Resolver el problema nacional del sistema vial es una obligación de estado, no
de privados. La destrucción del sistema vial nace del uso inadecuado para el transporte pesado de un sistema vial diseñado para vehículos livianos, cuando nunca se realizó un ordenamiento territorial con la creación de vías especiales. Transporte pesado sin regulaciones equivale a destrucción del sistema. Como parte de la cooptación del estado se pueden distinguir 2 vertientes, la primera consistente en el acaparamiento de los puestos públicos con fines delincuenciales y la segunda dedicada a hacer fracasar al mismo estado, haciéndolo parecer ineficiente con el objetivo de privatizar las actividades que corresponden al estado realizar. La labor de planificación y ejecución de salud, educación, seguridad, movilidad o vivienda es una labor exclusiva del estado, sin embargo, el objetivo de hacer ver estas actividades como inoperantes trae el resultado que a las empresas públicas se las hace fracasar, tal como sucedió con aerolíneas, ferrovías, telefonía y sistema eléctrico. Para lograrlo primero las exprimen los funcionarios a propósito hasta quebrarlas y cuando el servicio es totalmente ineficiente y colma la paciencia de los usuarios la solución es venderlas a “empresarios con visión”. La telefonía es el mejor ejemplo. Todos sabemos que la privatización de estos servicios en Latinoamérica género como resultado a los hombres más ricos del área. ¿Por qué el estado no pudo hacer lo mismo? Guatemala gobernada por ciudadanos capaces y honestos puede tener buenos y mejores servicios públicos. Y la historia se está repitiendo hoy, con el mismo argumento falaz, cuando el objetivo es privatizar el sistema vial argumentando una crisis creada por ellos mismos, al uso y abuso de carreteras por camiones de hasta 3 contenedores de longitud. Es el estado el único responsable de la planificación del sistema vial en función de los planes de desarrollo y crecimiento económico a fin de proveer la infraestructura necesaria para el beneficio de la nación y sus habitantes. El bien común debe prevalecer sobre intereses particulares.