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Radiografía del sicario mexicano

Por Pablo Miranda

Guadalajara, Jalisco. 22 de agosto de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).-


La violencia tiene muchas formas de manifestarse, una de ellas es quitando la
vida de una persona o rival, método utilizado en el crimen organizado y que
puede ser una encomienda para el sicario, una figura delictiva con distintas
motivaciones que lo orillaron a elegir el asesinato como forma de trabajo.

Como parte de su investigación doctoral en psicología, Arcelia Ruiz Vázquez


trabajó en la elaboración del perfil psicosocial del sicario mexicano; a través de
entrevistas a reclusos del Centro de Readaptación Social de Acapulco, Gue-
rrero, la investigadora conoció de primera mano el pasado y los orígenes de
sicarios que habían sido condenados por homicidio.

“El gobierno de Guerrero nos abrió las puertas para entrevistar y aplicar prue-
bas psicométricas en centros penitenciarios a población sentenciada por
homicidio y delincuencia organizada”, relata la investigadora.

Además de las entrevistas, Ruiz Vázquez consultó a expertos en psicología


criminal de Aguascalientes, Baja California, Chihuahua, Guerrero, Michoacán y
Nayarit para conocer sus experiencias en el diagnóstico y tratamiento de po-
blación sicarial que haya confesado sus crímenes, esto con la finalidad de enri-
quecer los datos obtenidos con los instrumentos psicométricos y así elaborar
el perfil del sicario en México.

Rasgos, orígenes, pasado

Con base en las entrevistas a expertos y a la población sicarial confesa, la doc-


tora Ruiz Vázquez elaboró un perfil para agrupar las características psicoso-
ciales que se encontraban presentes en estos individuos. El estudio arrojó que
existían cuatro perfiles predominantes de sicarios: marginal, antisocial, psico-
pático y sádico.

El primero de ellos, explica la investigadora, es el marginal, en el que se agru-


pan los sicarios que usualmente tienen un origen en ambientes rurales de
extrema pobreza y buscan en el crimen organizado una opción económica an-
te sus carencias personales, por lo que aceptan, en un principio, realizar
labores simples como participar en el cultivo, recolección y transporte de
drogas.

Posteriormente incursionan en otras actividades de mayor rango como cuida-


dores de casas de seguridad o acompañantes en extorsiones y ejecuciones,
hasta desensibilizarlos y entrenarlos lo suficiente para sus primeras
ejecuciones.

En cuanto a rasgos de personalidad, la investigadora señala que durante su


infancia y adolescencia este perfil no presenta actividades disruptivas ni rasgos
antisociales —como lo serían los comportamientos desafiantes o la comisión
de delitos— y su motivación criminal es el crecimiento económico para saldar
sus carencias, y posteriormente manifiesta una necesidad de aceptación y
reconocimiento social.

Nacidos en entornos violentos

Por otra parte, el perfil antisocial se caracteriza por tener un origen en am-
bientes delictivos de las zonas conurbanas de las ciudades, donde el pandi-
llerismo y la comisión de delitos son una constante que incluso llega a ser
aceptada y alentada por la sociedad próxima.

“Este perfil se distingue por tener una familia disfuncional donde hay comisión
de delitos, violencia, consumo de drogas o abusos en la niñez. Este tipo de
sicario incursiona en la vida criminal a muy temprana edad, uniéndose a pan-
dillas y cometiendo delitos de bajo rango, como robos o menudeo de drogas”.

En este caso, la invitación a incursionar en actividades delictivas proviene del


entorno familiar o social, iniciando con labores criminales simples, pero si
demuestra habilidad en la comisión de estas tareas y una personalidad acorde
a la actividad sicarial con rasgos como agresividad o temeridad, poco a poco
adquiere mayores responsabilidades en tareas que impliquen actos violentos,
como asesinatos.

La doctora Ruiz Vázquez indica que este perfil sí presenta conductas antiso-
ciales desde la infancia y adolescencia, estas se manifiestan con expulsiones
de la escuela, riñas, problemas con la autoridad o comisiones de delitos de
menor gravedad.
Sin embargo, cuando se llega a la adultez se consolida el llamado trastorno
antisocial de la personalidad, haciéndose presente la comisión de delitos ma-
yores e intensificándose los rasgos de intolerancia a la frustración, impulsi-
vidad, hedonismo, temeridad y la búsqueda de satisfactores inmediatos.

“En estos sicarios hay ausencia de remordimiento cuando se mata al rival o al


traidor; sin embargo, puede existir remordimiento cuando asesina a personas
ajenas al contexto criminal, como niños o mujeres”.

No obstante, con el paso del tiempo estos sicarios suelen desensibilizarse y


habituarse a la violencia, lo que los lleva a buscar crecientes niveles de violen-
cia para practicar en sus ejecuciones.

