso
Me preocupa tanto este instante tuyo, que no voy
a verte porque no tengo valor de llegar a ti; no me
atrevo a yerte en tu dolor; no tendría fuerzas pa-
ra contemplarte ni sería capaz de impartirte nin·
gún consuelo, y vacilarían mucho, temblarían muo
cho mis labios para besar tu mano.
Pienso, sin embargo, que e& fuerza que te escri-
ba; si ello te enoja, recuerda que cumplo con un de·
ber, y comprende que no podía hacer menos que es·
cribirte para que sepas que estoy a tu lado y que mi
espíritu, como un fraile dominico, está de rodi-
llas en la tumba de tu papá, parque sé que el alma
tuya, está allí también de rodillas perennemente,
como una monja ursulina. De esto, de que te acom-
paña mi ánima, no dudes un momento. Tú sabes bien
cuál era mi cariño filial al doctor; tú sabes que yo
luché aquí por diS'uadirlo de su empresa pacificado-
ra; tú sabes que él me reprendió duramente ... i qué
quieres !
Sé que vendiste "Las Palomas." Tal vez hayas he-
cho mal, aunque ignoro tus propósitos para el por-
venir. Empero: en Nuevo León quizá hallaras más
CO'MO' ARDíAN LO'S MUERTO'S 183

aliviO' que en ninguna parte, puestO' que aquí esta-


mos los que crecimO's cO'ntigO'_ Medita en lO' que es-
tO' significa en la vida_
Tú mandaste plantar un O'livO' en el sepulerO' de
tu 'p adre: ya lO' supe; yO' mandé plantar unO's rosa-
les; permítemelO'; en aquella sepultura, comO' están
nuestras almas, tienen que estar nuestras plantas,
nuestras flores. Estoy pO'r decirte que sientO' tener
tantO' derecho comO' tú a hO'nrar 'a l general; él era
tu padre, perO' lO' iba a ser míO'; lO' era; lO' es; porque
si en vida autO'rizaba nuestra unión, en muerte la
autO'rizará también.
NO' quierO' con estO' hablarte de precipitaciO'nes
amO'rosas, que llevarían a tu atribulación exacerba-
ciones crueles, cO'n todO' y que el amO'r es siempre una
dulzura; perO' me dO'y cuenta de que lO' dulce, al
mezclarse cO'n lO' acibaradO', se acibara también. Cum-
ple a mi deber de hO'mbre, -a pesar de todO', decirte
que mi pechO' tiene rO'bustez física y mO'ral para re-
sistir que en él se recline tO'dO' tu s:UfrimientO' y pa-
ra recibir cO'n enterez.a tO'das las desdichas que cO'mO'
dardO's vayan a clavarse al pechO' tuyO'. SO'y tu escu-
dero; SO'y tu escudO', LO'lita. Bien sabe DiO's que si
fuera pO'sible, yO' te hubiera envueltO' cO'n un nimbO'
de inmunidad; yO' te habría fO'rradO' cO'mO' una cO'ra-
za; para librarte de 100s embates de la vida y de la
muerte.
i PO'bre carta ésta! i Me desesperO'! Ya he escritO'
lo que el corazón y el pensamientO' me inspiran y
creO' que todavía nO' te he dichO' nada. Pero es esO':
es que para escribirte a ti, ahO'ra, nO' hay ternura.
184 JULIO SESTO

no hay imaginación suficiente en hombre alguno;


no hay fórmula posible, ni hay cartero que baje
bastante los ojos para llegar a entregarte la carta.
Para estas ocasiones, debiera haber carteros que 110'
raran. j Oh, si se pudiera ha:cer un cartero de la
carne de mi corazón!
Como que estoy plenamente enterado de los gol·
pes que descargó sobre ti el infortunio. Como que
hubo alguien que me hiciera conocer la aparitmesis
de los actos que constituyeron el martirio de tu pa·
dre, de nuestro padre permiteme.
Mira bien si te puede fortalecer un poco la idea
de que tienes un hermano: yo; un hermanQ que, al
llorar contigo y por ti, llorará tanto como tú, aho·
rrándoteasi. la mitad del llanto que tú pudieras
verter. .
Básteme con decirte que si para mitigar tus sufri-
mientos fuera preciso que yo hiciera las cosas más
inverosímiles, las haría: ponme a pru.eba si es que
alguna empresa mía puede aliviarte PQr medio de
un sacrificio.
y siempre, en todos los casos,antes o después de
que ensayes todos los lenitivos, a:cuérdate de mi pe-
cho en que puede dejar caer la cabeza tu melanco-
lía; acuérdate de mis brazos, que serán para ti un
círculo de hierro que te preserve de toda asechan-
za; acuérdate de mi pensamiento, que te envolve-
rá siempre en una ráfaga de luz; piensa en el amor
mío, que fQrmará en esta tierra mezquina una nube
blanca para que pongas los piés; invoca mi compa-
ñía; evoca mi evocación; recuerda mi recuerdo.
CO'MO' ARDíAN LO'S MUERTO'S 185

Me entristece pensar en tu nO'mbre; nuO'ca tan


justificadamente te llamaste DO'1O'res cO'mO' ahO'ra.
Tu nO'mbre 0'0' es más que la cO'ndensación de tu vida
actual en una palabra: DO'1O'res.... i DO'1O'res !
Es dulce.... perO' es cruel. En su eufO'nía tiene
de hiriente lO' que en su sO'nidO' tienen lO's puñales
flO'rentinO's de hO'ja de acerO' y puñO' de brO'nce cin-
celadO' !
i CuántO' diera yO' pO'rque ahO'ra nO' te llamases
DO'1O'res, pO'brecita mía!
i CómO' estarás de pálida! ¡Qué sO'mbra de tormen-
tO' habrá en tus O'jeras! ¡Qué acentO's de ave canO'ra
herida tendrá tu vO'z! i Qué quintaesenciada pena me
causaría verte así, O'irte así, tO'carte así!
RespetO' prO'fundamente tu recO'gimientO'. NO' te
pidO' precisamente que cO'ntestes estas líneas. HazlO'
si tienes fuerzas. NO' sea 'e sta carta mO'tivO' de que
llO'res más. Mi prO'pósitO' ha sidO' cO'nsO'larte: nO' lO'
cO'nseguiré pO'rque estO's párrafO's tienen lamenta-
ciO'nes. Tú nO' me tendrás a mal, después de tO'dO',
que yO' lam'ente la desaparición de tu papá; yO' sufrO'
pO'rque tú sufres, y escribO' mi lamentllición en este
papel cO'mO' tú grabas a gritos la tuya en el gran li-
brO' sensible del DestinO'.
-
NO' sé si vaya a verte. AcO'nséjame algO', según tu
estadO' de ánimO'. ¿ que un abrazO' pudiera fun-
dir nuestrO's dos dO'1O'res en unO', aliviándO'nO's así,
por ser el dO'lO'r unO' y nO'sO'trO's dO's?
Babe que veO' a distancia tu figura sO'berana de
mujer bella que padece; que te veO' a distancia pO'r-
186 JULIO SESTO

que me anonadas; que estoy cerca de ti porque te



qmero.
j Dios sea contigo, Lola! Mi mano está presta a
llevar a tu rostro enlutado la suprema caricia que
puedas haber menester.
Besa castamente tus mejillas sólo para recoger
tus lágrimas con sus labios,
A.lfonso.

La Sleñorita Patiño contestó:

Alfonso, hermano mío: Yo sí que tengo dificulta·


des para hallar la forma de escribirte; máxime, cuan-
do voy a tener que comunicarte algo que va a ser la
" "

sombra de tu felicidad, de nuestra felicidad_


Tu carta, de hecho, me consuela. Tú s610 eres ca-
paz de consolarme; no necesitaría yo más; pero in-
cidencias especiales, que tú conoces, "p uesto que co- "
noces el fin de mi padre, de nuestro padre, exigen
mi penitencia; me imponen penitencia, silencio, mor-
tificación.
¿ Vas comprendiendo?
Yo, Alfonso, tengo la culpa de la muerte, de la
horrenda muerte de mi padre, y de sus deíficos su-
frimientos. Yo lo debí evitar todo. Yo debí inter-
ponerme y decir a los delegados de paz cuando lle-
garon a "Las Palomas:" "Mi padre no sale de aquí."
Te juro que lo pens~: ¿Por qué no lo hice? Por-
que siempre vacilamos, para dejar paso al maL
Mi padre, Alfonso, no podría ver con calma, des-
de el cielo, que yo me casara, que yo fue"r a tuya, por-
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 187

que las bodas traen dichas, aunque sólo sea en 108


primeros dfas, y yo no podría ser dichosa, no sién-
dolo mi padre, no siéndolo nuestro padre.
¿ Convienes?
Mi cuerpo había de conocer placeres, forzosamen-
te; mi alma tendría que conocer deleites; y esto,
cuando ello fuera, me 'a vergonzaría, me abochor-
narla, porque en cada instante de placer carnal o
de delectación espiritual, me parecería oír la voz de
mi padre vibrando eMe apóstrofe: "j Ingrata! j Có-
mo te abandonas en disfrutar halagos, olvidando
que yo he muerto como be muerto y tú me baIlaste
pendiente de una cruz, desnudo, aquella tarde gris
en que mi cuerpo, oscilando CQmo un péndulo, se
recortaba con la cruz en el fondo de un horizonte
sombrío .... mientras las aves de rapiña se cernían
sobre mis canas, en torno de mi cadáver descom-
puesto" .... !
Y yo, Alfonso, tendría entonces que huír de ti;
me vería obligada a abandonar el lecho nupcial; co-
rreríaa refugiarme al oratorio y rechazaría tus ca-
ricias y todo lo que de ti proviniera y que me cau-
sara placer, felicidad, goce, bienandanza.
El viejecito murió por nuestra culpa; murió, co-

. mo Cristo, por nuestra culpa y por nos redimir del


pecado nacional: oremos por él.
¿Era tu padre también? Pues baz por él lo que
yo voy a hacer, que a él no le pluguiera que estu-
viéramos el uno en brazos del otro .... si somos her-
manos.
j Penitencia, Alfonso, penitencia! El amor tras-
188
ciende a dicha. Yo no quiero ser dichosa; no debo
ser dichosa. Para mi, el amor, llega tarde.
Tú sabes que no soy una desequilibrada, ni mu-
cho menos una mística innata; interpreto con un
sentido amplio esta vida; pero no encuentro en ella
ningún camino tan recto como el recogimiento, la
penitencia, la contrición, y guiada por mi concien·
cia, voy a ir a donde la conciencia me neve, a bus·
cal' unos muros seculares en silencio, donde esté en·
csrrado Jesús, colgado de un madero como mi pa·
dre, y, alH, orar por mi padre y por Jesús.
Tu corazón, tu raciocinio, encontrará bien esta
determinación. Yo creo que no soy rid¡'cula al pen-
sar así; si alguna mujer hay que deba ser monja,
soy yo.
Si el consuelo tuyo no viniera aparejado de pla·
cer; si en el amor tuyo hubiese la austeridad que
en el de Jesucristo, yo preferiría el tuyo; mas, el
sólo pensar en que cuando me beses me he de estre·
mecer en cuerpo y alma; el cavilar en que voy a ser
instrumento de pla-cer, me irrita y me hace renun·
ciar, ü·revocablemente, a la vida rosada que se tras·
luce en tu dulcisima carta.
Busca otro cuerpo. Yo no me encelo de que bus-
ques otro amor. El mío sería tuyo, y hasta donde
Dios me lo permita, lo será.
No puede ser que haya un dolor más grande que
el mío. No puede ser, por lo mismo, que deba haber
un recogimiento más justificado que el mío.
Lola se acordará de ti, a pesar de todo. Lola pe-
dirá a Dios por tu dicha. Lola seguirá siendo tuya,
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 189

en parte, y los cánones tradicionales no se violarán


con que yo te consagre, de vez en cuando, en la quie·
tud del convento, un suspiro.
No me escribas una palabra para disuadirme de
esta intención. Será en vano. Y consumadas una
orofanación. .
La semana que viene me embarco para España.
Excuso decirte que no admito tu compañia en el via-
je, por si se te ocurriera. Pero mira: te hago una
promesa: nos daremos un abrazo, ese abrazo que tú
dices, en Veracruz, y antes de que mi alma se vaya
al mar y la tl,l ya se quede en tierra, te dejaré en los
labios un sello de recuerdo imperecedero: te daré
un beso.
Adiós, Alfonso. Discúlpame, Justificame. Convén-
cete; no es de las almas la culpa cuando el amor
llega tarde ....
Lola.

La carta anterior fué entregada a Alfons'o Agui-


rre por el mozo L encho, que volvía a Cadereyta,
a encargarse de la quinta de "Las Palomas," que
había comprado Alfonso, por intermedio de otra per·
sona. '
Alfonso puso entonces este largo telegrama a Lo·
lita Patiño:

Hanta y buena Lola: Tienes razón: el amor no


tiene que hacer nada en esta novela que forman la
vida tuya, la de tu padre y la mía. ' Toda esta vida ,
nuestra, como la vida nacional, es una vida de des-
190 JULIO SESTO

amor. Si hubiera amor, otra seria esta vida nuestra,


tan infortunada como la vida de la P·a tria. Otra ~­
ría esta novela.
Iré a despedirte. Iré a darte el abrazo y a reci-
bir tu beso, beso bendito, y ten por entendido que
respeto y acato tu determinación.
Te ofrecía hacer cualquier sacrificio: haré ese, el
de tu amor, el más alto sacrificio que puede ha-
cer un hombre.
Hay algo que nos priva del amor en esta tierra.
Me resigno con la falta de amor de los hombres, que
tiñe de sangre este snelo, y con la falta del amor tu-
yo, que puebla mi vida de sombras!.
V é a orar por nuestras culpas y pide a Dios no
por mi dicha, sino por la ventura y la paz de esta
tierra mexicana.
Hasta l~ despeoida , virgen buena.
Alfonso.
XXI

Compañeros de Viaje

, El vapor español "Antonio López" estaba atraca-


do 'a la derecha del muelle central de Veracruz, lan-
zando por la chilJlienea intermitentes borbotones de
humo negro, que hacían comprender que los fogo-
neros atizaban paletadas de carbóD, para echar a
andar la máquiDa.
Rodaban por el muelle alguDos bultQS de carga
"Y eraD azotados los baúles de los pasajeros, que el
cODtramaestre maDdaba izar al són de su silbato.
Por la escala de babor, que daba al muelle, subían
los pasajeros. Llamó la atención el embarco de UDa
loca, que se Degaba a entrar eD el vapor, gritaDdo,
al ver a los estibadores': "¡ Ahí vieDeDlos zapatis-
tas !"
Faltaba media hora para que el barco partiera,
cuando aparecieroD, COD alguDos pequeños bultos 00
la maDo, el Padre MaDuel, el diputado SaliDas, BU
~ñora, Lolita Patiño y RU abDegado novio AlfoDso.
- l.
192 JULIO BBSTO

Los primeros subieron. Lolita y Alfonso quedaron


al pie de la escalera. La señorita Patiñ<\ posó un
'maleti'n que llevaba en la mano y tendió los brazos a
Alfonso, que fue a ellos, apretando mucho a la tris-
te viajera eontra su corazón. Después, Lolita pre-
sentó los labios a Alfonso: éste apartó los suyos de
]a easta huérfana, diciéndola:
-¿Me permites que te bese antes en ]a frente!
-iSi.
La en la frente. Luego la besó en los labios.
A los dos se les arrasaron lo's ojos de lágrimas.
-¡Vete! dijo AUonso con voz entrecortada, aflo-
jando los brazos que estrechaban el busto ideal de la
• •
VIaJera.
Lolita subió sola por la escala. Alfonso no se atre-
vió a acompañarla. Se quedó alli, 'como petrifica-
do. Después retrocedió unos pasos y se puso a con-
templar el barco, en el que los marineros comenza-
ban a soltar las amarras. Sonó el bronco silbato. La
hélice, un cuarto de hora después, agitó el agua ,
bruscamente. El "Antonio López"coonenzó a mo-
verse con lentitud; dió una vuelta; enfiló la proa
hacia los extremos de los malecones y tomó el ca-
. nal.
Lolita apareció en la cubierta; vió a Alfonso, pe-
ro no se atrevió 'a hacerle ningún signo de despedi-
da, para no entristecerlo. El barco salió por la boca
de la ba:hia. Alfonso sintió que aquello le hada da-
ño y se retiró.
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 193

Aquel hombre se caía por falta de valor. -


j Maldito Destino!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. o................

I..OS GRANDES DOLORES_

Los compañeros de viaje comenzaron a reunirse


en los corredores de primera y segunda clase, dividi-
dos por una barandilla de metal. Alli se fijaron to-
dos en la loca, que no quería estarse quieta, y que
daba harto quehacer a su padre y a la hermana. que
la acompaña'b an. También iba con la f.amilia de la
loca un mocetón español, hercúleo. Este mocetón
fue el que explicó a los curiosos pasajeros quién era
la señorita loca,quién su hermana y quién su pa-
dre.
Aquel padre era "el señor español" que Esperan-
za, la mujer d~l diputado Moreno, ha'b ía visto en la.
antesala presidendal, en México.
El "señor españdl" era don Benito Garcia, Admi-
nistrador de una Hacienda del Estado de Morelos
y dueño de la tienda de la misma propiedad rural,
hombre bastante rico.
Indalecio, el mozo español, dependiente de don
Benito García, contó a los pasajeros, en corro, la
historia de aquella familia:
-Don Benito habla Indalecio administraba la •

Hacienda donde yo estaba. Era el blanco de algunos


odios porque es hombre recto con la "peonada," aun-
que es justo y honrado. Porque andaba "haciéndole
19( JUJ,IO SESTO

.el OSO" a su hija Carmen la que no está loca y


porque se pusO' una borrachera en que le faltó al
respeto, don BenitO' despidió a un capataz llamado
Eulalio. Este fue a incO'rporarse a 'las zapatistas, Y,
una noche, cerca de cien rebeldes, comandadO's pre-
cisamente pO'r Eulalio, y O'brando independiente·
mente de sus jefes, asaltaron la Hacienda; saquea-
ron la tienda y el despachO', llevándose cuantO' ha·
bía; mataron a nueve peO'ne¡¡ y a tres dependientes;
hirierO'n a dO'n BenitO', después que les abrió la caja
fuerte; me hirieron a mí; deshonraron a las hijas
del mayoral y a la señorita Carmen, J la O'tra se·
ñorita, Esther, cO'rrió a esconderse en el establO' J se
volvió loca de pánico .... j Ahí la tienen ustedes! ...
j j Estos!!. . . . Indaleci O' ~e mordió IO's labios pa-
ra reprimir la blasfemia.
LO's viajeros estaban verdaderamell te estupefactos.
La. señO'ra de Salinas se fijó en Carmen, J, vO'lvién-
dose a los viajeros, y particularmente al joven es-
pañol, observó:
- y la pO'bre creO' que está "enferma". o o

-Si afirmó IndaleciO' está en cinta de un ban ·


didO'. .. . j figúrense ustedes qué desgracia para un
padre!
- j Jes6s ..o' qué desgracia.
o • de veras! ....
o

_ .y ., .f ue ?. . . . . pregun t'o S a l'mas.


1, qUIen
-NO' se sabe respO'ndió IndaleciO'. "El prime-
ro" fue Eulalio, el capataz que la pretendía ... des-
pués ... , siguierO'n O'trO's ....
_oj Qué atrocidad.... parece mentira!.... dijO'
Salinas meneando la cabeza.
,

COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 195

-¿ y qué van a hacer ahora? (el Padre Manuel),


-Ahora (Indalecio) vamos a España. Don Beni-
i o piensa que se podrá curar Esther en Europa, .Ji,
en cuanto a Carmen, esperaremos que dé a luz para
nevar al hijo a la Casa de Expósitos. .. En México
se trató de 'provocar el aborto, pero los médieos no
quisieron, porque dicen que es "primeriza" y que
hay riesgo. . .. podria morirse Carmen.
Carmen comprendió que se hablaba de eBa y i:C
echó a lloral', escondiendo el rostro .

-¿ Ya ven? dijo Illdalecio, llora como una des-


esperada y si no la vigiláramos ya se hubiera ma-
tado.
En esto, Esther se puso ell pie y dió un grito horri-
ble, diciendo a su papá, señalando a un marinero
descalzo que trepaba por la jarcia:
- j Papá!. , " "j Ahí vienen los zapatistas ... !!"
Don Benito Garcia y Carmen obligaron a E~­
ther, con dulzura, a sentarse, diciéndo1a:
- j Tonta!. . _. j No son zapatistas. _, _ SOn mari-
neros!. ...
El pobre don Benito, desfalleciendo de tristeza,
echó un brazo a cada una de sus hijas y, sentado en
medio de ellas, se puso a mirar para el mar, como
si en el horizonte hallara algún consuelo.
Los compañeros de viaje, enternecid()S e intere-
sados por esta historia inverosimil para los que DO
cooozcan todo lo que ha pasado en México en 108
últimos años, estrechaban el circulo en torno de In-
dalecio, que siguiú contando:
----!i Cuitado don Benito! No se le puede habla,',
196 JULIO SESTO

- No hay cosa que lo consuflle. Si no fuera por mi, ya


tuviera otra desgracia ((ue lamentar: Carmen se
iba a tirar del tren en Maltrata: yo la sujeté ....
por poco se vuela ....
..
--"
-Usted va con ellos, ¿es su pariente?-interro-
gó la señorita Patiño. -
-Si, voy con el10s para ayuda-r a don Benito;
~ro no soy pariente dijo Indalecio yo me iba a
casar con Carmen ....
- j Ay ! . . .. i Pobre de usted! exclamó la señora
de Salinas.
Indalecio sacó el pañuelo y se enjugó los párpa-
dos. Después se quedó viendo tristemente para Car-
men, y acabó por decir:
- y todavia me he de casar con ella, después de
que nazca el zapatista ....-

Los presentes sintieron algo que no se puede ex-


plicar.
Carmen se paró y se fue hacia la borda. In-
dalecio, a una señal que don Benito le hizo con los
ojos, fue a cortar el paso a la "enferma," para que
no se fuera a tirar al mar.
El grupo de viajeros amigos se quedó contemplan-
do aquel cuadro, aquel terrible cuadro.
El Padre Manuel, no pudiendo contenerse, en un
impulso de generosidad, fue hacia don Benito Gar·
cia , le puso una mano en el hombro, y le dijo:
- j Vamos .... señor Gareia ... hay que tener una
poca de resignación. . .. todo se remediará. . .. va-
mos buenos compañeros de viaje. . . . -
COMO ARDÍAN L08 MUI!IRT08 197
-Gracias, "8eñor cura" 'd ijo muy bajito el señor
García.
Lolita Patiño estaba asombrada de ver que ha-
bia dolores más inten80s que los de ella. Pensó que
habia obrado con dematñada crueldad con 8U novio.
Si Indalecio y Carmen se iban a casar _.. - ¿ por qué
no se habia casado ella?
L'a piedad, la simpatía creada por la desgracia
común, arrastró a Lolita hacia la loca. Se sentó
junto a Esther y la dijo:
-¿ Seremos buenas amigas?
-Si. . .. i Ay, qué bonita eres!.... dijo la loca
acariciando la barba a Lolita.
La señorita Patiño correspondió la caricia. Y E8-
ther, de 'r epente, se puso a mirar para la toldilla, con
la vista extraviada ... ,
P'a só entonces el capitán del barco, luciendo 8U8
ga~ones, Esther lo miró y dijo:
-Si .. " a buena hora llegan los federales con
sus galones"., Si este "Coronel" hubiese venido
antes, no nos habrían asaltado los zapatistas .. ,'
,-M"ue .. _" ,-M"lre " , ,corone
" 1" 1a 1oca grl-tan-
do al capitán por alli subió un zapatista .. , por
aquella "escalera", , ,. señalando la jarcia.
El capitán, que conocía el estado de la señorita
Garcia, musitó algo con compasión y desapareció,
Para evitar que el aspecto de los ma:rineros moles-
tara a la loca, ordenó el capitán que no pasann
por frente de e'lla,
A la8 cinco de la tarde tocó la campana a comer.
Los viajeros se dirigieron al comedor, Al pasar por
198 JULIO' ::!I!ISTO

el puente, Esther vió, abajO', lO's abigarradO's pasa-


jerO's de tercera clase, y abrazándose a su padre, cla-
vándO'le las uñas en el cuerpO', gritó aterrada:
- j P apacI't'
0'.. .• "Ahi' t' tas
¡VIenen 1O'S Zapa.lB " ....,
j i MiralO's ... !!

