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HEIDEGGER Y ZUBIRI

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS
Colección Nueva Mínima del CIV
dirigida por José M. Sevilla

Esta publicación ha contado con una ayuda del Grupo de


Investigación del P.A.I. Ontología, Racionalidad y Episteme
(Cód. HUM 389)

HEIDEGGER Y ZUBIRI
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

©Isabel Aísa Fernández, 2006 y © de la edición digital


Isabel Aísa Fernández
©de las ilustraciones: Miguel Rodríguez Higuero, 2006
©de la presente edición y de la edición digital: Centro de Investigaciones sobre
Vico, 2006
©de la presente edición: Fénix Editora, 2006
ISBN: 84-611-2309-3
Depósito Legal: SE-4197-06
Edita: CIV & ORP
Fénix Editora
Sevilla
e-mail: fenixeditora1@telefonica.net

Diseño y maquetación: MacHal 9000

Nueva Mínima del CIV


Impreso en España - Printed in Spain
2006
Todos los derechos resrervados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o trans-
mitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquími-
co, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor, o en
su defecto del titular del copyright.
ÍNDICE

A mis padres,
PRESENTACIÓN
Valentín y Rosa.
Prólogo

I
HIEDEGGER, ZUBIRI Y LA METAFÍSICA. APROXIMACIONES
§ 1. Planteamiento
§ 2. La influencia de Aristóteles
§ 3. Vuelta al planteamiento

II.
¿HAY SÓLO UN PRIMER Y UN SEGUNDO HEIDEGGER?
§ 4. Etapa metafísico-católica
§ 5. Etapa metafísico-intramundana
§ 6. Etapa metafísico-política
§ 7. Etapa del pensar como superación de la metafísica

III.
LA FILOSOFÍA DE ZUBIRI COMO DIÁLOGO CRÍTICO CON HEIDEGGER
§ 8. Realidad antes que ser
§ 9. Impresión antes que comprensión
§ 10. Animal de realidades antes que Dasein

FINAL

Epílogo

BIBLIOGRAFÍA
PRESENTACIÓN
Isabel Aísa Fernández

Xavier Zubiri (1898-1983) leyó y tradujo a Martín


Heidegger, asistió a clases suyas en Friburgo, donde intercambió
con él puntos de vista filosóficos, asimiló su influencia y la profun-
dizó en críticas explícitas; todo lo cual contribuyó, sin duda, a la
creación de su filosofía, auténtica y original, la cual admite ser
interpretada como un poderoso y constante diálogo crítico con
Heidegger.
Martín Heidegger (1889-1976) probablemente no leyó a Zubiri
y, ciertamente, ni lo tradujo ni asistió a sus Seminarios en Madrid.
Sin embargo, sí nos consta que se mostró interesado por su pensa-
miento filosófico. Lamentablemente, ignoramos el contenido de la
conversación que ambos mantuvieron en casa de Heidegger, cuando
en 1930 Zubiri se despedía ya de Friburgo para viajar a Berlín. Sólo
nos queda constancia de la queja de Heidegger: -“¿Por qué, H e rr
K o l l e g e,no ha hablado usted antes?” (p. 86). Además, según recuer-
da también Carmen Castro, Zubiri le comentaría más tarde que esa
conversación “tuvo consecuencias en la obra de ambos” (p. 86).
¿Qué consecuencias se derivaron de esa larga conversación?
Este escrito aspira únicamente a ser un bosquejo de preguntas y
hallazgos provisionales, encontrados en la investigación del filoso-
far de ambos pensadores. Como tal, está llamado a ser motivo de
insistencia. Tanto en lo que se refiere a la inspiración que el pensa-
miento de Aristóteles ejerce en el de Heidegger y en el de Zubiri
(Parte I), como a la posibilidad de reconocer cuatro etapas en la
evolución filosófica de Heidegger (Parte II), como al diálogo críti-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros

co que el pensar de Zubiri mantiene con el de Heidegger, explícita


o implícitamente (Parte III).
En el Final, reflexionamos sobre el qué y el para qué de la filo-
sofía: un asunto que nos parece muy necesitado de atención, hoy y
siempre. En dicho asunto se inscriben, en realidad, estas investiga-
ciones sobre Heidegger y Zubiri.
Por último, en el Prólogo y en el Epílogo, mostramos en ima-
gen y en clave de humor parte de las diferencias existentes entre los
filósofos protagonistas de este estudio: en aquél, un anticipo; en
éste, un resumen o conclusión.
Hemos suprimido la numeración, localización y comentarios a
pie de página de las citas, al amparo del estilo ágil y esquemático, Prólogo
propio de un bosquejo. Sin embargo, indicamos al lado de los tex-
tos la página o páginas del libro al que pertenecen, cuyos datos
podrán encontrarse en la Bibliografía. En el caso de Heidegger,
además de la edición en castellano utilizada, se indica el volumen
de la Gesamtausgabe que contiene el escrito correspondiente o está
previsto que lo contenga. Los textos citados no están separados de
la exposición general, con el propósito de que el discurso no se
interrumpa innecesariamente. Con la excepción de algunos textos
del Final, pertenecientes a Martín Heidegger, que hemos destacado
del resto por considerarlos especialmente dignos de meditación
para el tema que allí se expone.
Agradezco a mi Grupo de Investigación y, en especial, a los
Profesores José M. Sevilla y Miguel A. Pastor, que hayan hecho
posible este libro. Me considero muy afortunada al contar con las
ilustraciones de mi admirado amigo Miguel Rodríguez Higuero.

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Isabel Aísa Fernández

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

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I

HEIDEGGER, ZUBIRI Y LA METAFÍSICA.


APROXIMACIONES

“Mentor en la busca fue el Lutero joven;


modelo, A r i s t ó t e l e s, a quien aquél odiaba.
Impulsos me los dio Kierkegaard, y los ojos me
los puso Husserl.”

(M. HEIDEGGER, Ontología. Hermenéutica de la


facticidad, p. 22)
Isabel Aísa Fernández

[1]
PLANTEAMIENTO

El filosofar de Heidegger tiene un norte: el ser; el de Zubiri


tiene otro: la realidad. El pensamiento filosófico de ambos está
orientado por una única idea, la cual constituye hallazgo y clave de
su hacer filosófico, creativo y unitario. Uno y otro son auténticos
pensadores, seducidos por una auténtica cuestión. Como Ortega
diría, no es lo mismo proceder mediante una colección de teorías,
que con una sola. Heidegger y Zubiri coinciden en este punto: les
orienta una sola teoría.
El tema al que se dedican uno y otro es peculiar: el ser, la rea-
lidad, no son esto ni aquello, no son ninguna entidad ni talidad,
pero entidad y talidad tienen que ver intrínsecamente con los dos.
En nuestra vida, contamos con el ser de las cosas y decimos sin pro-
blema que esto o aquello es tal o cual. El “es” nos resulta tan fami-
liar como el suelo o el cielo, por lo que cotidianamente nos hace-
mos cuestión de los “tales” o “cuales”, pero no de su “es”. Y la
ciencia, que sirve a esa cotidianidad, procede de la misma manera.
Cuando algo nos impresiona, sea una temperatura extrema o un
fuego que se declarase repentinamente, reparamos en lo que nos
impresiona y acostumbramos a pasar de largo por la realidad de eso
que impresiona realmente; con esa “realidad” también contamos.
Por un lado, el ser y la realidad son cuestiones-raíces, por así decir:
sin el “es”, los tales y cuales se desvanecerían; sin un grado de rea-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

lidad mayor o menor, nuestras impresiones no acontecerían. Por gramática. Por su parte, Zubiri se ve obligado a introducir numero-
otro, el ser y la realidad son cuestiones enterradas en el ajetreo del sos neologismos en sus textos y, ante todo, el de “reidad” para des-
vivir, en sus urgencias y necesidades, en el parloteo diario. En defi- cribir la realidad como formalidad o mero “de suyo” de lo sentido,
nitiva, son cuestiones peculiares porque con ellas se da una situa- en contraste con cualquier otro significado del término, común o
ción paradójica: su anonimato cotidiano, junto con su inexorable filosófico.
protagonismo. Ser y realidad protagonizan anónimamente el cada Ser, realidad, bien y otros, son temas propios de la filosofía y
día. –más concretamente– de la metafísica desde Aristóteles. De ahí,
Según Karl Jaspers, la duda de Descartes, comparada con la que otro punto de encuentro de Heidegger y Zubiri sea la metafísi-
duda del enfermo mental, resulta artificiosa. Después de observar ca. Ambos son filósofos metafísicos. El caso de Zubiri es patente;
cómo éstos patean el suelo con angustia para cerciorarse de su rea- el de Heidegger podría contestarse, dada su crítica final a la meta-
lidad, la duda metódica parece sólo una postura ingeniosa o un física. Sin embargo, sostenemos que, de una u otra manera,
juego intelectual. Con su duda, Descartes va a alguna parte; con la Heidegger fue siempre un metafísico.
suya, el enfermo no va a ninguna. Dudar del suelo bajo nuestros
pies no tiene sentido. Espontáneamente, contamos con el ser y la
realidad; es decir, no los ponemos en duda, sino todo lo contrario: [2]
dudamos a partir de esas certezas. Ser y realidad son tan cercanos LA INFLUENCIA DE ARISTÓTELES
como el suelo y el cielo, y Descartes no dudó hasta ese punto;
incluso preservó a la moral, es decir, al “bien”. Luego, más que arti- Los escritos de Aristóteles fueron la ocasión del origen del tér-
ficial, la duda en Descartes es metódica; es decir, viable. Podríamos mino “metafísica”. ¡Del término, no del tratamiento, anterior a él!.
afirmar que el anonimato y falta de cuestionamiento del “es” y de Luego, la metafísica admite una doble consideración: extrínseca e
la “realidad” de los entes y talidades son un índice de buena salud. intrínseca. Extrínsecamente, metafísica es la investigación que en
Firmemente asentados ambos, vivimos en ellos confiadamente y Aristóteles sucede a su física, según la ordenación de Andrónico.
nos preguntamos a partir de su firmeza cercana. Porque “metá” quiere decir, en griego, “allende” o “más allá”. Es
Ahora bien, desde hace siglos, los humanos preguntan por esas una consideración meramente extrínseca, que nada dice de lo que
cuestiones-raíces. No se trata de dudar como los enfermos de sea la metafísica; únicamente advierte lo que no es: no es física. Sin
Jaspers, sino de desvelar su discreta entraña. Porque el humano es embargo, la consideración extrínseca del término no es la única; no
a la manera de un contorsionista, capaz de volver sobre sus quicios sólo porque puedan ocurrírsenos otras, sino porque lo tratado por
sólo para aprehenderlos: “retorsión”, diría Zubiri. Porque el hom- Aristóteles en esas investigaciones post-físicas justifica otra, la
bre cuida de lo que ve y también de aquello en lo que ve. Llegados cual define el “qué” de la metafísica. Intrínsecamente, ésta no es un
aquí, asoma otra peculiaridad del ser y de la realidad: su cuestiona- saber particular, como la física o la matemática, sino el saber del
miento no sólo contraviene el modo de la cotidianidad y exige “ente en cuanto ente” –no de una de sus partes–, y es por esto que
aquella retorsión, sino que ambos se resisten a la objetivación y constituye la sabiduría o filosofía “primera”, en lugar de un mero
reclaman, por ello, un trato especial. Heidegger afirma en la saber “segundo”.
“Introducción” a Ser y tiempo, que en el desarrollo de la pregunta Hay que tener en cuenta que Aristóteles empieza su metafísi-
que interroga por el ser, no sólo faltan las palabras, sino también la ca con la afirmación de que todos los hombres desean por natura-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

leza saber. El saber que tiene como término al “ente en cuanto representarnos el pensamiento de Heidegger como una balanza en
ente” es “primero”. Entre las distintas formas de saber, la más ele- cuyos platillos se ponderaran una y otra cuestión, respectivamente:
vada consiste en saber la entidad. La entidad, por su parte, se dice habría que dilucidar si dichos platillos están equilibrados y, si no lo
de varios modos, según Aristóteles, pero ante todo se dice como están, cuál de ellos pesa más. Sin embargo, éste no es el verdadero
“sustancia”. De las sustancias se ocupa el filósofo. Hasta aquí, esta problema, ya que el ser ‘vence’ siempre al Dasein, y más patente-
metafísica consistiría en lo que a partir del S. XVIII se denomina- mente aún en el Heidegger del “giro” o “segundo Heidegger”. Lo
rá “ontología”. Pero Aristóteles sigue más allá, allende todavía, que sí merece atención es el papel que realmente juega el existente
hasta la sustancia “inmóvil y separada”; en consecuencia, aquella o Dasein en este caminar filosófico. En uno de los tramos del cami-
sabiduría o filosofía, además de “primera” es también “divina” y, no, Heidegger sostiene que toda metafísica ha atendido al ente y
más que mera ontología, teología. Ya en el libro primero de su no al ser. Por dedicarse a la verdad del ente, la metafísica es intrín-
metafísica, Aristóteles advierte que divina es entre todas las cien- secamente teológica o, mejor aún, onto-teológica. Lo teológico de
cias aquélla que “tendría Dios principalmente, y la que verse sobre la metafísica no fue un logro de los pensadores medievales, sino de
lo divino” (libro I,2). La constitución onto-teológica de la metafísi- la pregunta por el ente en cuanto ente. Los filósofos cristianos no
ca de Aristóteles ha marcado ‘a fuego’ todo el pensamiento occi- habrían hecho más que insistir en dicho logro. La metafísica occi-
dental, y de ello tratará detenidamente el último Heidegger. dental, nos dice Heidegger en su conferencia: “La constitución
¿Cómo se sitúan Heidegger y Zubiri ante el Aristóteles onto-teo-lógica de la metafísica” (1957), ya era ontología y teolo-
metafísico? gía “desde su principio en Grecia” (p. 121), antes de que en la Edad
El pensamiento de Aristóteles es decisivo en el filosofar de Moderna se la denominara ontosofía o ontología. Sin embargo, una
Heidegger de principio a fin. Ningún otro pensar marcará su hacer filosofía cristiana es un “hierro de madera” (p. 17), afirma en su
con una huella tan honda; la metafísica de Aristóteles le acercó el Curso de 1935: Introducción a la metafísica. La metafísica de
que sería su norte desde 1907 hasta su muerte, en 1976. Aristóteles no sólo proporciona a Heidegger el tema de su pensar,
Conrad Gröber, profesor de Heidegger, le regala en 1907 la sino también el ‘enemigo’ de todo pensar: la metafísica.
obra de Brentano: Del múltiple significado del ente según En la biografía de Zubiri, como en la de Heidegger, hay un
Aristóteles (1862), la cual se convertirá en “guía y criterio” de sus acontecimiento filosófico relacionado con un precoz e indirecto
primeros pasos en filosofía. Desde ella, se activa el pensar de encuentro con el pensamiento de Aristóteles. Según Carmen
Heidegger: le inquieta la pregunta por la unidad que recorre aque- Castro, a los diez años Zubiri ya estaba familiarizado con la Summa
lla multiplicidad, busca respuestas en Husserl porque está influido Theologica de Tomás de Aquino, en la cual aprendió a “formular
por Brentano, encuentra que “la cosa misma” es el ser y no la con- con claridad” los problemas filosóficos, si bien “X. No era tomis-
ciencia ni la objetividad, hasta romper con el filosofar de Husserl. ta” (p. 65). No es muy aventurado conjeturar que este conocimien-
Si bien de forma indirecta –a través de Brentano y de la fenomeno- to, junto con la influencia de algunos maestros, como Ortega en
logía–, Aristóteles conduce a Heidegger hasta el camino de la pre- Madrid, o Noël en Lovaina, sensibilizaron a Zubiri en dirección a
gunta por el ser. Dicho camino es su filosofía. Pocas dudas puede la realidad. Pero el hallazgo de su “reidad” fue, sin duda, un proce-
haber acerca de que el ser y ningún otro asunto es el que centra y so lento, que requirió no sólo asimilar distintas influencias, entre
unifica la marcha filosófica de Heidegger. Únicamente el tema del las que están las de Husserl y Heidegger, sino también profundizar-
Dasein o existente podría amenazar aquella prioridad; podemos las críticamente. Hasta 1962, con sesenta y cuatro años, no aparece

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

su primer libro de madurez, en el cual realidad y ser están articula- la entidad. Ambos, críticos de Aristóteles y Zubiri, además, crítico
dos sin confusión: se trata de Sobre la esencia, la metafísica de de Heidegger. Precisamente en Sobre la esencia encontramos la
Zubiri. exposición y crítica más detenidas de Zubiri al filosofar de
En la estructuración de Sobre la esencia hay algo significati- Heidegger.
vo. La obra tiene tres partes, de las cuales la última recoge lo que
propiamente es el desarrollo del problema, que las dos primeras
anuncian y preparan. Lo primero que encontramos en el libro es [3]
una frase de la Metafísica de Aristóteles: “Esta (es una) especula- VUELTA AL PLANTEAMIENTO
ción sobre la sustancia”. Inmediatamente después, la
“Introducción” a la parte primera está dedicada a precisar las nocio- Heidegger y Zubiri se posicionan frente a Aristóteles. De ese
nes de “sustancia” y “esencia” desde Aristóteles y en un apretado posicionamiento, en Zubiri surge una metafísica. ¿Y en Heidegger?
recorrido histórico, hasta constatar que en el presente el pensamien- En Heidegger surge lo que él denomina “pensar”. ¿Es metafísica
to tiene que habérselas con el mismo problema: la investigación de ese pensar? Heidegger no lo admitiría. No, porque tiene por tal la
la sustancia. La segunda parte expone algunos posicionamientos onto-teología de Aristóteles. Sin embargo, entre la entidad, el ser y
respecto de la esencia, desde Husserl hasta Aristóteles. Primera y la realidad hay un estrecho parentesco: son transcendentales; es
segunda parte constituyen, en realidad, un prólogo de la tercera, en decir, transcienden toda particularidad, a todos los entes y a todo lo
la cual Zubiri expone su postura haciendo pie en Aristóteles. En real, pero sin perder su íntima vinculación a ellos. La transcenden-
Aristóteles, y no en Husserl, Hegel o Descartes, porque aquél abor- talidad está en lo particular sin ser particular, está en cada ente sin
dó primariamente esos problemas; porque en aquél la esencia es ser un ente, en cada realidad sin ser ella sola. La investigación a
realidad y no mero concepto; porque, aunque real, la esencia se ha nivel transcendental –“primero”, que diría Aristóteles– es lo propio
inclinado excesivamente en él hacia el lado del logos predicativo; de la metafísica y, más aún, de lo filosófico sin más. Se denomine
porque hay que situar el problema en su lado “físico” antes que en “metafísica”, “pensar” o “filosofar”.
el lógico, lo cual no acertó a hacer Aristóteles. Éste habría seguido En su curso de 1969: “Los problemas fundamentales de la meta-
“la doble vía de la predicación y de la naturaleza” en su concepción física occidental”, Zubiri sostiene que “la metafísica no es formal-
de la sustancia como “irreductible subjetualidad” (p. 85). mente una investigación acerca de Dios” (p. 23), sino “búsqueda de
Sobre la esencia está construida en diálogo crítico con lo últimamente diáfano” (p. 29). Lo diáfano no sólo deja ver, sino
Aristóteles, cuyo pensar radicalizará Zubiri mediante la insistencia que hace ver y, incluso, constituye lo visto como “momento mismo
en la vía física, frente a la del logos. Si tenemos presente la íntima de las cosas” (p. 20). Últimamente diáfana es la realidad. En
unidad que hay entre esta metafísica y todo lo que Zubiri escribió Heidegger, el ser hace ver los entes y constituye al hombre como
después, fundamentalmente su noología o tratado de la intelección Dasein; tenido en cuenta que el pensar “pertenece al ser, estando a
sentiente, nos percataremos de que también en Zubiri, como en su escucha” (Carta sobre el humanismo, p. 16), también éste busca
Heidegger, Aristóteles fue permanente referencia y acicate; de él (escucha) diafanidad. Ciertamente, ni realidad y ser son lo mismo,
extraen ambos el núcleo de su pensar y a partir de él se separan sus ni tampoco es idéntica la noción de “diafanidad” en ambos filóso-
caminos. Zubiri tomará el camino de la sustantividad, en lugar del fos. Sin embargo, las semejanzas son evidentes. Tanto la metafísi-
de la sustancia-sujeto; Heidegger el del ser, en lugar del camino de ca de Zubiri como el pensar de Heidegger transcienden el orden

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros

científico; en Zubiri, porque “última” sólo es la diafanidad filosó-


fica y en Heidegger, porque el pensar científico o no es pensar o
es otro pensar. Recordemos los tratamientos que Heidegger hace,
no únicamente del ser, sino del tiempo, de la historia o de la angus-
tia; no son propios de la ciencia física, ni de la historia, ni de la psi-
quiatría porque están a otro nivel: a nivel transcendental, es decir,
filosófico.
El filósofo no tiene “coto de caza propio”; no porque sólo dis-
ponga de “una licencia de cazador furtivo”, como afirma Innerarity
(p.152), sino porque la filosofía, a diferencia de las ciencias, no
tiene coto. El tema del pensar o del filosofar no es objetivable, sino
abierto, debido a su transcendentalidad. Lo cual no implica que no
II
sea real: ahí están Heidegger y Zubiri para mostrarlo.
¿HAY SÓLO UN PRIMER Y UN SEGUNDO
HEIDEGGER?

“Así es como me vi llevado al camino de la pre-


gunta por el ser, iluminado por la actitud feno-
menológica de una manera renovada y distinta
a cuanto me inquietaban los problemas surgi-
dos de la disertación de Brentano. Pero el cami-
no del preguntar sería más largo de lo que yo
sospechaba, y requirió de muchas paradas, de
muchos rodeos y desvíos.”

(M. HEIDEGGER, “Mi camino en la fenomenolo-


gía”, p. 100)

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Isabel Aísa Fernández

En 1980, Zubiri escribe un prólogo a la traducción al inglés


de Naturaleza, Historia, Dios, en el cual se refiere a dos etapas de
su pensamiento: la que no discierne entre ontología y metafísica, y
la etapa “rigurosamente metafísica”. Sin embargo, las etapas de
Zubiri son en realidad tres, pues a esas dos les precede otra, “obje-
tivista”. En el prólogo, Zubiri deja un rastro de la misma en lo que
nombra: “remota inspiración común”. Sin duda, la primera etapa ha
quedado muy lejana; no sólo de la fecha de composición del prólo-
go, sino de la del libro: 1944.
Es costumbre referirse a un “primer” y a un “segundo”
Heidegger, separados por la segunda guerra mundial aproximada-
mente. El acento pasaría de estar colocado en el existente a estarlo
en el ser, y el estilo sistemático dejaría paso a otro ensayístico. Sin
embargo, esta división puede aún matizarse si atendemos a algunos
sucesos importantes en la vida de Heidegger, que tuvieron innega-
ble repercusión en su obra filosófica.
Si nos centramos en Ser y tiempo (1927), máximo exponente
del llamado “primer Heidegger”, y pasamos luego a considerar
escritos de su segunda etapa, tales como la Carta sobre el humanis -
mo (1947) o Identidad y diferencia (1957), no parece arriesgado
defender la existencia de una sólida unidad de fondo en el pensa-
dor. Las diferencias serían más de forma, acento o perspectiva, que
sustancialmente relevantes. Ahora bien, hay una fecha que sí sepa-
ra de forma tajante el antes del después: 1919, año de su renuncia
explícita al catolicismo, en carta dirigida a Engelbert Krebs, el

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

sacerdote amigo que administró su matrimonio dos años antes. De superación, también nos parece un hecho. Pensemos ahora en la
dicha carta, recogida por Safranski (p. 139), hay que destacar dos Carta sobre el humanismo (1947). Entre ambos escritos,
aspectos: el motivo de la renuncia y el posicionamiento metafísico. Introducción a la metafísica, el curso impartido por Heidegger en
La renuncia está motivada por la “vocación interna para la filoso- 1935, señala un momento de cambio o etapa intermedia entre aque-
fía”; es decir, Heidegger no puede ya conciliar su posición filosófi- llos dos textos. En dicho curso, aún no está el Heidegger de la
ca con el dogma católico, y elige aquélla. En cuanto a la metafísi- Carta, pero tampoco ya el de ¿Qué es metafísica? Con todo, la evo-
ca, afirma su fidelidad a la misma, si bien “en un nuevo sentido”. lución no es brusca; más que cortes abruptos, encontramos casi
Esto último es importantísimo en orden a destacar sus etapas; en la siempre desarrollos o cambios de acento, en ocasiones impulsados
profunda escisión abierta a la altura de 1919, todavía queda una por torcidas interpretaciones. Recordemos que tanto Husserl como
cierta continuidad: la metafísica. Cuando el último Heidegger pro- Sartre entendieron en algún momento que Heidegger pensaba como
ponga la superación de la misma en el pensar, quedará consumada ellos, lo cual éste desmintió. En Ser y tiempo, por ejemplo, no son
definitivamente aquella escisión. De momento, cabe distinguir en protagonistas ni la subjetividad ni el existente (Dasein), pero no era
él una “metafísica católica” y otra “intramundana”, incompatibles difícil una interpretación en ese sentido. Después de la Carta, tales
entre sí. interpretaciones quedarán definitivamente abortadas. Sólo hay un
El proyecto filosófico de Heidegger terminará trazado median- giro de ruptura en Heidegger, como ya dijimos, y es el de su sepa-
te las dos líneas paralelas de la metafísica y el pensar. Hasta ese ración de la metafísica católica. En cuanto a su postura política en
momento, la metafísica (intramundana) y el ser (del ente) se van la época del nacionalsocialismo, estimamos que está más al servi-
mostrando más y más imposibles de transitar, por así decir, hasta cio de lo filosófico que de lo político; más que de una aplicación de
merecer su arrumbamiento en la metafísica de siempre y el ser que lo político a lo filosófico, se trataría de hacer valer el filosofar en la
es el ente. Así nace todavía un nuevo lenguaje y una nueva ortogra- política del momento. Que no pudiera lograrlo, acaso redima el
fía en Heidegger. Mientras, sin embargo, hay otro suceso que marca filosofar de Heidegger de sospechosas contaminaciones.
su vida y su obra, el cual, junto con el anterior, constituirá un peso Heidegger estudió teología, pero la dejó después de unos tres
colosal para los hombros del filósofo hasta el final de sus días. Se semestres. No dejó, en cambio, la filosofía. Heidegger nació cató-
trata de su adhesión al nacionalsocialismo; el tono de sus escritos lico y se educó en el catolicismo. Sin embargo, lo abandonaría, sin
cambia y aparecen nuevos temas y protagonistas, todo lo cual des- abandonar la metafísica. Heidegger participó activamente en polí-
aparecerá con esta etapa, a la que denominamos: “metafísico-polí- tica, pero se retiró finalmente de ella, sin retirarse de la filosofía.
tica”. Comprende los años treinta. Todo esto hace manifiesto a un Heidegger filósofo o pensador puro;
Las etapas, en el caso de Zubiri, culminan en la metafísica y su pasión fue el filosofar y en ella se absorbieron o perdieron otras
en el de Heidegger, en el pensar. Ahora bien, ¿qué es pensar? ¿Es pasiones, como la teológica y la política.
inmune el pensar de Heidegger a toda consideración metafísica? Afirma Safranski, en el prólogo de su biografía, que en
Además, ¿está condenada la metafísica a ser onto-teología? Heidegger está todavía “toda la maravillosa metafísica”, si bien
La cuestión de la metafísica experimenta una evolución en justo en el instante de abrirse “a otra cosa”. Nos preguntamos, qué
Heidegger; que aquélla está presente, incluso de manera ‘amisto- es “toda” o cómo “está toda”, y también qué es esa “otra cosa” a la
sa’, nos parece un hecho. Pensemos en su lección: ¿Qué es meta - que se refiere Safranski.
física? (1929). Que deja de estar así para hacerlo como crítica y

