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Claudia Grez1
Resumen
Introducción
¿Es Hillman “junguiano”?, ¿Donde está Jung en las ideas de este autor? Estas preguntas surgen
espontáneas al leer una y otra vez la obra de Hillman, quien irrumpe, con una nueva mirada, que
desordenando el incipiente entendimiento de la psicología analítica junguiana
Leer a Hillman es una experiencia envolvente y muchas veces atrapadora, que llena de preguntas
sin asomo de respuestas. Es por eso que el presente trabajo se llevará a cabo en una especie de
vínculo con lo que Jung plantea y tratando de seguir su pensamiento con ese hilo conductor.
¿Realmente necesitamos de una mirada distinta de la psicopatología como la que ofrece Hillman?
¿Qué ofrece al ejercicio de la clínica este autor? ¿Se podría plantear un análisis hillmaniano?.
Mi interés es tan sólo intentar mirar desde Hillman la psicopatología, con su mundo de dioses y
mitos, para rescatar desde ahí la posibilidad de mirar de forma más amplia a quienes nos confían
su salud psíquica enferma, para ser sanada.
La escuela “arquetipal” fue fundada por Hillman y un grupo de junguianos de Zurich a finales de
los años sesenta. “Surgió como reacción frente a lo que estos analistas consideraban en Jung
presupuestos metafísicos sin justificación y una aplicación complaciente y mecánica de los
principios junguianos.”i (Adams, 1999).
La psicología imaginal de Hillman considera que las imágenes no son reductibles en ningún
sentido a objetos de la realidad externa. Según Patricia Berry: “cuando se trata de la imaginación,
toda pregunta sobre su referencia objetiva resulta irrelevante. Lo imaginal es bien real a su
manera, pero nunca porque se corresponda con algo externo. Para los psicólogos imaginales, la
discrepancia entre imagen y objeto es sencillamente un hecho inevitable de la existencia
humana,”ii (Adams, 1999).
Con estas ideas iniciales se puede comenzar a pensar a Hillman, un imaginero, que hace psicología
imaginal. Él mismo da algunas claves en el primer capítulo, llamado sugerentemente Para
empezar..., de su libro Re-Imaginar la Psicología. “Mi trabajo se encamina hacia una psicología del
alma basada en una psicología de la imagen. Estoy sugiriendo una base poética de la mente y una
psicología que no arranca de la fisiología del cerebro, ni de la estructura del lenguaje, ni de la
organización de la sociedad, ni del análisis de la conducta, sino de los procesos de la imaginación”iii
(Hillman, 1999). ¿De donde arranca la psicología imaginal de Hillman, entonces? Del mismísimo
Jung, según él lo expresa.
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Claudia Grez
Según el autor, la obra de Jung, al igual que su vida, se enmarca en la tradición de la psicología
imaginativa al considerar a las imágenes de la fantasía, presentes de manera inconsciente en la
conciencia, como los datos primordiales de la psique. “Las imágenes de la fantasía son a la vez la
materia prima y el producto acabado de la psique, y constituyen una privilegiada vía de acceso al
conocimiento del alma... son los datos básicos de la vida psíquica, que se generan de manera
espontánea, que son imaginativas y completas, y que, y que se organizan en modelos
arquetípicos.”iv (Hillman, 1999).
Fue Jung quien incorporó la idea de lo arquetípico como un elemento primordial en la estructura
de la psique y fundamentales para entender la psicopatología. Hillman toma esto en su esencia al
señalar que “Arquetípico significa básicamente humano”v (Hillman,1999). Los arquetipos estarían
presentes en lo más profundo del funcionamiento psíquico como las raíces del alma que
condicionan nuestra visión de nosotros mismos y del mundo, dirá Hillman. Su numinosidad, el
efecto posesivo emocional, el deslumbramiento de la conciencia frente a su presencia impide
definirlo y lleva a plantearse frente a ellos como frente a los dioses, con temor y reverencia.
“Cualquier forma de hablar de los arquetipos es siempre una traducción de una metáfora a otra”.vi
(Hillman, 1999).
¿Qué rol cumple el ego en esta propuesta de Hillman? Pareciera que éste es uno de los puntos
que más controversia provoca al interior de los postjunguianos. Hillman critica directamente a
quienes mantienen con vida una psicología analítica que tiene como centro “la anacrónica noción
del desarrollo del Yo”. De un Yo que hace hincapié en la cabeza, la voluntad y la razón. No estarían
prestándole oídos adecuados a los postulados de Jung quien “le otorga una especial importancia a
la conciencia imaginal- sueños, visiones, fantasías- y a un estilo de vida (la vida simbólica) en el
cual el yo vive y se conduce fundamentalmente en función de esta conciencia imaginal”viii
(Hillman, 2000). El yo imaginal en oposición al Yo de la voluntad y la razón, es discontinuo, se
mueve en forma circular, está guiado tanto por el presente sincrónico como por el pasado causal.
