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BOL-ETIN

DEL

DEL T R A B A J O

Num. 34
-- . - - -- -M A.-Y O D E 1916
-- - -

BUENOS AIRES
IMPRENTA Y E N C U A D E R N A C I ~ ND E LA P O L ~ C ~ A
1916
ESTA PUBLICACIÓN ES ÓROANO

DEL

DEPARTAMENTO NACIONAL DEL TRABAJO


A CARGO DEL INSPECTOR

J0sf-í E L ~ A SN ~ K L I S O N

VOLUMEN II.

L i B R O S 111. y \V.
SUMARIO

El presenle número del Boletín contiene la segunda parte del informe presentado
por el Inspector del Departamento Nacional del Trabajo, sefíor José Elias
Níklison, a raiz de la investigación que ¡e iuera encomendada en los terri-
torios federales del Chaco y Formosa. Dividido, corno el número anterior.
en dos libros, el presente contiene las siguientes materias:

LIBRO 111-LAS MISIONES RELIGIOSAS DE K ~ ; . D U C C I ~liv;l>ici~~,\


K 1
Aiitecedentes históricos, 3 - Las actual?> riiisiones del Chaco
Formosa, 11 - El ideal de las misioiics, 17 - E1 caractei-, la
extensión y las condic:ones del concurso del Estado, 23 -
Sistema frnnciscaiio de reducción, 31 - Los inisioiiero.;, 39 -
Organización y gobierno de las Misiones, 47 - Los regla-
mentos de las Misiones, 53 - Población de Ins Misioiies, 65
- L a Misión de San Francisco del Laishi, 60.

LIBRO IV--LOS 'I'OHAS.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103


Nota preliminar, 105 - Distribuci6n geogrgfica de las iiaciones o
tribus chaqueñas, 1 1 1 - Denominación y origen, 115 - Etimo-
logía. de las denoniinaciories Ntoccouitt y Toba, 119- El país
de los tobas, 123 - El idioma de lbs tobas, 129 -- El toba Física
y moralmente coiisiderado, 133 - - Lz FAMILIA - Las mujeres
tobas, 149 - Los tobas cn el trabajo, 1.59 -Organización pnlí-
tica y civil dc los tobas, 171 -Comunismo e intercambio toba
- Anawag yaca.yá, 179-Religión y supersticiones de los tobas,
185-Las enfermedades de los tobas-Médicos y augures, 191
EL ARTE TOBA -Armas - Tejidos - Cerámica, 197 - Toldob,
vestidos y alimentos de los tobas, 205 cMariscadas tobas,
213- LAS DIVERSIONES DE LOS TOBAS- Canto, danza y juegos,
219 - R E D E N C I ~DEN LOS TOBAs - La acción del Departamento
Nacional del Trabajo: &S.
ROLETIN
DEI.

N. 34 Buenos Aires Mayo de 1918


- - S - - .- -- a--- .- - - - -

Nota elevada por el Presidente interino del Departamento


Maeional del 'Trabajo, Dr. Alejandro Ruzo, al Excmo. Señor
Ministro del Interior, remitiendo [ a segunda parte del infor-
me del Inspector Riiklison, sobre su inuestigñclón en los
territorios federales del Chaco y Formosa.

fiemo. Señor Ministro del Interior, DOLTOK S . O KTIZ.


MIGL:EL

El Inspector de este Departamento, Señor Don Jose Elías


Niklison, ha présentado 13 parte final de su informe, relativo a
las condiciones generales de trabajo en los territorios nacionales
del Chaco y Formosa. Con esto se complementa lo anteriormente
publicado en abril de 1914 y julio de 1915 en los Libros 1 y 11,
J-espcctivamenic. El primero comprende las co!idiciones de vida
y trabajo de los obreros del Alto Parand, y el segundo trata dc
los obrajes del C!iaco.
Los dos nuevos libros del Señor Níklison, que tengo el
honor de presentar a V. E., están dedicados, de conformidad a
las instrucciones que habia recibido, al estudio de las misiones
religiosas de reducción de indios y a la descripción de los toba-.
como obreros y como sujetos de derechos civiles.
El Departamento del Trabajo ha creído de su deber exten-
der así el radio de su acción, pensando q w el indio, en sus
relaciones con el Estado, no podría ser considerado de modo
distinto que los otros habitantes de los territorios federales, y
que cuando la Constitiición dispone quc debe mantenerse « el
trato pdcífico >. con los indios no ha impuesto la celebración
de convenciones o tratados de paz, sino que se les debe dar
s buen trato ». Para conseguir tal propósito, res indispensable la
acción positiva de la Nación en amparo de los mismos, y es
justamente esto lo que se procura con estudios de esta índole y
tan plenamente cumplidos con el trabajo del Señor Níklison.
Contemplado ya en su conjunto, puedo, a título de siní
sis, exponer a V. E. que lo primordial, en todo lo re[= -.

régimen del trabajo en los territorios nacionales del Norte, es


evitar que ei obrero argentino, sea o no indígena, resulte objeto
de explotaciones; y para obtener esto, aparte de la amplia pro-
tección que las autoridades nacionales le prestarán, en concor-
dancia a una legislación apropiada, hoy en trámite, es indispen-
sable que se celebren acuerdos internacionales con las naciones
limítrofes, ya que se ha comprobado que los lsabajadores argen-
ti~iosson ii:lernados al territorio de las mismas y sometidos a
tratamientos, no ya inhumanos. sino a veces también criminales.
Luego, y concretarido la observación al indio del Chaco,
cuya personalidad y aptitud para el trabajo se describen tan cla-
ramente en el informe del Inspector Níklison, es preciso estable-
cer un patronato de indios, en uua forma especial de proteccicín
o tutela jurídica y moral, con facultad de ejercer las acciones
jridiciales que competen al pupilo.
El Poder Ejecutivo, en su Proyecto de Ley Nacional del
Trabajo, de mayo de 1904, propuso análogas medidas. Hoy, con
el ilustrado informe que elevo a V. E., queda ratificado que la
situación, ya considerada grave entonces, no ha sufrido sino mo-
dificaciones deprimentes de la condición del indígena. en razón
de que con el desarrollo de las industrias de la región ha cre-
cido la explotación de esta clase de obreros, respecto de los
cuales, si bien se observa un pequeño aumento en el salario que
perciben, éste resulta completamente nominal, dada la forma de
pago del mismo.
Entrego, pues, a la ilustrada consideración de V. E. esta
parte final del informe del Sr. Níklison, realizado sin erogación
extraordinaria alguna para el Estado, y cuyo mérito acaso supera
a lo ya publicado y calurosamente elogiado por quienes han
estudiado nuestra cuestión social en una de sus peculiaridades
más características, como es la explotación del indio obrero, y
pido a V. E. se ordene su impresión en una edición oficial.
Saludo atentamznte a V. E.
A L E J A N D R OR U Z O
A. Hialet Laprida
Secre:ario.
L I B R O 111.

Las lüisiones Religiosas de Reducción Indígena


ANTECEDENTES HISTORICOS
Desde los últimos tiempos del coloniaje, la reducción de
indios cn el Norte argentino ha estado exclusivamente a cargo
de los religiosos franciscanos. Establecido el colegio apostólico
de San Carlos de Propaganda Fide, en San Lorenzo, Provincia
de Santa Fe, en 1780, -sobre la base de la casa e iglesia que
los jesuítas poseían, y abandonaron, a su expulsión de los domi-
nios de la corona de España, en San Miguel del Carcarañá, -
la obra de civilización realizada por aquellos religiosos empezó,
casi de inmediato, en la mencionada provincia. A petición de
autoridades y vecinos se les puso en posesión, en 1797, de las
misiones de San Jerónimo y de Epin, -atendidas anteriormente
por los mercedarios, -- encomendándoseles además, según reso-
lución del virrey Antonio 0laguer Feliú, todas las que en lo
\>

sucesivo se establecieren entre las muchas naciones de esa parte


del Gran Chaco a .
El nuevo gobierno patrio reconoció la eficiente labor inicial
de los misioneros franciscanos, y en documento fechado en Bue-
nos Aires el 8 de Junio de 1812 resuelve entregar al cuidado
de los mismos,- «de cuya ejemplar conducta y celo activo y
laborioso se halla enteradoi>,-las reducciones de indios moco-
víes de San Javier y San Pedro, de las cuales se hicieron cargo
inmediatamente después. Al acusar recibo de la comunicación
R o l e t i ~ tdel Deportnrnct~toN n r i o n n l dcl 7'rnl>njo

de referencia, el 1.0 de Julio, el Comisario Prefecto de M I ~ I U I I C


fray Juan Antonio Jorge, expresa al Gobierno : « que,v'.epr
« el Discretorio del Co'egio de San Carlos de la resolución
\(superior, los Padres que lo componen contestan : Que quedan
\ dispuestos para llevar a debido efecto la indicada orden, no
e sólo en la materia a que se refiere, sino también en cuanto
<(el Exmo. Superior Gobierno estimare conveniente comunicarles
:
\ para servicio de Dios y del Estado ».
Se desprende, en verdad, de los documentos de la época,
e¡ fervoroso entusiasmo y ei espíritu de abtiegacióri con que los
misioneros acometieron la humanitaria tarea, y la justicia que
inspiró el citado reconocimiento del gcbierno patrio. Las misio-
nes, heroicamente destacadas de los centros de población, tu-
vieron, no obstante, efímera vida, bajo la acción de aquellos
frailes, en quienes parecía unirse la humildad del Apóstol de
Asís y el invencible coraje de los conquistadores españoles. La
gloriosa guerra de la independencia absorbió por completo el
pensamiento y las fuerzas de la naciente nacionalidad, y las
misiones, privadas de atenciones y de los más indispensables
recursos, se precipitaron eri la disolución, rematada algunos años
más tarde por la anarquía que envolvió al país durante el largo
y sangriento período del caudillaje.
Con la organización nacional, surgió de nuevo la obra de
reducción indígena, amparada por los gobiernos de la Nación y
de la provincia de Santa Fe. En 1855, llegaron al Colegio de
San Carlos, casi solitario a través de veinte años, u n numercso
grupo de misioneros italianos, que, animosos y decididos como
sus antecesores españoles, se lanzaron a la reconquista de las
antiguas reducciones y a la fundación de algunas nuevas. Es así
como los religiosos del mencionado Colegio quedaron otra vez
al frente de las de San Jerónimo, San Pedro y Calchines, y
restauraron y fundaron, desde entonces hasta 1884, las de Santa
Rosa, San Martín (Cayastá Viejo) y San Antonio de Obligado.
En 1858 y 1865, respectivamente, los frailes de otros dos
colegios franciscanos, - los de Salta y Corrientes, - entran a
cooperar en la empresa que constituye el ideal de los de San
Antecedeiztes Históricos

Lorenzo. Los de Salta, dice el P. Iturralde, <:se internaron en


((Chaco por el Oeste y fundaron tres misiones sobre el Bermej-,
« las que I1eg;iron a un estado muy floreciente, a pesar de las
,
( enormes dificultades e inconvenientes de todo género que se
((opusieron a su establecimiento y progreso. Los de Corrientes
v establecieron la Misión de San Buenaventura, de Monte Alto,
<(cerca del lugar donde hoy se halla Resistencia, la que también
« progresó notablemente ».
Esas misiones no se mantuvieron por mucho tiempo. Las
del Bermejo desaparecieron en 1875, arrasadas por la crecida
que determinó el cambio del .antiguo cauce de dicho río por el
actual del Teuco; y la de San Buenaventura u fiié abandonada,
« porque el gobierno de Corrientes, bajo cuya protección había
((sido fundada; dejó de favorecerla cuando el Chaco fue decla-
<( rado territorio nacional m.

\( Por estos n~otivos- agrega el citado misionero, - no tu-


(< vieron éxito durable las tentativas y trabajos realizados por los

\( franciscanos para conquistar el Chaco por el Sur, el Este y el


<: Oeste :). Y más adelante: « Las únicas reducciones que se sos-
« tuvieron y progresaron fueron las del Norte de Santa Fe, de-
« bido al interés que los gobiernos de aquella provincia se toma-
(( ron por ellas, y a la protección que les dispensaron, ya sub-
c vencionándolas, ya facilitando a los indios tierras y elementos
« de trabajo :,.
El carácter de la acción misionera franciscana varia en las
dos épocas que dejo bosquejadas. El de la primera se encuentra
marcado en la evangelización e instrucción de masas de población
indígena, más o menos numerosas, establecidas de antemano por
las autoridades civiles y militares en determinados punto3 del
territorio; el de la segunda, más decidido y eficaz, aparece en
la ejecución de frecuentes expediciones hacia el interior del de-
sierto, de donde se extraen, merced a la predicación de doctrinas
de amor y caridad, hecha en forma especialmente grata a los
indios, tribus enteras, que luego se radican en campos cedidos
por el Estado, al amparo de una tutela jamás resistida ni repu-
diada por aquéllos.
H o i r l r ~rlcl
~ I ) c / ~ ~ r ~ f a n ~Nrrcro~rnl
enlo dcl l/crD~rjo

Es de notar, en los ilos períodos, el espoii1:ineo accrc


quc facilita la obra de éstos. Alguna .vez, corno aconteció
en la misión de San Fr,incisco Solano, que fray Csnstancio Fe-
rr;ro acababa de fundar al Norte de Santa Fe, caciques e indios
montaraces ca;:e -011sobre las recientes poblaciones, despojándolas
de todo ; pero nunca, ni aun las más temibles hordas, les llevaron
u n ataque sangriento. Las crónicas del Colegio de San Carlos se
disti;~guende las de los institutos similares, consagrados en otros
países a la conversión de infieles, en que no presentan una sola
mancha roja.
Las relaciones e informes elev~dospor los misioneros a la
autoridad de la Prefectura, que figuran en los arciijvos de la
coinunidzd, estin ilenos de frases como éstas : - cc El carácter
de los indios es rnuy bueno.. . v El indio es humilde y obe-
diente a la autoridad civil y religiosa.. . » En !as tolderias nos ((

recibieron los indígenas con grandes mucstras de cariño y apre-


cio.. .\ Nuestra presencia fué acogida por los indios con res-
:\

peto y alegría.. . < El padre se abría ahogado al pasar una


$,

profunda laguna si los indios del cacique Mariano no lo hubi?ran


salvado.. . > Estos infelices nos bi-iiidan todo cuanto poseen.. . »;
<(

lo cual evidencia, a la vez que ia facilidad ofrecida por los


aborígeries cliaqueños a la obra de los misioneros, y su falta
de rcsictencia a la civilización, algo que considero de importan-
cicl fundamental a las coniprobaciones que surgen del presenle
estudio: la mansedumbre, la docilidad, la generosidad, el buen
fondo nioral de esos indios tan maltratados y perseguidos hasta
ahora.
En las reducciones de las dos primeras y accidentadas Cpo-
cas, la acción civilizadora de los fundadores y directores se tradujo
cn el adieslramiei~toagrícola de los indígenas, en la construcción
de casas y de templos y en el establecimiento de pequeñas escue-
las infantiles. Por muchos años, los cultivos de !as más avanza-
das colonias santafeciiias fueron practicados por trabajadores
avipones y mocovíes salidos d~ las misiones, y durante la guerra
nacional de 1865-70, éstas aportaron al ejército argci~tinonume-
rosos contingentes de excelentes soldados.
Antecede~ztes Misíóricus

Da idea del estado f!oreciente en que se eiicontraban las


seis reducciones atendidas por los misioneros del Colegio Y
San Carlos, el siguiente dato: la población indígena de dichas
seis reducciones - cinco en la Provincia de Santa Fe y una en
el Chaco-era, al finalizar la segunda época, de tres mil cincuen-
ta personas, entre hombres, mujeres ! niñcjs.
L A S ACTUALES MISION~ES

DEL

CHACO Y FORMOSA
Las viejas y humildek reducciones santafecinas, -el Sauce,
Santa Rosa, San Javier, Reconquista (antigua San Jerónimo),
San Martín y San Antonio,-se transformaron, con el andar del
tiempo, en pueblos importantes que sirvieron de centros de atrac-
ción a muchas colonias agrícolas. Los misioneros, cumplida la
labor, fueron abandonándolas a medida que alcanzaban u n buen
grado d: progreso. Y, con las reducciones, abandonaban los
templos, las escuelas y las casas levantadas por ellos, entregán-
dolos a los gobiernos civil y eclesiástico de la Provincia.
Impulsados por los mismos ideales y propósitos que mo-
vieran sus actividades y energías en la larga obra llevada a feliz
término, renuevan sus gestiones con el gobierno federal para"
penetrar en los territorios del Chaco y Formosa y proceder al
establecimiento de otras reducciones, simiente, quizá, de futuros
pueblos y zonas de trabajo.
En 1888, 1892 y 1896, los misioneros de San Lorenzo,
Salta y Corrientes, se presentan por repetidas veces al gobierno
federal y solicitan su cooperación en el sentido indicado; y aun-
que obtienen decretos como el de Junio de 1896, que autoriza
a los de Salta a fundar una misión con los indios del cacique
Valdivieso, no se hace nada práctico, sin embargo, hasta dos
años después, en que los de San Lorenzo, -merced a la inteli-
gente intervención del P. Pedro Iturralde, - consiguen permiso y
tierras para establecer la que habría de llamarse San Francisco
8 o l e t í n del Drparfnriief~toNacionnl dcl Trubajo

i
del Laishi, en el territorio de Forrnosa. Bajo iguales ai 1
fundan los misioneros de Salta la de Nueva Pompeya, territorio
del Chaco, en 1900; y los de Corrientes, la de San Francisco
Solano, próxima al Pilcomayo, también en el territorio de For-
moca.
La decisión de los misioneros para acometer la nueva em-
presa queda demostrada en la frecuencia y empeño de sus peti-
ciones al gobierno, así como la huena voluntad de éste en la
generosidad y amplitud de la ayuda que muy luego les dispensara.
Esto no obstante, parece que se procedió por una v otra parte
sin mayor reflexión y estudio de los planes y métodos a seguir.
A excepción de la de San Francisco del Laishi, fundada por
el niismo P. Iturralde, a diez y nueve lefias de Formosa, a orillas
del río Salado, en campos y montes extraordinariamente fértiles
y ricos, las otras se ubicaron mal; a tal punto, que en la de Nueva
Pornpeya -situada sobre la margen derecha del río Bermejo, casi
en la frontera de Salta, - la provisión de agua para el abasteci-
miento de su pequeña poblacion llegó a constituir un grave
problema, apenas establecida; y a la de San Francisco Solano,
hubo necesidad de trasladarla dos leguas más al Sur del lugar
en que fuera fundada por fray Terencio Marcucci.
Las misiones están separadas entre sí por considerables
distancias, y las dos últimas en situación bastante desfavorable
para comunicarse con lo: centros de aprovisionamiento y mer-
cados de la región. Nueva Pompeya queda a ciento treinta
leguas de Metán y a ciento doce de Resistencia; y San Francisco
Solano del Pilcomayo, aunque mas cerca de la capital del terri-
torio de Formosa, carece, sin embargo, de fáciles vías de coniu-
nicación con dicho punto duraiite largos períodos al allo.
No conozco las razones a que pueda haber respondido esa
ubicación de las misiones, pues en las fuentes de información
a mi alcance, sólo he obt~nidoel motivo que se adujo en opor-
tunidad para determinar la de la última: la necesidad de llevar
la influencia de la civilización argentina a aquelia región limi-
trofe con el Paraguay.
El alejamiento excesivo de las misiones y también el error
Lus acluales Misiones del Chaco y Forrnosa

de la ubicación de algunas de ellas, con respecto a las cor


ciones de las tierras que ocupan, conspiran contra la eiicaL-
de los resultados que debieran estar llamadas a producir. La
vigilancia y amplia fiscalización, inteligente y efectiva, de la acciGn
de sus encargados, se hace difícil para el gobierno y aun para
la autoridad particular de los misioneros, que es la indicada de
marcarles orientaciones y rumbos: *Trabajamos - dice uno de
ellos-sin la cohesión necesaria al buen éxito de la obra».
Yo creo que hubiera sido mejor ubicarlas - decididos su
fundación y mantenimiento -- en las zonas chaqueñas intermedias,
siguiendo la línea del Bermejo, y en campos que, bien estudia-
dos, resultaran propicios al carácter y a los gustos de los indí-
genas, pues de esa manera su influericia civilizadora sería más
real e irradiaría a mayores distancias y sobre mayor número de
tribus.
Para asegurar la utilidad de las misiones, como agentes de
civilización y bienestar para los indios, es menester también
asegurarles un rápido progreso; y en la situación que actualmente
ocupan -exceptuando a la de San Francisco del Laishi - ello
no se conseguirá. La reducción del indio es fácil, a condición
de que los encargados de atraerlo a la vida civilizada lo traten
bondadosamente y se le haga palpar, siquiera sea a la larga, las
ventajas de aquélla sobre la miserable vida salvaje del desierto.
- 2 Cómo, pues, ha de acudir a la aridez y desolación de Nueva
Pompeya, y sostenerse en la rechazadora pobreza de San Francisco
Solano del Pilcornayo ? -Además, se ha dado a las misiones una
extensión que, lejos de favorecer la ejecución del ideal superior
que se tuvo en vista al crearlas, lo perjudica. La forma de re-
parto de la tierra pública, en las enormes áreas que han dado
origen al alarmante latifundio de los territorios del Norte, alcanzó
también a ellas; y hay algunas, como la de San Francisco del
Laishi, que disponen de setenta y cuatro mil hectáreas.
Ya van corridos alrededor de quince años desde la inicia-
ción de esta tercera época de la obra franciscana en el Chaco;
y si sus resultados, en general, no han correspondido a los
esfuerzos y sacrificios del Estado ni a los tradicionales prestigios
Roletin del Depnrfanirnto Nacional del Trabajo

de la obra anterior, se debe a la intervención de los q 7


enunciados, y a la de otros, no menos decisivos, que se expre-
sarán más adelante.
En la provincia de Santa Fe, donde, a juicio de los mismos
n-iisioneros, se les propició y amparó de todas maneras, las
nlisiones apenas si ocuparon de cuatro a seis Iqpas de campo;
pero mejor ubicadas y distribuidas que las actuales, y más inte-
ligentemente conducidas en su avance civilizador, lento pero
seguro, sobre las tierras de los indios, rindieron beneficios de
diverso orden, que las nuevas no han proporcionado hasta ahora,
y que posiblenlente no proporcionarán en adelante, si no se las
reforma y dirige por otros caminos.
EL IDEAL DE LAS MISIONES
Tratándose de quienes ejecutan la obra de las misiones, se
comprende, sin esfuerzo, que el ideal de éstas debe responder a
un tipo esencialmente religioso-social.
Así es, en efecto. La mejor, la más inteligente y clara expo-
sición que de él haya sido hecha, al gestionarse el estableci-
miento de las actuales misiones, la encuentro en la repetida por
el benemérito P. Iturralde, el año 1899, ante el obispado de
Santa Fe, solicitando la aprobación del proyecto, y ante el Mi-
nisterio del Interior, en demanda de lo mismo y del concurso
del Estado.
« Despue's de haber estudiado detenidamente la cuestión de
«los indios del Chaco, examinando ya de visu, ya por referen-
« cias de misioneros antiguos y de otras personas experimentadas,
« su situación, su modo de ser y sus disposiciones, me confirmo,
«-decía entre otras cosas y en la mencionada exposición el
« P. Iturralde, - en lo que he manifestado repetidas veces, esto
« es: que los indios, si no todos, muchos se someterían a la
«vida de la civilización, y que el medio para llegar a este resul-
« tado es el establecimiento de misiones con elementos suficien-
« tes para realizar la empresa y con garantías para asegurar el
« éxito ».
Y transcribiendo y haciendo suyos los conceptos de un
distinguido militar, que algunos años atrás había reflejado con
toda evidencia la dolorosa situación de los indígenas en los
t:olcrin del I)c,~nrtarr~rnto
Nnciorrnl riel Tr'n6::jo

R
establecimientos industriales y en el trabajo en general-
región, y los de un ex gobernador de territorio, - también mi-
litar - que valientemente s u p o remarcaria con frases lapidarias,
;igrega!)a: Nuestro indio no c i tan saivaje corno se cree. Coiioce
las ventajas de la civilizacíón y 1% aceptaría dc biieii grado,
si la experienci~ n o le enseñara que la mayor parte de las
, veces civilización es para él sinónimo de o p r ~ s i ó n . . . .
Obligado por las privxione; del desierto, y atraído por el
.
halago dc ciertas conveniencias y s a t i ~ f ~ c c ; ~ i lqii::
e s le ofrew
ia vida d.! las poblaciones Íranteriza;, el indio se a c e r ~ aa ellas
« y se entrega a un rudo trabajo c!i canlbir) dc una riiezquina
rccompensa /'. . , .
Trayendo de iiucvo el recuerdo de ckrias palabras del
coronel Baldrich, -hermosas p x exactas, -que yo también crzo
haberlas recordado en el transcurso de este trabajo:- El indio
< tiene tan falsa idea de nuestra civilización, c o m o gran parte
de nosotros la tenernos respecto a las verdaderas coiidiciones
morales del salvaje, muy superiores a la idea que de ellos nos
iormamos >,- continúa: Por esto, asimismo, parece que el
indio fuera refraciario a ia civilización, cuando, en r a l i d a d , es
refractario a las injusticias de la civilizacicín. En contacto con
el crist~anode la frontera, trabaja con él, observa su modo de
u scr, ve su avaricia, se da cuenta de la falra dc equidad con
, que recompensa su trabajo, comprende que lo explota, y si se
somete a servirle es porque la necesidad lo obliga a ello; pero
tiene su corazón lleno de amarguras y a b x r e c e , por instinto,
a todo hombre civilizado, porque sus eleme.itos de juicio no
+ le permiten extender su vista más allá del estrecho circulo
a en que s e agita, y ni se imaqina siquiera que tras aquella civi-
( lización opresora, que él conoze, hay otra civilización cristiana,
, justiciera y humanitaria. Y esta es la que debe hacerse conocer
\ al indio, para que la ame, la abrace y s e asimile a su vida
( moral, política y social >.
Estas últimas palabras del misionero podrían muy bien
sintetizar el ideal prrseguido por las fundaciones de su Orden,
en la necesidad de subsanar o suprimir,-en lo que respecta a
El ideol d f ins i\li.sion~~

la situación indígena, - u n estado de cosas que demuestra co


cerse a fondo; pero como por sobre todo se ha de levantai
espíritu tendenciosamentc religioso que la domina, conviene J J
conocimiento, ya que él se &clara en el siguiente juicio com-
plementario, de igual procedencia: Es necesario instruirlo y
: regei-ierar!~,~inseñándolesu dignidad y sus deberes. Esto no sc

\c conseguirá si110 por medio de nuestra srinta religión, porquc

: sólo la fe y la gracia iierien el poder de ilustrar y regenerar


al hombre. Prediquese al indio la primera, santiguindosi-le coi!
la senunda, y e.jc indio, iiistruído y regenerado inoralrnentc.,
sera u11 eiemento social que aportara valiosos concursos al
,: progreso de aquella vasta región dcl Chaco y facilitará su en-
.: grandecimiento ),.
La rcgeneraciiín e incorporaci6n del indígena cliaqüeiío a I:i
vida civilizada, por los medios que sugieren las declaraciones
anteriores, hace, piies, el ideai de !as misiones, que, reducido
luego por los mismos misioneros a la expresión de los resulta-
dos que los trabajos llevados a cabo bajo SU influencia habrían
de producir, se encuenrra en estas trcs fórmulas que, según
cllos, c~inpleiiun deber constitucion4, una obra humanitaria y
una exigencia del progreso dc la Nación : --;primero, civilizar a
: los indios; segundo, iibrarl~x de las explotaciones de que se
:les hace víctima; y tercero, facilitar a la industria los brazo:;
\k que necesita para su desarrollo ».
?da de verse, más adelante, la correspondencia mantenid;!
ciitre la realidad de las misiones, a través de tres lustros de exk-
tencia, coi1 el ideal enunciado y perseguido por 10s misioiiero.;.
EL CARACTER, LA EXTENSION

Y LAS

CONDICIONES DEL CONCURSO DEL ESTADO


EL CARACTER, LA E X T E N S I ~ NY LAS CONDICIONES

DEL CONCURSO DEL ESTADO

Presentado parcialmente al gobierno el proyecto de funda-


ción de misiones en el Chaco y Formosa, bajo aspectos simpá-
ticos, fué acogido por éste con benevolente atención. El momento
aprovechado por los misioneros para solicitar el concurso del
Estado no podía ser más oportuno, más propicio. La opinión
pública, exteriorizándose, como otras veces, en favor de los infe-
lices indios, reclamaba, por medio de la prensa, su redención ; y
el gobierno federal acababa de resolver, con ese fin y con o!ros
igualmente importantes, la ocupación militar << pacífica ;. del
Chaco. La tramitación de la propuesta referente a la misión
que habrían de fundar en Formosa los franciscanos del Colegio
de San Carlos, que fué la primera, se prolongó por un año en
los expedienteos de práctica; pero cuando al cabo de ese tiempo
se manifestó la resolución gubernativa en el Acuerdo General de
Ministros del 10 de Abril de 1900, pudo apreciarse la decidida
adhesión y la generosa ayuda que se dispensaría a la obra pro-
yectada por los misioneros.
Parece probado que e1 proyecto de misiones no se estudió
por el gobierno en la complejidad de un solo plan, vasto, me-
ditado y concordante, -en el caso de que él existiera, -- lo que
no es posible, dada la autonomía que conservaban entonces los
tres colegios apostólicos destinados a realizar la obra, y la pre-
sentación por separado de las respectivas propuestas. Estudiadas
Holetín del Dcpnrtnmento Nncionnl del Trnbnjo

y aprobadas éstas en detalle, la ayuda gubernativa, si


y amplia, como lo he dicho, tenía necesariamente que Q r a W
rizarse en su ostensible falta de lógica y de eficatia, si se tiene
en cuenta la in~portancia del problema que las misiones debían
contribuir a resolver. El concurso del Estado propendía así a
fortalecer las partes, pero no el conjunto de la obra integral, Y
eso, presisamente, era lo in~puestopor la razón y por las con-
veniencias generales.
La extensión del mencionado concurso puede muy bien me-
dirse por el acordado a todas y cada una de las misiones, cuya
fundación fué casi simultánea.
Por la citada resolución del 10 de Abril de 1900, se puso
en posesión de setenta y cuatro mil hectáreas de inmejorables
tierras y de riquísimos montes a los misioneros del Colegio de
San Carlos, con destino al establecimiento que habrían de fundar
sobre el río Salado, territorio de Formosa, encomendándoseles
su administración y gobierno. El 4 de Mayo y el 13 de Julio
del mismo año, respectivamente, se acuerdan con igual destino
veinte mil hectáreas en el territorio del Chaco a los misioneros
del Colegio de San Diego, y cuarenta mil en el de Formosa .a
los del Colegio de la Merced.
A los de San Carlos y San Dicgo se les acordó, además, un
primer subsidio de veinte mil pesos moneda nacional «para la
<< adquisición de semillas, alimentos, vestidos, animales y útiles de

I labor para las familias indígenas de las misiones, y construc-


\
, ción de edificios para templos, escuela y administración 3 ; y
a todos se les autorizó para aprovechar, en usufructo y en benefi-
cio de las misiones respectivas, el área de terreno que en defi-
, nitiva resultare libre de división, dentro del perimetro general
\ destinado a la creación de las mismas, así como la de los lotes
\< rurales delineados, mientras no sean entregados a los indios
<( reducidos >: -- quedando también facüllados para explotar los
bosques existentes, hasta dejar las tierras en condiciones de ser
adjudicadas, y utilizar las maderas exclusivamente en el consumo
interno de las reducciones y en obras de utilidad común. No sé
si los otros, pero los de San Carlos con seguridad, podían ven-
.._.
E l carácter, I a extensión y las condiciones del concurso del Estndo
D
der dichas maderas, « previa intervención de la gobernación
« territorio y cargo de rendir cuenta documentada al Ministerio
<( del Interior de la inversión del importe de las ventas ».
El gobierno, según las estipulaciones de los decretos de fun-
dación, se comprometía a otorgar al Prefecto de las Misiones9
' o al representante legal de la congregación, los títulos de pro.
piedad de las tierras, si en cinco años, a partir desde la fecha
de la entrega, llegaba a contar la primera con doscientas cin-
cuenta familias reducidas y radicadas, y las otras, con ciento
cincuenta:-a condición de que los n~isionerosdistribuyesen las
tierras, gradualmente, entre los indios reducidos y les otorgaran,
a su vez, los respectivos títuios de propiedad, - « y sin que bajo
:<ningún concepto pudiesen dar a los terrenos otro destino que
<( el establecido en el decreto citado, so pena de que todos los

<( que hubieran sido concedidos en contravención a él volvieran


t <% a propiedad del fisco ;>:--a la falta de cumplimiento de estas
cláusulas, el gobierno dejaría sin efecto la concesión, < sin que
ú los misioneros pudiesen alegar derecho alguno, ni al terreno
(, ni a las mejoras introducidas, en caso de que a ios cinco años
. <, no hubiere por lo menos doscientas familias reducidas y radi-
<( cadas en una de ellas, y ciento veinticinco en las otras. » (1).
Las condiciones del concurso expresado se enumeran en
las siguientes obligaciones, propuestas y aceptadas por los misio-
neros, al formalizarse el compromiso oficial:
1.0 Fundación, en cada una de las reducciones, de un
pueblo de doscientas hectáreas, divididas en manza-
nas de una hectárea y subdivididas éstas en cuatro sola-
res iguales, circundado a q ~ é lpor un ejido de dos mil
hectareas, con destino a campo de aprovechamiento
común y de enseñanza práctica de los indígenas; --y
de un centro agrícola al que debía destinarse el
resto de los campos, fraccionado en chacras de cien
hectáreas cada una.
2.0 Instalación y radicación definitiva en la reducción,
dentro del término de cinco años, del ya expresado

(1) El plam convenido dc cinco afios f u é prorrogado por decreto del 9 de Marro de 1906.
I3oleli11 del IJc[inrlulllc/i/o A'ncic~:aldel I!.iii-rijo

número de familiar indígenas, a las cuales se 1


veería de alimentos, vestidos y elenlentos de rra-
dándoseles la posesion de tina chacra en la colonia
y de u n solar o cuarto de manzana en el pueblo.
.:,o Concesión de títulos de propiedad a los iridígenas,
sin ningún gravamen, y previa r 4 d e n i i a de cada
faniilia o jefe de familia en el establecimiento, por u n
período no menor de diez artos.
!.o Construcción de t~inplosy de escuelas.
No es el caso de observar los decretos sucesivos que expre-
san el carácter, la extensión y las condiciones del concurso del
Estado, por más que ellos presenten puntos vulncrables a la
crítica; pero no debo dejar pasar la oportunidad de formular
una peq!icña indicación respecto a la cláusula complementaria
de las que determinan la forma y ei tiempo de la entrega de
tierras a la pccesión definitiva de los indígenas.
A los diez años de residencia de cada jefe de familia en
la misión, - dicen esos decretos, -- los misioneros le otorgarán,
libre de todo gravamen, el título correspondiente de propiedad,
con la clausula de que no podrán enajenarla durante los cinco
primeros años, a corztar desde la fecha de su otorgan~iento..
A rni juicio, la disposición anterior no es pre~isora. Si se
recuerda la suerte que han corrido, en todos los territorios, en
los del Norte y en los del Sur, las tierras adjudicadas a los indí-
genas por el Estado, se coinprendera el peligro que amenaza
para en breve a las nuevas adjudicaciones proyectadas. Los co-
merciantes que plantan sus tiendas cn las reducciones, inniedia-
tamente que éstas se libertan de la tulela de los misioneros y
pierden así la aisladora autonomía dei gobierno teocratico, son
maestros cin el fácil arte de despojar a los pobres indios de las
tierras de su propiedad. 1.a apertura de u n mezquino crédito
en sus boliclies , o tabernas equivale, tratándose de clientes indí-
genas, a la proximn posesión de sus propiedades en concepto
de pago cancelatorio. Así ha ocurrido en San Martín Norte y
en todos los otros puebles y colonias de igual orígen en la Pro-
vincia de Santa Fe. LOS gobiernos de aquel estado,- que siem-
El c u t á c t ~ i ,! a r ~ t e n a i ó nv las conilmo~iesdel co~rcursodel Lstado

2y

pre se singularizó por su generosa protección a los antigucI


dueños de territorio, - acordaron tierras a los indios, pero nu
se preocuparon en asegurarles su posesión para el futuro, y
fueron despojados por los zánganos que más tarde vinieron a
aprovezhar del progreso fuiidamentado en el primitivo y po-
tente esf~:erzo de los indios, y éstos vagan por los viejos domi-
iiios, sin tener donde asentar un rancho.
Seria conveniente, pues, modificar la cláusula de que me
ociipo, disponiendo que las tierras concedidas en propiedad a
los indios, y durante un tiempo prudznciai, v sólo podrían pasar
« a otras manos por la vía hereditaria como ya iué propuesto
X ,

al Ministerio de Agricultura por uno de nuestros compatriotas


que ha demostrad:, conocer mejor e¡ Chaco y los indios: el
señor Juan Mc. Lean.
No ciebo dar término a la presente nota sin advertir qut
el concurso inicial del Estado a la obra de los franciscanos, -
que es el preceknk,ncnte deiailado, -ha sido prolongado des-
pués, hasta el presente, en forma francamente auspiciosa, por
más que los misioneros seielen a veces declarar lo contrario, al
descubrir la exigüidad de los resultados obtenidos. Encerrando
en cifras la prolongación de eje concurso hasta el presente, y
limitándolo al d i n e ~ oque en concepto de subsidio han recibido
las misiones a que me refiero, tendremos una invmión efectiva
de $ 7.056.00 anuales.
SISTEMA FRANCISCANO D E KEDUCCION
Quien preste demasiada Ce y se encariñe con los sistemas,
programas y reglamentos escritos, se arriesga a sufrir grandes
decepciones si la casualidad o el deber lo llevan a comprobar
la forma en que ellos se practican en la realidad de la obra.
Estamos invenciblemente inclinados a formular sabios sistemas,
hermosos programas y admirables reglamentos, aun para las
más pequeñas o simples cosas que pensamos hacer; pero ya sea
por ineptitudes de raza o por defectos de educación, es lo cierto
que apenas nos lanzamos a la tarea, los olvidamos por com-
pleto o los perdemos totalmente de vista.
Estas reflexiones, - sugeridas por la reciente lectura de un
excelente libro en que se enumeran los diferentes sistemas de
reducción indígena, encerrándolos en fórmulas que tienen la pre-
cisión de una ecuacion algebraica, y por la experiencia que
he aquilatado en el ejercicio de las funciones publicas de mi
desempeño, -las consigno aquí, no porque ellas vayan espe-
cialmente dirigidas al sistema que debo anotar, - realizado en
discreta aproximación en algunas reducciones y abandonado en
otras, -sino porque expresan un escepticismo personal sobre
la materia, que cumple a mi honradez declarar.
Acusamos, desgraciadamente para el país, a la vez que una
aptitud mental superior, en la concepción y en el trazado de
planes de todo orden y con destino a las más diversas aplica-
ciones, una incapacidad para la acción ordenada, firme, perse-
3
Boietin del Departamento Nacional del Trabajo

verante y sólida, verdaderamente IamentabIe. El día en q


términos s e inviertan y s e piensen y construyan menos m,
artificios de paiabras y se haga más en la efectividad de tareas
positivas, patrióticas y útiles, entonces habrá llegado el momento
de creer y esperar en la eficacia de esos planes, cuyas formas
y resultados, muy razonables y atrayentes, se bosquejan y que-
dan para siempre en el papel.
Hecha esta digresión, para la cual pido disculpa, vuelvo 31
asunto que hace al objeto de la presente nota.
La acción de los misioneros franciscanos no se ha ajustado
aquí ni en Bolivia, donde cuentan con numerosos establecimien-
tos, a un sistema de reducción determinado. Al estudiar el hombr?
misionero, se ha de ver cómo el exito parcial obtenido en ciertas
fundaciones suyas radica más en las condiciones personales del
sujeto que en el empleo de sistemas más o menos ordenados
e inteligentes. Pero cuando han tenido o ensayado alguno, se ha
inspirado, invariablemente, en el famoso sistema de los jesuítas,
debido a cuya virtud se crearon treinta y tres pueblos, que
alcanzaron a reunir, en pleno florecimiento del imperio, ciento
cincuenta mil indígena..
Así, a juicio del más completo de los misioneros que habían
de emprender la obra de las actuales reducciones chaqueñas,-
no satisfechos del todo con los resultados de las antiguas de
Santa Fe, por cuanto en e!las la acción del factor principal - el
religioso estaba neutralizado por la intervención casi siempre
perturbadora, según el niismo juicio y dado el carácter especia-
Iísimo de esos centros de población indígena, por la autoridad
civil y militar, -era indispensable cambiar el forzoso sistema
de entonces por otro capaz de rendir en la práctica el summuri
de los beneficios apetecidos.
Y el misionero ése, analizando aquellos resultados, frente a
las tareas en comienzo de ejecución, decía al gobierno, en apoyo
del propuesto cambio de sistema : x esos indios, - los que pro-
« ceden de las reducciones santafecinas, - han dejado de ser
« u n peligro, porque ya no merodean en los montes del Chaco.
« Son elementos de progreso, porque son peones inmejorables
Sistema Franciscano de Reduccidn