LA HABANA PECADORA

A 'las ocho de la mañana del cuartO' día de via-


je, lO'S pasajerO's del "AntO'niO' López" vierO'n, lejO's,
la Habana, PO'r la parte del VedadO'.
Habia más pasajerO's sO'bre cubierta que lO's pri-
merO's- dias, y habia también más intimidad entre -
ellO's.
La mayO'r parte de los pasajerO's se dirigía a la
Habana y a Nueva YO'rk. UnO's eran revO'luciO'nariO's
que llevaban la misión de dirigir el mO'vimientO' ar-
madO' en algunO's sitiO's; ser agentes de lO's rebeldes
en WashingtO'n; fletar baI'cO's cO'n armas y filibus-
terO's en Nueva Orleans; cO'nspirar en Cuba ... et-
cétera; y O'trO's, lO's más, eran perseguidO's que iban
a buscar refugiO' en la hO'spitalaria tierra de Cés-
pedes; eran lO'S del éxO'dO', los amenazadO's, y las viu-
datl y lO's huérfanO's que dejaran lO's asesinatO's CO'D -
sumadO's pO'r un DictadO'r lO'cO'.
Bien diferentes aparecían lO's mexicanO'::! que via·
jaban en el "AntO'niO' López." Cada unO', O' cada gru·
po, tenia ideaS' bien distintas.
La señO'rita PatiñO' huia cansada, buscandO' la ex-
piación de lO' que ella creia su culpa: el Padre Ma·
nuel nO' nevaba más que el prO'P6sito de recreal'$e
COMO ARDíAN LOS M UER'l'OS 19B

y ver al Papa; el diputado Salinas, decepcionado.


sintiendo el agrio sabor del fracaso, buscaba tran-
quilidad, olvido; don Benito Gal'cía, sus hijas y su
futuro yerno Indalecio, iban en pos de una lejania
que les borrara de la memoria el Estado de More-
}()s; 'los demás. . .. j oh, los demás formaban lo que
pudiera llamarse la Babilonia mexica.na, flotante.
Dos caballeros que se paseaban de proa a popa, ha-
blaban de esta suerte:
-¿Pero usted cree que el país se tranquilice?
-Hombre. . .. yo creo que si.... algún dia ....
Cuestión de dinero y de un buen gobiel"llo.
- j Buen gobierno! Si en eso estriba precisamen-
te el majo Si tenemos un Gobierno de usurpadorell
y criminales.
-Pues mire usted: yo tengo una gran fe en el
porvenir de México. Es un gran país; tiene riqueza;
hay ideales en la raza; precisamente lo que ahora
acaece, es una "ebullición de ideales," y cuando el
país se tranquilice, la reacción será notable; reac-
cionaráhasta la feracidad de la tierra.
-¿ y cuándo será eso?
-Pronto. Yo adivino que el horizonte se va d~ -
pejando .. .. que la aurora se acerca ....
. o. .., ... ... o.. ... '" ... o'. ... ... ... • • •

Tres pasajeros, en un banco, decían:


- j Ten cuidado con Ias cartas para Yucatán! ...
Mira que de eso depende el éxito del lcnntamien-
too Yo te escribiré de Nueva Orleans cuando salgan
las armas, y éste, seña land() al terrero te avisará
200 JULIO SESTO

-.¿ Me darán ese dinero aquí, en Cuba!


-Por supuesto.
El diputado Salinas se daba cuenta de la lahor
de los conspiradores, que le era simpática, porque
desde El Paso, Texas, el resultado de la próxima ba-
taHa.
Salinas detestaba al Gobierno, que amenazaba a lit
Cámara.
Aquella parvada de mujeres enlutadas que se di-
rigían a la Habana como golondrinas que buscaban
una tierra propicia para anidar; aquellas desam-
paradas aparecian en la cubierta arregladas del to-
cado, para desembarcar, y miraban con cariño para
El Vedado, que ya estaba más cerca, y las conslr
laba el verdor del paisaje y el color rutilante de las
casas que brillaban al sol milagroso del Trópico.
Casi todos los viajeros callaron para reclinarse
en la borda viendo el maravilloso paisaje de la Ha-

bana, del lado derecho. El barco iba marehando cer-


ca de una playa blanca, arriba de 'la cual, la ciu-
dad cubana, en semicirculo, se iba mostrando a los
curiosos con encanto. Las chimeneas <de la Compa-
ñia de Tranvías se destacaban airosamlente en el
barrio de San Lázaro, y su humareda hacia pen-
sar en trabajo, en paz, en bienandanza; el humo era
blanco.
No tardaron algunos pasajeros en cambiars'e al

lado izquierdo para ver la mole gris del Castillo del


Morro y el siguiente de la Cabaña, con los murOIl
un tanto enrojecidos por la pátina de los años, ha-

ciendo pensar en que los enrojeciera la sangre que
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 201

dentro de la fortaleza se vertió, sangre que la fan-


tasía sugiere que bien pudo haber rebosado ...
Los del lado derecho veían el paseo del Malecón,
el kiosco de la música, el Paseo del Prado __ . _ la
Punta. _.. la Capitanía del Puerto.... los mue-
lles .. '. la Machina _. .. los almacenes del "Ravana
Cen tral Company" .. . _ el Castillo de Atarés. . .. la
bahía perfecta ....
El "Antonio López" fondeó.
• o. ••• '" ..• ••• ..• •.• .•• O" o.. ..• ... '"
En unas lanchas de gasolina, limpias, de bruñido
herraje y de brillantes bronces, con blanca lona arri-
ba, llegaron las autoridades sanitarias y las de emi-
gración. Eran hombres pulcros, vestidos de blanco,
afeitados, limpios, afables.
j Qué distinto de Veracruz! . ... pensaban los via-
jeros, viendo las lanchas.
Cumplidas las diligencias de la ley, subieron al
barco muchos particulares.
Las cubanas que ascendieron dejaron oír su gra-
doso modo de hablar, "comiéndose" las eses como
las andaluzas y provocando los sentidos del placer
con el ritmo especial, Único, de sus cuerpos admi-
rablemente modelados.
-No "sl:laj" bobo,chico ....
-,¿ A dónde tú vaj?"
- j Rola! ... .¡. qué hay?
Cosas así se oían.
Algunos boteros, en torno del vapor, vendían "pi
ñas de la tierra," mangos, limonadas, puros y ci
garrillos.
102 J U LIO SI, S'l'O

Se ordenó el desembarco. Una comisión de cuba-


IlOS subió ceremoniosamente al "Antonio López."
De la comisión se adelantó un cabal1ero que, encon-
trando a la enlutada familia de un político mexi-
cano asesinado, la dijo con fácil palabra:
l/Señora viuda: infortunados huérfanos:
"Cuba, por medio de mis labios, les da a ustede¡;
la bienvenida. Aqui, respirando un ambiente de li-
bertad, y apoyados en el corazón cubano, que es más
grande que la Isla, hallarán ustedes consuelo, por-
que hal1arán ustedes hermanos."
l/Cuba y México 8'on países hermanos. i Quién sa-
be si en remotas edades geológicas, estos dos terri-
torios hayan estado unidos y el mar los haya sepa-
rado en un 'c ataclismo!"
"No importa. J../os cubanos, cuando lnchábam08
pOI' nuestros ideales', hal1amos refugio en la patria
y en el pecho de los mexicanos: hoy que ustedes
luchan . por los ideales suyos, hal1en ese refugio en
esta Patria, que libertó Marti para los cubanos y
para todos. "
y las enlutadas, y los enlutados, del brazo de los
comisionados de la Habana, bajaron a una lan~ha.
En la Machina había más gente esperándolos .

La gente, al ver a los tristes viajeros, sin reparar
en el luto, prorrumpió en un estentóreo ¡Viva Mé-
xi~o!. .. i Viva Cuba!.... i Viva Madero! ....
.. .. ... o.. .. • . . . ... '" ... ... '" ... ... . . .
El Padre Manuel y Lolita desembarcaron para
acompañar al señoJ' Salinas y a su familia , hasta de-
jarlos en p.l hotel.
COMO AIWÍAN LOS MURRTOS 203

Después dieron, juntos, un paseo por la ciudad.


Se detuvieron en el Parque Central, contemplando
la estatua de ,losé Martí.
- j Qué grandeza hay deda el Padre Manuel-
en esa actitud de Marti, y qué predestinación en
dedo de la estatua, que señala ha hacia adelante, ha-
cia el idea!l, hacia la Libertad ....
-,Sí respondió Salinas pero fíjese usted que no
seña1a hacia México ... _
. .. ••. ". ... ... ... ... ... ... ... o.. ... ...
Por la tarde, el Padre Manuel y Lolita volvieron
al barco, después de haberse despedido de Slts ami-
gos con embara1.óosa emoción.
, Vieron los 'p asajeros, al día siguiente, los perió-
dicos de la Habana, que, en términos muy cordia-
les, saludaban a los recién llegados de México, brin-
dándoles la hospitalidad de aquella venturosa tie·
"ra y de aquellas tranquilas almas.
Cuanno el "Antonio I ..ópez" salía roncando por la
boca del Morro para Nueva York, los ojos y los co·
razones de los viajeros mexicanos se iban a la Ha ·
bana dulce, a la Habana leal, a la Habana mimosa,
a la Habana toda luz, toda eOlIor. toda alegría .. ' . loa.
Ha'b ana pecadora. .. ... . . .. . .. , '" ... .... .
En Nueva York desemharcaron casi todos los de ·
más pasajeros mexicanos. No quedaron a bordo, de
México, más que el Padre Manuel y la señorita Do·
lores Patiño.
Misteriosos personajes vi nieron a l'ecibir 11 los que
fin rectan conspiradores.
Hablahan:
204 JULIO SESTO

. ¿ Cómo anda aquello?


. Muy mall. El "tinglado", se viene abajo. No hay
ecuanimidad en el gabinete, ni en la Cámara. Los
renovadores atizan el fuego revolucionario, con pe·
ligro de S'Us vid·as.
: ¿Renunció el Ministro de Justicia?
-Si.
·¿Y Fulano?
-Esperando el "golpe."
-.¿ y Mengano?
-Ese es un cretino de tantos, que espera arri-
marse al sol que más caliente.
-.¿ Traes el "check"?
-Simón.
-¿ Cuándo llegaron las bombas que les mandé?
-El día siete. •

-¿Pasaron por conservas en latas?


-,Sí; perfectamente.
- .P ues creo que triunfaremos pronto. Aquí, en
Estados Unidos, la opinión nos es favorable.
-Pero no hay asomos de ....
-¿ Intel"Vención? No. Ni quien piense en eso. No
les conviene. Si les conviniera ya lo habrian hecho.
Bajaron los conspiradores.
Una irrupción de trabajadores de descarga apa-
reció sobre cubierta, junto a la:s m~quinas y en tor-
no de las bocas de las bodegas del trasatlántico.
Había algunos de eH08 negros, con bombin, con
"canotier."
Esther, la loca, que estaba en el puente, dijo al
verlos 10 mismo que llabia dicho en la Habana:
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 205

-j Papá!. " j Los zapatistas! ....


• •• ••• ••• ••• ••• ••• ••• .... ••• .., •• •• o' ••

El diputado Moreno y Esperanza, su señora, fue-


ron a bordo a invitar al Padre Manuel y a Lolita a
dar un paseo por Nueva York. Les dieron las auto-
ridades unas tarjetas, "Ashore leave," y bajaron.
Anduvieron un tramo de South Street; dieron
TUelta sobre la izquierda por WaH Street y desem-
bocaron en Broadway. Lolita se detuvo a contem-
plar un momento el antiguo cementerio entre la
iglesia y "Trinity building." Después entró a la igle-
sia. Las torres góticas la llamaban. Siguieron por
BroadWlaY y otras calles. La hermosa muchacha
sentia que aquellos edificios se le venian sobre los
hombros. Veia en las calles algo de manteca, algo
"pesado," algo asfixiante.
El diputado Moreno lo comprendió. Metió a los
pasajeros en el tren elevado y los llevó al "Central
Park."
La marcha vertiginosa del tren, por encima de
las casas, "chocó" a Lolita. Un conductor de un co-
lor "güero" repulsivo y manos pintas de sarda, de-
cía en cada esta<CÍón: "fourty one"..... "fourty
five" . . .. "fifty three". .. Y abria y cerraba la can-
cela de la plataforma rápidamente, mortalmente,
haciendo mover a los que bajaban y subian como
. autómatas, rápidos, esclavos de la rapidez.
. . • . .. '.' ... ... .... o.. ... ... ... ... ... ...
.
En el Parque Central vió Lolita unas serpientes
terribles ... , una serie de animales atroces... mu-
206 J tJI,1O SES'l'O

eh os puentea.... muchas lomas.... árboles... ex-


., d I
t emnon. . .. ¡ na ·a .
!Le's viajeros v'Olf'ieron a bordo "causados" de
Nueva York. Tal vez pensaban, comparando el
mODl!5truoso cllaerio con nuestras ciudades humildes
de campanarios y castillos viejos, azoteas y balco-
nes con tiestos, calles tortuosas y crepúsculos tras
del monte guardian; tal vez pensaban lo que dijo el
poeta:
HUna ciudad no ¡;(tle m.á.s que 1m jardín de rosas."
Tal vez, pensando en esto, se despidieron de la co-
losal Nueva York.
. .. ... ... .., • •• ••• ••• •• r '" ••• •.• ••• .,.

"¡ HIJO MIO!"

Los primeros dias de travesía de Nueva York a


Cádiz, fueron penosísimos. Al pasar los Bancos de .
Terranova, el barco sufrió bastante y se atrasó en
la marcha, por el mal tiempo.
Carmen García, con el mareo, se había puesto
perdida. Su hermana Esther sufria una exacerba-
ción de la locura que requeria mucho cuidado. Don
Benito pasaba unos días que lo atormentaban y to-
do el pasaje sentía compasión por aquella familia,
ruyo jefe renegaba del mar y de ]a tierra.
Una mañana lluviosa, Esther sa1ió del camarote
en camisa. Cal'men, vestida, corrió tras ella. La lo-
ca bajó, corriendo, la escalera del entrepuente. Car-
men bajó también}' afi'anzó a la demente de la c~-
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 207

misa, pero Esther pegó un brinco desde la mitad de


la empinada escalera y arr'astró a su hermana, que,
por lo resbaladizo de los peldaños mojados, rodó
por la cubierta, yendo a dar contra un pilote de hie·
rro de esos de que se amarra a los muelles el barco,
recibiendo la "enferma" un golpe que la dejó livi·
da, después de lanzar un j 'a y!. ... rlesgarrador.
Algunos pasajeros vinieron en auxilio; unos con-
dujeron a Carmen a su litera y avisaron al médico
de a bordo, y otros, con don Benito e Indalecio, fue·
ron a sujetar a Esther, que estaba junto al mástil
de la bandera de popa, viendo la estela marcada por
la hélice,cantando una canción, con la camisa vo-
]ando al vient() y la cabellera despeinada flotante,
como una bandera de color sombrio, la bandera de
la locura. . .. La actitud de la loca; su cuerpo per-
fecto, que se trasparentaba , semejaban una escul-
tura fijada alli para adorna]' el barco.
Cubrieron a Esther con algunas ropas y la lle-
varon al camarote, no sin recibir algunos arañazos
de •ella. La loca protestaba: j Suéltenme, za'p atis-
tas ! .... j Socorro, federale8! .... j Que no me hagan
lo que a mi hermana!..... j Coronel! ... , j Coro-
nel !. . .. j Socorro!. . . . dijo al ver al segundo 0('
a bordo con los galones en la gorra y en la bo('¿¡ -
manga.
Daba pena verla. Sólo se dejaba tocar de Lolita
Patiño y no permitia que se le acercara nadie IQá8
que el Padre Manuel. .
Carmen se puso muy grave. Habia sintomas de
que se presentaba el aborto. Asi lo declaró el mé-
14
208 JUr.lo SmSTO

dico del barco, que tomó las disposiciones necesa-


rias, haciéndose rodear de algunas señoras_
Don Benito, en medio de tanta tristeza, parecía
que se alegraba: su deshonra sería arrojada al mar_
Indalecio también aparecía satisfecho ...
El aborto se consumó con bastante peligro. Vi-
no seguido de una hemorragia alarmante. La gente
se decia:
-Me parece que van a ir al agua el zapatista y
la madre.
--Parece que sí. ...
Carmen se daba cuenta de todo. Ella estaba sa-
tisfecha del parto prematuro, por un lado, pero, por
otro, sentia algún cariño por aquel sér que había
latido en sus entrañas. Era su hijo. Y ella se sentía,
antes que nada, madre. 1, Qué culpa tenía el inocen-
te engendro '!
Se presentó una poca de ca.lentura. El médico
mandó poner "todo" en la palangana que contenía
el feto de cinco meses, muerto, y, de acuerdo con
la familia y la autoridad, se mandó tirar al mar al
recién nacido, que estaba macerado. Quisieron ocul-
tarlo, pero Carmen, incorporándose en el camarote
y abriendo desmesuradamente los ojos, pudo ver a
su hijo en la palangana, flotando en sangre, y al
verlo, lanzó esta .doliente exclamación:
..-¡: H·· "
. lJO mIo .....
En seguida, la parturienta vió los ojos de su pa-
.dre, que la reprendían. Calló. Se dejó caer en la

almohada.
• • •

El despojo fue arrojado al Océano en presencia



COMO ARDíAN LOS MOJDBTOS. 20~

de algunos pasajeros. Todos volvieron la vista hacia


atrás, fijándose en el punto rojo que señalaba en el
mar la tumba .del pequeño zapatista.


XXII

ndalucía!
-
Fue un milagro la salvación de Carmen. Fue otro
milagro la mejoría de Esther, que ya hablaba con
bastante cordura. Quiénes atribuían esto a la luna,
quiénes a que habia pasado el mareo. Pero Esther
no había perdid9 su miedo a los zapa ti stas, ni •
cindía de aquella manía de clavar la vista extravia-
da en el horizonte eternamente interrogable del
mal'.
El tiempo era bueno. Hacía calor. Era que el "An-
tonio López" se acercaba al Mediterráneo. La per-
sistencia del piloto viendo hacia adelante con un an-
teojo, hizo que los pasajeros se fijaran. •

Una mujer española de vivos ojos negros, gritó


jubilosa, fijando aquellos ojos en tierra;
- j Cádiz!
El grito elecü'izó a todos. Los pasajeros se agru-
paron y empezaron a distinguir unas casitas blan-
cas. En media hora, el "Antonio López" estaba fren-
te a la sugestiva ciudad antigua de Andalucía. Y
diez minutos después, sin práctico, entraba el bar-
co, anclando bien adentro.
212 JULIO BBSTO

Los pasajeros subían y bajaban, sacaban maletas,


se afeitaban, se disponían, clavando los ojos con
ansiedad en las casitas blancas, en la torre de Ta-
vira, en los muelles, en la estatua de Moret, en la
gente, que parecía habitar un mundo imaginario_
i Tierra española! i Tierra andaluza! i Estremeci-
miento sublime al poner el pie en el Viejo Conti-
nente!
Cada uno tiró por su lado. Los últimos en desem-
barcar fueron el Padre Manuel, la señorita Patiño
-
y la familia García, para ayudar. al translado de
Carmen, que fue llevada al hotel en una colchoneta,
en brazos de cuatro camareros, porque la partu-
rienta no podía andar todavía.
Tal vez puedan ser felices aún, se decia la seño-
rita Patiño al verse sola; ¿ pero yo, cuándo seré fe-
lie yo?
Cierto. Esther se curaría. Carmen podria casar-
se. Aquellos dolores tendrían remedio: los de Loli-
ta no lo tenían. Y la desdichada volvió a pensar
en ella, en su padre y en Alfonso.
El Padre Manuel tenia pasaje pagado hasta Gé-
nova, pero desembarcó en Cádiz para acompañar a
Lolita a Sevilla, hasta que arreglara "sus nego-
cios." Así se lo había prometido en México. -
El viaje de Cádiz a Sevilla distrajo mucho a la
~uérfana de Cadereyta. Los vifíedos de la región de
Jerez atraían sus bellos ojos garzos, y los olivos de
Sevilla la alentaban.
¡Madre Anda:lnc1a! reflexionaba Lolita tierra
de olivos y de paz!
COMO ARDiAN LOS MUERTO! 213
Sólo la incomodaba una cosa al patio del tren:
los postes del telégrafo con cruceta llena de hilos.
En cada poste creia Dolores ver a 8U padre colga·
do .... bamboleándose.... El recuerdo la hacia llo-
rar.
El Padre Manuel, que lo supo, la hizo tomar un
poco de vino, y cuando el Padre descubria algún
poSte de telégrafo, hacia a la huérfana mirar para
el cielo, aquel cielo andaluz, en que ella encontra-
ba algún consuelo, porque era diáfano y tenia fes-
tones de colores en algunas nubes irideas.
También distraían algo a J~olita los cortijos blan-
cos, en los que habia tiestos de flores bordeando las
tapias; los sembrados, los grandes huertos de na-

ranJos ....
-Si quieres ver más olivos, !lIu cho~ más la dijo
el Padre el viaje por la Pro-
vincia de Córdoba: hay muchos cerca de la vía.
- y a propósito de olivos preguntó Lolita al Pa-
dre, sin contestar a la proposición ¡. cómo estará
el que plantamos en la tumba de papá en Cuerna-
vaca? ¿ No se habrá secado?
- .No, hija; no. Dios ha de querer que crezca ...
que en México haya paz ....
El tren empezó a pasar por entre casas de cam-
po rodeadas dehermosoll jardines, en los que solia
haber estibas de bocoyes.
-.Estamos en Sevilla afirmó el Padre Manuel.
Lolita asomó la cabeza por la ventanilla del la-
do izquierdo y vió, a lo lejos, un prodigio de enca-
jes de piedra que se iba a clavar al sol. Era la Oí-
214 J Ul.IO SES'rO

ralda, la tOl're de la Catedral, su alegre mole cince-


lada.
Pasó el tren por más "chalets" con jardines. Loli-
ta veía todo aquello con atención. Observaba la ma-
dreselva ondulante de los cercados, en que ella creía
encontrar el alma de Becquer ....
Un silbido. Un kilómetro de marcha lenta. Un
grito clásico: i zeviya!
Volvió Lolita a mirar a la Giralda, que se veía
desde la estación. Mandó un beso a aquella mole de
piedra que parecia hacer vibrar las líneas de su ar-
te en el espacio iluminado. Se asió del brazo del
buen sacerdote y bajaron.