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

[4] tinción de momentos o etapas en el acontecer humano tiene que


ETAPA METAFÍSICO-CATÓLICA ver, por consiguiente, con los cambios de inspiración. La inspira-
ción común de la que denominamos “etapa metafísico-católica” es
Heidegger nace en el seno de una familia católica (Messkirch, la teología. De ahí que, una vez abandonado el dogma, el momen -
1889) y su formación será también católica (escuela de Messkirch, to metafísico haya de entenderse –precisamente como momento de
instituto humanístico de Constanza, instituto Bertold de Friburgo, un todo estructural– “en un nuevo sentido”. En esta temprana pri-
seminario teológico de Friburgo, etc.). En 1917, contrae matrimo- mera etapa, la metafísica de Heidegger es, más que transcendental,
nio con una protestante; aunque prometen entonces educar a sus transcendente; es decir, teológica. En ella, hay una vinculación a lo
hijos en el catolicismo, llegado el momento no se sentirán capaces eterno y un intento de superar la temporalidad: Dios está más allá
de hacerlo. En 1919, nace el primer hijo y en el mismo año se aleja del tiempo y el pensamiento lógico es capaz, a su manera, de ele-
Heidegger del catolicismo, según consta en la carta dirigida a varse sobre el tiempo.
Krebs, ya citada. El motivo explícito de la renuncia –la libertad y En 1909, Heidegger es admitido en el seminario teológico de
autenticidad que exige la dedicación a la filosofía– ha de conside- F r i b u rgo y empieza sus estudios de teología católica en la
rarse como una especie de precipitado formal –consecuencia de Universidad. Allí permanecerá hasta febrero de 1911, fecha en la
motivos muy concretos y de variada índole– al que Heidegger que interrumpe los estudios por motivos de salud; primero de forma
habría arribado tras realizar una compleja travesía vital. También, provisional y hacia finales de ese mismo año, de forma definitiva.
la fecha de la carta (1919) no puede indicar un puro inicio, sino la Atrás quedaban para siempre sus proyectos de ordenación sacerdo-
consolidación de un alejamiento progresivo: el que acontece entre tal y carrera teológica. No así sus estudios de filosofía; en 1913, se
los años de 1916 y 1919. Más aún, ni siquiera a la altura de 1919, doctora con la tesis: La doctrina del juicio en el psicologismo, diri-
Heidegger se ha arrancado del todo de sus “orígenes”; lo metafísi- gida por Arthur Schneider, catedrático de Filosofía Cristiana. En
co estará presente hasta los años cuarenta, aunque sea “en un nuevo este marco, se publican los primeros escritos de un Heidegger teo-
sentido”. Para arrancarse del todo, el filósofo tendrá que realizar lógico, poético y filosófico, los cuales Hugo Ott ha seguido atenta-
aún otro giro. mente. La crítica de una modernidad horizontal –frente a la verti-
Los primeros escritos de Heidegger datan de 1910. De 1910 calidad cristiana–, del individualismo y del culto a la personalidad;
hasta 1916 hay un sorprendente primer Heidegger, cuya médula lle- la filosofía como espejo de lo eterno –philosophia perennis–, en
gará a quedar definitivamente atrás: el de la etapa metafísico-cató - contraste con las cosmovisiones subjetivas y cambiantes; la objeti-
lica. El que acostumbra a considerarse primero –en la órbita de Ser vidad de la lógica, etc.: todos ellos son temas de esos escritos, que
y tiempo– ha de verse salir de aquellos comienzos, en reacción y miran siempre a la eternidad –celeste y del pensamiento lógico–,
evolución, a una. esquivando el tiempo.
Hemos utilizado el término “etapa” para caracterizar distintos Desde que ingresa en el seminario de Friburgo (1909),
momentos de la evolución intelectual de Heidegger. El término Heidegger trabaja por su cuenta en las Investigaciones lógicas de
procede de Zubiri, que lo define como “acontecer cualificado por Husserl. Busca su camino en la filosofía, y la lógica es central en
una inspiración común”. A su vez, “acontecer” es la cualidad que sus tanteos. Al abandonar el seminario, sigue cursos de matemáti-
tiene el tiempo cuando es temporalidad humana en su conjunto, y cas, física y química en la Universidad y traza un plan de investi-
no meramente, por ejemplo, temporalidad física o psíquica. La dis- gación, que comunica al teólogo Josef Sauer, catedrático en la

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

Universidad de Friburgo y editor de una publicación católica. El de Brentano: Del múltiple significado del ente según Aristóteles
resultado es el artículo de 1912: “Nuevas investigaciones sobre (1862) le inquietaba la pregunta por “el significado fundamental y
lógica”. La tesis de 1913 –La doctrina del juicio en el psicologis - conductor” del ente, y lo que esperaba de las Investigaciones lógi -
mo– pertenece también a los tanteos lógico-filosóficos de un prime- cas de Husserl: “un impulso decisivo a las preguntas suscitadas por
rísimo Heidegger, vuelto hacia la lógica como hacia una especie de la disertación de Brentano” (p. 95). Dichas Investigaciones e s t u v i e-
ultimidad terrenal. Y hubiera seguido con su plan de investigación, ron en su mesa de estudio desde que en 1909-1910 comenzara sus
si el carácter de la beca obtenida para su habilitación no le hubiera estudios en la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo.
exigido cercanía con el espíritu de la filosofía tomista. Sin embar- Sin embargo, pronto nos adelanta que fracasaría, ya que “no bus-
go, será con ocasión de su trabajo sobre Duns Escoto, cuando caba en la dirección correcta” (p. 95), aunque de esto sólo adquiri-
Heidegger comience a dejar atrás lo transcendente y la inmovilidad ría conciencia “mucho más tarde”. Cuando deja los estudios teoló-
lógica, a favor de lo transcendental y la vida; en definitiva, cuando gicos, aún está interesado por la teología especulativa y, en concre-
Heidegger comience a ser Heidegger. to, por la que imparte Carl Braig, que le acerca por primera vez a
En su trabajo de habilitación –La teoría de las categorías y de Schelling y Hegel. En esta preocupación onto-teológica, inspirada
la significación en Duns Escoto–, Heidegger indaga en la actuali- en último término por Aristóteles, encontramos a un primerísimo
dad de Escoto, al que afronta desde el pensamiento de Husserl. Por Heidegger, del cual quedará finalmente su noción de metafísica
consiguiente, sigue todavía fiel a su proyecto filosófico. Sin embar- como onto-teo-logía: en ella podemos reconocer el estrato de la
go, Escoto es nominalista y con él, de alguna manera, la heteroge- más temprana etapa filosófica de Heidegger.
neidad, lo singular y lo vivo empiezan a ganar la batalla a la homo- La renuncia al catolicismo y la adhesión al nacionalsocialismo
geneidad, lo universal y lo estático en el pensar de Heidegger, el no serán las únicas cargas que Heidegger tendrá que sobrellevar en
cual empieza también a alejarse de Husserl. Cuando en la lección su vida. El forzado abandono de sus estudios de teología en 1911
de 1919: La idea de la filosofía y el problema de la concepción del es la primera gran prueba que habrá de soportar. Afirma Ott: “Esta
mundo, Heidegger afirme: “(...) todo es mundano, <mundea>” (p. interrupción, al principio provisional, pero que pronto desembocó
88), se estará ya desmarcando del teorizar, del mundo objetivo y del en el abandono definitivo y total de la carrera teológica, en contra
Yo. El mundo vivido –no la transcendencia– y la actitud vital –no de los deseos de Heidegger, y por lo tanto en la imposibilidad de
la teorizante– no son ahora meros tanteos, sino logros definitivos ordenarse sacerdote, ejerció una influencia inconmensurable sobre
en el filosofar de Heidegger. el futuro curso de la vida de Heidegger” (p. 76). Tras el fracaso, los
De 1963 es un pequeño escrito autobiográfico, en el cual problemas no sólo son de orientación académica, sino económicos.
Heidegger se refiere a su evolución intelectual desde la influencia Heidegger se matricula en la Facultad de Ciencias de la Naturaleza
que Husserl tuvo en su maduración filosófica y, más concretamen- y Matemáticas, pero no deja la filosofía ni los círculos católicos:
te, la obra de aquél: Investigaciones lógicas. Se trata de “Mi cami- asiste a las clases y seminarios del catedrático de Filosofía
no en la fenomenología”; Heidegger vuelve la mirada hacia sus pri- Cristiana, Arthur Schneider, y de Heinrich Rickert, catedrático de
meros tanteos filosóficos en un momento en el que su pensar está Filosofía; de sus contactos con el filósofo católico Clemens
ya configurado, de modo similar a lo que hará Zubiri en su prólogo Baeumker y con el teólogo Josef Sauer, resultarán un par de publi-
de 1980, al recoger en él las etapas de su pensamiento. En su escri- caciones filosóficas en 1912; tampoco abandona el estudio de las
to autobiográfico, Heidegger relata cómo desde la lectura de la obra Investigaciones lógicas. Heidegger ha optado por la filosofía, pero

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

por una filosofía atenta a la lógica moderna o, como dice Ott, por to y sus consecuencias: fe desmedida en la ciencia y el progreso,
“conectar la filosofía griega y medieval con la lógica moderna” (p. pérdida de sensibilidad hacia el misterio, contaminación pragmáti-
84). En este afán han de inscribirse sus primeros escritos y incluso ca de la verdad, etc. Desde el bachillerato, Heidegger conoce su
su trabajo de habilitación: un afán onto-teo-lógico. ontología y ‘comulga’ con este “maestro”, partidario de un realis-
A partir de 1913, una serie de acontecimientos se van a cruzar mo pre-kantiano. El que se considera primer trabajo filosófico de
en el camino del pensar de Heidegger y provocarán en él un autén- Heidegger: “El problema de la realidad en la filosofía moderna”
tico giro, al terminar por apartar lo teo-lógico y dejar únicamente lo (1912) y el publicado ese mismo año: “Nuevas investigaciones
onto(lógico), con lo cual se abrirá una nueva etapa, presidida por sobre lógica” argumentan a favor del conocimiento de la realidad y
una nueva inspiración. El interés de Heidegger por las de la validez objetiva de la lógica. En ellos se anudan influencias
Investigaciones lógicas no sólo está motivado por las respuestas de Braig y Husserl. Es significativo el siguiente párrafo del segun-
que en ellas espera encontrar, sino por los enigmas que ve en la do escrito, citado por Safranski: “De cara al conocimiento del
obra misma y las perplejidades que le suscita. En su escrito auto- absurdo y de la esterilidad teórica del psicologismo sigue siendo
biográfico, Heidegger se refiere, por ejemplo, a “la ambigüedad fundamental la distinción entre acto psíquico y contenido lógico,
que ya de primeras mostraba la obra de Husserl” (p. 97). Parte de entre el acontecer real del pensamiento, que transcurre en el tiem-
esa ambigüedad conseguirá descifrarla cuando en 1913 aparezcan po, y el ideal sentido idéntico, que es extratemporal, en suma, la
las “Ideas relativas a una fenomenología pura y a una filosofía distinción entre lo que <es> y lo que <tiene validez>” (p. 51).
fenomenológica” de Husserl, editada en el volumen primero del Cuando la extratemporalidad –tanto lógica como teológica– se le
Anuario de Filosofía e Investigación Fenomenológica. Dos térmi- muestre inviable a Heidegger, empezará su segunda etapa. A ello
nos protagonistas llaman su atención: “subjetividad” y “trascen- contribuirán decisivamente dos sucesos: la investigación de Duns
dental”; la fenomenología de Husserl, por consiguiente, no rompía Escoto para su habilitación (1915) y el nombramiento de Geyser
con lo anterior, sino que “se sumía consciente y decididamente en (1916) como titular de la cátedra vacante en Friburgo, a la que
la tradición de la filosofía moderna” (p. 97), aunque fuera de un Heidegger aspiraba, confiando en el apoyo de los círculos católi-
modo propio. Heidegger advierte que, a pesar de su “neutralidad” cos influyentes. En 1916 conoce a Elfride Petri, una protestante con
filosófica, las Investigaciones son parte constitutiva del sistema la que se casa en 1917, y desde 1918 cuenta con el favor y la amis-
fenomenológico que investiga Husserl. Además, que en 1913 se tad de Husserl, el cual ocupa desde 1916 la cátedra de Filosofía en
publique una segunda edición de éstas con “profundas reelabora- Friburgo como sucesor de Rickert; 1916 marca, sin duda, el
ciones” y sin la sexta Investigación, constituía todo un síntoma al comienzo del final del catolicismo de Heidegger, aunque en 1911
respecto. Husserl había abierto un nuevo camino al filosofar, pero podamos ver ahora un temprano anuncio del mismo. En el explíci-
la novedad de ese camino debía matizarse; sobre todo al considerar to rechazo de 1919, hay no solamente motivos personales –fracasos
lo publicado tras sus Investigaciones lógicas. Heidegger empieza a de 1911 y 1916– sino también intelectuales –encuentro con el pen-
separarse del autor, pero no de su obra; las Investigaciones todavía samiento de Escoto–. De ahí que la ruptura abra una nueva etapa
ejercerán sobre él una “fascinación” e “inquietud”, que sólo el intelectual en el pensar de Heidegger: la del ser y el tiempo en ínti-
conocimiento personal de Husserl ayudará a encauzar. ma unión o la del ser –no la conciencia y su objetividad– como “la
Carl Braig –admirado siempre por Heidegger– es un teólogo cosa misma”.
antimodernista, que se pronuncia contra la absolutización del suje-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

[5] titular de Münster. Afirma Ott: “(...) el Privatdozent Heidegger


ETAPA METAFÍSICO-INTRAMUNDANA había recibido una herida psíquica cuyos efectos traumáticos dura-
rían toda la vida” (p.106). El 21 de marzo de 1917, se casa con la
De metafísico de lo eterno, Heidegger pasa a ser metafísico protestante: Thea Elfride Petri. En el invierno de ese mismo año,
intramundano; el “metá” no puede significar un allende el mundo y dan resultados sus intentos de acercarse a Husserl y Heidegger se
la temporalidad –irrenunciables–, aunque sí un allende la ciencia convierte sucesivamente, en su colaborador en Friburgo hasta
objetivante y las concepciones del mundo consoladoras. El proble- 1923, su protegido en Marburgo hasta 1928, y finalmente su suce-
ma del ser es, en realidad, el problema del ser en el tiempo; inten- sor en la cátedra de Friburgo hasta 1946. Atrás quedarán la confe-
tar rescatarlo del flujo y de la historia es no buscar “en la dirección sión católica y también la órbita de la cátedra de Filosofía Cristiana,
correcta”. en la que girara hasta 1916.
En 1919, se abre una nueva etapa en el pensar de Heidegger, A partir de 1919, Heidegger se aplica a una nueva temática: la
que denominamos: “metafísico-intramundana”. Su inspiración es la “vida fáctica”, es decir, la vida en el mundo. Así, en su curso del
ontología. El filósofo retomará el ser desde la órbita de la munda- invierno de 1921-22 sobre la interpretación fenomenológica de
nalidad; la metafísica católica habría perdido el mundo, al pensarlo Aristóteles. En realidad, la temática es la misma –Aristóteles, el
desde un trans-mundo, y la modernidad lo volvería a perder en el ser–, pero mostrada desde otra orientación, con ayuda del modo de
nuevo dualismo de sujeto y objeto. Además, todo ello podría verse hacer fenomenológico, tan decisivo en la evolución filosófica del
ya desde Platón. Heidegger quiere recuperar la unidad perdida. autor. En el escrito redactado en 1922, con el título de
Es una etapa fuertemente anti-teorizante; la filosofía como filo- Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles leemos, por
sofar, el papel protagonista de los estados de ánimo, la abundante ejemplo: “La filosofía trata el problema del ser de la vida fáctica.
terminología verbal, etc., así lo muestran. En esta reacción, puede Desde este punto de vista, la filosofía es ontología fundamental” (p.
verse ya un primer anuncio de la siguiente etapa: la que, a partir de 46). Hay aquí un claro anuncio de lo que será Ser y tiempo.
1933 y hasta 1943, apuesta el ser en la ruleta de la política nacio- Además, Heidegger pretende que sea la propia vida la que se mues-
nalsocialista. Nunca la filosofía de Heidegger fue tan ‘mundana’ tre, en lugar de filosofar sobre ella. Es el modo fenomenológico, la
como en estos años. De ahí que, tras el fracaso y la decepción, siga actitud de orientarse por las cosas mismas, que nunca le abandona-
otra etapa de retiro, desasimiento y serenidad: la del último rá, sino que, por el contrario, cobrará aún más fuerza en el desplie-
Heidegger. Desde que en aquel 1907 realizara sus primeros tanteos gue de su filosofar, en contraste con las tesis concretas del pensa-
en filosofía, ha caminado siempre de la mano del ser como proble- miento de Husserl, que tras las Investigaciones lógicas apenas le
ma. Ahora bien, en ese camino, que él mismo describió (1963) interesaron. Las lecciones de Ontología, que pronuncia en 1923,
como “más largo de lo sospechado, con paradas, rodeos y desvíos”, durante el último semestre en Friburgo, antes de ser nombrado pro-
el ser estuvo presente de diversas maneras, como también su pen- fesor extraordinario en Marburgo, son otro de los peldaños que con-
sador Heidegger. ducen a Ser y tiempo, culminación de su metafísica intramundana.
En el verano de 1916, Husserl ocupa en Friburgo la cátedra de Desde 1913, Heidegger emprende su propia línea de investiga-
Filosofía, que ha dejado vacante Heinrich Rickert. Heidegger aspi- ción fenomenológica, fiel a las Investigaciones lógicas pero con
ra a ocupar la de Filosofía Cristiana, que antes ocupara Schneider, independencia de los desarrollos de Husserl en los que la subjetivi-
pero no recibe los apoyos necesarios y es nombrado Josef Geyser, dad cobra auge. En esto último ve Heidegger una recaída en la

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

modernidad; en las Investigaciones, por el contrario, busca la mente primordial: “(...) sólo después de producirse el encuentro fác-
auténtica fecundidad de la fenomenología, la cual no consistiría en tico con el mundo (del significado) se puede hablar del sentido mera-
la pretensión de un inicio puro, alejado de toda tradición y de toda mente real y cósico que adquiere la objetualidad en función de un
autoridad, sino en una determinada manera de estar en ellas: un ejercicio de abstracción teorética que obedece a un tipo de orienta-
estar crítico, capaz de acceder hasta lo originario y de apropiarse ción y de jerarquización muy concreta.” (p. 37). Ya en las lecciones
del pasado, en lugar de dejar a éste que se apropie de la investiga- de 1919: La idea de la filosofía y el problema de la concepción del
ción. Dicho procedimiento constituye una rama crítica de la feno- m u n d o, Heidegger se debate contra el exceso de teorización de los
menología, inaugurada por Heidegger: la hermenéutica. objetivismos cognoscitivos y a favor de la inmediatez y singularidad
En las Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles, que de la vida. También estas lecciones muestran un doble frente: una
llevan como subtítulo: Indicación de la situación hermenéutica parte primera, en la que Heidegger rastrea en pensamientos ajenos,
(1922), está inaugurada ya con vigor y autonomía la rama fenome- como el de Rickert, lo propiamente originario de la filosofía y una
nológico-hermenéutica, característica del Heidegger que ha encon- parte segunda, dedicada a la filosofía en la vida (preteorética) antes
trado y sigue sin vacilación su propio camino. En ellas, ya no está el que en el conocimiento (teorética). La “intuición hermenéutica” –una
lector de Brentano que se pregunta por “el significado fundamental intuición comprensiva– es la única que puede apropiarse originaria-
y conductor” del ente, sino quien ha optado por el ser del ente y deja- mente de lo vivido, asunto del filosofar y supuesto de todo conoci-
do atrás la conciencia y la objetividad husserlianas. La deuda con miento de objetos. Al principio de la segunda parte, Heidegger cita
Husserl es indudable y siempre será reconocida: la fenomenología le una frase del G é n e s i s, que articula a la perfección los dos frentes,
permite a Heidegger dar un giro a su investigación de Aristóteles, el mientras señala los derroteros por los que discurre su pensamiento:
cual es el mismo giro que abre otra etapa de su pensamiento. En “Dios el Señor hizo brotar del suelo [...] en medio del jardín, el árbol
dicha obra, hay interpretaciones de la Física y de la Ética aristotéli- de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (p. 79).
cas, además de la Metafísica. El texto tiene un aspecto bifronte: La elección del “árbol de la vida” para el filosofar es la elección
recoge un original tratamiento del ser de la vida humana y también de los “útiles” frente a la de los objetos, que serían los frutos del
una re-interpretación de Aristóteles; ésta es en realidad la excusa “árbol de la ciencia”. La cátedra –el ejemplo en el que Heidegger
para aquél, pues el peso de la temática no está propiamente en dicha se demora– es prioritariamente un sentido en nuestra vida: la intui-
interpretación, sino en la vida fáctica, a la que sirve la re-apropiación mos comprensivamente o la comprendemos intuitivamente, con
del pensamiento aristotélico. Las lecciones de 1923 sólo se enun- anterioridad a conocerla objetivamente. Así ocurre, no únicamente
cian: Ontología. Hermenéutica de la facticidad; en ellas, el subtítu- en el caso de los que frecuentan aulas y cátedras, sino también en
lo ha pasado a ser título. Heidegger ha encontrado definitivamente el el de “un labriego de la Selva Negra”, que vería en ella el “puesto
filón de su filosofar , respecto del cual Aristóteles, como Brentano y del profesor” e, incluso, en el de un hombre perteneciente a otra
como Husserl, sólo significan un rodeo o un ‘desde’, sin que con ello cultura, como es el caso de un “negro senegalés”, el cual no sabría
haya de minimizarse en absoluto el papel de aquél y de éstos. “qué hacer” con ella. Así llega Heidegger a una de sus frases más
En las Interpretaciones, encontramos lo que será una constante en conocidas: “[...] todo es mundano, <mundea>”. En la cátedra
toda esta etapa: la crítica a la actitud teorética y, por consiguiente, al –quiere decirnos– se agrupa todo un conjunto de significados, todo
objetivismo. Aquélla y éste son algo derivado, “un respiro” que se un “mundo”. Cada cosa empieza por pertenecer a un mundo y en él
toma nuestra relación práctica con el mundo, que es la verdadera- tiene su significado, el cual, a su vez, remite a ese mundo. Mundo

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

no es primariamente materialidad (colores, pesos, formas...), sino piamente constituyen esa “auténtica vida”. Las Interpretaciones
sentido (cátedras, bancos, aulas...). De ahí que problematizarse fenomenológicas sobre Aristóteles y la Ontología. Hermenéutica
acerca del “mundo exterior” sea un “contrasentido” –caso del lla- de la facticidad están dedicadas a despejar ese problema, liberán-
mado realismo crítico– y que preguntarse por el paso de la subjeti- dolo sobre todo de las cadenas de la religión y de la teorización.
vidad a la objetividad sea una postura teorética y, por consiguiente, “Auténtica” no es la vida idealizada ni la vida convertida en objeto
derivada –caso del idealismo transcendental–. Heidegger busca teórico, sino la vida tal y como se muestra en sí, por sí y a sí misma
retrotraer el filosofar hasta un origen anterior a toda teorización, el en el vivir cotidiano de cada uno. Hay una auto-interpretación de
cual sería “la intención originaria de la auténtica vida”, “la absolu- ella en el vivir, anterior a toda interpretación objetivante, que el
ta simpatía con la vida”. Así es como pretende mantenerse fiel al filosofar debe aprehender si quiere ser fiel a su verdadero tema. A
espíritu de la fenomenología y, sobre todo, liberar a la filosofía del la “autenticidad” de la vida pertenecen, incluso, su ocultamiento en
estéril academicismo que la excluye del mundo y de la vida: “Nos el “nadie” de la publicidad o su huída de sí ante el problema de la
hallamos ante la encrucijada metodológica que decide sobre la vida muerte. Pero, ante todo, vivir es “estar-referido-a”, es decir, lo que
o la muerte de la filosofía en general. Nos hallamos ante un abismo Heidegger denomina “cuidado”, el cual consiste en una aplicación
en el que, o bien nos precipitamos en la nada –es decir, en la nada propia de la intencionalidad husserliana: “El mundo está ahí como
de la objetividad absoluta– o bien logramos saltar a otro mundo o, algo de lo que ya siempre y de alguna manera nos cuidamos” (p.
siendo más exactos, estamos por primera vez en condiciones de dar 35). Aquella “intención originaria de la auténtica vida”, descrita en
el salto al mundo en cuanto tal” (p. 77). La idea de la filosofía, se convierte en las Interpretaciones en uno
La opción por la vida y la metodología fenomenológica propor- de los términos protagonistas de la etapa presente, que amplía la
cionará a la filosofía de Heidegger un vigor y un atractivo induda- noción de intencionalidad desde la conciencia hasta el viviente en
bles, además de los hallazgos que dicha opción hizo posibles. Sin su conjunto: el viviente no es sin su mundo en este enfoque pre-
embargo, ocasionará también cierta rémora o lastre; el ‘forcejeo’ objetivo.
entre el ser sin más, en toda su apertura irrestricta, y el ser del “La vida es histórica”, afirma Heidegger al final de sus leccio-
viviente humano durará hasta el último Heidegger. Aunque el ser nes: La idea de la filosofía y el problema de la concepción del
ocupa más y más terreno en la evolución de su pensar, no consegui- mundo (p. 142). La complejidad del tema filosófico tiene que ver
rá ‘rebajar los humos’ de un Dasein privilegiado hasta constituir un con su historicidad, pues ésta no permite separar elementos origi-
salto en la entidad y que lo administra en cierta manera, como a la narios ni acceder a puntos de partida absolutos, sino únicamente
suya administran los sujetos la objetividad. Con ello, la apertura del referirse a todos interconectados, los cuales empiezan por tener en
ser –la transcendentalidad– se resiente. De otra manera: ¿no es sus manos –valga la expresión– a la vida. La vida está siempre en
todavía esta filosofía del ser demasiado antropocéntrica? Algo así situación, en una “situación hermenéutica” (preteorética) en la que
le reprochará Zubiri: Heidegger no habría hecho todas las correc- respiran tradiciones y se adelantan tendencias. Tener esto presente
ciones necesarias a la fenomenología de Husserl. y apropiarse comprensivamente de su situación es lo que cabe al
La “auténtica vida”, que el filosofar atiende en “simpatía” con existente y al investigador, si bien dicha apropiación no puede
ella, gracias a la intuición comprensiva, empieza por ser un proble- alcanzar un punto final, por lo que ha de reiterarse siempre.
ma de interpretación, el cual ha de ser reconocido en toda su com- Consecuentemente, el mundo es en cada caso un mundo siempre ya
plejidad y tratado mediante la mostración de los elementos que pro- interpretado y familiar, en el que la vida tiende a deslizarse y queda

