Está en la página 1de 9

c. 517 §1.

Ubi adiuncta id requirant, paroeciae aut diversarum simul paroeciarum cura


pastoralis commisti potest pluribus in solidum sacerdoti, bus, ea tamen lege, ut eorundem unus
curae pastoralis exercendae sic moderator, qui nempe actionem coniunctam dirigat acque de
eadem coram Episcopo respondeat.
§2, Si ob sacerdotum penuriam Episcopus dioecesanus aestimaverit participationem in exercitio
curae pastoralis paroeciae concredendam esse diacono aliive personae sacerdotali charactere non
insignitati aut personarum communitati, sacerdotem constituat aliquem qui, potestatibus et
facultatibus parochi instructus, curaro pastoralem moderetur.
§1. Cuando así lo exijan las circunstancias, la cura pastoral de una o más parroquias a la vez
puede encomendarse solidariamente a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos sea el
director de la cura pastoral, que dirija la actividad conjunta y responda de ella a nte el Obispo.
§2. Si, por escasez de sacerdotes, el Obispo diocesano considera que ha de encomendarse
una participación en el ejercicio de la cura pastoral de la parroquia a un diacono o a otra
persona que no tiene el carácter sacerdotal, o a una comunidad, designará a un sacerdote
que, dotado de las potestades propias del párroco, dirija la actividad pastoral.
FUENTES: §I:c.460§2;CIResp.IV,14iul.1922(AAS11[19221527)
§2: SCGE Instr. La fonction évangélisatrice, 19 nov. 1976, V
CONEXOS: §l: cc. 520§1,526,542-544 §2: c. 230§3,228§1, 521
COMENTARIO
Antonio S. Sánchez-Gil
La necesidad de adaptar los modos de atención pastoral a las circunstancias de cada tiempo representa
una constante en la historia del Derecho canónico. En nuestra época, y especialmente después del
Concilio Vaticano II, se han planteado en numerosas diócesis problemas de diverso tipo relacionados
con la atención pastoral de las parroquias: por un lado, una creciente penuria de sacerdotes, y, por otro,
la existencia de parroquias muy pobladas en las áreas urbanas1, o de parroquias distantes entre sí y con
población escasa en las áreas rurales. Al mismo tiempo, se ha considerado oportuno fomentar la vida en
común de los sacerdotes (cfr CD, 30), y favorecer una mayor corresponsabilidad entre los sacerdotes
encargados de la atención pastoral de una o varias parroquias, de acuerdo con las experiencias realizadas
en muchas diócesis antes de la promulgación del Código2. En situaciones de escasez de sacerdotes se ha
visto también la necesidad de establecer nuevos modos de colaboración de los fieles que no han
recibido el sacramento del orden en el campo especial del sagrado ministerio de los sacerdotes (cfr AA,
24). Por estos motivos, aun faltando una indicación conciliar precisa para hacer frente a la situación que
la falta de sacerdotes iba creando, se consideró conveniente, en la fase de preparación del CIC 83,
introducir en el Derecho universal de la Iglesia dos innovaciones significativas que, sin afectar a los
otros elementos que componen la comunidad parroquial, se refieren al titular de la cura pastoral de la
parroquia3. Así, pues, el c. 517 contempla dos nuevos modos de encomendar la cura pastoral de la

1 Cfr P. COLOMBO, Le grandi parrocchie in aree metropolitane, en «Orientamenti Pastorali» 32 (1984), pp. 19-64

2 Cfr J.L. SANTOS, Parroquia, comunidad de fieles, en VV.AA., Nuevo Derecho parroquial, Madrid 1988, pp. 3-83
(p. 38); L. DE ECHEVERRÍA, comentario al c. 517, en CIC Salamanca