Una semana
* * *
empleal'on laseñorita Patiño y el
Padre Manuel en las gestiones para que la hermosa
mexicana entrara al convento de las Ursulinas que
habia en 'la ciudad del Guadalquivir.
El Cónsul les prestó poca ayuda. Pero estaba
arreglado el dote; los documentos, listos, y fijada
la fecha en que Lolita debía pI'ofesar.

jY DICEN QUE SI<.; PUEDE OLVIDAI:t! ...

La víspera de entrar Lolita al convento, por la


tarde, pasaban ella y el Padre Manuel por la calle
de las Sierpes, la más bonita de SeviHa, cuando die-
ron de frente con Alfot'.so Aguirre. Lolita fué la
primera en reconocerlo y deci 1':
- ' j Alfonso! ....
• •
- j Lola!

COMO AROíAN LOS MUI!lRTOS 215

-¿Tú aquí?
-Sí. . .. Vine a ver tO['ear a Gaona ...
-Pero. . .. (Lolita bajó los ojos. No se atrevía
a ver a Alfonso. Temía rompel' su voto. Compren-
día que el pobre enamorado sufría.)
-No te aflijas,Lolita. Vine a tu compañia, no
en tu seguimiento. Estoy entei'ado de cuanto hicis-
te y nada me parece maL Sólo que, no queriendo
estar "solo" en México, pOi'que sin tí estaba "solo,"
tomé un vapor detrás de ti y vine a Sevilla, donde
viviré, para que mi alma esté cerca de la tuya. j Pel'-
dóname! Eso de que se puede olvida!' es mentira.
Lolita se ruborizú. Levantó la vista, vió cara a
cara al noble muchacho y le dijo. extendiendo la
diestra:
-Adiós, Alfonso ....
. .. ... '" ... .. • .... o. ... '" ... ... ... O"

• MURQS SAGRADOS .

La señorita Dolores Patiño, aquella regiomonta-


na modelada para la vida, pal'a el amor, para hacer
la felicidd de un hombre; la buena moza que abriú
la verja de "La>; Palomas" a Salinas ya Moreno, en -
tre un enjambre de maripos'as, luciendo, al engan-

charse el vestido, la fina pantorrilla en que brillaba


la. media de seda; la Venus Morena de macizo seno
y de robustos brazos y trémulos muslos y ondu-
lante cadera. entraba. ahora (10[' la sombría puerta
216 .J ULIO SESTO

del vetusto convento, una mañana lluviosa, ence-


rrando su belleza entre los muros sagrados.
El Padre Manuel la dejó en el refugio de las al-
mas misticas, con un "Dios te acompañe, hija," y
continuó su viaje a Génova, quedando en avisar al
confesor de las Ursulinas, las notidas de Méxi-
co, para que las comunicara a la señorita Patiño,
como una gracia especiaL
I.olita adoptó el nombre religioso de Sor Maria
de Guadalupe, en recuerdo de la Patrona de su Pa-
tria.
Era una ursulina solemne, fervorosa en el rezo,
sincera en las creencias, gustosa en las privado-
nes, modelo de monja por su piedad y sus prácti-
cas, aparte de que tenia criterio amplio, inteligen-
cia completa.
Las demás monjas la querían por franca, por no-
ble, por laboriosa, por pía, por estoica, por expatria-
da ....
Sor Maria . de Guadalupe no salía de su celda y
de la capilla en las primeras semanas. Habia en la
capilla un Cristo de tamaño natural, que se atri-
buía a Martinez Montañés, del que se había enamo-
rado la monja mexicana. La escultura del Señor
era un asombro de perfección, un tesoro de dulzu-
ra, un consuelo de expresión divina. La cabeza del
Oristo, doblada, cayendo, con los labios amorata-
dos, las ojeras profundas, el gesto doloroso y la bar-
ba descuidada, tenía mucha semejanza con la cabe-
za del doctor Patiño cuando lo halló su hija colga-
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 217

do del poste. Lolita, en aquel Cristo, veneraba a su


Padre del cielo y a su padre de la tierra.
El cutis de IJolita se blanqueó bastante en un
mes de no salir para nada. La Madre Superiora la
indujo a ir al jardín abuelo del convento, que se
prolongaba con Ulla huerta. La indujo para que
no se enfermara. Ella estaba, sin embargú, bien de
salud. Amaba los muros sagrados. Amaba el reco-
gimiento, y si alguna vez dejaba de pensar en Dios,
era para pensar en su padre y en su Patria.
La huerta del convento agradó a J.olita. Ulthia
una fuente antigua de piedra y azulejos en la que
el agua tenia un murmullo mistico. llaMa unos
viejos árboles en que el viento entonaba sonidos al-
go parecidos a ciertas voces del órgano. Habia l,1I0S
bancos romanos con musgo que tenían mucha poe-
sía. Habia dos ringlas de naranjos. Habia dos filas
de granados con fruto. Habia hortensias. Habia gi-
I·asoles. Habia claveles. Había fresas. Habia cam-.
pánulas en que temblaba el alma · de Becqucl' ....
Había un muro formidable con plantas pal'ásita!\,
con mucho musgo abajo y unos vidrios como hmzat>
flamencas arriba, para defender aquel privado re-
cinto de la vida del mal, que bullia allá fuera ....
y habia, en el centro del jardín, una copia ,le la
estatua del Jesús de Querol, qne está en el cemen-
terio de San Isidro, en Madrid; un Jesús {le pi~,
con la túnica elocuentemente a plomo, elocuentemen·
te plegada; la cabeza hacia atrás, la cara hllda el
Infinito, los brazos levantados hacia su Padre, pi-

218 JULIO SESTO

diéndole: "¡ Gran Dios ... haz algo por los que aqui
a baJo
· su f reu .....
' "
Aquel mármol ilusionaba a Lolita como la atraia
el crucifijo atribuido a Montanés.
Lolita pasaba en el jardin largas horas, ya junto
al Jesús de la túnica divinizada por Querol, ya sen-
tada en la fuente antigua de piedra con grifos la-
bl'ados y azulejos de ingenuo dibujo y viejo tolor
firme. La fuente, por la boca de un grifo que echa.ba
agua, contaba a la cándida virgen mexicana Cllen
tos de misterio ....

. '. ... ... ... o.. .." ... ... o.. ... ... .. .


xxm
y la Patria
Crisis en el gabinete. Caida de ciudades en poder
de los rebeldes. Confusión. Caos. Incertidumbre.
Juntas poUticas. Delaciones. Fórmulas presideu-
ciales. Palabras "huecas" de politicos ventrndos.
Crugir de derrumbes. Ruido de grúas que desc¡lr¡;a-
ban cañones en los muelles. Zozobra. soria 1. Terror.
Mundos de telegramas. Desorientación. ¿En qué
acabará esto?
Tal era lo que pasaba en México en aquel ~nton·
tes. Pancho del Pozo, Sóstenes Vidal y otro jefes
sometidos, salian a batir a lo.s revolucionario!;, .v
moría.n, vencidos. Se habían equivocado. ¡Es tan fácil
equivocarse en política! Las fnenas leales al Gobier-
no llegaban fuera de oportunidad. La anarquía lanza-
ba sus carcajadas de prostituta ebria en lo más cén-
trico de las ciudades y en lo más recóndito de l., .~
bosques. 1,os ricos se retraian . y se encogian de
hombros. Los pobres eran sujetados por los caci-
ques y enviados al servicio de las armas, por COl'-
dillera, vertiendo, de noche, por las calles solitarias,
amargo llanto de protesta , en un contenido anhelo
de libertad.

220 JULIO SESTO


Los trenes con tropas eran descarrilados, vola-


dos con dinamita, y, después, en un hacinamiento


de hierro y carne, astillas de huesos y astillas de
madera, los muertos ardían __ _
En sañudos amaneceres, por junto a las bardas
de los cementerios sonaban los pasos y las espadas
de los rurales y sonaban las descargas de las eje-
cuciones sumarias, y los indios, los pobres indios,
caian antes del alba, caían en la noche, en su eter-
na noche, sin ver la aurora esperada de la liber-
tad y la riqueza, sin ver el sol prometido, el sol
de la patria "de ellos," que se eclipsó con el sol ,de
los aztecas: Cuauhtémoc_
Yen los patios (fe las cárceles, y en los arrabales
de los tristes pueblos sin amparo de Dios y de la
ley, y en la campaña, y en los atrios, de
ojos compasivos o sin compasión, miraban cómo
ardían los muertos ___ _
Quedaba un solo pensamiento optimista a la so-
ciedad mexicana; una sola idea de esperanza: que
esta raza rena~ca de las cenizas de los cadáveres,
como el fénix .
¿Dónde hay un hombre, como no sea en la revo-
lución? clamaban los políticos. l. Dónde está el pa-
triotismo, como no esté en los que vengan mañana ?-
clamaban las almas buenas. ¿ Dónde está la solu-
ción? se preguntaban los hombres honrados. i Juá-
- rez espíritu del Bien, sálvanos de caer en ese abis-
mo con cráneos en el fondo! Clamaban todos los

meXl~anos.

Una legión de hados fatales se extelldía en guar-


COMO ARDíAN LOS MUERTOS 221

dia por las costas mexicanas. El águila del nopal


no era vista en el espacio poblado de buitres y
cuervos que acechaban carne de patriotas que de-
vorar. La conciencia nacional no alumbraba. Sólo
alumbraban los cuerpos de los muertos, que ar-
dían. . .. Sólo alumbraba la tea revolucionaria ....
Así le decia un amigo del Padre Manuel en una
carta que le escribia, y así le fue comunicado por
el clérigo de Morelia, desde Roma, al confesor de
la señorita Patiño, que se entristeció mucho. Y así
lo veía y sentia todo el mundo en México, aperci-
biéndose de un malestar latente, esperando una nue-
va catástrofe que determinara un triunfo, y vien-
do, aquí, allá .y acullá, c6mo ardían los muertos ...


XXIV

Oración

La señorita Dolores Patiño, la afligida sor Ma-


ria de Guadalupe; la abnegada, la sublime, la ado-
rable huérfana de Cadereyta; la santa monja mexica-
cana, oia, cabizbaja, sentada en la fuente antigua
del prestigioso jardin del convento, sola, el miste-
rioso murmul10 del agua que salia por la fantásti-
ca boca del grifo_ Era por la tarde. El sol poniente
se filtraba por las ojivas con vidrios de colores de
la capilla del convento. Lolita sintió deseos de re-
zar. Levantó la cabeza, y, por entre las cortinas de
la puerta del templo, vió a Nuestro Señor iluminado
por los colores de los vidrios que dejaban pasar los
rayos del sol sevillano. La buena monja creyó pa-
decer una alucinación. Se encaminó a la capilla, sin
quitar la vista del 'g ran crucifijo. Se fijó bien. Era
cierto. Jesús estaba envuelto en suaves luces de co-
lores. Lolita Patiño cayó de hinojos ante el Naza-
reno. Hizo un soberano esfuerzo de cuerpo y de es-
piritu por rezar como nunca, por orar como na-
die.•ladeaba su garganta. Se hinchaba su seno. Bec-
~ificáronse sus lineas purisimas que lamían las on-

16


224 JULIO SESTO

dulantes lenguas de paño de su hábito. Parecia que


iba a rezar, independientemente, con los pies adora-
bles, con ]os muslos nerviosos y mórbidos que acu-
saban la palpitación de los tejidos, con el talle
marcial, con las caderas fastuosas y ondulantes,
con el pecho robusto, con los brazos majestuosos en
e] ritmo y puros en el contorno, con las manos co-
mo hostias tijereteadas, con el cuello dibujado por
Fra Angélico, con el perfil del rostro de impecable
trazo, con los ojos garzos dulcemente abiertos, de
los que parecía partir un reflejo de luz azu]osa
que se iba a confundir con la luz que inundaba el
martirizado cuerpo de Jesucristo.
Sor Guadalupe cayó en el más profundo éx,t asis.
Sus manos, en actitud de oración, no se movían.
Sus ojos, inmóviles estaban: iban al Señor como
besos azules; sus labios carnosos permanecían quie-
tos: en la barbilla había un ligero temblor nervio-
so. Aquella mujer, así, bastaría para conseguir de
la gracia de Dios la paz de su Patria, la paz del
mundo ...
.El sol debilitó algo su luz. La monja apenas lo
Tió. Estaba absorta en la contemplación de] cuerpo
del Señor, en ]a faz sublime de] Señor. Ella veta
más sangrientas las heridas, más hondo el lanzazo
del corazón, más humanas las ojeras, m~s divinoR
los ojos con pesadumbre cerrados, más acibarados
los labios, más pura la frente, más conmovedor el
rictus de la muerte ... Lo veía como nunca lo viera .

iluminado para ella sola. .. Lo veía... lo veía ...


lo Tela... y los fatigados nervios de sus OjOR )0
-
COMO ARDíAN LOS - MUERTOS 225

vieron moverse... lo vieron mover los párpados


con esfuerzo y entreabrir los labios angustiados,
como para dejar salir un suspiro santificado ... .
un suspiro de Dios. .. para ella. .. para su padre .. .
para su Patria ...
La monja deliró en su éxtasis .. - abrió los bra-
zos, poniéndolos en cruz, como los del Cristo, y así,
realzando el pecho palpitante, sin dejar de ver al
Crucificado, exclamó, con voz dulcísima, y con el
rostro empapado en lágrimas que rodaban por su
hábito:
- j Señor! .. _ ¡ Señor! _.. j Tú que puedes más
que los hombres ... ! Tú que moriste como mi padre
el de la tierra... Tú que me ves postrada a tu¡:;
plantas. . .. Tú que me das una esperanza movien-
do tus ojos divinos entre la luz que te ilumina ...
Tú que eres justo y todopoderoso: salva a mis
hermanos del odio y de la muerte!
i Señor. .. Te lo pide una virgen de tierras leja-
nas que a ti se consagra!
j Haz, Señor, que mi oración sea oída de tu Pa-
dre! j Haz que mi padre esté en la gloria de la
muerte y que mis hermanos estén en )a gloria de )a
vida!
j Dios mío! Tú que pueblas de geraneos las ta-
pias de los jardines y que das matkes milagrosos -
a las rosas de Anáhuac, y que haces brotar las flores
silvestres; Tú ·que llenaste de galas los montes y Jos
va)]es de mi Patria: i haz que la paz descienda a
ella!. __
-
j Señor!. _. j Señor!. _. j Vuelve tus ojos a mi Slle-
226 •
JULIO SgsTO

lo! i Borra las manchas .de sangre! i Salva las al-


mas de los muertos! i Perdona las culpas de los vi-
vos! i Inspira a los que yerran! i Toma de tu mano
a los extraviados! i Renueva los pensiles, manda
cantar a los pájaros, ahuyenta a los cuervos, Señor,
y dile al 801 que desciendan sus rayos de paz a mi
Patria, hoy en tinieblas, y que brillen en las cum-
bres de nieve de los volcanes! ...



xxv
"Los hombres del Norte"

j Cuántas cosas habian pasado en Méxko desde


que Lolita Patiño abandonara el convulsivo suelo
de su Patria florida; desde que sor Guadalupe, la
monja mexicana, robusta de cuerpo, robusta de
alma, robusta de fe, robusta de oración, pedía al
Altísimo que iluminara el camino del bien de los

meXIcanos.
Las preces de la desterrada de Sevilla, debieron
haber repercutido en el trono invisible de la Altu·
ra, que presentimos todos, porque la Justicia se
abría paso a través de la selva poblada de alima-
ñas de la inculcación, de la estulticia, de la perver-
sidad, de la obstina('ión, del capricho, del rencor.
del .crimen, (le la inmoralidad individual y pú-
blica.
"Los hombres del Norte, " los formidables hom-
bres del Norte, los convencidos hombres del Norte.
habían crecido en estatura física y moral ante la
opinión; los hombres del Norte se agigantaban, .
pOrque se agigantaba su poder, porque se agranda -
ban sus a<>dones, porque se agrandaban, Se 3Jgran-
228 JULIO SESTO

daban diariamente sus hechos! y los hechos eran


vistos desde lejos por la gente; los hechos tomaban
cuerpo, y, como las montañas, más que las monta-
ñas, se destacaban, se hadan sentir, "se imponían."
La toma de Zacatecas alarmó a la gente; la to-
ma de Torreón sorprendió a la gente; la toma de
Ciudad Juárez asombró a la gente; la toma de Naco
pasmó a la gente.
j Naco! Alli se había derrochado valentía. Alli
habian demostrado los bombres del Norte su pu-
janza. Alli había sonado el mágico tambor en for-
ma de pandero, que enardeda a los hombres del
Noroeste, al igual que el pifano de la Gascuña enar-
deciera a los prosélitos de Cyrano de Bergerac ...
Los yaquis, los vilipendiados, los aherrojados,
con un Cyrano nativo al frente, restablecían la vi-
o o

rilidad de la sangre india, que solo se conservó pu-


ra porque se refugió en las frondas, a donde no
llegan los aires fétidos de las mal comprendidas ci·
vilizaciones. o

En las batallas de Naco no accionaban solos


aquellos hombres primitivos de México; no vibra-
ban únicamente los músculos de los aborígenes:
con los hijos de Sonora, con los hombres de la mon-
taña, estaban en acción los vientos de la montaña,
los torrentes de la montaña, la resistencia de los
tronoos retorddos de la montaña, la firmeza de las
peñas de la montaña, la fuerza aplastante de los
aludes de la montaña, la garra destructora de las
aeometedoras aves de la montaña!
o

J~os hombres de la montaña tienen la sangre ¡m·


o


COMO ARDíAN LOS MUBRTOS

229

petuosa como la corriente de los arroyos que se


precipitan de las cimas; los hombres de la mon-
taña se asimilan los tejidos de las raices que su-
fren, la avasalladora condición del peñasco que
rueda, la firmeza del basalto inconmovible, el sil-
bido de la tempestad que troncha las copas de las
encinas, que son vidas en flor; la confianza mus-
cular del oso, la pureza ingenua de la errante can-
ción del bosque ....
i Oh, dioses!. .. llevad nos a la montaña!

* * 4
"Bleriot" no habia podido continuar en su reti-
ro de Mixcoac. El buen "repórter" sintió pronto
la ingrata nostalgia del ajetreo profesional, y, para
eurarse de ella, se fue de corresponsal a la campaña,
y así pudo ver cómo la República empezó ,
a enros-
carse en Naco como si fuese un mapa; la República,

cómo un gran ma'p a de tierra, empezaba a enroscarse


por el Norte, por lo más ancho, formando un rollo de
cordilleras y de llanuras, un rollo de tierra que
amenazaba aplastar al resto del país, avanzando,
avanzando. . .. progresando el enrollamiento ...
La opinión se apartaba a medida que el rollo
crecía; los soldados del error eran aplastados; 108
hombres del Norte empujaban el rollo.
Tal veía los hechos la imaginación calenturienta
del periodista.
¿Existía, efectivamente, la superioridad de loe
hombres del Norte? ;.A .qué podria atribuirse esa
8uperioridad?
230 JULIO SES'fO

A los hechos. ,
"Bleriot" pensaba en esto, serena y desapasiona-
damente. Los hombres del Norte, evidentemente,-
· cavilaba el periodista han consumado las grandes
irrupciones históricas; han poseído siempre avasa-
· lladoras cualidades guerreras, habiéndose llamado
a los de Europa, por eso, los bárbaros del Norte.
¿Pero poseerán nuestros hombres del Norte cua-
lidades de mando, cualidades de gobierno? se de-
cía "Bleriot" porque en México, los hombres de
gobierno, vinieron del Sur y del Centro.
Ahora bien: si los Estados Unidos lindaran con
el Sur, ¿ no serian los hombres del Sur los que se
levan taran?
Los hombres del Norte, más altos, más fornidos,
· más sobrios, más fuertes que los del Centro y los
del Sur, daban a "Bleriot" la respuesta. Cuando
menos, la superioridad étnica existia.
La superioridad moral estaba en que los hom-
.bres del Norte lanzaban un grito de protesta con-
tra la inmoralidad administrativa, contra la con- .
culcación constitucional, y, después del grito, lan-
zaban mortiferos chorros de metralla. Coahuila
aparecía como la cuna de la moralidad pública. y
a Coahuila respondian todas las provincias fron -
terizas: Chihuahua, Sonora, Nuevo León ...
Es que los Estados de la frontera pensaba
"Bleriot" quizá estén influenciados por la cerca-

nia .de la moral constitucional de los Estados Uni-
• •

dos. Los hombres del Norte crecieron viendo las ob-


filervancias cívicas del pueblo americano. Bien pue-
C0l\10 ARDíAN [,OS MUERTOS 331

die ser este un factor. El otro puede ser climato·


lógico.
La mente del "repórter" se perdía en disquisicio·
nes de este género, sin llegar a la síntesis.
La síntesis arbitraria, si se quiere estaba en
los hechos. Y los hechos eran la inmoralidad de los
hombres del ejército gobiernista, que no se batían
y que lucraban escandalosamente, y la propulsión
de los hombres del Norte, aguerridos y abnegados,
que hacían crecer el rollo de tierra, aquel rollo de
la República, que empezaba a enroscarse como un
mapa en lo más ancho y amenazaba acabar en Yu.
catán, pasando como un rasero, como un cilindro
de valles y de montañas y de cañones, por todo el
país, nivelando desigualdades y aplastando sober·
bias.


XXVI

Los prisioneros de "Fort Bliss"

"Bleriot" vió con pesar, porque era un buen me-


xicano, cómo se refugiaban en los Estados Unidos
los federales desbandados de Naco, y, hechos pri-
sioneros los derrotados, el "repórter" vió cómo
avanzaba hacia "Fort Blis" la doliente caravana de
los expatriados, que sufrían todos los dolores y que
soportaban todas las mortificaciones: la del fraca-
so, la del éxodo, la del cautiverio, la de la ver-
..
guenza __ .
Tenía "Bleriot," entre los prisioneros, un amigo
de excelentes cualidades: el capitán Garrido.
El capitán Garrido también habia sido periodis-
ta. Amaba la Belleza. Hacía versos. Tenia, ColOO
él solia decir, un nopal enraizado en el corazón,
porque sentía por su tierra, México, un amor fa-
nático.
Azares de la vida, habían llevado a Garrido al
ejército. No estaba poco arrepentido. El repudia-
ba ciertos pecados del ejército, pero, ¿ qué iba a ha-
cer? ¡Ya" lo habían ensartado!
j Qué embarazoso babia sido para "Blel'iot" des-
234 JULIO SESTO

pedirse de su amigo infortunado en "Fort Blis!"


