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La ciencia política
El siglo XVI se caracterizó por los grandes cambios en todas las dimensiones del
pensamiento y la actividad humana. Simultáneamente se producía la Reforma, el
Renacimiento, la expansión vertiginosa de la economía y surgía la inflación, consecuen-
cia del enorme flujo de los metales preciosos provenientes de América; se producía la
modificación de las rutas del comercio -del Mediterráneo al Atlántico-, la expansión
demográfica y el ensanchamiento progresivo del mundo conocido.
Prelot describe la situación política italiana en los términos siguientes: "Italia, al norte
de los Estados Pontificios seguía siendo bastante parecida por la Estructura de Ciudad-
Estado, a la Grecia de las Polis". "Existen tres grandes Ciudades-Estado, de mayor
importancia: Venecia, Milán y Florencia y otras tres de segunda línea: Génova, Ferrara
y Bolonia. Maquiavelo capta la necesidad de abandonar esas estructuras cualitativa y
cuantitativamente superadas. Las ciudades son unidades militar y demográficamente
insuficientes. Con el desarrollo adquirido por las industrias y el comercio resultan
inclusive demasiado débiles económicamente. Ha llegado la hora del Estado Nación". Y
Maquiavelo cree que en "Italia puede y debe verificarse", el mismo proceso de unidad
nacional como lo han hecho España, Francia e Inglaterra.
Este es el escenario que aguarda ser analizado por un pensador de fuste como
Maquiavelo.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527)
Nació en Florencia el 4 de mayo de
1.469, en el seno de una antigua familia
burguesa, perteneciente a los popolani
grassi. (que son aquellos que han hereda-
do Bienes de Renta)
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Maquiavelo es detenido bajo del cargo de conspiración y sometido a malos tratos y
torturas y, aunque no se prueban las imputaciones en su contra, se lo obliga a partir al
ostracismo. Se retira a su villa de Albergaccio y desde su destierro, reflexiona sobre los
hechos políticos del pasado y el presente y produce sus obras fundamentales.
En una carta dirigida a su amigo Francesco Vettori, describe así su retiro: "Permanezco
siempre en la aldea" -se refiere a Percussina- y desde que me "sucedieron aquellas cosas,
no estuve en total más de 20 días en Florencia. Me dedico a cazar tordos con liga. Cazo
entre 2 y 7 pájaros, y así pasó septiembre".
Llegada la noche, vuelvo a casa. Antes de entrar a mi estudio, quito mis ropas rústicas,
sucias y enlodadas, y vestido con dignidad, comparezco ante los hombres de la
antigüedad. Acogido amorosamente por ellos, satisfago mis vigencias intelectuales con
ese alimento, el único que me conviene y para el cual nací. No temo pues, conversar con
ellos y pedirles cuentas de sus actos, pues siempre responden amablemente. Durante
4 horas no sufro preocupación alguna, olvido las penas y ni me asusta la pobreza ni me
espanta la muerte".
Sus otras obras tienen el mismo cuño. "La Mandrágora" es una comedia muy al estilo
de Boccaccio, que vió luz en 1.518. "El Arte de la Guerra", libro aparecido en 1.519, insiste
en la necesidad de que los Estados formen ejércitos ciudadanos -al estilo de las
repúblicas antiguas- y no dependan de los contingentes mercenarios, peligrosamente
volubles porque no luchan por sus ideales o por la patria, sino por el dinero que reciben
del príncipe. A esta obra le siguió "Vida de Castruccio Castracani" y luego "Historias
Florentinas", aparecido en 1.525.
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Gran Consejo que trató su incorporación como Secretario de la Segunda Cancillería
Florentina, el 10 de junio de ese año. El resultado fue adverso: sólo apoyaron su
candidatura 12 ciudadanos sobre un total de más de 1.000 electores. Maquiavelo no pudo
superar este nuevo revés de la fortuna esquiva y murió dos semanas después, en la
soledad de su retiro, rechazado por La República que había sido su amor más entrañable
y no correspondido (en una de sus frases el Florentino había dicho: "Amo a mi Patria más
que a mi alma"). Irónicamente Maquiavelo esperaba una actitud más generosa de su gente,
a pesar de sus ácidas ponderaciones sobre el comportamiento humano descriptas en "El
Príncipe": "Los hombres son ingratos, volubles, simuladores, escapan al peligro y aman
las ganancias. Mientras nos necesitan nos ofrecen sangre, caudal, vida e hijos; pero se
rebelan cuando ya no les somos útiles". En esa oportunidad sus compatriotas se
comportaron como Maquiavelo había predicho en El Príncipe, negándole su reivindicación
histórica.
Ello no nos parece ser cierto, en especial, si se toman en cuenta las circunstancias que
rodean la composición de "El Príncipe", pero es lamentable que la mayor parte de los
lectores haya conocido a Maquiavelo a través de esta última obra. Ambas obras
presentan aspectos del mismo problema: las causas del auge y la decadencia de los
Estados y los medios por los cuales pueden los estadistas hacer que perduren".
Esta dicotomía puede aclararse si se analiza la finalidad de cada una de las obras
señaladas.
Touchard, en sus comentarios sobre "El Príncipe", expresa: "En esta obra, que no es
un Tratado de Filosofía Política, Maquiavelo no se pregunta cuál es el mejor gobierno o
qué es lo legítimo.... sino, simplemente, pensando en la situación italiana: ¿cómo hacer reinar
el orden, cómo instaurar un Estado estable?, y finalmente cómo lograr la unidad italiana".
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Según Charles Benorst, las características fundamentales del Príncipe que "debe
venir" son las siguientes:
SU REALISMO: debe estar atento para consultar los hechos y desentrañar la verdad para
poder operar con eficacia y precisión.
