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Kracauer-La Fotografía PDF
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SIGFRIED KRACAUER
Así se muestra la diva cinematográfica. Tiene 24 años y posa en la primera plana de una
revista, frente al Hotel Excelsior en el Lido. La fecha es septiembre. Quien haya mirado
a través de una lupa de las utilizadas en las imprentas habrá reconocido la trama de
millones de puntitos que componen la diva, las olas y el hotel. Pero la imagen no
pretende mostrar el entramado de puntos, sino a la diva en el Lido. Tiempo: el presente.
El texto situado junto a la foto la califica de demoníaca: nuestra diva demoníaca. A
pesar de todo no está privada de cierta expresión. El peinado con flequillo, la pose
seductora de la cabeza y las doce hebras de pestañas a derecha e izquierda, todos los
detalles presentados específicamente por la cámara, están ubicados correctamente en el
espacio: una imagen sin defectos. Todos la consideran encantadora, debido a que todos
ya han visto en la pantalla, a la original. Esta tan bien fotografiada que no se puede
confundir con nadie, aunque tal vez sólo sea la doceava parte de una docena de
tillergirlo. Ensoñadora posa frente al Hotel Excelsior, que aprovecha su fama, un ser de
carne y hueso, nuestra diva demoníaca de 24 años en el Lido. La fecha, como ya dije, es
septiembre.
¿Así lucía la abuela? La fotografía, que tiene más de sesenta años y que ya es una
fotografía en sentido moderno, la muestra como una señorita de 24 años. Debido a que
las fotografías son parecidas, ésta también lo debe haber sido. Fue producida con
cuidado en el taller de un fotógrafo cortesano. Pero aquí faltaría la tradición oral: a
partir de la imagen no se puede reconstruir a la abuela. Los nietos saben que en sus años
de vejez vivió en una pequeña habitación con vistas al casco antiguo de la ciudad, saben
que por entretener a los niños hacia bailar a los soldaditos mecánicos sobre una mesa de
cristal; esos niños conocen una historia fea de su vida y dos máximas verídicas que se
van modificando levemente de generación en generación. Hay que creer a los padres
cuando afirman haber escuchado de su propia madre que esa fotografía representa a la
misma abuela de la cual se conservó lo poco que quizá también se olvidará. Las
declaraciones de los testigos son imprecisas. En definitiva, en la fotografía no está
reproducida en absoluto la abuela, sino su amiga, a la cual se parecía. Ya no existen
coetáneos. ¿Y la similitud? Hace tiempo que la imagen original está ajada. Sin embargo,
la imagen que se fue oscureciendo, tiene tan poco que ver con los rasgos recordados que
los nietos se sienten curiosamente obligados a reconocer en la fotografía a la
antepasada, legada fragmentadamente. Pues bien, se trata, por lo tanto, de la abuela; sin
embargo, en realidad es una joven señorita como cualquier otra de 1864. La joven
sonríe y sigue sonriendo siempre igual; la sonrisa permanece quieta sin referirse todavía
a la vida de la cual fue extraída y no ayuda en nada a la similitud. Los maniquíes
situados en los salones de belleza sonríen del mismo modo terco e incesante. El maniquí
no es actual, podría estar junto a otros simuladores en la vitrina del museo con el rótulo
¿Trajes de 1864. Los maniquíes se encuentran ahí, para exponer los trajes históricos e
incluso la misma abuela de la fotografía es un maniquí arqueológico que sirve para
presentar el traje de época. Así se vestía por entonces madroños decorativos atados
estrechamente a la cintura, con mariñaque y muñequero en detalles de moda y
anticuados. Los nietos se ríen del traje que, después de la desaparición de su portador,
sólo libra un campo de combate –una decoración exterior que se ha independizado-. Los
nietos son irreverentes y hoy en día los jóvenes se visten de otra manera. Se ríen y al
mismo tiempo les invade un escalofrío pues, a través del arte ornamental del traje, a
partir del cual ha desaparecido la abuela, les parece percibir un momento de tiempo
pasado, del tiempo que transcurre sin retorno. Si bien el tiempo no está fotografiado
como la sonrisa o los madroños, sin embargo la fotografía misma –así les parece a esos
jóvenes- es una representación del tiempo. Si la fotografía suministró duración a esos
elementos, no los mantuvo más allá del mero tiempo; más bien el tiempo habría creado
imágenes a partir de ellos.
La fotografía no conserva los rasgos transparentes de un objeto, sino que lo toma desde
diversas ubicaciones como un continuo espacial. La última imagen de la memoria
perdura en el tiempo por su carácter de inolvidable, la fotografía que no ve y comprende
esta imagen se debe colocar esencialmente en relación con el momento de su
surgimiento. “La esencia del filme es, hasta cierto grado, la esencia del tiempo”.
Observa E. A. Dupont en su libro sobre el cine comercial, cuyo tema es el entorno
normal, susceptible de ser fotografiado (citado según Rudolf Harms, Filosofía del
filme). Sin embargo, si la fotografía es una función del tiempo fluyente, entonces su
significado objetivo se modificará, según si pertenezca al ámbito del presente o a alguna
etapa del pasado.
Los periódicos ilustran cada vez más sus textos; además, ¿qué sería una revista sin
material gráfico? La prueba contundente de la extraordinaria vigencia de la fotografía en
el presente, la suministra sobre todo el aumento de revistas ilustradas. En ellas se reúnen
desde la diva cinematografía hasta todo tipo de fenómenos que son accesibles a la
cámara y al público. Los bebes son de interés para las madres, muchachos jóvenes se
sienten atrapados por grupos de hermosas piernas de muchachas. Jóvenes hermosas
miran con placer a las estrellas del deporte y de los escenarios que posan en la
escalerilla de un transatlántico cuando emprenden el viaje a países lejanos. En esos
países lejanos se dirimen luchas de intereses. Pero el interés no está orientado hacia
ellos, sino a las ciudades, a las catástrofes naturales, a los héroes ideológicos y a los
políticos. En Ginebra hay sesión en el Congreso de la Sociedad de las Naciones, lo que
sirve para mostrar a los señores Stresemann y Briand conversando en el palier del hotel.
Las nuevas modas tiene que ser divulgadas, o en verano las hermosas jóvenes no saben
quiénes son. Las bellezas de la moda acompañan a jóvenes a eventos mundanos, en
países lejanos se producen terremotos, el señor Stresemann se encuentra sentado en una
terraza con palmeras, para las madres son nuestros pequeños.