Ya se verían. "Bleriot" haria una visita a los pri-
sioneros después de que despaehara algunas ur-
gentes informaciones de la frontera para el perió-
-
dico.

•••
4.frentas, humillaciones, restricciones... . .. ¡qué
sensible era todo eso para los prisioneros mexiea-
nos! i Qué sensible, qué amargamente llevadero era,
sobre todo, para Garrido, para aquel capitán me-
Iicano, tan mexicano, tan amante de su I-ierra. "1 de
su raza!
El capitán Garrido pasaba amargos días en el
cautiverio. Pero cuando más sufria, era al caer la
tarde. Tenia el capitán Garrido la costumbre de .
despedirse de los montes de Anáhuac al anochecer,
cuando vivia en la capital, y, ahora, cuando llega-
ba la noche en "Fort BIiss," el capitán Garrido no
Teía, ya para entrar a su encierro, aquellas cum-
bres que le eran familiares: el Ajusco, el Popoca-
tepetl, el Ixtaccihuatl ....
¡Cómo sufria por esto el capitán Garrido!
Y cómo sufria cuando, ahsorto en la contempla-
..ción del crepúsculo, pasaban ante sus , ojos banda-
das de golondrinas, que solían detenerse posándose
en los hilos del telégrafo, tal vez esperando que
los prisioneros de "Fort Bliss" mandaran para
México algún recado, del que las golondrinas fue-

ran mensaJeras. •
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 235

Esas golondrinas que se dirigen al Sur pensa-


ba el sensible capitán Garrido van a México, sin
duda que van a México; van a 'a nidar en las corni-
sas de la Biblioteca Nacional, o en los aleros del
Molino del Rey, o en los ruinosos muros de Ohu-
rubusco, o en. los capiteles de las columnas que for-
man los corredores de aquellas antiguas casas de
vecindad del Parque del Conde, por donde mi ma-
dre vive: ¡. no podrían esas golondrinas descender
de sus nidos de amor al nido de los amores míos y
llevar un consuelo a los que conservan el calor del
nido aquel en que yo hago falta?
y las golondrinas que pasaban por "Fort Bliss,"
después de permanecer un rato en los alambres del
telégrafo, cansadas de volver sus graciosas cabeci-
tas a la prisión, emprendían el vuelo hacia el Sur,
yendo tras de ellas los suspiros de- los prisioneros.
,

. .. .. .... ... .,. ... o.. ... ... ... ... ...

... ,

El capitán Garrido tenía el santo y hondo con-


suelo de la poesía; el hacer versos era para él un
paliativo en el vigilado campamento de "Fort
Bliss," donde había una verdadera. población me-
xicana compuesta de cinco mil almas, entre jefes,
oficiales, soldaderas, esposas jóvenes de algunos te-
nientes, que habían seguido a éstos en la adversi-
236 J !Jl.!O SESTO

dad. A todos .aliviaba la pena el capitán Garrido,


con sus conversaciones sobre asuntos del terruño,
con sus versos del terruño, con sus canciones del te·
- ....
rruno •

"Fort Bliss" estaba rodeado de una- cerca de


alambre de púas. Junto a la cerca, en un rincón
. favorito, se reunían en la tarde, al pasar las golon·
drinas, los cautivos que tenían más amistad. Se
reunían a charlar, a cantar, a sufrir. Había un te·
niente Vasconcelo~ y una muchacha durangueña,
su amante, que tocaban muy bien la guitarra y
que cantaban admirablemente. Pero ya se les habia
agotado el repertorio de canciones mexicanas.
Una tarde, en que se hablaba de esto junto a la
cerca de alambre, el capitán Garrido, recostado en
la cerca, sintiéndose enjaulado, ofreció a los canta·
dores escribir una nueva canción mexicana, a la
que pondría música el maestro director de la ban·
da de uno de los batallones, que también estaba alli
preso.
El capitán Garrido y el maestro de la banda
<'umplieron lo prometido: la canción, que era una
danza de corte mexicano, se estrenó una tarde me-
lancólÍ<'a en el rincón favorito en que se agrupa-
ban los prisioneros mexicanos, junto a la cerca de
alambre con centinelas afuera , junto a la reja de la
jaula.
Los cinco mil mexicanos, hombres y mujeres, aye-
ron cantar por primera vez la esperada canción,
que conmovió profundamente a todos. porque a to-
dos los presos afectaba.
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 237
~

Decia as1 -la letra de la tristona canción mexica-


na, que se titulaba El Gor1·ión de M octezuma:

En el Palacio de Moctezuma,
en una jaula, vivía un gorrión
que no comia, que no cantaba,
por la tristeza de la prisión.
Hasta que un dia, el Rey azteca,
del gorrioncito tuvo piedad,
y abrió la jaula, que era de oro,
y al ave triste dió libertad.
Cuando el monarca fue prisionero
del castellano Conquistador,
el gorrioncito iba a cantarle
al melancólico Emperador.
El gorrioncito de Moctezuma
al R~y cantaba por gratitud,
porque sabia lo que sufría
el que sentía la esclavitud ... !
El gorrioncito de Moctezuma
al Rey cantaba por caridad,
porque sabia lo que sufria
el que perdia la libertad ... !
•••
"Bleriot," el buen "repórter" mexicano, fue a los
quince días a visitar a los prisioneros de "Fort
B1iss," tomando fotografías y apuntando una bue-
na información para llll periódico, intercalando en

238 JULIO S ES'l'O

la información algunos párrafos en que abogaba
porque se diera mejor trato a los expatriados, que
:se quejaban de los alimentos y amenazaban amoti-
narse si ~o se les daban frijoles, frijoles mexicanos,
en vez de la detestable comida a la americana.
El bueno de "Bleriot" pasó tres días y dos no-
ches en el fuerte, ofreciendo a todos los prisione-
¡·os cumplÍl' los encargos que le hacían .
.La multitud de desterrados acudió en masa a des-
pedir a "Bleriot"en el rincón favorito de la cerca,
donde hahía una cancela. AlU, el capitán Garrido
y Bleriot se abrazaron, al caer la tarde, a la hora
en I}ue lo!'! prisioneros sufrían más evocando las tar-
des y las noches de México, iluminadas por los cohe-
tes de las "Posadas," la época de posadas, que tal
cm la época en I}ue se desarrollaban las escenaofl
que aquí se describen.
Después de unos "hurras" y otras aclamaciones
a México; después de cantarse El Gorrión de Moc-
tezuma, ya para irse el "repórter," "Bleriot" pre-
guntó al capitán Garrido:
-.Ma'Tllito, ;, mandas algo .para Méxi:co? ..
El capitán Garrido se desabrochó la guerrera; sa-
có del pecho un pliego, y leyó, al que se iba, estos
-
versos, I}ue todos los prisioneros escucharon con
atención, emocionándose hasta las lágrimas:

Du Ices unos, los otros bien amargos,


• te abrumaré de encal.'gos;
que, lejos de la Patria, al despedir
a algún hermano que al terruño va,
COMO ARDíAN LO:::; MUERTOS 239

siempre tenemos algo que pedir ... .


siempre tenemos algo que mandar ... .

Qué honda es la querella


j
del que alejado de la Patria está!
j Qué pertinaz recuerdo lejos de ella!
j Y qué melancolía pertinaz!

Cómo el Recuerdo a pronunciar convida,


j
trazándolo en las sombras en zi·zag, •

el nombre de la Patria dolorida:


Anáhuac. .. México... Tenochtitlán!
j México! ... nombre que a mi oído suena
como un eco triunfal ,
con un dejo de pena ....
j México!. .. Patria ele esperanzas llena ...
j Que diga el mundo si esa tierl'a es buena!
De ella perdidamente enamorado,
lloró por conquistarla un gran soldado
llamado don Hernán! .. ,
• ••• ••• ••• ••• ••• •• •• •• o. •• •• • •

Alegres, dolorosa!'!,
yo tengo que encargarte muchas cosas
ya que al terruño vas.
Es esta la primera:
Cuando llegues a ver nuestra bandera
con el bravío escudo
del águila altanera
en un mástil flotar,
dila que a ella es el primer saludo
que envía del destierro el Capitán!
le

,240 JULIO BESTO

Después, saluda aquella triste tierra


que es nuestra dulce y trágica heredad ..•.
aquellus valles que tiñó la guerra
de sangre fraternaL ...
aquellos montes que cada uno encierra,
en la apariencia de su brusquedad,
inagotable o viriginal tesoro:
aquellos montes como nuestra raza:
con agresiva traza
y el corazón de oro.
El corazón de oro, que se dá ... !

Aquella tierra que por algo el cielo


guarda sin cultiva~· ...
como si Dios dijera: Si este suelo
da oro y flores, ¿ qué le pedís más?

Aquella tierra donde los nopales


y los agrestes "órganos" que están
cercando los jacales,
los huertos y las minas
y las silentes ruinas,
tienen tantas espinas,
para que no nos vayan a robar! ...

Lleva tú mi añoranza a aquellas cosas


que duermen o que viven en mi lar:
hazte cargo que llevas de mis quejas
un puñado de abejas
y otro de mariposas,
para que al sol las sueltes en las rejas,

COMO ARDíAN LOS MUERTOS 241

de jardin en jardin, por CDyoacán ...


}Jara que al sol las sueltes por las rosas
de Tlalpan, de San Angel, de Mixcoac ...
Di a las mexicanas que en la tarde,
haciendo de belleza justo alarde,
desfilan por Plateros
hasta morir la luz crepuscular,
que las recuerdan estos prisioneros,
y que las manda un beso el Capitán.
Di al paternal Ajusco,
que en horas de nostalgia y soledad,
en los extraños horizontes busco
su perfil noble y brusco,
su perfil nacional, .
su contorno simbólico y viril,
su perfil retador, que es el perfil
viril de J uárez en la Eternidad!
Saluda a los volcanes. Y saluda
a la mujer de nieve que, desnuda,
el Ixtaccihuatl coronando está:
Es posible que crea,
quien ahora la vea
tendida en lo más alto del volcán,
donde el sol que fenece
con luz sanguinolenta la enrojece.
que esa muerta es la Patria Mexicana
~ la que ha dado un golpe de macana
cada hijo criminal!
••••••••••••••••••••••••••••••••••••
242 JULIO SESTO

Lleva a mi madre un beso;


y dila que en las noches, este preso,
aqui la siente cerca ,de él rezar ...
dila que de sus ojos que se arr¡isan,
veo sus santas manos que repasan,
temblorosas y lentas,
8US lágrimas, que pasan como cuentas
antiguas de un rosario de cristal.

Un abrazo a mi padre dá apretado,


y dile que su nombre no he manchado
en esta adversidad,
y que me da tristeza
pensar que su cabeza
empieza por mi causa a blanquear ....
XXVII

La Fuerza

Los diputados tomaban el sol.


En mangas de camisa, en pantuflas, en bata, de
"jaquet," de saco, de paletot, vestidos de todas ma,
neras, los miembros. del Congreso disuelto por las
bayonetas del 29. batallón hacía ya a lgunos meses,
0

se reunían en un patio de la P enitenciaria y charo



laban , confiados en que los h()mhres del Norte 108
vindicarían.
Era "día de visita."
Un diputado se acercó a un grupo de cofrades
sentados junto a una pared y les dijo:
-.¿. N o saben que viene Salinas?
- j Cómo!. .. contestó uno del grupo.
- Mi familia, que me acaba de visitar, me infor·
ma que Salinas escribió a México. Y dice en ea
carta, que después de haber entrevistado a loe
miembros de la .Junta Revolucionaria de la Haba-
na, fue a los Estados Unidos, donde, en unión de
Moreno, trabajó por la causa, ignoro de qué ma-
nera. Es todo lo que sé, acabó diciendo al grupo
el diputado informante.
244 JULIO SBSTO

Efectivamente: Salinas, en la Habana, había vis-


to multiplicarse la- monstruosidad de los sucesos
de México; observaba que la prensa habanera abul-
taba los hechos y- simpatizaba con la revolución,

y, si los cubanos eran revolucionarios, ¿cómo no
iban a serlo los mexicanos?
Los dolores de la Patria, estando lejos de ella,
se intensifican en el sentimiento. Las monstruosi-
dades, lejos del medio en que se cometen, fuera del
ambiente de los prejuicios nacionales, son más no-
tables. La razón, entre los extraños, es más per-
ceptible que entre los obcecados que la disputan.
La revolución, cualquiera que fuese su resultado,
bueno o malo, tenia razón de ser. Tal era el COI).-
vencimiento de Salinas. Y tal era la convicción de

Moreno que, en los Estados Unidos, habia sentido


operarse en él el mismo fenómeno que se operara
en el ánimo de Salinas, siendo ambos esclavQs de la
exégesis.
y el contacto con otros revolucionarios activos,
habia acabado de convencer a los dos ' diputados,
que, en el destierro, hadan intelectualmente cuan-
to les era posible, a fin de que la situación se resol-

VIera.

· Salinas pasó de la Habana a. Nueva York, y, de


esta ciudad, a Washington, con el ánimo de ~ondar
la .opinión de los hQJIlbres del Gobierno americano.
Moreno era radical, y esperaba que la cuestión
f?e resolviera por medio de las armas. Admitia la
lueba como indispensable y consideraba justas las
represalias.
COMO ARD1.AN J,OS MUER'l'OS 245

Salinas pensaba de otro modo: él creía que era


posible llegar a un avenimiento, a una transacción;
él no era, de hecho, un revolucionario: no podía
serlo, porque su sensibilidad lo apartaba de la tra- •

gedia, lo hacía huir de la sangre. Sali.nas estaba


contaminado de la teoría del evolucionismo, teoría
desprestigiada en México. De aquí que Salinas no •

fuera un hombre peligroso para el Gobierno fal-


seado de la Dictadura. Era, más bien, un hombre
útil para todos los disidentes, porque su espíritu.
como nn lazo color de paz, circundaba a todos los
mexicanos, haciendo presión por atraerlos, por
mezclarlos, por abrazarlos.
Los Estados Unidos podrían realizar ese mila-
gro: había qne "er a los hombres de la Casa Blan-
ca. Bien podía. fiel' un símbolo en esta ocasión la.
Casa Blanca.
. .. .
Salinas y Moreno fueron recibido!'l en la Casa
Blanca. Eran los únicos hombres de México a quie-
nes consentía en recibir un hombre honrado, jus-
to, sereno, probo, puro y fuerte, con todas las fuer-
zas de la naturaleza y de la moral. Aquel }wmbre
extraordinario, que se negaba a los contendientes (le
ambos bandos, abría su despacho a dos mexicanos,
porque sabía que uno de ellos, Salinas, tenía tam -
bién la fuerza moral; tenSa virtud; era inmacul:)- •
do, y resplandecía. con la aureola de sm; ¡(lea les g{'-
nel'osos.
.J ULIO SES1.'O

En la antesala presidencial de la Casa Blan-ca,


en ' Wáshington, Salinas y Moren,o sintieron un es-
calofrío: era que se daban cuenta de pisar la más
alta cumbre de la fuerza del mundo, de todas las
fuerzas humanas: el poder, la riqueza , el crédito, la
influencia, el prestigio.
Esa sensadón de la fuerza aumentó cuando los
dos diputados mexicanos fueron introducidos al pro-
pio despacho oficial del hombre de la Casa Blan-
ca, sin que estuviera él allí en el momeuto, ignorán-
dose por qué. Aquel despacho, al entrar en él,
cohibía, y des'pués, a los pocos segundos de estar
allí, el despacho' sugería un mundo de cavilaciones,
confortaba, inspiraba una confianza universal.
¿Por qué? ¡Ah!... porque allí estaba el botón
del timbre eléctrico que, conectado con los hilos te-
]egl'áficos y con el cable submarino, hiciera volal'
una IOOntaña en el caual de Panamá, el dique de
Gamboa; porque allí estaban , sobre 'Ia mesa de tra-
bajo del hornbTe, papeles que, al ser firmados poI'
el hombre, podrían hacer movilizar legiones impla-
cables de soldados y de barcos erizados de cañones
que arraS8.l'an un mundo; porque alli había talona-
l'ios de "checks" que, al ser signados por aquel for-
midable mandatario, podrían enriquecer a media
humanidad, o podrían empobrecerla, () podrían ani-
quilarla; podrían hacerla reír, o podrían hacerla
llorar. Y, sobre todo: am estaba el timbre, aquel
obsesionan te botón del timbre, que tenía un poder
mágico, que era un peligro o una garantia para
lns hombres, para los pueblos.

-
COMO ARDíAN I,OS MUElR'l'OS 247

Salinas, que era hambre de ima:ginación relam-


pagueante, inquieta, torturadora; Salinas, que se
daba cuenta del "más allá de las cosas," según la
calidad de las cosas mismas, quiso conocer bien el
botón excepcional, el botón único, el timbre más
poderoso del mundo, y, asomando por la puerta
que daba a la antesala, preguntó al Ordenanza, en
inglés, si aquel era el botón (~on que ha:bía sidO'
volado, uesde Washington, el montañoso obstáculo
del canal de Panamá_
El Ordenanza contestó que sí, y explicú a los
mexicanas con qué dedo de qué mano, en qué pos-
tura, qué día, a qué hora, y de qué modo había
sido oprimido aquel botón pOI' el hombre, para mo-
.ver, desde lejos, una eolina; pura unir, desde le-
jos, las aguas de los dos mayores océanos del Pla-
neta. ,
Salinas examinó detenidamente el botón: lo pal-
pó, temblando: hizo como que iba a oprimirlo: pasó
los dedos pulgar e índice por los alambres conduc-
tores forrados de seda que partían del botón y su-
bían por la pared, marcando la dirección de la fuer-
za, que iha a perderse en la atmósfera o en la en-
traña de la 'L'iel'ra ... !
Sentado, deda Salinas a Moreno:
- Esa es ]a fuerza material; ese timbre; bo·
t6n tan pequeño; y esta es la fuerza moral se-
ñalando un libro escrito pOI' el hombre, un libro
empastado que estaba sobre la mesa, qu('! hablaba
de la moral administrativa.
- y ahí está otra fuerza objetó el diputadO'


:l48 JULIO SESTO

Moreno señalando una Biblia, sobre la que habia


jurado el hombre "ser honrado."
-.Hay aqui, además del ambiente, muchas mani-
festaciones de la fuerza, de las fuerzas, dijo el se·
ñor Salinas paseando la vista por todo lo que ha·
bía en el despacho. Y veían sus ojos un cuadro
pintado por la esposa del mandatario: la fuerza

del · amor; y veian su~ ojos los libros colocados


en los anaqueles: la fuerza del saber; y veian un
retrato de Jorge Washington: la fuerza del civis·
mo; y una pluma presta a. firmar órdenes ineludi·
bIes: la fuerza de la Ley; Y un grabado represen·
tando el último "dreadnought:" la fuerza en el
mar; y un bajorrelieve reproduciendo una escena de
la independencia americana: la fuerza del patrio·'
tismo; y un teléfono mudo que hacia pensar en la
fuerza de una voz; y una bandera de las barraR
y las estrellas, que representaba la fuerza suprema.
Y, pasada la mirada por todo lo que allí había.
los ojos de Salinas, los ojos de Moreno, volvían · a
fijarse en el timbre, en el botón abrumador, en p.I
botón eléctrico, en aquel botón poderoso..... eH
aquel botón ....
¿Qué haria el hombre de la tuerza, que no venín
pronto '! l, En qué estada entretenido el coloso? ¡. El
que disponía de aquella acumulación de fuerzas, de
aquella I';uperposición de elementos, se ocuparia en
alguna tarea. frívola, trivial, vulgar? ¿ Se estaría.
lavando las manos? ¿ Se ataría un zapato? ¡, La
mano mnnipotente que habia oprimido aquel bo·
tón temible, estaría ocupada en acariciar dulce·
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 249

mente la cabeza de un niño, el rostro de un ángel?


¿Jugarla aquella mano con las migajas en una me-
sa? ¿ Tiraría una pelota? ¿ Mondarla una manza-
na?• ¿ Los dedos de aquella mano detel'minadol'a de
bienandanzas o de catástrofes, tomarían por las
alas una trémula mariposa en un jardín? ¿La ma -
no, aquella mano que podia remover el Universo,
estarla poniendo alpiste en la jaula de un ruiseñor
inocente? ¿ Qué haria -Ia mano prodigiosa?
. La imaginación, cuando es privilegiada, y cuan -
do es llevada a un lugar como aquel a que babíu
sido llevada la de Salinas, se suelta como una loen
y lo escudriña todo, lo siente todo.
Luego, las grandes cosas, excitan nuestra con-
ciencia en las grandes abstracciones de la vida.
Cualquiera que haya tenido tiempo de meditar en
medio de una gran mi8se en · scene, se habrá senti-
do sobrecogido por el efecto de la expansión ima-
ginativa.
El despacho de un jefe de Estado, cuando el je-
fe es grande y el Estado es grande, es algo que nos
habla profundamente a la cabeza y al corazón, P()]'-
que nos da la medida del To be or not to be, que <H-
jera Shakespeare.
y hasta ahora, la actividad humana no ·ha pro-
ducido nada tan sugestivo como la celebridad, ni 108
hombres han creado posiciones superiores al man-
do, al poder, a la elevación, siendo así que, en los
pueblos cultos y fuertes, el que manda es lo má.~
que se puede 8e?', tiene lo má8 que se p-uede tener,
dispone, predomina, descuella. "F-s."
·)~O
-'o .H'UO SES'l.'O

Así se explica pOl' qué los dos diputados mexica.-


nos sentian el ánimo inundado de penetrante psico·
logía, que 'p ara inteligencias IJlenos despiertas po. ,

dría ser una psicología recóndita.

Cuando Salinas y Moreno :;alían de la casa de


la fuerza, de la Casa Blanca, después de haber si-
do recibidos por el' hombre, cambiaban impresiones.
¡. Sería aquel, efectivamente. un hombre puro?
i. Podrían resucitar en la política americana los
varones COIDO Linco]n? ¿Podría México esperar su
salvación de la rectitud de aquel hombre? ¡. Sería
aquel espíritu puritano un mentís a la desgracia
geográfica? .
Ya en la calle, el diputado Moreno "hizo un
chiste."
- La desgracia está en nosotros aseveró Sali-
lIas, caminando.
- La desgracia es geográfica replicó Moreno_
- La desgracia es étnica afirmó Salinas.
-No, hombre, no remató Moreno, soltando el
chiste: La dcsgmcia de Méa:ico consiste en que
linda,
.
al Sur, con
.
Guatemala, y al Norte, con Gua,.

fepeor. .. ... ... ... . .. ... ... ... ... ... ...

Tal vez se equivocara Moreno en esta vez, al lan-


7.al· su chiste trascendental. El hombre los había
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 25]

recibido bien, y, justificando su attitud salvadora


para México, los habia eonvencido.
La prueba de que el hombre habia obrado de
buena fe, estaba ·en que no habia oprimido el botón
formidable para arreglar por )a fuerza las cuestio-
nes de México.
Salina8, que creía en la buena intención (lel hom-
bre de la Cn8a Blanca., se despidió al dia siguiente
de Moreno y emprendió el viaje para México, a
donde llegó con la cándida, o lamentable, o plausi -
ble, o santa, o errada, o malhadada esperanza de
arreglar las cosas por medio de proposiciones que.
después de un estira y afloja, dieran por resultado
mutuas concesiones de parte del Gobierno y de )a
Revolución.
Salinas deda que él eonocIa bien a los hombres
de su país. Olvidaba que a los hombres no se les
conoce i-mnca, en ningún país, y menos en México.
j y en política! ....
XXVIII

¡Como un Perro!