,, para las faenas agrícolas, ganaderas o industriales ; pero


<( pasan de ahí, no mejoran sus condiciones económicas y soci*
.les, ni tienen otro porvenir que e1 de simples jornaleros, ni
ante sus ojos se abre otro horizonte que :el de trabajar para
vivir miserablemente, sin esperanzas de labrarse una posición
\ holgada e independiente. . . . »
Y luego, ya en las actividades del trabajo estimulado y
fecundo, agregaba : « Fué en vista dc tales rzsultados, que los
« misioneros del convento de San Lorenzo, cuando se resolvió
extender nuestra acción a los indios toba; del Chaco, expu-
simos al gobierno la necesidad de cambiar de sistema; y
dentro de las atribuciones y con las garantías que nos acordó
< el mismo, en el decreto de fundación, implantamos u n método
análogo al empleado por los jesiiítas en sus célebres misio-
nes; pero no corno sistema permanente, sino como recurso
i

transitorio, y con la diferencia de que, mientras en aqueilas


, los indios permanecían bajo tutela, en la nuestra nos propo-
, níamos independizarlos, a medida que se encontrasen en con-
\/ diciones de ello y de trabajar por su cuenta .
Es sabido que las principales características del sistema
jesuitico pucderi rcsumirse en las sig~iienles: atraer a los indios
a las reducciones por medio de un trato halagador y de gene-
rosos ob3equios; gobierno teocrático y autonómico de las rnis-
mas; comunismo en la producción y en el consumo; respeto
de los usos y costuinbr:~ de los indios. en lo compatible con
las imposiciones dei estado de civilización a que se les sometía ;
preponderancia de la enseñanza o adiestrami~mto mecánico dc
artes y oficios sobre la de primeras letras, y, por último, acer-
tada y habilisima combinación entre los gustos y piaceres sen-
cillos manifestados por los indígenas y el trabajo a que debían
dedicarse en una vida regular, metodizada hasta en los más
pequeños detalles.
El sistema franciscano, calcado sobre el precedente, tuvo,
sin embargo, desde el comienzo de los nuevos trabajos en el
Chaco, por lo menos en los realizados en San Francisco del
Laishi, una bien marcada orientación hacia el fomento y desa-
Boletín del Departamento Nacional del Trabajo

rrollo progresivo del individualismo, necesario, según las $ 9m


teorías expuestas por ellos, a la obtención de la completa^
pendencia del indígena y a su mejoramiento económico y social.
Con la bondad y sencillez habituales en los misioneros
franciscanos, los tobas fueron atraídos a los campos en que se
pretendía radicarlos. Allí se les ofreció las ventajas de una vida
apacible, libre de persecuciones y de sobresaltos ; se les vistió y
se les dió de comer como las circunstancias lo perniitian. Los
trabajos empezaron, distribuídos en tareas prudenciales, con bas-
tante actividad y evidente éxito. Estos fueron entonces comu-
nistas, cual las otras manifestaciones de una vida desplegada
bajo la influencia de factores fuertemente determinativos; pero,
poco a poco, el individualismo fué surgiendo con el principio de la
propiedad demostrado en la distribución y posesión de la tierra
en pequeñas chacras, con la casa independiente y con la entidad
de los obreros sustentada por el salario proporcional a las
labores que ellos cumplían.
Completamente autónomas, en las reducciones no existía
otra autoridad que la de los misioneros, que por cierto nunca
llegó a constituir para éstos, motivos de preocupación ni d.
ejercitación de facultades ni actividades superiores, por cuanto
se trataba de agrupaciones de hombres buenos, tranquilos, obe-
dientes y dóciles.
La predicación moral y religiosa asume, en el sistema fran-
ciscano, formas de difusión en consonancia con el medio am-
bicnte y con las condiciones personales de los individuos a
quienes va dirigida, de manera de no cansarlos y hacerla fácil-
mente comprensible.
En cuanto a la instruccion, dicho sistema es por muchos
conceptos inferior al jesuíti:~, con el que no mantiene mis que
u n solo punto de contacto: el lastimoso descuido de la ense-
ñanza elemental y cívica. Las artes y oficios en que, para bene-
ficiar a las mismas misiones o « doctrinas », adiestraban los
jesuítas a sus neófitos son desconocidas en los establecimientos
franciscanos; y son rarísimos los indios que en ellos haya11
aprendido a leer medianamente.
Sistema Franciscano de Reducción

Este es, bosquejado en trazos sumarios, uno de los s i s t e m h


franciscanos de reducción indígena, quizás el mejor, no obstan-
las graves fallas que saltan a primera vista. Y es bueno recor-
dar que su expresión escrita no equivale al reconocimiento de
su práctica anterior y presente en las misiones de! Chaco y
Formosa ; pues si él se hubiera ejercitado en todas, aunque mas
no fuera en ¡a ya citada y discreta aproximación de algunas,
estaríamos en presencia de resultados que hasta ahora no es
posible comprobar, dada la trascendental importancia de la em-
presa en la enunciación de los ideales y propósitos perseguidos,
en el tiempo, en las energías y en los recursos consagr¿>dosa
su ejecución.
LOS MISIONEROS
<*
Voy a estudiar a los misioneros franciscanos, sin que se me
escapen las dificultades que ofrece el tenia, tomándolo en la
integridad de un vasto conjunto. Al analizarlos individualmente,
se notan las naturales diferencias de constitución, temperamento,
moralidad e inteligencia, que llevan al convencimiento de los
errores de concepto y de las graves contradicciones en que incu-
rriría el que pretendiera reunirlos en una sola apreciación
reveladora y terminante. Dentro de la Orden, hay individuos,
activos y ágiles e idolentes y flojos ; ilustrados y mediocres;
progresistas y retrógados ; abnegados y egoístas, - como en toda
agrupación humana, - pero el espíritu de la institución y el
ambiente en que se desarrolla tienden a nivelarlos en un tipo
especial, genérico, el que yo necesito y quiero reflejar aquí.
El atávico espíritu y las tradiciones de la institución a que
pertenecen, si no logra en ellos crear una segunda naturaleza de
verdad, por lo menos la crea en apariencia, lo cual hace que sus
actos, en ciertas empresas u obras colectivas, se exterioricen
con relativa uniformidad.
La humildad y la sencillez de carácter y de costumbres los
caracteriza esencialmente; la vida que se ven obligados a llevar
alejados de los centros de población, muchas veces desprovistos
de recursos, acentúa en ellos los vigorosos rasgos de virilidad
que los hacen generalmente simpáticos, y que sin duda facilitan.
Boletin del Departamento Nacional del Trabajo

en gran manera, sus tareas de reductores y conversores d=


genas. Son fuertes, y casi siempre diestros jinetes. Dotad --
1
evidente valor personal y de todas esas condiciones de resisten-
cia, sagacidad, astucia y maña que distinguían a nuestros viejos
veteranos, cruzan solos los campos y los montes, sin experi-
mentar o demostrar temores ni molestias, imponiéndose así al
afectuoso y tal vez admirativo respeto de las gentes de las cam-
pañas y $le los indios del desierto. Estos últimos, blandos a los
halagos de las palabras y ademanes cariñosos, los acogen y siguen
con amorosa y cándida docilidad infantil. Bien es cierto que en
el trabajo, en la predicación doctrinaria y hasta en los fogones,
los misioneros confraternizan con aquéllos en camaradería, que,
aunque convencional e interesada en el fondo, tiene muchos
visos exteriores de sinceridad y de alegre complacencia.
Es posible que la misma sencillez de sus espíritus y la
pobreza, -en pocos casos interrumpida,- de su mentalidad,
los conduzcan a esas actitudes que resultan aparentemente tan
naturales como gratas a los indios. En los campos, en las tol-
derías y en las misiones aisladas y solitarias, parecen colocados
en su medio, eii su órbita.
Conocen profundamente al indio, - j es tan fácil conocerlo !,
-y saben tratarlo con las consideraciones que él merece. Jamás
dejan de escucharlo y atenderlo con la mayor solicitud; y aun
en sus más pequeñas cosas demuestran interesarse. Si estos
hombres procedieran de institutos de cultura general más com-
pletos y modernos que los colegios en que hasta ahora se
educan, y fueran capaces de sostener, convenientemente equi-
libradas, las condiciones actuales, con las otras adquiridas en
estudios fundamentales y necesarísimos a las finalidades perse-
guidas poi su noble apostolado, no habría quien les superara
en el ejercicio de tareas, que dejan de ser fáciles y eficaces si
no media en su cumplimiento una preparación especial.
Porque los estudios en los colegios o seminarios francis-
canos se han momificado en programas arcaicos, inútiles, si no
contrarios a las necesidades de la época. En ellos la enseñanza
de humanidades, - latín, retórica, teología y filosofía, -llena
LOS Misioneros

todo el programa de estudios; y se dictan las asignaturas en


meradas, según las formas consagradas en la Edad Media. L,
indudable que para la predicación de las creencias y doctrinas
inmutables que los religiosos profesan, no necesitan más; pero,
para llevar a cabo las complejas tareas de civilización que pre-
tenden o debieran cumplir en las reducciones indígenas, eso no
es suficiente.
De ahí. si no el fracaso completo, por lo menos la debili-
dad, la inseguridad y el retardo de las obras emprendidas en los
últimos tiempos por los misioneros de la Orden. Los misione-
ros franceses se preparan especialmente para acometer con éxito
la obra redentora en las misiones de China y del Japón. Tienen
así, merced a la disciplina de esrudios modernos y prácticos,
perfectamente orientados, capacidades que se traducen en el her-
moso y rápido florecimiento de sus fundaciones. Ellos siembran
y hacen fructificar, con inteligentes cultivos, la semilla evangélica;
pero a la vez siembran las letras, las artes y el progreso por
las remotas tierras que valientemente recorren. Ejercen de tal
manera un doble apostolado : el religioso y el civil ; y bien me-
recen el titulo de fundadores de pueblos y el de educadores de
ciudadanos conscientes y útiles que se les ha dado.
Los nuevos sistemas pedagógicos y ia enseñanza de las artes
mecánicas e industriales, por lo menos, debieran entrar en los
programas de estudios de los colegios en que se educan nues-
tros misioneros, por cuanto, sin su conocimiento, la obra que
han reclamado y obtenido para sí no podrá nunca cumplirse
desde el punto de vista de su firiaiización social. Y si hoy, a
pesar de las excelentes orientaciones y generosos anhelos ex-
presados por algunos misioneros, no satisfechos con las com-
probaciones surgidas a raíz de un prolijo balance de los trabajos
anteriores, practicado al planear los últimos, el indio continúa
siendo casi igual al que se describía. coIocado en planos socia-
les muy inferiores, se debe, en gran parte, a que los mismos
misioneros no han sabido ni podido colocarlo a mayor altura.
Con probadas aptitudes para imaginar la obra y presentir sus
beneficios, les han faltado las iridispensables para ejecutarla.
Holetin del L)rpnrtar;rento A'ncional del Trabajo

Ellos han buscado y buscan enipeñadamente en el conrilr<


ajeno las aptitudes especiales de que carecen; pero, a p a k --
las dificultades que presentan la dirección y fiscalizacióil de servi-
cios basados en conocimientos que no se poseen,-lo cual les
resta siempre ponderación y eficacia, -éstos resultan dispendio-
sos para la obra, pues insumen recilrsos que debieran aplicarse
por entero a su propio perfeccionamiento y progreso.
En la Misión de San Francisco del Laishi-que es la más
adelantada y próspera de las actuales del Chaco y Formosa,-
¡a contabilidad de la adniinistración, la dirección industrial del
pequeño ingenio azucarero, la escuela, la banda de música, la
chacra experimental y de enseñanza agrícola práctica, el almacén
y la panadería están a cargo de eriipleados a sueldo, general-
mente extranjeros, porque la Orden no dispone, quizá, de elemen-
tos propios, idóneos y activos, para dirigir esos y otros servicios.
La falta de aptitudes obtenidas en estudios y prácticas pro-
fesionales pacientes y metódicas es a veces suplida por las
condiciones personales de sujetos especialmente organizados
para la ejecución de los diversos trabajos misioneros; pero en
empresas de transcendencia no. es prudente contar con el con-
curso fortuito o accidental de raras aptitudes naturales, sino con
el seguro y permanente de las creadas por la reflexión, el estu-
dio y la práctica profesional.
El caso del P. Pedro Iturralde, - habilísimo fundador e
impulsor de reducciones, --y el otro del hurnilde fray Miguel
Amundarrain, constructor de fábricas, barcos, puentes, caminos
y teléfonos, -son únicos en !os anales de las misiones francis-
canas argentinas.
Y, sin embargo, la Orden podría contar con muy buenos
elementos de trabajo y de progreso, si se hubiera preocupado
en formarlos; así como su acción hubiera también resultado
mucho más eficiente, sin salir de los actuales elementos, a ser
más alta, auspiciosa y firme la autoridad de sus directores.
Por los viejos claustros del Colegio de San Carlos, en San
Lorenzo, ha pasado un buen número de jóvenes argentinos
patriotas, inteligentes, animosos y entusiastas, en nada inferiores
Los Mtsioneros

a los que en tierras extrañas consuman brillantes y prestigio


empresas de civilización; pero no se les ha educado ni utilizáuu
convenientemente en el sentido particular de que me ocupo -
perdiéndose coii ello un hermoso concurso de fuerzas juveniles,
ricas de abnegacirin y de fe.
Vinculados a la Nación por empresas que, cual la de reduc-
ción de indígenas, tienen un carácter eminentemente riaciorial,
yo creo que el gobierno, al echar con sus directores o represen-
tantes las bases de las actuales reducciones, descuidó un asunto
de primordial importancia: el de la capacidad de los misioneros,
como ejecutores únicos de la obra proyectada. Se trataba, eii
efecto, -según las ideas manifestadas por los mismos y los pro
pósitos que es lógico suponer en el gobierno, - no de fundar-
establecimientos industriales o agrícolas, en los cuales se hiciera
trabajar y se dirigiera y gobernara honradamente al indio, sino
de misiones de civilización, capaces, por su amplitud, de redi-
mirlo, educarlo e incorporarlo a la vida civil y política del país
del que son hijos y del que debieran ser buenos ciudadano-.
No es justo permitir que el indio sea un eterno paria en su
propia tierra, y mucho menos en un país que, como el nuestro,
ofrece a los extranjeros tan generosamente su suelo y les coii-
cede sin dificultades el amparo de su bandera y de sus leyes.
Se impuso entonces, se impone ahora, y se impondrá siempre
que se quiera mantener y continuar la obra, el examen minu-
cioso de los programas de estudio de los misioneros, a
manera de intervención fiscalizadora, para asegurar su idonei-
dad, y, por otra parte, el conocimiei-ito personal de los religiosos
a quienes se les encomiende la dirección y el gobierno de las
misiones, que no deben ser nombrados por la Prefectura de las
mismas sin previo acuerdo del gobierno federal.
No ha mucho que la Misión de San Francisco Solano del
Piicomayo estuvo a punto de despoblarse totalmente bajo la
acción inepta y arbitraria de sus propias autoridades religiosas.
La autoridad tomó algunas medidas de investigación, y poco
después el prefecto P. Enrique Guernacini, un distinguido sacer-
dote. escribía a la Dirección General de Territorios : V . ..el
Htletin del Departamento Nacional del Trabajo

« personal religioso de la misión ha sido renovado por


1
« pleto y con ventaja.. . He dispuesto que el R. P. Pedro ILU-
<(rralde, tan competente en organizar misiones, se constituya en
« ese lugar por el tiempo suficiente, para que con su valiosa
« cooperación nos ayude a conseguir el fin que perseguimos. . .
La expresidn del caso anterior sugiere: a mi entender, la
conveniencia que habría en establecer la intervención propuesta,
único medio de regularizar la marcha de las misiones.
La obra misionera franciscana, si se desea buena, efectiva
y amplia, ha de ser coordinada, homogénua y persistente. Las
oscilaciones que experimenta actualmrnte en los diversos lugares
en que ella se realiza es consecuencia fatal de la mayor o menor
aptitud de sus ejecutores. Los sistzmas bien pensados y mejor
expuestos fallan ante la incapacidad, que surge aplastadora al
aplicarlos; y los llamados métodos de enseñanza, de trabajo y
de administración, toman, por analoga causa, los mismos altos
o bajos caracteres de los hombres que los crean o aplican en
cada caso. No existe, no puede existir así en las misiones
franciscanas el benéfico y auspicioco impersonalismo de las em-
presas sabiamente orientadas. La reducción indígena confiada a
los empeños de un religioso activo, inteligente y bondadoso,
prospera; en cambío, la entregada a¡ que no está dotado de esas
condiciones se paraliza o derrumba. Por esta razón. en la nota
anterior he dicho que el éxito parcia1 obtenido en algunas reduc-
ciones puede atribuirse, más a las condiciones personales de
ciertos misioneros, que a la vírlud dr tojo3 aquellos otros fac-
tores que, reunidos, podrían ser considerados, -si existieran, -
como el espíritu y la fuerza de la empresa franciscana.
> -* .=
GOUIERNO DE LAS MISIONES
DE:a c u e r d ~a lo solicitxio por los rnicionero.i, y en el inte-
rés de suprimir todo cuanto a su jiiic'o pildieia deMitai o que-
brantar la obra, 2: gobierno concedló a las rerluccioiies mayor
a u t o n m i a que la e.iiípulslla en los decretos dv creaci6n y en
193 :.z$animtos po~txiores. Eii d a s , por lo menos en las de
San Fiancisco del Laislii y 3x1 I'rancixo S o m o del F'ilcomayo,
hasta la fecha de mi vi&: a la primera, el gobierno ni siquiera
exdba representado por el Comim-¡o, del,-;ad? especial, que,
siibord'nado a la primera auioridad del tcrriforio, ej-rceríi alli
funcione3 iniitarcs y poliiiale: y tendria a ~ u Ordenes
s e'i per-
qoilsti iicc,sJrio para t,izi'ar el reglarnrnto in:erno de las reduc-
, cioncs b. No había más representante de la autoridad civil, en
desemp-fío d: presuntas irsnimes policialcs, que un «sargento>\,
sin uniforme, obediLnx qerutor de las ordenes del Padre Supe-
rior, de quien dependía directamente. Este solo defalle deinilestra
hasta d índ? llenl la moral y rnanxdnrnbre irizénikac de loa indios
toba.. Si se tratara de :)tro.s homhrtts, S: hubiera precisado un dec-
tacamcnto policial, en activas funciona, para el mantenimiento
del orden y del reqpeto reciprocos en medio de una poblacion
de más de srisciiintas personas ; pero los indios. inclinados natu-
ralmcnte a la vida ordenada y pacifica, no lo necesitan.
Fué tal la resolución de conceder y mantener la autonomía
de ¡os mevos establecimientos Franciscanos, que aun se regla-
Bolciln del Departamento Nacional del Trabajo

mentó, con respecto a ellos, los alcances de la autot'iui:


g3bierno de los territorios. Los gobernadores debían limi 0
prestar a los delegados me~cionadosel auxilio que les fuera
requerido, y, « sin tomsr inte-v::ición direzta en el man2jo interno
u de las misiones, debían haczr al Mini5teri.o del Interior las
K considerarione; qiic" eslimaren oportunls acerca de su marcha ».

Las misiones fueron cz~nfiacia;, se$n se h s victo, a tres


colrgios distintos; los de San Lorenzo, (San Carlos), S a h (Sa!!
Diego), y Corrien!es (La hilerc~l). En Ios primeros tiempos,
cada uno de estos co!egios e!egia al Prefecto encargado dr la
dirección superior de las misiones y, de común acuerdo, un
Pre'ecto Ge~ieral,que era el repres2ntan:e de todas cllas ante el
Mii~isteriodel Interior, que a su vez representaba al Gobizrno
de la Naciún; pero algunos años después se quiso uniformar
la acción misionera, y, reunidos los tres colegix, encomendaron
a un solo Prefecto la dirección y representación de la ubra.
Esta última S- ejerce en la actua;iJad ante la Direccibn General
de Territorios Nacionales.
El Prefecto de Misiones, - que es el t:tulo qur toma el reli-
gioso a quien se le cncoin:enda ci cargo, - d q m d e , sejún
tengo entendido, di: un padre I'roviiicial o Vicari:), que nornbra
y remueve, quizs a propuesta de aq:iéi, el personal re:igioso de
las mismas. Son debcres y atribuciones del Prefectr,: inspeccio-
nar y vigilar los trabajcs y ia marcha de las reduccioncs; im-
poner las reformas que, a su juicio, convengan a su mejor
adminij!ración y progreso; colocar sus producloa en las plazas
c o m x i a l s y provrerlas de lo nxesario a su sostenimientc ;
preparar sus regyamento; internos y proponerlx a la acep-
tación del Gobierno Nacional; discutir las modificaciones o
enmiendas que se lec haga, y, finalmente, gestionar subsidios,
ayudas oficiales y privadas, e:c., etc.
Dentro de la organimcihn general de la obra y las formas
en que se lieva a cabo, el personaje realmente importante, 6e
acci3n siernprtt decisiva en la; misione;, reaulta el Padre Supe-
rior, cuyas modalidadjs se rrf:ejsn en todo; los de:alles de la
administración, de la instrucri5n y del trabajo. Los reglamentos
OrganizaciOn y Gobierno de las Misiones

m
internos, contrZctiles y dilatables por naturaleza, allí más qLie
otras partes, se traducen, según el carácter y las aptitudes pers*
nalej de los encargados de su cumplimiento, en benekiosos o
perjud'ciales empuj,-S d? p r O p 3 0 o retroceso.
El p ~ s o n a llaico de las misiones, superior y subalterno, -
contadores, encargados de almacenes y talleres, maestros, capa-
tace;, etc., -es nombrado directamente por el Padre Superior.
LOS' REGLAMENTOS DE LAS Ml5lONES .
.-. Y
v
L o s REGLAMENTOS
DE LAS MISIONES

Los Liecretos de creació~ide las misiones disponían que los


Prefectos de los colegios, a cargo de cuyos religiosos estuvieron
aquéllas, elevarían en oportunidad al Ministerio del Interior, para
su aprobación, los ~roycctos de reglamentos genera!es que
habrían de regir lu direcc:ón y adminisiración de las mismas,
y en los cuales debería figurar, expresamente, lo re'ativo a la
venta de bebidas alcohólicas y de armas a los indios, así como
las medidas necesarias, tendientes a evitar la expiotacih de
éstos cuando prestaren sus servicicls fuera de las misiones.
En cumplin~iento de ese mandato de los decretos, cada
Prefecto presentí, el proyecto de reglamento general para la
misión respeztiva, los que iueron aprobados, y posteriormenie
o h e r v a d x y r-formados por el Poder Ejrcutivo.
Cada n?isi6n tiene, pues, su reglamento; lo que no quiere
decir, por cierto, que los actos dc sus directeres y las maniies-
taciones de la vida en ella se ciñan en un todo a lo establecido
en sus numerosos artículos.
No e; nccrsario extractarlos a toiios para dar idea cabal
del espiritu que los anima y de la naturaleza de sus diversas
disposiciones. Basta para el objeto el conocimiento substancial
de uno.-He aquí el que esti en vigor desde el 24 de Agosto
de 1914, en San Francisco del Laishi, extractado en parte y
Lranscripto íntegramente en las disposiciones referentes al tra-
bajo, por cuanto ellas tratan asuntos de incuestionable interés.
Boletfn del Departamento NacionaL del Trabajo

O B J E T O Y FIN D E L A M I S I ~ N

El Reglamento comienza con esta importantisima declaración


que comprende un vasto programa de acción social aplicado a
la civilización de indígenas : e El fin único y exclusivo de la
«Misión es civilizar a los indios, incorporarlos a la vida social
« de la Nación Argentina, someterlos a sus leyes, procurar su
« convers'ón al catolicismo, conforme al articulo 67, inciso 15
U de la Constitución Nacional ; enseñarlos a trabajar, hacerlos

« propietarios, adjudicándoles chacras en conformidad al Acuerdo


«de 10 de Abril de 1910, modificado por el de 20 de Marzo
«de 1914, y procurarles los medios y elementos de vida y de
\< trabajo ».
«La Misión recibirá, según los recursos de que disponga, a
« los indígenas que quieran incorporarse a ella, bajo las siguien-
íctes condiciones recíprocas: l a Compromiso, por parte de
á éstos, de radicarse en sus tierras y cumplir su Reglamento.
\< 2a Obligación de la Misión de racionarlos, educarlos y pro-
<( veerlos de lo necesario, de acuerdo .con el mismo Reglamento ».

«Los indígenas que quieran ser recibidos en la Misión se


:\ presentarán al Padre Superior dentro de las veinticuatro horas
«de su llegada, manifestando su voluntad de radicarse». Una
vez establecidos en ella, no podrán alejarse, bajo ningún con-
cepto, sin permiso de dicho Padre Superior; y si su voluntrdd
fuera la de abandonarla definitivamente, deberin antes devolver
todas las herramientas y útiles que les hubieran sido suministrados.

DISPOSICIONES GENERALES

\(Desde su incorporación a la Misión, los hombres serán


« dedicados al trabajo ; las mujeres se ocuparán en sus queha-
(< ceres domésticos, y los niños asistirán a la escuela ».
Las indigenas mayores de catorce años, admitidas en la
Misión, </recibirán instrucción doméstica en la misma, por una
« maestra
as Reglamentos de las Misiones

competente, designada por el Prefecto o el Supev;,


óy las comprendidas en la edad escolar concurrirán a -
<c escuelas de la Misión, en las que se les dará instrucción pri-

« maria apropiada a la mentalidad del indio de Formosa y a las


.exigencias de la regiQn ».
La asistencia a la misa, los días festivos, y a las K instruc-
ciones morales, religiosas, civiles y sociales », es obligatoria para
todos los indígenas, sin distinción de sexo ni edad.
Se prohibe el ejercicio de la medicina a los curanderos, los
jucgos de azar y los juegos bárbaros << que sean peligrosos para
« la salud e integridad del cuerpo », como asimismo las reunio-
nes nocturnas, permitiéndose solamente los bailes en las noches
de los sábados y días festivos hasta el toque de silencio y en
\(

el sitio que se designe ». La Misión queda obligada a proveer de


medicamentos a los enfermos que voluntariamente los acepten.
La Misión no reconoce otras autoridades que las emanadas
del Excmo. Gobierno de la Nación ». No existirá, dentro de ella,
la autoridad de los caciques, salvo el caso de que éstos fueran
reconocidos por el Ministerio del Interior, como autoridades subor-
dinadas.
Se prohibe en absoluto la introducción de armas, municio-
nes y bebidas alcohóiicas; pero la Misión podrá facilitar esco-
petas, pólvora y munición menuda áe caza a 10s indios que tengan
chacra, para defender sus sembrados de los pájaros perjucii-
ciales.
Se prohibe, tambien, la propaganda de doctrinas anarquis-
tas o subversivas del ordeti y perturbadoras de la paz, y las con-
trarias a las doctrinas católicas y a las instituciones del país;-
y a todo individuo, indígena o no, perteneciente o extraño a la
qisión, « que saque o trate de sacar de ella a los indios, indu-
« ciéndolos u obligándolos, bajo cuzlquier forma, a abandonar
« sus propiedades, chacras o casas ».
Cuando los industriales, otfkajeros o hacendados de la re-
gión necesiten el concurso de los indígenas misioneros! podrán
solicitarlo del Padre Superior, quien autorizará el traslado de los
que voluntariamente quieran ir, conviniendo con aquéllos el
Boletfn deL Departamento Nacional del Trabajo

salario que han de ganar, y reservándose el derecho de presei


ciar el pago por si mismo, o por intermedio de otra m-
de su confianza.
4 NO estando los indios preparados aún para la vida social,

« s r les tolerará, por un tiempo prudencial y mientras sean infie-


<les, la constitución de la familia según sus usos y costumbres ».
La Misión llevará un registro especial de las familias que
se incorporen o que se constituyan en ella, para los efectos de
la distribución de chacras, racionamiento. etc, etc,; y así que
los matrimonios se hallen suficientemente instruídos, se proce-
derá a legalizarlos, de acuerdo con las leyes civiles y eclesiás-
ticas.

DEL TRABAJO

A Durante los primeros seis meses de su incorporación a la


«Misión, los indios se ocuparán en trabajos de beneficio y uti-
lidad común y en el aprendizaje del cultivo de la tierra, en
x< las chacras de instrucción, sin otra remuneración que el ali-
\( mento, vestidos, medicinas y enseres domésticos.
« El Superior podrá reducir hasta a dos meses este tiempo
< de prueba, cuando la buena conducta, laboriosidad y prepara-
:
\ ción del indio lo hicieren acreedor a este beneficio.
«Si en este tiempo de prueba, o en cualquier otro, se
ocupase el indio en trabajos prod~ctivospara lo Misión, como
< s e r : corte de maderas, aserraje y conducc;ón de las mismas
* para la venta y otros trabajos de taller, será retribuido en la

< misma forma que los demás trabajadores.


« A todo indio que se halle en condiciones de trabajar por
su cuenta, a juicio del Padre Superior, y hubiere cumplido el
<tiempo de prueba préscripto, s e le destinará en propiedad una
\<chacra de veinticinco hectáreas (25 hecís.) y se le facilitarán
a .en préstamo o en propiedad, según él lo prefiriera, los bue-
« yes, arados, rastras y demás elementos necesarios para el cul-
tivo de la misma.
r Si dichos elementos le fueren cedidos en préstamo, los
LOS Reglamentos de Las Misiones

« devolverá a la Misión, en buen estado, una vez terminadas las


e faenas, D
« Si, en cambio,' le fueren adjudicados en propiedad, los irá
« amortizando con los productos de la cosecha.
« A este fin, se entregará a cada indio una libreta, en la que
constará lo que ha recibido y las amortizaciones que hiciere.
«Todos los indios que no tuvieren trabajo en sus chacras
<c trabajarán en las que el Superior o sus encargados les seña-
<< laren.
<< A este fin, cada mañana, al toque de la campana o del

t< pito, todos los que no tuvieren ocupaciones propizs, se pre-


<(sentaran a tomar el desayuno en ia Misión y a que se les
señale el trabajo que deberán ejecutar en el día.
« Los que trabajen sólo medio día en sus chacras deberán

.« trabajar el otro medio día en los trabajos que se les seña-


laren.
((Todos estos trabajos serán remunerados con el jornal que
<, señale el Superior de la Misión, con aprobación de la Direc-
(
, ción General de Territorios Nacionales. Para ello, se llevará
un registro diario de los días y clases dz trabajos hechos por
<c cada indio durante la semana.

((Los pagos se harán en efectivo, o en cheques contra el


Banco de la Nación, u órdenes a cargo de casas de comercio
\< de Formosa, cuando los indios quisieren o tuvieren que hacer
<< compras fuera de la Misión.
«Para las transacciones internas en la misma Misión, se
c usarán libretas en cuenta corriente y vales expedidos a nom-
(< bre personal de los interesados, con el fin de evitar el robo,
« el juego y otros inconvenientes.
«S610 por orden expresa del dueño, y con conocimiento del
<< Superior, podrán despacharse mercaderías por vales u a car-

.« gar en libretas a la madre, mujer o parientes del mismo


dueño, y aun a personas extrañas, por justa causa.
« Las compras que se hagan con vales serán anotadas al
« dorso del mismo, con su precio correspondiente, a fin de que
«el dueño pueda hacerlos revisar cuantas veces y por quien
BoLetfn del Departantentu Nacional dcl Trabajo

u quiera, para cerciorarse de lo que tiene o le queda,


-
<( car si los emplrados han procedido correctamente.
U Los vales que fueren falsificados, o' cuya numeración y

«valor fuesen borrados, raspados y alterados, en forma que no

.
« pueda verjficarse su importe, serán declarados nulos y retira-
dos de la circulación.
u Queda prohibido el expendio de cualquier artículo, aun al
u dueño, cuando conste que es para darlo en pago de pérdi-
« das en el juego o por curaciones clandestinas de enfermos.
La Misión racionará gratuitamente a todos los indios, aun
cc a los que trabajen por su cuenta, y a sus familias respectivas,

- con cuatrocientos gramos de carne, u n kilogramo de maíz y


<< treinta gramos de yerba por persona, mientras no produzcan

\ lo suficiente para vivir con holgura.


\(Igualmente racionará a todo individuo recibido, que, por
.enfermedad, vejez u otra causa, no pudiese trabajar, aun cuan-
\< do la causa sea permanente.
U Cuando la causa fuere transitoria, deberá ser manifestada
al Superior en tiempo oportuno.
\(Los menores de doceaños se contaran dos por uno, para
\ los efectos del racionamiento.
\ En retribución de este racionamiento, los indios trabaja-
rán un día a la semana en trabajo de utilidad común, como arre-
(\ glo de calles, caminos, alambrados y otros semejantes.
\(La conservación de los varios potreros existentes para pas-
toreo de los bueyes y montados de los indios, y la de los
\ carros y elementos de trabajo de propiedad de la Misión, esta-
.<rán a cargo de los que respectivamente hagan uso de ellos.

* Se consideran bienes de la Misión : G Las subvenciones, sub-


\< sidios y asignaciones del Excmo. Gobierno Nacional; el pro-
«dueto de la venta de maderas extraídas de los bosques; el
<< U S U I ~ U C ~ de
O las tierras que se arrendasen a personas extrañas
Los i?eplamcntos de las .U&siones

r
a la Misión, de conformidad con la segunda parte del artículc
14 del Acuerdo de 20 de Marzo de 1914; las donaciones
personas bienhechoras hagan para el sostenimiento de la nii-
- 1
'

« sión, y las utilidades provenientes del intercambio de mercade-


(crías y de productos agrícolas e industriales de la misma.
,:La administración de estos bienes estará a cargo de los
misioneros, bajo la dirección del Prefecto o Superior de las
*Misiones, y con la intervención de la Comisión Financiera y
«la Superin.tendencia de la Dirección de Territorios Nacionales,
que establecen los artículos 2, 3 y 4 del citado Acuerdo de 20
« d e Marzo de 1914>..
Es obligación de los misioneros cuidar esos bienes, como
«- bienes de menores>>;y en las compras y ventas que realicen,
</procurar obtener el mayor provecho posible en beneficio y
<< utilidad de la Misión y de sus neófitos ».
Se ordena al Padre Prefrcto la vigilancia y fiscalización de
los actos administrativos del personal superior del establecimiento,
y la presentación de un prolijo informe anual al Ministerio del
Interior, sobre el estado, progreso y necesidades de aquél.
Los misioneros no podrán disponer, en beneficio propio o
de la Orden a que pertenecen, « y mucho menos en beneficio
« de personas extrañas », con ningún motivo ni bajo ningún
concepto, del dinero ni de los productos industriales o agrícolas
de la Misión; y, por intermedio del Prefecto, darán cuenta a la
Comisión Financiera Honoraria de las Reducciones de Indios,
de la inversión de los bienes a que se refiere la primera parte
de este títuIo.
.<Los libros de administración serán sometidos, cada año,
«al examen y aprobación del P. Comisario Provincial y su
a< Consejo, a la visita e inspección del mismo P. Comisario,
cada vez que él lo creyere conveniente, y a la d e los inspec-
« tores que enviase el Ministerio del Interior, debidamente auto-
« rizados para ello .
Boletln del Departamento Nacional del l'rabajb

DE LOS BIENES DE LOS INDIOS


\
Pertenecen en particular a cada indio los bienes siguientes:
-aTodos los objetos que llrven cuando se incorporen a la
,(Misión, a no ser que conste que han sido mal habidos; los
«oSjetos que la Misión les dé para su uso persc~naly domis-
a iico; los animales y herramientas que adquieran en la misma

«con el producto de su trabajo; los jorna1.s que ganen y lo


<< que compren con ellos; los productos de sus chacras y los

« naturales de la caza y de la pesca; las chacras que se les


« conceda en propiedad, de conformidad al Acuerdo de 20 de
« Marzo de 1914, y las mejoras que introduzcan, como casas,
« corrales, alambrados, plantaciones, etc., etc. S
Queda prohibido a los indígenas: Disponer de sus chacras
o enagenarlas, fuera de las condiciones estab1ec:das en el de-
creto de 20 de Marzo de 1914; vender o cambiar bueyes, caba-
llos, vacas, carros, arados y demás elementos de trabajo, sin
previa autorización del Padre Superior, y vender, sin la misma
autorización, a personas extrañas los productos de sus chscras.
Estos úI,imos, en consideración a que los indígenas no tie-
nen mercados para ellos, la Misión se los comprará, « pagán-
« do!es su justo valor, deducidos los gastos de flete y de admi-
a nistracibn. Las uti:idades que se obtengan en tal concepto
U formarán parte de los bienes y se invertirán en beneficio de la

u misma Misión.

