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Cuántas Horas Diarias Es Soportable Un Ser Humano
Cuántas Horas Diarias Es Soportable Un Ser Humano
Esto rige para las relaciones normales y cotidianas con familiares, amigos y parejas estables. No rige para
las relaciones especiales y desorganizantes en que
hay pasión, deslumbramiento, admiración, obstinación, arrebato, obcecación y frenesí; verbigracia,
el enamoramiento, que implica un régimen atencional completamente anómalo. Tampoco rige para los
casos de seres humanos aburridos y patéticamente desprovistos de vida interior que se reúnen horas de
horas para mitigar su tedio.
El gran poeta italiano Giacomo Leopardi (1798-1837) dijo la siguiente frase célebre que a mi juicio es
verdad axiomática:
"No hay nada más raro en el mundo que una persona habitualmente soportable."
- Giacomo Leopardi (*)
Jean-Paul Sartre soportaba muy poco a los hombres y muchísimo a las mujeres, lo cual me extraña, salvo
que las tales hayan sido como la Beauvoir, o si no precisamente como ella, al menos parecidas.
"Con los hombres –dice Sartre–, una vez que se ha hablado de política o de algo parecido, gustosamente me
callaría. Me parece que la presencia de un hombre durante dos horas en un día, aunque no vuelva a verle al
día siguiente, es más que suficiente. Mientras que con una mujer eso puede durar todo el día y además
continuar al día siguiente."
Julio Ramón Ribeyro embrutecía si estaba más de tres horas con los seres humanos.
"Sé por experiencia –confiesa Ribeyro– que no puedo soportar la presencia de una persona más de tres
horas. Pasado este límite, pierdo la lucidez, me embrutezco, las ideas se me ofuscan y al final o me irrito o
quedo sumido en un profundo abatimiento."
"Algún día analizaré con calma los orígenes de mi incapacidad para la vida social. Me gustaría determinar la
época exacta en que comienzo a sentirme incómodo entre mis semejantes, a sufrir su presencia como una
agresión, a buscar la soledad y el silencio. Si me remonto a los años de mi infancia, descubro que mi reserva y
mi hermetismo son tan antiguos como mi uso de razón."
(*) Esto también lo sabía, y muy bien, el ilustre científico español Santiago Ramón y Cajal, que en su libro El
Mundo Visto a los Ochenta Años, cuenta haber sufrido en su vejez de hipoacusia o disminución de la
sensibilidad auditiva. "En cuanto a mí –dice–, prefiero mil veces la sordera a la ceguera. Aquélla me aleja
del animal humano, a menudo insoportable, cuando no insidioso y hostil."