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EL RENACIMIENTO EN EL BUDDHISMO

LA “RUEDA DE LA VIDA” – SAMSĀRA


por Renaud Neubauer
fecha: 16.01.2008

La “Rueda de la Vida” es un diagrama que se representaba pintado en las paredes de los templos en
la India antigua, y que se encuentra todavía hoy en día en los países de tradición lamaísta (Tibet,
Bhutan, Sikkim, Mongolia), dibujado en la entrada de cada monasterio buddhista para la edificación
y la enseñanza de los fieles (más que todo del pueblo analfabeto). En este diagrama están presentes,
en forma ilustrada y sintetizada, todas las enseñanzas fundamentales del Buddhismo. En una
palabra, representa el mundo tal como lo percibe el Buddhismo.
El diagrama consta de tres (o a veces cuatro) partes que vamos a describir a continuación.
I. En el eje central vemos Tres Animales: un Chancho, una Serpiente y un Gallo, los cuales se
muerden la cola el uno al otro.
Estos corresponden, en forma simbólica, a lo que el Buddhismo define como las Tres Raíces del
Mal (akusala mûla)1, es decir, lobha (los deseos, la codicia, los apegos), dosa (la aversión, el odio)
y moha (la confusión mental, la estupidez, o sea el estado mental que aún vacila entre el deseo y la
aversión) respectivamente.
Mientras los seres en el mundo no hemos despertado nuestra mente a la Realidad Superior, cada
estado mental, cada momento de conciencia se encuentra obligatoriamente teñido, sea mucho, sea
poco, por una u otra de estas tres raíces del mal, que los Chinos llaman los “Tres Venenos” (三毒).

La suma de los Tres, la Ignorancia, constituye el motor que mueve toda la Rueda del Samsāra.
Por ignorancia no nos referimos a una ausencia de conocimientos teóricos o académicos, sino a una
falta de auto-conocimiento auténtico, y por lo tanto, a ideas equivocadas sobre nuestro ser y por
ende sobre nuestra vida.
Basada en esta ignorancia, tenemos la relación de causa a efecto siguiente: Ignorancia (avijjā)-
Acciones (karma)-Retribución (vipāka). Es decir que con una mente ignorante se llevan a cabo
varios tipos de acciones (karman), que pueden ser buenas, neutras o malas, las cuales van en su
turno a generar sus frutos, dulces, neutros o amargos.
Según una explicación dada en la escuela del Vijñānavāda (Escuela de “Sólo Conciencia”, dentro
del buddhismo Mahāyāna) del proceso del karma, cada acción, sea ésta mental, vocal o corporal,
deja una impresión indeleble en la conciencia (más específicamente dentro del subconsciente, la
conciencia-bodega (alaya vijñāna)), la cual es almacenada tal una semilla (bīja) y, tarde que
temprano, cuando se den las condiciones favorables para ello (paccaya), de estas semillas van a
brotar plantas de la misma naturaleza. Estas semillas son consideradas la causa principal (hetu) en el
proceso del karma. Sin embargo, para que el efecto se haga manifiesto es preciso que venga
complementado por factores o condiciones secundarios (paccaya o pratyaya en skrto) como
vendrían a serlo tierra, humedad, calor, etc., para la aparición de una planta dada a partir de una
semilla. Del mismo modo que los arqueólogos han encontrado granos de trigo de más de cinco mil
años en ciertas tumbas egipcias, conservados por las excepcionales condiciones climáticas
prevalecientes en aquel ambiente desértico y que los mismos, puestos en tierra, han podido germinar
y hasta madurar una vez en el ambiente favorable, del mismo modo unas semillas de karma pueden
esperar almacenadas en la conciencia-bodega durante mucho tiempo (muchas vidas) antes de
fructificar. Es así como se puede explicar que hombres como Gandhi o Martin Luther King, que han
dedicado sus vidas enteras a la no-violencia (ahimsā), mueran asesinados, y tantas otras
manifestaciones incomprensibles o aparentemente “ilógicas” de la ley del karma.

1
los términos escritos en bastardilla son generalmente dados en la lengua pāli, un dialecto medio-indio, emparentado al
sánscrito. Y en algunos casos, especificados, en sánscrito mismo.

