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¿Cuál es el papel de las ciencias sociales y en

especial de la antropología en la
transformación e innovaci ón del
proyecto nacional?
In Uncategorized on febrero 28, 2017 at 6:53 PM

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¿Cuál es el papel de las ciencias sociales y en especial de la antropología en la


transformación e innovación del proyecto nacional?
Salomón Nahmad y Sittón
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Pacífico Sur

En México, desde los inicios de la antropología como ciencia social se vio en la necesidad,
de formular hipótesis de trabajo que permitieran definir una acción práctica para quienes
dirigían el país, especialmente después del movimiento revolucionario de 1910. Hombres
como Manuel Gamio, Moisés Sáenz, Othón de Mendizábal, Alfonso Caso y Julio de la
Fuente, para sólo mencionar a algunos, dieron a esta ciencia una proyección que llegó, en
ocasiones, a rebasar las fronteras nacionales. Otros, como Gonzalo Aguirre Beltrán, Alfonso
Villa Rojas y varios de las nuevas generaciones, dedicaron y dedican gran parte de sus
investigaciones igual que aquellos precursores a definir y plantear, con objetividad y
transparencia, los grandes problemas sociales de México y, en particular, los problemas y la
articulación de los grupos étnicos de la Nación, misma que se ha venido desarrollando en un
contexto de crisis permanente, donde la sociedad ha tenido que exigir fórmulas y diseños
para resolver los grandes conflictos sociales, económicos y políticos de las relaciones
interétnicas asimétricas.

La etnografía y la etnología sirvieron, en un principio, para rescatar el patrimonio propio de


los distintos pueblos y grupos que componen la Nación; pero nunca se satisfizo esta
demanda con la simple descripción, ni con la especulación académica de carácter teórico.
De tal manera, que la antropología social en México, se ha venido manifestando como una
ciencia aplicada que, enfocada inicialmente al reconocimiento del ser propio de los pueblos
y grupos que conforman el país, simultáneamente, ha alcanzado entre sus logros, que se
proyectaran recomendaciones de orden pragmático que permitieran formular programas
públicos específicos destinados a los pueblos originarios primero, y a los campesinos en
general después, para más tarde extenderlos a la población urbana y proletaria.

Las medidas de tipo político que emergieron de la Revolución, como es el caso, por
ejemplo, de la Reforma Agraria, requerían de una acción más sólida que permitiera que
dichas medidas transformaran, a fondo, la situación de la tenencia de la tierra de los
indígenas y campesinos. La asesoría y la dirección de importantes planes y programas se
pusieron en manos de antropólogos sociales. Mas como el número de dichos profesionales
era señaladamente escaso, el fenómeno motivó la creación de la Escuela Nacional de
Antropología, institución que debía generar científicos para la planificación y programación
de los proyectos de políticas públicas que dieran respuesta a las grandes demandas de esta
población, así como su puesta en marcha y operación.

La influencia de las diferentes corrientes antropológicas de los países europeos y de


Norteamérica pronto se hicieron presentes en el pensamiento y en la formación de los
nuevos antropólogos mexicanos. Sin embargo, la dirección de la antropología en México
desde su comienzo tuvo un sesgo descolonizador y nacionalista, en tanto que la
antropología extranjera continuó enfocada a mantener el colonialismo en los países donde
se realizaban sus investigaciones. Hoy, el neoliberalismo y la globalización intensifican su
acción en contra de procesos descolonizadores.

En los países altamente desarrollados, después de la Segunda Guerra Mundial en que se


inició la descolonización política de África y Asia -a través, de las naciones sujetas a su
dominio- los hechos subsecuentes de la nueva historia del mundo generaron una revisión
crítica y sistemática de los principios básicos que regían a la antropología y sus diversas
ramas. En México, esta crisis, de la antropología mundial se dejó sentir lentamente sin gran
repercusión, puesto que los mismos que realizaban la investigación estaban formulando la
acción, si bien es preciso indicar que entre ellos había enfoques encontrados, en relación
con la dirección que debería tomar la praxis de la antropología. Por lo tanto, en granparte de
la antropología mexicana estaba comprometida de antemano en el análisis de los procesos
del cambio social y la desigualdad de la sociedad.
Las medidas adoptadas en los programas para las regiones interétnicas del país atrajeron,
luego, la atención de antropólogos de las más importantes corrientes del momento a nivel
mundial. Este resultado permitió tener, en un lapso relativamente corto, un cúmulo
importante de estudios sobre aquellos grupos y sobre distintas regiones del país. No
obstante, la praxis adolecía de fallas en su estructuración y, en pocos años, haría crisis la
orientación de la antropología al cuestionarse y ser objetos de crítica los modelos creados
por los iniciadores del movimiento de la antropología aplicada. Fueron cuestionados y
criticados, pues, por las nuevas generaciones de antropólogos que participaron en el análisis
y revisión de la antropología aplicada, así como del indigenismo y las políticas del
desarrollismo.

Desde nuestro punto de vista, el movimiento estudiantil de 1968 y la crisis por la que
atravesaba la antropología en los países altamente desarrollados, removieron las bases de la
antropología social en México y de las instituciones que la realizaban, exigiendo de éstas un
compromiso más profundo y serio. Se pusieron sobre la mesa de discusiones los proyectos-
piloto que habían sido concebidos por los antropólogos, y retornó la discusión que había
sido suscitada en la década de los treintas, acerca de la posibilidad de un desarrollo
autónomo y paralelo de los pueblos originarios de México. Igualmente se perfiló una
antropología crítica que después formularía la teoría de la "descolonización interna" como
elemento básico para liquidar las relaciones interculturales e interétnicas asimétricas.

