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Can. 517 - Parrocchia in Solidum
Can. 517 - Parrocchia in Solidum
1 Cfr P. COLOMBO, Le grandi parrocchie in aree metropolitane, en «Orientamenti Pastorali» 32 (1984), pp. 19-64
2 Cfr J.L. SANTOS, Parroquia, comunidad de fieles, en VV.AA., Nuevo Derecho parroquial, Madrid 1988, pp. 3-83
(p. 38); L. DE ECHEVERRÍA, comentario al c. 517, en CIC Salamanca
4 Cfr A. BORRAS, La notion de cure dans le Code de droit canonique, en «Revue de Droit Canonique» 37 (1987), p.
232
5 Cfr J. MIRAS, El ejercicio «in solidum» del ministerio parroquial, en «Ius Canonicum» 29 (1989), pp. 483-502- ID.,
El ministerio parroquial confiado «in solidum» a varios sacerdotes, en J. MANZANARES (Ed.), La parroquia
desde el nuevo Derecho canónico, Salamanca 1991, pp. 97-115; A. VIANA, El párroco pastor propio de la
parroquia, en «Ius Canonicum» 29 (1989), pp. 475-478
6 Cfr J.C. PERISSET, La Paroisse. Commentaire des canons 515-572, Paris 1989, pp. 185-189;
ID., De applicazione conceptus «in solidum» ad novam figuram officii parochi, en «Periodica» 73 (1984), pp. 191-
202; D. GARCIA-HERVAS, Régimen jurídico de la colegialidad en el Código de Derecho Canónico, Santiago de
Compostela 1990, pp. 38-49
7
Cfr J.M. DÍAZ-MORENO, Párroco, en VV.AA., Diccionario de Derecho Canónico, Madrid 1989, p. 440
9
Cfr B. DAVID, Paroisses, curés et vicaires paroissiaux dans le Code de droit canonique, en «Nouvelle Revue
Théologique» 107 (1985), p. 858
10
Cfr H. PAARHAMMER, en Múnsterischer Kommentar zum CIC, 517, 2; H. SCHMITZ, Pfarrer und Gemeinde, en
«Archiv fiir katholisches Kirchenrecht» 148 (1979). pp. 48-71
Como señaló la Comisión codificadora, el moderador es primus inter pares 11, dirige la acción
conjunta y responde de la misma ante el Obispo. En este sentido se decía anteriormente que el oficio
parroquial que se confía in solidum tiene contenidos similares, a los del oficio de párroco, pero no se
identifica con éste, pues no confiere stricto sensu a sus titulares la condición jurídica de párroco.
Tampoco parece que puede ser considerado párroco el mismo coetus de sacerdotes, como afirma un
sector de la doctrina12. De hecho, el relator del texto consideró oportuno insistir en la falta de
personalidad (moral o jurídica) del grupo de sacerdotes13, y el mismo Código parece excluir
expresamente dicha interpretación (cfr c. 520 §1). En definitiva, a tenor del c. 543 §1, todos los
sacerdotes del grupo se equiparar jurídicamente al párroco, pero no lo son en sentido estricto14.
El recurso más bien excepcional que deberá darse a esta figura se des prende de la expresión «ubi
adiuncta id requirant» que introduce el texto del §1 15. No bastaría, por tanto, una situación de
mera conveniencia (no se emplea el término suadeant, utilizado por el Código para situaciones de
ese tipo: cfr, p. ej., cc. 473 §3, 475 §2 y 511), sino que se exige (con el término requirant, reservado
para casos que implican cierta necesidad: cfr, p. ej, c. 476) una situación provocada por
circunstancias que impiden o dificultan sensiblemente la atención pastoral mediante las fórmulas
habituales contenidas en los cc. 515 y 545 16. Puede ser, además, una situación ocasionada por
circunstancias más o menos, permanente, o, como parece más probable, por circunstancias
provisionales y transitoria. De la génesis, del texto podría deducirse que se trata de circunstancias
habitualmente relacionadas con la falta de sacerdotes 17. De hecho, confiar la cura pastoral in
solidum puede ser particularmente útil para resolver la situación de aquellas diócesis donde pocos
sacerdotes deben repartir su tiempo para atender trabajos diversos, y solo coordinando de modo
adecuado sus horarios se puede llegar a cubrir todo el trabajo pastoral en una o varias parroquias18.
