Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Proceso Ulcera Por Presion
Proceso Ulcera Por Presion
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
DILIGENCIAMIENTO
Son todos aquellos documentos que sirven como sustento legal, técnico,
científico y/o administrativo de las acciones realizadas al usuario en los
procesos de atención, tales como: autorizaciones para intervenciones
quirúrgicas (consentimiento informado), procedimientos, autorización
para necropsia, declaración de retiro voluntario y demás documentos que
las instituciones prestadoras consideren pertinentes.
CAPÍTULO III
1) El usuario.
2) El Equipo de Salud.
CAPÍTULO IV
Ministro de Salud
En días pasados se aprobó en primer debate en el Senado el “Proyecto de Ley estatutaria sobre
terminación de la vida de una forma digna y humana y asistencia al suicidio”, que pretende
reglamentar las prácticas de eutanasia y suicidio asistido en el país.
En 1997, la Corte Constitucional mediante Sentencia C-239, había declarado exequible el artículo
326 del Código Penal de 1980 sobre “homicidio por piedad”, y había exhortado al Congreso a
regular el tema de la muerte digna “en el tiempo más breve posible”, “con la advertencia de que
en el caso de los enfermos terminales en que concurra la voluntad libre del sujeto pasivo del acto,
no podía derivarse responsabilidad para el sujeto activo, pues la conducta (homicidio pietìstico o
eutanásico) quedaba justificada”.
Profusión de conceptos
Sin embargo tal profusión de términos genera mayor confusión entre los profesionales, entre los
legisladores y entre la opinión pública, lo cual se ha hecho patente en los debates públicos
recientes. Con el propósito de contribuir en la aclaración de algunos términos fundamentales, y a
la luz de las propuestas ofrecidas por diversos autores en la bioética contemporánea, ofreceré
aquí algunas precisiones.
Eutanasia
Producen la muerte de los pacientes, es decir, que la causan de forma directa mediante una
relación causa-efecto única e inmediata.
Son realizadas por profesionales sanitarios que conocen a los pacientes y mantienen con ellos una
relación clínica significativa [2].
Distanasia
Es el uso de todo procedimiento médico disponible para postergar la muerte de una persona, en
un escenario donde tal intervención es claramente inútil (principio de futilidad), pues no ofrece
beneficios objetivos ni calidad de vida a la persona, puede ser perjudicial, y su único resultado es
prolongar innecesariamente el sufrimiento y la agonía, tanto para el paciente como para sus
familiares.
Suicidio asistido
“El acto de acabar con la propia vida de forma intencional, con la asistencia de otra persona que
proporciona deliberadamente el conocimiento, los medios, o ambos”[3]. Quien efectúa finalmente
el procedimiento es el paciente, no el médico (en el caso del suicidio asistido por médico).
Ortotanasia
La premisa en estos casos es que -si no existe una opción terapéutica que pueda producir
beneficios objetivos y calidad de vida - tal intervención es contraindicada pues su único efecto es
prolongar el sufrimiento. El ajuste del esfuerzo terapéutico implica entonces reorientar tales
esfuerzos hacia el cuidado, más que hacia la cura, proveyendo medidas de soporte que optimicen
la calidad de vida para el paciente, sus familiares y sus seres queridos.
Si un paciente competente, en pleno uso de sus facultades, decide no continuar con alguna forma
de terapia propuesta, tal decisión se debe respetar, previa valoración por salud mental, y tras
agotar los esfuerzos razonables de consejería y los medios adecuados de persuasión, en
consonancia con el respeto al valor fundamental de la dignidad humana, en virtud de la cual, el ser
humano es un fin en sí mismo y no puede ser reducido a un instrumento, ni siquiera en aras de la
preservación de la vida biológica como valor abstracto [4].
Cuidados paliativos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) los define como “un enfoque que mejora la calidad de
vida de los pacientes y sus familias que afrontan el problema asociado con una enfermedad que
amenaza la vida, a través de la prevención y el alivio del sufrimiento por medio de la identificación
temprana y la evaluación impecable del tratamiento del dolor y de otros problemas físicos,
sicosociales y espirituales”[5].