Salinas fue aprehendido al llegar a México. Ca·


si nadie se enteró de la aprehensión, consumada de
noche. Unos policías vestidos de particulares, es·
peraron al diputado a la salida del hotel, con un
automóvil dispuesto. Invitaron al diputado a subir
al auto, y Salinas, viendo la calle solitaria, desamo
parada, obedeció, sin objetar palabra. Creyó que
se trataria de exigirle que explicara su conducta
en la Inspección General. Hombre de buena fe, Sao
linas nada temió. Con más razón, cuando que él
no era un revolucionario activo, sino un creyente
bien intencionado que tenía esperanza en "un arre·
glo."
Habia entonces un ministro de Gobernación que
era médico·cirujano, y de quien habia dicho un so·
ciólogo mexicano, al oír relatar algunos crímenes
políticos de dicho ministro: También M arat era
médico.
Salinas, cuand.o el auto se puso en marcha, toda·
vía sintió esa tranquilidad de conciencia, ese mo·
mento de confianza persuasiva que solemos sentir
254 JULIO SESTO

cuando algún peligro se esboza en nuesÍl'a exis-


tencia.
Pronto cambió Salinas de pensamiento, cuando
yió que el automóvil tomaba por la calzada de San
Antonio Abad y empezaba a devorar kilómetro~
por el camino de Tlalpan.
-¿Van ustedes a matarme? preguntó el diputa -
do a los policías.
-Usted, cállese le contestó uno_
-Es que tal vez sufran ustedes una equivoca-
ción; tal vez esté en un error quien les mandó a
ustedes hacer esto. _. i que me dejen siquiera ha -
blar!. ...
. Los poli'Cias nada contestaron. •

El auto seguia tragando leguas. Los árboles de


la calzada de Tlalpan "pasaban" vertiginosamente
para atrás. El pintoresco camino de México a la
ciudad serrana, rodada del Ajusco, tan alegre de
dia, se tornaba de noche sombrio y fos'Co. Era el ca-
mino de la Muerte, pensaba Salinas.
Cuando el auto pasaba por la Prefectura de Tlal-
pan, Salinas todavia dijo a sus custodios:
-Perll1itanme ustedes hablar por teléfono a la
Inspección General; les juro a ustedes, bajo mi pa-
labra de honor, que yo no soy lo que se ha creido ...

Van a sacrificarmp ustedes en vano .. _. Permi-
tanme ...
-Usted, se calla. _. volvió a contestar el mis-
mo policía que contestara antes, sacando en esta
Tez la pistola y apuntando al "reo."
El diputado se dió por muerto. Reflexionó en que
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 255

los esbirros son automáticos en sus actos. No en-


tienden nunca de razones.
. En lo más empinado de la cuesta de Tlalpan, el
automóvil se detuvo; no podía subir la pendiente;
parecía que el auto. tenía alma, más alma que los
policías; el auto se detenía cual si quisiera eximir-
se; patinaba; retrocedía; resoplaba; diríase que
protestaba ....
Tuvieron que bajarse tres de . los policías, mien-
tras el auto subia el resto de la pendiente. Des-
pués siguieron en el vehículo, que se detuvo en una
pequeña plazoleta con encrucijadas, frente a-la reja
- del cementerio.
Salinas vió la puerta del camposanto, puerta en
forma de medio punto, con verja.
A la izquierda del cementerio, viéndolo de fren-
te, ·h ay una rampa que desciende hacia unas ba-
rrancas abiertas por las corrientes · del monte.
Aquella rampa inicia el camino de Ajusco, por en-
tre los pinos. La rampa está llena · de guijarros y
fragmentos de lava volcánica, redondeados por el
. azote de las corrientes y el trillo de los cascos he-
rrados de las cabalgaduras.
Por aquella rampa, que es horrible . de .día y de
noche; por aquel camino de do'lor, descendieron los
policías, que eran cin'Co, nevando enmedio al dipu-
tado Salinas. Al llegar al ángulo posterior Este
del cementerio, la pavorosa comitiva dobló a la de-
recha, subiendo por los tajos transversales ,del te-
rreno deslavado 'p or los torrentes y . perdiéndose en-
tre matorrales de vegetación raquítica y disimbo-
17

256 .TULlO SESTO

la: pinos (ocotes,) encinas, tejocotes silvestres,


h uizaches, yerbas ....
.Se detuvieron detrás de la barda del cementerio,
junto a una barranca de poca profundidad, en cu·
yo fondo habia guijarros redondeados, que seme-
jaban calaveras.
El paisaje nocturno era desconsolador. Si se ·
hubiera mandado pintar un telón sombrío para
aquel acto dramático, no hubiese resultado más
aterrador, más hórrido, más "del género." La mo-
le del Ajusco, con todas sus sinuosidades llenas de
asperezas y de sombras, formaba un fondo que era
un castigo para la retina. Los caminos se dibuja-
ban a manera de perezosas serpientes pardas. Los
grupos de varas de la maleza formaban, aquí y allá,
promontorios semejantes a catafalcos. En el cielo,
ni un astro, ni un jirón de azul ....
-.Listos dijo el policía que hacía de cabeza.
-,Sí, listos... respondió con triste ademán el
diputado Salinas listos ... para matar como a un
perro a un hombre honrado... Pero... permítan-
me ustedes que, antes de morir, les diga cuatro
palabras, en són de amistad.: Ustedes tienen hijos
inocentes, cuyas frentes no quisiera manchar con

mi sangre: ustedes son mexicanos, y yo no quisie-


ra que la nacionalidad de ustedes se maculara con
este 'hecho. No lo digo para que no me maten, no:
mi ¡::angre de inocente quizá haga falta para salvar
es.tepilí¡;: lo lligo para que reflexionen ustedes en
su. triste lIlisiún; para que busquen otro oficio. Es
muy triste para mí morir pensando que me asesi-
COMO ARDÍAN LOS Hu_aTOS 257

Dau CillCO mexi.:-anos, cinco hermanos míos ... , Pro-


testo contra esta degeneración de mi raza, contra
efJta colJurdia innecesaria. Protesto contra la man -
cha que estampáis sobre las · frentes de vuestros hi-
jos, a l(ls que los hijos mios podrán tildar de mal-
ditos algú.il dl.a - .. Protesto de que haya en México
hombres que se presten a desempeñar estos pape-
leR diabólicos y afrentosos para una sociedad.
Un policía. iba a disparar. Salinas le contuvo el
bl°azo y le dijo:
--No: no dispare usted todavía: hay tiempo; es-
vere. . .. se lo suplico... al cabo que, mi vida, es
suya. Déjeme hablar otro poco:
Tengo fe en mi protesta, no porque la recoja la
prensa honrada, que no tenemos, ni para que cause
efecto eu la conciencia nacional, que no tenemos,
ni para que sirva de norma a la moral politica, que
no tenemos, sino para que quede en la atmósfera,
para que sea recogida por la montaña y por el cie-
lo. Mi pro test.! quedará vibrando en el espacio: eje.r-
cerá en él su acción: mi protesta dejará su eco en
las oquedades de los volcanes, en las grietas de los
crátert:!!!, en las cavidades de las crestas, en las si-
mas de los alniles, en las reconditeces de los ria-
ch(ls, en la umbria de los pinares quejumbrosos ...
En los e.~pacios de mi Patria.
. Ahora, ma.tadme, desventurados; .Y no os olvi-
déis: escoged un oficio más agradable y más de-
coroso, que el de miserables esbirros nocturnos que
tienen la misión de robar vidas en la sombra!
258 JULIO SESTO

Sonó un tiro que le entró al diputado por la es-


palda. Otro. .. y otro (en la cabeza) y otro ...
IJos' esbirros estaban cansados de 011' el discurso
de la víctima. Dispararon dos tiros más, porque
@a1inas no caia. Al disparo de los últimos tiros l hu-
bo en el cielo una poca de claridad. Salinas la vió.
Tuvo el consuelo de. morir viendo un jirón azul ...
Cuando el diputado cayó, su sombrero bombín
rodó por el lecho de piedras de la barranca, que-
jándose, protestando, haciendo un ruido onomato-
péyico: croc ... croe ... toc ... toc ... toc ... ro ...
ro. .. tok... tok ...
• o. '" ••• ••• ••• •••• ••• .., '"
.
••• '" •••

-A ver si está bien muerto... dijo el "coman-


dante" de los ejecutores.
Bajó uno a la barranca a examinar el cadáver.
y, por las dudas, dió otros dos tiros al diputado en
la cabeza.
En el cielo negruzco brilló de pronto el divino
• fruncimiento de cejas de un relámpago.
. .. ... ... .., o.. ... ... ... .. .... .. o. . .

Los esbirros sacaron el cadáver de la barranca y


lo echaron, por encima de la tapia, no sin grandes
trabajos, para dentro del cementerio de Tlalpan.
Se oyó el ruido del cuerpo al caer sobre alguna
cruz de marmol que se rompía.
Fueron los esbirros, con cerillas, a buscar lall
manchas de sangre a la barranca: borraron con los
tacones las manchas en el barro, revolviéndolo:
COMO ARDíAN LOS MUgRTOS 259
volvieron las piedras ensangrentadas con lo rojo
para abajo: se limpiaron las manos manchadas de
sangre con hojas de encina, i con hojas de encina,
que son el símbolo de la Gloria!: recogieron el bom-
bín y lo llevaron al cemnterio, abriendo la reja el
que hacía de jefe, que tenía la llave_
En el cementerio reconocieron bien al muerto_
- ¿ Lo quemamos? dijo uno acercando una ce-
rilla a la cabellera del diputado.
-No, dijo otro.
- No, parecía decir la cara angustiada del muer.
to, la cara de aquel hombre que se horrorizara de

ver como ardían los muertos.


Los esbirros arrastraron el cadáver por entre las
tumbas, como si se tratara de un perro; lo llevaron
a una fosa previamente ' abierta; lo pusieron a la
orilla de la fosa; lo empujaron con los pies; el
cuerpo cayó pesadamente, y, tras el cuerpo, sobre
el cuerpo, cayó una porción de tierra de un lado de
la tumba: la madre tierra se apresuraba a tapar
aquella vergüenza, a recoger en su seno a aquel des-
dichado!
IJos bandidos temblaron.
Echaron unas cuantas paletadas sobre el asesi-
nado y salieron presurosos, sin volver la cara: te-
mían que los muertos se levantaran de los sepul-
cros y los apostrofaran con sus descarnadas man-
díbulas batientes, con las oquedades

de sus ojOR,
sin luz, como las conciencias de los asesinos.
XXIX

El Sabor de España.

Alfouso Aguirre, el que fuera novio de Lolita


Patiño, aquel culto y generoso muchacho de Mon·
terrcy, no se movió de Sevilla en los dos primeros
meses tie S11 permanencia en Bspaña. Quena estar
cerca de la monja de Cadereyta, encerrada en el
convento de las ursulinas. Quería, ya que no podía
veda, vivir a pocos metros de ella, respirar el
mismo aire que ella ; Alfonso pensaba, a veces, que
,

bien podía llegarle el hálito de la buena mucba·


cha; que bicn podía, al aspirar él, recoger en su
garganta el mismo aliento respirado por la gargan·
ta de elln en el jardín liaturado de aromas del c'on·
vento grisáceo, aquel jardín de cuyos muros so·
bresalían las corolas de los naranjos, de las palo
mas y de los olivos, corolas que, al mecerse con la
brisa del Guadalquivir, decían al enamorado me·
xicano: "No estés intranquilo, que aquí estú
ella" ...
Alfonso Aguirre crecía en el misterio Ü'ansmiso}'
del suspiro: crecía en la metafísica de las palpi·
taciones a di8tan<'Ía; percibía esas palpitaciones:

262 JULIO SESTO

sabia recoger su corazón, como antena, el amor


que vibra en el ambiente.
Para tomarle sabor a Sevilla, Alfonso abandonó
el hotel ~. eligió una casa de huéspedes "en fami-
lia," haciéndose estimar de aquella familia sevi-
llana, que el'U clásica, puritana, andaluza, de ran-
cio aholengo sevillano, pero pobre, venida a menos
por causa de un pleito perdido.
La familia se componía de cuatro personas: don
RI"[,11Iio Montero, que era el jefe; su señora, dóña
Mercedes; U1' hijo, Manuel, y dos chicas, hijas
tambi('n: Rosario y Engrada.,
El .viejo don Braulio estaba empleado en la Fá-
brica de Pólvora del Gobierno: Manuel se prepa-
raba para estudiar Aduanas, y doña Mercedes y
sus hija!'l "llevaban la casa," admitiendo huéspe-
de¡: para a~'udarse.
Cuando Alfonso Aguir¡'e llegó a aquella casa,
babía . otro huésped: er'a un chico de .Jerez que
asistía a una escuela de tauromaquia., y que se fue de
Sevilla desengañado, convencido de que nunca
matm'ía, después de haber gastado algunos miles
de pesetas en obsequiar a charlatanes y pagar a
maestros.
A lfollao se quedó como dueño de la casa. El
mexicano pagaba bien, y lo servían a mal'avilla.
Estaba a gusto Alfonso entre aquella familia, que
em buena, que era honrada, que era cabal. que
.-
era (~armosa.
El viejo no se metía eu uada, Con qU,e le respe-
taran el peine <Iue usaba para sus patillas, todo
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 263

estaba arreglado. Manuel, (Manué) era un , buen


muchacho. Solo le interesaban, al parecer, los cuen·
tos de América, de Alfonso; las tarifas aduanales
de México, el comercio, las estadísticas.
Cosa rara: en aquella casa se hablaba poco de
toros; la familia no podía ir a ellos, y, para no
sufrir, era mejor nü tocar el asunto. Sólo cuando
iba por alli algún amigo a charlar, se h·a blaba de
las corridas, después de que éstas Me daban.
Con doña Mercedes y con sus hijas, recorrió Al-
fonso todos los templos de Sevilla; con ellas co·
nnció el much·a cho regiomontano la Catedral, en
todos sus detalles; con ellas fue Alfonso a misa
muchas veces, y con ellas fue a las fiestas en 10B
patios á.rabes, a las romerías. a las solemnidades
I'eligiosas y civiles.
Babia en la casa de la familia Montero muebles
arcaicos, ¡'eliquias apolilladas, cofres árabes, san-
tos antiquísimos atribuidos a es'cultores de fama.
Todo aquello recreaba al mexicano, a quien doña
Mercedes, a veces, relataba la sugestiva historia de
un crucifijo que había entrado' a Gmnada enÍl'e las
Ü'opas de doña Isabel la Católica, en tiempo de
la rendición , o bien contaba la apacible señol'a el
origen de una espingarda mohosa que habia en
la casa ...
Alfonso Aguirre "saboreaba" aquellas conversa-
eiones, sentado en alguna arca vieja con prodigio·
80 herraje, y, al mismo tiempo que saboreaba los
cuentos, palpaba los objetos. sentialos, analizába-
lo~ , posesionándose de ellos, interpretando cons-
264 JULIO SESTO
• •

cicntemente el pasado de las cosas, viviendo así el


pasado de España, el "sabroso" pasado de España.
--Doña Mercedes dijo Alfonso un día a la se-
llora de la casa mi ánima quiere entrar en esa
hu('b~ de castaño tallado que tiene usted ahí; hace
un rato que estoy mirando para esos herrajes for-
jados que adornan la hucha; mi ánima inquieta
forcejea por entrar por la cerradura, a ver qué hay
dentro. .. j déjeme ver esa hucha abierta!
- '"Z·"
1 . . . h"1JO mí o. .. " Zl...
." a a b ru
. 1a voy ...
que "tié" mucho que "vé" ...
y doña Mercedes abrió la vieja hucha de castaño,
que, al quedar descubierta, lanzó al rostro de
A/,,"lirre un olor a España vieja, un olor de Con-
quista, un perfume que se podría calificar de per-
fume de los siglos. Y al mismo tiempo que Alfon-
¡;;O 8Rpiraba aquel aroma centenario mezclado al

olor del espliego, Alfonso veía con curiosidad de


niiio el contenido de la hucha. Doña Mercedes fue
mostrando al curioso mexicano objeto por objeto:
l'cli('arios, abanicos, medallas, escapularios primo-
rosamente bordados, vasos de bronc"C, sedas, azaha-
res secos, astillas milagrosas', vestiduras de san-
tllS, cotas de malla, cascos, condecoraciones, rosa·
rios artísticos, mantillas antiquísimas, chapines,
collares de oro vieju, sortijas, puños de espadas,
banderas, pistolas de duelo, pedazos de hojas de
tizonas, una escribanía alegóriea, libros empasta-
dos con 'cuero troquelado, esearapeJas de ruecas.
ex·yotos, encajes, recuerdos de bodaR. recuerdos de
vi Ritas reales, recnerdos de guerras, recuerdos de
COMO ARDÍAN LOS MUElnos 265

I'az, ('ecuerdos de España ... recuerdos ... recuel'·


dos ... recuerdos ...

Doña Mercedes, inclinada sobre la hucha, con su


cabello cano sujeto 'p or alta peineta de 'carey, era
la misma España, que enseñaba a su hijo de Amé·

rica los tesoros del arca de los siglos ...
j Qué inefable era para Alfonso la contempla·
ción de aquel muestrario!
A cababa doña Mercedes de cerrar la hucha, cuan·
do aparecieron sus hijas riñendo por una cuestión

baladí.
-Nunca podéis estar en paz dijo terciando la
huena madre,
-- Eso, intervino Alfonso parecéis las Repú-
blicas Hispanoamericanas, y vuestra madre, doña
Mercedes, parece España.
I,a buena señora sonrió con esa ' dulzura con que
sonrien las ancianas. Alfonso Aguirre pensó que
habia acertado en el simil.

***
En las tardes daba .\lfonso una vuelta por el
convento en que estaba J.Jolita Patiño. El sensible
enamorado se a'cercaba a los muros y aplicaba el
oíilo: j si la oyera!.. Luego palpaba las paredes
agrietadas y musgosas, porque le parecía que rezu-
maba.n las lágrimas de ella, que "destilaban" la
oración de ella ...
y no se equivocaba: ella estaba a pocos pasos
de él, del otro lado de la barda carcomida.: ella

266 JULIO SESTO

estaba junto a la fuente antigua, oyendo la can-


tiga del agua que salía por la boca del grifo __._
Alzando la vista, Alfonso veía las florecillas es-
pontáneas de la tapia, arriba; le parecia que aque-
llas florecillas, al agitarse con el viento, le habla-
bur: de ella, uná's veces en sentido afirmativo, otras
veces en sentido negativo, según el movimiento que
pI aire las imprimía_
La ilusión de Alfonso era delicada, pero febril.
Cuando acercaba su cuerpo a la tapia del jardín
monástico, sentía en el calor de la tapia, después
de ponerse el sol, el calor del cuerpo de Lolita Pa-
tiño; sentía en las piedras sagradas una santa
palpitación de vida, una transmisión de la cálida
palpitación humana_
Pensaba Alfonso que "su monja" pasearía por el
jardín; que pasaría, a la hora de la oración, pre-
eisamente por el ángulo interior del jardín que
ctlincidía con el ángulo exterior en que él estaba;
y por eso todos los días, al retirarse, Alfonso, lle-
vándose los dedos a los labios, tiraba un beso por
encima del muro, con la ilusión de que aquel beso
c2.('l-ía a los pies de ella, como si el beso fuera una
I"osa __ _
La dulcedumbre de aquel homenaje, era la feli-
cidad de Alfonso Aguirre; era su consuelo; y, para
matar su ocio, tenía a<)uella otra dulcedumbre, la
ue hablar de España con la familia Montero, la .
de revolver la hucha de doña Mercedes, la de oh
cantar a Rosario, a "Rozariyo," la hija de doña
Me¡'cerles. .v la de ver bailar a Engracia, que era
-
CO~10 ARDiAN LOS MTJER'l'OS 267

un trompo sevillano, y la de ir a las fiestas, y la M


oír al señor Montero hablar mal del Gobierno, y
la ile ir al Paseo de las Delicias de Sevilla, y la
de tomar buen vino, y la de escuchar a los toca -
dores de guitarra, y la de subir a la Giralda y ve¡-
desde alli el convento de las ursulinas, en cuyo
jardín creía descubrir alguna vez la figura. de la do-
lorosa huérfana de Caderevta•
__ -

•••
--,JezÚ, Arfonzo. _. paece que ejtá 'ujté p et1'iji-
cao pOI' eza. monjilla _'__ 1,arnoj... que ce va u.jté a
cecá_ .. venga con 1/.0zot1-a a vé a una; amiga so-
lia decirle Rosario.
Alfonso aceptaba. Iba con RozarilJo y su herma-
na a hacer algunas visitas, y, de repente, daban en
algún -patio sevillano en que habia juerga familiar,
guitarreo, cante y baile. Alfonso se volvia esplén-
djdo, y, por unas pocas pesetas, veía ba.ilar, oia
cantal', se recreaba con la charla caracteristica de
la gente sevillana, bebía bueno, con moderación ... ;
le tomaba el sabor a España.
Observaba Alfonso con agudeza, con facultad de
(Jfljcólogo, la vida de la fámilia Montero; veía a
Rosario en su audar ritmico de la cocina a la mesa;
la veía cosiendo, tejiendo, barriendo, trabajando
como una desesperada, pero cantando, siempre
cantando, y rematando sus movimientos de labor
con un paso de baile, con una gracejada. Le daba
,

compasión verla fregar los cacharros de la coci -


,
268 JULIO SES'l'O

Jla; le dolía ver los brazos de aquella buena moza


llenos de jabón o llenos de grasa en el fregadero.
Esta mujer, en Plateros, vestida, "arreglada" pen-
saba Alfonso valdrta un mundo. Y se acordaba
él de algunas españolas que vienen a los teatros de
México, y que, sin valer gran cosa, ha{!en fortu·
na ...
-No quiero verla a usted así, Rosarito ... acoso
tumbraba decirla el de Monterrey.
-Hijo. .. hay que fregá loj cacharroj... no
queda maj remedio... contestaba ella.
y Alfonso pensaba en el remedio, en que El! ha-
MI." remedio: el amor. Pero él no podía amar, no
debia amar. Para prescindir de aquella tentación,
Alfonso resolvió hacer un viaje por España, to-
marle sabor a toda la España. Así se lo comunicó
a la familia Montero, que se entristeció bastante,
(porque Alfonso era el sostén de aquella familia).
El, que lo comprendió, dijo a la familia que su jira
por Esparía la realizaría en una serie de viajes
cl)rtos; que dejaría alli su equipaje, y que quería
que lo siguieran considerando como huésped, para
que, cuando quisiera volver, encontrara su cuarto
listo y la (!omida dispuesta. Acabó consolando a la
fHmilia con esta promesa:
-Mañana domlingo, vamos todos a los toros: yo
loF. invito.
-Buen cartel el de mañana dijo el señor Mon·
tf'ro.
-Trabajan dos toreros mexicanos-'observó Al-

fonso y así como habrá en el ruedo meXlcanos y

COMO ARDLAN LOS MUERTOS 269

ef'pañoles, quiero que haya en una lumbrera espa-


íioles y mexicanos: por eso los invito a ustedes.
,L a familia Montero aceptó. Fueron todos a aque-
lla corrida, que resultó "colosal," como decían los
revisteros. •
Alfonso Aguirre experimentó una sensación nue-
ya al ver en la arena a los suyos, luciéndose: ex-
perimentó una honda emoción "internacional." J..os
"c,lés" del público sevillano a los toreros mexica-
no!"> echaban al vuelo el corazón del chico de Monte-
rrey, y en aquellos aplausos, en aquel batir pal-
lilas, veía él un homenaje a México, un aleteo de
aves alegres que llevaban a Méxieo, volando, la
gloria.
Otra sensación nueva para Alfonso Aguirre, era
1-1 que le producia la contemplación del público y
el escuehar aquel clamoreo de los aficionados, cla-
moreo que tenia en sus ecos algo de la vibración
alegre de las campanas de Sevilla.
Las cara!! bonitas encuadradas en mantillas se-o
villanas, ornaban el graderío y las lumbreras: Al-
fonso veía guirnaldas de encajes y de rostros será-
·tieos y de claveles y de rayos de sol. Vulgar era
aquello; pero era nuevo para el viaiero mexicano
que, alli, una vez más, saboreaba la vida españo-
L!, en una de sus manifestaciones más caracteris-
ticas.
Dijo Alfonso a la familia Montero que .10 . condu-
jera a todos los sitios a que la gente iba después
de la corrida, eslabonando la fiesta. Lo . acompa- -
liaron; se "sació"; quedó plenamente satisfecho;
270 J I )LIO SES'.rO

fue sevillano aquella noche, completamente, y al


otro día sali6 a. recorrer España, dejando a aquella
familia apesarada, aquella familia, que lo despidió
como se despide "a uno de la casa."
l. Pue!\ no lloró Rozariyo?
,