1
Debido a la coloración moral de los actos (karma): positivos-ligeros, negativos-pesados o neutros,
los seres suben o bajan para nacer y volver a nacer en estados de conciencia, es decir niveles de
existencia, superiores o inferiores, luminosos u oscuros. Con el movimiento continuo de la Rueda,
los seres pasan a menudo de un estado al otro, ora subiendo, ora bajando.

En el círculo intermedio de la Rueda de la Vida están representados los Seis Planos de Existencia
entre los cuales se reparten los seres vivos:

- 1º los dioses, (deva: seres de luz): seres celestiales, ángeles o varios niveles de seres paradisíacos.
Éstos se reparten dentro de una jerarquía en la cual los más altos niveles están ocupados por seres,
los brahmâ de los mundos “sin forma” (arûpa loka) y “de la (pura) forma” (rûpa loka), cuyo
“cuerpo” es el universo entero y cuya duración puede ser más larga que el tiempo de varios mahâ
kalpa, es decir el tiempo necesario para la formación, expansión, involución y disolución de un
universo. Niveles más bajos de los estados “divinos” están constituidos por dioses del kāma loka
que gozan durante su existencia en estos mundos de todos los placeres sensuales (cf. la concepción
musulmana del paraíso). Está bien claro que estos dioses o deva no tienen nada que ver, y ninguno
de los atributos del dios demiurgo (creador del mundo) y justiciero de las religiones monoteístas
(Judaísmo, Cristianismo e Islam); se asemejarían más bien en su concepción a los ángeles o a los
querubines de las mismas.

- 2º los titanes (asura): dioses bélicos, rivales de los deva. Esta categoría desaparece en las listas
antiguas que constaban de sólo cinco planos de existencia. Corresponden a la categoría de los
ángeles caídos de las religiones semíticas. En la religión del antiguo Irán (Persa) esta categoría de
dioses, encabezados por Ahura Mazda, corresponde a los dioses positivos mientras los daeva
(equivalente etimológico de los deva) son considerados como demonios. La misma dicotomía
encontramos en los dioses germánicos Ases y Vanes.

- 3º los seres humanos (manusya, "los que tienen una mente superior"): es decir seres que son
capaces de preocupaciones de índole espiritual y no sólo material. Ésta es la principal diferencia con
el reino animal y no el mero hecho de que seamos los humanos más adaptados para conseguir
nuestra comida y las otras necesidades vitales que nuestros hermanos inferiores...
En la condición humana, mediana y equilibrada, se encuentran balanceadas las energías positivas-
ligeras y negativas-pesadas y es el principal estado en el cual se pueda generar karma en forma
conciente, determinando así una evolución hacia arriba o un retroceso a los estados inferiores.

Estas tres primeras categorías de seres representan los niveles superiores, o sea los estados de
conciencia en los cuales nacen solamente los seres con un karma preponderantemente positivo,
bueno. Mientras que, debajo de ellos, condicionados por el karma esencialmente negativo se hallan:

- 4º los animales: también divididos en una cantidad de especies y niveles distintos de evolución.
Los animales viven sin ninguna preocupación ética o moral y sus únicas preocupaciones están
vinculadas a conseguir comida, protección de la intemperie y reproducción. Sin embargo, no
implica que sean incapaces de comportamientos de amor puro, por ejemplo con sus crías, sus
parejas o amos
- 5º los espíritus famélicos (los preta o almas en pena): mundos de miseria y de hambre constante;
hacen pensar en la concepción cristiana del purgatorio. Para aliviar sus sufrimientos se llevan a cabo
varios tipos de ceremonias en las distintas religiones del mundo.

- 6º los infiernos (niraya, naraka): mundos de intenso sufrimiento, sea éste físico o mental. De
igual forma que los infiernos de Dante, éstos están divididos en varios niveles de los cuales el más
profundo, el avici, está reservado para los culpables de los crímenes los más odiosos como son el
parricidio, matricidio o asesinato de un santo, etc.