Esta práctica implica el manejo preventivo e individualizado de los síntomas físicos (manejo del
dolor, disfagia, dificultad para respirar…) y psicológicos, el manejo del duelo anticipatorio en el
paciente y su familia, así como el acompañamiento espiritual, en procesos de enfermedad con
pronóstico limitado (no solamente el manejo del dolor en pacientes con cáncer), y donde el
cuidado se centra en la calidad de vida, tanto para el paciente como para su familia, a partir de un
manejo necesariamente interdisciplinario, que respeta y promueve la toma de decisiones entre el
paciente, su familia y el equipo de apoyo en cuidados paliativos.
En este intercambio de información, es importante discutir decisiones relativas a los cuidados que
el paciente requiere y prefiere, según su sistema de valores particular, involucrando a la familia en
esta toma de decisiones, pero dando prioridad, en cuanto sea posible, a la autodeterminación del
paciente. Es más: respetar las voluntades anticipadas de un paciente sobre la suspensión o la no
instauración de alguna forma de terapia, claramente expresadas en un documento legítimo,
tampoco es un escenario de eutanasia.
Sedación terminal
Dentro del manejo de un paciente en cuidados paliativos, la meta fundamental es el control
efectivo de todos los síntomas y de los factores físicos, psicológicos o espirituales que producen
sufrimiento al paciente y su familia.
Cuando un paciente llega a la fase de declinación funcional, pueden aparecer síntomas de difícil
manejo (dificultad para respirar, ansiedad, dolor) que por ello requieren un aumento escalonado
de ciertos medicamentos (opioides, ansiolíticos), lo cual a su vez podría resultar en un paro
respiratorio y en su muerte. Esto es llamado principio del doble efecto: el bien que se persigue con
una intervención (control efectivo del dolor), puede tener efecto adverso (paro respiratorio), pero
el efecto que se busca no es el perjudicial [7].
El temor al doble efecto de las medidas paliativas no debería impedir que los médicos traten de
contribuir en el manejo efectivo del paciente, aunque exista el riesgo. Por supuesto, esta es una
consideración que debe discutirse con el paciente y con sus familiares para evitar interpretaciones
equívocas [8]; en este caso, tampoco nos encontramos ante un caso de eutanasia.
Conclusiones
La claridad conceptual es necesaria para legislar con responsabilidad y prudencia. Sin embargo, la
mayor confusión reside en la médula de la discusión: en la argumentación del magistrado
ponente, la Sentencia C-239 de 1997 afirma que:
“Como estas regulaciones sólo pueden ser establecidas por el legislador, la Corte considera que
mientras se regula el tema, en principio, todo homicidio por piedad de enfermos terminales debe
dar lugar a la correspondiente investigación penal, a fin de que en ella, los funcionarios judiciales,
tomando en consideración todos los aspectos relevantes para la determinación de la autenticidad
y fiabilidad del consentimiento, establezcan si la conducta del médico ha sido o no antijurídica, en
los términos señalados en esta sentencia”[9].
“Igualmente la ley podría ordenar que, previa a la última petición, la persona atienda a una
reunión con un equipo de apoyo que le explique integralmente su situación y le ofrezca todas las
alternativas posibles distintas a (sic) la opción de morir. Esto significa que el Estado, por su
compromiso con la vida, debe ofrecer a los enfermos terminales que enfrentan intensos
sufrimientos, todas las posibilidades para que sigan viviendo, por lo cual es su obligación, en
particular, brindarles los tratamientos paliativos del dolor.”
La misma Sentencia expone claramente la necesidad de brindar a los enfermos terminales, los
tratamientos paliativos para mitigar su sufrimiento. De aquí se desprende una conclusión
evidente: la regulación integral en torno a la muerte digna debe empezar por la garantía en el
acceso a los tratamientos integrales en cuidados paliativos, que hoy por hoy, son considerados un
derecho humano fundamental.
Repito pues lo que afirmé hace algún tiempo en esta misma revista: pretender reglamentar por vía
legislativa el homicidio eutanásico cuando no existen garantías efectivas del acceso a los cuidados
paliativos es una pálida escaramuza de progresismo liberal, que desconoce, paradójicamente, la
prioridad de los derechos fundamentales, y que desacata, en su empeño, el orden de las
prioridades claramente manifiestas en la letra de la Sentencia, cuyo espíritu pretende obedecer.
*Médico, magister en Bioética, profesor universitario de Bioética, miembro del Comité de Ética
Institucional de la Investigación Universidad el Bosque. Colaborador de la Revista Alarife
Universidad Piloto de Colombia, Revista de la Universidad el Rosario, Revista Agricultura de las
Américas.