DE LAS ESCUELAS

u La enseñanza será primaria -dice el Reglamento - y


u adaptada a la inteligencia de los alumnos, y se dará, preferen-
U temente, en castellano ».
* « Los niños y niñas en edad escolar que viven en el pue-
U blo y chacras cercanas asistirán a la escuela central, diurna,

«establecida en el pueblo, y los que viven lejos asistirán a las


a que se establezcan en las diversas secciones, a medida que la
« poblaci6n se vaya diseminando s.
t o s Reglamentos de las Mtsiones

Los niños se ocuparán, fuera de las horas de clase, er -'


tintas labores, propias de su edad; y a fin de estirnularl~,
trabajo y al ahorro, se les acordarán jornales proporcionales y
otras recompensas.
Los jóvenej varones fuera de edad escolar, que trabajen en
talleres, y los que vivrn en el pue3lo o cxca asistirán a la
escuela nocturna y, además, a la de música, si así lo desean.
Y mientras el Consejo Nacional de Educación no establezca
las escuelas necesarias, K La Misión costeará los maestros, según
a lo permitan sus recursos ».

DE LOS CASTIGOS Y PENAS

Previa declaración de que «en la Misión no se empleará el


«castigo como sistema, sino como recurso extremo, cuando la
«persuasión y el conse:o fueren insuficientes para la correc-
« ción de los contraven:ores », el reglamento fija las penas y
castigos que, a más dz los establecidos por la ley con procedi-
míenios y jurisdicción comunes, se aplicarán en ella.
Dichas penas y castigos son los siguientes, según el orden
en que se expresan: privación de participar en los recreos y
diversiones públicas ; trabajo en la plaza, calles y caminos, « por
una semana como máximun y sin retribución », y expulsión de
los incorregibles.
Al Padre Superior, en su carácter de encargado de la admi-
nistracción y gobierno de la Misión, se le confieren facultades
para imponer las penas y castigos anteriormente enumerados, en
los casos de « menor gravedad D que van a continuación :-a
los indígenas que falten al trabajo sin causa justificada; a los
que no envíen sus hijos a ia escuela; a los que contravengan
las disposiciones del Reglamento, relativas al trabajo, a la asisten-
cia « a las instrucciones morales, religiosas, civiles y sociales » y a
las otras referentes a los bailes, diversiones nocturnas, etc., etc.
Caen asimismo bajo la autoridad del Padre Superior y de
sus medidas de represión y castigo « 10s indios de la Misión
Bolrtln del Departamento Nacional del Trabajo

que introduzcan armas y niuniciones o bebidas akohólici


\

que ejerzan el curanderismo y los que provoquen desói,.,,,,


\. riñas y peleas, sin Ke~ara causar lesiones o heridas graves;
.\ los jugadores, los que cometen robos o estafas de menor cuan-
\, tía * y los que ocasionaren daños de poca consideración en
las chacras o en las haciendas; los cuales, si i-cincidieren,
podrán ser expulsados sin niás trámite.
Cuando las faltas que acaban de especificarse fuesen graves
v cayeren, por tales, bajo la sancibn de las leyes penales del
país, los culpables de ellas seran sumariados por la policía que
\ el gobierno de la Nación sostiene en la Misión y remitidos a
la jefatura de policía del Territorio ;).
. La misma policía procederá a detener, sumariar y remitir
sin pérdida de ti2mpo a disposición de las autoridades judic'a-
les correspondient-S « a los que fueren sorprendidos infraganti >,
perturbando la paz y el orden de la Misión, o incitando a los
indios a la rebelión o al abandono de sus chacras o int.reses,
como también ,<a los que les fdcilikasen armas, municiones o
\ bebiiias alcohólicas.
\

Por último, al fijar la jurisdicción en que el Reglamento


tendrá fuerza obligatoria y las funciones que dentro de esa juris-
dicción ejercerá el destxamento de policía, se dispone que el
jefe y los agentes a sus órdenes cumplirán y haran cumplir las
resoluciones que el Prefecto o Superior tomaren, de acuerdo
con el decreto de 20 de Marzo y el mismo Reglamento, y se
faculta a dicho Superior para adoptar, en casos urgentes, no
previstos en el documento, . las medidas de orden interno que
«fuesen necesarias para la buena marcha de la Misión,
POBS&.G.@N
aB:
DE LAS MISIONES
Sobre reducido número de familias indígenas han extciidido
, hasta ahora las misiones los beneficios de su acción. El desain-
paro en que permanecen los indios que prestan el concurso dc
su trabajo a los establecimientos industriales del Cliaco y Formosa
es uno de los factores que contrae .mayormente aquella accicí:~,
reduciéndola a proporciones poco apreciables. El capital, libre de
toda fiscalización superior, natural enemigo de una institución que
le resta energías tan eficaces como baraias, conspira habil y per-
manentemente contra las misiones, procurando que los indios no
se establezcan en sus campos. Y como la existericia, en lugares
1
donde no se hace otra cosa que utilizar en beneficio de la indus-
tria la fuerza de los indios, debe ser necesariamente más libre
que la de los otros en que de alguna manera se propende a su
civilización y mejoramiento, la lucha se empeña en condiciones
muy favorables para el capital.
A excepción de los constituídos por las misiones, en todos
los centros de trabajo se permite a los indios seguir las costum-
bres del. desierto, aun las más salvqjcs, con tal de que su con-
curso no falte a las tareas a que se les destina; no existe para
ellos, fuera de la anterior, obligaciones de ninguna clase, y el
expendio y consumo de alcohol son absolutanlente libres.. . .
E1 movimiento de población en las misiones, sometido a
esa influencia fatal, es continuo, y la radicación definitiva de los
Boletin del Departamento Nacional del Trabnia

indígenas, -dificultada de antemano por causas que h


tado en las notas precedentes, -se efectúa con lamentable len-
titud.
Esto no obstante, he podido percibir un buen síntoma:
gran parte de la población indígena de San Francisco del Laishi
está formada por tobas que ya han pas2do por los estableci-
mientos industriales y qu?, desencantados de la vida penosamente
llevada en ellos, buscan y encuentran en la Misión una vida
mejor.
Al finalizar el año 1914, el número de familias tobas y
matacas reduc'das en las tres misiones era de trescientas treinta
y cua:ro, divididas en la forma siguiente:

Ssn Francisco del Laishi (tobas) . . . . . . . . . . 225


Sin Francisco Sclsno del Pilcomayo ( tobas ) . . . . 52
Nueva Pompeya ( matscos) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

El total aproximado de poblacidn alcanzaba a novecientas


ochenta y dos personas, hombres, mujeres y niños.
SAIQ"PRANCISCO DEL LAISHI
El encargo de estudiar las misiones franciscanas de reduc-
ción indígena, que recibiera juntamente con las demás instruc-
ciones para la investigación general en el Chaco y Formosa,
pensé que debía cumplirlo practicándolo en el doble examen de
los antecedentes y de los resultados positivos de la obra, única
manera -a mi juicio -- de traducirla en anotaciones completas
y útiles. En ambas partes del trabajo, mi propósito ha sido el
de exponer sencillamente la realidad de las observaciones hechas,
r pues sé que con ello aporto los elementos necesarios para e!
conocimiento de las misiones, y evito, hasta donde es posible,
la expresión del pensamiento propio, que poco o nada significa
en cuestiones de tan alta importancia. El método de exposición
I
seguido tiende, por otra parte, a facilitar el comentario de la
mencionada obra. Bastará, en efecto, una rápida compulsa de
las diversas partes que forman el conjunto de esta información,
o un ligero análisis de los ideales, móviles y prácticas de las
misiones, para que el comentario lógico, exacto e irrefutable,
surja espontáneo y se imponga por sí solo.
He anotado ya, entre otras cosas, todo cuanto creí que
pudiera constituír un dato o antecedente importante respecto a
las misiones en general, procurando de paso evidenciarlas bajo
la faz que podría decirse ideal o teórica de la empresa; voy
ahora a exponer las consideraciones en la práctica de su vida y
trabajos, tomando a lo mejor de ellas como tipo de estudio.
72 Eoletfn del Departamentd Nacional del Traba10

La capital del territorio de F o r m o ~ a es el punto obligado


de las comunicaciones con la Misión de San Francisco del Laishi.
Desde ailí partieron, en 1901, los misioneros que la fundaron,
y, a través de los quince a f o s que llcva de exktencia, Formosa
ha sido su centro de aprovisionamiento y el niercado único de
sus productos.
A diez y nueve leguas de la Capital, en línea oblicua hacia
el Sudoeste, por malos camiccs, esa distancia se abrevia, sin
embargo, considerablemente, recorriéndoia por agua hasta Curu-
pay, el pequeño puerto de la Misión, inmediato a la desembo-
cadura del Salado en la Boca de la Herradura, precioso ensanche
del río Paraguay sobre el lado argentino. El camino de Curu-
pay a la Misión -nueve leguas- es excelente y se hace en
pocas horas a caballo o en carro. Cuando el Salado crece, en
la época de las grandes I!uvias, las embarcaciones de la Misión
llegan hasta el gran puente de la misma, al costado del ingenio
azucarero, donde efectúan con la maycr comodidad sus opera-
ciones de carga y descarga.
Dos líneas telefónicas, construídas por los misioneros, ponen
en comunicación la Misión con Curupay y Puerto Aquino. esta
feta y estación de teXgrafo de la Nación.

Las setenta y cinco mil hectáreas en que se asienta la Mi-


sión están divididas, como reza €1 Decreto de creación, en tres
partes: pueblo, ejido y chacras.
Estas últimas han sido subdivididas posteriormente en cinco
secciones, que se denominan: San Cayetano, San Antonio, San
Isidro, San Francisco Norte y San Francisco Sur.
Las tierras son inmejorables en todas las secciones. La pri-
mera se hal!a situada sobre la margen derecha del Sa!ado, en
La MlJldn de San Francisco del LaiShi

el extremo Sudoeste de las chacras medidas; la segunda en el


extremo Noroeste hacia la otra margen del río, junto al-•
fiscal número 11; la tercera, en el límite Este, a la izquierda
del camino real a Formcsa; la cuarta ocupa la parte central
Norte de la colonia, entre las secciones 3egunda y tercera, y la
quinta se interpone entre el pueblo y la sección primera. Para
efectuar la subdivisión que dejo expresada, no sólo se ha tcnido
en cuenta la ca!idad de las tierras que habian de ser trabajadzs,
sino también su ubicación relativamente cercana al pueblo o
administración, para facilitar así la vigilancia de las chacras y de
las labores de los indios. La sección mis distante queda a doce
kilómetros del punto ya mencionado.

Al aproximarse a San Francisco del Laishi, el viajero recibe


la impresión de hallarse frente a cualquiera de los establzci-
mientos industriales de la región. Apenas se traspone el puente
del Salado, -linda obra de quebracho y urunday, hecha por los
indios bajo la dirección de fray Miguel Amundarain-y a la
vuelta de un recodo del camino que, arrancando de allí, se pro-
longa hacia el fondo, aparece sobre la derecha el ingenio azu-
carero, construcción de madera y cinc; y a la izquierda, el
almacén, la armazón de sólidas vigas que sirve de campanario,
y los ranchos de la administración, la iglesia y las viviendas del
personal superior del establecimiento. Un poco más lejos, y de-
trás de éstos, se ven algunas otras casitas, extremadamente hu-
mildes, casi perdidas entre los cultivos de las primeras chacras.
Del pueblo, trazado en 1901,. no quedan sino vestigios. Se
levantaron, en aquel entonces, dentro de los solares en que
habría de estar dividido el centro urbano, varios ranchos de
< palo a pique » y de « estanteo », para viviendas de las familias
indígenas fundadoras; pero alejadas éstas de la Misión o ubica-
das en las chacras de la colonia, los ranchos fueron abandonados
15 Iloletrn del D~parta~tzt?nlo
Nricionnl del Trabajo

y el tiempo los destruyó. Producen pena, en verdad, %


de esas casas, sombreadas aún por los naranjos que e ñ l
al-

dc ellas hiciera plantar el P. Iturralde, honrado y paciente eje-


-
cutor de su propio y vasto proyecto. El actual Padre Superior
tixplica el abandono del pueblo, diciendo que él s e ha producido
para facilitar cl trabajo agrícola de los indios, que viven así
dentro de sus propias chacras. y también en atenciói; a la salud
general, cuyo estado ha mejorado notablemente en el alejamiento
de la vida de campo.

Se ha hecho la rncnsura, pero no 13 distribución de las cha-


cras, de acuerdo con el Decreto de 10 de Abril de 1900. Las cha-
tras, en número de ciento ochenta, suman alrededor de seiscientas
hectáreas cultivadas. Cada una de aquéllas presenta de dos a
ocho hectáreas en dichas condicioi?es. San Francisco del Laishi
coiistitiiye, sin duda, el centro agrícola mi:.s grande e importante
del territorio, lo cual demuestra, a la par que el inteligente y .
empeñado interés desplegado en ese sentido por s u administra-
ción, las sobresalientes aptitudes de los tobas para esos y otros
trabajos,
En la floi-ccieiite colonia iiidigena, sc cultiva obligatoriamente
la caña de azúcar, el maíz v el algadón; y a voluntad de los
chacareros, tártaqo, poroto común y poroto tapi, hatata, man-
dioca, zapallos y sandías. Las tierras, muy ricas, producen abun-
dantemate. El rendimiento de los diferenies cultivos es de los
más crecidos que hasta ahora hayan sido anotados en la región,
y año tras a ñ o s e efectúan nuevos ensayos para extenderlos e
intensificarlos. Ya s e lin comprobado que la alfalfa da excelentes
resultados sembrada en las lomas, y que el lino s e desarrolla
\~iqorosamentey madura con extraordinaria precocidad en todas
las tierras de la Misión.
La preocupacirín preferente, casi única, por la agricultura es
visible en San Francisco del Laishi. A falta de un severo plan
general de reducción e instrucción, cada Superior aplica el
suyo, creyendo que es el mejor. Y el P. Buenaventura Giuliani,
misionero de ejemplares condiciones de moral y de virtud, se
ha dedicado exclusivamente a hacer del establecimiento a su
cargo un gran centro agrícola e industrial. Lo ha conseguido,
desde luego, en el triunfo completo de su esforzada y rara
consagración ; pero la misión franciscana modelo, con toda su
apreciable bondad, es meiios de lo que debió ser, orientada
hacia la consecución de los idcales que inspiraron su creación.
Sintetizarido mi impresibn respecto a la niisma, diré que ella
equivale, e n la actualidad, a una colonia y fábrica, regularmente
dirigidas y administradas. Nada más.
No es mi ánimo, como lo comprueba el párrafo anterior,
desconocer los aspectos eficaces y benéficos de la obra que allí
se cumple. '4 los indígenas radicados en el estahieciniiento sc
¡es trata con coiisideración y se les paga honradamente el fruto
de su trabajo, lo cual, en una región donde el capital se ensaña
de todas maneras en la miseria de esos infelices seres, ya es
mucho; pero no puedo dejar de reconocer y declarar que por
medio de tal sistema de trabajo exclusivo no se llegará, en la
medida y en e¡ tiempo que sería de desear, a civilizarlos e
(<

1,incorporarlos a la vida social de la Nación, sometiéndolos a


<:SUS leyes N.

La Misión cuenta con una amplia cliacra experinieirtal y de


práctica agrícola, perfectamente montada. Uii buen agricultor
francés la regeritea con acierto. Bajo la experinientada dirección
Boletin del Departarnenro rt'aclonal del Trabajo

de ese hombre, esenc:almen:e práclxo, los indígenas ICL


incorporados al esta5iec:niicnto k a c a su aprendizaje a a h a .
En pocos días, !os tobas se preparan para los trabajos que m&
tardc han de efectuar en las otras chacras, pues la enseñanza
se reJnr -e al manejo de :a azada y 2-1 arado y a las formas de
sembrar, de plantar 13 cana c'c ázúcúr y de carpir 13s semcnte-
rds. Ya ai trinte de w s re-pcct~vas chacras el. Padre Supericr
y sus ayudante.; Iw a c ~ r s jar;
r y Ciriqcn cobre !as épocas que
cnnvieiie a ;as diveryas f ú s s de Ics cliiíivcs, así como también
a la proporción qirc ha de c'Srseles, según la demanda y los
precios del mercado v las neces'da2es dc 10s indios.
En cuant:) a lo íal:imo, se procura siempre que las familias
agricu1:oraq obtengan una cosecha dcsiinaaa a la venta, y otra
a satisfacer durante el año Ias necesidades de su propia manx-
tencióls. Con lo primero, se k s ci.t mula al trabajo; con 10
segurdo, se mejora notablernen!~las coi;slic~oiies de su vida.
Los iobas son n1i;y d;jc;les y ohedien;es; y como aniari y
respem a los misioneros. siguen si!; vacilacioixs las inciicxio-
nes de &:)S y janiás fracasan cn SUS ~lrri~tjños.
Se proctira, asinii3:no. conci iar los gustos de los indios
con !as irnpo~ic;o;~es dcl trabajo, ocupándolos en labo~esespe-
cialmcnie gratas par8 ellos. De ahí la instalxión del ingenio
s-i~ucare;~, que ha dado lugar al ci,!tivo predilecto de los tobas:
el de la cáña de azú-sr. No hay chacra izdígena sin cañs de
azúcar; y si a ellos les iuera dado redkar libremcntr sus deseos.
e.; difícil que ernprzndieran oiro cul,ivo en igual exala.

Cada indio, tlerltro de cierta cdad, tiene la chacra que él


mismo elLgi6al incorporarse a la Micióii. Miden todas veinti-
c i n x h:ctáreas, pero 'lo<cultivos no alcanzaii a cubrir la tercera
parte de !as rnejves.
Las chacras de los tobas empiezan a disíin@-se por ia
prolijidad de sus instalacionrs y por el esmero de sus cultivos.
Son pobres, hxmildes! pero, de cu:dquie;. manera, m5s simpáticas, D
limpias y mejor cuidadas que las de los c ~ l o n o sextranjeros en
otras regiones drl país. T . e x n y3 p3: suyas esas chicra; y las
labran amarosamente. Prsce~eriies de u;3a primit'va so~iedad
coinunis:a, con alggnas d'f :!-rltadri se le; ha inrulclrlo el príii-
cipio de la prop'elad; p x o asim'iado al fin por ellos, lo proie-
san con SWC~IIC) y evident- r5;pet-o. La profsihr) del princip'cs
de Ia propiedad, prejicado cn toda !í vas!ri extensión d? su
coinplej3 sics,nXicado,c m habilidad y perseverancia por los mi-
sioneros, los hace a los indios cada dia mas act'vos y 1abo;io
soc. Los mismos t o h , quc- al inicidrse los trabajos en Id Misión
apenas si sembraban un cuarto de hrc!;í:ea, no pudiendo con-
cebir la produccirín s'no para el propio consiimo, sl otro año
cultivaban do;, y a! siguiente cuatro.
r Han consiruíclo en las chricras casi'as de ,, e > t a n t a , con
techos de teja de palma, paja o cinc, y en ellas viven iranqui-
lamente con sus familias. He p~netradocn todas ellas, encontrán-
dolas siempre asxtdas y ordenadas. Desde la enramada que poi
lo general las completa, observan c ~ i i i p l . i c i d sus
~ ~ planr;os
caña y de maíz, exubeiantes y prrfer!arnelte al'nrados, y el co-
rral de los animales de !abor y sus lindos ga:lineros. Casi todos
tienen arados, rastras y drsgranadoras a niano, de su propie-
dad, adquiridas en la Misión, como a s ; m i m o bueyes y caba-
llos, y no pocos vacas lechzras. El P. Giuliani r10 descansa en
el p r ~ p ó s i t ode dctar de pequefias huertas a las chacrüs dc los
tobas, y, al efecto, todos los años les entrega cierto número de
pequeños naranjos, lirnons, mandarinos, bananos, duraznos y
papayos, que ellos plantan y cuidan bajo la permanente vigilan-
cia del Superior.
La familia entera, hombres. mujeres y iiiñcxs, trabajan en la
chacra mientras hay algo q:ie hacer. Como es na!ural, trabajando
para si mismos, no ganan jornal; pero la Misión con:inúa racio-
n5ndolos como en los tiempos en que no poseían nada. Más
adelante, al consignar la ~rgmización general del trabaj-i en el
establecirnient3, se han de ver Iss condiciones con que ios agri-
cultores trabajan fuera de sus propias chacras.
l3oletín del Depnrtanrcnto Nncionnl del 7'rrrbnjo

La cría de aves de corral, principalmente de gallinasl


muy difundida eii todas las chacras. En las gallinas predomina
u n tipo obtenido dcl cruce de la Brahama con la criolla, de
bastante desarrollo y notable peso. También se crían cerdos para
cl consumo de la familia o la venta cn el mercado.

En presencia del trabajo que realizan estas hitmildes familias


tobas, ¡qué falsa y perversa resulta la vieja leyenda de la incapa-
cidad de los aborígenes para todo género de actividades produc-
tivas! En las semanas que pasé en la Misión, visitaba
diariamente las chacras, para verlos trabajar en la absoluta
libertad de sus propios doniinios, y aun conservo en la retina
muchas bellas notas de ese trabajo gustosamente cumplido en la
comunidad, cn el amor de la familia.
Las indias, por atávicas costumbres de raza, acompañan y
participan en los trabajos de los hombres. En las vaporosas
mañanas del Chaco, muciras veces he visto a jóvenes parejas
tobas arando y sembrando juntos las c!iacras de la Misión.
Recuerdo iin cuadrilo, que entre todos me impresionó. Fué en
el suave declive de una chacra, situada en e! más lindo rincijn
de esas tierras taii hermosas como fecuiidas. La selva virgen
la rodeaba completaniente. El arado, uixido a dos fuertes bueyes,
volvía a remover la tierra ya rotiirada, negra y húmeda. U n toba,
alto y musculoso, dirigía, detrás del arado, cl tajo limpio y firme
de la reja, e inmediata a él, su mujer le seguía, amamantando
al primer hijo y arrojando al surco la simiente de la futura co-
secha. Y es de advertir que estos aspectos de la unión y labo-
riosidad de las familias tobas se repitei: a cada paso.

El trabajo se Iia organizado en la Misión, de maiiera que


él no falte cuotidianamentc a los indios, ya sean éstos agricul-
/A Misión d e San I:rnncisco del Lnishr

tores o simples jornaleros rcciéfi incorporados. Los tobas m


someten a las más rudas tareas y a las más largas jornadas,D
si, como ocurre en los establecimientos industriales, no pueden
obtener cl trabajo en otras condiciones; pero violentan con ello
la tendencia de la raza, que los impulsa a una vida menos fati-
gosa y a esfuerzos mejor regulados. Necesitan, imperiosamente,
algunas horas del día para consagrarlas por completo a la fami-
lia y a la satisfacción personal de sus gustos, y por eso, en
los casos en que procede la elección del trabajo por jornada
o tarea, optan siempre por lo último. Y como la recompensa
es mezquina, se sacrifican en un trabajo extenuante de seis u
ocho horas consecutivas, realizado por la mañana, para quedar
en libertad todas las horas de la tarde. En vista de esto, los
. misioneros, en la organización de referencia, han dispuesto
las labores del establecimiento armonizando, como en otras cosas,
la obligación moral del trabajo permanente con las inclinacio-
nes naturales de los indios, que cumplen así,-dentro de lo
posible, - tareas muy productivas, sin destruir su salud n i que-
brantar sus privilegiados organismos. En la Misión, el único
horario de trabajo que ocupa lodas las horas del día, de sol a
sol, es el del pequeño ingenio azucarero; pero no resulta fatigoso,
porque la fabricación se hace sin apuro, y relevándose, como
se relevan las brigadas obreras, semanalmente: los hombres que
han trabajado una semana no vuelven a la misma tarea hasta
dos o tres semanas después.
Ha sido indispensable hasta ahora, para sostener esa orga-
nización especial del trabajo, ejercer una activa y permanente
tutela sobre los indios, cuyas tareas, fuera de las realizadas en
las propias chacras, son ordenadas y distribuídas por el Padre
Superior.
La administración de la Misión lleva un registro minucioso
de la población indígena de la misma, y los misioneros conocen
personalmente a todas las familias que en ella viven, estando al
tanto, día a día, de lo que hacen. Después de la siembra y cuan-
do las chacras ya no reclaman el inmediato cuidado de los hom-
bres, al finalizar cada semana, se marca a éstos el programa de
Boletin del Departamento Naclonal del Trabaja

trabsjo para !a semana sYguiente. G:neralmgnre, se proct


orden de turno entre las secciones nuineradas de la colonia. c r i
tirmpo de la elaboraciórt d d azúcar, unos van a trabajar al inge-
nio, otros a cor.ar la ca% en la chacra de la Misión y en las
de los compañeros, y 103 demás, al acrvicia dc carros para el
transporte de la caña y del azúcar, d x d e Lic chricrx al ingenio
y desde ei ingenio al pucrto de Ciirupay. La coseclia del maíz
se hace t m b i a i e,; coriiún en las chacras mayor¿.-, y e,i todo
tiempo se c!istriPtiy8: el trabajo para el corte tle !a leña, la con-
ducción de nierccidzria.;, I i cnn;trricción y r e j a r a c i h de edifkios,
caminos, alambrado,;, etc.
Así que u cualquiera de las chacras le Ileg:i el turno para
la cosecha d e la c.iña dulce o del maíz, el propiemi0 pide a
!a adm ni;tración el ilÚrn-ro de personas que necesita para le-
vantarl.?i, y ia itlisijri acuerda, cnn 1:)s indicts reunidos el sábado,
la fornia d ~ concurso.
l Por lo gen2ral se de;ignan mujeres p:ira
ejextar dich0.j .trahsjos. Terinin:ida la cosecha, el propie:ario,
qi:e tiene i 3 ob:ihaciií:~de anotar el n h e r o de personas y los
d a s que hayan trabajldn en su chacra, informa sohre el parti-
cular a la ad,ninijtración, pwa clue S- les den los vales corres-
pondiente; al pago de jcxnaiej y si: cargue el valor total en su
cuenta corriente. Los tobas, a pesar de todo cuanto se ha dicho
en contrariri, tienen el sentimiento i n r i l t ~de la h o n r a d ~ z y ja-
mis ocurren dificultarle3 e:) el c0mputo ni en ei pago de jor-
nales.

Antes de anotar los detalles administrativos de la Misión,


conviene saber que, aesdv la fecha de su fundación hasta el
presente, el racionamiento de todas ias familias e individuos que
viven en ella es práctica inquebrantable de su sis!erna de atrac-
ción y protección a los indios. La ración se calcula por día,
pero se entrega dos veces a la semana: los jueves y los do-
Ln Misión de San Francrsco del Lnishi

D
mingor. La distribución de raciones constituye el e s p e c t á c u I
más animado, pintoresco y característico de la Misión. Son la
mujeres las que concurren a recibirlas, y siempre lo hacen acom-
pañadas por sus numerosos hijos. Dias de fiesta aquéllos para
las tobas, asisten al reparto luciendo sus más lindos y vistosos
trapos y collares. El Padre Superior que, auxiliado por un viejo
carnicero, efectúa personalmente el reparto, las recibe una a una,
y al darles los artículos de reglamento, aprovecha esa oportuni-
dad para indicarles lo que conviene hacer en las chacras, o amo-
nestadas, suavemente, por la flojedad o descuido en el trabajo
o por la falta de asistencia a los actos religiosos o morales de
la Misión. Y como sus diez y siete años de continua práctica
misionera lo han hecho un docto en materia de psicología
indígena, y conoce, por consiguiente, la influencia, más que
influencia, el dominio que ejercen, dulce o bravamente las
chinas sobre los tobas, sabe sacar partido de las reuniones bise-
nianales, en el sentido de obtener, por medio de las mujeres, el
tipo de hombre que él y la Misión necesitan para sus fines.
La ración, para personas mayores de catorce años, se com-
pone de : doscientos cincuenta gramos de carne, setecientos
gramos de maíz pisado y setenta y cinco gramos de yerba. A
las familias que cuentan con menores de catorce años, se les
aprovisiona a razón de una ración de los dos primeros artículos
por cada dos menores.
La ración anterior, como ya lo he dicho, es general y se
entrega invariablemente a las tamilias según el número de per-
sonas de que estén formadas, por más que alguna o algunas de
éstas trabajen en el ingenio o en la administración y reciban en
ella la comida.

Se dehe partir de la base de este racionamiento general y


gratuito; para considerar la recompesa acordada por la Misión
al trabajo, en concepto de salarios o de compra de productos
b
Holetitz del Departaniento Nacional del Trabaja

agrícolas, y luego tenerse en cuenta que, en uno o en ot


se trata de salarios y de precios efectivos, no merma
los recursos en práctica en casi todos los estabkcimientos
industriales de la región, estrictamente pagados y satisfechos.
En ningún centro de trabajo del Chaco y Formosa se
recompensa el esfuerzo indígena como en San Francisco del
Laishi ; a lo que es necesario agregar, asimismo, que en ninguna
parte como allí la proveeduría no significa el robo del obrero,
sino una función administrativa y comercial honesta.
Mientras que en la poderosa empresa <, Las Palmas dei
Chaco Austral se paga $ 4.25 por la tonelada de caña de
\
,

azúcar a los colonos extranjeros, pesada en forma que no


satisface a los interesados, en San Francisco del Laishi se abona
$ 5.00 a los agricultores indígenas, manteiiidos con sus familias
por la Misión, y podría pagarseles hasta $ 7.50 en las mismas
condiciones, si se dispusiera de un ingznio azucarero menos
deficiente que el actual. El maíz se paga a $ 50.00 la tonelada,
en la chacra; el algodón a $ 0.20 el kilo; el poroto común
a $ 0.15 y 0.20 el kilo, y el poroto tapi a $ 0.10 el kilo.
Los jornales son uniformes en las chacras de los indígenas
y en los trabajos que se hacen por cuenta directa de la Misión.
Los de los hombres ocupados en la fábrica, en los talleres,
acarreos dentro del establecimiento, etc., varían, según las apti-
tudes del obrero v la naturaleza de sus funciones, entre $ 0.50
y $ 1.00; los de las mujeres, generalmente dedicadas a cortar,
pelar y cargar caña, entre $ 0.40 y $ 0.50; y los de los niños
que ayudan a los primeros en las labores del ingenio, dentro de
ciertas horas, entre $ 0.15 y $ 0.50. - La jornada de los obre-
ros a salario, -exceptuando la del ingenio, -si regular en cuanto
a la recompensa, no lo es, sin embargo, en cuanto a la duración.
En los trabajos agrícolas, sobre todo, ella permanece supeditada
a circunstancias que le comunican notable movilidad. Eritre esas
circunstancias, puede mencionarse la representada por el tras-
porte de la caña a la fabrica. Si el acarreo es activo, la jornada
se extiende durante ocho o diez horas; si tardío e intermitente,
se trabaja menos tiempo, con largos intervalos de forzoso des-
canso.
Ln Misidn de San Francisco del Lnishi

Hay trabajos que ¡os tobas prefieren hacerlos por tarea, !


otros que conviene a los intereses administrativos y económicoi
de la Misión contratarlos por un tanto. La cosecha del maíz y
el corte de leña entran en los primeros; el trasporte de pro-
ductos y mercaderías entre el establecimiento y Lurupay en los
segundos. Son también las mujeres las q;e recogen el maíz, en
cuyo trabajo ganan $ 0.10 por bolsa ; a los leñadores se les paga
$ 1.20 por pila \, que es un rimero de un metro de ancho, un
Ú

metro de alto y tres metros de largo, y dicen que equivale a


una tonelada de peso. Como para hacer leña se aprovechan sola-
mente los «raigones»-los árboles caídos y secos, -y los tobas
son tan fuertes y hábiles hacheros, pueden reunir hasta dos tone-
ladas, trabajando nada más que en las horas de la mañana.
A los carreras,- agricultores que desempeñan por t u n o el ser-
vicio con elementos de la Misión, -se les paga $ 4.00 por cada
viaje de ida y vuelta a Curupay.
La mayor parte de los tobas de San Francisco del Laishi
no han ido a radicarse a sus tierras, directamente desd? el
desierto, sino de otros centros de la región, donde han adqui-
rido la costumbre del trabajo por tarea, lo que explica su ejer-
cicio, quizá transitorio en la Misión, en la especialidad de las
labores expresadzs.

La organización comercial de la itlisión reposa sobre ;;i


sistema de monopolio que ha cmsiderado necesario al logro
de sus ideales, en lo que atañe al amparo del hombre- niño,
que es e! indígena, en los primeros años de su incorporación
a la vida civilizada. La Misión, compradora única de los pro-
ductos obtenidos por el trabajo de aquél, es también su única
proveedora.
La compra de frutos a los tobas se hace anualmente, de
chacra en chacra; y, fijado el peso y estipulado el precio, se
Holetin d e / I)e/inrfomrnto Nntinntrl del Trnliojo

trasportan a los depósitos centrales, desde donde, reun 1


cantidades más o menos grandes, se envían a ~ o r m o s a , l ~ r
venta en el comercio de esa plaza. En el mismo con~ercio,o en
el de Buenos Aires, se adquieren los artículos de proveeduría,
-de almacén y tienda, - con' destino al abastecimiento de la
población. Preside éstas compras un criterio eminentemente
práctico y honrado, pues no se adquiere nada que no sea de
positiva utilidad para los indios. En el almacén y tienda de la
Misión no se encuentran esos objetos de mucha vista y poco
valor con que en toda la región se explota la ignorancia de
los pobres indios, ni aquellos otros que tan activa y rápida-
mente producen la alarmante degeneración de la raza.
A cada trabajador de la Misión, agricultor o jornalero, se
le abre una cuenta corriente en la administración de la misma
y se le entrega una libreta en que se anota su debe y su haber.
Nada se paga o compra con dinero efectivo, sino por medio de
vales y de cuentas a crédito. Se ha adoptado dicho procedi-
miento, según los misioneros, para librar de alguna manera a
los indios de la venta clandestina de bebidas alcohólicas que
ciertos mercaderes hacen en torno de los campos de la Misión,
consumándola en forma de despiadado robo. Esos mercaderes
cobran hasta dos pesos moneda nacional por una botella de
caña adulterada. También se pretende, con su mantenimiento,
inculcar a los trabajadores la virtud del ahorro y guiarlos en las
compras mas convenientes al progreso de sus propios intereses.
Es así como los tobas han podido adquirir en propiedad todo
cuanto completa sus chacras y facilita sus la ores.
El debe de sus libretas registra, anotad &,
na a una, las
compras hechas durante el año, y el haber el valor de sus
cosechas, de sus jornales y el de los de sus mujeres e hijos. Al
efectuarse la liquidación final de los primeros años de trabajo en
la Misión, las cuentas de los agricultores siempre quedan con
alguna cantidad en descubierto, debido a los gastos de instalación
en las chacras, representados, como es lógico suponer, por la
adquisición de bueyes, caballos, arados, rastras, desgranadoras,
etc. La Misión entrega a los agricultores, a precio de costo, los
La Misidn de San Francisco del Laishi

instrumentos de labranza. Los arados de acero, tipo santafecim


« Esperanza :, valen $ 36.00 ; las rastras $ 18.00, y las desgra
nadoras $ 20.00. -Los precios de los animales son invariable-
mente bajos, equitativos, pues proceden de las haciendas de la
misma Misión. Hay colono indígena que posee hasta quince ani-
l males vacunos, comprados con el fruto de su trabajo.
He revisado muchas libretas de agricultores, y tomando el
promedio de las cifras que ellas arrojan, puedo asegurar que los
tobas de San Francisco del Laishi ganan de dos a tres pesos
diarios, en conjunto, comprendidos: el valor de la cosecha anual, el
producto de la venta de otros frutos y el importe de los salarios.

Para satisfacer a los tobas en su deseo de cultivar la caña


dulce, fué necesario instalar un ingenio azucarero capaz de elabo-
rar la producción de las chacras indígenas. Ese ingenio, pequeño
y deficiente, al extremo de desperdiciar un veinticinco por ciento
de la sustancia de la caña por lo menos, representa un valor de
muchos miles de pesos moneda nacional en instalaciones y ma-
quinarias. Funciona en un edificio de madera y cinc, descuida-
damente hecho; y su producción, obtenida a través de mayor
número de meses que en cualquier otra parte, se ajusta siempre
a la de la caña cultivada en la totalidad de las chacras. Porque
en el afán de estimular a los indios en los trabajos de su agrado,
se les permite cultivar la caña, aun en proporción que sobrepa-
se la capacidad productora del ingenio, dentro del tiempo pro-
picio a la elaboración del azúcar; pues es sabido que, si no se
realiza la zafra en los días de sazón de las plantas, éstas pier-
den, en gran parte, la riqueza de sus jugos. Es práctica en la
Misión no dar por terminada la fabricación anual de azúcar
hasta no consumir la cosecha de la última chacra.
El ingenio trabaja día y noche, a excepción de los domin-
en que el descanso es general en toda la Misión. Posee
.
Boletin del Departamento Naclonal del Trabajo

tres motores, dos a vapor y uno a petrólec, de 25, I


30 caballos de fuerza, respectivamente. Los diversos lbLa1-3=,,
que funcionan no ofrecen pe!igro alguno a la salud ni a la vida
de los obreros, y el aseo de todos ellos es irreprochah!e. El
diminuto trapiche. de esos que se fabrican en los Estados Ilni-
dos para las I~aciendasdel país y las de Méjico, muele mal, con
sus dos liviancs cilindros superpuestos. En forma de angosta
canaleta, los indios que lo manejan deben colocar las cañas
bajo la presión de los cilindros y quiarias hasta que quedan
exprimidas. El bagazo de la molienda misionera se lleva, como
queda dicho, una cuarta parte de los jugos de la caña.
Forman el personal obrero del ingenio: ni-i primer maqui-
nista, dos segundos maquinistas, tres maestros de azúcar, u n
recibidor de carros, cuarenta peones y veinte menores auxilia-
res. El trabajo se divide en dos turnos, diurno y nocturno, como
en los demás establecimientos de su clase, y el relevo de los
obreros se hace a la salida y a la puesta del sol. Los obreros
del primer turno tienen una hora de descanso a mediodía para
la comida, y los del segundo breves momentos a las doce de
la noche para tomar el mate que a esa hora se le sirve con
dos galletas por persona.
A continuación enumero los sueldos y jornales del perso-
nal obrero:

lev. niaquinista . . . 200 por mes, casa y comida


3
2.0 ,< . . . . 100 >,
>1 ^. >;
\
, a
Maestro de azúcar. . . 60 7 ,> , >>
j>

Peones . . . . . . 1 por día » >: »


Menores auxiliares . . ;: 0.15 a 0.50 por día y .,

L a Industria de la madera se explotó también en la Misión


durante los primeros años, con buenos resultados, según tengo
entendido. La instalación del aserradero a vapor con qpe hasta
La Misi6n de San Francisco del Laishi

D
ahora cuenta data de entonces. En la actualidad no funcio-
sino a intervalos, para cubrir las necesidades del consumo i n
terno del establecimiento. Recibe fuerza de uno de los motores
del ingenio y tiene varias sierras y trozadoras que son maneja-
das exclusivamente por los indios.

El algodón, que empieza a producirse en apreciabie canti-


dad, se desmonta y enfardela allí mismo, por medio de máquinas
a mano. La desmontadora es dc sistema norteamericano, muy
perfeccionado. Ambas máquinas, y la de triturar maíz, están colo-
cadas en un vasto galpón, ventilado e higiénico. Los tobas cum-
plen también los servicios de esta seccibn.