SU SENTIDO DEL CÁLCULO: el Príncipe debe preferir ser temido que amado. Si logra ser
además amado, tanto mejor, porque se gobierna más eficazmente cuando existe
consenso.
SU HABILIDAD: "La cualidad esencial del Príncipe es la Virtú", que es una energía
impetuosa, que combina la destreza, la astucia, la determinación y la fuerza. "Las
cualidades del Príncipe exigen una creación continua, una tensión sin relajamiento
dirigida a una finalidad" -añade Prelot.
Lo que importa para medir la acción política del Príncipe es la eficacia y no la moralidad
intrínseca de sus decisiones.
La Razón de Estado
Prelot dice que la Razón de Estado es una de las claves del Maquiavelismo y su
"legado fundamental a la corriente política que va a suscitar".
La ley suprema que debe regir los actos del político es la eficacia y el éxito en el logro
de los fines. Si los medios resultan perversos o inmorales estarán justificados en tanto
y en cuanto se logren los objetivos del poder.
Esta manera de ver el tema político ha llevado a los autores a hablar del inmoralismo
de Maquiavelo. Sabine aclara que más que inmoralismo debe hablarse de amoralismo
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de las teorías del pensador florentino, porque no se trata de un autor que ataque la moral,
sino que simplemente prescinde totalmente de ella.
En síntesis: en “El Príncipe”, obra que fue dedicada a Lorenzo de Médicis -duque de
URBINO-Maquiavelo tenía el propósito de inducirlo a emprender la tarea de unificar Italia
y dotar al Estado Latino de la solidez y estabilidad que presentaban España y Francia.
En este aspecto Maquiavelo es contundente: "Sin Príncipe no hay unficación" -afirma-.
“Es mejor ser temido que ser amado” -afirma el Florentino-. Sin embargo, la mayor
fortaleza del príncipe es lograr la adhesión de su pueblo y es por ello que la hipocresía
se convierte en un deber de Estado.
El modelo humano concreto que Maquiavelo tuvo en mente al escribir el Príncipe, fue
César Borgia, hijo del Papa Alejandro VI, cuya estrella tuvo un brillo fugaz en el firmamento
italiano.
Sin embargo, entre todos los Estados Históricos, La República Romana se presenta
como una realidad que permite tomar su precedente como elemento orientador y de
reflexión política.
Esta obra fue concluida entre 1.513 y 1.519. A lo largo de sus páginas, la historia de
la república romana le permite reflexionar desde una perspectiva histórica y proponer
como paradigma futuro al Estado Republicano. En esta obra, el pensador deja trasuntar
"su auténtico entusiasmo por el gobierno popular de que es ejemplo la República
Romana, pero que consideraba impracticable en la Italia de la época en que él escribía"
-apunta Sabine-.
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El estado Maquiavélico es laico, racionalmente construido y basado en el arquetipo
romano. Es por ello, que le hace considerar imprescindible -como genuino instrumento del
poder del estado-, la creación de un ejército nacional integrado por los ciudadanos. El
servicio militar es imprescindible para dar a la República la garantía de una fuerza armada
que responda a los intereses de su pueblo. Por contraposición, advierte que los mercena-
rios constituyen la fuente de la debilidad de los estados italianos de su tiempo, por la
característica voluble e inestable de sus pactos, ligados a los príncipes sólo por un
contrato pecuniario.
La obra bajo análisis, tuvo una gran influencia posterior. Los jacobinos, dos
siglos después, lo tenían como libro de cabecera y como gran modelo político de
la Revolución Francesa.
Los pensadores que dan el marco teórico al nacimiento del estado son Maquiavelo,
Bodin y Hobbes, que pudieron percibir el proceso de concentración del poder real y la
unificación de las naciones.
James Bumnham en su obra "Los Maquiavelistas" dice: "Existen ciertos fines peculia-
res y propios de la ciencia sin los cuales la ciencia no existe. Estos son: la descripción
exacta y sistemática de los hechos públicos, la tentativa de establecer correlaciones entre
series de estos hechos con el propósito de descubrir leyes y , mediante estas correlacio-
nes la tentativa de predecir, con cierto grado de probabilidad, los hechos futuros".
"En los escritos de Maquiavelo" -por vez primera luego de la Edad Media- "siempre
están presentes y rigen la lógica de sus investigaciones".
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No se deja arrastrar por la emoción o el sentimiento, las afinidades selectivas, las pulsiones
de la subjetividad o la pasión -en contraposición a Dante, que es todo pasión, idealismo y
parcialidad genial-
Sus escritos son claros y sabemos perfectamente que su temática explícita no tiene
propósitos subyacentes. Sus hipótesis pueden ser cotejadas, sometidas a prueba y
contrastadas con la realidad.
Entiende que la política consiste en el estudio de las luchas por el poder -Faz Agonal-
y de las actitudes y acciones que permiten conservarlo y acrecentarlo.
En ese estudio el punto de partida son los hechos observados y no los principios
deductivos, abstractos y generales que se supone gobiernan "la naturaleza del hombre
y la sociedad". Los pensadores que deducen conclusiones basándose en principios
apriorísticos fuerzan a los hechos para que concuerden con sus hipótesis intelectuales
y si las explicaciones no resisten el análisis lógico, "peor para los hechos".
Maquiavelo privilegia los hechos, "son los hechos lo que deciden" en su sistema, nos
explica Burnham.
d) "En toda su obra está implícita una diferencia netamente acusada entre dos tipos
de hombre político" -dice Burnham-. Podríamos llamar a una de ellas el tipo gobernante
y a la otra, el tipo gobernado.