3 Cfr Comm. 8 (1976), p. 24


parroquia.
1. El §1 establece la posibilidad de encomendar in solidum a varios sacerdotes la cura pastoral de una o
más parroquias, cuando así lo exigen las circunstancias y se cumple además una condición bien precisa:
que uno de los sacerdotes sea el moderador de la cura pastoral, dirija la actividad conjunta y responda de
ella ante el Obispo. Aunque no faltan algunos antecedentes históricos (vide comentario al c. 526), el
ministerio parroquial confiado in solidum a varios sacerdotes, enunciado en este parágrafo y regulado
con mayor detalle en los cc. 542-544, constituye una figura nueva en el Derecho canónico
contemporáneo4.
A partir de su regulación jurídico-canónica, no exenta de cierta indeterminación (vide comentario a los
cc. 542-544), se puede afirmar que lo que caracteriza la formula in solidum es que la cura pastoral de
una o varias parroquias se encomienda pro indiviso a varios sacerdotes para que la desempeñen
consuetamente bajo la dirección de uno de ellos, llamado moderador. Se encomienda, por tanto,
un único oficio parroquial - con contenidos similares a los del oficio de párroco, pero no
propiamente idéntico - aun titular siempre múltiple5. Incluso en los casos en que se confía la cura
pastoral de varias parroquias, situación en que podría pensarle una pluralidad de oficios parroquiales
(vide comentario al c. 526), la naturaleza jurídica del ministerio parroquial confiado in solidum consiste
precisamente en que la cura pastoral de una o de varias parroquias - considerada como una única
tarea pastoral -, se encomienda a varios sacerdotes a la vez para que la ejerzan corresponsablemente
mediante su actividad conjunta6. En consecuencia, cada sacerdote recibe idéntica participación en el
oficio confiado y puede desarrollar las funciones que se atribuyen al párroco (c. 543 §1) 7. Sin
embargo, ninguno de ellos recibe - ni en los trabajos codificadores ni en el Código - la
denominación de párroco, ni parece que lo sea en sentido estricto (vide comentario al c. 526); aunque
no falten autores, que, considerando a todos como verdaderos párrocos, prefieran hablar de párrocos
solidarios8, o de copárrocos («co-curés»)9; o atribuyen al moderador el carácter de pastor proprius y
denominen copárrocos («Mit-Pfarrer») a los demás sacerdotes del grupo 10. Sin embargo, no parece
que el moderador, que ciertamente ocupa en el grupo una posición peculiar y preponderante, sea
propiamente el párroco del que los demás sacerdotes dependan como si fueran vicarios parroquiales.

4 Cfr A. BORRAS, La notion de cure dans le Code de droit canonique, en «Revue de Droit Canonique» 37 (1987), p.
232

5 Cfr J. MIRAS, El ejercicio «in solidum» del ministerio parroquial, en «Ius Canonicum» 29 (1989), pp. 483-502- ID.,
El ministerio parroquial confiado «in solidum» a varios sacerdotes, en J. MANZANARES (Ed.), La parroquia
desde el nuevo Derecho canónico, Salamanca 1991, pp. 97-115; A. VIANA, El párroco pastor propio de la
parroquia, en «Ius Canonicum» 29 (1989), pp. 475-478

6 Cfr J.C. PERISSET, La Paroisse. Commentaire des canons 515-572, Paris 1989, pp. 185-189;
ID., De applicazione conceptus «in solidum» ad novam figuram officii parochi, en «Periodica» 73 (1984), pp. 191-
202; D. GARCIA-HERVAS, Régimen jurídico de la colegialidad en el Código de Derecho Canónico, Santiago de
Compostela 1990, pp. 38-49
7

Cfr A. BORRAS, La notion de cure dans le Code..., cit., pp. 235-236


8

Cfr J.M. DÍAZ-MORENO, Párroco, en VV.AA., Diccionario de Derecho Canónico, Madrid 1989, p. 440
9

Cfr B. DAVID, Paroisses, curés et vicaires paroissiaux dans le Code de droit canonique, en «Nouvelle Revue
Théologique» 107 (1985), p. 858
10

