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Resumen
En la Argentina, las políticas lingüísticas implementadas durante casi dos siglos
han transcurrido entre el purismo hispánico y la valorización de las variedades
regionales. Esta polarización se manifestó desde los inicios de la nación en una
lucha entre quienes proponían la regulación peninsular del castellano, y los
defensores de un modelo independentista que pugnaba por la instauración de una
pauta regional. La tensión entre esas dos actitudes es el nodo central de las
representaciones sobre la lengua en la Argentina y debe su existencia,
fundamentalmente, a la puja de diversos sectores de poder que, a la luz de modelo
decimonónico de Estado-nación, hicieron de la lengua un elemento constitutivo de
la identidad nacional. En la actualidad, las representaciones de la lengua con las
cuales se identifican los hablantes evidencian resabios de esa lucha por la
identidad lingüística. Este trabajo interpreta los resultados parciales de una
encuesta diseñada y dirigida por José Luis Moure y Leonor Acuña, investigadores
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El interés
de este estudio está centrado en caracterizar, a través del procesamiento de las
encuestas, las representaciones que los hablantes del Río de la Plata generan
sobre la lengua que hablan, así como determinar los vínculos entre estas
representaciones y los diferentes discursos circulantes sobre la lengua. Nuestra
hipótesis central es que estos discursos asumidos por los hablantes surgieron en
los inicios de la nación argentina, a comienzos del siglo XIX y se han mantenido
durante el siglo XX. En la actualidad, esas representaciones sobre la lengua
nacional se han refundido con las políticas panhispánicas, conservando, no
obstante, sus ideologemas fundantes: la relación conflictiva con las lenguas de
pueblos originarios y las lenguas extranjeras, la dependencia respecto de la
normativa española, y el vínculo entre la educación formal y la corrección.
1 Encuestas sociolingüísticas
Las variedades lingüísticas recortadas en un marco geográfico, así
como las relaciones que tienen entre sí, exceden los fenómenos atinentes
estrictamente al sistema lingüístico y están fuertemente influenciadas por
el valor que les asignan los hablantes. Es decir, las operaciones de
conocimiento, reconocimiento y percepción de una lengua involucran
necesariamente presupuestos e intereses específicos, de manera que las
variedades de la lengua están sujetas a presiones del contexto social que
se manifiestan de diversos modos, algunos de los cuales son
comportamientos lingüísticos. Así, resulta imposible establecer una
distinción categórica entre la descripción de una lengua o una variedad y
el valor social que esta comporta.
Los espacios de anclaje de las representaciones sobre la lengua (o,
como en el caso que tratamos aquí, sobre la variedad) son múltiples, y
muestran en sus discordancias la confluencia de discursos y, en ellos, las
distintas formas de entender los fenómenos lingüísticos alentadas por
diferentes intereses.
En ese sentido las encuestas son un instrumento privilegiado de
acceso a las representaciones que los hablantes tienen sobre la lengua y
sobre las instituciones reguladoras. El cotejo de las respuestas (de la
encuesta que describiremos más abajo) nos permitió comprobar que los
encuestados valoran positivamente ser consultados y se muestran
interesados en dar sus opiniones sobre la lengua que hablan. Este interés
redunda en respuestas comprometidas que dejan ver las áreas de
impacto del fenómeno lingüístico: la educación formal y el “nacionalismo”
lingüístico, entre las más salientes. La falta de reflexión metalingüística
de los hablantes sobre estos temas convierte sus respuestas en reflejos de
discursos circulantes y muestra las aristas de convergencia de ideologías
lingüísticas, en algunos casos contradictorias. Por eso, para encarar el
análisis de este tipo de encuestas es preciso tener en consideración que
los hablantes de la variedad absorben los discursos puestos en
circulación por diferentes agentes, así como las representaciones que les
subyacen. En la mayoría de los casos estos discursos, juicios o ideas de
los hablantes sobre la lengua han surgido de la exposición a canales de
difusión cuyos puntos de vista son muchas veces discordantes, pero
conviven en los hablantes argentinos en una tensión que ya forma parte
de su identidad lingüística.