Los primeros son los que tienen la ambición, el deseo y la perseverancia para acceder
al poder. Los segundos, integran la mayoría de los que ni aspiran ni tienen la capacidad
de gobernar. Esta distinción supone que la lucha por el poder se circunscribe a pequeños
núcleos de hombres que integran la "clase gobernante" y no la pasiva clase gobernada,
que no se involucra ni se interesa por los problemas del poder.
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El tipo gobernante se caracteriza por lo que Maquiavelo denomina Virtú, que es un tipo
de energía especial, mezcla de un impulso incoercible, de una ambición sin límites y de la
férrea voluntad de acceder al poder. "Es una energía a la vez brutal y prudentemente
calculadora, ajena a cualquier preocupación de la moral ordinaria" -nos la describe J.
Touchard.
Para alcanzar sus propósitos el político -el tipo gobernante- no reconocerá límites éticos.
Su cualidad más generalizada será dominar las artes del fraude. "Se pasa de la pequeña a
la gran fortuna más bien por el fraude que por la fuerza" -acota el florentino-. Esta observación
es válida para todos los tiempos y lugares -toma como ejemplos de la antigüedad a Filipo de
Macedonia, Agatócles y Ciro; y a Juan Galeazzo, quien quitó la Lombardía a su tío maese
Bernardo, como uno de los ejemplos de sus contemporáneos.
Las otras condiciones del hombre dotado de Virtú, son la astucia, la perseverancia, el
valor indomable y la voluntad en la adquisición de los objetivos.
Las ciudades italianas que aún eran grandes potencias, no tenían posibilidades de
mantener su posición independiente por mucho tiempo, frente a la realidad emergente
de los nuevos Estados centralizados.
En su obra "El Príncipe", Maquiavelo reclama de sus hombres más insignes, que uno
de ellos levante la bandera de la unificación. El Príncipe, el monarca fuerte, es quien debe
dar coronación a esta tarea, como se ha verificado en España -bajo Fernando El Católico-
, en Francia por imperio de una sucesión de Reyes fuertes, y en Inglaterra.
Maquiavelo y la Religión
Maquiavelo siente que la Iglesia Católica tiene una gran responsabilidad histórica,
como factor obliterante de la unidad italiana.
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Sus ataques al cristianismo evocan los argumentos levantados por los paganos
cuando se produjo la caída de Roma y que fueron rebatidos magistralmente por San
Agustín. La religión cristiana al santificar "únicamente a los humildes y a los hombres
entregados a la contemplación más que a la vida activa", habría exhaltado a los débiles
y promovido una moral claudicante, propia de pueblos esclavos. Falta el culto al
heroísmo , al valor cívico, al despliegue de la energía humana propia del ciudadano
griego y romano.
Esta posición será luego retomada por el filósofo alemán Federico Nietzche, quien
elevará el mito del héroe, del super-hombre, radicalmente anticristiano. Esta posición
neo-pagana y sus mitos, serían luego tomados por los teóricos del nazismo y por un
Nietzcheano tardío -Julius Evola- ideólogo del fascismo italiano.
El Maquiavelismo
"El sustantivo doctrinal Maquiavelismo es utilizado por los autores del siglo XVI" -anota
Alberto Rodríguez Varela, parafraseando a Prelot-. "Alude, en síntesis, a un pragmatismo
amoral apreciado como indispensable para el éxito político" -añade el autor citado-.
Se podría incluir en esta lista a los dictadores marxistas que han recibido su orientación
maquiavélica como inherente a su doctrina, que preconiza la eficacia de los hechos
políticos como patrón para medirlos y ensalzarlos. También para los marxistas el fin
justifica los medios.
Esta vertiente del pensamiento, que se abroqueló tras el principio de las nacionalida-
des, iluminó a los Jacobinos dándoles sus aportes doctrinales, y a los movimientos de
Unidad Nacional de Italia. La Joven Italia de Mazzini, inspiró a Garibaldi; Mussolini, que
reconoce su filiación Maquiavélica en su ensayo "Preludio a Maquiavelo", Hegel -quien
lo admira como un precursor del Estado unificado y moderno, Nietzche -quien toma en
bloque su ataque al cristianismo y el culto al héroe y al hombre fuerte, Marx -que acepta
el criterio amoralista de que el fin justifica los medios-, etc.
Gaetano Mosca: el gran teorizador de la clase política, que es una actualización del
grupo gobernante de Maquiavelo.
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Roberto Michels: quien analizó y formuló su "Ley de Hierro sobre las Oligarquías".
En resumen:
- Se inspira en los modelos del mundo clásico. Su obra principal así lo atestigua
(Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio)
- Es un patriota: porque todos sus escritos y actos están transidos del supremo amor
por la patria, que según su propia confesión, era más fuerte que el amor por su propia
alma.
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ACTIVIDAD Nº 23
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La Reforma
Las naciones europeas habían integrado "la cristiandad" a través del largo período de
la Edad Media. El enjambre de reinos, señoríos y ciudades de Europa conformaban "un
pueblo determinado y escogido" que reconocían como factores de unidad espiritual a la
Iglesia y al Imperio -continuador del Imperio Romano- en lo temporal.
La Reforma -que se inicia en el Siglo XVI quebró la unidad del orbe cristiano,
favoreciendo el proceso de concentración del poder en manos de los monarcas y
príncipes reformados e impulsó el desarrollo del absolutismo monárquico. Estas conse-
cuencias no fueron ni buscadas ni queridas por los reformadores cuya visión principal
se concentraba en materia específicamente religiosa.
La Iglesia ejercía una benéfica influencia moderadora en los conflictos europeos, que
se irá eclipsando progresivamente, mientras se van desatando las guerras religiosas que
desgarrarán la unidad del mundo cristiano y ensangrentarán el continente. Estos
conflictos darán impulso a la "necesidad de un poder fuerte que restablezca la paz social".