Cfr H. PAARHAMMER, en Múnsterischer Kommentar zum CIC, 517, 2; H. SCHMITZ, Pfarrer und Gemeinde, en
«Archiv fiir katholisches Kirchenrecht» 148 (1979). pp. 48-71
Como señaló la Comisión codificadora, el moderador es primus inter pares 11, dirige la acción
conjunta y responde de la misma ante el Obispo. En este sentido se decía anteriormente que el oficio
parroquial que se confía in solidum tiene contenidos similares, a los del oficio de párroco, pero no se
identifica con éste, pues no confiere stricto sensu a sus titulares la condición jurídica de párroco.
Tampoco parece que puede ser considerado párroco el mismo coetus de sacerdotes, como afirma un
sector de la doctrina12. De hecho, el relator del texto consideró oportuno insistir en la falta de
personalidad (moral o jurídica) del grupo de sacerdotes13, y el mismo Código parece excluir
expresamente dicha interpretación (cfr c. 520 §1). En definitiva, a tenor del c. 543 §1, todos los
sacerdotes del grupo se equiparar jurídicamente al párroco, pero no lo son en sentido estricto14.
El recurso más bien excepcional que deberá darse a esta figura se des prende de la expresión «ubi
adiuncta id requirant» que introduce el texto del §1 15. No bastaría, por tanto, una situación de
mera conveniencia (no se emplea el término suadeant, utilizado por el Código para situaciones de
ese tipo: cfr, p. ej., cc. 473 §3, 475 §2 y 511), sino que se exige (con el término requirant, reservado
para casos que implican cierta necesidad: cfr, p. ej, c. 476) una situación provocada por
circunstancias que impiden o dificultan sensiblemente la atención pastoral mediante las fórmulas
habituales contenidas en los cc. 515 y 545 16. Puede ser, además, una situación ocasionada por
circunstancias más o menos, permanente, o, como parece más probable, por circunstancias
provisionales y transitoria. De la génesis, del texto podría deducirse que se trata de circunstancias
habitualmente relacionadas con la falta de sacerdotes 17. De hecho, confiar la cura pastoral in
solidum puede ser particularmente útil para resolver la situación de aquellas diócesis donde pocos
sacerdotes deben repartir su tiempo para atender trabajos diversos, y solo coordinando de modo
adecuado sus horarios se puede llegar a cubrir todo el trabajo pastoral en una o varias parroquias18.
Sin embargo, la fórmula in solidum puede también resultar adecuada para resolver otro tipo de
situaciones no directamente ocasionadas por la penuria de presbíteros; en especial, como se decía
anteriormente, facilitar la atención de parroquias superpobladas en grandes ciudades, o de varias
parroquias distante, y poco pobladas en áreas rurales, permitiendo que todos los sacerdotes
encargados de la atención pastoral puedan tener con los fieles la relación inmediata y las
atribuciones del párroco. Por otra parte, cabría ver esta fórmula como un modo de promover la
corresponsabilidad en el ejercicio de la acción pastoral y para favorecer la vida en común de los
presbíteros. No debe olvidarse, sin embargo, que la conveniencia de facilitar la vida en común de

11

Cfr Comm. 14 (1982), p. 222


12

Cfr F. COCCOPALMERIO, De paroecia, Roma 1991, p. 102; M. MORGANTE, La parrocchia nel Codice di
Diritto Canonico, Torino 1985, p. 168
13

Cfr Comm. 8 (1976), pp. 29-30. Cfr también D. MOGAVERO, Il parroco e i sacerdoti collaboratori, en VV.AA., La
parrocchia e le sue strutture, Bologna 1987, pp. 119-146 (p. 125).
14

Cfr R. PAGE, Les Eglises particulieres. II. La charge pastoral de leurs communautés de fil' les selon le Code de
Droit Canonique de 1983, Montreal 1989, pp. 30-31 y 150
15

Cfr Comm. 8 (1976), p. 23; 14 (1982), p. 221


16

Cfr J.C. PERISSET, La Paroisse..., cit., p. 184; P. URSO, La struttura interna delle Chiese Particolari, en
VV.AA., Il Diritto nel mistero della Chiesa, II, Roma 1990, pp. 459-460
17