Esta visión del yo imaginal sería más completa y más acorde a la psicología de Jung de su último
tiempo que fue cada vez menos “analítica” y más “arquetípica”.
Hillman enfatiza con fuerza su postura: “El Yo de la psicología analítica no se adapta lo suficiente a
la realidad arquetípica. Jung nos hizo presente esta nueva realidad y nosotros no hacemos justicia
a los arquetipos de la memoria con ese concepto decimonónico. Una psicología “analítica” ofrece
el análisis de la memoria, pero Jung nos alentó a continuar soñando el mito.”ix (Hillman, 2000). El
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De Jung a Hillman o de Hillman a Jung
mito se yergue aquí como el eje para la nueva mirada de la psicopatología. Si concebimos al yo
imaginal como partícipe de esta aventura mítica, nuestra mirada no puede sino cambiar.
Hillman hace una propuesta en extremo audaz para acercarse a la psicopatología, propone
introducir un neologismo: “patologizar” con el cual designa la capacidad autónoma de la psique
para crear enfermedades, morbosidad, desorden, anormalidad y sufrimiento y para vivir la vida
desde esta perspectiva. Invita a alejarse del dominio histórico y la dependencia de los criterios de
la medicina fisiológica y la religión espiritual, no reniega de ellas, de su aporte al ser humano sino
que invita a mirar desde los ojos de la psicología profunda a la psicopatología tal cual es. “Si
fuéramos capaces de descubrir su necesidad psicológica, patologizar ya no sería erróneo o
acertado, sino simplemente necesario, pues implicaría una serie de propósitos que hemos
percibido mal y una serie de valores que deben presentarse necesariamente de manera
distorsionada”.x (Hillman, 1999).
Al igual que con el yo imaginal de Jung, Hillman va al rescate de las estructuras arquetípicas del
mundo imaginal con que Jung abrió el camino hacia una nueva psicopatología. Rinde homenaje así
al pionero que introdujo el mundo arquetipal a la comprensión de la psique.
El complejo sería creado por un trauma pero con anterioridad al trauma, “la pieza arquetípica
existe como imagen y fuerza que motiva pero no posee las cualidades perturbadoras y causantes
de angustia que tiene el complejo”.xii (Stein, 2004). Stein destaca la importancia fundamental en la
obra de Jung la teoría de los arquetipos, concordando con Hillman de que representan el
fundamento de la concepción de psique de Jung. Es así que Hillman propone llevar hasta el final
las implicaciones que se derivan de este pensamiento e investigar con precisión las constelaciones
arquetípicas y sus efectos para comprender la psicopatología. En toda configuración arquetípica,
debe incluirse una parte dedicada a la patografía, “la patología de la psique es una parte
integrante y necesaria de la psicología, porque sufrir el arquetipo a través de nuestros complejos
es una parte integrante y necesaria de la vida psíquica”. xiii (Hillman, 2000).
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Una nueva psicopatología, ahora como integrante de la psicología y no como la gran sombra de
ella es la base de la propuesta del autor. ¿Y qué resulta de ello?, la convicción de seguir a Jung en
la sugerencia de que la psicopatología podía basarse completamente en la mitología y que la
mitología misma podía convertirse en una nueva psicopatología.
Pero, ¿qué significa mirar la psicopatología desde el mito? Tal vez lo más esclarecedor sería, como
lo propone Hillman, reimaginar la psicopatología, examinar el comportamiento con una mirada
mítica, escuchando al síntoma o a la enfermedad como si fuera un relato, un cuento, una historia.
La mitología, la historia de los dioses suministrarían los modelos básicos para realizar los relatos de
nuestras vidas. “Los dioses, como los sufrimientos del alma, se entremezclan unos con otros. La
mitología clásica nos hace desistir de nuestra fijación por encasillar cada dificultad, por dar a cada
dificultad un nombre y a cada nombre un pronóstico”.xiv (Hillman, 2000). Nos permite entrar en la
fantasía del mito con su mismo lenguaje de imágenes donde la psicopatología se expresa en el
lenguaje de la psique, sin requerir interpretación. Las narraciones mismas del mito, de la historia
del paciente, tienen su propio aspecto psicopatológico.
El resultado de esta aproximación es el surgimiento del método de la fantasía que nos permite
acercarnos a los mitos y a sus protagonistas, los dioses, en una actitud total y genuinamente
psicológica para que sea revelado que los dioses no son historias del pasado sino que viven
todavía, que hablan a través de nuestra fantasía y aflicciones y que se muestran a través de la
dinámica de la imaginación. Todo esto actúa terapéuticamente al generar nuevo conocimiento.