En días pasados se aprobó en primer debate en el Senado el “Proyecto de Ley estatutaria sobre
terminación de la vida de una forma digna y humana y asistencia al suicidio”, que pretende
reglamentar las prácticas de eutanasia y suicidio asistido en el país.
En 1997, la Corte Constitucional mediante Sentencia C-239, había declarado exequible el artículo
326 del Código Penal de 1980 sobre “homicidio por piedad”, y había exhortado al Congreso a
regular el tema de la muerte digna “en el tiempo más breve posible”, “con la advertencia de que
en el caso de los enfermos terminales en que concurra la voluntad libre del sujeto pasivo del acto,
no podía derivarse responsabilidad para el sujeto activo, pues la conducta (homicidio pietìstico o
eutanásico) quedaba justificada”.
Profusión de conceptos
En torno al debate sobre la eutanasia y el suicidio asistido, se han propuesto diversas
nomenclaturas con el propósito de identificar escenarios específicos en torno a los dilemas y los
procesos de toma de decisiones al final de la vida: eutanasia activa, eutanasia pasiva; eutanasia
voluntaria, eutanasia involuntaria; eutanasia activa directa, eutanasia activa indirecta; eutanasia
pasiva por acción, eutanasia pasiva por omisión, entre otras posibilidades.
Sin embargo tal profusión de términos genera mayor confusión entre los profesionales, entre los
legisladores y entre la opinión pública, lo cual se ha hecho patente en los debates públicos
recientes. Con el propósito de contribuir en la aclaración de algunos términos fundamentales, y a
la luz de las propuestas ofrecidas por diversos autores en la bioética contemporánea, ofreceré
aquí algunas precisiones.
Eutanasia
Producen la muerte de los pacientes, es decir, que la causan de forma directa mediante una
relación causa-efecto única e inmediata.
Son realizadas por profesionales sanitarios que conocen a los pacientes y mantienen con ellos una
relación clínica significativa [2].
Distanasia
Es el uso de todo procedimiento médico disponible para postergar la muerte de una persona, en
un escenario donde tal intervención es claramente inútil (principio de futilidad), pues no ofrece
beneficios objetivos ni calidad de vida a la persona, puede ser perjudicial, y su único resultado es
prolongar innecesariamente el sufrimiento y la agonía, tanto para el paciente como para sus
familiares.
“El acto de acabar con la propia vida de forma intencional, con la asistencia de otra persona que
proporciona deliberadamente el conocimiento, los medios, o ambos”[3]. Quien efectúa finalmente
el procedimiento es el paciente, no el médico (en el caso del suicidio asistido por médico).
Ortotanasia
La premisa en estos casos es que -si no existe una opción terapéutica que pueda producir
beneficios objetivos y calidad de vida - tal intervención es contraindicada pues su único efecto es
prolongar el sufrimiento. El ajuste del esfuerzo terapéutico implica entonces reorientar tales
esfuerzos hacia el cuidado, más que hacia la cura, proveyendo medidas de soporte que optimicen
la calidad de vida para el paciente, sus familiares y sus seres queridos.
Si un paciente competente, en pleno uso de sus facultades, decide no continuar con alguna forma
de terapia propuesta, tal decisión se debe respetar, previa valoración por salud mental, y tras
agotar los esfuerzos razonables de consejería y los medios adecuados de persuasión, en
consonancia con el respeto al valor fundamental de la dignidad humana, en virtud de la cual, el ser
humano es un fin en sí mismo y no puede ser reducido a un instrumento, ni siquiera en aras de la
preservación de la vida biológica como valor abstracto [4].
La renuncia consciente a alguna forma de terapia, manifestada por un ciudadano adulto,
competente, en ejercicio de su autonomía y sus libertades fundamentales, que en su expresión no
lesiona o vulnera los derechos de los demás ni contradice el ordenamiento jurídico, tampoco
puede ser interpretada como alguna forma de eutanasia. La sentencia T-493 de 1993 es un
antecedente importante sobre el particular (una consideración aparte, que sobrepasa los
propósitos de este artículo, merece la renuncia a un tratamiento manifestada por un menor
adulto, infante o impúber).