Cfr Comm. 8 (1976), p. 24


18

Cfr J. MIRAS, El ejercicio «in solidum»..., cit., pp. 496-497


los sacerdotes y de conseguir una mayor unidad de la acción pastoral son postulados que se verifican
igualmente en todo lugar19, y pueden también resolverse con otras medidas de carácter ordinario (cfr
cc. 533 §1 y 550 §§1-2), sin que sea necesario, en estos casos, un recurso exclusivo a la fórmula in
solidum.
Por lo que se refiere al nombramiento y cesación de los sacerdotes del grupo y a las
características de la acción conjunta, vide comentario a los cc. 542-544.
2. El §2 contempla aquellas situaciones en que, por escasez de sacerdotes, el Obispo diocesano
considera necesario encomendar una participación en la cura pastoral de la parroquia a un diacono
o a otra persona que no han recibido el carácter sacerdotal, o a una comunidad de personal. En estos
casos, CI Derecho universal establece que el Obispo diocesano deberá siempre designar a un
sacerdote que, dotado de las facultades del párroco, dirija la actividad pastoral. Se trata, por tanto, de la
regulación básica de una fórmula especial de elaboración de algunos fieles que no han recibido el
carácter sacerdotal (diáconos, religiosos o religiosas y fieles laicos) en el ministerio de párroco, que
resulta necesario adoptar para afrontar situaciones ligadas siempre a la escasez de sacerdotes. Esta
fórmula se diferencia, por tanto, de otras formas normales de colaboración o de ayuda de los fieles de la
parroquia en el ministerio del párroco, a las que se refiere el c. 519, in fine (vide comentario)20.
Recientemente, algunas de las cuestiones que se plantean en el campo de la colaboración de los fieles
que no han recibido el carácter sacerdotal - en particular, de los fieles laicos - en el sagrado ministerio
de los sacerdotes, han sido objeto de una Instrucción firmada por varios Dicasterios de la Santa
Sede21. Este documento pretende, entre otras cosas, «dar una respuesta clara y autorizada» a los
problemas planteados por las «nuevas formas de actividad `pastoral' de los fieles no ordenados en el
ámbito de las parroquias y de las diócesis» (EdM, Premila), formulando algunos criterios de
interpretación de la normativa vigente acerca de los diversos modos de colaboración que es posible
adoptar, según que las circunstancias que lo requieran tengan carácter normal o extraordinario. El
hecho de que esta Instrucción dedique una de sus Disposiciones prácticas precisamente a la
colaboración en el seno de la parroquia, con una referencia explícita al supuesto que estamos
comentando, hace necesaria su transcripción completa:
«Los fieles no ordenados pueden desempeñar, como de hecho sucede en numerosos casos, en las
parroquias, en ámbitos tales como centros hospitalarios, de asistencia, de Instrucción, en las cárceles,
en los Obispados Castrenses, etc., trabajos de efectiva colaboración en el ministerio pastoral de los
clérigos. Una forma extraordinaria de colaboración, en las condiciones previstas, es la regulada por el
can. 517 §2.»§1.
La recta comprensión y aplicación de tal canon, según el cual 'si ob sacerdotum penuriam Episcopus
dioecesanus aestimaverit participationem in exercitio curae pastoralis paroeciae concredendam esse
diacono aliive personae sacerdotali charactere non insignitati aut personarum communitati, sacerdotem
constituat aliquem qui, potestatibus et facultatibus parochi instructus, curam pastoralem moderetur',
exige que tal disposición excepcional tenga lugar respetando escrupulosamente las cláusulas en él
contenidas, es decir:

19

Cfr ibidem
20

Cfr A.S. SANCHEZ-GIL, L'apporto dei fedeli laici all'esercizio della cura pastorale della comunitá
parrocchiale, en VV.AA., Metodo, Fonti e Soggetti del Diritto Canonico (a cura de J.I. Arrieta e G.P. Milano),
Città del Vaticano 1999, pp. 1131-1156
21