“Entrando dentro del núcleo arquetípico divino de los complejos, podemos ser curados de lo que
nos aflige por lo que nos aflige. El problema queda así redimido por su propia fantasía, ya que la
fantasía hace transparente el núcleo arquetípico del complejo.”xvi (Hillman, 2000).
La mención expresa de Hillman del “efecto terapéutico” de este método de aproximación abre la
inquietud sobre cómo se lleva a cabo este proceso que es sin un Yo que coordine a nivel
conciente: un análisis sin Yo, eso se desprende de lo planteado. ¿Con qué lenguaje accedemos a
ese mundo inconsciente para luego dar cuenta de él? Probablemente con las imágenes, con las
cuales el yo imaginal tiene una sintonía perfecta.
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De Jung a Hillman o de Hillman a Jung
No se necesitaría un nuevo lenguaje explicativo sino algo como un lenguaje intuitivo, los nomina,
dirá Hillman, deberían pasar a ser objeto de nuevas intuiciones. “Alejándonos de la posición de la
conciencia, llegamos a un nominalismo radical y podemos empezar a adentrarnos intuitivamente
en el viejo lenguaje diagnóstico pertrechados con una visión imaginativa”.xvii (Hillman, 2000).
Intuición e imaginación, ambas necesidades de expresión de la fuerza arquetípica son las que
propone Hillman en esta nueva aproximación que, quitándole el nombre de patológico podrían ser
la expresión de un aspecto del alma que presiona por ser considerada. Ni la voluntad ni la razón,
funciones del Yo racional de la conciencia, pueden producir intuiciones e imágenes, ellas vienen
desde un fondo que sólo el yo imaginal puede reflejar y, así transformar la fantasía en
imaginación.
Reimaginar la psicopatología permite recrear, dar un nuevo aire a los términos antiguos
recuperando de ellos su sustancia arquetípica. Todos los nombres dados a la sicopatología
pertenecerían desde esta mirada, a la “naturaleza tortuosa” de la psique, a la complejidad propia
de la vida psíquica. “La distorsión psicopatológica es la condición primaria inherente a nuestra
complejidad, es la trenzada corona de espinas, y también la guirnalda de laurel, ...como dijo Jung,
los complejos son la vida en sí misma; librarse de los complejos equivale a librarse de la vida.”xviii
(Hillman, 2000). Acercarse, a la psicopatología, con sus dioses y mitos equivaldría, entonces a
acercarnos a la vida.
Reflexiones finales
La experiencia
Inicié este trabajo hace muchos meses atrás, cautivada por algunas lecturas del autor. Supe desde
el comienzo que este sería el tema y la motivación me hacía anticipar que su realización sería en
un plazo prudente. Motivación, plazo, prudencia, parecen no ser términos adecuados para
acercarse a Hillman y por ende, como si los dioses me hubiesen abandonado comenzaron a pasar
los meses. De cuando en cuando tomaba lo realizado para continuarlo y una sensación de
desagrado y rechazo se apoderaba de mí. Tan intensa como mi motivación fue el rechazo posterior
frente a Hillman. La decisión no se dejó esperar, desde mi ego o Yo racional para seguir a Hillman
se impuso el cumplimiento de las exigencias y comencé otro trabajo para ser entregado en el
plazo correspondiente. Pero Hillman se quedó, por cualquier camino que direccionaba el trabajo
llegaba a Hillman, si todos los caminos conducen a Hillman, habrá que ir hacia allá, concluí.
Tuvieron que pasaron varios meses más para re-encantarme con la idea de emprender este
desafío que tuvo un nuevo motor en la lectura del libro “El sueño y el inframundo”, una suerte de
viaje al interior que desafiaba sin pudor la vía regia del trabajo con sueños realizado por Jung y los
junguianos. El lenguaje enfático y el reconocimiento de su inclinación por lo radical y
escandalosamente nuevo, abrió de nuevo el apetito por conocerlo. Señala Hillman, “he llegado a
creer que todo el procedimiento de interpretación de sueños dirigido a incrementar la conciencia
acerca de la vida es algo radicalmente erróneo. Y digo erróneo en todo su sentido; perjudicial,
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Por primera vez se hace presente la pregunta ¿es Hillman junguiano? Y otra ¿cuándo y cómo se
alejó de Jung tan evidentemente como aparece en relación a los sueños? Y muchas más. Atracción
envolvente - agobio, confusión y rechazo es la polaridad que despierta en mí Hillman.