Sin embargo, la fórmula in solidum puede también resultar adecuada para resolver otro tipo de
situaciones no directamente ocasionadas por la penuria de presbíteros; en especial, como se decía
anteriormente, facilitar la atención de parroquias superpobladas en grandes ciudades, o de varias
parroquias distante, y poco pobladas en áreas rurales, permitiendo que todos los sacerdotes
encargados de la atención pastoral puedan tener con los fieles la relación inmediata y las
atribuciones del párroco. Por otra parte, cabría ver esta fórmula como un modo de promover la
corresponsabilidad en el ejercicio de la acción pastoral y para favorecer la vida en común de los
presbíteros. No debe olvidarse, sin embargo, que la conveniencia de facilitar la vida en común de
11
Cfr F. COCCOPALMERIO, De paroecia, Roma 1991, p. 102; M. MORGANTE, La parrocchia nel Codice di
Diritto Canonico, Torino 1985, p. 168
13
Cfr Comm. 8 (1976), pp. 29-30. Cfr también D. MOGAVERO, Il parroco e i sacerdoti collaboratori, en VV.AA., La
parrocchia e le sue strutture, Bologna 1987, pp. 119-146 (p. 125).
14
Cfr R. PAGE, Les Eglises particulieres. II. La charge pastoral de leurs communautés de fil' les selon le Code de
Droit Canonique de 1983, Montreal 1989, pp. 30-31 y 150
15
Cfr J.C. PERISSET, La Paroisse..., cit., p. 184; P. URSO, La struttura interna delle Chiese Particolari, en
VV.AA., Il Diritto nel mistero della Chiesa, II, Roma 1990, pp. 459-460
17
19
Cfr ibidem
20
Cfr A.S. SANCHEZ-GIL, L'apporto dei fedeli laici all'esercizio della cura pastorale della comunitá
parrocchiale, en VV.AA., Metodo, Fonti e Soggetti del Diritto Canonico (a cura de J.I. Arrieta e G.P. Milano),
Città del Vaticano 1999, pp. 1131-1156
21
Cfr CpC y otras, Instrucción «Ecclesiae de mysterio» sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de
los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, 15.VIII.1997, en AAS 89 (1997) pp. 852-877
ob sacerdotum penuriam, y no por razones de comodidad o de una equivocada promoción del laicado',
etc. permaneciendo el hecho de que se trata de participatio in exercitio curae pastoralis y no de
dirigir, coordinar, moderar o gobernar la parroquia, cosa que según el texto del canon, compete sólo a un
sacerdote.
»Precisamente porque se trata de casos excepcionales, es necesario, sobre torio, considerar la posibilidad
de valerle, por ejemplo, de sacerdotes ancianos, todavía con posibilidades de trabajar, o de confiar
diversas parroquias a un solo sacerdote o a un coetus sacerdotum (nota 75: Cfr C.I.C., 517 §1).
»Se ha de tener presente, de todos modos, la preferencia que el mismo canon establece para el diacono.
»En la misma normativa canónica permanece la afirmación de que estas formas de participación en el
cuidado de las parroquias no se pueden identificar, en modo alguno, con el oficio de párroco. La
normativa ratifica que también en aquellos casos excepcionales 'Episcopus dioecesanus (...) sacerdotem
constituat aliquem qui, potestatibus et facultatibus parochi instructus, curam pastoralem moderetur'. El
oficio de párroco, en efecto, puede ser confiado válidamente sólo a un sacerdote (cfr can. 521 §1),
también en los casos de objetiva penuria de clero (nota 76: Se ha de evitar por lo tanto designar con el
título de “Guía de la comunidad' - o con otras expresiones que indiquen el mismo concepto - al fiel no
ordenado o grupo de fieles a los cuales se confía una participación en el ejercicio de la cura pastoral).