Cfr CpC y otras, Instrucción «Ecclesiae de mysterio» sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de
los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, 15.VIII.1997, en AAS 89 (1997) pp. 852-877
ob sacerdotum penuriam, y no por razones de comodidad o de una equivocada promoción del laicado',
etc. permaneciendo el hecho de que se trata de participatio in exercitio curae pastoralis y no de
dirigir, coordinar, moderar o gobernar la parroquia, cosa que según el texto del canon, compete sólo a un
sacerdote.
»Precisamente porque se trata de casos excepcionales, es necesario, sobre torio, considerar la posibilidad
de valerle, por ejemplo, de sacerdotes ancianos, todavía con posibilidades de trabajar, o de confiar
diversas parroquias a un solo sacerdote o a un coetus sacerdotum (nota 75: Cfr C.I.C., 517 §1).
»Se ha de tener presente, de todos modos, la preferencia que el mismo canon establece para el diacono.
»En la misma normativa canónica permanece la afirmación de que estas formas de participación en el
cuidado de las parroquias no se pueden identificar, en modo alguno, con el oficio de párroco. La
normativa ratifica que también en aquellos casos excepcionales 'Episcopus dioecesanus (...) sacerdotem
constituat aliquem qui, potestatibus et facultatibus parochi instructus, curam pastoralem moderetur'. El
oficio de párroco, en efecto, puede ser confiado válidamente sólo a un sacerdote (cfr can. 521 §1),
también en los casos de objetiva penuria de clero (nota 76: Se ha de evitar por lo tanto designar con el
título de “Guía de la comunidad' - o con otras expresiones que indiquen el mismo concepto - al fiel no
ordenado o grupo de fieles a los cuales se confía una participación en el ejercicio de la cura pastoral).
»§2. A tal propósito se debe tener en cuenta que el párroco es el pastor propio de la parroquia a él
confiada (nota 77: Cfr C.I.C., can. 519) y permanece como tal en tanto no haya cesado su oficio
pastoral (nota 78: Cfr ibid., can. 538, §§1-2).
»La presentación de la dimisión del párroco por haber cumplido 75 años de edad no lo hace cesar ipso
iure de su oficio pastoral. Esto se verifica sólo cuando el Obispo diocesano - después de la prudente
consideración de todas las circunstancias - haya aceptado definitivamente su dimisión, a tenor del
can. 538 §3, y se lo haya comunicado por escrito (nota 79: Cfr C.I.C., can. 186). Aún más, a la luz
de las situaciones de penuria de sacerdotes existentes en algunas partes, será sabio conducirse con una
particular prudencia a este respecto.
»También considerando el derecho que cada sacerdote tiene de ejercer las funciones propias
inherentes a la ordenación recibida, a no ser que se presenten graves motivos de salud o de disciplina,
se recuerda que el 75o año de edad no constituye un motivo que obligue el Obispo diocesano a la
aceptación de la dimisión. Esto también para evitar una concepción funcionalista del sagrado ministerio
(nota 80: Cfr Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros
Tota Ecclesia, 31 enero 1994, n. 44)» (EdM, 4).
Este artículo 4, que no pretende modificar la regulación contenida en el §2 del presente canon,
constituye una interpretación auténtica realizada per modum legis (vide comentario al c. 16), y
tiene efecto revocatorio de las normas de Derecho particular contrarias. Como es sabido, este
documento tiene carácter de Decreto general, aprobado de forma específica por el Sumo Pontífice, y
declara expresamente revocadas «las leyes particulares y las costumbres vigentes que sean contrarias a
estas normas, como asimismo eventuales facultades concedidas ad experimentum por la Santa Sede o
por cualquier otra autoridad a ella subordinada» (EdM, Conclusión). Teniendo presentes los nuevos
criterios interpretativos, es posible señalar algunos aspectos jurídicos de la fórmula del §2, indicando
las diferencias con la fórmula in solidum, del §1.
En primer lugar, conviene hacer notar que en el texto del §2 no se contiene la expresión in solidum, del
§1, por lo que no parece adecuado aplicar a estos supuestos dicha terminología, como hacía el CIgC —
antes de la supresión de dicha expresión en la versión latina typica (cfr CIgC, 910—, y como habíamos