Cuidados paliativos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) los define como “un enfoque que mejora la calidad de
vida de los pacientes y sus familias que afrontan el problema asociado con una enfermedad que
amenaza la vida, a través de la prevención y el alivio del sufrimiento por medio de la identificación
temprana y la evaluación impecable del tratamiento del dolor y de otros problemas físicos,
sicosociales y espirituales”[5].
Esta práctica implica el manejo preventivo e individualizado de los síntomas físicos (manejo del
dolor, disfagia, dificultad para respirar…) y psicológicos, el manejo del duelo anticipatorio en el
paciente y su familia, así como el acompañamiento espiritual, en procesos de enfermedad con
pronóstico limitado (no solamente el manejo del dolor en pacientes con cáncer), y donde el
cuidado se centra en la calidad de vida, tanto para el paciente como para su familia, a partir de un
manejo necesariamente interdisciplinario, que respeta y promueve la toma de decisiones entre el
paciente, su familia y el equipo de apoyo en cuidados paliativos.
En este intercambio de información, es importante discutir decisiones relativas a los cuidados que
el paciente requiere y prefiere, según su sistema de valores particular, involucrando a la familia en
esta toma de decisiones, pero dando prioridad, en cuanto sea posible, a la autodeterminación del
paciente. Es más: respetar las voluntades anticipadas de un paciente sobre la suspensión o la no
instauración de alguna forma de terapia, claramente expresadas en un documento legítimo,
tampoco es un escenario de eutanasia.
Sedación terminal
Cuando un paciente llega a la fase de declinación funcional, pueden aparecer síntomas de difícil
manejo (dificultad para respirar, ansiedad, dolor) que por ello requieren un aumento escalonado
de ciertos medicamentos (opioides, ansiolíticos), lo cual a su vez podría resultar en un paro
respiratorio y en su muerte. Esto es llamado principio del doble efecto: el bien que se persigue con
una intervención (control efectivo del dolor), puede tener efecto adverso (paro respiratorio), pero
el efecto que se busca no es el perjudicial [7].
El temor al doble efecto de las medidas paliativas no debería impedir que los médicos traten de
contribuir en el manejo efectivo del paciente, aunque exista el riesgo. Por supuesto, esta es una
consideración que debe discutirse con el paciente y con sus familiares para evitar interpretaciones
equívocas [8]; en este caso, tampoco nos encontramos ante un caso de eutanasia.
Conclusiones
La claridad conceptual es necesaria para legislar con responsabilidad y prudencia. Sin embargo, la
mayor confusión reside en la médula de la discusión: en la argumentación del magistrado
ponente, la Sentencia C-239 de 1997 afirma que:
“Como estas regulaciones sólo pueden ser establecidas por el legislador, la Corte considera que
mientras se regula el tema, en principio, todo homicidio por piedad de enfermos terminales debe
dar lugar a la correspondiente investigación penal, a fin de que en ella, los funcionarios judiciales,
tomando en consideración todos los aspectos relevantes para la determinación de la autenticidad
y fiabilidad del consentimiento, establezcan si la conducta del médico ha sido o no antijurídica, en
los términos señalados en esta sentencia”[9].
La misma Sentencia expone claramente la necesidad de brindar a los enfermos terminales, los
tratamientos paliativos para mitigar su sufrimiento. De aquí se desprende una conclusión
evidente: la regulación integral en torno a la muerte digna debe empezar por la garantía en el
acceso a los tratamientos integrales en cuidados paliativos, que hoy por hoy, son considerados un
derecho humano fundamental.
Repito pues lo que afirmé hace algún tiempo en esta misma revista: pretender reglamentar por vía
legislativa el homicidio eutanásico cuando no existen garantías efectivas del acceso a los cuidados
paliativos es una pálida escaramuza de progresismo liberal, que desconoce, paradójicamente, la
prioridad de los derechos fundamentales, y que desacata, en su empeño, el orden de las
prioridades claramente manifiestas en la letra de la Sentencia, cuyo espíritu pretende obedecer.
*Médico, magister en Bioética, profesor universitario de Bioética, miembro del Comité de Ética
Institucional de la Investigación Universidad el Bosque. Colaborador de la Revista Alarife
Universidad Piloto de Colombia, Revista de la Universidad el Rosario, Revista Agricultura de las
Américas.