***
Málaga, Jerez, Córdoba, Granada, Barcelona, Va·
lencia, San SebastUm, Bilbao, Burgos, Santander,
Santiago, Oviedo, Vigo, Pontevedra, León, Sala-
man(~a, Valladolid, Toledo, Madrid .. _ todo... to-
do lo visitú Alfonso Aguirre, en un constante ir y
venir por las Provincias, de aldeas a capitales, de
(·upitales a "ventas," de ventas a molinos. _.
Los molinos eran el espectáculo predilecto de
Alfonso, fueran de Tiento o de agua. Se detenía

frente a los primitivos molinos de Galicia y de As-
tnrias, viéndolos funcionar; estudiaba su mecanis-
mo; los paraba; los echaba a andar; pedia expli-
caciones; tomaba medidas; entablaba conversación
con las molineras polveadas de ' flor de harina; co-
mia en algún molino, obsequiando cántaros de vino
a los aldeanos; lo revolvia todo, se convenda de

todo, y pagaba con largueza para que no le llama-


.·an impertinente. .;
El rum-rum de los molinO'S celtas a la orilla de
los ríos, entre las arboleda.s, le enloquecía, y cuan-
do a este ruido se mezdaba la voz de alguna zagala
que segaba yerba o que apacentaba una vaca, el
hombre era completamente dichoso_
,
COMO ARDíAN LOS HUER'l'OS 271

Luego, sentia gozo en el brusco modo de conver-


s:)r de los aldeanos, en las esquilas de las ermitas
que tocaban a la doctrina, en las canciones de los
mozos que venían del jornal a la oración ...
Todo esto, decía Alfonso, es el ruido de España,
el sabor de España, es el alma de España, es al-
go que no está en "la España de pandereta," en
la España que conocen todos; es algo superior a
los toros.
y siguiendo esta iuclinación suya, Alfouso Agui-
rr{' montaba en las mulas de las .recuas de 108
arrieros e iba con ellos a llevar cien odres de vino
a alguna parte, de noche, oyendo el cencerro de la
mula que venía detrás de la recua; subía a un
carromato e iba de Horia a Segovia; embarcaba en
un bote pesquero y se internaba en el Cantábrico,
ayudando a sacar las redes cargadas de sardinas,
comiendo lo que los marineros comían, bebiendo lo
que los marineros bebían, cantando lo que los ma-
l'ineros cantaban, sintiendo lo que los marineros.
sentían, y viendo de noche, muy lejos, el guiño de
I:.!; pupilas de los faros, que le decían: Aquí C8t~

España.

MADRID

Un poco cansado, pero plenamente satisfecho, se


detuvo Alfonso en Madrid, donde pensaba pasar
alganos meses, para acabar de "impregnarse," co-
mo él decía.

ti

272 JULIO SESTO

Mientras duró 8U excursión de seis meses por Es-


paña, por las Provincias, Alfonso habia mandado
tarjetas postales de mérito a sus amigos de Méxi-
co y a la familia Montero, a Sevilla, y de Madrid
mandó también curiosidades gráficas de todo lo
que veía.
En ocho dias dió Alfonso un vistazo preparato-
rio a la Corte de España, empezando por el Pa-
8eo de la Moncloa y acabando por la Bombilla, en
CÍrculo, de derecha a izquierda, y en cruz. _
Los monumentos de Madrid le sedujeron. No
el'!ln montones de piedra: eran ensueños artísticos.
Frente a la estatua de Quevedo pasaba horas en-
teras: aquellos ángeles querolianos que se quebra-
ban en el pedestal, al frente, que apagaban una luz,
atrás, que alargaban las alas finas, que "aletea-
ban" materialmente, enamoraban al viajero.
En la Castellana se detenía Alfonso frente al ma-
ravilloso Castelar de bronce modelado por Ben-
lliure. Ponía él su mano como la mano de Caste-
lar, como aquella mano de brouce que vibraba en
la altura, que expresaba algo, que sugeria con la
accióIÍ, la acción, la acción, la acción, que dijera
Dem'ó stenes cuando le preguntaron cuál era el pri-
mer recurso de un orador.
¿ y aquella vieja escultul'a ecuestre de Isabel la
Católica, al otro extremo de la Castellana? Alli, en
un cafetín que hay, estuvo Aguirre contemplando
la escultura de la reina animadora del descubri-
dor del Nuevo Mundo; alli, tomando cerveza y hos-
tias de patatas fritas, bajo las acacias, pasó el me-

COMO ARDíAN LOS MUERTOS 273

xicano una tarde contemplativa, mientras en los


carruajes pasaban marquesas muy Dobles, muy dig-
nas, muy bellas ...
Siempre que iba a la Moncloa, Alfonso se de·
tE-nia frente al monumento del doctor Rubio, escul-
pido por Blay. j Qup sencillo y qUt> grande era
aquéllo!
En en el Retir'o, Alfonso se pasaba algunas tar-
des oyendo a las chicharrras en el oloroso bosque
de acacias; se divertía -viendo a los nifios y a las
lindas niñerag... viendo aquél caballo de bronce
de don Alfonso XII. viendo aquéllos carcomidos
reyes de piedra. paseando por aquéllas avenidas,
llna de la!': euales llevaba el nombre de México, y
que le 'Proporcionaba, al pasear pOI' ella, la ilu-
sión de que estaba en tie rra mexicana ...
Indefectihlemente, cuando se acercaba la noche,
Alfonso iba. presuroso a su casa de huéspedes, en
un tercer piso, en la calle del Barco. No quería él
dejar de estar en el halcón a esa 'h ora, porque, pró-
ximo· a anoch ecer, aparecían los mendigos que can-
taban acompañándose con la guitarra: ciegas, cie··
gos, truhanes... de todo había entre aquella men-
dicidad que cantaba, dando a las coplas la entona-
ción conmovedor'a que surgía del fondo de la mi-

serla_
Las canciones de los pobres subían del . abismo
empedrado al balcón de Alfonso Aguirre, y él re-
cogía devotamente aquellas lamentaciones desga-
rradoras, que eran el dolor del pueblo español, el
dolor de España. •
.
JULIO SESTO

Alfonso arrojaba "perras" del balcón todos los


atardeceres, todas las noches, y los mendigos can-
tantes acudían puntuales, unos tras otros. Aque-
llo era "un abono."
Había una ciega picada de viruelas que intere·
1:1:1 ba mucho al mexicano. Era la que mejor canta-
ba las coplas "con alma." De ella aprendió Alfonso
esta copla, que la ciega cantaba con música de la
jota de "La Dolores":

"Ya tengo los ojos secos


de tanto llorar tu muerte ...
¿y para qué "quió" los ojos
si no he de volver a verte! .. "

***

En la ' calle del Carmen habia un taller de cos-


tura en que se empleaban como cincuenta modis-
.
tillas, algunas , de las cuales eran notablemente bo-
nitas, verdaderamente bonitas, graciosas, finas.
A lfonso se iba allí, para verlas entrar al taller

después de mediodía. Las modistillas iban llegan-


do 'de a una, de a dos, y se agrupaban en la calle,
frente al e81:ablecimiento, formando un delicioso
concurso de hembras. Con los delantales blancos o
adornados de color, aquellos · delantales tan "cu-
cos" que sólo usan las madrileñas; perfectamente
peinadas, con él mantón de primorosos cuadros
cayendo de 10& hombros, con las caras impecables,
con aquel donaire... con los ojos brillantes ...

COMO ARDÍAN LOS MUBR'l'Ofl 275

AIl1 estaban todos los días, esperando entrar a ga-


nar una peseta ...
Alfonso las echaba besos "in mente"; las rendia
un merecido tributo; las deseaba profundamente;
lamentaba que España no tuviera tronos para too
das.
Lo mismo le pasaba a Alfonso cuando se estacio·
naba en la esquina de Fuencarral y Desengafio, o
en la esquina de Carretas y la Puerta del Sol, o en
la esquina de la calle de la Montera, y veía pasar
y pasar mujeres bonitas, algunas seminclinadas
por el peso del busto... con aquellos velos típicos
d · Madrid. " y aquellos andares ...
Alfonso las veía en la Puerta del Bol, las veía
en los teatros, las veía en las verbenas, con los vis·
tosos mantones de Manila, (¡ que van desaparecien·
do ! ... ) las veía en los merenderos de Caraban-
chel, en las "kermess," que tanto abundaban en
los barl'rios madrileños.
y cuando las tenía cerca y las oía hablal' o as·
piraba el perfume que de ellas emanaba; cuando
le tocaba ir del brazo con alguna; cuando las besa-
ba en los ojos o en la boca, o si por ventura las po-
seía, Alfonso se decía siempre, avaro de atesorar
dulzuras: es el sabor de España .

,
La España grave, la España profunda, la halh:-

b¡~ Alfonso Aguirre en sus visitas a las Universi·
di!des y a los Institutos; en sus vi~iitas a 108 auto·
276 JULIO SESTO

res célebres; en sus mañanas encerrado en la mo-


,numental Biblioteca Nacional; en el Archivo de
la Nación, anexo; en el anexo Museo Moderno; en
el Museo del P.\'ado; en el Museo de Artillería; en
la Armería Real; en los Palacios mandados edifi-
car por Felipe II; en los palacios mandados. edi-
ficar por Carlos III __ .
Asiduo visitante del Archivo de la Biblioteca,
Alfonso Aguirre tuvo ocasión de ver aquellos ma--
Dllscritos evocadores de don Alfonso el Sabio, de
Santa Teresa de Jes6s, de don Cristóforo Colom-
hus, de don Hernando Cortés ... de los Virreyes
f.~ México... i Qué sabor tomaba Alfonso a aqué-
llos papeles viejos llenos de ingenuos garabatos! ..
j Cómo respiraba aquél polTo vivificador... aquél
polvo que se adhería a su paladar y le daba el ver-
dadero sabor de España, y, algunas veces, también
el sabor de la Nueva España... .
Estamos muy ligados, decía Aguirre leyendo
en aquellos siglos aprisionados en el papel de bar-
-
ba estamos muy ligados mexicanos y españoles ...
~. no sé cómo en la vida nos apartamos tanto, cuan-
d () estos papeles están aquí tan juntos ...

y salía caviloso de la Biblioteca, volviéndose a
contemplar a don Alfonso el Sabio, que estaba en
la monumental escalinata, esculpido en un gran
mármol, ,y diciéndole: hasta mañana, buen Rey, ..
En el Museo del Prado, con la devoción de un cre-
yente que va a misa cotidianamente, pasaba Agui-
rre los 6ltimos días qUE' le quedaban en Madrid.
Empezó pOI' colarse a la sala italiana del lado iz-


COMO ARDÍA.N LOS MUERTOS 277

quierdo y pasarse alli largas horas admirando a


Rafael de Urbino; acercándose al "Pasmo de Si-
cilia," a La Perla, a "La Anunciación ... "
Siguió por la Sala de Velázquez, instalada por el
Gobierno Español con acierto que honra a Espa ña
y honra a Velázquez.
i Velázquez! Alli estaba la España grande. En
los asientos centrales, viendo para "Los 1l01'l'a·
cbos," viendo para el "Vulcano," viendo para el
Code Duque de Olivares, viendo para el bumano
"Bobo de Coria," viendo para "La rendición de
Breda," esperaba Alfonso que cerl'aran el Museo,
para continuar, al día siguiente, viendo para aqu('l
Cristo velazqueño , viendo para "Las Meninas,"
viendo para "Las hilanderas," viendo para Meni·
po y Esopo, viendo para el ¡'etrato de Martinez
Montanés, todo .aquello, y más, en la Sala de Velúz·
quez, en la Casa de Velázquez, que es alli la ca8ll.
del mundo peregrino.
Así seembebia el espiritual mexicano en la Sala
de Murillo, al fondo, sometiéndose al contagWso
misticismo del incomparable pintor de santos y

pintor de ambientes celestiales.
La fe de España estaha am, como estaba en la
Sala de Ribera, al lado.
A lfonso salia. por la galería central, dándose UD
atracón de "carne de Rubens," y al pasar de aqne ·
lla galerí.a al salon cito circula¡' anterior al "hall,"
volvía los ojos a "La Maja desnuda," de Goya, que
le hablaba también (le caT'ne, de carne española, ~'
de gracia, la gracia de la golfería, . ,
278 JULIO SESTO

Esto era todos los días, para empezar al día si .


guiente y sentarse frente a las Purísimas, de Mu-
rillo, el Cristo palpitante de Goya y la Virgen del
Greco, en aquel saloncito rojo de la izquierda, don-
de estaban las joyas de los Maestros españoles.
Para ver ideales mujeres desnudas, Alfonso ba-
jaba a la Sala de don Alfonso XII; contemplaba a
plena luz la Eva juncal de Alberto Durero. Se di-
rigía enseguida a la Sala de Madrazo, y allí, sen-
tado en el centro, besaba con los ojos aquella Ve-
nus donada por don Ramón de Errazu, que iba a
ser envuelta por la onda, y, haciendo girar el cuer-
po a la derecha, acababa por iniciar un idilio de
contemplación ante aquella carne rosada de mujer
saliendo del baño que pintó Madrazo; aquel mila-
gro de color y de dibujo; aquella hembra que se po-
ne polvo en los pies dimInutos, luciendo el listón
moiré que la magia pintó en la cabeza de semejan-
te prodigio del desnudo femenino.
La Sala de Retratos; los autógrafos de Goya en
mt!dio de sus más célebres aguafuertes; el ·subte-
rráneo lleno de vestigios helénicos, romanos y egip-
cios; los millares de lienzos imposibles de mencio-
narse; Goya, Goya; Velázquez, Velázquez; Zurba-
rán, Zurbarán; El Greco, el Greco; todo aquello,
¿ no valía el viaje? ¿ no valía la pena del destierro?
Aguirre salia de allí abrumado de sentir, tradu-
cir, poseer, y al descender por la escalinata, en el
centro de la cual está don Francisco de Hoya y Lu-
cientes sentado, con levita bordada, reproducido en
bronce, paleta en ristre, el forastero sentía dese08
COMO ARDiAN LOS Humaos 279

de estrechar la mano del pintor Aragonés y dedr·


le lo que al Rey de mármol de la Biblioteca: hasta
-
manana.
. Daba Alfonso una vuelta por fuera del Museo
del Prado y saboreaba, como postre espiritual, la
contemplación de la gallarda estatua de Velázquez,
la contemplación de la siguiente escultura de Mu-
rillo y la contemplaci6n del alero del Museo, del
que volaban charlando mucho, alborozando a la es-
pañola, parvadas de gorriones ...

* * *

Cuando los amigos de Alfonso Aguirre le pregun·


taban por qué, teniendo algún dinero, no iba a vi-
sitar otros paises de Europa, les contestaba: No
,

TOy, porque no quiero perder el sabor de España.

MAI..AS NOTICIAS

En Madrid recibió Alfonso Aguirre una carta en


qne "Bleriot" informaba al novio de Lolita Patiño de
la muerte del señor Salinas. También decía "Ble-
riot" a Alfonso, en aquella carta, que un batallón
,

federal se había posesionado de la quinta de Ca·


dereyta, con el pretexto de parapetarse a fin de de·
fenderse; que los soldados habían espantado la!!
palomas de la quinta, y que la familia de Alfonso,
después de haberse visto en gran peligro, habia te·
280 JULIO SESTO

nido que abandonar la desamparada residencia


campestre.
"Bleriot," que habia establecido amistad con Al-
fonso Aguirre, desde que el "repórter" vendiera
la quinta "I..as Palomas," comisionado por la se-
ñorita Patiño, habia ofrecido a Alfonso comunicJlr-
le "lo gordo" que aconteciera en México, y cum-
plia su promesa, como la cumplia con el Padre Ma-
nuel, a quien también le escribió a Italia, para que
estuviera al tAnto de lo que pasaba y lo hiciera lle
gar a conocimiento de Sor l\Iaria de Guadalupe, por
conducto de su confesor.
Alfonso escuchaba a los mendigos cantores en
la calle del Barco, cuando recibió la carta de Mé-
xico. La noticia .del asesinato del diputado Salinas
le indignó, pero lo que le avisaban de su familia,
lo puso furioso. Instantáneamente, se apoderó de
él la idea de volver a México y tomar un rifle.
Todo se puede tolerar monologaba menos
que le toquen a uno la familia. Unas veces unos y
otras veces otros... siempre han de pasar en Mé
xico estas cosas. .. Yo tomaré un fusil: así defen-
deré a mi familia, me defenderé yo y defenderé una
causa.
Al otro día, euando ya se preparaba para em-
prellder el viaje, insistia, )Jablando solo, limpián-
dose la cara recién lavada, estrujándose el cuelll;»
con la tohalla, frente al espejo, viéndose los "bí-
ceps" :aervudos que salían de las mangas cortas de
la camiseta, viéndose el pecho cruzado de múscu-
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 281

los latentes: yo tomare- un ri1le .•. yo defenderé a


los mios. .. yo... yo... yo mismo ...

•••
En el tren, viniendo de Madrid a Sevilla, oyó Al-
fonso hablar de México a unos pasajeros. Puso
atención en oir. Era gente que conocia México, in-
dudablemen1e, porque se hablaba con conocimien-
to de causa. Alfonso trabó conversación con aque-
llos viajeros, que eran don Benito García, sus hi-
jas Carmen y Esther y el dependiente ,
Indalecio,
que la se habia casado con Carmen, a la cual do-
tú don Benito con cien mil pesetas.
Esther ya estaba curada de su locura; Carmen
estaba robusta. Don Benito parecía rejuvenecido.
Sólo Jndalecio estaba un poco desmejorado y tris·
tón, como arrepentido del casamiento.
Contó don Benito Gal'cia a Alfonso, en el tra-
yecto de Valdepeñas a Baeza, Jal'n, la interesante
historia de aquella familia, su viaje en compañia
de la señorita Patiño, y Alfonso, a su vez, contó a
don Benito, a sus hijas y a su yerno, su propia vida
y la de Lolita.
IJa familia Gal'cía f'ucargó mucho a Alfonso que
saludara a la monja, como le fuera posible, y que

la dijera que Esther ya estaha buena.
Hablaron don Benito y AJf~nso, después. de las
revoluciones, del zapatismo, y, cosa rara, don Be-
nito convino en que el zapatismo tenía su razón de
ser ... Bl, don Benito, quizá volviera a Ml'xico, por-
282 JULIO SESTO
,

,
que se sentia "extranjero" en España, después de
treinta años de ausencia, y, por lo que hacia a las
muchachas, también deseaban volver, puesto que
aquel bribón que deshonrara a Carmen, habia sido
colgado, y don .Benito había tenido el gusto de re-
cibir una postal en que estaba Eulalio retratado,
pendiente de un árbol. Un amigo de don Benito le
habia mandado a España aquella fotografia ven-
gadora,
En la estación de Espeluy se separaron los via-
jeros; la familia Garcia se apeó liara tomar el tren
a, Granada, y AlfonsQ siguió su viaje a Sevilla,
adonde iba a recoger parte de su equipaje a casa
de la familia Montero.

••• -

No se entristeció poco "Rozariyo" al saber que


Alfonso se iba a México, y a cojé er fucil. , ,
-,Pero ci lo van a matá, Arfonzo, , _ decia la
graciostt andaluza al me:¡¡:icano,
- .No le hace contestaba Alfonso a Rosario-
En mi tierra hay un refrán que dice: N o hemos de
morit' de cornada de bUtTO.
Alfonso consiguió ponerse en comunicación con
el confesor de Lolita Patiño, rogando al monje que
avisara a la buena muchacha lo que pasaba, cosa
que ofreció cumplir el confesor', pI'om1etiéndole, ade-
más, avisarla, como una concesi6n especial, el con-
tenido de cualquier carta o mensaje que viniera de
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 283

México, ya firmara las noticias Alfonso, ya las fir-


mara el Padre Manuel.
A propósito del Padre Manuel, le participó el
confesor de Lolita a Alfonso, que estaba enterado
de que el Padre Manuel ya había s'a lido para Méxi-
co, según le avisaba en un telegrama fechado en
Génova.
-El Padre Manuel- agregó el fraile sevillano-
tenia un colegio allá por Morelia; en el colegio ha-
bia religiosas y señoritas educandas... y.. . no
sé. .. no sé qué pasó por allá ...

i ADIOS, MADRE!

-,Rosario ... yo comprendo que usted me quie-


re un poco ... ; desde que sabe que me voy, 'la veo
llorar a escondidas... dijo Alfonso a "Rozariyo"
en un corredor de la casa, la víspera de la parti-
da vamos ... no sea usted tonta, Rosario ... usted
es sevillana, y usted debe saber lo que es esto, que
ya lo dijeron dos poetas sevillanos: esto es el amo,.
q1.¿e pasa.
-ei,. .. ezo ej .. _ respondió Rosario, escondiell.-
do el rostro.
- ,P ues bien continuó Alfonso va usted a dar-
me un beso y yo le voy a dar otro. Y aquí acabó to-
do, l, éh? Así lo ordena el Destino. .
Rosario accedió, con una lacerante cOD.formidad.
Puso sus cálidos labios sevillanos frente a los la-
bios de Alfonso. El beso estalló. Nació y murió. Vo-
284 J ULIO SESTO

ló Y cayó, como un pájaro nuevo de amor que ensa-


ya las alas y se estrella al primer vuelo.
Cuando Alfonso se iba, al otro dia, que era do- •
mingo, las campanas de la Giralda tocaban a feli-
cidad y la Sevilla dominguera bullia alegremente.
Toda la . familia Montero fue a despedir a Alfon·
so a la estación. Alli, ya para subir al tren, Alfon-
so dijo a doña Mercede~ Montero, que estaba alli
erguida, con su alta peineta de carey en la digna
cabeza encanecida:
-Señora: ¿ Me permite usted que la bese, como
. si besara en usted ·a ]a Madre España?
- ,s,
l. . . . h"
lJO .. . _ SI, .. • •
Alfonso besó aquel noble rostro, sintiendo un es-
c~alofrío de ternura y de grandeza, al tiempo que
decía:
- j Adios. .. Madre!

