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En diversas formas, la música estuvo presente en Bahía Blanca desde sus años
fundacionales. Sin embargo, hacia principios del siglo XX una parte de la sociedad local
comenzó a valorar la instrucción artística y a generar espacios para la interpretación y el
consumo de la música académica. Así, se produjo un crecimiento exponencial de los
conservatorios privados, se integraron agrupaciones instrumentales y vocales y se
conformaron asociaciones que se ocupaban de la promoción de conciertos. De manera
paulatina, las prácticas que solían ser individuales o asistemáticas comenzaron a
formalizarse en instituciones que, en algunos casos fueron gestionadas en forma
privada, y en otros, estuvieron a cargo de dependencias públicas. Mientras que las
iniciativas particulares se registraron desde fines del siglo XIX, las políticas estatales en
este sentido se llevaron adelante desde la década del treinta. No obstante, la concreción
oficial de los proyectos musicales se verificó en los años cincuenta cuando fueron
fundados el Conservatorio de Música y Arte Escénico (1957) y la Orquesta Estable
(1959). El objetivo principal de nuestra investigación radica entonces en analizar la
conformación de estos organismos de enseñanza, interpretación y consumo de la música
en relación con las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que
tuvieron lugar en la ciudad. Nuestra perspectiva se enmarca en la Historia Cultural de la
Música ya que concebimos a esta última como un género clave en la historia de la forma
cultural y estética pero también la entendemos como un lenguaje que puede ser
analizado desde el enfoque cultural puesto que interviene en la organización de las
subjetividades (Steinberg, 2008).
Los debates académicos de las últimas décadas han vuelto borrosas las fronteras
disciplinarias en el estudio de las prácticas musicales. Dado que la categoría de lo
institucional reviste gran relevancia en nuestro análisis, en esta oportunidad
indagaremos en las conceptualizaciones propuestas por la Sociología de la Institución.
Especialmente, las corrientes francesas se han preocupado por la génesis de las
entidades, las prácticas y las representaciones de los agentes y las tensiones entre lo
instaurado y lo emergente. Estas nociones se vuelven herramientas teóricas valiosas
para guiar nuestra investigación y para profundizar en el estudio de la música como una
práctica social.
1
Traducción propia, original en francés: "un composé indécomposable de représentations, de croyances,
de savoirs, de savoir-faire et de pratiques."
aquellos que no formaban parte de la institución. Si el estudio de la música académica
estaba asociado a la "cultura de elite", los conservatorios coadyuvaban a reforzar esta
representación mediante la transmisión de conocimientos y habilidades artísticas que
constituían capitales simbólicos relevantes para las clases dominantes, la exclusión de
géneros musicales vinculados con lo popular y, a su vez, por medio de la creación de
espacios que incentivaban la sociabilidad distinguida.
En la medida en que es incorporada por los actores en un proceso continuo de
socialización, la cultura institucional es el vector de un sentimiento subjetivo de
pertenencia que, no obstante, experimenta ajustes y reconfiguraciones. De acuerdo a
Roger Chartier, "no hay práctica ni estructura que no sea producida por las
representaciones, contradictorias y enfrentadas por medio de las cuales los individuos y
grupos dan sentido al mundo que le es propio" (Chartier, 1992:49). La articulación de
estos enfoques nos incentiva a indagar en las tensiones, las luchas de representación y
las formas de desestabilización que contribuyen a la transformación de las culturas
institucionales en un curso incesante de construcción y deconstrucción de formas de
acción colectiva. Los individuos o los grupos pueden emprender la defensa de otros
proyectos, de acuerdo con otros propósitos comunes y otros objetivos. Estos
movimientos van desde la desviación, la evasión o la puesta en distancia de los roles
prescriptos hasta la deserción y oposición frontal a lo establecido, pasando por toda la
gama de comportamientos rayanos con la desobediencia y a la indisciplina (Hmed y
Laurens, 2010:132). Pensar en términos de campo nos permite comprender las
instituciones como complejos de relaciones sociales que son el producto permanente de
luchas entre agentes en competencia por la apropiación de capitales. Si se pretende dar
cuenta de esta dinámica, es necesario prestar atención a los proyectos fallidos, a los que
no perduraron y a las formaciones que se desarrollaron de manera independiente.
Durante la fundación y los primeros tiempos en la historia de un establecimiento
se generan situaciones de indeterminación relativa y redefiniciones continuas en las que
lo instituido está en constante tensión con lo instituyente (Meimon, 2010:113). Estas
ideas nos han resultado útiles para entender las marchas y contramarchas que se
produjeron en la conformación del conservatorio oficial y de la orquesta estable en la
década del cincuenta. Lejos de ser un proceso lineal, su creación estuvo atravesada por
obstáculos y contratiempos relacionados, por una parte, con las características
específicas del campo musical local y, por otra, con los lazos entre las noveles
instituciones y el Estado provincial. La consolidación y objetivación de estos
organismos fue paulatina e involucró procesos de legitimación interna y externa y la
construcción de auto-representaciones relativamente uniformes y coherentes.
El andamiaje teórico desarrollado por la Sociología de las Instituciones en
articulación con los aportes de Pierre Bourdieu enriquece la comprensión de los
problemas empíricos y contribuye a restituir la dimensión histórica de la
institucionalización de la música para concebirla como un proceso relacional y
contingente. Particularmente, los establecimientos musicales detentan características
específicas dado que desempeñaban un rol destacado en la profesionalización de los
músicos, actuaban como un factor de distinción social y contribuían a configurar un
gusto estético vinculado con las producciones eruditas y canónicas. En este sentido,
procuramos entender a la música académica como un fenómeno social que promovía la
configuración de formas organizativas ligadas a un proyecto civilizatorio moderno.
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