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absorbida: “[...] es el destino más íntimo que afecta a la vida fácti- sujeto y objeto: “Lo primero que hay que evitar es el esquema de
ca” (p. 39). Con “íntimo”, entendamos “constitutivo”, propio del que hay sujetos y objetos, conciencia y ser; de que el ser es objeto
ser de la vida y, por consiguiente, algo que ningún “esquema de del conocimiento; que el ser verdadero es el ser de la naturaleza;
perfección” o empeño teorizante puede erradicar. Es lo que nombra que la conciencia es el <yo pienso> esto es, yoica, la yoidad, el cen-
Heidegger con el término “caída”. Con la caída tiene que ver el tro de los actos, la persona; que los yoes (personas) tienen frente a
auto-ocultamiento del vivir. No hay “la” vida, como no hay “la” sí lo ente, objetos, cosas de la naturaleza, cosas de valor, bienes. En
facticidad; toda vida fáctica es vida en situación, perteneciente a un fin, que la relación entre sujeto y objeto es lo que se ha de determi-
tiempo histórico, “propia de una época y de una generación” (p. nar y que de ello se ha de ocupar la teoría del conocimiento” (p.
48). “Situación hermenéutica” es el estado interpretativo en el que 105). Insisten también en el peligro de no considerar la situación
de antemano está ya siempre la facticidad histórica. Aquí adquiere previa en la que está siempre toda investigación, incluso la “prime-
todo su sentido la “destrucción” y el “desmontaje”, entendidos por ra” (ontología): “También el ver sin ideas preconcebidas es un ver
Heidegger como medios para apropiarse de los prejuicios, asumir- y tiene, en cuanto tal, su punto de vista, hasta el extremo que lo
los críticamente y poder, en consecuencia, retrotraerlos al origen tiene de modo señalado precisamente al apropiarse explícitamente
del que proceden, si bien esta tarea siempre estará limitada por la de él de manera acrítica” (p. 107). Insisten en el “mundo”, en el
radical historicidad inherente a la vida. “cuidado” y en las “cosas” de ese mundo de que nos cuidamos, que
Heidegger, que ha dejado atrás el dogma católico en su filoso- no son originariamente cosas naturales ni de valor, sino cosas de la
far y recuperado el mundo intrínseco al viviente –un mundo tem- cotidianidad y temporalidad del trato, es decir, significados, útiles,
poral–, se debate en esta etapa contra las posturas filosóficas domi- posibilidades de nuestra vida: mesa que “hace tal función”, esquís
nantes desde Descartes y el triunfo de la ciencia físico-matemática, “de aquella carrera temeraria”, libro “regalo de X”, etc.
que significan otra manera de perder el mundo inmediato del vivir. Especialmente relevante en las lecciones es el marcado protagonis-
La intuición (hermenéutica) y la intencionalidad (ampliada) serán mo de la perspectiva ontológica en el afronte de las cuestiones, el
los “ojos” que aplique a esta segunda recuperación del único cual queda patente ya en su título y en la “Introducción”: “[...] en
mundo, que los excesos teorizantes han conseguido, sin embargo, lo que sigue se empleará el título de <ontología> siempre en la
dividir. Es un empeño en la unidad: en la etapa dogmática, acepción vacía, con la sola pretensión de mentar cualquier pregun-
Heidegger perseguía “el significado fundamental y conductor” del tar e investigar dirigido hacia el ser en cuanto tal. <Ontológico>
ente que, según Aristóteles, se dice de muchas maneras; ahora per- afecta, por lo tanto, a las cuestiones, explicaciones, conceptos, cate-
sigue la unidad entre hombre y mundo, que las teorías del conoci- gorías que surjan, o no, de ese mirar a lo ente en cuanto ser” (p. 20).
miento convertidas en “filosofía primera” no pueden explicar. Heidegger camina con paso firme hacia Ser y tiempo, culminación
Incluso Husserl habría caído en las redes de la teorización. Por esto, de su filosofía fenomenológico-hermenéutica. Sin embargo, Ser y
el “modelo” de Heidegger es Aristóteles todavía: “filosofía prime- tiempo se interrumpirá antes de cumplir su programa; ¿es acciden-
ra” es ontología, esa metafísica “en un nuevo sentido” de su carta a tal dicha interrupción o Heidegger está ya metido en un camino que
Krebs del 9 de junio de 1919. Las lecciones: Ontología. no tiene salida? ¿Ha acertado “la dirección correcta”? Carmen
Hermenéutica de la facticidad (1923) son una insistencia y conti- Castro recuerda en su biografía que Zubiri le comentó en 1931 que
nuación de las de 1919 y del escrito de 1922, comentados antes. Heidegger “no publicaría nunca la prometida segunda parte de SEIN
Insisten en el error de quedar fijados en el esquema cognoscitivo de UND ZEIT” (p. 86), como así efectivamente sucedió. ¿Por qué pen-

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saba así Zubiri?, ¿en qué radicaría, según él, la imposibilidad de dar originario hacia el sentido del ser? ¿Se revela el tiempo mismo
cumplimiento al programa que trazó Heidegger para Ser y tiempo? como el horizonte del ser?” (p. 451).
En Ser y tiempo, Heidegger lleva a cabo, de forma sistemáti- El ser es abordado mediante el preguntar. El preguntar ha de
ca y mediante el género del tratado, una ontología sin teología. En ser tal, que “permita ver”; no como se ve meramente un objeto, sino
consecuencia, el ser es investigado desde el tiempo como horizon- como se ve “la cosa misma”. Cosa misma es el ser porque nada
te de su comprensión, con la fenomenología llevada al terreno del esconde tras él, porque es “lo que se muestra” por sí mismo.
método, sin consideración a sus contenidos, y la meta puesta en el Heidegger corta a la filosofía el camino de lo supra-temporal.
sentido del ser en general, es decir, en una ontología universal y no Aquella lógica objetiva, universal y estática de su Tesis (1913) se
meramente del ser del existente o Dasein, cuya analítica sólo cons- transmuta en un logos apofántico, vehiculado en el preguntar. Las
tituye un primer peldaño. Sin embargo, el atractivo de los temas del respuestas o llegadas han dado paso, en esta etapa, a las preguntas
análisis existencial, junto con el carácter incompleto de la obra, o caminos.
favorecerá que se ‘hinche’ artificialmente la ontología fundamen- Mucho antes de Ser y tiempo, Heidegger ha perseguido el logos
tal. Con todo, ¿puede minimizarse ese peldaño del ser en la com- de la vida. De esa persecución hay un rastro en sus lecciones sobre
prensión del individuo?, ¿no es , más bien, algo ineludible en este la idea de la filosofía (1919), que constituye una buena muestra de
planteamiento, en el cual el “sujeto” se habría ampliado hasta el sus esfuerzos y tanteos. El vivir o la denominada “vivencia del
existente en su conjunto, pero seguiría ahí, como un resto aún de mundo circundante” es lo que en ellas constituye el tema de la filo-
modernidad? De otra manera, ¿es autónomo el ser o necesita del sofía fenomenológica, en tanto ciencia preteorética y originaria. Sin
Dasein? En definitiva, ¿quién manda realmente: el ser, el existente embargo, hay otra cuestión que a la altura de estas lecciones
o ambos? Heidegger no tiene tan clara: la del método que corresponde apli-
En esta obra, Heidegger sistematiza y despliega desde los pri- car a dicho tema o el “modo de abrir científicamente la esfera de la
meros capítulos temas y nociones ya tratados antes, los cuales vivencia”. Apela a la intuición, de la mano de Husserl, frente a los
alcanzan aquí su lugar y perfil definitivos. Lleva el ser-en-el- sistemas conceptuales, que a diferencia de aquélla no pueden “sim-
mundo a lo intrínseco y fundamental del existente y despacha el patizar” con el vivir mismo. Ahora bien, Heidegger lleva por su
protagonismo de las “metafísicas del conocimiento” o plantea- cuenta esa intuición a “la intención originaria de la auténtica vida”
mientos cognoscitivos, en esta ocasión con terminología y expre- (p. 133), con lo cual apunta ya a la aprehensión inmediata y prete-
siones del pensador realista Nicolai Hartmann. Esquiva el etiqueta- orética que el vivir tiene de sí mismo; de momento, a la “intuición
do ético, pero no la dureza del existir, entre un principio sin expli- hermenéutica”. Desmarca de manera tajante este procedimiento de
cación y un inexorable ser hacia la muerte. Reúne en el “cuidado” cualquier forma de “logicismo” o “filosofía de los sentimientos”.
el todo original de la estructura del Dasein, para seguidamente tra- En la intuición que simpatiza con la vida hasta ser “idéntica con el
tarlo desde la temporalidad, inherente al cuidado y al ser-en-el- vivir mismo” estribaría el “rigor” de la filosofía fenomenológica.
mundo, etc. El tratamiento de Heidegger se interrumpe en la tem- Heidegger reconoce en estas lecciones que el problema del método
poralidad como fundamento del ser del existente, sin dejar del pro- es central en la fenomenología y que su propio curso gira en torno
blema del ser en toda su amplitud más que algunas preguntas, con a un problema metodológico. Sin embargo, el texto termina abrup-
las que da por terminada la obra a las puertas de la tercera sección tamente, con un insuficiente tratamiento del apartado que se refie-
de su primera parte: “¿Hay algún camino que lleve desde el tiempo re precisamente a la intuición hermenéutica. Y no sólo esto.

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

Además de abrupto, el final podría considerarse también críptico, a un tiempo, su inmediatez y la apertura de su ámbito. El capítulo
pues su autor hace una distinción entre lo “formalmente objetivo” segundo de la “Introducción” anuda lo expuesto en el capítulo ante-
y lo “específicamente objetivo” (p.141), con el fin de mostrar cómo rior en un método “fenomenológico”, que concede al ser el estricto
aquél es capaz de apropiarse la vivencia sin teorizarla, que ni se carácter de “fenómeno” –mostrarse en sí mismo– y que interpreta el
entiende fácilmente ni convence. El problema con el que se debate “logos” como habla o “permitir ver”, de manera que todo otro sig-
Heidegger es el de cómo apresar las vivencias sin teorizarlas; es nificado –concepto, definición, juicio, razón, etc.- resulta derivado.
decir, cómo hacerse con ellas inmediatamente. La descripción uti- Aquellos términos de 1919 –“vivenciable”, “algo”, “formalmente
liza palabras y las palabras generalizan o conceptualizan. ¿Hay un objetivo”– con los que Heidegger pretendía vaciar de contenido
vivir en significados (“cátedra”, por ejemplo), que no sea un vivir objetivo los significados de las vivencias, adquieren ahora una for-
en conceptos?, ¿hay un lenguaje no objetivante? La intuición es malización y ontologización culminantes. ¿Cómo llega Heidegger a
aprehensión inmediata y no equivale a descripción, sino que ésta esta cima? De la mano de Aristóteles, en el que encuentra un logos
seguiría a aquélla. Entonces, ¿cómo intuimos las vivencias (por fundamentalmente apofántico, es decir, manifestativo de aquello de
ejemplo, de la “cátedra”) sin convertirlas en objetos? Aquí es donde lo que habla, con anterioridad a su manifestación concreta y a su
Heidegger se refiere a lo “vivenciable” –que expresa también como enunciación. En sus lecciones de lógica de 1925-1926 en Marburgo,
“algo” y como lo “premundano de la vida”– y a lo “formalmente Heidegger distingue tres momentos estructurales del logos: mostra-
objetivo”, que “se retrotrae [...] a un estrato fundamental de la vida ción, determinación, comunicación; la mostración es primaria y
en y para sí” (p. 141). Podría parecer incluso, que quiere apuntar a hace posible, en consecuencia, los otros dos momentos. Esta inter-
una especie de condición última de posibilidad de la vivencia pretación permitirá a Heidegger afirmar que “la verdad es el lugar
misma y del objeto-vivencia. La terminología resulta desafortuna- de la proposición”, en lugar de la tesis inversa –la proposición como
da, la explicación no convence. En cualquier caso, esa terminolo- lugar de la verdad– apoyada, según él, en una “interpretación insu-
gía no perdurará, y esto ya dice algo. Pero el interés de este asunto ficiente” de Aristóteles (pp. 108 y ss.).
estriba en la comparación que cabe hacer con el tratamiento de este Ser y tiempo abre a Heidegger las puertas de la cátedra que ocu-
mismo problema –el método de la investigación– en Ser y tiempo. para Husserl en Friburgo. En su lección inaugural: ¿Qué es metafí -
Ante todo, lo que en 1919 se consideraba el tema del filosofar sica? (1929), está presente el nuevo sentido metafísico y, acorde
–la vivencia del mundo circundante– ya no es tal en 1927. Ahora el con él, un nuevo estilo de exposición filosófica, que perdurará hasta
“qué” de la investigación es “el sentido del ser en general”; la temá- el último Heidegger. Hay el empeño de hacer vivir al oyente o lec-
tica se ha abierto hasta adquirir finalmente el nivel ontológico que tor aquello mismo que allí se expone; de ofrecerlo, no como un
caracteriza la etapa. Aquella “vivencia del mundo circundante” se material “ante los ojos”, susceptible de manejo objetivante, sino
inscribe en la amplitud del análisis ontológico del Dasein, como como un problema o enigma vivo, que exige ser revivido en cada
preámbulo de la investigación del ser en general. El cambio opera- oyente y en cada lector. Lo que Heidegger quiere hacer manifiesto
do en el tema de la investigación afecta a su “cómo” o método. En ya no es algo meramente teórico, sino “la cosa misma”, el ‘dentro’,
Ser y tiempo, Heidegger se refiere a la “comprensión preontológi- por así decir, lo cual hace que el auditorio o lector quede implicado.
ca del ser” como constitutiva del ser del Dasein; la intuición her- Tenemos un testimonio del éxito de este propósito, pues Safranski
menéutica de 1919 queda desdibujada en tanto “intuición” y poten- recoge las declaraciones del estudiante Heinrich Wiegand Petzet,
ciada en tanto “hermenéutica”. Su carácter preontológico subraya, que asistió a la lección: sintió que en “una claridad casi dolorosa se

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

presentaban allí abiertas las cosas del mundo” y “como si hubiese el cual termina con un interrogante también, pero distinto de los
mirado por un momento al fundamento del mundo” (p. 216). anteriores: “¿Por qué hay ente y no más bien nada?”. Heidegger
Heidegger es a partir de ahora el “mago de Messkirch”. nos vuelve a sorprender; en esta ocasión, con la paradoja de respon-
¿Qué es metafísica? es una obra maestra en su género; tan cui- der con otra pregunta. En primer lugar, Heidegger ha planteado
dada está su expresión, como la estructura, los contenidos y la ela- como interrogante metafísico la pregunta por la nada. Imposible
boración. Muy cercana a Ser y tiempo, repite incluso la estructura confundir dicho interrogante con otro, más o menos retórico o teó-
de su “Introducción” en el primer párrafo, si bien de forma compri- rico. “Qué pasa con la nada” está, intelectualmente considerado,
midísima: qué se trata, cómo, y finalmente el plan del tratado. cerca de la provocación, pues no parece que podamos hacer mucho
Constituye, por consiguiente, un micro-tratado que, dado su carác- con una pregunta así. De hecho, la ciencia no la pregunta. A conti-
ter de lección –escrita para ser leída en público–, no desdeña el nuación, la elaboración de la cuestión no consiste en razonamien-
recurso del impacto emocional ni los golpes de efecto, los cuales le tos, deducciones ni inducciones, como podría esperarse, sino en
confieren un cierto aspecto teatral y magnífico. Como si Heidegger, señalar el temple de la angustia como el lugar de la nada: de la
que no acertó a terminar esa ‘catedral’ que es el proyecto de Ser y vivencia-nada, no del objeto-nada. Luego, elaborar una cuestión
tiempo, se empleara a fondo en la realización de esta genial ‘capi- aquí es experienciarla y no meramente tematizarla. De ahí el anda-
lla’. Lo que se investiga es la metafísica desde dentro de la metafí- miaje teatral de todo este escrito. El último ‘golpe de efecto’ es ese
sica y mediante el preguntar. El primer paso consiste en plantear interrogante final, que no parece propiamente una respuesta y que,
“un interrogante metafísico”: ¿Qué pasa con la nada? Es metafísi- además, produce cierta perplejidad, por no estar demasiado claro lo
co porque es meta-científico, ya que, según Heidegger, la ciencia se que significa o lo que con él quiere significar el autor.
ocupa del ente y de “nada más”. Dado que siempre se interroga La angustia, y sólo ella, patentiza la nada; por ello es el tem-
desde una situación y, ante todo, desde una situación “esencial”, y ple radical. Ni el aburrimiento ni la alegría, por ejemplo, pueden
como ésta es el monopolio científico, que atiende siempre a entida - patentizarla; en el aburrimiento todo se uniformiza, nada destaca,
des, queda un resto sin considerar: el del no-ente. Preguntar por él todo parece gris, y en la alegría todo parece de color de rosa, por
es preguntar meta-físicamente, meta-científicamente. El segundo decirlo gráficamente. Aburrimiento y alegría patentizan “el ente en
paso consiste en la “elaboración de la cuestión”, que finaliza, sor- total” sin transcenderlo. La angustia, en cambio, manifiesta la nada
prendentemente, con la misma pregunta: “¿Qué pasa con la nada?”. a una con el ente en total, “en tanto que éste nos escapa en total”.
La ganancia respecto de lo logrado en el paso anterior parece nula; Este escapársenos, que incluye al ente que somos nosotros, nos deja
sin embargo, si bien no hay progreso en la cuestión metafísica, ya sin los asideros habituales, como sin gravedad y en “fascinada
encontrada, sí lo hay en el modo de su tratamiento: la angustia nos quietud”; en definitiva, en “anonadamiento”, porque el ente “se
sumerge en el dentro del no-ente o nada y, de esta manera, los hunde”. En realidad, lo que la angustia desoculta es la nada del
patentiza. La angustia muestra cercanamente, en inmersión y no en ente: el abismo, el claro, el fondo. Justamente, lo que la ciencia des-
relación o distancia, lo que ni es subjetivo ni objetivo: la cuestión atiende: el no-ente. Éste podría entenderse como un “motor inmó-
metafísica, el ser. La nada, el no-ente, el ser, no pueden decirse vil” separado, como un Dios transcendente y creador o como el
(definirse), sino que desde el ser se dicen los entes. Nada y ser resultado de la negación lógica. Sin embargo, no-ente es nada en el
acaecen como “silencio”; en la angustia enmudece todo decir “es”, Heidegger de esta etapa. Lo que sostiene al ente es... nada; “nada”
nos dice Heidegger. El tercer paso es la “respuesta a la pregunta”, significa el misterio insondable del que emergen sostenidos los

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entes, “nada” significa el no-rostro de todos los rostros, “nada” sig- de lucha por la mejora de la universidad y la “revitalización de la
nifica ser, ultimidad filosófica imposible de transcender, decirse o filosofía”, como expresa Heidegger en su carta del 21 de abril de
escaparse. Por esto, esquivarla en el día a día no impide que ella 1920: “[...] tuve, sobre todo, el <sentimiento> de que nosotros dos
“caiga” sobre nosotros en la impremeditada angustia e, incluso, lle- trabajamos, a partir de la misma situación fundamental, en la revi-
varla de incógnito continuamente. talización de la filosofía” (p.15). Sin embargo, será más lo que les
Transcender el ente es lo que acontece en nuestra existencia; separe: no llegarán a entenderse filosóficamente ni tampoco, tras la
en el temple de la angustia sobre todo. Este transcender es justa- experiencia política de Heidegger, existencialmente. En la corres-
mente la metafísica, la cual pertenece por ello a la “naturaleza del pondencia que ambos mantuvieron, puede verse agonizar su rela-
hombre”, afirma Heidegger. Resuena aquí el planteamiento de ción, a pesar de la lucha de uno y otro por un reencuentro, que no
Kant; metafísica no es la pregunta por los incondicionados: mundo, se producirá.
alma, Dios, como en Kant, aunque sí es una pregunta transcende- En dicha correspondencia, encontramos también una clave
dora y que nos pertenece constitutivamente, como en aquél. Es la digna de consideración: el vivo interés de Heidegger por el tema de
pregunta por la nada. Puede ya calibrarse bien el desfondamiento la libertad. En las cartas del 24 de abril de 1926, 27 de septiembre
de entidades, teorías y “consuelos”, llevado a cabo por este de 1927 y 16 de mayo de 1936, Heidegger se refiere a las
Heidegger intramundano, en reacción contra el teólogo y el lógico Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad de
y como consecuencia también de una evolución intelectual, que Schelling con frases tales como las siguientes: “[...]demasiado
ahonda en “la cosa misma”, desde que Husserl la propusiera como valioso para que haya podido conocerlo en una lectura somera” (p.
lema filosófico. 51), “[...]no me abandona ya el Tratado sobre la libertad” (p. 65),
Finalmente, ¿cómo ha de entenderse el interrogante último: y “[...]he vuelto al trabajo cotidiano –siempre sólo interpretar–; esta
“Por qué hay ente y no más bien nada”? Sin duda, como “la com- vez únicamente el tratado de Schelling sobre la libertad” (pp.131-
pleta extrañeza del ente” en la experiencia de la metafísica trans- 132). Es ‘clave’ su interés por la libertad, porque la experiencia de
cendedora. Pero no sólo. Sin duda, como la pregunta por la nada, la nada, a la que se refiere en ¿Qué es metafísica?, tiene que ver con
como ese “preguntarnos por los fundamentos y fundamentar”. Pero ella. Por una determinada necesidad de libertad, aconteció la renun-
no sólo. Sin duda, como reivindicación de la metafísica, frente a la cia de 1919; dicha necesidad queda plasmada filosóficamente en el
prepotencia científica. Nos parecería prematuro que Heidegger cri- vacío entitativo del nuevo fundamento: “Sin la originaria patencia
ticara en ese interrogar a la metafísica, en tanto que se pierde en el de la nada no hay mismidad ni hay libertad” (p. 49). Es ‘clave’
ente. Pensamos, con Zubiri, que este Heidegger utiliza indiscerni- también, porque en su conferencia de 1930: “De la esencia de la
damente metafísica y ontología (filosofía). verdad”, juega un importante papel como esencia de la verdad y
como dejar ser al ente que es “en sí, simultáneamente, ocultar” (p.
123). Si reparamos en que dicha conferencia se publicó reelabora-
[6] da en 1943, y en que esta publicación está considerada como el pri-
ETAPA METAFÍSICO-POLÍTICA mero de los escritos del último Heidegger, comprobaremos que la
libertad fue un tema permanente en su investigación. Heidegger
En 1920, Heidegger –Privatdozent y colaborador de Husserl dedicó a Schelling y la libertad humana sus lecciones del semestre
en Friburgo– inicia su amistad con Jaspers. Les une un común afán de verano de 1936, y volvería a dedicar al mismo tema un semina-

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rio en el semestre de verano de 1941. Por consiguiente, el proble- bién forma parte del <símil> el relato del retorno del liberado a las
ma de la libertad preocupa y ocupa a Heidegger en la etapa metafí- profundidades de la caverna junto a los prisioneros. El liberado
sico-política; ¿muestran sus interpretaciones de dicho problema la debe conducir también a estos otros fuera de lo que para ellos no
evolución de su pensar?, ¿podrían estar presentes en De la esencia está oculto para mostrarles arriba lo más desocultado. Pero ocurre
de la verdad algunas de las “consecuencias” que –según Carmen que el libertador ya no se orienta bien en la caverna. Corre el peli-
Castro– tuvo su larga conversación con Zubiri? La fecha de la con- gro de caer bajo el poder superior de la verdad allí reinante, esto es,
ferencia y el despegue hasta otro Heidegger de su texto retocado y de quedar sometido a la pretensión de la <realidad> común de pre-
sólo publicado trece años más tarde, justifican la pregunta. valecer como la única. El libertador corre incluso el riesgo de que
Las lecciones sobre Platón de 1931-1932 marcan el paso hacia lo maten, una posibilidad que se hizo realidad en el caso del desti-
la metafísica política. El texto: La doctrina platónica de la verdad no de Sócrates, el <maestro> de Platón” (pp.186-187). Aunque
hunde sus raíces en dichas lecciones. Sin embargo, al redactarse en Platón pudiera haber errado en las maneras, Heidegger –y acaso
1940 para su publicación, está más bien a caballo entre esta etapa y Hitler– podría ‘adueñarse’ de ese error y reconducirlo hasta el
la siguiente: la metafísica como caída en lo ente, el comienzo del momento presente, como quien trae ese “mandato lejano” del que
“humanismo” (o antropología) en Platón y, con él, de la postura habla en su carta. En la apacible guarda de la monumental historia
“moral”, están vistos como lo que arrastra el cambio en la determi- de la filosofía, empieza a adueñarse un entusiasmo político del
nación esencial de la verdad, desde el des-ocultamiento originario guardián.
hacia “el correcto mirar” o corrección de la aprehensión. Ahora Es importante reparar en que el interés político de Heidegger
bien, la demora en el mito de la caverna y en un pensador como está supeditado al filosofar: a la creación del suelo, espacio o lugar
Platón, sensible a la práctica política por parte del filósofo, resultan “para la filosofía”, para “que la filosofía pueda aplicarse”, como
significativas. Si, ciertamente, en las cartas a Jaspers de estos años dice en su carta del 3 de abril de 1933 (pp.123-124). Heidegger
se muestra un Heidegger abrumado y crítico con el éxito de 1927 y creyó en Hitler y el nacionalsocialismo como posibilitadores de una
sus consecuencias, el cual vive voluntariamente el modesto “papel nueva realidad, de una realidad impulsora del pensar. El 21 de abril
de vigilante de un museo” (p.118) de grandes obras filosóficas, de 1933 es elegido rector de la universidad de Friburgo, el 1 de
contento de volver “al pleno anonimato benefactor anterior a 1927” mayo se adhiere al Partido y el 27 pronuncia el discurso del recto-
(p. 122), el final de la carta del 8 de diciembre de 1932 tiene un rado: La autoafirmación de la universidad alemana. En él, exalta
matiz heroico y romántico, preludio del próximo compromiso polí- la ciencia, pero la considera “ligada” inexorablemente a la filoso-
tico: “¿Lograremos, en los decenios próximos, crear un suelo y un fía. Lo que Heidegger reivindica en realidad, tanto para la univer-
espacio para la filosofía? ¿Vendrán hombres que traigan con ellos sidad como para Alemania y Occidente, es el filosofar. La ciencia,
un mandato lejano?” (p. 122). El liberado de la apacible y segura en tanto que “ligada a ese inicio de la filosofía” y “estando a la altu-
caverna, que ha experimentado la libre visión fuera de la misma, en ra de ese inicio”, en tanto que ella “es filosofía” por encima de
el “espacio libre”, regresa para conducir a los otros como liberta - saberlo o quererlo, es la que ha de llegar al poder, en aceptación de
dor, con riesgo incluso de su propia vida. Es una lucha a vida o la “misión espiritual histórica del pueblo alemán” y de su Estado.
muerte: “[...] en el relato de Platón la narración no termina, como En consecuencia, la ciencia y el Estado alemán están vistos aquí
se quiere creer, con la descripción de la adquisición del grado desde el filosofar. Hay, sin embargo, un protagonismo de la volun-
supremo, cuando se sale fuera de la caverna. Por el contrario, tam- tad en su estilo, que sí resulta muy novedoso. Jaspers lo captó, sin