Empezaron a surgir los estudios de esas relaciones interétnicas y su combinación con la


estructura de clases sociales a nivel nacional, lo que ha generado planteamientos
programáticos con nuevas directrices, así como la revisión crítica de la antropología social y
aplicada. Algunos de estos análisis se han hecho desde el campo de las teorías de la
evolución multilineal de la sociedad, o desde el punto de vista del marxismo ortodoxo o del
capitalismo. Esto ha promovido la revisión sistemática de todos los modelos y diseños que,
a partir de 1920 y hasta la fecha, fueron construidos para generar el cambio en los campos
de la educación, la salud, la economía y los cambios sociales y políticos. Ahora bien, estos
análisis proyectan la antropología aplicada en términos de un conocimiento más profundo
que analice verticalmente el problema, y lo correlacione horizontalmente, a nivel nacional e
internacional.

Todo esto significa que la investigación no debe dirigirse sólo a los estudios sectoriales de
una cultura, o la auscultación exhaustiva de una comunidad o de una región étnica, sino que
debe buscar las relaciones que estos elementos tienen con la sociedad nacional, lo mismo
que su conexión con las relaciones internacionales dependientes.

Considero que la década de los años noventa del siglo pasado es el inicio de la revisión
crítica de lo hecho en el siglo XX de antropología social aplicada y de la necesidad de la
reformulación de un proyecto más ambicioso y audaz para el país de lo que será la
antropología del siglo XXI.
Desmitificar y desnudar lo realizado es tarea trascendental y, al reorientarla, habrá que ir en
pos de una investigación y una acción más comprometidas y más crítica. Si bien es cierto
que, enAmérica Latina, México ocupa un lugar de importancia y liderazgo en el campo de
la antropología, no por ello dejaremos de reconocer que la antropología que hemos
construido hasta hoy, más que liberar -en estos cien años- a los pueblos originarios del país,
tales grupos no han logrado encontrar los cauces para su descolonización y liberación como
grupos, ni su participación en las estructuras nacionales. En términos económicos y
políticos, lo alcanzado es débil e insignificante.

La sociedad nacional ha encontrado en las diversas ramas de la antropología (arqueología,


etnohistoria, lingüística, etnología y antropología social y aplicada) un medio para justificar
el sistema y para apropiarse, en su conjunto, del patrimonio histórico, social y cultural de
los pueblos originarios del México profundo. La antropología aplicada debe, en un futuro
cercano, devolver su propia imagen al colonizado, y a la sociedad india, en su conjunto y su
posición histórica. La antropología, como instrumento de dominación, ha sido útil al
sistema y como tal debe ser transformada para que, como disciplina científica, sirva de
instrumento de liberación del colonialismo interno y universal. Y esto es lo que representa
el reto más importante para el antropólogo mexicano comprometido. La antropología, como
ciencia pura, es más bien un mito y una sofisticación que una realidad. La antropología que
estudia al hombre en su contexto social, como objeto curioso y como fenómeno peculiar
desvinculado del compromiso ético de modificar y transformar la sociedad, no tiene
sentido.

La perspectiva en México y en todos los países del Tercer Mundo, de una antropología
social y aplicada que intente la transformación económica, social y política, a partir del
cambio de las estructuras sociales y de que las superestructuras de discriminación y
exclusión se ajusten y adapten a dicha transformación es imprescindible. La antropología
comprometida y crítica está en contra de la antropología que pretende mantener lo
establecido y manipular a la población para que logre su conformidad. Debemos organizar
para el futuro próximo una antropología social y aplicada para el cambio profundo; para que
realice una investigación de fondo, y para que permita a la población sujeta a estudio, por
un lado, la toma de conciencia de su situación, y por otro, la movilización, en términos de
autoafirmación y defensa, de sus derechos e intereses como conjunto de sociedades y
culturas. Asimismo, habrá que evaluar el efecto de esta investigación-acción sobre el
cambio social, y alcanzar que seamos capaces de autocriticar lo que vayamos realizando.
Este posicionamiento indudablemente permitirá a México su descolonización interna y
externa.

La antropología social y aplicada en México tiene reservada, así, una tarea importante que
permitirá a las minorías étnicas –las originarias del país- su propia participación, activa, en
las decisiones que se aprueben por parte de la sociedad nacional para con ellas.
El antropólogo deberá, en el futuro, ser un servidor de los grupos oprimidos y colonizados,
no un dócil administrador de un sistema vigente que busca perpetuar el estado de cosas.
Todavía no hemos aprendido a respetarnos plenamente, ni a compartir ni a colaborar. Este
momento realmente importante de la historia humana requiere de soluciones de innovación
social en el proyecto nacional y esquemas que responden a transformar la realidad social al
convocar a luchadores y emprendedores sociales para promover un cambio y una nueva
relación intercultural y humana.

Como nosotros contemplamos la problemática, he aquí los cuatro objetivos generales que
debemos seguir:

1. Elevar el bienestar de las poblaciones y eliminar la pobreza de gran parte de la población


mexicana.

2. Lograr una convivencia intercultural con justicia social en términos igualitarios con y
entre todos los grupos humanos.

3. Aceptar un pluralismo cultural, étnico e igualitario de respeto mutuo y desarrollo


conjunto.

4. Garantizar la continuidad y crecimiento de los pueblos originarios y de las comunidades


étnicas dentro de la identidad nacional.

La responsabilidad del antropólogo mexicano es la de todo antropólogo del mundo:


comprometer su conciencia, su ética y sus conocimientos con el objeto de su estudio.
Contribuir al humanismo trascendental de una sociedad universal más justa que, al final,
logre una relación entre los hombres, las culturas y las naciones, en la paz y la convivencia
armónica

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