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Patricia Willson y una

historia de la literatura
argentina a través de la
traducción
De visita en Buenos Aires, la traductora e investigadora argentina
radicada en Bélgica visitó el estudio de Infobae TV para dialogar acerca
de la importancia del rol de la traducción en la cultura. Además del
espacio que ocupó la revista "Sur" en esta materia —con Victoria
Ocampo, José Bianco, Jorge Luis Borges y otros—, ¿cómo pensar hoy
esta práctica en un mundo globalizado e hiperconectado?

Por Luciano Sáliche 11 de agosto de 2017


lsaliche@infobae.com

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Hubo un tiempo que fue hermoso, al menos para la literatura argentina.


En el verano de 1930-1931 surgió una de las revistas más importantes
de nuestra historia y —¿por qué no?— del mundo entero. Se dice que
fue el filósofo español Ortega y Gasset quien, en una conversación
telefónica, le dijo a Victoria Ocampo que ese proyecto literario que tenía
entre manos y estaba a punto de ver la luz debía llamarse Sur. Así lo
decidió, entonces, su directora: además, le puso en todas las tapas una
flecha hacia abajo para acentuar el significado del nombre. Dos años
más tarde surgió, además, la editorial Sur. Pero, ¿cuál fue la verdadera
magnitud de este movimiento que, no sólo reunió a algunos de los
mejores escritores de nuestra literatura sino que también tuvo como
colaboradores a narradores extranjeros como Waldo Frank, Octavio Paz,
Gabriel García Márquez y Gabriela Mistral, por citar algunos? De hecho,
la editorial publicó obras de Aldous Huxley, Carl Gustav Jung, Virginia
Woolf, Vladimir Nabokov, Jean-Paul Sartre, Jack Kerouac y Albert
Camus. Para la doctora en Letras e investigadora argentina Patricia
Willson, un punto clave es la importancia que le dieron a la traducción.

En su libro La Constelación del Sur: traductores y traducciones en la


literatura argentina del siglo XX —publicado por la editorial Siglo XXI
en 2004 y reeditado hace apenas unos meses—, Willson indaga sobre
tres formas muy disímiles de traducir: Victoria Ocampo, "la traductora
romántica"; José Bianco, "el traductor clásico"; y Jorge Luis Borges, "el
traductor vanguardista". Los tres fueron figuras de Sur, de ahí el interés
de lo que sucedió en aquella época y del contexto tanto local como
internacional en que Sur se originó y creció. Pero, ¿qué significa
realmente traducir un texto? ¿Cuáles son los desafíos y las limitaciones,
las posibilidades y las resignaciones? ¿Qué tensiones se generan entre
lo local y lo extranjero? ¿Es un proceso activo que debe ser realizado
con la subjetividad bien afilada o, por el contrario, hay que apegarse al
texto y ser lo más fiel posible al texto fuente? En los estudios de Infobae
TV, Willson habló sobre su libro.

– En el libro decís que la traducción es clave para entender el


contexto literario…

– Efectivamente. Yo creo que la traducción como tema es importante en


este contexto global. El hecho de que la información fluya de lugares
distintos del planeta de un lugar al otro, el hecho de que existan
migraciones… en fin, hay toda una serie de datos que ponen en el centro
de la reflexión a la traducción. En ese sentido hay muchos que dicen que,
así como en la década del 70 la estructura era la figura clave para
entender procesos sociales y la organización de la cultura y sus agentes,
en la actualidad esa figura explicativa sería la traducción. Yo digo "sería"
porque en todo caso se revela eficaz para explicar muchos fenómenos
pero también debo decir que es un tema que está de moda, y a menudo
ocurre que la academia está ávida de temas de moda que se imponen
como una especie de epidemia en diversos ámbitos.

– El libro salió 2004 y el mundo cambió bastante. Hay un prólogo


nuevo, pero entiendo que la traducción sintió las nuevas
plataformas, las nuevas tecnologías…

– Por supuesto que la traducción que está por fuera de la industria del
libro ha evolucionado muchísimo. Todo lo que sea localización, trabajo
con plataformas, tutoriales, etcétera, ha sufrido una evolución acorde a la
evolución de las nuevas tecnologías, pero creo que a lo que apuntaba el
libro en 2004 era a pensar la posibilidad de escribir una nueva historia o
una historia de la literatura argentina a partir de las prácticas de la
traducción. Es decir, pensar la historia desde una mirada lateral, las
perspectivas laterales a veces son muy ricas y provechosas. Por
supuesto que sigo pensando que la traducción tiene cierta lateralidad, no
una centralidad verdadera, pero lo que yo elegí fueron tres autores-
traductores —es decir: primero existía esa condición de ser escritores—,
y en segundo lugar, escritores adscriptos al grupo Sur: determinado
grupo que evidentemente tuvo una centralidad en la cultura argentina.
José Bianco, Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges son los
modelos de traductores que eligió Willson para su ensayo
– Los tres traductores elegidos son Victoria Ocampo, José Bianco y
Jorge Luis Borges. ¿Qué los identifica a cada uno?

