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EL Psicoanalisis-Del-Duelo
EL Psicoanalisis-Del-Duelo
Introducción
“Y espero que pronto se consolará usted de mi muerte y que me permitirá seguir viviendo en su recuerdo amistoso – la única clase de inmortalidad
limitada que reconozco-.”
Es claro que el proceso de cada caso individual se nos presenta a través de los
múltiples y diversos “ropajes psíquicos” (psychische Umkleidungen) de cada
uno en su vida y en su contexto psicosocial en ese momento determinado. Con
esto quiero decir que interpretaciones del tipo “se identifica con el objeto a fin
de mantenerlo vivo” son atribuciones de sentido a posteriori.
Como he dicho, el duelo es parte constitutiva del vivir; no hay quien no tenga
pérdidas y duelos. De no ser por su habitualidad, el duelo podría ser
considerado una enfermedad. Así lo hace notar Freud (1917, pag. 242): “En
verdad, si esta conducta [la del sujeto en duelo] no nos parece patológica, ellos
se debe a que sabemos explicarla muy bien”. Más allá ha ido Engel. En un
trabajo titulado “¿Es el duelo una enfermedad?”, argumenta que existe un
factor etiológico conocido, una evolución “normal” también conocida, que se
manifiesta por síntomas psíquicos dolorosos, a veces incluso tiene
manifestaciones orgánicas, trastornos en la capacidad de funcionar – a veces
por días, semanas o meses -, un curso relativamente acotado en el tiempo,
posibilidad de complicaciones, y finalmente una “curación” o “cicatrización” más
o menos lograda.
El duelo, siendo un fenómeno individual, trasciende esos límites; es también un
fenómeno social y cultural. Diferentes culturas tienen normas de
comportamiento aparentemente diversas, pues en el fondo son similares.
Básicamente apoyan al sujeto en duelo, lo “obligan” a meterse en él, a
transcurrirlo y a salir. Aquí hay, a mi juicio, un proceso de realimentación
positiva: a través de la exteriorización de los procesos psíquicos del duelo, se
crean normas sociales, religiosas, etcétera, que a su vez refuerzan y
devuelven, con la fuerza de lo colectivo, los sucesos y procesos intrapsíquicos.
En el caso princeps de la muerte de seres significativos, nos ha permitido
ponernos en contacto con civilizaciones primitivas (Freud, 1913; Roheim, 1945)
y civilizaciones adelantadas ya extinguidas.
Sentido de duelo
“Duelo y melancolía”
Hay otros conceptos posfreudianos que también son importantes para la mejor
comprensión del duelo, por ejemplo: la distinción clara entre introyección e
identificación, entre identificación primaria y secundaria, entre identificaciones
pasajeras e identificaciones estructurantes, la teoría de las relaciones de objeto
internas, etc. Sólo me quiero ocupar en este lugar de una idea central en
“Duelo y melancolía” que a mi juicio no se puede seguir sosteniendo
actualmente, una diferencia básica entre los mecanismos del duelo y los de la
melancolía. Freud postulaba que en el duelo, una vez producida la
desaparición del objeto externo, el yo procedía a retirar paulatinamente sus
investiduras del objeto. Pienso que aquí Freud se refiere al objeto externo y
quiero hacer una reflexión acerca de su ambigüedad respecto a ese “objeto”.
No resulta claro si se trata del objeto externo o de su representación psíquica.
tanto es así que Strachey (1953), comentando otro texto de Freud, de 1905, se
ha visto obligado a señalar: “Es escasamente necesario explicar que aquí,
como en toda otra parte, al hablar de libido que se concentra en ‘objetos’, se
retira de ‘objetos’, etc.
Pero todavía en 1915, Freud distingue a la melancolía del duelo, porque cree
que en la primera se introyecta el objeto y en el duelo no. De ahí que Fenichel
hable de la “introyección patgnomónica” del objeto externo en la melancolía.
Del destino ulterior de las investiduras retiradas del objeto (¿externo?) Freud
no dice nada en ese texto. Como ya lo he señalado, en el Apéndice C de
Inhibición, síntoma y angustia estas investiduras acumuladas (¿en el yo?),
llamadas por Freud “cargas de nostalgia”, producirían dolor (psíquico) por
efecto de la mera cantidad.
Pienso que en este planteo de internalización del objeto externo Freud tenía
muy presente la casi contemporáneamente escrita (1914) teoría del narcisismo,
y más precisamente la “ameba narcisista”, con su extensión pseudopódica
englobando un objeto extraño exterior para luego retrotraer el pseudopodio,
con lo cual el objeto exterior devenía interior al cuerpo celular.
Pero, ¿quién tiene una imagen absolutamente objetiva como para establecer
un parámetro de comparación?. Claro que hay un consenso mayoritario, pero
ése se aproxima, como la normalidad, a una apreciación estadística.
Volviendo al duelo, creo que estas consideraciones llevan a pensar que no hay
diferencias en los mecanismos psíquicos del duelo y de la melancolía. Freud
(1917, pag. 254) dice: “[...] en efecto no tardamos en discernir una analogía
esencial entre el trabajo de la melancolía y el del duelo”.
Creo que el proceso es diferente y más complejo que lo que dice Freud, y
puedo dar una descripción metapsicológica más precisa – a la luz de los
desarrollos actuales – y más adecuada a los hechos clínicos y fenoménicos.
Creo que este retiro libidinal debe completarse con las nociones de
desneutralización o desintrincación de la pulsión de vida respecto de la pulsión
de muerte, liberando el accionar más o menos puro de la auto y
heterodestructividad de la pulsión de muerte. Así también opina Roheim (1945,
pag. 69): “La presencia de la muerte y la disrupción de un lazo libidinal libera a
Tánatos en su forma original, que entonces se manifiesta en la
automortificación de los sobrevivientes”. De no ser así, no veríamos las
intensas manifestaciones persecutorias observadas comúnmente en los duelos
ni aquellas que, según Green, están “más allá del displacer: el desvalimiento, la
desdicha, etc.”. En mi opinión, si el proceso sólo consiste en que a un objeto se
le retira su investidura significativa, entonces, dejaría de existir psíquicamente,
se borraría del psiquismo.
Los procesos que estoy describiendo representan una situación de peligro para
el yo que contiene este objeto en proceso de morir/vivir, activamente
destructivo y amenazador. El yo produce ante esta situación de peligro intenso
su angustia señal y moviliza sus defensas. Creo que la defensa más importante
es la recarga erótica, libidinal, masiva del representante interno del objeto
externo desaparecido, en una tentativa de volver a investir libidinalmente el
objeto interno “muerto” y neutralizar la pulsión de muerte en él. Esta defensa es
del tipo que Freud (1920) describe en Más allá del principio del placer cuando
se produce una ruptura en el aparato amortiguador de estímulos: “De todas
partes es movilizada la energía de investiduras a fin de crear, en el entorno del
punto de intrusión, una investidura energética de nivel correspondiente. Se
produce una enorme ‘contrainvestidura’ [...]”.
Todos ellos podrían delinearse con las palabras de M. Klein, que coinciden con
mis descripciones: “En mi experiencia la concepción paranoica de un objeto
muerto en el interior del cuerpo es el de un perseguidor secreto y siniestro. Se
lo siente como si no estuviera totalmente muerto y pudiera reaparecer en
cualquier momento de un modo astuto e intrigante”.
Ejemplo 1: Una paciente en duelo agudo por la muerte reciente de una figura
paterna muy querida sueña: “Iba por un pasillo en un hospital. Sergio estaba
enfermo, internado. De una habitación a oscuras se oía un timbre, como un
llamado. Me dio miedo, y por eso seguí de largo”. Posteriormente asocia:
“Tengo aquí en el pecho un hoyo grandote por donde se van las cosas”:
El segundo ejemplo es más corto. Un viudo joven, cuya esposa había fallecido
en un accidente de auto en el que él manejaba, estuvo largo tiempo sin poder
relacionarse con mujeres. Luego pasó un tiempo en que no podía establecer
contacto amoroso con las mujeres con las que salía, hasta que finalmente se
enamoró y decidió casarse. Pero no pudo hacerlo hasta que fue a la tumba de
su esposa y le “pidió permiso” para casarse. Sólo así pudo hacerlo. la muerta
actuaba como objeto sueryoico que por efecto del análisis fue mutando,
haciéndose más permisivo.
Identificaciones
b. Si la mujer muerta está identificada como yo, puede ser que ni siquiera
sienta deseos: “está muerto”, para la sexualidad y el deseo, y/o también
lo están sus genitales.
Otras formas de duelo patológico pueden ser del tipo de la aparente “ausencia
de duelo” o “duelo detenido”, por una especial escisión y encapsulamiento de
parte del yo y el superyó que contienen el objeto “muerto”, como uno de los
casos que he descripto. O bien el duelo prolongado, por diversos factores. Hay
una rara especie llamada “duelo por testaferro”, estudiada por W. Green, en la
que el sujeto desplaza todas sus investiduras del objeto perdido hacia otro
objeto, y el duelo queda suspendido hasta la pérdida del nuevo objeto. Hay
también duelos “desplazados” o vividos a través de enfermedades orgánicas.