2
Una parábola del Buddha, respecto a la distribución de los seres vivos dentro del samsāra, enfatiza
que una vaca tiene un sinnúmero de pelos pero sólo dos cuernos; y de manera similar, mientras que
las formas inferiores de vida pululan como los pelos de la vaca, los seres que renacen en la
condición superior de los deva y de los humanos somos muy pocos, como los dos cuernos del
animal.
No hace falta recalcar que los tres estados inferiores de existencia se caracterizan por un sufrimiento
mucho mayor que en los tres estados superiores de la reencarnación, los cuales, de igual forma, se
encuentran desde una perspectiva más realista, bajo el dominio del dukkha, es decir de la
impermanencia y de la muerte. La felicidad y los placeres experimentados en estos mundos no
dejan de ser fugaces.
Además, se puede considerar que todos los seis planos de existencia se hallan representados en
su turno en la misma condición humana (y hasta en cada uno de los cinco otros planos). Tenemos
así las siguientes equivalencias o correspondencias:

1º los deva ó “dioses”: a nivel espiritual están representados por los santos, monjes, ascetas,
anacoretas, los cuales son como los brahmâ loka en este mundo; y a nivel material por los pudientes
y poderosos: reyes, elites políticas y económicas que vendrían a corresponder a los estratos
inferiores de los paraísos de gozos sensuales (kāma loka). Tal renacimiento es naturalmente visto
como el fruto del karma positivo creado en las existencias anteriores (generosidad, nobleza de
carácter, justicia, valentía, etc.). Sin embargo, si abusan de su poder o dinero, su caída hacia
renacimientos inferiores puede ser aún más dolorosa.

2º los asura: pueblos de guerreros, cuyas energías están todas concentradas en lo bélico. Gente
ávida de tomar venganza de sus enemigos.

3º los humanos: son los que cumplen, en su diario vivir, con los requisitos de la conducta ética
universal (absteniéndose de matar, robar, mentir, conducta sexual impropia y consumo de productos
intoxicantes).

4º los animales: son personas que viven únicamente preocupados por la satisfacción de los deseos
sensuales básicos: comida, sueño y sexo, sin ninguna preocupación de orden ético o espiritual y que,
por lo tanto, no vacilarán frente a ninguna violencia cuando se trata de satisfacer esos deseos
sensuales. Viven, además, en un estado constante de temor.

5º los preta: aquellos seres que, debido a su codicia y egoísmo en el pasado, viven siempre en un
estado de miseria, de escasez, como mendigos o pueblos de regiones de pocos recursos, o sometidos
a la hambruna. 2

6º los infiernos: seres que, por causa de su maldad o violencia en el pasado (sea en esta misma
existencia o en alguna anterior), viven sujetos a sufrimientos físicos o mentales intensos en sitios
como las cárceles, los campos de concentración, las salas de tortura y los hospitales psiquiátricos. 3

Se podría volver a hacer las mismas distinciones en cada uno de los seis planos de existencia, y en
particular en el de los animales, ya que ciertos animales libres y poderosos tales como leones, tigres,
elefantes o rinocerontes viven como “reyes”, “dioses”, de modo parecido a las mascotas que su

2
tales situaciones humanas son explicadas por el karma de estas personas (en esta vida o en anteriores) como causa
principal (hetu), lo que no impide que intervengan simultáneamente y paralelamente otros factores (paccaya) como
elementos complementarios de explicación, sean éstos de índole social, médica, sicológica, económica, política o
histórica, etc. En realidad, estos factores de explicación no son más que las modalidades mediante las cuales el karma de
estas personas se hace manifiesto.
3
idem

3
destino les mandó donde amos bondadosos y amorosos. Mientras que otros, encerrados en
laboratorios “científicos” o en camales, viven sufrimientos de infiernos; y animales de carga, de
trabajo viven como “almas en pena”.