Los trabajos nocturnos del ingenio se realizan con luz eléc-


trica; la administración, la iglesia, el almacén y las habitaciones
de los misioneros están iluminadas por el mismo sistema. El
dínamo funciona en el ingenio y es atendido por los mecánicos
de éste.

El transporte de productos y mercaderías se hace, fuera y


dentro de la Misión, con elementos propios. Cuenta con cuarenta
carros fabricados en sus talleres, - muy bien montados, -y con
una flotilla de pequeñas embarcaciones automóviles y de remol-
q u i v i a j a n continuamente entre Curupay y Formosa. Los dos
servicios, el terrestre y el fluvial, son desempeñados por los indios,
lo mismo que los anteriores.
XX Rulcfitz del Dcparfanzenfu Nacional del Trabajo

Se fabrica galleta de buena calidad, dos veces por semana.


A los indígenas que no reciben la comida en la Misión, y coi1
ella seis u ocho galletas diarias, se les vende al precio de veinte
centavos el kilo.

La Misión es poseedora de más de tres mil cabezas de


ganado vacuno. La estancia o establecimiento ganadero está
regenteada por un encargado o capataz blanco, quien tiene a sus
órdenes el número necesario de peones indígenas. Varios años
consecutivos la epizootia y la fiebre aftosa han diezmado las

f
haciendas, llegando a veces e a última a destruir el setenta y cinco
por ciento de los terneros; pero, desde hace algún tiempo, el
estado general del ganado es excelente, aun el del caballar y
mular, que ya no son atacados por el mal de caderas, debido,
quizá, al incremento tomado por el cultivo de las tierras. El
cruce del zebú con la vaca ha dado muy buenos resultados, con
la obtención de un tipo desarrollado y resistente a las enferme-
dades y epidemias más frecuentes en la región. La carne es artículo
abundante en San Francisco de Laishi; se vende por trozos, no
al peso, y está por su bajo valor al alcance de los más pobres.

El Reglamento de esta Misión, extractado en otra nota, ha-


bla de escuelas para niños de ambos sexos y para jóvenes
obreros, no comprendidos en la edad escolar, que debían fun-
cionar en el pueblo y fuera de él, en la zona de las chacras
indígenas. Y bien : no he experimentado una impresión más in-
grata en San Francisco del Laishi que la producida por mi
La Misión de San Francisco dcl Laishi

visita a su única escuela, instalada en un destartalado loc


desprovisto de todo, y frecuentada por quince o veinte chic,-
varones, a lo sumo, no obstante que la estadística escolar, Ic-
-
vantada a mi pedido, afirma que existen en la Misión setenta y
un niños y cuarenta niñas en condiciones de recibir educación,
sin comprender en dicho número, naturalmente, a los jóvenes
varones que, al decir del citado reglamento, habrian de instruirse
durante algunas horas de la noche.
2 A qué se debe ese tan completo e imperdonable abandono
de la enseñanza primaria en un establecimiento dedicado exclu-
ivamente a la regeneración y civilización de los indios? ¿ A qué
real o aparente desconocimiento de los ideales y propósitos
perseguidos por el mismo y de la virtud altamente moral de la
enseñanza primaria? Yo atribuyo ese estado de cosas a la falta
de un plan de acción civilizadora, inteligente, equilibrada y com-
? pleta, que impulse a los misioneros a dedicarse con igual interés
a todas las partes en que necesariamente el plan debe estar di-
vidido, ya que no puede escapar al más ignorante que el adies-
tramiento de los indios en el trabajo no es más que uno de
los factores concurrentes a la realización de ese gran << fin único >;
de la Misión, declarado en el artículo 1.0 del estatuto que la
t rige.
Había pensado preguntar a los misioneros, para medir las
proporciones de su obra, el número de ciudadanos que hubieran
5
formado e incorporado a la nacionalidad en más de quince
años de trabajos ; pero evité la pregunta, al visitar una escuela
que aun no ha llegado al período de embrión. 2 Despreocupación ?
,jdesidia ? quizá falta de aptitudes ? No lo sé ; pero es lo cierto
que en materia de enseñanza no se ha hecho nada digno hasta
ahora en San Francisco del Laishi. Los alumnos de la escuela,
examinados por mí, leían con dificultad, y ninguno tenía la más
leve noción de las ideas de ciudadanía y de patria. Interrogados
respecto a su nacionalidad, me respondieron : somos paisanos > .
\(

Y es deber recordar, para acentuar la sigiiificación de esta falla


de las misiones, la circunstancia agravante de que cl indio toba
es un ser naturalmente inteligente, capaz de aprender, como ya
lo tiene demostrado, todo cuanto se le quiera enseñar.
Aoletin del Departamento Nacional del Trabajo

La enseñanza en las misiones religiosas de r e d u c c i ó ~


gena es un asunto que todavía no ha preocupado lo b a L
la atención de sus encargados ni la del Gobierno, que bien pudo
imponerles programas modernos, de acuerdo con los
sancionados por la ciencia y por la práctica de los sistemas
ensayados con éxito en otros países. Los Estados Unidos y el
Canadá ofrecen grandes y brillantes modelos, que recientemente
han sido expuestos al Gobierno por un honorable funcionario
de la administración, el señor Linch Arribalzaga. Además, aquel
posee los informes enviados por los delegados oficiales a los
últimos congresos internacionales para la educación y protección
de la infancia, realizados en Europa, informes que contienen u n
verdadero caüdal de conocimientos e indicaciones destinados a
ilustrar e1 criterio y guiar la acción de los hombres de Estado
en cuestiones de tan positivo y evidente interés social.
No creo que exista un tipo de escuela más apropiado para
obtener los fines que se proponen o debían proponerse nuestras
misiones que el del internado local norteamericano, es decir, el
que funciona en el corazón mismo de las <c reservas , indígenas,
el llamado Heservation Boarding Schools, en oposición al Non-
Reservation Boarding Schools, el situado fuera y lejos de aquellos
centros. Lo co!sidero, y conmigo algunos misioi~eroscon los
cuales he cambiado ideas al respecto, mejor que el de los exter-
liados del mismo país, las Diurna1 Schools, -- preconizado por
Mr. Francis E. Leupp, jefe de la Oficina de Asuntos Indígenas
de los Estados Unidos, a cuya opinión se adhiere el Señor Linch
Arribalzaga, -y que, sin duda, sería el ideal de las escuelas nacio-
nales establecidas en todas las zonas de trabajo en que viven
nuestros indios en frecuente contacto con los blancos, pero no
en las reducciones religiosas o laicas, donde viven en núcleos
aislados.
Conociendo a los indios, no se debe pensar jamás en
educar a sus hijos en otros lugares que en los por ellos habi-
tados. No admiten, de ninguna manera, una separación larga, y
mucho menos definitiva; pero admiten, sin mayor violencia, que
los niños permanezcan fuera del hogar, a condición de saberlos
La Misidn de San Francisco del Laishi

cerca y de poderlos ver toda vez que necesiten hacerlo. I


prueba dc ello es que los chacareros tobas de San Francisco aei
Laliisi envían sus hijos a trabajar al ingenio de la Misión y ri
estudiar en la Escuela dc Música de la misma. y no los visitan
sino los domingos, generalmente, en ocasión de la asistencia
obligatoria a los actos re1;giosos del dia. El internado, pues, no
contrariaría la voluntad dc los indios y vcndría a satisfacer una
imperiosa necesidad de la enseñanza en las mis'i O n G .
La conveniencia de substrcier a los niños del ambiente in-
dispensablmentc áspero en que se desarrolla la vita de los
hombres recién arrancados a las costumbres de ui:a existencia,
sobre !a cual gravitan influencias diversas a las determinativas
del estado civilizado a que se trata de incorporarlos, salta a la
vista.
Se tiene por ierdad inconcusa entre los profesionales de la
ciei?cia de la educación, que la plasticidad orgánica y fisiológica
de los niños permite el arraigo de habitos que constituyen una
nueva naturaleza, destinada a hacer desaparecer y substituir la
que estaba en vias de formarse en ellos, bajo la presión de
otras influeircias. Los niños indígenas, aislados te~iipor~riamenie
en los internados, formarían, en u n medio de orden, discipliria
y trabajo, esa segunda naturaleza, que los habilitaría, a su egre-
so, a para ocupar su puesto en la masa del pueblo, como ciu-
<(dadanos de la República \,en igualdad de condiciones a 105
compatriotas de otro origen.
La influencia educadora de los externados encuentra en los
centros netamente indígenas oposiciones naturales que la debi-
litan o neutralizan. Me parece que confían demasiado en su virtud
y en la fuerza moral de los niños alumnos los que le atribuyen
condiciones de éxito que no pueden tener sin el auxilio de otros
agentes, como sería el del ejemplo directo irradiado por agru-
paciones sociales definitivamente constituidas y de las que los
núcleos indígenas formaran parte. El orden, la pers~veranciaque
comunica regularidad a la función del trabajo; la disciplina que
da conformidad y exactitud en el cumpliniicnto de las obligacio-
nes que la vida social impone, y el adiestramiento consciente y
sólido en los distintos géneros de actividades a que el indi
ha de dedicarse, -tan iiidispensable a los niños de origen inai-
gcna, -- no podran de ninguna manera obtenerse, aniplia y efec-
tivamente, fuera de los internados. La instrucción elemental'y
profesional ; el trabajo metcídiccr y variado, y hasta los juegos de
estos institutos, dcsarrollan rapidaniente en los niños tendencias
<(

honestas y habitos de orden y de convivencia, preparándolos


\ para una vida normal y sedentaria \. Y no es eso, precisamente,
lo que reclama la educacióii bien entendida de nuestros niños
indígenas ?
En todas partes donde una obra análoga ha movido inteli-
gencias y voluntades, el iiiternado se ha impuesto como el me-
dio más indicado para coii\eguir los fines de civilización que
ella entraña. Los periódicos y revistas europeos proporcionan,
frecueiitemente, cn hermosas notas qraficas, el conocimiento de
los grandes internados Icvantados por los misioneros lranceses
en los países de Oriente; la obra de reduccióii y amparo indí-
gena eii los Estados Llriidos sostieiie un sinnúmero de interna-
dos, y una recieiiie publicación estadística tios dice que el Canada
cuenta coi1 cincuenta y cinco ii~stitutos de esc tipo, aplicados,
con ii~mejorablesres~iltados,a igual objeto. Asombra, así, que
la acción argentina no se haya inspirauo en tales modelos, ya
\ulgares a fuer de conocidos. 2 Por qué ni siquiera la curiosidad
del ensayo ha Ilcvado hasta ahora al país a fundar un solo in-
ternado para i~iñosindígenas"
E n San Francisco del Laishi, sólo se han hecho y se hace11
agricultores, más o menos seguros en las labores de su profe-
sión. Todavía no existen indios mecanices, carpinteros, herre-
ros, etc., por mas que algunos manejen máquinas y colaboreii
cn trabajos dificiles, baio la uirección inmediata de o b r e r ~ sextran-
jeros, a sueldo dc la Misión, en c-1 ingenio amcarero y t n todos
los talleres de la misma.
Las chicas tohas iio reciheii ningüna instrucción, no obstaii-
te que el Reglamento dispone el funcioriamiento dc esciielas de
mujeres.
Lu Misidn de Snn Frnncisco del Lnishi

La enseñanza de la música ha dado los más felices resul-


tados en la Misión. En otra parte de este informe he dicho la
brevedad del tiempo en que la banda, formada por la Escuela,
se organizó. Los indios revelan particular afición por la música.
Espontáneamente concurren a las clases y ensayos, y no hay
número en el programa de sus fiestas y diversiones que resulte
tan grato para ellos como los comprendidos por las audiciones
musicales.

'El domingo es el día consagrado en la Misión a las prác-


ticas religiosas y morales que ordena el Reglamento. La conver-
sión de indios al catolicismo se procura de diversas maneras
diariamente. Los actos del domingo no son, pues, más que algu-
nos de los tantos recursos empleados con ese objeto. Cada vez
que se presenta a los misioneros la oportunidad de tratar con
los tobas, la aprovechan para llevarlos suavemente al imperio
de la moral y de la fe católicas. Cuando visitan sus chacras y
les aconsejan sus cultivos; cuando les compran y pagan sus co-
sechas, o cuando, reunidos aquéllos en el patio de la adminis-
tración, esperan turno para obtener provisiones, o se deleitan oyen-
do el alegre repertorio de la banda de música; en todo lugar y
momento propicio, en fin, la predicación moral y religiosa se
hace por los Padres en forma sencilla y generalmente anecdóti-
ca y parabólica. Para la ejecución de estas tareas, los misioneros
tienen especiales condiciones, hijas, quizás, de la simplicidad de
sus propios espíritus. En la iglesia, durante la celebración de la
misa, un lector expo'ne los preceptos de la doctrina cristiana,
que los indios repiten con claridad en coro. Luego, el cele-
brante, volviéndose a ellos desde el altar, les narra el Evangelio
en una serie de breves historias pastorales e ingenuas, que evi-
dentemente tocan y halagan el sentimiento indígena. Es iri-ir
blc apreciar, de manera inequívoca, el grado de verdac a

pueda tener la con\~ersiónde los indios a la nueva religión;


pero por las manifestacioiies exteriores, que son las unicas al
alcance de quien los observa, su fe parece sincera. Una nota
característica de los creyentes tobas es la posición que adoptan
mientras permanecen en la iglesia. Jamás se les ve de pie o de
rodillas, sino sentados sobre los talones, en inimitable encogi-
miento de momia calchaquí.

Ya se ha visto el vuelo que el actual Padre Superior de la


Misión ha tratado de imprimirle, como centro de trabajo y de
producción agricola e indüstrial. E¡ propósito de engrandeci-
miento ha debido ocasionar gastos extraordinarios, hechos a
crkdito, por cuanto hasta cl momento no se dispone de capital
suficiente para satisfacerlos en distintas condiciones. La falta de
capital ha conducido a la Misión a adquisiciones poco ventajo-
sas a sus intereses, pues no se ha obtenido lo mejor, en lo
que respecta a maquinas y elementos de trabajo, sino lo que
podía comprarse a largos plazos y que de alguna manera llenara
las exigencias de los nuevos programas trazados por su dirección.
1-31 ingenio azucarero se montó así con máquinas viejas y defec-
tuosas, que muy pronto impusieron el cambio por otras que
beneficiaran la producci ín en economía y rendimiento. El trapi-
che que reemplazar'í al antiguo eri la próxima zafra aumentará
en más de una cuarta parle la proporción de la producción
anterior, y permitirá utilizar el bagazo como combustible, lo que
no era posible, determinando u n apreciable gasto en tal concepto.
La situación econtjmica de la Misión, si se dejan a un lado los
transitorios apremios actuales, no es mala, porque dispone de
recursos que aseguran su rápydo equilibrio, a condición de que
haya orden en el funcionamiento de la administración y acierto
directivo eri los encargados de presidir su desarrollo.
Ln M ~ s i d nde San Francisco del L ~ l S h i

Las rentas totales de la Misión, desde el 1.0 de julio de 1913


al 30 de Junio de 1914, han sido las siguientes: 1
Cereales. . S 10813.96 m / n
Azúcar . . . > 23.270.49
Frutos del país. . i
. 9.215.14 z

El balance de cuentas corrientes efectuado el 30 de Junio


de 1913 dió el resultado que va a continuación :

Deudores . $ 17.924.54 m/n


Acreedores. . . 63.832.39 .

!
lo que representa un saldo deudor de $ 45.907.85 m!n que con
el practicado el mismo día y mes de 1914 da:

Deudores . . . . $ 17.196.89 m/n


Acreedores . >. 65.062.40 ;.
S~LDO DEUDOR. . $ 47.855.51 m/n, 10 que
arroja un saldo en contra de !$ 1 957.65 m/n.- Esto no \<

indica -me decía el Padre Superior - que el estado económico


(( sea peor que el del año anterior, sino que el movimiento ha sido

<, mucho mayor en el último. Cuanto mayor resuite ese movimiento,


/tanto más mejorará la situación financiera de la Misióri ; pues
si bien es verdad que las utilidades obtenidas se invierten siem-
<r pre y regularmente en el ensanche y perfeccionamiento de los
X, trabajos que la impulsan y le darán vida próspera, también lo
v es que, con las mayores entradas habidas este año, he podido
amortizar antiguas deudas y satisfacer en parte a los acreedores,
: mejorando así el crédito de u n establecimiento que, cual el
nuestro, ha debido operar hasta ahora sir. capital propio, en
« compras exclusivamente a plazos ,\.
El balance general a 30 de Junio de 1914, que se transcribe
abajo, dari una clara idea de la significación de San Francisco
del Laishi, considerado como centro de trabajo y prod--5ór
así como lainbie'n de su movimiento comercial e industri,., .

H A B EK

Ccrealcs . . . . .
Azúcar. . . . . .
Frutos del país . .
Instalaciones. .
L~nibarcaciones .
Cjaslos varios . . .
Estaiicia . . . . .
Eiiseñaiiza y Policía
IJrefectura . . . .
Fotografía . . . .
,.
l ropa de carros . .
Farmacia . . . . .
Quinta. . . . . .
Kacionarniento. . .
Elaboración de tejas
Liniosnas. . . . .
Subsidios varios .
Taller de herrería .
Misas celebradas . .
Ingresado por el Pa-
d r e Bueriaveiitura
de donativos parti-
culares . . . . .
Depósito de almacén
y tienda. SALDO .
Cuentas corrierites :
Diferencia en el año
anterior . . . .

El Registro Civil funciona en la Misión desde 1905. El mo-


vimiento habido en los años anteriores a 1913 no se recuerda,
pues cumpliendo las prescripciones de la ley, los libros fueron '
La Misión de San Francisco del Laishi

enviados a la Dirección General, y no se guardan copias dc


anotaciones.
El movimiento de los años 1913 y 1914, hasta el 31 de Octu-
bre de este último, es el siguiente:

i2fios Nacimientos Matrimonios Defuncione5


- -- -
1

1913 Iiidígenas 30 Indígenas 10 ' Indígenas 20


Cristianos 18 Cristianos 12 Cristianos 4
1914 Indígenas 28 Indígenas 13 Indígenas 30
hasta 31 Oct. Cristianos 13 Cristianos 1 Cristianos 5

Las facilidades que acuerda el Reglameiito para la incorpo-


ración de indígenas a la Misión hacen que a ella acudan muchos
enfermos de los establecimientos industriales próximos. El estado
sanitario está sujeto a esta influencia que determina, en no
pequeña parte, las comprobaciones poco tranquilizadoras ofreci-
das por el Registro Civil.
La enfermedad más frecuente en los indios, según las obser-
vaciones realizadas en la Misión, es la gastritis, consecuencia del
trabajo excesivo que cumplen algunos en pocas horas de la ma-
ñana, para asegurar el descanso y la libertad de las de la tarde.
La tendencia de aquéllos al trabajo por tarea, desde el punto de
vista de la salud del obrero, resulta así sumamente perjudicial.
La sífilis se halla bastante generalizada entre los tobas que
proceden de Formosa. Es enfermedad que en poco tiempo ani-
quila el fuerte organismo indígena. Uno de Íos casos niás terri-
bles de avariosis lo he observado precisamente en San Francisco
del Laishi. Tampoco suelen ser extraños los casos de tubercu-
losis en los individuos de la misma procedencia y originados
casi siempre por la enfermedad anterior.
Atacan generalmente a los niños indígenas las fiebres erup-
tivas, tales como el sarampión y la escarlatina; pero la enfer-
7
medad que anota el mayor número de casos en la estaaisric
sanitaria infantil es la angina simple. La mortalidad de m3
no asume en los establecimientos de población indígena las
proporciones adquiridas y ya citadas en los de otra población.
La asistencia a los enfermos es activa y prolija. Se dispone
de una farmacia completa, atendida por religiosos idóneos, y el
concurso de sus remedios es gratuito para todo el que lo soli-
cite. Debo hacer presente que los tobas reclaman la asistencia
y los remedios de la Misión en todos los casos de enfermedad,
ya sean éstas leves o graves.

La vida de la población indígena se desenvuelve en la Mi-


sión en condiciones normales. Los tobas llevan una existencia
ordenada y tranquila, en nada distinta, por lo menos en aparien-
cia, a la de los hombres civilizados que actuan en la natural
aspereza de los trabajos de campo. Pocas son las costumbres
originarias que se mantienen allí. Se casan en el Registro Civil
y en la Iglesia ; anotan el nacimiento de sus hijos y los bauti-
zan ; asisten a sus enfermos y entierran cristianamente a sus
muertos en el cementerio de la localidad. Jamás se producen
desórdenes que pongan en ejercicio la autoridad de los Padres.
Son dóciles, obedientes, como en todas partes; y si se exceptúa
uno que otro desliz, cometido por ignorancia, no dan lugar a
represiones ni castigos.
Con suficiente libertad de acción para practicar sus deportes
favoritos, juegan y cazan frecuentemente, en los días y momen-
tos no consagrados al trabajo. Mantienen entre ellos las más
cordiales relaciones y se demuestran atentos y serviciales con
10s forasteros.
He pasado muchos días a solas con los tobas de San Fran-
cisco del Laishi, visitándolos de chacra en chacra e interrogán-
dolos; despues de wtablecer una confianza propicia a la confi-
La Misión de San Francisco del Laishi

dencia, no obtuve la exposición de quejas respecto al tratamie


que reciben de los Padres de la Misión. Todos se manifestatui~
contentos y felices de vivir en tierras que consideran suyas y en
las cuales se creen al abrigo de las persecuciones de que hasta
ahora han sido inocentes víctimas.

Las construcciones de la Misión son de un carácter primi-


tivo y humilde. Todas, a excepción del ingenio azucarero,
improvisada construcción de madera y cinc, - datan del tiempo
de la fundación, y fueron levantadas transitoriamente por el
padre Pedro Iturralde. El ladrillo, que allí puede fabricarse
de muy buena calidad, casi no se ha empleado hasta ahora.
) La Iglesia es de paredes y techo de palma, y no tiene pavimento.
In-iposible imaginar un barracón más pobre y desmantelado que
ese vergonzante templo de campaña. La administración y las
habitaciones de los misioneros son tugurios, también de palma
y tablones, inferiores, en la relatividad de los casos, a las casi-
tas de los indios, que por lo general presentan mejor aspecto.
No se ha seguido ningún plan serio de edificación, y las líneas
recorridas por las paredes y por los techos confunden la vista
con su inconcebible desorden.
1

La Oficina Meteorológica Nacional tiene instalada en San


Francisco del Laishi una de sus estaciones. La atiende el mismo
religioso encargado del servicio de telégrafo y de la estafeta de
correo.

Réstame poco que agregar a este capítulo que termina.


Siiicerarnente he descripto a la Misión de San Francisco del
Aolctin d r l Depnrtairrento Nncional del Trabajo

Laishi en las manifestaciones de su organización, de su tr


y de su vida. Los misioneros que la dirigen y administra&
tuvieron el menor inconveniente en entregar a mi examen, con
lealtad y franqueza sumas, la obra entera y real, tal como es
ella, sin ocultaciones ni falsos asptctos. Espíritus sencillos, jus-
ticieros y bondadosos, hicieron asimismo amable y digna la
hospitalidad acordada al funcionario. Les debo gratitud que me
complace declarar, ahora que ha llegado el momento de reco-
mendarlos, por su conducta ante la inspección practicada, a la
consideración del Departamento Nacional del Trabajo; de igual
manera que al excelenie Padre Lorenzo Murray, quien, decidido
y solícito, me acompañó personalmente durante largas y moles-
tas travesías.
No he notado en los misioneros que menciono, el? ningun
momento ni en ninguna circunstancia, ese estrecho y desprecia-
ble sectarismo que suele a veces levantar, contra los bien enten-
didos intereses del país y en beneficio exclusivo de los círculos
a que pertenecen, el pensamiento y la acción de los simuladores
y fanáticos en las ideas religiosas y sociales extremas, poseedo-
res únicos e inconfundibles, -- según la propia opinión,- de la
verdad y de la virtud. Por el contrario, he visto en ellos a
Iiombres de abierto criterio y de sentimientos altruístas, que,
humildes y modestos, se creen pasibles de errores y equivocacio-
nes y se sienten dispuestos a corregirlos, sirviendo a la nación
en la medida de sus fuerzas, tan pronto les sean revelados por
los que tienen la obligación moral y material de hacerlo.

FIN DEL LIBRO11 1


LIBRO I'V.
N O T A PRELIMINAR
En la jira que acabo de realizar por los centros de trabajo
del Chaco y Formosa, los tobas, que, como lo dice muy bien
el señor Enrique Linch Arribálzaga -una autoridad en la nia-
teria-en su informe sobre la Reducción de Indios de Napalpi,
elevado a la Dirección General de Territorios Nacionales, (')
forman la nación más numerosa y diseminada, encontrándoseles <(

«entre el paralelo 28 y el Bermejo, en el Chaco, y entre dicho


« río y el Pilcomayo, en Formosa, desde el Paraná y el Para-
cguay, por el Este, hasta muy al interior donde confinan con los
<: matacos D; los tobas, repito, sobre todos los indios <: mansos )>

o trabajadores de la región, como generalmente se les llama, se


han impuesto a mi consideración y estudio.
No podía suceder de otra manera; pues, según los propó-
sitos de la comisión de mi desempeño, he debido considerarlos
como elementos de trabajo; y, considerados así, su valor resulta

( 1 ) -El seflor Linch Arribálzaga, Delegado del Ministerio del Interior y autor dcl
informe citado, es, según queda dicho, un versado en investigaciones y estudios sobre ra-
zas y naciones indígenas de America, en particular sobre las que poblaron, y aun pueblan,
lastimosamente diezmadas, algunas casi extinguidas, el Norte argentino, a las que ha
observado con perseverancia y entusiasmo. Lo cito, pues, complacido, y he de hacerlo
más adelante, en abono de mis propias opiniones, que, en muchos casos, coinciden con
las suyas.
Aoletin del 1)rpnrtnnicrrto Nacional rlrl Trnhnjo

incueslionablemente alto, en la práctica de las labores r


a que ellos se dedican.
He vivido algunos meses entre los tobas, y mi cartera de
viaje está llena de notas que los reflejan a través de impresio-
nes sencillas, pero profundamente sinceras.
La obra de redención de esos indígenas- a los que, por
sentimientos de humanidad y en beneficio del trabajo y del pro-
greso de extensas y ricas zonas del país, el gobierno está en la
obligación de amparar y civilizar, incorporándolos definitivamente
a la nacionalidad apenas si se ha iniciado con Napalpí, en el
Chaco, y con las Misiones franciscanas en Forniosa. Millares de
indígenas pululan todavía en la natural miseria de las selvas, y
en la miseria, aun más agresiva e intolerable-- por injusta-
de los centros de trabajo, donde se les ocupa permanentemente,
o durante largos períodos anuales, con grandes utilidades para
la industria y el capital. (:)
Conociendo la situación actual de los infelices indios, he
meditado muchas veces sobre ella, y tengo el presentimiento de
quc se procurará en breve terminar la obra iniciada, en forma
que garantice S U eíicacia y estabilidad.
Ese presentimiento resuélveme a coordinar las mencionadas
notas referentes a los tobas, para entregarlas, como lo hago, al
Departamento Nacional del Trabajo, pensando que ellas podrán,
quizá, contribuir, con su aporte de observación y de verdad, a
facilitar el trabajo reflexivo y superior del estadista y del man-
datario encargados de proyectar las reformas y an~pliacionesque
se impotigan a la obra redentora en comienzo de ejecución, y
de hacerla culminar en la efectividad de sus esperados bene-
ficios.

(1)-Según los m a s recientes y autorizados datos, la poblaciún indígena d e los d o s


territorios puede calc!ilnrse cii .l,i.000 individuos. Ei último censo nacional, levantado
prolijarnentc en dicl:os territorios cii 1913, dió al de 120rmosn una población d e 19.634 in-
dígenas. No conozco con exactitud la cifra arrojada por la operacibn censal en el Chaco,
pero personas entendidas, viejos pobladores, nsejiuraii que los tobas, mocovies y matacos
n o pasarán allí de 10.000.
N u l n Prcliniinar

Porque, fuera de duda, la acción del gobierno destinada a


triunfar en tales casos será siempre aquella que, basándose e-l
un perfecto conocimiento del medio ambiente y de los hombres
del país o de la región en que ha de ejecutarse, consulte sus
características y necesidades, según la organización peculiar y la
vida y costumbres de los individuos que constituyen el conjunto
étnico y social.
Intentaré hacer lo más completo posible e! conocimiento de
los tobas, añadiendo a mis notas algunas otras extractadas de
los pocos estudios que sobre su origen, idioma, etc., han sido
publicados hasta el presente.
Estas páginas contienen la verdad de una observaci6n real,
persistente y honrada. Estudiados los tobas a través del tempe-
ramento del que las ha escrito, la verdad se garantiza, pues, den-
tro de lo razonable. Es posible que su forma no se encuadre en la
, de los informes oficiales, y que la personal adoptada - - vencien-
do fundados escrúpulos y temores - - - no resulte de! todo discreta.
Pido por ello disculpa, al confesar mi incapacidad para cam-
biarla. Hay asunios muy difíciles de ser tratados en la abdicación
LI olvido dc la forma propia, espontanea y habitual. Y el que Iie
de tratar es precisamente de ésos.
DE LAS
a'* P

N A C I O N E S O T R I B U S CHAQUEÑAS
DISTRIBUCI~N
GEOGR~F~CA
DE LAS NACIONES
o TRIBUS
CHAQUEÑAS

Los indios que trabajan en la expresada región son, en la


parte de la baie, en la Provincia de Santa Fe y la mitad Sur del
Chaco Austral, mocovíes, (') quienes, puede decirse, ya están,
si no fundidos, por lo menos englobados en la masa general de
la población. Desde allí, hasta el río Pilcomayo, extendiéndose
desde los centros de trabajo situados a lo largo del río Paraguay
t
y sus zonas de influencia, hacia el interior de dicho territorio y
del de Formosa, casi hasta la Misión de Nueva Pompeya, próxi-
ma ya a las fronteras de la Provincia de Salta, imperan los tobas,
divididos en varias tribus y bajo distintas denominaciones. (2)

(1) Los mocovies, que han sido en otros tiempos, según varios autores, superiores
física y moralmente a los tobas, en la actualidad casi llegan a confundirse en su condi-
ción de hombres de paz y de trabajo. Su tipo, sin embargo, presenta al observador dife-
rencias de estructura y color que no ofrece el del toba, por lo general uniforme, lo cual
se explica fácilmente si se tiene en cuenta la proximidad de los primeros a los centros
de población, con los que han mantenido relaciones de todo género, y el relativo aisla-
miento en que han permanecido los segundos.
(2)S Resulta averiguado de todo eso que los pilaga no son sino una subtribu de
xla tribu de los toba, la cual, a su vez, pertenece a las del tipo mocoví-abipón del Chaco,
,<queforman parte de la gran familia etnica que se ha convenido en llamar con el nom-
bre genérico de guaycurú ,. - - GLVDOB o G G I A N ~ . - C Ode ~ ~Etnografia
~ ~ ~ ~ O Paraguaya
Moderna
- -LINCH~\RRIBÁLZAGA, en el informe citado. dice que los pilagaes no son al parecer
sino una parte de los tobas.
8
114 H o l e t ~ ndel D e p a r l a m ~ n t oh'ncronul del Irabrzjo

Las tribus matacas-que son las que proveen


casi gratliitos a los ingenios de jujuy-cada vez más esrrecna-
das por los tobas, sus temidos enemigos, se prolongan desde
, los puestos avanzados occidentales de éstos, por ese lado y por
el Norte, hacia los Andes y Bolivia.
Los antiguos abipones, (') e i ~ c o n t a c t o frecuente y por
muchos años en guerra abierta con los niocovíes, se han con-
fundido casi en su totalidad con éstos, que, a no existir ciertas
pequeñas diferencias de lengua con los tobas, podrían ser con-
siderados como pertenecientes a una misma familia, ya que
en realidad pertenecen a una misma raza; y los vilelas o chi-
nipíes, que ya en 1870 apenas alcanzaban a 252 individuos, esta-
blecidos en los alrededores de la ciudad de Corrientes y al
frente, rio de por medio, en el Chaco, no ofrecen en la actua-
.lidad, por su reducido número, ninguna importancia.
Siendo los tobas los que, como se ha dicho, imperan en
la región que yo he visitado, a ellos he de estudiar y presentar
con exclusividad en estas notas: por más que, cuando el asunto
lo exija, he de referirme también de paso a los matacos, explo-
tados al igual que los primeros en el trabajo.

(1)-Estos Indios, según el P. VICENTE CALONI, en sus Apuntes Histdricos, constitu-


yen el resto de la tribu mas aguerrida del desierto. Fue reducida en 1750, en San Jeróni-
mo del Rey, frente a Goya, y establecida en la Reducción del Sauce por el gobernador
Don Estanislao López en 1825, poco más o menos.
DENO#INACIÓN
m-
Y ORIGEN
Se aman tobas, dice Lafone Quevedo en su discurso pre-
liminar a la obra del P. Alfonso Bárcena de la Compañía de jesús,
sobre el Arte de la Lengua Toba, a las tribus de las naciones
del Chaco que hablan u n dialecto del tipo mocoví-abipón.
A los tobas, que se nombran a si mismos ntocohuitt, se les
ha conocido y designado, desde los tiempos de la conquista, bajo
distintas denominaciones. Se les comprendió, por aquellas épocas,
en las genéricas de frentones o frontones, ( l ) guaycurús (q y
juríes, ( 3 ) como lo prueban las obras, estudios y documentos
oficiales del padre Techo (año 1698), del padre Morillo, del
Abate Jolis ( l789), de los Padres Fuente y Angulo ( 1590) ( 4 )
y del gobernador Don Juan Ramirez de Velazco ( 1591 ).

. ( 1 ) - S . . . . . . . . a casi toda esa gente los espalioles apellida11 frentones, en razón de


que se alargan las frentes rapándose la parte anterior de la cabeza hasta dejarla calva-.

.
- - P . TECHO.- Historia del Paraguay.
( 2 ) - . . .. . ... a todos los de estas naciones llamarnos los españoles guaycurús.

. no porque haya nació11 de guaycurús. sino por que la voz guaycurú significa inhumani-
dad y fiereza. Están estas naciones entre el Bermejo y el Pilconiayo, y tienen el mismo
idioma que los tobas .. - P.. ;MOKILLO -Colecr:ión de Angelis. --T VI- pág. 21..
.
S

( 3 ) ... . son tan ligeros, que los indios comarcanos los llaman por propio nombre
a juríes, que quiere decir avestruces, y tan osados y denodados en el pelear. que uno de

ellos acomete a diez de a caballo ,. - - F E R N A N DneE ~OVIEDOY VALDEL. - Historia de


Indias. -- Libro XLVII. Capítulo I I I
( 4 ) a .. . . en ese tiempo estiniabn el P. Techo que habría como unos 100.000 de
.. estos indios, lo que demuestra, a más no poder, que se trataba de muchas o de todas
. las parcialidades de ese tipo, y no d e una sola tribii *.-- 1-AFONE QUEVEDO. .-Obracitada.
Roletln del Depnrtamento Nacionol del Trabajo

admirable método, lleva a dicho señor Lafone Quevedo a--


te acertado resumen : Son los tobas indios nómades del Chaco,
-
El examen de esas obras, estudios y documentos, realizado con
n-

«tipo mocoví-abipón, llamados también frentones por los espa-


« ñoles, guaycurús por los guaraníes, y juríes por las naciones
quichuizantes del Tucumán r . Aparte de esto, agrega, indicando
su posible prccedencia : .: sospecho sean descendientes de los
« famosos chancas o piernas, que, arrancando de Aldahuailas,
«cerca del Cuzco, se lanzaron a los llanos de la gran cuenca del
K Río de la Plata y sus afluentes, lo cual, según Garcilaso de la

K Vega, sucedió en tiempo de Viracocha Inca ».


ETIMOLOGIA DE LAS DENOMINACIONES

aNTOCOUITT. Y <TOBA>
ETIMOLOG~ADE LAS DENOMINACIONES
'' NTOCOUITT
" Y TOBA " "

Del estudio etimológico que el citado filólogo hace de las


diversas deriorninaciones de los tobas, tomaré solamente los
dos análisis que encuadran dentro del carácter y objetivo de
mi trabajo. Ellos son los de las denominaciones toba con la <\ jj,

cual esos indios han llegado hasta nosotros y generalmente se les


conoce, y la de ntocouitt ,\, con que los inismos se nombran.
\

Refiriéndose a la denominación de freniones que les daban


los españoles, y explicando su origen, escribe: propio nombre
\(

<< de \< toba » no significa otra cosa. La palabra es guaraní y su


,, etimología se impone. Toba en esta lengua dice ,rostro ». La
i (T inicial es u n simple prefijo de relación, y la verdadera raíz
<( es c. oba x. Lo más natural es que a indios con caras lar-
a gas les llamasen << caras 9. Se dírá que más ies convendría el
apodo <c frentes >\, y que toba iio lo es en nuestro sentido ; pero
los indios no piensan en todas las cosas como iiosotros, y un
\< hombre todo cara sería para ellos un \ cara o (t toba .
:
\

El verdadero nombre de los tobas es, no obstante, el de <, nto-


<\ couitt >\, el que ellos mismos se dan. Analizándolo para hallar
:su etimología, dice el Señor Lafone Quevedo : López da
<(

< a toc como el equivalente toba de rojo o << colorado »


y

que en Bárcena es <. yocobí La correspondiente voz .,mocoví,\


)\.

c( es
\ ectoh » o <, ectoqué », la misma que c toc \, dado el forie-
Holetln d r l Departamrntt> Nnrbonnl de/ Trabajo

c tismo respectivo de cada lengua. Como el valor pronon


,
/ de los prefijos y y < t es el mismo, posible es que
,\

dos voces tocouitt y yocobi -. tenkan un solo origen.


x\

\ Ei Dr. .Angel J. Carranza tambien reproddiice el <, toc:


colorado , así que no es un valor lexicológico casual de dia-
lecto, sino una palabra bien general y conocida )l.
Mas adelante, estudiando la terminación uitt después de
,
( %

una série de pacientes y eruditas deducciones, llega a la conclu-


.
sión de que uitt o huit . es una raíz que dice cl hombre
)

\ en los dialecto.; caríbicos clei Norte: y al ericontrar!a como


sufijo en las lenguas del Chico, afines de aquéllas, es lógico
que conserve el mismo valor lexicológico.
,Concedido este punto, cae de su peso la iiiterpi-etación de:
los hombres colorados n d~ lo colorado. - I,a lentación es
grande de qiiercr derivar u n abolengo de Pieles Rojas, pero
no me Iiallo cori pruebas cii la mano para pretender dar tal
* cosa, aunque de ninguna manera sería iiiiposible.