adoptado en la edición anterior de estos comentarios. En aquella ocasión, pensábamos que bien podría
decirse que en estos casos, de modo análogo al caso contemplado en el §1, se confía una única tarea y
oficio parroquial - con contenidos similares a los del oficio de párroco, pero no propiamente idéntico -
a un titular siempre multiple. Con la diferencia, señalábamos entonces, de que en este caso cada titular
recibe una diversa participación en el oficio confiado22: al presbítero designado para dirigir la
actividad pastoral y dotado de las facultades del párroco le competen aquellas funciones de la cura
pastoral que son exclusivas del sacerdote; mientras que quien no ha recibido el orden del presbiterado
podrá participar de modo subsidiario en el ejercicio de las demás funciones de la cura pastoral de la
parroquia23.
También afirmábamos que ninguno de ellos recibe la denominación de párroco ni lo es en sentido
estricto24. No lo es, en todo caso, ni puede ser denominado como tal, debiendo evitarle - como ha
declarado expresamente la Instrucción - nominar incluso «con el título de 'Guía de la comunidad' - o
con otras expresiones que indiquen el mismo concepto - el fiel no ordenado o el grupo de fieles a los
cuales se confía una participación en el ejercicio de la cura pastoral» (a. 4, nota 76; cfr, c. 521, vide
comentario).
Sin embargo - aunque se pueda mantener en sustancia el sentido de lo que afirmábamos entonces -, en
atención al tenor de la Instrucción, que considera la fórmula del §2 como «una forma extraordinaria de
colaboración» - en la que fieles que no han recibido el carácter sacerdotal reciben una «participación en
el ejercicio de la cura pastoral» -, y que declara expresamente que «estas formar de participación en el
cuidado de las parroquias no se pueden identificar, en algún modo, con el oficio de párroco» (a. 4 §1);
parece preferible - por ser más adecuado desde el punto de vista teológico y más preciso jurídicamente
- considerar que el oficio de párroco, y con él la cura pastoral de la parroquia, se confía única y
propiamente al sacerdote designado. Así debe, por tanto, interpretarle la afirmación de que el sacerdote
designado para dirigir la acción pastoral esta «dotado de las potestades y las facultades del párroco».
Así pues, el sacerdote designado puede ser considerado párroco, o a él asimilado, con la consecuencia
de que se le aplican las normas sobre la provisión y el cese del oficio de párroco (cfr cc. 520-527; 538),
y - mutatis mutandis - las disposiciones sobre las funciones y deberes del párroco (cfr cc. 528,537),
aunque algunas de ellas deberán ser adaptadas a las circunstancias concretas de la parroquia afectada,
bien en el acto del nombramiento, o bien mediante un estatuto del funcionamiento de la actividad
pastoral aprobado por el Obispo, donde reciben una regulación especial, p. ej., el deber de residencia
(cfr c. 533) o la obligación de aplicar la Misa por el pueblo (cfr c. 534), etc.
Por su parte, los demás fieles reciben una participación en el ejercicio de la cura pastoral confiada
principalmente al sacerdote; que se puede traducir jurídicamente en el nombramiento para un oficio
eclesiástico en la parroquia (cfr c. 228 §1), o - sin necesidad de nombramiento para un oficio
eclesiástico específico - mediante la atribución de competencias y la concesión de las facultades
necesarias para ejercitar, en vía de suplencia, las tareas de la cura pastoral que no podrán ser realizadas
habitualmente por el sacerdote designado o por otros sacerdotes, y para desarrollar, bajo la dirección
del sacerdote designado, otras tareas relacionadas con la marcha de la parroquia.
El diacono, el religioso no sacerdote, la religiosa, el fiel laico (hombre o mujer), o la comunidad por
ellos compuesta, que han sido llamados a participar en el ejercicio de la cura pastoral podrán
colaborar, en virtud del encargo recibido del Obispo y bajo la dirección del sacerdote, mediante el
ejercicio de funciones confiadas de ordinario al párroco. Como es lógico, no podrán desempeñar las
funciones de cura de almas que requieren el carácter sacerdotal (cfr c. 150); pero será oportuno que