Todos estos cambios pueden ser resumidos en los cuatro esquemas siguientes: 1º proceso evolutivo
desde la luz hacia la luz; o 2º desde la oscuridad hacia la luz; 3º proceso involutivo desde la luz
hacia la oscuridad; o 4º desde la oscuridad hacia la oscuridad.
Dentro de la misma condición humana, en el transcurso de una sola existencia, algunas personas,
según las energías kármicas en acción, pueden pasar, y a veces de manera muy repentina, de un
nivel al otro como sucede en ciertas revoluciones cuando gente muy acomodada o pudiente (deva
en potencia) pierde su riqueza o su poder para caer bruscamente, o en una vida de mendigos en la
calle (preta), o en los sufrimientos de los campos de concentración o de “reeducación” (naraka,
infiernos), etc.
En mi primera visita a Saigón en el año 1987 he conocido a una mujer que dormía en la calle y
sobrevivía vendiendo estampillas a los turistas; ella hablaba un Francés e Inglés impecables y me
comentó que había sido la esposa de un coronel en el ejército nacionalista, gozando por ende de un
alto nivel de vida (mansión lujosa, sirvientes, etc.) antes de la toma del poder por los comunistas en
abril del año 1975. Del día a la mañana sus bienes les fueron arrebatados, su esposo mandado a
“estudiar” en las nuevas zonas de desarrollo económico, eufemismo para designar a las regiones
insalubres de campos de concentración en la frontera con Camboya, y a ella no le quedó más sino
elegir domicilio en la vereda. Encontré también varios jaladores de triciclos que habían sido
estudiantes universitarios unos años antes y hablaban muy bien inglés
A pesar de su convicción de la identidad esencial de todas las formas de vida y de respeto hacia todo
ser vivo, el buddhismo enfatiza que el nacimiento en la condición humana es extremadamente
precioso y una vez perdido puede durar un tiempo muy largo antes de volver a recobrarse. En el
Samyutta nikāya encontramos la parábola de la tortuga marina ciega, la cual sube cada cien años a
respirar a la superficie del gran océano, ¿cuántos años necesitaría para salir precisamente en el
centro de una boya flotando a la deriva sobre el mismo océano? El mismo tiempo sería necesario
para alguien que haya perdido la condición humana hasta recobrarla.
Todo esto constituye la impermanencia, el sufrimiento, el dukkha. En el Dhammapada (Versos de
Enseñanza) el Buddha dice: “Larga es la noche para aquel que sufre de insomnio; larga es la legua
para el caminante cansado; largo es el samsāra para el ignorante que no se ha despertado a su
naturaleza verdadera”. En otra colección antigua de textos buddhistas, los Āgama, encontramos el
“Discurso de la Parábola” que compara al samsāra con una vasta planicie en la cual erra un hombre.
De pronto aparece un elefante salvaje furioso que persigue al hombre; éste encuentra un pozo y se
refugia en él, arrimándose a un bejuco colgando de un árbol al borde del pozo. Al mirar hacia el
fondo del pozo, se percata de que están ahí enroscadas tres serpientes venenosas. También se da
cuenta de que dos ratones, un negro y un blanco, están carcomiendo la liana de la cual se sostiene.
En medio de esta situación desesperante cae repentinamente una gotita de miel desde un nido de
abejas en el árbol. El hombre entonces extiende su lengua para recogerla y en el hecho se hace picar
por dos o tres de las abejas volando por allí.
Si traducimos el simbolismo de esta fábula, entendremos que el hombre erra en la extensa planicie
del Samsara, donde el elefante salvaje representa la Ignorancia. El bejuco representa la existencia
terrenal, en toda su fragilidad. Los dos ratones que están carcomiendo este bejuco son el día y la
noche. Las tres serpientes al fondo del pozo son los tres venenos de la mente. La miel representa los
placeres de los sentidos y las picaduras de abejas representan las consecuencias peligrosas de tales
placeres.
Ésta es la condición humana y por ello la fórmula sánskrita: “Sarvam duhkham” (“Todo es
sufrimiento”) resume por sí sola la visión del mundo y de la vida (Weltanschaung) de la filosofía
clásica india.
Este pesimismo debe ser matizado si se toma en cuenta la esperanza de que mediante la práctica de
las sendas espirituales del Yoga y del Buddhismo se puede encontrar la salvación.

4
Es importante recalcar aquí que la actitud del buddhismo es fundamentalmente explicativa
(¿cuál es el origen del sufrimiento?) y no en absoluto justificativa (¡estos seres que sufren se lo
han merecido por su karma anterior!) Y por eso enfatiza antes que todo la bondad y la compasión
(mahā karunā, lo que el cristianismo llama “caridad” o “amor”) frente a cualquier tipo de
sufrimiento, sea éste humano, animal u otro. Es por ende una actitud muy distinta de la rigidez del
brahmanismo clásico, representada por el Manava dharma çastra o Leyes de Manu, la cual justifica
las desigualdades sociales dentro del sistema tradicional hindú de las castas, valiéndose en las
diferencias de karma de las personas en sus existencias anteriores.

Por consiguiente, para el buddhista, es necesario desarrollar no solamente mérito y moralidad


sino también, más que todo, la sabiduría trascendental y la compasión para liberarse del
sufrimiento, no sólo provisionalmente sino definitivamente.