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duda, cuando leyó el ejemplar que Heidegger le dedicara, pues en dar que la “comunicación existencial” forma parte de su sistema
su carta del 23 de agosto de 1933 se refiere al discurso como “docu- filosófico–. Heidegger parece preferir el rodeo o la sugerencia
mento hasta ahora único de una voluntad académica de la época antes que las explicaciones directas y detalladas. Sus cartas del 1
actual”. En la misma carta, sólo deja asomar algunas débiles críti- de julio de 1935 y del 16 de mayo de 1936 pueden interpretarse
cas, como el aspecto “un poco forzado” y el “sonido vacío” de como un síntoma al respecto; en ambas declara su soledad y se
algunas de sus frases”. Sin embargo, en sus Notas sobre Heidegger muestra extremadamente amable con el amigo pero, sobre todo, en
es más explícito: “[...] intentaba interpretar del mejor lado posible la primera se refiere a la fe de sus orígenes y al fracaso del recto-
su discurso del rectorado”, “[...] No se había perdido la categoría rado como “dos hitos” que “hay que superar realmente”, a la vez
intelectual, aunque el contenido de su discurso y de su acción había que considera su trabajo intelectual en esos momentos “un penoso
descendido a un nivel insoportablemente bajo y extraño” (pp. 119- ir a ciegas” y “un exiguo balbucir” (pp. 128-129). Heidegger pare-
120). ce atravesar una crisis. Sólo ha empezado a despertar de su desafor-
Heidegger había dado ya muestras de poseer una notable fuerza tunada ensoñación, pero el Heráclito solitario y hogareño de la
de voluntad; pensemos en su arrancarse del catolicismo para man- Carta sobre el humanismo ocupará más y más, sin prisa pero sin
tenerse fiel a su propio pensar, en la decidida y temprana separa- pausa, el lugar del visionario Hiperión. Mientras, Jaspers contesta
ción de los contenidos filosóficos de su maestro Husserl, en la des- a la primera carta con una breve nota de agradecimiento casi un
vinculación del filosofar de utilidades y consuelos. Ahora bien, esa año más tarde (14 de mayo de 1936), y con una carta autocensura-
fuerza de la voluntad mira en esta ocasión a lo público y a la acción da en su párrafo más personal –el que se refiere a su estado de salud
política como nunca ocurriera en el pasado. Tal consideración per- y condiciones de trabajo– a la segunda (16 de mayo de 1936). Sin
mite matizar esta etapa intelectual como ‘política’ en su inspira- duda, ha perdido finalmente la confianza en el ‘amigo’. Sigue un
ción. Quizás Nietzsche y Hölderlin influyeran también a este silencio, que dura más de diez años; Jaspers lo había solicitado para
Heidegger, que se aventura en territorios socio-políticos con mane- poder encontrarse ambos, en todo caso, “en el obrar silencioso”
ras voluntaristas y románticas. Los cursos sobre el Nietzsche que (pp. 132-133).
está inmerso en la modernidad y que es preciso superar como últi- El curso del semestre de verano de 1935: Introducción a la meta -
ma voz de la metafísica, no se iniciarán hasta 1936. En cuanto a física es un texto central de esta etapa. El afán político-filosófico,
Hölderlin, las palabras del discurso que hacen referencia al “lejano junto con la confianza en la verdad del nacionalsocialismo, están
mandato” del inicio para recobrar nuevamente su grandeza, recuer- muy presentes. Una vez más, Heidegger se ratifica en el rechazo de
dan el propósito en Hiperión de liberar Grecia. En 1934-1935, la metafísica católica y en la defensa de una filosofía intramunda-
Heidegger impartirá su primer curso sobre el poeta. Por lo demás, na. En ésta, ahora reserva un lugar a lo político, junto al pensar y al
en la Autoafirmación persiste el despegamiento teológico-cristiano, poetizar. También, hay una referencia explícita al final de la filoso-
junto con el técnico-matemático. fía griega en el comienzo de la metafísica occidental. Por consi-
A partir de aquí, la amistad con Jaspers iniciaría un lento pero guiente, este curso recoge prácticamente todo el pensar de
constante declive. Hubo titánicos esfuerzos por ambas partes para Heidegger en los matices que nosotros hemos distinguido: desde el
salvarla; más en el caso de Heidegger, el cual revela en su modo de posicionamiento intramundano, frente al del catolicismo, hasta la
hacer una personalidad muy poco dada a confesiones, a diferencia necesidad de superar la metafísica. Todo ello, en la confianza –aún
de la del psiquiatra, psicólogo y filósofo Jaspers –no hay que olvi- intacta– en el hacer político del momento. Sin embargo, el texto

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pertenece a ese “penoso ir a ciegas” y “exiguo balbucir” que con- ción racial, como en sus Notas (p. 105) parece sugerir Jaspers:“En
fiesa en su carta a Jaspers, antes citada. 1932 los nazis exhibían en sus carteles electorales retratos de sus
Introducción a la metafísica recoge, junto a la “pregunta fun- gentes y de sus adversarios con la pretensión de hacer directamen-
damental de la metafísica”, una pregunta “previa”, que interroga te visible la diferencia racial y, por tanto, la diferencia de calidad.
por el ser y no por el ente; Heidegger ha retomado el final de ¿Qué En realidad no se trataba en ninguna parte de diferencias raciales,
es metafísica? para desplegarlo en línea de radicalización. Aquella sino de diferencias fisonómicas que para la mirada clara muestran
primera pregunta se enuncia: “¿Por qué es el ente y no más bien la sin más el carácter de los hombres individuales, que no son cientí-
nada?”. La previa, en cambio: “¿Qué pasa con el ser?”. Ésta se ficamente constatables, pero que curiosamente convencen. Aquí
incluye en aquélla y juntas constituyen la pregunta metafísica. radicaba lo increíble, que los carteles revelaban de forma tan drás-
Aquí, “metafísica” significa olvido del ser y, incluso, olvido de ese tica y sin excepción la inferioridad fisonómica de los nazis, mien-
olvido. Indudablemente, olvidar sólo es posible si antes lo olvida- tras que algunos de los adversarios mostraban el rango de su carác-
do ha estado presente; Heidegger quiere preguntar ante todo por “lo ter. Los nazis no tenían ninguna vista fisonómica. Se podía percibir
abierto del ser”, que ha llegado a encubrirse y ocultarse en el cita- con horror su total ceguera, y más aún cuando uno de ellos decía:
do olvido. Con esto, pretende iluminar, a una, la esencia oculta de vean las manos de Hitler y verán enseguida lo extraordinario (eso
la metafísica, es decir, lo que la hace ser. La pregunta fundamental dijo Heidegger en 1933)”.
apunta al fundamento del ente, pero no resuelve si ese fondo es en El curso centra su atención en la pregunta por “lo abierto del
realidad fundante, un abismo (Ab-grund) o un pseudo fundamento ser”, la cual difiere tanto de la pregunta metafísica como lo descu-
(Un-grund). Dicha pregunta no puede formularla el creyente: la bierto difiere de lo oculto. La pregunta metafísica pregunta en rea-
respuesta estaría ya adelantada. De ahí que Heidegger sancione a la lidad por el ente; al desplegarla, topamos con el preguntar previo
filosofía cristiana como “un hierro de madera y un malentendido” por el ser. Heidegger ve en el ser “el destino espiritual de
(p. 17). Fe y filosofar se excluyen. Occidente”; de un Occidente cuya actualidad describe en términos
Heidegger, que ha despedido a la fe de su filosofar, avanza ahora catastrofistas, es decir, movido únicamente por lo óntico-técnico.
hacia la despedida de la metafísica como onto-teo-logía. También Atender al ser no es una rareza o capricho intelectual, sino el
dejará atrás la consideración central del político, pero no así la del mismo atender al hombre, a la tierra que habita, a la historia como
poeta. El poeta y el pensador caminan de la mano, aunque sin con - obra suya, etc. Heidegger traza un perfil ideológico y maniqueo de
fusión, en su última etapa. Sin embargo, en el curso de 1935 consi- la situación. Alemania sería la nación que podría liberar a
dera todavía la importancia de la política: si bien es un error pedir Occidente de la “tenaza” que forman Rusia y Estados Unidos. En
demasiado a la filosofía, ésta puede “de manera mediata y por rode- definitiva, el “destino espiritual de Occidente” estaría en manos de
os” (p. 19) repercutir ampliamente. Es inevitable interpretar que la Alemania, de sus filósofos y poetas, mediante el rodeo de la acción
acción política tiene que ver con esa “manera” y ese “rodeo”. Los política (pp. 43 y ss.).
políticos serían las manos del filosofar; cuando en el verano de En su carta del 19 de marzo de 1950, Jaspers confiesa a
1933, se refiere a las manos de Hitler, tal y como lo relata Jaspers Heidegger que su comportamiento respecto del fenómeno nacio-
en su Autobiografía filosófica y lo menciona en sus Notas sobre nalsocialista le pareció el propio de un “niño que sueña” (p. 159).
Heidegger, quiere significar la acción política, su necesidad y capa- En su respuesta del 8 de abril de 1950, Heidegger admite que la
cidad creadora. Difícilmente podría tratarse de una simple observa- imagen es “completamente” acertada y realiza el último gran

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

esfuerzo para explicarse: “[...] no vi más allá de la universidad ni en las que aún hoy podemos reconocernos: el desenfreno y la agre-
me di cuenta de lo que pasaba realmente”, “[...] soñaba y pensaba sividad del móvil técnico –que entonces él veía más que como una
en lo fundamental sólo en la universidad en la que tenía las miras realidad ya efectiva e irreversible, como una seria amenaza– están
puestas. Pero al mismo tiempo me encontré atrapado en la mecáni- hoy muy presentes en nuestro mundo. También, el tiempo como
ca del cargo”, “[...] estaba perdido y atrapado, aunque sólo durante velocidad, la explotación económica del planeta –siempre en creci-
unos pocos meses, como mi esposa dice, en una <embriaguez de miento–, la cercanía como mostrenca accesibilidad, el protagonis-
poder>. Sólo después de la Navidad de 1933 comencé a ver con mo de las cifras y lo que todo ello implica: “destrucción de la
más claridad, de manera que en febrero, como protesta, abandoné Tierra”, “huida de los dioses”, desconfianza hacia el “acto creador
mi cargo.” (pp.161-163). El fracaso de Heidegger con Jaspers llega y libre”. Todo esto lo encontramos actualmente en nuestras socie-
con la respuesta de éste, después de más de dos años (24 de julio de dades ‘desarrolladas’. Heidegger quiso descartar “la vía de la des-
1952), desde Basilea; Jaspers no cree que Heidegger haya desper- trucción” en la realización de aquel “destino espiritual”; en lugar de
tado del todo o, mejor aún, que haya dejado de filosofar en forma destrucción, “despliegue de nuevas fuerzas históricas y espiritua -
de ensoñaciones: “¿No es una filosofía que adivina y poetiza en fra- l e s” (Introducción a la metafísica, p. 43). Ciertamente, este
ses como las de su carta, que efectúa la visión de lo tremendo, una Heidegger no convence; ha sustituido la fe teológica por la fe polí-
nueva preparación de la victoria de los totalitarismos al separarse de tica, la cual se adelanta también a cualquier posible argumento.
la realidad? [...]¿Puede lo político, que usted considera superado, Como Platón, quiso inspirar el politizar en el filosofar y, como él,
desaparecer? [...] ¿Está usted a punto de hacer de profeta que mues- fracasó. ¿Acaso puede no ser “un hierro de madera y un malenten-
tra lo suprasensible a partir de un arte oculto, de hacer de filósofo dido” una política romántica?
que huye de la realidad?” (pp. 167-170). Es el final; la felicitación
a Jaspers del 19 de febrero de 1953, con ocasión de su septuagési-
mo cumpleaños, significa un sentido reconocimiento y aceptación [7]
de sus insalvables diferencias: “Y al lado habrá una persona que tra- ETAPA DEL PENSAR COMO SUPERACIÓN DE LA METAFÍSICA
tará de seguir el camino de usted y a la vez poner a prueba el suyo
propio [...] y aceptará el destino de intentar diferentes maneras de En los años 30, Heidegger lleva a cabo una depuración de su
pensar” (pp. 170-171). Heidegger se despide en su vida una vez más filosofar. La metafísica, la ontología y la filosofía dejarán paso al
–en esta ocasión del amigo– para seguir fiel a su filosofar. pensar. El término “ser”, escrito con i griega o con unas líneas que
En sus Notas sobre Heidegger, escribe Jaspers: “Heidegger no lo cruzan, no podrá ya despistar ni confundir al intérprete. También,
sabe lo que es la libertad” (p. 40). Seguramente, a Heidegger se le madurará una noción que, junto con la de ser, será protagonista en
ocultaban aspectos de la misma, transparentes a Jaspers. Con todo, el Heidegger del pensar: la de evento (Ereignis). En realidad, todo
es innegable que el problema de la libertad le preocupó de manera esto no significa ruptura alguna, sino la normal consecuencia de un
constante y profunda, muy especialmente en la etapa metafísico- constante empeño de radicalización. Hay también reacción; así
política, en la que unas determinadas circunstancias socio-políticas como la metafísica intramundana reacciona contra la católica, esta
contribuyeron, sin duda, a darle un resalte y perfil característicos. última etapa se desmarca de lo político –y del dogma católico toda-
Heidegger no acertó a ‘proveer’ en muchas de sus decisiones y vía–, aunque sus maneras sean menos explícitas y más sutiles que
interpretaciones, pero sí fue lúcido en otras, al ‘prever’ situaciones en el caso anterior.

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

El rectorado de Heidegger dura un año aproximadamente, su gen que el hacer de Heidegger medita, sin que pueda aplicarle más
fe en el nacionalsocialismo duraría algo más; a partir de 1936 que unos términos vacíos: Seyn, Ereignis.
empieza a resquebrajarse, hasta llegar a considerar a aquél, lo Pensar es en realidad escuchar. Lejos de él quedan los subje-
mismo que al pensamiento de Nietzsche, expresión de la moderni- tivismos y objetivismos, las imágenes del mundo tranquilizadoras
dad, en lugar de superación de la misma. El filosofar de Heidegger y el calcular de cualquier tipo. Cerca están la serenidad y el desasi-
pierde la inspiración socio-política y concentra su esfuerzo en supe- miento. Pensar no es una escucha cualquiera; es la escucha al Seyn
rar una metafísica que ha culminado en la influyente técnica y en el retrotraído a su plena apertura o Lichtung. Ser como “dar”, antes de
pensar calculador. su flexión tempórea en la entidad: el ser se da. Ser sin “dador”,
Aquella metafísica “en un nuevo sentido” de la carta de renun- como mero acontecer o evento: el ser se da. Ser y tiempo mirados
cia al catolicismo (1919) está ahora, en otra vuelta de tuerca, como desde el misterio y, por tanto, desde el silencio. Pensar que escucha
“superación de la metafísica”. Dicha superación ha de entenderse a a la manera de los primeros poetas –maestros de verdad– inspira-
modo de camino y no de logro. Además, lo que Heidegger preten- dos por las Musas. La inspiración es en esta etapa, tanto el pensar,
de realizar no es demoler la tradición –metafísica, filosófica, onto- como el escuchar, como el ser: una inspiración pre-ontológica y
teológica–, sino estar en ella de otra manera: en crítica radical. pre-metafísica. El tema del pensar es el ser, pero un ser que se da a
Esto exige hacer pie en un origen resistente a la crítica –el pensar una activa escucha en apertura. De ahí la unidad de pensar y ser de
de Parménides, sobre todo– y, a una, girar la mirada hacia atrás o Parménides, revisitada por Heidegger.
mirar desde el origen –al ser desde el Ereignis, en lugar de hacerlo En una nota añadida al texto de la Carta sobre el humanismo
desde la diferencia ontológica–. Consecuentemente, su hacer, así (1947) por el propio Heidegger, éste deja constancia de que
despegado de ciencias y filosofías, sólo puede arribar a una especie Ereignis (evento) es “la palabra conductora” de su pensar “desde
de mítica, la cual resulta subrayada por la atención al poetizar junto 1936” (6a.). Justo en 1936, había iniciado una especie de diario
al pensar. Podemos ver una aplicación concreta de esa consecuen- intelectual, que llega hasta 1938 y que se publicará póstumamente
cia general en el término “Cuaternidad”. Con él se da juego a dio- –1989– con el título: Aportes a la filosofía. Acerca del evento. En
ses, mortales, cielo y tierra, en íntima unidad. No parece forzado los Aportes, Heidegger afirma que evento “es el título esencial para
interpretar que Heidegger denomina ahora así a lo que antes fueron el intento del pensar inicial”, si bien “el título público sólo puede
los entes en su conjunto, los cuales han pasado a estar vistos y des- rezar: Aportes a la filosofía” (p. 79). Por consiguiente, el que figu-
critos de manera mítica o desde los ‘nuevos’ ser y Ereignis. ra como subtítulo es en realidad título, y así queda mostrada la
Si interpretáramos el pensar de Heidegger como un hacer des- importancia del Ereignis a partir de 1936, tal y como quedara dicho
tructivo-crítico y otro constructivo-afirmativo, habría que cargar el en la Carta.
peso del afortunado hallazgo en lo primero antes que en lo segun- Los A p o rt e s sorprenden por la terminología, por el estilo con-
do. Cuando aquél se plasma, por ejemplo, en la crítica al subjetivis- ciso y deshilvanado, y también por el tono; en ocasiones, parece
mo o a la prepotencia y limitación de la técnica, alcanza un nivel de que escribiera un iluminado, o quizás sólo alguien que tantea en
verdad, cuya poderosa iluminación llega hasta nuestro tiempo y búsqueda, con la libertad de quien escribe únicamente para sí
muy previsiblemente hasta un futuro a medio plazo, como mínimo. mismo, sin pensar en una publicación. Heidegger habría dejado
Son estos inmediatos logros de la interpretación los que impulsan y volar su entusiasmo sin ataduras, en el empeño de un encuentro
animan a desentrañar o, mejor aún, orientarse en el misterioso ori- afortunado. La comparación de estos Aportes con la Carta –dirigi-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

da a otro– podría arrojar interesantes resultados: acaso en ésta pue- vencer. Heidegger, que quiere rebasar esa “filosofía”, sí va a hacer
dan encontrarse aquéllos, pero como ‘pasados a limpio’; acaso la pregunta: “El ensayo presentado aquí, lleva la pregunta por la
también, todo el último Heidegger sean los Aportes pasados a lim- esencia de la verdad más allá del recinto de la habitual delimitación
pio. Sería una de las maneras de ver al evento como conductor del del concepto usual de esencia, y ayuda a meditar acerca de si la pre-
pensar. gunta por la esencia de la verdad no debe ser al mismo tiempo y en
De 1930 es la conferencia pronunciada en Bremen con el título: primer término la pregunta por la verdad de la esencia” (p. 129).
De la esencia de la verdad, publicada en 1943 y considerada la pri- El escrito alcanza su cima en la solución final: “La pregunta por
mera presentación pública del llamado segundo Heidegger. En el la esencia de la verdad encuentra su respuesta en la proposición: la
escrito de 1943, hay una forma de hacer similar a la ya practicada esencia de la verdad es la verdad de la esencia” (p. 130). Frases
en Ser y tiempo con ocasión del mismo asunto: hay un retrotraer el como ésta son las que hacen recordar las graves sospechas de
problema de la verdad desde su solución tradicional hasta la condi- Jaspers en sus Notas sobre Heidegger: este filosofar nos despediría
ción de posibilidad de dicha solución. Lo que no es similar es el vacíos, no tendría nada que decir, prometería constantemente sin
acento, por así decir; Heidegger evita ahora cuidadosamente colo- jamás cumplir. ¿Acaso no es una frase vacía aquella respuesta? Si
carlo sobre el Dasein para ponerlo sobre el ser (Seyn). Aquella Jaspers tiene razón, Heidegger podría ser considerado mago antes
ontología fundamental quiere radicalizarse en el pensar; en lugar de que filósofo; los que asisten a una sesión de magia están encanta-
mirar al ser desde el Dasein, es preciso mirar al Dasein desde el ser. dos, pero saben que allí hay truco. Si Jaspers no tiene razón, signi-
Sin embargo, poner la base de asentamiento en el Seyn tiene sus ficaría que no ha entendido nada en este caso. Insistamos todavía,
dificultades; la descarnada pero todavía amena descripción del ser- ¿no es una proposición vacía: “la esencia de la verdad es la verdad
en-el-mundo tiene que dejar paso a un total descarnamiento, que de la esencia”? Sí y no. Es vacía en el sentido de no-óntica, de
ahora Heidegger nombra con el término “misterio”. La concordan- puramente formal o ausente de contenido. No es vacía en el senti-
cia o adecuación tradicionales remiten a la libertad y finalmente al do de meramente ingeniosa o sólo frase literaria que buscara
ocultamiento o misterio: “El ocultamiento del ente en su totalidad, impactar y nada más que impactar. Realmente, Heidegger quiere
la auténtica no-verdad, es más antigua que cualquier revelación de decir mucho en esa proposición; tanto, que no puede permitirse
este o aquel ente. Es más antigua aún que el mismo dejar-ser que acotar en ella ningún ‘esto’ o ‘aquello’ común o familiar, sino úni-
desvelando mantiene ya lo oculto y se relaciona con la ocultación” camente apuntar a lo que hace-ser (esencia) cualquier ‘esto’ o
(p. 123). ‘aquello’, a lo que hace-ser incluso lo que acostumbra a entender-
En la breve introducción, Heidegger señala con ironía los dos se por esencia (quidditas), a lo que hace-ser, en definitiva, la ver-
frentes contra los que combatirá su pregunta por la esencia de la dad. La “verdad de la esencia” se refiere a la esencia como hacer-
verdad: el del entendimiento común y el de la “filosofía”. El prime- ser (no como quidditas) y, al mismo tiempo, al Seyn como “la esen-
ro se impacienta cuando los interrogantes son abstractos, en lugar cia de la verdad”; es decir, al Seyn (no al conocimiento) como últi-
de reales; lo que se demanda es “verdad real”, no esencias evanes- ma condición de la misma. He aquí la dificultad con la que tiene
centes. En cuanto a la filosofía, tiene una asignatura pendiente: la que batirse este Heidegger, que acentúa el ser y no ya el existente.
pregunta por la verdad de la “esencia”. Quizás al sano entendimien- El existente es un ente, aunque tenga todas las primacías, pero el
to común le irriten las demandas del filosofar porque éste no ha Seyn no; hacerlo protagonista del pensar significa tener que optar
sabido pensar la esencia, sino sólo un sucedáneo, incapaz de con- por una expresión transcendental (formal, no-óntica), que paradóji-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

camente es pre-lingüística. En esto puede estribar la perplejidad abordado la metafísica con la pregunta trans-científica por el ser
que provoca el discurso de Heidegger. El ser no puede decirse (aco- que no es el ente. A su vez, el tratamiento lo llevaba a cabo median-
tarse) lingüísticamente porque es la condición de todo decir. Única- te el rodeo de la nada y de su correspondiente temple: la angustia.
mente admite la sugerencia, la indicación, el señalar... siempre Ahora, sin embargo, reconoce que dicho rodeo hace recaer al ser en
abierto y formal. Por consiguiente, que este filosofar nos despida la entidad, según patentiza la pregunta en la que desemboca la lec-
“vacíos” podría satisfacer a Heidegger, iconoclasta-filósofo. No ción: ¿por qué hay ente y no más bien nada? Ante todo, ese “por
podría satisfacer a quienes, desde otras posiciones, esperasen resul- qué” no piensa el ser; en su presencia, la nada se retira y pierde su
tados ónticos. Llegados a este punto, urge preguntar: ¿no es esto protagonismo, quedando encubierta. Es el olvido metafísico de la
metafísica –y de la mejor– más que superación de ella? ¿Qué verdad del ser. Este fracaso final impone “repensar a fondo” el
“metafísica” quiere superar Heidegger? texto, lo cual implica dejar en segundos lugares, tanto a la ciencia
La verdad radica en el Seyn –“verdad de la esencia”–, no en el como a la metafísica, para realizar la travesía descendente del pre-
conocimiento, ni en el sujeto, ni en la conciencia; aquél hace-ser metafísico pensar. Es el mismo Heidegger de otra manera; algunos
la verdad del conocimiento –“la esencia de la verdad”–, en la que cambios podríamos verlos ‘anunciados’ a la altura de 1927. Por
coinciden intelecto y ente. Esta coincidencia es un des-oculta- ejemplo, el abandono de la ontología; ya en la “Introducción” a Ser
miento (verdad), que oculta un misterio insondable (ser), difícil de y tiempo, se pronuncia sobre la prioridad del asunto o cuestión del
ver y mostrar, fácil de pasar por alto y de tergiversar. Esta coinci- ser, respecto de la disciplina de la ontología. Indudablemente, en la
dencia es también un desvelamiento del ente y, al mismo tiempo, brújula del filosofar de Heidegger, el norte lo marca siempre el ser.
un dejar-ser al ente: verdad es libertad. Ahora bien, una libertad Entre el “Epílogo” y la “Introducción” a ¿Qué es metafísica?,
que posee al hombre: “La verdad no es una nota de la proposición es editada la Carta sobre el humanismo (1947), la cual tiene su ori-
adecuada, que se enuncia de un <objeto> por un <sujeto> humano gen en una carta-respuesta de 1946 al francés Jean Beeaufret, revi-
y que luego <vale> en alguna parte (no se sabe en qué ámbito); la sada y ampliada para su publicación. A finales de los años veinte,
verdad es el desvelamiento del ente por el cual cobra presencia triunfa en Francia el existencialismo, circunstancia que contribuiría
(w e s t) una apertura. En lo así abierto, se expone todo comporta- a la difusión del pensamiento de Heidegger entre la intelectualidad
miento humano y su actitud. Por eso, el hombre es en el modo de francesa, por encima de políticas e incluso del propio Heidegger,
la ex-sistencia” (p. 121). que no se sintió bien entendido, como muestra la Carta. Los años
De 1943 es el “Epílogo” a ¿Qué es metafísica? y de 1949 la cuarenta no fueron buenos para él en lo personal; al entusiasmo
“Introducción”. Heidegger no podía dejar sin retocar e incluso, más político siguió la decepción, el recogimiento solitario y también un
aún, deconstruir, esa especie de capilla en honor a la metafísica que “derrumbamiento espiritual y psíquico” en 1946, relatado por
fue en su momento aquella lección. Ambos escritos insisten en el Safranski (p. 407). En el trabajo intelectual, Heidegger encontraría
pensar esencial: “atento a la verdad del ser”, “todo oídos”, busca- un ‘centro’ para esos tiempos de penuria, y su pensar no perdió
dor de “la palabra desde la que la verdad del ser llega al lenguaje”, maestría ni lucidez, como podemos comprobar en la Carta, uno de
pensar que “ha abandonado ya desde su primer paso el ámbito de sus escritos más logrados.
toda ontología”. Ambos insisten también en la superación de la Humanismo viene a significar en Heidegger subjetivismo; algo
metafísica, porque ha olvidado el ser y sigue siendo “lo primero de del todo inesencial, por pertenecer al dominio de la opinión y no de
la filosofía”, pero nunca “lo primero del pensar”. Heidegger había la verdad, del ente y no del ser, del filosofar y no del pensar. La

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

cosa misma del pensar es la verdad del ser, no los “–ismos” ni las le retiren el permiso de dar clases, cuando él ha aceptado ya su jubi-
disciplinas –ontología, ética, física–. Sin embargo, de dicha verdad lación y únicamente pide conservar el permiso para la docencia y
se han apoderado aquéllos y éstas, y de ahí las preguntas y requeri- una pensión. Sólo obtiene la pensión de retiro. Hasta 1951, no se
mientos de humanismos y éticas para la ocasión. Desde el pensar, incorporará de nuevo a la actividad docente.
el hombre no es existencia sin más, sino ex-sistencia (Ek-sistenz), Según consta en una nota de la Carta, a la cual ya nos hemos
es decir: “morar ex-stático en la proximidad al ser”. Como ex-sis- referido, el Ereignis es la palabra conductora del pensar desde
tencia, el hombre es el “pastor del ser”, “llamado por el propio ser 1936. Ese Ereignis constituiría la “pobreza esencial” que persigue
para la guarda de su verdad” (p. 57). En esto reside, según el último Heidegger y vendría a ocupar el lugar del abandonado
Heidegger, la auténtica dignidad de lo humano, la “ética originaria” “ser del ente”. Desde este último, el ser tiene un cierto respaldo en
y la posibilidad de pensar lo sagrado, la divinidad y a “dios”. Por el Dasein como comprensor del ser: ser-del Dasein. Esto, sin
consiguiente, este pensar no es ningún rechazo –ni siquiera del embargo, es una torcida interpretación del asunto. Porque no es
“Dios divino”, según terminología de “La constitución onto-teo- ningún ente, ni siquiera el que tiene todas las primacías, el que res-
lógica de la metafísica” en Identidad y diferencia–, sino el descen- palda al ser, sino todo lo contrario: Dasein-del ser. Con lo cual, para
so a lo originario. Ahora bien, por ello mismo está muy lejos de pensar el ser ya no procede empezar por referirnos a los entes o a
demorarse en existencias entitativas a la búsqueda de riqueza esen- lo que tiene que ver con ellos –a la experiencia de la angustia, por
cial; todo lo contrario, pues su meta es la “`pobreza esencial”. ejemplo–, sino al ser mismo desde un respaldo (“asiento y origen”)
Se diría que Heidegger ha llevado a cabo, desde aquél ya leja- que verdaderamente esté a su altura, por así decir. Aquí es donde
no 1907 en el que sucedieran sus “torpes primeros intentos” filosó- entra el Ereignis, el se impersonal del darse del ser, o lo que viene
ficos, un proceso ascético de despojamiento. Lo transmundano, la a ser lo mismo: el misterio. De “misterio” están llenos los Aportes:
atención al Dasein, los ideales políticos de bandera filosófica, ya no “El evento es el centro que se busca y media a sí mismo, en el que
son más lo originario. El nacionalismo es tachado de “antropologis- todo esenciarse de la verdad del ser [Seyn] tiene previamente que
mo” y “subjetivismo”, al igual que el humanismo existencialista. ser repensado” (p. 73).
Hay una ponderación de lo “alemán” –como también del tema de El misterio respalda al ser, el ser da su verdad, y pensar es la
dios–, que declara un talante bien distinto del manifestado en escucha de esa verdad. En el misterio, el ser y el pensar –en su ínti-
Introducción a la metafísica: “Todo nacionalismo es, metafísica- ma mismidad– queda acogida la Cuaternidad; es decir, la entidad
mente, un antropologismo y, como tal, un subjetivismo: El nacio- en su conjunto. El procedimiento: al ser a través del Dasein, ha sido
nalismo no es superado por el mero internacionalismo, sino que sustituido así: al Dasein a través del Ereignis. El centro del pensar
simplemente se amplía y se eleva a sistema” (p. 56). de Heidegger sigue el mismo: el ser. Pero una vez comprobada la
Heidegger no vive sólo un despojamiento intelectual o teóri- deficiencia de la primera vía, Heidegger necesita probar otra, que
co; en 1946, se le retira el permiso docente y pierde su puesto de no aterrice finalmente en lo óntico: la vía pre-metafísica del
trabajo. El informe de Jaspers, propuesto por el mismo Heidegger, Ereignis. Ereignis es el mismo ser (“da”) en tanto que “se” (da).
fue decisivo al respecto. Jaspers afirma en él que la filosofía de Leemos en la Carta: “Porque el <es> impersonal alemán que <se
Heidegger no es una buena influencia para el momento de recons- da> aquí es el propio ser. El <da> nombra sin embargo la esencia
trucción política y moral que afronta Alemania después de la gue- del ser que da, y de ese modo otorga, su verdad. El darse en lo
rra. Este juicio determinará que las autoridades políticas y militares abierto, con lo abierto mismo, es el propio ser” (p. 44).