\( Lo racional, por ahora al menos, es que el nombre se


x derive del río Bermejo \.
EL PAfS DE LOS TOBAS
a@
Los tobas y las naciones afines, abipones, mocovíes, etc.,
tan numerosos durante la dominación española, se extendían
desde más allá del Pilcomayo hasta Santa Fe, y desde las alti-
planicies bolivianas a los ríos Paraná y Paraguay. Cerca de
cincuenta años después de la Revolución de Mayo, en 1858,
una rayaban con el casco de sus potros salvajes, en sus frecuentes
incursiones, los mismos umbrales de la ciudad capital de esa
Provincia, que por muchos años delimitó, como ss sabido,
las correrías de los indios del Norte y del Sur de la Repú-
blica. Reorganizada la Nación, y acometida con empeño la obra
de la colonización agrícola, el progreso, a cuya vanguardia
marcharon unidos el ejército y los misioneros, fué limitando
cada vez más el viejo solar de la raza, hasta reducirlo a las
proporciones del presente.
El actuzl país de los tobas, es decir, las zonas de nuestro
país en que ellos viven entregados a las labores regulares de la
industria, de la agricultura y de la ganadería, o llevando tempo-
rariarnente la existencia libre y nómada del monte, es encanta-
doramente bello. Empieza en las colonias cercanas a Resistencia
y en la costa del Paraguay, por el Sur y el Este, y terminz,
como ya lo he dicho, por el Norte y el Oeste en el Piicomayo,
y en una línea que, partiendo del punto llamado Tigre, sobre
este río, va a morir en la Misión de Nueva Pompeya.
Coletin d r i I>r~partrrrrretitoNncio/rai del Tr11hrr10

Todo él presenta, en su vasta extensibn, una línea cz


forme de plano, por más que las lomas, en suavísimas uiiuu-
iaciones, se sucedan a cada paso y se prolonguen hasta su
extremo límite. Los majestuosos niuntes que lo cubren se ha-
llan divididos por praderas feraces, por esteros llenos de juncos,
de totora y de achira, y por lagunas de aguas limpias, que ya
reflejan el azul trasparente y liviano del cielo en las grandes
abras, o ya copian, eii las pequeñas, la arnwniosa e infinita
gama verde de los árboles cercanos. E1 paisaje toba, dentro de
su absoluta simplicidad constitutiva, varía así hasta el infinito
en el ambiente pzcuiiar, único, en que se desarrolla. Las « islas )>

o isletas
\\ l - los macizos de monte que hacen en conjunto la
gran selva chaqueña -- ofrecen aspectos variadísimos, tanto de
tamaño como de configuración. A través de todo el campo abar-
cado por la visual, se escalonan en formas caprichosas de una-
belleza imprevista y realmente superior. Las que se alzan en primer
término, de u n verde oscuro y brillante, pero siempre esfumado
en los contornos por divinas irradiaciones de luz, se separan a
veces, a intervalos breves, y entregan al placer de la contempla-
ción hermosísimos prados; en otras, las aberturas se dilatan en pla-
nos sucesivos, degradados en delicadas armonías de tono, hasta el
remoto fondo, donde, en los días claros, los dos azules, el del
cielo y el de los úliimos montes, casi se confunden.
He dicho que estos paisajes llevan la variedad de aspectos
a u n grado que sorprende, dada la uniformidad de sus planos
v líneas de horizonte y la limitación e igualdad de los elementos
que los constituyen, cualquiera sea el punto desde el cual se les
observe para tomar de ellos una impresión, y quiero demos-
trarlo en lo posible.
Compónense los bosques de las mismas variedades de árboles;
pero las formas de aquéllos y la situación de éstos, dentro del
conjunto, los diversifica por completo, así como los mutabi-
liza su mayor o menor distancia a los ríos y arroyos que co-
rren numerosos y ondulantes por las zonas del litoral, y a las
lagunas, a los bañados y a los esteros que hacia el interior tachonan
esas tierras de promisión. Aquí, los lapachos se yerguen en el centro,
El Pals de los Tabas

o se desprenden de las isletas para destacarse solitarios, soberbio


la majestad de sus'copac floridas; allá, los recios y añosos algarro-
bos dibujan sobre un fondo de quebrachales cenicientos, o del verde
tierno de ios laurelzs, sus vio!entos y atormentados ramajes;
aun más allá, los ceibos rojos y los amarillos pirapitá, esmaltan
de resplandecientes pi:iceladas el esmeralda imperante y por to-
das partes, perfumados arbustos de flores doradas ponen una
graciosa línea intermedia entre la alta y la accidentada de los
montes y la firme y recta de la base.
Tienen además los paisajes tobas singularísimos aspectos de
intenso sabor exótico. A los bañados y esteros, realzados por
tembladores juncos y por frescas achiras, el vuelo rasante,
sereno y grave de las cigüeñas, de las garzas y de los flamen-
cos les comunica caracteres de pintura oriental, dc esa con
que los artislas nipones acostumbraii a decorar sus telas, sus
lacas y sus porcelanas incon~parables; y los palmares, los in-
mensos palmares de (c caranday )\, alzándose en horizontes enro-
jecidos, diáfanos y profundos cual los de Egipto, admiten, quizás
con ventaja, el parangón de aquéllos.
He ahí, sumariamente trazado, el aspecto general del país
de los tobas, distinto, por cierto, al que presenta la .;elva sub-
tropical de Misiones, desde Candelaria arriba, de una espesura
que ahoga y anonada. El ambiente del paisaje chaqueño tonifica
y levanta el espíritu, predisponiéndolo para nobles y elevadas
concepciones. Y si a la belleza de los aspectos descriptos se
añade la fecundidad de las tierras de la región, la riqueza de sus
frutos y la benignidad del clima cuyos ardores estivales son
siempre atemperados por frecuentes lluvias y por vientos tena-
ces - encontraremos explicada la razón del amoroso apego que
los tobas tieneii a la tierra iiativa, así conlo también ciertas
características de raza, que han de ir destacándose a medida que
se avance en la lectura de este estudio.
EL IDIOMA DE LOS TOBAS
0 *"'a
Estas notas, que tienden a dar a conocer, dentro de la limi-
tación que la especial naturaleza del trabajo les impone, a una
de las riiejores razas indígenas del Chaco, resultarían incomple-
tas si faltara la referente al idioma de los tobas. No sintiéndo-
me suficientemente preparado para tratar con absoluto dominio
de la materia el interesante asunto, por más que algunas obras
que lo comprenden me eran conocidas, solicité la contribución
inteligente de u n verdadero versado, el señor Juan B. Ambrosetti,
Director del Museo Etnográfico de nuestra Facultad de Filosofía
y Letras, quien, satisfaciendo amablemente el pedido que en tal
sentido le hiciera, me envió las líneas que van a continuación.
Más que la expresión sintética sobre la construcción y fono-
logía del idioma toba, esas líneas, como se verá, constituyen una
completa noticia bibliográfica acerca del asunto, que ha de resul-
tar sin duda útil a los que deseen profundizar en su conoci-
miento.
Dice el Señor Ambrosetti : (')
<< El toba forma parte de la gran familia lingüística Ilama-

« da guaycurú, en la que están incluídos los dialectos mocovl,


« abipón y mbayá.

( 1 ) -. Carta al inspector Niklison


Boletín del Departamento Nacional del Trobnjo

((Según me comunicó el doctor Lafone Quevedo, la opin-


« del filólogo francés Luciem Adam, ya faliecido, y que
v en 1899 una gramática comparada de este grupo de dialectos,
m
el toba representaría el tipo más antiguo.
« Entre nosotros, el primer trabajo serio sobre el toba se
«debe al doctor Lafone Quevedo, quien dió a conocer en la Re-
<: vista del Museo de La Plata, en 1893, el manuscrito del padre
<C jesuíta Alonso de Bárcena, de propiedad del general Mitre,
6 titulado Arte y Vocabulario de la Lengua Toba, escrito en el
v año 1600 más o menos, acompañándolo con u n estudio preli-
x minar y de equivalencias en toba actual, tomadas de boca de
« u n indio López en 1888. Esta publicación fué Ia que sirvió al
« señor Luciem Adam para su gramática comparada.
((Anteriormente a estas publicaciones, ya se habían reunido
« algunos materiales de importancia, como el vocabnlario del
u doctor Angel 'Justiniano Carranza, algunas voces por el señor
« Juan Pelleschi y varios pequeños datos en diversos libros de
« viaje o inéditos.
« Pero el trabajo más importante sobre la lengua toba es
« el del misionero franciscano fray Zacarías Ducci, publicado en
« 1904 en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino, tomos
« XXI y sig. bajo el título de Los Tobas de Taccagale (Misión
<íde San Francisco Solano) con un arte y vocabulario toba-
c castellano, al que ha seguido más tarde otro estudio del mismo
« padre sobre Los pronombres de la lengua toba con referencia
« a los del mocovi con una introducción del señor Lafone Que-
.: vedo, en la Revista del Museo de La Plata. - Tomo XVIII, 1912.
« Estas obras del sabio misionero tienen una importancia
« excepcional, pues se basan en estudios sobre el terreno, con
« materiales de primera mano y con u n conocimiento previo de
« la mentalidad del indígena y no poca práctica auditiva para la
« recolección de los vocablos.
« Tengo entendido que el padre Ducci continuará ocupán-
(< dose en otras publicaciones de esta interesante lengua ».
-q@-
-.
Q

E L TOBA
A excepción de la D'Orbigni, reproducida con algunas otras
en la obra del Sr. Lafone Quevedo, no conozco ninguna des-
cripción simple y exacta sobre el aspecto físico de los tobas.
Su temperamento mora! apenas si ha merecido hasta ahora la
atención de los exploradores y de los estudiosos.
D'Orbigni, que en las magistrales clasificaciones de su
qc Homme Americaine » incluye a los tobas y mocovíes en una
misma sección de los indios del Chaco, que él llama pampea-
nos, dice : <c Son robustos, dr piernas gruesas, grandes, espaldas
tx anchas, pecho desarrollado y el cuerpo poco esbelto. La obe-
« sidad no se conoce entre ellos. Sus facciones tienen mucho
\< de la de los charrúas ; cabeza grande, cara ancha, sin ser llena,
c frente saliente, la nariz ensanchada por lo abierto de sus ven-
« tanas; los pómulos bien pronunciados en el adulto, la boca .
<( grande, los dientes hermosos; las orejas pequeñas y también

<( los ojos, que, aunquc horizontales, a veccs se elevan hacía la

« parte exterior, de suerte que pueden llamarse sesgados, etc, etc ».


Reproduzco a mi vez el sumario retrato trazado por D'Or-
bigni, por cuanto es, sin duda, el que más se acerca en exactitud
al tipo actual, al toba que yo he conocido.
Altos, por lo general, musculosos, robustos, enhiestos, de
ancho pecho y sólidas espaldas, dan, no bien se les ve, una
lsí U o l e l m del L)epurlunrcnio Nncionnl del Trubrqo

agradable impresión de salud y de fortaleza. Esto, a u n i F


repugnante esclavitud de los establecimientos i n d u s t r i a l e s , ' ~ ~ ~ ~ ~
llevan una existencia miserable de trabajo y privaciones de todo
género.
Su fuerza muscular, lo mismo que Ii de los otros indígenas
del Chaco, -dice el Dr. Bialet Masse, que en 1904 tuvo opor-
tunidad de medirla en 286 sujetos de diferentes tribus, sexos y
edades, como puede verse en el cuadro adjunto,-es de las
más notables entre las tribus salvajes del mundo. e El salvaje
<(australiano y el africano, ni bajo el látigo del cómitre dan
(:fuerzas semejantes a las del chaqueño, y los maorís no la
«alcanzan con mucho.. . . Desde el mataco, que es el más feo
(
: de los japoneses, hasta el esbelto mocoví y el elegante chiri-
«guano, hay una escala muy larga; pero ninguno carece de las
<(fuerzas necesarias para los trabajos ordinarios B.
He aquí el cuadro de referencia:

RESUMEND E LAS OBSERVACIONES HECHAS SOtlKE 286 INDIOS


-
TRIBUS

Chiriguanos
Matacos ..
Mocovíes .
Tobas .. .
a) Niñas.
b) Niños.

Nada en sus rostros grandes y despejados, en sus ojos


mansos velados de nostalgias - de mirar firme y suave- ni en
sus bocas dilatadas, de gruesos labios, dice de los instintos de
ferocidad y de rapiña que algunos escritores le han atribuído,
con evidente ligereza.
Bajo el cielo y en el medio que los tobas han nacido,
picioslpor cierto a la espontánea producción y
las virtudes viriles, no pudieron ser ni son temibles, sino cuando
atacados sin piedad en sus propios dominios por los blancos
viéronse precisados a la defensa. ( j )
Hechos por largos años a la dulzura de una vida primitiva,
apacible y descuidada, aceptan como dura obligación el trabajo
ordinario y cuotidiano que los « doksi » o cristianos les han
impiiesto con su civilización, en formas que hasta ahora resultan
odiosas, por inhumanas, por crueles.
Demuestran a cada paso las bon4aues de sus sentimientos
y la nobleza de sus sencillos y honrados corazones, en una
palabra, la excelencia de <u organización moral.
Para ellos, la civilización de los blancos ha sido y es escla-
vitud, humillación y latrocinio, y a pesar de ello, soportan y, a
veces, cuando no hay mucha crueldad y sordidez de por medio,
aman a sus patrones. (*)
Los tobas que viven o concurren periódicamente a los in-
genios azucareros o a las colonias de la región ofrecen un
rendimiento en el trabajo muy superior al de los otros obreros.
Todos los industriales o patrones lo reconocen y declaran, y,
sin embargo, como he tenido oportunidad de comprobarlo per-
sonalmente, se les paga jornales tres veces menores y se les
cobra los artículos de primera necesidad a precios que en esca-
la ascendente mantienen la misma proporción.
Ellos, aunque aparentan no darse cuenta de la injusticia, la
comprenden no obstante, quizá oscura, confusamente, pues por
regla general desconocen, ignoran en absoluto el valor del
dinero.

.
( 1 ) - El indio es naturalmente bueno y manso. Tiinido, con la timidez de tres siglos
de persecución, sin el alivio de una victoria, acobardado por el continuo desastre, cazado
a como una fiera y sin derecho a radicarse en ninguna parte, se le piden virtudes de que
carecen sus detractores.. . . . . ,,
( 2 ) - La civilizaciún es para el indio barbai-ie y tirania; cxplotncitin, hambre y
crueles tratamientos.. .. . . Por desgracia, este punto de vista del indio sobre nosotros lo
justifican siempre coti los hechos. 3 - Coronel J. 4 . UALDRICH- - El Chuco Central Norte.
Aoielin del L)epnr.fatnento Nncionnl del 7'rcrDnjo

Son dóciles, manejables y obedientes como niños,


dolos llevar. Inocentes, francos, generosos, se dejan engañar por
los más inbéciles o pervertidos « cristianos ,), que, para disfru-
tarlos y robarlos mejor, los embrutecen con el alcohol y los
mantienen aislados, en la más crasa ignorancia.
Y ese aislamiento no les es grato a los tobas. Ruscaii
empeñadamente el contacto con los blancos; y si la estupenda
vanidad o el cobarde engreimiento de éstos no los rechazaran,
ya hace tiempo que se hubieran fundido en la nacionalidad,
aportándole apreciables vigores de almas y de sangre. ( j )
Indolentes, perezosos en la vida de la selva, se hacen dili-
gentes, activos, en los centros de trabajo a que concurren y se
les explota. Expuestos a las peculiaridades del clima, soportan
sin la menor molestia, casi desnudos, el frio, el calor, el viento
y la lluvia. Son limpios, pulcros, y les gusta vestir bien, cuando
pueden hacerlo, en los centros de población o en los lugares de
trabajo. (').

(1) - ..................................................................................
...... .. ...... En uno de esos establecimientos habia una escuela a la que asistían ciii-
,.cuenta niños indios ; los hijos de los cristianos los miraban con desprecio y repulsih.
E El prejuicio de la raza obra de una manera poderosa en la niñez, estimulado por l o que
oyen a los padres. Los indiecitos adelantaban mucho; como a los de San Martin del Norte,
se les encontraba gran disposicitin para las cartas geogriificas, pero se cambiaron los
profesores alemanes y los indios fuei-oii echado.; de la escuela.. . . . . x - i3ini.e~MASSE.
-Obra citada.
( 2 ) - El juicio de los escritores acerca de la falta de aseo de los indios es unifortiie
como el de la fealdad de sus mujeres. Sin embargo, se incurre y sostiene con ello un craso
e inexplicable error.-- Yo he observado perseverantemente a los tobas, y los he encontrado
siempre, por lo general, más inclinados a la limpieza pei-sonal que muchos de los pobla-
dores cristianos de las fértiles tierras que otrora fueran de sus dominios. El ingeniero Juan
Pelleschi, en su notable y difundida obra Los i~zdiosinatncos y su lengua, no participa
de la opinidn corriente, y la rebate--en lo que respecta a los indígenas por él estudiados.
inferiores en todo a los tobas, francs yjhábilmente. Transcribo algunas frases del me-;-
cionado ingeniero, a fin de acompañar y sustentar con uii juicio docto y respetado el
emitido por mi en el párrafo de la llamada:
Suele asegurarse que estos indios son muy sucios - escribe Pellcsclii - más y o
tengo muy serias dudas al respecto ; porque durante el verano yo los he visto tirarse
por gusto al agua a cierias horas fijas del día en gran núinero, as¡ de hombres como
de mujeres, cada sexo en su lugar. Esto revelaría más bien tina costumbre y no un ca-
c pricho: aparte de esto, a menudo están en el agua para pescar. Cierto es que parecen
Sin la más leve sombra de egoísmo, sin apego a las
materiales que los rodean, los tobas entregan su pan y sus
pobres pilchas al primero que las necesita. El hombre que se
acerca a una vivienda toba penetra a ella como a su propia casa
y dispone a su antojo de todo cuanto contiene. Se ha dicho
que ese desprendimiento carece de la virtud de la reflexión, que
es un acto primo, desprovisto del noble valor del acto sentido
y pensado, por cuanto se nota que los tobas conceden la hos-
pitalidad sin ofrecerla previamente ; pero ,.j para qué ofrecer aquello
que quizá se sienten obligados a dispensar, como por un deber
ineludible ?
He visitado toldos de tobas trabajadores, en los cuales se
carecía hasta de lo más indispensable para la vida. I!?quirí la
causa de tanta miseria, y se me respondió que las provisiones,
limitadas para el consumo de la familia, habian sido comparti- '

l das con varios «paisanos:> desamparados, sus huéspedes del mo-


niento:Y, lo declaro, no noté en los interrogados ni siquiera
asomos de disconformidad o arrepentimiento.
Se dice también que son desagradecidos, que olvidan fácil-
mente los beneficios materiales recibidos ; y yo me pregunto : si
ellos no asignan valor a lo que dan 2 cómo han de asignarlo a
lo que reciben?
Son los tobas inteligentes, y por excelencia afectivos. Lo
primero puede medirse por la facilidad con que aprenden lo
poco que se les enseña; ( ' ) y lo segundo se demostrará
cuando se estudie el papel que desempeñan en el amor y en la
familia.

sucios, ante todo por la tez, y después por los arañones que forman costras. y por la
quemadura del sol, que arruga la piel tostada, especialmente sobre los hombros; y por
8 fin, como que andan descalzos y desnudos en el fango, entre malezas y arbustos, y como
se acuestan en el suelo, es natural que se llenen de tierra, tal como se empolva cada
uno de nosotros, que se lava mil veces al día y mil veces vuelve a donde da con qué
ensuciarse; mugrientos empero, perdOneseme la expresión, no lo son, y yo afirmo que
no son sucios por costumbre D.
( 1 )-= La inteligencia de nuestros indios está bastante desarrollada a pesar de su
profunda ignorancia de nuestras cosas, de niotio qiie son capaces de aprender cuanto
. se les quiera eiiseñar~.- LINCHARRIBÁLZAGA.--~~~. citado.
Ijoletin del Depurtonrozfo Nucioirul del i'rnbujo

En la Misión de San Francisco del Laishi, se formó 1


algún tiempo una banda de música, la de los S indiecitos t a - ,
como cariñosamente se la llamó en Buenos Aires, cuando en
ocasión de las fiestas jubilares de la República se exhibió en la
Capital, auspiciada por la hidalguía porteña y colmada de deli-
cadas atenciones por su clásica generosidad. Y bien: esa banda
se formó en tres meses. El maestro José Vicente Debona, un
ex conscripto del 30 de artillería, comenzó a enseñar el soifeo
a los tobas el 21 de Agosto de 1910, y el 24 de Noviembre del
mismo año la banda compuesta de treinta músicos ejecutaba
siete piezas.
Los tobas se manifiestan accesibles cuando se les denota
bondad en el propósito y se les habla con suaves inflexiones de
voz. Esto, según es fácil comprenderlo, estudiando el tipo en
el conjunto étnico a que pertenece. Susceptibles hasta lo inve-
rosímil, un gesto, una palabra que consideren injusta o depri-
mente, basta para determinar alejamientos que suelen ser defini-
vos. Encontrándome en la mencionada Misión, presencié la
llegada del toba Legcliapí o Chiraguinagaig, un ex músico y obrero
de la Misión que regresaba a ella después de cuatro años de
ausencia, impuesta por una represión de palabra que considerara
inmerecida y áspera. Para esclavizarlos, para explotarlos y man-
tenerlos en la degradante situación de inferioridad en que se
encuentran en los establecimientos industriales de la región, es
menester, pues, como creo haberlo dicho, engañarlos previamen-
te. Hay que presentarles la esclavitud en dorada copa; con
la sonrisa en los labios, palmeándolos en los hombros y dicién-
doles amables cosas, se les despoja del honrado fruto de su
trabajo, sin ninguna dificultad; pero si llegan a descubrir la inju-
ria, la perversidad del engaño, son temibles en el castigo y en
la venganza.
Véase un caso: En Febrero de 1913, una tribu de indios
tobas que tenía sus tolderías en la Laguna Concentración, in-
mediata al Nuevo Pilcomayo, territorio de Formosa, dió muerte
a diez capataces o « buscadores de indios » de los ingenios
de Ledesma y La Esperanza, de la provincia de Jujuy. Di-
chos hombres encontrábanse allí entregados de lleno a - 1
tarea de reclutar esas numerosas peonadas indígenas, q q
allá por los meses de Marzo a Junio atraviesan en largas y
miserables caravanas de hombres, mujeres y niños, los caminos
del desierto, en penosa marcha hacia los establecimientos azu-
careros del Norte, para volver a la sombra protectora del monte,
terminada la zafra, enfermos, desnudos y hambrientos, cruzán-
dolos de nuevo en los meses de Septiembre, de Octubre y de
Noviembre. ( ' ) Al llegar a los tobas, los capataces en cuestión
les habían ofrecido los presentes de rúbrica en los actos pre-
paratorios del enganche : carqe fresca, bombachas y ponchos
ordinarios y algunas piezas de lienzo para vestidos de muje-
res y niños. Los tobas aceptaron, naturalmente, los dones, y
les prometieron seguirlos; pero creyendo descubrir en ellos a
empedernidos embaucadores, una madrugada, en vísperas de
partir, cayeron sobre los capataces, les dieron muerte y, decapi-
tándolos, colgaron sus cabezas en los árboles más altos. Así
cobran sus cuentas, así ejercitan sus venganzas los tobas. ( 2 )
Al observarlos, parecen hombres de una pieza, sinceros y
moralmente sanos. Dentro de la sociedad, de la familia y de la
tribu, son verídicos, terminantes, exactos; pero alternando con

(1)-eVuelven pobres y miserables. Su contacto de algunos meses con pueblos su-


eperiores, cuyo amargo pan han pagado con el sudor copioso de su frente, se revela al
regreso por las prendas de ropa que Ilevaii; ponchos inulticolores, camisas y calzoncillos
* d e lienzo blanco, pañuelos de algodón, uno que otro sombrero chambergo, cuentas y
~avaloriosque llevan indistintamente los dos sexos, no aaí las ropas citadas que las
ostentan solaniente los hombres, soberanos y dueños hrutales de sus esposas e hijos r
1 . AMADEO B ~ ~ ~ u i c H . - O b rcitada.
a
( 2 ) - El P. Rafael Gobelli, misionero franciscano, que en su libro Meaorcins D E M I
ITEFECTURA Y APUXTES SOBRE EL CHACO, narra también el mismo hecho, dice: Este es el

. caso que quería aquí consignar. para corroborar mis afirmaciones y llamar la aten-
ciún del público en general, y las autoridades en particular. Al mismo tiempo, haré una
3 reflexión. Hasta ahora, las armas que los ingenios y obrajes han dado a los indios les

<, han servido para matar a los pobladores, a Los oficiales y soldados del ejército; pero

.
T esta vez han servido para matar a los empleados de los ~izisrnosque se las dieron. Huel-
gan los comentarios D. Y más adelante: c conste que un fraile misionero ha levantado
su voz para que se corte de raíz un abuso que ha ocasionado iiiuchos males y dejado
en la orfandad a numerosas faniilias.. . .
2
142 I ~ o l f f i t idcl I)fpnrfonifnto Nncionnl d f l Trnbujo

los blancos las cosas cambian. El toba miente, miente innr6.n.


temente, no por impulso de organización, sino por temor
dominadores, a los que lo han sojuzgado, pensando, en su ig-
norancia, que cualquier pregunta que se le dirija lleva la inten-
ción de envolverlo y aferrarlo al przjuicio y al castigo, inme-
diatos o remotos.
Alcanzan por lo general a una edad avanzada, y la juventud
y virilidad se prolongan por muchos años en los tipos no tra-
bajados por el alcohol o por las enfermedades que de él se
derivan y cuyo desarrollo facilita o estimula. Sus tupidas y lacias
cabelleras, de un lustroso negro de cuervo, empiezan a blanquear
ya muy tarde, en los días postreros. He conocido a un toba,
seco y enhiesto, abuelo de vigorosos mocetones, que mantenía,
no obstante, el desplante y la agilidad de los treinta años. Era
el mejor arquero, el más diestro cazador de su tribu.
El gran defecto, la falla capital de la raza, es la inclinación
que los tobas demuestran por el alcohol. Esto, corno es natural,
no implica que s e m alcoholistas, pues pasan perfectamente bien
largas temporadas sin beberlo. El alcohol los envenena y enio-
quece, aun tomado en pequeñas cantidades, tan pequeñas, que
al comprobar sus efectos asombraría a los hombres de otro origen.
Los que necesitan el sudor del indio para amasar fortunas o
garantir los grandes dividendos de las empresas no tienen más
que mostrarle una bote!la de alcohol para que la indispensable
tarea de embaucamierito se s'mpliiique al extremo. Y en los esta-
blecimientos industriales, se les asegura por todo el tiempo que
duran los trabajos -imposibles sin su concurso -no limitando
la venta de vino y de licores, verdaderos tóxicos fabricados ex-
presamente para el indio.
El Decreto del Poder Ejecutivo de la Nación del 12 de Ju-
nio de 1913, lanzado a raiz de la conferencia de Gobernadores,
- inspirado en apremiantes necesidades de salud y orden, y ten-
diente a reprimir el alcoholismo, - - ha resultado completamente
inútil, según he podido verificarlo personalmente. En Las Pal- <(

mas del Chaco Austral » presencié en dos días del mes de Sep-
tiembre último, días que llaman allí de anticipo », escenas de
vicia que no he de olvidar; ( l ) y los tobas, que poco t i e m m
después de llegar yo a Formosa se retiraban de los trabajos d c
ingenio LA TEUTONIA, recién terminados, me contaron la libertad
con que allí también satisfacen su inclinación por el alcohol. Y
se comprende: el aprovechamiento del esfuerzo del indio no
resultaría tan eficaz, privadas las empresas de ese poderoso agente
auxiliar.
Ya he dicho la inclinación del toba al alcohol. Es posible
que ella se encuentre fundada en las condiciones del clima de
la región, que en los meses de verano resulta a veces enervador,
cn ciertas horas, bajo la presión de temperaturas frecuentes.
Los indios «ariscos >., que así se les llama a los que no aban-
donan definitivamente los montes, los que viven en el centro del
Chaco, se embriagan con <,lataggá >,la sabrosa chicha toba, en
los días alegres de la algarroba. La con facilidad en
« capedagnac », especies de bateas hechas de grandes troncos
socavados, a manera de piraguas o cachibeos.
Apasionados también por el tabaco, - « nashiedec :, - lo
fuman sentados en grandes círculos, con intenso y contagioso
placer sensual. Usan pipas o boquillas de madera, fabricadas
por ellos mismos; y cuando la provisión de aquél no es abun-
dante, una sola shideranaqui-que así llaman a la pipa- bien
cargada recorre todo el círculo, de boca en boca. La pipa toba
es un palo corto y recto, ahuecado más en una punta que en la
otra, e igualmente grueso en las dos. El tabaco se considera
por los indios como inestimable presente.
La habilidad y destreza que los tobas evidencian en la caza
y en la pesca son admirables, como se ha de ver en otra nota.
Las opiniones respecto a su valor, a su conducta en los
momentos de peligro, están divididas en abierta oposición de
conceptos. Algunos lo presentan arrojado hasta la temeridad, y
otros cobarde hasta la vergüenza. Yo rechazo esas opiniones,

( 1 ) -En otta parte de este trabajo se encontrará debidamente estudiado el punto,


:\sí como algunos otros relacionados con la vida del indígena en los centros de trabajo.
Ilolrtin drl íkpnrfnmcnto Nnrionnl drl Trnbnjo

que,como muchas otras, considero faltas de verdad y c


El toba, que no le tiene mayor apego a su miserable ,, ,
batida existencia, no es arrojado; pero es sereno y firme cuando
vese obligado a repeler una agresión. ( ' ) Los soldados que han
operado en el Chaco lo saben bien. De rápida concepción, de
certero golpe de vista, si el toba cuenta con la fuerza y elemen-
tos necesarios para sostenerse o ganar una posición, la sostiene
o gana; si se riente inferior o débil, la abandona, pero prote-
giendo siempre su retirada. Durante el alzamiento general de
Febrero de 1910, en Guaycolec, batiéndose bizarramente con un
piquete del 9 de (:aballería de Línea, los tobas dejaron en el
campo más de doscientos muertos.
Disciplinados desde niños en el sufrimiento y en el dolor,
el sufrimiento y el dolor. suelen a veces torturarlos, pero no les
arrancan gemidos ni lágrimas. Cuentan las viejas crónicas que
los antepasados de los tobas consideraban el llanto, el gemido
y hasta la queja como actos vergonzosos, de imperdonable co-
bardía. Es indudable que el estoicismo de que a cada paso dan
muestras debe ser ancestral, virtud de raza religiosamente man-
tenida.
Sorprende en ellos el desarrollo, el afinamiento de los sen-
tidos de la vista y del oído, obtenidos por medio de paciente
educación. De día o de noche, con buen o mal tiempo, sus
miradas profundizan distancias y perciben detalles que no están
al alcance de nuestros ojos; y el más leve rumor hiere sus
oídos, acostumbrados a clasificarlo según distancia y procedencia.
A esa ponderada educación de la vista y del cído, unida a
una singular aptitud natural para establecer orientaciones y fijar
rumbos, han debido, en muchos casos, su salvación, en tiempos
de guerra. El enemigo ha podido a veces sorprenderlos, pero

( 1 ) - Las tendencias de los indios guaranies y chaqucños eran ofensivos, según


las condiciones o la oportunidad del momento; pero su espíritu de acometividad estaha
,'
lejos de igualar al de los guerreros de la raza paiiipeana B. - I N T R O D U C C ~ ~ N a L A Hisro-
K I A XILITAR AKUESTINA.- Las campañas tipicas de la conquista. - - Piihlicaciún del E. M.
del Ejercito.
agotando todos los recursos de astucia y de sagacidad imagiri,
bles. Los tobas lo descubrían siempre, desde m u y lejos; le SL-
guían la pista aun en los terrenos más difíciles y desconocidos,
comunicando su presencia a las tribus comarcanas por medio de
chasques o señales.
Lo que podría llamarse el código de señales de los indios, de
inviolado secreto hasta ahora, ha constituído la preocupación de
jefes y oficiales de nuestro ejército, que, aun deseando vivamente
penetrarlo, no lo han' conseguido. Las finas y altas columnas
de humo- una de sus más frecuentes formas de comunicación
a la distancia -elevándose aisladas o múltiples en las selvas del
Chaco, llevan hasta los más remotos confines de las zonas habi-
tadas por las tribus los mensajes de los tobas. ( l )
Un error de concepto, creo que originario en el padre
Cardús, y difundido después por varios escritores, presenta a los
tobas como habilísimos jinetes. Le; gusta el caballo, todos saben
sostenerse más o menos bien sobre el lomo de la bestia, pero
no son verdaderos jinetes, en la amplitud de la acepción na-
cional del término. El indio no obtiene casi nunca caballos
buenos; y cuando por excepción consigue alguno, lo inutiliza
al cabo de poco tiempo, porque, a pesar del cariño que le
profesa, como a todos los animales, no sabe cuidarlo. La más
alta aspiración de los tobas obreros es poder comprar, al te'r-
mino de sus trabajos en los ingenios azucareros o en los
obrajes, u n caballo, o mejor, una yegua. Demás está decir que

1 ) --- El toba, como el mataguayo, emplea, ademis de las fogatas que anuncian Iri
presencia de gente extraña en la comarca (cristianos) otros medios noticiosos que c«risis-
ten en colocar, ya sobre la superficie de las sendas o caminos, ya en los raniajes que los
sombrean, objetos variados que indican tal o cual cosa. Asi es frecuente hallar en estos
caminos tortuosos y estrechos, flechas o fragmentos de las mismas, palitos cruzados en
formas diversas, restos de cotas o montecitos de ceniza. A los ramajes los quiebran o
atan en disposiciones variadas.
Todos estos signos que nada dicen al viajero o al s ~ l d a d oexpedicionario son noti-
cias preciosas que los bomberos de la tribu comunican a su aduar de la marcha, direc-
ción o planes de aquéllos, de su fuerza y elementos. Frecuentemente hemos notado estos
tiechos que demuestran la sagacidad del indio. - J. AXADEO RALDRICH.- Obra citada.
Roletín del Depnrtnnt~ntoNrrrionnl del Trrrbnjo

todos los animales viejos o inutilizados de esos estableci


tienen fácil y segura salida en el mercado indígena. (')
Estos indios, tan calumniados por sus gratuitos o interesa-
dos detractores, son de una honradez acrisolada, proverbial.
Jamás se apoderan de lo ajeno, en la paz. (?)
Los patrones pueden confiarles todo cuanto pudiera desper-
tar la codicia de otros hombres, en la seguridad de que no serán
defraudados en ningún caso por los tobas. Un pequeño ingenio
azucarero de ia región enviaba sus productos, en embarcaciones
propias, al puerto de Formosa. El servicio se hacía, en los
primeros tiempos, con personal blanco contratado al efecto. La
carga nunca llegó completa a su destino. Las mermas y las
pérdidas aumentaban a cada viaje. Se cambió entonces el perso-
nal por tobas adiestrados previa y fácilmente en la navegación,
y los cargamentos fueron íntegros a los consignatarios. El inge-
nio no recibió en adelante el menor reclamo.
e En sus relaciones con los cristianos que los tratan bien -
<(dice el Sr. Linch Arribálzaga, -y que ellos miran por consi-
« giiiente, como amigos suyos, nunca se apoderan de lo ajeno,
aun apremiados por el hambre, ni guardan para sí los objetos
<( perdidos que hallan, ni se van antes de haber cancelado sus

(1) - El señor Juez de Paz de una colonia frecuentada por los tobas me aseguraba
que éstos exigen de los patrones, al comprar caballos, un <papela, como; certificado de
propiedad. Algunos patrones satisfacen los deseos de aquéllos, entregándoles, en efecto,
un .papel., que los tobas guardan cuidadosamente; pero ese papel es en blanco, y ape-
nas alejados del establecimiento los pobres indios, les hacen quitar los animales por la
policía, a quien engañan con falsas denuncias de robo.
(2) --
C, ...... No hay robo, ni estafa, ni ratería, ni nialfetría que no se atribuya al
<, indio, aunque se tenga la evidencia de que no ha podido cometerlo.

c. Hay que tener en cuenta que los criminales y prófugos de muchas provincias

.<, ganan aquellos montes, cambian de nombres y escapan a la acción de la justicia, pero,

por esto, no dejan sus intintos criminales. ..


Allí también se organizan los nialones, que se hacen precisamente porque alguien
- compra lo robado, y la culpa invariablemente recae en el indio; pero los que saben a qué
atenerse, entienden bien que, cuando más, ha habido algún indio que sirva de baqueano,
,( o se ha inquietado alguna tribu en el trabajo para justificar la calumnia; la carne se
consume en los obrajes extremos o van los animales en pie a un destino conocido 3 .
I<IALET MASSE.-Obra citada.
El Toba
m
« cuentas cada uno de los habitantes de la toldería. Mi propia q
<(experiencia me autoriza a afirmar que, cuando un indio deja (
« pedir anticipos o los rehusa, se puede dar por seguro que
« piensa ausentarse en breve B. ( l )
Otro rasgo que evidencia el temperamento moral de los
tobas es la serenidad y mansedumbre extraordinarias de su carác-
ter. Nunca se les t e en la descompostura de la pendencia ni de
la disputa acalorada. Imperturbables en su tranquilidad, jamás
llegan a la agresijn a mano armada, y en rarísimos casos, segu-
ramente ebrios, al pugilato. Un poblador del Chaco, hombre
observador e inteligente, me contó que los niños tobas, en los
juegos propios de la edad, a los que, como todos los niños, son
muy dados, evitaban agredirse y hacerse daño entre sí. Y en la
Misión de San Francisco y en Las Palmas, donde sus lindas per-
sonitas hicieron varias semanas mi encanto, comprobé la obser-
vación del amigo. No vi, atacado o descontento, llorar a ningún
pequeño toba.