22

Cfr A. BORRAS, La notion de cure dans le Code..., cit., pp. 235-236


23

Cfr P. URSO, La struttura interna delle Chiese particolari, cit., p. 463


24

Cfr R. PAGÉ, Les Eglises particulieres, II, cit., pp. 37-45


participen en el ejercicio de las demás funciones que el mismo Código atribuye al párroco: no sólo las
de tipo administrativo o documental (cfr cc. 532 y 535), sino también las de formación y animación
espiritual (cfr cc. 528-529). Además, en las ocasiones en que sea necesario, podrán suplir la
ausencia del ministro ordenado en aquellas funciones de carácter litúrgico adecuadas a su condición
canónica que se enumeran en el C. 230 §3: «ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones
litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho»,
(cfr. EdM, 2, 6-9, 11-12). Cabe recordar, acerca de las funciones litúrgicas presididas por mujeres en
ausencia de sacerdotes, la Instr. La fonction évangélisatrice, de 1976, sobre la función evangelizadora
de las mujeres en tierras de misión 25, indicada como única fuente de este parágrafo en la edición
oficial del Código 26. En este contexto, conviene también recordar la siguiente declaración de Juan
Pablo II: «El ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor: en realidad no es la tarea la que
constituye un ministro, sino la ordenación sacramental. Sólo el Sacramento del Orden atribuye al
ministerio ordenado de los Obispos y presbíteros una peculiar participación al oficio de Cristo Cabeza
y Pastor y a su sacerdocio eterno. La función que se ejerce en calidad de suplente, adquiere su
legitimación, inmediatamente y formalmente, de la delegación oficial dada por los pastores, y en su
concreta actuación es dirigido por la autoridad eclesiástica» (CL, n. 23; cfr EdM, Principios
teológicos). Sobre esta enseñanza se basa una declaración de la Instrucción acerca de la necesidad de
una terminología apropiada para designar a los fieles no ordenados que desempeñan estas funciones27.
En cualquier caso, si se valoran en su conjunto los Principios teológicos, y cada una de las
Disposiciones prácticas de la Instrucción, se puede afirmar que, salvo que el sacerdote designado
esté ausente de la parroquia por un tiempo razonablemente prolongado, y dependiendo de la naturaleza
de cada tipo de función, se deberá hacer todo lo posible para que sea él, o otro sacerdote, o un diácono,
quien realice las funciones que se encomiendan especialmente al párroco (cfr c. 530), aunque esto le
suponga un particular sacrificio, y aun sabiendo que para algunas de ellas no se requiere el carácter
sacerdotal: p. ej., la administración del bautismo (cfr c. 530, 1.2; EdM, a. 11), la administración del
Viatico (cfr c. 530, 3.2; EdM, a. 9), la asistencia a los matrimonios (cfr c. 530, 4.°; EdM, a. 10), la
celebración de funerales (cfr c. 530, 5.2; EdM, a. 12), la celebración dominical (cfr c. 530, 6.2; EdM, a.
7), etc.
En este sentido, parece oportuno que el Obispo determina, en el mismo acto de nombramiento o un
estatuto preparado al efecto, qué funciones deberán atribuirse a cada uno de los titulares de este oficio
parroquial, teniendo en cuenta las circunstancias particulares de las comunidades parroquiales
afectadas. En ausencia de una clara distribución de funciones, corresponde al sacerdote designado para
dirigir la actividad pastoral determinar lo que conviene hacer en cada caso, pues - como señala
expresamente EdM - a él competen de manera exclusiva las funciones de «dirigir, coordinar, moderar
o gobernar la parroquia» (cfr a. 4 §1, b), en el respeto de la normativa vigente. En principio, salvo que
el Obispo haya determinado expresamente otra cosa, también compete al sacerdote la representación
legal de la parroquia y la vigilancia sobre la administración de los bienes de la parroquia (cfr c. 532).
Por otra parte, resulta también necesario que el Obispo diocesano establezca, mediante disposiciones de

25

Cfr SCPR Instr. La fonction évangélisatrice, 19.X1. 1976, en EV 5, nn. 1546-1587


26

CM, Codex Iuris Canonici, fontiura annotatione et índice analytico-alphabetico auctus, In Civitate Vaticana 1989, p. 146
27

