Está en la página 1de 3

Sara Jaramillo Serna

Área de investigación: Salud, Conocimiento Médico y Sociedad


Línea de investigación: Cerebro social
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Universidad Externado de Colombia

Cognición social – Carmona Cañabate

Los seres humanos, al ser animales fundamentalmente sociales, tenemos


ciertos beneficios y desafíos debido a la vida en conjunto. Uno de estos retos es
descifrar qué piensan y sienten quienes nos rodean, y es gracias a estas dificultades
que hemos desarrollado habilidades sociales, y por tanto, se ha desarrollado
nuestro cerebro de manera particular. Teniendo en cuenta que el éxito de la vida en
sociedad radica en descifrar y gestionar las señales sociales de quienes nos rodean
(lenguaje no verbal, expresiones faciales, gestos, posturas corporales, etc.), es
importante entender cómo los seres humanos decodificamos el estado mental de
otras personas a través de 4 conceptos fundamentales: formación de la primera
impresión, teoría de la mente, empatía y neuronas espejo.

En primer lugar, la formación de la primera impresión tiene que ver con la


atribución rápida e inconsciente de rasgos de personalidad a partir de pequeños
elementos de información sensorial ambiguos y no necesariamente relacionados
con las atribuciones realizadas. Este mecanismo funciona gracias a la memoria
autobiográfica, que a partir de la experiencia vivida con otras personas (familiares,
amigos, profesores, etc.) genera prototipos, gracias a los cuales clasificamos a las
personas como “positivas” o “negativas”.

Por otro lado, la teoría de la mente es la capacidad de entender que las


creencias, deseos o intenciones de los otros no necesariamente coinciden con los
nuestros, y por tanto, inferir los procesos mentales ajenos, y en consecuencia,
predecir el comportamiento de una persona en respuesta a diferentes situaciones
ambientales. Uno de los mecanismos cognitivos fundamentales que opera el
intentar inferir los estados mentales del otro es el de la simulación, es decir, utilizar
el conocimiento de sí mismo para deducir lo que deben estar pensando los demás
(si yo estuviera en la misma situación, ¿qué haría?). Sin embargo, ha sido
observado que este mecanismo de simulación solo se aplica cuando reconocemos
al otro como similar, o si podemos identificarnos con él, por lo cual vale la pena
preguntarse, ¿qué implicaciones tiene reconocer a alguien como diferente?, ¿no
podríamos, entonces, inferir los estados mentales de alguien que consideramos
diferente a nosotros mismos, o con quien no nos sentimos identificados?.

La empatía, por su lado, es la capacidad que tiene el ser humano para


situarse “en los zapatos del otro”, de sentir lo que el otro siente. Para desarrollar
plenamente la capacidad de sentir empatía por otro, el mecanismo de simulación
también juega un papel importante, esto gracias a que “encarnamos” o simulamos
los estados emocionales del otro, esto gracias a que lo construimos como un similar
o igual, o al menos, nos identificamos con él, por lo cual surge de nuevo la pregunta
por nuestra capacidad de sentir empatía por alguien con quien no nos identificamos,
por ejemplo, con alguien con otro color de piel.

Por último, las neuronas espejo son un tipo particular de neuronas que se
activan cuando el individuo lleva a cabo una acción, cuando se observa la misma
acción o una acción muy similar, llevada a cabo por otro individuo. Una de las zonas
cerebrales involucrada en el procesamiento de señales de las neuronas espejo es
el área de broca, área involucrada en la producción del habla, por lo cual vale la
pena poner de relieve el importante componente imitativo que contiene el acto del
habla y el lenguaje en sí mismo, puesto que al ser una habilidad adquirida gracias
a la vida en sociedad, es tanto producto como requisito de esta (como se observa
en los ejemplos de los “niños salvajes”, niños abandonados sin contacto social que
no aprenden a hablar ni relacionarse socialmente con otros individuos).

Dentro de la batería de capacidades cognitivas que tiene el ser humano,


existen ciertos procesos mentales que parecen ser especialmente dedicados a la
percepción de estímulos socialmente relevantes (como los mencionados
anteriormente), y la consiguiente formación de nuestro comportamiento social. Es
más, no sólo parece haber procesos mentales específicos, sino también zonas
cerebrales específicas que se activan en situaciones sociales, puesto que los
individuos nos aproximamos a la información de manera diferente si la interacción
es con seres animados o no animados. Por ejemplo, el surco temporal superior está
asociado a la detección del movimiento biológico, y esta zona cerebral no se activa
al percibir movimiento de objetos. Adicional a esto, existen hormonas como la
testosterona, la oxitocina y la vasopresina, las cuales tienen receptores en las áreas
claves de la cognición social (como la amígdala), por lo cual juegan un papel
importante en la expresión de estas habilidades cognitivas.

Por ejemplo, estudios han demostrado que la testosterona influye en


procesos como identificación de expresiones faciales y percepción de confianza. Si
bien numerosas investigaciones han demostrado que elevados niveles de
testosterona facilitan comportamientos de agresión social en primates, las
investigaciones en humanos apuntan hacia la influencia de esta hormona en niveles
elevados de conductas de dominancia (para adquirir o preservar un status social),
lo que facilita la atención hacia caras amenazantes, reduce la capacidad de inferir
estados mentales y la confianza, esto debido a que sesga el procesamiento de
información, favoreciendo la atención a estímulos potencialmente amenazantes .

Por su lado, la oxitocina y la vasopresina, según estudios, están implicadas


en la percepción y reconocimiento social, niveles elevados de conductas de
afiliación y formación de vínculos sociales. Si bien los estudios con respecto a los
efectos de la vasopresina son escasos, las investigaciones sobre la oxitocina son
concluyentes: esta hormona aumenta la motivación para iniciar interacciones
sociales, mejorando la decodificación de señales emocionales y promoviendo la
capacidad de tomar riesgos en términos de conductas cooperativas y pro sociales.

Como muestra el artículo, son muchos los procesos mentales, zonas


cerebrales, hormonas y un sinfín de variables lo que afecta el comportamiento en
sociedad de cada individuo, y cómo cada uno de ellos percibe su vida en sociedad.
Si bien, biológicamente hablando, se podría decir que la mayoría de la humanidad
cuenta con los mismos mecanismos cerebrales, es necesario entender al ser
humano desde una perspectiva multifactorial que entienda –adicional a los aspectos
biológicos del ser humano- los factores sociales y culturales dentro del análisis de
la complejidad humana, puesto que hay muchos factores que afectan la manera
como nos relacionamos como especie, como formamos sociedades, convivimos en
ellas, y en últimas, cómo entendemos y vemos el mundo.

Bibliografía

Carmona Cañabate, S. (2014). Cognición social. In Neurociencia cognitiva (pp. 693–

717). Bogotá: Panamericana.

También podría gustarte