Las úlceras por presión son producidas por la prolongada presión ejercida por un objeto externo
sobre prominencias óseas, provocando ulceración y necrosis del tejido involucrado. Se presentan
con mayor frecuencia en la región sacra, los talones, las tuberosidades isquiáticas y las caderas.
Entre los principales factores de riesgo que favorecen su desarrollo se encuentran: edad, déficit
nutricional, inmovilidad, fricción, diabetes, estado mental y humedad1-6. En general, los pacientes
que más frecuentemente presentan úlceras por presión son aquellos de edad avanzada, postrados
por períodos prolongados en condiciones de inmovilidad. Esta situación se observa principalmente
en los servicios de cuidados intensivos o neurología. La tendencia a infectarse que tienen estas
lesiones provoca, no solamente problemas de salud al paciente, sino que también una
prolongación de la estadía hospitalaria y un incremento en los costos de hospitalización7. Además,
la incidencia de las úlceras por presión, como reconoce la OMS, refleja la calidad asistencial de la
red hospitalaria de un país8.
Para una identificación objetiva y precisa del riesgo de presentar úlceras por presión se han
desarrollado diversas escalas9. Una de las más utilizadas es la de Braden, la cual ha sido validada
en diferentes escenarios10-12. Para predecir la población en riesgo de desarrollar úlceras por
presión y, de esta manera, manejar en forma más focalizada los recursos médicos y de enfermería,
diseñamos un estudio con el objeto de evaluar en nuestro medio la utilidad de instrumento de
Braden.
MATERIALES Y MÉTODOS
Pacientes. Criterios de inclusión: Todas las mujeres mayores de 60 años que ingresen al Servicio de
Medicina del Hospital Barros Luco-Trudeau, entre agosto y octubre de 2002. Criterios de exclusión:
Pacientes que a su ingreso al Hospital presenten úlceras por presión.
El Hospital Barros Luco-Trudeau es un centro de referencia que recibe a la población adulta del
sector sur de Santiago, estimada en 1.200.000 habitantes.
Instrumentos
Escala de Braden (Figura 1). Evalúa el riesgo de desarrollar úlceras por presión en base a la
sensibilidad y humedad de la piel, la fricción del cuerpo con las sábanas, la movilidad, actividad y
nutrición del paciente. Un puntaje menor o igual a 16 implica riesgo de desarrollar úlceras por
presión, se utilizó este punto de corte ya que es lo que se describe por los autores de la escala
para su utilización13.
National Pressure Ulcer Advisory Panel. Instrumento mediante el cual las úlceras por presión son
etapificadas en cuatro grados según su profundidad (Figura 2). Mayor información sobre esta
clasificación puede encontrarse en las referencias 14 y 15.
Estadística. Los datos fueron analizados con el programa Epi-Info 6.04. Los resultados fueron
analizados según el riesgo relativo. Se considera significación estadística a p <0,05. Las diferencias
entre los promedios de riesgo de los diferentes grupos fueron analizados mediante T de Student.
Los resultados se expresan como media de desviación estándar.
RESULTADOS
La mayor parte de las pacientes (80%) presentaron úlceras por presión superficiales (Tabla 3). Al
evaluar la etapificación de las úlceras por presión y relacionarla con el riesgo, se observó que las
pacientes que presentaron úlceras por presión en etapa I tenían un puntaje promedio de riesgo de
15,1±1,7; en aquellas con úlceras por presión en etapa II el promedio fue de 12,5±2,1 y las con
úlceras por presión en etapa III tenían un promedio de 11,0±1,0 (p <0,001). El puntaje promedio
de riesgo que presentaron el total de pacientes que desarrollaron úlceras por presión fue de
14,4±2,17, mientras que aquellas pacientes que no desarrollaron úlceras por presión tuvieron un
puntaje promedio de riesgo de 17,77±2,295; la diferencia de estos promedios es significativa
según la prueba de t-Student (tcalc: 6,02 á: 0,05).
El promedio de días cama fue de 10,5±9,174 con un rango entre 3-67 días.
DISCUSIÓN
En Chile, se han realizado pocos trabajos respecto a la incidencia y prevención del desarrollo de
úlceras por presión, a pesar de la importancia médica y económica que estas lesiones implican7,16.