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros

Propiamente, Heidegger es siempre el mismo; desde que en


1907 se iniciara en la meditación del ser, su fidelidad a dicho asun -
to fue una constante. Ahora bien, esa meditación aconteció en un
determinado lapso de tiempo, en el que fue adquiriendo distintas
inspiraciones, lo cual hizo que Heidegger no fuera nunca lo mismo.
Aquí es donde cabe interpretar que en él hay cuatro etapas: católi-
ca, intramundana, filosófico-política y pre-metafísica. Las dos últi-
mas son también intramundanas, por lo que el paso de la primera a
la segunda significa, en términos comparativos, casi una ruptura.
‘Casi’, porque Heidegger sigue con la metafísica y la pregunta del
ser. En la última etapa hay un cambio de orientación, pero dentro III
de un pensar en acción y reacción muy coherentes con lo anterior.
Más espinosa es la cuestión de si Heidegger fue siempre, mal -
gré lui, un metafísico. Si metafísica es onto-teo-logía, como aquél LA FILOSOFÍA DE ZUBIRI COMO DIÁLOGO
interpreta en “La constitución onto-teo-lógica de la metafísica”, la CRÍTICO CON HEIDEGGER
respuesta debería ser negativa: sólo el Heidegger de la primera
etapa entraría en esa denominación. Sin embargo, si, como sostie-
ne Zubiri, la metafísica no es una investigación acerca de Dios, sino
que tiene que ver con la transcendentalidad –no con la transcenden-
cia– y con una transcendentalidad que comunica todas las diferen- “Toda refutación en el campo del pensar esen-
cias, precisamente por no ser ningún contenido óntico ni real deter- cial es absurda. La disputa entre pensadores es
minado, en tal caso, las etapas de Heidegger significarían un pro- la <disputa amorosa> de la cosa misma. Es la
ceso de radicalización metafísica, si bien marcado por la reacción que les ayuda alternantemente a entrar a formar
contra la etapa transmundana y también contra la ciencia como parte de la sencilla pertenencia a la cosa misma,
pensar hegemónico desde la modernidad. Estas reacciones harían a partir de la cual encuentran en el destino del
ser el destino adecuado.”
de Heidegger un metafísico de maneras míticas, falto de suelo real.
No es una mera casualidad que en el discurso : “Serenidad” (1955),
(M. Heidegger, Carta sobre el humanismo, p. 47)
Heidegger cite en dos ocasiones –en la segunda para cerrar su dis-
curso– las palabras de Johann Peter Hebel: “Somos plantas –nos
guste o no admitirlo– que deben salir con las raíces de la tierra para
poder florecer en el éter y dar fruto” (p. 20 y p. 31).

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Isabel Aísa Fernández

Heidegger fue una de las influencias de Zubiri, no la única. Sin


embargo, tuvo un lugar visiblemente importante en el despegue
definitivo de su pensamiento filosófico. Tanto aquél como éste
admiraron la fenomenología, sin encontrar asiento en ella.
Heidegger abandonaría su núcleo temático, alumbrando la herme-
néutica filosófica, que nació de aquélla pero con alteridad y carac-
teres propios. Con Heidegger, Zubiri abandonaría los contenidos
fenomenológicos, pero enseguida también la ontología de
Heidegger, en el arranque de su propio pensar: una metafísica de la
realidad, nítidamente diferenciada de toda ontología, que asimila y
profundiza el pensamiento occidental, sin dejar de tener muy pre-
sentes los resultados de la investigación científica, como rama irre-
nunciable del único árbol del saber.
Cuando Heidegger adoptó la manera filosófica de mirar propia
de la fenomenología, ya tenía un pensador-modelo, que no era
Husserl, sino Aristóteles, como podemos comprobar en el
“Prólogo” a las lecciones de 1923 sobre ontología y hermenéutica
de la facticidad: “Mentor en la busca fue el Lutero joven; modelo,
A r i s t ó t e l e s,aquien aquél odiaba. Impulsos me los dio Kierkegaard,
y los ojos me los puso Husserl” (p. 22). Ciertamente, las
Investigaciones lógicas se convirtieron en su libro de cabecera
desde su juventud (1909), y las constantes referencias a dicha obra
muestran el fiel y sincero homenaje que Heidegger les dedicó en su
vida. Sin embargo, lo que él buscaba en ellas tenía que ver con
Aristóteles más que con Husserl: “Lo que yo esperaba de las
Investigaciones lógicas de Husserl era un impulso decisivo a las

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

preguntas suscitadas por la disertación de Brentano”, afirma en “Mi terior: llega tarde. Antes que el sujeto o la conciencia, la vida misma
camino en la fenomenología” (p. 95). Además, la publicación en es intencional, sin ser por ello objetivante. Además, un yo histórico,
1913 del tratado de Husserl: Ideas relativas a una fenomenología como el del vivir, no puede pretender despojarse de la tradición,
pura y a una filosofía fenomenológica, apartó definitivamente a sino sólo desmontarla críticamente y, en cualquier caso, siempre de
Heidegger del contenido doctrinal de la fenomenología, aunque manera limitada, dada su intrínseca historicidad: apropiación, en
conservara la devoción por las Investigaciones y la práctica del lugar de rechazo. En definitiva, vivir no consiste en conocer, sino
método fenomenológico hasta el final: “[...] la <fenomenología> se en ser: ser en un mundo. Realmente, esa “actitud” primaria no es tal,
sumía consciente y decididamente en la tradición de la filosofía porque siempre ya nos encontramos en ella, antes de cualquier deci-
moderna, aunque de un modo tal, ciertamente, que la <subjetividad sión al respecto. Se trata, más bien, de cercanía, inmersión, contac-
transcendental> accedía a una determinabilidad más original, uni- to, que el filosofar tiene que analizar o explicitar sin sustituir. Dicha
versal. La fenomenología conservaba las <vivencias de la concien- explicitación urge, no únicamente por la dificultad inherente a lo
cia> como su ámbito temático, sólo que ahora lo hacía sondeando cercano, que en su familiaridad se retrae, sino por la distorsión pro-
sistemáticamente, proyectando y consolidando la estructura de los pia del mismo ejercicio de la vida, a la que Heidegger denomina
actos vivenciales, junto con el sondeo de los objetos –vivenciados “inautenticidad” o “caída”. Hay una auto-interpretación en el vivir,
en los actos– en vistas de su objetualidad” (pp. 97-98). Cuando a la cual le es constitutivo el encubrimiento. La filosofía tiene que
Husserl llega a Friburgo (1916) y contacta poco después con apropiarse de ese encubrimiento, ayudada por el mismo vivir en sus
Heidegger (invierno de 1917-1918), encuentra a alguien y a o r i e n t a- temples de ánimo –como la angustia–, los cuales transparentan
do filosóficamente, y no precisamente en la dirección de una subje- aquella inautenticidad. Temples, que son la misma vida –no un
tividad transcendental moderna. Todo Heidegger respiraba desde objeto de conocimiento– y que c a e n sobre nosotros y nos ponen así
hacía tiempo anti-modernidad, algo que declaran sin tapujos sus en situación de poder interpretar el encubrimiento y poder apropiar-
lecciones de 1919: “[...] todo es mundano, <mundea>” (p. 88). Lo nos de lo original que hay detrás. Finalmente, ese ser del vivir no es
que le aleja de los contenidos de la fenomenología es, sobre todo, el lo último; lo más hondo es el ser, el S e y n, el Ere i g n i s. A partir de
exceso de teorización, la absolutización de la actitud teórica, que es 1919, el método fenomenológico –“los ojos de Husserl”– están
una forma más de desatender la vida o desvivimiento: “En el com- puestos en la comprensión de Aristóteles; a partir de 1922,
portamiento teorético me dirijo hacia algo, pero yo no vivo (en Heidegger estudia aún las Investigaciones lógicas en seminarios
cuanto yo histórico) en contacto con este o aquel elemento munda- con alumnos avanzados, y es entonces cuando se le revela que ese
no” (p. 89). La primaria actitud consiste en el inmediato vivir en el mostrarse los fenómenos a sí mismos es lo que desde Aristóteles se
mundo de un yo individual y histórico, el cual no empieza por tener piensa como verdad o desocultamiento: “Lo que las investigaciones
frente a sí objetividades, sino significados: una cátedra, un libro, fenomenológicas habían encontrado de manera nueva como susten-
una pizarra, un cuaderno de apuntes, una estilográfica, etc. Por con- tación del pensar se probaba como el rasgo fundamental del pensa-
siguiente, la transcendencia, que fenomenológicamente está puesta miento griego, si es que no de la filosofía en cuanto tal” (“Mi cami-
entre paréntesis por su problematicidad o carácter de no-dato de no en la fenomenología”, p. 100). Así es como Heidegger arriba al
intuición, no es tal problema desde aquella actitud, ya que el vivien- ser, en su desocultarse (verdad) y en su ocultarse (misterio), como
te empieza por estar inmerso –“en contacto”– en el mundo y no por “la cosa misma”, antes que ninguna conciencia y su objetividad
enfrentarse a él. La transcedencia es sólo un problema teórico o pos- correspondiente. Sin duda, Husserl fue uno de esos gigantes cuyos

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

hombros ayudaron a hacer un maestro de Heidegger. Con todo, hay modo no se expresa sino la máxima formulada más arriba: <¡A las
que preguntarse también si ese descubrimiento que iluminó el hacer cosas mismas!>.” Ni Heidegger ni Zubiri consideran la investiga-
de Husserl no conllevaba su propia limitación: una filosofía del ser, ción filosófica como teoría del conocimiento, sino como descrip-
que arrastra la verdad como rémora, al situarla en un lugar de máxi- ción –no especulación– de lo que funda dichas teorías: ambos, crí-
mo privilegio. Situar así la verdad significa girar aún alrededor del ticos de la modernidad y de los subjetivismos y ambos también, crí-
hombre, en detrimento de la autonomía del ser. ¿Necesita “pasto- ticos de las filosofías adjetivas (serviles).
res” el ser o es el “pastor” –y sólo él– quien necesita al ser? En En su “Prólogo”, Zubiri no se refiere a la etapa correspondien-
nuestra opinión, la crítica de Zubiri a Heidegger tiene su centro de te a sus primeros escritos: los comprendidos entre 1921 y 1926. De
gravedad en esa rémora, a la vez que el filosofar de Zubiri aconte- 1921 (febrero) es su memoria de licenciatura: El problema de la
ce, en parte, como superación de la misma. objetividad según Husserl. I: La lógica pura, y del mismo año
En el “Prólogo” (1980) a la traducción inglesa de Naturaleza, (mayo) su tesis doctoral: Ensayo de una teoría fenomenológica del
Historia, Dios, primer libro publicado por Zubiri (1944), éste sitúa juicio. Aquél permanece inédito (hasta 1999), éste se publicó en
dicha obra –la cual comprende escritos redactados entre 1932 y 1923. De 1925 es su primer artículo: Crisis de la conciencia
1944– dentro de una etapa “difícil de definir, pero fácil de perci- moderna, y de 1926 una recensión de la Psicología de Brentano tra-
bir”. Desglosa la inspiración común de la etapa en una “remota”, ducida por J. Gaos. Esta etapa ha sido descrita por A. Pintor-Ramos
que describe como “la filosofía de las cosas”, y otra “concreta”, que como “fenomenológico-objetivista” (pp. 36 y ss.) en su inspiración,
es la “ontología o metafísica”. Pues bien, en la primera está la y fijada en el lapso de tiempo que va de 1921 a 1928, año en el que
influencia de la fenomenología de Husserl y en la segunda la de Zubiri –ya catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad
Heidegger. Que Zubiri haga este desglose, indica que no ha despe- Central de Madrid desde 1926– viaja a Friburgo y a Berlín.
dido del todo a la fenomenología, sino que, de alguna manera, ella En la etapa fenomenológico-objetivista, encontramos a un Zubiri
está presente todavía en la concreta inspiración común. En el sorprendente, si lo enfocamos desde su pensamiento de madurez y
mismo “Prólogo”, se refiere a la labor filosófica de Husserl antes hasta incluso primero (el de Naturaleza, Historia, Dios). Ocurre
de 1932: abrió “un campo propio al filosofar” en un momento en como en la etapa metafísico-católica de Heidegger; ni éste ni aquél
el que éste aparecía desdibujado en una mezcla de positivismo, his- han empezado siquiera a ser ellos mismos en esas primerísimas eta-
torismo, pragmatismo y, sobre todo, psicologismo. El lema de pas que, con todo, les pertenecen a la manera de peldaños de sus
Husserl devolvió las cosas mismas a la filosofía, al despegarla de escalas intelectuales respectivas. Así, por ejemplo, en su tesis doc-
su fijación a las teorías del conocimiento. Aquel abrir “un campo toral, publicada en Primeros escritos (1921-1926), Zubiri utiliza
propio” al filosofar y liberarlo, de esta manera, de “toda servidum- expresiones tales como “Filosofía objetivista” o “Filosofía de la
bre psicológica o científica” fue lo que inspiró definitivamente a Objetividad pura”, y hace afirmaciones como la siguiente: “Todo
Zubiri. En segundo lugar quedaban los contenidos fenomenológi- ser existente supone una esencia individual y toda esencia indivi-
cos. Por consiguiente, Zubiri está aquí con Heidegger, el Heidegger dual supone una idea. El ser existente es, pues, el ser más condicio-
que, por ejemplo, en la “Introducción” a Ser y tiempo declara: “[...] nado e hipotético; en cambio, las ideas son el único verdadero,
hacer ver desde sí mismo aquello que se muestra, y hacerlo ver tal absoluto y suficiente ser” (p. 320). Pero es, sobre todo, en el artícu-
como se muestra desde sí mismo. Éste es el sentido formal de la lo: La crisis de la conciencia moderna (1925) donde puede compro-
investigación que se autodenomina fenomenología. Pero de este barse el objetivismo primerizo de Zubiri. Dejaremos nada más que

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

apuntado que en estos tempranos escritos pueden, sin embargo, ras- que denominaremos ‘primerizo’. La metafísico-intramundana
trearse ya muchos de los términos y contenidos del último Zubiri, y (Heidegger) y la ontológico-metafísica (Zubiri) se caracterizan, en
también leerse críticas a Husserl, en las que insistirá todo Zubiri, cambio, por constituir vigorosos arranques de juventud abriéndose
como la de idealismo o “profundas huellas de subjetivismo.” ya a una lograda y brillante madurez. Ninguno de ellos renunció a
Brentano, Husserl, el problema del juicio, interesaron tanto a estas últimas, ambos las consideraron parte integrante de su profun-
Heidegger como a Zubiri. Ambos cultivaron hasta el final la mirada dización siguiente: el pensar heideggeriano y la realidad (“reidad”)
fenomenológica, pero también ambos abandonaron la filosofía de zubiriana. En Zubiri, por lo demás, no hay una etapa política;
Husserl de camino a la suya propia; en este abandonar, acontece el Carmen Castro, al referirse a la guerra civil española, constata: “No
encuentro en Friburgo (1928), precedido por el conocimiento pre- habíamos pertenecido a ningún bando, ni con disgusto de muy bue-
vio, por parte de Zubiri, de Ser y tiempo (1927), hecho posible por nos amigos a <la mediación>. La política no fue nunca nuestro
Ortega. En 1928, Heidegger es ya Heidegger, en tanto que Zubiri haber” (p. 105).
entra en la etapa “difícil de definir, pero fácil de percibir”: la de ins- A partir de 1944, Zubiri ya será Z u b i r i; Sobre la esencia, publi-
piración indiscernidamente ontológica o metafísica. En el “Prólogo” cado en 1962, es el primer libro de la etapa “rigurosamente meta-
de 1980, el propio Zubiri indica qué la separa de la anterior: “Para física”, cuya inspiración es “lo real en cuanto real”. El ser –de la
la fenomenología las cosas eran el correlato objetivo y ideal de la ontología– no es lo último, pues se funda en la realidad –de la
conciencia. Pero esto, aunque oscuramente, siempre me pareció metafísica–. Zubiri ha considerado aquí lo que nosotros hemos
insuficiente. Las cosas no son meras objetividades, sino cosas dota- descrito antes como el abandono, por parte de Heidegger, de lo
das de una propia estructura entitativa.” Así pensaba el mismo teo-lógico de la metafísica onto-teo-lógica para quedarse con lo
Heidegger –según Zubiri– en su ontología o metafísica: Ser y tiem - onto(lógico) de ella: metafísica al fin, pero “en un nuevo sentido”,
po. Zubiri está ahora filosóficamente con Heidegger, si bien no de el cual abre su etapa intramundana. En ésta, lo metafísico es lleva-
manera incondicional; la intensa conversación que mantiene con él do a lo ontológico; es decir, al ser. Zubiri invertirá esa dirección:
en Friburgo (1930), antes de salir hacia Berlín, así lo atestigua. el ser se funda en lo últimamente metafísico, que es la realidad.
Aunque no sepamos qué se dijeron en ella, sí sabemos –gracias a la Importa tener esto muy en cuenta, con miras a situar debidamente
Biografía de Carmen Castro– que “tuvo consecuencias en la obra de la crítica de Zubiri a Heidegger o, mejor, la filosofía de Zubiri
ambos” y que “Heidegger no había convencido a X.” (pp. 86 y 87). como crítica al filosofar de Heidegger, ya que está centrada en el
Pero todavía hay más: que durante el curso 1930-1931, Zubiri estu- momento metafísico-intramundano, y no en el del abandono de la
diara en Berlín “Física Teórica con Planck y Schrödinger” y que onto-teo-logía en su conjunto, de la metafísica y hasta de la filoso-
–siempre según Carmen Castro– “Einstein le llevase a su casa [...] fía: la etapa del pensar. Pero también importa tener presente que
en más de una ocasión, y sobre su encerado le aclarase cuanto le este último Heidegger no desmiente al intramundano, sino que lo
quiso preguntar X.” (p. 89), da cuenta de la autonomía de su filoso- precisa en su radicalidad; de otra manera, en Heidegger hay uni-
far frente al de Heidegger, tan desvinculado de la ciencia, en una crí- dad de fondo desde 1919 hasta el final. Ambas consideraciones
tica constante y hasta agria en ocasiones. Sin duda, los buenos dis- ayudan a orientarse en la crítica de Zubiri: tanto en su limitación,
cípulos llegan a maestros cuando saben rebelarse. como en el acierto de su enfoque.
Las etapas metafísico-católica (Heidegger) y Heidegger es la pista que recorre Zubiri inmediatamente
fenomenológico–objetivista (Zubiri) tienen en común un carácter, antes de alcanzar su propio filosofar, al dejar atrás el de aquél por

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

vía de radicalización. Esto conlleva que Zubiri esté especialmente entorno luminoso; ahora bien, dicho entorno no es lo brillante sin
atento al pensar de Heidegger; sea de manera explícita o implícita. más, sino un momento de él, cosa distinta. Zubiri advierte que no
De ahí que nada tenga de extraño el hallazgo del traductor al caste- es más que una metáfora, aunque ayuda a comprender y situar debi-
llano del curso: Introducción a la filosofía –Manuel Jiménez damente el posicionamiento de Heidesgger –y el del propio
Redondo–, el cual afirma en su “Epílogo del traductor” (pp. 437- Zubiri–. Mediante la articulación de luz y luminaria, Zubiri enfoca
469), que en El hombre y la verdad (1966) Zubiri “estaba siguien- el asunto filosófico central en este caso: ser (luz, en Heidegger) y
do y replicando” a la Introducción a la filosofía (1928-29) de realidad (luminaria). Se trata del tema protagonista en el diálogo
Heidegger. Mucho antes de 1966, Zubiri ya había “replicado” a crítico de Zubiri con Heidegger.
Heidegger en su conferencia: “Hegel y el problema metafísico” ¿Podría hablarse de una “cuarta metáfora”en Zubiri? Sin duda:
(1931), que forma parte del libro: Naturaleza, Historia, Dios el hombre no consiste en ser mera parte del universo, ni su envol-
(1944). Casi al final del texto, Zubiri se refiere primero a las dos vente, ni tampoco la verdadera luz de las cosas, sino que consiste
metáforas de las que, según Ortega, habría vivido la filosofía: la en ser luminaria inteligente. A Sobre la esencia le sigue la publica-
griega y la moderna. En la metáfora griega, el hombre es una parte ción de la trilogía sobre la intelección sentiente: Inteligencia sen -
del universo y aprehende por impresión; en la moderna, el hombre tiente (1980), Inteligencia y Logos (1982), Inteligencia y Razón
–frente al universo– consiste en saber. A continuación, Zubiri des- (1983). La intelección humana arranca con las estructuras del sen-
emboca en la postura de Heidegger, tras una rápida crítica a tir, por lo que consiste en intelección-sentiente y no en mera inte-
Husserl: “No son las cosas las que existirían fuera del pensamien- lección. Este momento sentiente, funcionando en unidad con el
to, sino el pensamiento quien existiría fuera de las cosas inteligente, hace que la primaria forma de aprehensión sea la
(Heidegger)”. Dicha postura es interpretada como una “tercera impresión (por sentiente) de realidad (por inteligente). Sólo ulte -
metáfora”: el hombre no consiste en ser parte del universo, ni tam- riormente hay comprensión y pensamiento, fundados en aquella
poco su envolvente, sino en ser “la verdadera luz de las cosas”. primaria impresión de realidad. La realidad y el ser son compren-
Finalmente, Zubiri señala la insuficiencia de esta solución: “Pero lo didos porque antes nos afectan impresivamente y en su alteridad se
grave del caso está en que toda luz necesita un foco luminoso” (p. nos imponen. Heidegger habría desatendido la base del compren-
286). Al hacer esta observación, Zubiri ha salido ya del universo der. Éste es otro de los problemas que protagonizan el diálogo crí-
filosófico de Heidegger, en el cual manda la “luminosidad” y no, tico de Zubiri con Heidegger.
como en el de Zubiri, la “luminaria”. Concentraremos la crítica de Zubiri en torno a la realidad, la
En Sobre la esencia (1962), Zubiri vuelve a utilizar la metá- aprehensión y el hombre.
fora de la luz de Heidegger para mostrar una vez más, pero en esta
ocasión muy detenidamente, que no hay luz sin luminaria que
extienda a su alrededor, justamente esa claridad o luz. Por consi- [8]
guiente, esta última remite al brillo intrínseco de la luminaria –bri- REALIDAD ANTES QUE SER
llante “de suyo”– como origen del que dimana. A su vez, el exten-
der, el alrededor, el dimanar que parte del foco brillante en forma La realidad es el tema clave del filosofar de Zubiri; todos los
de “entorno” luminoso es el mismo brillo pero “en respectividad”, demás remiten a ella como, por ejemplo, el aprehender –impresión
es decir, como iluminador o luz. Lo brillante extiende su brillo en de realidad–, el hombre –animal de realidades–, el ser –actualidad