«No es licito por tanto, que los fieles no ordenados asuman, por ejemplo, la denominación de `pastor', de 'capellán', de
'coordinador', 'Moderador' o títulos semejantes que podrían confundir su función con aquella del Pastor, que es
únicamente el Obispo y el presbítero [nota 58: En sales ejemplos se deben incluir todas aquellas expresiones que, en los
idiomas de los distintos Países, pueden ser análogas o equivalentes e indicar una función directiva de guía o de
vicariedad respecto a la misma)» (EdM, 1 §3)
Derecho particular, las condiciones de idoneidad de las personas que, careciendo del carácter
sacerdotal, podrán ser llamadas a cumplir esta tarea (cfr, por analogía, cc. 521 §§2-3, 524), y establezca
medios adecuados para su necesaria selección y formación. A este respecto, la Instrucción recuerda la
responsabilidad de la autoridad competente con una indicación que, por su clara aplicación en el caso
que nos ocupa, merece también ser recogida por completo:
«Es deber de la Autoridad competente, cuando se diera la objetiva necesidad de una 'suplencia', en los
casos anteriormente detallados, procurar que la persona sea de sana doctrina y ejemplar conducta de
vida. No pueden, por tanto, ser admitidos al ejercicio de estas tareas aquellos católicos que no llevan
una vida digna, no gozan de buena fama, o se encuentran en situaciones familiares no coherentes con la
enseñanza moral de la Iglesia. Además, la persona debe poseer la formación debida para el adecuado
cumplimiento de las funciones que se le confían.
»Siguiendo las disposiciones del derecho particular, deben perfeccionar sus conocimientos
frecuentando, en la medida de lo posible, cursos de formación que la Autoridad competente organizará
en el ámbito de la Iglesia particular (nota 112: Cfr C.I.C., can. 231 §1), en ambientes diferentes de los
seminarios, que están reservados sólo a los candidatos al sacerdocio (nota 113: Se deben excluir los
llamados seminarios 'integrados'), teniendo gran cuidado de que la doctrina ensenada sea absolutamente
conforme al magisterio eclesial y que el clima sea verdaderamente espiritual» (EdM, a. 13).
Por último, deberán determinarle también claramente las obligaciones y responsabilidades de cada uno,
los momentos inicial y final del desempeño de sus funciones, y la retribución adecuada a la dedicación
efectiva - parcial o exclusiva - de cada uno, mediante acuerdos que pueden recibir diversas
formalizaciones dependiendo de las circunstancias de los sujetos implicados: p. ej., la asunción de un
oficio eclesiástico en la parroquia (cfr c. 228 §1), especialmente indicado en el caso del diácono; el
acuerdo del Obispo con el Superior o la Superiora en el caso de religiosos o religiosas; o también
mediante acuerdos contractuales, especialmente adecuados en el caso de fieles laicos.
En relación con el carácter excepcional y supletorio de este modo de encomendar la atención pastoral
de la parroquia, interesa subrayar algunos criterios señalados por EdM, que llevan a considerar esta
fórmula como el último recurso, permitido sólo «ob sacerdotum penuriam, y no por razones de
comodidad o de una equivocada 'promoción del laicado', etc.» (cfr a. 4 §1 a), y ante la imposibilidad
de utilizar fórmulas menos extraordinarias: «Precisamente porque se trata de casos excepcionales, es
necesario, sobre todo, considerar la posibilidad de valerle, por ejemplo, de sacerdotes ancianos, todavía
con posibilidades de trabajar, o de confiar diversas parroquias a un solo sacerdote o a un coetus
sacerdotum (cfr c. 517 §1). Téngase presente, de todos modos, la preferencia que el mismo canon
establece para el diácono» (a. 4 §1).
Por último, acerca del carácter provisional de la fórmula del §2, conviene no olvidar que un recurso
demasiado prolongado a este tipo de medidas puede provocar, no sólo un empobrecimiento de la vida
sacramental de la parroquia, sino también cierta clericalización del laicado; pues, salvo en el caso del
diacono, se encomienda a no clérigos la realización de funciones de marcado contenido clerical.
Ciertamente, la escasez de presbíteros puede obligar a recurrir a soluciones innovadoras que permitan
contar con la colaboración de otros fieles para que suplan su ausencia. Sin embargo, son soluciones que
deben ser consideradas como provisionales, sin pretensiones de permanencia. Por este motivo, parece
necesario que el recurso a este tipo de fórmulas esté siempre acompañado por una urgente labor de
promoción de vocaciones sacerdotales, que debe intensificarle especialmente en el seno de las
comunidades parroquiales afectadas, como ha manifestado explícitamente el reciente documento de la
Santa Sede: «Las soluciones propuestas para la escasez de ministros ordenados, por tanto, no pueden ser
que transitorias y contemporáneas a una prioridad pastoral específica para la promoción de las
vocaciones al sacramento del Orden. (...) 'La misma normativa del Código de Derecho canónico ha
ofrecido posibilidades nuevas que, sin embargo, han de aplicarse rectamente para no caer en el equívoco
de considerar ordinarias y normales soluciones normativas que han sido previstas para situaciones
extraordinarias de falta o de escasez de ministros sagrados' [nota 116: Juan Pablo II, Discurso al
Simposio sobre «Colaboración de los laicos en el ministerio pastoral de los presbíteros » , 2 2. IV 1994,
n. 2, en L'Osservatore Romano, 23.1V.19941. (...) 'Es necesario hacer comprender que estas
precisiones y distinciones no nacen de la preocupación de defender privilegios clericales, sino de la
necesidad de ser obedientes a la voluntad de Cristo, respetando la forma constitutiva que El ha impreso
indeleblemente a su Iglesia' [nota 117: Ibidem, n. 5]» (EdM, Conclusión).

También podría gustarte