(1) - ........ Y bien: hemos cruzajo durante mucho tiempo por aquellos parajes,
.llevando 8

muchos cabailos y bueyes, jamás el indio nos ha sorprendido, ni nos ha ro-


y
bado nada. Será esto efecto, en primer lugar
a de nuestra vigilancia constante durante la
noche y nuestras precauciones para avanzar durante el día; pero creemos que, en mucha
a parte, debemos atribuirlo a nuestro proceder con los indios, que hemos tomado y devuelto

inmediatamente a la libertad.
La mayor parte de nuestros peories eran tobas, de esos tobas que mataron a Gra-
vaux, y vilelas, que son mansos, y. sin embargo jamás nos abandonaron, y por el con-
trario, nos acompaiiaron muchos al fln de la campaña, hasta nuestro punto de embarque*.
- MELITON GONZÁLEZ. -El Gran Chaco Argentino.
"W-
LA FAMILIA
L A S M U J E R E S TOBAS
L A S M U J E R E S TOBAS

No bien llegan a la pubertad, los tobas se casan; y a no


I ser por la precipitación y ligereza con que efectúan sus uniones,
podría decirse que constituyen muy temprano la familia. Pasio-
nes intensas, pero fugaces en la juventud, determinan esas unio-
nes, que tienen la misma duración de las simpatías y deseos que
les dieron origen. De ahí, pues, el frecuente rompimiento y la
no menos frecuente reanudación del vínculo.
El toba, que, como lo he dicho, es de una organización
eminentemente sentimental y afectiva, ama a las mujeres con
hondos impulsos, pero a su manera, sin manifestaciones que
, denoten respeto, protección y amparo. En los primeros tiem-
pos de la unión marital, la mujer no sigue al hombre; es, por
lo contrarío, el hombre el que sigue a la mujer. La sigue con
sumisión lastimosamente depresiva y humillante. Olvidan y aban-
donan todo por las mujeres. Viene después el cansancio y el
hastío de cualquiera de los compañeros, o el simultáneo de los
dos, y se separan tranquilamente, sin penas ni amarguras, para
comenzar, con renovados rigores y entusiasmos una nueva unión,
Y después del rompimiento definitivo, la mujer no pierde, no
desmerece en la estimación general, según el concepto de la
sociedad toba. Quedan, pues, en las mismas condiciones de las
muchachas vírgenes; inspiran las mismas simpatías y producen
análogas solicitaciones. Las uniones se efectúan, 611 1
sujetas a la influencia de los centros de población o dc .,-
sencilla y naturalmente; pero en el desierto se sonleten a for-
mulismos y prácticas de raza tradicio~ales. Para que queden
sancionadas las primeras, basta el beneplácito de los padres y
el previo intercambio de algunos obsequios; las segundas se
preparan pacientemente, bajo las sacramentales estipulaciones del
ritual. El joven enamorado empieza por demostrar a la virgen
elegida, a la familia y a la tribu a que pertenece, los sentimien-
tos de su corazón, depilándose las cejas y pintándose la cara
con dibujos extraños y complicados; la elegida, si existe corres-
pondencia, reciprocidad de sentimientos, hace lo mismo, copian-
do en su propio rostro, con escrupulosa fidelidad, los dibujos
del pretendiente, lo cual se estima como particular y pública
declaración de amor y adhesión. El novio va entonces a con-
venir con los padres de la novia las condiciones de la entrega
de ésta y los detalles de la celebración nupcial, que tiene efecto
pocos días después.
Si de las uniones prematuras resultan algunos hijos, cuando
aquéllas se disuelven, los niás pequeños quedan con la madre y
los mayores con el padre. Estos jamás constituyen un obst2culo
para el casamiento o los casaniientos sucesivos, pues es prover-
vial el tierno afecto que los tobas profesan a la infancia. En el
nuevo hogar, los niños de los hogares extinguidos son tenidos
en igualdad de condiciones a los que proceden del ayuntamiento
reciente.
Sólo desde los 30 años arriba el toba forma, después de
largas pruebas de eliminación, su verdadera familia. A esa edad,
también comienzan a manifestarse en él delicadezas y suscepti-
bilidades amorosas que suelen degenerar en celos violentos, tanto
en los hombres como en las mujeres, aunque en las segundas
adquieren exteriorizaciones mas marcadas y típicas. Presencié un
caso original: Una mujer que Se creía a-knatsit engcifiada por
su marido, lo encontró en medio de una reunión de « paisanos »
e increpándolo duramente por su inconducta, empezó, llena de
santo furor, a desgarrarle la ropa hasta dejarlo desnudo. El
I.ns ntujercs tobns

hombre no se defendió. El toba nunca, en ningún caso, levar


la mano a las mujeres ni 2 los niños. Permaneció impasible rr.
el centro del círculo que, para asistir mejor a las peripecias de
la cómica escena, le formó la concurrencia, entregado al des-
pojo y al encarnizamiento de su heroica « moguá ». Y se me
dijo que esa era una forma muy corriente de expresión de
celos por parte de las mujeres.
Constituída la familia, todos los que la forman viven en
cariñoso conipañerismo, estrechamente unidos por el amor. La
mujer, considerada según el criterio de los hombres civilizados,
viene a ser un animal de trabajo, una bestia de carga en los
hogares tobas; pero son queridas por sus compañeros y ejercen
evidentemente una influencia tenaz y decisiva en el ánimo y en
los actos de los hombres. Es algo singular. Las más prepoten-
tes, las que son obedecidas ciegamente por sus maridos, las que
le imponen los trabajos que ha de realizar, la vida que debe hacer
y la línea de conducta que ha de seguir, en la sociedad de la
familia, desempeñan los quehaceres más pesados, aplicando sus
raras energías a permanentes y brutales esfuerzos. Ellas cons-
truyen los toldos, traen del monte, sobre sus espaldas, en gran-
des rimeros, la leña para el hogar, conducen en cántaros u
odres, desde los esteros, las lagunas, o 10s arroyos, el agua
necesaria a la familia, amamantan y cargan a sus hijos, hacen
la comida, hilan y tejen, buscan y recogen la algarroba en el
monte, aparejan y ensillan los animales de labranza o los ca-
ballos de sus compañeros, los ayudan en todos sus trabajos de
chacra y cañaverales, defienden a las sementeras de los « pája-
ros negros », y, cuando por cualquier circunstancia se levantan
los toldos, ellas son las que trasportan todo el ajuar y los uten-
silics de las viviendas hasta la nueva ubicación. Es imposible
dar una idea acabada de la fortaleza, de la resistencia física de
estas pobres indias.
Encontré una vez, aproximándome a la Misión de San Fran-
cisco del Laishi, a un par de viejecitos que venian a vender maíz.
El anciano caminaba con desenvoltura, erguido en su libertad,
mientras que a su lado, encorvadas las seniles espaldas al peso
Hdclrn del Depnrlarrr enlo Nniionnl del Trabajo

de una enorme bolsa, la viejecita avanzaba penosamente, jaa


de fatiga, bajo la gravitación de 60 kilos de grano. ~legA"1l
la Misión, y a la indignada censura del Padre Director, el an-
ciano le respondió : « Esta teniendo más fuerzas que yo, por eso
cargando « illo abaga D. ( l )
Es claro que con una existencia así las mujeres envejezcan mu-
cho antes que los hombres. De ahí que, traspuestos los umbrales
de los veinte años, resulta difícil averiguar o saber la edad por el
aspecto que presentan.
Las tobas impúberes son de una gracia primitiva, sencilla
y atrayente. De rostros bronceados y llenos, discretamente ova-
lados, presentan en su candorosa sonrisa habitual dientes muy
blancos y bellos y ojos muy negros y suaves. Tienen manos y
pies delicados, y orejas que por su tamaño despertarían la envi-
dia de cualquiera de nuestras mujeres. Es sensible que, por ino-
cente coquetería o por ineludibles tradiciones de raza, se entreguen,
niñas aún, a ese horrible tatuaje que tanto las afea, dándoles
apariencia de máscaras chinas. ( 2 )
Predominan entre ellas las de estatura mediana, por más
que no sean raras las de elevada talla y hombruno porte. Su
predilección por los colores vivos, sobre todo por el azul -

(1) - Mi inaiz.
( 2 ) -- Todos los que han escrito sobre los tobas, a excepcitin del artista italiano
Boggiani, presentan a las mujeres de la raza como repugnantes monstruos de fealdad. Es
posible que no hayan visto sino algunas viejas, deformadas por la edad, por la miseria y
por el tatuaje, que hasta hace pocos años era general eniie los tobas. La alta autorldad
del malogrado pintor que acabo de citar. refiriéndose a ellas, dice: Sus facciones, que
en estado normal, sobre todo cuando jovenes, no serían desagradables, se vuelven repe-
lentes por la costumbre de cortarse el pelo tan corto y la de desfigurarse con un com-
a plicadisimo tatuaje indeleble que les cubre toda la cara B. - G,UIDOBOGGIANI. - Obra
citada.
-- El uso del tatuaje es exclusivo de las niiijeres y comienza por los años de la nubi-
lidad con una pequeña cruz, en el centro de una figura romboidal, en la frente. El tatuaje
de la misma frente en líneas verticales en dirección de los ojos, sobre la barba y ambos
carrillos, y de la barba. Una mujer es la que practica la operación, y no toda de una vez,
sino en varios tiempos, dejando que sane una parte, antes de proceder al tatuaje de las
otras. El instrumento con que se ejecuta es una espina del palla grflik (vinal?) mojada
en una tinta hecha con hojas de pitalayik y carbón.-Fray ZACARIAS Ducc1.-Los tobas y
s u lengua.
Lns nrujcres lobus

« yrnalak » -y el rojo - « toc » - es ostensible. Cubren sus


cabezas con pañuelos de esos colores, a la manera de las hún-
garas, y en las luminosas praderas que cruzan en errantes ca-
ravanas, o en el espeso tapiz amarillo de los cañaverales en corte,
esas sus cabecitas coloreadas de cielo o de púrpura semejan a
la distancia grandes flores de lino o de amapola abiertas al sol.
El « malagaic », gargantilla de varios hilos de pequeñísimas
cuentas de vidrio o de loza, blancas, azules y rojas, es el único
adorno de las jóvenes tobas. El « maIagaic » es usado por to-
das las mujeres, sin excepción, desde las jovencitas hasta las
centenarias. Algunas lindas y presumidas « cahani » lucen tam-
bien el « caikcalacaátic », humilde dije con que anudan la extre-
midad de sus renegridas trenzas.
Los padres atraen con preferencia el cariño de los tobas.
Parece que el dulce ca!or del amor paterno fuera indispensable
, a su existencia. Se casan, y si no pueden llevar al marido al
toldo de sus progenitores, pasan por lo menos algunos meses,
todos los años, en la reconfortante compañía de sus viejos.
Esto no quiere decir, sin duda, que sean desamoradas con su
« yalé » -con sus hombi es - a quienes cuidan y sirven abne-
gadamente, de todas maneras, ni con sus hijos, que jamás des-
amparan. Es una rara modalidad del alma toba que merece
apuntarse. ( ' )
Ligeras e incansables en las marchas, recorren, con sus hi-
, jos, y con todos los trebejos de sus toldos a cuestas, vastas
distancias, sin demostrar fatiga, en los días de la juventud. Cuan-
d o tienen caballos, esos viejos y clásicos rocines de los indios,
iguales a sus escuálidos perros, los infaltables « piok » de las

(1) -; En el amor de sus esposos y el cumplimiento de sus deberes maternales Y


filiales encuentran las indias chaqueñas las fuentes de sus goces morales. Son madres
carifiosas y cariñosísimas hijas. Antes de acercar a sus labios la miel hurtada a la brava
avispa, distribuyen sin omisión las raciones que les corresponde a los ancianos y a los

..
S niños de la familia. No abandonan jamás a sus progenitores, ni hay ejemplo entre ellas
de madres que cedan a sus hijos, y sOlo por inhumana violencia se les puede alejar de
su lado '). -- MANUEL CHUECO. - Formosa.
viviendas tobas, los montan a horcajadas, como los hi
con las sayas recogidas y las bronceadas piernas d~........,.
Viajando así, colocan a sus hijos en la misma posición, ade-
lante y atrás, en apretada hilera; y los m& chicos, los que 110
pueden sostenerse sobre el cortante lomo de la bestia, los sus-
penden a la espalda o a los flancos, en lienzos o mallas, que
pasándolas por debajo de los brazos las anudan sobre los hom-
bros. En las marchas a pie, el mayor peso de la carga lo sos-
tienen con el « nogoiquilequet », tejiao de fibras de caraguatá,
apoyado en la frente.
Pertenecientes a una estirpe de vigorosa constitución ner-
viosa, las mujeres tobas son fuertes, pero recatadas en el amor.
Ignoran todo cuanto desnaturaliza a los actos que traducen la
atracción sencilla de los sexos. Ardientes y fecundas como las
tierras en que vieron la luz, procrean de manera extraordinaria.
Las familias son numerosas, e incontables los niños en los toldos
de la raza.
La autoridad del padre es la autoridad suprema de la fami-
lia, pero ella se ejercita bajo formas tan suaves y flojas, que casi
podría decirse que no existe. Cariñosos y condescendientes con
las mujeres, lo son aún más con los hijos, a quienes complacen
hasta en sus menores caprichos. Si alguna vez los reprenden,
lo hacen siempre de palabra, en términos suaves, que se esfuer-
zan en ser persuasivos. Los que han vivido por muchos años
entre los tobas aseguran no haber visto jamás que u n padre
castigara a su hijo. Acaso desde muy niños los crean en
iguales condiciones de seriedad, y facultades de reflexión a
las de los hombres, por cuanto en la sociedad de familia
aparecen todos colocados en el mismo nivel. El medio espe-
cial que la civilización de los blancos ha creado a los indios
sometidos al trabajo, y la influencia de éstos sobre los llamados
<c ariscos », contribuye indudablemente a la producción y soste-

nimiento de la expresada sociedad. Los industriales, que sólo


tratan de enriquecerse, aplastando a su paso1:todo cuanto signi-
fique consideración, respeto y dignidad humana, ocupan en sus
trabajos, hombres, mujeres y niños indigenas. Los últimos, entre
8 y 12 años, trabajan a la par de sus padres, ganando en algu.
nos establecimientos la mitad del jornal. La majestad con (
en otras partes se muestra benéfica y auspiciosa la superioridad
paterna desaparece aquí para aquirir formas de solícita y fran-
ca camaradería. Es posible que eso funde, dada la manera de ser
del toba, el imponderable cariño que los padres y los hijos se
profesan entre si. A un hijo, alejado de los padres por necesi-
dades de vida, se le anuncia que el K ita-a » o la << chirá », enfer-
mos, lo llaman. Larga o corta la distancia que deba recorrer, el
toba se pone inmediatamente en marcha, dejándolo, abandonán-
I
dolo todo, sin recursos, sin proiisiones, sin nada, y va presuro-
so, anhelante, a llevar el beso de paz a los que le dieron el sér.
Por otra parte, no se registra entre los tobas u n solo caso
de entrega o donación de hijos, tan frecuente entre los demás
pobladores de la región. ( l ) Si alguna vez se han llevado ni-
ños lejos del amoroso amparo, ha sido a costa de crueles he-
ridas, de mortales tristezas en el corazón de sus padres.

( 1 ) - . . . ... .. Este rasgo, y el intenso amor que siente por sus hijos el indio ame-
.ricano, paréceme que destruye más de una leyenda sobre los salvajes, y que, en verdad,
honran más aola humanidad que muchas de nuestras propias costumbres s.. - LINCH
ARRIBÁLZACA.- Informe citado.
LOS TOBAS EN EL TRABAJO
Los T o s ~ sEN EL TRABAJO

Hasta hace algún tiempo, los tobas podían dividirse en tres


categorías : los radicados definitivamente en los centros de tra-
bajo, los que concurrían a ellos por períodos más o menos
regulares, y los que permanecían en la selva, manteniendo cierto
contacto con los anteriores, pero sin abandonarla nunca. Estos
últimos, en la actualidad han quedado reducidos a pocas tribus
de « ariscos />, situadas muy al interior de los dos territorios
sobre todo del de Formosa. Las dos primeras categorías, que
en la época de mayor intensidad dc los trabajos regionales
operan a la par, con iguales bríos y con análoga eficacia, son
las que forman la gran masa de población toba de ambos te-
rritorios.
Es increíble la facilidad de adaptación que demuestran los
tobas al medio de trabajo creado por la necesidad y por la
civilización para ellos. Los tipos atavicamente melancólicos, in-
dolentes y perezosos, se trasforman en los m e j ~ r e strabajadores
de la región, por su vigor: laboriosidad y obediencia. ( ' )

( 1 ) - .... .... Me fijo, en primer t&rniiio, en el iiidio. porque es el cleineiitci incís

.eficiente e importante cii ci Chaco. Sin él ti!, hay ingeiiio azucarero. ni algodonal. ni
maní, ni liada importante.
Es él el cosechero i r r e e n ~ ~ l a z a h ldel
e algodún, nadie le siipcra en el hnchn. ni eri
la coseclia del maní.
El trabajo de los cañaverales, el de los obrajes, el A
minos, canales, ferrocarriles, etc, lo realizan los tobas e.. ,-..
diciones singularmente ventajosas para el mismo trabajo y para
los que lo ordenan, tanto por su costo, forma y cantidad, como
por su rendimiento.
Se asegura infundadamente, a nii juicio, que el trabajo de
los tobas es de menor rendimiento que el de los cristianos, los
trabajadores blancos. Podrá, quizás, resultar así, parangonado en
labores que por su naturaleza reclamen paciencia y minuciosa
prolijidad, pues el indio pone en ellas u n cuidado amoroso
que forzosamente lo retarda, para asegurar su perfección ; pero
en la obra ordinaria, en el trabajo rudo a que los patrones lo
dedican, obtiene un rendimiento muy superior al de los otros
trabajadores, sin ninguna excepción. Así, el indio demorará ma-
yor tiempo que el obrero de origen europeo al ejecutar un tra-
bajo cualquiera de arte industrial, para terminarlo mejor en sus
más imperceptibles detalles; pero con el machete de la zafra, o
el pico y la pala del excavador en las manos, no hay quien lo
supere, ni siquiera iguale. Lo atestiguan los cañaverales de «Las
Palmas a y de La Teutonia .>, las vías de los ferrocarriles na-
,(

cionales del Chaco y Formosa y las obras de canalización del


Bermejo.
Los tobas trabajan de sol a sol, en cualquier tiempo. Con
un corto descanso intermedio, como ya lo he dicho, para tomar

Si los propietarios dcl Chaco niiraran este asunto con el tiiiiyoi' y niás crudo de
los egoísmos, pero ilustraco, serían humanitarios por egoísmo, y cuidarian de los indios

. siquiera como aniniales i~isubstituiblespara labrar stis fortunas; pero es seguro que no
-
lo harán, si la Icy no lo impone y con mano fuerte. - BIALET ,VASSI.-Obra citada.
...... El indio e s el iinico brazo apropiado para el Chaco : es el itistriirnetito que
. 13 iiaturaleza ha puesto alli p.ira explotar las riquezas que derrntiiti en aquel suelo.
Cuando llegue el momento de hablar de las producciones e industrias del Chaco,
.
.
hemos de ver al indio imponiéndose c o m o bracero para esa región. y a las industrias
chaqueíías c periclitando si les falta ese concurso.. ......................................
...............................................................................................
El indio es el primer peón del Chaco y para el Chaco. t -- M E L I T ~GONZÁLEZ.
\ --
Obra citada.
Los robas en el trabajo

I
algunos bocados, la jornada prosigue tenazmente hasta el final. ( 'm
Y como transcurren los días, trascurren también las semanas y
los meses. Los días de tregua son pocos, y se destinan a la
caza o a la pesca, más que por placer-- en los establecimien-
tos industriales - por imperiosas necesidades orgánicas.
El indio, allí, como en todas partes, experimenta deseos de
despreocupación, de solaz y esparcimiento; pero más que de
eso, y con mayor frecuencia, experimenta deseos de comer.
Y caza y pesca para comer y para alimentar a los suyos, a los
ancianos, a las mujeres y a los niños de la familia.
En las labores citadas, y en las de la siembra y recolección
del algodón, es donde los tobas descuellan en !a afirmación de su
fortaleza, de su habilidad y de su rendimiento. Más tarde, mejor
adiestrados, triunfarán también en otros cultivos y en otras iti-
dustrias.
Al estudiar las ventajas y desventajas que ofrece el toba,
considerado como trabajador, ciertos industriales y escritores
anotan, entre las últimas, su movilidad, su falta de perseverancia,
su invencible predisposición a la vida nómade que le impide
permanecer firme en las tareas hasta su completa terminación.
El indio es ndniade por necesidad en las selvas y en los centros
de trabajo; pero no por la necesidad superior de una organiza-
ción naturalmente predispuesta al movimiento ambulatorio, sino
por la determinada por exigencias de estómago. También emi-
' gra al advertir la sangrienta ofensa de su recompensa en el
trabajo. « Otras veces, quizás las más frecuentes -triste es
«confesarlo -el éxodo obedece al desengaño que recibe al ver
,. constantemente burlados sus esfuerzos, que se pagan con

( 1 ) - El indio es sobrio hasta la frugalidad; en el trabajo mismo se contenta con


U las piltrafas que le dan en vez de carne, cuatro choclos, un pedazo de zapallo y un
. puñado de sa: ; y así, tan mal alimentado, da un trabajo superior a los mejores obreros,
u porque, acostumbrado a sufrir los rayos del sol en su conpleta desnudez, nada le impor-
ta de la temperatura ni del mosquito, y aguanta las demás sabandijas. .' - BIALET MASSE.
- Obra cltada.
« compensaciones
<(

(
irrisorias. Eiitonces quema los toldos
aleja en silencio, mas no sin haber saldado antes las deudas
de todos los individuos de la tribu.
« No es difícil, empero, vincularlo al lugar en que se le
<. ocupa - agrega el autor de estas observaciones - tratándolo
-
I

con afecto paternal, atendiendo sus ingenuos deseos, ampa-


(% rZndolo contra la violencia o el engaño de los malintencio-
c n a d o ~ ,y especialmente mostrándole sincero interés por sus

e hijos; todos estos servicios y muestras de amistad lo obligan

Y y lo atraen hacia su patrón, en quien ve entonces un protec-


\ tor, del que tanto necesita su desvalimiento e ignorancia. ( ' )
Rigurosamente exacto. El toba, de organizacion afectiva y
sentimental, tiene siempre para sus buenos patrones el apego,
la adhesión y la fidelidad del perro. Donde lo tratan más ó
menos bien, se queda, y no hay poder humano que lo mueva.
Visité el establecimiento de un excelente hacendado y coloniza-
dor irlandés, La Floradora >; de Patricio Coghlan, en el Chaco,
(<

sobre el Río de Oro. Hace cinco años llegaron al establecimiento,


y se radicaron en él, cuarenta familias tobas. El Sr. Coghlan,
bondadoso y justiciero, ama a los indios, los antiguos dueños
del Chaco. Los trata suave, paternalmente, y los indios lo ado-
ran. c< La Floradora j> se dedica a industrias ganaderas y agri-
colas, y tambie'n, aunque en menor escala, a la de la madera,
en el ramo de la leña, de la cual produce alrededor de 3.000
toneladas por año. Lon indios participan en todos los trabajos,
a su voluntad, pero exclusivamente en el del cultivo y recolec-
ción del algodón, en 150 hectáreas que le están reservadas. El
Sr. Coghlan trata paternalmente a los tobas, quienes en cinco
años no le han dado el menor motivo de queja o de disgusto.
Viven allí, en la paz en que deben haber vivido las primeras
tribus, a la sombra de la autoridad y del amor de los patriar-
cas. Todo está previsto para que no Its falte nada. Los chaca-

(1 ) ~-~¡\'cII
! ~ ~ l : l t ? i iZlA G A . -- Illf0r111? C i t 3 d O .
Los Tobas e n el trubu~o

reros de La Floradora » - <, medieros ;, con cl propietar.. m


<(
-
163

tienen la obligación de suministrar a los indios, por u n t i e r x


prudencial y en los días de lluvia en que no es posible el tra-
bajo, mandioca, maíz, patatas, etc. Si el mal tiempo se prolonga,
pasan del algodonal al monte, donde haccn leña en las mismas
condiciones que 20s obrajeros correntinos o paraguayos: S 1.40
por cada pequeña carrada. En la recolección del algodón se les
paga a las familias $ 0.60 por cada diez kilos. Los artícu!os de
primera necesidad se les entregan al precio de costo. El esta-
blecimiento no comercia en ese ramo. No se vende alcohol;
pero los tokas, t i 1 absoluta libertad, van un día a la semana,
los sábados por la tarde, a General Vedia, y lo beben, sin exce-
derse nunca. En los almacenes y tiendas de la misma colonia,
suelen adquirir otras cosas que faltan en La Floradora /\. La
nobleza y la justicia del buen trato, el bienestar de una existen-
cia sencilla y serena, han conseguido la radicación definitiva de
los indígenas y la continuidad de su concurso al trabajo, tan
inútilmente buscados por otros sistemas. Demuestra lo mismo
la población firme de algunas Misiones de Reducción, dirigidas
y administradas con acierto.
La situación en que u n escritor nacional pintaha a los indios
obreros, veinte años atrás, es la misma que ocupan en nuestros
días, con raras y honrosas excepciones : trabajan - decía el
mencionado escritor -desde que el sol sale hasta que se
\< pone, por un puñado de maíz al día, u n pedazo de carne,
unas cuantas galletas y un poco de sal a la semana, y una
« paga mensual que apenas les alcanza para comprar algunos
\
, metros de percal y otros tantos de lienzo; y aunque fueron
U señores y dueños absolutos de aquel suelo, que no enajenaron,
\, no hay uno que pueda decir Iioy : i yo levanto mi toldo en
« tierra mía! ».
Estudiar los jornales de los indígenas que trabajan en los
establecimientos industriales de la región, en su valor nominal
y en las formas de pago, es llegar a la conclusión de que no
se retribuye, de ninguna manera, su valieiite y tenaz esfuerzo.
Roletfn del Departamento Nacional del Trabajo

En la nota Trabajo de indios de la monografía de Las F


>)

libro 11, podrá verse que a los tobas que allí trabajan bII

plantaciones de caña, en número de 1.500 a 2.000 individuos,


se les paga jornales de $ 0.66 ' 1 8 , la mitad el mismo día de la
tarea, y la otra mitad en la complicada y problemática retribu-
ción del término de la zafra. En Formosa, la recompensa es
mejor. Los jornales se han fijado en tipos únicos: $ 1.09 para
los hombres, $ 0.50 para las mujeres y $ 0.30 para los niños.
Aparte de la evidente superioridad del jornal, los indígenas de
Formosa reciben en el ingenio azucarero La Teutonia », donde
\

trabajan en los cañaverales del Pilagá, sobre el riacho Porteño,


una ración de locro diaria y el mate cocido de la mañana. En
los algodonales, donde ellos, sus mujeres sus hijos, son
JJ

irreemplazables, ganan menos; y en todas partes, en fin, la vo-


racidad de las empresas y de los contratistas hace presa en la
ignorancia, en el desvalimiento, en la mansedumbre y en el tra-
bajo de los infelices indios. ( l )
Hombres que trabajan conlo los tobas debieran ocupar otra
situación en los establecimientos industriales. La palabra injus-
ticia no tiene suficiente fuerza de expresión para clasificarla.
Allí donde ellos cumplen admirablemente tareas por demás
lucrativas para los que los utilizan, viven casi desnudos y ham-
brientos. Parecería natural que las empresas y patrones se sin-
tieran satisfechos con un trabajo que, cual el de los indígenas,
se obtiene en excepcionales condiciones de rendimiento y de
precio, y que, sintiéndose así, dejaran vivir al desgraciado obrero
en relativo bienestar. No ocurre eso, sin embargo. En muchas

(1) - c En verdad, no se hace con el indio sino exagerar la explotaci6n que se


. comete con el cristiano; porque sí, y porque es indio, se le paga su trabajo menos que
al cristiano, a Cesar de su habilidad para el trabajo. Aprovechando su ignorancia, se le
= roba en e1 trabajo; la tonelada entregada por el indio nunca pasa de 700 kilos; las
cuentas de entrega siempre tienen dificultad por el número; la proveeduría los explota
..de una manera exagerada; y no se con que derecho se quiere que trabajen en tales
condiciones mas y mejor que los cristianos. a -- BIALET MASSE.- Obra citada.
Los Tobas en el trabajo

partes se les explota de la manera más inicua al venderles lo:


artículos de primera necesidad, y en todas se les descuida, se m
abandona en absoluto, permitiendo, por avaricia y mezquindad
sórdidas, la existencia desamparada del desierto a las mismas
puertas de las grandes fábricas.
Un distinguido misionero franciscano, el ya citado P. Pedro
Iturralde, dice al respecto : Basta recorrer los establecimientos
industriales en que se ocupa al indígena, para conocer las
, injiisticias con que se le trata en la mayor parte de ellos. El
\ señor gobernador de Formosa, coronel D. José María Uri-
buru, en una circular a los popietarios de esos establecimien-
, tos, se queja de que ma~ztienena ese indio, el peón mas dócil,
\,fuerte V. barato, sin alojamiento, a la intemperie -v obligado a
U vivir como vive en sus miserables chozas del desierto, y en con-
diciones tales, que no puede civilizar sus costumbres, llegando
< a veces a carecer hasta del alimento necesario para restablecer
sus fuerzas gastadas por el rudo trabajo que se le impone,.
Y añade: Es inhumano que al irzdio no se le atienda como
\\

corresponde, o como merece ser tratado un S& racional. EL


proceder que se observa con ellos es tal, que me sugiere la idea
de que hay tendencia de mantenerlos en su estado primitivo de
\ salvajismo, tal vez con el propósito insano de continuar ex-
plotando en provecho propio esa ignorancia, que no les per-
mite apreciar su trabajo rzi conocer sus derechos .
La tendencia de las empresas y patronos a que aludía el
ex-gobernador de Formosa coronel Uriburu es manifiesta, y su
propósito no es otro que el expresado por el mismo funcionario.
Para esquilmar impunemente al indio, es menester que perma-
nezca aislado en la ignorancia, en su primitivo estado salvaje,
y se emplea con ese fin una perseverancia digna por cierto de
mejor causa.
Los pobladores, los hacendados, agricultores y pequeños
industriales diseminados en la región habitada o frecuentada pe-
riódicamente por los indígenas hacen con ellos lo mismo que
las grandes empresas. Los ocupan, en general, en trabajos ga-
II+ Bulct117 dcl D ~ p a r t n m c n l aMacronal d r l Trnimjo

D
naderos y agrícolas, tales como el cuidado de ovejas, la -S
y recolección del maíz, la construcción de cercos y c o i
para los cuales son muy hábiles. Los hacen traer agua desde
largas distancias para abrebar los ganados, y en pago de todo
eso les arrojan un miserable mendrugo, con menos compasión
que si se tratara de bestias. i Pobres indios!
Con el comandante Hermelo, encontramos a un grupo de
iobas que se retiraban de cierto establecimiento, después de ha-
ber trabajado durante algunos meses. Venían semidesnudos y
famélicos. Era aquél un montón de extenuados y harapientos,
como es imposible concebirlo en nuestros pueblos y campos.
Donde se efectuó el encuentro se había carneado el día ante-
rior, y el lugar estaba cubierto de asquerosos desperdicios. Ape-
nas fueron éstos descubiertos por los indios, se abalanzaron
sobre ellos, con los ojos encendidos de violentos deseos y con
las manos convertidas en garras, por el hambre brutalmente
incontenible. Y yo tengo muy presente el gesto de piedad y de
indignada protesta que produjo en aquel varón fuerte y noble
-que más de una vez, impulsado por el debe; militar, en lan-
ce de leyenda, midió su bravura y su destreza, bizarramente
criollas, con la de los mas temidos caciques de las tribus del
desierto - ( l ) ante el cuadro de injusticia, de imprevisión y dc
desamparo social que los tobas nos demostraron, pues a él, más
que a mí, le constaba que esos hombres abandonados a la mi-
seria acababan de cumplir un pesado y duro trabajo, no recom-
pensado por aquellos para quienes fuera hecho.

( 1 ) - Doy forma definitiva a los Últliiios apuntes de mi cartera de viaje, bajo la


cruel impresión de la muerte del comandante Marcos Hermelo, a quien debe tanto la
investigación realizada por el Departamento Naciona! del Trabajo en los territorios del
Chaco y Formosa. Por sobre el dolor de una amistad personal, leal, sólida y confortante,
destruida por la desgracia, Alzase inconsolable el dolor del ciudadano, que sabe apreciar
lo que significa para el glorioso ejército de su país la prematura desaparición de uno de
sus más brillantes y bravos soldados. Que el recuerdo de su accidn, generosamente huma-
nitaria, difundido a través de toda esta humilde obra, sea grata ofrenda a los manes del
jefe y del amigo.
Los Tobirs e n el lrnbujo

Otro misionero franciscano, también ya citado, el P. Raf


Gobclli, al referirse a cctos indios, que reunidos cn pequeños y
familiares núcleos se estacionan a inmediaciones de Ics mismos
establecimientos de que me ocupo mientras son en ellos nece-
sarios, robustece, en términos categóricos, mis afirmaciones y
la sospecha que abrigaba el coronel Uriburu, respecto a la forma
en que son tratados por los pobladores - industriales, hacenda-
dos y agricultores- que los aprovechan en beneficio propio, y
cómo se procura mantener el odioso sistema que asegura su
gratuito concurso al trabajo regional : Los que viven habitual-
(X

\ mente arrimados a las casas .de los pobladores- d i c e siem-


pre serán salvajes, porque ninguno de ellos se ocupa de iris-
\ truirlos y catequizarlos. Sólo utilizan sus servicios en los casos
xkindicados. Hay algo más: muchos pobladores, no sólo impiden
« que los indios se reduzcan en las misiones religiosas, sino que
, con engaños y promesas, que nunca cumplen, los alejan de
u islas para aprovechar sus servicios > .
En el desempeño de mi cargo, he debido comprobar, pro-
fundanicnte amargado, muchas e hirientes injusticias cometidas
por los patrones contra los más humildes y meritorios trabaja-
dores; pero ninguna n;e ha ofendido tanto como las quc se
cometen contra los infelices indios del Chaco. De ahí quc csta
c u r t a parte de mi trabajo, consagrado exclusivamente a ellos,
presente, quizci, ei pcsado carácter de un alegato dc bien pro-
bado. Discúlpeseme. Ansío producir el convencimiento de la
verdad de la situación dc esos lionibres frente al trabajo regio-
nal; y para alcanzar el propósito de manera amplia, recojo y
expreso el alto testimonio, concordante y auspicioso, de los que,
desprovistos de interés personal, han observado la vida y el tra-
bajo en los ricos territorios del Norte, inspirados solamente por
ideas y sentimientos de beneficio social.
POL~TICAY CIVIL
ORGANIZACI~N
DE LOS TOBAS
POLITIGA
ORGANIZACI~N Y CIVILDE LOS TOBAS

He debido tropezar con las mismas dificultades de los que


trataron de indagar sobre la organización política y civil de las
tribus, y sobre la; creencias religiosas de los indígenas del Chaco.
El toba, a fuerza de los engaños y persecuciones de que se le ha
hecho y se le hace víctima, es reservado, desconfiado y menti-
roso en sus relaciones con los cristianos. que aun no le son bien
conocidos, sobre todo, cuando se procura penetrar en la vida
que ellos llevan, apartados de la civilización, o se quiere develar
el misterio de sus conciencias. Mi investigación sobre el punto
que paso a tratar ha sido activa y paciente, pues comprendí,
antes de iniciarla, la importancia que tendría para la obra de
redención del indígena la exposición clara del sistema de gobier-
no propio - bajo el cual desenvuelven su vida las tribus en rela-
tiva organización y obediencia - y sin cuyo conocimiento no
sería posible asentar y consumar eficazmente aquélla.
El imperio de los grandes caciques parece haber terminado
para siempre entre los tobas con la muerte del legendario Ma-
tolí, acaecida no ha mucho. Me refiero a los caudillos indígenas,
cuya autoridad y respeto se imponían sobre extensas zonas y
sobre múltiples tribus. Esos hombres, que evidentemente tuvieron
reales condiciones morales y físicas para atraer y dirigir multi-
tudes. amados y obedecidos por todos los individuos de su misma
raza, ya no existen sino en el recuerdo de los que fuer
v
vasallos. Ahora, en la disolución definitiva de las grandes con e-
deraciones tobas, quedan los jefes de pequeñas agrupaciones, los
caciques subalternos, autoridades directivas de núcleos de pobla-
ción reducidos y familiares.
Es curioso observar la armonía inquebrantable, mantenida a
través de todas las manifestaciones de la vida toba, por más que
éstas, lógicamente, deban reposar, y en efecto reposan, en las
condiciones peculiares de la raza. Lo que ocurre en la sociedad
de la familia, ocurre también en la de la tribu. En la primera,
la mansedumbre y el amor nivelan a sus miembros en la igual-
dad más absoluta, fortaleciendo los vínculos de la unión ; en la
segunda, el respeto y la obediencia se crean y sostienen por la
indulgencia y la generosidad. El temor, que muchas veces deter-
mina el fondo del respeto social hacia los que ejercitan la auto-
ridad, no entra para nada en la organización política y civil de
las tribus tobas.
En la actualidad, estas tribus están compuestas por la reunión
de diez, veinte o más familias, y el cacique que las dirige recibe,
a más del nombre que nosotros le damos, y que ellos también
usan, el de sallaganek -- señor - y mashi.
Se sabe con certeza que el cacicazgo es hereditario en mu-
chas tribus; pero no si en las otras es un cargo electivo. Yo
he preguntado a los indios en distintas oportunidades sobre el
particular, sin obtener una contestación autorizada y terminante.
Me inclino a creer, no obstante, en la existencia del cargo elec-
tivo, por cuanto se citan casos en que las tribus, descontentas,
en momentos difíciles, de la dirección de sus caciques, los depu-
sieron, reemplazándolos con individuos extraños a la familia
gobernante, cuando en ella no encontraron quien les inspirara
confianza.
El cacique, que, como lo dice el P. Zacarias Ducci, es un
((

'L hombre que no manda, propiamente, sino que aconseja y sabe


«resignarse a la desobediencia y mala voluntad de sus gober-
Orfanizncidrt I'oliticn y Civil. de los Tobns

\:nados *, impone siempre su autoridad suave y amorosanie~r'-


Muy práctico en el conociniiento del desierto y en la utiliza&,
ventajosa de los recursos de la selva; viejo experimentado en
los asuntos de la vida privada y en común, sabe aconsejar a los
súbditos que a él recurren, con prudencia y acierto. Encargado
del gobierno político de la tribu, es el defensor natural de sus
derechos. Él, asimismo, pacta la paz con las otras tribus o les
declara la guerra. En la acción, dirige a su gente desde el puesto
de mayor peligro. Jamás deja de reclamar para sí el honor de
exponer su vida por la tribu. Por eso en el combate el cacique
cae con frecuencia el primero. En la apacible vida de la paz es
también el que debe conducir a la tribu hacia los campos y los
montes en que la caza, la pesca y las frutas silvestres abundan,
trasladándola, según los tiempos o las estaciones, de un lugar
a otro; y en las dificultades de familia, se constituye invaria-
blemente en consejero, dando las indicaciones oportunas y salu-
dables.
Sus decisiones, en particular las que revisten alguna auto-
ridad, no las produce por propia y espontánea voluntad, sino
mediante el consejo reflexivo y ampliamente discutido de los
ancianos u hombres más espectables de la tribu. Este detalle de
la organización política de los tobas me ha hecho pensar en
que ella es la misma de las otras llamadas c razas >\, o grandes
familias indígenas chaqueñas. No se qué denominación reciben
entre los tobas los hombres que forman el consejo de los ca-
ciques -especie de senado o aristocracia de la tribu - pero me
consta que entre los matacos reciben el de niat, que, según el
ingeniero Pelleschi, correspondería al título de caballero español,
y al de galantuomo de los italianos del Sur.
Dada la manera de ser de los tobas y los detalles de or-
ganización que dejo expuestos, se comprende que los caci-
ques más prestigiosos y respetados no son solamente los más
fuertes, valientes y experimentados, sino también, y en forma
especial, los más suaves, paternales, discretos y generosos. Los
caciques, para mantenerse en la dirección y en el aprecio de la
1711 t l o l f t i n rlcl I)epnrlnrnrnlo Ntrcionnl d r l Trnúnjn

gente que gobiernan, tienen que demostrar en todos los n


tos u n heroico desprendimiento de los bienes materiales. ,,
Está probado, a pesar de todo, que el cacique toba es el
que goza de mayor autoridad entre los otros del Chaco. El con-
cepto transcripto del P. Ducci, respecto a la significación del
personaje y al carácter de su autoridad, expresa, pues, una ver-
dad relativa y convencional, cuyos comentarios se encuentran
en los párrafos que lo siguen.
La misma conducta que observan los padres para reprender
a sus hijos es la que observan estos jefes para amonestar o
reprender a sus súbditos. Ponen, cuando el caso se presenta,
decidida voluntad, especial cuidado en no herir la extraordinaria
susceptibilidad de los hombres, pues a la menor indiscreción, al
más pequeño avance sobre aquélla, éstos se apartan de su go-
bierno, yéndose a otras tolderías, no obstante Iiaber permane-
cido silenciosos, atentos y dignos ante la represión del cacique. ( ? )
La vida del cacique eii los toldos es casi igual a la de
cualquiera de sus súbditos. Se dice que la poligamia le es per-
mitida; pero ni aun en esto quiere destacarse, y, por lo general,
no tiene más que una mujer, la cual en ningún caso procede de
su parentela, pues la consaiiguinidad repugna el vínculo matri-
monial indígena.
La notabilísinia aptitud que demuestran los tobas para actuar

(1) - Su afán es tenerlos contentos y satisfechos con su manejo, y en ese sentido


T

se esfuerza en ser dadivoso, no niezquiiiarido nada de lo que tiene a su gente; pues


sabe que si llegase a ser tachado de avariento, a nlAs de ser eso una mengua notable,
a caería todo su prestigio, y la gente le iría abandonando poco a poco para agregarse a

otro cacique mejor, es decir. más liberal. -. Fray ZAC,\R~AS DUCCI. - Obra citada.
( 2 ) --Este rasgo. como muchos otros que se imponen a la atención en el estudio
social y etnológico de los tobas, parece denotar la comunidad de origen y la igualdad de
tipo de los indigenas ctiaqueños. Fray Vicente Calorii, en sus Apuntes sobre los moco-
vies, dice: M Si el cacique que gobierna la tolderia quiere reprender a un súbdito por faltas
cometidas, escucha éste la represión con mucha atenci6n; pero inmediatamente se
tcmanda m ~ d a ra otra toldería y se pone bajo la obediencia de otro cacique; de manera
que el que menos reprende in5s súbditos tiene Corno así se condujeran los caciques Ko-
que, Honifacio y Zurriqiiin, así también siis tolderías eran más numerosas 8 .
Orgararrizacidn Polltica y Civil de los 7obas

cii el medio civilizado, y su permanencia cada vez más larga


el, va disminuyendo día a día la existencia y la autoridad
los caciques o jefes de tribus. Ya se encuentran en los centros
m
de trabajo de la región grandes núcleos de población indígena
sin jefes ni caciques; pero conociendo a los tobas, como los
conocen, para explotarlos mejor, los industriales y patrones, -.
allí donde ellos deben presidir su vida de obreros, les muestran
en la dirección y en el gobierno afectuosa autoridad paternal,
para obtener el máximo de su esfuerzo.
Y he de repetirlo de nuevo: el indio, en el fondo, es suave,
blando y dócil, como un niño, d.a todo cuanto de él se pretenda,
en sentimiento y en acción, no bien cree que se le trata con
afectuosidad e indulgencia, por más que al tratarlo así -cuando
ya ha entrado al período de evoiucióri hacia el nuevo medio
social en que debe trabajar -se use de cierta discreta severidad,
que le es, sin duda, necesaria y com7eniente para corregir y re-
primir con justicia sus defectos y pequeñas fallas.
"'%$P

COMUNISMO E lNTERCAMBl0 TOBA


.g ENAWAG YACAYA %
Antes de entrar al asunto de esta nota, conviene saber lo
siguiente, por cuanto ello fija el concepto de patria de los abo-
rígenes del Chaco: Cada nación de indios tiene su propio
\%

territorio y se bate por un pedazo de tierra, como nosotros.