Nuestros resultados muestran que la incidencia de úlceras por presión es un problema frecuente
en las mujeres hospitalizadas de edad avanzada, segmento etario reconocido de mayor riesgo de
presentar úlceras por presión2,3,5 y que presentan, además, una alta tasa de hospitalización.
El contar con un instrumento predictivo de riesgo de desarrollar úlceras por presión, se considera
de gran utilidad para poder realizar una mejor prevención17. Los resultados obtenidos por nosotros
demuestran que, en nuestro medio, la escala de Braden es un instrumento capaz de predecir
el riesgo de desarrollar úlceras por presión con una adecuada sensibilidad y especificidad. Sin
embargo, los resultados de otros trabajos muestran un amplio rango de sensibilidades (entre 35-
100%) debido, probablemente, a que fueron realizados en distintos ambientes y con poblaciones
diferentes, por ejemplo, en pacientes hospitalizados, ancianos en casas de reposo, en atención
primaria, etc9-12. El puntaje de corte para clasificar a los pacientes en grupos con y sin riesgo de
desarrollar úlceras por presión no ha sido bien definido, diferentes estudios utilizan distintos
puntos de corte11,18, el punto de corte utilizado en nuestro estudio fue de 16, que es el
recomendado por los autores del instrumento y que además se encuentra avalado en diversos
estudios, presentando una sensibilidad de 100%12,19. Otro factor que influye, es la definición y la
etapificación de las úlceras por presión que usan los diferentes estudios, habiendo algunos que
encuentran como significativas las úlceras por presión sólo de etapa 2 en adelante, quizás por la
mayor dificultad de reconocer una úlceras por presión en etapa 1, lo cual creemos no es
adecuado, ya que las úlceras por presión etapa 1 son las que se presentan con mayor
frecuencia20,21; y, si bien son reversibles en la mayoría de los casos, son un importante signo de
alarma para el personal de salud y el paciente, que permitiría actuar de manera preventiva,
evitando su progresión a grados mayores, y por ende, sus complicaciones. Esto es muy importante
de considerar, ya que lo que realmente determinará el desarrollo de una úlcera por presión, serán
los cuidados a los que se someta un paciente en riesgo. Si se interviniese en todos los factores que
facilitan el desarrollo de estas lesiones, los pacientes no desarrollarían finalmente úlceras por
presión, lo que podría explicar por qué un grupo de pacientes que tenía riesgo elevado en este
estudio no las desarrolló. Podemos deducir entonces, que la presencia de úlceras por presión está
muy relacionado con los cuidados que se les dé a los pacientes, y la escala de Braden nos permite
clasificar a qué pacientes se les debe proporcionar más cuidados.
Un resultado interesante en nuestro trabajo fue el hecho de que el puntaje obtenido en la Escala
de Braden se relaciona directamente con la gravedad de las úlceras por presión. Este hecho nos
muestra que, con medidas de prevención, en aquellos pacientes con mayor riesgo según esa
escala, no sólo se podría impedir el desarrollo de úlceras por presión, sino que además podríamos
evitar la aparición de lesiones profundas, las que son de más difícil manejo y tienen mayor
tendencia a complicarse.
En nuestro estudio, la gran proporción de úlceras por presión en etapa 1 se debería al medio
donde realizamos el trabajo, el Servicio de Medicina, ya que se trataría de pacientes de menor
gravedad y con menos factores de riesgo en comparación con servicios de mayor complejidad.
Esto se ve reflejado en que las pacientes no presentaban puntajes extremadamente bajos, a pesar
de presentar un cierto nivel de riesgo. Es por esta misma razón que creemos que registramos sólo
tres pacientes con úlceras por presión en etapa III y ninguna, en etapa IV.
En muchos estudios describen que el sitio más frecuente de úlceras por presión es la sacra22-24.
Nuestros resultados muestran que la localización más observada en estas pacientes fue en los
talones. Esta diferencia es difícil de interpretar, pero podría deberse a la definición que se use de
úlceras por presión. Las sacras son en general más profundas. En nuestro estudio predominaron
las úlceras por presión en los talones que son más superficiales.
Eritema no blanqueable
Epidermis - dermis
Hipodermis: TCS
Tejidos profundos
Las úlceras por presión presentan un aspecto clínico que va variando a lo largo de su
evolución. Inmediatamente antes de la formación de una úlcera por presión, aparece en el
área expuesta al riesgo una zona de presión, la cual se observa clínicamente como un eritema
que blanquea al hacerle digito-presión.