»§2. A tal propósito se debe tener en cuenta que el párroco es el pastor propio de la parroquia a él
confiada (nota 77: Cfr C.I.C., can. 519) y permanece como tal en tanto no haya cesado su oficio
pastoral (nota 78: Cfr ibid., can. 538, §§1-2).
»La presentación de la dimisión del párroco por haber cumplido 75 años de edad no lo hace cesar ipso
iure de su oficio pastoral. Esto se verifica sólo cuando el Obispo diocesano - después de la prudente
consideración de todas las circunstancias - haya aceptado definitivamente su dimisión, a tenor del
can. 538 §3, y se lo haya comunicado por escrito (nota 79: Cfr C.I.C., can. 186). Aún más, a la luz
de las situaciones de penuria de sacerdotes existentes en algunas partes, será sabio conducirse con una
particular prudencia a este respecto.
»También considerando el derecho que cada sacerdote tiene de ejercer las funciones propias
inherentes a la ordenación recibida, a no ser que se presenten graves motivos de salud o de disciplina,
se recuerda que el 75o año de edad no constituye un motivo que obligue el Obispo diocesano a la
aceptación de la dimisión. Esto también para evitar una concepción funcionalista del sagrado ministerio
(nota 80: Cfr Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros
Tota Ecclesia, 31 enero 1994, n. 44)» (EdM, 4).
Este artículo 4, que no pretende modificar la regulación contenida en el §2 del presente canon,
constituye una interpretación auténtica realizada per modum legis (vide comentario al c. 16), y
tiene efecto revocatorio de las normas de Derecho particular contrarias. Como es sabido, este
documento tiene carácter de Decreto general, aprobado de forma específica por el Sumo Pontífice, y
declara expresamente revocadas «las leyes particulares y las costumbres vigentes que sean contrarias a
estas normas, como asimismo eventuales facultades concedidas ad experimentum por la Santa Sede o
por cualquier otra autoridad a ella subordinada» (EdM, Conclusión). Teniendo presentes los nuevos
criterios interpretativos, es posible señalar algunos aspectos jurídicos de la fórmula del §2, indicando
las diferencias con la fórmula in solidum, del §1.
En primer lugar, conviene hacer notar que en el texto del §2 no se contiene la expresión in solidum, del
§1, por lo que no parece adecuado aplicar a estos supuestos dicha terminología, como hacía el CIgC —
antes de la supresión de dicha expresión en la versión latina typica (cfr CIgC, 910—, y como habíamos
adoptado en la edición anterior de estos comentarios. En aquella ocasión, pensábamos que bien podría
decirse que en estos casos, de modo análogo al caso contemplado en el §1, se confía una única tarea y
oficio parroquial - con contenidos similares a los del oficio de párroco, pero no propiamente idéntico -
a un titular siempre multiple. Con la diferencia, señalábamos entonces, de que en este caso cada titular
recibe una diversa participación en el oficio confiado22: al presbítero designado para dirigir la
actividad pastoral y dotado de las facultades del párroco le competen aquellas funciones de la cura
pastoral que son exclusivas del sacerdote; mientras que quien no ha recibido el orden del presbiterado
podrá participar de modo subsidiario en el ejercicio de las demás funciones de la cura pastoral de la
parroquia23.
También afirmábamos que ninguno de ellos recibe la denominación de párroco ni lo es en sentido
estricto24. No lo es, en todo caso, ni puede ser denominado como tal, debiendo evitarle - como ha
declarado expresamente la Instrucción - nominar incluso «con el título de 'Guía de la comunidad' - o
con otras expresiones que indiquen el mismo concepto - el fiel no ordenado o el grupo de fieles a los
cuales se confía una participación en el ejercicio de la cura pastoral» (a. 4, nota 76; cfr, c. 521, vide
comentario).
Sin embargo - aunque se pueda mantener en sustancia el sentido de lo que afirmábamos entonces -, en
atención al tenor de la Instrucción, que considera la fórmula del §2 como «una forma extraordinaria de
colaboración» - en la que fieles que no han recibido el carácter sacerdotal reciben una «participación en
el ejercicio de la cura pastoral» -, y que declara expresamente que «estas formar de participación en el
cuidado de las parroquias no se pueden identificar, en algún modo, con el oficio de párroco» (a. 4 §1);
parece preferible - por ser más adecuado desde el punto de vista teológico y más preciso jurídicamente
- considerar que el oficio de párroco, y con él la cura pastoral de la parroquia, se confía única y
propiamente al sacerdote designado. Así debe, por tanto, interpretarle la afirmación de que el sacerdote
designado para dirigir la acción pastoral esta «dotado de las potestades y las facultades del párroco».