<LTambién entre las tribus de una sola nación están asignadas
las respectivas zonas, que no se pueden ultrapasar sin dar lu-
\%gar a guerras ,. ( l )
Establecidos, pues, los indígenas en las zonas que les co-
rresponden, según el reparto efectuado mediante acuerdos y
pactos solemnes entre las tribus, todos los individuos de una
misma parcialidad se consideran con idénticos derechos a la
tierra, que no forma más que un solo dominio, indivisible y
común.
El comunismo indígena, que no reside exclusivamente en el
dominio de la tierra, sino también en la posesión de su frutos,
viene a resultar así tan perfecto como la igualdad con que apa-

. (1)-El indio del Chaco está persuadido dc ser el legitimo dueño de todc!r, los te-
rrenos, y, por lo tanto, considera a los pobladores cristianos como invas~resv usurpii-
.dores de sus propiedades> FRAYRAFAEL. Gouei.i.i. Obra citada.
182 Boletln del Departamento Nacional del Trabajo
D
recen colocados los aborígenes en la sociedad de la t r i b u T
la nación a que pertenecen.
Enawag yacayá- \c todos son mis hermanos » - dice el
toba, en explicación y garantía del sentimiento de fraternidad
que lo identifica a la suerte de sus compañeros y que consti-
tuye, como es Iógico, lz base del comunismo social indígena;
enawag yacayá, dice, y entrega generosamente o hace partícipes
de sus alimentos a los semejantes que los necesitan, plenamentc
seguro de obtenerlos a su vez, sin pedirlos, cuando haya de
ellos menester.
Nadie tiene más derecho que otro cualquiera- tratándose
de indios, naturalmente -sobre la tierra y sus frutos, por tnás
que estos últimcs se deban, casi sieinpre. al trabajo de algunos
pocos. Si un individuo y rarnilia toba sieriibra maíz o zapallos,
la cosecha es recogida y disfrutada por los demás como por
ellos mismos, con el tácito consen!imier,to de los que podrían
creerse sus legítimos dueños.
Los tobüs, al igual que los indígenas de las otras naciones
chaqueñas, no ejercitan el con~ercio,siendo su estado social
originario el mismo de aquéllos Como podrían ejercitarlo
<(

\<- escribe el ingeniero Pelleschi -si son nórriades y carecen


u de agricultura y de industrias 3 Sin embargo, practican en pe-
queña escala el cambio, única forma primitiva de un comercio
u e~nbrionario:>.
Los objetos que les son necesarios, tejidos, armas, utensi-
lios, etc., trabajados por indios especialmente hábiles en su
fabricación, se cambian por otros de valor equivalente, a juicio
de los que realizan o intervienen eri la operación.
Parece, no obstante esta forma de intercambio supresora del
dinero, que tanto los tobas como los matacos han usado una
sustancia vegetal, muy apreciada entre todas las tribus, a manera
de moneda. Esa sustancia es el urucú, refiriéndose a la cual
dice el autor de « Los Indios Matacos y su Lengua B. x . . Una
<especie de moneda, aunque no sea más que en embrión,
o poseen los habitantes del Chaco, y es una materia para embi-
Comuntsmo e Intercambio Toba

c< jarse, que es muy apreciada por ellos aun en pequeñísi


cantidad. En Santa Cruz de la Sierra, llaman urucú a la p l a m
que la da, y se obtiene la sustancia que produce, haciendo hervir
el fruto por veinticuatro horas: éste despide a la superficie la
materia colorunte, que se recoge y reduce a pelotillas de dife-
rentes tamaños. El color lo da la cáscara del fruto, que es del
tamaño de una naranja; la cáscara negruzca da el color negro, la
amarilla el anaranjado y el rojo, y la blanca el verde; estas
6 dos últimas son del grueso de una cáscara de nuez. Cada una

de las tres se produce en una diversa especie de urucú que


;c son plantas del alto de un hembre con fruto del tamaño de
e una granada, y que se abre de por sí cuando está madura.
Esta sustancia, aunque producida y preparada en Bolivia,
\ circula entre todos los indios del Chaco.. . .
Los tobas demuestran de todas maneras, lo repito, su faci-
lidad de adaptación a nuestras ideas y prácticas sociales. En las
Misiones religiosas, donde en algunas, como en San Francisco
del Laishi, se les inculca la noción ¿e ¡a propiedad, haciéndoles
comprender sus ventajas, se encariñan con las cosas que los ro-
dean : con el pedazo de tierra que cultivan y tienen por suyo,
con la casa, con los instrumentos y animales de labranza, en
fin, con todo el conjunto de lo que hace su bienestar presente
y garantiza su porvenir. Y el concepto sencillo y exacto de la
propiedad lo ponen de manifiesto en el respeto que les merece
la propiedad ajena y en la firmeza con que defienden la propia
cuando la consideran desconocida o violada.
Empiezan, asimismo, honrada y prudentemente dirigidos, a
practicar el comercio en pequeña escala y a valorar el dinero.
En la citada Misión de San Francisco, su activo y celoso Di-
rector. el Padre Buenaventura Giuliani, pone especial empeño en
familiarizar a los indígenas con el ejercicio del comercio y el
conocimiento del dinero, persuadido de que los beneficios de
esa enseñanza los acompañará más tarde, cuando en la mar-
cha evolutiva hacia el progreso hayan dejado atrás la tutela
misionera y se encuentren entregados a la defensa de sus pro-
Boletln del Departamento Nacional del Trabajo

pias fuerzas, ante la nueva sociedad que los rcclama.


ahora, la explotación despiadada y odiosa del trabajo i r . .,..
por las empresas de la región se consuma, debido en gran par-
te a la acción patronal, encaminada precisamente en el sentido
de mantener a los indios apartados del conocimiento del dinero
y de la práctica elemental del comercio.
El Padre Giuliani, en consecución del propósito enunciado,
ha impuesto el sistema de comprar a los tobas radicados en la
Misión todo cuanto presenten a la administración de la misma,
ya sea frutos de su cultivo, o ya productos de la caza, tales
como aves, pieles o plumas. Y se les guía en la tasación del
precio de las cosas o efectos puestos en venta, de manera que
ellos re&lten razonables y no antojadizos. Ese sistema, paciente
y permanentemente cumplido, ha dado ya sus resultados, y la
mayor parte de los indígenas de San Francisco del Laishi reve-
lan capacidad en el manejo de sus propios intereses, lo cual
contrasta con la lamentable ignorancia de los que permanecen
en los establecimientos industriales, víctimas de la desmedida
ambici6n de las grandes empresas.
'Te
'*

RELIGIÓNY SUPERSTICIONES DE LOS TOBAS


' *'r
*l
En materia de religión, son varios los autores que presen-
tan a los tobas como dualistas, es decir, como creyentes en dos
grandes espíritus divinos : el espíritu del bien y el del mal. Se
dice que al primero atribuyen todas las dichas que experimentan
en la vida, y al segundo las desgracias y persecuciones que los
afligen. No me ha sido dado obtener el fundamento a que podría
responder esta simple construcción ideológica de la conciencia
indígena, por más que lo he buscado con empeño. Las impre-
siones obtenidas directamente de los indios, los misioneros, los
militares y los pobladores del Chaco, más vinculados con los
primeros, sólo me permiten deducir que los tobas creen vaga-
mente, a ratos y a su manera, en la existencia de un Sér
Supremo, designado con e! nombre de pa@ac por algunos, y de
ña-catahá por otros.
Los tobas no tienen figuras ni objetos que representen o
simbolicen a la divinidad. No tienen ídolos ni fetiches; y si ado-
ran al Sér Supremo, lo hacen <(en espíritu », sin culto ni apa-
rato exterior, sin formas rituales, no obstante que haya querido
darse cierto cardcter religioso a las grandes borracheras perib-
dicas del tiempo de la algarroba, y a las inocentes danzas con
que manifiestan su alegría al ver sus aduares iluminados de
misterio por la Luna.
Pero si no adoran a Dios visiblemente, lo invocan, en cam-
bio, con religioso fervor, cuando la adversidad los persigue o el
1 RX I~uletindel Deparfarnento Nariotza6 del Irabajo

infortunio los hiere. Cerca de Formosa, una vieja to


mentaba a (/paiyac>, de su soledad y de la aflicción de 1 y 2
ante su hijo - u n atlético joven -- nloribundo ; y yo sé que ese
caso, negativo sin duda de la opinión que atribuye dos divini-
dades a la conciencia toba, es, en su significado, de frecuente
repetición en todas las tribus del Oriente chaqueño.
Debe advertirse que el Sol y la Luna son también objeto,
en momentos dados, de invocaciones análogas o parecidas a las
que se formulan a paiyaci.. Sentados a la cabecera de los en-
fermos, los piogolzaccá ,,, o médicos indígenas, les imploran,
\

para aquéllos, el alivio y la salud : < uuchogodetz naf-fa ! a aucho-


.
goden abogaik ! Sol, tenle lástima 1 - Luna, tenle lástima l ( l )
Resulta, como se ve, u n tanto complicada y costosa para
los demás, y quizá para ellos niismos, la conlprensión cabal del
cielo u olimpo toba. Sea de esto lo que quiera, es lo cierto
que los indios, si indolentes en la vida salvaje, afectuosos y
sentimentales por naturaleza, no son, sin embargo, inclinados al
n-iisticismo, preocupándolos niuy poco, o nada, la consideración
del más allá. En sus espíritus, la ausencia de misticismo está
reemplazada por u n sinnúmero de supersticiones, a cual más
extravagantes.
La muerte, fisiológicamente ccinsiderada, no les inspira ningún
temor. Los viejos y los jóvenes van a ella seralos sonrientes,
cuando el nioniento llega, como a una feliz liberación. Los prime-
ros, ya demasiado fatigados por los años o atormentados por las
dolencias, piden a los suyos que los entierren, aun vivos, para
-
alcanzar pronto el ansiado desca!?so. No le temen a la muerte,
y se conturban y tiemblan, sin embargo, en preszncia de u n
cadáver, y jamás pasan tranquilos por frente a una sepultura.
Ellos creen en la inmortalidad del alma, creencia vaga,
imprecisa, confusa, que les impide imaginar siquiera su destino

(])-FRAY ZACARIAS
DUCCI.-Obra citada.
Religión y Supersticioms de los í'obas

después dc esta vida. Es inexacto, contra lo que se afirma, que


los tobas profesen extraordinario cariño a sus caballos y p e r r o d
pensando que en ellos puedan haberse reencarnado, a la muer-
le, las almas de seres queridos. Aman a sus pobres bestias, por
que son sencillos y mansos de corazón ,\, nada más. Todas
\<

las super.;ticiones de los indios que me son conocidas demues-


tran que no creen, de manera alguna, en la reencarnación de
las almas. Producido un fallecimiento, y durante varios meses
después, los individuos de la familia y de la tribu a que perte-
neció el muerto se mantienen visiblemente agitados. Por las
noches, dicen, se les aparecela'$ombra temida, amenazante junto
a los toldos, o cabalgando en torno, airada y fatídica. De ahí
la increíble consagración de las mujeres tobas a la tarea de
desligar por completo el espíritu del muerto de todo cuanto
pudiera: según la ignorancia indígena, aferrarlo a la vida terrena.
Al ocurrir cada muerte, se entregan los toldos a las llamas,
cambiándose inmediatamente el lugar de su ubicación ; y, reunidas
las mujeres en lúgubres procesiones, después de llorarla con
monótomos y plañideros gemidos, se dedican presurosas a borrar
las huellas dejadas por el ausente en los lugares que le fueron
familiares o gratos. (')
Tengo entendido que el toba es el más supersticioso de los
indígenas argentinos. En casi todos sus actos la superstición
despunta en notas ridículas, más o menos cómicas. Muchas veces
se les ve reunidos alrededor de los fogones, de espaldas al fuego
y entre sí, conversando animadamente: es que se queman ciertas
maderas cuya lumbre no puede ser mirada de frente, so pena
de caer en desgracia. Cuando sus mujeres -esas chinas de bronce
que, al decir de un misionero, .<salen por la mañana a buscar

(1 )-
... ... .. Coino todos los salvajes, los tobas tambien tienen iin terror pánico
al alma o espíritu dc los muertos, y, arrastrando a los que van a morir lejos de las hahi-
taciones, creen con eso que su alma no ir8 a molestar a los vivos 2. - Guino B O G G I A ~ I .
Obra citada.
e alimento y vuelven a la tarde con un párvulo al p e c h o 6
a luz sin socorros ni cuidados de ningún género, los m
guardan reposo y dieta absolutos; y durante la lactancia de sus
hijos, el toba se abstiene de comer determinadas viandas, para
librarlos de dolorosas enfermedades y de viles deformaciones.
Si durante ese tiempo comieran carne de oveja, por ejemplo,
i
la nariz de¡ niño se aplastaría hasta tomar la forma y propor-
ciones de las de los lanares. i Y de qué manera y con cuánta
sinceridad lo creen !
Seria Iíirgo enumerar ias abundantes supersticiones de estos
buenos indios, reveladoras todas, como las ya expresadas, de
una inocencia y candidez singulares. A su ingreso a la civiliza-
ción, el toba las olvida, o por lo menos aparenta olvidarlas,
para sustraerse a la curiosidad y a la burla de los cristianos.
Es así como en los centros de trabajo se demuestra un obre-
ro sin creencias ni supersticiones, y por tal se le tiene. Pura
y simplemente un trabajador.
-
LAS ENFERMEDADES DE LOS TOBAS
~MEDICOSBY AUGURES
<< MÉDICOS » Y AUGURES

Armados de una robusta constitución física, los tobas se


defienden por sí mismos perfectamente bien de las enfermedades
I
características de la región. Rara vez caen enfermos, a no ser
que haga su aparición en el Chaco una de aquellas epidemias
de viruela que sembraban el espanto y el luto en todas las tribus.
Las enfermedades bronco-pulmonares no son tan frecuentes en
ellos como alguien ha asegurado; y las fiebres palúdicas, que
en los meses de mi permanencia en los dos territorios postra-
ban a todos los trabajadores de los obrajes, respetaron la salud
de los tobas. Producto genuino del ambiente local, el indio nace
y se desarrolla en el clima del Chaco, lozano y fuerte como
cualquiera de los grandes árboles de sus majestuosas florestas.
Además, la guadaña de una salvaje costumbre de raza siega al
nacer las cabezas de los organismos mal constituídos, defectuo-
sos y débiles; de manera que sólo avanzan a la plenitud de la
vida los escogidos, los sanos de cuerpo, los futuros hombres
musculosos y enhiestos que conocemos.
La civilización les ha llevado vicios y contagios, que, no
obstante la privilegiada constitución física de los tobas, quebran-
tan su relativa invulnerabilidad, y a veces destruyen sus fuerzas.
Tales son el alcohol, expendido en los establecimientos industria-
les,- veneno que los precipita a la tuberculosis, -y la sífilis,
que, inoculada por los cristianos en las mujeres indígenas, la
13
Rolctrn del Depnrfflm?nm .Ilfacional del

adquieren de ellas en formas lastimosamente fatales. En


/
y Formosa, donde los casos graves de esta enfermedad pue en
observarse a cada paso en los trabajadores criollos de los obra-
j e ~ ,yo no he encontrado ninguno con los terribles caracteres
manifestados en dos pobres tobas, a quienes conocí -aislados
como leprosos y casi consumidos por la podredumbre -uno
en Laishi y otro al Sur de Resistencia.
El primero de dichos enfermos, y otro toba joven, en quien
empezaban entonces a manifestarse los síntomas de la misma
enfermedad, iban casi diariamente a la Misión a solicitar las
indicaciones y remedios que !es daba, bondadoso y condolido,
el Padrr Director, Fray Buenaventura Giuliani, - un apóstol de
verdad. Otros indígenas, atacados por diferehtes dolencias, con-
currían también en busca de asistencia y de recursos curativos,
lo cual prueba la interesada inexactitud de los juicios expresados
por alzunos industriales, respecto a la ri,sistencia opuesta sisle-
máticamente por los tobas al socorro de la ciencia médica o
del arte de curar de los cristianos. En igual sentido, puedo usar
el siguiente argumento: todos los tobas de la Misión de San
Francisco del Laishi - que es a la que acabo de referirme ----
están vacunados, por empleados especiales de la asistencia pública
nacional de Formosa, y muchos de ellos revacunados, a sil
pedido.
Esto ocurre, como es fácil suponerlo, doiide la inteligencia
y la predisposición natural del indio para asimilarse a la civi-
lización encuentran facilidades de manifestaci61i y desasrollo, y
no en ciertos lugares de trabajo, en que, velando ciegamente
por los intereses del capitai, se conspira contra el mejoramieri-
to y la educación de los indígenas.
Allí, en esos lugares de trabajo, el toba, si se exceptúan las
tareas que debe cumplir y cumple en jornadas regulares, hace
la misma vida que en el desierto, según ya lo he consignado.
Abandonado a las prácticas y preocupaciones de raza - muchas
de las cuales su prudencia oculta- recurre, en casos de enfer-
medad, a sus propios « médicos y al poder sobrenatural de
sus brujos o augures.
Las Enferrnrdades de lo6 robas

Ejercen la medicina entre los tobas, aquellos que se -d


muestran más hábiles en el charlatanismo y en la pillería. Lo
piogonaccá», o « jonanak S, como les llaman otros, son, por 1
general, viejos histriones que saben asumir actitudes de circuns~
tancias o expresar solemnes gestos frente a los enfermos y a
la tribu a que pertenecen, y también eiudir responsabilidades
cuando fracasa profesionalmente, Io que ocurre con harta fre-
cuencia.
Estos « médicos a intentan o simulan curar con cantos y
lamentos. Como los « curanderos » criollos, cada « médico » in-
dígena mantiene el secreto de; muchas frases misteriosas que
repiten, por horas y días enteros, a la cabecera de los enfermos,
para aliviarlos o curarlos. A veces, en determinadas dolencias.
acostumbran también a practicar, con un cuchillo, superficiales
incisiones sobre la parte enferma o dolorida; y a manera de
ventosa, aplican luego la boca a las heridas para extraer el
U mal por medio de violentas succiones. Otras, colocando las
)>

manos en forma de bocina, el « médico » se aproxima hasta


tocar con ellas al enfermo, y le habla y alientz a intervalos cor-
tos. Si el enfermo no reacciona, se apela entonces al supremo
recurso de colocarlo en posiciones imposibles, para que así
ayude y facilite, con brutales esfuerzos, la infeiiz obra del « mé-
dico ».
Ridículas supersticiones imponen dieta a los tobas, pero ja-
más sus enfermedades. Alimentar a los enfermos, hasta más no
poder, es para ellos piadoso deber de ineludible cumplimiento.
f'rovidencialmente escapan, pues, éstos a la acción combinada
de la alimentación forzosa y de los procedimientos de sus
a médicos >\.
Los piogonnccá o jonanak tobas gozan, sin duda, de auspi-
ciosa fe entre los suyos, mientras la suerte los favorece y no
incurren en fatales « desaciertos »; pero esa fe no es mayor que
la depositada por los otros obreros de la región en sus propios
c curanderos D. Se impone, así, no usar de demasiada severidad
al considerar los errores y debilidades de los desgraciados indios.
Holefin del Deporlanwflto Nacionnl del Trnbnjo
1
D
Existen también, y tienen éxito en las tribus, alguna:
mujeres << médicas », las piogonagal. Se dedican con preferencia
a « enfermedades morales » y a la preparación de esos curundú,
especie de amuletos o talismanes que, encerrados en pequeñísi-
mas bolsitas de cuero, llevan siempre los hombres y las mujeres
pendientes del cuello.
A los más afortunados « médicos >), los tobas, en la inocente
exaltación de su fe, proclámanlos brujos o augures. Revestidos
de los altos prestigios que tan fácilmente les concede la gente,
los augures escudriñan la tierra y los astros para predecir a las
tribus felices estados de paz y de abundancia, o difíciles y cala-
mitosos tiempos. Cuando los caciques quieren lanzar sus huestes
a la guerra -como en 1910 -los augures son sus mejores auxi-
liares. Levantan el espíritu y hacen hervir el coraje de los futuros
combatientes.
Los augures desempeñan su ministerio colocándose por
único atributo un bonete o mitra de cuero de guazú, ornamen-
tado con raros dibujos. Tendidos de bruces en el suelo, freiite
a una varita de madera terminada en forma de horquilla, sobre
la que los fieles depositan ofrendas, el augur aproxima su oído
a la tierra y aparenta escuchar en absoluta abstracción.. . . Se
incorpora de pronto, y con cara que ia más refinada pillería
pone radiante e inspirada revela a la turba silenciosa el misterio
del porvenir.. . .
Pero; iguay si el mago se equivoca, o si la gente atribuye a
sus extrañas artes la producción de desgracias aleves! En esos
casos, o huye el farsante al fondo del desierto para buscar am-
paro en las Yltimas tribus, o perece, fatal e ignominiosamente,
a bola o garrote.
EL ARTE TOBA
ARMAS -TEJIDOS-CERAMICA
Ha pasado casi inadvertido hasta ahora el arte de los tobas,
que, no obstante su ingenuidad primitiva, reviste formas de
expresión riprec:ables, dignas de tenerse en cuenta. Al más
superficial exainen, los objetos del arte toba --con humildes
reminiscencias aztecas e incásicas -- ponen en evídeucia dos con-
aiciones sobresalientes: el equilibrio, la euritmia de lfi forma y
el encaje, la unión armoniosa del color. Esto en cuanto a lo
que podría llamarse concepto de la obra; en lo que respecta a
técnica, o manera de hacer, una impecable corrección en el
conjunto y en los detalles del objeto se impone y recomienda
especialmen te.
Las armas--aquellas en que es posible una ligera manifes-
tación de arte --los tejidos : poncho;, mantas, fajas y mallas; y
los objetos de cerámica : cántaros, ol'as y platos -que he visto
v poseo en varios y curiosos ejemplares-demuestran que los
tobas tienen clara noción de las proporciones y de la gracia de
las líneas- en la forma- y de la combinación agradable y
ponderada de los pocos colores de que disponen para el teñido
de sus inmejorables tejidos. En esto último, en el acierto con
que extienden los colores llenos y fuertes en lucidos juegos de
asociación y de contraste, se asemejan a los japoneses. El rojo
200 Boletín del Departaniento Nacional del Trabajo

y el azul intensos, combinados con el blanco iiaiural de l a


en la sucesión de rayas y listas más o menos anchas que-
ran los ponchos y las mantas, y en las pequeñas figuras geomé-
tricas de las fajas, se suavizan entre sí, neutralizando en parte,
con sus propios reflejos, el valor puro de los tonos.
La construcción de armas indíge~as,en marcada decadencia,
desapárecerá por completo en breve. La mayor parte de los
tobas poseen armas de fuego y cuchillos adqciridos en los esta-
blecimientos industriales o de los mercaderes clandestinos, que
de tiempo en tiempo atraviesán el Chaco comerciando con
ellos. Son ahora pocos los indios que saien a + mariscar >> pro-
vistos de arcos y de flechas; casi todos cazan con fusiles y
escopetas.
Las armas típicas dr los tobas son el arco y la flecha, la
lanza y la macana. Las dos últinlás empiezan a ralear, a caer
en desuso; quedán en la actualidad raros ejetxplares. Los arcos
y las flechas se encuentran por doquier, pero no por cierto en la
proporción en que se asegura se les encontraba antes.
El arco - chiquinic- hecho de madera resistente y flexible,
a vetas derechás, de color marrón oscuro, es de bonita factura.
Fórmán10,'en conjunto, la unión de esa recta madera, levemente
vuelta hacia el interior en las extremidades, con la cuerda de
tendones de avestruz, o de cuero delgado y retorcido, que las
liga entre sí. La extensión del asco no siempre es igual; sin
embargo, la más corriente alcanza a metro y medio. El espesor
de la madera, achatado en el medio y adelgázado en las puntas,
es de veinte a veinticinco milínietros de ancho y de quince milí-
metros de espesor, más o menos, en la parte central, que es
por donde se ase para lanzar la flecha.
Las flechas-- chikná-son de dos clases : las destinadas a
la cáza mayor y al pescado, y las que se emplean en la menor,
las más comunes.
Es de admirar la prolijidad puesta por los tobas en la
construcción de sus flechas. Bien es cierto que las hacen verda-
deros profesionales, apasionados por su oficio, como pudieron
El Arte Toba

serlo por el suyo, con elevada capácidad, los armeros tole-


danos. (l)
Las de caza mayor, que también las usan para flechar pes-
.-
cados, en aguas trasparentes y no profundas, son de caña y
hierro; la cúspide de las otras es de madera dura, lisa o dentada.
Los armeros tobas emplean generalmente el alambre grueso
de cerco para las primeras. Calentado al rojo, aplanan la extre-
midad para darle la forma dc una pequeña hoja lanceolada. El
hierro, afirmado en un trocito de madera, se introduce en el
asta de caña de castilla, y sc asegura luego a ella por medio
de ligaduras de güembepi , ~ ó l i d afibra de vegetal producida
(< ;\,

por -una hermosa trepadora de la región. La cúspide de las se-


gundas son, como lo he dicho, de madera dura, de la misma
del arco, más frecuentemente dentada que lisa, y asegurada por
igual procedimiento. Una pluma diminuta, encastrada en la ex-
tremidad inferior, sirve para mantener la flecha en la dirección
en que se lanza. Por más que se busque, no se encontrará un
solo defecto en la construcción de las flechas tobas, La caña,
la madera, el hierro y las ligaduras complementarias, equivalen,
en la determinada aplicacfón de la flecha, el más perfecto tra-
bajo artístico industrial.
Pero donde la capacidad artística de los tobas descuella
es en los tejidos de lana, de algodón, de evira y de caraguatá
(bromeláceas). Las mujeres casi monopolizan la industria del
tejido, pues, a excepcion de algunas mállas y redes de pesca,
fabricadas por los hombres, lo demás lo hacen ellás.

(1) -El estado social de los tobas es, con pocas diferencias. en la vida primiiiva,
cI de los otros indigenas del Chaco. Viene bien, pues, aqul transcribir los conceptos del
ingeniero Pelleschi, respecto a las artes y profesiones de los aborígenes, conceptos que
desvanecen ideas erróneas y difundidas sobre las costumbres y el trabajo de aquéllos.--
.
* Se acostumbra a decir que cada indio se lo hace todo.. .. . Y sin embargo, no es así.
Podrán ser errantes, pero no dejan de repartirse la labor. Entre los indios hay arme-

.
<, ros, cónstructores de canoas, fabricantes de redes, tejedores, ete.; éstos venden sus arte-
factos a los cornpalieros y reciben en cambio otros objetos. Tienen, pues, s ~ i sgremios
<. de artes y oficios; pero en embriün, se entiende a. .- OBRACITADA.
fioleti~r d d D~parrarnentoA'acio~~aldel Trabajo

b
Todás las chinas saben hilar y tejer muy bien; pero nom
todas trabajan en esas labores de su predilección, porque care-•
cen de los elementos necesarios. A los indios, perseguidos con
bestial encarnizamiento, se les han quitado sus hatos y pequc-
ños rebaños, y la latia escasea en la mayor parte de las tribus.
Los ponchos calejnek -- y las fajas -- saatarki -anchas y
largas, como que alcanzan a dar tres o cuatro v~ieltasa la ciil-
tura, las hacen de lana blanca y teñida de azul y de rojo. Se
ha empezado a mezclar el algodón a la lana, en la coiiieccióii
de fajas, y no ha de pasar mucho tiempo sin que él constituya
!a materia prima única, por cuanto hoy, aunque eri reducida
escala, los indios lo cullivan.
Los ponchos, de excelente textura, son a rayas y lisas vcr-
ticales de los mencionados colores, combinados de infinitas nia-
:leras. Es así corno siempre resultan originales en su uniforrw
simplicidad decorativa. El dibujo de las fajas, igualmente gcomé-
trico, es más rico, pues las líneas horizontales y vcrticaies alter-
nan con triángulos a una o dos tintas, con roriibos y cuadrados
superpuestos, de felices efectos. La composición general es dc
una simetría absoluta, y las figuras parciales de sostenida regu-
laridad en todos sus contornos. Hay fajas de dos y de tres colo-
res nada más; pero la variedad del dibujo logra vencer en ellas
la forzosa monotonía de los tonos.
Emplean también la lana en la confección de unas bolsitas
del tamaño y la forma de las que usan las señoras. Llainaiilris
cotaqui, y soii muy finas y bonitas. hluchos yoguayqui-- male-
tas de viaje o valijas de los tobas--vasras bolsas hechas í!c
cuero de ciervo, libre de pelo, llevan en torno de la abertura,
guarnecidos por delgado galón de lana, dibujos en forma de línea
quebrada, azules y rojos. El galón se prolonga por ambas par-
tes, y sirve para colocar las bolsas a la bandolera, en los días
de marcha.
Con fibras de evira y caraguatu .,, hacen cabos, pio-
U L
,

lines, redes, mallas, hamacas y bolsas. Los cabos y sogas la-


nik > - presentan el mismo aspecto de los importados ; las redes
y hamacas - lachiqui>\- de esmerada y parejísima trama, ?
recomendables por su solidez y duración; y las mallas, que ,
a los tobas les sirven de morral, tienen, por sobre el mérito de
su tejido, el de los dibujos que las decoran caprichosamente.
Creo que el invariable color tierra de siena quemada de estos
dibujos lo extraen las mujeres de corteza del algarrobo. U I ~
ciirioso objeto toba característico es el snatec », tejido de cons-
trucción circular alargada, que se cierra por las dos pur,tas. al
tirar los hilos dispuestos a manera de manija. Usase para des-
pojar de sus espinas a la tuna -- «gualshik >,, fruta apetecida
por los indígenas. .
< -t

Cuatro palos rústicos hacen el noogonek a , el telar toba.


I.as tejedoras no conocen la lanzadera, empleando en su lugar
iina simple pala. El telar se emplaza siempre afuera, a pleno sol,
y la labor se realiza con asombrosa rapidez.
De las artes practicadas por ios indígenas, ninguna tan des-
cuidada :ii la actualidad como la cerámica, porque en las po-
blaciones que frecuentan adquieren los tobas los objetos de ne-
cesidad que reemplazan a los de su fabricación. Ya son pocos
los que en la parte oriental del Chaco poseen naconá y co-
iquit, los lindos y tradicionales cantaros y vasos de la alfare-
ría primitiva. No obstante, he podido reunir algunos buenos
ejenrplares, y también los he visto hacer por una artífice tob'i.
Los alfareros trabajan sin torno. Preparado conveniente-
mente el barro, lo van colocando en la pieza, en trozos peque-
ñísimos, que luego extienden y moldean con los dedos. El obje-
to que se quiere hacer empieza a surgir den:ro de la forma
regular en que se sostiene hasta su conclusión. Cántaros y vasos,
sin decorado alguno, de un solo color -el de la tierra rojiza --
resultan muy agradables en sus perfiles. Los cántaros, redondos
cn la base, se prolongan después hacia el remate de la abertu-
ra, en cuellos delgados y esbeltos. A los vasos, siempre amplios
y bajos, se les adelgaza un tanto en la parte superior, lo cual
les comunica particular elegancia. Todos ellos están provisios
t k bordes salieiites y de asas diminutas, por donde se pasa:i los
Roletin del Dspartn~rrentoNacional del Trabajo

piolines que sirven para mantenerlos suspendidos en los t


p
*medio seguro de conservarlos, dada su fragilidad. Los plat _ - . _-
redondos, de escaso vuelo en los contornos levantados, y, lo
mismo que las piezas anteriores, no ofrecen nunca una sola falla
de líneas ni de proporciones.
Los tobas de las proximidades del Bermejo y del Pilcomayo
construyen pequeñas canoas de troncos de yuchán ( palo borra-
cho ), y 10s de todas las tribus hacen niognalá, especie de artesas
o bateas, para la preparación de la aloja; morteros, recipientes
diversos y palas de madera de jacarandá-targuek--con la acos-
tumbrada corrección, pero su detalle no es necesario a mi pro
pósito.
TOLDOS; VESTIDOS Y ALIMENTOS
DE LOS TOBAS
L
La vida necesariamente nómada de estos indios ha determi-
nado el carácter de improvisación y fragilidad que presentan sus
ibó, las cabañas o chozas a que nosotros llamamos toldos >.$,

En el desierto s e levantan, invariabiemel~te,inmediatas a 10s


montes: no tanto para defender de los vientos las endebles cons-
trucciones, cuanto para faciiitar la huída y salvación de sus
moradores en casa de sorpresa o persecuci6n, pues es sabido
que en los montes siempre existen sendas ocultas, sólo conoci-
das por los individuos de la tribu que los frecuentan; pero en
las cercanías de los centros de población y de los estableci-
mientos industriales, los tobas las emplazan en cualquier parte,
en espacios abiertos. no teniéndose otra cosa en cuenta para
ubicarlas que la provisión de agua fácil en lo posible. Los «ariscos:\
acostumbran también a rodearlas con una empalizada protectora.
La capacidad del i b ó n varía según el número de perso-
U

nas que deba albergar. Parece que hubo un tiempo en que todos
eran uniformes, redondeados en la planta y cupulares en el
techo; p r o ahora impera en la mayoría de ellos la planta rec-
tangular y el techo inclinado hacia una sola parte. Unos cuantos
palos y ramas y un poco de paja o de pasto bastan a la cons-
trucción de la cabaña toba. A veces se emplean también, como
elementos de construcción, cueros o esteras de junco muy bien
tejidas por las chinas.
fjolef~rzdel Bcprrrlanic~itoNacioi~nl del Trabajo

Su altura no baja de dos metros. Son más altos que


te de los matacos, al que aventajan asimismo, según autorizaaas
E
opiniones, en orden y limpieza.
No tienen otra puerta o abertura que la del frente, por
donde se penetra al interior. No es raro que esa abertura abar-
que todo un costado de la choza. El interior es miserable, pero
relativamente limpio. Lo afirmo, en contra de la espantable le-
yenda de su desaseo, escrita y difundida por los que quizá ja-
más penetraron a un toldo.
Pocos objetos forman el ajuar de la vivienda indígena, cada
día más humilde, más pobre. Ya nadie encontrará en ella los
famosos cueros de tigre, que no ha mucho hacían el lujo de su
decorado. Los cristianos se los han llevado, comprándoselos \

o robándoselos, que, tratándose de indios, es lo mismo. En el


suelo, frente a la entrada, se alínean alguiios lechos de paja, y
en los rincones se amontonan diversos u:ensilios de madera y
de barro: morteros, ollas, etc; penden de la pared arcos y fusi-
les, botijas, bolsas y niorral2s -yogunjyui- de cuero o de malla,
redes, sogas y guascas. El ibó no contiene más. En algunos
toldos de Formosa y Las Palmas, he visto lechos de lonjas de
cuero entrelazadas, armados sobre horquetas de madera, iguales
a los que uan los obreros criollos de la región, de quienes sin duda
10s han tomado los tobas.
Los toldos se construyen en un momento, sobre todo cuando
se dispone de palos y esteras ya preparados al efecto. Estos
materiales se trasportan de un lugar a otro por las chinas, que
ayudan eficazmente a los hombres en la tarea de armarlos de
nuevo. A las chozas colnunes, hechas de ramas y pajas, los
indios las incendian al abandonarlas.
No se nota orden ni mayor regularidad en el emplazamiento
de toldos. En los parajes abiertos no acusan otra preocupaci6n,
en cuanto al trazado de sus líneas, que la de oponer las partes
cubiertas a las molestias de las lluvias y de los vientos del Sud
y del Sudoeste, demasiado frecuentes en el Chaco.
Frente a cada toldo hay. siempre un buen espacio despro-
* .