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

de lo real–, el mundo –unidad de respectividad de lo real como en la aprehensión: la forma descrita como “de suyo” o “en propio”.
real–, etc. Sin embargo, lo que Zubiri entiende por realidad necesi- Y es preciso reparar aquí en la elección de estos términos para des-
ta ser explicado, ya que no es lo que otros filósofos han entendido. cribirla: expresiones formales (sin contenido) para un asunto for-
Ante todo, realidad no es cosa ni zona de cosas: “[...] realidad no mal (reidad). Luego, realidad no es talidad ni cualidad alguna, sino
designa formalmente una zona o clase de cosas, sino tan sólo una una única forma de estar en la aprehensión los más variados tales o
formalidad, la reidad. Es aquella formalidad según la cual lo apre- cuales. Ahora bien, unidad que comunica o se abre a la multiplici-
hendido sentientemente se me presenta no como efecto de algo que dad talitativa es justamente lo constitutivo de la transcendentalidad:
estuviera allende lo aprehendido, sino que se nos presenta como Realidad es un transcendental, es decir, apertura a las diferencias y
siendo en sí mismo algo <en propio>, algo <de suyo>. [...]Esta for- comunicación de las mismas. La reidad, el fenómeno de Husserl y
malidad es el carácter físico y real de la alteridad de lo sentiente- el ser de Heidegger coinciden en no tener ningún ‘en sí’ detrás, a
mente aprehendido en mi intelección sentiente. [...]Es decir, la for- diferencia del objeto kantiano. Los tres salvan la escisión entre
malidad de realidad en lo percibido mismo es un prius respecto de hombre y mundo, que se inicia con Descartes y alcanza madurez en
su percepción efectiva. Y esto no es inferencia sino dato” (pp. 172- Kant; los tres muestran la falta de sentido de trazar puentes entre
173). En el presente texto de Zubiri, tomado de Inteligencia sen - orillas que no existen. Sin embargo, la realidad no es correlato
tiente, el tratamiento de la realidad manifiesta la influencia fenome- alguno, sino todo lo contrario: autonomía, “un prius respecto de su
nológica en dos aspectos: en la atención al ‘dato’ y en el afronte de percepción efectiva”, si bien un prius “en lo percibido mismo.”
la misma desde la aprehensión. Ambos contestan la postura de Además, el tratamiento que Zubiri hace de ella no atiende sobre
Kant, en la que a partir del hecho de la ciencia se infieren sus con- todo a la realidad verdadera, es decir, a la que no permanece ocul-
diciones de posibilidad, las cuales trazarán una frontera insalvable ta, sino a la realidad independiente de la verdad y, por consiguien-
para el conocimiento entre lo conocido (el fenómeno) y lo que hay te, del hombre –“prius respecto de su percepción efectiva”–. En
detrás (la cosa en sí). A su vez, describir la realidad desde la apre- dicho tratamiento, lo humano se minimiza a favor de lo transcen-
hensión y en ella es, sin duda, una concesión a la modernidad filo- dental “per se” y, con ello, de la irrestricta apertura y comunicación
sófica. Pero a partir de aquí empieza el redescubrimiento de esta transcendentales. Porque, si bien no hay verdad sin que el hombre
antigua noción, hasta mostrarla otra y reclamar, en consecuencia, intervenga de una o otra manera, realidad la hay “per se”, sin nece-
un nuevo término, que evite la posible confusión: “reidad”. sidad de intervención humana, como muestra el prius en la apre-
Realidad no es cosa, sino formalidad de alteridad o “de suyo”; hensión: Realidad es lo por sí mismo transcendental. En la estruc-
es decir, autonomía, despegamiento máximo del acto aprehensivo, tura transcendental, todos sus momentos no valen igual –no son
alteridad –en definitiva– respecto de actos, subjetividades y con- convertibles–, ya que algunos –verdad, bien, etc.– no lo son por sí.
ciencias. Por consiguiente, Zubiri describe la realidad en la apre- Afirma Zubiri en Sobre la esencia: “Sólo porque la cosa real inte-
hensión –no como cosa transcendente– y, sin embargo, en tanto de ligente y volente está en el mundo de las demás cosas reales, sólo
suyo –no como mero fenómeno–. Si como formalidad, contrasta por esto es posible que haya intelección y volición y, por tanto,
con cosa (transcendente), como formalidad de autonomía contras- verum y bonum transcendentales” (p. 430). Esta jerarquización en
ta con objeto: Realidad no es objeto ni fenómeno, sino “algo abis- el orden transcendental, por la cual hay, por ejemplo, más realidad
máticamente diferente de toda objetividad” (p. 178). Que sea for- que verdad, es consecuencia del afronte mundanal y no teológico
malidad, indica que consiste en un modo de quedar los contenidos –desde un Dios transcendente y creador– de lo real. Aquél “más” es

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la constitutiva apertura irrestricta de la realidad, que ni siquiera el 447). Los tres temas –hombre, comprensión, ser– se reclaman
modo de realidad inteligente puede acaparar ni acotar, ya que en él entre sí, por lo que cada uno cuenta con los demás en la exposición
–aprehensivamente– también la realidad transciende más allá, en y crítica. En consecuencia, separarlos no resulta fácil. Con todo, en
tanto de suyo inobjetivable. Realidad no es propiamente término, este apartado intentaremos acentuar el del ser y centrarnos todo lo
sino principio: lo primeramente, además de lo por sí transcenden - posible en él; los otros dos quedan para los epígrafes siguientes.
tal. Aquí es precisamente donde hay que situar la respuesta crítica Que el ser tenga que ver con la posibilidad de los entes en lo que
de Zubiri a Heidegger: ser es transcendental per se, pero no primo, respecta al “dejar-que” se muestren, encuentra explicación en lo
según Zubiri. que metafóricamente interpreta Heidegger del mismo: ser como
“Ser es algo fundado en la realidad, en la actuidad de lo real. Y “luz”, “claridad”, “luminosidad” en la cual los entes “son” (lo que
este estar fundado es justo la ulterioridad. [...]El término formal de son). Heidegger aquí habría errado el tiro doblemente: en primer
la intelección sentiente es siempre y sólo realidad [...]. Ahora bien, lugar, no hay luz sin luminaria. Zubiri asume en esta crítica la que
esta realidad así aprehendida en impresión, <es> ulteriormente. Esta ya hiciera a la altura de 1944 (Naturaleza, Historia, Dios) a propó-
ulterioridad está, pues <cosentida> al sentir la realidad” (pp. 222- sito de la misma cuestión: “Pero lo grave del caso está en que toda
223). Así se expresa Zubiri en Inteligencia sentiente (1980). luz necesita un foco luminoso” (p. 286). Pero hay más: en segundo
Aquella “luminaria” de Naturaleza, Historia, Dios (1944), que con- lugar, el ser no es luz, no es “lo que Heidegger pretende” (p. 448).
traponía a la “luz” de Heidegger, encuentra finalmente su transcrip- Para explicarse, Zubiri se mantiene en la metáfora: del foco lumi-
ción filosófica en la “realidad” como transcendental primero y por noso o luminaria procede la claridad o luz, que lejos de ser la lumi-
sí, constituyente del acto de intelección sentiente, gracias a su aper- naria misma, se funda en ésta, en tanto brillante “de suyo”; es decir,
tura y “verdadear” (dar verdad). Entre 1944 y 1980, Zubiri ha inves- que la luminaria tiene “brillo” como “momento de su realidad pro-
tigado la radicalidad filosófica (Sobre la esencia, 1962); en esta pia”. Ahora bien, este brillo constitutivo de la luminaria no queda
investigación, tuvo muy en cuenta el pensamiento de Heidegger. encerrado en ella, sino que se expande o desborda en claridad o luz.
La detenida exposición y crítica que Zubiri dedica a Heidegger Esta expansión en derredor o “entorno” es lo que hace que el brillo
en Sobre la esencia, discurre en torno a la afirmación: “Para “de suyo” adquiera carácter de luz o claridad. Dicho carácter tiene
Heidegger, el hombre es el ente a cuyo ser pertenece la <compren- su condición de posibilidad, por así decir, en el foco brillante, al
sión del ser> de sí mismo y de lo que no es él” (p. 438). Es decir, cual remite como fuente o fundamento. Sin dejar de brillar, el foco
en torno a tres temas: el hombre, la comprensión y el ser. A la tesis tiene una función iluminadora sostenida en él y, a una, también ilu-
de que al ser del hombre le pertenece la comprensión del ser, Zubiri minadora del mismo foco-brillante. A ese brillo en expansión
opondrá: “El hombre no es <comprensor del ser>, no es morada y Zubiri lo denomina “mundo”: “El mundo es el brillo en función de
pastor del ser, sino que es <animal de realidades>” (p. 452). A la entorno luminoso, de claridad, de luz” (p. 449). Luego, ser no es
tesis de que el ser se da en la comprensión, que pertenece al ser metafóricamente luz, sino que mundo es metafóricamente luz.
mismo del Da-sein, Zubiri replica: “Apertura no es comprensión, Recordemos: “[...]ser no es lo que Heidegger pretende”. En tanto
sino impresión” (p. 452). A la tesis de que el ser se da como condi- expansión –luz– desde y en todo lo real –luminaria– hasta todo lo
ción de todo ente en el “dejar-que” se muestre libremente, opone real como real, mundo es un transcendental y además primero y por
Zubiri: “[...] <ser> es algo fundado en la realidad: el ser se da al sí, como el transcendental realidad, pero a diferencia de éste, “com-
dejar a la cosa real en su realidad, pero no es la realidad misma” (p. plejo” y no “simple”, ya que remite de la realidad de cada cosa a la

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de todas las demás. También, cada sustantividad real –luminaria– estar presente en una fiesta no puedo identificarlo con mi propia
es constitutivamente, a una, real y mundanal en y por sí misma: rea- realidad, pero en aquel estar presente, ciertamente es mi propia rea-
lidad es apertura a su de suyo propio o “suidad”, mundanidad es el lidad la que se está haciendo presente. Obviamente, antes del estar
mero quedar abierta aún o no agotar la apertura en su propia sui- presente en la fiesta del ejemplo, ‘está’ mi propia realidad como
dad. Sólo tras la realidad y el mundo vendría el ser, transcendental actuidad (realidad) y no mera actualidad (estar), por lo que en nin-
por sí pero no primero. Todo lo real “es”; como transcendental por gún caso –ser, verdad– son idénticos ni funcionan en pie de igual-
sí, nada tiene que ver con el hombre, a diferencia de la verdad, el dad el estar y la realidad que está: “Por donde quiera que se tome
bien o la belleza, por ejemplo. Todo lo real “es”... aunque no hubie- la cuestión (por el lado de las cosas mismas o por el lado de su inte-
ra hombre. Lo mismo pasa con la realidad y el mundo. Ahora hay lección) la realidad es anterior al ser, y el ser es una actualidad de
que preguntar qué significa ser en Zubiri. lo ya real en y por sí mismo” (p. 410).
En Sobre la esencia, leemos: “[...] la actualidad de lo real en el Al afrontar el ser desde el desocultar –luz–, Heidegger lo ha gira-
mundo es lo que formalmente es el <ser>. Aquí ser no significa do hacia la verdad –verdad del ser– y, consecuentemente, hacia el
existir, ni tampoco es el mero quid de lo existente, sino que <ser> hombre –dasein, pastor del ser, etc.–. Con ello, el ser pierde auto-
recae sobre la <realidad> sin más, sobre lo <de suyo>, que es, nomía o, como mínimo, su autonomía queda desdibujada; no
indistintamente, algo esencial y existencial, y previo a esta distin- podría decirse en Heidegger, como en Zubiri, que el ser “nada tiene
ción” (p. 433). Es preciso advertir que “actualidad” no es un carác- que ver” con el hombre. La verdad sí tiene que ver con el hombre,
ter sustantivo, sino respectivo, el cual depende de la realidad: estar pero no el ser –ni la realidad, ni el mundo–. No se trata de que el
presente desde sí mismo por ser real. “Ser” no sería brillo (reali- ser sea algo subjetivo, no es cuestión de subjetivismo ni de idealis-
dad) ni luz (mundo), sino el estar en la luz. Que el hierro sea, mo alguno, sino de que “Heidegger sitúa el problema del ser en la
según un ejemplo de Zubiri, no significa que éste consista en ser, línea de la comprensión” (p. 441), como dice Zubiri, el cual inter-
sino que el hierro (ya) real está presente desde sí mismo en el preta este proceder como una influencia de la fenomenología:
mundo por ser (ya) real. Advertimos una cierta redundancia y cier- “Heidegger ha partido de la Fenomenología, y pese a las hondas,
tamente la hay: en el “ser” está presente la misma realidad. Ahora radicales, transformaciones que en ella introduce, sin embargo, per-
bien, la misma pero en tanto que “siendo”; es decir, en tanto que manece en el ámbito fenomenológico” (p. 452). Nos preguntamos
“estando” y no en tanto que realidad sin más o <de suyo>. Que rea- si no hay aquí también una considerable influencia de Parménides.
lidad y ser sean inseparables –“realidad siendo”– no implica que El ser es el asunto del filosofar en Heidegger; ser que el hom-
sean idénticos. Algo similar ocurre con la verdad: la realidad estan - bre no pone, que no es subjetivo ni objetivo, pero que necesita al
do presente en la intelección constituye la verdad (real); sin embar- hombre porque “se da”. Ser es un asunto o cuestión, pero “nada
go, realidad no consiste en estar presente en la aprehensión. Verdad ente”, de manera que no cabe decir que “el ser es”, sino que “se
y ser consisten en actualidad, pero con dos importantes diferencias: da”. Se da a los entes, que sí son; se da a ellos como “desocultar del
verdad es actualidad en la intelección sentiente y no en el mundo y, estar presente”. Pero, ante todo. se da al ente-hombre; sin este don,
a diferencia de lo que ocurre con el ser, la realidad no es verdadera “no sólo permanecería el ser oculto”, sino que, según entiende
inexorablemente. La actualidad suprema o primaria es la del ser, no Heidegger, el hombre “no sería hombre” (Tiempo y ser, p. 32).
la de la verdad. Ahora que nos hemos referido a la verdad, insista- Heidegger pone el acento en el desocultar y, por consiguiente, en la
mos en aquella redundancia que decíamos, con un ejemplo: mi verdad y en el hombre como mediador entre ser –desocultar que se

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oculta– y entes –desocultados–: “[...]el ser hace acontecer al hom- logal” –no teológica– del hombre advierte en él mismo “como pro-
bre en cuanto ex-sistente en la verdad del ser a fin de que sea la blema”. No trataremos aquí esta cuestión, sino que únicamente la
guarda de dicha verdad” (p. 61). Estas citas, tomadas del último dejaremos así apuntada.
Heidegger –en concreto, de la Carta y de Tiempo y ser–, muestran
cómo el tema del filosofar es el ser: no interesa el ser que “perma-
necería oculto”, sino el ser como “desocultar” de los entes y hace-
dor del hombre en tanto ex-sistente pastor de la verdad del ser. [9]
Dejemos abierta aquí una cuestión: qué quiere decir realmente IMPRESIÓN ANTES QUE COMPRENSIÓN
aquel: “permanecería el ser oculto”.
Zubiri remite el ser a la realidad y la verdad al ser como mero La realidad como de suyo autónomo y la intelección sentiente
estar en el mundo –en la luz–, de manera que el último suelo del como aprehensión de realidad en impresión expresan aquella vía
desocultar o verdad sería la “realidad siendo” y el penúltimo el acto física, que Zubiri quiere seguir en su investigación filosófica, inten-
aprehensor de la ‘luminaria inteligente’: “Evidentemente sin inteli- tada ya por Aristóteles pero sin completa fidelidad a la misma, tal
gencia no existiría verdad. En este respecto el fundamento en cues- y como decíamos al comienzo de este libro. Realidad y intelección
tión sería la propia inteligencia, y la búsqueda de este fundamento sentiente son, según afirma Zubiri en el “Prólogo” de Inteligencia
sería una teoría de la inteligencia. Pero aquí no nos proponemos sentiente, “congéneres en su raíz” (p.10): el término del acto inte-
una teoría de la verdad en este sentido, sino en otro. En este otro lectivo es aquella realidad y no un mero objeto correlativo. Ahora
sentido, el fundamento de la verdad significa aquello que hace que bien, el acto no es puramente intelectivo sino, a una, intelectivo-
haya verdad en la inteligencia. Sin inteligencia, lo que <hace> este sentiente, de manera que la realidad que aprehende es impresiva y
fundamento no sería verdad, pero sin ese fundamento no habría en no primariamente conceptiva o comprensiva. Entre inteligir y sen-
la inteligencia lo que llamamos verdad. A este fundamento en tanto tir no hay separación ni oposición, sino unidad estructural: “El sen-
que tal, es decir, como fundamento de la verdad de la intelección, tir humano y el inteligir no sólo no se oponen sino que constituyen
le llamamos <lo verdadero>. Aquí <verdadero> significa, pues, que en su intrínseca y formal unidad un solo y único acto de aprehen-
<da> verdad; si se me permite la expresión, lo que <verdadea> en sión. Este acto, en cuanto sentiente es impresión; en cuanto intelec-
la intelección” (p. 112). En el epígrafe primero –“Realidad y ver - tivo es aprehensión de realidad. Por tanto el acto único y unitario
dad”– del capítulo octavo de Sobre la esencia, encontramos este de intelección sentiente es impresión de realidad. Inteligir es un
importantísimo texto de Zubiri sobre el ser y el haber de la verdad; modo de sentir, y sentir es en el hombre un modo de inteligir” (p.
con la distinción –subrayada por el autor– entre ser y haber, Zubiri 13). Por consiguiente, la impresión está unida al momento sentien-
lleva el último suelo de la verdad hasta la realidad –“lo verdadero”, te de la aprehensión humana.
lo que “da” verdad o “verdadea”–. Ante todo, no es el ser ni la inte- Lo formalmente constitutivo del sentir es la impresión. Ésta, a
lección quien esencia –da, hace ser– verdad, sino la realidad: ser y su vez, consiste en la unidad indisoluble de tres momentos: afec-
verdad responden a meras actualizaciones, realidad a la actuidad ción, alteridad y fuerza de imposición. Impresión no es únicamen-
actualizada o actualizable. Sin realidad no habría ser ni verdad, sin te padecer o ser afectado, tal y como, por ejemplo, en Kant el fenó-
verdad aún habría realidad y ser, sin ser aún habría realidad: la meno sensible no es más que la espacio temporalidad de lo que afec-
“absolutamente absoluta” o transcendente, que la dimensión “teo- ta, sino también y sobre todo, ser afectado por algo otro en tanto que

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

otro: impresión es alteridad en afección. La alteridad propia del sen- cual parece ratificar su tesis de Sobre la esencia respecto a la insu-
tir humano, el cual no es puro sentir, sino sentir intrínsecamente ficiente revisión de la fenomenología por parte de Heidegger: “Para
intelectivo, consiste en alteridad de realidad y alcanza, en conse- la Fenomenología, lo primario y fundante es sólo la conciencia,
cuencia, un otro “de suyo” que, a diferencia de la mera alteridad como ente en el cual y sólo en el cual se dan las cosas en lo que
objetiva, impresiona como algo anterior a su estar aprehensivo: en ellas verdaderamente son. Heidegger supera la idea de conciencia
la aprehensión, la realidad no es, sin embargo, por la aprehensión mediante la idea de comprensión” (p. 452). Además, también des-
–caso del objeto– sino de suyo. Con razón, Zubiri subraya en marca así su etapa primera (fenomenológico-objetivista) junto con
Inteligencia sentiente el momento de alteridad, pues le permite lle- la segunda (indiscernidamente ontológica o metafísica) de la terce-
var lo aprehendido hasta una auténtica realidad autónoma, sin caer ra (rigurosamente metafísica). Sin embargo, al reproducir en el
en teorizaciones sobre lo transcendente, la cosa en sí o el noúmeno. “Apéndice 8” un texto de Naturaleza, Historia, Dios sobre la ver-
En la alteridad impresiva radica sobre todo la diferencia entre obje- dad como a-létheia en los griegos, reúne sus dos etapas últimas en
tividad –“alteridad signitiva”– y realidad –“alteridad de realidad”–. un único proceso de maduración, ya explícito en 1944: no sólo
En Zubiri, la objetividad es el límite fijo del mero animal, incapaz mediante la metáfora de la luminaria, sino con un estudio lingüísti-
de alcanzar el distanciamiento humano respecto de lo aprehendido: co del término “verdad”, que desborda y radicaliza el llevado a
un distanciamiento re a l. Finalmente, la fuerza de imposición no cabo por Heidegger.
puede separarse de la alteridad en afección; lo aprehendido se impo- Con la impresión, Zubiri contesta la comprensión de Heidegger,
ne al aprehensor al afectarle realmente en tanto que real. Dicha fuer- dentro de la contestación más amplia que opone realidad a ser.
za de imposición es también de realidad. Además, desde ésta se abre Podrían rastrearse las fuentes de este diálogo crítico en los prime-
el dinamismo sentiente, el cual no sólo contempla lo aprehensivo, ros trabajos de investigación de Zubiri, como ya hemos sugerido
sino lo sentimental –sentimiento afectante– y lo volitivo –voluntad antes, pero es en Sobre la esencia donde Zubiri se emplea a fondo
tendente–: “Sólo porque hay aprehensión sentiente de lo real, es en el filosofar de Heidegger para desmontar sus pilares: hombre-
decir, sólo porque hay impresión de realidad hay sentimiento y voli- comprensión-ser. En lo que se refiere a la comprensión, Zubiri
ción. La intelección es así el determinante de las estructuras especí- constata que “Heidegger sitúa el problema del ser en la línea de la
ficamente humanas” (p. 283). El sentir, dinámicamente considera- comprensión” (p. 441), si bien en una comprensión entendida de
do, no sólo comprende un momento aprehensivo sino, con él, otro manera ontológica y no meramente gnoseológica. Comprensión del
tónico y otro de respuesta, que en el hombre, por su versión a la rea- ser es un “modo de ser”: del ser, que se da en ella y también del
lidad, constituyen el sentimiento y la voluntad, respectivamente. Si hombre en tanto Da-sein. La comprensión anuda ser y hombre, por
bien, es preciso advertir que lo impresivo del sentir, inseparable del así decir. Sin ser no habría hombre y sin hombre el ser no sería,
momento intelectivo en el caso humano, hace “afectante” al senti- pues el ser “se da” a los entes y, ante todo, al ente que es en el modo
miento y “tendente” a la voluntad, de manera similar a lo que ocu- de ser de la comprensión del ser; es decir, al hombre. Que el ser no
rre con el inteligir, el cual tampoco es puro, sino “sentiente”. sea sin la comprensión humana, no lo admite Zubiri: “[...] el ser no
En consecuencia, este protagonismo del sentir en Zubiri, aleja es algo que sólo <es> en el Da de la comprensión, en el Da del
su filosofar del de Heidegger, centrado en la comprensión –del ser– darse, sino que es un momento de la realidad aunque no hubiera ni
y en el pensar –del ser–. En Inteligencia sentiente, Zubiri critica a comprensión ni Da” (p. 449). Zubiri entiende que el ser es un
Heidegger a la vez que a Husserl o inmediatamente después, con lo momento de la realidad y, por tanto, algo autónomo también, aun-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

que se distinga de la realidad y tenga su fundamento en ella, como por consiguiente, como mundo interpretado. No se trata de que el
toda actualidad –ser, verdad, etc.– lo tiene en la primaria actuidad. mundo no admita interpretación, sino de si interpretar es lo origina-
Lo real inexorablemente “es” y es “per se”, sin necesidad de com- rio. Encontrarse siempre ya en un mundo interpretado y precom-
prensión. El suelo del hombre no es la comprensión ni el ser, sino prendido no significa que la interpretación y precomprensión sean
la impresión y la realidad: “El hombre se mueve en el ser no por- mundo.
que aquél sea Da-sein, sino porque el Da-sein está sentientemente No es sólo que Heidegger haya seguido la ‘vía de la verdad’ en
abierto a las cosas reales, las cuales, como reales, <ya> son de por su filosofar, sino el nivel al que está esa verdad que desoculta desde
sí. El primum cognitum, el primer inteligible [...]no es el ser, sino el sentido. En el primer volumen de Inteligencia sentiente, afirma
la realidad, y la realidad sentida en impresión de realidad. Apertura Zubiri: “Se nos dice (Husserl, Heidegger, etc.) que lo que formal-
no es comprensión, sino impresión” (p. 452). mente aprehendemos en la percepción son, por ejemplo, paredes,
El ser, según Heidegger, no sólo se muestra, sino que se da: se mesas, puentes, etc. Ahora bien, esto es radicalmente falso. En una
da en la comprensión, aunque no en primer lugar en la comprensión aprehensión impresiva yo no intelijo jamás, no aprehendo sentien-
cognoscitiva, sino en el ser de la comprensión que es el Da-sein, temente jamás, una mesa. Lo que aprehendo es una constelación de
lugar y “pastor” del ser por ello mismo. Heidegger da prioridad a notas que en mi vida funciona como mesa [...] La mesa es mesa tan
lo ontológico, en lugar de dársela a lo gnoseológico, como hiciera sólo en cuanto la cosa real así llamada forma parte de la vida huma-
la modernidad. Sin embargo, al afrontar lo ontológico desde el des- na” (p. 59). Según Zubiri, la intelección es intrínsecamente sentien-
ocultar, recae de otra manera en las formas modernas: la autono- te y consiste en aprehensión de realidad en impresión. Sólo desde
mía del ser queda desatendida y también su momento impresivo, a esta impresión puede abrirse el sentido. A diferencia de Heidegger,
favor del ser como sentido. En Heidegger, el sentido es anterior al Zubiri sigue en su investigación una vía física, en la cual la reali-
objeto. Sin embargo, ‘descender’ así al objeto no resuelve los pro- dad es autónoma respecto de la verdad que ella abre, y en la cual
blemas heredados de la modernidad filosófica: todo sentido recla- dicha verdad es primordialmente “verdad real”; es decir, mera rati-
ma, como mínimo, un acto que lo constituya. Habría que llevar el ficación de lo real –actualizado aprehensivamente– como real
sentido a un origen autónomo pero abierto a él, a un origen que se –como “de suyo”– en intelección sentiente. Como todo lo real “es”,
diera en impresión antes que en comprensión. Sólo así parece caber el ser está co-aprehendido en la impresión de realidad. Conceptos,
una real “escucha” y un real “dejar ser”, a los que Heidegger apun- interpretaciones, sentidos de realidad y de ser no son lo primero,
ta finalmente. Como afirma Zubiri en Sobre la esencia, el dejar o sino lo ulterior. De esta manera, realidad y ser muestran una auto-
hacerse cargo de la cosa misma está fundado en la anterioridad de nomía, a la vez que una íntima unidad con el aprehender, que con-
la realidad aprehendida respecto de su estar en la aprehensión. Sólo sigue abrir el mundo al hombre en un momento anterior, no única-
ese “estar” o quedar con formalidad de realidad posibilita –e inclu- mente a la comprensión y al sentido, sino a la verdad y al hombre.
so exige– el dejar ser a lo real en su realidad propia. Un mero estí- Mundo no es unidad de sentido, sino unidad de “realidad siendo”.
mulo –signo objetivo de respuesta– no lo posibilitaría, por ejemplo, En Sobre la esencia, Zubiri reconoce que el “incuestionable
pues en tal caso, el sentiente sólo “se adapta a ello” o “cuenta con mérito” de Heidegger no es propiamente la distinción entre ser y
ello” (pp. 446-447). ente, sino “haberse hecho cuestión del ser mismo aparte del ente”
Con la estructura: “ser en el mundo”, Heidegger abre el mundo (p. 441). Ciertamente, con este proceder consigue llevar el tema del
al hombre. Sin embargo, lo entiende como relaciones de sentido; filosofar al nivel de transcendentalidad que le es propio. Sin embar-

