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RICARDO PALMA
suplir a un maestro ausente y se dedicó a recordar algo de latín con los alumnos;
¡Quid est oratio!, pero ningún alumno le supo contestar. Molesto el cura ordenó a
Así ocurrió hasta que le pregunto al más pequeño de la clase. El niño se burló del cura
El cura iracundo le ordeno también AL RINCÓN QUITA CALZÓN, pero como el niño
murmuraba.
Y por más que el cura trató de recordar no pudo hacerlo; entonces el niño también
lo envió a el ¡al rincón quita calzón! La burla de los estudiantes fue total.
El cura no tuvo más remedio que perdonar a todos el castigo propuesto y se retiró
completamente avergonzado.
Tiempo después el cura retorno a su natal España y se llevó al pequeño travieso como
pupilo, aya lo educo esmeradamente para que años después retornara al Perú
Según cuenta la leyenda, la casa de Santa Rosa tenía una especie de huerto, con
charcos y acequias.
Cuando decidió construir una ermita en esos terrenos, llegó a un acuerdo con los
molestos animales: ella prometía no molestarlos y ellos harían lo mismo con ella.
Tan bien funcionó el acuerdo que se cuenta que, cuando Rosa emitía sus alabanzas a
Dios, los mosquitos la seguían dando una especie de concierto con trompetillas.
Sin embargo, un día apareció por el huerto una amiga de la Santa, la beata Catalina.
Esta, a la que los mosquitos no respetaron, mató a uno de un manotazo.
En ese momento Rosa impone la paz. Pide a la beata que no vuelva a matar a ninguno
y a los mosquitos que no piquen de nuevo a su amiga:
Diferente fue el caso de otra beata, Francisca Montoya. Esta ni siquiera se atrevía
a acercarse al huerto por miedo a la multitud de mosquitos que allí se habían
instalado.
Parece que a la Santa no le gustaron tales prevenciones, así que decidió mandarle un
castigo. Eligió a tres mosquitos y les pidió que fueran a picar a la beata:
“Pues tres te han de picar ahora —le dijo Rosa—, uno en nombre del Padre, otro en
nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo”.