Así pues, el sacerdote designado puede ser considerado párroco, o a él asimilado, con la consecuencia
de que se le aplican las normas sobre la provisión y el cese del oficio de párroco (cfr cc. 520-527; 538),
y - mutatis mutandis - las disposiciones sobre las funciones y deberes del párroco (cfr cc. 528,537),
aunque algunas de ellas deberán ser adaptadas a las circunstancias concretas de la parroquia afectada,
bien en el acto del nombramiento, o bien mediante un estatuto del funcionamiento de la actividad
pastoral aprobado por el Obispo, donde reciben una regulación especial, p. ej., el deber de residencia
(cfr c. 533) o la obligación de aplicar la Misa por el pueblo (cfr c. 534), etc.
Por su parte, los demás fieles reciben una participación en el ejercicio de la cura pastoral confiada
principalmente al sacerdote; que se puede traducir jurídicamente en el nombramiento para un oficio
eclesiástico en la parroquia (cfr c. 228 §1), o - sin necesidad de nombramiento para un oficio
eclesiástico específico - mediante la atribución de competencias y la concesión de las facultades
necesarias para ejercitar, en vía de suplencia, las tareas de la cura pastoral que no podrán ser realizadas
habitualmente por el sacerdote designado o por otros sacerdotes, y para desarrollar, bajo la dirección
del sacerdote designado, otras tareas relacionadas con la marcha de la parroquia.
El diacono, el religioso no sacerdote, la religiosa, el fiel laico (hombre o mujer), o la comunidad por
ellos compuesta, que han sido llamados a participar en el ejercicio de la cura pastoral podrán
colaborar, en virtud del encargo recibido del Obispo y bajo la dirección del sacerdote, mediante el
ejercicio de funciones confiadas de ordinario al párroco. Como es lógico, no podrán desempeñar las
funciones de cura de almas que requieren el carácter sacerdotal (cfr c. 150); pero será oportuno que
22
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CM, Codex Iuris Canonici, fontiura annotatione et índice analytico-alphabetico auctus, In Civitate Vaticana 1989, p. 146
27
«No es licito por tanto, que los fieles no ordenados asuman, por ejemplo, la denominación de `pastor', de 'capellán', de
'coordinador', 'Moderador' o títulos semejantes que podrían confundir su función con aquella del Pastor, que es
únicamente el Obispo y el presbítero [nota 58: En sales ejemplos se deben incluir todas aquellas expresiones que, en los
idiomas de los distintos Países, pueden ser análogas o equivalentes e indicar una función directiva de guía o de
vicariedad respecto a la misma)» (EdM, 1 §3)
Derecho particular, las condiciones de idoneidad de las personas que, careciendo del carácter
sacerdotal, podrán ser llamadas a cumplir esta tarea (cfr, por analogía, cc. 521 §§2-3, 524), y establezca
medios adecuados para su necesaria selección y formación. A este respecto, la Instrucción recuerda la
responsabilidad de la autoridad competente con una indicación que, por su clara aplicación en el caso
que nos ocupa, merece también ser recogida por completo:
«Es deber de la Autoridad competente, cuando se diera la objetiva necesidad de una 'suplencia', en los
casos anteriormente detallados, procurar que la persona sea de sana doctrina y ejemplar conducta de
vida. No pueden, por tanto, ser admitidos al ejercicio de estas tareas aquellos católicos que no llevan
una vida digna, no gozan de buena fama, o se encuentran en situaciones familiares no coherentes con la
enseñanza moral de la Iglesia. Además, la persona debe poseer la formación debida para el adecuado
cumplimiento de las funciones que se le confían.
»Siguiendo las disposiciones del derecho particular, deben perfeccionar sus conocimientos
frecuentando, en la medida de lo posible, cursos de formación que la Autoridad competente organizará
en el ámbito de la Iglesia particular (nota 112: Cfr C.I.C., can. 231 §1), en ambientes diferentes de los
seminarios, que están reservados sólo a los candidatos al sacerdocio (nota 113: Se deben excluir los
llamados seminarios 'integrados'), teniendo gran cuidado de que la doctrina ensenada sea absolutamente
conforme al magisterio eclesial y que el clima sea verdaderamente espiritual» (EdM, a. 13).
Por último, deberán determinarle también claramente las obligaciones y responsabilidades de cada uno,
los momentos inicial y final del desempeño de sus funciones, y la retribución adecuada a la dedicación
efectiva - parcial o exclusiva - de cada uno, mediante acuerdos que pueden recibir diversas
formalizaciones dependiendo de las circunstancias de los sujetos implicados: p. ej., la asunción de un
oficio eclesiástico en la parroquia (cfr c. 228 §1), especialmente indicado en el caso del diácono; el
acuerdo del Obispo con el Superior o la Superiora en el caso de religiosos o religiosas; o también
mediante acuerdos contractuales, especialmente adecuados en el caso de fieles laicos.
En relación con el carácter excepcional y supletorio de este modo de encomendar la atención pastoral
de la parroquia, interesa subrayar algunos criterios señalados por EdM, que llevan a considerar esta
fórmula como el último recurso, permitido sólo «ob sacerdotum penuriam, y no por razones de
comodidad o de una equivocada 'promoción del laicado', etc.» (cfr a. 4 §1 a), y ante la imposibilidad
de utilizar fórmulas menos extraordinarias: «Precisamente porque se trata de casos excepcionales, es
necesario, sobre todo, considerar la posibilidad de valerle, por ejemplo, de sacerdotes ancianos, todavía
con posibilidades de trabajar, o de confiar diversas parroquias a un solo sacerdote o a un coetus
sacerdotum (cfr c. 517 §1). Téngase presente, de todos modos, la preferencia que el mismo canon
establece para el diácono» (a. 4 §1).
Por último, acerca del carácter provisional de la fórmula del §2, conviene no olvidar que un recurso
demasiado prolongado a este tipo de medidas puede provocar, no sólo un empobrecimiento de la vida
sacramental de la parroquia, sino también cierta clericalización del laicado; pues, salvo en el caso del
diacono, se encomienda a no clérigos la realización de funciones de marcado contenido clerical.
Ciertamente, la escasez de presbíteros puede obligar a recurrir a soluciones innovadoras que permitan
contar con la colaboración de otros fieles para que suplan su ausencia. Sin embargo, son soluciones que
deben ser consideradas como provisionales, sin pretensiones de permanencia. Por este motivo, parece
necesario que el recurso a este tipo de fórmulas esté siempre acompañado por una urgente labor de
promoción de vocaciones sacerdotales, que debe intensificarle especialmente en el seno de las
comunidades parroquiales afectadas, como ha manifestado explícitamente el reciente documento de la
Santa Sede: «Las soluciones propuestas para la escasez de ministros ordenados, por tanto, no pueden ser
que transitorias y contemporáneas a una prioridad pastoral específica para la promoción de las
vocaciones al sacramento del Orden. (...) 'La misma normativa del Código de Derecho canónico ha
ofrecido posibilidades nuevas que, sin embargo, han de aplicarse rectamente para no caer en el equívoco
de considerar ordinarias y normales soluciones normativas que han sido previstas para situaciones
extraordinarias de falta o de escasez de ministros sagrados' [nota 116: Juan Pablo II, Discurso al
Simposio sobre «Colaboración de los laicos en el ministerio pastoral de los presbíteros » , 2 2. IV 1994,
n. 2, en L'Osservatore Romano, 23.1V.19941. (...) 'Es necesario hacer comprender que estas
precisiones y distinciones no nacen de la preocupación de defender privilegios clericales, sino de la
necesidad de ser obedientes a la voluntad de Cristo, respetando la forma constitutiva que El ha impreso
indeleblemente a su Iglesia' [nota 117: Ibidem, n. 5]» (EdM, Conclusión).