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go, quizás habría que añadir que su máximo yerro no está en con- “Si a las plantas y a los animales les falta el lenguaje es porque
centrarse en el ser en lugar de hacerlo en la realidad, sino en afron- están siempre atados a su entorno, porque nunca se hallan libre-
tar aquél como algo completamente aparte de la entidad para no mente dispuestos en el claro del ser, el mismo que es <mundo>” (p.
descender, por ejemplo, hasta supuestos “biologismos”. De otra 31). En Heidegger, el hombre tiene mundo y tiene lenguaje gracias
manera: en afrontar la cuestión del filosofar completamente aparte al “ser”: el hombre viene del ser. Lo esencial no es el hombre, sino
de la cuestión de la ciencia. Aquí podría radicar el empeño en supe- el ser, aunque éste necesite el cuidado de aquél, como las ovejas
rar lo físico y, por consiguiente, la impresión, en “salir con la raí- necesitan el de su pastor, según la metáfora de Heidegger: pastor es
ces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto.” Aquí el que cuida ovejas, de tal forma que en esa tarea deviene “pastor”.
podría reconocerse también una vena romántico-platonizante en El hombre viene del ser como el pastor del apacentar. Sólo el hom-
Heidegger, además de la fenomenológica. Por el contrario, el gran bre ex-siste; existir, como por ejemplo el de los existencialismos,
mérito de Zubiri estribaría, aún más que en priorizar la realidad puede decirse de muchos entes, pero ex-sistir sólo puede decirse
frente al ser, en devolver esa realidad a la tierra –a lo real sustanti- del hombre, porque sólo al hombre otorga el ser ese modo de ser
vo– para que tanto la filosofía como la ciencia puedan florecer y según el cual aquél le está constitutivamente vertido: el hombre
dar frutos: aquélla, desde el enfoque transcendental, ésta desde el viene de su extroversión al ser. Por consiguiente, entre él y los
talitativo. Aquélla y ésta, dos ramas de una única investigación: sin demás entes hay que estimar un verdadero salto; en él ve Heidegger
confusión, pero en colaboración. En definitiva, con la impresión la auténtica dignidad de lo humano, y no en los humanismos, los
como momento ineludible y básico de nuestro aprehender, Zubiri cuales sólo acertarían a rebajarlo. En Zubiri, sin embargo, el hom-
retoma la autonomía real desde el enfoque aprehensivo, autonomía bre está abierto al mundo y tiene lenguaje gracias a la realidad: el
que no cesa en los actos humanos, sino que en ellos queda ratifica- hombre viene de la realidad. Lo esencial no es el hombre, sino la
da. A su vez, la realidad en impresión “da de sí” sentidos, gracias a realidad, la cual es autónoma respecto de él; es suya hasta el punto
su apertura. El filosofar o pensar de Heidegger no queda así nece- de no requerir el cuidado humano. Ciertamente, la realidad da de sí
sariamente abolido, sino profundizado en tanto filosofar o pensar. verdad –“verdadea”– y da de sí sentidos o posibilidades de vida;
pero realidad no es verdad ni sentido, sino lo fundante de ambos:
autonomía transcendental. No es una teoría, sino un hecho que se
[10] deja describir gracias a nuestro modo aprehensivo: el sentir intelec-
ANIMAL DE REALIDADES ANTES QUE DASEIN tivo o intelección sentiente. En él, hay una mismidad de actualidad
o de “estar”: un mismo estar es el del acto –en la realidad aprehen-
Difícilmente aceptaría Heidegger una descripción del hombre dida– y el del término –en el acto aprehensivo–. Ahora bien, los
en los términos: “animal de realidades”. Seguramente, la tacharía momentos implicados no se confunden ni tampoco funcionan en
de “biologismo”. Las descripciones que nos da en su Carta sobre pie de igualdad: el acto no es su término ni tiene autonomía, por-
el humanismo son del tipo: “El hombre es el pastor del ser” (p. 39, que si bien aquél necesita de éste para constituirse, éste queda
p. 57), “La ex-sistencia es algo que sólo se puede decir de la esen- actualizado como “de suyo” o “prius” respecto del acto aprehensor.
cia del hombre, esto es, sólo del modo humano de <ser>” (p. 28), Esta autonomía en impresión está en la base de las estructuras
“En cuanto ex-sistente, el hombre soporta el ser-aquí en la medida humanas y de sus actos correspondientes, no sólo de aprehensión,
en que toma a su <cuidado> el aquí en cuanto claro del ser” (p. 33), sino también de sentimiento y volición. Sin versión a la realidad no

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podría haber sentimiento –“afecto de lo real”– ni voluntad –“ten- tencia no supera, según Heidegger, la “confusión del biologismo”
dencia determinante en lo real”–. Esta versión es la que justamente (p. 28). Podemos estar seguros de que la calificación que merecería
hace del hombre un “animal de realidades”. a Heidegger el “animal de realidades” de Zubiri sería la de “biolo-
Sólo el hombre intelige: aprehende realidades y no meros estí- gismo”. Ciertamente, aquél pregunta algo que Zubiri subscribiría:
mulos ni objetos, concibe en realidad, juzga en realidad, piensa en “¿De verdad estamos en el buen camino para llegar a la esencia del
la realidad, conoce en la realidad, etc. En consecuencia, también en hombre cuando y mientras lo definimos como un ser vivo entre
Zubiri está registrada la diferencia esencial entre lo humano y lo no otros, diferente de las plantas, los animales y dios?” (p. 26). Casi
humano. Sin embargo, en Zubiri hay un factor al respecto que no podría asegurarse que Zubiri ha considerado esta pregunta como si
está presente en Heidegger: las diferencias están vistas sin rupturas fuera dirigida a él, cuando en su ciclo de conferencias de 1968, titu-
con lo inferior, sino todo lo contrario. De ahí, por ejemplo, el carác- lado E s t ructura dinámica de la realidad, argumenta: “Se dirá que
ter intrínsecamente impresivo de la intelección, el carácter intrínse - esto es una Antropología. Sí. Pero yo tendría que decir que esto no
camente afectivo del sentimiento o el carácter intrínsecamente ten- es una Antropología simpliciter por una razón bien clara. Y es que
dente de la volición: “[...] la unidad de lo inteligido como real es la Antropología, en tanto que Antropología, es decir, en tanto que
una unidad que no elimina la unidad sentiente, ni se superpone a estructura del hombre, concierne justamente a la talidad del hombre.
ella como se ha dicho desde la inteligencia concipiente, a lo largo A que el hombre es tal, a diferencia del chimpancé o de una ameba.
de la filosofía usual, sino que es una unidad que absorbe y contie- Sí. Aquí he tomado al hombre, pero al hombre como forma de rea-
ne formalmente la estructura misma del sentir animal. Vertido a la lidad, que es cosa distinta” (p. 243). De todas maneras, con ese
realidad, el hombre es por esto animal de realidades: su intelección “forma de realidad”, Zubiri se refiere aquí al carácter personal
es sentiente, su sentimiento es afectante y su volición es tendente” –“personeidad”– propio únicamente del animal de realidades, el
(Inteligencia sentiente, p. 284). De esta manera, la diferencia esen- cual Heidegger probablemente también rechazaría como ese añadi-
cial acoge lo inferior o anterior, sin dejar de constituir auténtica do que nada remedia, lo mismo que el de alma, espíritu o existen-
diferencia; por consiguiente, entre cosas, realidades o entidades, lo cialidad. Todo ello no sería más que humanismo, metafísica y, en
que hay es evolución, desarrollo o maduración, con lo cual queda definitiva, caída en lo meramente óntico. Sin embargo, en la arg u-
preservada una unidad, a la vez ‘de fondo’ y ‘en proceso’, por así mentación de Zubiri hay algo más significativo que la mera ‘res-
decir. Esta unidad comunicativa es, en último término, la transcen- puesta’: el hombre no es planta ni chimpancé, sino persona. Lo ver-
dentalidad real. daderamente significativo está en el nivel de la respuesta; las “for-
En la C a rt a, Heidegger afirma que el existencialismo y el cris- mas de realidad” –junto con los “modos de realidad”– son un nivel
tianismo son humanismos. Todo humanismo es metafísico, y la transcendental, a diferencia del nivel talitativo propio de lo científi-
metafísica “no pregunta por la verdad del ser mismo” (p. 25), sino co y, por tanto, de esa Antropología a la que se refiere Zubiri. Aquél
sólo por el ser de lo ente. Como humanismos, la definición que dan nivel abortaría cualquier posible acusación de biologismo, porque
de la esencia del hombre es “una consideración bien menguada” (p. éste sólo podría acontecer en el de talidades científicas. Persona o
27), ya que “no llegan a experimentar la auténtica dignidad del –como dice Zubiri– personeidad no es contenido alguno, sino la
hombre” (p. 37). El hombre entendido como “animal racional” es el misma formalidad de realidad pero en tanto que “suya”: “De suyo
hombre de la metafísica, la cual no ha encontrado su verdadera son todas las cosas reales; en eso consiste el ser real. Pero solamen-
esencia. Añadir al cuerpo o animalidad el alma, el espíritu o la exis- te la realidad abierta a su propia realidad es la que reduplicativa y

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formalmente no solamente es de suyo sino que además es suya” (p. es modo, y cómo ambos constituyen el aspecto transcendental de
222). Personeidad es, por consiguiente, apertura al propio de suyo; las cosas mismas, que el filosofar atiende.
no basta con ser una realidad viviente, pues sólo el animal de reali- Zubiri no aplica siempre de la misma manera la terminología:
dades es en la forma de realidad de la personeidad, y lo es de tal forma y modo de realidad; en algunos escritos, la personeidad es
manera que en la persona no se añaden ni sintetizan animalidad y nombrada como forma, y en otros como modo, sin que varíe el sig-
personeidad, sino que ella misma constituye una unidad transcen- nificado intrínseco de lo nombrado. Como modo está, por ejemplo,
dental con momentos talitativos distinguibles: vivir, sentir, inteligir. en Inteligencia sentiente. Advertidos sobre esta ‘indecisión’ termi-
Propiamente, tal y como lo expone Zubiri en la primera parte de El nológica de Zubiri, nos atendremos al “Apéndice 7” de la obra cita-
hombre y Dios, vida, sentir y inteligencia son el sistema de notas de da para distinguir ambas nociones.
la sustantividad humana, que hacen de ella un animal de realidades, Cada nota o sistema de notas de algo real constituye una forma
en una consideración meramente talitativa, En ésta, tal y como ha de realidad. Así, verde, hierro, manzano, hombre, etc., se distin-
quedado ya dicho, la animalidad ha de entenderse como “un guen entre sí por su constitución, es decir, por sus notas o sistemas
momento intrínseco y formalmente <constitutivo> de la unidad de notas que hacen de cada uno de ellos una forma concreta de rea-
humana”, de manera que “lo humano en cuanto tal es en sí mismo lidad. Pero, según afirma Zubiri, hay todavía una diferencia más
formal y constitutivamente animal” (p. 46). Ahora bien, es muy honda: la debida al modo como dichas notas son en cada caso
importante advertir que dicha consideración talitativa no es indife- “suyas” o de su sustantividad. Verde, astro, hierro y cobre tienen
rente respecto de la transcendentalidad, pues es gracias a su talidad entre sí distinta constitución y, en consecuencia, distinta forma de
propia que el hombre tiene un propio carácter transcendental, el cual realidad, pero, sin embargo, su modo es el mismo: “mero tener en
desglosa Zubiri en “forma” y “modo” de la realidad humana. propio” sus notas. Porque las notas de cada uno son suyas de una
Forma y modo de la realidad humana se inscriben en el más misma manera: tenerlas, meramente. Los animales, en cambio,
amplio asunto: formas y modos de la realidad. La realidad es única, pese a sus formas propias y distintas entre sí, tienen otro modo de
tal y como corresponde a su transcendentalidad, y consiste en pura realidad, que es el mismo en todos ellos: “auto-posesión” o vida.
formalidad de alteridad, si bien admite formas y modos distintos, Porque el animal no tiene meramente sus notas, sino también una
según las distintas estructuras talitativas de lo real. No tiene la independencia y un control sobre su medio, que hacen de él un
misma forma ni modo un trozo de granito, por ejemplo, que un autós en mayor o menor medida, según la escala zoológica. El
manzano; las notas que constituyen el granito como tal hacen de él hombre, por otra parte, es persona en tanto modo de realidad.
una determinada forma y un determinado modo de realidad. A Porque no tiene únicamente independencia, sino autonomía; es
dicho hacer, Zubiri lo denomina “función transcendental”. decir, no sólo tiene sus notas y a sí mismo en ellas, sino a sí mismo
Comprobamos así la íntima unidad existente entre lo talitativo y lo como realidad. El hombre es de suyo o real, lo mismo que en los
transcendental y, en consecuencia, aquella no indiferencia, que casos anteriores, pero un de suyo suyo, a diferencia de lo que ocu-
decíamos, de la consideración talitativa respecto de la transcenden- rre en aquéllos. En éste, la realidad está dos veces: como de suyo y
tal. El problema de la realidad es un auténtico problema; en cada como suya: “Persona es formal y reduplicativa suidad real” (p.
cuestión matemática, física, biológica, antropológica, etc., hay tam - 212), afirma Zubiri.
bién otra de forma y modo de realidad, que compete a la investiga- ¿Cómo las formas y los modos de realidad constituyen el aspec-
ción filosófica. Aquí se imponen dos preguntas: qué es forma y qué to transcendental de las cosas mismas? La respuesta puede enfocar-

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

se desde la realidad o desde la intelección sentiente; este enfoque y un modo de realidad, los cuales son el término de la modalidad
atendería al estar en la aprehensión o actualidad de aquellas formas aprehensiva ulterior, que Zubiri denomina “logos”. Éste aprehende
y modos, en tanto que aquél atendería a la actuidad o de suyo sien- sustantividades talitativas y formas y modos transcendentales.
do de las formas y los modos. Se trata de dos enfoques que, sin Zubiri considera todavía una tercera modalidad aprehensiva: la
embargo, se reclaman entre sí, dado que lo actualizado en la apre- razón, cuyo término es el porqué último o esencia de las sustantivi-
hensión nos sumerge en la actuidad misma. Lo que ocurre es que si dades. La esencia no es la sustantividad, sino un momento de la
nos fijamos en el momento de actualidad, procede referirse a los misma; ahora bien, un momento determinante, tanto de la sustanti-
concretos actos intelectivos que aprehenden las formas y modos, y vidad propia, como de la concreta forma y modo de realidad.
si nos fijamos en el momento de actuidad, a los términos que apre- El tema de las formas y modos de realidad hay que inscribirlo
henden dichos actos de intelección. Éste es un enfoque metafísico en el de las sustantividades reales, las cuales determinan aquellas
y aquél, en cambio, aprehensivo. Pero recordemos: realidad y inte- formas y modos en función transscendental, como ya dijimos.
lección son “congéneres en su raíz.” Además, formas y modos de realidad son el término transcendental
No hay realidad sin más, sino en cada caso realidad ésta o aqué- del logos, modalidad ulterior de la intelección sentiente. No entra-
lla. Sin embargo, lo esto o aquello no es el asunto que interesa filo- remos en detalles intelectivos, pero sí hemos de advertir algo a pro-
sóficamente, sino la realidad que los comunica por ser única y pósito de la sustantividad. Ésta consiste, según Zubiri, en suficien-
transcender así las diferencias de contenido. Esa realidad única es cia constitucional. Un componente químico de un organismo vivo,
el término de la intelección sentiente en su modalidad primordial: por ejemplo, no tiene sustantividad, sino que es el organismo en
aprehensión de lo real solamente como real. El acto primordial de cuestión el que la tiene. Pues bien, Zubiri advierte que acaso sólo
intelección sentiente no aprehende formas ni modos de realidad, haya una sustantividad en sentido estricto: el cosmos; es decir, el
sino algo más básico: realidad, o –podríamos decir– formas y conjunto de todas las sustantividades reales. Dicho cosmos en fun-
modos de realidad pero solamente en tanto realidad. Lo que no es ción transcendental es lo que constituye el mundo. Las nociones de
real, como por ejemplo, una silla –en tanto silla– o un ordenador cosmos –talitativo– y de mundo –transcendental– son importantísi-
–en tanto ordenador–, no es término de intelección primordial, sino mas en el tema que nos ocupa, pues en el mundo puede verse una
ulterior; la silla y el ordenador son conceptos, no realidades, y en cierta culminación de la transcendentalidad y, con ello, de la unidad
primordialidad no se actualizan conceptos, sino mera realidad en y de la comunicación, sin que ‘sufran’ la apertura ni la autonomía
impresión. Decir modo primordial es decir lo que en último térmi- transcendentales. Afirma Zubiri en Sobre la esencia: “La filosofía
no constituye el acto intelectivo humano, que por ello mismo está actual (Heidegger) suele entender por mundo aquello en lo cual y
en todos –primordiales o no–, como última raíz que la filosofía desde lo cual el existir humano se entiende a sí mismo y se encuen-
investiga. Con una precisión: la primordialidad llega hasta el sola - tra (entendiendo) con las demás cosas; esto es, lo que llamamos
mente, la ulterioridad aprehende también lo real como real, pero <nuestro> mundo y <mi> mundo. Pero el mundo en este sentido se
desbordando el “solamente” de uno u otro modo. funda en el mundo como respectividad de lo real qua real.
La realidad admite formas y modos, en función de lo que en cada [...]Mundanidad no es sino respectividad de lo real en tanto que rea-
caso sea, es decir, del sistema de notas con suficiencia constitucio- lidad; no tiene nada que ver con el hombre” (p. 428).
nal que constituyan su sustantividad propia en cada caso. Estas En Heidegger, el ser “se da”; dicho ser tiene un carácter com-
notas en función transcendental hacen de cada cosa real una forma prensivo o pensante, el cual traduce Heidegger metafóricamente

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros

como luz. En Zubiri, por el contrario, la realidad “da de sí”; dicha


realidad tiene un carácter físico, que Zubiri traduce metafóricamen-
te como luminaria. En el “dar de sí” entran las formas y los modos
de realidad, y con ellos la sustantividad humana en su forma y
modo transcendentales. Es decir, la realidad es unidad física, diná-
mica y siempre abierta. El hombre es un momento de dicho dina-
mismo o “dar de sí”, que sigue abierto: un momento del mundo,
algo realmente mundanal. Quizás lo más completo, además de últi-
mo, que ha escrito Zubiri sobre la realidad humana esté en la pri-
mera parte de El hombre y Dios (1984). A ella remitimos, pues con-
sideramos suficiente lo dicho para nuestro propósito.
Hay una susceptibilidad hacia lo científico-técnico en Heidegger,
que no encontramos en Zubiri. La esencia humana considerada en FINAL
términos de animalidad sería la esencia humana fagocitada final-
mente por la ciencia; por esa ciencia que atiende sólo al ente y que
no piensa. Aunque ambos filósofos han admitido y investigado las
diferencias entre ciencia y filosofía, sus actitudes son muy distin-
tas. Heidegger parece empeñado en distanciar tanto a una de la
otra, que termina en un pensar cercano a lo mítico y, por consi-
guiente, anterior a la filosofía, con ayuda de la poderosa influencia
–entre otras– de Parménides. Aristóteles queda en él más y más
relegado, más y más “desmontado”, junto con Platón, con el cual se
iniciaría propiamente lo filosófico; es decir, el olvido del ser.
Quizás en todo ello radiquen, a una, la entronización del ser, el ale-
jamiento de la impresión y ese “salir con las raíces de la tierra para
poder florecer en el éter”, tan querido a Heidegger. La actitud de
Zubiri es muy distinta: ciencia y filosofía son dos ramas de una
única investigación, que se reclaman entre sí. Aristóteles es, casi
con seguridad, la influencia más poderosa en Zubiri, empeñado en
conseguir esa “vía física”, que aquél estuvo cerca de recorrer sin
conseguirlo, al mezclarla con la “vía de la predicación”. En este
empeño filosófico, metafísico y transcendental, el pensar de
Heidegger fue, sin duda, presencia constante, piedra de toque y
fecunda ocasión de diálogo, hasta el punto de contribuir esencial -
mente al filosofar de Zubiri.

104
Isabel Aísa Fernández

Tanto Heidegger como Zubiri dedicaron cursos y escritos al tema


del filosofar. Quizás lo más hondo que quepa ver en ambos maes-
tros no sean sus respectivos contenidos filosóficos, sino la idea de
filosofía –o pensar– que dichos contenidos hacen visible, en la cual
sus desencuentros devienen un fundamental encuentro. No es cues-
tión de elaborar a toda costa un final feliz, sino de esclarecer el acu-
ciante problema del qué y el para qué del filosofar; de liberar a la
filosofía de ajenas adherencias, provocadas en ocasiones por com-
plejos o intereses extrínsecos; de contribuir con el específico carác-
ter de la investigación filosófica a mostrar sin reduccionismos la
riqueza y complejidad de las cosas mismas y del mundo; de posibi-
litar el que dicha investigación se aplique de forma que el progreso
no acontezca ni se mida únicamente en términos cuantitativos,
materiales o económicos, sino también cualitativos, espirituales o
éticos, en consonancia con aquella riqueza propia de lo que hay; de
permitir una sincera atención y diálogo entre las distintas áreas de
investigación, de manera que, en la consideración y el respeto a la
alteridad de cada una, pueda surgir un intercambio fecundo, que
apunte a unidades antes que a identidades.
En las aulas, en la literatura científica o artística, por ejemplo,
encontramos reacciones y posicionamientos muy reveladores res-
pecto de la dificultad que entraña situarse ante lo filosófico.
¿Podemos imaginar que un estudiante de física rechazara el estu-
dio de Werner Heisenberg, Richard Feynman o Max Planck, sim-
plemente por difícil?, ¿que eligiera dedicarse a éste o aquél por

107
Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

razones de amenidad o inmediata sintonía? Parece difícil; imagi- minación incluso las pinturas y la poesía y la teoría físico-mate-
namos más bien, en este caso, que el alumno parte de que dichos mática recién mentadas. También aquí tendríamos que abando-
físicos son autoridades en la materia, que saben de lo que hablan nar, entonces, toda pretensión de entender el asunto de inmedia-
y, por tanto, se refieren a realidades y no a meras ocurrencias, por to. Mas en este caso, sin embargo, sería ineludible que nos apres-
lo que una elección o rechazo por motivos de espontáneo gusto o tásemos a escuchar, pues se impone la tarea de un pensar que se
disgusto no es fácil que se plantee, por improcedente. ¿Qué pedi- adelante a recorrer lo que se resiste a ser explorado” (p. 19).
mos realmente a la filosofía, que no pedimos a la física, ni a la
matemática, ni a la medicina, etc.? ¿No le estaremos pidiendo que Tres ideas vertebran el texto: la imposición de un pensar, que
nos cuente un cuento de inmediata comprensión, para proporcio- se adelanta a nuestra decisión de llevarlo a cabo; el hondo calado
narnos barniz cultural, a la vez que consuelo y guía para la vida? del mismo, más allá del que alcanzan arte y ciencia, en tanto últi -
Es lo que piensa Heidegger, el cual empieza su conferencia ma raíz de las que éstas obtienen sus determinaciones propias; la
Tiempo y ser (1962) con un “breve prólogo”, que por su interés lentitud y la atenta escucha que éstas y aquél se conceden, frente a
reproducimos casi íntegramente: la prisa del “pensar llamado filosofía” por obtener resultados prác-
ticos de fácil aplicación en el vivir. Esta prisa con la que la filoso-
“Si en este momento nos fuesen mostrados en su original dos fía se despacha, en orden a una sabiduría de salón o a una receta
cuadros: la acuarela <Santos desde una ventana> y la témpera contra la infelicidad, podría tener que ver con esa impaciencia que
sobre arpillera <Muerte y fuego>, que Paul Klee pintó el año en ocasiones se advierte en las aulas, ante la dificultad o el poco
de su muerte, nos gustaría quedar mirándolos un rato largo... decirnos de este o aquel pensador. ¡Como si el pensador pensara
abandonando toda pretensión de entenderlos de inmediato. para nosotros!. ¿Acaso no lo hace obligado por la fuerza de las
Si en este momento pudiese sernos recitado, y por el propio cosas mismas y para ellas mismas, antes que para nadie, tanto en
poeta Georg Tr a c k l,su poema <Séptuple cántico de la muerte>, arte y ciencia, como en filosofía? Es lo que defiende Heidegger.
nos gustaría volver a escucharlo una y otra vez, abandonando Sin embargo, la dificultad de posicionarse en filosofía no está
toda pretensión de entenderlo de inmediato. sólo ahí. Está en la ciencia también, tal y como podemos compro-
Si en este momento quisiera Werner H e i s e n b e rg exponernos bar, cuando los científicos se detienen en consideraciones filosófi-
un resumen de sus pensamientos de física teórica en torno a la cas. Los físicos Georges Charpak y Roland Omnès han escrito un
fórmula del mundo por él buscada, a lo mejor pudieran seguir- libro divulgativo y de tono desenfadado, que titulan: Sed sabios,
le, tal vez, dos o tres de los oyentes, pero los demás abandona- convertíos en profetas (2004). En él, se refieren a tres mutaciones
ríamos sin rechistar toda pretensión de entenderlo de inmediato. ocurridas en la sociedad humana: la del neolítico, hace unos doce
No es ése el caso del pensar llamado filosofía. Pues éste debe mil años; la moderna, en el siglo XVII, y la actual. La primera tuvo
proporcionar <sabiduría mundana>, cuando no, incluso, una que ver con el descubrimiento de la agricultura, la segunda con el
<guía para la vida feliz>. Pero bien pudiera haber venido a parar nacimiento de la ciencia moderna y la tercera está presidida por el
hoy un pensar semejante a una situación en la que fuesen menes- descubrimiento de las leyes cuánticas en el siglo XX: “Los fenóme-
ter reflexiones largamente distantes de una útil sabiduría de la nos del mundo cuántico no son continuos, sino abruptos.
vida. Puede que haya llegado a ser perentorio un pensar que se Precisamente por eso se les llama <cuánticos>, que es una palabra
halle forzado a cavilar sobre aquello de donde reciben su deter- que se opone a <continuo>. Ciertos fenómenos ocurren de pronto,

