Está en la página 1de 4

ERA PIADOSO, TEMEROSO, HACÍA MUCHAS LIMOSNAS Y ORABA A DIOS

SIEMPRE, SIN EMBARGO, ÉL NO ERA SALVADO

“Había en Cesarea un hombre


llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso
y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al
pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como
a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba,
y le decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué
es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para
memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir
a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de
cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar. … él te hablará
palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (Hechos 10:1-6,
11:14).

Este pasaje bíblico está siempre presente en mi mente y en mi corazón,


porque en Cornelio me veo a mí mismo cuando era de hecho, en ese
tiempo yo era temeroso, piadoso y oraba, pero era todavía una persona
perdida en sus delitos y pecados.

Cuántas veces iba a la la iglesia e incluso cuando no me sentía mejor, los


pecados permanecían aun mas pegados a mi alma.

Pero Dios tenía un plan también para mí, un cambio de residencia de


Palermo a Gaeta, conocí a un hermano en Cristo que me llevó a la
comunidad evangélica de Fondi, donde escuché el Evangelio y, poco
después, en mi cuarto, Dios me regeneró espiritualmente, me hizo nacer
de nuevo y mi pecado se fue de mi alma, me sentía ligero, lleno de alegría,
de paz, y no tenía mas el miedo de ir al infierno porque entonces me
empecé a sentir en paz con el Señor en lo más profundo de mi alma. Dios
ya no era un juez para mí, pero ya lo veía como Padre, que se compadeció
de mis miserias del alma y me perdonó todos mis pecados. Gracias sean
dadas a Dios, que se apiadó de mí.

De manera similar a Cornelio, hay muchos que están en la condición en la


que me encontraba yo ante de ser salvado, que están en la misma
situación en la que estaba Cornelio cuando el ángel se le apareció, antes
de creer en el mensaje de la salvación que le trajo Pedro.

Hay muchos católicos que son devotos, piadosos, que temen a Dios,
hablan de Él, hablan de Jesucristo, hacen limosnas y oran, sin embargo,
como Cornelio, permanecen perdidos en sus delitos y pecados, porque
sólo por medio del nuevo nacimiento, sólo a través de la obra del Espíritu
Santo que viene a morar en el hombre se obtiene el perdón de los
pecados, infundiendo en las profundidades del corazón la fe en el
sacrificio de Jesucristo, por medio del cual se obtiene la remisión de los
pecados.

Estos son buenos religiosos católicos, pero no son salvados, no hacen


parte de la familia de Dios, como no hacía parte de la familia de Dios
Cornelio antes de que Pedro le llevase el mensaje de salvación.

Desdichadamente, incluso en las iglesias evangélicas, hay muchos que son


religiosos, piadosos y devotos, pero no son salvados, nunca han nacido de
nuevo. Este fenómeno es muy común entre los hijos de los creyentes que
han sido enseñados en todas las cosas que pertenecen a los principios y
doctrinas de la Biblia, imitan casi perfectamente el comportamiento de un
creyente, pero no lo son, dentro de ellos están espiritualmente muertos ,
hacen lo todo por arrastramiento, hábito, imitación de los demás y para
complacer a los padres y al pastor, pero nunca se han convertido y nunca
han nacido de nuevo.

En cierto sentido, también otras franjas religiosa, como los Testigos de


Jehová, andan de una manera religiosamente encomiable, pero no han
nacido de nuevo, no son salvados, y sus pecados no han sido perdonados,
sus inmundicias se encuentran todavía en su corazón y en su alma.

Cornelio fue salvado, sus pecados fueron perdonados y recibió el Espíritu


Santo en su corazón, en el momento en el que creyó en las palabras de
Pedro: “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en
él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10:43),
de hecho, Lucas continúa la historia con estas palabras: “Mientras aún
hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que
oían el discurso” (Hechos 10:44).

Estas Sagradas Escrituras nos recuerdan que el perdón de los pecados se


consigue sólo a través de la fe en el sacrificio de Cristo en la cruz, en el
momento en que el Espíritu Santo hace la obra de convicción en las
profundidades del alma que se está viviendo en el pecado, como está
escrito: “[el Consolador] convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio” (Juan 16:8).

Hemos leído que el Espíritu Santo convence al hombre de pecado, lo hace


sentir un pecador en necesidad de salvación, que no puede agradar a Dios
con sus propias fuerzas y sus obras, y lo convence, poniendo en él la fe en
el sacrificio de Cristo en la cruz, la sangre derramada cumple la limpieza de
sus pecados.

No es por las obras que se obtiene el perdón de pecados, sino sólo por la
fe puesta en el corazón del hombre por el Espíritu Santo, como dice el
Señor Jesucristo a Pablo, “Te envío, para que abras sus ojos, para que se
conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios;
para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia
entre los santificados” (Hechos 26:17,18).

Ahora les digo a ustedes, católicos romanos, a ustedes que piensan ser
salvados y agradar a Dios por sus obras, a la luz de lo que hemos dicho en
referencia a la forma de obtener el perdón de los pecados, deben saber
que no es por las obras que uno puede ser salvado y los pecados no son
perdonados por el sacerdote, sino sólo por Dios, a partir del momento en
que uno nazca de agua y del Espíritu. Arrepiéntanse, pues, y clamen a
Dios, arrepiéntanse de sus pecados y griten a Dios el Señor que tenga
misericordia de ustedes y les haga nacer de nuevo perdonando sus
pecados. La salvación es por fe, no por obras, de acuerdo con lo que dicen
las Sagradas Escrituras: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

Ustedes están en la condición de Cornelio, dispónganse para escuchar el


mensaje de salvación del apóstol Pedro, y obtendrán lo que obtuvieron
Cornelio y su casa.

Y ahora les digo también a ustedes que entran por las puertas de los
lugares de culto evangélicos casi todos los domingos, si ustedes no han
nacido de nuevo, todavía están perdidos en sus delitos y pecados y siguen
siendo hijos de ira. También ustedes arrepiéntanse y crean en el Evangelio
y obtendrán el perdón de sus pecados. Ustedes no son salvos porque sus
padres son creyentes; ustedes no son salvos porque frecuentan una
comunidad evangélica, ya que la salvación es personal, no grupal, y si
ustedes no han nacido de nuevo no entrarán en el reino de los cielos, y el
hades les tragará si no han recibido la misericordia de Dios y sus pecados
no han sido perdonados. Nada impuro entrará en el reino de los cielos,
ningún pecador, ningún pecado, por lo tanto, deben ser limpiados por la
sangre de Jesucristo, por medio de la fe, de todo pecado para poder
entrar en el reino de los cielos.

Miren, pues, que la luz que creen haya en ustedes no sea tinieblas.

A todos les exhorto, por tanto, yo que una vez estaba perdido en mis
delitos y pecados como ustedes, de arrepentirse y creer en el Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo, para obtener el perdón y la purificación de los
pecados.

El que tiene oídos, oiga lo que la Palabra de Dios dice a las Iglesias.

También podría gustarte