Cuando la zona de riesgo NO es liberada de la presión en un período de aproximadamente 2
horas, esta zona se convertirá en una úlcera por presión grado I, la cual clínicamente se
presenta como un eritema que no blanquea a la presión. También puede observarse como
una mancha morada o violácea persistente.
La úlcera por presión grado II se caracteriza por comprometer tanto la epidermis como la
dermis (las dos primeras capadas de la piel). Al observarla se puede ver el tejido rojizo con
pérdida de la integridad de la piel, lo cual puede presentarse como ampollas o como una
laceración superficial.
La úlcera por presión grado III compromete además de la dermis y la epidermis, el tejido
celular subcutáneo (tejido graso). Se caracteriza por que drena un líquido seroso o purulento
cuando está infectada.
Las úlceras por presión grado IV son lesiones tan profundas que comprometen tejidos
como músculo, hueso, tejido cartilaginoso, vísceras, y demás estructuras que sean sometidas
a presión. Es frecuente observar tejido necrótico.
Zonas de riesgo
La piel puede ulcerarse en cualquier punto, pero existen algunas zonas de mayor riesgo
debido a que son el soporte del peso corporal en las diferentes posiciones (decúbito supino,
prono, lateral o sedente). De esta manera, de acuerdo a la posición en la que se encuentre la
persona, los sitios de mayor riesgo para formar una úlcera por presión son donde está la
prominencia ósea.
Si bien es cierto que la cintura pélvica es la zona con mayor probabilidad de presentar úlceras
por presión, es importante tener presente que toda la superficie corporal está expuesta a este
riesgo.
Se ha observado que los pacientes con compromiso de la vía aérea tratados con máscaras
de ventury, cánulas de oxígeno y ventilación mecánica no invasiva, presentan con frecuencia
úlceras por presión causadas por estos dispositivos sobre los pabellones auriculares, los
labios y otras zonas de la cara. Lo mismo sucede con pacientes con sonda nasogástrica,
sonda vesical permanente, sondas a tórax, férulas, tracciones, inmovilizadores, entre otros. Es
por ello importante tener siempre presente que cualquier elemento que rodee al paciente
puede ocasionarle presión continua y con ello una úlcera.
Pabellones auriculares
Nariz
Mejillas
Labios, encía, paladar
Muñecas
Genitales externos
La presión mantenida sobre una zona de la piel ejercida por el peso del cuerpo sobre un plano
duro provoca un colapso de los capilares encargados de nutrir la piel. Si esta situación de falta
de riego sanguíneo se mantiene, determinará primero la aparición de úlceras y posteriormente
la necrosis de los tejidos.
¿QUÉ FACTORES INFLUYEN EN SU APARICIÓN?
1. FACTORES EXTERNOS:
Factores mecánicos como los colchones y las sillas duras, o la fricción o roce con la ropa de la
cama, sobre todo si tiene arrugas, o por la postura excesivamente inclinada que hace que se
escurra el cuerpo
Inmovilidad física , que mantiene la presión del cuerpo sobre puntos fijos.
Humedad por malos cuidados o por incontinencia.
2. FACTORES INTERNOS:
Edad: más frecuente cuanta más edad tenga el paciente.
Alteraciones nutricionales.
Alteración de la sensibilidad: al no percibir el dolor de una postura peligrosa y molesta no se
cambia de postura y continúa la presión hasta dañar la piel.
Déficit inmunológico.
Alteración del estado mental o del nivel de conciencia.
¿DÓNDE APARECEN CON MÁS FRECUENCIA?
Las zonas de especial riesgo varían según la postura que se adopte:
Omóplatos.
Codos.
Sacro.
Talones.
Orejas.
Hombros.
Costillas.
Caderas.
Rodillas.
¿CÓMO SE PUEDEN CLASIFICAR?
Estadío I: Piel roja (eritema), con induración y calor local, pero no está rota la barrera cutánea y
se mantiene la integridad de la piel.
Estadio II: Úlcera superficial que tiene el aspecto de erosiones, ampollas y/o desgarros
superficiales.
Estadio III: Pérdida total del grosor de la piel que implica lesión o necrosis del tejido subcutáneo
y que puede extenderse hacia la profundidad, pero sin llegar a afectar a los músculos.