La doctora Ruiz Vázquez resalta que el sicario antisocial es el más común en


los centros penitenciarios, debido a que características en su ser, como la
impulsividad, ostentación y bravuconería, suelen comprometer las actividades
de los grupos criminales, por lo que pueden ser asesinados o delatados a las
autoridades para que los encarcelen.

Una minoría peligrosa

Estos dos primeros perfiles, marginal y antisocial, tienen su origen en una


necesidad económica y de reconocimiento social, señala la investigadora, y
recalca que ambos casos ocupan cerca de 85 por ciento de la población sicarial
que entrevistó, mientras que el resto, 15 por ciento, corresponde a los perfiles
psicopático y sádico, minorías que considera aún más peligrosas para la
sociedad.

La doctora explica que en contraste con los primeros dos perfiles, donde la
motivación económica, la falta de oportunidades de trabajo y la falta de
crecimiento social son una constante, en el caso del sicario psicopático, su
origen no es forzosamente en zonas de marginación sociocultural.

Sin embargo, considera que sí son una constante los rasgos de frialdad
emocional, ausencia total de remordimientos, crueldad y falta de empatía que,
aunado a sus desarrolladas habilidades cognitivas y capacidad de liderazgo, lo
convierten en un sicario líder de células criminales y de alto riesgo.

“El perfil psicopático asciende vertiginosamente entre los grupos criminales,


porque tiene capacidad de liderazgo, manipulación y encanto superficial.
Además, posee habilidades cognitivas que favorecen la planeación de sus
ejecuciones de forma estratégica”.

Ruiz Vázquez asegura que el conjunto de estas características hacen a este


perfil sicarial una persona peligrosa, e incluso llega a calificarlo como “sicario
depredador”. Su motivación primaria es el poder adquisitivo, pues ve esta
actividad como una fuente más de ingresos.

La investigadora resalta que el sicario psicopático no busca una aceptación


social ostentando bienes, como el caso del sicario marginal y el antisocial, sino
el poder adquisitivo y el poder que esta profesión le confiere.

El estudio es completado con el sicario sádico, un perfil que comparte las ca-
racterísticas del perfil psicopático, pero con la distinción de que su motivación
criminal se basa en la necesidad de ejecutar el asesinato con inminentes
rasgos de sadismo, por lo que buscará producir el mayor sufrimiento posible a
sus víctimas.

Este perfil se caracteriza por disfrutar el proceso de ejecución y eventualmente


buscará mejorar sus técnicas de tortura para ampliar el dolor de la víctima con
el fin de obtener mayor satisfacción; incluso puede realizar videograbaciones
durante esos episodios para posteriormente recrearse con ellas.

Aunque la motivación primaria del sicario sádico es de índole psicológica, las


ganancias económicas que recibe refuerzan su actividad sicarial.

El papel de los factores culturales

La psicóloga asegura que luego de la investigación observó que además de los


factores psicológicos, también existen otras variantes que pueden ser deto-
nantes para ver el sicariato como modelo de vida a seguir, por ejemplo, ase-
gura que la cultura actual enaltece esta figura, lo que fomenta que esta
actividad criminal sea vista con normalidad y admiración.

“En la investigación se concluye que en la génesis del sicariato convergen


factores tanto psicológicos como socioculturales. Existen varios rasgos de
personalidad que pueden favorecer la comisión del acto sicarial; sin embargo,
el factor sociocultural va a representar un factor de riesgo o protección en el
desarrollo de la conducta sicarial”.
Otros de los factores de riesgo en los perfiles sicariales marginal y antisocial
son los factores ambientales como la disfunción familiar, pobreza, fracaso
escolar o auge de la narcocultura, ya que predispone a que jóvenes de clases
menos privilegiadas opten por participar en actividades delictivas para alcan-
zar, aunque sea por un breve periodo, satisfacción con bienes materiales o
reconocimiento social que no se adquiere en la legalidad.

Para evitar este fin, la doctora Ruiz Vázquez trabaja en la creación de un


programa de prevención de actividades delictivas, este será un modelo de
intervención con el que se buscará que la población infantil y juvenil sea más
crítica en cuanto a su entorno y conozcan otras opciones de crecimiento social
que no incluyan involucrarse en el crimen organizado.

La especialista considera que, en primer lugar, sería complicado cambiar el


entorno socioeconómico de las poblaciones marginadas, por lo que los esfuer-
zos no deben centrarse en el asistencialismo, sino en métodos de prevención
para entrenar integralmente a los jóvenes en el desarrollo de habilidades
emocionales, afectivas y cognitivas que les permitan enfrentar factores de
riesgo en su núcleo social y ser agentes de cambio en su entorno social.

Esta investigación surgió como parte de su trabajo en el doctorado interins-


titucional en psicología, un posgrado en el que participan la Universidad de
Guadalajara, la Universidad de Guanajuato, la Universidad de Colima, la Uni-
versidad Autónoma de Aguascalientes y la Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo.

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