Independientemente de la simpatía o antipatía que sintamos por el Alcalde Arzú
los guatemaltecos lo que debemos velar es por el respeto al debido proceso y el esclarecimiento de la verdad. Ni juzgar a ciegas ni defender a ciegas. Resultado normal en un país en el que se lee poco y se opina mucho. Una persona que es vista por unos sectores como el mejor político de la era democrática mientras para otros es el último caudillo de la vieja política. Del resultado de esta solicitud e investigación, del actuar de los protagonistas y de la postura de los espectadores de los diferentes sectores de la sociedad guatemalteca se definirá un futuro que se construirá a partir de esta crisis. Al solicitar que se le retire el antejuicio a un funcionario, se requiere simplemente que el mismo sea sometido al mismo escrutinio al que cualquier ciudadano está sujeto. Es por ello que un juez pesquisidor determina si la solicitud es genuina y valida o si obedece a una persecución política o intereses espurios. El problema medular de la construcción de una mejor Guatemala, radica en el fanatismo de los diferentes sectores de la sociedad que históricamente han defendido posturas, aunque las mismas carezcan de total sentido común y fundamento. ¿Cómo es posible adherirse a una defensa ciega o a una censura anticipada desvirtuando por completo el trasfondo? Guatemala no se beneficia si el alcalde resulta involucrado en temas de corrupción, pero tampoco se beneficia si resulta que si está involucrado y se mantiene impune. En este momento de tan complicada coyuntura, no es en las calles sino en los juzgados donde se deben abordar estos casos. Los ojos del mundo están encima nuestro y debemos trabajar para convertirnos en el referente de la lucha contra la corrupción e impunidad, apoyando el esclarecimiento de la verdad sin tomar partido. Y recordemos que es la ciudadanía a quien se debe todo político, ya que es esta la que lo puede declarar “non grato” y revocar ese mandato que se llama voto, el cual no es un cheque en blanco.