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

sin transición, como, por ejemplo, la emisión de un fotón de luz por filosofar, sin ser en absoluto ciencia, ni tampoco un mero adjetivo
un átomo” (p. 68). Estas leyes han acabado con el protagonismo de de ella, está, sin embargo, a la altura de su tiempo.
la imaginación, han sustituido la causa y el efecto por una combi- Es sintomático el poco interés que Zubiri muestra por la causa-
nación de posibles, y la necesidad mecanicista por la libertad de los lidad, a la que considera tan sólo un tipo de respectividad entre
posibles, con el natural desconcierto de una mente hecha a la otros. Esto manifiesta que aquélla no alcanza a explicar actualmen-
segunda mutación, pero aún no lo bastante a la tercera: “Los dos te toda la complejidad de los acontecimientos reales, por lo que es
niveles del palacio de las leyes tan sólo están comunicados por unas preciso incluirla en otra noción más amplia, que permita una apli-
escaleras secretas, lo que crea algunos riesgos de confusión. Hay, cación ajustada al estado actual de las investigaciones sobre lo real
recordémoslo, un nivel <clásico>, en el que se encuentra perfecta- y su realidad. Esa noción más amplia es, según Zubiri, la de “res-
mente descrito todo cuanto tenemos ante nuestros ojos, todo lo que pectividad”. Ahora bien, la respectividad no es propiamente un
se ofrece a nuestros sentidos y todo aquello a lo que nuestra espe- concepto científico, sino un término filosófico, lo cual no excluye
cie está adaptada desde siempre. Nuestro cerebro lleva su marca: se que, desde su máxima apertura, pueda aplicarse a lo científico, si
ha formado al contacto con objetos palpables, visibles, de un tama- bien desde una perspectiva filosófica, que transciende los niveles
ño enorme con relación al átomo. El segundo nivel del palacio en los que discurre la ciencia, al tratarse de una perspectiva trans -
incluye, en cambio, una torre cuántica en la que todo parece extra- cendental. En cuanto a esa “nueva filosofía del conocimiento”, que
ño para el cerebro humano. Las cosas que se encuentran allí serían Charpak y Omnès reclaman para la tercera mutación, también es
increíbles si no estuvieran confirmadas por innumerables experi- sintomático el tratamiento que Zubiri hace del conocimiento en el
mentos que las confirman a diario, cada día más” (p.116). La ima- tercer volumen de su Inteligencia sentiente, dedicado a la razón y
ginación, la causalidad, la necesidad, siguen siendo válidas, pero al conocimiento propiamente dicho. Conocer es aprehender algo en
sólo en el nivel “clásico” y no universalmente, ya que en la “torre profundidad; es decir, es el modo “fundamental” de aprehensión
cuántica” no significan nada. Llegados aquí, los autores miran humana. Zubiri pone un ejemplo: “Conocer el verde no consiste
hacia Descartes y proponen para esta tercera mutación una filoso- sólo en verlo, ni en inteligir que es en realidad un color muy bien
fía que no se fundamente más en principios ya caducos, como el de determinado entre otros, sino que es inteligir el fundamento mismo
la causalidad, sino “sobre las leyes descubiertas por la ciencia”, es del verdor en la realidad, inteligir, por ejemplo, que es una ondula-
decir, sobre las leyes cuánticas. Esta propuesta tiene su acierto, ción electromagnética o un fotón de determinada frecuencia. Sólo
pero también contiene un posible desliz: la filosofía ha de prestar al haberlo inteligido así conocemos realmente lo que es el verde
atención a la ciencia, tal y como, por ejemplo, hemos comprobado real: tenemos intelección del verdor, pero en razón. La razón del
que Xavier Zubiri hizo, e incluso Heidegger, a su peculiar manera; verde es su fundamento real”. Las leyes cuánticas son leyes que se
ahora bien, los principios desde los que investiga la ciencia no son descubren a nivel de conocimiento. Ahora bien, son precisas aquí
los principios desde los que investiga la filosofía. En esto coinciden dos observaciones: la ciencia no monopoliza el conocimiento
Heidegger y Zubiri, y no podría ser de otro modo. Por lo demás, –Zubiri se refiere también al conocimiento profundo de un amigo–
que la causalidad tenga un lugar destacado en algunas filosofías, y además, el conocimiento no reposa sobre sí mismo, pues es una
como en la de Kant, no equivale a que la causalidad sea su princi- expansión de otras aprehensiones, que lo hacen posible y hasta lo
pio o fundamento; puede significar, simplemente, que el filósofo en reclaman o exigen: en el ejemplo, esa intelección del verde como
cuestión ha atendido a la ciencia de su momento, de manera que su “un color muy bien determinado entre otros”. Acertadamente,

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

Charpak y Omnès se refieren a la “torre” cuántica: a ella se ha acce- dad. Por lo demás, junto con la fundamentalidad, la libertad y la
dido a través del nivel “clásico”, en el cual nuestros sentidos se historicidad pertenecen intrínsecamente al conocer, según Zubiri.
manejan bien, a diferencia de lo que ocurre en la torre, donde las Notemos simplemente, el ‘juego’ que esas libertad y historicidad
leyes que rigen, aunque son universales, tienen que ver con “el pueden dar a la hora de aprehender una realidad que, en lo infini-
nivel de los átomos y de lo aún más pequeño” (p. 77), ante lo cual tamente pequeño y en lo inmensamente grande, hoy sabemos no
de nada nos sirven los sentidos ni la imaginación. Pero lo que nos regida por la necesidad, tampoco por la arbitrariedad, sino por
interesa resaltar es aquel “sólo en verlo”, que empieza por conside- “combinación de posibles” o “una suma de todo lo que puede
rar Zubiri en su ejemplo, antes de llegar a lo constitutivo del cono- ocurrir sin impedimento” (p. 68), según Charpak y Omnès ponen
cimiento propiamente dicho del verde. Aprehender algo –sea el de relieve.
verde, el árbol o el paisaje– sólo como real –antes de aprehenderlo La filosofía tiene, por añadidura, una intrínseca dificultad: el len-
como verde, árbol o paisaje– es lo constitutivo de toda aprehensión guaje. Los lenguajes filosóficos de Heidegger y de Zubiri son muy
humana: sea aprehensión judicativa o aprehensión cognoscitiva. El distintos entre sí, pero ambos coinciden en alejarse de lo que espe-
conocimiento aprehende realidad, pero a su modo: fundamental. ra el lector medio y hasta, incluso, el lector especializado, en oca-
Pues bien, de aquella aprehensión de algo sólo como real se ocupa siones. La lectura de Heidegger o de Zubiri puede provocar irrita-
la filosofía, y únicamente la filosofía, cuya investigación persigue ción, tanto desde fuera como desde dentro del filosofar. No nos
el fundamento último de todo lo que sea aprehensión humana, a referimos aquí a los que se acercan a ellos como a autores literarios,
cualquier nivel. De ahí que el filosofar se distinga de la ciencia, sino a los que por auténtico interés o profesionalidad acometen la
aunque esté en la ciencia; en la metáfora de Charpak y Omnès, esta- lectura de sus obras. Ambos filósofos han puesto de manifiesto, y
ría como la discreta pero decisiva cimentación del palacio y su también lo han mostrado en su hacer, la penuria de las palabras y
torre. Así hay que interpretar la frase de Heidegger antes citada, de la gramática para expresarse filosóficamente. Heidegger recurri-
sobre un pensar “de donde reciben su determinación incluso [...] la rá frecuentemente a la poesía para explicarse, Zubiri a los neologis-
teoría físico-matemática”. En definitiva, podríamos afirmar de la mos y tecnicismos. No se trata de que el filosofar de Heidegger sea
filosofía y de la ciencia, a la manera de Kant: ciencia sin filosofía poético, sino, más bien, de que la poesía es el rodeo que lleva a
significaría ruina, filosofía sin ciencia significaría vacío. cabo para alcanzar el asunto del filosofar. Esta manera de proceder
La investigación filosófica también es conocimiento: aprehen- recuerda a la de los místicos; San Juan de la Cruz, por ejemplo, sólo
sión en profundidad o fundamental. La filosofía de la intelección nos acerca realmente su tema –la transcendencia divina– cuando
de Zubiri, que no es sólo una filosofía del conocimiento, ni mucho poetiza, no cuando explica su experiencia en forma de tratado. La
menos sólo una filosofía del conocimiento científico, se funda- filosofía no se dedica a lo transcendente que, por definición, elude
menta en la aprehensión de lo real como real. Una de las modali- la descripción objetiva, pero sí a lo transcendental, cuyo carácter
zaciones ulteriores de esa aprehensión fundamental es el conoci- formal y máximamente abierto se resiste también a la expresión
miento, nivel en el que la ciencia procede, aunque obviamente no usual y reclama, en consecuencia, la sugerencia poética o la seque-
es el único nivel de aprehensión humana. En la investigación filo- dad formal. En ésta, podemos llegar a experimentar desaliento, en
sófica del conocimiento, Zubiri critica a Aristóteles porque enten- aquélla es fácil perderse o ‘andarse por las ramas’ de la cuestión,
dió que conocer algo era conocer su causa, y también porque para hipnotizados por la belleza, sin llevarla interpretativamente hasta el
Aristóteles el objeto de la ciencia era un objeto sujeto a la necesi- problema que ahí se medita. Los recursos poéticos de Heidegger y

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

la terminología extremadamente formal de Zubiri transparentan la guaje filosófico en castellano. En este juicio de Valente, advertimos
dificultad del tema filosófico, y no una mera voluntad de estilo; es la ponderación propia de un poeta y un crítico literario; la filosofía
decir, se deben a algo intrínseco, y no a algo únicamente opcional. puede juzgarse desde el punto de vista de la literatura, pero dicho
El poeta José Ángel Valente (1929-2000) dedica unas breves pero juicio lo que no puede ser es filosófico, sino sólo literario y, por con-
notables páginas a Zubiri en La experiencia abisal (2004), obra pós- siguiente, extrínseco. ¿Qué pensaríamos de la valoración literaria de
tuma, que recoge distintos ensayos literarios, en los que se vierten un libro de entomología?; ¿consideraríamos que sus clasificaciones
reflexiones sobre temas que siempre estuvieron en la preocupación constituyen un vértigo tal, que la obra padece un problema de esté-
del autor. El dedicado a Zubiri lleva por título: “Z, como Zubiri” tica terminológica? ¿Acaso no supondríamos espontáneamente que
(pp.13-16), y comienza con estas palabras: “Decir que Z. no se dichas clasificaciones tienen que ver con la cuestión misma que en
entiende es un convencionalismo grosero”. Ciertamente, la opinión él se investiga, a la cual se supeditan? ¿Por qué esperamos, enton-
de que la filosofía de Zubiri es difícil, constituye un tópico, el cual ces, de la investigación filosófica lo que no esperamos de la ento-
hoy goza todavía de excelente salud. Pero, según Valente, lo que mología? Afirma Heidegger al final de su “Introducción” a Ser y
ocurre con Zubiri es que se entiende demasiado, que en su fatigosa t i e m p o, antes de referirse al plan de lo tratado:
claridad nos ciega con una luminosidad sin sombras: “La claridad
muy extremada, más que el trueque de luces y de sombras, pide “Con respecto a la pesadez y <falta de belleza> de la expre-
paciencia a la pupila”. Valente tiene razón; Zubiri caracteriza como sión en los análisis que habrán de seguir, permítaseme añadir la
“diafanidad última” el tema del filosofar, y su decir es un esfuerzo siguiente observación: una cosa es hablar en forma narrativa
constante por adaptarse a esa última transparencia, por lo cual tam- sobre el ente y otra, captar el ente en su ser. Para este último
bién resulta diáfano, a fuerza de eliminar del mismo los contenidos cometido, con frecuencia faltan no sólo las palabras, sino sobre
que pudieran sombrearlo. Escribe Zubiri en Los problemas funda - todo la <gramática>. Si se me permite una referencia a anterio-
mentales de la metafísica occidental: “[...] no se trata de una visión res investigaciones analíticas acerca del ser, por cierto de un
clara, sino de algo mucho más difícil: de tener una visión de la cla- nivel incomparablemente superior, póngase en parangón algu-
ridad. No es la clarividencia, sino la videncia de la claridad. Esto es nos pasajes ontológicos del Parménides de Platón o el cuarto
precisamente lo que constituye la dificultad de la metafísica: la capítulo del libro séptimo de la Metafísica de Aristóteles con
videncia de la claridad misma [...] la claridad misma que tienen las un trozo narrativo de Tucídides, y se verá las exigencias inau-
cosas” (p. 21). Valente vuelve a tener razón cando traza la disyunti- ditas que en sus formulaciones hicieron a los griegos sus filó-
va del lector de Zubiri ante sus descarnadas descripciones: “[...] o sofos. Y donde las fuerzas son esencialmente menores y el
abandona el libro para circular tranquilo por la vida con alguna de dominio de ser que se intenta abrir, ontológicamente mucho
las muchas convencionalidades que sobre Z. se dicen o recomienza más arduo que el propuesto a los griegos, se acrecentará tam-
la lectura con la paciencia y la humildad que ésta requiere”. No es bién la complejidad en la formación de los conceptos y la dure-
en lo que trata donde Valente ve el problema con Zubiri, sino en el za de la expresión” (p. 61).
cómo lo trata: “vértigo de la clasificación”, “lógica especular” que
sólo a sí se refleja, y un uso del lenguaje, que nos situaría “ante un Filosofar no es contar cuentos, que diría Heidegger; no es volun-
problema de ética y aún de estética terminológicas”. Zubiri habría tad de ideas, sino voluntad de realidad, que diría Zubiri. El vértigo
sido víctima, por así decir, de su intento de colmar el vacío del len- que sí experimenta el filósofo, y revive el lector, es el de la ‘nada’;

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

es decir, el de encontrar y encontrarse con una expresión que, a la [...]. La primera persona que leyó el Breviario de podredumbre, aún
manera del hueso sin carne o de la luz sin sombras, alcanza a nom- en manuscrito, fue el poeta Jules de Supervielle. Era un hombre ya
brar el ser o la realidad transcendentales, sin traicionarlos. Frente al muy mayor, profundamente sujeto a depresiones, y me dijo: <Es
científico, frente al literato, al filósofo parece no quedarle nada, increíble lo mucho que me ha estimulado su libro>” (p. 20). Ahora
tras dejarle a ellos la dedicación a entidades y contenidos reales. bien, aquí hemos de preguntarnos si los posibles efectos terapéuti-
Parece no quedarle nada “porque lo que queda es diáfano”, afirma cos de la filosofía son algo intrínseco a ella misma o, por el contra-
Zubiri. De ahí que el filosofar sea una investigación esforzada, que rio, una posible derivación o aplicación extrínseca. En nuestra opi-
reclama profesión y que necesita un lenguaje diáfano, es decir, que nión, una filosofía que tenga sus miras puestas en la utilidad, sirve
esté en consonancia con la claridad última o transcendentalidad, ante todo a esa utilidad y no a su propio asunto, con lo cual se trai-
que es su tema. Dicha transcendentalidad es lo que persigue mos- ciona o desvirtúa. Cosa diferente es que, en la fidelidad a su propia
trar la terminología filosófica, bien desde la poesía, bien desde la temática, contenga también posibilidades pragmáticas. ¿Acaso la
terminología formal, o de cualquier otro modo posible. ciencia investiga exclusivamente de cara a su aplicación o, antes
Hoy, quizás más que nunca, nos preguntamos aún si la filosofía que nada, de cara a su propio tema real? Recordemos a Zubiri: la
sirve para algo o para qué filosofar. Tras el triunfo de las ciencias y realidad da de sí sentidos o posibilidades de vida, pero éstos depen-
sus aplicaciones, tan magníficas que todavía nos asombran y admi- den, en último término, de aquélla, que los da de sí. Sin embargo,
ran con toda razón; tras el triunfo de las revoluciones industriales y el hombre no es dueño de la realidad, sino que está instalado en
sus consecuencias beneficiosas para la sociedad, en orden a un ella, y de ella y por ella vive, en tanto “animal de realidades”. La
mayor bienestar material y a cotas más amplias de derechos y liber- escucha de esa realidad –dicho heideggerianamente– es la que per-
tades; tras el éxito y consiguiente protagonismo de todo ello, que mite al hombre encontrarse con las posibilidades de la misma.
parece encaminado a convertir el cosmos en su conjunto en una Y si hoy escuchamos a la realidad –hoy que tanto hemos progre-
especie de macro-ser a la mano; a la vista de tanto progreso, ¿para sado, pero hoy también que tanto no hemos progresado–, las gue-
qué todavía filosofar? ¿O es que la filosofía también puede servir rras, las injusticias, las esclavitudes más o menos sutiles, los des-
para alguna cosa? En La fe filosófica (1947), Karl Jaspers respon- equilibrios de todo tipo, parecen mostrarnos cuánto nos queda por
de así a este último interrogante: “[...] ¿sirve la filosofía en los hacer en la citada escucha, hasta ver, asimilar y ahondar en esa rea-
momentos difíciles? Plantea la cuestión quien busca un asidero lidad que no es nuestra, para poder así encontrarnos también con
objetivo, comprensible también para el sentido. Más en el filosofar otras posibilidades, que mejoren y completen las actuales, en un
no hay tal asidero” (p. 24). empeño constante y compartido, sin punto final.
Ciertamente, nos consta que todavía en el siglo veinte la filosofía Recordemos ahora ese párrafo de la Introducción a la metafísi -
fue útil para algunos: en Conversaciones (1995), el libro que reco- ca (1935) de Heidegger, en el que éste acierta a sugerir la falta de
ge distintas entrevistas concedidas por E. M. Ciorán (1911-1995), sentido de un hacer orientado únicamente en una sola dirección:
publicado por el editor Gallimard poco después de la muerte del
filósofo, como homenaje, Ciorán confiesa a Fernando Savater lo “Cuando se haya conquistado técnicamente y explotado eco-
siguiente: “Verá, yo no tengo demasiados lectores, pero podría nómicamente hasta el último rincón del planeta, cuando cual-
citarle casos y casos de personas que han confesado a algún cono- quier acontecimiento en cualquier lugar se haya vuelto accesi-
cido mío: <Yo me habría suicidado si no hubiera leído a Ciorán> ble con la rapidez que se desee, cuando se pueda <asistir>

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

simultáneamente a un atentado contra el rey de Francia y a un Nociones y expresiones tan sugerentes y, a la vez, ‘escarpadas’
concierto sinfónico en Tokio, cuando el tiempo ya sólo equival- como las que en Heidegger apuntan al qué y al c ó m o del filosofar,
ga a velocidad, instantaneidad y simultaneidad y el tiempo en tales como las de “evento”, “Cuaternidad”, “apertura al misterio”
tanto historia haya desaparecido de cualquier ex-sistencia de o “serenidad”, encuentran una cierta traducción en otras de Zubiri,
todos los pueblos, cuando al boxeador se le tenga por el gran muy distintas en apariencia, pero muy similares en el fondo, al
hombre de un pueblo, cuando las cifras de millones en asam- pertenecer como aquéllas al ámbito del filosofar: “reidad”, “res-
bleas populares se tengan por un triunfo... entonces, sí, todavía pectividad”, “poder de lo real”, etc. Sin embargo, la forma siste-
entonces, como un fantasma que se proyecta más allá de todas mática de hacer, que Heidegger interrumpió tras Ser y tiempo, fue
estas quimeras, se extenderá la pregunta: ¿para qué?, ¿hacia siempre la de Zubiri. Esto nos permite acercarnos más y mejor al
dónde?, ¿y luego qué?” (pp. 42-43). casi invisible pero fundamental tema de la investigación filosófi-
ca, mientras comprobamos cómo dicho tema es auténtico y, por
El progreso científico, industrial, cibernético, aunque sea real, ello mismo, i rrenunciable. En el primer volumen de su trilogía
necesario y admirable, no puede conseguir poner techo a los huma- sobre la intelección sentiente, por ejemplo, Zubiri hace una des-
nos ni al mundo: las preguntas últimas filosóficas, se abrirán paso cripción transcendental del sentir. Los sentidos, afirma, sienten
una y otra vez; no tanto por nuestro empeño, como por imposición realidad antes que cualidades; cada sentido aprehende realidad a
de la cosa misma –de la realidad, del ser– que, tal y como advierte su modo, de manera que “hay diversos modos de impresión de
Zubiri, es la que nos obliga a vivir pensando. realidad” (p.100). No se trata de que la vista no aprehenda colo-
La amplitud de horizonte, la serenidad, la comunicación de todo res, el oído sonidos, el gusto sabores, etc.; se trata de que el térmi-
y todos, no puede recetarlas un terapeuta con una sala de espera no y la diferencia radical de los sentidos no estriban en las cuali-
saturada. Sólo puede acercarnos a ellas la lentitud; es decir, la dedi- dades y sus diferencias respectivas, según el órgano receptor
cación esforzada y abierta de todos los que investigan en lo mismo, correspondiente, sino en una misma realidad modalizada, de
aunque de distintas maneras. Sólo el concierto de sus diferentes acuerdo a cada órgano. Así, la vista aprehende realidad al modo
voces podrá encaminarse a un estado de cosas en el que las prepo- “ante mí”, el oído la aprehende como “noticia”, el gusto como
tencias, los dogmatismos, las unilateralidades, lleguen a ser más y “fruible”, el tacto como “nuda”, el olfato como “rastro”, etc.
más improbables. Con todo esto tiene que ver la noción filosófica Dejemos sólo apuntado, que Zubiri reconoce “unos once” recep-
de “serenidad” que, por ejemplo, en un discurso de 1955 emplea tores, si bien no entra en la discutible especificidad de algunos de
Heidegger: ellos, por considerarlo un problema de psicofisiología. Con esto
último, nos deja constancia de la debida atención que el filosofar
“Podemos decir <sí> al inevitable uso de los objetos técni- debe prestar a la ciencia. A la vez, con el tratamiento transcenden-
cos y podemos a la vez decirles <no> en la medida en que rehu- tal del sentir, deja también constancia del específico carácter de la
samos que nos requieran de modo tan exclusivo, que doble- investigación filosófica, que no se aplica, en este caso, a recepto-
guen, confundan y, finalmente, devasten nuestra esencia. res ni a cualidades sensibles, sino a la impresión de realidad
[...]Quisiera denominar esta actitud que dice simultánea- modalizada, en tanto última raíz del sentir, que sólo el filosofar
mente <sí> y <no> al mundo técnico con una antigua palabra: investiga. Es decir, Zubiri se refiere al sentir humano desde un
la Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas” (p. 28). enfoque estrictamente filosófico, pero que tiene, sin embarg o ,

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Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentros Isabel Aísa Fernández

muy en cuenta a la investigación científica, sin pretender con ello “cosa en sí” o transcendencia, sino formalidad de autonomía o “de
sustituirla de ningún modo. suyo”, descriptivamente. Es cierto que sin el sentido de la vista des-
El afronte transcendental del sentir le permite a Zubiri mostrar aparecerían los colores, pues el cosmos no es por sí coloreado; sin
la primaria unidad o comunicación existente, antes de las diferen- embargo, realidad no es independencia de la percepción, sino “de
cias de contenidos sensibles. Ante todo, dicha unidad consiste en la suyo”, bien al modo de sólo en la percepción –caso de las cualida-
impresión de realidad, respecto de la cual cada modo, considerado des sensibles–, o bien al modo de allende la percepción –caso de
por sí mismo, “no es sino un modo reducido y deficiente de la pri- los fotones–. Cuando en ciencia o en filosofía se afirma que las cua-
maria impresión de realidad, cuya plenitud es la unidad primaria de lidades sensibles no son reales, es porque por realidad se entiende
todos los once modos” (p.110). De ahí, que éstos no puedan enten- algo que no es “ni primario ni suficiente”: realidad como zona de
derse como una síntesis, de la cual resultara su unidad, sino todo lo cosas fuera de la percepción. Pero, cada uno puede comprobar que
contrario: ellos no son más que un análisis –“analizadores”, dice en la percepción misma, lo sentido queda como real: “[...]la forma-
Zubiri– de la aprehensión de realidad. lidad de realidad en lo percibido mismo es un prius respecto de su
Pero hay otra unidad, fundada en la transcendental impresión de percepción efectiva. Y esto no es inferencia sino dato” (p. 173).
realidad: la unidad que Zubiri denomina “recubrimiento”. La des- Zubiri constata que la ciencia ni tan siquiera ha llegado a plantear-
cribe así: “Aunque no aprehendamos la cualidad propia de un sen- se el problema de la realidad como formalidad. Más grave es la crí-
tido en una cosa determinada, sin embargo aprehendemos el modo tica que le dirige por haber desatendido la investigación de las cua-
de presentación propio de este sentido al aprehender lo real por lidades sensibles en la percepción: “La ciencia tiene que explicar
otros sentidos” (p. 107). Según un ejemplo del propio autor, pode- no sólo lo que sea cósmicamente esto que en la percepción es color,
mos tener una aprehensión fruitiva de la estrella polar; en este caso, sonido, olor, etc., sino que la ciencia tiene que explicar también el
gusto y vista se habrían recubierto. Comprobamos cómo esta uni- color en tanto cualidad real percibida. [...] Es una situación que
dad de recubrimiento explica filosóficamente mucho de nuestro muchas veces he calificado de escandalosa el que se soslaye lo que
sentir más cotidiano, como el ‘quedarnos helados’ ante una mala al fin y al cabo es el fundamento de todo saber real” (pp. 176-177).
noticia, el ‘estar para comérselo’ de un bebé en su cochecito, o las Con Zubiri, podemos comprobar –como afirmábamos–, tanto el
‘palabras hirientes’ que podemos escuchar. Los colores no son los específico asunto y necesidad de la investigación filosófica –algo
sabores; sin embargo, unos y otros están comunicados a nivel for- que respecto de las ciencias no acostumbra a contestarse–, como el
mal, a nivel transcendental. Justamente, el nivel que atiende la irrenunciable diálogo que ha de existir entre ciencia y filosofía, el
investigación filosófica, el cual no sólo está presente en la ciencia, cual tiene que establecerse en ambas direcciones, tal y como paten-
aunque obviamente sin destacar, sino en nuestra vida diaria, tal y tiza el tema escogido al efecto.
como hemos intentado poner de relieve. Filosofía es filosofar, según afirma Heidegger en su curso de
Además, el afronte transcendental del sentir le permite también 1928-29: Introducción a la filosofía. Heidegger se mostró siempre
a Zubiri mostrar la realidad de lo aprehendido mediante los senti- alérgico a la filosofía como cosmovisión consoladora o recetario
dos: las cualidades sensibles no son impresiones subjetivas, como histórico. Filosofía no es mera divulgación de autores y corrientes
han defendido la ciencia y también la filosofía, en ocasiones. Que de pensamiento, sino “filosofar vivo” (p. 237), que otros pueden
el verde, por ejemplo, sea real sólo en la percepción y no fuera de despertar y, de esta manera, quedar repetido original y autónoma-
ella, no contradice la realidad del verde, dado que realidad no es mente en cada uno. Filosofar es algo anterior a todo pesimismo o

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optimismo, a toda estrategia encaminada a evitar lo que pueda
sonar “duro y fúnebre a los oídos de hoy” (p. 342) y a potenciar lo
placentero. A la pregunta de qué puede darnos o qué hace la filoso-
fía, Heidegger responde: “La filosofía simplemente filosofa; lo cual
quiere decir: la filosofía sólo puede (y tiene que) entenderse y ser
entendida a partir de la filosofía misma; sólo en el filosofar puede
ser entendida la filosofía” (p. 42).
Finalmente, no hay que olvidar que donde hay filosofía también
hay sofística; hoy y siempre, según advierte Heidegger en el citado
curso de 1928-29. El sofista “desarrolla su negocio bajo la aparien-
cia de filósofo” (p. 38). No quiere decirnos sólo que haya auténti-
cos filósofos, además de pseudo-filósofos, sino algo más profundo: Epílogo
que “se esconde en cada filósofo un sofista”, puesto que la filoso-
fía no es más que una posibilidad humana y, por ello mismo, fini-
ta. También Zubiri constata en su “Prólogo” a Inteligencia sentien -
te (1980) que “estamos innegablemente envueltos en todo el mundo
por una oleada de sofística”, que “nos arrastran inundatoriamente el
discurso y la propaganda”. Por esto, no ha de extrañarnos que hoy
y siempre debamos reiterar la pregunta por el qué y el cómo del
filosofar.

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Colección Mínima del CIV


Dirigida por José M. Sevilla

Volúmenes editados en la colección por Editorial Kronos (Sevilla):

MIGUEL A. PASTOR PÉREZ, Fragmentos de filosofía civil. (Ensayos y


COLECCIONES
estudios bibliográficos). Ed. Kronos, Sevilla, 2002. Págs. 114.
MÍNIMA DEL CIV y NUEVA MÍNIMA DEL CIV I.S.B.N.: 84-86273-41-2.
MARÍA DEL ÁGUILA SOLA DÍAZ, La idea de lo trascendental en
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Vico (http://www.institucional.us.es/civico). 86273-61-7.
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AÍSA FERNÁNDEZ,, Heidegger y Zubiri. Encuentros y desencuentro s,
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