– Cuando yo empecé a traducir, porque primero soy traductora y


después investigadora, quise saber en qué tradición de traductores me
ubicaba. En el momento en que empecé en la práctica de traductora a
principios de la década del 90, lo que solía decirse es que las
traducciones de Sur son inmejorables. Me acuerdo una expresión: "son
excelentes hasta en sus errores". Ese tipo de comentarios obturaba la
posibilidad de criticar realmente esas traducciones, entonces yo quería
ver qué cosa de la tradición Sur influía en mi forma de traducir, y por otra
parte quería estudiar esas traducciones desde una perspectiva textual,
desacralizadora, no poner los ojos en blanco y decir "la traducción de
Bianco de Otra vuelta de tuerca es insuperable". En ese sentido, lo que
encontré dentro de Sur fueron tres traductores muy distintos. Victoria
Ocampo, que la llamo en el libro "la traductora romántica", es una
traductora muy atenta a la figura del escritor en tanto persona genial,
talentosa, con sus características propias y por tanto una personalidad
productora de un texto muy difícilmente parafraseable. En general,
Victoria Ocampo es una traductora muy literal: se apega a letra del texto
fuente. Se permite muy pocas reformulaciones. Lo contrario es José
Bianco: está más atento al polo del lector y se permite reformulaciones
importantes del texto fuente. Todo esto intento demostrarlo mediante
análisis textuales que son dobles: analizo el texto de origen en lengua
extranjera y el texto final o traducido en castellano. Y fuera de este
sistema que apunta al polo productor, para Victoria Ocampo, y el polo
lector, para José Bianco, se encuentra sin dudas Borges, que tiene una
perspectiva un poco inconstante sobre la traducción. O sea, son
traducciones un poco inesperadas, con prólogos también inesperados.
En el libro yo trabajo su traducción de la última página del Ulises de
Joyce que fue publicado en la revista Proa, y en ese sentido el
comentario que él hace sobre el Ulises de Joyce yo lo tomo como su
prólogo de traductor. Hago un paréntesis: es cierto que los traductores a
menudo escribimos prólogos en los cuales hay como una especie de
idea de autodisculpa porque no se puede llegar a la excelsitud del
escritor o del texto fuente. Yo creo que ése es el tipo de reacción que uno
tiene si se piensa como Victoria Ocampo. Borges era muy libre en ese
sentido y podía traducir de todo el Ulises solamente la última página -la
última hoja dice él- y tener una pésima opinión o criticar muy
acerbamente el proyecto literario que aparece en esa novela de Joyce.

Portada de “La Constelación del Sur: traductores y traducciones


en la literatura argentina del siglo XX”, de Patricia Willson
"Hoy la figura de la traducción parece ser la más eficaz para dar cuenta
en las interacciones propias del contexto global", escribió Patricia Willson
en el prólogo de esta nueva reedición. En la firma, fechada en mayo de
2017, dice el lugar donde reside: se trata de Hony, un pequeño pueblo de
Bélgica ubicado en las orillas del río Ourthe, a poco más de 15 kilómetros
de la ciudad de Lieja. Desde 2013, da clases en la Universidad pública y
pluralista de Lieja. Ahora, sentada en una banqueta alta, hablando de
forma clara y pedagógica, con su pelo entrecano, su tez blanca y sus
ojos profundamente celestes, uno podría pensar que nadie podría darse
cuenta de que es argentina. Entre los belgas que van al supermercado o
los europeos que colapsan los pasillos de la universidad, Patricia Willson
pasa desapercibida. Sin embargo, en su libro queda clara su
nacionalidad: hay una pasión por la literatura argentina que, lejos del
cliché, no se empecina en idealizar sino que prefiere leer con mirada
crítica, acorde a su tarea de investigadora.