Los siguientes son algunos ejemplos ilustrativos del funcionamiento y de las manifestaciones de la
ley del karma:

1. la generosidad, es decir el hecho de compartir sus riquezas o bienes materiales con los más
necesitados, tiene como consecuencia un nacimiento en medio de los deva o en situaciones
humanas de prosperidad material. Mientras que lo contrario (la avaricia y el egoísmo) se traduce en
una vida de escasez y miseria. Por esta razón, todas las religiones del mundo incentivan sus
seguidores a la generosidad, es decir a compartir sus recursos con los religiosos, los pobres y los
desamparados. El Buddhismo, sin embargo considera que, mientras más puro es, moralmente, el
recipiente de una ofrenda, mayor será el mérito de la ofrenda. Por ende ofrendas hechas a santos o a
monjes y monjas, que se dedican toda la vida a purificar su espíritu, son de un beneficio inmenso.
La ofrenda de mayor provecho, sin embargo, es la que se hace con una mente totalmente libre de
todo apego hacia los frutos de la acción porque combina mérito (puñña) con sabiduría (paññā).
2. el respeto por la vida, sea ésta humana o animal, asegura una vida larga y el gozo de una buena
salud. El hecho de salvar la vida a seres humanos o animales amenazados de muerte prolonga la
vida y refuerza la salud. En el caso opuesto de personas que hayan matado a seres humanos o a
animales, van a sufrir una vida corta plagada por enfermedades. Igualmente a lo dicho acerca de la
generosidad, la gravedad de tales matanzas es proporcional al nivel de desarrollo espiritual del ser
matado. El matar a un santo es por ende considerado como el peor crimen y conlleva las
consecuencias más temibles, al igual que el parricidio o el matricidio.
3. el respeto al bien ajeno va a hacer que uno conserve e incremente sus pertenencias mientras que
el robo tendrá como consecuencia que uno nunca pueda conservar sus bienes, lo que pasa en
realidad con los ladrones...
4. palabras de verdad harán que la persona consiga la confianza de los demás y que el discurso de
tal persona sea agradable a escuchar, mientras que la mentira y el engaño crearán en la gente la
desconfianza y el rechazo, tanto en esta vida como en las siguientes.
5. un carácter amable y bondadoso va a traducirse en un rostro (en coreano la palabra para
“rostro” se dice olgul, el “espejo del alma”) amable y hermoso. Mientras que un carácter violento e
iracundo va a generar una cara desagradable y fea. De manera similar una vida ética armoniosa va a
ser la condicionante de un cuerpo y rostro hermosos.
6.desarrollo de la meditación y de la atención cuidadosa en sus acciones (sati, o smrti en skrto)
es la raíz de la sabiduría (paññā) mientras que la falta de atención cuidadosa (pramada) y el
consumo de drogas o sustancias que entorpecen la mente-alcohol, etc. son los causantes de la
estupidez y la confusión (moha).
Todo esto se resume en la ley de causa y de efecto, según la cual nada nace de la nada, todo tiene
su antecedente o su causa. Esto implica que lo que sale de uno regresa a uno de la misma manera (es
el “efecto boomerang”). Ya que el cuerpo es considerado como la emanación de la mente (y no al
revés la mente una mera función del cuerpo como en la concepción materialista occidental), su

5
apariencia y el contexto en el cual éste aparece están determinados por el estado mental (es decir el
karma) como factor determinante.

Por su naturaleza o por su gravedad se pueden distinguir cuatro tipos de karma que el Buddha
describe de la siguiente manera:
1. los karmas más pesados son como esculpidos en la roca, lo cual significa que sus
consecuencias perduran largo tiempo.
2. otros son como huellas de pasos en la arena; se borran no más después de un tiempo.
3. ciertos karmas livianos se parecen a la estela de un barco en el agua; desvanecen
rápidamente.
4. las acciones del santo (el arhat) sin embargo, tales como el vuelo de las aves en el cielo, no
dejan absolutamente ninguna huella.