En el polo de la atracción se despierta una convicción intuitiva de que lo que describe es tan real y
cercano que podría hasta palparlo en mí y en mis pacientes, en muchas “historias clínicas” de
pacientes realizadas en estos años de trabajo. El pathos de mis pacientes se me hace tan cercano
que parece inundarme. Recuerdo en esos instantes lo que dice Thomas Moore en su libro “El
Cuidado del Alma”, que representó mi primer acercamiento a Hillman hace ya varios años, “Un
tratamiento poético y sensible de las imágenes apoya la intuición, que se relaciona con la emoción
y la conducta de un modo mucho más directo que una interpretación racional.”xx (Moore, 1994).
La poética de la enfermedad, del dolor, del sufrimiento, acercándose a ella para permitir una
vivencia armónica. Un desafío imposible para la conciencia, con el Yo como centro.
La pregunta
Pienso inicialmente en Jung y sus aportes, ¿se necesitaban?, sin duda diría que sí, con firmeza y
convicción, él desentrañó misterios del inconsciente donde Freud no pudo llegar y hoy nos parece
como si siempre hubiésemos creído en una realidad psíquica como la que él plantea, toda llena de
imágenes arquetípicas.
Así como Jung vio en la represión la piedra de tope que Freud no pudo sortear, Hillman ve en la
compensación el límite que se le impuso a Jung para no llegar hasta donde él está llegando, un yo
imaginal que no requiere equilibrar ni compensar ni interpretar ni explicar. Lo imaginal se impone
sobre lo compensatorio como proceso básico del funcionamiento psíquico. Una gran diferencia
que Hillman plantea más bien como una gran amplificación de lo insinuado por Jung.
Este es un tema central al momento de abordar lo que podrían ser las diferencias en el abordaje
del trabajo clínico entre Jung y Hillman. Para el primero el objetivo del análisis es la Individuación
entendida como “llegar a ser un individuo y, en cuanto por individualidad entendemos nuestra
particularidad más interna, última e incomparable, llegar a ser uno Mismo”xxi(Jung, 2003). Sería
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De Jung a Hillman o de Hillman a Jung
propiciar, favorecer un proceso al cual, naturalmente, estamos llamados por el hecho de ser
humanos. Según lo describe Stein el mecanismo psicológico mediante el cual acontece la
individuación es lo que Jung llamó “compensación” que ocurre en forma espontánea en los
sueños, aquí estaría la raíz de la importancia del análisis de los sueños en el análisis junguiano:
equilibrar el psiquismo a través de la compensación de lo conciente, con el ego como centro, por
lo inconsciente, expresado en los sueños.
Hillman aboga por un yo que descienda a las profundidades imaginales y ahí se quede, para cobrar
vida como alma. “En este sentido, el objetivo del análisis no sería la individuación, sino la
animación” (Adams, 1999).xxii Y ésta se realizaría a través del trabajo con los sueños donde se
refleja todo un mundo de “esencias” más que un “subsuelo de raíces y semillas”. La propuesta es
acercarnos al sueño tomándolo tal cual es, como una realidad en sí no como una representación
de algo que está por nacer. Serían figuras de la Sombra que cumplen roles arquetípicos.
Si la pregunta o una de ellas era sobre un análisis hillmaniano, algo de respuesta se obtiene en sus
planteamientos sobre los sueños. En sus palabras él señala “Una psicoterapia que refleje estas
profundidades no puede, por lo tanto, intentar lograr una individualidad indivisa o promover una
identidad personal basada en una totalidad unificada. En cambio, el énfasis psicoterapéutico
recaerá en los efectos desintegrativos del sueño, los cuales nos confrontan con nuestra des-
integridad moral, nuestra psicopática falta de control central sobre nosotros mismos. Los sueños
nos enseñan a ser plurales, y que cada una de las formas que ahí figuran son “el hombre en su
totalidad”, sus plenos potenciales de conducta. Sólo desintegrándonos en las múltiples figuras,
nuestra conciencia se amplía lo suficiente para abrazar y contener sus potenciales psicopáticos.”
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(Hillman, 2004).
Hay algo tentador y a la vez inabarcable en esta propuesta, tal vez por eso misma atractiva.
Sumergirnos en un mundo sin ego y por ende sin patología en relación a él, es quedar a merced de
los dioses y sus reglas o ausencia de ellas, en el trabajo y en la vida. Quizás es lo que en definitiva
hacemos día a día con nuestros pacientes y Hillman se atrevió a ponerlo en el papel. Si es así, es
claro que su aporte al pensar clínico y a su expresión en el trabajo es muy valioso y el leerlo bien
valió el esfuerzo.
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Bibliografía
Referencias Bibliográficas
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