22 Las preguntas sobre el nivel educativo alcanzado por el entrevistado y sus padres, así
como las que atienden al consumo de bienes culturales como diarios, revistas y libros apuntan
a construir el universo de pertenencia sociocultural del hablante. La aparición de este tipo de
preguntas en encuestas lingüísticas es novedoso, puesto que usualmente se consulta sobre
acceso a bienes económicos como estrategia para identificar la pertenencia a determinado
segmento sociocultural. La decisión de preguntar sobre las formas de acceso a la cultura
responde al fenómeno del ascenso social por la educación de las clases bajas, que fue posible
en Argentina desde mediados de siglo XX.
24 El análisis de las preguntas formuladas en la encuesta será foco de otros trabajos. Inquirir
acerca de quién habla bien o mal, o sobre si existen lugares donde se habla mejor o peor
sustenta la representación normativizante (y, eventualmente, monocéntrica) transmitida por la
escuela, afectando el valor de las respuestas obtenidas.
25 Un hablante fue muy elocuente en ese sentido. Su respuesta, antes de poner la cruz en el
casillero negativo entre las opciones de la pregunta 32: “¿Todas las personas hablan bien?”,
fue verbal y enfática: “todas las personas hablan mal”.
26 Desde nuestro punto de vista, la ausencia de referencia normativa local redunda en la
falta de confianza en el desempeño lingüístico que manifiestan los hablantes “legos” de la
región y, fundamentalmente, en el desprestigio de la variedad, eso explica la amplia mayoría de
respuestas que entienden que todos hablan/mos mal.
27 Los números expresados aquí no son porcentajes, sino cantidad de respuestas por área,
puesto que el entrevistado podía incluir hasta tres respuestas distintas en esa pregunta. No se
ponderó el orden que el hablante asignó a las respuestas. En el caso de que el entrevistado
hubiera respondido tres veces lo mismo, se contabilizó como una sola respuesta. Las
categorías, por su parte, agrupan respuestas de acuerdo con el área de procedencia de la
legitimación, como en los siguientes ejemplos: “educación” agrupa respuestas del tipo: “gente
con estudios”, “los que leen”; “medios de comunicación”: “algunos periodistas”, “Mariano
Grondona”; “profesiones”: “los sacerdotes”, “jueces”, “los profesionales”; “geografía”: “los
provincianos”, “gente del campo”; “edad”: “personas mayores”, “los de mediana edad”;
“actitud”: “los que se interesan por hablar bien”, “los respetuosos”.
Profesiones, 41; Escritores, 19; Geografía, 17; Edad, 15; Políticos, 11;
Actitud, 6.
La importancia relativa que los hablantes le otorgan a la educación
como forma de acceso al habla correcta se explica en la conformación de
representaciones sobre la constitución de la ciudadanía argentina, en
especial desde fines del siglo XIX. La escuela fue el canal civilizador por
antonomasia en la Argentina del siglo XIX: homologó las prácticas
lingüísticas, transmitió las pautas de comportamiento urbano, moral y
legal, y disciplinó los cuerpos en su circulación por el espacio público y
también en el ámbito familiar.
28 El papel de los medios de comunicación y los periodistas, locutores, etc. como modelos de
prestigio aparece entre las respuestas en segundo lugar. Los hablantes entienden que las
personas que forman parte de los medios de comunicación masiva son ejemplo del “hablar
bien”. Concretamente, se menciona frecuentemente a Alejandro Dolina, Antonio Carrizo,
Ernesto Sábato, Magdalena Ruiz Guiñazú, Mariano Grondona, entre otros. Puesto que la
encuesta fue hecha hace 16 años, podemos pensar que hoy se nombraría a otros personajes
vigentes, pero es notorio el hecho de que exista en los hablantes la idea de que los medios son
reguladores lingüísticos de hecho.