La ley de simpatía, paralelamente, explica que los afines se buscan, que los varios seres se agrupan
en base a sus semejanzas profundas; así las ovejas constituyen rebaños, los lobos jaurías, los seres
nobles nacen en casas reales, los violentos en casas de militares, los que les guste robar en casas de
ladrones (¡o de políticos!), los negociantes en casas de comerciantes, los que tienen la vocación de
sanar en casas de médicos, y así en adelante. Son entonces esas mismas afinidades kármicas las que
intervienen cuando un ser “escoge” a los padres donde él va a volver a nacer y por supuesto no la
casualidad.
El karma por ende es eminentemente individual; se genera en base a actos voluntarios de cada
persona, o de cada ser. Sin embargo el ser humano es por naturaleza un ente social, lo que significa
que cada uno está implicado en una red de interrelaciones sociales de varias índoles (familiares,
étnicas, políticas, religiosas, nacionales, planetarias, etc.) y, paralelamente, actúa en el marco de
tales redes. Es así cómo se crea, al mismo tiempo que el karma individual, el karma de grupo 4
mediante el cual cada ser se encuentra involucrado en una responsabilidad colectiva respecto a las
acciones del grupo al que pertenece. De modo que puede ser a veces vinculado a tareas
constructivas de grandes civilizaciones o a veces a empresas destructoras como guerreras,
invasiones, conquistas o matanzas de las que llenan la historia de la humanidad. Cuando ocurre el
renacimiento, del mismo modo que un vuelo de aves gregarias pasándose de un árbol al otro, los
seres, de acuerdo a su karma de grupo, vuelven a nacer juntos5 en un área nueva para continuar a
dedicarse en común a las tareas constructivas o a recibir el retorno del péndulo de tal invasión, tal
conquista o tal matanza que protagonizaron juntos en el pasado; esta vez los antiguos invasores
tienen que asumir el papel del pueblo sometido, los opresores se vuelven oprimidos y los asesinos
asesinados.
De este modo la historia de la humanidad es una serie sin fin de guerras y matanzas incentivadas por
el deseo (inconsciente pero muy poderoso) de tomar venganza del que le hizo una injusticia en el
pasado. Las enseñanzas del Buddha (Dhammapada, estrofas 3, 4, 5 y 6, cf. Lo que el Buddha
enseñó p.171) y de Jesús enfatizan por ende la necesidad de un perdón sincero y absoluto para
acabar definitivamente con este círculo vicioso. Porque, en definitiva, es la función principal de una
senda espiritual auténtica el vencer al karma y liberarse del sufrimiento que él conlleva.
Los universos infinitos a través del tiempo y del espacio son el reflejo exterior de la mente de los
seres; de igual manera se hacen y se deshacen, de big bang en big crunch, pasando por edades
cósmicas eternas de expansión y de contracción. La India era familiarizada, siglos (y posiblemente
milenios) antes de Cristo, con conceptos cosmológicos para los cuales el Occidente tuvo que esperar
el siglo veinte y la cosmología moderna de científicos como Stephen Hawkings para empezar
siquiera a imaginárselos...

En la franja exterior del círculo está representada una explicación filosófica (¡ya no puramente
religiosa!) de la génesis del sufrimiento así como del camino de emancipación espiritual: he aquí los
4
ver al respecto Neubauer, Renaud “El karma colectivo y la historia de la humanidad”
5
ver a este propósito el libro de la Dra. Helen Wambach, La vida antes de la vida.

6
doce dibujitos que representan los doce eslabones de la génesis condicionada (paticcā
samuppada).
Estos explican cómo, en cada momento de conciencia, se pasa de la ignorancia al sufrimiento,
dándose un giro completo de la Rueda. Condicionados por la ignorancia, surgen las formaciones
mentales. Condicionada por las formaciones mentales surge la conciencia, etc. (conforme a los doce
eslabones de la Génesis Condicionada como aparecen a continuación).
(A veces el Paticcā samuppada se interpreta también en el marco de tres existencias sucesivas:
pasada-presente-futura, pero éso no es su propósito principal. Y posiblemente esta interpretación sea
el producto de influencias por parte del Brahmanismo).