. . . .. ...... ... . ..... . .... •". .. ... .•• • •

..

xxx
Torreón

Aguirre llegó a Nueva York •y fue a saludar a la


viuda del diputado Salinas, que vivía en la casa
del señor Moreno, según le dijera "Bleriot" al dar-
le la dirección elJ una carta. Tuvo Alfonso ocasiólI
de intimar asi con Moreno, que era revoluciona -

\ no ya plenamente convencido, y que entusiasmó
a Aguirre a que se fuera a la revolución.
-Pronto nos veremos en México triunfantes,
fueron las palabras con que despidió el diputado
Moreno al joven Aguirre, cuando éste tomaba el
ferrocarril para atravesar el territorio americano
e internarse a México por la frontera.

* **
A los dos meses de haber entrado 11 la lucha, Al-
fonso Aguirre -era capitán, grado del que no que-
ría pasar, por modestia, y porque repudiaba los
ascensos rápidos.
Alfonso Aguirre gastó gran parte de su fortuna
en equipar a alguna de su gente, y en obsequiarla.
286 ,1 ULIO SI!lSTO

en estimularla. Quería y trataba bien a sus solda-


dos, que casi todos eran de Nuevo León, y que "lo
seguían" ciegamente. Aguirre, en poco tiempo, ha-
bía tomado participio en muchas acciones de gue-
rra; ,se 'había visto en combates serios, y estaba
probado que era uno de los oficiales más hábiles,
uno de los más valientes, uno de los más desinte-
resados.
El día más feliz de su vida fue aquel en que
desalojó a los gobiernistas de 'la quinta de Cade-
reyta, restituyendo sus palomares a las palomas, y
restituyendo la casa a la familia Aguirre, que ya
podía estar tranquila: todo Nuevo León estaba
ocupado por las fuerzas revolucionarias'.
En el asalto a la quinta de "Las Palomas," Al-
fonso peleaba estimulado por tres grandes cariños:
su amor al general Patiño, su amor a Lolita y su
amor a su propia familia.
En esos palomares altos decia a sus compañe-
''os de armas señalándoles la quinta de Caderey-
t a viven las palomas de mis recuerdos y de mi
amor, y en ese l'alomar bajo, la casa, viven los
pichoncitos de mi familia. Todas y todos tienen
derecho a vivir en paz: para es'o tengo brazos y co-
razón. ,

Y, satisfecho, Alfonso Aguirre veía desde el jar-



dín que trascendía a Lola, los palomares clavetea-
dos por las balas de fusil.
De Cadereyta marchó Alfonso con su gente Íl
'l'orreón; se trataba de tomar por segunda vez
aquella plaza.
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 287 .

Allí fue Troya. Los jefes dieron a Aguirre el


mando de una columna. Era indispensable aseen,
derlo. ¿ Cómo iba él a mandar a tenientes COrone-

les y a coroneles, y aún a generales, siendo capi-


tán? Esto era un contrasentido. Pero Alfonso se ·
opuso terminantemente a que lo ascendieran. En
todo caso decía ya será después... si la gana·
mos.
Estaban en los preparativos de ataque, cuando
se presentó "Bleriot" al capitán Aguirre.
- j Hombre ! ..
-iVenga un abrazo, capitán! ..
-.¿ Pero qué se trae usted por aquí?
-Hace tres meses que saH de México. Desde que
le escribí a usted a España. Vine a hacer la in-
formación para el periódico hasta donde me . lo
permiten "unos y otros, " y tenía muchos deseos de
encontrarlo a usted. El señor Moreno me escribió .

de Nueva York a El Paso, diciéndome que procu-


rara ponerme al habla con usted y que lo saluda-
ra.
-Lo que me causa mucho gusto. Ah: le doy las
gracias por haberme escrito a Madrid.
-No vale la pena.
-¿Usted ya tiene con quien ver el ataque?
-No. '
-
-Bueno; pues quédese conmigo ; yo diré a los
compañeros que lo dejen a usted en libertad.
Inmediatamente, Aguirre presentó a "Blériot"
con los oficiales y con la tropa.
j Lo que vió aquel "repórter" en los díaS y las
288 JULIO SEBTO

noches de combate en Torreón y en San Pedro de


]as Colonias! •

A pesar del peligro, "Bleriot" quería enterarse


bien, y no perder un solo detalle de aquella lucha,
una de las más tremendas que se han entablado en
América. No se cejaba de día ni de noche. De no-
che, S'obre todo, el espectáculo era divinamente M-
rrible. Los fogonazos de los cafiones alumbraban
con estruendo el espacio, tal cual si aquel espacio
oscuro fuera el velo que eneubría la libertad y los
proyectiles rasgaran y las bocas de fuego ilumina-
ran aquella negrura politica.
Audacia y valor desplegaban los generales de
un bando, amenazando con la pistola a los oficia-
les rendidos, para que "entraran; y audacia y va-
lor, más valor y más audacia, empleaban los ge-
nerales del otro bando, para que se conquistara
aquel tri ufo definitivo.
¡Torreón!.. j Torreón!.. Cuando le pregunta- •
ban a ".Bleriot" cómo habia sido aquello, se nega-
ba a describirlo.
-¿Por qué?
-.Porque allí han muerto muchos mexicanos-
contestaba.
i Qué sincero, qué apl'etado, qué inefable, qué
abrazo sin reservas dió "Bleriot"
, a Alfonso Agui-
rre después de tomada la plaza, después que los
triunfadores entraron a Torreón, a través de una
muralla de hierro que estallaba, de dinamita que
l'asgaba el cielo con su grito, de hombres caldos
que crujían de hombres vivos que te-
COMO ARDiAN LOS MUERTOS 289
,

nían dibujado en el rostro polvoriento y ensan·


grentado, el espanto de la tragedia.
"Bleriot" no escatimaba su admiración al hom·
bre que habia dirigido aquella serie de batallas
contra el Gobierno. Evidentemente, aquel hombre
era un General que no necesitaba galonetl.
Tampoco Alfonso necesitaba galones. Que se los
den a mis muchachos, decia.
- ,P ero, hombre ... acepte usted siquiera el grao
do de mayor ... ya que no el de teniente coronel, que
le ofrecen, y que se ganó usted con su sangre.
-IQué mayor, ni qué teniente
día Alfonso vendándose una herida yo no BOy ma·
yor, ni capitán, ni nada: yo soy Alfonso Aguirre.
XXXI .

"De la subida más alta ....

-¿ Cuándo se irá este hombre?.. era la pre-


gunta que se hadan unos a otros los metropolita-
nos, día a día, viendo que el Gobierno se derrumba-
ba, viendo que las incongruencias oficiales y. los
éxitos revolucionarios se desquiciaban sobre los
hombros de aquel hombre, viendo que el "tinglado"
se venía abajo, el tinglado, el andamiaje, la acumu-
lación de sucesos antitéticos, que formaban un ver-
-
dadero tinglado, una trabazón de materias imagi-
. nadas que se desplomaban ...
-.Dicen que no se va ...
-Así dicen todos. Así han afirmado, enfática-
mente, todos los muñecos de la H,istoria, cua~do
se han visto en el plano inclinado de la decaden-
cia, de la caída... pero ya conocemos esas falsas
. gallardías: representan el canto del cisne... El
hombre se irá ... Tiene que irse; al "chaleco."
y nada. Se iban sus amigos, se iban sus colabo-
radores; pero el hombre no se iba. Paseaba tranqui-
lo por las .céntricas avenidas; acudía al ·Café Co-
lón y al "Globo" a tomar la copa; seguía presi-
292 JULIO SBSTO

diendo Consejos de ministros en los "bars," pero


no se iba.
La gente estaba cansada de verlo como a un equi-
librista en el alambre. La gente recordaba con fas-
tidio aquellas pueriles manifestaciones contra los
americanos, que desaparecieron como si les hubie-
ran echado cubetas de agua a los manifestantes
desde las azoteas j aquella falsa noticia de la vo-
ladura del "Carlos V," "canard" burdo que sólo
pudo ocurrirles a los desesperados'; aquellas con-
ferencias de Niágara Falls ... ; la gente contem-
plaba áquel mar de khaki visto en las calles, en las
oficinas, donde todo el mundo habia sido militari-
7.ado ...
i Qué tonterias cometen los hombres próximos a
caer! Resueltamente, evidentemente, el plano indi-
nado ofm,¡ca; los hombres que desde la altura ven
el abismo que les espera, deliran, sueñan con que
se van a agarrar de las nubes para no caer; son
alucinados por metáforas que los traicionan j nie-
gan las leyes de la gravitación; van contra ellas;
se aterran ante el adagio mexicano, tan profundo
como el abisIlli>: "De la subida más' alta ... la caí-
da más lastimosa" ...
Aquel Gobierno de hierro, que presidia un indio
de hierro, se tambaleaba, caia. Todos aquellos ca-
ñones, y aquellos cargamentos de parque; y aque-
llos millares de millares de fusiles, habian sido nu-
los; todos aquellos generales, y aquellas legiones
de oficialidad, y aquellos miles de miles de solda-

COMO ARDÍAN L08 HUERT08 ~93

dos, habían fracasado, habían huído, habían muer-


to; los "kepis" y los "chacos," a lo largo de las vias
férreas, eran el rastro de aquel poderío de la de-
mencia. Hierro, 'pólvora, galones, arreos, masas de
tr.enes, maSas de hombres, masas de eaballos, mon-
tañas de municiones, almacenes de explosivos ...

j mentira que eso fuese la fuerza: había una idea
que podía más: la idea revolucionaria, que se habia
metido ya en la "médula nacional!"
Las tristes campanas de la derrota tocaban a fu-
ga. "El Sol," en graciosos "entrefilets," choteaba a
los que se iban, haciendo admirables chistes con
los apellidos de los fugitivos_ El público daba por
consumada la caida. Ya nadie creia en las brava-
tas, ni en las declaraciones oficiales más serias, ni
en el indio vendedor de huevos de las caricatu-
ras ...
Sufría la gente un conjunto de calamidades: los
billetes emitidos a fortiori, la carestia de la vida,
la odiosa obligación de portar uniforme; la miseria,
el hambre. .. la desesperación de la impaciencia.
j Qué días aquellos! j Parece mentira que un solo
hombre sea capaz de hacer tanto daño a una co-
munidad de catoree millones de seres!
Algunos, al reflexionar y al discutir, decían: Con-
venido que un hombre, por amor propio, o pOI' pa-
triotism'o, o por error, o por lo que se quiera, ex-
treme las medidas: pero no hasta hacer tanto daño a.
los individuos, hasta arruinar el comercio, basta
. paralizar la minería, hasta encarecer la vida, has-
,
294 JULIO SESTO

ta atormentarnos a todos, hast~ llevar al país a


-
la más aguda de las crisis que se recuerdan.

***
De Torreón siguió Zacatecas; de Zacatecas si-
guió Guadalajara ... ; el fuego andaba cerca." ; la
lumbre llegaba a los aparejos ...
Pues no se iba. Todo el mundo ten ia más miedo
que él.
-¡-Qué valor infunde el cognac . .. ! pensaba la
_generalidad de los mexicanos.
El mismo cognac, tal vez, determinó un día el
gran hecho:
A las puertas de "El Imparcial" se detuvo el
"popular" -automóvil presidencial, retemblando. En
la redacción de "El Imparcial" se produjo una eon-
fusión cómico-dramática, cuando una telefonista en-
tró a avisar:
- j El señor Presidente!... j Jesús. .. el se-
ñoooor. .. Preeesideeente!. ..
-¿ Qué pasa? (un redactor).
-El señor Presidente ... que bajen ... que baje
un redactor ... ¡ Jesús ... quién sabe qué pasará!. - .
Todos palidecieron. La cosa ~o era para menos.
"Rleriot," que había regresado de la campaña, y
que se encontraba en "El Imparcial" conferencian-
do con un "repórter" para hacer el intercambio de
noticias, asomó al "hall," y desde allí vió, escalera
' abajo, a todos los empleados• del periódico asidos
·del pasamano, unos en un escalón más abajo, otros
COMO ARDÍAN LOS MUERTOS 295

en un escalón más arriba, todos mudos, todos inde-


cisos __ . ; y "Bleriot" vió al mismo tiempo, en la ca-
lle de San Diego,- junto a la puerta principal del
edificio, el automóvil sin ángulos rectos, y, dentro
de él, a la derecha, en el asiento posterior, acompa-
ñado de algunos oficiales y del Gobernador del Dis-
trito, al señor Presidente, que fumaba un cigarri-
llo blanco y lanzaba el humo con indiferencia, con
tranquilidad.
- j Eso son calzones... eso son hombres... bien
haya!. . . dijo la telefonista viendo tan tranqui-
lo a aquel indio a quien el mundo !re le venia en -

CIma.
Un reportero de "El Imparcial" bajó por la bru-
ñida escalera de encino y se puso a las órdenes del
señor Presidente, al mismo tiempo que se abría la
portezuela del auto y se apeaba el Gobernador del
Distrito.
-'Que préparen las máquinas para una "extra"'-
dijo el señor Presidente .

-Muy bien, señor respondió el reportero.


-¿No está el Director? preguntó el señor Pre-
sidente.
-No, señor. •
- .B ueno: pues en sus manos pongo este impor-
tante documento-dijo el señor Presidente al "re-
portero."
El periodista recibió, temblando, aquel impor·tan-
te doc'umento, que pesaba, mucho. j Era la renun-
cia!
296 .1ULIO BESTO

-j Por fin!. . . dijeron todos los que presencia-


ron aquel acto.
El automóvil siguió alli retemblando, y el señor
Presidente siguió fumando cigarrillos blancos y
.lanzando el humo con indiferencia ...
La gente se fue juntando ... se fue juntando ... ;
el espíritu público perCibía el histórico acto ... ;
las caras tentan un sello de curiosidad, de pasmo,
de satisfacción, de recelo; las caras tenían un sello
"a varias tintas."
El "repórter," antes de entregar a los linotipis-
tas el original de la renuncia, lo analizó: eran dos
hojaS' de papel: una más chica que otra: estaban
escritas con pluma fuente, al parecer, en un "res·
taurant." El "rep6rter," después de asegurar para
si la propiedad del autógrafo, olo dió a la imprenta.
El automóvil del señor Presidente partió, par-
tió para siempre. Algunos curiosos lo siguieron con
la vista, hasta que dejaron de ver, al final de la
calle, a través de los ,vidrios, el sombrero "Morron·
go" del señor Presidente; aquel sombrero "Mo-
rrongo" tan visto a. través de aquellos cristales del
auto; aquel sombrero "Morrongo," que ya no se ve-
ría más.
El automóvil del señor Presidente se fue, se fue
• o

para Siempre ...


. .. ... ... o.. ... .. . ... ... ' " ... ... ...
o

o
XXXII •

Discusión

Estaba anunciada para aquel día la entrada de


las fuerzas revolucionarias a la capital de la Repú-
blica. El pueblo metropolitano, ya entusiasta, ya
glacial, ya indiferente, se disponía o no se disponía
a presenciar el desfile triunfal.
"Bleriot," que había ido a Cuautitlán a entre-
vistar a algunos jefes, regresó a México acompaña-
do de Alfonso Aguirre, que se había distinguido
en combates posteriores a Torreón, y que ya era
coronel, aunque seguía rechazando los galones que

ganara en CIDCO meses.
Queda Alfonso Aguirre saludar a sus amigos y
amigas; tenía un poco de dolor de cabeza, y, esqui-
vando la asoleada, obtuvo permiso para no formar
en el des'file, proponiéndose más bien presenciarlo,
sr la cabeza no le seguía doliendo.
"Bleriot" invitó a Alfonso a presenciar la en-
trada de las tropas desde un balcón de" la Avenida
tTuárez, y a "Bleriot" lo había invitado, a su vez,
el diputado ~oreno, que ya estaba en México, 1
298 JULIO SESTO

que había traído consigo a la viuda del diputado


Salinas.
Provisionalmente, el diputado Moreno había to-
mado en alquiler un departamento en un caserón
antiguo en la esquina del callejón de López y Ave-
nida .Tuárez, caserón qúe había sido en un tiempo
el "Hotel Eristol y Sonora."
El departamento arrendado por Moreno, tenía
dos balcones que daban a la amplia avenida, fren-
te al Teatro Nacional . .
Moreno había amueblado aquella casa de cual-
quier manera. En la sala había algunos retratos
antiguos, un ajuar forrado de terciopelo labrado,
. una mesa con algunos libros y papeles, baúles y
maletas, todo con cierto desorden, denotando flue
aquella era la casa de un viajero recién llegado .

Eran las diez de la mañana cuando llegaron a


la casa de la Avenida Juárez Alfonso Aguirre y
"Bleriot." Estaban ya junto a los bálcones muchas
personas que esperaban el desfile:
El suegro del diputado Moreno, que era un viejo
general impedalista, de ideas ultramontanas, lla-
mado Serafín Camacho. .
El Padre Manuel, que acababa de llegar "di¡:¡frH-
zado" de catrín, sin capa.
Un viejo constituyente.
La viuda de Salinas.
La esposa de Moreno y sus pequeños hijos.
Un prominente abogado, amigo de la familia,
"científico," que habia sido invitado a disfrutar de
los balcones, y que más bien se refugiabft alli, por-
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 299

que temía algo, y por eso traía seis libros debajo


del brazo, por si tenía que "entretenerse."
Un indígena que era mozo de don Serafín Cama-
cho.
Las hermanas de "Bleriot," tres. "
La criada del mismo general imperialista.
Cuando apareció Alfonso Aguirre en· la puerta
de la sala, acompañado de "Bleriot," todos se vol-
vieron a saludarlo con interés. El diputado More- "
no le die'> un fuerte abrazo e hizo la presentación
del flamante coronel.
Todos se sentaron, cansados de esperar la van-
guardia del desfile, que no asomaba por el "caba-
llito," hacia donde dirigía los' ojos la gente esta-
cionada en la calle.
Se habló de política, de la cuestión del día.
La ocasión no podía ser más propicia, tanto por
la fecha como por las calidades de los concurren-
tes, que representaban la familia nacional mexica-
na, puesto que alli había aristocracia, clase media
y pueblo, y puesto que allí se reunían, por una ca_O
sualidad, hombres que simbolizaban todas las ten-
dencias:
El viejo y barbado señor Camacho, que habia "
puesto su espada al servicio del imperialismo, era
la sombra de Maximiliano.
" .
El viejo constituyente, era la sombra de Juárez.
El Padre Manuel, sacerdote liberal, no era na-
da con especialidad: era, si se quiere, la represen-
tación de la Iglesia.
300 JULIO SESTO

.El abogado prominente, era el de



la civilización capitalista, de los "científicos."
El diputado Moreno, s'e gún su vida politica, sim-
bolizaba la revolución de 1910.
Alfonso Aguirre, con su traje de montar, su som-
brero texano y su pistola, era la revolución consti-
tucionalista.
Si hemos de examinar a las mujeres, la; viuda
de Salinas, enlutada, representltlrá el sacrificio, el
dolor nacional.
"Bleriot, ., . hermanas, el mozo, la criada y los
demás, diríase que eran el pueblo, la opinión.

***
-¿A qué hora entrarán? dijo Moreno levan-
tándose del sofá y asomando a un balcón, a las
once.
-Ya deb1an estar aqu1contestó Aguirre sacan-
do el reloj y viéndolo.
-Tal vez la organización se dificultó algo ob-
jetó "Bleriot" son m'Udlos miles de hombres.
-,¿ Usted los vió? interrogó el Padre Manuel a
"Bleriot."
--"Si, Padre Manuel; fui a "reportear" a Teolo-
yucan, y alli los vi en las llanuras, hormigueando,
ondulando; me acordé de aquel océano de cabezas
de que habla Bernal D1az al describir los primeros
combates de Oortés con los indios en Tabasco ...
-¡o Y usted qué opina de esta revolución, señor
,
como ARDÍAN L08 MUERT08 301
coronel? preguntó el abogado prominente a Al-
fonso Aguirre.
-Yo. . . dijo Alfonso que está justificada: por
eso fui a ella. Y porque era preciso acabar de una
vez. Y a mi me pareció mejor adherirme a este
movimiento .que no al Gobierno que México tenia.
- .F alta que veamós ahora el Gobierno que nos
espera. . . terció el anciano constituyente.
-El Gobierno ~erá constitucional (Aguirre).
- ' j Cómo se vé que es usted demasiado joven, se-
flor Aguirrél observó 'el señor Camacho.
-,¿ Usted no cree?
-No, joven; yo no creo más que en una cosa, y
es &ta: "Le Matin," de Parls, publicó este año un
artículo, en el que, hablando de las cuestiones poli-
ticas de Méxko, dice: que si prevaleciera el impe-
rio de Maximiliano, ya seriamos un pueblo fuel'-
te ...
-Esas ideas ya "no pegan"... señor... con-
testó Alfonso Aguirre viendo con descon1ianza al
viejo imperialista.
-Bueno replicó el viejo ne pegan, pero cada
uno Itiene sus ideas. Y yo, si emito las mias, es por-
que estamos entre amigos ... en la casa de mi hija.
Todos callaron, por respeto.
- .No vienen dijo el abogado científico asoman-
do a un balcón.
-'.No tardarán respondióle Alfonso Aguirre aso-
mando también.
Luego se puso en pie el constituyente caduco;
lo siguió el señor Camacho. Moreno colocó dos si·
302 J U LIO SES~'O

Has en el balcón para que se sentaran los dos vic-


jos. El resto de los varones quedó agrupado en pie,
detrás de los viejos.
Las mujeres ocuparon el otro balcón de la sala.
La multitud, abajo, se agitaba, como si estuviera '
próxima la descubierta de la primera División.
" Cómo esta gente, tanta geflte dijo el coronel
Aguirre viendo a 'la calle no fue a la revolución.
-Phts .. , respondió el viejecito constituyente
-como la gente había olvidado la Constitución. , .
en tantos años de no ser acatada.,. el pueblo". "
pues. .. no se entusiasmó. .. Si yo, que fui uno de
los que firmaron la Constitución... a penas me
acuerdo de ella ... , '

-Pues hay que revivida, que pradicarla, que en- '


señarla al pueblo dijo con energía Alfonso Agui-
rre. ,

-'Temo morir sin ver eso-<dijo el viejecito cons- ,


tituyente. Y se calló.
. .. ... ... .... '" '" ... '.' ... ,
• •• ••• •••

-j Q_ué lástima de dinero empleado en ese teatro "


-observó el diputado Moreno, pasados unos segn-
dos de silencio, viendo para el promontorio de már-
mol del ,Teatro Nacional. ,

-Eso era lo que hacían los hombres de la civili·


zación capitalista remachó Aguirre.
-Eso, eso, salió a la palestra el .abogado cien-
tífico yeso fue -10 que hizo Pericles en Atenas, y
eso fue lo que hizo Augusto en Roma, yeso fue lo
que hizo Carlos III en España.
-Pero sobran en México estos teatros y estos
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 303
palacios, mientras el pueblo DO alcance su perfec-
ción rebatió Alfonso Aguir-re al abogado_
- Eso es discutible, volvió a hablar el juris-
consulto porque en México hubo palacios desde la
época virreinal. Esta fue la Ciudad de los Pala-
cios, la ciudad de las grandezas materiales_ El re-
surgimiento económico de México, no se oponia en
nada al perfeccionamiento. moral del pueblo_
.\.demás, refiriéndose a la perfección del indivi-
duo, dice Renán aquí: (el abogado echó mano de
uno de los libros que trajera. y leyó, en El Porvenir'
de la Ciencia.:
"Esa perfección necesita cierto grado de bienes-
tar material. En una sociedad normal, el hombre
tiene derecho también a los primeros fondos nece-
sarios para proporcio.narse la vida. "
Esto dice Renán. Por ello verá usted, que la ci-
vilización capitalista, no era tan mala. Primero,
pan y casa, y después, todo lo que se quiera_
-Si; pero en México tenian pan y casa unos
cuantos, y no to.dos, "Y el pueblo, no. sólo carecia de
pan y de casa, sino que carecía también de liber-
tad. (Aguirre).
"Los medio.s inmorales de Gobierno, policia
maquiavélica, restricciones de ciertas ' libertades na-
turales, etc_, han sido hasta ahora legitimos" dice
también Renán, señor Aguirre; y dice más: dice:
"Dejarán de serlo, cuando se compongá. el Estado
de hombres inteligentes y cultos. El problema de
la reforma gubernamental no es politico ya; es ino-
ral y religioso, el Ministerio de Instrucción Públi-
20
304 J'ULIO SBSTO

ca es el más importante de todos, o mejor dicho,


el único importante. Recórranse todas las antino-
mias necesaria.a de la política actual y creo que se
reconocerá que la rehabilitación intelectual del
pueblo es el remedio para todos, y las intituciones
liberales serán las más peligrosas mientras dure lo
que con mucha razón se ha llamado esclavitud de
la ignorancia."
-¿ Qué le parecen al señor Aguirre estos pensa-
mientos de Renán?
-No me cite usted a Ernesto Renán, señor li-
cenciado. Rcnán es un gnóstico. Los exégetas no me
convencen, en lo que se relaciona con nuestra vida
política.
-Si viera usted que este libro tiene mucho que
coincide con lo nuestro. Voy a leerle a usted algu-
nos otros conceptos de El Porvenir de la Ciencia.
Oiga usted a Renán:
"El análisis no sabe crear. Un hombre sencillo,
sintético, sin crítica, es más poderoso para trastor-
nar el mundo y atraer prosélitos ....
. .. ... ... ... ... ... ... ... ... ..' ... ...

