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El estadio del espejo es una identificación con una imagen que al principio se creía
de otro, la imagen se recibe con jubilo por el niño, ya que en comparación a su
cuerpo fragmentado, esta es completa, como una Gestalt, una ortopedia, esa forma
es más constituyente que constituida, que permite solides a ese cuerpo de
movimientos incontrolados.
Lacan señala que esa forma primordial con la que el infante se identifica, debería
designarse como yo-ideal, para hacerla entrar, dice él, en un registro conocido: el
de las identificaciones secundarias, las cuales tienen como función brindarle al
sujeto una «normalización libidinal». Así pues, la imagen del cuerpo propio en el
espejo –yo ideal–, es el soporte de la identificación primaria del niño con su
semejante y se constituye en la fuente de las identificaciones secundarias que le
permitirán al sujeto, establecer y organizar su relación con la cultura. Lacan
destaca la relación que el ser humano y los animales tiene con su imagen como en
algunos casos el solo hecho de ver una imagen en algunos animales puede generar
ciertas conductas.
El estadio del espejo establece así una relación entre el interior del organismo con
la realidad exterior.
Se nombra a sí mismo “nuncio” - del latín nuntius que significa “emisario”- del
retorno a Freud, hacié ndose cargo de ser el que lleva el mensaje de ese retorno y
todo lo que implica respecto a denunciar las desviaciones de los conceptos
fundamentales. Por ello es vá lido tomar, tambié n, la acepció n de la palabra
“nuncio” como representante diplomá tico o representante acreditado.
El eje (a-a ́) recibe tambié n el nombre de “muro del lenguaje”, debido a que el
discurso que se produce en su seno es un impedimento para acceder al verdadero
conocimiento. El discurso comú n, al que Lacan llama en otro lugar “palabra vacía” ,
sigue estas características pues sirve para la reconfirmació n de uno en el otro y
viceversa; se trata de un lenguaje que participa del engañ o má s absoluto, de ahí el
nombre que se le ha dado. Encontramos aquí el lugar propio de las “pamplinas
sociales”, como son: destacar, ser el mejor, no quedar por debajo, presumir, tener
el mejor empleo, la mejor familia, mentir, etc. Esto mismo hace que la relació n
social pueda entenderse como un “diá logo de sordos”, lo que indica que cuando la
gente se comunica, ese lenguaje comú n siempre se halla mediatizado por el
imaginario que supone que un “yo” se comunica con otro “yo” distinto, pero
semejante a é l.
Por lo tanto, si hay algo que conocer evidentemente se hallará má s allá del “eje
imaginario”, del “muro del lenguaje” que, como vemos, procura el desconocimiento
má s absoluto.
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a ́ (otro) /
//
Relació n / Muro del imaginaria/ lenguaje.
//
(yo) a
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Añ adimos que la relació n imaginaria se pondrá de manifiesto de un modo par-
ticular en cada una de las diferentes estructuras clínicas, como es el caso de: la bú s-
queda constante de aprobació n de la histé rica, la retracció n social del fó bico
debido al gran temor al rechazo que muestra o, incluso, se halla en el origen del
control que mantiene al obsesivo tan alerta para que nada de lo que suceda a su
alrededor se le escape.