Los doce eslabones son:


- 1º la ignorancia (avijjā): un hombre ciego camina a tanteos en una vasta planicie (el samsāra)
- 2º las formaciones mentales o acciones volitivas (sankhāra): un alfarero sigue produciendo
nuevas vasijas (nuevos cuerpos y hábitos mentales)
- 3º la conciencia (viññāna): basada en los seis sentidos (conciencia visual, conciencia auditiva,
olfativa, gustativa, táctil y conciencia mental), pasa continuamente de un objeto al otro, como un
mono saltando de rama en rama en la selva.
- 4º el nombre y la forma (nāma-rûpa): un barco (el cuerpo físico) y un hombre que lo maneja (las
funciones mentales), o dos personas en un barco.
- 5º los seis sentidos (salayatana): una casa con seis ventanas abiertas a la percepción del mundo
externo.
- 6º el contacto (phassa): una pareja en el acto sexual.
En cada uno de los seis sentidos se necesitan de tres cosas para que se produzca el contacto: 1º el
órgano sano (ojo, oído, olfato, lengua, cuerpo, mente), 2º un objeto (forma, sonido, olor, sabor,
táctiles, ideas), 3º la conciencia radicada en el órgano. Ej. ojo-formas-conciencia visual para que se
de el fenómeno de la visión, y así con los demás sentidos.
- 7º la sensación (vedana): una flecha en el ojo; es una imagen que da la idea de la agresión
constante del mundo exterior sobre nuestra persona íntima.
- 8º el deseo (tanhā, en sánskrito trsna, voz aparentada con el Alemán Durst y el Inglés thirst);
deseo de reproducir las experiencias agradables y evitar las desagradables.
- 9º el apego (upadāna): representado por una mano que ase una manzana y no quiere soltarla; de la
misma manera nos aferramos con igual intensidad a las situaciones placenteras mediante el deseo y
a las situaciones dolorosas mediante la aversión y el rechazo.
- 10º el devenir (bhava, el anhelo de nuevas existencias): basado en el afán de repetir los momentos
de experiencias agradables y evitar los desagradables, es una proyección continua de la conciencia
hacia el futuro, hacia futuras experiencias.
- 11º el nacimiento (jāti): una mujer que da a luz es la imagen que representa este nacer continuo de
nuevos estados de conciencia.
- 12º la vejez y la muerte (jara marana): un hombre viejo y una procesión funeraria indican que
cada estado condicionado pasa por fases de decadencia y desaparición.

Todo lo que nace tiene que morir, todo lo que aparece desaparece; ésta es la Ley Eterna.
Esto es lo que representa este demonio (Yama -o Māra-, el dios de la muerte), representado al
exterior de la rueda con su corona de cinco calaveras (los cinco agregados de la personalidad) que
agarra el mundo en sus colmillos.
Los doce eslabones de la cadena del Paticcā samuppada atan los seres vivos a la Rueda. En cada
momento de conciencia se desencadena un giro completo de esta rueda. Como es circular, pues no
tiene ni inicio ni fin. Los individuos, de igual modo que los universos, son sin inicio y sin fin dentro
de la eternidad del Samsāra.
Sin embargo la misma rueda puede ser cortada en cualquier lugar, para hacer parar este movimiento
continuo: “con la cesación de la ignorancia, cesa las formaciones mentales; con la cesación de las
formaciones mentales, cesan las conciencias; y así en adelante”. El eslabón a nivel del cual se puede

7
cortar el círculo más eficazmente es el de la sensación (nº 7); basta con que las sensaciones sean
percibidas, no con ignorancia (deseo-rechazo-indiferencia-confusión) como suele comúnmente ser
el caso, sino con la atención justa (sati) de la naturaleza verdadera de cada sensación.
Los ejercicios de meditación sirven precisamente para afinar este tipo de “percepción correcta
conforme a la realidad” (o sea “ver las cosas tal como surgen” yathā bhûta ñāna dassana). Así ya
no pueden producirse los eslabones siguientes del deseo-apego-proyección en el futuro que
condicionan nuevos nacimientos y muertes.
Esto es el estado del Nirvāna, de liberación, representado por los Buddha y Bodhisattva que vagan
libremente en las afueras de la Rueda. Estos personajes que evolucionan fuera de la Rueda de la
Vida son aquellos que han logrado despertar su mente a la naturaleza de la Realidad y por ende se
han liberado del Nacimiento y de la Muerte. Su estado de conciencia es de felicidad sin mancha,
allende de todo sufrimiento. Sin embargo, según la doctrina de la escuela del Mahāyāna (y de modo
parecido a los Santos del Catolicismo y del Islam), pueden continuar a intervenir en los seis planos
de existencia para ayudar a los seres a liberarse de sus sufrimientos y realizar ellos también el fruto
del Nirvāna, felicidad y paz absolutas.

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