Toldos, Vestidos y Alimentos de los Tabas

visto de malezas y de yuyos. Allí, habitualmente se hace f u e g m


y se desarrolla de ordinario la vida de la familia, pucs sólo en
los días lluviosos se permanece dentro. Amigos decidides del
sol, los tobas lo disfrutan con voluptuoso placer, aiin en las
horas más ardientes. En el verano y en el invierno, comen,
duermen, juezan y charlan al sol.
Complemento indispensable del toido, es un tronco de Brbol
o palo grueso y alto, que se levanta en medio del espacio que
le sirve de patio. Si es tronco, se 12 dejan horquetas escalonadas
por donde puede treparse hasta la cumbre; y si es pato, se Ic
agregan maderas transversa!es con el mismo objeto. Tiene el
aspecto de u n mangrullo o puesto de observación, pero su d s -
tino es otro: es el gallinero del aduar, inexpunable a los
asaltos de los zorros y de los gatos monteses. De él se cuelgan
también ollas, y otros trebejos.
Dedicados a la cría de aves en gran escala, los tobac
darían excelente resultado. No hay colono extranjero eii toda la
r2gión que cuide y multiplique sus gallinas como ellos. El más
interesante detalle del toldo es pre-isamente el nidal, que Ics
indios construyen con paciente esmero, para que las gallinas
pongan e incuben sus huevos. Es una chocita abrigada y lus-
trosa en forma de colmena.

Hace ya tiempo que un distinguido compatriota, profundo


conocedor del Chaco, de los indios y de la lengua toba, como
que residió en el territorio durante diez y siete años consecuti-
vos - el Sr. Juan Mc, Lean -- escribía al Ministro de Agric:iI:ura
de la &ación lo que poco antes expresara al presidente del
sindicato que lo comisionara para explorar y estudiar la zona a
recorrer por una proyectada vía férrea entre la capital del Chaco
y Santa Cruz (Bolivia). « No hay, sefior, propiamente hablando,
I en toda la zona recorrida, indios salvaje;. ... Todos estos indios
Holrfin del B e p u r f n m e n f o Nncionnl del Trnbnjo

<van a trabajar a los ingenios y obrajes del Chaco A u s t r J a


<< bre el río Paraná; a los de Formosa; y los de la zona
<< a los ingenios de Jujuy.. . . >)

Traigo el recuerdo y consigno los conceptos del Sr. Mc. Lean-


que tienen también la virtud de corroborar mis propios conceptos,
manifestados anteriormente-por cuanto debo hablar del vestido
de los tobas, y quizá sorprenda una descripción poco original y
nueva, por necesidad viilgar, dado que los indios de hoy, en
gran proporción, visten poco más o menos como el último de
los peones criollos de la región. Y las frases transcriptas explican
la razón a que obedece la derrota de la típica indumentaria
toba: el contacto permanente o periódico de la casi totalidad de
los indígenas con la civilización y el trabajo.
En la hermora zona formosina, en que los tobas de Tacca-
galé levantan sus toldos; más allá, donde moran los llamados
pilagá o << pilagaes ,\, y aún más lejos, en el Alto Pilcomayo,
:
\

todavía existen indios que llevan el pelo recortado sobre los


ojos y anudado en grandes mechones sobre la parte superior
y posterior de la cabeza; que visten mantas de lana, a manera
de túnica breve, prendidas con espinas; que usan recias cami-
setas o cotas de tejido de caraguatá, sacos de cuero de nutria,
y que adornan sus cuellos con extraños collares; pero son los
menos-- ya muy pocos -y acabarán próximamente por no di-
sonar en el vasto conjunto de los más.
Los tobas, pues, que habitan en la mayor parte del Chaco
visten prendas a usanza de los blancos, aunque rara vez en su
número y en su estado de conservación. Así, en el centro, se ven
indios semidesnudos con bombachas ordinarias o calzoncillos
de lienzo, con camisas, camisetas y sombreros hechos guiñapos.
Son las prendas que recibieron en pago de largos períodos de
trabajo, destrozadas por el uso excesivo. ,Y al que tiene una o
dos de estas piezas, le faltan las otras. Sus mujeres cúbrense
con polleras y corpiños de percal y de lienzo, igualmeute mi-
serables.
Durante los meses de labor, los indios de los estableci-
Toldos, Vestidos y Alimentos de los Tabas

mientos industriales y de las colonias visten mejor, como que


las ropas son más nuevas y el ajuar más completo; pero dond<-
no se le explota desmedidamente, y con el honrado fruto de su
trabajo puede el toba satisfacer sus necesidades y gustos, es
hasta coquetón, a su manera, se entiende. En las Misiones fran-
ciscanas, los días festivos, he visto indios paquetes d.
Los tobas escogen siempre ropas de telas muy livianas. Los
pantalones, bombachas y camisas de tonos claros les agradan,
así como los sombreros de alas anchas que se los colocan a la
marinera, muy hacia atrás. La suprema nota de elegancia mas-
culina se marca en las vistosas fajas de lana que tejen las chinas,
y en los pañuelos de seda de colores chillones, que, imitando
sin duda a los criollos, los llevan abiertos y caídos con estudia-
da negligencia sobre los hombros. Usan el pelo más bien corto
que largo, y mantienen sus cabezas limpias, relucientes. La falta
de calzado los iguala a todos, a elegantes y harapientos, por
más que no es extraño encontrar algunos con polainas de cuero,
adquiridas, o fabricadas por ellos mismos.
Las mujeres manifiestan la aversión de los hombres a los
colores obscuros. Sus vestidos son de percal, o más comúnmente
de nalók, lienzo. Se peinan con raya al medio y anudan el cabello
en dos trenzas, que arrollan y cubren con brillantes pañuelos.
Ya dije que sus adornos únicos y favoritos son en todas el ma-
lagáic, y en las jóvenes el caik calá caatic, la gargantilla de
cuentas de vidrio y el cordón y broche con que suelen rematar
las trenzas.

A los administradores y capataces de los establecimientos


del Chaco les causa asombro la frugalidad y fortaleza incom-
parables del indio. Se. alimenta en ellos con u n insubstancial plato
de locro, y trabaja, sin aparente fatiga, como el que más. Cuando
disponen de alimento, los tobas comen copiosamente; y cuando
Boietln del Dcpart.nmenro Nacional del Trabajo

no, se resignan y soportan el ayuno con admirable est


Los pocos que viven en la srguridad de una manutencii
lar jamás demuestran apresuramiento ni exageración en el co-
mer. No son glotones por naturaleza, de ninguna manera.
En la miseria -el estado casi normal de los tobas - acep-
tan o recogen cualquier cosa con conmovedora humi!dad; pero
cuando el trabajo, la pesca o la caza les proporcionan alimentos
de su agrado, ponen especial cuidado en prepararlos bien.
El plato obligado de 10s tobas obreros es el locro, con bas-
tante agua, poco maíz y menos carne. Las empresas no les dan
más, y sus jornales, por otra parte, no les permiten adquirir otros
artículos. En circunstancias en que el hambre empieza a apurar-
los demasiado, después de algunas semanas de dieta industrial,
hacen un alto y se van al monte, a los arroyos y a las lagunas, .
en busca de mejores y más abundantes alimentos. Y la corta
mariscada le; resulta siempre de provecho.
Les gusta la carne y el pescado. La carne la comen cocida
en el locro, o asada a fuego lento, suspendida en improvisados
asadores de ramas. En esa operación, revelan la misma habili-
dad de nurstroc hombres de campo. Al pescado lo preparan d:
diversas y excelentes maneras, y a las aves las cuelen en hoyos
excavados al efecto, sin quitarles las plumas que, luego, termi-
nada la cocción, arrancan con toda la piel. Tienen particular
afición por los cogollos de palmera- que los comen cocidos en
agua, y a veces bañados cn miel -y por los huevos asados al
rescoldo, sobre todo por los de rnanik, avestruz.
Sus manjares de regalo consisten en la miel extraída de las
x lechiguanas », la caña de azúcar --esto mientras trabajan en la
zafra - y las frutas silvestres, tales como la algarroba, el mistol,
el ñangaparí, el giiabiyú y otras. Con harina de algarrobo y
frutas de mistol, hacen también eii la selva un sabroso pan
dulce que llaman ndená o jadená. Es semejante al patai de las
provincias del Norte.
MARISCADAS TOBAS
No sé por qué habran adoptado y «nacionalizado » la frase,
pero es lo cierto que todos los indígenas del Chaco la emplean,
para significar no solamente la acción de pescar, sino también
la de cazar, y lo que es más, la de recoger frutas silvestres en
los montes. Es decir, dan el nombre de c mariscada » a toda esa
vasta y complicada operación que ellos realizan, con singular
habilidad, para proveerse de los medios de subsistencia que la
naturaleza presenta a la conquista del esfuerzo humano.
Se comprende que siendo la caza y la pesca la ocupación
habitual de los tobas en la vida salvaje de la selva, y la ocasio-
nal en la de los lugares en que trabaja, es en ellas donde mejor se
ejercitan y manifiestan muchas de las condiciones propias de la raza:
valor, energía, agilidad, resistencia, sagacidad, perseverancia, etc.
Si bien es verdad que la « mariscada o se ejecuta como
función impuesta por ley de la necesidad, como podría verifi-
ficarse otro trabajo cualquiera, también lo es que se cumple de
buen grado, con visible satisfacción. Los indígenas tienen el
deber de impedir que el hambre haga presa de sus familias, y
con la misma resolución varonil de los obreros que en las ciu-
dades, desprendiéndose de los halagos del modesto hogar, mar-
chan al taller, ellos toman el arco o el fusil, la lanza y las redes,
y hacen rumbo al campo o al monte, para arrancarles el sus-
tento propio y el de los suyos.
216 Botetfn del Departamento Nacional del Trabajo

Pocas veces salen solos los tobas a « mariscar ». i reu


nen, por lo general, en grupos más o menos numeroso
previo estudio y aceptación del programa a cumplir, parten
alegres, despedidos por la gente del aduar. Si el lugar escogido
para la operación no está distante, o la caza ha de hacerse for-
zosamente en las horas de la noche, el regreso se efectúa al
atardecer; si deben ir lejos, la ausencia se pro!onga por varios
días, y aun por semanas, como acontece en el tiempo en que
recogen las bayas del algarrobo.
Si para alcanzar el objetivo propuesto, los tobas se ven en
la necesidad de librar batalla con la naturaleza, no siempre pro-
picia, la libran, y su energía les da fatalmente la victoria. Las
lagunas, los esteros, los pajonales, el enmarañamiento de la
selva, la lluvia, el viento, ei calor, jamás los detienen en su
avance hacia la codiciada presa. « Mariscando » son invencibles
e incansables los tobas.
Antes de empezar a cazar, s e ponen de acuerdo sobre In
que ha de hacer cada uno de los del grupo, y si es preciso, se
separan para encontrarse después en un punto dado. La acción
formal se inicia entonces. El toba, si penetra en la selva,
lo hace con suma cautela, silenciosamente. Su oído finísimo y
su vista acostumbrada a observar los más pequeños é impercep-
bles rastros les hacen calcular con exactitud la distancia que los
separa de la pieza. Parece que hasta olfatea, como sus consu-
midcs perros, la proximidad de aquélla. El primer esfuerzo lo
aplica a avanzar sin ser notado, para no inquietarla. Ya no cami-
na: se desliza, con elásticos movimientos de felino, conteniendo
hasta la amplitud de la respiración, en el afán de ocultarse. Por
fin, el jaguar, el ciervo o la corzuela aparecen dentro del campo
de tiro del arco o del fusil. Rápidamente calcula las ventajas y
desventajas del ataque, y, colocindose en favorable situación, lanza
la flecha o la bala, sereno, tlranquilo, con seguridad completa.
Y si es indispensable, los disparos se suceden con la misma
imperturbable calma. i Pero esto es tan raro tratándose de caza-
dores tobas! i Son tan firmes, tan exactos en la puntería! La caza
~ M a m c a d n s Toóas

continúa hasta que el número de piezas resulta suficiente a-


necesidades que se quieren satisfacer, sin cansancio, con los
¡nos bríos con que se iniciara.
En la caza de aves, en los esteros y lagunas, los tobas son
muy originales. Ponen para eilo a contribución toda su sagaci-
dad. Llcgan hasta los hermosos «patos picazos» sin que éstos
- 1

lo adviertan, disfrazados de i<matorrales y hasta de camalotes


flotantes. Envireltos en ramas, con una enorme caparazón de
gajos y de hojas encima, se sitúan en lugares que los saben fre-
cuentados -por las aves, y las esperan pacientemente. Estas acu-
den, como de costumbre, y confiadas en la falsa soledad del
paraje, se abandonan a los zarpazos dcl astuto cazador. Hecho
camalote-, pasa horas entera.: surnergido hasta los hombros en
el agua, acechando a los patos que, en las circunstancias éxpre-
sadas, los caza con las manos, y hundiéndolos los ahoga. De
noche, en el monte, su única arma consiste en una pequeña caña
o palo con que los atrapa. Así caza patos, gallinas de monte,
chuñas, palomas, etc.
Los tohas hacen partidas especiales para las cacerías ,?apu-
radas~ y las de conejos y liebres. Familias y tribus íntegras
participan la mayor parte de Iris veces en esas pintorescas y
alegres partidas. Hombres, mujeres, niños y perros, ponen cerco
al campo que ha de ser batido por la caza. El campo es siem-
pre un pajonal, al que se le reconoce albergue de numerosas
crías. Establecido el cerco, que fórmalo la gente armada de palos
y los perros auxiliares, convenientemente distribuídos, se le incen-
dia. ( l ) Las llamas en rapidísimo desarrollo imponen el desaloja-
miento inmediato a las piezas codiciadas por los indios, que ate-
rrorizadas empiezan a salir por todas las aberturas del círculo. La
animacidn de los cazadores llega al paroxismo, y la gritería

( 1 ) - Los indigenas chaqueiios producen el fuego frotando con fuerza y rapidez dos
pequeños maderos, blando y aplanado e¡ uno, y duro y en punta el otro; pero hoy, son
mfis los que con ese objeto usan el a yesque'ro a, llamado por los tobas nodik. El artefacto,
del cual conservo dos ejemplares, es, como todos los de su procedencia, de esmerada
construcci6n.
Uuletin del Departumento Nacional del Trabajo

ensordece. Pierden, por momentos, la primitiva c o l o c a c i ó F .


perseguir el animal que amenaza escapar; disparan de un Í a d o
para otro, y enarbolan los ensangrentados garrotes con agilidad
y furia sorprendentes. Las víctimas caen, a su acción, una tras
otra, y asidas por los perros, enloquecidos y babosos por el
hambre y por el movimiento y los alaridos de los amos, deben
ser arrancadas por las mujeres y los muchachos que las defien-
den y disponen para el trasporte. Cuando las últimas llamas
concluyen de reducir a cenizas el pajonal, la partida. ha termi-
nado. Los tobas quedan jadeantes, sudorientos y ennegrecidos
por el humo y la tierra. Se hace un breve alto, y los comenta-
rios sobre los incidentes del día, las bromas y las risotadas, se
dejan oir a través de la marcha de regreso a los toldos, a los
cuales arriban con la caza y con el nunca mermado capital de
sus imponderables energías.
Pescan mojarras, dorados, sábalos y vagres, valiéndose de
flechas, fijas y redes. En el Chaco, la pesca es infitamente más
abundante que la caza. Después de las grandes lluvias que des-
bordan los arroyos y las lagunas, se encuentra pescado a mon-
tones hasta en los pantanos. Las redes se tienden a las mojarras
y a los dorados, en el apogeo de los cardúgenes. Los demás,
en las corrientes límpidas, son flechados o arponeados con una
taquiray o lanza corta.
La pesca, según estos procedimientos, los detiene y absorbe
por largo tiempo. En el centro de los arroyos y en los puntos
playos, acostumbran a permanecer inmóviles para arponear a
los peces que pasan rozando sus piernas, que metidas en el
agua se confunden con los raigones; y desde las orillas o esco-
llos los atraviesan a flechazos, con extremada habilidad.
El pescado, que, como he dicho, es muy abundante en ciertas
épocas en el Chaco, constituye el recurso de vida más común
entre los tobas.
Si los indios se dirigen al monte con el exclusivo objeto de'
buscar y extraer mid, substituyen el término << mariscar » por el
de << meIear ;>.Así dicen vamos a, o volvemos de « melear ».
'
LAS DIVERSIONES DE LOS TOBAS
CANTO, DANZA Y JUEGOS
CANTO, DANZA Y JUEGOS

La población indígena de las niisiones religiosas demuestra


extraordinaria afición a la música, que algunos individuos eje-
cutan, educados o dirigidos por sus maestros. Observando a los
tobas cuando ejecutan u oyen música, uno se extraña de que
no hayan cuítivado la armonfa, siquiera en sus mis elementales
y rudimentarias formas. En las misiones, no se proporciona
a los indios mayor placer que el de la música, y, sin embarga,
ellos no cuentan con u n solo instrumento de origen propio, pues
el porongo o la calabaza rellenos de piedrezuelas o semillas,
- el a tiquitté a -con que acompañan sus cantos, no merece
esa clasifieación musical.
Las tobas del Laishi perciben con claridad las notas en sus
distintos sonidos; y si son músicos, ponen delicado sentimieiito
en las partituras que ejecutan. Cualquiera sea el carácter de éstas,
ejecutadas por ellos, adquieren cadencias y ritmos no marcados
en las frases armónicas n i en las proporciones de tiempo de los
signos escritos. Viene así a resultar la música, adaptada al espí-
ritu indígena, llena de giros vagos, dulces, nostálgicos, muy pro-
pios, muy tobas.
El canto es monótono, y no creo que sus palabras, cuan-
do las tiene, se ajusten a la rima. Cantando, emiten voces inar-
ticuladas y dicen palabras ingenuas. que repiten una y mil veces,
13oletí17 del B~prrr.fnmentoNncionnl del 7rnbnjo

prolongando indefinidamente su emisión, a la manera de


,
cantores flamencos. Este canto, indigente de notas, ~ n i f c , , ~ ~ ,
cansador, acompaña a la danza toba, en reemplazo de la música.
La danza es también monótona y carece de actitudes y fi-
guras atrayentes y simpáticas. En las noches claras, hombres y
mujeres se toman de las manos, y cerrándose en círculo, em-
piezan a balancearse sobre sí mismos. El canto, que hasta
entonces se ha amoldado al lento compás de la danza, va cobran-
do poco a poco animación y brío, y con el canto acrece el
movimiento de los bailarines. La última parte de la danza se
convierte en carrera desatentada y clamorosa. La colocación de
los hombres y de las mujeres es unas veces alterada, y otras,
separados por sexos, forman círculos concéntricos que giran a
la inversa.
A los bailes sólo asisten las mujeres jóvenes y solteras, y
es de notar el respetuoso trato que reciben de sus compañeros
de diversión.
Los juegos tobas de que habla el P. Ducchi son precisa-
mente los que yo he observado, aunque de muy diversa mane-
ra. «-La pinta. es el nombre del que se efectúa con dados,
hechos de hueso o de madera, primorosamen'te, por los mismos
tobas. Las partidas se empeñan reunidos los indios en nutridos
corros, afuera, frente a los toldos. Sentados a la oriental y con
todos sus sentidos en el juego, echan a rodar los dados con la
mano derecha, dándose una palmada casi simultánea en el hom-
bro izquierdo. El movimiento es vigoroso, 'pero nunca alcanza
a producir las escoriaciones que alguien dice haber notado en
los jugadores. Estos arrojan alternativamente los dados sobre
el suelo, y la suerte s e decide por el mayor número de tantos,
que se anotan con cañitas recortadas de igual tamaño. El juego
de dados siempre lo realizan por interés.
El otro, asimismo típico, quizá más que el primero, es un
deporte propio de hombres sanos y muy fuertes. Para jugarlo
se hacen partidas numerosas e interesantísimas. Organizados en
dos bandos, concurren los tobas a una extensa cancha, completa-
Lns Divrrsionrs dr l a s Tobns

mente abierta y libre de obstáculos. La cancha se divide en d~


partes iguales, por medio de una línea, en cuyo centro se exca
un hoyo no muy profundo. En ese hoyo, que es donde se lib
el primer encuentro entre los dos bandos, se coloca u n bolo de
madera, de escaso volumen. Los jugadores - que cada uno lleva
un palo arqueado en la punta, como los del golf, o mejor, como
los del hockey, pero más largos -se colocan en sus respectivos
campos, inmediatos al hoyo, y a la señal del director o juez de
la partida, emprenden la lucha, para sacar la bola con los palos
y arrojarla al campo contrario. Mantener aquélla en la zona de
los contricantes, hasta finalizar la partida, es el objetivo principal
del juego. Los tobas manejan los palos con destreza y violencia,
y a cada golpe bien asestado la bola corre grandes distancias,
seguida de cerca por los jugadores en desenfrenada carrera, en
ruidoso tropel. Cada vez que la partida pasa a desarrollarse en
el propio campo, se anota u n tanto en contra, los que al sumar
cierto número dan la victoria al adversario. El movinliento, y la
agitación de este juego son extraordinarios. Los indios se despojan
de sus ropas a medida que avanzan en la lucha, y concluyen
por jugdr casi desnudos, con las espléndidas niusculaturas hin-
chadas por el esfuerzo y brillantes por el sol. Yo los he visto
jugar en el mes de Noviembre, bajo un sol de fuego, sin des-
mayo, alegremente, cuatro horas consecutivas. Y recuerdo que
el premio disputado en el match era u n pañuelo de seda or-
dinario.
R E D E N C I ~ NDE LOS TOBAS
LA ACCION DEL DEPARTAMENTO NACIONAL DEL TRABAJO
R E D E N C I ~DE
N LOS TOBAS
LA ACCIÓN DEL DEPARTAMENTO NACIONAL DEL TRABAJO

Quedan presentados los tobas. Esos son, señor Jefe, los


indios que yo he visto y estudiado con la mayor contracción,
con el más decidido empeño, en la creencia de hacer obra nece-
saria y buena.
Necesaria y buena, sí, porque, teniéndose en cuenta el valioso
contiiigeiite de fuerzas vivas que los tobas aportan al trabajo, y
lo que es más, el que podrían prestar en el futuro a la nacio-
nalidad, amparados, redimidos y organizados por la acción supe-
rior dcl Gobierno, su conocimiento completo se impone indis-
pensablcmente.
Los tohas, hombres buenos y fuertes, y cuando se incorpo-
ran a la civilización inmejorables obreros, no son bien conoci-
dos entre nosotros, a pesar de algunos nobles esfuerzos que
para hacerlos conocer realizaron espíritus serenos y reflexivos,
:.
que supieron « ver y trasmitir la verdad respecto a su significa-
ción, considerados aisladamente, o en el conjunto social en que
habrían de fundirse.
Se ha difundido, en efecto, quizá por interesados, un con-
cepto muy erróneo referente al « salvajismo » y a la inferioridad
de raza de los pobres indios, y es el caso de repetir, a más de
un siglo de distancia, las frases que el jesuita alemán P. Martín
Dobrizhoffer aplicara a los individuos de una parcialidad indí-
HolPffn W Depnrrnnrento h'nrionnl del '~'rabuin

gena hermana de la toba, ya extinguida, por desgracia:


e que tienen en menos a los indios americanos y los
«ser una raza inferior se equivocan, si tratan de estas naciones
Ú en general ».
Es forzoso destruir el error que ha mantenido hasta ahora
en la miseria y en lastimosa esterilidad social a gran número
de hombres, admirablemente organizados para el trabajo y para
la vida civilizada, y destruído a muchos más en inauditas y
sangrientas persecuciones. Y a ese propósito va dirigido, en pri-
mer término, el estudio que acabo de cumplir.
Después de mi comisión en el ~ ! h a c oy Formosa, créome
en condiciones de afirmar lo siguiente : Si allí existen todavía
P indios ,>no incorporados definitivamente a la civilización y a la
nacionalidad, se debe a que casi todas las manifestaciones de la
vida civilizada puestas a la vista de aquellos han sido y conti-
núan siendo odiosas. El trabajo, medio fácil y seguro de civili-
zar dentro de formas humanas, suaves y equitativas, se les ha
presentado a los indios como escIavitud y explotación descarada.
E l l ~ sno han observado, no pueden haber observado, por lo ge-
neral, sino abuso de Tuerza, punzantes egoísmos, sórdidas mez-
quindades y vicios repugnantes. Cómo, pues, adniitir y amar
un estado de cosas que se presenta así? Con sobrada razón el
más sabio y respetado de nuestros americanistas, el doctor Sa-
muel Lafone Quevedo, exclamaba hace pocos años : « i Dios nos
libre de llamar civilización cristiana a la que está en contacto,
salvo brillantes excepciones, con los pobres indios del Chaco! D
Conocidos los indios física y moralmente; conocida la na-
turaleza y el ambiente de la región en que ellos viven, se pre-
guntará: 2 Cuál podría ser la acción de gobierno encaminada a
redimirlos, a transformar su actual situación de parias por la
de ciudadanos conscientes y libres, útiles a sí mismos y a la
colectividad ? -- ¿Cuál, la que amparándolos, favorecería el tra-
bajo, la produccidn, y, en una palabra, el progreso regional?
No es, sin duda, el modesto funcionario encargado de estu-
diar y reflejar una situación determinada - -- reuniendo y apor-
RedsnrMn de los Tobas

tando el mayor número de elementos de juicio para su mejc-


conocimiento, - quien debe ofrecer la solución del problema-
fuera de lo que incumbe a la repartición de su procedencia;
pero ha de perniitírsele aprovechar la oportunidad presente,
para expresar lo que su residencia de algunos meses en el Chaco
y sus relaciones con los indios y con los que los frecuentan
o utilizan a diario le han sugerido.
Si se quisiera plantear el problema de la redención de los
tobas, en sus lineamientos geiierales, y encontrar una fórmula
breve, simple y concreta de solución, yo la ofrecería, precisado
a ello, en pocas palabras: Los indios, para civilizarse del todo
-v para siempre, no necesitan sino que se les trate con benevolen-
cia y con justicia.
Esto ha sido .demostrado concluyentemente. No he de citar
una larga serie de com~nicacionesanteriores, militares y civiles,
de carácter oficial o privado, que lo establecen en forma cate-
górica e incontrovertible; pero debo llamar la atención sobre el
último informe presentado por el jefe de las fuerzas nacionales
destacadas en el Chaco, teniente coronel Alejandro Fernández,
al Ministerio de Guerra. De ese documento, que levanta una vez
más las injustas imputaciones hechas a los indios, con motivo
de los asaltos y depredaciones cometidos por los 'bandoleros
blancos que infectan la región, s e desprende la certidumbre de
la eficacia del buen trcilo, aplicado a la reducción de los indí-
genas llamados c ariscos a. Aquéllos « irreducibles salvajes » --
que según se ha dicho y repetido sin mayor fundamento, en des-
prestigio del ejército --- huían despavorecidos a la presencia de
los uatranac, los temibles soldados, odiándolos a muerte, viven
ahora por largas temporadas en torno de los vivaques y pues-
tos avanzados de guardia, confrateri~izancon ellos y les sirven
de todas maneras, humilde y lealmente. .Llegan a los fortines
-- dice el distinguido militar -con toda confianza y permanecen
dias y dias en ellos, fraternizando con la tropa ».
Benevolencia en el trato y justicia en los actos de su vida
de obreros : he ahí lo que fundamentalmente necesitan los indios
Boletin del Depurtari~ento Nuci0nOl del Trubujjo

para abandonar hábitos y prácticas a quc son impulsado m


necesidades e influencias fatales, y plegarse a los que h 7
de considerar superiores, si en realidad lo fueran, a su entendi-
miento, no tan grosero como algunos creen.
Los resultados del sistema-- sobre el cual el gobierno ejer-
cería una grave, pero no difícil misiór. de contralor y garantía
-se pondrían de manifiesto apenas se iniciara su práctica. No
participo, pues, de la opinión general respecto a la posible du-
ración de la obra redentora de los indígenas del Chaco. La
creo, por medios claros y simples, fácil y pronta.
Formalizando y extendiendo aún más la acción gubernativa,
puede pensarse en la colonización indígena, alta y suficiente-
mente auspiciada, para que yo agregue aquí nuevos argumentos
en su favor. No está demás decir, sin embargo, que tan vasto
y costoso proyecto debe ser muy bien meditado antes de lle-
vársele a la prácticz, sobre todo en lo que respecta a la parte
económica-administrativa de los futuros centros agrícolas. El
toba se transforma pronto en agricultor. Lo ha probado en
Laishi, « el más importante, el mejor centro agrícola de For-
masa», a juicio de funcionarios téciiicos del Ministerio de Agri-
cultura. Pero si el éxito del proyecto queda garantido por esa
parte, no es dado asegurarlo por la otra, pues Se carece de
pruebas palmarias que afirmen, de manera general, la eficacia
de las instituciones encargadas del mejoramiento de los indíge-
nas y del honrado aprovechamiento de su trabajo. El excelente
informe del teniente coronel Alejandro Fernández, que he citado
complacido, contiene cargos precisos y graves referentes a la
« agencia >; de una de esas instituciones. Es un antecedente que
conviene no olvidar.
Ha de causar asombro a los que desconocen al indígena
chaqueño saber que gran número de tobas desean que sus hijos
adquieran instrucción en las escuelas nacionales. Ellos piden con
insistencia el establecimiento de escuelas. Ya en Las Palmas fun-
ciona una, con buena asistencia; y también a su pedido, ha de
instalarse otra. Tengo entendido que el actual gobernador del
Redención de los Tobas

Chaco ha expuesto al gobierno el noble anhelo de los indi


nas, y que su gestión, en el sentido de satisfacerlo, es patrif-
tica y persistente. La escuela, factor concurrente de primer orden,
de acción lenta, pero segurísima; es la destinada a completar la
evolución de los tobas hacia la vida civilizada, haciendo de ellos
buenos y laboriosos ciudadanos y mejores soldados para la Nación.
Ahora, en lo que incumbe al Departamento Nacional del
Trabajo, volveré a manifestar al Sr. Jefe, lo que verbalmente he
tenido el gusto de significarle en distintas oportunidades. Existe
un Proyecto de Ley Nacional del 'Trabajo, formulado y presen-
tado al Congreso, durante la segunda presidencia del General
Roca, por el entonces Ministro del Interior Dr. Joaquín V. Gon-
zalez, que en los tres capítulos del Título X, y bajo el rubro
general, Del Trabajo de los Indios, y los epígrafes parciales
\( De la persona civil de los indios :,, « Deberes de los patrones »,
y « De la protección y defensa de ios indios », contiene dispo-
siciones tan previsoras y prudentes, que, aplicadas en su tiempo,
habrían planteado y puesto en vías de solución el problema
relativo al trabajo del indio. El proyecto aludido tiene más de
diez años de existencia, y no obstante el interés demostrado en
los últimos tiempos por el estudio y consideraci6n de los asun-
tos y cuestiones obreras, continúa siendo el único trabajo que
aborda ese problema en toda su amplitud.
Las iniciativas surgidas posteriormente 110 han abarcado la
cuestión indígena en la cabal integridad de su vasto conjunto;
son sin duda bien inspiradas, pero débiles, porque no prevén, de
manera positiva y amplia, los dos objetivos primordiales de la
obra a realizar: la reducción del indígena y la extirpación inme-
diata del abuso patronal.
Y no se hará nada en beneficio del indio, ni en pro del
trabajo y el progreso regional, si falta el indispensable pro-
grama de una ley completa, previsora y sabia. El mismo fácil
sistema de benevolencia y de justicia aplicado al tratamiento de
los indios, de que ya hemos hablado, sólo es posible a condi-
ción de esa ley que establezca deberes y responsabilidades y cas-
Bolcfin d d ikparfamanto .4raclonaL del Trabojo

tigue severamente a los que violen o contravengan sus disposi-


ciones.
Piemo, pues, que el Departamento Nacional del Trabajo debe
gestionar la sanción de este admirable proyecto de ley, en la
parte referente al trabajo de los indios, introduciéndole las modi-
ficaciones que imponga su separación del cuerpo general a que
pertenece como parte integrante, adaptándolo, en la forzosa refor-
ma, a procedin~ientos más simples de vigilancia y fiscalización,
cual resultaría si se estableciera en los territorios del Norte una
inspección de trabajo con carácter permanente, encargada de tan
importantes servicios.
Así, el proyecto de ley prestigiado por el Departamento
podrá disponer, cntre otras cosas, que el trabajo de los indíge-
nas se contratará de acuerdo con las prescripciones que ella mar-
que, sin que en ningún caso queden dichos indios fuera de los
beneficios que otras leyes acuerdan para los trabajadores en
general ( , De la persona civil de los indios),. Art. 258); que, aun
cuando el trabajo se contrate por mes, el pago se efectuará por
semanas, cada sábado, y únicamente en nzoneda nacional de curso
legal, prohibiéndose en absoluto los bonos, vales, letras de cam-
bio, fichas, etc., en uso en la región, con ese objeto. ( \:Deberes
de los patrones D. Art. 267): que prohiba a las empresas y patro-
nes que ocupen indios el suministrar a estos, a título de alimento,
\(

obsequio, u otro pretexto, bebidas alcohólicas o fermentadas


en cantidad capaz de producir la embriaguez, y en ningun caso
licores intoxicantes y otras bebidas que causen ni siquiera len-
tamente este efecto »,- prohibición que se hará extensiva a los
negocios particulares que fuera o dentro de las empresas .ven-
dan o suniinistren bebidas a los indios en aquellas condiciones» --
( ~Deberesde los patrones ».Art. 270 ); qne permita a las empresas
el pago en mercaderías, - <( hasta una mitad del importe del sala-
rio avaluado por día » - sólo a condición de presentar a la aproba-
ción del Departamento Nacionai del Trabajo los precios de los ar-
tículos, los cuales no podrán ser modificados sin su formal conseii-
timiento, y de que las mercaderías en venta sean de positiva utilidad,
Redrnción (le l o s Tobas

e para impedir que los indios sean engañados o seducidos co


objetos superfluos, sin ninguna utilidad ni valor » ( e Deberes dF;
los patrones . Art.'268) ; que todos los que contraten indios
estén obligados a darles alojamientos cómodos, higiéiiicos y
« de suficiente capacidad para que habiten con sus mujeres e
ú hijos, si los tuvieren . ( , Deberes de los patrones j\.Art.
265); que obligue a las empresas, con una población indígena
de más de quinientos obreros ; a suministrarles asistencia médi-
ca y farmacéutica, y, en caso de menor población, a proveerse
de botiquines completos para hacer frente a los primeros auxi-
lios; que ordene la fijación del salario en cada contrato de tra-
bajo-que nunca podrá ser inferior a las tareas que los obre-
ros deban cumplir, según la remuneración corriente - y la
duración de la jornada laborable, que asimismo no podrá ser
\

\ mayor de diez horas para los adultos y de ocho horas para


<\ las mujeres adultas y los menores de diez y ocho años, hasta

\ catorce inclusive, y que aparte en absoluto del trabajo a


los menores de doce años . ( t Deberes de los patrones b.

Art. 269).
El proyecto que vengo cxtractando, en previsión de circuns-
tdncias contrarias a su aplicación integra, contiene otras dispo-
siciones que de ninguna manera deberán omitirse e n cualquier
adaptación que de él se hiciera. Entre esas disposjcic~nesfiguran
las generalcs del Capitulo 1, y ias contenidas en los artícu-
los 264, 266 p 271 del Capítulo 11. Sería largo citarlas a todas,
por lo cual me limito a niarcar su importancia y oportunidad,
ya que he podido comprobarlas al estudiar sobre el terreno la
situación actual de los indígenas.
Hecha la ley y reglamentada en la practica y en los detalles
de forma que deben completarla, habrá llegado el momento de
proyectar la inscripción de los obreros indígenas en los regis-
tros del Departamento Nacional del Trabajo, la forma de los
contratos, etc., y de hacerla cumplir eficientemente.
Y esto último, que ha de constituir lo más grave, si no difí-
cil, de la acción protectora de los tobas, merecerá especial
I ~ o l e t i ndel' L)epnrlamento Nacionul del í r a b u ~ o

atención del Departamento, que debe propender desde luc


estabieciniiento de una inspección regional estable, bien d~.---,
inteligente, capaz de cumplir er. cualquier momento con los altos
fines de sus funciones tutelares y progresivas por excelencia.
Insisto sobre el punto que acabo de mencionar, porque
tengo un elevadc concepto de la misión reservada a la inspec-
ción del trabajo, cuando ella se ejercita de verdad, con exacta
noción de los ideales socia!es determinativos de su creación y
mantenimiento.
Es necesario tener presente, sobre todo ahora que se
procura subvertir el verdadero y amplio carácter de la inspección,
- asegurándose desde el Congreso que bastan al desempefio de
sus funciones hombres de buena voluntad, que sólo sepan leer
y escribir y remunerados con la más baja recompensa de la admi-
iiistración -las f-ases del autor del magnífico proyecto de la ley
que he citado, referentes a la significación de la mencionada
repartición y a la índole de sus agentes, frases con las cua-
les quiero cerrar este humilde trabajo: « La inspección se
distribuirá por todas las poblaciones, divididas en zonas de pru-
eencial extensión, y será atendida c. por medio de funcionarios
capaces de comprender los corzflictos individuales o colectivos
del trabajo y aconsejar una solución inmediata, y serán éstos
\ como otros tantos ojos con que la autoridad superior vigilará
v la vida de los talleres, las fábricas y demás centros de trabajo,
\ para hacer sentir en ellas los beneficios de la Ley, en su acción
\ tutelar y progresiva. Tarea es ésta de la mayor dificultad, y de
\ la cual dependerá la mayor parte de la eficacia de toda la legis-
, lación obrera; y tanto al distribuirla como al fijarle sus funcio-
,\nes especiales, deberá fijarse la atención en las múltiples fases
U que ella encierra - científica, práctica, jurídica y conciliadora. -
\ Y si se acertase con los hombres y se hallare en ellos toda la
/< suma de voluntad y capacidad requecidas para estas vitales fun-
<( ciones, el éxito de la ley estaría satisfecho.
.. . . Ella ( la inspección ) debe ser activa, omnipresente e
c ilustrada, no sólo para que responda al fin jnridico de la
Redrizcióir dr los T o b m

« aplicación legal, sino para que sea vtrdadera su misión tutelú


« sobre las diversas clases sociales en cuyo favor será instituid
, . . . . En el cuerpo de la legislación obrera, la inspección
«representa la misión de los sentidos y demás órganos de la
k, \oluntad, por los cuales la persona manifiesta sn imperio en
los hechos de la vida; Y concebida así, sólo ella puede I-eali-
,, zar todos los fines sociales que la Ley se propone ,).

JosÉ E L ~ N~KLISON
A~
Inspector.

La impresióii de este BOLET~N


quedó terminada el 24 de
Mayo de 1910.

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