"Cuando pienso en aquel noble pueblo de Ate-


nas, en que todos sentían y vivían la vida de la na-
Ción, en aquel pueblo que aplaudía las obras de

Sófocles, en aquel pueblo que criticaba a Sócrates;


cuyas mujeres decían: i ese es Demóstenes!, en que
una verdulera" conocía que Teofrasto era extranje-
ro, en que todos se habían educado en el mismo

gimnasio.., en los mismos cánticos, en que todos


conocían y comprendían a Homero del mismo mo-

COMO ARDÍAN LOS HUERTOS 305

do, no puedo dejar de irritarme algo contra nues-


tra sociedad, tan profundamente dividida en hom -
bres cultos y bárbaros" _.. ,

"El pueblo, entre nosotros, está desheredado de


la vida intelectual."
· ... ...... .... .... .... ." .... ...... ...... ...... ...... ......
"¡ Desdichado del que hace llU! revoluciones! ¡ Di-
choso quien las aprovecha!"
· .... ...... .... o.... ...... ...... ..... ...... ..... ..o.. ...... ....
"La moral, como la politica, se compendia en ]0
siguiente: Elevar al pueblo."
· .. .... .... ... "... ... .... o.... ...... ...... ...... .....
"El sufragio universal no será legitimo hlU!ta que
todos posean aquella parte de inteligencia sin la
cual no se merece el titulo de hombre" ...
. o. '" o.. o... .... ..... ...... ...... ..... ..o. ..... ...
"Estado deplorable aquel en que para alcanzar
los votos de una muchedumbre omnipotente, no hay
que ser sincero, sabio, hábil y virtuoso, sino tener
un nombre y ser un hablador audaz."
. .. ...... '" '" "" ... .... o.... ..... ..... ...... o...
"La política ha dado todo lo que podía dar. Des-
de ahora será un campo árido, una lucha de plU!io-
nes y de intrigas, indiferentes a la humanidad, y
que interesarán únicamente a los que 'tomen parte
en ellas." ...
. ... ...... '.. ..... ..... .,.. ..... '"'' o.. .... .". ....
. "Considerad cuán humillante es en épocas como
la nuestra el papel del politico. Desterrado de llU!
altas regiones del pensamiento, desheredado del
306 JULIO SESTO

ideal, pasa la vida en labores ingratas y sin fruto,


en cuidados administrativos, en complicaciones ofi-
cinescas, en minas y, contraminas de intrigas. ¿ Es
eso lo que debe hacer un filósofo? El político es el
ganapán de la humanidad y no su inspirador. ¿Qué
hombre aIlliante de su perfección querrá meterse en
eso ?"
. .. ... '" '" o.. ." ... ... ... ... ... . ..
-Niégueme ahora el señor Aguirre la autol'irlad
de Renán dijo el abogado guardándose en el bol -
sillo El Porvenir de la Ciencia .

-IOiga usted: muy bien... ¡ muy bien!... que


está Renán se apresuró a decir el Padre Manuel.
-,Sin embargo habló el diputado Moreno hay
que desconfiar un poco de Renán, por el fondo reli-
gioso de sus escritos.
-¡ Claro! salió a la defensa el Padre Manuel.-
como ustedes rechazan todo lo que sea religión.
-La religión (Moreno) nos ha hecho en México
mucho daño, Padre. No la necesitamos pr"ecisarnen-
te para el perfeccionamiento de nuestro pueblo_
- .E stá usted en un error, señor Moreno; y no
voy a rebatirle a usted porque yo sea sacerdote, ni
voy a contestarle con citas de filósofos eclesiásti-
cos: voy a contestarle a usted con Hipólito Taine,
que dijo: "La religión es el par de alas que sirve
para impedir que el individuo ponga los pies , com-
pletamente en el fango."
-No estoy conforme replic6 Moreno yo no soy
religioso, y, sin embargo, no soy un malvado.
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 307

-Ni yo apoyó Aguirre.


-Ustedes no pertenecen al pueblo; ustedes han
leido; tienen la moralidad de la luz que entró en
sus almas, o, al revés, la luz que alumbra el cami-
no de la perfección. A pesar de eso, usted, señor
Aguirre, mientras su antigua novia vive en un con -
venfo, usted, usted, ha matado hombres.
-Yo cumpli con un deber, y si por ser revolu-
cionario, mi presencia los molesta a ustedes, yo me
retiro de esta casa_ Adiós (se iba sin despedirse)_
-No, no ... (el señor Moreno, deteniendo a Agui-
rre). Aqui, en esta caS'a, caben todas las ideas;
tienen que caber, como tienen que caber en la Na-
ción.
-Yo también me iré entonces... dijo el Padre
Manuel.
-De ninguna manera, terció Esperanza Oama-
cho, y tras ella, intervino la viuda de Salinas.

Todas las mujeres vinieron al balcón de lo~ hom-

bres, a "calmarlos."
-Mejor que no discutan insinuó la viuda de Sa-
linas, llorando.
Un movimiento de la multitud denunció la proxi-
midad de las fuerzas revolucionarias. Se oyeron le-
janos toques de corneta.
-i. Ah~" menen....
I se oyo.
'
A1fonso Aguirre estaba enrojecido.
El Padre también se mostraba irritado.
La discusión siguió.
- .No sabia yo que hubiese hecho llIal con ir a la
revolución. .. (Aguirre).
308 J U LIO SESTO

-No, hombre, no; no hizo usted mal; usted fu e


a defender a su familia... (el Padre).
-Eso sería un egoísmo: fui también a defender
a estos desventurados, a este pueblo; fui más bien
a eso; fui a derrocar una tiranía, a luchar POI-
el orden, por el progreso de mi país.
-¿ Por el .orden? volvió a mezclarse el aboga-
do. Creo que se equivoca usted: Augusto Comte
aseguró que el orden es la base estática del pro-
greso y el proglcso es el desenvolvimiento dinámi-
co del orden ...
- .¿ Entonces por qué fui yo a la revolución!
-Usted fue porque lo arrastró la ley de imita-
~ión, de la que nos habla Gabriel Tarde, que dCH-
eubrió la imitación-moda y la imitación-costumbre.
Usted fue por la imitación-moda, como fueron mu-
chos. .

, No me conoce .usted, señor ...


-Conozco a' todos los revolucionarios.
-.Me calumnia usted... (Alfonso se enfadó).
-'Calma ·intervino Moreno no discutan más ...
Vean la vanguardia de la columna ...
Todos asomaron al balcón, viendo pasar a los
revolucionarios por la Avenida J El esper-
t'culo del desfile distrajo a los que discutian.
-lPero qué poco aplaude la multitud! (Alfonso).
-ii Ah!, amigo (el abogado), porque la multitud
sabe que las revoluciones, lo único que transfol'man,
son los "exteriores," como dice Le Bon.
-Le Ron es un grafómano.
-Pero ungraf6mano aceptado, señor Aguirl'e;
COlIJO ARDÍAN WS MUERTOS 309
un gl'afómano que nos dice, precisamente en estos
días:
"La ciencia no ha descubierto todavía la varita
. mlágica capaz de hacer que subsista una sociedad
sin disciplina ... No es preciso imponerla, cuando
ha llegado a ser hereditaria j pero cuando se ha per-
mitido que los instintos primitivos destruyan laR
barreras penosamente edificadas por lentas adqui-
siciones ancestrales, no pueden reconstruirse sino
por medio de una enérgica tiranía."
-Aquí no habrá más tiranías (Alfonso).
- .A quí habrá tiranías mientras haya ignorantes
y mientras haya instintos primitivos, señor Agui·
rre. Aquí, el Estado tendrá que ser el gendarme de
que habla Taine. Voy a leerle a usted esa cita de
Taine, que hace Pascual Rossi en "Los8ugestiona-
dores y la Muchedumbre." Aquí está: Capitulo 1:
Página 8:
"Taine consideraba al hombre, por su naturaleza

y su constitución, como un animal en que existe
siempre un sedimento de brutalidad, de ferocidad
y de bajos instintos, oculto bajo una capa de civi-
lización en algunos pueblos y en muchos indivi-
duos, pero casi asomado a la superficie en otras
:r azas y en otros hombres. De aquí que el Estado

no fuese para él otra cosa que el cerebro del orga·


nismo social que regula la marcha de éste (del hom·
bre), mantiene su equilibrio y sintetiza la vida j
igual que un gendarme siempre armado y prevenido
contra el salvaje, el bandido o el loeo que tada uno
310 J UUO SESTO

. de nosotros lleva dentro de si, suelto o encadenado


en la recóndita caverna del corazón" ...
-De todas maneras objetó Alfonso, esta mul-
titud de divinos desarrapados, que dijo alguien, hi-
zo justicia al pueblo, se hizo justicia j luch6; ven-

ció en buena lid; mató a un ejército; triunfó.
-No digo que no. Yo admiro la obra de la re-
volución, en sus primeros pasos; lo que temo es la
continúidad de los actos de los revolucionarios. (El
abogado) .
-No harán más que justicia; la justicia a que tie-
nen derecho. (Alfonso)_
-Ahi está el peligro y el error. respondió pres-
to el abogado en que ellos mismos hagan justi-
cia. Cronwell escogió, para administrar justicia,
a hombres · que no eran de su revolución.
-¿ Cómo? interrogó Alfonso sorprendido. '
-Es cierto apoyó Moreno al abogado. Cron-
well, al tratar de legitimar su poder, y_ restablecer
el orden en el Estado que habia adquirido, no de-
signó para administrar justicia a los que habían
ayudado a dar aquel golpe de Estado. Muy por el
contraria, escogió, con gran cuidado y prudencia,
hombres del partido contrario; designó a un Hale
como Magistrado Supremo, no obstante que el agra-
ciado se negó a reconocer la legalidad del Gobier-
no de Cl'onWICll. De esto nos habla Edmuudo Buke.
-Pero -aquí, los elementos no revolucionarios.
están estigmatizados por las atrocida(les de las ad -
ministraciones . anteriores. (Alfonso).
COMO ARDÍAN LOS MUEItTOS 311

-Pues todos tienen que ama el


diputado Moreno. . .,
-Es verdad. Tendremos que quedar, poco más o
menos, como estábamos antes afirmó el abogado.
-Eso sería demlasiado tolerar mm¡itó Alfonso.
-Pero, hijo terció el Padre si el espíritu de
toleraneia está aceptado por todos los sociólogos;
si el principio de relatividad es la base de la cien·
cia; si todos los filósofos están acordes en eso. ¿ Qué
sueñan ustedes en radicalismos? El radicalsimo es, •

haga usted de cuenta, un resorte de goma; se pue·


de estirar, pero hasta cierto extremo: si se estira
demasiado, se rompe. Entiéndalo Usted bien.
¿ Qué opinan de esto el señor Camacho y nuesÍl'o
buen constituyen te? (volviéndose a ellos),
- Tiene usted razón. (El señor Camacho).
-.Así es. (l~l viejecito constituyente) .:

* **
Habían hablado todos. Habían opinado todl)s.
Habian hablado aquellas dos momias hist(>ricas, el
imperialista y el constituyente. Había . hablado el
Padre Manuel, un tanto reaccionario. Habia habla ·
do aquel abogado "eieutifico." Había hablado Mor·e·
no, que era la cordura de la revolución. Había ha·
blado Aguirre, que era la revolueión misma.
Sólo el mozo y la criada, que eran el pueblo, y
"Rleriot," que era la Prensa, no hablaban: oían.
. La discusión, que había sido acalorada, se en-
cauzaba. Tomaba la forma de diálogo, de un diálo-
logo reflejo, tranquilo.
312 .JULIO SESTO

La columna militar se detuvo un monrento, por


estar <;ongestionada la calle de Plateros. Sudorosos,
encorvados, andrajosos, cansados, heterogéneos, los

legionarios constitucionalistas, que aparecían asl


estoicos, sublimes, eran contemplados por los hom-
bres del balcón del ex-"Hotel Bristol y Sonora."
- j Redimir a estos cuitados!.. . pensó y dijo
Aguirre en generoso arranque.
-No hay redención... objetó el Padre. Puede
baber eliminación.
-No: protestó Aguirre yo recuerdo haber lei-
do en un libro de Garcia Calderón, un joven pensa
dor peruano de mucho talento, que se codea con los
Poincaré y los Boutroux, que el porvenir no exige
destrucción de genios ni de individualidades étni-
cas. Dentro del ideal humano leí en el propio libro
de Garcia. Calderón cada raza tiene so nota propia.
Podrá degenerar o decaer; pero si quiere alcanzar
de nuevo su antigua excelencia, debe buscarla a
través de su carácter y de su instinto histórico.
Cultive ~ada raza su jardin, como el "Cándido"
de Voltaire; este es el remedio de todos los males
históricos recuerdo qoe decía el autor que les cito
a ustedes, Garcia Calderón, a quien si considero•
una autoridad en este caso.
Ya que el sefior licenciado nos hizo tantas citas,
permitanme ustedes que yo les haga ésta.
- .E so me trae a la memoria habló el diputado
lIoreno el discurso de un diplomático norteaJDleri-
cano, el cual di plomático dijo que México volverá
a ser gobernado, controlado, por la raza indígena.
COMO .lRDÍAN LOS MUERTOS 313
-Mi sobrino Juan Pablo Salinas, que en paz des-
canee recordó el Padre Manuel opinaba, por el
contrario, que la emigración seria el remedio de
nuestros males politicos, que él consideraba étnicos_
-'Quizá se equivocara ... (Alfonso).
. i Pobre Salinas! (Moreno) . i Cómo ha muerto!
- y por poco lo queman (el Padre).
-i El, que tenia tanto horror a los muertos, y
que los v:ió arder. (Moreno).
-iLos que arderán todavía! ... (el Padre).
-No sean ustedes pesimista!!. Esto se arreglará
-dijo con aplomo Alfonso Aguirre.
-i Se arreglará! dijo el Padre Manuel suspi-
rando.
-Si lo grave es, metió baza el abogado que
cada intento, cada revolución por resolver un pro-
blema, n08 deja planteado en México, como conse-
cuencia, un problema más hondo.
-Con una nivelación social relativa salió AI-
fon80 a la respuesta todo se al'reglará.
- j Eso no es posible, hombre! objetó el Padre
Hanuel.
-¿ Por qué no?
-Porque tiene que haber clases, porque somos el
pueblo má8 contrastado del mundo Iespondió el
abogado.
-Pero si nuestros ricos son un cáncer. (Alfon-
so).

-Bueno; pues habrá que moralizarlos, habló el
Padre pero no se les podrá eliminar, porque son
la representación de las familias, y la aristocracia

314 J ULIO SESTO

está admitida como necesaria en las democracias,


así en lo intelectual como ... en todo.
- .No entiendo (Alfonso).
-Voy a ilustrarlo a usted con una página de
Paul Bourget. Usted sabe que Paul Bourget es un
autor muy conocido en México.
El Padre Manuel cogió "El Emigrado," de Bour-
get, que estaba en la mesita de la sala, y leyó a Al-
fonso Aguirre:
... "¿Ha encontrado (Francia ) la estabilidad,
que es la prueba de todas las doctrinas, como la
regularidad en las pulsaciones es la prueba de la.
higiene? Y .es que la Revolución ha tratado de fun-
dar la sociedad sobre el individuo, siendo así que
la naturaleza quiere que se funde sobre la fami -
l la.
· " . ...
"Verdad social profunda: para que haya creci-
miento de la fuerza de un país, es menester que IOIl
esfuerzos de las generaciones se sumen, considerán-
dose los vivos como usufructarios' entre sus muer-
tos y sus descendientes" ...
"Verdad social profunda: es menester que las fa-
milias arraiguen para durar, que dispongan de un
territorio, que formen masa compacta COIl un sue-
lo" ...
"Verdad social profunda: es preciso que haya me-
dios (centros) para que baya costumbres, y no pue-
ele haber medios si no hay clases, y distintas" ...
Esto dice Paul Bourget. Ahora. díganme ustedes
si vamos por este camino, cuando alejamos a las
familia>; .v tI·atamos de fragmentar las propiedades,
COMO ARDíAN LOS MUERTOS 315
que serán vendidas después en pedazos, hipoteca-
das. .. evaporada8 ...
-Me permito objetar a usted, Padre, dijo . Al-
fonso Aguirre con serenidad que hay entre nos-
otros mucha desigualdad, en todos sentidos, y yo
opino que no debe haber, ni tanta igualdad, ni tan-
ta diferencia,.
-Si, intervino el abogado usted busca lo que
pudiéramos llamar la euritmia, la euritmia so-
cial. -
-EiO, la euritmia.
-Pues eso, señor coronel, se conseguirá elevan-
do a los de abajo, y no deprimiendo a los de arri·
ba afirmó el abogado.
-Yo confio en la obra de la revolución acabó
diciendo AlfonS() Aguirre.
-.Le aconsejo a usted que no tome parte en esa
obra, después del triunfo de la causa.
o

-¿ Qué debo hacer entonces?


-Un buen revolucionario dijo Salinas, acaba
su obra al disparar el último tiro y triunfar.
-Ya tenia yo pensado retirarme; volver a Sevi--
Ha dijo Alfonso.
-Eso será lo mejor que pueda: usted hacer.
-¿ Y esto? ¿ Cómo se resolverá esto? volvió a
hablar Alfonso.
-¿Quién puede atreverse a predecir la soluci6n,
sin conocer las dudosas intenciones de lo~ Estados
Unidos?
316 JULIO SESTO

La columna militar reanudó su marcha. Los que


estaban en el balcón volviéronse a contemplar el
desfile. Pasó un cabecilla gallardo, bien montado.
- j Qué simpático guerrillero! dijo el Padre Ma-
nuel.
-:j Hombre! (el abogado), y a propósito de ca-
becillas: ¿qué se hizo aquel famoso Pancho del Po-
zo?
- .E s ese que va ahí respondió "Bleriot."
-¿ Pero no había muerto? (El Padre).
-No, dijo "Bleriot" . se pasó a la revolución.
-Pues se había dicho que lo habían matado re-
cordó el Padre.
-Sí, Padre; pero los cabecillas que mataba la
Prensa, resucitaban al tel-cer día de entre los muer-
tos. . . dijo "Bleriot" sonriendo.
-Irónico estáis'... contestó el Padre Manuel,
de buen humor.
Era la una. Había pasado la retaguardia de la
gran columna. En la Catedral habla repiques. Se
oían ,c añonazos en la C~udadela, anunciando haber
llegado los jefes a Palacio. El sol sonreía con son-
risa dorada.
Un papelero pasó voceando un periódico. Era "El
Chícharo," al que Moreno arrojó diez centavos del
balcón, para que subiera la "extra."
I,a gente empezó a entrecruza,rse en la calle. To-
do era movimiento, optimismo, alegría, estruendo,
luz, confianza.:.
El Pa~ ie Manuel, sacando el busto del balcón,
mir6 ha •v t.~l "caballito."
COIIIO ARDíAN LOS MUERTOS 317
-¿ Qué ve usted, Padre? le preguntó Alfonso.
-'Quiero ver si vienen más, porque me parece
que no han entrado todos.
-No, dijo Alfonso Aguirre no entraron todos'
falta una fuerte División.
-¿ y por qué no ent ra?
-Parece que existen ciertas disidencias ...
-¿ Entre ellos mismos ?
-Si, Padre Manuel, ent re los revolucionarios.
- Voy a poner un cablegrama a Lolita Patiñol--
dijo el Padre Manuel con cierta amargura, mene:m-
do la cabeza con pesimismo, sorprendido, dirigién-
dose a la mesita de la sala, sacando su pluma fuen-
te y escribiendo.
-¿ Qué le va a decir a Lolita, Padre? .
El Padre Manuel, como respuesta, mostr6 a Al-
fonso Aguirre el cablegrama, que con tenia en su
texto estas reflexivas palabras:
Hija mía: Sigue rogando a Dios por la paz y-la
integridad de tu Pat1i,a.
FIN.
10 SESTO'

EX-LlBR1S

Ciudad de México. Junio de 1913. Ago!"ie 1914

También podría gustarte