La Reforma también acentuará el proceso de creciente secularización de la cultura y el
desarrollo de instituciones civiles, cuya tutela se desplazará de la Iglesia al Estado.
Los Concilios de Londres y Oxford repudian sus teorías, que con posterioridad serán
empero difundidas por Juan Hus.
Martín Lutero -1.483 / 1.546- nació en Aisleben, Turingia, en el seno de una familia de
condición humilde. Sus padres, que habían advertido su gran inteligencia, lo enviaron a
estudiar Derecho a la Universidad de Magdeburgo, realizando para sostenerlo, penosos
sacrificios. A los 20 años Martín Lutero recibió su anillo de "Magister".
El día 2 de Julio de 1.505, sobrecogido por un hecho prodigioso, -un rayo cayó cerca
y no le hizo ningún daño a pesar de su proximidad- formula votos para entrar en la orden
de los Agustinos.
En ese tiempo, Lutero lee ávidamente las obras de Juan Hus y Wiclef, compenetrándose
de sus teorías.
En 1.511 viaja a Roma, donde recibe impresiones decisivas y una huella indeleble
para su toma de posición contra la Iglesia Romana. Morruet describe ese momento con
claridad: "La Roma del Renacimiento mostró a sus ojos los abusos religiosos y morales
que eran la cizaña del mundo en aquella época. Dolorosas experiencias develaron ante
él la corrupción que reinaba a las orillas del Tíber".
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Martin Lutero le contesta con un gesto tajante, fijando en la puerta de la Iglesia del
Castillo de Witteinberg un escrito que contenía sus 95 tesis, el día 31 de Octubre de 1.517.
Era el primer acto de proclamación de la Doctrina Protestante y el inicio del Gran
Movimiento Reformista.
En Leipzig Lutero sostiene una encendida polémica con el teólogo Juan Eck, en 1.519.
Posteriormente el Padre de la Reforma escribe sus obras "Del mejoramiento del estado
de la cristiandad", "Del cautiverio de Babilonia y de la libertad cristinana". En esta última
obra su pensamiento aparece maduro y consolidado.
En el año 1.521 el Emperador Carlos V lo hace comparecer ante La Dieta de Worms, con
el propósito de zanjar definitivamente las diferencias entre Lutero y la Iglesia. El Reformador
se abroquela en su posición y rechaza sistemáticamente los intentos conciliatorios, que
suponían una rectificación de sus doctrinas. Sus tesis son condenadas por la Dieta y
Lutero -protegido por el Elector de Sajonia- se refugia en el castillo de Wartburgo. En el
año 1.525 se casa dando "el ejemplo" sobre su rechazo al celibato sacerdotal.
La obra de Lutero
Lutero fue un pensador dotado de una fecundidad extraordinaria. La edición de sus
obras de Erlangen comprende 67 volúmenes escritos en alemán y 33 volúmenes en latín.
Lutero fue un reformador religioso y sólo incursiona en los problemas políticos desde
su visión del Evangelio. Los puntos esenciales de su predicación se refieren al origen
divino del Poder (Omnias Potestas ad Deo) y a la sumisión incondicional que debe el
súbdito a su gobernante. Esta posición reforzaba, desde el movimiento religioso la
tendencia al absolutismo ya señalada.
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En un opúsculo publicado en 1.521 y titulado "De la autoridad secular y nuestro deber
de obediencia", basa su argumentación en la Biblia, la epístola de San Pablo a los romanos
y otros textos pescriptivos de la obediencia de los súbditos frente al poder laico.
Tomando prestados argumentos de San Agustín señala que los hijos de Adán
pertenecen en su gran mayoría al reino del mundo -y están consagrados al pecado- y el
uno por mil, son ciudadanos del reino de Dios. Estos últimos tienen al Espíritu Santo en
su corazón y no requieren la sujeción a ningún poder. Si fuese posible aglutinar en un sólo
pueblo a los santos, estos elegidos podrían vivir sin ninguna autoridad, porque la
conducta de cada uno sería virtuosa sin necesidad de coacción externa.
"Pero el poder existe porque la naturaleza humana está totalmente corrompida por el
pecado original y el Príncipe debe mantener a raya el mal, como el domador al animal
salvaje y feroz" -señala Prelot-.
El Poder asume así una dimensión salvífica y represiva. El Príncipe se enfrenta al mal
y a la corrupción del mundo con su espada para desatar tajantemente los nudos
gordianos que constantemente trama Satán. En la concepción de Lutero, no existen dos
espadas como en la concepción medieval -la temporal que blande el poder civil y la
espiritual, que esgrime la Iglesia-. La espada única -la del castigo y la represión-
pertenece al Príncipe, que oficia de instrumento divino de venganza y de contención
contra los pecadores y los criminales. Precisamente el crimen atrae el castigo, y la pena
es una forma de expiación y de catarsis de los pueblos.
"Si el Príncipe es un tirano, si es cruel y sanguinario, la culpa es del pueblo que resulta
responsable. Los hombres tienen los príncipes que se merecen" -comenta Prelot-.
En su Tratado "De la Libertad del Cristiano", expresa que si el cristiano vive según su
fe es libre. Cada persona es sacerdote y rey de un reino espiritual e interior. Nadie puede
obligarla a creer en determinados dogmas y la opinión es absolutamente libre, porque
pertenece al orden de los pensamientos "Gednaken Sind Zollfrei" -proclama- (no hay
aduanas para el pensamiento).
"La autoridad temporal no tiene que castigar la opinión" -sentencia-, pero si la opinión
se exterioriza y se torna peligrosa por su publicidad, la autoridad debe procurar que no
haya ni división, ni disturbio, ni rebelión entre los súbditos".