De esta idea se puede partir para considerar el papel central que desempeñan los medios de
comunicación en la difusión del español neutro y las ideologías lingüísticas que le subyacen.
El ideal de lengua global generado e impuesto por empresas transnacionales de comunicación
y la representación de que los medios operan como reguladores se superponen al
supradialecto ideal al que acuden los hablantes como referencia. Esta penetración mediática y
las planificaciones lingüísticas que toman los medios como eje central se apoyan y alientan
representaciones preexistentes como la que la encuesta deja en evidencia.
30 Las interferencias lingüísticas (“tienen muchos modismos de otros países como el Centro y
Sudamérica”) fueron mencionadas en tercer lugar de importancia para caracterizar a quienes
hablan mal, pero en segundo, si consideramos las malas palabras o frases ordinarias dentro
del parámetro “acceso a la educación”. Los “pueblos inmigratorios” nombrados
mayoritariamente fueron italiano y paraguayo (también aludido por los encuestados por su
lengua, guaraní).
31 Algunas respuestas a la pregunta 35 apelaron a la condición económica. No obstante su
falta de representatividad (fue aducida por solo 17 encuestados), es destacable porque expresa
la relación entre la lengua y el acceso a determinadas formas de la cultura y de bienes
simbólicos que en la Argentina posterior a los gobiernos de Juan Domingo Perón se hizo
posible para las clases obreras. El ascenso social por la educación continúa funcionando, al
menos discursivamente, en las clases con menos recursos económicos. En Argentina, el acceso
a la educación está garantizado por la gratuidad y es alentado por la obligatoriedad; esta
condición permite asociar el “hablar bien” con fenómenos sociales del tipo “actitud” que
mencionamos arriba.
De acuerdo con esta idea, Paffey (2007) afirma que existe el prejuicio
que ve a las variedades americanas del español como impuras debido a la
influencia de las lenguas de inmigración y de sustrato, razón que ampara
la adopción de la variedad peninsular como resguardo de la pureza de la
lengua (lema centenario de la RAE). Quedaría garantizado así el control
por parte de España de la llamada “lengua común”. En efecto, la Nueva
Política Lingüística Panhispánica reconoce solo dos variedades: “No
resulta siempre fácil determinar cuál es la base común, pues a la doble
variedad, española y americana, se añaden los particularismos
regionales.” (Asociación de Academias 2004 NPLP: 9).
En las respuestas de los hablantes se advierten los resabios de estos
discursos. A la pregunta 42: “¿Hay lugares en la Argentina o en otros
países donde se habla peor que aquí?” respondieron “en zonas de
frontera, por el contacto con otra lengua (portuñol, por ejemplo), porque
la lengua está `como sucia´ por causa de otras lenguas”, “los de
Paraguay, porque no se les entiende”, “los de Paraguay, se me hace una
mezcla de idiomas, no es español puro”, “en lugares marginales del
litoral, porque hay mezcla de culturas”, “hablan mal los inmigrantes de
países limítrofes porque a veces hablan otras lenguas como guaraní”,
entre muchos otros ejemplos similares.
Es decir, la actitud frente a las variedades americanas y las lenguas
de contacto sigue, concordantemente, vinculada con la necesidad de
controlar el ingreso de palabras extranjeras y mantener la homogeneidad.
La penetración de este punto de vista aparece en respuestas como: (por
qué hablan mal) “mezclan palabras del guaraní y el español”, “por
bolivianos y paraguayos”, “no tienen nacionalidad”, “interferencias
lingüísticas”, “no utilizan frases propias del lugar”. En ese sentido, las
cuestiones vinculadas con el (des)prestigio asociado con ciertas
variedades, así como el poder adquisitivo como fenómeno relacionado con
la corrección, tallan fuertemente en las representaciones del buen hablar.
Balibar (1991), en su artículo “Etnicidad ficticia y nación ideal”,
sostiene que la memoria colectiva se perpetúa a costa del olvido
individual de los orígenes. En Argentina, este principio refundió (y