Hoy las nuevas tecnologías han trastocado las esferas del arte, han
aportado elementos que —en un principio banalizados— es necesario
tener en cuenta a la hora de analizar. Si en la primera mitad del siglo XX
se decía que en Sur, al traducir literatura extranjera, caían en una
práctica extranjerizante —ésto sumado a la corriente nacionalista que
veía en Ocampo y compañía cipayismo y gorilaje—, hoy, con internet y
las redes sociales, la globalización adquiere otro rostro: ya no es un
monstruo que se propone despojarnos de la tradición, sino hilos que nos
unen a otras culturas, con sus problemas y virtudes. "En realidad, la
traducción es intensamente democratizante (…), no es extranjerizante,
sino al contrario: vuelve legible en la literatura receptora un texto antes
inescrutable en su extranjeridad", escribe Willson en La Constelación
del Sur. Pero, ¿qué sucedía antes y qué sucede hoy? ¿Cuál era el
contexto de aquel entonces, cuál es el actual?

– Decís en el libro que Sur surge en un momento clave de la


industria editorial…
– Sí, para pensar la traducción literaria hay que pensarla en relación con
la industria del libro. Si uno piensa en el nivel continental los países sobre
los cuales la reflexión sobre la traducción literaria es más fecunda son
países que tienen una industria editorial bastante fuerte, sobre todo en
los momentos en que esta industria es floreciente o está en sus
momentos de apogeo. Yo tomé un período que, grosso modo, va desde
fines de la década del 30 hasta fines de la década del 50, hay
variaciones de este período según los autores. Y ahí lo que encontré
aparte de Sur es una serie de editoriales que publicaron textos en
traducción, por eso el título La Constelación del Sur. El proyecto
de Sur tenía una impronta traductora muy importante que pasó también a
otras editoriales: editoriales afines desde el punto ideológico, pero
también editoriales situadas en un lugar de antinomia ideológica con Sur.

– ¿Y en cuanto al contexto internacional? En el libro hablás de un


eclipse en la industria española, por ejemplo…

– Ese auge de la industria editorial es en parte debido al eclipse de la


industria editorial en España por la implantación de la dictadura de
Franco. Entonces, no por nada este período al que hago referencia
coincide con el fin de la Guerra Civil Española. Entonces hay una serie
de factores históricos que promueven este apogeo de la industria
editorial, que no es único; más tarde hubo otros pero yo focalizo este
momento porque me parece que permite demostrar hasta qué punto no
es posible pensar la literatura en traducción sin vincularla con los debates
en la literatura nacional. Por eso el título del libro es Traductores y
traducciones en la literatura argentina del siglo XX. El modo que yo
establecí para analizar esos textos siempre refiere a debates estéticos,
ideológicos, de poéticas en la literatura nacional en las escrituras directas
porque, de hecho, Victoria, José Bianco y Borges tenían sus propias
producciones como escritores.
– ¿Cómo ves hoy el panorama de la traducción?

– Lo veo bien, con la salvedad de los momentos de crisis económica,


disminución de la capacidad de comprar libros, en fin: yo creo que hay
una retracción del mercado editorial. Si uno consulta los datos de la
Cámara Argentina del Libro —porque pienso que el investigador también
tiene que pensar en esos datos— hubo un repunte a comienzos de la
década del 2000 en cuanto a la cantidad de textos traducidos, luego se
estabilizó. En la actualidad habría que pensar con un poco más de
perspectiva, pero lo que sí noto es que se reflexiona mucho más sobre la
traducción y en ese sentido devino la creación de nuevos espacios para
pensar la traducción. Coloquios, congresos, seminarios, clubes de
traductores, nuevas tesis de doctorado o investigaciones sobre la
traducción y, por supuesto, los proyectos en los cuales se propicia la
traducción a lenguas extranjeras de autores de la literatura nacional.

– Uno de los elementos que más han impactado en la literatura


argentina durante los últimos años ha sido el boom de las
editoriales independientes o pequeñas, las cuales suelen traducir
muchas obras. ¿Qué rol juegan en este panorama?

– Habría que ver si el boom de las editoriales pequeñas no es una cosa


atomizada. Hay que darle a las editoriales pequeñas el tiempo para que
desarrollen un catálogo, para que refrenden ciertas características de
calidad de los textos traducidos. Me parece que son cosas interesantes
porque a veces hay descubrimientos que todavía no están reconocidos
en el nivel mundial, esa es la tarea del editor: descubrir la perla rara o
ese texto que vale la pena difundir a través de las fronteras lingüísticas,
así que me parece un fenómeno muy propicio pero a cada una de estas
editoriales pequeñas conviene darle un tiempo para que consoliden su
catálogos respecto de otras editoriales que con el tiempo han forjado un
catálogo de traducciones muy sólido.

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