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Juan Calvino (1.509 / 1.575)
Calvino pertenece a una generación posterior a Lutero y su vida se desenvuelve en un
contexto social y político diferente. La Monarquía francesa se ha convertido en un Estado
Moderno y centralizado y ha resuelto los problemas con Roma mediante un concordato
firmado en 1.515.
Cuando sólo tenía 27 años, Calvino da culminación a su obra "La Institución Cristiana",
en un latín pulido. En 1.547 publica esta obra en francés, que según el comentario de M.
Desgranges "es uno de los primeros movimientos de nuestra lengua moderna".
Dedica este libro al rey de Francia en los siguientes términos: "Al muy alto, muy
poderoso y muy ilustre Príncipe Francisco, Rey de Francia, muy cristiano, Príncipe y
Soberano Señor, de Juan Calvino".
Pierre Mesuard ha tratado de explicar la manera en que Calvino vino a ejercer una
virtual dictadura teocrática sobre la ciudad de Ginebra. Para hacer comprensible la
influencia de este "profeta moderno" sobre la ciudad, tomó la analogía del flujo magnético
que emanando de Calvino galvanizaba a los magistrados y al pueblo. "La Bibliocracia"
instaurada por Calvino consiste en que éste interpreta "ex cátedra" y sin apelación, la
palabra divina expresada en "El Libro de los Libros", y es esta palabra soberana la que
dirige los negocios de la ciudad Iglesia. Calvino pretende instituir a la ciudad de Ginebra
como un arquetipo que deberá ser prescriptivo para todas las iglesias reformadas -será
"una luminaria en la que todas las iglesias basadas en la reforma cristiana pueden tomar
ejemplo"- , afirmó.
John Knox
Este calvinista escocés plantea una tesis revolucionaria que contrastaría con la
apelación a la sumisión absoluta contenida en el pensamiento calvinista: "Dios manda
castigar a los idólatras y derribar a los príncipes enemigos de la verdadera fe".
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En 1558 formula el llamamiento “a la nobleza, a los Estados y al pueblo”, para deponer
a la diabólica regente papista sobre el fundamento de la violencia profética.
Este exponente del puritanismo escocés, copiará casi exactamente el arquetipo del
Gobierno Teocrático de Ginebra, luego de la victoria.
Los monarcómanos
Hacia el año 1.600 Barclay los denominó Monarcómanos, porque son autores que
levantan la bandera del derecho de resistencia -incluso el Regicidio- frente a los
monarcas que tiranizan a sus súbditos y no les permiten vivir plenamente su libertad
religiosa.
Los primeros autores que sustentaron esta posición fueron los calvinistas -o Augunotes-
que debieron padecer especialmente en Francia el mando de Reyes de confesión
católica y que también participaron en las guerras de religión.
b) Lauguet y Duplessis-Mornay:
"Las Vindiciae contra tyrannos", es una obra que fue escrita presumiblemente por
Hubert Languet y Duplessis Mornay -jefe del Protestantismo francés-, y que el editor
atribuye a Junio Bruto. En esta obra se afirma que los súbditos no están obligados a
obedecer al Rey que transgrede las leyes divinas o las leyes civiles. Sienta también el
principio de la superioridad del Pueblo sobre el Rey:"Israel -es decir el Pueblo- que ha
pedido y establecido un rey como gobernante, está por encima de Saúl" -es decir del Rey-
"establecido a requerimiento y por amor de Israel". Por pueblo, los autores de "las
Vindiciae", entienden una aristocracia integrada por los magistrados, los nobles y los
ciudadanos que tienen algún predicamento en la sociedad y no en el populacho "esa
bestia que tiene un millón de cabezas".
c) La obra "Du Droit des Magistrats sur leur sujets" (1.575) de Theodore de Beze en
Ginebra, continúa las enseñanzas de Calvino.
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Los magistrados han sido creados para el pueblo y no el pueblo para los magistrados.
La finalidad del Estado estriba en el bien de los miembros del cuerpo social.
Esboza la teoría del consentimiento del pueblo y de la delegación temporaria del Poder
en el Príncipe. Define esta delegación como "El Contrato Social", que establece los límites
del poder: por sobre todas las cosas, el poder viene de Dios y del pueblo por delegación
al Príncipe.
1) Condenan el Absolutismo
La Contrarreforma
El Concilio de Trento
El 13 de Diciembre de 1.545, cuando comienza a sesionar el Concilio de Trento,
convocado por Paulo III, la unidad del medioevo europeo se cae a pedazos. La filosofía
aristotélica cede ante las ideas de Maquiavelo: la política ya no es idéntica a la moral, y
un mosaico de naciones brota donde antes se asentaba el Sacro Imperio Romano
Germánico. Galileo ya se ha retractado, pero la verdadera víctima es el mundo que
imaginó Ptolomeo: la ciencia gira en su propia órbita, distante de la teología. Erasmo y
los humanistas enseñan a distinguir la ética de la filosofía. Tras las banderas de la
Reforma avanzan el libre examen y la doctrina de la predestinación: la argamasa con que
se sueldan los primeros ladrillos del edificio capitalista.
Carlos V, que reúne sobre su testa las coronas de España y el Imperio, lucha por
restaurar la unidad perdida. Fracasa en su intento de reconciliación con Martín Lutero y,
mientras disputa con Francisco I por la supremacía en el norte de Italia, presiona para
reunir el Concilio que debería verter bálsamo sobre todas las heridas, volver a juntar las
piezas dispersas de la Cristiandad. Choca varias veces con la reticencia de los Pontífices
que no se dejan seducir por sus arrebatos, hasta que se sienta en la silla de Pedro el
cardenal Caraffa.