Estadio IV: Pérdida total del grosor de la piel con destrucción extensa, necrosis del tejido o lesión
en músculo y huesos. En este estadío las lesiones pueden presentarse con cavernas y túneles.
¿SE PUEDEN PREVENIR?
Se pueden y se deben prevenir.
Es necesario en primer lugar Identificar a todas las personas con factores de riesgo:
Inmovilización, mala nutrición, incontinencia fecal y urinaria y disminución del grado de
conciencia. Pensando en que pueden aparecer las úlceras.
Vigilancia estricta a estos pacientes con alto riesgo.
Hay tres pilares claves:
1. CUIDAR LA PIEL:
Examinar la piel todos los días.
Mantener la piel siempre limpia y seca.
Lavar la piel con agua, aclararla y secarla sin friccionar.
Aplicar cremas hidratantes.
No dar masajes intensos.
Poner apósitos protectores en las zonas de más riesgo.
2. MOVILIZACIÓN:
Cambios posturales cada dos o tres horas a los pacientes encamados y si esta en una silla,
debe cambiar de posición por lo menos cada hora. (Si usted mismo puede cambiar su posición,
hágalo cada 15 minutos).
No usar cojines en forma de rodete o anillo porque pueden favorecer las dificultades de aporte
circulatorio.
Evitar el contacto directo de las prominencias óseas entre sí, por ejemplo en las rodillas
Evitar el arrastre.
3. NUTRICIÓN:
Corregir los déficits nutricionales.
Aumentar la ingesta de proteínas, vitaminas y minerales.
Asegurar un estado de hidratación adecuado.
Hay una serie de elementos que amortiguan la presión del cuerpo sobre la superficie de apoyo:
Borreguito antiescaras: Reduce la humedad, la presión y el rozamiento; actúa como
sobreempapador, y es de fácil limpieza.
Cojín de agua.
Protecciones locales: para los talones y los codos, almohadillando la zona, con instrumentos ya
comercializados los "codipies", o algodón sujeto con vendaje no compresivo, vigilando siempre
al menos cada 48 horas.
Colchones de aire: Están compuestos de cámaras de aire que se inflan y desinflan
alternativamente evitando la presión sobre el mismo punto durante tiempo prolongado.
Colchón de agua: evita los puntos de presión gracias al desplazamiento del líquido.
Colchón de espuma.
Colchón de silicona: distribuye las presiones y es confortable para el paciente.
¿SE CURAN?
Depende del grado de profundidad de la úlcera, del estado general de salud del paciente y del
tipo de cuidados que le dediquemos. Generalizando podemos decir que:
Úlcera grado I, puede tardar en curarse dos días aproximadamente.
Úlcera grado II, una a dos semanas.
Úlcera grado III, uno a tres meses.
Úlcera grado IV, meses o años, y en algunos casos no se consigue su curación total.
Las úlceras por presión son un tipo de herida originado principalmente por
una fuerza leve pero sostenida en el tiempo, en un mismo punto del cuerpo,
normalmente en zonas de apoyo como son los talones, el gluteo o el sacro.
Esta fuerza que origina la rotura inicial de la piel puede ser debida por el propio
peso de la persona cuando esta encamada o en decúbito y su situación general
es débil, unido a una ausencia parcial o total de movilidad.
Los Factores que empeoran la recuperación de una ulcera por
presión son:
Una úlcera grado 1 en una persona mayor, con factores en contra, en 24 horas
puede ser de grado 2 y seguir creciendo a grado 3 o 4.
Todas las ulceras deben ser tapadas con apositos o parches con la única
excepción de las úlceras de grado 1 que pueden ir al aire.
Ulceras de Grado 1
Pese a que su precio puede parecer elevado y cierto es que hay otras versiones
del producto más económicas como el Mepentol Leche que se puede encontrar
por debajo de 40€ con el doble de volumen, ambos productos son los estamos
utilizando a nivel profesional con mejores resultados.
Ulceras de Grado 2
Aunque sorprenda ya que es más famoso por solucionar las úlceras de grado 1 el
Mepentol es un excelente tratamiento de las ulceras de grado 2.
Las úlceras de grado de grado 2 son más sensibles a recibir infecciones, porque el
tejido cutaneo esta roto.
Ulceras de Grado 3
Para este tipo de escara por decubito lo mejor que podemos hacer para
desinfectar es: