Está en la página 1de 1

<<¡ÁTATE LOS CORDONES DE LOS

ZAPATOS!>>
_______________________________________________________________________________
“¡Átate los cordones de los zapatos: mil veces te lo he
dicho!” gritó la madre iracunda. Y la muchacha, a
regañadientes, se ató los cordones. Pero no era solo
eso. Varias veces al día la medre le gritaba órdenes,
tales como: “¡péinate el cabello!”, “¡límpiate las uñas!”,
“¡arregla tu cuarto!”, y así fueron pasando los años
para Stephanie Santamaría.
A los veintitrés años de edad, Stephanie, no
soportando más la carga, golpeó a su madre con furia
incontrolada. Luego voluntariamente, Stephanie se
entregó a la policía, que la acusó de haber golpeado
con violencia a su madre.
Por la noche, la muchacha ajustó una vez más los cordones de los zapatos, pero esta vez, alrededor de su cuello.
Se suicidó, aplastada por la pena, la amargura y la culpa.
Lamentablemente, esa misma situación suele repetirse en millones de hogares. Stephanie fue siempre una
muchacha descuidada. Su madre fue siempre una mujer exigente. Las relaciones entre las dos nunca fueron buenas.
El llevarse bien con los hijos en nuestra sociedad actual es asunto difícil. Por un lado, hay demasiados hijos e
hijas rebeldes, y por otro, demasiados padres y madres abusivos. Y entre todos hay
demasiada falta de amor que es aceite divino para suavizar los roces entre los seres
humanos.
¿Cómo educar a los hijos? Este es el problema de muchos. ¿Con todo
rigor y castigos?, ¿Con lenidad, suavidad e indulgencia? ¿Hay que
castigarlos por cualquier desvío, o hay que disimular el agravio,
esperando que los hijos se corrijan solos?
La Biblia habla tanto a hijos como a padres, y aconseja: “Hijos,
obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. “Honra a tu padre ya
tu madre –que es el primer mandamiento con promesa- para que te vaya bien y disfrutes de
larga vida en la tierra”.
“Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor” (Efesios
6:1-4).

Para poder cumplir con lo que Dios manda, necesitamos que Él


habite en nuestro corazón. Si Cristo no mora en nosotros, nuestras
buenas resoluciones no pasarán de ser sólo eso: buenas resoluciones.
En cambio, con Cristo en nuestra vida podremos cumplir sus
mandamientos y tener la paz que ese cumplimiento traerá.

También podría gustarte