El objetivo es la unidad; por ello se elige Trento, a donde podrían concurrir sin
dificultades los alemanes reformados. El resultado, en cambio, sanciona defintivamente
la fractura que pone punto final a la Edad Media. Interrumpido dos veces, el Concilio se
clausura en Diciembre de 1.563, a los 18 años de su iniciación; su doctrina se condensa
en el documento final, Professio Fidei Tridentinae, donde se niega a cada devoto
el derecho a interpretar personalmente las Sagradas Escrituras. Se restablece la
autoridad sacerdotal, se reafirma el celibato, se reivindica el derecho del Pontífice
a designar a los obispos.
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El cisma protestante se torna irreversible: las grietas se han ensanchado y la unidad
buscada sólo será posible entre los que quedan bajo la hegemonía vaticana, luego de la
amputación. El Concilio, que debió oponerse al surgimiento de nuevas naciones, es
escenario de la lucha entre ellas: cada estado propone reformas, ansiosos por lograr poder
sobre sus Iglesias. Los españoles, formados en la escuela del cardenal Cisneros,
compiten con los austríacos; éstos, con los franceses; todos, entre sí.
Los católicos fundaron "La Liga" en 1.576 para poder equilibrar las fuerzas en pugna.
En ese período y en diversas ocasiones tomaron las ideas de los monarcómanos
Lugonetes para dar fundamento a sus posiciones políticas.
“París bien vale una misa”, esta frase adjudicada a Enrique IV, que debió convertirse
al catolicismo para ser ungido en el trono de Francia, define la razón por la cual los jesuitas
fueron sus adversarios más tenaces.
Se trataba de un rey sospechoso, frente al que cabía sostener la tesis medieval de que
el Papa tiene derecho a deponer al gobernante herético.
El Cardenal Roberto Belarmino, sostiene que el Papa tiene un derecho limitado que
puede ejercerse solamente “ad finem spiritualem”, y que le permite estigmatizar a quien
haga peligrar la salud del pueblo cristiano, desde el orden político, (Tractatus de potestate
summi pontifici sin rebus temporalibus).
Luis Molina explica que el hecho de la defenestración del monarca herético, debe ser
realizado por el pueblo, tras la señal inequívoca emanada del Papa. Esta formulación
llevaría a justificar este tipo de movimientos, basándose en la tesis jesuítica de que la
soberanía radica en el pueblo, especialmente perfeccionada en la obra de Juan de
Mariana -De rege et regis institutione (1598-1599)- donde, incluso, se hace una apología
del tiranicidio.
La Escolástica Española
Francisco de Vitoria (1.480 / 1.546)
Es un dominico escolástico que recibió una fuerte influencia de Erasmo. Catedrático
de Salamanca, y en La Sorbona es un decidido anti imperialista. En su obra "Las
Relectiones Theologicae", abarca claramente el campo político. La sociedad y el Estado
pertenecen al ámbito del derecho natural. No puede concebirse a la humanidad sin
organización social y política, cuya finalidad debe ser el bien común. La Monarquía está
sometida a las leyes divinas. El mundo es una sola república y es así que todos los
hombres están amparados por el mismo e irrenunciable derecho natural.
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Sus "Relectiones Theologiae", fueron publicadas en Lyon en 1.557. Entre ellas
sobresalen "De potestate civile"; "De Indis y de Jure Belis".
En este último título, Vitoria aparece como el fundador del Derecho Internacional,
anticipándose a Grocio. Vitoria es partidario de la Monarquía por el hecho de favorecer
la unidad del poder y sustraerlo de las fracturas de las diferencias de opinión y de las
divisiones del "gobierno de varios". Esta afirmación no empece su convicción sobre el
consenso de la mayoría en decisiones como la que se refiere a las formas de gobierno.
Mariana señala las limitaciones que debe enmarcar el poder del Rey mediante la
participación del pueblo en los asuntos públicos y por la sumisión del Príncipe a las Leyes
del Estado.
Mariana aparece como uno de los apologistas católicos del tiranicidio. Sin embargo,
ha reiterado los argumentos contra el regicidio, aunque justificó el asesinato de Enrique
III a manos de Jacques Clement, como una justa venganza por la cruel eliminación del
Duque de Guisa -campeón católico- por orden del Monarca.
El cardenal Roberto Belarmino; que en su obra "De Sumo Pontífice" (1.586) expresa
que el Papa no tiene una espada temporal pero sí el derecho de oponerse al Príncipe que
ponga en peligro la catolicidad de su pueblo y la salud de la cristiandad.
Por esta razón los jesuitas sostendrán que la soberanía pertenece por derecho divino
al pueblo y no al soberano. El pueblo no deberá acatamiento al soberano herético (Luis
Molina) y sobre todo Juan de Mariana: De Rege et Regis Instituttione (1.598-99). Es quien
justifica el tiranicidio.
La Escolástica Española:
- Sostiene que la legitimidad se sustenta sobre la Base del bien común y del consenso.
- La soberanía, en última instancia, viene de Dios al Pueblo (vox populi vox dei) y de
éste al Príncipe.
262
El Padre Suárez
Transcripción del texto: DERECHO POLITICO DE MARIANO DE VEDIA Y MITRE
También puede ser llamada ley aquella que es regla recta y honesta. Por ello dijo
Santo Tomás, que el precepto torpe no es ley sino iniquidad, lo propio que San Agustín,
cuando dice que para él no es ley la que no fuera justa. Repite la expresión de Cicerón
de que la ley debe darse para llevar una vida justa, quieta, feliz y así los que dieron leyes
injustas, cualquiera cosa dieron menos leyes.
Analiza después el autor, la diversa significación de derecho (jus) y ley. Suele llamarse
“jus” o derecho, dice, a cierta facultad moral que cada uno tiene de lo que es suyo o de
lo que le es debido, y así del dueño de una cosa, se dice que tiene derecho a la cosa o
en la cosa, y el operario se dice que tiene derecho al salario. Aclara que en el derecho
se distingue, el derecho en la cosa y a la cosa. Luego establece la diferencia entre lo lícito
y el derecho y la ley. Según San Isidro, lo lícito es la ley divina y se explica con este
ejemplo: “pasar por un campo ajeno es lícito, no es un derecho”. Pero Santo Tomás quiere
que el nombre derecho, según cierta especial propiedad, más convenga a las leyes que
son ordenadas a los hombres en sus relaciones, que a las leyes que ordena Dios al
hombre, y por ello más bien se llama la ley licitud y no derecho.
Entiende al analizar la ley, que ley divina es para Platón, la razón gobernadora del
Universo existente en la mente de Dios, la cual reconocen también los teólogos, pero la
llaman ley eterna.
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“De dos maneras puede decirse divina la ley: la una, porque
está en el mismo Dios; la otra, porque está dada meramente
por Dios aunque esté fuera del mismo Dios”.
Definiendo la ley natural, expresa Suárez, es aquélla que está inserta en la mente
humana para discernir lo honesto de lo torpe, como lo dice Santo Tomás. La ley natural
es una participación de la ley eterna en la criatura racional. Por eso dice también:
Al hablar de la ley que Platón llamó humana y pertenece al derecho que Aristóteles
llamó legal y Cicerón popular, asienta que por su parte, siguiendo a los teólogos, la
llamará positiva porque cuando el superior quiera que algo sea hecho por el súbdito, si
no intima voluntad, no manda. La intimación en cuanto está en el legislador, parece ser
principalmente la voluntad de intimar exteriormente, interiormente se incluye a la
voluntad de obligar, o de ella se sigue, de donde concluye que también por esta razón
la ley pertenece a la voluntad.
Es de esencia y sustancia de la ley que se dé por el bien común, así lo enseña Santo
Tomás, Soto, los teólogos en general y lo entienden también los intérpretes del derecho
civil. Tómase además esta verdad de Aristóteles, que ya dijo que las leyes se han de
acomodar a la república y no la república a las leyes. Cita a Marsilio Ficino, que en su
comentario al Minos de Platón, colige así como de “Las Leyes” y “La República”, esta
descripción de la ley: “es la verdadera razón de gobernar que dirige al mejor fin, por
medios acomodados a las cosas gobernadas”.
Después de haber fijado las propiedades de la ley, entra más precisamente a definirla.
Cita a Cicerón que dijo que la ley es algo eterno existente en la mente de Dios, que es
la recta razón del Supremo Júpiter, etc. Dice otra vez que es la recta razón grabada por
la naturaleza, y Aristóteles que es el común consentimiento de la ciudad. La definición
más general la extrae de Santo Tomás, "que dice que la ley es el dictamen de la razón
práctica", en el príncipe que gobierna alguna comunidad perfecta. Observa que esas y
otras definiciones, sólo expresan las opiniones propias de sus autores y cree que “la
definición debe ser como el primer principio y fundamento común a todos”. Cree hallar
la solución diciendo que es la ley el precepto común, justo y estable y convenientemente
promulgado.
264
abunda en su estudio para marcar bien su carácter. Antes se había hecho consistir la
distinción en que el derecho natural es común a los animales y el de gentes sólo a los
hombres. Así, en la ley 9 de la Instituta, se dice que se llama derecho de gentes aquél que
la razón natural constituyó entre todos los hombres y es guardado entre todos con mucha
equidad. De donde resulta que al derecho de gentes se le considera también derecho
natural, pero de modo especial, propio de los hombres. Según tal definición la división de
derecho o de ley es: natural, de gentes y civil. Debe reducirse a que la ley se divida ante
todo en natural y luego la ley natural en la que es propia de los animales, que retuvo la
denominación absoluta de derecho natural, según cierta acepción, y ley natural propia de
los hombres que así ha sido llamada derecho de gentes. Y la razón de tal subdivisión puede
ser porque aquellas dos razones son verdaderamente distintas en realidad, y pueden tener
diversas consideraciones y efectos morales.
Con todo, la parte fundamental de la obra del padre Suárez es la que se refiere a su idea
de gobierno y de soberanía. Después de haber establecido que de acuerdo al derecho
natural todos los hombres son iguales en esencia, le corresponde establecer el
fundamento del poder, o sea del gobierno, pues no puede haber gobierno desprovisto de
poder. Para el autor, no es dudoso que el hombre es libre por naturaleza y a nadie está
sujeto, sino sólo a su Creador.
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formada por todos los hombres mediante el consentimiento propio de ellos, pues es él
mismo el principio de tal potestad y el de la misma comunidad en la cual reside; pero la
misma comunidad se forma mediante el consentimiento y la voluntad de cada uno; luego,
de las mismas voluntades emana la potestad.
