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Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia

Introducción

En la introducción, san juan pablo II explica la relación entre las dos palabras que están en el título
de la Exortación Apostólica, Reconciliación y penitencia.
Pero primeramente se pregunta ¿Por qué la Iglesia propone de nuevo este tema, y esta
invitación?, siendo que es doctrina ya conocida y tratada por tantos otros papas, sínodos y
documentos.
Y la respuesta es por El ansia por descifrar el enigma del hombre y por desvelar su misterio; el
deseo de poder discernir los fermentos de bien o de mal que se agitan ya desde hace bastante
tiempo; es sobre todo la mirada preocupada del pastor que vislumbra la existencia de
numerosas, profundas y dolorosas divisiones.
2. hay división entre las personas, pero sobre todo a nivel de colectividades: Naciones contra
Naciones y bloques de Países enfrentados en una afanosa búsqueda de hegemonía.
Juan Pablo II enumera aquí varios factores que están a la raíz de este mundo dividido, que son las
mismas que nos toca vivir ahora si bien en ese tiempo estaban netamente marcadas: diferencias
ideológicas, económicas, políticas, religiosas.
El documento está fechado el 2 de diciembre de 1984. Estamos todavía en la guerra fría, en los
últimos años de la Unión Soviética.
Y como la Iglesia no es del mundo, pero está inserta en él, estas divisiones también tocan a sus
componentes. Además de las escisiones ya existentes entre las Comunidades cristianas que la
afligen desde hace siglos, en algunos lugares la Iglesia de nuestro tiempo experimenta en su
propio seno divisiones entre sus mismos componentes, causadas por la diversidad de puntos de
vista y de opciones en campo doctrinal y pastoral.
Y ¿cuál es la raíz más profunda de estas divisiones?, se pregunta el santo padre. Y su respuesta es:
una herida en lo más íntimo del hombre. Nosotros, a la luz de la fe, la llamamos pecado.
Y con sólo reflexionar un poco al respecto uno tiene que admitir que es así: las divisiones se
fundan en el pecado:
-nos separa de Dios, en primer lugar.
-de los sacramentos.
-del prójimo, cuando pecamos contra él.
-y hasta produce una profundísima disociación en el mismo hombre que peca, rechazando el
fin por el que clama su naturaleza en su centro más profundo.
Pero también se capta en lo profundo del hombre un inconfundible deseo de instaurar a todos
los niveles una unidad esencial. Tal deseo comporta en muchos una verdadera nostalgia de
reconciliación.
Pero esta reconciliación será plena y eficaz en la medida en que llegue a aquella laceración
primigenia que es la raíz de todas las otras, la cual consiste en el pecado.

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Por lo tanto, toda institución u organización dedicada a servir al hombre e interesada en salvarlo
en sus dimensiones fundamentales, debe dirigir una mirada penetrante a la reconciliación.
Y esta es la razón por la que el Sínodo del cual es fruto este documento, y con él la Iglesia, vuelve a
reflexionar sobre la Reconciliación.
La Iglesia-, sabe que le ha sido dada, de modo especial, la posibilidad y le ha sido asignada la
misión de hacer conocer el verdadero sentido —profundamente religioso— y las dimensiones
integrales de la reconciliación.
Y el tema de la Reconciliación, subraya el papa a continuación, está en estrecha relación con el de
la penitencia. Para explicar el significado de la palabra penitencia, Juan Pablo II se refiere al
termino evangélico metánoia, que significa al cambio de vida mediante la ascesis. Penitencia es la
conversión que pasa del corazón a las obras y a la vida entera del cristiano.
Y porque la superación del pecado se da por la conversión o metánoia, es que penitencia y
reconciliación están tan relacionados: la penitencia supera el pecado que está a la raíz de la
división, haciendo posible la reconciliación.
Esta es la preocupación y el interés de la Iglesia respecto de este mundo dividido: llegar a la raíz de
la división que es el pecado. Y debe ser así porque sólo la Iglesia tiene el tesoro de los sacramentos
para sanear las heridas del pecado.
La Reconciliación es un don de Dios al hombre. Esto lo atestigua la historia de la salvación. Que es
justamente, la historia de la reconciliación.
Y cuando la Iglesia proclama la Buena Nueva de la Reconciliación mediante los sacramentos, está
señalando el mal del hombre en su raíz, y ofreciendo la reconciliación por excelencia, de la que
deben brotar los demás gestos de reconciliación, incluso a nivel social.
Pidamos a María Santísima que nos obtenga la gracia de una verdadera metánoia, para llegar a ser
óptimos ministros de la reconciliación.

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