La idea del contrato social surge de estas palabras suyas: “Esta potestad no está en
todos los hombres tomados separadamente, ni en la colección o multitud de ellos en un
cuerpo, cuasi confusamente y sin orden ni unión de miembros; luego, es antes que tal
cuerpo se constituya, que está en los hombres tal potestad; porque primero debe ser el
sujeto de la potestad que la misma potestad, al menos en el orden de naturaleza”. Sólo
cuando está constituido el cuerpo político está en él esa potestad, por virtud de la razón
natural. Y a la manera en que el hombre tiene uso de razón, adquiere potestad sobre sí
mismo y sus miembros y por la misma razón es naturalmente libre, no es siervo, y sí, señor
de sus acciones; así el cuerpo político de los hombres, por lo mismo que a su modo es
producido tiene potestad y régimen a sí mismo y por lo tanto sobre sus miembros. Y en
la misma proporción, dice textualmente, “así como a cada hombre ha sido dada la libertad
por el Autor de la Naturaleza, mas no sin intervención de la causa próxima o del padre
por el cual es producido, así también esta potestad es dada a la comunidad de los
hombres por el Autor de la Naturaleza mas no sin intervención de la voluntad y
consentimiento de los hombres, por los cuales ha sido reunida y congregada tal
comunidad perfecta”.
Para Suárez la potestad la ejerce el príncipe supremo y la razón es que “hay como
cierto convenio entre la comunidad y el príncipe”, y por lo tanto la potestad recibida no
excede el marco del convenio. Ese marco puede colegirse por la costumbre, si no ha sido
escrito; pues la misma costumbre puede ser suficiente para dar la jurisdicción; he ahí la
idea del pacto social, que comenzó por ser para Suárez un pacto entre los miembros de
la comunidad para constituirla y que luego se hace necesario, bien sea tácito o expreso,
entre la comunidad y el príncipe.
Se hace, pues, preciso “el consentimiento del pueblo” para dar leyes fundamenta-
les, cuando el pueblo es gobernado por reyes. Para él, en principio, la potestad legislativa
está sólo en el príncipe supremo o sea absoluto, mas según la costumbre puede referirse
al consentimiento del pueblo, al menos, en cuanto a la aceptación . La potestad legislativa
está en aquellas comunidades perfectas que son gobernadas por sí mismas, no por
reyes, ríjanse aristocrática o popularmente y expresa que ello se toma del Digesto, o de
justitia et jure y de la ley omnes populi. La razón es también manifiesta, porque estas
comunidades retienen en sí, la suprema potestad legislativa, si no la han delegado a
algún príncipe, y por eso pueden darse leyes. Lo mismo opina respecto “de aquellas
repúblicas que retienen en sí, la potestad suprema como Venecia, Génova y otras”. Dice
que en ellas, aunque elijan un solo dux o príncipe, “no le traspasan todo el poder”; y
por eso entiende que en ellas el régimen es mixto y la suprema potestad ni está en el
príncipe solo, ni en la comunidad sola, en cuanto se distinguen, sino en todo el cuerpo
con la cabeza. Y del mismo modo en todo él reside la potestad de dar leyes, de suerte
que ni la comunidad sin el príncipe, ni el príncipe sin la comunidad, pueden darlas. Según
se echa de ver aquí parece insinuarse la teoría que mucho más posteriormente a él se
formulará sobre la “soberanía” del Estado como persona moral.
Al considerar la materia de la ley que llama civil y discurrir qué puede mandar o prohibir,
se responde que la ley puede ser sólo de los actos humanos que están en la potestad
del hombre; de donde también es cierto que sólo de ellos puede darse la ley civil; mas
estos actos pueden ser buenos, malos e indiferentes y en ellos puede hallarse gran
variedad según las varias especies de virtudes y de vicios.
La teoría del padre Suárez sobre la suprema potestad, está íntimamente ligada a su
teoría del gobierno. Para él, aunque esta potestad sea absolutamente de derecho
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natural, la determinación de ella a cierta manera de potestad y de régimen, provienen del
arbitrio humano. Lo que llama el gobierno simple o puro según doctrina de Platón y de
Aristóteles es triple, a saber monarquía o régimen por una sola cabeza; aristocracia,
régimen de pocos y los mejores; democracia, régimen de muchos y de plebeyos. De los
cuales modos, pueden comprenderse varios otros modos de gobernación, o compuesta
por participación de todos, o por lo menos de dos de ellos. En el estado de la ley natural
no son obligados los hombres a elegir determinadamente uno de estos modos de
gobierno. Porque aunque entre ellos la monarquía sea el mejor, como demuestra
extensamente Aristóteles, y puede colegirse del gobierno y providencia de todo el
universo, que es que es conveniente que sea lo mejor, y de ahí concluyó Aristóteles que
es la monarquía, y lo mismo según el propio padre Suárez demuestra el ejemplo de Dios
nuestro Señor en la institución y gobierno de su Iglesia, y por fin, convence de ello el uso
de todas las naciones aunque esto reconozca que sea así, no obstante los otros modos
de gobernar no son malos, sino que pueden ser buenos y útiles, y por tanto por la ley fuera
de la naturaleza, no son obligados los hombres a tener esta potestad en uno o en muchos
o en la reunión de todos; luego esta determinación debe hacerse al arbitrio humano.
Consta también por la experiencia, que hay gran variedad en esto; pues en algunas
partes hay monarquías y rara vez simples, porque “supuesta la fragilidad, ignorancia
y malicia de los hombres”, conviene mezclar algo del gobierno común que se hace por
muchos, y que es también mayor o menor, según las varias costumbres y juicios de los
hombres. Las palabras puestas entre comillas y que son totalmente tomadas del padre
Suárez, parecen inspiradas en el extremo pesimismo de Maquiavelo sobre la condición
humana. El padre Suárez y Maquiavelo según se ve, pensaban lo mismo acerca de las
“virtudes” de los hombres como masa. Sin embargo, el padre Suárez cree que se puede
gobernar simplemente en nombre de la virtud y sin malicia. Se limita a señalar los medios
que en algunos países se han buscado constituyendo los que él llama gobiernos mixtos
o compuestos. Los remedios de Maquiavelo son otros, pero sin olvidar nunca que deben
tender al bien del pueblo, como lo dice reiteradamente.
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